COLORES

Los c. que se mencionan en la Biblia de manera especí­fica son el blanco, el negro, el rojo, el verde, el azul y el amarillo. Se habla del blanco en las ovejas. Jacob apartó a aquellas †œque tení­an en sí­ algo de blanco† cuando trabajaba para †¢Labán (Gen 30:35). Es el c. de los dientes (Gen 49:12) y de ciertas asnas (Jue 5:10), así­ como de la nieve (Sal 51:7). Se asocia el blanco a la pureza (†œvuestros pecados … vendrán a ser como blanca lana† [Isa 1:18]). En la transfiguración los vestidos del Señor †œse hicieron blancos como la luz† (Mat 17:2). Y los santos en las visiones de Apocalipsis son presentados con vestiduras blancas (Apo 3:4; Apo 4:4; Apo 7:9, etcétera). También leemos varios casos en que se habla de †œun caballo blanco† (Zac 1:8; Apo 6:2).

El negro se menciona como el c. de un pelo sano, cuando se está tratando el problema del reconocimiento de la lepra (Lev 13:31, Lev 13:37). Entre los materiales acumulados por David para la construcción del †¢templo habí­a †œpiedras negras† (1Cr 29:2). También se mencionan caballos negros (Zac 6:6; Apo 6:5). El rojo es el c. del guiso que comió †¢Esaú (Gen 25:30). El vino es rojo (Gen 49:12; Isa 27:2), al igual que la sangre (2Re 3:22). Se tiñeron de rojo pieles de carnero para ser utilizadas en el †¢tabernáculo (Exo 25:5; Exo 26:14). Las manchas de lepra podí­an tener una apariencia rojiza (Lev 13:19, Lev 13:24). El verde es el c. de la hierba, las plantas, la vegetación en general (Gen 1:11; Gen 9:3). Se menciona el azul como parte de los c. del pabellón del rey †¢Asuero (Est 1:6). †¢Azul. El amarillo es el c. del oro (Sal 68:13) y de uno de los caballos del Apocalipsis (Apo 6:8).
otras ocasiones se alude al c. al hacer comparación entre ciertos objetos. Así­, el maná era †œcomo c. de †¢bedelio† (Num 11:7). Las ruedas que ve Ezequiel eran semejantes †œal c. del †¢crisólito† (Eze 1:16). Daniel vio un varón cuyos pies era †œcomo de c. de bronce bruñido† (Dan 10:6).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, TIPO

vet, Los egipcios empleaban sustancias minerales colorantes, los caldeos los empleaban para colorear los ladrillos y los hebreos pintaban pieles (Ex. 25:5) y tejí­an telas con hilos de varios colores (Ex. 27:16). Los colores tienen cierto simbolismo: el blanco es emblema de pureza (Mr. 16:5; Ap. 3:4; 19:11) y de gozo (Ec. 9:8). El caballo blanco significa la victoria en Ap. 6:2, y el negro hambre (Ap. 6:5, 6). El color rojo generalmente tipifica sangre, guerra y matanza (Ap. 6:4). El azul es el conocido color del cielo; y el púrpura era usado por los ricos y los reyes (Jue. 8:26; Est. 8:15; Lc. 16:19).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(-> sacerdotes). Hay en el Antiguo Testamento un rico simbolismo de colores. Pero aún es más detallado el juego de colores del Apocalipsis que indicaremos con más detalles.

(1) Antiguo Testamento. Los colores, que aparecen vinculados al culto en 1 Cr 29,2, son fundamentales para el simbolismo de las vestiduras del sumo sacerdote: “Harán el efod de oro, azul, púrpura, carmesí­ y lino torcido, de obra primorosa… y su cinturón será de oro, azul, púrpura, carmesí­ y lino torcido… Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa… de oro, azul, púrpura, carmesí­ y lino torcido… y lo llenarás de pedrerí­a en cuatro hileras de piedras; una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista; la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro” (Ex 28.6-20). Este derroche de colores y piedras preciosas constituye una de las expresiones más altas de la simbologí­a israelita, que ha sido retomada por Eclo 45.6-12. Para la construcción del santuario resulta especialmente importante el color rojo (cf. Ex 25,5; 26,14), pero entre todos destaca el color púrpura por su simbolismo religioso y social. El púrpura es color del sacerdote (Ex 28,5) y del tabernáculo (Ex 36,8), siendo, al mismo tiempo, color del vestido de los reyes (cf. Je 8,26; Cant 7,5) y funcionarios reales (Est 8,15; Ez 23,6; Dn 5,7). Finalmente, los colores del arco iris son signo de paz en Gn 9,13-16.

(2) Apocalipsis. La simbologí­a cromática forma parte del drama visual del Ap. El profeta Juan debe escribir lo que ha visto, para que el lector vea también, dejando así­ que la impresión de los colores le enriquezca: (a) El blanco es color de Dios (cf. Trono: Ap 20,11), del Cristo rey (cabello: 1,14; como el de Dios en Dn 7,9) y de aquellos que acompañan a Dios: de los Ancianos de 4,4, de los mártires que gritan bajo el altar y de los salvados que entonan el canto de gloria (cf. 6,11; 7,9.13; 19,14). Este es el color de promesa: de la piedra que Cristo da a sus fieles (2,17) y del vestido que ofrece a los que triunfan (cf. 3,4.5). Sólo en 6,2 (primer caballo* 1) ese color ha recibido un sentido engañoso, (b) Rojo es color del caballo de guerra (6,4), del fuego de los caballos de muerte (9,17) y del Dragón sangriento (12,3) que quiere devorar al Hijo de la mujer, (c) Cerca del rojo se encuentran el escarlata (carmesí­, elaborado con cochinilla de tierra y empleado por los sacerdotes en sus purificaciones) y el púrpura (rojo violáceo de un molusco marino, empleado por los reyes y liturgos en sus ceremonias); ambos colores (escarlata y púrpura) han sido usurpados por la Prostituta, que los utiliza en su adorno (17,3-5) y su comercio injusto (18,12.16), apareciendo así­ como encamación de las perversiones sacrales y polí­ticas de la tierra, (d) El negro es muerte, como indica el caballo 3° y el oscurecimiento del sol (cf. 6,5.12). (e) El verde es vegetación (8,7; 9,4), pero también puede evocar muerte y/o podredumbre, como indica el último caballo (6,8). (f) Colores de cielo. La simbologí­a de colores se centra en Dios y culmina en la Ciudad futura. Dios no tiene rostro, pero se revela en un juego brillante de colores preciosos: jaspe y sardonio, arco iris de esmeralda (4,2-3), rodeando un trono blanco (20,12). Por su parte, la Ciudad final es un triunfo de colores: doce tonalidades de piedras preciosas, sobre un fondo de jaspe, brillando en armoní­a indescriptible, en torno a una plaza de oro cristalino (21,11.18-20). Sinfoní­a de colores, eso es Dios y la nueva tierra-cielo para Juan.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Las palabras y expresiones usadas en la Biblia para designar los colores no son tan especí­ficas como los términos que se encuentran en las tablas de colores modernas. Los escritores bí­blicos podí­an transmitir con habilidad a qué colores se referí­an valiéndose del contexto mismo de un relato o comparando un objeto desconocido con uno que fuese familiar. (Ex 16:31; Rev 1:14.) Por ejemplo, se usaron como referencias para los colores cosas comunes como la sangre, la nieve, ciertos pájaros, el fuego, piedras preciosas y así­ por el estilo. (2Re 3:22; Sl 51:7; Can 5:11; Mt 16:2, 3; Rev 9:17.) Asimismo, dieron a los colores un sentido figurado, y asociaron ciertas ideas especí­ficas con algunos colores determinados.
El color amarillo y el amarillo azufre se mencionan en las Escrituras en diversos contextos. (Le 13:30, 32, 36; Rev 9:17.)
El azul se usa con referencia a diversos materiales teñidos, como hilo, cuerda, tela y ropas. (Ex 26:4, 31, 36; 39:22; Nú 4:7.) Sobre las orillas de todos los vestidos de los israelitas tení­a que ponerse una cuerdecita azul. (Nú 15:38, 39.) Azul jacinto es uno de los bellos colores que decoraban las corazas mencionadas en Revelación 9:17.
El bermellón (Jer 22:14; Eze 23:14) tiene que ver con un tipo de pintura rojiza hecha a base de óxidos de hierro o de plomo. Parece ser que en un principio la introdujeron los fenicios, quienes la importaron de depósitos naturales del N. de ífrica. Más tarde hubo depósitos similares en el Oriente Medio.
El blanco se menciona con más frecuencia en las Escrituras. Además de su uso descriptivo, también se utiliza como sí­mbolo de justicia y limpieza espiritual. (Rev 3:4; 7:9, 13, 14.) El caballo blanco de Revelación 6:2 y 19:11 simboliza la guerra limpia y justa bajo la dirección de Jesucristo.
Tanto los pobres como los de rangos superiores se vestí­an con ropas blancas. Cuando se habla del ropaje de los ángeles, por lo general se dice que es blanco. (Mr 16:5; Jn 20:12; Rev 19:14.) También se dice que son blancos el pelo (Le 13:3; Mt 5:36), la carne (Le 13:16), los campos de grano listos para la siega (Jn 4:35) y el trono de Dios de juicio justo (Rev 20:11). Jesús comparó a los escribas y fariseos a sepulcros blanqueados. (Mt 23:27.) Basó su ilustración en la costumbre de blanquear los sepulcros de los alrededores de Jerusalén antes de la Pascua para que la gente que acudí­a a la ciudad a fin de celebrar esa fiesta no los tocara y se hiciera inmunda. En la Biblia se distingue entre diferentes tipos de blanco, como, por ejemplo, el blanco rojizo (Le 13:19, 24) y el blanco sin brillo. (Le 13:39.)
El blanco (canicie) también se emplea con referencia al cabello de las personas de edad avanzada (Gé 42:38; Le 19:32; Pr 20:29), si bien, respecto a la lana costosa se dice que era gris rojiza. (Eze 27:18.)
El carmesí­ era uno de los colores de los costosos materiales teñidos. (2Cr 2:7, 14; 3:14; Na 2:3.) También se comparan los pecados con el rojo intenso del carmesí­. (Isa 1:18.)
El color de fuego se usa para describir la apariencia del gran dragón, Satanás el Diablo. (Rev 12:3.) Un caballo de este color simboliza guerra entre las naciones, como se muestra en Revelación 6:4.
El escarlata, un rojo brillante, se encuentra en referencias a cuerdas, tela y ropas, y también al pecado. (Gé 38:28, 30; Nú 4:8; Jos 2:18; Jer 4:30; Mt 27:28; Isa 1:18.) †œLa bestia salvaje† descrita en Revelación 17 es de color escarlata (vs. 3), lo que la distingue de †œla bestia salvaje† del capí­tulo 13. La ramera que cabalga sobre la bestia de color escarlata está ataviada de púrpura y escarlata. (Rev 17:3-5.) De modo que la visión simboliza pictóricamente las pretensiones reales de la †œbestia† y el lujo y la realeza de que disfrutaba la mujer que cabalga sobre ella.
El color moreno oscuro (marrón) solo se menciona con relación a las ovejas. (Gé 30:32, 33, 35, 40.)
El negro se menciona cuando se describe el pelo (Le 13:31; Mt 5:36), los caballos (Zac 6:2, 6), la piel (Job 30:30) y el Sol (Rev 6:12). En Revelación 6:5, 6 el caballo negro representa el hambre. Las Escrituras también hablan del †œmármol negro† y la †œpintura negra†. (Est 1:6; Jer 4:30.)
La púrpura y la púrpura rojiza se mencionan con frecuencia en las Escrituras, aunque no se hacen distinciones entre los muchos tonos producidos por los diferentes tintes o métodos de teñir que se utilizaban. (Ex 25:4; Nú 4:13; Eze 27:7, 16; Da 5:7, 29; Mr 15:17, 20; Lu 16:19; Rev 17:4.) Debido a su alto precio, este color solí­a relacionarse con riquezas, honor y majestad real.
El rojo, rojo encendido y rojo amarillento son términos usados para describir varios artí­culos, como el pelo (Gé 25:25), las pieles de carnero teñidas (Ex 25:5), los animales (Nú 19:2; Jue 5:10; Zac 1:8), la ropa (Isa 63:2) y el cielo del anochecer (Mt 16:2, 3). La palabra hebrea para †œrojo† (´a·dhóm) viene de dam, que significa †œsangre†. (Gé 25:30; 9:6.)
El verde se menciona a menudo en las Escrituras, pero pocas veces se refiere estrictamente al color, más bien, evoca la frescura y el vigor de la vegetación que crece o denota un estado próspero y saludable. (Gé 1:30; 9:3; Ex 10:15; 2Re 19:26; Rev 8:7.) El verde amarillento se usa con referencia al color de, por ejemplo, las †˜plagas de lepra†™ en prendas de vestir y en paredes, o cuando se habla del oro refinado. (Le 13:49; 14:37; Sl 68:13.)

Colores mezclados. Además de los colores especí­ficos, hay varias expresiones en la Biblia que se refieren a objetos de color indefinido o mezclado, como por ejemplo: manchas de color (Gé 30:32, 33), colores relumbrantes (Isa 63:1), muchos colores (Jer 12:9), abigarrado (Zac 6:3, 7), rubicundo (1Sa 16:12; Can 5:10), manchado (Gé 31:10, 12; Zac 6:3, 6), rayado (Gé 37:3; 2Sa 13:19), moreno (Can 1:6), dos colores (Eze 27:24), variados colores (Eze 16:16), variedad de colores (Eze 17:3) y varios colores (Eze 27:7, 16, 24). (Véase TINTES, TEí‘IR.)

El manto de Cristo. Algunas personas han argumentado que el registro bí­blico se contradice cuando se hace referencia al color del manto que se le puso a Jesucristo el dí­a de su ejecución. Mateo escribe que los soldados †œle pusieron un manto escarlata† (27:28), mientras que según Marcos y Juan, era púrpura. (Mr 15:17; Jn 19:2.) Sin embargo, más que suponer una discrepancia, tal variación en el color de la prenda de vestir tan solo muestra la individualidad de los escritores del evangelio y que no estaban confabulados. Mateo describió el manto según su propia evaluación de color, resaltando la tonalidad roja de la prenda de vestir. Juan y Marcos no dieron tanta importancia a la tonalidad y dijeron que el manto era púrpura. El término †œpúrpura† aplica, dentro de la gama que va del rojo al azul, a los colores más próximos al primero. Por lo tanto, Marcos y Juan concuerdan con Mateo en que la prenda de vestir era, hasta cierto grado, roja. Por supuesto, algunas circunstancias, como el fondo y el reflejo de la luz, pudieron dar al manto matices diferentes. Una masa de agua varí­a de tonalidad dependiendo del color del cielo y del reflejo de la luz en un momento dado. Cuando se tienen en cuenta todos estos factores, se observa que los escritores del evangelio no se contradijeron al referirse al color del manto con el que los soldados romanos vistieron a Cristo en son de burla el último dí­a de su vida humana.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Por diversas razones ni en el AT ni en el NT se encuentran muy a menudo adjetivos que describan colores. La primera razón es específica: la Biblia, por ser el relato de las relaciones de Dios con una nación determinada, y no la crónica subjetiva de las experiencias estéticas de la misma, utiliza limitadamente las descripciones que requieren el uso generalizado y preciso de los adjetivos de color. Aun cuando se describe la naturaleza, tanto la animada como la inanimada, en el AT (como ocurre frecuentemente en el Pentateuco, Job, y Salmos) siempre se trata de la naturaleza en sus aspectos más imponentes, como digno reflejo de su Creador.

La segunda razón es más general y lingüística: el hebreo bíblico no disponía de un vocabulario muy complejo y altamente perfeccionado para los colores, tal como los que existen hoy en la mayoría de las lenguas indoeuropeas modernas. Por lo tanto, una descripción exacta de todo cuanto se refiere a colores hubiese sido difícil y hasta imposible, a no ser mediante la utilización de símiles o metáforas. Pero esta razón, que a primera vista parecería ser puramente lingüística, resulta ser, después de todo, psicológica; porque un axioma de la lingüística establece que cualquier cultura, por primitiva que sea, elabora un vocabulario perfectamente adecuado para expresar su pensamiento y sus deseos. Esta pobreza lingüística, pues, corresponde a una falta de interés en el color como experiencia estética de parte del pueblo hebreo; su interés práctico tenía más que ver con la naturaleza de la sustancia de que estaba hecho el objeto, en virtud de la cual tenía un color particular. En rigor de verdad, muchas de sus palabras descriptivas de color se referían al origen más bien que al matiz; por ejemplo, ˒argāmān, que generalmente se traduce “púrpura” (p. ej. Ex. 25.4), es una tela de color púrpura-rojizo, normalmente de lana. Es un préstamo, y probablemente significa “tributo”. Otras palabras similares (šānı̂, karmı̂l, tólā˓) o contienen una referencia al murex, el marisco de cuyo jugo se obtenía la costosa tintura, o a la cochinilla o piojo de caparazón, del cual se obtenía un color rojo fuerte. En consecuencia, una persona vestida de púrpura no es para el hebreo necesariamente algo bello. Es un rey, o un hombre pudiente; de la misma manera que una persona que lleva cilicio no es necesariamente algo feo, sino un mendigo o alguien que está de duelo. Este enfoque facilita el uso simbólico de los colores, que aparece esporádicamente en el AT y plenamente elaborado en el Apocalipsis. No obstante, algunas versiones parecen haber utilizado en forma indiscriminada las palabras “carmesí” y “escarlata”, de manera que no debe insistirse demasiado en la exactitud del color. šāšar, “bermellón” (Jer. 22.14 y Ez. 23.14, °vm), representa una excepción; era un óxido de plomo o de hierro que producía un pigmento rojo brillante apropiado para la pintura de paredes, pero no para el teñido de ropa.

Los escritores del NT estaban, por supuesto, bien provistos con el extenso y flexible vocabulario gr. referente a colores; pero, en virtud de su tema, tenían menos interés todavía en el color como tal, que los escritores del AT. De cualquier forma, la fijación de matices, y por consiguiente una exacta precisión en la terminología, debió esperar hasta el advenimiento de los tintes puramente químicos, que son de más fácil control, como también de la posterior elaboración de tablas de colores. Como sucedía con otros pueblos de la antigüedad, a los griegos les interesaba más el contraste entre luz y sombra que entre los distintos colores. En otras palabras, tendían a ver y describir todos los colores como gradaciones entre blanco y negro. Para compensar, tenían un vocabulario extremadamente rico para describir los distintos grados de luz refractada. Cuando se comprende esto, desaparecen muchos de los problemas imaginarios de la Biblia; los campos de Jn. 4.35 no están simplemente “blancos para la siega” sino “relucientes” (cf. °nbe, “dorados”); Ex. 25.4 reúne en un solo grupo los colores “azul, púrpura, carmesí”, no solamente como símbolos idénticos de riqueza, sino (en razón de que para el escritor eran todos semejantes, quizás apenas diferenciados) como colores “oscuros”, no “claros”, producidos de la misma manera, y todos igualmente colores de telas, e. d. cosas que han sido fabricadas y no objetos naturales. Para la túnica de José, véase * José.

Bibliografía. S. Barmna, “Colores”, °EBDM, t(t). II, pp. 408; G. Contenau, La vida cotidiana en Babilonia y Asiria, 1958; S. Moscati, Las antiguas civilizaciones semíticas, 1960.

Platt, CQ 1935; A. E. Kober, The Use of Color Terms in tke Greek Poets, 1932; F. E. Wallace, Colour in Homer and in Ancient Art, 1927; I. Meyerson (eds.), Problèmes de la Couleur, 1957; G. T. D. Angel, NIDNTT 1, pp. 203–206; véase el índice en NIDNTT 3.

A.C.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico