AREOPAGO

Act 17:22.


Areópago (gr. Areios Págos [de Ares, “Marte”, y págos, “colina”; es decir, “La colina de Marte]). Nombre de una colina rocosa y estéril, al noroeste de la Acrópolis de la antigua Atenas, que indicaba que esa loma estaba dedicada a Ares, el dios de la guerra (llamado Marte por los romanos; Act 17:22). La elevación calcárea, de unos 15 a 20 m por sobre el valle que se encuentra entre ella y la Acrópolis, tiene una altura de unos 115 m s.n.m. Desde el tiempo del reino fue el asiento de la suprema corte de justicia, que tení­a jurisdicción sobre ciertos crí­menes, inclusive las ofensas religiosas. El nivel social y la autoridad de este concilio del Areópago no siempre fue igual durante la historia de Atenas, pero bajo la administración romana tuvo más poder que el que habí­a tenido durante bastante tiempo. Entre sus atribuciones estaba el otorgar licencias a los maestros y controlar la educación. Siguió existiendo hasta c 400 d.C. La corte funcionaba en la Stoa Basileios, situada en el agorá (“ágora”, “plaza’, “mercado”), su asiento oficial y donde estaban las oficinas administrativas. Sin embargo, las sentencias se pronunciaban desde la colina, donde se reuní­a la corte con ese fin. Véase Areopagita. 37. Atenas: en primer plano, hacia la izquierda, el Areópago; detrás, la Acrópolis. Los comentadores han entendido de diversos modos la declaración de Lucas de que al apóstol Pablo lo “trajeron al Areópago” para defender sus enseñanzas (Act 17:19). Se ha sostenido que: 1. Pablo fue llevado a la colina para que desde esa posición elevada pudiera ser mejor comprendido por un número mayor de personas que si se hubiese quedado en la bulliciosa ágora. 2. Pablo fue llevado al concilio del Areópago en la Stoa Basileios, puesto que los filósofos querí­an atribuir mayor significación al discurso de Pablo de lo que habrí­a tenido si lo hubiera pronunciado en el mercado abierto (este punto de vista fue presentado por Curtius). 3. Pablo tení­a que someterse a un examen delante de ese cuerpo en la Stoa Basileios con el fin de recibir una licencia como profesor de lengua extranjera (este punto de vista fue sostenido por Sir William Ramsay). Aunque no es fácil explicar el cambio de ubicación del ágora al Areópago, los puntos de vista de Curtius y Ramsay no han alcanzado mucho consenso, por cuanto la ocasión no era un procedimiento judicial, y los filósofos de su tiempo no quedaron muy impresionados con él. El argumento más fuerte en apoyo de que Pablo presentó el discurso en la colina al pie de la Acrópolis y no en la cámara del concilio en el ágora, es la declaración del v 19: lo trajeron epí­ tón Areion Págon (donde epí­ significa más “sobre” que “en” o “hacia”). Por ello, la primera idea mencionada arriba puede considerarse la más plausible. 38. El Areópago, como se lo ve desde la Acrópolis, con el ágora en el centro, hacia la derecha. Bib.: E. Curtius, “Paulus in Athen” [Pablo en Atenas], Sit5ungsberichte der Akademie [Informes de las sesiones de la Academia] (Berlí­n, 1893) II:925-938; W. Ramsay, St. Paul the Traveller and the Roman Citizen [San Pablo el viajero y el ciudadano romano] (Londres, 1896), pp 243-247.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(gr., Areios pagos, monte de Ares). Un monte estéril de una altura de 116 m. al noroeste de la famosa Acrópolis en Atenas. Estaba dedicado a Ares, el dios de la guerra. Este lugar elevado llegó a ser el escaño del concilio griego, el Areópago. Esta era una corte encargada de las preguntas sobre moralidad y el derecho de los maestros que enseñaban en público. Pablo fue llevado al Areópago (Act 17:19) para ser examinado sobre sus enseñanzas. La misión de Pablo en Atenas produjo numéricamente escasos resultados, y no se registra que se haya fundado una iglesia; pero Dionisio, el areopagita, uno de los miembros de la honorable corte, estaba entre los que creyeron (Act 17:34).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

El nombre areópago fue aplicado a un promontorio rocoso de 113 mts. de altura ubicado al noroeste de la acrópolis ateniense y al concilio de ancianos que allí­ se reuní­a. La leyenda cuenta que Atenea, la diosa de la sabidurí­a, presidí­a en el areópago cuando Orestes fue absuelto de culpa en la muerte de su madre Clytemnestra.
Durante los siglos V y VI a. de J.C. , el areópago era el centro de poder de la aristocracia ateniense. En años posteriores su poder fue decreciendo gradualmente, aunque el prestigio del areópago se mantuvo por algún tiempo bajo el imperio romano.
La corte del areópago se reuní­a al aire libre con el acusador y acusado parados sobre plataformas labradas en la roca. Fue aquí­ donde Pablo predicó su famoso sermón a los atenienses (Hch. 17:21-34).
Véase también ATENAS.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

(Colina de Ares). Lugar elevado y rocoso en †¢Atenas donde se reuní­a el concilio supremo de la ciudad. Por extensión se llamó A. a ese cuerpo, que en tiempos anteriores al NT tení­a muchas atribuciones, pero cuando escuchó a Pablo sólo guardaba influencia en asuntos educativos y religiosos. En la época precisa del famoso sermón del A. (Hch 17:16-34) esta institución no celebraba sus reuniones en la colina (donde cinco siglos antes habí­a juzgado a Sócrates), sino en el llamado †œPórtico Real†, cerca del mercado de la ciudad. La expresión †œle trajeron al A.† [a San Pablo] no señala necesariamente al sitio, sino a la institución.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CONS MONT DIOS (griego, “Colina de Ares”). (a) Una de las colinas más bajas en la parte occidental de la Acrópolis de Atenas, consagrada a Ares, el dios de la guerra. (b) La suprema corte de Atenas que se reuní­a en la colina llamada Areópago para dictar sus fallos. Todaví­a se pueden

ver, labrados en la roca, los asientos de los jueces y de otros funcionarios. Según la opinión de algunos eruditos, Pablo defendió su causa y la del Cristianismo ante el Areópago, pero lo más probable es que haya dirigido su mensaje a algún grupo de filósofos en el mismo sitio en que la suprema corte dictaba sus fallos (Hch. 17:16 ss). Uno de los miembros de esta asamblea, Dionisio, llamado el Areopagita, se convirtió como resultado de la predicación de Pablo, si bien los demás se burlaron de él.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[016]

Plaza de Atenas en donde se reuní­a el Consejo o Boulé para deliberar. En su seno, según los Hechos de los Apóstoles (Hech. 17. 22) S. Pablo pronunció una de sus más elocuentes catequesis, aunque destinada al fracaso práctico por la indiferencia de los atenienses. Tal “fracaso catequí­stico” y apostólico le hizo abandonar la ciudad y marchar a Corinto, donde nació la más hermosa de las comunidades primitivas del ámbito paulino.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Discurso de Pablo

(-> helenismo, Atenas, Pablo, Hechos). El discurso de Pablo en el Areópago (Hch 17,22-31) constituye un tema central en la teologí­a de Lucas (del libro de los Hechos) y sirve para marcar la relación y diferencia entre el Evangelio y la cultura griega. Pablo ha estado hablando en la plaza de Atenas (Hch 17,17), como hací­a Sócrates en otro tiempo. Pero los filósofos le llevan al Areo-pago o monte-colina (Pagus) de Ares (Marte), Sede superior del famoso Tribunal, que habí­a condenado a muerte al mismo Sócrates. En ese lugar, como nuevo Sócrates, hablará Pablo en el Areópago, pero los atenienses no le condenarán a muerte, como al filósofo antiguo, sino que le despreciarán. Este discurso de Pablo, con su conclusión negativa, constituye el primero y más hondo de todos los intentos de vinculación entre cristianismo y helenismo. Pablo empieza apareciendo como griego entre los griegos, retomando un camino que habí­a quedado truncado en la crisis de los macabeos*. De esa forma anuncia el mensaje de Jesús en clave universal, sin aludir a la historia peculiar judí­a ni a sus leyes de tipo sacral, social o alimenticio. Así­ elabora una especie de Antiguo Testamento griego del Evangelio, en clave de diálogo religioso y filosófico, como indicaremos, evocando las diversas partes del texto.

(1) Exordio o proemio (Hch 17,22b23). Los filósofos buscan novedades (Atenas*), pero Pablo les toma en serio y conecta con ellos y empieza incluso alabándoles, al llamarles, en palabra ambigua, deisidaimonesterous, es decir, muy religiosos. También les halaga refiriéndose a un bómon o altar particular que han alzado al Dios desconocido. Pablo se ha fijado en un sí­mbolo que expresa de forma intensa el desamparo de Atenas (y del mundo entero) que no conoce a Dios, pero eleva un altar al dios desconocido. Parece que no habí­a entonces en Atenas un altar a ese dios en singular, sino a los dioses desconocidos, en plural. Pero esa distinción resulta secundaria. Debajo de los dioses desconocidos, Pablo ha visto a Dios (o lo divino) y de esa forma ha aceptado la búsqueda religiosa de los griegos, pero advierte que su Dios desconocido es sólo un tonto, una deidad impersonal.

(2) Dios y el mundo (Hch 17,24-25). A partir del dios desconocido, Pablo expone su visión religiosa en un lenguaje que puede ser aceptado por judí­os (desde Gn 1) y griegos (al menos por muchos estoicos y platónicos), que ven a Dios como ho poiesas: el hacedor de todo. Ese Dios universal de judí­os y griegos ofrece vida/aliento (dsóé/pnoé) a cada una de las cosas, de manera que no necesita templos ni culto divino: es él quien nos da a nosotros todo; nosotros no tenemos que darle nada.

(3) Dios y la historia. Universalismo humano (Eích 17,26-29). Pablo nos lleva después desde el nivel cósmico al humano, con afirmaciones judí­as (todos provenimos de un mismo Adán) y helenistas (somos genos, familia de Dios). De esa forma supera el posible particularismo judí­o, propio de aquellos que insisten en la necesidad de mantener la Ley y el pueblo separado (en la lí­nea de los macabeos*), pero también un tipo de universalismo elitista de la razón, propio de los griegos sabios. Sólo Dios creador vincula para Lucas a todos los humanos, superando así­ la división de varones y mujeres, judí­os y griegos, esclavos y libres (cf. Gal 3,28). En esa lí­nea ha trazado una relación intensa entre la unidad de Dios (uno mismo, sobre todos) y la unidad humana (hay un étimos o pueblo universal, formado por todos los hombres y mujeres), que habitan en una misma tierra, en la que hay tiempos (kairous) y lugares (horothesias) para cada uno de los pueblos, llamados a buscar al mismo Dios.

(4) Diálogo con el paganismo filosófico. Como prueba de su tesis, Pablo no quiere citar su Escritura israelita, sino que prefiere apoyarse en un autor griego que afirma que en Dios vivimos nos movemos y somos, pues formamos parte de su estirpe (Arato, Phaen 5). Estos son los temas fundamentales del diálogo religioso-cultural de Pablo con el helenismo. Ciertamente, su discurso puede aceptarse también en una lí­nea israelita (cf. Is 46,1-7; Sab 13-15). Pero, en el fondo, es un discurso filosófico pagano. Pablo ha empezado hablando del altar elevado al Dios Desconocido, pero luego lo identifica con el logos religioso-filosófico de los estoicos que son sus verdaderos interlocutores, pues ellos afirman que Dios (o lo divino) es vida/aliento de las cosas. La afirmación de que somos familia de Dios (genos Theon) se puede interpretar en sentido panteí­sta, como harán algunos estoicos; pero también puede entenderse en la lí­nea de Gn 1,27 (a su imagen y semejanza los creó…). Pablo deja el tema abierto. No dice que los hombres hayan encontrado a Dios, sino que están hechos para hallarle. El está hablando a personas que han buscado y que de alguna forma han logrado ya palpar a Dios (psélaphaó), como dice en palabra de gran plasticidad (Hch 17,27).

(5) La diferencia cristiana: el Dios del resucitado (Hch 17,30-31). En este momento cambia el tono del discurso. Pablo entiende ahora la historia anterior como tiempos de ignorancia (khronous tés agnoias) que Dios ha pasado por alto (hyperidón), para manifestarse ya desde lo más profundo, de manera que los hombres y mujeres puedan convertirse (meta-noia), superando su ignorancia (ag-noia). Aquí­ resuena la experiencia penitencial judí­a, pero sobre todo está presente la gracia cristiana de la conversión como don de Dios en Cristo. En este contexto habla del dí­a (hémera), entendido como tiempo en que Dios va a juzgar (krinein) el universo con justicia (dikaiosyné), a través del “hombre” a quien ha designado (en andri hó hórisen) y testificado al resucitarlo de (entre) los muertos (anastésas auton ek nekrón). Este es el contenido particular de la fe cristiana: un hombre resucitado. Ciertamente, a partir de aquí­ serí­a necesario contar la historia de ese hombre (evangelios). Pero Pablo no lo hace, no se lo dejan hacer los atenienses.

(6) Reacción de los atenienses (Hch 17,32-33). Tiene dos momentos. Uno “negativo”: los sabios de Atenas se van; podrí­an haber aceptado a Jesús como sabio o taumaturgo (un hombre con poderes divinos); pero no pueden aceptar su muerte/resurrección como signo radical de Dios. Más aún, podrí­an aceptar su muerte heroica, al estilo de Sócrates, a quien condenaron los sabios jueces de este mismo Areópago, pero no aceptarán su resurrección. Sócrates no la necesitaba, pues creí­a que su espí­ritu era eterno. Pero Jesús no es Sócrates, ni el Dios cristiano es la pervivencia del espí­ritu, sino aquel que ha resucitado a Jesús (cf. Rom 4,24). Así­, Pablo fracasa, pero su gesto ofrece también un momento “positivo”: un areopagita, llamado Dionisio, escucha y acepta el mensaje de Pablo, con una mujer llamada Damaris. Ellos son los primeros testigos de la vinculación del Evangelio con Atenas.

Cf. A. M. DUBARLE, “Lc discours á l†™Aréopage (Act 17,22-31) et son arriére-plan biblique”, RSPhTh 57 (1973) 576-610; J. DUPONT, “Lc discours devant l†™Aréopage et la révélation naturelle”, en ID., Etudes sur les Actes des Apotres, Cerf, Parí­s 1967, 157-170; Nuovi studi sugli Atti degli Apostoli, Paoline, Turí­n 1985, 359-400; L. LEGRAND, “The Areopagus Speech”, en J. COPPENS (ed.), La notion biblique de Dieu, BETL 41, Lovaina 1985, 337-350; E. DES PLACES, De oratione S. Paidi ad Aeoopagum, Istituto Bí­blico, Roma 1970.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(Colina de Ares; Colina de Marte).
Colina situada al NO. de la Acrópolis ateniense y separada de ella por un valle poco profundo. Esta árida cima caliza, más bien estrecha, tiene unos 113 m. de altitud, en tanto que la Acrópolis, al SE., se eleva unos 43 m. por encima de ella. Por el lado N., la colina de Marte tiene una pendiente suave, mientras que la cara S. es escarpada. En otro tiempo estuvo coronada por altares griegos, santuarios, estatuas y el tribunal supremo al aire libre del Areópago. En la actualidad todo esto ha desaparecido y tan solo quedan algunos de los asientos labrados en la roca.
En una de las visitas del apóstol Pablo a Atenas, ciertos atenienses lo asieron y lo condujeron al Areópago, mientras le decí­an: †œ¿Podemos llegar a saber qué es esta nueva enseñanza que hablas? Porque presentas algunas cosas que son extrañas a nuestros oí­dos†. (Hch 17:19, 20.) En respuesta, Pablo hizo una cuidadosa exposición de hechos contundentes, desarrollando un argumento lógico, persuasivo y convincente. No pudo terminar su discurso, porque †œal oí­r de una resurrección de muertos†, algunos burlones comenzaron a mofarse. Sin embargo, para cuando surgió esta interrupción, el apóstol habí­a logrado dividir a su auditorio en tres opiniones. Aunque unos se mofaban y otros decí­an que escucharí­an más adelante, algunos †œse hicieron creyentes, entre los cuales también estuvieron Dionisio, juez del tribunal del Areópago, y una mujer de nombre Dámaris, y otros además de ellos†. (Hch 17:22-34.) En la actualidad hay una placa de bronce en la colina de Marte que contiene este discurso del apóstol Pablo y que conmemora dicho acontecimiento. No es posible afirmar con certeza que en aquella ocasión Pablo hablase ante el tribunal del Areópago, pero en su auditorio tuvo por lo menos a un componente de ese notable tribunal. (GRABADO, vol. 2, pág. 746.)

[Fotografí­a en la página 183]
Inscripción griega que conmemora el discurso de Pablo en el Areópago (Hch 17:22-31)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(gr. Areios pagos, ‘colina de Ares’, el dios de la guerra griego, que corresponde al Marte romano).

1. Una pequeña colina al NO de la Acrópolis en Atenas. °vrv3, °vm y otras tienen “colina de Marte” en Hch. 17.19 en nota marginal.

2. El consejo del Areópago, así llamado porque la colina de Ares era su lugar de reunión original. En la época del NT, exceptuando la investigación de casos de homicidio, se reunía en el “Pórtico Real” (stoa basileios), en el mercado ateniense (agora), y probablemente fue en este lugar donde Pablo se presentó ante el Areópago (Hch. 17.19). Era la institución más venerable de Atenas, con sus orígenes en épocas legendarias, y, a pesar de la limitación de buena parte de sus antiguas facultades, seguía teniendo gran prestigio; tenía, además, jurisdicción especial en asuntos de moral y religión. Era natural, por consiguiente, que un “predicador de nuevos dioses” (Hch. 17.18) fuese sometido a su arbitrio.

El discurso dirigido por Pablo al Areópago en la ocasión mencionada (Hch. 17.22–31) constituye una exposición sobre el verdadero conocimiento de Dios. Tomando como punto de partida una inscripción en un altar “al *dios no conocido”, le dice a su auditorio que ha venido a hacerles conocer al Dios cuya naturaleza confiesan desconocer. El Dios verdadero es creador y Señor del universo; no habita en santuarios materiales; no depende de los sacrificios de sus criaturas sino que les concede vida y todo cuanto necesitan. Aquel que es el creador de todas las cosas en general es el creador de la humanidad en particular; y así el discurso pasa a hacer ciertas afirmaciones acerca del hombre en relación con Dios. El hombre es uno; las zonas habitables de la tierra y las épocas del año se han establecido para su beneficio; el propósito de Dios al hacer todo esto es lograr que los hombres lo busquen y lo encuentren, tanto más dado el hecho de que son criaturas suyas. Si bien la fraseología y las referencias son helenísticas, el enfoque es netamente bíblico. En su peroración Pablo llama a los oyentes al arrepentimiento y a someterse al conocimiento de Dios, ya que no solamente es el Creador sino también Juez de todos; la confirmación del juicio futuro está dada por el hecho de que el Hombre facultado para ejecutar dicho juicio fue levantado de entre los muertos. Al oír esta referencia a la resurrección el consejo despidió a Pablo por considerar que no valía la pena seguir escuchándolo.

Bibliografía.°DBA.

N. B. Stonehouse, Paul before the Areopagus, 1957; M. Dibelius, Studies in the Acts of the Apostles, 1956, pp. 26–83; B. Gärtner, The Areopagus Speech and Natural Revelation, 1955; H. Conzelmann, “The Address of Paul on the Areopagus”, en L. E. Keck y J. L. Martyn (eds.), Studies in Luke-Acts, 1966, pp. 217–230; T. D. Barnes, “An Apostle on Trial”, JTS ss. n. 20, 1969, pp. 407–419; C. J. Hemer, “Paul at Athens: A Topographical Note”, NTS 20, 1973–4, pp. 341–349.

F.F.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico