HAGEO

Ezr 5:1; 6:14


Hageo (heb. y aram. Jaggay, “nacido en dí­a festivo” o “festivo”; aparece también en antiguos sellos heb., inscripto en el asa de un jarrón, e inscripto en un trozo de tiesto o cerámica). Profeta, del perí­odo de la restauración, que Dios usó para inspirar a los exiliados que habí­an regresado a completar la reedificación del templo y autor del libro que lleva su nombre. De Hag. 2:3 se ha inferido que el profeta era un hombre anciano que habí­a visto el 1er templo antes de su destrucción (586 a.C.), y de los vs 10-19 que era sacerdote. Aparte del libro que lleva su nombre, sólo se lo menciona en Ezr 5:1 y 6:14. Fue contemporáneo del profeta Zacarí­as (Ezr 5:1; cf Zec 1:1). Hageo, Libro de. Décimo de los llamados Profetas Menores, dirigido a los judí­os vueltos del exilio en Jerusalén 512. I. Autor y Ambientación. El autor es Hageo.* Cuatro de sus 5 mensajes (el 1º, 3º, 4º y 5º) están fechados con exactitud: dí­a, mes y año del 2º año de Darí­o I, y cubren un perí­odo de unos 3 1/2 meses de fines del 520 a.C. (1:1; 2:1, 10, 20). El otro, el 2º, está fechado con aproximación (1:13-15). Con el retorno, por decreto de Ciro, de unos 50.000 judí­os bajo Zorobabel (536 a.C.) se comenzó la obra de reconstrucción del templo (Ezr_3), pero la inmensidad de la tarea y la interferencia de los enemigos habí­an detenido la obra (cp 4). Como resultado del estí­mulo de Hageo y Zacarias se recomenzó el trabajo (520/19 a.C.) y se lo completó 4 ó 5 años más tarde (c 515 a.C.; cp 6:15). II. Tema y Contenido. El tema del libro es la cooperación activa en la obra de Dios y la seguridad de que el servicio fiel será recompensado ricamente. El libro contiene 5 mensajes que inspiraron al pueblo a levantarse y completar la tarea. La respuesta vigorosa de los dirigentes y del pueblo al 1er mensaje, fechado aproximadamente el 29 de agosto del 520 a.C. -un llamado a levantarse y construir la casa de Jehová que estaba aún en ruinas-, constituye uno de los episodios más brillantes de la historia sagrada (cp 1:1-12). La ardiente obediencia del pueblo originó el 2º mensaje, lo que les dio la seguridad de que Dios estarí­a con ellos en la tarea (vs 13-15). A medida que la obra progresaba era evidente que la nueva estructura distarí­a mucho del templo de Salomón en belleza y tamaño, pero en su 3er mensaje (unas 7 semanas después del 1º) Hageo aseguró a los constructores que el “Deseado de todas las naciones” vendrí­a y llenarí­a “de gloria” la casa (2:1-9). Cuando al fin de 3 1/2 meses la obra de preparación habí­a avanzado al punto de ponerse los fundamentos, un 4º mensaje confirmó que de allí­ en adelante Dios bendecirí­a ricamente a su pueblo por su celo y fidelidad (vs 10-19). Un 2º mensaje el mismo dí­a predecí­a la derrota de las naciones paganas y la designación de Zorobabel como un “sello”, algo muy valioso (vs. 20-23 véase CBA 4:1095- 1097).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(heb., haggay, festivo). Uno de los profetas que el Señor enviara a los judí­os alrededor del año 520 a. de J.C. Se tiene muy poco conocimiento de su historia personal. Vivió un poco después del cautiverio y fue contemporáneo de Zacarí­as (comparar Hageo 1:1 con Zec 1:1).

Después del retorno del cautiverio, los israelitas pusieron el altar sobre su base, estableciendo así­ la adoración diaria y pusieron los cimientos para el segundo templo; después fueron forzados a abandonar la construcción por algunos años.

Sin embargo, durante su reinado, Dario Hystaspes (Esdras 4—6; Hageo; Zacarí­as 1—6) brindó su ayuda y estimuló a los judí­os a continuar y no permitió la oposición. En el segundo año de Darí­o (520) Hageo llevó a cabo su brillante misión de amonestar y animar a los judí­os. Los cinco mensajes breves que conforman su libro están todos fechados, cubriendo sólo tres meses y 23 dí­as; y en esas pocas semanas la situación cambió totalmente de derrota y desánimo a victoria. Zacarí­as apoyó a Hageo en el último mes de su ministerio, según los registros que se tienen (Zec 1:1-6).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Nacido en dí­a de fiesta). Profeta que vivió en los tiempos de †¢Zorobabel y junto con †¢Zacarí­as animó a los que habí­an retornado del exilio para que reconstruyeran el †¢templo (Esd 5:1-2; Esd 6:14). Algunos piensan que las palabras de Age 2:3 sugieren que H. habí­a conocido el primer templo. Si es así­, eso indicarí­a que era persona de mucha edad cuando ejerció el ministerio profético. No se tienen detalles sobre su vida.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF HOMB HOAT

vet, = “festivo”, o “nacido en dí­a festivo”. Profeta contemporáneo de Zacarí­as (cfr. Hag. 1:1 y Zac. 1:1). Profetizó después del retorno del exilio babilónico. La reconstrucción del templo habí­a estado interrumpida durante 15 años. Hageo contribuyó mucho a que se reanudara la reconstrucción (Esd. 5:1, 2; 6:14).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Introducción

EL TEXTO

Se ha dicho que el mejor comentario sobre la Escritura es la Escritura misma. Este es particularmente el caso del libro de Hageo. Los eventos del libro tuvieron lugar durante el segundo año del rey Darí­o (1:1), que es también la ocasión de los primeros capí­tulos de Zacarí­as y parte de Esdras (Zac. 1:1, 7; Esdras 4:24–6:15). Por eso, para tener un cuadro más completo podemos leer esos tres pa sajes lado a lado. Además, nos ayudará leer acerca de la actitud de Dios ante la desobediencia de su pueblo en Deut. 28 y Amós 4.
No se sabe quién puso por escrito el libro de Hageo. Pudo haber sido Hageo mismo. El interés en la autorí­a es un concepto moderno; los libros del ATAT Antiguo Testamento rara vez mencionan quién escribió el texto. En contraste, el nombre de cualquier persona que daba profecí­as casi siempre era registrado. Todas las profecí­as de este libro se atribuyen a Hageo (1:1, 13, 2:1, 10, 20).
El texto del libro está en buena condición. Algunos han propuesto que la repetición de la frase †œen el dí­a 24† (1:15; 2:10) es una señal de que el texto fue adulterado, pero no hay necesidad de crear dificultades. El texto tiene sentido como está.

LOS EVENTOS

El trasfondo de Hageo puede verse en Esd. 1–4. Los desterrados que regresaban habí­an empezado a reconstruir el templo en 536 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (Esd. 3:8), pero habí­an detenido el trabajo como resultado de oposición local (Esd. 4:1–5, 24). En el segundo año del rey Darí­o (520 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) empezaron a construir de nuevo, movidos por la palabra de Dios por medio de Hageo (1:14, 15). La construcción se terminó en 516 (Esd. 6:15), como 70 años después de que el primer templo habí­a sido destruido en la caí­da de Jerusalén en 587 (ver Jer. 25:11, 29:10; Dan. 9:2). (Ver también la gráfica en la pág. 656 y el mapa en la pág. 457.)
El futuro también está en mente. Dios promete que los cambios ambientales y polí­ticos harán que su templo se llene, y que su dirigente será mantenido seguro en el próximo disturbio (2:6, 7, 22, 23).

LA GENTE MENCIONADA EN EL LIBRO

A Hageo simplemente se le menciona como †œel profeta†. No se da ninguna historia familiar y su nombre no aparece en ninguna lista de los desterrados que regresaron. En vista de este silencio, pa rece inútil especular acerca de sus orí­genes. La idea de que él no conocí­a los asuntos sacerdotales por sus preguntas a los sacerdotes en 2:11–13 no es convincente. Dado que su palabra fue puesta por obra prontamente, podemos concluir que él ya habí­a sido aceptado como verdadero profeta.
Darí­o (1:1) es conocido como Darí­o I, hijo de Histaspes, que gobernó Babilonia de 522–486 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo El siguió a Cambises (530–522), que habí­a seguido a su padre Ciro (539–530; ver. Esd. 1).
Zorobabel, el gobernador de Judá era un miembro de la lí­nea real. Era descendiente de Joaquí­n, que fue llevado al exilio en 597 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (2 Rey. 24:15; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 1:11–13). El era hijo de Salatiel, según 1:1. No es fácil relacionar esto con 1 Crón. 3:18, 19, donde dice que era hijo de Pedaí­as. Tal vez hubo una adopción o hasta un matrimonio de levirato que no ha sido registrado (Deut. 25:5, 6). Tal vez la corona no pasó en lí­nea directa, como sucedió en el Reino Unido en el siglo XVIII.
Josué el sumo sacerdote (también llamado Jesúa en Esdras y Nehemí­as), era hijo de Josadac, que habí­a sido llevado al destierro en 587 (1 Crón. 6:15). El era un sacerdote importante, si no ya el sumo sacerdote, desde 537 en adelante (Esd. 2:2, 36, 40; 3:2). Dios tuvo palabra especial para él en Zac. 3 y 6:11–13. Su nombre sugiere †œDios salva†, y es la forma heb. detrás del gr. †œJesús†.
Los descritos en el libro como †œel pueblo† eran el remanente de los que habí­an ido al destierro en Babilonia, y que ahora regresaron a Judea (1:14; Esd. 4:1). Su primer intento de reconstruir el templo habí­a encontrado oposición de la gente que entonces viví­a en Samaria (Esd. 4:17–24).
Aunque no hay referencia explí­cita al Mesí­as venidero, por mucho tiempo se ha pensado que las promesas hechas a Zorobabel (2:23) y a Josué (Zac. 6:11–13) eran de tal naturaleza que encontrarí­an su cumplimiento final en el Mesí­as prometido. Ver también el comentario sobre 2:7.
Podemos señalar que además de los breves †œsí­† y †œno† de los sacerdotes, nadie más habla en el libro excepto Hageo. Ellos sencillamente actúan en res puesta a la palabra de Dios mediante Hageo. Esto resalta el hecho de que la palabra de Dios alcanza su propósito (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 55:10, 11).

LAS PROFECIAS

Hubo cinco profecí­as, en tres dí­as, durante cuatro meses en 520 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Todas ellas vinieron a través de Hageo, y fueron dirigidas a gente especí­fica en cada caso. En esas palabras de profecí­a, Dios deseaba abrir los ojos del pueblo, alentándolos a arrepentirse y a obedecer, y les prometí­a que resultarí­a en bendición.
Un rasgo de la palabra de Dios es su relevancia recurrente en generaciones sucesivas. El cumplimiento de la profecí­a no está limitada necesariamente a una sola aplicación. Puede compararse a la habilidad de lanzar una piedra plana saltando sobre el agua de un lago. En lugar de hundirse cuando toca por primera vez el agua (como sugerirí­a la ley de gravedad), la piedra se eleva y toca la superficie del agua en numerosos lugares por causa de la energí­a giratoria que lleva (cf.cf. Confer (lat.), compare 1. Sam. 3:19–20).
Un ejemplo de esto en las Escrituras es el tema recurrente de la liberación por medio del agua. Noé fue salvado en el arca (Gén. 7:1); más tarde Moisés fue preservado en su arquilla (la misma palabra en heb.; Exo. 2:3); más tarde la gente fue librada en el mar Rojo (Exo. 14:21–29). Este tema se repite en un número de pasajes y llegó a ser parte del simbolismo del bautismo cristiano (p. ej.p. ej. Por ejemplo Jue. 5:21; Isa. 43:2; 51:10; 1 Cor. 10:1, 2).
Por eso, en el libro de Hageo podemos esperar que las palabras de Dios tengan más de un nivel de aplicación. También, como un cumplimiento anticipado de las profecí­as dentro de unos cuantos meses o años, es útil mirar adelante a perí­odos posteriores, especialmente en la vida de Jesús y de la iglesia y, de hecho, en nuestro propio tiempo también.
Esto nos lleva a la frase †œdentro de poco† (2:6). Aunque esto puede darnos la impresión de un perí­odo corto, cuando es visto desde una perspectiva humana, desde la perspectiva de Dios puede ser un corto tiempo, pues para él mil años son como un dí­a (2 Ped. 3:8). Si este es el caso, discernir entonces cumplimientos adicionales de las palabras de Hageo centenares de años después no serí­a una dificultad.
Esto nos trae finalmente a la posible aplicación de las palabras de Hageo a nuestro propio tiempo. Algunos encontrarí­an esperanza para la paz en el monte del templo en Jerusalén, y protección para el moderno Israel en las palabras de Hageo (2:9, 21–23). Otros verí­an una aplicación espiritual de estas promesas en la iglesia, argumentando que el reino de Jesús no es de este mundo (Juan 18:36; véase 1 Cor. 3:26; 6:19; Apoc. 21:22). Otros, por su parte, anticiparí­an el cumplimiento de ambas maneras. Hacemos bien en ser precavidos; pocas personas esperaban que Jesús cumpliera la profecí­a en la manera en que lo hizo. Es más fácil reconocer el cumplimiento de la profecí­a después del evento que antes.

LA MALDICION

Aunque la palabra †œmaldición† no aparece en el libro de Hageo, la descripción de lo que estaba sucediendo al pueblo corresponde muy de cerca a las †œmaldiciones† del Pentateuco, a lo que Dios habí­a prometido hacer a su pueblo si no obedecí­an o escuchaban su voz (Deut. 28). El pueblo habí­a estado bajo la maldición de Dios en el destierro (Zac. 8:13) y evidentemente todaví­a lo estaban, a pesar del hecho de que habí­an regresado a la patria (1:6, 11).
Tal lenguaje puede parecernos extraño, pero necesitamos tener en mente que en la Escritura Dios no solamente bendice; él también maldice. Esto no terminó con la venida de Cristo, el cual maldijo la higuera. Esta historia se desarrolla antes y después de una visita al templo (Mar. 11:12–21), y la acción de Jesús puede verse como un comentario sobre lo que sucederí­a después a la comunidad del templo del pueblo de Dios. El templo, que habí­a sido reconstruido desde el tiempo de Hageo (Juan 2:20), fue destruido en 70 d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo, y el pueblo fue dispersado entre las naciones (Mar. 13:1, 2; Luc. 21:24).
La maldición de Dios todaví­a está en operación hoy en dí­a, puesto que solamente será quitada en el mismo fin, en la era de los nuevos cielos y la nueva tierra (Apoc. 22:3). Los creyentes hacemos bien en captar el efecto dañino y continuo que el pecado tiene en nuestras vidas. Podemos ser librados de cualquier maldición ahora por el arrepentimiento verdadero y completo de cualquier cosa que haya permitido que la maldición opere, pidiéndole a Dios que aplique los efectos de la cruz a nuestras vidas (Prov. 26:2; Gál. 3:12–14).

REPETICION

El uso de la repetición en los textos del ATAT Antiguo Testamento es digno a menudo de tomarse en cuenta. En el libro de Hageo las palabras que Dios dice tienden a ser repetidas. A la gente se le pide cuatro veces reflexionar cuidadosamente en sus caminos (1:5, 7; 2:15, 18); el estado de la casa de Dios y sus casas se compara dos veces (1:4, 9); dos veces se les dice: †œYo estoy con vosotros† (1:13; 2:4); y la instrucción de †œesforzarse† aparece tres veces (2:4). Las listas de desastres que han azotado al paí­s se repiten (1:6, 10, 11; 2:16, 17, 19). De igual manera, la profecí­a acerca de que las naciones serán zarandeadas se repite (2:6, 21, 22).
En vista de la cantidad de repeticiones en tan pocos versí­culos, podemos preguntar cuál podrí­a ser el propósito. Tal vez fue para añadir énfasis; la gen te necesitaba escuchar las cosas más de una vez para que el mensaje pudiera penetrar (2 Ped. 1:12, 13). Otra posibilidad la sugiere la interpretación de José a los sueños del faraón. Los sueños vinieron dos veces para mostrar que Dios estaba firmemente decidido, y que †œpronto† harí­a lo que se habí­a propuesto (Gén. 41:32). Sobre cuánto tiempo podrí­a ser †œpronto†, véase bajo †œLas profecí­as† arriba.

ESTRUCTURA Y TEMA

Los contenidos de la primera mitad del libro se repiten en miniatura en la segunda mitad, como se muestra en el diagrama debajo.
Un tema que surge de esto es que cuando el pueblo de Dios se arrepiente y se vuelve a Dios, y adopta sus requisitos, Dios no solamente responderá con bendiciones para su pueblo, sino que también habrá efectos tormentosos en la sociedad y más allá.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1-11 El mensaje de Dios a los dirigentes de Judá: “Mi casa y vuestras vidas están en ruinas.”

1:12-15 La respuesta del pueblo: “Empieza la reconstrucción”

2:1-9 El mensaje de Dios acerca del nuevo templo: “Yo transformaré vuestras vidas.”

2:10-19 Palabra de Dios sobre la maldición: “La cambiaré en bendición.”

2:20-23 Las promesas de Dios a Zorobabel: “Mantendré seguro a mi dirigente.”
Comentario

