MALAQUIAS

Malaquí­as (heb. Mal’ âkî, “mi mensajero”; tal vez sea una contracción de Mal’ âkiyyâh, “mensajero de Yahweh”). Autor del último libro de nuestro AT y el último profeta del AT (Mal 1:1). Nada se sabe de su vida y ministerio fuera de lo que surge del libro en relación con las circunstancias bajo las cuales llevó su mensaje. Algunos han sugerido que Malaquí­as no es el nombre del autor, sino simplemente un tí­tulo basado en el cp 3:1 (cÆ’ 4:5, 6). Sin embargo, el hecho de que otros libros proféticos llevan como tí­tulo el nombre de sus respectivos autores sugiere que Malaquí­as habrí­a sido un nombre personal. Véase Malaquí­as, Libro de. Malaquí­as, Libro de. Ultimo libro de los Profetas Menores, y el último en la sección de “Los Profetas” en la Biblia hebrea. I. Autor. El profeta Malaquí­as.* II. Ambientación. Malaquí­as no hace alusiones a su vida personal ni fecha su ministerio como la mayorí­a de los otros profetas; tampoco hay referencias a él en otra parte del AT. Su mención del gobernador como el más alto funcionario del paí­s (1:8) apunta al perí­odo persa como la época de su actividad, pues sólo en ese tiempo estuvo Judea dirigida por un administrador designado por el rey de Persia. De los datos cronológicos dados por Hageo (Hag. 1:1) y Zacarí­as (Zec 1:1), que precedieron inmediatamente a Malaquí­as, es evidente que escribieron después del cautiverio babilónico, y es razonable suponer que Malaquí­as presentó su mensaje aun después que ellos. En vista de que condena abusos similares a los que surgieron durante el tiempo de ausencia de Nehemí­as* -después de su 1er perí­odo como gobernador-, es posible que Malaquí­as presentara su mensaje profético en esa época y el libro se pueda fechar en el momento anterior al regreso de Nehemí­as para su 2º perí­odo (c 425 a.C.), más o menos un siglo después del regreso de los judí­os de Babilonia con Zorobabel. III. Tema. En agudo contraste con el inspirador resumen de Zacarí­as acerca de las gloriosas posibilidades que tení­an los judí­os que regresaron del exilio, las palabras de Malaquí­as reflejan una lúgubre escena de declinación espiritual progresiva. Dirige su mensaje a los sacerdotes en particular, a los lí­deres espirituales de Israel (Mal 1:6). Su severa denuncia de la indiferencia negligente de los sacerdotes en la realización de sus sagrados deberes, refleja el triste estado moral y espiritual del pueblo de Dios. Las cosas habí­an caí­do tan bajo que hasta los sacerdotes despreciaban la adoración a Dios y su servicio; es decir, estaban cansados de la religión (vs 6, 13). Dios, por su parte, también estaba hastiado de la infidelidad y encontraba totalmente inaceptables los servicios del templo (1:10, 13; 2:13, 17). Aunque en la práctica el pacto entre Dios e Israel habí­a fracasado, miscricordiosamente Dios les envió mensajes adicionales para que regresaran a él y le fueran fiel hasta que viniera el “ángel del pacto” (Mal 3:1) -el Mesí­as- y llegara “el dí­a de Jehová, grande y terrible” (4:5). Malaquí­as recordó a los judí­os su relación especial con Dios y los invitó a volverse a él y a asumir una vez más sus deberes del pacto. En sí­ntesis, mediante 8 discursos el Señor bondadosa y pacientemente llama la atención a un aspecto tras otro de su apostasí­a, y 8 veces 739 el pueblo en forma petulante niega tener faltas (Mal 1:2, 6, 7; 2:13, 14, 17; 3:7, 8, 13 y 14). La paciencia de Dios, que trata de conseguir que el pueblo reconozca sus errores y los remedie, y la negación de éste, progresivamente vehemente de sus errores, constituye el tema del libro. IV. Contenido. Su mensaje se puede dividir en 2 partes: A. El diálogo entre Dios y su pueblo, en el que el Señor revela la naturaleza y la extensión de su apostasí­a (Mal 1:1-3:15). En el 1º de estos 8 encuentros, Dios reafirma su eterno amor por su pueblo escogido, pero ellos niegan conocer alguna evidencia de que él los ama (1:2-5). En el 2º encuentro (v 6), Dios declara que en lugar del honor que un siervo debe a su amo o un hijo a su padre, ellos, en especial los sacerdotes, en realidad lo desprecian. Con actitud ofendida, contestan: “¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” En el 3er encuentro (1:7-2:2) Dios responde la pregunta acusándolos de tratar sus sagrados deberes como si fuera una ocupación común, no esencialmente diferente de otros medios de ganarse la vida. Los sacerdotes, insensibles, preguntan: “¿En qué te hemos deshonrado?” Dios señala que han despreciado su servicio, como lo demuestran los sacrificios con imperfecciones que le ofrecen. “¿Aceptaré yo eso de vuestra mano?”, pregunta; y luego repasa el propósito de su pacto con ellos (2:5-7) y los acusa de apartarse del camino ellos mismos y de hacer que otros también tropiecen (v 8). En el 4º encuentro (vs 14-16), el Señor les dice que ésta es la razón por la que él ha dejado que aparezcan despreciables ante las naciones (v 9) y por la que rehúsa aceptar sus ofrendas (v 13). Los culpables piensan que Dios es injusto al no aceptar sus ofrendas, pero él les señala la relación de pacto, que han violado. En el 5º (2:17-3:6) Dios protesta que está cansado de su hipócrita profesión de lealtad. En forma petulante, el pueblo responde preguntando en qué lo fatigaron, a lo cual les señala su difuso sentido del bien y del mal, y anuncia la venida del ángel del pacto, desafiándolos a ver quién de ellos piensa sobrevivir al dí­a de su venida (3:1, 2). En el 6º encuentro (v 7), el Señor toma nota de su apostasí­a y suplica a su pueblo que regrese a él, pero como niños malcriados otra vez preguntan: “¿En qué hemos de volvemos?” Esto introduce el 7º encuentro (vs 8-12), en el que Dios contesta la pregunta anterior acusándolos de ladrones. Una vez más niegan tener culpa, preguntando: “¿En qué te hemos robado?” El Señor les responde: “En vuestros diezmos y ofrendas”. Aun en esta hora tardí­a le asegura a Israel que si regresan a él, todaví­a les abrirá las ventanas de los cielos y los bendecirá. El 8º y último encuentro se abre con la afirmación de Dios: “Vuestras palabras contra mí­ han sido violentas”, a lo que la gente responde: “¿Qué hemos hablado contra ti?” La respuesta es que han llegado a ver sus deberes religiosos como una molesta carga que no les produce “ganancias”. El pueblo demuestra así­ que su visión espiritual está totalmente fuera de foco. Poco es de extrañar que con Malaquí­as cesaran las voces de los profetas: la gente rehusó escuchar, y Dios no les habló más. B. Un epí­logo que expresa el aprecio del Señor por los pocos fieles, y donde advierte que “los soberbios y todos los que hacen maldad” sufrirán una justa retribución por sus pecados (Mal 3:16-4:6). Esta sección visualiza el dí­a del juicio, cuando Dios recompensará a cada hombre de acuerdo con sus obras. En vista de ello, amonesta a la gente: “Acordaos de la ley de Moisés” (4:4). El mensaje se cierra con una promesa de que Dios enviará otro mensajero -el profeta Elí­as- “antes que venga el dí­a de Jehová, grande y terrible” (v 5; véase CBA 4:1143-1145).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo Mal†™akiyah, ángel de Yahvéh, mi mensajero. Último de los Profetas Menores, nombre del autor del librito homónimo, tres capí­tulos, escrito en la época postexí­lica, después del restablecimiento del culto en el Templo reconstruido, 515 a. C., y anterior a la prohibición de los matrimonios mixtos, 445 a. C.; es decir entre Ageo-Zacarí­as y Esdras-Nehemí­as. Del autor nadas se conoce, el nombre seguramente fue tomado de 3, 1, †œyo enviaré mi mensajero†, mal†™aki, que fue tomado como nombre propio. El impulso dado a la comunidad por los profetas Ageo y Zacarí­as ha decaí­do. Se presentan deficiencias en el culto tanto por parte de los sacerdotes como también por parte de los fieles; así­ mismo se presenta el problema de los matrimonios mixtos y los divorcios. El oráculo del profeta anuncia el dí­a de Yahvéh, que purificará a los sacerdotes, que acabará con los malvados y dará el triunfo a los justos. Inspirado en el Deuteronomio y en el profeta Ezequiel, el profeta M. dice que no es posible burlarse de Dios y, por lo tanto, pide al pueblo una religión interior y pureza de corazón. Espera la era mesiánica, al íngel de la Alianza, precedida por un enviado misterioso, 3, 1, en el que los evangelistas ven a Juan Bautista, el Precursor del Mesí­as, Mt 11, 10;Mc 1, 2; Lc 7, 27. En esta era mesiánica se restablecerá la moral y el culto, cuando todas las naciones ofrecerán a Yahvéh sacrificios puros.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., mal†™akhi, mensajero de Jehovah o mi mensajero). El último libro del AT y el profeta cuyas profecí­as el libro contiene (Mal 1:1). Malachi es la expresión heb. que quiere decir mi mensajero (Mal 3:1;
comparar Eze 3:8-9). El libro del profeta Malaquí­as fue escrito después de la cautividad. El templo ya habí­a sido construido y ya se ofrecí­an los holocaustos (Mal 1:7-10; Mal 3:8). Un gobernador persa (Mal 1:8) estaba a cargo de Jerusalén. Esto indica una fecha más tarde que la de Hageo y Zacarí­as.

Es obvio que el primer entusiasmo por la reconstrucción del templo se habí­a desvanecido y la situación presente era una de deterioro moral y religioso. Los matrimonios mixtos (Mal 2:10-12), la falta de pago del diezmo (Mal 3:8-10) y la ofrenda de sacrificios impuros (Mal 1:6-14) son condiciones no tan diferentes de las que se describen en la época de Esdras y Nehemí­as (Esdras 7—Nehemí­as 13). Parecerí­a que la profecí­a de Malaquí­as fue dada cerca del mismo tiempo, o posiblemente un poquito después, alrededor de la mitad o final del siglo V a. de J.C.

Hay dos temas principales en el libro:

( 1 ) El pecado y apostasí­a del pueblo de Israel (capí­tulos 1 y 2), y
( 2 ) el juicio que caerá sobre los infieles y la bendición guardada para los que se arrepientan (capí­tulos 3 y 4). Un análisis más detallado sigue:
I. Contenidos
1. Tí­tulo, Mal 1:1.

2. Un argumento a favor del amor de Dios para con Israel demostrado en las experiencias contrastadas de Edom e Israel, Mal 1:2-5.

3. Una protesta en contra de la negligencia del culto por los sacerdotes, Mal 1:6—Mal 2:9.

4. Una condenación de los que se divorcian de sus esposas para casarse con mujeres extranjeras, Mal 2:10-16.

5. Una respuesta para los que se quejan de que Dios es indiferente a la injusticia: un dí­a de juicio se aproxima, Mal 2:17—Mal 3:5.

6. Una amonestación por la negligencia del diezmo y las ofrendas, Mal 3:6-12.

7. Una respuesta a los que dudan y una promesa a los fieles, Mal 3:13—Mal 4:3.

8. Un llamado a volver a la ley y profecí­a de la venida de Elí­as, Mal 4:4-6.

II. Caracterí­sticas sobresalientes
1. El uso de preguntas y respuestas retóricas como método de comunicación. Este artificio comienza la mayorí­a de las ocho secciones mencionadas anteriormente.

2. Malaquí­as contiene asuntos de interés proféticos y sacerdotales. Se le ha llamado profecí­a dentro de la ley. Generalmente los profetas muestran poco interés en holocaustos y leyes ceremoniales, prefiriendo enfatizar los aspectos más internos de la vida religiosa. En cambio, Malaquí­as ve la apostasí­a del pueblo manifestada en el descuido de las ofrendas sacrificiales (Mal 1:6-14), la negligencia de los sacerdotes de sus tareas (Mal 2:1-9), y la falta del pueblo en pagar sus diezmos y otras ofrendas (Mal 3:7-12). Este libro refuta la opinión muy común hoy en dí­a de que los profetas no creí­an en la necesidad de la ley ritual.

3. En el anuncio del mensajero del pacto de Dios, vemos un testimonio del desarrollo de la expectación mesiánica en el AT. El advenimiento de este profeta resultará en la purificación y juicio de Israel (Mat 3:1-5; comparar Mat 11:10). El otro testimonio tiene que ver con el profeta Elí­as quien anunciará el dí­a de Jehovah (Mat 4:5-6; comparar Mat 17:9-13).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

tip, LIBR BIOG PROF ESCA HOMB HOAT LIAT

ver, ELíAS

vet, = “mi mensajero”. Profeta y autor del último libro del AT (Mal. 1:1); sólo se le conoce por este escrito. Como Malaquí­as significa “mi mensajero”, ciertos comentaristas han pensado que no es un nombre propio, sino un tí­tulo de un escriba, quizá del mismo Esdras. Sin embargo, por cuanto cada uno de los libros de los profetas mayores y de los once menores dan en el encabezamiento el nombre de su autor, lo plausible es que éste sea también el caso en este libro. A. Contenido: (a) El amor que Dios manifestó a Israel al escoger a Jacob y no a Esaú (Mal. 1:2-5) no es correspondido: (A) Los sacerdotes en las ofrendas (Mal. 1:6-14); amenaza de castigo sobre los sacerdotes que infringen la Ley de Dios, observada en el pasado (Mal. 2:1-9). (B) Denuncia de la perfidia, de los matrimonios mixtos con paganos, del repudio de las esposas legí­timas, de la violencia (Mal. 2:10-17). (b) Inminencia del juicio, de la venida del precursor, y del mismo Señor, mensajero del Pacto, quien purificará a los levitas y castigará a los impí­os (Mal. 3:1-6; cfr. Ex. 23:20-23; Mt. 11:10). (c) Llamamiento al arrepentimiento, por cuanto el Señor vendrá para bendecir, para juzgar, para destruir los argumentos falaces de los incrédulos que dicen: “Por demás es servir a Dios.” Aquellos que, apartándose del pecado, hayan servido a Jehová, serán para El especial tesoro; los pecadores serán abrasados (Mal. 3:7-4:3). Exhortación a recordar la Ley de Moisés; anuncio de la venida de Elí­as, que preparará el grande y terrible dí­a de Jehová (Mal. 4:4-6; Mt. 17:10-13; Lc. 1:17). Cuando la profecí­a de Malaquí­as fue proclamada, los judí­os no tení­an rey, sino un gobernador (Mal. 1:8), indudablemente nombrado por el rey de Persia (Neh. 5:14). El templo de Zorobabel existí­a ya, y se ofrecí­an holocaustos sobre el altar, como en los tiempos antiguos (Mal. 1:7-10). Así­, Malaquí­as es evidentemente posterior a Hageo y a Zacarí­as. Después de volver de Babilonia, hubo un nuevo vigor en la vida religiosa, pero no resultó en nada más que en la reconstrucción del Templo y de las murallas de Jerusalén. La corrupción de los sacerdotes y de los miembros del pueblo fue cosa caracterí­stica en la época de Nehemí­as (Neh. 13). Aunque hay exegetas que sitúan a Malaquí­as antes del retorno de Esdras (458 a.C.) o antes del 444 a.C., es indudablemente adecuado situarlo más tarde. En el año 433 a.C. Nehemí­as fue llamado a la corte de Persia. Es posible que Malaquí­as redactara entonces su profecí­a, porque difí­cilmente hubiera podido ser escrita mientras Nehemí­as era gobernador (Mal. 1:8; cfr. Neh. 5:15, 18). Así­, la fecha de redacción se sitúa probablemente alrededor del año 433 o 432 a.C. B. La unidad y genuinidad: de esta obra es reconocida incluso por parte de la crí­tica. El NT da pleno testimonio de la autoridad canónica y doctrina de Malaquí­as (cfr. Mal. 4:5-6 y Mt. 11:10, 14; 17:11-12; Mr. 9:11-12; Lc. 1:17; cfr. Mal. 3:1 y Mt. 11:10; Mr. 1:2; cfr. Mal. 1:2-3 y Ro. 9:13). Este último libro del AT finaliza con una recomendación a observar la ley de Moisés (Mal. 4:4), una referencia a los profetas (representados por Elí­as, v. 5) y el anuncio claro de un Mesí­as, que juzgará al pueblo según la ley divina y salvará a aquellos que temen a Jehová (Mal. 3:1-3; 4:1-2, 6). El NT comienza donde acaba el Antiguo. El precursor, en la persona de Juan el Bautista (Mal. 3:1; Mr. 1:2; Lc. 1:76), aparece, y tras él la verdadera luz resplandece y trae curación en sus rayos (Mal. 4:2; Jn. 8:12; 9:5; 1 Jn. 2:8). Sobre el monte de la Transfiguración aparecieron Moisés y Elí­as para dar testimonio de que la antigua dispensación quedaba cumplida en la cruz del Calvario (Mal. 4:4-5; Lc. 9:30-31). La profecí­a de Malaquí­as tendrá un cumplimiento pleno y definitivo; el mismo Elí­as será el precursor de la Segunda Venida del Mesí­as, cuando El venga para el dí­a grande y terrible de Jehová (Mal. 3:2-5; 4:1, 5-6; Mr. 9:12). (Véase ELíAS.) Bibliografí­a: Adamson, J. T. H.: “Malaquí­as” en Nuevo Comentario Bí­blico (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1977) Dennet, E.: “Zechariah and Malachi” (Bible Truth Publishers, Oak Park, Ill 1888, reimpr s/f), Goddard, B. L.: “Malaquí­as”, en Comentario Moody del Antiguo Testamento (Ed. Portavoz, Grand Rapids, 1993); Kelly, W.: “The Minor Prophets” (C. A. Hammond, Londres s/f); Wolf, H.: “Hageo-Malaquias” (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1980).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[013]

Nombre genérico (Malaquí­as es “mi mensajero”) con el que se designa a uno de los profetas, el último que probablemente escribió. Sea nombre propio o sólo una denominación posteriormente personalizada, la profecí­a breve que el libro encierra es una aviso a los israelitas sobre la seguridad de que Dios protege si se cumple su Ley.

El libro tiene seis partes, con un común denominador de que es Dios el que está presente en el Pueblo, para proteger o para castigar. Con toda seguridad el texto se escribió en tiempo de Esdras, en el siglo IV, tiempo de exaltación nacionalista y rezuma judaí­smo excluyente.

(Ver Profetas 5.3.3)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Es un nombre desconocido en todo el A. T. El libro bí­blico que lleva el tí­tulo de Malaquí­as, por la palabra que lo encabeza (mal aki), y que tradicionalmente se ha venido atribuyendo al profeta menor del mismo nombre, es probablemente de un autor anónimo. En Mt 11,10 se hace una cita del libro de Malaquí­as.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Es el último libro de los doce profetas menores y probablemente anónimo. Se podrí­a pensar que el redactor final de los doce libros puso este nombre como titular de los tres capí­tulos sacándolo de 3,1 : “He aquí­ que yo enví­o a mi mensajero (mal’aki)”, como si se tratara de un nombre propio. La época de la actividad del profeta es posterior a la recuperación posexí­lica del culto en el santuario ya reconstruido (año 515 a.C.) y anterior a la prohibición de los matrimonios mixtos, que tuvo lugar bajo Nehemí­as (445 a.C.).

Los temas son dos: los pecados cultuales del sacerdocio y de los fieles (1,62,9 y 3,6-12), y el escándalo de los matrimonios mixtos y de los divorcios (2,10-16). El mensaje es una apelación a una religión interior y renovada; la promesa de la venida del ángel de la alianza, precedido de un enviado misterioso; el anuncio de una era mesiánica que verá la restauración del orden cultual y moral, que culmina en el sacrificio perfecto, ofrecido a Dios por todos los pueblos (3,3).

G. Lorusso

Bibl.: L. Alonso Schokel – J L. Sicre, Los profetas, 11, Cristiandad, Madrid 1980, 1205- 1220; G. Denzer Libros de Ageo, Zacarias, Malaquias, Joel y segundo Zacarias, Sal Terrae, Santander 1969; L. Moraldi, Malaquias, en DTB, 1 1 10-11 12; J L. Sicre. Profetismo en Israel, Verbo Divino. Estella 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. El mensajero. II. El libro y su mensaje.

I. EL MENSAJERO. Malaquí­as (en hebreo, Mal’akiyah, “ángel de Yhwh”) es el nombre del último librito (tres capí­tulos) numerado entre los doce profetas menores; pero es opinión común que nunca existió un profeta con este nombre; en ningún otro sitio de la Biblia se lee el nombre propio mal aki. El redactor de los libros de los doce profetas menores lo puso al frente de estos últimos capí­tulos, tomándolo de 3,1: “Yo enviaré mi mensajero (mal’akí­)”, como si fuera un nombre propio. El motivo de este comportamiento del redactor es muy probablemente su voluntad dellegar al número de “doce” profetas menores. La versión griega lleva este tí­tulo: “Oráculo de la palabra del Señor por mano de su ángel”; así­ entendió también el tí­tulo hebreo el targum, que añade: “… cuyo nombre es Esdras, el escriba”. Según una tradición, que sigue también Jerónimo, el libro se le atribuí­a realmente a Esdras; algunos padres de la Iglesia conocen además al autor del libro como “Angel” (así­, p.ej., Clemente de Alejandrí­a, Tertuliano, etc.). La verdad es que del autor no se sabe nada. Dada esta constatación, dado el hecho de que el libro comienza: “Oráculo. Palabra del Señor…”, es decir, lo mismo que Zac 9:1 y 12,1, se piensa ordinariamente -y con razón- que los tres capí­tulos eran un librito anónimo, lo mismo que los otros dos libritos con que termina el librito de Zacarí­as (es decir, los cc. 9-11 y 12-14) / Zacarí­as III].

Este libro no presenta problemas literarios de especial interés. La inmensa mayorí­a de los autores coloca cronológicamente el libro en la primera mitad del siglo v, es decir, entre Ageo-Zacarí­as y Esdras-Nehemí­as, entre el 520 y el 400; este perí­odo está indicado, entre otras cosas, por el hecho de que el templo ya se ha erigido y se practica allí­ el culto a pleno ritmo, porque en la vida de la comunidad judí­a y en el ejercicio del culto se han señalado ciertas deficiencias que serán duramente combatidas por Esdras y Nehemí­as y porque en este perí­odo se encuadra bastante bien el contenido positivo del mensaje de Malaquí­as.

II. EL LIBRO Y SU MENSAJE. En el original hebreo el librito tiene tres capí­tulos; pero en la versión griega y en la latina consta de cuatro, que se han obtenido dividiendo en dos el capí­tulo 3 (el texto del hebreo 3,19-24 es presentado por las versiones como 4,1-6). La división en siete secciones corresponde tanto al contenido como a la presentación estilí­stica. La primera (1,2-5) trata del amor de Dios a Jacob (Israel) y de su diferente comportamiento con Esaú (Edón): “Yo amé a Jacob y odié a Esaú” (texto citado por san Pablo en Rom 9:13). La segunda (,9) va dirigida a los sacerdotes, a quienes se reprocha el†¢que ofrecen sacrificios de poco valor y con muy poco cuidado, y termina lanzando contra ellos terribles amenazas: “Los labios del sacerdote deben guardar la ciencia y de su boca se viene a buscar la enseñanza, porque él es el mensajero del Señor todopoderoso. Pero vosotros os habéis apartado del camino, habéis servido de tropiezo a muchos…” (Rom 2:7-8). La tercera (Rom 2:10-16) es una condenación de la costumbre, que se va extendiendo cada vez más entre los judí­os, de divorciarse de las mujeres hebreas para casarse con mujeres paganas del lugar: “El Señor es testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tú fuiste infiel, siendo así­ que ella era tu compañera, tu elegida”. En la cuarta (2,17-3,5) el profeta responde a los que dudaban del inminente “dí­a de Yhwh”: el Señor vendrá ciertamente como juez para castigar (a los adúlteros, a los adivinos, a los falsarios, a los injustos con los obreros, las viudas, los huérfanos y los forasteros) y para recompensar y purificar; el profeta es el que tiene la misión de hacer que sea agradable su venida: “Yo enviaré mi mensajero a preparar el camino delante de mí­; pronto vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis; el ángel de la alianza, por quien tanto suspiráis, ya está para llegar…” La quinta (3,6-12) llama la atención del pueblo sobre el hecho de que la invasión de las langostas y la escasez de las cosechas, que afectan a todos, se deben a una causa mlty concreta, es decir: no se pagan por entero los diezmos al templo, sino solamente en parte. La sección sexta (3,13-21) es una protesta contra el desaliento de los justos: “Es inútil servir a Dios; ¿qué hemos ganado con guardar sus mandamientos o con andar en duelo ante el Señor todopoderoso? Por eso llamamos felices a los orgullosos, que, aun haciendo el mal, progresan, provocan a Dios y quedan sin castigo”. ¡No!, responde el profeta: aquel dí­a se les pagará la recompensa a los justos y quedarán destruidos los impí­os; los arrogantes serán quemados por el fuego que ya está llegando; “en cambio, para vosotros, los que respetáis mi nombre, brillará el sol de justicia con la salvación en sus rayos…” El librito termina con la exhortación a observar la ley de Moisés y todo lo que habrá de proclamar el profeta Elí­as, cuya venida es inminente, antes de que sobrevenga el dí­a del Señor, “grande y terrible”: “Recordad la ley de Moisés, mi siervo… Yo os enviaré al profeta Elí­as…” Este texto, que va mucho más allá de la escatologí­a judí­a posterior, es citado por Jesús (Mat 17:10-13) cuando hace el elogio del Bautista, señalando en él precisamente al Elí­as que era objeto de las esperanzas del pueblo (y es concretamente el presente texto el único que recuerda la esperanza en la vuelta de Elí­as); la última frase es citada en el evangelio de Lucas, cuando se describe la misión del Bautista que está a punto de nacer (Luc 1:17). Puesto que la última frase -que es significativa en un semejante contexto- suena: “Para que cuando’ yo venga no tenga que exterminar la tierra”, en la lectura sinagogal, a fin de evitar que la Biblia termine con una amenaza, se repite el versí­culo anterior: “Yo os enviaré al profeta Elí­as…”
El mensaje del último de los profetas menores tiene un significado doble y denso que lo relaciona con los anteriores: humildad delante de Dios, observancia escrupulosa de las normas de culto, deber de mantener en toda su pureza la sangre de la raza hebrea, la inminencia del “dí­a del Señor” (cf Jl, Sof y Ag). Tiene, además, la acentuación mesiánico-escatológica que caracteriza a los demás profetas posteriores al destierro, y que en Malaquí­as se manifiesta con más claridad. Quizá por eso mismo, a pesar de su brevedad, en el NT se le llega a citar hasta doce veces; y el concilio de Trento vio en un texto suyo (“En todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio desde oriente a occidente…”: 1,11) la visión profética del sacrificio mesiánico y de la misma eucaristí­a.

BIBL.: ALONSO SCHí“KEL L.-SICRE DíAZ .I.L., Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1205-1220; BERNINI G., Aggeo, Zaccaria, Malachia, Ed. Paoline, Roma 19853; CHARY Th., Aggée, Zacharie, Malachie, Parí­s 1969; DISSLER A.-DELCOR M., Les petits Prophétes, Parí­s 1964; DENZER G., Ageo, Zacarí­as, Malaquí­as, Sal Terrae-Mensajero, Bilbao 1970; ELLIGER K., Das Buch der zwódf kleinen Propheten, Gotinga 19645; RINALDI G.-LUCIANI F., I profeti minori 111. Michea, Nahum, Abacuc, Sofonia, Aggeo, Zaccaria, Malachia, Marietti, Turí­n 1969.

L. Moraldi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

Profeta hebreo y escritor bí­blico. (Mal 1:1.) Las Escrituras no proveen ninguna información en cuanto a su linaje y vida personal. Solo se sabe acerca de él lo que dice el libro que lleva su nombre. En este se le representa como un hombre que tení­a un gran celo por el nombre y la adoración de Jehová.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Ml 1-3
Sumario: 1. El mensajero. II. ? libro y su mensaje.
1891
1. EL MENSAJERO.
Malaquí­as (en hebreo, MaI†™akiyah, †œángel de Yhwh†) es el nombre del último libri-to (tres capí­tulos) numerado entre los doce profetas menores; pero es opinión común que nunca existió un profeta con este nombre; en ningún otro sitio de la Biblia se lee el nombre propio mal†™aki. El redactor de los libros de los doce profetas menores lo puso al frente de estos últimos capí­tulos, tomándolo de 3,1: †œYo enviaré mi mensajero (mal†™aki/†™, como si fuera un nombre propio. El motivo de este comportamiento del redactor es muy probablemente su voluntad de llegar al número de †œdoce† profetas menores. La versión griega lleva este tí­tulo: †œOráculo de la palabra del Señor por mano de su ángel†; así­ entendió también el tí­tulo hebreo el tar-gum, que añade: †œ… cuyo nombre es Esdras, el escriba†. Según una tradición, que sigue también Jerónimo, el libro se le atribuí­a realmente a Esdras; algunos padres de la Iglesia conocen además al autor del libro como †œAngel† (así­, p.ej., Clemente de Alejandrí­a, Tertuliano, etc.). La verdad es que del autor no se sabe nada. Dada esta constatación, dado el hecho de que el libro comienza: †œOráculo. Palabra del Señor…†, es decir, lo mismo que Za 9,1 y 12,1, se piensa ordinariamente -y con razón- que los tres capí­tulos eran un librito anónimo, lo mismo que los otros dos libritos con que termina el librito de Zacarí­as (es decir, los ce. 9-11 y 12-14) [1 Zacarí­as III].
Este libro no presenta problemas literarios de especial interés. La inmensa mayorí­a de los autores coloca cronológicamente el libro en la primera mitad del siglo y, es decir, entre Ageo-Zacarí­as y EsdrasNehemí­as, entre el 520 y el 400; este perí­odo está indicado, entre otras cosas, por el hecho de que el templo ya se ha erigido y se practica allí­ el culto a pleno ritmo, porque en la vida de la comunidad judí­a y en el ejercicio del culto se han señalado ciertas deficiencias que serán duramente combatidas por Esdras y Nehemí­as y porque en este perí­odo se encuadra bastante bien el contenido positivo del mensaje de Malaquí­as.
1892
II. EL LIBRO Y SU MENSAJE.
En el original hebreo el librito tiene tres capí­tulos; pero en la versión griega y en la latina consta de cuatro, que se han obtenido dividiendo en dos el capí­tulo 3 (el texto del hebreo 3,19-24 es presentado por las versiones como 4,1-6). La división en siete secciones corresponde tanto al contenido como a la presentación estilí­stica. La primera (1,2-5) trata del amor de Dios a Jacob (Israel) y de su diferente comportamiento con Esaú (Edón): †œYo amé a Jacob y odié a Esaú† (texto citado por san Pablo en Rm 9,13 ). La segunda (1,6-2,9) va dirigida a los sacerdotes, a quienes se reprocha el que ofrecen sacrificios de poco valor y con muy poco cuidado, y termina lanzando contra ellos terribles amenazas: †œLos labios del sacerdote deben guardar la ciencia y de su boca se viene a buscar la enseñanza, porque él es el mensajero del Señor todopoderoso. Pero vosotros os habéis apartado del camino, habéis servido de tropiezo amuchos…†(2,7-8). La tercera (2,10-1 6) es una condenación de la costumbre, que se va extendiendo cada vez más entre los judí­os, de divorciarse de las mujeres hebreas para casarse con mujeres paganas del lugar: †œEl Señor es testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tú fuiste infiel, siendo así­ que ella era tu compañera, tu elegida†. En la cuarta (2,17-3,5) el profeta responde a los que dudaban del inminente †œdí­a de Yhwh†: el Señor vendrá ciertamente como juez para castigar (a los adúlteros, a los adivinos, a los falsarios, a los injustos con los obreros, las viudas, los huérfanos y los forasteros) y para recompensar y purificar; el profeta es el que tiene la misión de hacer que sea agradable su venida: †œYo enviaré mi mensajero a preparar el camino delante de mí­; pronto vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis; el ángel de la alianza, por quien tanto suspiráis, ya está para llegar…† La quinta (3,6-12) llama la atención del pueblo sobre el hecho de que la invasión de las langostas y la escasez de las cosechas, que afectan a todos, se deben a una causa muy concreta, es decir: no se pagan por entero los diezmos al templo, sino solamente en parte. La sección sexta (3,13-21)es una protesta contra el desaliento de los justos: †œEs inútil servir a Dios; ¿qué hemos ganado con guardar sus mandamientos o con andar en duelo ante el Señor todopoderoso? Por eso llamamos felices a los orgullosos, que, aun haciendo el mal, progresan, provocan a Dios y quedan sin castigo. ¡ No!, responde el profeta: aquel dí­a se les pagará la recompensa a los justos y quedarán destruidos los impí­os; los arrogantes serán quemados por el fuego que ya está llegando; †œen cambio, para vosotros, los que respetáis mi nombre, brillará el sol de justicia con la salvación en sus rayos…† El librito termina con la exhortación a observar la ley de Moisés y todo lo que habrá de proclamar el profeta Elias, cuya venida es inminente, antes de que sobrevenga el dí­a del Señor, †œgrande y terrible†™: †œRecordad la ley de Moisés, mi siervo… Yo os enviaré al profeta Elias…† Este texto, que va mucho más allá de la escatologí­a judí­a posterior, es citado por Jesús (Mt 17,10-13) cuando hace el elogio del Bautista, señalando en él precisamente al Elias que era objeto de las esperanzas del pueblo (y es concretamente el presente texto el único que recuerda la esperanza en la vuelta de Elias); la última frase es citada en el evangelio de Lucas, cuando se describe la misión del Bautista que está a punto denacer (Lc 1,17). Puesto que la última frase
-que es significativa en un semejante contexto- suena: †œPara que cuando yo venga no tenga que exterminar la tierra†™, en la lectura sinagogal, a fin de evitar que la Biblia termine con una amenaza, se repite el versí­culo anterior: †œYo os enviaré al profeta Elias…†
El mensaje del último de los profetas menores tiene un significado doble y denso que lo relaciona con los anteriores: humildad delante de Dios, observancia escrupulosa de las normas de culto, deber de mantener en toda su pureza la sangre de la raza hebrea, la inminencia del †œdí­a del Señor† (cf JI, So y Ag). Tiene, además, la acentuación mesiánico-escatológi-ca que caracteriza a los demás profetas posteriores al destierro, y que en Malaquí­as se manifiesta con más claridad. Quizá por eso mismo, a pesar de su brevedad, en el NT se le llega a citar hasta doce veces; y el concilio de Trento vio en un texto suyo (†œEn todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio desde oriente a occidente…†: 1,11) la visión profética del sacrificio mesiánico y de la misma eucaristí­a.
1893
BIBL.: Alonso Schokel L.-Sicre Dí­az J.L., Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1205-1220; Bernini G.,
Aggeo, Zacearí­a, Malachia, Ed. Paoline, Roma 19853; Chary Th., Aggée, Zacharie, Malachie, Parí­s 1969;
Dissler A.-Delcor M., Les petits Prophéies, Parí­s 1964; Denzer G., Ageo, Zacarí­as, Malaquí­as, Ps TerraeMensajero, Bilbao 1970; Elliger K., Das Buch derzwolfkleinen Propheten, Gotinga 19645; Rinaldi G.Luciani F., Iprofeti minori III. Michea, Nahum, Abacuc, Sofonia, Aggeo, Zacearí­a, Malachia, Marietti, Turí­n
1969.
L. Moraldi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

AUTOR
El nombre heb. Malaquí­as significa †œmi mensajero† o, si Malaquí­as es un apócope de †œMalaquiah†, posiblemente †œmensajero de [el Señor]†. En base a la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) algunos estudiosos han discutido que Malaquí­as 1:1 debiera considerarse como un tí­tulo, †œmi mensajero†, en vez de un nombre propio. Parece más cierto, sin embargo, que es el nombre de un hombre, ya que así­ se interpreta en otras fuentes antiguas. Si así­ es, el libro de Mal. sigue el modelo de cada uno de los otros 14 profetas escritores, donde se presenta el nombre del autor al principio, usando lenguaje similar al que se ha usado en 1:1 (cf.cf. Confer (lat.), compare especialmente Hag. 1:1). Por consi guiente, 3:1 presenta un juego importante de palabras sobre el nombre del profeta: †œHe aquí­ yo enví­o mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí­.† Lo que se implica de este juego de palabras es que el ministerio de Malaquí­as tení­a la intención de prefigurar al mensajero venidero, al que se identifica en el NTNT Nuevo Testamento como Juan el Bautista (véase sobre 3:1 y 4:5, 6). También véase el cuadro de la p. 656.

FECHA
En contraste con la mayorí­a de los demás libros proféticos del ATAT Antiguo Testamento Mal. no ofrece indicadores claros a la fecha de su composición. Sin embargo, la mayorí­a de los estudiosos concuerda en que Malaquí­as probablemente fue contemporáneo de Nehemí­as a mediados del siglo V a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo La existencia inferida del templo en 1:10; 3:1, 8, dando una fecha posterior a la reconstrucción en 515 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, apoya esto. La evidencia más convincente para dar fecha a Malaquí­as, sin embargo, es el paralelo substancial que existe entre los pecados mencionados en Malaquí­as y los mencionados por Esdras y Nehemí­as. Hay inquietudes compartidas acerca de la corrupción de los sacerdotes (1:6–2:9; Neh. 13:4–9, 29, 30); matrimonios de fe mixta (2:10–12; Esd. 9–10; Neh. 10:30; 13:1–3, 23–27); abuso de los marginados (3:5; Neh. 5:1–13); y el no pagar los diezmos (3:8–10; Neh. 10:32–39; 13:10–13).

MARCO

El ministerio de Malaquí­as tuvo lugar como 100 años después del fin del cautiverio babilónico y el decreto inspirado de Ciro en 538 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, lo que permitió que los judí­os volvieran a su patria y reedificaran el templo (2 Crón. 36:23). Esto ocurrió unos 80 años después de que los profetas Hageo y Zacarí­as habí­an animado a reconstruir aquel templo con promesas gloriosas de la bendición de Dios, el injerto de las naciones, la prosperidad, la expansión, la paz y el retorno de la gloriosa presencia de Dios mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare, p. ej.p. ej. Por ejemplo, Hag. 2; Zac. 1:16, 17; 2; 8; 9). Para los desilusionados contemporáneos de Malaquí­as, sin embargo, estas predicciones malentendidas deben haber parecido una burla cruel. En contraste con las promesas halagadoras, la áspera realidad era la de privación económica, el fracaso de las cosechas, la sequí­a prolongada y la pestilencia (3:10, 11).
Después de regresar del exilio Judá siguió siendo un territorio insignificante con una superficie de 30 x 40 km.km. Kilómetro(s), habitado por una población de 150.000 más o menos. Aunque disfrutaban los beneficios de una iluminada polí­tica persa de tolerancia religiosa y una autodeterminación polí­tica limitada, el pueblo sentí­a la subyugación palpable de un poder extranjero (Neh. 1:3; 9:36, 37), y sufrieron la persistente oposición y oprobio de las naciones vecinas (Esd. 4:23; Dan. 9:25). Judá ya no era una nación independiente, y de mayor importancia, tampoco era gobernada más por un rey ungido de la lí­nea real de David.
Posiblemente lo peor de todo, a pesar de las promesas del Mesí­as venidero y de la misma presencia gloriosa de Dios (p. ej.p. ej. Por ejemplo Zac. 1:16, 17; 2:4, 5, 10–13; 8:3–17, 23; 9:9–13), Israel experimentó sólo destitución espiritual. A diferencia de los datos históricos de periodos anteriores, Est., Esd. y Neh. describen con franqueza el perí­odo del posexilio de Judá como desprovisto de las evidencias milagro sas de la presencia de Dios. En contraste, tanto con el templo de Salomón, como con la promesa profética del templo restaurado (como en Eze. 40–43), el templo del posexilio fue fí­sica y espiritualmente inferior. Como se revela en 3:1, el lugar santí­simo en este segundo templo no contení­a ninguna manifestación visible de la gloria de Dios. Aunque Dios ciertamente estaba bien y sano, como revelado, p. ej.p. ej. Por ejemplo, por sus providencias sobresalientes en el libro de Est., era definitivamente un periodo de vida †œposterior a la dureza de los acontecimientos† (cf.cf. Confer (lat.), compare también Miq. 5:3). En otras palabras, era un periodo muy parecido al nuestro, en el cual el pueblo de Dios tiene que vivir más por fe que por vista (Juan 20:29; 2 Cor. 5:7; 1 Ped. 1:8; 2 Ped. 3:3–13).

EL MENSAJE DE MALAQUIAS

Los contemporáneos de Malaquí­as bien pueden haber sido relativamente ortodoxos en sus creencias y libres de una idolatrí­a descarada (aunque cf.cf. Confer (lat.), compare 2:11), pero la ortodoxia de ellos habí­a llegado a estar muerta. Estaban muy propensos a hacer acomodos éticos y diluir las demandas exigentes de una verdadera adoración. Respondiendo al cinismo y al malestar de sus compañeros israelitas, la profecí­a de Malaquí­as llega como una clarinada para una renovada fidelidad para con el pacto.
En 1:2–5, la primera de las seis †œdisputas†, Malaquí­as comienza defendiendo la realidad del amor electivo de Dios por Israel, un amor que evoca una obediencia robusta del pacto y una adoración sincera como respuesta apropiada. Pero lejos de esto, el pueblo estaba deshonrando a Dios con sus ofrendas débiles y el formalismo hipócrita de su adoración.
En 1:6–2:9, la segunda disputa, Malaquí­as expone estas ofensas y reprende a los sacerdotes por haberlas disculpado y así­ violado el pacto del Señor con Leví­.
En 2:10–16, la tercera disputa, Malaquí­as condena los casamientos mixtos como una infidelidad en contra del pacto de Israel con el Señor, y el divorcio ilí­cito como infidelidad contra el pac to matrimonial entre un marido y su esposa, del cual el Señor es testigo. Malaquí­as advierte que este comportamiento no sólo hace que las ofrendas sean inaceptables, sino que colocan la vida del pecador en peligro ante un Dios santo.
En 2:17–3:5, la cuarta disputa, Malaquí­as amplí­a el foco de su acusación mientras que promete que el Señor vindicará su justicia. Esto ocurrirá cuando †œel mensajero del pacto† venga para juzgar a los inicuos (cuando el Señor servirá de testigo no sólo en contra de los adúlteros, como en 2:10–16, sino también en contra de otros pecadores) y para purificar a su pueblo para que sus ofrendas sean aceptables al fin.
En 3:6–12, la quinta disputa, Malaquí­as vuelve al tema de las ofrendas que Israel da de mala gana. El pueblo habí­a experimentado adversidad material y estaba bajo una maldición, no a pesar de su conducta, sino en base a ella. Por lo tanto, Malaquí­as lo reta al diezmo en conciencia, que será premiado con bendición divina.
En 3:13–4:3, la sexta disputa, Malaquí­as asegura a sus quejumbrosos contemporáneos que los malhechores, quienes parecen evitar la justicia divina dada su prosperidad, aún serán juzgados, mientras que el Señor libertará a aquellos que le temen.
Finalmente, en 4:4–6 Malaquí­as hace un resumen de los puntos principales de su profecí­a: recordar la ley de Moisés (el enfoque de las disputas 1–3) y la promesa de Elí­as y el dí­a venidero del Señor (el enfoque de las disputas 4–6).
El mensaje de Malaquí­as tiene el arreglo de un modelo estructurado tipo †œimagen y espejo†, ABCCBA, lo que se refleja en las secciones en las cuales el comentario ha sido dividido.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1 Encabezado

1:2-5 A Los buenos y los malos arrogantes: el amor de Dios es vindicado por juicio

1:6—2:9 B Las ofrendas de Israel, dadas de mala gana, son condenadas

2:10-16 C El testimonio del Señor en contra de los matrimonios con extranjeros y los divorcios

2:17—3:5 C El testimonio del Señor en contra del adulterio y otros pecados

3:6-12 B Las ofrendas de Israel, dadas de mala gana, son condenadas

3:13—4:3 A Los buenos y los malos arrogantes: el amor de Dios es vindicado por juicio

4:4-6 Conclusión
Comentario

1:1 ENCABEZADO

Malaquí­as, al igual que otros profetas, hace hincapié sobre la autoritativa palabra de Jehovah. En este encabezado, a manera de resumen, Malaquí­as reconoce su propio papel como un intermediario y explí­citamente identifica su obra como la palabra de Jehovah. De acuerdo con esta identificación, casi la mitad de los 54 versí­culos restantes de este libro conciso y profundo son enfatizados con expresiones como †œdice Jehovah†, †œdice Jehovah de los Ejércitos† etc.
Según algunas versiones 1:1, en forma similar a los encabezados dados en Zac. 9:1 y 12:1 (cf.cf. Confer (lat.), compare Hab. 1:1), describe esta obra como †œprofecí­a†, †œoráculo† o, aun mejor, †œuna carga†, implicando una responsabilidad urgente y aun de terror (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 23:33–40). Malaquí­as, al dirigir su mensaje al pequeño Estado †œinsignificante† de Judá después del exilio, osadamente confiere a esta población la antigua y comprensiva designación de Israel, identificándolos, de esta manera, con aquellos que darán cuenta por todas las obligaciones del pacto y herederos de todas las promesas del mismo pacto de Dios.

1:2-5 LOS BUENOS Y LOS MALOS ARROGANTES: EL AMOR DE DIOS ES VINDICADO POR JUICIO

Cuando los justos sufren y los malvados parecen prosperar somos capaces de cuestionar el amor de Dios. En esta primera disputa Malaquí­as expone y responde a las dudas de sus contemporáneos. Dada su destitución polí­tica, económica y especialmente la espiritual, habí­an llegado a cuestionar el amor de Dios. En un texto clásico, que el apóstol Pablo cita en Rom. 9:13, Malaquí­as responde apelando al amor electivo e incondicional de Dios hacia Jacob y su ira correspondiente contra Esaú. En esto el †œamor† se usa para expresar elección, e †œira† el rechazo, más bien que animosidad personal (la que era explí­citamente prohibida ante los edomitas, los descendientes de Esaú, en Deut. 23:7). Para usos similares véase Luc. 14:26; 16:13.
Jacob y Esaú son individuos de la historia patriarcal de Israel. Aunque eran hermanos, Jacob fue objeto del favor soberano de Dios, lo que le permitió disfrutar un papel de privilegio en la historia de redención como portador de la promesa mesiánica, mientras que Esaú experimentó el rechazo en términos del mismo papel. El interés de Malaquí­as, sin embargo, era primordialmente con las naciones de Israel y Edom, de las cuales Jacob y Esaú eran los representantes y patriarcas fundadores (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 25:21–23). Por consiguiente, no es más posible concluir que todo edomita era rechazado o conde nado, que concluir que todo israelita era salvo.
A los contemporáneos de Malaquí­as les debe haber parecido que el profeta habí­a cometido una terrible equivocación al apelar a los destinos nacionales contrastantes de Israel y Edom como prueba de la condición favorecida de Israel. Si Dios habí­a escogido a Jacob/Israel sobre Esaú/Edom, ¿por qué permitió que su pueblo sufriera la devastación de su paí­s en 587 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo por Nabucodonosor, seguido de 70 años de cautiverio en Babilonia, mientras que Edom quedó intacta y, aparentemente, parecí­a seguir prosperando por la pérdida de Israel? No só lo se jactaron los edomitas de la ruina ocurrida a sus hermanos israelitas, sino que ayudaron activamente a los invasores babilonios sirviendo de informantes y cerrando rutas de escape (Sal. 137:7; Eze. 25:12–14; 35:15; Abd. 8–16).
Malaquí­as afirma su declaración, sin embargo, citando Jer. 9:11. Jeremí­as, 200 años antes de Malaquí­as, habí­a anunciado lo que en esa época serí­a el inminente juicio contra Judá: †œYo convertiré a Jerusalén en montones de piedras y en guarida de chacales. Convertiré las ciudades de Judá en una desolación, sin habitantes.† Al aplicar esta misma amenaza a Edom, Malaquí­as aclara que, al igual que Judá, Edom no escaparí­a del justo juicio de Dios. Parece probable que Edom pasó por este juicio en el que intervinieron árabes nabateos quienes gradualmente obligaron a los edomitas a dejar su patria durante el periodo entre 550 y 400 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, obligándoles a asentarse en la parte sur de Palestina en el área llamada más tarde Idumea. Los nabateos, siendo seminómades, permitieron que las ciudades de Edom quedaran en la ruina ya que sus rebaños se comieron toda la vegetación, destruyendo así­ la tierra antes arable. Si bien Judá serí­a restaurada generosamente, reflejando el amor del Señor por su pueblo, el juicio sobre Edom serí­a permanente e irreversible. Edomitas individuales seguirí­an existiendo (como se sugiere en 1:4; cf.cf. Confer (lat.), compare los idumeos que posteriormente llegaron a Jesucristo en Mar. 3:8), sin embargo, habí­an perdido su identidad nacional.
La primera disputa termina con una confesión de la soberaní­a universal del Señor. Esta perspectiva universal, que con frecuencia se malentiende como si implicara un universalismo donde las religiones de otras naciones se consideran aceptables a Dios, es un subtema de Malaquí­as, al que el profeta regresa en 1:11, 14 y 3:12.

1:6-2:9 LAS OFRENDAS DE ISRAEL, DADAS DE MALA GANA, SON CONDENADAS

¿Será cierto que amamos a Dios por sobre todas las cosas? ¿Se podrí­a saber por la calidad de nuestra adoración y servicio a él? En la segunda disputa, Malaquí­as †œda vuelta† a la queja que se trató en la primera disputa. No es el amor de Dios por Israel el que ha de ser cuestionado, sino el amor de Israel por Dios. Reconociendo que todo el pueblo era culpable de deshonrar a Dios, como se revelaba en las ofrendas dadas de mala gana (1:14), Malaquí­as enfoca su ataque sobre los sacerdotes de Israel. Esto era así­ porque la responsabilidad de éstos era cui dar el santuario de toda profanación, e inspeccionar todos los sacrificios a fin de evitar que se ofrecieran animales ciegos, cojos o enfermizos (Lev. 22:17–25; Deut. 15:21; 17:1).
Como si fuera una terapia de choque para hacer entrar en razón a los sacerdotes, Malaquí­as contrasta el honor que abiertamente prodigan a las personas a quienes respetan con el deshonor atroz que le han demostrado a Dios. Malaquí­as reta a sus conciudadanos a probar la calidad de sus sacrificios ofreciéndolos al gobernador persa. La lógica de Malaquí­as es incontrovertible. Aun un simple gobernador humano, señor o padre merece y recibe mayor honor del que Israel estaba ofreciendo a su Dios, quien era el Padre, Señor y Gran Rey (1:6, 14; en su uso secular el tí­tulo de gran rey se reserva tí­picamente para el emperador o el rey feudal, como en 2 Rey. 18:19, 28).
Cuando los sacerdotes eran retados por Malaquí­as quedaban atónitos. Aparentemente, se habí­an engañado a sí­ mismos al grado que pensaban que cuando se trataba de adoración u ofrendas, algo era mejor que nada, tibieza era mejor que frí­o. Al contrario, el Señor hubiera preferido que cesara del todo la adoración descuidada, irreverente e hipócrita (v. 10; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 1:11–15; 29:13; y Apoc. 3:15, 16).
Dado que los sacerdotes habí­an fracasado en guardar la pureza del templo, el Señor amenazó con castigarlos de una manera que irí­a de acuerdo con su crimen. Ya que †œhan menospreciado† (†œdespreciado†; 1:6) y deshonrado el nombre del Señor (2:2), serán despreciados y humillados delante de todo el pueblo (2:9). Ya que han profanado a Dios (1:7), figurativamente él los profanará a ellos y los descalificará para servir ante el altar y pondrá en sus rostros los desperdicios tomados de sus sacrificios desechados. Ya que dicho desperdicio debí­a ser retirado del santuario y quemado (Lev. 4:11, 12), igualmente ellos serí­an expulsados (2:3). Por que habí­an presumido bendecir al pueblo de Dios como si los sacrificios de Israel hubiesen sido aceptados y la propiciación obtenida, Dios ahora maldecirí­a sus bendiciones (2:2). Como Matthew Henry, un renombrado comentarista, escribió: †œNada profana tanto el nombre de Dios como la mala conducta de aquellos cuya responsabilidad es honrarle.†
El versí­culo más discutido de este libro ha probado ser 1:11. De especial perturbación es el hecho de que Malaquí­as hace alusión a la presentación de incienso y ofrenda pura en muchos lugares, en vez de exclusivamente en el templo de Jerusalén, como hubiera sido requerido por Deut. 12 en los dí­as de Malaquí­as (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:3, 4; 4:4). Una clave para la interpretación de 1:11 es comprender la expresión desde donde nace el sol hasta donde se pone como escatológica (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 50:1; 113:3; Isa. 45:6; 59:19). Los dos últimos versí­culos de Isa. incluyen una referencia al injerto de las naciones, sugiriendo una referencia similar en Malaquí­as. Esta esperanza encuentra una definición mayor en pasajes como Isa. 19:19–25 y 66:19–21, donde las naciones son hechas †œlevitas† y presentarán ofrendas aceptas sobre altares aprobados al verdadero Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare además Sal 47; Jer. 4:1, 2; Sof. 2:11; Zac. 2:11; 8:23).
Malaquí­as puede haber pensado que estas promesas estaban siendo cumplidas en su propio dí­a con la conversión de gentiles al judaí­smo. El lenguaje osado de 1:11, sin embargo, en contraste con el modesto número de convertidos que probablemente existí­a en esa época, parecerí­a sugerir que dicha referencia por Malaquí­as señalaba un cumplimiento aun futuro y más completo.
Este recordatorio del propósito de Dios en la conversión de las naciones, un plan incluyendo el llamamiento de Israel para serles una bendición (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:12 y Gén. 12:2, 3), destaca el templo como el foco (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isa. 2:1–5). Esto es tí­pico del interés prominente de Malaquí­as en los últimos tiempos (cf.cf. Confer (lat.), compare, p. ej.p. ej. Por ejemplo, 3:1–5, 17; 4:1–6) y da fuerza a la condenación que él hace de los apáticos cultos de sacrificios de sus contemporáneos. Habiendo expuesto la hipocresí­a de los sacerdotes contrastando la manera en que éstos honraban a meras autoridades humanas con la manera en que ellos deshonraban a Dios, Malaquí­as continúa la reprimenda de dicha hipocresí­a de 1:11 por contrastar su deshonra con aquel honor y ofrendas aceptables que un dí­a llegarán a Dios por parte de aquellos que en realidad son redimidos. (Cf. Mat. 8:10–12, cuando Jesús usa argumentos similares para reprender a sus contemporáneos.)

2:10-16 EL TESTIMONIO DEL SEí‘OR EN CONTRA DE LOS MATRIMONIOS CON EXTRANJEROS Y LOS DIVORCIOS

¿Por qué será que Dios requiere que un casamiento tenga buenas bases antes de que él escuche la oración de un esposo (véase 1 Ped. 3:7; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:23, 24)? Malaquí­as da la respuesta: el casamiento no es solamente un contrato, una relación de dos ví­as entre el esposo y la esposa, sino que es un pacto, una relación de tres ví­as de responsabilidades y privilegios que incluyen a Dios como testigo y ante quien la pareja debe rendir cuentas permanentemente.
En el v. 10 Malaquí­as presenta su tercera disputa con una descripción general de la infidelidad en Israel de unos contra otros, lo que profana su pacto con Dios, el Padre y Creador de Israel (Deut. 32:6; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 27:11; 43:15; Jer. 31:9). Malaquí­as condena dos pecados maritales paralelos, aunque no necesariamente relacionados. El primero es el de los casamientos con paganos (11, 12; cf.cf. Confer (lat.), compare Neh. 13:29, donde los casamientos con extranjeros por los sa cerdotes profanan el pacto del sacerdocio), y el segundo es el divorcio basado meramente en alguna aversión o incompatibilidad (13–16).
Malaquí­as expresa un punto de vista sobre el matrimonio que es radical conceptualmente (identificando el matrimonio como un pacto entre el marido y la esposa). Las demandas que coloca sobre el marido son iguales a las exigidas por nuestro Sal vador y los apóstoles del NTNT Nuevo Testamento. En realidad, esta perspectiva exaltada del matrimonio ha causado que muchos intérpretes duden si Malaquí­as se referí­a a casamientos lit.lit. Literalmente o no. Algunos dicen que Malaquí­as sólo hablaba del matrimonio como una metáfora para la relación de Israel con el Señor. Contra esto, sin embargo, está la observación de que en todos los otros lugares donde las Escrituras mencionan esta metáfora Dios se presenta uniformemente como el marido, no la esposa, como serí­a el presente caso. Otros sugieren que la expresión y la mujer de tu pacto (14) simplemente significa una esposa judí­a, eso es, una esposa que comparte el mismo pacto espiritual con el Señor como su esposo. El punto de vista tradicional es que Malaquí­as se refiere a un matrimonio de pacto.
Los contemporáneos de Malaquí­as estaban afligidos porque Dios estaba rechazando sus ofrendas (13), realidad que ellos percibí­an, supuestamente, ya que él no les bendecí­a. Malaquí­as explica que Dios estaba siendo un testigo en contra de aquellos maridos que estaban siendo infieles a sus esposas. Ya que el matrimonio es un pacto, la fidelidad al cónyuge es parecida a la relación de uno mismo con Dios.
El v. 15a puede ser una referencia a Gén. 2:24. Si es así­, es posible que Malaquí­as derivó su entendimiento del casamiento como un pacto, y por lo tanto su insistencia en la primací­a de la tarea del marido, del casamiento modelo de Adán y Eva. La traducción y el significado de este versí­culo son oscuros, pero responde ante las serias advertencias en los vv. 15b y 16b. Estas advertencias demuestran que para un marido infiel el divorcio es un pecado en contra de la propia vida de uno. (Guardad, pues, vuestro espí­ritu podrí­a traducirse †œPor lo tanto, cuidado con vuestras vidas†.) En otras palabras, el interés por la vida de uno y la fi delidad con su esposa legí­tima son virtualmente lo mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 5:28). Esto sugiere la comunión profunda de la vida que Dios efectúa entre un hombre y una mujer dentro del matrimonio, según lo establecido en Gén. 2:24. Interpretado de esta manera hay un parecido asombroso entre la lógica de 2:15 y la enseñanza de Jesús en Mat. 19:5–9.
Además, este versí­culo declara que el Señor espera que el matrimonio produzca descendencia consagrada a Dios (†œsemilla de Dios†). En la opinión de Malaquí­as el divorcio puede haber frustrado este propósito en forma similar como los matrimonios con personas de otras religiones (cf.cf. Confer (lat.), compare Neh. 13:23–27; Esd. 10:3, 44). La expresión †œsemilla de Dios† refleja la figura establecida en el v. 10 (y 1:6) de Dios como nuestro único Padre, es decir, Dios como un padre para su pueblo en virtud de sus actos redentores y el pacto, y sirve de contraste intencional ante la frase, la hija de un dios extraño del v. 11.
Sólo con dificultad y algunos cambios al texto es que el heb. subyacente del v.16 puede decir yo aborrezco el divorcio. Esta aparente condenación de todo divorcio parece contradecir el punto de vista misericordioso del divorcio en Deut. 24:1–4. De igual manera, un derecho más general al divorcio puede sugerirse en Deut. 22:19, 29, es decir, el divorcio figurado entre Israel y el Señor en Jer. 3 y ciertos pasajes del NTNT Nuevo Testamento (Mat. 1:19; 5:32; 19:8, 9; 1 Cor. 7:15). Puede ser preferible, por lo tanto, comprender el v. de la siguiente manera: †œSi un hombre siente odio y se divorcia (eso es, divorcio meramente en base a su aversión o incompatibilidad, en vez de causa, como ser una falta sexual), dice el Señor, Dios de Israel, él cubre su manto de violencia (es decir, se contamina a sí­ mismo visiblemente con violencia; para este uso metafórico de manto (véase Sal. 73:6; 109:18; Jer. 2:34) dice el Señor de las huestes. Por lo tanto, cuí­dese a sí­ mismo y no sea infiel [en contra de su esposa].† Además de no requerir cambios en el texto heb., esta traducción tiene la ventaja de que entiende que el sujeto del †œaborrecimiento† es el marido que se quiere divorciar, en vez de ser Dios. Apoyando esta interpretación se puede decir que este verbo †œaborrecer† aparece frecuentemente en contextos matrimoniales, donde invariablemente alude a la actitud del marido hacia su mujer (Gén. 29:31; Deut. 22:13, 16; Jue. 15:2).

2:17-3:5 EL TESTIMONIO DEL SEí‘OR EN CONTRA DEL ADULTERIO Y OTROS PECADOS

El profeta comienza por acusar al pueblo de cansar al Señor con sus quejas cí­nicas (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:13–15). Ahora que la población ha regresado a la tierra prometida y el templo habí­a sido reconstruido, ¿qué habí­a pasado con la promesa de la restauración de la prosperidad, prominencia y riqueza internacionales (cf.cf. Confer (lat.), compare, p. ej.p. ej. Por ejemplo, Hag. 2; Zac. 1:16, 17; 2; 8; 9)? En reali dad, Israel estaba experimentando continuada opresión social y polí­tica como también la privación económica (Neh. 1:3; 9:36, 37). Peor aun, se habí­a prometido que Dios volverí­a a Jerusalén y a su templo, donde él habitarí­a con su propia presencia gloriosa (Zac. 1:16, 17; 2:4, 5, 10–13; 8:3–13). Puesto que el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón habí­an sido llenados de la gloria visible de Dios tan pronto como fueron terminados, era natural esperar (cf.cf. Confer (lat.), compare Miq. 5:3) que lo mismo sucederí­a en el templo reconstruido (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 40:34, 35; 1 Rey. 8:10, 11; Eze. 43:1–12). En realidad Hag. 2:9 habí­a prometido que este segundo templo serí­a llenado con una medida mayor de la gloria que el templo de Salomón. ¿Qué gloria podrí­a ser mayor que la que se describe en detalles ví­vidos en Eze. 1 y 10? Como revelado en el cumplimiento del tiempo, sólo la gloria de Dios en la persona de Jesucristo podrí­a ser mayor (Juan 1:14). Lejos de disfrutar tal gloria, sin embargo, el templo de los dí­as de Malaquí­as estaba desprovisto de toda manifestación visible de Dios. Sin embargo, no siempre serí­a igual: †¦ vendrá a su templo el Señor a quien buscáis, el ángel del pacto a quien vosotros deseáis †¦ ha dicho Jehovah de los Ejércitos (3:1b). Podemos ver parte del cumplimiento de esta profecí­a cuando Simeón se encontró con el infante Jesús en el templo y habló de él como el que habí­a venido para ser †œluz para †¦ gloria de tu pueblo Israel† (Luc. 2:32).
Desde aquel deseáis mencionado en 3:1 aparentemente Israel habí­a repetido el mismo error de sus antepasados en los dí­as de Amós (Amós 5:18), suponiendo que la aparición del Señor serí­a una fuente inagotable de buenas nuevas. ¡La contestación a su queja, †œ¿dónde está el Dios de la justicia?† (2:17b), es que el Dios de justicia ya viene! ¡Sin embargo, cuando él llegue, será no solamente para bendición, como ellos asumí­an, sino también para juicio: llegará como †œtestigo† (término usado en 3:5, como también en 2:14) en contra de todos los que hacen lo malo, incluyendo a estos cí­nicos blasfemos! En preparación para esta visitación temible, el Señor promete: He aquí­ yo enví­o mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí­ (3:1).
El nombre Malaquí­as de 1:1 significa †œmi mensajero/ángel†. El hecho de que este término reaparece en 3:1, donde, por lo general se traduce mi mensajero, y el hecho de que en el mismo versí­culo aparece el ángel del pacto provoca algunas dificultades. ¿Serán la misma persona estos tres mensajeros, o dos personas, o tres personas diferentes?
El paralelismo poético en 3:1 demuestra que el ángel del pacto que es el deseado y que ha de venir, es una y la misma persona divina como el Señor, quien es deseado y que ha de venir. El ministerio descrito en los vv. 2, 3 confirma la naturaleza divina de este Señor, quien es el ángel [†œmensajero†] del pacto.
Por otra parte, el v. 1 distingue mi mensajero del divino Jehovah de los Ejércitos, que es el que habla, y donde los pronombres yo, mí­o, y mi cuadran. El contexto, con una mirada hacia el futuro, y el paralelo entre este versí­culo y 4:5, 6 implican que mi mensajero no puede ser Malaquí­as (véase sobre 4:4–6).
El NTNT Nuevo Testamento ve a Juan el Bautista como el mensajero prometido que prepara el camino para el Señor (Mat. 11:10–14; Mar. 1:2; Luc. 1:76; 7:27; cf.cf. Confer (lat.), compare también Isa. 40:3). Sin embargo, es aparente en el jue go de palabras sobre el nombre de Malaquí­as que su propio ministerio de preparación tení­a la intención de apuntar hacia la obra del mensajero quien habí­a de llegar.
Cuando llegue el Señor, hará dos obras complementarias: purificará a algunos pecadores (2–4) y juzgará a otros (5). Las figuras usadas para la obra de purificación, fuego purificador y lejí­a de lavanderos enfatizan lo completo y lo severo de la acción. El calor del fuego purificador era intenso para poder separar la escoria del metal puro derretido (Isa. 48:10; Eze. 22:18–22; 1 Ped. 1:7; cf.cf. Confer (lat.), compare también Mat. 3:11). De igual manera, el antiguo lavandero lavaba la ropa usando un fuerte jabón de lejí­a, después de lo cual se colocaban las prendas de ropa sobre las rocas para ser azotadas con palos. Si los pecadores modernos prefieren la obra de purificación del Señor en lugar de su juicio, aquí­ tenemos el precio que se habrí­a de pagar (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 12:7–11).

3:6-12 LAS OFRENDAS DE ISRAEL, DADAS DE MALA GANA, SON CONDENADAS

El profeta vuelve al tema de las ofrendas de Israel dadas de mala gana (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:6–2:9). Allí­, sin embargo, el enfoque era sobre el fracaso de los sacerdotes en este asunto; el interés de Malaquí­as se amplí­a para incluir a vosotros, la nación entera (9).
Aunque la traducción del v. 6 es incierta, Malaquí­as habrá citado el ejemplo de Jacob como para hacer resaltar el pecado del pueblo. Después del exilio de Jacob en Padan-aram, †œvolvió† tanto a la tierra prometida como al Señor, construyó un altar en Betel y ofreció el diezmo al Señor según su juramento en Gén. 28:20–22 (cf.cf. Confer (lat.), compare también Gén. 35:1–7). Cuando los descendientes de Jacob, en forma simi lar, volvieron de su exilio, reedificaron el altar en Jerusalén, pero fueron muy negligentes en presentar sus diezmos y ofrendas (cf.cf. Confer (lat.), compare también Neh. 13:10–13). Esta negligencia puede haber parecido justificable dados los fracasos de las cosechas, las sequí­as y las pestilencias (10, 11), que hubiera sido razón suficiente para desanimar a tales adoradores complacientes. El Señor revela, sin embargo, que tales desastres naturales fueron el resultado, y no la causa, de la desobediencia de la nación (8; cf.cf. Confer (lat.), compare Hag. 1:6, 9–11; 2:16–19).
Sin omitir la necesidad de la santidad (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:13; 3:3, 4), Dios promete en los vv. 10–12 que tan pronto como su pueblo llegue a ser fiel en la presentación de sus diezmos completos, la lluvia desesperadamente requerida llegarí­a (10), las pestilencias y el fracaso de las cosechas cesarí­an (11), y la promesa abrahámica por medio de la cual todas las naciones os dirán: †œBienaventurados† (12; Gén. 12:2, 3; cf.cf. Confer (lat.), compare también Sal. 72:17; Isa. 61:9; Zac. 8:13) será cumplida. En breve, Dios prometió satisfacer todas sus necesidades, pero no necesariamente todas sus avaricias. Una traducción más lit.lit. Literalmente del v. 10 podrí­a ser †œ †¦ y derramar para vosotros una bendición hasta que no haya más necesidad.†

3:13-4:3 LOS BUENOS Y LOS MALOS ARROGANTES: EL AMOR DE DIOS ES VINDICADO POR JUICIO

La sexta disputa comienza con la queja audaz y blasfema de Israel de que es fútil servir a Dios. ¿Qué provecho sacamos de guardar su ley y de andar tristes delante de Jehovah de los Ejércitos? (14). Después de la lista de pecados ya expuestos por Malaquí­as, uno podrí­a preguntar a cuáles requisitos se estaban refiriendo. El paralelismo entre guardar su ley y andar tristes sugiere una alusión meramente a requisitos de culto, probablemente el mismo ritual de luto del cual Israel se jactaba en Zac. 7:1–6 y que fue un caso de teatro hipócrita y externo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:13; Isa. 58:3–9).
No todos los contemporáneos de Malaquí­as eran arrogantes y listos para culpar a Dios de maldad. Un segundo grupo se menciona en el v. 16 y se describe como los que temen a Jehovah y los que toman en cuenta su nombre. Así­ como el Señor habla de las blasfemias despectivas del primer grupo, así­ también oye las conversaciones fieles del segundo. Parecido a la lista de honor que llevaba el rey Jerjes, donde estaba asentada la fidelidad largamente sin premiar de Mardoqueo (Est. 6:1–3), un libro como memorial está escrito en la presencia de Dios concerniente a estos creyentes (cf.cf. Confer (lat.), compare también el Sal. 139:16; Dan. 12:1).
Los insolentes quejumbrosos habí­an dicho que son felices los arrogantes y que los que hacen impiedad son prosperados. El Dios todopoderoso promete que ha de llegar un dí­a cuando verán lo equivocados que estaban (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 2). Para los que están anotados en el libro como memorial (3:16) vendrá el dí­a en que serán el especial tesoro de Dios (17; Exo. 19:5). Será un dí­a cuando él guardará a estos fieles que le sirven y será compasivo con ellos. Será un dí­a cuando nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá sanidad para los que reverencian el nombre de Dios (4:2, cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 60:1–3, aunque la figura en Malaquí­as pudiera proceder del disco alado del sol que se encuentra a lo largo del antiguo Cercano Oriente; cf.cf. Confer (lat.), compare también Luc. 1:78), y ellos sujetarán a los impí­os (4:3). Para los demás será un dí­a cuando todos los arrogantes y todos los que hacen maldad serán como paja en el ardiente horno (4:1).

4:4-6 CONCLUSION

Las apelaciones del cierre de Mal. (4:4–6) parecen resumir los puntos principales de su profecí­a: recuerda la ley de Moisés y la promesa de Elí­as y el dí­a venidero del Señor. La dependencia minuciosa en la ley de Moisés por parte de Malaquí­as y las muchas alusiones a pasajes tomados del Pentateuco a través de toda su obra preparan al lector para la primera acusación de clí­max. La razón para dar la identificación del profeta que vendrí­a como Elí­as en la segunda acusación es menos obvia. Posiblemente, la necesidad de tener un ministerio como el de Elí­as se sugerí­a por el problema de una sequí­a prolongada en 3:10 (1 Rey. 17:1; cf.cf. Confer (lat.), compare Stg. 5:17). Por otro lado, el interés de Malaquí­as con los efectos corrosivos de matrimonios entre diferentes religiones (2:10–12) puede haberle he cho recordar el casamiento notorio de Acab con Jezabel, que llegó a ser tan problemático para Elí­as y desastroso para Israel (1 Rey. 16:31; 18:4, 19; 19:2). Sin duda Malaquí­as hubiera deseado una confrontación como la de Elí­as con el compromiso y la complacencia religiosos de su propio dí­a. Parece más probable, sin embargo, que Malaquí­as reconociera que de todos los profetas del ATAT Antiguo Testamento, ninguno se ajustaba al cuadro del profeta mesiánico †œcomo Moisés†, según lo predicho en Deut. 18:15, más exactamente que Elí­as (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 34:10–12). Como tal, Elí­as está a la par con Moisés en 4:4–6 como representativo de toda la lí­nea de profetas del ATAT Antiguo Testamento, algo que se ve operando sobre el monte de la transfiguración (Mat. 17:3; Mar. 9:4; Luc. 9:30; cf.cf. Confer (lat.), compare además Apoc. 11:3, donde los dos testigos se asemejan a Moisés y Elí­as).
La promesa de enviar a Elí­as antes de que venga el dí­a de Jehovah confirma la interpretación de 3:1 de que el mensajero prometido no es Malaquí­as propiamente, pero algún profeta futuro (la figura en ambos textos es †œenviada† por el Señor y precede el dí­a venidero del Señor). Es probable que este profeta futuro era identificado con Elí­as no porque Elí­as fuera librado de la muerte, como que esto le permitirí­a lit.lit. Literalmente volver a esta vida, sino porque el futuro mensajero serí­a llamado a llevar un ministerio profético similar al del histórico Elí­as. Uno podrí­a comparar las muchas predicciones de la venida de un futuro †œDavid† que no por eso implicarí­a un regreso lit.lit. Literalmente del segundo rey de Israel (Jer. 30:9; Eze. 34:23–25; 37:24).
El NTNT Nuevo Testamento identifica a Juan el Bautista como el cumplimiento de esta predicción (Mat. 11:10–14; 17:10–13; Mar. 9:11–13; Luc. 1:17; pero cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 1:21, 25). Aunque separado por más de 400 años, Juan fue el siguiente profeta canónico que siguió a Malaquí­as a través de la historia de la redención. Vistiendo las mismas vestimentas de pelo de camello y un cinturón de cuero como Elí­as (2 Rey. 1:8; Mat. 3:4; Mar. 1:6), Juan funcionó como Elí­as en su osada denuncia del pecado sin lugar a acomodo. En un ministerio que lo colocó en contraposición con el rey y su malvada esposa (1 Rey. 19; Mar. 6:17, 18), Juan mismo siguió †œdelante del Señor con el espí­ritu y el poder de Elí­as, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos †¦ para preparar al Señor un pueblo apercibido† (Luc. 1:17).
Gordon P. Hugenberger

LIBROS APOCRIFOS Y APOCALIPTICOS
Este artí­culo trata parcialmente de libros bí­blicos (en especial Dan. y Apoc.), pero en parte también de una lista de libros no bí­blicos (técnicamente co nocidos como los libros apócrifos y los libros seudoepigráficos), algunos de los cuales reaparecen, al lado de obras parecidas, entre los Rollos del Mar Muerto. El nexo es provisto por la apocalí­ptica, un tipo de literatura que ocurre tanto dentro de la Biblia como fuera de ella. Los apócrifos y los seudoepigráficos datan mayormente del perí­odo intertestamentario y nos relatan algo de la historia judí­a y del pensamiento de aquel periodo.

LOS TERMINOS †œAPOCRIFO† Y †œAPOCALIPTICO†

Aunque estos dos términos técnicos †œapócrifo† y †œapocalí­ptico† parecen similares, son bastante diferentes en su significado y aplicación. †œApócrifo†, de la palabra gr. apokrifos que significa †œescondido†, es un nombre dado a ciertos libros reconocidos que están fuera del canon de las Sagradas Escrituras. †œApocalí­ptico†, término que proviene del gr. apokalupsis que significa †œrevelación†, es un término usado para denotar un tipo particular de literatura que comunica, o trata de comunicar, una revelación de secretos. Algunos de los apócrifos pertenecen a la literatura apocalí­ptica, pero no todos, por supuesto. Las principales obras apocalí­pticas en la Biblia son: Dan. en el ATAT Antiguo Testamento y Apoc. en el NTNT Nuevo Testamento, aunque algunas partes de otros libros tienen un carácter similar.
El término †œapócrifo† se aplica normalmente a libros de origen judí­o que están fuera del canon del ATAT Antiguo Testamento, y en ese sentido se usa en el presente artí­culo. La expresión †œApócrifos del NTNT Nuevo Testamento† se ha adoptado para denotar obras más recientes que imitan la literatura del NTNT Nuevo Testamento. Algunos de los libros apócrifos, pero de ninguna manera todos, fueron escritos bajo nombres asumidos, aunque esto es más caracterí­stico del grupo mayor de libros llamados seudoepigráficos (escritos con nombres ficticios), muchos de los cuales son apocalí­pticos en su contenido.
Ya que la gran mayorí­a de los libros judí­os están afuera del canon de las Sagradas Escrituras, es necesario explicar por qué ciertos libros se señalan como †œapócrifos†. Estos eran los que eran más apreciados por los antiguos creyentes como lectura edificante. Por esta razón comenzaron a copiarlos en gr. y latí­n y luego en otros idiomas. Esto fue un procedimiento paulatino, incluyendo en la primera parte del si glo IV solamente tres libros (La Sabidurí­a de Salomón, Tobí­as y Eclesiástico), y los estudiosos, por lo menos, siguieron distinguiendo tales libros como no canónicos. (El concepto de que ta les libros estaban en los mss.mss. Manuscritos bí­blicos gr., desde el principio como parte de la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT), es un error.) Para la época de Jerónimo, al final del siglo IV, el procedimiento habí­a avanzado lo suficiente para que exis tiera un serio peligro de confusión, y él juzgó necesario señalar tales libros con un nombre especial, y escogió el término apócrifos. Esta es una expresión que Orí­genes, un siglo y medio antes, habí­a aseverado que los judí­os aplicaban a los más apreciados de entre sus libros no canónicos; y dado que Orí­genes y Jerónimo eran dos de los estudiosos más distinguidos del judaí­smo entre los Padres de la iglesia, probablemente ambos estaban usando el término en el mismo sentido judí­o. Si esto es así­, explica por qué †œescondido† era un término apropiado para usarlo con este propósito. Porque cuando los rabinos eran confrontados con un objeto que no se les permití­a usar, pero que, por razón de sus asociaciones religiosas, tampoco se les permití­a destruir, lo †œescondí­an† y lo dejaban deteriorarse natural mente. Entre los objetos que recibí­an tal tratamiento habí­a libros que ofrecí­an el peligro de ser confundidos con las Sagradas Escrituras. Paradójicamente, fueron los libros más apreciados de los no canónicos que serí­an †œescondidos†, ya que cuanto más apreciados eran, tanto más habí­a peligro de que fueran erróneamente tratados como Sagradas Escrituras.
A pesar de las advertencias de Jerónimo, siguió la confusión de los apócrifos con los libros canónicos del ATAT Antiguo Testamento, especialmente en el occidente. Durante la Reforma en el siglo XVI fue necesario que los refor madores reafirmaran la distinción que Jerónimo habí­a hecho en forma remarcada. La iglesia de Roma, entretanto, procuró borrar la distinción, y el Concilio de Trento colocó a los libros apócrifos so bre un mismo nivel de paridad completa con los libros canónicos (omitiendo 1 y 2 Esdras y La Oración de Manasés). En la Iglesia Católica Romana, por consecuencia, se conoce a los apócrifos como los libros deuterocanónicos. En sus Biblias del vernáculo, los Reformadores juntaron a los apócrifos como una sección separada, pero en las Biblias católicas y romanas (como la Biblia de Jerusalén, Dios Habla Hoy [con Deuterocanónicos]) siguen mezclándose con los libros canónicos del ATAT Antiguo Testamento.

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

Fuente: Enciclopedia Católica