PRECURSOR

Precursor (gr. pródromos, “uno que corre delante”). En las Escrituras se menciona a 3 personajes que actuaron como precursores (emisarios que preparaban la visita del rey cuando estaba por llegar a una ciudad o lugar): Elí­as, Juan el Bautista y Jesús. El pasaje del NT lo aplica a Jesús, quien entró a la presencia del Padre; sus seguidores llegarán más tarde (Heb 6:20; cf Joh 14:1-3). Predestinación. Término que no aparece en la Biblia, pero su forma verbal, “predestinar” (gr. proorí­zí‡, “determinar de antemano”), se emplea en Rom 8:29, 30; 1Co 2:7 y Eph 1:5, 11. De acuerdo con Rom 8:28, 29, Dios predestinó a todos los que él sabí­a que aceptarí­an la salvación “para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. A los tales llamó, justificó y glorificó (v 30). Según Eph 1:4, Dios hizo provisión para que los pecadores fueran “santos y sin mancha delante de él” por medio de la fe en Cristo antes de la fundación de este mundo y de la entrada del pecado, habiéndolos “predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (v 5). La predestinación opera dentro de la órbita 941 del propósito de Dios de “reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así­ las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Eph 1:10, 11; cf Joh 1:12). En 1 Co 2:6 y 7 se habla de que el conocimiento del plan de salvación estuvo determinado de antemano para que todo ser humano lo conozca. A partir de estos pasajes, algunos han supuesto erróneamente que Dios arbitrariamente predestinó, o “señaló de antemano”, a personas individuales para salvarse y a otras para perderse, sin tomar en cuenta la elección que pudieran hacer ellas mismas, imponiendo así­ arbitrariamente los beneficios de la salvación sobre algunos y negándolos a otros. El contexto y la analogí­a de las Escrituras demuestra en forma concluyente la falacia de este razonamiento. Estas enseñan explí­citamente que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tit 2:4), y que no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2Pe 3:9). Los escritores inspirados no afirman en parte alguna que Dios desea que alguien perezca. La idea de que designó arbitrariamente a algunos hombres para la salvación y a otros para la reprobación es una ficción de invención humana. Que ninguno está excluido de los beneficios de la salvación se hace evidente en Isa 55:1 y Rev 22:17 Todos los que tengan sed son invitados a tomar “del agua de la vida gratuitamente”. Dios no se goza con “la muerte del impí­o”, sino de “que se vuelva el impí­o de su camino, y que viva” (Eze 33:11). La naturaleza de la predestinación bí­blica está presentada claramente en Joh 3:16-21, donde se afirma que “amó Dios al mundo” y dio a su Hijo como su Salvador; no que amó a ciertas personas y aborreció a otras. El v 17 afirma especí­ficamente que “no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. De acuerdo con Joh 1:12 y 3:16, el factor decisivo en cada caso individual es la disposición de aceptar al único Hijo de Dios como su Salvador personal y creer en él. “Todo aquel que en él cree” puede tener la vida eterna (3:16). Dios no rehúsa el beneficio de la salvación a ninguno que sinceramente escoge el camino de la vida y está dispuesto a cumplir con los requisitos que la hacen posible. La forma en que una persona es condenada o reprobada está claramente expresada en los vs 18-21, donde se afirma que el factor determinante es la respuesta individual a “la luz”; es decir, a Jesucristo como “la luz de los hombres” (1:4-9). Mientras éstos estén en tinieblas no hay condenación (véase Psa 87:4, 6; Eze 3:18-21; 18:2-32; 33:12-20; Luk 23:34; Joh 15:22; Rom 7:7, 9; 1 Tit 1:13). Sólo los que deliberadamente rechazan la verdad, claramente presentada ante ellos, “no tienen excusa por su pecado” (Joh 15:22). De acuerdo con Joh 3:18, una persona que rehúsa la salvación en Cristo automáticamente incurre en condenación, no por algún imaginario acto arbitrario de Dios, sino sencillamente “porque no ha creí­do en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. Este pensamiento es enfatizado en el v 19, donde se afirma que “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. Todos los que eligen aferrarse a sus malos caminos lo hacen por causa de su odio a la luz, y la evitan para que “sus obras no sean reprendidas” (v 20). Por el contrario, los que buscan un mejor camino para su vida reciben el beneficio de la luz del amor divino que ablanda sus duros corazones. La enseñanza que distorsiona la predestinación bí­blica al punto de hacer aparecer a Dios como predeterminando que ciertas personas se salven y otras se pierdan es una consecuencia de la ignorancia de la verdad básica de la Biblia: cada persona tiene el poder de elegir su propio destino. Dios nunca traba el libre ejercicio de la facultad humana de decidir (Eze 18:31, 32; 33:11; 2 P 3:9). Antes de la fundación del mundo (1Pe 1:20) él hizo provisión para que los pecadores fueran restaurados al favor divino, y predeterminó -preordenó o predestinó (Eph 1:4)- que los que aceptaran esta provisión encontrasen la salvación en Jesucristo y fueran restaurados a su condición de hijos. Esta es ofrecida libremente a todos, pero no todos aceptan la invitación. No es impuesta al hombre en contra de su voluntad, ni le es negada en contra de su deseo. El preconocimiento divino y la predestinación no eliminan la libertad de elección ni la hacen ineficiente, sino otorga a los hombres el privilegio de escoger el camino de la vida eterna. Los que creen en Jesucristo son justificados por su fe en él, mientras que los que rehusan creer automáticamente se excluyen a sí­ mismos. Dios ha predeterminado que los que creen sean salvos, y los que no creen se pierdan, pero ha dejado que cada persona elija su destino. Una lectura superficial de Rom 9:9-16 y 1Co 3:12-15 ha conducido a algunos a la conclusión errónea de que Pablo aquí­ enseña la predestinación individual sin tomar en cuenta su elección personal. Que en ninguno de los 2 casos es así­ resulta evidente de una lectura cuidadosa del contexto. En Rom 9:9-16, Pablo trata del rechazo divino de Esaú como heredero 942 de la primogenitura y la elección de Jacob para este sagrado oficio. El contexto pone en evidencia que el apóstol no está aquí­ tratando un asunto de salvación personal, sino exclusivamente la elección de los instrumentos humanos como sus agentes para realizar su voluntad en la tierra. El rechazo divino de Esaú como heredero de la primogenitura no le niega las bendiciones de la salvación más que la posterior negación de la primogenitura a Rubén, el hijo mayor de Jacob, que no lo excluyó de tener parte en la herencia de la Canaán terrenal y la celestial (cf Gen 49:3, 4). En su contexto, el pasaje: “No depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom 9:16), no se refiere a las misericordias de la salvación, sino a la herencia de la primogenitura. En forma similar, el pasaje: “De quien quiere tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (v 18), habla acerca de Faraón como un instrumento de la voluntad divina, y no trata acerca de su salvación o reprobación personal. En la ilustración del alfarero que tiene “potestad… sobre el barro” para hacer un vaso para honra y otro para deshonra (Rom 9:21-23), Pablo no se ocupa del carácter intrí­nseco de los respectivos vasos, sino del uso que se les dará, donde algunas funciones son más honrosas que otras. Ningún alfarero hace un vaso con la intención especí­fica de destruirlo, sino diferentes para servir a propósitos distintos. Uno que es útil para un fin humilde puede ser tan valioso y bueno como otro que se emplea para un objeto más elevado. En Rom_9 Pablo trata con la nación judí­a como los representantes elegidos por Dios y su rechazo final, y su preferencia por los gentiles (vs 24-26). En forma similar, en 1Co 3:12-15 la recompensa de la que se habla es por el servicio en el ministerio evangélico, no por la vida personal como cristiano.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Ver “Juan Bautista”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

La persona, o cosa, o evento, que precede a otro. El término griego prodromos se aplicaba al que iba corriendo delante anunciando la llegada de un personaje. En la Biblia, se aplica la palabra como un tí­tulo del Señor Jesús, para indicar que él ha entrado a la presencia de Dios como p. de todos los que creen en él, los cuales entrarán también (†œ… y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como p.† [Heb 6:19-20]). En los ambientes cristianos, sin embargo, se ha hecho costumbre llamar p. a Juan el Bautista, apoyándose en Luc 1:76 (†œY tú, niño, profeta del Altí­simo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos†).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

[911]
El que camina o se presenta antes que la figura principal y de alguna forma anuncia, consciente o inconsciente, su llegada. Copérnico fue precursor de la astronomí­a moderna o Galileo fue precursor de la exploración del espacio.

En este sentido se llama a Juan el Bautista precursor del Mesí­as y así­ lo presenta el texto evangélico (Mt. 17.10; Jn. 1.21. Mt.) De las 106 veces que se alude a Juan el Bautista en los escritos del Nuevo Testamento, ninguna emplea el término “precursor”, pero todas alude a su carácter de profeta o anunciador del que ha de venir.

Por eso es interesante captar esa visión del mensajero que vino a anunciar la llegada del Señor: Mt. 17.13; Mc. 1.4; Lc. 3.16; Lc. 33.1; Hech. 1.5. Sin emplear la idea de precedencia, se deja con claridad y transparencia que el Bautista es el que anuncia la llegada del verdadero Salvador.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. Juan Bautista)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

En el antiguo Oriente la llegada del rey a una ciudad era anunciada y preparada por un heraldo, que era el gran precursor de la venida del alto personaje. En tiempos de Jesucristo se esperaba al profeta Elí­as como el precursor del Mesí­as. Esta expectación se cumple en Juan Bautista, preparador de los caminos del Mesí­as, anunciador de su llegada, predicador de una vida nueva, de un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados (Mt 3, 1-12; 11, 10-14; 17, 10-13; Mc 1, 3-8; 9, 11-13; Lc 3, 1-17; 7, 2428; Jn 1, 19-28). ->Juan bautista; Elí­as.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Alguien que va delante para preparar la llegada de otra persona. Este trabajo supone explorar y espiar, despejar la senda, proclamar y anunciar que alguien se aproxima, o mostrar el camino para que otros lo sigan. Por lo general, el precursor es menos importante que la persona que le sigue, aunque no siempre.
En Oriente era costumbre que delante del carro real fueran corredores para preparar y anunciar la llegada del rey, así­ como para prestarle ayuda. (1Sa 8:11.) Por eso Absalón y Adoní­as hicieron que 50 corredores fueran delante de sus carros personales, a fin de imitar la dignidad real, así­ como para añadir prestigio y aparente aprobación a sus respectivas rebeliones. (2Sa 15:1; 1Re 1:5; véase CORREDORES.)
Juan el Bautista fue el precursor de Cristo predicho en Isaí­as 40:3 y Malaquí­as 3:1 y 4:5, 6: †œAlguien está clamando en el desierto: †˜Â¡Despejen el camino de Jehová! Hagan recta la calzada[†™]†. †œEnví­o mi mensajero, y él tiene que despejar un camino delante de mí­.† La proclamación anticipada de Juan hizo que la gente estuviera en expectativa de Jesús, que lo buscara y esperara; y, como resultado, que pudiera escucharle, honrarle y seguirle. (Mt 3:1-12; 11:7, 10, 14; Mr 9:11-13; Lu 1:13-17, 76; Jn 1:35-37.) De manera similar, se enviaron mensajeros delante de Jesús, y estos fueron a una aldea de los samaritanos †œpara hacerle preparativos†. (Lu 9:52.)
Sin embargo, el único pasaje de las Escrituras en donde aparece la palabra †œprecursor† hace referencia a Jesús. (Heb 6:19, 20.) El no fue precursor en el sentido de ser inferior a los que iban detrás de él. Por el contrario, fue el primero que alcanzó la gloria celestial, y abrió y preparó el camino al cielo para la congregación de los que habrí­an de seguir sus pasos. (Jn 14:2, 3.) De modo que ellos se acercan a Dios con denuedo por el camino que su Precursor inauguró. (Heb 10:19-22.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

prodromos (provdromo”, 4274), adjetivo que significa corredor delante, que va por delante. Se utiliza como nombre, de aquellos que eran enviados por adelantado para reconocer el terreno, actuando como exploradores, especialmente en campañas militares; o de uno enviado con vistas a la llegada de un rey, para cerciorarse de que el camino estaba dispuesto (Isa 40:3; cf. Luk 9:52); y, dicho de Juan el Bautista (Mat 11:10, etc.). En el NT se dice de Cristo en Heb 6:20, como el que va por delante de sus seguidores, que han de estar donde El está cuando venga a recibirlos a sí­ mismo.¶ En la LXX, Num 13:21 “reconocedores de la vid”; Isa 28:4 “higo temprano”.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La palabra prodromos («uno que va delante») se encuentra solamente en Heb. 6:20 en el griego bíblico. Cristo va delante de los creyentes en su entrada al cielo (cf. Jn. 14:2s.).

Juan el Bautista comúnmente se denomina «precursor del Mesías». Su ministerio ilustra los rasgos de un verdadero precursor: (1) autorización y predicción (Mal. 3:1; 4:5); (2) misión específica y mensaje definido (Mal. 4:6; Lc. 1:76–79); (3) realización de una obra preliminar necesaria (Mt. 3:1–17); (4) identificación de la persona a la cual precede (Jn. 1:19–34).

Un precursor puede ser una persona (como Noé) o un acontecimiento (como las señales que preceden la segunda venida); pueden ser constructivas o destructivas en su intención y ejecución.

Wick Broomall

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (479). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

A menudo los cristianos utilizan esta palabra para describir a Juan el Bautista, debido a que en él (Mr. 1.2 y Mt. 11.10) se cumplieron las palabras de Mal. 3.1, y a que su padre Zacarías profetizó que “iría delante de la presencia del Señor para preparar sus caminos” (Lc. 1.76). Sin embargo, el término sólo se encuentra una vez en el NT, con referencia al Cristo ascendido (He. 6.20). Es traducción de prodromos, término militar aplicado a los exploradores enviados para preparar el camino de un ejército que avanza.

Generalmente el “precursor” tiene menor importancia que la persona o personas para las que está preparando el camino. Ello ocurría con los corredores que precedían a los carros de los reyes (1 S. 8.11; véase * Hombres de a pie ); también fue este el caso con Juan el Bautista y con los mensajeros enviados por Jesús para preparar su entrada en las aldeas de Samaria (Lc. 9.52). Pero con Jesús mismo, quien por nosotros entró a través del velo en el lugar santísimo, y se convirtió en nuestro sumo sacerdote, ocurre lo contrario. Como Cabeza suprema de la iglesia, él se ha adelantado, para que sus hermanos puedan seguirlo en el momento oportuno. Jesús aclaró a sus seguidores que este fue uno de los propósitos principales de su partida hacia el Padre, cuando en el aposento alto les dijo que iba a preparar lugar para ellos en las muchas moradas de la casa de su Padre (Jn. 14.2–3). Es verdad que los cristianos ya tienen libertad para entrar en el cielo confiadamente por la sangre de Jesús (He. 10.19), y que Dios ya los ha resucitado y hecho sentar en lugares celestiales con Cristo (Ef. 2.6). Por medio de la oración y el sacramento pueden los creyentes ascender, en corazón y mente, hasta su Señor, y con él morar continuamente: Pero, dado que Jesús es su precursor, tienen la seguridad de que un día ellos mismos entrarán en el cielo como lo ha hecho él, y disfrutarán de la gloria que ya disfruta él. Cristo los tomará a sí mismo, para que donde él está, también ellos estén (Jn. 14.3). “El Precursor es también el Camino por el cual, después de un largo andar en sus huellas, la iglesia toda llegará finalmente a la casa del Padre.” (Véase H. B. Swete, The Ascended Christ, 1911.)

Bibliografía. C. Gancho, “Precursor”, °EBDM, t(t). V, cols. 1173–1175; E. Lohse, Teología del Nuevo Testamento, 1978, pp. 39–40; S. de Ausejo, “Precursores del Mesías”, °db, cols. 1557–1558.

R.V.G.T.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico