CIRCUNCISION

Joh 7:22 por cierto, Moisés os dio la c (no porque
Act 11:2 disputaban con él los que eran de la c
Rom 2:26 ¿no será .. su incircuncisión como c?
Rom 2:29 la c es la del corazón, en espíritu, no en
Rom 3:1 ¿qué ventaja .. ¿o de qué aprovecha la c?
Rom 3:30 justificará por la fe a los de la c, y por
Rom 4:11 recibió la c como señal, como sello de la
Rom 4:12 padre de la c, para los que no .. de la c
Rom 15:8 Cristo Jesús vino a ser siervo de la c
1Co 7:19 la c nada es, y la incircuncisión nada es
Gal 2:7 encomendado .. como a Pedro el de la c
Gal 5:6; Gal 6:15 en Cristo .. ni la c vale algo, ni la
Phi 3:3 porque nosotros somos la c, los que en
Col 2:11 con c no hecha a mano .. la c de Cristo
Col 3:11 donde no hay .. c ni incircuncisión
Tit 1:10 contumaces .. mayormente los de la c


Circuncisión (heb. mûlâh; gr. peritome). Rito religioso practicado por los hebreos y otros pueblos antiguos (fig 127), y aún hoy por los judí­os, los musulmanes y otros. Consistí­a en la eliminación quirúrgica del prepucio de los varones, que los hebreos realizaban al 8º dí­a de nacimiento. Entre los hebreos este rito de iniciación indicaba la admisión a la comunidad del pueblo escogido de Dios, y era un sí­mbolo de sumisión a los requerimientos divinos. Dios demandó la circuncisión de Abrahán como señal del pacto que hizo con él y su descendencia, lo que los hizo representantes del verdadero Dios (Gen 17:1-14). La circuncisión era un prerrequisito para la participación en el rito pascual (Exo 12:48). El padre generalmente realizaba el rito en sus hijos, aunque cualquier israelita podí­a hacerlo en representación del padre. Se usaban cuchillos de pedernal, aparentemente aún después de haber comenzado a emplearse los de hierro. Durante la peregrinación por el desierto el rito se habí­a suspendido, pero fue reiniciado apenas entraron en la tierra prometida, antes de la celebración de la primera Pascua observada allí­ (Jos 5:2-9). Los no judí­os que elegí­an unirse al pueblo de Israel debí­an someterse a ese rito (cf Gen 34:14-17; Exo 12:48). En tiempos posteriores también se exigió el bautismo, como asimismo el ofrecer sacrificios. 127. Relieve egipcio que describe una circuncisión. El término “circuncisión” se usó frecuentemente con sentido figurado. Se menciona a los filisteos como “incircuncisos” (Jdg 14:3; etc.), lo cual era cierto literalmente, pero el término llegó a ser prácticamente equivalente a la palabra “pagano” o “gentil”. Jeremí­as indica que la casa de Israel era “incircuncisa de corazón” (Jer 9:26), y también dice de ellos que sus “oí­dos son incircuncisos” (6:10). Moisés mismo se consideraba un hombre “torpe [literalmente, incircunciso] de labios” (Exo 6:12) porque hablaba con dificultad. tener oí­dos y corazón incircuncisos era no estar dispuesto a seguir las instrucciones divinas. En tiempos del NT los judí­os comúnmente hablaban de sí­ como los de “la circuncisión” (Gá. 2:8; Col 4:11; etc.). Los judaizantes o partidarios de ella en la iglesia apostólica sostení­an que todos los conversos gentiles al cristianismo también debí­an aceptarla y practicar los ritos y las ceremonias de la fe judí­a. Durante un tiempo este grupo tuvo éxito en agitar toda la iglesia de Galacia, y procuró minar las labores de Pablo entre los gentiles también en otras partes. Pablo tomó la posición de que la circuncisión literal habí­a perdido su sentido (1Co 7:19; Gá. 5:6), y que la única clase que vale para los cristianos es “la del corazón, en espí­ritu, no en letra” (Rom 2:28,29). Véase Gálatas, Epí­stola a los.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

rito de muchos pueblos primitivos, que consistí­a en ablación del prepucio, el cual tení­a un sentido iniciático y que suponí­a la madurez del muchacho a la vida sexual y social. Para los judí­os tiene el valor religioso y simbólico de pertenencia al pueblo de Dios. Las evidencias más antiguas, que se conocen hasta ahora, de esta práctica son de Egipto; los pueblos de Ammón, Edom y Moab también circuncidaban a sus varones, Jr 9, 25. Los fenicios, los filisteos, los elamitas y los asirios no practicaban este rito, Jc 14, 3; 15, 18; 1 S 14, 6; 31, 4; 2 S 1, 20; 1 Cro 10, 4; 1 M 1, 48; Ez 32, 24-25.

Cuando Yahvéh le hace la promesa a Abraham y sella con él la alianza le impone la obligación de la perfección, el cumplimiento de sus preceptos y de una norma positiva, la c. de todo varón, que ya no será rito de iniciación a la vida sexual, como en los pueblos paganos, sino señal que recordará a Dios su pacto y al ser humano su pertenencia al pueblo escogido y las obligaciones que implica Gn 17, 10-11. Todo varón debí­a ser circuncidado a lo ocho dí­as de nacido, como también los comprados que no fueran de la raza de Israel, la transgresión de esta norma acarreaba el ser borrado del pueblo elegido, Gn 17, 12-14; Lv 12, 3; en la ley sobre la Pascua se dice que el esclavo comprado y el extranjero podrán comerla siempre y cuando estén circuncidados, Ex 12, 44 y 48; Nm 9, 14. Abraham, entonces, para cumplir con este mandato se circuncidó a los noventa y nueve años de edad, lo mismo hizo con todos los de su casa, con su hijo Ismael, quien contaba con trece años, lo mismo que con los nacidos en su casa y los comprados a extraños, Gn 17, 23-27. La c. no se practicó en la travesí­a por el desierto, es decir, los que salieron de Egipto estaban circuncidados, pero habí­an muerto al cabo de cuarenta años, y los nacidos por el camino no lo habí­an sido, por lo que Josué los circuncidó en el Collado de los Prepucios, y aquel lugar se llamó, desde entonces, Guilgal, Jos 5, 2-9.

La c. era señal de pertenencia al pueblo escogido, pero, por sí­ misma, no era más que un rito formal si no penetraba el corazón del hombre, es decir, si no se circuncidaba el hombre por dentro, mediante el cumplimiento de los preceptos de Yahvéh, Dt 10, 12-22; Sal 103, 17, 18; Jr 4, 4; 9, 25. Sobre este tópico se vuelve en el N. T., cuando se discute sobre la utilidad de c., ya en tiempos de San Pablo, y el Apóstol dice que la c. de la carne de nada sirve sin la interior, la del corazón, la c. es según el espí­ritu y no según la letra, Rm 2, 25-29; 1 Co 7, 17-19; Ga 5, 6; 6, 15.

De donde la señal de la Nueva Alianza es el bautismo, que es la c. en Cristo, c. espiritual que no es por mano de hombre, sino mediante el despojo del cuerpo mortal, Col 2, 10-13; por esto Pablo pide cuidarse de los falsos circuncisos, pues los verdaderos son los que dan culto según el Espí­ritu de Dios, Flp 3, 3.

Juan Bautista fue circuncidado a los ocho dí­as de nacido como prescribí­a la ley, y recibió su nombre, Lc 1, 59; igual sucedió con Jesús, Lc 2, 21.

En sentido figurado se habla de árboles cuyo fruto es incircunciso, que no se puede comer porque no han cumplido tres años de plantados, es decir, se trata de árboles que no han llegado a su madurez, impuros, Lv 19, 23; el profeta habla de oí­dos incircuncisos, es decir, los de aquellos que no han extirpado el prepucio del corazón, Jr 4, 4, que no se han convertido a Dios, Jr 6, 10.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(lat., un corte alrededor). El corte del prepucio, una costumbre que todaví­a prevalece entre muchos pueblos en diferentes partes del mundo: Asia, Africa, América y Australia. En tiempos antiguos era practicado entre los semitas occidentales: hebreos, árabes, moabitas, amonitas, edomitas y egipcios, pero no entre los babilonios, asirios, cananeos y filisteos. No puede haber duda que en un principio era un acto religioso.

Entre los hebreos el rito fue instituido por Dios como la señal del pacto entre él y Abraham, poco después de la permanencia de éste en Egipto. Dios ordenó que se realizara en Abraham, en su descendencia y sus esclavos, y en los extranjeros que se unieran a la nación hebrea (Gen 17:12). Cada hijo varón debí­a ser circuncidado al octavo dí­a. En tiempos posteriores se llamaba a un cirujano hebreo. Al niño se le daba el nombre en la ceremonia.

De acuerdo con los términos del pacto simbolizado por la circuncisión, el Señor se comprometió a ser el Dios de Abraham y sus descendientes, y ellos le pertenecí­an, adorándolo y obedeciéndolo solamente a él. El rito efectuaba la admisión al compañerismo del pueblo del pacto y aseguraba al individuo, como un miembro de la nación, su parte en las promesas que Dios hizo a la nación como un todo. La circuncisión recordaba a los israelitas de las promesas de Dios para ellos y los deberes que ellos habí­an asumido. Los profetas con frecuencia les recordaban que el rito exterior, para tener algún significado, debí­a ir acompañado por una circuncisión del corazón (Lev 26:41; Deu 30:6; Jer 9:25-26; Eze 44:7). Pablo usó la palabra †œcortadura† (mutilación) para esta circuncisión exterior no acompañada por un cambio espiritual. En la historia primitiva de la iglesia cristiana, los creyentes judaizantes argumentaban la necesidad de circuncidar a los gentiles que llegaban a la iglesia; Pablo (Gal 5:2) y el concilio de Jerusalén (Hechos 15) insistieron que las señales del antiguo pacto no podí­an imponerse sobre los hijos del nuevo pacto.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Cortar alrededor el prepucio). Era un rito instituí­do por Dios como pacto entre El y la descendencia de Abraham: (Gen 17:10).

– Se hací­a a los ocho dí­as de nacer el nino. Luc 1:59, Luc 2:21.

– Abolido después de Cristo: Hec 15:5, Gal 5:2.

– Sustituí­do por el bautismo, que produce la verdadera circuncisión del corazón: Rom 2:29, Col 2:10-12.

– Lo más bí­blico para tener el bautismo, serí­a a los ocho dí­as de nacer.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Hacer la c. es cortar circularmente para extirpar del pene el tejido que cubre el glande, llamado prepucio. El origen de esta costumbre es esencialmente religioso y ritual. Sólo en tiempos modernos se le utiliza expresamente con fines médicos. Su práctica se ha extendido por muchos pueblos. En el caso israelita, comenzó con Abraham, que se circuncidó a los noventa y nueve años (Gen 17:24), cuando Dios le dijo que como señal del pacto †œserá circuncidado todo varón de entre vosotros…. de edad de ocho dí­as† (Gen 17:10, Gen 17:12; Lev 12:3). Así­ lo hicieron con Juan el Bautista (Luc 1:59), con el Señor Jesús (Luc 2:21) y con Pablo (Flp 3:5).

Cuando los israelitas entraron en Canaán fue necesario circuncidarlos a todos, pues durante la peregrinación en el desierto no la habí­an practicado (Jos 5:2-9). Pero no se entendió bien entre ellos el significado de la c., pues Dios estaba interesado en circuncidar su corazón (Lev 26:41; Deu 30:6). Sin embargo, el pueblo tomó el asunto sólo como un rito externo que les diferenciaba de los demás pueblos, llegando a despreciar a las naciones que no se circuncidaban, cuyos hombres eran †œincircuncisos† (Gen 34:14; Jue 14:3; 1Sa 14:6; 1Sa 17:26). La falta de entendimiento de Israel sobre el significado de la c., manifestada en su vida de desobediencia y corrupción, trajo el juicio de Dios que decidió castigar †œa todo circuncidado, y a todo circunciso … porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón† (Jer 9:25-26; Hch 7:51).
los israelitas continuaron aferrados al concepto externo del rito, enorgulleciéndose de ser ellos †œla c.† (Efe 2:11), insistiendo en no tener en cuenta que †œla c. aprovecha, si guardas la ley†, pero al transgredirla, su c. se volví­a incircunsición (Rom 2:25-27). Que la verdadera c. no es †œla que se hace exteriormente en la carne†, sino †œla del corazón, en espí­ritu† (Rom 2:28-29). En los principios de la iglesia, muchos creyentes judí­os tuvieron problemas para desprenderse del antiguo concepto de la c. e intentaron obligar a los gentiles recién convertidos a circuncidarse, cosa que fue rechazada en el llamado †¢Concilio de Jerusalén (Hch 15:1-29). †œLos apóstoles, los ancianos y los hermanos† escribieron a los creyentes gentiles diciéndoles que aquellos que les mandaban a circuncidarse y guardar la ley les habí­an perturbado. Pablo escribió que †œla c. nada es, y la incircunsición nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios† (1Co 7:19; Gal 5:6). Pedro fue llamado el apóstol de la c., porque inicialmente predicaba entre los judí­os, mientras que Pablo es el apóstol de los gentiles, o de la incircunsición (Gal 2:7).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CERE LEYE MDIC TIPO

vet, = “corte en redondo”. Operación por la que se cortaba el prepucio del miembro viril. Fue el rito ordenado por Dios como señal del pacto hecho con Abraham y su descendencia, y también el sello de la justicia de su fe. Todos los varones de la casa de Abraham debí­an ser circuncidados, y después cada varón de su descendencia, al octavo dí­a después de su nacimiento. Significaba la consagración de un pueblo a Dios, separándose del mundo. Durante los cuarenta años en el desierto este rito no se cumplió, pero al entrar en la tierra de Dios, todos fueron circuncidados en Gilgal, cuando el oprobio de Egipto fue quitado (Jos. 5:2-9). La circuncisión vino a ser un sinónimo para Israel hasta el punto que eran “los circuncisos”, y los gentiles “los incircuncisos” (Jue. 14:3; Ez. 31:18; Hch. 11:3). En contra de los designios de Dios, la circuncisión devino en un acto meramente formal, cuando el pacto mismo fue dejado a un lado, y Dios habla de Israel como teniendo “corazón incircunciso” (Lv. 26:41). Esteban acusó al Concilio judí­o de ser “incircuncisos de corazón y de oí­dos” (Hch. 7:51). En Ro. 4 Abraham es presentado como “padre de la circuncisión”, esto es, de los que creen y son el pueblo verdaderamente separado de Dios. Por ello, la circuncisión es el tipo del crucificar la carne, con todo lo que ello comporta (Ro. 6:6; cp. Col. 2:11; Fil. 3:3). El rito de la circuncisión era también practicado por algunos otros pueblos, como los egipcios, para los cuales era un rito de iniciación a la pubertad, con un significado muy distinto del que tiene en el AT. En cambio, los filisteos, fenicios, moabitas, amonitas, sirios, asirios, babilonios, y diversas otras naciones con las que los israelitas tuvieron relaciones históricas eran ajenos a esta ordenanza.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[010]

Rito religioso antiguo que probablemente comenzó siendo una práctica higiénica de algunos pueblos primitivos. La ablación del prepucio fue uso frecuente en Egipto en el imperio antiguo y en algunos pueblos del Medio Oriente.

En ocasiones se hací­a al comienzo de la adultez como signo de maduración. Y en otros pueblos, como en el caso de los israelitas, en los primeros dí­as de la vida como gesto de dependencia de Dios.

En la Biblia aparece como un signo dado por Dios a Abraham y que expresaba la entrada y pertenencia al pueblo elegido por el Dios que se le apareció y eligió (Gen. 17. 9-14 y 23-27; Ex. 4.25; Ex. 12. 48)

La llegada del cristianismo rompió con esta práctica y superó la significación de alianza antigua, pues se vio el Bautismo como verdadero gesto de ingreso en la comunidad. La circuncisión se dio por superada (Gal. 5.6; 6.15; Col. 2.11) para los miembros del nuevo pueblo de Dios.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. Alianza, Escritura, hebraí­smo, Islam)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

DJN
 
La circuncisión masculina, es decir, corte del prepucio, es practicada por los judí­os, musulmanes y cristianos coptos; la femenina consiste en la amputación del clí­toris y viene practicada hoy dí­a en paí­ses árabes, y además, en regiones de ífrica, Asia, Sudamérica y Oceaní­a, pero no en el pueblo judí­o. La circuncisión se realiza bien por motivos religiosos o simplemente por ser una costumbre de un determinado pueblo. Las más antiguas tradiciones de la Biblia no explican el significado original de la circuncisión israelita y judí­a. La Biblia hace remontar su origen a Abrahán, padre de los creyentes (Gén 17,9-14; Rom 4,12). Para los judí­os la circuncisión es la señal de la alianza contraí­da por Dios con Abrahán y su descendencia (He 7,8), de la pertenencia del circuncidado a Yahwé (Ex 4,25) o al pueblo judí­o (Ex 12,48; Rom 4,11); recuerda a los israelitas las obligaciones que se derivan de la alianza (Dt 30,6; Rom 4,11; Gal 5,3) y sirve de distinción respecto a otros pueblos, especialmente los filisteos (Jue 14,3; 1 Sam 14,6).

Según la legislación sacerdotal la circuncisión tení­a lugar el octavo dí­a después del nacimiento (Gen 17,12; Lev 12,3; Lc 2,21; He 7,8; Fil 3,5), practicándose incluso en sábado (Jn 7,22-23). La circuncisión era realizada por el padre de familia, y más tarde por el llamado ; con ocasión de esta ceremonia se le poní­a al niño el nombre (Lc 1,59; 2,21). Antí­oco IV Epí­fanes prohibió la circuncisión bajo pena de muerte, convirtiéndose ésta junto con la observancia del sábado y no comer carne de cerdo en “señal de fidelidad” (status confessionis) a la alianza o, en caso contrario, de apostasí­a (1 Mac 1,48; 2Mac 6,10); los judí­os apóstatas se restablecieron los prepucios (1 Mac 1,15; cf. también 1 Cor 7,18).

En el NT ya no es la circuncisión la condición indispensable para justificarse o salvarse, sino la fe en Cristo junto con el Bautismo (cf. Rom 4,28-30 y 6,1-11). Esta cuestión fue la que provocó el primer conflicto serio dentro del cristianismo primitivo, siendo Pablo el defensor acérrimo de que el hombre se justifica sólo por la fe [y el Bautismo] (He 15; Gál 2,3-10). Así­ desapareció la circuncisión como criterio de separación entre judí­os y gentiles (Gál 5,5-6). Sólo tiene importancia la “circuncisión del corazón”, no la de la carne (Rom 2,29; cf. Ef 2,11; Col 2,11). La circuncisión de Jesús como la del Bautista carece de especial significado cristológico y soteriológico en sentido paulino, si se exceptúa que su sometimiento a ella subraya las consecuencias de la encarnación del Hijo de Dios en el pueblo judí­o, cuyas costumbres él asume, y se tiene, además, en cuenta que todas las acciones de Jesús por ser Hijo de Dios tienen valor meritorio infinito en relación con nuestra salvación.

Rodrí­guez Ruiz

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> bautismo). Rito de iniciación e integración social, que ha recibido en Israel un carácter religioso. La genealogí­a* biológica no basta para que un hombre empiece a ser judí­o, sino que tiene que asumir un nacimiento más alto, que se expresa a través de la circuncisión, vinculada a la historia de Abrahán. También otros pueblos y religiones (entre ellas el islam) conocen y practican esta ceremonia, como signo de iniciación, purificación o fecundidad. Pero ella tiene una importancia especial para los israelitas, que la relacionan con el pacto de Abrahán, el primer circuncidado, padre de los creyentes, a quien Dios dijo: “Tú guarda el pacto que hago contigo y con tus descendientes: circuncidad a todos vuestros varones…; ésta será una señal de mi pacto con vosotros” (Gn 17,9-10). Para cumplir ese pacto, los israelitas se circuncidaron al llegar a la tierra prometida (cf. Jos 5,2-9) y se comprometieron a circuncidar a todos sus hijos a los ocho dí­as de nacer (cf. Lv 12,3), de manera que todo varón que no haya sido circuncidado dejará de formar parte del pueblo de Israel, por no llevar en su carne el signo de la alianza (cf. Gn 17,14). Entendida así­ (y no como simple operación quirúrgica), la circuncisión constituye una señal muy intensa de pertenencia sagrada y alianza, que se expresa como un sello en la carne de los varones, en el miembro que asegura y simboliza la fecundidad. De esa forma, ellos superan el nivel de la vida corporal (marcada por la sexualidadfecundidad), para integrarse en el misterio de la elección divina. Los judí­os circuncidados nunca han podido espiritualizar su religión, ni separarla de la carne y del deseo humano: allí­ en su propio cuerpo marcado según Dios, para el despliegue de la vida, siguen llevando los varones la señal sagrada. Ciertamente, la circuncisión indica que los judí­os forman el pueblo de Dios no sólo (ni ante todo) por nacimiento biológico, sino por renacimiento creyente. A pesar de eso, siguiendo los principios del mensaje y de la vida de Jesús, Pablo y los portadores de la misión universal cristiana (ratificada en este caso por Hch 15) tomaron la circuncisión como un rito particular del judaismo, que no debí­a aplicarse a los gentiles que aceptaban el mensaje de Jesús (cf. Gal 5,6.11; 6,15; 1 Cor 7,19; Flp 3,2-3; Rom 2-4); de esa manera, separaron de hecho el cristianismo de su base judí­a, pudiendo convertirlo en religión universal. Dentro de la Iglesia, el bautismo* ha sustituido de algún modo a la circuncisión. Así­ se ha destacado la igualdad radical entre varones y mujeres (cf. Gal 3,28), que por la circuncisión resultaba imposible (pues ella sólo se aplicaba a los varones, como si las mujeres fueran sacralmente inferiores).

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

La circuncisión es una pequeña operación quirúrgica practicada en el varón con el corte circular de una porción del prepucio. Se trata de una práctica muy difundida en varias regiones desde la más remota antigUedad. Además de su finalidad higiénica, ha tenido siempre un sentido religioso y de iniciación. En Israel, con Abrahán, la circuncisión se convirtió en el rito de alianza con el Señor: marca irrevocablemente a los descendientes de Abrahán como miembros de su pueblo (Gn 17 9-14.23-27). El Deuteronomio (10,16; 30,6) y los profetas (Jr4,4), subrayan la importancia de la ” circuncisión del corazón”, es decir, una consagración a Dios del ser interior, que debe acompañar al rito para que el israelita pueda ser agradable a Dios. San Pablo mostró con claridad que la circuncisión estaba ligada a la antigua alianza: por eso la fe en Cristo la hace inútil (Rom 2,25-29. Gál 5,2-6; 1 Cor 7 19). Es solamente en Cristo donde tenemos la verdadera circuncisión (Flp 3,3: “La verdadera circuncisión somos nosotros, los que tributamos un culto nacido del Espí­ritu de Dios y hemos puesto nuestro orgullo en Jesucristo, en lugar de confiar en nosotros mismos”; Col 2,1 1 : “Por vuestra unión con él estáis también circuncidados, no fí­sicamente ni por mano de hombre, sino con la circuncisión de Cristo, que os libera de vuestra condición pecadora”). En la teologí­a escolástica se pensaba que la circuncisión en la economí­a salví­fica veterotestamentaria borraba el pecado original. El valor “sacramental” de la misma provocaba otros efectos: quedaba anulada la exclusión de la vida eterna, se perdonaban los pecados actuales, disminuí­a la concupiscencia desordenada. Pero no imprimí­a carácter. Además, muchos teólogos hablaban de una efí­cacia de la circuncisión ex opere operato
R. Gerardi

Bibl.: R. de Vaux, Las instituciones del Antiguo Testamento, Herder Barcelona 1962, 83-86.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

Acción y efecto de cortar circularmente una porción del prepucio del órgano masculino. El verbo hebreo mul (circuncidar) se usa tanto en sentido literal como figurado. El sustantivo griego pe·ri·to·me (circuncisión) significa literalmente †œcorte alrededor†. (Jn 7:22.) La palabra †œincircuncisión† se traduce del término griego a·kro·by·stí­Â·a, usado en la Versión de los Setenta como traducción de la palabra hebrea para †œprepucio†. (Ro 2:25; Gé 17:11, LXX.)
En 1919 a. E.C., un año antes del nacimiento de Isaac, Jehová Dios le impuso a Abrahán el requisito de la circuncisión: †œEste es mi pacto que ustedes guardarán […]: Todo varón de ustedes tiene que ser circuncidado†. Estaba incluido todo varón de la casa de Abrahán, tanto de sus descendientes como de sus subordinados, de manera que Abrahán, su hijo Ismael, de trece años, y todos sus esclavos, tomaron sobre sí­ mismos esta †œseñal del pacto†. También se debí­a circuncidar a los nuevos esclavos. Desde entonces en adelante, a todo varón de la casa, fuese esclavo o libre, se le tení­a que circuncidar al octavo dí­a de su nacimiento. Desacatar este requisito divino se castigaba con la muerte. (Gé 17:1, 9-14, 23-27.)
Los egipcios practicaban la circuncisión, como se ilustra en ciertas pinturas murales y se ha observado en algunas momias, pero no se sabe con seguridad cuándo empezó y hasta qué grado se llevaba a cabo. Se ha afirmado que fue José, como administrador de alimentos, quien introdujo esta práctica en Egipto. Otros prefieren la versión de Heródoto, según la cual Abrahán tomó la costumbre de los egipcios. En respuesta a esta última afirmación, W. M. Thomson dice: †œEn cuanto al testimonio de Heródoto, que llegó a Egipto quince siglos después y que, a pesar de su gran erudición e investigaciones, ha escrito gran cantidad de absurdos, me niego totalmente a colocarlo a la misma altura que el de Moisés. El gran fundador del Estado judí­o —el mayor legislador conocido—, nacido y criado en Egipto, da a conocer los hechos relacionados con la introducción de la circuncisión en su pueblo. Un simple viajero e historiador —extranjero, griego— llega mucho más tarde y hace afirmaciones que son en parte verí­dicas y en parte erróneas, como muestra Josefo en su respuesta a Apión; luego, más de veinte siglos después de Heródoto, ciertos autores escépticos toman sus imperfectas declaraciones, y las tuercen y amplí­an para probar que Abrahán no recibió el mandato de la circuncisión de parte de Dios (como Moisés explica), sino que adoptó dicha práctica de los egipcios. Con tales armas no se puede atacar con éxito la veracidad de Moisés†. (The Land and the Book, revisión de J. Grande, 1910, pág. 593.)
Los egipcios no fueron los únicos que practicaron la circuncisión, también lo hicieron los moabitas, los ammonitas y los edomitas. (Jer 9:25, 26.) Más tarde, los samaritanos que se adhirieron a los requisitos estipulados en el Pentateuco también se circuncidaron. Por otra parte, ni los asirios ni los babilonios ni los griegos ni los filisteos practicaron la circuncisión. Es a estos últimos en particular, y no a todos los cananeos en general, a los que se hace referencia con desprecio como †œlos incircuncisos†, y fue al luchar contra ellos cuando se llevaban prepucios como trofeos. (Jue 14:3; 15:18; 1Sa 14:6; 17:26; 18:25-27; 2Sa 1:20; 1Cr 10:4.)
Los descendientes de Abrahán por medio de Isaac y Jacob guardaron con fidelidad el pacto de la circuncisión. †œAbrahán procedió a circuncidar a Isaac su hijo cuando este tení­a ocho dí­as de edad, tal como le habí­a mandado Dios.† (Gé 21:4; Hch 7:8; Ro 4:9-12.) Los bisnietos de Abrahán le dijeron a Siquem y a sus conciudadanos: †œNo nos es posible […] dar nuestra hermana [Dina] a un hombre que tiene prepucio […]. Solo con esta condición podemos darles consentimiento, que lleguen a ser como nosotros, siendo circuncidado todo varón de ustedes†. (Gé 34:13-24.) Cuando al parecer Moisés pasó por alto el mandato de circuncidar a su hijo, incurrió en la ira de Dios, hasta que su esposa Ziporá lo hizo por él. (Ex 4:24-26; véase ZIPORí.)

La circuncisión bajo la Ley. La circuncisión era un requisito obligatorio de la ley mosaica. †œAl octavo dí­a [después del nacimiento de un varón] se le circuncidará la carne de su prepucio.† (Le 12:2, 3.) Era tan importante seguir este mandato, que se circuncidaba al niño al octavo dí­a aunque este cayese en sábado, dí­a de descanso observado estrictamente. (Jn 7:22, 23.) Algunos ejemplos de padres que estaban bajo la Ley y que hicieron fielmente que se circuncidara a sus hijos al octavo dí­a son: los de Juan el Bautista, los de Jesús y los de Pablo. (Lu 1:59; 2:21; Flp 3:4, 5.) La Ley también requerí­a que un extranjero se circuncidara para poder comer la Pascua. (Ex 12:43-48.)

¿Por qué especificaba la Ley que se realizara la circuncisión al octavo dí­a?
Jehová no lo explicó, ni tampoco era indispensable que lo hiciese. Sus caminos siempre son rectos y no hay duda de que sus razones son las mejores. (2Sa 22:31.) Sin embargo, en años recientes se han conocido algunas de las razones fí­sicas por las que el octavo dí­a era el tiempo indicado para la circuncisión. En la sangre no se encuentran cantidades normales del elemento de coagulación llamado vitamina K sino hasta del quinto al séptimo dí­a después del nacimiento. Además, otro factor coagulante conocido como protrombina solo existe en cantidades de más o menos el 30% de lo normal para el tercer dí­a, mientras que para el octavo dí­a su proporción es más elevada que en cualquier otro tiempo de la vida del niño, pues alcanza el 110% de lo normal. De modo que el seguir las instrucciones de Jehová ayudarí­a a evitar el peligro de hemorragia. El Dr. S. I. McMillen hace la siguiente observación al respecto: †œEl estudio de la vitamina K y de la tasa de la protrombina permite deducir que el dí­a idóneo para practicar una circuncisión es el octavo dí­a […], [el] dí­a escogido por el Creador de la vitamina K†. (None of These Diseases, 1986, pág. 21.)
La circuncisión solí­a realizarla el cabeza de la casa, aunque no siempre era así­. En tiempos posteriores la practicaba alguien designado y preparado de antemano para esta operación. En el primer siglo parece que llegó a ser costumbre dar nombre al niño cuando se le circuncidaba. (Lu 1:59, 60; 2:21.)
Los israelitas no circuncidaron a los varones recién nacidos durante los cuarenta años que vagaron por el desierto, de manera que, después de cruzar el Jordán, Josué hizo que todos aquellos varones fueran circuncidados con cuchillos de pedernal en Guilgal, y Jehová los protegió hasta que se recuperaron. (Jos 5:2-9; véase OPROBIO, VITUPERIO.)

Después del exilio. La influencia griega empezó a dejarse sentir en el Oriente Medio dos siglos después del regreso de los judí­os de Babilonia, y muchos pueblos dejaron de practicar la circuncisión. Pero cuando el rey sirio Antí­oco IV Epí­fanes proscribió la circuncisión, se encontró con madres judí­as que preferí­an morir antes de negar a sus hijos la †œseñal del pacto†. (Gé 17:11.) Años más tarde, el emperador romano Adriano descubrió lo mismo cuando prohibió a los judí­os circuncidar a sus niños. Sin embargo, para algunos atletas judí­os era más importante participar desnudos en los juegos helénicos que permanecer leales a Jehová, así­ que intentaban hacerse †œincircuncisos† sometiéndose a una operación con el fin de simular el prepucio, para evitar que se les despreciara y ridiculizara. Pablo debe haber aludido a tal práctica cuando aconsejó a los cristianos: †œ¿Fue llamado algún hombre en estado de circuncisión? No se haga incircunciso†. (1Co 7:18.) El significado literal del verbo griego que se traduce en este texto †œhacerse incircunciso† (e·pi·spá·o·mai) es †œtirar por encima†, lo que debe referirse a tirar del prepucio hacia adelante para disimular la circuncisión.

No se requiere de los cristianos. Después que Jehová mostró que aceptaba a los gentiles dentro de la congregación cristiana, y como muchos de las naciones estaban respondiendo a la predicación de las buenas nuevas, el cuerpo gobernante de Jerusalén tení­a que tomar una decisión en el siguiente asunto: ¿era necesario que los cristianos gentiles se circuncidaran en la carne? La conclusión fue: la circuncisión no era una de las †œcosas necesarias† ni para los gentiles ni para los judí­os. (Hch 15:6-29.)
Pablo circuncidó a Timoteo poco después de salir el decreto, no como cuestión de fe, sino para evitar predisponer a los judí­os a quienes predicasen. (Hch 16:1-3; 1Co 9:20.) El apóstol trató el tema de la circuncisión en varias cartas. (Ro 2:25-29; Gál 2:11-14; 5:2-6; 6:12-15; Col 2:11; 3:11.) †œNosotros somos los que tenemos la circuncisión verdadera [del corazón], los que estamos rindiendo servicio sagrado por el espí­ritu de Dios†, escribió Pablo a los cristianos gentiles de Filipos (Flp 3:3), mientras que a los de Corinto les dijo: †œLa circuncisión no significa nada, y la incircuncisión no significa nada, pero la observancia de los mandamientos de Dios sí­†. (1Co 7:19.)

Uso figurado. El concepto †œcircuncisión† se usa también en sentido figurado. Por ejemplo, se decí­a que después de plantar un árbol en la Tierra Prometida, †˜por tres años continuarí­a incircunciso para ellos†™; su fruto se consideraba como su †œprepucio†, no debí­a comerse. (Le 19:23.) En otra ocasión Moisés le dijo a Jehová: †œÂ¡Mira! Soy incircunciso de labios, de modo que ¿cómo es posible que Faraón me escuche?†. (Ex 6:12, 30.) La expresión †œlos incircuncisos† es una manera figurada de referirse con gran desprecio a las personas que solo merecen ser sepultadas en un lugar común junto con los muertos a espada de la clase más baja. (Eze 32:18-32.)
La circuncisión del corazón era un requisito divino incluso para los israelitas que ya estaban circuncidados en la carne. Moisés le dijo a Israel: †œUstedes tienen que circuncidar el prepucio de sus corazones y no endurecer más su cerviz†. †œJehová tu Dios tendrá que circuncidar tu corazón y el corazón de tu prole, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y toda tu alma en el interés de tu vida.† (Dt 10:16; 30:6.) Jeremí­as le recordó lo mismo a aquella nación de su dí­a, que era propensa a descaminarse. (Jer 4:4.) †˜Circuncidar el corazón†™ significa librarse de cualquier cosa en el modo de pensar, afectos o motivos que sea desagradable e inmunda a los ojos de Jehová y que insensibilice el corazón. También se dice que son †œincircuncisos† los oí­dos insensibles o que no responden. (Jer 6:10; Hch 7:51.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

AT. 1. La circuncisión, signo de pertenencia a una comunidad. La circuncisión es practicada por numerosos pueblos, generalmente en conexión con la entrada en la comunidad de los adultos o en el matrimonio. Israel debió de recibirla como una costumbre antigua, puesto que sus leyes más antiguas no hablan de ella; aparece en los textos de tenor arcaico, que evocan el uso de cuchillos de piedra (Ex 4,24ss; Jos 5,2-9). En consecuencia, es una “*vergüenza” no estar circuncidado (Jos 5,9; Gén 34,14). Frente a incircuncisos experimenta siempre Israel repugnancia (1Sa 17,26.36; Jue 14,3; 1Par 10,4; Hab 2,16; Ez 44,7ss); el incircunciso no es verdaderamente un hombre. La circuncisión es, pues, en primer lugar un hecho complejo que marca la pertenencia a una comunidad.

2. La circuncisión, signo de la alianza. Por lo demás, este rito no carece de nexo con la religión: se circuncida por orden de Yahveh (Jos 5,2) o para esquivar su cólera (Ex 4,24). Se da un paso decisivo cuando este rito viene a ser, sobre todo en la literatura sacerdotal, el signo fí­sico de la *alianza, que todo israelita varón debe llevar en su carne desde el octavo dí­a de su vida. Esto lo confirma el hecho de la *sangre entonces derramada (cf. Ex 4,26), sangre que el judaí­smo posterior llamará con facilidad “sangre de la alianza”.

Relacionada con Abraham, padre del pueblo (Gén 17,9-14; 21,4), promulgada en la ley (Lev 12,3), es la condición indispensable para poder celebrar la *pascua, en que Israel se declara pueblo elegido y salvado por Yahveh (Ex 12,44.48). Prohibida por la autoridad pagana en el tiempo de la persecución (1Mac 1, 48), vendrá a ser el signo mismo de la opción judí­a: unos tratarán de di-simularla (IMac 1,15), mientras que otros la practicarán en sus niños con peligro de su vida (1Mac 1,60; 2Mac 6,10) y la impondrán por la fuerza a los vacilantes (IMac 2,46).

3. La circuncisión del corazón. Israel podí­a, pues, verse tentado a creer que bastaba con estar circuncidado para disfrutar de las *promesas de la alianza. Jeremí­as fue sin duda el primero que le recordó que la circuncisión fí­sica, practicada por no pocos pueblos, no tiene en sí­ misma ningún valor (Jer 9,24); lo que importa es quitar el prepucio de los *corazones (Jer 4,4), según una metáfora utilizada en otros muchos casos (6,10; Lev 19,23). El Deuteronomio proclama el mismo llama-miento a la circuncisión del corazón, es decir, al amor exclusivo de Yahveh y a la caridad fraterna (Dt 10,12-22); la misma tradición sacerdotal le hace eco (Lev 26,41; Ez 44,7ss). Esta circuncisión del corazón, que Israel es incapaz de pro-curarse será dada por Dios el *dí­a de la salvación: “Yahveh circuncidará tu corazón… para que ames a Yahveh… a fin de que vivas” (Dt 30,6). En este mismo discurso (30,12) discernirá Pablo con justa razón un anuncio de la salud por la *gracia y por la *fe (Rom 10,6ss).

NT. 1. La práctica de la circuncisión. Jesús, como el Bautista, fue circuncidado (Lc 1,59; 2,21): estaba en primer lugar (Mc 7,27), como sus discí­pulos, “al servicio de los circuncidados” (Rom 15,8). Pero su Evangelio debí­a ser anunciado también a las *naciones (Rom 15,9-12), extensión que iba a poner sobre el tapete la práctica de la circuncisión: ¿habí­a que exigir a todos el rito de pertenencia a la posteridad de Abraham? Como sucede con frecuencia, la respuesta práctica precedió a la teorí­a. A los paganos, que se iban convirtiendo por todas partes, se administró ordinariamente el bautismo sin imponerles la, circuncisión (Act 10-11). No obstante la presión de ciertos cristianos de origen judí­o, el concilio de Jerusalén sancionó por un decreto la *libertad ya practicada respecto a la circuncisión (Act 15) y ya autorizada en una revelación a Pedro (Act 10,45ss),
Esta decisión, que se hubiera podido tomar por una medida de oportunidad (facilitar el acceso de los paganos que se hubieran opuesto a un acto que consideraban como una mutilación), tení­a de hecho alcance doctrinal. Pablo lo habí­a de mostrar con ocasión de una crisis análoga en Galacia. Cierto, el pagano incircunciso vive lejos de Dios (cf. Col 2,13); pero si se circuncida, debe soportar el peso de todas las prácticas lega-les, que de hecho no puede cumplir (Gál 6,13); corre, pues, a su perdición. Más aún: ligar la salvación a la circuncisión es no tener en nada la promesa que Abraham recibió gratuitamente de Dios antes de ser circuncidado: la circuncisión vino luego, no como fuente, sino como sello de la *justicia ya adquirida por la promesa y por la fe (Gál 3,6-29; Rom 4,9-12); es sobre todo anular la *cruz de Cristo, que salva realizando esta promesa gratuita (Gál 5,11s).

2. La circuncisión espiritual. Ahora ya el llamamiento profético a la “circuncisión del corazón)) por la ratificación interior del rito exterior, se realiza diversamente, mediante la superación de las distinciones raciales que suponí­a el rito. “Ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino únicamente la fe que opera por la caridad)) (Gál 5,6); lo que cuenta es “ser una nueva criatura” (Gál 6,15) y “observar los mandamientos de Dios” (lCor 7,19); ¿qué importa, pues, el estado en que uno se halla en el momento de su llamamiento? La fe justifica a los circuncisos como a los incircuncisos, pues Dios es el Dios de todos (Rom 3,29). Cristo es todo en todos (Col 3,11).

Pero si se ha suprimido el rito, la palabra tiene todaví­a significado. Loscreyentes pueden exclamar: “Nos-otros somos los circuncisos,. nosotros que ofrecemos el culto según el Espí­ritu de Dios)) (Flp 3,3). En este sentido se *cumplen los oráculos proféticos: la verdadera circuncisión, oculta, espiritual, interior (Rom 2, 28s), no es ya hecha por mano de hombre (Col 2,11); se identifica con el *bautismo, que asimila al creyente a la “circuncisión de Cristo”, operando en el bautizado el “total des-prendimiento del *cuerpo carnal” (Col 2,11s) para hacerle vivir con Cristo para siempre.

-> Alianza – Bautismo – Judí­o – Sangre.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Consistía en una operación realizada en el miembro viril en la que se cortaba una porción del prepucio. Aunque también se practicaba entre otras naciones, en Israel la circuncisión tiene un significado distinto. Como un signo del pacto con Abraham (Gn. 17:11), tiene en parte las características de este pacto. Se presenta como susceptible de una profundización progresiva a la vez que enseña una verdad ética y espiritual. El rito externo, cuya observancia se enfatiza estrictamente (Gn. 17:12ss.; Ex. 4:24ss.; Jos. 5:2ss.), debía ser el signo de un cambio interno efectuado por Dios (Dt. 10:16; 30:6). Tanto los incircuncisos como los inmundos son expulsados de la «ciudad santa» (Is. 52:1; cf. Ez. 44:7, 9). La humillación y la aceptación del castigo de Dios deben estar en el corazón incircunciso antes que Dios restaure su pacto (Lv. 26:41).

El NT amplía esta enseñanza y la lleva a su conclusión plena. Al ser la circuncisión un signo de la justicia de la fe (Ro. 4:10s.) pierde su importancia por la justificación a través de la venida de Cristo (Gá. 5:6); ningún creyente del NT puede ser obligado a someterse al rito (Hch. 15:3–21; cf. Gá. 2:3). A la luz de este cumplimiento novotestamentario, los términos de la circuncisión se aplican ahora igualmente a los cristianos judíos y gentiles (Fil. 3:3) puesto que «en la circuncisión de Cristo» todos los que han sido bautizados han desechado el cuerpo pecaminoso carnal (Col. 2:11 s.).

BIBLIOGRAFÍA

Rudolf Meyer en el artículo peritemno en TWNT; G. Vos, Biblical Theology, pp. 103–105; F. Sierksma, OTS, 9, pp. 136–169; Joh. DeGroot, OTS, 2, pp. 10–17.

Marten H. Woudstra

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

OTS Oudtestamentische Studiën

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (106). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

I. En el Antiguo Testamento

El AT informa de un modo coherente acerca del origen y la práctica de la circuncisión en Israel.

a. Origen y práctica

Se alega que Ex. 4.24ss y Jos. 5.2ss, juntamente con Gn. 17, ofrecen tres relatos distintos del origen del rito, pero, en realidad, Ex. 4.24ss difícilmente pueda explicarse a menos que fuera ya una práctica establecida la circuncisión de párvulos o niños, y Jos. 5.2ss declara que los que salieron de Egipto fueron circuncidados. Gn. 17 es el único relato bíblico sobre el origen de la circuncisión israelita. Dicho rito fue integrado al sistema mosaico en conexión con la pascua (Ex. 12.44), y aparentemente continuó practicándose a través de todo el AT (p. ej. Jer. 9.25–26). Constituyó un rasgo fundacional del judaísmo del NT, y fue causa de las controversias judaicas del período apostólico. Los judíos del NT habían relacionado la circuncisión tan íntimamente con Moisés que habían olvidado virtualmente su relación más fundamental con Abraham (Hch. 15.1, 5; 21.21; Gá. 5.2–3). Nuestro Señor se vio precisado a recordarles que era una práctica anterior a Moisés (Jn. 7.22); Pablo destaca el hecho de que era precisamente la creencia en la relación mosaica del rito lo que era motivo de repudio por parte del cristianismo (Gá. 5.2–3, 11, etc,), y repetidamente recalca para sus lectores su origen abrahámico (Ro. 4.11; 15.8, etc.).

b. Significación de la práctica

En Gn. 17 el pacto divino aparece, en primer lugar, como una serie de promesas personales (vv. 4b–5: Abram se convierte en el nuevo hombre con nuevos poderes), nacionales (v. 6, el pronosticado surgimiento de una nación monárquica), y espirituales (v. 7, la relación juramentada de Dios con Abraham y sus descendientes). Cuando el pacto, en segundo lugar, se expresa en una señal, la circuncisión (vv. 9–14), es esta totalidad de la promesa divina la que se simboliza y se aplica a los recipientes divinamente designados. Esta relación de la circuncisión con la promesa que la precede demuestra que el rito significa el acercamiento en gracia de Dios al hombre, y solamente por derivación, como veremos, la consagración del hombre a Dios. Esta verdad es la que fundamenta lo expresado en Jos. 5.2ss; durante el tiempo en que la nación peregrinaba en el desierto ante el desagrado de Dios (cf. Nm. 14.34), el pacto estaba, por así decirlo, suspendido en su efectividad, y la práctica de la circuncisión dejó de cumplirse. O también, cuando Moisés habló de poseer “labios incircuncisos” o de ser “torpe de labios” (°vrv2) (Ex. 6.12, 30; cf. Jer. 6.10), solamente el don de la palabra de Dios podía remediar la situación. Además, el NT habla de la circuncisión como una “señal” (Ro. 4.11) del don divino de la justicia. Por lo tanto, la circuncisión es la señal de esa obra de gracia por la cual Dios elige y deja marcados a ciertos hombres como propiedad suya.

El pacto de la circuncisión funciona sobre la base del principio de la unión espiritual de la casa o familia en torno a su jefe. El pacto se establece “entre mí y ti, y tu descendencia después de ti” (Gn. 17.7), y los vv. 26–27 expresan marcadamente la misma verdad: “Abraham e Ismael … y todos los varones de su casa … fueron circuncidados con él.” Así, desde su iniciación, la circuncisión de los párvulos fue una costumbre israelita distintiva, que no fue copiada de prácticas egipcias o de otros pueblos, y que contrastaba marcadamente con los ritos de pubertad que caracterizaban a otros pueblos; estos últimos se relacionaban con el reconocimiento social como adulto, mientras que el rito de los israelitas era el reconocimiento de una posición delante de Dios, y una señal anticipatoria de la gracia divina.

Aquellos que así se hacían miembros del pacto debían demostrarlo externamente por la obediencia a la ley divina, expresada a Abram en su forma más general, “Anda delante de mí y sé perfecto” (Gn. 17.1). La relación entre la circuncisión y la obediencia se mantiene como una constante bíblica (Jer. 4.4; Rom 2.25–29; cf. Hch. 15.5; Gá. 5.3). En este sentido, la circuncisión involucra la idea de consagración a Dios, pero no como su esencia. La circuncisión encarna y aplica promesas y exigencias contenidas en el pacto para una vida de obediencia a las condiciones establecidas en el mismo. La sangre que se derrama en el acto de la circuncisión no expresa los extremos a que debe llegar el hombre en la consagración de sí mismo, sino el elevado precio que Dios exige de aquellos a quienes llama y marca con la señal de su pacto.

No siempre se lograba esta actitud de obediencia, y, aunque la señal y la cosa señalada se consideran una en Gn. 17.10, 13–14, la Biblia reconoce francamente que es posible ser poseedor de la señal y nada más, en cuyo caso se trata de algo espiritualmente muerto y, más aun, condenatorio (Ro. 2.27). Esto lo enseña claramente el AT, ya que exhorta a que haya una demostración de realidad acorde con la señal (Dt. 10.16; Jer. 4.4), advierte que en ausencia de la realidad la señal no vale nada (Jer. 9.25), y ve anticipadamente la circuncisión del corazón por parte de Dios (Dt. 30.6).

II. En el Nuevo Testamento

El NT es inequívoco: sin la obediencia, la circuncisión se transforma en incircuncisión (Ro. 2.25–29); la señal exterior pierde totalmente su significación cuando se la compara con la realidad de guardar los mandamientos (1 Co. 7.18–19), con la fe que obra por amor (Gá. 5.6), y con una nueva creación (Gá. 6.15). Sin embargo, el cristiano no puede ni debe tratar con desdén a la señal. Aun cuando debe rechazarla en cuanto expresa la salvación por medio de las obras de la ley (Gá. 5.2ss), no obstante en su signíficado profundo la necesita (Col. 2.13; cf. Is. 52.1). En consecuencia, existe una “circuncisión de Cristo”, el “echar … el cuerpo (y no solamente una parte de él) pecaminoso carnal”, una transacción espiritual no hecha a mano, una relación con Cristo en su muerte y resurrección, sellada por la ordenanza de iniciación del nuevo pacto (Col. 2.11–12).

En Fil. 3.2 Pablo usa el vocablo deliberadamente ofensivo katatomē, “los mutiladores del cuerpo” (°vrv2), “el cortamiento” (°vrv1), Pablo no habla mal de la circuncisión en los cristianos (cf. Gá. 5.12). El verbo correspondiente (katatemnō) se utiliza (Lv. 21.5, LXX) en relación con mutilaciones paganas prohibidas. Para los cristianos, quienes son “la circuncisión” (Fil. 3.3), la imposición de esta anticuada señal equivale a una laceración pagana del cuerpo.

Bibliografía. °P. Marcel, El bautismo: sacramento del pacto de gracia, 1968; W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975, t(t). I, pp. 121–126; H. Baltensweiler, H. Hahn, L. Coenen, “Circuncisión”, °DTNT, t(t). I, pp. 274–281; G. R. Beasley-Murray, “Bautismo”, °DTNT, pp. 160–172.

L. Koehler, Hebrew Man, 1956, pp. 37ss; G. A. F. Knight, A Christian Theology of the Old Testament, 1959, pp. 238s; G. R. Beasley-Murray, Baptism in the New Testament, 1962; P. Marcel, The Biblical Doctrine of Infant Baptism, 1953, pp. 82ss; J. P. Hyatt, “Circumcision”, IDB; J. Sasson, JBL 85, 1966, pp. 473ss; H. C. Hahn, “Circumcision”, NIDNTT 1, pp. 307–312.

J.A.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

ESTE ARTÍCULO FUE ESCRITO EN 1908 Y ESTÁ EN PROCESO DE ACTUALIZACIÓN.

Circuncisión en hebreo TVLH, como el griego (peritome), y el latín (circumcisio), significa un corte y, específicamente, la eliminación del prepucio, o piel, que cubre el pene. Es sorprendente el número y la variedad de tribus y naciones que lo practican; un estimado conservador sitúa el número que lo practica en nuestros días (1908) en 200 millones. Herodoto dice que los egipcios, cólquidos y etíopes, desde tiempos muy remotos, eran circuncidados; y menciona otras razas, los fenicios y los sirios de Palestina (los judíos, como afirma Josefo), quien dice que ellos aprendieron de los egipcios el uso de la circuncisión (Herod., II, 104;. Jos., C. Ap, I, 22). Incluso algunos cristianos circuncidan a sus hijos, los coptos, por ejemplo, y los abisinios en África; y entre los filipinos, lo mismo puede decirse de la mayoría de los tagalos, que son católicos. Para estos últimos, sin embargo, es una mera ceremonia sin significado religiosa. Pudiese ser que los moros mahometanos lo hayan introducido a las islas, donde aún se practica, a pesar de siglos de influencia cristiana en contra de ello (C. N. Barney, vea la bibliografía). Los abisinios están completamente bajo la influencia judía, aunque profesan el cristianismo: observan el sábado judío, circuncidan al octavo día y observar muchas otras costumbres. (Ver Andree, citado más abajo, p. 189). Andree establece también que la costumbre de circuncidar se encuentra en Sumatra (pp. 191, 192), en la costa este de Nueva Guinea (p. 197), y entre los samoanos, quienes llaman a los europeos “los incircuncisos”. Incluso en América, la circuncisión estaba en uso entre las razas azteca y maya (op. cit. 201, 202). El hecho de su existencia en Australia (Spencer y Gillen, Tribus de Australia Central, p. 218 ss.), y en una gran parte de las islas de Oceanía, por no hablar de América, parece arrojar algunas dudas sobre la afirmación de Herodoto de que tuvo su origen en Egipto.

No es fácil asignar razones satisfactorias para un uso tan generalizado. Aquellos que piensan que fue una marca tribal, como los tatuajes o los golpes de los dientes anteriores, deben considerar que tales marcas suelen ser visibles. ¿Estaba conectado con el culto fálico, y por lo tanto considerado como una ofrenda a la deidad de la fertilidad? ¿O fue, como algunos piensan, un sustituto para el sacrificio humano? Del hecho de que los sacerdotes de Egipto eran, fuera de toda duda, circuncidados (G. Rawlinson, Antiguo Egipto, vol. I, p. 452), como también del hecho de que las clases altas entre las tribus aztecas y célebes la practicaron, se puede concluir que la circuncisión no era considerada como un signo de esclavitud o sometimiento, sino más bien de nobleza y superioridad. El Padre Lagrange sostiene que tenía un significado religioso, y que, ya que no se menciona en los monumentos caldeos, no era una práctica protosemítica, sino que puede haber tenido su origen en Arabia (Etudes sur les religiones semitiques, 1903, págs. 239 -243).

Muchos le han asignado simplemente motivos utilitaristas: incluso Filo (De Circumcisione, II, 211, ed Mangey) da la limpieza, la ausencia de enfermedad, descendencia y pureza de corazón; al ser esta última el único motivo místico o sacramental entre los cuatro, el que Herodoto también menciona como motivo de los egipcios, kathariotetos eineka (II, 37). Los médicos prescriben la circuncisión en algunos casos, por ejemplo, para evitar la fimosis, balanitis y otros males, además, Rosenzweig recomendó su adopción general en el ejército prusiano (Zur Beschneidungsfrage, 1878). Que la ceremonia tuvo alguna relación con la iniciación a la adultez, a la edad mínima para contraer matrimonio, parece apoyarse en la costumbre de ciertas tribus de circuncidar en la edad de la pubertad y el hecho de que la palabra arábiga khatan significa circuncidar y sea afín con el matrimonio.

Es extraño que la práctica universal de la circuncisión entre los que profesan el islamismo ni está basada en, ni es sancionada por, el Corán. ¿Se debió el silencio observado por el Profeta del Islam a que no había necesidad de prescribir lo que ya tenía fuerza de ley o, tal vez, porque no le pareció que tuviera algún significado religioso? Sin embargo, explicamos su silencio, la tradición, apelando a su autoridad, pronto le dio a la práctica todo el peso de su sanción. La edad a la que los árabes eran circuncidados era, según Josefo (Ant., I, XII, 2), a los trece años, a imitación de Ismael (Gén. 17,25). En la actualidad (1908) el tiempo regular para circuncidar a los niños mahometanos está entre las edades de siete y doce años. Las tribus beduinas también, aunque no islamitas escrupulosos, se han adherido fielmente a este uso de sus antepasados. Una breve descripción de la ceremonia de la circuncisión entre los nómadas de la península del Sinaí se puede leer en el “Fondo de Exploración de Palestina, Declaración Trimestral” (enero de 1906, p. 28). El escritor dice que la ceremonia no tiene “nada religioso” al respecto; sin embargo, como él afirma, en esa ocasión se recita el comienzo del Corán.

La relación, si hay alguna, entre la circuncisión de los gentiles y la de los judíos es un tema interesante. La clara afirmación de la Biblia de que la circuncisión fue dada a Abraham, como “señal de la alianza” (Gén. 17,11) no nos obliga a creer que hasta ahora era desconocida en el mundo. Al igual que la ley de pureza e impureza, en la comida y la vida diaria, puede ser considerada como una práctica de la antigüedad venerable que fue adoptada y adaptada para expresar lo que no había expresado antes. El arcoíris existía desde los primeros días de lluvia y sol, ya que es el resultado de los dos, pero el Señor le dio su significado futuro a Noé. Lo mismo es cierto para el incienso, el sacrificio y el agua lustral, que, aunque existían muy temprano entre las naciones no en contacto con la revelación, aun así son prescritas por ordenanza divina y usadas en el culto divino. Por lo tanto, si cuestionamos la afirmación de Herodoto, que la circuncisión era de origen egipcio, y las naciones vecinas la adoptaron de los egipcios, y fue adoptada de los egipcios por las naciones vecinas, entre éstas, por los sirios (judíos) de Palestina, no es debido a escrúpulos teológicos, sino más bien por falta de argumentos. Lo que se pueda decir de Herodoto como testigo en asuntos que caen bajo su observación personal, cuando argumenta, su autoridad es sólo en proporción al peso de sus argumentos, y estos son, en muchos casos, meras conjeturas. Artapano, citado por Eusebio (Praepar. Evan., IX, XXVIII), va tan lejos como para decir que los egipcios adoptaron la práctica de la circuncisión de Moisés.

La ilustración de la ceremonia de la circuncisión que aparece en las ruinas de Karnak es probablemente posterior que la bajada de Israel hacia Egipto. Aparece en la obra de Andree, págs. 187, 188 (véase más adelante); y también en Ebers, “Aegypten etc.”, págs. 278-284 (vea más abajo), que, por otra parte, analizan las inferencias que deben del hallazgo de una momia circuncidada. Podemos decir con seguridad, sin embargo, que hasta nuestros días los monumentos de la antigüedad no suministran ninguna prueba concluyente de que la circuncisión era practicada por doquier antes de la época bíblica, en la que Dios la hizo “una señal de la alianza” entre Él y Abraham ( Gén. 17,11). Para los judíos tenía un significado sacramental, derivado de su institución y sanción divina. Al igual que Isaac, así sus niños eran circuncidados al octavo día, de acuerdo con la ley: “A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón, de generación en generación: tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extraño que no sea de tu raza. … de modo que mi alianza esté en vuestra carne como alianza eterna. El incircunciso, el varón a quien no se le circuncidar la carne de su prepucio, ese tal será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza” (Gén. 17,12-14; 21,4). Por alguna razón, no dada en el texto, mientras Moisés estuvo en Madián descuidó circuncidar a su hijo, Eliezer, debido a lo cual Dios “lo habría matado”, es decir, no a Eliezer, como algunos piensan, sino a Moisés, como indica el pasaje. Séfora tomó un cuchillo de pedernal y circuncidó a su hijo, y dijo: “Tú eres para mí esposo de sangre”; tras lo cual Yahveh “lo soltó” ( Éx. 4,24-26). La lectura del griego, “la sangre de la circuncisión de mi hijo ha dejado de fluir”, es oscura. Séfora muy probablemente quiso decir que con lo que ella había hecho había salvado la vida de su marido y se confirmó su matrimonio con el derramamiento de sangre.

Durante la estadía de cuarenta años en el desierto no se observó la ley de la circuncisión, puesto que los cambios incidentes a la vida nómada, en una comunidad tan grande, hicieron casi imposible su cumplimiento. Sin embargo, cuando el pueblo entró a la tierra prometida, el Señor dijo a Josué: “Hazte cuchillos de pedernal, y vuelve a circuncidar (por segunda vez) a los israelitas” ( Jos. 5,2). Por segunda vez, es decir, renovar la práctica que se había omitido durante el período nómada. Como Séfora utilizó un cuchillo de piedra, asimismo en esta ocasión se utilizaron cuchillos de piedra, lo cual es prueba de que los hechos narrados son de gran antigüedad. Las palabras del Señor a Josué: “Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto”, parece que no se refieren a la circuncisión, como algunos piensan, sino a la desgracia de ser esclavos de los egipcios, en contraste con el honor de entrar a la verdadera libertad de los hijos de Dios. Josefo las interpreta en este sentido: “Ahora el lugar donde Josué levantó su campamento se llamó “Gilgal”, que significa” libertad”, ya que desde ahora habían pasado el Jordán, se veían a sí mismos como libres de las miserias a que habían sido sometidos a manos de los egipcios, y en el desierto” (Ant., V, I,11). Muchos eruditos modernos, sin embargo, traducen Guilgal como “ir rodando”, “círculo” (Gesenio, sv), y piensan que el texto hebreo de Josué (5,9), “he quitado de vosotros el oprobio de Egipto”, se refiere a la eliminación de la desgracia de la no circuncisión, pues en ese momento ellos suponen que la mayoría de los egipcios, y no unos pocos judíos en Egipto, no estaban circuncidados. La ley es clara y perentoria: “El incircunciso será destruido de su pueblo” ( Gén. 17,14), y tanto para judíos como para los extranjeros la circuncisión era una preparación necesaria para comer el cordero pascual (Éx. 12,48 ) “Arel”, “incircunciso”, se utiliza con frecuencia como un término de reproche, es decir, profano, impuro (Jueces 15,18; 1 Sam. 14,6; 17,36; 31,4; Isaías 52,1; Eze. 28,10; 32,25.26, etc.). La escuela de Shamai, por lo tanto, era conservadora, e insistía en la observancia rigurosa de la ley, mientras que la de Hillel era más inclinada a la indulgencia en el trato con los prosélitos y extraños. Josefo, en el consejo de Eleazar y Ananías a Izates, rey de Adiabene, da los puntos de vista de los rigoristas y los laxistas en referencia a la necesidad de la circuncisión (Ant., XX, 4; Cf Graetz, Geschichte d. Juden, III, págs. 172 y ss.). La rigurosa doctrina fue adoptada por Juan Hircano, que obligó a los idumeos a circuncidarse. Recibieron, además, toda la ley judía, por lo que Josefo dice que “de ahí en adelante no fueron otra cosa más que judíos” (Ant., XIII, IX, 1). Por lo tanto, el hecho de que Herodes era idumeo le ayudó a subir al trono. Los de Iturea también fueron obligados a “vivir de acuerdo con las leyes judías” (Jos., Ant., XIII, XI, 3).

Mucho antes de esto, muchos de los persas fueron circuncidados y “se convirtieron en judíos por el temor de que los judíos cayeran sobre ellos” (Ester 8,17, texto heb.; Josefo, Ant., XI, VI, 13). El Libro de los Jubileos insiste en la observancia estricta de la ley, y las protestas contra aquéllos que “hacen que los miembros de su cuerpo aparezcan como los de los gentiles” (XV, 26, 27). Durante el período de la dominación griega en Palestina, cuando los tiranos gentiles condenaron a muerte a los que guardaban las leyes de Moisés (1 Mac. 1,63; 2 Mac. 6,10), algunos judíos, bajo la influencia griega, “se hicieron prepucios” y se alejaron de las formas y tradiciones de sus padres (1 Mac. 15-16; Jos. Ant., XII, V, 1.). San Pablo alude a esta operación epispástica a los atletas para ocultar las marcas de la circuncisión, me epispastho (1 Cor. 7,18). Por lo tanto, la circuncisión judía en tiempos posteriores rompe la membrana que queda después de la circuncisión dada en la forma ordinaria, entre los árabes, por ejemplo, y así derrota incluso la habilidad del cirujano.

Para 1908 muchos judíos no eran tan celosos en guardar la ley como lo hacían sus padres; ni tampoco creen que sea necesario tener la “señal de la alianza” en su carne. La ceremonia es considerada cruel, ni tiene ninguna importancia sacramental en la vida nacional judía. El movimiento reformista en Fráncfort del Meno, 1843 la consideró un elemento innecesario del judaísmo. Esta doctrina laxa no pudo encontrar ninguna expresión más fuerte que en el caso del Gran Rabino Einhorn de Mecklenburg, que en 1847 defendió su acto de nombrar y consagrar un niño no circuncidado en la sinagoga, ya que un niño, aunque no circuncidado, nacido de padres judíos, disfruta de todos los privilegios y asume todas las obligaciones de un judío. (Ver Encic. Judía., s.vv. Circuncisión, Einhorn.)

La ley de la circuncisión no designa ni el lugar ni el ministro. La madre, a veces, más a menudo el padre, circuncida al niño. Más tarde, un experto en la operación, llamado un mohel, normalmente un cirujano, realizaba la misma. En Josefo, Ant., XX, II, 4, leemos que Izates, el rey de Adiabene, con el deseo de vivir como un judío, “mandó a buscar un cirujano” y fue circuncidado, evidentemente, en el hogar, como en los tiempos modernos también la ceremonia puede llevarse a cabo ya sea en casa o por lo general en la sinagoga. Se prescribió para el octavo día, aunque cayese en sábado (vea Juan 7,22-23). Se le ponía el nombre, como en Lucas 1,59 y 2,21, para conmemorar el cambio de nombre del patriarca de Abram a Abraham, cuando Dios hizo la alianza con él e hizo de la circuncisión la señal de ella ( Gén. 17,5). El que carga al niño durante la ceremonia se llama Sandek, del griego sunteknos, equivalente a nuestro padrino en el bautismo; y como Elías fue un celoso defensor de la ley, por la cual sufrió mucho, hay una silla vacía para él en cada circuncisión

Los judíos estaban orgullosos de ser descendientes de Abraham, pero no siempre “hacían las obras de Abraham” (Juan 8,39). Se daba tanta importancia al acto externo, que mientras atendían la letra descuidaban el espíritu de la ley. Jeremías (4,4; 9,25-26) llama su atención sobre la necesidad de la circuncisión del corazón, como lo más importante. Incluso en Deuteronomio 10,16 y 30,6 esta circuncisión espiritual se expone en un lenguaje muy certero. Dado que incircunciso significa profano, impuro, imperfecto, “Soy incircunciso de labios” ( Éx. 6,12), “su oído es incircunciso” (Jer. 6,10) y se aplicaba también a cosas inanimadas, como en Lev. 19,23, “consideraréis impuro ( Heb. Incircunciso) su fruto”, de modo que circuncidar el corazón ( Rom. 2,29) significa reformar al hombre interior, al cortar los vicios y corregir los desórdenes que le hacen desagradable ante los ojos de Dios. Salir de la sinagoga era renunciar a lo que la caracterizaba más que cualquier otra cosa (ver Gál. 2,7-8). Sin embargo, San Pablo, mientras mostraba su libertad de las legalidades de la antigua ley al no circuncidar a Tito (Gal. 2,3), quiso enterrar la sinagoga con honor al someter a Timoteo a la ley de la circuncisión ( Hch. 16,3). A pesar de que Cristo mismo, como un verdadero hijo de Abraham, se sometió a la ley, sus seguidores serían hijos de Abraham por la fe, y “ adorarían al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4,23).

El Concilio de Jerusalén decidió en contra de la necesidad del rito, y San Pablo, en su Epístola a los Gálatas, condena a los maestros que querían hacer de la Iglesia de Cristo sólo la continuación de la sinagoga: “Soy yo, Pablo, quien os lo dice: Si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada” (5,2). Aquí se refiere a la supuesta eficacia y necesidad de la circuncisión, y no a la mera ceremonia; pues no consideró equivocado circuncidar a Timoteo. Sin embargo, fue un error para los gálatas, después de haber sido bautizados, y habiendo asumido la responsabilidad de las obligaciones de la ley de Cristo con todos sus privilegios, ser circuncidados como un medio necesario para la salvación, ya que, al ir por la salvación de la iglesia a la sinagoga, prácticamente negaron la suficiencia de los méritos de Cristo (cf. Piconio, “Trip. Exp. en Gal.”, V, 2). El apóstol da la esencia del cristianismo, cuando dice: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la no circuncisión tienen valor; sino solamente la fe que actúa por la caridad” (Gál. 5,6). En el capítulo 4 de su Epístola a los Romanos muestra que Abraham fue justificado por la fe antes de que se le diese la circuncisión como una señal de la alianza, de modo que la no circuncisión de la nueva ley es la continuación de las primeras épocas de la fe sobre la tierra. La Iglesia gentil de la no circuncisión, según San Gregorio Magno, se compone de hombres desde la época de Abel el Justo hasta el final de las edades (Hom. XIX in Evan.). San Justino dice también que según Henoc y los justos de la antigüedad recibieron la circuncisión espiritual, así mismo nosotros la recibimos en el sacramento del bautismo (Dial. cum Tryph., N. XLIII).

Santo Tomás sostiene que la circuncisión fue una figura del bautismo: éste reduce y frena el hombre animal, según aquella eliminó una parte de su cuerpo —cuyo acto físico indica el efecto espiritual del sacramento (De Sac, Summa, III, Q. LXX, a. 1). Él da tres razones por las cuales el órgano de la generación, más que cualquier otro, habría de ser circuncidado;

  • (a) Abraham iba a ser bendito en su descendencia,
  • (b) El rito era para quitar el pecado original, que viene por generación,
  • (c) Refrenaría la concupiscencia, que se encuentra sobre todo en los órganos genitales (III, Q. LXX, a. 3).

Según su enseñanza, como el bautismo perdona el pecado original y los pecados actuales cometidos antes de su recepción, así mismo la circuncisión los remitía ambos, pero ex opere operantis, es decir, por la fe del beneficiario, o, en el caso de los niños, por la fe de los padres. Los bebés que morían antes de ser circuncidados podían salvarse, al igual que los que vivieron antes de la institución de la circuncisión, y como las mujeres incluso después de su institución, por alguna señal —las oraciones de los padres, por ejemplo— expresiva de la fe. Los adultos no recibían la remisión de toda la pena temporal debida al pecado como en el bautismo: — “Adulti, quando circumcidebantur, consequebantur remissionem, non solum originalis peccati, sed etiam actualium peccatorum; non tamen ita quod liberarentur ab omni reatu paenae, sicut in baptismo, in quo confertur copiosior gratia” (III, Q. LXX, a. 4). Los principales puntos de la doctrina del Doctor Angélico se afirmaban comúnmente en la Iglesia, incluso antes de los tiempos de San Agustín, quien con otros Padres sostenía que la circuncisión no era una mera ceremonia, sino un rito sacramental. (Cf. De Civ. Dei, XVI, 27).

Bibliografía: Autoridades, patrísticas y escolásticas pueden ser encontradas en DE AUGUSTINIS, De Re Sacram., I, par. I, art. II, th. III. ASHER, The Jewish Rite of Circumcision. (Londres, 1873); SCHECHTER, Studies in Judaism (1896), 288, 89, 343; REMONDINO, History of Circumcision (Fil. y Londres, 1891); ANDREE, Ethnographische Parallelen und Vergleiche (Leipzig, 1889), Beschneidung, pp. 166-213; BARNEY, Circumcision and Flagellation among the Filipinos (Carlisle, Pa., 1903); ARNOLD, Circumcision in New York Medical Jour. (13 feb. 1886); EBERS, Aegypten und die Bücher Moses (Leipzig, 1868); MACALESTER en HASTINGS, Dict. of the Bible, s.v.

Fuente: Tierney, John. “Circumcision.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. 03 Feb. 2013
http://www.newadvent.org/cathen/03777a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

Fuente: Enciclopedia Católica