ASTROLOGIA

Al advertir a su pueblo contra las supersticiones cananeas (Deu 18:10-13), Moisés no hizo referencia a la astrologí­a ni a ningún otro tipo de adivinar la suerte por medio de las estrellas, porque, aunque esto después llegó a Palestina occidental, era esencialmente un estudio babilónico o mesopotámico. Aunque en algunas traducciones modernas astrólogos aparece varias veces (p. ej., Dan 2:2; Dan 5:7 inglés NIV), la única referencia inequí­voca de su práctica y de quienes la practicaban se encuentra en Isa 47:13 (los que contemplan las estrellas y anuncian el comienzo de los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti) y Jer 10:2 (donde al pueblo se le exhorta a no tener temor de las señales del cielo). Los babilonios y egipcios estudiaban el movimiento de las estrellas, tomando nota de variaciones y conjunciones a fin de predecir eventos sobre la tierra. La palabra heb. †™ashshaph (p. ej., en Dan 1:20; Dan 2:2, Dan 2:10, Dan 2:27; Dan 4:7; Dan 5:7; Dan 5:11, Dan 5:17) se traduce con frecuencia como astrólogo. Se refiere a la práctica general de la magia o a los que hací­an encantamientos o pronunciaban adivinanzas. A veces algunas versiones usan astrólogo para decir caldeo en algunos de estos mismos vv. y también en otros (p. ej., Dan 2:2, Dan 2:4-5, Dan 2:10; Dan 5:7, Dan 5:11) una restricción innecesaria al significado de la palabra que abarca, p. ej., filosofí­a tanto como astrologí­a y, en general, se refiere a gente educada y de mucho conocimiento.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Creencias antiguas de la humanidad. Entre los pueblos mesopotámicos se creí­a que en las estrellas estaba consignado el futuro de personas y pueblos, por lo que desarrollaron la ciencia de interpretar fenómenos celestes. No habí­a distinción entre astronomí­a y astrologí­a, situación esta predominante en muchos pueblos antiguos. A partir del siglo VIII a.C., se hallan referencias al zodí­aco. La astrologí­a a veces se identificaba como “ciencia caldea” o de los caldeos y tuvo gran difusión en Grecia, Roma y otras naciones. También se encuentran esas creencias entre algunos hindúes, chinos e islámicos.
Hubo elementos de astrologí­a en algunos grupos cristianos, quienes veí­an alguna relación entre el anuncio de la Natividad de Cristo por una estrella y esas creencias, pero los “padres de la iglesia” se opusieron a esa tendencia, que posteriormente se encontró en altas esferas eclesiásticas, pero solo de manera aislada.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

El estudio del movimiento de los cuerpos celestes con el fin de interpretar y predecir el futuro. Es una forma de adivinación.

La astrologí­a apareció en el mundo helenista (griego) en el siglo III a.C. como una sí­ntesis de las religiones astrales de los Caldeos y los Egipcios con las matemáticas y la astronomí­a griega. Su influencia abarcó todas las ramas de la vida humana.

La astrologí­a se diferencia de la astronomí­a que es el estudio cientí­fico sobre los cuerpos celestes.

¿No eran los magos que adoraron al Niño Jesús astrólogos? En el Nuevo Testamento se relata que los magos seguí­an una estrella en busca del Mesí­as (Mat 2:1-10). Dios se puede valer de los astros para atraer a los paganos hacia Cristo. Pero una vez que lo han encontrado, ya no deben volver a las antiguas prácticas. Cristo es la plenitud de la Revelación, la Sabidurí­a encarnada, el pastor y guí­a de nuestras almas, el †œsol que nace de lo alto.† Su luz es incomparablemente mayor a la de todos los astros.

Dios se puede valer de los astros para llamar nuestra atención a un gran evento o mensaje que nos desea dar a conocer. Por ejemplo, al morir Jesús, el sol se ocultó. (Mat. 27: 45; Mc. 15:33; Lc 23:44); En Fátima ocurrió el milagro del sol. Estos eventos, a diferencia de la astrologí­a, corroboran o confirman un mensaje que Dios ha revelado y tienen como único propósito apuntar hacia la revelación divina.. No son, como en la astrologí­a, iniciativa del hombre en busca del futuro, no substituyen a Dios y la revelación cristiana sino que la confirman.

Desde el principio los cristianos se opusieron a la astrologí­a. San Pablo critica la observancia de dí­as especiales (Gal 4:9-10) y la devoción a los poderes cósmicos (Rom 8:38; Col 1:16, 2:8:20).

Los Padres (Tertuliano, Agustí­n y otros) denunciaron las predicciones astrológicas, a menudo identificándolas como demoní­acas. San Agustí­n (m.430) acusó la astrologí­a en su tratado La Ciudad de Dios, por ser un sistema fatalista que niega la libertad humana.

El influjo del Islam en la filosofí­a medieval europea trajo consigo algo de apertura a la astrologí­a.

Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone †œdesvelan† el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrologí­a, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a †œmediums† encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.

Fuente: Diccionario Apologético

(Horóscopo):Condenado fuertemente en Isa 47:13-14. Serán quemados como paja consumida al fuego, por el poder de las llamas. Quí­tese esas senales del zodí­aco, y quí­teselas a sus hijos. Son de Satanás: (Hec 19:18-19). Hay que distinguirla de la verdadera ciencia de la Astronomí­a, que es la que estudia los astros. Véase “Espiritismo”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Supuesto arte o ciencia de relacionar los movimientos de los astros con los acontecimientos de la historia. Los antiguos creí­an en esa relación, por lo cual trataban de adivinar el porvenir mediante observaciones y cálculos astronómicos. La †¢astronomí­a, verdadera ciencia, nació de la a. Al observar los astros y suponer influencia de ellos sobre el destino de los hombres, se les llegó a considerar dioses, por lo cual los que ejercí­an este oficio eran generalmente sacerdotes. En el capí­tulo 12 del apócrifo †œLibro de los Jubileos† se plantea que Abraham era astrólogo en Babilonia antes de convertirse al monoteí­smo.

En tiempos de Daniel existí­an en la corte de †¢Nabucodonosor muchos †œmagos, astrólogos, encantadores y caldeos† (Dan 1:20; Dan 2:2; Dan 2:10 etcétera). Fue tanta la fama de esta actividad en Mesopotamia que la palabra †œcaldeo† llegó a ser sinónimo de astrólogo. Suponen algunos que los magos que vinieron a adorar al Señor Jesús eran astrólogos (Mat 2:1) en vista de su observación de la estrella. Los caldeos estudiaban de manera especial el sol y la luna, así­ como otros cinco astros a los que llamaban †œdioses intérpretes†, que eran Sin (la luna), Bel (Júpiter), Meinodach (Marte), Nebo (Mercurio) y Milita (Venus). De estos se hací­an representaciones escultóricas (dioses), algunos de los cuales son mencionados en Isa 46:1 (Bel y Nebo). Isaí­as profetizó contra Babilonia diciendo: †œTe has fatigado en tus muchos consejos. Comparezcan ahora y te defiendan los contempladores de los cielos, los que observan las estrellas, los que cuentan los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti† (Isa 47:13).
condenó la a. (Deu 4:19). Samuel la iguala a la rebelión (1Sa 15:23). Leemos en Jeremí­as: †œAsí­ dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman† (Jer 10:1-2). En la reforma religiosa del rey †¢Josí­as se eliminó la práctica de †œlos que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, y a los signos del zodí­aco, y a todo el ejército del cielo† (2Re 23:5). La expresión †œsignos del zodí­aco† fue puesta por los traductores por el término hebreo mazalot, que más literalmente significa †œplanetas†. De todas maneras, es evidente por este texto que la a. llegó a ser practicada entre los israelitas a pesar de la prohibición. Josefo da testimonio de que en sus dí­as era algo muy corriente en Israel. †¢Astronomí­a. †¢Estrellas.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, LEYE ver ADIVINACIí“N La astrologí­a se desarrolló en Sumer, Caldea y Babilonia. Ya desde muy antiguo se creí­a que los astros influí­an en la vida de los hombres. Esto es evidentemente idolatrí­a, pues se transfiere a seres creados una acción que pertenece a Dios, y el que tal cree transfiere su confianza del Creador a la criatura. Como confesaba un astrólogo de mucho renombre “El verdadero astrólogo cree que el sol es el cuerpo del Logos de este sistema solar; “en él vivimos y nos movemos, y somos”. Los planetas son sus ángeles siendo modificaciones en la consciencia del Logos” (Knowledge XXIII 228) La astrologí­a se halla mencionada en el AT, juntamente con las otras formas de adivinación, pero en los más intensos términos de reprobación. (Ver ADIVINACIí“N)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[329]

Ciencia o arte de entender los astros y sacar enseñanzas de ellos. Algunos reservan el nombre de “astronomí­a” para la teorí­a del Universo y el cosmos; y el de “astrologí­a” para las interpretaciones extracientí­ficas (adivinación, influencias cósmicas, sortilegios, etc.)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

[329]

Ciencia o arte de entender los astros y sacar enseñanzas de ellos. Algunos reservan el nombre de “astronomí­a” para la teorí­a del Universo y el cosmos; y el de “astrologí­a” para las interpretaciones extracientí­ficas (adivinación, influencias cósmicas, sortilegios, etc.)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. magia)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

La astrologí­a ( = interpretación de los astros) supone que existen ciertas relaciones” a modo de leyes entre la posición de los astros a la hora del nacimiento de una persona y su carácter y destino, en contraposición a la astronomí­a ( = ciencia de los astros), que investiga las leyes naturales por las que se rigen los cuerpos celestes.

1. Algunas ciencias especializadas formulan (según Reiners), entre otras, las siguientes objeciones: a) tras una historia de más de 2000 años, todaví­a no se ha publicado un material con fuerza demostrativa que constara de algunos miles de horóscopos comprobables y fidedignos. b) Las reglas para relacionar las constelaciones estelares con el destino se basan, en parte en un fetichismo del nombre (Marte = guerra o muerte; Venus = amor, etc.), y en parte en ideas astrofí­sicas manifiestamente falsas. c) El influjo de las fuerzas estelares tan sólo en el momento de romperse el cordón umbilical es una arbitrariedad condicionada por el fin pretendido. d) La división de la esfera celeste en “familias”, es decir, en determinados campos que han de influir en situaciones decisivas de la vida humana (matrimonio, amigos, profesión, etc.), carece de toda fundamentación. e) Los “aciertos” aducidos se deben a un cálculo de probabilidad meramente casual. f) Los métodos de trabajo de los astrólogos discrepan tanto entre sí­, que de un mismo horóscopo diversos intérpretes han obtenido diferentes resultados. Los más contradictorios son los horóscopos de los periódicos, que la mayorí­a de los astrólogos profesionales consideran absurdos.

La astrologí­a como oficio es sancionable, p. ej., en Francia, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Rusia, Italia, Suiza.

En contraposición a las reglas arbitrarias de la astrologí­a, cabe verificar un influjo de los cuerpos celestes, especialmente del sol y de la luna, en fenómenos terrestres y, por consiguiente, en forma mediata también en la vida humana.

Investigaciones de M. Gauquelin (1955) refutan la suposición de una realidad objetiva de la astrologí­a, si bien, teniendo en cuenta el estudio de 24 000 nacimientos de importantes personas pertenecientes a diferentes grupos profesionales, parece que no se puede negar un cierto influjo de Marte, Júpiter y Saturno en el comienzo de los dolores de parto. Pero las estadí­sticas suministran cifras que rebasan notablemente lo que se podrí­a esperar por el cálculo de probabilidades. Hasta ahora no tenemos una ftmdamentación causal de esas interdependencias.

2. El aspecto psicológico de la astrologí­a no descubre nada sobre los astros, pero sí­ revela algo acerca del hombre. Según Th. W. Adorno “la astrologí­a refleja exactamente la opacidad del mundo empí­rico”. En el cielo vuelven a aparecer casi todas las amenazas contra la vida y los rasgos del carácter que son importantes para el destino; allí­ están reflejadas las “doce” casas; los planetas llevan los nombres de los antiguos dioses, constituyendo una proyección de las esperanzas terrenas en el ámbito religioso (Mercurio, para la profesión = dinero; Júpiter, para el poder = influencia); y también hay allí­ signos del reino animal, recordando los acontecimientos de la vida del campo o como sí­mbolos de propiedades humanas.

La a. debe su autoridad en forma decisiva a su carácter irracional. Mandatos y orientaciones procedentes de esa profundidad aparentemente transcendente del universo e interpretaciones de la vida desde esa pseudotranscendencia, racionalmente impenetrable, infunden un temor que se convierte en pseudorreverencia. C.G. Jung defiende una opinión compartida por muy pocos. “Resultados más que casuales los interpreta él como un fenómeno sincrónico, como una compaginación llena de sentido dependiente de las esperanzas del experimentador, fundadas a su vez en los arquetipos… En situaciones que vivifican un arquetipo, de las cuales forma parte la a., los números se coordinan bajo la acción de un factor compaginador de la esperanza emocional. Esos fenómenos sincrónicos, “lo que casualmente acontece con sentido”, tienen como trasfondo en la naturaleza una dimensión de acausalidad, de libertad y de significación, la cual se comporta como un complemento de la vinculación, de lo mecánico y de lo absurdo” (Zeitschrift lür Parapsychologie i, 2/3, p. 91s). Jung considera también los dichos sobre los signos estelares como mitos, o sea, como imágenes psicológicas proyectadas en el cielo. Y en cierto modo éstas han sido halladas allí­ a manera de una proyección. Según Jung la a. pertenece preferentemente a los fenómenos parapsicológicos (-> parapsicologí­a).

3. Filosóficamente es significativa la opinión de algunos astrólogos: Los astros no fuerzan, pero infunden cierta propensión. Por consiguiente, si existiera el influjo astral, serí­a comparable a otras influencias que el medio ambiente ejerce sobre la conducta humana (p. ej., el estado de la atmósfera). Eso no suprimirí­a la decisión propia de la voluntad.

4. Teológicamente el problema grave de la a. está en que ésta constituye un “substitutivo” de la religión. Con lo cual se convierte en -> superstición y desví­a el camino personal, que de suyo deberí­a conducir a la fe confiada en Dios. En lugar de renovar constantemente la decisión personal por el propio destino como basado en la voluntad de Dios, el hombre huye hacia ámbitos anónimos.

El influjo del “sacerdote” de ese substitutivo de religión no puede infravalorarse en el campo pastoral. Son especialmente peligrosas las predicciones de un destino adverso, por la necesidad psicológica de cumplirlo que ellas engendran.

Johannes Fasbender

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica

Es la doctrina que afirma que los cuerpos celestes predicen o indican cuál será el destino de (a) hombres individuales y/o (b) naciones.

Científicamente hablando, la astrología del tipo (b) contiene elementos de verdad. Las estrellas fugaces producen lluvias extensas (E.G. Bowen, 1957); las enfermedades se incrementan cuando las manchas en el sol llegan a su nivel máximo, y éstas, a su vez pueden conectarse con la posición relativa de Júpiter y Saturno (véase R.E. de Lury, Jour. Roy. Ast. Soc. Canada, 1938, 32, 174, etc.).

La Biblia no apoya la astrología del tipo (a), aunque algunos pasajes (Gn. 1:14; Job 38:31; Mt. 2) podrían interpretarse astrológicamente. Mas bien, la Biblia enseña que se debe temer más a Dios que a la naturaleza o a meros astrólogos (Is. 47:13; Jer. 10:2–3). Pablo (en Ro. 8:39), escogiendo términos astrológicos, afirma que ni el cenit ni el nadir de las estrellas pueden separarnos del amor de Dios. Este punto—totalmente al día en nuestra época—nos indica que ninguna fuerza conocida de la naturaleza nos puede separar del amor de nuestro Padre.

BIBLIOGRAFÍA

D.C. Allen, The Star-Crossed Renaissance; R. Eisler, The Royal Art of Astrology.

R.E.D. Clark

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (65). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología