MIQUEAS

Jer 26:18 M .. profetizó en tiempo de Ezequías


Miqueas (heb. Mîkâh o Mîkâ’, probablemente “¿quién es como [semejante a]?” [Yahweh, Dios]). Profeta del tiempo de los reyes Jotam, Acaz y Ezequí­as (Mic 1:1; Jer 26:18). Fue el autor del libro que lleva su nombre. Véase Miqueas, Libro de. Miqueas, Libro de. Sexto de los así­ llamados Profetas Menores. I. Autor. El libro lleva el nombre del profeta Miqueas,* que se identifica como “de Moreset”.* II. Ambientación. Que Miqueas sólo mencione a Jotam, Acaz y Ezequí­as, reyes de Judá (Mic 1:1), implica que su ministerio estuvo confinado mayormente al reino del sur, aunque su mensaje también se aplicaba al pueblo de Samaria (v 1). Una comparación de Mic 1:1 con Isa 1:1, 6:1 y Hos 1:1 revela que inició su ministerio profético poco después del de Isaí­as y Oseas, y que fue contemporáneo de ambos por unos cuantos años. Por tanto, Miqueas desempeñó su labor entre c 739 y el 686 a.C., tal vez durante la 1a parte de ese perí­odo. Mientras Oseas llevó su mensaje casi exclusivamente al reino del norte (cf Hos 4:15;11:12) e Isaí­as al reino del sur, especialmente a Jerusalén (ls. 1:1), Miqueas se dirigió a ambos reinos. Mientras Isaí­as refleja la cultura 791de la ciudad capital, Miqueas es más un hombre del común de la gente, y simpatiza con ellos en sus sufrimientos a manos de señores y jueces opresivos. Por eso ha sido llamado el profeta de la justicia social, porque ataca los males a los cuales están expuestos los pobres por los aristócratas sin misericordia. III. Estilo literario. Combina la severidad con la ternura, el rigor con la simpatí­a, la osadí­a con el amor, la sencillez con la elegancia. Las transiciones abruptas sugieren que el libro representa una colección de mensajes dados en diversos momentos y lugares, y fueron reunidos sin la intención de combinarlos como un todo unificado. El discurso directo, particularmente las preguntas que dirige a la gente (1:5; 2:7; 4:9; 6:3, 6, 7, 10, 11), probablemente reflejan ví­vidamente los mensajes tal como fueron dados originalmente en forma oral. Con frecuencia emplea recursos literarios como la metáfora (1:6; 3:2, 3, 6; 4:6-8, 13; 6:10, 11, 14, 15) y la paronomasia, o juegos de palabras, evidentes en el hebreo, como en el uso de los nombres de lugares: Afra (1:10), Marot (v 12), Laquis (v 13), Moresetgat y Aczib (v 14) y Maresa (v 15). En 7:18 Miqueas aparentemente juega con su propio nombre. Su familiaridad con la historia está reflejada en 1:13-15; 5; 6:4, 6, 16; 7:20. IV. Tema. La influencia de Miqueas sin duda tuvo algo que ver con las profundas reformas realizadas por el rey Ezequí­as, cuyo padre Acaz llegó al punto de levantar un altar pagano en el atrio del templo; al igual que en Israel, la idolatrí­a en Judá no tení­a freno. La injusticia social, contra la que especí­ficamente habló Miqueas, fue su resultado natural. Aún los sacerdotes toleraban y apoyaban la idolatrí­a con el fin de retener su popularidad entre la gente. Los nobles y las clases sociales más altas se entregaban a una vida de lujo, y eran crueles y sin escrúpulos en su trato con las clases más pobres, a quienes oprimí­an con exacciones excesivas y privaban de sus derechos morales y legales. Pero, como ocurre con la mayorí­a de los profetas del AT, el mensaje de Miqueas tení­a un lado oscuro y otro brillante. Por un lado condenaba los pecados del pueblo y advertí­a de los resultados de persistir obstinadamente en un camino errado; por el otro, hablaba de la gloria y del gozo del reino mesiánico que se establecerí­a en los “postreros tiempos” (4:1). V. Contenido. Miqueas ataca el estado corrupto de la sociedad (Mic 1:1-3:12). La “llaga” de Judá parece “dolorosa” (“incurable”, BJ), una aparente referencia a la invasión de Senaquerib descripta en detalle en Isa_36 y 37. La dirigencia de Judá está tan sumida en la iniquidad y la opresión de sus conciudadanos que se quedan despiertos de noche inventando nuevos medios de exacción (2:1, 2). En consecuencia, Dios promete pensar “un mal” del que no podrán escapar (v 3). Miqueas hace una apelación especí­fica a los dirigentes y prí­ncipes del pueblo, quienes tienen la responsabilidad de proveer justicia para todos, pero que figuradamente estaban comiendo la carne del pueblo común, mientras los desollaban vivos (3:1-3). Los falsos profetas, los jueces deshonestos y los sacerdotes mercenarios habí­an llegado a ser la maldición de Israel (vs 5-11), y a menos que la nación se arrepintiera, Jerusalén serí­a devastada (v 12). En los cps 4:1-5:15 Miqueas da vuelta la página de la profecí­a para mostrar el glorioso futuro cuando el “monte de la casa” de Jehová, que serí­a desolado como consecuencia de los pecados del pueblo (3:12), llegarí­a ser “establecido por cabecera de montes” con gloria y honor (4:1). Israel entonces cumplirí­a su papel mesiánico al convertir a las naciones a la adoración del verdadero Dios (v 2) y, con ello, traer paz a la tierra (vs 3, 4, 7; cf 5:7, 8). El dominio que Dios habí­a planificado para su pueblo serí­a de ellos (4:8), cuando el Mesí­as viniera para gobernar a Israel (5:1-5). En el cp 6 Miqueas vuelve al “pleito de Jehová” con su pueblo (v 2), y proclama en lenguaje sencillo y claro lo que Dios requiere de ellos: hacer justicia, ser bondadosos unos con otros y ser humildes ante Dios (v 8). La cautividad y el arrepentimiento se predicen en 7:1-13, y la profecí­a se cierra con una oración en favor de la reforma y la restauración (vs 14 -20; véase CBA 4:1035-1037). Véase Profeta (II).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo Mikahay, ¿quién es como Yahvéh? Nombre de varón en el A. T. 1. Hijo de Yimlá, profeta que ejerció su ministerio en el reino de Israel, en tiempos del rey Ajab, 874-853 a. C. Le predijo a Ajab que serí­a derrotado en su campaña contra los arameos, en Ramot de Galaad, por lo que fue abofeteado y encarcelado, pero su oráculo se cumplió, Ajab murió, 1 R 22, 8-38; 2 Cro 18, 7-34. 2. Uno de los oficiales que envió el rey Josafat, con los levitas, para enseñar la Ley a todo Judá, 2 Cro 17, 7. 3. Padre de Acbor o Abdón, uno de los enviados por el rey Josí­as de Judá a consultar a la profetisa Juldá sobre el rollo de la Ley, encontrado en la reconstrucción del Templo, 2 R 22, 12; 2 Cro 34, 20.. 4. Padre de Ozí­as, uno de los jefes de la ciudad judí­a de Betulia, Jdt 6, 15. 5. Uno de los Doce Profetas menores, nacido en Moréset-Gat, al sudeste de Jerusalén. Contemporáneo de Isaí­as, ejerció su ministerio durante los reinados de Jotam, 740-736 a. C.; Ajaz, 736-716 a. C.; Ezequí­as, 716-687 a. C.; y, tal vez, también en parte del reinado de Manasés, 687-642 a. C.

El profeta M. era de origen campesino como Amós, con quien, además del lenguaje fuerte y concreto, tiene en común la manera de considerar a las capitales Samarí­a y Jerusalén como centros de iniquidad, y M. Anuncia la destrucción de ésta última. M. actuó antes y después de la caí­da de Samarí­a en manos de los asirios, en el año 721 a. C., y, tal vez, hasta la invasión de Senaquerib en el año 701 a. C.

El libro de M. no es todo de un mismo autor hay varias interpolaciones.

La mayorí­a de estudiosos concuerda en que 7 8-20 es de después del regreso del cautiverio en Babilonia, así­ como el oráculo de 2, 12-13. Los oráculos de los capí­tulos 4 y 5 pueden ser de la época del cautiverio odespués de ella. El libro de M. consta de cuatro partes: I El proceso de Israel. Amenazas y condenas, 1; 2; 3.

II Promesas a Sión 4; 5. III Nuevo proceso de Israel. Reproches y amenazas, 6; 7, 1-7. IV Esperanzas, 7, 8-20. M. denuncia los pecados religiosos y morales. Les enrostra a los jueces su venalidad y avaricia; a los sacerdotes y profetas, su codicia; la tiraní­a a los jefes amigos del soborno; denuncia a los comerciantes fraudulentos y a los ricos acaparadores; las familias fragmentadas. Es decir, todo contra el ideal de Yahvéh: †œpracticar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios†, 6, 8. Por lo tanto, Yahvéh juzgará y castigará a su pueblo, predice la ruina de Samarí­a, 1, 6-7; la de la Tierra Baja, 1, 815; y la de Jerusalén, que parará en †œun montón de ruinas†, 3, 12. Pero hay esperanza, un Resto se salvará, en Efratá nacerá el Rey que apacentará el rebaño de Yahvéh, 5, 1-5.

El profeta Jeremí­as lo cita en su discurso contra el Templo y Jerusalén, Jr 26, 18. En el N. T., su texto mesiánico, Mt 2, 6; Jn 7, 42.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Forma acortada del nombre Micaí­as, o Miguel, que significa †œ¿Quién es como Jehovah?†
1. Un efrateo (Jueces 17—18, Micaí­as en la RVA).
2. Un rubenita (1Ch 5:5, Micaí­as en la RVA).
3. Un nieto de Jonatán (1Ch 8:34; 1Ch 9:40, Micaí­as en la RVA).
4. Un levita (1Ch 23:20, Micaí­as en la RVA).
5. El padre de Abdón (2Ch 34:20, Micaí­as en la RVA); llamado Acbor hijo de Micaí­as en 2Ki 22:12.
6. El profeta canónico Miqueas de Moréset (Mic 1:1; Jer 26:18).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(¿Quién como Jehová?). Profeta judí­o que desarrolló su ministerio en tiempos de los reyes †¢Jotam, †¢Acaz y †¢Ezequí­as. Fue contemporáneo de Isaí­as y Oseas. Pero mientras Isaí­as era de noble familia,M. era un hombre humilde del campo, como †¢Amós. Era nativo de †¢Moreset, o Moreset-gat, cerca de †¢Laquis, una comunidad muy pequeña. Aunque su predicación anunciaba juicio contra Jerusalén, el resultado fue favorable, porque el rey Ezequí­as le puso atención y decidió auspiciar el avivamiento de su época, lo cual hizo que la destrucción de la ciudad se pospusiera unos cien años. Así­ lo atestiguan los ancianos que defendieron a Jeremí­as cuando lo iban a matar, diciendo: †œMiqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequí­as… Así­ ha dicho Jehová de los Ejércitos: Sion será arada como campo… ¿Acaso lo mataron Ezequí­as rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que habí­a hablado contra ellos?† (Jer 26:16-19). Su libro es uno de los llamados profetas menores. †¢Miqueas, Libro de.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF HOMB HOAT

vet, = “¿Quién como Jehová?” Profeta y autor del Libro de Miqueas. Aparentemente originario de Moreset-gat (Mi. 1:14), indudablemente en Judá, no lejos de Gat, la ciudad filistea de la que dependió el pueblo natal de Miqueas durante un cierto tiempo. Profetizó durante los reinados de Jotam, Acaz y Ezequí­as (Mi. 1:1; Jer. 26:18); inició su carrera poco después de Oseas e Isaí­as, contemporáneos suyos (Mi. 1:1; cfr. Is. 1:1; Os. 1:1). Miqueas, más próximo a Isaí­as, trata los mismos grandes temas que él, como acertadamente señaló Calvino.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[013]
Uno de los 12 profetas del Antiguo Testamento llamados Menores. Escribió su libro de forma muy breve. Miqueas vivió en el siglo VIII a.C. tal vez entre el 738 y el 693, al tiempo que Isaí­as. Comenzó a profetizar antes de la caí­da de Samaria en el 721 a.C.

El libro muy breve anuncia el triunfo final del pueblo elegido, a pesar del castigo inmediato que se avecina.

(Ver Profetas 5.2.3.)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Este libro figura en el canon entre los doce profetas menores. Contiene probablemente partes que proceden de épocas muy diversas. El núcleo básico lo constituyen las palabras del profeta Miqueas, del siglo Vlll, con sucesivas reelaboraciones en el perí­odo del destierro. Sobre la persona de Miqueas nos da noticias sobre todo el tí­tulo (1 , 1), que lo presenta como un conten-lporáneo algo más joven que Isaí­as, y del reino de Judá como él. A comienzos de su actividad, por el 740-736, todaví­a existí­a el reino del norte: Miqueas conoció su lenta agoní­a, sufrió por la toma de Samarí­a y por la deportación de sus habitantes (721); conoció también la invasión de Senaquerib sobre Judea. En su mensaje se van alternando los reproches (1 -3; 6-7: procesos a Israel) y los anuncios de salvación (cc. 4-5: promesas a Sión). Los primeros atacan la idolatrí­a, la avaricia y la codicia de los ricos, la corrupción en la administración pública. Se acusa a todas las categorí­as sociales, ya que todas ellas actúan contra la orden del Señor de cumplir la justicia (6,8), De aquí­ el anuncio del castigo. Pero en una situación tan amenazadora surgen los oráculos de esperanza, que culminan en los cc. 4-5 con la confirmación de la doctrina del “resto” (.7, Amós) .1 con el anuncio del nacimiento del Mésí­as daví­dico en Belén (5,1-5).

G. Lorusso

Bibl.: L, Alonso Schokel – J L. Sicre. Profétas. 11, Cristiandad, Madrid 1980, 10331072; N. Flanagan, Amós, Oseas y Miqueas, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao y Santander 1969; J. L. Sicre, Profetismo en Israel, Verbo Divino. Estella 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. El profeta. II. El libro.

I. EL PROFETA. Miqueas, en hebreo Mikah (forma abreviada de Mikahay, Mikayahu, “¿quién es como Yhwh?”), uno de los doce profetas menores, natural de Moréset (o Moréset-Gat), la actual Tell el-Giudeideh, a 35 km al sudoeste de Jerusalén, fue contemporáneo del profeta Isaí­as; en efecto, ejerció su misión durante los reinados de Ezequí­as, rey de Judá (716-687), de Jotán (740-736) y de Acaz (736-716), actuando quizá también durante parte del reinado de Manasés (687-642). En el libro de Jeremí­as, en un pasaje fechado el año 609 a.C., leemos: “Miqueas de Mirasti, que profetizaba en tiempos de Ezequí­as, rey de Judá, dijo también a todo el pueblo de Judá…” (Jer 26:17-18). De esta cita se deduce que estaba ya en circulación una profecí­a que leemos en Miq 3:12, y que era bien conocido el hecho de que Miqueas de Moréset habí­a actuado como profeta bajo el reinado de Ezequí­as.

El profeta procedí­a del campo, como Amós, lo cual contribuye quizá a explicar el motivo de que vea en las capitales Samaria y Jerusalén dos centros de iniquidad, prediciendo la destrucción de Jerusalén, mientras que su contemporáneo (pero hombre de ciudad) Isaí­as da un juicio distinto de ellas (Isa 1:26). Quizá su resentimiento contra Jerusalén resulte más comprensible si se tiene presente que la región de donde procedí­a fue la primera en sufrir las consecuencias de la alocada polí­tica de la capital, pues fue invadida en el 701 por el rey asirio Senaquerib, que llegó a saquear hasta cuarenta pequeñas ciudades.

II. EL LIBRO. Desde el punto de vista literario, el libro se presenta como una recopilación pues parece que algunos pasajes se pueden reconocer como del profeta, mientras que otros son dudosos y otros ciertamente posteriores. La mayor parte del texto de la primera parte se reconoce como auténtica del profeta. Dado que la segunda parte está formada por textos que se siguen sin ningún ví­nculo lógico aparente, se discute su atribución al profeta. La tercera parte es considerada generalmente como auténtica. Las objeciones de algunos crí­ticos proceden especialmente de la claridad con que el texto habla de una esperanza en la salvación cercana, lo cual se juzga más adecuado al perí­odo posexí­lico.

La primera parte (cc. 1-3) es un elocuente mensaje social, muy amargo por las reflexiones que ocupan la mente de Miqueas, testigo de la realidad cotidiana que se vive en los dos reinos de Judá y de Israel. El profeta ve en los jefes, en los profetas (falsos) y en los sacerdotes infieles a los responsables de las injusticias sociales (opresión de los débiles, hurtos de las propiedades de tierras), mientras que ellos ni siquiera quieren reconocer las injusticias cometidas. Miqueas acude para ello a unas palabras memorables: “Odiáis el bien y amáis el mal… Devoráis la carne de mi pueblo, desolláis su piel, quebrantáis sus huesos, le hacéis trozos como carne en la olla… Luego clamarán al Señor, pero él no les responderá” (3,2-4).

La segunda parte (cc. 4-5) es una colección de oráculos proyectados todos ellos hacia el futuro; constituye uno de los textos literariamente más delicados y profundos de las páginas de los profetas: “Sucederá en el futuro…” que el monte de Sión constituirá la meta de los pueblos; a él se volverán las naciones, “pues la ley saldrá de Sión y la palabra de Dios de Jerusalén”, las espadas se transformarán en azadas, los pueblos caminarán en nombre del Señor y la paz reinará por doquier: el Señor recogerá a los que cojean y a todos los que hasta entonces habí­a “maltratado”; Jerusalén alcanzará la soberaní­a de los tiempos antiguos y la realeza. Estos acentos serenos quedan interrumpidos por un triste recuerdo del destierro, de las humillaciones y sufrimientos, a las que pone fin, sin embargo, la reivindicación de Israel. En este contexto leemos algunos pasajes memorables, que consideran mesiánicos los hagiógrafos del NT: “Y tú, Belén, Efrata, la más pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de reinar en Israel. Sus orí­genes vienen de antiguo…” (5,1), oráculo que el evangelista Mateo dice cumplido con el nacimiento de Jesús en Belén. La continuación del mismo capí­tulo 5 tiene un claro sentido mesiánico (liberación de los opresores, alejamiento de toda forma de idolatrí­a y de soberbia humana): la persona percibida por el profeta “extenderá su poder hasta los confines de la tierra. El mismo será la paz” (5,3-4).

La tercera parte (cc. 6-7) comienza con una apasionada requisitoria de Yhwh contra Israel. Fue acogida en parte y desarrollada también en la liturgia latina. Las estrofas comienzan dirigiéndose expresamente al pueblo: “Escuchad… Escuchad, montes… Pueblo mí­o, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? Respóndeme… Pueblo mí­o, recuerda… Acuérdate…” (6,1-5). Vienen luego seis versí­culos, en donde el profeta desarrolla las preguntas anteriores en forma de “proceso”, subrayando con una intensidad conmovedora cuán profundo, í­ntimo y personal es su concepto de la religión (6,6-12); en esta misma lí­nea de una religión vinculada a la justicia social, véase además, por ejemplo: Isa 1:10-16; Isa 58:1-8; Sal 50:1-15; Sal 51:18-19).

La última parte no es menos apasionada: el profeta recalca el estado de confusión moral en que ha caí­do el pueblo (,7); pero concluye con la promesa de exaltación de Sión por encima de todo el mundo pagano, en forma de una lamentación individual (Sal 6:8-10), de una profecí­a (Sal 6:11-13) y de una oración por la restauración, que termina con la certeza del perdón divino: “Volverá a compadecerse de nosotros, pisoteará nuestros pecados…” (Sal 7:19).

BIBL.: ALONSO SCHÖKEL L.-SICRE DIAZ J.L., Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1033-1072; BERNINI G., Osea, Michea, Nahum, Abacuc, Ed. Paoline, Roma 19833; DEISSLER A.-DELCOR M., Les petits Prophétes, Parí­s 1964; ELLICER K., Das Buch der zwdlf kleinen Propheten, Gotinga 19645; RINALDI G.-LUCIANI F., 1 Profeti minori III. Michea, Nahum, Abacuc, Sofonia, Aggeo, Zaccaria, Malachia, Marietti, Turí­n 1969; WOLFF H.W., Dodekapropheton: Micha, Neukirchen 1980.

L. Moraldi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

(forma abreviada de Miguel o Micaya).

1. Hombre de Efraí­n. En violación del octavo de los Diez Mandamientos (Ex 20:15), Miqueas le quitó a su madre 1.100 piezas de plata. Cuando lo confesó y las devolvió, ella dijo: †œSin falta tengo que santificar la plata a Jehová de mi mano por mi hijo, para hacer una imagen tallada y una estatua fundida; y ahora te la devolver醝. Luego llevó 200 piezas de plata a un platero, quien hizo una †œimagen tallada y una estatua fundida† que después estuvo en la casa de Miqueas. Este tení­a una †œcasa de dioses†, hizo un efod y un terafim, y autorizó a uno de sus hijos para que actuara como sacerdote a su favor. Aunque todo esto se hizo con la intención de honrar a Jehová, fue un grave error, pues violó el mandamiento que prohibí­a la idolatrí­a (Ex 20:4-6) y pasó por alto el tabernáculo y el sacerdocio de Jehová. (Jue 17:1-6; Dt 12:1-14.) Tiempo después Miqueas llevó a su casa a Jonatán, un descendiente de Guersom, el hijo de Moisés, y contrató a este joven levita como su sacerdote. (Jue 18:4, 30.) Sintiéndose satisfecho por ello, aunque equivocadamente, Miqueas entonces dijo: †œAhora sí­ sé que Jehová me hará bien†. (Jue 17:7-13.) Pero Jonatán no era del linaje de Aarón, así­ que ni siquiera satisfací­a los requisitos para ser sacerdote, lo que solo aumentó el error de Miqueas. (Nú 3:10.)
En aquellos dí­as, los danitas, que buscaban un territorio en el que morar, enviaron cinco espí­as a Efraí­n, †œhasta la casa de Miqueas, y consiguieron pasar la noche allí­†. Mientras estaban cerca de la casa de Miqueas, reconocieron la voz de Jonatán, averiguaron qué hací­a en aquel lugar y le pidieron que inquiriese de Dios para saber si tendrí­an éxito. El sacerdote les dijo: †œVayan en paz. Delante de Jehová está su camino en que van†. (Jue 18:1-6.) Después espiaron Lais y volvieron para comunicar a sus hermanos lo que vieron. Luego, los cinco espí­as y seiscientos hombres de Dan, ceñidos con armas de guerra, se dirigieron hacia aquella ciudad. En el camino, según pasaban por la casa de Miqueas, los espí­as hablaron a sus hermanos de los objetos religiosos que aquel hombre tení­a y propusieron tomarlos. No solo los tomaron, sino que también convencieron al levita de que serí­a mejor para él ser sacerdote de una tribu y familia de Israel que serlo solo de un hombre. De modo que se lo llevaron a él, el efod, el terafim y la imagen tallada, y prosiguieron su camino. (Jue 18:7-21.)
Poco después, Miqueas persiguió a los danitas acompañado de una partida de hombres. Una vez los hubo alcanzado, los hombres de Dan le preguntaron qué pasaba, a lo que Miqueas respondió: †œMis dioses que yo hice, ustedes los han tomado, al sacerdote también, y ustedes se van, ¿y qué me queda ya?†. Ante eso, los hijos de Dan le advirtieron que podí­an volverse contra él si continuaba siguiéndoles y dando voces. Como Miqueas vio que los danitas eran mucho más fuertes que su grupo, regresó a su casa. (Jue 18:22-26.) Posteriormente los danitas derribaron y quemaron Lais, y sobre su ubicación edificaron la ciudad de Dan. Jonatán y sus hijos fueron sacerdotes de los danitas, que †œmantuvieron erigida para sí­ la imagen tallada de Miqueas, que él habí­a hecho, todos los dí­as que la casa del Dios verdadero [el tabernáculo] continuó en Siló†. (Jue 18:27-31.)

2. Levita de la familia qohatita de Uziel, de la que él era cabeza y su hermano Isí­as el segundo cuando David distribuyó las asignaciones de servicio levitas. (1Cr 23:6, 12, 20; 24:24, 25.)

3. Descendiente del rey Saúl. Era hijo de Merib-baal (Mefibóset), el hijo de Jonatán. También se le llama Micá. (1Cr 8:33-35; 9:39-41; 2Sa 9:12.)

4. Rubenita que fue hijo de Simeí­ y padre de Reayá. Su descendiente Beerah fue un principal de la tribu de Rubén, y fue llevado al destierro por el rey de Asiria Tilgat-pilnéser (Tiglat-piléser III). (1Cr 5:1, 3-6; 2Re 15:29.)

5. Padre de Abdón (Acbor). También se le llama Micaya, que es su nombre sin abreviar. (2Cr 34:20; 2Re 22:12.)

6. Levita descendiente de Asaf. (Ne 11:15, 17.) También se le llama Micá y Micaya. (1Cr 9:15; Ne 11:22; 12:35.)

7. Escritor del libro bí­blico que lleva su nombre y profeta de Jehová durante los reinados de Jotán, Acaz y Ezequí­as de Judá (777-717 a. E.C.). Fue contemporáneo de los profetas Oseas e Isaí­as, pero no se sabe con certeza cuánto tiempo profetizó. Parece ser que terminó de profetizar a finales del reinado de Ezequí­as, cuando se terminó la escritura del libro que lleva el nombre del profeta. (Miq 1:1; Os 1:1; Isa 1:1.)
Miqueas era natural de la aldea de Moréset, al SO. de Jerusalén. (Jer 26:18.) Por residir en la fértil Sefelá, conocí­a bien la vida rural, en la que se inspiró para sus elocuentes ilustraciones. (Miq 2:12; 4:12, 13; 7:1, 4, 14.) Profetizó durante tiempos turbulentos en que la adoración falsa y la corrupción moral florecí­an en Israel y Judá, y también cuando el rey Ezequí­as empezó reformas religiosas. (2Re 15:32–20:21; 2Cr 27–32.) Con buena razón, †œla palabra de Jehová que le ocurrió a Miqueas† advirtió que Dios harí­a de Samaria †œun montón de ruinas del campo† y se profetizó que †˜Sión serí­a arada como un simple campo, y Jerusalén misma llegarí­a a ser simples montones de ruinas†™. (Miq 1:1, 6; 3:12.) Aunque la devastación de Judá y Jerusalén en 607 a. E.C. aconteció muchos años después de los dí­as de Miqueas, probablemente vivió para ver la predicha destrucción de Samaria, en 740 a. E.C. (2Re 25:1-21; 17:5, 6.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Mi 1-7
Sumario: 1. El profeta. II. El libro.

1. EL PROFETA.
Miqueas, en hebreo Mí­kah (forma abreviada de Mí­kahay, Mikayahu, †œquién es como Yhwh?†), uno de los doce profetas menores, natural de Moréset (o Moréset-Gat), la actual TelI el-Giudeideh, a 35 km al sudoeste de Jerusalén, fue contemporáneo del profeta Isaí­as; en efecto, ejerció su misión durante los reinados de Eze-quí­as, rey de Judá (716-687), de Jotán (740-736) y de Acaz (736-716), actuando quizá también durante parte del reinado de Manases (687-642). En el libro de Jeremí­as, en un pasaje fechado el año 609 a.C, leemos: †œMiqueas de Mirasti, que profetizaba en tiempos de Ezequí­as, rey de Judá, dijo también a todo el pueblo de Judá…† (Jr26,17-18). De esta cita se deduce que estaba ya en circulación una profecí­a que leemos en Miq 3,12, y que era bien conocido el hecho de que Miqueas de Moréset habí­a actuado como profeta bajo el reinado de Ezequí­as.
El profeta procedí­a del campo, como Amos, lo cual contribuye quizá a explicar el motivo de que vea en las capitales Samarí­a y Jerusalén dos centros de iniquidad, prediciendo la destrucción de Jerusalén, mientras que su contemporáneo (pero hombre de ciudad) Isaí­as daunjuicio distinto de ellas (Is 1,26). Quizá su resentimiento contra Jerusalén resulte más comprensible si se tiene presente que la región de donde procedí­a fue la primera en sufrir las consecuencias de la alocada polí­tica de la capital, pues fue invadida en el 701 por el rey asirio Senaquerib, que llegó a saquear hasta cuarenta pequeñas ciudades.

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II. EL LIBRO.
Desde el punto de vista literario, el libro se presenta como una recopilación pues parece que algunos pasajes se pueden reconocer como del profeta, mientras que otros son dudosos y otros ciertamente posteriores. La mayor parte del texto de la primera parte se reconoce como auténtica del profeta. Dado que la segunda parte está formada por textos que se siguen sin ningún ví­nculo lógico aparente, se discute su atribución al profeta. La tercera parte es considerada generalmente como auténtica. Las objeciones de algunos crí­ticos proceden especialmente de la claridad con que el texto habla de una esperanza en la salvación cercana, lo cual se juzga más adecuado al perí­odo posexí­lico.
La primera parte (cc. 1-3) es un elocuente mensaje social, muy amargo por las reflexiones que ocupan la mente de Miqueas, testigo de la realidad cotidiana que se vive en los dos reinos de Judá y de Israel. El profeta ve en los jefes, en los profetas (falsos) y en los sacerdotes infieles a los responsables de las injusticias sociales (opresión de los débiles, hurtos de las propiedades de tierras), mientras que ellos ni siquiera quieren reconocer las injusticias cometidas. Miqueas acude para ello a unas palabras memorables: †œOdiáis el bien y amáis el mal… Devoráis la carne de mi pueblo, desolláis su piel, quebrantáis sus huesos, le hacéis trozos como carne en la olla… Luego clamarán al Señor, pero él no les responderᆝ (3,2-4).
La segunda parte (cc. 4-5) es una colección de oráculos proyectados todos ellos hacia el futuro; constituye uno de los textos literariamente más delicados y profundos de las páginas de los profetas:
†œSucederá en el futuro…† que el monte de Sión constituirá la meta de los pueblos; a él se volverán las naciones, †œpues la ley saldrá de Sión y la palabra de Dios de Jerusalén†, las espadas se transformarán en azadas, los pueblos caminarán en nombre del Señor y la paz reinará por doquier: el Señor recogerá a los que cojean y a todos los que hasta entonces habí­a †œmaltratado†; Jerusalén alcanzará la soberaní­a de los tiempos antiguos y la realeza. Estos acentos serenos quedan interrumpidos por un triste recuerdo del destierro, de las humillaciones y sufrimientos, a las que pone fin, sin embargo, la reivindicación de Israel. En este contexto leemos algunos pasajes memorables, que consideran me-siánicos los hagiógrafos del NT: †œY tú, Belén, Efrata, la más pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de reinar en Israel. Sus orí­genes vienen de antiguo…† (5,1), oráculo que el evangelista Mateo dice cumplido con el nacimiento de Jesús en Belén. La continuación del mismo capí­tulo 5 tiene un claro sentido me-siánico (liberación de los opresores, alejamiento de toda forma de idolatrí­a y de soberbia humana): la persona percibida por el profeta †œextenderá su poder hasta los confines de la tierra. El mismo será la paz† (5,3-4).
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La tercera parte (cc. 6-7) comienza con una apasionada requisitoria de Yhwh contra Israel. Fue acogida en parte y desarrollada también en la liturgia latina. Las estrofas comienzan dirigiéndose expresamente al pueblo: †œEscuchad… Escuchad, montes… Pueblo mí­o, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? Respóndeme… Pueblo mí­o, recuerda… Acuérdate.. †œ(6,1-5). Vienen luego seis versí­culos, en donde el profeta desarrolla las preguntas anteriores en forma de †œproceso†, subrayando con una intensidad conmovedora cuan profundo, í­ntimo y personal es su concepto de la religión (6,6-12); en esta misma lí­nea de una religión vinculada a la justicia social, véase además, por ejemplo: lsl,10-16; 58,1-8; Ps 50,1-15; 51,18-19).
La última parte no es menos apasionada: el profeta recalca el estado de confusión moral en que ha caí­do el pueblo (6,16-7,7); pero concluye con la promesa de exaltación de Sión por encima de todo el mundo pagano, en forma de una lamentación individual (6,8-10), de una profecí­a (6,11-13) y de una oración por la restauración, que termina con la certeza del perdón divino: †œVolverá a compadecerse de nosotros, pisoteará nuestros pecados…† (7,19).
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BIBL.: Alonso SchOkel L.-Sicre Dí­az J.L., Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1033-1 072; Bernini G.,
Osea, Michea, Nahum, Aba-cuc, Ed. Paoline, Roma 19833; DeisslerA.-Delcor M., Les petits Prophétes,
Parí­s 1964; Elliger K., Das Buch derzwolfkleinen Pro-pheten, Gotinga 19645; Rinaldi G.-Luciani F., /
Profeti minori III. Michea, Nahum, Abacuc, Sofonia, Aggeo, Zacearí­a, Malachia, Marietti, Turí­n 1969; Wolff
H.W., Dodekapropheton: Micha, Neukirchen 1980.
L. Moraldi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

EL HOMBRE MIQUEAS

A diferencia de Isaí­as, de Jeremí­as y de Ezequiel, Miqueas no describe su llamamiento inicial al ministerio (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 6; Jer. 1; Eze. 2). La introducción del libro (1:1), sin embargo, declara que †œla palabra de Jehovah† vino a él en †œvisión† (eso es, vista y/u oí­do sobrenaturales), convirtiéndolo a él en mensajero del Señor (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 21:10). En su libro el Dios invisible se vuelve audible.
Miqueas vino de Moréset-gat (1:1, 14), la moderna Tell el-Judeidah, un montí­culo algo imponente que se eleva a 400 m.m. Metro (1.240 pies) sobre el nivel del mar en las estribaciones del sudoeste de Judea. Daba a la ondulante planicie costera al occidente, salpicada de ciudades fortificadas. A unos 35 km.km. Kilómetro(s) (22 millas) al sureste de Jerusalén, estaba conectada con una red de fortificaciones levantadas a lo largo de la orilla oriental de la falda de las colinas. Estas fortificaciones protegí­an a Jerusalén (en el espinazo de la cordillera central de Ju dea) de los ataques lanzados por invasores del camino costero que conectaba a Egipto y Mesopotamia.
Su nombre significa †œ¿Quién es como Jehovah?†. Con su nombre sus padres celebraban lo incomparable del Dios de Israel. Miqueas añadí­a al lustre de Dios asociando este nombre con su incomparable perdón y fidelidad (7:18–20), el tema del libro de Miqueas.

SU MENSAJE

La irregularidad de estilo del libro se debe a la compilación de oráculos independientes previos en un todo coherente. Esas profecí­as originalmente aisladas varí­an en forma, pero en general pueden ser clasificadas como oráculos de juicio y de esperanza. Miqueas las arregló en tres series (caps. 1, 2, 3–5, 6, 7), y las inició con el imperativo que se traduce como †œoí­d† (1:2; 6:1) o †œescuchad† (3:1), y moviéndose del juicio a la esperanza. Los oráculos de esperanza, todos los cuales se refieren al remanente (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:12, 13; 4:6, 7; 5:6, 7; 7:18), se comparan con los temas de juicio y así­ resuelven la crisis. Los austeros mensajes de juicio de Mi queas se apoyan en las elevadas leyes éticas del pacto de Dios entregado en el Sinaí­ (6:1–8); sus mensajes consoladores de esperanza se apoyan en el invariable pacto de Dios con los antepasados de Israel (7:20).
En la primera serie Israel es enviado al exilio y su tierra santa es dislocada por causa de su pecado (1:2–2:11). El Señor, sin embargo, promete reunir a su remanente escogido en Jerusalén para sobrevivir el asedio asirio y para llegar a ser su rey (2:12, 13). En la segunda serie, después del desmantelamiento de Jerusalén por su liderazgo fracasado (3:1–12), el Señor exaltará a Jerusalén muy por encima de las naciones (4:1–5), y allí­ reunirá de nuevo al afligido remanente, el que restaurará el dominio de Dios sobre la tierra (4:6–8). Esa profecí­a encuentra cumplimiento hoy en Jesucristo, quien gobierna corazones humanos desde el monte Sion celestial (Hech. 2:32–36; Heb. 12:22). Además, en el tiempo de Miqueas Israel era afligido por naciones invasoras y no podí­a salvarse a sí­ mismo (4:9–5:1), pero Dios prometió el nacimiento y el reinado del Mesí­as, el que volverí­a a reunir al depurado remanente y lo dirigirí­a a la victoria (5:2–15). Esto también se cumplió en la iglesia de Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Cor. 2:14–16). En la tercera serie, de la nación espiritualmente depravada (6:1–6) y en proceso de desintegración (7:1–7), un remanente elegido del pueblo escogido serí­a perdonado y salvado por Dios (7:8–20). Ese remanente ahora cons tituye una parte de la iglesia de Cristo (Rom. 11). No importa lo sucio y harapiento que se vuelva el mundo, prevalecerán los propósitos de Dios de triunfar sobre Satanás y sus esbirros (Rom. 16:20).
En sus oráculos de juicio Miqueas no vuelve atrás en su siempre impopular mensaje de que la paga del pecado es muerte. El simpatizaba intensamente con la clase media de Judá, que era oprimida por la clase alta de Jerusalén (2:1–5, 8, 9). Los terratenientes ricos eran defendidos por magistrados corruptos (3:1–4) y alentados por profetas (2:6–11; 3:5–8) y sacerdotes (3:11) oportunistas. Miqueas, sin embargo, lleno del Espí­ritu de justicia, no podí­a ser comprado (3:8). El no era un poeta moralizador, sino un reformador dinámico que llamaba a la nación a volver a su herencia espiritual (3:8; cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 26:18).

TRASFONDO HISTORICO

Muchos comentaristas atribuyen la mayor parte de los caps. 1–3 a Miqueas y al resto a sucesores anónimos durante los perí­odos de exilio y posexilio. La inspirada introducción (1:1), sin embargo, identifica a Miqueas como el autor de todas las profecí­as del libro. El comentario editorial en 3:1 sugiere que Miqueas mismo editó el libro. Ningún dato lingüí­stico o histórico refuta la propia declaración del libro.
Miqueas profetizó desde el tiempo de Joram (740–732 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) hasta el de Ezequí­as (715–686), un perí­odo cuando el imperio neoasirio estaba ascendiendo al poder (ver la gráfica en la pág. 656). Tiglat-pileser III, el determinado rey asirio (744–727), lanzó a Asiria en una ambiciosa polí­tica de expansión imperial. Asaltó la llanura costera de Israel en 734 y anexó el norte de Israel en 733 (2 Rey. 16; 2 Crón. 28; Isa. 7, 8). Salmanasar V (726–722) atacó a Samaria de 725 a 722, y ésta cayó ante Sargón II (721–705; 1:2–7; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 17). Rebe liones periódicas de las naciones en Siria-Palestina contra los tributos imperiales asirios impuestos sobre ellos las mantení­an en constante temor de represalias de Asiria. Los invencibles y crueles asirios invadieron la zona en 721–720 y de 714 a 701. La última resultó más devastadora para Judá. Senaquerib (704–681) se apoderó de todas las fortificaciones en las faldas de las colinas de Judea. Sólo Jerusalén sobrevivió milagrosamente (1:8–16; 2:12, 13; 2 Rey. 18–20; 2 Crón. 32; Isa. 36–39) porque Ezequí­as se arrepintió en respuesta a la predicación de Miqueas (Jer. 26:18).
El lenguaje de Miqueas, aunque derivado de su trasfondo histórico, es poético y abstracto, de manera que el pueblo de Dios bajo circunstancias simi lares pudiera identificarse con sus mensajes.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1 Encabezamiento

1:2—2:13 Primera serie de profecí­as: Dios reúne el remanente escogido en Jerusalén
1:2-16 Dios castiga a Samaria y a Judá
2:1-11 Ay sobre los opresores
2:12, 13 Dios preserva a un remanente en Sion

3:1—5:15 Segunda serie de profecí­as: Dios restaura el antiguo dominio de Jerusalén al remanente purificado
3:1-12 Caí­da de la antigua Jerusalén y de sus lí­deres corruptos
4:1-8 La nueva Jerusalén exaltada sobre las naciones
4:9-13 Los dolores presentes de Sion darán a luz una nueva era
5:1-6 El nacimiento y exaltación del Mesí­as
5:7-9 El remanente gobierna a las naciones
5:10-15 Dios protege su reino purificado

6:1—7:20 Tercera serie de profecí­as: Dios perdona al remanente de su pueblo pecaminoso
6:1-8 Israel acusado de romper el pacto
6:9-16 Las maldiciones del pacto cumplidas sobre Jerusalén
7:1-7 Las estructuras sociales de Jerusalén se deshacen
7:8-20 Canto de victoria: ¿Quién como el Dios perdonador del remanente?
Comentario

1:1 ENCABEZAMIENTO
Para más detalles acerca de Miqueas, su mensaje y su escenario histórico, ver la Introducción.
1:2-2:13 PRIMERA SERIE DE PROFECIAS: DIOS REUNE EL REMANENTE ESCOGIDO EN JERUSALEN

1:2-16 Dios castiga a Samaria y a Judá

Aquí­ se han unido dos oráculos de juicio contra Samaria (2–7) y Judá (8–16). Nótese por tanto en el v. 8: la caí­da de la primera señala a la caí­da del último. La paga del pecado es muerte, y la recompensa de la justicia es vida (Rom. 6:23; Gál. 6:7–10). 1:2–7 Dios desciende del cielo a la tierra para arrasar a Samaria. El oráculo consiste de cuatro partes: un discurso a las naciones para escuchar el testimonio de Dios contra ellos (2); el Señor desciende desde su palacio celestial (3) para convulsionar la tierra (4); Samaria y Judá son acusados de romper el pacto de Dios (5); y Dios sentencia a Samaria a la aniquilación (6, 7).
2 Miqueas pronunció este oráculo contra Samaria y Jerusalén antes de 722 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, cuando cayó Samaria. El convoca a los pueblos todos como acusados a un juicio (el Señor †¦ sea testigo contra vosotros).
3, 4 Miqueas ve detrás de las tropas asirias la venida de Jehovah desde su santo templo. Bajo el calor de su ira resplandeciente y de sus fuertes pisadas las resistentes montañas se derretirán y correrán como cera caliente. Las montañas de Israel eran crí­ticas para la defensa de la tierra. El que controlara esas alturas controlarí­a la tierra. Se hendirán sus fértiles valles como las aguas arrojadas por una pendiente. El descenso punitivo de Dios (4) está ligado con el arrasamiento de Samaria (6, 7) por la misma palabra heb. traducida arrojadas en el v. 4 y rodar en el v. 6, y como fuego (4, 7). 5 Esta visitación es por la transgresión de Jacob (eso es, el reino del norte) y por los pecados de la casa de Israel (eso es, el reino del sur). El reino del sur se llama †œla casa de Israel† porque Jerusalén, no Samaria, representaba a la nación. Los lí­deres en las dos capitales de Samaria y Jerusalén son responsables principalmente de este quebrantamiento del pacto.
6, 7 Pues muestra que la sentencia, dada por Dios mismo, va de acuerdo con la acusación. El convertirá a Samaria en un montón de ruinas; hará ro dar sus piedras magní­ficamente labradas por la pendiente de la acrópolis de la capital (ver v. 4). Sus í­dolos en los que ella confiaba de hecho le traerán su destrucción. El oro y la plata de esos í­do los, reunidos de los obsequios de prostitutas (del templo) volverán a ser usados por los conquistadores asirios para contratar a las prostitutas del templo en su capital, Ní­nive. Esta conducta deplorable de gente depravada demanda el fuego purificador de Dios.
1:8–16 Miqueas lamenta el exilio de Judá. 8, 9 Por tanto liga el juicio de Samaria con el de Judá; los dos han pecado (5), y por tanto los dos deben ser castigados. Miqueas introduce su oráculo de jui cio por medio de dramatizar tristemente a los exiliados que lamentarán y gemirán y andarán descalzos y desnudos hacia la cautividad (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 20:2–4). Detrás de la llaga †¦ incurable causada por los asirios, Miqueas ve de nuevo la mano de Dios. El ha llegado hasta Judá; ha alcanzado hasta la puerta †¦ hasta Jerusalén, pero la capital misma es librada.
10–15 Miqueas predice la caí­da de los pueblos de Judá por medio de un juego de palabras en sus nombres que se convierte en un presagio de su destrucción. Todos los pueblos identificables están dentro de un radio de 14 km.km. Kilómetro(s) (9 millas) de la ciudad de Miqueas y eran visibles desde allí­, pero muchos de ellos no pueden ser identificados hoy en dí­a. Miqueas hace un uso elaborado de juegos de palabras en cada uno de los nombres mencionados. Por ejemplo, Bet-le-ofra (10), que significa †œcasa de polvo†, se resume en revuélcate en el polvo, que simboliza su abyecta y humillante derrota (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 3:14; Sal. 44:25; Jer. 6:26; Eze. 27:30). Los juegos de palabras y la simetrí­a literaria del capí­tulo corresponden al orden moral de Dios de todos los tiempos. Dentro de ese orden el pecado trae castigo, tan seguramente como el descuido lleva a la pérdida. Una nación que vive para el placer morirá de enfermedades venéreas y de drogas, y una nación que adora el dinero se encontrará en la bancarrota.

2:1-11 Ay sobre los opresores

Los oráculos de reproche contra los codiciosos terratenientes de Jerusalén que amaban el dinero (1–5) y sus igualmente codiciosos falsos profetas (6–11) están ligados por la acusación de codicia y robo a la clase media (2, 8, 9).
2:1–5 Ay sobre los terratenientes codiciosos. Los ricos habí­an arrebatado los campos de la gente ordinaria de Judá (1, 2), Por tanto †¦ Jehovah enviará un ejército hostil para arrebatar de ellos la tierra prometida (3–5). Los acusados, que planean iniquidad, están relacionados con el acusador que piensa o †œplanea† desastre y por la repetición de la palabra campos (2, 4).
1 Miqueas introduce su oráculo de juicio con trueno profético: ¡Ay de †¦ ! En sus camas, de noche, planean sus malas acciones. Con la luz de la mañana (el tiempo en que se reúne el tribunal) estos tiburones legales lo realizan, probablemente pervirtiendo los juicios (cf.cf. Confer (lat.), compare 7:3) y luego echando a sus ví­ctimas de sus tierras. Irónicamente, cuando la clase media oprimida (ver 2:8, 9) esperaba justicia, solamente encontraba fraude y anulaciones del derecho de redimir sus hipotecas de parte de los funcionarios y de la elite militar que tení­an en su mano el poder. 2 Esos hombres poderosos codician los campos. †œNo codiciarás† es el único mandamiento que se repite dos veces en el Decálogo (Exo. 20:17) y es la raí­z de los otros males contra el prójimo. La ley salvaguardaba cuidadosamente los campos de un hombre, su heredad permanente, porque en una sociedad agrí­cola la libertad y la vida de un hombre dependen de ella.
3, 4 Así­ como la elite poderosa planeaba el mal contra los campos (2a) y las casas (2b) de sus ví­ctimas, así­ Jehovah está pensando traer un mal sobre esta familia (3) y su campo (4). 3 Como un amo esclaviza a un animal con un yugo, así­ Dios, mediante los apresadores asirios, dominará a la codiciosa clase alta, de manera que no podrán sacar sus cuellos. 4 Su castigo se expresa como una endecha satí­rica puesta en boca de sus enemigos: Hemos (los terratenientes malvados) sido destruidos. De la manera como ellos arruinaban a otros quitándoles sus campos, así­ otros, usando la misma ética de que el poder tiene razón, les quitaban los suyos (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 26:52). Hipócritamente, ellos se referí­an a la tierra como la posesión de mi pueblo (eso es, de Dios). Así­ como ellos habí­an redistribuido entre ellos mismos campos robados, así­ ahora sus campos serán repartidos por el enemigo (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 7:17). El v. 4b serí­a mejor traducido como †œDe qué manera ellos [los enemigos] se llevan [lo que] me pertenece a mí­ [el rico terrateniente]. Ellos asignan nuestros campos a rebeldes [asirios].† Dios dio a los israelitas la tierra en depósito (Lev. 25:23) para que la disfrutaran siempre que la usaran de acuerdo con los propósitos del pacto, pero él se reservó el derecho de quitársela si dejaban de cumplir el pacto y de dársela a sus enemigos (Lev. 26:33; Deut. 28:49–68).
5 Por tanto relaciona la pérdida inmediata de la tierra por los terratenientes (4) con su futura y eterna pérdida de la tierra, el juicio más severo de todos. Cuando Dios regrese el remanente a la tierra (4:7), esos traidores codiciosos no tendrán quien aplique cordel para echar suertes en la congregación de Jehovah, para representarlos cuando él de nuevo divida la tierra por sorteo sagrado como lo hizo al principio por medio de sacerdotes (Núm. 26:55).
2:6–11 Profetas falsos apoyan a los terratenientes codiciosos. 6 ¡No prediquéis! es plural. Los profetas falsos, los teólogos liberales del tiempo de Miqueas, se dirigen a él y a otros profetas verdaderos, diciéndoles que no prediquen sobre tales cosas, eso es, del juicio predicho en los vv. 3–5.
7 Jehovah reprende a la casa de Jacob citando su doble y falsa teologí­a de que †œJehovah nunca se impacienta† y nunca hace estas obras (eso es, traer juicio). Por el contrario, las palabras de Dios sí­ hacen bien solamente a los que caminan rectamente.
8, 9 Dios detalla la acusación de Miqueas del v. 2. Los agricultores libres de Israel debieran haberse sentido tan seguros como volviendo de la guerra. En lugar de eso, esos agricultores indefensos, dice el Señor, encuentran a mi pueblo (una referencia irónica a los poderosos, como el resto del versí­culo lo muestra) levantado †¦ como enemigo contra ellos. Vosotros, presumiblemente refiriéndo se a los terratenientes que, apoyados por los profetas falsos, destruyen las anteriormente prósperas familias de Israel, hombres, mujeres y niños. Despojáis del manto a los hombres inadvertidos (8), a las mujeres de mi pueblo echáis fuera de las casas de sus delicias, y a sus niños despojáis de mi gloria (9). La riqueza del Señor, en un tiempo distribuida a través de toda la nación, ahora está concentrada en las manos de ricos rapaces.
10 Ahora Dios entrega la sentencia contra los terratenientes, usando probablemente las mismas palabras que ellos usaron para despojar a los inocentes de sus tierras: ¡Levantaos e idos †¦ ! Debí­an dejar su lugar de reposo, el lugar de su bienestar fí­sico y espiritual. Y da la razón. Por su idolatrí­a e inmoralidad la tierra será destruida y así­ ella los vomita (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 18:25), pues se ha vuelto una ruina destruida con dolorosa destrucción. 11 En respuesta a la sentencia del Señor, Miqueas se mofa amarga y sarcásticamente de los terratenientes. Ellos están dispuestos a aceptar como profeta a cual quiera que se una a ellos en su codicia. Tal profeta no es solamente engañado, también es falso y mentiroso. Vino y licor eran temas favoritos de esos gobernantes carnales, que complací­an sus hinchados apetitos con una codicia condenada por los profetas verdaderos (Isa. 5:11, 12; 28:7, 8; cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 4:1) y advertida por los sabios (Prov. 20:1; 23:20, 21; 31:4–7). Un profeta falso que predica un evangelio de †œriqueza y prosperidad†, y no de santidad, ¡este sí­ serí­a profeta para este pueblo! ¡El mismo profeta que ellos merecen!

2:12, 13 Dios preserva a un remanente en Sion

La primera sección del libro termina con un oráculo de esperanza que consiste de dos partes: La promesa de Dios (12) y la profecí­a de Miqueas (13). 12 El Rey-Pastor de Israel recogerá al remanente de Israel †¦ y pondrá juntos a los que sobrevivieron la invasión asiria (ver 1:8–16) en el corral (una figura de la seguridad de Sion). La realidad detrás de la figura es el bloqueo de Jerusalén por Senaquerib en 701 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo El difí­cil texto heb. detrás de la segunda mitad del versí­culo debe traducirse: †œComo un rebaño en su pastadero ellos [el remanente] serán arrojados a la confusión sin un hombre [eso es, el rey] que los proteja.†
13 Miqueas desarrolla las tres etapas siguientes de la salvación del remanente. Primera, el que abre camino (un tí­tulo para el Pastor-Rey de Israel) subirá delante de ellos. Segunda, abrirán brecha †¦ por las puertas bloqueadas de Jerusalén (ver. 1:9, 12). Tercera, su rey (mejor †œRey†) pasará delante de ellos, asumiendo su debida posición a la cabeza. Las primeras dos etapas se cumplieron en la maravillosa liberación de Jerusalén de los invasores asirios por el Señor (véase la Introducción). La tercera etapa, como se verá más claramente, tan to dentro del libro (ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo 5:1–6) como en la revelación del NTNT Nuevo Testamento (ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo Col. 1:18–20), encuentra su cumplimiento en Cristo y en su iglesia.
3:1-5:15 SEGUNDA SERIE DE PROFECIAS: DIOS RESTAURA EL ANTIGUO DOMINIO DE JERUSALEN AL REMANENTE PURIFICADO

3:1-12 Caí­da de la antigua Jerusalén y de sus lí­deres corruptos

Tres oráculos de juicio comparten un tema común (justicia; ver vv. 1, 8, 9), una longitud común (cuatro vv.) y una forma común que consiste en nombrar a los que se dirige (1, 5, 9, 10). Los primeros dos oráculos avanzan hasta el clí­max del tercero. Esos a los que se dirige avanzan desde los magistrados injustos (1) a los profetas injustos (5), a estos dos más a los sacerdotes injustos (11). Las sentencias judiciales se desarrollan desde el silencio de Dios (4) a su silencio más obscuridad (6, 7), a su ausencia cuando el templo es destruido (12). Jerusalén cae porque sus dirigentes fracasaron.
3:1–4 Los pastores convertidos en caní­bales. 1 Con un enfático ¡Escuchad †¦ !, Miqueas trae primero al banquillo de los acusados a los jefes †¦ y magistrados (ambos términos significan jueces) de Jacob y †¦ de Israel (con el significado de la nación). Esos jueces tení­an la responsabilidad de conocer el derecho tanto en su cabeza como en sus corazones. Este estaba basado en las leyes recopiladas en la ley mosaica (Exo. 21:1–23:19; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 17:8–11) y, a su luz, los jueces debí­an formular nuevas leyes y decidir justamente los casos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 3:28; 7:7). 2 Sin embargo, sin corazones regenerados los jueces depravados de hecho aborrecí­an lo bueno y amaban lo malo (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 1:17, 21–23, 26; 5:7; y ver Sal. 1:2; 19:7–11). Miqueas, en un cuadro grotesco y sostenido, describe a los magistrados como caní­bales. Al reducir a sus súbditos (mi [de Miqueas] pueblo) a la pobreza y al quitarles sus campos y labores (ver 2:1, 2, 8, 9) los estaban enviando como esqueletos a una tumba prematura. 3 Al repetir el horrible cuadro, Dios subraya su verdad.
4 Así­ como los insensibles gobernantes rehusaban ablandarse cuando sus súbditos clamaban a ellos por misericordia, así­ también en el tiempo del juicio (ver 2:3–5) ellos clamarí­an a Jehovah, pero él no †¦ responderá; más bien, esconderá su rostro de ellos, señal de que no hay misericordia. La forma peor de juicio no es la aflicción, sino la ausencia de Dios en él (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 12:15–17).
3:5–8 Profetas codiciosos. En lugar de rugir contra los soberanos codiciosos, los profetas (que debí­an ser los guardianes morales de la nación de Dios) †œmeneaban la cola† y se uní­an a los caní­bales para satisfacer sus propios apetitos hinchados (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 2:26; Eze. 22:25–29; Sof. 3:3, 4). †œEl comer† indica el amor al dinero de ambas partes.
5 Así­ ha dicho Jehovah: la autoridad de Miqueas está en Dios, no en sí­ mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 8). Los clérigos profesionales hacen errar a mi pueblo del pacto de Dios, recompensando el mal y castigando el bien (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 13:1–5), invirtiendo el orden moral. A esos que satisfacen sus apetitos solemnemente les proclaman: †œPaz† (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:11). Al que no les da de comer (lit.lit. Literalmente †œal que no les da lo que demandan†), le declaran (lit.lit. Literalmente †œconsagran†) guerra santa. Los gobernantes buscaban dirección divina de los profetas, ya fuera para mantener la paz o para hacer la guerra (1 Rey. 22:1–29). El dinero les hablaba más alto que Dios a esos profetas falsos.
6 Por tanto Dios les quitará su clarividencia, la fuente de su ganancia ilí­cita. Ellos experimentarán noche sin visión y oscuridad en vez de visión (revelaciones) y predicción (presagios prohibidos del ocultismo; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 18:10; Eze. 21:21, 22). El sol que se pone y el dí­a que se oscurece es un cuadro de la pérdida del don de visiones de los profetas. 7 Privados de revelaciones divinas serán avergonzados y considerados como inmundos (cf.cf. Confer (lat.), compare Lam. 4:13–15). Como leprosos inmundos se cubrirán hasta sus labios (lit.lit. Literalmente †œbigotes† = bocas) (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 13:45; Eze. 24:17–22), la misma parte de sus talentos mal usados. Miqueas habla aquí­ de Dios, no de Jehovah, para que no se relacione su actividad impí­a con el nombre sagrado.
8 En contraste con sus disminuidos oponentes, Miqueas dice de sí­ mismo: estoy lleno (eso es, dotado) del poder (eso es, dinamismo del Espí­ritu de Jehovah; cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 2:2; 3:12, 14, 24) y valor (eso es, valor triunfante), lo que lo hace igual a sus adversarios que también declaran guerra contra él (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:6) conforme él se envuelve en la causa de juicio.
3:9–12 Jerusalén será arrasado. 9 Miqueas de nuevo llama a los depravados jefes †¦ y magistrados (ver 3:1) y los acusa de hacer abominable (eso es, considerar como detestable) el juicio y pervertir todo lo que es recto en asuntos legales. 10 Ellos edifican a Sion con sangre (eso es, a través de sus tribunales corruptos que quitan la vida a sus ví­ctimas indefensas). 11 En un aparte Miqueas elabora sobre su acusación. Jefes (magistrados civiles que debí­an ejecutar la ley), sacerdotes (los que se suponí­a que debí­an enseñarla; Deut. 17:8–10; 33:10; Ose. 4:6) y profetas (que debí­an aplicarla mediante revelación) eran las redes de seguridad de Israel contra la injusticia, pero ellos se doblegaron bajo el peso del amor al dinero (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Tim. 6:3–10) y de la falsa teologí­a de que debido a que ellos con blasfemia profesaban apoyarse en Jehovah estaban seguros (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:7). El pacto de Dios, sin embargo, está basado en ética y verdad.
12 Por tanto: la sentencia de Dios se compara con el delito (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 26:18). Por causa de vosotros (los magistrados; cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 9, 10), sus edificios orgullosos profanos serán convertidos en un montón de ruinas; y el monte del templo [ya no más del Señor] será convertido en cumbres boscosas (o espinosas) donde vagarán los animales.

4:1-8 La nueva Jerusalén exaltada sobre las naciones

Los siguientes cuatro oráculos se refieren a la renovada Sion (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 2, 7, 8, 10, 11). Así­ como la antigua Jerusalén cayó por causa de sus jefes corruptos, la nueva Jerusalén triunfará porque será gobernada por el Mesí­as sobre el remanente salvo.
4:1–5 Jerusalén exaltada sobre las naciones convertidas. (Cf. Isa. 2:2–4.) Las promesas de los caps. 4 y 5 se cumplirán en los últimos dí­as (mejor †œen los dí­as venideros†) comenzando con la restauración del remanente de Babilonia (6, 7), cumplida en la iglesia hoy en dí­a (Hech. 2:17; Heb. 1:2), y consumada en los nuevos cielos y nueva tierra al final del tiempo (2 Ped. 3:12; Apo. 21–22). En un impresionante cambio Miqueas se mueve de la destrucción del †œmonte del templo† (heb. har) (3:12) a la exaltación del monte (Heb. har) de la casa de Jehovah, la réplica terrenal del cielo mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 25:9; Heb. 9:23, 24) como cabeza (la misma palabra heb. para †œjefes† en 3:1, 9) de los montes (los centros paganos, polí­ticos y religiosos). Limitado al lenguaje y sociedad de su propio tiempo, Miqueas exagera el simbolismo del ATAT Antiguo Testamento para predecir el futuro glorioso cuando todas las naciones adorarán al Dios de Israel en la Jerusalén celestial a través de Jesucristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 12:22). Mientras que las gentes solí­an correr a lo largo del Eufrates para adorar a Bel en Babilonia (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 51:44), ahora correrán a la Jerusalén celestial. 2 Ya que anteriormente solamente los israelitas iban a adorar en Jerusalén, en este glorioso reino mesiánico, muchas (o †œgrandes†) naciones subirán a la Jerusalén celestial a adorar en espí­ritu y en verdad (Juan 4:21–24). Ellas irán de modo que Dios, por medio de †œsacerdotes† verdaderos, les enseñe sus caminos (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:17; 28:18–20; 1 Ped. 2:9). Cuando saldrá la ley †¦ y de Jerusalén (la celestial) la palabra profética, seguirán los beneficios de los vv. 3 y 4.
3 Dios juzgará (ver 3:11) mediante individuos dotados que ministrarán su palabra y así­ arbitrará entre naciones poderosas y entre muchos pueblos. 4 Sin necesidad de instrumentos de guerra los pue blos pacificados convertirán sus espadas en rejas de arado (mejor †œazadones†). Ya no más llenos de codicia (ver 2:2) ni viviendo por la espada (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 26:52), las personas convertidas (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 31:31–34) vivirán sin temor a represalias y estarán contentas sentadas debajo de su higuera. La fórmula concluyente, porque la boca de Jehovah de los Ejércitos ha hablado, garantiza que la visión se realizará. Hoy la iglesia consiste en creyentes verdaderos de todas las naciones, que saben que es más bienaven turado dar que recibir (Hech. 20:35), que tienen la ley escrita en sus corazones y que experimentan la gracia y la paz prometidas por Dios el Padre y por el Señor Jesucristo.
5 En espera de que Dios cumpla su promesa, el fiel remanente promete andar en el nombre de Jehovah (eso es, de conformidad con este pacto) eternamente y para siempre (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 40:31). Ellos son los heraldos de la paz futura.
4:6, 7 El remanente cojo se vuelve fuerte. 6 En aquel dí­a se refiere a †œlos últimos dí­as† del v. 1. Dice Jehovah garantiza la inspiración divina de esta profecí­a, y de esta manera su autoridad y verdad. El Rey-Pastor de nuevo juntará a la oveja que cojea y recogerá a la rechazada (mejor, †œlas dispersadas†), esperando a los judí­os restaurados de Babilonia.
7 Después de restaurarlos a Jerusalén Dios †œharᆝ (mejor †œtransformarᆝ) de ellos un remanente, que ahora se convierte en la meta de la historia sagrada. Otras naciones del tiempo de Miqueas no sobrevivieron a los rápidos cambios de la historia, porque Dios no preservó un remanente de ellos (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 1:8; Rom. 11). De la agobiada por causa de su pecado, ahora restaurada y purificada, haré una nación poderosa (1 Ped. 2:9). Miqueas reflexiona entonces sobre este oráculo imaginativo. Cuando Jehovah reine sobre ellos, sobre el remanente restaurado por medio del Mesí­as, desde su trono celestial en el monte Sion (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:2–4; Hech. 2:32–36), su reinado durará desde ahora y para siempre (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 9:6, 7).
4:8 El dominio de Jerusalén restaurado. Dios comunicó esta profecí­a acerca de Sion directamente a ella. El llama torre a la capital restaurada (eso es, una torre fortificada en una viña desde la cual los pastores vigilan las bestias y los ladrones) del (†œen favor del†) rebaño (los súbditos del reino; cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 6, 7). Los antiguos jefes los robaban (cap. 3), pero en la nueva era Dios los protegerá mediante el Mesí­as (ver 5:1–6). Se dirige a ella también como colina (véase 2 Rey. 5:24), la colina oriental de Jerusalén fuertemente defendida (originalmente llamada †œOfel†). Este antiguo tí­tulo, asociado con la grandeza de David, da al remanente una visión de su gloria futura cuando su gobierno de antaño será restaurado, †œun reino perteneciente a la Hija de Jerusalén†.

4:9-13 Los dolores presentes de Sion darán a luz una nueva era

El profeta continúa sobre la pista de la restauración de Sion. El oráculo se desarrolla en dos etapas (9, 10, 11–13) señalando en forma similar a un significado coherente. Las dos se mueven desde ahora (eso es, la angustia presente de la situación de Miqueas; 9, 11) hasta el glorioso futuro por medio de un vocativo, oh hija de Sion (eso es, Jerusalén y sus ciudadanos), con mandamientos: sufre dolor (10) y levántate y trilla (13), seguida por porque y una descripción del futuro.
9 La pregunta retórica, ¿Por qué gritas tanto?, reprende a Sion por su incredulidad como el remanente (sobre el cual Dios deposita el futuro de la his toria) que va hasta el exilio babilónico. La segunda pregunta, ¿Es que no hay rey en ti?, explica la primera. El †œrey† es Dios, como sugieren los paralelos en el v. 12 y en Jer. 8:19. Su consejero (me jor †œConsejero†) que los está enviando al exilio tiene una estrategia secreta detrás de sus dolores de parto: mediante el dolor ellos darán a luz una nueva era. 10 Para llevar la historia de Sion a su cum plimiento, al remanente que sobreviva a la caí­da de Jerusalén se le ordena sufrir dolor y gemir como una mujer que da a luz. Los dolores de parto ahora indican que el remanente debe salir de la ciudad (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 25:2–7; Jer. 52:7), habitar en el campo (Jer. 6:25; 14:18), y llegar hasta Babilonia el ejemplo máximo de tinieblas espirituales. Pero allí­ (repetido dos veces para darle énfasis) te redimirá Jehovah de la mano de tus enemigos; el primer vislumbre del amanecer de una nueva era (ver 4:1). En 705 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Isaí­as predijo la cautividad babilónica en conexión con la visita de la embajada de Merodac-Baladam, rey de Babilonia (2 Rey. 20:12–19 = Isa. 39:1–8). La profecí­a de que el remanente preservado regresarí­a a Jerusalén se cumplió bajo Zorobabel y Jesúa en 538 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo
11 Por cuanto el ahora de los vv. 9 y 10 se refiere al exilio babilónico, el ahora del v. 11 se refiere al bloqueo de Jerusalén por los asirios (ver la Introducción). El ejército imperial asirio consistí­a de mer cenarios de muchas naciones (Isa. 29:7), pagados con el odioso tributo cobrado sobre los pueblos subyugados. En orgullo, los ejércitos provocadores (cada uno bajo su propia bandera) se han reunido contra Sion con el resultado de que la ciudad santa será profanada por ellos, derribando las murallas que protegen sus recintos sagrados, especialmente del lugar santí­simo. También se jactarán sobre la ciudad que decí­a ser la verdadera representación del cielo sobre la tierra y así­ los condenaron. 12 Pero ellos no conocen los planes de batalla de Jehovah; a saber, que él los ha juntado alrededor de las murallas como a gavillas en la era (una figura común del juicio; Isa. 21:10; Jer. 51:33; Ose. 13:3). Ellos son las herramientas inconscientes de su propia derrota, así­ como Dios burló a Satanás en la cruz de Jesucristo (1 Cor. 2:7, 8). 13 Así­ ordena Miqueas que el remanente reunido con él dentro de las murallas bloqueadas de Jerusalén salga (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:13), ¡Levántate y trilla †¦ ! porque Dios les ha dado un cuerno invencible de hierro para acornear a sus enemigos y uñas †¦ de bronce para desmenuzar (como cáscaras y desperdicio) a muchos pueblos. El remanente tomará el botí­n de los asirios (el botí­n tomado a Judá que todaví­a no habí­a sido enviado a Asiria) y lo consagrará a Jehovah en su templo protegido (cf.cf. Confer (lat.), compare el destino de Samaria en 1:6, 7). La estrategia secreta, que empezó a cumplirse en 701 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (2 Rey. 19), continúa cumpliéndose en la historia sagrada (Jer. 51:33; 1 Cor. 2:7, 8).

5:1-6 El nacimiento y exaltación del Mesí­as

El enfoque ahora se cambia del Sion renovado a la casa renovada de David. El oráculo está formado por una referencia a Miqueas y al remanente con él en primera persona del plural (†œnosotros† y †œnos†) mientras resisten las invasiones asirias.
1 Ahora liga este oráculo con el precedente (9, 11); todos los cuales empiezan con la angustia presente (1) y se mueven hacia la salvación (2–6). Para fortalecer espiritualmente a la ciudad bloqueada, Miqueas ordena: ¡Reúne ahora tus tropas, ciudad de tropas! La frase ¡Nos han sitiado! se refiere al bloqueo de Senaquerib en 701 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:9, 12; 2:12, 13; 4:11). La horda asiria con vara (†œcetro†) herirán en la mejilla al juez de Israel (Ezequí­as), mostrando que él no tiene defensas propias, tal como los enemigos de Dios golpearon más tarde al hijo más importante de David para humillarlo (Mat. 26:67; 27:26, 30).
2 La palabra pero cambia la escena de la sitiada Jerusalén a Belén, futura esperanza de Israel. Como la personificación en 4:8, Dios habla directamente a Belén. Los nombres BeleÅ’n Efrata y JudaÅ’ recuerdan los dí­as de Isaí­, el padre de David (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 17:12). Dios está a punto de empezar todo de nuevo. La lí­nea decadente de David será cortada como un árbol muerto, como Isaí­as lo expresó, †œun retoño [el Mesí­as] brotará del tronco de Isaí­† (Isa. 11:1). Aunque Belén era pequeña (†œla más pequeña†; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 6:15; 1 Sam. 9:21) entre las familias de Judá (y hasta omitida de las extensas listas de pueblos de Judá en Jos. 15:33–60), hoy ha alcanzado aclamación universal por el nacimiento de Cristo, que en sí­ mismo era tan poco favorable como lo era Belén antes de su nacimiento (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 16:1–13). Mateo (2:6) interpreta el versí­culo para subrayar a Jesucristo como gobernante, no como uno de los descendientes de Isaí­. El omite †œEfrata† y cambia †œfamilias† por †œgobernadores†, formando así­ un mejor contraste con †œgobernante de Israel†, explica correctamente la intención del texto añadiendo †œde ninguna manera eres la más pequeña† y reemplaza el fin del versí­culo con 2 Sam. 5:2.
En contraste con los gobernantes aprovechadores de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:1–4), el Mesí­as me saldrá (eso es, para ventaja de Dios, no para la suya propia). La referencia velada a las raí­ces históricas del Mesí­as, mediante las alusiones a Isaí­ en los nombres al principio del versí­culo, se revela al fin del versí­culo: cuyo origen es antiguo, desde los dí­as de la eternidad. Dí­as de la eternidad también puede traducirse †œdesde tiempos antiguos†, lo cual lo referirí­a a los tiempos de Isaí­. En heb. desde los dí­as de la eternidad significa desde †œlos tiempos más remotos†, desde †œtiempo inmemorial† (†œantiguamente† en Jos. 24:2; Jer. 2:20) cuando se usa con referencia a algún evento histórico; cuando se usa en relación con Dios, que existí­a antes de la creación, eternidad es una traducción apropiada (p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 90:2). La adición de dí­as muestra que esta es una referencia histórica. La frase completa se traduce †œcomo en los tiempos antiguos† en 7:14, 20.
3 Por la promesa de que la nueva era de Sion será iniciada con el nacimiento del Mesí­as en Belén, Miqueas concluye que Dios los abandonará sin un rey humano hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz (ver 4:9, 10) al Mesí­as. La profecí­a encontró cumplimiento como 700 años después mediante el fiel Zacarí­as y Elisabet, Simeón y Ana, José y, sobre todo, Marí­a (Luc. 1:5–2:40; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 7:14). El núcleo del nuevo reino de Sion centrado en el Mesí­as consiste en el resto de sus hermanos, que están emparentados con él no solamente por sangre e historia, sino en espí­ritu. Vuelva (una palabra que significa conversión) de su cautividad de pecado y juicio para reunirse con los hijos de Israel verdaderos (un término que tiene un significado religioso). Habiendo reunido al remanente escogido, Cristo inauguró su reino desde la Sion celestial cuando envió al Espí­ritu Santo sobre los hermanos reunidos en el aposento alto, y ellos dieron vuelta al mundo (Luc. 3:16; Hech. 2).
4 El Mesí­as reinante se levantará (eso es, perdurará para siempre; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 33:11; Isa. 14:24) y los apacentará, satisfaciendo cada una de sus necesidades, incluyendo el alimento espiritual, y protegiéndolos (Juan 10; Heb. 13:20; 1 Ped. 5:4). Mediante la fe él gobernará con el poder de Jehovah, no a través de ingenio y manipulación humanas (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:10–15). Sus súbditos se establecerán porque, ha biendo conquistado a Satanás (Mat. 12:22–29; Rom. 16:20), él extenderá su reino hasta los fines de la tierra (4:3, 4; Mat. 28:18–20; Juan 17:2). Cristo da a su pueblo escogido vida eterna y nadie puede arrebatarlos de sus manos (Juan 10:28).
5, 6 Ahora se elabora el tema del gobierno universal de Cristo que asegura la paz de su reino. Miqueas usa nuestra, nuestro y nos (ver arriba) para identificarse y a los fieles con él como partes de ese reino triunfante (ver 5:1). Termina su conclusión con las promesas de que el Mesí­as será la paz (5a) y nos librará (6b). El Mesí­as defenderá su reino del ataque enemigo (5b) y también gobernará sobre sus enemigos (6a).
5 Miqueas se refiere a ataques futuros contra el reino del Mesí­as, perpetrados por Asiria, que fue destruida en 612 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, siglos antes del advenimiento de Cristo. Los profetas no veí­an los siglos que los separaban del cumplimiento de sus predicciones, sino que veí­an acontecimientos futuros como eventos inminentes sobre un retablo. Más aun, describí­an el futuro en términos derivados de su propia experiencia (véase 4:1; Isa. 25:10; Amós 9:12). Bajo el gobierno del Mesí­as la comunidad fiel levantará siete (el número perfecto) pastores (una figura de los protectores) y hasta ocho (eso es, más que suficiente) hombres principales (una palabra rara que se encuentra en los anales de Sargón para referirse a sus comandantes). 6 Los pastores subordinados (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Ped. 5:1–4) gobernarán a espada la tierra de Asiria, que representa a todos los enemigos del reino de Dios, especialmente las fuerzas espirituales organizadas contra él bajo su archienemigo Satanás (Ef. 4:7–12; 6:10–18). La tierra de Nimrod es Babilonia (Gén. 10:8–12), la Ro ma y la Meca del mundo pagano de Miqueas. La mención de Babilonia después de Asiria apoya la fecha en el prólogo del libro (1:1). En el tiempo de Miqueas Babilonia estaba subordinada a Asiria. El imperio neobabilónico posterior destruyó a Asiria en 612 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo y a su vez fue destruido en 539. A la luz del ATAT Antiguo Testamento la †œespada† simboliza la palabra de Dios ministrada en el Espí­ritu Santo.

5:7-9 El remanente gobierna a las naciones
7, 8 Será (lit.lit. Literalmente †œy él serᆝ) introduce otra profecí­a en la secuencia de profecí­as acerca de los últimos dí­as (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:1) e indica su tiempo de cumplimiento después de la venida del Mesí­as. El remanente (ver 4:7) de Jacob, término de Miqueas para todo Israel (ver 1:5), ahora se ha vuelto una nación fuerte en medio de muchos (mejor, †œpoderosos†; ver 4:2, 3) pueblos, trayendo vida a los creyentes y muerte a los incrédulos. La construcción similar de los vv. 7 y 8 contrasta el efecto entre las naciones. 7 Por otra parte, el remanente es como †¦ rocí­o y como †¦ lluvia extendidos y penetrantes (siempre señales de vida y de bendiciones) que se originan misteriosamente en la iniciativa de Jehovah en el cielo, y no aguardará (mejor, †œesperará con expectación†) a nadie ni pondrá su esperanza en (mejor, †œdependerá de†) los hijos de los hombres para enviar su refrigerio a la tierra. 8 Por otra parte, el remanente será entre las naciones †¦ como el león entre las fieras salvajes (eso es, sobrepasando a todos en orgullo, proezas y ferocidad). Será como el cachorro de león en busca de presas entre las manadas de ovejas (eso es, pisotea y arrebata y no habrá quien escape). Esta profecí­a se ha cumplido en la iglesia. Entre esos que se salvan, el pueblo de Dios es la fragancia de la vida, pero entre los que perecen, ellos son un sabor a muerte (2 Cor. 2:14–16). 9 Miqueas y/o el remanente respondió a la visión con una oración: Levanta tu mano sobre tus enemigos (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 26:11). Nadie quedará exento cuando esta regla sea establecida sobre toda su creación (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:4).

5:10-15 Dios protege su reino purificado

La gran séptima profecí­a de esperanza en los caps. 4 y 5 también se refiere a aquel dí­a (ver 4:1, 6), el dí­a en que el remanente bajo el Mesí­as conquista las naciones. La adición, dice Jehovah (ver 4:6), garantiza su cumplimiento. Se refiere a la protección de Israel en dos maneras: La purificación de Israel por dentro (10–14) y el castigo de las naciones desobedientes por fuera (15).
10–14 La profecí­a eliminaré (10–13) es la respuesta de Dios a la oración del v. 9. El verbo heb. detrás de †œeliminar† frecuentemente se refiere a la remoción de personas que han violado la santidad de Israel (p. ej.p. ej. Por ejemplo †œexcluir† en Lev. 17:10; 20:3–6), una medida para preservar a Israel ante la ira de Dios contra el impí­o. Los objetos, las obras de sus propias manos consignadas para aniquilación en medio de ti (10, 13, 14), amenazan la fe de Israel en Dios: fuerza militar (10–11; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 17:16–17), hechicerí­a (12; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 18:9–13) e idolatrí­a (13–14; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 7:5). Isaí­as (2:6–8) acusa a Israel de poner su confianza en esas mismas cosas. El equipo militar incluye los carros de ataque tirados por caballos (10) y las ciudades fortificadas (11) y todas las fortalezas (11). 12 De tu mano es una frase que hace hincapié en que son fabricaciones humanas. 13 Lo mismo se aplica a tus í­dolos y tus piedras rituales, las representaciones estilizadas de Baal, la deidad masculina.
15 Venganza en la Biblia es un término legal con el significado de que un gobernante asegura su reino protegiendo a sus súbditos y castigando a sus perseguidores. La falta de respeto de las naciones incrédulas por su santo reino incurre en su ira y furor. A través de la historia Dios ha protegido su gobierno contra las naciones que no escucharon (o †œno me obedecieron†), pero finalmente él ejecutará su poder protector en la segunda venida de Cristo (Luc. 18:7, 8; 21:22; 2 Tes. 1:8; Apoc. 6:10).

6:1-7:20 TERCERA SERIE DE PROFECIAS: DIOS PERDONA AL REMANENTE DE SU PUEBLO PECAMINOSO
Oí­d, dirigido a la audiencia del libro, introduce la tercera sección del libro. Lo que dice Jehovah confiere a la sección con autoridad celestial. Para ma yor coherencia de esta sección a la luz del libro como un todo, veáse la Introducción.

6:1-8 Israel acusado de romper el pacto

Este oráculo contra Israel se desarrolla como una compleja demanda legal. Dios, el demandante, requiere que Miqueas, su mensajero, llame a las montañas como sus testigos del juicio (1), y Mi queas obedece (2a). El resto de la demanda se desenvuelve dramáticamente en la forma de un diálogo, usando la palabra clave qué (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 3, 6, 8).
1, 2 El mandato levántate da a Miqueas la autoridad y enfatiza la urgencia del mensaje. La palabra heb. detrás de pleitea (†œpresenta tu caso†) significa †œhacer acusación†. El caso es de Dios, no de Miqueas (ver v. 2b). Como Jacob y Labán levantaron un montón de piedras como testimonio de su pacto (Gén. 31:43–47), y las tribus orientales erigieron un altar de piedra como testimonio de su pac to con Dios (Jos. 22:21–28), así­ Dios llamó †œa los cielos y la tierra† como un foro cósmico de testigos de su pacto con Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 4:26). Ahora, como 700 años más tarde, él llama a los montes (1–2) y a los poderosos fundamentos de la tierra (2) como un foro de testigos de la veracidad de su pleito con su pueblo y su disputa con Israel. Incidentalmente, la apelación a esos testigos silenciosos debiera haber llevado convicción solamente si las partes asumieran que el tratado habí­a sido pasado sin cambio de generación a generación.
3–5 El demandante toma la iniciativa. 3 El no ha agobiado a su pueblo, como ellos implí­citamente se quejan, sino que habí­a tratado con ellos tan bondadosamente desde su fundación que la única res puesta razonable de ellos debiera haber sido un compromiso sincero con él. Después que ellos callaron ante su invitación a responder (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 3:19), él desarrolla su propia acusación en dos par tes, cada una introducida dulcemente por pueblo mí­o (4, 5). 4 El primero presenta sus actos salvadores al principio de su historia, a saber, que Dios los habí­a hecho subir de la tierra de Egipto y los habí­a redimido (†œliberado†) de la casa de esclavitud. El también les dio liderazgo piadoso y sobrenatural en la persona de Moisés, el fundador, de Aarón, el sumo sacerdote, y de Marí­a, una profetisa y poetisa (Exo. 15:20, 21). La falta posterior de liderazgo de Israel no se debió a la falta de gracia y de poder de Dios, sino al corazón obstinado de Israel. 5 La segunda parte presenta los actos pode rosos de Dios al fin de su perí­odo formativo, a saber, su protección de los demoní­acos lí­deres polí­ticos y religiosos, Balac, rey de Moab, y †¦ Balaam hijo de Beor, respectivamente, y a su milagroso viaje desde Sitim en Transjordania a través del hinchado Jordán hasta Gilgal, su primer campamento en la tierra prometida. Esos opositores significan todos los iniciales actos de justicia (†œsalvadores†) de Dios. Si Dios salvó milagrosamente a Israel de la aflicción de Egipto y de Moab, ¿no podrá él liberar a sus descendientes de la tiraní­a de Satán en cualquier disfraz en que él apareciera? ¿Y no podrá él hacer actos similares para sus siervos a través de las edades?
6, 7 Tal vez uno de los reyes de Israel, a juzgar por la magnificencia de sus regalos, respondió en tal manera como para condenarse a sí­ mismo. En lugar de arrepentirse de su ingratitud e infidelidad, él trató de ganar acceso a la presencia exaltada de Dios mediante sus propias obras buenas y su ritual, transformando el pacto espiritual (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 6:4, 5) en un contrato comercial. 6 El esperaba presentarse a Jehovah mediante regalos costosos. Este increí­ble acercamiento a la gracia de Dios nunca puede satisfacer la conciencia por lo que él aumentó la calidad y/o la cantidad del regalo aun más: holocaustos †¦ becerros de un año (que representan lo mejor), millares de carneros (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 3:4; 8:63), mirí­adas de arroyos de aceite (de oliva), que de otro modo se medí­a en fracciones de litro. El hasta ofreció sacrificar mi primogénito, una costumbre pagana obscena (Lev. 18:21). 8 Lo que Dios requiere es fidelidad al pacto, que está basado en la fe en él y que se expresa fundamentalmente en una vida recta y sólo secundariamente con rituales (ver Exo. 20–24); 1 Sam. 15:22; Mat. 5:24). La ignorancia del rey en cuanto a lo que complace a Dios es inexcusable, porque el pacto de Dios ha declarado al hombre lo que es bueno, un término que resume los requisitos de la ley: hacer justicia (ver cap. 3), amar misericordia (eso es, de corazón proteger al débil), y caminar humildemente (o †œcaminar cuidadosamente† a la luz de los requisitos del pacto) con tu Dios.

6:9-16 Las maldiciones del pacto cumplidas sobre Jerusalén

Este oráculo de juicio consiste en discurso (9), acusación (10–12) y sentencia (13–15). El v. 16 repite la acusación (16a) y la sentencia (16b).
9 El discurso tiene dos partes. Primera, Miqueas ordena Escucha (o †œHe aquí­†). La voz de Jehovah proclamará a la ciudad (Jerusalén). En un aparte a Dios, Miqueas añade: él salvará a los que temen su nombre. Segunda, Dios se dirige a la gente. El v. 9 bien puede leerse: †œEscucha, oh tribu y la asamblea de la ciudad.†
10–12 La acusación de la deshonestidad comercial también se desenvuelve en dos etapas: Dios, usando la primera persona, acusa directamente a sus ciudadanos de usar falsas medidas (10) y pesas (11), y luego, hablando de la elite de la ciudad en tercera persona, los acusa de hablar falsamente en los tribunales (12). 10 La primera parte del versí­culo dice de hecho: †œ¿Perdonaré el bato injusto?† Se trata de la medida de lí­quidos, en paralelo aquí­ con el efa (la medida de áridos), cada una de las cuales era una décima de homer o 22 litros (medio bushel). Si Dios fuera a exonerar a los mentirosos y tramposos, serí­a cómplice de ellos. El apoya las pesas y medidas justas (Lev. 19:35, 36; Deut. 25:13–16; Eze. 45:10) y considera que la medida escasa †¦ es detestable (eso es, que traerá el juicio de Dios, no bendiciones). 11 El tampoco va a justificar las balanzas de impiedad y †¦ pesas fraudulentas. La injusticia por parte de la elite de Israel (2:1, 2; 3:1–4) se habí­a extendido tanto a través de toda la nación de modo que Dios tení­a que entenderse con toda la comunidad. 12 Sus ricos se han llenado de explotación †¦ sus habitantes han hablado mentiras (eso es, ellos abusan de los que no tienen poder en los tribunales, con falsas acusaciones y juicios injustos; véase 2:1, 2; cf.cf. Confer (lat.), compare Salmos 27:12; 55:11; 58:1, 2).
13–15 Dios, pues, pronuncia la sentencia que corresponde al crimen. 13 El texto realmente dice: †œEn cuanto a mí­, voy a enfermarte† [singular, eso es, al individuo pecador], no dice he comenzado. Arruinarte significa †œdevastar fí­sicamente†. 14 Dios ahora especifica la enfermedad que arruina: Tú comerás, pero no te saciarás; †œtú serás golpeado por la disenterí­a. Llegarás a estar de parto, pero no darás a luz, y aunque tuvieras un hijo yo lo entregaré a la espada†. Los desastres advertidos en las maldiciones del pacto ahora son ejecutados (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 26:26; Deut. 28:15, 18). 15 Además, perderán sus cosechas, también de acuerdo con las maldiciones del pacto (Lev. 26:16; Deut. 28:40, 51). Las maldiciones repetidas funcionan como un código para capacitar a Israel para interpretar estos horrores como provenientes de Dios, quien les habí­a advertido de antemano de las consecuencias de abandonar el pacto.
16 En un resumen Dios acusa a Jerusalén de seguir los pecados del infame Omri (1 Rey. 16:25) y de su hijo Acab que se hizo legendario por sus fraudes y extorsiones (1 Rey. 21). Por tanto, Dios los entrega a la ruina y a la afrenta (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 28:25).

7:1-7 Las estructuras sociales de Jerusalén se deshacen

1 Miqueas comienza su lamento con el revelador indicio de dolor. ¡Ay de mí­! La razón se lee como una acusación: no hay dirigentes justos (1b–4). En una alegorí­a el profeta, que representa a Dios, entra en su viña en verano (eso es, junio) buscando los racimos maduros y los primeros higos de los árboles que crecen entre las viñas, pero no queda nada porque los vándalos se han llevado todo. 2 La viña es la casa de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 5:1–7; Sal. 80:8–16) y el fruto es el piadoso (eso es, los hombres que guardan el pacto). La alegorí­a (1) y su interpretación (2) están relacionadas por no hay y ni uno, pues los dos son la traducción de la misma palabra heb. Miqueas ahora especifica los delitos de todos los hombres (eso es, los jueces decadentes del v. 3 que oprimen a sus ví­ctimas inocentes). El los compara con el cazador que acecha (usa prácticas taimadas) y caza †¦ con una red (son eficazmente mortales; cf.cf. Confer (lat.), compare 2:1, 2; 3:1–3, 9–11). 3 Explica el tema de la cacerí­a. Sus manos (los jueces y el rey) han adiestrado †¦ para hacer el mal (eso es, para hacer la red mortal). El gobernante y el juez probablemente se refieren a los magistrados, y el poderoso (lit.lit. Literalmente †œel grande†) al rey corrupto sobre ellos. No solamente defraudan al hacerse ciegos al cohecho (Exo. 23:8; Deut. 10:17), sino que conspiran juntos para exprimir a sus hermanos. 4a El mejor de ellos es como la espina; el más co rrecto de ellos es como zarzal. Al obstruir la justicia, estos magistrados obstinadamente complacientes e indiferentes frustran y hieren a los que buscan justicia. ¡Qué ironí­a llamarlos correctos!
4b Ahora el lamento abruptamente cambia de la acusación al juicio. Tus centinelas (eso es, guardianes colocados en los muros de una ciudad para preve nir del peligro que se aproxima; Isa. 21:6) son los profetas verdaderos de Israel que anunciaron un dí­a de juicio (2:6; 3:8; Amós 5:18–20). Porque la nación no atendió a esos fieles centinelas (2:6–11; 3:5, 6; Isa. 30:10; Ose. 9:7, 8; Amós 2:12), su castigo ha venido (Isa. 10:3; Ose. 9:7). La invasión asiria arrojará a la nación al pánico y a la confusión (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 22:5). 5, 6 Ahora se dan ilustraciones especí­ficas de la confusión y de la anarquí­a social en la ciudad sitiada (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 3:4–7). 5 Los lazos más fuertes de solidaridad social, amigo y compañero (5a), amar a la esposa que duerme en tu seno (5b), se desharán bajo la presión del asedio. Una persona no debe confiarle a su compañero más í­ntimo la manera en que espera enfrentar la crisis, porque de hacerlo, el compañero abusará de ella para su propia supervivencia. 6 Ciertamente, los de su propia casa se levantarán desdeñosamente como enemigos unos contra otros para salvar su propio pellejo. La venida de Cristo trajo las mismas divisiones (Mat. 10:35–39; Luc. 12:53).
7 El profeta vuelve de su canción de un obscuro lamento a una brillante confianza con un Pero yo †¦ Al contrario de antes cuando esperaba el juicio (4), ahora él mirará a Jehovah; esperará que Dios lo salve a él y al remanente justo. Basándose completamente en las promesas del pacto con Abraham (20; Gén. 17:7, 19; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 30:1–10), Miqueas confiadamente esperará en el Dios de su salvación, porque Dios lo escuchará.

7:8-20 Canto de victoria: ¿Quién como el Dios perdonador del remanente?

El himno que concluye la tercera serie de profecí­as y el libro cae en cuatro estrofas relativamente iguales: La confesión fiel de Sion (8–10); la promesa de Miqueas de que todas las naciones encontrarán salvación en la Sion reconstruida (11, 12), seguida por una desolación mundial (13); su petición de que Dios de nuevo pastoree a su pueblo (14), seguida por la respuesta de Dios (15), y la reflexión de Miqueas sobre la consiguiente salvación universal (16, 17); y el himno del pueblo para celebrar la fidelidad y la gracia incomparable de Dios (18–20).
8 Jerusalén personificada ordena a su enemiga (probablemente Ní­nive; ver el v. 12) que no se alegre (eso es, regocije en una victoria). Ella explica que aunque yo habite en tinieblas (la sombrí­a prisión de la cautividad; Isa. 42:6, 7; 49:9), Jehovah, que se ha comprometido para siempre con Israel (ver vv. 7, 20), será mi luz (eso es, la librará de la cautividad como de calabozo). 9 Porque su caí­da se debió a su pecado, no a la impotencia de Dios ni a la potencia de su enemigo, ella está lista a soportar la ira del Señor porque es justa y solamente por un tiempo limitado. Después que haya sido pagada por completo (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 40:2), Dios abogará su causa como un abogado, no como un fiscal (6:1), porque ella no ha hecho mal contra su enemigo. Entonces Sion verá (o †œcontemplarᆝ) su justicia al cumplir sus obligaciones del pacto con ella. 10 Sion ora: †œque mi enemiga vea tu justicia, y que se cubra de vergüenza†. Los ojos de Sion la verán (o †œse deleitarán†; el heb. es el mismo que en el v. 9).
11–13 El dí­a, repetido tres veces para referirse al mismo perí­odo, es tanto un estado como un tiempo escogido por Dios en el futuro cercano. Es un dí­a para que Sion reconstruya sus muros (los de un redil, no de fortalezas; cf.cf. Confer (lat.), compare 5:11). Es también el dí­a de ampliar sus lí­mites de manera que haya amplio espacio para que vengan todas las naciones (13) bajo la protección del Rey-Pastor. 12 En aquel dí­a vendrán de todas partes de la tierra, hasta de los tradicionales enemigos de Sion, Asiria en el norte y Egipto en el sur (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 87; Heb. 12:22). 13 Y la tierra llegará a ser una desolación. Después que los escogidos (compuestos de judí­os y de gentiles) encuentren salvación dentro de Sion, entonces la desolación vendrá sobre la tierra y sus moradores, como fruto de sus obras pecaminosas. La profecí­a encuentra su cumplimiento en el juicio final (2 Tes. 1:6–9; 2 Ped. 3:12; Apoc. 20:11–15).
14 Entonces Miqueas le pide a Dios: Apacienta a tu pueblo, tanto judí­os como gentiles (Hech. 15:16–18; Ef. 1:3, 4). Ese cuadro se extiende al resto del versí­culo: protección segura (cayado) y provisión abundante (apacentarán). Tu posesión se refiere a la tierra antigua y permanente que provee subsistencia a la familia (ver 2:2; cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 26:56). Hoy Dios da a sus escogidos una fuente permanente de vida en Cristo (Juan 10:28). El pueblo escogido habita solitario en libertad. La combinación de bosque del Carmelo significa †œun jardí­n parecido a un bosque†. BasaÅ’n y Galaad fueron las primeras tie rras conquistadas por Moisés con maravillas poderosas (Núm. 21:33). Basán era bien conocida por sus árboles majestuosos (Isa. 2:13; Zac. 11:2) y sus animales domésticos bien alimentados (Deut. 32:14); Galaad era famoso por sus buenos pastizales (Núm. 32:1, 26). Miqueas está pidiendo a Dios que restaure las bendiciones originales de Israel. 15 Dios promete contestar esta oración de acuerdo con su voluntad.
16, 17 Conforme Miqueas reflexiona sobre las promesas anteriores, comprende que las naciones †¦ verán las maravillas de Dios (15) y quedarán confundidas por arriesgar su honra en dioses falsos impotentes. Se pondrán la mano sobre la boca significa que †œse callarán†, y sus oí­dos se ensordecerán significa que †œpondrán oí­dos sordos†. Cuando Dios realice estas maravillas las naciones dejarán de burlarse de Israel y pondrán oí­dos sordos a las vanas jactancias de otros y a sus argumentos vací­os. 17 Las naciones también renunciarán a su poder. Los reyes vencidos lamerán el polvo como la culebra ante Jehovah. Enfrentados a su poder, saldrán temblando desde sus encierros para adorarlo.
18 Miqueas entrelaza diestramente su nombre, †œEl que es como Jehovah† al principiar el himno del pueblo: ¿Qué Dios hay como tú †¦ ? Nadie se compara con el que perdona la maldad [la culpa] y olvida el pecado (véase 1:5). La violación que Israel hizo del pacto fue tan grande que nadie, aparte de Dios, la hubiera perdonado (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Tim. 1:15–17). Sin embargo, sin ese perdón el ministerio de Miqueas no habrí­a tenido objeto. El hubiera tenido la satisfacción de desahogar su rencor, pero el pueblo se hubiera endurecido en su pecado (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 130:3, 4). El ahora acumula las cualidades bondadosas de Dios: no ha guardado para siempre su enojo †¦ se complace en la misericordia (dos veces) volverá a compadecerse y concederás la verdad (†œfidelidad†). Dios mostró esas mismas cualidades cuando Israel pecó al hacer el becerro de oro y Moisés le pidió que mostrara su gloria (Exo. 34:6). 19 Por causa de su misericordia Dios echará nuestros pecados en las profundidades del mar de modo que ya no amenazarán la existencia de Israel, de la misma manera en que arrojó al ejército de faraón en el mar. 20 Esas cualidades también garantizan que él concederá la verdad (†œmostrará su fidelidad†) al mantener su pacto que juró a sus padres desde tiempos antiguos. Todo esto es posible por Jesucristo, quien pagó la penalidad por los pecados de su pueblo y porque es el †œAmén† de Dios a sus promesas del pacto.
Bruce Waltke

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

Miqueas (Hebr. Mikhah; Jer. 26,18: Mikhayah keth.), autor del libro que ocupa el sexto lugar en la colección de los doce profetas menores; nació en Moréšet (Miq. 1,1; Jer. 26,18), una localidad no lejos del pueblo de Gat (Miq. 1,14). Jerusalén fue la escena de su ministerio, y se realizó, como sabemos por el título de su libro, bajo los reyes Joatam (c. 740-735 a.C.), Ajaz /735-727?) y Ezequías (727-698?). Sin embargo, no parece que poseamos ninguno de sus discursos anteriores al reinado de Ezequías. Fue, pues, un contemporáneo del profeta Isaías. Su libro consta de tres partes:

Primera Parte (capítulos 1 – 3)

La primera parte consta de los capítulos 1 – 3. Miqueas comienza con el anuncio de la inminente destrucción de Samaria como castigo por sus pecados, y Jerusalén también se ve amenazada. En el capítulo 2 el profeta desarrolla sus amenazas contra el Reino de Judá y da sus razones para ello. En el capítulo 3 pronuncia sus reproches con mayor claridad contra los principales culpables: los profetas, los sacerdotes, los príncipes y los jueces. A causa de sus transgresiones, Sión será arada como un campo, etc. (3,12). Este pasaje fue citado por los defensores de Jeremías contra los que querían castigar con la muerte la audacia con que este último había anunciado los castigos de Dios: Miqueas de Moréšet no fue castigado con la muerte, sino, al contrario, Ezequías y el pueblo hicieron penitencia y el Señor retiró su amenaza contra Jerusalén (Jer. 16,18ss). Existe un consenso general de opinión que atribuye al profeta Miqueas la autoría de esta parte del libro; se han expresado serias dudas únicamente respecto a 2,11-12. Los capítulos 1-3 deben haber sido compuestos poco antes de la destrucción del Reino de Samaria por los asirios (722 a.C.).

Segunda Parte (capítulos 4 – 5)

En la segunda parte (4-5), tenemos un discurso que anuncia la futura conversión de las naciones a la Ley de Yahveh y en el que describe la paz mesiánica, una época que será inaugurada por el triunfo de Israel sobre todos sus enemigos, simbolizados por los asirios. En 5,1 ss (Hebr. 2ss), el profeta presenta al rey mesiánico cuyo lugar de origen será Belén Efratá; Yahveh solo abandonará a su pueblo “hasta el momento en que dé a luz la que ha de dar a luz”, en alusión al conocido pasaje de Is. 7,14. Varios críticos han sostenido que los capítulos 4 – 5, ya sea en todo o en parte, son de origen post-exilio. Pero sus argumentos no son convincentes, pues están basados principalmente en consideraciones inspiradas por ciertas teorías sobre la historia de la doctrina mesiánica. Tampoco es necesario suponer que en 4,8, la comparación de la ciudadela de Sión, con la “torre del rebaño”, alude a la ruinosa condición de Judea y de Jerusalén en el momento de la composición del discurso; esta comparación sólo se refiere a la situación moral que la capital sostenía hacia el resto del país, desde donde se presume que Yahveh vigile. La conexión de ideas, es cierto, se interrumpe en el versículo 4,10, y en 5,4-5 ( Vulg. 5-6), los cuales pueden ser adiciones posteriores.

Un rasgo característico del estilo de Miqueas en el capítulo 1 se encuentra en los juegos de palabras en los nombres de las localidades, y es notable que un juego de palabras totalmente similar se puede ver en 5,1 (Hebr., 4,14), sobre todo cuando se toma en cuenta la Versión de los Setenta. La variante sugerida por los Setenta sugiere una interpretación muy satisfactoria de este difícil pasaje: “Y ahora, rodéate de una pared (gadher), Beth-Gader.” La diferencia de tono y el contenido demuestran claramente que 4 – 5 deben haber sido compuestos en circunstancias distintas que el 1-3. Probablemente datan de poco después de la caída de Samaria en 722 a.C. En 1 – 3 Miqueas había expresado el miedo de que luego de la conquista de Samaria el ejército asirio invadiese Judea; pero Yahveh retiró su amenaza (Jer. 16,19), y el enemigo salió de Palestina sin atacar a Jerusalén. Los capítulos 4 – 5 nos han preservado un eco de la felicidad que la eliminación del peligro causó en Jerusalén.

Tercera Parte (capítulos 6-7)

Los capítulos 6-7, que forman la tercera parte, están hechos en una forma dramática. Yahveh interpela al pueblo y les reprocha su ingratitud (6,3-5). El pueblo pregunta que con cuál ofrenda pueden ellos expiar su pecado (6,6-7). El profeta contesta que el Señor reclama el cumplimiento de la ley moral en lugar de sacrificios (6,8). Sin embargo, esta ley ha sido violada vergonzosamente por la nación, la cual ha traído sobre sí misma el castigo de Dios (6,9 ss.). El pasaje 7,2-13 podría ser transpuesto para seguir al 7,6; de este modo la justificación de los castigos asume una forma relacionada en 6,6 a 7,6 y 7,11-13. El resto del capítulo 7 (7-11 + 14ss) contiene una oración en la cual la ciudad caída expresa la esperanza en una restauración venidera y confianza en Dios.

Las opiniones de los críticos están muy divididas sobre la composición de estos capítulos. Varios los consideran una mera colección de fragmentos desprendidos de origen más o menos reciente; pero el análisis que acabamos de dar muestra que existe una relación satisfactoria entre ellos. La principal razón por la que a los críticos les resulta difícil atribuirle a Miqueas la autoría de los capítulos 6 – 7, o al menos una gran parte, es porque identifican la ciudad caída de 7,7 ss. con Jerusalén. Pero el profeta nunca menciona a Jerusalén, y no hay ninguna prueba de que Jerusalén es la ciudad propuesta. Por el contrario, ciertos rasgos se explican mejor sobre la suposición de que la ciudad en la mente del profeta es Samaria; vea especialmente 6,16, y 7,14. Según esta hipótesis, el profeta en el 6 – 7,6 y 7,11-13 arroja una mirada retrospectiva a las causas que provocaron la caída de Samaria, y 7,7-11 + 14ss y expresa sus deseos para que vuelva a la gracia del Señor. Puesto que en la situación histórica así supuesta no hay nada que no coincida exactamente con las circunstancias de la época de Miqueas, como no hay desacuerdo en las ideas entre Miqueas 1 ss. y 6 – 7, como por el contrario existen afinidades reales en estilo y vocabulario existen entre Miqueas 1 ss. y 6 – 7, parece innecesario negarle al profeta Miqueas la autoría de estos dos capítulos.

Fuente: Van Hoonacker, Albin. “Book of Micheas.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. 23 Nov. 2011
http://www.newadvent.org/cathen/10278a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica