ERROR

v. Yerro
Job 19:4 yo haya errado, sobre mí recaería mi e
Psa 19:12 ¿quién podrá entender sus propios e?
Ecc 10:5 un mal .. a manera de e .. del príncipe
Eze 45:20 para los que pecaron por e y engaño
Mat 27:64 será el postrer e peor que el primero
1Th 2:3 nuestra exhortación no procedió de e
Jam 5:20 haga volver al pecador del e de su camino
2Pe 3:17 no sea que arrastrados por el e de los
1Jo 4:6 en esto conocemos el .. y el espíritu de e


(idea falsa, conducta equivocada).

– Quebrantar un solo precepto, hace reo de toda la Ley, Stg 2:10.

– Un solo error corrompe toda la fe: Gal 5:9, 1Co 5:6.

– Provienen: De impostores hipócritas, 2 Tim.3.

Del orgullo y de la ignorancia.

1Ti 4:4.

De los lazos del demonio: 2Ti 2:26.

De un corazón corrompido.

1Ti 3:8, 1Ti 4:3, Tit 50:11

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

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Afirmación, dato o situación que se presenta como oposición a la verdad o a la realidad auténtica y objetiva. El error es sinónimo de equivocación, cuando es manifestado de alguna forma interna o externa. También lo es de mentira, embuste, engaño o falsedad, cuando se añade cierta intencionalidad en quien lo provoca yo lo tolera.

El error religioso es particularmente distorsionante para la fe y para las valoraciones espirituales del hombre, por cuanto sitúa a la mente en una zona de alejamiento de la verdad. El error, por su propia naturaleza, debe ser rechazado; y la conciencia del creyente tiene el deber de hacer lo posible por no llegar a él; y si llega, ha de esforzarse por salir lo ante posible de él.

Eticamente el error involuntario no es culpable y las acciones hechas bajo su influencia no son imputables. El Error querido directamente o no evitado culpablemente vicia las acciones.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

1. plane (plavnh, 4106), relacionado con planao; véase ERRAR; “errar, un abandono del camino recto (véase Jam 5:20), tanto si es en doctrina (2Pe 3:17), como en moral (Rom 1:27, “extraví­o”; 2Pe 2:18; Jud_11), aunque en las Escrituras la doctrina y la moralidad no están separadas por una lí­nea divisoria clara. Cf. también Mat 27:64, donde es equivalente a fraude” (de Notes on Thessalonians, por Hogg y Vine, p. 53). No es infrecuente que los errores doctrinales sean una consecuencia de un relajamiento de moralidad, y viceversa. En Eph 4:14 “las artimañas del error” (VM: “artes sutiles del error”; RV: “los artificios del error”; Besson: “la maquinación del error”; LBA: “las artimañas engañosas del error”; NVI: “maña de hombres con propósitos engañosos”); 1Th 2:3 “error” (RV, RVR, RVR77, VM, LBA, NVI; Besson: “engaño”); 2Th 2:11 “un poder engañoso” (RV y VM: “operación de error”; RVR77: “espí­ritu engañoso”; LBA: “obra de error”; NVI: “un engaño poderoso”; Besson: “energí­a de engaño”). Véase EXTRAVIO.¶ Cf. planetes, errante (Jud_13),¶ y el adjetivo planos, uno que lleva errante, un engañador, véase ENGAí‘ADOR. 2. apate (apate, 539). Véase ENGAí‘AR, C, Nº 1.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

El error no equivale a la ignorancia. No consiste en los titubeos y ni siquiera en los extraví­os de la inteligencia, en que lo sitúan los griegos. No se reduce a la equivocación de uno al que engañan las apariencias (Gén 20,2-7; Sab 13,6-9), ni a la inadvertencia que da lugar al mal y a la injusticia (Lev 4,2.13.22.27). El error es ante todo *infidelidad, consiste en rechazar la *verdad. Vagar por el mundo será su efecto y su *castigo: Caí­n vagabundo (Gén 4, 12), Israel errante (Os 9,17), las ovejas sin pastor (Is 13,14; 53,6; Ez 34,16), que hay que devolver al aprisco (Lc 15,4-7; IPe 2,25).

AT. El error está situado en el plano religioso: una desobediencia que ciega. Errar es “extraviarse lejos del *camino prescrito por Yahveh” (Dt 13,6.11). El error, ligado a la apostasí­2 de Israel, conduce a la *idolatrí­a (Am 2,4; Is 44,20; Sab 12,24) y deriva generalmente del abandono de Yahveh (Sab 5,6). En efecto, sólo el *justo camina con seguridad (Sal 26,1.3; 37,23.31); los *impí­os son entregados a un extraví­o (Is 63,17; Prov 12,26) que Dios sanciona abandonándolos (Ez 14,6-11; Job 12,24), a menos que se *conviertan (Bar 4, 28; Ez 33,12). De lo contrario, con el *endurecimiento, que va en aumento, el error prolifera (Sab 14,22-31), *crecimiento del que tienen gran responsabilidad los jefes del pueblo (Is 9,15), los levitas (Ez 44,10-13), los falsos *profetas (Os 4,5; Is 30, 10s; Jer 23,9-40; Lam 4,13ss; Miq 3,5; Ez 13,8.10.18), y que anuncia el error diabólico de los últimos tiempos (Dan 11,33ss).

NT. El error escatológico anunciado por el profeta alcanza su paroxismo en contacto con Jesucristo, la ver-dad en persona (Jn 14,6).

Jesús denuncia los errores de sus contemporáneos (Mt 22,29) y los apóstoles ponen a los fieles en guardia contra ellos (lCor 6,9; 15,33), pero el maestro (Mt 27,63s; Jn 7, 12.47) y sus discí­pulos (2Cor 6,8) serán a su vez denunciados como impostores; hasta tal punto se extraví­an los fariseos que se dejan cegar (Jn 9,41) y los “prí­ncipes de este mundo que, si hubieran conocido la *sabidurí­a de Dios, no habrí­an crucificado al señor de la gloria” (ICor 2,8).

El error, sin embargo, a pesar de su fracaso respecto a la verdad, se mantiene activo entre los pecadores, haciendo que sean “a la vez engafiadores y engañados” (2Tim 3,13). Por eso hay que ‘velar (Sant 1,16; IJn 2,26s), desconfiar de las fábulas propaladas por los falsos doctores (1Tim 1,4; 2Pe 2,1s), de la impostura de los hombres (Ef 4,14.25; Tit 1,14), a la que el judaí­smo tardí­o poní­a bajo el influjo de los ‘poderes del error, los *ángeles caí­dos. Además, todos tienen el deber de reducir al pecador, extraviado lejo de la verdad (Sant 5,20).

En previsión del fin de los tiempos puso Jesús en guardia a sus fieles contra la seducción de los falsos profetas (Mt 24,5.11.24 p). En realidad, este espí­ritu de error (Un 4,6), este “misterio de la impiedad” (2Tes 2,7) crece hasta el fin de los tiempos (2Pe 2,15-18; Ap 20,8), en que revelará su verdadero rostro, el del *anticristo (2Jn 7), el de *Satán que le inspira (2Tes 2,9ss), el del diablo, “seductor del mundo entero” (Ap 12,9). Pero finalmente la *bestia, el falso profeta y el diablo serán echados todos al estanque de fuego (19,20; 20,3.10).

-> Enseñar – Satán – Verdad.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Las palabras error y errar (derivadas del lat. erro, «vagar») se usan en las Escrituras mayormente para traducir las palabras de dos raíces en el AT, šāḡāh o šāḡaḡ y tāʿāh y una palabra básica en el NT, planaomai, planē. Estas palabras sugieren la idea de extraviarse o vagar.

El error es, después de todo, apartarse de la verdad y no meramente una ausencia de verdad, sino la presencia de una convicción positiva de la verdad para entender lo que realmente es falso (conocimiento falsamente llamado así, 1 Ti. 6:20, 21; véase también 2 Ti. 2:18) o darse cuenta de la falsedad cuando existe una verdad real (diciendo que no hay resurrección, Mr. 12:18, 27).

Con más frecuencia, en la Escritura, el error se representa como un apartarse de la conducta correcta (Nm. 15:22; Sal. 119:21; Jud. 11, etc.). En cualquier caso, el énfasis recae sobre el carácter inconsciente (no premeditado) del acto. Se llega a esa situación «vagando» y no obedeciendo un plan deliberado. En este punto debemos diferenciarlo de la herejía o cisma (hairesis), que sugiere tanto una elección voluntaria como un compromiso consciente y que no necesariamente es malo (aunque casi siempre lo es en el NT con la posible excepción de Hch. 26:5).

El error y la herejía se distinguen a menudo por su grado de importancia. El error sugiere una desviación menor de conducta o fe, en tanto que la herejía señala un apartamiento de la verdad que amenaza la estructura de la fe como un todo. Los errores podrían permitirse dentro de la comunidad cristiana, pero las herejías van más allá de lo que permiten los lazos de la comunión.

Sin embargo, esto no destaca la distinción entre estas dos palabras en el NT. Es cierto que la herejía es un compromiso al margen de lo que constituye el cristianismo legítimo. El error es una palabra más amplia. Indica una divergencia en conducta y pensamiento y puede referirse a desviaciones menos serias (Lv. 5:18; Sal. 19:12; Stg. 1:16) o, por otra parte, a desviaciones de lo que es la fe y conducta correcta que pueden llegar a ser tan serias como para destruir cualquier posible comunión (1 Jn. 4:6; Stg. 5:19; Ro. 1:27).

Para la corrección del error, tanto si es leve como mortal, o si es de pensamiento o conducta, el hombre debe recurrir a las Sagradas Escrituras y suplicar el poder de Dios, que es lo único que puede corregir la manera de pensar y limpiar la conducta (Mt. 22:29; Sal. 19:7–12. Véase también 1 Jn. 4:6).

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; H. Schlier en TWNT; KB.

Kenneth S. Kantzer

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

KB Koehler-Baumgartner, Lexicon in Veteris Testamenti Libros

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (214). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

El error, considerado duplicadamente, es de uno u otro modo el producto de la ignorancia. Pero además de implicar la falta de información, añade el elemento positivo de un juicio mental, por el que algo falso se tiene como cierto, o algo cierto es afirmado como falso. El sujeto-materia del error en lo que a moral se refiere, como el de la falta de conocimiento de donde procede, es (I) la propia ley, o (2) un hecho o circunstancia de un hecho. En el primer caso, es un mal camino el afirmar o negar la existencia de una ley, o en todo caso la inclusión de algún caso individual bajo su operación. En el segundo, uno trabaja bajo una equivocación igual, pero respecto a algún hecho o aspecto de un hecho. Así, por ejemplo, un católico, que de algún modo inexplicable está convencido de que no había una ley de abstinencia el viernes, estaría en error en cuanto a la ley. Si, aunque muy consciente del precepto de la Iglesia, está bajo la impresión errónea de que un día en particular, que resulta ser viernes, no es viernes, está en error en cuanto al hecho.
Teniendo en cuenta a la persona en la que el error existe, se dice que es vencible o invencible. El error se considera invencible cuando persiste a pesar de lo que se llama diligencia moral respecto al asunto. Esto puede ocurrir ya sea porque uno no se ha topado con cualquier duda en cuanto a la validez de la postura, o en cuanto a la necesidad de una investigación, o puede ser que uno, habiendo realizado, con total honestidad de propósito, los esfuerzos que demanda la importancia de la cuestión de que se trata, no obstante, sea incapaz de descubrir la verdad. Depende mucho del valor que se le atribuya a la expresión “diligencia moral”. No es fácil establecerlo en una formula definida, a menos que sea la diligencia que las personas prudentes están acostumbradas a aportar a la solución de asuntos similares. Esta noción puede ser establecida con más detalle por las siguientes consideraciones:

  • La diligencia moral requerida no significa que una persona ha de recurrir a todo medio concebible.
  • Implica que los esfuerzos realizados por un agente, para estar en lo correcto, deben ser tales como lo exige la seriedad de la empresa en cuestión, así como tener una proporción adecuada a su capacidad y recursos.

El error es considerado moralmente vencible tan a menudo como pueda ser aplicable a la falta de ejercicio de estas precauciones ordinarias y necesarias.

Cuando un agente omite deliberadamente medios calculados para disipar su error, o lo promueve deliberadamente, se le llama afectado. No se le llama así para indicar que es simulado, sino más bien señalar que el principio erróneo ha sido estudiadamente intencional. Cuando el error es el fruto de la negligencia pura no mitigada, se denomina craso. La influencia del error sobre la responsabilidad moral se puede determinar como sigue. Un acto realizado por error invencible, ya sea este último respecto al hecho o a la ley, nunca es censurable como pecado. La razón es que, en esta hipótesis, no se tiene conocimiento de, y en consecuencia, no violación de mal. Por el contrario, lo que se hace en error moralmente vencible se considera propiamente imputable al agente. Esto es así, porque el error en sí mismo es entonces de la propia elección del agente, y es por tanto responsable de sus resultados. Es evidente, sin embargo, que la delincuencia moral que surge de un error vencible tiene diversos grados de culpa, en proporción a la mayor o menor culpabilidad del error en sí mismo.

Bibliografía: Slater, Manual of Moral Theology (Nueva York, 1908); Ballerini, Opus Thelolgicum Morale (Prato, 1898); Meyer, Institutiones Juris Naturalis (Freiburg, 1885); Ojetti, Synopsis Rerum Moralium it Juris Pontificii (Prato, 1904).

Fuente: Delany, Joseph. “Error.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
http://www.newadvent.org/cathen/05525a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

Fuente: Enciclopedia Católica