1:1-11 EL MENSAJE DE DIOS A LOS DIRIGENTES DE JUDA: †œMI CASA Y VUESTRAS VIDAS ESTAN EN RUINAS.†

1:1–4 ¿Cuál casa primero? El libro empieza estableciendo la fecha (520 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), el pueblo al que la palabra de Dios fue enviada, y por medio de quién fue enviada. (Para mayores detalles véase la Introducción.) Aunque afectaba a toda la comunidad, la palabra fue dada solamente a los dos dirigentes en esta etapa.
El pueblo estaba en contra de construir el templo. Anteriormente habí­a habido intentos de parte delsus vecinos para desalentarlos y atemorizarlos (Esd. 4:4, 5). Sin embargo, no hay indicación de que este fuera todaví­a el caso. Para este entonces el pueblo estaba viviendo en casas enmaderadas. Esta frase implica prosperidad y comodidad, y que la construcción de sus casas estaba completa.
La respuesta del Señor toma las propias palabras del pueblo tiempo y casa. ¿Por qué era tiempo de trabajar en sus casas pero no en la casa de Dios? Al construir para ellos mismos pero no para él, a la gente aparentemente no le importaba si el Señor viví­a entre ellos o no. Su actitud revelaba sus prioridades.
Las palabras †œruinas† (9) y †œsequí­a† (11) son muy similares en el heb. En Israel se pensaba que la lluvia era una bendición (ver Sal. 65:9, 10), y la falta de lluvia era igual a la falta de atención prestada a la casa de Dios.
1:5–11 Abrid vuestros ojos. La gente estaba bajo maldición (Deut. 28:15–68). Un efecto de estar bajo maldición es entrar en confusión, y así­ dejar de reconocer lo que está sucediendo (Deut. 28:28). Este era el caso aquí­. La maldición afectaba su comida, su bebida, su vestido y el dinero. Esta experiencia de dejar de ver la mano de Dios en nuestros problemas es común entre los creyentes hoy en dí­a; no comprendemos los efectos del pecado que toleramos en nuestras vidas (Amós 4). Esto no significa que todos los desastres son por causa del pecado, sino más bien que el pecado tiene consecuencias (Ose. 8:7).
El problema de la gente con el dinero no era que le faltara, puesto que tení­an casas enmaderadas y ganaban jornales (4, 6). Más bien, era que su dinero perdí­a rápidamente su valor. El efecto dañino de la inflación se ve aquí­ como de origen espiritual, un hecho que a menudo es ignorado hoy cuando se hacen intentos por enfrentar la inflación sin investigar las causas subyacentes.
La sequí­a alcanzó hasta al rocí­o (ver Deut. 11:10–17; 28:23). Los efectos marcados de la maldición resaltan más (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 28:18, 38–40). La desobediencia del pueblo habí­a hecho que la clase de vida que se describe en el Sal. 104:10–23 pareciera un sueño distante.
La palabra de Dios sugiere que su casa habí­a de ser reconstruida en el mismo sitio y con el mismo plan (2:20–23). Este propósito era tal que Dios se complacerí­a en él y recibirí­a honra de él. Este sigue siendo su deseo hoy para su pueblo, que funciona como un edificio espiritual (1 Cor. 3:9–17).

1:12-15 LA RESPUESTA DEL PUEBLO: †œEMPIEZA LA RECONSTRUCCION.†

Los dirigentes y el pueblo aceptaron el mensaje de Hageo y actuaron por él. Se nos ha dicho que la gente estaba en contra de la construcción del templo, pero no sabemos si esto se aplicaba también a Josué y a Zorobabel. Si ellos compartí­an el criterio del pueblo, entonces su cambio de corazón fue notable, puesto que sus antepasados se habí­an opuesto a los profetas desde que seguí­an a Moisés en el desierto. Hageo debe haber sabido cómo hablar al pueblo tan bien como a Dios. Parece más fácil ver a los dirigentes como hombres piadosos, capaces de aceptar la palabra de Dios y también capaces de llevar al pueblo con ellos. No es de extrañar que Dios tuviera tan alta opinión de Zorobabel y de Josué (2:23; Zac. 6:11–13).
Una vez que obedecieron, vino un corto mensaje de Dios para el pueblo por medio de Hageo. En vista de la maldición, ellos podrí­an haber esperado: †œYo estoy en contra de vosotros†; en lugar de eso, escucharon a Dios decirles: Yo estoy con vosotros. La maldición de Dios no es una señal de que él haya rechazado a su pueblo; más bien muestra su amor por ellos. El quiere acercarlos de nuevo a sí­ mismo, y usa el desastre para despertarlos (Amós 4:6–11; cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 3:2; Isa. 7:13–25, donde Emanuel significa †œDios con nosotros†).
Cuando ellos humildemente obedecieron la palabra de Dios y empezaron a trabajar, éste los ayudó. Nosotros participamos en obtener la bendición de Dios decidiendo actuar en sumisión a su voluntad (2 Tim. 1:6, 7). En heb. las palabras mensajero y obra son similares. Su uso tan juntas aquí­ nos recuerda que una profecí­a no es una †œbendición† por la cual uno debe estar complacido, sino una instrucción que debe llevar a la acción.
Algunos piensan que la repetición de en el dí­a 24 (15) en 2:10 es una indicación de que el texto esté alterado, pero no hay razón para dudar de su autenticidad.

2:1-9 EL MENSAJE DE DIOS ACERCA DEL NUEVO TEMPLO: †œYO TRANSFORMARE VUESTRAS VIDAS.†

2:2–5 Los propósitos presentes de Dios. Una vez más Dios habló por medio de Hageo; esta vez la palabra vino a los dirigentes y al pueblo junto. Dios respondió a los pensamientos de la gente anciana que recordaba el primer templo y estaba decepcionada con su reemplazo. Estos pueden haber sido vocalizados, como lo habí­an sido antes (cf.cf. Confer (lat.), compare Esd. 3:12), sin embargo, pudieron haber sido pensa mientos secretos. Si esto fue así­, entonces Dios habí­a hablado directamente a las mentes de la gente en una manera que está más allá del conocimiento natural del profeta (cf.cf. Confer (lat.), compare Luc. 7:39, 40). Esto captarí­a su atención.
La instrucción esfuérzate fue dada a Josué, el sucesor de Moisés, en la primera entrada a la tierra prometida (Jos. 1:6, 7, 9, 18). Podemos notar que, tanto en la primera entrada a la tierra prometida como la reentrada en los tiempos de Hageo, habí­a un dirigente llamado Josué. Esto puede ser una mera coincidencia, o bien podemos decidir comparar la última era con la primera. Los dos Josué obedecieron la palabra de Dios de esforzarse, y así­ heredaron las promesas divinas. En ambas situaciones, aunque Dios fortaleció al pueblo (1:14), les tocó a ellos aplicar su esfuerzo como él los dirigió. La misma sociedad se requiere hoy en dí­a en el servicio al Señor.
El repetido yo estoy con vosotros (4; ver en 1:13 y en la Introducción) puede relacionarse con la siguiente cláusula, que dice que el pacto permanece en vigor. Algunos pueden haber pensado que el destierro era una señal de que el pacto se habí­a acabado, o que la maldición continuada indicaba el rechazo de Dios, pero esto no era así­. Los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 11:29).
De igual manera, el espí­ritu de Dios no es alejado por el pecado del pueblo, o cuando menos no por mucho tiempo (ver 1 Sam. 4:22; 6). En las visiones de Ezequiel, la gloria de Dios finalmente dejó Jerusalén debido a la perversidad en el templo, pero solamente para irse con los desterrados a Babilonia. (Cf. Eze. 10:18–22; 11:22, 23 con Eze. 1:1; 11:16.) Ahora a la gente se le reafirma que el Espí­ritu de Dios ha regresado de Babilonia con ellos, para quedarse. Esta reafirmación es para todos lo que sinceramente buscan la presencia de Dios y obedecen sus mandamientos (Stg. 4:8).
Al pueblo se le dijo que no tuviera temor, sino que prosiguiera valientemente. Esta enseñanza muestra que el pueblo de Dios no debe permitir que el temor le impida obedecer a Dios (1 Jn. 4:4, 18).
2:6–9 Los propósitos futuros de Dios. Estos versí­culos se citan en Heb. 12:26, 27. Esto sugerirí­a que cualquier cumplimiento durante la vida de Zorobabel (ver 2:22, 23) serí­a mejor visto como parcial en vez de completo (ver la Introducción). El escritor de la carta a los Hebreos vio la descripción de Dios estremeciendo la tierra como una referencia a Sinaí­ (Exo. 19:18). Esto implica que la voz de Dios se escuchará en el estremecimiento que vendrá, y que es porque †œvendrá el Deseado† de todas las naciones a la casa de Dios (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada).
Cuando Dios entra en escena su creación se estremece (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 5:4, 5). En Sinaí­, el estremecimiento se limitó a una montaña, pero esta vez incluirá todos los alrededores. La idea puede ser figurativa, más o menos como nuestra expresión †œse le movió el piso†. Sin embargo, puede sugerir condiciones climáticas turbulentas y contaminación. (Para la idea de Dios como autor de eventos cósmicos violentos, ver Apoc. 6:12–14; para Dios como causante de contaminación en un mundo desobediente, ver Apoc. 8:3–12.) Tales cosas sucederán antes del dí­a grande y glorioso del Señor (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 2:19, 20, citando Joel 2:30, 31). Esto sugiere que si una referencia mesiánica debe verse en este pasaje y en 2:23, entonces la segunda venida puede estar mayormente en mente en vez de la primera.
La frase y vendrán los tesoros deseados de las naciones tiene, en el heb., un sujeto en singular y un verbo en plural. Podrí­a ser traducido lit.lit. Literalmente †œLo que es deseado por las naciones vendrá †¦ † La frase se puede tomar de varias maneras. Podemos tratar de tomar el sentido del texto como está, o cambiar el heb. para hacerlo todo singular o plural.
Antes de apresurarnos a enmendar el texto, podemos darnos cuenta de que en Daniel hay un uso similar del singular y del plural en una profecí­a acerca del liderazgo escogido de Dios. El Hijo del Hombre recibe el reino (Dan. 7:13, 14), después los santos también reciben el reino, y el texto cambia bruscamente de †œellos† a †œél† (7:26, 27). Por tanto, quizás queremos tratar de mantener la naturaleza singular y plural de nuestra frase. Esto se ha logrado hasta cierto grado por la RVR-1960: †œy vendrá el Deseado de todas las naciones†.
Algunos traductores (incluyendo a Lutero) han seguido la Vulgata Latina del siglo V d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo haciendo singular toda la frase: †œel deseado de las naciones vendrᆝ. Esto nos permitirí­a ver una referencia al Mesí­as aquí­, que se ajusta con el contexto (2:23 parece tener un sabor mesiánico). Sin embargo, hay problemas en hacer singular el heb.
Es más fácil cambiar el hebreo para que todo sea plural (como lo hace la traducción gr. de la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) y la RVARVA Reina-Valera Actualizada): y vendrán los tesoros de las naciones. Esto podrí­a referirse a la intención de Dios de in cluir a todas las naciones del mundo en su plan de redención (Isa. 49:6, 7; 60:10; Zac. 6:15). También podrí­a significar que vendrá el dí­a cuando lo que el mundo considera como lo más fino y mejor vendrá al templo, en vez de lo que es pobre y despreciado (cf.cf. Confer (lat.), compare Zac. 8:20–23; 1 Cor. 1:26–29; Apoc. 21:24). Hasta podrí­a significar que no habrá escasez de riquezas terrenales y de bienes, anticipando el v. 8.
Aunque la primera opción puede ser la más atractiva, si uno tuviera que escoger entre las otras dos, la última parece preferible. Esto realza la amplitud de los planes de Dios para el mundo que se efectuarán, sugiriendo que los dirigentes del mundo un dí­a se volverán a Dios en busca de dirección y visión en una manera que no habí­an hecho hasta ahora (véase Isa. 2:1–5).
Dos veces se nos dice que la casa de Dios será llenada de gloria. Esta palabra puede simplemente sugerir riqueza aquí­, por causa de la referencia a la plata y al oro entre las dos declaraciones. Sin em bargo, la palabra para gloria, que también sugiere †œpeso† en otros contextos, tiene un uso muy rico en el ATAT Antiguo Testamento, incluyendo la descripción de la maravillosa presencia de Dios que causa adoración (Exo. 33:18–20; 34:8). Cuando el primer templo, y el tabernáculo antes de él, fueron terminados, quedaron tan llenos de la gloria de Dios (en la forma de una nube) que nadie podí­a entrar (Exo. 40:34, 35; 1 Rey. 8:10, 11).
La plata y el oro de Dios son a prueba de inflación, en contraste con las ganancias de los creyentes bajo maldición (1:6; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 6:19, 20). Dios prometió que vendrí­a la paz; ésta remplazarí­a su temor (5). Esto tendrí­a su primer cumplimiento poco después (Esd. 6:14–16).

2:10-19 PALABRA DE DIOS SOBRE LA MALDICION: †œLA CAMBIARE EN BENDICION.†

2:10–14 Un reglamento sacerdotal. La siguiente palabra que vino a Hageo incluí­a pedir a los sacerdotes que diesen un veredicto. Ellos explicaron que la santidad no se comunica por el tacto, pero la profanación sí­. Cualquiera que tocara un cadáver, p. ej.p. ej. Por ejemplo, serí­a impuro por una semana, y cualquier co sa que él tocara serí­a impura (Núm. 19:11, 22). Dios dijo que esta enseñanza podrí­a aplicarse a la gente. Su indiferencia a la presencia de Dios arruinaba no solamente sus ofrendas, sino también todo lo demás que hicieran. Así­ hoy, los creyentes necesitan ser implacables con actitudes descuidadas, que no son meramente neutrales sino positivamente profanas, y pedirle a Dios limpieza (Mat. 5:29, 30; 2 Tim. 2:20, 21; cf.cf. Confer (lat.), compare Sof. 1:7). Los fracasos en estos aspectos arruinarán una iglesia y la sociedad.
2:15–19 De la maldición a la bendición. Hageo parece ahora estar hablando a la gente. Aunque han empezado a trabajar, hay poco progreso. Tal vez los tres meses han sido empleados principalmente para preparar el sitio. Durante ese tiempo los efectos de la maldición todaví­a han estado presentes. La plaga, el moho y la falta de fruto son todos aspectos de las maldiciones de Dios (Deut. 28:22, 38–42; Amós 4:9).
Dios tuvo sumo cuidado para demostrar que fue la colocación de los cimientos de piedra lo que trajo un cambio marcado y repentino. Esto requiere explicación. Parece probable que en la ceremonia la gente se habrí­a juntado. En los dí­as del templo anterior se hicieron los más grandes avances espirituales cuando la gente se congregaba (1 Rey. 8:14; 65, 66; 2 Rey. 23:1, 2, 21–23). El reunirse al llamado de Hageo estaba en contraste con sus primeras acciones, cuando habí­an trabajado separadamente en sus propias casas (1:4, 9). Podrí­amos decir que un logro importante en nuestro texto fue que la gente empezara a actuar junta y así­ llegó a unirse.
El significado de un acto de obediencia de toda la nación en un dí­a particular también puede notarse durante la primera entrada a la tierra prometida (Jos. 5:9). Aquí­ también podrí­amos haber espe rado que †œel reproche de Egipto† hubiera sido quitado mucho antes, pero parece que hubo un retraso que solamente terminó cuando toda la nación obedeció la instrucción acerca de la circuncisión. Esto fue porque la circuncisión y el ser propietarios de la tierra estaban conectados en el pacto hecho con Abraham (Gén. 17:1–14).
Si entendemos la colocación de la piedra angular del templo como una ocasión de gran significado en este sentido, entonces este dí­a hubiera sido un momento crí­tico (†œel fin del comienzo†, para citar la frase de Winston Churchill). Dios parece haber estado dándose cuenta del compromiso de la gente, y recompensándolo. Podemos aprender, entonces, que Dios recompensa la acción decisiva de su pue blo que actúa unido. Para la forma que tomarí­a la bendición del Señor, ver Zac. 8:9–13.

2:20-23 LAS PROMESAS DE DIOS A ZOROBABEL: †œMANTENDRE SEGURO A MI DIRIGENTE.†

Una vez más Dios dice yo estremeceré los cielos y la tierra (ver sobre 2:6, 7). El énfasis esta vez es sobre una revuelta polí­tica, la derrota de ejércitos po derosos y refriegas civiles. La historia de Israel les enseña que hasta el enemigo más poderoso se estremece cuando Dios actúa (p. ej.p. ej. Por ejemplo Jue. 4:15; 7:22; 1 Sam. 14:20). Este tema surge fuertemente en las profecí­as acerca de la guerra contra Israel en Eze. 38–39 (especialmente 38:19–22). Aunque la guerra que envuelve a Israel no se menciona aquí­, la promesa a Zorobabel de que él será mantenido en seguridad tiene sentido en el contexto del peligro de un ataque.
La similitud entre los pasajes en Ezequiel y en Hageo es tal que vale la pena preguntar por qué el patrón del nuevo templo en Eze. 40–46 fue ignora do en el tiempo de Hageo. No hay una respuesta obvia para esto. Tal vez ellos no interpretaron la visión como un plan detallado que debiera ser puesto en práctica, sino que vieron su propósito principal más bien como un aliento de que Dios estaba con ellos a pesar del exilio (ver sobre 2:1–5 arriba). Tal vez las palabras del Señor en 1:8, 9 fueran tomadas como una instrucción para reconstruir sobre el sitio original de Salomón con su plan ori ginal. En cualquier caso, el templo de Ezequiel nunca fue construido y, con la terminación de los sacrificios animales en el Calvario, es difí­cil imaginar qué función precisa podrí­a tener ahora (ver Eze. 43:13–27).
Zorobabel y Josué habí­an obedecido la palabra del Señor pronta y exactamente. Josué fue recompensado con una corona en Zac. 6:11. Dios habla de su aprobación de Zorobabel aquí­ al llamarlo anillo de sellar. Esto parece ser lo opuesto al juicio sobre Joaquí­n, rey en el tiempo del exilio (Jer. 22:24). Joaquí­n habí­a sido rechazado; su descendiente es ahora afirmado.
Tal anillo era un artí­culo costoso y podí­a ser usado en el dedo o alrededor del cuello en una cadena; de cualquier manera estaba siempre pegado muy cerca de su dueño, y nunca serí­a perdido ni abandonado. Esto habla del valor de Zorobabel para Dios. Parece que tal anillo era usado para estampar el sello real en un documento; esto sugiere que Dios confiaba a Zorobabel la autoridad para llevar a cabo su voluntad.
Además de cualquier cumplimiento de la promesa de Dios a Zorobabel que pudiera haber tenido lugar en su vida, se ha pensado que Josué y Zorobabel juntos anticiparon al Mesí­as, el dirigente escogido de Dios que recibe su autoridad (Dan. 7:13, 14). Dios se deleita en los que lo obedecen, y le encanta estar cerca de ellos, pero él retira sus bendiciones de los desobedientes (1 Sam. 15:22, 23; Mar. 1:11; Juan 4:34).
David F. Pennant

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia