IMPIO

Con un vocabulario variado, tanto en hebreo como en griego, describe la Biblia una actitud espiritual que es lo contrario de la *piedad: al desprecio de Dios y de su ley añade un matiz de hostilidad y de baladronada. Pablo anuncia la venida del “hombre de impiedad” por excelencia, que en los últimos tiempos “se elevará por encima de todo y se presentará a sí­ mismo como Dios” (2 Tes 2,3s.8); añade, que “el misterio de la impiedad está ya en acción” en el mundo (2,7). En realidad está en acción desde el principio de la historia, desde que *Adán despreció el mandamiento de Dios (Gén 3,5.22).

AT. 1. Los impí­os frente a Dios. La impiedad es un hecho universal en la humanidad pecadora: impiedad de la generación del diluvio (Gén 6,11; cf. Job 22,15ss), de los constructores de Babel (Gén 11,4), de los habitantes de Sodoma (Sab 10,6)… Pero se afirma con especial claridad en los pueblos paganos enemigos de Israel, desde Faraón perseguidor (cf. Sab 10,20; 11,9) hasta los cananeos idólatras (Sab 12,9), desde Senaquerib el blasfemo (Is 37, 17) hasta la soberbia *Babilonia (Is 13,11; 14,4) y hasta el perseguidor Antí­oco Epí­fanes (2Mac 7,34). Sin embargo, el mismo pueblo de Dios no está exento de ella: son impí­os los sublevados del desierto (Sal 106, 13-33) como los habitantes infieles de la tierra prometida (Sal 106,34-40); impí­a, la nación pecadora contra la que Dios enví­a a los paganos que la han de castigar (Is 10,6; cf. 1,4). A pesar de la conversión nacional, los salmistas y los sabios denunciarán todaví­a después del exilio la existencia de la impiedad en el pueblo fiel, y la crisis macabea pondrá en el primer plano a ciertos judí­os extraviados (cf. lMac 3,15; 6, 21, etc.).

2. Las impí­os y los justos. En la literatura sapiencial aparece el género humano dividido en dos categorí­as: frente a los justos y a los sabios, los impí­os y los *locos. Entre los dos, una oposición y una lucha fratricida que anuncia ya el drama de las dos ciudades. Este drama, comenzado en los orí­genes con Caí­n y Abel (Gén 4,8…), se actualiza en todo tiempo. El impí­o deja rienda suelta a sus instintos: astucia, violencia, sensualidad, soberbia (Sal 36, 2-5; Sab 2,6-10); desprecia a Dios (Sal 10.3s; 14,1); se encarniza contra los justos y los *pobres (Sal 10, 6-11; 17,9-12; Sab 2,10-20)… Exito aparente, que a veces puede durar y que causa verdadera angustia a las almas religiosas (Sal 94,1-6; Job 21,7-13); en un principio, por preocupación por la *justicia piden a Dios los perseguidos la pérdida de tales malhechores extraviados (Sal 10,12-18; 31,18s; 109,6…) y saborean anticipadamente una *venganza que nos sorprende (Sal 58,11).

3. La retribución de los impí­os. Los fieles de la alianza saben bien que los impí­os van a la ruina (cf. Sal 1,4ss; 34,22; 37,9s.12-17.20). Pero esta tranquila afirmación de la *retribución, que todaví­a se representan en una perspectiva temporal, tropieza con hechos escandalosos. Hay impí­os que prosperan (Jer 12,1s; Job 21,7-16; Sal 73,2-12), como si no existiera la sanción divina (Ecl 7,15; 8,10-14). La escatologí­a profética asegura, sí­, que en los últimos tiempos el rey *mesí­as hará que perezcan los impí­os (Is 11,4; Sal 72,3), y que Dios los exterminará cuando llegue su *juicio (cf. Is 24,1-13; 25,1s). Pero la cuestión debe liquidarse para todos en el plano individual, y hay que esperar una fecha tardí­a para que ésta se esclarezca. En la época de los Macabeos se sabe por fin que todos los impí­os comparecerán personalmente ante el tribunal de Dios (2Mac 7,34s) y que no habrá para ellos *resurrección a la vida (2Mac 7,14; cf. Dan .2,2). Así­ el libro de la Sabidurí­a puede trazar el cuadro de su *castigo final, más allá de la *muerte (Sab 3,10ss; 4, 3-6; 5,7-14). Este testimonio solemne es fuente de una reflexión salvadora. En efecto, Dios no quiere la muerte del impí­o, sino que se convierta y viva (Ez 33,11; cf. 18,20-27 y 33,8-19). Una perspectiva misericordiosa semejante se va a descubrir en el NT.

NT. 1. La verdadera impiedad. En el vocabulario griego del NT se designa en forma aún más precisa la actitud espiritual estigmatizada por el AT: es la impiedad (asebeia), la injusticia (adikí­a), el repudio de la ley (anomí­a). Sin embargo, a través de las discusiones de Jesús con los fariseos no se tarda en ver enfrentarse dos concepciones de este desprecio de Dios. Para los *fariseos, la piedra de toque de la *piedad es la práctica de las prescripciones legales y de las *tradiciones que las rodean; la ignorancia en esta materia es ya impiedad (cf. Jn 7,49); así­ pues, Jesús obra mal comiendo con los pecadores (Mt 9,11 p), siendo su amigo (Mt 11,19 p), hospedándose en su casa (Lc 19,7). Pero Jesús sabe muy bien que todo hombre es *pecador y que nadie puede llamarse a sí­ mismo piadoso y justo; el *evangelio que él aporta da precisamente a los pecadores una posibilidad de *penitencia y de salvación (Lc 5,32). La piedra de toque de la verdadera piedad será, pues, la actitud adoptada frente a este evangelio.

2. El llamamiento de los impí­os a la salvación. El problema es exactamente el mismo desde que Cristo consumó su *sacrificio muriendo “por la mano de los impí­os” (Act 2, 23). Murió, “justo por los injustos” (lPe 3.18), aun cuando quiso “ser computado entre los malhechores” (Mc 15,28 p). Murió por los impí­os (Rom 5,6) a fin de que fueran justificados por la fe en El (Rom 4,5). Tales son los *justos del NT: impí­os justificados por *gracia. Habiendo reconocido en el Evangelio el llamamiento a la salvación, renunciaron a la impiedad (Tit 2,12) para volverse hacia Cristo. Ahora ya los verdaderos impí­os son los hombres que rechazan este mensaje o que lo corrompen: los falsos doctores que turban a los fieles (2Tim 2,16; Jds 4.18; 2Pe 2,1 ss ; 3,3s) y merecen el nombre de *anticristos (1Jn 2,22); los indiferentes que viven en una ignorancia voluntaria (2Pe 3,5; cf. Mt 24,37; Lc 17,26-30); con más razón los poderes paganos que suscitarán contra el Señor al impí­o por excelencia (2Tes 2,3.8).

Tal es el contexto en que en adelante se revela el misterio de la impiedad.

3. La ira de Dios sobre los impí­os. Ahora bien, todaví­a más que en el AT, el castigo de esta impiedad es ahora una certeza. En forma permanente se revela la *ira de Dios contra toda impiedad e injusticia humana (Rom 1,18; cf. 2,8); esto es tanto más verdadero en la perspectiva de los últimos tiempos y del *juicio final. Entonces el Señor aniquilará al impí­o con el resplandor de su venida (2Tes 2,8), y todos los que participen en el *misterio de la impiedad serán confundidos y castigados (Jds 15; 2Pe 2,7). Si tarda el castigo, es que Dios usa de *paciencia para permitir a los malos que se conviertan (2Pe 2,9).

-> Hipócrita – Pecado – Fariseo – Piedad.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas