LUGAR SANTO

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Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(-> templo, altar, teofaní­a). Hay en la Biblia muchos lugares santos, como Betel* y Sión*. Especial interés ofrece el santuario del monte Sinaí­-Horeb, donde el Angel de Yahvé se le apareció a Moisés, en la zarza de fuego, diciéndole: “No te acerques, quí­tate las sandalias, porque el lugar que pisas es tierra santa” (Ex 3,5-6). Por un lado, Dios provoca y atrae con su fuego, con su llama. Pero, al mismo tiempo, mantiene a los hombres alejados: si ellos se acercaran arderí­an. La santidad del lugar se expresa también por la necesidad de descalzarse, es decir, de caminar con humildad, sin interponer nada entre los pies y la tierra. El texto no dice eretz (tierra en sentido general) sino adamah, que es más bien la tierra humanizada: sobre la montaña de Elohim se ha circunscrito, en torno a la zarza ardiente, un lugar de presencia de Dios. Al ponerse descalzo sobre el suelo sagrado Moisés deja de contaminar la tierra y a la vez recibe por sus mismos pies desnudos la sacralidad de esa tierra, entendida como signo de presencia de Dios. El Dios de los oprimidos, que llamará a Moisés para que vaya a liberar a los hebreos de Egipto, es el mismo Dios del fuego y de la tierra santa al que han venerado desde antiguo los fieles de las religiones cósmicas.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Término que se utiliza con diversos sentidos en las Escrituras. 1) De manera general, se podí­a aplicar al campamento de Israel, así­ como a Jerusalén y a los lugares santos que habí­a en esa ciudad. De modo especí­fico, se podí­a referir a: 2) toda la tienda de reunión o, posteriormente, al templo; 3) el Santí­simo, el compartimiento más interior del tabernáculo y, más tarde, del templo; 4) la primera habitación interior del tabernáculo, distinta del Santí­simo. Cada vez que aparece la expresión †œlugar santo† el contexto ayuda a determinar a qué se refiere.

1. El campamento de Israel (Dt 23:14); más tarde, la tierra de Israel y en particular la ciudad de Jerusalén. (Compárese Mt 24:15 con Lu 21:20; obsérvese el uso de la expresión †œciudad santa† en Mt 27:53.) Era allí­ donde se encontraba el santuario de Dios, donde estaba puesto su nombre y a su pueblo se le consideraba santo. (Eze 21:2.) Todo el campamento, y posteriormente toda la tierra que Dios dio a su pueblo, tení­an que mantenerse santos. Por lo tanto, todo el que ofreciese un sacrificio a un dios falso o llevase a cabo cualquier práctica inmunda profanarí­a el santuario de Dios o el lugar santo situado en medio de ellos. (Le 20:3; compárese con Le 18:21, 30; 19:30; Nú 5:2, 3; Jer 32:34; Eze 5:11; 23:38.)

2. La tienda de reunión y, con el tiempo, el templo. Todas las instalaciones, incluidos el patio del tabernáculo y los patios del templo, eran un lugar santo. (Ex 38:24; 2Cr 29:5; Hch 21:28.) Los principales utensilios situados en el patio eran el altar de sacrificio y la palangana de cobre. Estos objetos eran santos. La entrada en el patio del tabernáculo se limitaba en todo momento a las personas que estuviesen limpias ceremonialmente; sucedí­a lo mismo en el caso del templo. Nadie podí­a entrar en sus patios en una condición de inmundicia. Por ejemplo, una mujer en condición inmunda no podí­a tocar ninguna cosa santa ni tampoco entrar en el lugar santo. (Le 12:2-4.) Incluso el que los israelitas se mantuvieran en una condición de inmundicia se consideraba una contaminación del tabernáculo. (Le 15:31.) Los que presentaban ofrendas por haberse limpiado de la lepra llevaban su sacrificio solo hasta la puerta del patio. (Le 14:11.) Ninguna persona inmunda podí­a participar de un sacrificio de comunión en el tabernáculo o el templo bajo pena de muerte. (Le 7:20, 21.)

3. El Santí­simo, el compartimiento más interior. En Leví­tico 16:2 se le llama †œel lugar santo [heb. haq·qó·desch, †œsanto†] al interior de la cortina†. Al parecer Pablo pensaba en este compartimiento cuando, al hablar de la entrada de Jesús en el cielo, dijo que no entró en un †œlugar santo [gr. há·gui·a, †œsantos†] hecho de manos†. (Heb 9:24.) Pablo habla del †œlugar santo† (NM; †œsanctasanctórum†, FF; †œSantí­simo†, Besson; †œLugar Santí­simo†, Val, 1960; literalmente, †œlos santos [lugares]†, en plural mayestático) en Hebreos 10:19.
El Santí­simo del tabernáculo solo contení­a el arca de oro del pacto, sobre la que habí­a dos querubines de oro con las alas extendidas. (Ex 25:10-22; 26:33.) En el templo construido por Salomón también hubo dos querubines hechos de madera de olivo recubierta con láminas de oro. (1Re 6:23-28.) Sin embargo, después del exilio babilonio, el arca sagrada habí­a desaparecido del Santí­simo.
Cuando el sumo sacerdote entraba en ese compartimiento, se hallaba rodeado de querubines bordados en la cubierta interior del tabernáculo y en la cortina. (Ex 26:1, 31, 33.) En el templo de Salomón, las paredes y el cielo raso eran de madera de cedro recubierta de oro, con entalladuras de querubines, palmeras, calabazas y guirnaldas de flores. (1Re 6:16-18, 22, 29; 2Cr 3:7, 8.)

4. El primer y mayor compartimiento, el Lugar Santo o el Santo, distinto del compartimiento más interior, el Santí­simo. (Ex 26:33.) Este compartimiento ocupaba dos terceras partes de la longitud total del edificio. (1Re 6:16, 17; 2Cr 3:3, 8.) En el lado S. del Lugar Santo estaba el candelabro de oro (Ex 25:31-40; 40:24, 25), en el extremo occidental, enfrente de la cortina que daba al Santí­simo se encontraba el altar de incienso de oro (Ex 30:1-6; 40:26, 27) y en el lado N., la mesa del pan de la proposición (Ex 25:23-30; 40:22, 23; Heb 9:2, 3). También estaban allí­ los accesorios de oro, como los tazones, las despabiladeras, etc. En el Lugar Santo del templo estaban el altar de oro, las diez mesas del pan de la proposición y diez candelabros. Habí­a cinco candelabros y cinco mesas a la derecha y el mismo número, a la izquierda. (1Re 7:48-50; 2Cr 4:7, 8, 19, 20.)
Cuando el sacerdote estaba dentro del Santo, veí­a, entre los armazones de las paredes y en el techo, los vistosos querubines bordados en la cubierta interior del tabernáculo. (Ex 26:1, 15.) Suspendida de cuatro columnas revestidas de oro estaba la cortina que daba al Santí­simo, bordada también con querubines. (Ex 26:31-33.) La pantalla que quedaba a la entrada del tabernáculo era de fibras de colores. (Ex 26:36.) En el templo, las paredes de este cuarto tení­an entalladuras de querubines, figuras de palmeras, adornos en forma de calabazas y guirnaldas de flores, todas revestidas de oro.

Significado simbólico. A la provisión de Dios para la expiación de la humanidad por medio del sacrificio de Cristo se la llama †œla tienda más grande y más perfecta no hecha de manos†. Cristo entró †œuna vez para siempre en el lugar santo† de este gran templo espiritual †œy obtuvo liberación eterna para nosotros†, escribe el apóstol Pablo. (Heb 9:11, 12.) Al ir al cielo y comparecer ante Jehová, Cristo entró en lo que estaba representado por el compartimiento más interior del tabernáculo, a saber, el Santí­simo. (Heb 9:24, 25.) Por consiguiente, el tabernáculo y todo lo relacionado con él fue †œuna representación tí­pica y sombra de las cosas celestiales†. (Heb 8:5.)

Subsacerdotes cristianos. Así­ como el lugar donde Dios mora es un santuario, un lugar santo, a la congregación cristiana se la asemeja de igual modo a un lugar santo, el templo de Dios. (1Co 3:17; Ef 2:21, 22.) El registro bí­blico dice que mientras los seguidores ungidos de Jesucristo están en la Tierra, †œestán siendo edificados en casa espiritual para el propósito de un sacerdocio santo† y se les constituye en †œsacerdocio real†. (1Pe 2:5, 9.) Del mismo modo que los subsacerdotes oficiaron en el patio y en el Lugar Santo, estos sacerdotes cristianos de Dios sirven ante el altar simbólico y también en el Lugar Santo simbólico. Los sacerdotes de Israel tení­an que estar limpios, de modo que cuando se preparaban para oficiar en el Lugar Santo, se lavaban las manos con el agua que habí­a en la fuente de cobre que estaba en el patio (Ex 40:30-32); también han de estarlo aquellos cristianos a los que se ha declarado justos, de quienes se dice que †œhan sido lavados†. (1Co 6:11.) Cuando los sacerdotes israelitas desempeñaban sus funciones en el tabernáculo, estaban rodeados de los querubines bordados en las cortinas que habí­a en su interior, lo que recuerda el comentario de Pablo respecto a aquellos a quienes se habí­a declarado justos, pero que aún se hallaban en la Tierra: †œ[Dios] nos sentó juntos en los lugares celestiales en unión con Cristo Jesús†. (Ef 2:4-6.) Por medio de su servicio, este †œsacerdocio real† ofrece a Dios sacrificios de alabanza (Heb 13:15) y oraciones (comparadas a incienso; Rev 8:4), come del alimento espiritual que Dios les proporciona (al igual que hizo Dios con los sacerdotes al darles el pan de la presentación; Mr 2:26) y disfruta de la iluminación de la Palabra de la verdad de Dios (comparable a la del candelabro; Sl 119:105). El apóstol Pablo explica que gracias al sacrificio de Jesucristo, tienen la esperanza de entrar en el verdadero †œSantí­simo†, el cielo mismo. (Heb 6:19, 20; 9:24; 1Pe 1:3, 4; véanse CONTRIBUCIí“N SANTA; SANTíSIMO.)

Fuente: Diccionario de la Biblia