ATENAS

Atenas (gr. Athenai, “ciudad de Atenea [Minerva]”). La más ilustre de las ciudades de la antigua Grecia, y su capital actual. Recibió su nombre de la diosa Atenea, la patrona de la ciudad. De acuerdo con la tradición, se fundó en el s XVI a.C. Está ubicada a unos 6,5 km del mar, y un tiempo estuvo conectada con el puerto, El Pireo, mediante largos muros. Mapa XX, B-3. Véanse las figs 37,38,52,53. 52. La Acrópolis de Atenas. Durante los primeros siglos de su historia, la ciudad fue gobernada por reyes. Cuando éstos fueron depuestos, Atenas se convirtió en una oligarquí­a, el gobierno de la aristocracia. Desde ese tiempo sus principales autoridades fueron arcontes (magistrados). Dracón codificó las severas leyes de Atenas (c 621 a.C.), pero Solón, el 2º gobernante y un sabio legislador, las humanizó (c 594 a.C.). Atenas fue una democracia; es decir, la gobernaban sus ciudadanos (aunque éstos constituí­an una minorí­a de la población total). Durante el s VI a.C., y en particular el s V a.C., la ciudad fue el centro del arte y de la literatura griegos, fama que retuvo aun durante épocas de insignificancia polí­tica. Su perí­odo más glorioso comenzó con las guerras persas (s V a.C.), cuando condujo a los griegos en una serie de victorias sobre las fuerzas imperiales persas. La primera victoria en Maratón (490 a.C.) sobre Darí­o I demostró al mundo atónito que los ejércitos de las pequeñas ciudades-estados griegas eran vastamente superiores a los enormes ejércitos del Imperio Persa. Diez años más tarde, Jerjes, el sucesor de Darí­o, atacó Grecia. Ganó la batalla de las Termópilas, y quemó Atenas, que habí­a sido abandonada por sus habitantes, pero fue derrotado en la batalla naval de Salamina (480 a.C.) y en Platea y Micale (479 a.C.). 53. Vista del ágora (plaza del mercado) y el templo de Hefaistos en Atenas, con las columnas de la reconstruida Stoa de Atalo en primer termino. 116 Más tarde Atenas fue la cabeza de la confederación griega, y bajo la hábil conducción de Pericles tuvo su edad de oro. La ciudad se levantó de las cenizas más hermosa que nunca antes. Sobre la Acrópolis, la abrupta colina central, se construyó el inmortal Partenón, la perla de todos los templos clásicos; también el encantador Erecteum y el magní­fico Propileo. Después de ese perí­odo, Atenas enfrentó a Esparta en una ruinosa lucha y perdió su supremací­a ante Tebas. En el 338 a.C., Felipe de Macedonia conquistó Atenas y Tebas en la batalla de Queronea. Desde entonces fue un peón de Macedonia, de Alejandro y de los sucesores de Alejandro. En el 146 a.C. los romanos organizaron Grecia como la provincia de Acaya.* Desde entonces, la ciudad estuvo bajo el dominio de Roma, pero gozó de considerable independencia local. Cuando Sulla la saqueó en el 86 a.C., experimentó sólo un corto perí­odo de retroceso, pues los romanos la embellecieron generosamente con edificios. Por causa de su fama como madre de la cultura occidental -que incluye el arte, la literatura, la arquitectura y la filosofí­a-, permaneció como una ciudad ilustre en los tiempos romanos, aunque no tuvo la importancia económica ni polí­tica de Corinto, la capital de la provincia. Fue especialmente famosa como asiento del saber, y su universidad era considerada como la mejor del mundo. Todas las principales escuelas filosóficas – platónica, estoica,* epicúrea* y peripatética- se desarrollaron en Atenas. El apóstol Pablo la visitó en su 2º viaje misionero (Act 17:15-34), probablemente en el 51 d.C. Al tratar con la gente y hablarles en el ágora, encontró que los atenienses eran investigadores y religiosos (vs 21, 22). Esto último resultaba evidente, porque habí­a más de 3.000 estatuas -probablemente la mayorí­a de las cuales eran objeto de adoración-, y también numerosos templos y altares. Entre éstos habí­a uno dedicado “al Dios no conocido” (v 23). Hasta ahora no se ha hallado ningún altar con esa dedicatoria en las excavaciones hechas en Atenas, pero uno que se descubrió en Pérgamo lleva la inscripción dañada: “A los dioses desco[nocidos]”. Tales altares también fueron mencionados por escritores antiguos (como Pausanias), quienes dijeron que se los habí­a construido para evitar calamidades públicas que no se pudieran atribuir a dioses conocidos. Es posible que el altar que Pablo vio perteneciera a un culto mistérico. Véase Misterios. En Atenas también habí­a una comunidad judí­a que tení­a una sinagoga en la que Pablo predicó, de acuerdo con su costumbre de comenzar su trabajo por los judí­os en una ciudad nueva (v 17). Su conversación con los atenienses en el ágora abrió el camino para su discurso del Areópago* (vs 22-31). Aunque su éxito inmediato no fue grande, en Atenas dejó un grupo de cristianos, entre quienes habí­a un alto funcionario y una mujer de gran reputación (vs 32-34). Puede haber muy pocas dudas de que Pablo volvió a visitar Atenas durante su 3er viaje misionero (20:2, 3), aunque el hecho no está registrado especí­ficamente por Lucas. Bib.: A. Deissmann, St. Paul [San Pablo] (Londres, 1912), pp 261-266; Pausanias, Descriptio Graeciae [Descripción de Grecia] I.1.4; O. Broneer, “Athens” [Atenas], BA 21 (1958):1-28.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

capital de ítica y principal ciudad de la Grecia. En la parte alta de la ciudad, se encontraba la Acrópolis, ciudadela construida en una roca a 150 metros de altura, en donde habí­a templos, esculturas, monumentos como el Partenón, la Pinacoteca, el Erecteyón. Contaba con tres puertos, el Pireo, Muniquia y Falero. A. fue destruida por Jerjes I, rey de Persia, en el 480 a. C. Fue reconstruida por Pericles, del 460 al 429 a. C. Tras las guerras médicas, que se dieron entre Grecia y Persia a través del siglo V a. C., A. se convirtió en potencia naval, cuya influencia económica, comercial y cultural se extendió por todo el Medierráneo. Esparta le disputó esta hegemoní­a, y en la guerra del Peloponeso, del 431 al 404 a.C., la derrotó. A pesar de haberse librado posteriormente de los espartanos, A. no pudo volver a su antiguo esplendor. Sin embargo, A. continuó siendo, aún bajo el dominio de Roma, el foco cultural del mundo de la época. La cultura helénica fue cuna del teatro, de la tragedia y la comedia, así­ como de los tres grandes filósofos de la antigüedad, Sócrates, Platón y Aristóteles. A. se distinguió por su pensamiento polí­tico y por sus instituciones, entre las cuales estaba el ® Areópago, donde el apóstol Pablo predicó Hch 17.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

En la antigüedad, la famosa capital de Atica, uno de los Estados griegos, ahora capital de Grecia. La ciudad fue nombrada por su diosa patrona Atena. Estaba situada alrededor de una colina rocosa llamada Acrópolis y estaba a 7, 5 km. del mar. Según la tradición, la ciudad fue fundada por Cecrops que llegó de Egipto alrededor del año 1556 a. de J.C. Atenas envió 50 barcos a la guerra de Troya. La ciudad fue gobernada por reyes hasta alrededor del año 1068 cuando la monarquí­a fue reemplazada por arcontes (magistrados). Los atenienses derrotaron a los persas en Maratón en el año 490 y nuevamente en el 480 en Salamis. Luego levantaron un pequeño imperio sostenido por una poderosa flota. El perí­odo de mayor apogeo de Atenas fue durante el gobierno de Pericles (459-431), quien levantó muchos hermosos edificios públicos en la ciudad y bajo cuya administración floreció el arte literario. La guerra del Peloponeso (431-404) terminó con la sumisión de Atenas a Esparta. Otras guerras posteriores fueron quitando fuerza a Atenas.

Felipe de Macedonia la arrasó en el año 338. En 146 los romanos la hicieron parte de la provincia de Acaya. El general romano Sulla saqueó la ciudad en 86. Posteriormente cayó en manos de los godos, bizantinos y otros pueblos.

Los turcos la tuvieron bajo su poder desde 1458 d. de J.C. hasta la emancipación de Grecia en 1833.

En la antigüedad, Atenas tení­a una población de por lo menos un cuarto de millón. Era el centro del arte, ciencia y filosofí­a griegos y era la ciudad universitaria más importante en el mundo antiguo, aun bajo los vaivenes de Roma. Aunque fue conquistada polí­ticamente, conquistó a sus conquistadores con su erudición y cultura.

Pablo visitó la ciudad en su segundo viaje misionero y habló ante un auditorio interesado pero algo desdeñoso (Hechos 17). Les recordó el altar que tení­a inscriptas las palabras AL DIOS NO CONOCIDO que habí­a visto él en la ciudad, y declaró que podí­a contarles de este Dios. Logró algunos conversos en la ciudad, pero no existe ningún registro de que hubiera establecido allí­ una iglesia o de que regresara en otra ocasión.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Mientras Atenas controlaba cientos de estados del Mediterráneo oriental en su cenit, durante el siglo V a. de J.C. , bajo el liderazgo de Pericles, la grandeza polí­tica y económica de la ciudad habí­a desaparecido para el tiempo en que el apóstol Pablo llegó allí­ a mediados del primer siglo d. de J.C. Las fortunas de la ciudad estaban destinadas a declinar aún mucho más bajo el gobierno bizantino y turco. Cuando Atenas llegó a ser la capital de la nueva Grecia independiente, en 1833, se habí­a convertido en una villa insignificante de menos de 5.000 habitantes. Desde entonces ha surgido nuevamente hasta convertirse en una ciudad de un status mayor, y hoy cuenta con una población de unos 630.000 habitantes.
Atenas está ubicada ca. 8 kms. del Egeo sobre la pení­nsula de forma triangular del Atica. Incrustada en la región más seca de Grecia goza de una lluvia anual de sólo 41 cms. Pero los recursos de la ciudad antiguamente incluí­an excelentes depósitos de arcilla para la manufactura de cerámica, el famoso mármol del monte Pentelico, las minas de plomo y plata de Laurium, al sur del Atica, y las excelentes facilidades del puerto. El gran puerto de los tiempos clásicos estaba ubicado en el Pireo.
Cuando el apóstol Pablo llegó a Atenas (probablemente en el año 50 ó 51 d. de J.C. ), la ciudad aún gozaba de gran fama como centro de arte y de educación pagana. Aunque los asolamientos de Sulla en el año 86 d. de J.C. habí­an sido fuertes y severos y algunas ciudades del Mediterráneo oriental habí­an cortado su comercio, las grandes estructuras clásicas de Atenas permanecí­an aún intactas. La universidad gozaba de buena reputación y los emperadores y los ciudadanos privados juntamente brindaban grandes beneficios sobre la ciudad.
Además, los ataques de Nerón sobre la escultura ateniense no ocurrieron sino hasta después del gran incendio de Roma en el año 64 d. de J.C. cuando el emperador procuró conseguir piezas de arte para su capital que se estaba reconstruyendo.
Aparentemente Pablo no tení­a la intención de fundar una iglesia en Atenas, sino meramente fue allí­ para escapar de la violenta oposición que se habí­a levantado contra él en Tesalónica y Berea. Mientras que estuvo en Atenas, el Apóstol se preocupó por la idolatrí­a evidente en todas partes y buscó hacer convertidos. Ministró en la sinagoga y en el Agora (lugar de mercado) y habló en el Areópago. Además, indudablemente anduvo observando. Hechos 17:23a puede traducirse: †œPorque al pasar y examinar los objetos de vuestra devoción religiosa †¦†
Pablo estuvo ciertamente familiarizado con el *Areópago, la antigua Grecia y los modernos lugares del mercado romano, las estructuras de la *Acrópolis y aquellas a lo largo del lado sur de la Acrópolis, el gran templo de Zeus y posiblemente el estadio. Siendo que estas estructuras o áreas tienen una conexión directa o implí­cita con el relato bí­blico, todas ellas serán consideradas aquí­.
I. Actividades Arqueológicas. Inmediatamente después de la independencia griega, floreció el interés por las antigüedades del paí­s. La Sociedad Arqueológica Griega se fundó en 1837. De las escuelas extranjeras de arqueologí­a, la francesa se fundó en 1846, la alemana en 1874, la americana en 1882, la británica en 1886, la austrí­aca en 1898, la italiana en 1909 y la sueca después de la Segunda Guerra Mundial.
Como podrí­a esperarse, estas escuelas fueron establecidas como resultado del interés de los eruditos en los objetos griegos que habí­a aumentado en el mundo occidental. El estudio sistemático de la topografí­a de la antigua Atenas se inició en el siglo XVII. Más tarde una contribución particularmente importante fue hecha por James Stuart y Nicholas Revett quienes publicaron cuatro grandes volúmenes titulados The Antiquities of Athens basados en tres años de trabajo allí­ (1751–1754). En el siglo XIX la Topography of Athens de W. M. Leake (2a. ed. , 1841) introdujo el perí­odo de la investigación moderna.
Actualmente, por décadas, con la excepción de los años de guerra, el trabajo arqueológico ha continuado en progreso en Atenas. Pueden notarse algunas de las excavaciones más importantes. Arqueólogos griegos (1870 sigtes.) y más tarde alemanes (1907–16, 1926–39) excavaron el cementerio Dipylon al noroeste de la ciudad. Siendo el mejor cementerio de Atenas, el distrito fue también llamado el †œKerameikos externo† por el hecho de que la vivienda de los alfareros estaba situada allí­ en tiempos primitivos. Las tumbas que se examinaron en este cementerio datan del siglo XI a. de J.C. hasta los tiempos romanos. Un número de lápidas mortuorias judí­as fue hallado. Pero saber dónde estaba localizada la sinagoga en que Pablo pudo haber predicado es otro asunto. Se encontró una losa grabada con el Salmo 118:20 en la sección oriental de la ciudad; algunos han pensado que puede haber estado incorporada a una sinagoga.
Durante los años 1884–91 toda el área de la Acrópolis fue examinada hasta sus cimientos de roca por arqueólogos griegos. La Sociedad Griega Arqueológica también excavó las ruinas del *Odeum de Pericles en la esquina sudoriental de la Acrópolis en 1920. Varios eruditos alemanes estudiaron el teatro contiguo de Dionisio. La falda norte de la Acrópolis fue excavada por la Escuela Americana de Estudios Clásicos en 1931–39 bajo la dirección de Oscar Broneer.
Las excavaciones más pródigas en Atenas se centraron en el Agora. El área fue examinada primero por los arqueólogos alemanes y griegos; pero los gastos de la compra de la tierra y la demolición de las casas impidió una excavación más completa hasta 1930. El gobierno griego dio permiso a la Escuela Americana para responsabilizarse de esa tarea. El proyecto fue mayormente financiado por John D. Rockefeller (hijo) y Ward Canada y fue llevado a cabo durante los años 1931 y 1940 por T. Leslie Shear, y desde 1946 por Homer A. Thompson. Entre 4.000 y 5.000 personas fueron cambiadas de esta área, fueron abiertas 6 ha. y ca. 230.000 toneladas métricas de tierra fueron removidas. Un total aproximado de 68.000 objetos fueron descubiertos y catalogados, además de 94.000 monedas. La Stoa de Atalo (discutida más adelante) fue reconstruida como el Museo del Agora y se hizo también trabajo en el Hephaesteion.
Un trabajo considerable de reparación ha sido hecho en las estructuras que permanecen sobre sus fundamentos; por ejemplo, entre 1922 y 1933 el gobierno griego dedicó considerable atención a la rehabilitación del Partenón para que en una fecha posterior fuera puesto en la mejor condición posible.
II. El Agora. Si Pablo desembarcó en el Pireo y viajó los 8 kms. hacia Atenas, hubiera entrado por la puerta de Dipylon y probablemente hubiera continuado hacia el sureste por la avenida principal que conducí­a hacia el Agora. Tan familiarizado como estaba con las ciudades griegas, hubiera sido más natural para él ir primero al centro polí­tico, comercial y social a fin de sentir el pulso de la metrópoli y hacer arreglos para su estadí­a. Los sitios interesantes debieron ser bastante familiares para el Apóstol ya que él discutí­a †œcada dí­a† con las multitudes en el Agora (Hechos 17:17). Afortunadamente, el trabajo bastante meticuloso de la Escuela Americana de Estudios Clásicos posibilita que visualicemos el Agora tal como Pablo lo conociera.
La avenida por la cual él viajó conducí­a diagonalmente a través del Agora desde el noroeste hasta el sureste y es llamada la ví­a Panatenea, ya que a lo largo de esta ruta se hací­a la procesión anual en honor de Atenas hacia el Partenón. Al entrar al Agora, el Apóstol notarí­a la †œStoa Pintada† que se extendí­a a lo largo del área norte. Construida en el siglo V a. de J.C. , fue llamada así­ por las pinturas de Polygnotus y Micon en sus paredes. Estas representaban escenas de la batalla de la guerra troyana, de la lucha con los persas en Maratón y de varios encuentros entre atenienses y amazonas, entre otros. Esta stoa era un refugio para los filósofos de los siglos IV y III a. de J.C. Zeno, fundador de la escuela estoica, enseñó allí­. Desafortunadamente una carretera y una ví­a del ferrocarril han impedido la excavación del lado norte del Agora.
A lo largo del lado oriental del Agora, a la izquierda del Apóstol, se extendí­a la magní­fica Stoa de Atalo, ahora reconstruida y que sirve como el Museo del Agora. Atalo II, rey de Pérgamo (195–138) un helenófilo, construyó esta estructura para los atenienses ca. el año 150 a. de J.C. Tení­a unos 115 mts. de largo y unos 20 mts. de ancho, con un frente de 2 pisos con 45 columnas que lo sostienen, dóricas en la base e iónicas en la parte superior. Se podí­a subir al segundo piso por las escaleras que se encontraban en cualquiera de los dos extremos. Detrás de la columnata habí­a veintiuna tiendas. Al frente de la stoa, aproximadamente a mitad del camino, del lado oriental del Agora, estaba el Bema o tribuna pública donde los oficiales podí­an arengar a la multitud reunida en la plaza.
Directamente al oeste del Bema, hacia el centro del Agora, estaba el Odeum o salón de música o teatro de Agripa, construido ca. el 15 a. de J.C. El auditorio tení­a asientos para 1.000 personas colocados en 18 hileras. Los asientos eran confortables, con superficie cóncava. La estructura aparentemente tení­a un segundo piso.
Al sur del Odeum se extendí­a el Agora comercial. Construida en el siglo II a. de J.C. , incluí­a stoas al sur, al este y en el centro que daba al área del mercado. La stoa oriental conectaba las stoas del sur y del medio y ocultaban el Agora comercial de la ví­a Panatenea. Se entraba al Agora comercial por medio de una amplia escalera que conducí­a a través de esta stoa al nivel más bajo del área del mercado abierto. La stoa del sur consistí­a de un solo corredor ancho con columnas dóricas a lo largo de su lado norte; la pared de atrás actuaba como una barrera que retení­a contra las faldas de la Acrópolis hacia el sur. En el extremo occidental de la stoa del sur estaba localizada la Heliaia, la más grande corte de leyes de Atenas. Cerca de ésta se encontraba la casa de la fuente del suroeste. La casa de la fuente del sureste estaba cerca de la casa de la moneda en la esquina sudoriental y en la stoa del sur. La fachada de la stoa del centro daba tanto hacia el norte del Agora comercial como hacia el área más grande del Agora del norte. La estructura más grande del Agora tení­a ca. 137 mts. de largo y como las stoas del sur y del oriente su frente estaba compuesto de columnas dóricas.
La carretera a lo largo del lado occidental del Agora pasaba por importantes estructuras polí­ticas de la antigua Atenas. Yendo de sur a norte, se encuentra primero la circular Tholos, la oficina y el comedor del prytany, un comité del concilio de la ciudad. A expensas del estado, los miembros del prytany pasaban allí­ la noche, a fin de que hubiese una guardia permanente de administradores. Construido alrededor del 470 a. de J.C. , este edificio era el verdadero cuartel general del gobierno ateniense. Allí­ también se guardaban los pesos y medidas oficiales.
A pocos metros de distancia, hacia una falda bien empinada llamada Kolonos Agoraios, estaba el Bouleuterion o Casa del Senado donde se reuní­a el concilio compuesto de 500 personas. Este edificio fue construido en forma de teatro con bancos elevados y asientos en forma circular. Entre el Bouleuterion y el Agora se levantaba el Metroon en el cual se guardaban los archivos estatales y el santuario de la madre de los dioses. Fue construido en el siglo II a. de J.C. Al lado opuesto de la carretera desde el Metroon en un área abierta del Agora se encontraba un área cercada que rodeaba una base larga, en la cual las estatuas de los héroes tribales del Atica se cree que se habí­an localizado. La base de estas estatuas sirvió como una cartelera pública.
Entre el Metroon y el templo de Apolo hacia el norte hay un amplio pasadizo que da acceso al templo de Hefestos (dios del fuego) sobre el Kolonos Agoraios. Uno de los templos griegos mejor conservados, tiene 32 mts. de alto. Las columnas dóricas consisten de seis columnas en los extremos y trece a los lados. Sobre el frontis oriental de la entrada habí­a esculturas que representaban los trabajos de Hércules. Se colocaron plantas en maceteros hundidos en la roca y cuidadosamente espaciados alrededor del templo para proveer un jardí­n formal. Al continuar hacia el norte, a lo largo del lado occidental del Agora, una vez más se pasa por el templo del Apolo Patroos del cuarto siglo, reconocido como padre de los atenienses. Al frente de éste en una plaza abierta del Agora estaba el Ares, dios de la guerra, a quien los romanos llamaban Marte. Al norte del Templo de Apolo estaba la Stoa de Zeus, una gran estructura en forma de U que contiene las oficinas administrativas. Delante de ésta se levantaba la colosal estatua de Zeus. Y opuesto a ésta en el Agora abierta se encontraba el altar a los doce dioses, considerado como el centro mismo de Atenas, desde el cual se medí­an las distancias a los puntos exteriores.
III. El Mercado Romano. A unos cuantos metros hacia el oeste del Agora Griega se encuentra el mercado romano o Agora. Planeado por Julio César en el año 44 a. de J.C. fue completado por Augusto César. Como lo indica una inscripción en la entrada principal (occidental), fue erigido entre el 10 y el 2 a. de J.C. La excavación de esta Agora fue emprendida por la Sociedad Arqueológica Griega en 1890 y el trabajo se llevó a cabo intermitentemente hasta 1931; pero aún no ha sido terminado por falta de fondos.
El mercado consiste de un área rectangular abierta con una serie de almacenes y arcos a lo largo de sus lados. Las dimensiones exteriores son 112 mts. por 96 mts. El patio interior, pavimentado con mármol, es de 82 mts. por 57 mts. Este patio está rodeado por columnas iónicas, a través de las cuales se alcanzaba la entrada a los almacenes.
Entradas monumentales fueron construidas tanto en el extremo oriental como en el occidental del mercado. Allí­ las columnas dóricas tení­an casi 8 mts. de alto y sostení­an un frontis. Entre las columnas habí­a 3 pasajes que conducí­an al mercado, el del centro para los carruajes y los de los lados para los peatones.
En el extremo oriental del mercado estaba la torre de los vientos o el reloj de Andrónico. Este era un reloj hidráulico arreglado con un cuadrante solar. La torre octagonal en mármol blanco medí­a 8 mts. de diámetro y cerca de 12 mts. de alto. Cada una de sus caras está dirigida hacia uno de los puntos cardinales y cada cara ostenta la figura esculpida que representa la personificación del viento respectivo.
IV. El Areópago. De acuerdo con Hechos 17:22-31, Pablo apareció ante el *Areópago. Es cierto igualmente que el Areópago se refiere a una corte, como también se referí­a a una colina. En los primeros tiempos la corte se reuní­a en la colina pero para los tiempos del Nuevo Testamento aquélla ocasionalmente se reuní­a en la Stoa Real en el Agora. Existen algunas preguntas acerca de cómo esa stoa debe ser identificada. Normalmente, sin embargo, en los dí­as de Pablo el Areópago se reuní­a en la colina y Pablo probablemente apareció allí­ ante la corte.
Areópago (†œcolina de Ares†) es una prominencia de 115 mts. al oeste de la Acrópolis y al norte del Agora. Ares (el Marte romano), el dios de la guerra, se cree que estuvo en juicio aquí­ por la muerte de su hijo, el dios-mar Poseidón. Más tarde, el monte sirvió como el lugar de reunión de las cortes más antiguas y del concilio de Atenas. Sobre dos piedras en la parte superior del monte el acusador y el defensor se sentaban frente a frente. El montí­culo era ascendido por dieciséis peldaños labrados en la roca. Hacia la derecha de éstos, a nivel de la superficie, una placa de bronce incrustada en la roca ostenta el texto griego del discurso de Pablo en el Areópago. En los dí­as de Pablo, el Areópago tení­a aparentemente la responsabilidad de los asuntos religiosos y educativos y presumiblemente tení­a el derecho de oí­r a aquellos que deseaban dar conferencias (¿Pablo

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

Capital del ítica, en Grecia, famosa como centro cultural y filosófico del mundo antiguo. Su nombre viene de Atenea, diosa de la sabidurí­a. Era famosa también por sus edificios, monumentos y estatuas, especialmente en la Acrópolis, donde se levanta el legendario Partenón, cumbre de la arquitectura griega. Los ciudadanos atenienses estaban siempre atentos a los desarrollos intelectuales del momento y †œen ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oí­r algo nuevo† (Hch 17:21). Cuando Pablo la visitó †œsu espí­ritu se enardecí­a viendo la ciudad entregada a la idolatrí­a† (Hch 17:16). Discutió con los filósofos †¢epicúreos y †¢estoicos. Fue llevado al †¢Areópago, donde dio un discurso que terminaba hablando de la resurrección de Cristo y el juicio venidero, el cual no fue aceptado sino por unos pocos.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip. CIUD

sit, a9, 268, 207

vet, La principal ciudad de la ítica, y la capital de la erudición y del arte griego. La ciudad estaba totalmente entregada a la idolatrí­a, y la gente pasaba el tiempo buscando novedades. Pablo se dedicó a la obra en Atenas, mientras esperaba a Silas y a Timoteo, tratando de razonar con los judí­os en su sinagoga y a diario en el mercado. Unos filósofos le llevaron a la colina de Marte, donde dio su memorable discurso a educados pero paganos oyentes. Hubo un cierto fruto de todas estas labores (Hch. 17:15-22; 18:1; 1 Ts. 3:1). Atenas era una ciudad antigua, y experimentó muchos cambios y diferentes formas de gobierno. Se rindió al general romano Sulla en el año 86 a.C., y quedó así­ integrada en el imperio romano. Fue asediada por los godos en el año 267 d.C., y fue tomada por Alarico, rey de los visigodos, en el año 396. Tomada por Mahomet II en 1456, vino finalmente a ser la capital de la moderna Grecia en 1833.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(Hch 17,16-22) -> Areópago, Pablo, helenismo, macabeos). En el Antiguo Testamento griego (texto de los LXX) aparece ya la oposición entre Jerusalén y Atenas, es decir, entre un judaismo fiel a su elección particular y un helenismo universalista, de tipo pagano (cf. 2 Mac 9,15). Desde esa base se entiende la visión que Lucas ofrece de Atenas, en su introducción al discurso de Pablo que hemos presentado en su lugar.

(1) Impaciencia de Pablo (Hch17,16-17). Pablo se encuentra sólo y se siente dolido (cercano al paroxismo: paróxyneto) viendo la abundancia de í­dolos de la ciudad (kateidólon), que condensa la sabidurí­a de este mundo, que, a juicio de las cartas auténticas de Pablo, puede interpretarse como necedad: no hay salvación por el conocimiento, no existe una ciencia que venza a los í­dolos; quedamos siempre en manos de aquello que nosotros mismos inventamos (cf. 1 Cor 1,22-30).

(2) Curiosidad de los filósofos (Hch 17,18-20). Pablo habla en la plaza, lugar de paso y venta, y le encuentran los cazadores de palabras, que aparecen como partidarios de dos famosas escuelas: los epicúreos, más centrados en los valores estéticos del mundo; y los estoicos, abiertos a la unión sacral del cosmos, con su ética exigente. Ellos llaman a Pablo spennologos: alguien que siembra (vomita) palabras. Pero sienten curiosidad y le buscan, pues anuncia cosas nuevas, nuevos dioses (que serí­an Jesús y Resurrección), y ellos quieren conocer ese anuncio. Una novedad o dios nuevo es para ellos Jesús, otra la Resurrección, que parece compañera de Jesús.

(3) Los atenienses: buscadores de novedades (Hch 17,21). Lucas expone aquí­ el genio del lugar, es decir, el rasgo distintivo de los atenienses, que se definen como buscadores de novedades. De esa forma puede distinguirse la sabidurí­a buena (que los griegos buscan según Pablo: 1 Cor 1,22) y el afán de novedades (propio de muchos atenienses), que no buscan la verdad, sino las últimas curiosidades. Buena es la sabidurí­a para Pablo (y para Lucas, autor del libro de los Hechos), pero ella puede convertirse en pura palabrerí­a, búsqueda vana de curiosidades inmediatas. Por eso, Pablo presentará en el Areópago su más alta verdad.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Atenas era la metrópoli antigua de ítica y tení­a una población de por lo menos un cuarto de millón. Los habitantes más antiguos eran pelasgos. Su primer nombre fue Cecropia derivado de Cécrope que, según la tradición, salió de Egipto y fundó la ciudad (1556 a. de J.C.), y reinó como su primer rey. Más tarde fue nombrada Atenas, en honor de Atena quien era adorada aquí­ como la diosa patrona. Comenzando con Erecteo (1383 a. de J.C.), de quien muchas veces se dice que fue el fundador y el primer rey, 17 reyes gobernaron hasta 1068 a. de J.C. cuando el poder fue dado a un arconte. Solón fue escogido arconte y le dio al estado una constitución cerca de 594 a. de J.C. En 490 a. de J.C. los atenienses derrotaron a los persas en Maratón, y otra vez en Salamina. En 476 Arí­stides organizó la gran confederación ateniense. Pericles fue uno de los grandes caudillos del pueblo. Atenas sucumbió ante Esparta (404 a. de J.C.). Después de la guerra del Peloponeso, Atenas se unió con Tebas en contra de Felipe de Macedonia, pero fue derrotada (338 a. de J.C.). Fue conquistada por los romanos (146 a. de J.C.), y se
le concedió un buen grado de independencia. Como la sede del arte y de la literatura griegos, Atenas jugó un importante papel bajo el gobierno romano. Vino a ser la ciudad universitaria del mundo romano. Su influencia irradió hasta Tarso, Antioquí­a y Alejandrí­a. Atenas se hizo un lugar favorito de residencia de escritores foráneos, quienes cultivaron la historia, la geografí­a y la literatura. Josefo declara que entre los griegos, los atenienses eran los que más temí­an a sus dioses, y como prueba de esto, ellos aun habí­an construido altares a dioses no conocidos, esperando de ese modo adorarlos a todos. La ciudad estaba conectada con el puerto por dos muros largos, separados entre sí­ como 76 ms.
Las calles de la ciudad eran angostas y torcidas y los techos de las casas eran planos. En el centro de la ciudad estaba el acrópolis, un monte inclinado de 150 ms. de alto. Justamente al norte de éste estaba la agora, o mercado, alrededor de la cual habí­a muchos famosos pórticos, en uno de los cuales Pablo discutí­a diariamente con los estoicos. En esta vecindad también estaba la cámara del senado para el Concilio de 500, y la corte del Arópago, donde Sócrates vino en 399 a. de J.C. para hacerles frente a sus acusadores, y donde Pablo, casi 500 años más tarde, predicó a los atenienses acerca del Dios no conocido. Cerca de por allí­ estaba el cementerio y
el Teseo, que es el mejor preservado de todos los templos griegos. En la vecindad también estaban los templos griegos. También la Torre de los Vientos y el reloj de agua, que seguramente interesaran a Pablo, así­ como también atraen nuestra
atención hoy dí­a. Aquí­ se encontraban mucha arquitectura y esculturas famosas, gran parte de las cuales estaban relacionadas con su adoración.
La ciudad tuvo muchos grandes hombres, estadistas tales como Teseo, Pericles y Arí­stides; legisladores, como Dracón, Solón y Clí­stenes; oradores, como Demóstenes; poetas como Eurí­pides; y filósofos como Sócrates.
Atenas es ahora la capital de Grecia y es una ciudad hermosa. Ha sido bien cuidada y es notable por sus espléndidas instituciones educativas, especialmente por sus universidades. Se pueden ver muchos restos de su grandeza antigua y muchas inscripciones de valor.
Pablo, en su segundo viaje misionero, hizo una visita a esta famosa ciudad. En Hechos 17 se nos da un relato de sus experiencias durante su corta estancia allí­. Se nos dice de sus predicaciones en las sinagogas, y de sus disputas con los estoicos; cómo se conmovió él por la adoración de ellos al Dios no conocido, y de cómo pidió que Silas y Timoteo viniesen a él. El fue dejado solo allí­ cuando Timoteo fue enviado a Tesalónica (1 Tesalonicenses 3:1).

Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia

(De [Perteneciente a] Atenea).
Atenas es en la actualidad la capital de Grecia y en tiempos antiguos fue su ciudad más importante. Está ubicada hacia el lí­mite meridional de la llanura del ítica, a unos 8 Km. del mar Egeo, y cuenta con el cercano puerto marí­timo de El Pireo. En tiempos precristianos unos largos muros casi paralelos conectaban este puerto con la ciudad. Su situación geográfica contribuyó mucho a su grandeza histórica. Las montañas que rodeaban la ciudad le brindaban una defensa natural, y los desfiladeros estaban lo suficientemente lejos como para evitar un ataque sorpresa por tierra. Al no ser una ciudad costera, tampoco se la podí­a atacar por mar. Sin embargo, desde la ciudad era posible acceder con facilidad a sus tres puertos naturales en el cercano El Pireo.

Centro cultural y religioso. Aunque en el siglo V a. E.C. Atenas disfrutó de cierta fama militar como capital de un pequeño imperio y como potencia naval, se distinguió sobre todo como centro de la erudición, la literatura y el arte griegos. Por ser ciudad académica, abundaban los conferenciantes, filósofos y maestros, y fue cuna de filósofos famosos, como Sócrates, Platón y Aristóteles. Se establecieron cuatro escuelas de filosofí­a: la platónica, la peripatética, la epicúrea y la estoica (Hch 17:18), a las que asistieron durante la época romana estudiantes procedentes de todos los lugares del Imperio.
Atenas era también una ciudad muy religiosa, y por esta razón el apóstol Pablo comentó que los atenienses †œ[parecí­an] estar más entregados que otros al temor a las deidades†. (Hch 17:22.) Según el historiador Josefo, los atenienses eran †˜los más religiosos de todos los griegos†™. (Contra Apión, libro II, sec. 130.) El Estado controlaba la religión y la fomentaba pagando por los sacrificios públicos, ritos y procesiones en honor de los dioses. Se encontraban í­dolos en los templos, en las plazas públicas y en las calles, y antes de participar en sus banquetes intelectuales o simposios, sus asambleas polí­ticas y sus competiciones atléticas, las personas solí­an orar a los dioses. A fin de no ofender a ninguno de ellos, los atenienses incluso erigieron altares †œA un Dios Desconocido†, hecho al que Pablo hace referencia en Hechos 17:23. Pausanias, geógrafo del siglo II, confirma esto en el relato de su viaje por la carretera que iba desde el puerto de la bahí­a de Falero hasta Atenas (por la que posiblemente pasó Pablo), al decir que vio †œaltares de los dioses llamados desconocidos, [y] de héroes†. (Descripción de Grecia, traducción de Antonio Tovar, Orbis, 1986, ítica, cap. I, sec. 4.)

Historia antigua. La ciudad creció alrededor de la Acrópolis, una colina oblonga de unos 150 m. de altura y con tres lados muy escarpados. (GRABADO, vol. 2, pág. 749.) Durante el siglo VII a. E.C. la gobernó una nobleza hereditaria o aristocracia conocida como los eupátridas, que no solo monopolizaron el poder polí­tico, sino también el control del Areópago, el principal tribunal criminal de aquel tiempo. Sin embargo, durante la primera parte del siglo VI a. E.C., un legislador llamado Solón hizo unas reformas constitucionales que mejoraron la suerte de los pobres y pusieron el fundamento para un gobierno democrático. No obstante, la democracia solo era para los ciudadanos libres del paí­s, pues una gran parte de la población se componí­a de esclavos.
Después de sus victorias sobre los persas en el siglo V a. E.C., Atenas llegó a ser la capital de un pequeño imperio que controlaba la mayor parte de la costa egea y extendí­a su comercio e influencia desde Italia y Sicilia, al occidente, hasta Chipre y Siria, al oriente. La ciudad se convirtió en el centro cultural del mundo antiguo y consiguió brillantes logros en la literatura y el arte. También fue durante esta época cuando se erigieron hermosos edificios públicos y templos, como el Partenón (el templo de Atenea) y el Erecteion, cuyas ruinas todaví­a pueden contemplarse en la cima de la Acrópolis de Atenas. Al Partenón se le consideraba el principal monumento arquitectónico de la antigua religión pagana y estaba adornado con una estatua de Atenea hecha de oro y marfil que medí­a algo más de nueve metros.
Sin embargo, esta belleza material no condujo a los atenienses a una verdadera espiritualidad, pues la mitologí­a griega describí­a a los dioses y diosas que honraban de esta manera como unos seres que practicaban todo tipo de inmoralidad y actos criminales concebibles. Por eso, en los dí­as del apóstol Pablo, el filósofo griego Apolonio criticó a los atenienses por sus bailes orgiásticos durante la fiesta de Dionisio (Baco) y por el entusiasmo que demostraban ante el derramamiento de sangre humana durante los combates de gladiadores.
El Imperio ateniense desapareció después de su derrota ante los espartanos en las guerras del Peloponeso, a finales del siglo V a. E.C., pero sus conquistadores respetaron la ciudad a causa de su cultura y no la destruyeron. En el año 86 a. E.C. la conquistaron los romanos, que la despojaron de su comercio, de modo que para el tiempo de Jesús y los cristianos primitivos, la importancia de Atenas se debí­a principalmente a sus escuelas de filosofí­a.

Actividad de Pablo en Atenas. Hacia el año 50 E.C. el apóstol Pablo visitó Atenas en su segunda gira misional. Habí­a dejado a Silas y Timoteo en Berea con instrucciones de que se unieran a él lo más pronto posible. (Hch 17:13-15.) Mientras los esperaba, le irritó ver tantos dioses falsos en la ciudad y empezó a razonar con la gente, tanto en la sinagoga de los judí­os como en la plaza de mercado. (Hch 17:16, 17.) En años recientes la Escuela Americana de Estudios Clásicos ha excavado por completo esta plaza de mercado o ágora situada al NO. de la Acrópolis. Por lo visto, el ágora no era solo un lugar donde se efectuaban transacciones comerciales, sino también donde se debatí­an asuntos cí­vicos. La actitud inquiridora de los atenienses que refleja el relato de Hechos 17:18-21 se manifiesta en la crí­tica que hace Demóstenes de sus conciudadanos atenienses por lo mucho que les gustaba pasearse por la plaza de mercado preguntando: †œ¿Qué hay de nuevo?†.
Ciertos filósofos de los estoicos y los epicúreos entablaron una polémica con Pablo en la plaza de mercado y sospecharon que era †œpublicador de deidades extranjeras†. (Hch 17:18.) En el Imperio romano existí­an muchos tipos de religiones, pero tanto la ley griega como la romana prohibí­an la introducción de dioses extraños y costumbres religiosas nuevas, en especial si estaban en oposición a la religión del paí­s. Por lo visto Pablo se topó con dificultades debido a la intolerancia religiosa que reinaba en la ciudad romanizada de Filipos. (Hch 16:19-24.) Los habitantes de Atenas resultaron ser más escépticos y tolerantes que los filipenses, pero aun así­ es obvio que estaban preocupados por cómo afectarí­a esta nueva enseñanza la seguridad del Estado. Pablo fue conducido al Areópago, aunque no es posible determinar si habló ante el tribunal conocido por ese mismo nombre. Se ha dicho que en los dí­as del apóstol Pablo el tribunal ya no se reuní­a en la colina, sino en el ágora.
El elocuente testimonio de Pablo ante su educado auditorio de Atenas es una lección de tacto y discernimiento. Les hizo ver que no estaba predicando a una nueva deidad, sino al mismí­simo Creador del cielo y de la Tierra. Con prudencia hizo alusión al †œDios Desconocido† cuyo altar habí­a visto, e incluso citó de Los fenómenos, de Arato, un poeta de Cilicia, y del Himno a Zeus, de Cleantes. (Hch 17:22-31.) Aunque la mayorí­a lo ridiculizó, algunos atenienses se hicieron creyentes, entre ellos, Dionisio, juez del Areópago, y una mujer llamada Dámaris. (Hch 17:32-34.)
Es posible que Timoteo se reuniese con Pablo en Atenas y entonces se le enviase a Tesalónica, pero parece más probable que Pablo le enviara recado a Berea para que hiciese tal viaje, con lo que él habrí­a estado solo en Atenas. Se deduce que fueron razones de modestia las que le movieron a utilizar la primera persona del plural en 1 Tesalonicenses 3:1, 2 al hablar de sí­ mismo. (Compárese con 1Te 2:18; 3:6.) Si ese fue el caso, entonces Pablo partió solo de Atenas y fue a Corinto, donde por fin se le unieron Silas y Timoteo. (Hch 18:5.) Es probable que Pablo volviese a Atenas en su tercera gira misional (55 ó 56 E.C.), pues el registro dice que en aquella ocasión pasó tres meses en Grecia. (Hch 20:2, 3.)

[Fotografí­a en la página 249]
Vista de la actual ciudad de Atenas y de la elevada colina de Licabeto

Fuente: Diccionario de la Biblia

Hch. 17.15–34; 1 Ts. 3.1. En los ss. V y IV a.C. Atenas era famosa por su cultura, por ser la cuna de grandes dramaturgos, y de grandes filósofos como Platón y Aristóteles. Después de la conquista de Grecia por Roma, Atenas se convirtió en una civitas foederata (una ciudad ligada a Roma por medio de un tratado), enteramente independiente del gobernador de Acaya; no pagaba impuestos a Roma, y gozaba de autonomía judicial interna. De las tres grandes ciudades universitarias, Atenas, Tarso, y Alejandría, Atenas era la más famosa. Filón el Alejandrino dijo que los atenienses eran mentalmente los más penetrantes de todos los griegos. También era famosa por sus templos, estatuas, y monumentos. La primera parte de la Descripción de Grecia, por Pausanias, escrita un siglo después de la visita de Pablo, constituye una buena guía turística para las antigüedades de Atenas. Aun cuando los atenienses eran religiosos y estaban muy dispuestos a discutir cuestiones religiosas, su nivel espiritual no era excepcionalmente elevado. Apolonio el filósofo, contemporáneo de Pablo, los reprendió por sus bailes lascivos en el festival de Dionisio y por su amor a la carnicería humana en los juegos con gladiadores.

D.R.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico