LUNA

v. Estrella, Sol
Gen 37:9 la l y once estrellas se inclinaban a mí
1Sa 20:5 mañana será nueva l, y yo acostumbro
Job 31:26 si he mirado .. la l cuando iba hermosa
Psa 74:16 tuyo es el día .. estableciste la l y el sol
Psa 89:37 como la l será firme para siempre, y
Psa 104:19 hizo la l para los tiempos; el sol conoce
Psa 121:6 no te fatigará de día, ni la l de noche
Psa 136:9 la l y las estrellas para .. en la noche
Isa 1:14 vuestras l nuevas .. aborrecida mi alma
Isa 13:10 el sol se .. y la l no dará su resplandor
Isa 24:23 la l se avergonzará, y el sol se confundirá
Isa 30:26 la luz de la l será como la luz del sol
Isa 60:19 ni el resplandor de la l te alumbrará
Joe 2:31; Act 2:20 el sol .. y la l en sangre, antes
Mat 24:29 la l no dará su resplandor .. estrellas
1Co 15:41 otra la gloria de la l, y otra la gloria
Col 2:16 en cuanto a .. l nueva o días de reposo
Rev 6:12 sol .. y la l se volvió toda como sangre
Rev 12:1 una mujer .. con la l debajo de sus pies
Rev 21:23 no tiene necesidad de sol ni de l que


Luna (heb. yârêaj, jôdesh, kese’, lebânâh; gr. selen’). Luminaria principal que Dios dispuso para que “señorease en la noche” (Gen 1:16; Psa 136:9) y marcara los tiempos (Gen 1:14, 16). En tiempos antiguos, la adoración a la Luna era practicada casi universalmente por la gente de Mesopotamia, Egipto y Palestina. En Babilonia, los astrólogos intentaban predecir eventos futuros basándose en las fases de la Luna (Isa 47:13); probablemente las “lunetas” de Isa 3:18 estuvieran asociadas de alguna manera con su adoración. Hacia el fin del reino dividido, el pueblo de Judá adoptó el culto a ella (cf 2Ki 21:5; Jer 8:1, 2) y se designaron a ciertos sacerdotes idólatras para quemarle incienso (2Ki 23:5). En tiempos de Job, la luna era adorada con un beso en la mano (Job 31:26, 27). El antiguo calendario hebreo, como el de la mayorí­a de las naciones, estaba basado en las repetidas rotaciones de la Luna alrededor de la Tierra y señaladas por las sucesivas lunas nuevas. Entre los hebreos, el dí­a de la Luna Nueva (heb. rô’í‘ jôdesh; gr. neom’ní­a, “neomenia” [Col 2:16]) o 1º del mes era señalado 727 como un dí­a de adoración y fiesta especiales (1Sa 20:5). Se tocaban las trompetas para anunciar el dí­a (Psa 81:3; cf Num 10:10), se suspendí­an los trabajos comunes (Amo 8:5) y se prescribí­an sacrificios adicionales (Num 28:11-14). La Luna Nueva del mes 7º era el dí­a de Año Nuevo del calendario civil. Véanse Año; Mes; Trompetas, Fiesta de las. Luna nueva. Véanse Luna; Mes.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo yareaj, mes. Astro creado por Dios para el dominio de la noche, Gn 1, 16, y para que junto con el sol sirviera de señal para las estaciones, los dí­as y los años, Gn 1, 14.

La l. era considerada objeto de culto en Oriente era una divinidad masculina. El culto a la l. estaba prohibido a los israelitas, al igual que a los demás dioses celestes, Dt 4, 19. Los antiguos fijaban los meses y los dí­as festivos dependiendo de la l., Sal 104, 9, como en el calendario, que reconocí­an por la l. la fiesta de novilunio. Las pequeñas lunas o lunetas que se colgaban del cuello de los camellos, eran sí­mbolo de fertilidad, Jc 8, 21, al igual que las lunas que las mujeres solí­an llevar como adorno, Is 3, 18. A la l. también se le atribuí­a un influjo maléfico, Sal 121, 6. A los epilépticos les llamaban lunáticos y endemoniados, Mt 4, 24 y 17, 15; 4, 23-25, personas afectadas por la influencia de la l.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

ver ASTRONOMIA

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

A este satélite de la tierra se le nombra como †œla lumbrera menor† en el relato de la †¢creación (Gen 1:14-18). Los hebreos, viendo †œlas leyes de la l. y de las estrellas† (Jer 31:35-36) y atendiendo a la recurrencia periódica de las fases de la l., usaban un †¢calendario lunar de 354 dí­as. Se solemnizaba la aparición de la l. nueva avisándole al Sanedrí­n por medio de testigos. éste, a su vez, pasaba la noticia a todo el territorio mediante señales de humo o por el enví­o de mensajeros. Se encendí­an fuegos especiales en el monte de los Olivos. El dí­a de la †œl. nueva† era, entonces, el primero del mes. Aunque se podí­a trabajar en ese dí­a, se consideraba festivo y no se realizaban transacciones comerciales (Amo 8:5). Era costumbre hacer una comida especial (1Sa 20:5-34). Cuando la sulamita, cuyo hijo habí­a enfermado, se preparaba para ir a avisarle a Eliseo, su esposo le preguntó: †œ¿Para qué vas a verle hoy? No es nueva l., ni dí­a de reposo?† (2Re 4:23). Hablando del juicio que traerí­a sobre el pueblo de Israel, Dios dijo: †œHaré cesar todo su gozo, sus fiestas, sus nuevas l. y sus dí­as de reposo, y todas sus festividades† (Ose 2:11). En el NT, Pablo dice a los colosenses: †œ… nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a dí­as de fiesta, l. nueva o dí­as de reposo† (Col 2:16-17)

Entre los caldeos y los semitas en general, existí­a la adoración a la l., como un dios masculino con el nombre de Sin. Dios prohibió terminantemente ese culto a la l., advirtiéndole al pueblo: †œNo os corrompáis…. no sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la l. y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas† (Deu 4:16, Deu 4:19). Sin embargo, el pueblo cayó en ese pecado, porque Josí­as †œquitó a los sacerdotes idólatras que habí­an puesto los reyes de Judá para que quemasen incienso en los lugares altos … y asimismo a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la l., y a los signos del zodí­aco, y a todo el ejército del cielo† (2Re 23:5).
cataclismos cósmicos sucederán en el dí­a del Señor, según mencionan los profetas y el NT (†œLa l. no hará resplandecer su luz† [Eze 32:7]; †œ… el sol y la l. se oscurecerán† [Joe 2:10]; †œ… la l. no dará su resplandor† [Mat 24:29]).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, ESPA CALE

vet, La principal lumbrera nocturna (Gn. 1:16; Sal. 136:9), que sirve de pauta para la medición del tiempo, y su división en meses, para la fijación de la fecha de la Pascua y de las fiestas anuales (Gn. 1:14; Sal. 104:19; Eclo. 43:6, 7; Ant. 3:10, 5). La mayor parte de las naciones con las que entraron los hebreos en contacto eran adoradoras de la luna. Ur de los caldeos, de donde salió Abraham; Harán, donde se detuvo por un tiempo, y donde Jacob vivió durante veinte años, eran centros conocidos de este culto. En Canaán, los vecinos de Abraham lo practicaban, y los egipcios sacrificaban un cerdo durante la luna llena (Herodoto 2:47). Cuando los asirios y babilonios invadieron Palestina, los hebreos entraron de nuevo en contacto con pueblos que poní­an a la luna entre sus principales deidades. En este momento, la adoración de la luna y de los astros se infiltró profundamente en Israel (2 R 21:3; 23:4, 5; Jer. 7:18; 8:2). Se enviaban besos a la luna (Jb. 31:26, 27), se le ofrecí­a incienso (2 R. 23:5). En los templos paganos era frecuentemente representada bajo el sí­mbolo del Creciente, o mediante una estatua de aspecto humano. La espiritualidad sublime de la religión de Jehová mantuvo este paganismo en jaque. El sol y la luna habí­an sido creados por el Dios de Israel para proveer de luz a la tierra y eran útiles a los hombres para la medida de los tiempos. Los paganos creí­an, por su parte, que los diversos aspectos de la luna debidos a circunstancias atmosféricas y a las leyes de la astronomí­a, presagiaban acontecimientos polí­ticos Los profetas demostraron la insensatez de tales predicciones (Is. 47:13). Por otra parte, los hebreos parecen haber creí­do en la influencia de la luna sobre el cuerpo y la salud. Son muchos los pueblos de las zonas del trópico que mantienen esta opinión. En todo caso el versí­culo 6 del salmo 121 da certidumbre al creyente de que Dios está por encima de todo lo creado, de que su voluntad sobrepasa toda posible influencia externa. Luna nueva. Siendo que los meses eran lunares, la luna nueva marcaba su comienzo. Aquel dí­a no parece que hubiera asamblea, pero no hací­an ofrendas adicionales (Nm. 28:11-14), se tocaban las trompetas (Nm. 10:10; Sal. 81:3), cesaba el trabajo (Am. 8:5), el tiempo podí­a ser consagrado a la enseñanza religiosa (2 R. 4:23, Ez. 46:1, 3); era puesto aparte con gozo (1 S. 20:5; Jdt. 8:6). Al igual que el séptimo dí­a, el séptimo mes era santo y caí­a bajo la ley sabática. Además de todas las otras fiestas se celebraba también su primer dí­a la luna nueva (Lv. 23:24, 25, Nm. 29:1-6). Después del exilio, esta fiesta vino a ser la del Año Nuevo. El año religioso comenzaba en primavera (Abib o Nisán, marzo/abril), y su séptimo mes coincidí­a con el primer mes del año civil, que comenzaba en Otoño (Tisri septiembre/octubre). La fecha de la luna nueva se computaba ya desde una época temprana (1 S. 20:5, 18). Los astrólogos babilonios se mantení­an a la espera de la aparición del astro para determinar su aspecto. Según el Talmud, el sanedrí­n se reuní­a siete veces por año en el dí­a 30 de un mes. Situados sobre las alturas de los alrededores de Jerusalén, unos observadores oteaban y señalaban la aparición del tenue filo de la luna nueva justo creciente. El sanedrí­n pronunciaba entonces la palabra “M’kuddash” (consagrado); así­ comenzaba el dí­a primero del nuevo mes, que seguí­a a los 29 dí­as del mes anterior. Si habí­a nubes o nieblas aquel dí­a contaba como 30 y el nuevo mes empezaba al dí­a siguiente. Se anunciaba la aparición de la nueva luna mediante una fogata sobre el monte de los Olivos; a continuación, se encendí­an fogatas en otras cumbres, con lo que se propagaba el pronunciamiento del sanedrí­n con gran velocidad, Se dice que los samaritanos encendí­an fuegos por adelantado, a fin de inducir a los judí­os a error. Por ello, se empezó a reemplazar las fogatas por mensajeros.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

†œLumbrera menor para dominar la noche† que Dios hizo como medio para indicar los †œtiempos señalados†. (Gé 1:16; Sl 104:19; Jer 31:35; 1Co 15:41.) La palabra hebrea para †œluna† (ya·ré·aj) está relacionada estrechamente con el término hebreo yé·raj, que significa †œmes lunar†. Como el mes lunar siempre empezaba con la aparición de la luna nueva (heb. jó·dhesch), el término †œluna nueva† también llegó a significar †œmes†. (Gé 7:11; Ex 12:2; Isa 66:23.) La palabra griega se·le·ne se traduce †œluna†, mientras que men, otro término griego, transmite la idea de perí­odo lunar. (Lu 1:24; Gál 4:10; también Col 2:16, donde aparece ne·o·me·ní­Â·a [luna nueva].)
La palabra leva·náh, que significa †œblanco†, aparece tres veces en el texto hebreo para referirse poéticamente al brillo blanco de la luna llena, tan notable en las tierras bí­blicas. (Can 6:10; Isa 24:23; 30:26.) La palabra ké·se´ o ké·seh, que significa †œluna llena†, también aparece dos veces. (Sl 81:3; Pr 7:20, NM; Val, 1989.)
Dado que el promedio de lunación entre luna nueva y luna nueva es de 29 dí­as, 12 horas y 44 minutos, algunos meses lunares antiguos tení­an 29 dí­as, y otros, 30. Es probable que originalmente determinasen las lunaciones al observar que aparecí­a la luna creciente; pero hay indicios que muestran que en el tiempo de David se calculaba de antemano. (1Sa 20:5, 18, 24-29.) Sin embargo, según la Misná (Rosh ha-shana 1:3–2:7), después del exilio el Sanedrí­n judí­o se reuní­a muy de mañana el dí­a trigésimo de siete de los meses del año para determinar el tiempo de la luna nueva. Se apostaban atalayas en lugares estratégicos elevados alrededor de Jerusalén, y en cuanto observaban la luna nueva, transmití­an el informe al tribunal judí­o. Una vez recibido suficiente testimonio, el tribunal anunciaba: †œSantificado†, lo que señalaba oficialmente el comienzo de un nuevo mes. Si las nubes o la niebla impedí­an la visibilidad, se declaraba que el mes anterior habí­a tenido 30 dí­as y el nuevo mes empezaba el dí­a siguiente al que se habí­a reunido el tribunal. También se dice que se daba otro anuncio por medio de una fogata que se encendí­a a modo de señal en el monte de los Olivos, y se repetí­a en otros puntos elevados por todo el paí­s. Más tarde este método debió reemplazarse por el de mensajeros que se enviaban para llevar las noticias.
En el siglo IV E.C. se empezó a utilizar un calendario normalizado, en el que los meses judí­os tení­an un número fijo de dí­as, con la excepción de Hesván, Kislev y Adar, que seguí­an oscilando entre 29 y 30 dí­as, dependiendo de ciertos cálculos.

La observancia de la luna nueva. De acuerdo con el pacto de la Ley, los judí­os acostumbraban a recibir la luna nueva con toques de trompeta y la presentación de sacrificios. (Nú 10:10; 2Cr 2:4; Sl 81:3; compárese con Isa 1:13, 14.) De hecho, las ofrendas prescritas en la Ley para esta ocasión eran mayores que las que se presentaban en los dí­as de sábado. (Nú 28:9-15.) Si bien la Ley no indicaba que debiera descansarse en el dí­a de luna nueva, de la lectura de Amós 8:5 se desprende que cesaba el trabajo. Al parecer, se tomó como dí­a festivo (1Sa 20:5) y ocasión idónea para reunirse y recibir instrucción de la ley de Dios. (Eze 46:1-3; 2Re 4:22, 23; Isa 66:23.)
La séptima luna nueva del año (que correspondí­a al primer dí­a del mes de Etanim o Tisri) era sabática, y en el pacto de la Ley se dispuso que fuese un dí­a de completo descanso. (Le 23:24, 25; Nú 29:1-6.) Era el dí­a †œdel toque de trompeta†, pero con un carácter más significativo que el de las otras lunas nuevas del año. Anunciaba la proximidad del Dí­a de Expiación, que se celebraba el dí­a 10 del mismo mes. (Le 23:27, 28; Nú 29:1, 7-11.)

El culto a la Luna. Aunque los israelitas se guiaban por la Luna como un indicador del tiempo para determinar sus meses y sus épocas de fiestas, tení­an que abstenerse de adorar la Luna, práctica muy común en las naciones que los rodeaban. El dios-luna Sin era el dios de la ciudad de Ur, la capital de Sumer, de donde partieron Abrahán y su familia para dirigirse a la Tierra Prometida. Aunque los habitantes de Ur eran politeí­stas, el dios-luna Sin, una deidad masculina, era el dios supremo a quien principalmente dedicaban tanto su templo como sus altares. Abrahán y los suyos viajaron de Ur a Harán, otro centro importante de adoración a la Luna. Parece ser que el padre de Abrahán, Taré, quien murió en Harán, practicó ese tipo de adoración idolátrica. (Gé 11:31, 32.) Estas circunstancias explican por qué Josué dio a Israel antes de entrar en la Tierra Prometida la advertencia que se registra en Josué 24:2, 14: †œEsto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: †˜Fue al otro lado del Rí­o [Eufrates] donde hace mucho moraron sus antepasados, Taré padre de Abrahán y padre de Nacor, y ellos solí­an servir a otros dioses†™. Y ahora teman a Jehová y sí­rvanle exentos de falta y en verdad, y quiten los dioses a quienes sus antepasados sirvieron al otro lado del Rí­o y en Egipto, y sirvan a Jehovᆝ.
Job también vivió entre personas que rendí­an culto a la Luna, y por su fidelidad a Dios manifestó su repulsa por costumbres como la de tirar besos a la Luna con la mano. (Job 31:26-28.) Los vecinos madianitas solí­an usar ornamentos con forma de Luna hasta para adornar sus camellos. (Jue 8:21, 26.) En Egipto, donde residieron Abrahán y algún tiempo después el pueblo de Israel, era notorio el culto al dios-luna Thot, el dios de las medidas. En dí­as de luna llena los egipcios le sacrificaban un cerdo. Llegó a ser adorado en Grecia con el tí­tulo de Hermes Trimegisto (Hermes Tres Veces Máximo). De hecho, el culto a la Luna se extendió por todo el hemisferio occidental, hasta México y Centroamérica, donde se han encontrado templos dedicados al culto lunar. El nombre lunes, del latí­n dies lunae, o dí­a consagrado a la Luna, es un vestigio del antiguo culto lunar.
Los adoradores de la Luna creí­an que influí­a en la fertilidad, por lo que acudí­an a ella para que hiciese crecer sus cosechas y animales. En la tierra de Canaán, donde los israelitas por fin se asentaron, el culto lunar que practicaban los cananeos iba acompañado de ritos y ceremonias inmorales. A la Luna a veces se la adoró bajo el sí­mbolo de la diosa Astoret (Astarté), deidad de la que se decí­a que era consorte del dios Baal. Durante la época de los jueces, el culto a ambas deidades llegó a ser con frecuencia un lazo para los israelitas. (Jue 2:13; 10:6.) Las esposas extranjeras del rey Salomón contaminaron a los habitantes de Judá con el culto a la Luna, y los sacerdotes de deidades extranjeras indujeron a Judá y Jerusalén a ofrecer humo de sacrificio al Sol, la Luna y las estrellas, una costumbre vigente hasta el reinado de Josí­as. (1Re 11:3-5, 33; 2Re 23:5, 13, 14.) Cuando Jezabel, la hija de Etbaal, el rey pagano de los sidonios, se casó con el rey israelita Acab, llevó consigo el baalismo y, al parecer, el culto a Astoret, la diosa-luna. (1Re 16:31.) Los israelitas tropezaron de nuevo con el culto lunar durante el exilio en Babilonia, donde se pensaba que las lunas nuevas eran ocasiones propicias para que los astrólogos predijesen el futuro. (Isa 47:12, 13.)
La Palabra de Dios deberí­a haberles servido de protección contra esas prácticas, pues ya decí­a que la Luna era tan solo una de las luminarias celestes y un medio de medir el tiempo, de modo que estaba desprovista de personalidad. (Gé 1:14-18.) Poco antes de la entrada de la nación de Israel en Canaán, Jehová les advirtió que no adoraran los cuerpos celestes como si fuesen una representación de El; cualquiera que lo hiciese serí­a lapidado. (Dt 4:15-19; 17:2-5.) Posteriormente, Dios dijo por boca de su profeta Jeremí­as que los huesos de los habitantes idólatras de Jerusalén que hubiesen muerto —entre ellos reyes, sacerdotes y profetas— serí­an exhumados y quedarí­an †œcomo estiércol sobre la haz del suelo†. (Jer 8:1, 2.)
Hay quienes han querido ver en Deuteronomio 33:14 indicios de influencia pagana o cuando menos de una actitud supersticiosa hacia la Luna. Si bien algunas traducciones, como la Versión Valera de 1960, leen en este texto el †œrico producto de la luna†, otras (BAS, LT, NBE, SA, Str, VP) muestran que el sentido del término hebreo traducido aquí­ por †œluna† (yera·jí­m) es †œmeses† o †œmeses lunares†, y aplica primariamente a las temporadas del año en las que el fruto madura.
Ocurre algo parecido con el Salmo 121:6. Algunos opinan que de este texto se desprende la idea de que la exposición a la luz lunar podí­a ser causa de enfermedad. Sin embargo, una lectura de todo el salmo demuestra que esa es una suposición infundada, pues solo se intenta decir en lenguaje poético que Dios garantiza a sus siervos protección de la calamidad en cualquier circunstancia, bien durante las horas de luz solar o las de luz lunar.
Incluso hay quienes han cuestionado el término †œlunático† que aparece en Mateo 4:24 y 17:15 en muchas versiones. Este término viene del griego se·le·ni·á·zo·mai, cuyo significado literal es †œestar afectado por la Luna†. Otras versiones lo traducen por †œepiléptico† o comunican esta idea (BAS, LT, NBE, NVI, Sd). El que Mateo empleara en dos ocasiones esta palabra griega para designar a un epiléptico no significa que atribuyese dicha enfermedad a la influencia de la Luna ni que la Biblia apoye ese punto de vista, sino simple y llanamente que Mateo empleó el término común en el mundo griego de entonces para referirse a un epiléptico. De hecho, hoy se emplea el término †œlunatismo† para aludir a cierto grado de perturbación mental que nada tiene que ver con la Luna. Así­ mismo, los cristianos del mundo hispanohablante siguen llamando †œlunes† a uno de los siete dí­as de la semana, pero eso no significa que lo consideren un dí­a consagrado a la Luna.

En la era común. En los dí­as de Cristo Jesús y los apóstoles, el pueblo judí­o no practicaba la adoración a la Luna, aunque, por supuesto, observaban las lunas nuevas conforme al pacto de la Ley. Los judí­os ortodoxos todaví­a observan la luna nueva de cada mes como un secundario Dí­a de Expiación por los pecados cometidos durante el mes anterior.
El 14 de Nisán, cuando la Luna alcanzaba su plenitud, se celebraba la Pascua. En esta misma fecha Jesús instituyó la cena de Conmemoración o la Cena del Señor en memoria de su muerte. (Mt 26:2, 20, 26-30; 1Co 11:20-26.)
Aunque el pacto de la Ley habí­a llegado a su fin, algunos de los cristianos judí­os y hasta gentiles siguieron celebrando las lunas nuevas y los sábados, por lo que fue necesario el consejo correctivo de Pablo registrado en Colosenses 2:16, 17 y Gálatas 4:9-11.

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. selene (selhvnh, 4582), (de selas, resplandor; los términos hebreos son iareaj, errante, y lebanah, blanco), se usa en Mat 24:29; Mc 13.24; Luk 21:25; Act 2:20; 1Co 15:41; Rev 6:12; 8.12; 12.1; 21.23. En Rev 12:1, la frase “con la luna debajo de sus pies” es sugerente de autoridad delegada, lo mismo que el hecho de estar vestida del sol es sugerente de autoridad suprema; todo en el simbolismo de este pasaje se centra en Israel. En 6.12 el similar simbolismo del sol y de la luna es sugerente de la suprema autoridad sobre el mundo, y de autoridad delegada, en la época de la ejecución de los juicios divinos sobre las naciones al final de la era presente.¶ 2. neomenia (neomhniva, 3561), o noumenia, denotando luna nueva (neos, nuevo; men, mes; véase MES), se usa en Col 2:16 de una fiesta judí­a.¶ La tradición judaica añadí­a caracterí­sticas especiales a la liturgia de la sinagoga en relación con la observancia del primer dí­a del mes, el momento de la luna nueva. Para la relación de la luna nueva con fiestas, véanse Lev 23:24; Num 10:10; 29.1; Psa 81:3:

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La creación de la luna se registra en Gn. 1.16, donde se la menciona como la lumbrera menor”, en contraste con el sol. Fue ubicada en los cielos para que rigiese la noche, y con las demás lumbreras, para que sirviesen de “señales para las estaciones, para días y años” (1.14). Su aparición en fases regulares en el cielo nocturno sirvió de base para los primeros *calendarios, y la palabra que se emplea más comúnmente para ella (yārēaḥ) está muy relacionada con la palabra yeraḥ, ‘mes’. Esta misma palabra aparece en acádico ([w]arḫu), ugarítico (yrḫ), fn. (yrḫ) y otras lenguas semíticas. Otra palabra, que se usaba para ella, aunque con menos frecuencia, es leḇānâ, ‘blanca’ (Cnt. 6.10; Is. 24.23; 30.26).

El primer día de cada luna nueva se consideraba sagrado. De allí la asociación en el AT de la “luna nueva” mensual con el día de reposo semanal (p. ej. Is. 1.13). Este nuevo comienzo se indicaba con sacrificios especiales (Nm. 28.11–15), cuando se hacían sonar las trompetas (Nm. 10.10; Sal. 81.3). Amós pinta a los mercaderes de su época esperando ansiosamente el final de la nueva luna y del día de reposo a fin de poder reiniciar su comercio fraudulento. Por lo tanto parece haber sido considerado, igual que el día de reposo, como un día en que no se hacían los trabajos corrientes. La referencia podría ser, sin embargo, a la nueva luna del 7º mes, con relación a la cual la ley indicaba específicamente que no debía cumplirse ninguna tarea servil (Lv. 23.24–25; Nm. 29.1–6). 2 R. 4.23 sugiere que tanto la luna nueva como el día de reposo proporcionan una oportunidad, según se consideraba, para consultar a los profetas, y Ezequiel señala la luna nueva como día especial para el culto (Ez. 46.1, 3).

La luna se menciona juntamente con el sol como símbolo de permanencia (Sal. 72.5). Se la menciona como maravilla de la creación (Sal. 8.3), y como que señala con su comportamiento la venida del Mesías (Mr. 13.24; Lc. 21.25). El Sal. 121.6 sugiere que se consideraba que era capaz de afectar la mente, y en el NT se usan en Mt. 4.24 y 17.15 palabras griegas que significan literalmente “herido por la luna”.

En Job 31.26 se menciona a la luna como objeto de culto idolátrico, y la arqueología ha demostrado que se la deificaba en el Asia occidental antigua, desde la época sumeria temprana hasta la islámica. En la Mesopotarnia se adoraba al dios sumerio Nanna, al que los acadios dieron el nombre de *Sin, particularmente en Ur, donde era el dios principal de la ciudad, y también en la ciudad de Harán en Siria, que mantenía vínculos estrechos de tipo religioso con Ur. Los textos ugaríticos han puesto de manifiesto que allí se adoraba a una deidad lunar con el nombre de yrḫ. En los monumentos se representaba al dios mediante el símbolo del cuarto de luna creciente (* Amuletos). En Hazor, Palestina, se descubrió un pequeño santuario cananeo de la edad del bronce tardía que contenía una estela de basalto que representaba dos manos levantadas hacia la luna en actitud de oración, tal vez como indicación de que el santuario estaba dedicado al dios luna (véase IBA, fig(s). 112).

Bibliografía. R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985, pp. 255–256, 591ss; A. Pimentel, “Luna”, °EBDM, t(t). IV, cols. 1100–1101.

T.C.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico