INDIA

Est 1:1; 8:9


India (heb. Hôddû; del antiguo persa Hidauw e Hindush). Se la menciona en la Biblia sólo en Est 1:1 y 8:9 como parte del Imperio Persa en tiempos de Asuero o Jerjes. Darí­o I, padre de Jerjes, habí­a conquistado una región del Indo inferior (el Sind actual), y la habí­a incorporado a su imperio. En consecuencia, aparece en varias listas de Darí­o y de Jerjes como uno de los paí­ses del Imperio Persa. Mapa XII, E-12/13. Bib.: R. G. Kent, Old Persian [Persia antigua] (New Hayen, Conn., 1953), p 214; bajo “Hindu” se dan todas las referencias; Herodoto iii.94; iv.44. Infanterí­a. Soldados que luchan a pie, en contraste con los que pelean a caballo o sobre carros (Num 11:21; Jdg 20:2; 1S. 4:10; etc.). En 1S. 22:17 la palabra traducida “guardia” significa literalmente “corredores”, pero es correcta su aplicación a la guardia privada de un personaje (1R. 14:27; etc,), pues aquí­ no tiene el sentido de infanterí­a. Lo que aparentemente fue el 1er ejército estable, una fuerza de 3.000 hombres, fue organizado por Saúl (1Sa 13:2), aunque para ocasiones especiales llamaba a toda la nación a las armas (11:7). Su ejército regular habrí­a estado compuesto por hombres de señalado valor reclutados para el servicio (14:52). Durante su reinado y el de David no se usaron carros como los que por siglos tuvieron los cananeos y las naciones circundantes; el ejército siguió siendo una fuerza de infanterí­a. Esto es evidente porque David desjarretó los caballos capturados al enemigo derrotado (2Sa 8:4), aparentemente porque no tení­a uso para ellos. Salomón, sin embargo, organizó el ejército siguiendo el modelo de los egipcios, y añadió una gran fuerza de carros,* para la que construyó ciudades en diversos lugares de su reino (1Ki 9:19; 10:26; 2Ch 9:25). Cuando Acab se unió a varios ejércitos sirios que pelearon contra Salmanasar en Qarqar en el 853 a.C., Israel pudo contribuir con 2.000 carros y 10.000 soldados de infanterí­a. Más tarde, parecen haberse organizado unidades de caballerí­a siguiendo el modelo asirio (2Ki 13:7). Algunos de los reyes hebreos hicieron esfuerzos especiales para mantener un gran ejército con propósitos defensivos y ofensivos como, por ejemplo, Josafat (2Ch 17:13-19), Amasí­as (25:5, 6) y Uzí­as (26:11-15). Durante el perí­odo de los reyes también hubo un cuerpo de oficiales bien adiestrado. Varios generales brillantes como Abner, el general de Saúl, y Joab, el de David, son conocidos por nombre. Habí­a secretarios que se encargaban de la conscripción de soldados (2Ki 25:19; 2Ch 26:11), y probablemente también registraban el botí­n. Algunos de los reyes emplearon una guardia personal, principalmente compuesta por mercenarios extranjeros (2Sa 8:18; 1Ki 1:38; 2Ki 11:4, 7, 8, 19, BJ). Al hacerlo seguí­an la práctica de los reyes egipcios de las dinastí­as posteriores. Véanse Carios; Carro de guerra; Cereteos; Peleteos. Bib.: ANET 279a. Infierno. La Biblia expresa este concepto de diversos modos e involucra los siguientes términos (véase especialmente el punto IV): I. Abadón (heb. ‘Abaddôn y ‘Abaddôh, “destrucción”, “ruina”, “perdición” [de aquí­, “el destructor”]; gr. Abaddon). Palabra que, en algunos pasajes, aparece en paralelismo con Seol (Job 26:6; 28:22; Psa 88: 11) y describe un lugar de perdición (Pro 15:11) o el reino de los muertos (27:20); en sentido genérico se refiere a la ruina total (Job 31:12). En el NT ocurre como nombre simbólico del rey -el “ángel del abismo”- de un ejército de langostas (Rev 9:11). Véanse Apolión; Seol (bajo este mismo artí­culo). A. íngel del abismo. Véase Abadón. 577 B. Apolión (gr. Apollúí‡n, “destructor”, “el que extermina” [del verbo apóllumi, “destruir”]; equivalente al heb. ‘Abaddôn, Abadón). Nombre dado al “ángel del abismo”,* quien era “rey” de las “langostas” en la profecí­a simbólica de Rev 9:10-11 II. Abismo (heb. tehôm, “profundo/a”; gr. ábussos, “abismo”, “profundidad”, “mundo inferior”; y báthos o buthós, “profundo/a”). A. En el AT se refiere: 1. Al océano primordial (Gen 1:2; Job 8:24, 27, 28; Psa 104:5, 6). 2. A las aguas subterráneas (Gen 7:11). 3. A las profundidades del mar (Exo 15:8; Psa 106:9; Isa 63:12, 13; Job 28:14). 4. A las profundidades de la tierra (Psa 95:4). 5. Al lugar de los muertos (Psa 69:15; 71:20; Eze 26:19, 20; cf Job 38:16, 17). B. En el NT: Abussos es, literalmente, la profundidad del mar; también parece designar algún lugar solitario, alejado del cielo y de los hombres. Figuradamente es la morada de los demonios y/o un lugar de tormento (Luk 8:31; cf Mat 8:29; Mar 5:7), y también la morada de los muertos (Rom 10:7; cf Psa 71:20). En Rev 9:1, 2, 11 se refiere el lugar de donde salen langostas destructoras, sí­mbolos de agentes destructores; en los cps 11:7 y 17:8 describe el lugar donde será encerrada la “bestia”; y en el cp 20:3 es la morada de Satanás durante los 1.000 años (el antecedente de este versí­culo podrí­a ser Gen 1:2, donde la LXX dice ábussos para el heb. tehôm; cf Job 41:32-34). Báthos se usa literalmente para las profundidades del mar (Luk 5:4). Buthós sólo se usa para las profundidades oceánicas (2Co 11:25). III. Eterno (gr. aionios). En Mat 25:41 se presenta a los impí­os como reservados para el “fuego eterno [aionios]”, que se equipara con castigo eterno [aionios]” (v 46). El fuego que purificará la tierra (2Pe 3:10-12; cf Mat 3:12; Luk 3:17) se encenderá al final del milenio* y aniquilará tanto el alma* como el cuerpo de los impenitentes (Mat 10:28; Rev 20:9). Un estudio del uso del gr. aionios y de su significado con respecto al fuego final, pone de manifiesto que el énfasis recae en su carácter destructivo más que en su duración. Por ejemplo, Sodoma y Gomorra recibieron el castigo del fuego eterno (aionios; Jud_7). Ese fuego destruyó por completo dichas ciudades, pero se extinguió hace muchí­simos siglos. Judas presentó la destrucción de esas ciudades como un “ejemplo” del destino que aguardaba a los licenciosos apóstatas de sus dí­as. La palabra “inextinguible” y la expresión “que no se puede apagar” se pueden entender de una manera similar. Jeremí­as predijo que Dios encenderí­a un fuego en las puertas de Jerusalén que “no se apagará” (Jer 17:27). Esta predición se cumplió cuando Nabucodonosor destruyó la ciudad (cf 52:12, 13; cf Neh 1:3). Ciertamente ese fuego no está ardiendo hoy. Es evidente que no se apagarí­a hasta lograr que todo quedará consumido. Aunque este fuego aionios se refiere a un fuego que efectivamente serí­a destructivo, la expresión indica también que no durarí­a eternamente. Esto concuerda con la idea de que el infierno será un lugar de castigo, y que habrá grados de castigos (Mat 25:41, 46; 2Pe 2:9). Cristo vendrá “para recompensar a cada uno según sea su obra” (Rev 22:12). El siervo que “conociendo la voluntad de su Señor, no se preparó… recibirá muchos azotes”, mientras que el que no la conocí­a, e hizo cosas dignas de azotes, “será azotado poco” (Luk 12:47, 48). Este castigo es mucho más severo que la pena de muerte que se aplicaba antiguamente durante la vigencia de la dispensación hebrea (Heb 10:28, 29, 31). De modo que aunque el fuego del infierno con el tiempo aniquilará al malvado (Mat 10:28), es obvio, que esa destrucción no se producirá instantáneamente. IV. Gehenna (gr. guéenna). Término que denota un lugar de castigo. Aparece 12 veces en el NT. Guéenna es la forma helenizada de Gê Hinnôm, “Valle de Hinom”, un desfiladero cercano a Jerusalén que aparece a menudo en el AT (Jos 15:8; 2Ki 23:10; 2Ch 33:6; Jer 7:31 ). Allí­ se llevaba a cabo el bárbaro rito de quemar vivos a los niños en honor de Moloc (2Ch 28:3; 33:1, 6), abominación que abolió el rey Josí­as mediante la profanación de los lugares elevados donde se habí­a practicado esta forma de culto. Jeremí­as predijo que por causa de este pecado el Señor convertirí­a el valle de los hijos de Hinom* en un “valle de matanza”, donde los cadáveres de los israelitas arderí­an hasta que no hubiera lugar para uno solo más, y el resto servirí­a de alimento para las aves de los cielos (Jer 7:32, 33). Sin duda, esto contribuyó a que se considerara ese valle como lugar de juicio para los impí­os. La tradición rabí­nica posterior insiste en que el valle de Hinom era un lugar ubicado fuera de la ciudad para quemar cadáveres y basura. La palabra guéenna aparece 3 veces en el Sermón del Monte (Mat 5:22, 29, 30). La RVR y la DHH traducen la expresión por “infierno de fuego” o sencillamente por “infierno”. La BJ translitera el vocablo y dice “gehenna” o “gehenna de fuego”. En el cp 10:28 Jesús menciona al que es capaz de “destruir el alma y el cuerpo en el infierno”, y en el cp 18:9 habla del “infierno de fuego”. Amonestó a los fariseos acerca “de la condenación del 578 infierno” (cp 23:33). Afirmó que era mejor ser lisiado, pero lograr la vida eterna, y no serlo y, en cambio, ser arrojado al fuego del infierno (Mar 9:43, 45, 47). Su referencia al infierno en Luk 12:5 aclara que ésta será una experiencia que se producirá más allá de la muerte.* En Mat 23:15 la expresión “hijo del infierno”, literalmente “hijo de la gehenna”, se refiere a los conversos al judaí­smo, quienes eran más fanáticos que los fariseos que los habí­an convertido. Estas referencias al castigo final que recibirán los pecadores mediante el fuego del infierno, tienen su correspondiente aclaración en textos como Mat 3:12, donde se compara a los pecadores con paja que arde en un incendio que nadie puede apagar (cf Mar 9:43-48; Luk 3:9). V. Hades (gr. hád’s). Este equivalente grí­ego de she’ôl aparece 10 veces en el NT y generalmente la RVR lo translitera por “Hades”. Lo ejemplifican los siguientes pasajes: Capernaum serí­a abatida “hasta el Hades” (Mat 11:23; Luk 10:15); “Las puertas del Hades” no prevalecerí­an contra la iglesia (Mat 16:18); el alma del Mesí­as no quedarí­a “en el Hades” (Act 2:27, 31); Jesús tiene “las llaves de la muerte y el Hades” (Rev 1:1 S); el “Hades” sigue al caballo amarillo (6:8); “La muerte y el Hades” entregan sus muertos (20:13); “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego” (v 14). Los pasajes del Apocalipsis ponen de manifiesto de manera especial la í­ntima relación que existe entre “muerte”, “Hades” e “infierno”. En una sola referencia bí­blica se vincula el Hades con algún castigo (Luk 16:23), pero se trata de una parábola que de ninguna manera se puede considerar doctrinalmente definitorio (para otros detalles acerca del término, véase CBA 5:376, ). VI. Seol (heb. she’ôl). El heb. She’ôl (al igual que el gr. hád’s) se refiere al mundo invisible, el lugar de los muertos, implí­cito en la palabra española “infierno”, por lo menos en una de sus acepciones. Pero, puesto que la palabra “infierno” connota también un lugar de castigo para los impí­os, dicha traducción a menudo produce confusión. Por eso, la RVR y la BJ han preferido transliterar los términos hebreo y griego por “Seol” y “Hades”, mientras la DHH recurre a circunloquios. Esta tendencia en las traducciones modernas constituye un reconocimiento de la diferencia de signí­ficado que existe entre el “infierno” español, tal como se lo entiende hoy, y los términos usados en hebreo y griego. La í­ntima relación que existe entre Seol y muerte resalta en el paralelismo hebreo. Por ejemplo, en el canto de David registrado en 2Sa 22:2-51 aparece lo siguiente: “Me rodearon ondas de muerte, y torrentes de perversidad me atemorizaron. Ligaduras del Seol me rodearon; tendieron sobre mí­ lazos de muerte” (vs 5, 6). Y en Isaí­as encontramos: “Pacto tenemos hecho con la muerte, e hicimos convenio con el Seol” (Isa 28:15; cf v 18). En Num 16:30, 33 y Job 17:16, el Seol describe la tumba* o el reino de los muertos (véase CBA 3:658, 1013,1014). VII. Tártaro (gr. Tartaróí‡, “arrojar [echar] al Tártaro”). Término que aparece sólo una vez (2Pe 2:4, BJ). De acuerdo con los griegos y con la literatura apocalí­ptico judí­a, el Tártaro era un lugar que se encontraba debajo del Hades, y allí­ se recibí­a el castigo divino. Pedro usa este término para referirse al lugar más profundo adonde fueron arrojados los ángeles rebeldes (cf Jud_6).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

es el lí­mite oriental de los territorio de Asuero, rey de Persia, según Est 1, 1; 8, 9. Antí­oco el Grande, rey seléucida, se enfrentó a los romanos y perdió la provincia í­ndica, 1 M 8, 8.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Este nombre sólo ocurre dos ve-ces en la Biblia (Est 1:1; Est 8:9).

Este paí­s marcaba el lí­mite este del territorio de Jerjes (o Asuero). La palabra heb. se deriva del nombre Indo, Hondu; pero no se refiere a la pení­nsula de la India, sino al paí­s adyacente al rí­o Indus que corre del norte al sur por Paquistán, cerca de la frontera noroeste de la India. Algunos creen que este paí­s es el Havila que se menciona en Gen 2:11, y que el Indo es el Pisón.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Paí­s en el Lejano Oriente que ocupa la gran pení­nsula al S de los montes Himalayas. La mención en el libro de †¢Ester, al decir que †¢Asuero †œreinó desde la I. hasta Etiopí­a† (Est 1:1), no debe entenderse como una referen-cia a la pení­nsula entera, sino a las zonas de la frontera occidental de la I. actual. Los persas gobernaron lo que hoy es Afganistán y parte de Pakistán, sin llegar a dominar el territorio que corresponde a la moderna I. Sin embargo, muchos creen que la referencia al †œoro, plata, marfil, monos y pavos reales† que traí­an la flota de Salomón cada tres años indica que posiblemente los viajes hayan incluido la parte S de la I. (1Re 10:22). †¢Alejandro Magno y sus sucesores seléucidas trajeron elefantes de la I. para usarlos como arma de guerra en Israel. Es tradición que el apóstol †¢Tomás llevó el cristianismo a la I.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, PAIS

ver, ALEJANDRO

sit, a8, 615, 215

vet, Constituí­a el lí­mite oriental del imperio de Persia, así­ como Etiopí­a era su lí­mite occidental (Est. 1:1; 8:9). India no es mencionada en ningún otro pasaje de las Escrituras, pero puede que las naves de Salomón pudieran haberla incluido en sus viajes de tres años en busca de madera de sándalo, monos, pavos reales, etc. (1 R. 10:22). Alejandro, en su marcha victoriosa por Asia, habí­a entrado en ella, atravesando el rí­o Indo. (Véase ALEJANDRO.)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(v. experiencia de Dios, hinduí­smo)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

No se puede determinar con exactitud la zona que la Biblia designa con el nombre †œIndia†. (Est 8:9.) Los eruditos generalmente opinan que aplica a la región regada por el rí­o Indo y sus afluentes, es decir, la demarcación del Punjab y quizás también la del Sind. El testimonio del historiador Heródoto (III, 88, 94; IV, 44) indica que en un principio la †œIndia† llegó a ser parte del Imperio persa durante la gobernación de Darí­o Histaspes (521-486 a. E.C.). En el tiempo de Asuero (probablemente Jerjes I, hijo de Darí­o Histaspes), la India constituí­a el lí­mite oriental del imperio. (Est 1:1.)
Probablemente el valle del Indo fue poblado poco después de que se confundiese el lenguaje de los edificadores de Babel. En efecto, cuando se compara la antigua civilización del valle del Indo con la de Mesopotamia, se observan ciertas similitudes. Por ejemplo: la construcción de estructuras como los zigurats de Mesopotamia; las esculturas de figuras humanas con rostros inexpresivos, tan tí­picos en la antigua escultura mesopotámica, y signos pictográficos que guardan una semejanza con las formas antiguas de Mesopotamia. El asiriólogo Samuel N. Kramer opina que el valle del Indo lo habitó un pueblo que huyó de Mesopotamia cuando los sumerios tomaron el control de la zona.

Fuente: Diccionario de la Biblia

I. Período primitivo

Heb. hōddû, del persa antiguo hindu (cf. sánscrito sindhu), en inscripciones de Darío I y Jerjes I de Persia. La región así designada era la parte del valle del Indo y las llanuras al E de las montañas de Afganistán que fue incorporada al imperio persa por Darío I, quien la convirtió en su frontera oriental (Herodoto, 3.94; 4.40, 44). En Est. 1.1; 8.9 los límites de los dominios de Asuero (Jerjes I) se describen como “desde la India hasta Etiopía”, hōddû y kûš. Esto concuerda con las propias inscripciones de Jerjes I en persa antiguo, cf. la lista de países que incluye “Sind” o India (Hiduš y Etiopia (Kušiya) en R. G. Kent, Old Persian: Grammar, Texts. Lexicon, eds. 1953, pp. 151, 11.25, 29 y § 3. Pero mucho antes de esto ya existía el comercio entre India y Mesopotamia, desde épocas tan antiguas que llegan a ca. 2100 a.C. (período Ur III); esto se conoce tanto por textos como por la presencia de sellos del valle del Indo en Mesopotamia. Algunos piensan que *Ofir podría ser la (S)upãra de la India. De la India eran los elefantes de guerra que utilizaron Alejandro y sus sucesores seléucidas en Siria, y en el período grecoromano muchos productos exóticos llegaban de allí, generalmente a través del S de Arabia, ya sea por el mar Rojo o por tierra, por el lado occidental de Arabia. Sobre rutas y navegación, cf. van Beek y Hourani, JAOS 78, 1958, pp. 146–147; y 80, 1960, pp. 135–139. Durante algún tiempo se mantuvieron principados griegos en partes del NO de India; cf.W.W. Tarn, The Greeks in Bactria and India, 1938. Sobre el tema de los indios en Egipto en el período grecorromano, cf. Sir H. I. Bell, Cults and Creeds in Graeco Roman Egypt, 1953, pp. 48; E. Bevan, History of Egypt under the Ptolemaic Dynasty, 1927, pp. 155; para modelos de Menfis: Petne, Memphis I, 1909, pp. 16–17, lám. 39.

II. Período posterior

Entre el ss. I. a.C. y ca. 200 d.C., la India y las tierras del Mediterráneo mantuvieron relaciones comerciales y culturales más estrechas, estimuladas por el mercado romano para artículos suntuarios de oriente, y facilitadas por el descubrimiento de la naturaleza de los monzones, y la consiguiente apertura de una ruta marítima regular a las ciudades de Tamil (las modernas Cranganore y Kottayam), como también a Madrás (Sopatma) y regiones mas alejadas. Contra Pelag este fondo tenemos que considerar los relatos de la primera introducción del cristianismo en India. La tradición unánime de la antigua iglesia del S de India hace recaer su fundación sobre Tomás, el apóstol. El relato que aparece en Hechos de (Judas) Tomás, obra de tendencia gnóstica (* Apócrifos del Nuevo Testamento), también ubica las actividades de Tomás en la India. En sí es una leyenda disparatada, pero J. N. Farquhar afirma que refleja un conocimiento exacto de la India del ss. I, y postuló la idea de que Tomás primero trabajó en el Penyab y posteriormente en el S (BJRL 11, 1926; 12, 1927). Sin embargo, no parece hallarse mención antigua de las actividades de Tomás en la India que sea claramente independiente de estos Hechos (A. Mingana, BJRL 11, 1926; 12, 1927). Se dice que el peripatético Panteno fue misionero en India un poco antes del año 180 d.C., y que encontró cristianos allí con el Evangelio de Mateo en hebreo que les había dejado Bartolomé (Eusebio, HE 5.10); pero puede tratarse de una oscura descripción de Adén o alguna otra parte de Arabia. No puede negarse que la iglesia siriaca del S de la India es muy antigua; lo que pueda en pie es la cuestión de su fundación apostólica o subapostólica.

Bibliografía. J. Lozada White, India tradicionalista, 1940; J. Michelet, La Biblia en la humanidad, s/f; k E. Wolseley, Así es la India, 1954.

E. H. Warmington, Indian Commerce, 1928; L. W. Browne, The Indian Christians of St. Thomas, 1956.

K.A.K.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico