GALILEA

Isa 9:1 lado del Jordán en G de los gentiles
Mat 2:22 pero avisado .. se fue a la región de G
Mat 4:15 camino del mar, al .. G de los gentiles
Mat 4:23 recorrió Jesús toda G, enseñando en las
Mat 26:32; 28:7


Galilea (gr. Galiláia; del heb. gâlîl, “cí­rculo”, “región”; otros vocablos heb. relacionados son ‘erets ha-Gâlîl, Gâlîlâh y gelîl ha-gôyîm). 1. Originalmente era el nombre aplicado a sólo una parte del territorio de Neftalí­ (2Ki 5:29; 1Ch 6:76); gradualmente llegó a indicar toda la parte norte de Palestina, limitada al sur por la llanura de Esdraelón y al norte por la ladera sur de los montes Lí­bano y el monte Hermón, una región de unos 65 km de largo por 40 a 50 km de ancho. La mayor parte de la zona es montañosa, con fértiles valles intermedios. Las montañas de la región norte alcanzan una altura de 1.220 m s.n.m., por lo que siempre fue escasamente poblada. La sureña, menos montañosa (las mayores alturas no superan los 565 m s.n.m.), es cerealera. Los cananeos permanecieron en posesión de Galilea por mucho tiempo después de la invasión de los israelitas (Jdg 1:30-33), y cuando éstos finalmente tomaron posesión de la región, los cananeos se mezclaron con ellos. Por cuanto Galilea tení­a una población mixta, Salomón sintió que podí­a dar 20 de sus ciudades a Tiro sin gran pérdida para la nación (1Ki 9:11). Después de la conquista por Tiglat-pileser III (2Ki 15:29; c 732 a.C.) y la transformación en provincia asiria de Meguido, llegó a ser una región mayormente gentil. En consecuencia, podí­a llamarse apropiadamente “Galilea de los gentiles” (Isa 9:1; cf Mat 4:15). Sólo unos pocos judí­os se establecieron allí­ después del exilio babilónico, y aun éstos fueron trasladados más tarde a Judea por Judas Macabeo (1 Mac. 5:23; 164 a.C.). Después de unirse al reino de Judea en tiempos de Herodes, Galilea atrajo a tantos judí­os que pronto llegó a ser completamente judí­a. De acuerdo con Josefo, estaba tan densamente poblada que pudo proveer un ejército de 100.000 hombres para luchar contra los romanos. El mismo autor afirma que habí­a 240 ciudades y aldeas en Galilea. Sin embargo, lo que dice respecto a esto parece exagerado. Después de la muerte de Herodes el Grande, Galilea llegó a ser parte de la tetrarquí­a de Herodes Antipas (4 a.C.-39 d.C.), quien gobernó durante el tiempo del ministerio de Cristo. Después de la destitución de Antipas fue parte del reino de Agripa I. (39-44 d.C.), pero fue agregada a la provincia de Judea después su muerte. Agripa II recibió parte de Galilea (c 54 d.C.) y la administró hasta que se inició la guerra judí­a (66 d.C.). La región fue el escenario principal del ministerio de Cristo. No sólo fue criado en Galilea, sino que la mayorí­a de los apóstoles procedí­a de allí­. Las ciudades galileas mencionadas en el NT son 478 Capernaum, Naí­n, Corazí­n, Caná, Nazaret, Tiberias y Betsaida. Mapa XVI, C-3. Bib.: FJ-GJ ii.20.6; FJ-L 45; FJ-GJ iii.3.2. 2. Mar o lago de agua dulce alimentado y drenado por el rí­o Jordán. Tiene unos 20,5 km de largo y unos 12 km en el lugar más ancho, a la altura de Magdala. Está a unos 209 m bajo el nivel del Mar Mediterráneo, y tiene una profundidad de 40 a 45 m. La poca altitud del lago es responsable de su clima semitropical. Está rodeado por altos montes, con excepción de los lugares por donde entra y sale el rí­o Jordán, y está sujeto a tormentas repentinas y violentas (Mat 8:23-27: 14:22-33; Mar 4:35-41). La abundancia de peces hací­a de la pesca un trabajo lucrativo en tiempos de Jesús, Tristram enumera 22 especies de peces en el lago. Originalmente se llamó Mar de Cineret (Num 34:11); en tiempos del NT, Lago de Genesaret (Luk 5:1) y Mar de Tiberias (Joh 6:1; 21:1), como también Mar de Galilea. El nombre Mar de Tiberias se conserva en el nombre árabe Ba1r Tabarîyeh. Mapa XVI, C-4. Bib.: D. Baly, The Geography of the Bible [La geografí­a de la Biblia] (Nueva York, 1957), pp 184-192; FJ-AJ xviii.2.1.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(heb., ha-galil, el anillo o circuito, gr. Galilaia). La más norteña de las tres provincias de Palestina (Galilea, Samaria, Judea). Medí­a aprox. 83 km. de norte a sur y 50 km. de este a oeste, y lindaba al oeste con la meseta de Akka hasta el pie del monte Carmelo.

La tierra era rica y productiva, un lugar escarpado y montuoso de robles y terebintos interrumpido por mesetas fértiles. Se decí­a que Aser al oeste comerí­a gordura por pan y darí­a deleites al rey y mojarí­a sus pies en aceite (Gen 49:20; Deu 33:24-25). Habí­a importantes rutas comerciales de las caravanas que realizaban su tráfico abundante por Galilea desde Egipto y el sur de Palestina hasta Damasco en el nordeste así­ como al este y al oeste desde el Mediterráneo hasta el Lejano Oriente.

El norte de Neftalí­ estaba habitado por una raza mixta de judí­os y paganos (Jdg 1:33). Su población israelita fue llevada al cautivero a Asiria y fue reemplazada por una colonia de inmigrantes paganos (2Ki 15:29; 2Ki 17:24), de ahí­ que se la llamara Galilea de los gentiles (Isa 9:1; Mat 4:15-16). Durante y después del cautiverio, la mezcla predominante de razas gentiles empobreció la adoración del judaí­smo. Por el mismo motivo, el acento y el dialecto galileo era marcadamente particular (Mat 26:73).

Los judí­os del sur, de sangre más pura y tradición más ortodoxa, los despreciaban (Joh 1:46; Joh 7:52; comparar Isa 42:6; Mat 15:24).

Jesús predicó su primer sermón público en la sinagoga de Nazaret en Baja Galilea, donde se habí­a criado (Luk 4:16-30). Sus discí­pulos eran de Galilea (Mat 4:18; Joh 1:43-44; Act 1:11; Act 2:7); obró su primer milagro en Caná de Galilea (Joh 2:11). Los primeros tres Evangelios presentan la mayor parte de su ministerio en Capernaúm de Galilea, el hogar de su madurez (Mat 4:13; Mat 9:1). La degradación de Galilea hací­a que parte de su gente sintiera su necesidad del Salvador. Esto y la libertad relativa de los prejuicios sacerdotales y farisaicos pueden haber sido motivos adicionales por los cuales recibió la mayor porción del ministerio del Señor.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

El territorio entre el Jordán y el lago de Genesaret en el este, la llanura de Yizreel por el sur, y la frontera fenicia por el oeste, fue el paí­s de †œGalilea.† Por el norte es difí­cil trazar la frontera, si al nombre se le da un sentido polí­tico. †œGalilea† (Galil) fue originariamente una designación geográfica, sin que sepamos en qué se apoya. En Isaí­as aparece una vez la designación de haggalil haggoyim (Isa 8:23), es decir, cí­rculo o territorio de los pueblos (gentiles); pero ello podrí­a ser ya una explicación (Mat 4:15). Desde la época de los Macabeos, †œGalilea† equivalí­a a la provincia septentrional del reino de Judá. Tras la división del reino a la muerte de Herodes correspondió a la tetrarquí­a de Herodes Antipas.
Galilea es un territorio fértil, con agua abundante, sobre todo en el norte, en la Galilea superior; su clima es favorable a los árboles y campos en la llanura de Genesaret, de una belleza esplendorosa; †œa lo largo de diez meses se pueden obtener cosechas† y cada palmo de tierra se puede cultivar, según un viejo proverbio rabí­nico. De ahí­ que estuviera muy poblada, contando con grandes aldeas y ciudades: Tiberí­ades, Cana, Cafarnaúm, y muchos varones, como destaca expresamente Flavio Josefo.
Galilea estuvo ocupada por las tribus de Isacar, Neftalí­, Zabulón y Aser; pero el territorio nunca fue sede de un asentamiento puramente israelita, ni siquiera antes de la destrucción del reino del norte. Incluso en tiempos de David y Salomón estuvo habitado por cananeos. Tras la reducción de la población israelita por la deportación en los años 725/722 a.C., el cambio demográfico fue aún mayor con los llegados de Mesopotamia y después que el territorio entró en la historia como provincia asirí­a, neobabilónica y persa, y como parte del imperio de Alejandro Magno y del reino de los Seléucidas. Con los inmigrados, la población llegó a formar un extraño conglomerado de israelitas, medos, arameos, árabes, fenicios y griegos, que en la marmita del helenismo constituyeron un pueblo mestizo de cultura griega. Cuando estalló la rebelión macabea, habí­a en Galilea tan pocos israelitas puros que Simón Macabeo consideró conveniente desde un punto de vista polí­tico y religioso trasladar el resto a Judea (1Ma 5:23), al no poder arrancar el paí­s del reino de los Seléucidas. De todos modos, Aristóbulo I conquistó más tarde aquella franja de terreno (104 a.C.) e impuso por la fuerza una judaización (la circuncisión y el cumplimiento de las leyes del culto). Y aunque con el tiempo aquel judaí­smo galilaico acabó convirtiéndose en un judaí­smo genuino, por lo que respecta a la escrupulosidad cultual no dejó de ser el ala liberal. Por ello hubo pocos fariseos en Galilea y pocos maestros de la Ley. La población en su mayor parte no tení­a vinculación alguna con las tribus antiguas, como lo refleja entre otras cosas el hecho de que de ninguno de los discí­pulos de Jesús, que con la excepción de Judas Iscariote eran todos galileos se trace la ascendencia tribal.
En lí­neas generales el carácter del pueblo era bronco, combativo y revolucionario. Cuando se iniciaron los movimientos mesianistas del perí­odo romano, los más exaltados y radicales fueron aquellos galileos de judaí­smo reciente. Lo que tampoco deja de tener importancia para enjuiciar a los discí­pulos de Jesús, que vivió y actuó en Galilea. Hasta las mujeres de la región parecen haber estado animadas de un sentimiento y celo nacionalistas. En la guerra romano-judí­a los señores del mundo tuvieron en cuenta el carácter de aquella gente y, antes de marchar contra Jerusalén, empezaron aplastando la resistencia en Galilea.
En tiempo de Jesús los galileos estaban culturalmente más cerca del helenismo que del judaí­smo puro de Judea. Y como la ocupación del paí­s desde los comienzos del perí­odo romano en Palestina (63 a.C.) volvió a hacerse con inmigrantes griegos o que hablaban griego, los †œjudí­os† galilaicos del tiempo de Jesús volvieron a vivir en medio de gentes griegas. Por ello es probable que la mayor parte de los galileos, además del arameo, hablasen también griego. En cierto modo ocupaban la posición media entre los †œhebreos† y los †œhelenistas† del judaí­smo. Esa posición media pudo precisamente capacitar para el cometido misionero a los apóstoles, que fuera de Judas Iscariote eran todos galileos.

Fuente: Diccionario de Geografía de la Biblia

Al norte de la llanura de Esdraelón y del valle de Jezreel estaba el fértil territorio de colinas conocido como el galil, literalmente †œel cí­rculo† o †œel distrito†. Es una tierra de rí­os y pozos, y los olivos de Galilea eran tan numerosos que los antiguos rabinos decí­an que era más fácil mantener una legión entera allí­ que criar un niño en el terreno más estéril del sur.
En tiempos preexí­licos, el área norte del Esdraelón estaba ocupada por las tribus de Aser, Zabulón, Isacar y Neftalí­. Estas eran las tribus más expuestas a los vecinos fenicios y sirios, así­ como a los más distantes asirios que periódicamente invadí­an el oeste de Asia. Después del exilio, comparativamente pocos judí­os se radicaron en Galilea, y aun ellos fueron establecidos de nuevo en Judea en 164 a. de J.C. , por Simón el Macabeo (1 Mac. 5:23). Bajo Juan Hircano y sus sucesores, Galilea fue incorporada al estado hasmoneo y muchos judí­os se radicaron allí­. Los habitantes de Judea, sin embargo, continuaron mirando a los judí­os de Galilea como no totalmente ortodoxos. Jesús y sus discí­pulos fueron despreciados por ser galileos, los cuales eran identificados por un acento particular (véase Mr. 14:70). Nada bueno podí­a esperarse de Nazaret (Jn. 1:46), y ellos no podí­an tomar seriamente las afirmaciones de un Mesí­as que provení­a de Nazaret de Galilea (véase Mt. 21:11).
El pueblo de Galilea, sin embargo, era tan intensamente leal a la fe judí­a, como era intensamente antirromano al igual que cualquiera en Judea. Judas de Galilea (Josefo, Guerra Judí­a II. viii. 1; véase Hch. 5:37) fue el fundador de los zelotes, una secta intensamente antirromana cuyo fanatismo y violencia bajo Florus, el último de los procuradores, provocó la guerra con Roma. Aunque Josefo estaba escribiendo con el pensamiento de ganar el favor de los romanos, pone en claro que estos galileos insurrectos fueron motivados por el mismo espí­ritu que sus predecesores Macabeos. Fue la lealtad a la ley judí­a, la Tora, la que proveyó el centro alrededor del cual se unieron los zelotes (Josefo, Vida 12 (65); 13 (74); 27 (134).
Galilea evoca en el cristiano las escenas de la niñez de Jesús en Nazaret, su ministerio en Capernaum y sus milagros y enseñanzas a lo largo de las costas del mar de Galilea. También para el judí­o, Galilea últimamente vino a ser un lugar de recuerdos santificados ya que los sabios rabí­nicos emigraron hacia el norte después de la destrucción de Jerusalén. Tiberias, en la costa occidental del mar de Galilea, vino a ser un centro de erudición talmúdica y la capital de la Palestina judí­a. Las familias de Ben Aser y Ben Neftalí­, en Tiberias, hicieron importantes contribuciones a la preservación del texto tradicional (o masotérico) del Antiguo Testamento. Durante el siglo XV, Safed en la alta Galilea era el hogar de los mí­sticos judí­os cuyas ideas religiosas encontraron expresión en la Cabala.
Durante el tiempo de Cristo, la provincia de Galilea era un rectángulo de 64 kms. desde el norte hasta el sur y 40 kms. del oriente al occidente. Estaba limitada al oriente por el rí­o Jordán y el mar de Galilea y hacia el occidente por la llanura costera que habí­a sido asignada a la tribu de Aser. Al sur de Galilea estaba la fértil llanura de Esdraelón con el camino principal de la costa del valle del Jordán. Galilea misma estaba dividida en dos franjas paralelas, que comprendí­an la alta Galilea y la baja Galilea. Entre ellas está la quebrada de Eshshaghur, ahora conocida como la llanura de er-Rameh, que corta a través del territorio desde el Aco hasta la región al sur de Safed Al norte de esta llanura el altiplano de la alta Galilea alcanza 915 mts. en su punto más elevado, Jebel Jarmuk, de 1,590 mts. de altura. Los montes de la baja Galilea, sin embargo, no alcanzan alturas de más de los 210 mts. El lí­mite entre el Israel moderno y el Lí­bano pasa a través de la alta Galilea. En los tiempos del Nuevo Testamento, sin embargo, la alta Galilea se extendí­a hacia el norte hasta la garganta del rí­o Leontes que desemboca en el Mediterráneo al norte de Tiro.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

(cí­rculo).

Es la provincia al norte de las tres de Palestina: (Galilea, Samaria y Judea, al sur).

Los galileos tení­an un acento peculiar: (Mat 26:73), y eran despreciados por los judí­os del Sur: (Jua 7:52). La Secta de los Galileos era muy parecida a la de los fariseos: (Hec 5:37), pero era muy despreciada entre los gentiles, y ensenaban que no se deben pagar impuestos a prí­ncipes extranjeros. Los fariseos pensaban que Jesús pertenecí­a e esta secta, y por eso le preguntaron maliciosamente si se debí­a pagar tributo al César: (Mat 22:17).

Jesús vivió en Nazaret: (de Galilea), comenzó su ministerio público en Galilea: Cafarnaum: (Mc.l), y Caná: (Jn.2), y ejerció gran parte de su ministerio público en Galilea, sobre todo alrededor del Mar de Galilea: (llamado también Mar de Genesaret y Lago Tiberí­ades). Durante su ministerio público residió mucho tiempo en la casa de Pedro, en Cafarnaum: (o Capernaum). El Monte Tabor está en Galilea, así­ como las ciudades Tiberí­ades, Naí­n, Corozaí­n, Betsaida y Seforis.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

La parte N del territorio de Israel. El territorio entre el lago de Genesaret y el Jordán, en el E, y Fenicia al O. El nombre se deriva de una raí­z hebrea que significa †œcí­rculo†. El territorio fue dividido entre las tribus de Neftalí­, Aser, Zabulón e Isacar, pero consta que muchos cananeos no pudieron ser desalojados, lo cual quizás diera origen al nombre †œG. de los gentiles† (Isa 9:1). Es posible que esta mezcla de israelitas y cananeos se reflejara en el hablar de los galileos, que tení­an un acento particular (Mar 14:70).

Se menciona por primera vez a G. en Jos 20:7, donde se establece a †¢Cedes como ciudad refugio. Salomón dio a †¢Hiram †œveinte ciudades en tierra de G.† (1Re 9:11). El rey asirio †¢Tiglat-pileser III conquistó G. en el año 732 a. C., y desterró gran parte de sus habitantes. Aparentemente el rey †¢Josí­as pudo controlar el territorio en sus dí­as. No se tienen muchas noticias de G. sino hasta la época de los Hasmoneos, cuando fue reincorporada al reino judí­o en el año 104 a.C. En el perí­odo romano fue un distrito sobre el cual †¢Herodes el Grande llegó a ser gobernador antes de ocupar el trono. Su gobierno fue odiado en G., que se mantuvo siempre como un reducto zelote de oposición. Tras la muerte de Herodes el Grande, su sucesor †¢Herodes Antipas construyó †¢Tiberias, a orillas del lago.
los dí­as del ministerio terrenal del Señor Jesús se le consideraba galileo por el tiempo que habí­a vivido en la región (criado en †¢Nazaret) y por ser ésta escenario de sus viajes de predicación y de muchos de sus milagros (Mat 2:22; Mat 4:12; Mar 7:31; Luc 5:17; Jua 4:45, etcétera). A causa de la mezcla de población gentil y judí­a, la G. era una región despreciada por los judí­os de Jerusalén. Era, además, lugar donde se levantaban muchas rebeliones, lo cual obligó a Pilato a represiones sangrientas (Luc 13:1). Se le dijo a Nicodemo que †œde G. nunca se ha levantado profeta† (Jua 7:52), para señalarle que era imposible que de allí­ viniera el Cristo (esto, sin embargo, no era cierto, porque Jonás habí­a nacido en †¢Gat-hefer). La mayorí­a de los apóstoles eran de origen g. y en los inicios de su predicación se formaron en G. muchas iglesias (Hch 9:31).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, PAIS REGI

ver, MAR (de Galilea)

sit, a1, 332, 371

vet, (gr. “Galilaia”, heb. “Gãlîl”, “cí­rculo”, región, distrito). Originalmente se trataba del paí­s montañoso de Neftalí­ (2 R. 15:29; 1 Cr. 6:76). Las 20 localidades de poca importancia que Salomón dio a Hiram se hallaban en Galilea (1 R. 9:11). Muchos cananeos se quedaron en este paí­s (Jue. 1:30-33; 4:2). La expresión “Galilea de los gentiles” o de las “naciones” implica que la mayor parte de la población de esta región no era de raza judí­a (Is. 9:1; cp. 1 Mac. 5:15 y Mt. 4:15). El término Galilea fue denotando una región progresivamente mayor, extendiéndose desde el sur hasta la llanura de Esdraelón (1 Mac. 5:55; 10:30; 12:47, 49). Una gran cantidad de sus habitantes fueron deportados, particularmente por los asirios (2 R. 15:29). Los judí­os que se establecieron en Galilea después del retorno del exilio fueron llevados a Judea por Simón Macabeo, hacia el año 164 a.C. (1 Mac. 5:23); pero, poco después, formó parte del reino de Herodes el Grande; a su muerte, quedó bajo el cetro del tetrarca Herodes. Galilea era la más septentrional de las tres provincias situadas al oeste del Jordán (si se omite Fenicia); estas provincias se corresponden con la división administrativa romana. El distrito se dividí­a en Alta y Baja Galilea. Las dos Galileas contaban con 240 ciudades y pueblos (Josefo, Vida, 45). La mezcla de razas en Galilea habí­a producido un acento peculiar (Mr. 14:70; Lc. 22:59; cp. Hch. 2:7). Se pretendí­a que de Galilea no salí­an profetas. Sin embargo, casi todos los apóstoles del Señor Jesús eran galileos; el mismo Señor, aunque nacido en Belén en Judea, se habí­a criado en Galilea (Jn. 7:41, 52). Allí­ ejerció la mayor parte de su ministerio, tanto en los confines orientales del mar de Galilea como en el interior del paí­s, Corazí­n, Betsaida, Capernaum, Naí­n, Caná y Nazaret. Galilea tiene algo más de 96 Km. de longitud norte-sur y unos 40 de anchura. Es un paí­s accidentado, con montañas y fértiles valles. Los paisajes son pintorescos. La Baja Galilea es rica en cereales; ninguna de sus montañas sobrepasa los 564 m. Las cumbres de la Alta Galilea oscilan entre los 609 y los 1.219 m.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[911]

Región Norte de Palestina que varió notablemente de estructura polí­tica y social y cuya referencia evangélica es esencial en el Nuevo Testamento.

Su población a lo largo de la Historia Bí­blica se vio alterada con frecuencia por invasiones y mezclas muy variadas y persistentes. Conquistada a los cananeos, era la zona más cercana a las influencias de los fuertes señores de la costa (Tiró, Sidón) lo que la hizo rica en comercio, además de serlo en agricultura.

La impureza de la raza judí­a en ella se debió a las conquistas asirias y babilónicas anteriores a la Cautividad, cuando las regiones del entorno del Genezaret y de la Samaria fueron repobladas con advenedizos de otros territorios del imperio. La polí­tica guerrera de los Macabeos y del primer rey asmoneo, Juan Hircano, logró judaizar de nuevo Galilea, con más éxito que el conseguido en Samaria. Por eso los galileos en el siglo I iban al Templo de Jerusalén por la Pascua, aunque tení­an mala reputación ante los judí­os puros. Tení­an fama de ser especiales, mezcla de razas no israelitas (Galilea de las naciones). Eran, impuros, supersticiosos, inhábiles en el lenguaje arameo que se hablaba en Judea, violentos y despectivos. En el ambiente de Judea la denominación de “galileo” rayaba en el insulto.

Pompeyo, en sus acciones bélicas y polí­ticas anteriores a su derrota por Augusto, habí­a hecho de Galilea un distrito del Reino de Hircano, con la capital en Séforis. Siguió siendo reino con Herodes el Grande. Herodes Antipas (rey entre el 4 y el 37) construyó en la orilla del lago la capital que Jesús conoció en Tiberiades.

En esa Galilea de las naciones es donde Jesús pasó su vida y en sus lugares, más que en Judea, es donde proclamó su Reino y su misterio.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

DJN

SUMARIO: . El Nombre.-2. Origen y evolución histórica. – 3. Geografí­a. 2.1. Lí­mites. 2.2. Geologí­a. 2.3. Orografí­a. 2.4. Hidrografí­a. 2.5. La Economí­a. 2.6. La población. 2.7. Comunicaciones. – 4. Galilea y Evangelios.

Galilea es la más septentrional de las regiones en las que se ha dividido tradicionalmente Palestina. Las otras dos son Samaria y Judea. Es también la más pequeña, aunque sus lí­mites han variado a lo largo de la historia. Es la más fértil de las tres, por la calidad de la tierra, un más alto í­ndice de lluvias y mayor abundancia de manantiales, particularmente en la Alta Galilea en donde nacen algunas de las fuentes más caudalosas del Jordán. Esto la ha convertido desde la antigüedad en una joya apetecida por naturales y extraños, fenómeno que se ha repetido en la historia reciente, como lo ha demostrado el hecho de que, antes de ser conquistada por la fuerza en la guerra de 1948, el movimiento judí­o de inmigración ya la habí­a hecho objeto de sus preferencias, adueñándose de las zonas más ricas y más favorecidas por el agua. Hasta el punto de que enseguida, por doquier desde 1909, en este territorio instalaron granjas comunales, cuya primera finalidad era el cultivo de la tierra. La circunstancia de su riqueza natural, unida a la proximidad con Fenicia y la Siria aramea (pueblos que ejercieron en Galilea una fuerte influencia en el pasado), y la lejaní­a de Jerusalén (principal centro polí­tico y religioso del judaí­smo antiguo), fueron causas que marcaron significativamente la historia de esta región y el talante de sus habitantes. Sin olvidar la in-fluencia de las condiciones fí­sicas de la región misma.

1. El Nombre
El término Galilea es la versión directa de la palabra griega . Pero su origen hay que buscarlo en el hebreo ál7, de la raí­z álál “algo que gira o es redondo”. Aparte de alguna referencia extrabí­blica dudosa, como es el caso de la lista de las ciudades conquistadas por Tutmosis III, el nombre aparece seis veces en el A. T. bajo la forma femenina ah, o en plural para designar un objeto que gira (1 Re 6,34); un objeto redondo o circular (Est 1,6; Cant 5,14); un cí­rculo, región o distrito geográfico delimitado, particular-mente de la llanura cercana al mediterráneo (Jos 13,2; JI 4,4); o del valle del Jordán (Jos 18,17; Ez 47,8). En la forma masculina es nombre común y significa “cí­rculo” o “región”. Y empleado con el artí­culo definido galil se refiere siempre a una región del norte de Palestina. En esta forma es empleado seis veces en el texto hebreo: galil (Jos 20,7. 21,32; 1 Cró 6,61); `eres galil (1 Re 9,11); (2R 15,29); hag-goyim (Is 9,11). En la forma arameizada, , aparece ya en el siglo III a.C. en los papiros de Zenón, de donde deriva la forma del gentilicio empleada en los LXX y conservada en la versión latina.

2. Origen y evolución histórica
Los lí­mites de la Galilea histórica siguen sin esclarecerse de forma definitiva, siendo particularmente confusos a medida que nos retrotraemos en el perí­odo veterotestamentario. De ahí­ que historiadores y exégetas estén en desacuerdo a la hora de establecer su localización y de-marcación. Unos la sitúan al noroeste del lago (el Hule, hoy desaparecido), formando un pequeño distrito en torno a la ciudad de Quedes. Para otros la “Galilea de los gentiles” es un distrito cercano a Fenicia, incluyendo el territorio de Cabul (1 Re 9,11-13), o bien el rincón más septentrional de la Alta Galilea actual, o una región situada al noroeste de Galilea. Para A. Alt y su escuela sólo existe la Galilea que se identifica con la “Galilea de los gentiles” de ls 8,23; es decir -según ellos-, el territorio de las tribus de Zabulón y Neftalí­, y la identifican con la provincia de Megido del perí­odo Asirio. Pero esta afirmación supondrí­a incluir la llanura de Esdrelón, que creemos nunca formó parte de la Galilea histórica. También hay quien piensa que la expresión “galil hag-goyim” (“el distrito de los gentiles”) no corresponde a un distrito administrativo, sino que tiene un significado étnico. No faltan exégetas que desde una perspectiva Teológica neotestamentaria le dan al texto de Isaí­as un sentido más amplio, incluyendo la parte oriental y occidental del Jordán. En lo que parece haber mayor consenso es en la apreciación de que la “Galilea de los gentiles” de Isaí­as era más reducida que el territorio comprendido más tarde por el término Galilea que J. G. Echegaray extiende del Mediterráneo al Jordán, incluyendo también la llanura de Esdrelón, aunque distingue bien entre la Galilea geográfica como entidad más amplia y la Galilea polí­tica.

El análisis de algunos textos de los libros de la conquista (Jue 1,27-30. 31-33; 4,6-11; Jos 12,23b; I Re 9,11) nos llevan a la conclusión de que el término Galilea usado en los textos bí­blicos más antiguos correspondí­a al territorio situado entre la costa mediterránea y el valle del alto Jordán, limitando por el sur con el extremo norte de la llanura de Acco y la falda sudoriental del monte Merón y por el norte con el rí­o Leontes, en los confines de Tiro. En una palabra, comprendí­a la alta meseta formada por las estribaciones del Antilí­bano, la región de Tiro, hoy sur del Lí­bano. En lí­neas generales, su perfil exterior se aproxima al de un cí­rculo en torno del cual habí­a ubicadas una serie de ciudades, en su mayorí­a mencionadas en el Antiguo Testamento, particularmente en los libros de Josué, Jueces y Reyes, y en las fuentes extrabí­blicas egipcias y asirias, aun-que en algunos casos la localización sigue siendo dudosa todaví­a hoy. Según esto, el término Galilea (gala) podrí­a tener su origen en la configuración topográfica de la misma, o hacer alusión al cí­rculo de ciudades que la poblaban. El término aparece por primera vez en Jos 20,7 y 21,32 aplicado a la ciudad de Qedes (Qedes ha), que los LXX tradujeron: Kades te galilaia. Se trata de una ciudad de refugio perteneciente al territorio de la tribu de Neftalí­ que formaba parte del cí­rculo de ciudades al que hemos aludido.

En 1Re 9,11 se da el nombre de Galilea a la región de Cabul, al sur de Tiro, cercana al Mediterráneo, que comprendí­a los veinte pueblos que Salomón dio a Hiram, rey de Tiro, como pago por la ayuda que éste le habí­a prestado en la construcción del Templo y de su propio palacio. Esta localización parece confirmarse en lMac 5,14-23. Y en 2Re 15, 29 se distingue Galilea del paí­s de Neftalí­. Pero es Is 8,23 el primer texto en el que el término ? incluye explí­citamente la heredad de las tribus de Zabulón y de Neftalí­ forman-do una unidad territorial, a la vez que se menciona el camino del mar como lazo de unión de ambas. Como se verá más adelante, esta demarcación se aproxima, en términos generales (excepción hecha de la margen izquierda del Jordán), a la Galilea del siglo 1 descrita por Flavio Josefo (GJ III, 35-40). Además, se la califica de pagana (gélil hag-goyim) (Galilea de los gentiles). En efecto, hasta la conquista de la misma por Aristóbulo 1 (104-103 a.C.) fue de hecho una región pagana, con es-casa población judí­a (1 Mac 5,21-23), particularmente desde la conquista de su territorio por Tiglatfalasar III, rey de Asiria (732 a.C.), quien, además de deportar a muchos de sus habitantes, convirtió la región en una provincia asiria con el nombre de Megido (2Re 15,29; , p. 283s).

Hasta ese momento, el territorio de Galilea habí­a estado habitado por pueblos cananeos con los que se mezclaron las tribus de Israel que se establecieron en el norte a mediados del segundo milenio a.C.: Zabulón, Neftalí­ y más tarde Dan. Los territorios de Aser, al oeste, y de Isacar al sur, no formaron propiamente parte del territorio de la Galilea Bí­blica, o a lo sumo sólo parcialmente; aunque hay autores que las incluyen.

De todas formas no puede asegurar-se, con certeza, cuándo el nombre “Galilea” abarcó la zona sur de Neftalí­ y Zabulón, conocida más tarde como Galilea Baja. Existe el hecho de que bajo los persas (o bajo los tolomeos) la ciudad de Megido dejó de ser el centro administrativo. Este simple hecho pudo ser suficiente para que la región perdiera también el nombre de provincia de Megido y recobrara el nombre de Galilea que, como ya se ha visto, se aplicaba con anterioridad al menos a una parte de la región norte. Con mayor razón si el centro administrativo pasó a Hazor ciudad situada en la zona norte conocida ya como Galilea en tiempos de la Monarquí­a. En el año 259 a.C. encontramos a Galilea mencionada dos veces en los Papiros de Zenón (Corp. Pap. Jud., vol. I, 2, 18 y 22). Y, algo más tarde, el libro de Tobí­as (1,2) distingue ya la “Galilea Superior”, lo que obliga a presuponer la existencia de una Galilea Inferior, como confirmará Flavio Josefo escribiendo en el siglo 1. En cuanto a la frontera sur, debe excluir-se de Galilea la llanura de Esdrelón, que durante el perí­odo de los lágidas y seléucidas fue territorio real, como posiblemente lo habí­a sido ya en otro tiempo en algún momento de la monarquí­a israelita (1 Re 18,45.21,1). En todo caso está claro que en el siglo II a.C. se distinguí­a Galilea de la llanura de Esdrelón y del territorio de Tolemaida, al oeste (1 Mac 12,47.49; Jdt 1,8).

En el año 198 a. C. Antioco III conquistó Palestina y en el nuevo sistema administrativo de los Seléucidas la región de Galilea del perí­odo Tolomaico pasó a formar parte de la provincia de (Samarí­a) (1 Mac 10, 30. 38; 11, 28; Ant. 13,50). Fue también entonces (probable-mente al ser creada la í­a de Fenicia) cuando quedó establecido definitiva-mente el lí­mite norte de la Galilea polí­tica a la altura del lago (lago Hule), pues a partir de la lí­nea de dicho lago hacia el norte todo el territorio de Tiro y Paneas con la Alta Galilea de Tb 1,2 y la Gaulaní­tide pasaron a formar parte de la í­a de Fenicia. Por occidente se creó la í­a de la Paralia que com-prendí­a toda la región costera desde Apolonia a Tolemaida (Acco), incluida la llanura oriental norte de esta ciudad.

Pero la distribución territorial de los seléucidas cambió, parcialmente al me-nos, con la conquista de la Baja Galilea por el asmoneo Aristóbulo 1 (104-104 a.C.) quien, además de evitar que los Itureos se apoderaran de la región, en la que ya habí­an entrado, la anexionó al recién creado reino Asmoneo. Su reinado no duró más que un año, lo que hace más relevante la rapidez de su conquista y los resultados conseguidos en su campaña de judaización, poniendo a los nuevos súbditos en la disyuntiva de circuncidarse y practicar la ley judí­a o abandonar sus tierras. Alejandro Janneo, su sucesor, amplió la conquista al valle del alto Jordán y la región oriental de éste, siguiendo la táctica de judaización de Aristóbulo, su hermano (Ant. 13,395).

En el invierno del 64-63 a.C. Pompeyo llegó a Damasco (Ant, 14, 34.38) y fundó la provincia de Siria con lo que habí­a sido el reino Seleúcida. Y en el año 63 a.C. conquistó Palestina que quedó, en cierto modo, incorporada a Siria. El nuevo perí­odo de la historia de Palestina que se iniciaba entonces terminarí­a siendo uno de los más trágicos de la historia judí­a, debido en buena parte a la actitud intransigente de grupos subversivos de Galilea frente a la dominación romana. Su hostilidad nací­a de un nacionalismo exarcebado unido al fanatismo religioso de un judaí­smo todaví­a joven en la región.

La reforma administrativa de Pompeyo siguió la lí­nea de los lágidas y seléucidas. Con gran visión polí­tica dio un nuevo impulso a la helenización como medida de resistencia contra posibles nuevas reacciones de la población indí­gena semita. Las ciudades helenistas que habí­an caí­do bajo la dominación asmonea recobraron su libertad; Samaria y la llanura de Esdrelón quedaron independientes, y el Carmelo fue cedido a Tolemaida (Ant. 13,335). De esta forma Galilea quedó aislada territorialmente de Judea, Idumea y Perea con las que, sin embargo, siguió unida polí­ticamente (GJ I,155s).

Años más tarde (57-55), tras la victoria sobre Alejandro hijo de Aristóbulo, Gabinio, gobernador de Siria, emprendió una nueva reforma administrativa del reino judí­o, entre otras razones para debilitar más la ya escasa fuerza del mismo. A este objeto lo dividió en cinco distritos, nombran-do cinco Consejos Administrativos (Ant. 14,91; GJ 1,170). El centro administrativo de Galilea le correspondió a Séforis “ciudad de Galilea”, que se convirtió en la capital de la región, llegando a ser una de las ciudades más importantes de Palestina. Los consejos funcionaban bajo el control del Gobernador de Siria, de la que eran tributarios (Ant. 14,74).

Esta situación cambió tras la victoria de Cesar sobre Pompeyo en Alejandrí­a, gracias también a la ayuda de los judí­os que Cesar supo recompensar reunifican-do de nuevo el estado judí­o y nombrando etnarca del mismo a Hircano II. Les cedió la llanura de Esdrelón y Galilea recobró cierta autonomí­a. Tendrí­a un gobernador, el joven Herodes, nombrado por el mismo Hircano el año 47 a.C. Al año siguiente Herodes recibirí­a de Roma, además, el cargo de estratega de Celesiria. Cuando Herodes se hace con el trono, poniendo fin al reino asmoneo (37 a.C.), la situación polí­tica de Galilea continuó siendo prácticamente la misma. Séforis siguió siendo el centro administrativo de la región al ser ésta convertida en una que agrupaba cinco toparquí­as: una en la zona norte (la Alta Galilea) y las cuatro restantes en la Galilea Baja (GJ 11,252). La llanura de Esdrelón siguió como dominio real, siendo administrada por Herodes Antipas a la muerte de su padre, de quien heredó la Galilea y la Perea.

Con Herodes Antipas la función administrativa de Galilea pasó de Séforis a la ciudad de Tiberias fundada por él en el año 18 d.C. (Ant. 18,2.36.38; GJ 11,168) Pero desterrado Herodes Antipas por orden del emperador Calí­gula en el año 39, Galilea pasó a formar parte del reino de Herodes Agripa 1 (41-44) (Ant. 19,351; GJ 11,215). Y en el año 61, Nerón cederí­a a Agripa II (último rey de la dinastí­a Herodiana) la parte oriental de Galilea; es decir, las toparquí­as de Tiberias y Tariquea, (Ant. 20, 159; GJ 11,152). La otra parte fue incorporada al territorio administrado por el Procurador de Judea, al cual se añadirí­a también la zona oriental a la muerte de Agripa II. Sin embargo, con motivo de la nueva división de la Palestina, subsiguiente a la primera Guerra Judí­a, Séforis y Tiberias fueron favorecidas con la categorí­a de ciudades estado, conforme a la nueva polí­tica administrativa impuesta por Vespasiano, y como recompensa a su actitud pací­fica hacia los dominadores. Ambas ciudades se repartí­an, más o menos por igual, el territorio de la Baja Galilea, aun-que siempre dentro de la provincia romana de Judea. La Alta Galilea quedó fuera de este nuevo sistema de administración urbana, como estado imperial, administra-do por un representante del Gobernador de la provincia. Más tarde se le darí­a el nombre de Tetracomia.

Estas últimas transformaciones las vivió el historiador judí­o Flavio Josefo, buen conocedor de la región, pues le tocó preparar la defensa de la misma contra la invasión romana iniciada por Vespasiano el año 66 d.C. De ahí­ que, aunque con alguna reserva respecto de algunos detalles, la descripción que él hace de los lí­mites de Galilea, como entidad geográfica, no polí­tica, sea, en términos generales, alta-mente creí­ble y de gran interés para el Nuevo Testamento por su contemporaneidad, en términos generales, con la com-posición de los evangelios sinópticos. La Guerra Judí­a en griego debió ser publica-da entre el 75 y el 79 de nuestra era, según la crí­tica.

Josefo describe los lí­mites de toda la Galilea en los siguientes términos: al oeste limita con Tolemaida (Acco) y el Carmelo; con Samaria y Scitópolis (Bet Sheán) por el sur; por oriente con Hipo, Gadara y la Gaulaní­tide y por el norte con Tiro y su territorio (BJ III, 3,35-40). Distingue luego dos Galileas, la Galilea Superior y la Inferior, y a continuación precisa: “La llamada Galilea Inferior llega en longitud [este-oeste] desde Tiberias hasta Cabul, que en la parte costera está próxima a Tolemaida, y en ancho [sur-norte] se extiende desde la aldea llamada Xalot, en la Gran Llanura, hasta Bersabé”. Esta última referencia, donde según Josefo comienza la Galilea Superior, es hoy de difí­cil identificación, aunque por otros indicios probablemente haya que colocarla aproximadamente a la altura del desaparecido lago Hule, al norte del Mar de Galilea. Respecto de la Alta Galilea, Josefo dice que su longitud alcanza “desde Tela, una aldea cercana al Jordán, hasta Merot”. Tela podrí­a identificar-se con la aldea árabe de el-Teleil, al suroeste del lago Hule.

Todaví­a da otras referencias bastante precisas, pero nos basta con esto para caer en la cuenta de que el territorio delimitado por el historiador, en cuanto es posible apreciar, corresponde con las suertes de Zabulón y Neftalí­ descritas en Jos 19,10-16 y 32-39.

Aunque Josefo dice limitar con Sama-rí­a por el sur, de hecho señala como punto más meridional de Galilea la aldea de , en la Gran Llanura, que hoy la crí­tica identifica con Iksal, pueblo cercano al actual úriye en la base occidental del monte Tabor y, por consiguiente, en el extremo norte de la llanura de Esdrelón, al pie de los altos que separan a esta de Nazaret. Esto significa que la llanura no en-traba dentro de los lí­mites de Galilea y sí­ podí­a estar unida a Samarí­a, como de he-cho lo estuvo en ocasiones. En cambio, parece claro que históricamente la llanura de Esdrelón no formó nunca parte de Galilea, si exceptuamos el perí­odo de la dominación asiria durante el cual formó parte de la provincia de Megido.

Como primera conclusión, parece que el nombre Galilea, de origen más o menos oscuro, terminó aplicándose, probablemente hacia el siglo VIII o VII a.C., a un territorio con fronteras definidas que apenas variaron a pesar de los cambios polí­ticos a los cuales se vio sometida repetidamente la región.

Los últimos cambios administrativos del perí­odo Romano en Palestina fueron llevados a cabo por Septimio Severo (200 d. C.) y por Heliogábalo (221 d. C.), pero, según el testimonio de Eusebio (Onomásticon. E. Klostermann, Hildesheim, 1966, 72,18), parece que no afectaron a Galilea. Aunque el texto de Eusebio presenta, es cierto, algunas variantes. El divide Galilea en tres partes con lí­mites algo distintos a los establecidos por Josefo, pero la división del Talmud, además de ser tardí­a, no responde a una visión territorial geográfica ni polí­tica de la región (Cf. A. NEUBAUER, géographie du Talmud, Paris 1868, p.178ss).

3. Geografí­a
Actualmente Galilea se extiende des-de el rí­o Jordán al Mediterráneo y desde los montes de Samarí­a al confí­n con el Lí­bano, incluyendo, por consiguiente, las llanuras de Esdrelón, de Haifa y Acre (la antigua llanura de Tolemaida). En la siguiente descripción prescindiremos de las mismas, limitándonos únicamente al territorio que en su tiempo constituyó la Galilea histórica bí­blica, particularmente en el perí­odo del Nuevo Testamento, por ser, de los antiguos, uno de los perí­odos más importantes, en el que aparecen sus lí­mites mejor definidos y del que disponemos mayor información.

3.1. í­mites
En el siglo 1 Galilea llegaba, por el norte, hasta el rí­o Litani y la base del monte Hermón; por el oeste limitaba con el territorio de Tiro y la llanura costera; por el sur con la llanura de Esdrelón; por el este con el Jordán y la orilla oriental del lago Genesaret, también llamado mar de Galilea. Desde antes del perí­odo del NT el territorio de Galilea se dividí­a en dos: Galilea Superior o Galilea Alta y Galilea Inferior o Galilea Baja. La lí­nea divisoria, aunque no es muy precisa, arrancaba aproximadamente desde el sur del pequeño lago (Hule) y seguí­a hacia occidente pasan-do por la ladera sur de los montes Meirón y Heider hasta el lí­mite oriental de la llanura costera.

3.2. í­a
Galilea es una región con formaciones entremezcladas de diversos perí­odos. La zona central montañosa es del Cretáceo tardí­o. La llanura de la alta Galilea y los valles de Halzun, el-Battof y Yiftael, en la baja Galilea son de origen aluvial. En el extremo suroccidental de la Baja Galilea y al noroeste y oeste del lago Genesaret hay formaciones del Eoceno, y basaltos y lava volcáni:a del Pliocéno en el entorno del lago de Genesaret. Este lago que no es otra cosa que un ensanchamiento del rí­o Jordán, de agua dulce por consiguiente, es el resultado de una falla tectónica que desde el valle del rí­o Orontes, en Siria, desciende por la Beqaa, en el Lí­bano, se prolonga hacia el sur a todo lo largo del valle del Jordán y el mar Muerto y, pasan-do por el mar Rojo, continúa hasta la región de los lagos en Kenia y Tanganica. Este hundimiento tuvo lugar en el perí­odo Terciario.

3.3. í­a
La Alta Galilea está constituida por la llanura del hoy desecado lago Hule (-2 m.) situado en una zona basáltica entre las alturas del Golán (la Gaulaní­tide), al este, y la zona montañosa de la alta meseta del Antilí­bano. En este macizo, de la era Terciaria, destacan alturas superiores a los 1000 m., como el Germaq (en heb. Har Meirón) (1208 m.), el más alto de Palestina; el Adatfr (Har Addir) (1006 m.) y el Heider (Har Haari) (1047 m.) que en caí­da rápida hacia el valle de Bet ha-Kerem señala el lí­mite con la Galilea Baja. La llanura del Hule toca, por el norte, la base suroccidental del monte Hermón, y, siguiendo el curso del alto Jordán, desciende desde el Qadi (antigua ciudad de Lais-Dan), hasta sobrepasar, al sur, la zona del pequeño lago que le ha dado nombre. La abundancia de agua de las fuentes y curso alto del Jordán convierten esta llanura en una de las más fértiles del paí­s.

La Baja Galilea se inicia por el norte donde termina la Alta Galilea y en cadencia descendente se extiende hasta las colinas del sur de Nazaret dominando sobre la llanura de Esdrelón. Está surcada por una serie de cuatro cadenas de bajas montañas que la recorren de este a oeste alternando con otros tantos valles en la misma dirección. El relieve resultante de la formación geológica tiene, pues, una configuración distinta a la del centro y sur de Palestina donde las formaciones montañosas se orientan preferentemente de norte a sur. La fractura entre ambas formaciones es la llanura de Esdrelón (Yizre’el) y tuvo lugar en el Pleistoceno. Los montes más elevados de estos pequeños sistemas son el (584 m), en la cadena norte, fa (526m), án (548 m) y Sa’in (488 m) en Nazaret, por no citar más que los más destacados de cada una de las cuatro cadenas montañosas siguiendo un orden descendente de norte a sur. Al este del grupo orográfico de Nazaret está, aislado, el Tabor (Yebel et-Tur) (588 m) que se adentra un poco en la llanura. Al este del monte Tabor la lí­nea Lí­mite de Galilea desciende en dirección su-reste hasta el rí­o Jordán, colindando con la llanura de Bet Shean. Entre las llanuras de la Baja Galilea, todas de origen aluvial del cuaternario, destacan por su extensión Sahel Battóf (heb.: Biq’at Bet Netofa) Emeq Yiftahel (Sahel Turán), ambas en la zona central. Al este se encuentra la depresión del rí­o Jordán del perí­odo Terciario. El curso del Jordán y la margen oriental del lago Genesaret constituyen el lí­mite natural de Galilea por el este.

3.4. í­a
Galilea es la región de Palestina más húmeda y con mayores recursos de agua, particularmente la Alta Galilea. Ello es debido a su orografí­a y a una mayor abundancia de precipitaciones en su territorio y en las regiones vecinas del Lí­bano y Siria. Destaca el rí­o Jordán formado por los afluentes Banias, Leddan, Hasbani y Bareigit, que se alimentan de las abundantes nieves del monte Hermón (2.814 m) de cuya base brotan todas ellas. Las dos últimas en territorio del Lí­bano. A lo largo de su recorrido el Jordán acrecienta su caudal con el agua de algunos riachuelos y, durante la estación de las lluvias, con la de numerosos (torrentes) que vierten en él sus aguas, tanto por la margen derecha como por la izquierda. En las laderas del Hunin y Qades, al oeste de la llanura de la Alta Galilea nacen las fuentes , Balata, y Mellaha a las que hay que añadir los Farah y el-Waqqas, que desembocaban en el lago Hule antes de la desaparición de éste.

La Baja Galilea cuenta con numerosos manantiales; eso sí­, menos caudalosos que los de la Alta Galilea. Hacia la cuenca del lago Genesaret (-210 m) vierten los el-Amud y el-Hamam, que desembocan en el noroeste del lago; et-Tabiga (Tabga) (“siete fuentes”, hoy sólo manan seis), que nacen en la margen noroccidental del mismo lago, a pocos metros de la orilla, cerca de Cafarnaúm. Mas al sur hay que contar al menos otras cuatro fuentes y los Feggas el-Bire (Heb.: Tavor). Estos desembocan ya en el Jordán, señalando el segundo aproximadamente el lí­mite sudoriental entre Galilea y la llanura de Bet Shean. En el interior se cuentan numerosas fuentes, todas de bajo caudal. Entre ellas la de , en la ladera del monte de su mismo nombre; ‘Ain Saffuriye y la Fuente de Marí­a en Nazaret. Finalmente conviene nombrar el el-Hasab (heb.: Nahal Shezor), al norte, y el el-Melek (heb.:N. ) que recoge las aguas de los valles centrales.

3.5. Economí­a
En medio de un clima mediterráneo suave, en el centro, y semitropical en el lago, la riqueza principal de Galilea fue siempre la agricultura. La tierra y las condiciones climatológicas convierten a esta región en un vergel si se la compara con Judea. Para el siglo 1 el mejor pregonero de estas excelencias es el historiador Flavio Josefo, quien a este propósito escribe: “Este paí­s -refiriéndose a Galilea- es muy fértil, y tiene abundantes pastos y tal variedad de árboles, que incluso la persona que no le gustara la agricultura se sentirí­a atraí­da a trabajarla por estas ventajas”(GJ 111,42). Hasta tal punto que -según el mismo historiador- en el siglo 1 no habí­a en Galilea un palmo de tierra sin cultivar (GJ 111,43). La entusiasta exageración de Josefo viene refrendada por el Talmud (Megi//ah, 6 a Berakhot, 44, a). Sin duda las bendiciones de Moisés a las tribus del norte (Dt , 18-19 23-24) tienen mucho que ver con esto. Nunca, ni siquiera en verano, falta aquí­ la humedad del refrescante rocí­o nocturno del Mediterráneo y del monte Hermón. La riqueza en frutos era particularmente notable en las márgenes del lago Genesaret, y lo sigue siendo. Josefo, hablando de esta zona del lago, menciona los nogales, las palmeras, las higueras y viñedos, y añade: “A causa de su fertilidad esta tierra no rechaza ninguna planta, y los agricultores cultivan en ella de todo, pues la temperatura suave del aire es apta para diversas especies” (GJ 111,516-519). Hoy sabemos que esto es cierto, pues, sin dejar de cultivarse los frutales anteriormente citados, modernas experiencias con el pomelo, el plátano, el aguacate y el mango están dando excelentes resultados. Junto a los campos de trigo y cebada, abundaban en Galilea las plantaciones de olivos (Dt 33,24), particularmente en el interior, siendo el aceite una de las principales riquezas de la región, muy apreciado incluso fuera de sus fronteras. También se cultivaba el lino. La ná menciona la industria de vestidos de lino hechos por las mujeres de Galilea (BQ 10,9) el de Babilonia comenta la alta calidad de telas de lino tejidas por ellas (Baba Kama, 119 Bereschith rabba, 20). Tampoco faltaban bosques donde crecí­an el roble, el terebinto y el sicómoro. A la riqueza agrí­cola añádase la pesca de lago importante para el consumo interior y para la exportación. Al menos de Tariquea (Magdala) sabemos por Josefo que tení­a industria de salazones para la exportación.

.6. La población
No es de extrañar, por consiguiente, que siendo en la antigüedad la región más rica de Palestina, fuera la más poblada. La investigación arqueológica está poniendo de manifiesto la gran cantidad de núcleos de población existentes en Galilea, particularmente durante los perí­odos Romano y Bizantino. Junto a las poblaciones que han subsistido hasta hoy, otras muchas yacen en ruinas bajo el polvo. La arqueologí­a en este caso no hace sino corroborar el testimonio de las fuentes antiguas. El historiador Josefo afirma que esta región “tuvo siempre una población numerosa” (GJ III, -43). Por poner un caso: sólo en el entorno del lago Genesaret yacen hoy en ruinas o sepultadas no menos de once poblaciones, de las cuales sabemos que en el siglo 1, además de tener una densa población, algunas disfrutaban de una economí­a floreciente. Baste recordar, sólo en la margen derecha del lago: la Tiberias de Antipas, Magdala, Bet-Yerak, Cafarnaum, Korozain, Arbela, Amatus, etc. Este panorama se repite en zonas del interior. Por ejemplo, Quedes y Giscala, en la Alta Galilea; y Séforis, capital de Galilea hasta el año d.C. y de nuevo más tarde, a sólo km. de Nazaret, está siendo en este momento un interesante campo de investigación arqueológica. Y como ésta, Kefar Hanania, Akabara, Gaba, Selamis, Arbel, Qana y tantas otras todaví­a sepultadas. Muchas de estas ciudades o pueblos gozaron de prosperidad en aquellos siglos. Véase, finalmente, para el perí­odo del AT, las listas de ciudades fortificadas que se citan en Jos 19,10-39; para el NT las citadas por Flavio Josefo en diversos pasajes de sus obras y en los evangelios. Más otros muchos núcleos históricamente desconocidos y que la arqueologí­a de campo sigue localizando.

.7. Comunicaciones
Galilea estuvo siempre bien comunicada’ en su interior y con los pueblos o paí­ses de su entorno, no tanto con Sama-rí­a. Por ella cruzaban rutas internacionales tan importantes como la que uní­a Egipto con Siria y Mesopotamia, o el Mediterráneo con Damasco. La primera se bifurcaba en la llanura de Esdrelón, y uno de los ramales se dirigí­a hacia el norte bordean-do el monte Tabor y atravesando Galilea por el interior, mientras que otro, atravesaba la llanura hasta (Bet Shean), y desde allí­ seguí­a después hacia el norte por el valle del Jordán y, bordeando el margen occidental del lago de Genesaret, subí­a hasta Hazor para continuar por el valle de la Beqaa, ya en el Lí­bano. Un tercer ramal se desviaba desde las proximidades de Hazor en dirección a Damasco, cruzando el Jordán a la altura del puente de las Hijas de Jacob, en el curso medio del Jordán. La otra ví­a importante uní­a Damasco con el mediterráneo a través de la Gaulaní­tide descendiendo hasta el lago Genesaret y, tras bordear su ribera norte y noroeste, atravesaba por el centro la Baja Galilea siguiendo el valle de Yiftael, hasta llegar a Acco, en la costa mediterránea. Esta ruta es, creemos, la famosa Maris a la que se alude en ls 8,23, recordada, ya en la era cristiana, por Rashi y San Jerónimo, y que no tiene nada que ver (contra lo que piensan muchos autores modernos) con la que, procedente de Egipto, recorrí­a la costa mediterránea de Palestina y a la que en la Biblia se conoce como el “Camino de los filisteos” (Ex 13,17). Otro medio de comunicación importante entre las ciudades y regiones que lo rodeaban era el lago de Genesaret (mar de Galilea), como demuestran los relatos evangélicos y ha confirmado la investigación arqueológica, por lo que al comercio se refiere.

Señalemos, finalmente, que la topo-grafí­a, la distribución de las ví­as comerciales así­ como las fuertes influencias culturales de los paí­ses paganos del entorno: Tiro, Sidón y Siria, hicieron de Galilea en la época bí­blica y postbí­blica una región cultural y religiosamente desconectada de Samaria y Judea, algo que ya era conocido y hoy está siendo corroborado por la investigación arqueológica.

4. Galilea y Evangelios
Como se ha visto más arriba, la Galilea que conoció Jesús de Nazaret, en la que vivió y predicó, estaba claramente de-limitada en su tiempo y los lí­mites no eran otros que los descritos por Josefo. Debe advertirse, sin embargo, que en el siglo 1 d.C. los lí­mites de la Galilea geográfica no se correspondí­an con los de la Galilea polí­tica. Esta última, desde la muerte de Herodes el Grande, comprendí­a únicamente el territorio de Antipas, que parece ser que no abarcaba la parte septentrional de la Alta Galilea entonces incorporada al territorio de Filipo. Por el contrario, la descripción de Josefo comprende la Galilea Geográfica en su totalidad; es decir, los territorios de ambas Galileas como un todo fí­sico, dentro del cual puede y debe encuadrarse el marco de la actividad de Jesús en Galilea, según se percibe en el Nuevo Testamento y muy particularmente en los evangelios. Cierto, hay autores que disienten y prefieren hablar de una Galilea teológica, tachando de ignorantes de la geografí­a de Galilea a los evangelistas, particularmente a Marcos.

En los evangelios se cita 54 veces la región de Galilea y 4 veces el mar de Galilea, éste dos veces en Mateo y dos en Marcos. De las 54 veces que se utiliza el término, 43 veces son referencias genéricas a la región y 11 veces es utilizado para situar un poblado u otro lugar concretos: cuatro veces Nazaret, dos veces Caná, una vez Cafarnaum y Betsaida, más la ribera opuesta del lago y la frontera entre Samaria y Galilea. De las cuatro poblaciones citadas tres ciertamente están dentro de la demarcación de la Galilea de Josefo; es decir, Nazaret, Cafarnaum y Caná. Queda el interrogante de la Betsaida de Jn 12,21. Generalmente los autores modernos la sitúan en la ribera nordeste del lago, junto a la margen izquierda del Jordán. Las excavaciones recientes parecen apoyar esta tesis. Luego pertenecí­a a la Gaulaní­tide, y queda fuera de la demarcación hecha por Josefo. Por otra parte, cuando -según los evangelios- Jesús sale del territorio de la Galilea descrita más arriba, los evangelistas lo señalan dando su propio nombre a la región o paí­s al que Jesús se dirige. Véase, por ejemplo, (Mt 15,21 y 8,28; Mc 7, 24.31 y 8,27). En ningún caso se nombra en los evangelios pueblo o lugar alguno de la llanura próxima al Mediterráneo; sí­, en cambio, algunas poblaciones de la llanura de Esdrelón, pero no se las relaciona con Galilea. Esto afianza la tesis de que la Galilea de los evangelios concuerda con la descripción que de la misma hace el historiador Josefo. Todas las referencias a Galilea en los evangelios, incluso las que tienen un carácter menos preciso, pueden encajar bien, por su contexto, dentro de dichos lí­mites.

No es este lugar para entrar en el análisis de la discusión de la exégesis moderna sobre el sentido y amplitud del término Galilea en los evangelios. Resumiendo mucho, habrí­a que distinguir entre historicistas, los que no lo son con matices, y los que son opuestos a la historicidad. Di-gamos simplemente que el hecho de que un relato evangélico tenga una intención teológica en la mente del redactor, no justifica suficientemente, creemos, la postura de la “Historia de las Formas” cuando considera redaccionales los datos toponí­micos concurrentes, puestos con la única finalidad de dar apariencia de verdadero al relato evangélico, como piensa Bulmann.

Es evidente que Galilea le debe a los evangelios, y, por tanto, a la persona de Jesús, el ser una región conocida en gran parte del mundo, por haberse difundido desde allí­ el mensaje de salvación más universal de la historia. Para Lucas (1,26-38) fue en una “ciudad de Galilea”, Nazaret, donde se inició esta historia de salvación en el misterio de la Encarnación. Y los tres sinópticos están de acuerdo en situar el comienzo del ministerio de Jesús en Galilea, aunque sólo Mateo (4,14) da una razón explí­cita de la elección de este marco Geográfico: “Para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaí­as”. En efecto, la aparición de Jesús de Nazaret en Galilea es para Mateo el cumplimiento de la profecí­a de la liberación del pueblo que vi-ve en tinieblas (4,16). Y, para que no que-den dudas, Mateo avanza una descripción geográfica del marco donde se manifestó Jesús como la luz prometida por Isaí­as. Ese marco coincide, en efecto, con el trazado por Isaí­as y queda dentro de los lí­mites de la Galilea de Josefo. El evangelista Juan (2,11) lo expresa de otra manera: “En Caná de Galilea dio Jesús comienzo a sus señales”.

Dentro de ese marco general llamado Galilea destacan con luz propia una trilogí­a de lugares más especialmente relacionados con la vida y actividad apostólica de Jesús: Nazaret, Cafarnaum, y el mar de Galilea (lago de Genesaret). Los tres siguen regalando al peregrino, todaví­a hoy, con matices distintos, la experiencia í­ntima de una vivencia única, al recordar al Jesús histórico y revivir el mensaje allí­ predicado por él. Los antiguos poetas bí­blicos, y otros, encontraron inspiración y crearon hermosas metáforas contemplan-do las montañas y paisajes de Galilea y su entorno (Sal 42,7; 89,13; 133,3; Cant 4,8; 7,5; Is 35,2; Jer 46,18; 50,19). También Jesús de Nazaret se inspiró en la contemplación de los campos floridos de la primavera junto al lago (Mt 6,26-30) para hablar del abandono en la Providencia de Dios; o en la observación de las faenas, usos y costumbres de los campesinos de Galilea y pescadores del mar de Tiberí­ades para componer las más hermosas parábolas que jamás se hayan escuchado.

Galilea conoció todaví­a una época gloriosa durante el tardí­o perí­odo Romano y el perí­odo Bizantino. Se sabe que en la primera Guerra Judí­a (66-70) Galilea se opuso a la invasión romana dirigida por Vespasiano, y en algunos lugares lo pagó caro. Sin embargo, no se ha podido de-mostrar que se implicase en la rebelión de Bar-Kokba (134/35 d.C.). Tampoco se ha podido probar que ésta sublevación, nacida en Judea, tuviera alguna repercusión en la región norte. Al contrario, Galilea fue un importante lugar de refugio para una gran cantidad de judí­os huidos de Judea por causa de ambas guerras, pero sobre todo debido a su expulsión de Jerusalén y alrededores decretada por el propio emperador Adriano al fin de la segunda Guerra Judí­a. Esta circunstancia favoreció el desarrollo de un perí­odo de prosperidad para Galilea (siglos III-VII) coincidiendo con la expansión de la comunidad cristiana. Fueron siglos de fervor religioso después de la prueba, de prosperidad económica, de importante productividad literaria (composición de la Misná y el Talmud de Jerusalén en la escuela de Tiberias) y de un notable florecimiento artí­stico, como lo demuestran los magní­ficos restos arqueo-lógicos de multitud de sinagogas e iglesias de entonces diseminadas por toda Galilea. Todo este florecimiento desapareció paulatinamente con la ocupación del Islam en el 636. A los cruzados les faltó tiempo para devolverle su antiguo florecimiento, y el moderno estado judí­o lo viene intentando desde hace casi un siglo, sobre todo desde el punto de vista agrí­cola, con la aplicación de métodos de cultivo importados de la Europa socialista.

Señalemos, finalmente, que Galilea viene siendo, desde hace 2000 años, juntamente con Jerusalén y Belén, lugar privilegiado y preferente de peregrinación para cientos de miles de cristianos cada año que caminan allí­ en busca de la cuna de su fe y de la huella de Jesús de Nazaret, el Galileo. -> ; Cafarnaúm, el lago; Genesaret.

BIBL. — . FREYNE, ée. From Alexander the Great to Hadrian, Edimburgo 1998; FLORENTINO DíEZ, “Galilea y Galilea de los gentiles en el AT”, Ciudad de Dios (1982) -394; JOAQUíN GONZíLEZ ECHEGARAY, ús en Galilea. Aproximación desde la arqueologí­a, Estella ; RAFAEL AGUIRRE, “LOS estudios actuales sobre Galilea y la exégesis de los evangelios”, Biblia i el Mediterrani, Barcelona (1997) vol. 1 -262.

Dí­ez Fernández

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> Iglesia 1, Q). Es una de las zonas del viejo Israel, al norte de Palestina. Fue conquistada y colonizada por los israelitas desde antiguo, formando parte del reino de Israel. Pero tras la caí­da del reino (721 a.C.) siguió una historia especial, como zona de cruce, sometida al influjo de Tiro y Damasco, de tal forma que su religión fue una mezcla de yahvismo y de cultos paganos locales y de las zonas del entorno. Mantuvo casi siempre relaciones tensas con la provincia persa y helenista o romana de Samarí­a. Por eso, cuando fue conquistada y rejudaizada hacia el año 104/103 a.C. por Aristóbulo, dejó de formar parte del área de influjo de Samarí­a, aceptando la obediencia religiosa de Judea-Jerusalén (de la que estaba separada por Samarí­a). El judaismo de los galileos del tiempo de Jesús era resultado de esa conquista violenta y de la fuerte emigración de judí­os, que vinieron a colonizar la zona; entre ellos se encontraban, probablemente, los antepasados de Jesús. Algunos investigadores han pensado que gran parte de los galileos del tiempo de Jesús eran semipaganos. Pero no parece que pueda ponerse en duda su fidelidad israelita, aunque es muy probable que ellos tuvieran unos rasgos propios, que les distinguí­an de los judí­os de Judea.

(1) Galilea, cima del cristianismo. Los primeros cristianos fueron llamados despectivamente galileos, por la patria de su fundador y por el lugar de origen de su movimiento (Hch 1,11; 2,7; cf. Lc 22,59). No parecí­an israelitas puros como los de Judea (cf. Jn 7,52), ni representantes de una cultura universal, como muchos helenistas de la diáspora, entre los que se cuenta el mismo Pablo (cf. Hch 21,39). Eran hombres y mujeres de provincia, a quienes se les distinguí­a por su dialecto (cf. Mc 14,70). De ese lugar apartado y poco importante llegaron los cristianos y allí­ siguieron viviendo, en la zona donde Je sús anunció el Evangelio y donde, según Marcos 16,7 y Mateo 28,7.16-20, debí­a comenzar la misión del resucitado. Allí­, en la periferia, habí­a comenzado la cosa de Cristo (cf. Hch 10,37), de manera que sus primeros seguidores fueron hombres y mujeres que no estaban en el centro de la Iglesia judí­a, ni de la cultura del Imperio. En Galilea tení­an sus raí­ces (y posiblemente actuaron) no sólo Pedro y los Doce, sino también las mujeres amigas de Jesús y quizá los quinientos hermanos de quienes dice 1 Cor 15,5-6 que “vieron” a Jesús resucitado. Todos ellos empezaron siendo oriundos de una provincia de cruce, abiertos a influjos diversos, mestizos despreciados por los puros. Es muy probable que las muchedumbres de seguidores de Jesús, que la tradición ha recordado (cf. Mc 3,7-12), sirvan para evocar a esos cristianos de provincia. Entre los galileos estaban aquellos a quienes Jesús resucitado ofreció el pan y los peces de las multiplicaciones (cf. Mc 6-8). Ellos recogieron y transmitieron muchos elementos de una tradición que ha desembocado en los evangelios, a partir de Marcos* y de un documento que suele llamarse Q* (del alemán QueUe, fuente), que no se conserva, pero que ha sido generosamente utilizado por Mateo y Lucas. Las comunidades galileas se expandieron por Transjordania, Siria y Fenicia en los años anteriores a la guerra del 67-70 d.C., aunque Pablo (promotor de un cristianismo urbano) no las cita.

(2) Las comunidades cristianas. Los profetas galileos. Eran iglesias rurales, sin obispos ni presbí­teros. Se organizaban de un modo sencillo y estaban animadas por el ministerio carismático de unos profetas itinerantes, sin alforja ni dinero, sin repuesto de comida o de vestido, sin más autoridad que curar y expulsar demonios, siendo acogidos en las casas de aquellos que quisieran acogerles (cf. Mt 6,7-11; Lc 9,1-8 y Mt 10,513). (a) Esos profetas galileos de Jesús eran exorcistas y sanadores como él (cf. Mt 12,28 par) y quizá algunos de ellos formaban parte del grupo de los Doce. No eran escribas ni sacerdotes, ni presbí­teros o inspectores (= obispos) de comunidades bien instituidas, sino enviados carismáticos del Reino, con poder para curar (liberar) a posesos y enfermos. Fueron la primera autoridad cristiana. (b) Eran profetas pobres: “Y les ordenó que no llevaran nada…” (Mc 6,8 par). Los grandes sistemas actúan con medios materiales (capital, provisiones) y organizativos (jerarquí­as, documentaciones), creando estructuras donde cada uno vale en razón de sus funciones, de manera que la comunión personal queda sustituida por una relación de oficio y rango, de papeles y representaciones. Los cristianos galileos no tení­an más autoridad que su vida al servicio de los necesitados. Por eso, carecí­an de bienes materiales (pan, dinero) o representativos (vestidura, báculo). Su pobreza era expresión de un fuerte sentimiento de confianza y solidaridad mesiánica: dan gratis lo que tienen y esperan gratis lo que necesitan.

(3) Cada casa podí­a ser una comunidad: “Dondequiera que entréis…” (Mc 6,10 par). Estos profetas no tienen una casa propia; son huéspedes constantes, no por rechazo, sino por confianza. Para ofrecer abiertamente el evangelio quedan a merced de aquellos que quieran (o no quieran) recibirles. Por eso no empiezan creando o imponiendo autoridad, sino que aceptan la que existe para recrearla desde el evangelio, ofreciendo así­ su semilla o simiente de Reino. Las comunidades de Galilea eran provisionales, tení­an un carácter itinerante: Y donde no os reciban… (Mc 6,11). Los enviados de Jesús siguen caminando, tanto si son acogidos como si no (tras un tiempo de permanencia en la casa o ciudad deben irse). Sin nada vinieron, sin nada han de marchar. Pero tienen la confianza de que algunos les recibirán, porque llega el Reino (cf. Mc 9,1 par; Mt 10,23). La violencia del poder brota del miedo de perderlo. Los que no tienen nada propio carecen de miedo, pues nadie les podrá robar: no son representantes de un sistema rico, sino testigos de la gracia de Jesús. Estos profetas-misioneros de Galilea veneraban a Jesús resucitado, pero más que su resurrección, entendida de manera espiritualista, destacaban su magisterio de sanación y su anuncio del Reino, y de esa forma seguí­an viviendo como Jesús habí­a vivido: curando enfermos, acogiendo a expulsados y abriendo un camino de vida para los pobres. Aquellos cristianos galileos mostraban con su vida que Jesús seguí­a vivo, sin necesidad de grandes estructuras exteriores u organizaciones. Su lugar de referencia no era el templo (experiencia de poder sagrado), ni la sinagoga (oración organizada), ni la escuela (reunión de estudiosos), sino el camino de los itinerantes y la casa familiar ampliada, donde todos eran hermanos y hermanas, madres e hijos del Cristo (cf. Mc 3,31-35).

(4) Pervivencia del cristianismo galileo. Ciertamente, en la Iglesia posterior han influido de manera más directa otras tendencias, vinculadas a Jerusalén y a la misión helenista*, como supone el libro de los Hechos. Pero aquellos profetas itinerantes de Galilea y de su entorno se nos han vuelto muy cercanos, pues repiten los gestos de Jesús (curaciones, exorcismos) y proclaman sus palabras (Sermón de la Montaña), como muchos quieren hacer hoy. No organizaron grandes iglesias, porque Jesús, mensajero del Reino, crucificado por los poderes del mundo, iba a volver pronto y ellos debí­an esperarle. En ese sentido podemos decir que fracasaron: muchas comunidades galileas se fueron apagando, por cansancio interior o porque habí­an cumplido su tarea, por la guerra del 67-70 d.C., que devastó sus tierras, y también por los cambios que el movimiento cristiano iba experimentando en otros contextos. No pudieron (ni quisieron) competir con las grandes iglesias de Jerusalén o Antioquí­a, Efeso, Corinto o Roma, pero su inspiración no desapareció, sino que fue asumida por los evangelios sinópticos, dentro de la Gran Iglesia, de manera que hoy debemos recuperarla, si queremos redescubrir el pasado y abrirnos al futuro de Jesús. Por otra parte, algunos cristianos galileos exploraron nuevos caminos de experiencia interior (gnosis), descubriendo que el verdadero Dios se hallaba dentro de ellos y así­ formaron comunidades de iniciados que se fueron apagando en Galilea, pero se extendieron por Siria y luego por Egipto, donde las hallamos hasta el siglo IV y V d.C. Ellas conservaron la memoria de Pedro y, sobre todo, la de Santiago y Tomás, Felipe y Marí­a Magdalena, a quienes vieron como transmisores de una enseñanza oculta de Jesús (en la lí­nea del Evangelio de Tomás, que no ha sido recibido en el canon, pero que contiene mucha riqueza de tradición cristiana).

Cf. S. FREYNE, Galilee, Jesús and the Gospels, Fortress, Filadelfia 1988; J. GONZíLEZ ECHEGARAY, La Biblia en su entorno, Verbo Divino, Estella 1996; I. E. VAAGE, Galilean Upstarts. Jesús’ First Followers according to Q, Trinity, Valley Forge 1994.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Galilea era la división del norte de Palestina en el lado oeste del rí­o Jordán, y es un distrito variado y pintoresco. El nombre originalmente parece haberse referido al territorio de Neftalí­. En el tiempo de Salomón el nombre incluí­a también el territorio de Aser, y aun parece haber incluido a Zabulón (Isaí­as 9:1). En ella hay montañas tales como Tabor, Gilboa y Carmelo, y llanos famosos tales como Genezaret y Esdraelón. Estaba dividida en alta y baja Galilea, y era bien regada por los muchos manantiales que brotaban entre los montes. En los tiempos primitivos era famosa por su tierra rica y fértil, y siempre ha sido famosa por el trigo y el aceite de oliva.
La población después del destierro era mixta: elementos arameos, fenicios y griegos mezclados con los judí­os. Hablaban de maneras diferentes que los de Judea, y por eso eran menospreciados por ellos. Eran agricultores, rudos y sin cultura, pero esperaban la venida del Mesí­as con gran expectación. Aquí­ creció nuestro Señor; en su ministerio recibió la más cordial bienvenida y su apelación encontró una respuesta superior. En este lugar gastó más de la mitad de su ministerio público.
Galilea tení­a muchas ciudades y pueblos; la más importante era Cedes de Neftalí­, una ciudad de refugio; Betsaida; Corazí­n; Capernaúm; Tiberias; Caná; Nazaret y Naí­n. Josefo calcula que la población de esta región era como de 3,000.000. Aun cuando probablemente este número sea demasiado grande, las multitudes que se congregaban alrededor de Jesús y lo seguí­an en Galilea son evidencia de la población densa. Durante los siglos inmediatos después de Cristo, la población judí­a aumentó y también su riqueza.
Alrededor de Galilea también se acumularon memorias heroicas. Ahí­ estaban los campos de batalla de Meguido, Gilboa y las aguas de Merom. Ahí­ estaba el hogar
de Barac, Ibzán, Elón y Tola, cuatro de los jueces. De ahí­ salieron los profetas Jonás, Eliseo y posiblemente Oseas. Once de los apóstoles eran galileos. Referencias del Antiguo Testamento, Josué 20:7; Jueces 4:6-10; 1 Reyes 9:11; 2 Reyes 15:29, etcétera.
Jesús entró a Galilea, Mateo 4:12; Marcos 1:14, 15; Juan 4:1-3, 43,
Primera gira de predicación por Galilea. El leproso fue sanado, Mateo 4:23-25;
8:2-4; Marcos 1:35-45; Lucas 4:42-44; 5:12-16.
Segunda gira por Galilea. Compañeros de viaje, Lucas 8:1-3; resucitó al hijo de la viuda de Naí­n, Lucas 7 11-17; recibió un último mensaje de Juan el Bautista,
Mateo 11:2-30; Lucas 7:18-35.
Tercera gira por Galilea. Los doce enviados, Mateo 9-11:1; Marcos 6 6-13; Lucas 9 1-6.
Cristo predice su muerte mientras que está allí­. Mateo 17:22, 23; Marcos
9:30-32; Lucas 9:43-45.
La última salida de allí­. Mateo 19:1; Marcos 10:1; Lucas 9:51.
El apareció después de su resurrección. Mateo 28: 16-18; Marcos 16:15-18. Los galileos eran menospreciados por los de Judea. Juan 1:46; 7:52.

Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia

(Región; Circuito [de una raí­z que significa: †œrodar; alejarse rodando†]), GALILEO.
La primera vez que se menciona Galilea en la Biblia es con relación a un distrito de la región montañosa de Neftalí­, donde estaba situada la ciudad de refugio llamada Quedes. (Jos 20:7.) Para el tiempo de Isaí­as, si no antes, Galilea englobaba el territorio de Zabulón. Tal vez muchos de los habitantes de Galilea no eran israelitas, de ahí­ la expresión †œGalilea de las naciones†. (Isa 9:1.) Por eso, algunos eruditos piensan que eran paganos los que viví­an en las veinte ciudades galileas que el rey Salomón ofreció a Hiram, el rey de Tiro. (1Re 9:10-13; véase CABUL núm. 2.) El rey asirio Tiglat-piléser III conquistó Galilea durante el reinado del rey israelita Péqah, en el siglo VIII a. E.C. (2Re 15:29.)

Lí­mites. (Véase MAPA, vol. 2, pág. 738.) Los lí­mites territoriales de Galilea fueron cambiando con el paso de los años. Su mayor extensión parece haber sido de unos 100 Km. de largo por 50 de ancho, englobando los antiguos territorios de las tribus de Aser, Isacar, Neftalí­ y Zabulón. Sin embargo, durante el ministerio terrestre de Jesucristo, Galilea, que por entonces estaba bajo la jurisdicción de Herodes Antipas (Lu 3:1), tení­a únicamente una extensión aproximada de 40 Km. de E. a O. y unos 60 Km. de N. a S.
Galilea limitaba al S. con Samaria. Esta frontera meridional se extendí­a desde la base del monte Carmelo, a lo largo de la llanura de Jezreel (Esdrelón), hacia Escitópolis (Bet-seán), y luego hasta el Jordán. Según Josefo, este rí­o, el mar de Galilea y el lago Huleh (ahora casi desecado) constituí­an el lí­mite oriental, pero posiblemente los lí­mites no eran tan precisos en otras zonas. Galilea lindaba al N. con Tiro, cuyo territorio se extendí­a hasta el S. de la antigua ciudad de Quedes (Cedasa, Cidisa). (La Guerra de los Judí­os, libro III, cap. III, sec. 1; libro II, cap. XVIII, sec. 1; libro IV, cap. II, sec. 3.) Y al O. se encontraba el territorio de Tolemaida (Akkó) y el monte Carmelo.
Más tarde, esta provincia romana septentrional de Palestina al O. del Jordán, se dividió en la Alta Galilea y la Baja Galilea. El lí­mite entre ambas Galileas se extendí­a desde Tiberí­ades, en la orilla occidental del mar de Galilea, hasta las proximidades de Tolemaida. (La Guerra de los Judí­os, libro III, cap. III, sec. 1.)

Caracterí­sticas geográficas. En el siglo I E.C., antes de la guerra con Roma, Galilea estaba densamente poblada y disfrutaba de gran prosperidad. En el mar de Galilea existí­a una floreciente industria pesquera. Otras ocupaciones eran la tejedurí­a, la canterí­a, la alfarerí­a y la construcción de embarcaciones. Según el historiador judí­o Josefo, de las doscientas cuatro poblaciones con las que contaba Galilea, las más pequeñas superaban los 15.000 habitantes. Si esta no es una apreciación exagerada, como algunos creen, significarí­a que Galilea tení­a una población aproximada de tres millones de habitantes. (Vida de Flavio Josefo, sec. 45; La Guerra de los Judí­os, libro III, cap. III, sec. 2.)
Galilea era una tierra bendecida con abundantes manantiales y un suelo fértil. Por eso, la principal ocupación de sus habitantes debió ser la agricultura. En la actualidad se cultivan muchas variedades de verduras, así­ como trigo, cebada, higos, mijo, í­ndigo, aceitunas, arroz, caña de azúcar, naranjas, peras y albaricoques. En la antigüedad Galilea poseí­a gran cantidad de árboles. Algunas de las variedades que aún se pueden hallar son el cedro, el ciprés, el abeto, el roble, la adelfa, la palmera, el pino, el sicómoro y el nogal.
Tanto el clima como las caracterí­sticas geográficas de Galilea ofrecen grandes contrastes: las tierras altas son frescas, en tanto que el litoral disfruta de una temperatura templada y el valle del Jordán es caluroso. La altitud de la Baja Galilea desciende hasta 210 m. bajo el nivel del mar en la zona del mar de Galilea, y alcanza su altura máxima en el monte Tabor, que se eleva a unos 562 m. (Véase GRABADO, vol. 1, pág. 334.) Sin embargo, las colinas y las montañas de la Alta Galilea oscilan entre los 460 y los 1.208 m. de altitud.

Los galileos. En su conjunto, los judí­os de Galilea diferí­an en personalidad de los de Judea. Según el testimonio de los rabinos de tiempos antiguos, los galileos tení­an en alta estima su reputación, en tanto que los judeos daban más importancia al dinero que a un buen nombre. Por lo general, los galileos no eran tan rigurosos en cuanto a la tradición como los judeos. De hecho, en el Talmud (Meguilá 75a) se les acusa de descuidar la tradición. A este respecto debe notarse que fueron los fariseos y los escribas de Jerusalén, no los de Galilea, quienes manifestaron su desaprobación por el hecho de que los discí­pulos de Jesús no observasen el tradicional lavado de las manos. (Mr 7:1, 5.)
Dado que el Sanedrí­n y el templo estaban en Jerusalén, en esa región existí­a una mayor concentración de maestros de la Ley, de ahí­ el proverbio judí­o: †œVaya al norte [a Galilea] por riquezas, vaya al sur [a Judea] por sabidurí­a†. Pero esto no significa que los galileos fuesen unos ignorantes, puesto que por todas las ciudades y aldeas de Galilea habí­a sinagogas, que eran centros educativos (Lu 5:17) y maestros de la Ley. Sin embargo, los principales sacerdotes y los fariseos de Jerusalén se consideraban superiores a los galileos comunes, a quienes veí­an como ignorantes en lo que tení­a que ver con la Ley. Por ejemplo, cuando Nicodemo habló en defensa de Jesucristo, los fariseos replicaron: †œTú no eres también de Galilea, ¿verdad? Escudriña, y ve que de Galilea no ha de ser levantado ningún profeta†. (Jn 7:45-52.) De modo que ignoraban el cumplimiento de la profecí­a de Isaí­as concerniente a la predicación del Mesí­as. (Isa 9:1, 2; Mt 4:13-17.)
Hay quien dice que la pronunciación distintiva de los galileos era debida a influencia extranjera. Pero no es extraño que a los galileos se les reconociera fácilmente por su habla (Mt 26:73), ya que la región de Samaria separaba a Galilea de Judea. Aun hoy, en muchas partes de la Tierra el acento identifica rápidamente de qué región proviene una persona. Asimismo, hací­a siglos que existí­an diferencias de pronunciación entre las tribus de Israel. Un ejemplo notable de esto lo tenemos cuando los efraimitas del tiempo de Jefté no podí­an pronunciar correctamente la contraseña †œSchibolet†. (Jue 12:5, 6.)

El ministerio de Jesús en Galilea. Galilea fue el escenario de muchos acontecimientos sobresalientes en la vida terrestre de Jesús. Con relación a su actividad, se hace mención especí­fica de las ciudades galileas de Betsaida, Caná, Capernaum, Corazí­n, Naí­n y Nazaret, así­ como de la región de Magadán. (Mt 11:20-23; 15:39; Lu 4:16; 7:11; Jn 2:11; véase BETSAIDA.) Jesús pasó la mayor parte de su vida terrestre en la ciudad de Nazaret. (Mt 2:21-23; Lu 2:51, 52.) Realizó su primer milagro en un banquete de bodas celebrado en Caná, al convertir agua en el mejor de los vinos. (Jn 2:1-11.) Después de la detención de Juan el Bautista, Jesús pasó de Judea a Galilea y empezó a proclamar: †œArrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado†. (Mt 4:12-17.) A medida que iba viajando por toda Galilea, Jesús enseñó en diversas sinagogas. Con el transcurso del tiempo, fue a Nazaret, su pueblo, donde un sábado leyó su comisión, registrada en el capí­tulo 61 de Isaí­as. Aunque los que estaban en la sinagoga en un principio tuvieron una impresión favorable, cuando Jesús los comparó con los israelitas del tiempo de los profetas Elí­as y Eliseo, se enfurecieron y se dispusieron a matarle. (Lu 4:14-30.)
Posteriormente Jesús fue a Capernaum, una †œciudad de Galilea†, donde se estableció. Debió ser cerca de Capernaum donde llamó a Andrés, Pedro, Santiago y Juan para que fueran pescadores de hombres. (Lu 4:31; Mt 4:13-22.) Acompañado por estos cuatro discí­pulos, empezó una importante gira de predicación por Galilea, en el transcurso de la cual, mientras enseñaba y realizaba obras poderosas, llamó a Mateo, que estaba en la oficina de impuestos de Capernaum, para que fuera su seguidor. (Mt 4:23-25; 9:1-9.) Más tarde, en una montaña cercana a Capernaum, escogió a los doce apóstoles. Todos ellos, con la posible excepción de Judas Iscariote, eran galileos. También fue cerca de Capernaum donde pronunció el Sermón del Monte. (Lu 6:12-49; 7:1.) En la ciudad galilea de Naí­n, resucitó al hijo único de una viuda. (Lu 7:11-17.) Luego, en otra gira de predicación, volvió a visitar Nazaret, pero fue rechazado de nuevo. (Mt 13:54-58.) En Capernaum, cerca de la Pascua de 32 E.C., durante lo que debió ser la última vuelta completa al territorio de Galilea, muchos discí­pulos tropezaron por las palabras de Jesús en cuanto a †˜alimentarse de su carne y beber su sangre†™ y le abandonaron. (Jn 6:22-71.)
Aunque los evangelios sinópticos hablan sobre todo del ministerio de Jesús en Galilea, el Hijo de Dios no desatendió Judea, como algunos han pensado erróneamente. Es digno de notar que el interés inicial de los galileos en Jesús se despertó como consecuencia de lo que le vieron hacer en Jerusalén. (Jn 4:45.) Sin embargo, es probable que se dedique más atención a la actividad de Jesús en Galilea porque los habitantes de esta región respondieron más pronto que los judeos. Esto lo confirma el hecho de que los primeros en recibir el espí­ritu santo de Dios fueron unos 120 discí­pulos galileos. (Hch 1:15; 2:1-7.) El control e influencia de los lí­deres religiosos judí­os no debe haber sido tan fuerte entre los galileos como fue entre los judeos. (Compárese con Lu 11:52; Jn 7:47-52; 12:42, 43.) Hay quien indica que la muchedumbre que exigió la muerte de Jesús estaba compuesta principalmente de judeos (Mt 27:20-23), mientras que los que con anterioridad le habí­an aclamado como rey eran en su mayorí­a galileos. (Mt 21:6-11.) Por otra parte, el que galileos y extranjeros estuvieran presentes en la Pascua podrí­a haber contribuido al miedo que tení­an los lí­deres judí­os de prender a Jesús a pleno dí­a por †˜si se levantaba un alboroto†™. (Mt 26:3-5.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. gālı̂l, ‘anillo, círculo’, de donde ‘distrito, región’). El nombre regional de parte del N de Palestina, que fue escenario de la niñez y adolescencia de Cristo, y de los comienzos de su ministerio. El origen de este nombre, en la forma en que se aplica aquí, es incierto. Ocasionalmente aparece en el AT (p. ej. Jos. 20.7; 1 R. 9.11) y, principalmente, en Is. 9.1. Esta última referencia prabablemente se relaciona con la historia de la región: originalmente formaba parte de las tierras asignadas a las doce tribus, pero, debido a la presión ejercida por los pueblos que vivían más al N, su población judía se encontró en una especie de saliente septentrional, rodeada por poblactones no judías—“las naciones”—en tres lados. En la época de los macabeos, la influencia gentil sobre los judíos se hizo tan fuerte que se retiraron hacia el S, donde permanecieron durante medio siglo. En consecuencia, fue necesario volver a colonizar la Galilea, hecho que, sumado a la diversidad de su población, contribuyó al desprecio que los judíos del S sentían por los galileos (Jn. 7.52).

Es difícil lograr una demarcación exacta de la región de Galilea, excepto en lo que se refiere a sus fronteras provinciales dentro del imperio romano. Evidentemente el nombre se aplicó a las zonas pantanosas del N de Israel, cuya ubicación variaba de tiempo en tiempo. En la época de Jesús, sin embargo, la provincia de Galilea comprendía un territorio rectangular de unos 70 km de N a S, y 40 de E a O, limitado al E por el Jordán y el mar de *Galilea, y separado del Mediterráneo por la extensión meridional de Sirofenicia a lo largo de la planicie costera.

Tomando como base esta definición, la Galilea consiste esencialmente en una zona de tierras elevadas, limitada por todos sus costados, excepto el septentrional, por llanuras: las tierras costeras, la llanura de Esdraelón, y la hendidura del Jordán. En realidad es el extremo meridional de las montañas del Líbano, y el terreno desciende en dos escalones, de N a S, a través de la región. El “escalón” superior forma la alta Galilea, buena parte de la cual se encuentra a 1.000 m sobre el nivel del mar; en la época del NT era un territorio montañoso, forestado y poco habitado. El “escalón” inferior forma la baja Galilea, a 450–600 m sobre el nivel del mar, pero cerca del mar de Galilea cae abruptamente a más de 180 m por debajo del nivel del mar.

La mayor parte de los acontecimientos narrados en los evangelios tuvieron lugar en la baja Galilea. Bien regada por arroyos que bajan de las montañas del N, y con extensiones considerables de tierra fértil en las cuencas de caliza entre sus cerros, era una zona de población densa y próspera. Exportaba aceite de oliva y cereales, y pescado del lago.

“Alejada de la corriente principal de la vida israelita en la época del AT, Galilea adquirió importancia en el NT” (D. Baly, The Geography of the Bible, 1957, pp. 190). La región romana fue gobernada sucesivamente por Herodes el Grande (que murió en el 4 a.C.), Herodes Antipas, y Herodes Agripa. A pesar de estar separada de Judea (por lo menos según el punto de vista judío) por el territorio de Samaria, Galilea formaba parte de “la tierra”, y en realidad los galileos resistieron a los romanos con mayor tenacidad que los judíos del S.

Esta fue, pues, la región en la que creció Jesús, en Nazaret, en los cerros de caliza de la baja Galilea. Gracias a su posición era atravesada por varias rutas importantes del imperio, por lo cual distaba mucho de ser un distrito rural atrasado. Su agricultura, sus pescaderías, y su comercio dieron al Señor su marco cultural, el que se refleja en sus parábolas y enseñanzas. De entre su pueblo eligió sus primeros discípulos, y sus numerosas poblaciones constituyeron el primer campo misionero de los mismos.

En la actualidad Galilea y la llanura de Esdraelón forman el núcleo central del N de Israel, pero sobre sus habitantes modernos recae la tarea de rehabilitar una zona que ha perdido mucho de la prosperidad de que disfrutaba en la época del NT. En buena parte, sus bosques han sido remplazados por maquis, el arbusto característico del Mediterráneo, y muchas de sus ciudades y aldeas, lugares que Cristo conoció y visitó, han desaparecido del mapa sin dejar mayores indicios de que alguna vez existieron.

Bibliografía. °G. A. Smith, °GHTS, 1960; C. F. Pfeiffer, “Galilea”, °DBA, pp. 306; G. E. Wright, F. V. Filson, W. F. Albright, °AHWB, pp. 17–21; R. Fusté, “Galilea”, °EBDM, t(t). III, col. 692–702; A. Fernández, Geografía bíblica, 1951; K. Kenyon, Arqueología de la Tierra Santa, 1963; A. González Lamadrid, La fuerza de la tierra, 1981, pp. 295.

G. A. Smith, The Historical Geography of the Holy Land25, 1931, pp. 413–436; D. Baly, The Geography of the Bible, 1957.

J.H.P.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Sept. y N.T. Galilaia).
Tierra natal de Jesucristo, donde empezó su ministerio, hizo muchas de sus obras, y donde llamo a sus Apóstoles. Originalmente, la palabra en Hebreo de Gâlîl, deriva de gâlal, “enrollar”, quería decir un circulo o distrito, y en su forma femenina y plural fue aplicado indiferentemente a varias regiones de Palestina. El termino simple de Gâlîl (Galilee) se menciona primero en Jos., xx, 7 (cf. Jos., xxi, 32; y I Par., vi, 76) donde habla de esa porción de Neftalí ubicada al noreste del Lago Merom, en donde se encuentra Cedes, una de las seis ciudades de refugio. En III Reyes, ix, 11, la expresión “tierra de Galilea” es usada para designar la parte noreste de Palestina, que acogió las veinte ciudades entregadas por Salomón a Hiram, Rey de Tyre. Isaias (ix, 1) denomina a “la tierra de Zabulon, y la tierra de Neftalí” el nombre de “Galilea de las Naciones” (D.V. “Galilea de los Gentiles”), indudablemente por motivo de la gran población de Gentiles en esa región. A principios del periodo Macabeo, los limites de Galilea se habían extendido hasta Samaria (I Mach., x, 30), aun sin incluir las planicies de Jezrael y los territorios de Ptolemais (I Mac., xii, 47, 49). El Nuevo Testamento frecuentemente lo reconoce como dividiendo, con las provincias Samaria y Judea, todas de Palestina Occidental. Josefo y, mas preciso, los Talmudistas (cf. Neubauer, “La Géographie du Talmud”, Paris, 1868) le dan sus limites a esta región, con Fenicia y Coele-Siria por el norte; El valle del Jordán por el Este; Samaria, teniendo En Gannim (moderna Jennin) como su frontera, por el sur; el Mediterráneo y Fenicia por el oeste. El territorio esta descrito de tal manera que se divide naturalmente por un cerro alto, su extremidad oriental llamada Caphar Hanan (Kefr ‘Anân), hasta lo alto de Galilea, donde se encontraba la antigua Neftalí y la parte del norte de Asher, y la Baja Galilea, donde esta el antiguo Zabulon y regiones de Asher e Issachar. Aunque las regiones montañosas se extienden a través de todo el territorio, llegando a alcanzar una altura de 4000 pies a lo alto, y a 1800 pies por la baja Galilea, la tierra es muy productiva, especialmente en la división del sur donde los valles y las planicies son más grandes, y es capaz de dar sustento a una población grande.

Josué (xix, 10-39) nombra a 69 poblados y ciudades importantes de Canaanite, que existen en el territorio conquistado adjudicado a las tribus Hebreas de Neftalí, Zabulon, Asher, e Issachar. Josefo (Vita, 45) nombra 204 pueblos prósperos y 15 ciudades consolidadas en Galilea en sus tiempos. Ahora su población es poca, y casi la mayoría dispersa en poblados miserables y aldeas de lodo. Safed, una de las cuatro ciudades sagradas de Palestina venerada por los judíos, la cual tiene una población de aproximadamente 15,000, de los cuales 9000 son judíos, es la ciudad principal del norte. Nazareth, una ciudad Cristiana (casi 10,000), es la ciudad principal del sur. La deportación de los Judíos por Theglathphalasar (Tiglath-Pileser), 734 A. C., dio una sobresaliente predominación de los Gentiles anotada en la población por Isaías. A pesar que los Judíos se multiplicaban rápidamente en Galilea después del exilio de Babilonia, fueron oprimidos por los paganos hasta el periodo Macabeo (I Mac., v, 45-54), y no predominaron hasta el primer siglo antes de Cristo. Como resultado de su larga relación con los Cananitas conquistados, y los Inmigrantes Fenicios, Sirios, y Griegos, y de su separación de sus hermanos en Judea por interposición de Samaria, ellos hablaban un dialecto y tenían peculiaridades en los negocios, costumbres religiosas y familiares, que les trajo ante ellos el desprecio de los habitantes de Jerusalén. Bajo el Imperio Romano ambos el Cristianismo y el Judaísmo florecieron ahí, así tal cual esta evidenciado en las ruinas de bastantes sinagogas, iglesias, y monasterios que pertenecían a ese periodo que fueron destruidos por los Musulmanes. También existen ruinas de iglesias y monasterios construidas por los Cruzados, quienes restablecieron el Cristianismo en Palestina en el siglo duodécimo, y que no se terminaron hasta 1291, cuando Acre en Galilea, su ultima fortaleza fue tomada por los Musulmanes. El territorio esta ahora en posesión de los Turcos perteneciente a los vilayet de Beirut. La gente esta dividida por sus creencias religiosas. Católicos del Latín, Griegos, y ritos Maronitas, Griegos ortodoxos, y rusos quienes viven al lado de los Musulmanes. Cerca de Galilea se encuentran a salvo colonias judías modernas .

Smith, Hist. Geog. of the Holy Land (London, 1885); Palestine Explorations Fund, Memoirs I (1881); Merrill, Galilee in the time of Christ (London, 1891); von Schürer, Jewish People in the Time of Christ (New York, 1885); Guérin, Galilée (2 vols., Paris, 1880).

A.L. MCMAHON
Transcrito por Fr. Paul-Dominique Masiclat, O.P.
Traducido por Lourdes P. Gómez G.

Fuente: Enciclopedia Católica