CRUCIFICAR, CRUZ

A. VERBOS 1. stauroo (staurovw, 4717) significa: (a) el acto de crucificar (p.ej., Mat 20:19); (b) metafóricamente, de quitarse la carne con sus pasiones y concupiscencias, condición cumplida en el caso de aquellos que son “de Cristo Jesús” (Gl 5.24); así­ de la relación entre el creyente y el mundo (6.14). 2. anastauroo (ajnastaurovw, 388) (ana, otra vez) se usa en Heb 6:6 de los apóstatas hebreos, que como cristianos meramente nominales, al volverse al judaí­smo, eran por ello virtualmente culpables de volver a crucificar a Cristo.¶ 3. sustauroo (sustaurovw, 4975), crucificar con (su-, de sun, con). Se usa: (a) de la crucifixión literal en compañí­a de alguien (Mat 27:44; Mc 15.32; Joh 19:32); (b) metafóricamente, de la identificación espiritual con Cristo en su muerte (Rom 6:6, y Gl 2.20).¶ 4. prospegnumi (prosphvgnumi, 4362), fijar o atar (pros, a; pegnumi, fijar). Se usa de la crucifixión de Cristo (Act 2:23).¶ B. Nombre stauros (staurov”, 4716) denota, primariamente, un palo o estaca derecha. Se clavaba en ellas a los malhechores para ejecutarlos. Tanto el nombre como el verbo stauroo, fijar sobre un palo o estaca, debieran distinguirse originalmente de la forma eclesiástica de una cruz de dos brazos. La forma de esta última tuvo su origen en la antigua Caldea, y se utilizaba como sí­mbolo del dios Tamuz (que tení­a la forma de la mí­stica Tau, la inicial de su nombre) en aquel paí­s y en los paí­ses adyacentes, incluyendo Egipto. A mediados del siglo 3 d.C., las iglesias se habí­an apartado de ciertas doctrinas de la fe cristiana, o las habí­an pervertido. Con el fin de aumentar el prestigio del sistema eclesiástico apóstata, se recibió a los paganos en las iglesias aparte de la regeneración por la fe, y se les permitió mantener en gran parte sus signos y sí­mbolos. De ahí­ que se adoptara la Tau o T, en su forma más frecuente, con la pieza transversal abajada, como representación de la cruz de Cristo. En cuanto a la Qui, o X, que Constantino declaró haber visto en una visión que le condujo a ser el valedor de la fe cristiana, aquella letra era la inicial de la palabra “Cristo”, y no tení­a nada que ver con “la cruz” (para xulon, estaca, árbol, que se usaba para la stauros; véase bajo , Nº 2). Este método de ejecución pasó de los fenicios a los griegos y romanos. Stauros denota: (a) la cruz, o estaca misma (p.ej., Mat 27:32); (b) la crucifixión sufrida (p.ej., 1Co 1:17,18, donde “la palabra de la cruz” significa el evangelio; Gl 5.11, donde la crucifixión se usa metafóricamente de la renuncia al mundo, lo que caracteriza a la verdadera vida cristiana; 6.12,14; Eph 2:16; Phi 3:18). La costumbre judicial por la cual el reo llevaba su estaca al lugar de la ejecución, fue aplicada por el Señor a aquellos sufrimientos por los cuales sus fieles seguidores iban a expresar su comunión con El (p.ej., Mat 10:38).

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

(stauroun, stauros)

Pablo emplea 10 veces la palabra “cruz”, con algunas precisiones como “cruz del Señor”, “cruz de Cristo”, “su cruz”. El verbo stauroun, “crucificar”, se aplica a Cristo en 1 Cor 1,23; 2,2.8; 2 Cor 13,4; Gal 3,1. Agarrado por el Resucitado, Pablo descubre la realidad de la cruz con sus efectos para los hombres (Gal 5,24). En 1 Cor 1,23 se resume el significado de la pasión: predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judí­os y locura para los paganos; mas para los que han sido llamados, sean judí­os o griegos, se trata de un Cristo que es fuerza de Dios y sabidurí­a
de Dios.

La muerte de Cristo en la cruz es un escándalo y una locura (cf. Morir, Sufrir, Entregar, Sacrificio), pero revela el carácter salví­fico de los sufrimientos de Cristo para la liberación de todos: Cristo murió por nosotros (Rom 5,6.8.10); Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras (1 Cor 15,3).

“Sufrir” (2 Cor 1,5; Flp 3,10), aplicado a Cristo, implica siempre la cruz. Para Pablo, se trata de conocerlo a él y experimentar el poder de su resurrección, compartir sus padecimientos y morir su muerte, a ver si alcanzo de esta manera la resurrección de entre los muertos (Flp 3,10-11).

Las epí­stolas ofrecen tres maneras principales de considerar la cruz:

1. En Gal 3,13, Pablo aplica a Cristo la maldición que la ley lanza contra el patí­bulo: ¡Maldito el que cuelga de un madero! Pablo hace comprender la novedad realizada por la cruz: libera de la ley (rescate). En adelante, todas las naciones paganas tienen acceso a la fe sin distinción de origen, ya que Cristo toma sobre sí­ la maldición que pesaba sobre los pecadores (Gal 3,1; 5,11.24; 6,12.14).

2. Dirigiéndose a los corintios, Pablo opone la cruz, locura de Dios, a la sabidurí­a de este mundo (1 Cor 1,13.17.18.23; 2,2-8). La muerte de Cristo crucificado realiza la salvación, pero es un escándalo para los judí­os y una locura para los paganos. Este lenguaje de la cruz (1 Cor 1,18) se traduce también por la identificación del apóstol con la persona de Cristo crucificado: Nunca entre vosotros me he preciado de conocer otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado (1 Cor 2,2). La cruz confiere su verdadero sentido a la resurrección, ya que el Señor glorioso ha sido crucificado por las potencias que, en su ceguera, no vieron nada en él (1 Cor 2,8).

3. Finalmente, en la tradición paulina, la cruz se convierte en el signo y en la realidad de la reconciliación (2 Cor 5,14-20; Col 1,20; 2,14; Ef 2,16).

De estas tres maneras (rescate, sabidurí­a, reconciliación), la cruz nos brinda una novedad de vida. El crucificado y la cruz están en el corazón de las interpretaciones de la muerte de Cristo, muchas de las cuales se encuentran en 1 y en 2 Cor: expiación, sustitución, entrega, rescate, sacrificio, alianza, liberación, solidaridad, victoria. Salvación para todos, su muerte es el signo de su humanidad verdadera compartida con todos (2 Cor 5,14-15).

La muerte de Cristo es la victoria sobre el enemigo último de la humanidad, la muerte, el poder de la muerte. La muerte de Cristo es la muerte de la “Muerte”, absorbida en la victoria (1 Cor 15,51-58). En el himno de Flp 2,5-11, el rebajamiento de Cristo se acaba en 2,8 con: se humilló a sí­ mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Cristo comparte entonces la totalidad de la condición humana afectada por la muerte; pero, sobre todo, la “muerte en la cruz” pone de relieve el carácter salvador de esta muerte.

Para Pablo, lo que es verdad para Cristo, lo es también para el cristiano: el creyente es “crucificado”. Las tres afirmaciones de este tipo pertenecen todas ellas a la carta a los Gálatas. En Gal 2,19-20, Pablo dice: Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí­. Ese “yo” se aplica a todo hombre, empezando por el mismo apóstol. En Gal 5,24, después de haber opuesto las dos conductas humanas, según la carne y según el Espí­ritu, Pablo termina su exposición afirmando: Los que son de Cristo Jesús han crucificado sus apetitos desordenados junto con sus pasiones y apetencias. En efecto, la vida cristiana comienza cuando ha sido crucificada la carne. La cruz de nuestro Señor Jesucristo es entonces el único tí­tulo de gloria: El mundo está crucificado para mí­ y yo para el mundo (Gal 6,14). Finalmente, Pablo tiene una expresión más fuerte todaví­a en Gal 6,17: Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús, o sea, las llagas, signos de pertenencia a Jesucristo y huella de las heridas y malos tratos sufridos en su servicio.

M. C.

AA. VV., Vocabulario de las epí­stolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas