GOZO

v. Alegría, Deleite, Regocijo
Deu 28:47 no serviste a Jehová .. con g de corazón
Neh 8:10 porque el g de Jehová es vuestra fuerza
Job 20:5 breve, y el g del impío por un momento
Psa 48:2 g de toda la tierra es el monte de Sion
Psa 119:111 testimonios .. son el g de mi corazón
Pro 15:8 mas la oración de los rectos es su g
Ecc 9:7 y come tu pan con g, y bebe tu vino con
Isa 35:10 y g perpetuo será sobre sus cabezas
Isa 51:3 se hallará en ella alegría y g, alabanza
Isa 60:15 haré que seas .. g de todos los siglos
Isa 61:3 óleo de g en lugar de luto manto de
Isa 61:7 doble honra, y tendrán perpetuo g
Isa 66:10 llenaos con ella de g, todos los que os
Jer 25:10 desaparezca .. la voz de g y la voz de
Jer 31:12 y vendrán con gritos de g en lo alto de
Jer 31:13 cambiaré su lloro en g, y los consolaré
Lam 2:15 ¿es esta la .. el g de toda la tierra?
Mat 13:20; Mar 4:16; Luk 8:13 oye la palabra, y la recibe con g
Mat 25:21 dijo: Bien .. entra en el g de tu señor
Mat 28:8 con temor y gran g .. a dar las nuevas
Luk 2:10 porque he aquí os doy nuevas de gran g
Luk 8:40 volvió Jesús, le recibió la multitud con g
Luk 10:17 volvieron los setenta con g, diciendo
Luk 15:7 habrá más g en el cielo por un pecador
Luk 24:41 como todavía ellos, de g, no lo creían
Joh 3:29 esposo; así pues, este mi g está cumplido
Joh 15:11; Joh 16:24; 17:13


ver REGOCIJO

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(satisfacción completa).

Se distingue de la “alegrí­a” y del “placer” en que no depende de cosas externas, ya que se puede y debe tener aun en los sufrimientos. Mat 5:12, Col 1:24, Fi12Cr 1:29.

– Cristo vino para que tuviéramos gozo completo, Jua 17:13, Jua 16:24, Jua 15:11.

– E1 “secreto” es orar sin cesar; dando gracias a Dios “por todo” y “en todo”, 1Te 5:16-18, Efe 5:20.

– La única forma de vivir así­ es tener a Cristo en nuestro corazón, Gal 2:20, 1Pe 1:6-8, 2Pe 4:12-14.

– Es el segundo fruto del Espí­ritu Santo en Gal 5:22.

– Nada ni nadie se lo puede quitar al cristiano, Rom 8:35-39.

– Pablo, en la “Carta del Gozo”, en Filipenses, estaba lleno de gozo hasta rebosar, ¡y estaba en prisión!: (Fi12Cr 4:18) y, azotado, con Silas, cantaba y alababa al Senor en la prisión en Hec 16:25.

– El Cielo es la culminación del gozo, ¡por una eternidad!, Ap.21 y 22.

Ver “Bienaventuranzas”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

El g. es una situación del alma (†œmovimiento del ánimo†, dice el Diccionario de la Real Academia) producido por la complacencia a causa de un acontecimiento agradable o por algo que se tiene o que se espera. Una multiplicidad de palabras expresan la idea de g. y alegrí­a en el AT, pero en todos los casos esa idea va acompañada de un sentido de moralidad y rectitud, cosa muy diferente a la práctica de los paganos. Dios es el origen y el objeto de g. para el creyente (Sal 43:4). Su salvación produce g. (Sal 51:12), que da fuerza al que cree (Neh 8:10).

Las noticias del evangelio son †œde gran g.† (Luc 2:10). †œEl reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y g. en el Espí­ritu Santo† (Rom 14:17). Ese g. se experimenta †œen el creer … por el poder del Espí­ritu Santo† (Rom 15:13), que lo produce como un fruto (Gal 5:22). Los creyentes son animados a gozarse en el Señor (Flp 3:1). Ese g. es de una naturaleza tal que puede disfrutarse aun en medio de las tribulaciones (2Co 7:4).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, DOCT

vet, Gozo es lo que el hombre anhela, y lo que busca; lo encuentra cuando encuentra a Dios, y solamente entonces. Retiene este gozo en la proporción en que crece en el conocimiento de Dios. Dios es el autor del verdadero gozo, como de toda buena dádiva. Siendo El perfectamente bueno y por encima de todo mal. Es presentado como hallando su propio gozo en el arrepentimiento del pecador que vuelve para buscarle. Al haberse introducido el pecado, y habiendo quedado el hombre por ello alienado de Dios, su idea de gozo es llegar a ser tan feliz como pueda sin Dios y alejado de El (véase la historia del hijo pródigo en Lc. 15). Pero el único resultado de un curso tal es el desengaño y la amargura aquí­ abajo y el eterno dolor en el más allá. Sin embargo, cuando la luz del amor de Dios, revelado en el don y en la muerte de su Hijo, resplandece en el corazón, éste queda lleno en el acto de “gozo inefable y glorioso” (1 P. 1:8). “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espí­ritu Santo” (Ro. 14:17). Asimismo, el fruto del Espí­ritu es amor, gozo, paz, y otras hermosas caracterí­sticas, y es producido en el corazón del creyente por el Espí­ritu para la gloria de Dios (Gá. 5:22, 23). El apóstol deseaba para los romanos que el Dios de esperanza los llenara de todo gozo y paz en el creer (Ro. 15:13). También los tesalonicenses habí­an recibido la palabra “en medio de gran tribulación, con gozo del Espí­ritu Santo” (1 Ts. 1:6). Muchos más pasajes podrí­an ser citados para mostrar cómo el gozo es una de las caracterí­sticas principales de aquellos que han sido conducidos al conocimiento de Dios. El único Hombre que jamás tuvo que ser conducido a este conocimiento, por cuanto su delicia habí­a estado siempre en Dios, como la de Dios estaba en El, Aquel que habí­a sido llamado “varón de dolores”, este hombre perfecto y bendito tení­a su propio gozo en la comunión con Dios en dependencia de El. Y El desea para los suyos en este mundo que su gozo sea también el de ellos (Jn. 17:13). El verdadero gozo no es conocido en el mundo en su estado presente; pero llegará el dí­a en que el dolor, el sufrimiento, la muerte, y todos los trágicos frutos del pecado, serán quitados, cuando Dios mismo enjugará todas las lágrimas, llenando el universo con un gozo eterno y sin sombras. Este dí­a está descrito en Ap. 21.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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En cuanto don natural es un rasgo psicológico que poseen los temperamentos positivos, serenos y maduros, los cuáles prefieren ver lo positivos de la vida y situar con objetividad los riesgos, sufrimientos y dificultades.

En cuanto don sobrenatural del Espiritu Santo, es la participación en la felicidad eterna de Dios, en cuanto nos sabemos amados y salvados para siempre, y cuento esa persuasión se traduce en sentimientos de regocijo personal y comunitario.

Por naturaleza el catequista y el mensajero evangélico deben vivir gozosamente, pues son portadores de palabras de salvación. Los textos del Nuevo Testamento están sembrados de la palabra gozo, sinónimo de alegrí­a, dicha, felicidad, entusiasmo, regocijo, júbilo, placer y contento. Hasta 138 veces aparece el verbo gozar o el sustantivo gozo (en griego jairo o jara). El sentido se extiende desde el nacimiento de Jesús: “Os anuncio un gran gozo, que os ha nacido el Salvador” (Lc. 12.10), hasta la promesa de que “la tristeza final se convertirá en gozo.” (Jn. 16.21)

Ese mensaje es condicionante para cualquier tarea de educación espiritual y por eso debe ser mirada con predilección por parte de todo educador.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El verdadero gozo

El gozo y la felicidad comienzan a sentirse cuando la persona consigue un bien que puede satisfacer las aspiraciones más profundas del corazón. No basta con conseguir el objetivo de unos deseos, sino que es necesario que se vislumbre la realización de la misma persona en toda su integridad. La simple negación de los deseos no puede ser fuente de gozo y felicidad. Hay gozos sencillos y parciales, de todos los dí­as, que sostienen este caminar hacia la felicidad plena, que es el deseo profundo de toda persona humana. La paz y el gozo del corazón nacen cuando usamos rectamente de los dones creados. La vida es hermosa porque deja entrever que Dios es bueno.

En la Palabra revelada del Antiguo y del Nuevo Testamento, se habla continuamente de la paz, del gozo, de la felicidad. El corazón queda invitado a abrirse a los planes de Dios sobre la historia, para poder ser feliz. Jesús invita a este gozo, aún en medio de las dificultades, anunciando la “alegre noticia” de que “el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15).

El gozo pascual comunicado por Jesús

En la vida de Jesús hay una tensión pascual, bajo la acción del Espí­ritu, que le llena de gozo “En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espí­ritu Santo y dijo Yo te alabo, Padre”. (Lc 10,21). Es el gozo de un amor esponsal, que asume los acontecimientos adversos como “copa” (de bodas) “preparada por el Padre” (Jn 18,11; cfr. Lc 22,20).

No existe cristianismo sin gozo, como no existe sin la cruz, que es el “paso” hacia la resurrección. Ese “gozo pascual” (PO 11) sólo es posible cuando se transforman las circunstancias humanas, también las de dolor, en donación. Es la actitud de las “bienaventuranzas” (“gozosos”). Ese gozo es don y fruto del Espí­ritu Santo (cfr. Rom 4,27; gal 5,22), que “nadie puede arrebatar” (Jn 16,22). El gozo y la paz, que son don del Espí­ritu Santo, comienzan a “sentirse” en el corazón y en el grupo evangelizador, cuando se vislumbra, por la fe “oscura”, que todaví­a es posible hacer lo mejor darse como Cristo en Belén y en la cruz “La entrega sincera de sí­ mismo a los demás” (GS 24).

Gracias al mensaje evangélico, se vislumbra que la bienaventuranza definitiva de la otra vida comienza a anticiparse en la vida presente, cuando el corazón experimenta la paz y la alegrí­a de la donación a Dios y a los hermanos. En el sermón de la montaña, Jesús describe las situaciones más dolorosas de la humanidad, para proclamar “bienaventurados” a los que, en esas circunstancias, incluso de sufrimiento, saben reaccionar amando (Mt 5,1-12.44-42).

Si “la bienaventuranza es el único bien del hombre”, y la “felicidad” es la posesión del bien conocido y amado (cfr. Santo Tomás, I-II, q. 31, a.3), esa felicidad ya comienza en esta tierra, cuando experimentamos el gozo de recibir dones pasajeros de Dios como monedas para cambiarlos en dones imperecederos. Este trueque de todos los dí­as produce el gozo de la esperanza, porque se confí­a en Dios y se tiende hacia él. “La esperanza no deja confundido” (Rom 5,5). Es el gozo de la cercaní­a de Cristo que viene “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que todo el mundo conozca vuestra bondad. El Señor está cerca” (Fil 4,4).

Evangelizar anunciar el gozo salví­fico

“Evangelizar” (Lc 4,18; Mc 1,15) consiste en anunciar (“angello”) el gozo (“eu”) de que Cristo trae la verdadera paz, “la gran alegrí­a” del nacimiento del Salvador (Lc 2,10), que murió y resucitó para redimir a la humanidad. El gozo es parte esencial del anuncio evangélico. El verdadero gozo sólo se encuentra en Dios, que ha hecho al hombre para participar de su mismo gozo infinito.

“Evangelizar”, en este contexto pascual de esperanza, significa anunciar esta “noticia gozosa” de que la vida humana ya tiene sentido, gracias a Cristo Redentor. Es el anuncio de las “bienaventuranzas”. Jesús llama “gozosos” a los que viven de la fe “Bienaventurados los que sin ver, creen” (Jn 20,29). La fe es posesión anticipada de lo que se tendrá después, “garantí­a de lo que se espera, anticipación de las cosas que no se ven” (Heb 11,1). Marí­a, la Madre de Jesús, fue la primera en recibir el anuncio de este gozo mesiánico ya en acción “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28; cfr. Sof 3,14ss).

El mensaje evangélico de las bienaventuranzas se anuncia principalmente por evangelizadores cuya vida sea un trasunto del gozo pascual de Cristo (Lc 10,21; 24,36). “La caracterí­stica de toda vida misionera auténtica es la alegrí­a interior, que viene de la fe. En un mundo angustiado y oprimido por tantos problemas, que tiende al pesimismo, el anunciador de la “Buena Nueva” ha de ser un hombre que ha encontrado en Cristo la verdadera esperanza” (RMi 91).

Sin el testimonio y el anuncio de este gozo no habrí­a verdadera evangelización. “Ojalá que el mundo actual -que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así­ recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí­ mismos, la alegrí­a de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo” (EN 80).

Referencias Adviento, bienaventuranzas, cruz, esperanza, evangelio, evangelización, felicidad, ver a Dios.

Lectura de documentos GS; PO 11; “Gaudete in Domino” (Pablo VI, 9.5.75); EN 80; RMi 66, 91; CEC 1718-1719.

Bibliografí­a N. BEAUPERE, San Pablo y la alegrí­a (Madrid, Soc. Educación Atenas, 1975); J. ESQUERDA BIFET, El gozo de la esperanza (Barcelona, Balmes, 1997); J. GALOT, L’evangile et la joie (Louvain, Sintal, 1984); S. GAROFALO, Gozo, en Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica (Madrid, Paulinas, 1990) 695-700; J. MOLTMANN, Sobre la alegrí­a, la libertad y el juego (Salamanca, Sí­gueme, 1972); T. SCHRAMM, Fiesta y gozo (Salamanca, Sí­gueme, 1983).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

(-> alegrí­a, placer, evangelio). El evangelio es buena noticia, anuncio alegre de la libertad de Dios, que ofrece a los hombres su gracia, en plenitud. Así­ lo indicaremos hablando del gozo de Jesús, evocando luego el gozo en Pablo y tratando, finalmente, del riesgo de pérdida de gozo en el Apocalipsis.

(1) Gozo de Jesús. La experiencia mesiánica de Jesús viene encuadrada en un contexto de gozo: él no inicia su tarea por obligación o miedo, por ley o deseo de venganza, sino por desbordamiento de amor, por satisfacción de vida. Así­ lo indica el texto fundante de su bautismo, donde se vinculan el gozo de Dios Padre y la presencia del Espí­ritu: “Saliendo del agua, vio los cielos abriéndose y el Espí­ritu bajando como una paloma sobre él, y se oyó una voz del cielo: tú eres mi Hijo, el Querido, en ti me he complacido” (Mc 1,10-11). Esta palabra expresa la satisfacción de Dios Padre, que encuentra su placer más grande en el amor del Hijo. Este gozo del Padre, vinculado al Espí­ritu Santo, constituye un elemento central de la experiencia mesiánica de Jesús. Lucas ha destacado el tema en el contexto de la última cena: “Con deseo grande he deseado celebrar esta pascua con vosotros antes de padecer…” (Lc 22,15). El gozo se expresa como deseo de culminación y así­ lo formula el mismo Jesús en el evangelio de Juan: “Os he dicho estas cosas para que mi gozo (khara) esté en vosotros, y para que vuestro gozo sea perfecto” (Jn 15,11). Así­ termina Jesús su tarea, distinguiendo y vinculando mi gozo (la herencia mesiánica de Reino que él quiere ofrecer a sus discí­pulos) y vuestro gozo (la plenitud de vida de aquellos que aceptan su mensaje).

(2) Los gozos de Pablo. El seguidor de Jesús se define así­ como hombre de gozo, tal como Pablo lo ha formulado en dos textos clásicos. El primero se opone a un tipo de comida ritual que no es gozo, sino sometimiento a unas normas de separación. Esa es la comida de aquellos grupos de judeocristianos que interpretan el reino de Dios en clave de pureza ritual y así­ comen y beben por ley, no por gozo, distinguiendo entre alimentos puros e impuros, distinguiendo y separando a los hombres limpios (buenos israelitas) de los manchados (el resto). Marcos suponí­a que Jesús se habí­a opuesto a quienes entendí­an la verdad y reino de Dios en clave de comida separada, con las manos limpias (cf. Mc 7), ofreciendo, en contra de eso, una comida universal, hecha de panes y peces compartidos, para todos los hombres, a campo abierto, superando así­ la distinción antigua de puros e impuros, israelitas y no israelitas (cf. Marcos, sección de los panes: 6,30-8,21). En esa lí­nea, traduciendo en otras claves la misma experiencia de superación de un ritualismo legalista, Pablo interpreta el reino de Dios en forma de justicia y paz, que se abren al gozo del Espí­ritu Santo, (a) El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz v gozo en el Espí­ritu Santo (Rom 14,17). El reino es justificación (dikaiosvné), don gratuito de Dios que perdona a los hombres y les hace capaces de vivir en gratuidad. El reino es paz (eiréné), experiencia interior de plenitud, gesto de perdón y comunicación universal, superando así­ la violencia de un mundo en que todos luchan contra todos. El reino es gozo khara). Sólo allí­ donde Dios nos justifica, ofreciéndonos su paz, los hombres pueden descubrir y cultivar el gozo de una existencia plena. Esta no es una alegrí­a que se busca en la posesión de cosas externas, ni en la realización de grandes obras, pues ella se expresa en el despliegue de la misma vida. Pero tampoco es una alegrí­a que está fuera del mundo, sino dentro del mismo mundo, en el camino que lleva de la justicia de Dios a la paz entre los hombres y mujeres de la tierra, (b) Los frutos del Espí­ritu: amor, gozo, paz (Gal 5,25). Pablo cita nueve frutos (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, continencia), pero entre ellos destacamos los tres primeros, y en especial el gozo. El primer fruto del Espí­ritu es el amor. Más que un fruto, es la esencia y verdad del Espí­ritu de Cristo (cf. 1 Cor 13). El segundo fruto es el gozo, que nace del amor y que conduce a la paz. El mismo amor se vuelve gozo: con experiencia de una vida que tiene valor en sí­ misma, como don de Dios, como camino que lleva a la paz escatológica, es decir, a la culminación mesiánica de la felicidad completa.

(3) Apocalipsis. Gozos perdidos. En el contexto general de la gran lamentación por la caí­da de Roma* (Ap 18,20-19,10), el Apocalipsis incluye un precioso cuadro con los gozos perdidos, aquellos que definen la vida como don de Dios: “No se volverá a oí­r en ti el son de citaristas y músicos, de los que tocan la flauta y la trompeta. Ya no habrá en ti artesanos de ninguna artesaní­a, ni se oirá más en ti la voz del molino. La luz del candil ya no alumbrará más en ti, ni el canto del novio y de la novia se oirá más en tus calles (Ap 18,22-23). Este pasaje recoge un motivo tradicional de las lamentaciones del Antiguo Testamento: “Se perdió el vino, enfermó la vid, gimieron todos los que eran alegres de corazón. Cesó el regocijo de los panderos, se acabó el estruendo de los que se alegran, cesó la alegrí­a del arpa. No beberán vino con cantar; la sidra les será amarga a los que la bebieren. Quebrantada está la ciudad por la vanidad; toda casa se ha cerrado, para que no entre nadie. Hay clamores por falta de vino en las calles; todo gozo se oscureció, se desterró la alegrí­a de la tierra” (Is 24,7-11). (a) No habrá cí­taras ni música de flautas ni trompetas (Ap 18,22). Esta evocación primera de la música que calla cuando se derrumba la ciudad sólo ha podido hacerla un amigo del arte. En el principio era la armoní­a del sonido bello: lo mejor de la ciudad son sus cantores, pero ellos enmudecen si no hay paz. Los hombres pueden destruir esa armoní­a, pero los fieles del Cristo volverán a hallarla junto a Dios (cf. Ap 5,5-14), como seguirá diciendo Juan (cf. Ap 19,1-8). (b) No habrá artesanos, obreros de las cosas necesarias (18,22b). Frente a los comerciantes de la prostituta, que subyugan a los pobres con el ansia de riqueza (cf. Ap 18,11-15), recuerda Juan a los trabajadores buenos que elevaron la ciudad. Junto a la música aparece aquí­ el trabajo, frente al descanso la acción creadora, (c) No se oirá más voz de molino (18,22c) que gira incesante, moliendo el buen trigo. Los campos cultivados quedan fuera, nada se dice de ellos, pues Juan mora en la ciudad. Pero dentro de ella, en las casas de familia, habí­a sido necesaria y gozosa la piedra del molino, trabajada a mano por el siervo o por el libre (especialmente por el ama de casa). Mientras gire esa piedra y se escuche su canto habrá vida: podrá amasarse el pan, comerán los hijos. La muela callada es un signo de muerte, (d) No brillará más luz de candil (18,23). Signo de casa con vida es el fuego que calienta en invierno, la luz en el hogar… Sólo allí­ donde el candil se enciende cada dí­a puede encenderse en amor la familia y surge la confianza en medio de la noche. Lámpara apaga da, noche sin luces, eso es la ciudad muerta, (e) No se oirá el cantar del novio y de la novia (18,23b). El austero profeta se muestra aquí­ amigo de enamorados. Sin el gozo de la unión alegre, reflejada en canto del hombre y la mujer que se casan, termina la vida en el mundo. Ciudad sin bodas, tierra sin noviazgo, cementerio donde nadie ama a los demás y nadie goza, es la ciudad de los hombres que se va destruyéndose a sí­ misma. Frente a eso, el Dios de Cristo se expresa como gozo.

Cf. J. J. BARTOLOME, La alegrí­a del Padre. Estudio exegótico de Lc 15, Verbo Divino, Estella 2000; N. BEAUPERE, San Pablo y la alegrí­a, Sí­gueme, Salamanca 1975.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

“Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo, y vuestro gozo sea completo.” El Señor no habla de un gozo cualquiera, de una alegrí­a efí­mera, pasajera, ligada a unas realidades que se desvanecen. Habla de su gozo, por tanto, se trata de algo que le pertenece profundamente. Y nos vienen a la mente otras dos expresiones: “Os dejo la paz, os doy mi propia paz”; “Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí­”. Un gozo que está en Jesús por su misterio trinitario, porque es el Hijo, porque ama al Padre y es infinitamente amado por él. Este gozo del que Jesús dice “esté en vosotros” no es un elemento más de la vida cristiana. Sin este gozo no hay verdadera vida cristiana. Es el gozo de la perla preciosa, del tesoro escondido; el que da vitalidad a la Iglesia, que sostiene en el esfuerzo diario, que caracteriza de una manera singular las comunidades cristianas. Jesús no se conforma con que el gozo exista, sino que añade: “Para que vuestro gozo sea pleno”, o sea, abundante, sobreabundante, rebosante. ¿Cómo puede ocurrir esto? Los Hechos de los Apóstoles nos muestran que en la primitiva comunidad cristiana el gozo iba en aumento conforme aquélla Iba conociendo el misterio de la cruz. Los apóstoles se marcharon del Sanedrí­n llenos de gozo, porque habí­an sido ultrajados a causa del nombre de Jesús. Tras la sublevación de Antioquí­a contra Pablo, mientras él se veí­a obligado a huir en medio de la humillación, los fieles estaban llenos de gozo y del Espí­ritu Santo. Por tanto, si queremos entrar en el secreto de la plenitud de este gozo, debemos tener el valor de fijar nuestra mirada en el Crucificado. Entonces podremos colaborar en el gozo de los demás, porque en cada uno de nosotros el gozo del evangelio brota de la escucha de la Palabra de Dios, recibida en el corazón y madurada, como la semilla evangélica, en las dificultades y en las contrariedades tanto pequeñas como grandes. Estas son las que, chocando una con otra como piedras, hacen saltar las chispas del gozo.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

El gozo es una de las experiencias más difí­ciles de definir Conocemos lo que es, dado que todos lo hemos experimentado en nosotros mismos o lo hemos descubierto en los otros, estableciéndose así­ una empatí­a con ellos. Se identifica con un sentimiento de plenitud, de armoní­a, de satisfacción de la propia realidad. Quizás sea más fácil describirlo y señalar las causas que la vida conducen al gozo verdadero, Para muchos es el resultado de la posesión de un bien que produce una satisfacción interna. Se identifica además como la consecuencia de un equilibrio entre todos los aspectos de la realidad humana: interioridad y exterioridad, corporeidad y espiritualidad, el terreno afectivo, el sensible y el intelectual. Una visión más psicolí“gica descubre el gozo como un efecto de la dinámica de la realización personal y vive experiencias de plenitud en su actividad, en sus relaciones y en sus deseos. Están finalmente aquellos que creen que el gozo puede describirse sólo en términos negativos y lo descubren en las situaciones de ausencia de sufrimiento, de ansiedad, de preocupaciones y . de soledad.

Resulta difí­cil conocer el gozo, la felicidad o la plenitud debido al carácter especí­fico de esta idea, que sólo puede comprenderse en sí­ misma, ya que no es el medio, sino el fin de toda acción o conocimiento: sabemos más o menos cuáles son las cosas o las experiencias que nos conducen al gozo, pero sabemos también que el gozo no lo podemos reducir a nada de todo eso, ya que supera las realidades parciales. Representa, más bien, la meta de nuestra acción, de nuestro ser. Por eso el gozo, como todas las realidades centrales de la realización humana, es un sentimiento profundamente religioso, puesto que es un don de Dios, un fruto de sus relaciones amorosas con nosotros, y puesto que esta experiencia vivida en plenitud nos conduce hacia el encuentro con Dios.

El gozo pertenece al corazón del mensaje bí­blico y tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento va siempre asociado a la experiencia de la salvación o por lo menos a su promesa, así­ como al encuentro con Dios y a las relaciones que el hombre puede establecer con él. En el mensaje de la nueva alianza la causa del gozo es en primer lugar el anuncio del Reino de Dios, luego la resurrección de Cristo entre los muertos, la vida de una comunidad basada en el amor y, finalmente, el don del Espí­ritu. Es frecuente encontrar en los escritos más significativos del Nuevo Testamento – Juan y Pablo- referencias a este gozo que surge de la aceptación del mensaje de salvación, de la adhesión a Cristo, del éxito de la predicación o de la experiencia de comunión entre las primeras comunidades cristianas. El contexto bí­blico nos ofrece así­ una visión del gozo, que es don del amor de Dios y que puede identificarse con la salvación que Dios realiza a través de Cristo y de su Espí­ritu.

La espiritualidad cristiana no ha podido prescindir de esta idea en el momento de expresar la esencia de la vida de los creyentes. No es fácil reconstruir una lí­nea o tradición en al Iglesia que se haya referido al gozo como motivo central. Por tanto, serí­a necesario servirse más bien de las experiencias de los grandes santos y de los maestros de espiritualidad. Este gozo se ha comprendido de varias maneras: como conocimiento profundo de los misterios de Dios en Orí­genes, como experiencia de salvación y de contraste con el mundo en san Agustí­n, como realidad amorosa en san Bernardo, como experiencia de sencillez y de fraternidad en san Francisco de Así­s, como disposición del alma a la gracia en santa Teresa de Jesús, como sentimiento afectivo en san Francisco de Sales, como experiencia del cariño de Dios en santa Teresa de Lisieux. La lista podrí­a proseguir indefinidamente. Pero el punto común a todos estos hombres y mujeres es el hecho de haber encontrado su gozo en Dios; de una forma que a veces chocaba con los gozos del mundo y que a menudo era gozo en medido del sufrimiento; gozo que resiste a los ataques del maligno, a los cambios de humor de las personas y hasta a los momentos más negativos de la existencia humana.

L. Oviedo

Bibl.: S. Garofalo, Gozo, en NDTB, 695-700: E. Beyreuther, Alegrí­a, en DTNT 1, 74-83; J, Moltmann, Sobre la alegrí­a, la libertad y el juego, Sí­gueme, Salamanca 1972; E. Otto T. Schramm, Fiesta y gozo. Sí­gueme, Salamanca 1983.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

Sentimiento de alegrí­a o placer que se experimenta al poseer o esperar algún bien; felicidad; júbilo. Las palabras hebreas y griegas que se usan en la Biblia para referirse a gozo, júbilo, regocijo y alegrí­a, expresan diversos matices y grados de gozo. Los verbos empleados denotan tanto los sentimientos internos como la manifestación externa de gozo, y pueden tener gran variedad de significados, como †œestar gozoso; regocijarse; gritar de alegrí­a; saltar de alegrí­a†, entre otros.

Jehová Dios y Jesucristo. A Jehová se le llama el †œDios feliz†. (1Ti 1:11.) Su creación y Su trabajo le producen gozo a El y a sus criaturas. Jehová se regocija en sus obras. (Sl 104:31.) De igual manera, desea que sus criaturas disfruten de las obras que El hace para provecho de ellas y que disfruten de su propio trabajo. (Ec 5:19.) Ya que es la Fuente de todas las cosas buenas (Snt 1:17), el llegar a conocerle es lo que más regocija a todas las criaturas inteligentes, tanto humanos como ángeles. (Jer 9:23, 24.) Por eso el rey David dijo: †œSea placentera mi meditación acerca de él. Yo, por mi parte, me regocijaré en Jehovᆝ. (Sl 104:34.) También se expresó en canción: †œY el justo se regocijará en Jehová y verdaderamente se refugiará en él; y todos los rectos de corazón se jactarán†. (Sl 64:10.) Y el apóstol Pablo animó a los cristianos a derivar gozo en todo momento de su conocimiento de Jehová y de Sus tratos con ellos cuando escribió: †œSiempre regocí­jense en el Señor [Jehová, en varias versiones]. Una vez más diré: ¡Regocí­jense!†. (Flp 4:4.)
Jesucristo, el más cercano a Jehová, es quien lo conoce mejor (Mt 11:27), y puede darlo a conocer a sus seguidores. (Jn 1:18.) Por lo tanto, está gozoso, y se le llama †œel feliz y único Potentado†. (1Ti 6:14, 15.) Debido al amor que tiene a su Padre, está ansioso de hacer siempre las cosas que le agradan. (Jn 8:29.) Por consiguiente, cuando se le presentó la misión de venir a la Tierra, sufrir y morir con el fin de vindicar el nombre de Jehová, †œpor el gozo que fue puesto delante de él aguantó un madero de tormento, despreciando la vergüenza†. (Heb 12:2.) También sentí­a un gran amor por la humanidad y se deleitaba en ella. Por eso, las Escrituras, que lo personifican en su existencia prehumana como la sabidurí­a, ponen en su boca las palabras: †œEntonces llegué a estar [al] lado [de Jehová] como un obrero maestro, y llegué a ser aquella con quien él estuvo especialmente encariñado dí­a a dí­a, y estuve alegre delante de él todo el tiempo, pues estuve alegre por el terreno productivo de su tierra, y las cosas que fueron el objeto de mi cariño estuvieron con los hijos de los hombres†. (Pr 8:30, 31.)
Jesús deseaba que sus seguidores disfrutaran del mismo gozo. Por eso, les dijo: †œEstas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes y su gozo se haga pleno†. Los ángeles también se regocijaron cuando se creó la Tierra. (Jn 15:11; 17:13; Job 38:4-7.) Asimismo, ven el derrotero del pueblo de Dios y se alegran de su proceder fiel. Especialmente se regocijan cuando una persona se vuelve de sus caminos pecaminosos y se adhiere a la adoración pura y al servicio a Dios. (Lu 15:7, 10.)

Cómo alegrar el corazón de Jehová. Los siervos de Jehová pueden alegrar Su corazón siéndole fieles y leales. Satanás el Diablo ha desafiado constantemente la legitimidad de la soberaní­a de Dios y la integridad de todos los que le sirven. (Job 1:9-11; 2:4, 5; Rev 12:10.) A ellos les aplican las palabras: †œSé sabio, hijo mí­o, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio†. (Pr 27:11.) En la Tierra, el pueblo de Jehová también puede hacer que Dios se regocije apegándose a un proceder de fidelidad y lealtad. (Isa 65:19; Sof 3:17.)

Un fruto del espí­ritu. Como Jehová es la Fuente del gozo y desea que su pueblo esté gozoso, el gozo es un fruto de su espí­ritu santo. En Gálatas 5:22, 23 aparece inmediatamente después del amor. Asimismo, el apóstol escribió a los cristianos de Tesalónica: †œUstedes llegaron a ser imitadores de nosotros y del Señor, puesto que aceptaron la palabra bajo mucha tribulación con gozo de espí­ritu santo†. (1Te 1:6.) De igual manera, en sus consejos a los cristianos de Roma, Pablo dijo que el reino de Dios †œsignifica justicia y paz y gozo con espí­ritu santo†. (Ro 14:17.)
El gozo verdadero es una cualidad del corazón, y puede beneficiar a todo el cuerpo. El sabio escritor de Proverbios dice que †œun corazón gozoso tiene buen efecto en el semblante† y †œun corazón que está gozoso hace bien como sanador [o: †œhace bien al cuerpo†]†. (Pr 15:13; 17:22, nota.)

El gozo en el servicio de Dios. Lo que Jehová pide de sus siervos no es gravoso. (1Jn 5:3.) El desea que le sirvan con gozo. Su pueblo Israel tení­a que disfrutar de las fiestas periódicas que El les habí­a estipulado, y debí­an regocijarse en otros aspectos de su vida y de su adoración a Dios. (Le 23:40; Dt 12:7, 12, 18.) Tení­an que hablar de Dios de manera gozosa. (Sl 20:5; 51:14; 59:16.) El que no sirvieran con gozo significaba que algo iba mal en su corazón y que no apreciaban la bondad amorosa de Jehová. Por lo tanto, les advirtió lo que sucederí­a si se hací­an desobedientes y no sentí­an gozo al servirle: †œY todas estas invocaciones de mal ciertamente vendrán sobre ti […] porque no escuchaste la voz de Jehová tu Dios ni guardaste sus mandamientos y sus estatutos […]. Y estas tienen que continuar sobre ti y tu prole […] debido al hecho de que no serviste a Jehová tu Dios con regocijo y gozo de corazón por la abundancia de todo†. (Dt 28:45-47.)
Igualmente el cristiano deberí­a disfrutar de su servicio a Dios. En caso contrario, significarí­a que su aprecio de corazón es deficiente. (Sl 100:2.) †œEl gozo de Jehová es su plaza fuerte†, dijo uno de los siervos fieles de Dios. (Ne 8:10.) Las buenas nuevas que proclama el cristiano fueron anunciadas por el ángel de Dios como †œbuenas nuevas de un gran gozo que todo el pueblo tendrᆝ. (Lu 2:10.) El llevar el nombre de Jehová como sus testigos y el conocer la verdad según se halla en la Biblia ciertamente deberí­a ser motivo de gozo. Jeremí­as dijo al respecto: †œTu palabra llega a ser para mí­ el alborozo y el regocijo de mi corazón; porque tu nombre ha sido llamado sobre mí­, oh Jehová Dios de los ejércitos†. (Jer 15:16.)
Por otra parte, las rectas y justas decisiones judiciales de Jehová puestas en vigor en la congregación cristiana y en la vida de los cristianos son una causa de gozo, especialmente en un tiempo en que el mundo ha despreciado la rectitud y la justicia. (Sl 48:11.) La maravillosa esperanza que tienen es asimismo una razón de peso para tener gozo. (†œRegocí­jense en la esperanza†; Ro 12:12; Pr 10:28.) Su salvación es una base para tener gozo. (Sl 13:5.) Además, está el gozo que siente el siervo de Dios por causa de aquellos a quienes ayuda a conocer y servir a Jehová. (Flp 4:1; 1Te 2:19.) El reunirse y el trabajar junto con el pueblo de Dios es uno de los mayores gozos. (Sl 106:4, 5; 122:1.)

La persecución, motivo de gozo. Para el cristiano que protege su corazón, incluso la persecución, que no es en sí­ misma motivo de gozo, deberí­a aceptarse gozosamente, pues el aguantarla con integridad es una victoria. Dios ayuda al que es fiel. (Col 1:11.) Además, la persecución demuestra que se tiene la aprobación de Dios. Jesús dijo que cuando el cristiano experimentara persecución y vituperio, deberí­a †œ[saltar] de gozo†. (Mt 5:11, 12; Snt 1:2-4; 1Pe 4:13, 14.)

Otras fuentes de gozo provistas por Dios. Jehová ha provisto muchas otras cosas de las que la humanidad puede disfrutar de dí­a en dí­a. Algunas de estas son: el matrimonio (Dt 24:5; Pr 5:18), el tener un hijo justo y sabio (Pr 23:24, 25), el alimento (Ec 10:19; Hch 14:17), el vino (Sl 104:14, 15; Ec 10:19) y sus numerosas obras creativas. (Snt 1:17; 1Ti 6:17.)

El gozo falso que no perdura. Jesús habló de algunos que escucharí­an la verdad y la recibirí­an con gozo, pero sin obtener el verdadero sentido de ella. Esas personas no cultivan la palabra que se ha implantado en su corazón, por lo que en seguida pierden el gozo, pues tropiezan cuando surge tribulación o persecución por causa de la palabra. (Mt 13:20, 21.) El gozo basado en el materialismo es un gozo falso, engañoso y de poca duración. Además, el que se regocija por la calamidad de otro, aunque sea la de alguien que le odia, debe rendir cuentas a Jehová por su pecado. (Job 31:25-30; Pr 17:5; 24:17, 18.) Si un joven cree que el dar lugar a †œlos deseos que acompañan a la juventud† trae gozo, demuestra ser insensato. (2Ti 2:22; Ec 11:9, 10.) De manera similar, el amar las diversiones acarrea malos resultados. (Pr 21:17; Ec 7:4.) Incluso el cristiano que se alboroza al compararse con otros está equivocado. Más bien, deberí­a probar lo que es su propia obra y así­ tendrí­a motivo para †œalborozarse respecto de sí­ mismo solo†. (Gál 6:4.)

Gozo eterno. Jehová prometió restaurar a su pueblo Israel después de su cautiverio en Babilonia. Les llevó de regreso a Jerusalén en 537 a. E.C. y ellos se regocijaron en gran manera cuando se colocó el fundamento del templo. (Isa 35:10; 51:11; 65:17-19; Esd 3:10-13.) Pero la profecí­a de Isaí­as (65:17) tiene un cumplimiento mayor en la instauración de †œun nuevo cielo y una nueva tierra† que hará que toda la humanidad tenga gozo para siempre bajo la †œNueva Jerusalén†. (Rev 21:1-3.)
La iniquidad, la enfermedad y la muerte impiden que en la actualidad las personas tengan un gozo pleno. Pero en armoní­a con la regla bí­blica: †œEl rey sabio dispersa a los inicuos†, Jesucristo, en calidad de rey, pondrá fin a todos los enemigos de Dios y de la justicia. (Pr 20:26; 1Co 15:25, 26.) De esta manera desaparecerán todos los obstáculos que impiden que se disfrute de un gozo completo, pues incluso †œla muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor†. (Rev 21:4.) El sentir pesar por los que han muerto habrá terminado por completo; habrá sido erradicado por medio de la resurrección de los muertos. Este conocimiento consuela a los cristianos incluso en la actualidad, y por esta causa no se †œ[apesadumbran] […] como lo hacen también los demás que no tienen esperanza†. (1Te 4:13, 14; Jn 5:28, 29.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Sumario: 1. El gozo en el AT: 1. Terminologí­a; 2. Los gozos terrenos; 3. El gozo por las maravillas de Dios; 4. Israel, comunidad de gozo; 5. El gozo mesiánico; 6. El gozo eterno con Dios. II. El gozo én el NT:! Terminologí­a; 2. El evangelio como gozo: a) El preludio, b) El gozo por la presencia de Cristo, c) Un gozo desconocido, d) La †œhora† de Jesús. 3. El gozo de la comunidad cristiana; 4. La enseñanza apostólica; a) La fuente del gozo cristiano, b) El gozo en el sufrimiento por Cristo; 5. El gozo sin fin.
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1. ELGOZOENELAT.
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1. Terminologí­a.
La lengua hebrea, más bien parca en sinónimos, se muestra rica en raí­ces verbales (se han contado 13) y en vocablos (27) para expresar la variedad de sentimientos y de manifestaciones externas del gozo, especialmente religioso. Las principales raí­ces son gil, exultar, jubilar, con manifestaciones variadas y referidas a la alabanza de Dios; samah, alegrarse, y simhah, alegrí­a, muchas veces en paralelo con gil; sis gozar, y sasón, gozo; ranan, aclamar, rena-nah, júbilo; rwn, voz de júbilo.
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2. Loz Gozos terrenos.
El AT concede amplio espacio a los gozos terrenos, considerados como un don de Dios (Qo 2,24; Qo 3,13 y derivados del uso moderado de los bienes derramados por el Creador en el mundo y en las relaciones humanas, como una pausa de serenidad para aliviar las insoslayables tribulaciones. El vino está hecho para alegrar el corazón del hombre (Jc 9,13; Sal 104,5 Si 21,27s); causa de gozo es el fruto del trabajo Qo 4,22), la cosecha de frutos, la vendimia, la siega, celebradas con festejos (Is 16,10; 1s9,2 Ps 126,5s). Ocasión de alegrí­a colectiva son también algunos acontecimientos públicos: una victoria militar (IS 18,6), la consagración del rey (IR 1,40), la dedicación de las murallas de Jerusalén después de su destrucción Nc 12,43), la vuelta de los prisioneros (Ps 126,5s).
Se le concede un relieve especial a ciertos gozos más gratificantes: la armoní­a familiar (Dt 12,7;
Sal 118,25), una mujer virtuosa (Pr 5,18; Qo 9,9; Si 26,1-4; 1s62,5), la descendencia(IS 2,1; 1S2,5;
Sal 113,9).
Todos estos gozos son un premio para el que tiene fe en los compromisos de la alianza con Dios
Dt28,3-6), que los niega, porel contrario, a los prevaricadores (Dt 28,16-19; Dt 28,30-33; Jr 33,11). El
Señor condena solamente el gozo por el mal cometido (Pr 2,14). Un corazón alegre le va bien a la salud
S117,22) y ahuyenta la melancolí­a y la preocupación por la caducidad de los bienes de este mundo (Qo
2,24s; 3,13.22).
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3. EL GOZO POR LAS MARAVILLAS DE Dios.
El israelita creyente manifiesta, especialmente en la oración, un asombro lleno de gozo por las maravillas de la creación, que revelan la gloria de Dios (SaI 8; SaI 19,2-7; SaI 104). La experiencia histórica del pueblo ofrece, en las intervenciones incluso clamorosas de Yhwh que subrayan las grandes etapas de su designio de salvación y que atestiguan su misericordia incansable, motivos urgentes de gratitud exultante SaI 78; SaI 103; SaI 105; SaI 126). El pecador recupera el gozo en el perdón de Dios (SaI 51,10; SaI 51,14). La fuente del gozo está en Dios (SaI 33,21; SaI 37,4; SaI 104,34; JI 2,23; Ha 3,18); es gozo su palabra (Jr15,16)ysu ley (Ps 119,14.16. 111.143.162;Ne 8,16).
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4. Israel, comunidad de gozo.
El gozo de cada uno de los creyentes se convierte en gozo coral, afectando a toda la comunidad reunida en la presencia de Dios y en su †œcasa†, el templo, adonde se iba en peregrinación en los dí­as de fiesta SaI 42,5 43,3s; SaI 68,4-9; SaI 95, Is; SaI 100,2; Is 30,29; Is 56,7). El Salterio traduce en poesí­a yen oración la fe, la esperanza y el amor de Israel a su Dios, que daban un tono de júbilo a las festividades judí­as con himnos, cánticos, coros, música y danzas (Sa147,2; Sa147,7 81,2s; SaI 89,16 95,ls; SaI 98,4-6 105,2s; SaI 149,3).
El sábado dedicado al Señor era la †œdelicia† de Israel (Is 58,13); las fiestas anuales, dí­as hechos por Dios para el gozo de su pueblo (SaI 118,24), eran verdaderas explosiones de júbilo, como las fiestas de las semanas y la de las chozas (Dt 16,11; Dt 16,14). Los libros históricos del AT resaltan la atmósfera de gozo del dí­a de la / pascua en circunstancias particularmente importantes para la historia de Israel, por ejemplo la pascua que vio reunidos a los israelitas que estaban ya divididos en dos reinos (2Cr 30,2 1-25). Después de regresar del destierro en Babilonia se celebraron con especial júbilo la fiesta de la dedicación del templo y de la restauración del culto, y la fiesta de las chozas o de los tabernáculos (Esd 6,16-22; Ne 8,17
Los sacrificios ofrecidos en el templo tení­an que ser una manifestación de gozo (Dt 12,12 cf ICrón Dt 29,22; 2Cr 29,30). El gracioso Ps 133 expresa la felicidad de la asamblea sagrada con la metáfora del aceite perfumado, que envuelve en una atmósfera de dulzura a los que participan de la misma alegrí­a (cf también SaI 23,5 45,8s; Qo 9,7s), y con la del rocí­o, imagen del gozo (Is 26,19) y de la bendición divina, porque está en el origen de la fertilidad de la tierra santa (Gn 25,28; Gn 25,39).
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5. El gozo mesiánico.
La liturgia hací­a revivir a Israel su pasado glorioso y alimentaba sus esperanzas en la suprema intervención salví­fica de Dios, que habí­a prometido enviar al mesí­as para inaugurar los tiempos de un nuevo gozo (Is 9,9, citado por Mt 4,12-16). La redención mesiánica se ve en la perspectiva de un éxodo, grandioso y lleno de júbilo, que dará a luz al nuevo pueblo de Dios, lo mismo que el éxodo de Egipto habí­a dado origen al antiguo Israel (Dt 32,5-10). El anuncio de la redención es una invitación al gozo (So 3,14; JI 2,21; JI 2,23; Lm 4,21), a la †œalegrí­a y gozo para siempre† (Ba 4,23; Ba 4,
En el nuevo éxodo exultará igualmente toda la creación: el desierto florecido, los cielos, las montañas, las profundidades de la tierra, los bosques (Is 35,ls; 44,23), porque Yhwh consolará a Sión (Is 49,13). Los rescatados entrarán en procesión en Jerusalén †œentre gritos de júbilo y alegrí­a eterna† (Is 35,10; Is 51,11), un gozo precioso y sin lí­mites (Is 61,3; Is 61,7; Is 61,10). La ciudad santa será †œun gozoJ†™ para sus hijos (Is 65,18s; 66,10.14) e Israel acogerá jubiloso al rey mesí­as, manso y pací­fico (Za 9,9).
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6. El gozo eterno con Dios.
La felicidad de vivir en la presencia de Dios y la profunda emoción que acompañaba al ejercicio del culto en el templo, se proyectan en el Ps 16,11 hacia una inefable saciedad de gozo más allá de los confines de la vida terrena: †œMe enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu presencia, alegrí­a perpetua a tu derecha†. Esta misteriosa intuición del salmista viene después de haber invocado la protección de Dios, confirmando la fidelidad del Señor como su sumo bien y su horror por el culto a los í­dolos, y declarando la exultación de todo su ser por tener siempre delante al Señor, en la certidumbre de que ni siquiera la tumba y la corrupción podrán poner fin a su gozo: Dios no lo engañará y la comunión con él, í­ntimamente saboreada en la tierra, será indestructible (Pedro y Pablo refieren las palabras del salmo a Cristo resucitado y glorioso: Hch 2,25-27; Hch 13,35).
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II. EL GOZO EN EL NT.
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1. Terminologí­a.
En el NT el gozo se expresa con tres familias de vocablos: el verbo jaí­ro, gozar (usado también en la fórmula de saludo: jaí­re), y el sustantivo jara, gozo, indican el sustrato del gozo, el estado de bienestar que éste produce; el verbo euphraí­nd, alegrar, y euphrosyne, alegrí­a, con un significado que no se distingue claramente átjairdy dejara; el verbo agalliáó (agalliáomai), exultar, y el sustantivo agallí­asis, exultación, indican a menudo las manifestaciones externas de la alegrí­a, especialmente en el culto.
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2. El Evangelio como gozo.
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a) El preludio.
En el NT el gozo religioso refleja la nueva realidad de los últimos tiempos de la historia de la salvación. Sobre todo en Lc yen Ac aparece con mayor frecuencia el tema del gozo, que en Lc 1-2 es como un hilo conductor de la narración.
El anuncio de la concepción del precursor de Jesús es portador de †œgozo y alegrí­a† y serán muchos los que †œse alegrarán por su nacimiento† (Lc 1,14; Lc 1,58). El mismo Juan, en el seno de su madre, da un salto de gozo ante las primeras palabras de Marí­a (Lc 1,44).
En el saludo de Gabriel a la Virgen, el jaire inicial (Lc 1,28) es traducido por un gran número de exegetas como †œalégrate†, en vez de †œave† o de †œsalve†, en relación con otros textos proféticos que anunciaban el gozo mesiánico (So 3,14; JI 2,21; Za 9,9; Lm 4,21). El Magní­ficat de Marí­a es una explosión de gozo por las †œgrandes cosas† realizadas en ella por la omnipotencia y la santidad de Dios, con que comienza el cumplimiento de las promesas de salvación hechas a los antiguos padres de Israel (Lc 1,46-55). En Belén un ángel †œevangeliza† a los pastores el nacimiento del mesí­as como †œuna gran alegrí­a† para todo el pueblo de Dios (Lc 2,10).
Hay que advertir que Lucas es el único que usa constantemente el verbo †œevangelizar† (10 veces en el evangelio y 15 veces en los Hechos), casi como una referencia implí­cita al alegre anuncio del ángel, que da el tono al mensaje en la buena nueva.
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b) El gozo por la presencia de Cristo.
El tiempo en que Jesús mesí­as anuncia la llegada del reino de Dios a la tierra es un tiempo de gozo, como el de un banquete de bodas(Lc 5,34; Mt 9,15; Mc 2,19); Juan Bautista, en referencia a Cristo, se define como †œamigo del esposo†, cuya voz escucha jubiloso después de haber llevado a cabo la misión de preparar al pueblo para su acogida (Jn 3,29).
El gozo del tiempo del evangelio se proyecta hacia atrás, a los siglos de la promesa y de la esperanza, a Abra-hán, que saltó de alegrí­a al ver †œel dí­a† del mesí­as (Jn 8,58). La imagen tradicional del banquete para indicar el conjunto de los bienes mesiánicos se encuentra con frecuencia en Lc (son propios suyos los vv. 14,15; 22,16; cf 16,22 y 22,30).
Los 72 discí­pulos enviados por Jesús para anunciar el reino de Dios vuelven llenos de gozo por los prodigios que han acompañado a su predicación, y el maestro. les invita a alegrarse más bien por el hecho de ser contados entre los elegidos (Lc 10,17-20).
El mismo Jesús, †œlleno de gozo bajo la acción del Espí­ritu Santo† (Lc 10,21, expresión única en el NT), alabó y glorificó al Padre por haber revelado a los †œpequeños† los misterios del reino. La gente que sigue a Jesús goza al ver las cosas admirables que realiza (Lc 13,17), y no es difí­cil ver en el elogio de una mujer a la madre de Jesús la alegrí­a de haber podido escuchar a su Hijo (Lc 11,27).
El admirable trí­ptico de las parábolas de la misericordia de Lc 15 expresa en un crescendo acuciante el gozo por la conversión del pecador que ha vuelto al Padre: un gran gozo entre los hombres de la tierra y gozo mayor todaví­a en el cielo (Lc 15,6s.9s). El padre de la parábola del hijo pródigo, que es realmente la parábola de la prodigalidad del amor del Padre, ordena un insólito y necesario banquete por haber encontrado de nuevo a su hijo (Lc 15,176; Lc 15, con el uso del verbo euphraí­no que no se encuentra en ningún otro sitio los evangelios).

En el encuentro con Zaqueo, el publicano marginado y despreciado de todos, el comportamiento de Jesús, que se autoinvita a casa del †œpecador†, escandaliza a la gente, pero llena de alegrí­a al publicano salvado (Lc 19,6). En ví­speras de la pasión, la entrada mesiánica triunfal de Jesús en Jerusalén desencadena la alegrí­a de †œtodos los que iban con él† (Lc 19,37s).
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c) Un gozo desconocido.
La última †œbienaventuranza† del sermón de la montaña anuncia para el futuro el gozo y la alegrí­a a los que sean insultados, perseguidos y acusados falsamente por causa de Cristo, ya que será grande su recompensa en el cielo (Mt 5,1 Is; cf Lc 6,22s). El AT conoce el gozo después del sufrimiento (Is 35,10; 1s51,11; Is 61,7; SaI 126,5), pero no el gozo en el sufrimiento, ignorado también en el judaismo. Es un gozo totalmente nuevo, paradójico y original en la enseñanza de Cristo.-La bienaventuranza de los afligidos que serán consolados (Mt 5,4) es en Lc 6,21: †œDichosos los que ahora lloráis, porque reiréis†: es el único texto del NT en que aparece el verbo gheláo, reí­r, en sentido religioso.
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d) La †œhora †œde Jesús.
En el cuarto evangelio esta †œhora† es, desde el punto de vista de los hechos exteriores, la muerte dolorosa de Jesús; pero en la perspectiva del designio divino de la salvación que llega a su cumplimiento es también la hora de la glorificación del Hijo obediente al Padre en su inmolación como ví­ctima de redención. El drama de la pasión dará sus frutos de gozo en el tiempo de la Iglesia. Los discí­pulos de Jesús, durante la última cena, están tristes porque les anuncia su separación, pero el maestro les asegura que lo verán de nuevo: †œVuestro corazón se alegrará y nadie os quitará ya vuestra alegrí­a† (Jn 16,22). Efectivamente, los discí­pulos se alegran al ver al resucitado (Jn 20,20) con una alegrí­a llena de asombro Lc 24,41); y, después de que Cristo volvió a su Padre, ellos regresaron a Jerusalén †œcon gran alegrí­a† Lc 24,52, es la conclusión del tercer evangelio).
El gozo estable de los discí­pulos nace de su fecunda comunión de voluntad y de amor con el Cristo glorioso (Jn 15,lOs), de la certeza de ser siempre escuchados cuando recen en su nombre (Jn 16,23s); y será completo, pleno, perfecto, imposible de suprimir e imperecedero (Jn 15,11; Jn 16,24 el gozo †œpleno† es una expresión tí­pica Jn), ya que será el gozo mismo de Cristo el que se derramará en sus corazones Jn 17,13) por la riqueza de los dones salví­ficos derivados de su muerte y de su gloria.
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3. El gozo de la comunidad cristiana.
El gozo saboreado de antemano por la asamblea sagrada de Israel es, en su plenitud, la caracterí­stica del nuevo pueblo de Dios reunido en la Iglesia desde el dí­a de pen-tecostés por el Espí­ritu Santo (Hch 2,46), que marcará además el comienzo del gozo en la persecución y en los ultrajes que padecen los apóstoles por el nombre de Cristo (Hch 5,41 †œllenos gozo y del Espí­ritu Santo† en Hch 13,52).
El anuncio del evangelio sembrará el gozo en Samarí­a (Hch 8,8) y en todos los que, como el ministro de la reina de Etiopí­a y el carcelero de Fi-lipos, entren en el reino de Dios (Hch 8,39; Hch 16,34).
Bernabé, enviado a Antioquí­a por la comunidad de Jerusalén, comprobará con gozo los primeros éxitos de la predicación evangélica entre los paganos (Hch 11,23), que a su vez se alegrarán por haber sido constituidos herederos de las promesas de salvación hechas a Israel (Hch 13,48). Las conquistas de Pablo entre los paganos son acogidas con gozo por las comunidades cristianas de Fenicia y de Samarí­a Hch 15,3), y los paganos se alegran porque los apóstoles los declaran libres de la ley de Moisés Hch 15,31).
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4. La enseñanza apostólica.
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a) La fuente del gozo cristiano.

En el escrito apostólico más antiguo está ya presente, en un contexto concreto, el gozo que es el don de Cristo. Los fieles de Tesalónica se han hecho imitadores de Cristo y de Pablo, †œrecibiendo la predicación con el gozo del Espí­ritu Santo† (lTs 1,6). A pesar de la persecución (lTs 2,14 3,3s), los cristianos han experimentado la bienaventuranza evangélica, porque nadie se alegra en el sufrimiento apoyado sólo en la virtud natural. En sus cartas, Pablo afirmará que la alegrí­a es realmente †œfruto del Espí­ritu Santo† Ga 5,22), junto con †œel amor, la paz, la generosidad, la benignidad, la bondad, la fe; un fruto diferenciado que se unifica en su única fuente, el Espí­ritu, y que afecta a toda la vida cristiana personal. La alegrí­a totalmente espiritual es la que da el tono a la fe (2Co 1,24; Flp 1,25), la que nutre la esperanza (Rm 12,12 ): †œQue el Dios de la esperanza llene de alegrí­a y paz vuestra fe, y que la fuerza del Espí­ritu Santo os colme de esperanza (Rm 15,13); la caridad se derrama igualmente en los corazones por medio del Espí­ritu Santo que reciben (Rm 5,5). Dios quiere a los cristianos †œsiempre alegres† en la oración incesante yen la acción de gracias (lTs 5,16-18). El gozo permanente se alimenta de la comunión con Cristo (Ph 4,4s). En una palabra, †œel reino de Dios es… gozo† (Rm 14,17), y el anuncio evangélico de nuestra comunión con el Padre y el Hijo es plenitud de gozo (1Jn 1,4; 2Jn 12).
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b) El gozo en el sufrimiento por Cristo.
El tema, ya presente en Ac, vuelve a aparecer con insistencia sobre todo en la experiencia personal de Pablo. Al final de un sumario provisional de sus trabajos apostólicos, proclama que está siempre alegre 2Co 6,10), †œlleno de consuelo y de alegrí­a en medio de todas mis penalidades† (2Co 7,4). Ni siquiera las contrariedades que proceden de dentro de la comunidad le impiden sentirse dichoso (Ph 1,17s). Todo lo soporta con gozo por el provecho de los fieles y para completar en su carne †œlo que falta a la pasión de Cristo por su cuerpo†™ (Col 1,24); incluso su martirio serí­a un motivo de alegrí­a para él y para todos (Ph 2,17s).
La carta a los Hebreos (12,2) propone a los cristianos perseguidos el ejemplo de Cristo, el cual, †œpara obtener la gloria que se le proponí­a, soportó la cruz, soportando valientemente la ignominia†. Jesús renunció a una vida feliz (Flp 2,6) y rechazó la tentación del poder y de la gloria terrena (Lc 4,6; Jn 6,15), escogiendo una muerte cruel y considerada como ignominiosa. Los fieles perseguidos y privados de sus bienes aceptan por eso mismo su despojo, †œconscientes de estar en posesión de una riqueza mejor y permanente† (Hb 10,34).
Santiago (1,2) exhorta a los cristianos atener como suprema alegrí­a las diversas pruebas† a que pueden verse sometidos.
El texto de la 1 Pe 1,6-9, que es casi un comentario a la bienaventuranza evangélica de la persecución, invita a los cristianos severamente probados (1 P IP 4,12) a considerar la tribulación como una ocasión de demostrar la pureza de su fe, y por amor de Cristo, a †œalegrarse con un gozo inenarrable y radiante† con vistas a la obtención de la salvación.
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5. El gozo sin fin.
Los siervos fieles entrarán †œen el gozo† de su Señor (Mt 21,23); y el Apocalipsis recoge el tema profético de los cielos nuevos y de la tierra nueva en la Jerusa-lén celestial, en la que ya no habrá llanto ni dolor Ap 21,1-4; 1s65, ?? 1s9, que lleva hasta su grado más alto la expresión del gozo). Los redimidos participarán del banquete de bodas del cordero con su esposa, la Iglesia, en medio del regocijo y la alegrí­a general (Ap 19,7s). El alborozo del cielo se traduce en un coral litúrgico de gozo, que con himnos y exclamaciones recorre todo el libro.
En conclusión, †œel cristianismo fue una explosión de gozo y es todaví­a hoy para cada alma entusiasmo de vivir… El que no exulta en lo más í­ntimo de su ser sacudido por esta novedad, no es cristiano† (L. Cerfaux, La théologie de la gráce selon St. Paul, en †œLa Vie Spirituelle† 353 [1950] 5).
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BIBL.: Saebo M., †œsr, en DTMATI; Westermann C, gil, en DTMATI, 591-596; GLNTI, 51-58; III, 1199- 1210; DCBNT772-783; DSAMVIU, 1236-1243; Humert P., †œLae-tarietexultare†dansle vocabulaire religieuxde PAT, en †œRHPR† 22 (1941) 186-214; Spicq C, Théologie morale du NT, Gabalda, Parí­s 1965, 155-158; DupontJ., Les Beatitudes II, Gabalda, Parí­s 1969, 319-345; Navone J., Lucanjoy, en †œScripture† 20(1968)49-62; Beaupere N., Sí­. Pauletlajoi, Cerf, Parí­s 1-93; Morrice W.G., †œJoy†in the NT, The Parternoster Press, Exeter 1984.
5. Garo falo
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Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

La revelación del Dios creador y salvador provoca en el hombre un gozo desbordante. ¿Cómo contemplar la *creación sin proclamar: “Yo tengo mi gozo en Yahveh” (Sal 104, 34) y sin desear que Dios se regocije en sus *obras (104,31)? Frente a Dios, que actúa en la historia, el gozo invade al que no es insensato (92,5ss) haciéndose comunicativo: “Venid, gritemos de alegrí­a a Yahveh…, la roca de nuestra salvación (95,1); “Alégrense los cielos y salte de júbilo la tierra… ante Yahveh, pues viene” (96,1lss). Y si viene, es para invitar a sus siervos fieles a entrar en su propio gozo y para abrirles el acceso al mismo (Mt 25,21).

AT. I. LAS ALEGRíAS DE LA VIDA. Las alegrí­as de la vida humana son un elemento de las *promesas de Dios (Dt 28,3-8; Jer 33,11), que castiga la infidelidad con su privación (Dt 28,30-33.47s; Jer 7,34; 25,10s). El humilde gozo que el hombre halla con la mujer que ama (Ecl 9,9), en el fruto de su trabajo (3,22), alimentándose y divirtiéndose un poco (2, 24; 3,12s) resiste a la crí­tica despiadada del mismo Eclesiastés, que alaba este gozo, con el cual puede el hombre olvidar las calamidades de la vida; es la parte que Dios le otorga (5,16-19). En efecto, el *vino fue creado para proporcionar alegrí­a (Jue 9,13; Sal 104,15) a quien lo usa con moderación (Eclo 31,27); así­ la *vendimia misma es tiempo de alegrí­a (Is 16,10), al igual que la siega (*mies) (Sal 126,5s). En cuanto al gozo de que una mujer colma a su marido con su gracia y su virtud (Prov 5,18; Eclo 26,2.13), es la imagen de los goces más altos (Is 62,5); para los esposos la fecundidad es causa de júbilo (1Sa 2,1.5; Sal 113,9; cf. Jn 16,21), sobre todo si su hijo es bueno (Prov 10,1).

Además de las alegrí­as ruidosas de los grandes dí­as, coronación del rey (IRe 1,40), victoria (ISa 18,6) o regreso de prisioneros (Sal 126,2s), hay otras que no se pueden comunicar a un extraño (Prov 14,10). El sabio conoce el valor de esta alegrí­a del corazón, que es incluso factor de buena salud (Prov 17,22) y a la que se puede contribuir con una buena palabra (12,25) o con una mirada benévola (15,30). Dios condena sólo los goces perversos, los que se persiguen haciendo mal (2,14), en particular la alegrí­a maligna que la desgracia del justo procura a sus enemigos (Sal 13,5; 35,26).

II. LAS ALEGRíAS DE LA ALIANZA. Dios, de quien vienen las sanas alegrí­as de la vida, ofrece a su pueblo otras más altas: las que ha de hallar en la fidelidad a la alianza.

1. Alegrí­as del culto comunitario. En el *culto halla Israel el gozo de *alabar a Dios (Sal 33,1), que se ha dignado ser su rey (Sal 149,2) y que le invita a regocijarse en su *presencia (Dt 12,18); *gusta también la suavidad de una reunión fraterna (Sal 133). Halla así­ el medio de resistir a la tentación de los cultos cananeos, cuyos ritos sensuales son abominados por Dios (Dt 12,30s; 23,18s). Las *fiestas se celebran en un clirr de entusiasmo y de júbilo (Sal 42,5; 68,4s; 100,2) y recuerdan al pueblo “el *dí­a que ha hecho el Señor para su gozo y su alegrí­a” (Sal 118,24); algunas de estas celebraciones han hecho época, por ejemplo, la pascua de Ezequí­as (2Par 30, 21-26), la del retorno del exilio (Esd 6,22) y sobre todo la fiesta de los tabernáculos, en que Esdras, después de haber hecho leer la ley, proclamó: “Este dí­a es santo… No os aflijáis: el gozo de Yahveh es nuestra fuerza” (Neh 8,10). Para fomentar este gozo plenario prescribe la ley al pueblo que vaya a surtirse en la fuente, reuniéndose en Jerusalén para las tres fiestas anuales a fin de obtener las *bendiciones divinas (Lev 23,40; Dt 16,11.14s). En esta fuente desea Dios que todas las naciones vayan a proveerse (Is 56,6s).

2. Gozos de la fidelidad personal. Este gozo, ofrecido a todos, es la parte de los *humildes, que constituyen el verdadero pueblo de Dios (Sal 149,4s); como Jeremí­as, devoran la *palabra divina, que es la alegrí­a de su corazón (Jer 15,16); ponen su gozo en Dios (Sal 33,21; 37,4; Jl 2, 23) y en su ley (Sal 19,9), que es su tesoro (119,14.111.162) y que constituye sus delicias en medio de la angustia (119,143); estos humildes *buscadores de Dios pueden, pues, regocijarse (34,3; 69,33; 70,5; 105, 3), justiftcados como están por la *gracia (32,10s) y por la *misericordia de Dios (51,10.14). Su unión confiada con este Señor, que es su único *bien (16,2; 73,25.28), les hace entrever perspectivas de gozo eterno (16,9ss), del cual es un gusto anticipado su intimidad con la sabidurí­a divina (Sab 8,16).

3. Gozos escatológicos. Israel vive, en efecto, en la esperanza. Si el culto le recuerda las altas gestas de Dios, y en primer lugar el Exodo, es para hacerle desear un nuevo *éxodo en el que se revele el Dios sin igual, salvador universal (Is 45,5.8.21s). Entonces será el gozo mesiánico, cuya superabundancia anunciaba Isaí­as (9, 2); el desierto exultará (35,1); ante la acción de Dios gritarán los cielos de alegrí­a, la tierra se gozará (44, 23; 49,13), al paso que los cautivos liberados llegarán a Sión dando gritos de alegrí­a (35,9s; 51,11) para ser allí­ revestidos de salud y de justicia (61,10) y para gustar el gozo eterno (61,7) que colmará su esperanza (25, 9). Entonces los servidores de Dios cantarán, lleno el corazón de gozo, en una *creación renovada, porque Dios creará a Jerusalén “gozo” y a su pueblo “alegrí­a”, a fin de regocijarse en ellos y de procurar a todos un júbilo sin fin (65,14.17ss; 66,10). Tal es el gozo que Jerusalén aguarda de su Dios, el santo y el eterno, cuya misericordia va a salvarla (Bar 4, 22s.36s; 5,9). El artí­fice de esta obra de salvación es su rey, que viene a ella en humildad ; acójalo ella en la exultación (Zac 9,9).

NT. I. EL GOZO DEL EVANGELIO. Este rey humilde es Jesucristo, que anuncia a los humildes el gozo de la salvación y se lo da con su sacrificio.

1. El gozo de la salvación anunciado a los humildes. La venida del salvador crea un clima de gozo que ha hecho sensible Lucas, más que los otros evangelistas. Aun antes de que se regocijen con su nacimiento (Lc 1, 14), en la visita de Marí­a salta de gozo el precursor en el seno de su madre (1,41.44); y la Virgen, a la que la salutación del ángel habí­a invitado a la alegrí­a (1,28: gr. khaire = alégrate), canta con tanto gozo como humildad al Señor que se ha hecho su hijo para salvar a los humildes (1,42.46-55). El nacimiento de Jesús es un gran gozo para los ángeles que lo anuncian y para el pueblo al que viene a salvar (2,10.13s; cf. Mt 1, 21); este nacimiento colma la esperanza de los justos (Mt 13,17 p) que, como Abraham, exultaban ya al pensar eri él (Jn 8,56).

En Jesús está ya presente el reino de Dios (Mc 1,15 p; Lc 17.21); Jesús es el esposo cuya voz arrebata de gozo al Bautista (Jn 3,29) y cuya presencia no permite a sus discí­pulos *ayunar (Lc 5,34 p). Estos tienen la alegrí­a de saber que sus *nombres están escritos en los cielos (10,20), porque son del número de los pobres, a los que pertenece el reino (6,20 p), tesoro por el cual se da todo con alegrí­a (Mt 13,44); y Jesús les ha enseñado que la *persecución, confirmando su certeza, debí­a intensificar su alegrí­a (Mt 5,10ss p).

Los discí­pulos tienen razón de regocijarse de los *milagros de Jesús que atestiguan su misión (Lc 19,37ss); pero no deben poner su alegrí­a en el poder milagroso que Cristo les comunica (10,17); no es sino un medio, destinado no a procurar una vana alegrí­a a hombres como Herodes, curioso de lo maravilloso (23,8). sino a hacer que sea Dios alabado por las almas rectas (13,17) y a atraer a los pecadores al salvador, disponiéndolos a acogerlo con alegrí­a y a *convertirse (19,6.9). De esta conversión se regocijarán los discí­pulos como buenos hermanos (15,32), como se regocijan en el cielo el Padre y los ángeles (15,7.10.24), como se regocija el buen *pastor, cuyo amor ha salvado a las ovejas extraviadas (15,6; Mt 18,13). Pero para compartir su gozo hay que amar como él ha amado.

2. El gozo del Espí­ritu, fruto de la cruz. En efecto, Jesús, que habí­a exultado de gozo porque el Padre se revelaba por él a los pequeños (Lc 10,21s), da su vida por estos pequeños, sus *amigos, a fin de comunicarles el gozo, cuya fuente es su amor (Jn 15,9-15), mientras que al pie de su cruz sus enemigos ostentan su alegrí­a maligna (Lc 23,35ss). Por la *cruz va Jesús al Padre; los discí­pulos deberí­an regocijarse de ello si le amaran (Jn 14,28) y si comprendieran el fin de esta partida, que es el don del Espí­ritu (16,7). Gracias a este don vivirán de la vida de Jesús (14,16-20) y, porque pedirán en su *nombre, obtendrán todo del padre; entonces su *tristeza se cambiará en gozo, su gozo será perfecto y nadie se lo podrá quitar (14,13s; 16,20-24).

Pero los discí­pulos comprendieron tan poco que la pasión conduce a la resurrección, y la pasión destruye de tal manera su esperanza (Lc 24,21) que el gozo de la *resurrección les parece increí­ble (24,41). Sin embargo, cuando el resucitado, después de haberles mostrado las Escrituras cumplidas y de haberles prometido la fuerza del Espí­ritu (24,44.49; Act 1, 8) sube al cielo, experimentan gran gozo (Lc 24,52s); la venida del Espí­ritu la hace tan comunicativa (Act 2,4.11) como inquebrantable: “están llenos de gozo de ser juzgados dignos de sufrir por el nombre” del salvador, cuyos *testigos son (Act 5, 41; cf. 4,12; Lc 24,46ss).

II. EL GOZO DE LA VIDA NUEVA. La palabra de Jesús produjo su fruto: los que creen en él tienen en sí­ mismos la plenitud de su gozo (Jn 17,13); su comunidad vive en una alegrí­a sencilla (Act 2,46) y la predicación de la buena nueva es en todas partes fuente de gran alegrí­a (8,8); el bautismo llena a los creyentes de un gozo que viene del Espí­ritu (13,52; cf. 8,39; 13,48; 16,34) y que hace que los apóstoles canten en medio de las peores pruebas (16,23ss).

1. Las fuentes del gozo espiritual. El gozo es, en efecto, *fruto del Espí­ritu (Gál 5,22) y una nota caracterí­stica del reino de Dios (Rom 14, 17). No se trata del entusiasmo pasajero que suscita la *palabra y que destruye la tribulación (cf. Mc 4,16), sino del gozo espiritual de los creyentes que, en la *prueba, son *ejemplo (1Tes 1,6s) y que, con su gozosa generosidad (2Cor 8,2; 9,7), con su *perfección (2Cor 13,9), con su unión (F1p 2,2), con su docilidad (Heb 13, 17) y su *fidelidad a la *verdad (2Jn 4; 3Jn 3s) son ahora y serán en el *dí­a del Señor el gozo de sus apóstoles (ITes 2,19s).

La caridad que hace comulgar a los creyentes en la verdad (lCor 13, 6) les procura un gozo constante alimentado por su *oración y su *acción de gracias incesantes (ITes 5,16; F1p 3,1; 4,4ss). ¿Cómo dar gracias al Padre por haber sido transferidos al reino de su Hijo muy amado, sin experimentar alegrí­a (Col 1, llss)? Y la oración. asidua es fuente de gozo y alegrí­a porque la anima la *esperanza y porque el Dios de la esperanza responde a ella colmando de gozo al creyente (Rom 12,12; 15, 13). También Pedro invita a éste a bendecir a Dios con exultación; su *fe, probada por la aflicción, pero segura de obtener la salvación, le procura un gozo inefable, que es un gusto anticipado de la gloria (lPe 1,3-9).

2. El testimonio del gozo en la prueba. Pero este gozo no pertenece sino a la fe probada. Para disfrutar de alegrí­a cuando se revele la gloria de Cristo, es preciso que su discí­pulo se regocije en la medida en que participe de sus sufrimientos (lPe 4, 13). Como su maestro, prefiere acá abajo la *cruz al gozo (Heb 12,2); acepta con gozo verse despojado de sus bienes (Heb 10,34), teniendo por gozo supremo verse puesto a prueba en todas las formas (Sant 1,2). Para los apóstoles como para Cristo, la *pobreza y la *persecución conducen al gozo perfecto.

Pablo, en su ministerio apostólico, saborea este gozo de la cruz; es un elemento de su testimonio: los ministros del Señor, “afligidos”, están “siempre gozosos)) (2Cor 6,10). El apóstol sobreabunda de gozo en sus tribulaciones (2Cor 7,4); con un desinterés total, se regocija con tal que se anuncie a Jesucristo (Flp 1,17s) y halla su gozo en sufrir por sus fieles y por la Iglesia (Col 1,24). Invita incluso a los filipenses a compartir el gozo que experimentarí­a él en derramar su sangre como supremo testimonio (Flp 2,17s).

Conclusión. La comunión en el gozo eterno. Pero la prueba tendrá fin, y Dios *vengará la *sangre de sus servidores juzgando a Babilonia, que se ha embriagado de ella; entonces habrá alegrí­a en el cielo (Ap 18,20; 19,1-4), donde se celebrarán las nupcias del *cordero; los que tomen parte en ellas darán gloria a Dios en la alegrí­a (19,7ss). Tendrá lugar la manifestación y el despliegue del gozo perfecto, que desde ahora es la parte de los hijos de Dios; porque el Espí­ritu que les ha sido dado los hace comulgar con el Padre y con su Hijo Jesucristo (tJn I,2ss; 3,1s.24).

–> Amor – Bienaventuranza – Blanco – Consolación – Esperanza – Fiesta – Risa – Tristeza.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Los términos híblicos son: el heb. śimḥâ, el verbo śāmēaḥ, que aluden también a su expresión externa (cf. el cognado ár., que significa “estar excitado”), y menos frecuentemente gı̂l (verbo y sustantivo); el gr. jara (verbo jairō), y agalliasis (frecuentemente utilizado en la LXX, que corresponde a śimḥâ), que significa gozo intenso.

Tanto en el AT como en el NT el gozo es la marca constante tanto del cristiano, individualmente, como de la iglesia en forma corporativa. Es una cualidad y no simplemente una emoción, basada en Dios mismo, y desde luego derivada de él (Sal. 16.11; Fil. 4.4; Ro. 15.13), que caracteriza la vida del cristiano en la tierra (1 P. 1.8), a la vez que anticipa escatológicamente el gozo de estar con Cristo para siempre en el reino de los cielos (cf. Ap. 19.7).

I. En el Antiguo Testamento

Se relaciona el gozo con toda la vida nacional y religiosa de Israel, y se expresa particularmente mediante el entusiasmo bullanguero y tumultuoso en los festivales, sacrificios, y coronaciones (Dt. 12.6s; 1 S. 15.6; 1 R. 1.39s). El gozo espontáneo es un rasgo predominante del salterio, en el que caracteriza tanto la adoración comunal (centrada principalmente en el templo, Sal. 42.4; 81.1) como la personal (Sal. 16.8s; 43.4). Isaías no concibe el gozo en función de lo ritual simplemente (cf. Sal. 126), sino que lo asocia con la plenitud de la salvación de Dios, y por lo tanto (en ‘función de un regocijo cósmico), con la anticipación de un estado futuro (Is. 49.13; 61.10s). En el judaísmo posterior, como resultado, el gozo es un rasgo característico de los últimos días.

II. En el Nuevo Testamento

Los evangelios sinópticos registran la nota de gozo en relación con la proclamación, en sus diferentes formas, de las buenas nuevas del reino: por ejemplo, en el nacimiento del Salvador (Lc. 2.10), en la entrada triunfal (Mr. 11.9s; Lc. 19.37), y después de la resurrección (Mt. 28.8). En el cuarto evangelio es Jesús mismo el que comunica este gozo (Jn. 15.11; 16.24), que luego se manifiesta como el resultado de un profundo compañerismo entre él y su iglesia (cf. 16.22).

En Hechos el gozo caracteriza la vida de la iglesia primitiva. Acompaña al don del Espíritu Santo que reciben los discípulos (Hch. 13.52), se hace presente en los milagros realizados en el nombre de Cristo (8.8), y viene como resultado del hecho y el informe de la conversión de los gentiles (15.3) ; también caracteriza la comida eucarística (2.46).

Pablo utiliza el término jara de tres maneras diferentes. Primero, es motivo de gozo el progreso de los miembros del cuerpo de Cristo en el camino de la fe, y particularmente de los que él ha llevado a Cristo; más aun, los describe como hē jara hēmōn, “nuestro gozo” 1 Ts. 2.19s; cf. Fil. 2.2). En segundo lugar, el gozo cristiano, paradójicamente, puede ser resultado de sufrimiento, y hasta de dolor por la causa de Cristo (Col. 1.24; 2 Co. 6.10; cf. 1 P. 4.13; He. 10.34, etc.), ya que es producido por el Señor y no por nosotros mismos. Finalmente, el gozo es en realidad un don del Espíritu Santo (Gá. 5.22), y en consecuencia es dinámico y no estático. Además, nace del amor—el amor de Dios y el nuestro—, y por consiguiente está estrechamente relacionado con el amor en la lista paulina de elementos que constituyen el fruto del Espíritu. Pero como es un don que puede interrumpirse por el pecado, se requiere que cada creyente comparta el gozo de Cristo por medio de un andar diario con él, y de una práctica diaria de regocijo en el conocimiento de él y de su salvación (1 Ts. 5.16; Fil. 3.1; 4.4; 1 P. 1.8).

Bibliografía. W. Beilner, “Alegría”, °DTB, 1967, cols. 27–32; H. Eerkhof, Palabras claves del evangelio, 1965; E. Ruprecht, “Alegrarse”, °DTMAT, t(t). II, cols. 1041–1049; E. Beyreuther, “Alegría”, °DTNT, t(t). I, pp. 71–83; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1975, t(t). III, pp. 222–232.

La obra clásica sobre el tema es E. G. Gulin, Die Freude im Neuen Testament, 1932; véase tamb, J. Moffatt, Grace in the New Testament, 1931, pp. 168, respecto a la relación entre jara y jaris; E. Beyreuther, G. Finkenrath, NIDNTT 2, pp. 352–361; TDNT 1, pp. 19–21; 2, pp. 772–775; 9, pp. 359–372.

S.S.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico