NACION

v. Gente, Gentil, Pueblo, Tierra
Gen 12:2; 46:3


Suele significar “los gentiles”: (Exo 34:24, Isa 43:9, Jer 10:1, Jer 10:25). Unas pocas veces significa los “israelitas”: (Gen 12:2, Deu 32:28).

– Origen de las naciones, Ge.10.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

†¢Pueblo. Nación.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, TRIB ESCA

ver, PROSELITOS, DANIEL, ARMAGEDí“N

vet, Término que se corresponde con el heb. “gõy” y con el gr. “ethnos”, dos términos que significan “nación, pueblo” (2 R. 16:3; Hch. 22:21). Las “naciones” aparecen como división caracterí­stica de la humanidad después de la dispersión de Babel. Israel es una “nación” separada, un pueblo santo (Dt. 4:34; 14:2). No es hasta más tarde que el término “gõy”, “nación”, toma un sentido peyorativo, designando a las naciones fuera de Israel y, por ello, a aquellas que no conocen a Jehová. Ex. 23:30 menciona la conducta abominable de las naciones; Esd. 6:21 su impureza. La ignorancia de la verdad, la oposición a la verdadera religión, los sacrilegios dirigidos contra ella y contra el pueblo de Dios, la cólera de Jehová a la que están expuestas, todas estas caracterí­sticas de las naciones se hallan en los Sal. 79:1, 6, 10; Jer. 10:25; Lm. 1:3, 10; Ez. 34:28, 29; 36:6, 7, 15. El término “pagano” (de “paganus”, morador de pueblos) designa a aquellos que todaví­a no han aceptado el mensaje del Evangelio. En efecto, los pueblos resistieron durante más tiempo que las ciudades ante el primer gran esfuerzo de la evangelización. Este término no tiene origen bí­blico; no se puede traducir ni “gõy” ni “ethnos” (que no siempre tiene un sentido peyorativo en el NT), por cuanto no tiene ninguna connotación colectiva. En realidad, Israel debí­a, por una parte, mantener una posición separada con respecto a las naciones para preservarse de la contaminación de la idolatrí­a y de la inmoralidad (Lv. 20:23; Jos. 23:7, 12; 1 R. 11:2). Los judí­os, especialmente después del exilio, se muestran extremadamente estrictos sobre las cuestiones de pureza ritual prescritas por Leví­tico y en la prohibición de los í­dolos y de las imágenes. Se manifiestan dispuestos no sólo a morir, antes que tolerar una estatua de Calí­gula en el Templo (Ant. 18:3, 1), sino que se opusieron a que se colocaran trofeos en el teatro o que se pusiera el águila romana a la puerta del Templo. Unas reglas extremadamente minuciosas establecidas por los escribas y fariseos tení­an por objeto impedir todo contacto impuro con los paganos. Un gentil, no observante de las leyes de la purificación, era considerado como impuro, junto con su casa y todo aquello que tocara (Jn. 18:28). Un israelita estrictamente legalista no debí­a nunca comer a la mesa de un pagano (Hch. 11:3; Gá. 2:12). Sin embargo, Dios, ya desde el principio, habí­a dado a conocer al pueblo elegido que habí­a sido apartado para recibir la salvación, y transmitirla un dí­a a todas las naciones. Dios dijo de Abraham que habrí­an “de ser benditas en él todas las naciones de la tierra” (Gn. 18:18; cfr. 22:18). Al Mesí­as le son prometidas “por herencia las naciones” (Sal. 2:8). Todas las naciones le servirán un dí­a (Sal. 72:11). Jehová es el juez de toda la tierra, por cuanto todas las naciones le pertenecen (Sal. 82:8). Isaí­as insiste una y otra vez en la universalidad de la salvación. El Siervo de Jehová la llevará, no sólo a Israel, sino a todas las naciones (Is. 42:1, 6; 49:6; 51:4-5; 54:3; 55:5, etc.). Un dí­a, las mismas naciones se convertirán al Señor, y la faz de la tierra será cambiada (Is. 2:2, 4; 11:10, 12). Los judí­os mismos eran conscientes de ello, porque en ciertas condiciones admití­an que los paganos se hicieran prosélitos de su comunidad (véase PROSELITOS). (a) Los tiempos de las naciones (Lc. 21:24). Mediante esta expresión, Jesús hizo alusión al papel de las naciones dentro del plan histórico de Dios. Desde la creación, el Señor ha deseado la bendición de toda la humanidad. Pero, después de los tres juicios de Edén, del Diluvio, y de Babel, deja provisionalmente a las naciones a un lado, confundiendo sus lenguajes y dispersándolas por toda la faz de la tierra. Eligiendo a Abraham, suscita al pueblo elegido por medio del cual será dado al mundo el conocimiento del verdadero Dios, la Revelación escrita y el Mesí­as prometido. Por ello, el Señor instituye una teocracia en Israel; pero pronto el pueblo rechaza esta teocracia y, bajo el caudillaje de sus reyes, se va volviendo más y más infiel. Esta es la razón de que Dios les retira finalmente su presencia y pone fin a su independencia, permitiendo que Nabucodonosor destruya el Templo y la ciudad de Jerusalén (2 Cr. 36:15-21). En este momento la supremací­a pasa a manos de los imperios paganos (véase DANIEL) y Palestina queda asolada y hollada como habí­a sido anunciado en Is. 5:1-7. La destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. acrecentó esta desolación, pero Cristo dio a entender de una manera expresa que tendrá fin (Lc. 21:24). El tiempo de las naciones cesará cuando Jerusalén sea plenamente liberada y restaurada, según las palabras de los profetas. (b) El juicio de las naciones. Si bien hay un glorioso futuro para los miembros de las naciones que se conviertan a Dios, se reserva un juicio terrible para aquellos que persistan en su rebelión e incredulidad. Un dí­a, el Señor reunirá a todas las naciones en Armagedón (véase ARMAGEDí“N) para que rindan cuentas (JI. 3:2, 12; Mi. 4:11-12; Zac. 12:2-3, 9; 14:2-3, etc.). Este dí­a tenebroso será “dí­a de castigo de las naciones” (Ez. 30:3). Grande es la ventura de aquellos que, no habiendo tenido el privilegio de formar parte de Israel (Ef. 2:12), han venido por la gracia de Cristo a formar parte de la nación santa, del pueblo adquirido del Nuevo Pacto (1 P. 2:9, 10). Ellos forman parte de una innumerable multitud venida de todas las naciones que en el cielo adorará al Cordero que fue inmolado (Ap. 5:9; 7:9).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Conjunto de habitantes que viven un territorio bajo una ley, una tradición, una cultura y una conciencia de unidad. En cuanto se halla unificada por una ley común se hace referencia a “Estado” (unitario, federal, asociado). Con perspectiva geográfica de originalidad se suele hablar de “Paí­s”. En la medida en que unidad afectiva y moral heredada de los padres se alude a “Patria”.

La nación, en cuanto comunidad humana, ni se forma ni se disuelve por la mera acción violenta de un momento o de unos pocos. Supone tiempo de integración y las realidades nacionales han ido evolucionado con el tiempo.

Precisamente por ser comunidad humana implica un respeto a las leyes que la rigen, una forma de gobierno o de organización (Monarquí­a, república, democracia, dictadura, teocracia) y unos deberes mutuos de respeto, cooperación, conciencia de unidad, tolerancia, igualdad, justicia y libertad, en los cuales deben ser educados todos los ciudadanos de forma progresiva.

La nación es una expresión de la condición social de los hombres. Por lo tanto está vinculada con el Creador, que ha hecho al hombre solidario. Es evidente que la organización de cada nación o la misma distribución de las naciones en el mundo no es efecto de una acción positiva de Dios, por lo que la distribución puede variar con los avatares de la historia y la voluntad de los ciudadanos.

Pero no es menos evidente que los medios injustos de producir cambios y transformaciones nacionales (guerra, invasiones, coacciones, terrorismo), aunque hayan sido tan frecuentes en la historia no responden a los planes de la Providencia, que saca beneficios para los hombres de sus mismos hechos delictivos, como afirma S. Agustí­n en la Ciudad de Dios.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

goí†y (y/G , 1471), “nación; pueblo; gentiles”. Fuera de la Biblia, este nombre se halla solo en los textos de Mari (acádicos) y tal vez en fenicio y púnico. El vocablo aparece unas 56 veces y durante todos los perí­odos del hebreo bí­blico. Goí†y se refiere a un “pueblo” o a una “nación”, casi siempre con matices de identidad cultural y de integridad territorial o gubernamental. Esta acepción se encuentra en las “fórmulas de promesa” por las que Dios promete a alguna persona hacer de él una “nación” grande, poderosa y numerosa (Gen 12:2). Más adelante, estos adjetivos van a describir a los descendientes de quienes se acogen a la promesa (cf Num 14:12). O sea que goí†y se refiere a un grupo de individuos que son una unidad en cuanto a origen, idioma, tierra, leyes y gobierno. Encontramos este énfasis la primera vez que aparece el término, en Gen 10:5 rva: “A partir de estos fueron pobladas las costas de las naciones, según sus territorios, cada una según su idioma, conforme a sus familias en sus naciones”. En Deu 4:6 se trata no de la unidad polí­tica y nacional, sino más bien de unidad religiosa, sabidurí­a, percepción, leyes justas y, en particular, de su relación con Dios: “Guardadlos, pues, y ponedlos por obra, porque esto es vuestra sabidurí­a y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales al oí­r de todas estas leyes dirán: ¡Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio y entendido!” No cabe duda de que todo esto se considera fruto de la elección divina (Deu 4:32 ). La grandeza de Israel se debe a la grandeza de su Dios y a los grandes hechos que ha realizado en pro de este pueblo y a través de él. El vocablo >am, “pueblo, nación”, sugiere relaciones personales subjetivas que se fundamentan en antepasados comunes y/o un mutuo acuerdo, mientras que goí†y sugiere un ente polí­tico con su propia tierra: “Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo” (Exo 33:13). Con todo, goí†y puede referirse a un pueblo sin mencionar su identidad territorial: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa” (Exo 19:6 rva). A veces goí†y es casi un término peyorativo que se aplica a grupos no israelitas, o sea, a los “gentiles”: “A vosotros os esparciré entre las naciones. Desenvainaré la espada” (Lev 26:33 rva). Sin embargo, esta expresión negativa no siempre está presente al hablar de los gentiles: “Porque desde la cumbre de las peñas lo veo; desde las colinas lo diviso. He aquí­ un pueblo que ha de habitar solitario y que no ha de ser contado entre las naciones” (Num 23:9 rva). Por cierto, en aquellos contextos en que se habla de culto, los goí†yim no son israelitas: “Temí­an a Jehová, pero serví­an a sus dioses, según las prácticas de los pueblos de donde habí­an sido trasladados” (2Ki 17:33 rva). En pasajes como Deu 4:38 goí†yim se refiere especí­ficamente a los pueblos que habitaban en Canaán antes de la conquista israelita. Israel debí­a mantenerse aparte y distanciarse de estos pueblos (Deu 7:1) y ser un ejemplo de verdadera santidad delante de ellos (Deu 4:6). Por otro lado, para ser una bendición a todas las naciones (Gen 12:2), en su calidad de “nación” santa y reino de sacerdotes (Exo 19:6), Israel tendrí­a que servir de instrumento para declarar la salvación a las naciones (gentiles), hasta que reconozcan la soberaní­a de Dios (Isa_60). En resumen, el Mesí­as es luz a las naciones (Isa 49:6).

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

1. ethnos (e[qno”, 1484), originalmente multitud, denota: (a) nación o pueblo (p.ej., Mat 24:7; Act 10:35); del pueblo judí­o (p.ej., Luk 7:5; 23.2; Joh 11:48, 50-52; Act 10:22; 24.10,17); en Mat 21:43, traducido “gente” (RV, RVR; RVR77: “una nación”), la referencia es a Israel en su condición restaurada; (b) en el plural, las naciones en distinción a Israel. Véanse GENTE, Nº 1, GENTILES, A, Nº 1. 2. genos (gevno”, 1085), raza, familia. Se traduce “nación” en Mc 7.26: “sirofenicia de nación” (RV, RVR; RVR77: “raza”); 2Co 11:26 (RV, RVR, RVR77); Gl 1.14 (RV, RVR, RVR77). Véase CLASE, Nº 1, etc. 3. sumfuletes (sumfulevth”, 4853), lit.: compañero de tribu (sun, con; fule, tribu, raza, nación, pueblo), de ahí­, uno que es de la misma nación, connacional. Aparece en 1Th 2:14 “de vuestra propia nación” (RV, RVR, RVR77; VM: “de vuestros †¦ paisanos”; Besson: “de vuestros compatriotas”).¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Según las promesas divinas (Gn. 12:2), los descendientes de Abraham formaron una nación cuyo Dios era Yahweh. La promesa condicional, que fue dada por medio de Moisés, era que Israel sería su especial propiedad de entre los pueblos, un reino de sacerdotes, y una nación santa (Ex. 19:5–6). Por cierto, era una nación de privilegios excepcionales (cf. Ro. 9:3–5); pero a causa de la desobediencia y la incredulidad sufrió castigo y juicio. En el tiempo de nuestro Señor, a pesar del gobierno romano, todavía había una fuerte conciencia nacional y un reconocimiento de una identidad nacional (cf. Lc. 7:5; 23:2; Jn. 11:48, 50–52; 18:35; Hch. 10:22; 24:2, 10; 26:4; 28:19). Los descendientes espirituales de Abraham en los tiempos del NT eran los de la fe, sean judíos o gentiles (Gá. 3:7–9). Reciben las bendiciones del día del Mesías, a quien el Israel según la carne rechazó. Ellos sí eran en verdad una raza elegida, sacerdocio real, nación santa, pueblo que pertenece a Dios (1 P. 1:9).

Tanto en griego como en hebreo, el plural «naciones» se usa para referirse a las naciones del mundo incrédulo, a los paganos y gentiles, y puede llevar una connotación de reproche. Hay veces que puede traducirse aptamente por «paganos» (E.J. Godspeed, Problems of New Testament Translation, University of Chicago Press, Chicago, 1945, pp. 26s.). En el NT, el evangelio y sus beneficios son dramática y conspicuamente extendidos a todas las naciones, a los gentiles, a los paganos. Aquellos que en el pasado no fueron pueblo de Dios ahora llegan a ser pueblo de Dios por la fe (Ro. 9–11; 1 P. 2:10).

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; G. Bertram y K.L. Schmidt en TWNT; James Donald en HDAC; MM; A. Norman Rowland en HDCG; Thayer-Grimm.

John Skilton

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (414). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología