ASCETISMO

Aunque esta palabra no se usa en la Biblia, el concepto sí­ aparece con frecuencia. En el sentido de autodisciplina, el ascetismo normalmente ocurre en el AT en relación con circunstancias particulares tales como el arrepentimiento (1Sa 7:6) o reglamentos religiosos (Lev 10:9; Num 6:1-8). Pero en el NT afecta toda la manera de vivir, llamando al renunciamiento de todo lo que perjudica al discipulado (Mat 19:21-22; Mar 10:29-30). El dominio propio es un fruto del Espí­ritu (Gal 5:23). Se exige del luchador (1Co 9:25), de los ancianos de la iglesia (Tit 1:8) y de los cristianos en general (2Pe 1:6).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Palabra que no aparece en la Biblia, pero que regularmente se utiliza para señalar la actividad de una persona que con rí­gido autocontrol se dedica a la abstinencia y la vida solitaria. En el AT se recomendaba el ayuno temporal y los votos de †¢nazareo, pero no se insistí­a en una abstinencia permanente de comidas (salvo los animales declarados impuros) ni en que se viviera una vida apartada de los demás. En el NT, Juan el Bautista tení­a costumbres de mucho a. (Luc 7:33), pero no las imponí­a a otros. Pablo advierte sobre aquellos que exigí­an la abstinencia de ciertas comidas (1Ti 4:3).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Del griego askēsis (ejercicio o práctica), el ascetismo señala la práctica de disciplinarse a sí mismo, más particularmente en relación con el cuerpo. Normalmente toma la forma de renuncia en la forma de ayuno, celibato, etc., aunque algunas veces se la ha dado una forma más activa en excesos como la auto-flagelación. La idea puede extenderse a muchas áreas de la vida, especialmente al abandono de las posesiones o al retirarse de varios aspectos de la vida intelectual o cultural en favor de la edificación espiritual o el servicio.

La Biblia tiene un lugar para un tipo de ascetismo correcto. De manera que, Israel debió abstenerse de relaciones sexuales matrimoniales antes de la entrega de la ley (Ex. 19:15). El voto nazareo envolvía el tener que abstenerse de vino o sidra y una estricta rigidez en relación con comida inmunda. (Jue. 13:5). Elías ayunó por cuarenta días en su camino a Horeb (1 R. 19:8), y el ayuno en particular jugó un papel importante en la humillación penitente delante de Dios (Jl. 2:15ss.).

El ascetismo tampoco es excluido en el NT. Juan el Bautista tuvo una actitud muy severa en cuanto a la comida y el vestido (Mt. 3:4). Jesús entró en su ministerio ayunando (Mt. 4:1ss.), y para el bien de su ministerio tuvo que privarse de los derechos normales del hombre, tales como la propiedad, el matrimonio, y hasta de sus relaciones familiares (Mr. 3:33s.).

Si bien no enseñó a ayunar a sus discípulos, les dijo claramente que debían hacerlo cuando él partiera (Mt. 9:15), y obviamente requirió que algunos debían llevar una vida célibe y renunciar a las relaciones ordinarias de los hombres por amor a él (Mt. 19:12, 29). En las epístolas, Pablo ve que el celibato tiene algún valor para agradar mejor al Señor (1 Co. 7:32), y su propia práctica fue la de una rigurosa disciplina a fin de ser un buen soldado y siervo de Jesucristo (1 Co. 9:27; 2 Ti. 2:3s.).

Es imponente el énfasis consistente que la Biblia hace sobre un ascetismo correcto; sin embargo, debe tenerse en cuenta cuidadosamente tres puntos importantes. Primero, no se sugiere de ningún modo que haya algo intrínsecamente malo en aquello que se deja, como por ejemplo, la comida, el matrimonio, la propiedad privada, o las relaciones ordinarias. Segundo, en la mayoría de los casos no se da una regla universal, y menos permanente, de ascetismo. Tercero, el ascetismo no es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr algo positivo, p. ej., arrepentimiento, oír la palabra de Dios, o, en forma más particular, servicio.

El testimonio ascético era particularmente valioso en el mundo pagano antiguo que tenia sus normas de moralidad física tan relajadas, y en una medida muchos cristianos tuvieron que aceptar un nuevo nivel de abstinencia, y otros estuvieron preparados a ir hasta extremos mucho más grandes por el bien de su nueva vida y su testimonio. De manera que, no sorprende encontrar un rápido desarrollo de un movimiento ermitaño o monástico que tenía como fin facilitar o fomentar las prácticas ascéticas. Tampoco debemos condenar del todo este hecho, ya que acepta literalmente las afirmaciones bíblicas que demasiado a menudo se evaden con espiritualizaciones. Además, mantiene un nivel de normas mucho más elevado que el alcanzado por la mayoría. Y muchos de los monjes antiguos fueron los primeros en el evangelismo y el servicio.

No obstante, desafortunadamente, la tendencia general de la iglesia ha sido perder de vista las tres características distintivas e inseparables del ascetismo genuinamente bíblico. Bajo la influencia pagana, dominante especialmente en el gnosticismo (véase), se ha sospechado de manera continua que lo físico es malo esencialmente y que, por tanto, debe abandonarse para alcanzar la verdadera santificación y la total obediencia a Cristo. Otra vez, se ha tratado de imponer reglas definidas de ascetismo como obligación indisoluble, así como la iglesia Romana insiste en el celibato o el carácter permanente de los votos monásticos. Tercero, se ha supuesto que hay mérito en el ascetismo como tal, el asceta alcanza un grado de vida cristiana superior con lo que consigue méritos en su esfuerzo por evitar el purgatorio. En esta forma es que el dualismo, el eclesiasticismo y el legalismo han pervertido el verdadero ascetismo, y en venganza lo han llevado hasta el libertinaje (cf. el concubinato clerical) o bien al fariseísmo egocéntrico (Lc. 18:11s.). No puede existir una caricatura mejor del ascetismo genuino que la de Simón Estilita en su pilar, el celibato de los sacerdotes con su «ama de llaves», o el monje que busca la edificación privada aislándose del mundo.

Con todo, el mejor antídoto contra el ascetismo pervertido es el punto de vista bíblico y evangélico, el cual descansa en que Cristo solo es el salvador. No busca ningún mérito o virtud en el ascetismo como tal. No cree que lo físico es intrínsecamente malo. No puede aceptar una regla permanente o comprometedora de abnegación. Pero está preparado para varias medidas de disciplina y negación de sí mismo en obediencia a las demandas específicas de Jesucristo, haciéndolo de todo corazón y con un amor dominante hacia él y por el bien del ministerio de evangelismo o edificación.

Véase también Ayuno, Celibato.

BIBLIOGRAFÍA

K.E. Kirk, The Vision of God; O. Zoeckler en HERE.

William Kelly

HERE Hastings’ Encyclopaedia of Religion and Ethics

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (63). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología