JEZABEL

1Ki 16:31-2Ki 9:37; Rev 2:20.


Jezabel (heb. ‘íŽzebel, quizá “casta [no casada; entera]”; fen. Bl ‘zbl [con el nombre Baal prefijado]; en un antiguo sello heb., ‘zbl; gr. ‘lezábel). La infame esposa del rey Acab de Israel. Era hija de Etbaal (rey de Tiro y Sidón; 1Ki 16:31) y fue sacerdotisa de Astarté. Como pagana de voluntad muy fuerte, hizo un decidido y exitoso esfuerzo para introducir su religión en Israel. Mató a los adoradores de Yah-weh, persiguió a los profetas y mantuvo a centenares de profetas de Baal, a quienes Acab construyó un templo en Samaria (1Ki 16:32; 18:4, 13, 19). Cuando el profeta Elí­as, quien habí­a provocado la ira de ella por su activa y tenaz oposición a la adoración de Baal, mató a todos los profetas de Baal en el monte Carmelo (18:40), incremento su ira aún más (19:1-3). Jezabel fue responsable de la muerte de Nabot, el dueño de la viña que su esposo Acab deseaba poseer (1Ki 21:1-16). Elí­as predijo un seguro y cruel castigo por su crimen (vs 17-24), profecí­a que se cumplió 11 años después de la muerte de Acab, cuando Jehú usurpó el trono. Al llegar a Jezreel después de asesinar a Joram, Jehú vio a Jezabel que miraba por la ventana de su palacio. Desafio a sus eunucos a arrojarla a la calle, lo que ellos hicieron tirándola por la ventana. Cayó frente al carro de Jehú y éste pasó por sobre su cuerpo. Más tarde dio orden de sepultarla por cuanto era de sangre real, pero sólo encontraron la cabeza, los pies y las manos; el resto del cuerpo habí­a sido comido por ciertos perros basureros del Oriente (2Ki 9:7, 30-37). Por haber seducido a los israelitas en seguir la idolatrí­a, el nombre Jezabel aparece en Rev 2:20 como un sí­mbolo de esa forma de seducción en perí­odos posteriores. Bib.: FJ-AJ viii.13.1; FJ-AA i.18.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

nombre femenino. 1. Hija de Itobaal, sacerdote de Astarté, quien usurpó el trono de los sidonios, en Tiro, al tiempo que lo hací­a Omrí­ en el reino de Israel. Estos dos usurpadores entablaron relaciones fortalecidas por la alianza matrimonial de J., hija del primero y del rey Ajab de Israel, hijo del segundo, quien reinó del 874 al 853 a. C. A Ajab no le bastó continuar con las costumbres religiosas de su antepasado Jeroboam, sino que, bajo el influjo de su mujer J., edificó un santuario a Baal, en Samarí­a, la capital del reino, 1 R 16, 29-32; 21, 25-26. J. quiso exterminar los profetas de Yahvéh, de los cuales salvó cien Abdí­as, escondiéndolos en una cueva, 2 R 18, 4. J. habí­a llevado de Tiro cuatrocientos cincuenta profetas de Aserá, a los cuales ella mantení­a, y que el profeta Elí­as degolló en el torrente de Quisón, tras el juicio de Dios en el monte Carmelo, 1 R 18, 19 y 40. Cuando J. supo por su esposo, el rey Ajab, lo que habí­a hecho Elí­as con los profetas de Baal, mandó decir a Elí­as que lo matarí­a, y el profeta debió huir, 1 R 19, 1-3. J. hizo que su esposo, el rey Ajab, cometiera un crimen de sangre. Nabat tení­a una viña junto al palacio de Ajab, en Yisreel, por la que el rey le ofreció una suma de dinero u otra viña mejor a cambio. Como el campo era herencia de familia, Nabat se negó. J., entonces, mediante cartas a los ancianos de la ciudad acusó a Nabat de haber blasfemado contra Dios y contra el rey, para lo cual presentó los dos testigos de ley, pero venales, tras lo cual el hombre fue condenado a muerte y lapidado fuera de la ciudad. Ajab tomó, de esta manera, posesión de la viña de Nabat, 1 R 21, 1-16.

El profeta Elí­as fue enviado a Ajab por Yahvéh y le dijo: †œEn el mismo lugar donde los perros han lamido la sangre de Nabat, lamerán también los perros tu propia sangre†, así­ como que su casa y toda su descendencia serí­an barridas de la tierra. De J. dijo, también, el profeta Elí­as que morirí­a y los perros la devorarí­an en el campo de Yisreel, 1 R 21, 17-23.

Elí­as envió a uno de los discí­pulos de los profetas donde Jehú jefe del ejército de Ajab, quien se encontraba en Ramot de Galaad, para ungirlo rey de Israel, a quien le dijo, de parte de Yahvéh: †œTe unjo rey del pueblo de Yahvéh, de Israel. Derrotarás a la casa de Ajab, tu señor. Así­ vengaré sobre J. la sangre de mis siervos los profetas y la sangre de todos los siervos de Yahvéh. Y a J. la comerán los perros en el campo de Yisreel, sin que nadie la entierre†, 2 R 9, 4-10. Jehú asesinó al rey Ajab, usurpó el trono de Israel y se fue a Yisreel, donde estaba J. en el balcón del palacio con los eunucos, quienes a la señal de Juhú la arrojaron de allí­ y los caballos la pisotearon.

Jehú entró a comer y al cabo de un rato, envió a que enterraran a J., pues era hija de rey. Sin embargo, sólo encontraron el cráneo, los pies y las palmas de las manos, con lo que se cumplió lo dicho por el profeta Elí­as, 2 R 9, 30-37. 2. Falsa profetisa, de la secta de los nicolaí­tas, que engañaba e incitaba a los fieles de la Iglesia de Tiatira, ciudad asiática, a la fornicación; a ella y a sus seguidores se les anuncia la muerte, si no se arrepienten, Ap 2, 20-24.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., †™izevel, quizá signifique no exaltada, no manejable).
1. Hija de Etbaal, rey de los sidonios, y reina de Acab, rey de Israel (c. 874-853 a. de J.C.). Jezabel fue criada como una celosa adoradora de Baal y, cuando se casó con Acab, no sólo continuó su religión ancestral sino que también trató de imponerla sobre el pueblo de Israel. Para complacerla, Acab construyó un templo y un altar a Baal en Samaria (1Ki 16:32) y 450 profetas de Baal comí­an de su mesa (1Ki 18:19). Jezabel mató a todos los profetas del Señor que pudo encontrar (1Ki 18:4-13). Cuando se le informó que Elí­as habí­a matado a los profetas de Baal, lo amenazó de muerte y él se vio obligado a huir. La muerte de la familia de Acab fue como castigo por la persecución de los profetas del Señor por parte de Jezabel (2Ki 9:7). Más tarde ella obtuvo la viña de Nabot para Acab haciendo que su dueño fuera ejecutado injustamente (1 Reyes 21). Cuando Elí­as supo de este crimen, le dijo a Acab que la venganza de Dios caerí­a sobre él y que los perros se comerí­an el cuerpo de Jezabel en los muros de Jezreel. La profecí­a se cumplió (2Ki 9:7, 2Ki 9:30-37).
2. En Rev 2:20, en la carta a Tiatira, leemos de la mujer Jezabel, que dice ser profetisa. Dicha mujer influyó para que algunos miembros de la iglesia cristiana cometieran fornicación espiritual. Este pudiera ser un nombre simbólico, dada la semejanza entre ella y la esposa idólatra de Acab.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Nombre de una mujer del AT y otra del NT.

1. Esposa del rey Acab. Era †œhija de †¢Et-baal, rey de los sidonios† (1Re 16:30-31). Este matrimonio confirmaba una alianza entre Israel y Tiro. Acab edificó un templo a Baal e hizo una imagen de †¢Asera, evidentemente instigado por J., que promovió el culto de su tierra natal, lo cual imitaron muchos en Israel, especialmente los nobles. En los relatos del ministerio del profeta †¢Elí­as, J. aparece como la gran enemiga de Jehová y sus profetas. Desató una persecución contra estos últimos, de la que se salvaron algunos sólo porque †¢Abdí­as, mayordomo del rey, los escondió (1Re 18:3-4, 1Re 18:13). Tras el incidente del monte Carmelo, donde Elí­as mató a los profetas de Baal, J. le amenazó de muerte. Elí­as huyó al desierto †œpara salvar su vida† (1Re 19:1-3). Cuando Acab no pudo conseguir que †¢Nabot le vendiera su viña J. arregló una conspiración mediante un juicio amañado para que éste fuera condenado y así­ Acab pudiera adquirir la propiedad (1Re 21:1-16). La condena de Dios por este acto incluyó una profecí­a de Elí­as de que †œlos perros comerán a J. en el muro de Jezreel† (1Re 21:23). Muerto Acab reinaron sucesivamente sus hijos †¢Ocozí­as y †¢Joram, en cuyos reinados J. mantuvo una gran influencia como reina-madre. Tocó al profeta †¢Eliseo ordenar el ungimiento de Jehú como rey de Israel en lugar de la casa de Acab, acto en el cual se ordenó venganza por †œla sangre de todos los siervos de Jehová, de la mano de J.† (2Re 9:7, 2Re 9:10). Jehú, en su conspiración, mató a Joram (2Re 9:14-24) y luego fue a †¢Jezreel. Cuando J. lo supo se puso sus ropas reales y recibió a Jehú desde una ventana del palacio tratando de impresionarlo, pero éste consiguió el apoyo de dos o tres de los eunucos de la misma J. y les ordenó que la lanzaran por la ventana. †œParte de su sangre salpicó en la pared y en los caballos; y él la atropelló†. Después de un tiempo ordenó que le dieran sepultura, puesto que era hija de rey. Pero los que fueron a buscarla sólo encontraron †œla calavera, y los pies, y las palmas de las manos†, pues el resto lo habí­an comido los perros, cumpliéndose así­ la profecí­a (2Re 9:30-37). J. nació aproximadamente en la primera década del siglo IX a.C. y murió por el año 841 a.C. En las tradiciones judí­as J. aparece como una mujer perversa que incitaba a su marido a cometer toda clase de impurezas sexuales.

. Nombre que se utiliza en la carta a la iglesia de Tiatira para señalar a una mujer, que se decí­a profetisa, que enseñaba a los creyentes †œa fornicar y a comer cosas sacrificadas a los í­dolos† (Apo 2:20). Es probable que se escogiera este nombre como un paralelismo con J. #1, la esposa de Acab, rey de Israel.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG SACE REYE MUJE MUAT TIPO

ver, JEHÚ

vet, Hija de Et-baal rey de los sidonios, y sacerdotisa de Astarté antes de casarse con Acab rey de Israel (1 R. 16:31; Contra Apión, 1:18). Dotada de un enérgico carácter, hací­a lo que querí­a de su marido. Jezabel era una ferviente adoradora de Baal, por lo que su esposo construyó para ella en Samaria un templo y un altar consagrados a Baal, y una asera, estatua que representaba a la Astarté fenicia (1 R. 16:32, 33). Aunque era sólo la esposa del rey, Jezabel hizo dar muerte a todos los profetas de Jehová que pudo hacer apresar (1 R. 18:4-13) y se propuso dar muerte al profeta Elí­as (1 R. 19 :1, 2). Promovió el asesinato legal de Nabot para conseguir su viña para su marido (1 R. 21:16-22). Los perros se la comieron conforme a la profecí­a de Elí­as. Jezabel murió defenestrada durante el golpe de Jehú (véase JEHÚ) y fue atropellada por el carro de Jehú lanzado a toda velocidad. Al cabo de poco tiempo, al dar Jehú la orden de “enterrar aquella maldita”, descubrieron que casi nada quedaba de su cadá

ver, que habí­a sido comido por los perros (2 R. 9:7, 30-37). Su acción de introducir en Israel el culto idolátrico a Baal y de dar muerte a los siervos del Señor, ha hecho recordar su nombre como baldón de infamia y como tipo de un sistema seductor dentro de la iglesia profesante, que atrae a otros a la idolatrí­a (Ap. 2:20).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(p prostitución, Balaam, idolocitos). Princesa fenicia, casada con Ajab, hijo de Omrí­, que fue rey de Israel entre el 874-853 a.C. La tradición bí­blica la presenta no sólo como idólatra (adoradora de Baal), sino como impulsora del culto de Baal en el reino de Samarí­a, y como asesina de ciudadanos honrados y profetas (cf. 1 Re 16,31; 18,4-19; 21,5-2; 2 Re 9,3-37).

(1) Jezabel de Tiatira. Juan, el autor del Apocalipsis, presenta con ese sobrenombre de Jezabel a una profetisa poderosa de la iglesia en Tiatira, a la que llama “la mujer” (tén gynaika: 2,20), con artí­culo definido, en terminologí­a que parece situarla entre la madre de Ap 12,1 y la prostituta de Ap 17,3. No sabemos cómo se llamaba, pero sabemos que actuaba como profetisa (2,20), en tí­tulo que Juan rechaza, pues sólo admite como auténticos profetas a los que se muestran fieles a Jesús, en la lí­nea que él defiende, estando dispuestos a morir antes que prostituirse con Roma (cf. Ap 11,18; 16,6; 18,24). Es evidente que Jezabel goza de fuerte autoridad dentro de su iglesia: Juan profeta ha querido hacer que cambie de enseñanza sin lograrlo y por eso la amenaza. Ella parece la fi gura dominante de la comunidad en Tiatira (2,21-23). Para rechazar su influjo y enseñanza ha escrito Juan su Apocalipsis, presentándola como adúltera (moikheuein: 2,22). Juan afirma que Jezabel debí­a haber mantenido la fidelidad a Dios, separándose de un tipo de prostitución religiosa, pero ha buscado alianzas falsas, como Israel en tiempo antiguo, enseñando a los cristianos a seguirla. Serí­a bueno que conociéramos su punto de vista. Posiblemente empleaba argumentos cercanos a ciertos discursos de Juan evangelista y de Pablo, entendiendo el Evangelio en clave de fidelidad interior, más que de batalla contra Roma. Pero el Apocalipsis la acusa, diciendo que vive de su pomeia o prostitución (2,21), lo mismo que la Prostituta de Ap 17-19, incluyendo en su enseñanza un tipo de pacto con Roma (comer idolocitos y prostituirse: Ap 2,20).

(2) Las razones de Jezabel. Posiblemente, ella dirige una escuela cristiana y se siente capaz de penetrar en las profundidades de Satanás (cf. 2,24), conociendo y superando su peligro de un modo que Juan profeta interpreta como prostitución (ella hace a sus hijos o discí­pulos prostitutos: 2,23; cf. 17,5). Esta batalla entre Juan y Jezabel constituye uno de los momentos importantes de la historia del cristianismo primitivo. Los dos dirigentes de la iglesia disputan no sólo por razones dogmáticas, sino también por cuestión de poder. Parece claro que ella ha empezado venciendo: Juan no ha logrado cambiarla (2,21) ni impedir su influjo y magisterio dentro de la iglesia y por eso la amenaza en su libro, caricaturizándola de forma insultante (al llamarla Jezabel). Pienso que Juan no ha criticado a Jezabel porque es mujer, sino porque es partidaria de un pacto con Roma. Es más, al llamarla profetisa está suponiendo que existe (y es buena) la profecí­a femenina. Pero la forma en que Juan ha presentado esta imagen de una mujer-prostituta ha sido funesta para la sensibilidad antifemenista posterior de la Iglesia oficial. Irónicamente, la Iglesia oficial ha defendido formalmente a Juan, pero en la práctica ha seguido muchas veces la doctrina de Jezabel, desde la altura de una jerarquí­a masculina que asume y sacraliza el poder a costa del Evangelio. Esta Jezabel está en las antí­podas de aquellas mujeres-sexo que, conforme al PseudoFilón, bailaban desnudas ante los israelitas hambrientos de pasión. Es una mujer que enseña: tiene una doctrina que, a los ojos de Juan, sigue en la lí­nea de la vieja reina fenicio-israelita y tiene un gran influjo entre los cristianos. Ella es la única persona de su entorno a la que Juan ha honrado, fijando en ella su atención y haciéndola sí­mbolo para la posteridad. Tuvo que ser importante, persona de ideas y experiencias, experta en las honduras de Satán o de Dios (2,25). Pero, a los ojos de Juan, ella representa el doble juego: decirse cristiana y pactar con Roma. Así­ aparece como expresión de una cultura oficial de la interioridad sagrada que se alia con el imperio, mientras los verdaderos testigos de Jesús siguen muriendo por él, como él (cf. 18,24), mientras Roma continúa dominando con su prostitución la vida económica y social. Ella es profundidad: su enseñanza profética conduce a honduras que Juan y los suyos parecen ignorar; mira a Dios como misterio superior que rompe las fronteras viejas entre judaismo e imperio. Juan, en cambio, es profeta de la fidelidad ética, enraizado en la experiencia de Israel, experto en resistencias (como el viejo Elias, enemigo de la vieja Jezabel). Este nuevo Juan no quiere la mí­stica de su adversaria profetisa; no quiere pactar, pero conserva y elabora la pasión por la justicia israelita; en ella se mantiene, desde ella entiende a Jesucristo. La Iglesia posterior ha rechazado la función ministerial de esta mujer (ha sofocado el profetismo femenino) y su intimismo gnostizante, pero posiblemente ha aceptado (al menos con el tiempo) su idea central de estrechar un pacto con Roma, inmunizando el Evangelio frente a la persecución sangrienta.

(3) La razón de Juan. Desde esa base queremos y debemos exponer también la razón apasionada de Juan, profeta de la resistencia cristiana contra Roma. Es posible que exagere, criticando a Jezabel y desfigurando su postura. Pero hay un hecho clave: Juan se encuentra en el exilio y ella sigue, al parecer, tranquila en Tiatira; Juan defiende el martirio, ella parece haber buscado componendas con el poder de Roma. No sabemos cómo ha terminado la disputa en plano externo. Juan ha recogido en su libro las razones (y la ira condenatoria) de un perdedor. Es posible que los “hijos” (discí­pulos) de Jezabel hayan terminado siendo gnósticos* (¿o montañistas?). La Gran Iglesia ha dado la razón oficial a Juan, pero posiblemente no ha aceptado el carácter radical de su doctrina. Más aún, ella ha condenado a Jezabel, pero (dejando a un lado su condición de mujer-profeta) parece haber aceptado (desde un plano de poder) su deseo de pactar con Roma.

Cf. X Pikaza, Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

“A la verdad, ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel, su mujer, lo incitaba”. 1 de Reyes 21:25.

Léase: 1.A Reyes 21. A los ojos de Jesús, Sidón y Tiro fueron calibradas como equivalentes a Sodoma y Gomorra. Eran ciudades dedicadas al comercio, ricas y prósperas, centros de vicio y de impiedad. Jezabel procedí­a de Sidón. Era una princesa, la hija del rey de Sidón. Ya se puede comprender su reacción, acostumbrada a una vida licenciosa y refinada, cuando se trasladó a un ambiente rural, Jezreel, ciudad en que la vida era simple y austera en comparación, donde se hací­an esfuerzos para vivir al servicio de Jehová.

La religión judí­a no era pura. Jeroboam habí­a vuelto a organizar el servicio al becerro de oro pero también habí­a el culto a Jehová. Samaria era intolerable para Jezabel, tal como era. Por ello, al ver que Acab, su marido, era un hombre sin carácter, ni voluntad, decidió tomar las cosas bajo mano. Sustituyó poco a poco el culto de Jehová por el culto a Baal. Suprimió el primero, simplemente, eliminando a los profetas. Y con ello empezó la lucha a muerte entre Elí­as y Jezabel. Jezabel era la que instigaba el mal que Acab permití­a.

Aparecieron templos a Baal por todas partes, con sacerdotes vestidos en preciosos atuendos. Banquetes, festividades, y el pueblo seguí­a ávidamente todos estos festejos. Entretanto, el culto de Jehová quedó prácticamente suprimido. Los profetas fueron asesinados. Elí­as tuvo que huir, y no creí­a que hubiera en Israel ningún hombre que no hubiera doblado su rodilla ante Baal, excepto él mismo.

La lucha inexorable contra Jezabel llevada a cabo por Elí­as, que culminó con el milagro del Carmelo, es bien conocida y ahora no nos afecta. Pero si podemos decir unas palabras más sobre Jezabel. Era una mujer sin conciencia y sin corazón. Su arrogancia y su sensualidad no conocí­an lí­mites; habí­an acallado la voz de su conciencia. Persiguió a muerte sistemáticamente los profetas de Jehová. Puso a muerte a Nabot para apoderarse de su viña, con acusaciones falsas. Y cuando Acab fue herido mortalmente por una flecha y Jehú se dirigió a Jezreel se posó indiferente a la ventana (2.a Reyes 9:30) con aires seductores. Jehú ordenó que la echaran ventana abajo.

Jezabel se nos aparece como una mujer repulsiva. Todo su refinamiento sólo le sirvió para comportarse de modo más brutal. Para hundirse más en el pecado. Incluso el malvado Acab queda pálido ante la perversidad de Jezabel. El eterno juicio será sobre ella peor que el que recibió en la tierra: defenestrada, pisoteada por los caballos y comida por los perros. Cuando intentaron sepultarla no hallaron de ella más que los huesos de la calavera, los pies y las palmas de las manos.

Preguntas Sugeridas Para Estudio Y Discusión:
1. ¿En qué ambiente se crió Jezabel?
2. ¿Qué planes hizo y llevó a cabo?
3. ¿Afectó su vida el curso de la historia de Israel?

Fuente: Mujeres de la Biblia

(del fenicio, posiblemente significa: †œ¿Dónde Está El Ensalzado [es decir, el prí­ncipe]?†).

1. Esposa de Acab, rey de Israel durante la última mitad del siglo X a. E.C. Fue una reina dominante y una enérgica defensora del baalismo en oposición a la adoración de Jehová. En este aspecto era como su padre Etbaal (Itobalo), rey de Sidón, por lo visto el mismo de quien el historiador Menandro (según la obra Contra Apión, de Flavio Josefo, libro I, sec. 18) dice que era un sacerdote de Astarté (Astoret) que asesinó a su propio rey a fin de conseguir el trono. (1Re 16:30, 31.)
Es muy probable que el matrimonio de Acab con esta princesa pagana, Jezabel, se celebrase por razones polí­ticas, sin tener en consideración las desastrosas consecuencias religiosas. Después de una alianza como esta, el paso que lógicamente cabí­a esperar de Acab para satisfacer a su esposa baalita era que edificase un templo y un altar a Baal, erigiese un †œposte sagrado† fálico y se uniese a ella en su culto idolátrico. De este modo Acab ofendió más a Jehová que todos los reyes de Israel anteriores a él. (1Re 16:32, 33.)
No satisfecha con que la adoración a Baal contase con la aprobación oficial del gobierno, Jezabel intentó desarraigar del paí­s la adoración a Jehová. Con ese fin ordenó matar a todos los profetas de Jehová, pero Dios advirtió a Elí­as para que escapase al otro lado del Jordán y Abdí­as, el mayordomo de palacio, escondió a otros cien profetas en cuevas. (1Re 17:1-3; 18:4, 13.) Algún tiempo después, Elí­as tuvo que volver a huir para salvar su vida, cuando Jezabel, por medio de un mensajero personal, juró matarle. (1Re 19:1-4, 14.)
Llegó a haber 450 profetas de Baal y 400 profetas del poste sagrado, y Jezabel los atendí­a a todos ellos y los alimentaba de su propia mesa real, a expensas del Estado. (1Re 18:19.) No obstante, a pesar de sus fanáticos esfuerzos por eliminar la adoración de Jehová, finalmente †˜todas las rodillas que no se habí­an doblado a Baal, y toda boca que no lo habí­a besado†™ ascendí­an, según reveló Jehová, a 7.000 personas. (1Re 19:18.)
Por la manera como Jezabel trató a Nabot, se observan otros rasgos del carácter inicuo de esta mujer: era egoí­sta en grado sumo, sin escrúpulos, arrogante y cruel. Cuando Acab estaba malhumorado y con cara disgustada porque Nabot habí­a rehusado venderle su viña hereditaria, esta mujer sin escrúpulos pasó por alto la posición de cabeza de su esposo y con arrogancia le dijo: †œYo misma te daré la viña de Nabot†. (1Re 21:1-7.) Luego escribió cartas, las firmó y las selló en el nombre de Acab, y ordenó a los ancianos y a los nobles del pueblo natal de Nabot que consiguieran que unos individuos inútiles lo acusaran sin base alguna de maldecir a Dios y al rey, y que lo lapidasen. De esta manera se dio muerte a Nabot mediante un juicio totalmente injusto. Luego Acab tomó posesión de la viña y la convirtió en un huerto. (1Re 21:8-16.)
Debido a ese desprecio absoluto por la justicia, Jehová decretó que Acab y su lí­nea de descendencia fuesen destruidos. †œSin excepción, nadie ha resultado como Acab, que se vendió para hacer lo que era malo a los ojos de Jehová, a quien incitó Jezabel su esposa.† Por lo tanto, el juicio de Jehová contra esta mujer fue: †œLos perros mismos se comerán a Jezabel†. (1Re 21:17-26.)
Con el transcurso del tiempo, Acab murió y fue sucedido primero por Ocozí­as, hijo de Jezabel, que reinó por dos años, y después por Jehoram, otro de sus hijos, que reinó durante los siguientes doce años, después de lo cual por fin desapareció la dinastí­a de Acab. (1Re 22:40, 51-53; 2Re 1:17; 3:1.) Durante los reinados de estos hijos, Jezabel, que entonces desempeñaba el papel de reina madre, continuó promoviendo en el paí­s sus fornicaciones y hechicerí­as. (2Re 9:22.) Su influencia llegaba hasta Judá, al S., donde su inicua hija Atalí­a, que se habí­a casado con el rey de Judá, perpetuó el espí­ritu de Jezabel en el reino meridional por seis años más después de la muerte de su madre. (2Re 8:16-18, 25-27; 2Cr 22:2, 3; 24:7.)
Cuando le llegaron a Jezabel las noticias de que Jehú habí­a matado a su hijo, el rey Jehoram, y que estaba en camino a Jezreel, astutamente se pintó los ojos, se arregló el cabello y se colocó en una ventana superior que daba a la plaza del palacio. Desde allí­ saludó al conquistador en su entrada triunfal, diciendo: †œ¿Le fue bien a Zimrí­, el que mató a su señor?†. Este sarcástico saludo probablemente era una amenaza indirecta, pues Zimrí­ se habí­a suicidado a los siete dí­as de matar a su rey y usurpar el trono cuando vio su vida amenazada. (2Re 9:30, 31; 1Re 16:10, 15, 18.)
La respuesta de Jehú a este hostil recibimiento fue: †œ¿Quién está conmigo? ¿Quién?†. Cuando dos o tres oficiales de la corte se asomaron, les ordenó: †œÂ¡Déjenla caer!†. Con el peso de la caí­da, su sangre salpicó la pared y los caballos, y probablemente los caballos la pisotearon. Poco después, cuando fueron los hombres para enterrar a esta †œhija de rey†, vieron que los perros, que se alimentaban de carroña, ya casi se habí­an deshecho de ella, como habí­a predicho †œla palabra de Jehová que él habló por medio de su siervo Elí­as†, y solo habí­an dejado el cráneo, los pies y las palmas de sus manos como demostración de que todo lo que Jehová dice se realiza. (2Re 9:32-37.)

2. Aquella †œmujer† de la congregación de Tiatira †œque a sí­ misma se llama profetisa†. Dicha †œmujer† debió recibir el nombre Jezabel por su comportamiento inicuo parecido al de la esposa de Acab. No solo enseñó religión falsa y engañó a muchos para que cometieran fornicación e idolatrí­a, sino que además frí­amente rehusó arrepentirse. Por esta razón, †œel Hijo de Dios† declaró que se la echarí­a en un lecho de enfermo y que a sus hijos se les darí­a muerte, para mostrar que cada uno recibe según sus hechos. (Rev 2:18-23.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. Hija de Et-baal, rey-sacerdote de Tiro y Sidón. Se casó con Acab para ratificar la alianza entre Tiro e Israel, mediante la cual Omri, padre de Acab, trató de equilibrar la hostilidad de Damasco hacia Israel (ca. 880 a.C.). Se arregló que ella continuaría adorando a su Dios nativo Baal en Samaria, su nuevo hogar (1 R. 16.31–33).

Era de carácter fuerte y dominante, poseía una gran terquedad, y una personalidad vigorosa. Devota fanática de Melcart, el Baal de Tiro, entre su séquito se encontraban 450 profetas de dicho dios, y 400 profetas de la diosa Asera, en la época en que Acab fue rey (1 R. 18.19). Clamó para que su Dios estuviera, por lo menos, en igualdad de condiciones con Yahvéh, el Dios de Israel. Esto trajo conflictos entre ella y el profeta Elías. Se produjo una batalla entre Yahvéh y Baal en el mte. Carmelo, en la que Yahvéh triunfó gloriosamente (1 R. 18.17–40). Aun así, esto y la matanza de sus profetas, aumentaron su celo en lugar de disminuirlo.

Su concepción de una monarquía absoluta estaba en desacuerdo con la relación heb. establecida en el pacto entre Yahvéh, el rey, y el pueblo. Tuvo un papel preponderante en el incidente de la viña de Nabot con una acción inescrupulosa y arbitraria, que afectó a toda la comunidad y minó el trono de Acab. A causa de ello se produjo la revolución profética y la exterminación de la casa de Acab. Ella había escrito cartas utilizando el sello de su esposo (1 R. 21.8), pero el que tenía su propio sello lo sugiere e ilustra N. Avigad, IEJ 14, 1964, pp. 274–276.

Después de la muerte de Acab, el poder de Jezabel continuó en Israel durante 10 años en su papel de reina madre, a través del reinado de Ocozías, y después durante la vida de Joram. Cuando este fue muerto por Jehú, la reina se vistió regiamente (2 R. 9.30), y lo esperó. Se burló de Jehú y marchó hacia su destino con coraje y dignidad (842 a.C.).

Es notable que Yahvéh haya sido honrado en el nombre que le puso a sus tres hijos, Ocozías, Joram y Atalía (si consideramos que realmente fue la madre de Atalía), pero es posible que hayan nacido antes de que su dominio sobre Acab se hiciera tan absoluto.

2. En la carta a la iglesia de Tiatira (Ap. 2.20) “esa mujer Jezabel” es la designación que se da a una profetisa seductora que estimulaba la inmortalidad y la idolatría so capa de religión (* Nicolás). Esto puede referirse a una persona o a un grupo dentro de la iglesia. Indica que el nombre se había convertido en sinónimo de apostasía.

Bibliografía. G. Camps, “Jezabel”, °EBDM, t(t). IV, cols. 551–552; M. de Money, Personajes femeninos de la Biblia, s/f, pp. 181ss.

M.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Setenta, ‘Iezabél,).

Esposa de Ajab, rey de Israel. Era hija de Ittobaal I, rey de los sidonios, quien también era gran pontífice de la diosa Astarté (la Istar de los asirios) adorada por dicho pueblo. Es probable que el matrimonio de esta princesa con Ajab fuese realizado para fortalecer la casa de Omrí (padre de Ajab) contra los sirios. Ella introdujo a Samaria varias formas de lujo fenicio desconocidas hasta ese momento en esa capital del Reino del Norte, y también convenció a Ajab de establecer allí el culto a los dioses y diosas fenicios, de los cuales ella era una devota fanática (1 Ry. 16,31-32).

Mantenía 450 sacerdotes para el culto a Baal y 400 para el de Astarté (1 Ry. 18,19). Consistentemente persiguió y asesinó a los profetas (1 Ry. 18,4), pero para evitar su completa exterminación Abdías, gobernador de la casa del rey, hizo que cien de ellos se escondieran en cavernas donde eran mantenidos secretamente. Después que Elías degolló a los 450 sacerdotes de Baal en el Monte Carmelo (1 Rey. 18,40), Jezabel buscaba la vida del profeta, y él huyó al Reino de Judá (1 Rey. 19,1-3). En 1 Reyes 21 se narra cómo ella procuró la muerte de Nabot para confiscarle una viña que él se negó a venderle a Ajab. Elías aparece de nuevo en la escena y declara la retribución divina que caerá sobre los perpetradores del crimen. Los perros lamerán la sangre de Ajab en el mismo campo donde lamieron la sangre de Nabot, y los perros se comerán a Jezabel en el campo de Yizreel.

Después de la muerte de Ajab, Jezabel continuó ejerciendo una influencia enérgica y funesta sobre sus dos hijos, Ocozías y Joram, quienes reinaron sucesivamente en su lugar, y a través de su hija Atalía, quien se casó con Joram, rey de Judá, la misma mala influencia se extendió incluso al Reino del Sur. Al final la venganza divina vino sobre Jezabel, y las predicciones de Elías y Eliseo se cumplieron literalmente a principios del reinado de Jehú, según se relata en 2 Rey. 9,30-37.

Bibliografía: See LESÊTRE in VIGOUROUX, Dictionnaire de la Bible, s.v.; SELBIE in HASTINGS, Dictionary of the Bible, s.v. Jezebel.

Fuente: Driscoll, James F. “Jezabel.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. 31 Jan. 2012
http://www.newadvent.org/cathen/08404a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica