ANTIOQUIA

Act 11:19 pasaron hasta Fenicia, Chipre y A
Act 11:26 llamó cristianos por primera vez en A
Act 13:14 ellos, pasando de Perge, llegaron a A
Act 14:26 de allí navegaron a A, desde donde
Act 15:22 elegir .. varones y enviarlos a A con
Act 15:35 y Pablo y Bernabé continuaron en A
Act 18:22 habiendo arribado a .. descendió a A
2Ti 3:11 como los que me sobrevinieron en A


Antioquí­a (gr. Antiójeia, “la que se opone”). En el NT aparecen 2 ciudades con este nombre: 1. Antioquí­a de Pisidia. Ciudad que en realidad estaba ubicada en Frigia, pero cerca del lí­mite con Pisidia, en el Asia Menor. Los historiadores seculares la llaman con frecuencia “Antioquí­a Pisidiana”. Antioquí­a de Pisidia fue fundada por Seleuco I Nicátor (301-280 a.C.), quien la llamó así­ en honor a Antí­oco, su padre, y la colonizó con gente de Magnesia sobre el Meandro. Después de la derrota de los seléucidas por los romanos (190 a.C.), Antioquí­a se transformó en una ciudad libre, pero 150 años más tarde fue entregada a Amintas, rey de Pisidia, Frigia-hacia-Pisidia y Galacia. Cuando el reino gálata llegó a ser una provincia romana en el 25 a.C., Antioquí­a formó parte de ella. Algunos años más tarde la ciudad fue hecha colonia por Augusto y se le dio el nombre adicional de Cesarea. Estaba unida por caminos militares con otras ciudades-colonias de Pisidia con el fin de controlar esa área. Cerca de la ciudad habí­a un gran templo – desenterrado recientemente- de la diosa-luna frigia Mên, a quien se le atribuí­an poderes sanadores. Numerosas propiedades y esclavos pertenecieron a este templo. Pablo y Bernabé predicaron 2 veces y fundaron una iglesia cristiana en la ciudad durante su 1er viaje misionero (Act 13:14-50; 2 Tit 3:11; aunque fueron expulsados de la ciudad, volvieron a ella en su viaje de regreso a Siria; Act 14:21, 24). Arundel identificó la ciudad antigua (1883) como el montí­culo próximo al pueblo turco de Yalvaç. Se excavaron parcialmente las ruinas, y se recuperó algo de la antigua magnificencia de la ciudad. Mapa XX, B-5. 24. El acueducto de Antioquí­a de Pisidia. 2. Antioquí­a de Siria. Ciudad sobre la orilla meridional del rí­o Orontes, a unos 24 km del Mar Mediterráneo, cerca de los montes Amanus y del monte Casio. Fue fundada (c 300 a.C.) por Seleuco I Nicátor, quien la llamó Antioquí­a en honor de su padre, Antí­oco. Parte fue colonizada con atenienses y macedonios, y parte con naturales de la región. Más tarde, Seleuco II y Antí­oco IV la ampliaron y trajeron nuevos colonizadores, entre los cuales habí­a muchos judí­os. La ciudad creció rápidamente, y como residencia de los seléucidas fue un importante centro comercial y de cultura helení­stica en el Oriente. En el 64 a.C., después de más de 2 siglos de ser la capital del Imperio Seléucida, y de un breve interludio bajo el dominio armenio, Antioquí­a pasó a manos de los romanos y Pompeyo la anexó a Siria, e hizo de ella la capital de esta nueva provincia senatorial y asiento del legado romano. De ese modo, la ciudad no perdió nada de su importancia. Se la conocí­a como “La reina del Este”, y fue la 3a metrópolis del imperio, después de Roma y Alejandrí­a. En tiempos del NT tení­a una población estimada entre 250.000 y 800.000 habitantes. Mapa XX, B-6. El cristianismo llegó a Antioquí­a gracias a miembros de la iglesia de Jerusalén que huyeron durante la persecución que siguió al apedreamiento de Esteban. Cuando las noticias acerca de su trabajo llegaron a los dirigentes de Jerusalén, despacharon a Bernabé para apoyar a los nuevos interesados. Bernabé, viendo que necesitaba más ayuda, llevó a Pablo de Tarso, y ambos trabajaron allí­ durante un año entero; según parece, establecieron un sólido centro cristiano en el lugar. Fue en esta ciudad donde los seguidores de Jesucristo recibieron el nombre de “cristianos” por 1ª vez (Act 11:19-26). Luego, algunos profetas llegaron como refuerzos a la iglesia (v 27). El siguiente paso importante en la historia de esta iglesia se tomó cuando los cristianos de Antioquí­a, patrocinando la obra evangélica organizada en paí­ses extranjeros, enviaron a Pablo y a Bernabé en un viaje misionero (13:1-3). Pablo consideró a Antioquí­a como su sede, y comenzó sus viajes 2º y 3º en esa ciudad (15:35-41; 18:22, 23). Sin embargo, los cristianos de Antioquí­a sentí­an su dependencia de los dirigentes de la Iglesia de Jerusalén y buscaron su consejo (15:1, 2). También aceptaron la responsabilidad de ayudar a la iglesia madre en Judea con una contribución financiera durante un tiempo de necesidad (11:27-30). 65 25. Antioquí­a sobre el Orontes, con el monte Silpios al fondo. En años posteriores, Antioquí­a fue el escenario de varios concilios de la iglesia cristiana. La ciudad fue destruida por Cosroes, rey de Persia, en el 538 d.C., y nunca se recuperó de este golpe. Después de ser conquistada por los árabes un siglo más tarde, rápidamente perdió la poca importancia que le quedaba. Ahora pertenece a Turquí­a, como un pueblo llamado Antâkiyeh. Una expedición americano-francesa realizó algunas excavaciones durante la década de 1930. Bib.: G. Downey, A History of Antioch in Syria [Una historia de Antioquí­a de Siria] (Princeton, NJ, 1961); B. M. Metzger, BA 11 (1948):69-88.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

nombre de dos ciudades. 1. Ciudad capital de Siria, fundada ca. el 301 a. C., por Seléuco I Nicátor, quien le dio el nombre en honor de su padre Antí­oco, a orillas del rí­o Orontes (la actual A. está al sur de Turquí­a, Estado del cual hace parte, tras la dominación francesa 1920-1939). Sede de los seléucidas, se constituyó en la ciudad cosmopolita más importante del Oriente, con alrededor de 500.000 habitantes. Roma la conquistó en el año 64 a. C., la hizo capital de la provincia de Siria, y fue la tercera ciudad del Imperio después de Roma y Alejandrí­a. Fue evangelizada por Bernabé, Pablo y Pedro, y allí­ se llamó por primera vez †œcristianos† a los discí­pulos Hch 11, 26. Nicolás, prosélito de A., hizo parte de los Siete escogidos para atender a los cristianos helenistas Hch 6, 1, 7. A. fue una Iglesia floreciente en tiempos de Pablo: auxilió a los cristianos de Judea cuando hubo hambre en tiempos del emperador romano Claudio Hch 11, 27-30; fue sede del Apóstol, y de ella partió en misiones evangélicas Hch 13, 13; y a ella volvió Hch 14, 26-28; 15, 35; 18, 22 ss. En A. se suscitó la controversia sobre la observancia de la ley mosaica, que dio lugar al concilio de Jerusalén Hch 15, 1 ss; Ga 2, 1 ss. 2. Ciudad de Pisidia, en el Asia menor, fundada por el mismo rey Seléuco I Nicátor. Fue visitada por Pablo y predicó en su sinagoga donde se produjo gran controversia y el Apóstol fue apedreado Hch 13, 13 ss.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

1. Antioquí­a en Siria, la capital de Siria, establecida en 301 a. de J.C. por Seleuco Nicator, fundador del Imperio Seléucida, que habí­a sido la parte asiática del vasto imperio de Alejandro Magno. La Antioquí­a más famosa de las 16 que fundó en honor de su padre Antí­oco, era un gran centro comercial. La ciudad estaba situada en un valle amplio y fértil, protegida por montañas majestuosas cubiertas de nieve, y la llamaban Antioquí­a la Bella y Dorada. En el año 65 los romanos tomaron la ciudad y la hicieron la capital de la provincia romana de Siria. Los reyes seléucidas y primitivos emperadores romanos extendieron y adornaron la ciudad hasta que llegó a ser la tercera ciudad en importancia del Imperio Romano (después de Roma y Alejandrí­a) con una población, en el primer siglo d. de J.C., de alrededor de 500.000 habitantes. Una ciudad cosmopolita desde su fundación, sus habitantes incluí­an muchos judí­os, a quienes se les daban privilegios similares a los de los griegos.

Sus ciudadanos eran una raza vigorosa y agresiva, famosa por su aptitud comercial, libertinaje y sarcástico ingenio.

Uno de los diáconos originales de la iglesia apostólica fue Nicolás, un prosélito de Antioquí­a (Act 6:5). La primera iglesia de los gentiles, la madre de todas las otras, fue fundada aquí­. Muchos cristianos fugitivos, esparcidos después de la muerte de Esteban, fueron a Antioquí­a e inauguraron una nueva era predicando no sólo a los helenistas judí­os, sino también a los griegos (Act 11:20). La iglesia de Jerusalén envió a Bernabé para ayudarles en la obra; después de trabajar allí­ por un tiempo, Bernabé llamó a Pablo, quien estaba en Tarso para que le asistiera. Los discí­pulos fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquí­a (Act 11:19-26), un sobrenombre que probablemente salió del mismo pueblo que era conocido por su invención de apodos. La iglesia en Antioquí­a envió a Pablo y a sus compañeros en sus tres viajes misioneros (Act 13:1 ss.; Act 15:36 ss.; Act 18:23), y él les dio un informe a su regreso de los primeros dos viajes (Act 14:26 ss.; Act 18:22).

Presentó a un concilio en Jerusalén el asunto de la circuncisión de los gentiles convertidos (Hechos 15).

Antioquí­a dio comienzo a una corriente de pensamiento que se caracterizaba por la interpretación lit. de las Escrituras. Entre 252 y 380 d. de J.C. se realizaron allí­ diez concilios de iglesias. La ciudad fue capturada y destruida en 538 por los persas, reconstruida por el emperador romano Justiniano poco después, y en 635 fue tomada por los musulmanes, quienes, con la excepción de un corto tiempo, la han retenido. El lugar, ahora llamado Antalya, con una población de alrededor de 42.000 habitantes, no tiene importancia en la actualidad.
2. Antioquí­a de Pisidia, una población en el sur de Asia Menor fundada por Seleuco Nicator. La capital del sur de Galacia, y una colonia romana que los romanos convirtieron en una poderosa guarnición. Pablo y Bernabé predicaron en la sinagoga allí­ en su primer viaje misionero, pero los judí­os los corrieron de la ciudad (Act 13:14—Act 14:19). A su regreso del viaje, Pablo volvió a visitar Antioquí­a para afirmar a los discí­pulos y probablemente regresó también en su segundo (Act 16:6) y tercer viajes (Act 18:23).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Ciudad que fue capital del Imperio Seléucida, una de las cuatro partes en que se dividió el imperio de Alejandro Magno. A. queda a orillas del rí­o Orontes en Siria, hoy territorio turco. Fue una de las dieciséis Antioquí­as fundadas por Seleuco I Nicátor en honor de su padre Antí­oco. Llegó a ser una de las tres grandes ciudades del Imperio Romano, siendo Roma la primera, después Alejandrí­a y luego A. Desde el siglo II a.C. habí­a allí­ muchos judí­os. Josefo alaba la magnificencia de su sinagoga. Entre los diáconos escogidos por la iglesia de Jerusalén figura un †œNicolás, prosélito de A.†, es decir, un gentil que se habí­a convertido al judaí­smo (Hch 6:5). Tras el martirio de Esteban muchos creyentes fueron esparcidos hasta †œFenicia, Chipre y A.†, siendo en esta última ciudad donde por primera vez se predicó el evangelio †œa los griegos† (Hch 11:19-20), muchos se convirtieron. Bernabé fue enviado a examinar el asunto y †œcuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó† y luego trajo a Saulo, y se quedaron allí­ †œtodo un año† (Hch 11:22-26).

Fue allí­ donde †œa los discí­pulos se les llamó cristianos por primera vez† (Hch 11:26). Allí­ el profeta †¢Agabo predijo un hambre en Judea, y los creyentes decidieron hacer una colecta y enviar socorro a los hermanos por mano de Bernabé y Saulo (Hch 11:28-30). La iglesia de A. envió los primeros misioneros (Hch 13:1-3). Cuando Pedro estuvo allí­ se juntaba con los creyentes gentiles, pero luego se apartó cuando vinieron hermanos de Jerusalén, lo cual Pablo recriminó (Gal 2:11).
discusión del problema sobre la circuncisión y la ley de Moisés obligó a que la iglesia de A. enviara a Bernabé y Saulo a Jerusalén (Hch 15:2), lo que ocasionó el primer concilio, cuya decisión fue remitida en una carta leí­da luego en A. (Hch 15:22, Hch 15:30, Hch 15:35). La comunicación incluí­a una especie de designación de Bernabé y Pablo, †œhombres que han expuesto sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo†, para el ministerio entre los gentiles (Hch 15:25-26; Gal 2:7-10).
mucho tiempo A. fue un centro cristiano de gran importancia. Excavaciones arqueológicas han identificado más de veinte iglesias de alrededor del siglo IV. En los siglos III y IV su escuela de teologí­a fue muy famosa, rivalizando con la de Cesarea. Esta última interpretaba la Biblia de forma alegórica, pero la escuela de A. lo hací­a de conformidad con su significado literal e histórico.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CIUD ANTIOQUíA. Ciudad situada junto al rí­o Orontes al pie del monte Silpio, en la fértil Cilicia, hoy enclavada en Siria. La ciudad está a unos 480 Km. de Jerusalén y casi a 30 del Mediterráneo. Esta importante población estaba en el cruce de los intereses comerciales y de las civilizaciones del Antiguo Oriente, al tener acceso fácilmente a las comunicaciones marí­timas y estar emplazada en el cruce de importantes ví­as terrestres. Fue construida por Seleuco Nicátor en el año 300 antes de Cristo y le dio el nombre en honor de su padre Antí­oco. La ciudad pasó a la colonia romana de Siria en el año 66 antes de Cristo. Bajo los romanos prosperó bastante, llegando a ser conocida como la “reina del Este”, y fue la tercera población del Imperio, después de Roma y de Alejandrí­a. En la época del Nuevo Testamento sus moradores eran griegos, romanos, sirios y judí­os. En la ciudad propiamente dicha se hablaba el griego, pero en ciertos suburbios se hablaba el arameo. Sus habitantes gozaban fama de volubles, sarcásticos y disolutos en las costumbres, y esto último debido a los ritos licenciosos que se celebraban en el templo de Apolo que se alzaba en los bosques de Dafne. La numerosa colonia judí­a, que se componí­a de miembros adinerados de la diáspora, conoció el Evangelio bien poco después de la muerte de Esteban (Hch. 11:19); y fue precisamente allí­ donde primero se predicó el mensaje cristiano a los paganos y donde los seguidores de Cristo recibieron el nombre de “cristianos” (Hch. 11:26). Visitada primero por Bernabé (Hch. 11:22 s), luego por Bernabé y Pablo (Hch. 11:25), Antioquí­a fue punto de partida y de retorno de los dos primeros viajes misionales (Hch. 13:1-3; 14:26-28; 15:40 s; 18:22). A pesar de que los acomodados cristianos de Antioquí­a ayudaban a sus hermanos de Palestina (Hch. 11:27-30), por su modo de vivir y sus tendencias dieron motivo al concilio apostólico y a que éste aconsejara que también los gentiles convertidos se sometieran a ciertas prácticas de la ley mosaica. Fue punto de apoyo de la actividad misionera de la primitiva Iglesia (Hch. 13:1-3; 14:26-28; 15:35-40; 18:22). También en tiempos postbí­blicos es ciudad importante dentro del Cristianismo. La decadencia y las conquistas la convirtieron después en una pequeña población (hoy, “antakje”). La “Escuela de Antioquí­a” no fue una institución docente en sentido formal, ni siquiera una escuela de catequesis, sino una mezcla de enseñanza y exégesis, tal como lo daban determinados maestros (por ejemplo Luciano de Antioquí­a, muerto en el año 312; Diodoro de Tarso, muerto en el año 394, uno de cuyos discí­pulos fue Juan Crisóstomo, muerto el 407). Centraban su interés en conservar el “sentido histórico” de la Sagrada Escritura frente a especulaciones espiritualizadoras.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(-> comer juntos, Concilio de Jerusalén). Una de las mayores ciudades helenistas de oriente. Habí­a sido capital de los reyes sirios en la época de los macabeos*. En tiempos del Nuevo Testamento tení­a una gran comunidad judí­a. De allí­ provení­a Nicolás, “prosélito de Antioquí­a” (Hch 6,5), uno de los siete helenistas* impulsores de la apertura de la Iglesia a los gentiles. Fueron precisamente los helenistas los que implantaron el cristianismo en Antioquí­a y lo hicieron con tal éxito que fue allí­ donde los seguidores de Jesús empezaron a verse como grupo separado del judaismo, recibiendo el nombre de “cristianos”, es decir, “los del Cristo” (cf. Hch 11,19-27). En ese sentido, podemos decir que en Antioquí­a surgió la primera Iglesia cristiana en el sentido posterior de la palabra: una comunidad mixta, con creyentes de origen israelita y gentil, separada de la matriz más estrictamente judí­a de Jerusalén, aunque en contacto con ella (Hch 11,27). En el despliegue de esa Iglesia influyeron, sin duda, Bernabé y Pablo* (Hch 11,25), quienes aparecen, junto a Simeón, Lucio y Manahén, como dirigentes de la comunidad. Estos son los acontecimientos básicos de la comunidad de Antioquí­a para el Nuevo Testamento.

(1) Antioquí­a y el Concilio de Jerusalén. Fue allí­ donde se planteó el primer gran conflicto de la Iglesia, vinculado al tema de comer* juntos, que Pablo ha desarrollado desde su perspectiva en Gal 2 y Lucas desde la suya en Hch 15. El llamado Concilio* de Jerusalén, convocado para resolver ese conflicto (Hch 15,1-29), reconoce la validez y legitimidad de la incorporación eclesial de los paganos por la fe en Jesucristo, sin tener que asumir la circuncisión judí­a, pidiéndoles sólo el cumplimiento de unas normas generales de pureza, vinculadas a la tradición de Noé (Gn 9,1-7): abstenerse “de la contaminación de los í­dolos, de la fornicación [prostitución*], de la carne ahogada [no bien sangrada] y de la sangre*” (cf. Hch 15,20.29). En ese contexto, Pablo recuerda que los lí­deres de las iglesias judí­as (Santiago*, Cefas-Pedro*, Juan*) no exigieron nada a los cristianos de origen gentil, sino sólo que “no olvidaran a los pobres”, es decir, a los cristianos de Jerusalén (Gal 2,9-10), manteniendo con ellos una solidaridad económica (colecta*) y creyente. Pues bien, ese llamado concilio solucionaba el tema de las comunidades separadas, pero no los conflictos que podí­an surgir cuando se juntaban cristianos de un origen y de otro, especialmente en las comidas*. La crisis estalló con la llegada de Pedro a Antioquí­a.

(2) El problema de las coñudas. Pedro habí­a aceptado en principio la unidad de mesa (comida normal y eucaristí­a) de todos los creyentes, suponiendo que unos y otros (sobre todo los de origen judí­o) tení­an que ceder algo para compartir mesa y alimentos. Pero luego, cuando vinieron los partidarios de Santiago, portavoces de la iglesia de Jerusalén, cambió de estrategia, manteniendo, como judí­o, las normas de pureza legal de las comidas, cosa que le impedí­a comer en una misma mesa con los cristianos de origen gentil. De esa manera surgieron, de hecho, dos iglesias (dos eucaristí­as) en la misma ciudad de Antioquí­a. Unos y otros (cristianos de origen judí­o y gentil) creí­an en Cristo y esperaban su venida, pero comí­an en mesas y casas separadas, para que los de origen judí­o no se “contaminaran”. Pablo sabe que el problema es de práctica eclesial, no de principios de fe. Más aún, él afirma que Pedro comparte su visión en lo que se refiere a los principios básicos del Evangelio (cf. Gal 2,14-21). Ambos se asientan sobre bases firmes y de esa forma avanzan por un mismo camino de universalidad mesiánica (humana), que debe expresarse en las comidas. Pero luego no concuerdan en la forma de actualizar esos principios. Pablo quiere que unos y otros coman ya juntos, formando así­ una comunidad alimenticia, en torno al Cristo Eucaristí­a. Pedro, en cambio, piensa que no hay que adelantar etapas, ni escandalizar a los hermanos de Jerusalén: hay creyentes de tipo distinto, grupos que por ahora no concuerdan… No se pueden forzar los momentos; hay que esperar para comer juntos. En Gal 2,13, Pablo ha criticado a Pedro, tachándole de hipócrita. Nos gustarí­a conocer la versión de Pedro, escuchar su defensa. Posiblemente, él nos dirí­a que no estaba simulando, que no era un hipócrita, como le acusaba Pablo, sino que intentaba ajustarse a los tiempos, insertando el evangelio de Jesús en la cultura concreta de la comunidad de Antioquí­a, adaptándose a las circunstancias. Lc pareció que no podí­an imponerse las cosas, como Pablo querí­a. El camino estaba abierto, la fe era clara, pero los hechos le obligaban a ser cauto: no quiso romper de forma drástica con los judeocristianos de Jerusalén, partidarios de una separación ritual en las comidas.

(3) Consecuencias. Todo nos permite suponer que la actitud de Pedro fue la que se impuso, de manera que Pablo tuvo que abandonar la comunidad de Antioquí­a, donde quedó incluso su compañero Bernabé*, que optó por la postura de Pedro (cf. Gal 2,13), como puede verse también leyendo entre lí­neas la información de Hch 15,36-41 (donde se dice que, en un plano externo, Bernabé y Pablo se separaron por causa de Marcos). Se trazaron así­ dos caminos eclesiales, ambos abiertos a la misión universal, pero con ritmos distintos. Pedro quedó en Antioquí­a y parece haber sido inspirador de la vida y despliegue de esa Iglesia, al menos por un tiempo. La herencia de Pedro quedó fijada y sancionada en el evangelio de Mateo*. Por el contrario, el evangelio de Marcos* está más cerca de Pablo. Ambos caminos siguieron en contacto y se encontraron en la historia posterior de la Iglesia.

Cf. R. E. BROWN y J. P. MEIER, Antiocli and Rome. New Testament Cradles of Catholic Christianity, Chapman, Londres 1993; J. RiusCAMPS, De Jerusalén a Antioquí­a. Génesis de la Iglesia cristiana. Comentario lingüí­stico y exegético a Hch 1-12, El Almendro, Córdoba 1989; L. SCHENKE, La comunidad primitiva. Sí­gueme, Salamanca 1999; F. VOUGA, Los primeros pasos del cristianismo. Escritos, protagonistas, debates, Verbo Divino, Estella 2001.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

1. Seleuco I Nicátor fundó la ciudad de Antioquí­a de Siria poco después de ganar, junto con los generales Casandro y Lisí­maco, la decisiva batalla de Ipsos, en Frigia (Asia Menor) en el año 301 a. E.C. Seleuco escogió ese emplazamiento por su posición estratégica, y llamó a la ciudad Antioquí­a en honor de su padre. Se construyó la ciudad a unos 32 Km. del mar Mediterráneo, en un recodo que forma el rí­o navegable Orontes en su orilla meridional, donde hoy se levanta la ciudad turca de Antakya. Su situación geográfica era tal que desempeñaba un papel predominante en el comercio de todo el NO. de Siria, por donde pasaban las rutas que iban del rí­o Eufrates al mar Mediterráneo. Pronto se convirtió en un centro comercial y en una ciudad cosmopolita que consiguió prosperidad y riqueza por su fabricación de artí­culos de lujo. Seleuco fundó la ciudad costera de Seleucia como puerto de Antioquí­a, y le dio su propio nombre. Antes de ser asesinado, en 281 a. E.C., transfirió la sede de su gobierno de Babilonia a Antioquí­a, la nueva capital siria. La dinastí­a de reyes seléucidas continuó en el poder en esta ciudad hasta el año 64 a. E.C., cuando el general romano Pompeyo convirtió Siria en una provincia romana. Antioquí­a no solo llegó a ser la capital de la provincia romana de Siria, sino que además se convirtió en la tercera ciudad del imperio, después de Roma y Alejandrí­a.
La ciudad se habí­a trazado según el plano de Alejandrí­a, con grandes calles que se cruzaban flanqueadas por columnatas, lo que realzaba de manera impresionante la belleza y el esplendor de sus edificios. Se la llamó †œla reina del Oriente†, †œla bella Antioquí­a† y †œla tercera metrópoli del Imperio romano†, y fue la única ciudad con sistema de alumbrado en las calles. A pesar de la belleza que irradiaba y del espí­ritu industrioso de sus habitantes, se ganó la reputación de corrupción moral por la degradante práctica de ritos religiosos desenfrenados. Juvenal dijo que †˜el rí­o Orontes habí­a desembocado en el rí­o Tí­ber, y habí­a inundado Roma con la superstición e inmoralidad del Oriente†™. (Sátiras, traducción de A. Espina, Mediterráneo, 1973, libro III, secs. 62-65).

Historia posterior y su mención en el registro bí­blico. Según Josefo, los seléucidas animaron a los judí­os a establecerse en Antioquí­a y les dieron todos los derechos de ciudadaní­a, con lo que consiguieron una numerosa población judí­a. La primera vez que se hace mención de esta ciudad en la Biblia es en relación con Nicolás de Antioquí­a, quien se hizo cristiano después de haber sido prosélito de la religión judí­a. (Hch 6:5.) La obra cristiana propiamente dicha comenzó en Antioquí­a cuando algunos de los discí­pulos fueron esparcidos hasta allí­ debido a la tribulación que hubo después de la muerte de Esteban. (Hch 11:19, 20.) Cuando la congregación de Jerusalén oyó que muchas personas de habla griega se estaban haciendo creyentes, enviaron a Bernabé, quien, al ver el gran interés que allí­ existí­a, fue a Tarso y llevó consigo a Pablo para que le ayudase. (Hch 11:21-26.) Permanecieron en esta ciudad durante un año enseñando a la gente, y Antioquí­a fue la base desde donde Pablo emprendió sus viajes misionales. Fue aquí­ donde, por providencia divina, por primera vez se llamó †œcristianos† a los discí­pulos. (Hch 11:26.) La congregación manifestó su generosidad cuando, alrededor del año 46 E.C., envió por medio de Pablo y Bernabé una ministración de socorro (Hch 11:29) al cuerpo gobernante de Jerusalén. Esta ayuda coincidió con una gran hambre que aconteció en la época de Claudio y que habí­a profetizado ígabo. (Hch 11:27, 28.) Después de regresar a Antioquí­a, el espí­ritu santo dispuso que se escogiera a Pablo y Bernabé para una obra especial, y fue así­ como Pablo comenzó su primer viaje misional en 47-48 E.C. Alrededor de 49 E.C., antes de que iniciara su segundo viaje y mientras aún estaba en Antioquí­a, surgió la cuestión de la circuncisión de los gentiles. Pablo y Bernabé entregaron el decreto del cuerpo gobernante de Jerusalén a la congregación de Antioquí­a. (Hch 15:13-35.) De igual manera, el segundo viaje misional de Pablo, entre los años 49 y 52 E.C., comenzó y terminó en Antioquí­a. Y fue también en esta ciudad donde Pablo corrigió a Pedro por hacer discriminación entre judí­os y gentiles. (Gál 2:11, 12.)

2. También fue Seleuco I Nicátor quien fundó Antioquí­a de Pisidia, y le dio ese nombre en honor de su padre, Antí­oco. Las ruinas de esta ciudad se encuentran cerca de Yalvaç, en lo que hoy es Turquí­a. (GRABADO, vol. 2, pág. 748.) Como estaba situada en la frontera entre Frigia y Pisidia, se la consideró encuadrada alternativamente en una de estas dos provincias. Así­, el geógrafo griego Estrabón se refiere a ella como una ciudad de Frigia cercana a Pisidia (Geografí­a, libro XII, cap. VIII, secs. 13, 14), pero, como dice el New Standard Bible Dictionary (de Funk y Wagnalls, 1936, pág. 51), †œla mayorí­a de los escritores hablan de ella como si formara parte de Pisidia†, y así­ fue como se expresó Lucas. Esta identificación sirvió para distinguirla de Antioquí­a de Siria. (Véase PISIDIA.) Debido a su ubicación, Antioquí­a de Pisidia llegó a ser parte de la ruta comercial que habí­a entre Cilicia y Efeso y llegó a tener una población mixta, con muchos judí­os, que habí­an abierto allí­ una sinagoga. Antioquí­a de Pisidia era una ciudad de habla griega totalmente helenizada. Pablo estuvo allí­ con Bernabé en dos ocasiones en el transcurso de su primer viaje misional, hacia los años 47-48 E.C., predicando en la sinagoga, donde halló mucho interés. (Hch 13:14; 14:19-23.) Sin embargo, ciertos judí­os sintieron celos de las muchedumbres que acudí­an a oí­rle y agitaron a los hombres y mujeres prominentes de la ciudad, de manera que echaron fuera de sus lí­mites a Pablo y a Bernabé. (Hch 13:45, 50; 2Ti 3:11.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Antioquía de Siria

Es difícil darse cuenta de que en el moderno Antakiah (en 2010, 145,000 habs.), tenemos la otrora famosa “Reina de Oriente”, que, con una población de más de medio millón, su hermoso sitio, su comercio y cultura y su importante posición militar, era un rival digno de Alejandría, la segunda ciudad del imperio romano (cf. Josefo, Bel. Jud., III, 2, 4). Fundada en el año 300 a.C. por Seleuco I (Nicátor), rey de Siria, Antioquía estaba localizada en el Orontes (Nahr el Asi), en el punto de unión del Líbano y las cordilleras de Tauro. Su puerto, distante unas quince millas, fue Seleucia (cf. Hch. 13,4). El nombre por el cual se distinguió [’Antiochía ‘e pròs (o ’epi) dáphne, ahora, Bet el ma, a cinco millas al oeste de Antioquía] procede del bosquecillo sagrado de mala fama, que, dotado con el derecho de asilo, y así, por “una rara oportunidad”, el refugio de la inocencia (cf. 2 Mac. 4,33s.), se había convertido en guarida de toda inmundicia, de ahí la expresión Daphnici mores. Sin embargo, la vívida descripción de la inmoralidad de Antioquía, en gran parte el resultado de la gran mezcla de razas y civilizaciones, puede ser exagerada; como se ha dicho en otro respecto [cf. Lepin, Jesus Messie, etc. (2da. ed., París, 1905), 54, nota], les braves gens n’ont pas d’histoire, y de esa clase tiene que haber habido un buen número (Josefo, Bel. Jud., VII, 33, Hch. 11,21).

Los judíos habían estado entre los pobladores originales, y, como tales, el fundador les había concedido, como en otras ciudades construidas por él, la igualdad de derechos con los macedonios y los griegos (Jos. Ant., XII, III, 1; Ap Contra., II, IV). Fue muy grande la influencia de los judíos antioquenos, que vivían, como en Alejandría, bajo un gobierno propio y que formaban un gran porcentaje de la población (Flavio Josefo, Ant.. Rom., XII, III, 1; Bel. Jud., VII, III, 3, VII, V, 2; Harnack, Misión u. Ausbreitung d. Christenthums, p. 5, nota 2). Discípulos desconocidos, dispersados por la persecución en la que Esteban fue condenado a muerte, llevaron el cristianismo a Antioquía (Hch. 11, 19), cf. Hechos 6,5, donde el autor menciona característicamente el lugar de origen de Nicolás, uno de los siete diáconos. En Antioquía la nueva fe fue predicada a y aceptada por los griegos con tal éxito que el cristianismo recibió allí su nombre, tal vez originalmente destinado como un apodo por los ingeniosos antioquenos (Hch. 11,26). La nueva comunidad, una vez reconocida por la iglesia madre de Jerusalén (Hch. 11,22s), pronto manifestó su vitalidad y su inteligencia de la fe por su acto espontáneo de generosidad hacia los hermanos de Jerusalén. El lugar de aprendizaje del Apóstol de los gentiles (Hch. 11,26), Antioquía, se convirtió en la sede de los grandes misioneros Pablo y Bernabé, primero juntos, más tarde, Pablo solo. Partiendo desde allí en sus viajes apostólicos, regresaban con el informe de su trabajo (Hch. 13,2s; 14,25-27; 15,35s; 18,22-23). Hechos 15 (cf. Gál. 2,1-10) Evidencia claramente la importancia de la Iglesia antioquena. Allí surgió la gran disputa sobre la circuncisión, y su acción decidida ocasionó el reconocimiento de la “catolicidad” del cristianismo.

Antioquía de Pisidia

Al igual que su homónima en Siria, fue fundada por Seleuco Nicátor y estaba situada en la carretera Sebaste. Este camino real desde Éfeso hacia el este de Apamea, iba hasta Iconio y luego al sureste a través de las Puertas de Cilicia hasta Siria (cf. Hch. 18,23). La ciudad se extendía al sur del sultán Dagh, en los confines de Pisidia, de ahí su nombre de “Antioquía-hacia-Pisidia” (Estrabón, XII, 8). Definitivamente una posesión romana desde la muerte de Amytas (25 a.C.), Augusto la había convertido en una colonia (6 a.C.), con el fin de vigilar a los bandidos de las montañas Tauro (2 Cor. 11,26). Al lado de sus habitantes y la antigua población de griegos y frigios, Antioquía tenía una próspera colonia judía, cuyo origen probablemente se remontaba a Antíoco el Grande (223-178 a.C.) (cf. Josefo, Ant., XII, III, 3s.), y cuya influencia parece haber sido considerable (cf. Hch. 13,45.50; 14,20s; Harnack, Die Mission”, etc, p. 2, nota 2 y ref.). Hechos 13,14-52 describe en detalle la estancia de San Pablo en Antioquía. El episodio, sin duda importante para el escritor, ha sido justamente comparado con Lucas 4,16-30; es una especie de programa-escena donde se describe el Evangelio de Pablo. En Hch. 13,49 se implica una estancia más larga de los misioneros. A su regreso de Derbe, St. Paul revisó Antioquía (Hch. 14,20). En Hch. 16,4-6 y 18,23 parece implicarse otras dos visitas.

Bibliografía: BLASS, H. WENDT, HORTZMANN, KNOWLING, KNABENBAUER, RACKHAM, KNOPF, Com. on Acts; STRABO (Paris, 1880), 477-487-494, 638-639. The lives of St. Paul or works on the Apostles by CONYBEARE and HOWSON, FARRAR; RAMSAY, St. Paul the Traveller (New York, 1903), 40-69; FOUARD, LE CAMUS, CLEMEN (Giessen, 1904), II, 126; SEMERIA, Venticinque anni di storia del cristianismo nascente (Rome, 1905), 292 sqq.; BÄDEKER-BENZINGER, Palästina u Syrien (6th ed., Leipzig, 1904), 340-346; SMITH, Hist. Geog. of the Holy Land (New York, 1906), 37, 46, 647; DUCHESNE, Histoire ancienne de l’église; SCHÜRER, The Jewish People in the Time of Jesus Christ; HARNACK, Die Mission u Ausbreitung der Christenthums in den ersten drei Jahrhunderten (Leipzig, 1902).

Fuente: Arbez, Edward. “Antioch.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.
http://www.newadvent.org/cathen/01570a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica