ARCA DEL PACTO

tip, UTEN TIPO CONS MILA

ver, DILUVIO, PROPICIATORIO, TABERNíCULO Recibe también el nombre de Arca de Dios, Arca del Testimonio, Arca de Jehová. Era el cofre sagrado del Tabernáculo y del Templo. Estaba hecha de madera de acacia, recubierta por dentro y por fuera de oro puro. Tení­a 2-1/2 codos de longitud y 1-1/2 codos de anchura y de altura, con una corona o cornisa de oro a su alrededor. Tení­a a cada lado anillas de oro donde se insertaban las barras con las que era transportada. Su cubierta, sobre la que habí­a dos querubines totalmente de oro, recibí­a el nombre de PROPICIATORIO (véase). El arca era un tipo de Cristo en que era figura de la manifestación de la justicia divina (oro) en el hombre; el propiciatorio era el trono de Jehová, el lugar de Su morada en la tierra. En el arca se colocaron las dos tablas de piedra (la justicia que Dios demandaba del hombre) y después el vaso de oro conteniendo maná, y la vara de Aarón que reverdeció. Con respecto al lugar del arca y de cómo era desplazada, véase TABERNíCULO. Durante el primer viaje de los hijos de Israel desde el monte Sinaí­ el arca del pacto fue delante de ellos, “buscándoles lugar de descanso”, ejemplificando el bondadoso cuidado de Dios hacia ellos (Nm. 10:33). Cuando llegaron al Jordán, el arca era llevada por los sacerdotes 2.000 codos por delante de las huestes, para que supieran por dónde debí­an ir (Jos. 3:3, 4), y el arca permaneció sobre los hombros de los sacerdotes en el lecho del rí­o, hasta que todos hubieron pasado (Jos. 3:17). Esto es un tipo de la asociación en la muerte y resurrección de Cristo. El arca les acompañó en su primera victoria en Jericó. Es sólo por el poder de Cristo en resurrección que el creyente puede tener la victoria. El tabernáculo fue plantado en Silo, e indudablemente el arca quedó allí­ (Jos. 18:1). En los dí­as de Elí­, al verse derrotado por los filisteos, los israelitas fueron a buscar el arca a Silo, para que ella los salvara. Se vieron de nuevo derrotados, y el arca, sobre la que habí­an depositado su confianza, en lugar de en Jehová, fue tomada por los filisteos (1 S. 5:1). Pero el arca les provocó tales desgracias que decidieron devolverla a los israelitas y la dispusieron a bordo de un carro nuevo. Este, tirado por dos vacas que criaban, sin conducción alguna, se alejó de sus terneros, milagrosamente, y se dirigieron a Bet-semes. Allí­, Dios hirió a los hombres de aquel lugar por haber mirado dentro del arca. Quedó después en casa de Abinadab (1 S. 6; 7:1, 2), en Quiriat-jearim. Años después David quiso llevar el arca a Jerusalén, imitando la manera en que lo habí­an hecho los filisteos, que ignoraban las instrucciones precisas de Dios en la ley acerca de cómo ésta debí­a ser llevada. De ello sobrevino una desgracia, pues David debí­a conocer la Ley, y fue culpable de descuido en las cosas sagradas, juntamente con aquellos que le rodeaban. Llevada a casa de Obed-edom, Dios bendijo esta casa. Entonces David hizo llevar el arca de nuevo, esta vez siguiendo el orden divino, a hombros de los levitas (2 S. 6). Cuando Salomón hubo construido el templo, el arca fue llevada allí­, y fueron quitadas las varas con que era llevada: el arca habí­a hallado ahora su lugar de reposo en el reino de Salomón, que tipifica el reino milenial. Habí­a allí­ solamente las dos tablas de piedra de la ley (1 R. 8:11). El maná habí­a cesado cuando comieron del fruto de la tierra, que tipifica al Cristo celestial; y no se precisaba del testimonio de la vara de Aarón ahora que estaban en el reino teocrático. Las circunstancias del desierto, en las que eran tan precisos el maná y el sacerdocio de Cristo, habí­an ahora pasado. Esto se menciona en Hebreos (He. 9:4) porque allí­ lo que se considera es el tabernáculo y no el templo; la peregrinación y no el reposo. No se hace más mención del arca; se supone que fue llevada con las vasijas sagradas a Babilonia y que nunca volvió. Si es así­, no hubo arca en el segundo templo ni en el templo erigido por Herodes. Tampoco leemos de ningún arca en relación con el templo descrito por Ezequiel. En Apocalipsis se ve el arca del pacto de Dios en el templo de Dios en el cielo (Ap. 11:19). Se trata de un sí­mbolo de la reanudación de los tratos de Dios con su pueblo terreno de Israel.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Cofre sagrado que estaba en el Santí­simo del tabernáculo y que después se colocó en el templo construido por Salomón. Se hizo por mandato de Jehová y según su diseño.
Los escritores de la Biblia emplearon más de veinte expresiones diferentes para referirse al arca, siendo las más comunes: †œel arca del pacto† (heb. ´aróhn hab·berí­th; gr. ki·bo·tós tes di·a·the·kes; Jos 3:6; Heb 9:4) y †œel arca del testimonio† (Ex 25:22), expresiones que no son privativas de ningún escritor en particular y que se usan indistintamente.

Modelo y diseño. Lo primero que Jehová le detalló a Moisés cuando le dio las instrucciones para construir el tabernáculo fue el modelo y el diseño del Arca, dado que iba a ser el objeto principal y más importante no solo del tabernáculo, sino también de todo el campamento de Israel. El cofre en sí­ mismo medí­a 2,5 codos de largo, 1,5 de ancho y 1,5 de alto (111 cm. × 67 cm. × 67 cm.), y estaba hecho de madera de acacia, revestido de oro puro tanto por dentro como por fuera. Coronaba el Arca un artí­stico †œborde de oro† en forma de guirnalda †œsobre ella […] en derredor†. La segunda parte del Arca, su cubierta, estaba hecha de oro macizo, no meramente de madera revestida, y tení­a la misma longitud y anchura que el cofre. Sobre esta cubierta habí­a montados dos querubines de oro de labor a martillo, uno a cada extremo de la cubierta, con sus rostros vueltos el uno hacia el otro, las cabezas inclinadas y las alas extendidas hacia arriba †œcubriendo la cubierta protectoramente†. (Ex 25:10, 11, 17-22; 37:6-9.) A esta cubierta también se la conocí­a como †œel propiciatorio†, o †œcubierta propiciatoria†. (Ex 25:17; Heb 9:5, nota; véase CUBIERTA PROPICIATORIA.)
Para transportar el Arca, se suministraron largos varales, hechos también de madera de acacia revestida de oro e insertados a través de dos anillos de oro a ambos lados del cofre. Como estos varales no se debí­an quitar de sus anillos, nunca habí­a necesidad de que los portadores del Arca la tocaran. En las esquinas habí­a cuatro patas, †œpatas para caminar, patas flexionadas como para caminar†, para que no se apoyase directamente en el suelo, aunque no se sabe qué altura tení­an. (Commentary on the Old Testament, de C. F. Keil y F. Delitzsch, 1973, vol. 1, †œThe Second Book of Moses†, pág. 167.) Parece que los anillos estaban montados justo por encima de las patas, o quizás sobre ellas mismas. (Ex 25:12-16; Nú 4:5, 15; 1Re 8:8; 1Cr 15:15.)

Ceremonia de inauguración y uso. Bezalel y los hombres de corazón sabio que le ayudaban se apegaron a las instrucciones explí­citas recibidas y construyeron el Arca con los materiales que el pueblo habí­a contribuido. (Ex 35:5, 7, 10, 12; 37:1-9.) Un año después del éxodo, finalizado y erigido el tabernáculo, Moisés puso dentro del Arca las dos tablas de la Ley. (Deuteronomio 10:1-5 menciona que durante unos pocos meses, desde el momento en que Moisés recibió las tablas de la Ley en la montaña hasta que se trasladaron al Arca construida por Bezalel, estuvieron guardadas en un arca provisional de madera de acacia hecha con ese fin.) Seguidamente, Moisés introdujo los varales por los anillos del Arca, le colocó la cubierta y la llevó al tabernáculo. Una vez allí­, puso en su lugar la pantalla que separaba el Santo del Santí­simo y después, como parte de la ceremonia inaugural, ungió con aceite el Arca y todos sus utensilios. A partir de entonces, siempre que los sacerdotes desmontaran el tabernáculo para levantar el campamento, emplearí­an la misma pantalla divisoria, además de una cubierta de pieles de foca y una tela azul, para cubrir el Arca con el fin de impedir que el pueblo la mirase †˜por el más mí­nimo momento, y por lo tanto muriese†™. (Ex 40:3, 9, 20, 21; Nú 3:30, 31; 4:5, 6, 19, 20; 7:9; Dt 10:8; 31:9; véase TABERNíCULO.)
El Arca hací­a las veces de archivo sagrado para conservar ciertos artí­culos que serví­an de recordatorio o testimonio. Las dos tablas del Testimonio o los Diez Mandamientos eran su principal contenido. (Ex 25:16.) También se guardó en ella una †œjarra de oro que contení­a el maná y la vara de Aarón que echó botones†, pero más tarde, en algún momento anterior a la construcción del templo de Salomón, se sacaron de ella. (Heb 9:4; Ex 16:32-34; Nú 17:10; 1Re 8:9; 2Cr 5:10.) Poco antes de morir, Moisés dio una copia del †œlibro de la ley† a los sacerdotes levitas y les dijo que la deberí­an guardar, no dentro, sino †œal lado del arca del pacto de Jehová su Dios, […] de testigo contra ti†. (Dt 31:24-26.)

Sí­mbolo de la presencia de Dios. El Arca representó durante su existencia la presencia de Dios, quien prometió: †œAllí­ ciertamente me presentaré a ti, y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta, desde entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio†. †œEn una nube apareceré encima de la cubierta.† (Ex 25:22; Le 16:2.) Samuel escribió que Jehová †˜estaba sentado sobre los querubines†™ (1Sa 4:4), de ahí­ que estos sirvieran como †œla representación del carro† de Jehová. (1Cr 28:18.) Por lo tanto, †œsiempre que Moisés entraba en la tienda de reunión para hablar con [Jehová], entonces oí­a la voz que conversaba con él desde más arriba de la cubierta que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y le hablaba†. (Nú 7:89.) Más tarde, Josué y el sumo sacerdote Finehás también inquirieron de Jehová delante del Arca. (Jos 7:6-10; Jue 20:27, 28.) Solo al sumo sacerdote le estaba permitido entrar en el Santí­simo y ver el Arca un dí­a al año, aunque no con el propósito de comunicarse con Jehová, sino para llevar a cabo la ceremonia del Dí­a de Expiación. (Le 16:2, 3, 13, 15, 17; Heb 9:7.)
La presencia de Jehová representada por el Arca resultó en que el pueblo de Israel disfrutase de otras bendiciones. Cuando el pueblo levantaba el campamento, la costumbre era que el Arca y la nube de Jehová fuesen delante. (Nú 10:33, 34.) Así­, al tiempo de cruzar el Jordán, Jehová detuvo el caudal del rí­o cuando los sacerdotes que llevaban el Arca pisaron las aguas de la orilla, y de ese modo se les permitió cruzar por el cauce seco. (Jos 3:1–4:18.) Asimismo, en la marcha alrededor de Jericó, un contingente militar iba delante, seguido de siete sacerdotes que tocaban el cuerno; luego iba el Arca y por último, las fuerzas de retaguardia. (Jos 6:3-13.) La victoria alcanzada en Jericó contrasta con la derrota que tiempo atrás habí­an experimentado, cuando un grupo de rebeldes intentó temerariamente iniciar la ocupación de la Tierra Prometida, contraviniendo las instrucciones divinas y sin que ni †˜el arca del pacto de Jehová ni Moisés se hubiesen movido de en medio del campamento†™. (Nú 14:44, 45.) Hasta los filisteos, un pueblo enemigo, percibieron la presencia de Jehová cuando el Arca estuvo en el campo de batalla. Atemorizados, gritaron: †œ†˜Â¡Dios ha entrado en el campamento [de Israel]!†™ […] †˜Â¡Ay de nosotros, porque una cosa como esta nunca antes ha sucedido! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos salvará de la mano de este majestuoso Dios? Este es el Dios que fue golpeador de Egipto con toda suerte de matanza en el desierto†™†. (1Sa 4:6-8.)
La presencia de Jehová siguió haciéndose manifiesta cuando los filisteos se apoderaron del Arca y se la llevaron a Asdod para colocarla junto a la imagen de Dagón. Aquella noche, la imagen de ese dios cayó rostro a tierra; a la noche siguiente, la estatua cayó de nuevo delante del Arca y quedó con la cabeza y las palmas de las manos separadas del cuerpo. En el transcurso de los siete meses siguientes, el Arca fue pasando de una ciudad filistea a otra, y según pasaba, plagaba a los filisteos con hemorroides, y dejó a Eqrón sumida en †œuna confusión mortí­fera†, hasta que finalmente fue devuelta a Israel, junto con la ofrenda por la culpa requerida. (1Sa 5:1–6:12.)
La relación del Arca con la presencia de Jehová exigí­a que se la tratase con el debido respeto y la más alta consideración. Debido a esto, tanto al ponerse en marcha el Arca como al posarse, Moisés pronunciaba expresiones de alabanza a Jehová. (Nú 10:35, 36.) Por otra parte, tal fue la impresión que causó en el sumo sacerdote Elí­ oí­r que los filisteos se habí­an apoderado del Arca, que perdió el equilibrio, cayó de espaldas y se desnucó. Por el mismo motivo, cuando su nuera estaba en la agoní­a de la muerte, dijo: †œLa gloria se ha ido de Israel al destierro, porque el arca del Dios verdadero ha sido tomada†. (1Sa 4:18-22.) Posteriormente, el rey Salomón afirmó: †œLos lugares a los que ha venido el arca de Jehová son cosa santa†. (2Cr 8:11.)

No era un amuleto mágico. El Arca no era un amuleto mágico. Su sola presencia no garantizaba el éxito; más bien, las bendiciones de Jehová dependí­an de la condición espiritual y de la obediencia fiel de los que la poseí­an. Por esta razón, los israelitas, acaudillados por Josué, sufrieron una derrota en Hai debido a su infidelidad, a pesar de que el Arca estaba en el campamento. (Jos 7:1-6.) De manera similar, aunque los israelitas estaban confiados porque el Arca se hallaba entre sus fuerzas de combate, los filisteos mataron a 30.000 soldados de Israel y hasta se apoderaron de ella. (1Sa 4:1-11.) La recuperación del Arca de manos de los filisteos fue una ocasión de gran regocijo, en la que se ofrecieron sacrificios y se expresaron gracias, lo que no impidió que Jehová †˜derribara al pueblo con gran matanza†™. ¿Por qué? †œPorque habí­an mirado el arca de Jehovᆝ, una violación de su mandato expreso. (1Sa 6:11-21; Nú 4:6, 20.) No se sabe con exactitud cuántos murieron en esa ocasión. El texto masorético dice: †œDe modo que derribó entre el pueblo a setenta hombres —cincuenta mil hombres—†. Esta construcción tan ambigua hace pensar que la expresión †œcincuenta mil hombres† es una interpolación. La Versión Peshitta siriaca y una versión arábiga dicen que fueron derribados †œcinco mil setenta hombres†. El Targum de Jonatán relata: †œY él derribó a setenta hombres entre los ancianos del pueblo, y a cincuenta mil entre la congregación†. La Versión de los Setenta dice que †œél derribó a setenta hombres entre ellos, y a cincuenta mil de los hombres†, mientras que Josefo menciona solo a setenta hombres. (Antigüedades Judí­as, libro VI, cap. I, sec. 4.)

Lugares donde se guardó el Arca. El Arca no se guardó en un lugar permanente hasta que se erigió el templo de Salomón. Cuando se completó la mayor parte de la conquista del paí­s (c. 1467 a. E.C.), se trasladó a Siló, donde al parecer permaneció (con la excepción del tiempo que estuvo en Betel) hasta que la capturaron los filisteos. (Jos 18:1; Jue 20:26, 27; 1Sa 3:3; 6:1.) Una vez recuperada, y de nuevo en el territorio de Israel, estuvo primero en Bet-semes y después en Quiryat-jearim, donde permaneció unos setenta años. (1Sa 6:11-14; 7:1, 2; 1Cr 13:5, 6.)
Según el texto masorético, 1 Samuel 14:18 dice que durante los enfrentamientos del pueblo de Israel con los filisteos, el rey Saúl pidió al sumo sacerdote Ahí­ya que llevase el Arca al campamento. Sin embargo, según la Septuaginta, Saúl le dijo a Ahí­ya: †œ†˜Â¡Acerca el efod!†™ (Porque él llevaba el efod en aquel dí­a delante de Israel.)†.
David tení­a el buen deseo de trasladar el Arca a Jerusalén, pero el procedimiento que escogió en el primer intento provocó un desastre. En lugar de transportar el Arca con los varales sobre los hombros de los levitas qohatitas, de acuerdo con las instrucciones conocidas, permitió que la colocasen sobre un carruaje. Las reses que tiraban del carro estuvieron a punto de ocasionar un vuelco, y Uzah fue derribado por agarrar el Arca, una acción que la ley divina condenaba explí­citamente. (2Sa 6:2-11; 1Cr 13:1-11; 15:13; Nú 4:15.)
Por fin fue trasladada a Jerusalén, transportada como era debido por los levitas (1Cr 15:2, 15), y allí­ estuvo guardada en una tienda durante el resto del reinado de David. (2Sa 6:12-19; 11:11.) Los sacerdotes quisieron llevársela cuando huyeron con motivo de la rebelión de Absalón, pero David insistió en que permaneciera en Jerusalén, pues confiaba en que Jehová les permitirí­a a todos regresar indemnes. (2Sa 15:24, 25, 29; 1Re 2:26.) El anhelaba construir una casa para poner en ella el Arca, pero Jehová postergó su edificación hasta el reinado de Salomón. (2Sa 7:2-13; 1Re 8:20, 21; 1Cr 28:2, 6; 2Cr 1:4.) Fue entonces, con motivo de la dedicación del templo, cuando se trasladó el Arca de la tienda en la que se hallaba en Sión al Santí­simo del templo, que se habí­a edificado sobre el monte Moria, donde fue colocada bajo la sombra de las alas de dos grandes querubines. El Arca fue la única pieza de todo el mobiliario que habí­a estado en el tabernáculo que se llevó al templo de Salomón. (1Re 6:19; 8:1-11; 1Cr 22:19; 2Cr 5:2-10; 6:10, 11; véanse TEMPLO [El templo de Salomón]; QUERUBíN.)
La única referencia histórica al arca del pacto posterior a Salomón es de 642 a. E.C. —unos novecientos años después de su construcción—, y se halla en 2 Crónicas 35:3, donde se lee la orden del rey Josí­as de que el Arca se colocase de nuevo en el templo. Sin embargo, no se dice cómo llegó a estar fuera de él. Josí­as habí­a ascendido al trono después de algunos reyes particularmente apóstatas, uno de los cuales habí­a introducido una imagen tallada en la casa de Jehová, por lo que es posible que uno de estos reyes inicuos sacase el Arca de su lugar. (2Cr 33:1, 2, 7.) Por otra parte, bajo el patrocinio de Josí­as se habí­a llevado a cabo en el templo un amplio programa de reformas, así­ que cabe la posibilidad de que durante las obras se trasladase el Arca a otro lugar con el fin de evitar que sufriese algún desperfecto. (2Cr 34:8–35:19.) No se hace ninguna mención de que el Arca se llevase a Babilonia, y ni siquiera figura en la lista de los artí­culos que se sacaron del templo, ni se menciona que fuese devuelta y colocada en el templo que reconstruyó Zorobabel ni que se reemplazase por otra. No se ha llegado a saber cuándo desapareció ni en qué circunstancias. (2Re 25:13-17; 2Cr 36:18; Esd 1:7-11; 7:12-19.)
Jeremí­as predijo el tiempo en que el arca del pacto ya no existirí­a, pero indicó que no se la echarí­a de menos y que no perjudicarí­a a los adoradores de Jehová el no tenerla. En cambio, †˜llamarí­an a Jerusalén el trono de Jehovᆙ. (Jer 3:16, 17.)
En el libro simbólico de Revelación, Juan dice: †œSe vio en el santuario de su templo [en el cielo] el arca de su pacto†. El †˜arca del pacto†™ mencionada en este pasaje tiene que ver con el nuevo pacto de Dios con la humanidad, y su presencia era una señal de que Jehová de nuevo habí­a asumido el poder mediante Su Ungido. (Rev 11:15, 19.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Llamada también “arca de Jehová”, “arca de Dios”, “arca del pacto de Jehová” (Dt. 10.8), y “arca del testimonio” (ēḏûṯ = términos del pacto: * Testimonio). El arca era una caja rectangular (˒ārôn) hecha de madera de acacia, que medía 2, 5 x 1, 5 x 1, 5 codos (e. d. aprox. 1, 22 m x 76 cm. x 76 cm.). Estaba enteramente recubierta de oro y se llevaba con varas insertadas en anillos en los cuatro ángulos inferiores. La tapa, o “propiciatorio”, era una plancha de oro rodeada de dos querubines antitéticamente ubicados y con sus alas extendidas.

El arca servía (i) como receptáculo para las dos tablas del Decálogo (Ex. 25.16, 21; 40.20; Dt. 10.1–5) y también para la vasija de maná y la vara de Aarón (He. 9.4–5) ; (ii) como lugar de reunión en el santuario de más adentro, donde el Señor revelaba su voluntad a sus siervos (Moisés: Ex. 25.22; 30.36; Aarón: Lv. 16.2; Josué: Jos. 7.6). Por lo tanto servía como símbolo de la presencia divina que guiaba a su pueblo. El arca fue construida en el Sinaí por Bezaleel según el diseño que le fue dado a Moisés (Ex. 25.8ss). Se la usaba como depósito de la ley escrita (Dt. 31.9; Jos. 24.26) y cumplió un papel de importancia en el cruce del Jordán (Jos. 3–4), la caída de Jericó (Jos. 6), y la ceremonia de recordación del pacto en el mte. Ebal (Jos. 8.30ss).

De Gilgal el arca fue trasladada a Bet-el (Jue. 2.1; 20.27), pero fue llevada a Silo en época de los jueces (1 S. 1.3; 3.3), y permaneció allí hasta que fue capturada por los filisteos en el campo de batalla en Eben-ezer (1 S. 4). Dado que su presencia provocó siete meses de plagas, los filisteos la devolvieron a Quiriat-jearim, donde permaneció veinte años (2 S. 5.1–7.2), excepto posiblemente por un traslado transitorio al campamento de Saúl cerca de Bet-avén (1 S. 14.18, donde, sin embargo, la LXX indica que la lectura original probablemente haya sido “efod”).

David instaló el arca en una tienda en Jerusalén (2 S. 6), y no quiso retirarla durante la rebelión de Absalón (2 S. 15.24–29). Durante el reinado de Salomón fue colocada en el templo con gran ceremonia (1 R. 8.1ss), y reubicada en el santuario durante las reformas de Josías (2 Cr. 35.3) cuando Jeremías anticipó una época sin su presencia (3.16). Presumiblemente se perdió durante la destrucción de Jerusalén por los babilonios en 587 a.C. En el segundo templo no hubo ningún arca (Josefo, GJ 5. 219).

En el antiguo Cercano Oriente se conocen receptáculos de madera recubiertos de oro o relicarios portátiles de los tiempos premosaicos. El arca es única en su género, no obstante, por ser el repositorio de las tablas del pacto, e. d. los documentos que contenían las “estipulaciones del pacto” (˓ēḏûṯ).

K.A.K.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico