NAAMAN

2Ki 5:1-27; Luk 4:27.


Naamán (heb. Naamân, “placentero [dulce, ameno, agradable]”; ugar. Nmn; egip. del tiempo de Tutmosis III, Nmn3; gr. Naimán). 1. Descendiente de Benjamí­n (Gen 46:21; 1Ch 8:4), y cabeza ancestral de los naamitas.* 2. Comandante en jefe del ejército sirio bajo Ben-adad II, rey de Damasco. Como militar tuvo éxito, e hizo del reino sirio de Damasco una nación fuerte (2Ki 5:1). Sin embargo, contrajo lepra, y afrontaba la ruina de su carrera. En su casa habí­a una esclava israelita que habí­a sido llevada cautiva en una de las incursiones a Israel. Tení­a simpatí­a por el problema de su amo y expresó su deseo de que pudiera ser sanado por el profeta en Samaria. Frente a esta perspectiva de curación, Naamán pidió consejo al rey, quien lo envió a esa ciudad con una carta de recomendación al rey de Israel. Cuando Naamán la presentó en la corte, se produjo una consternación, porque se consideró que el incidente era una excusa para iniciar una guerra. Pero cuando Eliseo oyó del incidente, envió decir al rey que enviara a Naamán a su casa. Cuando éste y su séquito llegaron, el profeta no salió a recibirlo; sencillamente le envió el mensaje de que debí­a sumergirse 7 veces en el rí­o Jordán. Eso, evidentemente, tení­a el propósito de probar su fe y de humillar su orgullo. Naamán se molestó y se propuso regresar a Damasco de inmediato, afirmando que los rí­os Abana* y Farfar* eran mucho mejores que el fangoso Jordán. Pero finalmente lo persuadieron a probar la receta de Eliseo, y como resultado, sanó. Le ofreció una rica recompensa, pero el profeta rehusó aceptar algo de él. Su siervo, Giezi, por engaño obtuvo para sí­ mismo algunos de los regalos ofrecidos. Esto le costó un duro castigo, porque por su pecado recibió la lepra de Naamán (2Ki 5:1-16, 20- 27). Como resultado de su milagroso sanamiento (Luk 4:27), llegó a ser creyente en Yahweh, el Dios de Israel, y prometió adorarlo sólo a él de allí­ en adelante (2Ki 5:17). Pidió 2 mulas cargadas de tierra, sobre la cual ofrecer sacrificios a Dios en Damasco. Explicó al profeta que, sin embargo, su cargo le exigí­a acompañar al rey al templo del dios Rimón, donde tendrí­a que inclinarse ante el í­dolo mientras el rey se apoyaba en su brazo. El profeta le dijo: “Ve en paz” (vs 17-19). Aparentemente no era el momento de pedir que hiciera una reforma en ese asunto. 3. Otro descendiente de Benjamí­n, hijo de Aod (1Ch 8:6, 7).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

placentero. Nombre de varón. 1. Uno de los hijos de Benjamí­n y de Bela, Gn 46, 21; Nm 26, 40; Cr 8, 3-4. Dio nombre a los naamitas, clan de la tribu de Benjamí­n. 2. General arameo, valeroso, célebre y prestigioso del ejército del rey Aram. Estaba casado y enfermo de lepra, 2 R 5. N. se enteró, por una servidora, que el profeta Eliseo de Samaria podí­a curarle de su enfermedad. Así­ que provisto de una carta del rey Aram y de dinero, partió hacia Samaria y se dirigió al rey de Israel. La carta del rey Aram decí­a que le enviaba a su siervo N. para que le curara de la lepra. El monarca se disgustó pensando que se trataba de una provocación. Pero Eliseo, rogó al rey que llevase a N. a su presencia. Al llegar ante la presencia del profeta, Eliseo mandó decirle, por boca de un criado, que se lavase siete veces en el Jordán. N. montó en cólera y, ante tal actitud, se marchó diciendo que él creí­a que Eliseo invocarí­a el nombre de Yahvéh, su Dios, y al frotar con su mano la parte enferma sanarí­a; pero se quejó diciendo que el Abaná y el Farfar, rí­os de Damasco, no eran mejores que todas las aguas de Israel y podrí­a bañarse en ellos para quedar limpio, 2 R 5, 11-12. Pero sus servidores lograron convencerle y tras sumergirse siete veces en el Jordán su carne se tornó como la de un niño pequeño y quedó limpio, 2 R 5, 14.

Después de su curación N. prometió no ofrecer sacrificios a otros dioses, sino a Yahvéh. Eliseo no recibió ninguno de los presentes de N. Pero un criado de Eliseo llamado Guejazí­, se aprovechó de la situación y le pidió un talento de plata y dos vestidos de fiesta a N. Eliseo, al enterarse, le maldijo diciendo que la lepra de N. se le pegarí­a a él y a tu descendencia, 2 R 5, 27.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., na†™aman, agradable).
1. Hijo de Benjamí­n (Gen 46:21) y cabeza del clan de los namanitas (Num 26:40).
2. El jefe del ejército del rey de Siria (2Ki 5:1). Fue un general valiente y exitoso, pero tení­a lepra. Esta era una enfermedad terrible, que en aquellos tiempos condenaba a la persona al ostracismo y a una muerte cuyo momento era imposible estimar. La esposa de Naamán tení­a como sierva a una muchacha que habí­a sido llevada cautiva de la tierra de Israel. La muchacha contó a su señora acerca del profeta en Samaria que podí­a sanarlo (2Ki 5:3). Naamán fue a ver al profeta Eliseo y se le dijo que se lavara siete veces en el rí­o Jordán. Sus sirvientes le insistieron en que hiciera caso a las instrucciones del profeta y como consecuencia de escucharlos sanó (2Ki 5:5-19). Jesús se refirió a este incidente cuando habló en la sinagoga de Nazaret (Luk 4:27).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(agradable).

General del ejército Sirio, a quien Eliseo curó de su lepra, 2Re 5:1-27, Luc 4:27.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

(Agradable). Nombre de personas del AT.

1. Personaje en la descendencia de Benjamí­n, cabeza de familia (Gen 46:21; Num 26:40).

. †œGeneral del ejército del rey de Siria†, quien lo tení­a en gran estima. Era †œhombre valeroso en extremo, pero leproso†. Por medio de una muchacha israelita a quien tení­a como esclava supo de la existencia de Eliseo, †œun profeta que está en Samaria†, que lo podí­a curar. Vino con cartas del rey de Siria para el rey de Israel, quien rasgó sus vestidos, pensando que lo que se buscaba era un casus belli, un motivo para la guerra (†œConsiderad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí­†). Eliseo lo supo y mandó a buscar a N. Cuando éste llegó a sus puertas le envió un mensajero con la orden de que se lavara siete veces en el Jordán. Ya se iba N. furioso, pensando que Eliseo le habí­a menospreciado, pero sus siervos le convencieron de que siguiera el mandato del profeta. Así­ lo hizo †œy su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio†. N. quiso dar regalos a Eliseo, pero éste los rechazó. El general sirio se convirtió y pidió †œla carga de un par de mulas† con tierra de Israel para adorar sobre ellas a Jehová. Pidió también que se le excusara si hací­a reverencia en el templo de Rimón cuando acompañara a su rey, lo cual le fue concedido. Giezi, siervo de Eliseo, engañó a N. pidiendo dones a nombre de Eliseo, por lo cual fue castigado con la misma enfermedad de lepra (2Re 5:1-27). La solicitud de la tierra que hizo N. estaba relacionada con la creencia popular de que cada sitio o región tení­a su dios particular, y él se proponí­a adorar sólo a Jehová. Algunas tradiciones judí­as identifican a N. con el arquero que †œdisparó su arco a la ventura† y mató al rey Acab (1Re 22:34). El Señor Jesús mencionó el caso de N. como un ejemplo de la soberaní­a de Dios, pues †œmuchos leprosos habí­a en Israel … pero ninguno de ellos fue limpiado, sino N. el sirio† (Luc 4:27).

. Personaje en la descendencia de Benjamí­n (1Cr 8:7).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG FUNC HOMB HOAT

vet, = “agradable”. (a) Nieto de Benjamí­n e hijo de Bela; fundador de una familia (Gn. 46:21; Nm. 26:40). (b) General del ejército de Ben-adad, rey de Damasco. Este general, que fue usado para liberar a los sirios, era leproso. A pesar de su repugnante carácter, la lepra no era causa de exclusión del enfermo en la sociedad siria, al revés de lo que sucedí­a en Israel. Una muchacha israelita, que habí­a sido dada como esclava a la esposa de Naamán, sugirió que el general visitara al profeta Eliseo en Samaria, para que fuera sanado de su lepra. Fue. Para quebrantar el orgullo de Naamán y convencerle de que sólo deberí­a su curación a Dios, Eliseo no fue al encuentro del general ni de su séquito. Envió a su criado a que le dijera que se bañara siete veces en el Jordán. Ofendido y encolerizado, Naamán volvió grupas, diciendo: “Abana y Farfar, rí­os de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio?” Sus siervos lo calmaron, y le suplicaron que descendiera al Jordán. Se bañó siete veces en el Jordán, y fue sanado. Lleno de gratitud, el general quiso recompensar a Eliseo, que rehusó, a fin de hacerle comprender lo gratuito de las bendiciones divinas. Pero Giezi, siervo del profeta, ardiendo en codicia, actuó mentirosamente para conseguir dones. Naamán, transformado en adorador de Jehová, pidió permiso para llevarse dos cargas de mulas de tierra de Israel, indudablemente para elevar un altar al verdadero Dios. Viviendo en el seno del paganismo, no podrí­a sustraerse por completo a sus costumbres. El rey de Siria rendí­a culto a Rimón. Naamán tení­a el deber de sostener a su señor cuando él entrara en el santuario de este í­dolo y se prosternara delante de él. Esta obligación preocupaba al general. Eliseo lo autorizó a que cumpliera con sus deberes seculares aún cuando ello implicara su presencia en un templo pagano (2 R. 5). El profeta sabí­a que el Señor acabarí­a la obra comenzada en el corazón de Naamán, y que lo llevarí­a a su tiempo a romper todo lazo con la idolatrí­a. En el NT el caso de Naamán es presentado como ejemplo de la acción soberana de Dios en gracia fuera de Israel, y frente a un Israel apóstata y rebelde (Lc. 4:27), intimando ya la obra de gracia que iba a ir al mundo por el endurecimiento de Israel (cfr. Ro. 11:12).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(de una raí­z que significa: †œsé agradable†).

1. Nieto de Benjamí­n por su hijo primogénito Bela. (1Cr 8:1-4, 7.) Como los naamitas constituyeron una familia en el seno de la tribu de Benjamí­n (Nú 26:40), a Naamán se le menciona en otros lugares como uno de los †œhijos† de Benjamí­n. (Gé 46:21.)

2. Jefe del ejército sirio del siglo X a. E.C. durante los reinados de Jehoram de Israel y Ben-hadad II de Siria. Por medio de él, †˜hombre grande, valiente, poderoso, tenido en estima†™, †œJehová habí­a dado salvación a Siria†. (2Re 5:1.) La Biblia no da ningún detalle sobre cómo o por qué se utilizó a Naamán para salvar a Siria. Una posibilidad es que hubiese encabezado las fuerzas sirias que resistieron con éxito el intento del rey asirio Salmanasar III de conquistar Siria. Como nación libre, Siria supuso una separación natural entre Israel y Asiria, lo que debió retardar la expansión de Asiria hacia el O. hasta el tiempo debido en que Jehová permitió que el reino septentrional fuera al exilio.

Curado de la lepra. Naamán tení­a lepra, y aunque los sirios no exigí­an que los leprosos se mantuvieran aislados, como requerí­a la ley de Jehová en Israel, sin duda serí­a una noticia muy agradable saber que podí­a curarse de esa repugnante enfermedad. Esta noticia llegó a través de la muchacha israelita que era esclava de su esposa. Ella le habló acerca de un profeta de Samaria que podí­a curarlo de la lepra. Naamán partió inmediatamente para Samaria con una carta de presentación de Ben-hadad II. Sin embargo, el rey israelita Jehoram lo recibió con frialdad y sospecha y lo envió a Eliseo. Este no lo recibió personalmente, sino que a través de su siervo le dijo que se bañara siete veces en el rí­o Jordán. Herido en su orgullo, y al parecer pensando que se le habí­a enviado de un lugar a otro sin cumplidos y además sin resultados, se marchó enfurecido. Si sus sirvientes no le hubieran hecho ver lo razonables que eran las instrucciones que habí­a recibido, hubiera vuelto a su paí­s aún leproso. Pero al final se bañó siete veces en el Jordán y quedó limpio milagrosamente. Naamán fue el único leproso curado mediante Eliseo. (2Re 5:1-14; Lu 4:27.)

Se hace adorador de Jehová. Rebosante de gratitud y con humilde reconocimiento, el jefe del ejército sirio recorrió una distancia de unos 50 Km. para volver a Eliseo, y le ofreció un regalo muy generoso que el profeta rechazó insistentemente. Naamán luego pidió que le dieran un poco de tierra de Israel, †œla carga de un par de mulos†, para llevársela y así­ poder ofrecer sacrificios a Jehová sobre el suelo de Israel, e hizo el voto de que de entonces en adelante no adorarí­a a ningún otro dios. Naamán quizás pensaba ofrecer sacrificios a Jehová sobre un altar de tierra. (2Re 5:15-17; compárese con Ex 20:24, 25.)
Seguidamente Naamán pidió que Jehová lo perdonara cuando se inclinara con el rey ante el dios Rimón en actos oficiales, pues parece ser que el rey era viejo y se encontraba débil, de modo que necesitaba apoyarse en Naamán. De ser así­, el que Naamán se inclinara serí­a un acto mecánico, realizado con el único propósito de servir de apoyo al rey, cumpliendo con su deber, y no como adoración personal. Eliseo creyó la petición sincera de Naamán y le contestó: †œVete en paz†. (2Re 5:18, 19.)
Después de su marcha, el codicioso siervo de Eliseo, Guehazí­, lo alcanzó, y mediante mentiras le hizo creer que Eliseo habí­a cambiado de opinión y finalmente aceptaba algunos regalos. Naamán con mucho gusto le regaló plata y vestiduras. No obstante, Jehová castigó a Guehazí­ y a su prole con lepra hasta tiempo indefinido debido a su codicia y a su mentira, al valerse impropiamente de su puesto de servidor de Eliseo y pretender sacar provecho de la labor del espí­ritu de Jehová. (2Re 5:20-27.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. na˓amān, ‘agradable’). Nombre común en el N de Siria al promediar el 2º milenio, como lo demuestran los textos de *Ugarit.

1. Hijo de Benjamín; antepasado del clan naamita (Gn. 46.21; Nm. 26.40; 1 Cr. 8.4, 7).

2. Comandante militar del ejército sirio durante el reinado de *Ben-hadad I (2 R. 5). A pesar de padecer de lepra mantuvo su elevada posición (v. 1), Por sugerencia de una prisionera de guerra israelita se fue con una carta del rey, juntamente con presentes, al rey de Israel, probablemente *Joram. Este lo envió a *Eliseo, quien le ofreció cura si se bañaba en el río Jordán, lo cual Naamán se negó a hacer indignado, hasta que sus sirvientes lo convencieron (vv. 8–14). Al ser sanado, llevó consigo dos mulas cargadas de tierra, lo cual consideró necesario para adorar a Yahvéh, el único Dios verdadero (vv. 15–17). A pesar de ser yahvista, Naamán tuvo que seguir adorando en el templo de *Rimón, probablemente como obligación social.

Una leyenda judía, recogida por Josefo (Ant. 8.414), pero no confirmada, identifica a Naamán como el que mató a *Acab disparando “su arco a la ventura” (1 R. 22.34). Se lo menciona también brevemente en Lc. 4.27.

D.W.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico