OSEAS

Oseas (heb. Hôshêa, probablemente una forma apocopada de Hôshayâh, “Yahweh salva”, “Salvador” o “salvación [liberación]”; el nombre aparece en antiguos sellos heb.; gr. Hí‡see). 1. Nombre original del hijo de Nun que fue cambiado por el de Josué* (Num 13:8, 16; Deu 32:44). 2. Vigésimo (si se cuenta a Tibni) y último rey del reino norteño de Israel (732-722 a.C.). Con el probable consentimiento de Tiglat-pileser III de Asiria, Oseas mató a Peka y usurpó el trono. Cuando Salmanasar V, el sucesor de Tiglat-pileser, apareció en Palestina, Oseas le pagó tributo y fue confirmado en su cargo. Más tarde, sin embargo, hizo una alianza con Egipto y se apartó de Asiria; como resultado, Salmanasar marchó contra Israel y sitió Samaria, tomándola después de 3 años. Esto ocurrió probablemente en el último año de su vida, aunque Sargón II, su sucesor, afirma haber capturado la ciudad. Oseas fue tomado cautivo y encarcelado (2Ki 15:30; 17:1-6). 3. Prí­ncipe de Efraí­n en tiempos de David (1Ch 27:20). 4. Hombre que puso su sello en el pacto de Nehemí­as (Neh 0:23). 5. Ultimo profeta cuyo ministerio se dedicó exclusivamente al reino norteño de Israel; el 1º de los así­ llamados Profetas Menores. Su padre, Beeri,* fue presumiblemente miembro de una de las familias de una tribu no especificada del norte. Oseas presentó sus mensajes durante los reinados de Uzí­as, Jotam, Acaz y Ezequí­as (reyes de Judá), y de Jeroboam II (último rey fuerte del reino del norte; Hos :1). Comenzó algunos años antes del 753 a.C., y siguió hasta algún tiempo después del 729 a.C. Durante esos años fue testigo del colapso moral y polí­tico del reino del norte, y procuró sin éxito frenar el derrumbe hacia la apostasí­a y la desintegración nacional. Que 863 mencione sólo un rey de Israel (Jeroboam II), pero varios reyes de Judá que vivieron después de Jeroboam, sugerirí­a un ministerio posterior en el reino sureño. Oseas, Libro de. Primer libro de los Profetas Menores. I. Autor. El profeta Oseas. Véase Oseas 5. II. Ambientación. La afirmación cronológica con la que comienza el libro indica que el ministerio de Oseas se extendió por lo menos durante 24 años, suponiendo que inició su labor en el 753 a.C. (último año del reinado de Jeroboam II) y la terminó en el 729 a.C. (1er año de Ezequí­as). Como Oseas no menciona la caí­da de Samaria (723/22 a.C.), se suele suponer que su servicio concluyó antes de ese trágico acontecimiento. Por un tiempo su ministerio fue contemporáneo con el de Amós (Amo :1), Miqueas (Mic 1:1) e Isaí­as (Isa 1:1). Aunque no aparece una afirmación explí­cita ligando el trabajo de Oseas con el reino norteño, Israel, la familiaridad con la que el profeta habla de diversas localidades de esa parte del reino nos sugiere que ejerció su ministerio profético mayormente allí­ (Hos 4:15; 5:1; 6:9-10; 9:15; 10:5, 8, 15; 12:11;14:5-8). El camino de apostasí­a de Judá estaba menos recorrido que el de Israel (11:12;12:2), y las referencias al primero son de tono más general y algo incidentales (5:14; 6:41 1 l;8:14; 10:11, 11:12). El ministerio de Oseas cubre las décadas finales de la historia del reino del norte, y su mensaje constituyó el llamado final de Dios a las 10 tribus antes de la desintegración del reino y la cautividad permanente de la mayorí­a de sus habitantes por los asirios. Comenzó su labor en algún momento del largo y exitoso reinado de Jeroboam II, cuando la nación se gozaba con el brillo de una prosperidad polí­tica y material temporaria y engañosa. El éxito de Jeroboam en extender la frontera norte del paí­s hasta prácticamente los lí­mites que tení­a en tiempos de David y de Salomón, habí­a iniciado una época de lujo sin precedentes, pero esto sólo sirvió para acentuar la declinación moral y espiritual que habí­a comenzado 2 siglos antes con Jeroboam I, su 1er rey. La apostasí­a, señalada con frecuencia como “adulterio” y “prostitución” (1:2; 6:10, 9:1), habí­a tomado la forma de la adoración a Baal* (2:8,13, 17; 9:10; 11:2; 13:1). El adulterio habí­a llegado a ser una costumbre nacional (7:4). La prosperidad creciente habí­a traí­do consigo el incremento del pecado y la corrupción (4:7; 9:9), y la gente seguí­a su perverso camino con un espí­ritu avaro (4:8). La apostasí­a, basada en un rechazo deliberado de la voluntad revelada de Dios (v 6), era prácticamente universal (vs 16, 17; cf 6:7; 7:7, 13-16; 8: 1,14; 11:7), y la nación rehusaba las repetidas invitaciones del Señor de volver a él (5:4; 7:10). Los efectos degradantes de la idolatrí­a se reflejaron inevitablemente en el tono moral de la sociedad, hasta que no hubo más “verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra”, sino sólo “perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar” (4:1, 2). Lamentaba el profeta: “Homicidio tras homicidio se suceden” (v 2). Los lí­deres religiosos cometí­an los crí­menes más bajos (6:9), y la monarquí­a se habí­a manchado con sangre. Cuatro de sus últimos 5 reyes asesinaron a sus predecesores para tomar el trono (cf 7:7). Como nación, el pueblo de Israel habí­a arado impiedad y cosecharí­a iniquidad (10:3). Estaba madura para su disolución, pero por piedad Dios prolongó su dí­a de gracia por unos pocos años más hasta que los asirios terminaran con su existencia nacional. III. Tema. El tema dominante del libro es el infinito amor y la paciente misericordia divina. El cuidado de Dios por su pueblo, comparado con el afecto solí­cito de un esposo fiel por una esposa desleal, está representado en el trágico relato personal de Hos_1-3 El profeta recibe la orden de tomar “una mujer fornicaria, e hijos de fornicación” (1:2). Gomer, la esposa de Oseas, pronto demuestra ser infiel (2:2-5) y tiene varios hijos ilegí­timos (1:6, 9;2:4, 5). Su amor por su esposa infiel sigue firme, y busca por todos los medios recuperar su afecto (2:2-9, 14, 15) pero sin resultado. Con el transcurso del tiempo, la encuentra en un mercado de esclavos y la compra (cp 3). Las opiniones están divididas acerca de si en el relato aparece más de una mujer, si la narración cuenta una experiencia vivida, o si se la debe considerar una alegorí­a o un sueño. Los que niegan que se trata de un caso real afirman que Dios no autorizarí­a el casamiento de un profeta con una mujer adúltera, mientras que quienes lo consideran un informe de lo sucedido a Oseas sostienen que Gomer no lo era cuando se casó (1:2). De cualquier modo, la apostasí­a nacional está retratada en todo su realismo en el caso deOseas (1:10,11; 2:16-23). El corazón quebrantado de Oseas por causa de su mujer descarriada encuentra su contrapartida en el esquema literario del mensaje de Dios a Israel en Hos_4-14 No hay un desarrollo lógico de un tema, sino una alternancia apasionada entre pasajes de lamentos por el 864 descarrí­o de Israel y llamados de apelación para que regrese a Dios. Las apelaciones apasionadas del profeta a Gomer se equiparan con las de Dios a Israel; las frases se suceden abruptamente y a veces hasta en forma incoherente, como los sollozos de un corazón quebrantado. Como Jeremí­as, un siglo más tarde, Oseas se lamenta por su pueblo por el mal camino que ha escogido seguir y por la triste suerte que le espera. El libro está repleto de ví­vidas ilustraciones tomadas de la naturaleza y de la vida diaria: una novilla descarriada (4:16); las lluvias temprana y tardí­a (6:3); el horno calentado en exceso (7:4-7); una tortilla no dada vuelta, tal vez quemada de un lado y cruda del otro (v 8); un anciano que vive como un joven desenfrenado (v 9); un asno montés en celo (8:9); una viña sin frutos (10:1); y muchas otras. IV. Contenido. Aunque el libro de Oseas no se presta fácilmente a un análisis lógico, es evidente esta lí­nea de pensamiento: En los 3 primeros capí­tulos cuenta su experiencia personal con Gomer, mientras que en los cps 4-14 se dirige a Israel como si fuera la esposa infiel de Dios. En el cp 4 Jehová tiene una contienda “con los moradores de la tierra” (vs 1), y en el cp 5 se dirige a los lí­deres religiosos advirtiéndoles del juicio inminente (vs 1, 15). En los cps 6 y 7 el profeta extiende a Israel la invitación de volver a Dios, pero luego muestra cómo los llamados anteriores a regresar sólo terminaron en la traición de Israel o, en el mejor de los casos, en una débil reforma (6:4, 7; 7:8, 11, 16). Los cps 8 y 9 anuncian la cautividad que está a las puertas como castigo por la apostasí­a (8:1, 7, 8; 9:3, 7, 15, 17). En los cps 10-13 se bosquejan las razones de la terrible suerte que está a punto de caer sobre la nación: Dios repasa lo que hizo por su pueblo y lo acusa de ser una “viña, que da abundante fruto para sí­ misma” (10:1). Esparcidos entre las acusaciones hay tiernos llamados para que regresen (10:12; 11:8, 9; 12:6;13:9, 10). El cp 14 constituye la invitación final de Dios a volver a él. La promesa: “Los amaré de pura gracia” y “sanaré su rebelión” (v 4; véase CBA 4:909-911).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

que Dios socorra. Uno de los doce Profetas Menores, al final del reinado de Jeroboam II y la caí­da de Samaria; época de gran corrupción religiosa y polí­tica en Israel, en la que sucedieron varios golpes de estado, 2 R 15; sucedí­a el desarrollo del poderí­o de Asiria, Os 5, 13. Su esposa se llamó Gómer, dada a la prostitución, hija de Dibláin. Tuvo un hijo al que Yahvéh le ordenó llamar Yisreel, por la ciudad que visitarí­a; y una hija a la que llamó Lo†™-Rujamah, No amada o No comparecida, por la compasión de Yahvéh hacia la casa de Israel; luego tuvo otro hijo al que debió llamar Lo-Amî, No mi pueblo.

El Libro de Oseas contiene 14 capí­tulos que se dividen en dos partes: La primera parte, se centra en la experiencia personal de O., su matrimonio con una mujer infiel, comparándolo con la relación entre Dios e Israel: O. (Dios) es el marido traicionado y la esposa (Israel) es una adúltera. Ella y sus vástagos serí­an castigados, pero cada vez que ella pecara, serí­a redimida, e incluso volverí­a a ser comprada porque el amor que el marido le profesa siempre conseguirá aplacar su cólera.

La segunda parte conforma una serie de profecí­as breves sobre la corrupción espiritual del pueblo, la incompetencia moral de los reyes, los sacerdotes y los profetas, y se refiere a su vez al juicio y al castigo como consecuencia de ello.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

1. El nombre original de Josué, el cual fue cambiado por Moisés (Num 13:8, Num 13:16; Deu 32:44).
2. El hijo de Azazí­as y prí­ncipe de Efraí­n durante el reinado de David (1Ch 27:20).
3. Uno de los hijos de Ela, y el último de los reyes del reino del norte (2Ki 15:30; 2Ki 17:1-6; 2Ki 18:1-10).
4. Uno de los jefes del pueblo bajo Nehemí­as, y que firmó el pacto (Neh 10:23).
5. El profeta (ver OSEAS, LIBRO DE).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Salvado, salvación). Nombre de personas del AT.

1. = †¢Josué (Num 13:8, Num 13:16; 1Cr 27:20).

. Uno de los jefes †œde los hijos de Efraí­n† en los dí­as del rey David (1Cr 27:20).

. Personaje que aparece como firmante del †¢Pacto de Nehemí­as (Neh 10:23).

. †œHijo de Beeri†. Profeta que desarrolló su ministerio †œen dí­as de Uzí­as, Jotam, Acaz y Ezequí­as, reyes de Judá, y en dí­as de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel† (Ose 1:1). Fue contemporáneo de †¢Isaí­as, †¢Miqueas y †¢Amós.

. El último de los reyes de Israel (732-724 a.C.). †œHizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque no como los reyes de Israel que habí­an sido antes de él† (2Re 17:2). Logró el trono tras rebelarse contra †¢Peka, el hijo de Remalí­as, a quien mató (2Re 15:30). Es posible que para estos fines tuviera ayuda asiria, pues en los anales de †¢Tiglat-pileser se dice que conquistó Samaria y puso como rey a O., sujeto a tributo. Sin embargo, O. se rebeló más tarde contra el dominio asirio. Para ello buscó la ayuda del faraón †¢So, por lo cual †¢Salmanasar V, rey asirio, le hizo prisionero. Vinieron, entonces, los ejércitos asirios y atacaron a Samaria, y la sitiaron por tres años.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG REYE PROF HOMB HOAT

ver, SAMARIA, SARGí“N, ISRAEL

vet, (Del heb. “Hoshea”: “salvado, salvación”). (a) Primer nombre de Josué, hijo de Num, cambiado por Moisés (Nm. 13:8, 16; 1 Cr. 27:20). (b) Hijo de Azarí­as, uno de los prí­ncipes de Efraí­n durante el reinado de David (1 Cr. 27:20). (c) Uno de los que sellaron el pacto de Nehemí­as (Neh. 10:23). (d) Último rey de Israel, hijo de Ela. En conspiración junto con Tiglat-pileser rey de Asiria, Oseas dio muerte a Peka, rey de Israel, y usurpó el trono (2 R. 15:30). Reinó durante nueve años, entre 730 y 722 a.C. Oseas, como rey de Israel, hizo lo malo a los ojos de Jehová, aunque no en la magnitud de los que habí­an sido reyes antes que él. Salmansar, rey de Asiria, subió contra él. Oseas, no pudiendo defenderse, se sometió como tributario (2 R. 17:3); después solicitó auxilio a Faraón, creyendo que Egipto le ayudarí­a con el fin también de mantener a los asirios alejados de sus propias fronteras. Así­, rehusó seguir pagando el tributo anual a Asiria (2 R. 17:4). Salmansar volvió a invadir los territorios de Israel, haciendo encarcelar a Oseas, y asedió Samaria (véase SALMANSAR, c). La ciudad de Samaria se vio sometida a una gran estrechez, pero resistió tres años, al final de los cuales murió Salmansar. Le sucedió Sargón, quien tuvo la gloria de tomar Samaria. Deportó a los nobles a Asiria, y los hizo residir en Cala y en Habor, junto al rí­o Gozán, y en ciudades de Media (2 R. 17:5, 6). Este hecho recibe el nombre del Cautiverio de las Diez Tribus. Oseas no fue más responsable que los otros reyes del hundimiento del reino del norte; simplemente, con él rebosó la copa de las iniquidades que Israel habla ido llenando en el curso de los siglos (2 R. 17:7-23). (Véanse SAMARIA, a, SARGí“N, ISRAEL.) (e) El profeta Oseas, hijo de Beeri; habló durante los reinados de Uzí­as, Jotam, Acaz y Ezequí­as, reyes de Judá, y bajo Jeroboam II, rey de Israel (Os. 1:1). La fecha se puede establecer gracias a la mención de Jeroboam (Os. 1:1); esta fecha queda corroborada por la evidencia interna de Os. 1:4, donde se afirma que la casa de Jehú, de la que formaba parte Jeroboam II, seguí­a ocupando el trono. Los pasajes de Os. 7:3, 16; 8:4 hacen alusión a los desórdenes y asesinatos que tuvieron lugar en el reino del norte después de la muerte de Jeroboam. Las condiciones descritas entre Os. 5:8 y 6:6 pueden relacionarse con la guerra entre Siria e Israel (734-733 a.C.; cfr. 2 R. 15:29-16:9; 1 Cr. 5:26; 2 Cr. 28; Is. 7:1-9). Ha habido crí­ticos que han pretendido que la indicación cronológica de los reyes de Judá (Os. 1:1) se dio para presentar a Oseas como contemporáneo de Isaí­as (Is. 1:1). El ministerio profético de Oseas empezó bajo Jeroboam II en una época en la que Uzí­as viví­a aún, por lo que tuvo que ser antes del año 746, o 750 a.C. Esta era también la época en que Amós, originario de Judá, fue enviado al reino del norte, mientras que Miqueas profetizaba en el reino de Judá.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[013]
Profeta del siglo VIII a. de Cristo, contemporáneo de Isaí­as, y oriundo del Reino del Norte durante Jeroboam II (783-743).

El libro bí­blico que se le atribuye corresponde a los llamados de los profetas menores. Combina hechos simbólicos (o tal vez reales en la vida del profeta, pero convertidos en signos de sus profecí­as) y oráculos variados, que tratan de provocar la conversión, no sólo de Israel en el Norte, sino de Judá en el Sur. (Ver Profetas 5.2.2.)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> profetas, amor). El primero y quizá el más grande de los profetas del amor de Dios. Vivió en el reino del Norte (Israel) en tomo al año 760 a.C. y fue un testigo privilegiado de los riesgos, valores y exigencias del yahvismo, tanto en perspectiva social como personal. Supo oponerse al riesgo del culto de Baal*, pero no con violencia, como el rey Jehú*, sino con una palabra y experiencia más profunda de fidelidad a Dios. Conoció bien lo que implicaba el sí­mbolo del matrimonio sagrado, interpretado en lí­nea cananea: Baal, Dios esposo de los cielos, ofrece el agua de la vida y la fertilidad a su esposa Astarté*Anat, figura de la tierra. Ellos, Baal y Ashera, son el signo y riqueza de la vida: representan el proceso de la fertilidad, el ritmo de las estaciones, la abundancia del vino/trigo/aceite. Muchos pensaban que Yahvé se hallaba lejos: era signo del desierto, Dios austero, de leyes que se imponen con fuerza, sin capacidad para ofrecer a sus devotos una vida amante, la abundancia de la tierra. Eran muchos los que corrí­an el riesgo de convertirse a los baales, apostando así­ por una especie de visión sacral del cosmos. En contra de esta apostasí­a se elevó el profeta.

(1) Mensaje y vida. Como fiel yahvista, Oseas supo que Dios no es un proceso hierogámico: no es unión de esposo/esposa, no es la vida inmanente de este cosmos. Y, sin embargo, Dios ama al hombre desde su propia trascendencia, con afecto tierno, fuerte, generoso. Dios no es el destino cósmico, no es un tipo de necesidad vital. Es persona y como tal dialoga con los hombres, a pesar de que ellos le abandonan. Desde esa base se ilumina la vida del mismo Oseas, profeta casado con Gomer, una mujer infiel a la que, sin embargo, él ama, descubriendo en su vida el signo del Dios que ama al pueblo infiel. Al expresar de esa manera su experiencia y al presentarla como signo de Dios, Oseas representa un comienzo radical (una nueva etapa) en la visión del hombre y en su forma de abrirse a lo divino. Parecí­a hasta ahora que los dioses (baales) eran una necesidad cósmica, expresión del despliegue de la vida. Yahvé estaba alejado, como Señor que sólo actúa en ciertos gestos de la historia. Pues bien, en contra de eso, Yahvé aparece ahora como trascendente (existe por sí­ mismo), siendo muy cercano (es amigo que dialoga con los hombres, sus amigos).

(2) Dios esposo, Dios padre. El Dios de Oseas asume y personaliza los elementos básicos del Dios Baal de los cananeos, pero desde una perspectiva de trascendencia y libertad, que se vinculan con el compromiso ético de fidelidad a los mandamientos de la alianza. De esa forma, Dios se libera de la necesidad cósmica (que aparece siempre repetida, año tras año, en muerte y nacimiento, en verano y en invierno) y viene a presentarse como una persona capaz de dialogar de forma amorosa con los hombres. Este es el Dios que dice a los israelitas: “Pleitead contra vuestra madre, pleitead, porque ella no es mi mujer, ni yo soy su marido. Que quite de su cara sus fornicaciones, y sus adulterios de los pechos… Por tanto, mira, voy a seducirla, la llevaré al desierto, hablaré a su corazón, le entregaré allí­ sus viñedos y el valle de Desgracia será puerta de Esperanza. Mc responderá como en su juventud, como el dí­a en que subió de Egipto… Mc casaré contigo para siempre, me casaré contigo en justicia y derecho, en misericordia y compasión, me casaré contigo…” (Os 2,4.16.21). Primero acusa a su mujer, luego la llama, con la lógica propia de las relaciones personales. Eso significa que Dios no es ya una cosa, no es un proceso cósmico, sino una persona ante la que podemos y debemos reaccionar como personas. Desde esta perspectiva reciben un nuevo sentido los signos más antiguos de la religión cananea, donde El-Elohim es padre y Baal esposo. El Dios de Israel es ambas cosas, padre-creador, esposoamante, pero en lí­nea de libertad y trascendencia, dialogando con los hombres.

(3) Padre materno, esposo femenino. Los sí­mbolos antiguos reciben con Oseas nuevo contenido. Es como si empezaran a emplearse ahora por primera vez. El mismo Dios-esposo, sin dejar de serlo, empieza a presentarse como Dios-padre-materno, un Padre que no impone su poder con la fuerza del castigo, sino que llama con amor: “Cuando Israel era niño, yo lo amé y desde Egipto llamé a mi Hijo. Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí­: ofrecí­an sacrificios a los baales” (Os 11,1-4.8-9). Dios no apela a su poder para imponerse sobre el hijo, ni utiliza palabras de castigo, sino que se presenta en debilidad e impotencia, como alguien que sabe ceder y perder por amor. Un padre que educa al hijo en amor, dejándole libre, un esposo que llama de nuevo a la esposa, renunciando a castigarla por sus adulterios (¡como la ley exigirí­a!; cf. Lv20,10; Dt 22,22-24), éste es el Dios de Israel. No triunfa por su fuerza, sino por su debilidad amorosa. De esa forma proclama su nueva palabra religiosa y humana el gran profeta Oseas en el siglo VIII a.C., en un momento en que empiezan a cambiar todas las circunstancias sociales y culturales de Oriente, con el avance de los guerreros asirios que ya no cesará por siglos y siglos (vendrán después los babilonios, los persas, los macedonios… hasta el dí­a de hoy). Frente al dios de los imperios, sobre el Dios de la naturaleza, ha sabido descubrir la presencia del Dios-Amor, que es ante todo una persona. El descubrimiento y despliegue consecuente de ese Dios de Oseas ha hecho posible la historia posterior de Israel y el surgimiento del mismo cristianismo.

Cf. J. M. Asurmendi, Amos y Oseas, Verbo Divino, Estella 1990; J. Mejía, Amor, pecado, alianza. Una lectura del profeta Oseas, UCA, Buenos Aires 1975; H. Simian-Yofre, El desierto de los dioses: teologí­a e historia en el libro de Oseas, El Almendro, Córdoba 1993; H. W. Wolff, Oseas hoy. Las bodas de la ramera. Sí­gueme, Salamanca 1984.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Pertenece a la colección de los “doce profetas menores”. Influyó en muchos escritos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Con Oseas el amor humano se convierte en paradigma para hablar del amor de Dios al hombre y de la respuesta humana al Dios que es amor (cc. 1 -3). Es ciertamente uno de los más antiguos profetas escritores, algo posterior a Amós. Su actividad se desarrolló en el reino del norte, durante el reinado de Jeroboán 11 (783-743) y durante la crisis dinástica posterior que culminó con la toma de Samarí­a por Sargón 11, rey de Asiria (721).

Todo el libro es una muestra de la vacilación de Israel entre Egipto y Asiria. Oseas escribe en un perí­odo difí­cil, no exento de cierta grandeza y prosperidad (sobre todo con Jeroboán 11), pero minadas por la idolatrí­a y por la consiguiente inmoralidad.

El libro puede dividirse de esta manera: cc. 1 -3: el matrimonio de Oseas y su valor simbólico; 4,1-5,7. el tema de los pecados del culto; 5,8-6,9. el pecado de Israel en la polí­tica externa e interna; 9,10- 1 1 ,1 1 : meditación sobre la historia pasada de Israel para subrayar la ingratitud del pueblo en el presente; cc. 12- 14. referencias a la historia pasada y oráculo de salvación.

El mensaje de Oseas coincide en parte con el de Amós (denuncia de las injusticias y de la corrupción reinante y crí­tica del culto). Pueden considerarse como aspectos nuevos la condenación de la idolatrí­a: la cultual (adoración de Baal con sus ritos de fertilidad) y la polí­tica (búsqueda de la salvación fuera de Dios, en las alianzas con Egipto o asiria). Otro elemento tí­pico de Oseas es su visión crí­tica del pasado.

El profeta desmitifica la historia de su pueblo, con sus grandes personajes, porque es una historia de pecado y rebelión. Pero en lugar del merecidó castigo, triunfa el amor de Dios, que de nuevo acoge a la esposa, aunque no esté del todo arrepentida. Este tema se desarrolla en el capí­tulo 11 con una nueva imagen. Dios, como padre, “ama”, “llama”, enseña a caminar: 1srael, por el contrario, “se aleja” “no lo comprende ” : es el prototipo ¿el hijo rebelde. Y cuando parece que la situación es totalmente desesperada, Dios lucha consigo mismo y su misericordia vence sobre la cólera (1 1,8-9).

G. Lorusso

Bibl.: L. Alonso SchokeI – L. Sicre, Profétas, 11, Cristiandad, Madrid 1980, 859-921; F Beaucamp, Los profetas de Israel, Verbo Divino, EsteIIa 1988, 43-70: Asunoendi, Amós y Oseas, Verbo Divino, EsteIIa 1989, H, W WoIff, Oseas hoy, Sí­gueme, Salamanca 1984; Mejí­a, Amor. pecado, alianza, Una lectura del profeta Oseas, Buenos Aires 1975; L, Sicre, Profetismo en Israel, Verbo Divino, Estella 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. Fondo histórico. II. Oseas, profeta del amor: 1. La autobiografí­a de los capí­tulos 1-3; 2. El simbolismo nupcial y paternal; 3. Juicio y esperanza.

I. FONDO HISTí“RICO. La profecí­a de Oseas es al mismo tiempo el testimonio de una experiencia personal y el fresco de una época histórica, todo ello orientado hacia un planteamiento teológico nuevo y original. El profeta pen.enece al reino septentrional de Israel: en 7,5 llama “nuestro rey” al soberano de Samarí­a. El fondo histórico es el mismo que dio origen a la protesta y apelación de Amós. En la misma secuencia de los oráculos se perciben algunos detalles. En 5,8-14 y en 7,8-9 parece que se hace una referencia a la guerra siro-efraimita del 734 a.C., en la que Samaria estableció un eje polí­tico-militar con Damasco contra Jerusalén en espera de denunciar todo tratado con la misma Asiria. Pero en 7,7 y 8,4 el marco histórico es todaví­a más antiguo: parece aludir a la mitad del siglo vol, a la muerte de Jeroboán II y a los relativos golpes de Estado. Las incertidumbres y las disputas entre los dos partidos, el filo-asirio y el filo-egipcio, se registran en 7,1.11, mientras que el peso de la opresión asiria se declara en 5,13 y 8,9-10 con el tributo al que se ve obligado el rey Menajén (743-738 a.C.). Los capí­tulos 9-12 parecen suponer las últimas horas de Samaria; escritos quizá cuando en el horizonte asomaba Salmanasar V, son ya un último testimonio en ví­speras del asedio y de la solución final para Samaria (722 a.C.). La predicación profética de Oseas se desarrolla, por tanto, entre el 740 y el 722 o poco antes. Entonces “los extranjeros devoran su fuerza (la de Israel), sin que él se dé cuenta; se ha llenado de canas, pero él no lo ha notado” (7,9). El esplendor económico, fuente de tantas injusticias, de la época de Jeroboán II va desapareciendo, e Israel está a punto de ser devorado “como una torta a la que no se dio la vuelta” (7,8).

Junto con esta dramática situación polí­tica, la palabra de Oseas atestigua la crisis religiosa, acentuada en todo el reino. Los santuarios del norte, que al principio tení­an que ser el altar rival del templo de Jerusalén, se transforman en centros cultuales cananeos y paganos. En ellos florece la prostitución sagrada con su aparato de ritos orgiásticos, con su fascinación por una cultura agrí­cola que ve en la fertilidad la manifestación más alta de la divinidad. Los libros de los Reyes están impregnados de una continua denuncia: desde el pecado “original” del fundador del reino septentrional, Jeroboán I, que “hizo dos becerros de oro… y puso el uno en Betel y el otro lo instaló en Dan” (IRe 12,28-29), a lo largo de la lista de sus sucesores, que “hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y siguieron los caminos de sus padres y los pecados con que hicieron pecar a Israel” (1Re 15:26), hasta el hundimiento del reino debido a que “los israelitas habí­an pecado contra el Señor, su Dios…, y habí­an venerado a dioses extranjeros, habí­an seguido las costumbres de las gentes que el Señor habí­a echado ante ellos, así­ como las que los reyes de Israel habí­an introducido” (2Re 17:7-8).

La sacralización de la sexualidad en los cultos de Baal puede verse como en filigrana en la inquietante experiencia personal que documenta el libro de Oseas, libro en ciertos aspectos autobiográfico, y por tanto cercano a las posteriores “confesiones” de Jeremí­as, pero también “objetivo”, atento a juzgar las vicisitudes históricas y sociales a la luz de la palabra de Dios. La estructura del libro ofrece sustancialmente una sola lí­nea de demarcación entre los capí­tulos 1-3, los más personales y autobiográficos, y los capí­tulos 4-14, más nacionales. Es difí­cil identificar un plan concreto de lectura, a pesar de los muchos intentos que han ensayado los exegetas. En efecto, los capí­tulos 4-14 parecen ser una colección de oráculos heterogéneos, en los que predomina la amenaza, pero en los que se abren también algunos resquicios de luz (2Re 11:1-11 y 14,2-10). Sin embargo, la parte que desde siempre ha suscitado mayor interés y que constituye el testimonio más original de la predicación de Oseas sigue siendo la sección de los capí­tulos 1-3, centrada en el simbolismo nupcial.

II. OSEAS, PROFETA DEL AMOR. Una lectura, aunque somera, de la poesí­a de Oseas revela inmediatamente un léxico particular, el del amor. Amar, seducir, esposa, matrimonio, esposo mí­o, hablar al corazón, noviazgo, regalos de amor, abandonar, olvidar, traicionar, mentir, adulterio, odiar, cubrirse de vergüenza, descubrir la desnudez, seguir a los amantes, buscar, engendrar hijos ilegí­timos, prostituirse, tener un espí­ritu de prostitución…: es el soliloquio y el desahogo sufrido de un enamorado traicionado, pero que no sabe dejar de amar. El profeta desarrolla su confesión en tercera persona en el capí­tulo 1 y en primera persona en el capí­tulo 3, haciéndola ejemplar para Israel en el espléndido cántico del capí­tulo 2. La presencia de dos relaciones ha hecho pensar a algunos exegetas que el profeta habí­a vivido dos experiencias matrimoniales negativas con dos o con la misma mujer; para otros se tratarí­a más bien de dos narraciones del mismo suceso recogidas aquí­ redaccionalmente. También es difí­cil decidir si Gomer bat-Diblaí­n, la mujer infiel y amada, era ya una prostituta sagrada o lo fue sólo después del matrimonio. Pero se trata de cuestiones secundarias respecto al fondo del mensaje, que es lí­mpido y comprometedor. Por el contrario, parece poco probable la interpretación dada ya por san Jerónimo (PL 25,815ss), y seguida por algunos exegetas (P. Humbert, A. Vaccari, R. Gordis), según la cual todo el relato serí­a simplemente una parábola o una alegorí­a de la traición de Israel a Yhwh a través de los cultos baálicos.

1. LA AUTOBIOGRAFíA DE LOS CAPíTULOS 1-3. Este fragmento autobiográfico ve en Gomer un sí­mbolo vivo de la dialéctica amor-infidelidad. Pero incluso los nombres de los hijos (1,2-9) del matrimonio, según un procedimiento usado también por Isaí­as (7,3; 8,14; 10,21), se convierten en un sí­mbolo elocuente del mensaje que Dios dirige al pueblo a través de las peripecias de Oseas. Los tres nombres resuenan como tres actas acusatorias contra la infidelidad de Israel a los grandes compromisos de la alianza (Ex 19-24 y Jos 24). En la carne viva de estos niños se quiere resumir la historia de idolatrí­as, de negaciones y de pecados del pueblo de la alianza. Lo -rúhamah, “No amada”, evoca el amor de Dios que, como dice la palabra hebrea empleada (rhm), es “visceral”, exactamente lo mismo que el de una madre que “tiene compasión del hijo de sus entrañas” (Isa 49:15). Pero Israel ha congelado ese amor. Lo’ `ammf (“no-pueblo-mí­o”), es la negación de la fórmula clásica de la alianza entre Dios e Israel: “Seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Lev 26:12; Jer 7:23; Eze 11:20; Zac 8:8). Dios vuelve a ser un extraño, que “ya no es vuestro” (Ose 2:9 cf Exo 3:14). También el tercer niño, con su nombre Yezrael, trae a la memoria un recuerdo lúgubre, el de la matanza realizada precisamente en la ciudad homónima del reino del norte por el golpe de Estado de Jehú (2Re 10:1-11). De este modo la familia del profeta es el compendio cifrado de una larga historia de pecados; el relato de una experiencia personal se transforma en “señal y presagio en Israel de parte del Señor omnipotente” (Isa 8:18).

Oseas, a través de su historia personal, somete la clásica categorí­a de la alianza a una original reinterpretación. En el Sinaí­ y en la retroproyección de los patriarcas, pero también en el mismo esquema deuteronómico, la relación de alianza insistí­a en una simbologí­a de tipo “polí­tico”. Más allá de la discusión sobre el uso o no de los esquemas de los tratados de vasallaje orientales, es evidente que la relación Dios-Israel se veí­a como un contrato solemne, casi “polí­tico”. Con Oseas estas relaciones se interpretan sobre la base de una analogí­a psicológica: es como si se tratara de la relación cariñosa de dos enamorados que se buscan en el gozo y en la intimidad. El amor humano se convierte en paradigma para hablar del amor de Dios al hombre y de la respuesta humana al Dios que es amor (Un 4,8.16). El punto de partida es terreno y humano: “Como el esposo se recrea en la esposa, así­ tu Dios se recreará en ti” (Isa 62:5; cf el Cantar). El espléndido poema de Os 2, lectura teológica de la experiencia que se describe en el capí­tulo 1 (y en el c. 3), es una demostración incisiva de la misma. En un crescendo apasionado, la lí­rica, partiendo de una escena de oscuridad (vv. 4-15) en la que se concreta el pecado de Israel como un adulterio realizado en los ritos de la fertilidad, se desplaza hacia una escena de luz (vv. 16-25), en la que Israel abre la nueva página de la conversión: “Volveré a mi primer marido, porque entonces me iba mejor que ahora” (Ose 2:9). A la traición de la esposa colmada de dones, que persigue la ilusión de otros amores, corresponde la fidelidad del Señor, que permanece aguardando en el hogar vací­o. El sabe que algún dí­a los pasos de la mujer amada resonarán de nuevo y él la volverá a colocar en su puesto.

Entonces todo se transformará en una nueva y gozosa primavera. El desierto árido, resultado de la invocación a los dioses de la fertilidad, queda recuperado como el lugar de la intimidad y del amor de dos enamorados que se buscan y se desean (v. 16). El paisaje que los rodea se transforma en una reedición del jardí­n del Edén (vv. 20-23). Con un juego de palabras imposible de traducir, ligado al término Ba’al, que significa al mismo tiempo “í­dolo” cananeo, “amo”, “marido”, Oseas exclama: “Sí­, aquel dí­a -dice el Señor- ella me llamará: `Marido mí­o’, y no me llamará más: `Ba`al mí­o’ “(v. 18). Los hijos del profeta, que llevaban en sí­ mismos el testimonio de la ruptura de Israel con Dios (“No-amada”, “No-pueblo-mí­o”, Yezrael), se convierten ahora en sí­mbolos de la comunión con Dios transformándose en Rühamah, “Amada”, en ‘Ammi, “Pueblo mí­o”, en Yezrael, cuyo valor etimológico es “semilla de Dios”, es decir, semilla fecunda y bendita (v. 25). Y con la fórmula solemne de la alianza se anula la separación para convertirse en el “sí­” de un matrimonio de amor: “Tú eres mi pueblo”, y él dirá “Dios mí­o” (v. 25).

2. EL SIMBOLISMO NUPCIAL Y PATERNAL. Como hemos visto, Oseas ha ofrecido una nueva clave hermenéutica para la relación Dios-hombre. Este esquema teológico “nupcial” entrará triunfalmente en la teologí­a de la alianza de Israel. Tocado por el arte barroco de / Ezequiel, se transformará en una compleja alegorí­a (Ez 16), que traza todo el itinerario de pecado de la historia de Israel. Aquella niña salvaje y abandonada como una expósita no ha dado más respuesta al amor de quien la recogí­a a la orilla del camino que una historia frenética de traiciones e infidelidades: “soberbia, gula y pereza; no socorrieron al pobre, al indigente” (v. 49). Sin embargo, Dios, cuyo amor no es limitado como el amor humano, tiene el coraje de romper la cadena de las perversiones humanas. Y sigue llamando a su esposa para una alianza “eterna” (v. 60), que nace de la misericordia gratuita y amorosa de Dios (v. 44). También / Jeremí­as, el profeta célibe (c. 16), recogerá esta idea de Oseas y escribirá: “Me he acordado de ti, en los tiempos de tu juventud, de tu amor de novia, cuando me seguí­as en el desierto, en una tierra sin cultivar” (2,2). También el Segundo Isaí­as profundiza en las relaciones Israel-Dios, utilizando el mismo esquema (c. 54), mientras que el Tercer Isaí­as (62,1-5) lo aplica a la relación entre Sión “metrópoli”, “ciudad-madre”, y su rey y Señor. Y será precisamente la dimensión nupcial que preside todo el Cantar de los Cantares la que hará de él una de las páginas más espléndidas de la teologí­a de Israel.

Pero Oseas descubre en el rostro de Dios otra fisonomí­a “psicológica”, la paternal, tiernamente descrita en 11,1-9: “Cuando Israel era niño, yo le amaba, y de Egipto llamé a mi hijo…, me inclinaba hacia él para darle de comer” (vv. 1.4). Hay, por tanto, una seguridad: en la marcha uniforme de los acontecimientos y de los interrogantes de la historia, el hombre no está solitario ni perdido, ya que Dios está presente y atento como un padre. Y aunque el hombre esté enfermo de infidelidad, Dios “no actuará según el ardor de su ira ni destruirá más a (su hijo) Efraí­n, porque él es Dios, no un hombre; en medio de él es el Santo y no le gusta destruir” (v. 9).

3. JUICIO Y ESPERANZA. Cuantitativamente hablando, los oráculos de Oseas son sobre todo textos de juicio y de condenación. Las exigencias del amor no pueden ignorar las de la justicia, sino que las hacen más intensas. La denuncia de la idolatrí­a, del ritualismo mágico (aquel célebre “yo quiero amor, no sacrificios” de 6,6, tan querido también por Jesús: Mat 9:13; Mat 12:7), de las injusticias: todo ello refleja la indignación del contemporáneo / Amós. El hesed amoroso de Dios (Mat 2:21-22; Mat 3:1; Mat 9:15; Mat 11:1-2; Mat 14:5) es puesto muchas veces a prueba por la infidelidad pertinaz que impregna todo el texto de Oseas dedicado a Israel. Pero el triunfo del amor es la certeza constante del profeta. La última página de su profecí­a es una llamada patética a la conversión, cargada de conmoción (suena repetidamente el verbo de la conversión y del “retorno” a Yhwh, súb). El oráculo del capí­tulo 14 presenta realmente el pecado como una piedra de tropiezo que hace caer en la tierra (v. 2); es la negación de aquella seguridad que sólo puede dar otra piedra, el Señor, nuestra roca. Pero la mirada tiene que dirigirse hacia el futuro, los labios deben pronunciar las palabras de la liturgia penitencial: “Perdona todas nuestras culpas”(Mat 14:3). Y Dios responderá con su gracia y su amor (Mat 14:5). El gozo de la liberación inundará entonces a toda la humanidad y contagiará incluso a la tierra. Dios, que es como un ciprés siempre verde (Mat 14:9), nos dará la verdadera vida, que en vano ha buscado Israel lejos de él.

BIBL.: ALONSO SCHí“KEL L.-SICRE DíAZ J.L., Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 859-921; BERNINI G., Michea, Nahum, Abacuc, Ed. Paoline, Roma 19833, 7-218; Buss M.J., The Prophetic Word of Hosea. A Morphological Study, Tópelmann, Berlí­n 1969; DEVESCOVI U., La nuova alleanza in Osea (2,16-25), en “BibOr” 1 (1959) 172-178; EAKIN F.E., Yahwism and Baalism before the Exile, en “JBL” 84 (1965) 407-414; FLANAGAN N.M., Amós, Oseas, Miqueas, Mensajero, Bilbao 1969; GELIN A., Osée (Livre d’), en “DBS” 6 (1960) 926-940; HABEL N.C., Yahweh versus Baal: a ConJlict of Religious Cultures, Bookman Associates, Nueva York 1964; IBíí‘EZ ARANA A., El tema del matrimonio de Dios con Israel en el Antiguo Testamento, en “Lumen” 90 (1960) 404-426; OSTV E., Amos, Osée, Cerf, Parí­s 19602, 63-121; PENNA A., Amore nella Bibbia, Paideia, Brescia 1972; RUDOLPH W., Hosea, Mohn, Gütersloh 1966; TOSATO A., 11 matrimonio israelí­tico, Biblical Institute Press, Roma 1982; WARD J.M., Hosea, Harper & Row, Nueva York 1966; WOLFF H.W., Dodekapropheton I. Hosea, Neukirchener Verlag, Neukirchen 19652.

G. Ravasi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

(forma abreviada de Hosaya).
Profeta hebreo que escribió el libro bí­blico que lleva su nombre; se le identifica simplemente como hijo de Beerí­. Fue profeta de Jehová a finales del siglo IX y buena parte del VIII a. E.C., durante los reinados de Uzí­as, Jotán, Acaz y Ezequí­as, reyes de Judá, y de Jeroboán II (hijo de Joás), rey de Israel. (Os 1:1.) Los profetas Amós, Isaí­as y Miqueas también sirvieron durante ese perí­odo. (Am 1:1; Isa 1:1; Miq 1:1.)
Puede decirse que Oseas era un profeta (y probablemente un súbdito) del reino septentrional de diez tribus de Israel. Este reino es el objetivo principal de las declaraciones que se hallan en su libro. Mientras que solo menciona 15 veces a Judá, y ni siquiera una a su ciudad capital, Jerusalén, el libro de Oseas contiene 44 referencias a Israel, 37 a Efraí­n (la tribu dominante de Israel) y 6 a Samaria, la capital del reino septentrional. La mayorí­a de los otros lugares que se mencionan en el libro, o bien eran parte del reino septentrional o limitaban con él. (Os 1:4, 5; 5:1, 8; 6:8, 9; 10:5, 8, 15; 12:11; 14:6, 7.)
Sin embargo, parece que Oseas dio importancia primordial a los reyes de Judá, pues menciona a los cuatro que reinaron allí­ durante su ministerio, mientras que de los que gobernaron en Israel, solo menciona al que regí­a cuando empezó su obra. (Os 1:1.) No obstante, este hecho no indica necesariamente que el profeta llegara de Judá o hubiera nacido allí­, sino que podrí­a mostrar que, al igual que otros profetas de Dios, solo consideraba gobernantes legí­timos sobre el pueblo de Dios a los reyes judaí­tas de la familia de David y estimaba que el reino septentrional de Israel habí­a apostatado de Jehová tanto en sentido religioso como civil. Naturalmente, el que se mencione a los gobernantes de ambos reinos permite fechar con más rigor la obra profética de Oseas.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Os 1-14
Sumario: 1. Fondo histórico. II. Oseas, profeta del amor 1. La autobiografí­a de los capí­tulos 1-3; 2. El simbolismo nupcial y paternal; 3. Juicio y esperanza.
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1. FONDO HISTORico.
La profecí­a de Oseas es al mismo tiempo el testimonio de una experiencia personal y el fresco de una época histórica, todo ello orientado hacia un planteamiento teológico nuevo y original. El profeta pertenece al reino septentrional de Israel: en 7,5 llama †œnuestro rey† al soberano de Samarí­a. El fondo histórico es el mismo que dio origen a la protesta y apelación de Amos. En la misma secuencia de los oráculos se perciben algunos detalles. En 5,8-14 y en 7,8-9 parece que se hace una referencia a la guerra siroefraimita del 734 a.C, en la que Samarí­a estableció un eje polí­tico-militar con Damasco contra Jerusa-lén en espera de denunciar todo tratado con la misma Asirí­a. Pero en 7,7 y 8,4 el marco histórico es todaví­a más antiguo: parece aludir a la mitad del siglo viii, a la muerte de Jeroboán II y a los relativos golpes de Estado. Las incertidumbres y las disputas entre los dos partidos, el filo-asirio y el filo-egipcio, se registran en 7,1.11, mientras que el peso de la opresión asirí­a se declara en 5,13 y 8,9-10 con el tributo al que se ve obligado el rey Menajén (743-738 a.C). Los capí­tulos 9-12 parecen suponer las últimas horas de Samarí­a; escritos quizá cuando en el horizonte asomaba Ps-manasar y, son ya un último testimonio en ví­speras del asedio y de la solución final para Samarí­a (722 a.C). La predicación profética de Oseas se desarrolla, por tanto, entre el 740 y el 722 o poco antes. Entonces †œlos extranjeros devoran su fuerza (la de Israel), sin que él se dé cuenta; se ha llenado de canas, pero él no lo ha notado† (7,9). El esplendor económico, fuente de tantas injusticias, de la época de Jeroboán II va desapareciendo, e Israel está a punto de ser devorado †œcomo una torta a la que no se dio la vuelta† (7,8).
Junto con esta dramática situación polí­tica, la palabra de Oseas atestigua la crisis religiosa, acentuada en todo el reino. Los santuarios del norte, que al principio tení­an que ser el altar rival del templo de Jerusalén, se transforman en centros cultuales cananeos y paganos. En ellos florece la prostitución sagrada con su aparato de ritos orgiásticos, con su fascinación por una cultura agrí­cola que ve en la fertilidad la manifestación más alta de la divinidad. Los libros de los Reyes están impregnados de una continua denuncia: desde el pecado †œoriginal† del fundador del reino septentrional, Jeroboán 1, que †œhizo dos becerros de oro… y puso el uno en Betel y el otro lo instaló en Dan† (IR 12,28-29), a lo largo de la lista de sus sucesores, que †œhicieron lo que es malo a los ojos del Señor y siguieron los caminos de sus padres y los pecados con que hicieron pecar a Israel† (IR 15,26), hasta el hundimiento del reino debido a que †œlos israelitas habí­an pecado contra el Señor, su Dios…, y habí­an venerado a dioses extranjeros, habí­an seguido las costumbres de las gentes que el Señor habí­a echado ante ellos, así­ como las que los reyes de Israel habí­an introducido† (2R 17.7-8).
La sacralización de la sexualidad en los cultos de Baal puede verse como en filigrana en la inquietante experiencia personal que documenta el libro de Oseas, libro en ciertos aspectos autobiográfico, y por tanto cercano a las posteriores †œconfesiones† de Jeremí­as, pero también †œobjetivo†, atento a juzgar las vicisitudes históricas y sociales a la luz de la palabra de Dios. La estructura del libro ofrece sustancialmente una sola lí­nea de demarcación entre los capí­tulos 1-3, los más personales y autobiográficos, y los capí­tulos 4-14, más nacionales. Es difí­cil identificar un plan concreto de lectura, a pesar de los muchos intentos que han ensayado los exegetas. En efecto, los capí­tulos 4-14 parecen ser una colección de oráculos heterogéneos, en los que predomina la amenaza, pero en los que se abren también algunos resquicios de luz (11,1-11 y 14,2-1 0). Sin embargo, la parte que desde siempre ha suscitado mayor interés y que constituye el testimonio más original de la predicación de Oseas sigue siendo la sección de los capí­tulos 1-3, centrada en el simbolismo nupcial.
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II. OSEAS, PROFETA DEL AMOR.
Una lectura, aunque somera, de la poesí­a de Oseas revela inmediatamente un léxico particular, el del amor. Amar, seducir, esposa, matrimonio, esposo mí­o, hablar al corazón, noviazgo, regalos de amor, abandonar, olvidar, traicionar, mentir, adulterio, odiar, cubrirse de vergüenza, descubrir la desnudez, seguir a los amantes, buscar, engendrar hijos ilegí­timos, prostituirse, tener un espí­ritu de prostitución…: es el soliloquio y el desahogo sufrido de un enamorado traicionado, pero que no sabe dejar de amar. El profeta desarrolla su confesión en tercera persona en el capí­tulo 1 y en primera persona en el capí­tulo 3, haciéndola ejemplar para Israel en el espléndido cántico del capí­tulo 2. La presencia de dos relaciones ha hecho pensar a algunos exegetas que el profeta habí­a vivido dos experiencias matrimoniales negativas con dos o con la misma mujer; para otros se tratarí­a más bien de dos narraciones del mismo suceso recogidas aquí­ redaccionalmente. También es difí­cil decidir si Gomer bat-Diblaí­n, la mujer infiel y amada, era ya una prostituta sagrada o lo fue sólo después del matrimonio. Pero se trata de cuestiones secundarias respecto al fondo del mensaje, que es lí­mpido y comprometedor. Por el contrario, parece poco probable la interpretación dada ya por san Jerónimo (PL 25,815ss), y seguida por algunos exegetas (P. Humbert, A. Vaccari, R. Gordis), según la cual todo el relato serí­a simplemente una parábola o una alegorí­a de la traición de Israel a Yhwh a través de los cultos baálicos.
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1. LA AUTOBIOGRAFIA DE LOS CAPITULOS 1-3.

Este fragmento autobiográfico ve en Gomer un sí­mbolo vivo de la dialéctica amor-infidelidad. Pero incluso los nombres de los hijos (1,2-9) del matrimonio, según un procedimiento usado también por Isaí­as (7,3; 8,14; 10,21), se convierten en un sí­mbolo elocuente del mensaje que Dios dirige al pueblo a través de las peripecias de Oseas. Los tres nombres resuenan como tres actas acusatorias contra la infidelidad de Israel a los grandes compromisos de la alianza (Ex 19-24 y Jos 24). En la carne viva de estos niños se quiere resumir la historia de idolatrí­as, de negaciones y de pecados del pueblo de la alianza. Lo†™-rühamah, †œNo amada†, evoca el amor de Dios que, como dice la palabra hebrea empleada (rhm), es †œvisceral†, exactamente lo mismo que el de una madre que †œtiene compasión del hijo de sus entrañas† Is 49,15). Pero Israel ha congelado ese amor. Lo†™-†™ammi (†œno-pueblo-mí­o †œ), es la negación de la fórmula clásica de la alianza entre Dios e Israel: †œSeré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo† (Lv 26,12; Jr 7,23; Ez 11,20; Za 8,8). Dios vuelve a ser un extrañoA que †œya no es vuestro† (Os 2,9 cf Ex 3,14). También el tercer niño, con su nombre Yezrael, trae a la memoria un recuerdo lúgubre, el de la matanza realizada precisamente en la ciudad homónima del reino del norte por el golpe de Estado de Jehú (2R 10,1-11). De este modo la familia del profeta es el compendio cifrado de una larga historia de pecados; el relato de una experiencia personal se transforma en †œseñal y presagio en Israel de parte del Señor omnipotente† (Is 8,18
Oseas, a través de su historia personal, somete la clásica categorí­a de la alianza a una original reinterpretación. En el Sinaí­ y en la retroproyec-ción de los patriarcas, pero también en el mismo esquema deuteronómi-co, la relación de alianza insistí­a en una simbologí­a de tipo †œpolí­tico†. Más allá de la discusión sobre el uso o no de los esquemas de los tratados de vasallaje orientales, es evidente que la relación Dios- Israel se veí­a como un contrato solemne, casi †œpolí­tico†. Con Oseas estas relaciones se interpretan sobre la base de una analogí­a psicológica: es como si se tratara de la relación cariñosa de dos enamorados que se buscan en el gozo y en la intimidad. El amor humano se convierte en paradigma para hablar del amor de Dios al hombre y de la respuesta humana al Dios que es amor (1Jn 4,8; 1Jn 4,16). El punto de partida es terreno y humano: †œComo el esposo se recrea en la esposa, así­ tu Dios se recreará en ti† (Is 62,5 cf el Cantar). El espléndido poema de Os 2, lectura teológica de la experiencia que se describe en el capí­tulo 1 (y en el c. 3), es una demostración incisiva de la misma. En un crescendo apasionado, la lí­rica, partiendo de una escena de oscuridad (vv. 4-15) en la que se concreta el pecado de Israel como un adulterio realizado en los ritos de la fertilidad, se desplaza hacia una escena de luz (vv. 16-25), en la que Israel abre la nueva página de la conversión: †œVolveré a mi primer marido; porque entonces me iba mejor que ahora† (2,9). A la traición de la esposa colmada de dones, que persigue la ilusión de otros amores, corresponde la fidelidad del Señor, que permanece aguardando en el hogar vací­o. El sabe que algún dí­a los pasos de la mujer amada resonarán de nuevo y él la volverá a colocar en su puesto.
Entonces todo se transformará en una nueva y gozosa primavera. El desierto árido, resultado de la invocación a los dioses de la fertilidad, queda recuperado como el lugar de la intimidad y del amor de dos enamorados que se buscan y se desean (y. 16). El paisaje que los rodea se transforma en una reedición del jardí­n del Edén (vv. 20-23). Con un juego de palabras imposible de traducir, ligado al término Ba†™aI, que significa al mismo tiempo †œí­dolo† cananeo, †œamo†, †œmarido†, Oseas exclama: †œSí­, aquel dí­a -dice el Señor- ella me llamará: †˜Marido mí­o†™, y no me llamará más: †˜Ba†™al mí­o† (y. 18). Los hijos del profeta, que llevaban en sí­ mismos el testimonio de la ruptura de Israel con Dios (†œNo-amada†, †œNo-pueblo-mí­o†, Yezrael), se convierten ahora en sí­mbolos de la comunión con Dios transformándose en Rühamah, †œAmada†, en †˜Ammi, †œPueblo mí­o†, en Yezrael, cuyo valor etimológico es †œsemilla de Dios†, es decir, semilla fecunda y bendita (y. 25). Y con la fórmula solemne de la alianza se anula la separación para convertirse en el †œsí­† de un matrimonio de amor: †œTú eres mi pueblo†, y él dirá †œDios mí­o† (y. 25).
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2. EL SIMBOLISMO NUPCIAL Y PATERNAL.
Como hemos visto, Oseas ha ofrecido una nueva clave hermenéutica para la relación Dios-hombre. Este esquema teológico †œnupcial† entrará triunfalmente en la teologí­a de la alianza de Israel. Tocado por el arte barroco de / Ezequiel, se transformará en una compleja alegorí­a (Ez 16), que traza todo el itinerario de pecado de la historia de Israel. Aquella niña salvaje y abandonada como una expósita no ha dado más respuesta al amor de quien la recogí­a a la orilla del camino que una historia frenética de traiciones e infidelidades: †œsoberbia, gula y pereza; no socorrieron al pobre, al indigente† (y. 49). Sin embargo, Dios, cuyo amor no es limitado como el amor humano, tiene el coraje de romper la cadena de las perversiones humanas. Y sigue llamando a su esposa para una afianza †œeterna† (y. 60), que nace de la misericordia gratuita y amorosa de Dios (y. 44). También ¡Jeremí­as, el profeta célibe (c. 16), recogerá esta idea de Oseas y escribirá: †œMe he acordado de ti, en los tiempos de tu juventud, de tu amor de novia, cuando me seguí­as en el desierto, en una tierra sin cultivar† (2,2). También el Segundo Isaí­as profundiza en las relaciones Israel-Dios, utilizando el mismo esquema (c. 54), mientras que el Tercer Isaí­as (62,1-5)10 aplica a la relación entre Sión †œmetró-poli†, †œciudad-madre†, y su rey y Señor. Y será precisamente la dimensión nupcial que preside todo el Cantar de los Cantares la que hará de él una de las páginas más espléndidas de la teologí­a de Israel.
Pero Oseas descubre en el rostro de Dios otra fisonomí­a †œpsicológica†, la paternal, tiernamente descrita en 11,1-9: †œCuando Israel era niño, yo le amaba, y de Egipto llamé a mi hijo…, me inclinaba hacia él para darle de comer† (Vv. 1.4). Hay, por tanto, una seguridad: en la marcha uniforme de los acontecimientos y de los interrogantes de la historia, el hombre no está solitario ni perdido, ya que Dios está presente y atento como un padre. Y aunque el hombre esté enfermo de infidelidad, Dios †œno actuará según el ardor de su ira ni destruirá más a (su hijo) Efraí­n, porque él es Dios, no un hombre; en medio de él es el Santo y no le gusta destruir† (y. 9).
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3. Juicio y esperanza.
Cuantitativamente hablando, los oráculos de Oseas son sobre todo textos de juicio y de condenación. Las exigencias del amor no pueden ignorar las de la justicia, sino que las hacen más intensas. La denuncia de la idolatrí­a, del ritualismo mágico (aquel célebre †œyo quiero amor, no sacrificios† de 6,6, tan querido también por Jesús: Mt 9,13; Mt 12,7), de las injusticias: todo ello refleja la indignación del contemporáneo / Amos. El hesed amoroso de Dios (2,21-22; 3,1; 9,15; 11,1-2; 14,5) es puesto muchas veces a prueba por la infidelidad pertinaz que impregna todo el texto de Oseas dedicado a Israel. Pero el triunfo del amor es la certeza constante del profeta. La última página de su profecí­a es una llamada patética a la conversión, cargada de conmoción (suena repetidamente el verbo de la conversión y del †œretorno† a Yhwh, süb). El oráculo del capí­tulo 14 presenta realmente el pecado como una piedra de tropiezo que hace caer en la tierra (y. 2); es la negación de aquella seguridad que sólo puede dar otra piedra, el Señor, nuestra roca. Pero la mirada tiene que dirigirse hacia el futuro, los labios deben pronunciar las palabras de la liturgia penitencial: †œPerdona todas nuestras culpas†(14,3). Y Dios responderá con su gracia y su amor (14,5). El gozo de la liberación inundará entonces a toda la humanidad y contagiará incluso a la tierra.
Dios, que es como un ciprés siempre verde (14,9), nos dará la verdadera vida, que en vano ha buscado Israel lejos de él.
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G. Ravasi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

Oseas fue uno de los cuatro †œprofetas escritores† (profetas cuyas profecí­as fueron escritas y preservadas para nosotros en la Biblia) que vivieron en el siglo VIII a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Esos cuatro fueron (en orden aprox. cronológico): Amós y Oseas, que profetizaron en Israel, el reino del norte, e Isaí­as y Miqueas, que profetizaron en Judá, el reino del sur.
Vivieron en tiempos de afluencia comparativa en Israel y en Judá. Esta afluencia, sin embargo, no era compartida. Los ricos y poderosos se hací­an más ricos y más poderosos a costa de los pobres y vulnerables. Todos los profetas hablaron de esta situación, pero tení­an diferentes énfasis. Mientras que Amós se concentró en las injusticias sociales del pueblo, Oseas hizo hincapié en su infidelidad a Dios y en su idolatrí­a.

OSEAS EL PROFETA

Aunque no sabemos muchos detalles de la vida de Oseas (p. ej.p. ej. Por ejemplo de dónde vino, o quién era Beeri su padre) sus circunstancias fueron de suprema importancia para hacer comprender el significado de su mensaje. Por ejemplo, se casó con Gomer, una mujer que resultó ser infiel como el pueblo de Israel. Ella lo dejó por otro y al hacerlo, dio un cuadro exacto del pueblo de Israel que dejó a Dios para †œir tras otros dioses†. A Oseas, sin embargo, le ordenaron ir y recibir de nuevo a su esposa, para así­ proveer una poderosa ayuda visual para el mensaje que Dios tení­a para su pueblo: †œHas pecado y debes ser castigado, pero volveré a tomarte y restauraré nuestra relación† (ver los caps. 1, 3 especialmente).
La esposa del profeta le dio tres hijos, cada uno de los cuales recibió un nombre profético: †œJezreel†, †œcompasión-no-mostrada† y †œno-mi-pueblo† (vea en 1:4–9). Juntos hablan del juicio de Dios, pero el juicio también es revertido (1:10–2:1, 21–23).
Oseas parece haber tenido un ministerio profético de más de treinta años, como podemos ver por los reyes enlistados en 1:1, y por alusiones a eventos históricos en el libro. Probablemente recibió su llamamiento a profetizar alrededor del 760 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, hacia el fin del reinado de Jeroboam II (c. 793–753 aprox.) y continuó por cerca de 30 años. En este año tuvo lugar la llamada guerra sirio-efratea. Siria e Israel (el reino del norte, frecuentemente llamado Efraí­n) trataron de obligar a Judá a unirse a ellos en rebelión contra Asiria. Judá rehusó unirse y apeló a Asiria, que entonces venció a Siria y a Israel sin problema. Oseas puede muy bien haber profetizado casi hasta el tiempo de la caí­da de Samaria en 722.
Oseas proclamaba su mensaje verbalmente en los lugares naturales de reunión. Estos incluirí­an santuarios (p. ej.p. ej. Por ejemplo Betel y Gilgal; 4:15) donde la gente vení­a a adorar y a ofrecer sacrificio, y las puertas de las ciudades, donde los ancianos se reuní­an a arreglar disputas legales. El probablemente pasó algún tiempo en Samaria, la capital, que aparece en varias profecí­as (p. ej.p. ej. Por ejemplo 7:1; 8:5, 6).
En vista de las referencias a Judá en el libro (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1:1, 7, 11; 4:15; 5:10–14), es posible que Oseas se haya refugiado allí­ en algún punto de su ministerio. Esto explicarí­a cómo sus profecí­as llegaron a conservarse cuando el reino del norte fue destruido (ver también la gráfica en pág. 656).

TRASFONDO HISTORICO

Durante la primera parte del siglo VIII a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo los grandes poderes del mundo conocido eran menos dominantes de lo que habí­an sido: Asiria y Babilonia estaban en lucha en otras partes y Egipto era comparativamente débil (ver gráfica de tiempo en la pág. 34). Esto permití­a a las naciones más pequeñas de Palestina expandirse y entrar libremente en negocios. Jeroboam II fue un rey malo, según 2 Rey. 14:23–29; logró éxitos militares, pero causó sufrimiento al pueblo de Israel. Fue el cuarto y último en la dinastí­a de Jehú, quien habí­a sido ungido rey por un representante del profeta Eliseo (2 Rey. 9:1–10) para destruir la lí­nea de Acab. Jehú entonces mató a Joram (2 Rey. 9:24) que habí­a estado recuperándose de sus heridas en Jezreel, y siguió esto con una masacre del resto de su familia (2 Rey. 10:1–8), también en Jezreel. Habiendo probado el sabor de la sangre, aparentemente fue más allá de los mandatos de Dios. Mató a †œtodos los principales† de Acab, a sus †œamigos í­ntimos† y a †œsus sacerdotes† (2 Rey. 10:11) y continuó matando un templo lleno de adoradores de Baal (2 Rey. 10:18–28). El elogio dado en 2 Rey. 10:30 se modifica severamente por la referencia de Oseas a †œlos hechos de sangre de Jezreel†, como lo es por la declaración de que †œno se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel† (2 Rey. 10:29). Jehú fue sucedido por su hijo Joacaz y por su nieto Joás. El tercer rey después de Jehú fue el antes mencionado Jeroboam II, el hijo de Joás.
Segundo Rey. 15 nos cuenta cómo, cuando Jeroboam murió (753) hubo una serie de reinados breves y asesinatos. Zacarí­as (no el profeta de Judá), hijo de Jeroboam, fue asesinado por Salum, quien a su vez fue asesinado por Menajem. Pecaí­as, hijo de Menajem, lo sucedió, pero después de dos años fue asesinado por Pécaj, quien después fue asesinado por Oseas. (Este nombre en heb. se deletrea igual que Oseas el profeta, pero claramente no eran la misma persona.) Ose. 1:1 no se refiere a esos reyes aunque coincidan parcialmente con los reyes de Judá mencionados. Esto es posiblemente porque cada uno era tan significativo.
Los reyes de Judá eran Azarí­as (también conocido como Uzí­as; c. 791–740), Jotam (c. 750–732), Acaz (c. 744–716) y Ezequí­as (c. 716–687). Nótese que las fechas se sobreponen. Esto se debe a que ellos adoptaron un sistema de corregencia; el hijo del rey era designado corregente antes que el rey muriera. Esto serví­a para hacer el cambio más sua ve y menos vulnerable a levantamientos e intentos de golpes de Estado.
El contexto religioso en el que Oseas profetizó se refleja en muchas partes del libro. Los israelitas bajo Josué habí­an conquistado la tierra de Canaán, pero habí­an fracasado en destruir los pueblos ya establecidos allí­. Ellos y sus descendientes y su religión continuaron. Los cananeos adoraban muchos dioses, el principal de los cuales era Baal. Se suponí­a que Baal era el dios que daba fertilidad a la tierra. De acuerdo con un mito muy extendido, él fue matado por Moth, el dios del verano y de la sequí­a, pero resucitó de los muertos después que la diosa Anath vengara su muerte. Esta muerte y resurrección reflejaba el ciclo anual de las estaciones. La religión cananea tení­a el propósito de dar fertilidad a la tierra; no daba un gran valor a la moralidad. En los templos, los hombres podí­an †œadorar† a Baal y estimularlo a actos de fertilidad por medio de tener cópula sexual con prostitutas †œsa gradas† residentes.
Israel se suponí­a que debí­a adorar a un solo Dios, †œJehova†, que no tení­a diosa consorte. El no podí­a ser manipulado por rituales, en lugar de eso requerí­a estricta obediencia. Claramente las dos religio nes eran incompatibles, pero los israelitas trataban de mezclarlas (1 Rey. 18:21).

EL TEXTO DE OSEAS
El texto del libro de Oseas es uno de los más oscuros en el ATAT Antiguo Testamento. Parece haber sufrido en el proceso de ser copiado por una generación tras otra de es cribas. A menudo, por eso, no podemos estar seguros del significado detallado de un pasaje particular. No obstante, la enseñanza general raramente está en duda; nosotros simplemente debemos estar satisfechos con menos precisión de la que nos gustarí­a.

LA TEOLOGIA DE OSEAS

El mensaje básico de Oseas es que Dios ama a Israel. Sin embargo, ellos han pecado tan gravemente que él está obligado a castigarlos. No obstante, no los ha abandonado para siempre y los restaurará para sí­ de nuevo. Oseas hace uso de un número de imágenes poderosas para capacitar a sus oyentes a comprender lo que está diciendo.
Oseas hace hincapié tan fuertemente como es posible en que hay solamente un Dios para Israel: Jehovah. No hay lugar en absoluto para otros dioses. Los israelitas habí­an apostatado al pensar que los cananeos tení­an razón acerca de Baal y de la fertilidad de la tierra. Jehovah bien podí­a haber hecho algunas cosas para los israelitas, como sacarlos de Egipto, pero ellos pensaban que tal vez necesitaban estar en buenas relaciones con el dios de la tierra también (2:5). Oseas señala la seriedad de este error (2:8): por causa de éste Dios quitará las bendiciones que él les dio primero, y hará que Israel comprenda la verdadera fuente de sus bendiciones. Ella tendrá un tiempo de privación (2:3, 6, 9) pero finalmente regresará a Dios y encontrará restauración.
El pacto de Dios con Israel forma la base del mensaje de Oseas. El escogió a Abraham y a sus descendientes para ser su pueblo. Ellos entraron en una relación exclusiva con él que se expresa varias veces en la Biblia en las palabras: †œEllos serán mi pueblo y yo seré su Dios† (p. ej.p. ej. Por ejemplo Gén. 17:7, 8; Jer. 31:31–33; Zac. 8:8). En Oseas la palabra †œpacto† ocurre solamente en 6:7 y 8:1, pero hay muchas alusiones a él. El nombre del tercer hijo de Oseas: †œno-mi-pueblo† significa el juicio más serio posible: el rompimiento del pacto y un rechazamiento de Israel como pueblo de Dios. Oseas se refiere frecuentemente a eventos de la historia antigua de la nación, cuando Dios sacó a Israel de Egipto e hizo de él su pueblo (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2:15; 9:10; 11:1–4). Es interesante que él no se refiere a los hechos escuetos de la liberación (el éxodo, el cruce del mar Rojo, etc.), sino a las implicaciones personales de esos eventos.
Esto significa una poderosa declaración acerca de la singularidad de Jehovah. Sólo él es Dios, y tiene poder para dañar o sanar. Sólo él ha entrado en un pacto con Israel. Por tanto, es sabio y también justo que Israel se someta a él solamente. Las consecuencias de apartarse son lamentables, pero hay una invitación de gracia a volverse a un Dios amoroso que los escogió en primer lugar. Este es claramente el Dios del NTNT Nuevo Testamento y también del ATAT Antiguo Testamento.
El profeta usa muchas metáforas y sí­miles para comunicar su mensaje. Dios es descrito como un esposo (con Israel como la esposa; 2:2–20); como un padre (con Israel como un hijo; 11:1–11); como un sanador (sanando al enfermo Israel; 5:13; 6:1, 2; 7:1; 14:4); y como un cazador de aves (con Israel como las aves atrapadas en su red; 7:12; 9:11). El se compara a un león (5:14), a un leopardo y a una osa (13:7, 8); al rocí­o (14:5), al invierno y a la lluvia tardí­a (6:3), al ciprés verde (14:8), ¡y hasta a la polilla y la carcoma (5:12)! Otras figuras usadas de Israel son la de una vaca (4:16; 10:11), vid y el vino (10:1; 14:7), uvas e higos (9:10), un lirio, el olivo y el cedro de Lí­bano (14:5, 6), un hijo torpe recién nacido (13:13), una torta no volteada (7:8), un arco fallido (7:16) y niebla de la mañana, tamo y humo (13:3).

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

El libro de Oseas es más una antologí­a de sus profecí­as que un libro con un tema continuo corriendo a través de él. Sin embargo, las profecí­as han sido agrupadas en dos partes principales. En los caps. 1-3 encontramos detalles biográficos (y autobiográficos) concernientes al matrimonio de Oseas, junto con profecí­as relacionadas con su significado por la esposa de Jehovah, Israel.

En los caps. 4-14 hay un diseño alternante de juicio y esperanza. Se nos da el cuadro muy fuerte de la lucha de Dios por recuperar a su pueblo infiel. El libro termina con una invitación de gracia y promesa para Israel, y una nota para que el lector aprenda de lo que se ha dicho (cf. las palabras de Jesús en Mar. 4:9, 23; 7:15, 16).

1:1 Tí­tulo

1:2—3:5 El matrimonio de Oseas y su mensaje
1:2, 3 Oseas se casa de acuerdo con las instrucciones de Dios
1:4-9 Tres hijos con nombres proféticos
1:10—2:1 Promesa que sigue al juicio: un vislumbre de un futuro más brillante
2:2-13 Profecí­a de juicio: castigo para Israel, la esposa infiel
2:14-23 Promesa que sigue al juicio: cortejo a la esposa infiel para que regrese
3:1-5 Oseas toma “una mujer” para que sea de nuevo su esposa

4:1—14:9 Profecí­as de juicio y promesas de restauración
4:1-3 La controversia del Señor con Israel
4:4-9 La ley rechazada: los sacerdotes son especialmente culpables
4:10-19 Un espí­ritu de prostitución en la adoración
5:1-7 Los sacerdotes, los israelitas y la realeza condenados
5:8-12 Efraí­n/Israel será desolada por un enemigo
5:13-15 Asiria no puede ayudar a Israel
6:1-6 El veleidoso amor de Israel y lo que Dios requiere
6:7-11a Israel ha sido infiel al pacto y también Judá
6:11b—7:2 Dios quiere sanar, pero el pecado de Israel lo impide
7:3-12 El pecado de Israel descrito por varias metáforas
7:13-16 Ellos rehúsan volverse al Señor
8:1-14 Sembrar viento y cosechar torbellino
9:1-6 Juicio: los festivales religiosos serán cortados
9:7-9 Ridí­culo para los siervos de Dios
9:10-17 Más lecciones de la historia: las raí­ces del pecado de Israel
10:1-10 Agricultura, religión equivocada y reyes: un juicio y una elección
10:11-15 Labranza, siembra y batalla: metáforas de juicio
11:1-11 Israel como hijo amado de Dios
11:12—12:8 La falsedad de Israel ilustrada y condenada
12:9-14 Fue traí­do de Egipto y será juzgado
13:1-16 Más descripciones de juicio
14:1-8 Un llamado al arrepentimiento y una promesa de bendición
14:9 Un dicho final de sabidurí­a
Comentario

1:1 TITULO
Véase la Introducción (Oseas el profeta). Este versí­culo representa el encabezado de todo el libro. No debe tomarse demasiado lit.lit. Literalmente, porque claramente incluye alguna narrativa que pone las verdaderas profecí­as en su contexto (caps. 1; 3).

1:2-3:5 EL MATRIMONIO DE OSEAS Y SU MENSAJE
El criterio adoptado en este comentario es el tradicional: Oseas se casó con una esposa que resultó ser infiel. Ella lo dejó, pero Oseas la tomó de nuevo. Véanse en 3:1–5 las razones para sostener este criterio.

1:2, 3 Oseas se casa de acuerdo con las instrucciones de Dios

Hay gran énfasis en estos vv. en una palabra que significa †œprostitución† o †œfornicación† (es decir, cópula sexual impropia). Lit., el v. 2 dice: †œToma para ti una esposa de prostitución e hijos de prostitución, porque la tierra se ha entregado toda a la prostitución apartándose de JEHOVAH.† El significado directo serí­a †œcasarse con una prostituta/fornicaria †¦ †, pero es improbable que a Oseas le hubie ran ordenado hacer algo tan en contra de la ley (véase, p. ej.p. ej. Por ejemplo Lev. 21:13–15; Deut. 22:13–21). Tal vez, por eso, significa: †œCásate con alguien que viene de una situación en la que la prostitución es normal† o (más probablemente) †œcásate con alguien que resultará ser una prostituta†. En otras palabras, Oseas, mirando en retrospectiva su matrimonio roto, considera que fue la voluntad de Dios que él se casara con tal persona.
Hijos de prostitución (fornicación) puede sencillamente describir la situación en la que nacieron (es decir, hijos que crecerí­an entre prostitutas/fornicarias, etc.), o puede significar †œnacidos a una mujer que es prostituta/fornicaria†. Algunos piensan que Oseas no era el padre, pero esto es improbable. Cuando menos podemos estar seguros de que el primer hijo fue de Oseas (el v. 3 dice que Gomer le dio a luz un hijo).
Como con muchos pasajes en los que hay incertidumbre, podemos estar seguros de los hechos básicos: Oseas se casó con alguien que actuó inmoralmente cuando menos después del matrimonio. Esto es importante para la analogí­a con Israel y Dios (3b), pero la naturaleza exacta de la inmoralidad no es importante. Tal experiencia iba a darle a Oseas un entendimiento más profundo del amor de Dios por Israel, y una manera más eficaz de co municar eso a sus compatriotas israelitas que lo que las palabras solas pudieran haber hecho.

1:4-9 Tres hijos con nombres proféticos

Gomer, la esposa de Oseas, tuvo tres hijos: un hijo, una hija y después otro hijo. El primero fue llamado Jezreel, el nombre de una llanura entre las montañas de Samaria y Galilea y un prominente campo de batalla en Israel. El nombre es un recordatorio de †œlos hechos de sangre de Jezreel† (véase la Introducción), una expresión que a menudo significa matanza o delito de sangre. Habí­a habido más de una masacre en este lugar. Aunque Jehú fue autorizado para aniquilar la casa de Acab, el fue más allá de su cometido. Sus motivos fueron influidos por interés propio, y finalmente fracasó en controlar la adoración a Baal. Es beneficioso notar que la promesa de 2 Reyes 10:30 no impidió que Jehú incurriera en la ira y el juicio de Dios. Ser un instrumento del juicio de Dios debe inspirar temor.
El juicio de Israel es que serán derrotados en el lugar donde el pecado fue cometido; el castigo está de acuerdo con el crimen. El arco de Israel signi fica la fuerza militar de la nación. Jezreel es un nombre especialmente útil porque significa un momento particular del pecado de Israel que representa la totalidad del pecado de la nación; significa †œDios desparrama† o †œDios siembra†, es decir, tiene un significado negativo o positivo (1:11; 2:22, 23); y suena muy parecido a †œIsrael† en heb., lo que satisface el amor de los escritores hebreos por los juegos de palabras.
Lo-rujama es el nombre de la hija de Gomer (posiblemente no de Oseas, puesto que no dice †œle dio a luz una hija†, pero no podemos estar seguros de esto). Rujama tiene conexión con la palabra †™matriz†™, e indica la clase de cálida compasión que una madre tiene por su hija. El ATAT Antiguo Testamento a menudo habla de Dios en esta manera (p. ej.p. ej. Por ejemplo 14:3; Prov. 28:13), pero aquí­ se anuncia que él ya no tratará con Israel de esta manera.
El nombre del tercer hijo, Lo-ammé (†™no-mi-pueblo†™) significa la más devastadora palabra de juicio. Israel ya no es más el pueblo electo de Dios. Los eventos de su historia de salvación —el éxodo de Egipto (12:9, 13), el paso del mar Rojo, las peregrinaciones por el desierto, la conquista de Canaán— todos fueron negados (cf.cf. Confer (lat.), compare también esos lugares donde se habla de un regreso a Egipto, p. ej.p. ej. Por ejemplo 8:13; 9:3, 6; 11:5). Por supuesto, todaví­a está abierto a que los individuos sean fieles a Jehovah y encuentren aceptación (como muchos extranjeros lo hicieron a lo largo de la historia de Israel, incluyendo a Rut y a Rajab). Y, como veremos, el camino de regreso a Dios todaví­a está abierto (11:8, 9; 14:1–7).

1:10-2:1 Promesa que sigue al juicio: un vislumbre de un futuro más brillante

Parece prematuro, a primera vista, mencionar la esperanza más allá del juicio en este punto de la profecí­a. Oseas todaví­a tiene mucho más juicio que anunciar (¡2:1–13 y la mayor parte de los caps. 4–14!). Sin embargo, el libro está arreglado así­ como para dar un bosquejo de todo el plan de Dios en los caps. 1–3 en términos de la figura de esposo-esposa, antes de seguir con profecí­as más detalladas. Más aun, los primeros tres capí­tulos están arreglados como un emparedado doble: narración (1:2–9), esperanza (1:10–2:1), juicio (2:2–13), esperanza (2:14–23), narración (3:1–5).
Esta estructura ayuda a lograr cuando menos tres cosas. Primera, muestra que el plan de Dios está unificado; él no es un oportunista que solamente se aviene para ver cómo resultarán las cosas. Segunda, muestra el movimiento de la acción de principio a fin, cronológicamente, de la armoní­a a la discordia, y vuelta (mediante el punto de decisión en 2:7b) a la armoní­a entre Jehovah e Israel. Tercera, muestra cómo los eventos del matrimonio de Oseas estaban ligados con su mensaje acerca de Dios y su pueblo.
El número de los hijos de Israel será como la arena del mar †¦ (10) recuerda la promesa a Abraham (Gén. 22:17; 32:12), y es, por tanto, una manera indirecta de decir que el pacto será restaurado. En lugar de en otras versiones es traducido †œen el lugar en donde†, o sea el lugar en donde los nombres fueron dados públicamente.
La promesa de que Israel y Judá serán reunidos ocurre en varios lugares en el ATAT Antiguo Testamento (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isa. 11:12, 13; Jer. 23:5–8; Eze. 37:15–28). Es difí­cil ver cómo se cumplió históricamente, puesto que el reino norteño de Israel dejó de ser una nación en 722 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo cuando Samaria, la ciudad capital, cayó ante los asirios. La gente fue deportada, y la población se mezcló por vastas zonas del Imperio Asirio. Es posible, sin embargo, ver el cumplimiento en un número de maneras:
a. El pueblo del norte mantuvo su identidad y siguió adorando a Jehovah. Muchos vinieron a unirse con Judá, y hay referencias en los libros posteriores del ATAT Antiguo Testamento que implican que incluyó tanto a Judá como también a Israel (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2 Crón. 34:21; 35:18; Jer. 50:33; Zac. 8:13; 11:14).
b. Cuando Jesús vino como Mesí­as él fue el rey de Israel, el solo jefe de 1:11b, y el propósito era que todo el verdadero pueblo de Dios se uniera bajo su dirección (p. ej.p. ej. Por ejemplo Mar. 15:2, 26 y paralelos; Juan 1:49; Hech. 17:7).
c. La iglesia une a gente de todas las naciones, incluyendo a gente de Israel y Judá (véase la manera en que se aplica Oseas en Rom. 9:25, 26 y 1 Ped. 2:10).
El dí­a de Jezreel (11) significa tanto †œel dí­a en que el castigo debido al pecado en Jezreel será revertido† como también †œel dí­a de los esparcidores de Dios† (es decir, ya no esparce a su pueblo entre las naciones, sino siembra semilla para el futuro).
En 2:1 se revierten los otros dos nombres y así­ se completa la profecí­a. Rujama significa †œcompadecida†. Las plurales hermanos y hermanas aclaran que se refiere a todo el pueblo de Israel, no solamente al hijo y a la hija de Oseas.

2:2-13 Profecí­a de juicio: castigo para Israel, la esposa infiel

Los vv. 2 y 3 están dirigidos a los hijos de Oseas. Los imperativos forman un abrupto nuevo comienzo, y el contenido de la primera oración tiene el propósito de dar al lector u oyente una sacudida. Es la primera vez que nos encontramos con una referencia al desacuerdo entre Oseas y Gomer. Es claro, conforme continúa el discurso, que no es tanto Gomer la que está en mente, sino el pueblo de Israel, ahora rechazado como esposa de Dios. Esta audaz representación es muy extraordinaria cuando recordamos la religión de los vecinos de Israel, porque se pensaba que Baal tení­a una diosa consorte, Asera. Oseas, en efecto, dice que Dios tiene una consorte, el pueblo de Israel. El matrimonio es metafórico, por supuesto.
La palabra que se traduce como acusad (2) es la usada en las demandas legales. Mucha de la descripción de Oseas refleja las disputas legales que tení­an lugar en la puerta de la ciudad.
Que quite sus fornicaciones [lit.lit. Literalmente †œprostituciones†] de delante de su cara y sus adulterios de entre sus pechos bien puede referirse a formas especí­ficas de ornamentos asociados con las prostitutas (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 13). El sentido es, entonces, †œque se quite las señas de sus infidelidades, no sea que yo la desnude por completo† (2b, 3a).
El v. 3b implica que Israel regresarí­a al desierto, el tiempo antes que Dios hubiera cumplido su promesa de hacer de ellos su propio pueblo en su propia tierra. Sus hijos (4) son los miembros individuales del pueblo de Israel (véase también sobre 1:2).
Israel ha actuado como prostituta. La implicación es que ha tenido muchos amantes. Esto se refiere a la prostitución de Gomer con otros hombres, y también a los intentos de Israel por ganar el favor de otros dioses. En ambos casos asumió equivocadamente que las buenas cosas que disfrutaba vení­an de ellos. La respuesta de Dios a esto no es la de destruir a Israel inmediatamente, sino iniciar un programa de educación (6, 7a). Una serie de des cripciones la muestra experimentando barreras de varias clases (espinos, vallado), yendo tras ellos sin alcanzar a sus amantes, buscando, pero sin en contrarlos. Esto la lleva al punto crucial del procedimiento (7b): comprende que estaba mejor con su primer esposo Jehovah, y regresa a él. Por supuesto, la tribulación viene al justo y también al malvado (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 44:17–22; Juan 16:32, 33), pero una nación o individuo que experimenta desgracia y fracaso necesita preguntar si Dios puede estar tratando de decirles algo (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 4:6–11).
De aquí­ en adelante encontramos un resumen de material mencionado antes. Ella no reconoció que era Dios el que proveí­a alimento y bebida, y hasta los metales preciosos que eran usados para hacer imágenes de Baal (8). Así­ pues, Dios le quitarí­a esos dones (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 5) y expondrí­a su desnudez (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 3), y nadie podrí­a librarla de su mano (10). En otras palabras, los otros dioses no pueden proveerle a Israel ni impedir que sea castigado por Jehovah.
Los vv. 11–13 se concentran en las fiestas religiosas de Israel y en los festivales que Dios hará cesar. Esto podrí­a hacerse ya fuera por interrupción debida a la guerra o por escasez de alimento y bebida para el sacrificio y la celebración. Ambas son vislumbradas aquí­ (12). El v. 13 redondea esta sección de juicio con otra referencia a la prostitución espiritual y fí­sica (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 2b, 7, 8).

2:14-23 Promesa que sigue al juicio: cortejo a la esposa infiel para que regrese

En los versí­culos previos Dios actuó en juicio sobre su pueblo infiel, para traerlos a la razón de que podrí­an regresar a él. Aquí­ la figura es la de un amante atrayendo a su amada para que regrese, hablándole tiernamente y dándole regalos (14, 15, 22), y protegiéndola del ataque de animales salvajes o de humanos (18). Es un nuevo comienzo: Israel y su esposo en el desierto de nuevo, sin distracciones, desposados para siempre †¦ en justicia y derecho, en lealtad y compasión. E Israel reconocerá [conocerás] aJehovah. Esta palabra a menudo lleva un sentido de intimidad, y puede incluir †œreconocimiento† (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:3, 6; veáse también en 4:6; 13:4, 5).
Responderé (21) debe entenderse a la luz de la respuesta de Israel a Dios en el v. 15, donde se usa el mismo verbo y debe traducirse como †œAllí­ responderá †¦ † De hecho, los vv. 16–20 pueden ponerse entre corchetes y considerarse como una expansión de la respuesta de Israel a Dios. No son fáciles de traducir lit.lit. Literalmente, pero significan que Dios responde con su gracia al hablar a los cielos que han sido cerrados para no enviar lluvia sobre la tierra. Esto establece la cadena: los cielos enví­an lluvia a la tierra, que luego da grano, nuevo vino y aceite, que a su vez satisface a Jezreel (Israel representado por el nombre †œDios siembra†). El juego de palabras continúa en el v. 23: †œYo la sembrar醝. Todos los nombres de los hijos de Oseas son recordados ahora y reciben un significado positivo. El juicio más serio, †œno-mi-pueblo† se convierte en Pueblo mí­o eres tú, y la promesa del pacto se completa por el clamor de Israel, Dios mí­o.

3:1-5 Oseas toma †œuna mujer† para que sea de nuevo su esposa

En el cap. 3 el mismo Oseas relata la historia de cómo él compró a su esposa de nuevo. Algunos eru ditos la han considerado como un relato de los mismos eventos que fueron narrados en tercera persona en 1:2, 3. Las palabras de nuevo en el v. 1 desechan esta opinión. Además, los hechos son muy diferentes, de modo que debemos considerar esta como una acción posterior. Desde la narración en el cap. 1, Gomer ha dejado a Oseas y se esclavizó en alguna manera, puesto que Oseas tuvo que pagar un rescate para tomarla de nuevo (2). Este es un relato de Dios y su pueblo de Israel (4, 5).
El v. 1 es ambiguo. Lit. dice así­: †œJehovah me dijo de nuevo: Vé, ama a una mujer†, o, †œJehovah me dijo: de nuevo, vé, ama a una mujer.† No hay una verdadera diferencia en el significado. Pero, ¿por qué dice una mujer en vez de †œtu esposa†? La respuesta puede encontrarse en 2:2; Gomer ya no tiene derecho a ser su esposa y el pueblo de Israel ya no tiene derechos con Dios. Son †œno su pue blo†, lo que significa, usando la otra representación, que ya no son su esposa. Que ama a un amante (lit.lit. Literalmente †œa un amigo†) puede significar sencillamente otro hombre, o †œun amante†, un consorte ilí­cito que es esposo de otra. Adulterio significa que ella estaba casada con un hombre pero tení­a relación sexual con otro. Es posible que Gomer realmente se hubiera vuelto a casar, pero es más probable que su esposo legal (el que tení­a derecho a divorciarse y a repudiarla) fuera todaví­a Oseas.
En 1:2 dice: †œVé, toma †¦ † pero aquí­ dice: Vé, ama †¦ Esto enfatiza el amor de Dios por el pueblo de Israel, a pesar de que ellos miran a otros dioses y aman —¿qué aman?— ¡las tortas de pasas! Estas se usaban probablemente en rituales cananeos. Muestran cuán carnal e indigna es la perspectiva de Israel.
Oseas compra de nuevo a su †œantigua† (pero probablemente no legalmente divorciada) esposa. Ella tal vez se habrá convertido en una prostituta del templo, que tení­a que ser comprada para dejar el servicio. El precio es enigmático, porque no era normal pagar con una combinación de plata y grano. Esto puede indicar que Oseas tuvo dificultad en conseguir el dinero, lo que serí­a una imagen del costo de la redención de Israel. No sabemos exactamente el valor de las quince piezas de plata, pero podrí­an equivaler aprox. a 30 ciclos, o 200 gramos de plata, el precio que se pagaba en compensación por la pérdida de un esclavo (Exo. 21:32), o el precio de rescate de una mujer que hubiera hecho voto especial al Señor (Lev. 27:4).
Por un tiempo limitado (muchos años, v. 3; después v. 5) Gomer va a someterse a un perí­odo de disciplina, que corresponde a un perí­odo cuando los israelitas sufrirí­an carencia (4). El sentido del v. 3 es un tanto obscuro, pero si consideramos el significado total, debemos entender que Gomer †œse quedarí­a con Oseas†, es decir, pertenecerí­a a él solamente; ella no ha de actuar como prostituta. Tampoco ha de tener relación sexual con ningún hombre (lit.lit. Literalmente †œno serás de un hombre†), incluyendo al mismo Oseas. Oseas actuarí­a de la misma mane ra hacia ella. Esta abstinencia temporal durarí­a por un tiempo en que los israelitas serí­an privados de varias cosas, tanto buenas como malas. Estarán sin un lí­der apropiado, rey, ni gobernante y hasta incapaces de ofrecer sacrificio. Todas esas cosas son buenas y la privación debe ser temporal con el propósito de disciplinar a Israel. Las piedras rituales o columnas estaban asociadas con la adoración cananea (aunque Jacob habí­a levantado una columna como memorial de un sueño-visión; Gén. 28:18). Eran una señal clara de religión idólatra y debí­an ser quitadas. Lo mismo los í­dolos domésticos (lit.lit. Literalmente †œterafines†). Parece que habí­a algunos en la casa de David (1 Sam. 19:13, 16), pero comúnmente se consideraban paganos (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2 Rey. 23:24). Esto deja una cosa por considerar: el efod. La palabra se refiere a una vestidura de lino usada por los sacerdotes, la cual era muy aceptable (Exo. 28:6–14), pero también a alguna clase de objeto de metal que no era aceptable (Jue. 8:27; 17:5).
El significado general del v. 4 es que lo bueno y lo malo serí­an quitados mientras Israel se sometí­a a un tiempo de purificación. Pero el resultado de ello se da en el v. 5: Después volverán los hijos de Israel y buscarán a Jehovah su Dios y a David, su rey y encontrarán bendición. La referencia a David, significando la lí­nea de descendientes de David, es sorprendente porque Oseas profetizaba a Israel, el reino del norte, que se habí­a apartado de seguir a los descendientes de David cuando Salomón habí­a muerto 200 años antes (1 Rey. 12). Esta es una indicación de una profecí­a de largo alcance acerca de la reunión de los dos reinos, que sólo pue de verse cuando se cumpla en Jesucristo, el Rey, el Hijo de David (véase 1:10–2:1).
4:1-14:9 PROFECIAS DE JUICIO Y PROMESAS DE RESTAURACION

4:1-3 La controversia del Señor con Israel

El lenguaje usado aquí­ implica que Dios ha entrado en una discusión o querella con Israel. Tal vez deberí­amos pensar en una demanda legal, como las que se efectuaban a las puertas de la ciudad. Podemos imaginarnos a Oseas acercándose a los ancianos sentados para juicio, y anunciando que Dios mismo tiene una disputa que presentar. Los habi tantes de la tierra son acusados de dos cosas.
Por una parte, les faltan las cualidades positivas que Dios requiere de su pueblo. Verdad (que incluye decir la verdad y también actuar en fidelidad), amor constante (la cualidad que expresa sobre todo la manera de actuar de Dios hacia su pue blo del Pacto, y lo que requiere a cambio; ver especialmente 6:6; Deut. 5:10; 7:9, 12) y conocimiento de Dios (ver sobre 13:4, 5). Por otra parte, exhiben malas caracterí­sticas que Dios aborrece. Perjurar (en el sentido de procurar dañar a otros al decir maldiciones contra ellos; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 18:2) o además jurar en falso (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:4, †œjuran en vano†), el engañar, el asesinar, el robar y el adulterar. Lo que los Diez Mandamientos requieren con respecto a otra gente está siendo descaradamente ignorado (Exo. 20:13–16).
El v. 3 habla del juicio de Dios, pero también es parcialmente un ví­vido retrato poético de una tierra bajo la maldición de Dios. Cuando Israel sea restaurado, la tierra y sus criaturas vivas también serán bendecidas (2:18, 21).

4:4-9 La ley rechazada: los sacerdotes son especialmente culpables

El v. 4 es extremadamente difí­cil de entender, pero la esencia de la sección es una condenación de los sacerdotes, que debí­an haber observado y enseñado la ley. Wolff la traduce así­: †œNo, no cualquiera (debe ser acusado), ni cualquiera (debe ser reprobado), sino que mi pleito es contigo, oh sacerdote†, y aunque esto es incierto sigue el espí­ritu de lo escrito.
Los sacerdotes ignoran la ley de Dios confiada a ellos, y consecuentemente no andan con seguridad en sus caminos, sino que tropiezan (5), como los otros lí­deres religiosos, los profetas. Han rechazado su gloria [de ellos] (7), la ley (6) que les decí­a cómo complacer a Dios, en vez de ritos paganos inmorales y desagradables. Ahora se ganan la vida satisfaciendo el deseo del pueblo de adorar a otros dioses (8). Puesto que los sacerdotes no enseñan la ley, el pueblo no la conoce y es destruido porque carece de conocimiento (6a; la misma pa labra de 4:1). El resultado es castigo para la nación (tu madre, v. 5) y para los sacerdotes y para gente semejante (9).

4:10-19 Un espí­ritu de prostitución en la adoración

El v. 10 continúa esbozando con más detalle el castigo del pasaje anterior. La gente nunca tendrá bastante para comer, y su prostitución no les traerá crecimiento. Los hijos siempre fueron considerados como una bendición, y una de las promesas a Abraham fue la de hacer de sus descendientes una gran multitud (Gén. 15:5). ¡La relación sexual con muchas prostitutas no producirí­a lo que Dios harí­a con una pareja anciana (Rom. 4:18–21)! Dios continúa con una descripción de la necedad de ellos: se exceden en la bebida (11) y pierden el sentido; buscan dirección de objetos de madera (12). Son descarriados por un entusiasmo desenfrenado por la adoración pagana, y se dedican al sacrificio y a ofrendas (holocaustos) en los lugares altos, altares que no eran autorizados por la ley y en los que se desarrollaba todo tipo de corrupción. Sacrificarán en cualquier parte, debajo de cualquier árbol disponible, con tal de que su sombra sea buena (13a).
Consecuentemente, las hijas de los que se dedican a esas cosas van por el mismo camino. La prostitución fí­sica o sexo promiscuo y el adulterio son enfocados aquí­. Las mujeres son inocentes (14) cuando son comparadas con los hombres, que debí­an haber puesto el ejemplo a sus hijas, pero en vez de eso, van con prostitutas, tanto las seculares como también las sagradas. En la religión cana nea se pensaba que la prostitución sagrada era un medio de asegurar la fertilidad de la tierra. Es probable que la idea de †œmagia imitativa† esté detrás de la práctica: la relación sexual con una †œprostituta sagrada† producí­a alguna acción similar entre los dioses de la naturaleza, y resultaba en que la tierra produjera fruto.
Hoy en dí­a no hay prostitución sagrada en ninguno de los lugares en que yo he estado, pero hay muchos que practican la religión para satisfacer sus propios deseos y no para glorificar a Dios. Es muy buena idea preguntarnos de vez en cuando cuáles cosas nos dan gozo verdadero en relación con la fe cristiana. ¿Incluyen experiencias emocionales, poder, placer en ser justo, seguridad, respeto, la compañí­a de gente fí­sicamente atractiva? ¡El Sal. 139:23, 24 es una oración muy útil!
El v. 15 es para Judá; una advertencia de no seguir el ejemplo de Israel. Esto hubiera sido pertinente para los lectores de las profecí­as de Oseas en Judá en los perí­odos posteriores a su ministerio.
Gilgal era uno de los principales santuarios de Israel. Bet-aveÅ’n (†œcasa de iniquidad†) es probablemente una corrupción deliberada del nombre de Betel, el santuario principal, que significa †œcasa de Dios†. El profeta alienta al pueblo a no ir a esos lugares corruptos de adoración, y a no hacer juramen tos descuidados usando el nombre de Dios (15b). Una serie de diferentes cuadros sigue en rápida sucesión. Israel es descrito como obstinado, pues rehúsa responder a Jehovah que querrí­a restaurarlos (16); ellos son idólatras, es decir, prostitutas que se apegan a sus prácticas vergonzosas aunque es claro que no hay ningún beneficio (18). El resultado final es que el viento los arrollará. Sus sacrificios no les traerán las bendiciones que ellos procuran obtener, sino solamente vergüenza.

5:1-7 Los sacerdotes, los israelitas y la realeza condenados

El principio de esta sección sugiere que puede haber sido pronunciada en la capital de Israel, donde la escucharí­an los lí­deres y el pueblo. Los sacerdotes todaví­a están en la mira (como en el cap. 4), pero Oseas también introduce al rey y a la familia real, y al pueblo en general. Hay varios lugares con el nombre de Mizpa en el ATAT Antiguo Testamento. Este probablemente era a donde Samuel iba en sus circuitos a arreglar casos legales (1 Sam. 7:16) y donde, al menos en tiem pos de Oseas, probablemente debe haber habido un santuario religioso. Tabor es una montaña en el norte de Israel. Fue allí­ donde Débora y Barac ganaron una gran victoria sobre Jabí­n y Sí­sara (Jue. 4:6, 12–16). No sabemos la naturaleza de los pecados en esos lugares, pero deben haber sido algo que atrapara a la gente en hábitos pecaminosos, de modo que no les permiten volver a su Dios (4).
Los israelitas son descritos por la fuerte declaración han profundizado la fosa (2). Este término se usa para el sacrificio de niños en Isa. 57:5 y en Eze. 16:21, pero también se refiere al derramamiento de sangre que sigue a la autogratificación y a la codicia. Sin embargo, Dios conoce todo acerca de su corrupción y tomará acción. Lo mismo es cierto hoy (cf.cf. Confer (lat.), compare Apo. 2–3, especialmente 2:2, 9, 13, 19; 3:1, 8, 15).
De nuevo Oseas combina diferentes metáforas para describir la situación de la gente: hay espí­ritu de prostitución (4: cf.cf. Confer (lat.), compare 4:12) dentro de ellos; no conocen a Jehovah; el orgullo o soberbia de Israel es como un testigo contra ellos en el juicio; mientras siguen en su diario caminar, tropiezan. En este punto se añade una nota acerca de Judá (véase la Introducción).
El resultado es que cuando decidan llevar sacrificios a Jehovah (6) él no estará allí­ para encontrarlos (cf.cf. Confer (lat.), compare también v. 15). Ellos han traicionado a Jehovah, y por eso sus hijos, esos miembros me nores de Israel, nacidos en una sociedad ya alejada de Dios, no pertenecen a él tampoco. Los corruptos festivales de la luna nueva sin duda alguna tení­an el propósito de conseguir alguna clase de bendición para ellos junto con sus parcelas, pero en vez de eso han traí­do destrucción para los dos.

5:8-12 Efraí­n/Israel será desolada por un enemigo

Desde este punto del libro hasta el fin del cap. 7 hay frecuentes referencias a la polí­tica extranjera de Israel. En lugar de hacer bien y confiar en Dios, Israel trató toda clase de maniobras polí­ticas, haciendo alianzas con las grandes potencias, Egipto o Asiria (13; 7:8–16), o uniéndose con Siria y otras naciones más pequeñas para obtener una independencia virtual dentro de una coalición.
Los llamados a hacer sonar la trompeta (8) significan el principio de una nueva sección. Ha sonado una alarma, porque viene un enemigo que asolará la nación. Los lugares mencionados eran centros religiosos importantes, y el juicio básicamente es contra la religión falsa que se practicaba en esos lugares. Todos ellos tienen una historia significativa y a menudo honrosa o cuando menos res petable. Gabaa (Gabaón) fue donde Salomón sacrificó y recibió un sueño de Dios (1 Rey. 3:4, 5); RamaÅ’ era otro de los lugares regulares de juicio de Samuel (1 Sam. 7:17); Bet-aveÅ’n, Betel (véase sobre 4:15) fue donde Dios apareció a Jacob en un sueño. Pero ahora todos estos lugares están bajo ataque por mandato de Dios. Oseas una vez más nos da metáforas ví­vidas del juicio. Traspasar los linderos (es decir, mover las piedras que marcaban los linderos) estaba prohibido por la ley, y representa el repudio de las directrices de Dios. Por tanto, Dios los inundará con su ira, lo que hará que sean oprimidos, y comidos como por polilla o carcoma.

5:13-15 Asiria no puede ayudar a Israel

Judá se incluye con Israel en la condenación registrada aquí­. Muy probablemente los eventos a los que se alude se describen en 2 Rey. 15:8–31; 17:1–6. Cuando menos Menajem (2 Rey. 15:19) y Oseas (2 Rey. 15:30; 17:3) se sometieron a Asiria y pagaron tributo. El rey Acaz de Judá pidió la ayuda de Asiria contra Siria e Israel (2 Rey. 16:7–9; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 7).
Entonces Israel y Judá buscaron respuesta a sus llagas y enfermedad en una alianza con Asiria, pero el verdadero problema es que Dios está contra ellos, y los mejores médicos del mundo no pueden ayudarlos. Lo peor está por venir, porque Dios los atacará, los arrebatará como un león, †¦ como un cachorro de león (las palabras se usan para refor zarse mutuamente, no para especificar dos tipos de leones). Entonces sabrán por cierto que no hay escape.
El v. 15 forma una transición entre 5:13, 14 y 6:1–6. Describe el resultado de los intentos frustrados de Dios por lograr que el pueblo respondiera a su disciplina: él se apartará de ellos. Si la presencia de Dios es aterradora, su ausencia es peor. Las palabras de 6:1–3 expresan justo lo que él está esperando: la determinación del pueblo para conocerlo y confiar en él.

6:1-6 El veleidoso amor de Israel y lo que Dios requiere

No hay una palabra que conecte con el versí­culo anterior, pero es claramente lo que Dios quiere escuchar. Israel reconoce que Jehovah los ha hecho pedazos (como en 5:14), y que solamente él puede sanarlos. El v. 2 da la única referencia especí­fica en el ATAT Antiguo Testamento de ser levantados al tercer dí­a. Claramente esta no es principalmente una profecí­a de un individuo, el Mesí­as, sino una metáfora de la venida de la salud a la nación. No obstante, hay una verdadera similitud entre las dos situaciones: Dios obra una sanidad totalmente imposible. Lo que fue hecho metafóricamente para la nación de Israel, el hijo de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare 11:1), fue hecho lit.lit. Literalmente para Jesucristo, el Hijo de Dios. Este pasaje, como también la referencia a Jonás en el vientre del pez, pueden haber estado en la mente de Pablo cuando dijo de Jesús que †œresucitó al tercer dí­a, conforme a las Escrituras† (1 Cor. 15:4).
La traducción del v. 3 es la más probable: conozcamos †¦ persistamos en conocer †¦ Este es el significado primario de la palabra que en 13:4 se traduce como reconocer. El pueblo expresa un deseo sincero de una relación personal con Dios. Esta es una metáfora atrevida, porque †œconocer† a la esposa de uno normalmente significarí­a tener relación sexual. No obstante, Oseas y otros escri tores bí­blicos no se privan de usar el matrimonio como un retrato de esta relación í­ntima y exclusiva (Isa. 62:5; Apoc. 21:2).
Dios es tan confiable como el sol, y trae bendiciones como las lluvias de temporada de las que Israel depende para su misma vida. En Palestina la mayorí­a de las lluvias ocurren entre principios de diciembre y principios de marzo. Las lluvias de invierno llegan al principio de este perí­odo en el otoño, ablandando la tierra para la siembra. Las lluvias de primavera (algunas veces llamadas †œlluvias tardí­as†) son aguaceros de marzo a mayo que fortalecen las cosechas. El verano es casi completamente seco, y la lluvia se necesita ansiosamente y se aprecia como una gran bendición.
En los vv. 4–6 el ánimo cambia. Es como si Dios dijera: †œAunque digáis tales cosas, no os mantendrí­ais fieles y sumisos a mí­ por mucho tiempo. Vuestro †™amor constante†™ es como la bruma y el rocí­o mañaneros, que sencillamente desaparecen temprano en el dí­a† (véase sobre 2:21; cf.cf. Confer (lat.), compare 4:1; 10:12; 12:7). Por esta razón los profetas vení­an con palabras severas e hirientes, para sacar a la luz el pecado del pueblo y llamar al arrepentimiento. Cuando eso no era probable que ocurriera, entonces tení­a que pronunciarse un mensaje de juicio. Cuando un profeta habla †œen el nombre de Jehovah†, el juicio anunciado es cierto (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 1:3; Sal. 33:4–9; Isa. 55:10, 11).
Misericordia (6) es la misma palabra traducida lealtad en el v. 4. Es el amor constante que Dios muestra en su pacto con Israel. El no quiere sacrificio en lugar de amor constante; el de sea que el amor constante de Israel sea verdadero. No quiere holocaustos sino una relación personal genuina y profunda. La importancia de este versí­culo se ve en su uso en Mat. 9:13 y 12:7 (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 12:33).

6:7-11a Israel ha sido infiel al pacto y también Judá

Estos versí­culos describen la horrorosa conducta del pueblo que habí­a hecho un pacto con Dios. Es posible que Adán es una referencia al primer hombre y a su desobediencia al mandamiento directo de Dios, pero la palabra pacto no se encuentra en ninguna parte antes de Noé (Gén. 6:18) en la historia de Adán y Eva y sus descendientes. La mayor parte de los comentaristas traducen †œcomo en Adam†, un lugar mencionado en Jos. 3:16 donde las aguas del Jordán fueron cortadas, permitiendo al pueblo de Israel cruzar a la tierra prometida. Si esta lectura es correcta, Adam, un pueblo de Galaad en el camino a Siquem, se habí­a convertido en un lugar de ladrones violentos (8, 9). No sabemos de actos violentos especí­ficos allí­, pero el complot contra Pecaí­as fue llevado a cabo por Pécaj y 50 hombres de Galaad (2 Rey. 15:25). Es muy probable que hubiera sacerdotes involucrados en este y otros actos similares (9: cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 11, donde el sacerdote Joyada desempeñó el papel principal en un complot beneficioso). El v. 10 resume la situación de nuevo en los términos usados antes.
De nuevo el profeta tiene un fuerte golpe indirecto para Judá (11a). Los que escuchan aprobando la condenación de otros necesitan examinarse a sí­ mismos.

6:11b-7:2 Dios quiere sanar, pero el pecado de Israel lo impide
Este es un cuadro gráfico de Dios que está buscando la manera de restaurar las fortunas de Israel. Pero los pecados de ellos están siempre delante de él, al descubierto. Los tienen cercados y no hay entrada para Dios ni salida para la gente. En medio de estas descripciones Oseas se refiere a dos pecados especí­ficos que él ha mencionado antes: engaño y robo (1b). El v. 2a observa un problema humano común: el de pensar que lo que vemos es todo lo que hay. Ellos no saben que sus pecados los cercan, y tampoco comprenden (consideran en su corazón) que los pecados ahora pasados Dios los recuerda. Recordemos la declaración de que Sansón †œno sabí­a que Jehovah ya se habí­a apartado de él† (Jue. 16:20b; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 6:17; Sal. 50:21a).

7:3-12 El pecado de Israel descrito por varias metáforas

Los vv. 3–7 forman un emparedado doble tal como lo hemos visto antes. La secuencia es: rey y gobernantes (3) —horno (4) —rey y gobernantes (5) —horno (6, 7a) —(gobernantes y) reyes (7b). Esto sugiere que este es un cuadro que debe ser considerado como un todo.
Los lí­deres, el rey y los gobernantes, no hacen nada para corregir el clima de deshonestidad y maldad (3). Ellos lo paladean, porque es la manera de satisfacer las concupiscencias personales de los que son fuertes, y los escrúpulos no interfieren. Pero véase en el v. 7b una desagradable sorpresa que viene a ellos.
Son como un horno (4) que genera su propio calor. Sus pasiones, una vez despertadas, continúan con todo su calor. Parece que el panadero es senci llamente parte del cuadro, y no representa una persona particular. El v. 5 es muy oscuro, pero la RVARVA Reina-Valera Actualizada parece razonable: el rey y los gobernantes se unen en alguna clase de juerga desagradable. Algunos creen que los burladores son los que traman contra el rey. El mismo rey es inconsciente de esto y une sus manos a ellos, mientras los prí­ncipes son incapaces, en su estado alcoholizado, de protegerlo.
La metáfora del horno continúa en los vv. 6 y 7. Parece que solamente está desarrollando lo que fue dicho antes: el horno sigue ardiendo. En la mañana no se ha apagado, sino se ha avivado. Pero el v. 7 nos dice de un resultado inesperado: hay intrigas para derrocar a los gobernantes. Hubo varias intrigas como esas al fin de la historia del reino del norte (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2 Rey. 15; 17; y véase sobre 5:13–15). Los que toman la ley en sus propias manos no deben sorprenderse cuando otros hacen lo mismo, y lo hacen más eficiente e implacablemente. Los reyes caen, pero no se les ocurre invocar a Dios (7b).
En los vv. 8–12 Oseas nos da una cadena de metáforas, todas con una descripción de algo horrible. Efraí­n (es decir, Israel) se mezcla con los pueblos, perdiendo así­ su pureza y su devoción exclusiva a Dios (8a). Israel es como una torta a la cual no se le ha dado la vuelta, cruda de un lado y quemada del otro (¡como una salchicha asada!). Los extraños han devorado sus fuerzas, pero él no se da cuenta. Le cobran un pesado tributo (sin darle na da a cambio) y él parece inconsciente de lo que está pasando. No nota que está envejeciendo; piensa que está en su plenitud, una señal de la arrogancia mencionada en el v. 10. A pesar de todas las desventuras sufridas, Israel no se ha vuelto a Jehovah su Dios, ni lo ha buscado. Seguramente Oseas está justificado al llamar a Efraí­n una paloma, incauto y sin entendimiento, que trata a su vez de encontrar una solución en Egipto o en Asiria (11). ¿Qué le pasará a esta necia ave? Dios la atrapará en una red y será incapaz de volar a ninguna parte, completamente a su merced.

7:13-16 Ellos rehúsan volverse al Señor

No hay una interrupción violenta aquí­, y el cuadro de Israel apartándose de Dios es claramente similar a los vv. 8 y 11. El tema de rehusar regresar a Dios ocurre a lo largo del cap. 7 (vv. 1, 2, 7b, 10). ¡Ay! se usa como un grito de lamento por uno mismo y por otros. En el último caso también implica un grito de juicio, y aquí­ se muestra en la expresión paralela: ¡Destrucción sobre ellos! (13b).
A través de estos versí­culos dos cosas son claramente evidentes: el amor de Dios por Israel y el hecho de que la gente tiene otras prioridades. Anhela redimirlos, quiere volverlos a él, pero ellos hablan mentiras contra él. Cuando están en problemas, sólo gimen en sus camas, ignorando la única fuente de ayuda efectiva. Cuando se juntan, sus mentes están en la comida y en la bebida, no en Dios. El los habí­a instruido, pero a su vez ellos traman el mal contra él (15).
La primera parte del v. 16 es oscura (lit.lit. Literalmente †œellos se vuelven, no a/ hacia/contra†), pues debe haber tenido lugar alguna corrupción del texto. El sentido de la RVARVA Reina-Valera Actualizada parece el más acertado: Se vuelven, pero no al Altí­simo, o †œse vuelven a ningún-dios† (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 32:17, 21). El arco que falla es probablemente uno que es endeble: las flechas no llegan al blanco. El fin de la sección muestra a los lí­deres muertos en batalla, y la gente antes arrogante es obligada a huir a la tierra de Egipto (una señal de un regreso de la salvación), donde son escarnecidos o ridiculizados.

8:1-14 Sembrar viento y cosechar torbellino

En este cap. hay una serie de juicios contra Israel asociados con diferentes pecados: su elección de reyes (4–6), sus alianzas extranjeras (7–10) y sus prácticas religiosas corruptas (11–14). Por todas partes vemos una autoconfianza enfermiza. Ellos actúan como los que tienen la sabidurí­a del mundo, pero que no piensan en si sus acciones son aceptables a Dios.
8:1–3 Juicio por un enemigo. Como en 5:8 hay un llamado repentino a sonar una alarma. La amenaza se describe ¡ †¦ como un águila contra la casa de Jehovah! ¿Significa esto un buitre esperando devorar algo ya muerto, o un águila a punto de caer sobre algo pequeño y lento, e indefenso ante sus grandes garras? Lo último parece más probable, porque está más de acuerdo con el v. 3, el enemigo lo perseguirá (cf.cf. Confer (lat.), compare Job 9:26; Sal. 103:5; Hab. 1:8).
En el v. 1 Oseas de nuevo llama la atención a la infidelidad ante Dios de parte del pueblo al rechazar el pacto, la base sobre la cual podí­an reclamar ser el pueblo de Dios, y la ley, que los capacitaba a complacer a Dios y permanecer dentro de sus bendiciones.
8:4–6 Reyes e í­dolos han de ser juzgados. En estos vv. Oseas se refiere de nuevo al comienzo del Israel norteño como un reino independiente. Jeroboam I, el hijo de Nabat, se separó de Roboam, el hijo de Salomón, y estableció santuarios rivales al de Jerusalén en Betel y Dan. En cada uno colocó un becerro de oro (1 Rey. 12:26–30) y éstos, junto con los santuarios en los †œlugares altos† (1 Rey. 12:31–33), se convirtieron en fuente de idolatrí­a y prácticas no autorizadas. Jeroboam realmente fue alentado a hacerse rey por un profeta llamado Ají­as (1 Rey. 11:29–40), pero virtualmente todos los reyes del reino del norte son condenados en 1 y 2 Rey., y casi nunca fueron escogidos con referencia a Dios. Es posible que uno de los becerros de oro fuera trasladado a Samaria, la ciudad capital de Israel, pero tal vez más probablemente, el becerro de Samaria indica que esta profecí­a corresponde al tiempo después que Dan habí­a caí­do en manos de Asiria (2 Rey. 15:29) y sólo un becerro habí­a quedado para Samaria y su territorio. La opinión de Dios sobre el becerro es clara: despierta su ira; no proviene de Dios; le impide al pueblo purificarse; sólo lo lleva a su destrucción. El principio del v. 6 no es claro. Lit. dice †œporque de Israel† y puede referirse a los becerros.
8:7–10 Polí­ticas oportunistas: sembrando y cosechando. El v. 7 es un cuadro poderoso y evocador: ellos siembran lo que es sin valor e insubstancial, y lo que sale es lo mismo con intereses, algo sin valor y destructivo (cf.cf. Confer (lat.), compare Gál. 6:8). La referencia principal es a la polí­tica extranjera de Israel, que trata de hacer amistad con cada nación en turno, en la esperanza de respaldar al ganador. Pe ro Israel no tiene mucho que ofrecer, y las naciones simplemente devoran lo que él tiene (7, 8). Aunque Israel compre un lugar entre las naciones y sea dispersado, Dios los reunirá de nuevo, pero no para salvarlos. El v. 9 es muy difí­cil, pero la traducción de RVARVA Reina-Valera Actualizada es la más probable. Un asno montés solitario es la descripción dada a Ismael, el hijo de Abraham y Agar (Gén. 16:12), y definitivamente, no el hijo a través del cual serí­an cumplidas las promesas.
8:11–14 Los substitutos religiosos de Israel. Aquí­ hay evidencia de gran entusiasmo religioso. Ellos han multiplicado altares para pecar. La palabra realmente es †œpecando†, pero las mismas consonantes heb. dan la traducción †œconstruyeron muchos altares para ofrendas de pecado†. Si esto es correcto, como parece probable, entonces hay un juego de palabras: los altares tení­an el propósito de quitar los resultados del pecado y restaurar la comunión con Dios, pero en realidad añadieron al pecado. El pueblo rechazó las muchas cosas escritas en la ley de Dios, como si fueran algo extraño y peculiar. Ellos ofrecen sus propios sacrificios y comen carne, es decir, toman parte en comidas de sacrificio que tení­an el propósito de expresar comunión con Dios, pero Jehovah no los acepta. Solamente apegándose estrictamente a lo que Jehovah mismo ha especificado puede el adorador encontrar aceptación (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 10:1–11). Los sacrificios no quitan el pecado de la memoria de Dios (Isa. 64:9; Jer. 31:34); todaví­a están allí­, y eso implica que él actuará contra ellos. ¡Volverán a Egipto!, es decir, serán regresados a la esclavitud (véase también 2:15; 7:11, 16; 9:3, 6; 11:1, 5, 11; 12:1, 9, 13; 13:4).
El v. 14 regresa al tema de la autoconfianza en asuntos polí­ticos, y Judá reaparece aquí­. Israel olvidó a su Hacedor y en lugar de eso (y este es el corazón del problema: en lugar de) ha edificado mansiones, y Judá multiplicó ciudades fortificadas. 2 Rey. 18:13 describe lo que pasó a esas ciudades a manos de Tiglat-pileser de Asiria. Solamente Jerusalén sobrevivió, y eso debido a la intervención directa de Dios, en respuesta al desafí­o de Asiria y a la oración (2 Rey. 19:5–7, 20–36). Fuego describe el juicio, tanto lit.lit. Literalmente como metafóricamente.

9:1-6 Juicio: los festivales religiosos serán cortados

Aquí­ el profeta se concentra sobre el juicio anunciado previamente: que Israel regresará a Egipto (7:16; 8:13), y su efecto sobre los festivales de Israel. Oseas le dice a la gente: No te regocijes como otros pueblos (como lo has estado haciendo). Aunque se salgan con la suya por más tiempo, no lo lograrán, porque te has prostituido apartándote de tu Dios, el Dios que se les reveló, los sacó de la tierra de Egipto, que les mostró cómo vivir, etc. Te has ido tras otros dioses, actuando como una prostituta, especialmente en las eras del grano, donde tení­an lugar ciertas celebraciones religiosas.
El profeta comenta después que sus eras y lagares (que serví­an para una función similar) no les darán causa ninguna para celebrar. Ni los alimentarán; el vino nuevo les fallará, dando la promesa de un año venidero magro y sin regocijo.
De hecho, el pacto de Jehovah con ellos será roto. El los sacó de la tierra de Egipto y los hizo su pueblo, pero ellos regresarán a la servidumbre (en Egipto). Dios les dio su ley y les dijo cómo ser limpios a su vista (véase especialmente Lev. 11:1–23; Deut. 14:3–21), pero ellos serán llevados a Asiria y allí­ serán obligados a comer lo que es inmundo. Los dos juicios serán una señal de su separación de Dios.
El vino será tan escaso que no harán libación de vino, es decir, cantidades de vino ofrecidas a Jehovah junto con otros sacrificios. Ni sus sacrificios le serán gratos porque son inmundos y no pue den ofrecerlos en la manera correcta. Cuando coman un sacrificio será como comer en un duelo. La comida no servirá para propósitos religiosos: simplemente satisfará su hambre (4b).
Entonces el profeta los desafí­a con una pregunta retórica: ¿Qué haréis en el dí­a del festival? La respuesta es obvia: no hay nada que valga la pena hacer. Oseas comenta entonces que aunque escapen de la destrucción huyendo a Egipto (Menfis está en el norte de Egipto), ellos morirán allí­.

9:7-9 Ridí­culo para los siervos de Dios
Después de una breve repetición de advertencia del juicio que vendrá, Oseas cambia de tema. Israel está tan inmerso en el pecado y tan hostil al Dios verdadero que los que hablan fielmente sus palabras son considerados como necios y locos (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 9:11). Además, no solamente son gente ridicu lizada, sino que hay un complot activo en contra de ellos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 18:4; 19:10; Mat. 23:29–36). Como en los dí­as de Gabaa (véase también 10:9) se refiere a una época obscura en la historia de Israel, y a la historia de la concubina del levita y su consecuencia (Jue. 10–21). El veredicto del escritor de Jueces fue: †œEn aquellos dí­as no habí­a rey en Israel, y cada uno hací­a lo que le parecí­a recto ante sus propios ojos† (Jue. 21:25). Eso se aplicarí­a muy bien al tiempo de Oseas también. Y muchos de los males del mundo moderno pueden atribuirse a actitudes semejantes.

9:10-17 Más lecciones de la historia: las raí­ces del pecado de Israel

Oseas describe a Israel en su primer perí­odo como nación, en el desierto, es decir, durante su peregrinar entre el paso del mar Rojo y su entrada a la tierra prometida de Canaán. Dios se deleitó con ellos, como se deleitarí­a uno al encontrar las primeras uvas e higos de la estación. Pero muy pronto gruñeron y se quejaron contra él. Un incidente apropia do que Oseas escoge como un ejemplo particularmente malo, pero tí­pico de su conducta, es su inmoralidad en Baal de Peor, donde muchos del pueblo se complacieron en conducta inmoral con mu jeres moabitas y ofrecieron sacrificios a Baal (Núm. 25:1–5). Se consagraron a la vergüenza significa que se consagraron a Baal, pues a menudo la palabra vergüenza se usa como un substituto del nombre de ese dios.
La gloria de Efraí­n significa aquí­ principalmente los numerosos hijos prometidos por Dios a Abraham. Ahora no habrá nacimiento, ni siquiera embarazo, no, y ni siquiera concepción. Y aun, si nacieren niños, morirán. Esto no significa, por supuesto, que no habrá absolutamente ningún nacimiento; es una manera poética y poderosa de decir que la nación no crecerá. La segunda mención de la muerte de los hijos de Efraí­n es un cuadro escalofriante: trayendo a sus propios hijos al verdugo. Entre estas dos referencias está la verdadera causa: Dios se ha apartado de ellos (ver sobre 5:15), y no puede haber bendición donde él no esté presente. El v. 14 es una variación del mismo tema, expresada como una oración condenatoria del profeta.
El v. 15 se vuelve a otro ejemplo geográfico e histórico del pecado de Israel. Gilgal fue el lugar donde Israel cruzó el Jordán en la tierra de Canaán y se consagraron de nuevo a Jehovah circuncidándose (Jos. 4:19–5:9). Samuel lo visitaba regularmente como juez (1 Sam. 7:16), y allí­ Saúl fue confirmado como rey de Israel (1 Sam. 11:14, 15). Allí­ David fue recibido después de sobrevivir la rebelión de Absalón (2 Sam. 19:15). Pero en los tiempos de Amós y de Oseas Gilgal se habí­a convertido en un centro de religión corrupta (4:15; Amós 4:4; 5:5). Esta es probablemente la razón por la que Dios les tomó aversión (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 1:10–17; Amós 5:21–24). Sabemos también que su religión falsa estaba aparejada con la injusticia y la opresión. Aquí­ se sugieren varios temas tí­picos: no los amaré más (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:6); no dará más fruto (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:3, 9–12; 9:2); yo mataré ese tesoro de sus vientres (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 12, 13; 2:4; 4:6). El capí­tulo termina con otro comentario del profeta, volviendo a recalcar una vez más declaraciones anteriores.

10:1-10 Agricultura, religión equivocada y reyes: un juicio y una elección

Esta sección es muy variada, y el texto es todaví­a más difí­cil que lo usual. Trata de asuntos agrí­colas (una vid, v. 1; surcos de mis campos, v. 4), de prácticas religiosas (altares, vv. 1b, 2; í­dolos, vv. 5, 6, 8) y de eventos polí­ticos (un rey, v. 3; derrota por Asiria, vv. 6, 7, 9b–10).
Empieza con una referencia a Israel como una vid (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 80:8–16; Isa. 5:1–7; Jer. 2:21; Eze. 15:6; 17:1–6). Cuanto más prosperó Israel (cuanto más se multiplicó su fruto) tanto más multiplicó sus altares y adornaron sus piedras rituales (véase sobre 3:4), es decir, practicó más la religión prohibida, o directamente idolátrica. La gente se engañaba a sí­ misma (2a) al pensar que esto era aceptable a Dios, y el resultado es que el Señor quebrantará estos objetos.
Oseas se vuelve ahora al tema de los reyes: viene el tiempo cuando Israel ya no tendrá un rey (es decir, después de la caí­da de Samaria en 722 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), y reconocerá que su estado es tan desesperado que de todas maneras un rey no podrí­a ayudarlo. El hecho de ser rey siempre fue un asunto engañoso en Israel. En el libro de Jueces parece que una de las razones para el caos en la tierra era la falta de un rey (Jue. 17:6; 18:1; 19:1; 21:25). Dios consideró la petición de un rey, con el fin de ser como las otras naciones, como una rechazamiento de él, y también Samuel lo consideraba así­ (1 Sam. 8:4–9). Sin embargo, Dios les dio un rey y transformó su petición, motivada erróneamente, en un medio de seguridad, de enseñanza y de esperanza para el futuro.
Oseas menciona una variedad de pecados en una diversidad de maneras. La deshonestidad (4) lleva a demandas legales que son como hierba venenosa en los surcos de mis campos, que impiden las cosechas esperadas y las echan a perder. El pueblo de Samaria estaba atemorizado por causa del becerro de Betel (de nuevo cambiada corrompidamente a Bet-avén; véase sobre 4:15). La palabra realmente es †œbecerros† aquí­ (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada), aunque era singular en 8:6. Podrí­a ser un plural de majestad que significarí­a †œel gran becerro de la Casa-de-perversidades†, con una intención irónica, obviamente. Este í­dolo serí­a llevado al exilio, incapaz de salvarse a sí­ mismo (como Isaí­as señala en relación con los í­dolos de Babilonia, 46:1, 2). La gente y los sacerdotes idólatras, lejos de reconocer su inutilidad, harán duelo sobre él, cuando sea llevado a Asiria como presente para el gran rey. Lit. este es †œrey Yareb† que probablemente se relaciona con la palabra para †œcontender† o †œdisputar†. George A. Smith tradujo esto como †œRey buscaplei tos†. Esto probablemente es cierto, porque ciertamente se ajusta al carácter de los agresivos reyes asirios. El cuadro cambia enseguida a la ciudad de Samaria y a su rey, flotando como la espuma sobre †¦ las aguas, impotente para hacer nada para cambiar.
En el v. 8 Oseas vuelve al tema de los altares y a los lugares altos donde estaban puestos. Ellos caerán en desuso y serán cubiertos de espinos y cardos. El clamor de la gente a los montes para que los escondan del castigo o los saquen de su miseria se encuentra también en Luc. 23:30 y Apoc. 6:16 (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 2:10, 19–21).
El v. 9 vuelve a Gabaa (cf.cf. Confer (lat.), compare 9:9). La maldad de los hombres de Gabaa los llevó a la guerra civil y casi barrió con la tribu de Benjamí­n. Esta vez serán naciones extranjeras las que cumplan en batalla el juicio de Dios.
La referencia a doble iniquidad puede muy bien referirse a los pecados de idolatrí­a y a la dependencia de alianzas con naciones extranjeras en vez de con Dios.

10:11-15 Labranza, siembra y batalla: metáforas de juicio

En los vv. 11–15 tenemos un amplio cuadro agrí­cola que se mueve al campo de batalla al fin del v. 13. Efraí­n era una vaquilla domada a la que le gustaba trillar, es decir, tirar de la trilladora sobre el trigo. Era un trabajo comparativamente liviano, y la bestia no llevarí­a bozal. El cuadro que sigue es menos placentero: se pone el yugo para el trabajo de arar, que es más duro. Puede pensarse de esto como una disciplina en vez de retribución. En cualquier caso lleva a una urgente invitación a comprometerse en una actividad útil (sembrad †¦ justicia, †¦ abrid surcos) y a segar una buena cosecha de amor constante (como en 6:4, 6). En el pasado ellos han sembrado y cosechado lo que es malo (13a; cf.cf. Confer (lat.), compare 8:7).
El profeta se cambia a la interpretación de la metáfora agrí­cola. Israel ha sido autosuficiente, confiando en la fuerza fí­sica. Por causa de esto su-frirán una derrota terrible, como Bet-arbel a manos de SalmaÅ’n. Se piensa que Bet-arbel es un sitio cerca del lago de Galilea o un pueblo al este del Jordán. SalmaÅ’n puede ser Salmanazar III o V (858–824 y 726–722 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo respectivamente; 2 Rey. 17:3; 18:9) o un rey moabita, Salamanu (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 1:3, 13). No sabemos con precisión a cuáles eventos se refiere, pero podemos deducir del pasaje que fueron particularmente horrendos. Betel se menciona probablemente porque era el santuario principal de Israel, y también para formar un juego de palabras con Bet-arbel. En 722 el rey de Israel fue destruido y sus descendientes matados.
Esta ha sido una sección áspera, pero la invitación y la promesa del v. 12 permanecen.

11:1-11 Israel como hijo amado de Dios

No hay expresión del corazón de Dios más apasionada y conmovedora que esta en ninguna parte de la Biblia. Dios habla como el padre amoroso de Israel, que sacó a su hijo de la servidumbre en Egipto. En ese tiempo Israel era como un niño desvalido, una nación nueva que enfrentaba el poder del Imperio Egipcio, vagando en el desierto sin perspectivas de comida o bebida. Dios los enseñó a caminar, ya fuera tomándolo por sus brazos o (como la B.A.) †œlo llevé en mis brazos†. El los dirigió suavemente, los guió con cuerdas humanas. Si la metáfora del padre y el hijo continúa, entonces de bemos traducir el v. 4b así­: †œYo me volví­ para ellos como los que levantan a un niño hasta sus mejillas. Y los alcancé para alimentarlos.† Esto parece mejor que asumir que haya un cambio a las imágenes animales con Dios quitando el yugo del cuello de la bestia (lit.lit. Literalmente pero sorprendentemente, †œquijadas†) e inclinándose para alimentarla. Cualquiera sea el caso, el cuatro es de un tierno cuidado concedido a Israel. Israel, sin embargo, no dio señales de res puesta. De hecho, mientras más los llamaba, más se iban ellos de mi presencia (2, 7). No comprendí­an que Dios era el que los sanaba (3).
Por causa de esta falta total de respuesta, Dios no tiene alternativa sino castigarlos. La descripción ha sido usada antes: regresar a la servidumbre en Egipto (7:16; 8:13), o la pérdida de la independencia como un vasallo en Asiria (9:3; 10:6). Ellos no regresarán a Dios, de modo que regresarán a Egipto. Los vv. 6 y 7 describen el método del juicio —derrota a manos de sus enemigos— y de nuevo enfatizan en la obstinación de Israel.
Mateo (2:15) usa 11:1 para describir la manera en que Dios actuó para salvar a Jesús de manos de Herodes. Habiendo escapado de la muerte él podí­a a su debido tiempo regresar de Egipto para cumplir su obra propuesta. La declaración de Oseas no es primeramente una profecí­a acerca de Jesús, sino una interpretación de un evento histórico. Sin embargo, los paralelos con Jesús son muy impresionantes: Dios guardó a Israel (a Jacob y a su casa) de la hambruna, dándoles un lugar en Egipto. De allí­ los sacó para cumplir sus propósitos.
Todas las señales son de que Israel debe ser completamente destruido, pero Dios clama con angustia. ¿Cómo podré hacerte como a Adma o ponerte como a Zeboim?, ciudades que perecieron junto con Sodoma y Gomorra (Deut. 29:23; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 14:2, 8). A la razón humana le parece que no hay alternativa, pero Dios es Dios, no hombre (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 10:25–27).
La última parte del v. 9: No vendré contra la ciudad significa: †œNo vendré con ira.†
El fin de esta sección es una promesa de salvación que toma algunas metáforas anteriores y revierte su sentido. Jehovah será como un león, no para destruir (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:14) sino para dar una señal a sus hijos para que regresen de dondequiera que hayan estado esparcidos. Anteriormente han sido descritos como una paloma necia, revoloteando para conseguir ayuda de Egipto o de Asiria (7:11), y a pun to de ser atrapada en la red de Dios. Aquí­ están temerosas, pero no son necias, y vuelan ansiosamente de regreso a Jehovah y a sus hogares (10a, 11b).
La profecí­a es un asombroso testimonio de la gracia de Dios, tal vez solamente sobrepasada por los eventos del evangelio: †œPorque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito †¦ † (Juan 3:16).

11:12-12:8 La falsedad de Israel ilustrada y condenada

Es difí­cil decidir dónde dividir el texto en unidades, porque las diversas secciones pequeñas fluyen una dentro de la otra y están entrelazadas en varias maneras. Muchos de los pecados condenados han sido mencionados antes, y la repetición sirve para impresionarnos con las causas radicales del aprieto de Israel. En 11:12 nos encontramos con mentiras y engaño (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:2, 7:1–3), y esto continúa en 12:1a. Se presentan ejemplos de engaños particulares. Uno es de la historia contemporánea: Israel trató de hacer una alianza con Egipto y también con Asiria, que eran enemigos uno del otro. El otro es del pasado más distante de Israel: Jacob asió el talón de su hermano aun antes de nacer, así­ suplantándolo y privándolo de lo que naturalmente era suyo. El nombre Jacob está conectado con palabras que significan †œseguir el talón†, o †œsuplantar†, y significa figuradamente †œengañar† (Gén. 25:26; 27:36). Aunque Dios dio a Rebeca un mensaje antes del nacimiento de Esaú y de Jacob para decirle que †œel mayor servirá al menor† (Gén. 25:23), esto no le daba a Jacob (o a Rebeca) licencia para engañar (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 16:6–13; 24:1–22). ¡No era un pecado que Jacob se asiera del talón de su hermano en la matriz! No obstante, Oseas usa el cuadro para ilustrar la manera en que Jacob/Israel habí­a sido engañoso desde el principio mismo de su existencia.
Oseas, sin embargo, sigue recordando cómo Dios hizo algo de este tramposo. Jacob se prendió en una lucha con †œun hombre†, que realmente era representativo de Dios, y recibió bendiciones de Dios y su nuevo nombre, †œIsrael† (Gén. 32:24–29). Dios también encontró a Jacob en Betel (Gén. 28:10–22) y le dio una promesa misericordiosa y totalmente inmerecida. Entonces, dice Oseas, deben seguir el ejemplo de Jacob y volverse de sus engañosos caminos a Dios (6). El hecho de que él diga tú significa una oferta para revertir la profecí­a de juicio implicada en el nombre de Lo-ammí­ †œNo-mi-pueblo†, el hijo de Oseas (1:9). Nótese que tu Dios viene al fin del versí­culo. Oseas los exhorta a practicar la lealtad y el derecho, y esperar siempre en tu Dios. En otras palabras, deben continuar confian do en Dios aunque parezca que su ayuda se retarda.
Debemos preguntarnos qué parte juega Judá en 11:12–12:2. En el v. 2 están ciertamente ligados con Jacob en una profecí­a de juicio, así­ que la BABA Biblia de las Américas parece estar justificada en su traducción de 11:12, que lit.lit. Literalmente es †œJudá todaví­a anda lejos de Dios†.
Los. vv. 7 y 8 dan un extraño cuadro del mundo de los negocios. Efraí­n es como un tramposo mercader que defrauda dando medida falsa. En su riqueza él se siente autosatisfecho y seguro. No reconoce ningún pecado. El cuadro se deja como está. No se necesita palabra de explicación para mostrar cuán equivocado y peligroso es esto.

12:9-14 Fue traí­do de Egipto y será juzgado

Sigue una palabra de juicio (9). Aunque Jehovah ha sido su Dios desde la tierra de Egipto, la gente será sacada de su †œtierra prometida† y enviada de vuelta a habitar en tiendas como en los dí­as de la fiesta. Cada año hací­an esto en la fiesta de los Tabernáculos (o de las cabañas), una de las fiestas señaladas (Lev. 23:42–44; Neh. 8:14–17).
Dios recuerda cómo él les habló por medio de los profetas mediante sueños y parábolas. La parábola de Natán es la mejor conocida en el ATAT Antiguo Testamento (2 Sam. 12:1–10; cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 9:7–15; 2 Rey. 14:9, 10; Isa. 5:1–7; Eze. 15–19; 23), pero la palabra aquí­ probablemente cubre una variedad de comunicaciones de Dios a través de los profetas.
El v. 11 es difí­cil, pero claramente profetiza juicio en Galaad (al oriente del Jordán, donde estaba el pueblo llamado Adán, 6:7, 8), que se describe como vanidad o vací­o, y Gilgal. El juego de pala bras original usado al nombrar a Gilgal †œvolver lejos [nuestro reproche]† es reemplazado por otro retruécano: montones de escombros (heb. gallim, de la misma raí­z que Gilgal).
El v. 12 se refiere de nuevo, más bien abruptamente, a la historia de Jacob. Después de suplantar a su hermano Esaú y de encontrarse con Dios en Betel, se fue con Labán, el hermano de su madre, a Mesopotamia. Allí­ sirvió un total de 14 años por dos esposas, Lea y Raquel (Gén. 27:41–29:30). Oseas llama la atención a su servicio: cuidó rebaños (lit.lit. Literalmente †œguardó†, y comprendemos que se sobreentiende †œrebaños†). El v. 13 parece sin relación: Jehovah usó a Moisés para sacar a Israel de Egipto y cuidarlo (lit.lit. Literalmente †œguardarlo†). La repetición hace hincapié en que esto se hizo por medio de un profeta. La relación entre los versí­culos puede ser que como Jacob huyó a tierra extraña y tuvo que guardar ovejas para conseguir una esposa, Jehovah lo sacó de una tierra extraña y proveyó su propio siervo (el profeta Moisés) para guardarlo. Otra vez es un ejemplo del cuidado de Dios por Israel. Pero el v. 14 describe (de nuevo) la ingrata respuesta de Israel, provocando la ira de Dios. Así­ pues, él no será aliviado de su culpa de sangre (aunque, como hemos visto, Dios anhelaba persuadirlo de volverse de eso y perdonarlo). El será retribuido por su menosprecio de Dios y su invitación misericordiosa (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 10:29; 12:25).

13:1-16 Más descripciones de juicio

Efraí­n era la tribu más grande de las 12 (o 13, puesto que José produjo tanto a Efraí­n como a Manasés), y a menudo se usa como un modo de referirse al total del reino del norte, como hemos visto. Aquí­ debe de referirse a la tribu, puesto que está en Israel. En tiempos anteriores Efraí­n tuvo autoridad y respeto. Pero esto se perdió por causa de la idolatrí­a, y él murió; él podí­a ser completamente ignorado. Lejos de aprender de sus errores, ellos ahora pecan más y más, usando mucho dinero y talento en hacer imágenes (2a).
El v. 2b es muy oscuro, pero muy bien puede significar que esa gente sacrifica seres humanos por una parte y, por otra, besa becerros hechos de me tal. Es una conducta verdaderamente ofensiva, mostrando un sentido de valores completamente erróneo, y ningún aprecio por la obra de Dios al hacer a la humanidad a su propia imagen.
El resultado es que se volverán nada, niebla de la mañana y rocí­o del amanecer (como su †œamor constante† en 6:4), como el tamo que es arrebatado de la era, y como el humo que sale por la ventana (3).
Jehovah repite el hecho de que él es su Dios desde el tiempo en que estaban en Egipto. El v. 4 es similar en contenido al primer mandamiento junto con su introducción: †œYo soy Jehovah tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud: No tendrás otros dioses delante de mí­† (Exo. 20:2, 3). Por otra parte, la forma y el vocabulario son muy diferentes. Probablemente deberí­amos traducirlo: †œNo conoces a ningún Dios sino a mí­, no hay salvador sino yo.† En otras palabras, es una declaración más bien que un mandamiento. La palabra †œreconocer† también ocurre en el v. 5, que BABA Biblia de las Américas lo traduce como †œte cuid醝. Es mejor mante ner el significado primario de †œconocer†, admitiendo que hay varias implicaciones de †œconocer†, algunas veces incluyendo †œreconocer†. Una de las principales preocupaciones de Oseas es la relación entre Dios e Israel; ellos debieran conocerse uno al otro í­ntimamente, como un esposo y su esposa.
El v. 6 describe los trágicos resultados de no tomar en cuenta la advertencia de Deut. 8:11–14 que, desafortunadamente, se ven por todo el mundo hasta este mismo dí­a: la riqueza alimenta el orgullo y el olvido de la gracia de Dios, aun después de escuchar las advertencias de Jesús mismo (Mar. 10:21–25). El juicio por esto se expresa de nuevo en términos de ataques de animales salvajes, esta vez a los leones se une un leopardo †¦ una osa (im posible de predecir sus acciones la mejor de las veces) que ha perdido sus crí­as, y un animal del campo no especificado (7, 8).
Los vv. 9–12 enfatizan temas mencionados antes. Israel es destruido por su rebelión contra el que los habí­a ayudado, el único que podrí­a ayudarlo en su conflicto presente (9). ¿Dónde está tu rey †¦ ? Dios desafí­a a Israel. ¿Qué de tus jueces †¦ ? En tiempo de Samuel el pueblo habí­a pedido un rey como las demás naciones (1 Sam. 8). Esto también implica una petición por prí­ncipes, puesto que los reyes tienen hijos (algunos tení­an demasiados por comodidad; Jue. 9:1, 2; 2 Rey. 10:1). Dios concedió su petición, pero se enojó por su actitud, que expresaba una falta de confianza en él y el deseo de ser como las naciones que los rodeaban. Les dio reyes, sa biendo que Israel sufrirí­a por ello, y les quitó los reyes por su enojo ante su descarado rechazo de su verdadero Rey.
Efraí­n no escapará del juicio, porque su culpa y sus pecados no desaparecerán. Están bien guardados (12). El v. 13 nos da un ridí­culo cuadro de Efraí­n como un hijo no nacido: es tiempo de nacer, pero ¡él no se presenta al tiempo de nacer!
El v. 14. es famoso porque Pablo cita la segunda parte de él en 1 Cor. 15:55 como una pregunta retórica. Pablo usa una traducción diferente, pero puede obtenerse el mismo sentido del texto que tenemos en Oseas: †œ¿Dónde están las plagas del Seol? (es decir, las plagas que traen muerte y enví­an a la gente al Seol, el lugar de los muertos). ¿Dónde está la destrucción de la muerte?† En nin guna parte; han sido suprimidas con la victoria de Cristo en la cruz. Pero el contexto aquí­ es diferente. Todo el cap. 13 es una profecí­a de juicio, así­ que serí­a ciertamente extraño encontrar tan abrupta promesa de salvación, especialmente seguida en forma inmediata de La compasión se ha ocultado de mis ojos. Es probable, por eso, que debemos traducir el v. 14 como dos preguntas: †œ¿Los redimiré †¦ ? ¿Los rescataré †¦ ?† seguidas por un llamado a la muerte para que venga y castigue a Israel con sus plagas. Una alternativa serí­a que el v. 14 exprese el deseo de Dios de salvar, que los israelitas menosprecian, y por eso no pueden recibir compasión, sino plagas y destrucción. Las palabras †œredimir† y †œrescatar† se usan en el caso de volver a comprar lo que se perdió por deuda o esclavitud (p. ej.p. ej. Por ejemplo Exo. 13:13–15; Núm. 18:15–17; Rut 4:4–6).
La parte final de este capí­tulo, la última palabra de juicio en Oseas, usa primero el cuadro de un viento caliente del desierto que viene del oriente y seca todas las fuentes de agua, aun los arroyos y pozos. El saqueará su tesoro. Aquí­ se usa un cuadro militar para describir el viento: no crecerá ningún alimento y por tanto las provisiones que están almacenadas se desvanecerán. El v. 16 da un cua dro final de los horrendos efectos de la guerra: lo que pasa cuando una nación deliberadamente se aparta de la protección de Dios y rehúsa regresar.

14:1-8 Un llamado al arrepentimiento y una promesa de bendición

14:1–3 Un llamado a Israel a regresar al reconocimiento de Dios solamente. ¡Vuelve, oh Israel, a Jehovah tu Dios †¦ ! parece un llamado normal, pero nótese que la promesa ya está allí­, en la palabra tu. La causa de su caí­da ha sido su iniquidad. De modo que ahora se les recomienda hacer una oración especí­fica y declaración de su dependencia de Dios solamente. Esto es similar a la confesión de con fianza que Dios buscaba en 6:1–3, pero aquí­ hay un reconocimiento más explí­cito de sus pecados concretos. Ellos se arrojaron sobre la misericordia de Dios, resolviendo alabarlo (te ofrecemos el fruto de nuestros labios). Renuncian a su antigua confianza en dos fuentes equivocadas: Asiria (y su fuerza militar) y los í­dolos; y confiesan que sólo en Dios hay compasión para el débil y vulnerable.
14:4–8 Israel restaurado: una promesa misericordiosa del Señor. En 6:4–6 Dios expresó su desconfianza de la resolución de Israel de buscarlo. Aquí­ él responde con una promesa a largo plazo. El viento del desierto de 13:15 se ha ido, y ahora el cuadro de Israel es algo como el jardí­n del Edén. Allí­ habrá alimento y bebida junto con ciertas cosas lujosas: flores hermosas, olivos (y por tanto, aceite de oliva), cedros (grandes árboles, como los que se encuentran en Lí­bano) que dan protección del caliente sol y un olor fragante. El será fuerte y seguro, y famoso.
Esta es ciertamente una promesa maravillosa y un clí­max admirable para el libro. Israel fracasó en apropiarse de esas bendiciones en el siglo VIII a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, pero la promesa permaneció y fue cumplida para los muchos israelitas que se unieron a Judá en Jerusalén, y para muchos que se unieron a Dios por medio de Jesucristo.

14:9 Un dicho final de sabidurí­a

Este dicho independiente es similar a los que se encuentran en Prov. y en otra literatura de Sabidurí­a. Es fácil imaginar a un editor (inspirado) añadiendo esto a las profecí­as de Oseas como una invitación a leer y aprender. †œEl que tiene oí­dos, oiga† (Mat. 11:15). El libro es señalado como pertinente a cualquiera que lo lea, incluyéndonos a nosotros. La única manera de vivir es la manera del Señor.
Mike Butterworth

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

(heb. hôšēa˓). 1. El nombre original de Josué (Nm. 13.8; cf. Dt. 32.44), que posteriormente cambió Moisés (Nm. 13.16).

2. Jefe nombrado por David sobre los efraimitas (1 Cr. 27.20).

3. Hijo de Ela; vigésimo y último rey del reino del N, Israel, que asesinó a Peka y le quitó el trono (2 R. 15.30), y reinó nueve años (2 R. 17.1). Durante el reinado de Peka (ca. 733 a.C.), Tiglat-pileser III había ocupado buena parte de Israel y afirma haber colocado a Oseas como vasallo en su trono (ANET pp. 284). Debido a que esperaba ayuda del faraón So, Oseas dejó de pagar tributo; en consecuencia, Salmanasar V avanzó (724 a.C.) contra él. Cuando Oseas quiso hacer la paz, Salmanasar lo arrestó y ocupó la tierra, capturando finalmente Samaria en 722 a.C., lo que puso fin al reino del N (2 R. 17.3–6). Oseas, cuya muerte no está registrada, aparentemente trató de cambiar las prácticas religiosas de sus predecesores, si juzgamos por la censura que recibió, que fue menor que la de otros reyes (2 R. 17.2).

4. Testigo del pacto del pueblo con Yahvéh después del exilio (Neh. 10.23).

D.W.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Contenido

  • 1 Nombre y País
  • 2 Época de su Ministerio
  • 3 El Libro de Oseas
  • 4 Estilo y Texto
  • 5 Enseñanzas
    • 5.1 La Antigua Alianza
    • 5.2 El Nuevo Testamento

Nombre y País

Oseas (Hôsheá‘ – Salvación), hijo de Beerí, fue uno de los profetas menores, y es un súbdito del Reino Efrainita, al cual él llama “la tierra”, cuyo rey es para él “nuestro rey”, y cuyas localidades le son familiares, mientras que apenas habla de Judá y ni siquiera menciona a Jerusalén.

Época de su Ministerio

Según el título del libro, Oseas profetizó durante el reinado de Jeroboam II en Israel, y en tiempos de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, por lo tanto, desde alrededor de 750 a 725 a.C. Sin embargo, el título no es muy satisfactorio y no parece ser el original o, por lo menos, de haber sido conservado en su forma primitiva. Ninguna de las alusiones históricas de la cual está llena la profecía parece estar conectada con eventos posteriores al reinado de Menajem (c. 745-735 a.C.); no hay nada referente a la guerra siro-efrainita contra Judá, ni la terrible intervención de Tiglatpileser III (734-733). Por lo tanto, la época del profeta debe ser juzgada a partir de sus escritos, debe ser situado alrededor de 750-735; quizás fue contemporáneo con los últimos años de Amós y ciertamente con la aparición inicial de Isaías. El reinado de Jeroboam II estuvo marcado por una grande y gloriosa prosperidad externa; pero ésta contribuyó a acelerar la decadencia política y religiosa. La disolución política se acercaba. Zacarías, hijo de Jeroboam, fue asesinado después de un reinado de seis meses. Su homicida, Sallum, retuvo el cetro sólo por un mes, y fue asesinado por Menajem, quien ocupó el trono de 745-735. Israel se apresuraba a su ruina, que sería completada por la toma de Samaria por Sargón II (722).

El Libro de Oseas

Siempre ocupa el primer lugar entre los doce profetas menores, muy probablemente debido a su extensión. En términos cronológicos, le precede Amós. El libro está dividido en dos partes distintas: capítulos 1 a 3, y 4 a 14.

(a) En la primera parte, Oseas relata cómo, por orden de Yahveh, se casó con Gómer, una “esposa de fornicación”, hija de Dibláyim, para tener con ella “hijos de fornicación”: símbolos, por un lado, de Israel, la esposa infiel que le dio a Baal el homenaje debido a Yahveh solamente; y, por otro lado, figuras de los hijos de Israel, que ante los ojos de Yahveh son sólo hijos del adulterio. El indignado esposo incita a los hijos contra su culpable madre, a la cual se prepara a castigar: mientras que para los hijos mismos está reservada una suerte acorde con su origen. El primero se llamó Yizreel—la dinastía reinante está próxima a expiar la sangre derramada por su antepasado Jehú en el valle de Yizreel. La segunda es una hija, Lô-Rajamah, “No Compadecida”—Yahveh no se compadecerá más de su pueblo. El tercero se llamó Lô- ‘Ammi, “no-mi-pueblo”—Yahveh ya no reconocerá más a Israel como su pueblo. Sin embargo, la misericordia tendrá la última palabra. A Oseas se le ordenó recibir de nuevo a Gómer y prepararla, mediante un retiro temporal, para renovar la relación conyugal—Israel se prepararía en el cautiverio para reasumir su relación de marido y mujer con Yahveh.

¿Es el matrimonio de Oseas histórico y puramente alegórico? La hipótesis más favorecida actualmente es que el matrimonio es histórico, y las bases para ello son: (1) el sentido obvio de la narrativa; (2) la ausencia de ningún sentido simbólico en los nombres Gómer y Dibláyim; (3) que la segunda es una hija. Sin embargo, nos parece con Davidson (Hastings, “Dicc. de la Biblia”, II, 421 ss.) y Van Hoonacker, que la primera razón no es convincente. Una lectura cuidadosa de los capítulos 1 a 3 revela el hecho de que la acción es sumamente rápida, que los eventos se relatan solamente para expresar una doctrina, y además ellos parecen tener lugar dentro del requisito de tiempo único de uno o dos discursos. E incluso, si estos eventos fueron reales, el profeta debió haber pasado una gran parte de la vida en estas circunstancias desagradables. Y de nuevo, los nombres de los hijos parecen haber sido puestos justo en el tiempo en que su significado fuese explicado a la gente. Este es especialmente el caso respecto al último hijo: “Ponle el nombre de ‘No-mi-pueblo’, porque ustedes no son mi pueblo…” Otra razón para dudar de esta hipótesis es que es difícil suponer que Dios le ordenó a su profeta tomar una esposa infiel solamente en vista a que ella le fuera infiel y tuvieran hijos del adulterio. Y ¿cómo podemos explicar el hecho de que el profeta la retuvo a pesar de su adulterio aún después del nacimiento del tercer hijo, y luego la recibió de nuevo después que estuvo en posesión de otro? Que el segundo vástago fuera una hija puede ser explicado por el instinto dramático, o por algún otro motivo suficientemente plausible. Todavía quedan los nombres de Gómer y Dibláyim. Van Hoonacker propone como posibles traducciones: consumación (ruina inminente), sentenciado a terribles tormentos; o tope (de perversidad), adicto a las tortas de higo (oblaciones ofrecidas a Baal). Nestle también traduce Bath Debelaim por hija de las tortas de hijos, pero en el sentido de una mujer que se puede obtener a bajo precio (Zeitsch. für alttest. Wissenschaft, XXIX, 233 ss.). Éstas son sólo conjeturas; la oscuridad puede deberse a nuestra ignorancia. Es cierto que por lo menos el sentido alegórico adeptado por San Jerónimo satisface las exigencias críticas y está más en conformidad con el sentido moral. El sentido doctrinal es idéntico en ambos casos y esa es la única consideración verdaderamente importante.

(b) La segunda parte del libro es una aplicación práctica y detallada de la primera. Van Hoonacker la divide en tres secciones, cada una terminando con una promesa de salvación (4-7,1a; 7,1b-11; 12-14). Podemos aceptar esta división si también admitimos su ingeniosa interpretación de 6,11 – 7,1a: “También para ti, Judá, hay preparada una cosecha, cuando yo cambie la suerte de mi pueblo. Cuando yo quiero sanar a Israel…” En la primera parte él habla casi exclusivamente de corrupción moral y religiosa. Los príncipes, y especialmente los sacerdotes son mayormente responsables por esto y es sobre ellos que recaerá el castigo; y mientras habla simplemente de la “casa del rey” parece como si la dinastía de Jehú todavía ocupara el trono. Es diferente en los siguientes capítulos. En 7,1a – 8 se enfatiza especialmente los desórdenes políticos y sociales. En la casa hay conspiraciones, regicidios, anarquía, mientras que se buscan alianzas con poderes extranjeros. No hay duda de que Menajem todavía reinaba. Y aún así los desórdenes religiosos permanecen como el principal objeto del reproche del profeta. Y a pesar de todo, la misericordia todavía retiene sus prerrogativas. Yahveh algún día reunirá a sus hijos dispersos. En la última sección se siente como si la catástrofe final estuviese muy cerca; y sin embargo, de nuevo, el amor resulta victorioso. El libro termina con una exhortación conmovedora al pueblo a volverse hacia Dios, quien promete las más tentadoras bendiciones. Por último un epifonema le recuerda a todos que al final los malvados recibirán la retribución que merecen.

Estilo y Texto

San Jerónimo describió en pocas palabras el estilo de nuestro profeta: “Osee commaticus est, et quasi per sententias loquens.” (P.L., XXVIII, 1015.) Una intense emoción embargo al profeta al ver su tierra agonizante. Manifiesta su dolor en frases cortas y desiguales con poca secuencia lógica, pero en las cuales se revela un corazón tierno y afligido. Desafortunadamente, en nuestra opinión, la notoria obscuridad del profeta esconde muchos detalles; esta oscuridad es también debida a muchas alusiones que no podemos captar, y a la condición imperfecta del texto. Ha surgido la pregunta de si por lo menos lo poseemos en su integridad substancial. Algunos críticos reclaman que han descubierto dos series de interpolaciones: la primera, de poco alcance, consiste de textos relativos a Judá; la segunda, de más importancia, consiste de los pasajes mesiánicos que, según se dice, están fuera de la esfera de visión del profeta. Es posible detectar varias glosas probables en la primera serie: la segunda afirmación es puramente arbitraria. Los textos mesiánicos tienen todas las características del estilo de Oseas; están cercanamente relacionados con el contexto y están completamente de acuerdo con sus doctrinas generales.

Enseñanzas

Fundamentalmente es la misma que la de Amós: el mismo monoteísmo estricto, la misma concepción ética que allana el camino para el Beati pauperes y el culto que debe ser en espíritu y en verdad. Sólo Oseas pone mucho más énfasis sobre la idolatría que quizás ha aumentado en el intervalo y en cualquier caso era más conocida para el profeta efrainita que para su predecesor judío. Y en cambio Amós tenía un horizonte geográfico mucho más extenso. Oseas sólo ve al Israel agonizante. Su punto de vista característico es el vínculo entre Yahveh e Israel. Yahveh es el cónyuge de Israel, la novia de Yahveh, una imagen profundamente filosófica y mística que aparece aquí por primera vez y que encontramos de nuevo en Jeremías, Ezequiel, el Cantar de los Cantares, el Apocalipsis etc.

La Antigua Alianza

Yahveh ha tomado su esposa para sí al redimirla del yugo de Egipto; se unió con ella en el Sinaí. La novia debía fidelidad, amor exclusivo y obediencia al esposo; pero ¡ay! ¿cómo ha observado ella el pacto conyugal? Fidelidad. Ella se ha prostituido con los baales y astartés, degradándose hasta el nivel de las prácticas infames de los lugares altos de los cananeos. Adoró el becerro de Samaria y se ha dado a toda superstición. Sin duda que también rindió homenaje a Yahveh, pero un homenaje completamente externo y carnal en lugar de la adoración que debe estar por sobre todas las cosas y que Él mismo exige: “con su ganado mayor y menor irán en busca de Yahveh, pero no lo encontrarán…” (5,6). “Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. (6,6). La confianza ha fallado de manera similar. Se buscó alianzas costosas con otras naciones como si la protección del esposo no fuese suficiente: “Efraín se ha comprado amores (8,9). “Hacen alianza con Asiria y llevan aceite a Egipto.” (12,2) (Vulgata, 12,1). En su ingratitud le adscribe a falsos dioses los favores que ha recibido de Yahveh. Ella dijo: “Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.” (2,7) Obediencia: Todas las leyes que gobiernan el pacto de unión han sido violadas: “Aunque yo escriba para él las excelencias de mi ley, por cosa extraña las considera” (8,12). Aquí es asunto de por lo menos primariamente la legislación mosaica. A pesar de la opinión contraria, Oseas y Amós conocían por lo menos en substancia el contenido del Pentateuco. Por lo tanto la anarquía es común en política y religión: “Han puesto reyes sin contar conmigo, han puesto príncipes sin saberlo yo. Con su plata y su oro se han hecho ídolos” (8,4).

La raíz de todos estos males es la ausencia del “conocimiento de Dios” (4-5), por el cual el sacerdote especialmente y los príncipes tienen la culpa, una ausencia de conocimiento teórico sin duda, pero primordialmente del conocimiento práctico que tiene el amor como su objeto. Lo que Oseas lamenta principalmente es esta ausencia del conocimiento práctico. El profeta emplea incluso otro símbolo para el vínculo de unión. Él establece en algunas líneas exquisitas el símbolo del hijo escogido. Yahveh ha engendrado a Israel al redimirlo de la esclavitud de Egipto. Lo ha cargado en sus brazos, ha guiado sus primeros pasos vacilantes y lo ha sostenido con lazos de amor, lo ha criado y nutrido (11,1 ss) y la única correspondencia de Efraín ha sido la apostasía. Tal es la historia de la alianza. El día de la retribución está a la mano; incluso ha amanecido en anarquía, guerra civil y toda clase de saqueo. La consumación es inminente. Parece como si el arrepentimiento no la pudiera evitar. Como hizo Jeremías luego, ahora Oseas anuncia a su pueblo con indescriptible emoción la ruina final: Yizreel “desgraciado”. “No mi pueblo.” Los hijos de Israel están a punto de ir al exilio, allí “durante muchos días se quedarán sin rey, ni príncipe, sin sacrificios ni estela, sin efod ni terafim.” (3,4) La autoridad nacional llegará a su fin y la religión nacional pública ya no será mas.

El Nuevo Testamento

Sin embargo, el amor de Yahveh cambiará incluso este mal en remedio. Los príncipes espirituales ahora separados de su pueblo, ya no los llevarán más al pecado. La desaparición de la religión nacional externa hará que desaparezcan al mismo tiempo los sacrificios idolátricos, los símbolos y los oráculos. Y el camino estará expedito para la salvación; ella vendrá “al final de los días”. Yahveh no abandonará a su hijo escogido para siempre. Al pensar en él, Él se llena de compasión y su corazón se le conmueve en el pecho. En consecuencia, después de haber sido el león rugiente contra su pueblo culpable, Él rugirá contra sus enemigos, y al oír su voz sus hijos vendrán desde todas las tierras de su exilio. (11,10s). Será como un nuevo éxodo desde Egipto, Judá será reinstalada y un resto de la tribu de Efraín se unirá a él (6,11 – 7,1a). “Después volverán los hijos de Israel; buscarán a Yahveh su Dios, y a David su rey” (3,5). La nueva alianza nunca se quebrará; será pactada en justicia y en derecho, en compasión y en amor, en fidelidad y conocimiento de Dios. Habrá reconciliación con la naturaleza y paz entre los hombres y con Dios. Vendrá la prosperidad y extensión ilimitada del pueblo de Dios, y los hijos de este nuevo reino serán llamados los hijos del Dios Vivo. Grande será el día de Yizreel (el día cuando “Dios sembrará”); (cap. 2), cap. 1,1-3 (Vulgata 1,10 – 2,1) probablemente colocado al final del capítulo 2. Cf. Condamin en “Revue biblique”, 1902, 386 sqq. Este es un esquema admirable de la Iglesia que Cristo fundará siete y medio siglos después. La doctrina de Oseas, como la de Amós, manifiesta una trascendencia que su ambiente histórico y religioso no puede explicar. Digitus Dei est hic.

Bibliografía: Entre los comentarios católicos cf. especialmente VAN HOONACKER, Les douze petits prophètes (Paris, 1908). Entre obras protestantes HARPER, Un Comentario Crítico y Exegético sobre Amós y Oseas (Edimburgo, 1905), un comentario de tendencias liberales.

Fuente: Calès, Jean Marie. “Osee.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911.
http://www.newadvent.org/cathen/11337a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica