JOEL

Joel (heb. Yô’êl, “Yahweh es [su] Dios”; también aparece en una impresión de un antiguo sello heb.; gr. Ií‡el). 1. Hijo mayor de Samuel (1Sa 8:2) y padre de Hemán, el cantor del tiempo de David (1Ch 6:33; 15:17). El primogénito de Samuel es llamado Vasni.* El nombre Joel fue probablemente omitido por negligencia por algún escriba. Con la ayuda de la versión griega de Luciano y la Sirí­aca, el texto se puede reconstruir del siguiente modo: “Y los hijos de Samuel; el primogénito Joel y el segundo Abí­as”. 2. Prí­ncipe de Simeón que tomó ricas tierras de pastoreo en Gedor (1Ch 4:35-41). 3. Descendiente de Rubén (1Ch 5:4, 8). 4. Jefe gadita en Basán (1Ch 5:12). 5. Levita coatita, antepasado de Samuel (1Ch 6:36), que algunos consideran idéntico con el Saúl del v 24. Véase Saúl 4. 6. Jefe de la tribu de Isacar (1Ch 7:3). 7. Valiente de David, hermano de Natán (1Ch 11:38), considerado por algunos como idéntico a Igal 2, o emparentado con él (2Sa 23:36). 8. Levita gersonita que con otros 130 levitas ayudó a David a traer el arca de la casa de Obed-edom hasta Jerusalén (1Ch 15:7, 11, 12). 9. Levita gersonita. El y su hermano fueron puestos a cargo de los tesoros dedicados a Dios en tiempos de David (1Ch 23:8; 26:21, 22). 10. Jefe de la media tribu occidental de Manasés en tiempos de David (1Ch 27:20). 11. Levita coatita que ayudó a limpiar el templo en tiempos de Ezequí­as (2Ch 29:12). 12. Hombre de la familia de Nebo; se habí­a casado con una mujer extranjera en tiempos de Esdras (Ezr 10:43). 13. Prefecto benjamita que viví­a en Jerusalén (Neh 11:9). 14. Profeta, autor del libro que lleva su nombre (Jl 1:1). Véase Joel, Libro de. Joel, Libro de. Segundo de los así­ llamados Profetas Menores. En las Biblias hebreas, Joel se encuentra, al igual que en las españolas, entre Oseas y Amós, aunque en la LXX se halla como 4º entre los Profetas Menores, y sigue a Miqueas, Oseas y Amós. I. Autor. Nada se sabe del autor, ni de su historia, fuera de que era hijo de Petuel (Jl. 1:1). II. Ambientación. La obra no contiene información histórica ni cronológica que ayude a definir la fecha de su composición. Los estudiosos conservadores de la Biblia atribuyen el libro a los ss IX o VII a.C. Los que sugieren el s IX a.C. señalan que ni Asiria ni Babilonia son mencionadas como enemigas de Judá (cf 3:4-6, 19), lo que se esperarí­a si el libro se hubiera escrito én el s VIII o más tarde. Que Joel no mencione algún rey de la época en que profetizó es citado como evidencia de que fue escrito durante la regencia de Joiada, mientras Joás era todaví­a muy niño (2Ki 11:17-12:2), c 825 a.C. También se resalta de que no tiene alguna denuncia severa por los pecados que son caracterí­sticos en tiempos de los profetas posteriores, en realidad, no semenciona ningún pecado nacional. Los defensores de que fue escrito en el s VII a.C. asignan el ministerio de Joel a los primeros dí­as del reinado de Josí­as (c 635 a.C.), cuando el poder de Asiria estaba desapareciendo y el de Babilonia todaví­a no se hací­a notar. Por cuanto Josí­as llegó al trono siendo niño, se conjetura que debió haber vivido bajo un regente. Se cita en apoyo de este punto de vista el hecho de que Tiro y Sidón (Jl. 3:4-6) no aparecen en la historia como enemigos de Judá 650 hasta las décadas finales de su historia. Presumiblemente, también, los judí­os tuvieron poco contacto con los griegos en el s IX a.C. (v 6). III. Estilo literario. El libro es una obra maestra de la forma poética hebrea, señalada por una organización sistemática, un hábil uso del lenguaje, una sintaxis bien equilibrada y ví­vidas figuras literarias. Es un clásico de la literatura profética hebrea, que no ha sido sobrepasado en la vitalidad de sus descripciones y lo pintoresco de su dicción. En la sublimidad de su estilo se encuentra junto a Isaí­as y Habacuc. IV. Tema. El mensaje del profeta aparece en la forma de un sermón o una serie de sermones dirigidos a todo Israel (2:19-21; 3:4, 9, 11, 13). El tema es la reforma. El mensaje se inicia con un severo cuadro de lobreguez, pero se cierra con una breve vislumbre de gloria. El profeta explica por qué se necesita una conversión, llama la atención a las calamidades que Dios envió para recordarle su necesidad a su pueblo, enfatiza la urgencia de la reforma y destaca que eso implicará que sea genuina, y luego enfoca sus resultados. V. Bosquejo y Contenido. El libro se puede dividir en 2 secciones: 1. La adversidad y el llamado al arrepentimiento (1:1-2:17). 2. La promesa de liberación y restauración (2:18-3:21). Primero, Joel hace una ví­vida descripción de la angustia causada por una severa plaga de langostas, que describe bajo el sí­mbolo de un ejército invasor (1:4-6). La plaga es más severa que cualquier otra de las últimas 5 generaciones (vs 2, 3), y, como resultado, el paí­s ha quedado privado de verdor (vs 6, 7); cosecha tras cosecha ha quedado arruinada (vs 11, 12), y no queda suficiente ni siquiera para las ofrendas de la casa de Dios (vs 9, 10). En vista de la crisis que afronta la nación, Joel llama a un perí­odo de ayuno y cita a los habitantes de la tierra al templo para una solemne asamblea (1:14). Acompañando la plaga de langostas hay una severa sequí­a (vs 15-20), tan severa que la nación está amenazada de extinción, y con ello, “el dí­a de Jehová”* (1:14, 15; 2:1). La calamidad presente presagia un tiempo de retribución divina. En 2:2 el profeta repite lo que ya ha dicho en 1:2 y 3 con respecto a la severidad de la plaga y al sufrimiento sin precedente que ha traí­do consigo. Aún entonces la tierra de la apariencia de haber sido arrasada con fuego (2:3). En los vs 4-11 las langostas son llamadas el “ejército” de Jehová, cuya venida nadie puede soportar, a menos que Dios intervenga (v 11). Aquí­ Joel compara las langostas con una horda de jinetes invasores que cubren el campo como una marea. En los vs 12-17 el profeta dirige su atención a lo que el pueblo de Dios debe hacer en vista de la crisis que afronta. Nada menos que un arrepentimiento de todo corazón, de hecho y no sólo aparente, será suficiente para evitar la completa aniquilación, y se amonesta a la gente a rasgar los corazones y no la vestimenta cuando se reúnan ante Jehová. Para enfatizar la urgencia de la reforma, el profeta cita a los ancianos, a los niños y a los que maman para que acompañen a los hombres y mujeres de Israel en asamblea solemne de la nación; incluso deberán posponerse las festividades matrimoniales (v 16; cf 1:8). A partir del cp 2:18 se da por sentado que la gente ha respondido a la citación del profeta. Se han reunido ante Jehová, se arrepintieron de todo corazón, y ahora esperan la bondadosa respuesta de Dios. El primer efecto de su arrepentimiento es la eliminación de la plaga de langostas. Dios promete granos, vino y aceite suficientes para satisfacer las necesidades de todos, pero tiene aún mayores bendiciones preparadas para su pueblo (v 21). No sólo enviará las esperadas lluvias temprana y tardí­a -en el otoño y la primavera respectivamente-, sino que el suelo será tan productivo como para reponer las pérdidas ocasionadas por la plaga de langostas: “Comeréis hasta saciaros” (vs 23-26). La bendición de Dios no sólo se limitará a satisfacer sus necesidades materiales. Así­ como derrama la lluvia temprana y la tardí­a sobre el suelo, derramará su Espí­ritu sobre los corazones de la gente (vs 28, 29). Luego, señales extraordinarias en el mundo natural anunciarán la venida del “dí­a grande y espantoso de Jehová” (vs 30, 31), pero el pueblo de Dios no necesita temer, porque todo el que “invocare el nombre de Jehová será salvo” (2:32). En lugar de ser un dí­a de juicio sobre Israel (cf 1:15; 2:1), el dí­a de Jehová será un tiempo de juicio sobre las naciones paganas que oprimieron al pueblo de Dios (3:1-17). Como aparece en repetidas ocasiones entre los profetas del AT (Eze 38:8, 23; Sof. 3:8, 9; Zec 12:2-10; 14:2-13; etc.), se presenta a Dios como reuniendo a las naciones paganas en las cercaní­as de Jerusalén, donde ejecutará juicios sobre ellos. Los fenicios (Jl. 3:4) y los griegos (v 6), que se reunirán en el “valle de Josafat” con el propósito de tomar la ciudad de Jerusalén (v 2), representan aquí­ a todos los opresores de Israel. Una vez que los paganos reunidos estén a punto de capturar la ciudad, Dios hace venir a los “fuertes” (v 11). Libera a su pueblo y aniquila 651 a sus enemigos (vs 1, 16). Nunca más las naciones oprimirán a Israel, y la tierra de Judá será de perpetua fertilidad y belleza. De generación en generación el Señor habitará en medio de su pueblo (vs 20, 21; véase CBA 4:961, 962). Para un análisis de las profecí­as de esta í­ndole, véase Profeta.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo Yô†™el, Yahvéh es Dios. Nombre propio de varón. 1. Hijo primogénito del profeta Samuel, a quien éste, ya viejo, puso, junto con su otro hijo, Abí­as, como juez de Israel en Berseba, 1 S 8, 1-2. Los hijos de Samuel torcieron el derecho, atraí­dos por el lucro, lo que tuvo como consecuencia que los ancianos de Israel pidieran a Samuel que les diera un rey que los gobernara, como en las demás naciones, 1 S 8, 3-5. 2. Profeta en Jerusalén, postexí­lico, el segundo de los Profetas Menores.

En el libro de J. no se encuentran datos biográficos sobre el autor ni sobre la fecha de su composición; sólo se dice al comienzo: †œPalabra de Yahvéh que fue dirigida a J., hijo de Petuel†, 1, 1. Se le considera un profeta cultual. La obra consta de dos partes. En la primera se habla de una plaga de langostas que arrasa los cultivos de Judá, y el profeta pide que se lleve a cabo a cabo una liturgia de duelo y de súplica; exhorta a la penitencia, al ayuno y a la oración, con la esperanza de que el castigo se aleje y llegue el perdón divino. Yahvéh, entonces, responde a las súplicas y anuncia que volverá la abundancia. En la segunda parte, en estilo apocalí­ptico, se habla del juicio a las naciones y de la victoria final de Yahvéh y de Israel. La unidad de las dos partes la constituye el †œdí­a de Yahvéh†, cuyo signo premonitorio son las langostas; el tema de la segunda parte lo constituye ese dí­a. Algunos piensan que la obra es de finales de la monarquí­a, pero no se menciona en ella a ninguno de los reyes. La mayorí­a de exegetas se inclinan porque es una obra postexí­lica, siglo IV a. C., pues se hace alusión al destierro, al Templo reconstruido y hay relación con los profetas posteriores, entre ellos, Abdí­as 17, citado en 3, 5. En el capí­tulo 3, se habla de la efusión del Espí­ritu Santo en la era escatológica, cuyo anuncio se cumple el dí­a de Pentecostés, cuando desciende en forma de paloma sobre los apóstoles, por lo que J. es llamado el profeta de Pentecostés, Hch 2, 16-21.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., yo†™el, Jehovah es Dios).
1. El profeta, hijo de Petuel y autor del segundo libro de los Profetas Menores.
2. El hijo primogénito de Samuel (1Sa 8:2; 1Ch 6:33).
3. Un prí­ncipe simeonita (1Ch 4:35).
4. Un jefe rubenita (1Ch 5:4, 1Ch 5:8).
5. Un jefe gadita (1Ch 5:12).
6. Un antepasado de Samuel, de la tribu de Leví­ (1Ch 6:36).
7. Un jefe en la tribu de Isacar (1Ch 7:3).
8. Uno de los hombres valientes de David (1Ch 11:38).
9. Un levita (1Ch 15:7, 1Ch 15:11, 1Ch 15:17), probablemente también se le menciona en 1Ch 23:8; 1Ch 26:22.
10. Uno de los oficiales de David sobre la media tribu de Manasés (1Ch 27:20). 1
1. Un levita en la época de Ezequí­as (2Ch 29:12). 1
2. Un judí­o que se habí­a casado con una mujer extranjera (Ezr 10:43). 1
3. Un supervisor benjamita (Neh 11:9).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Jehová es Dios). Nombre de personas del AT.

1. Primogénito de Samuel. Junto con su hermano Abí­as, actuaba como juez en Israel, pero †œno anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho† (1Sa 8:1-3). El pueblo se apoyó en esto para pedir un rey, diciendo a Samuel: †œTus hijos no andan en tus caminos† (1Sa 8:5). †¢Vasni.

. Personaje en la descendencia de Simeón (1Cr 4:35).

. Personaje en la descendencia de Rubén (1Cr 5:4).

. Personaje en la descendencia de Gad. †œFue el principal en †¢Basán† (1Cr 5:12).

. Personaje en la ascendencia de Samuel (1Cr 6:36).

. Personaje en la descendencia de Isacar, considerado como un prí­ncipe (1Cr 7:3).

. Uno de los valientes de David. Era hermano de †¢Natán (1Cr 11:38).

. Levita, principal entre los descendientes de †¢Gersón en tiempos de David. Participó en el traslado del arca a Jerusalén (1Cr 15:7; 1Cr 23:8). J. y su hermano Zetam †œtuvieron cargo de los tesoros de la casa de Dios† (1Cr 26:22).

. Funcionario del rey David que estaba sobre la media tribu de Manasés. Era hijo de Pedaí­as (1Cr 27:20).

. Levita en tiempos del rey Ezequí­as. Fue de los que †œse santificaron … para limpiar la casa de Jehovᆝ (2Cr 29:12, 2Cr 29:15).

. Uno de aquellos que en tiempos de Esdras se habí­an casado con mujeres extranjeras y fueron obligados a separarse de ellas (Esd 10:43).

. Personaje que desempeñaba el cargo de †œprefecto† sobre los descendientes de Benjamí­n que viví­an en Jerusalén tras el exilio (Neh 11:9).

. Profeta, hijo de Petuel. Autor de la profecí­a que lleva su nombre (Joe 1:1; Hch 2:16).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF HOMB HOAT

vet, = “Jehová es Dios”. Nombre de trece personajes bí­blicos. Se destacan estos dos: (a) Hijo primogénito del profeta Samuel y padre de Hemán el cantor (1 S. 8:2; 1 Cr. 6:33; 15:17). También aparece con el nombre de Vasni (1 Cr. 6:28). (b) Hijo de Petuel; su libro es el segundo entre los Profetas Menores (Jl. 1:1). La vida de este profeta no se conoce.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[013]
Profeta que actuó en Jerusalén y en Judá, sin que queden vestigios en el pequeño libro que le atribuye la autorí­a de su identidad y sus caracterí­sticas. El tiempo de su redacción es probablemente anterior a la cautividad.

(Ver Profetas 5.3.5.)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Este libro figura en el canon entre los doce profetas menores. No sabemos nada de Joel, hijo de Petruel. También es difí­cil establecer la época de su ministerio profético: puede fecharse en los siglos VI-Y a.C. El profeta toma como punto de partida una catástrofe civil: una terrible invasión de langostas en Judá, fatal para los cultivos del campo (1,2-12). La invasión de langostas es el sí­mbolo Y el comienzo del dí­a del Señor. De la catástrofe surge una actitud de conversión interior (2,12-17), a la que sigue la respuesta de Dios al pueblo (2,19-27). Los dos capí­tulos siguientes representan un desarrollo de 2,17. Yahveh derramará su Espí­ritu sobre Israel (3,1) y enviará signos cósmicos premonitorios del dí­a de Yahveh. Los que confiesen a Yahveh encontrarán la salvación (liberación de los extranjeros, prosperidad y bienestar en el paí­s: 4,17-18). En la batalla escatológica final Yahveh juzgará a los pueblos opresores de Israel (4,1 17).

Puntos capitales del mensaje de Joel son: la providencia de Dios sobre el mundo; el juicio divino que culmina en el dí­a del Señor; la dialéctica de la invocación humana-acogida divina; el anuncio de la efusión del Espí­ritu sobre todo el pueblo de Dios en la era mesiánica.

G. Lorusso

Bibl.: L, Alonso SchOkel – J. L. Sicre Dí­az, Profetas, 11, Cristiandad, Madrid 1980, 923949: L. Moraldi, Joel, en NDTB, 904-906: G, Denzer, Libros de Ageo, Zacarí­as, Malaquí­as Joel y segundo Zacarí­as, Sal Terrae, Santander 1969.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. La persona y el tiempo. II. El escrito: Temas propios: a) El dí­a de Yhwh, b) La efusión del Espí­ritu; c) El valle de Josafat.

I. LA PERSONA Y EL TIEMPO. Joel (en hebreo Yó ‘el, “Yhwh es Dios”), hijo de Petuel, es uno de los doce profetas menores. De él no sabemos nada más que lo que puede deducirse de su escrito. Hoy se piensa que pertenecí­a a la categorí­a de los “profetas cultuales”, es decir, de aquellos profetas que ejercí­an el ministerio dando respuestas y consejos, particularmente con ocasión de las festividades y asambleas de carácter cultual, reconocidos y venerados por la comunidad a la que se dirigí­an. Joel, muy probablemente, vivió y actuó en Jerusalén, como puede deducirse de algunas observaciones: aprecia mucho los ritos litúrgicos del templo, menciona con agrado la ciudad, al hablar de “la tierra” se refiere siempre a la región de Judá (p.ej.,Joe 1:2.14; Joe 2:1; Joe 3:5; etc.).

II. EL ESCRITO. Sobre la fecha de composición del escrito, dado que en el libro no se hace ninguna referencia concreta a acontecimientos históricos, sólo podemos tener en cuenta el contenido: la condenación de todas las naciones que en los últimos tiempos atacaron a Jerusalén sólo era posible en el perí­odo posterior al destierro; no se menciona nunca la corte real, ni siquiera en los pasajes en los que serí­a de esperar, como 1,2 y 2,16; contiene un número notable de arameí­smos; presupone el ofrecimiento del holocausto cotidiano. Por todos estos motivos el profeta se ubica en el perí­odo que va del siglo Iv al III a.C. El texto hebreo está dividido en cuatro capí­tulos, mientras que las versiones griega y latina tienen tres, ya que unen los capí­tulos 2 y 3 del texto hebreo.

Debido a la diferencia de estilo y de contenido entre los capí­tulos 1-2 y los capí­tulos 3-4, se discute sobre la unidad del libro; la mayor parte de los crí­ticos piensan, sin embargo, que una serena valoración de las dos partes hace resaltar la unidad fundamental del libro. Los dos primeros capí­tulos describen la llegada al paí­s de la plaga de langostas y la actividad desarrollada por el profeta, que se manifiesta verdaderamente como “profeta cultual”: pide a los sacerdotes que eleven una lamentación, que instituyan un gran dí­a de ayuno, y hace él mismo una plegaria caracterí­stica (1,15-20); invita a dar la alarma en Sión, ahora que se aproxima la plaga; exhorta a la penitencia con la esperanza de que el perdón divino aleje pronto el castigo. Esta parte es totalmente una alternancia entre el profeta, el pueblo, los sacerdotes, la invitación urgente a la oración y al ayuno; todo ello termina con el anuncio de que Dios ha escuchado las súplicas, alejando la plaga y asegurando una reparación adecuada de los daños producidos.

En los dos primeros capí­tulos el profeta habla del “dí­a de Yhwh”, presentando las langostas como un signo premonitor de aquel dí­a. Los dos últimos capí­tulos enumeran los signos que anticipan ese dí­a, entendido ahora con un valor ejemplar, y el juicio divino que habrá de caracterizarlo.

TEMAS PROPIOS. Los temas caratterí­sticos de este escrito profético, de tamaño reducido, pero de gran significado para el AT y el NT, son tres.

a) El dí­a de Yhwh. La invitación a tocar la trompeta (hebreo, sofar) que hace el profeta podí­a ser la señal de una asamblea religiosa, de la inminencia de un peligro o de un castigo, o bien, como en nuestro libro, el anuncio de la llegada del “dí­a de Yhwh”, tema de notable interés teológico. En JI tenemos las caracterí­sticas que marcan la última parte de la evolución de este tema. Confiando en su Dios y en la cualidad de pueblo unido a él por una alianza, siempre que se encuentra en dificultades Israel confí­a en la intervención de Dios (cf Dt 7-9): “En medio de ti está Yhwh, un Dios grande y terrible”. A esta espera los profetas del perí­odopreexí­lico contraponen el “dí­a de Yhwh”, como dí­a negativo para Israel, pertinaz en su comportamiento irreligioso; sólo se hace una excepción, y es para el “resto” de Israel.

Fue sobre todo durante el destierro, después de la experiencia de la catástrofe de los dos reinos, cuando “el dí­a de Yhwh” se concibió como un dí­a de cólera y de tinieblas, no ya para Israel, derrotado por completo, sino para las naciones vecinas, mientras que para Israel se convierte en el dí­a del comienzo de la restauración, de la esperanza de renacer (cf J13,4-5 y todo el c. 4). Tenemos así­ dos elementos fundamentales para extender el dí­a de Yhwh más allá de los estrechos confines anteriores, poniéndolo en la perspectiva francamente universalista del triunfo de los justos y de la ruina de los pecadores, de la victoria definitiva de Dios sobre sus enemigos (cf Mal 3:19-23).

Las concepciones fundamentales sobre las que se basa Jl son, por una parte, la representación de Yhwh como guerrero invencible en defensa de su pueblo, pero también en contra suya siempre que se alí­a con los pecadores; por otra parte, la firme convicción de que Yhwh domina la historia humana, de que a él le corresponde la última palabra contra los antiguos monstruos del caos y contra el mal (cf Ez c. 38), para reinar a continuación sobre toda la tierra. En las descripciones imaginarias de los profetas, el dí­a de Yhwh va acompañado de signos y prodigios cósmicos ampliados con cierta complacencia: la tierra tiembla, el cielo se conmueve, el sol y la luna se oscurecen, las estrellas se esconden, todo será tiniebla, sangre, fuego, columnas de humo, etc. (Mal 2:10-11; Mal 3:3-4; Mal 4:15-16).

b) La efusión del Espí­ritu. En el contexto del “dí­a” entendido de este modo, el profeta anuncia con mucho énfasis el nombre de Dios: “Yo derramaré mi espí­ritu sobre todos los hombres. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán…” (Mal 3:1). El Espí­ritu de Yhwh es una fuerza divina, que transforma a las personas investidas de ella; puesto que viene de Dios y orienta hacia él, se le llama frecuentemente “santo”. En el perí­odo anterior al destierro se habla de la acción del Espí­ritu sobre cada una de las personas, pero a partir del destierro se anuncia preferentemente su acción sobre todo el pueblo; se trata siempre de una efusión transformadora y renovadora, pero cuya acción es raras veces violenta y puede quedar paralizada por la resistencia de las personas que se rebelan y entristecen al Espí­ritu (Isa 63:10). En el contexto de la renovación escatológica entrevista por el profeta, la acción del Espí­ritu es muy significativa; por eso es del presente texto de Jl de donde san Pedro, el dí­a de pentecostés, toma la cita en que se atestigua la realización del dí­a anunciado por los profetas y del comienzo de una nueva era, que es precisamente la del Espí­ritu (Heb 2:16-21).

c) El valle de Josafat. “Reuniré a todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat… Que se pongan en marcha las naciones camino del valle de Josafat. Allí­ me sentaré yo para juzgar a todos los pueblos circundantes” (Heb 4:2.13): Joel es también el profeta que habla del juicio en el valle de Josafat (hebreo, Yehó.r”afat). Se trata, en realidad, de un nombre simbólico equivalente a “Yhwh juzga”, inventado por el profeta para designar idealmente el lugar en donde Dios reunirá a todas las naciones para condenarlas y establecer para Israel una era de paz. Fue sobre todo en el perí­odo posterior al destierro cuando se acentuaron las esperanzas de una condenación de las naciones que se habí­an levantado contra Israel y de un renacimiento y restablecimiento de la independencia. Estos dos aspectos se ampliaron naturalmente según los principios y las perspectivas del NT, pero sacaron de Jl su inspiración.

La identificación del valle de Josafat con un valle en las cercaní­as de Jerusalén pareció sugerirse en 4,11. 16; por eso, en torno al siglo iv d.C. se le dio este nombre a la parte del valle del Cedrón situado al sudeste del área del templo. En este sector, ya en tiempos de Jesucristo se habí­an levantado algunos monumentos funerarios, todaví­a célebres, con los nombres erróneos de tumba de Absalón, tumba de Santiago, tumba de Zacarí­as; hace ya tiempo que es una zona de enterramiento para judí­os, cristianos y musulmanes. En realidad, el profeta no aludí­a a un valle o a una llanura, y mucho menos intentaba darle el nombre de Josafat; en el texto de 4,14 el profeta habla de “valle de la decisión” o del juicio, o también de la trilla, según la polivalencia de la palabra hebrea harús.

BIBL.: ALONSO SCHÜKEL L.-SICRE DíAZ J.L., Profetas II, Madrid 1980, 923-949;BERNINI G., Sofonia, Gioele, Abdia, Giona, Ed. Paoline, Roma 19833; DEISSLER A.-DELCOR M., Les petits Prophétes, Parí­s 1964; ELLIGER K., Das Buch der zwólf kleinen Propheten, Gotinga 19645; RINALDI G., 1 profeti minori 11, Osea, Gioele, Abdia, Giona, Marietti, Turí­n 1959; WOLFF H.W., Dodekapropheton: Joel und Amos, Neukirchen 1969.

L. Moraldi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

(Jehová Es Dios).

1. Descendiente de Isacar y cabeza de familia en su tribu. (1Cr 7:1-4.)

2. Levita descendiente de Qohat; era †œhijo de Azarí­as† y antepasado del núm. 5. (1Cr 6:36-38.)

3. Rubenita a cuyo descendiente, Beerah, llevó al destierro el rey asirio Tilgat-pilnéser (Tiglat-piléser III). (1Cr 5:3-10.)

4. Cabeza de los gaditas que moraban en Basán. (1Cr 5:11, 12.)

5. Hijo primogénito del profeta Samuel; descendiente del núm. 2 y padre de Hemán, el cantor levita. (1Cr 6:28, 33, 36; 15:17.) Joel y su hermano menor, Abí­as, habí­an sido nombrados jueces por su padre, pero su falta de honradez en el desempeño de sus funciones sirvió al pueblo de excusa para pedir un rey humano. (1Sa 8:1-5.)
En 1 Crónicas 6:28 el texto masorético, así­ como ciertas traducciones, dice que †œVasni† era el primogénito de Samuel. Sin embargo, los eruditos suelen concordar en que en el hebreo original constaba †œJoel†, y este es el nombre que se ha conservado en la Peshitta siriaca y en la edición de Lagarde de la Versión de los Setenta griega. (Compárese con 1Sa 8:2.) La similitud entre †œJoel† y el final de una palabra precedente en el texto (†œSamuel†) posiblemente hizo que un escriba omitiese el nombre †œJoel† sin darse cuenta. Parece ser que luego confundió la palabra hebrea wehasch·sche·ní­, que significa †œy el segundo [hijo]†, con el nombre propio †œVasni†, e insertó la letra waw (y) antes del nombre Abí­as.

6. Uno de los hombres poderosos de David; era hermano de Natán. (1Cr 11:26, 38.)

7. Levita guersonita de la casa de Ladán; era hijo de Jehiel(í­). (1Cr 23:7, 8.) Joel, el jefe, y 130 de sus hermanos, se santificaron y ayudaron a llevar el arca del pacto a Jerusalén. (1Cr 15:4, 7, 11-14.) Con el tiempo se designó a Joel y a su hermano Zetam para que se hicieran cargo de la tesorerí­a del santuario. (1Cr 26:21, 22.)

8. Hijo de Pedaya que durante el reinado de David fue prí­ncipe de la sección de Manasés que habitaba al O. del Jordán. (1Cr 27:20-22.)

9. Profeta de Jehová y escritor del libro bí­blico que lleva su nombre. Era hijo de Petuel. (Joe 1:1; véase JOEL, LIBRO DE.)

10. Levita qohatita; hijo de Azarí­as. En el primer año de Ezequí­as, Joel ayudó a llevar al valle de Cedrón los objetos inmundos que los sacerdotes habí­an sacado del templo. (2Cr 29:1, 3, 12, 15, 16.)

11. Uno de los principales simeonitas que en el tiempo de Ezequí­as se apoderaron de la tierra de ciertos camitas y los meunim para aumentar sus pastos. (1Cr 4:24, 35, 38-41.)

12. Uno de los hijos de Nebo que despidieron a sus esposas e hijos extranjeros en el tiempo de Esdras. (Esd 10:43, 44.)

13. Superintendente de los benjamitas que residí­an en Jerusalén durante el mandato de Nehemí­as; era hijo de Zicrí­. (Ne 11:4, 7-9.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

JI 1-4
Sumario: 1. La persona y el tiempo. II. El escrito: Temas propios: a) El dí­a de Yhwh, b) La efusión del
Espí­ritu; c) El valle de Josafat.
1519
1. LA PERSONA Y EL TIEMPO.
Joel (en hebreo Yó†™el, †œYhwh es Dios†), hijo de Petuel, es uno de los doce profetas menores. De él no sabemos nada más que lo que puede deducirse de su escrito. Hoy se piensa que pertenecí­a a la categorí­a de los †œprofetas cultuales†, es decir, de aquellos profetas que ejercí­an el ministerio dando respuestas y consejos, particularmente con ocasión de las festividades y asambleas de carácter cultual, reconocidos y venerados por la comunidad a la que se dirigí­an. Joel, muy probablemente, vivió y actuó en Jerusalén, como puede deducirse de algunas observaciones: aprecia mucho los ritos litúrgicos del templo, menciona con agrado la ciudad, al hablar de †œla tierra† se refiere siempre a la región de Judá (p.ej., 1,2.14; 2,1; 3,5; etc.).
1520
II. EL ESCRITO.
Sobre la fecha de composición del escrito, dado que en el libro no se hace ninguna referencia concreta a acontecimientos históricos, sólo podemos tener en cuenta el contenido: la condenación de todas las naciones que en los últimos tiempos atacaron a Jerusalén sólo era posible en el perí­odo posterior al destierro; no se menciona nunca la corte real, ni siquiera en los pasajes en los que serí­a de esperar, como 1,2 y 2,16; contiene un número notable de ara-meí­smos; presupone el ofrecimiento del holocausto cotidiano. Por todos estos motivos el profeta se ubica en el perí­odo que va del siglo iv al III a.C. El texto hebreo está dividido en cuatro capí­tulos, mientras que las versiones griega y latina tienen tres, ya que unen los capí­tulos 2 y 3 del texto hebreo.
Debido a la diferencia de estilo y de contenido entre los capí­tulos 1-2 y los capí­tulos 3-4, se discute sobre la unidad del libro; la mayor parte de los crí­ticos piensan, sin embargo, que una serena valoración de las dos partes hace resaltar la unidad fundamental del libro. Los dos primeros capí­tulos describen la llegada al paí­s de la plaga de langostas y la actividad desarrollada por el profeta, que se manifiesta verdaderamente como †œprofeta cultual†: pide a los sacerdotes que eleven una lamentación, que instituyan un gran dí­a de ayuno, y hace él mismo una plegaria caracterí­stica (1,15-20); invita a dar la alarma en Sión, ahora que se aproxima la plaga; exhorta a la penitencia con la esperanza de que el perdón divino aleje pronto el castigo. Esta parte es totalmente una alternancia entre el profeta, el pueblo, los sacerdotes, la invitación urgente a la oración y al ayuno; todo ello termina con el anuncio de que Dios ha escuchado las súplicas, alejando la plaga y asegurando una reparación adecuada de los daños producidos.
En los dos primeros capí­tulos el profeta habla del †œdí­a de Yhwh†, presentando las langostas como un signo premonitor de aquel dí­a. Los dos últimos capí­tulos enumeran los signos que anticipan ese dí­a, entendido ahora con un valor ejemplar, y el juicio divino que habrá de caracterizarlo.
Temas propios.
Los temas caracterí­sticos de este escrito profético, de tamaño reducido, pero de gran significado para el AT y el NT, son tres.
1521
a) El dí­a de Yhwh.
La invitación a tocar la trompeta (hebreo, safar) que hace el profeta podí­a ser la señal de una asamblea religiosa, de la inminencia de un peligro o de un castigo, o bien, como en nuestro libro, el anuncio de la llegada del †œdí­a de Yhwh†, tema de notable interés teológico. En JI-tenemos las caracterí­sticas que marcan la última parte de la evolución de este tema. Confiando en su Dios y en la cualidad de pueblo unido a él por una alianza, siempre que se encuentra en dificultades Israel confí­a en la intervención de Dios (Dt 7-9):
†œEn medio de ti está Yhwh, un Dios grande y terrible†. A esta espera los profetas del perí­odo preexí­lico contraponen el †œdí­a de Yhwh†, como dí­a negativo para Israel, pertinaz en su comportamiento irreligioso; sólo se hace una excepción, y es para el †œresto† de Israel.
Fue sobre todo durante el destierro, después de la experiencia de la catástrofe de los dos reinos, cuando †œel dí­a de Yhwh† se concibió como un dí­a de cólera y de tinieblas, no ya para Israel, derrotado por completo, sino para las naciones vecinas, mientras que para Israel se convierte en el dí­a del comienzo de la restauración, de la esperanza de renacer (JI 3,4-5 y todo el c. 4). Tenemos así­ dos elementos fundamentales para extender el dí­a de Yhwh más allá de los estrechos confines anteriores, poniéndolo en la perspectiva francamente universalista del triunfo de los justos y de la ruina de los pecadores, de la victoria definitiva de Dios sobre sus enemigos (MI 3,19-23).
Las concepciones fundamentales sobre las que se basa JI son, por una parte, la representación de Yhwh como guerrero invencible en defensa de su pueblo, pero también en contra suya siempre que se alia con los pecadores; por otra parte, la firme convicción de que Yhwh domina la historia humana, de que a él le corresponde la última palabra contra los antiguos monstruos del caos y contra el mal Q, para reinar a continuación sobre toda la tierra. En las descripciones imaginarias de los profetas, el dí­a de Yhwh va acompañado de signos y prodigios cósmicos ampliados con cierta complacencia: la tierra tiembla, el cielo se conmueve, el sol y la luna se oscurecen, las estrellas se esconden, todo será ti-niebla, sangre, fuego, columnas de humo, etc. (2,10-11; 3,3-4; 4,15-16).
1522
b) La efusión del Espí­ritu.
En el contexto del †œdí­a† entendido de este modo, el profeta anuncia con mucho énfasis el nombre de Dios: †œYo derramaré mi espí­ritu sobre todos los hombres. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán…† (3,1). El Espí­ritu de Yhwh es una fuerza divina, que transforma a las personas investidas de ella; puesto que viene de Dios y orienta hacia él, se le llama frecuentemente †œsanto†. En el perí­odo anterior al destierro se habla de la acción del Espí­ritu sobre cada una de las personas, pero a partir del destierro se anuncia preferentemente su acción sobre todo el pueblo; se trata siempre de una efusión transformadora y renovadora, pero cuya acción es raras veces violenta y puede quedar paralizada por la resistencia de las personas que se rebelan y entristecen al Espí­ritu (Is 63,10). En el contexto de la renovación escatológica entrevista por el profeta, la acción del Espí­ritu es muy significativa; por eso es del presente texto de JI de donde san Pedro, el dí­a de pentecostés, toma la cita en que se atestigua la realización del dí­a anunciado por los profetas y del comienzo de una nueva era, que es precisamente la del Espí­ritu (Hch 2,16-21).
1523
c) El valle de Josafat.
†œReuniré a todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat… Que se pongan en marcha las naciones camino del valle de Josafat. Allí­ me sentaré yo para juzgar a todos los pueblos circundantes† (4,2.13): Joel es también el profeta que habla del juicio en el valle de Josafat (hebreo, Yehósafat). Se trata, en realidad, de un nombre simbólico equivalente a †œYhwh juzga†, inventado por el profeta para designar idealmente el lugar en donde Dios reunirá a todas las naciones para condenarlas y establecer para Israel una era de paz. Fue sobre todo en el perí­odo posterior al destierro cuando se acentuaron las esperanzas de una condenación de las naciones que se habí­an levantado contra Israel y de un renacimiento y restablecimiento de la independencia. Estos dos aspectos se ampliaron naturalmente según los principios y las perspectivas del NT, pero sacaron de JI su inspiración.
La identificación del valle de Josafat con un valle en las cercaní­as de Jerusalén pareció sugerirse en 4,11. 16; por eso, en torno al siglo iv d.C. se le dio este nombre a la parte del valle del Cedrón situado al sudeste del área del templo. En este sector, ya en tiempos de Jesucristo se habí­an levantado algunos monumentos funerarios, todaví­a célebres, con los nombres erróneos de tumba de Ab-salón, tumba de Santiago, tumba de Zacarí­as; hace ya tiempo que es una zona de enterramiento para judí­os, cristianos y musulmanes. En realidad, el profeta no aludí­a a un valle o a una llanura, y mucho menos intentaba darle el nombre de Josafat; en el texto de 4,14 el profeta habla de †œvalle de la decisión† o del juicio, o también de la trilla, según la polivalencia de la palabra hebrea harüs.
1524
BIBL.: Alonso Schokel L.-Sicre Dí­az J.L., Profetas II, Madrid 1980, 923-949;Bernini G., Sofonia, Gioele,
Abdia, Giona, Ed. Paoline, Roma 19833; DeisslerA.-Delcor M., Lespetits Prophétes, Parí­s 1964; Elliger K.,
Das Buch der zwolf kleinen Propheten, Gotinga 1964S; Ri nald i G., 1 pro feti minori II, Osea, Gioele, Abdia,
Giona, Marietti,. Turí­n 1959; Wolff H.W., Dodekapropheton:JoelundAmps, Neu-kirchen 1969.
L. Moraldi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

FECHA

La introducción en 1:1 no nos da información acerca del profeta fuera del nombre de su padre. El mensaje divino, más que el mensajero, es lo que importa. Por tanto, el conocimiento del trasfondo puede obtenerse solamente de la evidencia interna. Es útil descubrir tanto como sea posible acerca del trasfondo histórico y social de los escritos proféticos. De esa manera podemos entrar inteligentemente en el mensaje del profeta para su propio tiempo, y esto nos ayuda a aplicarlo a nuestra propia situación.
Solí­a pensarse que el orden de los libros en los profetas menores era significativo para la fecha de Joel. Ciertamente hay una secuencia histórica im precisa, pero no debemos encerrarnos en una fecha temprana por esa razón. La colocación del libro de Joel es un tema interesante al que debemos regresar luego (véase también gráfica en la pág. 656).
El indicio más claro para fechar Joel viene de la información histórica provista en las acusaciones de 3:2, 3, 5, 6. Ahora se acepta generalmente que se acomodan mejor a los terribles eventos de la destrucción de Jerusalén en 586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo y sus consecuencias. El templo fue destruido en ese tiempo, pero juntamente con sus rituales está conspicuamente presente en los mensajes de Joel (1:9, 13, 14, 16; 2:14, 17; cf.cf. Confer (lat.), compare 3:18). Por eso, es razonable fijar la fecha no sólo después de regresar los judí­os del exilio en Babilonia, sino después de la reconstrucción del templo en 515 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Los sabeos (3:8) fueron desplazados por los mineos como comerciantes árabes importantes para el año 400 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo En lí­nea con este cuadro general del tiempo está la impresión de que Joel cita una cantidad de pasajes bí­blicos y tradiciones evidentemente escritos antes y bien conocidos por sus oyentes.

OCASION

Sabemos por otros libros posteriores al exilio que este perí­odo fue muy difí­cil polí­tica y económicamente para los colonizadores judí­os. Hageo menciona una mala cosecha que devastó la comunidad cuando los recursos fueron insuficientes (Hag. 1:6, 10, 11; 2:19). Una crisis agrí­cola fue la carga del ministerio de Joel, tan grave que amenazaba la supervivencia de los esforzados colonizadores. Experi mentaron una severa plaga de langostas que afectó la cosecha más de un año (1:4; 2:25). Las langostas son todaví­a una amenaza seria, notablemente en paí­ses africanos, aunque la fumigación con pesticidas, especialmente desde el aire, ha disminuido su nocividad matándolas antes de que maduren y se reproduzcan. Para este fin, en una sola semana en septiembre de 1986 cuatro aviones DC-7 fumigaron con malathion cerca de un millón de acres en Senegal . Un enjambre puede contener hasta diez mil millones de langostas. En un pie cuadrado pueden caber hasta un millar de saltamontes recién incubados. Una sola langosta puede viajar 5.000 km.km. Kilómetro(s) du rante su vida, y devastar la vegetación donde quiera que aterrice junto con su enjambre. Un enjambre puede devorar en un dí­a lo que 40.000 personas comen en un año. En una invasión de 1958 Etiopí­a perdió 167.000 metros cúbicos de grano, suficiente para alimentar a un millón de personas por un año. (La mayor parte de estos datos fueron tomados de World Vision, dic. 1986-enero 1987.)
Una infestación así­ significó que habí­a una grande duda respecto a la supervivencia de la comunidad judí­a. ¿Qué podí­an hacer? La religión ju gaba un papel muy importante en la sociedad antigua, y Judá no era la excepción. Los profetas eran figuras aceptadas en la religión judí­a. Por eso la función de Joel fue interpretar la plaga de langostas en términos religiosos y dirigir a la comunidad a tomar medidas religiosas adecuadas para enfrentar el problema. Parece que Joel era un profeta oficial del templo. El papel crucial desempeñado por tales profetas en tiempos de crisis na cional lo ilustra la narración de 2 Crón. 20:1–20. Allí­ el profeta tení­a autoridad para contestar en el nombre de Jehovah, el Dios de Israel, una oración nacional de lamento, y prometer liberación de la crisis. Ese mismo poder fue reclamado por Joel. Los Salmos también pro veen evidencia del ministerio de los profetas de advertir a la gente para que enderezara sus caminos (Sal. 81:8–16; 95:7–11). Este papel es evidente en la primera parte del libro de Joel.

PROPOSITO

¿Qué significado religioso encontró Joel en la plaga? El lo interpretó como una advertencia de Dios para regresar a él, así­ como Amós lo hizo en un perí­odo anterior: †œ †™La langosta comió vuestros muchos huertos, vuestras viñas, vuestras higueras y vuestros olivos. Pero no os volvisteis a mí­†™, dice Jehovah† (Amós 4:9). †œVolver† se refiere a la relación de pacto entre Jehovah y su pueblo. Este concepto subyace en todo el ministerio profético de Joel. Es evidente en frases tales como †œvuestro Dios† (2:13, 26, 27; 3:17), †œmi pueblo† (2:27; 3:2, 3) y †œsu pueblo† (2:18; 3:16). Además, aunque el nombre polí­tico de la comunidad era Judá (3:1, etc.), Joel también usa su nombre de pacto, Israel (2:27; 3:2, 16).
En el ATAT Antiguo Testamento el pacto es un concepto trilateral que incluye la tierra. El triángulo se expresa claramente en 2:18: †œEntonces Jehovah tuvo celo por su tierra y se apiadó de su pueblo.† También se revela en la descripción de los judí­os como †œtodos los habitantes de la tierra† (1:2. 14; 2:1; cf.cf. Confer (lat.), compare Ose. 4:3). El don de Dios de la tierra era un instrumento sensible que registraba el estado espiritual del pueblo. Era fértil en tiempos de comunión y obediencia, pero estéril y sin vida en tiempos de deslealtad. Ciertamente las plagas de langosta se presentan como una de las maldiciones del pacto en Deut. 28:38, 42, mientras que la prosperidad agrí­cola se acredita a las bendiciones de Jehovah (Deut. 28:4, 8, 11, 12).
Esta dependencia í­ntima de la fortuna material por hacer la voluntad de Dios subyace en los mensajes de Joel. Otras partes del ATAT Antiguo Testamento, notablemente el libro de Job, la limitan y en el NTNT Nuevo Testamento no se apela a menudo a ella (véase Mat. 6:33; 2 Cor. 9:6–11; Fil. 4:15–19). Sin embargo, permanece una afinidad básica entre la humanidad y el resto de la creación que ignoramos a nuestro riesgo. El ambiente es una preocupación humana y, por tanto, cristiana.
El sistema del pacto, con su delicado equilibrio de bendición y maldición, estaba condicionado (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 14:21). De hecho, Dios tení­a el derecho de anularlo si el pueblo rehusaba cumplir su parte, aunque dependí­a de él si ejercí­a ese derecho. Habí­a grados obvios de maldición, cuya intención era tanto castigar como advertir, como en Amós 4:6–11. El último juicio se expresa en Amós 4:12 como †œvenir al encuentro de tu Dios†, en una siniestra confrontación que trascenderí­a previos castigos providenciales (pero véase Amós 4:12).
Además, la confrontación se describe en Amós 5:18–20 como †œel dí­a de Jehovah† que irónicamente serí­a †œdí­a de tinieblas y no de luz†. Este concepto, que Amós relacionaba históricamente con la destrucción permanente del reino de Israel en el norte en 721 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, tuvo una fuerte influencia en profetas posteriores. Joel hizo gran uso de él, pero mientras que para Amós Dios iba a emplear fuerzas humanas para hacer la guerra a su pueblo, para Joel una fuerza natural iba a ser el instrumento. El, sorprendentemente, interpretaba la plaga de langosta en términos de †œel dí­a de Jehovah†, como la primera etapa en la aniquilación del pueblo del pacto (1:15; 2:1, 11). El tuvo precedentes en Ezequiel y Abdí­as, que entendieron la destrucción del estado de Judá, junto con su monarquí­a y el templo, en 586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, en términos del †œdí­a de Je hovah† (Eze. 7; 34:12; Abd. 8–14; cf.cf. Confer (lat.), compare Lam. 2:21, 22). Sin embargo, Joel presentó una oportunidad de detener el castigo para el Judá posterior al exilio si se realizaban ritos de servicio pú blico de duelo, sincero arrepentimiento y oración que honraran a Dios (1:14; 2:16, 17). Evidentemente esos pasos fueron dados, y a través de Joel se comunicó una respuesta favorable. Prometí­a un fin a la plaga de langosta y también prometí­a bendiciones agrí­colas (2:18–27).
Allí­ podrí­a haber terminado el libro, pero no fue así­. En el perí­odo posexilio habí­a una fuerte expectación de una futura edad de bendiciones fina les. El juicio divino del exilio se consideraba como un momento decisivo en la relación del pueblo con Dios. La restauración de la tierra significaba la restauración al favor divino y a la venida de una edad de oro prometida por Jeremí­as y Ezequiel y en Isaí­as 40–55. Una tarea principal de los profetas del posexilio fue la de explicar por qué esas esperanzas no se habí­an materializado todaví­a. El concepto del dí­a de Jehovah estaba entretejido en esas esperanzas, que incluí­an vindicación y por tanto adelanto polí­tico para Judá a costa de los vecinos nacionales a cuyas manos habí­a sufrido. Lam. 1:21 y Abd. 15–21 son expresiones de este desarrollo que heredó Joel. De esta manera, el dí­a del Señor cubrí­a el juicio y también la salvación para el pueblo de Dios, y esta última significaba juicio para otras naciones (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 30:2–4). En su forma más compleja también incluí­a salvación para otras naciones (Sof. 3:9; cf.cf. Confer (lat.), compare Sof. 1:14–18; 3:8), pero, como en el caso de Joel, no siempre era pastoralmente sabio pensarlo o decirlo.
Muy lógicamente, entonces, una vez que el tema del dí­a del Señor habí­a sido aplicado a las langostas, se precipitó en 2:28–3:21 para incluir otros aspectos í­ntimamente asociados con él.

POSICION EN EL CANON
En los Sal. algunas veces hay parejas con temas relacionados, como los Salmos 105 y 106, 111 y 112. Entre los profetas menores, que en el canon judí­o representan un solo libro, Joel y Amós parecen haber sido colocados juntos por razones literarias. Los ví­nculos entre los dos libros son los temas compartidos de Joel 3:16 y Amós 1:2, y de Joel 3:18 y Amós 9:13. Un terremoto, mencionado en Joel 2:10 y 3:16, reaparece en Amós 1:1; 8:8; 9:5. Las langostas de Amós 4:9 recuerdan a Joel 1 y 2, mientras que el tema del dí­a de Jehovah en Amós 5:18–20 se conecta con el todo de Joel. El colocar los libros juntos sirvió para arrojar luz sobre cada uno, aunque los separaban más de 300 años de historia.

SIGNIFICADO

Necesitamos captar el mensaje que Joel trajo a sus contemporáneos antes de que podamos escucharlo para nosotros. Eso incluye el apreciar la propia espiritualidad del libro. Joel recibió una visión de la experiencia humana que lo capacitó para relacionarla con los propósitos de Dios. Detrás del infortunio humano no siempre está el disgusto de Dios, como en el ATAT Antiguo Testamento lo muestra claramente el libro de Job. Pero el NTNT Nuevo Testamento algunas veces ve a Joel relacionando los infortunios de los creyentes con el juicio divino (1 Cor. 11:30–32; Heb. 12:5–11). Los pasa jes de advertencia en Heb. (p. ej.p. ej. Por ejemplo Heb. 10:26–31) y las cartas a las iglesias en Apocalipsis, especialmente la de Laodicea (Apoc. 2:5; 3:3, 14–22), se parecen a Joel cuando hablan en fuertes términos de los peligros de la traición es piritual. Sin embargo, si Joel tuvo que hablar ásperamente a los pecadores endurecidos, él también supo cuándo hablar elocuentemente del amor de Dios (2:13), en forma muy parecida al caso de Heb. 6:9–12 (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Ped. 3:9).
Joel funcionaba como maestro, citando pasajes de la Biblia y tradiciones religiosas y aplicándolas a su propio tiempo. Por ejemplo, en 2:13 él citó la hermosa descripción de Dios que se encuentra en la adoración israelita (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 34:6; Sal. 86:15) y la usó como un incentivo para el arrepentimiento. El también tuvo cuidado de preparar el camino para los oráculos divinos, como cuando comunicaba sus desafí­os a diferentes grupos de gente (1:2–18) y ofrecí­a una muestra de oración (1:19–20) antes que Dios convocara al pueblo a una asamblea para adoración de arrepentimiento en Jerusalén (2:1). Además, él explicaba oráculos cuando eran dados: en 2:13 (†œvolved a Jehovah †¦ †) el llamado divino de 2:12 es reforzado con razones para obedecerlo, y en 2:32 se aclara el significado de la intención de Dios para su pueblo (vv. 30, 31).
El ministerio profético de Joel incluí­a el papel de pastor. En el nombre de Dios él era sensible a las frustraciones y angustias de una minorí­a étnica. El remplazaba la desesperación con esperanza, y una pobre autoimagen con confianza en los propósitos positivos de Dios. Dios reconocerí­a y revertirí­a el sufrimiento de su pueblo a manos de las naciones (3:2, 3, 5, 6, 19), vindicándolos y bendiciéndolos. Siempre que la iglesia se sienta insegura y amenazada por un mundo hostil, puede volverse a Joel en busca de sostén.
El intérprete cristiano de Joel debe preguntar si el NTNT Nuevo Testamento hizo uso directo del libro. Como veremos en el curso del comentario, habí­a un doble uso del material que mira hacia adelante al fin de los tiempos. Primero, en una manera directa la venida del dí­a de Jehovah era relacionada con la segunda venida de Cristo, cuando Dios prepararí­a un ataque final sobre las fuerzas del mal. Segundo, la promesa del derramamiento del Espí­ritu en 2:28, 29 y el lenguaje del dí­a de Jehovah en 2:30–32 recibieron una interpretación sofisticada en el discurso de Pedro en Pentecostés en Hech. 2:16–21, 33 y 38–40. El uso doble refleja una convicción de que para la iglesia los últimos dí­as ya han comenzado, pero no se han completado, mientras que para el mundo todaví­a están en el futuro.
Algunos consideran que la bendición nacional y material para Judá en 3:17–21 será un dí­a disfrutada por el pueblo judí­o. Sin embargo, hay muy poco apoyo en el NTNT Nuevo Testamento para este reclamo (véase Luc. 21:24). El tenor general de su enseñanza reclama para la iglesia, compuesta de judí­os y gentiles, una versión espiritualizada de las promesas del ATAT Antiguo Testamento. Sin embargo, hay indicios de que una tierra renovada es parte del propósito final de Dios (Rom. 8:21; 2 Ped. 3:13).

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1 Introducción

1:2—2:17 Llamados a la oración
1:2-4 La seriedad de la situación
1:5-12 Desafí­os a grupos diferentes
1:13-20 Un llamado a la oración pública
2:1-11 Predicando por un veredicto
2:12-17 La única oportunidad

2:18—3:21 Respuestas a la oración
2:18-27 Victoria sobre las langostas
2:28-32 Renovación y protección para el pueblo de Dios
3:1-17 Tribulación para las naciones y seguridad para Israel
3:18-21 Bendiciones para el pueblo de Dios
Comentario

1:1 INTRODUCCION
La introducción a un libro profético puede ser una mina de información histórica, como lo es el caso de Oseas (Ose. 1:1). Aquí­ se provee apenas lo mí­nimo, que se concentra en el hecho de la revelación profética y señala más allá del agente humano a Dios mismo. Joel significa †œJehovah es Dios†: representa la afirmación de fe de sus padres en el Dios de Israel. El hecho de que se provee el nombre de su padre en vez de su lugar de residencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Miq. 1:1) sugiere que él era nativo de Jerusalén, como Isaí­as (Isa. 1:1). La expresión La palabra de Jehovah que vino a es una fórmula que más que nada introduce un mensaje individual de Dios a un profeta, como en Jer. 1:4. Aquí­ se refiere a una colección de oráculos dados a través de Joel, como en Ose. 1:1.

1:2-2:17 LLAMADOS A LA ORACION
La primera parte del libro es una serie de intentos de parte del profeta para alentar al pueblo de Dios a volverse a él en piadoso arrepentimiento, como reacción al lamentable evento de una plaga de langostas. En la oración de Salomón en 1 Rey. 8:37, 38 se provee el procedimiento para una emergencia semejante: que el pueblo venga al templo como la casa de oración y se pare en sus atrios levantando las manos en súplica hacia el Dios identificado con ese lugar. Tal reacción es la que Joel intentaba despertar. El profeta preparó a sus oyentes en 1:2–2:11 para el corto oráculo de Dios en 2:12. Enseguida él respaldó el oráculo con una apelación adicional en 2:13–17. Como lo implica la introducción en 1:1, sea que el profeta hable o que Jehovah hable a través de él, el todo consiste de comunicación divina. El profeta estaba expresando la men te de Dios.

1:2-4 La seriedad de la situación
Joel principia con un llamado general a los ancianos, los representantes polí­ticos del pueblo, y al resto de los habitantes de Judea. Los desafí­a a ad mitir la singularidad de su experiencia. El la presenta como algo sin precedente; un hito histórico para generaciones futuras. Para los que tení­an oí­dos para escuchar, el profeta usa el lenguaje de la educación religiosa: cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 10:2; Sal. 48:13; 78:4, 6. Era un indicio de que Dios de alguna manera estaba en acción en la situación humana y que ellos necesitaban relacionarse con él. La situación se describe en el v. 4 como una severa plaga de langos tas, una serie de siegas hasta que la vegetación es totalmente destruida. Se acumulan varios términos para langostas, en vez de presentar su desarrollo biológico; en 2:25 se da un orden diferente. El segundo término (langosta) representa la palabra heb. general para langostas, y se traduce mejor como †œenjambre de langostas†. Los términos primero y cuarto tienen relación con su poder destructivo. La tercer palabra (pulgón) significa †œsalta montes†.

1:5-12 Desafí­os a grupos diferentes

El llamamiento general de los vv. 2–4 se divide ahora en una serie de llamados a varios sectores de la sociedad. Joel alienta a cada uno en particular a interpretar la plaga espiritualmente, concentrándose sobre su punto particular de necesidad. El quiere convocarlos a un servicio público de lamentación, como lo aclarará el v. 14.
1:5–7 Borrachos. Ordinariamente los borrachos son las últimas personas en ser conscientes de lo que pasa a su alrededor. Irónicamente Joel les ad vierte de la consecuencia de la plaga que los sacudirá aun a ellos: su provisión de vino ha sido cortada. En los vv. 6 y 7 él parece hablar apasionadamente de su propio dolor para estimular a la audiencia a sentir que ellos también estaban comprometidos personalmente. Las langostas eran virtualmente un ejército invasor: Joel desarrollará esta idea teológicamente en 2:1–11. Su cantidad les ha dado el poder de grandes bestias de presa. Habí­an atacado a las vides, entre otros árboles frutales, y hasta sus ramas han quedado blancas, garantizando la muerte de las plantas. No es de sorprender que los borrachos deban llorar y gemir.
1:8–10 Jerusalén. El femenino singular de los verbos en heb., la mención de los sacerdotes y la individualización de los †œhijos de Sion† en 2:23 en la lista complementaria de grupos invocados sugiere que Jerusalén, una entidad femenina en el heb., está en la mira. En la exhortación a suspirar se refiere a los ciudadanos o a una reunión religiosa del pueblo en la capital. El sí­mil del intenso duelo co munica la forma altamente emocional que el duelo debe tener como un reflejo de la crisis. La traducción alternativa †œprometido† (8) es más probable. En el antiguo Israel el compromiso era un lazo le gal, como la firma moderna de un contrato antes de la terminación de un trato de negocios. La muerte inesperada de la pareja antes de la ceremonia nupcial final, y de la consumación del matrimonio, hubieran causado un frenesí­ de decepción y desesperación. Un golpe así­ debiera sentirse ahora en Jerusalén. La razón dada es que el templo que estaba en su corazón habí­a sido privado de las ofrendas diarias de cereal y de libaciones de vino que acompañaban los sacrificios animales (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 29:38–40; Núm. 28:3–8). El reloj de adoración perenne habí­a cesado repentinamente de funcionar. El ciclo de bendiciones divinas sobre las cosechas y las ofrendas humanas de adoración (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:14) habí­an sido rotas. Como en los vv. 6, 7 el profeta señaló su propio dolor, ahora él se refiere para confirmación a la angustia de los sacerdotes que trabajaban en el templo. Su conciencia de que habí­a ocurrido una crisis los habí­a empujado a emprender ritos de duelo. La causa de la crisis era la destrucción de la materia prima para la adoración. El aceite se usaba para mezclarlo con la harina para las ofrendas de cereal.
1:11, 12 Labradores. De manera natural, después del v. 10, los labradores y viñadores son el siguiente grupo que es desafiado. Ellos, de entre toda la gente, tení­an razón para la lamentación. Las cosechas de cereal habí­an sido destruidas; también las vides y los árboles frutales estaban desolados y marchitos. La palabra heb. para secar tiene asociaciones con el duelo. Era como si las plantas en su estado deplorable dieran una idea del duelo huma no. De nuevo el profeta está respaldando su llamado con un ejemplo motivador. Así­ como el profeta en los vv. 6 y 7 habló de su propio dolor para alentar a otros a considerar el suyo, aquí­ apoya su llamado al lamento al señalar el †œduelo† de las plantas como un ejemplo. Este año no habrí­a festivales de cosecha, que eran sinónimos de alegrí­a y regocijo (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 4:7; Isa. 16:10).
Joel ha organizado una serie de argumentos para persuadir a la gente, con sus diferentes puntos de vista, a unirse en una empresa religiosa común. La función de cada sector del pueblo habí­a sido socavada. Sus preocupaciones debí­an volverse oraciones: sólo Dios podí­a satisfacer sus necesidades. Joel ha trabajado para comunicar estas verdades a cada grupo en particular y para mostrarles que la experiencia humana tiene un significado es piritual. Todo predicador puede aprender de estos esfuerzos.

1:13-20 Un llamado a la oración pública

En vez de una fiesta de cosecha era tiempo para un servicio sombrí­o. Joel alienta a los sacerdotes a continuar en sus ritos de duelo del v. 9, pero sostiene que se necesitan medidas adicio nales para la tragedia de la interrupción de las ofrendas regulares. En primer lugar, el duelo deberí­a ser intensificado con vestido apropiado y una vigilia de toda la noche. El cilicio se usaba en tiempos de dolor (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 8:10). Hay una cuidadosa distinción en las referencias a mi y vuestro Dios. Los sacerdotes tení­an su función de servir a Dios, una función que en su expresión usual estaba bajo amenaza. Joel reclama su propio cargo profético como autorización para dirigirlos a un aspecto diferente de su función, a comprometerse en oración ardiente expresando su sentido de pérdida.
En segundo lugar, él los alienta a extender sus esfuerzos organizando un servicio de lamentación para la nación. Debí­an declarar un dí­a de fiesta pública para ese propósito (asamblea es lit.lit. Literalmente †œalto al trabajo†) y proclamar el rito del ayuno que acompañaba la oración y probaba su sinceridad (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 20:26; Jer. 14:1, 2, 12). Con la autoridad de la que estaban revestidos como sacerdotes, ellos eran exhortados a convocar a la oración, tanto a los ancianos como a los que ellos representaban. La referencia a ancianos y a todos los habitantes del paí­s recuerda al v. 2 y revela el propósito de Joel en los vv. 2–13 de preparar el camino para su demanda de un perí­odo de oración nacional.
15–20. Como lí­der de la espiritualidad del pueblo, Joel provee una oración modelo. Su constante preocupación es señalar a la gente más allá de sí­ mismos, dándoles un ejemplo a seguir. En los vv. 6, 7 él se habí­a referido a sus propios sentimientos de pérdida, y en el v. 9 al duelo de los sacerdotes, mientras que en el v. 12 él habí­a aludido al duelo de las plantas. La oración corresponde al lamento na cional que se encuentra en los Sal. donde, sin embargo, comúnmente es una respuesta a la invasión militar (p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 44; 74; 80). El v. 15 principia con una cita de Isa. 13:6, un grito de angustia que da prominencia al dí­a de Jehovah. Esta es la primera mención de una frase que domina el libro. Se refiere a la intervención dinámica de Jehovah en los asuntos humanos. Habí­a aparecido por primera vez en Amós 5:18–20, donde sus asociaciones popu lares de salvación nacional y de bendición fueron reemplazadas con juicio para Israel. Los profetas la usaron de juicio divino sobre las naciones extranjeras, y tiene este sentido en Isa. 13:6. Joel, en forma notable, la volvió a aplicar al pueblo de Dios como ví­ctimas de su juicio. La mención era en sí­ misma una poderosa declaración por causa de su juego de palabras en heb., sod (ruina) y Shadai (todopoderoso). El oí­do israelita estaba extrema damente bien afinado para los juegos de palabras; era un medio de despertar la emoción que los profetas explotaban a menudo. Ya Joel habí­a hablado de ruina (10, devastado, destruido: heb. suddad). Ahora él impresionantemente la traza hasta Dios como su fuente, interpretando la plaga de langosta como la misma obra de Dios. [Aquel dí­a es lit.lit. Literalmente †œel dí­a†; †œvendrᆝ o †œestá viniendo†, como en 2:1, cuadra mejor en el contexto que vendrá.] Implí­citamente era la consecuencia de una maldición del pacto (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 28:38). La plaga era el principio del fin para el pueblo del pacto.
16–18. Era costumbre en una oración de lamentación dar una descripción de los hechos de la crisis, para mover a Dios a intervenir del lado de la ví­ctima. Esto se provee ahora, aunque la primera oración del v. 17 es de significado incierto. La inanición era inminente para la gente indefensa. Ahora que las cosechas de cereales habí­an fracasado, ya no eran capaces de cumplir su sagrada obligación de presentar ofrendas regulares a Dios en adoración gozosa. Los endebles edificios de almacenamiento, ahora innecesarios y por tanto dejados sin reparar, eran ostentosos monumentos a ese fracaso. Las manadas y los rebaños sin pastos eran evidencia adicional de la crisis.
19, 20. Hay una vuelta a la oración directa conforme ahora se dirigen a Dios mismo. Era permisible que el director de la oración en un lamento nacional introdujera una nota personal (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 44:4, 6, 15, 16; 74:12). Si Dios era la causa, él también era la cura. Un lamento obraba tí­picamente con una doble imagen de Dios: como juez providencial y como potencial salvador (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 22:11, 15). El pro feta puso ante Dios la tragedia de la tierra herida. Si significaba tanto para Joel (6, 7), seguramente debí­a tocar el corazón de Dios. La referencia al fuego implica condiciones de sequí­a. La plaga de langosta y la sequí­a no coinciden: evidentemente la sequí­a siguió a la destrucción causada por las langostas y la agravó. Jadean probablemente debe significar †œbraman† (BABA Biblia de las Américas). Los lastimo sos ruidos de las bestias agotadas son sorprendentemente interpretadas en términos de oración a su creador (cf.cf. Confer (lat.), compare Job 38:41; Sal. 104:21; Rom. 8:22). Seguramente él los escuchó como tal y serí­a compasivo de su sufrimiento (cf.cf. Confer (lat.), compare Jon. 4:11).

2:1-11 Predicando por un veredicto

La presión emocional aumenta en preparación para la apelación divina del v. 12. De nuevo hay un llamado nacional, como en 1:2 y 14. La única esperanza del pueblo es volverse a Dios en servicio de lamentación. Para alentarlos a hacerlo, Joel suena sensacionalmente una alarma militar y luego describe las langostas como un enemigo nacional. Sugestiones siniestras que habí­an sido mezcladas en el mensaje anterior, en referencia a una †œnación† invasora y al †œdí­a de Jehovah†, ahora son desarrolladas, conforme Joel entra en un tipo de predicación de pesadilla y de fuego del infierno. En ocasiones las apelaciones a la razón no son suficientes y solamente un temor í­ntimo de terribles consecuencias puede dar un sentido de la realidad de Dios (cf. Heb. 10:26–31).
Algunos comentaristas interpretan el pasaje en términos de un ejército lit.lit. Literalmente, pero esto es menos natural. El uso de sí­miles en los vv. 4, 5 y 7 implica que las declaraciones militares que los acompañan tienen el sentido de metáforas. Además, las referencias claras a las langostas y al daño hecho por ellas en los vv. 19–26 sugieren el desarrollo de un tema consistente a lo largo de 2:1–17. El profeta interpreta la plaga de langosta con un lenguaje bien conocido para su audiencia de conocimiento religioso: él le añade pavorosas figuras asociadas con el dí­a de Jehovah. Las referencias temáticas a él en los vv. 1 y 11 y las citas relacionadas de Isa. 13:6 y 10 en los vv. 1 y 10 proveen el cuadro y el pensamiento clave del pasaje.
1, 2. El grito de advertencia en la primera oración del v. 1 evidentemente vino de Dios mismo (mi santo monte). El sonido de una alarma les advirtió que una fuerza enemiga estaba invadiendo (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 33:2–4). De hecho la corneta también era tocada para anunciar los servicios del templo (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 10:1–10), y hay un juego de ideas aquí­, que finalmente aclarará el v. 15. Dios estaba realmente llamando por el cuidado del templo, no de los muros. Joel explica el peligro en términos del dí­a de Jehovah, citando primero Isa. 13:6 una vez más. Aspectos diferentes de la intervención de Dios son presentados luego en términos de las langostas. La masa negra de millones de insectos que cubren las montañas es descrita en el pavoroso lenguaje de otro pasaje de los profetas en Sof. 1:15. Es mejor la traducción †œalba† de RVR, puesto que el evidente intento es justificar la aplicación del lenguaje profético tradicional a las langostas. †œAurora† y †œalba† presumiblemente se refieren al reflejo del sol en las alas de las langostas. Aquí­ estaba el dí­a del juicio para el pueblo de Dios. Joel recoge de 1:6 las imágenes de un gigantesco ejército antes de desarrollarlo después en este pasaje. Luego, en una intensificación de 1:2, él toma del lenguaje de Exo. 10:14, que describí­a las langostas en las plagas de Egipto. Ahora, sin embargo, las ví­ctimas eran los del pueblo de Dios.
3–5. El v. 3 contiene una hábil alusión al Sal. 97:3, que describe una teofaní­a, una aparición dramática del poderoso Dios en la tierra, envuelto en gloria ardiente. Las langostas eran los representantes de Dios, y el fuego consumidor era la aridez que ellas le causaron a la tierra. Con su †œpolí­tica de tierra agostada† la belleza verde (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 36:35) la convirtieron en un desierto desolado. Joel explota el raro parecido de la cabeza de una langosta a la de un caballo. Ellas eran la caballerí­a de Dios lanzándose a atacar. El ruido que hací­an mientras comí­an, que los observadores modernos han descrito como †œel crepitar de un matorral ardiendo†, se describe con analogí­as militares y destructivas. Las langostas eran un verdadero ejército llevando a cabo una campaña de terror. Se usan metáforas y sí­miles para abrir un nuevo horizonte de comprensión, para revelar el significado subyacente de la plaga como la obra misma de Dios.
6–9. La figura del ejército atacante (v. 5) se desarrolla ahora, pero primero se hace otra alusión a la teofaní­a del juicio. El heb. para las expresiones Delante de él tiemblan †¦ corresponde a †œtiemble ante su presencia† del Sal. 96:9. Las langostas representaban el poder mismo de Dios contra su pueblo. El plural pueblos intensifica su impacto aterrador. Los profetas describí­an a menudo a los enemigos de Israel como los agentes providenciales de Dios a través de cuyos ataques él castigaba a un pueblo pecaminoso (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isa. 10:5, 6; Amós 2:13–16). Joel aplica el concepto a las langostas. Ellas marchaban invenciblemente adelante, infiltrándose, sin freno, hasta Jerusalén y sus casas.
10, 11. Este es el clí­max. Si en el v. 6 el término †œpueblos† intensificó la descripción que Joel hace de las langostas, ahora las referencias cósmicas lo hacen todaví­a más. De nuevo el profeta habla en términos de teofaní­a. En el ATAT Antiguo Testamento un terremoto es una reacción normal del mundo a una visitación de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 18:7; 77:18). Las referencias cósmicas eran rasgos del dí­a de Jehovah, como lo prueban Isa. 13:10 y 13, pasajes que los oyentes de Joel indudablemente asociaban. Cuando las olas de langostas se arrastraban sobre la tierra, ésta parecí­a estar sacudiéndose al ritmo de su movimiento ondu lante. Cuando las incontables mirí­adas alzaban el vuelo a pastos frescos, obscurecí­an el sol de dí­a y la luna y las estrellas de noche.
A los ojos de Joel, sin embargo, esos fenómenos naturales eran eclipsados por su significado sobrenatural. Con visión profética él presenta al mismo Jehovah como comandante de las langostas, cuyas legiones marchaban a sus órdenes. Era Isa. 13:4 de nuevo, sin embargo, ahora los enemigos de Dios no eran extranjeros sino su propio pueblo. La pregunta final intenta evocar desesperación impotente. A través de la crisis Israel fue puesto frente a frente con su juez divino.
Deliberadamente Joel estaba forzando los sentimientos de sus oyentes al punto de romperse. El creó un sentido de completo presagio y de tensión intolerable. En tono e intención los vv. 1–11 pudie ran compararse a las malas noticias de Rom. 1:18–3:20 antes de las buenas noticias de 3:21–26.

2:12-17 La única oportunidad

Joel habí­a descrito a Jehovah en el uniforme de un general enemigo. Sin embargo, cuando trae de esta aterradora figura el mensaje para que Judá se rinda a él, parece ser su antiguo aliado el que habla. Como el profeta explica, una vez que el señorí­o de Jehovah se reconoce, él puede revelarse como un Dios de amor. Pero primero en el v. 12 el profeta transmite un oráculo divino que es un llamado al arrepentimiento (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 3:22; 7:3; 18:11; Amós 5:4, 5). Es la culminación a la que las propias apelaciones de Joel han estado dirigiendo en el cap. 1. Volveos evoca la relación de pacto, como Joel comenta en el v. 13 (vuestro Dios; cf.cf. Confer (lat.), compare 2:26, 27; 3:17). El pueblo de Dios eran hijos e hijas pródigos que necesitaban regresar al hogar a su padre celestial. Debí­an hacerlo ahora: este era el mo mento psicológico para actuar. La nota de inmediatez pertenece a los llamados del ATAT Antiguo Testamento al arrepentimiento (Jos. 24:14; Jer. 26:13; cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 17:30; 2 Cor. 6:2) y ha pasado a la predicación y a los himnos evangelí­sticos. Todo vendedor sabe de esta necesidad si un trato va a ser cerrado.
La espiritualidad siempre tiene sus formas religiosas visibles. En este caso el compromiso total de la voluntad (corazón), una cualidad que aparece en Deut. (p. ej.p. ej. Por ejemplo Deut. 11:13), debí­a ser expresada por el ritual normal de un servicio público de lamentación. Los desafí­os del profeta a llorar, estar de duelo y ayunar en 1:5, 13 y 14 están aquí­ reunidos en el llamado divino.
13–17 Joel proporciona un comentario interpretativo del mensaje de Dios. Hay un paralelo en el Sal. 85:8–13, donde un oráculo de †œpaz† de una palabra (shalom) es interpretada en detalle por el profeta del templo en respuesta a un lamento nacional. Primero, Joel subraya la necesidad de arrepentimiento sincero, llamando a la consistencia entre las formas de espiritualidad internas y externas. El Israel antiguo tendí­a a ser completamente sincero y por eso indudablemente ganaba un descargo psicológico más difí­cil de obtener en culturas menos extrovertidas. Habí­a el peligro, sin embargo, de que las emocio nes externas pudieran ser una cubierta para voluntades relativamente impasibles. La costumbre de desgarrarse la ropa era parte de la reacción cultural a las crisis (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 19:1), que todaví­a sobrevive en la práctica judí­a de romper la solapa de los sacos en un funeral. Los corazones también tení­an que ser rotos o quebrantados: la respuesta de Israel debí­a ser más que apariencia. No es usado idiomáticamente en el sentido de †œno solamente†. Joel no se detuvo para analizar el pecado de la gente. †œEn el calor de la emergencia, la cura y no el diagnóstico, es su preocupación† (Hubbard). Era responsa bilidad de ellos †œexaminar e investigar† sus caminos, como parte del proceso de regreso a Jehovah (Lam. 3:40).
Segundo, Joel comenta sobre †œvolver† y hace ver sus asociaciones con el pacto. Prosigue citando la lealtad del pacto de Dios (él es clemente y compasivo) como motivación para el llamado al arrepentimiento, y como incentivo para que Judá responda. El usa lenguaje bien conocido de su fe (él es clemente y compasivo [13]: cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 86:15; 103:8; 145:8) que irremediablemente los hace evocar la renovación misericordiosa del Dios del pacto con la generación del éxodo, después que ellos lo habí­an quebrantado en el desierto (Exo. 34:6). Así­ pues, esta declaración de fe está asociada con otra oportunidad que Dios está dispuesto a dar a su pueblo pecador.
Algunas veces Dios tiene que castigar a su pueblo como parte de su papel de padre (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 12:5–11), pero su propósito final es renovar la comunión. Por eso, argumenta Joel, aunque el castigo puede ser su primera y justa respuesta al pecado de ellos, su anhelo más profundo era compadecerse. Fue por esta razón que el profeta podí­a cambiar del cuadro de Jehovah como enemigo de Israel a la proclamación de la apelación de Jehovah al arrepentimiento. La palabra desiste (también en el v. 14) a menudo se usa para el arrepentimiento hu mano, pero en el caso de Dios no implica pesar por haber hecho mal. El ATAT Antiguo Testamento negaba la posibilidad de arrepentimiento de Dios cuando habí­a una probabilidad de que sus advertencias no hubieran sido tomadas en serio (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1 Sam. 15:29). Pero de otra manera podrí­a significar que Dios será flexible para conseguir un propósito más alto (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 18:5–11).
Sin embargo, Joel se retraí­a de una promesa franca de que Jehovah tení­a que ser misericordioso. El no podí­a ofrecer garantí­as. La respuesta de Dios no era automática (¿Quién sabe †¦ ? en el v. 14). Que él demostrara su naturaleza amorosa en un caso particular solamente a Dios le tocaba decidir. Su libertad personal es, por tanto, salvaguardada: en su misterio soberano él no puede ser manipulado por los humanos. La oración es rendirse a su vo luntad, no insistencia en nuestra propia voluntad. No hay palabras mágicas, solamente pedir humildemente y esperar. La advertencia de Joel sirve para subrayar el llamado de Dios para un cambio de corazón y de hábitos, como en todos los profetas (Amós 5:15; Sof. 2:3; cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 8:22, 2 Tim. 2:25).
Una respuesta positiva de Dios significarí­a volverse de una campaña de juicio. El profeta traza un lazo orgánico entre la vuelta humana y la divina: volveos en el v. 12 y desiste en el v. 14 representan el mismo verbo heb. Tan central era la relación entre Dios y su pueblo que su vuelta era la señal de lo que él buscaba: darí­a lugar a su propia vuelta (cf.cf. Confer (lat.), compare Zac. 1:3; Mal. 3:7). En términos prácticos significaba que él dejarí­a tras sí­ unas cuantas trazas de vida vegetal en las vides y en los sembrados de cereal, como muestra de bendición (contrástese con el v. 3). En respuesta agradecida, Joel sugiere, cuando este remanente madure, parte de él debe ser usado como base para las ofrendas, de modo que Israel cumpla su obligación de adorar una vez más.
Antes de que esto pudiera suceder debí­an efectuarse actos rituales de naturaleza diferente. Joel alude al vocabulario religioso del v. 12 —ayuno, llanto y lamento— y lo traduce en un llamamiento renovado a los sacerdotes para organizar un servicio público de lamentación (15, cf.cf. Confer (lat.), compare 1:14). Un servicio así­ se presenta en el relato de 2 Crón. 20:1–13. Como allí­, se buscaba una respuesta de todo el pueblo: amplia, tanto como profunda, era la cualidad necesaria de la reacción. La ausencia normal de los deberes públicos concedida al esposo recién casado para permitir la concepción (16, cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 24:5) tení­a que ser suspendida temporalmente, tan seria era la situación. Todos tení­an que reunirse en los atrios del templo para elevar sus voces en oración. Hasta el lloro de los niños de pecho podí­a agregarse al volumen de la súplica.
17 Los sacerdotes debí­an tomar su posición tradicional en las gradas del edificio del templo (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 8:16; Mat. 23:35) y recitar en favor del pueblo un lamento nacional tí­pico. Debí­an apelar a Jehovah como Dios del pacto para que viniera a rescatar a su pueblo por amor de su propio nombre (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 79:1–4, 8–10). La frase tu pueblo (BABA Biblia de las Américas, RVR-1960) complementa †œvuestro Dios† en los vv. 13 y 14. La combinación expresa la naturaleza bilateral del pacto (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 6:7). Heredad, significando pueblo, se refiere a los que pertenecí­an a Dios. Arrepentimiento significa restauración a la armoní­a del pac to: si el pueblo estuviera alerta a sus responsabilidades del pacto, podrí­a pedir que se levantara la maldición de langostas del pacto. El desprestigio, que era agudamente sentido en la cultura israelita, encuentra aquí­ una referencia doble. Judá lo habí­a sufrido ante los vecinos extranjeros como un resultado de la devastación de las langostas, y también Jehovah como su protector divino. Su mismo honor estaba en peligro. Israel en oración no tení­a escrúpulo en persuadir a Dios por medio del argumento de dar su ayuda.

2:18-3:21 RESPUESTAS A LA ORACION
Dios da una respuesta doble. La primera está en 2:18–27 y la segunda, más larga, en 2:28–3:21. Las dos culminan en fórmulas que prometen la seguridad de la presencia protectora de Jehovah como su Dios, con su pueblo (Así­ sabréis en 2:27; 3:17). Las fórmulas sirven para cancelar con certeza gloriosa los cautelosos †œ¿Quién sabe?† de 2:14. La primera respuesta trata con la situación inmediata de la plaga de langosta. La segunda se bifurca en tiempo (ver 2:28; 3:1) y en tema para demostraciones adicionales de la liberación y bendición de Dios.

2:18-27 Victoria sobre las langostas

Los verbos del v. 18 y el verbo introductor del v. 19 han sido traducidos correctamente en el tiempo pasado porque es una pequeña narración introductora. Si los vv. 15–17 encontraron un paralelo en la narración de 2 Crón. 20:1–13, ahora hay correspondencia con 2 Crón. 20:14–17. Entre los vv. 17 y 18 ocu rre un retraso. Se implica que los sacerdotes y la gente tomaron en serio a Joel, cumplieron debidamente un servicio de lamentación y alcanzaron en realidad la etapa hipotética del v. 17. En ese punto Joel pudo cambiar su papel de diagnóstico de juicio a proclamación de salvación. En el nombre de Jehovah él tení­a el poder para emitir un oráculo de salvación. Dios podrí­a haber dicho que †œno† en contestación a la oración; pero de hecho él contesta con un glorioso †œsí­†. Los celos, como un atributo divino, denotan interés apasionado y amor celoso cuando el objeto de ese interés amoroso es amenazado (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 36:5, 6). Apiadó es el mismo verbo que †œperdonar† en el v. 17. Repite la petición como una respuesta especí­fica a la oración. Por eso el v. 18 presenta el oráculo siguiente como un ejemplo de la fidelidad de Dios. Lo que el arre pentimiento humano hizo posible, la gracia divina lo realizó.
19, 20. El mensaje inicial está lleno de interés pastoral. Es sensible a las necesidades fí­sicas y psicológicas del pueblo de Dios. Jehovah promete restaurar el alimento básico destruido por las langostas (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:10), a un nivel mucho mayor que el de la mera subsistencia, y de esa manera quitar la burla de los extranjeros paganos (19, cf.cf. Confer (lat.), compare v. 17). El asunto de salvar el prestigio es tan crucial que em pieza y termina la primera respuesta a la oración (19, 26, 27). Jehovah ahora se presenta como aliado de su pueblo en la guerra contra las langostas. Ellas serán empujadas lejos del territorio judí­o y destruidas, indudablemente por medio de fuertes vientos (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 10:19). Repitiendo el lenguaje militar de 1:6 y 2:1–11, las langostas son descritas como lo que viene del norte (BABA Biblia de las Américas al ejército del norte). El término recuerda el tema de Jeremí­as de †œdel norte se ve venir el mal†, con el que él describí­a el ejército enemigo lanzado providencialmente contra Israel por Dios (p. ej.p. ej. Por ejemplo Jer. 6:1). Al fin del v. 20 †œello† debe ser el sujeto del verbo. El ejército de langostas habí­a actuado demasiado salvajemente, y esto era la garantí­a de su juicio. Hay reminiscencia del oráculo de Isaí­as acerca del doble papel de Asiria, primero el instrumento del juicio de Dios contra su pueblo y luego su ví­ctima, por sobrepasar los lí­mites de Dios (Isa. 10:5–12). La mención de la hediondez de sus restos putrefactos sirve para sellar la promesa de destrucción.
21–24. Una serie de llamados retóricamente dirigidos a la tierra, a los animales del campo y a los hijos de Sion se presenta en los vv. 21–23. Los hijos de Sion son la congregación de Israel, reunida en los atrios del templo de Jerusalén. Los llamados son una feliz contraparte a la serie de desafí­os temibles del cap. 1. Hay ví­nculos de vocabulario entre los dos pasajes. La correspondencia expresa la reversión del juicio y enseña que Dios satisface las necesidades de su pueblo. La seguridad de que no hay necesidad de temer es tí­pica en una promesa divina que sigue a un clamor de lamento (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Crón. 20:15, 17; Lam. 3:57). También tí­pico en tales promesas es el uso de seis tiempos verbales pasados, dos de los cuales la RVARVA Reina-Valera Actualizada los ha traducido lit.lit. Literalmente (ha hecho, ha dado). El tiempo pasado se usa para acción futura, que es como decir que la promesa de Dios es tan buena como si ya estuviera cumplida. Los llamados funcionan como himnos proféticos de alabanza que invitan al pueblo de Dios a confiar en lo que él hará y a regocijarse aun ahora (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 5:2). Como en el Sal. 35:26, 27 los que (lit.lit. Literalmente) †œdicen grandes cosas contra† Dios encuentran su rival en el gran Dios, de modo que aquí­ en los vv. 20, 21 el poder negativo de las langostas pierde ante el poder positivo de Jehovah. El pueblo de Dios podí­a esperar (23) su don de las lluvias sanadoras de finales de otoño y de la primavera y así­ el reverdecimiento del desolado paisaje. Por consiguiente, disfrutarí­an de una cosecha de higos y uvas, en marcado contraste con 1:7, 12. Hay alborozo por la perspectiva de la lluvia, que solamente los que viven en climas cálidos pueden apreciar.
La BAtraduce el v. 23b: †œPorque él os ha dado la lluvia temprana para vuestra vindicación†, con la acotación: †œEl os ha dado maestro para justicia.† Esta acotación se relaciona con un malentendido extendido en el antiguo judaí­smo, del que la secta de Qumram derivó el tí­tulo de su fundador, el †œMaestro de Justicia† o †œmaestro verdadero†, por asociación con Ose. 10:12. En el siglo IV a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Jerónimo lo aprendió de sus maestros rabí­nicos y lo incorporó a la Vulgata Latina como una promesa mesiánica. Sin embargo, tanto el contexto como la apelación fundamental a las bendiciones del pacto de Lev. 26:4 y de Deut. 11:14, con referencia a la lluvia, favorecen la interpretación usual. Aquí­ justicia se refiere a la armoní­a del pacto: la lluvia significarí­a una relación correcta entre Dios y su pueblo. El v. 24 mira hacia atrás al v. 19 y detalla las consecuencias de esta bendición, un exceso bien recibido de trigo, vino nuevo y aceite.
25–27. Un oráculo de bendiciones viene directamente de Dios. Como compensación de gracia por los malos años de cosecha después de los estragos de las langostas, Dios dará cosechas que compensarán por la pérdida. Hay un vistazo retrospectivo al vocabulario negativo de 1:4 y 2:11, al principio y al fin de las instancias de Joel, pero sólo como una seguridad de que la pesadilla ha terminado. Los gritos de lamento serán reemplazados por ale luyas, en respuesta a la escritura de un nuevo cap. del poder de Dios en acción en Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 15:11; Miq. 6:15). Al terminar, la sanidad del daño psicológico mencionado en el v. 19 se repite dos veces. Nunca más o †œya no†, funciona en la literatura profética como un término pastoral que suaviza ansiedades asentadas en lo profundo (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 34:28, 29; 26:30). También viene consuelo del tí­tulo protector mi pueblo, al que el profeta se refiere orgullosamente en su introducción al v. 18. Dios probarí­a ser una ayuda bien presente, el campeón de su pueblo del pacto. Entonces ellos podrí­an dar una respuesta positiva a la burlona pregunta del v. 17: †œ¿Dónde está su Dios?† Ellos también estarí­an convencidos de su exclusivo reclamo de su lealtad, porque el privilegio nunca viene sin responsabilidad. Las referencias a la finalización de la vergüen za reflejan triunfantemente el mismo verbo heb. usado repetidamente en 1:10–12 (†œse seca†, †œse ha perdido†, y †œse ha desvanecido†, y así­ trae el problema de la langosta a una conclusión satisfactoria.
La respuesta de Dios está relacionada con la teologí­a del ATAT Antiguo Testamento basada en la tierra, por la cual la tierra es el barómetro de la relación de Israel con Jehovah. El catálogo de bendiciones del pacto relacio nadas con la tierra sirve para subrayar la enseñanza de que la plaga de langosta era el resultado de una maldición del pacto sobre un pueblo rebelde.

2:28-32 Renovación y protección para el pueblo de Dios

Joel ha usado el tema del dí­a de Jehovah para interpretar la plaga de langosta como una visitación del juicio de Dios. Tradicionalmente tení­a que ver con un juicio culminante sobre un mundo pecaminoso, del cual no podí­a escapar su propio pueblo (Sof. 1:2, 3, 18; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 2:6–21). Para Joel la plaga habí­a iniciado este perí­odo, como para Abdí­as habí­a sido inaugurado por la destrucción de Jerusalén en 586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (Abd. 10–21).
El v. 32 parece ser el comentario de Joel sobre un oráculo divino adicional citado en los vv. 28–31, especialmente en su última mitad, vv. 30, 31. (En el v. 31 el dí­a de Jehovah parece ser una expresión estereotipada en labios de Jehovah: la expresión †œmi dí­a† en este sentido nunca ocurre en el ATAT Antiguo Testamento.) Evidentemente Joel toma una idea de la promesa de supervivencia en Sion en Abd. 17 (como ha dicho Jehovah) y la relaciona con el mensaje en los vv. 28–31 dado a la gente reunida en el templo de Jerusalén (cf.cf. Confer (lat.), compare Sof. 2:1–3). El asocia el mensaje con el desenvolvimiento del dí­a de Jehovah en el resto de sus fases, en las lí­neas profetizadas por Abdí­as. El pueblo de Dios ya habí­a experimentado su versión del dí­a y así­ estarí­a exento de su juicio.
28, 29. El oráculo habla de una nueva era de relación perfecta entre Dios y su pueblo. Jeremí­as habí­a descrito esta era en términos de la ley escrita en sus corazones (Jer. 31:31, 34; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 40:8) y Ezequiel en términos del don de nuevos corazones (Eze. 36:26, 27), para comunicar la noción de un pueblo perfectamente obediente a la voluntad de Dios. El lenguaje de la inspiración profética se usa para el mismo fin: el Espí­ritu es aquí­ un medio de profecí­a (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 12:6; 2 Crón. 20:14). La promesa toma el deseo de Moisés de Núm. 11:29: †œÂ¡Ojalá que todos fuesen profetas en el pueblo de Jehovah, y que Jehovah pusiese su Espí­ritu sobre ellos!† Al principio del ministerio de Joel toda la nación habí­a estado fuera del camino de Jehovah. Solamente una persona, el profeta Joel, habí­a visto la situación a través de los ojos de Dios; con la voz de Dios él habí­a hablado de juicio y también de esperanza. Ahora toda una nación de Joel es visualizada. Cada sector de su sociedad, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, esclavos y libres (cf.cf. Confer (lat.), compare Gál. 3:28) participarí­an del entendimiento de Dios de parte de un profeta (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 13:9–12).
Todo mortal, lit.lit. Literalmente †œtoda carne†, aquí­ significa †œtodos en Israel†, como lo muestra la explicación en términos de miembros de la comunidad (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:1; para el uso relativo de †œtoda carne† cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 12:12 BABA Biblia de las Américas; compare el uso relativo de †œtodos† en castellano y †œtout le monde† en francés). El mensaje que Joel trajo a sus contemporáneos es que, como Calvino dijo: †œ †¦ toda la gente profetizarí­a, o que el don de profecí­a serí­a común y prevalecerí­a en todas partes entre los judí­os.†
30–32 Contra la fortuna de Israel dramáticamente se establece el destino de otras naciones. Como lo explica el v. 32, el pueblo de Dios estará seguro en el ojo de una tormenta furiosa. En respuesta al llamado de Jehovah a través de Joel ellos habí­an invocado su nombre en oración (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:19; 2:17). Así­ que serí­an salvos o escaparí­an del peligro de la próxima catástrofe. Esa estarí­a reservada para otros, como lo aclara 3:2. Israel apenas habí­a sobrevivido la destrucción del dí­a de JEHOVAH, pero esa destrucción todaví­a tení­a que materializarse en el mundo exterior. Las señales de su venida en el cielo y en la tierra se explican de manera inversa. Primero, sangre, fuego y humo son señales siniestras de la guerra destructiva que Jehovah emprenderá sobre sus enemigos. Detalles de este despliegue de juicio se proveen en 3:1–14. Segundo, el lenguaje que Joel aplicó metafóricamente a la langosta en el v. 10 respecto a la experiencia de Israel del dí­a de Jehovah, grande y temible (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 11) ahora se vuelve a usar en relación con las naciones. Tiene su sentido tradicional de convulsiones cósmicas que anuncian una teofaní­a de juicio (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 13:9–13). Estas señales celestiales se reafirmarán en 3:15.
El NTNT Nuevo Testamento tiene un interés intenso en este pasaje, a la luz de los propósitos en desarrollo de Dios en Cristo. Ante todo, vincula el pasaje con el regreso de Cristo (Mar. 13:24; Luc. 21:25; Apoc. 6:12, 17; 9:2). Pero la escatologí­a del NTNT Nuevo Testamento (enseñanza sobre el fin de los tiempos) es compleja. Aparte del criterio clásico heredado del ATAT Antiguo Testamento y del judaí­smo, sostiene que los últimos dí­as ya han empezado con la primera venida de Cristo y con el establecimiento de la iglesia, mientras que la vieja era todaví­a está desarrollándose (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Cor. 5:17). Así­ pues, en se gundo lugar, Joel 2:28–32 se interpreta a esta luz, especialmente en el discurso de Pedro en Pentecostés (Hech. 2:16–21, 33, 38–40). Pedro estaba reclamando que la obra final de Cristo habí­a empezado con la llenura de los discí­pulos con el Espí­ritu Santo y en la oportunidad de salvación para el penitente. El texto resumido del discurso no provee una explicación detallada, pero las señales y prodigios terrenales y celestiales están relacionados con los milagros efectuados por Jesús, y evidentemente con las tinieblas en la crucifixión (Luc. 23:44, 45). La relación de †œtoda carne† con Israel se mantiene: se dirige a †œhombres de Israel†, incluyendo a gentiles convertidos al judaí­smo (Hech. 2:11, 22).
Más tarde, Pablo argumentaba en Rom. 10:12, 13 que para propósitos cristianos †œtoda carne† debe ser interpretada tanto en sentido más amplio como en más estrecho que la nación judí­a (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 10:45). Para este fin él cruzó la referencia de Joel 2:32 con Isa. 28:16 y la asoció con la doctrina de la justificación para todos los creyentes establecida en Rom. 4. Ahora el pueblo escogido de Dios ya no toma la forma de una nación, sino la de una igle sia internacional, cuyos lí­mites son marcados por la fe y no por la raza (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 2:11–22). †œToda carne† todaví­a es Israel, pero un Israel más grande. Tanto judí­os y gentiles que no creen en Jesús se quedan fuera del presente pueblo de Dios. Uno debe pensar no en un nuevo universalismo impuesto en el pasaje, sino de su particularismo que es definido de una manera nueva.

3:1-17 Tribulación para las naciones y seguridad para Israel

Judá habí­a experimentado su versión del dí­a de Jehovah y sobrevivido a ella, y ciertamente debí­a experimentar gran bendición, un cambio de fortuna. Sin embargo, como 2:31 insinúa, el dí­a también iba a ser una catástrofe sufrida por las otras naciones. El siguiente pasaje revela su carácter: el heb. empieza con †œporque† (cf.cf. Confer (lat.), compare BABA Biblia de las Américas y BJBJ Biblia de Jerusalén) y 2:30–32 virtualmente son encabezados para esta sección.
La enseñanza acerca del fin de los tiempos en la Biblia no sirve para dar información a los curiosos, sino para traer seguridad pastoral al pueblo sufriente de Dios. Así­ lo hace aquí­, como el v. 2 lo aclara con su referencia al cuidado del pacto de Jehovah. El pasaje palpita con un sentido de queja e injusticia que refleja los propios sentimientos de Judá. Su contraparte en el NTNT Nuevo Testamento está en 2 Tes. 1:5–10, que de la misma manera mezcla seguridad pastoral, castigo para los perseguidores del pueblo de Dios y el dí­a del Señor. La aplicación del juicio es un ajuste del equilibrio de la justicia, para vindicar a las ví­ctimas de la opresión y de la violencia, como en la parábola de la viuda persistente en Luc. 18:1–8. Hay la misma nota de triunfo divino en los vv. 2, 3 (mi heredad, mi pueblo) como la habí­a en 2:17, 26, 27.
1–3. Se pronuncia un oráculo de juicio para todas las naciones. No se identifica el valle de Josafat (2, 12); sólo se da su propósito, en su nombre que significa †œJehovah juzga†, y también en su otra descripción en el v. 14, †œvalle de la decisión†. Valle aquí­ denota una amplia llanura entre montañas, un lugar de reunión adecuado para grandes multitudes. Es claro por los vv. 2, 3 (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 5, 6, 17) que todas las naciones son las que estuvieron implicadas en la invasión y destrucción de Jerusalén en 586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, especialmente contingentes de vasallos locales del ejército babilonio y de sus colaboradores. Una versión divina de los procesos de Nuremberg se promete en juicio sobre los que produjeron sufrimiento en la guerra. La campaña militar resultó en deportación, confiscación de la tierra y venta a esclavitud de la siguiente generación de judí­os. Dios lleva sobre sus propios hombros su sentido de queja y promete como Señor del pacto usar su poder para asegurarles justicia.
4–8 La forma cambia a un oráculo contra naciones extranjeras particulares, lo que significa una seguridad para el propio pueblo de Dios. Los fenicios (Tiro, Sidón) y los filisteos, divididos en cinco ciudades-Estados o regiones, son singularizados en un discurso retórico destinado a los oí­dos judí­os (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 25:15–17; 28:20–24). De manera similar en el libro de Abd., Edom fue objeto particular de ataque. El oráculo principia con un airado desafí­o que advierte que ellos tendrí­an que contestar a Jehovah. El hará que las mesas se inviertan por sus crí­menes contra él así­ como contra Judá (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 25:41–45). Son acusados (5, 6) de saquear el tesoro del templo para trofeos para consagrar a sus propios dioses, y también de deshumanizar el trato de esclavos de prisioneros de guerra, lo que se mencio na en términos generales en el v. 3. Jehovah promete el regreso de los esclavos judí­os y una retribución de esclavitud para los tratantes de esclavos. Irónicamente, los judí­os son puestos en el papel de intermediarios. Mientras que sus propios ciudadanos fueron vendidos a los griegos en el lejano occidente (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 27:13), sus opresores iban a desaparecer en el canal comercial al Lejano Orien te, controlado por los sabeos en Arabia. De esta manera el castigo serí­a apropiado al crimen. La fórmula de oráculo, Jehovah ha hablado, funciona como la firma final de un documento, aprobando la autoridad y certeza del mensaje.
9–13 Un oráculo divino en los vv. 9–11 empieza con un llamado retórico a las naciones a unirse en el campo de batalla donde se harí­a justicia. En el v. 10 parece haber una inversión deliberada de la promesa de paz de Isa. 2:4 y Miq. 4:3, donde la paz para las naciones sigue evidentemente a la guerra para terminar todas las guerras (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 46:8–10; 76:3; Sof. 3:8–10). Joel se volvió a una etapa anterior en el calendario divino. Todaví­a habrá injusticias que cobrar, negocios inconclusos de una clase siniestra para que Dios los tramite. El llamado final en el v. 11 apela a que Jehovah traiga sus huestes celestiales (cf.cf. Confer (lat.), compare Zac. 14:5), anticipando el v. 13. Sin embargo, interrumpe el oráculo divino, como lo reconoce la BABA Biblia de las Américas al ponerlo separadamente. La antigua versión gr., reflejando principalmente las mismas consonantes heb., tiene †œQue el tí­mido se vuelva héroe†, que está en lí­nea con el final del v. 10. El v. 12 recapitula el llamado de Jehovah para la reunión de las naciones e identifica el campo de batalla como el asiento de juicio de Jehovah, en explicación de su nombre en el v. 2 (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 1:15, 16). En el v. 13 Jehovah emite un mandato a sus propias tropas. Las metáforas agrí­colas se refieren a un baño de sangre: encuentra eco en la guerra de Apoc. 14:14–20 y 19:15, de modo que el presente pasaje está señalando adelante al tiempo, todaví­a futuro, cuando Dios lleva a su fin la historia del mundo. Las ví­ctimas de la matanza se describen co mo maduras para el juicio. Jehovah ya no puede esperar para castigar la maldad de ellos, un término que resume las acusaciones de los vv. 2 y 3.
14–17 El profeta vuelve, a manera de resumen, a los temas de 2:30–32. Primero, en los vv. 14–16a Joel conecta la escena de guerra y juicio con los motivos del dí­a del Señor mencionados en 2:30, 31. El valle de la decisión o †œveredicto† es un nombre que explica †œel valle de Josafat† mencionado en el oráculo divino en el v. 2. Segundo, mientras tanto, el propio pueblo de Dios estarí­a seguro, como lo ha afirmado 2:32. La certeza profética del v. 16b, que es una versión escatológica del Sal. 46:1, se respalda por una promesa divina en el v. 17. Jerusalén vivirá de acuerdo con su papel como asiento de la santa presencia de Dios, su santo monte (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:1). Serí­a colocado fuera del alcance de los infieles extranjeros, que no tení­an pretensión polí­tica ni deseo espiritual de estar allí­. Esta promesa se ubica en una fórmula concluyente que concuerda con la de 2:27. La relación de pacto se respaldaba por la presencia de Jehovah en el templo de Jerusalén (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 29:45; Apoc. 21:3), que arrojaba una aura de santidad sobre toda la ciudad. Su presencia como Señor del pacto se manifestarí­a abiertamente en la seguridad de la Ciudad Santa. Su pueblo conocerí­a por evidencia visible, no sólo por fe. Apoc. 21:1–8 traspone la visión de Joel a una nueva Jerusalén donde Dios mora, pero donde extraños a su voluntad no tendrán lugar.

3:18-21 Bendiciones para el pueblo de Dios

Este oráculo suplementario de bendición se introduce tí­picamente con En aquel dí­a. Articula para la tierra y para el pueblo las implicaciones de la presencia de Dios en Sion (21b). Mientras que 2:28, 29 predice las bendiciones espirituales que disfrutará Israel, ahora son prometidas las bendiciones materiales que las acompañan. En el ATAT Antiguo Testamento lo espiritual y lo material son la doble evidencia de bendición. La presencia de Jehovah traerá fertilidad a la tierra mediante una provisión milagrosa de agua del templo (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 47:1–12; Apoc. 22:1, 2). Hasta regará lugares secos donde crecen acacias. La promesa de un vino nuevo recapitula agradablemente un elemento de la respuesta previa a la oración (2:24). Las bendiciones agrí­colas pertenecen a la teologí­a del ATAT Antiguo Testamento basada en la tierra como una muestra del pacto de comunión entre Dios y su pueblo. La promesa sigue para incluir la sanidad de sus heridas emocionales, al decretar la aridez para Egipto y Edom como castigo por los crí­menes cometidos sobre suelo judí­o (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 23:29–34; Abd. 10). Como dos naciones fueron particularizadas en los vv. 1–8, así­ también lo son otras dos aquí­. Esas dos naciones funcionan como enemigos tí­picos y de largo tiempo del pueblo de Dios. Su trato con ellos lleva una seguridad de la vindicación total de su pueblo. La destrucción de ellas sirve como un marco negativo para las bendiciones de Judá en los vv. 18 y 20, 21. La unión entre Dios y Judá se sella con un juramento de ocupación perpetua. La primera mitad del v. 21 es difí­cil. Parece hacer eco a la sangre inocente del v. 19. Una traducción probable es: †œYo mostraré que es inocente la sangre (que) yo no he (hasta ahora) mostrado que es inocente.† Promete remediar a la gente sufriente en lí­neas paralelas a Apoc. 6:10 (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 9:11, 12).
Leslie C. Allen

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

El hijo de Petuel, y segundo en la lista de los Doce Profetas Menores. No se conoce nada de su vida. El escenario de sus trabajos fue Judá, Reino Israelita del Sur, y probablemente su capital Jerusalén, pues repetidamente se refiere al Templo y al altar. Los frecuentes apóstrofes a los sacerdotes (1,9.13-14; 2,17) también llevan a la inferencia de que Joel mismo era de ascendencia sacerdotal.

Contenido

  • 1 Contenido de Joel
  • 2 Carácter Teológico y Literario de Joel
  • 3 Fecha de la Profecía de Joel
  • 4 Bibliografía

Contenido de Joel

Los setenta y siete versículos de este pequeño libro, en el texto Masorético del Antiguo Testamento, están divididos en cuatro, y en la los Setenta y la Vulgata en tres; en la Masora los capítulos segundo y tercero forman un solo capítulo y el segundo en los Setenta y la Vulgata.

El contenido de la profecía de Joel puede ser considerado, tomado en su conjunto, como una presentación en miniatura típica de los principales temas del discurso profético: sombrías advertencias sobre el juicio de Yahveh, dirigidas a despertar al pueblo de su actual letargo moral, y alegres y destellantes noticias sobre la obra de salvación de Yahveh, diseñadas para mantener viva la fe en la venida del Reino de Dios. Estos dos pensamientos fundamentales parecen estar unidos, puesto que los desastres del juicio son un proceso de purificación para preparar al pueblo para la recepción de la salvación, y son en realidad un solo aspecto de la obra de redención de Dios. En la primera división principal del libro de Joel (1,2 – 2,17) las profecías son amenazas del día del juicio; las profecías en la segunda división, que comprenden el resto del libro (2,18 – 3,21) son descripciones consoladores del día de la gracia. La primera sección está dividida en dos discursos sobre el juicio: el capítulo 1,2-20 describe un terrible tormento, una plaga de langostas con la cual ha sido visitada la tierra del profeta; estas pestes han devorado los campos tan completamente que ni siquiera existía material para las ofrendas de carne y bebida. Por esta razón los sacerdotes proferirán lamentaciones y ordenarán un ayuno. El capítulo 2,1-17 repite más enfáticamente el mismo pensamiento: todas las plagas son sólo precursoras de aún más grandes tormentos en el día del Señor, cuando la tierra del profeta se convierta en desierto. Por lo tanto, el pueblo debe volver a Yahveh y los sacerdotes deben rogar al Señor en el lugar santo. Las profecías del segundo libro están también divididas en dos discursos: en 2,18-32 el arrepentimiento de las naciones apacigua al Señor y da la bendición de cosechas abundantes. Igual que en la parte anterior, el fracaso de las cosechas fue un tipo y prefiguración de la calamidad en el día de juicio, de modo que ahora la abundancia sirve como una ilustración de la plenitud de gracia en el reino de la gracia. El Señor derramará su Espíritu Santo sobre toda carne, y todos los que invoquen su nombre se salvarán. En el capítulo 3,1-21 la redención de Israel es, por otro lado, un juicio sobre las naciones paganas: el Señor tomará venganza en los cuatro cuartos de la tierra, sobre los que tiranizaron a su pueblo, sobre los filisteos, los fenicios, edomitas y egipcios porque las naciones están maduras para la cosecha en el valle de Josafat.

Carácter Teológico y Literario de Joel

Examinados en cuanto a conexión lógica, los cuatro discursos de Joel muestran un esquema de pensamiento compacto, cercanamente unido. En cuanto a forma ellos son un modelo bíblico de simetría retórica. La ley del ritmo retórico, la cual como ley de armonía regula la forma de los discursos, también se muestra a sí misma, particularmente en la alternación regular de las descripciones en discurso directo o indirecto, como en las secciones dadas en la primera o tercera persona, y en los apóstrofes en segunda persona singular y plural. Los primeros dos discursos son similares en construcción: 2,1-11 se parece a 1,2-12, y 2,12-17 es como 1-13-20. También en los dos últimos discursos hay una similitud verbal junto con la concordancia en pensamiento; cf. en 3,17 y 2,27, la misma expresión. El lenguaje de Joel está lleno de color, animado retóricamente y rítmico. Los pasajes de 1,13ss. y 2,17 se usan todavía en la Liturgia de la Iglesia en la Cuaresma. Su profecía del derramamiento del Espíritu sobre toda carne (2,28-32) fue luego adoptado como el primer texto bíblico del primer sermón apostólico (Hch. 2,16-21). Los discursos de Joel sobre el día del juicio y de la abundancia de la gracia que Yahveh derramará desde Sión en la plenitud de los tiempos forman uno de las más bellas páginas en la escatología de los profetas. Algunas de sus fogosas descripciones parecen incluso haber sido tomadas prestadas por el escritor del Apocalipsis del Nuevo Testamento (cf. Joel 3,13 y Ap. 4,15).

El enjambre de langostas, que ha recibido tan frecuentemente una interpretación simbólica, no es una descripción apocalíptica; ni tampoco es una descripción del progreso de un ejército hostil bajo la figura de un avance imaginario de langostas. Los pasajes en 2,4-7, “correrán como jinetes… como hombres de guerra escalarán la muralla”, hacen absolutamente cierto que un enjambre de langostas hipotético no era tomado como símbolo de un ejército hostil, sino que, por el contrario, se usa un ejército hostil para tipificar un enjambre de langostas real. En consecuencia, Joel se refiere a un martirio contemporáneo, y en un estilo de profecía retórico pasa de esto a los males del día del juicio.

Fecha de la Profecía de Joel

El problema más difícil en la investigación de Joel es la fecha, y las muchas hipótesis no han llevado a ningún resultado convincente. El primer versículo del libro no conlleva, como hacen otros libros proféticos, una fecha definida, ni los discursos contienen ninguna referencia a los eventos del período, los cuales formarían la base para una cronología del profeta. La historia general no hizo anotaciones de plagas de langostas que eran de ocurrencia frecuente, y es una suposición arbitraria interpretar el enjambre de langostas como la horda escita que, según Herodoto (I, 103 ss.; IV, I) devastaron los países de Asia Occidental desde Mesopotamia a Egipto durante los años 630-620 a.C. El libro de Joel ha sido variamente adscrito a casi todos los siglos de la era profética. Rothstein incluso va tan lejos como para asignar los discursos a varias fechas, un intento que fracasará debido a la conexión cercana entre los cuatro discursos. Los comentadores primitivos, en concordancia con San Jerónimo, situaban la época de composición en el siglo VIII a.C.; por lo tanto, ponían a Joel como contemporáneo de Oseas y Amós. Para justificar esa fecha señalaban que en los doce profetas menores Joel está situado entre Oseas y Amós; además, que entre los enemigos de Judá el libro no menciona a los asirios, quienes fueron anatematizados por cada profeta desde que aparecieron como poder en Asia. Sin embargo, en un libro de tres capítulos no se le puede dar mucho peso a un argumento desde el silencio. Los que concuerdan en situar el libro antes del Exilio con concuerdan en identificar al rey bajo cuyo reinado vivió Joel. La asignación al período del rey Josías es apoyada por el hecho de que Joel toma para su tema el día del Señor, como lo hace su profeta contemporáneo Sofonías. A esto se debe añadir que el anatema contra los egipcios puede ser influenciado por la batalla de Meguiddó (608 a.C.). Comentadores posteriores asignan el libro al período después del Exilio, porque el capítulo 3 asume la dispersión de los judíos entre otras naciones, y porque la escatología de Joel presupone el último período de la teología judía. Sin embargo, es imposible que Joel haya sido un contemporáneo del profeta Malaquías, debido a la manera en que el primero ve a los sacerdotes de su período como líderes perfectos y mediadores por la nación. Ninguna de las hipótesis cronológicas respecto a Joel pueden reclamar tener prueba convincente.

Bibliografía

Vea las introducciones a las Escrituras de CORNELY, VIGOUROUX, GIGOT, DRIVER, CORNILL, y STRACK. Para asuntos especiales: PEARSON, La Profecía de Joel (Leipzig, 1885); SEBÖK, Die syrische Uebersetzung der XII kleinen Propheten (Leipzig, 1887); KESSNER, Das Zeitalter des Propheten Joel (Leipzig, 1888); SIEVERS, Alttest. Miscellen (Leipzig, 1907). Comentarios sobre Joel.–Catholic: SCHOLZ (Würzburg, 1885); KNABENBAUER (París, 1886); VAN HOONACKER (París, 1908); Protestantes: SMITH (Londres, 1897); DRIVER (Cambridge, 1898); ADAMS (Londres, 1902); NOWACK (2da ed., Göttingen, 1903); MARTI (Tübingen, 1904); EISELEN (Nueva York, 1907); ORELLI (3ra ed., Munich, 1908). Más bibliografía en comentarios.

Fuente: Faulhaber, Michael. “Joel.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08419a.htm

Traducido por L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica