AMOS

Amós (heb. í‚môs, “carga”, “pesado” o “cargador” [del verbo âmas, “levantar o llevar” (una carga)]; gr. Amos). 1. Profeta de la aldea de Tecoa, en Judá, a quien Dios envió con un mensaje para el reino del norte, Israel. El libro de Amós es un registro de ese mensaje y de su experiencia al entregarlo. Nuestro conocimiento del profeta es escaso y se lo debe obtener del mismo libro. Su hogar, Tecoa,* era una aldea pequeña, en el borde del desierto de Judá, que desciende en colinas ondulantes hacia el Mar Muerto, a unos 19 km de distancia. Antes de ser llamado al oficio profético, era un pastor que ocupaba parte de su tiempo cuidando sicomoros y recogiendo sus frutas, parecidas a higos. Cuando dijo: “No soy profeta, ni soy hijo de profeta” (7:14), señalaba que no habí­a tenido una preparación formal para el oficio de profeta en las escuelas de los profetas, ni era el hijo de una persona así­ adiestrada (sin embargo, satisface todos los criterios bí­blicos para reconocer a un profeta). Aunque se dedicaba a una de las profesiones más sencillas de la vida, Amós era un hombre con inteligencia natural, con profunda inclinación religiosa y con agudo poder de observación. No era pretencioso, pero fue osado y valeroso cuando se lo llamó a presentar su testimonio contra los males de sus dí­as. Su mensaje fue gráfico y poderoso. Algunos, por su mención de 5 naciones vecinas (cp 11), concluyen de que tal vez haya viajado hasta Damasco y Egipto. 2. Miembro de la tribu de Judá mencionado en la genealogí­a de Cristo que registra Lucas (Luk 3:25). Amós, Libro de. Tercero de los así­ llamados Profetas Menores (véase CBA 4:977-979). I. Autor y Ambientación. El autor es Amós, quien presentó su mensaje en tiempos de Jeroboam II, rey de Israel, y de Uzí­as, rey de Judá (1:1). El hecho de que estos 2 monarcas reinaran simultáneamente, entre c 767 y 753 a.C., quizá limite el ministerio profético de Amós a este breve perí­odo y, por tanto, se puede tomar el 760 a.C. como fecha aproximada del libro. Durante los 2 siglos que habí­an transcurrido desde el esplendor del reinado de Salomón, Israel y Judá pasaron tiempos malos tanto en lo moral como en lo polí­tico. Pero Jeroboam II y Uzí­as habí­an tenido éxito en restaurar sus respectivos dominios hasta el punto de que, combinados, alcanzaban aproximadamente la extensión del imperio de David y de Salomón. Como resultado, una marea engañosa de prosperidad cubrió el paí­s. Al mismo tiempo, la idolatrí­a floreció y el estado moral de la sociedad cayó a un punto mí­nimo, mientras los ricos oprimí­an a los pobres y los jueces vendí­an la justicia al mejor postor (2:6, 7; 3:10, 15; 4:1; 5:7-13; 6:4-6; 8:4- 6). Ni los gobernantes ni el pueblo del reino del norte se 50 daban cuenta de que su nación estaba vacilando al borde mismo de la catástrofe, y que 40 años más tarde la nación dejarí­a de existir y su pueblo serí­a llevado a la cautividad asiria. En estas circunstancias el Señor envió a Amós, y un poco más tarde a Oseas, como profetas para advertir al reino del norte de su destino inminente y ofrecerles una oportunidad final de enmendar sus caminos perversos. Amós llevó su mensaje al centro de la adoración apóstata, Betel, la capital religiosa del reino del norte. Allí­ Amasí­as, el sumo sacerdote de Betel, procuró intimidar al profeta y hacerlo salir del paí­s (vs 10- 17). II. Tema. El tema del libro es el juicio divino (1:2), y su meta es producir arrepentimiento y reformas en vista de la inevitabilidad de los juicios inminentes, a menos que la gente cambie sus caminos (5:4). III. Bosquejo. El mensaje del libro se divide en 4 partes principales: 1. Denuncia del mal unida a una advertencia de juicio (1:1-2:16). 2. Llamamiento a regresar al Señor (3:1-6:14). 3. Advertencia enfática de lo final del llamamiento divino (7:1-9:10). 4. Promesa de bendición y restauración nacionales en caso de que se arrepientan y reformen (9:11- 15). IV. Contenido. 1. El profeta, con habilidad consumada, procura conducir a sus oyentes de Betel a reconocer que la enormidad del pecado de Israel merece el castigo divino, y seguramente lo recibirá. Ilustra su primer objetivo al enumerar los 6 pecados- crí­menes de las 6 naciones vecinas de Israel, bien conocidas para sus oyentes. Israel ha sufrido a manos de ellas, y al declarar los juicios de Dios sobre esas naciones por su conducta criminal, Amós está seguro de que obtendrá una respuesta: “Amén”. Damasco (Siria) ha invadido Galaad y la ha desolado (1:3), Gaza (filisteos) ha tomado cautivos de Israel y los ha entregado a los edomitas (v 6), Tiro (Fenicia) ha hecho lo mismo (v 9), Edom ha tratado a Israel con una crueldad innecesaria (v 11), Amón ha obrado igual (v 13) y Moab también (2:1). Con el fin de dejar a sus oyentes israelitas sin ninguna traza de autojustificación cuando se ocupe finalmente de su perverso curso de acción, y también para evitar toda acusación de que, como profeta de la tierra de Judá, esté motivado por el orgullo nacional, Amós reprende primero a su propia nación, Judá, por rechazar la voluntad revelada de Dios (v 4). Por ello, cuando menciona lo que Dios ha hecho por Israel y enumera algunas de las formas más rastreras de injusticia en la tierra, sus oyentes quedan sin habla y deben admitir, por lo menos para sí­ mismos, de que si 7 naciones vecinas merecen los castigos de Dios, ellos mismos no pueden esperar escapar de él (vs 6-16). No pueden negar la evaluación que el profeta hace de las condiciones de Israel, ni tampoco sus declaraciones de que merecen el castigo. 2. Habiendo fijado estos 2 hechos solemnes en la mente de sus oyentes, Amós deja bien en claro de que en realidad la gente ha abandonado a Dios, a quien profesan estar adorando, que pronto tendrán que rendir cuentas ante él, y que harí­an bien en buscar una reconciliación con el Señor antes que él los lleve a los tribunales; todo esto lo hace por medio de una serie de 3 sermones (cada uno de los cuales comienza con una proclama: “Oí­d esta palabra”). El tema del 1er sermón es: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieron de acuerdo?” (3:3). Evidentemente, no. Pero Israel, como lo muestra su conducta, está en total desacuerdo con Dios, y a menos que ocurra un cambio, él tendrá que abandonar a su pueblo para siempre a su perverso curso de acción. El tema del 2º sermón es: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (4:12). El Señor los ha soportado por mucho tiempo, y mediante castigos menores procuró hacerlos volver en razón, pero todo fue inútil. Como último recurso tendrá que juzgarlos y sentenciarlos a muerte como nación, y deberán considerar el asunto ahora antes que afronten a su Juez cara a cara. El 3er sermón se centra en el tierno llamamiento: “Buscadme, y viviréis” (5:4). ¿Y cómo buscarán a Señor? La respuesta está en la advertencia: “Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis” (5:14). 3. Para que la gente no pensara que podí­a engañar o sobornar a Dios, como si fuera uno de sus jueces venales, Amós relata una serie de 5 visiones simbólicas que destacan el final de su llamamiento a los hombres de esa generación (un breve interludio histórico, insertado entre la 3ª y la 4ª visión, destaca la reacción oficial del reino del norte). Las primeras 2 visiones miran hacia el pasado, cuando Dios repetidamente habí­a cedido cuando le pidieron que pasara por alto sus transgresiones, pero en la 3ª visión Dios anuncia: no lo “toleraré” más (7:8), ni seguiré siendo blando con ellos. Un intento de parte de Amasí­as, sacerdote de Betel, de asustar al profeta para hacerlo callar, precipita la osada declaración: “Ahora, pues, oye palabra de Jehová… Israel será llevado cautivo” (vs 16, 17). Inmediatamente a continuación, el tema de la 4ª visión es: “Ha venido el fin sobre mi pueblo Israel; no lo toleraré más” (8:2). En la 5ª, el Señor aparece en persona “y al postrero de ellos mataré a espada” (9:1). 51 4. A pesar de la dolorosa perspectiva por si Israel elige persistir en su camino de impenitencia, con pinceladas enérgicas el profeta presenta a la nación, que está a punto de sellar su suerte, un cuadro del glorioso propósito de Dios para su pueblo si se arrepiente y vuelve a él. El edificará a la nación “como en el tiempo pasado” (9:11); los restaurará a la gloria de su edad de oro en los dí­as de David y de Salomón. Una caracterí­stica digna de notar en los profetas del AT es que prácticamente cada advertencia de castigo está acompañada por un ofrecimiento de esperanza; con una nota así­ termina Amós su apasionado mensaje.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

carga. Nombre de varón. 1. El tercero de los llamados Profetas Menores. Era pastor en Técoa, aldea en el sur de Judá, en el lí­mite del desierto. Sacado por Dios de su rebaño, pues no pertenecí­a a las hermandades de profetas, fue enviado a profetizar a Israel 7, 14. Ejerció su ministerio profético, por un perí­odo corto, en época de Jeroboam II, rey de Israel, y de Ozí­as, rey de Judá, en el santuario de Betel. De aquí­ fue expulsado a instancias de Amasí­as, sacerdote del santuario, y volvió a sus ocupaciones. En la época de Jeroboam II, hubo prosperidad en el reino del norte, éste dilató sus fronteras. La clase dominante viví­a en la opulencia a costa de la miseria del pueblo, el culto se llenó de lujos y esplendor alejados de la verdadera religión. Estas son las cosas que denuncia el profeta A., la injusticia social, la corrupción y la falsedad de la religión. Yahvéh castiga a las naciones por sus pecados 1, 2, y, en este caso, duramente a Israel, obligado por ser el pueblo elegido a ser una nación justa y santa 3, 2. En 5, 8 ss, anuncia el †œDí­a de Yahvéh†, dí­a de tinieblas, cuando la venganza será terrible, la cual se llevará a cabo por un pueblo mandado por Dios, que el profeta no nombra, pero que es Asiria.

Sin embargo A. da una esperanza de salvación, pues en su oráculo Yahvéh dice que tal vez tenga piedad del †œResto de Jos醝 5, 15, que no exterminará del todo la casa de Jacob 9, 8 2. Padre del profeta Isaí­as 2 R 19, 2 y 20; 20, 1; 2 Cro 26, 22; 32, 20 y 32; Is 1, 1; 2, 1; 13, 1; 20, 2; 37, 2 y 21; 38, 1. 3. En la genealogí­a de Jesús, A. hijo de Nahúm y padre de Mattatí­as, Lc 3, 25.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., †™amós, el que carga peso). Una de las personalidades pintorescas en una era en que se levantaron varias grandes figuras proféticas.

Realizó su ministerio en la época del reinado de Jeroboam II (c. 786-746 a. de J.C.), de extenso poder polí­tico antes del apogeo de Asiria. La prosperidad era acompañada de un grado de corrupción social casi sin precedentes (Amo 2:6-8; Amo 5:11-12), causada principalmente por la influencia desmoralizadora del Baal cananeo.

Amós viví­a en Tecoa, una pequeña aldea en las montañas, al sur de Jerusalén, al borde de los extensos campos de pasto en Judá. Siendo pastor de ovejas y cabras (Amo 7:14), se ocupaba también del cuidado de árboles sicómoros, de la familia de las higueras. Amós protestó vigorosamente contra la vida lujuriosa y descuidada caracterí­stica de Samaria, condenó las sofisticadas ofrendas que se hací­an en los santuarios de Beerseba en Gilgal, y afirmó categóricamente que el ritual nunca podrí­a ser un sustituto aceptable de la justicia. Afirmó la jurisdicción moral de Dios sobre las naciones (Amo 1:3; Amo 1:6, Amo 1:9, Amo 1:11, Amo 1:13; Amo 2:1, Amo 2:4, Amo 2:6) y advirtió a los israelitas que a menos que se arrepintieran de su idolatrí­a y, después de una renovación en su relación espiritual con Dios, comenzaran a enmendar las injusticias sociales, caerí­an ví­ctimas del invasor del oriente. Tan grande fue el impacto de su vigorosa personalidad que Amós fue acusado de sedición por Amasí­as, el sumo sacerdote idólatra de Betel (Amo 7:10 ss.). Como respuesta, Amós hizo ver que él no tení­a ninguna conexión con ninguna orden profética, ni estaba de ninguna manera asociado polí­ticamente con la casa de David.

El estilo de su libro, aunque sencillo, es pintoresco, caracterizado por ví­vidas ilustraciones tomadas de su vida de campo. Su trabajo como pastor no era de ninguna manera incompatible con un conocimiento de la historia (Amo 9:7) ni con la capacidad de evaluar la significación de las tendencias polí­ticas y religiosas contemporáneas. La integridad de su libro poco ha sufrido en manos de los eruditos crí­ticos modernos.

Análisis del libro:

( 1 ) Acusación contra naciones extranjeras, incluyendo Judá e Israel (1—2).

( 2 ) Condenación de Samaria (Amo 3:1—Amo 5:17).

( 3 ) Denuncia de la falsa seguridad; predicción de juicio (Amo 5:18—Amo 6:14).

( 4 ) Cinco visiones de paciencia y justicia divina (Amo 7:1—Amo 9:10).

( 5 ) Epí­logo: restauración y prosperidad (Amo 9:11-15).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Porteador). Profeta que denunció los pecados y males de Israel (Reino del Norte) †œen dí­as de Uzí­as rey de Judá y en dí­as de Jeroboam hijo Joás, rey de Israel† (Amo 1:1). Era natural de Tecoa, 16 km al S de Jerusalén, en Judá, donde ejercí­a el oficio de pastor antes de ser llamado a profetizar. Sin embargo, la mayor parte de sus oráculos van dirigidos a Israel (Reino del Norte). Encontró la oposición de †¢Amasí­as, un sacerdote del santuario de Bet-el, que le acusó de estar conspirando contra el rey Jeroboam II. A. contestó diciendo: †œNo soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres† (Amo 1:1; Amo 7:14). Pero aclaró que habí­a recibido de Dios el mandamiento de profetizar. Su mensaje estaba orientado a condenar al pueblo por haberse apartado del verdadero Dios y por las injusticias sociales que imperaban en su seno. El juicio divino por todo ello se ejecutarí­a e Israel serí­a llevado cautivo. Esto se cumplió unos cuarenta años después con la invasión asiria, la destrucción de Samaria y el consiguiente exilio.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF HOMB HOAT = “porteador”. Uno de los profetas, nativo de Tecoa, en Judá, posiblemente el padre del profeta Isaí­as. Le dijo él a Amasí­as: “No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres. Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel” (Am. 7:14, 15). Su lenguaje indica familiaridad con la vida rural (cp. Am. 2:13; 3:12; 4:9; 5:8; 6:12; 7:1, 2). Nos dice él que su profecí­a fue dada en los dí­as de Uzí­as, rey de Judá, y de Jeroboam II, hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto; o al menos que empezó en aquel tiempo (Am. 1:1).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[013]

Profeta procedente de la aldea de Tecoa, pastor y cultivador de higos (Am. 1.1. y 7.14), de palabra directa, valiente y desafiante.

Vive en el siglo VIII a. de C. Ejerce su breve ministerio en Israel, a pesar de ser de Judá. Actúa bajo Jeroboam II, pero es repudiado por el sacerdote Azarí­as
El libro que relata sus hechos y recoge sus anuncios y proclamaciones, es difí­cil de fechar, pero es antiguo por su forma y por su contenido.

Su teocentrismo es radical y sus actitudes amenazan a quienes fingen religión y sólo cultivan el egoí­smo. Su mensaje se centra en que Dios ama a su pueblo si es fiel, pero le castiga si el pueblo no cumple el pacto de fidelidad. Y si el pueblo abandona a Dios, como acontece en el reinado de Jeroboam II, no tardará en ser castigado.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Este libro figura en el canon entre los doce profetas menores. Amós es el más antiguo de los profetas escritores. Aunque nació en Tekoa, una pequeña aldea del reino de Judá, no lejos de Belén, desarrolló su breve actividad en el reino del Norte, sobre todo en el santuario cismático de Betel, en tiempos de Jeroboán II (783-743). Cuidaba de su rebaño y de sus sicomoros cuando el Señor le -dio la misión de ser su profeta para el reino del Norte. Ejerció su ministerio profético en Samarí­a, en Betel y en otros centros. Un choque con el rey le obligó a volver a la sombra después de una breve intervención que puede situarse entre el 760 y el 750 a.C.

El libro se divide en: introducción (1,12); juicio divino sobre las naciones, sobre Judá y sobre Israel (1,3-2,15); advertencias y amenazas (3,1-6,14); visiones y oráculos (7.1-9,10). Predicador popular con un lenguaje pintoresco, se siente impresionado por el lujo de las casas (3,13-4,3), pero sobre todo por la injusticia de los ricos (2,6-15; 8,4-8). Narra su vocación (7,10- 17) y en 3,3-8 intenta darle un sentido: el profeta es un hombre que, habiendo entrado en el proyecto de Dios, lo ve todo bajo esta luz e intenta descifrar este proyecto en la vida y en los acontecimientos. Amós no pre~ica explí­citamente la conversión, pero invita a buscar al Señor y a romper con la negativa a adherirse a él, entregándose a la misericordia de Aquel que puede devolver la vida. La verdadera alianza (a pesar de que nunca aparece en él este término) es la base de la enseñanza social: no es una certeza que permita vivir de cualquier manera. sino una responsabilidad: ((De todas las familias de la tierra sólo a vosotros os elegí­; por eso os castigaré por todas vuestras maldades” (3,2).

Si Dios castiga, es para conducir a la conversión. Amós prevé que quedará un pequeño ((resto’, lo cual permite mantener la esperanza. A través de las amenazas y de las esperanzas, el Dios de Amós se presenta como el Dios grande, cuyo poder y cuya justicia conciernen y gobiernan a todas las naciones. Puede hacerlo, porque él es el creador (4,13).

G. Lonisso

Bibl.: L. Alonso Schokel – J. L. Sicre, Profetas. II, Cristiandad, Madrid 1980, 951-993; A. González Lamadrid, Semblanza de Zin profeta: Amós, en Profetas verdaderos, proletas falsos, Salamanca 1976; J. L. Sicre, Profetismo e” Israel, Verbo Divino, Estella 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO
I. El rugido del león.
II. “Decir-escuchar-ver’:- una trilogí­a estructural:
1. “Esto dice el Señor…” (cc. 1-2);
2. “Escuchad” (ce. 36);
3. “El Señor Dios me hizo ver esto” (cc. 7-9).
III. Amós, el profeta de la justicia y de la fe:
1. Por la justicia;
2. Por la fe;
3. Por “el dí­a del Señor”;
4. Por la esperanza.

I. EL RUGIDO DEL LEí“N. “Dijo (Amós):.El Señor ruge desde Sión y hace oí­r su voz desde Jerusalén; los pastizales de los pastores están de luto y la cumbre del Carmelo se seca” (1,2). El rugido del león es como el sí­mbolo de este profeta tempestuoso, que irrumpe en la escena del reino del norte, en Israel, el siglo viii a.C. Sin embargo procedí­a del reino del sur, ya que habí­a nacido en Técoa, una aldea a 16 km al sur de Jerusalén, donde poseí­a una finca para criar ganado (1,1) y cultivar sicómoros (7,14). Su profecí­a reflejará plásticamente este horizonte de su vida, aunque su poesí­a refleje cierta madurez y cierta instrucción cualificada; obtenida quizá en la “escuela” de algún santuario. Su nombre es prácticamente la abreviatura de su antagonista Amasí­as (7,10), el sacerdote oficial del santuario real de Betel; significa “Yhwh lleva”; como él mismo recuerda en la página dedicada a su vocación (3,3-8), fue precisamente el Señor el que lo “llevó”, lo lanzó a una vocación no deseada. A través de una secuencia de imágenes muy vivas, Amós recuerda el carácter irresistible de la vocación profética. Puesto que no se da un efecto (caminar juntos, rugido, caí­da en tierra) sin una causa previa (ponerse de acuerdo, presa, asechanza), y viceversa, como no puede concebirse una causa sin su efecto (cebo-presa, trompeta-alarma, rugido-terror), así­ también si Amós habla es porque el Señor le ha hablado, y si el Señor habla, Amós no puede menos de profetizar (3,8). Es lo que repetirá él mismo al burócrata del culto, el sacerdote Amarí­as: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta; yo soy boyero y descortezador de sicómoros. El Señor me tomó de detrás del rebaño, diciéndome: Vete, profetiza a mi pueblo Israel” (7,14-15).

La situación polí­tica en que resuena el “rugido” de la palabra profética es la situación más bien inestable del reino del norte. Los continuos golpes de Estado han liquidado en menos de dos siglos hasta cinco dinastí­as; el poder oculto de los militares sanciona frecuentes regicidios, con su cortejo natural de desastres y alborotos. La polí­tica exterior se mueve al capricho de las esferas de influencia de las dos superpotencias, la occidental de Egipto y la oriental de Asiria. Los partidos polí­ticos opuestos convierten al reino de Samarí­a, como dirá Oseas (7,11) en “una ingenua paloma, falta de inteligencia: llaman a Egipto, acuden a Asiria”. Y los relativos tratados de asistencia técnico-militar se convierten en protectorados polí­tico-fiscales, acogidos por soberanos hebreos que a veces ni siquiera llegan a durar una estación, como Zimrí­ (¡siete dí­as!), Zacarí­as (seis meses), Salún (un mes). Este reino en decadencia, antes de llegar a ser “como una torta a la que no se le dio la vuelta” (Ose 7:8), devorada por el imperialismo asirio en el 721 a.C., goza de cierto intervalo de bienestar que lo embriaga de nacionalismo. Es el perí­odo del largo gobierno de Jeroboán II (786-746), heredero del boom económico iniciado con Ajab y con su mujer fenicia Jezabel. La expansión económica, aunque tiene tan sólo la consistencia de unos fuegos artificiales, entusiasma y engendra macroscópicas injusticias sociales y un laxismo ético-religioso. El orgullo nacionalista, el capitalismo desenfrenado, el paganismo generalizado esconden, en realidad, una enorme inestabilidad, impotencia y debilidad. En esta atmósfera de consumo es donde resuena la voz de Amós como un clarí­n de guerra. Derrama a oleadas su franqueza, su energí­a y su condena de la “dolce vita” de la alta sociedad opresora de Samarí­a.

11. “DECIR-ESCUCHAR-VER”: UNA TRILOGíA ESTRUCTURAL. El texto de Amós se presenta sustancialmente homogéneo y bien coordinado. Tan sólo hay algunos pequeños fragmentos escritos por otra mano. Quizá la narración del encuentro con Amasí­a$ sea un relato externo, debido a un discí­pulo (Ose 7:10-17); casi con seguridad es posterior el oráculo de restauración, con un trasfondo mesiánico, que sella el volumen (Ose 9:11-15); no faltan tampoco algunas huellas deuteronomí­sticas, que se deben quizá a intervenciones redaccionales (Ose 2:4-5; Ose 2:10ss; Ose 3:7; Ose 5:25-26). Para algunos autores, también las tres estrofas del himno esparcido dentro del libro (Ose 4:13; Ose 5:8; Ose 9:5-6) deben atribuirse a otra mano; se trata de un delicioso himno litúrgico (con la antí­fona que cierra el final de cada estrofa: “Su nombre es el Señor’, que exalta la grandeza desplegada por el Señor en la creación y en la historia.

Pero la estructura del escrito de Amós está presidida por una trilogí­a verbal de gran relieve, distribuida estratégicamente en las tres partes de la obra. En las siete escenas de la primera sección (cc. 1-2) resuena la “fórmula del enviado”: “Esto dice el Señor… “, seguida por el oráculo divino. En los capí­tulos 3-6, por el contrario, los discursos van introducidos por tres “escuchad” (Ose 3:1; Ose 4:1; Ose 5:1), que a menudo se entrecruzan con los “¡ay!” del juicio divino (Ose 5:7, contra los grandes propietarios de tierras; Ose 5:18, para el “dí­a del Señor”; Ose 6:1, contra los polí­ticos). La tercera parte (cc. 7-9) está ocupada por cinco visiones, cuatro de ellas afines entre sí­ y una autónoma, narradas todas en primera persona; van introducidas por la fórmula: “El Señor Dios me hizo ver esto” (Ose 7:1.4.7; Ose 8:1).

1. “ESTO DICE EL SEí‘OR…” (cc. 1-2). En la primera sección del volumen profético de Amós se introduce el género literario de los “oráculos contra las naciones”, donde el autor se esfuerza en definir algunas leyes morales que se refieren a todo el pueblo. La moral no es un privilegio exclusivo de Israel, sino que tiene su origen en el Señor del universo. La sección, dedicada a este grandioso examen de conciencia de las naciones, está construida sobre un septenario de pueblos escandido bor una introducción constante: “Esto dice el Señor: Por tres crí­menes de… y por cuatro” (1 ,3; 1,6; 1,9; 1,11; 1,13; 2,1; 2,4; 2,6). La expresión numérica, apreciada igualmente en la literatura sapiencial (Pro 30:15.18.21.29), expresa la plenitud de los delitos de las naciones, que están ya colmando el cáliz de la ira divina. La humanidad entera está envuelta por el pecado “sin distinción alguna, porque todos pecaron” (Rom 3:22s). Todo el septenario contiene la misma escena dentro del cuadro. Un incendio inmenso rodea a cada una de las capitales: es el Señor mismo el que prende fuego a los palacios de los soberanos y a los muros de las ciudades.

En Damasco, que se muestra tan feroz como un trillo de hierro que lo tritura todo, “prenderé fuego a la casa de Jazael y devoraré los palacios de Ben Hadad” (Rom 1:4); en Filistea “prenderé fuego a los muros de Gaza y devoraré sus palacios” (Rom 1:7); en Fenicia “prenderé fuego a los muros de Tiro y devoraré sus palacios” (Rom 1:10); en Edón “prenderé fuego a Teman y devoraré los palacios de Borra” (Rom 1:12). Los crueles amonitas, para eliminar de raí­z la vida de los galaaditas, abrieron en canal a las mujeres encinta: “Prenderé fuego a los muros de Rabbá y devorará sus palacios” (Rom 1:13-14). También contra Moab, que deshonró sacrí­legamente con la cremación los huesos del rey de Edón, “enviaré fuego que devorará los palacios de Queriot” (Rom 2:2): Edón es el enemigo mortal de Israel, pero el delito cometido contra él es intolerable, y la moral no tiene patria. Antes de pronunciar el juicio sobre Israel, la tierra a la que ha sido enviado, el profeta ataca a Judá, el reino del sur, “por haber despreciado la ley del Señor y no haber guardado sus decretos, extraviándose por caminos falsos, que recorrieron ya sus padres: prenderé fuego a Judá, que devorará los palacios de Jerusalén” (2,4-5). Al término de esta reseña, Amós lanza su flecha más puntiaguda contra Israel, la tierra de su predicación (2,615). La lista de las apostarí­as es desoladora y las imágenes son violentas. El pobre es vendido por el precio de un par de sandalias (cf 8,6), la avidez de los ricos no tiene lí­mites, la prostitución sagrada (o el abuso contra las esclavas: 2,7 es oscuro) cunde por doquier, se violan las normas sobre las prendas (Exo 22:25-26; Deu 24:1213), los santuarios son lugares de corrupción, los profetas se ven reducidos al silencio… La palabra del Señor no se detiene frente a nadie en esta vigorosa denuncia.

2. “ESCUCHAD” (cc. 3-6). Es éste el núcleo del mensaje de Amós y de la profecí­a en general. Maldice con ironí­a casi blasfema el culto hipócrita de Betel y de Guilgal, los dos grandes santuarios del reino del norte. Los sacrificios, las fiestas, los diezmos, las oblaciones de ácimos (Lev 2:11)’ y todas “vuestras” farsas religiosas son un cúmulo de pecados: “Id a Betel y pecad; a Guilgal y pecad más aún; por las mañanas ofreced vuestros sacrificios, y cada tres dí­as vuestro diezmo…, pues eso es lo que os gusta, israelitas” (Lev 4:4-5). “Buscadme y viviréis. No busquéis a Betel, no vayáis a Guilgal, no paséis a Berseba; porque Guilgal irá ciertamente al destierro y Betel será aniquilada. Buscad al Señor y viviréis” (5,4-6). Amós introduce aquí­ un principio teológico muy apreciado por el profetismo: la religión no tiene sentido si se la priva de justicia, el culto es magia si no lo sostiene un compromiso social por la justicia. Ya Samuel habí­a recordado a Saúl: “¿Se complace tanto el Señor en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a sus palabras? La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad más que las grasas de los carneros”(1Sa 15:22). La negación del culto es aparentemente absoluta, pero en realidad es sólo paradójica y dialéctica. Se esfuerza en restituir al culto su función de núcleo de toda la existencia. Sobre la secuencia central de estos capí­tulos volveremos luego, al analizar el mensaje general de Amós [l infra III].

3, “EL SEí‘OR DIOS ME HIZO VER ESTO” (cc. 7-9). l Ezequiel es el maestro de las visiones; pero también Amós sabe construir cinco “visiones” de gran intensidad. Recordemos entre paréntesis que, como “vidente” es sinónimo de “profeta”, también la “visión” es un equivalente simbólico del oráculo profético. Las dos primeras visiones tienen en común la figura del profeta como intercesor: “¡Señor Dios, perdona, te ruego! ¿Cómo podrá subsistir Jacob, siendo tan pequeño?” (7,2-3.5-6). El centro de las dos visiones está ocupado por un episodio trágico para la agricultura: la invasión de las langostas y la sequí­a (7,1-3.4-6). También en Joel se nos ofrece un duplicado de estas dos visiones cuando nos describe minuciosamente estas dos plagas fatales para los cultivos, viéndolas como un paradigma de los ejércitos invasores (JI 1,4-12; 2,3-9). Esta misma eliminación del mal presente en Israel es lo que sirve de tema a la tercera visión (7,7-9). La plomada puede aludir tanto a los desequilibrios que el Señor encuentra en el edificio social y religioso de la nación hebrea como a la demolición radical de todas las estructuras socio-polí­ticas injustas. “La cuerda del caos y la plomada del vací­o” (Isa 34:11; cf 28,17; 30,13) traerán la ruina de modo especial sobre las alturas idolátricas, sobre los santuarios y sobre la dinastí­a de Jeroboán II, rey de Samaria.

Siguiendo siempre el mismo esquema literario (“El Señor Dios me hizo ver esto’, la cuarta visión recoge un anuncio idéntico de juicio y de castigo (8,1-3). En la pronunciación de los israelitas del norte, la palabra “fruto maduro” (qes) y “fin” (qajs) tení­an el mismo sonido; el fruto sabroso indica que la estación está a punto de terminar y que el invierno se perfila ya en el horizonte. La madurez es preludio de la vejez y de la podredumbre. El gozo se transformará en llanto, el canto en silencio, la vida en cadáveres (cf Jer 24). Así­ pues, el juicio de Dios es inminente. La misma desgarradura violenta y dolorosa de la vida acompaña a la quinta visión (9,1-4), que contempla el hundimiento del santuario de Betel, sí­mbolo de un culto impuro y sin vida. La ruina y la destrucción son el binomio sobre el que se articula la visión: se derrumban arquitrabes y capiteles, la sangre se derrama en abundancia. El juicio divino es implacable; es inútil todo intento de sustraerse a una presencia que acecha por todas partes.

III. AMí“S, EL PROFETA DE LA JUSTICIA Y DE LA FE. El mismo recorrido de las tres secciones en que se articula la obra de Amós nos ha hecho ya vislumbrar las directrices fundamentales de su pensamiento, ligadas a una vigorosa pasión por la justicia y a la recuperación de una religiosidad genuina y no hipócrita.

1. POR LA JUSTICIA. La palabra de Amós derriba las lujosas residencias de la aristocracia, “que acumulan la violencia y la opresión en sus palacios” (3,10). La casa de la ciudad y del campo, los salones tapizados de marfil que siglos más tarde descubrirí­an los arqueólogos en Samarí­a, los espléndidos divanes de Damasco (3,12) son denunciados con violencia como una auténtica vergüenza cuando mucha gente se muere de hambre (3,11.15). La palabra de Amós ataca a las nobles matronas de la alta sociedad, lustrosas como “vacas de Basán” (4,1-3): el cuadro grotesco suscita toda la náusea del campesino frente a aquellos abusos. Los vulgares labios de aquellas matronas son vistos por el profeta como teñidos de sangre cuando sobre las ruinas de la devastada Samaria los deportados vayan atados unos a otros con argollas insertas en el labio inferior. Amós es una antena sensible a todas las violaciones de los derechos humanos. Su poesí­a va derecha a la raí­z de los Problemas sin lirismos gratuitos, comunicando a sus lectores la misma indignación y la misma ansia de justicia.

2. POR LA FE. El kérygma profético, que ya habí­an demostrado Samuel (1Sa 15:22-23) y Elí­as (1Re 21), se fija en un dato fundamental que ya hemos registrado anteriormente [l II, 2]: el de la vinculación indisoluble entre la fe y la vida, entre el culto y la existencia. Es éste un tema que vuelve teológica la defensa de la justicia, y no sólo un compromiso social. Seguido por Oseas (1Sa 6:6), por Isaí­as (1Sa 1:5), por Miqueas (1Sa 6:6-8), por Jeremí­as (1Sa 6:20; 1Sa 7:21-23), Amós pone de manifiesto sin piedad alguna la hipocresí­a del culto oficial: “Odio, aborrezco vuestras fiestas, no me agradan vuestras solemnidades. Si me ofrecéis holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; no me digno mirar el sacrificio de vuestros novillos cebados. Aparta de mí­ el ruido de tus canciones; no quiero oí­r el sonido de la lira” (1Sa 5:21-23). Este rechazo es bien patente y prepara el de Jesús: “¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta y de la ruda y de todas las legumbres, y olvidáis ¡ajusticia y el amor de Dios! ¡Hay que hacer una cosa sin descuidar la otra!” (Luc 11:42). La invitación a la justicia y a la conversión (Luc 4:6-11) es la única expresión de la fe auténtica, que derriba las falsas defensas de una religiosidad sacral y cómoda.

3. POR EL “DIA DEL SEí‘OR”. Amós introduce una categorí­a teológica que tendrá una gran importancia en la teologí­a sucesiva, la del yóm-Yhwh, el “dí­a del Señor”. Sirve para designar el acontecimiento decisivo y resolutivo de la historia humana, con el que Dios establecerá su reino de justicia y de paz en un mundo renovado. Las perspectivas actuales, que exaltan a los poderosos y a los hartos, se verán invertidas en favor de los pobres y de los hambrientos (cf Luc 6:20-26). Amós proclama esta inversión como inminente en 2,13-15 con ocho imágenes bélicas llenas de viveza. Los carros armados se hundirán en el barro, la infanterí­a ligera quedará paralizada, los soldados veloces no podrán huir, a los fuertes les faltarán las fuerzas, los arqueros no podrán resistir, las tropas de asalto fallarán, los jinetes se verán aniquilados y los más valientes se entregarán a una huida vergonzosa. Otra representación inolvidable del “dí­a” inexorable del Señor ya en acción dentro de la historia se nos traza en el pasaje de 5,18-20. A espaldas de los fugitivos se oyen los pasos del león, pero tienen que detenerse ante la presencia de un oso; una vez esquivado el peligro exterior y cerrada la puerta a las espaldas, se apoyan cansados con una mano en la pared; pero una serpiente venenosa muerde la mano.

4. POR LA ESPERANZA. Amós ha hecho desbordar su indignación y ha condenado a una sociedad injusta y una religiosidad artificiosa. Pero su última palabra no es de maldición. He aquí­ su sueño: “Vienen dí­as, dice el Señor Dios, en que enviaré el hambre al paí­s; no hambre de pan, no sed de agua, sino de oí­r la palabra del Señor” (8,11). Su volumen de oráculos de juicio se cierra actualmente con un cuadro luminoso (aunque quizá no sea auténtico, sino redaccional). En 9,11-15 resplandece el reino daví­dico, sede de la presencia divina en la historia(2Sam7): reducido a una choza caí­da y lleno de brechas, volverá a ser un imperio poderoso y una ciudad santa (cf Heb 15:14-18). También en 9,11-15 resplandece el campo de Palestina bajo el signo de la bendición, que es fertilidad espontánea de la tierra. Los ritmos de la agricultura (arar, segar, vendimiar, sembrar) adquieren una aceleración inaudita. Las imágenes fantásticas del reino mesiánico que fue soñando el sucesivo judaí­smo se anticipan ya en esos montes y colinas que parecen derretirse en arroyos de mosto. Resplandece, finalmente, de felicidad, en 9,11-15, el pueblo hebreo, que vuelve a su tierra, a sus viñas, a sus ciudades, de las que ya no se verá jamás desarraigado.

G. Ravasi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

(Ser una Carga; Llevar una Carga).

1. Profeta de Jehová que vivió en el siglo IX a. E.C. y escribió el libro que lleva su nombre. (Véase AMí“S, LIBRO DE.) No obstante, su padre no fue profeta ni pertenecí­a a †œlos hijos de los profetas†. (1Re 20:35; 2Re 2:3; 4:1; Am 7:14.)
Vivió en la ciudad de Teqoa, situada a unos 16 Km. al S. de Jerusalén y a una altitud de unos 820 m. Al E., el desolado desierto de Judea desciende unos 1.200 m. hasta llegar al mar Muerto. Durante sus años jóvenes Amós trabajó en este desierto como un humilde ganadero de ovejas. (Am 1:1.) La palabra hebrea no·qedhí­m, traducida aquí­ †œganaderos de ovejas†, solo aparece en otro lugar de la Biblia (2Re 3:4) y hace referencia a una raza especial de ovejas, llamada naqqad por los árabes, poco atractiva, pero considerada muy valiosa por su vellón. En ese territorio desolado Amós también se ocupó de un trabajo servil y de temporada: punzar higos de sicómoro, una clase de higos considerados alimento de pobres. La práctica de punzar los higos tení­a por objeto acelerar su maduración y aumentar el tamaño y la dulzura de la fruta. (Am 7:14; véase SICí“MORO.)
Al igual que el pastor David, a quien Dios llamó para efectuar un servicio público, †˜Jehová procedió a tomar a Amós de seguir tras el rebaño†™ y lo convirtió en profeta. (Am 7:15.)
De la soledad del desierto meridional, a Amós se le envió al N. al reino idólatra de diez tribus con su capital en Samaria.
Amós comenzó su carrera como profeta de Dios dos años antes del gran terremoto que ocurrió durante el reinado de Uzí­as, rey de Judá. Al mismo tiempo, Jeroboán II, hijo de Joás, era rey de Israel. (Am 1:1.) Por lo tanto, la profecí­a de Amós queda emplazada dentro del perí­odo de veintiséis años que transcurrió entre 829 y 804 a. E.C., cuando el reinado del rey de Judá se traslapó con el del rey de Israel. El gran terremoto que ocurrió dos años después de que se comisionara a Amós como profeta fue de tal magnitud que Zacarí­as hizo mención de él unos trescientos años más tarde. (Zac 14:5.)
No se sabe con certeza por cuánto tiempo sirvió como profeta en el reino norteño. Amasí­as, el inicuo adorador de becerros que actuaba como sacerdote de la religión estatal centrada en Betel, intentó expulsarlo del territorio, alegando que habí­a conspirado contra el rey (Am 7:10-13), y no se sabe si lo logró. En cualquier caso, cuando terminó su misión profética en Israel, probablemente regresó a su región natal de Judá. Jerónimo y Eusebio informan que en su dí­a el sepulcro del profeta estaba en Teqoa. También parece que después de regresar a Judá, Amós puso por escrito la profecí­a que en un principio habí­a pronunciado oralmente. Se le considera uno de los doce profetas †œmenores† (su libro se cataloga en tercer lugar entre los doce); no obstante, el mensaje que Amós presentó de ninguna manera es †œmenor† en importancia.

2. Antepasado de Jesús de la octava generación anterior a la de Marí­a. (Lu 3:25.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Am 1-9
Sumario: 1. El rugido del león. II. †œDecir-escuchar-ver†: una trilogí­a estructural: 1. †œEsto dice el Señor…† (cc. 1-2); 2. †œEscuchad† (cc. 3-6); 3. †œEl Señor Dios me hizo ver esto† (cc. 7-9). III. Amos, el profeta de la justicia y de la fe: 1. Por la justicia; 2. Por la fe; 3. Por †œel dí­a del Señor†; 4. Por la esperanza.
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1. EL RUGIDO DEL LEON.
†œDijo (Amos): El Señor ruge desde Sión y hace oí­r su voz desde Jerusa-lén; los pastizales de los pastores están de luto y la cumbre del Carmelo se seca† (Am 1,2). El rugido del león es como el sí­mbolo de este profeta tempestuoso, que irrumpe en la escena del reino del norte, en Israel, el siglo vni a.C. Sin embargo, procedí­a del reino del sur, ya que habí­a nacido en Técoa, una aldea a 16km al surde Jerusalén, donde poseí­a una finca para criar ganado (1,1) y cultivar sicómoros (Am 7,14). Su profecí­a reflejará plásticamente este horizonte de su vida, aunque su poesí­a refleje cierta madurez y cierta instrucción cualificada, obtenida quizá en la †œescuela† de algún santuario. Su nombre es prácticamente la abreviatura de su antagonista Amasias (Am 7,10), el sacerdote oficial del santuario real de Betel; significa †œYhwh lleva†; como él mismo recuerda en la página dedicada a su vocación (Am 3,3-8), fue precisamente el Señor el que lo †œllevó†, lo lanzó a una vocación no deseada. A través de una secuencia de imágenes muy vivas, Amos recuerda el carácter irresistible de la vocación profética. Puesto que no se da un efecto (caminar juntos, rugido, caí­da en tierra) sin una causa previa (ponerse de acuerdo, presa, asechanza), y viceversa, como no puede concebirse una causa sin su efecto (cebo-presa, trompeta-alarma, rugido- terror), así­ también si Amos habla es porque el Señor le ha hablado, y si el Señor habla, Amos no puede menos de profetizar (3,8). Es lo que repetirá él mismo al burócrata del culto, el sacerdote Amasias: †œYo no soy profeta ni hijo de profeta; yo soy boyero y descorteza-dor de sicómoros. El Señor me tomó de detrás del rebaño, diciéndome: Vete, profetiza ami pueblo Israel† (Am 7,14-15).
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La situación polí­tica en que resuena el †œrugido† de la palabra profética es la situación más bien inestable del reino del norte. Los continuos golpes de Estado han liquidado en menos de dos siglos hasta cinco dinastí­as; el poder oculto de los militares sanciona frecuentes regicidios, con su cortejo natural de desastres y alborotos. La polí­tica exterior se mueve al capricho de las esferas de influencia de las dos superpotencias, la occidental de Egipto y la oriental de Asirí­a. Los partidos polí­ticos opuestos convierten al reino de Samarí­a, como dirá Oseas (Os 7,11) en †œuna ingenua paloma, falta de inteligencia: llaman a Egipto, acuden a Asirí­a†. Y los relativos tratados de asistencia técnico-militar se convierten en protectorados polí­tico-fiscales, acogidos por soberanos hebreos que a veces ni siquiera llegan a durar una estación, como Zimrí­ (isiete dí­as!), Zacarí­as (seis meses), Salún (un mes). Este reino en decadencia, antes de llegar a ser †œcomo una torta a la que no se le dio la vuelta† (Os 7,8), devorada por el imperialismo asirio en el 721 a.C, goza de cierto intervalo de bienestar que lo embriaga de nacionalismo. Es el perí­odo del largo gobierno de Jeroboán 11(786-746), heredero del boom económico iniciado con Ajab y con su mujer fenicia Jezabel. La expansión económica, aunque tiene tan sólo la consistencia de unos fuegos artificiales, entusiasma y engendra macroscópicas injusticias sociales y un laxismo ético-religioso. El orgullo nacionalista, el capitalismo desenfrenado, el paganismo generalizado esconden, en realidad, una enorme inestabilidad, impotencia y debilidad. En esta atmósfera de consumo es donde resuena la voz de Amos como un clarí­n de guerra. Derrama a oleadas su franqueza, su energí­a y su condena de la †œdolce vita† de la alta sociedad opresora de Samarí­a.
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II. †œDECIR-ESCUCHAR-VER†: UNA TRILOGIA ESTRUCTURAL.
El texto de Amos se presenta sustancialmente homogéneo y bien coordinado. Tan sólo hay algunos pequeños fragmentos escritos por otra mano. Quizá la narración del encuentro con Amasias sea un relato externo, debido a un discí­pulo (7,10-1 7); casi con seguridad es posterior el oráculo de restauración, con un trasfondo mesiánico, que sella el volumen (9,11-15); no faltan tampoco algunas huellas deuteronomí­sticas, que se deben quizá a intervenciones redaccionales (2,4-5; 2,lOss; 3,7; 5,25-26). Para algunos autores, también las tres estrofas del himno esparcido dentro del libro (4,13; 5,8; 9,5-6) deben atribuirse a otra mano; se trata de un delicioso himno litúrgico (con la antí­fona que cierra el final de cada estrofa: †œSu nombre es el Señor†), que exalta la grandeza desplegada por el Señor en la creación y en la historia.
Pero la estructura del escrito de Amos está presidida por una trilogí­a verbal de gran relieve, distribuida estratégicamente en las tres partes de la obra. En las siete escenas de la primera sección (cc. 1-2) resuena la †œfórmula del enviado†: †œEsto dice el Señor…†, seguida por el oráculo divino. En los capí­tulos 3- 6, porel contrario, los discursosvan introducidos portres †œescuchad† (3,1; 4,1; 5,1), que a menudo se entrecruzan con los †œiay!† del juicio divino (5,7, contra los grandes propietarios de tierras; 5,18, para el †œdí­a del Señor†; 6,1, contra los polí­ticos). La tercera parte (cc. 7-9) está ocupada por cinco visiones, cuatro de ellas afines entre sí­ y una autónoma, narradas todas en primera persona; van introducidas por la fórmula:
†œEl Señor Dios me hizo ver esto† (7,1.4.7; 8,1).
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1. †œEsto dice el Señor…† (cc. 1-2).
(Am 1-2) En la primera sección del volumen profético de Amos se introduce el género literario de los †œoráculos contra las naciones†, donde el autor se esfuerza en definir algunas leyes morales que se refieren a todo el pueblo. La moral no es un privilegio exclusivo de Israel, sino que tiene su origen en el Señor del universo. La sección, dedicada a este grandioso examen de conciencia de las naciones, está construida sobre un septenario de pueblos escandido por una introducción constante: †œEsto dice el Señor: Por tres crí­menes de… y por cuatro† (1,3; 1,6; 1,9; 1,11; 1,13; 2,1; 2,4; 2,6). ,La expresión numérica, apreciada igualmente en la literatura sapiencial (Pr 30,15; Pr 30,18; Pr 30,21; Pr 30,29), expresa la plenitud de los delitos de las naciones, que están ya colmando el cáliz de la ira divina. La humanidad entera está envuelta por el pecado †œsin distinción alguna, porque todos pecaron† (Rom 3,22s). Todo el septenario contiene la misma escena dentro del cuadro. Un incendio inmenso rodea a cada una de las capitales: es el Señor mismo el que prende fuego a los palacios de los soberanos y a los muros de las ciudades.
En Damasco, que se muestra tan feroz como un trillo de hierro que lo tritura todo, †œprenderé fuego a la casa de Jazael y devoraré los palacios de Ben Hadad† (1,4); en Filistea †œprenderé fuego a los muros de Gaza y devoraré sus palacios† (1,7); en Fenicia †œprenderé fuego a los muros de Tiro y devoraré sus palacios† (1,10); en Edón †œprenderé fuego a Teman y devoraré los palacios de Bosra† (1,12). Los crueles amonitas, para eliminar de raí­z la vida de los galaaditas, abrieron en canal a las mujeres encinta:
†œPrenderé fuego a los muros de Rabbá y devorará sus palacios† (1,13-14). También contra Moab, que deshonró sacrilegamente con la cremación los huesos del rey de Edón, †œenviaré fuego que devorará los palacios de Queriot† (2,2): Edón es el enemigo mortal de Israel, pero el delito cometido contra él es intolerable, y la moral no tiene patria. Antes de pronunciar el juicio sobre Israel, la tierra a la que ha sido enviado, el profeta ataca a Judá, el reino del sur, †œpor haber despreciado la ley del Señor y no haber guardado sus decretos, extraviándose por caminos falsos, que recorrieron ya sus padres: prenderé fuego a Judá, que devorará los palacios de Jerusalén† (2,4-5). Al término de esta reseña, Amos lanza su flecha más puntiaguda contra Israel, la tierra de su predicación (2,6-15). La lista de las apostasí­as es desoladora y las imágenes son violentas. El pobre es vendido por el precio de un par de sandalias (cf 8,6), la avidez de los ricos no tiene lí­mites, la prostitución sagrada (o el abuso contra las esclavas: 2,7 es oscuro) cunde por doquier, se violan las normas sobre las prendas (Ex 22,25-26; Dt24, ?? Dt3), los santuarios son lugares de corrupción, los profetas se ven reducidos al silencio… La palabra del Señor no se detiene frente a nadie en esta vigorosa den uncia.
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2. †œEscuchad† (cc. 3-6).
(Am 3-6) Es éste el núcleo del mensaje de Amos y de la profecí­a en general. Maldice con ironí­a casi blasfemad culto hipócrita de Betel y de Guilgal, los dos grandes santuarios del reino del norte. Los sacrificios, las fiestas, los diezmos, las oblaciones de ácimos (Lv 2, 11) y todas †œvuestras† farsas religiosas son un cúmulo de pecados: †œId a Betel y pecad; a Guilgal y pecad más aún; por las mañanas ofreced vuestros sacrificios, y cada tres dí­as vuestro diezmo…, pues eso es lo que os gusta, israelitas† (4,4-5). †œBuscadme y viviréis. No busquéis a Betel, no vayáis a Guilgal, no paséis a Berseba; porque Guilgal irá ciertamente al destierro y Betel será aniquilada. Buscad al Señor y viviréis† (5,4-6). Amos introduce aquí­ un principio teológico muy apreciado por el profetismo: la religión no tiene sentido si se la priva de justicia, el culto es magia si no lo sostiene un compromiso social por la justicia. Ya Samuel habí­a recordado a Saúl: †œcSe complace tanto el Señor en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a sus palabras? La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad más que las grasas de los carneros† (IS 15,22). La negación del culto es aparentemente absoluta, pero en realidad es sólo paradójica y dialéctica. Se esfuerza en restituir al culto su función de núcleo de toda la existencia. Sobre la secuencia central de estos capí­tulos volveremos luego, al analizar el mensaje general de Amos [1 ¡nfra III].
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3. †œEl Señor Dios me hizo ver ESTO† (cc. 7-9).
(Am 7-9)! Ezequiel es el maestro de las visiones; pero también Amos sabe construir cinco †œvisiones† de gran intensidad. Recordemos entre paréntesis que, como †œvidente†™ es sinónimo de †œprofeta†™, también la †œvisión†™ es un equivalente simbólico del oráculo profético. Las dos primeras visiones tienen en común la figura del profeta como intercesor: †œSeñor Dios, perdona, te ruego! ¿Cómo podrá subsistir Jacob, siendo tan pequeño?† (7,2-3.5-6). El centro de las dos visiones está ocupado por un episodio trágico para la agricultura: la invasión de las langostas y la sequí­a (7,1-3.4-6). También en Joel se nos ofrece un duplicado de estas dos visiones cuando nos describe minuciosamente estas dos plagas fatales para los cultivos, viéndDIAS como un paradigma de los ejércitos invasores (JI 1,4-12; JI 2,3-9). Esta misma eliminación del mal presente en Israel es lo que sirve de tema a la tercera visión (7,7-9). La plomada puede aludir tanto a los desequilibrios que el Señor encuentra en el edificio social y religioso de la nación hebrea como a la demolición radical de todas las estructuras socio-polí­ticas injustas. †œLa cuerda del caos y la plomada del vací­o †˜(ls 34,11 cf Is 28,17; Is 30,13) traerán la ruina de modo especial sobre las alturas idolátricas, sobre los santuarios y sobre la dinastí­a de Jero-boán II, rey de Samarí­a.
Siguiendo siempre el mismo esquema literario (†œEl Señor Dios me hizo ver esto†™), la cuarta visión recoge un anuncio idéntico de juicio y de castigo (8,1-3). En la pronunciación de los israelitas del norte, la palabra †œfruto maduro† (qes)y †œfin† (qajs) tení­an el mismo sonido; el fruto sabroso indica que la estación está a punto de terminar y que el invierno se perfila ya en el horizonte. La madurez es preludio de la vejez y de la podredumbre. El gozo se transformará en llanto, el canto en silencio, la vida en cadáveres (Jr24). Así­ pues, el juicio de Dios es inminente. La misma desgarradura violenta y dolorosa de la vida acompaña a la quinta visión (9,1-4), que contempla el hundimiento del santuario de Betel, sí­mbolo de un culto impuro y sin vida. La ruina y la destrucción son el binomio sobre el que se articula la visión: se derrumban arquitrabes y capiteles, la sangre se derrama en abundancia. El juicio divino es implacable; es inútil todo intento de sustraerse a una presencia que acecha por todas partes.
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III. AMOS. EL PROFETA DE LA JUSTICIA Y DE LA FE.
El mismo recorrido de las tres secciones en que se articula la obra de Amos nos ha hecho ya vislumbrar las directrices fundamentales de su pensamiento, ligadas a una vigorosa pasión por la justicia y a la recuperación de una religiosidad genuina y no hipócrita.
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1. Por la justicia.
La palabra de Amos derriba las lujosas residencias de la aristocracia, †œque acumulan la violencia y la opresión en sus palacios† (3,10). La casa de la ciudad y del campo, los salones tapizados de marfil que siglos más tarde descubrirí­an los arqueólogos en Samarí­a, los espléndidos divanes de Damasco (3,12) son denunciados con violencia como una auténtica vergüenza cuando mucha gente se muere de hambre (3,11.15). La palabra de Amos ataca a las nobles matronas de la alta sociedad, lustrosas como †œvacas de Basan† (4,1-3): el cuadro grotesco suscita toda la náusea del campesino frente a aquellos abusos. Los vulgares labios de aquellas matronas son vistos por el profeta como teñidos de sangre cuando sobre las ruinas de la devastada Samarí­a los deportados vayan atados unos a otros con argollas insertas en el labio inferior. Amos es una antena sensible a todas las violaciones de los derechos humanos. Su poesí­a va derecha a la raí­z de los problemas sin lirismos gratuitos, comunicando a sus lectores la misma indignación y la misma ansia de justicia.
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2. Por la fe.
El kirygma profé-tico, que ya habí­an demostrado Samuel (IS 15,22-23) y Elias (IR 21), se fija en un dato fundamental que ya hemos registrado anteriormente [1 II, 2]: el de la vinculación indisoluble entre la fe y la vida, entre el culto y la existencia. Es éste un tema que vuelve teológica la defensa de la justicia, y no sólo un compromiso social. Seguido por Oseas (6,6), por Isaí­as (1,5), por Miqueas (6,6-8), por Jeremí­as (6,20; 7,21-23), Amos pone de manifiesto sin piedad alguna la hipocresí­a del culto oficial: †œOdio, aborrezco vuestras fiestas, no me agradan vuestras solemnidades. Si me ofrecéis holocaustos y ofrendas, no los
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aceptaré; no me digno mirar el sacrificio de vuestros novillos cebados. Aparta de mí­ el ruido de tus canciones; no quiero oí­r el sonido de la lira†(5,21-23). Este rechazo es bien patente y prepara el de Jesús:
†œi Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta y de la ruda y de todas las legumbres, y olvidáis la justicia yel amor de Dios! iHay que hacer una cosa sin descuidar la otra!† (Lc 11,42). La invitación a la justicia y a la conversión (4,6-1 1) es la única expresión de la fe auténtica, que derriba las falsas defensas de una religiosidad sacral y cómoda.
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3. Por el †œdí­a del Señor†.
Amos introduce una categorí­a teológica que tendrá una gran importancia en la teologí­a sucesiva, la del yóm-Yhwh, el †œdí­a del Señor†. Sirve para designar el acontecimiento decisivo y resolutivo de la historia humana, con el que Dios establecerá su reino de justicia y de paz en un mundo renovado. Las perspectivas actuales, que exaltan a los poderosos y a los hartos, se verán invertidas en favor de los pobres y de los hambrientos (Lc 6,20-26). Amos proclama esta inversión como inminente en 2,13-15 con ocho imágenes bélicas llenas de viveza. Los carros armados se hundirán en el barro, la infanterí­a ligera quedará paralizada, los soldados veloces no podrán huir, a los fuertes les faltarán las fuerzas, los arqueros no podrán resistir, las tropas de asalto fallarán, los jinetes se verán aniquilados y los más valientes se entregarán a una huida vergonzosa. Otra representación inolvidable del †œdí­a† inexorable delSeñor ya en acción dentro de la historia se nos traza en el pasaje de 5,18-20. A espaldas de los fugitivos se oyen los pasos del león, pero tienen que detenerse ante la presencia de un oso; una vez esquivado el peligro exterior y cerrada la puerta a las espaldas, se apoyan cansados con una mano en la pared; pero una serpiente venenosa muerde la mano.
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4. Por la esperanza.
Amos ha hecho desbordar su indignación y ha condenado a una sociedad injusta y una religiosidad artificiosa. Pero su última palabra no es de maldición. Ac aquí­ su sueño: †œVienen dí­as, dice el Señor Dios, en que enviaré el hambre al paí­s; no hambre de pan, no sed de agua, sino de oí­r la palabra del Señor† (8,11). Su volumen de oráculos de juicio se cierra actualmente con un cuadro luminoso (aunque quizá no sea auténtico, sino redac-cional). En 9,11-15 resplandece el reino daví­dico, sede de la presencia divina en la historia (2S 7): reducido a una choza caí­da y lleno de brechas, volverá a ser un imperio poderoso y una ciudad santa (Hch 15,14-18). También en 9,11-15 resplandece el campo de Palestina bajo el signo de la bendición, que es fertilidad espontánea de la tierra. Los ritmos de la agricultura (arar, segar, vendimiar, sembrar) adquieren una aceleración inaudita. Las imágenes fantásticas del reino mesiánico que fue soñando el sucesivo judaismo se anticipan ya en esos montes y colmas que parecen derretirse en arroyos de mosto. Resplandece, finalmente, de felicidad, en 9,11-1 5, el pueblo hebreo, que vuelve a su tierra, a sus viñas, a sus ciudades, de las que ya no se verá jamás desarraigado.
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BIBL.: Alonso Schokel L.-Sicre Dí­az J.L., Profetas II, Madrid 1980, 951-993; Amsler 5., Amos, DelachauxNiestlé, Neuchátel-Parí­s 1969; Asurmendi J.M., Amos y Oseas, Ed. Verbo Divino, Estella 1988; Bic M.,
Das Buch Amos, Evang. Verí­sgsanstalt, Berlí­n 1969; Bonora ?., Amos, ilprofeta della giustizia, Queriniana,
Bres-cia 1979; Feuillet ?., L†™universalisme de l†™a-lliance de la religión d†™Amos, en †œBVC† 17 (1957) 17-29;
Hammershaimb E., The Book of Amos, Blackwell, Oxford 1970; Kapelrud AS., Central Ideas in Amos,
Oslo 19612; Loss N., Amos, Ed. Paoline, Roma 1979; Mays J.L., Amos, SCM, Londres 1969; Randellini L.,
Ricchi e poyen nel libro del profeta Amos, en †œStudii Biblici Franciscani Lí­ber Annuus† 2 (1951-52) 5-86;
Rinaldi, Iprofetiminoril, Marietti, Turí­n 1953; Soggin J.A., liprofeta Amos, Paideia, Brescia 1982; Tourn G.,
Amos, profeta della giustizia, Claudiana, Turí­n 1972; Virgulin 5., Amos, en Introduzionealia Bibbia (ed. T.
Ballarini) 11/2, Marietti, Turí­n 1971, 379-402; Weiser ?., Das Buch derzwolfkleinen Propheten,
Vandenhoeck& R., Gotinga 19594; Wolff H.W., Amos†™geis-tige Heimat, Neukirchener Verlag, Neukirchen
1964; Id, Dodekapropheton II, Neukirchener Verlag, Neukirchen 1969.
G. Ravasi
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Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Am 1-9
Sumario: 1. El rugido del león. II. †œDecir-escuchar-ver†: una trilogí­a estructural: 1. †œEsto dice el Señor…†
(cc. 1-2); 2. †œEscuchad† (cc. 3-6); 3. †œEl Señor Dios me hizo ver esto† (cc. 7-9). III. Amos, el profeta de la
justicia y de la fe: 1. Por la justicia; 2. Por la fe; 3. Por †œel dí­a del Señor†; 4. Por la esperanza.
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1. EL RUGIDO DEL LEON.
†œDijo (Amos): El Señor ruge desde Sión y hace oí­r su voz desde Jerusa-lén; los pastizales de los pastores están de luto y la cumbre del Carmelo se seca† (Am 1,2). El rugido del león es como el sí­mbolo de este profeta tempestuoso, que irrumpe en la escena del reino del norte, en Israel, el siglo vni a.C. Sin embargo,
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procedí­a del reino del sur, ya que habí­a nacido en Técoa, una aldea a 16km al surde Jerusalén, donde poseí­a una finca para criar ganado (1,1) y cultivar sicómoros (Am 7,14). Su profecí­a reflejará plásticamente este horizonte de su vida, aunque su poesí­a refleje cierta madurez y cierta instrucción cualificada, obtenida quizá en la †œescuela† de algún santuario. Su nombre es prácticamente la abreviatura de su antagonista Amasias (Am 7,10), el sacerdote oficial del santuario real de Betel; significa †œYhwh lleva†™; como él mismo recuerda en la página dedicada a su vocación (Am 3,3-8), fue precisamente el Señor el que lo †œllevó, lo lanzó a una vocación no deseada. A través de una secuencia de imágenes muy vivas, Amos recuerda el carácter irresistible de la vocación profética. Puesto que no se da un efecto (caminar juntos, rugido, caí­da en tierra) sin una causa previa (ponerse de acuerdo, presa, asechanza), y viceversa, como no puede concebirse una causa sin su efecto (cebo-presa, trompeta-alarma, rugido- terror), así­ también si Amos habla es porque el Señor le ha hablado, y si el Señor habla, Amos no puede menos de profetizar (3,8). Es lo que repetirá él mismo al burócrata del culto, el sacerdote Amasias: †œYo no soy profeta ni hijo de profeta; yo soy boyero y descorteza-dor de sicómoros. El Señor me tomó de detrás del rebaño, diciéndome: Vete, profetiza ami pueblo Israel† (Am 7,14-15).
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La situación polí­tica en que resuena el †œrugido† de la palabra profética es la situación más bien inestable del reino del norte. Los continuos golpes de Estado han liquidado en menos de dos siglos hasta cinco dinastí­as; el poder oculto de los militares sanciona frecuentes regicidios, con su cortejo natural de desastres y alborotos. La polí­tica exterior se mueve al capricho de las esferas de influencia de las dos superpotencias, la occidental de Egipto y la oriental de Asirí­a. Los partidos polí­ticos opuestos convierten al reino de Samarí­a, como dirá Oseas (Os 7,11) en †œuna ingenua paloma, falta de inteligencia: llaman a Egipto, acuden a Asirí­a†. Y los relativos tratados de asistencia técnico-militar se convierten en protectorados polí­tico-fiscales, acogidos por soberanos hebreos que a veces ni siquiera llegan a durar una estación, como Zimrí­ (jsiete dí­as!), Zacarí­as (seis meses), Salún (un mes). Este reino en decadencia, antes de llegar a ser †œcomo una torta a la que no se le dio la vuelta† (Os 7,8), devorada por el imperialismo asirio en el 721 a.C, goza de cierto intervalo de bienestar que lo embriaga de nacionalismo. Es el perí­odo del largo gobierno de Jeroboán 11(786-746), heredero del boom económico iniciado con Ajab y con su mujer fenicia Jezabel. La expansión económica, aunque tiene tan sólo la consistencia de unos fuegos artificiales, entusiasma y engendra macroscópicas injusticias sociales y un laxismo ético-religioso. El orgullo nacionalista, el capitalismo desenfrenado, el paganismo generalizado esconden, en realidad, una enorme inestabilidad, impotencia y debilidad. En esta atmósfera de consumo es donde resuena la voz de Amos como un clarí­n de guerra. Derrama a oleadas su franqueza, su energí­a y su condena de la †œdolce vita† de la alta sociedad opresora de Samarí­a.
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II. †œDECIR-ESCUCHAR-VER†: UNA TRILOGIA ESTRUCTURAL.
El texto de Amos se presenta sustancialmente homogéneo y bien coordinado. Tan sólo hay algunos pequeños fragmentos escritos por otra mano. Quizá la narración del encuentro con Amasias sea un relato externo, debido a un discí­pulo (7,10-1 7); casi con seguridad es posterior el oráculo de restauración, con un trasfondo mesiánico, que sella el volumen (9,11-1 5); no faltan tampoco algunas huellas deuteronomí­sticas, que se deben quizá a intervenciones redaccionales (2,4-5; 2,lOss; 3,7; 5,25-26). Para algunos autores, también las tres estrofas del himno esparcido dentro del libro (4,13; 5,8; 9,5-6) deben atribuirse a otra mano; se trata de un delicioso himno litúrgico (con la antí­fona que cierra el final de cada estrofa: †œSu nombre es el Señor†), que exalta la grandeza desplegada por el Señor en la creación y en la historia.
Pero la estructura del escrito de Amos está presidida por una trilogí­a verbal de gran relieve, distribuida estratégicamente en las tres partes de la obra. En las siete escenas de la primera sección (cc. 1-2) resuena la †œfórmula del enviado†: †œEsto dice el Señor…†, seguida por el oráculo divino. En los capí­tulos 3- 6, porel contrario, los discursosvan introducidos portres †œescuchad† (3,1; 4,1; 5,1), que a menudo se entrecruzan con los †œjay!† del juicio divino (5,7, contra los grandes propietarios de tierras; 5,18, para el †œdí­a del Señor†; 6,1, contra los polí­ticos). La tercera parte (cc. 7-9) está ocupada por cinco visiones, cuatro de ellas afines entre sí­ y una autónoma, narradas todas en primera persona; van introducidas por la fórmula:
†œEl Señor Dios me hizo ver esto† (7,1.4.7; 8,1).
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1. †œEsto dice el Señor…† (cc. 1-2).
(Am 1-2) En la primera sección del volumen profético de Amos se introduce el género literario de los †œoráculos contra las naciones†, donde el autor se esfuerza en definir algunas leyes morales que se refieren a todo el pueblo. La moral no es un privilegio exclusivo de Israel, sino que tiene su origen en el Señor del universo. La sección, dedicada a este grandioso examen de conciencia de las naciones, está construida
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sobre un septenario de pueblos escandido por una introducción constante: †œEsto dice el Señor: Por tres crí­menes de… y por cuatro† (1,3; 1,6; 1,9; 1,11; 1,13; 2,1; 2,4; 2,6). ,La expresión numérica, apreciada igualmente en la literatura sapiencial (Pr 30,15; Pr 30,18; Pr 30,21; Pr 30,29), expresa la plenitud de los delitos de las naciones, que están ya colmando el cáliz de la ira divina. La humanidad entera está envuelta por el pecado †œsin distinción alguna, porque todos pecaron† (Rom 3,22s). Todo el septenario contiene la misma escena dentro del cuadro. Un incendio inmenso rodea a cada una de las capitales: es el Señor mismo el que prende fuego a los palacios de los soberanos y a los muros de las ciudades.
En Damasco, que se muestra tan feroz como un trillo de hierro que lo tritura todo, †œprenderé fuego a la casa de Jazael y devoraré los palacios de Ben Hadad† (1,4); en Filistea †œprenderé fuego a los muros de Gaza y devoraré sus palacios† (1,7); en Fenicia †œprenderé fuego a los muros de Tiro y devoraré sus palacios† (1,10); en Edón †œprenderé fuego a Teman y devoraré los palacios de Bosra† (1,12). Los crueles amonitas, para eliminar de raí­z la vida de los galaaditas, abrieron en canal a las mujeres encinta:
†œPrenderé fuego a los muros de Rabbá y devorará sus palacios† (1,13-14). También contra Moab, que deshonró sacrilegamente con la cremación los huesos del rey de Edón, †œenviaré fuego que devorará los palacios de Queriot† (2,2): Edón es el enemigo mortal de Israel, pero el delito cometido contra él es intolerable, y la moral no tiene patria. Antes de pronunciar el juicio sobre Israel, la tierra a la que ha sido enviado, el profeta ataca a Judá, el reino del sur, †œpor haber despreciado la ley del Señor y no haber guardado sus decretos, extraviándose por caminos falsos, que recorrieron ya sus padres: prenderé fuego a Judá, que devorará los palacios de Jerusalén† (2,4-5). Al término de esta reseña, Amos lanza su flecha más puntiaguda contra Israel, la tierra de su predicación (2,6-15). La lista de las apostasí­as es desoladora y las imágenes son violentas. El pobre es vendido por el precio de un par de sandalias (cf 8,6), la avidez de los ricos no tiene lí­mites, la prostitución sagrada (o el abuso contra las esclavas: 2,7 es oscuro) cunde por doquier, se violan las normas sobre las prendas (Ex 22,25-26; Dt24, ?? Dt3), los santuarios son lugares de corrupción, los profetas se ven reducidos al silencio… La palabra del Señor no se detiene frente a nadie en esta vigorosa den uncia.
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2. †œEscuchad† (cc. 3-6).
(Am 3-6) Es éste el núcleo del mensaje de Amos y de la profecí­a en general. Maldice con ironí­a casi blasfemad culto hipócrita de Betel y de Guilgal, los dos grandes santuarios del reino del norte. Los sacrificios, las fiestas, los diezmos, las oblaciones de ácimos (Lv 2, 11) y todas †œvuestras† farsas religiosas son un cúmulo de pecados: †œId a Betel y pecad; a Guilgal y pecad más aún; por las mañanas ofreced vuestros sacrificios, y cada tres dí­as vuestro diezmo…, pues eso es lo que os gusta, israelitas† (4,4-5). †œBuscadme y viviréis. No busquéis a Betel, no vayáis a Guilgal, no paséis a Berseba; porque Guilgal irá ciertamente al destierro y Betel será aniquilada. Buscad al Señor y viviréis† (5,4-6). Amos introduce aquí­ un principio teológico muy apreciado por el profetismo: la religión no tiene sentido si se la priva de justicia, el culto es magia si no lo sostiene un compromiso social por la justicia. Ya Samuel habí­a recordado a Saúl: †œcSe complace tanto el Señor en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a sus palabras? La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad más que las grasas de los carneros† (IS 15,22). La negación del culto es aparentemente absoluta, pero en realidad es sólo paradójica y dialéctica. Se esfuerza en restituir al culto su función de núcleo de toda la existencia. Sobre la secuencia central de estos capí­tulos volveremos luego, al analizar el mensaje general de Amos [1 ¡nfra III].
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3. †œEl Señor Dios me hizo ver ESTO† (cc. 7-9).
(Am 7-9)! Ezequiel es el maestro de las visiones; pero también Amos sabe construir cinco †œvisiones† de gran intensidad. Recordemos entre paréntesis que, como †œvidente† es sinónimo de †œprofeta†, también la †œvisión† es un equivalente simbólico del oráculo profético. Las dos primeras visiones tienen en común la figura del profeta como intercesor: †œiSeñor Dios, perdona, te ruego! ¿Cómo podrá subsistir Jacob, siendo tan pequeño?† (7,2-3.5-6). El centro de las dos visiones está ocupado por un episodio trágico para la agricultura: la invasión de las langostas y la sequí­a (7,1-3.4-6). También en Joel se nos ofrece un duplicado de estas dos visiones cuando nos describe minuciosamente estas dos plagas fatales para los cultivos, viéndDIAS como un paradigma de los ejércitos invasores (JI 1,4-12; JI 2,3-9). Esta misma eliminación del mal presente en Israel es lo que sirve de tema a la tercera visión (7,7-9). La plomada puede aludir tanto a los desequilibrios que el Señor encuentra en el edificio social y religioso de la nación hebrea como a la demolición radical de todas las estructuras socio-polí­ticas injustas. †œLa cuerda del caos y la plomada del vací­o †˜(ls 34,11 cf Is 28,17; Is 30,13) traerán la ruina de modo especial sobre las alturas idolátricas, sobre los santuarios y sobre la dinastí­a de Jero-boán II, rey de Samarí­a.

Siguiendo siempre el mismo esquema literario (†˜El Señor Dios me hizo ver esto†), la cuarta visión recoge un anuncio idéntico de juicio y de castigo (8,1-3). En la pronunciación de los israelitas del norte, la palabra †œfruto maduro† (qes)y †œfin† (qajs) tení­an el mismo sonido; el fruto sabroso indica que la estación está a punto de terminar y que el invierno se perfila ya en el horizonte. La madurez es preludio de la vejez y de la podredumbre. El gozo se transformará en llanto, el canto en silencio, la vida en cadáveres (Jr24). Así­ pues, el juicio de Dios es inminente. La misma desgarradura violenta y dolorosa de la vida acompaña a la quinta visión (9,1-4), que contempla el hundimiento del santuario de Betel, sí­mbolo de un culto impuro y sin vida. La ruina y la destrucción son el binomio sobre el que se articula la visión: se derrumban arquitrabes y capiteles, la sangre se derrama en abundancia. El juicio divino es implacable; es inútil todo intento de sustraerse a una presencia que acecha por todas partes.
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III. AMOS, EL PROFETA DE LA JUSTICIA Y DE LA FE.
El mismo recorrido de las tres secciones en que se articula la obra de Amos nos ha hecho ya vislumbrar las directrices fundamentales de su pensamiento, ligadas a una vigorosa pasión por la justicia y a la recuperación de una religiosidad genuina y no hipócrita.
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1. Por la justicia.
La palabra de Amos derriba las lujosas residencias de la aristocracia, †œque acumulan la violencia y la opresión en sus palacios† (3,10). La casa de la ciudad y del campo, los salones tapizados de marfil que siglos más tarde descubrirí­an los arqueólogos en Samarí­a, los espléndidos divanes de Damasco (3,12) son denunciados con violencia como una auténtica vergüenza cuando mucha gente se muere de hambre (3,11.15). La palabra de Amos ataca a las nobles matronas de la alta sociedad, lustrosas como †œvacas de Basan† (4,1-3): el cuadro grotesco suscita toda la náusea del campesino frente a aquellos abusos. Los vulgares labios de aquellas matronas son vistos por el profeta como teñidos de sangre cuando sobre las ruinas de la devastada Samarí­a los deportados vayan atados unos a otros con argollas insertas en el labio inferior. Amos es una antena sensible a todas las violaciones de los derechos humanos. Su poesí­a va derecha a la raí­z de los problemas sin lirismos gratuitos, comunicando a sus lectores la misma indignación y la misma ansia de justicia.
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2. Por la fe.
El kirygma profé-tico, que ya habí­an demostrado Samuel (IS 15,22-23) y Elias (IR 21), se fija en un dato fundamental que ya hemos registrado anteriormente [111, 2]: el de la vinculación indisoluble entre la fe y la vida, entre el culto y la existencia. Es éste un tema que vuelve teológica la defensa de la justicia, y no sólo un compromiso social. Seguido por Oseas (6,6), por Isaí­as (1,5), por Miqueas (6,6-8), por Jeremí­as (6,20; 7,21-23), Amos pone de manifiesto sin piedad alguna la hipocresí­a del culto oficial: †œOdio, aborrezco vuestras fiestas, no me agradan vuestras solemnidades. Si me ofrecéis holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; no me digno mirar el sacrificio de vuestros novillos cebados. Aparta de mí­ el ruido de tus canciones; no quiero oí­r el sonido de la lira†(5,21-23). Este rechazo es bien patente y prepara el de Jesús:
†œ Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta y de la ruda y de todas las legumbres, y olvidáis la justicia y el amor de Dios! iHay que hacer una cosa sin descuidar la otra!† (Lc 11,42). La invitación a la justicia y a la conversión (4,6-1 1) es la única expresión de la fe auténtica, que derriba las falsas defensas de una religiosidad sacral y cómoda.
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3. Por el †œdí­a del Señor†.
Amos introduce una categorí­a teológica que tendrá una gran importancia en la teologí­a sucesiva, la del yóm-Yhwh, el †œdí­a del Señor†. Sirve para designar el acontecimiento decisivo y resolutivo de la historia humana, con el que Dios establecerá su reino de justicia y de paz en un mundo renovado. Las perspectivas actuales, que exaltan a los poderosos y a los hartos, se verán invertidas en favor de los pobres y de los hambrientos (Lc 6,20-26). Amos proclama esta inversión como inminente en 2,13-15 con ocho imágenes bélicas llenas de viveza. Los carros armados se hundirán en el barro, la infanterí­a ligera quedará paralizada, los soldados veloces no podrán huir, a los fuertes les faltarán las fuerzas, los arqueros
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no podrán resistir, las tropas de asalto fallarán, los jinetes se verán aniquilados y los más valientes se entregarán a una huida vergonzosa. Otra representación inolvidable del †œdí­a† inexorable delSeñor ya en acción dentro de la historia se nos traza en el pasaje de 5,18-20. A espaldas de los fugitivos se oyen los pasos del león, pero tienen que detenerse ante la presencia de un oso; una vez esquivado el peligro exterior y cerrada la puerta a las espaldas, se apoyan cansados con una mano en la pared; pero una serpiente venenosa muerde la mano.
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4. Por la esperanza.
Amos ha hecho desbordar su indignación y ha condenado a una sociedad injusta y una religiosidad artificiosa. Pero su última palabra no es de maldición. Ac aquí­ su sueño: †œVienen dí­as, dice el Señor Dios, en que enviaré el hambre al paí­s; no hambre de pan, no sed de agua, sino de oí­r la palabra del Señor† (8,11). Su volumen de oráculos de juicio se cierra actualmente con un cuadro luminoso (aunque quizá no sea auténtico, sino redac-cional). En 9,11-15 resplandece el reino daví­dico, sede de la presencia divina en la historia (2S 7): reducido a una choza caí­da y lleno de brechas, volverá a ser un imperio poderoso y una ciudad santa (Hch 15, 14-18). También en 9,11-15 resplandece el campo de Palestina bajo el signo de la bendición, que es fertilidad espontánea de la tierra. Los ritmos de la agricultura (arar, segar, vendimiar, sembrar) adquieren una aceleración inaudita. Las imágenes fantásticas del reino mesiánico que fue soñando el sucesivo judaismo se anticipan ya en esos montes y colmas que parecen derretirse en arroyos de mosto. Resplandece, finalmente, de felicidad, en 9,11-15, el pueblo hebreo, que vuelve a su tierra, a sus viñas, a sus ciudades, de las que ya no se verá jamás desarraigado.
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BIBL.: Alonso Schokel L.-Sicre Dí­az J.L., Profetas II, Madrid 1980, 951-993; Amsler 5., Amos, DelachauxNiestlé, Neuchátel-Parí­s 1969; Asurmendi J.M., Amos y Oseas, Ed. Verbo Divino, Estella 1988; Bic M.,
Das Buch Amos, Evang. Verí­sgsanstalt, Berlí­n 1969; Bonora ?., Amos, ilprofeta della giustizia, Queriniana,
Bres-cia 1979; Feuillet ?., L†™universalisme de l†™a-lliance de la religión d†™Amos, en †œBVC† 17 (1957) 17-29;
Hammershaimb E., The Book of Amos, Blackwell, Oxford 1970; Kapelrud A.S., Central Ideas in Amos,
Oslo 19612; Loss N., Amos, Ed. Paoline, Roma 1979; Mays J.L., Amos, SCM, Londres 1969; Randellini L.,
Ricchi e poyen nel libro del profeta Amos, en †œStudii Biblici Franciscani Lí­ber Annuus† 2 (1951-52) 5-86;
Rinaldi, Iprofetiminoril, Marietti, Turí­n 1953; Soggin J.A., liprofeta Amos, Paideia, Brescia 1982; Tourn G.,
Amos, profeta della giustizia, Claudiana, Turí­n 1972; Virgulin 5., Amos, en Introduzionealia Bibbia (ed. T.
Ballarini) 11/2, Marietti, Turí­n 1971, 379-402; Weiser ?., Das Buch derzwolfkleinen Propheten,
Vandenhoeck& R., Gotinga 19594; Wolff H.W., Amos†™geis-tige Heimat, Neukirchener Verlag, Neukirchen
1964; Id, Dodekapropheton II, Neukirchener Verlag, Neukirchen 1969.
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Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

LOS TIEMPOS DE AMOS

La fecha del terremoto (1:1) no puede ser establecida ahora, y por tanto no sabemos exactamente cuándo profetizó Amós. Uzí­as de Judá reinó de 767–740 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo y Jeroboam II de Israel de 782–753 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo y, dentro de estos lí­mites, una fecha alrededor del 760 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo es adecuada para Amós. Véase la gráfica en la pág. 656.
Jeroboam era un rey enérgico, listo a aprovechar cualquier oportunidad para la expansión de su paí­s. El tiempo lo favoreció: en 805 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Adad-nirari de Asiria habí­a conquistado Siria, eliminando así­ a un enemigo de Israel de largo tiempo. Entonces, Asiria misma entró en un perí­odo de declinación y así­ se abrió el camino para que Jeroboam restaurara su reino a los lí­mites que habí­a disfrutado bajo Salomón. Esto, a la vez, le dio control de las rutas de comercio, y por tanto la prosperidad comercial que se reflejó en una opulenta clase dominante que viví­a con gran lujo. Como a menudo sucede, esto fue mano-a-mano con la explotación de los pobres (5:11; 6:6). La profecí­a de Amós contra los excesos de Israel, el reino del norte, fue aun más mal recibida que en Judá en el sur (7:10–17).
Por lo tanto, aunque hasta entonces la tierra habí­a conocido sus problemas dentro de esa misma generación (4:6–11), las perspectivas parecí­an buenas. Era posible relegar la ansiedad al futuro remoto (5:18; 6:3), y olvidar que aunque Asiria podrí­a estar dormida, no estaba muerta.
LA ENSEí‘ANZA DE AMOS

Dios
Aunque Amós insiste en el singular privilegio de Israel (2:9–11; 3:2) nunca habla de Jehovah como †œel Dios de Israel†; ni tampoco, ciertamente, usa la pa labra †œpacto†. El parece evitar cualquier cosa que pueda alentar la complacencia israelita o la falsa seguridad. Sus tí­tulos divinos favoritos son †œel Señor Jehovah† (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1:8; 8:1, 3, 9, 11; 9:8) y †œJehovah Dios de los Ejércitos†, eso es, el Dios que es en sí­ mismo toda la potencialidad y el poder (4:13; 5:14–16, 27; 6:8, 14). Amós sí­ usa, por supuesto, el nombre divino †œJehovah† (†œEl Señor†) más que cualquier otro nombre, pero a través de su profecí­a él acentúa los rasgos del carácter de Dios que subyacen el control y gobierno universal. El ve a Jehovah como Creador (4:13; 5:8; 9:5, 6), el agente en toda la historia (3:6; 4:6–11; 9:7) y el gobernador o juez moral de todas las naciones (1:3–2:16). El reconoce un Dios único, pero admite que hay otros objetos de adoración (5:26 ss.; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 8:5 ss.) a los que la gente puede desviarse.

Juicio
El Dios único es el juez de toda la tierra. En todo el mundo los crí­menes contra la humanidad, cometidos en cualquier parte, por cualquier razón y de cualquier manera, hayan sido registrados por el hombre o notados solamente por Dios, son aborrecidos por él y recibirán un castigo apropia do. El hecho de ser llevado cerca de tal Dios por el privilegio de ser su pueblo escogido acarrea la consecuencia de un juicio más severo y más seguro (3:2), porque los pecados del pueblo de Dios no solamente son ofensas contra la conciencia (como en el caso de las naciones), sino rebeliones especí­ficas contra la luz de la revelación (2:3 ss.). Tanto las afrentas a Dios como los ataques contra la humanidad son ofensivos a Dios y su juicio caerá.

Sociedad

La presunción de que los delitos (injusticias sociales) son pecados (faltas contra Dios) está en el corazón de la sociologí­a de Amós. En cada aspecto de la sociedad es con el Señor con el que tenemos que tratar, sea que la conducta le agrade y venga bajo su bendición, o lo ofenda y merezca la ira. La sociedad no descansa en principios mecánicos independientes —fuerzas del mercado, provisión de dinero, producto nacional bruto—para su prosperidad. La prosperidad viene con la bendición divina y, no importa lo eficiente que sea la economí­a, no puede prosperar si está bajo maldición.
El Señor está interesado en la manera en que la guerra se libra (1:3, 13), en la manera en que el comercio se lleva a cabo (1:6; 8:5–7) y si se cumplen las obligaciones asumidas solemnemente (1:9). A él le ofende la codicia que permite que el fin justifique los medios (4:1–3), cuando las clases gobernantes se vuelven importantes en sí­ mismas y endurecidas (4:1; 6:1), y cuando la riqueza es solamen te un fin para el lujo de algunos, descuidando a los menos privilegiados (3:12–15; 4:1; 6:4–6). La perversión de la justicia en los tribunales levanta su animosidad (2:6, 7; 5:7, 10, 12, 15), así­ como también la falta de honradez en el comercio: el fraude pequeño del tendero que falsifica sus balanzas (8:5–7) y la inhumanidad de los †œgrandes negocios† cuando trata a la gente como mercancí­a (1:6). Sobre todas esas razones, el pueblo de Amós vino bajo juicio y por extensión nuestro mundo moderno industrializado y posbí­blico cae bajo el juicio de Dios también. Estos aspectos de la sociedad co mercial y materialista, que hacen de la prosperidad un dios, tienen un eco ominosamente familiar.

Esperanza
¿Pronunciará el juicio un final completo para Israel, como para el mundo? Amós es un profeta de Jehovah, y esto sólo debiera haber sido suficiente para preservarlo de la acusación de que le faltaba un mensaje de esperanza (posiblemente hecho más sin vacilación hace veinte años que ahora) y de que pasajes como 9:11–15 sean contribuciones posteriores de otros escritores. Jehovah reveló el signi ficado de su nombre (Exo. 3:15; 6:6–8) en un solo evento del éxodo que salvó a su pueblo y también derribó a sus enemigos. Predicar acerca de un Dios así­ no puede excluir la esperanza porque esa es la esencia de su naturaleza. Esto se hace claro en 7:1–6 donde a Amós se le hace enfrentar la consecuencia total del pecado de Israel en grandes juicios que no dejarán sobrevivientes. Cuando él ora contra tales eventualidades se le asegura que †œNo será así­†. El comentario mostrará que las declaraciones negativas de 7:3, 6, negando la destrucción total, se desarrollan en una esperanza positiva de 9:11–15: un †œDavid† restaurado, una creación restaurada y un pueblo restaurado.

Profecí­a

El v. 14 del capí­tulo 7 es clave. En heb. la omisión del verbo †œser† (lit.lit. Literalmente †œYo no profeta†) usual mente implica un tiempo presente (†œYo no soy profeta†). Los que siguen esta interpretación (p. ej.p. ej. Por ejemplo Wolfe, Joel and Amos, Fortress Press [1977], pp. 306, 312 ss.) sugieren que Amós está negando que un oficio o posición oficial tenga algo que ver con el caso, porque lo que importa es la proclamación de la palabra divina. Wolfe debe negar que 2:11 y 3:7, que son positivos acerca el oficio profético, vengan del mismo Amós, y luego declarar que Amós dice †œYo no soy profeta† (7:14) inmediatamente antes de decir que †œJehovah me dijo:†˜Vé y profetiza†™ † (7:15).
En cuanto concierne al heb., aunque posiblemente en la mayorí­a de los casos en los que el verbo †œser† se deja sin declarar se necesita un tiempo presente, cada caso debe ser decidido por sus propias necesidades. Así­, en el contexto presente, en respuesta al desafí­o del sacerdote, Amós recurre a un tiempo cuando él no era un profeta ni de hecho ni en perspectiva, hasta que el nombramiento y mandato divino le dieron un puesto y trabajo proféticos, como la RVARVA Reina-Valera Actualizada lo implica correctamente. El también está situado dentro de la tradición de la profecí­a clásica del ATAT Antiguo Testamento como uno dotado con la palabra divina. Como todos los profetas que hablan en este punto (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:9; Eze. 2:7–3:4) Amós sostiene la identidad exacta entre sus palabras y las palabras del Señor (1:1, 3).
Este es el hecho único de la inspiración verbal: que el Señor no solamente compartió con los profetas el †œsentido† de lo que querí­a que dijeran, sino que eran personas tan preparadas por Dios que las palabras que eran suyas naturalmente, llevando la impronta de sus tiempos, personalidades y estudios, eran las mismas palabras en las que el Señor tení­a el propósito de que su verdad fuera albergada perfectamente.

Religión
En los tiempos de Amós Israel era extremadamente religioso, pero era una religión desviada de la ley de Dios (2:7–8), carente de beneficio espiritual (4:4, 5), incapaz de proteger a sus devotos (3:14; 5:5, 6) y falta de justicia moral y social (5:21–25). ¿Entonces se fue Amós al extremo opuesto, buscando una religión de conducta ética sin expresión de culto ni sacrificio? Su pregunta en 5:25 parece sugerir esto y, ciertamente, a menudo ha sido entendida así­ (C. F. Whitley, The Prophetic Achievement, Blackwell [1963] p. 73). Sin embargo, que un predicador hiciera una pregunta lo harí­a dependiente de la respuesta que sus oyentes dieran, y no cabe duda de que la congregación de Amós hubiera contestado con sinceridad que ciertamente ellos estaban obedeciendo la ley divina que vení­a desde los dí­as de Moisés. En cualquier examen de la fecha del Pentateuco, pero particularmente si el Pentateuco proviene de Moisés, los sacrificios eran una parte fundamental de la religión de los israelitas como fue recibida de Dios. Esto nos lleva al criterio tomado en el comentario (cf.cf. Confer (lat.), compare H. H. Rowley, The Unity of the Bible, Carcy Kingsgate [1953] p. 42), que la pregunta de Amós no es si los sacrificios eran correctos, sino qué lugar se pretendí­a que tuvieran. La prioridad del Señor era que su pueblo debí­a obedecerlo (Ex. 19:4, 5; 20:2, 3 ss.), y el có digo de sacrificio era una provisión para sus lapsos de obediencia. En ese entonces, como ahora, el llamado divino era a la santidad, pero si la gente pecaba tení­an un abogado y una propiciación para sus pecados (1 Jn. 2:1, 2). La religión de ritos, en ese entonces y ahora, es una reversión de esta prioridad. (Véase sobre 5:24 ss.)

EL LIBRO DE AMOS

El libro de Amós ha venido a nosotros como una pieza de literatura cuidadosamente editada y no hay razón para dudar de que Amós fuera su mismo editor. De hecho, cuando consideramos su convicción de que sus palabras eran palabras de Dios es improbable que él las hubiera dejado al riesgo de la tradición oral o de editores posteriores de dudable responsabilidad (cf.cf. Confer (lat.), compare Is. 8:16–20; Jer. 36). No obstante, debe hacerse la pregunta de si hay partes del libro como lo tenemos que podrí­an razonablemente ser vistas como obra de otros.
(i) Los oráculos contra Tiro, Edom y Judá (1:9–12; 2:4, 5). Estos a menudo son tratados como adiciones porque son más breves que los oráculos contra Damasco (1:3–5), Gaza (1:6–8), Amón (1:13–15) y Moab (2:1–3). Pero cuando se suma la evidencia hay, después de todo, tres oráculos en forma corta y cuatro en la forma larga y, como dice Hubbard (TOTC, p. 97), †œla variedad puede ser una evidencia tan fuerte para la autenticidad como lo es la similitud†. Además, como un judí­o (1:1), la condenación de Judá es una cosa que Amós no se atreve a dejar fuera a menos que él desee desacreditar su mensaje con parcialidad.
(ii) Los fragmentos, con aparencia de himnos (4:13; 5:8, 9; 9:5, 6). Hyatt (†œAmos†, Peake†™s Commentary, 1963, p. 617) insiste en que la doc trina de Dios el Creador, evidente en estos pasajes, requiere una fecha posterior a los tiempos de Amós (cf.cf. Confer (lat.), compare H. W. Robinson, Inspiration and Revelation in the Old Testament, OUP, 1946, p. 22). Pero la arqueologí­a ha probado que el concepto de los dioses como creadores es tan viejo como la religión. ¡Serí­a notable ciertamente si el ATAT Antiguo Testamento fuera tardo en atribuir esta gloria al Señor! Además, como lo muestra el comentario, los pasajes están cuidadosamente envueltos en sus respectivos contextos. Así­ que, tal vez Amós estaba citando himnos bien conocidos sobre el tema de Dios el Creador, pero haciéndolo sin perder de vista las necesidades de su mensaje en cada punto.
(iii) Las palabras de 9:11–15 son muy disputadas porque tienen un mensaje muy dorado de esperanza en comparación con la solemnidad del resto del libro. Solí­a considerarse que, en cualquier caso, tal doctrina de esperanza requerí­a una fecha posexilio. Sin embargo, el lenguaje del pasaje se ajusta bien al resto del libro. Además de esto, hay un disparate inherente al pensar que fuera un editor el que añadió la nota de esperanza, presumiblemente cuando la fuerza completa del mensaje de juicio no se efectuó y un pueblo israelita continuó existiendo después del exilio. Porque si Amós es solamente un profeta de condenación, prediciendo solamente el fin del pacto y el fin del pueblo del pacto, la espe-ranza solamente podrí­a añadirse a expensas de hacer de él un falso profeta. Por otra parte, si Amós realmente creí­a su propio mensaje acerca del fuego de Judá y Jerusalén (2:5) es razonable esperar que él buscara del Señor alguna palabra acerca del futuro más allá del fuego y entonces lo expresara en sí­mbolos y motivos familiares en su propio dí­a.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

LAS TRES SECCIONES PRINCIPALES DE AMí“S ESTíN MARCADAS POR LO QUE ES CONOCIDO COMO UN INCLUSIO, QUE SIGNIFICA QUE CADA UNA PRINCIPIA Y TERMINA SOBRE LA MISMA NOTA: EL LEí“N RUGIENTE (1:2, 3:8), EL ENEMIGO RUGIENTE (3:9-11; 6:14) Y (POR CONTRASTE) EL JUICIO QUE NO SUCEDERí (7:1-6) Y LA ESPERANZA QUE HABRí (9:11-15). CADA SECCIí“N TIENE UN PATRí“N SIMETRICO: EL PRIMERO (1:2-3:8) TOMA LA FORMA DE ABBA; EL SEGUNDO (3:9-6:14) LA FORMA ABCCBA Y EL TERCERO (7:1-9:15) LA FORMA ABCDCBA.

1:1 Tí­tulo

1:2-3:8 El rugido del león: juicio universal y sus fundamentos
1:2 A El rugido del León: la voz del Señor
1:3-2:3 B Contra los pueblos paganos
2:4-3:2 B Contra el pueblo escogido
3:3-8 A El rugido del León: la palabra profética

3:9-6:14 Un enemigo por todos los lados de la tierra: la ira del Señor
3:9-15 A El reino despedazado
4:1-3 B Las mujeres dominantes
4:4-13 C Religión sin arrepentimiento
5:1-27 C Religión sin reforma
6:1-7 B Los hombres dominantes
6:8-14 A El reino despedazado

7:1-9:15 El Señor Dios: juicio y esperanza
7:1-6 A La devastación que no será
7:7-9 B El juicio discriminatorio
7:10-17 C La palabra ineludible
8:1-14 D “En aquel dí­a”
9:1-6 C El juicio ineludible
9:7-10 B El juicio discriminatorio
9:11-15 A La esperanza que habrá
Comentario

1:1 TITULO
Conforme el libro avanza nos damos cuenta de que las palabras de Amós son de hecho las palabras del Señor (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1:3, 6; 3:1, 11; 5:1, 4; 9:11–15). Sin embargo, Amós claramente no perdió su personalidad por convertirse en vehí­culo de las palabras del Señor. Este es el milagro de la inspiración. Pastores es una palabra solamente usada en otras partes como †œganadero† (2 Rey. 3:4). El Señor esco ge al que quiere, haciendo del muy ordinario su agente para propósitos únicos. Solamente la obra de Dios —no el entrenamiento humano o la decisión personal— pudieron haber hecho de Amós lo que llegó a ser. Tecoa estaba a 19 km.km. Kilómetro(s) al sur de Jerusalén. Vio se usa a menudo, como aquí­, para describir la †œpercepción† espiritual concedida a los pro fetas (Isa. 1:1; Hab. 1:1), no necesariamente una experiencia visionaria, sino la capacidad para †œver lo que es verdad†. Mezcla revelación e inspiración, porque implica tanto la verdad objetiva †œvista† como la facultad subjetiva para †œverla†. Dios dio tanto la verdad como también la capacidad para captarla y expresarla (NBD, †œProphecy, Prophets†). Uzí­as †¦ Jeroboam †¦ terremoto, véase Introducción.
1:2-3:8 EL RUGIDO DEL LEON: JUICIO UNIVERSAL Y SUS FUNDAMENTOS

1:2 El rugido del León: la voz del Señor

Como un buen predicador al aire libre, Amós congrega oyentes diciéndoles lo que levantará su entusiasmo: el juicio a punto de caer sobre sus odiados enemigos. Imperceptiblemente, sin embargo, lleva su atención de las naciones paganas (p. ej.p. ej. Por ejemplo Damasco en 1:3) a las †œnaciones primas hermanas† (p. ej.p. ej. Por ejemplo Edom en 1:11; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 36:1), luego a la †œnación hermana† Judá (2:4) y, finalmente, la multitud se encuentra escuchando su propia condenación (2:6). Aunque el juicio se pronuncia en todas partes en términos paralelos (enviando †œfuego†), el fundamento del juicio cambia. Las naciones en derredor son traí­das a juicio por †œcrí­menes contra la humanidad† (1:3, 6, 9, 11, 13: 2:1), cosas de las que la conciencia debiera haberles advertido que no hicieran; pero Judá (2:4) e Israel (2:11, 12) son juzgadas por abandonar la verdad revelada. El pe cado cardinal del pueblo de Dios es apartarse de la palabra del Señor. Su virtud cardinal es la obediencia a la revelación.
El rugido del gran León anuncia el juicio que sigue (1:3–3:2) subrayando tres aspectos generales. (i) Es inminente. Ruge es el rugido que tiene el propósito de aterrorizar a la presa para someterla (Jue. 14:5). Ambos verbos, ruge y da su voz expresan una acción repetida; eso es, en las siguientes series de condenaciones escuchamos rugido tras rugido. (ii) Es inclusivo. Toda la tierra, des de los exuberantes prados de los pastores hasta las alturas de la cumbre del Carmelo, está marchita. (iii) Es divino. Las palabras Jehovah †¦ desde Sion †¦ desde Jerusalén se enfatizan, el santo Señor en su morada terrenal. El rugido es la ira expresada del Santo, pero aun en su ira, su nombre, Je hovah, y su residencia escogida en una casa donde se ofrecen los sacrificios por el pecado levantan la pregunta de si la ira es toda la historia. En este Dios siempre hay el ingrediente bendito de gracia; en la ira, él recuerda la misericordia (Hab. 3:2). El triunfo de la gracia empieza a surgir en la sección final de Amós (7:1 ss., véase el bosquejo previo), pero hasta entonces el rugido predomina.

1:3-2:3 Contra los pueblos paganos

Los fundamentos del juicio. Todo lo escrito en el ATAT Antiguo Testamento es una palabra contemporánea de Dios (Rom. 15:4). Debemos escuchar el †œrugido tras rugido† de esta sección y aprender lo que enoja a Jehovah, cuando acusa primero a las naciones paganas vecinas (1:3–10), enseguida a los paganos parientes de ellos (1:11–2:3) y, finalmente, al mismo pueblo de Dios (2:4–16). En 1:3–2:3 aprendemos que, para Amós, la ley escrita en la conciencia humana (porque esas naciones no conocí­an revelación especial de Dios; véase Rom. 2:14–16) se pronuncia en términos de relaciones humanas. Las primeras dos condenaciones (3 ss., 6 ss.) están unidas simplemente por el pensamiento de la gran crueldad (3, 6); el segundo par (9 s., 11 s.) por la acción deshermanada (9, 11); y en el tercer par (1:13 ss., 2:1 ss.), por las ideas contrastantes de destruir el futuro (13) y profanar el pasado (2:1) y por la condenación de lo que instintivamente demanda respeto, la madre embarazada y el cadáver humano.
3–5 Damasco. Hazael de Siria (842–806 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) seguí­a una polí­tica expansionista, extendiendo su reino dentro del territorio israelita con perversa crueldad (2 Rey. 8:12). Pero Damasco cayó ante Asiria en 732 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Dios no es burlado. 3 la expresión numérica, tres †¦ cuatro, aquí­ y en todas estas series de oráculos (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 62:11; Prov. 30:15, etc.) básicamente sugiere que tres transgresiones hubieran sido suficientes para que cayera el juicio divino, pero la cuarta transgresión pone el asunto más allá de toda duda. Sugiere la paciencia de un Dios que espera más allá del punto donde la acción lo merece, que anhela el arrepentimiento y deja lugar para él (Gén. 15:16; 2 Ped. 3:8 s.), quien nunca actúa sin evidencia (Gén. 18:21), pero ante cuyos ojos están los †œcuartos pecados† que son verdaderamente intolerables para él de modo que, cuando sean cometidos, no revocaré su castigo (lit.lit. Literalmente †œhacer volver†, cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 23:20; Isa. 14:27).
El †œcuarto pecado† en este caso era la barbarie en la guerra: trillos de hierro (pesadas plataformas de madera, cargadas por encima y con agudos clavos por abajo) se hací­an para desmenuzar la cosecha antes de aventarla, pero aquí­ eran usados en la gente, tratándolos como cosas, una mera cosecha para ganancia personal. 4 Ben-hadad (2 Rey. 8:7 ss.; 13:3), la dinastí­a de Hazael. La venganza viene sobre las personas, la familia del perpetrador del cri men. 4, 5 La venganza cae sobre las cosas, tal como los palacios (que significan riqueza y pompa), los cerrojos (lit.lit. Literalmente †œbarras†; eso es, la seguridad que habí­an hecho para ellos mismos) y el territorio doméstico (Avén †¦ Bet-edén probablemente era el nordeste de Damasco). La ira de Dios, extendiéndose desde el instigador del pecado a su familia y tierra, finalmente trae todo a la ruina total. Los arameos vinieron desde el desconocido Quir (9:7) y en lo desconocido desaparecieron, con Tiglat Pileser de Asiria (2 Rey. 16:9) habiendo sido el agente de Dios.
6–8 Gaza. Representando el juicio del Señor sobre Filistea, Gaza cayó ante Asiria en 734 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (siguieron las otras ciudades filisteas: Asdod, 711 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo; Ascalón y Ecrón en 701 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). Ellas estaban comprometidas en el mismo pecado que Damasco, trataban a la gente como una cosecha comercial y Edom actuaba como intermediaria. Estaban tan obsesionadas con motivo de la ganancia que ninguna otra consideración importaba: sin súplicas de edad o sexo, de niño por padre o de padre por hijo. Lo vendible era vendido; sólo importaban las fuerzas del mercado, para exclusión de la humanidad. Para nuestra presente generación ninguna palabra podí­a ser más apropiada que esta de Amós. El Señor Jehovah es un término usado solamente aquí­ en la lista de condenaciones, como si sugiriera que nada llama tanto la atención de la omnipotencia de Dios en acción punitiva como usar a la gente meramente como mercancí­as.
9, 10 Tiro. Reconocidos por el comercio, los tirios se manifestaron como los que manejaban el negocio de comercio de esclavos, pero la acusación particular no es la misma que en 6–8 —aunque indu dablemente el pecado bajo este encabezado era absolutamente serio— sino la violación del pacto. Deben guardarse solemnes compromisos, porque tal infidelidad es un †œcuarto pecado†. Pacto de sus hermanos (1 Rey. 5:1, 12; 9:13 hacen referencia a la amistad, al pacto y a la hermandad). Amós está mirando 250 años atrás, pero el paso del tiempo no absuelve a nadie de su obligación de cumplir su palabra. Tiro se convirtió en tributario de Asiria, se rindió ante Nabucodonosor (585–573 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) y cayó ante Alejandro (332 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo).
11, 12 Edom. La †œcuarta transgresión† de Edom fue una incesante animosidad que persiguió (eso es, buscó toda oportunidad para expresarse) en esas acciones hostiles en las cuales los estados vecinos podí­an fácilmente ventilar su rencor sin siquiera declarar la guerra. Históricamente, la amargura entre Esaú y Jacob se remontaba hasta los hermanos originales (Gén. 27:41). En Núm. 21:14 ss. la hostilidad se volvió abierta y se estableció una norma para el futuro. Saúl encontró necesario ir a la guerra (1 Sam. 14:47); David conquistó y se anexó Edom, el único rey en hacerlo (2 Sam. 8:14). Salomón enfrentó la rebelión de Edom (1 Rey. 11:14 ss., 25), como lo hizo Joram un siglo después (2 Rey. 8:20). Cincuenta años después Amasí­as estaba combatiendo a Edom (2 Rey. 14:7, 10). La acusación de ira que rugí­a continuamente era pro bada, pero no justificada, ante Dios. Era contraria a la naturaleza (hermano), una negación de la emoción de compasión (que fluye espontáneamente de la piedad o del amor; p. ej.p. ej. Por ejemplo 1 Rey. 3:26), y cons tantemente mantenida a punto de ebullición (siempre †¦ guardado continuamente). Tal ira, cualquiera que sea su origen y supuesta justificación, es inadmisible. Vive en el corazón, pero se ve en lo alto. 12 Temán era Edom (Abd. 9); Bosra era su ciudad principal.
13–15 Amón. La guerra amonita-galaadita no se conoce por otras fuentes, pero fue registrada en el cielo. Su motivo fue la adquisición (ensanchar su territorio), y por el interés del aumento territorial estuvieron dispuestos a destruir el aumento humano (mujeres †¦ encintas). Una vez más lo material es apreciado por encima de lo humano: si hay una sola trama que une la lista de †œcuatro pecados† de Amós, es ésta. Aquí­ ellos infligieron un salvajismo inhumano a los que, más que ningunos otros, merecí­an ternura: la madre embarazada y el niño no nacido todaví­a. Ninguna cantidad de aspiración nacional (tal vez hasta apela a †œseguridad na cional†) puede excusar una conducta semejante ante la ira automática de Dios. Compárese el detalle elaborado del v. 14 con el paralelo de los vv. 5, 7, 8, 10 y 12. Fuego es el tema de la santidad divina (Exo. 3:2, 5; 19:18). Tormenta †¦ dí­a de la tempestad o †œdí­a de torbellino† indica cómo las †œfuerzas de la naturaleza† pueden ser un cuadro de intervención personal divina (Sal. 18:9–14).
2:1–3 Moab. Un pueblo pagano y la violencia a un cadáver: todo esto interesa al Dios santo. Dondequiera que se cometan crí­menes contra la humanidad en violación de la conciencia, por cualquier razón que sea, el Señor es enemigo implacable del culpable. 2 Rey. 3:26 alude a la particular animosidad entre Moab y Edom. La misma enemistad nacionalista probablemente encendió el ultraje descrito aquí­, revelando un espí­ritu ven gativo. Lo que no pudo ser arreglado mientras los partidos estaban vivos siguió al rey hasta su tumba. ¿Podrí­a alguna cosa exponer más claramente la irracionalidad insensible del odio alimentado que ver un cadáver ve nerable desenterrado para sufrir indignidades sin propósito? El odio es así­: envenena el corazón del hacedor, invitando la ira de Dios. 2 Que el fuego de biera recompensar el fuego crematorio descrito en el v. 1 ejemplifica la ley de la igualdad entre el crimen y el castigo que ciñe la ley divina y que es elevada como norma para los tribunales humanos (Exo. 21:23; Lev. 24:19 s.; Deut. 19:21).

2:4-3:2 Contra el pueblo escogido

4, 5 Judá. El pase de lista de la condenación toma ahora un giro significativo. Judá, una sección del pueblo del Señor, es sometido al tribunal, igual ba jo el escrutinio y sentencia divinos que los paganos vecinos, como lo implica la fórmula idéntica tres †¦ cuatro †¦ Pero ¿cuál es el cuarto pecado de Judá? Porque despreciaron la ley de Jehovah. (i) Ley significa †œenseñanza† (p. ej.p. ej. Por ejemplo Prov. 3:1), como un padre amoroso la imparte a un hijo querido. El pueblo de Judá ha menospreciado la palabra personal y paternal del Señor. (ii) Decretos es algo gra bado en piedra a perpetuidad: han cambiado lo inalterable. (iii) Han reemplazado la verdad no con dioses falsos sino con mentiras (véase 2 Tim. 4:4). (iv) Sus padres: Su culpa está profundamente arrai gada, porque la Biblia nunca usa la herencia moral de las generaciones pasadas como una excusa. La generación presente es responsable por una culpa acumulada (Sal. 51:3–5; Mat. 23:31–36). Mentiras; si se traduce como †œidolatrí­a† se estrecha demasiado la acusación. Esos í­dolos o dioses estarí­an incluidos por implicación, pero las palabras de Amós son más fuertes: les hicieron errar sus mentiras, tras las cuales anduvieron sus padres. Fuera de la verdad revelada sólo hay error humano. 5 Fuego †¦ devorará, ver 2 Rey. 24–25.
Nota. El oráculo registrado en 2:6–3:2 tiene una forma simétrica común en los profetas:

(a1) 2:6a, b La amenaza declarada
(b1) 2:6c–8 El pecado expuesto
(c) 2:9–12 La bondad de Dios
(b2) 2:13–16 El castigo anunciado
(a2) 3:1, 2 La amenaza renovada y justificada

Los buenos actos de Dios son centrales, los cuales hicieron a Israel especial, pero fracasaron en responder a ellos: en particular, el don de la tierra (9), la redención de Egipto y cuidado en el desierto (10), y la revelación de los requerimientos del Señor (nazareos) y de su palabra (profetas).
6–8 Los pecados de Israel. Amós pasa revista a los pecados sociales de Israel (6, 7) y a los religiosos (7, 8). Se describe primero su desorden contra el justo, su insensibilidad contra el pobre y su rapacidad hacia los que pueden ser oprimidos. 6 Justo, inocente ante la ley. Los jueces estaban abiertos al cohecho (dinero), los veredictos se vendí­an hasta por un par de zapatos, o los casos eran traí­dos por asuntos tan pequeños como los zapatos; tal era la codicia del tiempo. La palabra pobre implica a los que no pueden resistir o que tienen que doblegarse a una voluntad y fuerza superiores, los que socialmente no tienen medios de reparación.
7 Codician proviene de un texto ligeramente alterado que lit.lit. Literalmente se lee †œanhelar el polvo†; tení­an tal codicia por la tierra que arrebataban la tierra que los empobrecidos (los que carecí­an de dinero e influencia) se echaban sobre sus cabezas como señal de duelo (Jos. 7:6). Gente humilde, oprimidos, los que están en el fondo de la pila de la vida.
7, 8 Los pecados contra la revelación de Dios empiezan aquí­. El Señor ha revelado su santo nombre, dejándoles entrar en el secreto de su naturaleza interior, pero ellos abiertamente desafiaron su prohibición de adulterio (Exo. 20:14) y de fornicación en el nombre de la religión (Deut. 23:17 s.). La religión cananea usaba actos humanos procreadores como recordatorios y estí­mulos para que el dios Baal realizara su función de hacer humanos, animales y tierra fértil. En los dí­as de Amós el santo Señor estaba siendo adorado como un Baal cananeo. Pero él sólo puede ser adorado como él lo dicta (Mat. 15:9), no por nuestras nociones de religión emocionante. La misma joven, lit.lit. Literalmente sólo †œla muchacha†. La condenación no es la de un padre y un hijo usando a la misma muchacha —como si fuera una acusación de inmoralidad grave— sino de toda una comunidad de varones, †œpadre e hijo por igual†, envolviéndose en un baalismo orgiástico. 8 La gracia divina era burlada por su religión. En el mismo lugar de la expiación, junto a cualquier altar (Lev. 17:11), satisfací­an sus apetitos carnales y hací­an de la casa de Dios, potencialmente el lugar para disfrutar de la comunión con Dios, un lugar de orgí­a. Se recuestan, en el acto mismo de la fornicación. Ropas †¦ en prenda, véase Exo. 22:26 ss., donde las ropas tomadas como prenda para un préstamo debí­an siempre ser devueltas en préstamo para la noche. Multados, el material de su orgí­a era adquirido por los procesos ilegales descritos en el v. 6.
9–12 Los privilegios de Israel. En cada ocasión en que pecaban, la gracia divina habí­a hecho un camino muy diferente abierto ante ellos. El Señor les habí­a dado una tierra (9) en la cual desarrollar una sociedad diferente, basada en su ley (en contraste con los vv. 6, 7); sacándolos de Egipto (10) él habí­a revelado su nombre (Exo. 3:14 s.; 6:6, 7; 20:2) que ellos habí­an profanado, y para salvarlos de un modo de vida pecaminoso y de una adoración inaceptable (8) el Señor les habí­a dado agentes especiales de revelación (11). Ellos habí­an revertido toda su obra de gracia. 9 Yo es enfático y significa †œEn cuanto a mí­, yo fui el que†. Amorreo, nombre general de los habitantes de Canaán antes de los israelitas. No obstante su fuerza humanamente inconquistable (Núm. 13:28), el poder divino los destruyó totalmente (fruto †¦ raí­ces). 10 Véase el bosquejo anterior: la verdad central de todo el oráculo como el acto central del Señor en el ATAT Antiguo Testamento —el éxodo— es al mismo tiempo liberación, redención y establecimiento (Exo. 6:6–8). 11 Los profetas prolongaron en Israel la revelación fundamental por medio de Moisés. Los nazareos (Núm. 6:1 ss.) tipificaban la vida consagrada que el Señor deseaba de su pueblo (Lev. 19:2). 12 La gente ni quiso ver el ejemplo ni escuchar la palabra.
2:13—3:2 Juicio divino inevitable. 13–16 Amós anuncia acción divina contra la que ni la capacidad natural, ni material, ni el valor será de provecho. 13 Israel bajo Jeroboam estaba prosperando (véase la Introducción), pero hay otros aspectos del tiempo de la cosecha. La carreta cargada de cosecha aplasta la impotente tierra bajo ella. De la misma manera Israel estaba amontonando el peso de la ira divina que la aplastarí­a hasta la destrucción. El heb. puede traducirse †œcomo el carro lleno a propósito oprime las gavillas† (una manera de trillar), pero el cuadro es el mismo. 3:1, 2 Se dirige a toda la familia que hice subir, y así­ forma una conclusión no solo para 2:6–16 sino también para 2:4–16. Después del llamado a oí­r hay referencia a los actos de Dios y a la redención del éxodo que los hicieron su pueblo. El v. 2 empieza con la singular posición que ellos ocupan y termina con su inevitable consecuencia: el castigo por el pecado pertenece a la misma constitución del pueblo de Dios. Por tanto, hay una secuencia automática involucrada: se pedirá mucho al que mucho ha recibido (Luc. 12:48). Este es el corazón del mensaje de Amós. El privilegio es maravilloso, pero no es un refugio; es una responsabilidad y un tesoro por el cual tenemos que dar cuentas.

3:3-8 El rugido del León: la palabra profética

3–6 El León ruge de nuevo: el mensaje autenticado. Amós completa el primer ciclo de profecí­as (véase la Introducción) con una serie de dichos acerca de la causa y el efecto. El refuerza el doble clí­max: primero, que la calamidad no viene sin la acción divina (6), y segundo, que ningún profeta verdadero habla sin revelación divina (7, 8). En resumen, nada menos que la compulsión divina harí­a a Amós predicar tal mensaje a su pueblo, pero el Señor le ha hablado y él no tiene opción. 3 Andarán dos juntos expresa compañí­a habitual, de la clase que solamente puede surgir del Señor e Israel estando †œen acuerdo†. Están juntos en pacto, pero ¿puede continuar su comunión si están en desacuerdo? La ley de causa y efecto operarí­a para separarlos. 4 Dos ilustraciones desde el ángulo de un depredador: el león no ruge para atacar (1:2; Jue. 14:5) a menos que su presa esté a la vista, ni rugirá (con satisfacción) en su guarida si no tiene presa que comer. 5 Dos ilustraciones desde el ángulo de la presa: un ave no cae en una trampa, eso es †œcarnada†, ni se cierra una trampa a menos que la carnada haya sido tomada y haya algo que atrapar. 6 La aplicación: la presa escucha la advertencia del depredador que viene y tiembla. Es el gran †œdepredador divino† que está detrás de cada desastre. La fuerza del argumento de Amós es invitar a la gente a explicar los desastres pasados y futuros. ¿Aceptan ellos el concepto de la Biblia acerca de que el Señor es el agente en la historia, de que exactamente así­ como detrás de cada evento hay una causa, así­ detrás de la historia está el Señor? Si es así­ entonces su única acción razonable es asegurarse de que están en la relación y comunión correctas con él.
7, 8 Un verdadero entendimiento de la función de un profeta confirma la interpretación de que Dios está en control. Primero (7), al profeta se le ha dejado penetrar en el secreto de los planes del Señor. Revelar su secreto o †œabrir su comunión† (Jer. 23:18): la experiencia esencial del profeta era la de ser acercado a Dios. Esto explica tanto la manera en que ellos podí­an hablar las palabras de Dios y también ser completamente ellos mismos, porque tanto más se acerque una persona a Dios, cuanto más llega a ser una persona. Sin embargo, los profetas del ATAT Antiguo Testamento también esperaban ser informados de antemano de lo que el Señor harí­a (cf.cf. Confer (lat.), compare la sorpresa de Eliseo cuando esto no sucedió, 2 Rey. 4:27). Si esto es así­, entonces en el mensaje de Amós, ruge el león †¦ habla el Señor Jehovah.

3:9-6:14 UN ENEMIGO POR TODOS LOS LADOS DE LA TIERRA: LA IRA DEL SEí‘OR
Los versí­culos en 3:11 (lit.lit. Literalmente †œun enemigo por todos los lados de la tierra†) y 6:14 (†œYo levantaré una nación †¦ desde Lebo-hamat hasta †¦ Arabᆝ), que forman un corchete, declaran el tema de esta sección. Dentro de los corchetes se explica el ataque del enemigo por la autoindulgencia y el descuido social de las clases gobernantes (4:1–3; 6:1–7) y, centralmente, por el fracaso religioso (4:4–5:27). Estas son las viejas faltas de no amar a su prójimo, surgiendo del fracaso para amar al Señor nuestro Dios.

3:9-15 El reino despedazado

Con fuerte dramatismo Amós llama a las naciones paganas a ver lo que está en marcha en Samaria (9) y luego, ellos mismos, a anunciar el juicio divino (13). ¡Es como si hasta los paganos tuvieran suficiente conciencia moral para juzgar al pueblo del Señor! La evidencia son los tumultos y la opresión (9); el fracaso en el carácter y la conducta (10). Aquí­ está una religión (14) y una sociedad afluente (15) que merece la ira divina. Los enemigos circundantes son el agente del derrocamiento (11) y el Señor vengador (13–15). El plan del pasaje es:

(a1) v. 9 Las naciones llamadas a observar
(b1) v. 10 Informe sobre el carácter y la conducta
(b2) v. 11 Castigo por derrocamiento
(b3) v. 12 Ilustración: nada sobrevivirá
(a2) vv. 13–15 Las naciones llamadas a testificar

9 Los pecados de Israel son tan obvios que hasta los paganos más despreciados, los enemigos ancestrales de Asdod, los filisteos (Jue. 14:3; 1 Sam. 17:36) y Egipto tienen suficiente superioridad moral para discernir que Samaria estaba bajo juicio divino. Palacios: Se apela a las clases gobernantes a actuar como examinadores de las clases gobernantes (cf.cf. Confer (lat.), compare palacios, v. 10; casas, v. 15), un juicio justo por sus iguales. Tumultos significa inquietud, inestabilidad en la sociedad. Opresión es extorsión y persecución. 10 No saben hacer lo recto (se omite cómo; †œhacer lo recto† como tal está más allá de ellos), la dedicación a hacer lo malo embota su percepción moral, y su único interés es lo que han almacenado en los palacios. No se dan cuenta de que las ganancias mal habidas son como tantos barriles de explosivos inestables: realmente están atesorando para sí­ mismos, violencia y despojo. Lo que al presente dan a otros, al fin será su propia porción.
12 Cf. Exo. 22:10–13. Si un pastor podí­a recuperar los restos de una oveja se libraba de la acusación de negligencia: habí­a tratado de salvar al animal y habí­a fracasado. ¡Pero lo que habí­a salvado era solamente la evidencia de la pérdida total! Así­ serí­a para Samaria: lo que quedarí­a darí­a cuenta solamente de la ruina total, pero así­ como los huesos de dos piernas y las orejas eran evidencia de un animal destruido, los restos tí­picos de Samaria serí­an camas y divanes, evidencias de una sociedad indolente, amante del lujo y agotada.
14 Amós pasa fácilmente de hablar del agente histórico de la ruina de Samaria (11) a hablar del Señor como el agente destructor. De esta manera directa el Señor está detrás de toda la historia (cf.cf. Confer (lat.), compare 9:7). Rebeliones son las burlas obstinadas de la ley del Señor. Los crí­menes sociales descritos en los vv. 9, 10 son pecados contra el Señor. En esta acción punitiva el Señor empieza con la falsa religión y se mueve a la falsa sociedad (14, 15). Así­ como la religión verdadera es la raí­z de la sociedad verdadera, de la misma manera la religión falsa es la raí­z de la corrupción total. Cuernos. En la práctica pagana, aunque no en la israelita (1 Rey. 1:51), asirse de los cuernos del altar proporcionaba refugio. En el dí­a del juicio la religión falsa no ofrece refugio; ¡sus altares no tienen cuernos! 15 El gol pe principal cae sobre los ricos, las personas de †œdos casas†, con sus residencias de invierno y las de verano y su lujo ostentoso (marfil). Como el resto de la Biblia, Amós no tiene queja contra la riqueza como tal. Las preguntas siempre son cómo fue obtenida (Jer. 17:11) y cómo fue usada, y, especialmente para Amós, cómo el pueblo usó el poder que la riqueza ofrecí­a. Pero como su religión falsa, su ganancia por opresión los deja sin defensa en el dí­a de la visitación.

4:1-3 Las mujeres dominantes
De las acusaciones generales (3:9–15) Amós pasa a los asuntos particulares. 1 Las mujeres indolentes de Samaria que oprimen a los pobres (los financie ramente pobres y vulnerables en la vida), que dominan a sus maridos en su insistencia por la gratificación, ¿no son sino bestias superiores de Basán, ese gran paí­s ganadero (Deut. 32:14; Sal. 22:12), viviendo una existencia puramente animal, engordadas para el matadero? 2 En 3:9 leemos de ofensas sociales; en 3:14 de rebeliones contra Dios, pero aquí­ se registran afrentas contra su santidad. El crimen es crimen y el pecado es pecado porque el Dios santo es santo y su santidad reacciona fuertemente contra todo lo que le ofende. Cautivos de la complacencia, los criminales y pecadores de Israel se vuelven cautivos de hecho (2, 3). Ganchos †¦ anzuelos, la pareja acentúa la imposibilidad de escapar. De hecho, los cautivos fueron llevados con cuerdas atadas a ganchos en sus labios. 3 Brechas, causadas por el enemigo descrito en 3:11. Hermón es un lugar desconocido; ni hay alguna identificación satisfactoria sugerida ni alguna enmienda.

4:4-13 Religión sin arrepentimiento

Amós ahora va al corazón del asunto. A la larga lo serio no son sus crí­menes (3:9, 10), sus rebeliones (3:14) ni sus ofensas a la santidad de Dios (4:2), sino que, dada la oportunidad de arrepentirse, no lo hicieron. El corazón del pasaje (6–11) enseña que en todas las variadas circunstancias de la vida el Señor es la causa, y que su propósito en cada acto de aflicción es hacer regresar a su pueblo a él. El inicial e irónico mandato Id (4), que introduce la exhibición de una religión que fracasó (4, 5), es equilibrada por un llamado final a estar dispuesto a enfrentar a Jehovah (una religión que no fracasará) en los vv. 12, 13. Entre esos llamados hay siete actos de Dios que tienen el propósito de hacer regresar a su pueblo a él (6–11). En el caso de Israel el propósito especí­fico de los actos divinos era el arrepentimiento, pero el principio es que en cada experiencia de la vida el Señor está directamente en acción para traernos cerca de él.
4, 5 Betel (Gén. 28:10–22) y Gilgal (Jos. 4:19) conmemoraban nuevos principios con Dios, pero el uso de santuarios por los adoradores significaba no un nuevo comienzo, sino simplemente confirmaba que estaban en pecado. (i) Era mera religión. El acto religioso era todo. De mañana y al tercer dí­a puede señalar sencillamente exactitud en los deta lles: el sacrificio tení­a que ser ofrecido en el dí­a uno y el diezmo en el dí­a tres. Sin embargo, puede ser evidencia de actos repetidos más allá de la ley de Dios: sacrificios no una vez al año (1 Sam. 1:3) sino una vez al dí­a; diezmos no cada tres años (Deut. 14:28) sino cada tercer dí­a; porque si el acto es el todo, cuanto más, mayor el gozo. (ii) Su fundamento era la autosatisfacción y la alabanza de sí­ mismos; lo que os gusta, aunque contravenga la ley de Dios (véase Lev. 2:11, donde †œofrenda quemada †¦ que contenga levadura† reúne lo que Dios prohibió). Hasta los actos personales de devoción (ofrendas voluntarias) eran convertidos en alabanza propia (Pregonad, anunciad). Pero la verdadera religión †œdebe conformarse a la voluntad de Dios como su norma inerrante† (Calvino, Institutos de la Religión Cristiana, SCM [1961] p. 49) (Mar. 7:6). Fuera de esa voluntad revelada, la religión es simplemente otra forma de rebelión (4).
6–11 Siete actos divinos: hambruna (6), sequí­a (lluvia selectiva) (7, 8), tizón (9), langostas (9), plagas (10), derrota militar (10) y desastre natural (11). Cosas que ordinariamente se atribuyen a la casualidad, a causas naturales, o a errores humanos, todos son actos directos de Dios dirigidas a producir lo que él desea ver en su pueblo. El quiere una cercaní­a personal a él expresada en cualquier término que sea apropiado a las circunstancias: arrepentimiento si se trata de pecado, corriendo a él si necesitan consuelo, etc. Sin relación no hay re ligión. En el tiempo de Amós, aunque eran religiosos, el Señor buscaba arrepentimiento y obraba para ese fin.
12, 13 ¿Es el v. 12 un mensaje de esperanza (todaví­a hay tiempo de prepararse para enfrentarlo en paz) o una advertencia horrorosa (el Señor se acerca en una acción de juicio no especificada y su última oportunidad se ha desvanecido)? El v. 13 sugiere un sí­ a ambas posibilidades, porque el Señor está en pleno control de todo su mundo: de las cosas visibles (montañas), de las invisibles (viento) y de la mente humana (revela al hombre su pensamiento). El es el Señor de todo cambio, pues vuelve a la aurora tinieblas (eso es, trayendo el juicio que puede estar implicado en el v. 12, oscureciendo to da esperanza humana) o, una traducción más probable, †œvolviendo a las tinieblas aurora† (eso es, trayendo esperanza donde parecí­a no haber ninguna). Además, él domina la tierra (pisa sobre las alturas de la tierra) y, por tanto, puede hacer lo que le place porque él es ¡Jehovah Dios de los Ejércitos †¦ ! Como Moisés (Deut. 30:19 s.), Amós pone delante de su pueblo la vida y la muerte: la elección es de ellos; han llegado al momento decisivo. La idea de venir al encuentro con Dios (12) evoca Exo. 19:17, donde tanto la gracia como la ley fueron combinadas en una revelación. Para el pueblo de Amós, y siempre para el pueblo de Dios, su porción era vivir en el lugar de su elección (Deut. 27:4–6). Esto es lo que Amós pone delante de ellos en el v. 12. Es como si les dijera que pueden escoger la manera en que el Señor vendrá a ellos: el arrepentimiento hará que el Señor de gracia soberana vuelva sus tinieblas en aurora; religión sin arrepentimiento los expondrá al Señor soberano con todos los terrores de su ley y el desvaneci miento de la luz en la obscuridad del juicio.

5:1-27 Religión sin reforma

Este pasaje se establece en torno a tres llamamientos: (i) A la reforma espiritual: ¡Buscadme †¦ Buscad a Jehovah! (4–6); (ii) a la reforma personal y social: ¡Buscad el bien †¦ estableced el juicio! (14. s.); y (iii) a la reforma religiosa: ¡ †¦ corra el derecho †¦ ! ¿acaso me ofrecisteis sacrificios †¦ ? (24 sig.) Pero los llamamientos están entre corchetes que afirman el desastre (1–3 y 26, 27) y entre diagnósticos de cómo están las cosas (7, 10–13, 16–20). El por tanto del v. 16 nos da una indicación de cómo el cap. debe entenderse: ¿cómo puede un llamamiento (14, 15) tener como su consecuencia (por tanto, v. 16) una predicción de tristeza sin consuelo? ¡Sólo si Amós está recordando llamamientos hechos y rechazados! El capí­tulo, en tonces, es un registro de una oportunidad perdida y de las siniestras consecuencias ahora inevitables. Una vez más, Dios no es burlado.
1–3 Un lamento fúnebre: la muerte y su causa. Aunque la muerte descrita todaví­a está en el futuro (3) es tan cierta que el canto fúnebre ya puede ser compuesto y cantado (2). 2 ¡Cayó †¦ ! en muerte, la virgen muerta no tiene poder inherente para recuperarse (¡ †¦ para no volverse a levantar!) ni ayuda externa alguna (abandonada †¦ no hay quien la levante). 3 La causa inmediata de su impotencia y de su desesperanza en la muerte es la derrota militar en la que las fuerzas nacionales han sufrido un promedio de 90% de bajas. Pero, ¿cuál es la causa última? El resto del capí­tulo declara que así­ es la muerte por causa del pecado.
4–13 El Señor podrí­a haberles dado vida, pero ellos escogieron el camino de muerte. Ha sido un acierto restaurar el Porque original al principio del v. 4. El gran desastre (1–3) se rastrea hasta la causa primaria. Se invitó a los israelitas a buscar al Señor y vivir (4, 6), se les advirtió del camino de muerte (5, 11), se les recordó que el Señor puede dar luz, pero también tinieblas (8). Los colocaron en el lugar de elección y eligieron equivocadamente.
4, 5 El Señor es amoroso en sus invitaciones y fiel en sus advertencias. El mismo se ofrece como el remedio que necesitan: ¡Buscadme †¦ ! es una invitación a la intimidad, a la comunión y a la no vedad de vida. Por otra parte, sin embargo, Betel y Gilgal son honrados por el tiempo y la tradición (cf.cf. Confer (lat.), compare 4.4). Gilgal, el lugar de entrada a la tierra prometida (Jos. 4:20), resultará ser el lugar de cautiverio, mientras que Betel, †œla casa de Dios† (Gén. 28:17, 19), llegará a ser nada (†œAven† [BABA Biblia de las Américas]), tan inútil como un í­dolo.
6, 7 Amoroso en sus invitaciones, Dios es fiel en sus denuncias. Una vez más él mismo es todo lo que su pueblo necesita (¡Buscad a Jehovah y vivid!), pero fuera de él no hay vida. Betel puede reclamar tradición y veneración, pero eso es inútil contra el fuego (el sí­mbolo de la santidad activada) que arremeterá con furia contra el derecho pervertido y la justicia humillada. Cuando esas dos palabras son usadas juntas (véase Isa. 5:16), derecho es una palabra sumaria para los principios inherentes en la santidad divina, y justicia es la aplicación práctica de esos principios personales y sociales.
8, 9 Los versí­culos tienen el propósito de ser abruptos en contexto. Con enojo Amós cambia la atención del pueblo que ha hecho una amarga transformación sobre la tierra (7) al gran Trans formador mismo. Por un lado, la perversión humana no puede ganar contra Dios: él tiene el poder de hacer que el advertido fuego (6) irrumpe con destrucción (9). Por otra parte, si lo buscan, como él los invita, ellos cambiarán la muerte por la tierra prometida (6) porque él fácilmente puede cambiar las tinieblas †¦ en mañana (8).
Pléyades y el Orión eran señales de las estaciones del año; el ascenso y puesta de las pléyades marcaba, para los marineros, el tiempo de la navegación y marcaba las estaciones en los calendarios nómadas. Tinieblas †¦ mañana †¦ dí­a †¦ noche, las transformaciones regulares de cada veinticuatro horas. Convierte (8) es el mismo verbo usado en el v. 7: ¿Las conversiones de ellos causan transformaciones? ¡Cuán indeciblemente más grandes son las de él al compararlas! Aguas †¦ derrama, el Señor no está limitado por sus propias reglas generales, deteniendo las aguas en su lugar (Sal. 104:8, 9). El también puede producir transformaciones ocasionales cuando ordena inundaciones para que cubran la tierra. Los gobernantes del tiempo de Amós habí­an hecho transformaciones (7) y silenciado toda oposición (13), pero el que controla las transformaciones temporales, diarias y ocasionales también puede derribar lo que el hombre ha hecho fuerte y firme contra el ataque (9). ¡Qué visión para un tiempo, como el de Amós, cuando la impiedad está desatada, cuando los valores son invertidos (7) y cuando la persona piadosa es principalmente consciente de su impotencia (13)!
10-13 Una declaración hábilmente equilibrada:

(a1) v. 10 Aborrecieron a los que hablan la verdad
(b1) v. 11 Opresión de los pobres
(c) v. 11 Juicio por desahucio
(b2) v. 12 Opresión de los pobres (palabra diferente)
(a2) v. 13 Oposición silenciada

10 El juez justo (que les amonesta) y el testigo honrado (el que habla lo recto) son igualmente aborrecidos. 11 Pobre (2:7; 4:1), pobre financieramente e indefenso socialmente. Pisoteáis, †œtomáis extorsiones†. Amós no especifica qué interés poderoso está haciendo todo esto: ¿El terrateniente que †œpisoteó† con alquiler exorbitante y que toda ví­a encuentra maneras de extorsionar más? ¿El prestamista? El Señor no está interesado con †œquién† sino con †œa quién†: con el que sufre. Por tanto indica un agente celestial que está en acción. El Señor maneja su mundo sobre lí­neas morales, por lo que los que obtienen ganancias injustamente no disfrutarán perpetuamente. Hay un principio de frustración edificado en la naturaleza de las cosas (Isa. 5:8–10, 14–17). Como lo muestra el bosquejo anterior, esta es la verdad central del pasaje. Hablando humanamente la gente ha edificado para durar (casas de piedra labrada), plantado para producir (hermosas viñas), pero no será así­.
12 Rebeliones [contra Dios] †¦ pecados [errar al blanco] (de sus demandas). La mala conducta social es pecado espiritual; de aquí­ que una mera reforma no será bastante; debe haber un regreso a Dios. Justos, †œlos que tienen la razón† en un caso en el tribunal. Soborno, el uso de la riqueza para ganar un veredicto. Hacéis perder (†œhacéis a un lado†), refiriéndose al juez que rehúsa escuchar un caso, despidiendo particularmente a la persona que †œno es importante†, a los pobres (palabra diferente a la del v. 11), al que no es influyente y que puede ser atropellado fácilmente. 13 El †œaborrecido† mencionado en el v. 10 fácilmente se acomoda en la época de la chusma, el reinado del terror en el que la gente ya no es libre de expresarse.
14–20 Reforma moral: entendimiento del dí­a de Jehovah. La amenaza negativa de desahucio (11) ahora se convierte en la amenaza positiva de un †œdí­a† próximo de llanto sin alivio (16 s.) y de tinieblas (18). El dí­a de Jehovah era aparentemente parte de una expectación popular en ese tiempo, con la presunción de que traerí­a luz, eso es, toda experiencia alegre para el pueblo del Señor. De aquí­ que lo anhelaban con esperanza confiada. (i) Iró nicamente, Amós usa el lenguaje de la esperanza para predicar el juicio (p. ej.p. ej. Por ejemplo pasaré por en medio de en el v. 17 es terminologí­a de la Pascua; Exo. 12:12). El pueblo habí­a olvidado el carácter de Dios. La noche de la Pascua fue una noche de juicio para los que no estaban preparados. (ii) Las bendiciones espirituales descansan sobre condiciones morales (14, 15). La presencia favorable de Dios es una realidad para aquellos cuyos objetivos (†œbuscar†) y corazones (que aborrecen el mal y aman el bien) están de acuerdo con los de él y que aplican estos valores apreciados a la sociedad en la que viven (¡Estableced el juicio!). (iii) Quizás (15) indica que Dios se opone a la arrogancia. Esto no es cuestionar si la misericordia es misericordia, sino reprender la presunción que asume que así­ debe ser en mi caso.
14, 15 (i) El buscar va junto con el apartarse del mal. (ii) La santidad de acción (¡buscad el bien!) debe estar acompañada por la santidad de emoción (¡Aborreced el mal y amad el bien †¦ !). (iii) La acción no debe esperar el sentimiento: ¡Buscad el bien †¦ ! es puesto antes que amad el bien. Si esperamos que la emoción mueva a la acción, a menudo podrí­amos esperar en vano. Debemos aprender a exaltar el deber sobre la inclinación y descubrir la manera en que el acto amoroso pronto va a crear un corazón amoroso. (iv) La repetición del tí­tulo exaltado Jehovah Dios de los Ejércitos imparte seriedad a nuestro intento moral: este es el Dios al que buscamos complacer. Estamos a su disposición; a él le toca ordenar. 15 José se usa como un nombre inclusivo para el reino del norte porque sus tribus en su mayorí­a descendí­an de sus hijos (Gén. 48).
16, 17 Sobre por tanto †¦ véase la introducción al cap. 5. Jehovah Dios de los Ejércitos, el Señor, nótese la manera en que el mensaje de juicio es reforzado por un tí­tulo aun más extenso: el Señor que significa †œSoberano†. Jehovah es el Dios del éxodo que salva a su pueblo y destruye a sus enemigos; Dios de los Ejércitos es el que es, en sí­ mismo, toda potencialidad y poder. La lamentación será abierta (En todas las plazas †¦ y en todas las ciudades), de corazón y sin excepción, incluyendo no solamente a (los profesionales) los que saben entonar lamentos sino también al labrador. Los lugares tradicionales de gozo, las viñas, serán lugares de dolor; todo porque el Señor †œpasa† por en medio. No se necesita ninguna acción excepcional, sólo su santa presencia, para reducir todo el duelo.
18–20 El optimismo popular se contrarresta por el énfasis en las tinieblas del dí­a. Así­ como esperamos el regreso inminente de nuestro Señor Jesucristo, así­ el pueblo de Dios del ATAT Antiguo Testamento esperaba el dí­a del Señor: el dí­a de su venida personal. Al leer el ATAT Antiguo Testamento encontramos que lo que se describe por adelantado (como aquí­) como †œel dí­a† resulta ser (27) una intervención divina provisional y no el último dí­a del Señor. La ilustración en el v. 19 cuenta la historia de un destino ineludible. Repasando los vv. 4–20, ¿para quién es dí­a de oscuridad? Los que profesaban ser del Señor, pero que no lo buscaban (4), no le agradaron a él por su conducta hacia el necesitado y el indefenso (7 ss.), porque no hací­an el bien ni evitaban el mal (14) y porque no aman lo que él ama (15). La gente que profesa de labios sin realidad, de religión sin evidencia de transformación espiritual y moral, se está moviendo precisamente en la dirección equivocada, lejos de Dios.
21–27 Reforma religiosa; regreso a los viejos valores. El Señor rechaza las prácticas religiosas comunes (21, 22). A primera vista los vv. 23, 24 parecen hacer hincapié en que Dios desea no una religión de †œservicios† sino una de †œservicio†. El v. 25, sin embargo, establece de nuevo el equilibrio por medio de un llamado a regresar a las prioridades originales (véase Sociedad en la Introducción). La negligencia a responder al mensaje del v. 24 se implica en el v. 26; la continuación de una religión escogida por uno mismo, hechura de hombre, que resultará en exilio (27).
21–24 La religión sin moralidad atrae el aborrecimiento divino (Isa. 1:11–15 ss.; Jer. 7:9–11). 24 Derecho †¦ justicia, práctica y principio (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 7). 25 Sin embargo, Amós no llama a la moralidad sin religión ni al servicio sin servicios. El énfasis en su pregunta es: †œ¿Fueron sacrificios (solamente) los que me trajisteis en el desierto?† La religión de Sinaí­ era primeramente de moral, de respuesta ética al Dios redentor (Exo. 19:4, 5; 20:2 ss.). Los sacrificios fueron introducidos como una consecuencia lógica. Cuando el pueblo se comprometió a la obediencia, se ubicó †œbajo el rociamiento de sangre† (Exo. 24:7, 8). Para ellos, como para nosotros, esas cosas se dijeron para que no pecaran (1 Jn. 2:1), pero en el caso ineludible de pecado tení­an una propiciación (1 Jn. 2:2). Esto es lo que Amós evoca con esta pregunta. Ellos habí­an aislado el ritual del sacrificio y habí­an marginado la obediencia, cuando es el compromiso a la obediencia lo que hace los sacrificios necesarios y significativos. Véase más en 7:7, 8.
26 Su religión autocomplaciente (4:4, 5) abrió la puerta a una religión hecha por el hombre. Sin el control de la Palabra de Dios no es que el pueblo no creerá nada, sino que creerá cualquier cosa. Tabernáculo †¦ estrella (heb. sikkut †¦ kiyyun) son las palabras Sakkuth y Kaiwanu, conocidas desde Mesopotamia como nombres del planeta Saturno, un dios estrella adorado como rey y dios (véase Hubbard, p. 185). El amor de ritual a menudo se ma nifiesta a sí­ mismo en procesiones. 27 Esta procesión termina en un exilio, cuyo destino Amós esconde con el vago más allá de Damasco. Pero ellos van, no como las ví­ctimas de un conquistador o del azar, sino porque yo haré que os lleven cautivos, el Señor Soberano echando sobre su pueblo las consecuencias de su locura y su obstinación.

6:1-7 Los hombres dominantes

Las mujeres descritas en 4:1–3 tienen su contraparte en los hombres descritos en 6:1–7, eso es, todos sin excepción están implicados. Aquí­ está el orgullo altanero que no encuentra falta en sí­ mismo. Las mujeres eran como †œvacas† complaciendo irreflexivamente sus deseos; los hombres son animados por un orgullo consciente: se consideran a sí­ mismos los principales de las naciones (1) y se consienten con los más finos (la misma palabra) perfumes (6). Ellos serán llevados a la cabeza (una forma diferente de la misma palabra) (7) de los cautivos. ¡Todos los convencionalismos serán observados! ¡Complacientes, indulgentes, desinteresados sociales, exiliados! Es difí­cil para aquellos cuya posición los centraliza en la mente de otras personas el evitar centralizarse a sí­ mismos en su propia mente, al punto que el interés por sí­ mismo les impide el interés por otros. Esta es la tentación particular de los que están †œa la cabeza†.
1 Sion: los profetas operaban en uno de los reinos (Amós estaba en el del norte) pero siempre mantení­a ambos reinos en su visión. Isaí­as (28:1–4) y Miqueas (1:5), los dos profetas del sur, también se preocupaban por el norte (vea también Oseas 5:13; 6:11). Fortalecerí­a el ministerio de Amós en el norte que él mostraba imparcialidad de esta mane ra: el orgullo es orgullo dondequiera que levante su cabeza. 2 No hay verbos en las preguntas. Probablemente se tení­a la intención de un tiempo presente en cada una. Se han sugerido varias interpretaciones. (i) Amós invita a sus oyentes a observar por comparación cuán grande es su prosperidad y, por tanto, cuán cierto su juicio si ellos descuidan ser agradecidos con el Señor. Sin embargo, toda la sección implica que ellos no necesitarí­an esa prueba, sino que ya estaban convencidos de su superioridad. (ii) Gat, etc., son ejemplos de prosperidad caí­da y constituyen una advertencia de lo que le pasará a Samaria. Es dudoso, sin embargo, que estas ciudades estuvieran en ruinas en tiempos de Amós. (iii) Amós está citando un comunicado de propaganda de los gobernantes que trazaban com paraciones ventajosas con lugares distantes e inferiores. Esto tiene el †œretintí­n de la verdad†; es la manera en que los gobernantes se comportan y corresponde a la arrogancia descrita en el v. 1. También lleva al v. 3 como un encubrimiento deliberado de los peligros que los gobernantes sabí­an que estaban en el horizonte.
3 Samaria estaba disfrutando de una prosperidad †œnunca antes vista†. Los gobernantes sabí­an que no podí­a durar, pero aplazaban el dí­a malo en una jarana que gozaban mientras podí­an. Después de los dí­as de auge de Jeroboam (véase la Introducción) la nación sí­ cayó en el desastre. De los seis reyes restantes de Israel, sólo uno pasó el trono a su hijo; los demás fueron asesinados (2 Rey. 15; 17). La descripción de sede del terror indudablemente llegó a ser una completa realidad. 4 Pero aunque fueran a morir mañana, ¿por qué no gozar la buena vida hoy (Véase Isa. 22:12, 13)? 5 Los hombres inferiores tratan de justificar sus frivolidades comparándolas con las de los grandes hombres. Después de todo, ¡David era un músico y un compositor! 6 Grandes copas (Exo. 38:3; Núm. 7:13); cier tamente copas muy grandes. Se dirí­a que †œbebí­an el vino a baldes†. No os afligí­s, †œno se han enfermado†. Su juerga podí­a haberles dado un ataque bilioso (Is. 28:7, 8), pero la ruina, †œel estado desastroso† de José (véase sobre 5:6) no †œlos enfermaba†.

6:8-14 El reino despedazado

La condenación concluyente, al igual que 3:9–15, renueva el asalto divino sobre el orgullo (8), la indiferencia moral (12) y el autoengaño (13), y se detiene en el asombroso fin al que estas cosas llevan (9 s., 11, 14). El pasaje está equilibrado como sigue:

(a1) v. 8 Aborrecimiento divino
(b1) vv. 8–10 Derrocamiento del estado: la pérdida total ilustrada
(a2) v. 11 El juicio divino
(b2) vv. 12, 13 Inversión de los valores: lo absurdo ilustrado
(a3) v. 14 Dirección divina de la historia para fines morales

8 Por su alma, eso es un juramento que compromete a la persona divina †œcorazón y alma†. Aborrezco requiere una alteración pequeña al texto heb. (que se lee †œyo deseo†). Una alteración todaví­a más pequeña dirí­a †œCiertamente soy el enemigo de†. 9–10 En el asedio las condiciones de hambruna y peste cobran su parte y las †œcarretas de la muerte† se convierten en una vista familiar. El único sobreviviente de una familia reconoce que no hay nadie más, pero antes de que tales nuevas puedan ser recibidas con cualquier clase de reacción (exasperación o piedad) involucrando el nombre de Dios, su boca se cierra: el sentido de separación de Dios es demasiado grande; él se ha apartado de su pueblo. 11 Es por su mandato divino que esto ha sucedido: el v. 11 expresa lo que Dios manda; los vv. 12 y 13 explican por qué él manda; y el v. 14 explica la manera en que cumplirá su mandamiento. Mayor †¦ menor, la expresión idiomática de la comprensión o alcance por medio de los opuestos, significando †œtodas las casas, cualesquiera que sean†.
12 Las ilustraciones son contrarias a la naturaleza de las cosas. Esto resume la vida de la nación: el propósito de la justicia era sanar (Deut. 19:16–20), no †œenvenenar† la sociedad, y (como podrí­a decirse) hablar de justicia en la vida pública se habí­a convertido en una broma amarga (ajenjo). El juicio de Dios es provocado por el es tado de la sociedad, no solamente por los pecados privados. Dejar de sostener los verdaderos principios (derecho) y las prácticas sanas (justicia) es promo ver la ruina social y nacional. †œJehovah es justo y ama la justicia† (Sal. 11:7). 13 Lo-debar y Carnaim, lugares en Transjordania (Gén. 14:5; 2 Sam. 9:4), pueden ser escenas de las victorias de Jeroboam cuando restauró territorio israelita a los lí­mites salomónicos (2 Rey. 14:25). Sin embargo, la gloria de los israelitas iba a ser de corta vida, porque 14 los mismos lí­mites marcarí­an el alcance del éxito enemigo, desde Lebo-hamat en el extremo norte hasta el arroyo del Arabá, al lado del mar Muerto. El Señor es enemigo de jactancias vanagloriosas de proezas militares: él tiene a su agente a la mano.

7:1-9:15 EL SEí‘OR DIOS: JUICIO Y ESPERANZA
El juicio que no será (7:1–6) y la esperanza que será (9:11–15) forman los corchetes que abarcan la sección final de Amós. Dentro de estos corchetes caerá un juicio de proporciones temibles (8:1–9:6), pero será un juicio discriminador (7:8 s.; 9:7–10), no una destrucción real. El tí­tulo Señor Jehovah, que se ha usado nueve veces en los caps. 1–6 ocurre once veces en los caps. 7–9. Jehovah no es nunca tan gloriosamente soberano como cuando guarda sus promesas de gracia.

7:1-6 La devastación que no será

La intercesión era parte de la tarea del profeta (Gén. 20:7; Jer. 7:16). Amós no ora contra el juicio, sino contra la forma particular que él ve que está tomando el juicio. (i) Vv. 1–3, una plaga de langosta tan sincronizada que la supervivencia está fuera de cuestión. (ii) Vv. 4–6, un fuego capaz de devorar hasta el mar y la tierra. Amós rogó contra la total destrucción de Jacob y su ruego fue escuchado. La repetición del asunto subraya su certeza (Gén. 41:32); el contraste entre una plaga natural (langosta) y una visitación sobrenatural (fuego) abarca toda clase de plaga. La totalidad es expresada por el contraste (véase la introducción a 6:1–7). Sin embargo, la destrucción total del pueblo del Señor es cancelada y la esperanza es establecida.
1 He aquí­ que él formaba; la mano de Dios estaba directamente detrás del acontecimiento. Después de la siega del rey †¦ presumiblemente un impuesto real. El heno tardí­o era del que dependí­a el sembrador. Sin éste, seguí­a la pobreza. 3 Desistió puede significar †œse arrepintió†, pero ¿cambia de parecer un verdadero †œDios soberano†? Según 1 Sam. 15:29, †œno mentirá ni se arrepentirᆝ, pero según 1 Sam. 15:35, †œa Jehovah le pesaba el haber consituido a Saúl como rey sobre Israel†. El primer versí­culo declara la verdad †œabsoluta† de Dios; el último indica que su voluntad inalterable de hecho ha tomado en cuenta toda la variabilidad de la experiencia y la respuesta humanas. En consecuencia, necesariamente nos parece a nosotros que Dios cambia el rumbo y que esto es lo que la Biblia lla ma su †œarrepentimiento†: la voluntad de Dios, aunque inflexible, no es insensible sino que tiene en amorosa consideración nuestras debilidades y necedades en el perfecto y soberano orden de su mundo. 4 Consumió †¦ Lit. †œdevoró †¦ empezó a devorar†). Ese fuego inevitablemente señala el aspecto de juicio de la santidad divina. Sólo el fuego de Dios podrí­a †œconsumir† toda su creación (2 Ped. 3:10, 12).

7:7-9 El juicio discriminatorio

Amós no ofrece una oración contra la tercera visión descrita en este capí­tulo. El Señor viene como un maestro-constructor a inspeccionar el muro terminado. El hebreo no dice que el muro habí­a sido hecho a plomo (7) sino sencillamente que habí­a sido construido †œcon plomada de albañil†. En otras palabras, las normas aplicadas al final habí­an estado allí­ al principio y desde el principio. El pueblo del Señor habí­a sido †œconstruido† de acuerdo con la doble especificación de la ley y de la gracia: como sus redimidos ellos debí­an obedecer la ley (Exo. 20:2 ss.), pero de la misma manera, como sus redimidos, estaban †œbajo la sangre† (Exo. 24:8) y habí­an recibido todo el código de sacrificios de modo que, aun con fracasos en la tarea de la obediencia, todaví­a podí­an vivir en la presencia del Santo. Es la posesión de esas dos en equilibrio (ver 5:25) que constituye la verdadera vida del pue blo de Dios y los distingue de los legalistas (para los que el obedecer la ley es todo) por una parte, y de los ritualistas (para los que el ofrecer los sacrificios es todo) por la otra. Por eso es que Amós aquí­ no hace una súplica: la plomada de albañil, las normas dobles de la ley y la gracia, son la esencia misma del pueblo redimido; solamente pueden evitar esta prueba dejando de ser lo que son.
8 ¡No lo soportaré más! (†œno pasaré sobre†), en la noche de la Pascua ellos se refugiaron bajo la sangre (Exo. 12:7), comiendo el cordero, vestidos para peregrinar (Exo. 12:11), vivos por gracia, vivos para caminar en el camino del Señor. Pero el pueblo de Amós no fue fiel a la doble norma de su constitución y no pudieron recibir bendiciones de †œPascua†. 9 El Señor procede a especificar lo que perecerá en su juicio, porque el juicio con el uso de la plomada de albañil es discriminatorio. Siempre hay un pueblo verdadero dentro de un pueblo profesante, una compañí­a creyente dentre de una agrupación formal, una iglesia dentro de una iglesia. La plomada de albañil soportará a los tales (cf.cf. Confer (lat.), compare 9:8–10), pero destruirá los altares †¦ y los santuarios que eran puntos de encono y error, y la casa de Jeroboam que †œhizo lo malo ante los ojos de Jehovah. †¦ quien hizo pecar a Israel† (2 Rey. 14:24). Los altares eran centros de religión falsa (Baal) hechos por el hombre, donde Jehovah era adorado con ritos de Baal como si fuera un dios cananeo. El nombre Isaac se usa aquí­ solamente como un sinónimo de Israel. Estaba vinculado con Beerseba (Gén. 26:33; 28:10). Tal vez en el tiempo de Amós intentaban legitimar los ritos en Beerseba (5:5) por apelar al patronato de Isaac.

7:10-17 La palabra ineludible

El corazón de esta sección es que Amasí­as el sacerdote procuraba librar a la tierra del mensaje de Amós (12), pero no pudo escapar de él, ni él mismo ni la tierra (17): Tú dices: †œNo profetices †¦ † Por tanto, así­ dice Jehovah (16, 17). La palabra es ineludible. La secuencia del pasaje (10–12) sugiere que Amasí­as no persuadió a Jeroboam a actuar y, por tanto, él recibió las consecuencias. Como sacerdote de Betel era hombre de importancia y no pudo haber sido fácil para Amós superar su autoridad, pero lo hizo reiterando su llamado: es decir, declarando la autoridad del Señor en oposición a la autoridad humana que lo desafiaba (ver Hech. 5:29). 10 Betel habí­a aparecido bajo una luz desfavorable en la predicación de Amós (4:4; 5:5). No es de sorprender que Amasí­as estuviera irritado. Conspirado, las autoridades usualmente usan la †œintimidación† de la †œseguridad nacional† para salirse con la suya. Amós tuvo que llevar la carga de la falsedad. La tierra, aquí­ tenemos un vislumbre de la clase de influencia que Amós estaba manejando.
12 Vidente no es sarcástico ni menospreciativo (Isa. 29:10), sino que el consejo de ir y ganarse la vida en Judá sugiere que Amós estuviera en esa tarea por el dinero, y que una palabra contra Israel le convendrí­a bien allí­. 14 (Ver Profecí­a en la Introducción). Algunas versiones traducen los verbos en tiempo pasado en una perfecta refutación de la acusación de profetizar para ganarse la vida. En este respecto Amós estaba bien ubicado con un ingreso de sus rebaños y sus cosechas. Para él (i) no era un asunto de capacidad o inclinación personales (yo no soy profeta); ni (ii) alistamiento para ser una figura profética por lo atractivo de serlo. Hijo de profeta (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 2:3, 5; 6:1 ss.; 9:1 ss.), se formaban †œescuelas† de †œhijos de profetas† para que los hombres con dones proféticos recibieran instrucción y compartieran su trabajo, pero no fue así­ con Amós. (iii) No fue su decisión ser profeta; él estaba establecido como un pastor y granjero. 15 Fue (iv) la soberana elección divina (Jehovah me tomó), y esto (v) lo introdujo a la comunión divina (Jehovah †¦ me dijo), en la cual (vi) él fue comisionado como profeta a Israel.
Todos los profetas que han dejado un relato de su llamamiento concuerdan con Amós en los elementos esenciales de la iniciativa divina (Isa. 6:1; Jer. 1:5; Eze. 1), en la comunión (Isa. 6:6–8; Jer. 1:6–16; Eze. 2:1 s.) y en la comisión (Isa. 6:9; Jer. 1:5b, 10, 17–19; Eze. 2:3 ss.). Amós no era un mero predicador, como Amasí­as lo consideraba. Su palabra era la del Señor (véase introducción a la Profecí­a y comentario de 1:1) y no podí­a ser desechada. Cuan do ocurre una evasión así­, la palabra que podí­a haber salvado se convierte en una palabra de juicio (17). En el caso de Amasí­as el juicio trajo sufrimiento y degradación (tu mujer se prostituirá), duelo amargo (a espada) y pérdida personal, un sacerdote (10) en tierra inmunda. Amasí­as fue un ejemplo de religión sin arrepentimiento ante la palabra de Dios.

8:1-14 †œEn aquel dí­a†

Esta es la sección central del tercer ciclo de profecí­as (ver el Indice de Contenido). Consiste de una visión inicial simbólica (1, 2) desarrollada por cuatro mensajes que se inician con En aquel dí­a (3, 9, 13) y con Vienen dí­as (11).
1, 2 Frutas de verano: el fin. De la manera que la siembra llega al tiempo de la cosecha como resultado de su propio desarrollo interno, así­ el juicio divino coincide con la madurez de la gente para ser juzgada. 2 ¡Ha llegado el final †¦ ! Amós dice que ha visto frutas de verano (heb., qayis) y el Señor responde que el final (heb., qes) ha llegado.
3–8 El primer mensaje. La explicación del fin. 3 La religión de ellos no los salvarí­a: sus cantos llegarán a ser parte de los †œalaridos† generales. En cuatro lí­neas salvajemente cortantes Amós capta el indecible horror del dí­a final: Muchos serán los cadáveres; en todo lugar serán arrojados en silencio. Pero, ¿por qué habrí­a de suceder una cosa tan cruel? 4 La causa general se declara: la opresión de aquellos que no tienen medios de protección o de enmienda. Sobre necesitados ver 2:6b; sobre pobres ver 2:7c. †œPisotear† implica intenciones codiciosas. 5, 6 Los detalles del v. 4 son explicados: el triunfo de la motivación de ganancia (i) sobre la devoción religiosa (5); su carácter puntilloso (4:4) los hace observar la luna nueva, la fiesta del primero del mes (Núm. 28:11) y el sábado, pero en sus corazones sólo deseaban ganar dinero; (ii) sobre la honestidad comercial (5), en vender menos (el peso) pero por más dinero (precio), en alterar las pesas y las medidas (iii) sobre la humanidad; tal vez dinero (6) es un préstamo hecho al pobre (como en 2:7a) y un par de zapatos la compra que él ha hecho a crédito, mientras en privado el comerciante tiene en mente esclavizar al pobre por no pagar la deuda (2 Rey. 4:1). Deshechos, vender bienes descartados y sin valor. 7, 8 El efecto de ceder al †œpoder del mercado† será la desorganización y el desastre de toda la nación, representada como un terremoto, tan dramática, abrumadora y completa como las inundaciones del Nilo (8). 7 Gloria, usada sarcásticamente. Un juramento requiere una base inalterable sobre la cual descansar. ¡Nada es más estable que el orgullo nacional! El Señor no se olvidará jamás de la tierra que permite que las fuerzas económicas tengan la última palabra.
9, 10 El segundo mensaje. Incluye oscuridad y dolor amargo. Realmente esta obscuridad ha sido asociada con un eclipse de sol, junto con un terremoto, registrado en 763 a. de J.C, pero esto es marginal al intento original: la obscuridad una vez figuró en el juicio sobre Egipto (Exo. 10:21 ss.), pero ahora es evidencia de la ira del Señor con su propio pueblo rebelde. Una vez Egipto estuvo de duelo por sus primogénitos (Exo. 12:30), pero ahora Israel lamenta con igual amargura (10). Los lomos se cubran de luto implica un duelo dirigido hacia Dios. Pero hay un tiempo en que hasta la penitencia se tarda demasiado.
11, 12 El tercer mensaje. Hambre espiritual. El dí­a de tribulación revela cuán fuertes (o débiles) son los recursos interiores. Una vida nutrida solamente con los placeres de este mundo pronto será completamente despojada cuando estos se acaben. Después sobreviene el hambre por una palabra de autoridad. Pero la justa recompensa del Señor es inflexible: la pa labra descuidada se convierte en la palabra ausente. Como el lugar de penitencia (10), el lugar de la palabra (12) no se puede encontrar. Sin la palabra revelada el hombre revolotea de aquí­ para allá, de mar a mar, al mar Muerto en el sur y al mar Mediterráneo en el oeste, luego al norte y al oriente, caminando en cí­rculos. Y no la encontrarán, primero porque la ignoraron por mucho tiempo, pero después porque los israelitas del norte irán a cualquier parte, excepto de regreso Jerusalén, donde todaví­a reside el Señor (1:2). ¡Hasta en la desesperación se expresa el orgullo!
13, 14 El cuarto mensaje. La caí­da final. La esperanza del futuro, los jóvenes, está hipotecada por los pecados del pasado. Cuando la palabra del Señor no se cree, la gente creerá cualquier cosa y las sectas se apoderarán de los jóvenes, llevándolos de la mano para luego tomarlos de la garganta, hasta que caerán y nunca más se levantarán. 14 Culpa (vergüenza en algunas versiones), 2 Rey. 17:30 registra la adoración de Asera (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada), pero el nombre como sustantivo significa †œculpa†, y el doble significado no habrí­a pasado inadvertido para Amós: †œLa adoración cargada de culpa de Asera.† Porque la culpa es una necesidad que las sectas nunca pueden satisfacer: nada, sino la sangre derramada provista divinamente puede hacer eso, por igual en el ATAT Antiguo Testamento como en el NTNT Nuevo Testamento. El camino de Beerseba, tal vez habí­a algún mérito espiritual al hacer el viaje a Beerseba.

9:1-6 El juicio ineludible

(Ver el í­ndice de Contenido.) El Señor mismo dirige la destrucción del altar: todo el material desde arriba hasta abajo; de ellos (1). No habrá escape (1) en el ámbito sobrenatural (2), ni en la creación fí­sica (3), ni en toda la tierra (4). Tal gobierno cósmico pertenece al Señor (5, 6): él puede hacer lo que ha amenazado. 2 Hasta el Seol, el nom bre de la morada de los muertos. 3 La serpiente era un monstruo marino mitológico del paganismo contemporáneo que aparecí­a en violenta oposición al Dios creador y a su propósito de un mundo estable. Amós emplea esto de dos maneras. (i) Imaginariamente: así­ como, a manera de argumento, Amós admite la posibilidad de subir hasta el cielo (2) así­ permite la existencia de ese monstruo, que está esperando para devorar e impedir una avenida de escape. Pero, aun más importante, Amós usa estas figuras (ii) teológicamente: ¡lo que en el pensamiento pagano era el enemigo implacable del Creador está totalmente a las órdenes del Señor (allí­ mandaré) para su propósito divino! Amós fuerza a la mitologí­a para que sirva a la verdad: la omnipresencia y la omnipotencia del único Dios.
El poder de Dios es eficaz en tres maneras. (i) Horizontalmente (5): toda la tierra está sujeta a su toque; no ofrece resistencia, sino se derrite; hacen duelo todos; pierde estabilidad, levantándose y cayendo como el Nilo. (ii) Verticalmente (6): los cielos, por su elevada inaccesibilidad, son su morada, donde él se mueve en libertad soberana; o, desde otra perspectiva, los cielos son sus †œcámaras† (RVR-1960) abovedadas y †œuniendo† (una posible referencia de la palabra traducida como firmamento) la tierra. (iii) Dinámicamente: †œfuerzas† como las aguas del mar (6) hacen lo que él les ordena.

9:7-10 El juicio discriminatorio

(Cf. el texto paralelo en 7:7–9 y véase el Indice de Contenido.) Así­ es como funcionará el juicio de la plomada de albañil: no hay posición privilegiada ante Dios (7) que garantice una inmunidad automática del escrutinio moral divino (8). Dondequiera que hay pecado debe haber juicio. Sin embargo, todo tiene que ver con discriminación, de modo que la casa de Jacob no será destruida del todo, sino será cernida (8–10) y la impureza especí­fica será echada fuera. El patrón de esos versí­culos es:

(a1) v. 7 La falta de fundamento de la complacencia
(b1) v. 8a-d Lo ineludible del juicio sobre el pecado
(b2) vv. 8e–9 La naturaleza discriminatoria del juicio
(a2) v. 10 El destino del complaciente

7 A primera vista esta es una declaración de monoteí­smo tí­pica de Amós: hay un solo Dios y cada movimiento y migración sobre la tierra es igualmente su obra. Israel vino †¦ de Egipto †¦ los filisteos de Caftor y †¦ los sirios de Quir, y (con permiso de Amós añadimos) cada movimiento de pueblos, voluntario o forzado, que ha sucedido antes o que ha sucedido desde entonces, ha sido por mandato del Señor. Jehovah es ciertamente Señor de la historia. Esto es cierto, pero no es el énfasis central del versí­culo. Todos los oyentes de Amós habrí­an estado de acuerdo hasta allí­, pero se hubieran horrorizado por la declaración de que él está usando esta verdad para reforzar que los hijos de Israel le son como los hijos de los etí­opes. No es que Amós esté negando la posición especial de Israel que él afirmó en 3:2 y afirmará en los vv. 8 y 9. Lo que está enseñando es esto: Israel está asociando †œespecialidad† (el privilegio del ser el pueblo del Señor) con una fecha y evento en el pasado, el éxodo. Pero considerado meramente co mo una fecha y un evento histórico, el éxodo no es diferente de las experiencias migratorias de los filisteos y los sirios.
Una canción popular de la década de 1950, que todaví­a se usa para Navidad, dice que †œEl hombre vivirá por siempre por causa de la Navidad†, como si la mera ocurrencia y el paso de una fecha fuera la clave para la vida eterna. Es cierto que sin el dí­a de Navidad no habrí­a salvación, pero la fecha no salva. Todo depende de lo que pasa después: en particular, si hay una respuesta personal al Salvador que nació y si esa respuesta es validada por el compromiso moral de una vida consecuente. De la misma manera no hubo nada especial en la gente del éxodo, aun en los hijos de los etí­opes, a menos que respondieran a la gracia de la salvación divina por sometimiento a la santidad de la obediencia. No son las fechas pasadas las que el Señor mira, sino la validación del pasado por la santidad y el aborrecimiento del pecado en el presente.
Los etí­opes ocupaban la tierra desde Asuán al sur hasta Khartum, que en el ATAT Antiguo Testamento era considerado el lí­mite más remoto de la tierra. Los filisteos vinieron de Caftor (Creta), emigrando desde la zona del mar Egeo para establecerse en la costa de Palestina. Quir, véase cap. 1:5. 8a He aquí­ (o †œVéanlo de esta manera†); lo que el Señor ve no es una fe cha en la historia, sino la calidad moral de los que sostienen ser su pueblo, y donde hay solamente confianza complaciente en una fecha pasada; sin una preocupación presente para escapar del pecado y seguir la santidad, sólo puede haber una horrenda expectación de juicio (Heb. 10:26 ss.). 8b, 9 Pero, una palabra muy fuerte (†œPero siempre salvaguardando este hecho de que †¦ †). Kemel (lit.lit. Literalmente †œpiedrecitas†), la palabra se usa solamente otra vez en 2 Sam. 17:13 y la sugerencia de que †œpedreta† puede significar el †œgrano† de semilla buena y sana, no tiene paralelo. Pero en cualquier caso dicha traducción contradice el significado original de un harnero o el cedazo, que selecciona reteniendo lo inservible y dejando pasar lo bueno. La figura aquí­ es más bien de cerner la tierra para quitar las piedras. Amós, consecuentemente con su visión de la plomada de albañil (7:7–9) insiste en un principio de discriminación dentro del juicio divino. Nada se permitirá que permanezca en el pueblo del Señor que no pertenezca a él y, al mismo tiempo, ninguna tierra será eliminada con las piedras.
10 Pero ¿quiénes son esas †œpiedrecitas† destinadas a ser quitadas? No solamente todos los pecadores de mi pueblo sino una clase particular de pecador: los que son complacientes ante el juicio divino, los que son pecadores y declaran que el pecado es un estilo de vida permitido sin tomar en cuenta la realidad de un juicio venidero. No se acercará ni nos alcanzará el desastre, eso es, nada nos alcanzará del pasado ni nos enfrentará en el futuro, como si estuvieran diciendo: †œNo hay nada en el pasado que amerite juicio, ni lo habrá en el futuro.† Esta no es la voz de aquellos (el pueblo que pasa la prueba de la plomada del albañil en 7:7–9) que están edificando sus vidas sobre el nivel de gracia con la regla de la ley, sino de los peca dores complacientes, descuidados, en un mundo de fingimiento. Ni para Amós ni para nosotros es esta una palabra que tiene la intención de poner en peligro nuestra salvación, pero nos recuerda que hay un doble sello en el fundamento de la casa del Señor: †œConoce el Señor a los que son suyos† (de aquí­ nuestra seguridad en la inmutable voluntad de Dios que nos escogió y nos tomó para él), y †œApártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor† (2 Tim. 2:19; véase 2 Ped. 1:5–11) (la determinación moral que es evidencia de una posición escogida).

9:11-15 La esperanza que habrá

Amós cierra el cí­rculo de su mensaje con este tercer ciclo (véase el Indice de Contenido). Empezó por desistir de la completa destrucción del pueblo (7:1–6) y ahora termina con una afirmación de promesas gloriosas para el futuro. Estas caen en tres secciones: promesas reales (11, 12), creativas (13) y personales (14, 15).
11–12 Promesas reales. En un sentido, el taber-náculo de David cayó cuando las tribus del norte se apartaron (1 Rey. 12), y Amós puede estar mirando hacia el pasado a ese evento y hacia el futu ro a la restauración de la unidad completa del pueblo de Dios a la venida de †œDavid† (Eze. 34:23; Ose. 3:4, 5; Luc. 1:32). O sabiendo ciertamente que Jerusalén estaba condenada (2:5), Amós puede imagi narse el fin de los restos del tabernáculo de David como si ya hubiera sucedido. O, puesto que caí­do puede traducirse como †œcayendo† o †œa punto de caer†, él puede tener en mente el deterioro que preve en Judá y su colapso final. En cualquier caso, la visión es de cumplimiento mesiánico. Las glorias originalmente propuestas serán cumplidas (como en el tiempo pasado; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 1:26, 27) y el imperio mundial de David (Sal. 2:7 s.; 72:8–11; 110:5–7; Isa. 9:7; 11:4–10) llegará a ser.
12 Edom fue acusado (1:11) de enemistad incesante y esto concuerda con el registro bí­blico de la relación entre Edom y el pueblo del Señor, desde Génesis 27:41 y Núm. 20:14 en adelante. Esto nos lleva a la vez a usar a †œEdom† como un sí­mbolo de enemistad mundial contra Jehovah y su pueblo al fin de la historia. También David fue el único rey en conquistar a Edom y mantenerlo en sujeción (2 Sam. 8:14) y por esta causa †œEdom† llegó a simbolizar la derrota de toda enemistad con la venida del †œDavid† mesiánico y su dominio sobre todo el mundo (Isa. 34; 63:1–6; Eze. 35; etc.). Amós también particulariza a Edom para afirmar que la venida del gobierno daví­dico terminará toda enemistad e introducirá una nueva unidad en la tierra.
Sobre los cuales es invocado mi nombre, †œsobre †¦ es proclamado mi nombre†. Las palabras sugieren tanto dominio real (2 Sam. 12:28) como también la unidad del matrimonio (Isa. 4:1). Ciertamente el Rey que viene afirmará su gobierno soberano y los que en otro tiempo eran gentiles lo reconocerán, pero después de eso su posición no es de ciudadanos de segunda clase y su papel no es de subordinación: llegan a ser parte de la †œesposa† de Cris to. Correctamente Jacobo (Hech. 15:14) ve esta predicción como cumplida en términos misioneros y evangelí­sticos, el alcance del evangelio de nuestro Señor Jesucristo introduciendo a los gentiles an teriormente separados, porque dentro del ATAT Antiguo Testamento el reino del Mesí­as es uno de paz que se extiende (Isa. 9:7), no de guerra extendiéndose. Naturalmente, puesto que la metáfora usada para el Mesí­as es de realeza, él hace cosas reales y extiende su reino por la fuerza de las armas (Isa. 11:14; etc.). Sin embargo, esto es metafórico: es la elevada verdad acerca de su Dios la que constituye la espada de dos filos que lleva el pueblo del Señor y por la cual ellos someten a las naciones (Sal. 149:6–8).
13 Promesas creativas. Amós vislumbra una economí­a agrí­cola tan próspera que la cosecha de un año todaví­a está siendo segada cuando el que ara sale a preparar la tierra para el siguiente año; la vendimia de un año todaví­a está siendo pisada cuando la semilla del siguiente año está esperando para ser plantada. La guí­a para entender esta descripción es la siguiente: cuando el hombre cayó en pecado hubo una triste consecuencia en la creación fí­sica. En vez del Jardí­n del Edén derramando abundancia sobre el hombre y su esposa, ahora solo mezquinamente, bajo presión, y mediante un ar duo trabajo se saca de la tierra para vivir (Gén. 3:17–19). Por tanto, la recompensa del trabajo y la abundancia espontánea del dí­a mesiánico indican que la maldición ha terminado y se ha ido. Adán era rey en el Edén (Gén. 1:28), heredero y monarca de la abundancia, implicada en el permiso de comer de todo árbol en el huerto, excepto de uno (Gén. 2:16, 17). Pero cuando vino el pecado, la abundancia se redujo a una escasez que se obtení­a con dificultad. Sin embargo, cuando el legí­timo rey regrese a Edén (Isa. 11:6 9) todas las energí­as, encerradas mientras el pecado abundaba y la muerte reinaba, explotarán en interminable plenitud cuando la creación misma se apresure a depositar su tributo a los pies del que tiene el derecho de reinar.
14, 15 Promesas personales. Pues restauraré de la cautividad a mi pueblo Israel es una traducción que sugiere que la predicción es del regreso de Babilonia. Para evitar esto debemos traducir la fra se en el mismo sentido general que en el Salmo 126, donde todo lo que ata, limita y oprime al pueblo del Señor es quitado. Sin embargo, †œrestauraré el bienestar de mi pueblo Israel† (BABA Biblia de las Américas) es también posible y más adecuado para este lugar en Amós. El Señor reunirá a su pueblo (Mar. 13:27; Apoc. 14:14–16) y tal como la metáfora †œreal† se extendió para describir la extensión del reino de Dios en términos militares, así­ la reunión del pueblo es vista aquí­ en términos territoriales de reocupación y reconstrucción, en un retrato triple. (i) Recuperación: todo lo perdido, arruinado o estropeado en el pasado, será recuperado y restaurado, nada del daño que el pecado ha hecho quedará. (ii) Placer y cumplimiento: plantar y no comer es un sí­mbolo de la frustración y la falta de realización que el pecado trae a la vida (Deut. 28:30; Sof. 1:13). (iii) Seguri dad eterna: las palabras finales de Amós ponen un sello divino en la promesa: Ha dicho Jehovah tu Dios. Jehovah, el Dios del éxodo, cuya naturaleza inmutable (Exo. 3:15) es para salvar a su pueblo. Tu, singular, cubre al pueblo del Señor como un todo y en su individualidad. Significa no †œpor tu elección†, sino †œquien guarda el juramento que hizo a vuestros padres† (Deut. 7:7 s.; Eze. 20:5 ss.; Juan 15:16; Ef. 1:4, 11). Ha dicho (un tiempo perfecto). Todas las promesas mesiánicas: el merecido rey, la nueva creación y el pueblo perfeccionado son juntados bajo una sombrilla de certidumbre: †œsobre estas cosas Jehovah ha decidido†.
J. A. Motyer

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

Contenido

  • 1 NOMBRE
  • 2 VIDA Y ÉPOCA
  • 3 ANÁLISIS DEL ESCRITO PROFÉTICO
  • 4 CARACTERÍSTICAS LITERARIAS
  • 5 AUTORÍA Y FECHA
  • 6 ENSEÑANZAS RELIGIOSAS DE AMÓS

NOMBRE

Amós es el tercero de los profetas menores del Antiguo Testamento y el texto hebreo lo llama “Ams”. La pronunciación de su nombre es diferente de la del nombre del padre de Isaías, Amoç; de ahí que la tradición cristiana, en su mayoría, los haya diferenciado correctamente. El nombre del profeta, Amós, se ha explicado diversamente, y su significación exacta es aún objeto de conjeturas.

VIDA Y ÉPOCA

Según el encabezamiento de su libro (1,1), Amós era un pastor de Técoa, una aldea del Reino del Sur, a doce millas al sur de Jerusalén. Aparte de esta humilde ocupación, también dice (7,14) que era un picador de sicómoros. De ahí que, por lo que sabemos, no haya base suficiente para la opinión de muchos intérpretes judíos de que Amós era un hombre rico. Técoa era aparentemente un pueblo de pastores, y fue mientras seguía a su rebaño en el desierto de Judá, durante los reinados de Ozías y Jeroboam, cuando Dios le llamó para una misión especial: “Ve a profetizar a mi pueblo, Israel” (7,15). A los ojos del humilde pastor esto debe haber parecido una misión muy difícil. En el momento en que le llegó la llamada, no era “un profeta, ni el hijo de un profeta” (7,14), lo que implica que no había ingresado aún en la función profética, y que ni siquiera había asistido a las escuelas en las se llamaba “hijos de profeta” a los jóvenes en entrenamiento para dicha tarea.

Otras razones pudieron provocar el temor de Amós a aceptar la misión divina. A él, un sureño, se le ordenaba ir al Reino del Norte, Israel, y llevar a su pueblo y a sus dirigentes un mensaje de juicio que, por sus circunstancias históricas, estaban mal preparados para escuchar. Su gobernante, Jeroboam II (c. 781-741 a. C.), había conquistado rápidamente a Siria, Moab y Amón, y de este modo había extendido sus dominios desde la fuente del Orontes por el norte hasta el Mar Muerto en el sur. Todo el imperio septentrional de Salomón prácticamente así restaurado había disfrutado un largo periodo de paz y seguridad marcado por un asombroso renacimiento del desarrollo comercial y artístico. Samaria, su capital, se había adornado con sólidos y espléndidos edificios; se habían acumulado riquezas en abundancia; la comodidad y el lujo habían alcanzado su nivel más alto; así que el Reino del Norte había alcanzado una prosperidad material sin precedentes desde la quiebra del imperio de Salomón.

Aparentemente, la religión estaba también en una condición muy floreciente. El culto sacrificial del Dios de Israel se llevaba a cabo con gran pompa y general fidelidad, y el largo disfrute de la prosperidad nacional era popularmente considerado como señal indudable del favor de Dios a su pueblo. Es verdad que la moralidad pública se había infectado gradualmente de los vicios que a menudo traen consigo el éxito continuado y la abundancia. La corrupción social y la opresión de los pobres y desvalidos estaban generalizadas. Pero éstos y similares signos de degeneración pública podían ser fácilmente excusados con el argumento de que eran el acompañamiento necesario de un alto grado de civilización oriental. Además, la religión se había degradado de varias formas. Muchos de los israelitas estaban satisfechos con el mero ofrecimiento de víctimas, sin consideración a las disposiciones internas requeridas para su digna presentación ante el Dios tres veces Santo. Otros se aprovechaban de las multitudes que acudían a los festivales sagrados para entregarse a un disfrute inmoderado y una diversión tumultuosa. Otros también, arrastrados por la asociación más libre con los pueblos paganos resultante de la conquista o del intercambio comercial, llegaron incluso tan lejos como a fusionar el culto del Señor con el de las deidades paganas. Debido a la tendencia natural de los hombres a sentirse satisfechos con la realización mecánica de sus deberes religiosos, y más particularmente debido a la gran propensión que tenían desde antiguo los hebreos a adoptar los ritos sensuales de cultos extranjeros, mientras no renunciaran al culto de su propio Dios, estas irregularidades en temas de religión no parecían objetables a los israelitas, tanto más cuanto que el Señor no les castigaba por su conducta. Así que fue a este pueblo muy próspero, completamente convencido de que Dios estaba complacido con ellos, al que Amós fue enviado a pronunciar una dura reprimenda por todas sus fechorías, y a anunciar en nombre de Dios su próxima ruina y cautividad (7,17).

La misión de Amós en Israel fue sólo temporal. Se extendió aparentemente desde dos años antes hasta pocos años después de un terremoto, cuya fecha exacta es desconocida (1,1). Se enfrentó con una fuerte oposición, especialmente por parte de Amasías, el sacerdote principal del santuario real de Betel (7,10-13). No se sabe cómo terminó, pues sólo leyendas tardías y poco confiables hablan del martirio de Amós por los malos tratos de Amasías y su hijo. Es más probable que, obedeciendo la amenazadora orden de Amasías (7,12), el profeta huyera a Judá, donde en su tiempo libre ordenó sus oráculos en su bien planificada disposición.

ANÁLISIS DEL ESCRITO PROFÉTICO

El libro de Amós se divide naturalmente en tres partes. La primera se inicia con un título general de la obra, que da el nombre del autor y la fecha general de su ministerio (1,1), y un texto o lema en cuatro líneas poéticas (1, 2) que describe con una bella imagen el poder del Señor sobre Palestina. Esta parte comprende los dos primeros capítulos, y está compuesta de una serie de oráculos contra Damasco, Gaza, Tiro, Edom, Amón, Moab, Judá y, finalmente, Israel. Cada oráculo comienza con la misma fórmula numérica: “Por tres crímenes de Damasco [o Gaza, o Tiro, etc. según sea el caso], y por cuatro, no revocaré la sentencia”; a continuación explica la acusación principal; y finalmente pronuncia la pena. Las naciones paganas son condenadas no por su ignorancia del verdadero Dios, sino por sus infracciones de las leyes elementales no escritas de humanidad natural y buena fe. En lo que respecta a Judá e Israel, comparten el mismo juicio porque, aunque fueron cuidadas especialmente por el Señor que las sacó de Egipto, conquistó para ellas la tierra de Canaán, y les dio profetas y nazarenos, aun así han cometido los mismos crímenes que sus vecinos paganos. Israel es reprendido con más dureza que Judá, y se describe vívidamente su absoluta destrucción.

La segunda parte (caps. 3-6) consiste en una serie de discursos que desarrollan la acusación y sentencia contra Israel expuestas en 2,6-16. La acusación de Amós se refiere a (1) los desórdenes sociales generalizados en las clases altas; (2) el lujo inhumano y la intemperancia de las damas ricas de Samaria; (3) a la confianza demasiado grande de los israelitas en general en el mero cumplimiento externo de sus deberes religiosos que de ninguna manera pueden librarles del juicio que se aproxima. La sentencia misma asume la forma de una endecha sobre la cautividad que espera a los transgresores impenitentes, y la completa rendición del país al enemigo exterior.

La tercera parte del libro (caps. 7-9, 8b), aparte del relato histórico de la oposición de Amasías a Amós (7,10-17), y de un discurso (7,4-14) similar en tono e intención a los discursos contenidos en la segunda parte de la profecía, está totalmente compuesto de visiones del juicio contra Israel. En las dos primeras visiones—la de las langostas devoradoras y la del fuego que consume—la destrucción predicha es detenida por interposición divina; pero en la tercera visión, la de una plomada, se permite que la destrucción sea completa. La cuarta visión, como la precedente, es simbólica; un cesto de fruta madura indica la rápida decadencia de Israel; mientras que en la quinta y última el profeta contempla al Señor de pie junto al altar y amenazando al Reino del Norte con un castigo del que no hay escapatoria. El libro concluye con la solemne promesa de Dios de la gloriosa restauración de la Casa de David, y de la maravillosa prosperidad de la nación purificada (9,8c-15).

CARACTERÍSTICAS LITERARIAS

Hoy día se admite universalmente que estos contenidos están expuestos en un estilo de “mérito literario superior”. Esta excelencia literaria podría, en realidad, parecer a primera vista en extraño contraste con el oscuro nacimiento y humilde vida de pastor de Amós. Sin embargo, un estudio más detallado del escrito del profeta y de las circunstancias reales de su composición elimina ese contraste aparente. Antes de la época de Amós el idioma hebreo había pasado gradualmente por varias etapas de desarrollo, y había sido cultivado por varios escritores capacitados. Además, no hay que suponer que las profecías de Amós fueron pronunciadas exactamente como se han registrado. A lo largo de todo el libro los temas se tratan poéticamente, y muchas de sus características literarias se justifican mejor admitiendo que el profeta no escatimó tiempo ni esfuerzo en revestir sus pronunciamientos orales con su forma actual elaborada. Finalmente, asociar una cultura inferior con la simplicidad y relativa pobreza de la vida pastoril sería entender totalmente mal las condiciones de la sociedad oriental, antigua y moderna. Pues entre los antiguos hebreos, como entre los árabes de hoy, la cantidad de enseñanza mediante libros era necesariamente pequeña, y el aprovechamiento en el conocimiento y la oratoria no dependía principalmente de una educación profesional, sino de una aguda observación de las personas y cosas, una memoria retentiva de la sabiduría tradicional, y la facultad de pensamiento original.

AUTORÍA Y FECHA

Aparte de unos pocos críticos recientes, todos los estudiosos mantienen la exactitud de la opinión tradicional que adscribe el libro de Amós al profeta judío de ese nombre. Piensan correctamente que los juicios, sermones y visiones que constituyen el escrito sagrado se centran en un gran mensaje de condena a Israel. El contenido se interpreta como una solemne denuncia de la incurable perversidad del Reino del Norte, como una directa predicción de su ruina inminente. Los mismos estudiosos consideran de forma parecida el estilo general del libro, con su forma poética, su chocante simplicidad, brusquedad, etc., como prueba de que la obra es una unidad literaria, cuyas diversas partes pueden atribuirse a una sola y la misma mente, al único y santo profeta, cuyo nombre y período de actividad se dan en el título de la profecía, y cuya autoría se afirma repetidamente en el cuerpo del libro (cf. 7, 1.2.4.5.8; 8,1-; 9,1, etc.)

Para confirmar la opinión tradicional de judíos y cristianos respecto a la autoría y fecha, se han sacado a relucir los dos hechos siguientes:

  • primero, como era de esperarse de un pastor como Amós, el autor de la profecía utiliza por todas partes una imaginería sacada principalmente de la vida rural (la carreta cargada de gavillas, el joven león en su madriguera gruñendo sobre su presa, la red levantándose y atrapando al pájaro, el pastor rescatando los restos de la oveja de la boca del león, la conducción del ganado, etc.);
  • en segundo lugar, hay una estrecha concordancia entre el estado del Reino del Norte bajo Jeroboam II, según lo describe Amós, y el de ese mismo reino tal como se nos da a conocer en el segundo libro de los Reyes y la profecía de Oseas que son comúnmente asignados al mismo siglo (el VIII a.C.).

Es cierto que algunos críticos destacados han cuestionado seriamente la autoría de numerosos pasajes de Amós, y notablemente de 9,8c-15. Pero respecto a la mayoría, si no de hecho a todos esos pasajes, puede afirmarse con seguridad que los argumentos contra la autoría no son estrictamente concluyentes. Además, aunque se aceptara el origen tardío de todos esos pasajes, la opinión tradicional sobre la autoría y fecha del libro en su conjunto no se perjudicaría.

ENSEÑANZAS RELIGIOSAS DE AMÓS

Dos hechos contribuyen a dar una especial importancia a la doctrina religiosa de Amós. Por un lado, sus profecías son casi universalmente consideradas como auténticas, y por el otro, su obra es probablemente el escrito profético más antiguo que ha llegado hasta nosotros. Así que el libro de Amós nos proporciona información muy valiosa relativa a las creencias del siglo VIII antes de Cristo, y de hecho, respecto a las de algún tiempo anterior, puesto que, al comunicar el mensaje divino a sus contemporáneos, el profeta siempre da por sentado que están familiarizados con las verdades a las que apela. Amós enseña un monoteísmo muy puro. En todo su libro no hay tanta referencia a otras deidades como al Dios de Israel. A menudo habla del “Señor de los Ejércitos”, queriendo decir con ello que Dios tiene incontables fuerzas y poderes a sus órdenes, en otras palabras, que es omnipotente. Su descripción de los atributos divinos muestra que según su concepción Dios es el Creador y Gobernante de todas las cosas en el cielo y en la tierra; gobierna las naciones en general, tanto como los cuerpos celestiales y los elementos de la naturaleza; es un Dios personal y justo que castiga los crímenes de todos los hombres, tanto si pertenecen a las naciones paganas como al pueblo escogido.

El profeta lanza invectivas repetidamente contra las falsas nociones que tenían sus contemporáneos de la relación de Dios con Israel. No niega que el Señor es su Dios de una manera especial. Pero arguye que sus beneficios a ellos en el pasado, en vez de ser una razón para que se entreguen con seguridad a pecados odiosos a la santidad de Dios, en realidad aumentan su culpa y deben hacerles temer un castigo más severo. No niega que se deben ofrecer sacrificios a la Majestad Divina; pero declara muy enfáticamente que su mero ofrecimiento exterior no complace a Dios y no puede aplacar su ira. El día del Señor, que es el día de la retribución, los israelitas que sean encontrados culpables de los mismos crímenes que las naciones paganas serán responsables por ellos severamente. Es cierto que Amós discute con sus contemporáneos de una manera concreta, y que por consiguiente no formula principios abstractos. Sin embargo, su libro está repleto de verdades que nunca llegarán a ser superfluas u obsoletas.

Finalmente, cualquiera que sea la opinión que pueda tenerse de la autoría de la parte final del libro de Amós (9,8c-15), la referencia mesiánica del pasaje será fácilmente admitida por todos los que creen en la existencia de lo sobrenatural. Puede añadirse también que esta profecía mesiánica se formula de una manera que no presenta objeciones insuperables a la opinión tradicional que considera a Amós como su autor.

Bibliografía: Para una referencia a las introducciones al Antiguo Testamento, ver la Bibliografía de AGEO; Comentarios recientes sobre Amós por TROCHON (1886); KNABENBAUER (1886); ORELLI ( tr.ing., 1893); FILLION (1896); DRIVER (1898); SMITH (1896); MITCHELL (2ª ed., 1900); NOWACK (2ª ed., 1903); MARTI (1903); HORTON (1904).

Fuente: Gigot, Francis. “Amos.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.
http://www.newadvent.org/cathen/01435a.htm

Traducido por Francisco Vázquez. L H M

Fuente: Enciclopedia Católica