CARNE

v. Cuerpo
Gen 2:23 dijo .. Adán: Esto es ahora .. c de mi c
Gen 2:24 se unirá a su mujer, y serán una sola c
Num 11:4 dijeron: ¡Quién nos diera a comer c!
Deu 12:15 podrás matar y comer c en todas tus
1Sa 2:15 no tomará de ti c cocida, sino cruda
2Ch 32:8 con él está el brazo de c, mas con
Psa 38:3 nada hay sano en mi c, a causa de tu ira
Psa 78:20 ¿podrá .. ¿dispondrá c para su pueblo?
Psa 78:27 hizo llover sobre ellos c como polvo
Psa 78:39 se acordó de que eran c, soplo que va
Isa 40:6 toda c es hierba, y toda su gloria como
Isa 44:16 con parte de él come c, prepara un
Eze 11:19 quitaré el .. y les daré un corazón de c
Mat 16:17 porque no te lo reveló c ni sangre, sino
Mat 19:5; Mar 10:8; 1Co 6:16; Eph 5:31 y los dos serán una sola c
Mat 26:41; Mar 14:38 velad y orad .. la c es débil
Luk 24:39 porque un espíritu no tiene c ni huesos
Joh 1:14 aquel Verbo fue hecho c, y habitó entre
Joh 3:6 lo que es nacido de la c, c es; y lo que es
Joh 6:51 el pan que yo daré es mi c, la cual yo
Joh 6:55 mi c es verdadera comida, y mi sangre
Joh 6:63 que da vida; la c para nada aprovecha
Joh 8:15 vosotros juzgáis según la c; yo no juzgo
Rom 7:18 yo sé que en .. en mi c, no mora el bien
Rom 8:1 los que no andan conforme a la c, sino
Rom 8:3 en semejanza de c de pecado y a causa del
Rom 8:5 son de la c piensan en las cosas de la c
Rom 8:6 el ocuparse de la c es muerte, pero el
Rom 8:7 designios de la c son enemistad contra
Rom 8:9 vosotros no vivís según la c, sino según
Rom 8:12 no a la c .. que vivamos conforme a la c
Rom 8:13 hacéis morir las obras de la c, viviréis
Rom 13:14 no proveáis para los deseos de la c
1Co 15:39 una c es la de los hombres, otra c
1Co 15:50 que la c .. no pueden heredar el reino
2Co 5:16 aun si a Cristo conocimos según la c
2Co 10:2 tienen como si anduviésemos según la c
2Co 12:7 me fue dado un aguijón en mi c, un
Gal 1:16 no consulté en seguida con c y sangre
Gal 3:3 el Espíritu, ahora vais a acabar por la c?
Gal 5:13 la libertad como ocasión para la c
Gal 5:16 andad .. no satisfagáis los deseos de la c
Gal 5:17 el deseo de la c es contra el Espíritu, y el
Gal 5:24 han crucificado la c con sus pasiones
Gal 6:8 el que siembra para su c, de la c segará
Eph 2:15 aboliendo en su c las enemistades, la ley
Eph 5:30 somos miembros .. de su c y de sus
Eph 6:12 no tenemos lucha contra sangre y c
Phi 3:3 espíritu .. no teniendo confianza en la c
Heb 2:14 los hijos participaron de c y sangre, él
Heb 9:10 sólo de .. ordenanzas acerca de la c
Heb 10:20 abrió a través del velo, esto es, de su c
1Pe 1:24 porque: Toda c es como hierba, y toda
1Pe 4:1 Cristo ha padecido por nosotros en la c
2Pe 2:10 aquellos que, siguiendo la c, andan en
1Jo 2:16 los deseos de la c .. no proviene del
1Jo 4:2; 2Jo 1:7 que Jesucristo ha venido en c
Rev 19:18 que comáis c de reyes .. y c de fuertes


Carne (heb. generalmente bâsâr [Gen 2:21; Num 27:16; etc.]; she’êr; gr. generalmente sárx [Mat 16:17; Rom 1:3; etc.]). Se lo usa: 1. En sentido no técnico para describir las partes fí­sicas del hombre y los animales aparte de los huesos (Gen 9:4; 29:14; Luk 24:39; 1Co 15:39). 2. Como referencia a los seres vivientes en general (Gen 6:13; 1Pe 1:24). 3. Con el sentido de cosas materiales en contraste con las espirituales (Jer 17:5; Zec 2:13; Mat 16:17; Mar 14:38; Luk 24:39). 4. En forma figurada, para describir la naturaleza inferior, carnal del hombre que se opone a las cosas espirituales (Rom 7:18; 8:3; Gá. 5:16-21; etc.).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(heb., basar, she†™er; gr., sarx).
1. Lit., la parte blanda de los cuerpos de las personas y los animales.
2. Todos los animales (Gen 6:19).
3. La humanidad en general (Num 16:22).
4. Nuestra constitución humana común en contraste con nuestras cualidades mentales y morales (Mat 26:41).
5. La naturaleza humana privada del Espí­ritu de Dios y dominada por el pecado (Col 2:13; 1Jo 2:16). La naturaleza pecaminosa del creyente, que se opone a la vida del Espí­ritu (Rom 8:12-17; Gal 5:16-23). Ver ALIMENTO.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Equivale a “Naturaleza Humana” en Mat 16:17, Luc 2:6, Gal 5:16-25, Rom 7:18-20.

– Encarnación de Cristo, Jua 1:14, Lc. 1.

– Carne de Cristo en la Eucaristí­a: Jua 6:48-58, 1Co 11:27-30.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

La primera referencia a la palabra c. en la Biblia aparece en Gen 2:21, donde dice que Dios †œcerró la c. en su lugar† tras tomar una costilla de Adán para hacer a Eva. Así­, c. (heb. basar) es lo que forma el cuerpo del hombre. También de los animales, pues el propósito del †¢diluvio fue †œdestruir toda c. en que haya espí­ritu de vida† (Gen 6:17). La expresión †œtoda c.† se utiliza mayormente para referirse a la humanidad (†œTú oyes la oración; a ti vendrá toda c.† [Sal 65:2]). Dios promete derramar su Espí­ritu †œsobre toda c.† (Joe 2:28). La c. no es duradera (†œSe acordó de que eran c., soplo que va y no vuelve† [Sal 78:39]). †œToda c. es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca y la flor se marchita† (Isa 40:6).

También en el NT la palabra c. alude a lo que forma el cuerpo. †œNo toda c. es la misma c., sino que una c. es la de los hombres, otra c. la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves† (1Co 15:38-39). Tras la resurrección, el Señor Jesús dijo a sus discí­pulos: †œPalpad y ved; porque un espí­ritu no tiene c. ni huesos, como veis que yo tengo† (Luc 24:39). Pero se pone especial cuidado en diferenciar las alusiones al †œcuerpo† (gr. soma) y a la c. (gr. sarx). Cuando se usa este último término la referencia más frecuente es a todo aquello que en el hombre, aun en el creyente, intenta operar en una esfera independiente de la confianza en Dios y opuesta a su voluntad. Es lo que lleva al hombre a querer regirse por sus instintos y pensamientos, lo cual afecta sus sentimientos, actitudes, deseos, motivaciones, intenciones y pasiones. Así­, se establece una contraposición entre c. y espí­ritu. Entre †œandar conforme a la c.† y hacerlo †œconforme al Espí­ritu† (Rom 8:1). †œEl deseo de la c. es contra el Espí­ritu, y el del Espí­ritu es contra la c.† (Gal 5:17). †œLa mente carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede† (Rom 8:7).
uso de la palabra c. con los dos sentidos antes expuestos aparece claramente en 2Co 10:2-4 : †œ… algunos que nos tienen como si anduviésemos según la c. Pues aunque andamos en la c., no militamos según la c.; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios†. El apóstol reconoce que †œandamos en la carne†, pero †œno militamos† según ella. El creyente no vive, no milita, de conformidad a los instintos y pensamientos que surgen dentro de su naturaleza carnal, sino que se guí­a por el Espí­ritu de Dios. Pues la c. produce obras muy negativas, mientras que el Espí­ritu produce frutos agradables a Dios. Por eso los creyentes †œhan crucificado la c. con sus pasiones y deseos† (Gal 5:18-25).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, TIPO DOCT

ver, HOMBRE, SANGRE, VIDA

vet, La palabra hebrea “basar”, en su sentido fí­sico, designa el cuerpo, sea humano (Gn. 40:19) o animal (Lv. 6:27). Significa lo exterior del hombre (Gn. 2:21; Ex. 4:7; Lc. 24:39; 1 Co. 15:39); su naturaleza humana, que puede, a veces, dominarle con gran perjuicio del amor, y por ello responde por cuerpo, vitalidad (1 Co. 5:5, 7:28; 2 Co. 12:7; también en relación con la redención; Col. 1:22; Ro. 2:28 s; Gá. 6:12 s; Jn. 6:51-56); designa la persona humana (Jn. 1:14; 1 Ti. 3:16; 1 Jn. 4:2). “Carne” significa: la comunidad de los individuos: Gn. 2:23 s; Mr. 10:8; 1 Co. 6:16; de los parientes: Gn. 29:14; Jue. 9:2; del pueblo: 2 S. 5:1 y la unidad de los hombres (Is. 40:5; Jer. 25:31; Jn. 17:2; Gá. 2:16). Con frecuencia aparece la expresión “carne” al hablar de la vida del hombre y de su posición frente a Dios: la carne tiene corta vida (Is. 40:6), es débil (Is. 31:3), no se puede confiar en ella (Jer. 17:5), está condenada a muerte (Ro. 8:13), por sí­ misma no puede conocer los misterios de Dios (Mt. 16:17), cae en la tentación (Mt. 26:41); es el ámbito por lo que respecta a la manera de pensar (1 Co. 2:1-16; 2 Co. 5:16) y de vivir (Fil. 1:22, 24), propio del hombre “terreno” meramente “humano”. La expresión “carne”, en sentido moral, significa la oposición a Dios. “Carne” designa a aquel que quiere obrar su salvación solo, por sí­ mismo, sin Dios, aunque hable mucho de El; que pone su esperanza en ventajas terrenas (2 Co. 11:18), en su propia ascesis (Col. 2:18, 23); que cae en pecado en el momento menos pensado (Ro. 7:14), en enemistad con Dios (Ro. 8:7), en toda forma posible de fracaso (Gá. 5:19 ss). Reducir la significación de “carne” solamente a lujuria es falso y peligroso, pues “carne” significa más bien toda actuación del hombre con la cual éste cree poder salvarse definitivamente a sí­ mismo sin Dios. Carne y espí­ritu están enfrentados (Jn. 3:6; 1 P. 3:18); Pablo describe la “carne” como un poder personal con sentimiento y actividad propios (Ro. 8:5 ss; Col. 2:18), contrarios al Espí­ritu de Dios (Gá. 5:17, 24); actúa arbitrariamente según sus propios instintos. Los cristianos son aquellos que andan, no según la carne, sino según el Espí­ritu. Andar según la carne es opuesto a vivir según el espí­ritu (Gá. 4:3; Col. 2:8-20), según el Señor (2 Co. 11:2), según el amor de Dios (Ro. 14:15). Los elementos de este mundo son contrarios, es decir, claramente designan actitud contraria a Dios. Cuando Pablo apostrofa a los cristianos de Galacia: “Habiendo comenzado en Espí­ritu, ¿habéis venido a parar en la carne?” (Gá. 3:3) no se refiere a una caí­da en la sensualidad, sino a un retorno a las observancias legalistas del judaí­smo. La carne, (“sarxs” en griego), está excluida de la participación en el reino de Dios, mientras que el cuerpo, (“soma” en griego), transformado, es decir, arrancado del dominio de la carne (“sarxs”), será portador de vida resucitada. Esta distinción importante estriba en que “soma” es, precisamente, el hombre mismo, mientras que la “sarxs” es un poder que le somete y esclaviza. Por ello, San Pablo puede hablar de una vida “según la sarxs”, pero no de una “según el soma”. El cuerpo será transformado en incorruptible e inmortal, pero la carne no tendrá participación alguna en la futura vida con Dios. (Véase HOMBRE, SANGRE, VIDA).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

La palabra “carne” tiene en los evangelios dos significaciones fundamentales: la. La parte material del hombre, el cuerpo humano (Lc 24,39; Jn 6,5157); pero el cuerpo humano en cuanto designa a la persona, no sólo la pura materia. El hombre y la mujer, al unirse en matrimonio, se hacen una sola carne (Mt 19,5; Mc 18,18). La expresión “toda carne” quiere decir todas las personas, todo el mundo (Lc 3,6; Jn 17,2); “ninguna carne” significa nadie (Mt 24,22; Mc 13,20). El Verbo se hizo carne, es decir, se hizo hombre verdadero (Jn 1,14). 2a. La debilidad fí­sica, la parte frágil del hombre, la naturaleza humana quebradiza, limitada y caduca, en contraposición al espí­ritu, que significa lo imperecedero (Jn 3,6; 6,63). “La carne y la sangre” significa igualmente la parte corruptible del hombre (Mt 16,17; Jn 1,13); en este sentido la carne, que es flaca y se contrapone a la razón (Mc 17,38), no sirve para nada (Jn 6,63).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

La palabra hebrea ba·sár y la griega sarx se refieren esencialmente a la sustancia blanda de un cuerpo fí­sico, ya sea humano o animal, en particular, a las partes compuestas fundamentalmente de músculo y grasa. La Biblia señala que no es igual la carne de las diferentes clases de seres vivos (1Co 15:39), un hecho cuya veracidad han descubierto los investigadores, puesto que la composición quí­mica y la estructura celular de la carne de los hombres, del ganado, de las aves y de los peces varí­a de forma considerable.
A Jehová Dios, el Creador, debe su existencia toda carne y la vida que la anima. En la Biblia se dice que El es †œJehová, el Dios de los espí­ritus [entre ellos, la fuerza de vida] de toda clase de carne†. (Nú 27:16; compárese con Gé 6:17.) Jehová dice que el alma (vida) de la criatura carnal está en la sangre. (Le 17:11-14.) En un principio, al hombre se le dio como alimento la vegetación y la fruta, no la carne; pero después del Diluvio, Dios añadió a este alimento la carne de los animales, si bien prescribió, que †œcarne con su alma —su sangre— no [debí­an] comer†. (Gé 9:3, 4.)
El canibalismo —el consumo de carne humana—, repugnante por naturaleza a la mente del hombre, resultaba aborrecible a Dios y a su pueblo Israel. (Dt 28:53-57; 2Re 6:28-30.) A los israelitas ni siquiera les estaba permitido comer la carne de un animal que hubiera sido despedazado por una bestia salvaje, ni la de aquel al que se hubiera encontrado muerto. Dicha carne serí­a detestable, aparte de que a estos animales no se les habí­a desangrado. (Ex 22:31; Le 17:15, 16; Dt 14:21.)
Dios mandó a su pueblo que antes de comer la carne de un animal, derramara la sangre en el suelo y la cubriera con polvo, teniendo cuidado de no comer la sangre, bajo pena de muerte. (Dt 12:23-25; Le 7:27.) El cuerpo gobernante de la congregación cristiana primitiva repitió esta prohibición, condenando comer carne de animales estrangulados o no desangrados. También prohibió comer carne como parte de una ofrenda de comunión a í­dolos, práctica pagana común en aquellos dí­as. (Hch 15:19, 20, 28, 29.) Los cristianos pueden comer carne, si bien el apóstol Pablo señaló que no es un alimento esencial para el hombre cuando dijo que †˜no volverí­a a comer carne jamás†™ si tal cosa suponí­a una causa de tropiezo para otros cristianos. (Ro 14:21; 1Co 8:13; véanse ALIMENTO; íDOLOS, CARNE OFRECIDA A.)
El hombre debí­a considerar inviolable el cuerpo carnal que se le habí­a dado, y ni él ni otra persona deberí­an maltratarlo o mutilarlo deliberadamente. (Le 19:28; Dt 14:1; Ex 21:12-27.)

Parentesco. El parentesco también se puede expresar usando el término †œcarne†. Eva estaba estrechamente emparentada con Adán puesto que era, como él mismo dijo, †œhueso de mis huesos y carne de mi carne†. (Gé 2:23; véanse también Gé 29:14; 37:27; 2Sa 5:1.) Al esposo y a su esposa se les dice: †œTienen que llegar a ser una sola carne†, modo sumamente expresivo de indicar la estrecha relación que debe existir entre ambos. (Gé 2:24; Mt 19:5, 6.) Pablo dice que Jesús †œprovino de la descendencia de David según la carne†. (Ro 1:3; compárese con 9:3.)

La persona, la humanidad, la creación carnal. Como la carne constituye la parte visible y tangible del cuerpo, se utiliza por extensión para aludir a todo el cuerpo en un sentido general. (Le 17:14; 1Re 21:27; 2Re 4:34.) También con esta palabra se hace referencia a una persona como creación humana de carne. (Ro 7:18; Col 2:1, 5.) A toda la humanidad, en especial desde el punto de vista de Dios, que es el Espí­ritu, se la designa con el término †œcarne† (Gé 6:12; Isa 66:16; Lu 3:6), y a veces también se incluye en este término a la creación animal. (Gé 7:16, 21.) La Biblia a menudo contrasta la carne con Dios, el Espí­ritu, a fin de resaltar la relativa insignificancia del hombre. (Gé 6:3; 2Cr 32:8; Sl 56:4.) No obstante, desde su posición superior, Jehová es consciente de este hecho y lo toma en cuenta al tratar a la humanidad con sobresaliente bondad amorosa y misericordiosa gran paciencia. (Sl 78:39; compárese con Sl 103:13-15; 1Pe 1:24, 25.)
La palabra †œcarne† también puede referirse a una parte del cuerpo, en particular al órgano genital masculino. Leví­tico 15:2 dice: †œEn caso de que le ocurra a cualquier hombre un flujo de su órgano genital [literalmente, †œsu carne†], su flujo es inmundo†. (Compárese con Gé 17:11; Ex 28:42; Ef 2:11; Col 2:13.)

Cuerpos espirituales. El apóstol Pablo dice que †œsi hay cuerpo fí­sico, también lo hay espiritual†. (1Co 15:44.) Corrobora esta idea el apóstol Pedro cuando dice a personas carnales, de naturaleza humana, llamadas a ser coherederas con Cristo, que tienen que ser partí­cipes de la †œnaturaleza divina†, es decir, de vida de espí­ritu en los cielos invisibles. (2Pe 1:4.) Esto requiere un cambio en el organismo, pues †œcarne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni tampoco la corrupción hereda la incorrupción†. (1Co 15:50-54.)

El cuerpo carnal de Jesús. Jesús, que era la †œPalabra† de Dios †˜procedente del cielo†™, se despojó de su naturaleza de espí­ritu y †œvino a ser carne†. (Jn 1:1; 1Co 15:47; Flp 2:5-8; Jn 1:14; 1Ti 3:16.) El apóstol Juan dice que aquel que niega que Jesucristo vino †œen carne† es el anticristo (1Jn 4:2, 3), atestiguando de este modo que Jesús nació como humano y que no era un espí­ritu que simplemente habí­a tomado un cuerpo, como habí­an hecho en el pasado algunos ángeles. (Gé 18:1-3; 19:1; Jos 5:13-15.) Para poder rescatar a la humanidad y ayudar a los que como él, habrí­an de recibir la llamada celestial, la Palabra vino a ser carne, esto es, nació como ser humano total y no como una encarnación. La Biblia nos dice lo siguiente: †œPuesto que los †˜hijitos†™ son partí­cipes de sangre y carne, él también de igual manera participó de las mismas cosas†. (Heb 2:14-16.) Se habló de su estancia en la Tierra como †œlos dí­as de su carne†. (Heb 5:7.) El propio Jesús dijo: †œEl pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo†. También explicó que los que esperaban permanecer en unión con él debí­an †˜comer su carne y beber su sangre†™. Como no comprendí­an el significado espiritual y simbólico de estas palabras, algunos oyentes creyeron que se trataba de canibalismo y se escandalizaron. (Jn 6:50-60.)
La carne de Jesús †˜descansó en esperanza†™ durante su ministerio terrestre, aunque él era consciente de que se le darí­a muerte como sacrificio de rescate. Fue así­ debido a que sabí­a que su Padre lo resucitarí­a, que su sacrificio rescatarí­a en realidad a la humanidad y que su carne no verí­a la corrupción. (Hch 2:26, 31.) Jehová Dios debió deshacerse del cuerpo carnal de Jesús a su manera (es posible que lo desintegrara en los átomos de los que estaba constituido). (Lu 24:2, 3, 22, 23; Jn 20:2.) Jesús no recuperó su cuerpo carnal, invalidando así­ el rescate por el que habí­a sido dado. El apóstol Pedro testifica que fue al cielo, la región de los espí­ritus, no de las criaturas de carne, †œhabiendo sido muerto en la carne, pero hecho vivo en el espí­ritu†. (1Pe 3:18.) Antes de ascender a los cielos, Cristo, como persona espí­ritu poderosa e inmortal, materializó varios cuerpos carnales según las ocasiones, con el propósito de dar a sus discí­pulos prueba visible y palpable de su resurrección. (Jn 20:13-17, 25-27; 21:1, 4; Lu 24:15, 16.)
Según la carta de Pablo a los Hebreos, la cortina del santuario que estaba delante del Santí­simo, el cual representaba el cielo mismo, era una representación de la carne de Jesús, puesto que el camino a la vida en el cielo no se abrió hasta que él ofreció su cuerpo carnal. (Heb 9:24; 10:19, 20.)

El hombre en su imperfección. La Biblia emplea a menudo la palabra †œcarne† para referirse al hombre en su estado imperfecto, †˜concebido en pecado†™ por ser prole del rebelde Adán. (Sl 51:5; Ro 5:12; Ef 2:3.) En los seres humanos que se esfuerzan por servir a Dios, †œel espí­ritu [la fuerza impelente que emana del corazón figurativo] […] está pronto, pero la carne es débil†. (Mt 26:41.) Estos siervos de Dios tienen en su interior una lucha constante; el espí­ritu santo de Dios es una fuerza que impulsa hacia la justicia, mientras que la carne pecaminosa guerrea continuamente contra la influencia del espí­ritu y ejerce presión para inducir a la persona a realizar las obras de la carne. (Ro 7:18-20; Gál 5:17.) En Gálatas 5:19-23 se contrastan las obras de la carne pecaminosa con el fruto del espí­ritu.
El apóstol Pablo también nos dice que la Ley dada por medio de Moisés a Israel era †œdébil a causa de la carne†, la carne imperfecta de aquellos que estaban bajo dicha Ley. Esta Ley, bajo la que sirvió el sacerdocio aarónico, era espiritual y provení­a de Dios, pero por ella se condenaba a las personas carnales †˜vendidas bajo el pecado†™, más bien que pronunciarlas justas. (Ro 8:3; 7:14; Heb 7:28.) Los sumos sacerdotes de la lí­nea de Aarón, designados por la Ley, no podí­an ofrecer un sacrificio adecuado por el pecado. (Heb 7:11-14, 23; 10:1-4.)
Cuando el apóstol Pablo comenta que la †œcarne […] no está sujeta a la ley de Dios, ni, de hecho, lo puede estar†, no quiere decir que la carne en sí­ misma sea necesariamente corrupta. El propio Pablo nos dice que Jesucristo, a pesar de haber participado de sangre y carne y haber llegado a ser †œsemejante a sus †˜hermanos†™†, fue †œsin engaño, incontaminado, separado de los pecadores†, †œprobado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado†. (Ro 8:7; Heb 2:14, 17; 4:15; 7:26.) Jehová probó que la carne humana puede estar libre de pecado: †œDios, al enviar a su propio Hijo en la semejanza de carne pecaminosa y tocante al pecado, condenó al pecado en la carne†. (Ro 8:3.) Gracias a la provisión del sacrificio de Cristo, habrá un dí­a en que toda carne que ejerza fe llegará a ser perfecta, y entonces la humanidad carnal obedecerá a la perfección las leyes justas de Dios. (Rev 21:4.)
Una tentación que influyó en Eva fue †œel deseo de la carne†. El Diablo lo usó contra Cristo, pero fracasó. (1Jn 2:16; Gé 3:6; Lu 4:1-4.) Los seguidores de Jesús pueden vencer la carne pecaminosa permitiendo que el espí­ritu de Dios influya libremente en su vida y merced a la bondad inmerecida de Jehová. (Gál 5:16, 22-26; Ro 8:1-4.)

Los cristianos no luchan contra criaturas carnales. No es el razonamiento carnal el que revela los propósitos de Dios y guí­a a los hombres de fe, sino el espí­ritu de Jehová. (Mt 16:17; 1Co 2:9, 14; Ef 3:5.) Por consiguiente, los cristianos no guerrean †œsegún […] la carne† ni luchan contra personas de carne y sangre; tampoco usan armas carnales contra nadie. Su lucha es contra las †œfuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales†. (2Co 10:3, 4; Ef 6:12.) No confí­an en el †˜brazo de carne†™, sino en Jehová, el Espí­ritu. (Jer 17:5; 2Co 3:17.) Con Su ayuda, se esfuerzan por limpiarse de †œtoda contaminación de la carne y del espí­ritu†; y Dios los ve y los juzga no según lo que son en la carne, como suele hacer el hombre, sino según lo que son espiritualmente. (1Co 4:3-5; 2Co 5:16, 17; 7:1; 1Pe 4:6; véanse ALMA; DECLARAR JUSTO; ESPíRITU.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

basar (rc;B; , 1320) “carne; pene”. Hay cognados de este término en ugarí­tico, arábigo y arameo. Aparece unas 270 veces durante todos los perí­odos del hebreo bí­blico. El vocablo significa la “parte carnosa del cuerpo humano con la piel”: “Entonces Jehová Dios hizo que sobre el hombre cayera un sueño profundo; y mientras dormí­a, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar” (Gen 2:21 primer uso del término). El vocablo puede aplicarse también a la “parte carnosa” de los animales (Deu 14:8). Génesis 41.2 habla de siete vacas “hermosas a la vista, y muy gordas”. En Num 11:33 basar se refiere a la “carne” de las codornices que Israel aún masticaba. De modo que “carne” se refiere tanto a los vivos como a los muertos. Basar a menudo se refiere a la “parte comestible” de los animales. Los hijos de Elí­ no conocí­an la Ley de Dios concerniente a la porción de los sacerdotes, de modo que “mientras era cocida la carne, el criado del sacerdote [Elí­] iba con un tenedor de tres dientes en su mano” (1Sa 2:13 rva). Sin embargo, insistí­an “aun antes que quemaran el sebo †¦ “Da al sacerdote carne para asar, porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda”” (literalmente “viviente”, 1Sa 2:15 rva). Basar representa entonces la “carne” animal comestible, ya sea cocida (Dan 10:3) o cruda. A veces el término tiene la acepción de “carne” vedada (cf. Exo 21:28). El vocablo puede representar solo una parte del cuerpo. En ciertos casos se considera que el cuerpo consiste de dos partes, “carne” y hueso: “Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada Mujer, porque fue tomada del hombre” (Gen 2:23 rva). Esa porción del elemento “carnal”, el prepucio, debí­a removerse mediante circuncisión (Gen 17:11). En otro grupo de pasajes se habla de tres elementos del cuerpo: “carne”, “piel” y “huesos” (Lam 3:4). Números 19.5 menciona la “carne”, el “cuero”, la “sangre” y el “estiércol” de una novilla. En Job 10:11 leemos: “De piel y de carne me vestiste, y me entretejiste con huesos y tendones”. “Carne” a veces se refiere a “pariente consanguí­neo”: “Labán le dijo [a Jacob]: Ciertamente eres hueso mí­o y carne mí­a” (Gen 29:14). Por sí­ solas, las frases “tu carne” o “nuestra carne” pueden tener la misma acepción: “Venid, vendámoslo a los ismaelitas. No pongamos nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra carne” (Gen 37:27 rva). La frase seeFuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

La condición carnal del hombre parece a los ojos de algunos una inferioridad y hasta un mal. Este pensamiento depende sólo muy indirectamente de la Biblia. Esta, en efecto, no considera nunca a la carne como intrí­nsecamente mala; su juicio se inspira no en especulaciones filosóficas sobre la naturaleza humana, sino en las luces de la revelación: la carne fue creada por Dios, la carne fue asumida por el Hijo de Dios, la carne es transfigurada por el Espí­ritu de Dios. Desde las primeras hasta las últimas páginas inspiradas, la carne designa la condición de criatura; pero con Pablo este sentido deja de ser ya único: la carne puede designar no ya, ciertamente, una naturaleza mala, pero sí­ la condición pecadora del hombre; resulta que al término de esta evolución la palabra sarx implica cierta ambigüedad que es conveniente disipar.

1. LA CRIATURA FRENTE A Dios. Para el NT como para el AT el hombre es carne, no en el sentido de que esté compuesto de una “materia” (la carne o el cuerpo) animada por una “forma” (el cuerpo o el alma), sino en el sentido de que se expresa a través de esta carne que es su cuerpo, lo que caracteriza a la persona humana en su condición terrena.

1. Dignidad de la carne. La carne, formada por Dios como por un tejedor (Job 10,11; Sal 139,13ss) o por un alfarero (Gén 2,7; Jer 1,5; Job 10,8s), es por esta razón digna de nuestra admiración (Ecl 11,5; 2Mac 7,22s); ya sea un elemento de nuestro ser corpóreo – carne y sangre (Eclo 14,18; Mt 16,17), huesos y carne (Gén 2,23; Lc 24,39), corazón y carne (Sal 84,3; 73,26) -, o bien designe el conjunto del *cuerpo, por ejemplo, cuando está enfermo (Sal 38,4; Gál 4,14), doliente (2Cor 12,7), presa de las tribulaciones (lCor 7,28), en ningún caso se descubre el menor indicio de des-precio; por el contrario, no se la debe odiar (Ef 5,28s). Así­ Ezequiel hace el elogio definitivo de la carne cuando anuncia, que Dios dará a Israel en lugar de su *corazón endurecido, petrificado, “un corazón de carne)) (Ez 36,26), maleable y acogedor.

2. La persona corporal. Una dignidad todaví­a más radical: la carne puede designar también al *hombre en su totalidad concreta. El semita – como lo hace con el término *alma – habla objetivamente de “toda carne” para designar toda la creación animada (Gén 6,17; Sal 136,25; Eclo 40,8), la humanidad (Is 40,5s _ Lc 3,6; Jl 3,1 = Act 2,17; Mc 13,20; Jn 17,2). Puede también indicar con ella el fondo de la perso-‘ na; así­ Adán ve otro él en la mujer que Dios le presenta; pero no dice que tiene, como él, un alma, sino que exclama : “Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén 2,23; cf. Eclo 36,24). Estas últimas palabras expresan la conciencia de una comunión profunda, que podrá extenderse a toda parentela (Gén 29,14; 37,27; Rom 9,3), y más especialmente al nuevo ser, la “carne única” que vienen a ser los *esposos (Gén 2,24 = Mt 19,5 p; lCor 6,16; Ef 5,31). En esas condiciones se comprende que el mismo término pueda significar la persona misma, el “yo” (Ecl 4,5; 5,5; 2Cor 7,5) y hasta sus actividades de orden psicológico, con un matiz corporal, sí­, pero en modo alguno peyorativo: la carne sufre (Job 14,22), tiene miedo (Sal 119,120), languidece de deseo (Sal 63,2) o grita de júbilo (Sal 84,3); vive de la enseñanza de los sabios (Prov 4,22); está incluso dotada de voluntad (Jn 1,13).

3. La condición terrena. Finalmente, designar al hombre concreto por su carne es manifestar su origen terreno. Este matiz se impone cuan-do se emplea el término en contras-te con el mundo celestial de Dios y del espí­ritu.

a) La criatura. Fuera de *Dios, todo es carne, incluso el ángel (Ez 10, 12); como numerosos padres de la Iglesia no hallan dificultad en esto, tampoco la halla Judas (7): se contenta con precisar que la carne angélica es diferente de la nuestra. Así­ pues, no hay tampoco nada ofensivo en calificar “según la carne” a los patriarcas (Rom 9,5), a nuestro padre Abraham (Rom 4,1) o a los señores temporales (Col 3,22 = Ef 6,5). Asimismo, vivir “en la carne” (2Cor, 10,3; Gál 2,20; Flp 1,22ss; Sant 4,1s) es sencillamente vivir en la tierra, es ser visible (Col 2,1), estar concretamente presente (Col 2,5). Para designar los dí­as de la vidaterrena de Jesús (Un 4,2; Heb 5,7) se dice que tomó carne y sangre (Heb 2,14).

b) Caducidad e impotencia. Ordinariamente, quien dice carne dice fragilidad de criatura. “Toda carne es como la hierba…, pero la palabra de Dios permanece para siempre” (Is 40,6s). La carne es al *espí­ritu lo que lo terrenal es a lo celestial; así­ Jesucristo, “nacido de la descendencia de David según la carne, fue constituido Hijo de Dios, poderoso según el Espí­ritu de santidad” (Rom 1,3s; cf. ITim 3,16). El hombre, siendo criatura, és por sí­ mismo impotente para entrar en el reino de Dios: “lo que ha nacido de la carne es carne, lo que ha nacido del espí­ritu es espí­ritu” (Jn 3,6; cf. lCor 15,50). El hombre, “carne y sangre”, no puede tampoco conocer por sí­ mismo las realidades divinas (Mt 16,17; cf. Gál 1,16; Ef 6,12), y si pretende juzgarlas con su razón, muestra ser un “sabio según la carne” (lCor 1,26). En toda verdad, “el espí­ritu es el que vivifica, la carne no sirve para nada” (Jn 6,63), p.e., para reconocer tras el rito eucarí­stico a la persona del Salvador.

Tal es la condición terrena que quiso asumir el *Hijo de Dios; según el dicho de Juan: “el Verbo se hizo carne” (Jn 1,14), hombre verdadero de este mundo, con sus lí­mites; pero también hombre, en el que el creyente reconoce al Salvador y al Hijo de Dios (Un 4,2; 2Jn 7) y acepta la manducación de su carne y de su sangre con miras a la vida eterna (Jn 6,53-58).

4. El mundo de la carne. Así­ el hombre, por su carne no es sino “polvo” (Gén 3,19; Ecl 12,7), pertenece al mundo terrenal; por el hálito que Dios le presta está en relación con el mundo celestial. Doble pertenencia que lleva poco a poco a distinguir el mundo de los espí­ritus y del de la carne; así­ según la pluma del traductor griego de la Biblia : “el Dios de los espí­ritus que animan a toda carne” viene a ser “el Dios de los espí­ritus y de toda carne” (Núm 16,22; 27,16), como Heb 12,9 opondrá “el Padre de los espí­ritus” a los “padres según la carne”. No obstante, este dualismo cósmico’ no debe confundirse con un dualismo antropológico, según el cual el hombre une en sí­ a los dos mundos del espí­ritu y de la carne como dos sustancias componentes. Los raros pasajes (como Rom 7,25), en que aparece una distinción entre razón y carne, no son significativos; como tampoco la palabrá de Jesús : “el espí­ritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,41 p). El dualismo antropológico no se adoptará en el mundo judí­o sino hacia los siglos II/III, con el rabinismo naciente.

II. EL PECADOR DELANTE DE DIOS.Existe, con todo, un dualismo de otro orden, el dualismo moral, que, sin embargo, debe distinguirse cuidadosamente según el ambiente de donde derive. Para algunos griegos el cuerpo es una prisión del alma, de la que hay que tratar de evadirse como de una mala situación natural. Más tarde, a consecuencia de la controversia epicúrea, la carne se con-vierte en el lugar mismo de la sensualidad, considerada como mala y degradante para el espí­ritu. La gnosis licenciosa combatida por Judas ofrece probablemente alguna semejanza con estas teorí­as epicúreas (Jds 4.7…): la carne, mala por naturaleza, debe ser vencida. Si los escritores del judaí­smo tardí­o y del NT fomentan semejante lucha, lo hacen en una perspectiva muy diferente: la carne -esta condición de criatura, en la que ,el hombre ha puesto su confianza – acaba por caracterizar a un mundo en que reina el espí­ritu del mal.

1. La confianza pecadora en la carne. Isaí­as proclama que Dios debe ser nuestro único apoyo: “Los caballos del egipcio son carne y no espí­ritu” (Is 31,3); Jeremí­as opone los dos tipos de *confianza : “Maldito el hombre que en el hombre pone su confianza, y de la carne hace su apoyo, y aleja su corazón de Yahveh” (Jer 17,5ss). Y tras ellos Pablo : “No se glorí­e ninguna carne delante de Dios” (lCor 1,29); frente a los judí­os que fundan su *orgullo en el privilegio de la circuncisión (Rom 2,25-29; Gál 6,12ss), Pablo no quiere fundar su *gloria sino en Cristo (F1p 3,3s). Así­, aun cuando vive en la carne, no se conduce ya según la carne (2Cor 10,2s), a fin de no gloriarse en ella (2Cor 11,18); en esta condición no se merece el epí­teto de carnal (lCor 3,1.3; 2Cor 1,12), ni en la voluntad (2Cor 1,17), ni en el conocimiento que uno tiene de Cristo (2Cor 5,16). En efecto, se puede juzgar a Cristo según la carne, como Jesús lo reprochó a los judí­os (Jn 8,15): como sólo tienen ojos de carne (Job 10,4), juzgan según la apariencia (Jn 7,24), transformando su condición frágil de criatura en condición pecadora. Así­ Juan acabará ,por calificar al *mundo de pecador y por denunciar la concupiscencia de la carne (Un 2,16). Con esto no acusa a la carne como tal, sino ala voluntad del hombre, que la ha hecho pecadora. Se pueden distinguir dos “espí­ritus”, el del mal y el del bien, cada uno de los cuales tiene un mundo bajo su dominio y se disputa el corazón del hombre (así­ en Qumrán); pero no por esto se afirma un dualismo de naturaleza, como si esta lucha debiera durar para siempre, no pudiendo triunfar del mal el espí­ritu del bien.

2. La carne pecadora y el espí­ritu de santidad. Esta lucha y esta victoria fueron sistematizadas por Pablo con la ayuda del binomio carne-espí­ritu. Esta oposición entre carne y espí­ritu corresponde sólo en apariencia a la que ponen los griegos entre alma y cuerpo, entre pureza e impureza. Se inspira directamente en la oposición semí­tica entre terrenal y celestial, pero es transformada por una doble experiencia : el’ *Espí­ritu Santo que es dado a los cristianos, y el *pecado, al que nos ha arrastrado la carne.

a) La lucha entre carne y espí­ritu. El descubrimiento de la antí­tesis literaria que caracteriza a este combate, se hace en dos etapas marcadas por las epí­stolas a los Gálatas y a los Romanos, respectivamente.

Los creyentes son hijos de Abraham por Sara según el espí­ritu, y no por Hagar según la carne, de-clara Pablo (Gál 4,21-31). El AT y el NT se distinguen como dos perí­odos contrastados de la historia de la salvación, caracterizados por la *ley y la *fe respectivamente. De ahí­ se forjan dos mundos, en los que participa el creyente : la carne aparece como el residuo del peca-do, que la ley contribuyó a multiplicar, y el espí­ritu como la personificación de todo lo que era bueno en el provecho de la ley y que fue realizado por el don del Espí­ritu. Entre estos dos poderes hay un antagonismo irreductible en el corazón del cristiano (Gál 5,17): puede vivir según la carne, debe vivir según el espí­ritu: de ahí­ el riesgo continuo de pervertir una situación que, sin embargo, ha sido establecida por el Espí­ritu Santo.

En los capí­tulos 7 y 8 de la epí­stola a los Romanos muestra Pablo cómo intervienen las dos fuentes de la muerte y de la vida. Estos dos poderes que habitan sucesivamente en el hombre (Rom 7,17-20; 8,9ss), determinan en el creyente, que, no obstante, ha eliminado el pecado por Cristo, una doble manera de vivir (8,4-17). La posibilidad de vivir según la carne es en nosotros la huella del pecado, y esto por intermedio de la carne, en la que en otro tiempo habitaba el pecado.

b) El dominio de la carne. La carne, tomada como norma de la existencia, dicta al hombre su conducta. Adquiere una real autonomí­a, recibiendo la herencia del poder del *pecado, con sus prerrogativas, sus deseos; reduce a su esclavitud a los que obedecen a la “ley del pecado” (Rom 7,25). Con insolencia (Col 2, 23) manifiesta entonces sus *deseos (Rom 8,5ss), sus apetencias (Rom 13,14; Gál 3,3; 5,13.16s), produce *obras malas (Gál 5,19). Tal es la existencia según la carne (Rom 7,5), hasta tal punto que el entendimiento mismo se hace carnal (Col 2,18; cf. lCor 3,3). Y el *cuerpo también – si bien neutral en el asunto -, regido por la carne se llama “el cuerpo de la carne” (Col 2,11), se identifica con el “cuerpo del pecado” (Rom 6,6) y es en verdad modelado por la “carne de pecado” (Rom 8,3).

c) El triunfo de Cristo. Pero el pecado fue vencido por Cristo, quien, tomando este “cuerpo de carne” (Col 1,22), fue hecho pecado (2Cor 5,21); venido en una carne de condición pecadora, condenó el pecado en la carne misma (Rom 8,3). Desde ahora el cristiano ha crucificado la carne en Cristo (Gál 5,24); la lucha que sostiené (6,8) no tiene un desenlace fatal, sino que es una *victoria asegurada, en la medida en que el creyente, recobrando su condición auténtica de criatura, no confí­a en la carne, en su debilidad`, sino en la *fuerza de la muerte del Salvador, fuente del Espí­ritu de vida.

–> Alma – Cuerpo – Espí­ritu – Hombre – Pecado – Resurrección – Sangre.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

I. En el Antiguo Testamento

El término principal para carne en el AT es bāśār (que aparece 269 veces), aunque también aparece šeēr (16 veces, 7 veces trad. “carne” en °vrv2). bāśār se refiere al componente principal del cuerpo, humano (Gn. 40.19) o animal (Lv. 6.27). Este último uso lleva a la idea de carne como alimento y a la de la carne de los sacrificios animales, se la comiera o no. Por el uso anterior “carne” llega a significar todo el cuerpo (Pr. 14.30), y, mediante una extensión natural del significado, el hombre en su totalidad, como cuando el Salmista dice, “mi carne (heb.) también reposará confiadamente” (Sal. 16.9). Esto lleva al concepto de la unión de una persona con otra. El hombre y la mujer son “una sola carne” (Gn. 2.24), y un hombre puede decir de sus parientes “yo soy hueso vuestro, y carne vuestra” (Jue. 9.2).

La noción de carne como la totalidad del hombre también da lugar a la expresión “toda carne”, que denota la totalidad de la existencia humana, y a veces incluye también la creación animal. Algunas veces aparece el concepto de que la carne es débil: “En Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un ser de carne?” (Sal. 56.4, °bj). No se trata de la idea de debilidad moral (quizás lo más cercano a esto se halla en el Sal. 78.39). Lo que se quiere significar es la fragilidad física del hombre.

II. En el Nuevo Testamento

El término para “carne” en el NT es sarx. Esta palabra reproduce la mayor parte del significado veterotestamentario de bāśār. Denota la parte carnosa del cuerpo, como en las referencias a comer carne (Ap. 19.18, etc.), o a todo el cuerpo (Gá. 4.13s, °vm). También puede significar el hombre completo, “no tuvo sosiego nuestra carne (lit.) … por fuera, luchas; por dentro, temores” (2 Co. 7.5, °bj) o “en mi carne” (Ro. 7.18). Al igual que en el AT, el hombre y la mujer son “una sola carne” (Mt. 19.5s), y hay pasajes que se refieren a “toda carne” (Jn. 17.2). Se menciona la debilidad de la carne en relación con el fracaso de los apóstoles cuando debían mantenerse despiertos en Getsemaní (Mt. 26.41; Mr. 14.38).

Pero el NT tiene también algunos significados distintivos. Semejantes a los pasajes con “hueso mío y carne mía” del AT (aunque no exactamente iguales), tenemos los que se refieren a la declinación física y cosas parecidas. Se habla así de que Cristo era “del linaje de David según la carne” (Ro. 1.3). Pablo puede hablar de “Israel según la carne” (1 Co. 10.18), y de los israelitas como sus “parientes según la carne” (Ro. 9.3).

“La carne” puede significar la existencia física en su totalidad, y hay referencias al ser visto “en la carne” (Col. 2.1; °vrv2 omite; cf. °vm, °vrv3 mg). Esto no lleva consigo idea de culpa, y por cierto se dice más de una vez que Cristo estuvo “en la carne” (Ef. 2.15; 1 P. 3.18; 1 Jn. 4.2, etc.). El estar “en la carne” no es incompatible con estar “en el Señor” (Flm. 16). La carne puede mancillarse (Jud. 8) o purificarse (He. 9.13). La vida que ahora vivía Pablo el cristiano era “en la carne” (Gá. 2.20).

Pero, por definición, la carne es la parte terrenal del hombre. Tiene sus “concupiscencias” y sus “deseos” (Ef. 2.3). De los que se concentran en ellos puede decirse que “piensan en las cosas de la carne” (Ro. 8.5). Y ocuparse de la carne “es muerte” (Ro. 8.6). Esto se explica como “enemistad contra Dios” (Ro. 8.7). El hombre cuyo horizonte está limitado por la carne se opone, por eso mismo, a Dios. Vive “conforme a la carne” (Ro. 8.13), esa carne que “codicia contra el Espíritu” (Gá. 5.17, °vrv1; °vrv2 tiene “el deseo de la carne es contra el Espíritu”, pero °vrv1 es más literal). Para una impresionante lista de “las obras de la carne” véase Ga. 5.19–21. En este sentido, la carne denota la personalidad total del hombre organizada en la dirección equivocada, y dirigida a empresas puramente terrenales en lugar del servicio para Dios.

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K. Grayston en TWBR; D. E. H. Whiteley, The Theology of St. Paul, 1964; J. A. T. Robinson, The Body, 1952; E. Schweizer, F. Baumgärtel y R. Meyer en TDNT 7, pp. 98–151; H. Seebass, A. C. Thiselton, en NIDNTT 1, pp. 671–682,

L.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico