MEMORIA

Exo 12:14 este día os será en m, y lo celebraréis
13:3


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Es la facultad retentiva y recordatoria que poseemos los seres vivos para recoger y conservar los hechos sensoriales o motores que realizamos en la vida ordinaria (memoria sensitiva) y para mantener en nuestro interior los esquemas mentales, las opciones libres y los sentimientos superiores que han llegado y actuado en nosotros (memoria humana).

En cuanto ser con tejido nervioso, resulta común en el hombre y en el animal no racional. Pero los hombres somos racionales y registramos además reflexivamente los contenidos que no son sólo productos recibidos por los sentidos.

Por eso los hombres tenemos como originalidad la consciencia voluntaria de regulación de lo que aprendemos. Esto quiere decir que somos conscientes de lo que retenemos; y además que somos capaces de seleccionar y organizar nuestros recuerdos.

1. Operaciones de la memoria
Cuatro operaciones realiza nuestra memoria, o puede realizar, según los momentos:

1.1. Grabación o registro.

En virtud de ella fijamos o imprimimos en la materia nerviosa los datos que entran en nuestros sentidos o que configuramos en nuestro interior. Esto lo podemos hacer con facilidad o con dificultad. Memoria fácil es la que graba los datos sin casi esfuerzo, por ejemplo un hecho, una figura, una acción. Memoria difí­cil o rebelde es la que se resiste a consignar los datos y el que quiere grabarlos tiene que repetirlos muchas veces para conseguirlo al fin.

La grabación de los datos tiene que ver con la estructura fisicoquí­mica del tejido nervioso. La teorí­a más extendida es la “ribonucleica” que supone la variación de zonas corticales en los ácidos ribonucleicos (RNA), cuando llegan a ellos los datos recibidos por los sentidos. Conjuntos de neuronas asociadas (emjambres neuronales) graban y conservan una imagen sensorial (figura, sonido, olor, sabor, etc.) o, con soporte de lo sensorial, un dato no sensorial: una relación, una deducción, un significado, un concepto abstracto, etc.

La teorí­a de la Universidad de California tiende más bien a colocar el registro quí­mico de la memoria en los ácidos sinápticos (sinapsis, conexión de las neuronas por sus áxones).

En esas estructuras sinápticas se alteran, por efecto de las sensaciones que llegan, determinadas enzimas: acetilcolinas (AC) y colinesterasas (CE), que serí­an los soportes de las imágenes registradas.

Sea de ello lo que sea, lo importante es que la grabación exige una base fisiológica que explica el costo de la grabación, la variedad entre los individuos, la limitación de nuestra memoria, el olvido natural con el tiempo, el envejecimiento memorí­stico, los errores y confusiones, y otros hechos relacionados con el recuerdo.

1.2. La retención o conservación.

Grabados los datos, sobreviene el hecho de mantenerlos, sin que se borren o desdibujen. La base quí­mica aludida explica el cómo, aunque no el porqué.

Es tenaz la memoria que no olvida los datos. Es fugaz aquella que pronto desdibuja, o borra, lo consignado.

Esa retención se halla muy relacionada con la intensidad de la fijación, la singularidad de la misma, los apoyos afectivos o los intereses que pueden entrar en juego, la madurez del tejido nervioso, etc.

1.3. Evocación o remembranza.

Es la llamada de los datos almacenados y conservados a la conciencia. Supone capacidad de revivirlos en nuestra mente cuando los queremos “recordar” o cuando los necesitamos usar.

La prontitud es la cualidad par recordar los datos sin esfuerzo y de forma inmediata. La morosidad o resistencia es la tardanza en sacar lo que tenemos dentro de nosotros o la necesidad de emplear ayudas desproporcionadas para ello.

1.4. Reconocimiento
Es la identificación de los datos o relación clara o confusa con el propio yo o con referencia al objeto al que se los atribuimos. Supone cierta madurez, equivalente a la experiencia y repetición frecuente de la asociación, rasgo que el niño pequeño a penas posee, por lo que experimenta dificultades en reconocer como propios los rasgos evocados.

Es fiel y clara la memoria que enseguida reconoce los datos. Es infiel y confusa la que vacila al identificarlos o confunde al relacionarlos entre sí­.

2. Tipos de memoria
Los cuatro actos de la memoria pueden ser realizados de diversas formas y en consecuencia pueden existir diversos tipos de memoria: + Es memoria espontánea y natural la que suscita los datos en la conciencia directa. Los conserva y los evoca sin esfuerzo y los reconoce sin dificultad, como cuando surge en el interior una melodí­a o se reconoce un rostro.

+ Es memoria forzosa y artificial la que se apoya en artilugios o reforzamientos, como son los medios nemotécnicos o los estí­mulos y recursos extraordinarios.

La primera provoca “recuerdos” que afloran a la conciencia, porque sobrevienen autónomamente en el interior y se integran en la vida de cada persona. La segunda reclama “reminiscencias”, que suponen recursos para que afloren los datos, ciertamente almacenados pero menos vinculados con la vida cotidiana y otras dimensiones de la persona.

Por otra parte, según el área sensorial o motriz, para el que una persona posee más facilidad para grabar, conservar, evocar y reconocer, la memoria puede ser de muchos tipos. Cada un tiende a poseer, y en consecuencia a cultivar, un tipo determinado de operación retentiva.

– Hay memorias sensoriales, que manifiestan comodidad para reminiscencias o recuerdos que se refieren a alguna de las ví­as nerviosas.

+ Memorias visuales son las que trabajan con figuras, colores, formas que entran por los ojos.

+ Memorias auditivas son las que graban y evocan mejor sonidos, músicas, voces, que suponen la puesta en juego del oí­do.

+ Memorias gustativas y olfativas, que hallan facilidad en los olores o sabores.

+ Memorias somestésicas, que enseguida recogen impresiones táctiles o corporales.

+ Memorias motrices, dinámicas y operativas son las que sienten singular facilidad para quedarse con los movimientos, operaciones de todo el cuerpo o de parte de él. pies, manos, sobre todo.

+ Memorias especulativas, abstractas o teoréticas, son aquellas que se vuelcan más en los datos recogidos por ví­a de reflexión o de relación. Pueden ser, según las operaciones mentales en que se apoyan, lógicas, numéricas, verbales, conceptuales, etc.

3. El alma de la memoria
La memoria es una facultad decisiva en la vida personal y colectiva por que es la que condiciona el comportamiento. El alma de la memoria son las asociaciones que se establecen entre los datos (hechos, objetos, términos, personas, tiempos, lugares). En esa asociación radica el valor del aprendizaje.

La mente humana, por la misma estructura del tejido nervioso en el que se sustenta, tiende a integrar cada dato que adquiere, retiene y evoca, en una especie de red o estructura ordenada. Los datos aislados se desdibujan con facilidad. Los datos integrados en un conjunto se mantienen con mayor constancia. Por eso asociación de los datos es la fuerza que hace eficaz la memoria.

Ya, en los tiempos antiguos, Aristóteles (384-322), y con él todos sus seguidores a lo largo de los siglos, daban importancia a la ley o principio de la asociación. Según él, conservamos mejor aquello que integramos en los esquemas que ya dominamos.

La memoria ha sido objeto de múltiples investigaciones y conclusiones. Por ejemplo, Müller (1801-1858) decí­a: “Toda imagen tiende a reaparecer si creamos condiciones que faciliten”. Y también los principios de los investigadores T. Ribot (1839-1936) y Ebbinghauss (1850-1909) demostraban que “olvidamos primero lo último que aprendemos”, porque “la amnesia sigue siempre la menor organización'”; o lo que es lo mismo, “lo que no está bien integrado en una estructura asociativa no puede mantenerse”.

4. Desajustes y trastornos
La memoria puede sufrir, como las demás facultades mentales, determinados desajustes o alteraciones.

– Llamamos amnesia al olvido de datos por haberse borrado en el registro nervioso o por hallarse bloqueado por diversos factores afectivos o morales. Hay una amnesia natural, que se produce con el tiempo, con la edad, el cansancio o la enfermedad. Y a veces la amnesia puede ser patológica, como la que sucede después de un trauma o de una intoxicación.

La amnesia puede resultar provisional, si algo se olvida de momento (bloqueo) y puede ser definitiva (olvido total).

Puede ser también total y afecta a todos los recuerdos; o puede se parcial, cuando compromete datos concretos, como son lo movimientos (apraxia), los nombres (anomia) las imágenes lectoras (alexia), las gráficas (agrafia) o sonoras (amusia), entre otros aspectos.

– Denominamos hipermnesia a la memoria exagerada, de quien registra abundancia anormal de datos en general o en un terreno concreto, con el consiguiente desgaste nervioso o fatiga anómala.

Y se suele llamar paramnesia al aparente recuerdo de datos no grabados ni retenidos, pero que parecen ser poseí­dos de forma confusa por una ilusión o aprendizaje aparente o por una mala interpretacion de los datos.

Es el caso de quien recuerda haber estado en una ciudad sin haber estado fí­sicamente, debido a conocer su imagen por el cine o por el relato ajeno
También la memoria puede hallarse alterada por otras perturbaciones: fatiga, inhibiciones, aberraciones o desajustes, distorsiones, etc.

5. Valor pedagógico de la memoria
En general la memoria es una facultad imprescindible en la vida humana. “Tanto sabemos cuanto en la memoria conservamos” era un adagio romano del que se hicieron eco los filósofos antiguos.

5.1. Aprendizajes naturales
En los tiempos racionalistas del siglo XVIII y XIX se infravaloró, al contraponerla con la reflexión lógica y con la intuición, sin que sus detractores cayeran en la cuenta de que no puede haber reflexión sin datos ni la intuición conduce a nada si no quedan sus registros de forma permanente.

Pedagógicamente la memoria debe ser cultivada con esmero, proporcionalidad, orden y oportunidad.

– Por su base quí­mica, las épocas infantiles (hasta los 14 años) son propicias para incrementar la capacidad de grabación y la facilidad de evocación. Es un buen servicio pedagógico dotar a las personas de esta cualidad desarrollada.

– Los aprendizajes asociados, datos en redes, son más rentables que los aprendizajes sueltos. Es decir, con menos esfuerzo se consigue más resultado.

– También es conveniente diferenciar los terrenos en los que hay que poner en juego la memoria. Hay materias que se prestan más a la documentación como son la historia, la geografí­a y la biologí­a. Y hay otras que reclaman previa reflexión y comprensión, no bastando el recuerdo repetitivo: Matemáticas, Fí­sica, Filosofí­a.

– La repetición frecuente de los datos contribuye a reforzar los conocimientos almacenados. Por eso conviene el “repaso” frecuente de las materias de las que se va a dar cuenta.

– La selección de los mismos es importante, pues es bueno partir del principio de que “el saber sí­ ocupa lugar” y es conveniente diferenciar en los aprendizajes lo importante de los secundarios

– Cada uno debe conocer sus rasgos de memoria. El que tiene facilidad retentiva para lo visual debe buscar soportes visuales y el que cuenta con cómoda retención de lo dinámico hará bien en usas los escritos, subrayados y esquematizaciones para facilitar el recuerdo en función de esa facilidad.

– En todo caso es importante apoyar los aprendizajes en satisfacciones afectivas gratificantes. Lo que se intenta recordar envuelto en nubes de antipatí­a (personas, lugares, materias, recuerdos, desagrados) provoca aversión y hace poco rentable la energí­a y el tiempo que se pone en juego. Quienes saben autopersuadirse de la conveniencia de lo que se intenta grabar para luego evocar incrementan los resultados de manera natural y provechosa.

1.2. Aprendizajes religiosos
Además de las normas pedagógicas generales, es conveniente recordar que los contenidos religiosos participan de la naturaleza diversa de lo geográfico, de los narrativo, de los abstracto, de lo histórico, de lo literario, según sea la naturaleza del conocimiento concreto de que se trate.

Un mapa de Israel se memoriza como un elemento geográfico y una terminologí­a referida a la Eucaristí­a se aprende como cualquier terminologí­a literaria o filosófica. Otra cosa es si se mira con especial simpatí­a el mapa o si se acepta con fe esa terminologí­a
En general es bueno reclamar la memorización de aquello que conviene saber repetir, explicar o aplicar, cuando el momento llega. Entre aprender un texto largo de forma mecánica y no saber repetir los datos mí­nimos de un relato evangélico hay mucha distancia. En la justa proporción del contenido es donde el educador prudente debe moverse.

El educador de la fe debe trabajar con la memoria, persuadido de que conviene que el educando grabe y evoque datos según la materia, la edad madurativa y la dinámica metodológica que se sigue en los procesos formativos. Si se establece con naturalidad la relación entre cultura religiosa y esfuerzos pedagógicos, la mayor parte de las discusiones especulativas en terreno de la memoria se desactivan en lo que a menosprecios o superaprecios se refiere.

Muchos de los problemas que a veces surgen deben ser superados con sentido: – Bueno es que el niño sepa y repita datos, formulas y hechos. Pero no basta sólo que los sepa mecánicamente. Entre los reyes godos y los nombres de los apóstoles hay diferencia, como la hay entre los hechos de Felipe II y de Jesús.

– Cuando el catequizando es mayor, además de la cultura y de los datos, hay que poner en juego la comprensión, la asimilación y la libre aceptación. La educación no se basa en la memoria, pero la cultura sí­ se apoya en ella.

– Es desafortunado relacionar métodos memorí­sticos con catequesis tradicional y antigua y catequesis nueva con diálogos, experiencias y actitudes.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> historia, mujer, semen, protoevangelio). La Biblia en su conjunto es el libro de la memoria de las cosas que Dios ha realizado a favor de su pueblo a lo largo de la historia. En sentido general, las religiones orientales (y el platonismo) ponen de relieve la memoria de la patria originaria de la que el hombre ha descendido, cayendo en el mundo. Por el contrario, los israelitas mantienen la memoria histórica de lo que Dios ha hecho por ellos. En ese sentido, la misma Escritura es el zikkaron o recuerdo de la acción liberadora de Dios; por su parte, las fiestas (especialmente la pascua) son celebraciones del recuerdo, para conservar la memoria de lo que Dios ha hecho a favor del pueblo. La memoria del varón se transmite a través de su descendencia, de tal manera que la mujer* parece haberse convertido en un tipo de “instrumento” al servicio del recuerdo o descendencia de los varones. Pues bien, como ejemplo de memoria creyente, el Nuevo Testamento ha presentado dos veces a la Madre de Jesús que “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (cf. Lc 2,121.41-52). Así­ aparece como memoria mesiánica, al servicio de la revelación de Dios, realizando un papel esencial, conforme a la tradición israelita.

(1) El primer ejemplo de la memoria de Marí­a está vinculado a la escena del nacimiento (Lc 2,1-21). Por exigencia de la profecí­a, y cumpliendo una norma polí­tica del Imperio romano, como ciu dadano del gran imperio mundial, José lleva a Marí­a a Belén, donde nace Jesús, sin casa que le acoja, en un establo de ganado (Lc 2,1-7). Como representantes de la humanidad necesitada, de los excluidos del Imperio y la ciudad, reciben el anuncio del dichoso nacimiento salvador unos pastores del entorno, que vienen para adorar al Niño, a quien encuentran con Marí­a y José (2,15). Los pastores reconocen el signo de Dios y Marí­a lo interpreta y valora de un modo personal: “ella conservaba todas estas cosas, comparándolas [= meditándolas] en su corazón” (2,19); así­ aparece como creyente reflexiva o, mejor dicho, orante, como la primera de todos los cristianos que sabe interpretar las profecí­as y entender los signos de Dios, iniciando un camino de misterio que recorrerá después toda la Iglesia.

(2) El segundo ejemplo está vinculado a la revelación de Jesús en el templo (Lc 2,41-52). Lucas afirma con la tradición que Jesús ha nacido en Belén, pero en vez de llevarle luego a Egipto, como ha hecho Mt 2, para interpretar su vida a la luz de la persecución, el exilio y el éxodo, le hace venir con doce años al templo de Jerusalén, donde muestra su sabidurí­a especial, en el santuario del culto y la vida israelita. Para Lucas el templo es un lugar de piedad y conocimiento, que ha sido aceptado y superado por Jesús, que se “pierde” allí­, es decir, se queda dialogando con los maestros de Israel, a los doce años, como portador de una sabidurí­a más alta que nadie le ha enseñado. Marí­a, la madre, le busca y reprocha: “Hijo, ¿por qué nos han hecho esto? Mira, tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Pero Jesús responde: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabí­ais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” (Lc 2,48-49). Así­ se oponen, sin negarse, Dios (Padre supremo) y José (padre humano). Los padres de este mundo le llevan al templo para que allí­ aprenda y adore, pero es Jesús quien puede enseñar y enseña en el mismo templo a los doctores, ocupándose así­ de las cosas de su Padre. Evidentemente, Marí­a y José no entienden, pues Jesús les sobrepasa, “pero su madre mantení­a todas estas cosas en su corazón” (2,49-51). Marí­a, la madre de Jesús, aparece así­ como memoria viva del misterio mesiánico, como signo y principio de una Iglesia que se abre a la fe del recuerdo creador, superando los razonamientos de la ley de Israel y de la sabidurí­a de este mundo. Esa memoria de Jesús, que puede y debe vincularse a la memoria de la mujer de la unción (Mc 14,3-9), constituye un elemento esencial de la vida de la Iglesia.

Cf. A. Serra, Sapienza e contemplazione di Alaria secondo Lnca 2,19.51b, Marianum, Roma 1982.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Se tiene la impresión, errónea, de que la Iglesia exhorta a olvidar ias ofensas y las injusticias recibidas, a no hurgar en el pasado ni siquiera en aquellos casos en los que hubieran sido cometidas las más graves injusticias, en los que la vida de alguien hubiera sido sometida a la violencia. Desde luego, no es de sabios —como ya decí­a Pascal al amigo que lloraba la muerte de un familiar— prolongar indefinidamente los gritos del llanto y del luto: pero eso no significa que haya que olvidar, que no se puedan sentir las heridas del corazón, que no se pueda sufrir amargamente, sobre todo por quien ha sido ví­ctima de una grave injusticia. Es más, la Iglesia nos invita muchas veces a recordar, a hacer memoria, y a hacer memoria ante todo de una de las muertes más crueles y violentas —y sin duda la más injusta de todas—: la de Jesús de Nazaret. De esta muerte la Iglesia hace memoria cada dí­a en la misa, nos la pone delante en la imagen del crucifijo: al contemplar el crucifijo, vemos conmemoradas en él todas las ví­ctimas de la violencia humana, desde Abel hasta los hornos crematorios, desde las masacres de Shabra y Shatila hasta las ví­ctimas del terrorismo. La Iglesia no invita a olvidar, a hacer como si todo esto no hubiera ocurrido: al contrario, exhorta a cultivar una lúcida conciencia histórica del pasado próximo y remoto, a dar testimonio de todo lo que ha ocurrido, de todo lo que se ha sufrido, a extraer de ello lecciones permanentes para la resistencia a toda forma de violencia, mal y mentira, y a expresar este testimonio en el recuerdo de los caí­dos, en la atención a los inválidos, en el respeto y en el amor por las familias y por los hijos de las ví­ctimas. Esta memoria no es vengativa sino constructiva, estudia las causas y las razones profundas de las aberraciones de la violencia y la injusticia, para prevenirlas, desenmascararlas en esas manifestaciones que aún están presentes en medio de nosotros, a fin de impregnarlo todo —hasta los acontecimientos más trágicos— de un dinamismo serio de paz y oposición al mal.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

La reproducción de las representaciones es un proceso de la fenomenogia psicosomática; hay algunas experiencias que pueden reproducirse imágenes, representaciones) y hay otras irreproducibles (actos volitivos, sentimientos). Esta complejidad de funciones suele comunmente identificarse con la memoria, llamada también reminiscencia, imaginación, o simplemente función mnemónica. A través de interacciones psicofí­sicas, de orden cerebral o neurofisiológicas, se intenta hablar hoy de los momentos etiológicos que están en la base del fenómeno, pero también de los momentos a través de los cuales es analizado metodológicamente el fenómeno: fijación de las representaciones, conservación, evocación, reconocimiento, fenómenos todos ellos que han llevado a los estudiosos a ciertas hipótesis como el asocsiacionismo de las representaciones, el estí­mulo intercelular en que se insertan como momentos mismos de explicación. En este plano psico-fisiológico todaví­a hay muchas incertidumbres, lo mismo que en el plano filosófico, donde todaví­a se discute sobre la naturaleza de la “memoria”: reminiscencia intelectual (Platón, Plotino), facultad del compuesto humano (Aristóteles, Hegel, Bergson), factor fisiológico (positivismo, evolucionismo).
En el campo cristiano, san Agustí­n distingue tres clases de memoria: del pasado (recuerdo), del presente (memoria de sí­ mismo y de Dios) y sensorial (de las sensaciones pasadas) (De Trinitate 14, lO). Santo Tomás de Aquino sostiene una doble memoria: una, llamada también reminiscencia, conserva atemporalmente las imágenes y no es distinta del entendimiento posible, ya que “ad rationem potentiae passivae pertinet conservare sicut et recipere” (5. Th. 1, q. 79, a. 7); la segunda es una potencia sensitiva que conserva las imágenes pasadas, como una colección de imágenes sensibles relativas al pasado : lo cual recuerda la célebre teorí­a del asociacionismo en la conservación de las imágenes. Tanto el simbolismo trinitario de la concepción agustiniana como el dualismo de la visión tomista son simples teorizaciones sin comprobación cientí­fica; es decir, estamos en un plano filosófico que no puede verificarse con ninguna metodologí­a pertinente.

La memoria, en el terreno espiritual, debe considerarse como sedimentación experiencial del espí­ritu, que remite siempre a la luz; por tanto, éticamente concurre a la perfección del acto humano; en el campo de la teologí­a espiritual, la memoria va unida a la esperanza, a la prudencia y a los dones del Espí­ritu Santo. Los maestros del espí­ritu, como san Juan de la Cruz, hablan con profusión de la purificación de la memoria, para que el hombre pueda lograr una profunda experiencia de Dios, libre de los afanes de la tierra; la memoria, en san Juan de la Cruz, es algo distinto del entendimiento y de la voluntad; estamos entonces ante una concepción agustiniana llevada hasta sus últimas consecuencias. Hoy se percibe más bien la memoria como un torbellino oprimente: Falta el silencio interior para poder advertir su mido y su importancia en la Fenomenologí­a de la vida espiritual.

G. Bove

Bibl.: J. B. Metz, Memoria, en CFF, 11, 517 530; M. Fernández Manzanedo, Doctrina tomista sobre la memoria, en Revista de Filosofí­a 3 (Madrid 1960); H. Bergson, Materia y memoria, Aguilar, Madrid 1963; A. Lieury, La memoria, Herder, Barcelona 1978.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

A. NOMBRES 1. anamnesis (ajnavmnhsi”, 364), memoria (ana, arriba, o de nuevo, y B, Nº 1). Se utiliza: (a) en el mandamiento de Cristo en la institución de la Cena del Señor (Luk 22:19; 1Co 11:24,25, no “en memoria de”, sino en un afectuoso traer a la mente de la persona misma); (b) de la memoria de los pecados (Heb 10:3 “se hace memoria de los pecados”); lo que se indica, con respecto a los sacrificios bajo la ley, no es simplemente un traer a la memoria externamente, sino un despertar de la mente.¶ En la LXX, Lev 24:7; Num 10:10; Psa_38 y 70, tí­tulos.¶ 2. mneia (mneiva, 3417), denota recuerdo, mención (relacionado con mimnesko, recordar, traer a la memoria), y se usa siempre en relación con la oración, traduciénd ose “memoria” en Eph 1:16; 1Th 1:2; Flm 4, siempre precedido del verbo “hacer”; “mención” en Rom 1:9, también precedido del verbo “hacer”; en Phi 1:3; 2Th 1:3, se traduce con el verbo “acordar”, y “recordar” en 1Th 3:6: Véanse RECORDAR.¶ Cf. Nº 3. 3. mneme (mnhvmh, 3420), denota memoria (relacionado con mnaomai, véase B, Nº 1), recuerdo, mención (2Pe 1:5, “memoria”); aquí­, sin embargo, se utiliza con poieo, hacer (voz media), y algunos expositores sugieren que el significado es “hacer mención”.¶ 4. mnemosunon (mnhmovsunon, 3422), (de mnemon, atento, o, muy literalmente, “memorioso”) denota memorial, aquello que mantiene vivo el recuerdo de alguien o de algo (Mat 26:13; Mc 14.9; Act 10:4).¶ 5. jupomnesis (uJpovmnhsi”, 5280), denota un recordar a alguien, recordatorio; en 2Ti 1:5 se usa con lambano, recibir, lit.: “habiendo 0recibido un recordatorio”; RV, RVR, RVR77, Besson y VM traducen “trayendo a la memoria” (LBA: “Tengo presente la fe sincera”; NVI: “A menudo evoco el recuerdo de tu fe sincera”); en 2Pe 1:13 “amonestación”; 3.1: “exhortación”. Véanse .¶ Nota: Se ha señalado una distinción entre los Nº 1 y 5 en el sentido de que anamnesis indica un recuerdo no provocado, en tanto que jupomnesis es un recuerdo desencadenado por otro. B. Verbos 1. mimnesko (mimnhvskw, 3403), que procede de la más antigua forma mnaomai, significa, en la voz activa, recordar a alguien; en la voz media, recordar uno algo, acordarse, tener memoria de. Esta última forma se encuentra Solo en tiempo presente, en Heb 2:6 “te acuerdes”, y 13.3: “acordaos”; el tiempo perfecto en 1Co 11:2 y 2Ti 1:4 “os acordáis” y “al acordarme”, respectivamente, se usa con un significado presente. En Luk 1:54 “acordándose”; 2Pe 3:2 “para que tengáis memoria”; Jud_17 “tened memoria”; Rev 16:19 (voz pasiva), “vino en memoria”. La voz pasiva se utiliza también en Act 10:31 “han sido recordadas”. Véase RECORDAR. 2. anamimnesko (ajnamimnhvskw, 363), (ana, de vuelta, y Nº 1), significa recordar, llamar a la memoria (1Co 4:17 “os recordará”); lo mismo en 2Ti 1:6, traducido en RVR “te aconsejo” (VM: “te amonesto”; RVR77: “te recuerdo”); en la voz pasiva, acordarse, llamar a la memoria de uno mismo (Mc 11.21: “acordándose”; 14.72: “se acordó”; 2Co 7:15 “se acuerda”; Heb 10:32 “traed a la memoria”). Véanse ACONSE JAR, RECORDAR.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Si interrogásemos la Biblia acerca de la memoria del hombre, podrí­amos destacar algunas notaciones psicológicas, tales como el recuerdo de un beneficio (Gén 40,14) o el olvido de los consejos paternos (Tob 6,16), pero lo que aquí­ nos interesa es el sentido religioso de la memoria, su papel en la relación con Dios.

La Biblia habla de la memoria de Dios para con el hombre y de la memoria del hombre para con Dios. Todo recuerdo recí­proco implica acontecimientos pasados en que haya estado en relación uno con otro; y tiene por efecto, al hacer presentes estos acontecimientos, renovar esa relación. Tal es seguramente el caso entre Dios y su pueblo. La memoria bí­blica se refiere a contactos acaecidos en el pasado, en los que quedó establecida la alianza. Evocando estos hechos primordiales, refuerza la alianza; induce a vivir el “dí­a de hoy” con la intensidad de presencia que emana de la alianza. El recuerdo es aquí­ tanto más oportuno cuanto que se trata de acontecimientos privilegiados que decidí­an sobre el porvenir y lo contení­an ya anticipadamente. Sólo el fiel recuerdo del pasado puede garantizar la buena orientación del porvenir.

1. Brote del recuerdo.

a) Los hechos. El acontecimiento primero es la *creación, signo ofrecido siempre al hombre para que se acuerde de Dios (Eclo 42,15-43, 33; Rom 1,20s). El hombre mismo es más que un signo, es la *imagen de Dios; así­ puede acordarse de él. Las *alianzas sucesivas de Dios con el hombre (Noé, Abraham, Moisés, David) procedieron de la memoria de Dios: entonces se acordó y prometió acordarse (Gén 8,1; 9,15ss; Ex 2,24; 2Sa 7) para salvar (Gén 19,29; Ex 6,5). Y el acontecimiento salvador que va a orientar para siempre la memoria del pueblo de Dios es la *pascua (Os 13,4ss).

b) El recuerdo de los hechos. La memoria tiene no pocas maneras de prolongar en el presente la eficacia del pasado. En hebreo el sentido del verbo zkr en sus diversas formas da alguna idea de esto : acordarse, recordar, mencionar, pero también conservar e invocar, son otras tantas acciones que ejercen una función de las más importantes en la vida espiritual de la liturgia.

La invocación del nombre es inseparable del recuerdo de la pascua (Ex 20,2), pues revelando su nombre fue como Dios inauguró la pascua (Ex 3), y la salvación actual pedida por tal invocación (Sal 20,8) se comprende como la renovación de los prodigios antiguos (Sal 77; Jl 3). El memorial litúrgico se aplica más explí­citamente a despertar el “recuerdo de su alianza”; esta expresión, cara a la tradición sacerdotal, liga las dos_ memorias, la divina y la humana, a ritos cí­clicos (*fiestas, *sábado) o a lugares de reunión (*piedra, *altar, *arca, *tienda, *templo). La oración, fundada en los hechos salvadores, está necesariamente empapada en la *acción de gracias, tonalidad normal del recuerdo delante de Dios (Ex 15, Sal 136).

La conservación de los recuerdos está garantizada por la transmisión de la *palabra, oral o escrita (Ex 12, 25ss; 17,14), especialmente en los libros de la *ley (Ex 34,27; Dt 31, 19ss). Entonces, en el fiel, la meditación de la ley es la forma correlativa del recuerdo (Dt; Jos 1,8); esta atención vigilante abre a la *sabidurí­a (Prov 3,lss). La *obediencia a los mandamientos es en definitiva la expresión de ese recuerdo que consisteen “guardar las ví­as de Yahveh” (Sal 119; Sab 6,18; Is 26,8).

2. El drama del olvido. Pero ahí­ precisamente se muestra deficiente la memoria del hombre, al paso que Dios no olvida ni su palabra ni su nombre (Jet 1,12; Ez 20,14). A pesar de las amonestaciones del Deuteronomio (Dt 4,9; 8,11 ; 9,7): “Guárdate de olvidar a Yahveh tu Dios…, acuérdate…”, el pueblo olvida a su Dios y ahí­ está su pecado (Jue 8,34; Jer 2,13; Os 2,15)..Según la lógica del *amor, parece Dios entonces olvidar a la esposa infiel, desgracia que deberí­a inducirla a volver (Os 4,6; Miq 3,4; Jer 14,9). En efecto, toda aflicción deberí­a reanimar en el hombre el recuerdo de Dios (2Par 15,2ss: Os 2,9; 5,15). Se añade la predicación profética, que es una larga “llamada” (Miq 6,3ss; Jer 13,22-25) destinada a poner el *corazón del hombre en el estado de receptividad en que Dios puede realizar su pascua (Ez 16,63; Dt 8,2ss).

El arrepentimiento es, al mismo tiempo que recuerdo de las faltas, llamamiento a la memoria de Dios (Ez 16,61ss; Neh 1,7ss), y en el *perdón Dios, cuya memoria es la del amor, se acuerda de la alianza (IRe 21,29; Jer 31,20) y se olvida el pecado (Jer 31,34).

3. Del recuerdo a la espera. Y he aquí­ la paradoja: la pascua, ya pasada, tiene que venir todaví­a. Esta toma de conciencia hace entrar al pueblo en la escatologí­a, esa cualidad que adquiere el *tiempo cuando está tan cargado de hechos decisivos que actúa ya en él el “siglo venidero” determinando su curso. Esta percepción muy viva del futuro a través del pasado caracteriza la memoria del pueblo después del retorno del exilio; se ha operado una especie de mutación. El recuerdo se convierte en espera y la memoria desemboca en la imaginación apocalí­ptica. El caso tí­pico es el de Ezequiel (40-48) seguido por Zacarí­as, Daniel, el cuarto evangelista y el autor del Apocalipsis.

El pasado glorioso constituye, comunitariamente, en el seno de la aflicción presente, la prenda de la liberación (Is 63,15-64,11; Sal 77; 79; 80; 89). Personalmente, el *pobre, aparentemente olvidado por Dios (Sal 10,12; 13,2), debe, sin embargo, saber que está presente a su amor (ls 66,2; Sal 9,19). La *prueba vuelve a avivar la memoria (IMac 2,51; Bar 4,27), y esto para prepararla al acontecimiento nuevo (Is 43,18s).

4. De la presencia a la transparencia.

a) Cuando “Yahveh está ahí­” (E:_ 48.35; Mt 1,23), la memoria coincide con el presente y tiene lugar el *cumplimiento o realización. El recuerdo de las *promesas y de la alianza pasa al acto en el acontecimiento de Cristo que recapitula el *tiempo (2Cor 1,20; Le 1,54.72). En él se resuelve el drama de los dos olvidos mediante el retorno del hombre y el perdón de Dios (Col 3,13). La memoria del hombre, acomodada a la de Dios que está totalmente orientada hacia delante, no tiene ya que mirar al pasado, sino a la persona de Cristo (Jn 14,6s; 2Cor 5,16s). En efecto, Cristo es el *hombre definitivamente presente a Dios, y Dios definitivamente presente al hombre: la mediación psicológica y ritual de la memoria se realiza ontológicamente en Cristo sacerdote (Ef 2,18; Heb 7,25; 9,24).

b) Pero el tiempo no se ha consumado todaví­a, y la memoria -la de Dios por el Espí­ritu, la del hombre por la vida en el Espí­ritu – tiene todaví­a su función en esta nueva alianza que es la vida eterna actuando en el centro del tiempo. El *Espí­ritu “recuerda” el misterio de Cristo, no como un *libro, sino en la actualidad personal de la palabra viva: la *tradición (Jn 14,26; 16.13). El Espí­ritu realiza el misterio de Cristo en su cuerpo, no como un mero memorial, sino en la actualidad sacramental de este cuerpo a la vez resucitado y presente al mundo (Le 22,19s; 1Cor 11,24ss): la liturgia. Esta “representación” de la *pascua, al igual que en él AT, está enderezada a la acción, a la vida: la memoria cristiana consiste en “guardar las ví­as de Yahveh”, en guardar el testamento del Señor, es decir, en permanecer en el *amnor (Jn 13,34; 15.l0ss; Un 3,24). Finalmente, última acomodación de la memoria del hombre a la de Dios: cuanto más penetra el Espí­ritu en la vida de un cristiano, tanto más vigilante lo hace, tanto más atento a los “signos de los tiempos”, testigo que deja transparentarse la activa presencia del Señor y revela la aproximación de su advenimiento (Ap 3.3; Flp 3,13s: 1Tes 5,1-10).

–> Alianza – Eucaristí­a – Testimonio – Tiempo.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas