JEFTE

Jdg 11:1-12:7


Jefté (heb. Yiftaj, “él abre [abrirá]”; gr. Ieftháe). Juez de Israel, uno de los principales (Jdg 11:1-12:7). Era galaadita en un doble sentido: 1. Era natural de Galaad. 2. El nombre de su padre fue Galaad. Por cuanto fue un hijo ilegí­timo, sus hermanos, que habrí­an pertenecido a los ancianos de Galaad, lo expulsaron de su casa y lo obligaron a huir a la tierra de Tob,* quizás hacia el noreste, donde vivió como jefe de una banda de otros expulsados (Jdg 11:1-3). Quizás atacaban a las caravanas o exigí­an el pago de una suma de dinero a cambio de protección para cruzar sin peligro la región que esta banda controlaba. El hecho de que más tarde fue llamado a ser un lí­der guerrero de las tribus de Transjordania demuestra que habí­a ganado fama en asuntos militares. Durante el exilio de Jefté, los amonitas invadieron el territorio israelita, lo ocuparon y oprimieron a sus habitantes por muchos años. Finalmente, los hebreos orientales llamaron a Jefté y lo pusieron como juez y general sobre ellos para que los liberara de los amonitas (Jdg 11:4-11). Invitó a los efraimitas para ayudarle, pero parece no haber obtenido respuesta (12:2). Intentó negociar con los amonitas para inducirles a terminar su ocupación ilegal del territorio israelita. Sus esfuerzos fracasaron; de modo que comenzó la acción militar que concluyó con la derrota de los amonitas y la recuperación de las regiones sometidas (11:12-27). Antes de la batalla, imprudentemente hizo un voto de que si obtení­a la victoria ofrecerí­a como holocausto al Señor el primer miembro de su clan que saliera a recibirlo (vs 30, 31). Al volver victorioso, se entristeció mucho cuando le salió al encuentro su única hija. De acuerdo con la narración, “hizo de ella conforme al voto que habí­a hecho” (vs 34-40), aunque algunos comentadores intentan explicar que sencillamente la dedicó a virginidad perpetua. Jefté tuvo dificultades con los efraimitas, que se quejaron de que los habí­a pasado por alto cuando se preparaba para la campaña contra los amonitas. Les demostró que no, pero se desató una guerra civil entre Efraí­n y las tribus transjordanas. Jefté otra vez obtuvo la victoria (Jdg 12:1-6). Juzgó a Israel durante 6 años (v 7). Samuel lo menciona como prueba de la fidelidad de Dios al enviar libertadores a Israel en el momento apropiado (1Sa 12:11). En Heb 11:32 se alaba a Jefté como un hombre de fe.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

valiente guerrero, uno de los jueces menores, hijo de Galaad y una prostituta. Esta condición fue causa para que lo echaran de casa los dos hijos de la mujer de su padre, y J. debió irse a vivir al paí­s de Tob, una región en el sur de Haurán y al noroeste de Galaad, donde se le unió una banda de gente miserable. Cuando los ammonitas atacaron a Israel, los ancianos de Galaad buscaron a J. en el paí­s de Tob para que los acaudillara en la guerra contra los Ammón. J., tras reclamarles el haberlo echado de su tierra, aceptó con la condición de que si vencí­a el serí­a el jefe y el caudillo. J., entonces, hizo un voto a Yahvéh, según el cual ofrecerí­a en holocausto lo primero que saliera de su casa, si vencí­a a los ammonitas. J. derrotó a los ammonitas en Aroer, y, al regresar a su casa en Mispá, salió primero su única hija. La hija de J. aceptó su destino, pidió a su padre que cumpliera el voto hecho a Yahvéh así­ como que la dejara vagar por las montañas con sus compañeras, durante dos meses, para llorar su virginidad. Al cabo de los dos meses la hija de J. regresó, y éste cumplió su voto, Jc 11.

Los de Efraí­m que querí­an la supremací­a, se inquietaron por el poder adquirido por J. a raí­z de su triunfo sobre los ammonitas y le hicieron la guerra, de la que salieron derrotados. Perecieron cuarenta y dos mil efraimitas. J. juzgó a Israel durante seis años, al cabo de los cuales murió y fue enterrado en Mispá, Jc 12.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., yiphtah, abierto o abridor). El octavo juez de Israel (Jdg 10:6—Jdg 12:7; 1Sa 12:11; Heb 11:32). El hijo de una ramera a quien sus hermanos lo echaron del hogar paternal. Con el tiempo llegó a ser famoso por su valentí­a y formó una banda con hombres desempleados, así­ como los hombres de David (1Sa 22:2). Era un hombre temeroso de Dios y con un alto sentido de la justicia y de lo sagrado de los votos hechos a Dios. Cuando los hermanos de Jefté lo expulsaron de la casa de su padre, Israel habí­a estado bajo la esclavitud de los amonitas por varios años.

Desesperados, los ancianos acudieron a Jefté y le pidieron que fuera el capitán del ejército de Israel. In-vestido con el Espí­ritu del Señor, Jefté se preparó para la guerra, pero antes de ir a la ba-talla hizo el siguiente juramento: Cualquiera que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, cuando yo vuelva en paz de los hijos de Amón, será de Jehovah, y lo ofreceré en holocausto (Jdg 11:31). Jefté derrotó a sus enemigos con una gran mortandad, recobró 20 ciudades y después mató a los de la tribu de Efraí­n que no le habí­an ayudado en la pelea contra los amonitas. Su hija fue la primera en salir a recibirlo cuando él regresó a casa. Con dolor, él cumplió con ella el voto que habí­a hecho; ella no conoció varón (Jdg 11:39). Entre los erudidos bí­blicos hay diferencia de opinión en cuanto a si la muchacha fue realmente sacrificada, o si fue redimida con dinero y puesta perpetuamente al servicio del Señor como una virgen.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(abre).

Noveno Juez de Israel, Jue.11-12. Figura entre los héroes de la Biblia, en Heb 11:32.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

(Jehová abrirá o librará). Juez de Israel. Era hijo de †¢Galaad, pero su madre era una ramera, por lo cual sus hermanos lo echaron. Se fue a tierra de †¢Tob, donde se hizo jefe de una banda. Cuando los amonitas pelearon contra la tierra de Galaad los ancianos de allí­ le mandaron a buscar para que les defendiera, lo cual aceptó hacer a cambio de ser el caudillo de ellos después de la crisis. Desde Mizpa envió un mensaje al rey de los amonitas haciendo un recuento de la historia del territorio. †œMas el rey de los hijos de Amón no atendió a las razones que J. le envió†, y se dio una batalla en la cual éste salió vencedor. Hubo disensión con los efraimitas, que se quejaron de no haber sido llamados a la batalla, lo cual terminó en una pelea con los galaaditas, saliendo victoriosos estos últimos, que tomaron †œlos vados del Jordán† y hací­an pronunciar a los que escapaban la palabra Shibolet. Los que no pronunciaban correctamente eran matados. J. habí­a hecho imprudentemente un voto de que si Dios le daba la victoria sacrificarí­a a él la primera persona que saliera a recibirle, que resultó ser su hija. Esta pidió varios dí­as para hacer un duelo, siguiendo después el trágico destino asignado por su padre (Jue 11:1-38; Jue 12:1-6). El caso de la hija de Jefté no es alabado en la Biblia, siempre enemiga de sacrificios humanos. Pero en la lista de los héroes de la fe en He. 11 aparece el nombre de J. (Heb 11:32).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG HOMB HOAT JUEZ

vet, = “él abrirá, liberará”. Este hombre era galaadita en dos sentidos: su padre se llamaba Galaad, y Jefté pasó su juventud en Galaad. Sus hermanos, nacidos de la esposa legí­tima de su padre, echaron de casa a Jefté, porque era hijo ilegí­timo (Jue. 11:1-3). Se resintió profundamente de este comportamiento. Muchos años más tarde, acusó a los ancianos de Galaad, entre los cuales quizá se hallaban algunos de sus hermanos, de haberle aborrecido (Jue. 11:7). Jefté huyó al paí­s de Tob, donde se dedicó a la caza para vivir. Su valor se hizo proverbial, y llegó a ser jefe de una banda. Serí­a una falsedad presentarlo como bandolero fuera de la ley, puesto que Jefté no carecí­a de sentido moral, ni expediciones injustificadas. Tení­a reverencia hacia Dios, y así­ enseñó a su hija. En la época de la expulsión de Jefté, los amonitas invadieron el territorio de Israel al este del Jordán, y se mantuvieron en él durante 18 años. En su angustia, los ancianos de Galaad se vieron en el extremo de tener que implorar el retorno de aquel mismo hombre que habí­an expulsado, y de suplicarle además que fuera su caudillo y libertador. Al ponerse a la cabeza de los galaaditas, Jefté informó a los efrainitas, su tribu vecina, del apuro de Galaad, y los exhortó a que socorrieran a sus hermanos, pero sin resultado alguno. Pidió también al rey de los amonitas la razón de su hostilidad. Su respuesta demostró que los israelitas no tení­an otro remedio que recurrir a las armas. La victoria era incierta desde el punto de vista humano. Jefté hizo entonces un imprudente voto de ofrecer en holocausto a cualquiera que saliera a recibirle de su casa, si el Señor entregaba en sus manos a sus enemigos. Al volver de la derrota de los amonitas, Jefté fue recibido con panderos y danzas por su hija única. Quedó profundamente afectado, pero no cambió su voto. Es probable que fuera sacrificada. Sin embargo, la Ley prohibí­a con tanta firmeza estos sacrificios (Dt. 12:31; 18:10; cf. 2 R. 3:27) que se puede estar seguro que en tal caso Jefté no cumplió en esto la voluntad de Dios. Añadamos que, según numerosos exegetas, pudo haberla redimido con plata (Lv. 27:1-8; Dt. 18:9-12) y consagrado a un celibato perpetuo. Las hijas de Israel adoptaron la costumbre de lamentar cuatro dí­as al año su triste suerte. Aunque no hubiera sido sacrificada, la virginidad perpetua serí­a una inmensa tragedia para una israelita (cf. Gn. 30:1; 1 S. 1:5, 6, etc.). Estalló entonces un conflicto entre Jefté y los efrainitas que con su soberbia caracterí­stica se quejaron de no haber sido convocados por Jefté contra Amón (cf. Jue. 8:1-3). Jefté rebatió sus acusaciones, y los derrotó en batalla, haciendo una gran matanza de ellos (Jue. 12:4-6). Jefté fue juez de Israel durante seis años, y fue sepultado en una de las ciudades de Galaad (Jue. 12:7). Samuel hace mención de él para demostrar que el Señor habí­a cumplido Su promesa de suscitar liberadores cuando Israel se hallase oprimido (1 S. 12:11). En la epí­stola a los Hebreos se halla Jefté entre lo héroes de la fe (He. 11:32).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]

También se pronuncia “Yefté”. Fue uno de los jueces de Israel. Procedí­a de la tribu de Galaad y libró a Israel de los amonitas o tal vez los moabitas (Jue. 10. 6-12). Se hizo tristemente famoso en el Israel posterior, por el voto imprudente que hizo al entrar en combate: “ofrecer en sacrificio al primero que saliera a recibirle, si Dios le daba la victoria”. Fue su hija virgen la que le recibió victorioso y Jefté la sacrificó, después de transigir dos meses para que llorara por los montes el morir virgen.

El voto indiscreto, el sacrificio inmoral, la virginidad maldecida y llorada, etc. se han prestado a muchas interpretaciones y exégesis, sin que se haya logrado acuerdo entre los comentaristas. Tal vez lo más natural es asumir las circunstancias bárbaras de los pueblos primitivos del contexto cananeo, tantas veces repudiadas por la Escritura y los Profetas y asumir la muerte sacrificial de la doncella como aberración condenada y no sólo relatada.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> sacrificios, Isaac). Uno de los jueces de Israel, famoso por la historia de su hija, a la que sacrifica. Sus familiares y vecinos, que antes le habí­an expulsado como ilegí­timo (hijo de mujer no israelita), le nombran jefe para rechazar a los amonitas invasores. Jefté acepta el encargo, recibiendo el espí­ri tu de Yahvé, su Dios, a quien promete la vida “del primero que salga a recibirme a la puerta de mi casa, si es que vuelvo victorioso”. Consigue ciertamente la victoria, pero sólo a costa de la vida de su hija, a la que debe sacrificar, pues ella es quien le sale a recibir con cantos de gozo triunfal a la puerta de su casa (Je 11,1-40). Jefté no es un modelo de soldado salvador para su pueblo, como sigue mostrando la historia del shibolet* (Je 12,1-7). Pero es un hombre de palabra, como muestra la tragedia de su hija, una historia horrible, que la Biblia narra con terror, pero sin inmutarse, pues expresa (sigue expresando) un elemento clave de la conflictividad humana: hay un tipo de progreso económico o militar (en lí­nea de sistema) que implica la utilización y/o destrucción de millones de mujeres, hijas de los hombres.

(1) La historia. El texto supone que Jefté viví­a en tiempos de dura violencia, tiempo “sin reyes” (quiere decirse “sin leyes”), en el que cada uno hací­a lo que querí­a (cf. Je 21,25). Por otra parte, los israelitas se hallaban amenazados de muerte por unas tribus de amonitas y, sintiéndose incapaces de rechazar la amenaza, pidieron a Jefté, un guerrillero marginal, que dirigiera la guerra contra sus enemigos. Jefté asumió el compromiso y, siguiendo las más duras costumbres de su tiempo, ofreció a Dios un voto: “si entregas a los amonitas en mi mano, al primero que salga a mi encuentro, de las puertas de mi casa, cuando regrese victorioso lo ofreceré para Yahvé en holocausto… Y cuando regresaba… le salió a recibir su hija con cí­mbalos y danzas. Y ella era única; no tení­a más hijos ni hijas. Al verla rasgó sus vestiduras y exclamó: ¡Ay, hija mí­a!… Mc has hecho desgraciado, pues he abierto mi boca ante Yahvé y no puedo volverme atrás! Y ella le respondió: Haz conmigo según tu palabra, pues Yahvé te ha concedido vengarte de tus enemigos, de los hijos de Amón. Y dijo también a su padre: ¡Que me concedan esto! Déjame libre dos meses, para que habite entre los montes y llore mi virginidad con mis compañeras. El le contestó ¡vete! y la mandó por dos meses. Y fue con sus compañeras y lloró su virginidad por los montes. Y al cabo de dos meses volvió a donde su padre y él cumplió con ella el voto que habí­a pro metido. Y ella no habí­a conocido varón. Y quedó por costumbre en Israel que año tras año vayan las hijas de Israel a cantar a la hija de Jefté, el galaadita, cuatro dí­as al año” (Je 11,3031.34-40). Jefté, padre guerrero, ofrece y sacrifica a su hija, en acción de gracias, en gesto que expresa el más despiadado sentido mercantil de la religión: “Dios me ha dado lo más grande, la victoria; yo tengo que darle lo mejor, la vida de mi hija”. Algunos han pensado que Jefté ha caí­do en la trampa de su irreflexión, ofreciendo a Dios “al primero que salga por las puertas de mi casa”. Pero el texto supone y el guerrero sabe que de su casa sólo puede salir una persona a recibirle jubilosa, dirigiendo el coro de cantoras que celebran la victoria. No puede salir un animal (oveja o novillo), pues no están en la casa, sino en los establos. Tampoco un extraño, ni siquiera una mujer, pues Jefté no la tiene, sino sólo su hija. Por eso es consciente de que ofrece su hija a un Dios de violencia, al servicio de la guerra.

(2) Yahvé, Dios de la guerra. El Dios que está en el fondo de la historia de Jefté necesita un precio para aplacarse y conceder victoria al jefe militar israelita. Quiere, como siempre, lo más grande: la hija unigénita del guerrero “que llora por los montes su virginidad” (Je 11,38). Parece que Dios la desea para sí­, sin que nadie más pueda casarse con ella y tener hijos, sin que ella misma pueda realizar su vida como madre. Así­ se muestra como un Dios del sacrificio violento, que quiere precisamente lo más importante y valioso: la vida de la joven, la renuncia al sexo y a la maternidad. El Dios de Gn 22 perdonaba la vida de Isaac, pero ahora no ha perdonado a la hija de Jefté, que acabará muriendo, en manos del padre, como sacrificio virginal, en aras del Dios de la guerra. El Dios de la guerra desea para sí­ a la hija del guerrero, sin que nadie más pueda casarse con ella y tener hijos, sin que ella misma pueda realizarse como madre y de esa manera viene a mostrarse como un Dios del sacrificio más violento para un padre (la hija) y para una muchacha (su virginidad).

(3) Jefté, guerrero sacerdote. El aparece en el fondo de la historia como dueño de la vida de su hija, de la que dispone como valor de cambio para ne gociar con Dios. Ciertamente, consigue la victoria, logra la paz para su pueblo, pero a costa de su única hija. Abrahán ofrecí­a a Dios su único hijo de un modo gratuito, simplemente para mostrar su fidelidad. Jefté ofrece su hija para alcanzar el triunfo de Israel. El yahvismo habí­a condenado y sustituido este tipo de sacrificios humanos (cf. 2 Re 3,27; Lv 18,21; Dt 12,31; 18,10), pero nuestro texto sabe que ellos existieron al principio de la historia israelita y siguen influyendo poderosamente en ella. El tema de fondo de este relato pertenece a la entraña primigenia de la humanidad y ha sido conservado de diversas formas en mitos de otros pueblos (desde el sacrificio de Ifigenia en Grecia hasta la muerte de doncellas casaderas mexicanas en las fiestas del Dios del maí­z). Es como si el Dios y el padre, ambos guerreros, disputaran por la hija. La lucha con los amonitas (guerra exterior) es secundaria. La verdadera guerra de Jefté es la que él entabla con Dios, con quien disputa la vida de su hija. En contra de Gn 22 (historia de Isaac), aquí­ no hay posible salvación para la hija virgen, que acaba muriendo en manos del guerrero padre, que la ofrece al Dios de guerra en sacrificio (o que la vende a un marido). Evidentemente, tiene que ser virgen (no haber conocido varón), pues sólo de esa forma vale como precio de memoria (de batalla) para Dios o para los esposos que la rapten por guerra (cf. Je 21,10-14) o que la compren (la reciban) de manos de su padre.

(4) La ¡lija de Jefté no puede dar vida por sí­ misma, sino que está al servicio del guerrero, como saben los mitos de otros pueblos y, sobre todo, la historia patriarcalista de la humanidad. No hay cordero sustitutorio (como en Gn 22), no hay salvación para la hija virgen, que debe acabar siempre muriendo. Ella acepta su función de ví­ctima y sólo pide tiempo para el llanto. Ella es persona para la muerte, al servicio de la guerra y del dios de los varones, sin más recuerdo que el memorial del llanto: los cuatro dí­as que lloran por ella cada año las hijas de Israel en las montañas. Quizá debamos recordar que han sido mujeres, como la hija de Jefté, quienes más han padecido bajo un esquema sacrificial de religión, viniendo a convertirse en hostia ofrecida a Dios en holocausto, en un sentido no cristiano.

Cf. M. BAL, Death and Dissymetry. The Politics of Coherence in the Book ofJudges, University of Chicago Press 1988; X. Pikaza, Religión y violencia en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2005. En plano narrativo: L. FEUCHTWANGEN, Jefta v su hija, EDAF, Madrid 1995.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(Que [Dios] Abra; [Dios] Ha Abierto).
Juez de Israel de la tribu de Manasés. (Nú 26:29; Jue 11:1.) Administró justicia en el territorio de Galaad durante seis años, probablemente en el transcurso de la judicatura de Elí­ y los primeros años de la vida de Samuel. (Jue 12:7.) La referencia de Jefté a los †œtrescientos años† del control israelita al E. del Jordán permiten situar el comienzo de los seis años de su judicatura alrededor de 1173 a. E.C. (Jue 11:26.)

Jefté, un hijo legí­timo. La madre de Jefté era †œuna prostituta†, lo que no significa que Jefté naciera de la prostitución o fuera un hijo ilegí­timo. Su madre habí­a sido una prostituta antes de convertirse en la segunda esposa de Galaad, al igual que Rahab habí­a sido prostituta pero después se casó con Salmón. (Jue 11:1; Jos 2:1; Mt 1:5.) Que Jefté no era un hijo ilegí­timo lo prueba el hecho de que sus medio hermanos, hijos de la esposa principal de Galaad, lo expulsaron para que no tuviera parte en la herencia. (Jue 11:2.) Además, después llegó a ser el caudillo aceptado por los hombres de Galaad, entre quienes sus medio hermanos parecí­an ser los más notables. (Jue 11:11.) Por otro lado, Jefté ofreció un sacrificio a Dios en el tabernáculo. (Jue 11:30, 31.) Ninguna de estas cosas hubiera sido posible en el caso de un hijo ilegí­timo, pues la Ley especificaba: †œNingún hijo ilegí­timo podrá entrar en la congregación de Jehová. Hasta la décima generación misma ninguno de los suyos podrá entrar en la congregación de Jehovᆝ. (Dt 23:2.)
Jefté debió ser el primogénito de Galaad, y, como tal, habrí­a heredado una porción doble de la propiedad de su padre (quien, al parecer, ya habí­a muerto cuando los medio hermanos de Jefté lo expulsaron) y también habrí­a sido el cabeza de la familia. Los medio hermanos de Jefté solo podí­an privarle de la herencia que le correspondí­a legí­timamente si lo echaban de forma ilegal, pues aunque el primogénito fuera hijo de una esposa secundaria, o incluso de una esposa menos preferida, tení­a que recibir los derechos de primogenitura. (Dt 21:15-17.)

†œHombres ociosos† se unen a Jefté. Cuando los medio hermanos de Jefté lo expulsaron, este se puso a morar en la tierra de Tob, una región situada al E. de Galaad, al parecer fuera de las fronteras de Israel. Allí­ Jefté estarí­a expuesto a los enemigos extranjeros de Israel, en particular al pueblo de Ammón. Al encuentro de Jefté fueron †œhombres ociosos†, es decir, hombres que por lo visto se habí­an quedado sin trabajo y se veí­an obligados al ocio, debido al hostigamiento ammonita. Estos hombres que se habí­an rebelado contra la servidumbre a Ammón se pusieron bajo el mando de Jefté. (Jue 11:3.) Los israelitas que viví­an en el territorio que se encontraba al E. del rí­o Jordán (las tribus de Manasés, Rubén y Gad) eran principalmente ganaderos, y las incursiones de los ammonitas (que en algunas ocasiones hasta llegaban a cruzar el Jordán) al parecer habí­an privado a muchos de los habitantes de Galaad de sus posesiones y medios de vida. (Jue 10:6-10.)

Amenaza ammonita de guerra. La opresión de los ammonitas continuó durante dieciocho años. Dios lo permitió porque los israelitas habí­an sido infieles y se habí­an vuelto a servir a los dioses de las naciones circundantes. Por fin, los hijos de Israel recobraron el juicio, se arrepintieron de su insensatez, clamaron a Jehová por socorro y se pusieron a eliminar los í­dolos y servir a Jehová. Entonces, Ammón se reunió en Galaad para entrar en una guerra a gran escala. (Jue 10:7-17; 11:4.) Este hecho indica que en realidad era el gran enemigo invisible de Dios, Satanás el Diablo, quien incitaba a las naciones paganas contra Israel, y que la cuestión que de verdad estaba en juego era la adoración al Dios verdadero. (Compárese con Rev 12:9; Sl 96:5; 1Co 10:20.)
Israel reunió sus fuerzas en Mizpá. Los medio hermanos de Jefté probablemente eran ancianos galaaditas prominentes. (Jue 10:17; 11:7.) Vieron la necesidad de tener buen acaudillamiento y dirección (Jue 10:18), y comprendieron que si querí­an derrotar a Ammón, tendrí­an que someterse a la jefatura del hombre que Dios habí­a nombrado. (Jue 11:5, 6, 10.) Para ese tiempo Jefté y sus hombres habí­an realizado hazañas en Tob, lo que daba a entender que Dios le habí­a elegido. (Jue 11:1.) De modo que los hombres de Galaad decidieron acudir a Jefté, a quien antes habí­an despreciado, para pedirle que fuera su cabeza.

Jefté llega a ser cabeza de Galaad. Jefté concordó en acaudillarlos en la lucha contra Ammón con una condición: si Jehová le daba la victoria, continuarí­a como cabeza después de volver de la batalla. Su insistencia en este punto no era una petición egoí­sta, ya que se habí­a mostrado interesado en la batalla en beneficio del nombre de Dios y de su pueblo. Por lo tanto, en caso de que derrotara a Ammón, se probarí­a que Dios estaba con Jefté, y él querí­a asegurarse de que no se volviese a abandonar la dirección de Dios una vez que hubiese pasado la crisis. Además, si en realidad era el hijo primogénito de Galaad, tan solo estaba haciendo constar su derecho legal como cabeza de la casa de Galaad. El pacto se celebró ante Jehová en Mizpá. Una vez más Jefté demostró que acudí­a a Jehová como el Dios y Rey de Israel y su verdadero Libertador. (Jue 11:8-11.)
Jefté, un hombre de acción, inició su enérgico acaudillamiento sin pérdida de tiempo. Envió un mensaje al rey de Ammón, en el que le señalaba que Ammón era el agresor al haber invadido la tierra de Israel. El rey contestó que Israel le habí­a arrebatado esa tierra a Ammón. (Jue 11:12, 13.) En esta ocasión Jefté mostró que no era simplemente un guerrero inculto y tosco, sino un estudioso de la historia y en especial de los tratos de Dios con su pueblo. Refutó el argumento ammonita demostrando que 1) Israel no molestó ni a Ammón ni a Moab ni a Edom (Jue 11:14-18; Dt 2:9, 19, 37; 2Cr 20:10, 11); 2) Ammón no poseí­a la tierra en disputa cuando se produjo la conquista israelita, porque entonces estaba en manos de los amorreos cananeos, y Dios habí­a dado esa tierra y a su rey, Sehón, en manos de Israel, y 3) Ammón no habí­a cuestionado la ocupación israelita durante los pasados trescientos años, de modo que ¿qué base válida tení­an entonces para hacerlo? (Jue 11:19-27.)
Jefté llegó al fondo del asunto cuando demostró que el punto en cuestión giraba en torno a la adoración. Dijo que Jehová Dios habí­a dado a Israel la tierra y que por esta razón no entregarí­a ni un palmo de ella a los adoradores de un dios falso. Se refirió a Kemós como el dios de Ammón. Algunos han pensado que esto es un error. No obstante, aunque Ammón tení­a al dios Milcom y Kemós era el dios de Moab, estas naciones emparentadas adoraban a muchos dioses. Salomón incluso llegó a introducir la adoración a Kemós en Israel debido a sus esposas extranjeras. (Jue 11:24; 1Re 11:1, 7, 8, 33; 2Re 23:13.) Además, según algunos doctos, †œKemós† puede significar †œDominador; Conquistador†. (Véase Gesenius†™s Hebrew and Chaldee Lexicon, traducción al inglés de S. P. Tregelles, 1901, pág. 401.) Jefté quizás se refiriera a ese dios como aquel a quien los ammonitas atribuyeron el haber †˜dominado†™ o †˜conquistado†™ otros pueblos para darles a ellos la tierra.

Voto de Jefté. Jefté comprendió que Dios querí­a que lucharan contra Ammón. Con la fuerza del espí­ritu de Dios, condujo a su ejército a la batalla. De manera parecida a la acción de Jacob unos seiscientos años antes, Jefté hizo un voto, demostrando su deseo de todo corazón de que Jehová le dirigiera y atribuyéndole a El cualquier éxito que obtuviera. (Jue 11:30, 31; Gé 28:20-22.) Jehová oyó con favor su voto, y los ammonitas fueron sojuzgados. (Jue 11:32, 33.)

¿Pensaba Jefté en un sacrificio humano cuando hizo el voto de ofrecer en holocausto al primero que saliera de su casa?
Algunos crí­ticos y eruditos han condenado a Jefté por su voto, pues consideran que siguió la costumbre de otras naciones de ofrecer a su hija en el fuego como ofrenda quemada humana. No obstante, este no es el caso. Ofrecer un sacrificio humano literal habrí­a sido un insulto a Jehová, un acto detestable que infringí­a su ley. Dios mandó estrictamente a Israel: †œNo debes aprender a hacer conforme a las cosas detestables de aquellas naciones. No deberí­a hallarse en ti nadie que haga pasar por el fuego a su hijo o a su hija […]. Porque todo el que hace estas cosas es algo detestable a Jehová, y a causa de estas cosas detestables Jehová tu Dios va a expulsarlas de delante de ti†. (Dt 18:9-12.) Jehová no habrí­a bendecido a tal persona, más bien la habrí­a maldecido. Los mismos contra quienes Jefté estaba luchando, los ammonitas, ofrecí­an sacrificios humanos a su dios Mólek. (Compárese con 2Re 17:17; 21:6; 23:10; Jer 7:31, 32; 19:5, 6.)
Cuando Jefté dijo: †œEntonces tiene que suceder que el que venga saliendo, que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro […] tiene que llegar a ser entonces de Jehovᆝ, hací­a referencia a una persona, no a un animal, pues no era probable que los animales propios para sacrificio se tuvieran en las casas israelitas o pudieran entrar en ellas con facilidad. Además, la ofrenda de un animal no demostrarí­a una devoción extraordinaria a Dios. Jefté sabí­a que bien podrí­a salir a su encuentro su propia hija. También ha de tenerse en cuenta que el espí­ritu de Jehová estaba con Jefté en aquel tiempo, y esto impedirí­a que hiciera un voto irreflexivo. De modo que, ¿cómo podrí­a la persona que saliera al encuentro de Jefté para felicitarlo por su victoria †œllegar a ser […] de Jehovᆝ y ser presentada †œcomo ofrenda quemada†? (Jue 11:31.)
Los padres tení­an el derecho de dedicar a sus hijos al servicio exclusivo de Jehová en relación con el santuario. Un caso fue el de Samuel, que fue prometido al servicio del tabernáculo mediante un voto que efectuó su madre, Ana, antes de que el niño naciera, voto que aprobó su esposo, Elqaná. Tan pronto como destetó a Samuel, Ana lo ofreció al santuario. Junto con su hijo, llevó un sacrificio animal. (1Sa 1:11, 22-28; 2:11.) Sansón fue otro hijo dedicado especialmente al servicio de Dios como nazareo. (Jue 13:2-5, 11-14; compárese con la autoridad del padre sobre una hija, según se indica en Nú 30:3-5, 16.)
Por tanto, cuando Jefté llevó a su hija al santuario, que en aquel tiempo estaba en Siló, debió acompañar su presentación con una ofrenda quemada animal. Según la Ley, se degollaba la ofrenda quemada, se despellejaba y se cortaba en trozos; luego se lavaban los intestinos y las canillas; por último, su cuerpo, incluida la cabeza, se quemaba en el altar. (Le 1:3-9.) Como ofrenda completa, representaba una dedicación plena, incondicional y de todo corazón a Jehová. Además, cuando acompañaba a otras ofrendas (por ejemplo, cuando la ofrenda quemada seguí­a a la ofrenda por el pecado en el Dí­a de Expiación), constituí­a una solicitud a Jehová para que aceptara la otra ofrenda. (Le 16:3, 5, 6, 11, 15, 24.)
Este ofrecimiento suponí­a un verdadero sacrificio tanto para Jefté, que no tení­a más hijos, como para su hija. (Jue 11:34.) Por lo tanto, ningún descendiente suyo podrí­a continuar su nombre y herencia en Israel; su única esperanza era su hija. Ella no lloró su muerte, sino su †œvirginidad†, pues era el deseo de todo israelita, hombre y mujer, tener hijos y mantener vivos el nombre y la herencia de la familia. (Jue 11:37, 38.) La esterilidad era una calamidad. No obstante, la hija de Jefté †œnunca tuvo relaciones sexuales con ningún hombre†. Estas palabras habrí­an sido innecesarias en el caso de que solo aplicasen antes de haber hecho el voto, porque se especifica que era virgen. Es obvio que esta declaración tiene que ver con el cumplimiento del voto por el hecho de que sigue a la expresión: †œEl llevó a cabo su voto que habí­a hecho tocante a ella†. En realidad, el registro también señala que ella mantuvo su virginidad después de llevarse a cabo el voto. (Jue 11:39; véanse DK, FS, NM, Val.)
Además, las compañeras de la hija de Jefté la visitaban †œde año en año† para †˜darle encomio†™. (Jue 11:40.) La palabra hebrea que se usa aquí­, ta·náh, también aparece en Jueces 5:11, y en este texto se traduce de diferentes maneras: †œrelatar† (NM), †œrepetir† (BAS), †œrecitar† (Val, 1989), †œrecontar† (DK), †œcelebrar† (NBE). En la obra A Hebrew and Chaldee Lexicon (edición de B. Davies, 1957, pág. 693) la palabra se define como †œrepetir; reiterar†. La obra Vindicias de la Sagrada Biblia (Barcelona, 1845, pág. 426) comenta que esta voz, que algunas versiones traducen †œllorar†, puede traducirse †œensalzar†, es decir, †œcelebrar y ensalzar su piedad y su constancia en confirmar y ratificar el voto de su padre†. Al servir en el santuario, seguramente como otros netineos (†œdados†, dedicados al servicio del santuario), ella tendrí­a mucho que hacer. Estas personas recogí­an leña, sacaban agua, efectuaban trabajos de mantenimiento y sin duda otras muchas tareas como ayudantes de los sacerdotes y levitas. (Jos 9:21, 23, 27; Esd 7:24; 8:20; Ne 3:26.)

Los efraimitas resisten a Jefté. Los efraimitas, que se consideraban la tribu dominante del Israel septentrional (incluida Galaad), se negaron orgullosamente a reconocer a Jefté y buscaron la manera de justificarse, aduciendo una falsa acusación para darse por ofendidos. Ya habí­an demostrado una actitud semejante años antes, en el tiempo del juez Gedeón. (Jue 8:1.) En esta ocasión alegaron que Jefté no les habí­a llamado para pelear contra Ammón, y amenazaron con quemar la casa de Jefté con él dentro. (Jue 12:1.)
Jefté contestó que los habí­a llamado, pero que ellos habí­an rehusado responder. Les dijo: †œJehová los dio [Ammón] en mi mano. ¿Por qué, pues, han subido ustedes contra mí­ el dí­a de hoy para pelear contra mí­?†. (Jue 12:2, 3.) Los efraimitas dijeron de las fuerzas de Jefté: †œHombres escapados de Efraí­n es lo que son ustedes, oh Galaad, dentro de Efraí­n, dentro de Manasés†. (Jue 12:4.) Estas palabras podí­an considerarse como una crí­tica a Jefté, pues aludí­an a su expulsión y al hecho de que se habí­an asociado con él †˜fugitivos†™, †œhombres ociosos† y sin trabajo. (Jue 11:3.)
En la batalla que se entabló a continuación, Efraí­n fue derrotado y puesto en fuga. Los hombres de Jefté los detuvieron en los vados del Jordán, y cuando los efraimitas fugitivos trataron de ocultar su identidad, su pronunciación los delató. Una vez que se les puso a prueba para que dijeran la palabra †œSchibolet†, no pudieron pronunciar el sonido †œSch† y dijeron: †œSibolet†. Por rebelarse contra aquel a quien Jehová habí­a nombrado para su salvación, 42.000 efraimitas perdieron la vida. (Jue 12:5, 6.)

Aprobado por Dios. En 1 Samuel 12:11 se menciona a Jefté como un libertador enviado por Jehová, y en Hebreos 11:32 se le incluye entre la fiel †œnube de testigos†. (Heb 12:1.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Uno de los últimos (ca. 11000 a.C.) jueces hebreos (Jue. 11.1–12.7, cuyo nombre yiftāḥ “probablemente sea abreviatura de yiftāḥ-˒ēl, ‘Dios abre (la matriz)’, que se cita como nombre propio en sabeo” (°NCBR, pp. 267; en cast. °NCBR, pp. 269). Hijo de una prostituta pagana común (zônâ) y de Galaad, que hasta entonces no había tenido hijos, Jefté pensó que había sido desheredado ilegalmente por los hijos menores legítimos de Galaad. Huyó a la tierra de *Tob. Desde allí él y los renegados que se le unieron incursionaron contra aldeas y caravanas, y al igual que la banda de David (1 S. 22.2; 27.8–9; 30) puede haber protegido las aldeas israelitas de las tribus merodeadoras, quizás incluidos también los amonitas.

Cuando los israelitas en la Transjordania se vieron amenazados por una invasión de los amonitas en gran escala, los ancianos de Galaad invitaron a Jefté a ser su comandante. Consintió solamente cuando le prometieron que seguiría dirigiéndolos (e. d. como juez) cuando cesara la lucha. Este pacto se confirmó con juramentos en Mizpa (Gn. 31.48–49). Jefté usó primero la diplomacia para disuadir a los amonitas del ataque, pero fracasó (Jue. 11.12–28).

Después de haber recibido, por el Espíritu de Dios, coraje e ingenio para la tarea que tenía que realizar, Jefté pasó por Galaad y Manasés para reclutar mayor número de hombres. Luego cruzó el Jaboc hasta el cuartel general israelita en Mizpa. Allí, antes de iniciar la campaña contra los amonitas, hizo un voto (neder) ante su Dios, práctica común de los pueblos antiguos antes de la batalla. Jefté intencionalmente prometió a Yahvéh un sacrificio humano, probablemente pensando en un esclavo, debido a que un solo animal no habría significado casi nada para un jefe del pueblo. La traducción de hayyôṣē en la LXX, ho emporeuomenos, “quienquiera que viniere”, indica desde hace mucho que esta es la interpretación correcta. El vv. 31 debería decir: “Entonces quienquiera se adelantare … será del Señor, y yo lo ofreceré en holocausto.” Jefté vivía entre paganos que ofrecían sacrificios humanos a las deidades paganas (cf. 2 R. 3.27), y en una época en la que poco se conocía o practicaba la ley de Moisés. Jefté puede haber supuesto sinceramente (aunque equivocadamente, Lv. 18.21; Dt. 12.31), “que Jehová tenía que ser propiciado con una ofrenda tan costosa como las que se habían desangrado en los altares de Quemos y Moloc (F. W. Farrar).

Después de vencer a los amonitas por fe (He. 11.32) Jefté retornó triunfalmente a su casa en el cuartel general, para ser recibido por su única hija, que encabezaba una procesión en celebración de la victoria (cf. 1 S. 18.6; Ex. 15.20). Con gran pesar Jefté comprendió que debía cumplir su voto ofreciéndola en holocausto (˓ôlâ, que siempre se quemaba). No la ofreció a una vida de celibato (práctica que no se aplicó hasta la época del rabino Kimchi), porque no se registra que las siervas del tabernáculo o el templo tuvieran que ser vírgenes (Ana estaba casada, Lc. 2.36).

Jefté fue tan severo con sus hermanos los efraimitas como lo había sido con sus enemigos los amonitas y consigo mismo con respecto a su hija. Ofendidos quizas porque no habían participado de la victoria, los efraimitas amenazaron su vida. Jefté respondió con violencia, y llevó a cabo una matanza despiadada en el Jordán (Jue. 12.1–6).

Bibliografía. G. Camps, “Jehé”, °EBDM, cols. 310–315; R. de Vaux, Historia antigua de Israel, 1975, t(t). II, pp. 318ss.

J.R.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

( Hebreo YPTCH); uno de los jueces de Israel. La historia de Jefté aparece narrada en los capítulos 11 y 12 del Libro de los Jueces. Fue un guerrero de Galaad e hijo de una prostituta. El nombre de su padre fue Galaad, el cual tenía esposa y otros hijos, los cuales echaron a Jefté de la familia, tras lo cual él huyó al país de Tob al este de Siria. Allí se convirtió en líder de una banda de “gente miserable” y ladrones que le seguían como a su príncipe.

En ese momento el territorio al este del Jordán fue invadido por los ammonitas, y los ancianos de Galaad, al estar en extrema necesidad de un líder para llevar a cabo la defensa, se vieron obligados a ir a Tob y pedirle a Jefté que regresara y fuese su caudillo. Después de expresar sorpresa ante tal oferta, pues tuvo en cuenta el trato que había recibido en su ciudad natal, cedió a sus ruegos, pero insistió en la condición de que, si resultaba victorioso sobre los ammonitas, sus propios compatriotas permanecerían fieles a su palabra y le reconocerían como su príncipe. Los ancianos le hicieron una promesa solemne, y Jefté regresó con ellos a la tierra de Galaad, donde fue nombrado jefe por aclamación popular.

Antes de comenzar su campaña Jefté hizo un voto al Señor, diciendo: “Si entregas en mis manos a los ammonitas, el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto” (Jc. 29,31). Después de una negociación bastante larga con el rey de los ammonitas en cuanto al derecho de Israel de la posesión de la tierra de Galaad, Jefté condujo sus fuerzas contra los invasores y “los derrotó desde Aroer hasta cerca de Minnit (veinte ciudades) y hasta Abel Keramim. Fue grandísima derrota y los ammonitas fueron humillados delante de los israelitas” ( Jc. 21,33).

A su regreso triunfal a su casa en Mispá, la primera persona que salió a su encuentro fue su única hija, acompañada por un coro de mujeres. Al verla se alarmó y se llenó de consternación, pues recordó su voto precipitado, pero declara que ha abierto su boca para el Señor y no puede hacer otra cosa que cumplirla. La hija expresa una noble y generosa resignación a su destino, pero pide una tregua de dos meses para poder ir a vagar por las montañas y “llorar su virginidad” con sus compañeras”. Al cabo de los dos meses “volvió donde su padre y él cumplió en ella el voto que había hecho”. De ahí surgió la costumbre de que de año en año las hijas de Israel se reúnen y lamentan durante cuatro días a la hija de Jefté el Galaadita.

El significado obvio de la narración es que la hija de Jefté fue ofrecida como un sacrificio humano, y de hecho, tal ha sido la interpretación unánime de ella en la tradición judía, así como en la cristiana temprana. Algunos apologistas modernos, sin embargo, sorprendidos por la idea de que un juez sobre el que “vino el Espíritu del Señor” (11,29) pudiese cometer un acto tan bárbaro, se han esforzado en demostrar que las palabras del voto de Jefté no deben tomarse literalmente, sino que se refieren al celibato perpetuo al cual su hija sería condenada. Los argumentos en este sentido, que están lejos de ser convincentes, se pueden encontrar en Vigouroux, “Dictionnaire de la Biblia”, s.v. Ignoran la bárbara condición ética de los israelitas en esa época relativamente remota—una condición que es evidente en otros relatos en el mismo libro de los Jueces (por ej. el del cap. 19).Que el sacrificio humano estaba prohibido expresamente por la ley mosaica no favorece el argumento pues, aun admitiendo que la ley existiese entonces más que en embrión, lo cual es al menos muy dudoso, está claro a partir de los libros históricos de este y períodos posteriores que sus prescripciones fueron ignoradas constantemente por el pueblo judío. Se puede inferir de pasajes como 1 Sam. 14,24ss; 2 Sam. 21,6-9 y 2 Rey. 16,3, etc. que esos votos irreflexivos con sus nefastas consecuencias, e incluso los sacrificios humanos, no eran cosas desconocidas en esa etapa de la historia de Israel

Luego de la conquista de los ammonitas Jefté se enfrascó en un grave conflicto con las tribus efrainitas vecinas las cuales se habían quejado arrogantemente de que no habían sido invitados a tomar parte en la expedición. Jefté respondió que habían sido llamados a ayudar, pero que ellos se habían negado, y el resultado fue una lucha feroz entre Efraín y los hombres de Galaad en la que estos últimos salieron victoriosos. Obtuvieron el control estratégico de los vados del Jordán por el cual los hijos de Efraín se veían obligados a huir para regresar a sus casas. Cuando los fugitivos aparecían, se le pedía a cada uno que pronunciara la palabra Šibbólet (espiga de trigo), y si, de acuerdo con el dialecto efrainita, la pronunciaban Sibbólet, el hombre era condenado a muerte inmediatamente. El asesinato de cuarenta y dos mil efrainitas en esa ocasión puede ser una exageración o, posiblemente, un cambio en el texto. Jefté murió después de una judicatura de seis años, y fue enterrado en su ciudad de Galaad.

Bibliografía: PALIS en VIGOROUX, Dict. de la Bible, s.v. Jephté; COOKE en HASTINGS, Dict. of the Bible, s.v. Jephthah.

Fuente: Driscoll, James F. “Jephte.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. 17 Nov. 2011
http://www.newadvent.org/cathen/08333b.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica