ENTUSIASMO

[381]
Cualidad, rasgo, virtud de situarse ante la realidad del mundo y de los acontecimientos de la vida con actitud positiva de alegrí­a exultante y de gozo desbordado, personal o colectivo.

Etimológicamente indica endiosamiento (zeus, dios, estar dominado por lo divino), pero el significado teosófico se ha diluido por la facilidad con que se emplea para aludir a la alegrí­a desbordante, al júbilo exultante.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

I. Significación
Originariamente, la palabra griega significa un estar lleno de Dios, un estado religioso. Hoy e. expresa, en general, el hecho de estar arrebatado por un “espí­ritu”, es decir, por un impulso que excita y llena.

II. Esencia
El e. no es algo “en” el hombre, sino que el hombre está en él; ser entusiasta significa estar “dentro”, vivir y moverse en aquello que, por su parte, como espí­ritu, vive dentro del hombre y lo mueve. El otro rasgo fundamental del e, es un activo “estar fuera de sí­”, estar el hombre sacado e impulsado fuera de sí­ mismo por obra del espí­ritu que lo entusiasma. Se marcan aquí­ tres direcciones de referencia. El espí­ritu que entusiasma es dentro del e. lo primero y lo único, su absoluto “de donde” (procedencia). A esto corresponde un universal ua donde” (intención): el espí­ritu lo abarca todo, empuja sin lí­mites, llega a todos, lo expresa todo, lo transciende todo (transcendencia). Pero el yo del hombre – tercera dirección -está fuera de sí­, es mero centro entre el “de donde” y el “a donde”, está enajenado de sí­; pero así­ precisamente es uno consigo mismo. Al amanecer en él el espí­ritu, amanece también él, gana él mismo nueva y más alta originalidad; hallándose dirigido a todo, está agraciado con la realidad entera, incluso con su propia mismidad. E. quiere decir salir por el espí­ritu de sí­ mismo hacia todas las cosas y ser así­ uno consigo mismo y con todo.

III. Diferencia de la conciencia ordinaria
Ocultamente, el hombre es un “entusiasta” en la conciencia cotidiana. Originariamente él no dice: veo esto así­ o asá, sino: ¡así­ es! Sale, pues, de sí­ mismo hacia todas las cosas, hacia el mundo, y afirma allí­ la verdad: ¡Sí­, así­ es de verdad, aun sin mí­, absolutamente! El hombre sólo amanece como ” yo”, cuando, según su afirmación, amanece también la verdad en su primera y absoluta originalidad. En la conciencia cotidiana, la originalidad directora de la verdad está escondida bajo el esfuerzo de la preocupación, del preguntar, del afirmar y querer dominar del hombre. Es, de todos modos, evidente que él no se identifica sin más con la verdad. Da siempre su palabra por verdadera, vive siempre de un –> espí­ritu (-> espiritualidad), de una interpretación de la verdad y del mundo que lo empuja y determina; pero que ése sea el espí­ritu de la verdad, no está de antemano decidido. Su esencia se manifiesta en el e. como unidad con lo absoluto; pero su existencia está en tensión con la esencia. No constituye una cosa obvia el hecho de que él es, y menos todaví­a el de que su existencia alcance la cima de la esencia, el de que posea la “plenitud”. Por tanto el e. es para el hombre tan esencial como extraordinario; no puede ni “provocarse” ni “retenerse”.

IV. Notas para el enjuiciamiento
El e. es auténtico cuando su espí­ritu es verdaderamente absoluto y universal; es decir, cuando es espí­ritu de la verdad, y el yo, lleno verdaderamente del espí­ritu, es sólo su centro transmisor (-> mí­stica). Siendo el hombre propenso a la exaltación del e., él corre peligro de arrogarse el espí­ritu, que sólo puede ser don o regalo. A este respecto la imitación estética es e. inauténtico; y la exaltación individual o social es e. sin espí­ritu: aquí­ el espí­ritu – o precisamente la falta de espí­ritu- sirve solamente de medio para el desenfreno, la confirmación o la sublimación del yo. El e. de un espí­ritu inauténtico es fanatismo. El espí­ritu de la verdad deja que todo sea lo que es; su e. es la otra cara del abandono; su pasión únicamente se entrega: a lo absoluto, absolutamente; y a lo condicionado, condicionalmente.

V. Referencia del entusiasmo a Dios
La correspondencia con la esencia del hombre y la tensión con su existencia contienen una referencia del e., la cual transciende la –>naturaleza y sólo puede leerse a base del hecho de la revelación de Dios en Jesús. Ser hombre significa ser más que hombre y, así­, plenamente hombre, significa estar abierto al origen absoluto y hallarse en alianza con él. Ese origen amanece en forma oculta junto con el yo humano, al que él da su primera existencia (-> religión). El misterio de jesús, que une en su persona la divinidad y la humanidad sin mezcla ni separación, realiza al hombre en una absoluta transcendencia de su naturaleza hacia lo supremo, y muestra a la vez el ejemplar primero del hombre en general, tal como Dios lo pensara en su gracia. Ser, pues, miembro de jesús por el -> Espí­ritu Santo equivale a la perfección de nuestra condición humana, a la redención del e. humano. El e. del cristianismo primitivo se manifiesta como una representación inicial de la esencia de la –> Iglesia, que, evidentemente, en este tiempo del mundo está en necesaria solidaridad con la conciencia cotidiana (-> carismas). La simultaneidad del e. y de la conciencia cotidiana, la constante mediación entre ambos y la prueba de su autenticidad es la cruz.

BIBLIOGRAFíA: A. A. C. Shaftesbury, A Letter concerning Enthusiasm (Lo 1711); I. Kant, Critica del juicio (Losada BA 1961); R. Otto, Lo Santo, Rev. Occidente (Ma 1925); E. Fink, Vom Wesen des Enthusiasmus (Essen 1947); B. Welte, Das Heilige in der Welt: Freiburger Dies Universitatis 1948-49 (Fr 1949) 141-183; R. A. Knox, Enthusiasm (O 1951); Leeuw; W. Trillhaas: RGG3 II 495 s; O. Kuss, Enthusiasmus und Realismus be¡ Paulus: Auslegung und Verkündigung (Rb 1963) 260-270.

Klaus Hemmerle

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica