La entrega del sermón

La construcción del sermón con su plan es muy importante en la tarea de la predicación. Pero un plan requiere varios mecanismos de comunicación para ser efectivo. Sobre este particular Orlando Costas sugiere tres consejos al predicador como responsabilidad homilética: “(1) No debe llegar al púlpito sin haberse preparado física, y emocionalmente. (2) No debe llegar al púlpito sin haber estado en contacto previo con Dios. (3) No debe llegar al púlpito sin antes haber pensado bien lo que ha de decir, a quién lo ha de decir y cómo lo ha de decir”.1

  1. Los métodos
  2. Memorizando el discurso

Este método no es popular entre los predicadores del evangelio. En siglos pasados muchos predicadores se hicieron expertos memorizando el discurso.

Este método confronta varios obstáculos: Primero, el predicador debe gozar de una excelente memoria, la cual, honestamente hablando, pocos tenemos. Segundo, el predicador puede caer víctima de algún factor personal (subjetivo) o fuera de sí (objetivo), que le haga perder su memoria momentáneamente.

Tercero, los oyentes no reciben con buen agrado la recitación de un sermón. Esto da la impresión de que el predicador está muy mecánico.

Sé de muchos predicadores que escriben su sermón, luego lo estudian y lo comunican de memoria. El doctor Robert Schuller es un ejemplo de esto. Pero notemos cuán vivo y natural es cuando está ministrando. Aunque escribe su sermón, no memoriza palabra por palabra, sino más bien lo hace como preparación para la exposición.

  1. Leyendo el sermón

Este método ofrece varias ventajas: Primero, el predicador puede hablar con pensamientos y palabras elaboradas. Segundo, no tiene lugar para ambigüedades, es decir añadir o dejar de decir algo que no estaba programado.

Por otro lado el sermón leído tiene varias desventajas: Primero, el predicador se vuelve muy autómata. Segundo, el que lo emplea debe saber leer bien y con rapidez. Fácilmente el predicador se puede equivocar de línea y así confundir sus pensamientos. Tercero, el contacto visual es muy pobre, lo cual afecta en un alto porcentaje la atención de sus oyentes.

“La primera vez que escuché un sermón leído”, dijo Spurgeon, “me supo a papel y se quedó atorado”. Para Spurgeon el sermón leído era simplemente papel.

El sermón leído en el otro extremo es el método recomendable para predicar a través de la radio. El predicador radial necesita saber lo que dice y en cuánto tiempo lo dirá. Su audiencia lo recibe a través del sentido del oído. El predicar a una audiencia invisible le permite leer todo su sermón o enseñanza, siendo efectivo. Quien esto escribe es predicador radial y siempre he usado el método de escribir lo que comunico por las ondas radiales. Esto me permite tener un buen control de los pensamientos, de la modulación de la voz y de la pronunciación.

  1. Extemporáneamente

En este método el predicador es muy natural. Los predicadores extemporáneos son los favoritos entre los oyentes. Entre el predicador y el oyente se establece un diálogo. La comunicación eficaz no es sólo hablar sino ser también escuchado.

La predicación extemporánea puede ser sin notas escritas. El predicador no tiene a su vista nada escrito para recordar los pensamientos del sermón. Hay dos clases de predicadores extemporáneos: Primero, el que predica como ya dijimos sin notas escritas. Pero en su predicación se aprecia que se ha preparado bien. Muestra un control de su tema y se evidencia de que sabe lo que está hablando y a dónde quiere llevar a la audiencia. Segundo, el que predica extemporáneamente con notas. El predicador tiene ante sí un plan o bosquejo que lo auxiliará durante su exposición. Todo predicador debe tener el hábito de emplear notas aunque no dependa de ellas. El bosquejo puede ser simple, o sea el esquema de las ideas principales. También puede ser un bosquejo completo.

Las notas escritas le ayudarán a preservar muchos de los pensamientos. No sólo para esa primera predicación sino para otras futuras. Un buen sermón se debe repetir cuantas veces sea necesario. Sin notas es muy difícil recordar qué fue lo que el Espíritu Santo nos ha revelado sobre un pasaje particular. Si un sermón ha sido de bendición a una congregación ¿por qué no lo será a otra?

  1. Improvisadamente

Para mí, esta es la predicación que nace en el momento. Donde el predicador no se ha preparado debidamente para la ocasión. Esta clase de predicadores imporvisados toman un pasaje bíblico al azar. Lo visten de varias experiencias sensacionales. Apelan mucho al emocionalismo. Desde luego, hay predicadores que son tomados de improviso y se les presenta a predicar. En este caso un predicador puede decir que no. Pero también puede salir a flote de la situación repitiendo algún sermón que recientemente haya predicado. Todo predicador debe llevar consigo a todo culto de adoración dos o tres bosquejos para predicar.

Costas dice:

“Se corre el peligro de una preparación mental y espiritual inadecuada, se prestan para mucha repetición, la verborragia, y una sobredependencia de los sentimientos del momento”.2

Desde luego Costas aplica esto al método de entrega espontáneo. Lo cual creo que describe más bien el método improvisado.

  1. La manera

En la exposición hay que poner en práctica varios principios de comunicación oral. Yo le llamo las ruedas de la homilética. Simplemente mencionaré algunos, aunque son muchísimos más.

  1. Sea claro

El que no entiende algo y no lo tiene claro en su mente no podrá comunicar con claridad. La tarea del predicador es simplificar y aclarar todo concepto para que los oyentes lo puedan entender. La claridad exige que se emplee el mejor vocabulario y que se tenga la mejor organización en el sermón o discurso. El predicador que no es entendido por sus oyentes no está comunicando. Ha hablado pero no ha predicado. Cuando el oyente dice de un predicador: “No sé lo que dijo”. Significa que éste no habló claro.

Juan A. Broadus dice:

“Nos proponemos hacer bien con nuestra predicación, pero esto es imposible si no se nos entiende. La obscuridad en nuestro lenguaje puede excitar cierta admiración, pero no hacer bien alguno”.3

Una predicación puede ser obscura en el empleo de un vocabulario inadecuado que se mueva a ambos extremos del péndulo. Es decir, hablar muy pobremente o hablar muy elocuentemente.

  1. Sea directo

El oyente tiene que tener la impresión de que el predicador se dirige a él, aunque haya cientos de personas congregadas o escuchando. El predicador apunta hacia el corazón y no a la mente. Es en el corazón donde el mensaje divino hace su efecto. Vaya al grano y diga lo que tiene que decir.

La predicación no es hablar de la Iglesia. Es hablar a la Iglesia. No es sencillamente hablar de algo, es hablar a alguien. El predicador habla al oyente. Debe ser directo pero no demasiado. Esto último puede darle la impresión al oyente de que sólo se está refiriendo a él o a ella. Minístrele a ese oyente pero déle la impresión de que le está ministrando a su vecino en el banco o en la silla.

  1. Sea convincente

El que escucha debe quedar convencido de la veracidad de lo que se predicó. Esa credibilidad a la predicación se la da la Biblia, el Espíritu Santo y la propia vida o conducta del predicador. El trabajo del predicador es convencer mediante la gracia del Señor Jesucristo.

Ahora, el predicador debe cuidarse de no tratar de manipular a los oyentes. El tratar de usar a otros para nuestro propio lucro y bienestar es algo que desagrada a Dios. En Génesis 25:29 Ieemos: “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado”. Notemos que Jacob preparó un potaje y su hermano vino cansado. Esaú le pidió que le diera del mismo (verso 30). Jacob se aprovechó del cansancio de Esaú y le dijo: “Véndeme en este día tu primogenitura” (verso 31). Esaú no había valorizado su primogenitura en su estado de cansancio y de hambre. Pero Jacob fue un oportunista.

En Génesis 27:22 leemos: “Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú”. Isaac se había quedado ciego (verso 1). Jacob lo convenció de que él era Esaú. Se vistió como éste y se puso piel de cabritos para aparentar que era velludo (versos 15 al 16). Pero irónicamente, Isaac se encuentra en un dilema con “la voz de Jacob” y con “las manos de Esaú”.

Al momento de este escrito la iglesia en los Estados Unidos está debilitándose. Una conocida personalidad cristiana de la televisión vio su techo de cristal romperse. Por siete años tenía “voz de Jacob” pero “manos de Esaú”. Después de haber cometido adulterio, este moderno David de los tiempos electrónicos, fue víctima de un chantaje por parte de la mujer con la cual cayó. El logró convencer por “siete tiempos” a otros de lo que realmente ya no era.

El predicador debe cuidarse de no ministrar para el Señor sin el Señor. El ministrar desenchufados de la fuente divina de poder, nos llevará a apagarnos. Tristemente son muchos los que pastorean para el Señor, sin el Señor, enseñan para el Señor, sin el Señor; cantan para el Señor, sin el Señor.

  1. Sea dinámico

Los predicadores de ciertas culturas son más dinámicos que los de otras. Aunque siempre hay excepciones. Pero lo cierto es que el predicador dinámico es el favorito. Se decía de Billy Sunday que era “un sermón encarnado”. Los predicadores quietos, que parecen “momias homiléticas”, no mueven a las multitudes. La Palabra de Dios es viva, por lo tanto el que la predica debe estar saturado de esa vida.

Aquellos que han podido escuchar a R.W. Schambach, saben que mundialmente es uno de los predicadores más dinámicos del presente. La gran diferencia entre un maestro de la Biblia y un predicador es que el primero no tiene que ser dinámico, pero el segundo si no es dinámico le falta algo.

Juan A. Broadus dice: “La principal condición para un estilo enérgico es una enérgica naturaleza. Debe haber pensamiento vigoroso, sentimiento sincero o más bien apasionado, y un propósito firme de lograr un fin determinado, para que el estilo del hombre tenga verdadera y exaltada energía … pero si un hombre carece de fuerza de carácter y de un alma apasionada, jamás será elocuente”.4

Broadus también declara: “Otro error serio y muy común es el de mantener una energía uniforme durante todo el discurso pues de esa manera se hace imposible que se note la prominencia que deben tener ciertas ideas y períodos”.5

Muchos predicadores son demasiado enérgicos en la predicación. Según se modula la voz hablando en ocasiones rápido, despacio o normal. La dinámica del predicador debe variar. Sus acciones corporales deben estar sincronizadas con los pensamientos expresados verbalmente. La mucha acción de parte del predicador puede llegar a cansar a una audiencia. El predicador debe guardar la mayoría de sus energías para después de la mitad de la predicación. Hay quienes en la primera mitad de la predicación gastan todas sus energías y después están vacíos de la misma.

La dinámica en el predicador no se debe confundir con el emocionalismo. Yo le llamo a los que son muy emocionales, que dan patadas, brincan y corren por la plataforma como si fuera un hipódromo eclesiástico, los “predicadores machinas”. Una cosa es unción y otra es emoción.

  1. Sea natural

Ese tono clerical que muchos asumen para predicar es falso y fastidioso. Entre más natural es un predicador más en contacto se pone con su audiencia.

Dale Carnegie dijo: “Una buena ventana no llama la atención hacia sí misma. Un buen orador es como eso. El es tan natural que sus oyentes nunca notan su manera de hablar; ellos están conscientes solamente de su materia”.6 Por naturalidad en la predicación, se debe entender, que el predicador no debe estar copiando o actuando el papel de otro predicador. La imitación nunca se aprecia tanto como la originalidad.

  1. Sea motivador

Todo predicador tiene la función de motivar. La Palabra de Dios entre sus efectos produce motivación. La motivación impele a la acción y realización de algún propósito. Motivar es contagiar a otros a tomar una decisión. Por ejemplo, si queremos que alguien haga algo para nosotros y estamos en una posición de autoridad, podemos hacer dos cosas: Primero, exigirle que lo haga. La persona lo hará de mala gana. Pero no hará lo mejor. Segundo, motivarle para que lo haga. La persona lo hará de buen gusto, sintiendo que ha sido su idea y hará lo mejor. El predicador debe siempre descubrir qué motivación tendrá su exposición durante la predicación.

La siguiente ilustración es oportuna. A un pastor de Boston le preguntaron: “¿Cómo puede lograr tener ese progreso en su iglesia?” Su respuesta fue: “Porque yo predico dos veces a la iglesia cada domingo, y sus cuatrocientos miembros predican un sermón en el mundo cada día”.

Indudablemente este pastor con sus predicaciones sabía motivar a la feligresía que ministraba. La motivación es clave para el éxito del predicador. En una audiencia motivada habrá siempre buenos resultados y disposición de los oyentes para hacer lo que la predicación pide.

  1. Sea un arquitecto con las palabras

El doctor Cecilio Arrastía y el doctor José A. Caraballo son la clase de predicadores que ante los oyentes, mediante el empleo de palabras, pueden dibujar imágenes mentales. En el arte de la retórica hay que tener un buen dominio del idioma y mucha habilidad verbal.

Broadus dice:

“La dramatización da al discurso una vida, vigor y encanto que no pueden ser superados. Personificar un carácter y expresar sus sentimientos, introducir un contrincante y asentar objeciones contestándolas punto por punto, sostener un diálogo entre dos personas supuestas, producir alguna escena mediante una descripción dramática, son métodos que todos los oradores de renombre usan en mayor o menor grado, y de ellos abundan ejemplos en Demóstenes, Crisóstomo, Spurgeon, etcétera”.7

En 1 Samuel 11 se nos declara cómo los de Jabes hicieron una alianza con Nahas el amonita. El hermano Schambach en uno de sus sermones dijo:

“Nahas es el enemigo, el amonita. Aun no me gusta su nombre, Nahas. No me gusta picar”. Pero en el inglés él hizo un juego de palabras con el nombre de Nahas que es Nahash y la palabra inglesa “hash” que significa “picar”.8

  1. Sea imaginativo

Las historias bíblicas en la imaginación tienen también sus límites. No debemos imaginarnos más de la realidad escondida detrás del pasaje o historia bíblica.

Sobre este particular dice Broadus: “Para impartir animación y pasión al estilo es preciso apelar a la imaginación. Sólo de objetos individuales podemos formarnos imágenes, y es mucho más fácil imaginar un objeto que pertenezca a una especie, como un lirio, que uno que pertenezca a un género, como una flor”.9

  1. Sea ejemplo

No prediquemos a otro lo que no nos aplicamos. Muchos predicadores son signos de interrogación. Entre lo que se dice y lo que se hace no debe existir una pared de separación. Todo predicador después de ser escuchado es observado por los oyentes. Seamos transparentes del dicho al hecho.

Una antigua ilustración de Francisco de Asís relata que en una ocasión cuando éste entró al monasterio, vio a un joven y le invitó a que fuera a la aldea a predicar con él. Mientras iban caminando conversaban. Cuando se terminó el viaje el joven monje le preguntó: “Padre, ¿cuándo es que comenzaremos a predicar?” A lo que le respondió Francisco: “Mi hijo, hemos estado predicando. Predicábamos mientras caminábamos. Hemos sido vistos y mirados; nuestra conducta ha sido observada; de modo que hemos predicado un sermón matutino”.

  1. Sea entusiasta

El entusiasmo contagia. Según la etimología en el griego viene la palabra “entusiasmo” de dos palabras “en theos”. Es decir con Dios adentro. De un predicador no deben surgir pensamientos pesimistas o negativos al estar delante de una audiencia. Por el contrario verá alegría donde hay tristeza, poder donde hay debilidad y fe donde hay dudas.

  1. Sea humilde

El predicar es un asunto de gracia. Los títulos no deben llenarle la cabeza de humo. El orgullo es la carcoma que inutiliza a los predicadores. Es mejor subir a una plataforma como “Don Nadie” y bajar como “Don Alguien”, que subir como “Don Alguien” y bajar como “Don Nadie”.

En una ocasión un joven predicador pronunció un elocuente sermón. Cuando terminó alguien le preguntó cuánto tiempo le había tomado preparar ese sermón. Su respuesta fue: “Varios días”. Su interlocutor le contestó: “Pues a mí, me llevó varios años. Yo soy Henry Ward Beecher”.

Beecher el pastor de Abraham Lincoln, había escuchado a ese joven predicar uno de sus sermones publicados. Luego le escribió al joven para que dejara esa costumbre, lo cual ayudó mucho a ese joven.

En una ocasión un anciano predicador después de escuchar a un predicador pomposo que fracasó en su predicación, le dijo a éste: “¡Si hubieras subido como bajaste!”

  1. Sea amigable

El predicador no es un profesional sino un servidor de la Iglesia de Cristo. El entrar a una plataforma a escondidas y el desaparecer a escondidas, es algo que no debe ser practicado por ningún siervo del Señor. No negamos que predicadores famosos son muy buscados y solicitados, pero aun así deben mezclarse con la multitud y por lo menos saludarlos.

La grandeza de los hombres y mujeres de Dios se revela en el servicio que dan a la Iglesia de Jesucristo. El predicador debe cultivar el arte de ser amigo de la congregación.

  1. Sea realista

Muchos predican sin estar conscientes de lo que dicen. Hablan de metas ilusorias. Emplean ilustraciones fantásticas e hiperbólicas, que no sólo despiertan dudas, sino que afectan la credibilidad del predicador. El ser realista en lo que se predica, es una virtud que debe ser cultivada por los predicadores. ¿Es la meta de la predicación impresionar o transformar? Con toda seguridad usted comparte mi opinión. La predicación tiene como finalidad transformar a los oyentes mediante la Palabra de Dios y el Espíritu Santo.

Blackwood declara:

“La fantasía procura hacer que el oyente vea lo que no es real … Por el empleo de la fantasía el predicador ingenioso puede hacer que determinado pasaje de la Biblia signifique lo que él quiera”.10

Los predicadores tenemos que huir de las cifras infladas para causar impresión en los oyentes. El fabricar experiencias para apelar al sensacionalismo, es una violación ética a la predicación. Los más que sufren del mal de exageración son los evangelistas. Tengamos cuidado, compañeros predicadores.

  1. Sea visionario

Dice la Biblia: “El pueblo sin visión perecerá”. El que predica debe tener siempre una visión que comunicar a sus oyentes. La falta de proyectos a desarrollarse, se debe a que carecemos de predicadores visionarios. Nuestro pueblo quiere marchar, venciendo el obstáculo del Mar Rojo y el largo desierto, pero se necesita a un moderno Moisés que nos describa lo que es la tierra prometida con su figura de “leche y miel”.

Según Blackwood la imaginación debe ser descriptiva, creativa y constructiva.11 Dice Blackwood: “En el desarrollo del sermón, la imaginación debe guiar en cada etapa. En cualquier etapa este poder dado por Dios puede estar trabajando de una manera descriptiva, constructiva o creativa”.12

  1. Sea templado

La predicación más que emoción del que predica necesita contenido. Los buenos predicadores son aquellos que tienen algo que comunicar y lo comunican. Es triste ver a tantos aspirantes al púlpito que lo que saben hacer es gritar, dejando casi sordos a los oyentes. Pero lo menos que hacen es predicar. ¡Bienaventurado el predicador que sabe predicar!

El predicador tiene que aprender a tomar control de cualquier situación. Nada ni nadie lo debe desviar de su propósito. La templanza forma parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:23). La palabra griega de la cual se traduce “templanza” es “egkrateia”, que literalmente significa “dominio propio”.

La falta de dominio propio ha metido a muchos predicadores en dificultades, problemas y en situaciones embarazosas. Hay que tener control de lo que se dice y cómo se dice. Una buena predicación no debe sufrir por una o dos personas que no estén prestando atención.

  1. Sea espiritual

El predicador ante una congregación tiene que ser auténtico, verdadero, genuino y transparente. Lo que predica es un reflejo de lo que practica. Los predicadores son ejemplos para los oyentes. En 1a Timoteo 4:12 Pablo aconsejó a Timoteo para que fuera “ejemplo de los creyentes”. La palabra griega de la cual se traduce “ejemplo” es “tupos”, significando literalmente “modelo”. Ese versículo bajo consideración conforme a la traducción más correcta del griego se leería: “Nadie menosprecie de ti la juventud, sino hazte modelo de los fieles en palabra, en conducta, en amor, en fe, en pureza”.

Detrás de toda buena predicación aparece una vida de espiritualidad. El predicador debe vivir lo más consagrado a Dios posible, y andar lo más alejado del mundo posible. Su vida espiritual transpirará en sus sermones. Si algo da poder a la predicación es la oración. Alguien dijo: “Un sermón bien orado, es medio sermón bien predicado”. Precisamente es en esta área donde los predicadores se descuidan y por eso a sus predicaciones siempre les falta algo.

III. Lo que se debe evitar

En la exposición son muchas las cosas que se deben evitar. De tiempo en tiempo los predicadores nos encontramos creando malos hábitos homiléticos. Dale Carnagie citó las palabras de Lord Morley: “Tres cosas importan en un discurso: quién lo dice, cómo lo dice y qué dice, y de estos tres, el último importa menos”.13

  1. Evite repetir los mismos pensamientos

La redundancia y la repetición de palabras tienen su lugar en la oratoria. Pero el predicar siempre lo mismo o el repetir en un mismo sermón lo que ya se dijo es algo que cansa al oyente.

Según Carnagie el secreto de una buena entrega incluye:

(1)     Acentúe las palabras importantes, subordine las menos importantes.

(2)     Cambie su tono.

(3)     Varíe la velocidad al hablar.

(4)     Haga pausa antes y después de ideas importantes.14

Hay predicadores que sólo saben predicar un solo sermón. Le cambian el pasaje bíblico y le dan un nuevo título, pero predican lo mismo. El predicador debe esforzarse por sacar de su tesoro “cosas viejas” y “cosas nuevas”. Por eso debe ser amante del estudio y de la lectura. La pedantería no tiene lugar en el llamamiento divino.

  1. Evite tomar el nombre de Dios, de Jesucristo o del Espíritu Santo en vano

No se le debe acreditar a Dios nuestros errores o faltas. Muchos dicen: “Yo predicaré lo que el Señor me ordenó predicar”. A los minutos de estar predicando descubrimos que del menos que predican es del Señor. Ellos se predican a sí mismos, presentándose como héroes de un rodeo espiritual. Dios no puede ser usado como un salvavidas homilético.

  1. Evite hacer promesas en el nombre del Señor si éste no le ha dado revelación a su espíritu

Se le falta a Dios cuando se juega con la fe y los sentimientos de creyentes sinceros. Muchos evangelistas prometen muchos “especiales” o “gangas” espirituales.

Al final nos damos cuenta de que todo era un simulacro. Por ejemplo un famoso evangelista norteamericano declaró que si antes del 31 de marzo de 1987 no entraban a su ministerio ocho millones de dólares para ser invertidos en la obra misionera, enviándose personal médico a lugares en el extranjero que necesitan atención médica, Dios le quitaría la vida. El asunto no es si Dios habla a los hombres y mujeres hoy día como en días pasados. Sino, ¿habló este evangelista en fe o fue movido por la presunción?

  1. Evite la vulgaridad al hablar

Hay palabras y dichos que son indignos de ser pronunciados por los hijos de Dios. El lenguaje mundano no tiene cabida dentro de una congregación. El ministro o predicador debe ser la persona que mejor se exprese dentro de la comunidad de los santos.

  1. Evite el humorismo extremado

El humorismo empleado moderadamente ayuda a mantener cierto nivel de atención. Pero la predicación no es para entretener o para estar haciendo chistes. Se me hace difícil concebir en mi mente a un Dios humorista. De igual manera el que predica representa a Dios y lo debe hacer bien.

El carácter y contenido de una predicación no debe ser enfangado por las bromas o jocosidad del predicador. Los que buscan hacer reír mucho a su audiencia, pocas veces obtienen buenos resultados espirituales. Por cierto la mayoría de éstos emplean el humorismo como relleno a su falta de preparación homilética y espiritual.

  1. Evite estar mal presentado

Los predicadores deben vestir bien. El estar frente a un público muy a menudo exige que estén bien presentados. La falta de aseo personal o el vestir descuidadamente influye en la comunicación. Todo predicador debe saber combinar sus ropas y vestir decorosamente, pero a la moda. Muchos líderes religiosos por no salir de la ropa en desuso, visten con muchos años atrasados a la moda actual. Esto los ubica fuera de tiempo.

  1. Evite el estar corriendo de un lugar a otro de la plataforma

En muchas congregaciones cristianas al predicador que haga esto no lo invitan jamás. Pero en otras, es cosa corriente ver a esta clase de predicadores. Si tiene un púlpito úselo y predique desde el mismo. Esto no quiere decir que se debe enclavar detrás del mismo, muévase si es necesario para dar énfasis o ilustrar algo. Pero aprenda a pararse delante de los oyentes para decir lo que tiene que decir. Hay predicadores que son “péndulos homiléticos”. Marean a uno de tantas vueltas que dan.

  1. Evite el estar predicando a las paredes de la plataforma o a los ministros que están en la misma

Cuántos predicadores le dan la espalda a los oyentes y se tornan a dialogar con alguna pared. Otros se pasan el período de la predicación buscando la afirmación de sus colegas de ministerio que la acompañan en la plataforma.

  1. Evite el hablar mucho mientras está sentado en la plataforma

Un mal hábito que tenemos los ministros es el de hablar en la plataforma. No olvidemos que delante de nosotros tenemos una audiencia que nos observa y evalúa. Lo más irónico es que luego cuando comenzamos a predicar, lo primero que hacemos es exhortar a los oyentes que no queremos a nadie hablando, cuando los más que hablamos somos nosotros.

  1. Evite llegar tarde cuando le ha sido asignada la predicación

El predicador debe ser uno de los primeros en llegar al templo. Así tendrá tiempo para orar más. También podrá participar durante el culto de celebración al Señor. Los que llegan a último momento causan una mala impresión a la audiencia. Los predicadores tenemos que adorar junto con la Iglesia, al Señor.

  1. Evite el estar excusándose por su negligencia

Si no se preparó para predicar, y es algo que le ocurre muy a menudo, retírese de la predicación y deje que los que son llamados prediquen. Las excusas deben ser desalojadas del púlpito. Es mejor no predicar que estar pidiendo clemencia ante una audiencia por la falta de tiempo para prepararse o porque el predicador fue tomado de sorpresa a última hora.

  1. Evite el estar predicando un legalismo tradicional y predique la libertad de la gracia en Cristo Jesús

En muchos púlpitos se predica más al diablo, el infierno y la ley, que a Cristo, el cielo y la gracia. El predicador sádico es muy popular entre las congregaciones masoquistas. El primero recibe estímulo golpeando con la predicación y los otros se estimulan siendo apedreados con el sermón. Pero el evangelio de Jesucristo es por gracia y para gracia. La ley fue un ayo hasta que vino la gracia. Los cruzados de un nuevo legalismo son enemigos de la gracia de Jesucristo. A veces me apena el oír a tantos predicadores que están viendo fantasmas en el mar, cuando al que deben ver es al Señor Jesucristo. Ellos han emprendido una misión contrarreforma a la renovación del Espíritu Santo sobre la Iglesia.

  1. Evite la falta de ética ministerial

Si usted no está de acuerdo con lo que otro colega en el ministerio enseña y predica, no se vuelva un gladiador de la plataforma desacreditándolo y atacándolo. El Señor no nos ha llamado a desunir, dividir o fragmentar el cuerpo místico que lo representa, la Iglesia, sino a unirla. El buscar faltas en nuestros colegas de ministerios para luego exhibirlas públicamente por medio de la predicación, es falta de ética ministerial. Es una actitud de cobardía, que sólo los ministros o predicadores de pantalones cortos se atreverían a manifestar.

Dentro de la ética ministerial está el saber guardar secretos que le han sido confiados al ministro o predicador. La mayoría de los evangelistas o de los que dirigen avivamientos, son pobres consejeros. ¿Por qué digo esto? La razón es que andan siempre a la caza de experiencias, que luego las usan como rellenos a sus predicaciones. Esto demuestra su falta de madurez y de que son víctimas del sensacionalismo.

El predicador debe evitar el estar divulgando secretos o situaciones ajenas. Las más de las veces estos predicadores son muy solicitados. A un gran número de oyentes cristianos les gusta el chisme sofisticado.

La falta de ética ministerial se descubre en la psicología que emplean muchos predicadores para que se llenen los platos de las ofrendas. El engaño, tenga la pintura que tenga, es algo repugnante a la moral humana y detestable a la persona de Dios.

El predicador no debe incurrir en deudas financieras. Debe vivir al alcance de sus entradas. Nunca un predicador debe tomar dinero prestado de algún oyente o miembro de la congregación a la cual asiste o ministra. El que no paga, es siempre visto con sospechas. En Romanos 13:7–8 leemos: “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que respeto, respeto; al que honra, honra. No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. La expresión “pagad a todos lo que debéis”, lea en el griego: “apodote pasin tasopheilas”. Literalmente, “pagad a todos las deudas”.

Las tres áreas dónde el predicador necesita cuidarse son: Primero, en lo financiero como ya hemos mencionado. Este no debe abusar del crédito. Tampoco debe usar la bondad de otros para buscar un lucro financiero. No debe emplear el ministerio para hacerse de dinero. Aunque es de esperarse que una congregación y un pastor consciente y espiritual le ayudarán a cubrir sus gastos.

Segundo, en las tentaciones sexuales. Los predicadores son muy admirados por las mujeres. Estos representan para las mujeres el hombre ideal. Tanto los pastores como los evangelistas necesitan estar apercibidos de esta realidad. Muchas mujeres tienen fantasías sexuales con los pastores y evangelistas. Por eso los siervos de Dios se tienen que cuidar mucho. Es recomendable que anden las más de las veces acompañados de sus esposas. No nos olvidemos que por una mujer José fue falsamente acusado y puesto en la prisión (Génesis 39). Flavio Josefo en su libro II, Antigüedades de los judíos nos dice: “Cuando la esposa de su amo se enamoró de él, por la belleza de su cuerpo y su habilidad para manejar las cosas, la mujer pensó que con sólo decírselo lo haría acostarse con ella, considerando una gran dicha el que su ama quisiera divertirse con él. (Ella pensaba en su condición de esclavo, y no en su moralidad, que siguió siendo la misma después de su cambio de condición.) Le comunicó, por lo tanto, sus inclinaciones y lo invitó a satisfacerlas” (capítulo IV, 2).

Sansón es otro ejemplo de un siervo de Dios que fue derrotado por una mujer (Jueces 16). Flavio Josefo la describe de esta manera: “Se enamoró de una mujer que era una prostituta filistea” (Antigüedades de los Judíos, libro V, capítulo VIII, 11).

Pensemos en otro personaje bíblico, David, que ante la tentación de una mujer casada llamada Betsabé cayó víctima de sus apetitos sexuales (2 Samuel 11). Josefo dice de ella: “Era de extraordinaria belleza, superior a la de todas las mujeres. Se llamaba Betsabé” (Libro VII, capítulo VII, 1).

Tercero, el predicador se cuidará del orgullo. La trampa del orgullo puesta por Satanás, ha hecho resbalar a muchos predicadores. El renombre y la fama los ha llevado a descuidar la construcción espiritual de su propio edificio. El proyectar su imagen ha sido su máxima preocupación, en vez de presentar y revelar al único que le pertenece toda la gloria y honra, es decir, Jesucristo. El predicador no puede permitir que las adulaciones y reconocimientos que otros expresen de él o ella, impidan a los demás ver a Cristo en su vida.

  1. Evite la mediocridad ministerial

Dé el máximo en su ministerio y no el mínimo. Usted trabaja bajo las órdenes de Dios, por lo tanto para El hará, dirá y dará lo mejor. El día que no pueda ofrecer un ministerio excelente, que agrade al Señor, lo mejor sería un retiro voluntario. Hoy día muchos creyentes sufren por los ministerios mediocres, raquíticos y sin visión espiritual que son piedras de tropiezo, en lugar de ser joyas preciosas. La Iglesia de Jesucristo no necesita de malos ministros, sean éstos pastores, evangelistas, misioneros, maestros o predicadores. Sin ellos, la Iglesia lo haría mucho mejor. Necesitamos de ministerios excelentes, completos, ejemplares y de calidad.

  1. Evite muchas posiciones que son incorrectas para el predicador

El homileta Don Samuel Vila en particular hace referencia a doce posiciones incorrectas:

(1)     Leer el sermón en la palma de la mano.

(2)     Restregarse la nariz con el dedo.

(3)     Amenazar a los oyentes con los puños.

(4)     Sacar las ideas con el dedo, del cuello de la camisa.

(5)     Estremecer al auditorio con ensordecedores gritos y toser ruidosamente al final de cada párrafo.

(6)     Marear a los oyentes balanceando el cuerpo en forma de péndulo de un lado a otro.

(7)     Abalanzarse sobre el auditorio inclinando el cuerpo hacia adelante.

(8)     Buscar ideas rascándose la oreja.

(9)     Apoyar la cabeza sobre el brazo.

(10)     Romper la Biblia a puñetazos para aumentar el énfasis.

(11)     Meter una mano en el bolsillo y calmar los nervios moviendo las llaves o cualquier otro objeto.

(12)     Colocar los brazos en “jarra”.15 (Para una gráfica de estas posiciones consúltese el libro del referido autor.)

A estas posiciones yo le añadiría:

(1)     Estar dando saltos en la plataforma.

(2)     Correr de un lado a otro mientras se predica.

(3)     Acercarse demasiado al micrófono.

(4)     Jugar con los anteojos o espejuelos.

(5)     Estar bajando y subiendo de la plataforma.

(6)     Mostrarse desafiante ante la audiencia.

(7)     Hablar demasiado bajo.

(8)     Tener mucho la cabeza baja.

(9)     Hablarle a las paredes.

(10)     Darle mucho la espalda a la audiencia mientras está predicando.

(11)     Darse mucho masaje en el pelo.

(12)     Si es hombre emplear manerismos afeminados o si es mujer mostrarse masculinizada.

(13)     Mirar por encima de las cabezas de los oyentes.

(14)     Mirar mucho hacia el techo.

(15)     Cruzarse de brazos.

(16)     Concentrar la vista demasiado en una sola persona.

(17)     Hacer muchas muecas con el rostro.

(18)     Jugar con el bigote.

(19)     Dar patadas en el piso.

(20)     Dirigirse mucho a otro que está sentado en la plataforma.

(21)     Sentarse en la plataforma.

(22)     Cerrar por mucho tiempo los ojos.

(23)     Bajarse o encorvarse mucho.

(24)     Frotarse las manos.

(25)     Mirarse los zapatos.

(26)     Actuar como un llorón.

(27)     Mostrarse demasiado sonriente.

(28)     Mover demasiado los brazos como si fuera un “boxeador” o un “luchador”.

(29)     Pararse como una “momia” o un “maniquí”.

(30)     Señalar abusivamente a los oyentes con los dedos.

BOSQUEJO

Introducción:

Un plan es muy importante, pero requiere varios mecanismos de comunicación para ser efectivo.

  1. Los métodos
  2. Memorizando el discurso. En siglos pasados muchos se hicieron expertos memorizando el discurso. Este método confronta varios obstáculos: Primero, el predicador debe gozar de una excelente memoria. Segundo, el predicador puede caer víctima de algún factor personal o fuera de sí, que le haga perder su memoria momentáneamente. Tercero, los oyentes no reciben con buen agrado la recitación de su sermón.
  3. Leyendo el sermón. Este método ofrece varias ventajas: Primero, el predicador puede hablar con pensamientos y palabras elaboradas. Segundo, no tiene lugar para ambigüedades. Las desventajas de este método son: Primero, el predicador se vuelve autómata. Segundo, el que lo emplea debe saber leer bien y con rapidez. Tercero, el contacto visual es pobre. Spurgeon dijo: “La primera vez que escuché un sermón leído, me supo a papel y se quedó atorado”. Este sermón es recomendable para la radio. El predicador radial necesita saber lo que dice y en cuánto tiempo lo dirá.
  4. Extemporáneamente. Los predicadores extemporáneos son los favoritos. La predicación extemporánea puede ser sin notas escritas. Hay dos clases de predicadores extemporáneos: Primero, el que predica como ya dijimos sin notas escritas, aunque tiene en su mente un bosquejo simple. Segundo, el que predica extemporáneamente con notas. Todo predicador debe tener el hábito de emplear notas aunque no dependa de ellas. Un buen sermón se debe repetir cuantas veces sea necesario.
  5. Improvisadamente. Esta es la predicación que nace en el momento, donde el predicador no se ha preparado debidamente para la ocasión. Costas dice: “Se corre el peligro de una preparación mental y espiritual inadecuada, se prestan para mucha repetición, la verborragia, y una sobredependencia de los sentimientos del momento” (Comunicación por medio de la predicación”, Editorial Caribe, p. 169). Los predicadores deben cuidarse de no caer en el mal hábito de predicar improvisadamente.
  6. La manera

En la exposición hay que poner en práctica varios principios de la comunicación oral. Yo le llamo las ruedas de la homilética.

  1. Sea claro. La tarea del predicador es simplificar y aclarar todo concepto para que los oyentes lo puedan entender.
  2. Sea directo. El oyente tiene que tener la impresión de que el predicador se dirige a él, aunque haya cientos de personas. La predicación no es hablar “de” la Iglesia. “es” hablar a la Iglesia. Debe ser directo, pero no demasiado.
  3. Sea convincente. Esa credibilidad se la da la Biblia, el Espíritu Santo y la propia vida o conducta del predicador. El debe cuidarse de tener “la voz de Jacob” y “Jas manos de Esaú” (Génesis 27:22). Debe cuidarse de no ministrar para el Señor sin el Señor.
  4. Sea dinámico. Se decía de Billy Sunday que era “un sermón encarnado”. Los predicadores quietos parecen “momias homiléticas” y no mueven a las multitudes.

La Palabra de Dios es viva, por lo tanto el que la predica debe estar saturado de esa vida.

Muchos predicadores son demasiado enérgicos en la predicación. La mucha acción de parte del predicador puede llegar a cansar a una audiencia. Una cosa es “unción” y otra es “emoción”. La unción no está ni en los gritos, ni en las corridas, ni en los golpes en la plataforma.

  1. Sea natural. Ese tono clerical que muchos asumen para predicar es falso y fastidioso. La imitación nunca se aprecia tanto como la originalidad.
  2. Sea motivador. La Palabra de Dios entre sus efectos produce motivación. Motivar es contagiar a otros a tomar una decisión.
  3. Sea un arquitecto con las palabras. El doctor Cecilio Arrastía y el doctor José A. Caraballo son la clase de predicadores que ante los oyentes, mediante el empleo de palabras pueden dibujar imágenes mentales.
  4. Sea imaginativo. Las historias bíblicas en la imaginación del predicador se hacen vivas. En cada historia bíblica debe tomar parte, observando a sus personajes e identificándose con la época.
  5. Sea ejemplo. No prediquemos a otros lo que no nos aplicamos. Muchos predicadores son signos de interrogación. Seamos transparentes del dicho al hecho.
  6. Sea entusiasta. El predicador verá alegría donde hay tristeza, poder donde hay debilidad y fe donde hay dudas.
  7. Sea humilde. Es mejor subir a una plataforma como “Don Nadie” y bajar como “Don Alguien”, que subir como “Don Alguien” y bajar como “Don Nadie”.
  8. Sea amigable. La grandeza de los hombres y mujeres de Dios se revela en el servicio que dan a la Iglesia de Jesucristo. El predicador debe ser amigo de la congregación.
  9. Sea realista. ¿Es la meta de la predicación impresionar o transformar? El fabricar experiencias para apelar al sensacionalismo, es una violación a la ética de la predicación.
  10. Sea visionario. Nuestro pueblo quiere marchar, venciendo el obstáculo del Mar Rojo y el largo desierto, pero se necesita a un moderno Moisés que nos describa lo que es la tierra prometida con su figura de “leche y miel”.
  11. Sea templado. La predicación más que emoción del que predica necesita contenido. El predicador tiene que aprender a tomar control de cualquier situación. Nada ni nadie lo debe desviar de su propósito.
  12. Sea espiritual. El predicador ante una congregación, tiene que ser auténtico, verdadero, genuino y transparente. Detrás de “La entrega del sermón” de toda buena predicación se asoma una vida de espiritualidad.

III. Lo que se debe evitar

De tiempo en tiempo los predicadores caemos en malos hábitos homiléticos.

  1. Evite repetir los mismos pensamientos. Hay predicadores que sólo saben predicar un solo sermón.
  2. Evite tomar el nombre de Dios, de Jesucristo o del Espíritu Santo en vano. A Dios no se le puede usar como un “salvavidas homilético”.
  3. Evite hacer promesas a nombre del Señor si éste no le ha dado revelación a su espíritu.
  4. Evite la vulgaridad al hablar. El predicador debe ser la persona que mejor se exprese en la comunidad de los santos.
  5. Evite el humorismo extremado. El carácter y contenido de una predicación no debe ser enfangado por las bromas o jocosidad del predicador.
  6. Evite el estar mal presentado. Los predicadores deben vestir bien.
  7. Evite el estar corriendo de un lugar a otro en la plataforma.
  8. Evite el estar predicando a la pared o a los ministros de la plataforma, dándole la espalda a la audiencia.
  9. Evite hablar mucho mientras está sentado en la plataforma.
  10. Evite llegar tarde cuando le ha sido asignada la predicación.
  11. Evite el estar excusándose por su negligencia.
  12. Evite el estar predicando un legalismo tradicional y predique la libertad de la gracia en Cristo Jesús.
  13. Evite la falta de ética ministerial. No sea un gladiador en la plataforma atacando y desacreditando a otros. Aprenda a guardar secretos. No incurra en deudas financieras. No use psicología religiosa para que se llenen los gasofilacios.
  14. Evite la mediocridad ministerial. Usted trabaja bajo las órdenes de Dios, por lo tanto para El hará, dirá y dará lo mejor.
  15. Evite muchas posiciones físicas que son incorrectas para el predicador.

Conclusión: La preparación del sermón es 50% de la tarea de la predicación, la entrega completa el otro 50%. Por lo tanto, el predicador debe saber cómo entregar el sermón.

1 Comunicación Por medio de la predicación. Editorial Caribe, pp. 169–170.

2 Ibid., p. 169.

3 Tratado sobre la predicación. Casa Bautista De Publicaciones, p. 213.

4 Ibid., pp. 222–223.

5 Ibid., p. 236.

6 How To Develop Self-Confidence and Influence People By Public Speaking. Pocket Books: New York, p. 92.

7 Broadus, ob. cit., p. 235.

8 R. W. Schambach. When You Wonder Why. Schambach Revivals, Inc. Tyler, Texas, p. 29.

9 Broadus, ob. cit., p. 224.

10 A. W. Blackwood. La preparación de sermones bíblicos. Casa Bautista De Publicaciones, pp. 224–225.

11 Ibid., pp. 226–232.

12 Ibid., p. 232.

13 Dale Carnagie, ob. cit., p. 92.

14 Ibid., pp. 99–107.

15 Samuel Vila. Manual de homilética. Editorial CLIE, pp. 196–197.

Silva, K. (1995). Manual práctico de homilética (103). Maimi, Florida: Editorial Unilit.