SALMOS

griego psalmoi, hebreo mizmor, himno, canto, con acompañamiento instrumental. Así­ se llama la colección de cantos religiosos de Israel, también llamado Salterio, en razón del instrumento acompañante. En hebreo se le denomina Thil.lim, Himnos, pero este tí­tulo sólo se les puede aplicar a unos cuantos s., y el único que lleva este encabezado, himno, es el 145 (144). El tí­tulo más común es el de mizmor, que se refiere al compañamiento musical, y es el que corresponde a Salmos, cantos. Esta colección va en la tercera parte del canon hebreo, como primer libro de los Hagiográficos; mientras que en las versiones cristianas está entre los libros de Job y el de los Proverbios.

En cuanto a la forma literaria al estilo, se pueden distinguir tres géneros bien definidos, los himnos, las súplicas y los de acción de gracias; igualmente, existen ejemplos en los cuales se dan las diferentes formas mezcladas, entre los cuales se encuentran los s. reales.

Desde los primeros tiempos existieron estos cantos así­ como los cantores así­ éstos sean mencionados ya en la época postexí­lica desempeñando su función en el Templo, a muchos de los cuales se atribuye la autorí­a de algunos s. Las celebraciones religiosas del pueblo de Israel siempre se hací­an con cantos acompañados por instrumentos musicales, al tiempo que se danzaba, Jc 21, 19-21; 2 S 6, 5 y 16. Desde los primeros tiempos bí­blicos, los israelitas componí­an poesí­as en sus diferentes formas, de las cuales encontramos ejemplos en las Escrituras, como por ejemplo el cántico de Moisés, Ex 15; el de la profetisa Débora, Jc 5; la elegí­a de David por la muerte de Saúl y Jonatán, 2 S 1.

Esta colección de cantos estaba destinada al culto en el Templo y en la sinagoga, era un libro de canciones litúrgicas; algunos s. tienen indicaciones musicales y lo mismo que las fechas en que se debí­an interpretar, aunque en su mayorí­a carecen de esta información.

En cuanto a los autores es difí­cil definirlo. En los encabezados de los S., se cuentan 73 atribuidos a la pluma del rey David; 12 a Asaf; 11 a los hijos de Coré; otros a Moisés, al rey Salomón, a Hemán y a Etán o Yedutún; 35 no tienen atribución. La Biblia hebrea le atribuye 82 al rey David.

El Salterio fue dividido en cinco partes posiblemente como evocación del Pentateuco, separadas entre sí­ por doxologí­as cortas: 41 (40), 14; 72 (71), 18-20; 89 (88), 53; 106 (105), 48; el Sal 150 es una doxologí­a final, más larga que las anteriores.

En los Evangelios se encuentran citas del libro de los S. En Mt 4 6, cuando Jesús es tentado en el desierto, el diablo cita el Sal 91 (90), 11-12.

Jesús En Mt 5, 4 y 35, en las bienaventuranzas, Sal 37 (36), 11; 48 (47), 3; en Mt 7, 23, cita Sal 6, 9. En la crucifixión, en Mt 27, 46, cita el Sal 22 (21), 2; en Lc 23, 34, se cita el Sal 22 (21), 19.

Los ciento cincuenta s. canónicos son los siguientes con sus tí­tulos. Del 10 al 148, la numeración del canon hebreo, que se toma aquí­ de la Biblia de Jerusalén, se adelanta en una unidad a la versión griega y a la latina de la Vulgata, que unen el 9 y el 10, así­ como el 114 y el 115, a la vez que dividen en dos el 116 y el 147.

Salmo 1 Los dos caminos. éste es el prólogo del Salterio.

Salmo 2 El drama mesiánico.

Salmo 3 Clamor matinal del justo perseguido.

Salmo 4 Oración vespertina.

Salmo 5 Oración al despertar.

Salmo 6 Plegaria en la tribulación.

Salmo 7 Oración del justo perseguido.

Salmo 8 Poder del nombre divino.

Salmo 9-10 Dios humilla a los impí­os y salva a los humildes.

Salmo 11 (10) Confianza del justo.

Salmo 12 (11) Contra el mundo mentiroso.

Salmo 13 (12) Clamor confiado.

Salmo 14 (13) El hombre sin Dios.

Salmo 15 (14) El huésped de Yahvéh.

Salmo 16 (15) Yahvéh, la parte de mi herencia.

Salmo 17 (16) Clamor del inocente.

Salmo 18 (17) Te Deum real. Salmo 19 (18), Yahvéh, sol de justicia. Salmo 20 (19), Oración por el rey.

Salmo 21 (20) Liturgia de coronación.

Salmo 22 (21) Sufrimiento y esperanza del justo.

Salmo 23 (22) El Buen Pastor.

Salmo 24 (23) Liturgia de entrada en el santuario.

Salmo 25 (24) Oración en el peligro.

Salmo 26 (25) Plegaria del inocente.

Salmo 27 (26) Junto a Dios no hay temor.

Salmo 28 (27) Súplica y acción de gracias.

Salmo 29 (28) Himno al Señor de la tormenta.

Salmo 30 (29) Acción de gracias después de un peligro de muerte.

Salmo 31 (30) Oración en la prueba.

Salmo 32 (31) El reconocimiento del pecado obtiene su perdón.

Salmo 33 (32) Himno a la Providencia.

Salmo 34 (33) Loa de la justicia divina.

Salmo 35 (34) Súplica de un justo perseguido.

Salmo 36 (35) Maldad del pecador y bondad de Dios.

Salmo 37 (36) Destino del justo y del impí­o.

Salmo 38 (37) Súplica en la desgracia.

Salmo 39 (38) Pequeñez del hombre ante Dios.

Salmo 40 (39) Acción de gracias. Petición de auxilio.

Salmo 41 (40) Oración de un enfermo abandonado.

Salmo 42-43 (41-42) Lamento del levita desterrado.

Salmo 44 (43) Elegí­a nacional.

Salmo 45 (44) Epitalamio real.

Salmo 46 (45) Dios con nosotros.

Salmo 47 (46) Yahvéh, rey de Israel y del mundo.

Salmo 48 (47) Sión, monte de Dios.

Salmo 49 (48) Vanidad de las riquezas.

Salmo 50 (49) El culto espiritual.

Salmo 51 (50) Miserere.

Salmo 52 (51) Juicio del pérfido.

Salmo 53 (52) El hombre sin Dios.

Salmo 54 (53), Clamor al Dios justiciero.

Salmo 55 (54), Oración del calumniado.

Salmo 56 (55) El fiel no sucumbirá.

Salmo 57 (56) En medio de los leones.

Salmo 58 (57) El juez de los jueces de la tierra.

Salmo 59 (58) Contra los impí­os.

Salmo 60 (59) Súplica nacional después de la derrota.

Salmo 61 (60) Oración de un desterrado.

Salmo 62 (61) Dios, la única esperanza.

Salmo 63 (62) Sed de Dios.

Salmo 64 (63) Castigo de los calumniadores.

Salmo 65 (64) Himno de acción de gracias.

Salmo 66 (65) Acción de gracias pública.

Salmo 67 (66) Oración pública después de la recolección anual.

Salmo 68 (67) La gloriosa epopeya de Israel.

Salmo 69 (68) Lamentación.

Salmo 70 (69) Súplica en la desgracia.

Salmo 71 (70) Súplica de un anciano.

Salmo 72 (71) El rey prometido.

Salmo 73 (72) La justicia final.

Salmo 74 (73) Lamentación por la ruina del Templo.

Salmo 75 (74) Juicio total y universal.

Salmo 76 (75) Oda al Dios temible.

Salmo 77 (76) Meditación sobre el pasado de Israel.

Salmo 78 (77) Las lecciones de la historia de Israel.

Salmo 79 (78) Elegí­a nacional.

Salmo 80 (79), Súplica por la restauración de Israel.

Salmo 81 (80) Para la fiesta de las Tiendas.

Salmo 82 (81) Contra los prí­ncipes paganos.

Salmo 83 (82) Contra los enemigos de Israel.

Salmo 84 (83) Canto de peregrinación.

Salmo 85 (84) Oración por la paz y la justicia.

Salmo 86 (85) Oración en la contrariedad.

Salmo 87 (86) Sión, madre de los pueblos.

Salmo 88 (87), Lamento en la extrema aflicción.

Salmo 89 (88) Himno y oración al Dios fiel.

Salmo 90 (89) Fragilidad del hombre.

Salmo 91 (90) Bajo las alas divinas.

Salmo 92 (91) Cántico del justo.

Salmo 93 (92) El Dios de majestad.

Salmo 94 (93) El Dios de justicia.

Salmo 95 (94) Invitatorio.

Salmo 96 (95) Yahvéh, rey y juez.

Salmo 97 (96) Yahvéh triunfante.

Salmo 98 (97) El juez de la tierra.

Salmo 99 (98) Dios, rey justo y santo.

Salmo 100 (99) Exhortación a la alabanza.

Salmo 101 (100) El modelo de los prí­ncipes.

Salmo 102 (101) Oración en la desgracia.

Salmo 103 (102) Dios es amor.

Salmo 104 (103) Esplendores de la creación.

Salmo 105 (104) La maravillosa historia de Israel.

Salmo 106 (105) Confesión nacional.

Salmo 107 (106), Dios salva al hombre de todo peligro.

Salmo 108 (107) Himno matinal y súplica nacional.

Salmo 109 (108) Salmo imprecatorio.

Salmo 110 (109) El sacerdocio del Mesí­as.

Salmo 111 (110) Elogio de las obras divinas.

Salmo 112 (111) Elogio del justo.

Salmo 113 (112) Al Dios de gloria y piedad.

Salmo 114 (113 A) Himno pascual.

Salmo 115 (113 B) El único Dios verdadero.

Salmo 116 (114-115) Acción de gracias.

Salmo 117 (116) Invitación a la alabanza.

Salmo 118 (117) En la fiesta de las Tiendas.

Salmo 119 (118) Elogio de la ley divina.

Salmo 120 (119) Los enemigos de la paz.

Salmo 121 (120) El guardián de Israel.

Salmo 122 (121) Saludo a Jerusalén.

Salmo 123 (122) Oración de los afligidos.

Salmo 124 (123) El salvador de Israel.

Salmo 125 (124) Dios protege a los suyos.

Salmo 126 (125) Canto del regreso.

Salmo 127 (126) Abandono en la Providencia.

Salmo 128 (127) Bendición del justo.

Salmo 129 (128) Contra los enemigos de Sión.

Salmo 130 (129) De profundis.

Salmo 131 (130) Con espí­ritu de infancia.

Salmo 132 (131) En el aniversario del traslado del Arca.

Salmo 133 (132) La unión fraterna.

Salmo 134 (133) Para la fiesta nocturna.

Salmo 135 (134) Himno de laudes.

Salmo 136 (135) Letaní­a de acción de gracias.

Salmo 137 (136) Balada del desterrado.

Salmo 138 (137) Himno de acción de gracias.

Salmo 139 (138) Homenaje a Aquél que lo sabe todo.

Salmo 140 (139) Contra los malvados.

Salmo 141 (140) Contra la seducción del mal.

Salmo 142 (141) Oración de un perseguido.

Salmo 143 (142) Súplica humilde.

Salmo 144 (143) Himno para la guerra y la victoria.

Salmo 145 (144) Alabanza al Rey Yahvéh.

Salmo 146 (145) Himno al Dios temible.

Salmo 147 (146-147) Himno al Todopoderoso.

Salmo 148 Alabanza de la creación.

Salmo 149 Himno triunfal.

Salmo 150 Doxologí­a final.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(oraciones cantadas).

El “Libro de los Salmos!” se llama así­ en griego; en hebreo su nombre es “Alabanzas”, o “Libro de las Alabanzas”: Son 150 oraciones hechas por Dios, para que los hombres las oremos cantando las glorias y alabanzas del Senor.

Dios usó a varias personas para escribirlos.

– David, 73 Salmos.

– Moisés, Salmo 90.

– Salomón, Salmos 72 y 127.

– Otros fueron escritos por los hijos de Coré: (familia de cantores), Asaf: (director de coro de David), Jedutí­n, y otros anónimos.

Son 5 libros en realidad, y cada libro corresponde a los primeros 5 libros de la Biblia.

1- Salmos 1-41, al Génesis.

2- Salmos 42 a 72, al Exodo.

3- Salmos 73 al 89, al Leví­tico.

4- Salmos 90 al 106, al Números.

5- Salmos 107 al 150, al Deuteronomio.

Todos están llenos de Cristo, de su vida, muerte y resurrección, y todo to que profetizan se cumplió en Cristo Jesus, Luc 24:44. es el libro para todos, los que sufren, los necesitados, los pobres y los ricos. presentan a Jesús “el todo en todos”.

Pueden agruparse en distintos temas: – Alabanza: 8,29, 93, 100.

– Acción de gracias, 30,65,103,107,116.

– Confianza y vida, 3,23,27,31,46,56, 62,86,130,139,1.

– Penitenciales, 6,32,38,51,102,130,143.

– Mesiánicos: (Proféticos).

2,16,22,24,40 45,68,69,72,97,110.

– Ley, 19,119.

– Aspiración, 42,63,80,84,137.

– Historia, 78,105,106.

– Turbación, 4,13,55,64,68.

– Imprecatorios: (contra los enemigos), 2,37,69,109,139,143.

El Salmo 23: Se ha llamado el “Salmo de oro”, que vale para cantarlo en los nacimientos, entierros, bodas.

El 22: Hace 13 profecí­as de Cristo, que se cumplieron a la letra en Jesús en el Calvario. ¡y en la resurrección! El 32: Es el que tení­a S. Agustí­n pegado en la pared, junto a su cama, y oraba llorando de gozo. Es el de las 2 bienaventuranzas.

El 1 es el resumen de todo el “salterio”, que así­ llamaban los primeros cristianos al “Libro de los Salmos”.

El 2 es el mí­o, el “salmo mesiánico por excelencia”, dande Dios se rí­e, burlándose, de los planes de los prí­ncipes y pueblos contra Yaveh y su Ungido. pero Dios ya tiene su Rey en Sión, que los gobernará con “mano de hierro” y los quebrará como vasija de alfarero . y esa “mano de hierro”, no es poderí­o militar, sino “la humildad y amor” de Jesús en Belen, en la Cruz y en la Eucaaristia. el amor y la humildad del Rey, de Jesús, son las armas grandiosas, la “mano de hierro” con la que quebrara nuestro orgullo y ambición, ¡la de todos!. ¡y así­ lo está haciendo, sin que nos demos cuenta!: Salmodia: Canto usado para los Salmos Amo 5:23.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

En el †¢canon hebreo, los S. aparecen entre †œLos Escritos† (Ketuvim). El nombre les viene del griego psalmos, que significa †œuna canción cantada con instrumentos de cuerdas†. En la Biblia hebrea no aparece un nombre especí­fico para la entera colección de S. En la literatura rabí­nica el nombre que se usa es Sefer Tehillim. Aunque el número de S. es de ciento cincuenta, debe tenerse en cuenta que la †¢Septuaginta combinaba en uno los Salmos 9 y 10, así­ como los 114 y 115. Mientras que, por otro lado, los Salmos 116 y 147 se dividí­an en dos cada uno. Esto explica la diferencia que a veces se nota en la numeración de los S. En la literatura del Oriente Medio existen otros ejemplos de colecciones de poemas o canciones en la forma de los S.

La obra se divide en cinco partes o libros. Las divisiones son perceptibles porque al final de cada una de ellas se encuentra una doxologí­a, en la siguiente forma:
Libro Primero incluye los Salmos del 1 al 41. Y termina en el Sal 41:13 con las palabras: †œBendito sea Jehová, el Dios de Israel, por los siglos de los siglos. Amén y Amén.†
Libro Segundo (Salmos del 42 al 72), finaliza en el Sal 72:18-20 (†œBendito Jehová, el Dios de Israel, el único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén†).
Libro Tercero (Salmos del 73 al 89), termina en el Sal 89:52 (†œBendito sea Jehová para siempre. Amén y Amén†).
Libro Cuarto (Salmos del 90 al 106), finaliza en el Sal 106:48 (†œBendito Jehová, Dios de Israel, desde la eternidad y hasta la eternidad; y diga todo el pueblo, Amén. Aleluya†).
Libro Quinto (Salmos del 107 al 150), termina en el Sal 150:5-6 (†œAlabadle con cí­mbalos resonantes; alabadle con cí­mbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a Jah. Aleluya†), pero la mayorí­a piensa que todo el Salmo 150 constituye una doxologí­a que cierra la colección.
la posibilidad de que en alguna muy lejana antigüedad estos libros eran colecciones totalmente independientes unas de otras. Eso puede verse por el hecho de que el Salmos 14, del Libro Primero, aparece repetido en el Libro Segundo (Salmos 53). Lo mismo pasa con las palabras del Sal 40:14-18, que luego aparece también en el Salmo 70. Parte de los Sal 57:8-11 y 60:7-12 aparecen en el Salmo 108. Es dudoso que un mismo compilador hiciera esas repeticiones. Se piensa, por lo tanto, que estas divisiones representan etapas en la formación del libro, siendo la más antigua de ellas el Libro Primero, que contiene S. llamados †œdaví­dicos†.
cuanto a la fecha de compilación del libro de los S., es evidente que se trató de un proceso que tomó largo tiempo, comenzando con la época de David. No es posible señalar una fecha precisa. Muchos piensan que la mayorí­a de los S. son posteriores a los profetas. Otros señalan que Dan 3:5 contiene una larga lista de instrumentos musicales que se conocí­an en el perí­odo helénico, pero ninguno de los diez instrumentos que se mencionan en los S. aparece en esa lista. También hay que tener en cuenta que algunos S. hablan de la experiencia en el exilio babilónico. Por otra parte, toda la teologí­a de los S. está exenta de influencias griegas. Muchos eruditos se inclinan a pensar que ya en tiempos de la dinastí­a asmonea la colección de S. estaba completa.
colección no indica en hebreo que se trate de una obra de David. Unos setenta y tres S. llevan un tí­tulo que alude a ese rey. Pero las palabras pueden interpretarse tanto como indicativas de la autorí­a de David, como de que se trata de eventos relacionados con su vida. En favor de la autorí­a daví­dica de algunos salmos, debe notarse que el Salmo 18 dice explí­citamente: †œSalmo de David, siervo de Jehová, el cual dirigió a Jehová las palabras de este cántico el dí­a que le libró Jehová de mano de todos sus enemigos, y de mano de Saúl. Entonces dijo:…† En la tradición rabí­nica, se hablaba de los S. como escritos por David, haciéndose una comparación entre †¢Moisés y él, al decir que Moisés dio los cinco libros de la †¢Torá y David los cinco libros de los S. La tradición de atribuir a David todos los S. nació de su fama como hombre que sabí­a †œtocar el arpa† (1Sa 16:16-23), como inventor de †œinstrumentos musicales† (1Cr 23:5; Neh 12:36; Amo 6:5), por lo cual se le llama †œel dulce cantor de Israel† (2Sa 23:1). A lo cual hay que añadir su papel como organizador del culto en el †¢templo, el orden de los levitas, la música que se habí­a de cantar, etcétera. Además, en trece S. es posible hacer una conexión entre su contenido y alguna de las experiencias de la vida de David, de esta forma:

Sal. 3 2 S. 15-19
. 7 2Sa 18:21
18 2 S. 22
. 34 1Sa 21:14
. 51 2 S. 11-12
. 52 1Sa 22:9
. 54 1Sa 23:19; 26:1
. 56 1Sa 21:11; 27:2
. 57 1Sa 22:1; 1Sa 24:3
. 59 1Sa 19:11
. 60 2Sa 8:13; 1Cr 18:1-12
. 63 1Sa 23:14; 1Sa 24:1; 26:2
. 142 1Sa 22:1; 1Sa 24:3

Otros nombres que aparecen en los tí­tulos como †œlos hijos de Cor醝 (Salmos 42, 44, 45, 47, 48, 49, 84, 85, 87, 88); †œAsaf† (Salmos 50, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83); “Hemán” (Salmo 88); †œEtán† (Salmo 89); †œMoisés† (Salmo 90); etcétera; pueden significar también autorí­a o que eran dedicados a un grupo de cantores o, por lo menos, que las palabras del salmo tienen alguna relación con esos personajes.
es tarea fácil clasificar los S. de acuerdo con sus temas, estilo, etcétera, porque su variedad es amplí­sima. Y muchas veces un mismo S. puede tener dos tipos de énfasis. Pero, de manera muy general, se puede decir que sobresalen en este libro los himnos, o sea, composiciones dedicadas a alabar la majestad y grandeza de Dios, así­ como su providencia (Salmos 8, 19, 29, 33, 65, 66, 92, 100, 104, etcétera). Otros se caracterizan por exaltar el papel de Dios como rey del universo (Salmos 47, 93, 96-99). Un grupo es dedicado a alabar la ciudad de Dios (Salmos 46, 48, 76, 84, 87, 122). Dos S. se dedican a exaltar la gloria de la †¢Torá (Salmos 19 y 119). Otros son expresiones de lamentaciones, tanto de carácter individual como comunal (Salmos 44, 60, 74, 79, 80, 83, 94, etcétera). Muchos contienen quejas a causa de sufrimientos, y alegan la inocencia del sufriente y piden el auxilio divino (Salmos 3, 5, 6, 7, 9, 10, 13, 17, etcétera). También los hay que expresan una confianza absoluta en Dios (Salmos 46, 125, 129, etcétera). O que dan gracias a Dios (Salmos 66, 67, 118, 136). Los llamados †œsalmos reales† son aquellos en los cuales se exalta al ungido de Dios (Salmos 2, 18, 20, 21, 45, 72, etcétera). Los hay también que tienen un carácter sapiencial, como los Salmos 1, 34, 36, 37, 49, 73, 78, etcétera.
parte de los tí­tulos de los S. aparecen muchos términos técnicos cuyo significado ha quedado en la oscuridad. Los mismos traductores de la †¢Septuaginta tuvieron que reconocer que la explicación de esas palabras era oscura para ellos. Entre otras están:

†œAlamot†. Puede significar †œví­rgenes†. Aparece sobre el Salmo 46, en el tí­tulo. En 1Cr 15:19-20 parece señalar a un instrumento de música, pues varios levitas eran cantores y †œsonaban cí­mbalos de bronce†, mientras que otros lo hací­an †œcon salterios sobre Alamot†. Pero muchos interpretan Alamot como que indica la voz de soprano.

†œAjelet-sahar†. Puede significar †œcierva de la mañana†. Aparece sobre el Salmo 22, en el tí­tulo. Puede ser una indicación de la tonada o del instrumento que se ha de usar.

†œGitit†. En el encabezamiento de los Salmos 8, 81 y 84 aparecen las palabras †œSobre Gitit†. No se sabe exactamente cuál es su significado, pero la mayorí­a de los estudiosos, relacionándolas con el nombre de †¢Gat, piensan que se trataba de un instrumento musical tí­pico de esa ciudad.

†œMahalat†. Aparece en el encabezamiento de los salmos 53 y 88. Algunos piensan que la expresión †œsobre Mahalat† es una referencia a una melodí­a bien conocida en la época de la composición. Otros, que señala al salmo como para ser usado por personas enfermas o en aflicción.

†œMasquil†. Se ha sugerido que significa †œinstrucción† o †œmeditación†. Aparece en los encabezamientos de los Salmos 32, 42, 44, 45, 52, 53, 54, 55, 74, 78, 88, 89 y 142.

†œMictán†. Palabra que aparece en el tí­tulo de los Salmos 16 y 56 al 60. No se conoce exactamente su significación. Algunos explican que señala a un poema, o †œescrito†. En hebreo, el término se escribe miktam, pero en Isa 38:9, antes de una oración o poema, se dice que es un miktab (escrito) de Ezequí­as. El cambio de la †œm† por la †œb† al final de una palabra no es extraño en el hebreo. Es posible que estos salmos fueran interpretados con acompañamiento de arpas.

†œMut-labén†. Puede significar †œmuerte de un hijo†. Aparece en el tí­tulo del Salmo 9. Al indicar †œsobre la muerte de un hijo†, es posible que se estuviera señalando una melodí­a que era muy conocida entonces. Con ella, pues, se habrí­a que cantar el salmo.

†œNeginot†. Indicación que aparece en los tí­tulos de los Salmos 4, 6, 54, 55, 61, 67 y 76. Generalmente se interpreta que significa †œmúsica de instrumentos de cuerdas†.

†œSeminit†. Probablemente significa †œsobre la octava†. Aparece en el tí­tulo de los Salmos 6 y 12. En 1Cr 15:21 se nombran levitas que †œtení­an arpas afinadas en la octava para dirigir†. Como significación de seminit se sugiere: a) †œun instrumento de ocho cuerdas†; b) †œpara el octavo estadio de la liturgia†; o c) †œvoces a una octava más baja†.

†œSigaión†. Aparece en el encabezamiento del Salmo 7. Algunos piensan que es una indicación a la forma en que debí­a ser cantado, probablemente como un lamento.
otros casos en que ha sido posible hacer una traducción aproximada, aparecen otras palabras, como †¢Cántico gradual, †œAl músico principal†, etcétera. También existe la palabra Selah, que se inserta dentro del texto de los S. Aparece frecuentemente en los S. (setenta y una veces; en Habacuc tres veces). En la mayorí­a de las ocasiones se presenta al final de un verso. Se especula si se trataba de un signo de carácter litúrgico que serví­a de advertencia a los adorantes para que hicieran algo en el momento que se indica. Pero podrí­a tener también algún sentido literario o musical. En el Salmo 3, por ejemplo, después de los versos 1-2 aparece Selah Luego tras los versos 3-4, y finalmente, después de los versos 5-8 (Sal 3:2, Sal 3:4, Sal 3:8; Sal 4:2, Sal 4:4; Sal 7:5; Sal 9:16, Sal 9:20; etcétera).
el NT, los S. son citados a menudo. En Luc 20:41-44, el Señor Jesús cita el Sal 110:1 (†œ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? Pues el mismo David dice en el libro de los S: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. David, pues, le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?†). Cuando apareció a los discí­pulos, después de la †¢resurrección, les dijo †œque era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí­ en la ley de Moisés, en los profetas y en los s.† (Luc 24:44). Pedro, al proponer que se buscara un sustituto para †¢Judas, citó el Sal 69:25, diciendo: †œPorque está escrito en el libro de los S.: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio† (Hch 1:20) Y luego, en su sermón el dí­a de †¢Pentecostés, usa el Sal 16:8-11 (†œPorque David dice de él: Veí­a al Señor siempre delante de mí­; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia† (Hch 2:25-28). Pablo, predicando en una sinagoga en †¢Antioquí­a de Pisidia (Hch 13:33-35), hizo varias citas de los S. (†œ… como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijos eres tú, yo te he engendrado hoy† [Sal 2:7]; por eso dice también en otro salmo: †œNo permitirás que tu Santo vea corrupción† [Sal 16:10]). También en su epí­stola a los Romanos, Pablo cita otro salmo, esta vez el Sal 32:1-2 (†œComo también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado† [Rom 4:6-8]). El escritor de Hebreos cita varios salmos. Entre ellos el Sal 95:7-11 (†œSi oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones…† [Heb 3:7; Heb 4:7]), así­ como el Sal 2:7 (†œTú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy† [Heb 5:5]) y el Sal 110:4 (†œTú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec† [Heb 5:6]).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

[013]

Salmos (del griego “psalmos”: pulsar, cantar pulsando el psalterion) indica la canción acompañada del instrumento.

1. Concepto bí­blico.

Con este término tradujo la Biblia de los LXX el concepto “mizmör”, que era el canto acompañado del arpa, cuya alusión aparece en 57 de los Himnos del Salterio bí­blico. Y Tehilim, llamaban al conjunto de ello, o libro de la Alabanzas o Cánticos de Alabanza.

Por eso, el término Salmo se extendió a los 150 composiciones que tenemos en la Biblia y a otros que con toda seguridad empleaban los israelitas en sus ceremonias celebrativas, desde los primeros años de su llegada a la tierra de Canaán.

Es seguro que la mayor parte no ha quedado. Pero tenemos 150 en la Escritura Sagrada que Dios quiso mantener y son la plegaria preferida de la Iglesia, porque también fue la oración predilecta de Jesús. Por este motivo, los Salmos son un centro preferente de atención catequí­stica en cuanto a la formación del cristiano y en cuanto al frecuente uso que la Iglesia hace de sus contenidos.

2. Rasgos del Salmo.

Dentro de la inmensa variedad de los Salmos, se pueden recordar las tres notas tí­picas del género sálmico: plegaria rí­tmica, popular y repetitiva. El ritmo lo aseguraba el instrumento musical y la tradición de los diversos pueblos del entorno que empleaban cantos similares. El sentido popular lo daba el estilo de vida israelita que no hací­a diferencia entre el culto religioso, en los santuarios al principio y en el Templo de Jerusalén desde Salomón. El carácter repetitivo conferí­a a este modo de plegaria el tono persistente y afectivo de quien expresa los sentimientos compartidos intensos del gozo, del dolor, del temor o de la invocación a la divinidad.

En los Salmos aparecen influencias de formas literarias como los himnos egipcios, los cantos ugarí­ticos de los siglos XIV y XII a. C. (Ugarit era ciudad cananea existente donde se halla hoy Ras Shamra, al norte de Siria).

3. Orden
En consecuencia el libro de Los Salmos, es el que más tiene que ver con la Catequesis, sobre todo en su dimensión cultual y celebrativa.

3.1. Pentasalterio.

Después de la Cautividad, a imitación de los cinco rollos del Pentateuco, los Salmos se dividieron en cinco grandes grupos o rollos, separados por una vibrante conclusión o doxologí­a estrófica cautivadora.

Las cinco secciones o libros son: 1º Salmos 1 a 41; doxologí­a 41,13; 2º 42 a 72: doxologí­a 72, 18-29; 3º 73 a 89; doxologí­a 89,52; 4º 90 a 106, doxologí­a 106,48; 5º 107 a 149; doxologí­a final el 150.

Los Salmos estaban considerados como el primer libro de los hagiográficos o piadosos. Los cristianos más tarde los mirarí­an como proféticos, por su contenido y significado y por el uso que hicieron los autores del Nuevos Testamento.

Algunos Salmos están escritos para el recitado individual, y otros para el de toda la congregación. Muchos de ellos fueron escritos por poetas y músicos profesionales e incluyen instrucciones musicales para los instrumentistas.

Diversas indicaciones, como la respuesta congregacional “Alabado sea” o “Aleluya”, son todaví­a comprendidas y utilizadas con carácter litúrgico.

3.2. La clasificación
Los Salmos pueden ser de diverso tipo. Muchas clasificaciones se han intentado. Ninguna es suficiente ni definitiva. Una puede ser la siguiente: Alabanzas a Dios, creador del mundo (19 o 65), como soberano (107), como rey de Jerusalén (47 ó 135). Hay Súplicas y lamentaciones ante diversas crisis (3 ó 77); lamentos populares en épocas de peligro (137); hay salmos reales o de palacio (72 ó 110) y hay cánticos populares de confianza en Dios (23); hay enseñanzas morales y sapienciales (1 ó 101) y hay improperios (59).

3.3. Por la autorí­a

El autor principal de los Salmos fue David, según la tradición judí­a. La Biblia le atribuye 73. De Salomón son 12. De Moisés es uno. Hay 32 Salmos que se atribuyen a otros personajes: Asaf, Hemán, Etan y Yedatún (llamado también Etán). Son nombres de cantores que dirigí­an las veinticuatro clases de cantores del Templo (Ver Crónicas. Cap 25).

El músico y cantor Asaf tiene 12 Salmos (50 y 73-83). Fue puesto por David en primer puesto, cuando fue trasladada a Jerusalén la tienda de la Alianza.

En ocasiones se cita a los 128 (según otra tradición, 148) cantores entre los “hijos de Asaf”, que parecen del tiempo del destierro.

Sus Salmos son parte de un salterio cerrado, antes de la reunión de los cinco libros de Salmos.

Hay once Salmos que se designan como de los hijos de Coré (o Qóraj), que probablemente eran de otro salterio o colección: Son los 42, 44 a 99, 84, 85, 87, 88. Los qorajitas aparecen en Núm 26, 58 como familia leví­tica singular. Pero es probable que existieron otras.

4. Los nombres Algunos tienen tí­tulos descriptivos como “Canción de las subidas” (120 a 134) y “Salmo para la acción de gracias” (100). Del 113 al 118 se cantaba con frecuencia. Era el Hallel. A veces estaba formado por el 105, 106 y 107. En algunos Salmos (42, 83) emplean Elohí­m como nombre divino (42 a 89). La mayor parte habla de Yaweh (1 a 41 y 90 a 150). Ello indica que los más antiguos serí­an del siglo XII a. de C. y otros serí­an posteriores a la cautividad.

5. El orden
En la numeración de los Salmos se seguí­a la propia del Salterio hebreo, y otra que fue la que recogió S. Jerónimo. Como la numeración no coincidí­a en las traducciones modernas el 9-10 se unifican y, en las Biblia recientes, se les señala con número de orden desplazado y entre paréntesis se pone la antigua.

Salmos corresponden en los Setenta y Biblia hebrea y = (en la Vulgata) así­: 1-8 = (1-8), 9 y 10 = (9), 11 a 113 = (10 a 112), 114-115 = (113), 116,1-9 = (114), 116, 10-19 = (115), 117- 146 = (116-145), 147.1-11 = (146), 147, 12-20 = (147), 148-150 = (148-150)

Pero el número de 150 Salmos, aunque en ambas enumeraciones se logra tan armoniosamente, es en el fondo artificial, pues realmente los Salmos 19, 27, 40 y 144 son dos cánticos en cada caso. Un Salmo (15 = 53) está dos veces, y la segunda parte del 40 (vers 14 a 18) está en el 70. Y existen más repeticiones.

Las traducciones textuales hebreas más antiguas no separaban los Salmos con titulares tan netos como lo hacemos ahora; por ello la división habrí­a que atribuirla al traductor griego o a algún copista.

6. Otros Salmos paralelos

Hay otros cánticos o salmos en los libros históricos: Cántico de Moisés; Ex. 15, el del Pozo, Num. 21 17-18; la victoria de Débora, Jue. 5; elegí­a de David sobre Saúl y Jonatán, 2 Sam. 1, 17-27; un canto de David, 2 Sam. 22. 1-51; el último canto de David, 2 Sam. 23. 1-7.

Otros son recientes: Elogios de Judas y Simón, los hermanos Macabeos: 1 Mac. 3. 3-9 y 1 Mac. 14 4-15.

Algunos cánticos del Nuevo Testamento, tienen resonancias sálmicas (Magní­ficat, Benedictus y Nunc dimittis). (Luc 1 y 2)

Esto indica que hubo muchos cantos más de los que recoge el Salterio.

Se sospecha la existencia de colecciones de las que no quedan más que el nombre y algunos vestigios, como el libro de las Guerras de Yaweh, Num. 21 14, el libro del Justo, Jos. 10. 13 o Sam 1. 18. Incluso algunos ecos en los Profetas.

7. Géneros sálmicos

Por el género literario hay variedad de Salmos: himnos, súplicas y acciones de gracias.

7. 1. Los Himnos.

Son cantos de exaltación, como los Salmos 39, 46 a 48 79, 84, 89, 93, 96 a 100, 103 a 106, 117, 121, 135, 136, 145 a 150 ensalzan algún acontecimientos o expresan un entusiasmo. Comienzan con una exhortación a la alabanza a Dios. El cuerpo del himno detalla los motivos de la alabanza, los prodigios de Dios en la naturaleza y en la historia, la salvación concedida a su pueblo. La conclusión termina en oración.

Algunos tienen un motivo central. Por ejemplo, los Cánticos de Sión, Sal. 46, 48, 76, 87; ensalzan a Jerusalén o al Templo y animan a los peregrinos: Sal. 84 y 122.

Tenemos también los Salmos del Reino de Dios (47, 93, 96-98) que celebran al estilo de los profetas el Reino de Yaweh.

7.2. Las Súplicas.

Son lamentaciones expresan dolor y piden ayuda a Dios. Las súplicas no cantan las glorias de Dios, sino que se dirigen a El pidiendo ayuda. De la invocación inicial se salta a la petición de ayuda, con una plegaria o una expresión de confianza.
* Hay Súplicas colectivas, como los Salmos 12, 44, 60, 74, 80, 106, 123, 129, 137.
* Y hay Súplicas individuales, como los salmos 35, 42, 43, 51, 54, 57, 59, 63, 64, 86, 102, 120, 130.

7.3. Eucaristí­as.

Las acciones de gracias ofrecen a Dios alabanza por algo recibido o que se espera recibir. Se expresan en forma de oración. Son poemas bellos y alegres.

No son numerosos, pero reflejan el lenguaje de la acción de gracias que usaban frecuentemente los israelitas: Salmos 18, 21, 30, 33, 34, 40, 65, 68, 92, 116, 118, 124, 129,138, 144, etc.

7.4. Mixtos
Frecuentemente aparecen mezclados estos géneros: El Sal. 27 es lamentación que termina en plegaria;
El Sal. 89 comienza con un himno, prosigue con un oráculo y termina con una lamentación.

El largo Sal. 119 es un himno a la Ley, pero es también una lamentación individual y expone una doctrina de Sabidurí­a. Algunos son enseñanzas didácticas en forma de canto. Los Salmos 1, 112 y 127 son meras composiciones sapienciales.

7.5. Salmos reales.

Hay algunos Salmos que son cantos “reales”, por tener la monarquí­a en el centro de la atención. Hay oráculos en favor del rey, Sal. 2 y 110, oraciones por el rey, Sal. 20, 61, 72, acción de gracias por el rey, Sal. 21, oraciones del rey, Sal. 18, 28, 63, 101, un canto real de procesión, Sal 132, canto nupcial para una boda de prí­ncipes, Sal. 45, comentario a favor del rey, Sal. 89 y 132, alabanzas al rey, como los Sal. 2, 72, 110.

El rey en Israel está vinculado con el culto y hace referencia a Dios que elige y protege.

8. Mesianismo en los Salmos
A veces se intuye en los Salmo la esperanza en el Rey Salvador futuro, sentimientos que se asociarán luego a muchos cantos, sobre todo a los reales.

Ya en tiempos de Jesús ese sentimiento se habí­a generalizado y se esperaba al Mesí­as Rey y Salvador, de la casa de David, ungido por Yaweh, triunfador de los enemigos opresores.

El Salmo 110 será el que más a menudo se citará en el Nuevo Testamento. El mismo canto nupcial del Sal. 45 se entendió como la unión del Mesí­as con el nuevo Israel, en la lí­nea de las alegorí­as matrimoniales de los profetas. La Epí­stola de los Hebreos se lo aplica así­ a Cristo (Hebr. 1. 8). Salmos con resonancias mesiánicas fueron los Salmos 8, 35, 40, 41, 68, 69, 97, 102, 118, 119.

Jesucristo citó y recitó los Salmos con frecuencia (Mt. 4.6; Mt. 5.4; Mt 5.35; Mt. 7.23; Lc. 23. 34; Mt. 27.46) 9. Los Salmos y el culto
El valor cristiano de los Salmos está acreditado por dos milenios de plegaria oficial de la Iglesia.

La Iglesia los recogió en sus modos de orar y mantuvo siempre su admiración por los salmos.

No en vano los Salmos fueron la oración preferida de Jesús y en eso se apoya su importancia eclesial y espiritual entre los cristianos. Por eso el catequista debe mirarlos como centro de referencia en doble sentido:
* Primero, para su formación personal en la oración. No son una plegaria más, ni una moda bí­blica, ni un deseo de aprender bellos poemas escritos y recitados hace tres milenios. Son la Palabra de Dios hecha plegaria.
* Pero, en segundo lugar, debe formar a sus catequizandos en la plegaria que no pasa. Las devociones, las fórmulas, los cultos locales, son pasajeros. La plegaria bí­blica durará en la Iglesia. Cuando el catequizando sea adulto, seguirá viendo en los Salmo un lugar de referencia.

10. El salmo y la doctrina
Por otra parte, el mismo Jesús alude a los Salmos como un lugar de referencia a su misión salvadora. Desde el comienzo de su vida, hasta la última recitación del Salmo 21 en la cruz, vio en los Salmos una llamada a presentar el mensaje salvador que traí­a al mundo.

El catequista debe acudir a los textos de los Salmos, sobre todo en su dimensión cristológica, para apoyar la doctrina unas veces y para convertir el mensaje en vida a través de la plegaria sálmica.

10.1. Catequesis y Salmos
Los Salmos sólo llegan a descubrirse como referencia de oración y de doctrina, si el catequista adquiere una buena formación personal en relación a su naturaleza y a su empleo.

10.1.1. Hay una formación negativa:

No hay que verlos sólo en su dimensión literaria o arqueológica, como riquezas de tiempos pasados.

No hay que entenderlos con los sentimientos o expresiones materiales que se dicen en ellos, pues son lenguajes humanos de su tiempo y ambiente.

No hay que usarlos con el sentido intimista e individual, pues fueron ante todo plegarias del Pueblo de Dios.

No hay que aferrarse a la materialidad de sus frases, que pueden chocar con nuestra mentalidad moderna. Los sentimientos y las expresiones son del pueblo judí­o, mucho antes de Cristo, y en una cultura muy diferente de la occidental.

10.1.2. La formación positiva
Supone conocimientos sobre su alcance y su exégesis, en general sobre todos los salmos y en particular sobre el sentido de cada uno de ellos
Implica cierta experiencia en su uso y gozo, lo cual sólo se consigue con la repetición frecuente.

Exige descubrir el alcance eclesial y comunitario que los Salmos tienen. Por eso la mejor escuela para la formación en los Salmos es el amor a la liturgia de la Iglesia, a la oración pública y oficial de la Iglesia, a la espiritualidad eclesial.

10. 3 Supuesta esa formación
El Salmo es Palabra de Dios y reclama el mismo trato general que todos los libros del Nuevo y del Antiguo Testamento. El Salmo supone cierta experiencia, repetición, acomodación a su uso, familiaridad con sus estilos expresivos y con sus mensajes.

El salmo se usa con adaptación a la edad y al nivel cultural de los catequizandos y a la formación que vaya recibiendo, que es lo más importante.

En el Salmo importa el sentido vivo y mesiánico, lo que implica un uso amoroso y espiritual, siempre referido al Salvador que late en sus versos.

Las frases de los Salmos en los Catecismos o en los ejercicios con los catequizandos no deben tener sentido de mero adorno o de complemento, sino alcance de Palabra de Dios, es decir de encuentro espiritual con el misterio revelado.
UN MODELO DE CATEQUESIS: Salmo 21

Salmo que Jesús recitó, sin duda, en la Cruz (Jn. Jn 19. 28).

“Eloi, eloi, lamma sabathani… Dios mí­o, Dios mí­o, por qué me has desamparado”

Salmo presente en el recuerdo de los mensajeros del N. T. (Mt. 27.36, 39, 43, 46… Hebr 2. 12, 18)

Atribuido a David. Cantado con la melodí­a (desconocida,) de la “La cierva de la Aurora” Presentación y análisis:

Parte 1. Descripción Recuerdo a la presencia de Dios en el santuario de Israel (1 a 6) Autodescripción del abandono tremendo que se siente (7-12) Angustia por el acoso de los enemigos que rodean al abatido (13-17 Situación de destrozo en el que se halla el vencido (18-19) El grito de confianza en Dios, última esperanza (20-22)

Parte 2, Reacción de esperanza Deseo de anunciar el nombre del Señor (23-24) Confianza y mirada profética sobre la salvación que viene (27-27) Visión escatológica del futuro (28-32) Aplicaciones:

Doctrinales: Analizar el valor profético del Salmo.

Leer el salmo a la vista de un crucifijo en la primera parte Explorar algunas profecí­as: Is. 52.13; 53.12… Sab. 2. 18-20

Ascéticas: Construir en grupos una maqueta del Salmo o un mapa conceptual.

Preparar en grupo un estudio sobre las consecuencias para la vida Buscar reacciones de otras personas ante algunos fragmentos.

Terminar el encuentro sobre el Salmo, recitando como plegaria (Con niños medianos y mayores, elegir varios crucifijos con figuras de arte Ejercicios sugeridos:
* Con niños y preadolescentes: Sobre tres o cuatro crucifijos de artistas (Velázquez, Greco, Dalí­)

elegir fragmentos y situarlos en torno a la imagen. Se hace por grupos o de forma individual.

* Con mayores, jóvenes y adultos, analizar el salmo y asociarlo:
– Primera parte (6-20) con situaciones de explotación en el mundo:

Cristo crucificado en los hombres: gusanos, despojados, perseguidos….

– Segunda parte (20-32), con compromisos fraternos que podemos y debemos asumir: Entrega, trabajos, aportaciones, denuncias, colaboración en movimientos y servicios

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Oraciones milenarias

La Sagrada Escritura del Antiguo Testamento contiene la Palabra de Dios escrita en los cinco libros de la Ley o Torá (el Pentateuco), en los Profetas y en los salmos. Los salmos reflejan las oraciones de personas y comunidades, que celebran las fiestas litúrgicas o que viven los acontecimientos de la vida, recordando la historia de salvación y anhelando la venida del Señor. Los textos sálmicos fueron elaborados durante unos siete siglos y se recitaban en el templo, en la sinagoga, en la familia y en la vida privada. La alabanza a Dios se expresa con gratitud, petición, confianza…

Los salmos son 150, pero la numeración varí­a entre el texto hebreo y el griego de los Setenta (y de la traducción latina de la Vulgata). Se llaman “salmos” (“tehillim”) porque su contenido es frecuentemente alabanza. Son “oraciones” (“tefilla”) que ordinariamente se declamaban al son de instrumentos musicales. Se dividen en cinco libros, aunque no es claro el motivo de esta división. Hay salmos de “lamentación” o queja sincera y confiada, de alabanza personal y comunitaria, de referencia a hechos históricos salví­ficos, de peregrinación a Jerusalén y al templo. Especialmente se invita a alabar a Dios indicando las razones histórico-salvificas.

Esperanza mesiánica

Son un resumen de los contenidos del Antiguo Testamento en forma oracional y cúltica. Resumen retazos de vida personal y comunitaria, en el contexto de la historia salví­fica. La espiritualidad de los salmos armoniza la inmanencia y la trascendencia se asumen los acontecimientos de carácter personal o comunitario (alegrí­a, dolor, triunfo, exilio, muerte…), a la luz de la historia de salvación (con referencia dominante al éxodo y a la salvación mesiánica), para convertirlos en materia de diálogo con Dios (culto, oración) y en compromiso histórico.

En la perspectiva de la esperanza mesiánica, el hombre y el pueblo experimentan su propia limitación y pecado, pero se encuentran ante la sorpresa de un Dios que es siempre fiel a la Alianza y, por tanto, a la vida y al amor (“Yahvé”). Dios salva al hombre y le salva del fatalismo histórico, de las fuerzas de la naturaleza y del pecado.

Los salmos recogen la plegaria milenaria de todo un pueblo, el del Antiguo Israel, que, a su vez, es un eco de las plegarias de toda la humanidad. Para el nuevo pueblo de Israel, la Iglesia, es una escuela de oración y una expresión privilegiada de oración personal y comunitaria. El ejemplo de Jesús, al usar los salmos para orar o para exponer su mensaje (Heb 10,5-7; Mt 22,43-45; 26,30; Mc 14,22-24), es una invitación a toda la comunidad eclesial para trasformar todo acontecimiento histórico en alabanza, adoración, gratitud, petición, a la luz de la Pascua.

Alianza universalista

Los salmos invitan a vivir la Alianza (Sal 26; 44; 50-51; 76; 78; 83; 89; 103; 105; 111; 132), también en su perspectiva universalista (Sal 67; 96-97). Se desea que todos los pueblos puedan disfrutar de las promesas mesiánicas, para que alaben a Dios que dirige la historia con amor. Al unirse a los sentimientos de Cristo, el cristiano hace que estas oraciones sean ya ahora las oraciones de toda la humanidad, en su historia, en su geografí­a y en la diversidad de culturas.

Referencias Alabanza a Dios, Alianza, Antiguo Testamento, liturgia, Liturgia de las Horas, oración.

Lectura de documentos CEC 2585-2589.

Bibliografí­a L. ALONSO SCHOKEL, C. CARNITI, Los salmos (Estella, Verbo Divino, 1992-1993); A. APARICIO, J.C.R. GARCIA PAREDES, Los salmos, oración de la comunidad (Madrid, Vida Religiosa, 1981); E. BEAUCAMP, Dai salmi al “Pater”, commento teologico-spirituale al Salterio (Cinisello Balsamo, Paoline 1991); S. BENETTI, Salmos para vivir y morir (Madrid, Paulinas, 1981); A.M. CANOPI, Il mistero di Cristo celebrato nei salmi (Roma, Paoline, 1980); P.
DRIJVERS, Los salmos (Barcelona, Herder, 1964); J. ESQUERDA BIFET, Todo es mensaje, experiencia cristiana de los salmos (Madrid, Paulinas, 1982); P. FARNES, Moniciones y oraciones sálmicas (Barcelona, Regina, 1979); M. GARCIA, Libro de los salmos ( BAC, Madrid, 1963); M. GASNIER, Los salmos (Madrid, Studium, 1960); A. GONZALEZ LAMADRID, El libro de los salmos (Barcelona, Herder, 1977); M. GOURGUES, Los salmos y Jesús. Jesús y los salmos (Estella, Verbo Divino, 1993); P. GUICHOU, Los salmos comentados por la Biblia (Salamanca, Sí­gueme, 1966); H. GUNKEL, Introducción a los salmos (Valencia, EDICEP, 1983); H.J.KRAUS, Teologí­a de los salmos (Salamanca, Sí­gueme, 1985); M. MANNATI, Orar con los salmos (Estella, Verbo Divino, 1994); S. Del PARAMO, Los salmos (Santander, Sal Terrae, 1960); A. PARDO, Orar con los salmos (Barcelona, Regina, 1985); G. RAVASSI, Il libro dei salmi (Bologna, EDB, 1984); Sp. RINAUDO, I salmi, preghiera di Cristo e della Chiesa (Torino-Leumann, ELLE DI CI, 1979); F. VALDENBROUKE, Los salmos y Cristo (Salamanca, Sí­gueme, 1965).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

El libro de los Salmos está compuesto por 150 poemas, que fueron compuestos por el pueblo elegido a lo largo de toda su historia. Producto anónimo de largos siglos de experiencia religiosa y literaria, los salmos constituyen la quintaesencia del A. T. Mientras los demás libros del A. T. recogen principalmente las intervenciones salví­ficas de Dios en favor de Israel, el libro de los Salmos es la respuesta de Israel a la acción de Dios. En los salmos se reflejan todos los Posibles sentimientos y disposiciones por las que atraviesa el alma humana frente a su Dios: gratitud y alabanza por los beneficios recibidos; plegaria en medio de la tribulación; queja frente a las insidias de los enemigos; seguridad y confianza bajo la sombra protectora de Dios; esperanza en su mano liberadora; nostalgia por el templo y la ciudad santa; alegrí­a ante los acontecimientos venturosos, actuales o futuros; lamentaciones motivadas por calamidades de orden privado o público; preocupación ante los problemas y enigmas de la vida.

Debido a esta gran variedad y riqueza de sentimientos, el libro de los Salmos sigue siendo siempre actual. La Iglesia cristiana lo ha adoptado como su libro oficial de oración. No sólo han sido santificados por los labios de Jesús, de su Madre y de los apóstoles, que se sirvieron de ellos para hablar con Dios, sino que, a partir del misterio de la encarnación y de la obra redentora, los sentimientos expresados por los salmos han ganado en profundidad, puesto que la Pasión, la Resurrección y la Eucaristí­a han dado a las relaciones del hombre con Dios una mayor intimidad. – > escrituras.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> oración). Constituyen el más importante de los formularios antiguos de oración no sólo de la Biblia, sino de toda la historia de Occidente. Han sido codificados en el templo de Jerusalén y empleados para el servicio del culto, pero muchos de ellos tienen origen más antiguo, de manera que algunos provienen incluso de textos y tradiciones religiosas de los pueblos del entorno (de Ugarit y Egipo). Hay salmos individuales y colectivos, de acción de gracias y de petición; hay salmos meditativos y narrativos, procesionales y mí­sticos. Muchos de ellos han sido atribuidos al rey David*, gran cantor y músico, según la tradición (cf. 1 Cr 13,8). Pero la mayorí­a son posteriores, muchos de ellos postexí­licos. Las ceremonias sacrificiales del templo de Jerusalén (chivos*) han perdido su sentido para los judí­os y cristianos posteriores; pero, en su conjunto, los salmos siguen siendo un libro de oración fundamental, no sólo para monjes y clérigos, sino para el conjunto de los cristianos y creyentes. No existe quizá otro libro que haya formado y dirigido con más intensidad la vida de los hombres y mujeres de nuestra cultura.

Cf. H. Gunkel, Introducción a los Salmos, San Jerónimo, Valencia 1983; H. J. Kraus, Salmos I-III, Sí­gueme, Salamanca 1993; L. A Schokel y C. Carnut, Salmos I-III, Verbo Divino, Estella 1992; M. Dahood, Psalms I-III, Doubleday, Nueva York 1966.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Son varias las denominaciones con que la Biblia hebrea designa el libro de los salmos, partiendo de la í­ndole de estos pequeños poemas. Tehillim (Phillim) es un plural irregular de la raí­z hll, que significa: “cantos de alabanza” o “himnos”. Ligada a Tehillim encontramos otra denominación: Sefer Tehillim (Sepher Phillim), es decir “libro de cantos de alabanza”. También Tefillott (PtillOt), plural de Tefilla (P filla), que significa “oración'”, se utiliza al menos cinco veces en los tí­tulos de los salmos; pero todo el segundo libro del Salterio se califica como colección de “oraciones”.

La denominación mizmor (wzizmór) es la más afortunada, ya que no sólo se usa como titulo de 57 salmos. sino que es utilizada por los Setenta en la traducción griega con el término psalmós en singular o psalmoi en plural. Mizmor viene de la raí­z zmr y se refiere al instrumento de cuerda.

Para el griego, el códice Vaticano (B) designa la colección como psalmoi, es decir, cantos acompañados de instrumento de cuerda, mientras que el códice Alejandrino (A) la denomina psaltérion, “salterio”, que es el mismo instrumento de cuerda con que se acompañaban estos cantos-oraciones.

Se explica entonces por qué utilizamos en la actualidad tanto la denominación Salterio como la de Salmos.

El libro de los salmos consta de 150 poemas-plegarias. Su numeración sucesiva es distinta en hebreo (TM) y en los Setenta (LXX), versión griega, seguida por la versión latina Vulgata, de la que se deriva lógicamente nuestra numeración litúrgica. Esta diversidad se debe al hecho de que el hebreo (TM) numeró como 9 y 10 el salmo que para el griego (LXX) es uno solo, o sea, el 9.

Así­ pues, hasta el salmo 113 (112 para el griego), el hebreo tendrá un número más respecto al griego y la numeración litúrgica.

Pero además, al final del Salterio, el hebreo (TM) une el 146 y el 147 en un solo salmo; por eso las de)s numeraciones (griega y hebrea) coinciden del 148 al 150.

En cuanto a la numeración, surge además otra dificultad en los salmos ll4-ll6 (numeración hebrea) y 113-115 (numeración griega), y aquí­ el hebreo (TM) divide en dos el 1 14-115, que es el salmo 113 del griego; pero, a su vez, el griego divide en dos, 114 y 115, el único salmo hebreo 1 16. ~ El Salterio está dividido actualmente en cinco libros, sin que sepamos cuál fue el criterio que guió a esta división. Un midrás del salmo 1 (perí­odo talmúdico) escribe: “Lo mismo que Moisés dio a Israel cinco libros de la ley así­ David dio a Israel cinco libros de salmos: el libro de los salmos titulado Dichoso el hombre (Sal 1,1), el libro titulado Para la dirección (Maskil) (Sal 42,1), el libro Un salmo de Asaf (Sal 73,1), el libro Una oración de Moisés (Sal 90,1) y el libro Digan los redimidos del Señor (Sal 1072) (Cf. W G. Braude, The Midrash on psalms, 1, Yale Judaica, Series XIII, New Haven 1959, 5).

Lo cierto es que dentro del Salterio se reconocen algunas divisiones menores; en los perí­odos más antiguos se llevaron probablemente a cabo algunas agrupaciones a partir del contenido.

Se puede afirmar con relativa tranquilidad que el Salterio se fue formando al menos a lo largo de siete siglos, por lo que la fecha de cada uno de los salmos resulta difí­cil de proponer. Los puntos de referencia históricamente más sólidos son: el primer perí­odo de la monarquí­a (siglos IX), la relación con la literatura deuteronómica (siglos VIII-VII) y sacerdotal (siglos VI-V), la afinidad con el lenguaje de cada uno de los profetas en el perí­odo preexí­lico (teniendo presentes las fechas del destierro 5961587-539).

Proponemos a continuación unas indicaciones sobrias sobre los 150 salmos desde la perspectiva de los géneros literarios.

El grupo más consistente lo representan los salmos de “lamentación individual”; son unos setenta. Se concentran casi por completo en la primera parte del libro. Hasta 36 salmos tienen como contexto vital el sufrimiento y la persecución por parte de los enemigos, y algunos otros -entre ellos los salmos 22; 38 y 102- la enfermedad o -en los salmos- 7. 35; 37 y 69- la acusación injusta.

Entre los salmos de “lamentación individual” destacan los “salmos penitenciales” (6; 32; 38; 51; 102; 103; 143), los salmos que presentan al orante envidiando el éxito de los impí­os (37; 48; 73) y finalmente los salmos que se “abandono confiado en Dios” abren al (23; 27; 62; 63; 71; 131).

Los salmos de “lamentación colectiva del pueblo” no son muchos. Podemos citar los salmos 44; 74; 79′, 80; 83; 89, y con temas parecidos los salmos 85; 90; 106v 115, Otro grúpo importante de salmos está representado por los ” salmos de alabanza”, que se encuentran sobre todo en la segunda parte del Salterio. En general, los salmos de alabanza que se encuentran antes del salmo 91 tienen la función de servir de conclusión a cada una de las colecciones, casi como doxologí­as.

Tenemos salmos de alabanza individual (9; 18; 30; 32; 34. 40,1-12; 66,1320; 92; 116; 138) y “salmos de alabanza del pueblo” o colectivos. Entre estos últimos subrayamos los “himnos” o salmos de alabanza descriptivos (8; 19; 29; 33; 57 8-12; 65; 66,1-7,’ 1 13), los salmos de la creación (además de los ya citados 8 y 19, también 104; 139 y 147); los salmos históricos (78; 105. 136,1022); los cantos para las fiestas o liturgias (24. 47. 93,96-99; 118, así­ como 29. , 5 0).

Aparte pueden recordarse los cantos de peregrinación, sobre todo el salmo 122, junto con los cantos de Sión (46; 76; 84; 87) y los salmos reales (2; 18; 20; 21; 45. 72; 101; 1 10; 132).

Es especialmente interesante la oración de alabanza en los salmos: el asombro de no ser el centro del universo, sino sentir la alegrí­a de que hay a Alguien mucho más grande y totalmente distinto de nosotros en la bondad y el amor.

En la “alabanza” se disuelven todos los contrastes y las contradicciones; la vida adquiere unidad y sentido en su recorrido a lo largo de los siglos. Para los salmos de lamentación individual tenemos generalmente cuatro momentos organizados de manera distinta en cada salmo: a) la lamentación propiamente dicha, expresada a menudo en forma de pregunta; b) la invocación-oración a Dios, enriquecida con motivos que solicitan la intervención; c) una proposición adversativa que lleva a una declaración de confianza y de abandono en Dios; d) una conclusión general que, a través de la promesa, hace pasar al orante de la lamentación a la alabanza.

Para los salmos de alabanza del pueblo podemos señalar la siguiente estructura: a) invitación a la alabanza, expresada generalmente en forma imperativa; b) la parte principal presenta las razones de la alabanza, ilustrada muchas veces con imágenes, comparaciones, sí­mbolos, referencias históricas.

L. Pacomio

Bibl.: G. Ravasi, SalmoS, en NDTB, 17481762; J Gibert, SalmoS, en NDL, 1851-1872; L. Alonso SchOkel – C. Carniti, Los salmoS, 2 vols., Verbo Divino, Estella 1992-1993; H, Gunkel, Introducción a los salmoS, Edicep, Valencia 1983; H, Kraus. Teologí­a de los salmoS, Sí­gueme, Salamanca 1985; M. Mannati, Orar con loS salmoS, Verbo Divino, Estella 1994; P. Guichou, los salmos comentados por la Biblia, Sí­gueme, Salamanca 1966: M. Gourgues, Los salmoS y Jesús. Jesús y los salmoS, Verbo Divino. Estella 1993; A. González Lamadrid, El libro de los sa1mos, Herder, Barcelona 1984.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: Introducción: 1. Los salmos y nosotros; 2. Los salmos entre nosotros – I. Algunas nociones útiles: 1. Denominaciones: 2. l,a colección de los salmos – II. Los salmos y nosotros. Aspectos teóricos: 1. Nuestras dificultades: 2. El principio de toda solución: los salmos. oración de Cristo y de la Iglesia; 3. La aportación de las ciencias humanas: a) Las caracterí­sticas literarias funcionales de los salmos, b) El funcionamiento lingüí­stico y poético de los salmos, c) El elemento especifico de una oración que es palabra de Dios – III. Los salmos entre nosotros: 1. El salmo 1: a) Género literario, b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento, c) Lectura cristiana; 2. El salmo 27: 3. El salmo 30; 4. El salmo 39; 5. El salmo 77; 6. El salmo 90 – IV. Conclusión.

Introducción
En el apartado primero (I) examinaremos todos los aspectos que enlazan los salmos con el pasado: autores, fecha, origen y configuración del salterio, que los reúne. Intencionadamente conciso en todo lo que mira a la historia literaria, nuestro estudio intentará preferentemente, considerar los salmos como oración (II) y como medio de expresión para los hombres de nuestro tiempo (lll), según el esquema siguiente:

1. LOS SALMOS Y NOSOTROS – Trataremos de las dificultades que hallamos en la lectura de los salmos y de la necesidad de encontrar una solución, puesto que ciertamente los salmos, ateniéndonos al Nuevo Testamento, son en su conjunto oración de Cristo y oración dirigida a Cristo. Instruidos por la Biblia acerca de la posición privilegiada de los salmos en el culto de la Iglesia, recurriremos a las ciencias del hombre y del lenguaje. En su escuela aprenderemos a poner en contacto textos antiguos con el lector de los tiempos modernos. Efectivamente, las ciencias del hombre y del lenguaje están capacitadas para proyectar su luz sobre esquemas de pensamiento y de expresión que, a pesar de su aparente divergencia, pertenecen a todos los tiempos y a todas las latitudes. Al mismo tiempo, pediremos a estas ciencias que nos inicien en las variantes culturales de superficie yen las constantes de fondo. El elemento especifico e irreducible será evidentemente el ví­nculo que mantienen los salmos con la historia de la salvación. Ellos florecieron en labios humanos bajo la moción del Espí­ritu y a lo largo de una historia guiada a su vez por el mismo Espí­ritu. Entre las diversas páginas de la Biblia, entre la Biblia en su conjunto y la vida humana, existen correspondencias y afinidades que no son únicamente resultado de categorí­as universales antropológicas. El Dios siempre igual compromete a todas las generaciones humanas en una experiencia que les hace volver a vivir el camino de Israel. La historia de Israel, reasumida y condensada en Cristo, es nuestra historia, igual que es nuestra la oración que la acompaña a lo largo de los siglos. En la parte teórica (II) tomaremos, pues, en consideración la sobreimpresión de los salmos en la unidad de un solo plan de salvación, sobreimpresión realizada a través de la concatenación y la interpretación de los dos Testamentos.

2. Los SALMOS ENTRE NOSOTROS – Procederemos simplemente a una lectura práctica -humana y cristiana- de un muestrario de salmos, escogidos por la diversidad de sus géneros y de sus contenidos. A cada texto le aplicaremos los diversos métodos expuestos en la parte teórica: puntos de vista literarios, antropológicos y relectura cristiana (III) [>Experiencia espiritual en la Biblia 1, 6, e].

I. Algunas nociones útiles
1. DENOMINACIONES – En hebreo, el libro de los salmos se llama “libro de las alabanzas” (tehillim, de la raí­z hll, “alabar”). De por sí­ este tí­tulo sólo se adecua a una tercera parte del salterio; por ello es significativo que todo él se inscriba bajo el signo de la alabanza. El hebreo no se olvida de alabar incluso cuando suplica (por ejemplo, salmos 22,2.26; 106,1.47.48). Las denominaciones “salmos” y “salterio” se derivan del griego “psalmoi” (melodí­as) y “psalterion” (instrumento de cuerdas, como la lira o el arpa). En consecuencia, los términos salmos y salterio han llegado a designar, por metonimia, las palabras cantadas y la colección que las contiene.

2. LA COLECCIí“N DE LOS SALMOS – Los salmos contenidos en el salterio (en realidad, el género salmódico se encuentra también fuera de él; por ejemplo, en Ex 15; 1 Sam 2: 2 Sam 1; Job 2, etc.) son ciento cincuenta. La versión griega de los Setenta tiene un salmo más: el 151, incluido con la anotación de “fuera de lista”. A partir del salmo 9 y 10 del texto hebreo (que las versiones han unido en uno solo), la numeración de los Setenta y de las versiones va retrasada en una unidad.

El libro se divide en cinco colecciones, cada una de las cuales termina en una doxologí­a (1-41: 42-72; 73-89; 90-106; 107-150). Las cinco colecciones se distinguen por caracterí­sticas muy externas: semejanzas de géneros literarios, de contenido, de atribución, de función, etc.

Numerosos salmos llevan un tí­tulo cuyo tenor difiere muy frecuentemente en el texto hebreo y en las distintas versiones. En la Iglesia, y en opinión de la crí­tica, los tí­tulos no han revestido nunca la importancia de las composiciones poéticas a que ellos introducen. Por lo que respecta al problema especial de la atribución (si son de David, de los hijos de Coré, etc.), se comparte hoy la opinión de asignar sólo un valor relativo a estas indicaciones. Es cometido de la crí­tica interna y externa confirmar o impugnar tales hipótesis. Mientras hace cuarenta años la exégesis no católica tendí­a a adscribir la mayor parte de los salmos a la época postexí­lica e incluso macabea, casi todos los comentaristas actuales admiten la posibilidad de salmos preisraelí­ticos (!), ulteriormente retocados y readaptados a la fe yavista.

En realidad, la fijación de una cronologí­a para todo el salterio no pasará nunca de ser una empresa en gran medida hipotética.

II. Los salmos y nosotros. Aspectos teóricos
1. NUESTRAS DIFICULTADES – El papel de abogado del diablo en el proceso contra los salmos es fácil. Quien no ha adquirido a fuerza de estudios y de razonamientos cierto número de reflejos correctivos experimenta necesariamente una especie de malestar en rezar salmos. La oración exige que haya concordia entre los labios y el corazón. Pero ¿cómo es posible adaptar a uno mismo oraciones fijadas en su expresión y por su contenido muchas veces lejanas de las preocupaciones actuales? Los salmos contienen fórmulas plásticas referentes a personas, cosas y acontecimientos verdaderamente alejados de nosotros. Moisés, Aarón, su barba, Egipto, el Mar Rojo, el monte Hermón, Moab, Edom, los filisteos, ¿es todo esto actual todaví­a? ¿Y qué decir del lenguaje de los salmos? Los términos más comunes revisten un sentido que se aparta del que se les atribuye en nuestras lenguas modernas. Si la “verdad” de los hebreos no es simplemente la nuestra, si el “corazón” del oriental no corresponde al “espí­ritu” del occidental, ¿cómo podremos entonces rezar con los salmos sin tener que hacer constantemente correcciones mentales?
Otra fuente de malestar es la siguiente: ¿A qué liturgia pertenecen los salmos? ¿Cómo evocar el sacrificio de los carneros cebados, de la sangre de los toros, sin experimentar una sensación de extrañeza? ¿Y qué decir de las insuficiencias doctrinales y morales? Evidentemente, no hay en ellos una sola palabra sobre la Trinidad, sobre el Verbo encarnado, sobre la Iglesia ni sobre los sacramentos. Y algo más grave todaví­a para una sensibilidad educada en el Evangelio: ¿Dónde se refleja en estos textos el perdón de los enemigos? Todo aquel que es declarado culpable es perseguido con odio implacable. Tampoco el inocente, si es hijo del culpable, puede sentirse seguro. ¿Hay algo más horrible que la maldición lanzada por los exiliados judí­os contra Babilonia: “Feliz quien coja y quien estrelle contra la roca a tus pequeños” (Sal 137,9)? ¿Pueden semejantes palabras salir de los labios del cristiano y descender hasta su corazón?
No cabe duda de que el “dossier” en contra de los salmos es muy voluminoso. Los antiguos, espí­ritus menos crí­ticos, se las arreglaban a golpes de alegorí­a y de sentidos acomodaticios, receta mágica que resolví­a fácilmente los textos difí­ciles y escandalosos. El realismo moderno exige que los salmos resulten aceptables en su sentido literal e histórico.

2. EL PRINCIPIO DE TODA SOLUCIí“N: LOS SALMOS, ORACIí“N DE CRISTO Y DE LA IGLESIA – El hecho de que a los ojos de Cristo y de la Iglesia apostólica los salmos poseí­an un valor de oración por excelencia está fuera de toda duda. Cierto que en aquel tiempo era mí­nimo el abanico de posibilidades culturales. Pero era una enorme novedad evangélica. No obstante, Jesús y los discí­pulos nunca consideraron que rezar salmos equivaliera a poner en peligro un vino nuevo en odres viejos. El misterio cristiano encuentra en los salmos su propia expresión connatural. En el umbral del Nuevo Testamento, la Virgen Marí­a reacciona al mensaje que la hace madre del Mesí­as con palabras tomadas del salterio. A través del Magní­ficat resuenan el canto de Ana, madre de Samuel (1 Sam 2), y los cantos de los autores anónimos que compusieron los salmos 89, 98, 107, 111. El Magní­ficat contiene entreverados la expectación y el cumplimiento. La voz de Marí­a resuena mezclada con el coro de Israel. No recita ella, sino que, alimentada por la tradición bí­blica, teje su oración con reminiscencias bí­blicas. Utiliza los salmos como lengua, mostrándose respetuosa con las reglas y, al mismo tiempo, soberanamente creadora. Este es precisamente el secreto de la juventud de los salmos. No piden tanto figurar en el programa de nuestras oraciones cuanto enseñarnos a hablar, a establecer equilibrio y proporción entre la súplica y la alabanza, a ponernos ante los ojos lo que nuestro espí­ritu, demasiado ligado a las impresiones del momento, podrí­a olvidar. La verdadera oración es siempre coral. En lo que tiene de personal, se funde con el coro de la comunidad y de la tradición.

San Agustí­n pudo decir de Jesús: “Christus, iste cantator psalmorum”. Cristo fue el cantor de los salmos por excelencia. Rezó con ellos y… los vivió. No nos equivocamos al imaginarlo adolescente subiendo a Jerusalén en compañí­a de sus padres y cantando con ellos “los salmos de las subidas” (Sal 120-134). Sus últimos instantes se desarrollan como cumplimiento de los salmos. Qué sentido trágico, pero rico en esperanza, asumen las palabras del Hallel (salmos 113-118) en labios de Jesús al término de la última cena (Mt 26,30): “Tomaré la copa de salud, invocando el nombre de Yahvé… Preciosa es a los ojos de Yahvé la muerte de sus santos… Te ofreceré el sacrificio de alabanza…” (Sal 116,13.15. 17). “… No he de morir, mas viviré… La piedra desechada por los constructores, en piedra angular se ha convertido… Este es el dí­a que Yahvé ha hecho; exultemos y gocémonos en él” (118,17.22. 24).

En el huerto de Getsemaní­, Jesús manifiesta su angustia mortal inspirándose en los salmos 42-43: “Triste está mi alma…” (Mt 26,38; Mc 14,34; cf Jn 12,27). En la cruz, en el instante de expirar, grita con el salmo 22: “Dios mí­o, Dios mí­o, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46; Mc 15,34), y con el salmo 31: “Padre, en tus manos encomiendo mi espí­ritu” (Lc 23,46).

Cristo no sólo citó y vivió los salmos. Maestro y objeto de toda exégesis, él mismo los interpretó con autoridad. Las últimas instrucciones que dio a sus discí­pulos son una lección de exégesis: “Era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito acerca de mí­ en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc 24,44). Anteriormente, para insinuar el misterio de su persona y la preeminencia que lo sitúa por encima de David, recurre al salmo 110: “Pues si David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo?” (Mt 22,45). La argumentación de Jesús ante el sanedrí­n funde dos citas tomadas del salmo 110 y de Dan 7,13: “Veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo” (Mt 26,64). Por lo demás, sus discursos están salpicados de referencias y alusiones a los salmos: Mt 5,5=Sal 37.11; Mt 5,35=Sa1 48,3; Mt 7,23=Sal 6,9; Mt 8,8= Sal 107,20; Mt 16,27= Sal 62,13; Mt 18.12=Sal 119, 176; Le 10,19= Sal 91,13; Le 19,44=Sal 137,9; Le 21,25=Sal 65,8-9.

Por su parte, los apóstoles, responsables de la Iglesia, confirman su predicación con testimonios escriturí­sticos que demuestran la mesianidad de su Maestro. El salmo 22, que rezó Cristo en la cruz, se convierte en la clave de lectura de todo el acontecimiento pascual.

Muerto en la cruz y resucitado, a este hecho corresponden los dos versí­culos antitéticos: “Oh Dios mí­o, ¿por qué me abandonaste?” (v. 2) y “Vivirá mi alma para él, para él mi raza” (v. 31). De aquí­ el uso del salmo 22 en las narraciones de la pasión: Mt 27,39 =Sal 22,8; Mt 27.43=Sal 22,9; Jn 19,24=Sal 22,19. Otras referencias muestran en Cristo al hombre que se ha hecho solidario de todo el sufrimiento humano. “El tomó nuestras flaquezas” (Mt 8,17) condensa en la persona del Salvador la tribulación universal y la oración de la humanidad en pugna con el dolor. El es el justo que sufre, él es el perseguido sin razón alguna, él es el desterrado; pero también es el manso y el pobre. El Salvador recapitula estas situaciones distintas y las revive a su manera, es decir, a la manera del Hijo de Dios (Sal 22,23, cf Heb 2,12; Sal 27,12; 35,11, cf Mc 14,56s; Sal 40,7-9, cf Heb 10,5-10; Sal 69,5, cf Jn 15,25; Sal 69,22, cf Mt 27,34; Sal 78,2, cf Mt 13.35; Sal 18,50 cf Rom 15,9).

La razón decisiva por la que los salmos seguirán siendo la oración de la Iglesia es el puesto que ocupan en la conciencia de Cristo y en la predicación de la Iglesia apostólica. Los salmos se vinculan con el mensaje evangélico mediante una ligazón consustancial. No es posible dejarlos caer en el olvido sin mutilar la imagen de Cristo y sin privar a la Iglesia de un medio de expresión privilegiado.

Por otro lado, los salmos, oración de Cristo, se han convertido rápidamente en oración dirigida a Cristo. ¿No consideró el mismo Jesús como alabanza a Dios las aclamaciones dirigidas a su persona? Cuando los fariseos, los sacerdotes y los escribas se indignan por los gritos de entusiasmo de la multitud, él les responde: “¿No habéis leí­do: De la boca de los niños y de los lactantes te procuraste alabanzas?” (Mt 21,16; cf Sal 8,3). Aclamar a Cristo significa, por lo tanto, alabar a Dios. La Iglesia ha aprendido la lección. Basta abrir cualquier página de un misal para constatar el hábito de referir a Cristo pasajes del salterio. Se trata de una costumbre autorizada por el ejemplo del Nuevo Testamento (Heb 1,3= Sal 104,29x; Ef 4,8= Sal 68.19; 1 Pe 2,3=Sal 34,9).

3. LA APORTACIí“N DE LAS CIENCIAS HUMANAS – Tres causas contribuyen a conferir a una obra literaria su forma propia: el genio del autor, el ambiente cultural y lo eterno humano. El anonimato de los salmos reduce prácticamente a cero la posibilidad de identificar a sus autores. Por el contrario, los aspectos culturales permiten en grado suficiente reconstruir su ambiente sociológico y determinar, al mismo tiempo, las caracterí­sticas literarias que de él se derivan. Por último, el análisis propiamente lingüí­stico y poético nos revela lo “eterno humano”. Nos detendremos más en este último tipo de dnálisis, que se encuentra todaví­a en sus comienzos, al menos entre los exegetas. En consecuencia, de las tres causas que concurren a la creación literaria, examinaremos la segunda y la tercera; es decir: a) las caracterí­sticas literarias funcionales; se trata de recoger el mí­nimo de informaciones necesarias para discernir lo que en la estructura de los salmos se explica en base a condicionamientos religiosos; b) el funcionamiento lingüí­stico y poético de los salmos’. Examinados a la luz de las leyes de la comunicación humana, los salmos, arrancados al pasado, nos resultarí­an connaturales y asimilables; e) añadiremos, finalmente, un tercer punto, que tiene en cuenta su pertenencia a la tradición bí­blica: la relectura cristiana.

a) Las caracterí­sticas literarias funcionales de los salmos. Los textos bí­blicos presentan el detalle particular de constituir en su totalidad una literatura funcional. Queremos decir con esto que en todos los niveles de su composición (estructura, forma y contenido) responden a las necesidades de expresión de la comunidad. La necesidad que el pueblo siente de alabar a Dios da lugar al género literario del himno. El canto coral implica varias particularidades estilí­sticas y estructurales: invitatorio, forma litánica, invitatorio, respuesta, etc. Los grandes temas de la fe repercuten en el contenido. Existe, por tanto, una interacción constante entre la situación religiosa y sociológica, que crea la necesidad de expresión, y la forma literaria, que lo satisface. H. Gunkel (1862-1932), indiscutible iniciador del método de las formas, enumera, en consecuencia, tres criterios que, superponiéndose unos a otros, indican la presencia de un género literario: a) una situación especí­fica en la vida del pueblo (Sitz im Leben); b) un tesoro común de formulaciones y de motivos; c) una atmósfera espiritual idéntica. En pocas palabras: las llamadas que surgen de la vida crean y modelan toda la producción literaria.

Entre los géneros literarios mejor representados, enumeremos:

†¢ Los himnos. Su finalidad es alabar al Señor por las gestas que llevó a cabo en la creación y en la historia. En esta categorí­a se clasifican ordinariamente los salmos 8; 19; 29; 33; 65; 67; 100; 103; 104; 105; 111; 113; 114; 135; 136; 145; 146; 147; 148; 149; 150. En general, comienzan con un invitatorio que responde a las exigencias de la oración coral. El precántico abre la celebración: “Alabad el nombre de Yahvé; alabad, siervos del Señor…” (Sal 135,1; cf 29,1; 33,1; 66,1-3; 105,1ss; 117,1). Sigue el cuerpo del himno, que enumera de forma bastante libre los motivos de la alabanza. Frecuentemente, el himno termina con un nuevo invitatorio, que amplí­a la introducción con alguna variante. Así­, por ejemplo, el salmo 103,1,22:

“Bendice a Yahvé, alma mí­a…”.

“Bendecid a Yahvé todas sus obras
en todos los lugares de su imperio.

Bendice a Yahvé, alma mí­a”.

El himno se desarrolla tanto bajo la forma de proclamación (estilo indirecto, dirigido a la asamblea) como bajo la forma de aclamación (estilo directo, dirigido al Señor).

A los himnos es conveniente unir los salmos de alabanza indirecta, que exaltan al Señor por su presencia en medio del pueblo en el templo: cánticos de Sión (46; 48; 76; 87) y cánticos de peregrinación (84; 121; 122; 125; 126). También los salmos reales presentan una andadura hí­mnica. Mediante el ungido del Señor se eleva al Rey de reyes la alabanza (Sal 2; 18; 20; 21; 72; 101; 132; 144,1-11). Por último, el mismo Señor-Rey constituye el objeto de un género literario particular, que ha sido denominado como “salmos de entronización” (47; 93; 96-99). Yahvé es, sin duda, Dios desde siempre y para siempre; pero su dominio universal se hace visible en la historia tan sólo por etapas. Así­ pues, toda nueva manifestación clamorosa del poderí­o de Yahvé es equivalente a una entronización. En efecto, el culto comprende procesiones y acompañamientos del arca de la alianza, que son la celebración litúrgica de gestas históricas. El eco de estos traslados del arca, que simbolizan una entronización, puede encontrarse en los salmos 24; 47; 132. El salmo 47 y el salmo 24 llevan especialmente visibles las huellas de su uso ritual:

“Dios sube entre clamores,
Yahvé, al clamor de la trompeta:
¡Cantad a nuestro Dios. cantad:
cantad a nuestro Rey, cantad!
¡Cantad a Dios un himno!” (Sal 47,6-7).

“¡Oh puertas, levantad vuestros dinteles;
alzaos. puertas eternas,
que entre el Rey de la gloria!
¿Quién es el Rey de la gloria?
Yahvé, el fuerte, el poderoso;
Yahvé, poderoso en el combate…

Yahvé Sebaot es el Rey de la gloria” (Sal 24,7-10).

De la entronización de Yahvé a la escatologí­a no hay más que un paso. La escatologí­a es la venida del Señor; la venida triunfante y decisiva, acompañada del juicio: “El juzgará al mundo con justicia, a los pueblos con su fidelidad” (Sal 96,13).

El ambiente originario de los himnos es, por tanto, el culto en toda su variedad.

†¢ Las súplicas individuales. Se trata del género literario más representado en el salterio (Sal 3; 7; 13; 17; 22; 25; 26; 27; 31; 35; 38; 39; 42s; 54; 57; 59; 77; 88; 123; 140; 141; 142; 143). Un miembro de la comunidad manifiesta su lamento en presencia del Señor. La mayorí­a de las veces es objeto de amenazas o de persecuciones por parte de terceras personas. La enfermedad y las persecuciones suelen ir, por lo demás, unidas, ya que en la antigüedad el hombre enfermo se consideraba abandonado por Dios. Las humillaciones y la imposibilidad de obtener justicia se convierten pronto en su pan cotidiano. De ahí­ la temática de las súplicas individuales: declaración de inocencia, descripción de la desgracia padecida, invocación del Señor, certidumbre de ser escuchado y, alguna vez, oráculo de salvación anunciado por un oficiante. También es posible que algunos salmos de súplica hayan tenido como ambiente vital y socio-religioso un tribunal instalado en el templo. De hecho, el orante, además de la propia disculpa, cuenta con el castigo que ha de venir a quien le ha ofendido (Sal 3,8; 5,10s; 7,16; 11,16; 17,13-15; 63,10s). El momento del socorro, que se da por descontado, es la mañana (Sal 5,4; 30,6; 57,9; 59,17, etc.) o bien la hora del sacrificio (Sal 141,2). Un género literario parecido a la súplica es el salmo de confianza (Sal 4; 16; 23; 27; 62; 131).

†¢ Las acciones de gracias individuales. Toda súplica escuchada desemboca naturalmente en la acción de gracias. La diferencia entre el himno y la acción de gracias radica en el hecho de que el segundo de estos géneros literarios va ligado a la situación personal del orante. El Señor le ha liberado de tal o cual tribulación concreta. Al igual que el lamento, también la acción de gracias se acompaña a veces de un ritual sacrificial (Sal 66,13ss; 107,22; 27,6). Los salmos se abren con una exhortación a la alabanza que el orante se dirige a sí­ mismo: “Te exaltaré, oh Yahvé, con todo el corazón” (Sal 9,2s; 18,1s; 30,2; 34,2s…). Por lo demás, la acción de gracias es semejante al himno.

†¢ Los salmos de súplica nacional. Algún que otro salmo parece vinculado al ritual de los grandes dí­as de ayuno, celebrados por la comunidad con ocasión de calamidades públicas, guerras, epidemias o sequí­as (Sal 44; 66,3-7; 74; 79; 80; 83; 89,31-52; 94,1-7). La introducción se dirige a Dios, preguntándole por los motivos del desastre ocurrido: “¿Por qué?” (Sal 44,24s; 74,1), “¿Hasta cuándo?” (Sal 79,5; 80,5; 89,47). A veces se llega incluso a formular abiertamente ciertas palabras de crí­tica (Sal 44,10; 60,3,12; 95,15, etc.). El pueblo se lamenta de su suerte, que le cubre de vergüenza a los ojos de las naciones. Por último, se establece una contraposición entre el presente y el pasado. Dios ha abandonado a su pueblo.

†¢ Las súplicas y las acciones de gracias colectivas. En el salterio, estos dos géneros literarios ocupan un puesto de importancia secundaria (Sal 12; 60; 65; 67; 74; 79; 80; 85; 90; 118; 123-126; 137).

Señalemos a tí­tulo informativo algún otro género literario de menor importancia: las liturgias de entrada (15; 24), las requisitorias por la ruptura de la alianza (50; 78; 81) y los salmos sapienciales (1; 32; 34; 37; 99; 112; 128).

El conocimiento de los géneros literarios resulta útil para el uso actual de los salmos, en cuanto que da cuenta de diversas caracterí­sticas literarias superficiales. Además, ciertas situaciones vitales de los salmos tienen su correspondencia en el culto de la nueva alianza, que comprende a su vez ritos de alabanza, de acción de gracias, de súplica, etc.

b) El funcionamiento lingüí­stico y poético de los salmos. Los géneros literarios que hemos enumerado hunden sus raí­ces en un contexto cultural y sociológico, y es posible reconocerlos por la repetición de estructuras y de formas tijas. En última instancia, semejantes afinidades se explican sobre la base de una ubicación y función idénticas en la vida del pueblo. Debemos, sin embargo, profundizar más, con el fin de captar los rasgos literarios que ya no son fruto de las diferentes situaciones sociológicas, sino que van directamente unidos a las funciones de la comunicación humana.

Veamos del modo más breve y simple posible los factores y las funciones de la comunicación humana.

Seis son los factores que entran en juego en la comunicación lingüí­stica: emisor, receptor, mensaje, contexto (objeto del mensaje), código (lenguaje) y canal. Cada uno de estos factores da lugar a una función. En cuanto que el mensaje sirve al emisor para hablar de sí­ mismo, entra en juego la función expresiva. Cuando el emisor se esfuerza por obtener del receptor una respuesta dada de acción y de comportamiento, semejante impacto del discurso sobre el receptor hace que surja la función conativa. La función que tiene por finalidad transmitir informaciones recibe el nombre de referencial. Puede suceder que los interlocutores tengan que consultarse sobre el sentido de las palabras utilizadas. En tal caso ejercen la función metalingüí­stica, que corresponde al factor código. Ciertas palabras son intercambiadas únicamente para verificar si los interlocutores han establecido contacto recí­proco. El factor contacto pone en movimiento la función que se denomina fálica. Por último, sólo queda la función poética, que consiste en la transfiguración del factor mensaje: el mensaje, poetizado, atrae la atención sobre el uso de las palabras antes de conducirnos al sentido de las mismas. Todos los procesos de poetización se proponen constituir el mensaje en imagen de su sentido. El mensaje que ha sufrido la transformación de los procesos poéticos irradia el esplendor del significado que le es propio. Piénsese, por ejemplo, en Is 11, que habla de la paz escatológica. El texto no se limita a anunciarla, sino que la manifiesta a nuestro espí­ritu bajo las imágenes del león amansado y de la ví­bora juguetona.

Como conclusión, los dos recuadris siguientes, que pueden superponerse, indican los seis factores y sus respectivas funciones:

FACTORES

Emisor
Contexto
Receptor

Mensaje

Canal

Código

FUNCIONES

Expresiva
Referencial
Conativa

Poética

Fática

Metalingüí­stica

El lenguaje eminentemente expresivo es lí­rico. El que lo es prevalentemente conativo es dramático. El que destaca como referencial es épico. Lí­rica, drama y épica no constituyen tres géneros, sino tres formas naturales básicas. De todo esto se deduce el esquema siguiente:

Funciones
Objetos
Sujetos
Formas básicas
expresiva
sentimientos, deseos
yo
lí­rica
conativa
comportamientos
diálogo
dramática
referencial
relatos, informaciones
él, ello
épica

En la lí­rica se expresa el hombre; en el drama se enfrenta y se confronta con sus semejantes; en la épica relata. La aplicación de las formas básicas a la lectura de los salmos aparece de pronto llena de promesas. Los salmos sirven para expresar sentimientos: confianza, humildad, esperanza, temor, etc. La oración es una lucha dramática que pone al hombre en pugna con Dios; por una parte, el hombre, oscilando entre la fe y la duda, entre la aceptación y la resistencia; por otra, Dios, cuya voz se hace cada vez más apremiante, solicitante y amenazadora. La oración salmódica no tiene nada de monólogo sobre Dios, sino que es un diálogo realizado en lo más vivo de un drama en plena evolución. Por último, los salmos tienen un aspecto narrativo. El pueblo narra las gestas de Dios y las comunica a las nuevas generaciones como si se tratase de un evangelio.

Las técnicas de poetización sirven para imprimir mayor valor lingüí­stico al mensaje. ¿De qué manera? El lenguaje poético no se limita a transmitir informaciones, sino que retorna incesantemente sobre sí­ mismo. La repetitividad constituye la esencia del discurso poético, que va adquiriendo mayor densidad mediante la acumulación de equivalencias. La clave de su interpretación consiste, por tanto, en hacer el inventario de todos los fenómenos recurrentes y en examinar por qué “constituyen un sistema”. Expliquémonos con un ejemplo fácil, limitándonos a las observaciones posibles a través de un trabajo de traducción:

“No se infla, oh Yahvé, mi corazón, ni mis ojos se engrí­en; no voy buscando cosas grandes, que me vienen anchas. No; en silencio y en paz guardo mi alma como un niño en el regazo de su madre.

Igual que un niño destetado, está mi alma en mí­.

¡Espera, Israel, en Yahvé desde ahora y por siempre!” (Sal 131).

Incluso una lectura superficial pone de relieve que hay en este texto cuatro términos o expresiones relacionadas entre sí­ por un significado: corazón – mirada – “no voy buscando”… (equivalente a “pie”) – alma. ¿De qué forma constituyen un sistema estos cuatro términos? ¿En qué sentido contribuye la identificación de la relación que los une a la comprensión espiritual y existencial del salmo?
El movimiento parte de la intimidad: del corazón, sede de la reflexión (Dt 29,3; 1 Re 3,12; Prov 10,8). A partir de aquí­ sigue la trayectoria hasta la frontera que separa lo interno de lo externo: la mirada, los ojos. Estos son los órganos mediante los cuales el sujeto se abre al mundo; es decir, son los informadores del juicio y de la decisión. La imagen del camino (“no voy buscando…”), en tercera posición, significa la exteriorización puesta en práctica. En la Biblia, camino es sinónimo de conducta moral. Tras la reflexión y el juicio surge, por tanto, la acción. El salmista niega que se haya dejado arrastrar a cualquier acto desconsiderado de vanidad o de orgullo. El no ha traspasado los lí­mites. En este punto, el movimiento cambia de sentido y vuelve hacia la intimidad, hacia el centro del alma. Alma equivale aquí­ a la conciencia psicológica, a cuyo nivel se suceden los pensamientos y los sentimientos. Estos estados fluctuantes no afectan al equilibrio adquirido por el yo profundo. En conclusión, los cuatro elementos (corazón, ojo, pie y alma) son los componentes de un todo, que es la persona del salmista bajo los diversos aspectos del pensamiento, del juicio, de la acción y de la reflexión unificadora.

La identificación y el análisis del sistema que constituye la estructura semántica del salmo 131 nos lleva a la siguiente lectura sintética: el salmista habla de la paz espiritual que se deriva de la unidad interior. La imagen del niño destetado permite comprender que tal unidad no se adquiere sin luchas, sino que es fruto de una crisis superada. En sus pensamientos, en sus juicios y en sus acciones, el salmista ha sabido guardarse de la presunción. Reconciliado perfectamente con sus propios lí­mites, se queda en su situación de criatura. De hecho el salmo empieza y termina con la mención de Yahvé. Todo el esfuerzo de unificación y de recogimiento se desarrolla bajo la mirada del Señor.

En el salmo 131 disponemos de un segundo sistema de términos que cuadra perfectamente con el primero: el paradigma del orgullo: enorgullecerse – elevarse – grandes cosas – superiores. El enemigo de la paz interior es el orgullo. Estar uno delante de Dios es la felicidad.

El breve ejemplo del salmo 131 nos muestra que el método consiste esencialmente en volver a encontrar los elementos determinantes que sirven de apoyo al movimiento del texto. El salmo, analizado y seccionado, vuelve a tomar vida en la meditación actualizante. El orante moderno, olvidando la formulación precisa -y lo que ella podrí­a tener de arcaico-, avanza en su reflexión a lo largo de los ejes de significado que el salmo le proporciona. Así­ pues, la oración antigua y la oración moderna no coinciden tanto por medio de las palabras cuanto por la conexión de los contenidos. Ambas siguen una misma trayectoria. Quien hoy dí­a lee el salmo 131 no encuentra dificultad en enriquecer los términos clave con toda la aportación de las ciencias modernas. ¿Cuáles son las tentaciones que hoy dí­a lanzan al hombre por el camino de la desmesura y le hacen perder su identidad?
Pero, a decir verdad, los salmos nacieron de una experiencia especí­fica que los sustrae a la jurisdicción exclusiva de las ciencias humanas. En la sucesión de épocas y de acontecimientos, Israel (y la Iglesia) ha percibido la coherencia de un plan y el desarrollo de un orden. Los salmos recogen precisamente las palabras con que Israel ha intentado interpretar la historia y dialogar con Dios.

c) El elemento especifico de una oración que es palabra de Dios. El NT es la transposición y la transfiguración del AT. Aquél supera a éste, a la vez que lo completa. Apliquemos este punto de vista a la interpretación del salmo 131.

Existe, ante todo, la posibilidad de enriquecer los términos clave con el sentido que revisten en el NT. El corazón: “… del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios” (Mt 15,19s). De la abundancia del corazón habla la boca (Le 6,45). El hombre vale lo que vale su corazón (Mt 6,21). Jesús promete la visión de Dios a los corazones puros (Mt 5,8). Del corazón a los ojos: “El Dios de nuestro Señor Jesucristo… os conceda espí­ritu de sabidurí­a y revelación… y que ilumine los ojos de vuestro corazón” (Ef 1,17s). Del juicio a la acción: el camino. La misma vida cristiana recibe el nombre de “camino” o “ví­a” (He 9,2; 18,25; 24,22). La unidad interior: “La paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos” (Flp 4,7). Para dar cuerpo al tema del orgullo baste con citar a Le 1,51: “Ha confundido a los engreí­dos en el pensamiento de sus corazones”. El Nuevo Testamento ofrece, pues, material abundante para comentar el Salmo 131.

En un segundo momento, es interesante establecer la comparación entre el salmo 31 y el Magnjficat. La actitud de Marí­a en la anunciación es la realización perfecta del salmo: conciencia serena de la debilidad humana, visión llena de estupor ante la grandeza de Dios. El salmo 131, aplicado a Marí­a, se transforma de texto en vida. La doctrina se hace ejemplo. El ejemplo lleva a la imitación. A quien objete que hemos rebasado el sentido literal respondemos: ciertas páginas de la Biblia remiten a un mismo misterio de fe, aunque falten las dependencias literarias. Dios da su gracia al pobre y rechaza al orgulloso. En este profundo nivel de sentido podemos establecer una comparación entre páginas muy dispares, como son las de la lucha de David contra Goliat (1 Sam 17), las de la unción de David (1 Sam 16) y la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14).

En este párrafo, dedicado a la actualización cristiana de los salmos, permí­tasenos volver al tema de los salmos cuyo sentido obvio choca con la perfección evangélica y, sobre todo, con la caridad. ¿Es posible rezar los salmos de Imprecación en un sentido cristiano? La solución extrema consistirí­a en prescindir pura y simplemente de los pasajes más escandalosos. Por nuestra parte, no pensamos que el remedio consista en la censura. Existe la posibilidad de dejar hablar a textos incriminados siempre que se presentan y prestarles plena atención. Los salmos de imprecación están allí­ para recordarnos que en cualquier momento y en cualquier lugar se elevan al Señor gritos semejantes, que surgen de un exceso de sufrimiento. El cristiano, lejos de taparse los oí­dos, repetirá aquellas imprecaciones no para dirigirlas a Dios, sino a su propia conciencia. Se preguntará en qué medida ha contribuido a provocarlas con sus faltas personales y sus compromisos con un mundo opresor. Intentará unirse a toda acción tendente a restaurar un orden de justicia. Cuando estas imprecaciones hayan cesado de resonar en los labios de los hombres, habrá llegado el momento de cancelarlas también del libro de los salmos.

III. Los salmos entre nosotros
Nos proponemos presentar algún ejemplo de lectura. Lo más importante no es proporcionar el mayor número de informaciones posibles, sino iniciar enun método que uno habrá de aplicar por su cuenta según su propia preparación. En cada salmo indicaremos: a) su género literario junto con los rasgos estilí­sticos y de contenido que lo identifican; b) la organización y el movimiento del texto; c) la lectura cristiana del mismo.

1. EL SALMO 1 – a) Género literario. El salmo 1 es de los que se llaman sapienciales. La preocupación principal de la corriente de la sabidurí­a es promover la felicidad del hombre: “Porque es Yahvé el que da la sabidurí­a y de su boca procede la ciencia y la inteligencia… Vigila el camino de sus fieles… Entonces tú comprenderás la justicia, la equidad y la rectitud y todos los caminos del bien” (Prov 2,6-9). No se trata de una felicidad egocéntrica, sino abierta a todo lo que rodea al hombre: Dios, el prójimo, las realidades de la vida.

La orientación sapiencia] del salmo se desprende ya de sus primeras palabras: “Dichoso el hombre…”. Y, además, concluye con un proverbio en toda regla: “Yahvé conoce el camino de los justos, mas la senda de los impí­os se pierde” (v. 6). Los temas tocados aquí­ vuelven a entrar de lleno en la perspectiva de una vida feliz. Todo lo que emprende el justo tiene éxito. En realidad, el salmo 1 no tiene nada de mecanicista. El justo no ve que sus propias obras tienen éxito feliz tan sólo porque es justo. Su buen resultado es fruto del discernimiento. El no emprende más que acciones conformes con los designios de Dios. Su interpretación de la ley no es legalista, sino que inspira un proyecto de vida.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. Todo el salmo intenta caracterizar al justo y al impí­o por recí­proca contraposición. Mientras el justo produce frutos y permanece en pie, el impí­o se pierde en la nada de sus propias acciones.

Observamos aquí­ cuatro sistemas’: aa) El simbolismo de los elementos cósmicos: aire, tierra y agua. El viento, sí­mbolo de inestabilidad y de esterilidad, se aplica al impí­o, comparado con la paja. La tierra, implicada en la imagen del árbol plantado a lo largo de los rí­os, se aplica al justo. La tierra, universo del hombre, será fértil por la presencia del principio fecundante del agua. Lo que corresponde al agua es la ley. De aquí­ las siguientes equivalencias: paja al viento = los impí­os: los árboles plantados a lo largo de los rí­os = los justos que meditan en la ley. bb) Los elementos temporales del salmo: tiempo lineal=la maduración; tiempo cí­clico =dí­a y noche; tiempo cí­clico y lineal= estaciones y recolección. Para el impí­o el tiempo no hace más que girar sobre sí­ mismo pasando de un vací­o a otro. El justo sabe dar sentido a los ritmos del tiempo (dí­a y noche) a través de un proyecto unificador. La recolección pone el punto final a la larga espera de la maduración. De forma simétrica, la dispersión de los impí­os señala el último estadio de las actividades agrí­colas estacionales: el aventamiento del grano. La recolección y la siega hacen sonar la hora de lo irreparable, la criba del juicio. cc) Elementos de cantidad: el justo empieza siendo un solitario, es “el hombre que no…”, el no conformista y marginado por la sociedad. Los impí­os, que inicialmente forman la masa, acaban en la dispersión. dd) Los movimientos y las posiciones: seguir – ir por – sentarse; ser dispersados – no aparecer – perderse. El primer paradigma (seguir – sentarse) da plasticidad a las posiciones morales del justo por medio de diversos movimientos y de actitudes corporales que en su conjunto dibujan un camino, una puesta en marcha y una llegada. El comportamiento del hombre -quiéralo o no-es también una marcha. Sus acciones le llevan a la vida o a la perdición. El segundo paradigma (ser dispersados – no aparecer – perderse) multiplica los sinónimos que actualizan la idea de inestabilidad, vinculada al simbolismo del viento. El camino de los impí­os se pierde después de haber perdido a quienes lo seguí­an.

El movimiento del pensamiento que resulta de la función de los paradigmas puede resumirse de la forma siguiente: el salmo 1 es una meditación sobre opciones existenciales fundamentales. Vemos así­ cómo se diseña -evocado en pocas palabras- el escenario de la existencia humana: tierra, agua, viento (para indicar el espacio), dí­a, noche y estaciones (para indicar el tiempo), plantación, fruto, hojas, paja (para indicar las manifestaciones de la vida). Después, el interés se sitúa en el camino, sí­mbolo de opción y de progreso. Contemplada sobre el trasfondo del cosmos, la felicidad del justo aparece como su cumplimiento y armoní­a.

c) Lectura cristiana. El mensaje que hemos deducido del salmo puede aplicarse válidamente de manera inmediata. Sin embargo, el recurso al Nuevo Testamento, a sus textos y a sus estructuras vitales permite enriquecer ulteriormente su sentido. Aquí­ nos limitamos a proponer la relectura que nos sugiere L. Alonso Schiikel’. Se puede recitar el salmo sin cambiar palabras y dentro de un horizonte ilimitado, que abarca a la humanidad entera. El simbolismo del camino asume un significado nuevo a la luz de.las palabras de Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús, ley viviente, nos incorpora a él en su camino hacia el Padre (cf Jn 13,1). El juicio es confiado a Cristo. La historia de la Iglesia toda ella no es sino la historia de su peregrinación hacia la morada del Padre.

2. EL SALMO 27 – a) Género literario. Muchos exegetas consideran que hay que dividir el salmo en dos partes autónomas, unidas accidentalmente. Los versí­culos 1-6 formarí­an un cántico individual de confianza, mientras que los versí­culos 7-13, salpicados de notas negativas, pertenecerí­an al género de la súplica individual. En cualquier hipótesis, el versí­culo 14 no es pronunciado por los labios del orante, sino que representa el oráculo sacerdotal de salvación otorgado en respuesta a la súplica. Nuestro análisis considera el salmo como un párrafo unitario, aunque esté elaborado con dos géneros literarios distintos. La dualidad de los géneros refleja una particularidad de contenido. El salmista pasa por dos estados espirituales opuestos, según que se dirija a los hombres (vv. 1-6) o a Dios (vv. 7-13). Tranquilo ante los hombres y temeroso ante Dios. ¿No es ésta quizá la condición de muchos predicadores?
b) Sistema del texto y movimiento de las ideas. La primera parte del salmo trabaja esencialmente con dos series de imágenes: la guerra ofensiva y el refugio. Por un lado, los malvados avanzan en filas compactas para suprimir al que hace oración. Pero el salmista no teme ni aunque se viera atacado por todo un ejército. En efecto, Yahvé es para él una defensa infranqueable. Al término “defensa” le siguen varios otros, que indican el templo, la casa del Señor, palacio, cabaña y tienda’. Adviértanse las dos últimas denominaciones, que sustituyen el edificio de piedra por morada móvil y provisional del éxodo. Efectivamente, en la segunda parte (vv. 7-13) el orante pide al Señor que le guí­e “por el camino recto”. Los grandes temas de la historia de Israel son trasladados al creyente, que se sitúa en estado de éxodo. En cuanto a los adversarios, mendaces y perjuros, no son ya comparados a un ejército en formación de combate, sino a una banda que tiende emboscadas (sóreray, v. 11). Otra transformación: a los salteadores de los vv. 2-3 corresponden el padre y la madre que descuidan el cumplimiento de sus deberes (v. 10). El bueno no vale más que el malo cuando traiciona su propia naturaleza.

Las dos partes del salmo forman, por lo tanto, dos cuadros simétricos, que manifiestan así­ una evidente unidad. Dios, paradójicamente, pone al mismo tiempo a sus fieles al resguardo y al descubierto (v. 4: el palacio; v. 13: la tierra de los vivientes). El ví­nculo que concilia estos dos sí­mbolos opuestos es el templo, que a los ojos de la fe sigue siendo la tienda del éxodo. Ir al templo, al espacio de Dios, significa ser enviado al espacio del hombre, al camino del éxodo, con Dios y hacia Dios.

e) Lectura cristiana. El cristiano ya no tiene necesidad de buscar la casa del Señor fuera de sí­ mismo. Su cuerpo, juntamente con la Iglesia, es templo de Dios (1 Cor 7,19). El salmo enseña al creyente en primer lugar a mantenerse en un justo equilibrio entre la contemplación y la acción, entre saborear la dulzura de Dios (v. 4) y avanzar por un camino recto (v. 11). Dios invita a la acción (In 15,2; Ef 2,10; Flp 1,11).

3. EL SALMO 30 – a) Género literario. El salmo 30 pertenece al género literario del agradecimiento o de la acción de gracias individual. Su estructura es sencilla y clara. El versí­culo 1 contiene el tí­tulo, ciertamente no auténtico. En los vv. 2-4 el salmista se anima a sí­ mismo a alabar al Señor. Los vv. 5-6 invitan a la asamblea a unir su voz a la del salmista. Los vv. 7-13 desarrollan varios motivos de acción de gracias. El v. 3 hace suponer que el peligro ya conjurado ha consistido en una enfermedad mortal.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. El salmo choca desde el principio por el modo en que multiplica los términos antitéticos. Todo par de conceptos opuestos consta de un polo disfórico y de un polo eufórico. El salmista, para decir que ha sido salvado, aplica una lista de términos negativos, anulados o sustituidos por sus contrarios positivos: bajada a la tumba/ resucitar; cólera de un instante/bondad de toda la vida; llanto de la tarde/alegrí­a de la mañana; abismos/monte; lamento/danza; saco/vestido de alegrí­a.

La enfermedad ha sido una bajada al seol. Tumba, cólera, llanto, tarde, lamento y saco componen el paisaje fí­sico y espiritual de esta condena. Por el contrario, la curación es una ascensión desde el seol, celebrada al surgir el alba con danzas y gritos de alegrí­a. El poeta habla en sí­mbolos. Evoca a Dios a través de la percepción que tiene del mundo. Tales correspondencias entre realidad cósmica y realidad espiritual son universales, porque corresponden a la necesidad innata de encontrar la continuidad de lo real. En realidad, el universo no es verdaderamente él mismo más que cuando todas las cosas se convierten en reflejos e imágenes.

El movimiento del salmo es, en consecuencia, el siguiente: la vida humana sabe de alternancias extremas entre sufrimiento y alegrí­a. Lejos de constituir la señal de un destino caprichoso e incontrolado, se insertan en el cuadro de un diseño concertado, coherente y positivo. Sin embargo, sólo una vez superada la crisis, lo que tiene la vida de negativo vuelve a revelar su valor y sentido propios.

c) Lectura cristiana. Cristo tomó sobre sí­ la vida humana con sus antí­tesis más agudas: alegrí­a exultante y tristeza mortal. De manera semejante superó y reconcilió la muerte y la vida en el misterio único de la resurrección. No hay estado de conciencia o fí­sico que no pueda ser vivido en Cristo. En último término, vienen en nuestra ayuda las palabras de san Pablo: “Pues el peso momentáneo de nuestras tribulaciones produce, sobre toda medida, un peso eterno de gloria para los que no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las visibles son temporales, las invisibles eternas” (2 Cor 4,17s). Las vicisitudes de la existencia están destinadas a ser sustituidas por el reposo sin fin de la eternidad (Heb 3,17-18). La eternidad rescata al tiempo en todos sus momentos felices e infelices.

4. EL SALMO 39 – a) Género literario. Este salmo pertenece al género literario de la súplica individual. Merece especial atención la meditación a la que se dedica el salmista en los dos primerosversí­culos (2-4). No es una oracton, sino un monólogo interior, que da cuenta del drama espiritual objetivado en el salmo. La situación del orante se transparenta en un claroscuro tí­pico de la oración de los salmos. Esta, para poder adaptarse al mayor número posible de personas, debe mantenerse en los lí­mites de lo común y de lo habitual. El salmista se encuentra bajo los golpes de una gran desventura (v. 11). Indudablemente se trata de una enfermedad. De aquí­ las reflexiones en torno a la fragilidad humana. Al tormento de la enfermedad se añade la burla de parte de los impí­os (v. 2).

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. Este salmo tiene como punto de partida lo más í­ntimo de la conciencia: la permanencia del impí­o es un escándalo. El justo explota como fuego. El corazón siempre va por delante de la lengua. En primer lugar, es preciso conocer: “Hazme saber” (v. 5). Luego, aparece el vocabulario de la duración: fin – dí­as (dos veces) – medida. El lamento se eleva por encima de sus causas inmediatas para llegar a una consideración general sobre el destino humano. Las desventuras sufridas hacen que se ponga en tela de juicio la misma validez de la existencia. No deja de haber motivos de esperanza: “Y ahora, ¡qué puedo yo esperar!’ (v. 8). La esperanza se dirige a Dios. Dios podrí­a ser el último recurso del que sufre. Efectivamente, el orante toma conciencia de que sus males hacen que en último análisis entre en juego la responsabilidad de Dios mismo: “Eres tú el que actúas” (v. 10). Por ello es inútil tomarla con el impí­o. El espectáculo intolerable para el hombre no es el impí­o, sino Dios (cf v. 2: “Mientras esté el impí­o ante mí­”, con el versí­culo 6: “Y mi duración en tu presencia es una nada”). Con el versí­culo 11 entra en escena la problemática tí­pica del libro de Job y del Eclesiastés. “Déjame para que yo pueda respirar un poco” (Job 10,20, blg, alegrarse, tomar un suspiro de alivio, verbo raro que aparece también en el salmo 39,14). “Comprendo que no hay para ellos otra felicidad sino gozar y procurarse el bienestar durante su vida” (Ecl 3,12). La presencia de Dios tiene un aspecto todaví­a más insoportable que la del impí­o, si bien lo pensamos. El orante del salmo 39 implora, al igual que Job y el Eclesiastés, que se le concedan el espacio y la duración de un poco de felicidadmodestamente humana. ¿Es esto quizá pedir demasiado? ¿O significa pedir demasiado poco? Para quien ha comprendido la infinidad de Dios y de su gracia. ¿no es quizá más posible disfrutar en paz de las alegrí­as sencillas y humildes del hombre medio?
e) Lectura cristiana. San Pablo no predicó, por ejemplo, la austeridad, sino la mortificación, que es algo muy distinto. Fornicación, impureza, malas pasiones…, cólera, ira, malicia, etc. (cf Col 3,5-9; Ef 5,3ss), son defectos enormes que han de ser mortificados. Por lo demás, siempre hay lugar para la alegrí­a humana. Pero ésta no es un espacio concedido, tolerado, marginal. La alegrí­a es vivida en el Señor, igual que la cruz (2 Cor 6,8-10; Col 3,17). El cristiano es un ser esencialmente gozoso, incluso en la prueba (Gál 5,22; Rom 14,17; 1 Tes 1,6s).

5. Et. SALMO 77 – a) Género literario. Este salmo suele clasificarse según dos géneros diversos. La primera parte (vv. 1-10 u 11) contiene una súplica individual. La segunda (vv. 12-21) presenta rasgos caracterí­sticos del himno. A decir verdad, esta dualidad de géneros está exigida por la evolución espiritual del que reza. El orante, una vez que ha llegado al fondo de su crisis, consigue recuperarse y elevarse a la confianza más firme y prorrumpir en un canto de alegrí­a y de alabanza. El análisis formal nos permite hacer una precisión todaví­a más exacta. El cambio tiene lugar cuando el salmo pasa de la primera persona del monólogo a la segunda del diálogo (cf v. 12). El salmista ha roto el cerco de su aislamiento por medio de la oración, que se orienta directamente al Señor.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. La forma de actuar del salmista pasa de la exteriorización tumultuosa (gritos elevados al Señor, v. 1 – manos tendidas, v. 3) a la meditación silenciosa (alma perturbada, v. 3 – corazón – espí­ritu. vv. 4.6). Consigue huir de la angustia mediante el recuerdo (vv. 4,7), remitiéndose al pasado (v. 6), que deberí­a garantizar el futuro (vv. 8-9). En realidad, el orante sólo encuentra verdaderamente la paz cuando materializa sus reflexiones con consideraciones concretas. En el punto de intersección de las dos partes del salmo (vv. 9-10) se sitúan los grandes atributos de Dios, que son el origen de sus intervenciones salví­ficas: la bondad (hesed) -el conceder gracias-, la misericordia (vv. 9-10). Los sentimientos de Dios se exteriorizan en la historia. Después de las cualidades del corazón aparecen, por así­ decirlo, su diestra (v. 11) y su brazo (v. 16). Si la salvación está para el hombre en el recuerdo y en la meditación, para Dios -no lo olvidemos- está en el obrar y en el salvar (v. 20). En realidad, la diestra del Señor se “concretiza” en la siguiente secuencia: gestas de Yahvé /tus maravillas (v. 12) – tus obras/tus gestas (v. 13) – tu camino (v. 14). De esta forma los tiempos antiguos y el futuro más lejano adquieren un contenido que viene a ser ulteriormente precisado con una referencia a los acontecimientos de la cosmogoní­a (pasado) y con la afirmación de una confianza absoluta en el Dios que guí­a (hacia el futuro): “Con tu brazo a tu pueblo readmite” (v. 16) – “Viéronte, oh Dios, las aguas; las aguas te vieron, temblaron” (v. 17) – “Tu camino se abrió a través del mar” (v. 20) – “Guiaste… a tu pueblo” (v. 21). Estas son las puntualizaciones sucesivas: ternura/diestra = gestas – maravillas – obras= creación – éxodo.

Los sentimientos más í­ntimos impelen a Dios a actuar fuera de sí­ mismo en el cosmos y en la historia. Por lo demás, el cosmos y la historia intercambian sus simbolismos. Las aguas del abismo, sí­mbolo de oposición y de desorganización, se mezclan con las aguas del mar Rojo.

El salmista ha encontrado paz y seguridad. Ha superado la crisis con la meditación. Pero un descubrimiento importante le acompaña de aquí­ en adelante: el camino del Señor pasa a través del mar, y la salvación es una lucha y una confrontación. Los pasos del Señor sólo dejan huellas (v. 20). Es preciso aplicar toda la lucidez de la fe para discernirlas. En definitiva, el mensaje del salmo consiste en el conocimiento de Dios a través de sus actos y mediante la lectura del pasado y del presente.

c) Lectura cristiana. La obra del Padre, que demuestra a la humanidad su bondad y su ternura, es la encarnación del Hijo, primogénito de toda la creación, en el que todo hombre encuentra el don de la adopción filial. De todas formas, la salvación sigue siendo el objeto de la fe: “Mas la esperanza que se ve no es esperanza…, pero si esperamos lo que no vemos, en paciencia lo aguardamos” (Rom 8,24s). El camino del creyente lleva a la gloria sólo a través de la tribulación (He 14,22). Pero también aquí­ el pasado es garantí­a del porvenir: “El que aun a su propio hijo no perdonó…, ¿cómo no nos dará gratuitamente con él todas las cosas?” (Rom 8,32).

6. EL SALMO 90 – a) Género literario. Los exegetas clasifican el salmo 90 entre las súplicas del pueblo. Una comunidad se lamenta de sus sufrimientos comunes: “Ten piedad de tus siervos… Danos alegrí­a por los dí­as en que nos afligiste, por los años en que conocimos desgracia” (vv. 13.15). Sin embargo, las circunstancias del momento pasan a segundo plano para dejar sitio a consideraciones generales de tipo sapiencial sobre el destino humano. La meditación, tomando como punto de partida la realidad vivida, asume un tono hasta cierto punto filosófico.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. Al comienzo, son los aspectos temporales los que atraen toda la atención. Por un lado, la eternidad de Dios (v. 2); por otro, la fragilidad de la vida humana (v. 10). Observamos los términos que expresan la temporalidad organizándose en sistemas o paradigmas: mil años a tus ojos/un dí­a; nuestros años, nuestros dí­as/sueño -hierba- desventura; todos los dí­as/alegrí­a+canto; tus dí­as de castigo, nuestros dí­as de desventura/cambiados en dí­as de alegrí­a.

Dios está por encima del tiempo. El hombre, por su parte, se disuelve en la nada igual que las hierbas de los campos; además, la mayor parte de su vida transcurre en el dolor y en la aflicción. El salmista no aspira, ciertamente, a hacer retroceder las fronteras de su fragilidad. Pero quiere que al menos el espacio y el tiempo que se le ha concedido estén llenos de alegrí­a y de cánticos o, más modestamente aún, que la balanza de la desventura esté equilibrada con la de la felicidad. En este caso valdrá la pena vivir y trabajar, porque la bondad del Señor confirmará la obra de sus manos (v. 17).

El texto juega constantemente en dos lí­neas de magnitud, que son el ciclo de los años y el ciclo de los dí­as. Todo ello demuestra la vanidad del hombre en las partí­culas del tiempo que son los dí­as. El versí­culo 14 se refiere al uso litúrgico de la oración de la mañana (cf Sal 30,6). Por lo demás, es significativo queel binomio mañana-tarde (vv. 4-6) se vea interrumpido de ahora en adelante por un dí­a sin tarde: “Sácianos por la mañana con tu gracia, exultaremos y gozaremos por todos nuestros dí­as” (v. 14).

Con el hilo conductor del tiempo que nos ha servido para organizar nuestra lectura enlazan algunos otros sistemas de menor importancia. Ante todo, el sistema del espacio. Dios se acerca progresivamente al universo humano: montes (v. 2) – tierra – mundo – polvo (v. 3). Advertimos luego una mutua conversión del hombre a Dios y de Dios al hombre: “Volved, hijos del hombre” (v. 3); “Vuelve, oh Yahvé. ¿Hasta cuándo?” (v. 13).

Para el hombre, se trata de tomar conciencia de la propia condición de criatura en una actitud de sabidurí­a (v. 12). Para Dios se trata de pasar de la cólera a la misericordia y de aceptar a su criatura como siervo. Efectivamente, los versí­culos 7-11 se encuentran aún bajo el signo de la cólera, mientras que los vv. 14-17 anuncian la misericordia.

El último término de este salmo es la palabra “bondad” (v. 17, más precisamente “dulzura”, noam), que en hebreo lleva implí­cita una connotación estética de belleza y de gracia. Que se conceda al hombre saborear la belleza, que llena de luz el corazón. I.a dulzura del Señor se convierte en una teofaní­a.

Resumiendo, el salmo 90 es una reflexión sobre el modo de contar los dí­as propios con el mayor equilibrio posible. Ni miedo ni evasión. De por sí­, el hombre se reduce a pura precariedad. Su vida, envuelta en la presencia del Señor, se ilumina de prodigios suficientes para mantenerla en el estupor.

c) Lectura cristiana. Emplearemos otra vez, para la actualización, el comentario de Alonso Schökel. La condición cristiana no ha modificado los datos biológicos de la vida; sin embargo, Cristo, al asumir la temporalidad humana, hizo saltar por los aires su finitud. Con su resurrección inauguró la vida nueva, que es la plenitud sin fin. También nuestras obras perecederas participan de la resurrección y mantienen su validez para siempre (cf Col 3,1-4).

IV. Conclusión
Los salmos se compusieron a lo largo de un perí­odo de más de setecientos años. No podemos esperar, por tanto, que, reunidos bajo un común denominador, se presten a una lectura histórica y teológica uniforme. Por ello hemos intentado aplicar un método más cercano a las ciencias del hombre y a la literatura. Las disz:iplinas históricas nos precisan los acontecimientos y los ambientes culturales que se encuentran en el origen de los salmos (bajo este aspecto podemos decir que están algo envejecidos); la lectura estructural nos hace participar de una experiencia poética. En otros términos, se trata de ver cómo cada salmo se organiza progresivamente. Una vez descubierto su dinamismo, el orante moderno puede volver a recorrer una idéntica trayectoria espiritual.

En su espí­ritu se traducen sus intuiciones en palabras y se armonizan con los términos pronunciados. La oración de los salmos no es ya una mera recitación, sino un “asentimiento”, una ratificación hecha con los labios y con el corazón de todo lo que el Espí­ritu ha hecho decir a Israel y a la Iglesia.

R. Lack
BIBL.-Aparicio, A: Garcí­a Paredes, J. C. R, Los salmos, oración de la comunidad, Inst. Teol. de Vida Religiosa. Madrid 1981 .-Benetti, S, Salmos al derecho y al revés, Paulinas, Madrid 1980.-Benetti, S, Salmos para vivir y morir, Paulinas. Madrid 1980.-Bojorge, H, Los salmos: introducción general y textos comentados, Mosca, Montevideo 1976.-Bonhoeffer, D, Creer y vivir, Sí­gueme. Salamanca 1974 (pp. 133-163).-Cunchillos Ylarri, J. L., Estudio del salmo 29, Valencia 1976.-Garrido, J. Los salmos, contemplación y vida, Aránzazu 1976.-Gelin, A, Plegaria de los salmos, Estela, Barcelona 1975.-González, A, Los salmos, Herder. Barcelona 1980.-Hunter, J. E. Cristo en los salmos, Clic, Tarrasa 1976.-Mannati, M, Orar con los salmos, Verbo Divino, Estella 1978.-Meyer, M. ¿Cuándo será mi vida perfecta? Comentario espiritual a los salmos 125-150, Studium. Madrid 1964.-Meyer, F. B, Salmo 23: salmo del pastor, Che, Tarrasa 1978.-Paul de la Croix. Prier les psaumes aujourd’hui, Ed. Saint-Paul. Parí­s 1978.-Vandenbroucke, F. Los salmos y Cristo, Sigueme, Salamanca 1965.

S. de Fiores – T. Goffi – Augusto Guerra, Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Ediciones Paulinas, Madrid 1987

Fuente: Nuevo Diccionario de Espiritualidad

SUMARIO: I. Enfoque litúrgico-existencial – II. Los salmos en la biblia: 1. Contenido y sub-divisiones; 2. Los tí­tulos; 3. Los géneros literarios; 4. Origen del salterio – III. Aspectos litúrgicos originarios – IV. El uso de los salmos en el NT y en la iglesia primitiva – V. El uso litúrgico de los salmos (Oriente y Occidente): 1. La salmodia en Oriente: a) La misa, b) La liturgia de las Horas; 2. La salmodia en Occidente: a) La liturgia de la misa en Roma (canto de entrada, los cantos interleccionales, el canto del ofertorio, el canto de comunión, otros usos de los salmos en la misa romana), b) La liturgia de la misa en las otras familias occidentales (liturgia africana, liturgia galicana, liturgia celta, liturgia hispánica, liturgia ambrosiana antigua), c) La distribución del salterio en el oficio romano (el primitivo oficio romano, el oficio romano del s. vii, el “cursus” de la Regla benedictina, la distribución de Quiñones, la reforma de san Pí­o X), d) La distribución del salterio en el oficio hispánico y ambrosiano (la celebración de la liturgia hispánica, la celebración de la liturgia ambrosiana antigua), e) Ayudas para el uso cristiano del salterio (los tí­tulos de los salmos, las antí­fonas, las colectas sálmicas) – VI. Los salmos en la liturgia actual: 1. La misa; 2. La liturgia de las Horas; 3. Los sacramentos y los sacramentales – VII. Modalidades celebrativas – Vlll. Problemas litúrgico-pastorales.

I. Enfoque litúrgico-existencial
La renovación litúrgica querida por el Vat. II y programada en la constitución SC prevé, de acuerdo con las exigencias más esenciales de la liturgia, que se abran los tesoros de la biblia con mayor generosidad al pueblo fiel, de modo que la mesa de la palabra de Dios se prepare con mayor abundancia y variedad y mejor elección de textos (cf SC 24 y 35). Esas disposiciones afectan de modo especial al libro de los salmos o salterio.

El libro de los salmos, colección de ciento cincuenta composiciones de carácter poético y de contenido marcadamente eucológico, formado, según las opiniones más probables, en el ámbito cultual de Israel, constituye una herencia preciosa que el culto cristiano ha recibido y ha sabido conservar a lo largo de los siglos. Precisamente por ello la renovación litúrgica en acto desea favorecer un retorno al uso de los salmos y una mayor valoración de los mismos.

El salterio, de inspiración divina como el resto de la Escritura, es expresión de la fe y de la oración del pueblo del AT, y responde a caracterí­sticas histórico-teológicas particulares, propias de Israel. Elementos vivos del culto en el templo y en las sinagogas, los salmos fueron utilizados en la oración tanto por Cristo como por las primeras comunidades cristianas, y la iglesia ha continuado sirviéndose de ellos tanto a nivel de culto oficial cuanto en el ámbito de la oración personal. Este uso de los salmos se ha mantenido pese a la dificultad que significa su pertenencia a un estadio de la revelación anterior a Cristo. A lo largo de la historia se ha producido, y el Vat. II insiste en su continuación, un esfuerzo de profundización del salterio, de manera que pueda ser un elemento válido y eficaz de la oración cristiana (cf SC 90; OGLH 102).

Desde el punto de vista literario, los salmos pertenecen a un género poético de í­ndole musical: son verdaderamente cánticos de alabanza. Esta caracterí­stica no debe olvidarse ni cuando se ejecutan en la celebración litúrgica ni cuando se reza con ellos en soledad y silencio. La Ordenación general de la Liturgia de las Horas (= OGLH: texto al comienzo del vol. 1 de la edición oficial castellana de la Liturgia de las Horas) insiste en el hecho de que el mismo Espí­ritu Santo, que ha inspirado los salmos, sigue ayudando a los que se sirven de ellos en la oración, de manera que se sientan inmersos en la historia de la salvación siempre en acto. Rezar con los salmos para el cristiano supone saberlos decir, en unión a toda la iglesia, con Cristo y en Cristo (cf OGLH 104-109).

Desde este punto de vista se puede decir que el salterio recoge la extraordinaria experiencia de un pueblo que sabí­a orar, o sea, que en las más diversas circunstancias de la vida sabí­a comunicar al Señor sus propios sufrimientos, las esperanzas, los gozos y el agradecimiento, que por lo demás son comunes a todos los hombres. Desde el momento en que Jesús hizo suyos los salmos, éstos pasaron a ser verdaderamente una escuela de oración para los hombres de todos los tiempos que desean ser sus discí­pulos.

La introducción de las lenguas vernáculas en la liturgia posconciliar ha hecho posible un contacto más estrecho del pueblo fiel con el salterio. Indudablemente, el uso generalizado de los salmos puede hacer sentir más vivamente la aludida dificultad que comporta el salterio. Precisamente por esta razón es necesaria una conveniente preparación, para descubrir que rezar con los salmos es rezar con la iglesia y en iglesia con composiciones que expresan los dolores y las esperanzas, las miserias y la confianza de los hombres de todos los tiempos, quienes, por encima de todo, dan gracias al Señor por la redención realizada en Cristo (OGLH 107).

Con la I reforma de los -> libros litúrgicos, después del Vat. II, ha aparecido de manera más viva el papel que corresponde a los salmos no sólo en la misa y en la liturgia de las Horas, sino también en todos los ritos de los sacramentos y sacramentales. Sin duda se ha hecho un esfuerzo por introducir a los fieles en una comprensión de los salmos y en un uso que sepa respetar sus exigencias poéticas y musicales. Pero en este sector aún queda mucho por hacer, y sobre todo es necesario evitar la fácil tentación de sustituir el uso de los salmos con cánticos de composición reciente, que frecuentemente son de escaso valor tanto desde el punto de vista literario como del teológico.

II. Los salmos en la biblia
El libro de los salmos es una colección de cantos que, al parecer, estaba destinada al culto del templo de Jerusalén, según las indicaciones que ofrecen los tí­tulos que los acompañan, los cuales con frecuencia tienen un carácter melódico y litúrgico. En la biblia hebrea el libro ocupa el primer lugar entre los Escritos o Ketúbim; en los LXX empieza la sección de los libros didácticos, y en la Vulgata se encuentra después de Job y antes de Prov. No es posible precisar con exactitud la época en que el libro recibió su forma actual, aunque en conjunto se puede decir que existí­a en el s. nI a.C., como parece confirmar Sab 47:8-10 y 1Ma 7:17.

1. CONTENIDO Y SUBDIVISIONES. La colección comprende 150 salmos. Del 10 al 148 la numeración de la biblia hebrea tiene más unidad que los LXX y la Vulgata, que unen 9 y 10, y 114 y 115, pero cortan en dos 146 y 147. El salterio (del griego psaltérion, instrumento de cuerda que acompañaba al canto) aparece en la biblia dividido en cinco libros (quizá por analogí­a con los cinco libros de la Ley), que terminan con una doxologí­a (1: 1-41, dox. 41,14; II: 42-72, dox. 72,19; III: 73-89, dox. 89,53; IV: 90-106, dox. 106,48; V: 107-150), con excepción del último, a menos que se considere el Sal 150 como una solemne doxologí­a conclusiva de todo el libro El uso del nombre divino (Elohim o Yavé) y las indicaciones de los tí­tulos permiten descubrir una serie de divisiones que probablemente muestran las diversas unidades preexistentes a la actual codificación. Se considera como primitiva la colección elohí­sta, 42-83, formada por tres colecciones: de los hijos de Coré, 42-49; de David, 51-72; de Asaf, 73-83, a las que se habrí­an unido otros salmos no elohí­stas (84-89). A esta primera colección se le habrí­a antepuesto otra (yavista) atribuida a David (3-41, junto con dos salmos no daví­dicos, 2 y 33). Probablemente, el Sal 1 serí­a una introducción a la gran colección de salmos. En el resto del salterio hay otras colecciones, como los salmos del reino (93-100); los salmos aleluyáticos (104-106; 111-117; 135; 146-150); los cantos de las subidas (120-134); y, finalmente, otros salmos daví­dicos (101; 103; 108-110; 138-145).

2. Los TíTULOS. En el encabezamiento de la mayor parte de los salmos (116 en la biblia hebrea y 131 en los LXX) se encuentran tí­tulos de origen y valor muy discutidos, pero de indudable importancia por las indicaciones que ofrecen. Pueden clasificarse de la siguiente manera: 1) tí­tulos que indican el género literario del salmo, aunque no sean ni completa ni plenamente exactos; 2) tí­tulos con términos musicales, no siempre de fácil interpretación; 3) tí­tulos que se refieren al uso litúrgico; 4) tí­tulos que se refieren a las circunstancias históricas, especialmente la atribución de ciertos salmos a David; 5) tí­tulos precedidos por un lámed, que se referirí­a al autor real o presunto del salmo
3. Los GENEROS LITERARIOS. Una simple lectura del salterio permite apreciar que los salmos pertenecen a géneros literarios diversos. Los mismos tí­tulos, al indicarlos como himnos, cánticos, etc., invitan a reconocer tal diversidad. El mérito de haber sido el primero en codificar los diversos géneros literarios pertenece a H. Gunkel °. El sistema de Gunkel fue completado por G. Castellino tras un estudio de las literaturas poético-religiosas del Oriente próximo.

Los géneros literarios descritos por Castellino son once: a) Lamentaciones individuales: son expresión del alma religiosa que, frente a enemigos o a las más diversas contradicciones, se dirige a Dios en demanda de ayuda. Estas oraciones son particularmente numerosas, y su contenido muy variado. A veces incluye también un canto de agradecimiento. b) Salmos de confianza: se relacionan con las lamentaciones individuales, pero el motivo de la confianza en Dios predomina y da el tono a todo el salmo. c) Lamentaciones públicas: se diferencian de las lamentaciones individuales porque a la situación individual sustituye una calamidad nacional, insistiendo en los insultos de los enemigos que, indirectamente, se reflejan sobre Dios mismo. d) Cantos de agradecimiento: normalmente estos cantos acompañaban el sacrificio de acción de gracias que el fiel, tras el cumplimiento de sus peticiones, debí­a realizar en el templo. Es posible que algunos de estos cantos se hayan compuesto como expresión de piedad o de sentimiento personal privado, y sólo en un segundo momento hayan sido adaptados al uso litúrgico. e) Himnos: son composiciones destinadas a cantar a Dios, celebrando sus atributos y sus manifestaciones en la creación, en el hombre, en el pueblo de Israel, en el gobierno de los pueblos. f) Salmos reales: el grupo comprende oraciones augurales e impetratorias en favor del rey, o bien oraciones del rey mismo, o también celebraciones de alegres acontecimientos reales, como bodas o grandes empresas. g) Salmos de Sión: tienen estructura hí­mnica y celebran la capital, Jerusalén, con rasgos más o menos idealizados, de modo que represente la capital del reino mesiánico. h) Salmos de Yavé rey: pertenecen al género hí­mnico, y contienen la expresión “el Señor es rey”; subrayan que el Señor es rey sobre toda la tierra y sobre todos los pueblos. i) Liturgia de la “fidelidad yavista “: pueden considerarse como secuencias litúrgicas que se recitaban con ocasión de alguna fiesta anual importante, con una asamblea general del pueblo. j) Salmos sapienciales: tienen como objeto la ley, la sabidurí­a, la vida moral. Parece que estaban destinados a la instrucción más que al uso litúrgico. k) Oraciones variadas: son cinco salmos cuyo esquema, muy simple, no permite determinar con mayor precisión su género literario.

4. ORIGEN DEL SALTERIO. El uso litúrgico de los salmos, si por una parte nos permite buscar su origen en el ambiente de los cantores del templo, por otra no excluye que algunas composiciones hayan tenido un origen diferente, sea como poemas debidos a personas particulares, sea como cantos populares o como escritos pertenecientes a una literatura no bí­blica. Sea como fuere, los autores están de acuerdo en admitir una cierta relación de los salmos con Asaf, con Coré y con David, los más citados en los tí­tulos. Si no todos los salmos atribuidos a estas personas deben considerarse compuestos por ellas, por lo menos figuraban en colecciones que sí­ habrí­an estado en relación con esas mismas personas. Parece, efectivamente, que una buena parte del salterio se remonta a la época monárquica, mientras que otros salmos serí­an de la época del exilio y el resto se habrí­a desarrollado en torno al templo, una vez restaurado.

Los salmos han sido las oraciones del AT. Inspirados por Dios mismo, ofrecí­an a Israel el modo adecuado para dirigirse al Señor y para expresar sentimientos dignos de gente que viví­a la realidad de la alianza. Las palabras de alabanza, de súplica o de agradecimiento contenidas en el salterio, aunque nazcan de circunstancias muy concretas, tienen un valor universal, porque expresan la genuina actitud que corresponde al verdadero creyente frente a Dios’.

III. Aspectos litúrgicos originarios
La liturgia del antiguo Israel, según las indicaciones de la biblia, comportaba un canto cultual del que, sin embargo, no se sabe nada con certeza. La existencia del libro de los salmos ha creado la hipótesis de que él serí­a precisamente la gran colección de los cantos litúrgicos formados en torno al santuario israelita. Efectivamente, tanto en los tí­tulos como en los textos de los salmos hay indicaciones que aluden a las prácticas cultuales: las fiestas, la entrada en el templo, las procesiones, los sacrificios, los oráculos, las bendiciones sacerdotales. El texto deja adivinar, junto al salmista, la presencia de la multitud, mayor o menor, o bien de oficiales del culto ante los que se hacen las declaraciones de inocencia o las profesiones de fe, cuando no preguntan directamente ellos mismos al salmista. En algunos casos el salmo parece como la huella de un diálogo probablemente cultual.

Asimismo, los salmos dejan adivinar, además de la oración propiamente dicha, otras actitudes en relación con el culto: el canto, la danza, el grito de angustia o de tristeza y la aclamación de gozo y de triunfo. Ofrecen también un interesante elenco de instrumentos musicales, adecuados para acompañar el canto y las diversas celebraciones.

Otras indicaciones de carácter litúrgico se refieren a la atribución de los salmos a determinados dí­as, a determinadas fiestas, como pascua, pentecostés, tabernáculos, dedicación del templo, etc., o a liturgias ocasionales, como celebraciones de acción de gracias, peregrinaciones, súplicas y liturgias reales.

No obstante estos elementos positivos, el hecho de que muchos salmos sean más bien manifestaciones de piedad privada o personal ha levantado dudas sobre su finalidad litúrgica. Una explicación podrí­a ser la siguiente: composiciones de origen no litúrgico, en un segundo momento habrí­an sido adoptadas para el culto de Jerusalén
Considerada la diversidad de contenido de los salmos, E. Beaucamp los agrupa en tres series correspondientes a los tres momentos presuntos de la evolución cultual de Israel. De los orí­genes de la monarquí­a a la reforma de Josí­as el orante, individuo o comunidad, combatido por los enemigos, viene a la presencia de Dios, y en la oración se vuelve a encontrar salvado. Oráculos, evocaciones del nombre divino, teofaní­as e imprecaciones contra los enemigos constituirí­an modos de actualización de la salvación divina. Las composiciones más arcaicas, como las colecciones daví­dicas y leví­ticas de los tres primeros libros del salterio, permiten comprender la existencia de una liturgia de salvación destinada a los individuos o a la colectividad presentes en el templo. En el segundo perí­odo, o sea, de la reforma de Josí­as al exilio, en el ambiente de la reforma deuteronomista, el orante, individuo o colectividad, es consciente de pertenecer al pueblo escogido, a Israel. Se siente inmerso en la historia de la salvación, y el recuerdo de los padres y de las intervenciones divinas en favor de Israel se mezcla con la experiencia personal. La montaña de Sión aparece como el signo de la solicitud de Yavé por su pueblo y el lugar donde se puede beber de las verdaderas fuentes de la salvación. Finalmente, en la época del segundo templo después del exilio, el orante es consciente de pertenecer a Israel entendido como comunidad que vive entre las naciones, para las cuales hay también una esperanza de poder participar en la salvación divina. El culto servirí­a más bien para reconfortar espiritualmente al orante, reavivando la esperanza de una salvación que va a llegar. La contemplación de la historia de Israel y de la misma Jerusalén es una invitación al futuro que Dios prepara para su pueblo en una Jerusalén renovada.

IV. El uso de los salmos en el NT y en la iglesia primitiva
La praxis del AT que hací­a de los salmos un elemento importante de la liturgia, explica el hecho de su presencia en el NT. El libro de los salmos es uno de los libros del AT que con más frecuencia aparece citado en el NT, en cuanto se lo consideraba, junto con el Pentateuco (Ley o Moisés) y con los Profetas, uno de los más válidos testigos de la revelación (cf Luc 24:44). La familiaridad de Cristo con los salmos se muestra por el hecho de que tanto los sinópticos cuanto Juan ponen en labios del Señor citas de salmos en el curso de las discusiones (sinópticos: Sal 8:109 y 177; Jn: Sal 40:68 y 81). No hay indicaciones precisas acerca del uso de los salmos en la oración de Cristo, excepto la cita del Sal 21 en la cruz en Mateo y Marcos. El uso litúrgico de los salmos en la primera comunidad cristiana se puede deducir solamente de unas pocas indicaciones suministradas por las cartas paulinas y católicas (cf Efe 5:19; Col 3:16; Stg 5:13, y quizá Rom 15:9 y 1Co 14:15.26). En Heb 16:25 se recuerda que Pablo y Bernabé, en la cárcel de Filipos y durante la noche, se entretení­an cantando himnos, probablemente salmos.

El uso de los salmos en la liturgia cristiana de los primeros siglos es sin duda una realidad, aunque las noticias precisas sean escasas. La proveniencia del judaí­smo de muchos de los primeros cristianos y los testimonios sobre su participación en el culto del templo y de la sinagoga antes del año 70 pueden considerarse una confirmación. Como dejan entender Efe 5:19 y Col 3:16, junto al uso del salterio aparece, en el culto cristiano, el himno de origen eclesiástico, que conoce una amplia difusión. Pero por ello no se marginó el salterio, sino que continúa teniendo un papel importantí­simo tanto en las controversias antignósticas y antijudaicas (cf la literatura de los padres apostólicos y de los apologistas, por ejemplo Ireneo y Justino) como en la vida espiritual de la iglesia. Así­ se explica que se hayan escrito tantos comentarios patrí­sticos al libro de los Salmos, de los que tenemos noticias (Hipólito de Roma, Orí­genes, Atanasio de Alejandrí­a, Basilio Magno, Didimo el Ciego, Gregorio de Nisa, Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Cirilo de Alejandrí­a, Hilario de Poitiers, Ambrosio de Milán, Jerónimo, Agustí­n, Arnobio el Joven, Casiodoro).

Después del año 200 la himnodia cristiana, comprometida radicalmente por los abusos del gnosticismo, pierde el puesto importante que tení­a en la liturgia y es sustituida por el libro de los Salmos, que seguirá presente en el culto cristiano hasta hoy. El s. Iv ofrece múltiples testimonios sobre el uso de los salmos litúrgicos, como, por ejemplo, nos dice el Diario de viaje de la peregrina española Egeria a Jerusalén. Desde este momento, la interpretación de los salmos adquiere indudablemente el carácter cristológico caracterí­stico de la liturgia. En los salmos Cristo habla a la iglesia; y la iglesia se dirige a Cristo o habla de él al Padre “.

V. El uso litúrgico de los salmos (Oriente y Occidente)
Los salmos se usan en la liturgia cristiana según un doble criterio. En primer lugar, la elección de determinados salmos de acuerdo con su significado, para unirlos sea con las lecturas (hechas) de la Sagrada Escritura, sea con la celebración o con la hora de oración. En segundo lugar, tomando su origen de la praxis monástica, la recitación de los salmos según el orden numérico del salterio. Efectivamente, el uso litúrgico de los salmos está í­ntimamente unido a la historia de la liturgia de las Horas tanto en las iglesias diocesanas como en los ambientes monásticos.

La finalidad de la presente voz es ilustrar el uso del salterio en la liturgia de la misa y del oficio divino. En general es común a todos los ritos el modo de ejecutar los salmos en la celebración. Pueden resumirse en tres las formas de ejecución de la salmodia: a) Forma responsorial: el salmo es recitado o cantado por solistas, y la asamblea interrumpe de vez en cuando repitiendo uno o algunos versí­culos; b) Forma continuada (in directum): el salmo se ejecuta sin interrupciones, bien por un solista, bien por un coro o por la asamblea; c) Forma alternada: la asamblea, distribuida en dos coros, canta alternativamente los versí­culos del salmo. Un elemento relacionado con la ejecución del salmo es la antí­fona: se trata de un versí­culo, generalmente tomado del salmo, que sirve o como respuesta en la forma responsorial o para indicar el tono musical con que se debe ejecutar el salmo.

1. LA SALMODIA EN ORIENTE. En todos los ritos del Oriente cristiano se usan los salmos tanto en la liturgia de las Horas como en la misa, aunque menos uniformemente.

a) La misa. El uso de la salmodia en la celebración de la eucaristí­a puede encontrarse en la liturgia de la palabra como canto interleccional, o también en algunos ritos al comienzo de la celebración. En el grupo alejandrino (rito copto y etiópico) el salmo se encuentra después de la lectura apostólica, y consta generalmente de tres versí­culos ejecutados de forma responsorial. En el grupo antioqueno, el rito bizantino conoce los salmos llamados typicos en el rito inicial entre las letaní­as y algunos versí­culos sálmicos antes del evangelio; los ritos maronita y armenio tienen un salmo antes de la lectura apostólica, mientras el rito siro-antioqueno no conoce el uso del salterio en la misa. En el grupo sirooriental (ritos caldeo y malabar), el salmo interleccional lo cantan alternativamente dos coros.

b) La liturgia de las Horas. El uso de los salmos en el grupo alejandrino (rito copto y etiópico) tiene un claro origen monástico. El salterio, del que se han suprimido setenta y ocho salmos, se divide en seis secciones de doce salmos, cada una de las cuales se le asigna a una de las seis horas más importantes del oficio. El grupo antioqueno conserva esencialmente las costumbres litúrgicas de la iglesia en Jerusalén; es caracterí­stico el hecho de que los salmos se escojan según las caracterí­sticas de las horas y queden unidos a ellas. Una recitación continuada del salterio, de origen monástico, no se ha aceptado en los ritos siro-antioqueno y maronita, y sólo más tarde se admitió en los ritos bizantino y armenio.

En el rito bizantino actualmente están los salmos fijos (aproximadamente cincuenta, una tercera parte del salterio), asignados a determinadas horas, y los salmos llamados variables, de origen monástico. En los libros bizantinos el salterio actualmente se divide en veinte cathismos, cada uno de los cuales se subdivide en tres stasis. El rito armenio posee una distribución semejante del salterio en ocho cánones, que se repiten en las diversas horas. En el grupo siro-oriental (ritos caldeo y malabar) el salterio está dividido en veinte hullale, a su vez subdivididos en tres o cuatro marmitha. El salterio se recita dos veces a la semana ‘°.

2. LA SALMODIA EN OCCIDENTE. Una reseña del uso de los salmos en Occidente debe necesariamente tener en cuenta, además del rito romano anterior y posterior a la reforma litúrgica del Vat. II, también los otros ritos occidentales aún existentes (ambrosiano e hispánico) o ya desaparecidos (africano, galicano, celta).

a) La liturgia de la misa en Roma. Conocemos el uso de los salmos en la antigua misa romana gracias a las indicaciones ofrecidas por los Ordines romani, sobre todo por el I y el XV 15, y por los antifonarios y colecciones de cantos para la misa’ El material en los antifonarios aparece agrupado según los diversos dí­as litúrgicos, en el orden del año litúrgico, comenzando con el I domingo de adviento. Para cada dí­a se presenta el canto de entrada, el responsorio o gradual, el verso del aleluya o el tracto, la antí­fona de ofertorio y el canto de comunión. Se presentarán las caracterí­sticas propias de cada uno de estos elementos.

Canto de entrada. Para el canto de entrada, en el antifonario se indica sobre todo la antí­fona, que en general se toma del salterio, salvo alguna excepción “. Sigue siempre la indicación de un versí­culo del salmo que se debe ejecutar, generalmente el primero (el incipit) u otro, cuando la antí­fona toma el comienzo del salmo’,. En caso que la antí­fona no sea de origen sálmico, nunca falta la indicación del salmo que se debe recitar 19. Este particular de la presencia constante del salmo hace pensar que una buena parte del mismo, si no todo, debí­a ser ejecutada, al menos durante un perí­odo de tiempo, y que sólo posteriormente se limitó al simple versí­culo indicado. La elección de los salmos y de las antí­fonas se hizo teniendo en cuenta el carácter propio de los diversos tiempos litúrgicos 20, o bien, como sucede en los domingos del tiempo ordinario (o domingos después de pentecostés), siguiendo el orden del cursus del salterio 21.

Los cantos interleccionales. Los cantos que tienen lugar en la liturgia de la palabra son, en los antifonarios, de tres tipos: el responsum o graduale, el versí­culo del aleluya y el tractus.

El responsum o graduale, que no falta en ningún formulario, está formado de dos elementos, llamados respectivamente responsum y versus, y en general están tomados los dos del libro de los Salmos. Está claro que este tipo de canto, como figura en los antifonarios, es una reducción del antiguo salmo responsorial ocasionada probablemente por razones musicales. La primera parte o responsum tení­a la función de antí­fona, o sea, debí­a repetirse después de los diversos versí­culos del salmo, reducidos, en la época de la redacción de los antifonarios, a uno solo. El responsum de la misa del dí­a del nacimiento de san Juan Bautista (24 de junio) es un ejemplo del carácter repetitivo de la primera parte del canto: efectivamente, el versus pide la repetición del responsum por razón del sentido del texto.

El versum del aleluya es un texto, frecuentí­simamente tomado también del salterio, precedido de la indicación del aleluya. Falta en los formularios de las misas feriales de adviento y del tiempo ordinario, y en los formularios del perí­odo que va desde septuagésima a pascua.

El tractus, canto tí­pico del tiempo que precede a pascua -o sea, cuando la liturgia omite el aleluya-, consiste en una serie de versí­culos sálmicos, dos, tres o más, sin ninguna repetición prevista. En tres casos, a saber: el I domingo de cuaresma, el domingo de ramos y el viernes santo, presentan el texto del salmo casi completo, respectivamente, los salmos 90, 21 y 139.

Esta rápida mirada a los cantos interleccionales, tal como los presentan los antifonarios, muestra la importancia del salterio como libro que suministra los textos para los cantos que acompañan a la liturgia de la palabra de todo el año litúrgico.

El canto de ofertorio. Para el canto que debe acompañar la ofrenda de los dones, después de la liturgia de la palabra, y que por su finalidad recibe el nombre de offertorium, está prevista una antí­fona, casi siempre tomada del libro de los Salmos, que va siempre acompañada de algunos versí­culos sálmicos, dos o tres, y en algunos casos hasta cuatro o cinco, tomados del mismo salmo al que pertenece la antí­fona. Cuando la antí­fona no es sálmica, los versí­culos que siguen pertenecen al mismo texto bí­blico utilizado. Para los domingos del tiempo ordinario, del I al XVI, los salmos empleados siguen el orden del salterio.

El canto de comunión. El canto previsto para acompañar a la comunión comporta también una antí­fona, que puede ser sálmica o tomada de otro texto bí­blico, frecuentemente el evangelio del dí­a. Así­ y todo, el antifonario prevé el salmo que se debe ejecutar de manera responsorial 29. Para el tiempo de cuaresma y para los domingos ordinarios, del 1 al XVII, los salmos se han elegido según el orden del salterio.

Otros usos de los salmos en la misa romana. Aunque se trate de usos más recientes, hechos obligatorios sólo con el Misal promulgado por el papa san Pí­o V, debemos citar la recitación del salmo 42 en los ritos introductorios y de un trozo del salmo 25 en el rito del lavabo de la misa, después de la presentación de las ofrendas.

b) La liturgia de la misa en las otras familias occidentales. El panorama que nos ha ofrecido la liturgia de la iglesia de Roma sobre el uso del salterio en la misa permite hacer comparaciones con las caracterí­sticas propias de las otras familias litúrgicas occidentales.

Liturgia africana. Aunque no nos hayan llegado libros litúrgicos propiamente dichos, es posible conocer en conjunto la estructura de la misa en las iglesias del Africa latina, partiendo de los testimonios dispersos en la abundante literatura eclesiástica del tiempo (padres y concilios) “. Así­, se puede afirmar la existencia de un salmo responsorial entre la lectura apostólica y el evangelio; de un salmo que se debí­a ejecutar en el momento del ofertorio, y del uso del salmo 33 durante la distribución de la comunión.’
Liturgia galicana. Por lo que se refiere a la liturgia galicana, se debe decir que no se nos ha conservado ningún fragmento del antifonario de la misa, y que las descripciones de la celebración eucarí­stica que se han conservado deben interpretarse con gran cautela, pues reflejan una situación de decadencia del rito. La celebración comenzaba por el praelegendum: canto procesional, probablemente sálmico, que acompañaba la entrada de los ministros “. El único canto interleccional que se conoce es el himno de los tres jóvenes de Daniel. Probablemente el sonum y los laudes, que se ejecutaban durante el ofertorio, eran en realidad dos cantos tí­picos de la liturgia de la palabra, que habí­an sufrido un desplazamiento. Durante la distribución de la comunión se ejecutaba el trecanum, que era probablemente un canto compuesto de tres versí­culos, quizá tomados del salmo.
Liturgia celta. La estructura de la misa celta, en la medida en que se la puede reconstruir permite reconocer la existencia del salmo responsorial, después de la lectura apostólica, y los cantos ofertoriales y de comunión, probablemente de carácter sálmico, aunque no se pueda llegar a una certeza plena al respecto.

Liturgia -> hispana. Esta liturgia conoce, con la excepción del tiempo de cuaresma y dí­as feriales, un canto inicial, el praelegendum, semejante al introito romano. Consta de una antí­fona y de un versí­culo sálmico con Gloria. Con mucha frecuencia, la antí­fona se toma del salterio, sobre todo en el tiempo ordinario.
Los cantos interleccionales hispánicos son tres: el psallendum, el clamor y los laudes. El psallendum, que corresponde al gradual o responsum romano y sigue siempre a la primera lectura, está compuesto por una antí­fona o estribillo y uno o más versí­culos: se trata por tanto de un canto responsorial, actualmente reducido a la mí­nima expresión, pero que conserva las caracterí­sticas del antiguo salmo responsorial. Por regla general se toma de los salmos. El clamor es un canto tí­picamente hispánico propio de ciertos dí­as solemnes y está en estrecha relación con el psallendum; puede afirmarse su carácter eminentemente sálmico. Los laudes, que corresponden al versí­culo del aleluya romano, pero se ejecutan después de la homilí­a como conclusión de la liturgia de la palabra, son un versí­culo tomado casi siempre del salterio.
El sacrificium, o canto ofertorial de la misa hispánica, es un canto de carácter responsorial formado de una antí­fona y de diversos versí­culos. El texto de los sacrificia, siempre de origen bí­blico, proviene del salterio sólo en trece casos.

Para la comunión, el rito hispánico prevé el canto ad accedentes, compuesto sobre el salmo 33, y tiene como estribillo el “Gustad v ved””.

Liturgia -> ambrosiana antigua. El canto inicial de la liturgia ambrosiana (anterior a la reciente reforma) es el ingressa, formado por una antí­fona sola. Aunque su función corresponda a la del introito romano o del praelegendum hispánico, no ofrece ningún versí­culo sálmico, como estos últimos. Con gran frecuencia el texto del ingressa está tomado del libro de los Salmos, y unos setenta ingressa corresponden en el texto y en las melodí­as a introitos del antifonario romano.

El psalmellus y el cantus de la liturgia milanesa corresponden al responsum y al tractus romanos: se trata de cantos interleccionales, cuyo texto proviene del salterio, como en la liturgia romana. Otros cantos de la liturgia de la palabra son el versí­culo del aleluya, y las antí­fonas ante evangelium (en algunas solemnidades) y post evangelium, caracterí­stica de Milán: quizá se trata de formas evolucionadas del canto de aclamación que precedí­a y seguí­a al evangelio. Estos cantos algunas ocasiones presentan un texto sálmico.
El canto ofertorial u offerenda es una antí­fona que acompañaba al salmo, ejecutado durante la presentación de las ofrendas. Con el tiempo desapareció el salmo o se redujo a un solo versí­culo. El canto ofertorial milanés, en determinadas ocasiones, se toma del salterio.
En el rito de comunión, la liturgia ambrosiana conoce dos cantos: el confractorium, antí­fona que acompañaba a la fracción del pan, y el transitorium, ejecutado durante la procesión del pueblo para la comunión o durante el traslado procesional de las especies sagradas al sagrario. Los textos del transitorium son muy elaborados y contienen con frecuencia referencias al salmo 33. A veces estos dos cantos se toman del salterio.

c) La distribución del salterio en el oficio romano. Dejando aparte las tradiciones no del todo confirmadas, se puede afirmar que, entre los ss. tv y vn, en las basí­licas romanas tiene lugar una primera organización del oficio, que tiene como elemento primordial la recitación del salterio, siguiendo antiguas costumbres orientales a menudo de origen monástico.

El primitivo oficio romano. Los estudios sobre el primitivo oficio romano están de acuerdo en señalar el principio, que se hace fundamental en el ámbito de la liturgia romana hasta el Vat. II, de la recitación semanal del salterio. Este aparece dividido en dos grandes grupos: el primero, formado por los salmos 1-108, estaba destinado a la oración de las horas matutinas, que acababa con los salmos 148-150; el segundo grupo, salmos 109-147, se distribuí­a para la oración de la tarde de los dí­as de la semana. Semejante división ha dejado huellas en la liturgia milanesa y en la liturgia monástica benedictina. Quizá en un primer momento esta celebración no incluí­a las horas menores, que aparecieron más tarde. Esta aparición comportará la introducción de variaciones en la distribución de los salmos del primer grupo, para abastecer a cada oficio de un cuerpo de salmodia.
El oficio romano del s. vii. En el s. vii aparece plenamente estructurada la distribución del salterio para el oficio cotidiano, que estará en vigor en la liturgia romana hasta la reforma de san Pí­o X (1913). Para el oficio de las vigilias se reservan los salmos del primer grupo tradicional (1-108), de modo que se aseguren para cada dí­a doce salmos, más el salmo 94, con el que empieza la celebración cada dí­a. El oficio de laudes comprende un grupo de salmos que se repiten todos los dí­as, más un salmo propio del dí­a. Para las horas menores se reserva el largo salmo 11864. Para las ví­speras se mantienen los salmos 109-147, y para la hora de completas se repiten los tradicionales salmos 4; 30,1-6; 90 y 133, adecuados a las horas nocturnas. Tal distribución del salterio es justamente una combinación del principio de la recitación continuada con la asignación de determinados salmos a determinadas horas, respetando su sentido propio.

El “cursus” de la Regla benedictina. La Regula monasteriorum, que ha llegado a ser la norma por excelencia del monaquismo occidental, presenta una ordenación de la celebración cotidiana que tiene estrechas relaciones con la romana; y no podemos aquí­ pasarlo por alto. Después de la introducción al oficio cotidiano (salmos 3 y 94), para las vigilias se respeta estrictamente el principio de los doce salmos por noche. El oficio matutino o laudes comprende un núcleo de salmos fijos, más los salmos propios del dí­a en número de dos. Para las horas menores la Regula propone salmos propios para la hora de prima, mientras que se reservan para las otras horas el salmo 118 y los salmos graduales. Para las ví­speras se mantiene el grupo clásico 109-147, y para las completas los tradicionales salmos romanos 4, 90 y 133.

La distribución de Quiñones. En la primera mitad del s. xvi hubo en el ámbito de la iglesia romana un intento de distribución del salterio tendente a hacer el oficio divino más asequible. El card. Quiñones 69 recibió del papa Clemente VII el encargo de una reforma del oficio. Aprobado por Pablo III en 1535, el nuevo oficio tuvo un gran éxito, pero fue suprimido, tras sólo treinta y tres años de vida, en 1568’°. Manteniendo el principio de la recitación semanal del salterio, Quiñones distribuye los 150 salmos según tres principios nuevos: se abandona el sistema de la recitación del salterio según el orden numérico; no se debe repetir ningún salmo a lo largo de la semana; se asignan tres unidades solamente para cada hora “. Pese a sus méritos, la obra de Quiñones fue objeto de severas crí­ticas, una de las cuales fue, precisamente, que no habí­a respetado las asignaciones tradicionales de ciertos salmos a funciones u horas determinadas.
La reforma de san Pí­o X. En 1911 el papa Pí­o X creó una comisión para la reforma del Breviario romano; y en 1913 se promulgó el nuevo oficio, que contení­a una nueva distribución del salterio. Los principios seguidos por la comisión son un feliz compromiso entre la tradición romana y algunos aspectos del Breviario de Quiñones. Efectivamente, la nueva distribución mantiene la recitación semanal de los 150 salmos, pero sin ninguna repetición. Los salmos de la mañana disminuyen y cada hora recibe salmos propios, aplicando los principios de la división de los salmos más largos y la atribución de tres unidades a cada nocturno y a cada hora menor, excepto laudes y ví­speras.

La distribución de los salmos se hace de tal manera que se mantiene, dentro de lo posible, la atribución de los dos grandes grupos de salmos que era tradicional en Roma desde los comienzos mismos. La nueva distribución se mantiene hasta los años del posconcilio, cuando en 1967 la segunda instrucción litúrgica Tres abhinc annos permití­a simplificar la recitación del salterio.

d) La distribución del salterio en el oficio hispano y ambrosiano. Entre las liturgias occidentales no romanas, la hispánica y la ambrosiana han conocido una organización más caracterí­stica de la liturgia de las Horas, de la que intentaremos dar una breve descripción por lo que se refiere al uso del salterio.

La celebración de la liturgia hispana. La liturgia de las Horas hispánica comprende un oficio eclesial (o catedral) y un oficio monástico. El oficio eclesial conoce solamente la hora de la mañana y la hora vespertina; las horas menores de tercia, sexta y nona se recitan solamente en los dí­as feriales de carácter penitencial”. El oficio monástico, además de las horas de la mañana y de la tarde (las mismas del oficio eclesial), tení­a las horas siguientes: los nocturnos, las horas menores diarias y completas (llamadas las horas canónicas). Además, como preparación o complemento de las horas canónicas, estaban las horas llamadas peculiares. En general, sea el oficio monástico, sea el oficio eclesial, tras la introducción llevaban una parte salmódica.

La estructura de la salmodia de la hora de la mañana comprendí­a elementos provenientes del oficio de vigilia y elementos propios del oficio de la mañana. La parte de vigilia de los dí­as feriales se compone del salmo 3 y de una missa de tres salmos. El domingo, en cambio, comienza con los tres salmos canónicos, o sea, los salmos 3, 50 y 56, seguidos por una missa cuyos salmos se reducen a un solo versí­culo más el Gloria. En los dí­as festivos, después del Sal 3, sigue una o diversas missae, semejantes a la del domingo. La parte propiamente matutina de los dí­as feriales comprende el salmo 50, el cántico del AT, el salmo matutino y los tres salmos 148-150. El domingo presenta el cántico del AT, las Bendiciones de Daniel, el sonum y los salmos 148-150. Los dí­as festivos, en cambio, tienen el salmo 50, el cántico del AT, las Bendiciones, el sonum y los salmos 148-150.

La oración de la tarde comprende el vespertinum con el salmo lucernario y otros dos salmos. En el domingo y en los dí­as festivos los tres salmos se reducen a un versí­culo con el Gloria”.

En el oficio eclesial, por tanto, la salmodia es bastante reducida. A los salmos de las horas de la mañana y de la tarde hay que añadirles los tres salmos de cada una de las horas menores en las ferias penitenciales. En el oficio monástico, en cambio, la salmodia era mucho más abundante: 30 salmos los dí­as feriales y 36 el domingo, por lo que se refiere a las horas canónicas, más los numerosos salmos de las horas peculiares.
La distribución del salterio respondí­a a un doble sistema: por una parte estaban los salmos elegidos para una función especí­fica en la celebración”; por otra, la lectura continua del salterio, en el sentido de que los salmos, recitados según el orden numérico, se retomaban en el punto donde habí­a terminado la hora precedente. Este doble sistema se encuentra sobre todo en el oficio monástico, y en parte también en el oficio eclesial, aunque en este último no parece que se recitase todo el salterio en un determinado perí­odo de tiempo’.

El uso del salterio en la liturgia hispánica no se puede valorar solamente a partir de la salmodia de las horas del oficio. Efectivamente, el libro de los Salmos constituye un elemento de primera importancia en el conjunto de la celebración, en cuanto que una buena parte de los elementos de la misma (antí­fonas, psallenda, sonum, responsorios, oraciones, etc.) se toman en gran medida del salterio, especialmente en el oficio ferial””
La celebración de la liturgia ambrosiana antigua. El oficio ambrosiano ha sufrido a lo largo de los siglos influencias provenientes de ambientes litúrgicos no milaneses, así­ como de la liturgia romana [-> Ambrosiana, Liturgia, 1], que afectan precisamente a la parte de la salmodia.

La vigilia matutina milanesa conoce la salmodia solamente en el oficio de cinco dí­as de la semana, del lunes al viernes incluidos; en cuanto al domingo, en lugar de los salmos, tiene tres cantos del AT, y el sábado un cántico del AT y el salmo 118. La disposición de estos dos últimos dí­as serí­a primitiva y propia de Milán. Para la salmodia de los otros dí­as se han asignado, como en Roma, los salmos 1-108. Estos salmos han sido divididos en diez grupos, llamados decurias, cinco para una semana y cinco para la otra, dando lugar así­ a la recitación del salterio en dos semanas, en vez de en una sola, como en Roma.

Para la parte final del oficio matutino o laudes, después del cántico del Benedictus, el domingo presenta los cánticos de Exodo, Cantemus, y de Daniel, Benedicite; las ferias, de lunes a viernes, el salmo 50, y el sábado el salmo 117. Siguen tres salmos tí­picos (148-150 y 116), y por último un salmo llamado directus, propio de cada dí­a.
Las horas menores entraron en el esquema del oficio ambrosiano en un segundo momento y repiten todos los dí­as el salmo 118, como se hací­a en el oficio romano desde el s. vii hasta el 1913.

Las ví­speras ambrosianas ofrecen una estructura tripartita, formada por el lucernario, la salmodia y la parte estacional, esta última para los dí­as festivos. El lucernario, elemento primitivo y más antiguo de las ví­speras Y2, usa versí­culos sálmicos que ilustran el tema de Dios luz 41. La parte salmódica ofrece tres modalidades, dos propias de Milán y la tercera de influencia romana. La primera, para las grandes solemnidades del Señor, se compone de un salmo propio, al que siguen los salmos 133 y 116. La segunda, para las fiestas de los santos, presenta un salmo propio con los salmos 133 y 116, y un segundo salmo propio. Finalmente, para las ví­speras del domingo y de las ferias, cinco salmos para cada dí­a de la semana, retomando así­ el grupo de salmos 109-147 que usaba la liturgia romana para la oración de la tarde. La salmodia de completas ofrece una combinación de elementos propios y de elementos romanos.

La antigua celebración ambrosiana conocí­a otras dos vigilias, además de la matutina: una vigilia vespertina con tres salmos y una vigilia nocturna, propia de las mayores solemnidades, con la recitación del salterio entero.

Además de la salmodia, el oficio ambrosiano contiene otros elementos (antí­fonas, psallenda, versí­culos, etcétera) tomados del salterio o estrechamente unidos a él, como las oraciones que acompañan a algunos salmos.

e) Ayudas para el uso cristiano del salterio. El libro de los Salmos ha sido considerado como elemento insustituible de la oración cristiana desde los primeros tiempos de la iglesia, pero sobre todo a partir del s. ni”. El salterio, como hemos dicho [1 supra, I], supone una cierta dificultad como libro de oración para el cristiano. Conscientes de ello, las generaciones cristianas han ideado auxilios para ayudar a comprender el texto sagrado y facilitar su lectura cristiana. Entre éstos conviene recordar especialmente los tí­tulos de los salmos, las antí­fonas y las colectas sálmicos.

Los tí­tulos de los salmos. En el encabezamiento de la mayor parte de los salmos, en la biblia (hebrea y de los LXX) se encuentran tí­tulos [-> supra, II, 2-3]. Su origen y su valor son muy discutidos, pero tienen una indudable importancia por las indicaciones que suministran para la historia del salterio y de su utilización litúrgica en Israel.

También en diversos manuscritos latinos de salterios para el uso litúrgico cristiano se dan los tí­tulos al comienzo de los salmos, que, sin embargo, son diferentes de los bí­blicos. Se trata de breves sentencias, que tienen la finalidad de facilitar la interpretación cristiana del salmo y ayudar a la plegaria del orante. Estos tí­tulos cristianos han sido objeto de una investigación minuciosa por obra de dom Pierre Salmon, y publicados después por él mismo.
La obra de dom Salmon contiene seis series de tí­tulos, cuya composición puede establecerse en el arco de tiempo que va desde las postrimerí­as del s. ni o comienzos del w hasta el final del s. vi. Se trata en general de obras anónimas, a excepción de dos series atribuidas, respectivamente, a Eusebio de Cesarea y a Casiodoro y Beda.

Sobre el contenido de estas series de tí­tulos se puede decir que, en general, intentan dar una explicación e interpretación del texto sagrado siguiendo los principios de una exégesis espiritual, o sea, viendo en los salmos profecí­as de la obra redentora de Cristo e intentando hacer de los mismos salmos un texto vivo, una plegaria actual, un canto que se inserta en la gran realidad del misterio de Cristo y de la iglesia 103. Las series IV y VI ofrecen una interpretación cristiana del género literario del salmo 1″. La importancia espiritual de estos tí­tulos cristianos de los salmos ha sido reconocida por los que han preparado la nueva Liturgia Horarum de la iglesia romana querida por el Vat. II, ya que han enriquecido el nuevo libro de oración litúrgica con tí­tulos semejantes a los de las antiguas series (cf OGLH 111).

Las antí­fonas. La historia de la liturgia testifica que, desde el s. iv, la recitación de los salmos conocí­a el uso de las antí­fonas. La antí­fona es un estribillo que tiene una doble función. La primera es musical, ya que designa y prepara el tono sobre el que debí­a modularse el salmo: desde este punto de vista, la antí­fona podí­a ejecutarse al principio y al final del salmo, o bien repetirse entre los versí­culos en forma responsorial. La segunda función de la antí­fona, la más importante, es la de sugerir el sentido preciso que se quiere dar al salmo en la celebración. Esto aparece sobre todo en las antí­fonas llamadas sálmicas, formadas con breves frases tomadas del incipit del salmo o de los versí­culos más caracterí­sticos
La función de la antí­fona se nos recuerda en la OGLH 113 así­: “Las antí­fonas… ayudan a poner de manifiesto el género literario del salmo; lo transforman en oración personal; iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida; proporcionan a un determinado salmo cierta tonalidad peculiar según las diversas circunstancias”.

Las colectas sálmicas. Desde el s. iv, en Oriente y Occidente, sobre todo en los ambientes monásticos, se sintió la necesidad de introducir una pausa de oración silenciosa entre salmo y salmo. Con las pausas de silencio se trataba de profundizar las ideas sacadas del salmo que se acababa de recitar. De la pausa de oración silenciosa se pasó a la improvisación de una oración en voz alta que resumiera en pocas palabras el resultado de la meditación. En un momento posterior, esta praxis originó la redacción de colectas para ser rezadas durante la celebración. El nombre de colecta derivarí­a de la expresión “colligere orationem”.

Las colectas sálmicas, aun habiendo tenido un gran éxito, como atestigua su difusión, encontraron una verdadera dificultad para penetrar en la liturgia oficial. La liturgia hispánica fue la única que conservó su uso en la liturgia de las Horas.

Las diversas series o colecciones de colectas sálmicas que se conservan son objeto de cuidadosas investigaciones a causa de su rico contenido teológico y espiritual. La más antigua, probablemente de la segunda mitad del s. v, es la serie “Visita nos”; compuesta í­ntegramente por un solo autor. De la mitad del s. vi es la que se llama serie romana, o mejor itálica, atribuible quizá a Casiodoro. De la época carolingia queda una serie compuesta por un autor anónimo sobre algunas colectas de origen hispánico. Finalmente existe la abundante colección de colectas de origen hispánico, que con gran probabilidad estaban originalmente reunidas en un libro litúrgico llamado liber orationum psalmographus, del que se ha publicado recientemente una recomposición.

Los autores de las colectas se inspiraron en los comentarios patrí­sticos, en las series de tí­tulos y con frecuencia en las antí­fonas, así­ como en los salmos mismos. Indudablemente, las colectas sálmicas son un admirable ejemplo de actualización de la espiritualidad vivida en la celebración de la liturgia, en concreto de la interpretación cristiana del salterio. Precisamente por ello se ha dicho que las colectas constituyen una especie de catequesis de la sacramentalidad de la celebración litúrgica.

VI. Los salmos en la liturgia romana actual
El n. 24 de la SC recuerda la máxima importancia de la Sagrada Escritura en la celebración litúrgica, citando explí­citamente el valor de los salmos en relación con el canto. En la -> reforma litúrgica, ejecutada según los principios establecidos por el Vat. II, el papel del salterio es notable en todos los libros litúrgicos.

1. LA MISA. La Ordenación General del Misal Romano (OGMR) prevé el uso de los salmos en cuatro momentos de la celebración: el canto de entrada, el canto interleccional, el canto de ofertorio y el canto de comunión. Para el canto de entrada (n. 26) y para el canto de comunión (n. 56, i) está previsto el canto de la antí­fona, con mucha frecuencia tomada de los salmos (figura en el formulario correspondiente del Misal, y, con notación musical, en el Gradual romano o en el Graduale simplex), que puede ir acompañada por el respectivo salmo. No obstante, junto a este uso de los salmos, la OGMR prevé también el uso de un canto alternativo cuyo texto, sin embargo, debe estar aprobado por la conferencia episcopal. Esta autorización puede legitimar un cierto real abandono del salterio en estos dos momentos de la misa. El canto del ofertorio (OGMR 50) se encuentra en las mismas condiciones, con la particularidad de que en la actual edición del Misal Romano no figura ninguna antí­fona para el canto en palabras. Hay que buscarla en el Gradual romano o en el Graduale simplex.

Ha sido mucho más lograda la recuperación del salmo responsorial, considerado parte integrante de la liturgia de la palabra (OGMR 36). Se discute si este salmo debe considerarse como una ulterior lectura de la Sagrada Escritura o bien como una respuesta de la asamblea a la palabra de Dios. Para el salmo responsorial, el Leccionario prevé para cada formulario de misa el texto más adecuado, relacionado estrechamente con las lecturas del dí­a y de la celebración. Pero la introducción al Leccionario añade en el n. 9: “Para que el pueblo pueda más fácilmente decir la respuesta salmódica, la distribución de las lecturas señala algunos textos de salmos y de respuestas seleccionados para los diversos tiempos del año o para las diversas categorí­as de santos, los cuales podrán emplearse en vez del texto que corresponde a la lectura, siempre que el salmo sea cantado” “°. En lugar de los salmos responsoriales indicados más arriba, la OGMR prevé la posibilidad de usar el gradual que figura en el Gradual romano “‘ o los salmos responsoriales con notaciones musicales que se encuentran en el Graduale simplex.
2. LA LITURGIA DE LAS HORAS. El n. 91 de la SC establece normas concretas para una utilización mejor y más adecuada a las necesidades actuales de la iglesia del tesoro de los ciento cincuenta salmos. Además de promover una revisión del texto del salterio (ya felizmente concluida), se pide que el salterio se distribuya en un perí­odo de tiempo que supere la semana. En 1971, con la publicación de la edición tí­pica de la Liturgia Horarum la iglesia inauguraba una nueva distribución del salterio. Está ordenado según un esquema de cuatro semanas; en general, los salmos se usan una sola vez, exceptuados los más significativos, que se repiten varias veces. Son treinta y seis los salmos que aparecen dos o más veces a lo largo de las cuatro semanas. Los salmos 57, 82 y 108, considerado su carácter imprecatorio, no aparecen en la oración de la iglesia, y también varios salmos han sido privados de los versí­culos que se consideraba que podí­an crear dificultades en los orantes. El principio más usado en la elección de los salmos es el de la elección según el carácter de la hora y del dí­a. Así­ los nn. 126ss de la OGLH revelan los criterios de selección: para el primer salmo de laudes se ha elegido un salmo matutino, mientras el último es, según la antigua tradición, un salmo de alabanza; para las ví­speras, desgraciadamente, no se ha conservado el uso de un salmo lucernario, como en otras liturgias; para el domingo se han escogido salmos estrechamente relacionados con el misterio pascual, mientras que al viernes se le han asignado salmos de carácter penitencial o capaces de ser referidos a la pasión; los salmos 77, 104 y 105, que narran la historia de la salvación en el AT, han sido reservados para los tiempos litúrgicos de adviento, navidad, cuaresma y pascua; para las fiestas, la elección de los salmos se ha hecho de manera que se subraye el carácter de la celebración. Indudablemente la nueva distribución del salterio está orientada a ayudar a los fieles para una utilización más viva de las riquezas que contiene. El hombre moderno difí­cilmente se puede adaptar a las largas salmodias en uso durante los siglos pasados. Al reducir el número de salmos y escoger los salmos más significativos para las horas de laudes y ví­speras, se pone a disposición de los fieles una parte de la Escritura, que ha servido como libro de oración a generaciones enteras.

Para que se facilite el uso de los salmos en la oración cristiana, la nueva Liturgia Horarum prevé tres elementos, recuperados de la tradición precedente: los tí­tulos, las colectas sálmicas y las antí­fonas. En el salterio distribuido en cuatro semanas, cada salmo lleva un tí­tulo, que se refiere a su significado y su importancia para la vida humana del creyente. Además, cada salmo va acompañado de una frase tomada del NT o de los escritos de los padres, que invita a orar con el salmo en sentido cristológico (OGLH 111). Se prevé también la publicación de colectas sálmicas, en la lí­nea de la tradición medieval (OGLH 112). Por desgracia, tal publicación oficial no ha tenido lugar todaví­a. En algunos paí­ses, provisionalmente, se han preparado algunas series de colectas sálmicas, que indudablemente son de gran utilidad. Las antí­fonas ayudan a descubrir el género literario del salmo, y con frecuencia ponen de relieve aspectos importantes del mismo. El n. 114 de la OGLH prevé que en la celebración sin canto, durante el tiempo ordinario, puedan sustituirse las antí­fonas por las sentencias bí­blicas o patrí­sticas que preceden a los salmos mismos.

El salterio está todaví­a presente en otros elementos del oficio divino, como los versí­culos y los responsorios, que se encuentran en las diversas horas del oficio.

3. LOS SACRAMENTOS Y LOS SACRAMENTALES. El n. 35 de SC prescribe la lectura de la Sagrada Escritura más abundante, más variada y mejor elegida, en las celebraciones sagradas. Por esta razón, todos los nuevos rituales de los sacramentos y de los sacramentales presentan un elenco de lecturas bí­blicas -o sea, un verdadero leccionario adaptado a cada rito-, entre las que se encuentra un número de salmos que responden a las caracterí­sticas de las diversas celebraciones. De este modo el salterio sigue teniendo un papel insustituible en cualquier celebración del culto católico.

VII. Modalidades celebrativas
El n. 121 de la OGLH recuerda que los salmos pueden ejecutarse de diferentes maneras, según lo exijan el género literario, la extensión, la lengua en que se celebra el oficio, etcétera. Los salmos, se afirma, han sido ordenados en el oficio según su contenido y según el carácter especí­fico de cada uno de ellos. Como se ha indicado más arriba hablando de los géneros literarios, los salmos son verdaderos poemas, y cada uno de ellos tiene su especificidad, que debe respetarse si se quiere que la celebración adquiera su sentido festivo.

La tradición, como hemos señalado en los párrafos precedentes, nos ha transmitido diversos modos de ejecutar los salmos, y la renovación querida por el Vat. II se ha preocupado por revitalizarlos. Así­, para la celebración de la misa se ha reintroducido con carácter obligatorio el salmo responsorial después de la primera lectura. Sólo en el caso del canto gregoriano (latino) se permite retomar el gradual, canto sálmico de carácter reducido (OGMR 36). Por lo que se refiere a las otras celebraciones de la palabra en conexión con los diversos sacramentos y sacramentales, el salmo responsorial es obligatorio. Para la liturgia de las Horas, el n. 122 de la OGLH recuerda los modos tradicionales de ejecutar los salmos: de manera continuada (in directum), o bien alternando sea los versí­culos, como era la costumbre latina más común, sea las estrofas entre dos coros o partes de la asamblea, respetando la disposición tipográfica de los nuevos libros litúrgicos; o bien de manera responsorial [-> supra, VI. De hecho, sólo el salmo 94 del invitatorio se presenta de manera responsorial. Aunque no se hable de ello en los documentos oficiales, en la práctica de la liturgia renovada se ha llegado a comprender que ciertos salmos, como el 106 y el 117, son de hecho estructuras de celebraciones cultuales de acción de gracias, y se ha logrado devolver vida expresiva a dichos textos distribuyendo sus partes entre los diversos participantes. Por lo que se refiere a las diversas posibilidades, en el ámbito castellano recordamos solamente las publicaciones de P. Farnés y A. Aparicio.

VIII. Problemas litúrgico-pastorales
El uso del salterio como libro de oración para el cristiano de hoy comporta evidentemente problemas, algunos de los cuales ya se han insinuado a lo largo del tratado. Como conclusión, es oportuno señalar dos importantes núcleos de problemas, que conviene considerar atentamente desde un punto de vista litúrgico-pastoral: los derivados del contenido del salterio y los que conciernen a la interpretación celebrativa de los salmos.

La marcada impronta veterotestamentaria del salterio exige a quien desea rezar los salmos en el espí­ritu del evangelio un mí­nimo de preparación o ambientación bí­blica. Efectivamente, los salmos se han leí­do en el ámbito del culto cristiano como profecí­as relativas al misterio de Cristo, el cual a su vez permite interpretar el sentido último de los salmos. Así­, la posterior tradición cristiana patrí­stica y litúrgica ha aprendido a leer a Cristo en los salmos y a los salmos en Cristo. El auténtico modo de orar con los salmos se puede colegir del siguiente texto de san Agustí­n:
“Como el Cristo total es cabeza y cuerpo, por eso en todos los salmos, al oí­r la voz de la Cabeza, oigamos la del cuerpo. Pues no quiso hablar separadamente el que no quiso separarse, conforme lo atestigua: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos. Si está con nosotros, habla con nosotros, de nosotros y por nosotros; como también nosotros hablamos en él, y por eso hablamos verdad, porque hablamos en él”‘. Por ello no debe olvidarse el papel de válida ayuda que, para una recta interpretación de los salmos, tienen las antí­fonas, las frases bí­blicas y los tí­tulos que aparecen en los libros litúrgicos, sin olvidar las colectas sálmicas. Los problemas derivados del contenido de los salmos pueden superarse con un trabajo de mentalización y de conocimiento del salterio dentro de la historia de salvación que se actúa en la liturgia.

El segundo núcleo de problemas se refiere a la interpretación celebrativa de los salmos. La OGLH en el n. 103 recuerda: “Los salmos no son lecturas ni preces compuestas en prosa, sino composiciones poéticas de alabanza. Por tanto, aunque posiblemente hayan sido proclamados alguna vez en forma de lectura, sin embargo, atendiendo a su género literario, con acierto se les llama en hebreo Tehillim, es decir, cánticos de alabanza, y en griego Psalmoi, es decir, cánticos que han de ser entonados al son del salterio. Es verdad, todos los salmos están dotados de cierto carácter musical, que determina el modo adecuado de recitarlos. Por tanto, aunque los salmos se reciten sin canto, e incluso de modo individual y silencioso, convendrá que se atienda a su í­ndole musical: ciertamente ofrecen un texto a la consideración de la mente; pero tienden sobre todo a mover los corazones de quienes los recitan y los escuchan, e incluso de quienes los tocan con arpas y cí­taras”. La interpretación celebrativa de los salmos en la liturgia sigue siendo, por tanto, un amplio campo de investigación, en el que los técnicos y pastores deben empeñarse a fondo para encontrar las formas más adecuadas a los diversos tipos de comunidades y a las diversas celebraciones. Del modo de interpretación dependerá indudablemente el interés del pueblo fiel por servirse de los salmos en su oración.

J. Gibert Terruel
BIBLIOGRAFíA:
1. En general
Alonso Schoekel L., Treinta salmos: poesí­a y oración, Cristiandad, Madrid 1981; Dujvers P., Los salmos. Introducción a su contenido espiritual y doctrinal, Herder, Barcelona 19642; Franquesa A., Lectura cristiana de los salmos y sentido de las lecturas, en “Vida Religiosa” 36 (1974) 39-54; González A., El libro de los salmos, Herder, Barcelona 1966; Gourgues M., Los salmos y Jesús, Jesús y los salmos, “Cuadernos Bí­blicos” 25, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1979; Guichou P., Los salmos comenta-dos por la Biblia, Sí­gueme, Salamanca 1966; Helewa G., Salmos, en DE 3, Herder, Barcelona 1984, 332-337; Lack R., Salmos, en NDE, Paulinas, Madrid 1979, 1228-1242; Raguer H., La Iglesia y los salmos, en “Phase” 134 (1983) 91-108; Vernet J.M., 22 salmos para vivir, “Dossiers CPL” 22, Barcelona 1984.

2. En la liturgia
Alonso Schoekel L., Salmos. Texto original litúrgico, introducción y notas, Cristiandad, Madrid 1966; Aparicio A.-Garcí­a J.C.R., Los salmos oración de la comunidad. Para celebrar la liturgia de las Horas, Publicaciones Claretianas, Madrid 1981: Canals J.M., Las colectas de salmos de la serie “Visita Nos”; Publicaciones Claretianas, Madrid 1978; Cols D., La salmodia, en “Oración de las Horas” 5 (1983) 152-154; 7 (1983) 222-224; López Martí­n J., La oración de las Horas, Secretariado Trinitario, Salamanca 1984, 203-220; Pinell J., “Liber Orationum Psalmographus’ Colectas de salmos del antiguo Rito Hispánico, Instituto S. de Investigaciones Cientí­ficas, Madrid 1972; VV.AA., La oración de los salmos, en “Phase” 17 (1963) 169-216; VV.AA., Los salmos en la liturgia, en “Phase” 134 (1983) 85-177.

3. El salmo responsorial
Cols D., El salmo responsorial y la aclamación del aleluya, en “Oración de las Horas” 3 (1981) 82-84; Deiss L., El salmo gradual, en VV.AA., Presentación y estructura del nuevo Leccionario, Ed. Litúrgica española, Barcelona 1969, 65-93; Farnés P., El salmo responsorial, en “Phase” 134 (1983) 123-145; Taule A., El salmo responsorial, en “Phase” 56 (1970) 177-181.

D. Sartore – A, M. Triacca (eds.), Nuevo Diccionario de Liturgia, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Nuevo Diccionario de Liturgia

SUMARIO: I. “Psalterium meum, gaudium meum!” II. La arquitectura exterior del salterio: 1. La actual distribución; 2. Los orí­genes de los Salmos. III. Salmos y poesí­a: 1. El ritmo; 2. “El jardí­n de los sí­mbolos”. IV. El gran fresco de la oración sálmica: 1. Los himnos; 2. Las súplicas; 3. Confianza y agradecimiento; 4. Salmos litúrgicos; 5. Salmos sapienciales; 6. Salmos reales; 7. Los géneros literarios, ¿instrumento de análisis o esquema comprensivo? V. La teologí­a de los Salmos: 1. Los dos polos del diálogo; 2. La tercera presencia; 3. El espacio mí­stico del salterio; 4. Libro de la oración cristiana.

I. “PSALTERIUM MEUM, GAUDIUM MEUM!” Estas palabras de las Enarrationes super Psalmos de Agustí­n (PL 37,1775) expresan de manera luminosa la adhesión de toda la tradición cristiana a esta colección gloriosa de oraciones y de poesí­as bí­blicas. De las 60.000 citas bí­blicas hechas por Agustí­n, 11.500 (de 20.000 veterotestamentarias) provienen del salterio. El mismo NT, de 300 citas bí­blicas ha tomado un centenar de los Salmos (= Sal). “David es nuestro Simónides, nuestro Pí­ndaro, nuestro Alceo, nuestro Catulo, nuestro Flaco y nuestro Sereno -escribí­a Jerónimo-; es la lira que canta a Cristo” (PL 22,547).

Se podrí­a construir toda una antologí­a de poetas y escritores que en la historia de las varias literaturas se han referido al esplendor poético, humano y religioso de estas poesí­as. “Lisez de l’Horace ou du Pindare aprés un psaume; poür moi, je ne le peux plus”, afirmaba lapidariamente el poeta francés A. de Lamartine en su Voyage en Orient.

El concilio Vaticano II ve en la alabanza sálmica “la voz de la esposa [la Iglesia] que habla a su esposo” (SC 84).

Para seguir un itinerario en esta monumental elección, nacida de artistas de varias escuelas y de varias épocas, es necesario realizar al menos un doble movimiento hermenéutico elemental. Ante todo hay que hacer un camino hacia atrás, centrí­peto, hacia el tenor originario y el significado primario de los componentes léxicos, literarios, estilí­sticos, históricos y simbólicos, de que están entretejidos los Sal. De ese origen semí­tico hay que descender luego hacia nuestro presente cultural y humano, para introducir el salmo en nuestra poesí­a y en nuestra existencia orante. Escribí­a agudamente Jerónimo: no basta traducir los salmos “in linguam latinam”; es preciso traducirlos “latine”; no basta trasladar materialmente segmentos y frases del hebreo a nuestras lenguas modernas; todo el texto con todas sus resonancias debe ser encauzado y recreado en nuestra nueva dimensión cultural y espiritual. El primer movimiento, exquisitamente exegético, es en todo caso insustituible, y deberí­a dominar también en esta breve sí­ntesis de “teologí­a bí­blica” sobre los Sal. Con gran agudeza escribí­a Lutero en sus Operaciones in Psalmos: “Queremos ante todo llamar la atención sobre lo gramatical, porque ello es lo verdaderamente teológico”.

La praxis “editorial” del mundo semí­tico y la ingenuidad de la tradición judí­a y cristiana han colocado las “alabanzas” de los Sal (Tehillí­m, “alabanzas”, en hebreo; Psalmoí­ en griego, con alusión a la dimensión musical de la ejecución) bajo el patronazgo de David. En realidad, el salterio es la respiración poética y orante de al menos un milenio de la historia literaria de Israel: desde los arcaicos poemas de matriz lingüí­stica surcada de formas cananeas (p.ej., los Sal 18 y 29) se llega a composiciones tí­picas de la espiritualidad de los hasidim macabeos (Sal 149); desde fórmulas oficiales para el culto se pasa a poemas de fuerte inspiración personal, aunque sobre el fondo constante de la liturgia del templo; desde “formas” literarias diversas emergen diferentes Sitz im Leben, y por tanto géneros literarios, temas y finalidades múltiples.

El judaí­smo ha querido organizar la colección en un “pentateuco”, caracterizado por doxologí­as finales (41,14; 72,19; 89,52; 106,48; 150,6):

I libro: Sal 1-41.
II libro: Sal 42-72.
IIIlibro: Sal 73-89.
IV libro: Sal 90-106.
V libro: Sal 107-150.

Junto al / Pentateuco histórico de las acciones salví­ficas de Dios -la tórah- se yuxtaponí­a el “pentateuco” orante del salterio, respuesta bendecidora y bendita del hombre al Dios liberador. Sin embargo, la fenomenologí­a del salterio es más compleja y supone un amplio proceso genético y redaccional.

II. LA ARQUITECTURA EXTERIOR DEL SALTERIO. T.K. Cheyne ha afirmado que existen “salterios en el salterio”, como es evidente por su varia Formgeschichte y Redaktionsgeschichte. La palabra definitiva hay que dejarla obviamente a un paciente análisis de cada una de las composiciones. Aquí­ nos contentamos, dados los fines de nuestro estudio, con un primer censo. A ello deberí­an contribuir también los discutidos y con frecuencia enigmáticos “tí­tulos”, antepuestos por la tradición judí­a a la mayor parte de los Sal, relativos al uso litúrgico, a las modalidades de ejecución instrumental o melódica, a los elementos circunstanciales y a la paternidad (el lamed auctoris). Mas los problemas que plantean estos tí­tulos son superiores a los que pretenden ayudar a resolver.

1. LA ACTUAL DISTRIBUCIí“N. Contentémonos, pues, con un breve perfil que recoja las distribuciones mayores tal como parecen aflorar de la actual redacción de la colección del salterio.

El bloque de los Sal 1-41 está constituido por los “salmos yo”, personales, predominantemente súplicas, y por “salmos Yhwh” y “salmos de David”, si bien la atribución de los tí­tulos hay que desmitizarla frecuentemente, ya sea por todo lo que se ha dicho [I supra, I] a propósito del patronazgo de una obra semí­tica, ya por las vacilaciones sobre el valor de los tí­tulos, ya por el valor del lamed auctoris (autor o destinatario: de David o para David y el rey daví­dico).

Los Sal 42-49: el “Salterio de los hijos de Coré” (2Cr 20:19), son una joya del salterio: una serie de corales leví­ticos deliciosos, cuyo centro son el templo y Jerusalén.

El llamado “Salterio de Asaf” (Esd 2:41; 1Cr 15:19; 2Cr 35:15) abarca los Sal 50 y 73-83, y es violento y nacionalista: “Se despertó el Señor como de un sueño, cual gigante vencido por el vino; hirió a sus enemigos en la espalda, les infligió vergüenza eterna” (Sal 78:65-66).

Con los Sal 84-89 tropezamos con un segundo “salterio Yhwh”, es decir, en el cual se usa este tí­tulo divino, mientras que los Sal 51-72; 101; 103; 108-110; 138-145 son un segundo y probable “salterio de David”: poco homogéneo, este salterio pasa del lamento a una reflexión “filosófica” original (Sal 139).

Los Sal 93 y 96-100 son el complejo de los “salmos del reino de Yhwh”, mientras que los Sal 105-107 son “salmos del credo histórico de Israel”.

Los tres Hallel (el Hallel “pascual” de los Sal 113-118, el “gran Hallel” de los Sal 135-136, el “pequeño Hallel” de los Sal 146-150) son textos de alabanza de colorido litúrgico, como quizá los célebres “salmos de las ascensiones” a Jerusalén (120-134), sobre cuyo origen se discute.

No falta una secuencia de salmos dispersos, como los dos sapienciales 111-112; el refinado y compuesto 90; el grandioso coral del 104; los posexí­licos y notables por diversos conceptos 102; 119; 137, o los salmos de matriz ideológica profética 91-92; 94-95.

2. Los ORíGENES DE LOS SALMOS. El agitado debate sobre las coordenadas de origen del salterio sólo se puede afrontar caso por caso. Las hipótesis generales son siempre parciales. La “hipótesis macabea”, sostenida por los exegetas alemanes del siglo xtx (Duhm, Wellhausen), consideraba el salterio un producto tardí­o de la teologí­a judí­a. La “teorí­a arcaica”, sostenida por la escuela anglo-escandinava (S. Mowinkel, Hooke y en parte también Weiser) y renovada por el comparativismo ugarí­tico de Dahood, retroproyectaba casi todos los salmos a la época monárquica. La solución más equilibrada es la pluralista. Esto vale también para el Sitz im Leben general del salterio. Los salmos no nacen en un espléndido aislamiento; suponen conexiones con los tres polos en la cultura del antiguo Oriente: Babilonia, con sus lamentaciones y sus himnos de alabanza; Egipto, que ha ejercido algún influjo en los Sal 2; 33,34; 104 y 110, y en algún salmo sapiencial; Canaán, representado sobre todo por Ugarit, es importante para descifrar los textos más arcaicos, y sobre todo los puntos oscuros y adulterados del salterio.

A este contexto general más vasto y vago hay que asociar el más especí­fico, que es ciertamente cultual. Pero este último contexto no excluye la interferencia del privado o del personal, que sólo secundariamente se puede reducir al culto comunitario, ya que la piedad privada para el hebraí­smo no es separable de la comunidad de la alianza. Sobre el culto hebreo sólo tenemos datos fragmentarios, fruto de la tradición sacerdotal (Lev) y de la tardí­a reelaboración del cronista. El salterio podrí­a testimoniar como propio algún dato del culto porque, a nivel de redacción final, se convirtió en una especie de himnario litúrgico del segundo templo. Son indiscutibles las alusiones a fiestas, procesiones, sacrificios, oráculos, vigilias nocturnas, bendiciones, funciones sacerdotales y otras estructuras cúlticas del templo. El fondo es muy a menudo “eclesial”: la multitud, los sacerdotes, el diálogo antifonal (15; 24; 118; 120; 122; 123; 131; 132; 134; 136) y la alegrí­a del canto, de la danza y de la música (es ejemplar el Sal 150).

En apéndice, merecen una referencia las cuestiones textuales, particularmente difí­ciles para el estudioso del salterio. La bondad del TM, de la que en un reciente pasado tanto se dudaba, ha de sostenerse sin vacilaciones; también la confrontación con los 27 fragmentos de la gruta 11 de Qumrán va en esta lí­nea. La versión de los LXX, en lo que concierne al salterio, es de las peores de toda la Biblia griega; no obstante, es siempre significativa a nivel comparativo. Es también relevante el targum aramaico. Son interesantes los duplicados presentes en el mismo salterio (Sal 14=53; 40B=70; 57B= 108B; 18 = 2Sam 22). Jerónimo preparó al menos tres versiones latinas del salterio: la primera es una revisión de la preexistente Vetus Latina sobre los LXX, y se la conoce como “Salterio romano” porque era usada casi sólo en la basí­lica de San Pedro; la segunda es una revisión, hecha en Palestina, de la Vetus Latina pero según la Hexapla, y es conocida como “Salterio galicano”, porque se adoptó en las Galias antes de ser aprobada por Pí­o V en 1568 (es el salterio de la Vulgata); la tercera y única “de hebraica veritate”, que es conocida como Psalterium iuxta Hebraeos, pero que no fue nunca usada por la Iglesia.

Como en la liturgia se hace uso de la Vulgata (= Vg), hay que recordar la diversa numeración del salterio, ocasionada sustancialmente por la escisión llevada a cabo por el TM en el Sal 9, dividiéndolo en Sal 9 y 10, mientras que LXX-Vg lo conservan intacto y unitario. La secuencia completa de las dos numeraciones puede esquematizarse así­:
TM:LXX-Vg:Sal 1-8Sal 1-8Sal 9-10Sal 9Sal 11-113Sal 10-112Sal 114-115Sal 113Sal 116Sal 114-115Sal 117-146Sal 116-145Sal 147Sal 146-147Sal 149-150Sal 148-150Como se usa en el ámbito cientí­fico, seguimos la numeración hebrea.

III. SALMOS Y POESíA. Las oraciones del salterio son ante todo lí­ricas; su mensaje tiene por vehí­culo de comunicación la superficie estilí­stica, métrica y simbólica de la poesí­a semí­tica. Para entrar plenamente en sintoní­a con los Sal, es indispensable abrirse a la intuición libre y al rigor de la poesí­a, realidad simple y compleja, elemento constante de la humanidad auténtica, experiencia bajo muchos aspectos afí­n a la de la fe. Aquí­ pretendemos sugerir sólo algunos datos esenciales y exteriores para favorecer la penetración en el mundo admirable de la poesí­a sálmica. Que-da siempre la firme convicción de que sólo una continua y amorosa familiaridad con el texto poético del salterio puede desvelar realmente sus secretos y esplendor.

1. EL RITMO. Como es sabido, la métrica semí­tica no está ligada tanto a la cantidad de las sí­labas cuanto más bien al empaste sonoro, a la intensidad tónica de las sí­labas, a su dosificación con las pausas y las sí­labas átonas, desplegando una especie de diagrama musical primordial. La perfección de los ritmos es exaltada luego por la aliteración, por las onomatopeyas, por la alusión léxica, por la constancia de algunos esquemas -como el clásico 3 +3 acentos o el quebrado 2 + 2 de la qinah o elegí­a-por originales y sorprendentes alternancias verbales de perfectos e imperfectos, por sabios montajes de es-cenas, etc. La indicación todaví­a os-cura de la selah puede que aluda a pausas en el canto. La división estrófica, si está clara en algún caso raro en que se encuentra en el texto una antí­fona repetida (Sal 42-43) o se entrevé el esquema acróstico alfabético (los 22 octosí­labos del Sal 119), para el resto hay que buscarla paciente-mente dentro del texto mismo a través de la recensión de las indicaciones literarias. Así­ se puede discernir un plano estructural a veces evidente, otras veces más difí­cil de devanar, pero sumamente importante para de-terminar el flujo del pensamiento y de la poesí­a. Contrariamente a lo que piensan algunos crí­ticos de matriz “romántica”, la poesí­a tiene un rigor extremo, que queda espléndidamente atestiguado por las composiciones lí­ricas del salterio.

Podemos hablar luego también de un “ritmo interior”, que es el del paralelismo, ley predilecta de la poética semí­tica, e identificada ya desde el 1753 por R. Lowth. Lejos de ser una pesada repetición didáctica de conceptos, el paralelismo es la exploración de una idea o de una imagen en todas sus virtualidades y dimensiones. Bastará un simple ejercicio de lectura para captar la pluralidad de los paralelismos y de sus funciones: desde la sinonimia verbal (1,3; 6,2; 19,2; 38,2; 76,3; 85,3-5) a la simbólica (52,7; 73,23-24; todo el 114); desde la antí­tesis (1,6; 20,9; 55,2) a la sí­ntesis (9,8; 19,8; 27,1); desde la progresión (1,1-2; 135,12; 145,18) al clí­max (29, 3.5.8; 76,5; 77,11).

2. “EL JARDíN DE LOS SíMBOLos”. El poeta inglés Th.S. Eliot ha llamado al mundo literario de los Sal “el jardí­n de los sí­mbolos y de la imaginación”, en el cual es difí­cil poner orden a la manera occidental. La gnoseologí­a bí­blica, por otra parte, es un “conocimiento” simbólico-poético, es un “conocimiento-experiencia sabrosa, afectiva y operativa” (Maritain). Hay, pues, problemas de versión, de filologí­a, de montaje, de análisis comparativo; existe lo imprevisible de las conexiones por asonancia fonética en el original; está la libertad del razonamiento semí­tico; está la importancia del l mito y del t sí­mbolo, reconocida cada vez más en nuestros dí­as (P. Ricoeur, M. Eliade, E. Cassirer, J. Cazeneuve, A. Durand, etc.); está la posibilidad de una fértil aplicación de las nuevas ciencias lingüí­sticas (piénsese, p.ej., en el estructuralismo). Intentemos recoger ahora en una sí­ntesis simplificadora las principales áreas simbólicas del salterio; para comprender lo “simplificadora” que es, bastarí­a leer el terrible salmo 58, con su impresionante arsenal metafórico de no fácil catalogación.

La simbologí­a teológica usa como ví­a privilegiada el antropomorfismo. Así­ aparece la tradicional descripción del “organismo” de Dios (rostro, nariz, labios, brazo, mano, pie, ojo, dedo, oreja, ví­sceras…) y,de su “psicologí­a” (alegrí­a, ira, venganza, indignación, arrepentimiento, amor, embriaguez, tristeza…). Ejemplar en este sentido podrí­a ser el monumental “Te Deum” real daví­dico del Sal 18: el corazón de las odas está constituido por dos evocaciones de la acción de Yhwh, en las cuales cae sobre la tierra como un caballero envuelto en el manto de las nubes para salvar al náufrago fiel y para adiestrarlo en la batalla y combatir con él. Por la osadí­a en el uso del antropomorfismo son célebres las imágenes de Yhwh, el cual tiene en la mano una copa de vino fermentado que los malvados beben hasta la última gota (75,9), y de Yhwh vencido por el vino (Sal 78:65). Pero el antropomorfismo conoce también la delicadeza; pensemos en los arquetipos “psicoanalí­ticos” paterno y materno (Sal 27:10; Sal 103:13; Sal 131:2) o en el admirable Sal 139. A Dios se le aplica también una simbologí­a hilemórfica: el universo entero habla de Dios y está al servicio del “Dios de las venganzas”. La tempestad (Sal 29), las nubes (Sal 18; 68), el cabalgar sobre las aguas (Sal 65), la constelaciones que nacen de sus dedos (Sal 8), el cosmos como armadura divina en su lucha contra el mal son algunas de estas aplicaciones simbólicas. También el esquema militar produce definiciones de Dios como escudo, roca, fortaleza, baluarte, ciudadela, instructor militar, general de inspección, etc.

Si para descifrar el misterio de Dios se usaba el hombre, para definir el del hombre se usa a menudo el animal. El sí­mbolo antropológico va acompañado entonces de un verdadero y auténtico bestiario (Sal 104). El ciervo que se lamenta (Sal 42:2), la golondrina y su amor al nido (Sal 84:4), el rebaño (23), el águila (Sal 103:5), la sombra de las alas (Sal 36:8-9), la ignorancia torpe del hipopótamo (Sal 73:22), la soledad del búho y del pelí­cano (Sal 102:7) son algunas de las imágenes con las que se designa la experiencia í­ntima del orante. Otras veces, en cambio, nos vemos trasladados a una escena de caza, en la cual se persigue la presa, se la alcanza, se la pisa, se la arrastra por el polvo (Sal 7:6) o se la hace caer en una trampa excavada en el suelo (Sal 7:16) o queda atrapada en el lazo tenso (Sal 31:5; Sal 35:7-8; Sal 57:7). El orante es abandonado a las fauces de un león que lo quiere despedazar (Sal 7:3; Sal 22:14), con las fauces abiertas (Sal 35:21) y con dientes que desgarran la carne (Sal 27:2). También para el hombre se usan simbolismos hilemórficos; sobre todo el simbolismo de matriz vegetal sapiencial, que presenta al justo como árbol verde (1,3), como palma y cedro (92,13-15), mientras que otros árboles tí­picos del paisaje mediterráneo -el olivo y la vid- son emblemas de la familia ideal (128,3). También el organismo fí­sico del hombre se puede transformar en sí­mbolo alusivo de su psicologí­a: los huesos, que arden como brasas en el sufrimiento; los ojos que se consumen en el llanto, las llagas pútridas y fétidas (38,6), las ví­sceras que se derriten, el latido del corazón…

La tercera área simbólica es la cosmológica. La congénita incapacidad semí­tica para la abstracción lleva a los autores de los salmos a construir sí­mbolos monstruosos para definir la idea de la “nada”. Raab y Leviatán, lo mismo que otros monstruos, representan la anticreación, que, sin embargo, Yhwh sabe controlar en su providencia. Pero está también la naturaleza contemplada como el compendio cifrado y simbólico de la perfección divina. Un mundo tripartito verticalmente (cielo-tierra-abismos) y bipartito horizontalmente (tierra-mar), cantado en páginas inolvidables (8; 19; 65; 104…); un mundo cuyos horizontes, centrados en Jerusalén, se extienden más allá de Palestina, hasta el Hermón, las islas y Tarsis… “Los cielos narran la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos; un dí­a comunica el pregón al otro dí­a, y una noche transmite la noticia a la otra noche” (19,2-3).

Una consideración aparte se merece la presencia en el salterio de sí­mbolos y de fraseologí­a hiperbólico-impetratoria, que han llevado a excluir de la liturgia cristiana algunos textos sálmicos (p.ej., el 109). Más justamente, el Crisóstomo veí­a ahí­ el signo vivo de la “condescendencia” divina, que “adopta lenguaje, concepciones y verdades humanas imperfectas todaví­a” (PG 53, 34-35). Pero, más allá de la cuestión ética del talión y de la teologí­a del carácter progresivo de la revelación, estas páginas coloristas testimonian la encarnación de la Palabra, representan simbólicamente el eterno conflicto entre bien y mal, con una evidente apertura afectiva al bien y a la justicia. Son también expresión del alma oriental, que se desborda emotivamente en lo pintoresco y en la exasperación. La viva sensibilidad semí­tica, la retórica verbal, la eficacia de la maldición y de la palabra en general, la ausencia del comparativo y del relativo, sustituidos siempre por el superlativo y por el absoluto (ver Luc 14:26), son algunas de las motivaciones psicolingüí­sticas que explican estas hipérboles. La misma incapacidad para la abstracción no le permite al semita hablar de mal, sino de “enemigos” contra los cuales lanzarse, permaneciendo firme también el fondo a menudo macabro del antiguo Oriente (y no sólo de él): “Babilonia devastadora…, dichoso el que agarre a tus niños y los estrelle contra las rocas” (Sal 137:8-9).

IV. EL GRAN FRESCO DE LA ORACIí“N SíLMICA. Es ya una tradición identificar, dentro de la gran tabla de colores de la oración sálmica, algunas áreas solitarias bastante circunscritas y algunas familias de oración. Se trata de los famosos géneros literarios, cuya mejor codificación se debe al exegeta alemán H. Gunkel en su clásica obra Die Psalmen (Gotinga 1926). Sin embargo, justamente debido a la libertad de la poesí­a, estas catalogaciones demasiado rigurosas, aunque sumamente útiles, resultan siempre un tanto rí­gidas y restrictivas. Aquí­ nos contentaremos con ofrecer una planimetrí­a esencial de los géneros literarios del salterio en orden a una mejor comprensión de su mensaje.

1. Los HIMNOS. El himno no es sólo un modelo literario; es la definición de una actitud interior fundamental, la de la pura alabanza; por algo, como se ha dicho [/ supra, I], todos los salmos han sido llamados tehillim, “alabanzas”, “himnos”. Escribí­a Gunkel: “El himno responde a la necesidad más profunda y más noble de toda religión, que es la de adorar en el polvo al que está sobre nosotros”. El himno es profesión de fe en la salvación que derrama Yhwh en la historia y en la creación; es contemplación libre y espontánea de Dios; se le da gracias por el mero hecho de existir. El gozo envuelve toda la creación: “¡Qué grande es tu nombre en toda la tierra!” (8,2.10); “Toda mi vida cantaré al Señor; mientras exista, cantaré himnos a mi Dios” (104,33-34). La estructura literaria del himno es más bien flexible. Después del invitatorio a la alabanza, cohortativo-imperativo, el cuerpo del himno desarrolla las motivaciones (ki, “porque”) de la confesión de fe. La alabanza puede ser de dos tipos: descriptiva, y por tanto genérica, o narrativa, más especí­fica y motivada, es decir, dedicada a una acción histórica o cósmica precisa de Yhwh.

El himno en estado puro tiene dos raí­ces: la creación con su fascinación y sus misterios, y la historia en la cual Dios obra y se revela. Son ejemplares en este sentido el Sal 29, probable reedición de un himno cananeo arcaico, en cuyo centro dominan los “siete truenos” (qól, “trueno-voz” de Dios) de la tempestad; el Sal 8, producto sofisticado, centrado en la confrontación Dios-hombre-cosmos; la absorta contemplación del universo del Sal 104, salpicado de alusiones al himno de Atón de Ajnatón, el faraón “monoteí­sta” del siglo xiv a.C.; el canto de los dos soles, el natural y el de la ley, en el Sal 19; el solemne y compuesto aleluya al Creador providente del Sal 135; o el Sal 136, el gran Hallel, modelado según el credo histórico de Israel; la doxologí­a musical y cósmica del Sal 150.

Pero existen especificaciones ulteriores en el contenido de los salmos. En particular debemos señalar dos. Ante todo, los himnos de Sión. La colina del templo es la meta de la peregrinación a Jerusalén, y constituye el centro de algunos himnos imbuidos de una convicción de fe fundamental: la presencia de Dios en Sión es fuente de protección, la presencia de Dios en el espacio sagrado es signo de la santificación de las realidades terrestres. El lema del Sal 46 es justamente “Yhwh para/con nosotros” (vv. 1.8.12). Junto a él se pueden colocar el 48, elogio de Sión, la inexpugnable; el 76, oda triunfal al defensor invencible de Jerusalén; el 84, “el canto por excelencia del peregrino” (A. Gelin); el 87, aclamación fulgurante a Jerusalén, madre de todos los pueblos; el inolvidable Sal 122, que se cierra con la célebre asonancia Jalóm-Jerusalaym, etc. Hay que señalar luego los himnos a Yhwh rey, discutiblemente relacionados por la escuela escandinava y por el “Myth and Ritual” al esquema litúrgico de la entronización del dios Marduk en Babilonia con ocasión de la fiesta del nuevo año. En el centro de estos poemas está la aclamación Yhwh malak, “Yhwh se ha convertido en (y es) rey” (Sal 93:1; Sal 96:10; Sal 97:1; Sal 99:1). Su reino es reconocido como eterno, universal y perfecto por la prosperidad, majestad y paz. No falta el elemento dialéctico de la lucha triunfal de Dios contra sus enemigos y contra las fuerzas hostiles del mal (Sal 10:16). Aunque puede que se los usara como textos para la procesión del arca en el templo, estos himnos se orientan -sobre todo después del exilio (Isa 52:7.10)- a ser signos del triunfo escatológico de Yhwh. Si excluimos el 47, ovación al Señor rey de Israel y de los pueblos, la colección de los himnos a Yhwh está contenida en los Sal 93 y 96-99.

2. LAS SÚPLICAS. El signo dominante bajo el cual se coloca la oración bí­blica es el del dolor y la lamentación, si bien se registran siempre con una sobriedad y una compostura ignoradas en el mundo extrabí­blico de las lamentaciones. Es más, los finales de estas súplicas sálmicas están siempre abiertos a la confianza en ser escuchado, también porque la visión de la historia bí­blica es siempre sutilmente mesiánica, y por consiguiente abierta al futuro y a la esperanza. La estructura de la súplica supone, en su forma mayor, un drama representado por tres personajes (Dios, el orante y el enemigo) y está articulado en tres actos, distribuidos en las tres dimensiones del tiempo (la felicidad perdida del pasado, el trágico presente, la esperanza en el futuro). La división clásica se basa luego en los sujetos orantes; tenemos así­ súplicas personales, una amplí­sima colección de oraciones que tiene el primado cuantitativo en el salterio, y súplicas nacionales o comunitarias ligadas a un drama de la nación (12; 44; 60; 74; 79; 80; 83; 85; 106; 123; 129; 137).

El elemento más significativo, después de la llamada angustiosa a Dios, es la descripción de la situación de sufrimiento en que se está inmerso. Aquí­ es donde campea la figura del “enemigo”, casi siempre personificado con metáforas bélicas, de caza o teriomorfas. El enemigo puede ser una enfermedad grave que amenaza la vida y que, en la perspectiva retribucionista, es señal de la maldición divina (Sal 6; 22,38; 102); otras veces es una tragedia nacional o la pesadilla de un proceso que puede resolverse en una condena capital; otras veces también es un enemigo implacable, que con sus persecuciones (7,2; 142,7) o su odio (35,19; 38,20; 69,5; 86,17) o su violencia (86,14) parece ser una potencia demoní­aca contra la cual el fiel sólo puede invocar la intervención divina. Pero el enemigo puede ser también interior, a saber: el pecado, que separa al creyente de su Señor, haciéndole experimentar así­ el silencio de Dios (Sal 38; 51; 130). Tenemos, pues, una especie de fenomenologí­a del mal en todas sus manifestaciones y en todo su misterio, que comprende también a menudo cuestiones de teodicea, aunque no en la forma tan rigurosa que supone / Job.

En la tensión dramática del peligro surge la eterna pregunta: “¿Por qué? ¿Hasta cuándo? (6,4; 13,2-3; 35,17; 42,10; 43,2; 90,13…). Parece incluso que se está en presencia de un osado acto de acusación contra Dios y su indiferencia: “¿Hasta cuándo, Señor, verás esto?” (Sal 35:17; cf Job y Jer 20). Pero el último acto del drama está siempre abierto al futuro, que en algunos salmos se anticipa y es visto ya en acción (qatal orante). El Dios “mudo” y lejano ha escuchado la súplica, su intervención libertadora se ha manifestado, el fiel está preparando su sacrificio de agradecimiento o promete cumplir el voto y testimoniar a todos el amor libertador de Dios.

3. CONFIANZA Y AGRADECIMIENTO. La confianza bí­blica está anclada en el concepto de / fe: ‘mn, “creer”, es basarse en una roca estable, es construir sobre la certeza y no sobre la arena de la duda, es “esperar contra toda esperanza” (Rom 4:18). Todo el salterio está, pues, impregnado de esta atmósfera, que en algunos salmos es tan intensa que constituye el único tema. Justamente porque la confianza es una actitud, tampoco el salmo que de ahí­ resulta posee una estructura constante y precisa, sino que es una explosión libre y espontánea de ideas y de expresiones con contaminaciones de otros géneros. Como modelos, pensamos en el Sal 16, con una espléndida profesión de fe “sacerdotal”; en el célebre Sal 23, canto del pastor y del huésped; en el Sal 27; en el inolvidable Sal 131, el cántico de la infancia espiritual. La base ideológica es la conciencia de la confianza en Dios, que hace palidecer las certezas y los apoyos humanos, ignora el temor del absurdo y del hado, excluye la desilusión, porque “tú eres mi esperanza, Señor, mi confianza desde mi juventud; tú eres mi protector desde el vientre de mi madre” (Sal 71:5-6). Los salmos de confianza son la definición perfecta de la relación del creyente con su Dios; precisan lo que el Señor debe realmente significar para el que lo invoca como un tú en un diálogo interpersonal.

El agradecimiento, que habitualmente se distingue, según el sujeto, en “comunitario” (p.ej., 124; 129) y “personal”(p.ej., 30; 41; 52; 116; 138), es un himno en cuya base hay un motivo preciso de alabanza (por algo en hebreo “agradecer” y “alabar” se expresan con el mismo verbo jdh, y el mismo sustantivo, tódah). Es una forma más humana e “interesada” de alabanza: se alaba a Dios por un don especí­fico recibido. El agradecimiento, como queda dicho, es normalmente la conclusión de la súplica. La estructura del agradecimiento se abre con una invitación al reconocimiento de la bondad divina. En el fondo está la asamblea litúrgica, y por tanto, implí­citamente, el templo con sus sacrificios y con sus cantos (Sal 118). El cuerpo del salmo se mueve a lo largo de tres directrices. Ante todo, después de las congratulaciones rituales del sacerdote, se pintan los cuadros antitéticos del trágico pasado del que se ha sido liberado y del feliz presente ofrecido por Dios; esta alabanza descriptiva es más amplia cuando el agradecimiento es nacional. El segundo elemento está representado por una exhortación dirigida a los oyentes, a fin de que se unan a la oración del agraciado; a veces este llamamiento se convierte en un sermón apasionado (32; 34; 92). El tercer dato es más impalpable y constituye la atmósfera del poema; aparece acá y allá en las descripciones del estado de ánimo festivo que invade al orante. El final del agradecimiento contiene la mención de la oración, del sacrificio o del voto que se presentan a Dios.

Un clima de paz, de gozo, de esperanza recorre estos dos tipos de salmos, a los cuales podemos unir las “bienaventuranzas” o “macarismos” que acá y allá salpican el salterio (Sal 1:1; Sal 32:1-2; Sal 41:2-4; Sal 84:5-8.12-13; 112; Sal 119:1-3; Sal 127:5; 128; Sal 144:12-15).

4. SALMOS LITÚRGICOS. Aunque los documentos litúrgicos explí­citos del salterio son exiguos, no se debe olvidar que el Sitz im Leben de muchas composiciones sálmicas es cultual y que la colección entera de los Sal se convirtió en el fundamento de la liturgia hebrea y cristiana. Además, el particular no ora jamás prescindiendo de la comunidad; es siempre un miembro del pueblo elegido, que dialoga con Yhwh, el Dios de la alianza. En el ámbito de los salmos explí­citamente litúrgicos citamos los llamados salmos de ingreso (15 y 24), que contienen las condiciones requeridas para acceder al culto. Se trata de elementos no rituales y extrí­nsecos -como en los paralelos mesopotámicos-, aunque éticos y existenciales, conexos con el decálogo y la moral de la alianza. La estructura es más bien elemental y tiene una forma dialógica: a la petición de acceso al templo formulada por el fiel responde la enumeración de las condiciones morales y sociales avanzadas por el sacerdote. La ideologí­a que está en la base es, pues, de cuño profético; en realidad, el profetismo habí­a recordado con insistencia la exigencia de una vinculación profunda entre oración y vida, culto y sociedad, cancelando toda forma de sacralismo. Dios rehúsa la compensación de ejercicios cultuales si falta una actitud religiosa global y vital.

En esta lí­nea se pueden colocar algunos textos llamados también salmos de requisitoria (en hebreo rib, el proceso por las violaciones de la alianza) o “liturgias de la fidelidad yahvista” (Castellino). El más bello y el más solemne es el Sal 50, una obra maestra tanto por la trama literaria como por la purí­sima concepción religiosa subyacente (ver también el 81). Otras veces la requisitoria oficial hecha por el profeta o por el sacerdote se transforma en verdadero y auténtico juicio de Dios, como en el caso del salmo 58, texto cargado de invectivas contra los ‘elim, o sea las magistraturas injustas y corrompidas (ver el 82).

Los salmos de peregrinación a Sión no son necesariamente todos los “salmos de las ascensiones” (120-134), más bien heterogéneos, aunque usados quizá como “libro del peregrino”. Pero muchos de ellos, y otros dispersos por el salterio (p.ej., 84; 95), expresan bien esta tensión constante que tienen la liturgia y la oración respecto al templo y a Sión, lugares de la presencia espacial e histórica del Dios de la alianza.

5. SALMOS SAPIENCIALES. Esta delimitación es vaga, lo mismo que es amplio el horizonte de la hokmah, que abarca casi todos los sectores de la investigación humana. En ella entran algunos textos sálmicos más marcadamente sapienciales por temas, como los Sal 1; 14 (= 53); 37; 49; 73; 112; 119; 127; 128; 133; 139; en los Sal 127 y 133 se logra entrever el estilo proverbial clásico; en los Sal 37; 49; 73 emerge el angustioso problema del sufrimiento del inocente y del triunfo del malvado; se somete a los impí­os a dura sátira en el Sal 14/53 y en 36,2-5.13; se celebra la fraternidad comunitaria en el 133, mientras que en el espí­ritu del acróstico alfabético se podrí­a el 119 llamar una alabanza de la fidelidad a la ley desde la a hasta la z. Al área sapiencial se reducen a veces los “salmos alfabéticos”, como el citado 119, el 37, el 112, mientras que son de calidad diferente, a pesar de esta estructura escolástica, los Sal 9-10; 34,111; 145. Aunque el discurso es estructuralmente diverso, hablamos aquí­ también de los salmos históricos, pues son como lecciones o catequesis sobre las raí­ces de la fe. Ahora bien, la fórmula perfecta de la fe bí­blica es la celebración de las acciones de Dios con su pueblo, y la oración más alta es reconocer, profesar y meditar las grandes obras de Dios. El credo de Israel (creación, patriarcas, éxodo, desierto, tierra de Canaán) se convierte en la base de algunos salmos cúlticocatequéticos. Cada una de estas composiciones tiene su óptica en la presentación de la teologí­a de la historia. El movimiento del Sal 78 es amplio y contemplativo; la historia sagrada se lee a lo largo de dos vertientes antitéticas de los Sal 105 y 106: el primero es optimista, está seguro del predominio de la bondad divina sobre los obstáculos opuestos por el hombre; el segundo, en cambio, es pesimista y ve la historia como una serie ininterrumpida de “noes” del hombre al amor de Dios. El Sal 136 (“gran Hallel”) es una reelaboración cúltica del credo de Deu 26:5-9 y Jos 24:1-13, con la adición del tema de la creación, mientras que el alfabético Sal 111 es “una nomenclatura condensada de los grandes beneficios de Yhwh” (L. Jacquet). El 114 es un himno al Dios del éxodo, y el 135 tiene en su centro (vv. 8-14) las acciones históricas de Yhwh en favor de Israel.

6. SALMOS REALES. La salmografí­a monárquica era un elemento fundamental de la literatura curial oriental. Lo es también en el mundo hebreo, pero con una notable variante que desmitiza la concepción inmanentista y sacral. Intentemos entonces definir la ideologí­a que está en la base de estas composiciones (Sal 2; 20; 21; 72; 89; 110; el 45 es un poco independiente, pues es probablemente un epitalamio por la monarquí­a septentrional de Israel).

El primer elemento se refiere a la alianza daví­dica, expresada en el oráculo daví­dico de Natán (2Sam 7): “El Señor te hará grande, porque el Señor te hará una casa. Yo aseguraré después de ti la descendencia salida de tus entrañas” (vv. 11-12). En las figuras, aunque pálidas, que se sucederán en el trono de David, la teologí­a hebrea verá el signo vivo y continuo de la presencia de Dios en la historia de la salvación.

Otro elemento ideológico relevante en estos poemas, que a menudo son textos litúrgicos para la entronización del rey hebreo, está representado por el llamado “protocolo real”, “el decreto del Señor” (Jos 2:7), según el cual se proclamaba al rey “hijo de Dios” (Jos 2:7; Jos 89:27-28; 2Sa 7:14). En Egipto esta declaración tení­a valor inmanentista de verdadera generación fí­sica: de ahí­ nací­a el culto imperial. Israel, con su visión trascendente y monoteí­sta de Dios, desmitiza radicalmente el protocolo real: declara sólo la filiación adoptiva del soberano, excluyendo así­ la generación natural de la divinidad reconocida al rey también en el mundo cananeo.

Un tercer dato lo sugiere una modalidad a primera vista extrí­nseca y formal, a saber, el tono altamente encomiástico con que están compuestos estos poemas. De por sí­ es ésta una cualidad normal de la poesí­a cortesana (el llamado “Hofstil”); pero, sobre todo cuando se hunda la monarquí­a daví­dica (586 a.C.), esta tensión adquirirá connotaciones mesiánicas. El mesí­as (“consagrado”) concreto daví­dico, débil e imperfecto, a través de las alabanzas a él destinadas se convertirá entonces en el emblema del mesí­as definitivo, perfecto y justo, y, en la interpretación neotestamentaria, en “hijo de Dios” en sentido auténtico [/ Mesianismo II].

7. Los GENEROS LITERARIOS, ¿INSTRUMENTO DE ANíLISIS O ESQUEMA COMPRENSIVO? La teorí­a de los géneros literarios en la historia de la exégesis se ha ido afinando progresivamente, su catalogación se ha hecho menos rí­gida y más dúctil y se han multiplicado los géneros, identificando subespecies y variantes. Sin embargo, hay que reconocer que al menos la mitad de los salmos no responde plenamente a alguno de los géneros hasta ahora catalogados, por lo cual es necesario insistir en la libertad de la poesí­a y de la creatividad de cada autor particular, el cual, aunque obedeciendo a leyes bastante codificadas en la poesí­a semí­tica, introduce siempre el imponderable de su fantasí­a, de su espí­ritu, de su personalidad. Además, algunos textos resultan de tal manera complejos y varios que impiden incluso el proceso de censo aproximativo o múltiple adoptado por los exegetas. En este sentido es ejemplar el Sal 115, texto litúrgico de múltiples cambios de género. En esta mezcla se reconocen: la alabanza (v. 1), la elegí­a (v. 2), la ironí­a (vv. 4-7), la maldición (v. 8), la profesión de fe (vv. 3.9-11), la fórmula ritual (vv. 12-16), la atmósfera sapiencial, sin que se pueda excluir la tendencia a la composición libresca compendiosa para edificación privada o comunitaria, como sostení­a E. Lipinski. Así­ pues, el lector diligente del salterio debe moverse dentro de estos textos con mucho cuidado, con una sabia dosis de los registros de lectura y con capacidad para saber descubrir la originalidad y la libertad de la poesí­a y de la fe.

V. LA TEOLOGíA DE LOS SALMOS. El salterio puede compararse a una imponente catedral en la que han trabajado artistas de épocas y de formaciones diversas; esta imagen de J. Steinmann expresa con claridad las dificultades concretas que se encuentran para trazar un panorama sintético del mensaje encerrado en los 150 salmos. Considerando la diversidad de las coordenadas de cada una de las composiciones, las operaciones de actualización a que han sido sometidas antes de cristalizar en el texto actual, la fluidez de los géneros literarios y del uso litúrgico, la diversidad de las perspectivas teológicas de las varias épocas en que han trabajado cada uno de los autores, se debe reconocer a’_ máximo la posibilidad de identificar sólo las estructuras de pensamiento del nivel terminal redaccional, ignorando casi la prehistoria de este libro. Intentemos, pues, delinear los hilos de pensamiento que confieren unidad al conjunto actual del salterio.

1. LOS DOS POLOS DEL DIíLOGO. Siendo una teologí­a de la oración, los salmos son sobre todo una reflexión implí­cita sobre el encuentro con Dios. Un encuentro que se lleva a cabo en un lugar, centro de un doble movimiento. A la “tienda de la reunión” del templo se dirige el orante; pero también llega Dios, y se inicia el diálogo. Por eso el salterio es la celebración de una relación, de un hesed, término que aparece al menos un centenar de veces, que marca antifonalmente el ritmo del gran Hallel (Sal 136) y que cubre un área semántica muy rica y personalista (amor, fidelidad, confianza, intimidad). Por eso triunfan en el salterio el adjetivo posesivo, el pronombre personal y las voces de posesión. El “mí­o-núestro” dirigido a Dios se encuentra 75 veces; 50 veces se llama a Israel “su pueblo”, 10 veces “su heredad”, siete veces “su rebaño”. Relación interpersonal que se expresa también con el “recuerdo” de Dios (unas 30 veces). El “acordarse” de Dios es la actitud fundamental de la alianza, a la que él es constantemente fiel (105,8); un “acordarse” que se experimenta en sus acciones históricas (78,4-5; 105,1) y cósmicas. Al acordarse de Dios debe responder el “recordar” del hombre, que es sinónimo de “creer”. En realidad, el “recuerdo-memorial” es la profesión de fe, que hace actual y contemporáneo el acto salví­fico pasado de Dios, introduciendo nuevamente al fiel en la salvación. Entonces es frecuente la invitación (como en el Dt) a “recordar las maravillas de antaño” (77,12), a “acordarse de Dios” (77,4), a “acordarse de su nombre” (119,55). La relación con Dios es también mí­stica, como enseña una pintoresca simbologí­a: la mesa de la comida de comunión (36,9), la copa de vino y el perfume de la hospitalidad (23,5), la saciedad fí­sica e interior (16,11; 22,17; 37,19), la comunión de vida (42,2.9) y de alegrí­a (36,8-10), la habitación común en el monte santo (5,5; 15,1; 23,6; 52,10; 92,13-15), la tierra abrasada fecundada por la lluvia (65,10-14; 118,26; 128,5), la sombra que guarda del ardor abrasador del sol (96,3-6), la intimidad del nido (84,4).

Una mí­stica que abre quizá una nueva perspectiva, la de la inmortalidad, aunque sobre este punto el debate está ya abierto (16,9-11; 49,16; 73,24).

Pero los dos sujetos del diálogo se presentan, además de en su relación, también en sí­. “Dios es conocido en Judá” (76,2). De Dios se describe sobre todo el proyecto que él quiere llevar a cabo en la historia y en el cosmos (40,6; 92,6); su “camino” (67,3; 103,7); su “reino” cósmico-histórico (96,10), su palabra (33,4.69; 107,20; 147,15.18; 148,8): verdadera, estable, digna de confianza (12,7; 18,31; 119,40); su juicio (54,3), triunfal contra el impí­o (Sal 7; 9-12; 17; 26; 36; 37; 58; 75; 82; 94; 97; 144; 146) y gracioso para el justo: ésta es justamente la “justicia-salvación” de Dios (5,9; 71,2; 143,1). Un proyecto que es salóm, “paz”, o sea un orden de relaciones nuevo y definitivo (72,7; 85,11). El hombre es el otro polo del diálogo: para él el proyecto divino es la ley, cantada con una constelación de sinónimos en el monumental Sal 119; es “el camino a seguir” (17,4-5; 18,22; 50,17; 95,10), por el cual se dirigen los pasos de las opciones cotidianas (26,3); es el objeto de los verbos de adhesión (escoger, amar, desear, deleitarse, esconder como tesoro precioso, observar); es la divina justicia cantada gozosamente a nivel “eclesial” (40,10), universal (96; 98; 148), cósmico (19,2-4; 89,6).

2. LA TERCERA PRESENCIA. Entre los dos protagonistas, Dios y el hombre, se introduce un tercer elemento, negativo, que atenta-al esplendor de su relación intentando minarla de raí­z. Es el mal-enemigo, que tanta parte tiene en la fraseologí­a de las súplicas, tomada con frecuencia también de ciertos estereotipos simbólicos sumérico-acádicos. Sin embargo, como escribe E. Beaucamp (DBS 9 1973, col. 181), “los salmistas de Israel tienden, más que sus colegas de Babilonia, a dramatizar su caso, a radicalizar el problema: la dificultad que ellos deben afrontar asume el aspecto de una lucha contra las fuerzas del mal”. Es decir, se pasa de una visión mágico-demoní­aca a un planteamiento teológico.

La descripción del mal está confiada a sí­mbolos ya clásicos, es decir, a la simbologí­a bélica: guerra (27,3; 35,1…), espada (17,13; 22,21…), arco y flechas (7,14; 11,2; 37,14-15…), escudo (3,4; 7,11; 18,3.31.36…), la derrota (79; 80; 89,39-46); a la simbologí­a venatoria: redes y trampas (7,16; 9,16; 10,9…), león (7,3; 10,9; 17,12); a la simbologí­a cósmica: aguas que inundan (18,17; 32,6; 46,4), la fosa infernal (16,10; 28,1; 30,4.10; 40,3), la esterilidad agrí­cola (Sal 85); a la simbologí­a psico-fí­sica: la enfermedad (6,3; 30,3; 32; 38; 41; 88; 103,3-4; 107,17-22; 118,17-18), la soledad total (31,12-14; 32,12-15; 41,8-10; 69,20-22; 88,9.19; 102,7-9).

Pero los signos teológicamente más elevados de esta crisis de la relación Dios-hombre son dos: el silencio de Dios y el pecado del hombre. El silencio de Dios se expresa en muchas páginas de sabor casi a lo Job (22; 73; cf 4,5; 37,1.7-8; 38,2-4; 58; 62,2,6) y se pinta con vigorosas representaciones simbólicas, como el “encenderse” de la ira de Dios (2,5; 7,7.12; 44,24; 79,5; 89,47), el “alejarse” de Dios (10,1; 22,2.12.20…), el “esconderse el rostro” por parte de Dios (22 veces en el salterio; cf 4,7; 10,11…). En cambio, el silencio del hombre se expresa por su pecado (50,21; 5,5-6), profundizado en sus dimensiones morales por los “salmos de ingreso” a la liturgia (15; 24; 26) y por los célebres Sal 51 y 131. Sólo a través de la confesión y el repudio de este enemigo inherente al hombre mismo (32,5; 38,19; 41,5; 51,6; 106,6) florece la reconciliación (51,9) y se restaura el diálogo, sellado por el perdón de Dios, que es la victoria del amor, más fuerte que la ofensa. También el léxico del perdón es sugestivo: “no recordar” el pecado, “volver el rostro”, “cubrir-kipper el pecado”, cancelarlo, “retornar-súb” a Dios por parte del hombre y de Dios al hombre miserable, “tener piedad”, “dominar el furor”. “Cuanto los cielos se alzan sobre la tierra, así­ es de grande su hesed para cuantos le temen. Cuanto dista el oriente del occidente, así­ aleja de nosotros nuestras culpas” (103,11-12). Las dimensiones vertical y horizontal de un nuevo mundo pacificado se entrecruzan en el corazón del hombre convertido y perdonado.

3. EL ESPACIO MíSTICO DEL SALTERIO. En torno al centro constituido por Dios y por el hombre se articula toda la realidad en una serie de cí­rculos concéntricos.

El primer cí­rculo, el más restringido, es la ciudad santa, Jerusalén-Sión, que acoge en su seno la presencia de Dios en el templo (los cantos de Sión; cf Sir 24:11) y en el rey, hijo de David e hijo adoptivo de Dios (2Sam 7), idealizado en la relectura mesiánico-escatológica (2; 72; 89; 110). De este rey se celebran la entronización (2; 110), la partida para la campaña militar (20), las batallas (18), la vuelta triunfal (21), el matrimonio (45), el gobierno justo (72), la polí­tica (101), la caí­da (89). El señor se encuentra con el hombre en las dos dimensiones esenciales de la existencia: el espacio (el templo) y el tiempo (la historia daví­dica).

El segundo cí­rculo de este espacio mí­stico, que va más allá del centro de Sión, es el pueblo de la elección y de la alianza con su historia. La historia no es un campo neutro, en el que chocan fuerzas ciegas, sino la lí­nea ininterrumpida del amor y del juicio de Dios, y, por otra parte, la lí­nea de la adhesión y del rechazo de Israel (105; 106; cf 78; 111; 114; 135; 136).

El tercer cí­rculo es el de la creación, primera “maravilla” de Dios, añadida al credo histórico en el Sal 136 (cf 65,9). El mundo y su origen son signo de la realeza trascendente de Dios: “Tuyo es el cielo, tuya también la tierra; tú formaste el mundo y todo lo que contiene” (89,12; cf 8; 104). El Señor abarca la vertical cielo y tierra (29; 115,3) y las cuatro dimensiones del espacio (139).

Todo lo que se integra en esta sucesión de cí­rculos fijados en Dios es válido, precioso y sólido. Todo lo que se sustrae es “el enemigo”, el mal, el pecado, la nada. Todo lo que está alejado de estas corrientes vivas es precario, engañador y falso. El salterio es una invitación coral y continua a insertarse en esta dinámica, en esta vida, en esta gracia. “Magnum opus hominum laudare Deum” (Agustí­n).

4. LIBRO DE LA ORACIí“N CRISTIANA. El salterio se convirtió en el libro por excelencia de la oración cristiana, “summa et compendium” de todo el mensaje bí­blico, como decí­a Belarmino. Ambrosio, describiendo las oleadas sonoras de hombres, mujeres, ví­rgenes y niños que poblaban su iglesia de Milán cantando los salmos, los comparaba al “majestuoso ondear del oleaje del océano” (Hexaemeron III, 5: PL 14,178). Pues el salterio no ha sido sólo el libro de la oración nacional y de la liturgia oficial de Israel (1Crón 16; 25; 2Cr 7:3; Esd 3:10-11; Neh 11:17), ni es sólo una expresión de los sentimientos de la humanidad entera cuando interroga a Dios en el dolor, en el gozo, en la vida y en la muerte. Se ha convertido sobre todo en el texto de la meditación orante cristiana, como lo atestigua ya la comunidad apostólica, que reserva a los salmos una nueva aplicación (Efe 5:19; Col 3:16; Stg 5:13) y una nueva hermenéutica cristiana (Heb 1:16.20; Heb 4:33-35…). Sin entrar en la compleja cuestión de la reactualización neotestamentaria del AT, recordamos sólo que algunos salmos ocupan una posición de prestigio en este proceso de reinterpretación. Así­ los salmos reales (sobre todo 2 y 110) son objeto de una hermenéutica cristológica de gran relieve (para el Sal 2:1, ver Apo 11:18; para el Sal 2:1-2, ver Heb 4:25ss; para Sal 2:7 ver Mat 3:17 par y Mat 17:5 par; Heb 13:33; Heb 1:5; Heb 5:5; para Sal 2:8-9, ver Apo 2:26; Apo 12:5; Heb 1:2; Apo 19:15; para Sal 2:11, ver Flp 2:12; para Sal 110:1, ver Mar 12:36; Mat 22:44; Luc 20:42; Mat 26:64 par; Mar 16:19; Heb 2:34; Rom 8:34; 1Co 15:25; Efe 1:20-23; Col 3:1; Heb 1:2.13; Heb 8:1; Heb 10:12-13; Heb 12:2; para Sal 110:4, ver Heb 5). El mismo fenómeno se repitió libremente para otros textos, como Sal 8 y el famoso 22. En este espí­ritu escribí­a Tomás de Aquino en su In Psalmos Davidis Expositio, que, “a diferencia de los otros escritos bí­blicos, el salterio abarca en su universalidad la materia de toda la teologí­a. La razón por la que este libro es el más usado en la Iglesia es que contiene en sí­ toda la Escritura. Su caracterí­stica es la de repetir, en forma de alabanza, todo lo que los otros libros exponen según los modos de la narración, de la exhortación y de la discusión. Su fin es el de hacer rezar, elevar el alma a Dios a través de la contemplación de su majestad infinita, a través de la meditación de la excelencia de la eterna bienaventuranza, a través de la comunión con la santidad de Dios y la imitación efectiva de su perfección”.

BIBL.: ALONSO SCHí“KEL L., Treinta salmos: poesí­a y oración, Cristiandad, Madrid 1981; APARICIO A., GARCíA PAREDES J.C.R., Los salmos, oración de la comunidad, Publicaciones Claretianas, Madrid 1981; BARBAGLIO G., CAMMISSARI L., GALBIATI E., I Salmi, Morcelliana, Brescia 1973; BEAUCAMP E., Le Psautier, 2 vols., Gabalda, Parí­s 1976 y 1979; BERNINI G., Le preghiere penitenziali del Salterio, Universitá Gregoriana, Roma 1953; BRIGGS C.A., A Critica/ and Exegetical Commentary on the Book oJ’ Psalms, Edimburgo 1951-19572; CASTEwNO G.R., Libro dei Salmi, Marietti, Turí­n 1955; DAHOOD M., Psalms, 3 vols., Doubleday & Co., Nueva York, 1966; 1968; 1969; DEISSLER, I Salmi, Cittá Nuova, Roma 1986; DE LANGHE E., Le Psautier, “Orientalia et Bí­blica Lovaniensia” IV, Lovaina 1962; DRIKVERS P., Les Psaumes. Genres littéraux et thémes doctrinaux, Cerf, Parí­s 1958; FRANKEN H.G., The Mystical Communion with Jhwh in the Book of Psa/rns, Brill, Leida 1954; GELINAI y, Les Psaumes á l Ppoque patristique, en “La Maison-Dieu” 135 (1978) 99-116; GIBERT J., Salmos, en Nuevo Diccionario de Liturgia, Paulinas, Madrid 1987, 1851-1872; GONZíLEZ A., El libro de los .salmos, Herder, Barcelona 1984; GINKEI. H., Introducción a los salmos, Edicep, Valencia 1983; JACQLEr L., Les Psaumes et le coeur de l’homme, 3 vols., Duculot, Gembloux 1975; 1977; 1979; KRACs H.J., Teologí­a de los salmos, Sí­gueme, Salamanca 1985; KISSANE E., The Book of the Psalms, 2 vols., Dublí­n 1953-55; LACK R., Salmos, en NDE, Paulinas 19893, 1228-1241; LANCELLOTTI A., Salmi, Ediz. Paoline 1984; LIPINSKI E., BEAUCAMP E., Psaumes, en “DBS” 9 (1973) 1-214; MAILLOT A., LELIEVRE A.. Les Psaumes, 3 vols., Labor et Fides, Ginebra 1962; 1966; 1969; MANNATI M., SOLMS E. DE Les Psaumes, Desclée, Parí­s 1966-1968; ID, Orar con los salmos, Verbo Divino, Estella 1978; MASINI M., I Salmi preghiera di un popolo in cammino, Queriniana, Brescia 1982; MORTARI L., Il Salterio della Tradizione, Gribaudi, Turí­n 1983; MOWINCKEL S., The Psalms in Israel’s Worship, 2 vols., Blackwell, Oxford 19672; MURPHY R.E., Los Salmos, en Comentario Bí­blico San Jerónimo II, 1971, 595-678; NESMY J.-C., I Padri commentano i/ Salterio della Tradizione, Gribaudi, Turí­n 1983; OESTERLEY W.O.E., The Psalms translated with textcritical and exegetical notes, Londres 19593; PODECHARD L., Le Psautier, Lyon 1949-1954; RAYAS] G., Il livro dei Salmi, 3 vols., Dehoniane, Bolonia 1981; 1983; 1984; RINALDI G., I canti di Adonaj, Paideia, Brescia 1973; RINGGREN H., The Faith of the Psalmists, Fortress Press – SCM Press, Filadelfia-Londres 1963; SABOURIN L., The Psalms, Alba House, Nueva York 19742; STOLZ F., Psalmen im nachkultischen Raum, Theologischer Verlag, Zurich 1983; TOURNAY R., SCHWAB R., Les Psaumes, Cerf, Parí­s 19643; TROADEC H., Les Psaumes priére chrétienne, Parí­s 1981; WEISER A., I Salmi, 2 vols., Paideia, Brescia 1984.

G. Ravasi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

Sal 1-150
Sumario: 1. †œPsalterium meum, gaudium meum!† II. La arquitectura exterior del salterio: 1. La actual distribución; 2. Los orí­genes de los Salmos. III. Salmos ypoesí­a: 1. El ritmo; 2. †œEl jardí­n de los sí­mbolos†™. IV. El gran fresco de ¡a oración sálmica: 1. Los himnos; 2. Las súplicas; 3. Confianza y agradecimiento; 4. Salmos litúrgicos; 5. Salmos sapienciales; 6. Salmos reales; 7. Los géneros literarios, ¿instrumento de análisis o esquema comprensivo? V. La teologí­a de los Salmos: 1. Los dos polos del diálogo; 2. La tercera presencia; 3. El espacio mí­stico del salterio; 4. Libro de la oración cristiana.
3010
1. †œPSALTERIUM MEUM. GAUDIUM MEUM!†
Estas palabras de las Enarrationes superPsalmos de Agustí­n (PL 37,1775) expresan de manera luminosa la adhesión de toda la tradición cristiana a esta colección gloriosa de oraciones y de poesí­as bí­blicas. De las 60.000 citas bí­blicas hechas por Agustí­n, 11 .500 (de 20.000 veterotestamentarias) provienen del salterio. El mismo NT, de 300 citas bí­blicas ha tomado un centenar de los Salmos (= Ps). †œDavid es nuestro Simónides, nuestro Pí­n-daro, nuestro Alceo, nuestro Catulo, nuestro Flaco y nuestro Sereno
-escribí­a Jerónimo-; es la lira que canta a Cristo† (PL 22,547).
Se podrí­a construir toda una antologí­a de poetas y escritores que en la historia de las varias literaturas se han referido al esplendor poético, humano y religioso de estas poesí­as. †œLisez de IHorace ou du Pindare aprés un psaume; pour moi, je ne le peux plus†, afirmaba lapidariamente el poeta francés A. de Lamartine en su Voyage en Orient.
El concilio Vaticano II ve en la alabanza sálmica †œla voz de la esposa [la Iglesia] que habla a su esposo†
SC 84).
Para seguir un itinerario en esta monumental elección, nacida de artistas de varias escuelas y de varias épocas, es necesario realizar al menos un doble movimiento hermenéutico elemental. Ante todo hay que hacer un camino hacia atrás, centrí­peto, hacia el tenor originario y el significado primario de los componentes léxicos, literarios, estilí­sticos, históricos y simbólicos, de que están entretejidos los Ps. De ese origen semí­tico hay que descender luego hacia nuestro presente cultural y humano, para introducir el salmo en nuestra poesí­a y en nuestra existencia orante. Escribí­a agudamente Jerónimo: no basta traducir los salmos †˜in linguam latinam†; es preciso traducirlos †œlatine†; no basta trasladar materialmente segmentos y frases del hebreo a nuestras lenguas modernas; todo el texto con todas sus resonancias debe ser encauzado y recreado en nuestra nueva dimensión cultural y espiritual. El primer movimiento, exquisitamente exegético, es en todo caso insustituible, y deberí­a dominar también en esta breve sí­ntesis de †œteologí­a bí­blica† sobre los Ps. Con gran agudeza escribí­a Lutero en sus Ope-rationes in /Wmos:
†œQueremos ante todo llamar la atención sobre lo gramatical, porque ello es lo verdaderamente teológico†.
La praxis †œeditorial† del mundo semí­tico y la ingenuidad de la tradición judí­a y cristiana han colocado las †œalabanzas†™ de los Ps (Tehillí­m, †œalabanzas†™, en hebreo; Psalmoí­ en griego, con alusión a la dimensión musical de la ejecución) bajo el patronazgo de David. En realidad, el salterio es la respiración poética y orante de al menos un milenio de la historia literaria de Israel: desde los arcaicos poemas de matriz lingüí­stica surcada de formas cananeas (p.ej., los SaI 18 y 29) se llega a composiciones tí­picas de la espiritualidad de los hasidim macabeos (SaI 149); desde fórmulas oficiales para el culto se pasa a poemas de fuerte inspiración personal, aunque sobre el fondo constante de la liturgia del templo; desde †œformas†™ literarias diversas emergen diferentes Sitz im Leben, y por tanto géneros literarios, temas y finalidades múltiples.
El judaismo ha querido organizar la colección en un †œpentateuco, caracterizado por doxologí­as finales
(41,14; 72,19; 89,52; 106,48; 150,6):
Ilibro: Ps 1-41.
II libro: Ps 42-72.
III libro: Ps 73-89.
IVlibro: Ps 90-1 06.
Vlibro: Ps 107-1 50.
Junto al / Pentateuco histórico de las acciones salví­ficas de Dios -la tórah- se yuxtaponí­a el †œpentateuco† orante del salterio, respuesta ben-decidora y bendita del hombre al Dios liberador. Sin embargo, la fenomenologí­a del salterio es más compleja y supone un amplio proceso genético y redaccional.
3011
II. LA ARQUITECTURA EXTERIOR DEL SALTERIO.
T.K. Cheyne ha afirmado que existen †œsalterios en el salterio†™, como es evidente por su varia Formgeschichte y Re-daktionsgeschichte. La palabra definitiva hay que dejarla obviamente a un paciente análisis de cada una de las composiciones. Aquí­ nos contentamos, dados los fines de nuestro estudio, con un primer censo. A ello deberí­an contribuir también los discutidos y con frecuencia enigmáticos †œtí­tulos†™, antepuestos por la tradición judí­a a la mayor parte de los Ps, relativos al uso litúrgico, a las modalidades de ejecución instrumental o melódica, a los elementos circunstanciales y a la paternidad (el lamed auctoris) Mas los problemas que plantean estos tí­tulos son superiores a los que pretenden ayudar a resolver.
1. La actual distribución.
Contentémonos, pues, con un breve perfil que recoja las distribuciones mayores tal como parecen aflorar de la actual redacción de la colección del salterio.
El bloque de los Ps 1 -41 está constituido por los †œsalmos yo, personales, predominantemente súplicas, y por †œsalmos Yhwh† y †œsalmos de David†™, si bien la atribución de los tí­tulos hay que desmitizarla frecuentemente, ya sea por todo lo que se ha dicho [1 supra, 11 a propósito del patronazgo de una obra semí­tica, ya por las vacilaciones sobre el valor de los tí­tulos, ya por el valor del lamed auctoris (autor o destinatario: de David o para David y el rey daví­dico).
Los Ps 42-49: el †œSalterio de los hijos de Cor醝 (2Cr 20,19), son una joya del salterio: una serie de corales Leví­ticos deliciosos, cuyo centro son el templo y Jerusalén.
El llamado †œSalterio de Asaf†(Esd 2,41 ICrón Esd 15,19; 2Cr 35,15) abarca los Ps 50 y 73-83, y es violento y nacionalista: †œSe despertó el Señor como de un sueño, cual gigante vencido por el vino; hirió a sus enemigos en la espalda, les infligió vergüenza eterna† (SaI 78,65-66).
Con los Ps 84-89 tropezamos con un segundo †œsalterio Yhwh†, es decir, en el cual se usa este tí­tulo divino, mientras que los Ps 51-72; 101; 103; 108-110; 138-145 son un segundo y probable †œsalterio de David†: poco homogéneo, este salterio pasa del lamento a una reflexión †œfilosófica† original (SaI 139).
Los Ps 93 y 96-1 00 son el complejo de los †œsalmos del reino de Yhwh†, mientras que los Ps 105-1 07 son †œsalmos del credo histórico de Israel†™.

Los tres Halle!(eIIIaI/el †pascual† de los SaI 113-118, el †œgran HaIIeI†de los SaI 135-136, el †œpequeño HaIIeI†de los SaI 146-150) son textos de alabanza de colorido litúrgico, como quizá los célebres †œsalmos de las ascensiones† a Jerusalén (120-1 34), sobre cuyo origen se discute.
No falta una secuencia de salmos dispersos, como los dos sapienciales 111-112; el refinado y compuesto 90; el grandioso coral del 104; los pos-exí­licos y notables por diversos conceptos 102; 119; 137, o los salmos de matriz ideológica profética 91-92; 94-95.
3012
2. LOS ORIGENES DE LOS SALMOS.
El agitado debate sobre las coordenadas de origen del salterio sólo se puede afrontar caso por caso. Las hipótesis generales son siempre parciales. La †œhipótesis macabea†, sostenida por los exegetas alemanes del siglo xix (Duhm, Wellhausen), consideraba el salterio un producto tardí­o de la teologí­a judí­a. La †œteorí­a arcaica†, sostenida por la escuela anglo-escandinava (5. Mowinkel, Hooke y en parte también Weiser) y renovada por el comparativismo ugarí­tico de Dahood, retroproyecta-ba casi todos los salmos a la época monárquica. La solución más equilibrada es la pluralista. Esto vale también para el Sitz im Leben general del salterio. Los salmos no nacen en un espléndido aislamiento; suponen conexiones con los tres polos en la cultura del antiguo Oriente: Babilonia, con sus lamentaciones y sus himnos de alabanza; Egipto, que ha ejercido algún influjo en los Ps 2; 33,34; 104 y 110, y en algún salmo sapiencial; Canaán, representado sobre todo por Ugarit, es importante para descifrar los textos más arcaicos, y sobre todo los puntos oscuros y adulterados del salterio.
A este contexto general más vasto y vago hay que asociar el más especí­fico, que es ciertamente cultual. Pero este último contexto no excluye la interferencia del privado o del personal, que sólo secundariamente se puede reducir al culto comunitario, ya que la piedad privada para el hebraí­smo no es separable de la comunidad de la alianza. Sobre el culto hebreo sólo tenemos datos fragmentarios, fruto de la tradición sacerdotal (Lev) y de la tardí­a reelaboración del cronista. El salterio podrí­a testimoniar como propio algún dato del culto porque, a nivel de redacción final, se convirtió en una especie de himnario litúrgico del segundo templo. Son indiscutibles las alusiones a fiestas, procesiones, sacrificios, oráculos, vigilias nocturnas, bendiciones, funciones sacerdotales y otras estructuras cúlticas del templo. El fondo es muy a menudo †œeclesial†: la multitud, los sacerdotes, el diálogo antifonal (15; 24; 118; 120; 122; 123; 131; 132; 134; 136) y la alegrí­a del canto, de la danza y de la música (es ejemplar el SaI 150).
En apéndice, merecen una referencia las cuestiones textuales, particularmente difí­ciles para el estudioso del salterio. La bondad del TM, de la que en un reciente pasado tanto se dudaba, ha de sostenerse sin vacilaciones; también la confrontación con los 27 fragmentos de la gruta 11 de Qumrán va en esta lí­nea. La versión de los LXX, en lo que concierne al salterio, es de las peores de toda la Biblia griega; no obstante, es siempre significativa a nivel comparativo. Es también relevante el targum aramai-co. Son interesantes los duplicados presentes en el mismo salterio (SaI 14 = 53; 40B = 70; 57B108B; 18- 2S 22). Jerónimo preparó al menos tres versiones latinas del salterio: la primera es una revisión de la preexistente Vetus Latina sobre ios LXX, y se la conoce como †œSalterio romano† porque era usada casi sólo en la basí­lica de San Pedro; la segunda es una revisión, hecha en Palestina, de la Vetus Latina pero según la Hexapla, y es conocida como †œSalterio galicano†, porque se adoptó en las Galias antes de ser aprobada por Pí­o Ven 1568 (es el salterio de la Vulgata); la tercera y única †œde hebraica veritate†, que es conocida como Psalterium iuxta Hebraeos, pero que no fue nunca usada por la Iglesia.
Como en la liturgia se hace uso de la Vulgata (= Vg), hay que recordar la diversa numeración del salterio, ocasionada sustancialmente por la escisión llevada a cabo por el TM en el Ps 9, dividiéndolo en Ps 9 y 10, mientras que LXX-Vg lo conservan intacto y unitario. La secuencia completa de las dos numeraciones puede esquematizarse así­:
TM: LXX-Vg:
Ps 1-8 Ps 1-8
Ps 9-10 Ps9
Ps 11-113 Ps 10-112
Ps 114-115 Ps 113
Ps 116 Ps 114-115
Ps 117-146 Ps 116-145
Ps 147 Ps 146-147
Ps 149-1 50 Ps 148-1 50
Como se usa en el ámbito cientí­fico, seguimos la numeración hebrea.
3013
III. SALMOS Y POESIA.
Las oraciones del salterio son ante todo lí­ricas; su mensaje tiene por vehí­culo de comunicación la superficie estilí­stica, métrica y simbólica de la poesí­a semí­tica. Para entrar plenamente en sintoní­a con los Ps, es indispensable abrirse a la intuición libre y al rigor de la poesí­a, realidad simple y compleja, elemento constante de la humanidad auténtica, experiencia bajo muchos aspectos afí­n a la de la fe. Aquí­ pretendemos sugerir sólo algunos datos esenciales y exteriores para favorecer la penetración en el mundo admirable de la poesí­a sálmica. Queda siempre la firme convicción de que sólo una continua y amorosa familiaridad con el texto poético del salterio puede desvelar realmente sus secretos y esplendor.
3014
1. El ritmo.
Como es sabido, la métrica semí­tica no está ligada tanto a la cantidad de las sí­labas cuanto más bien al empaste sonoro, a la intensidad tónica de las sí­labas, a su dosificación con las pausas y las sí­labas átonas, desplegando una especie de diagrama musical primordial. La perfección de los ritmos es exaltada luego por la aliteración, por las ono-matopeyas, por la alusión léxica, por la constancia de algunos esquemas -como el clásico 3 + 3 acentos o el quebrado 2 + 2 de la qinah o elegí­a- por originales y sorprendentes alternancias verbales de perfectos e imperfectos, por sabios montajes de escenas, etc. La indicación todaví­a oscura de la sel ah puede que aluda a pausas en el canto. La división estrófica, si está clara en algún caso raro en que se encuentra en el texto una antí­fona repetida (Sal 42-43) o se entrevé el esquema acróstico alfabético (los 22 octosí­labos del SaI 119), para el resto hay que buscarla pacientemente dentro del texto mismo a través de la recensión de las indicaciones literarias. Así­ se puede discernir un plano estructural a veces evidente, otras veces más difí­cil de devanar, pero sumamente importante para determinar el flujo del pensamiento y de la poesí­a. Contrariamente a lo que piensan algunos crí­ticos de matriz †œromántica†™, la poesí­a tiene un rigor extremo, que queda espléndidamente atestiguado por las composiciones lí­ricas del salterio.
Podemos hablar luego también de un †œritmo interior†™, que es el del paralelismo, ley predilecta de la poética semí­tica, e identificada ya desde el 1753 por R. Lowth. Lejos de ser una pesada repetición didáctica de conceptos, el paralelismo es la exploración de una idea o de una imagen en todas sus virtualidades y dimensiones. Bastará un simple ejercicio de lectura para captar la pluralidad de los paralelismos y de sus funciones: desde la sinonimia verbal (1,3; 6,2; 19,2; 38,2; 76,3; 85,3-5) a la simbólica (52,7; 73,23-24; todo el 114); desde la antí­tesis (1,6; 20,9; 55,2) a la sí­ntesis (9,8; 19,8; 27,1); desde la progresión (1,1-2; 135,12; 145,18) al climax (29, 3.5.8; 76,5; 77,11).
3015
2. †œEl jardí­n de los sí­mbolos.
El poeta inglés Th.S. Eliot ha llamado al mundo literario de los Ps †œel jardí­n de los sí­mbolos y de la imaginación, en el cual es difí­cil poner orden a la manera occidental. La gnoseologí­a bí­blica, por otra parte, es un †œconocimiento†™ simbólico-poético, es un †œconocimiento-experiencia sabrosa, afectiva y operativa† (Maritain). Hay, pues, problemas de versión, de filologí­a, de montaje, de análisis comparativo; existe lo imprevisible de las conexiones por asonancia fonética en el original; está la libertad del razonamiento semí­tico; está la importancia del / mito y del / sí­mbolo, reconocida cada vez más en nuestros dí­as (P. Ricoeur, M. Elia-de, E. Cassirer, J. Cazeneuve, A. Du-rand, etc.); está la posibilidad de una fértil aplicación de las nuevas ciencias lingüí­sticas (piénsese, p.ej., en el es-tructuralismo). Intentemos recoger ahora en una sí­ntesis simplificadora las principales áreas simbólicas del salterio; para comprender lo †œsimplificadora† que es, bastarí­a leer el terrible salmo 58, con su impresionante arsenal metafórico de no fácil catalogación.

La simbologí­a teológica usa como ví­a privilegiada el antropomorfismo. Así­ aparece la tradicional descripción del †œorganismo† de Dios (rostro, nariz, labios, brazo, mano, pie, ojo, dedo, oreja, visceras…) y de su †œpsicologí­a† (alegrí­a, ira, venganza, indignación, arrepentimiento, amor, embriaguez, tristeza…). Ejemplar en este sentido podrí­a ser el monumental †œTe Deum† real daví­dico del Ps 18: el corazón de las odas está constituido por dos evocaciones de la acción de Yhwh, en las cuales cae sobre la tierra como un caballero envuelto en el manto de las nubes para salvar al náufrago fiel y para adiestrarlo en la batalla y combatir con él. Por la osadí­a en el uso del antropomorfismo son célebres las imágenes de Yhwh, el cual tiene en la mano una copa de vino fermentado que los malvados beben hasta la última gota (75,9), y de Yhwh vencido por el vino (SaI 78,65). Pero el antropomorfismo conoce también la delicadeza; pensemos en los arquetipos †œpsicoanalí­ti-cos† paterno y materno (SaI 27,10; SaI 103,13; SaI 131,2) o en el admirable Ps 139. A Dios se le aplica también una simbologí­a hilemórfica: el universo entero habla de Dios y está al servicio del †œDios de las venganzas. La tempestad (SaI 29), las nubes (SaI 18; SaI 68), el cabalgar sobre las aguas (SaI 65), la constelaciones que nacen de sus dedos (SaI 8), el cosmos como armadura divina en su lucha contra el mal son algunas de estas aplicaciones simbólicas. También el esquema militar produce definiciones de Dios como escudo, roca, fortaleza, baluarte, ciudadela, instructor militar, general de inspección, etc.
Si para descifrar el misterio de Dios se usaba el hombre, para definir el del hombre se usa a menudo el animal. El sí­mbolo antropológico va acompañado entonces de un verdadero y auténtico bestiario (SaI 104 ). El ciervo que se lamenta (42,2), la golondrina y su amor al nido (84,4), el rebaño (23), el águila (103,5), la sombra de las alas (36,8-9), la ignorancia torpe del hipopótamo (73,22), la soledad del buho y del pelí­cano (102,7) son algunas de las imágenes con las que se designa la experiencia í­ntima del orante. Otras veces, en cambio, nos vemos trasladados a una escena de caza, en la cual se persigue la presa, se la alcanza, se la pisa, se la arrastra por el polvo (7,6) o se la hace caer en una trampa excavada en el suelo (7,16) o queda atrapada en el lazo tenso (31,5; 35,7-8; 57,7). El orante es abandonado a las fauces de un león que lo quiere despedazar (7,3; 22,14), con las fauces abiertas (3S,2l)y con dientes que desgarran la carne (27,2). También para el hombre se usan simbolismos hilemórficos; sobre todo el simbolismo de matriz vegetal sapiencial, que presenta al justo como árbol verde (1,3), como palma y cedro (92,13-1 5), mientras que otros árboles tí­picos del paisaje mediterráneo -el olivo y la vid- son emblemas de la familia ideal (128,3). También el organismo fí­sico del hombre se puede transformar en sí­mbolo alusivo de su psicologí­a: los huesos, que arden como brasas en el sufrimiento; los ojos que se consumen en el llanto, las llagas pútridas y fétidas (38,6), las visceras que se derriten, el latido del corazón…
3016
La tercera área simbólica es la cosmológica. La congénita incapacidad semí­tica para la abstracción lleva a los autores de los salmos a construir sí­mbolos monstruosos para definir la idea de la †œnada†™. Raab y Leviatán, lo mismo que otros monstruos, representan la anticreación, que, sin embargo, Yhwh sabe controlar en su providencia. Pero está también la naturaleza contemplada como el compendio cifrado y simbólico de la perfección divina. Un mundo tripartito verticalmente (cielo-tierra-abismos) y bipartito horizontalmente (tierra-mar), cantado en páginas inolvidables (8; 19; 65; 104…); un mundo cuyos horizontes, centrados en Jerusa-lén, se extienden más allá de Palestina, hasta el Hermón, las islas y Tarsis… †œLos cielos narran la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos; un dí­a comunica el pregón al otro dí­a, y una noche transmite la noticia a la otra noche†™ (19,2-3).
Una consideración aparte se merece la presencia en el salterio de sí­mbolos y de fraseologí­a hiperbólicoimpetratoria, que han llevado a excluir de la liturgia cristiana algunos textos sálmicos (p.ej., el 109). Más justamente, el Crisóstomo veí­a ahí­ el signo vivo de la †œcondescendencia† divina, que †œadopta lenguaje, concepciones y verdades humanas imperfectas todaví­a† (PG 53, 34-35). Pero, más allá de la cuestión ética del talión y de la teologí­a del carácter progresivo de la revelación, estas, páginas coloristas testimonian la encarnación de la Palabra, representan simbólicamente el eterno conflicto entre bien y mal, con una evidente apertura afectiva al bien y a la justicia. Son también expresión del alma oriental, que se desborda emotivamente en lo pintoresco y en la exasperación. La viva sensibilidad semí­tica, la retórica verbal, la eficacia de la maldición y de la palabra en general, la ausencia del comparativo y del relativo, sustituidos siempre por el superlativo y por el absoluto (ver Lc 14,26), son algunas de las motivaciones psicolin-güí­sticas que explican estas hipérboles. La misma incapacidad para la abstracción no le permite al semita hablar de mal, sino de †œenemigos† contra los cuales lanzarse, permaneciendo firme también el fondo a menudo macabro del antiguo Oriente (y no sólo de él): †œBabilonia devastadora…, dichoso el que agarre a tus niños y los estrelle contra las rocas† (SaI 137,8-9).
3017
IV. EL GRAN FRESCO DE LA ORACION SALMICA.
Es ya una tradición identificar, dentro de la gran tabla de colores de la oración sálmica, algunas áreas solitarias bastante circunscritas y algunas familias de oración. Se trata de los famosos géneros literarios, cuya mejor codificación se debe al exegeta alemán H. Gunkel en su clásica obra Dic Psalmen (Gotinga 1926). Sin embargo, justamente debido a la libertad de la poesí­a, estas catalogaciones demasiado rigurosas, aunque sumamente útiles, resultan siempre un tanto rí­gidas y restrictivas. Aquí­ nos contentaremos con ofrecer una planimetrí­a esencial de los géneros literarios del salterio en orden a una mejor comprensión de su mensaje.
3018
1. Los himnos.
El himno no es sólo un modelo literario; es la definición de una actitud interior fundamental, la de la pura alabanza; por algo, como se ha dicho [1 supra, 1], todos los salmos han sido llamados tehillim, †œalabanzas†, †œhimnos†. Escribí­a Gunkel: †œEl himno responde a la necesidad más profunda y más noble de toda religión, que es la de adorar en el polvo al que está sobre nosotros†. El himno es profesión de fe en la salvación que derrama Yhwh en la historia y en la creación; es contemplación libre y espontánea de Dios; se le da gracias por el mero hecho de existir. El gozo envuelve toda la creación: †œiQUé grande es tu nombre en toda la tierra!† (8,2.10); †œToda mi vida cantaré al Señor; mientras exista, cantaré himnos a mi Dios† (104,33-34). La estructura literaria del himno es más bien flexible. Después del invitatorio a la alabanza, cohortativo-imperativo, el cuerpo del himno desarrolla las motivaciones (ki, †œporque†) de la confesión de fe. La alabanza puede ser de dos tipos: descriptiva, y por tanto genérica, o narrativa, más especí­fica y motivada, es decir, dedicada a una acción histórica o cósmica precisa de Yhwh.
El himno en estado puro tiene dos raí­ces: la creación con su fascinación y sus misterios, y la historia en la cual Dios obra y se revela. Son ejemplares en este sentido el Ps 29, probable reedición de un himno cananeo arcaico, en cuyo centro dominan los †œsiete truenos† (qól, †œtrueno-voz† de Dios) de la tempestad; el Ps 8, producto sofisticado, centrado en la confrontación Dios-hombre-cosmos; la absorta contemplación del universo del Ps 104, salpicado de alusiones al himno de Atón de Ajnatón, el faraón †œmonoteí­sta† del siglo xiv a.C; el canto de los dos soles, el natural y el de la ley, en el Ps 19; el solemne y compuesto aleluya al Creador providente del Ps 135; o el Ps 136, el gran Halle!, modelado según el credo histórico de Israel; la doxologí­a musical y cósmica del Ps 150.
Pero existen especificaciones ulteriores en el contenido de los salmos. En particular debemos señalar dos. Ante todo, los himnos de Sión. La colina del templo es la mcta de la peregrinación a Jerusalén, y constituye el centro de algunos himnos imbuidos de una convicción de fe fundamental: la presencia de Dios en Sión es fuente de protección, la presencia de Dios en el espacio sagrado es signo de la santificación de las realidades terrestres. El lema del Ps 46 es justamente †œYhwh para/con nosotros† (Vv. 1.8.12). Junto a él se pueden colocar el 48, elogio de Sión, la inexpugnable; el 76, oda triunfal al defensor invencible de Jerusalén; el 84, †œel canto por excelencia del peregrino† (A. Gelin); el 87, aclamación fulgurante a Jerusalén, madre de todos los pueblos; el inolvidable Ps 122, que se cierra con la célebre asonancia Salóm-Jerusalaym, etc. Hay que señalar luego los himnos a Yhwh rey, discutiblemente relacionados por la escuela escandinava y por el †œMyth and Ritual† al esquema litúrgico de la entronización del dios Marduk en Babilonia con ocasión de la fiesta del nuevo año. En el centro de estos poemas está la aclamación Yhwh malak, †œYhwh se ha convertido en (y es) rey† (93,1; 96,10; 97,1; 99,1). Su reino es reconocido como eterno, universal y perfecto por la prosperidad, majestad y paz. No falta el elemento dialéctico de la lucha triunfal de Dios contra sus enemigos y contra las fuerzas hostiles del mal (10,16). Aunque puede que se los usara como textos para la procesión del arca en el templo, estos himnos se orientan -sobre todo después del exilio (!s 52,7; !s 52,10)- a ser signos del triunfo escatológico de Yhwh. Si excluimos el 47, ovación al Señor rey de Israel y de los pueblos, la colección de los himnos a Yhwh está contenida en los Ps 93 y 96-99.
3019
2. Las súplicas.
El signo dominante bajo el cual se coloca la oración bí­blica es el del dolor y la lamentación, si bien se registran siempre con una sobriedad y una compostura ignoradas en el mundo extrabí­blico de las lamentaciones. Es más, los finales de estas súplicas sálmicas están siempre abiertos a la confianza en ser escuchado, también porque la visión de la historia bí­blica es siempre sutilmente mesiánica, y por consiguiente abierta al futuro y a la esperanza. La estructura de la súplica supone, en su forma mayor, un drama representado por tres personajes (Dios, el orante y el enemigo) y está articulado en tres actos, distribuidos en las tres dimensiones del tiempo (la felicidad perdida del pasado, el trágico presente, la esperanza en el futuro). La división clásica se basa luego en los sujetos orantes; tenemos así­ súplicas
personales, una amplí­sima colección de oraciones que tiene el primado cuantitativo en el salterio, y súplicas nacionales o comunitarias ligadas a un drama de la nación (12; 44; 60; 74; 79; 80; 83; 85; 106; 123; 129; 137).
El elemento más significativo, después de la llamada angustiosa a Dios, es la descripción de la situación de sufrimiento en que se está inmerso. Aquí­ es donde campea la figura del †œenemigo, casi siempre personificado con metáforas bélicas, de caza o teriomorfas. El enemigo puede ser una enfermedad grave que amenaza la vida y que, en la perspectiva retri-bucionista, es señal de la maldición divina (SaI 6; SaI 22,38; SaI 102); otras veces es una tragedia nacional o la pesadilla de un proceso que puede resolverse en una condena capital; otras veces también es un enemigo implacable, que con sus persecuciones (7,2; 142,7) o su odio (35,19; 38,20; 69,5; 86,17) o su violencia (86,14) parece ser una potencia demoní­aca contra la cual el fiel sólo puede invocar la intervención divina. Pero el enemigo puede ser también interior, a saber: el pecado, que separa al creyente de su Señor, haciéndole experimentar así­ el silencio de Dios (SaI 38; SaI 51; SaI 130). Tenemos, pues, una especie de fenomenologí­a del mal en todas sus manifestaciones y en todo su misterio, que comprende también a menudo cuestiones de teodicea, aunque no en la forma tan rigurosa que supone /Jb.
En la tensión dramática del peligro surge la eterna pregunta: †œ,Por qué? ¿Hasta cuándo? (6,4; 13,2-3; 35,17; 42,10; 43,2; 90,13…). Parece incluso que se está en presencia de un osado acto de acusación contra Dios y su indiferencia: †˜,Hasta cuándo, Señor, verás esto?† (SaI 35,17 cf Jb y Jr20). Pero el último acto del drama está siempre abierto al futuro, que en algunos salmos se anticipa y es visto ya en acción (qatal orante). El Dios †œmudo† y lejano ha escuchado la súplica, su intervención libertadora se ha manifestado, el fiel está preparando su sacrificio de agradecimiento o promete cumplir el voto y testimoniar a todos el amor libertador de Dios.
3020
3. Confianza y agradecimiento.
La confianza bí­blica está anclada en el concepto de ¡fe: †˜mn, †œcreer†, es basarse en una roca estable, es construir sobre la certeza y no sobre la arena de la duda, es †œesperar contra toda esperanza†™ (Rm 4,18). Todo el salterio está, pues, impregnado de esta atmósfera, que en algunos salmos es tan intensa que constituye el único tema. Justamente porque la confianza es una actitud, tampoco el salmo que de ahí­ resulta posee una estructura constante y precisa, sino que es una explosión libre y espontánea de ideas y de expresiones con contaminaciones de otros géneros. Como modelos, pensamos en el Ps 16, con una espléndida profesión de fe †œsacerdotal†; en el célebre Ps 23, canto del pastor y del huésped; en el Ps 27; en el inolvidable Ps 131, el cántico de la infancia espiritual. La base ideológica es la conciencia de la confianza en Dios, que hace palidecer las certezas y los apoyos humanos, ignora el temor del absurdo y del hado, excluye la desilusión, porque †œtú eres mi esperanza, Señor, mi confianza desde mi juventud; tú eres mi protector desde el vientre de mi madre† (71 ,5-6). Los salmos de confianza son la definición perfecta de la relación del creyente con su Dios; precisan lo que el Señor debe realmente significar para el que lo invoca como un tú en un diálogo interpersonal.
El agradecimiento, que habitual-mente se distingue, según el sujeto, en †œcomunitario† (p.ej., 124; 129) y †œpersonai†(p.ej.,30;41 ;52; 116; 138), es un himno en cuya base hay un motivo preciso de alabanza (por algo en hebreo †œagradecer† y †œalabar† se expresan con el mismo verbo jdh, y el mismo sustantivo, todah). Es una forma más humana e †œinteresada† de alabanza: se alaba a Dios por un don especí­fico recibido. El agradecimiento, como queda dicho, es normalmente la conclusión de la súplica. La estructura del agradecimiento se abre con una invitación al reconocimiento de la bondad divina. En el fondo está la asamblea litúrgica, y por tanto, implí­citamente, el templo con sus sacrificios y con sus cantos (SaI 118). El cuerpo del salmo se mueve a lo largo de tres directrices. Ante todo, después de las congratulaciones rituales del sacerdote, se pintan los cuadros antitéticos del trágico pasado del que se ha sido liberado y del feliz presente ofrecido por Dios; esta alabanza descriptiva es más amplia cuando el agradecimiento es nacional. El segundo elemento está representado por una exhortación dirigida a los oyentes, a fin de que se unan a la oración del agraciado; a veces este llamamiento se convierte en un sermón apasionado (32; 34; 92). El tercer dato es más impalpable y constituye la atmósfera del poema; aparece acá y allá en las descripciones del estado de ánimo festivo que invade al orante. El final del agradecimiento contiene la mención de la oración, del sacrificio o del voto que se presentan a Dios.
Un clima de paz, de gozo, de esperanza recorre estos dos tipos de salmos, a los cuales podemos unir las †œbienaventuranzas† o †œmacarismos† que acá y allá salpican el salterio (1,1; 32,1-2; 41,2-4; 84,5-8.12-13; 112; 119, 1-3; 127,5; 128; 144,12-15).
3021
4. Salmos litúrgicos.
Aunque los documentos litúrgicos explí­citos del salterio son exiguos, no se debe olvidar que el Sitz im Leben de muchas composiciones sálmicas es cultual y que la colección entera de los Ps se convirtió en el fundamento de la liturgia hebrea y cristiana. Además, el particular no orajamás prescindiendo de la comunidad; es siempre un miembro del pueblo elegido, que dialoga con Yhwh, el Dios de la alianza. En el ámbito de los salmos explí­citamente litúrgicos citamos los llamados salmos de ingreso (15 y 24), que contienen las condiciones requeridas para acceder al culto. Se trata de elementos no rituales y extrí­nsecos
-como en los paralelos mesopotá-micos-, aunque éticos y existencia-les, conexos con el decálogo y la moral de la alianza. La estructura es más bien elemental y tiene una forma dialógica: a la petición de acceso al templo formulada por el fiel responde la enumeración de las condiciones morales y sociales avanzadas por el sacerdote. La ideologí­a que está en la base es, pues, de cuño profético; en realidad, el profetismo habí­a recordado con insistencia la exigencia de una vinculación profunda entre oración y vida, culto y sociedad, cancelando toda forma de sacralismo. Dios rehusa la compensación de ejercicios cultuales si falta una actitud religiosa global y vital.
En esta lí­nea se pueden colocar algunos textos llamados también salmos de requisitoria (en hebreo rib, el proceso por las violaciones de la alianza) o †œliturgias de la fidelidad yahvis-ta† (Castellino). El más bello y el más solemne es el Ps 50, una obra maestra tanto por la trama literaria como por la purí­sima concepción religiosa subyacente (ver también el 81). Otras veces la requisitoria oficial hecha por el profeta o por el sacerdote se transforma en verdadero y auténtico juicio de Dios, como en el caso del salmo 58, texto cargado de invectivas contra los †˜elim, o sea las magistraturas injustas y corrompidas (ver el 82).
Los salmos de peregrinación a Sión no son necesariamente todos los †œsalmos de las ascensiones†™ (120- 134), más bien heterogéneos, aunque usados quizá como †œlibro del peregrino†™. Pero muchos de ellos, y otros dispersos por el salterio (p.ej., 84; 95), expresan bien esta tensión constante que tienen la liturgia y la oración respecto al templo y a Sión, lugares de la presencia espacial e histórica del Dios de la alianza.
3022
5. Salmos sapienciales.
Esta delimitación es vaga, lo mismo que es amplio el horizonte de la hokmah, que abarca casi todos los sectores de la investigación humana. En ella entran algunos textos sálmicos más marcadamente sapiencialesportemas, como los Psi; 14 (=53);† 37; 49; 73; 112; 119; 127; 128; 133; 139; en los Ps 127y 133 se logra entrever el estilo proverbial clásico; en los Ps 37; 49; 73 emerge el angustioso problema del sufrimiento del inocente y del triunfo del malvado; se somete a los impí­os a dura sátira en el Ps 14/53 y en 36,2-5.13; se celebra la fraternidad comunitaria en el 133, mientras que en el espí­ritu del acróstico alfabético se podrí­a el 119 llamar una alabanza de la fidelidad a la ley desde la a hasta la z. Al área sapiencial se reducen a veces los †œsalmos alfabéticos†™, como el citado 119, el 37, el 112, mientras que son de calidad diferente, a pesar de esta estructura escolástica, los Ps 9-10; 34,111; 145. Aunque el discurso es estructural-mente diverso, hablamos aquí­ también de los salmos históricos, pues son como lecciones o catequesis sobre las raí­ces de la fe. Ahora bien, la fórmula perfecta de la fe bí­blica es la celebración de las acciones de Dios con su pueblo, y la oración más alta es reconocer, profesar y meditar las grandes obras de Dios. El credo de Israel (creación, patriarcas, éxodo, desierto, tierra de Canaán) se convierte en la base de algunos salmos cúltico-catequéticos. Cada una de estas composiciones tiene su óptica en la presentación de la teologí­a de la historia. El movimiento del Ps 78 es amplio y contemplativo; la historia sagrada se lee a lo largo de dos vertientes antitéticas de los Ps 105 y 106: el primero es optimista, está seguro del predominio de la bondad divina sobre los obstáculos opuestos por el hombre; el segundo, en cambio, es pesimista y ve la historia como una serie ininterrumpida de †œnoes† del hombre al amor de Dios. El Ps 136 (†œgran Halle!†) es una reelaboración cúltica del credo de Dt 26,5-9 y Jos 24,1-13, con la adición del tema de la creación, mientras que el alfabético Ps iii es †œuna nomenclatura condensada de los grandes beneficios de Yhwh†(L. Jacquet). El 114 es un himno al Dios del éxodo, y el 135 tiene en su centro (vv. 8-14) las acciones históricas de Yhwh en favor de Israel.
3023
6. Salmos reales.
La salmografí­a monárquica era un elemento fundamental de la literatura curial oriental. Lo es también en
el mundo hebreo, pero con una notable variante que desmitiza la concepción inma-nentista y sacral.
Intentemos entonces definir la ideologí­a que está en la base de estas composiciones (Sal 2; Sal 20;
Sal 72: Sal 89: Sal 110
Sal 2; Sal 20; Sal 21; Sal 72; Sal 89; Sal 110 el Sal 45 es un poco independiente, pues es probablemente un epitalamio por la monarquí­a septentrional Israel).
El primer elemento se refiere a la alianza daví­dica, expresada en el oráculo daví­dico de Natán (2S 7): †œEl Señor te hará grande, porque el Señor te hará una casa. Yo aseguraré después de ti la descendencia salida de tus entrañas† (vv. 11-12). En las figuras, aunque pálidas, que se sucederán en el trono de David, la teologí­a hebrea verá el signo vivo y continuo de la presencia de Dios en la historia de la salvación.
Otro elemento ideológico relevante en estos poemas, que a menudo son textos litúrgicos para la entronización del rey hebreo, está representado por el llamado †œprotocolo real†, †œel decreto del Señor† (2,7), según el cual se proclamaba al rey †œhijo de Dios† (2,7; 89,27-28; 2S 7,14). En Egipto esta declaración tení­a valor inmanentista de verdadera generación fí­sica: de ahí­ nací­a el culto imperial. Israel, con su visión trascendente y monoteí­sta de Dios, desmitiza radicalmente el protocolo real: declara sólo la filiación adoptiva del soberano, excluyendo así­ la generación natural de la divinidad reconocida al rey también en el mundo ca-naneo.
Un tercer dato lo sugiere una modalidad a primera vista extrí­nseca y formal, a saber, el tono altamente encomiástico con que están compuestos estos poemas. De por sí­ es ésta una cualidad normal de la poesí­a cortesana (el llamado †œHofstil†); pero, sobre todo cuando se hunda la monarquí­a daví­dica (586 a.C), esta tensión adquirirá connotaciones me-siánicas. El mesí­as (†œconsagrado†) concreto daví­dico, débil e imperfecto, a través de las alabanzas a él destinadas se convertirá entonces en el emblema del mesí­as definitivo, perfecto y justo, y, en la interpretación neotestamentaria, en †œhijo de Dios† en sentido auténtico [1 Mesianismo II].
3024
7. LOS GENEROS LITERARIOS, ¿INSTRUMENTO DE ANíLISIS O ESQUEMA comprensivo? La teorí­a de los géneros literarios en la historia de la exégesis se ha ido afinando progresivamente, su catalogación se ha hecho menos rí­gida y más dúctil y se han multiplicado los géneros, identificando subespeciesy variantes. Sin embargo, hay que reconocer que al menos la mitad de los salmos no responde plenamente a alguno de los géneros hasta ahora catalogados, por lo cual es necesario insistir en la libertad de la poesí­a y de la creatividad de cada autor particular, el cual, aunque obedeciendo a leyes bastante codificadas en la poesí­a semí­tica, introduce siempre el imponderable de su fantasí­a, de su espí­ritu, de su personalidad. Además, algunos textos resultan de tal manera complejos y varios que impiden incluso el proceso de censo aproximativo o múltiple adoptado por los exegetas. En este sentido es ejemplar el Ps 115, texto litúrgico de múltiples cambios de género. En esta mezcla se reconocen: la alabanza(v. 1), la elegí­a (y. 2),lairo-ní­a (vv. 4-7), la maldición (y. 8), la profesión de fe (vv. 3.9-11), la fórmuí­a ritual (vv. 12- 16), la atmósfera sapiencial, sin que se pueda excluir la tendencia a la composición libresca compendiosa para edificación privada o comunitaria, como sostení­a E. Lipinski. Así­ pues, el lector diligente del salterio debe moverse dentro de estos textos con mucho cuidado, con una sabia dosis de los registros de lectura y con capacidad para saber descubrir la originalidad y la libertad de la poesí­a y de la fe.
3025
V. LA TEOLOGIA DE LOS SALMOS.
El salterio puede compararse a una imponente catedral en la que han trabajado artistas de épocas y de formaciones diversas; esta imagen de J. Steinmann expresa con claridad las dificultades concretas que se encuentran para trazar un panorama sintético del mensaje encerrado en los 150 salmos. Considerando la diversidad de las coordenadas de cada una de las composiciones, las operaciones de actualización a que han sido sometidas antes de cristalizar en el texto actual, la fluidez de los géneros literarios y del uso litúrgico, la diversidad de las perspectivas teológicas de las varias épocas en que han trabajado cada uno de los autores, se debe reconocer al máximo la posibilidad de identificar sólo las estructuras de pensamiento del nivel terminal redaccional, ignorando casi la prehistoria de este libro. Intentemos, pues, delinear los hilos de pensamiento que confieren unidad al conjunto actual del salterio.
3026 1. LOS DOS POLOS DEL DIíLOGO.
Siendo una teologí­a de la oración, los salmos son sobre todo una reflexión implí­cita sobre el encuentro con Dios. Un encuentro que se lleva a cabo en un lugar, centro de un doble movimiento. A la †œtienda de la reunión† del templo se dirige el orante; pero también llega Dios, y se inicia el diálogo. Por eso el salterio es la celebración de una relación, de un hesed, término que aparece al menos un centenar de veces, que marca an-tifonalmente el ritmo del gran Halle! (Sal 136) y que cubre un área semántica muy rica y personalista (amor, fidelidad, confianza, intimidad). Por eso triunfan en el salterio el adjetivo posesivo, el pronombre personal y las voces de posesión. El †œmí­o-núestro† dirigido a Dios se encuentra 75 veces; 50 veces se llama a Israel †œsu pueblo†, 10 veces †œsu heredad†, siete veces †œsu rebaño†. Relación interpersonal que se expresa también con el †œrecuerdo† de Dios (unas 30 veces). El †œacordarse† de Dios es la actitud fundamental de la alianza, a la que él es constantemente fiel (105,8); un †œacordarse† que se experimenta en sus acciones históricas (78,4-5; 105,1) y cósmicas. Al acordarse de Dios debe responder el †œrecordar† del hombre, que es sinónimo de †œcreer†. En realidad, el †œrecuerdo-memorial† es la profesión de fe, que hace actual y contemporáneo el acto salví­fico pasado de Dios, introduciendo nuevamente al fiel en la salvación. Entonces es frecuente la invitación (como en el Dt) a †œrecordar las maravillas de antaño† (77,12), a †œacordarsede Dios† (77,4), a †œacordarsede su nombre† (119,55). La relación con Dioses también mí­stica, como enseña una pintoresca simbologí­a: la mesa de la comida de comunión (36,9), la copa de vino y el perfume de la hospitalidad (23,5), la saciedad fí­sica e interior (16,11; 22,17; 37,19), la comunión de vida (42,2.9) y de alegrí­a (36,8-1 0), la habitación común en el monte santo (5,5; 15,1; 23,6; 52,10; 92,13-15), la tierra abrasadafecundada por la lluvia (65,10-14; 118,26; 128,5), la sombra que guarda del ardor abrasador del sol (96,3-6), la intimidad del nido (84,4). Una mí­stica que abre quizá una nueva perspectiva, la de la inmortalidad, aunque sobre este punto el debate está ya abierto (16,9-11;
49,16; 73,24).
Pero los dos sujetos del diálogo se presentan, además de en su relación, también en sí­. †œDios es conocido en Judᆝ(76,2). De Dios se describe sobre todo el proyecto que él quiere llevar a cabo en la historia y en el cosmos (40,6; 92,6); su †œcamino† (67,3; 103,7); su †œreino† cósmico-histórico (96,10), su palabra (33,4.69; 107,20; 147,15.18; 148,8): verdadera, estable, digna de confianza (12,7; 18,31; 119,40); su juicio (54,3), triunfal contra el impí­o (Sal 7; Sal 9-12; Sal 17; SaI 26; SaI 36; SaI 37; SaI 58; SaI 75; SaI 82; SaI 94; SaI 97; SaI 144; SaI 146) y gracioso para el justo: ésta es justamente la †œjusticia-salvación† de Dios (5,9; 71,2; 143,1). Un proyecto que es salóm, †œpaz†, o sea un orden de relaciones nuevo y definitivo (72,7;
85,11). El hombrees el otro polo del diálogo: para él el proyecto divino es la ley, cantada con una constelación de sinónimos en el monumental Ps 119; es †œel camino a seguir† (17,4-5; 18,22; 50,17; 95,10), por el cual se dirigen los pasos de las opciones cotidianas (26,3); es el objeto de los verbos de adhesión (escoger, amar, desear, deleitarse, esconder como tesoro precioso, observar); es la divina justicia cantada gozosamente a nivel †œeclesial† (40,10), universal (96; 98; 148), cósmico (19,2-4; 89,6).
3027
2. La tercera presencia.
Entre los dos protagonistas, Dios y el hombre, se introduce un tercer elemento, negativo, que atenta al esplendor de su relación intentando minarla de raí­z. Es el mal-enemigo, que tanta parte tiene en la fraseologí­a de las súplicas, tomada con frecuencia también de ciertos estereotipos simbólicos suméricoacádicos. Sin embargo, como escribe E. Beaucamp (DBS 9 1973, col. 181), †œlos salmistas de Israel tienden, más que sus colegas de Babilonia, a dramatizar su caso, a radicalizar el problema: la dificultad que ellos deben afrontar asume el aspecto de una lucha contra las fuerzas del mal†. Es decir, se pasa de una visión mágico-demoní­aca a un planteamiento teológico.
La descripción del mal está confiada a sí­mbolos ya clásicos, es decir, a la simbologí­a bélica: guerra (27,3;
35,1…), espada(17,13; 22,21…), arco y flechas (7,14; 11,2; 37,14-15…), escudo (3,4; 7,11; 18,3.31.36…),
la derrota (79; 80; 89,39-46); a la simbologí­a venatoria: redes y trampas (7,16; 9,16; 10,9…), león (7,3;
10,9; 17,12); a la simbologí­a cósmica: aguas que inundan (18,17; 32,6; 46,4), la fosa infernal (16,10; 28,1;
30,4.10; 40,3), la esterilidad agrí­cola (SaI 85); a la simbologí­a psico-fí­sica: la enfermedad (6,3; 30,3; 32;
38; 41; 88; 103,3-4; 107,17-22; 118,17-18), la soledad total (31,12-14; 32,12-15; 41,8-10; 69,20-22;
88,9.19; 102,7-9).
3028
Pero los signos teológicamente más elevados de esta crisis de la relación Dios-hombre son dos: el silencio de Dios y el pecado del hombre. El silencio de Dios se expresa en muchas páginas de sabor casi a lo Jb (22; 73; cf 4,5; 37,1.7-8; 38,2-4; 58; 62,2,6) y se pinta con vigorosas representaciones simbólicas, como el †œencenderse†de la ira de Dios (2,5; 7,7.12; 44,24; 79,5; 89,47), el †œalejarse† de Dios (10,1; 22,2.12.20…), el †œesconderse el rostro† por parte de Dios (22 veces en el salterio; cf 4,7; 10,11…). En cambio, el silencio del hombre se expresa por su pecado (50,21; 5,5-6), profundizado en sus dimensiones morales por los †œsalmos de ingreso† a la liturgia (15; 24; 26) y por los célebres Ps 51 y 131. Sólo a través de la confesión y el repudio de este enemigo inherente al hombre mismo (32,5; 38,19; 41,5; 51,6; 106,6) florece la reconciliación (51 9) y se restaura el diálogo, sellado por el perdón de Dios, que es la victoria del amor, más fuerte que la ofensa. También el léxico del perdón es sugestivo: †œno recordar† el pecado, †œvolver el rostro†, †œcubrn-kipperel pecado†, cancelarlo, †œretornar-í­z2c>† a Dios por parte del hombre y de Dios al hombre miserable, †œtener piedad†, †œdominar el furor†. †œCuanto los cielos se alzan sobre la tierra, así­ es de grande su hesed para cuantos le temen. Cuanto dista el oriente del occidente, así­ aleja de nosotros nuestras culpas† (103,1 1-j 12). Las dimensiones vertical y hori-Izontal de un nuevo mundo pacifica-Ido se entrecruzan en el corazón del hombre convertido y perdonado.

3. El espacio mí­stico del salterio.
En torno al centro constituido por Dios y por el hombre se articula toda la realidad en una serie de cí­rculos concéntricos.
El primer cí­rculo, el más restringido, es la ciudad santa, Jerusalén-Sión, que acoge en su seno la presencia de Dios en el templo (los cantos de Sión; Si 24,11) y en el rey, hijo de David e hijo adoptivo de Dios (2S 7), idealizado en la relectura mesiánico-escatológica (2; 72; 89; 110). De este rey se celebran la entronización (2; 110), la partida para la campaña militar (20), las batallas (18), la vuelta triunfal (21), el matrimonio (45), el gobierno justo (72), la polí­tica (101), la caí­da (89). El señor se encuentra con el hombre en las dos dimensiones esenciales de la existencia: el espacio (el templo) y el tiempo (la historia daví­dica).
El segundo cí­rculo de este espacio mí­stico, que va más allá del centro de Sión, es el pueblo de la elección y de la alianza con su historia. La historia no es un campo neutro, en el que chocan fuerzas ciegas, sino la lí­nea ininterrumpida del amor y del juicio de Dios, y, por otra parte, la lí­nea de la adhesión y del rechazo de Israel (105; 106; cf 78; 111; 114; 135; 136).
El tercer cí­rculo es el de la creación, primera †œmaravilla† de Dios, añadida al credo histórico en el Ps 136 (cf 65,9). El mundo y su origen son signo de la realeza trascendente de Dios: †œTuyo es el cielo, tuya también la tierra; tú formaste el mundo y todo lo que contiene† (89,12; cf 8; 104). El Señor abarca la vertical cielo y tierra (29; 115,3) y las cuatro dimensiones del espacio (139).
Todo lo que se integra en esta sucesión de cí­rculos fijados en Dios es válido, precioso y sólido. Todo lo que se sustrae es †œel enemigo†, el mal, el pecado, la nada. Todo lo que está alejado de estas corrientes vivas es precario, engañador y falso. El salterio es una invitación coral y continua a insertarse en esta dinámica, en esta vida, en esta gracia. †œMagnum opus hominum laudare Deum† (Agustí­n).
3030
4. Libro de la oración cristiana.
El salterio se convirtió en el libro por excelencia de la oración cristiana, †œsumma et compendium† de todo el mensaje bí­blico, como decí­a Belar-mino. Ambrosio, describiendo las oleadas sonoras de hombres, mujeres, ví­rgenes y niños que poblaban su iglesia de Milán cantando los salmos, los comparaba al †œmajestuoso ondear del oleaje del océano† (Hexae-meron III, 5: PL 14,178). Pues el salterio no ha sido sólo el libro de la oración nacional y de la liturgia oficial de Israel (ICrón 16; 25; 2Cr 7,3; Esd 3,10-11; Ne 11,17), ni es sólo una expresión de los sentimientos de la humanidad entera cuando interroga a Dios en el dolor, en el gozo, en la vida y en la muerte. Se ha convertido sobre todo en el texto de la meditación orante cristiana, como lo atestigua ya la comunidad apostólica, que reserva a los salmos una nueva aplicación (Ef 5,19; Col 3,16; 5t5,13)y una nueva hermenéutica cristiana (Hch 1,16; Hch 1,20; Hch 4,33-35; Hch 4, ). Sin entrar en la compleja cuestión de la reactualización neotestamentaria del AT, recordamos sólo que algunos salmos ocupan una posición de prestigio en este proceso de reinterpretación. Así­ los salmos reales (sobre todo 2 y 110) son objeto de una hermenéutica cristológica de gran relieve (para el Ps 2,1, ver Ap 11,18 para el Ps 2,1-2, ver Ac 4,25ss; para Sal 2,7 ver Mt 3,17 par y Mt 17,5 par; Hch 13,33; Hb 1,5; Hb 5,5 para Ps 2,8-9, ver Ap 2,26; Ap 12,5; Hb 1,2; Ap 19,15 para Ps 2,11, ver Flp 2,12 para Ps 110,1, ver Mc 12,36; Mt 22,44; Lc 20,42; Mt 26,64 par; Mc 16,19; Hch 2,34; Rm 8,34; ico 15,25; Ef 1,20-23 Co13,1 ;Heb Ef 1,2; Ef 1,13; Ef 8,1; Ef 10,12-13; Ef 12,2 para Ps 110,4, ver Hb 5). El mismo fenómeno se repitió libremente para otros textos, como Ps 8 y el famoso 22. En este espí­ritu escribí­a Tomás de Aquino en su In Psalmos Davidis Expositio, que, †œa diferencia de los otros escritos bí­blicos, el salterio abarca en su universalidad la materia de toda la teologí­a. La razón por la que este libro es el más usado en la Iglesia es que contiene en sí­ toda la Escritura. Su caracterí­stica es la de repetir, en forma de alabanza, todo lo que los otros libros exponen según los modos de la narración, de la exhortación y de la discusión. Su fin es el de hacer rezar, elevar el alma a Dios a través de la contemplación de su majestad infinita, a través de la meditación de la excelencia de la eterna bienaventuranza, a través de la comunión con la santidad de Dios y la imitación efectiva de su perfección†.
3031

BIBL.: Alonso SchOkel L., Treinta salmos: poesí­a yoración. Cristiandad, Madrid 1981; Aparicio ?., Garcí­a
Paredes J.C.R., Los salmos, oración de la comunidad, Publicaciones Claretianas, Madrid 1981; Barbaglio
G., Cammissari L., Galbiati E., ¡Salmi, Morcellia-na, Brescia 1973; Beaucamp E., Le Psaulier, 2
vols.,Gabalda, Parí­s 1976 y 1979; Bernini G., Le preghiere penilenziali del Salterio, Universitá Gregoriana,
Roma 1953; Briggs C. ?., ? Critica! andExegetical Commentaryon the BookofPsalms, Edimburgo 1951-
19572; Castellino G.R., Libro dei Salmi, Marietti, Turí­n 1955; Dahood M., Psalms, 3 vols., Doubleday &
Co., Nueva York, 1966; 1968; 1969; Deissler, (Ps-mi, Cittá Nuova, Roma 1986; De Langhe E., Le PsQutier †œOrientalia et Bí­blica Lovaniensia IV, Lovaina 1962; Drikvers P., Les Psaumes. Gen-res littéraux et themes doctrinaux, Cerf, Parí­s 1958; Franken HG., The Mystical Communion with Jhwh in the 800k of Psalms, Brili, Leí­da 1954; Gelinalx, Les Psaumes ? l†™époquepalris-tique, en †œLa Maison-Dieu 135 (1978) 99-116; Gibert J-, Salmos, en Nuevo Diccionario de Liturgia, Paulinas, Madrid 1987, 1851-1 872; González ?., El libro de los salmos, Herder, Barcelona 1984; GInkel H., Introducción a los salmos, Edicep, Valencia 1983; Jacqiet L., Les Psaumes etle coeurdel†™homme. 3 vols., Ducu-lot, Gembloux 1975; 1977; 1979; Krais H.J., Teologí­a de los salmos. Sigúeme, Salamanca 1985; Kí­ssane E., The Bookofthe Psalms, 2 vols., Dublin 1953-55; Lack R., Salmos, en NDE, Paulinas 19891, 1228-1241; Lancellotti ?., Salmi, Ediz. Paoline 1984; Lipinski E., Bealcamp E., Psaumes, en †œDBS 9 (1973) 1-214; Maillot ?., Lelievre ?., Les Psaumes, 3 vols., LaboretFides, Ginebra 1962; 1966; 1969; Mannati M., Solms E. De. Les Psaumes, Desclée, Parí­s 1966-1968; Id, Orar con los salmos. Verbo Divino, Estella 1978; Masini M., / Salmipreghiera di un popólo in cammino, Que-riniana, Brescia 1982; Morían L., II Salterio delta Tradizione, Gribaudi, Turí­n 1983; Mowinckel 5., The Psalms in Israel†™s Worship, 2 vols., Blackwell, Oxford 19672; Murphy RE., Los Salmos, en Comentario Bí­blico San Jerónimo II, 1971, 595-678; Nesmv J.-C, / Padri com-mentano il Salterio della Tradizione, Gribaudi, Turí­n 1983; Oesterley W.O.E., The Psalms translated with textcritical andexegeticainotes, Londres 19593; Podechard L., Le Psautier, Lyon 1949-1 954; Ravasi G., II livro dei Salmi, 3vols., Dehoniane, Bolonia 1981; 1983; 1984; Rinaldi G., lcantidiAdonaj, Paideia, Brescia 1973; Ringgren H., The Faith ofthe Psalmists, Fortress Press – SCM Press, Filadelfia-Londres 1963; Sabourin L., The Psalms, Alba House, Nueva York 19742; Stolz F., Psalmen im nach-kultischen Raum, Theologischer Verlag, Zurich 1983; Tournay R., Schwab R., Les Psaumes, Cerf, Parí­s 1964-1; Troadec H., Les Psaumes prierechrélienne, Parí­s 1981; Weiser ?., ? Salmi, 2 vols., Paideia, Brescia 1984.
G. Ravasi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

VENTANA AL ANTIGUO TESTAMENTO

¿Cómo serí­a ser miembro de la iglesia del ATAT Antiguo Testamento? ¿Qué creí­an? ¿Cuál era su experiencia de Dios, personal y colectiva? ¿Su religión les hací­a felices o les era una carga? ¿Eran seres extraños de otra época o nuestros hermanos y hermanas de hace mucho tiempo? Al mirar por la ventana de Sal. descubrimos que aquí­, sin duda, tenemos al mismo Dios que ahora se nos ha revelado en Cristo, y aquí­ tenemos a gente de la misma naturaleza que nosotros enfrentando la misma clase de vida que nosotros, y descubriendo que su Dios aumenta sus alegrí­as y lleva sus cargas.
La consagración, la oración, el ardor, el conocimiento y la delicia de ellos son una reprensión a nuestras vacilaciones, falta de oración y reacciones indiferentes. Pero son nuestros hermanos y hermanas. Sus cantos nos muestran que así­ como en el NTNT Nuevo Testamento la gracia de Dios lleva a obedecer su ley, así­ en el ATAT Antiguo Testamento la obediencia a la ley de Dios descansa sobre su obra de gracia. ¡Pero qué pueblo cantor era! Grandes lí­deres como Moisés (Exo. 15), Débora y Barac (Jue. 5), David (2 Sam. 1) y Ezequí­as (Isa. 38) y gente común como Ana (1 Sam. 2) y profetas como Habacuc (Hab. 3) celebra ron sus momentos importantes con canto. Los propios salmos revelan una religión desbordándose en canto. ¡Con razón que de este pueblo y de tal religión haya surgido esta gran antologí­a de salmodias!

SALMOS COMO UN LIBRO

Serí­a quizá más apropiado pensar en Salmos como una colección de libros.
(i) Parece ser que dentro del Salterio tal como lo conocemos, se han preservado colecciones que una vez estuvieron separadas (p. ej.p. ej. Por ejemplo 93–100 [Alabanza de Jerusalén]; 113–118 [Una cantata de salvación]; 120–136 [Alabanza del peregrino] y 146–150 [El aleluya sin fin]).
(ii) Existe evidencia también de una antologí­a más antigua que ha sido absorbida más difusamente en el Salterio. Muchos salmos llevan la inscripción: †œAl músico principal† (p. ej.p. ej. Por ejemplo 31, 47, 51–62). ¿Habrí­a entonces un †œDirector de la música del templo† que en algún momento dado habrí­a compilado su propio himnario? De ser así­ fue cuidadoso con los derechos de autor porque, aparte de los Sal. 66 y 67, su inscripción siempre va seguida de una atribución personal: †œde David†/ †œde Asaf†, etc. Por ejemplo, al incluir el Sal. 88 en su antologí­a indicó que era un salmo incluido en la colección †œde los hijos de Coré †¦ [compuesto por] Hemán el ezraí­ta†.
(iii) Coré y Asaf eran lí­deres de coros (1 Crón. 6:31–33, 39 ss.; 16:4–7). La colección †œde Cor醝, con su deleite en el monte de Sion, es representada por los Sal. 42–49, 84, 87 y la colección †œAsaf†, enfa tizando tanto el juicio divino como el cuidado del pastor, es representada por los Sal. 50, 73–83.
(iv) Otros individuos aparecen con menos frecuencia: Jedutún (39, 62, 77), Eitán (89), Hemán (88), cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 4:31, y Moisés (90). Pero la mayorí­a de los salmos son adjudicados a David (3–32, 34–41, 51–65, 68–70, 101, 103, 108–110, 122, 131, 133, 138, 139, 140–145.
(v) La opinión especializada en el tema ha sido por lo general escéptica en cuanto al valor de los tí­tulos de los salmos. En el perí­odo macabeo (siglo I a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), cuando se estilaba fechar cuantos sal mos fuera posible, los titulares eran descartados como una ocurrencia editorial. Más recientemente hay mejor predisposición a permitir fechas preexí­licas, aunque las opiniones difieren sobre cuáles y cuántos salmos pertenecen al perí­odo de los reyes. Es reconocido que la atribución †œde David† implica autorí­a pero pocos concuerdan con M. G. Goulder (The Prayers of David: Psalms 51–72, Studies in the Psalter II, [JSOTS 102, Sheffield, 1990]) en aceptar seriamente la autorí­a daví­dica. Y sin embargo, no hay razón para no hacerlo. Es indudable que los encabezamientos fueron agregados editorialmente a los salmos (como el uso de la tercera per sona lo indica) pero ya para la época de la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) (siglo II o III a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) muchos de los términos usados ya no se entendí­an y nadie sabe con certeza de cuándo data este trabajo editorial. Nos llegan como parte del texto hebreo Masorético (donde son incluidos como el v. 1 del salmo en cuestión) y en el NTNT Nuevo Testamento, el Señor Jesús, Pedro y Pablo argumentan sobre la base de su veracidad. En contra de aceptar en serio los encabezamientos, se propone que las no tas históricas que conectan a algunos salmos con la vida de David (3, 7, 18, etc.) son suposiciones editoriales por cuanto poco o nada hay que conecte al salmo con la ocasión. Dejando de lado el hecho de que un editor de la antigüedad difí­cilmente hubiera actuado con tanta ineptitud, esta acusación olvida la naturaleza de los salmos como meditaciones, no descripciones. En cada caso se puede llegar a una explicación satisfactoria de que, ya sea dentro del incidente mencionado o como fruto de una reflexión posterior, David muy bien hubiera podido expresar dichos sentimientos.
(vi) Existen más evidencias del trabajo de manos editoriales en los salmos en lo que se conoce como †œel Salterio Elohí­stico†. En los Sal. 42–83, aparece †œElohim† (†œDios†) con mucha mayor frecuencia que †œYahweh† (†œEl Señor†) y pareciera que el sustantivo Elohim ha sido deliberadamente sustituido por el nombre de Dios. (Cf. Sal. 14 y 53; 40:13–17 y 70.) Esto fue hecho supuestamente antes de que se armara la colección como un todo. Pe ro para nosotros es uno de los muchos pasos inexplicables por los cuales la salmodia de los siglos se convirtió gradualmente en el Salterio de la Biblia.
(vii) El Salterio a veces es llamado †œEl himnario del segundo templo†, refiriéndose a la casa construida por la comunidad que regresó en 520 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Esd. 5:1, 2; 6:15; Hag. 1:14, 15). Sin duda tal suceso hubiera motivado la creación de un nuevo himnario y, concordando con Y. Kaufmann, (The Religion of Israel [George Allen and Unwin, 1961], p. 311), en el sentido que †œno hay ningún salmo cuyo significado simple †¦ requiera una fecha posterior que el exí­lico Salmo 137†, todos nuestros salmos actuales hubieran estado disponibles para ser seleccionados. A la colección le fue entonces probablemente dada la división actual en cinco †œlibros† agregando doxologí­as a 41:13; 72:18–20; 89:52 y 106:48. Pero nuevamente nos vemos ante un rompecabezas no solucionado: ¿fue la división en cinco adoptada a fin de concordar los cinco libros de la Ley con los cinco libros de canto? No se sabe con certeza.

SALMOS EN LA ADORACION

El padre del estudio especializado de los Salmos es Hermann Gunkel, Die Psalmen (Vendenhoek & Ruprecht, 1926) quien se propuso relacionar cada salmo con la situación real de la cual surgió. Distinguió ciertas categorí­as principales: (a) Himnos, poemas como el 8, 19, 29 que reflexionan sobre la grandeza y los atributos de Dios. Los subgrupos que aquí­ incluye son Salmos de entronización, celebrando al Señor como Rey (p. ej.p. ej. Por ejemplo 47, 96, 98) y Salmos de Sion (p. ej.p. ej. Por ejemplo 46, 87); (b) Lamentos comunales como el 74, 79, 80; (c) Salmos reales, centrados en el rey (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2, 45, 110); (d) Lamentos individuales, sin duda el grupo más grande (p. ej.p. ej. Por ejemplo 3–7, 140–143); un subgrupo aquí­ eran Salmos de confianza en los cuales se expresaba la seguridad de una liberación divina en el futuro (11, 16, 23); (e) Salmos individuales de acción de gracias (p. ej.p. ej. Por ejemplo 30, 32, 116) después de la liberación. Además de estos grupos principales, fueron identificadas categorí­as más pequeñas: Acción de gracias comunal (p. ej.p. ej. Por ejemplo 124), sabidurí­a (49), peregrinaje (120–134) y liturgias (15, 24).
La obra de Gunkel resultó insatisfactoria en el sentido de que no ofrecí­a una base consecuente sobre la cual una categorí­a pudiera distinguirse de otra. A veces enfatizaba forma o estructura, a veces contenido, pero al menos rescató el estudio de los Salmos de las secas discusiones sobre fechas e introdujo una apreciación viva de lo que Salmos tra taba de ser y hacer. Otros han seguido el camino por donde él ha guiado, edificando y desarrollando sobre su método de categorí­as y en particular concordando con él en que el marco principal den tro del cual los salmos han de ser comprendidos es el culto, o sea los ciclos israelitas de adoración en el templo.

MARCO Y TERMINOS CULTUALES

Los salmos mismos se deleitan en la casa del Señor (84); consideran al †œmonte santo†, al †œtabernáculo† y al †œaltar† (43) como factores que facilitan la entrada a su presencia; están llenos de la piedad interior que acompañaba y daba significado a los actos externos (116:13–19), insistiendo en que el ritual del sacrificio se convierte en un †œsacrificio de justicia† (4:5) únicamente cuando brota de una actitud correcta.
Mucho del material en los encabezamientos, misteriosos como puedan parecernos todaví­a, influyó en la manera como el salmo era usado en el culto pú blico. La palabra †œsalmo† (4, 55, etc.) indica acompañamiento musical, aunque no resulta claro cómo esto difiere del †œcanto†. Se habrá tenido la intención de hacer diferencia como lo indica el uso de las dos palabras juntas (p. ej.p. ej. Por ejemplo 30). †œOración† (p. ej.p. ej. Por ejemplo 17) †œAlabanza† (145) y †œpara ser enseñado† (60) sugieren la función que podrí­a tener un salmo, simi lar a las divisiones por temas en los himnarios modernos.
Hay indicaciones musicales en cuanto a instrumentos de cuerdas (Neguinot, 4), †œflautas† (Nejilot, 5), †œSeminit† (un instrumento de ocho cuerdas, o un arreglo de ocho partes 6); notas sobre las tona das a usar: †œMut-laben† (La muerte de un hijo, 9), †œAyélet hasájar† (La gacela de la mañana, 22); †œSosanim† (Lirios, 45); †œLa paloma silenciosa de la lejaní­a† (56), etc. †œGuitit† (8, 81, 84) significa †œla gar de vino† y puede haber sido una melodí­a alegre conocida.
También aparecen palabras que ahora son imposibles de entender, pero que, con variable certidumbre, puede decirse que influyen en el uso cultual de los salmos: †œSigayón† (7, cf.cf. Confer (lat.), compare Hab. 3:1); †œMictam† (16, 56–60); †œMasquil† (32, etc.) y †œSelah† (3:2, 4, 8; etc.). †œMictam† puede tener relación con el verbo †œcubrir† y dado que en los salmos donde ocurre figuran enemigos, puede haber sido una recomendación de usar estos salmos en caso de necesitar protección. †œMasquil† quizá signifique †œdidáctico†, pero no resulta claro por qué estos salmos en particular ameritan dicha nota. †œSelah† ocurre den tro de los salmos y puede haber indicado alguna división del material, un interludio me ditativo/musical cuando el salmo era cantado en el culto. Pero se desconocen en la actualidad tanto su significado como palabra y su significado como una directiva.
Desde que apareciera la obra de S. Mowinckel (cf.cf. Confer (lat.), compare The Psalms in Israel†™s Worship, [Blackwell, 1962]) muchos creen que la fiesta de los Tabernáculos incluí­a una celebración anual de la entronización del Señor. La expresión †œÂ¡El Señor reina!† (93:1; 97:1; 99:1; etc.) deberí­a ser entonces †œEl Señor se ha convertido en Rey†, una exclamación cultual aclamando la reafirmación de la majestad divina sobre toda la tierra, asegurando el bienestar de su pueblo en el año venidero. Es indudable que años más tarde (Zac. 14:16 ss.) la fiesta de los Tabernáculos se relacionaba con majestad y prosperidad, pero la evidencia no es tan clara en cuanto a la época preexí­lica.
Cuando Jeroboam necesitó desconectar su reino, recientemente separado de Judá, de la casa del Señor y del rey daví­dico, leemos que designó una fiesta para el dí­a 15 del mes octavo †œsemejante a la fiesta que habí­a en Judᆝ. No se conoce fiesta alguna en el mes octavo pero la de los Tabernáculos era el 15 del mes séptimo. ¿Fue ésta la que Jeroboam usó como modelo de su fiesta? De ser así­, la de los Tabernáculos era también un festival de majestad. Se ha de reconocer que los †œSalmos de entronización† (47, 93, 96–99) son una mezcla de temas concordantes, no siendo el menor de ellos la majestad, la creación y la soberaní­a del Señor sobre los poderes espirituales del desorden; tiene sentido pensar en una celebración anual teniendo como tema y enfoque un †œDí­a de ascensión†.
Por otro lado, el intento de A. R. Johnson (Sacral Kingship in Ancient Israel [University of Wales Press, 1967]) y el de J. H. Eaton (Kingship and the Psalms [SCM, 1976]) de adjudicar a algunos sal mos (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2, 18, 89, 101, 110, 118) un ritual de renovación anual de la majestad daví­dica terrenal no ha sido aceptado ampliamente. En el mejor de los casos esta teorí­a identifica a muchos, si no a todos, los Salmos de lamento individual con el rey, humillado por sus enemigos (de todo el mundo) y volcándose al Señor para lograr su liberación. Más especí­ficamente, salmos como el 22 se encuentran dentro de este ritual de humillación y su desenlace es una dramática intervención divina para restaurar al rey. Se apela a los versí­culos como 46:8 (†œVenid y ved †¦ †) y 48:9 (traducido †œhemos pensado en tu misericordia, en medio de tu templo†) para justificar el pensar en términos de un drama ritual del culto.
De igual manera, la teorí­a de A. Weiser de una ceremonia anual de renovación del pacto (The Psalms [SCM, 1962]) tampoco ha encontrado mucho apoyo. Sostiene que el tema dominante de la fiesta de los Tabernáculos no era la entronización del Señor sino la renovación nacional del pacto. Aunque Weiser encontró salmo tras salmo que se aplica a este punto, por lo general se coincide en pensar que permitió que su entusiasmo reemplazara a la realidad y que mientras los Sal. 50 y 81 necesitan un marco ritual con un enfoque en los mandamientos y los sucesos del Sinaí­, no es suficiente para establecer la existencia de un festival anual importante. La lectura de la ley en siete años de Deut. 31:9 ss. es suficiente antecedente.

LOS SALMOS COMO ESCRITURA

Al considerar la continua vitalidad de los salmos en la iglesia actual, no podemos menos que mencionar sus temas más importantes.
(i) El Señor. Una de las caracterí­sticas dignas de notar de Salmos es que aunque abunda el testimonio personal, la impresión más clara que queda no es de personas sino de Dios. En este sentido, Salmos es el ATAT Antiguo Testamento en miniatura: El Señor es el Creador (8, 104). Y no se trata de un concepto abstracto sobre cómo se inició el mundo; es la base de su gobier no soberano actual como Rey de todas las cosas (29, 96–99). La justicia de su gobierno es predominante (11, 75), pero en la gran rapsodia de la majestad divina (145) la justicia es sólo uno de los tres hilos de una cuerda. Los otros dos son grandeza y gracia. La bondad de Dios (34) es inseparable de su santidad (103) y encuentra su complemento en su ira (38). Es universal en su gobierno (67) y particular en su elección de Israel (87), dos aspectos de la verdad que encuentran su unidad en el David mesiánico, Rey de Israel y del mundo (2, 72, 110). Para su pueblo como un todo (80) y para el individuo en particular (23), el Señor es Pastor, ba se de la confianza en buscar en él la liberación (16, 25, 31), reconociendo la atención que da a las necesidades de su pueblo (p. ej.p. ej. Por ejemplo 3, 27). A la vez está el problema de la providencia divina, las frecuentes adversidades del pueblo de Dios, individuales (p. ej.p. ej. Por ejemplo 10, 12) y colectivas (44, 74). Es este sincero reconocimiento de que el sufrimiento es siempre par te de la experiencia del pueblo del Señor lo que provee una perspectiva adecuada para entender la relación entre rectitud y prosperidad (p. ej.p. ej. Por ejemplo: 1). Esta no es la descripción de una experiencia sino una declaración de fe (como cuando afirmamos creer en †œDios el Padre, Todopoderoso† en un mundo que desafí­a tanto su paternidad como su omnipotencia). Dado que Dios es bueno y que no hay otro Dios, el resultado para su pueblo está garantizado.
(ii) El Rey. En el retrato del Rey en Salmos tenemos: o la alabanza más descarada y poco realista de los sucesivos reyes de la lí­nea de David, o la expresión de un gran ideal, un espejo de la verdad colocado por turno delante de cada rey, en espera de Aquel en quien todo se cumplirá. El Rey enfrenta oposición mundial (2:1–3; 110:1) pero es victorioso (45:3–5; 89:22 s.) y por la actividad del Señor (2:6, 8; 18:46–50; 21:1–13; 110:1 s.) establece su gobierno mundial (2:8–12; 18:43–45; 45:17; 72:8–11; 89:25; 110:5 ss.), basado en Sion (2:6) y caracteriza do por moralidad (45:4, 6; 72:2–4, 7; 101). Su gobierno es eterno (21:4; 45:6; 72:5); próspero (72:7, 16) y constante en su reverencia al Señor (72:18, 19). Preeminente en dones, gracia y dignidad (45:2–7), es también amigo del pobre y enemigo de la opresión (72:2, 4, 12–14); bajo él los rectos prosperan (72:7). Es recordado para siempre (45:17); posee un nombre eterno (72:17) y es el objeto de gratitud sin fin (72:15). En relación con el Señor es objeto de bendición eterna (45:2). Es heredero del pacto de David (89:28–37, 132:11 s.), y del sacerdocio de Melquisedec (110:4). Pertenece al Señor (89:18) y está consagrado a él (21:7; 63:1–8, 11). El es su hijo (2:7; 89:27) sentado a su diestra (110:1) y es, él mismo, divino (45:6).
Deben consultarse los comentarios de las referencias dadas en el párrafo anterior aunque, de cualquier manera, las dimensiones exaltadas del retrato son claras. Mientras que mucho del retrato puede adjudicarse en principio al oráculo base de Natán en 2 Sam. 7, es imposible identificar los pasos por los cuales esas esperanzas llegan a ser la expectación de un rey perfecto, justo, humano, divino, eterno y universal. El concepto antiguo no acierta al decir que fue sólo cuando la monarquí­a dejó de ser sin muestras de recobrarse en ocasión del exilio babilónico, que se desarrollaron dichas esperanzas. ¡El fracaso de la monarquí­a data del propio David! Las alentadoras esperanzas implicadas en Jue. 17:6; 18:1; 19:1; 21:25 no se habí­an cumplido; el historiador de Rey. puede enfocar la monarquí­a constitucional, dinástica del pacto o la monarquí­a †œcasera† carismática de Israel, pero no da con el rey largamente esperado. Este fracaso fue el semillero de una de las más grandes expectativas del ATAT Antiguo Testamento.
(iii) Imprecaciones. El vigor con que eran denunciados los enemigos en Salmos ha sido motivo de dificultades. ¿Tienen algo en común con el pensamiento de Cristo el deseo de la destrucción re pentina de los enemigos (35:8), su muerte (55:15), el romperles los dientes (58:6), la destitución (109:10) y la masacre de sus hijos (137:9)? Hay unos 25 salmos que contienen tales pasajes y los comentaristas han sido rápidos es descartarlos co mo †œmoralidad del ATAT Antiguo Testamento†, condenándolos como cosa que ha perdido su relevancia debido a la revelación de Dios en Cristo. Son tres las razones por las cuales esto no es satisfactorio: (i) En el NTNT Nuevo Testamento se expresan sentimientos similares (Gál. 1:8, 9; Apoc. 6:10; 18:20; 19:1–3) y el Señor Jesús también los expresó (Mat. 11:20–23; 23:13–36). Si existe un problema, éste es bí­blico no del ATAT Antiguo Testamento; (ii) el ATAT Antiguo Testamento tanto como el NTNT Nuevo Testamento exhorta a amar (Lev. 19:17, 18), des cribe el odio de Dios por la violencia (Sal. 5:6), la obligación de devolver bien por mal (Sal. 7:3–5; 35:12–14) y el rechazo de la venganza (Deut. 32:35; Prov. 20:22); (iii) En casi todos los casos la imprecación a la cual objetamos aparece al lado de una espiritualidad envidiable, p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 139. Cierto comentarista que clasifica a las imprecaciones en general como †œlo totalmente opuesto al espí­ritu del evangelio† encuentra en 139:19–22, †œla obliga ción de mantener viva en el corazón humano †¦ una ardiente indignación contra †¦ el mal† (Kirkpatrick, The Psalms [Cambridge, 1910]): sencillamente porque es imposible de imputar poca espiritualidad al autor de los vv. 1–18.
Más positivamente, notamos que todas son oraciones a Dios (excepto 137:9, ver comentario). No hay sugerencia alguna que los salmistas planearan acciones vengativas, ni siquiera de que tuvieran pensamientos vengativos. Su reacción a su dolor era entregar la cuestión al Señor y dejarla allí­. Como acota J. R. W. Stott (The Canticles and Selected Psalms [Hodder & Stoughton, 1966], pp. 11 ss.): †œNo me resulta difí­cil imaginar situaciones en que hombres santos de Dios puedan y deban †¦ clamar a Dios pidiendo venganza †¦ y eso sin ningún sentimiento de animosidad personal.† Viviendo, como nos toca, en una era cuando la venganza personal es un supuesto derecho, y los problemas comuna les, reales o imaginados, †œjustifican† la violencia, el terrorismo, los bombardeos y las torturas, por lo menos hemos de estar preparados para decir que aunque deploramos sus oracio nes, su manera de reaccionar es preferible a la nuestra. Pero no hay necesidad de juzgar de esa manera: Sus oraciones nos chocan por su realismo. Nos sentirí­amos cómodos con 143:11 pero vacilarí­amos ante su corolario realista (12) de la misma manera como oramos con un corazón alegre por la segunda venida del Señor Jesús (2 Tes. 1:7), pero vacilarí­amos en expresar nuestra oración describiendo las realida des escriturales de dicho evento, pidiendo que las llamas de fuego consuman a los que no obedecen al evangelio (2 Tes. 1:8). Si fuéramos más santos —y por cierto si nos sintiéramos menos cómodos y supiéramos más del poder del perseguidor— estarí­amos más dispuestos a identificar que a condenar.
El siguiente comentario intenta enfatizar la estructura de cada salmo como la clave de su significado. Se sugiere seriamente a cada estudiante de los salmos (y a cada estudiante de la Biblia) que †œel medio es el mensaje† y que el primer objetivo del estudio debe ser descubrir y clarificar la estructura. Vea el artí­culo: La poesí­a en la Biblia.
Libro 1

SALMO 1. EL CONTRASTE DECISIVO

El Sal. 1 es una introducción a todo el libro de Sal. Primero, es un salmo de fe (3d). Esta promesa de prosperidad no es una promesa de buena fortuna a cambio de una buena conducta. ¡Salmos conoce de masiado bien la vida para pretender tal cosa! (ver 42, 73). Más bien, así­ como seguimos diciendo †œCreo en Dios el Padre Todopoderoso† aunque nos encontramos que la vida muchas veces parece negar su paternidad y su omnipotencia, así­ también el v. 3 profesa un †œcredo†: el mundo es el mundo de Dios y los que se ponen de su lado segura y definitivamente gozarán de bendición (6). Segundo, es un salmo de consagración: a un estilo de vida singular (1) y a la palabra de Dios (2). Verdaderamente †œsingularidad† es el tema alrededor del cual se ha estructurado el poema.

A1 (v. 1) El camino de bendición
B1 (v. 2) Perseverancia en la ley del Señor
C1 (v. 3) El árbol frutal que permanece
C2 (v. 4) La paja temporal
B2 (v. 5) Sin posición en el juicio del Señor
A2 (v. 6) El camino de la muerte

1 El camino de bendición: vida presente. Dependiendo del contexto, Bienaventurado puede significar bajo la bendición de Dios, feliz o satisfecho, o intrí­nsecamente correcto. Aquí­ cabe cualquie ra de los tres significados. Pero la bendición y felicidad son consecuencias de una consagración a la vida que es buena. Anda †¦ se detiene †¦ se sienta. Nuestra singularidad debe notarse en nuestro estilo de vida.
2 Perseverancia en la ley del Señor. Ley, †œenseñanza†, como lo que un padre cariñoso ofrece a un hijo que ama (Prov. 3:1). Delicia †¦ medita. Como base de la obediencia activa del v. 1 está la piedad interior de los sentimientos y pensamientos ejercitados de dí­a y de noche en la palabra de Dios.
3 El árbol frutal que permanece. Plantado, lit.lit. Literalmente †œtransplantado†, p. ej.p. ej. Por ejemplo una nueva posición en la cual uno ha sido puesto (80:8; cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 1:13).
4 La paja temporal.
5 Sin posición en el juicio del Señor. Juicio †¦ congregación. En la evaluación divina final, los que andan bien con Dios (justos) contrastan con los que han seguido su propio consejo y, por implicación, no pusieron sus vidas dentro de los parámetros de la revelación divina.
6 El camino de la muerte: destino final. Conoce o vigila, entra en un í­ntimo y amoroso cuidado. Perecerá, la última palabra, compárela con la palabra inicial bienaventurado (1), ¡realmente un contraste indiscutible!

SALMO 2. EL REY DEL MUNDO

El tema se desarrolla en cuatro secciones balanceadas: los reyes quienes se oponen al Señor y su ungido (1–3) son invitados a refugiarse, sirviendo al Señor y honrando al hijo (10–12). Entremedio se oyen dos voces: El Señor habla del nombramiento de su Hijo para reinar (4–6) y el Hijo habla de la promesa divina de un reinado mundial (7–9). El Salmo tiene sus raí­ces en 2 Sam. 7, la promesa a Da vid de un hombre supremo, una relación de hijo con el Señor, y una lí­nea que perdurarí­a. Es posible que el Salmo se usara para recibir a cada rey daví­dico sucesivamente al ascender al trono como un recordatorio del ideal, pero su cumplimiento fue en †œel más grande de los hijos del gran David† (ver Luc. 1:31–33), justo cuando la siempre constante negativa del mundo en el sentido de que †œéste reine sobre nosotros† (Luc. 19:14) llegaba a su clí­max en el Calvario (Hech. 4:25, 26; 1 Cor. 2:8). La era en que vivimos, por más blanda y comprensiva que a veces parezca, esencialmente odia, se opone y se rebela contra Dios en Cristo. Históricamente, el rey daví­dico siempre estaba amenazado por el mundo que lo rodeaba; en su esencia, esto refleja la rebelión del mundo contra Dios; proféticamente, el salmo se refiere al rechazo de Jesús.
1–3 Traman cosas vanas (lit.lit. Literalmente) †œmurmuran†. La descripción aquí­ puede que no sea tanto de rebelión como de inquietud. ¿Qué es lo que le quita la paz al mundo? El v. 2 responde: No puede haber paz mientras el Señor y su ungido sean rechazados. La enemistad contra Dios es el centro de la naturaleza caí­da (Col. 1:21). Ungido (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 16:13; 24:6; Isa. 11:1–9). Ataduras †¦ cuerdas. Es el engaño de Satanás (Gén. 3:1–5) el representar a las condiciones divinas de bendición como restricciones hostiles que reprimen a la humanidad negándole la verdadera libertad. 4–6 El Señor no negocia con los rebeldes, ni cambia para poder cumplir con sus demandas, sino que simplemente reafirma su plan real: Su rey ha sido instalado y punto final; ¡así­ como en Gén. 3 la gran rebelión no alteró para nada la soberaní­a divina! Ira †¦ furor, respectivamente la expresión de la ira (ira sentida) y el ardiente poder de la ira (ira expresada). Sion, lit.lit. Literalmente la sede de la monarquí­a daví­dica; proféticamente el centro de la nueva creación de Dios en Cristo (Heb. 12:22–24). 7–9 Una relación de hijo, una promesa de heredad y una dote de poder. Mi hijo. Dios figuradamente adoptaba a los reyes de la lí­nea de David. Hoy, el dí­a de su ascensión, el principio de la relación. Cuando se usa para referirse a Jesús en el momento de su resurrección (Hech. 13:32–37) el significado es más bien que Dios ha aclarado públicamente lo que siempre ha sido el caso. Pí­deme †¦ A diferencia del rey rebelde, el Hijo vive por su confianza sumisa al Padre. En este aspecto fue tentado (Mat. 4:8–10) y prevaleció (Mat. 26:39). Vara de hierro †¦ como a vasija, el contraste entre poder absoluto e impotencia total. 10–12 Servid †¦ Besad. ¡No puede haber servicio al Señor sin sumisión al Hijo! Temor †¦ alegraos †¦ temblor. Hay una diferencia entre confianza y presunción. Los que besan al Hijo conservan siempre el temor que por derecho le corresponde y la ira que es inseparable de su santidad. Bienaventurados (ver 1:1). Se refugian. †œNo hay refugio contra él: sólo en él† (Kidner).

SALMO 3. ORACIí“N Y CONFIANZA: UN SALMO PARA UN NUEVO DIA

Este Salmo tiene un punto central claro: que la oración produce la confianza necesaria para enfrentar la vida (4–6). El movimiento de este Salmo es primero hacia estos versí­culos y luego fuera de ellos.

A1 (vv. 1, 2) Necesidad: no hay liberación
B1 (v. 3) Afirmación: protección divina
C (vv. 4–6) La oración produce confianza
B2 (v. 7) Aparecer para dar liberación divina
A2 (v. 8) Solución

Este Salmo tiene como antecedente 2 Sam. 15:13–17:24. La huida inicial por causa de Absalón requirió dos noches; durante la primera, con razón David pudo haberse sentido desalentado (1, 2). Pero el antí­doto para el desaliento es, primero, afirmar la verdad divina (3) y, segundo, buscar ayuda divina (4). La consecuencia es la bendición de una noche de sueño (5) y una confianza renovada para el nuevo dí­a (6). Así­ como un dí­a finaliza con oración (4) el nuevo dí­a comienza con un llamado a Dios: ¡Sálvame! (7), porque él siempre ha sido enemigo de los enemigos de David; de allí­ que la oración de confianza se base en experien cias pasadas de gracia y engendre seguridad en lo que el futuro depara (8).
1, 2 Necesidad: no hay liberación. ¡Dios no lo librará! Esta es la estocada fatal: una actitud (enemigos) se ha convertido en acción (se levantan) y refleja la opinión pública: ¡ni Dios puede ayudar a Da vid ahora!
3 Afirmación: protección divina. Pero tú, es enfático. Salir de la depresión de los vv. 1, 2 es apropiarse renovadamente de lo que Dios es. Mi gloria: David ha sido despojado de toda la pompa terrenal pero no puede ser despojado de Dios. Mi cabeza (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 15:30).
7 Súplica pidiendo liberación divina. ¡Levántate, oh Señor! (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 10:35). Al usar la gran exclamación de Moisés, David expresa confianza en que aun en medio de una aparente derrota, él y su compañí­a que huye están en realidad bajo la dirección divina. Mejilla †¦ dientes. Una cachetada en la mejilla es un acto de reproche (1 Rey. 22:24); romper los dientes es inutilizar al contrincante.
8 Solución. †œLa liberación pertenece al Señor.†

SALMO 4. ORANDO, CONOCIENDO, CONFIANDO, DESCANSANDO

Este Salmo es para la noche (8), quizá correspondiendo a la ocasión cuando David huyó por causa de Absalón (ver Sal. 3), al enfrentar la segunda noche de dormir incómodo y amenazado. Como el Sal. 3, éste Salmo es de oración y notamos que acudir al lugar de oración (1) es encontrarse en un lugar de paz (8) —aunque las presiones siguen siendo las mismas— ([2] quienes lo denigran; [6] los que se de sesperan). Pero la idea central de este Salmo no es la oración sino saber (3) y confiar (4, 5). Lo primero es lo que imaginativamente expresa David a los que lo denigran en la corte de Absalón y, lo último, a los desanimados en su propio campamento mientras se preparan para acostarse.
1 La oración genuina es urgente (1a), descansando en la justicia de Dios (1b), especí­fica (1c) y dependiente de la misericordia divina (1d). 2 Una apelación imaginaria a los que se han sumado a Absalón, para que dejen de denigrar su honra como rey, que abandonen sus pretensiones de poder y su falsedad. 3 Piadoso, palabra compleja significan do aquellos a quienes Dios ama con un amor que no cambia y que corresponden a su amor, amándole a él (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Tim. 2:19a). 4, 5 Una palabra para el campamento desanimado de David. No hay por qué negar el temor, pero la reacción correcta es dedicar las horas de la noche a la oración quieta (4c, no reflexionad sino †œhablar en†), acercándose a Dios (5a) en un espí­ritu de sacrificios en consagración (holocausto), confesión (ofrenda por el pe cado), comunión (ofrenda de paz) y confianza (5b). 6 Contrarresta al desaliento con la oración apropiada. 7, 8 El testimonio de David: La oración da más gozo que el que puede dar el mundo, por medio de la paz y el vivir seguro que sólo Dios puede dar.

SALMO 5. EL CONTEXTO MORAL DE LA ORACION QUE PREVALECE

Es posible que este Salmo sea una meditación sobre la segunda mañana de la huida de David por causa de Absalón (ver Sal. 3). No contamos con un tí­tulo histórico que nos guí­e pero el Salmo se ocupa de la oración de mañana tras mañana (3); y los párrafos alternados que tratan sobre los que buscan rectamente a Dios y los malos a quienes él rechaza reflejan bien la situación moral †œblanca y negra† en que Absalón colocara a David.

A1 (vv. 1–3) Confianza en el Señor
B1 (vv. 4–6) El Señor rechaza a los malos
C (vv. 7, 8) Consagración al camino recto del Señor
B2 (vv. 9, 10) El Señor echa a los rebeldes
A2 (vv. 11, 12) Gozo en el Señor

El Salmo se centra en la adoración santa y reverente y en la oración por una vida recta (7, 8). David de esta manera adopta una posición que contrasta con la de los que hacen mal (4, 5) y hablan mal (9), y demuestra la consagración de alguien que espera una respuesta a su oración (1–3) y protección divina (11, 12).
1–3 Confianza en el Señor quien escucha las oraciones. Oración (a) es expresar el problema (suspiro) en palabras (1), (b) incluye una garantí­a de ser escuchado. Note la secuencia (2) Atiende †¦ porque †¦ oraré. (c) Es el primer quehacer del dí­a: de mañana (3ab). La idea no es tanto la regularidad (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 50:4) sino la prioridad en el dí­a (d) espera una respuesta (3c).
4–6, 9, 10 El Señor rechaza a los malos y echa a los rebeldes. Cada una de estas secciones comienza con †œporque† (omitido en 6 y 10 en la RVARVA Reina-Valera Actualizada), o sea que David (1–3) puede confiar en que su oración será contestada †œporque† no es como los malos (4–6), y ora pidiendo un camino recto (8) †œporque† quiere ser distinto de los rebeldes a quienes el Señor echará (échalos) (9, 10). Esta es la consagración moral de la persona que ora, que in cluye su carácter (4, 5a), su conducta (5b), su hablar (6a), sus relaciones (6b), su veracidad (9a), su integridad (9b) y nuevamente su hablar (9cd). 10 ¿Es correcto un pedido como éste? Como la mayorí­a de las imprecaciones (ver Introducción) pide a Dios que haga lo que de cualquier manera ya ha afirmado que hará: Exponer y castigar el pecado y a los pecadores (10a, c); hacer a los falsos acusa dores lo que ellos hubieran hecho al objeto de su rencor (10b; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 19:16–19); deja la acción a Dios, sin vengarse personalmente (Prov. 20:22; Rom. 12:19); y es motivado por el daño hecho a Dios (10d), no por animosidad personal. 7 ¿Cómo puede hablar David de un templo cuando el mismo no se habí­a construido aún? Porque (1 Sam. 1:9, 24) templo y casa eran las designaciones comunes del lugar donde moraba el Señor aunque no fuera más que una tienda (1 Sam. 2:22; 2 Sam. 7:2). Note cómo la abundancia de tu gracia nos trae con temor al lugar de santidad.
11, 12 Gozo en el Señor que protege. Justo, los que son rectos delante de Dios.

SALMO 6. GRAN NECESIDAD, GRAN SEGURIDAD

La referencia a enemigos humanos (7, 8, 10) sugiere que el marco de este Salmo puede ser el mismo del Sal. 3: considerando lo trabajoso de la jornada, el peligro de ser atacado y la responsabilidad por la mezclada compañí­a (2 Sam. 15:16, 18, 22) que huyó con él, no es de sorprender que David se haya sentido a veces exhausto (2 Sam. 16:14; 17:29). (Por otro lado, el v. 2 destaca claramente un tiempo de enfermedad.) En un momento de escasas energí­as fí­sicas, mentales y emocionales, David expresó la intensidad que aquí­ se registra. La enemistad humana ha minado sus defensas (6, 7) pero, en un nivel más profundo, está la ira del Señor que causa debilidad (desfallezco, 2), terror (abatidos, 2, lit.lit. Literalmente †œestán aterrorizados†) y angustia (turbada, 3), lit.lit. Literalmente †œaterrorizado† como (2). En su depresión quizá David pensaba que si no hubiera pecado con Betsabé (2 Sam. 11, 12) no habrí­a sido ineficaz cuando su hijo mayor violó a la hermana de Absalón (2 Sam. 13). Si no hubiera manejado tan mal el caso de Absalón, dejando que su turbulento espí­ritu se envenenara (2 Sam. 14, 15), la rebelión nunca hu biera ocurrido. ¡Muy bien puede haber sentido David que el Señor en su ira se habí­a vuelto contra él (4)! Pero el más grande de los males cede ante el más simple de todos los remedios: el clamor ten misericordia (2) produce seguridad, el Señor ha escuchado mi ruego pidiendo misericordia (9). Si la necesidad más grande desaparece con la oración ¿no sucederá lo mismo con necesidades menores (10)? Por medio de la oración el terror de David (1–3) se convierte en el terror de sus enemigos (10) se aterrarán, como (2, 3); el regreso del Señor en respuesta a la oración (4, 5), es la señal para que los enemigos retrocedan (8, 9); en su debilidad (6, 7) David aprendió que era fuerte.
Notas. 4 Vuelve, †œregresa†. 5 Se cita con frecuencia para indicar que el ATAT Antiguo Testamento no ofrecí­a esperanza para después de la muerte (ver 49, 73), pero David se está refiriendo aquí­ a la muerte desde el punto de vista de alguien que se siente apartado de Dios, el objeto de la ira divina. Sobre este tema, el NTNT Nuevo Testamento va mucho más allá de cualquier verdad que el ATAT Antiguo Testamento revela (Mat. 10:28).

SALMO 7. LA BENDICION DE UNA CONCIENCIA TRANQUILA

No sabemos quién era Cus pero sí­ sabemos que Saúl, el rey benjamita (1 Sam. 9:1), se rodeó de benjamitas (1 Sam. 22:7); también que fue incitado contra David por lenguas calumniadoras (1 Sam. 24:9; 26:19). Una situación como la de 1 Sam. 18:10–24 hubiera dado amplia oportunidad a los †œcuses† de este mundo para inflamar el temor paranoico de Saúl hacia David. Pero David sabí­a que ninguna acusación de deslealtad contra Saúl era ver dad; aun ante el juicio de Dios (6, 7, 10–13), tení­a la conciencia tranquila (8b, 9). Estos versí­culos son el corazón del Salmo y un llamado a conservar en todas las cosas †œuna conciencia sin re mordimientos† (Hech. 24:16; Heb. 13:18; 1 Ped. 3:16).

A1 (vv. 1, 2) Refugio presente y oración
B1 (vv. 3–5) El pecado y su merecido
C1 (vv. 6–8a) El Dios de justicia
D (vv. 8b, 9) Una conciencia tranquila
C2 (vv. 10–13) El Dios de justicia
B2 (vv. 14–16) El pecado y su merecido
A2 (v. 17) Gratitud y alabanza en el futuro

El movimiento general del Salmo es el tema conocido de que la oración resuelve las crisis y se expresa en alabanza por la solución. Los vv. 3–5 y 14–16 reconocen que el pecado y su recompensa de ben ir juntos y, en el presente caso, David está dispuesto a exponerse a todo el rigor de la justicia. Esta es la manera en que †œobra† el pecado (14–16): Tiene una cualidad de bumerán como si fuera en sí­ mismo un agente vivo. Pero si el pecado parece volver para darle en la cabeza al perpetrador es porque hay un Dios justo (6–8a), iracundo (10–13) ante quien un dí­a todos comparecerán, pero quien es el mismo cada dí­a con recursos preparados para castigar al que no se arrepiente. En vista de tal concepto del pecado, y ante semejante Dios, David afirma su inocencia: tal es la naturaleza y la bendición de una conciencia tranquila.
1, 2 Refugio presente y oración. Me he refugiado. La liberación es aún cosa del futuro (17) pero la protección es una realidad del presente. Todos (1) se convierte en singular (2), lit.lit. Literalmente †œo él harᆝ [RVARVA Reina-Valera Actualizada †œarrebaten†] o sea que David tiene muchos enemigos pero uno en particular, como lo indica el tí­tulo.
3–5 El pecado y su merecido: testimonio de David. En paz (4), ligado por un tratado de amistad. Sin razón (4) puede ser †œ †¦ en realidad lo he entregado a él que sin causa alguna es mi adversario†. En lugar de pagar mal por mal, David tiene antecedentes de haber devuelto bien por mal (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:43–48; Rom. 12:17–21). Mucho tiempo después que Saúl tratara de matar a David, él toda ví­a ministró al rey demente con su música y le rindió otros dedicados servicios (1 Sam. 18:10–13; 19:9; 20:1; 24:10s. 17; 26:18, 23 s.). Pise en tierra mi vida (5), (lit.lit. Literalmente) †œhaga morar mi gloria†, arruine públicamente mi reputación.
6-8a El Dios de justicia: el juicio final. La referencia a la congregación de los pueblos indica que David se refiere al juicio final. El Señor en su misericordia puede pasar por alto los pecados ahora, pero no lo hará entonces. ¡Tan seguro está David de su inocencia que pide que se le haga el juicio final ahora!
8b, 9 Una conciencia tranquila ante Dios. Justicia (8), no perfección sin mancha, sino equivalente a un alegato de †œinocente† en relación con una acusación especí­fica. Integridad (8), o sea que su justicia no es un mero conformismo sino una condición del hombre total, cf, los corazones y las conciencias (9), que se refiere a pensamientos, imaginación, sentimientos y reacciones.
10–13 El Dios de justicia: Salvador y Juez. Lit. †œMi escudo está sobre Dios†: El es mi escudero/defensor. Arrepiente (12), aun ante tal Dios (9, 11) la penitencia aleja el juicio.
14–16 El pecado y su merecido: es algo inevitable. El v. 14 comienza con †œHe aquí­†: †œÂ¡Miren, la cosa es así­!†, el nexo entre el pecado y su merecido.
17 Gratitud y alabanza en el futuro. Una conciencia tranquila hace que David se sienta seguro de un futuro diferente.
Nota. Tí­tulo, Sigayón, ver Introducción.

SALMO 8. EL DIOS DEL INSIGNIFICANTE

Si se quitaran los vv. 1c, 2 del Salmo, lo que quedarí­a serí­a una poesí­a equilibrada con un tema coherente. La exclamación inicial y final del grande †¦ nombre forman un marco para dos estrofas del mismo largo que tratan del reconocimiento condescendiente y el honor que el Señor rinde a la humanidad (3–5) y la posición de poder que les ha dado sobre toda la creación (6–8). En esto el NTNT Nuevo Testamento ve al Señor Jesucristo en su reinado actual (Ef. 1:22; Heb. 2:5–9) y su triunfo venidero (1 Cor. 15:27), a ser compartido con su pueblo que él compró (Apoc. 5:9, 10).
¿Pero que motivó esta lí­nea de pensamiento sobre la condescendencia de Dios y el dominio del hombre en el mundo? La respuesta se obtiene al co locar la primera estrofa de vuelta en su lugar. El Dios trascendente (1c, d) con el poder soberano en su mano, escoge usar la boca de los pequeños y de los que todaví­a maman (20). ¿Hemos de tomar esto lit.lit. Literalmente, es decir, un enemigo silenciado por un niño? ¿O usa David †œpequeño† figuradamente para representar lo que es pequeño, débil e impotente? No hay forma de saberlo, pero resulta claro que habí­a experimentado algún caso especial en que lo impotente venció a lo potente. Cuando en la noche (3) cavilaba sobre esto comprendió que era algo tí­pico de los caminos de Dios. La humanidad, empequeñecida por la inmensidad del universo es, no obs tante, tomada por el Señor quien le dio gloria y se hizo señor suyo; un principio perfectamente cumplido en el Señor Jesucristo y todaví­a a ser realizado en la humanidad redimida (Heb. 2:5–9). El principio es enunciado realmente en el prodigio de la elección divina (1 Cor. 1:26–28) y a disposición para ser experimentado por cada creyente (2 Cor. 12:9, 10).
Notas. 1a. Señor nuestro, lit.lit. Literalmente †œnuestro Soberano†; también en el v. 9, 1c, 1d, 2 Has establecido la alabanza debiera ser †œfundó fortaleza†, puso tu fortaleza sobre un fundamento seguro. El vengativo puede ser uno que toma represalias por injusticias sufridas (Jer. 5:9), pero puede significar simplemente, como aquí­, uno que actúa pensando en su propio provecho (ver 44:16).

SALMOS 9, 10. FE QUE LUCHA
Los Sal. 9 y 10 forman un acróstico alfabético quebrado (ver La poesí­a en la Biblia). Faltan cuatro letras, dos han sido transpuestas y una aparece en la segunda palabra de su primera estrofa. Se ha intentado restaurar un acróstico perfecto, pero el acróstico quebrado forma tres secciones de seis letras cada una: 9:1–12; 9:13–10:6; 10:7–18. El tema es la oposición de los impí­os (9:6, 17, 18; 10:2, 3, 4, 13, 15). La sección 1 (9:1–12) comienza y termina con alabanza (1, 2, 11) y es una declaración que imparte calma: Los impí­os están activos pero Dios está sobre su trono. Pero en la sección 2 (9:13–10:6) la realidad de la vida es turbulenta, haciendo surgir un clamor pidiendo compasión divina (9:13) y un contraataque (9:19). El Señor está distante (10:1), los impí­os, desenfrenados (10:2–6). El fin es seguro (9:15, 16), pero esto no necesariamente produce el consuelo que se necesita aquí­ y ahora. Sin embargo, en la sección 3 (10:7–18) la oración es el recurso suficiente. La maldad (7–10) supone que Dios es indiferente mientras que la oración busca una acción divina, porque Dios no es como dice sino que destruirá y juzgará final y universalmente. La oración será escuchada; los desamparados obtendrán sus derechos y los opresores dejarán de ser (17, 18).

9:1-12 Fe segura

A1 (vv. 1, 2) Alabanza
B1 (vv. 3, 4) El rey justo
C (vv. 5, 6) El juicio final
B2 (vv. 7–10) El rey justo
A2 (vv. 11, 12) Alabanza

El derrocamiento final de los impí­os y el final de su oposición es no sólo nuestro consuelo sino que es donde empezamos (5, 6). †œDios todaví­a está sobre su trono.† David primero imaginativamente asume su posición en el dí­a del juicio (3, 4) y, usando el tiempo pasado, registra la derrota de sus enemigos y su propia reivindicación, mientras que en los versí­culos equivalentes (7–10) mira hacia adelante a la obra del mismo Señor que reina.
1, 2 Alabanza †œdad gracias a†; maravillas, hechos que requieren una causa más allá de la humanidad. En ti. El gozo se desplaza del hecho (maravillas) al que lo realizó. Nombre, todo lo que el Señor ha revelado ser. Aunque la vida es problemática y la resolución final de todas las cosas no ha sucedido aún, existe todaví­a razón para alabar lo que Dios es y lo que ha hecho.
3, 4 El rey justo, derrocando y reivindicando. Ante ti. La presencia del Señor es suficiente (Apoc. 6:16).
5, 6 El juicio final. El juicio del Señor considera el carácter (el nombre de ellos), los logros (sus ciudades) y su lugar en la historia (su recuerdo).
7–10 El rey justo, juzgando y protegiendo. Repitiendo los temas de trono, justicia y juicio que se encuentran en los vv. 3, 4 equivalentes, estos versí­culos desarrollan el tema de la reivindicación que el Señor hará de los suyos (4) en una significativa declaración de la seguridad de ellos. En otras palabras, lo que será una verdad suprema en el dí­a del juicio (porque Dios está sobre el trono) es en cierta medida verdad ahora (porque siempre ha estado sobre el trono). 9, 10 Lo que el Señor es y lo que puede hacer. Es un refugio. La misma palabra, enfatiza altura (inaccesible), †œmáxima seguridad†. No abandonaste, tiempo perfecto para expresar lo permanente del carácter divino, p. ej.p. ej. Por ejemplo: †œnunca lo hizo y nunca lo harᆝ.
11, 12 Alabanza. El Señor habita (está sobre su trono). El juicio final revelará claramente la majestad del Señor (4, 7), pero es rey ahora, reinando entre su pueblo. Contad, hay que decí­rselo a los pueblos. Sus hechos, sus obras de creación, redención y preservación.

9:13-10:6 Fe zarandeada

El clamor pidiendo misericordia (9:13) y la pregunta ¿por qué? (10:1) anuncian el tema de la segunda sección del Salmo. La fe no ha dejado de ser segura. No se basa en la suerte terrenal que fluctúa sino en Dios quien todaví­a está sobre el trono. Pero los zarandeos terrenales también son reales y muchas veces el mundo en el cual vivimos parece pertenecer a los impí­os y los hostiles.

A1 (vv. 13, 14) Necesidad presente: se avecinan dificultades
B (vv. 15–20) Certezas del futuro
A2 (10:1–6) Necesidad presente: Dios parece estar muy lejos

13, 14 Necesidad presente: se avecinan dificultades. Me levantas, †œtú que levantas †¦ † es tanto una descripción del carácter como de la acción. Lo seguro contaré, †œrelatar醝 (1) se expresa para que cuente, †œrelatar醝 (14). La adversidad presente tapa la voz de alabanza. La seguridad de que Dios actuará en el futuro, ¡pero un poco de acción ahora serí­a de gran ayuda! ¡Cuán realista es este Salmo!
15, 16 El pecado recibirá su merecido. Se hundieron †¦ atrapado (15) El tiempo perfecto que demuestra certidumbre †œes seguro que†. Por divina providencia, el pecado es un bumerán. Fueron (16), tiempo pasado, los impí­os ya (¡sin saberlo!) cayeron por sus propias obras.
17 Los impí­os quitados. Serán trasladados, †œregresarán†. Seol , heb. para †œtumba†, el lugar donde siguen viviendo los muertos.
18–20 Dios no olvida. La certidumbre de perdición (15–17) y liberación (18) no es una respuesta a las adversidades presentes. De allí­, la necesidad de orar (13).
10:1–6 Dios parece estar muy lejos. La pregunta (1) expresa no una realidad teológica (ver 9:10) sino un sentimiento personal. Con frecuencia quizá sintamos que no contamos con la presencia de Dios, pero la reacción correcta no es desalentarnos sino llevar el problema al Señor. 2–6 Aquí­ está el centro de la tensión entre fe y experiencia. La fe afirma que es seguro que los malos serán atrapados en su propia red (9:15). Pero con demasiada frecuencia en la vida (2) son los débiles quienes son atrapados mientras los malos siguen, con impunidad, con sus valores falsos (3), su ateí­smo práctico (4), su prosperidad sin moralidad (5ab) y teniendo una seguridad feliz en sí­ mismos (5c, 6).

10:7-18 Fe que ora

7–11 El problema: El impí­o es hostil en su hablar (7), homicida en sus intenciones (8, 9), sin compasión en su fuerza (10), un ateo práctico (11).
12–16 El recurso: La oración pidiendo intervención divina para defender al débil y a la verdad (12, 13); basada en conocimiento divino, enfocada y consagrada al necesitado (14) y pidiendo por el final del poder del impí­o, su juicio (15) y el juicio final (16).
17, 18 La seguridad: la oración es escuchada (17), la liberación es total (18).
Tal vigor en la oración es sorprendente: levántate (9:19; 10:12), como acusando al Señor de estar †œdescuidando su trabajo†. No te olvides (12); como si se hubiera olvidado. También es sorprendente que nada se logra excepto por medio de la oración. Por más peligrosa que sea la amenaza (9:13; 10:8), por más poderoso que sea el enemigo (10:9), la oración es suficiente, porque el Señor es rey (9:4, 7), conoce nuestras necesidades (10:14) y ha prometido proteger (9:9, 10), levantar (9:13) y ayudar (10:14).

SALMO 11. FE Y VERDAD

Un antecedente tal como 1 Sam. 18:8–19:7 arroja luz sobre este Salmo. La vida de David estaba diariamente en peligro. El Salmo consta de tres partes.
1–3 La protección del Señor. El consejo de huir es por una buena razón: Por el peligro real (2) y porque la propia inestabilidad de la sociedad hace imposible tomar una dirección segura. David, sin embargo, afirma el camino de la confianza en oposición al de la retirada; los fundamentos (3), †œlas reglas básicas† sobre las cuales la sociedad funciona. En una situación como la demencia de Saúl las reglas cambian de un minuto a otro y le serí­a imposible a David saber cómo evitar ofender. Pero el caso a favor de la confianza también tiene su buen argumento: las palabras En Jehovah (1) son enfáticas. Como es digno de confianza, confiar en él es la manera lógica de vivir.
4–6 La providencia de Dios: Desde su trono observa y examina (4). Confiar en él no garantiza una vida fácil. Más bien da pruebas al justo, los que †œandan bien con Dios† (5a), pero el impí­o experimenta su oposición (5b, 6).
7 El favor del Señor. Contemplar su rostro es sentir que el Señor está †œlevantando su rostro†, o sea, aceptando favorablemente a alguien en su presencia. De esta manera la fe tiene tres facetas: La fe que vuela buscando seguridad (1); la fe que acepta las pruebas de la vida como propósito del Señor (5a) y la fe que espera el bendito resultado. Para los justos, las pruebas de Dios son el camino hacia adelante a su presencia inmediata (7).

SALMO 12. LA GUERRA DE PALABRAS

Este Salmo balancea dos †œpalabras†: Por todas partes David escuchaba mentiras, adulaciones y engaño (2); pero en contraste, hay una palabra que es total en su pureza (puras, 6a), en su valor (plata, 6b) y está libre de cualquier defecto (siete veces, 6c). Esta es la decisión que siempre enfrenta el creyente: Confundirse y desorientarse por la palabra del hombre o descansar sobre la palabra de Dios. Porque la sociedad en cualquier momento puede parecer como la describen los vv. 1, 2: Sin espiritualidad, confiabilidad y veracidad. Necesitamos pisar en terreno firme (6).
La respuesta al colapso de valores en la sociedad (2) es la oración (1, 3) pidiendo liberación personal (1, salva) y juicio divino en el desenfreno de mentiras (3, 4). Es correcto orar por tal acción divina para purgar la sociedad (3), es indudable que el Señor valida tal oración por medio de comprometerse a actuar (5).
La respuesta a la palabra del Señor es tener confianza. Porque su palabra es perfectamente pura, la cumplirá, prometiendo su acción en respuesta a la necesidad y en contra del mal (5). Como resultado, por nuestra parte afirmamos nuestra confianza (7) aunque el problema siga siendo tan virulento como siempre (8).
Notas. 1 Piadosos, ver 4:3. 2 Pecados de la lengua (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 6:5; Sal. 34:12, 13; Rom. 3:13, 14; Stg. 3:2–6). Doblez de corazón, †œcon corazón y corazón†, nosotros dirí­amos †œdoble cara†. 5–8 Ya que lo que el Señor promete (5) es parte de su palabra perfecta (6), confí­a en él (7) aunque el problema persista (8). 5 Pobres †¦ necesitados, respectivamente, el desvalido y el que puede ser explotado. 6 Puras, especialmente una pureza tal que Dios pueda aceptar. 7 Para siempre, o †œOh, tú que eres para siempre.†

SALMO 13. NUEVAS DIMENSIONES A CAMBIO DE LAS ANTIGUAS: TRANSFORMACION POR MEDIO DE LA ORACION

Este es el mismo escenario que el de los Sal. 9–12: A David lo rodean sus enemigos, pero aquí­ piensa en sólo un enemigo (2, 3). El hecho de que David no ore pidiendo su destrucción puede significar que se tratara de la situación con Saúl (1 Sam. 26:9 ss.) o con Absalón (2 Sam. 18:5). Las tres estrofas de esta poesí­a tienen respectivamente un largo de 5, 4 y 3 lí­neas: Las dimensiones de la aflicción (1, 2) se funden en una oración urgente (3, 4) que termina en el silencioso descanso de una experiencia de transformación (5, 6). La agitación se vuelca en una oración de intercesión y termina en exaltación.
1, 2 Las dimensiones de la aflicción son: Espiritual (¿Ha olvidado el Señor?), personal (una lucha interior y tristeza) y circunstancial (enemigo dominante). 3, 4 Dimensiones idénticas de la oración: Espiritual (Mira, el favor divino restaurado, ya no esconde el rostro) (1), personal (alumbra, renovación) y circunstancial (enemigo †¦ enemigos). La oración auténtica lleva al Señor todos los aspectos de la necesidad. 5, 6 Dimensiones de transformación: Espiritual, el rostro escondido (1) es reemplazado por su misericordia que no falla; personal, la aflicción del corazón se ha convertido en el gozo del corazón; circunstancial, el enemigo desenfrenado es reemplazado por la suficiencia divina: Me ha colmado de bien, †œha provisto totalmente para mí­†, comprendido mejor como †œperfecta certidumbre†, †œ †¦ ha determinado hacer †¦ †
De esta manera, la oración es una solución completa al problema compartido totalmente con el Señor.

SALMO 14. VOCES: ATEISMO Y EXPERIENCIA

El enfático Allí­ (5, lit.lit. Literalmente †œAllí­, tuvieron realmente miedo†) trae a la mente la ocasión que motivó este Salmo: Alguna situación en que el ateí­smo se encontró cara a cara con la realidad de la presencia de Dios entre su pueblo. No tenemos manera de saber de qué ocasión se trataba. ¿Estaba el salmista meditando en Exo. 14:10–28? El ateí­smo que trata es más práctico que teórico, no tanto negando la existencia de Dios como su relevancia.
1 Necio, persona sin ningún sentido de valores morales ni de obligaciones sociales (Isa. 32:6; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 25, especialmente v. 25), corrompido en cuanto a su carácter, espiritualmente abominable [a los ojos de Dios], en cuanto a su conducta no se preocupa por hacer el bien. 2 Dado que entre los necios no hay quien buscara a Dios, las consecuencias, 3 deliberadamente (se habí­an desviado) se habí­an corrompido, †œechado a perder†, tratan al pueblo del Señor como su presa y no sienten ninguna necesidad de Dios (no invocan). Es igualmente claro que la respuesta a tal pueblo no se trata de algo que se pueda discutir sino la realidad inconfundible de la presencia de Dios entre su pueblo (5b) y su experiencia de encontrar en él un refugio en todas sus necesidades (6b). La respuesta a la falta de espiritualidad es la espiritualidad auténtica.
El Salmo registra tres voces, cada una seguida por un comentario: El necio (1a, b), comentario (1c, d); el Señor (2–4), comentario (5); Israel (7a, b), comentario (7c). La oración final ruega que lo que sucedió una vez (5, 6) se convierta en una realidad permanente (salvación), pero el comentario que lo acompaña es una personificación del realismo: la tarea del pueblo de Dios es regocijarse en él, aquí­ y ahora.

SALMO 15. EL HUESPED DEL SEí‘OR: ¿PUEDO VENIR Y QUEDARME?

Este es llamado con frecuencia una †œliturgia de entrada† con un supuesto adorador preguntando sobre las condiciones para poder entrar y un sacerdote respondiendo. El punto central del Salmo es †œresidencia† ([1], habitará †¦ residirá): ¿Cómo puede uno residir en su tabernáculo, disfrutando de su hospitalidad como huésped en su casa? Aquí­ está la santidad sin la cual nadie ve a Dios (Heb. 12:14), que abarca conducta, conversación y relaciones (2, 3), valores, integridad y contentamiento material (4, 5).
Notas. 1 Habitará, †œquedarse como huésped†. 2 Anda, estilo de vida; integridad, †œperfecto† de una sola pieza; hace justicia, justo ante Dios. 5 †œContentamiento† expresa el hecho de que esta persona no es motivada por el dinero: Dando sin pensar en ganar (Luc. 6:35) o no tomar dinero sucio. 6 Movido, o sea de su lugar en la tienda del Señor.

SALMO 16. SEGURIDAD ETERNA

No es seguro qué motivó a David a clamar pidiendo ser preservado (1), pero el enfoque en el Seol (9–11) sugiere que encontrándose cerca a la muerte, por enfermedad o peligro, se siente impulsado a indagar sobre la seguridad personal, su naturaleza y extensión. En cualquier caso éste es el tema del Salmo cuya estructura proclama su mensaje:

A1 (v. 1) Seguridad en Dios: un ruego
B (vv. 2–4, 5, 8) Las evidencias de seguridad
a1 (v. 2) El Señor mi todo bien
a2 (v. 5) El Señor mi porción
b1 (v. 3) Complacencia en el pueblo
b2 (v. 6) Complacencia en la herencia
c1 (v. 4) Compromiso: negativo
c2 (vv. 7, 8) Compromiso: positivo
A2 (vv. 9–11) Seguridad eterna en Dios: una posesión

1 Seguridad en Dios: un ruego. La seguridad comienza cuando la pedimos y buscamos en Dios (1). 2–8 Existen tres evidencias de que uno posee seguridad: Primera, se complace en el Señor: (2) aparte de ti, †œmi bien, o bienestar, no está fuera de ti, es decir, no se encuentra fuera de ti†, †œeres todo el bien que necesito†: †œTú, oh Cristo, eres todo lo que anhelo†; (5) lit.lit. Literalmente †œEl Señor es mi parte de la porción†; copa, ver también 11:6, mi suerte personal, buena o mala, en la vida. Decir el Señor es †¦ mi copa es afirmar que en tristeza o alegrí­a él es la realidad principal (73:25, 26). Segunda, deléitate en el pueblo y el reino del Señor: (3) santos, †œlos consagrados†, los que el Señor ha †œapartado† para sí­; (6) placentero, sinónimo de complacencia (3), aquí­ el objeto es la herencia que el Señor ha designado. Tercera, se complace en la verdad del Señor. Negándose a adorar a otros dioses (4c) o lo que pretendan ser (4d, nombres), David se complace en la enseñanza del Señor (7 aconseja †¦ corrige) y, en su luz, hace del Señor la meta constante de la vida (8 he puesto †¦ delante) y experimenta su presencia (8b, c).
9-11 Seguridad eterna en Dios: una posesión. La seguridad tiene una dimensión eterna: La persona entera, en su interior (corazón) y en su exterior (cuerpo), descansará en seguridad, aun en presencia de la muerte (Seol, donde siguen viviendo los muertos); más allá del Seol hay una senda de la vida que lleva a lit.lit. Literalmente †œsaciedad de alegrí­as† en tu presencia (ver Introducción, †œEsperanza†).
Al escribir David este Salmo incluyó cosas fuera de su propia experiencia personal: no siempre, p. ej.p. ej. Por ejemplo poní­a al Señor primero, ni se sentí­a siempre inconmovible. Tanto él como sus contemporáneos reconocerí­an al Salmo como un ideal no cumplido. Con razón, entonces, el NTNT Nuevo Testamento encuentra aquí­ un presagio del Señor Jesucristo en quien estos ideales y esperanzas fueron cumplidos (Hech. 2:24–32) y por medio de quien nos depara una esperanza idéntica (Rom. 8:11).

SALMO 17. APELACION A LA CORTE SUPREMA

1 Sam. 23:25 ss. provee un antecedente adecuado para este Salmo. La narración concuerda con el Salmo en que el salmista se ve rodeado de enemigos entre los cuales uno es especialmente hostil (el v. 12 es singular). Hay conexiones con el Sal. 16 y quizá el peligro que aquí­ se refleja es el peligro de muerte sobre el cual se basa el Salmo.
El Salmo consta de tres apelaciones: Escucha (1), Inclina †¦ tu oí­do (6), Levántate (13). La primera (1–5) alega la rectitud del salmista; la segunda (6b–12) es contra los enemigos despiadados y, la tercera, pide acción divina. La primera y tercera son seguidas por afirmaciones personales (6, 15) (cada una empieza con un pronombre enfático en primera persona: †œEn cuanto a mí­ †¦ †) confiados en una audiencia en el presente y una visión futura de Dios respectivamente (cf.cf. Confer (lat.), compare 16:1, 9–11).
1–5 Apelación basada en la rectitud. David, por supuesto, no está pretendiendo no tener pecado en general, pero alega que en esta situación particular se ha mantenido recto, como lo prueba su relación con Saúl. Se acerca a Dios con una conciencia tranquila (cf.cf. Confer (lat.), compare Neh. 6:8, 9; Hech. 24:16), su causa justa (1), †œEscucha justicia† (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 1:16, lit.lit. Literalmente †œy juzga justicia†, al emitir juicio aplica todo el rigor de la justicia). Así­ aquí­, †œescucha en la luz plena de (tu) justicia†. De noche (3), en un momento cuando los pensamientos vagan y se piensa en tomar sendas equivocadas (ver 16:7; cf.cf. Confer (lat.), compare 36:4). Tus labios, énfasis bí­blico en la importancia del habla (4). En relación con Saúl, la palabra divina que declaró al rey el ungido del Señor probó ser la protección de David cuando otros aconsejaban una senda distinta (1 Sam. 24:3–7; 26:8 ss.). La conciencia tranquila de David resultaba de seguir la senda revelada por Dios, sus caminos, sin desviarse (no resbalen) (5).
6 El motivo de encarar una crisis en oración es que Dios siempre oirá (oirás). Dios (heb. el), la más trascendente de las palabras con que se nombra a Dios. La oración lleva nuestras necesidades directamente a †œla deidad† misma. Hemos de recordar que hay otros móviles para orar además de una conciencia tranquila. Apelamos con igual certidumbre sobre la base de nuestro estado de necesidad (86:1), del perdón divino (86:4, 5) y del nombre de Jesús (Juan 16:23).
6b–12 David hace conocer su necesidad a Dios. Aunque nuestro Padre conoce nuestras necesidades, sin embargo tenemos que orar (Mat. 6:6–13). Jesús, quien conocí­a la necesidad, preguntó: †œ¿Qué quieres que te haga?† (Mar. 10:51). 7 Lit. †œHaz maravilloso tu amor†: el adjetivo se refiere al poder sobrenatural de Dios, el sustantivo al amor inmutable que nos promete. 8 Niña, †œpupila†. Así­ como instintivamente actuamos para protegernos los ojos, así­ David espera una reacción divina instintiva que lo proteja. Alas (61:4; cf.cf. Confer (lat.), compare Rut 2:12). 9 Mortales, †œque hacen peligrar la vida†. 11 Nuestros †¦ nosotros. Kidner: †œLos compañeros de David nunca están lejos de sus pensamientos.† 12 Lit. en singular, ya sea †œcada uno es como† o †œél es como†. (Ver Introducción.)
13, 14. Tercera apelación: pidiendo acción divina. David mira exclusivamente a la espada del Señor (poder punitivo) y mano (acción personal). 14 En este mundo †¦ esta vida, o sea personas controladas totalmente por los valores mundanos, etc., por lo tanto de quienes no se puede esperar nada de ternura. 14c, d El cambio de los enemigos del Señor (14a, b) a los que él protege destruye el contraste con el v. 15. Probablemente: †œY lo que tú has guardado, ¡oh llena de ello sus vientres! ¡Que sus hijos tengan más que suficiente! ¡Que dejen lo que les sobra a sus hijos!† Lo que el Señor ha guardado es el castigo que ellos merecen y el cual, según el principio bí­blico familiar (Exo. 20:5), pasa a sus descendientes. David no ora vengativamente: niega pecados de la lengua (1). Más bien se identifica, con justicia, con la ira justa del Señor en todos sus aspectos revelados.
15 La frase inicial enfática: En cuanto a mí­, contrasta con lo que precede. El futuro de sus enemigos está en las manos de Dios. Ellos †œserán satisfechos o saciados† (14, se sacian) con castigo en depósito; quedaré satisfecho con la presencia visible (rostro) de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare 11:7). Despierte, usado aquí­ para expresar resurrección (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 26:19; Dan. 12:2; ver también 49:15; 73:23, 24; 139:18).

SALMO 18. DIOS EN LAS SOMBRAS: DIOS EN CONTROL

Leyendo primero el tí­tulo y luego el Salmo decimos: ¡No fue así­ como sucedieron las cosas! ¿Cuándo, en la historia de David, vino arrolladoramente el Señor para socorrerlo, cabalgando sobre un querubí­n (10)? Envió tormentas (12) para librar (Jos. 10:11) pero no en el relato de David; el viento del Señor (15) abrió paso por el mar Rojo (Exo. 14:21; 15:10), pero no se registra tal incidente en el caso de David. El fue librado por otros medios: un ataque sorpresivo de los filisteos (1 Sam. 23:26 s.), lo desierto del terreno (1 Sam. 24:1–3), la conciencia impresionable de Saúl (1 Sam. 24; 26) y por su huida (1 Sam. 27:1).
Pero este aparente contraste entre los términos del Salmo y los de la historia es de hecho lo que quiere expresar. Cuando David reflexionaba sobre el pasado, después de haber sido librado (Tí­tulo) sabí­a que sólo podí­a haberlo hecho el Señor del Sinaí­ (7, 8; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo 19:18), de los juicios sobre Egipto (9–12; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 9:13 ss.; 10:21 ss.) y del mar Rojo (15), respectivamente el Señor actuando en santidad, juicio y liberación. Este es el significado de estas ví­vidas imágenes: Detrás de todas sus circunstancias está el obrar sobrenatural de Dios. David se refugió en la cueva de Adulam (1 Sam. 22:1) y entre las rocas de las cabras salvajes (1 Sam. 24:2), pero en su retrospección vio que habí­a sido siempre el Señor su roca y su refugio (2, 46), escondiendo su gloria, seguramente, detrás del oscuro velo de las circunstancias, pero reinando desde su trono a favor de su siervo.
Sin embargo, esto no es todo. Existí­a una conexión entre su necesidad desesperante y el poder liberador del Señor: 3 Invocaré †¦ librado; 6 lit.lit. Literalmente †œSeguí­ invocando †¦ seguí­ clamando †¦ mi clamor pidiendo ayuda siguió llegando a él.† 16 Envió desde lo alto †¦ la oración fue lo que cambió todo. ¿Habrá reflexionado alguna vez David en que este Señor todopoderoso con la misma facilidad lo hubiera protegido si se hubiera quedado en el ojo de la tormenta del palacio de Saúl (1 Sam. 19:9, 10), evitando así­ todos esos áridos años en el desierto?
El propósito de los vv. 1–19 es que podamos captar la visión del poder soberano esperando †œempezar a andar† por la oración. En los vv. 20–45 David se propone expresar claramente las lecciones de esta experiencia pasada, porque la Biblia nos enseña por medio del pasado para que podamos vivir teniendo un anticipo del futuro. Estos versí­culos se dividen en cuatro secciones, distinguiéndose por diferencias en su terminologí­a: †œEl Señor y yo† (20–24, 30–34) y †œtú y yo† (25–29, 35–45). En general, los primeros dicen cómo obra el Señor y los últimos cómo dichas obras se aplican a David. Declara el principio de que el Señor recompensa la rectitud (20–24), y David descubrió que en una situación donde podí­a con justicia afirmar su justicia, el Señor convirtió su oscuridad en luz (25–29). No debemos, entonces, simplemente dar por sentado que el Señor nos bendecirá, sino activamente proponernos andar por la senda de justicia para así­ poder heredar su bendición (Hech. 5:32). En los vv. 30–34 vemos que el Señor cuyo camino es perfecto (30) se propone hacer perfecto mi camino (32). David comparte cómo esto se cumplió en él al darle poder y victoria en medio de sus luchas (35–45). Pero en todas las cosas el Señor está obrando para que seamos como él (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 8:28; Heb. 12:7–11). El Salmo termina (46–50) como empezó (1–3) con una declaración de alabanza a la Roca y al Salvador divino.
Este Salmo es prácticamente igual a 2 Sam. 22. El Salmo incluye, en el tí­tulo, las significativas palabras siervo del Señor, sugiriendo que es posterior que la forma en 1 Sam. y que las palabras fueron agregadas, editorialmente, en devoción a David (o en su memoria).
1, 2 (A1) Resumen: Devoción personal al Dios que salva. 1 Amo, amor apasionado (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 3:26, †œsus entrañas se conmovieron†), usado con frecuencia para referirse al amor de Dios por su pueblo (p. ej.p. ej. Por ejemplo 103:13, †œcompadece†), sólo que aquí­ se trata del amor humano a Dios. 2 Roca, †œacantilado, risco†, peña †¦ baluarte, †œmáxima seguridad† (9:9), todos sugieren igualmente ser colocado en alto, fuera del alcance de los enemigos. Poder, fuerza ofensiva, contrastando con escudo, fuerza defensiva. Kidner: †œEn esta abundancia de metáforas y David recuerda vivamente sus escapadas y victorias †¦ analiza sus significados.† Me refugiaré. No tiene sentido tener un baluarte si no corremos a él para encontrar seguridad.
3–19 (B1) Los caminos secretos de Dios. En cada circunstancia (ver la Introducción) el poder de Dios estaba obrando a favor de David, aunque la gloria divina estaba escondida. Aun cuando la vida parece de lo más monótona, está con nosotros la presencia sobrenatural de Dios. 3–6 La eficacia infalible de la oración. Invocaré †¦ seré librado (3). El tiempo presente de indicativo expresa un principio que no cambia. 4, 5 La crisis mortal; 6 La eficacia particular de la oración al enfrentar la crisis reside en que va dirigida al Dios del pacto (Señor), conocido í­ntimamente (Mi Dios), que se hace accesible (templo) y me escucha personalmente (oí­dos). 7–15 La oración llama a nuestro lado al maravilloso Dios, quien responde con ira (7, 8), en persona (9–12) y en poder (13–15). Vea la Introducción para el uso de los ejemplos de la plaga en Egipto, del Sinaí­ y del mar Rojo. 16–19 Todo esto porque una persona era preciada e importante para él; note como me/mí­ ocurre dos veces en cada versí­culo.
20–45 (B2) Los caminos revelados de Dios. 20–29 Las palabras clave (20, 24) conforme a mi justicia †¦ conforme a mi justicia son el marco dentro del cual aparece la primera estrofa de la sección. Esto luego es generalizado (el misericordioso †¦ misericordioso †¦ el í­ntegro, 25) y particularizado (mi lámpara †¦ mis tinieblas, 28) en la segunda estrofa. En otras palabras, somos enseñados a reconocer la rectitud moral de nuestro Dios y a colocarnos deliberadamente en el camino de bendición por hacer lo que a él le complace. Esto no es salvación por obras, porque David ya es del Señor, sino la bendición por medio de la obediencia, que todaví­a es la posición de los redimidos. 20 Me ha pagado conforme, †œme ha pagado completamente con (completamente suplió mi necesidad), o me trajo una recompensa total†. 21–23 La recompensa no ha sido dada sin una consagración consecuente y determinada a la santidad, positivamente (he guardado †¦ delante de mí­ †¦ í­ntegro) y negativamente (no me he apartado †¦ no me he apartado †¦ me guardé de). Mi maldad, algún pecado que era una tentación especial para David. 25 Integro, †œperfecto†. 27 Humilde, con frecuencia, como aquí­, el pueblo de Dios es ví­ctima de la arrogancia opresiva. 28, 29 El Señor garantiza su continuidad personal (lámpara), la transformación de las circunstancias (tinieblas †¦ ilumina), poder sobre el pueblo (ejércitos) y sobre cosas (murallas). 30–45 Presentan otra verdad sobre los caminos revelados del Señor. Aquel que actuó con justicia (20–29) también actúa con propósito: Perfecto en sus caminos (30). Su meta es hacer perfecto mi camino (32).
El Salmo ahora alterna entre lo que el Señor hace (30, 31, 35, 39, 43) y lo que David hace según recibiera el poder del Señor (32–34, 36–38, 40–42). En otras palabras, para poder entrar en la perfección que es el propósito del Señor, es necesario vivir con sensibilidad referente a la obra de él a nuestro favor (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 2:12, 13). Esto explica la referencia a la palabra del Señor, probada (pura) con la cual comienza esta sección (30). Así­ como el Señor revela su voluntad, así­ también somos llamados a obedecer. 37–45 Abarcan más que el episodio de Saúl, porque en aquella situación David no persiguió, no contestó a una agresión, etc. Es más probable que los tiempos perfectos en todo este pasaje sean †œperfectos de certidumbre†, mirando hacia adelante desde su incipiente reinado después de haber sido liberado de Saúl, hasta su camino victorioso y su culminación.
46–50 (A2) Resumen: Devoción personal al Dios salvador. Las grandes afirmaciones del seguro reinado victorioso no se cumplieron ni en él ni en su lí­nea, no serán totalmente cumplidas hasta que †œel Hijo más grande del gran David† regrese en su triunfo universal (Fil. 2:9–11).

SALMO 19: TRES VOCES EN CONTRAPUNTO

1–6 La voz de la creación: paradoja. A través del espacio (1), el tiempo (2) y el planeta (4) el orden creado †œmanifiesta† ([1] cuentan) cuán glorioso es el Dios cuya obra de sus manos son ellos (1b). 4 Toda la tierra significa †œdominio adjudicado†, †œcontrol†. Este dominio es llevado a cabo (Gén. 1:16) por el sol (5, 6), que se levanta en renovada realización cada dí­a, cruzando el firmamento en enorme potencia, entrando en todas partes. Paradójicamente, comunica su mensaje (2) pero no es un lenguaje (3). El orden creado cuenta y a la vez no cuenta: Comunica a nuestra intuición que existe un Dios glorioso que creó tales maravillas, pero su mensaje es limitado —no puede contar acerca de él— y confuso, porque la belleza de los montes cuentan una verdad y la tormenta y el volcán otra.
7–10 La voz de la palabra: perfección. El Señor no nos ha abandonado a las incertidumbres de la religión natural; ha hablado su palabra que aquí­ lleva seis tí­tulos: ley (7), †œinstrucción†; testimonio/ †œestatutos†, lo que el Señor declara ser verdad es válido; preceptos (8), aplicable a los pequeños detalles de la vida; mandamientos, cuya intención es que los obedezcamos; temor (9); merecedor de reverencia; juicios, decisiones de su autoridad.
Tiene nueve cualidades: perfecta en todas sus partes y, en su totalidad, fiel (7), digno de confianza; rectos (8), derechos, de rectitud moral; puro, libre de contaminación; limpio (9) (ver 12:6), de una pureza aceptable a Dios; permanece, no cambia; verdad †¦ justos, †œauténticos †¦ correctos†, correspondiendo a las normas objetivas de la verdad; deseables (10), †œdeseables con razón†, llena de valor intrí­nseco; más dulces, llena de auténtica satisfacción.
Da cuatro resultados: restaura (7), (35:17; cf.cf. Confer (lat.), compare Rut 4:15; Lam. 1:16), restaurando la vida verdadera ya sea que un peligro la amenace o se ha empequeñecido por el dolor; ingenuo tiene un significado negativo: †œsimple, crédulo† (Prov. 7:7; 14:15; 22:3), que carece de principios morales que le guí­en, y el significado positivo de †œenseñable† (116:6; 119:30; Prov. 1:4), alegran (8), educando a las emociones (corazón); los ojos son los órganos de los deseos, lo que uno espera de la vida. La palabra de Dios infunde objetivos auténticos, valores dignos.
11–14 La voz del pecador: orando. Aquí­ tenemos a alguien que ha llegado a estar bajo la influencia de la palabra divina. Es amonestado, †œiluminado† y enriquecido (grande galardón) a través de la obediencia (11); convencido de pecado y presto para pedir perdón (12), le son dadas nuevas aspiraciones y anhelo de ser í­ntegro (13), †œperfecto†, en cada parte e integralmente como un todo: Como la palabra misma (7) y en particular (14) aceptable a Dios en lo que dice. Si es conocido por la palabra que habla (7–10), ¿no hemos de serlo igualmente nosotros? La creación guarda silencio pero nosotros no debemos hacerlo. ¿Cómo se sostendrá tal vida de obediencia? Sólo por medio de restaurar al Señor mismo en su Roca de poder y de veracidad, y en su bondad como Redentor, el pariente más cercano que se hace cargo de todas nuestras necesidades (Rut 3:13).
Notas. 3 Puntualiza que el orden creado no puede vocalizar (lenguaje), verbalizar (palabras) ni comunicar (ni se escucha). La noción de un Creador se transmite pero no es la revelación verbal que necesitamos. 11 Debiera empezar con †œCiertamente†, o sea que introduce una aplicación de un caso especí­fico. 12, 13 El pecado es una falla (errores), una falta que hasta entonces no habí­a reconocido, una arrogancia (en lugar de arrogantes) deliberada que desprecia la palabra de Dios. Rebelión es una transgresión intencional contra un superior. 14 Boca †¦ corazón, hacia afuera, hacia adentro.

SALMO 20. ANTES DE LA BATALLA: LA VICTORIA DE LA ORACION Y LA FE

Este Salmo es apropiado para la ocasión de un culto de oración y sacrificio en ví­speras de una batalla (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 7:7–9; 13:8, 9). Hablan distintas voces: una ora al Señor acerca de otro (masculino, singular, te responda, 1–4, 5c) o el Rey (9c); la otra voz afirma, hablando en primera persona, nosotros (5a, b, 6–8). Es posible escuchar también una tercera voz de un sacerdote y el pueblo alternadamente en oración y respuesta (1–4, 9). Al orar el rey silenciosamente, el sacerdote y el pueblo piden que su oración sea escuchada (1, 2). Al ofrecerse el sacrificio, oran que sea aceptado (3), y luego piden que los planes del rey tengan éxito (4). La confianza del rey en cuanto a sí­ mismo y a su ejército (5a, b) es contestada por el sacerdote y el pueblo (5c) pidiendo que su oración sea contestada. A esto el rey responde con otra afirmación de confianza en que la oración (6) y la fe (7, 8) es el camino a la victoria. Sacerdote y pueblo finalizan el servicio orando respectivamente (9) por el bien del rey y para que Dios conteste.
Notas. 1 La primera lí­nea, el dí­a de la angustia concuerda con la última lí­nea, lit.lit. Literalmente †œel dí­a que clamamos†. El camino de la seguridad y victoria es encarar la angustia con oración. 2 La seguridad radica en el nombre del Señor (1, 5, 7), todo lo que ha revelado sobre sí­ mismo. Desde Sion (2) se convierte en desde su santo cielo (6): el Señor que vive entre su pueblo lo hace desde su gloria, poder y recursos celestiales. 3 La oración debe darse en el contexto de los sacrificios que Dios ha autorizado, o sea para nosotros, la oración que descansa en el Calvario. 7 La victoria se logra no por medio de recursos terrenales sino por medio de lo que el Señor ha revelado sobre quién es él: su nombre. Confiamos en, †œhacemos memoria del Señor por medio de invocar su nombre†.

SALMO 21. DESPUES DE LA BATALLA: LA VICTORIA DEL SEí‘OR, PRESENTE Y PASADA

El Sal. 20 afirma: †œNosotros nos alegraremos por tu salvación†; ahora se alegra (1) y hay gloria (5) en tu liberación. La oración y confianza anterior han sido contestadas y este Salmo medita en dicha experiencia. Es su afirmación inicial de que el rey se alegra en tu poder (1) concuerda con la oración al concluir: ¡Enaltécete, oh Señor, con tu poder! (13). Esta referencia pasada y futura se refleja respectivamente en los vv. 2–7 que recuerdan la victoria pasada, y los vv. 8–12 que anticipan una victoria futura. Es más fácil escuchar al rey mismo hablando a lo largo del Salmo (usando en los vv. 1–7 la forma de la tercera persona). En 2–7, la oración ha sido contestada en una bendición personal (3, 4) y nacional (5), y la confianza ha sido reivindicada (7). Los vv. 8–12 hablan de una victoria divina venidera que es total, sobrenatural final e irresistible.
1 Tu salvación †¦ , aquí­ son de liberación fí­sica de cualquier peligro (el Sal. 20 lo refleja). 2 La petición, †œanhelo†, cf.cf. Confer (lat.), compare el deseo (lí­nea anterior). La oración del rey era sincera. Labios: el anhelo no se diluyó sino que se volcó en una oración de intercesión. 3 Le has salido al encuentro, el verbo †œadelantar pasando a alguien, o llegar primero†, es usado aquí­ refiriéndose al Señor †œanticipando† nuestras necesidades, esperándonos con bendiciones que ha preparado allí­ donde esperábamos dificultades. Corona (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 12:30). 4. Te pidió vida, el peligro era mortal. Eternamente †¦ , en el sentido usual de †œviva el rey† pero, como sucede muchas veces en los Salmos reales, es un presagio inconsciente del verdadero reinado del Señor Jesús. 6 De tu rostro. Contrástese la misma palabra (†œrostro†, presencia personal) en el v. 9 (te presentes): lo que es vida para el rey es muerte para sus enemigos. La presencia del Señor es tanto vitalidad como victoria. 7 Por la misericordia, amor comprometido. Removido, o sea de su posición real. 8–12 Algunos interpretan que la voz que en los vv. 2–7 habla del rey ahora le habla a él acerca de sus victorias futuras bajo Dios. El significado no se ve afectado, pero es más sencillo oí­r la voz del rey hablando aquí­ de los triunfos venideros del Señor de la misma manera como adjudicó los triunfos del pasado (2–7) al mismo origen divino. Pero la enemistad del mundo es la misma contra el Señor y su Ungido (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2). Estos sentimientos son naturales en boca de David a quien se le prometiera un reinado universal (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:7–9) y, para nosotros, es igual a las expectaciones del NTNT Nuevo Testamento (2 Tes. 1:7–10; Apoc. 19:11–21). No obstante, la verdad del poder divino victorioso cubre de la misma manera todo nuestro futuro, no sólo los eventos del último dí­a. La mano divina (acción personal, 8) se presentará (presencia personal, 9, ver 6) y su furor (ira sentida personalmente, 9) están, a cada momento, de nuestro lado. 13 El verdadero regocijo (1) se expresa en una oración para que el Señor sea enaltecido pero cuando lo sea, cantaremos y alabaremos, †œharemos música†, es la consecuencia natural.

SALMO 22. UNO DESAMPARADO, MUCHOS SE REGOCIJAN

†œNadie puede leer este Salmo sin confrontar ví­vidamente la crucifixión† (Kidner); así­ es, porque ésta no es la descripción de una enfermedad sino de una ejecución. Hech. 2:30 atribuye el Sal. 16 a la figura profética de David y ésta es la mejor explicación también del Sal. 22. Si, como puede ser el caso, alguna experiencia de sufrimiento personal inspiró este Salmo, David la multiplica hasta el infinito a fin de asentar algo del sufrimiento que espera al más grande de sus hijos. Pero, al mismo tiempo, lo que brotó del sufrimiento, y luego proféticamente exploró un sufrimiento singular, ahora puede llegarnos a nosotros en nuestras frecuentes y desesperantes tribulaciones. También podemos aprender a clamar a Dios (1–8, 11–18), para encontrar consuelo y seguridad en lo que es auténtico en nosotros (9) y lo que hemos aprendido de la verdad (10), y a encarar el futuro con confianza (22–31) porque él probará que es fiel. Encontramos aquí­ la gama total de nuestras experiencias: desolación, hostilidad, dolor, muerte; porque fue él probado de todas las maneras como lo somos nosotros (Heb. 4:15).
1-10 La perplejidad en el sufrimiento se divide en dos partes:
(a) La oración no contestada (1–5). La oración urgente sólo recibe un silencio sin interrupción (1, 2). Esto es contrario tanto a la naturaleza de Dios (3) como a la experiencia de generaciones pasadas (4, 5).
1 El Señor Jesús consideró este clamor como una descripción de sí­ mismo (Mat. 27:46; Mar. 15:34) y así­ debemos considerarlo nosotros. El es nuestro ejemplo en que, en la aflicción más profunda, mantuvo la fe y el Señor sigue siendo el Dios mí­o. Pero la experiencia en sí­ fue singular de él. Dice bien el salmista (37:25) que nunca habí­a visto justo desamparado, pero que éste totalmente justo sí­ habí­a sido desamparado, convirtiéndose en una maldición para nuestro bien (Gál. 3:13). 3 Lit. †œTú eres santo, entronizado en las alabanzas de Israel.† El pensamiento está comprimido: en sí­ mismo es santo (¿entonces cómo es que no acude a socorrer al suyo que sufre?); su dignidad entronizada es reconocida al alabarle su pueblo por las proezas que ha realizado (¿entonces dónde están sus proezas ahora?).
(b) Confianza no recompensada (6–9). La referencia a los padres confiando igual que orando (4, 5) impulsa al afligido a notar que él también confió, pero sin resultado. Es más, confiar lo ha convertido en objeto de burlas (6–8), pero fue algo duradero, creado por el propio Dios (9, me has hecho confiar) y recibiendo una pronta respuesta (10, mi Dios).
8 Confió (Mat. 27:43) 9, 10 ¿En qué experiencia se basa esto? Por alguna razón, desde sus primeros dí­as habí­a confiado en Dios. ¿Refleja esto la conciencia precoz del Señor Jesús (Luc. 2:49) de que la casa del Padre era su verdadera casa?
11–21 Ruego pidiendo cercaní­a divina. Esta sección consiste en dos pedidos de que Dios se acerque y ayude (11a, 19–21a); el primero es seguido por una descripción de los apuros en que se encuentra el afligido: La dificultad está cerca, falta ayuda (11), los enemigos son salvajes (12, 13), el sufrimiento es intenso (14, 15), la maldad va en aumento (16–18). El segundo pedido reconoce la fortaleza del Señor (19) pero la muerte acecha (espada, 20), provocando pérdida personal (mi única vida, 20) y un final cruel (perros †¦ león †¦ toros, 20, 21). Luego, dramáticamente, todo cambia (21b) al darse cuenta, de pronto, que hubo respuesta divina ¡la oración ha sido contestada! Cuando Dios parece ausente —o aun cuando, como en este caso, ha salido deliberadamente de su presencia (1)— la oración todaví­a es válida. La respuesta a ¿Por qué me has desamparado? (1) es No te alejes de mí­ (11).
12–18 (i) El sufrimiento descrito (12, 13): las descripciones usando †œbestias† muestran un asalto falto de cualquier consideración humana: únicamente la fuerza irresistible de los toros y el salvajismo cruel del león. (ii) El sufrimiento sentido (14, 15): las fuerzas que abandonan, un cuerpo lit.lit. Literalmente despedazado (14), toda la fuerza vital (corazón) ha desaparecido siendo reemplazada por un pavor que incapacita (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 2:11; Eze. 21:7), total deshidratación y hostilidad divina (has, 15) acompañadas de lo definitivo (polvo) de la muerte. (iii) El sufrimiento causado: los malhechores se han desatado, el cuerpo ha sido mutilado (16), hay satisfacción en el mal causado (17), reparten el botí­n (18). 16c Tanto en general como en particular no es difí­cil ver los sufrimientos de Cristo en esta pasaje. Juan 19:23, 24, 28 quita toda duda. La traducción horadaron puede ser algo dudosa pero evita una alteración extensa del texto heb., es apoyada por la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) y concuerda tanto con el contexto como con el cumplimiento.
21 La repentina percepción de una respuesta divina (lit.lit. Literalmente ¡Me has respondido!) es dramática. El afligido está dando forma a la oración: †œLí­brame de la boca del león y sálvame de los cuernos del toro†, pero en medio de su oración llega la transformación: †¦ y de los cuernos de los toros salvajes †¦ ¡Me has respondido! La petición ha sido escuchada; todo está bien.
22–31La fiesta universal de alabanza. De pronto, es época de fiesta para Israel (22–26) y para el mundo (27–31): La oración ha sido contestada (24), los pobres están invitados al festí­n (26), todos están invitados (29) y la buena noticia será anunciada a futuras generaciones (30, 31). Heb. 2:12 cita al v. 22 como mesiánico y, realmente, ¿qué otro evento que la muerte de Jesús puede dar resultados como éstos?: Israel y el mundo convocados al banquete mesiánico (Isa. 25:6–10a; Apoc. 19:9), su dominio mundial (Mat. 28:18; Fil. 2:9–11) y un mensaje de justicia divina (31, Rom 1:16, 17). 25–28 Tuya. El Señor es el origen y el tema de la alabanza. Votos †¦ pobres. El pago de un voto era acompañado de una ofrenda de paz con su festí­n correspondiente al cual los pobres vení­an como invitados (Lev. 7:11, 16; Deut. 16:10–12). 29 El significado general es que todos son iguales, resumido en el contraste entre los ricos y los desvalidos (29), todos son bienvenidos. La duda queda si polvo es una metáfora de pobreza (113:7; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 2:8) o de muerte (30:9; cf.cf. Confer (lat.), compare Job 7:21). La secuencia de pensamiento en el versí­culo sugiere lo primero; la referencia al polvo de la muerte (15) sugiere lo segundo. 30, 31 Referido al Señor †¦ ¡El hizo esto! Al final del v. 21 el Señor dio validez a todo el sufrimiento que el salmista estaba pasando. De allí­ que el Señor era su tema de alabanza (25). El mensaje que llegará a un pueblo que ha de nacer es, por lo tanto: †œlos grandes hechos de Dios† (Hech. 2:11).

SALMO 23. PASTOR, COMPAí‘ERO Y ANFITRION

El testimonio tripartito, nada me faltará (1), no temeré mal alguno (4) y moraré (6) encuadra al Salmo, dividiéndolo en tres partes: La oveja y el Pastor (1–3), el viajero y su compañero (4) y el invitado y el anfitrión (5, 6), enseñando respectivamente la providencia de Dios, asignando las experiencias de la vida, su protección en el camino de la vida y su provisión ahora y siempre.
1–3 Estos versí­culos enfocan una experiencia de abundancia (prados de tiernos pastos), paz (aguas, lit.lit. Literalmente †œde todo tipo de descanso†) y renovación (confortará mi alma, ver 19:7). El principio detrás de nuestras experiencias es que él escoge sendas de justicia para nosotros, sendas que †œél aprueba†, tienen sentido para él. En esto actúa por amor de su nombre, de acuerdo con su carácter revelado.
4 En contraste con las alegres experiencias de las ovejas (1–3), el sendero del peregrino pasa por terrenos más ásperos. Sombra de muerte es realmente †œoscuridad más profunda† que incluye, por supuesto, la oscuridad de la muerte. Pero en estas experiencias el pronombre †œél† de los vv. 1–3 se convierte en tú, significando un toque personal más cercano, y el lí­der (2) se coloca a su lado (conmigo). ¡Cuanto más oscura la sombra, más cerca está el Señor! Y aporta toda fuerza, vara y cayado. La duplicación denota algo completo.Vara (Lev. 27:32) posiblemente signifique protección; cayado posiblemente apoyo (Exo. 21:19).
5, 6 Mesa †¦ en presencia de mis adversarios, cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 17:27–29, cuando David pudo haber discernido la mano de Dios en el cuidado que Barzilai le brindara ante el conflicto con Absalón. Al referirse tanto a circunstancias hostiles (4) como a gente hostil (5) el Salmo afirma el cuidado en cada emergencia. La cabeza ungida expresa el beneplácito del Señor, la copa que rebosa su abundante provisión. Pero este bien y misericordia seguirá mientras dure la vida (lit.lit. Literalmente †œel largo de los dí­as†) y más allá se encuentra la casa del Señor †¦ por dí­as sin fin. Moraré es un ajuste tradicional del texto heb. y puede ser correcto, pero lit.lit. Literalmente †œRegresaré a la casa†, o sea, cuando las sendas (2, 3), prados y amenazas (5) hayan pasado, sucede el auténtico regreso a casa.

SALMO 24. DERECHO DE ENTRAR

Para trasfondo cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 5; 6; 2 Sam. 6, la restauración que hizo David de llevar el arca a Sion. Más importante es la unidad teológica en su tema: ¿Con qué derecho entramos a la presencia de Dios (3–5), y con qué derecho viene él para estar entre nosotros (7–10)? Entramos únicamente por derecho de santidad (4); él viene por derecho de soberaní­a, gloria, poder y redención (7–9).
1, 2 Sitúan la escena afirmando el dominio del Señor sobre su mundo. Porque es lo que es, nadie puede entrar sin ser invitado ni proponer sus propias condiciones de entrada. Del Señor es enfático: †œÂ¡Es al Señor a quien pertenece la tierra!† La tierra fí­sica y el mundo habitado (1) son suyos por creación (fundó) y porque los mantiene (2, †œsigue manteniéndolo†), ciertamente ¿quién sino él podrí­a sacar una tierra estabilizada de los turbulentos mares y mantenerla ante las fuerzas de la marea (rí­os) (Gén. 1:9, 10)?
3–6 Subirá, ascenderá adonde está el Señor (Exo. 19:3); permanecerá, †œse levantarᆝ para adorar (Exo. 33:10), para argumentar por su causa (1:5), mantener su posición (Jos. 7:12) ante tal Dios. Las calificaciones son comprensibles: personales, espirituales y sociales (4, lit.lit. Literalmente †œjurar con intención de engañar†, p. ej.p. ej. Por ejemplo hacer promesas sabiendo que son falsas); cubren actividad (manos) y carácter (corazón), lealtad al Señor solamente (no ha elevado †¦ ), y las relaciones con otros sin intenciones de lograr alguna ventaja personal. Tales personas reciben bendición (5), absolución ante el juez. Pero el Dios ante el cual venimos es de salvación, o sea que la raí­z del asunto no está en nosotros sino en su voluntad de salvar. 6 Generación, un grupo unido por caracterí­sticas que tienen en común.
7–10 Imaginan la procesión de 2 Sam. 6:12–15. El requerimiento de entrar se encuentra con un pedido de credenciales, provocando la respuesta que es el Señor quien redime a su pueblo y vence a sus enemigos (Exo. 3:5–15; 6:6, 7; 20:2), el Rey en toda su gloria, el Dios de un poder totalmente eficaz (8, fuerte †¦ poderoso †¦ batalla) y poder intrí­nseco total (10, de los ejércitos, teniendo dentro de sí­ toda potencialidad y poder).

SALMO 25. UN ABC PARA EL DIA DE AFLICCION

En su forma, este Salmo es un acróstico quebrado. Faltan dos letras; una puede colocarse alterando meramente la puntuación en el texto heb. como lo hemos recibido; y el v. 22, refiriéndose a Israel, sale totalmente del esquema. Esta quebradura refleja la manera cómo las aflicciones quiebran el patrón de la vida misma. Sin embargo, el patrón permanece.

A1 (vv. 1–5) Confiando, esperando, orando
B1 (vv. 6, 7) Oración pidiendo perdón
C1 (vv. 8–10) Dirección para los pecadores
B2 (v. 11) Oración y perdón
C2 (vv. 12–14) Dirección para los fieles
A2 (vv. 15–21) Confiando, teniendo esperanza, orando

1–5 Confiando teniendo esperanza, orando. Rodeado de gente hostil, inescrupulosa (2c, 3d, cf.cf. Confer (lat.), compare 19a), la reacción de David es expresar su confianza por medio de la oración (1, 2a), hacer que su oración sea especí­fica (2bc), descansando en lo que es verdad acerca de Dios (3). Pero ahora como alguien consagrado a los caminos de Dios (4), anhelando una mente informada (4, muéstrame, †œhazme saber†; enséñame) y una vida sometida (5, encamí­name).
1 Levantaré (24, 4), el Señor es considerado como la única solución a todas las necesidades. 2 Avergonzado, cf.cf. Confer (lat.), compare v. 3, estar desilusionado de la esperanza. 4, 5 Una conducta recta requiere saber la verdad divina (†œHazme conocer†), disposición de aprender (enséñame) y obediencia (caminos †¦ encamí­name).
6, 7 Pecado y perdón: el pasado. No puede haber consagración a la verdad y vida divinas (4, 5) sin penitencia y reconciliación. Cuando el Señor recuerda lo que él es (6) está preparado para olvidar (no te acuerdes, 7) lo que hemos sido. 6 Compasión, amor en el corazón de Dios (18:1) mientras que misericordia es el amor en la voluntad de Dios, lo que se ha comprometido a hacer. Aquí­ hay un sustantivo plural significando una promesa de amor en toda su plenitud. 7 Pecados, faltas especí­ficas; rebeliones, la voluntad intencional del pecado. El valor moral esencial de la naturaleza divina encuentra su satisfacción en cancelar el pasado.
8–10 El maestro divino. Recordar más a Dios trae seguridad de que la oración (4) será contestada y que el camino revelado por Dios estará lleno de su amor. La condición divina de todo esto es la naturaleza de Dios; la condición humana es que los pecadores se harán humildes (9, los que se ubican muy bajos ante él) y guardadores del pacto.
11 Pecado y perdón: el presente. Ya que Dios encaminó a los que se ubican muy bajos delante de él, David toma el lugar más bajo. El pecado no es sólo algo pasado (6, 7) sino presente. En los vv. 6, 7 apeló a la compasión, la misericordia y la bondad del Señor; en el v. 8 se dirige a su rectitud moral; ahora, en suma, a su nombre, todo lo que ha revelado de sí­. Su corazón y su voluntad (6), su integridad moral (7) y su rectitud (8) concuerdan todos con el perdón de la iniquidad (la naturaleza corrupta, caí­da) no importa cuán grande sea.
12–14 El maestro divino. Las bendiciones que se acumulan para cualquiera (12, ¿Qué hombre es †¦ ?) que teme al Señor: instrucción en el camino de Dios; realización personal; seguridad familiar, comunicación con el Señor e instrucción en el significado de la relación de pacto.
15–21 Confiando, teniendo esperanza, orando. 15, 16 Están conectados por el pensamiento del Señor como la única solución: Sólo él permanece enfocado; para David no hay ningún otro. 17–19 Desarrollan la extensión de la necesidad en la cual se encuentra: interior, vertical, horizontalmente. 20, 21 Afirman respectivamente confianza y dedicación. Así­ †œnadie más que el Señor† (15, 16) está al lado de †œtoda mi necesidad† (17–19) y una actitud de oración, confianza, determinación moral y expectación es adoptada.
22 La perspectiva más amplia. Este versí­culo se encuentra totalmente fuera de la organización alfabética. Como rey, David nunca puede olvidar sus responsabilidades más amplias, no importa lo urgentes que puedan ser sus dificultades. Pero, así­ como lo hace con sus propios cuidados, su cuidado por su pueblo es llevado al Señor en oración. Es lo primero y lo menos que el pueblo debiera esperar de sus lí­deres. La oración es la solución integral: todas sus angustias. El Señor puede encontrar la solución: redime es traducción del verbo †œrescatar†, o sea, encontrar el pago que saldará totalmente la deuda, libertará al cautivo, pondrá fin a la amenaza.

SALMO 26. LA APELACION DE UNA CONCIENCIA TRANQUILA

Una conciencia tranquila es una base para apelar a Dios, no porque uno se gane su bendición siendo bueno, sino porque el Señor en su gracia se deleita en nosotros cuando andamos en pureza. Confrontado por pecadores obstinados en quitarle la vida (sanguinarios), planeando complots e inescrupulosos en sus costumbres (1), David se considera inocente de los cargos que le hacen o por cierto de cualquier causa bajo una situación similar. Es razonable pensar que el autoexamen, evidente en el Salmo, refleja las acusaciones en su contra: Concernientes a su estilo de vida (camino, 3b), sus compañí­as (4) y la realidad de su religión (6–8). Pero su conciencia está tranquila en lo personal (3), social (4, 5) y espiritual (6–8). El Salmo empieza y termina con una nota de inocencia (1, 11, 12), invita al examen divino (2) y acción divina (9, 10), y se centra en confesiones de inocencia, considerando negativamente su vida entre el pueblo (4, 5) y, positivamente, considerando su vida con Dios (6–8). Lo que David podí­a sinceramente reclamar en un conjunto especí­fico de circunstancias debe ser nuestra constante ambición.
1 He andado: †œHe caminado en mi integridad†, una perfección que toca cada parte y caracteriza al todo. Un reclamo prácticamente idéntico concluye el Salmo (11) excepto que el heb. allí­ tiene una conjugación distinta: probablemente el v. 1 mira hacia atrás y el v. 11 mira hacia adelante (Yo andaré †¦ ). Un aspecto de una conciencia tranquila es la aspiración que puede tener para el futuro. 2 Examí­name †¦ pruébame †¦ purifica. Si es apropiado hacer alguna distinción, la primera es hacer una prueba de pureza (aquilatar), la segunda es probar en y por medio de las circunstancias de la vida y, la tercera, probar para ver si hay impureza (refinar). 6 Lavaré. El lavamiento de manos constituí­a una declaración pública de inocencia (Deut. 21:6). Inocencia, no el acto en sí­ sino el espí­ritu con que se lava las manos. Altar. Los sacerdotes se lavaban antes de entrar al santuario (Exo. 30:17–21). David acepta para sí­ las normas sacerdotales. 11 Yo andaré (ver 1) redí­meme (ver 25:22) misericordia, favor divino de su gracia, inmerecido, dado gratuitamente. 12 Mis pies se han afirmado. Esta puede que sea una declaración de confianza en su seguridad futura (†œEs seguro que mis pies se plantarán†) después de que haya pasado el presente conflicto, o un compromiso a vivir †œderecho†, una afirmación de que †œEsta es mi posición†. Congregaciones, el significado probable de una palabra no usada en ninguna otra parte, teniendo una visión del dí­a cuando la congregación que adora se reúne y la espiritualidad privada del v. 1c, d será expresada en un testimonio público de alabanza (bendeciré).

SALMO 27. EL INGREDIENTE ESENCIAL: FE EN ACCION POR MEDIO DE LA ORACION

Malhechores, adversarios, enemigos (2), el dí­a del mal (5), enemigos (6), los que me son contrarios (†œobservadores insidiosos† [11]), adversarios (12), al igual que un continuo deleite en la casa del Señor (4; ver 26:8) sugieren que este Salmo se relaciona con la misma emergencia que la del Salmo anterior. La confianza que emana de todo el Salmo puede ser un corolario del autoexamen que refleja el Sal. 26, pero es confianza en el Señor, no farisaí­smo.

A1 (vv. 1–3) La confianza en el Señor es afirmada
B1 (vv. 4–6) Primera oración pidiendo seguridad en Dios
B2 (vv. 7–12) Segunda oración pidiendo seguridad en Dios
A2 (vv. 13, 14) Confianza en Dios alentada

1–3 La confianza en el Señor es afirmada. 1 Luz, metafóricamente en contraste con las †œtinieblas† de los problemas que lo rodean (Isa. 50:11; Juan 8:12). Salvación, liberación en y de los problemas. Fortaleza, el lugar donde mi vida permanece segura. 2 David enfrenta gente empecinada en hacer el mal (malhechores, o †œhacedores de maldad†), llenos de salvajismo (devorar, como las bestias con sus presas) y hostilidad (adversarios, enemigos). Es en esta situación que encuentra que la fe (1) y la oración son suficientes. Tropezaron y cayeron, enfático: †œSon ellos (¡no yo!) los que tropezarán.† 3 Aumenta el alcance de la seguridad basada en la fe. Aun así­ estaré: †œSigo confiando y seguro.† La fe basta aun cuando los enemigos se convierten en ejércitos y la enemistad termina en una batalla campal.
4–6 Buscando a Dios por quien es él. No es la fe lo que nos mantiene seguros, sino el Señor en quien esa fe reposa. La oración de David (pedido) y su objetivo (buscaré) es estar donde el Señor está (more yo en la casa) y verlo como él es (contemplar). Inquirir (4), una palabra cuyo significado es discutible; el más probable es †œvenir mañana tras mañana†, frecuentar su presencia, dándole el comienzo de cada dí­a. Su casa es su tabernáculo (5, †œtienda†, cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 1:7, 9), el lugar donde vive entre su pueblo (Exo. 29:42–45). Por más endeble que parezca, es una roca †¦ en alto, un lugar de seguridad inaccesible y de triunfo personal (levantará mi cabeza).
7–12 Buscando a Dios por su bendiciones. La oración pidiendo estar con el Señor (4) se ha desarrollado ahora hasta ser una oración pidiendo esas bendiciones que sólo el Señor puede dar. La oración descansa sobre una invitación divina (8) (lit.lit. Literalmente †œA ti mi corazón ha dicho, †™Busca mi rostro†™, tu rostro, Señor, yo busco†), o sea que David empieza recordando al Señor su invitación para que el pueblo lo busque. Mi corazón, no sólo mi boca, porque David valora esta invitación divina. La oración comienza reconciliándose con Dios: Buscando su favor (9, rostro) y su aceptación (no apartes). La oración busca saber, a fin de hacer, la voluntad de Dios dentro de las circunstancias presentes (11, Enséñame †¦ camino †¦ contrarios) antes de pedir seguridad en las circunstancias (12; cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 4:29). La oración está impregnada de confianza: mi ayuda, mi salvación (9). Aunque mi padre. Aun en el caso de que el amor humano más intenso llegue a su lí­mite, el amor del Señor permanece.
13, 14 Confianza en Dios alentada. ¡Oh, si yo no creyese †¦ ! lit.lit. Literalmente una exclamación †œÂ¡Si no hubiera creí­do!†, o sea: ¡Piensa lo que hubiera sucedido si no hubiera tenido fe! 14 La seguridad personal es la base para poder fortalecer la fe en los demás.

SALMO 28. UNA PLEGARIA PIDIENDO JUSTICIA IMPARCIAL

Los ví­nculos entre éste y los Sal. 26 y 27 sugieren que David todaví­a se encuentra en la misma situación en que peligra su vida, ver vv. 3–5; 26:9, 10; 27:2, 12. La casa del Señor es importante en los tres: 26:6–8, el centro de la religión de David y 27:4, 5 de su comunión con el Señor; 28:2 con el origen del auxilio. Cada uno termina (26:12; 27:14; 28:9) con alguna referencia a, o preocupación por, la compañí­a más amplia del pueblo de Dios. Para David, el momento de dificultades era el momento para concentrarse firme en el Señor y en el cuidado del pueblo. Pero el Sal. 28 arroja su propia luz sobre la situación de David: Su difí­cil situación terminará en su muerte a menos que el Señor actúe (1), y sus circunstancias son tales que su muerte en este momento lo identificarí­a con los impí­os (3). Su temor no es a la muerte en sí­ sino a †œuna muerte con una deshonra inmerecida† (Kidner).
El comienzo y el final del Salmo están vinculados por mis ruegos pidiendo misericordia (2, 6). En los vv. 1, 2 la oración pidiendo ser atendido (1) es seguida por el clamor (2); en los vv. 6–9, el clamor escuchado motiva la alabanza (6, 7) y conduce a la oración en favor del pueblo del Señor (8, 9). En los versí­culos de en medio, David ora pidiendo que su destino sea aparte del de los impí­os (3), que reciban ellos lo que se merecen (4), afirmando (5) que esto expresa la justicia retributiva de Dios.
1 La fosa, muerte bajo la ira de Dios (30:3; 88:4), con el rostro de Dios escondido (143:7) (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 14:15, 19; Eze. 32:18, 23). Sobre esto vea el v. 3. 2 Lugar santí­simo, †œsantuario†, la expresión que llegó a usarse en el templo de Salomón para referirse al lugar santí­simo (1 Rey. 6:16, etc.). David apela en la misma presencia del Señor, como el privilegio y poder que da la oración. 3–5 Así­ como David evitaba la compañí­a de los impí­os (26:4) y buscaba escapar de sus garras (27:12), desea también separarse de su deshonra. La justicia del Señor es retributiva, y una conciencia tranquila como la de David (Sal. 26) naturalmente se identifica con la santidad de Dios y, sabiéndose inocente, ora que la justicia se cumpla. Si esta vigorosa oración nos ofende, no será por nuestra refinada sensibilidad sino por nuestra conciencia inmadura. Está bien orar por la derrota de los impí­os como está bien orar pidiendo bendición sobre la iglesia (9); requiere mayor santidad si hemos de hacer lo primero sin pecar.

SALMO 29. EL DIOS DE GLORIA SANTA

Dejemos sencillamente que la maravilla y el portento de este Salmo nos rodeen hasta sentirnos poseí­dos en espí­ritu por la majestad del Señor al punto de también exclamar: gloria (9). Como toda poesí­a auténtica, para lograr el efecto deseado, el Salmo nos llega con su debida forma y coherencia.

A1 (vv. 1, 2) El Señor en los cielos
B (vv. 3–9) La maravilla del Señor en la tempestad
b1 (vv. 3, 4) La tempestad en el mar
b2 (vv. 5–7) La tempestad al norte
b3 (vv. 8, 9b) La tempestad al sur
b4 (v. 9c) La exclamación de gloria
A2 (vv. 10, 11) El Señor de la tierra

1, 2 El Señor en los cielos: el objeto de adoración celestial. Aun los seres tan exaltados y fuertes que son llamados lit.lit. Literalmente †œhijos de Dios† (cf.cf. Confer (lat.), compare Job 38:7) o †œhijos del poder supremo† deben reconocer la gloria †¦ del Señor, por todo lo que ha dado a conocer de sí­ (nombre) y deben adorarlo (inclinarse en) en su santidad. De esta manera reconocen a su vez su posición como Dios, su naturaleza revelada y su carácter santo.
3–9 La maravilla de Dios manifestada en la tempestad. La tempestad en el mar, poder y majestad (3, 4); la tempestad llega a tierra en el norte (Lí­bano); la tempestad ruge hacia el sur (Cades) (8, 9ab); los que conocen al Señor proclaman la gloria del Señor (9c). 6 Sirión, el monte Hermón, en la sierra anterior al Lí­bano, a 2.774 m.m. Metro, el de mayor altura en Palestina. Aun la sólida contextura del mundo parece mecerse bajo el impacto de la tempestad. 8 Cades, en el extremo sur de Judá (Deut. 1:19, 46). De esta manera toda la tierra, de un extremo (5) al otro (8) es dominada, no sólo por la tormenta sino por lo que la tormenta simboliza: la voz del Señor. 9c Para muchos, una tempestad es una tempestad, pero para quienes el Señor se ha revelado, es un despliegue de un aspecto de su gloria. El sentimentalista dice: †œUno se siente más cerca de Dios en el huerto†; más realí­sticamente, la Biblia afirma que también estamos más cerca de su corazón en un huracán.
10, 11 El Señor en la tierra: el rey eterno en juicio santo. El diluvio es †œel Diluvio† porque la palabra se usa únicamente en Gén. 6–9. Así­ como el Señor es supremo en su santidad en el cielo (1, 2) también es soberano en la tierra (10) al juzgar con santidad al pecado. Pero esto no es todo (como tampoco la tempestad revela toda la verdad acerca de Dios; ¡el huerto apacible también habla al corazón!). El tiene a su pueblo (11) el cual, en un mundo merecidamente bajo juicio, vive en su fortaleza y bajo su bendición de paz, o sea, en paz con Dios, dentro de una comunión de paz y en una paz y un bienestar personal.

SALMO 30. GRACIA DE PRINCIPIO A FIN

La palabra templo en el tí­tulo deberí­a ser †œcasa†. Esta puede ser una referencia a la casa de David (2 Sam. 5:11), la casa del Señor (2 Sam. 7:5; 1 Rey. 6:1) o al uso del Salmo en la rededicación del templo después que fuera profanado por Antí­oco Epí­fanes en el año 165 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo En la época de la propia casa de David su sentido de seguridad (6) habí­a sido tremendo: Sion habí­a sido capturada y fortificada (2 Sam. 5:6, 7), su poder iba en aumento (2 Sam. 5:10), su ejército era fuerte, su familia crecí­a (2 Sam. 5:13 ss.), es posible que también los filisteos habí­an sido vencidos (2 Sam. 5:17–25) mientras la casa todaví­a estaba en construcción. Si, en ese perí­odo conducente al orgullo, el Señor en su gracia humilló a David con una enfermedad que arrebató la copa de su mano antes de que pudiera beberla, los términos del Salmo concuerdan perfectamente y David aprendió que, así­ como la gracia lo habí­a mantenido seguro hasta el momento, sólo la gracia podí­a ahora llevarlo a puerto seguro. Era cuando se sentí­a seguro que debí­a clamar pidiendo misericordia (8).
1-5 Peligro mortal: Alabanza en respuesta a la oración contestada. Han de haber sido muchos los que eran leales a Saúl, resentidos por lo que considerarí­an la usurpación del trono por parte de David. ¡Cómo se alegrarí­an al verlo decepcionado del éxito! Pero dice clamé, y me sanaste †¦ hizo subir su alma o sea que fue perdonado. 4, 5 David convoca a los fieles (aquellos a quienes Dios ama y que le corresponden con su amor) para celebrar, no por lo que fuera la experiencia de él, sino por lo que habí­a sido revelado acerca del Señor: dentro de la naturaleza santa de Dios (santidad †¦ ira) está lo que enseguida lo mueve a otorgar su favor duradero.
6, 7 Arrogancia y complacencia mortales. Sentirse seguro (tranquilidad, 6) tiene su propio peligro, convirtiendo la seguridad en seguridad propia, la confianza en presunción (7). El favor divino habí­a traí­do prosperidad a David, pero se necesitaba sólo la sombra de un nubarrón para cubrir el rostro del Señor y para que David quedara turbado, †œaterrorizado†.
8–12 Peligro mortal: Oración contestada y alabanza como respuesta. Invocaré †¦ suplicaré son los verbos de presente de indicativo, †œseguí­ invocando †¦ seguí­ suplicando†; misericordia: †œgracia† (también 10). Dado que David sentí­a que morí­a fuera del favor de Dios (9, cf.cf. Confer (lat.), compare 5, 7) no tení­a esperanza de eternidad (cf.cf. Confer (lat.), compare 73:24). Pero la única manera de huir de Dios es huir a él y orar pidiendo gracia que se expresará en alabanza y transformación (11), gozo interior y un verdadero sentido de una relación permanente con Dios (Dios mí­o †¦ para siempre) (12).

SALMO 31. EL DIA DE LA FATIGA, EL LUGAR DE LA ORACION

Dos veces (1–8, 9–17b) David hace memoria de cómo en una prueba muy difí­cil recurrió a la oración y consagración de fe y cómo el Señor escuchó y actuó a su favor (21, 22), dándole razón de llamar a otros a tener una esperanza similar (23, 24). El Salmo, por lo tanto, no sólo nos instruye para que enfrentemos las crisis con oración (1–18), sino que también nos asegura que hacerlo será eficaz (19–24).
1–8 La fortaleza versus la trampa. Los enemigos pusieron una red (trampa, 4) pero el Señor es una fortaleza en la cual David ha entrado con confianza, oración y lealtad comprometida. Aquí­ en principio está el antí­doto de la crisis; en buscar a Dios orando, confiando y consagrándonos a él. 2, 3: Roca fuerte †¦ fortaleza †¦ roca †¦ fortaleza. †¦ : un lugar bien cimentado sobre el cual pararse, un lugar seguro donde entrar y un lugar inaccesible para el enemigo. Nombre. La oración descansa en todo lo que Dios ha revelado de sí­, quien, como Dios de verdad (5), nunca puede negar. 5 Redimido, provee lo que se requiera para mi rescate (25:22; 26:11). 6 La confianza auténtica y la lealtad total al Señor son inseparables. 7 De la confianza y la oración brota la seguridad: todo resultará para bien porque desde el principio el Señor ha visto y conocido (Exo. 2:25; 3:7). 8 No me entregaste, †œhas determinado†, tiempo perfecto expresando seguridad para el futuro.
9–18 †œTus manos† versus †œla mano† de ellos. David entra ahora en detalles relacionados con su difí­cil situación: la crisis lo ha debilitado (9, 10), sus adversarios lo odian y sus amigos lo han abandonado (11); se ha convertido en un hombre del pasado (12) rodeado por conspiraciones aterradoras (13). Pero su reacción es, una vez más, confianza (14, 15) y oración (16, 17). Porque la seguridad de que en tus manos están mis tiempos lo capacita para orar (15), lit.lit. Literalmente †œlí­brame de la mano de mis enemigos†. La mano de Dios no es el lugar en donde somos inmunes a las dificultades de la vida; es el lugar donde nos suceden (Juan 10:28, 29); nuestra seguridad no es aparte de la dificultad sino en la dificultad. 10 Dolor, †œculpa†. Este no era un caso donde David podí­a alegar inocencia. En alguna manera que no declara, el pecado era un factor que contribuyó a sus problemas, pero aun así­ podí­a volverse al Señor en confianza, oración y consagración. Podemos clamar a Dios no sólo por lo que él es (3) y sabe (7), sino por lo que nosotros somos (10–13); podemos esperar que la oración reciba respuesta sencillamente porque ha sido expresada (17). Es más, cuando el justo, el †œque anda bien con Dios†, el pueblo del Señor, es amenazado, es correcto orar por la derrota de sus adversarios (17, 18). Los Salmos niegan la acción vengativa pero afirman la oración pidiendo venganza, la derrota de los perseguidores impí­os a mano de la acción justa de Dios. En dichas situaciones nuestra acción es gobernada por Lev. 19:18; 1 Sam. 26:10, 11; Prov. 20:22; 25:21, 22; Rom 12:18–21.
19–24 Alarma versus esperanza. David ahora mira hacia la crisis pasada y llega a sus conclusiones. El Señor protege a los que confí­an (19, 20), responde a los que llaman (21, 22) y está a disposición de todos †¦ sus santos (los que él ama y que corresponden a su amor), preservándoles y dándoles seguridad en su esperanza (23, 24).
Notas. 21 En ciudad fortificada. Una situación como la de 1 Sam. 23:7–29. Pero la referencia no es a aquella ocasión porque David no tuvo entonces ninguna necesidad de aludir a alguna iniquidad propia (10). La †œciudad fortificada† es metafórica (ver 13), de estar sitiada por todos lados, no sabiendo qué más hacer. 24 Esperáis, la esperanza en la Biblia es seguridad de lo que sucederá sumada al desconocimiento del factor †œcuándo†.

SALMO 32. ¿GEMIR U ORAR?

Si la oración es suficiente para solucionar el problema más serio de todos —el pecado que pudiera ser contado en contra nuestra ante Dios (1–5)— ¿no resolverá la oración todos los problemas de la vida (6)? Tal es el tema de este Salmo, presentado en declaraciones alternadas (1, 2, 6, 10) y testimonio (3–5, 7–9) o apelación (11). Puede ser de la época del adulterio de David con Betsabé. De ser así­, los vv. 3 y 4 muestran a David con la carga de una conciencia culpable y el v. 5 corresponde a la notable confesión de 2 Sam. 12:13: †œDavid respondió a Natán: †˜He pecado contra el Señor†™. Y Natán dijo a David: †˜El Señor también ha perdonado tu pecado†™.† Este incidente por lo menos ilustra lo que el Salmo afirma: la oración de confesión produce perdón instantáneo.
1, 2 La bendición del pecado perdonado. Transgresión †¦ pecado †¦ iniquidad, respectivamente †œrebeliones† (burlarse a sabiendas de la voluntad de Dios que uno conoce), †œpecados† (asuntos especí­ficos de malos pensamientos, palabras, acciones), †œiniquidad† (la distorsión moral interior de la naturaleza caí­da). Jehovah †¦ en cuyo espí­ritu, el Señor no tiene más cargos; el pecador no ha escondido nada.
3–5 Gemidos reemplazados por confesión y perdón. Nótense las mismas tres palabras usadas en los vv. 1, 2; reconocimiento de pecado, el mal que hice; reconociendo que mi rebelión fue voluntaria; y el Señor alargó su mano directamente dentro del pozo donde se originó la corrupción y perdonó la iniquidad de mi pecado.
6–9 La oración es la solución para todos. La pronta respuesta del Señor es más amplia que la persona individual y que el mero problema del pecado: Todo fiel puede orar en cada emergencia. 6 Por eso, o sea, hasta el pecado puede ser solucionado con la oración. Fiel (santos, 31:23), †œlos que le aman y corresponden a su amor†. 8, 9 El contexto dentro del cual el v. 7 se convierte en realidad: cuando se obedece conscientemente la palabra de Dios. Fijaré mis ojos †¦ , sobre ti; no se trata de una amenaza, sino de una promesa de un constante cuidado. La enseñanza del Señor no es un dictamen impersonal sino la palabra cariñosa de un Dios que tiene cuidado de los suyos. Por eso, nuestra reacción no debe ser el cumplimiento forzado de una bestia sin entendimiento sino una obediencia cariñosa correspondiente.
10, 11 El amor que no falla rodea a los que confí­an. Existen tres facetas de la complacencia en el estado de protección: la continua actividad de confiar, la relación básica de †œandar bien con Dios† (justos, 11) y la realidad moral de un carácter recto. Los tales no son inmunes a los impí­os (cf.cf. Confer (lat.), compare la inundación del v. 6), pero cuando llega, ellos están rodeados del amor que nunca falla.

SALMO 33: AMOR QUE NO FALLA EN SU CREACION Y EN SU ELECCION

Esta elegante poesí­a empieza y termina con estrofas de seis lí­neas (1–3, 20–22) que encierran cuatro estrofas de cuatro lí­neas (4–7, 8–11, 12–15, 16–19). La estrofa inicial y la final respectivamente claman por, y afirman, el gozo en el Señor. Las estrofas de ocho lí­neas van en pares: el primer par enfoca la obra de Dios en la creación, su misericordia que no falla (5) como el factor que todo lo llena y su gobierno soberano sobre todas las naciones (10) como su corolario; el segundo par enfoca la elección (12) y el lugar especial dentro de la providencia divina de quienes ponen su esperanza en su misericordia que no falla (18). Apropiadamente, es con una oración pidiendo esta misericordia que no falla, que termina el Salmo (22), porque para vivir con plena satisfacción en el mundo de Dios y como pueblo de Dios tenemos que estar a una con el Espí­ritu que anima a ambos.
1-3 La voz de alabanza. Canto y alabanza, acción de gracias (alabanza, †œdar gracias†), música instrumental y ruidosas aclamaciones (hacedlo bien, †œcon fuerte aclamación†): todos contribuyen a la respuesta hermosa, adecuada al Señor por parte de quienes andan bien con él (justos) de corazón y rectos ante él en sus vidas. Cántico nuevo, no tanto un canto novedoso como de nueva frescura, motivado por la renovada percepción de quién y qué es él. La auténtica alabanza requiere este sentido renovado de Dios, tanto como necesita el fervor del gozo y la habilidad del buen músico.
4–11 Dios en la creación. Porque explica el llamado anterior a alabar: (i) el carácter de la palabra del Señor, del Señor y de la tierra (4, 5); (ii) la obra del Señor en la creación (6, 7); (iii) la reverencia que el Creador merece (8, 9); (iv) la soberaní­a del Señor, anulando (10) y ordenando (11). Las dos estrofas de esta sección (4–7, 8–11) se unen en el tema de la suprema facilidad con la cual el Creador domina la creación fí­sica y la personal. El es el dueño de las aguas (7) y los pueblos (10); las aguas hacen lo que él ordena; los pueblos están a su merced. 4, 5 Antes que podamos entender el mundo que nos rodea tenemos que conocer a su Creador. Su palabra (el instrumento de la creación, 6) es recta, o sea sincera en su expresión e intención, perfecta en su valor moral e impecable en su verdad. Con verdad. Muchos de los aspectos del orden creado siguen siendo desconocidos para nosotros: ¿Por qué hay terremotos? ¿Por qué tantos embates terribles de la naturaleza? En todo, se nos asegura, el Creador es fiel a su propio carácter y fiel al bienestar de su creación. Misericordia que no falla, manifestada en el orden, la hermosura, la abundante riqueza, los tesoros escondidos, las estaciones del año que se repiten una tras otras, etc. 6 Palabra †¦ boca. Los cielos son la expresión exacta de su pensamiento (palabra) y el producto directo (boca) de su voluntad. Soplo, †œespí­ritu† o †œEspí­ritu†, lo que el Señor dice está lleno de la energí­a para llevarlo a cabo (cf.cf. Confer (lat.), compare 9; 104:7; 30; Gén. 1:3, 6). 7 Las aguas, como el componente indomable de la creación, son usadas como ejemplo de lo fácil que le resulta todo a la soberaní­a de Dios (93:3, 4) 8, 10, 11 En el pensamiento del ATAT Antiguo Testamento el Creador era más que el iniciador; sigue siendo el soberano sobre su creación, merecedor de la reverencia de todos sus habitantes y administrando con sus directrices todos sus asuntos, frenando y dominando, irresistible y con propósito.
12–19 Dios en la elección. Dentro de su creación, el Creador escogió a un pueblo para ser su posesión (12) y, al poner a todos los vivientes sobre la tierra bajo su vigilancia (13–15), nota lo inútil de las providencias mundanas para tener seguridad (16, 17): ni posición (rey), ni poder (ejército), ni valentí­a, (fuerza), ni equipo (caballo) pueden librar. Pero comparada con esta pompa del Estado, las fuerzas armadas y los materiales de guerra, ¡cuán sencilla es la protección que él da a los suyos! Su ojo y su misericordia (18), son suficientes para vencer las amenazas eternas (muerte) y temporales (hambre) y es superior a ellas (19), intervienen en nuestras vidas por medio del temor reverencial hacia él y la esperanza (los que esperan) de que su misericordia que no falla nos cuidará (18).
20–22 El corazón que confí­a. El testimonio del pueblo de Dios es de: (a) constancia en su espera (expectación confiada), no sólo del resultado final —esperanza futura y eternal— sino la esperanza que nos asegura que en cada circunstancia El es nuestra ayuda y nuestro escudo (20); (b) gozo y confianza. El corazón gozoso es el producto de haber confiado, confianza que descansa sobre lo que el Señor ha revelado de sí­ (nombre) y sobre su carácter (santo), por lo que nunca puede negarse a sí­ mismo (21); (c) dependencia de la oración (22). La misericordia es intrí­nseca a todo lo que él hace (5) y la porción especí­fica de su pueblo elegido (18). Orar que esta misericordia sea sobre nosotros abarca todas nuestras necesidades en una sola petición.

SALMO 34. UN ABC PARA LA CRISIS

El tí­tulo ubica al Salmo en 1 Sam. 21:10–15. Huyendo de Saúl, David buscó refugio con el rey filisteo de Gat, llamado por su nombre personal, Aquis, pero en este Salmo por el tí­tulo de los reyes filisteos, Abimelec (Gén. 20:2; 21:22; 26:8). Pero pronto su seguridad se convirtió en detención (1 Sam. 21:13, †œcuando estaba con ellos†, en sus manos) porque habí­an reconocido a David y sabí­an qué rehén tan valioso tení­an. Pretendiendo demencia, David consiguió su libertad y escapó. En consecuencia, si el relato de Samuel fuera lo único que tuviéramos, dirí­amos que superó la crisis con su astucia. Pero, al reflexionar, David comprendió que no habí­a sido así­: el secreto de que recobrara su libertad era que busqué al Señor (4). Este pobre clamó (6). No fue su ingenio lo que le abrió las puertas, sino que él me libró (4) †¦ lo libró (6).
El Salmo es un acróstico alfabético quebrado (ver artí­culo †œLa poesí­a en la Biblia†): una letra no se usa y otra es usada dos veces. Las dificultades de la vida no pueden ser completamente catalogadas, no vemos todo el patrón. Pero hasta donde se puede contar toda la historia, aquí­ tenemos un ABC para los momentos de crisis.
El Salmo consta de dos partes: vv. 1–10, las lecciones de la experiencia, principalmente el testimonio del propio David con sus debidas conclusiones; vv. 11–22, la enseñanza de la verdad, cómo encarar la vida y enfrentar las crisis.
1, 2 Dedicación a una alabanza sin fin. En todo tiempo —aun en las garras de Abimelec— la reacción valedera es (no la astucia) ensalzar (Bendeciré) al Señor, o sea, reconocer las glorias que lo caracterizan como quien él es, dedicarnos a su alabanza, nuestra alma se gloriará: †œempeñarse en la alabanza del† Señor. Este es el mensaje para los mansos (afligidos), los que están en el punto más bajo de la vida.
3–6 Testimonio compartido de la gloria de Dios. La oración fue contestada con liberación total (4); y esto no es sólo en el caso de David, porque los que a él miran encontrarán iluminación interior (5); nunca serán avergonzados, o sea, nunca se desilusionan como resultado de esperar en el Señor. Ni se debe esta experiencia al hecho de que David fuera especial, porque fue como un pobre, él mismo estando en el punto más bajo de la vida, que clamó y Dios le escuchó (6).
7–10 Lecciones aprendidas. El testimonio de una persona es valioso únicamente si descansa en las verdades inmutables acerca de Dios. ¿Entonces cómo fue que David pudo gozar de tales experiencias? Porque el ángel de Jehovah es el agente siempre presente, listo para socorrer (7). Al aparecerle a Agar, el ángel de Jehovah habló del Señor (Gén. 16:11) y a la vez era el Señor (Gén. 16:13; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:2, 4; 14:19, 24; 23:20, 21; Jue. 6:21, 22; 13:21, 22). El ángel se asocia particularmente con las ocasiones cuando Jehovah quiere mostrarse a su pueblo escogido y es una de las indicaciones del ATAT Antiguo Testamento de la diversidad dentro de la unidad de la divinidad. De esta manera, el testimonio puede ser el testimonio de cualquiera porque el ángel acampa (vive en una casa rodante para poder desplazarse con el pueblo de Dios en su peregrinaje terrenal) con todos los que le temen. Por lo tanto, todos están invitados: Probad y ved, refugiarse en él (8) y encontrar que es suficiente (9, 10).
11–14 El secreto de una vida buena. Os enseñaré establece el tono del resto del Salmo. Aquí­ se encuentran las lecciones que David quiere compartir. Primera, la clave inaudita para vivir una vida buena: guarda tu lengua (13) y establece y guarda objetivos morales negativos y positivos (14). En la corte de Aquis, David habí­a conseguido su libertad con una mentira y comprometiendo su integridad, pero una vida vivida en el temor del Señor respeta su verdad y honra sus valores.
15–18 El secreto de cómo encarar dificultades. El comienzo de cualquier dificultad debe marcar el comienzo de la oración y la oración del justo convoca al Dios de la liberación a socorrernos (17). Dado que los justos se presentan aquí­ en contraste con los que hacen el mal la descripción cubre tanto una relación correcta con Dios como el compromiso a una vida de rectitud, por lo tanto (a) en el contexto de rectitud, la oración es eficaz: (15, clamor) concretamente el †œclamor pidiendo ayuda†; Clamaron (17), alarmados, con urgencia; pero (b) el Señor automáticamente identifica a los que se sienten vencidos por los sufrimientos de la vida (18). Cercano, una relación de †œpariente cercano†, no sólo estar por allí­ cerca sino activamente haciendo suyas nuestras adversidades (Lev. 21:23; Rut 2:20; 3:12).
19–22 El secreto de la liberación. Estos versí­culos pueden considerarse como un comentario sobre la relación de †œpariente cercano†. Realí­sticamente, se nota un reconocimiento de que ser justos (andar bien con Dios y comprometidos a una vida recta, 19) no garantiza una vida libre de dificultades (Muchos †¦ males); pero, estando cerca de nosotros, el Señor librará (19), nos guarda (20), se pone de nuestro lado en contra de nuestros adversarios (21), paga el precio que sea para suplir nuestras necesidades (redimirá, 22a; 31:5) y se ofrece como un refugio con el cual podemos contar (22a).

SALMO 35. REACCIONES A SUFRIMIENTOS INMERECIDOS

Este Salmo, una expresión efusiva en lugar de una poesí­a coherente y organizada, nació en un momento cuando la hostilidad y el sufrimiento parecí­an no tener fin. Podrí­a haber sido el largo perí­odo del odio paranoico de Saúl, la triste figura de un rey rodeándose de muchos que servilmente se identificaban con él y empeoraban los sufrimientos de David. Como en el Sal. 34, la oración es considerada la única solución, pero en esa crisis con la oración llegó la respuesta: aquel †œpobre clamó, y Jehovah le escuchó† (34:6). Ahora, a pesar de la persistencia en la oración, la agoní­a se prolonga y la respuesta tarda. La oración somete nuestras necesidades a los recursos del Señor y también nuestra agenda a él.
Las tres secciones del Salmo se caracterizan por promesas de reacciones de alabanza cuando el nubarrón haya desaparecido (9 y 10, 18, 27 y 28). Dentro de cada sección, los pensamientos corren para un lado y para el otro tocando los mismos temas: (a) pide la intervención divina (1–3, 17, 22–24a), (b) ora pidiendo retribución (4–6, 8, 24b–26) y (c) da razones para la retribución (7, 11–16, 19–21); la idea principal de cada sección se encuentra en los últimos versí­culos: el sufrimiento sin causa (7), un extraño cambio en la conducta de David (13, 14) y gran animosidad personal (19–21). Como siempre en salmos como éste, nos sorprende el vigor de la oración de David y su elemento de contraataque contra sus adversarios. Debemos tener en cuenta que la pura ira existe, evidenciada por el Señor Jesucristo (Mar. 3:5), por los santos de Apoc. 6:9, 10 y notada en Ef. 4:26. Todo el Salmo (tal como sucede en todos los salmos similares) es una oración sin ninguna muestra de que por palabra o por hecho David expresara animosidad hacia los que pecaminosa y culpablemente lo perseguí­an. Como en el Sal. 34, la crisis, aunque aquí­ prolongada, es encarada en oración, dejando todo en las manos del Señor.
1–10 Oración en medio de un peligro injustificado. Un ruego pidiendo intervención divina (1–3) es seguido por una oración pidiendo retribución (4–6) y la explicación de que tal conducta es sin causa (7). El tema de retribución se repite en el v. 8 seguido por una promesa de regocijarse en Dios por su poder salvador (9, 10). La referencia a guerra y armas (1, 2) destaca la fuerza del Señor, que es muy superior a toda la fuerza del enemigo. 1 Contiende. La palabra se aplica a juicios legales. La primera apelación de David es que debe hacerse lo que es correcto. Al Señor no se le puede pedir que haga algo injusto. Combate. Aunque se encuentra en un peligro mortal, David no piensa levantarse en armas. Esto es asunto del Señor. 2, 3 Escudo †¦ defensa, sinónimos, o sea toda arma defensiva necesaria. Lanza. Le pide a Dios que ataque además de defender. Y que se haga cargo de la necesidad interior que el alma tiene de ser tranquilizada. 4 Avergonzados †¦ humillados, cosechen humillación, sean defraudados públicamente de sus expectaciones. 5 Tamo, una ilustración de impotencia ante el juicio divino. El ángel (mejor, †œAngel†), ver 34:7. El ángel de Jehovah se menciona en Sal. únicamente en estos dos lugares, para rescatar (34:7) y para dispersar (35:5, 6). 7, 8 Las oraciones pidiendo retribución siempre expresan la voluntad revelada de Dios. El declaró (Deut. 19:18, 19) que los acusadores falsos deben ellos mismos recibir los males que quisieron causar. Bajo circunstancias como esas oramos suavemente: †œHágase tu voluntad†; los salmistas, con más realismo, ¡describí­an lo que sabí­an que era esa voluntad! 10 ¿Quién hay como tú? Cf. Exo. 15:11; Miq. 7:18.
11–18 Oración en medio de un peligro inmerecido. La extensa sección inicial (12–16) en la que David lamenta que está recibiendo mal por bien es seguida por un ruego pidiendo intervención divina (17) y la promesa de alabarle por su liberación (18). Este es el triste corazón del Salmo: descubrir que las personas que se consideraban amigas son el origen de los falsos testimonios, se complacen en la mala suerte de David y se desbordan de odio. En esta sección, al Señor se le llama †œel Soberano† (17) agregando la pregunta ¿hasta cuando? Ciertamente él es más fuerte que cualquier adversario, pero el santo que ora tiene que estar preparado para someterse a la agenda del Soberano. 13 Cuando †¦ mi oración: †œY mi oración seguí­a volviendo a mi seno† lo que puede sugerir una oración no contestada pero es una forma rara de expresar la idea. Si †œseno† es una metáfora de †œcorazón† (Ecl. 7:9) entonces †œpero mi oración seguí­a volviendo a mi mente†, o sea que, a pesar de como lo trataban, seguí­a orando por ellos (Mat. 5:44). 16 Con impiedad, profanos en su pensamiento y conducta, aborrecidos por Dios, religiosamente apóstatas: aquí­, personas actuando como si no existieran sanciones divinas para la conducta. Se dedicaron al escarnio. Probablemente †œComo burladores impí­os, todos alrededor crujieron †¦ † 17 Señor, †œel Soberano†. 18 El Señor se complace en la gratitud (Luc. 17:15, 16). La promesa de alabanza y agradecimiento da unidad a este Salmo (9, 28).
19–28 Oración en medio del peligro malicioso. Los adversarios de David están llenos de burla y malicia (19–21). ¿Permanecerá el Señor en silencio (22–24)? Si al menos escuchara su pedido para que intervenga (24–26) el dí­a vendrá cuando los amigos auténticos junto con David magnificarán al Señor (27, 28). El nuevo énfasis en esta sección es la rectitud del Señor (24). Dado que es un Dios recto tiene que actuar a favor de alguien probado tan duramente. 19 Sin razón (cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 15:25). Guiñen. La insinuación maliciosa. 22 Tú lo has visto. Nótese la conexión con el v. 21, lo han visto. Sea lo que fuera que aducen, el Señor conoce la verdad del asunto. Señor †œSoberano†. En el v. 17 este tí­tulo recalcaba su control de la agenda; aquí­, su dominio sobre el adversario. 27 David tení­a muchos enemigos pero no se olvidó que tení­a también amigos: un gran antí­doto para la soledad creada por la acusación falsa. Y el dí­a vendrá cuando serán los primeros en alabar a Dios por la liberación de David.

SALMO 36. UN DIOS, DOS ACTITUDES

La estructura de este Salmo muestra su mensaje:

A1 (v. 1) El impí­o: su filosofí­a
B1 (vv. 2–4) El impí­o caracterizado
C (vv. 5–8) El Señor caracterizado
B2 (vv. 9–11) Los que conocen al Señor
A2 (v. 12) El impí­o: su destino

En este Salmo hay una decisión que tomar para determinar la clase de vida que viviremos ahora y el destino que nos espera: la decisión es sobre cómo reaccionar ante la revelación de Dios. Rechazarla es vivir condenados a escuchar a nuestros propios corazones y a vivir una vida sin valores; seguirla es disfrutar de la vida, la luz, su providencia y su protección.
1 La filosofí­a del impí­o. Lit. †œLa palabra de rebelión a lo impí­o dentro de mi corazón†. Oráculo, la palabra autorizada, se usa por lo general para referirse a lo que el Señor dice. Aquí­ el que habla es transgresión. Dentro de su corazón, †œlo sé por intuición† o †œlo conozco personalmente†. La primera afirmación recalca la convicción de una verdad; la segunda, que es más atractiva, testifica de que él mismo no es inmune a esta voz interior. 1c, d La cuestión no es si Dios existe o no, sino si él tiene importancia; no su realidad sino su relevancia. Es la posición de mucha gente todo el tiempo; es la posición de los creyentes parte del tiempo, no como un credo declarado sino en la práctica.
2–4 El impí­o caracterizado. Interiormente, escuchándose a sí­ mismo y sintiéndose satisfecho consigo mismo (2); exteriormente, impí­o de palabras y hechos (3), en sus planes, objetivos y valores (4). 3, 4 Sin reverencia a Dios no hay normas objetivas en la vida. Maldad, una palabra que abarca desde el pí­caro hasta el apóstata. Sensato, la conducta sensata en la vida que produce auténtico éxito. Desprecia, †œdesdén†, un rechazo tanto mental como en la práctica.
5–8 El Señor caracterizado. 5 Misericordia, el amor que se origina en un compromiso de la voluntad, †œamor que no cambia†. Alcanza, †œestá en†, no remoto sino de gran altura, algo que es más grande y más alto que cualquier otra cosa sobre la tierra. Fidelidad, consistencia de un carácter revelado, digno de confianza cuando promete algo. 6 Justicia †¦ juicios, la expresión de su santidad en principios morales y prácticas justas respectivamente. 7, 8 La benevolencia universal de Dios demostrada en su amor (cf.cf. Confer (lat.), compare 5), protección (7), generosidad y complacencia (8, como los rí­os del Edén, Gén. 2:10).
9–11 Caracterización de los que conocen al Señor. La descripción (5–8) se convierte en testimonio: vida, en contraste con la vida decadente de los vv. 2–4, vida divina, auténtica, compartida; luz, todo lo que da a la vida un sentido de realización y de tranquilidad. Veremos, experimentaremos y disfrutaremos. 10 Conocen, disfrutan una unión í­ntima con. Bondad †¦ justicia, los atributos del propio Dios. Los que lo conocen oran pidiendo que se brinde a ellos (2 Ped. 1:3, 4). 11 Pie †¦ mano, sí­mbolos de conquista y poder personal respectivamente. Vivimos en un mundo que quiere sojuzgar y dominar. Mueva, deje sin hogar, inestabilice la vida.
12 El destino del impí­o. Entonces: †œVed como.† ¿La base de este Salmo habrá sido una ocasión cuando los que obran iniquidad cayeron? O, como es más probable, ¿está David llamando la atención dramáticamente al dí­a de juicio divino?

SALMO 37. UN ABC PARA EL CONFLICTO ESPIRITUAL PERSONAL

Siendo un acróstico alfabético casi completo (ver Introducción), el Sal. 37 puede ser un comentario sobre los versí­culos finales del Sal. 36: la oración contra los hostiles de †œpie y mano† y la afirmación de que dondequiera que asalten están destinados a ser derrotados. Presenta la tensión muchas veces agonizante en la vida de fe debido al contraste de la suerte sobre la tierra de los †œrectos† —los que anhelan vivir diariamente su relación †œandando bien con Dios†— y el †œimpí­o†, al ateo práctico para quien Dios puede existir pero únicamente como una irrelevancia. El Salmo contiene cuatro secciones de similar extensión, la segunda, tercera y cuarta caracterizándose por sus comienzos paralelos: El impí­o maquina (12), el impí­o toma prestado (21), el impí­o acecha (32).
1–11 Iniquidad que prospera: reacciones. El tono se establece haciendo notar que hay distintas maneras de encarar la vida (1 contrastado con 3), y que pareciera que fueran los falsos los que triunfan (7) mientras que los que anhelan hacer el bien muchas veces son probados por la vida y tentados a envidiar (1), a agitarse por ello (8) y a preguntarse si hay algo de cierto en la premisa de que los mansos heredarán la tierra (9, 11). Manda que la reacción sea de tranquilidad y contentamiento (1, 7, 8), confianza y compromiso moral (3, 5), silenciosa paciencia (7) y seguridad en el resultado (10, 11). La base sobre la cual descansan estos mandatos es la transitoriedad del malvado (2), la bendición segura de Dios (4–6) y el hecho que, al final, todo terminará bien (9–11). 3 Apaciéntate de la fidelidad, cultiva el ser fiel (a Dios y sus caminos) como el pastor atiende a su manada. 4 Anhelos, †œpedidos†, anhelos transformados en oraciones. 5 El hará, o sea, †œse pondrá en acción†. 6 Tu justicia, el hecho de que tú estás en lo justo; tu derecho, el juicio del tribunal supremo a tu favor. 7 Calla †¦ espera. La †œquietud† (de palabra y de hecho) de una confianza segura, sumada a lit.lit. Literalmente †œretorciéndose†, estar sobre ascuas por lo que espera. 9 Esperan, la espera segura de la esperanza. 11 Mansos. Los que están abajo de todos en la vida pero encaran su situación con calma porque saben que están en la mano soberana de Dios.
12–20 Iniquidad hostil: percepciones. La observación en los vv. 1–11 de que la vida es injusta se considera ahora bajo otra perspectiva: los ateos prácticos, en su éxito se vuelven para oponerse y asaltar a los justos (12, 14). Sin embargo, en esta situación de peligrosa amenaza, las cosas no son como parecen: el Señor no es un espectador pasivo; ya ha tomado partido y ha determinado la perdición de los impí­os (13), garantizando que sus hostilidades se volverán en su contra (15), porque ellos son enemigos de él también y condenados a morir (20). Por otra parte, aun aquí­ y ahora el justo es más rico que el malo (16) cuyo poder será quebrantado, pero el Señor es el poder presente de los justos; ellos están en í­ntima comunión con él y bajo su cuidado (18); ninguna calamidad terrenal los puede destruir porque tienen sus propias fuentes de satisfacción (19). La directiva de esta sección es que debemos practicar vivir a la luz de estas percepciones en lugar de rendirnos ante las apariencias externas de la vida. 14 Pobre †¦ necesitado, respectivamente el desvalido y el que puede ser explotado. 17 Brazos, †œpoder†, habilidades y puntos fuertes personales. 18 Integros, la persona cuya vida es un todo integrado: interiormente, exteriormente y en todas sus partes. Conoce (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:6), bajo su í­ntima vigilancia y cuidado.
21–31 Iniquidad empobrecida: compromiso. Una percepción de la sección anterior era la riqueza más grande del justo. Esto ahora se explora en más detalle. La generosidad distingue al recto del malo (21, 26). Pueden darse el lujo de ser generosos porque (22 empieza con †œPorque†) su futuro es seguro, su senda firme (23) y su presente ya ha recibido la provisión que necesita (25, cf.cf. Confer (lat.), compare 28, 29). Como base de esta paz en medio de las demandas y amenazas de la vida está el factor escondido de bendición, complacencia, amor sustentador y fidelidad divina que experimentan en el contexto de su compromiso con su manera de vivir (27), el carácter que cultivan (28) y la calidad de sus palabras y su corazón (30, 31). En contraste con las quejas, envidias y enojos contra los cuales se nos advierte en los vv. 1–11, este compromiso es lo que debiera ser nuestra prioridad cuando la vida nos prueba con sus desigualdades. 22 Coloque el †œporque† inicial. Los justos son liberados de manera que pueden practicar la generosidad porque su firme esperanza les quita ansiedad ante el futuro. 23, 24 Aunque sus pasos han sido afirmados no es inmune de caer. El sendero todaví­a tiene trampas y escollos, pero la mano que nos sostiene con seguridad nunca nos suelta. 25 Esta bien puede haber sido la experiencia continua del salmista, pero es más probable que debamos tomarla en el mismo sentido que el v. 24, o sea, con las palabras no expresadas †œa la larga†. 26 Sobre la inclusión de la descendencia en la corriente de bendiciones, ver Exo. 20:6; Prov. 20:7; Hech. 2:39; 1 Cor. 7:14. 28 Fieles, relacionados con †œmisericordia† (36:5), aquellos a quienes él ama y que corresponden a su amor. 31 Ley, †œenseñanza†.
32–40 Iniquidad temporal: seguridad. Se afirma el principio de que el Señor garantiza un resultado de bendición para los rectos (los que †œandan bien con él†); aunque la amenaza parezca de muerte, al final serán los impí­os los que morirán (32–34). En consecuencia, la fe sencilla que espera confiadamente el resultado, sumada a la obediencia que guarda su camino, es la ví­a para llegar a la posesión segura de la tierra (34). Un ejemplo particular tomado de la experiencia (35, 36) es considerado tí­pico de lo que en última instancia será el caso (37, 38). Mientras tanto el Señor da salvación (liberación), protección, ayuda y socorro a los que se han refugiado en él (39, 40). 34 Para heredar la tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare 9, 11, 22, 29, 34). El mismo verbo se usa en todo el Salmo y la traducción †œposeer† es preferible a †œheredar†. El Señor dio a su pueblo la tierra prometida, pero su posesión con frecuencia se veí­a en peligro, nacionalmente por enemigos de afuera, individualmente por explotadores egoí­stas y opresivos. Tener una segura garantí­a y poder disfrutar de la posesión era algo muy deseable. Este es el primer significado del Salmo, pero su significado más amplio señala al dí­a mesiánico y la nueva creación. 37 Integro, la persona de auténtica integridad (ver el v. 18). 38 Transgresores, †œlos que se rebelan†, burlándose adrede de la voluntad conocida de Dios.

SALMO 38. IRA DIVINA, SALVACION DIVINA

El primer versí­culo y los dos últimos resumen el tema y la maravilla de este Salmo. Cuando el Señor está ofendido, y se avecinan su furor (furia explosiva) y su ira (enojo ardiente) (1) y sus flechas empiezan a volar (2), es al mismo Señor a quien apelamos pidiendo su presencia, su cercaní­a (21), su socorro y salvación (22). Sólo la aprobación del Señor puede salvarnos de su desaprobación. Si hubo alguna vez un Salmo diseñado para prevenirnos del pecado exponiendo sus consecuencias, es éste. El pecado ofende al Señor y pone una carga sobre el pecador, reemplaza el bienestar por heridas, induce la depresión, dolores fí­sicos y agitación del corazón (1–8). Entristece y debilita, nos aí­sla de nuestros amigos e incita enemistad (9–12); nos deja sin excusa (13, 14). Pero no cierra la puerta a la oración ni nos excluye del arrepentimiento (15–18).
1–12 El camino hacia abajo. David se hunde más y más bajo el peso del pecado. El Señor es su enemigo (1, 2); David está sin fuerzas (5–10) y sin amigos (11). Sus enemigos traman contra él (12). 1–4 Los sí­ntomas de la enfermedad (3, cf.cf. Confer (lat.), compare 5–8, 10, 17) pueden ser la manera en que David describe sus arrolladores sentimientos de culpa, pero los detalles son tan ví­vidos y el sentido de dolor fí­sico tan agudo que es mejor entender que en este caso recibió una auténtica enfermedad como castigo por su pecado. 1 Furor †¦ ira, ver el comentario anterior. 2 Los mensajeros del furor de Dios (flechas) —enfermedad, dolor, abandono (11), oposición (12)— y oposición divina personal (mano) †œcaen† en igual medida sobre David. Penetrado, †œse han dejado caer†. 3 Ira, †œindignación†, el sentido de haber sido agraviado. Sana, †œestar entero†. Paz, †œbienestar†. Pecado, actos especí­ficos de maldad. 4 Iniquidades, †œculpas†, la deformación y corrupción interior de nuestra naturaleza. Agobian, †œme llega más arriba de la cabeza†, como cuando alguien se ahoga.
5–8 Esta descripción del cuerpo atormentado es una elaboración del v. 3. No toda enfermedad es un castigo por el pecado, pero algunas lo son. Cada caso de enfermedad es momento de examinarse uno mismo. En este caso, la conexión es aparentemente indudable. La descripción alterna entre sí­ntomas fí­sicos y mentales. 5 Hieden y supuran, †œde mal olor †¦ séptico†. Locura, †œnecedad†. El sustantivo correspondiente significa †œrotundamente tonto†. 6 Encorvado, †œconvulsionado† (por el dolor). 8 Debilitado, †œentumecido†. Gimo, †œrugido† (como un león enfurecido). Conmoción, †œinquietud, preocupación†.
9–12 Los vv. 1–4 se concentran en la enfermedad como evidencia de la hostilidad divina; el sujeto es ahora la deserción humana y el peligro que esta enfermedad ha causado. A la vez, aunque la oración no se articula, hay un volverse al Señor. 9 Señor, †œEl Soberano†, como en 15, 22. El Señor †œdeclara su poder soberano más principalmente mostrando misericordia y compasión† (Libro de Oración Común). 10 Más sí­ntomas de enfermedad: Palpitaciones, pérdida de vitalidad y problemas con la vista. 11 Un ví­vido detalle. A veces las cosas que proclaman la necesidad de un amigo comprensivo hacen que la gente se aparte. No sabemos qué hacer o decir y nuestra preocupación por nuestra propia reacción anula nuestra preocupación por los necesitados. Pero la persona afligida no necesita discursos largos; sólo la presión de una mano amiga, la compañí­a de un corazón comprensivo. Amigos, †œmis amados† una relación más cercana que la de los compañeros, †œsemejantes†. Parientes, cercanos (cf.cf. Confer (lat.), compare 34:18), los que tienen derecho de hacer suyos los problemas de un familiar. 12 Existen, tristemente, los que están al acecho de oportunidades para demostrar rencor, anticipan lo peor y hacen sus planes con intención de engañar.
13–22 El camino hacia arriba. Se repite el mismo patrón que en los vv. 1–12 pero el Salmo se desplaza progresivamente a un nuevo campo. La apelación contra el furor divino (1, 2) se convirtió en la apelación no articulada del v. 9. Pero ahora, aunque la situación no ha cambiado, empieza a dominar un tono positivo: uno de espera confiada en una respuesta (15), confesión auténtica de (no sólo gemir por haber pecado) pecado (18) y un ruego pidiendo ayuda salvadora (22).
13–16 No responde a todas las habladurí­as en su contra (12–14), en cambio habla solamente a Dios (15, 16). Le cuenta a Jehovah (15, †œYahweh†, el Dios del amor del pacto, del poder salvador y juzgador) sobre sus silencios (13, 14) y sobre su firme esperanza (15); sabe que Jehovah (†œEl Soberano†) quien es Dios mí­o, responderá (cf.cf. Confer (lat.), compare Lam. 3:19–33). 14 La decisión de guardar silencio ha sido tomada libremente. 15 Pues: puede ser mejor †œPorque† al principio de este versí­culo. Ha optado por guardar silencio (14) †œporque† ha tomado el camino de la fe, seguridad y oración (15, 16). Ha esperado, o sea con segura esperanza.
17–20 La oración que aparece en el v. 16 es urgente †œporque es seguro que tropezaré †¦ † (17). Primero es urgente porque no puede aguantar mucho más y, segundo, por su constante †œdolor/tristeza† (17, la palabra combina ambos significados). Esto, a su vez (por eso, v. 18), es constantemente su experiencia porque †œsigue confesando† y †œestando con ansiedad debido a† su iniquidad (ver 4) y pecado (ver 3). El propio hecho de traer todo esto al Señor mantiene vivo su sentido de opresión. Además, hay oposición fuerte, odio injusto y calumnia inmerecida (19). Pero al mismo tiempo no aparece la gran preocupación por sí­ mismo de los vv. 5–8; todo se ve con mayor claridad, seguramente porque ha llegado al momento de la confesión.
21, 22 El nombre del Señor del pacto (21, cf.cf. Confer (lat.), compare 1, 15), el Dios personal (21, cf.cf. Confer (lat.), compare 15) y el Señor soberano (22, cf.cf. Confer (lat.), compare 9, 15) se juntan en esta apelación final. El Señor que se presentó en Egipto porque sabí­a del dolor y tristeza de su pueblo (Exo. 3:7, la misma palabra que en el v. 17) no ha cambiado: El Dios que se dejó conocer y poseer personalmente nunca será desleal a esa relación; el Dios soberano salvará.

SALMO 39. LA PREGUNTA CANDENTE

La situación concuerda con el Sal. 38: el silencio en presencia de observadores (38:12, 13; 39:2), la acción divina contra el pecado (38:1–3; 39:9–11), la esperanza en el Señor únicamente (38:15, 21, 22; 39:7). Pero el enfoque es distinto. En el Sal. 38 la enfermedad ha expuesto el pecado, produciendo la necesidad del perdón; en el Sal. 39 la enfermedad expone la brevedad de la vida, produciendo un anhelo por tener un periodo de alegrí­a (13) antes de que lo transitorio de la vida siga su curso.
La brevedad de la vida y la tristeza de la muerte son temas de toda la Biblia y la revelación plena del mundo inmortal no las quita. La vida es valiosa. Sus alegrí­as y amores pueden trascender pero no pueden ser reemplazados. Estar de duelo es †œtristeza sobre tristeza† (Fil. 2:27); nuestra propia partida de esta vida no puede ser contemplada con total ecuanimidad, aunque el cielo sea seguro. David lamentaba la muerte de su hijito aunque sabí­a que se volverí­an a encontrar (2 Sam. 12:22, 23) y aquí­ lamenta el posible acortamiento de su propia vida terrenal.
1–3 Un silencio forzado. El temor de decir algo equivocado en el momento de tensión. A pesar de lo mucho que pueda aumentar la presión (2, 3), la cuestión del testimonio delante del impí­o es importante (cf.cf. Confer (lat.), compare 73:15).
4–6 La pregunta candente. Poéticamente el v. 4 pregunta: †œ¿Voy a morir?† Esta era la pregunta que sentí­a que debí­a guardarse ante los que no compartí­an su fe, porque, con una esperanza celestial (49:15; 73:24) en el futuro, ¿por qué habrí­a de temer y resentir la muerte? Pero la pregunta se exterioriza y David encara la brevedad, lo insubstancial y el propósito incierto de la vida terrenal (5, 6).
7–11 Dios es mi esperanza. Qué esperaré y esperanza son sinónimos. David ha estado preguntando ansiosamente: †œ¿Voy a morir?† (4), pero ahora ve el futuro desde una perspectiva correcta. Quizá sufra una enfermedad mortal (10, lit.lit. Literalmente †œEstoy acabado†) pero tiene exactamente la misma cantidad de tiempo terrenal como cualquiera, o sea la que el Señor designa. Esta es su segura expectación: corta o larga, la vida es como Dios la dispone. 8 Lí­brame †¦ no me pongas. En su crisis, David se apoyó exclusivamente en la oración. Si la oración †œno es contestada†, sus crí­ticos se regocijarán (38:15, 16) y el insensato (gente sin percepción moral y espiritual) se burlará. 9 Silencio aceptador bajo la mano de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare 2). 10, 11 El juicio divino del pecado es una causa de que se abrevie el tiempo de la vida terrenal (cf.cf. Confer (lat.), compare 90:5–9), de allí­ que la preocupación de David no es de ser sanado sino de ser perdonado (8).
12, 13 Oración pidiendo luz. El final de la existencia terrenal debe llegar; mientras tanto anhela †œanimarse†. 12 La oración lleva nuestras necesidades a Dios; el clamor, nuestra impotencia; las lágrimas, nuestra urgencia. Forastero †¦ advenedizo. El Señor hizo a su pueblo †œforasteros y advenedizos† en su tierra (Lev. 25:23); forastero, alguien que ha pedido asilo; advenedizo, un †œinquilino† sin derecho de propiedad. El Señor ama a sus †œforasteros† (Deut. 10:19) y da protección y tenencia.

SALMO 40. EL ESPERAR PASADO †¦ Y TODAVIA ESPERANDO

En los Sal. 38 y 39 David esperaba orando (38:15; 39:7) en medio de una crisis de pecado (38:3; 39:8) y de malicia pública (38:16; 39:8). Ahora la espera ha terminado (1–3); su confianza ha sido reivindicada (4, 5) seguida de un compromiso personal de hacer la voluntad de Dios (6–8); promete dar su testimonio en público (9, 10), pero su insuficiencia personal y necesidad de pronta ayuda divina permanecen (11–13). También hay necesidad de algún acto público de Dios reprendiendo (14, 15) y alegrando (16). Encarando este futuro, David otra vez asume una posición de espera: a pesar de lo que el Señor ha hecho en el pasado, existe una necesidad continua, urgente, de contar con su interés y su acción libradora (17).
1–3 (A1) Espera fructí­fera. Simplemente esperar (en esperanza y seguridad, 1) conduce a la liberación, seguridad, renovación personal y a un impacto público eficaz (2, 3). 1 Pacientemente esperé, más bien †œúnicamente esper醝. 2 Cenagoso, significando incertidumbre, quizá †œruidoso†, †œdesolado†. 3 Nuevo, †œfresco†, respondiendo a misericordias †œnuevas†. Muchos. Cómo reaccionamos a la vida constituye un portentoso testimonio y nada es más poderoso que mantener una sencilla actitud de fe que espera. Es algo que se nota (verán), genera reverencia hacia el Dios que responde a la fe (temerán) y atrae a otros a la fe (confiarán).
4, 5 (B1) La acción divina del pasado registrada. La bendición es un corolario de la fe debido a la abundancia de los hechos y planes del Señor. 4 Soberbios †¦ falsedad. Dos reacciones prohibidas: respectivamente pretender ser competente y resolver un problema mintiendo. Maravillas, cosas que llevan sobre ellas la marca de lo sobrenatural, que señalan a un agente divino. Nadie comparable a ti, ¡nada se puede comparar contigo!
6–13 (C) La disposición de primordial importancia. Tres estrofas (6–8, 9 y 10, 11–13) están conectadas por referencias a la disposición interior: el corazón obediente (8), el corazón que testifica (10), el corazón que falla (12). Dichas maravillas de Dios (5) demandan una respuesta. No hay ritual que valga (6), sólo una dedicación seria a la voluntad de Dios (7, 8). Esto no puede dejarse como asunto de una piedad interior; debe ser un testimonio público (9, 10). Pero al abocarse a este pensamiento llega, sin querer, la pregunta: †œ¿Puedo ayudarte?† porque la vida todaví­a es amenazadora, el pecado todaví­a acecha y lo resuelto de su espí­ritu se va debilitando (12). Pero el v. 12 aparece entre el paréntesis que son los vv. 11, 13: las puertas permanecen abiertas a la oración.
6 Cf. 51:16, 17. No te agradan †¦ no has pedido. A David le fue dada la capacidad de ver que una liberación tal (1–3) puede encararse únicamente con una respuesta personal absoluta. Abierto mis oí­dos, cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 50:4 (verbo diferente), la creación de; una capacidad de recibir revelación divina. 7 Rollo. Algún decreto (2:7; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 17:14–20) o juramento (cf.cf. Confer (lat.), compare 101) estableciendo la naturaleza del reinado daví­dico. En una solemne reafirmación David declara su compromiso a este ideal. En última instancia, sólo el Mesí­as puede asumir un compromiso así­ y Heb. 10:5–10 ve, con razón, tanto el dejar a un lado los sacrificios rituales y la aceptación de toda la obligación de la ley como algo que fue cumplido en el Señor Jesús. 9, 10 Expresan determinación ante el futuro, después de las afirmaciones de los vv. 6–8. De allí­, He anunciado †¦ No he detenido †¦ No he encubierto †¦ , etc. Las bendiciones que se derivan de la confianza (1–5) miran hacia adelante a una vida santa (6–8) y a una boca que se abre para testificar (9, 10). Pero éstas requieren la oración dependiente (11, 13) porque las debilidades personales (12) pueden muy pronto dar por tierra con todas nuestras obligaciones y promesas.
14–16 (B2) Búsqueda de futura acción divina. El Señor actuó a favor de David personalmente (4, 5); ahora anhela que la acción divina ponga en su lugar a la comunidad. La oposición humana (14, 15) podrí­a arruinar todas sus buenas intenciones y los fieles que, en igual medida, han aguantado con David, necesitan, como él, disfrutar de nuevas misericordias. 14 Avergonzados †¦ humillados, sinónimos de desencanto y vergüenza pública. Es tan correcto orar en contra (14) como a favor de (16). David nos da un modelo, pero tal oración requiere pureza de espí­ritu.
17 (A2) Esperando todaví­a. Sabiéndose sin fuerzas (pobre, agobiado por la vida, aplastado) y sin fuerza de voluntad (necesitado, influenciado fácilmente) David sabe, por más grandes que fueron las misericordias en el pasado, mientras la vida terrenal siga estamos siempre necesitados de misericordias nuevas en el cielo (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 7:25) y en la tierra.

SALMO 41. BENDICION EN PRINCIPIO Y EN LA EXPERIENCIA

Los temas de enfermedad, pecado, hostilidad y separación conectan este Salmo con los Sal. 38–40 y probablemente recuerda una faceta —la malicia y traición— de la misma larga prueba. Pero en particular compara un principio (1–3) con la experiencia (11, 12): ¿Es verdad que una actitud de preocupación por los débiles genera una preocupación divina recí­proca?
1–3 (A1) Favor divino, en principio. La preocupación por los necesitados es inculcada en el ATAT Antiguo Testamento (Exo. 22:21; 23:9; Lev. 19:10, 33; Deut. 10:18). Prov. 14:21 y 19:17 prometen, a cambio, bendición (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:7; 18:33). Aquí­ la promesa abarca socorro en la tribulación (1), protección y restauración, bendición temporal, protección, fuerza y consuelo en la enfermedad (2, 3). 1 Pobre. Principalmente faltándole recursos materiales pero también carente en otros aspectos. 1 Sam. 30:13 ss. ejemplifica la actitud de David en este sentido, pero claramente se siente merecedor de la bendición prometida al que se preocupa por los demás. 3 Transformarás †¦ †œY cambiarás toda su cama en su enfermedad†, una hermosa ilustración del cuidado divino.
4 (B1) Gracia pedida con respecto al pecado. Habiendo declarado la bendición divina que recibe el que se preocupa por el débil, David pide primero la bendición de sanidad con respecto a su pecado. Misericordia, †œfavor, o gracia†. Sana mi alma, toda mi personalidad. El pecado es como una enfermedad en el pecador, pero también es ofensivo a Dios, contra ti.
5–9 (C) Odio, mentira, chisme, traición. En dos estrofas (5 y 6, 7–9) se aclara el problema principal que trata este Salmo: la oposición humana y, sobre todo, la traición de un amigo en quien confió. †œ¿Te desprecian tus amigos? Llévalo a Dios en oración.† 8 Algo abominable, lit.lit. Literalmente †œalgo de Belial† (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada). La palabra belial se usa para denotar desviación moral, mala conducta social y apostasí­a espiritual. Debe entenderse siempre según el contexto. El sentido que mejor se aplica aquí­ es el de alguna ofensa contra Dios que ocasiona su furor divino.
10 (B2) Gracia pedida con respecto a los adversarios. La misericordia divina que restaura la vida proveerá oportunidad de vengarse. Pero los Salmos insisten en que la venganza es asunto de Dios y, en otras ocasiones, es cuidadoso en evitarla. Por lo tanto, mientras puede caer en el pecado de la venganza (1 Rey. 2:5, 6) es difí­cil creer que en un salmo compuesto solemnemente pedirí­a suavemente la gracia para poder realizar algo prohibido. Pero podrí­a, como rey, pedirle a Dios que le renueve la vida a fin de llevar a cabo la obligación real de purgar la tierra (101:8).
11, 12 (A2) Favor divino, en la experiencia. David ha recibido la bendición prometida (cf.cf. Confer (lat.), compare 1–3). Su enemigo no ha podido tener la última palabra; más bien en respuesta a su integridad goza del favor divino.
Notas. 11 Victoria, †œgrite en su triunfo†. 12 Integridad, no perfección sin pecado sino integridad en la cuestión que se está enfocando, la preocupación por los necesitados (1). 13 Una conclusión editorial al primer libro de los Sal. (ver 72:18 s.; 89:52; 106:48 e Introducción).
Libro 2

SALMOS 42, 43. DE FE EN FE

Estos dos Salmos son indudablemente uno y no se sabe por qué fueron divididos. Un estribillo balanceado une tres estrofas de largo similar (42:6, 11; 43:5); hay conexiones entre expresiones, p. ej.p. ej. Por ejemplo en las primeras dos estrofas, †œmientras me dicen† (3, es igual a †œdiciéndome cada dí­a†, 10); en la segunda y tercera, †œenlutado† (42:9; 43:2); y hay unidad y desarrollo del tema. (a) En 42:1–5 (†œanhelo de la fe†), los recuerdos del pasado agudizan su dolor actual. La metáfora de una sequí­a (1, 2) expresa una profunda ansia de sentir la presencia de Dios. (b) En 42:6–11 (†œavivamiento de la fe†) la metáfora de la tormenta (7) expresa las aflicciones del presente pero ve las olas como olas del Señor, su amor permanece (8), sigue siendo mi roca (9). (c) En 43:1–5 (†œla fe respondiendo†) la metáfora de un grupo que busca algo perdido (3) expresa seguridad en el futuro. El Dios que sigue siendo una fortaleza lo conducirá de regreso a su hogar (3, 4).
Es posible imaginar muchas situaciones que pueden haber motivado este Salmo. El escritor trae a la mente los servicios del templo como cosa del pasado (42:4); se encuentra ahora en el extremo norte de Palestina (42:6); sólo una intervención de Dios puede traerlo de regreso (43:3); se encuentra rodeado de enemigos triunfadores que lo acosan (42:3, 9, 10). Cualquier ocasión cuando un enemigo tomó cautivos y los deportó (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2 Rey. 14:14; 24:14) serí­a apropiada.

42:1-5 El pasado perdido
Con un anhelo cuya intensidad es un reproche a nuestro amor superficial (1, 2), el salmista trae su sufrimiento a Dios, junto con el recuerdo de tiempos mejores (2–4). 2 Preguntar no es malo: ¿Cuándo? †¦ ¿Por qué? (9, 43:2) †¦ ¿Dónde? †¦ (3, 10), expresando respectivamente el deseo de que la prueba pase, confusión pensando que ni debiera estar sucediendo e imposibilidad de ver a Dios en ella. La pregunta †œ¿Quién?† en Isa. 42:24 nos conduce en una dirección más cierta y segura. 5 (Con 11; 43:5). Trata con el sufrimiento colocándose él mismo ante Dios quien le garantiza el futuro; porque, como siempre en la Biblia, la esperanza expresa certidumbre sobre el resultado. La RVARVA Reina-Valera Actualizada, como muchos, hace pequeños ajustes en 42:5 para que el refrán (5, 11; 43:5) sea el mismo en cada caso. Aquí­, lit.lit. Literalmente †œ †¦ Le alabaré por la salvación de su rostro†. (†œMi Dios† es el comienzo del v. 6), o sea, Dios no tiene más que levantar su mirada con favor para que toda la aflicción se convierta en liberación.

6-11 El presente turbulento
Las circunstancias son una amenaza (7) pero la fe revive: Dios es aún Mi Dios (6); la tormenta viene a ser tus cascadas †¦ tus ondas (7); su amor sigue siendo una realidad; la alabanza y oración continúan (8); las preguntas que parecen ser quejas, que expresan aflicción y que no tienen respuestas, se convierten en ocasiones no para tenerse lástima sino para orar (9, 10). 6 Tenga en cuenta las primeras palabras, Mi Dios: una fe personal que se mantiene en medio de la depresión por medio de enfocar recuerdos de Dios. 7 Los sufrimientos no son causados por una mano extraña, son tus olas. 9 La fe dice Roca mí­a, la experiencia dice †œolvidado†. Todo depende de la voz que uno escuche. 11 Lit. †œ †¦ alábale, (al que es) la salvación de mi rostro y mi Dios†, levantando la cara caí­da (también 43:5).

43:1-5 El futuro esperado
La oración sigue, pidiendo ser rescatado y restaurado; el realismo sigue, equilibrando los problemas del presente con las perspectivas del futuro. 1 Júzgame, reivindí­came pronunciando tu juicio a mi favor. 2 La realidad de la fortaleza y de sentirse desechado: seguro con respecto a Dios, zarandeado por la vida, ver explicación del v. 9. 3, 4 Tu luz y tu verdad, se considera la figura de un grupo de rescate. La realidad es que vivir en la luz de Dios y atesorar su verdad es el camino correcto para pasar las dificultades de la vida y llegar a una conclusión bendecida. Nótese la progresión de la cercaní­a que va en aumento: monte †¦ moradas †¦ altar †¦ Dios: paso a paso, un regreso total al hogar.

SALMO 44. CUANDO LA VIDA ES INJUSTA Y DIOS DUERME

Como en los Sal. 42 y 43, la fe enfrenta las calamidades de la vida sin ningún sentido de que exista una causa interior que haya motivado el sufrimiento (17–19). Pero mientras 42–43 es individual, 44 es nacional, posiblemente compuesto para un dí­a nacional de oración.

A1 (vv. 1–3) El Dios del pasado
B1 (vv. 4–8) Testimonio: fe auténtica
C (vv. 9–16) Lamento: el presente angustioso
B2 (vv. 17–22) Testimonio: conducta correcta
A2 (vv. 23–26) El Dios del futuro

Los caminos de Dios son un misterio. Las aflicciones de la vida muchas veces son inexplicables para el ser humano, contrarias a lo que Dios ya ha probado ser. El único recurso es ir al Señor en oración.
El Salmo puede ser arreglado como una antí­fona, con voces que se contestan unas a otras o que hablan juntas. Dado que la voz singular (p. ej.p. ej. Por ejemplo 4, 15) habla de mi espada, puede tratarse del rey guiando en oración a su pueblo congregado.
1–3 El Dios del pasado: Un recuerdo de bendiciones. Toda la asamblea habla del pasado a una voz: El recuerdo ancestral cuenta de Dios en acción, el pueblo encaminado, no por el quehacer humano sino por la mano divina. 2 Mano. El sí­mbolo de la acción personal. Al principio del quehacer, la tierra que tení­an delante era †œla tierra que os da el Señor† (Deut. 4:1); y al final †œAsí­ dio el Señor a Israel toda la tierra que habí­a jurado dar a sus padres† (Jos. 21:43; cf.cf. Confer (lat.), compare 80:8–11; Amós 2:9, 10). 3 Es verdad que tuvieron que luchar por la tierra, porque lo que el Señor promete es disfrutado por medio de la obediencia a lo que él manda. Aun así­ sabí­an que no habí­a sido por la espada de ellos sino por la diestra (acción personal) de él, su brazo (fuerza personal) y su rostro, la iluminación del favor divino sobre su pueblo. Favorecí­as, †œaceptabas con favor†.
4–8 Se ha mantenido la fe auténtica. El rey (4, 6) y el pueblo (5, 7) alternan y se unen (8) en un testimonio que no se ha desviado de un auténtico entendimiento de lo que el Señor es (4) y su dependencia de él (5); su comprensión de lo inútil que es el poder terrenal (6) y la eficacia de la salvación divina (7). En consecuencia, es de él de quien se han gloriado (8). 4 No descansan sobre una fe ancestral sino que la hacen suya propia: alianza personal (Rey), devoción personal (Dios). Manda, decreta, una apelación directa al Rey divino. Liberación, †œsalvaciones†, plural significando †œtoda clase de liberaciones†. 6, 7 Los dos empiezan con †œpues†. La dependencia del Rey divino expresada en 4, 5 surge de una negación de su habilidad personal (6) y una afirmación de eficacia divina (7). Tú nos libras de, †œsalvas de†.
9–16 El presente angustioso. La antí­fona continúa: la voz del rey en 9, 11, 13, 15 y la del pueblo en 10, 12, 14. Todos se unen en un lamento final (17). El rechazo divino ha llevado a la derrota humana; la actitud y los hechos de Dios (11, 12) tienen su respuesta en los actos de un pueblo hostil (13, 14). La humillación es total (15, 16). Nada parece tener propósito (9–12), se ha perdido completamente la buena reputación (13, 14), sólo queda la vergüenza (15, 16). El segundo verbo singular en cada versí­culo, 9–14, enfatiza que la vida viene directamente de la mano de Dios. Esta es la manera como hemos de entender las experiencias, buenas o malas. A algunos les ayuda distinguir entre la voluntad †œdirectiva† de Dios y su voluntad †œpermisiva†, pero el ATAT Antiguo Testamento no fomenta este concepto. Como Dios dirige todas las cosas, nuestro deber en la vida es confiar en él cuando no entendemos y correr a él pidiendo ayuda cuando todo nos aplasta. 12 No sólo no parece haber justificación humana para la hostilidad divina que han soportado, no parece haber tampoco ningún beneficio divino a ser recibido por medio de ella. De balde, †œsin ganancia†.
17–21 Se ha mantenido una conducta correcta. La confesión de una fe personal (4–8) ahora se equilibra con un testimonio de lealtad de corazón y conducta (18); a pesar de ello, sólo han recibido desastres (19); la religión auténtica de mano y corazón ha sido recompensada con una sentencia de muerte (20–22). El rey habla en 17, 20; el pueblo en 18, 21; y todos juntos en 19, 22. Hacemos bien en preocuparnos por la desigualdad e injusticia de la vida. El valor y la recompensa no concuerdan para nada (73:2–14). Tristemente la reacción humana es con demasiada frecuencia negar la existencia de un Dios bueno y amante; la reacción del rey y su pueblo fue acercarse a Dios, aquí­ en testimonio, expresando sus inquietudes y pronto en intercesión (23–26). Debiéramos aprender a hacer que las dificultades y perplejidades nos motiven a acercarnos a Dios, no a alejarnos de él. 17 Pacto aquí­, las obligaciones de obediencia que la relación de pacto impone sobre nosotros. 19 Los chacales viví­an en las ruinas y se alimentaban de los cadáveres en el campo de batalla. 22 Por tu causa, o sea, como resultado de nuestra lealtad a ti.
23–26 El Dios del futuro: Un grito pidiendo ayuda. Todos se unen en un grito urgente pidiendo ayuda. Oran en contra de la aparente pereza y el olvido divino (23, 24); ruegan por su extrema necesidad y piden acción porque saben que el amor de él permanece sin cambio alguno (25, 26). 23 La audacia de la oración. 25 Somos personalmente tan preciados para el Señor que podemos llegar a él implorando en nuestra necesidad. 26 Redí­menos, †œpaga el precio†, o sea, toma de sus propios recursos lo que se requiera para suplir nuestra necesidad. Misericordia que no falla, amor centrado en la voluntad, el amor al cual el Señor se ha comprometido.

SALMO 45. EL REY NOVIO Y SU NOVIA REAL

Un verdadero tema de la nobleza que rebosa de palabras buenas (1): un rey que es realmente rey y ¡en su dí­a de boda! El Salmo tiene siete secciones:

A1 (v. 1) Entusiasmo del poeta por el rey
B1 (v. 2) La hermosura del rey
C1 (vv. 3–5) El adelanto del rey
D (vv. 6–9) El rey en toda su gloria
B2 (vv. 10, 11) La hermosura de la novia
C2 (vv. 12–15) La procesión de la novia
A2 (vv. 16, 17) El deseo del poeta para el rey

Compuesto para una verdadera boda real y motivado por la devoción a un rey terrenal, este Salmo, como todos los Salmos reales, sobrepasa lo que un rey terrenal puede ser, señalando al Mesí­as largamente esperando en quien todas las glorias se cumplen. De igual manera habla claramente de la esposa de Cristo: su verdadera posición, hermosura y dedicación (2 Cor. 11:2; Ef. 5:27; Apoc. 14:4; 19:7; 21:9).
1, 2 El entusiasmo del poeta por el rey. El rey o †œÂ¡un rey!†, o sea, un rey que es de veras un rey. 2 Hermoso o †œexcelente†, evidenciado principalmente por la gracia de su hablar (Luc. 4:22, Juan 7:46). Por eso, †œdebido a ello†, o sea que su hablar demuestra que ha sido bendecido por Dios.
3–5 El adelanto del rey: Dominio mundial. Los reyes conquistan con la guerra, de allí­ los términos militares que aquí­ aparecen, como la referencia al †œprí­ncipe de paz† en Isa. 9:4, 5, 7 pero, en la realidad final (ver 149), la caí­da de las naciones ante el auténtico David es por la espada de su boca (Apoc. 1:16; 19:11–16) y el arma del evangelio (Ef. 6:15–17). Verdad (Juan 18:37). De la humildad y de la justicia, en heb. †œhumildad-justicia†, sustantivos en yuxtaposición, †œjusticia en su humildad esencial† (Zac. 9:9; Mat. 11:29; 2 Cor. 10:1; Fil. 2:7, 8).
6–9 El rey en toda su gloria. Las siete glorias del rey: (i) Su naturaleza divina (6). Se han sugerido muchas enmiendas para este texto, no porque haya incertidumbre textual sino para evitar atribuir deidad al rey. Pero el texto es válido y el enigma del Mesí­as que es Dios y que a la vez adora a Dios (7) espera su resolución en Jesús (Ef. 1:17; Heb. 1:8). (ii) Su gobierno í­ntegro (6, 7): oficialmente (cetro) y personalmente (amado †¦ aborrecido) el rey es santo (Isa. 11:3–5). (iii) Su superioridad humana (7). Por fuera un hombre que se destaca entre los hombres (el Dios tuyo †¦ tus compañeros), por dentro el secreto interior de su ungimiento divino (Luc. 4:18). (iv) Su fragante persona (8, 2 Cor. 2:14). (v) Su estado de riqueza (8) en que todo lo externo demuestra riqueza real y todo lo interior es para deleitar al rey. (vi) Sus ayudantes de honor (9), los reyes de la tierra proveyendo empleados para su casa. (vii) La séptima gloria del rey es su novia (9). La lista empezó con el rey sobre su trono (6); termina con el trono compartido, la reina junto al rey (9).
10, 11 La hermosura de la reina, devoción por el rey. Gén. 2:24 requiere que, desde el casamiento en adelante, el hijo debe ser primeramente un esposo; aquí­ se enfatiza mucho (Oye †¦ mira †¦ inclina tu oí­do) el hecho de una hija que se convierte en esposa. Aunque sea la hija del rey (13), ahora toda su devoción debe ser para el rey, respondiendo a su amor (desea, †œdesea para sí­†) siendo sensible a la dignidad de él (inclí­nate) y aceptando su posición (señor).
12–15 La procesión de la novia al palacio. Sumisa a él (11), ¡pero cuánta dignidad la de ella! Los súbditos del rey (12, cf.cf. Confer (lat.), compare 5) son súbditos de ella, tiene gloria y esplendor (13) pero, sobre todo, está unida í­ntimamente al rey (14) y comparte el palacio de él (15). El homenaje de Tiro (12) es un motivo mesiánico (ver 87:4; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 23). Tiro llegó a tipificar el mundo en su orgullosa independencia y autosuficiencia, su acumulación inescrupulosa de riquezas. Pero un dí­a los reyes de la tierra traerán sus riquezas a los pies del rey (Apoc. 21:24).
16, 17 El deseo del poeta para el rey. Por más glorioso que fuera el pasado, el rey se proyecta hacia el futuro y a los hijos que llevarán su dominio a toda la tierra.

SALMO 46. FE Y REALIDAD

Muchos conectan este Salmo (y 47–48) con la sugerencia de una dramatización (anual) que se presentaba en el templo, celebrando el reinado del Señor sobre toda la tierra (como el dí­a de Asunción, cf.cf. Confer (lat.), compare 47:5). Un festival así­ estarí­a basado en la victoria del Señor sobre el †œmundo† en ocasión del éxodo y mirarí­a hacia adelante al dí­a del Señor, final y culminante (ver Introducción). Otros destacan que Venid y ved (8) suena más como una invitación a inspeccionar una victoria verí­dica en lugar de observar una dramatización (cf.cf. Confer (lat.), compare †œId †¦ contad †¦ examinad†, 48:12, 13). En este caso, un suceso como la victoria del Señor sobre Senaquerib (Isa. 36, 37) provee un excelente marco: todas las naciones del Imperio Asirio se lanzaron contra Sion y fueron derrotadas.
El Salmo consiste en una profesión de fe (1–6) y los hechos que reafirman la fe (8–10).
1–6 (a) Fe en la ayuda divina (1, 2): aunque el mundo sufra un colapso, Dios está presente para proteger (amparo) y ser de auxilio. (b) Fe en el propósito divino (3, 4): aun las catástrofes que desbaratan al mundo son un rí­o, contenido dentro de sus lí­mites, diseñado para alegrar la ciudad donde mora el Señor. (c) Fe en la soberaní­a divina (5, 6): en cuanto el Señor habla, la tormenta de las naciones se aplaca. 1 El amparo en el cual buscar refugio, la fortaleza para soportar las pruebas, el auxilio a disposición. 3, 4 Hay es un agregado interpretativo al texto heb. Más bien entiéndase el v. 4 como un comentario del v. 3: qué son estas aguas alborotadas, destructivas, más que un rí­o. Aun los desastres cósmicos están totalmente controlados y tienen su propósito (5, 6). Lo mismo se aplica a los adversarios humanos, cuando las naciones se conmocionan. Basta que el Señor hable, tan absoluto es su movimiento soberano. 5 Al clarear la mañana, †œcuando llega la mañana†, cf.cf. Confer (lat.), compare las referencias a la †œmañana† en Exo. 14:24; 2 Rey. 19:35. 7 Con nosotros †¦ refugio. El estribillo (cf.cf. Confer (lat.), compare 11) encapsula el movimiento de la estrofa anterior. Debido a que es nuestra fortaleza (1) corremos a él; como el Dios que está en medio (5), él se acerca a nosotros. Por eso cantamos que él está con nosotros y que es también nuestro refugio (un lugar alto e inaccesible, de †œmáxima seguridad†) al cual corremos para protegernos.
8–10 El Señor se ha encargado eficazmente de la amenaza: la guerra ha terminado y los medios para empezar otra guerra han sido destruidos. La voz que todo lo domina (cf.cf. Confer (lat.), compare 6) ahora manda descansar (10a) y ofrece palabras tranquilizadoras (10bc) (ver 48:12). El Sal. 46 invita a inspeccionar a un enemigo destruido; el Sal. 48 a una ciudad intacta. 9 Carros, que llevaban los suministros de guerra o el cí­rculo de carros (1 Sam. 17:20) sitiando al campamento enemigo. 10 Estad quietos, †œquédense tranquilos†. Exaltado he de ser, mejor †œYo soy†, es la realidad presente de un Dios soberano lo que hace posible descansar.

SALMO 47. UN DIOS, UN REY, UN PUEBLO

La victoria del Señor sobre la tierra (46:8, 9) no tiene la intención de terminar en desaliento internacional sino en gozo. El Sal. 47 convoca a la aclamación universal de un Dios como este. (1) Esta convocación es explicada (2 empieza con †œPorque†) por la posición mundial de Jehovah como Rey. La evidencia de esto es lo que ha hecho por Israel en poder (3) y amor (4). En consecuencia, la verdad del Dios exaltado puede ser reiterada (5). Ahora se repite la misma secuencia: invitación a alabar (6, cf.cf. Confer (lat.), compare 1), explicación, el Rey universal (7, 8, cf.cf. Confer (lat.), compare 2), el pueblo favorecido (9, cf.cf. Confer (lat.), compare 3, 4) y el Dios exaltado (9, cf.cf. Confer (lat.), compare 5).
Pero, en la segunda vuelta, el énfasis es distinto: Israel es exaltado sobre las naciones por la providencia (3) y elección del Señor (4); en el v. 9 los pueblos, representados por sus gobernantes, son incorporados como el pueblo del Dios de Abraham, la promesa abrahámica se cumple y todas las naciones son bendecidas (Gén. 12:1–3). Si subió Dios, †œha ascendido†, o sea †œhabiendo descendido† para obtener una victoria, sugiere el trasfondo del Salmo, podemos pensar en el éxodo (Exo. 3:8) o quizá la victoria divina sobre los adversarios de David (18:9) o (mejor aún) el incidente con Senaquerib (Isa. 31:4). Sea como fuere, en este Salmo el ATAT Antiguo Testamento mira gloriosamente hacia adelante al †œdescenso† mayor de Dios en Cristo para juntar a los hijos dispersos de Dios (Juan 11:52: cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 19:23–25; 60:1–3; 66:20) y a una grandiosa ascensión a un reinado universal, concreto (Ef. 1:20–23) y definitivo (Fil. 2:9–11).

SALMO 48. ESTE ES NUESTRO DIOS

El tema del regocijo después de una gran liberación sigue pero con esta diferencia que, mientras el Sal. 46 enfoca el peligro que fue quitado y el Sal. 47 los propósitos de la gracia del Señor hacia los enemigos que fueron derrotados, el Sal. 48 enfatiza que la ciudad que habí­a estado en tanto peligro no habí­a sufrido daños (12, 13).

A1 (vv. 1, 2) El Dios grande y su ciudad gozosa
B1 (vv. 3–7) Grandeza divina en acción
B2 (vv. 8–10) Grandeza divina en la experiencia
A2 (vv. 11–14) La ciudad gozosa y su Dios grande

Es fácil ver cómo este Salmo puede haber sido presentado dramáticamente como parte de un festival en el templo (ver 9), por otro lado, es imposible no sentir la frescura de la experiencia recién vivida en la descripción de la desbandada de los reyes (3–7), en la afirmación lo hemos visto (8) y en la invitación a examinar la ciudad intacta (12, 13). Este es un Salmo sobre un peligro pasado y total liberación en el presente, una experiencia nada extraña para nosotros que vivimos en la actual, auténtica Sion (Heb. 12:22) al comprobar, una y otra vez, que nuestras inquietudes que nos empiezan a dominar son vencidas por el Dios siempre presente.
1, 2 El Dios grande y su ciudad gozosa. No, †œÂ¡Qué bendición es vivir en una ciudad bien fortificada en su lugar sobre el monte!†, sino, †œCuán grande es el Señor en su ciudad, sobre su monte†, ciertamente ¡un Gran Rey! El monte de su santuario, †œel monte de su santidad†, donde mora en santidad. Toda la tierra, aquello que traerá gozo a toda la tierra, en el cumplimiento de la promesa abrahámica (47:9). El lado norte, es decir, el templo estaba en el lado norte (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada).
3–7 La grandeza divina en acción. Una afirmación de la presencia y protección seguida (3) por una comprobación: el hecho de que los reyes se desbandaron (4, 5) ilustrada por los dolores de parto (6) y una tormenta (7). 3 Refugio, †œmáxima seguridad† (46:7). 4 Reyes (2:2), simbólico de la hostilidad continua del mundo hacia el pueblo de Dios, pero aquí­ tipificado en el avance del ejército multinacional de Senaquerib (Isa. 10:8). 5 Atónitos, aquí­, †œdesconcertados† de manera que †œse apresuraron a huir aterrorizados†. 6, 7 Una ilustración de un sentimiento interior seguido por una fuerza externa. Las naves de Tarsis, capaces de hacer frente al †œmar abierto†, los logros marí­timos más grandes del hombre, pero eso es como nada ante los vientos de Dios.
8–10 La grandeza divina en la experiencia. Cf. viéndola (5) con lo hemos visto (8): ¡ver lo mismo, reaccionar diferente! Ellos vieron lo que los aterrorizó, nosotros vemos nuestra seguridad en Dios. 9 Hemos pensado. Es posible traducir †œdemostramos† (como en una representación dramática) pero el significado †œdar forma a una figura mental, o meditar en† está bien ejemplificado (50:21; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 10:7); 10 Tu diestra simboliza acción personal. Justicia, todo lo que es correcto a los ojos de Dios.
11–14 La ciudad gozosa y su Dios grande. Un final dramático: la ciudad gozosa, sin haber sufrido ningún daño (11–13), pero luego nada más sobre la ciudad: un testimonio al Dios que es siempre el guí­a de su pueblo (14). 11 Juicios, lo que Dios †œjuzgó bien hacer†. 14 †œPorque así­ es Dios, ¡nuestro Dios para siempre y siempre! El es quien nos guí­a aun en la muerte.† Para siempre es una referencia a †œla morada de los muertos† (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada), una fuerte expresión de la constancia divina: nunca nos dejará; pero también una afirmación de que quien nos libró del peligro de la muerte a mano de nuestros adversarios también nos librará de la muerte misma.
SALMO 49. REDENCION DIVINA Y ESPERANZA

ETERNA

El Sal. 49 bien puede haber sido colocado aquí­ debido a las últimas palabras del Sal. 48. ¿Es verdad que cuando la muerte misma nos amenaza podemos confiar en que el Señor sea nuestro guí­a? La respuesta triunfal llega: Dios redimirá mi vida del poder del Seol (15). Los versí­culos como 6:5; 30:9; 88:4, 5 son citados con frecuencia para mostrar que el ATAT Antiguo Testamento no ofrece esperanza para después de la muerte, pero los versí­culos en cuestión son todos expresiones de personas que se veí­an (fuera cierto o no) morir bajo la ira de Dios y apartadas de él. En una muerte así­ no hay esperanza, pero la realidad es que no se referí­an a toda muerte sino al caso de ellos en particular.
El Sal. 49 (cf.cf. Confer (lat.), compare 73) presenta claramente las alternativas: hay una muerte sin esperanza (13, 14) y hay una muerte llena de esperanza (15). El ser humano puede morir como las bestias (12) o puede morir con entendimiento (20). Esta es la solución del rompecabezas universal (1–4) que el salmista se propone solucionar. Primero (5–12) hace frente al hecho de que todos mueren. El punto inicial de sus pensamientos era la opresión a mano de aquellos cuyas riquezas les daban poder de amenazar a otros (5, 6), y empieza a consolarse con el pensamiento de que la riqueza no puede comprar todo (7–9): la muerte marca el momento cuando el dinero de rescate deja de tener valor. Todos por igual, sabios o necios, mueren (10) y luego la riqueza terrenal no provee más que una tumba duradera (11). Pero, en segundo lugar (13–19) la muerte no es el final: existen destinos más allá de la tumba que deben ser tenidos en cuenta. No importa cuánto se admire sobre esta tierra el hecho de que alguien sea seguro de sí­ mismo, independiente, su final es la muerte y la descomposición; mientras que los que andan bien con Dios pueden esperar un futuro de redención en la presencia de Dios (13–15). Por eso, no se agiten por las desigualdades de la vida (16); la muerte es la gran igualadora y en contraste con su experiencia terrenal, no hay luz para aquellos más allá de la tumba (17–19).
2 Tanto la gente común como la gente notable, mejor †œtoda la humanidad por igual†. 3 Inteligencia, †œdiscernimiento†, palabra a la cual vuelve en el v. 20 (entendimiento): el discernimiento de que existe otra vida en la que no funcionan las nociones terrenales sobre el poder y la influencia; una vida negada a los que confí­an en sí­ mismos (13) y disfrutada únicamente por medio de la redención divina (15). 4 Oí­do †¦ expresaré. Escuchar antes de hablar. El conocimiento que puede resolver el misterio de la vida y la muerte debe proceder de escuchar la palabra de Dios. 6 Por primera vez (ver también 13) se menciona la idea clave, confí­an. Confiar en uno mismo es lo contrario a un destino bendito después de la muerte. 7–9 Redimir †¦ rescate, la primera palabra enfatiza enterarse del precio, la segunda, cubrir la necesidad. Pero ningún pago es suficiente para comprar la vida eterna. A su hermano. El heb. dice †œaun un hermano†, o sea, aun en el caso cuando el amor no retendrí­a nada. Hay un caso donde el pago puede exculpar la pena de muerte (Exo. 21:30), ¡pero la muerte misma no puede ser conmutada! 10 El necio, uno que actúa irresponsablemente hacia la vida y sus obligaciones, que se interesa únicamente en sí­ mismo y nunca mira más allá de las ventajas de corto alcance. El torpe, insensible a las realidades espirituales. 11 Sus tumbas. En heb.: †œpara adentro hacia ellos†, †œlo que asumen en su interior es†. Sus horizontes son los de este mundo de manera que, —¡oh la ironí­a de ello!— lit.lit. Literalmente †œÂ¡Pusieron sus propios nombres a las tierras!† 13 Ver el v. 6. 14 Seol †¦ Seol, el lugar donde los muertos siguen viviendo. Los rectos, los que mueren en buena relación con Dios (Núm. 23:10); cuyas vidas se conforman al camino de Dios (1 Rey. 15:5); aceptables a Dios (Job 1:1); aquellos a quienes el Señor salva (Sal. 7:10). Enseñorearán, el revés celestial de las relaciones terrenales del v. 5 (cf.cf. Confer (lat.), compare Luc. 16:22–25). Amanecer (17:15), el despertar después de la muerte. 15 Redimirá, Dios encontrará y pagará el precio fuera del alcance del hombre (7). Seol, †œde la mano del Seol†, el poder del Seol de recibir y retener a los que no son redimidos (14). Llevará, como en Gén. 5:24; 2 Rey. 2:1; Sal. 73:24. 20 A través del Salmo se enfoca el caso del rico pero la verdad se aplica a todos: no es la riqueza lo que descalifica de una eternidad bendita sino la falta de un verdadero discernimiento (ver 3).

SALMO 50. ¡PERDONADO CON UNA ADVERTENCIA!

La escena es el dí­a del Juicio, habiendo sido convocada toda la tierra (1) para aparecer ante Dios. El pueblo del pacto en particular (4, 5) es llamado a comparecer ante el Juez divino (6). Son acusados en dos grupos: los que aman los ritos religiosos (8) pero descuidan la gratitud, obediencia y oración (14, 15), y los que que recitan la ley (16) pero no la cumplen (17–21). El Salmo termina (22, 23) llamando a estos dos grupos a que se corrijan. La sección central (7–21) tiene la misma †œforma† del Culto del Pacto en Exo. 24:3–8 donde el ritual del sacrificio y la sangre (vv. 4–6) es seguido por la recitación de la ley (vv. 7, 8). Por ello, el Salmo es muy adecuado para un festival de renovación del pacto, ya que provee una estructura que facilita el autoexamen personal.
1–6 El tribunal convocado. Cuando el Juez, los acusados y el lugar de la sesión han sido anunciados (1, 2), hablan por turno tres voces: que Dios viene para hablar (en juicio, 3); que viene como el Dios santo del Sinaí­ en el fuego y la tempestad (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 19:16–18) y que el juicio está por comenzar en la casa de Dios (4; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Ped. 4:17). Cuando ya el tribunal está en sesión, el Juez convoca a su pueblo (5, 6). 1 Jehovah, el Dios de dioses, en realidad: †œEl Todopoderoso, Dios, el Señor.† Esta triple fórmula aparece únicamente aquí­ y en Jos. 22:22 cuando las tribus transjordánicas fueron acusadas de apostasí­a y la usaron como una afirmación. En ese sentido concuerda con este Salmo donde se cuestiona la realidad de la lealtad. 3 No callará. El juicio no será un acto sin explicaciones donde el pueblo podrí­a o no reconocerlo como obra de Dios. Todo se declarará abiertamente. 4 Cielos †¦ tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 4:26; 1 Crón. 16:31; Sal. 69:34 s.; Isa. 1:2; Jer. 2:12). Aquí­, el orden creado asiste como un testigo del demandante, habiendo observado silenciosamente todo lo ocurrido (ver 6). 5 Fieles. La palabra combina †œamados (por Dios)† y †œconsagrados (a Dios)†. Pacto †¦ sacrificio (Exo. 24:3 ss.). 6 Si los cielos han sido testigos de las faltas humanas (4), también lo han sido de la justicia divina y pueden afirmar la aptitud del Señor como Juez.
7–21 La acusación. La convocatoria (7) va seguida de dos acusaciones (8–15, 16–21). El v. 7 está lleno de temas del éxodo: Pueblo mí­o trae a la mente Exo. 7:16, el pueblo escogido; Israel es el †œprimogénito† del Señor, el objeto de la redención (Exo. 4:22); Dios, el Dios tuyo, refleja Exo. 20:2, el tí­tulo del Dios redentor.
8–15 Formalismo ritual. Hace referencia a los que se deleitaban en hacer sacrificios (8) pero se equivocaban en el propósito de ellos, pensando que por su intermedio de alguna manera estaban enriqueciendo a Dios (9–13), pero no viví­an responsablemente ante Dios dándole acciones de gracias, obediencia y oraciones de fe (14, 15). 8 El Señor no reprochará lo que ha ordenado y en cuanto a lo que se refiere al material usado en sacrificio nada tiene que reprochar. El ritualista es siempre puntilloso. 9–13 Pero caí­an en dos errores: que Dios necesitaba lo que ellos tení­an (9–11) y que Dios dependí­a de lo que ellos le daban (12, 13). Creí­an que la religión era el hombre llegando a Dios, sirviéndole, ministrándole; lo cual es el más profundo de los errores religiosos. 13 Las religiones paganas alrededor de Israel creí­an que sus dioses eran nutridos por los sacrificios que ellos ofrecí­an. Se comete el mismo error toda vez que el mero quehacer de la vida religiosa se convierte en algo importante en sí­. 14, 15 Por el contrario, la religión verdadera es responder con gratitud (por su gracia, bondad, etc.), obedientemente (en cumplimiento del voto del pacto de guardar su palabra, Exo. 24:7), en oración (dependiendo de que él sea suficiente en cada dificultad) y con devoción (dándole el honor que él merece).
16–21 Formalismo en las creencias. Es la expresión que define a las personas cuidadosas en decir todo muy correctamente (16), pero cuyas vidas contradicen lo que profesan (17–21). Los acusa: detestas la palabra de Dios (17) y desobedecen sus mandamientos (18a [octavo mandamiento]), 18b [séptimo], 19 [noveno]); lo ofenden con su formalismo vací­o en la iglesia, con su desobediencia intencional en su vida, con la falsedad en sus relaciones, la corrupción de su hablar y su falta de amor en el hogar. Y para remacharlo, edifican su teologí­a sobre el silencio aguantador de Dios (21), creyendo que el Señor es moralmente tan indiferente como ellos.
22, 23 La advertencia. La misericordia divina aguanta. La sentencia merecida todaví­a es cosa del futuro y la puerta de la salvación permanece abierta (21–23). 22 va dirigido a aquellos (16–21) cuyas vidas desdicen su profesión. El problema de ellos no es que no tengan en cuenta la ley sino que os olvidáis de Dios como alguien presente con ellos, consciente de su conducta ofensiva, como el Santo, ordenando a su pueblo a ser como él (Lev. 19:2). 23 Va dirigido a aquellos (8–15) cuya religión es meramente puntillosa: a ellos se les recuerda que la religión verdadera es sensible a lo que Dios ha hecho (cf.cf. Confer (lat.), compare 14), y cuidadosa en su manera de vivir (23, †œel que actúa cuidadosamente en [su] camino [de vida]†). Por último, el Salmo que empezara con Jehovah convocando a juicio (1–6) termina con él ofreciendo salvación (23).

SALMO 51. LA MARAVILLA DEL ARREPENTIMIENTO

El Salmo y su tí­tulo van juntos como mano y guante. La eficacia del arrepentimiento (1–4) es un comentario exacto de 2 Sam. 12:13. El problema del v. 16, que parece negar que los sacrificios sean aceptables a Dios, es resuelto al recordar que los pecados de David, de adulterio (2 Sam. 11:4) y homicidio (2 Sam. 11:14–17) no pueden ser cubiertos por ninguna provisión sacrificial. A veces se insiste en que los vv. 18, 19 son agregados posteriores diseñados para convertirlo en un Salmo apropiado para uso congregacional y para responder al rechazo del sacrificio en los vv. 16, 17. Pero (aparte del hecho de que el Salmo no puede ser adaptado ¡haciéndolo que se contradiga a sí­ mismo!) David, como rey, no puede pagar sencillamente como un individuo particular: su pecado constituí­a una amenaza a la fibra moral de la vida pública. En consecuencia, estarí­a tan deseoso por edificar a Jerusalén (18) como por su propia restauración.
1–6 Dios y el individuo: arrepentimiento y perdón. En Dios hay misericordia, favor gratuito, inmerecido (Gén. 6:8); amor que no cambia basado en un solemne compromiso; compasión, amor agitado, apasionado (1). El pecado se describe como rebeliones intencionales contra la voluntad conocida de Dios (1); maldad (2), lo interior †œdeformado† de la naturaleza caí­da; pecado (2), un mal especí­fico. El pecador anhela que Dios borre (borra, 1) su pecado, que †œlimpie† la mancha que Dios puede ver; lávame, que penetre las fibras de su naturaleza para extraer la suciedad arraigada en ellas; lí­mpiame, que quite el pecado como barrera que impide la comunión con Dios (2).
3–6 Arrepentimiento; su efecto y necesidad. La oración pidiendo ser limpiado (1, 2) descansa en el simple hecho de reconocer (reconozco) y percibir (delante de mí­, o sea, sentido subjetivamente, 38:17) el pecado (cf.cf. Confer (lat.), compare 32:3, 4). 4 Contra ti. Sea cual fuere el daño que el pecado produce en uno mismo o en otros, lo principal de la pecaminosidad es que ofende a Dios (2 Sam. 12:13). Seas tú, †œa fin de que†. Si el pecador fuera a gritar: †œTú eres soberano. ¿Por qué no me detuviste?†, el Señor responderí­a: †œA fin de que llegues a reconocer tu pecaminosidad y mi rectitud. Mi propósito es que me conozcas tal cual soy, el Dios recto y el Juez justo. Sólo entonces te apresurarás a venir a mí­ para ser limpiado.† 5 La herencia de una naturaleza pecadora, bí­blicamente, no excusa al pecador sino que lo coloca en la posición donde su sentido de culpa aumenta (Mat. 23:34–36). Nacido †¦ concibió. Esto no cuestiona la santidad de los procesos de concepción y nacimiento, más bien afirma que desde el momento de ser concebida existe una persona humana moral, el infante en el momento de nacer, el feto en el momento de ser concebido. Este arrepentimiento debe tomar en cuenta los pecados reales (1–3) y la infección inseparable de la naturaleza humana. 6 En toda la naturaleza humana el pecado no tiene excusa porque es contrario a lo que Dios quiere (quieres), y contrario a la sabidurí­a de Dios enseñada por medio de la conciencia que todo lo penetra.
7–15 Dimensiones del verdadero arrepentimiento. 7 Busca la confrontación divina con el pecado; 8 con el pecador como quebrantado por la ira divina; 9 con la ofensa a Dios por el pecado. Quita, †œsaca el pecado†. Hisopo, el instrumento para rociar produciendo propiciación de la ira divina (Exo. 12:12, 22, 23), dando fin a la exclusión y enemistad (Lev. 14:6), purificando de la profanación (Núm. 19:16–19). David no sabe de ningún sacrificio que sea suficiente (16) pero está seguro de que Dios sí­ sabe. Gozo †¦ alegrí­a, la restauración del pecador a los cantos gozosos del santuario (42:4). Huesos, restauración a una integridad personal. Esconde, confronta, dentro de tu propia naturaleza, tu aborrecimiento santo de mi pecado. Borra, tanto de tu recuerdo como de mi expediente (1).
10–12 El penitente auténtico anhela librarse del pecado por medio de la creación de una nueva naturaleza que tenga el poder de la constancia, el favor continuo de Dios y la presencia de su Espí­ritu Santo (10, 11), el gozo de la liberación y el don de un espí­ritu, es decir, espí­ritu listo para hacer la voluntad de Dios (12). Saúl habí­a perdido sus beneficios inmediatos (1 Sam. 16:14) pero no su realidad definitiva (1 Sam. 28:19) de la salvación y, sin duda, recordando este ejemplo David temí­a que le sucediera lo mismo; así­ como nosotros mismos podemos entristecer (Ef. 4:30) y apagar (1 Tes. 5:19) al Espí­ritu Santo, perdiendo las alegrí­as pero no la realidad de que está en nosotros. 13–15 Enseñando acerca de Dios promueve el arrepentimiento (13), pero el maestro debe tomar en serio su propia necesidad de arrepentimiento, siendo un ejemplo de lo que desea ver en ellos. Sólo como un penitente puede cantar la justicia de Dios (14): la maravillosa justicia por la cual es tanto justo como justificador (Isa. 45:21; Rom. 3:26). Pero el testimonio debe descansar también sobre la oración pidiendo al Señor que nos permita abrir la boca.
16–19 Dios y la comunidad: lo que agrada al Señor. La comunidad renovada se compone de individuos penitentes (16, 17), busca su seguridad en el favor de Dios y lo deleita con sus prácticas religiosas (18, 19). Estos versí­culos comparten los temas del deleite del Señor, su complacencia, el sacrificio y la ofrenda quemada. La ofrenda por el pecado no es mencionada sino sólo los sacrificios relacionados con la consagración a Dios (el holocausto, Gén. 22:2, 12) y la comunión con Dios y su pueblo (donde sacrificio se usa con holocaustos significa †œofrenda de paz†). La propia experiencia de David le enseñó que reconciliarse con Dios era cuestión del corazón (17). Este es el mensaje que querí­a compartir con otros (16 empieza con †œporque†) y establecer una realidad fundamental en la nueva comunidad. Edifica los muros es metafórico, †œhacer segura la comunidad†. Entonces, o sea cuando los pecadores penitentes (16, 17) ponen su seguridad en Dios (18), la religión es un deleite para el Señor; sacrificios de justicia, sacrificios que son todo lo que Dios espera de ellos.

SALMO 52. EL ARBOL ARRANCADO Y EL ARBOL QUE PROSPERA

La RVARVA Reina-Valera Actualizada aumenta y altera el texto heb. del v. 1, que sencillamente dice: †œÂ¡Cómo te jactas de la maldad, hombre poderoso! El amor infalible de Dios es el mismo cada dí­a.† Doeg, el hombre que se habí­a realizado confiando en sí­ mismo (1 Sam. 21–22), aprovechó su oportunidad, y siendo †œtacaño con la verdad† y despiadado en sus acciones podí­a jactarse (jactas) de su propio éxito. Pero comparado con el autosuficiente Doeg, David asegura que nada puede hacer que Dios no esté de su lado. Lo correcto de restaurar el texto heb. en el v. 1 tiene su prueba en los vv. 8, 9 que recapitulan los mismos temas en orden inverso: La jactancia de la maldad (1) encuentra su par en la alabanza (gracias) del nombre que es bueno (9); el amor infalible que sigue todo el dí­a (1b) se desarrolla y llega a ser el amor infalible que dura por siempre (8). El mensaje del Salmo es, entonces, que el amor de Dios es suficiente aun contra el triunfo despiadado, constante en el dí­a de la presión (1) y el mismo por siempre (8).

A1 (v. 1) Seguridades alternativas
B1 (vv. 2–4) La lengua destructora
C (v. 5) Acción divina
B2 (vv. 6, 7) La lengua triunfante
A2 (vv. 8, 9) Seguridad auténtica

1 (A1) Seguridades alternativas: poder humano o amor divino. Jactas, satisfacción y confianza en sí­ mismo.
2 (B1) La lengua destructora. Lengua, siempre el principal indicador del carácter. 3 El carácter, base de lo que dice la lengua: con respecto a valores éticos y normas de la verdad. 4 Engañosa (cf.cf. Confer (lat.), compare 2), la intención de engañar. Doeg dijo la verdad sólo en la medida que podí­a acarrear mayor mal.
5 (C) Acción divina. Por eso, †œtambién†, o sea un acto paralelo de Dios, dirigido a las áreas personales (te), domésticas (moradas) y terrenales (tierra).
6, 7 (B2) La lengua triunfante. Reirán, no por la alegrí­a de la venganza ni maliciosamente (Job 31:29; Prov. 24:17) sino como gozosa reacción a la intervención de la justicia divina (6, temerán) y la prueba de que fuera de Dios no hay ninguna fortaleza (7).
8, 9 (A2) Seguridad auténtica. El árbol lozano, en contraste con el árbol desarraigado (5), se planta en la presencia de Dios, se distingue por la fe asegurada en el amor infalible de Dios (8); caracterizado por una lengua que alaba (daré gracias, 9, contraste con 1, 2), siempre esperando (esperaré) que Dios será fiel a su nombre, y dando testimonio entre los fieles de Dios, aquellos a quienes Dios ama y que corresponden a su amor (9).

SALMO 53. NO HAY POR QUE TEMER

Aunque paralelo al Sal. 14, el Sal. 53 enfoca la misma verdad sobre un tema diferente. La variación clave ocurre en el v. 5. En 14:5 se comenta el temor que dominó a los enemigos del pueblo del Señor cuando por fin se dieron cuenta de que Dios estaba con la †œgeneración de los justos†; 53:5 reprende el temor sin razón sentido por el pueblo de Dios al enfrentar a sus adversarios (4), ya que Dios esparció a sus enemigos. Juntos, entonces, los Salmos muestran facetas contrastantes de la misma situación: cuando el peligro acecha, sus enemigos tienen toda razón para temer y el pueblo de Dios no tiene ninguna razón para temer. Véase un comentario detallado en el Sal. 14.
5 Restaura porque, antes de Dios esparció. El tiempo pasado indica que David estaba sacando una lección de algún incidente que ya habí­a sucedido, pero que puede expresar una †œcaracterí­stica ya fija†, o sea †œDios esparce†. El temor es siempre sin base (nada que temer) porque él siempre contraataca.

SALMO 54. EL NOMBRE QUE SALVA
Zif estaba situado en el extremo sur de Judá y seguramente a David le dolí­a ver que su propio pueblo se poní­a en su contra, por más que su lealtad a Saúl fuera correcta. Como por lo general sucede con los salmos que tienen encabezamientos históricos, el tema que sugiere el encabezamiento es generalizado. David no menciona aquí­ a los sifitas, como tampoco mencionara a Doeg en el Sal. 52 pero, en ambos Salmos, aprovecha la oportunidad para asentar cómo tales situaciones han de ser encaradas: (i) en oración (1, 2). Por tu nombre, actuando de acuerdo con tu naturaleza revelada. Sálvame †¦ defiéndeme, respectivamente un peligro inmediato y la cuestión fundamental: que a David lo estaban juzgando mal y que lo trataban como un traidor. (ii) Recordando la verdad (3–5). Primero, el carácter de sus adversarios (3), segundo, el carácter de Dios (4) y, por último, la oración pidiendo acción retributiva. Los extraños eran en realidad los compatriotas judí­os de David pero que actuaban como extraños violentos, porque no toman en cuenta a Dios, cuando no se toma en cuenta a Dios no se puede contar con fidelidad o humanidad. Señor, †œEl Soberano†. Volver †¦ destrúyelos, lo primero se refiere al aspecto †œbumerán† del pecado, una retribución inherente a la naturaleza de las cosas, lo segundo a la providencia moral directamente divina. (iii) Comprometiéndose al futuro (6, 7). Esto no se ha de entender como un regateo con Dios (Si tú haces esto por mí­ prometo que †¦ ) sino como una respuesta espiritual a la bondad divina. Así­ como él es fiel a su nombre (1), así­ hemos nosotros de dar gracias a su nombre (6) porque me has librado o †œlo†, el nombre de Dios en acción. Han visto, sin regocijarse con lo que ven, sino observando que ha sido preservado en vida para ver a sus adversarios dispersados.

SALMO 55. SOLUCIONES: ENGAí‘OSAS Y AUTENTICAS

La secuencia Dije (6) †¦ clamaré (16) †¦ confiaré (23) expresa el movimiento de este Salmo. En grandes apuros (1–5), David con gusto huirí­a de la situación (6–8) pero opta por responder a la incesante oposición (10) con incesante oración (17), descansando así­ confiadamente (23).

A1 (vv. 1–3) Oración a causa del enemigo
B (vv. 4–21) Soluciones
b1 (vv. 4–8) ¿La solución de huir?
b2 (vv. 9–21) La solución en la oración
A2 (vv. 22, 23) Confianza frente al enemigo

1–3 Cuando ya no hay salida hay un recurso llamado oración. Mi pensar †¦ deprimido (2) †œYa no sé para dónde agarrar†; turbado, desmoralizado. 3 Odian, †œguardan resentimiento†: lo que dicen (voz), su presionar, †œlas dificultades† (iniquidad) que ellos inculpan (†œhacen resbalar† [como una avalancha]†™, cf.cf. Confer (lat.), compare 22), la animosidad que guardan (furor). Tal puede ser la experiencia del creyente. La lección que David aprendió fue hacer que la presión de la gente lo presionara a orar.
4–8 Darle la espalda a todo. 4, 5 Bosquejan el problema; 6–8 ofrecen una solución atractiva. 4 Se estremece de angustia. 5 Espanto †œtiembla†. No sabemos a qué situación se refiere David pero los cinco sustantivos y tres verbos en la RVARVA Reina-Valera Actualizada no dejan duda de la naturaleza mortal y aterradora de la misma. 6–8 Contienen una apelación a resolver los problemas huyendo; para disfrutar del descanso, no ser molestado y encontrar refugio mientras la tempestad ruge afuera.
9–12 El golpe más fuerte, la solución más segura: oración. 9–11 Presión constante: dí­a y noche. 12–14 El dolor más profundo, la comunión violada. 15–19 Oración constante: noche, mañana, mediodí­a. 20, 21 El dolor más profundo, el pacto violado.
La solución no es huir de la situación, sino buscar la intervención de Dios en la situación; no la solución natural del escapismo sino la solución espiritual de la oración. 9 David oró una oración similar en 2 Sam. 15:31, pero no es ése el origen del Salmo: porque a esas alturas, David estaba huyendo; pero no hacia lo que le darí­a paz. Aquí­ el peligro está dentro de la ciudad y David es nuestro ejemplo para contrarrestarlo con la oración directa y vigorosa. 10 Maldad †¦ abuso, †œhipocresí­a †¦ dificultades†. 12–14 Entre la compañí­a que se opone a él (9, 10, 15, 19) uno le da la estocada más triste, un amigo (13) y confidente espiritual en el pasado (14). David camina en la sombra de una mayor traición futura (Mat. 26:47, 48; Mar. 14:43–45; Luc. 22:47, 48. Nótese cómo todos los relatos dicen †œuno de los doce†.)
15 Estaremos en posición de criticar la audacia de la oración de David cuando hayamos pasado por un peligro igual: para nosotros mismos (4, 5) y para otros (9–11) (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 2:24). El Señor Jesús, siendo perfecto, pronunció una maldición sobre Judas (Mat. 26:24). La oración concuerda con la ley de Dios (Deut. 19:19) pidiendo para ellos lo que ellos amenazaron hacerle a él (4); también refleja la acción del propio Dios cuando, en el pasado, el lí­der que él escogiera fuera amenazado (Núm. 16:28–33). Pero nótese que el motivo (15) de esta terrible oración no es el peligro que representan para David, sino el hecho de que se han prestado para ser una morada de (plural de una amplificación) †œtoda suerte de maldades†. La oración es el producto de una convicción moral. 16–19 La oración de David es una actuación resultante de su compromiso, Yo clamaré (16), enfático, †œPero yo por mi parte †¦ †; una disciplina constante, anochecer, amanecer †¦ mediodí­a (17); y descansa sobre lo que el Señor hace: salvará (16), oirá (17), ha rescatado (encuentra la total y suficiente solución para mi necesidad, 18) —y sobre lo que Dios es— el que permanece (19).
22, 23 Un consejo, una confianza, una verdad y un ejemplo. En el v. 23 en lugar de pero léase †œporque†. El consejo a los demás que consagren todo a Dios con la confianza de que él les sostendrá surge de lo que es verdad acerca del Señor en cuanto a su oposición a aquellos, los impí­os. De esta manera los versí­culos enfocan lo que tú debes hacer, lo que el Señor hace: para el justo, los que andan bien con él, (22); para aquellos impí­os (23); y lo que yo hago (23). 22 Echa, †œarroja†, acción vigorosa. Carga, †œasignación†, lo que te es asignado. Sostendrá, la promesa no es de quitar la carga sino de sostener a la persona. Caí­do, del mismo verbo que †œhace resbalar† (3). Por más pesada que sea la avalancha de dificultades que lo arrolla, el justo no resbalará.

SALMO 56. TEMOR Y FE

El dí­a que tengo temor (3) †¦ No temeré (4). Esta paradoja expresa el corazón del Salmo. La situación se relata en 1 Sam. 21:10–15 y es comentada en el Sal. 34 (una meditación subsecuente: que no fue la astucia de 1 Sam. 21:12, 13 sino la oración lo que efectuó la huida) al igual que aquí­: una meditación de David cuando estaba bajo arresto domiciliario en Gat, presumiblemente como un importante rehén. El Salmo consiste de seis secciones balanceadas: David, objeto de la hostilidad del hombre (1, 2) es objeto del cuidado de Dios (9–11); la fe que vence el temor (3, 4) es una confianza que emana de la oración (7, 8); y David siendo oprimido por el hombre (5, 6) se convierte en el David que ha hecho su voto a Dios (12, 13).
1, 2 Un breve clamor a Dios concentrado en el peligro que lo rodea. Contrástese 12 con 13, ¡una referencia al peligro en medio de un concentrarse en Dios! Tal es el efecto del que dice confí­o (3, 4) porque actúa por medio de la oración (9–11). Cuando ponemos los ojos en Cristo †œlo terrenal sin valor serᆝ. 3, 4 El dí­a, o sea †œen el mismo momento†. Cuya palabra. La fe no es un †œsentimiento† de que todo resultará para bien. Es una convicción que brota de lo que Dios mismo ha dicho, una confianza en sus promesas. En el v. 1 hombre es un palabra que subraya la fragilidad humana; aquí­, mortal, †œcarne† implica un contraste con Dios (Isa. 31:3; 2 Crón 32:8), debilidad contrastando con fuerza (cf.cf. Confer (lat.), compare 32:8). Así­, cuando la fe se vuelve a Dios como él se revelara en su palabra, la perspectiva cambia. 5, 6 ¡Qué bien describe la situación en que se encontraba David! La corte de Saúl tergiversando sus palabras y conspirando contra él; los filisteos observando todos sus movimientos (¡como seguramente han de haberlo hecho cuando el que mató a Goliat tuvo el descaro de presentarse en Gat!). 7, 8 Balanceando los vv. 1, 2: un ruego pidiendo cuidado divino. 7 Quizá debiera leerse: †œAl tomar en cuenta su iniquidad, ¿puede haber alguna salida para ellos?† Los pueblos, †œestos pueblos†. 8 Cada tristeza que sentimos (lágrimas), cada momento de dolor (el libro) está guardado en los cielos esperando la acción divina). 9–11 Que (9), †œel dí­a†: en el v. 3, era el dí­a de la fe; aquí­ el dí­a de oración, porque la oración es la primera manera en que se expresa la fe auténtica y, a su vez, lleva a una fe más integral: cf.cf. Confer (lat.), compare 10, 11 con 3, 4. Hombre (11), es el hombre creado por Dios, por lo tanto totalmente bajo su control soberano. 12, 13 Contra mí­ son todos sus pensamientos para mal (5) es (lit.lit. Literalmente) †œsobre mí­, todos sus pensamientos†; en el v. 12 sobre mí­ †¦ tus votos expresa que cuanto más nos amenaza el mundo, más grande será nuestro compromiso; no en el sentido de regatear con Dios, sino para mostrar una determinación de avanzar espiritualmente como resultado de una experiencia soportada y una liberación otorgada. En el v. 13 (para que) se nota que éste es justamente el propósito que Dios tení­a en mente al otorgar liberación.

SALMO 57. ¿BAJO SUS ALAS EN LA NOCHE DE LA DUDA Y LA TRISTEZA?

Este Salmo pregunta: †œ¿Dónde estás?† El tí­tulo dice que David estaba en la cueva (es más probable que se tratara de 1 Sam. 21 que de 1 Sam. 24) pero David se refugia en ti †¦ en las sombras de tus alas (1). Huyendo de Saúl, y disponiéndose a pasar la noche (4, estoy tendido, †œacostado† como un fugitivo solitario), la cueva lo cobija, pero él la ve como las alas extendidas de su Dios. Debido a esto, el clamor inicial de su oración (1) se convierte en un clamor de alabanza (9, 10); su confianza en la oración (2, 3, Clamaré †¦ El enviará) se convierte en una firme alabanza (7, 8); y su sentido del poder de sus enemigos (4) se transforma en una convicción de que sus enemigos están condenados al fracaso (6). Sin embargo, lo importante para David no es que sea librado o que sus enemigos sean atrapados sino que Dios sea exaltado en gloria (5, 11).
1 Misericordia, gracia inmerecida. 2, 3 El sentido de seguridad (clamaré †¦ El enviará) surge de un sentido de Dios: supremamente exaltado, Dios Altí­simo; irresistible en su propósito (que me favorece, cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 1:6); y de misericordia y verdad que no cambian. 5 ¡Qué real es el hecho de que el espí­ritu entusiasta de los vv. 2, 3 es desafiado inmediatamente por los peligros de la vida (4)! ¡Qué lección en espiritualidad es que, también inmediatamente, los peligros son desafiados por una exclamación al Dios exaltado! 6 Con el recuerdo de Dios (5) viene la seguridad de que la maldad causará su propia ruina. 7, 8 David se ha visto frente a sus adversarios (4) y luego, por buscar la gloria de Dios (5), ha podido enfrentarlos exitosamente. Ahora se dedica a la alabanza. Alma (lit.lit. Literalmente †œgloria†), probablemente una metáfora significando ofrecer lo mejor de mí­ a Dios. Despierta. Habiendo tratado de dormir en medio del peligro (4), ahora David se siente listo para encarar el nuevo dí­a con alabanza. 9–11 David toma en serio el hecho de que los propósitos más amplios que su propio éxito personal serán cumplidos, incluyendo una función mundial, porque fue escogido para ser rey sobre una nación que tení­a un llamado especial en relación con todas las naciones (Gén. 12:3). Y habí­a hecho frente a sus dificultades de tal manera que tení­a ahora un testimonio válido de la misericordia y la verdad de Dios.

SALMO 58. EL UNICO SOCORRO, LA GRAN APELACION

Mientras que existen dudas sobre la traducción de magistrados (1), resulta claro que quienes administran justicia (sean jueces humanos o los seres angelicales encargados de mantener el orden sobre la tierra) no lo están haciendo (2). En consecuencia, se apela a Dios (6) para que intervenga, y el Salmo termina con gozo por el justo (10) y la percepción pública de un Dios justo (11). Las secciones intermedias (3–5, 7–9) tratan respectivamente con el carácter y el fracaso del impí­o. Este Salmo tiene un mensaje profundo con respecto a la injusticia sobre la tierra y el fracaso y las maquinaciones sobre quienes cae la responsabilidad de administrarla. Somos simplemente irrealistas si no queremos reconocer el rigor del v. 6 ya que abundan ejemplos donde clamamos con razón a Dios para que detenga la injusticia en las altas esferas.
1, 2 La justicia violada. Magistrados (lit.lit. Literalmente †œsilencio†), posiblemente: †œ¿Puede ser que en el silencio hables justicia?†, o sea que hagas justicia quedándote callado. Con un pequeño cambio de una vocal se obtiene †œlos poderosos†, ya sea los grandes de la tierra o los principados y poderes celestiales.
3–5 El carácter del impí­o. La desviación (alienaron †¦ descarriaron) y la falsedad (mentira) son su herencia de nacimiento (cf.cf. Confer (lat.), compare 51:5); llevan veneno dentro de sí­ y son incorregibles (lit.lit. Literalmente †œcomo una cobra sorda que se tapa los oí­dos†), incapaz, no dispuesto a escuchar cualquier llamado a ser diferente (4; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 1:28–32; Tito 3:3).
6 La gran apelación. Dado que la acusación se centró en el habla (1) se invita el juicio divino para tapar la boca de los que abusan de su posición y para destruir el poder que tienen de hacer mal. Esto es realismo santo, como pedirle a Dios que lleve a la bancarrota a los traficantes de armas; o que haga explotar las bombas terroristas en las manos de quienes las fabrican o colocan. Si la gente está empecinada irreversiblemente en seguir sus malos caminos y no hacen ningún caso a la apelación que se les hace, no queda más que consignarlos al Dios santí­simo.
7–9 El destino del impí­o. Cuatro ilustraciones de †œllegar a la nada†: el agua que corre por el suelo y desaparece (7); una flecha que se arroja y †œparece marchitarse†, cae al suelo como una hoja muerta (7); una babosa †œque se va derritiendo† y deja sólo una cáscara vací­a (8); un embarazo que termina en muerte y no vida (8). 9 Antes que sus espinos †¦ , posiblemente un proverbio para indicar †œinstantáneo† (†œen un abrir y cerrar de ojos†). Las espinas secas se queman inmediatamente, antes de que el fuego llegue a la olla (ver la nota de RVARVA Reina-Valera Actualizada: †œheb. de significado oscuro†. †œAntes que vuestras ollas puedan sentir el fuego de los espinos†, BABA Biblia de las Américas). Cual vendaval. Las palabras (lit.lit. Literalmente †œviviente† y †œfuego†) no se ejemplifican en este significado metafórico. Posiblemente una referencia al Señor: †œComo el Viviente, como la Furia misma, los arrebatará cual vendaval.†
10, 11 La justicia reivindicada. Lavará sus pies, una metáfora significando lograr la victoria (68:23). Dirá el hombre. La exactitud en la ejecución de la justicia es una influencia poderosa sobre la sociedad (Deut. 19:18–21).

SALMO 59. MAXIMA SEGURIDAD

Este Salmo consta de dos partes (1–10, 11–17). La primera empieza con una oración pidiendo liberación (1, 2), extendiéndose para incluir una oración pidiendo el juicio mundial (5); la segunda, con una oración pidiendo el desquite (11–13b) como algo que proveerí­a una revelación mundial (13cd). Cada oración va seguida por el tema de †œperros que merodean† (6 y 7, 14 y 15) y esto a su vez lleva a Pero tú (8–10) y Pero yo (16 y 17).
El relato que sirve de antecedente en 1 Sam. 19:10–12 sugiere una emboscada cierta noche en la casa de David, pero dicha historia se cuenta sin detalles y todo el perí­odo empezando en 1 Sam. 19:10 deja bastante tiempo para la amenaza persistente de la cual habla el Salmo (6, 14). En algún momento de su huida de Saúl, David logró burlar a los guardias y salir de su casa con Mical. Saúl tení­a que actuar con cuidado por la popularidad de David, pero esperaba al principio librarse de David por medio de un homicidio que no se le podrí­a atribuir. Cuando la huida de David hizo que esto fuera imposible, se dispuso la emboscada.
El tema que se repite en el Salmo es que la máxima seguridad se encuentra en Dios: ponme a salvo (1), †œponme en lo alto†; fortaleza (9, 16, 17), †œrefugio alto†, de una altura inaccesible a los enemigos. Nótese que David avanza en su plegaria: †œSé mi máxima seguridad† (1), a un clí­max de confianza: †œTú eres mi máxima seguridad† (17).
Empezó con oración (1–5). Tení­a verdadera confianza en la suficiencia de la oración: sabiendo de los poderes en su contra (3) de todas maneras le bastaba con decir: Lí­brame †¦ ponme a salvo †¦ salvo †¦ despierta para venir a mi encuentro. La apelación a Dios para que efectuara, aun ahora, el juicio final, mundial (5) es prueba del sentido que David tení­a de su propia inocencia (3, 4) de los cargos en su contra: aun ante ese tribunal nada tení­a que temer. Pero su confianza no es en su inocencia sino en la oración.
Continuó con fe (6–10). Los perros que merodeaban vuelven al anochecer (6) pero al espiar David por la celosí­a, no lo hace por temor a ellos sino esperando la llegada de Dios (9), seguro de su dirección (10) y de que sobrevivirá el peligro hasta †œver el final† de sus difamadores.
Mantuvo rigor y compromiso moral (11–13). En el v. 11 David habla de mi pueblo porque en principio, aunque no todaví­a de hecho, él es su rey. Como tal, no busca un mero alivio personal sino que quiere que Dios actúe de manera que el mundo note la providencia moral de Dios en acción sobre la tierra (13). De la misma manera, su preocupación no es †œque le devuelvan lo suyo† sino que pecados †¦ soberbia †¦ maldición †¦ mentiras (12) sean castigados.
En lo peor de las dificultades, Dios puso un canto en el corazón de David. Los perros aún merodeaban (14, 15), Pero (16) †œen cuanto a mí­, canto †¦ † (17) hago música. ¡Qué sorpresa debe haber sido para los que acechaban escuchar a David y Mical en su culto matutino y vespertino!

SALMO 60. A FLAMEAR LA BANDERA

David pasaba por una dificultad de la cual él mismo era responsable. Según 2 Sam. 8:3–7, capturó sorpresivamente a Hadad-ezer de Soba. Hadad-ezer estaba ocupado asegurando la frontera en el extremo norte y David, en forma oportunista, invadió el sur. Pero antes de poder saborear su victoria, le llegó la noticia de que Edom a su vez habí­a tomado a David de sorpresa e invadido atravesando el valle del mar Muerto. Con el rey y su ejército a distancia de allí­, parecí­a que el incipiente reino de David morirí­a antes de poder cimentarse. La situación se expresa resumidamente en el v. 1: el peligro real no es Edom sino la furia divina (expresada por medio de Edom). Por lo tanto sólo en la oración (¡Vuelve a nosotros!; favorécenos nuevamente) está la respuesta. El temblar la tierra (2, cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 19:18; 1 Sam. 14:15), como vino que hace tambalear (3, cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 51:17) muestra la presencia e ira divina, pero hay una bandera que flamear (4), la bandera de la oración (5). Porque en esencia, esta es la situación: Dios ha hecho promesas con respecto a la tierra, al pueblo y a los actuales enemigos (6–8). Sólo Dios es nuestra esperanza (9, 10), por lo tanto, la oración es el único camino (11). El mensaje es más amplio que la ocasión: en cada crisis —aun en las que son por nuestra propia culpa— la solución es repetir las promesas de Dios y flamear la bandera de la oración. Cuando somos infieles, él sigue siendo fiel: no puede negarse a sí­ mismo (2 Tim. 2:13).
1 Es caracterí­stico del pensamiento bí­blico ver duras cosas (3) rastreándolas hasta su origen en Dios. No es imposible que Hadad-ezer haya animado a Edom a que abriera un segundo frente. Pero la manera de manejar las situaciones es ir directamente a su origen. Sea cual fuere la justificación que puede haber tenido David para atacar a los filisteos (2 Sam. 8:1) no se justificaba que conquistara a Moab y Amón (2 Sam. 8:2, 12; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 2:9, 19). Atacar a Hadad-ezer era sencillamente imitar la polí­tica oportunista de los poderes mundanos. ¡Con razón Dios estaba enojado! 4, 5 Cf. Exo. 17:8–16. Moisés consideraba que sus manos en alto era como levantar bandera contra el enemigo y como tocar el trono de Dios en un ruego. Sin duda David pensaba lo siguiente: el ataque de Edom era como el de Amalec (Deut. 25:17, 18). Ante el arco o †œen pro de la verdad†. 6–8 En su santuario, mejor †œen su santidad†: ha dado su palabra santa. Siquem †¦ Sucot, las zonas centrales de Palestina y Transjordania; Galaad †¦ Manasés, las zonas norteñas que lindaban con el Jordán. Estas tipifican la tierra que el Señor habí­a prometido. Efraí­n †¦ Judá, los dos componentes principales del pueblo al cual se habí­an hecho las promesas. La dignidad (fortaleza de mi cabeza †¦ cetro) pertenece a su pueblo; el estado servil (vasija en que me lavo †¦ sandalias) y la subordinación (sobre Filistea) a otros. 9–11 Ya no sales †¦ con se convierte en con Dios por la sumisión de la oración suplicante. La bandera que flamea es a favor de Dios al igual que (4, 5) en contra del enemigo.

SALMO 61. CORAZON QUE DESMAYA †¦ ORACION QUE SE ALZA

Como muchos salmos, el Sal. 61 empieza con una oración y termina con una alabanza. Esta es una secuencia bí­blica, porque la oración genera una seguridad en Dios que se expresa en alabanza y es contestada por los hechos de Dios a los cuales la alabanza es la reacción debida. El pedido inicial es tener una audiencia (1) expresada en una oración de seguridad basada en el poder protector de Dios demostrado en experiencias del pasado (2, 3), pidiendo comunión permanente basada en una relación establecida (4, 5, se traduce †œOh déjame morar †¦ †) y pidiendo el reinado eterno del rey de Dios (6, 7). Como la continuación del reinado de David estaba en peligro, su huida de Absalón es un escenario aceptable para el Salmo, además, nos habla bellamente de una seguridad que nos saca de los peligros, un poder dentro del cual estamos seguros, el calor de una bienvenida cariñosa y protectora y un rey que reina para siempre.
Notas. 2 Desde el extremo, desde una tierra tan remota como el cielo. Más alta que yo, tanto que yo no podrí­a alcanzarla sin ayuda. 4 Tabernáculo, la morada de Dios (Exo. 29:44–46). Alas (Rut 2:12; Luc. 13:34). 5 La razón (pues) por la cual busca entrada a la morada de Dios: un voto humano (de consagración. lealtad) y un regalo divino como herencia (Ef. 1:13, 14). 6 David oró según la fórmula convencional: †œViva el rey para siempre.† Pero el Señor respondió sentando sobre el trono de David a un rey verdaderamente eterno (Luc. 1:31–33). La oración siempre recibe una respuesta más completa de la que pedimos (Ef. 3:20). 8 Cantaré †¦ pagar. La alabanza sin un compromiso moral serio y sostenido es una quimera.

SALMO 62. PODER QUE OBRA EN AMOR

Tenemos mucho que temer y nada en qué apoyarnos o confiar en la humanidad. En consecuencia, bajo la presión humana en toda su realidad, ¿dónde está nuestro recurso? ¡Sólo y perfectamente en Dios! La verdad es declarada (1, 2), repetida como una palabra de aliento para sí­ misma (5, 6), recomendada a los demás (7, 8) y fundamentada en la palabra de Dios (11, 12). Esta no es una doctrina ilusa sino una que ha sido probada en las duras experiencias de la vida: que la gente puede ser muy peligrosa (3, 4) y que el mundo no ofrece solución ni en sus habitantes (9) ni en sus prácticas.
1 Junto con los vv. 2, 4, 5, 6, 9 comienza con una partí­cula (omitida en la RVARVA Reina-Valera Actualizada) que significa †œpero todaví­a†. Muchas son las presiones †œpero todaví­a† (1) en Dios reposa; muchas son los poderes alternativos propuestos †œpero todaví­a† (2) sólo él es mi roca; muchas las razones por las cuales el enemigo no puede triunfar †œpero todaví­a† (4) solamente consultan; y a pesar de sus intenciones en todo, la verdadera amenaza de ellos †œpero todaví­a† (5) reposa. Si alguien dice que necesita también otros poderes, responde †œpero todaví­a† (6) sólo él; y si hacen notar cuánto podrí­an ayudar otras personas responde †œpero todaví­a† (9) vanidad son los hombres. Es así­ que la gran verdad de la fuerza total de Dios para dar descanso a su pueblo en medio de las vicisitudes de la vida ha sido comprobada por experiencia, aun ante realidades contrarias y consejos que ofrecen otras alternativas. Reposa, †œes quietud†. 2 Refugio, máxima seguridad (59:1, 9, 16, 17). No seré grandemente movido, †œnunca gravemente†. Esto es realismo: la vida tiene sus experiencias de zarandeo pero el v. 6 también dice la verdad: no podemos ser movidos de nuestra máxima seguridad. 3, 4 ¡Qué cierto de la humanidad pecadora: aplastar al débil (3), despreciar lo de verdadero valor, recurrir a mentiras y engaños! ¡Qué distinto de Dios (Isa. 42:3) y sus verdaderos siervos (2 Cor. 4:2; 13:9)! 5 En momentos de tensión puede ser que debamos forzarnos a hacer lo que sabemos es verdad. 6 Movido (ver v. 2). 7 Gloria, la reputación y posición que los enemigos destruirí­an. 8 Derramad. El descanso personal en Dios debe ser logrado en oración (Fil. 4:6, 7). 9, 10 El mandato de †œconfiar sólo† en el Señor va apoyado en el consejo de no confiar en la humanidad (9), sus caminos y sus recursos (10). Comunes †¦ notables, expresiones idiomáticas para denotar †œtodos por igual†. 11, 12 Dios tiene poder (a diferencia de lo insubstancial del hombre, 9) y amor que no cambia (a diferencia de los engaños del hombre, 9). No sólo eso, sino que su poder amante es un poder activo de providencia moral (12) por la cual †œcompensa totalmente† (pagas). Por lo tanto, podemos confiar en él para nuestro bienestar venciendo las obras de nuestros enemigos.

SALMO 63. ANHELOS DE LA MAí‘ANA †¦ PENSAMIENTOS DE LA NOCHE

David tuvo su experiencia en el desierto de Judá (tí­tulo) al huir de Absalón (2 Sam. 15:23, 28; 16:2, 14; 17:16, 27–29). En ese calor agotador y deshidratante su sed era de Dios. Con diligencia te he buscado (1) es más bien †œte busco temprano†: sus pensamientos al amanecer cubren su estado presente (1), una sed de Dios domina todo su ser (alma †¦ cuerpo); sus experiencias pasadas (2, 3) del poder, la gloria y la misericordia de Dios dándole las fuerzas para encarar el nuevo dí­a con alabanza y, el futuro, también con alabanza como respuesta (4, 5): saciará †¦ alma y labios de júbilo. Pero también en mi cama surgen los pensamientos nocturnos de un pasado (6, 7) en el cual, lit.lit. Literalmente, †œhas dado pruebas de ser mi socorro†, impulsando un canto; de un compromiso mutuo en el presente (8, Mi †¦ a ti, tu mano derecha †¦ me) y seguridad consecuente (9) y, en el futuro, emitiendo su juicio y dando gozo y triunfo (10, 11). Este Salmo revela †œno el andar a tientas de un extraño tratando de encontrar a Dios, sino el deseo de un amigo, casi un amante, de estar en contacto con el ser que ama† (Kidner). David habla del amor de Dios por él (3), pero es su propio amor por Dios que lo que nos hace orar: †œÂ¡Oh dame la gracia de amarte más!†
1 Dios es conocido personalmente (mi Dios), recibe prioridad en el dí­a (†œtemprano†) y en los anhelos (en tierra árida †¦ carente de agua). 2 Lit., †œEntonces† te he contemplado, o sea, te vi como la solución de un anhelo como el que expresa el v. 1. Anteriormente Dios habí­a satisfecho el alma anhelante y sin duda habrí­a de hacerlo ahora. 4 Nuevamente †œentonces†, por eso te bendeciré. Los lugares cambian. David no puede ya acercarse al santuario, pero Dios no cambia. Revelaré todaví­a su poder, gloria y amor, aun en el desierto, y por ello será alabado. 9, 10 La espiritualidad de 1–8 no es escapista ni irreal sino la esencia misma del vivir práctico. La situación era una de un conflicto que cayó sobre el rey, que debí­a ser resuelto por medio de una victoria y una derrota. Ya que están empecinados en destruir a David, lo que acarrearán es su propia destrucción: para destruirla, más bien, †œserán destruidos†. Esta es la providencia moral activa del amor y poder de Dios que 62:11, 12 declara. 11 Absalón era una amenaza para David como rey (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam 15:4, 10). Al referirse a sí­ mismo como rey, David está asegurando que †œlos dones de Dios y su llamado son irrevocables† (Rom. 11:29).

SALMO 64. EL DIOS JUSTICIERO

La experiencia personal y los sucesos públicos muchas veces hacen dudar de la existencia de un Dios justo y de una providencia moral activa. Si un Dios bueno realmente gobernara el mundo ¿habrí­a tanto desequilibrio de destinos entre la gente indudablemente buena y la indudablemente mala? ¿Triunfarí­a lo malo tantas veces sin que pase nada? Este Salmo responde asegurando que hay retribución divina. Los enemigos de David: malos (malhechores) que causaban problemas (los que obran iniquidad) (3) afilan sus lenguas (espadas) y toman punterí­a con palabras (flechas) envenenadas, planeando un asalto secreto repentino (4); seguros en lo que planean, actúan sin temor (y no temen) y preguntan: ¿Quién nos ha de ver? (5) poniendo en duda la existencia de un Dios santo que observa y reacciona. Pero las mismas armas que usan se volverán en contra de ellos —la flecha y la lengua— ¡y con igual prontitud! (7, 8). Porque no importa lo astuta que sea la mente del hombre (6), Dios sabe a dónde apuntar y la providencia moral que ellos despreciaron se convertirá en una cuestión de testimonio público (8, 9). Pero la providencia justa de Dios que obra de una manera para retribuir, obra también de la otra manera para proteger: la voz que ora en medio de sus dificultades pidiendo protección se convierte en la voz que, dentro del refugio divino, se goza en la alabanza (10).

A1 (vv. 1, 2) Oración pidiendo protección
B1 (vv. 3, 4) El ataque
C1 (vv. 5–6b) Negación de retribución
B2 (vv. 6c–8b) El contraataque
C2 (vv. 8c, 9) Afirmación de retribución
A2 (v. 10) Gozo en la protección

1, 2 Oración pidiendo protección. Mi voz, no una queja sino compartiendo sus dificultades. 2 Consejo secreto de los malhechores, †œpandilla†.
3, 4 El ataque. Temen, temor a una represalia.
5, 6b Negación de retribución divina. ¿Quién nos ha de ver?, o sea, †œobservarᆝ para tomar nota y hacer algo al respecto.
6c–8b El contraataque. Lo profundo. Tradúzcase †œAunque la mente †¦ profundo †¦ pero Dios †¦ † Es posible esconder un plan de la gente pero no de Dios. Por más profundo que esté el corazón, su flecha da en el blanco. 8ab es difí­cil de traducir, pero la RVARVA Reina-Valera Actualizada establece el punto principal en los vv. 7, 8 en el sentido de que los malos serán castigados con sus propias armas (3, 4).
8c, 9 Afirmación de retribución divina. Cf. Isa. 26:9.
10 Gozo en la protección. El gozo viene antes que la solución. Los hechos de Dios son repentinos (7), no necesariamente inmediatos, pero mientras esperan su protección los que †œandan bien† con él tienen un gozo independientemente de sus circunstancias cotidianas.

SALMO 65. EL Aí‘O CORONADO

Cada año era †œcoronado† con el dí­a de Expiación y la fiesta de los Tabernáculos, incluyendo el quitar los pecados (Lev. 16) y la acción de gracias por las cosechas (Lev. 23:39; Deut. 16:13–15). Pero este Salmo refleja un año que era muy especial. Habí­a habido una notable repuesta a la oración (2, 5); el pecado habí­a sido una realidad abrumadora (3); Dios habí­a realizado obras maravillosas (5), incluyendo acallar a las naciones (7) y establecer una reputación mundial (2, 5, 8), y la cosecha habí­a sido particularmente abundante (9–13).
Tenemos documentado un año que provee una ilustración: cuando Asiria amenazó a Sion y fue derrotada por una acción de Dios (Isa. 36; 37). La rebelión contra Asiria los habí­a colocado en una situación de impotencia (Isa. 37:3) pero la oración habí­a sido contestada (Isa. 37:4, 14–20, 21), el Señor habí­a acallado el tumulto de las naciones (Isa. 37:36, 37), y la provisión de la cosecha para dos años, sin actividad humana, fue ofrecida como prueba de que no fue un accidente, sino la obra de Dios (Isa. 37:30). Pero dentro de la experiencia de David, la situación documentada en 2 Sam. 21:1–14 sugiere una situación igualmente aplicable al Salmo al terminar la hambruna de tres años, no por los recursos desacertados y pecaminosos de David (2–9), sino por la oración contestada (1, 14). En tres secciones el Salmo lo cuenta todo.
1–4 Oración, expiación, reconciliación. El pueblo se acerca a Dios en alabanza y dedicación, dirigiéndose a él como el que contesta oraciones, experimentando la riqueza que significa poder acercarse a él por medio de la expiación. 1 Te corresponde la alabanza (lit.lit. Literalmente †œPara ti el silencio, o quietud es alabanza†). †œQuietud† quizá signifique †œlo que todaví­a está allí­†, o sea †œLa alabanza es siempre tuya†; la expresión puede indicar un momento de maravillado silencio ante el Dios que efectuó una liberación tal que no hay palabras que la describan. Los votos (cf.cf. Confer (lat.), compare 61:8), el ofrecer votos a Dios era costumbre en tiempos de crisis. 2 Implica que la oración fue contestada en una forma que sugiere que este Dios un dí­a será reconocido por todos los pueblos en todas partes. Deut. 4:6–8 conecta a un pueblo que ora con un mundo impresionado por la oración. 3 Prevalecen, †œvencidos†, dominados por el pecado. Perdonarás, †œcubrió†, †œhizo expiación por†, no escondiendo para que no se vea sino pagando el precio que †œcubrió† la deuda. 4 La expiación produce bendición, es dada por la decisión electiva de Dios, nos acerca y nos hace aceptos en el mismo lugar santo.
5–8 Liberación, dominio, revelación. La respuesta a la oración llegó en los hechos tremendos con los cuales Dios mostró ser nuestra salvación, digno de confianza universal. El poder del Creador se usó para acallar a las naciones turbulentas con el resultado de que en todo lugar fue temido. Es tí­pico de Sal. generalizar de esta manera, extendiéndose de un acto especí­fico de Dios para presentar el panorama más amplio de su soberaní­a y poder (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 67). 7, 8 Los hechos tremendos de Dios dominaron a los pueblos, al punto de que sus maravillas, †œseñales†, fueron contadas hasta los confines de la tierra provocando temor (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 2:8–11).
9–13 Cuidado, lujo, providencia. Al final de un año cuando por la ocupación asiria de la tierra habí­a sido imposible cultivarla, seguí­a la abundancia (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 37:30). Este era el cuidado de Dios (9), su lujosa fertilización (10) por la cual la abundancia coronó el año (11–13). 9 El rí­o de Dios. Sus rí­os celestiales, conteniendo agua para la tierra. La figura es extravagante pero la realidad es que el crecimiento sobre la tierra es siempre el producto de poderes celestiales, no del ingenio humano sino de la productividad de Dios. 11 El año con, o †œel año de tu bondad†. Terminar el año con una cosecha abundante era sólo la corona de toda la bondad que la habí­a precedido.

SALMO 66. SU PROVIDENCIA †¦ MI ORACION

El movimiento de este Salmo desde la tierra (1) hasta mí­ (20) ví­a nos (10) no puede ser explicado con certeza. ¿Fue que un individuo prologó su ofrenda de acción de gracias (13–15) y testimonio (16–20) con un himno sobre la relación de Dios con el mundo (1–7) y con su pueblo (8–12)? ¿O fue el pueblo que llegó expresando su gratitud por haber sido liberado (12) y un individuo (¿el rey?) expresó lo que ellos tení­an en su corazón (13–20)? Los antecedentes sólo pueden ser conjeturas pero el mensaje es claro.
Lo que el Señor hizo, históricamente, para su pueblo es la base de una invitación a todo el mundo (1–7). El mundo es convocado como si fuera a observar al Señor junto al mar Rojo, y luego sumarse a su pueblo en su regocijo en un Dios así­ y en no rebelarse contra él (5–7). La salvación que dio a algunos (Israel) es una invitación para todos (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Cor. 5:18, 19) (†œnosotros †¦ el mundo†).
Los tratos del Señor con su pueblo en el presente han de ser entendidos a la luz de lo que hizo en el pasado (8–12). Sea cual fuere la prueba (10) que habí­an pasado ésta era como volver a repetir lo del mar Rojo: cuando cruzaron por el agua lo hicieron para salir a la libertad (12).
Tenemos que pasar por nuestros sufrimientos de manera que se conviertan en oportunidad para testificar: los pueblos son convocados a bendecir a nuestro Dios por la preservación, la prueba, el profundo dolor y la liberación final y definitiva de su pueblo (8–12).
No existe una iglesia aparte de quienes la componen, el individuo respondiendo espiritualmente con su dedicación (13–15), testimonio (16–19) y alabanza (20).
Los tratos providenciales de Dios con su pueblo brotan de su propia voluntad y hechos (10–12, seis verbos en segunda persona singular), pero la bendición que se manifiesta no llega sin oración (17) y santidad (18). No cabe duda que el Señor realiza sus más grandes y predeterminadas maravillas a través de las oraciones de su pueblo (Mal. 3:1; Luc. 1:13).
1–12 Alabanza mundial. La experiencia, pasada (1–7) y presente (8–12) del pueblo del Señor lleva a una invitación a todos a sumarse a la adoración, reconociendo primeramente que ha revelado quién es él (2, 4, nombre), y sus hechos y poder conquistador (3). 5–7 La experiencia del mar Rojo (6) data de siglos. El llamado, entonces, venid y ved, es deliberadamente imaginativo. Pero habiéndonos transportado al pasado, a aquel gran evento, podemos decir lit.lit. Literalmente †œregocijémonos allí­† (6c), como si estuviéramos de pie a la otra orilla, con el victorioso poder del Señor y sus temibles consecuencias (7; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 14:30, 31) de rebelión ante nuestros ojos. Pero Dios todaví­a está sobre su trono (8–12) y su pueblo tiene una experiencia actual para compartir: Dios está decidido a hacerle bien a su pueblo (9, lit.lit. Literalmente †œNos ha designado a la vida†); impone sufrimientos con propósito (10) en el sentido de que es probado para comprobar su calidad y purificado para comprobar su pureza; él determina todas nuestras experiencias, por más temibles que sean (11, 12). Cuando la vida nos aprisiona (red), cuando las presiones aumentan (apretura), cuando la gente es atrozmente cruel (cabalgarán encima), cuando una circunstancia amenazante se sucede a otra (fuego †¦ agua); es todo la obra personal de él: nunca estamos fuera de la mano de nuestro Padre (Juan 10:29; 1 Cor. 10:13), el Dios de la abundancia definitiva (12; 2 Cor. 4:16–5:1; Apoc. 7:9–17).
13–20 Alabanza individual. La experiencia individual de dedicación (13–15), oración (17), santidad (18) y oración contestada (19) provee un testimonio para la iglesia (16). El momento de dificultad (14, cf.cf. Confer (lat.), compare 10–12) era encarado haciendo votos al Señor, votos que ahora eran cumplidos simbólicamente con los holocaustos (13): la ofrenda que nada se reserva (Gén. 22:2, 12). Pero un voto así­ no es que se quiera negociar con Dios y cuando sucedió la liberación, no era que Dios estuviera cumpliendo su parte del trato sino una respuesta a la oración. La verdadera oración expresa nuestra oración verbalmente (17, con mi boca), está siempre lista para alabar (17, con mi lengua, †œen la punta de la lengua†), y requiere el contexto de un corazón puro (18): la determinación de no †œdar lugar en mi corazón al pecado†. A su vez, la oración contestada fluye hacia el exterior en alabanza (20) porque es viva prueba de que su misericordia no se ha lit.lit. Literalmente †œapartado† de mí­.

SALMO 67. LA COSECHA

Es emocionante escuchar este Salmo como un acto de acción de gracias por la cosecha: en los vv. 1–3, 5–7 posiblemente el lí­der de la adoración hablaba (lí­nea 1) y la congregación respondí­a (lí­nea 2). Esto correctamente aí­sla el importante v. 4 (¿dicho todos juntos?) con su oración pidiendo que todo el mundo acuda a ponerse bajo el Dios de Israel. El significado mejora si leemos en el v. 4: †œgobernará †¦ guiarᆝ y en el v. 6: †œha dado†.
1 Cf. Núm. 6:24–26. Israel era el pueblo singularmente bendecido. 2 Pero para el pueblo de Dios, su propia bendición nunca es un fin en sí­ misma. No sólo tienen la bendición aarónica (1) sino también la bendición abrahámica (Gén. 12:2, 3) que se proyecta a todo el mundo. Son bendecidos †œpara que† sean una bendición a toda la humanidad. 3–5 Apareciendo como un paréntesis entre repetidas oraciones, el v. 4 afirma que la felicidad mundial podrá ser una realidad únicamente cuando Dios sea rey y pastor de todas las naciones. Juzgarás, †œjuzgar† (no †œemitir juicio sobre† sino) †œarreglar todas las cosas† como lo harí­a un auténtico rey. Guiarás, (cf.cf. Confer (lat.), compare 77:20), comportarse como un pastor. 6, 7 Una vez más está lista la cosecha. La bondad de Dios, digna de alabanza, no sólo puede verse en las liberaciones extraordinarias (Sal. 65; 66) sino también en la providencia de sus mercedes comunes anuales. Esta bendición se considera primero como un adelanto de bendiciones mayores por venir (6b) y luego (7), ya que cosecha es una metáfora de la mies mundial (Isa. 27:12, 13), un adelanto también de una cosecha que abarca los confines de la tierra (7; Apoc. 7:9, 10).

SALMO 68. DESFILE: UNA MARCHA DE RECUERDOS Y EXPECTACIONES

Al repetir (1) Núm. 10:35, el Salmo recuerda la marcha hacia adelante de Israel desde el Sinaí­ hacia Canaán (1–3). Los que marchaban eran los cautivos (6) a quienes el Señor guió desde Egipto y para quienes es él ahora padre y juez en su viaje por el desierto (4–6). Son ellos a quienes él trae a la abundante lluvia de Canaán (7–10) donde esparció †¦ a los reyes (14), anunciando su victoria para que gentes gozosas la anuncien en otros paí­ses (11–14). Dentro de Canaán también (para disgusto de montes más majestuosos), escogió el monte Sinaí­ y ascendió triunfante (15–18), como el Dios que salva a su pueblo y destruye a sus enemigos (19–23). Pasando así­ a su trono en medio de lí­neas de muchachas tocando tamboriles y acompañado de cantores e instrumentistas y de representantes de su pueblo en presencia de la gran congregación ofreciendo su alabanza (24–27). En oración piden a Dios que todo el mundo se someta a él (28–31) y, con gran visión, convocan a todo el mundo a sumarse a la alabanza (32–35).
Pero hay más aquí­ que una marcha en el recuerdo. Podemos notar la descripción dramática de marchas triunfales de verdad (24) que podrí­amos identificar con la ocasión cuando David llevó el arca al monte de Sion (2 Sam. 6:12–16; 1 Crón. 15:1–28).
1 Dios se levantará, etc. la oración del pasado convirtiéndose en una afirmación del futuro. 2 Humo †¦ cera. Respectivamente lo que es insustancial y vulnerable. Así­ son los enemigos del Señor delante de él, por más invencibles que nos parezcan a nosotros. Impí­os. En sus victorias el Señor es siempre motivado por consideraciones morales, actuando desde su santidad, no por favoritismo a su pueblo (cf.cf. Confer (lat.), compare 21; Gén. 15:16). 4 Preparad camino, †œconstruyan un camino para él† (Isa. 40:3). Van marchando de manera que van creando un camino para que el Señor marche entre ellos. Sobre las nubes enmienda el texto heb. a la luz de 18:9, 10 y paralelos paganos pero, lit.lit. Literalmente †œa través de los desiertos† va mejor en esta estrofa: el gran Jinete del desierto ha llegado para brindar su amoroso cuidado a su pueblo en el desierto (Deut. 2:8; 8:15). 5 Cf. 10:14; 146:9; Exo. 22:22–24; Deut. 10:18. 6 Cautivos, los que fueron librados de la †œcasa de esclavitud† (Exo. 20:2). Rebeldes, Núm. 14:9, 22 y 23; 26:64 y 65; Deut. 2:14–16. No sólo para sus enemigos (2, 21) sino también para su pueblo, el Señor es el Dios santo que demanda obediencia e impone sus disciplinas. 7, 8 Cf. Jue. 5:4, 5. El Sinaí­ se caracterizaba por las manifestaciones naturales que reflejan la grandiosidad del Señor (Exo. 19:16–18), pero el Dios del Sinaí­ utiliza su creación también para la providencia más bondadosa que es la abundante lluvia (Deut. 11:10–12). Contraste las sequedades (6) con la posesión que reanimaste (9), los destinos del desobediente y obediente, respectivamente (Hech. 3:19; 5:32). 11 El Señor †¦ hueste †¦ buena nueva. Como el Comandante en Jefe (2 Sam. 18:19 ss. el Señor anuncia su victoria y, como en Exo. 15:20, 21; 1 Sam. 18:6, lit.lit. Literalmente †œgrande era la multitud de mujeres contando las buenas nuevas†.
12 Reyes (Jos. 12:7–24). En su casa las mujeres o †œella que se quedó en casa† (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 5:28–30). 13 Recostabais entre los rediles, los que guardaban la casa, pero que no estaban †œde guardia†; alternadamente †œentre las alforjas†, como un asno abrumado por el peso que lleva: oprimidas por las demandas de la ocasión; o †œjunto al fuego†, las mujeres cuidando de su hogar. Hasta tal punto es la victoria obra del Señor que ni el descanso, ni el agotamiento, ni la falta de participación humana puede incidir sobre los resultados. Paloma, considérese una referencia al pueblo del Señor a quien él adorna con plata y oro tomado del botí­n obtenido por la victoria alcanzada sin el esfuerzo del pueblo. O el v. 13 puede ser una referencia poética al rico botí­n mismo. 14 Salmón †¦ nieve. ¿Significa esto que el Señor esparció a los reyes como nieve en el viento? ¿O utilizó el Señor una tormenta de nieve para asegurar la victoria? (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 10:11; Jue. 5:21). ¿O era que los deshechos de la batalla eran tan tupidos que eran como nieve que cubrí­a la tierra? Salmón (ver Jue. 9:48). La expresión puede ser un proverbio cuyo significado es ahora incierto. 15–17 El monte de Basán puede parecer más imponente, pero no se puede comparar con la grandeza de Sion que consiste en haber sido la elección, la presencia y el poder del Señor (16, 17). Sinaí­ †¦ santuario. El Sinaí­ fue el escenario de una manifestación grandiosa del Señor (Exo. 19). Cuando llega a Sion, entonces, lit.lit. Literalmente †œSinaí­ está en el lugar santo†: Todos los valores y las realidades del Sinaí­ residen ahora en Sion. (Cf. 1 Cor. 3:16; 6:19; Ef. 2:19–22; 3:16–19.)
18 Subiste †¦ tributos †¦ hombres. Al final de la larga marcha por el desierto y el arduo trabajo de la conquista, el Señor victorioso viene triunfalmente a Sion. Ha llevado lit.lit. Literalmente †œcautiva a la cautividad† (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 5:12). O sea que ha tomado como cautivos a los que tení­an cautivo a su pueblo. Hombres †¦ aun de los rebeldes reconocen la victoria del Señor dando sus tributos. Podrí­amos, sin embargo, traducir: †œ †¦ obsequios, a saber, personas —¡para colmo rebeldes!— a fin de que el Señor pueda fijar su residencia†, o sea los rebeldes han sido conquistados por el Señor, quien hizo esto para poder morar entre ellos (Exo. 29:46; 2 Cor. 6:16). 19, 20 Cuando Pablo usó el v. 18 para referirse a la ascensión del Señor Jesús (Ef. 4:8) incorporó lo que los vv. 19 y 20 dicen sobre la bondad de Dios hacia su pueblo adaptando la cita para decir †œdio dones†. Lleva †¦ (Isa. 46:1–3) el Señor †¦ muerte, posiblemente †œAl Señor soberano le pertenecen las salidas que son de la muerte†. La muerte celosamente vigila las puertas que mantienen adentro a los prisioneros, ¡pero aun las puertas pertenecen al Señor! 21–23 Con tí­pico realismo se describen los resultados de la victoria, pero haciendo notar que cuando el Señor aplasta †œla cabeza† de sus enemigos y da a su pueblo los frutos de la conquista, todo se justifica por razones morales (21, 23). Nosotros que sufrimos de atrofia moral, que tenemos poca capacidad de verdadera indignación moral, que siempre estamos listos para contemporizar en lo moral, no sabemos lo que el pecado realmente es, cómo lo ve y cómo ofende a un Dios santo y cuán justa es la retribución aparentemente más salvaje. Volver †¦ volver. La referencia puede ser a lo inevitable que será que los enemigos del Señor, queriendo escapar, serán ajusticiados, o la constancia con que el Señor trae de vuelta a su pueblo aun si sus enemigos procuran desheredarlos. 24–27 Tamboriles (Exo. 15:20; Jue. 11:34; 1 Sam. 18:6, 7). Benjamí­n, etc. Dos tribus del sur y dos del norte sugieren poéticamente todas las tribus del pueblo del Señor. 28–31 Al avanzar la procesión y luego subir al monte de Sion, recapitula para los que marchan y los que observan toda la larga marcha de la historia de Israel y la gracia y el poder del Señor. Ahora la gran congregación se dispone a orar que el Señor pruebe ser el mismo manifestando su poder (26–28) y su gracia (templo, 29a), para lograr la sumisión del mundo (29–31). Fiera †¦ cañaveral, Egipto ubicado junto al Nilo. Toros †¦ becerros, representan respectivamente poder y liderazgo, subordinación y seguidores: tanto reyes como pueblo. Se complacen en batallas. El reino joven de David estaba rodeado de naciones listas para poseerle, especialmente los filisteos. Una referencia a ellos aquí­ juntarí­a a enemigos grandes (Egipto) y pequeños (filisteos), del pasado y del presente. Cus, una sección remota más allá del alto Egipto, representando los confines más lejanos de la tierra. 32–35 La oración se convierte en alabanza, por la seguridad que el Señor contestará. Por lo tanto, se puede convocar a toda la tierra para alabar su ensalzada sabidurí­a, su poder, su dominio sobre Israel y, sobre todo (33, 34), su maravillosa santidad y su permanecer por gracia (santuario), su poder a disposición y por merecer alabanza (35).

SALMO 69. EL COSTO, PREOCUPACION Y REALISMO DE LA AUTENTICA DEVOCION

David estaba siendo objeto de un odio prolongado que poní­a en peligro su vida (1–4). Ese odio denigraba a los buenos de la tierra (6), lo habí­a enemistado con su familia (8), hací­a de su profesión religiosa motivo de burla (10–12), le hací­a pensar que el Señor se habí­a apartado de él (17), lo sumí­a en la congoja y lo habí­a dejado sin amigos (20). El comentario público era que se habí­a envuelto en alguna práctica ilegal (¿financiera?) (4) pero la razón secreta era su devoción al Señor (7) y a la casa del Señor; en realidad, Dios mismo era el objeto del ataque (9). El Salmo fue escrito no habiendo sido resuelta la crisis (29).

A1 (vv. 1–4) Oración describiendo la crisis mortal
B1 (vv. 5–12) Los que necesitan protección
A2 (vv. 13–18) Oración apelando al carácter de Dios
B2 (vv. 19–29) Los que merecen retribución
A3 (vv. 29–36) La oración se convierte en alabanza

Ninguna situación documentada de la vida de David concuerda con esto, pero es más fácil insertarlo con acierto en la historia de él que tratar de componer un libreto para otra persona en otra época. David estaba ocupadí­simo con planes (1 Crón. 28:11–21) y los recursos financieros (29:2–5) para el templo. La riqueza produce envidia, y pueden haber surgido los que sentí­an que las necesidades de los pobres y otros intereses nacionales estaban sufriendo por lo que parecí­a una obsesión del rey. Las acusaciones de malversación de fondos serí­an fáciles de hacerse y no siempre fáciles de rebatirse, produciendo la ruina de su reputación, como el Salmo sugiere. Este es el Salmo citado con más frecuencia en el NTNT Nuevo Testamento, principalmente por el Señor Jesús: 4 (Juan 15:25), 9 (Juan 2:17; Rom. 15:3), 21 (Juan 19:28; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 27:34, 48), 22 (Rom. 11:9 ss.), 25 (Hech. 1:20). Además, otros versí­culos concuerdan con la experiencia de salvaje hostilidad que sufriera el Señor (Mat. 27:27–31, 39–44; Mar. 14:50).
1–4 Oración describiendo la crisis mortal. Las metáforas de ahogarse, arenas movedizas (cf.cf. Confer (lat.), compare 40:3) e inundaciones incontrolables (2) describen la siniestra realidad de la situación. Hace tanto tiempo que la oración no recibe contestación que la voz y los ojos están agotados (3) mientras que innumerables personas y muchos enemigos, sin justificación, tienen suficiente influencia como para tomar medidas que lo obliguen a restituir lo que no habí­a robado (4).
5–12 Los que necesitan protección. Culpa se refiere especí­ficamente (Lev. 5) a situaciones en que se cometió un delito que requerí­a una restitución al agraviado. De esta manera, el v. 5 se apoya en el v. 4. Cuando el Señor examine a David encontrará insensatez (†œtonterí­a†) en ceder a la presión y haciendo restitución por algo en lo que él no encontrará culpa. 6–12 Porque David ha actuado como si fuera culpable, creó un antecedente que podrí­a generar la crí­tica contra todos los que viví­an por fe y practicaban la presencia de Dios (6). Porque el pueblo de Dios es un solo cuerpo, cuando quieren embarrar a uno de sus miembros, el barro se pega también a los demás. En cuanto al propio David, habí­a perdido el amor de su familia (8), fácil de imaginar en el escenario descrito anteriormente: ¿pensaban que su hermano, ahora rico, debí­a ser generoso con ellos? Pero también la práctica de su religión auténtica y reputación personal fueron motivo de desprecio; en la mente de los importantes miembros de la sociedad, los que se sentaban en el tribunal (10–12; Deut. 21:19; Rut 4:1) y en los cantos de los borrachos. Y todo sucedí­a sin justificación, pues a él no lo motivaba otra cosa que no fuera su devoción (7a; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 6:14–21 donde la devoción de David también fue motivo de malentendidos) y su consagración a la casa (9a) del Señor. Pero sabí­a, además, que lo estaban usando para vengarse de Dios (9b).
13–18 Oración apelando al carácter de Dios. Nótese cómo aparecen las mismas metáforas (agua, arenas movedizas, inundaciones) de los vv. 1–4, al igual que los que le aborrecen. Pero ahora el grito singular del v. 1 se convierte en una apelación sostenida, empezando con su buena voluntad (aceptación) bondad (comprometida, que no cambia) y la verdad de tu salvación (13) y terminando con su buena †¦ misericordia (que no cambia) e inmensa compasión (el amor activo y apasionado de 1 Rey. 3:26). 18 Acércate (cf.cf. Confer (lat.), compare del †œpariente más cercano†, Lev. 21:2, 3; 25:25; Rut 2:20). Redí­mela, redimir era la obligación del †œpariente más cercano†, tomando sobre sí­, como si fueran propias, las necesidades de su pariente afligido (Lev. 25:25; Rut 3:12; Isa. 41:14; 43:14, cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 19:14). Lí­brame, †œpagar el rescate†, pagar el precio que sea para cubrir la necesidad (31:5; 55:18).
19–28 Los que merecen retribución. Ver en la Introducción: Salmos de Imprecación. En los vv. 19–21 vemos el efecto que han tenido los enemigos; en los vv. 23–28 el castigo que merecen. Como la mayorí­a de las imprecaciones, éstas descansan sobre el principio enunciado en Deut. 19:19, que los que hacen acusaciones falsas deben ser judicialmente recompensados con lo mismo. En la presente oración (porque es una oración: todo es entregado a Dios sin pensar en vengarse personalmente) ellos son traí­dos para ser juzgados por Dios. Actuaron con un rencor venenoso, expresado en términos de alimento (21): la mesa de ellos será una trampa (22); causaron agotamiento fí­sico (3): ellos también tienen que sufrir (23); provocaron un sentido de que el Señor se habí­a apartado (17): ellos sufrirán su realidad (24); su familia se distanció (8): los hogares de ellos serán destruidos (25); lo culparon con acusaciones falsas (4, 5): serán juzgados irremisiblemente culpables (27); se pusieron en contra Dios (9): Dios se pondrá eternamente en contra de ellos (28).
Esta es la impresionante lógica del juicio divino. Antes de criticar una oración como ésta tenemos primero que encontrarnos en un sufrimiento similar. También debemos preguntarnos si nuestro sentido moral —particularmente nuestro sentido de agravio moral— es lo suficientemente agudo como para que estemos seguros sobre cuál es la manera correcta o incorrecta de orar. También debemos preguntarnos si una oración como ésta concuerda con el pensamiento de Cristo, porque mucho en este Salmo nos ha colocado cara a cara con sus sufrimientos y su reacción fue orar que los que lo atormentaban fueran perdonados. Seguramente éste es ahora el único modo de orar. Pero hay algo más para tener en cuenta: el propio Señor Jesús pronunció terribles †œmaldiciones† (Mat. 23:13–36); se imaginó a sí­ mismo diciendo: †œApartaos de mí­, malditos† (Mat. 25:41); el dí­a vendrá cuando todos huirán de la ira del Cordero (Apoc. 6:15–17); él estará presente cuando los libros sean abiertos (Apoc. 20:12): y en aquel dí­a no habrá oración pidiendo perdón, sólo la justicia divina aplicada eternamente. O sea, que existe tal cosa como pura ira y, aquí­, en alguien que anhela justicia, el ATAT Antiguo Testamento refleja ese aspecto del carácter de Cristo. 28 Cf. Exo 32:32; Dan. 12:1; Luc. 10:20; Fil. 4:3; Apoc. 3:5; 13:8; 21:27.
29–36 La oración se convierte en alabanza. Mientras el dolor (dolorido) persista, también persistirá la alabanza (alabaré), complaciendo a Dios, dando un testimonio alentador, basado en la seguridad de que la oración será contestada y merecedora de convertirse en el canto de toda la creación, porque, cuando pase la presente aflicción, la estabilidad volverá a la tierra (35) para los que aman su nombre (36).
Notas. 31 Cuernos y pezuñas. Los cuernos serí­an prueba de su edad, las pezuñas (Lev. 11:3, 4) de su †œlimpieza†: o sea más delicioso para el Señor que la ofrenda que llena todos los requisitos, es el corazón agradecido. 33 Sus prisioneros, cf.cf. Confer (lat.), compare 26. En todas las circunstancias, somos del Señor, aun cuando la gente piense que estamos totalmente a merced de ella. Nuestras cadenas están en sus manos (Ef. 4:1; 6:20; Fil. 1:13).

SALMO 70. ¡SOCORRO!

Lo que el Sal. 69 manifiesta extensamente, el Sal. 70 lo expresa en un grito agudo, urgente. Ambos tienen el mismo sentido de peligro personal (69:1–4; 70:1, 2, 5), la misma oración contra los agresores (60:22 ss.; 70:2 y 3) y por el pueblo de Dios (69:6; 70:4), pero domina la brevedad; las oraciones tienen una cualidad †œtelegráfica†. Lo mismo sucede cuando se compara el Sal. 70 con el casi idéntico 40:13–17. Las palabras que allí­ †œredondean† las peticiones no aparecen aquí­ como si la urgencia no permitiera nada fuera del mero grito pidiendo socorro. Se sugiere por lo general que el Sal. 70 adapta el Salmo más antiguo para ser usado en la liturgia pública pero es mucho más probable que sea una cristalización para uso privado en una crisis. Es bueno tener escrita una oración como ésta para los momentos de presión cuando no podemos enfocar nuestros pensamientos y lo extremo de nuestras circunstancias inciden sobre nuestro poder de expresión.
Notas. 2, 3 Avergonzados †¦ confundidos †¦ vergüenza. Desencanto en algo que se esperaba, sufrir vergüenza (públicamente). 4 No el gozo por la vergüenza del adversario; gozo en el Señor a través de la crisis.

SALMO 71. CORRO CON TODAS MIS FUERZAS

En 1836 Charles Simeon se jubiló después de 54 años de ministerio en la Iglesia Holy Trinity, en Cambridge. Un amigo, al descubrir que seguí­a levantándose a las 4 de la mañana para encender su propio fuego y dedicar tiempo a estar a solas con Dios, le amonestó diciendo: †œSeñor Simeon, ¿no le parece que ahora que se ha jubilado podrí­a descansar un poco?† †œ¿Qué?†, contestó el anciano, †œÂ¡no he de correr con todas mis fuerzas justamente ahora que tengo a la vista el lugar de llegada!† En este Salmo tenemos a otro anciano (9, 18) corriendo con todas sus fuerzas: maduro en su experiencia con Dios (5, 6, 17), todaví­a enfrentando desafí­os y presiones (4, 13), dependiendo profundamente de la oración (1–9, 12, 13), alzándose en alabanza (8, 14, 22–24), dejando el futuro en las manos de Dios (19–21), ávido de prolongar su testimonio (17, 18): un glorioso ejemplo para los jubilados, un retrato desafiante para todos. El Salmo cita a otros Salmos (1–3, 31:1–3; 4–6, 22:9, 10; 12, 22:11; 13, 35:26, etc.) pero temática y circunstancialmente se agrupa con los Sal. 69 y 70 y concuerda perfectamente con la descripción de David sufriendo falsas acusaciones y espantosos ataques mientras que en sus últimos dí­as se ocupaba de las preparaciones para la casa amada que serí­a construida.
1–3 Oración estando en una posición segura. Se ha buscado refugio en Dios (1) pero también se renueva constantemente (3). Desde esta posición, la oración se expresa pidiendo reivindicación (1, avergonzado, expuesto como un fraude, habiendo sido deshonrado públicamente) y socorro (2, 4). 2 Justicia. La salvación, o liberación nunca puede verificarse por medio de la contemporización dentro de la naturaleza divina (Isa. 45:21; Rom. 3:21–26). 3 Fortaleza copia del 31:2. El heb. aquí­ dice †œhabitación, o morada†, †œun hogar en la roca†. Continuamente, ver vv. 6, 14, respectivamente siempre protegiendo, siempre alabando, siempre esperando.
4–11 Cuidado divino para toda la vida. La oración pidiendo liberación se nutre de una experiencia de Dios que data más allá del recuerdo, disfrutada conscientemente a lo largo de su juventud (5, 6) y, ahora, en la ancianidad deseada más que nunca al ir disminuyendo las fuerzas pero no la oposición (9, 10). 5 Esperanza, aquel en quien esperé con segura expectación. Seguridad, el †œlugar† en que descansaba mi fe. 6 Sustentado, †œser mantenido†. 7 Objeto de asombro. Las acusaciones en su contra (ver comentario de los Sal. 69, 70) hacen que la gente lo vea como una †œejemplo de advertencia†. Pero así­ como frente a sus agresores directos reacciona clamando a Dios (4, 5), cuando enfrenta la pérdida pública de su reputación reacciona encontrando nuevamente en Dios †œmi refugio, ¡y qué fuerte es!† Así­, lo que hubiera podido resultar en una profunda depresión se manifiesta más bien en alabanza (8). 10, 11 69:3 Revela un largo periodo de prueba en que Dios habí­a permanecido en silencio y aun David se preguntaba si su rostro se habrí­a apartado de él rechazándolo (69:17). Sus enemigos son rápidos en aprovechar esta circunstancia, pero †¦
12–16 Oración (12, 13, pidiendo la presencia divina y el fin de sus adversarios), descansando en esperanza (esperaré, 14a) abunda en alabanza (alabaré, 14b, 15) y se manifiesta en su sentido de seguridad. Los momentos cuando más necesitamos buscar a Dios (10, 11) no son siempre aquellos en que nuestra inclinación y energí­a hacen más fácil hacerlo. La búsqueda de Dios insistente, comprometida al verse ante un peligro es una caracterí­stica principal de este Salmo (4 y 5, 7 y 8, 9–12). 12 Apresúrate (70:1, 5). 13 Avergonzados †¦ vergüenza †¦ confusión. Sinónimos que significan haber perdido públicamente la reputación, sentirse decepcionado de sus esperanzas, †œcosechando vergüenza†. Esta audacia en la oración ante una amenaza y peligro personal es algo que necesitamos recobrar. 15, 16 Aun siendo atacado y calumniado personalmente, David nada tiene que decir públicamente acerca de sí­ mismo; o sea como disculpa, justificación, etc. Todo su hablar es del Señor y sólo de él: su justicia (perfecto en su carácter, digno de confianza en sus acciones, inamovible en sus propósitos), salvación (poder y disposición de librar), poderosos actos (fuerza conquistadora).
17–21 Testimonio humano de toda la vida y el anhelo de que se prolongue. Emparejando los vv. 4–11 con el tema de †œjuventud †¦ ancianidad†, la bondad de Dios a lo largo de la vida que allí­ se ve encuentra aquí­ su paralelo en compartir durante toda la vida, primero lo que tú me has enseñado (17), la verdad revelada de Dios, luego sus maravillas, sus actos salví­ficos en el pasado (17), luego tu brazo (18), su poder personal interviniendo en la vida de su pueblo. 19–21 Ofrecen un resumen de lo que anhela compartir en el futuro acerca de Dios: su carácter, sus hechos del pasado, su ser incomparable (19; Exo. 15:11; Miq. 7:18–20); sus extrañas providencias, sus propósitos dignos de confianza (20) y sus seguras recompensas (21).
22–24 Respuesta de alabanza. El Salmo empezó con una oración (1–3); en 12–16 la oración se plasma en una alabanza. Ahora queda sólo la alabanza: por la fidelidad, santidad, redención, los actos de justicia de Dios y las oraciones contestadas (22–24, cf.cf. Confer (lat.), compare 13). A este ejercicio de alabanza David aporta sus dedos para tocar música, sus labios para cantar y se lengua para contar. 22 El Santo de Israel, usado raramente fuera de Isaí­as (donde aparece unas 40 veces), este tí­tulo contiene y junta dos conceptos: la santidad de Dios y su identificación con su pueblo. Llega a nosotros en toda la realidad de su naturaleza divina, se digna llamarnos suyos y permitirnos que a él lo llamemos nuestro.

SALMO 72. ¡OH EL GOZO DE VERTE REINANDO!

Fuera de este Salmo, únicamente el Sal. 127 tiene un tí­tulo que se refiere a Salomón. En cada caso podrí­a ser una dedicatoria, †œA Salomón† [subtí­tulo], aquí­ †œlas oraciones de David† (20) por su hijo. Pero el estilo es el de la adscripción normal para indicar autorí­a y el Sal. 72 concuerda bien con la época y el pensamiento de Salomón. Más que cualquiera de los reyes subsecuentes de la lí­nea de David, podrí­a haber orado él por sí­ mismo como el hijo del rey (1); tuvo la experiencia personal de que otros reyes le rindieran homenaje (10; 1 Rey. 10:1–13) y de que trajeran las riquezas de otras naciones a Jerusalén (15; 1 Rey. 10:22). Era un rey bajo el cual la paz y prosperidad estaban a la orden del dí­a y muy bien podemos perdonarlo por ver a su imperio como las primicias del dominio mundial del Mesí­as. Su oración en Gabaón (1 Rey. 3:6–9) y el Salmo concuerdan en sus ideales reales. Pero a la vez el Salmo exagera mucho, por más grande que fuera un rey meramente terrenal y humano. Podrí­a recordarle a Salomón su llamado divino, pero sólo en el Mesí­as podí­a ese llamado convertirse en una sobria realidad. El Salmo tiene una estructura estrechamente unida en cuatro estrofas.

A1 (vv. 1–5) El rey solí­cito
B1 (vv. 6–8) El gobernador del mundo
A2 (vv. 11–14) El rey solí­cito
B2 (vv. 15–17) La bendición del mundo

1–5 La bendición y sus consecuencias: el mediador real. Como consecuencia de la investidura divina, el gobierno del rey será justo y solí­cito y la creación misma derramará sus bendiciones. Su reinado traerá liberación a su pueblo y, como respuesta (5) lit.lit. Literalmente, †œTe reverenciarán †¦ por todas las generaciones†. 1 Juicios †¦ justicia, la aplicación exacta de los principios justos del gobierno. 2 Pobres, afligidos, oprimidos y humillados. 3 Contraste con Gén. 3:17–19 y cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 9:13. Cuando la maldición del pecado haya sido vencida y quitada, la creación misma se renovará y se apresurará a derramar sus beneficios. Paz, bienestar total; paz con Dios, la sociedad y dentro de la naturaleza humana. 4 Necesitado, explotado.
6–10 Influencia que se extiende: el rey y los reyes. Su reinado gentil y beneficioso, en el cual justicia y recompensa concordarán y abundará la †œpaz† (6, 7), atraerá como un imán al mundo (8–10, cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 2:2–4). 6 Lluvia †¦ hierba cortada, un sí­mil de fragancia (2 Cor. 2:14–16). 7 Florecerá †¦ el justo. La sociedad se conducirá de manera que la vida recta será fácil (contraste con Amós 5:13); y la secuencia correcta de justicia y recompensa será evidente (contraste con 73:12, 13). 9, 10 cubren en cambio a los que se resisten fuertemente al dominio (desierto), los adversarios (enemigos) y los extraños: todos por igual se someterán. Tarsis †¦ costas involucraba largos viajes por mar; Saba †¦ Seba probablemente el extremo sur de Arabia, difí­ciles viajes por tierra. El contraste entre mar y tierra tiene la intención de incluir toda la tierra.
11–14 El reinado magnético. La realidad del homenaje universal (11) es explicado (12, en el heb. empieza con †œporque†) por la naturaleza de su gobierno. Esta liberación, solicitud por el necesitado, compasión, salvación y solicitud redentora explican el sí­mil de la lluvia (6). 12 El necesitado †¦ pobre, ver 4 y 2. Que suplica, cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 2:24. 14 Redimirá, el pariente más cercano que hace suyas las necesidades de ellos (ver 69:18).
15–17 Una oración para el rey. Esta oración pidiendo que sea una realidad sigue con naturalidad a las descripciones anteriores del gobierno de este rey y sus beneficios. La oración se extiende al avanzar: del rey a su pueblo, a la creación que prospera y al mundo. Es evidente aquí­ la tensión entre un rey de verdad y un rey que espera. El resultado natural de un rey entronizado en el corazón de su pueblo es que ellos orarán por él (15); los que miran hacia el futuro con expectación oran: †œÂ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!† (Apoc. 22:20).
18–20 son una conclusión editorial al segundo libro de los salmos, cf.cf. Confer (lat.), compare 41:13.
Libro 3

SALMO 73. NO EN VANO, EN EL SEí‘OR

Creemos en †œDios el Padre Todopoderoso†, pero con frecuencia nuestra experiencia y la de otros hacen dudar de que sea todopoderoso, (porque otros poderes parecen estar al mando); de su paternidad (porque la vida en este mundo contradice la idea de un Dios amante) y, para muchos, de su propia existencia: †œ¿Cómo puede ser que Dios exista cuando †¦ ?† El libro de los Sal. se caracteriza por hacer frente a la vida, no por esconderse de ella. El Libro 1 empezó con una afirmación en la creencia (1:3) en la prosperidad del justo; el Libro 2 empezó (42:3, 5, 9 y 10) documentando que la vida no ofrece una correlación directa entre virtud y recompensa, ni es la experiencia de los justos uniformemente cómoda; el Libro 3 comienza con una pregunta franca: ¿Vale la pena ser recto o es una pérdida de tiempo (13)? Dado que los demás tienen todas las alegrí­as (4, 5) y nosotros sólo recibimos los puntapiés (14), ¿por qué no darnos por vencidos y unirnos a la feliz mayorí­a (10)? Asaf nos ha legado un Salmo que se destaca por su realismo sobre cómo es la vida, práctico en sus recomendaciones para encarar problemas serios, e inspirador al ofrecer un concepto que propone una alternativa. En efecto, Asaf contesta a su propio desesperarse ciertamente en vano (13) con la gran afirmación de Pablo: †œvuestro arduo trabajo en el Señor no es en vano† (1 Cor. 15:58). El Salmo es un tratamiento integral de este tema.

A1 (v. 1) Verdad declarada: Dios es bueno
B1 (vv. 2–14) ¡Pobre de mí­!
C (vv. 15–20) Nuevas perspectivas
B2 (vv. 21–26) ¡Rico de mí­!
A2 (vv. 27, 28) Verdad afirmada: ¡sí­ es bueno!

1–14 La verdad en conflicto. Los versí­culos que comienzan con ciertamente (1, 13) encierran en paréntesis la primera sección del Salmo y resumen sus dos partes. La verdad (1) está en conflicto con la experiencia (2–14). La verdad es la bondad de Dios hacia su pueblo; el conflicto surge ante su sufrimiento evidente (14) y la prosperidad de los impí­os (3–5). La bondad de Dios que se cuestiona no es su benevolencia en general (145:9), sino sus bendiciones de bondades prometidas a su pueblo, condicionadas a su fe y reverencia (34:8, 9), oración (86:5, 6; 107:6–9) y, aquí­ (1), a la pureza del corazón. Pero la diligencia en lo moral, el esfuerzo por mantener la pureza interior (13a) y exterior (13b) sólo han dado como resultado plagas y castigos (14). Con cierta razón, esto generó envidia cuando los arrogantes (3, personas que viven sin pensar o preocuparse) y los impí­os gozan de prosperidad, †œbienestar†. Los veí­a morir †œsin sufrir† (4) o por enfermedad mortal. Gozan de vidas singularmente libres de sufrimientos (5). El orgullo descubre su carácter y la explotación agresiva (violencia) de los demás, su conducta (6). Evidencian total †œautoindulgencia† y no se privan de nada que se les antoja (7). Sus lenguas (siempre, en la Biblia, la norma para medir el carácter) revelan su engreimiento: su derecho innato de olvidar los valores morales (8a, maldad), de ser †œjefes† (8b), de impartir órdenes a todas las cosas en el cielo y en la tierra (9). Atraen adherentes que con buena voluntad se suman a ellos en su abundancia (10), aun si involucra adoptar también su teologí­a de un Dios irrelevante (11). Aun con lo devastadora que esta crí­tica de los impí­os es, el análisis muestra que viven tranquilos y aumentan sus riquezas (12).
15–20 Nuevas perspectivas. En esta perplejidad sobre la desigualdad moral de la vida se deducen tres principios de inmensa importancia. (i) En cada situación practiquemos lealtad al pueblo de Dios y cuidemos su bienestar (15). (ii) Estemos en el lugar de adoración. Como Asaf no podí­a compartir su problema sin alterar sin razón a los hijos (15) de Dios, tení­a que luchar solo pero el problema fue demasiado para él (16). Entonces, parece, se dio cuenta de que no tení­a necesidad de estar solo y se dedicó a la adoración (17a): el santuario, el lugar donde el Señor prometiera morar y donde siempre podí­a ser encontrado. (iii) Consideremos la eternidad. El destino final de ellos es inseguro (17, 18); se encontrarán con que han sido ví­ctimas de †œengaño total† (decepción, 18), no sólo siendo consumidos, sino aterrorizados (19) y, desastre de desastres, sin ninguna realidad en la estimación de Dios (20).
21–28 La verdad triunfante. Las dos secciones que concluyen el Salmo son de diferentes extensiones y están claramente entre paréntesis: uno que se sabí­a ignorante y no entendí­a; era como un animal delante de ti (21, 22) descubre que la cercaní­a de Dios constituye el bien teniendo al Señor como refugio (27, 28). En toda su aflicción todaví­a era un hombre rico. Tení­a a Dios y con él un presente (23), futuro (24a) y una eternidad (24b) seguros, una riqueza celestial y terrenal (25), una fuerza y una herencia más allá de la duración de la vida terrenal (26), una bondad y un refugio que no está a disposición de los que mueren bajo la ira divina (27, 28) y, en contraste con el silencio del v. 15, algo de qué hablar (28). 21, 22 Paráfrasis: †œCuando mis pensamientos se agriaron y emocionalmente estaba hecho pedazos, pues, por mi parte estaba reaccionando como si espiritualmente no habí­a sido enseñado y en tinieblas; ¡como un mero animal ante ti!†œ(cf.cf. Confer (lat.), compare 49:12, 20). 23, 24 Una riqueza cuádruple: paz con Dios (Yo †¦ contigo); el asimiento de Dios (me tomaste de la mano derecha); el plan de Dios para el futuro (†œguiarᆝ); y después †¦ gloria. La secuencia del pensamiento en los vv. 23, 24a demanda que 24b se extienda al después, más allá de esta vida. Pero también este después es un contraste intencional con el destino final, lit.lit. Literalmente †œel después de ellos† (17). Lleva a los vv. 25, 26 que enfatizan los cielos y la porción que todaví­a le pertenece aún cuando exterior (cuerpo) e interiormente (corazón) esta vida lit.lit. Literalmente †œllega a su fin†. 26 Porción. El cumplimiento para Asaf el levita (1 Crón. 24:30–25:1) de Jos. 13:14, 33; 18:7.

SALMO 74. UNA VOZ EN LAS TINIEBLAS

Como en una pesadilla, este Salmo recuerda ví­vidamente el año 587 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo y los sucesos de 2 Rey. 24–25. El salmista vuelve a ver al templo de Jerusalén en ruinas (3), a escuchar el temible rugido del enemigo donde antes habí­a escuchado la voz de Dios (4) y a observar las armas que causan destrucción (5). Hay algo especialmente conmovedor en lit.lit. Literalmente †œy ahora las entalladuras —todas juntas— las han aplastado con hachas y barras† (6) como si el testigo hubiera seguido a los destructores, su corazón rogando silenciosamente: †œÂ¡No las entalladuras, por favor, las entalladuras no!† Parece que hace †œsiglos† (1, 10) que habí­a sucedido todo esto y, sin embargo, no hay señales de que el Señor vaya a retirar su ira divina (1), ni una palabra por parte de Dios (9), ninguna indicación de que Dios va a obrar a favor de su pueblo, recordar sus promesas o defender su nombre (19–21).
¡Qué bien capta el salmista †œel minuto que parece un siglo cuando tú permaneces en silencio y el viento ruge†! Porque ciertamente †œlos dí­as de tinieblas todaví­a nos envuelven†, y el Salmo nos da la noticia tranquilizadora de que esto no es nada raro, sino siempre la experiencia del pueblo del Señor, como del Señor mismo (Mar. 15:33, 34); también nos ofrece un muelle al cual amarrar nuestra nave cuando alguna marea en particular amenaza con llevarnos a la deriva. (i) Toda la experiencia de tinieblas se resume en una oración pidiendo que Dios nos recuerde (acuérdate) en nuestra larga necesidad (1, 2) y que recuerde también (22, 23) que su propia reputación está en peligro. (ii) La terrible causa de las tinieblas es recordada en detalle (3–11), el consejo del Salmo no es †œTrata de olvidarlo† sino †œPí­dele a Dios que entre en ella contigo† (3), encarar las tinieblas con él. (iii) Ruega por el nombre de Dios (18–21): es por su nombre que él, para empezar, nos escogió a nosotros y mientras que seguramente podemos implorar por nuestra necesidad (Acuérdate de tu congregación, 2) podemos llegar al corazón del asunto con la plegaria acuérdate de †¦ tu nombre (18). (iv) Enfoca todo en la realidad central de quién y qué es Dios (12–17). Este es el punto central del Salmo.

A1 (vv. 1, 2) Oración: tu pueblo desechado
B1 (vv. 3–11) Oración: el enemigo destruyendo
C (vv. 12–17) Rey, Salvador, Conquistador, Creador
B2 (vv. 18–21) Oración: el enemigo injuriado
A2 (vv. 22, 23) Oración: tu causa desechada

Las tinieblas son rodeadas y llenadas de oración y dentro del corazón de las tinieblas es llevada la luz de la verdad de Dios.
1, 2 Oración: tu pueblo desechado. Estos versí­culos repasan toda la historia del pueblo de Dios y colocan un interrogante junto a cada evento significativo: ser desechados desafí­a la posición fundamental como los †œelegidos† en Abraham (Gén. 18:19); adquiriste †¦ redimiste recuerda la redención en el éxodo (2 Sam. 7:23); ovejas señala su experiencia en el desierto bajo su cuidado (77:20; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 63:11); tribu †¦ Sion los identifica como el pueblo de la tierra prometida entre quienes el Señor Dios vino a morar. ¡Pero en las tinieblas todo esto no parece contar para nada!
3–11 El enemigo destruyendo la casa. 8 Al caer Jerusalén no quedaron otros lugares en el paí­s donde el Señor fuera adorado. La referencia aquí­ puede ser al templo mismo, usando el plural para expresar su magnificencia †œ †¦ todo el gran lugar †¦ † Pero la palabra traducida santuario se refiere más al hecho de encontrarse con Dios que con el lugar donde sucediera, o sea que al incendiar el templo †œdestruyeron por medio del fuego todo encuentro con Dios† (toda posibilidad de reuniones festivas). 9 Lit. †œNo vemos nuestras señales†: cosas como los servicios programados en el templo, los festivales habituales, las personas importantes, etc. que les hablaban de Dios.
12–17 Rey, Salvador, Conquistador, Creador. Siete veces ocurre el pronombre enfático †œtú† (13, 14, 15, 16, 17). Los primeros cuatro afirman el poder del Señor sobre todo poder adversario; los tres últimos afirman que es él quien impone su orden en el mundo. Estas son las verdades mismas que la experiencia del salmista desafí­a, porque el enemigo busca triunfar y ¡es el poder mundano el que ha impuesto su terrible desorden sobre el mundo! A pesar de ello, lo que hay que hacer es desafiar a la experiencia con la verdad, estar de pie en la oscuridad y decir el credo.
La mitologí­a pagana consideraba al mar como enemigo del dios creador y lo habí­a hecho morada de los poderes antidioses, los monstruos y el Leviatán. Marduc, el dios creador babilonio, supuestamente habí­a derrotado esos poderes tenebrosos antes de que todo estuviera listo para que él creara el mundo. Lo que Marduc hizo solo, según se decí­a, el Señor lo hizo históricamente cuando dividió el mar Rojo, partió las aguas para hacer una senda seca para su pueblo, dejando a los egipcios muertos a merced de las bestias salvajes (14, Exo. 14–15).
18–23 Oración: no olvides. 20 Los tenebrosos lugares, etc. Pueden haber sido los escondites secretos a los que recurrí­a el pueblo para escapar de los babilonios y a los cuales les seguí­an y allí­ los ajusticiaban; o los tenebrosos lugares son las áreas a las cuales fueron al ser exiliados de Jerusalén. 22, 23 Se le recuerda a Dios que su nombre ha sido injuriado y su persona escarnecida (18) y se le exhorta a defender su causa desechada.

SALMO 75. SUPREMO DUEí‘O Y JUEZ DE LA TIERRA

En el v. 1 nos encontramos con la comunidad agradecida. Por medio de sus maravillas Dios ha demostrado ser lo que su nombre declara que él es y que está cercano (34:8), el pariente más cercano asumiendo responsabilidad por las necesidades de su pueblo. Luego, quizá por medio de un profeta (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Crón. 20:13–17), vino a ellos la palabra del Señor, explicándoles el significado de la experiencia que habí­an pasado.
2–5 La voz es como si viniera de Dios: cuando todo parece inestable él sigue siendo la base de la estabilidad (3), dirigiéndoles la palabra en particular a los impí­os cuando tratan de tomar el poder (4, 5). 6–8 La voz habla de Dios: la decisión sobre quién domina no se hace sobre la tierra sino en el cielo. Es Dios quien determina los destinos y obliga a los impí­os a tomar la porción que les es designada.
9, 10 Finalmente habla otra voz. La similitud con el voto real del Sal. 101 sugiere que es la del rey, comprometiéndose a la alabanza (9) y a la creación de una sociedad moralmente sana (10).
¿De qué situación se trataba? ¿Era la restauración de David después de la rebelión de Absalón (2 Sam. 15–19? ¿Se trataba de Ezequí­as y su pueblo maravillado después del triunfo divino sobre Senaquerib (2 Rey. 18–19)? No podemos saberlo, pero nuestra comprensión de una gran verdad no depende del incidente que lo ilustra: los eventos que hacen temblar la tierra no hacen temblar la mano todopoderosa que sostiene a la tierra en su lugar (3). †œDios sigue en su trono.† No importa lo dominante que parezca la gente impí­a, la voz de Dios habla contra ellos (4, 5) y su caí­da es segura (8). No son de Dios y terminarán en la nada (Hech. 5:38). Las maravillas de Dios deben ser recibidas con agradecimiento (1) y con el compromiso de reproducir sobre la tierra (10) los valores que enuncia (4, 5).
Notas. 2 Juzgaré (también en el 7) en el sentido fundamental de †œarreglar las cosas†. 5 Cuello, con el rostro hacia adelante agresivamente. 6 Lit. †œNo del este †¦ oeste †¦ desierto (o sea, sur) viene la inspiración† (Rom. 13:1). 8 Copa (ver 60:3; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 51:17; Juan 18:11).

SALMO 76. †œEL LEON HA †¦ VENCIDO† (APOC 5:5)

El Sal. 76 explora las maravillas de 75:1. Ambos Salmos tienen gran afinidad con 2 Rey. 18, 19. Aunque es imposible probar que surgieron del enfrentamiento con Asiria tiene que haber sido una victoria divina como esa. El tema del †œLeón† se esconde en la palabra enramada (2) donde la palabra, en todos sus usos especí­ficos, se refiere a la guarida del león (10:9; Jer. 25:38). Dicho tema concuerda con el drama del Salmo y refleja su cumplimiento final en el León-Cordero de Apocalipsis 5.
1–3 La guarida del León. Con un repetido énfasis sobre el lugar (En Judá †¦ en Israel †¦ En Salem †¦ en Sion) se nos informa que el Señor es conocido (1, lit.lit. Literalmente †œautorrevelado†) en la victoria, a pesar de las proezas militares (3, arco †¦ escudo †¦ espada) de los enemigos. El Señor que mora entre su pueblo con una condescendencia increí­ble tiene gran poder sobre todo el poder del enemigo.
4–10 El triunfo del León. La referencia a las montañas eternas, lit.lit. Literalmente †œmontañas de presa (de cacerí­a)† (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada) continúa con el tema del león. Majestuoso más que lo que es posible, pero mejor: †œTú eres resplandeciente, majestuoso (regresando) de las montañas de presas.† El león salí­a de cacerí­a y regresaba con paso majestuoso, cubierto de gloria, dominando todo. Hay dos aspectos en esta victoria: (i) †œVictoria sobre† (5–7) (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 19:35; Isa. 30:31; 31:4). El valor humano, la habilidad entrenada y los recursos militares ceden ante la mera voz de Dios (5, 6). El no necesita poder fuera de sí­ mismo y nadie puede permanecer de pie para enfrentarlo (7). (ii) †œVictoria para† (8–10). El paí­s habí­a estado en conflicto, ocupado por fuerzas enemigas, lleno de sones de guerra, pero cuando Dios habló todo quedó en silencio (8). Esta intervención invencible fue con el propósito de librar a todos los mansos de la tierra (los oprimidos) (9). De esta manera (por su sola palabra) la ira humana se convierte en reconocimiento y lo que resta queda bajo su poder soberano (10).
11, 12 El pago justo del León. Entonces, ¿qué pagaremos al Señor que reduce a la nada (3, 5 y 6) todo el poder que se ha levantado contra nosotros? Porque el Salmo termina dirigiéndose a todos los que están alrededor: su pueblo, disfrutando de su presencia, los beneficiarios de su triunfo. Nuestra reacción es prometerle lealtad y cumplirla, trayendo tributos para dar prueba de su realidad, porque él es el Temible (11), lit.lit. Literalmente †œEl (verdadero) Temor† y (12) †œlos corazones de los reyes están bajo su dominio y gobierno†. Nuestra única seguridad en un mundo amenazador está en él.

SALMO 77. EL TONICO DE LOS RECUERDOS

Este Salmo documenta una época de sufrimiento intenso pero no especificado. Se oró continuamente hasta el agotamiento sin lograr ningún consuelo (1–3) hasta que finalmente el sufrimiento quitó la capacidad de orar (4). Las noches de insomnio (4a) traí­an recuerdos de mejores tiempos en el pasado (5 y 6), pero resultaban sólo en inquietantes preguntas a Dios (7–9). No obstante, aparece una nueva posibilidad (10): recordar las obras de Dios en el pasado, especialmente su revelación de sí­ mismo en santidad y grandeza (11–13), demostrando su poder sobre los pueblos (14), identificándose con su pueblo (15), tanto dominando como usando los †œpoderes† de la naturaleza (16–18), guiando hacia adelante con su propia presencia invisible y con agentes que él designó (19, 20). Con esto el Salmo termina, a propósito, abruptamente. Es como si el salmista se hubiera dicho a sí­ mismo: †œÂ¡Eso es! Ese es el camino hacia adelante: no orar pidiendo que las circunstancias cambien (1–4), tampoco el ansioso pensar que las cosas no son como antes (5–9), sino el recuerdo de las obras de Dios y del Dios que realizó las obras.†
1–4 El primer fracaso de los recuerdos. No se nos dice precisamente por qué oró, pero la inferencia es que fue para que la adversidad cese, para que las circunstancias cambien para bien. En este sentido (3, lit.lit. Literalmente †œrecordó a Dios†): recordando en oración a Dios quien era el que podí­a intervenir y llevar a cabo la gran transformación. A la luz del resumen del Salmo que ya hemos presentado, la lección es clara: la primera reacción del creyente a las circunstancias adversas no es pedir a Dios que las cambie, sino usar la revelación dada por Dios (10–20) para vivir dentro de ellas. La oración, aunque vehementemente vocalizada (1, lit.lit. Literalmente †œCon mi voz chillé a Dios, con mi voz a Dios †¦ †) y continuada incansablemente (2), no era la solución porque expresaba, de hecho, una ansiosa negativa de aceptar las circunstancias enviadas por Dios. Indudablemente el propio Dios negaba el bálsamo del sueño, llevando a su hijo a un agotamiento más profundo hasta que aprendiera la lección preciosa de descansar sobre la verdad revelada (4).
5–9 El segundo fracaso de los recuerdos. En las horas de insomnio los pensamientos se volvieron al pasado recordando las épocas de alegres cantos (5, 6). Pero esto no produjo ningún consuelo, sólo un interrogante sobre Dios y sus caminos (7–9). Es interesante que las preguntas parecieran haber sido instintivamente redactadas para dar seguridad, especialmente al presentar las cinco realidades inmutables del pacto ser propicio †¦ misericordia †¦ promesas †¦ clemente †¦ compasión. Pero lo malo es que las preguntas son cosas que no ofrecen consuelo; surgen de una mente intranquila y no tranquilizan para nada. Añorar el pasado (6) no es ningún remedio para el presente ni ninguna receta para el futuro.
10–20 El tónico de un recuerdo de la verdad. De pronto los pensamientos toman un nuevo rumbo: no recordando ya a Dios como una solución de los problemas (3), ni recordando experiencias espirituales pasadas (6) sino recordando las maravillas de los hechos pasados de Dios (11, 12), la grandeza incomparable de su carácter santo (13) y lo que ha hecho para su pueblo al redimirlo (14, 15), al obrar con poder (16–18) y proveerles su cuidado providencial (19, 20). 10 Posiblemente contiene problemas de traducción sin solución. Quizá se podrí­a pensar en un contraste entre los años antiguos (5): recuerdos que sólo provocaban y los años de la diestra del Altí­simo (10): recuerdos del poder de un Dios favorable. 13–20 Santo (13). Básicamente, la palabra señala a todo lo que hace que Dios sea distinto, separado, singular y es este sentir (más bien que la cualidad moral de su santidad) lo que aquí­ se destaca. Actúa él con poderosa independencia, libre de cualquier impedimento externo, haciendo lo que es su voluntad en el cielo y en la tierra. Comparar el v. 13 con Exo. 15:8–11 muestra que el recuerdo se concentra en las grandes obras de Dios desde el éxodo en adelante. Va destacando el progreso de su pueblo desde su redención de Egipto (14, 15), a través del mar Rojo (16), a las impresionantes tormentas del Sinaí­ (17, 18; Exo. 19) y hacia adelante bajo el liderazgo invisible del Señor (19) y las manos guiadoras de sus pastores (20). El es poderoso contra pueblos (14), poderoso a favor de su pueblo (15), poderoso para manejar cualquier circunstancia adversa (16), poderoso al usar fuerzas extremas para sus propios propósitos (17, 18), poderoso para proteger y proveer lo que su pueblo necesitaba en el inhóspito desierto (19, 20).
Es con este pensamiento que termina abruptamente el Salmo. Las circunstancias que ellos nunca hubieran elegido —las aguas del mar Rojo, el †œdesierto grande y terrible† (Deut. 8:15)— fueron lo que él determinó. Y ciertamente fue él quien, sin ser visto, los llevó justamente a esas experiencias (19) y proveyó lo que en medio de ellas necesitaban (20). Aquí­, de veras, hay consuelo. El santo Dios tiene total libertad para hacer todo lo que propone y su voluntad es nuestra paz. A dondequiera que guí­e, el también proveerá.

SALMO 78. EL PODER DEL RECUERDO

La introducción (1–8) prepara la escena para este Salmo largo y maravilloso. Habla de (i) una obligación: cada generación debe pasar a la próxima su tradición sagrada (3, 4) de acuerdo con la voluntad de Dios (5, 6); (ii) el contenido de la tradición es doble: las obras (4) y las palabras (5) del Señor; (iii) siendo el objetivo que las generaciones venideras pusiesen en Dios su confianza (7, la frase sugiere sencillez de la fe), tuvieran presentes sus obras y sus mandamientos (7) y evitaran los errores del pasado: la rebelión que surge por fallar en su consagración y por su inconstancia (8). Pero (iv) si todo esto ha de suceder tiene que haber una comprensión auténtica del pasado, una †œenseñanza† (ley), expresada en la conversación común (palabras, 1), que explica (2) lo que sucediera en el pasado: una parábola es un relato o dicho instructivo, aquí­ el uso de incidentes del pasado (9–72) para ilustrar la verdad; cosas escondidas, †œadivinanzas†: si se considera aisladamente, el registro del pasado es una mezcla de eventos, un enigma, o adivinanza, que necesita ser interpretado.
Esto, entonces, es el propósito del Salmo: aclarar la adivinanza del pasado a fin de que se convierta en una lección para el presente y el futuro. El salmista ve un solo propósito en toda la complejidad de la historia de Israel y lo ofrece como una portentosa clave para vivir la vida. Da dos repasos de la historia (12–39, 43–72), cada uno presentado por un prefacio (9–11, 40–42). Los prefacios son la esencia del Salmo. El primero declara que el pueblo del Señor (Efraén) fue derrotado porque olvidaron (11); el segundo dice que el origen de las repetidas rebeliones contra el Señor es el hecho de que no se acordaron (42). Si no se hubieran olvidado, el enemigo no habrí­a triunfado; si hubieran recordado, habrí­an vivido obedientemente. Este es el poder del recuerdo; y esta es la razón por la cual, al dejarnos, el Señor Jesús instituyó una cena recordatoria (1 Cor. 11:23–25). Traer a la mente lo sucedido a lo largo de la historia puntualiza las verdades sobre las cuales la memoria se debe alimentar y de esta manera hacer posible el poder para vivir victoriosa y obedientemente.
En cada y en toda situación, sea ante la amenaza de enemigos exteriores (9–11) o la presión interna de una naturaleza inconstante (40–42), supongamos que hubieran dicho: †œPero nos redimió en el pasado y proveerá también ahora†; supongamos que ¡hubieran vivido en un temor correcto de su ira y en un sentido adecuado de su amor! Y con nosotros es lo mismo. Este es el poder de una memoria activa, constantemente renovada, viviendo con un sentido inmediato de redención (12–14, 42–53. Nos libró de la esclavitud), providencia (15 y 16, 54 y 55). En cada situación puede proveer y lo hará), juicio (17–33, 56–64). Los que lo conocen como Padre deben vivir en piadoso temor (1 Ped. 1:17) y amor (34–39, 65–72). Nunca nos rechazará cuando nos acercamos a él porque conoce lo frágiles que somos, 32–39, y siempre permanece activo buscando nuestro bienestar (65–72).
9–11 Derrota porque olvidaron. 40–42 Rebelión porque no se acordaron. Vea 1 Sam. 31. Saúl el benjamita (1 Sam. 9:1, 2) se asocia particularmente con las tribus del †œnorte†, llamadas Efraén o Israel. Su casa estaba en Gabaa (1 Sam. 10:26), 1 Sam. 9:4 sugiere que estaba en los montes de Efraí­n. Después de la muerte de Saúl fue en Efraí­n que la monarquí­a sin fundamento de Isboset estableció un reino (2 Sam. 2:8) y donde al rebelde Absalón le fue fácil juntar a las tribus de Israel bajo su bandera (2 Sam. 15:2, 6, 10, 13). Es así­ que el repaso de la historia comienza con la caí­da de la casa de Saúl y pregunta cómo puede haber sucedido; porque (9) los hijos de Efraí­n eran lit.lit. Literalmente †œlos arqueros mejor equipados†. Para el pueblo de Dios la victoria no procede de recursos materiales sino de la lealtad y la obediencia (10) motivadas por el recuerdo (11). 41 Sobre probar a Dios ver el comentario sobre el v. 56.
12–14, 43–53 La redención de Dios. Estos versí­culos comparten el tema de la salida de Egipto (12, 43, 51), o sea la gran obra divina de redención (42). 12–14 enfatizan el cruce del mar Rojo: el poder del Señor sobre toda circunstancia adversa; 43–53 se concentran en las plagas que cayeron sobre Egipto: el poder del Señor capaz de destruir el poder del enemigo. Tanis (12, 43), una antigua capital de Egipto. Cada sección termina con un pensamiento que da sentido de dirección y seguridad (14, 52 y 53). El poder del Señor está en contra de circunstancias adversas y potencias adversas, pero siempre a favor de su pueblo.
15 y 16, 54 y 55 La providencia de Dios. El primer repaso de la historia se desplaza desde Egipto al desierto (15, 16) como escenarios de la providencia divina (providencia para el peregrinaje). El segundo repaso saltea el desierto para recordar la providencia de la tierra prometida (provisión para regresar a casa). Nótese cómo los vv. 54 y 55 comienzan con territorio de su santuario y terminan con sus tiendas. Así­ actúa Dios, toma lo que le pertenece y nos lo da.
17–33, 56–64 El juicio de Dios. La historia del pueblo estaba manchada por pecado, rebelión y por poner a prueba a Dios (17, 18, 56–58). El énfasis en 17 y 18 está en probar su fidelidad; en Exo. 16, 17 no creyeron en su poder de proveer comida y agua, suspendiendo su fe hasta que él les diera pruebas; en 56–58 probaron su paciencia, no creyeron en su santidad y juicio. Ambas fueron ocasiones de furor divino (21, 31, 59, 62). Las tragedias de la vida (31, 33, 61–64), tanto como sus bondadosas providencias (15, 16, 54, 55) son actos de Dios. 29–31 (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 16; Núm. 11; Sal. 106:15). Lo que pedí­an no era alimento para satisfacer su necesidad en un espí­ritu de fe, sino satisfacción de su avaricia clamando en un espí­ritu de incredulidad. Dios respondió dando airadamente lo que pedí­an, para destrucción de ellos. Cuántas veces nos quejamos cuando encontramos oposición a nuestros deseos, sin detenernos a pensar si el Señor está deteniendo lo que puede ser dañino. 32 se refiere a la generación del desierto (Núm. 14:28–33). Percibiendo, sin duda, que estaban viviendo bajo el desagrado de Dios, sentí­an terror ante la cercaní­a de la muerte. 60–64 (1 Sam. 4).
34–39, 65–72 El amor de Dios. El Señor conoce el corazón de su pueblo (34–39), engañoso, inconstante, no obstante su amor apasionado (38, misericordioso) lo expí­a, domina su ira y recuerda lo frágil que es (39); el Señor sabe qué necesidades tiene su pueblo (65–72) y espontáneamente enfrenta a sus enemigos (65, 66), viene a morar entre ellos (68, 69) y coloca sobre ellos al rey que ha escogido (70–72). 35 Roca en sí­ es una figura de estabilidad que no cambia, pero a la luz de Exo. 17:5, 6 también describe una acción salvadora, que da vida (cf.cf. Confer (lat.), compare 95:1). Redentor, el pariente más cercano que hace suyas las necesidades de su pueblo. 38 Perdonaba. El verbo tiene un significado básico de †œcubrir†, pero en relación con el pecado nunca significa simplemente quitar de la vista sino siempre †œcubrir una deuda pagando el precio suficiente†. 65 Una comparación importante para recalcar la consagración entusiasta del Señor a la tarea de solucionar los problemas de su pueblo.
67–72 El repaso histórico se inicia (ver 9–11) con la derrota de la monarquí­a de Saúl; termina con el dominio de Judá y la ascensión de David por elección divina (68, 70). El hecho de que el santuario ya habí­a sido edificado (69) sugiere que el Salmo pertenece a las postrimerí­as del reinado de Salomón cuando comenzara a hacerse evidente la infidelidad al Señor por parte del rey (1 Rey. 11:1–13). Esto explicarí­a el abrupto final. La monarquí­a de Saúl no podrí­a sobrevivir, a pesar de su poderí­o militar (9); ¿durarí­a la de David? Demostrando gran talento, el poema se detiene con la ascensión de David, dejando que la familia gobernante llegue a sus propias conclusiones, dejándonos a nosotros también llegar a las nuestras. Porque ahora como entonces, el secreto de la vida es la confianza y obediencia motivadas por el recuerdo.

SALMO 79. ORACION Y ESPERANZA EN EL DíA DE IRA

No todas las adversidades de la vida son evidencias de la ira divina, como llegó a comprender Job. Pero las predicciones de los profetas a modo de advertencia, no dejaron lugar a duda en el pueblo de que cuando cayó Jerusalén, los babilonios (2 Rey. 24–25) habí­an sido los agentes del castigo divino. Para cuando fue escrito este Salmo la ruina resultante habí­a durado algún tiempo (5), pero el sentido de que es la experiencia de un testigo ocular es fuerte y sugiere que el salmista es un devoto originario de Jerusalén que se habí­a quedado en Judá (2 Rey. 25:12), lamentando la devastación, anhelando dí­as mejores (13). El Salmo alterna entre secciones de †œellos† (1–3, 5–7, 10 y 11) y secciones de †œnosotros† (4, 8 y 9, 12 y 13). Lo que le sucediera a otros en el pasado (1–3) implica a los que quedaron (4); los pecados que motivaron la ira (5–7, 8) son nuestros pecados también (9). Dios no olvidará a sus detractores (19) ni a sus sufrientes que somos (11) nosotros, pueblo tuyo, volveremos nuevamente a ofrecer nuestras alabanzas (13).
1–5 Juicio que perdura. En primera instancia está el daño hecho al propio Señor. Su santo templo ha sido profanado (1). Pero al avanzar el saqueo de la ciudad, los que se dedicaban a él (siervos, 2) y a quienes él se dedicaba (fieles, †œtus amados†, 2) cayeron al grado que no quedó nadie para realizar las últimas obligaciones del cariño (3). La situación, que permanecí­a sin solucionar, hací­a que el pueblo de Dios siguiera siendo objeto de desprecio (4). Es ciertamente espantoso caer en las manos del Dios vivo (Heb. 10:31).
5–9 Bajo condenación. ¡Seguramente algo extraordinario ha de haber causado tal juicio! No, fue meramente el pecado: 8 pecados, †œiniquidades†, las consecuencias de una naturaleza caí­da, inconstante; 9 pecados †œfaltas†, cosas concretas que estaban mal. Y no sólo el †œpecado de ellos† como si la generación que murió en el saqueo o que fue deportada a Babilonia tuviera toda la culpa: nuestros pecados también (9): y si no hemos perecido igualmente es por la misericordia extraordinaria de un Dios que aborrece el pecado. 5–7 Deben ser comprendidos como reflejando un espí­ritu perplejo o resentido que se queja por la injusticia. En todas las adversidades de la vida, ya sean ocasionadas por la ira divina o como parte del inexplicable obrar soberano de su providencia, nuestra primera reacción debe ser aceptar sumisamente, como lo implica el v. 5. ¿Pero no hemos de orar también por el derrocamiento de quienes de forma salvaje nos usan para su propio beneficio y convierten nuestras preciadas posesiones en ruina (7)? Un aspecto positivo de dejar la venganza en manos del Señor (Prov. 20:22; Rom. 12:19) es la oración que busca el derrocamiento de todo poder que siga maltratando al pueblo del Señor. 8 Recuerdes contra nosotros (Jer. 31:34; Miq. 7:18–20). Antepasados. En la Biblia, nuestra herencia pecaminosa que viene de generaciones anteriores nunca es una excusa sino la ocasión para tener mayor culpabilidad (Luc. 11:50). Misericordias, †œamor compasivo y apasionado†. Salgan †¦ a encontrarnos (Luc. 15:20). 9 Lí­branos, †œaverigua y paga el precio que cubra totalmente nuestra deuda de pecado†. En los vv. 8 y 9 la apelación es sólo marginal a nuestra necesidad; es fundamentalmente una apelación a la naturaleza divina; note el énfasis en tu nombre (9), o sea lo que te has revelado ser.
10–13 Tener esperanza. La esperanza en el v. 13 descansa sobre dos fundamentos: primero, el Señor siempre se mantiene firme en su propia reputación (10, 12) y en segundo lugar, siempre es fiel para con su pueblo amenazado (10, 11) pues aun sufriendo bajo su ira todaví­a somos pueblo tuyo y ovejas de tu prado (13). Estos dos fundamentos se reflejan en los pensamientos contrastantes de los vv. 5 y 12.

SALMO 80. LA SONRISA Y EL CEí‘O FRUNCIDO

A lo largo de este Salmo aparece el ruego pidiendo la luz del favor divino (1, 3, 7, 19). El contraste entre la sonrisa de Dios (3, Haz resplandecer tu rostro) y el ceño fruncido (16, la reprensión de tu rostro) lo dice todo. Por más desesperada que sea la situación —el enemigo triunfante (6), la ira de Dios (4) y la aparente desaparición de la obra de gracia (8, 12)— el único remedio que se necesita es que sonrí­a, tan poderoso es el favor de Dios y tan desastrosa su desaprobación. El desastre ha caí­do sobre las tribus del norte, Efraí­n, Benjamí­n y Manasés, el antiguo †œcampamento de Efraí­n† (Núm. 2:18), las tribus conectadas con José. Los paralelos con el Sal. 79 (el tema †œpastor-rebaño† [1; 79:13], la ira divina prolongada [4; 79:5], adversarios que se burlan [6; 79:4]) sugieren que el lamento de un sobreviviente de la tribu de Judá de la victoria babilónica en el Sal. 79 encuentra aquí­ una pieza-compañera de un sobreviviente del antiguo reino del norte.
El Salmo se caracteriza por un estribillo que se repite (3, 7, 19) en el cual la urgencia aumenta a medida que la exclamación inicial Oh Dios (3) se convierte en el v. 7 en lit.lit. Literalmente: †œOh Dios, oh Señor Omnipotente, oh Omnipotencia† y en el v. 19: †œOh Yahweh, oh Dios, oh Omnipotencia.† Pero aunque la urgencia aumenta, la realidad permanece igual: un cambio en el rostro de Dios tiene un poder transformador. Porque el problema no era que habí­an caí­do en las manos del hombre —eso era únicamente un sí­ntoma terrible— sino que habí­an caí­do fuera del favor de Dios. Así­ sucede con todos nuestros fracasos, y ser recibidos nuevamente por un Dios sonriente y reconciliador es nuestro remedio. Puede ser que el v. 14 debiera entenderse como otro estribillo, dividiendo aun más el Salmo en sus estrofas. Por cierto que aparece en el lugar más apropiado, pero teológicamente es de suprema importancia. No podemos ser restaurados con Dios (3, 7, 19) a menos que él regrese (vuelve), reconciliándose con nosotros (14). El gran ajuste tiene que ser de parte de él. En cuanto a nosotros, sólo nos queda implorar.
1, 2 El pastor y rey. Un tema muy antiguo conectado con José (Gén. 48:15; 49:22–24). Que estás †¦ querubines. Los querubines que sombreaban el arca eran un pedestal para el trono invisible del Dios invisible y también el lugar de reunión entre el Señor y su pueblo (Exo. 25:18–22). Resplandece o †œbrilla hacia afuera† (50:2). No se pide una gran demostración de poder, sólo que la oscuridad de su desaprobación sea disipada por su luz. 3, 7, 19. Restáuranos, †œtráenos de regreso† (a ti). Haz resplandecer †¦ El pedido es únicamente para que haya un cambio en Dios; que su ceño fruncido se convierta en una sonrisa.
4–6 El extraño proveedor. 4 Lit. †œOh Yahweh, Oh Dios, oh Omnipotencia†, o sea que él es el Redentor (Exo. 3:14–17; 6:6), él es Dios y es él mismo toda potencialidad y poder. Has de mostrar, como un fuego lento, †œhumear†, expresa santidad divina (Exo. 19:18), ira (74:1) y separación de los pecadores (Isa. 6:4, 5). 5 Nos has (Isa. 45:7; Amós 3:6). El Señor usa agentes (6; 79:1–3: Isa. 10:5–15) pero nunca deja de ser El Agente. 6 Nos has puesto por escarnio, posiblemente al estar ellos peleando por el botí­n obtenido en la conquista.
8–13 El viticultor. Como las ovejas entre los animales domésticos, la vid entre las plantas necesita cuidado persistente. Bajo este tema de providencia paciente, el Salmo muestra la obra de redención, herencia (8, 9) y prosperidad (10). Su radio de influencia (11) desde el mar Mediterráneo hasta el Rí­o Eufrates fue logrado bajo David y Salomón, pero después de ellos la historia es inestable y la soberaní­a cada vez más estrecha hasta que Samaria cayó en manos de Asiria en 722 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo y Jerusalén en manos de Babilonia en 586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Isa. 5:1–7 revela la causa de esa decadencia hasta ser un enclave desprotegido donde no hay frutos para Dios y, por ende, no hay poder contra el enemigo.
15–18 Hombre de tu diestra. Raquel, muriendo al dar luz a un hijo (Gén. 35:18) llamó a su hijito Ben-Oni, †œhijo de mi dolor†, pero su padre le dio el nombre de Benjamí­n, †œhijo de mi diestra†. De esta manera, el Salmo ha dado la vuelta entera: Benjamí­n (2) se ha sumido en su dolor y pérdida, pero la fe dice que el Señor tiene un hombre de tu diestra †¦ , el hijo del hombre (17) a quien se mira en busca de una solución, en quien, por lo tanto, el rostro de Dios nuevamente lucirá la sonrisa de su favor. En una forma natural y clara el v. 15 permite el desarrollo de la viña, porque (Gén. 49:22, otra referencia a José) †œhijo† (15) puede significar zarcillo de la vid. Aparte de lo que el salmista puede haber sabido, el Señor ciertamente cuidó a su pueblo (vid) hasta que en la plenitud del tiempo (Gál. 4:4) nació el zarcillo (hijo), el hombre de tu diestra (17) en quien nos ha sido dada nueva vida (18; Juan 10:10) y un acceso a Dios sin precedentes (Ef. 2:18) para invocar su nombre.

SALMO 81. INVITADOS A LA FIESTA

La solemnidad (3) de mediados de mes a la cual se refiere este Salmo puede ser la Pascua (Exo. 12:18) y la fiesta de los Tabernáculos (Lev. 23:39) ya que ambas son esencialmente recordatorios del éxodo (Exo. 12:26, 27; Lev. 23:42, 43). Es más probable que se trate de la de los Tabernáculos por las referencias a la ley y al escuchar al Señor (8–10, 11, 13; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 31:9–13) y a la abundancia de la cosecha (10, 16; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 16:13–15). El Salmo comienza con la ordenanza de Dios que el pueblo debe guardar (1–5), pasa a los actos de Dios de hecho y palabra (8–10) y termina con el requisito de Dios de que su pueblo debe obedecerle (11–16), reflexionando en las nefastas consecuencias de la desobediencia (11, 12) y en la victoria y rica abundancia (14–16) como consecuencias de la obediencia (13). De esta manera, el Salmo trata los principales grandes temas de la Biblia: redención y respuesta. El pueblo que fuera sacado de Egipto (6; los redimidos del Señor, Exo. 6:6, 7; 24:4, 5) se convierte inmediatamente en el pueblo bajo la palabra de Dios (8–10; Exo. 19:3–6; 20:2–19) que es llamado a escuchar y obedecer (8, 13; Exo. 24:6, 7; Rom. 1:5; Heb. 3:7–19; 1 Ped. 1:1, 2).
1–3 Una ola ascendente de aclamación —congregación, cantantes e instrumentistas, trompetas (3), un pueblo entero de alabanza— da la bienvenida a la solemnidad.
4, 5a Estatuto, una regla inalterable; ordenanza, una decisión autorizada del Señor; testimonio, una demostración de lo que es (p. ej.p. ej. Por ejemplo el Dios del poder redentor del éxodo y la ley santa).
5b Contra la tierra de Egipto pone fecha a la solemnidad que databa desde la época de la acción divina contra Egipto para liberar a Israel, pero las mismas palabras (lit.lit. Literalmente †œsalir sobre†) son usadas en Gén. 41:45 refiriéndose a la toma de posesión del cargo por parte de José como Señor de Egipto. El éxodo fue el ejemplo supremo del Dios Soberano en acción.
5, 10, 16 son tres dichos en primera persona (5c, lit.lit. Literalmente †œUn idioma, o voz que no conocí­a comencé a oí­r†) cada uno concluyendo con su propia sección del Salmo. Los dos últimos representan la voz del Señor y el primero, muy difí­cil de interpretar, es probable que sea también el Señor hablando. De ser así­ se refiere a Exo. 2:24, 25 (donde Dios se preocupó por ellos, lit.lit. Literalmente †œ †¦ y Dios supo†). Así­, todo comienza para el pueblo del Señor cuando él mira sus necesidades y †œsabe†, se compromete en una relación de cuidado por ellos (5). Aquellos a quienes él redime y a quienes revela su palabra (6–10) reciben la invitación a gozar de plena suficiencia (10); quienes obedecen reciben la promesa de un sustento generoso y milagroso (16), miel, cuando lo mejor del pasado habí­a sido agua (Exo. 17:6).
6–10 Narra los eventos desde la liberación de Egipto (6) al mar Rojo (7; Exo. 14:10, 19, 24; Sal. 99:6, 7), después al desierto (7; Exo. 17:1–7) y al Sinaí­ (8–10). El Señor libera a su pueblo (6), contesta sus oraciones y determina sus experiencias (7) y revela su palabra (8–10). 7 Te probé. ¡Pero Exo. 17:2 dice que ellos probaron al Señor! Las adversidades de la vida (Exo. 17:1) son pruebas divinas (Deut. 8:2), pero si las encaramos dudando de su amor, cuidado y poder para salvar, lo †œprobamos† al sugerir que debe probarse a sí­ mismo antes de que confiemos en él. 8–10 El deber fundamental (8): obediencia; la verdad fundamental (9): lealtad total, y el fundamento mismo (10): el Señor, el Redentor.
11, 12 (Isa. 5:5–7; Rom. 1:24, 26, 28). Por su desobediencia fueron enviados al desierto cuando podí­an haber estado gozando de Canaán (Deut. 1:32–2:1).
13 Cf. 8 (el requisito central del Señor), 11 (la falta central de ellos) y, ahora (13), el factor clave para determinar pérdidas o ganancias.

SALMO 82. JUICIO EN EL TRIBUNAL SUPREMO: UNA VISION Y UNA ORACION

Los poetas no siempre se explican y nosotros, sus lectores, tenemos que quedarnos atrás, tratando de entender sus alusiones lo mejor posible.
1 El tribunal en sesión. Está de pie, igual que Isa. 3:13 en un contexto idéntico. El Gran Juez mismo entra para ejercer juicio †¦ en medio de los dioses pero, ¿quiénes son los dioses?
2 La acusación. Los †œdioses† han usado su posición para juzgar injustamente, †œpervertir la justicia† y para favorecer a la iniquidad.
3, 4 La ley. El fiscal comienza recordando a su Señorí­a lo que dice la ley: esto es lo que debí­an haber hecho los †œdioses†: defender los derechos del indefenso, necesitado †¦ huérfano, el que no tiene recursos terrenales, ni de riquezas ni de seres humanos; pobre, el oprimido, el que está en el lugar más bajo de la vida; indigente, el más pobre entre los pobres; necesitado, el que puede ser explotado por los intereses más fuertes y egoí­stas. Los tales no tienen que ser favorecidos por la ley sino protegidos por el cumplimiento de los derechos legales y (4) deben ser protegidos por la ley contra el poder (mano) de los que quebrantan la ley.
5 Los testigos. Habiendo declarado la ley (3, 4), el fiscal llama ahora a los testigos. El primero (5a) acusa a los †œdioses† por falta de sabidurí­a: son ignorantes en lugar de educados; les falta comprensión, o discernimiento en sus decisiones y acciones. El segundo (5b) testifica que bajo dicho gobierno el pueblo se pierde, como viviendo en oscuridad, careciendo de dirección y propósito. El tercer testigo (5c) testifica de la desintegración de las estructuras sociales y de la estabilidad.
6, 7 La sentencia. †œDioses† o no, sea cual fuere su posición (6), sufrirán la pena de muerte como cualquier mortal (7).
8 Oración. La visión de Dios ejerciendo juicio (1) se transforma en una oración pidiendo que así­ lo haga: en el mundo entero porque éste es su derecho (8).
Entonces, ¿qué significa todo eso? (i) Los †œdioses† pueden ser los sombrí­os pero reales †œprincipados y potencias† obrando sus propias maldades en los asuntos de la tierra (Isa. 24:21; Dan. 10:12, 13, 20; Ef. 6:12). El ATAT Antiguo Testamento a veces usa †œdioses†, o †œhijos de Dios† al referirse a seres angelicales (8:5; Job 1:6). (ii) Pero las obligaciones especificadas en los vv. 2–4 son las de los jueces de Israel (Exo. 22:22–24; 23:6, 7; Deut. 1:17, 16; 10:17, 18; 16:18–20); su obra es el ejercer †œel juicio del Señor† (Deut. 1:17). Traer un caso †œante Dios† y †œante los sacerdotes y jueces† son expresiones intercambiables (Exo. 21:6; 22:8, 9; Deut. 17:8–13; 19:17). Además, el Señor Jesús entendí­a que †œdioses† eran seres humanos †œa quienes fue dirigida la palabra de Dios† (Juan 10:35).
La balanza se inclina, entonces, a favor de gobernantes terrenales considerados en su alta dignidad, la responsabilidad que tienen ante Dios y por la cual le rendirán cuentas. (iii) Cuando los gobernantes humanos fallan (5), careciendo ellos mismos de dirección, dejando sin consuelo al pueblo, presidiendo la desintegración social, todaví­a permanece un Dios verdadero ante quien tienen que rendir cuentas (1, 6 y 7) y a quien podemos orar (8).

SALMO 83. ENEMIGOS ALREDEDOR PERO DIOS EN LO ALTO

Ayuda leer 2 Crón. 20 como una ilustración de este Salmo, pero la situación aquí­ excede a cualquier coalición que jamás enfrentara Israel. En lugar de tratar de asociarlo con algún incidente histórico debemos verlo como el retrato de un pueblo que encuentra un recurso en la oración (1) ante un mundo hostil (2–8), dando forma a su oración a la luz del poder revelado de Dios (9–15) y anhelando el resultado bendito cuando el Altí­simo sea reconocido universalmente (16–18). El Salmo enseña cómo somos colocados en medio de un mundo que nos odia porque no le pertenecemos (Juan 15:18–25); cómo debemos reaccionar: no hay otra salida, sólo la de la oración; en la cual debemos apoyarnos: en el poder ya demostrado de Dios para vencer al mundo (9–12; Juan 16:33; Apoc. 1:17, 18); lo que debemos anhelar: no sólo la liberación personal de la oposición sino la conversión de quienes se oponen (16, 18).
1–4 Tu pueblo. El Salmo comienza con la amenaza al pueblo del Señor expresada en la determinación de sus enemigos de destruirlos de modo que †œdejen de ser nación† y ya ni se recuerde que existí­an (4), dejándolos sin un lugar sobre la tierra y sin su lugar en la historia. Esta es la enemistad mortal del mundo, evidenciada en su reacción y tratamiento del Señor Jesús (Juan 1:10; Hech. 3:13–15). No ofrece llegar a un acuerdo y no debe ofrecérsele a él tampoco (2 Cor. 6:14–7:1; Stg. 4:4). 3 Protegidos, †œesconder†, escondidos en un lugar secreto, fuerte como el que uno usarí­a para esconder objetos de valor. 4 Destruyámoslos, una palabra fuerte: †œborrar, o eliminar†.
5–8 Tú mismo. No sólo su pueblo sino más especí­ficamente el propio Señor es el blanco de la alianza (5). Es verdad que nunca nos abandonará (Isa. 41:10; Heb. 13:5); y lo es aun más que se mantendrá firme en la gloria de su nombre (Jos. 7:9; Isa. 42:8, Eze. 20:9, 14, 22, 44; 36:22). 6 Una coalición de pueblos al oriente de los hagrienos, †œdescendientes de Agar† (1 Crón. 5:10; 11:38; 27:31). Supuestamente conectados con Abraham y Agar. 7 Biblos. Algunos sugieren otro lugar no mencionado en Transjordania. Biblos (un puerto palestino [fenicio]) es mencionado en Jos. 13:5; 1 Rey. 5:18; Eze. 27:9. Si acaso es intencional, la lista comienza con el extremo norte, va hacia el este hasta Amón, hacia el sur hasta Amalec, girando hacia la tierra de los filisteos al oeste y de vuelta a Tiro, en el norte: un cí­rculo completo alrededor del pueblo del Señor. 8 Asirios puede ser el sombrí­o poder en que se basan los Estados aliados que forman †œla lí­nea del frente†, como †œel dios de esta edad presente† (2 Cor. 4:3, 4) detrás de la hostilidad abierta contra la iglesia, pero posiblemente aquí­ †œAsur† sea una tribu árabe al norte del Sinaí­ (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 25:3, 18; Núm. 24:22, 24). Lot (Gén. 19:36–38; Deut. 2:9, 19).
9–12 Tu tierra. Canaán es llamada los prados de Dios (12) porque allí­ pastorea a su rebaño. Toda la tierra es de él pero esta tierra es su tesoro especial (Deut. 11:12) como lo es su pueblo (Exo. 19:5). 9 Una alianza similar (Jue. 6:1, 2) puede haber generado este recuerdo de Madián que fácilmente incluirí­a a Sí­sara (Jue. 4–5). Madián pereció a mano de apenas 300 hombres para que la excelencia del poder pudiera atribuirse a Dios (Jue. 7:1–7); Sí­sara cayó por la mano de una mujer sola (Jue. 4:17–22; 5:24–27, 31). 11 (Jue. 7:25; 8:18–21).
13–16 Tu tempestad. El Señor tiene a su disposición todas las potencias de la creación y con frecuencia se convierten, como lo hacen aquí­, en sí­mbolos de su propio poder: de dispersar, destruir, desorientar y desilusionar (vergüenza, desilusión de todo lo que habí­an esperado) a sus enemigos. Pero sus caminos están siempre llenos de misericordia con propósito y en nuestras oraciones hemos de compartir esa actitud. Algunas veces la gente tiene que sufrir total humillación (13–15) a fin de poder luego ser conducida a Dios (16).
17, 18 Tu nombre. El tema que aparece al final de la última sección se convierte en el tema principal. La oración con la cual comienza el Salmo: No guardes silencio (1), se convierte en una oración pidiendo la voz de revelación divina, Conozcan (18), dirigiéndose a los que, dejados solos, maquinaban la eliminación de la iglesia (4). Que tu nombre es (18) es más bien †œpor† o †œpor tu nombre†: †œpor† decirles quién y qué es él, los ganará para sí­; o porque es quien es debe acercarse hacia ellos con su revelación.

SALMO 84. †œSER PEREGRINO†

En lo profundo de su anhelo por Dios mismo (2), su sentido de eficacia del sacrificio que Dios ha provisto (3), lo decidido de su fe (5–7), su feliz contentamiento con Dios (10, 11), este Salmo es un reto a nuestra pobre espiritualidad.
1–4 Anhelo. El alma es el ego esencial, corazón y carne son aspectos internos y externos de la personalidad: así­ la persona total está involucrada en un anhelo consumidor por la casa de Dios y por Dios mismo. El pensamiento de la seguridad de los pájaros que hacen sus nidos sobre y alrededor de la casa del Señor lleva a pensar en quién protege la seguridad de todos los que allí­ moran (4), el altar donde los pecadores se reconcilian con el santo Dios y él con ellos. 3, 4 La secuencia es: †œLos pájaros están seguros en su casa; es el lugar del altar de Dios; nosotros estamos seguros en su casa.† Los altares son la clave de nuestra seguridad.
5–8 Peregrinaje. La bendición no se limita a la casa. También hay bendición en el peregrinaje, donde los peregrinos (i) viven en el poder de Dios, (ii) mantienen firmes sus corazones (5; Luc. 9:51–53), (iii) encaran las adversidades con una fe inamovible (6, ver más adelante) y así­ (iv) encuentran más y más fuerza hasta (v) que son ellos mismos aceptados para estar en la presencia de Dios (7) y para tener una relación en que pueden conversar con él (8). 6 El valle de lágrimas, †œárboles de bálsamo†, posiblemente un lugar real (2 Sam. 5:22–25), tipifica aquí­ el aspecto árido, hosco del peregrinaje. Lo convierten en manantial involucra encarar su aridez con la seguridad de que, pese a todo, contará con agua (contraste Exo. 17:1–3); y así­ sucede: la lluvia de Dios lo cubre de bendición.
9–12 Descanso. La continuidad de la casa depende del rey y de la estabilidad del reino bajo su mando. De esta manera, era el garante de los deleites espirituales. En consecuencia, el peregrino ora por el rey (9). Para nosotros, Jesús, con un reinado sacerdotal inmutable, es el garante eterno de nuestra seguridad, aceptación y bendición (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 4:14–16; 7:23–25; 1 Jn. 2:1, 2). 9 Escudo †¦ ungido. Por ser †œungido† ha sido nombrado y dotado por Dios; como †œescudo† él nos cubre. 10 Empieza con †œporque†, explicando la oración en el v. 9. El peregrino ora por el rey †œporque† quiere que los beneficios de la casa estén asegurados. 11 Explica el v. 10: la vida con Dios es preferible a cualquier otra vida porque él es sol, la fuente de luz (27:1) y vida (56:13), escudo, protector de toda amenaza; gracia, nos atrae y luego comparte con nosotros su gloria (2 Ped. 1:3, 4). Pero no incondicionalmente: el bien que otorga libremente (11) es para quienes andan (tanto el estilo de vida y las motivaciones que lo generan) en integridad (Mat. 5:48). A la vez, no son sus logros sino (12) su fe lo que los hace benditos.

SALMO 85. ANHELO DE UN AVIVAMIENTO

Las dificultades de la vida no siempre indican la desaprobación de Dios, pero nuestra reacción siempre debe incluir un autoexamen, no sea que haya pecado que confesar y algún mal que corregir. Tal era la ocasión de este Salmo. El favor de Dios era sólo un recuerdo (1–3); el presente estaba lleno de su ira (4–7). El autor desconocido que nos legó esta meditación adoptó la misma postura que Habacuc: así­ como el profeta, confundido por el presente (1:1–17) se puso de pie y miró para ver qué dirá (2:1), así­ el salmista, habiendo analizado la situación (1–7), decidió escuchar lo que hable el Señor Dios. El Salmo es una meditación profética sobre el tema de avivamiento-renovación (6).
1–3 Recordando: El fundamento del favor de Dios. Cuando, anteriormente, Dios habí­a favorecido y restaurado (1), habí­a sido por medio del perdón de los pecados de ellos (2) y dejando a un lado su ira (3). En ellos hubo un cambio: el arrepentimiento que trae el perdón; y un cambio en Dios: el abandono de su enojo que trae paz. No puede haber renovación-avivamiento hasta que el pecado ha sido perdonado y su enojo ha sido aplacado. 2 Perdonado, †œse llevó† (Lev. 16:21, 22).
4–7 Rogando: El final de su enojo y el don de salvación. Salvación significa liberación; en este caso liberación de la ira (†œdisgusto†, 4, sentida personalmente, 5) de Dios. Sólo así­ puede haber avivamiento-renovación con su consecuente gozo en Dios (6); y sólo puede suceder por medio de su amor inamovible y su don gratuito (7). En esta cuestión de avivamiento-renovación dependemos de su voluntad soberana. 4 Restáuranos, †œvuélvete a nosotros†; lo principal de la cuestión (3, 5) es que él se reconcilie con nosotros.
8, 9 Escuchando: La expresión de la promesa y sus condiciones. Escucharé: †œHe resuelto escuchar†; una postura de compromiso. Quienes deseen un avivamiento-renovación tienen que esperar la palabra de Dios. Pero esto impone ciertas demandas: (i) responder a su amor: fieles (8, †œlos objetos de su amor comprometido y quienes se han comprometido a corresponder a su amor†); (ii) dejar atrás las necedades del pasado (8). (iii) vivir en el temor de Dios (9, 1 Ped. 1:17–19). La consecuencia es que la gloria —Dios en toda su gloria— estará entre su pueblo.
10–13 Esperando: La armoní­a del cielo y la tierra. Los atributos de Dios armonizan: él nos ama sin tener que hacer ajustes a su †œverdad† (10); nos otorga su paz sin comprometer su justicia (10, Isa. 45:21–25; Rom. 3:23–26). El cielo y la tierra están en armoní­a (11): la tierra produce el fruto de †œla verdad† (11, Isa. 45:8; Ef. 5:8, 9) bajo la mirada serena de la justicia misma desde el cielo (11). Al dar Dios, la tierra responde (12): la realidad definitiva de salvación incluye la restauración del Edén en los cielos nuevos y la tierra nueva (Isa. 65:17–25; 2 Ped. 3:13). A esta situación con su heraldo justicia precediéndolo, llega Dios mismo (13, Apoc. 21:3).
13 Lit. †œDéjale poner sus pies en el camino†: el equivalente del Salmo a Apoc. 22:20.

SALMO 86. EL COJIN DE LA SOBERANIA

Siete veces (3, 4, 5, 8, 9, 12, 15) habla David del Señor y Jehovah, usando la palabra que expresa la soberaní­a de Dios. En medio de la necesidad personal (1), en el dí­a de mi angustia (7), cuando los arrogantes y violentos (14) lo hostigaban, encontraba un cojí­n sobre el cual recostar su cabeza: el Dios soberano que escucharí­a sus oraciones (3, 4), lo librarí­a (12, 13) y avergonzarí­a a sus enemigos (17). En este Salmo de prolongada intercesión, la necesidad (14) no se especifica hasta que David primero explora su relación con Dios (1–6) y renueva su compromiso (11, 12). En forma más profunda podrí­amos decir que su oración se ocupaba más de †œcontarle a Dios acerca de Dios†, considerando la naturaleza divina, que de †œcontarle a Dios de mí­†. En este sentido refleja cómo la gente ora en la Biblia (Neh. 9:5–31, 32–37; Hech. 4:24–28, 29 y 30) y es un modelo para nosotros.
1–6 †œA ti, Oh Soberano†: escucha la oración. La sección se encuentra †œencerrada† por una apelación para ser oí­do (1, 6). La palabra porque en 1, 2, 3, 4, 5 y lo que el v. 2 implica ofrecen cinco bases sobre las cuales oramos: (i) Por incapacidad (1): pobre y necesitado, desamparado y el juguete ineficaz de otros; (ii) por el amor recí­proco (2): piadoso, mejor †œquerido y devoto†, ser amado y corresponder a ese amor; (iii) por una fe comprometida (2), una relación personal (Dios mí­o) que produce obediencia (siervo), basada en la fe (confí­a); (iv) por una intercesión persistente (todo el dí­a, 3) y expectante (3, 4). †œElevar su alma† (24:4 es llevar todos nuestros anhelos a Dios únicamente y esperar que únicamente él supla lo que necesitamos; (v) porque él es quien es (5), misericordia, †œbondadoso† con nosotros en el momento de nuestra necesidad, perdonador en cuanto a nuestros pecados, grande, abundando en la misericordia inmutable a la cual se ha comprometido.
7–13 †œOh Señor, ninguno hay como tú†: él es el único Dios. Ahora David enfoca más de cerca la situación: los †œparéntesis† de la sección son los v. 7, seguridad de que en el dí­a de mi angustia Dios responderá, y el v. 13, confianza en que la misericordia divina que no falla †œlo librarᆝ (el verbo es futuro) aun si sus enemigos lo llevan a su tumba y en el Seol enfrenta la vida en el más allá. Su percepción de la grandeza de Dios comienza en la más amplia escala (8–10): que el único Dios es soberano sobre todo poder que pueda haber en el cielo (8) y espera la sumisión de toda la tierra (9); pasa a un plano personal (11, 12) de que el único Dios merece su total consagración, exteriormente por la manera como vive, interiormente en su corazón (11) y verticalmente en alabanza (12). 11 No significa †œenséñame cómo salir de esta dificultad† sino †œenséñame, mientras sigue lo peor de la dificultad, a vivir en tu camino†. Concentra mi corazón, †œune, o unifica mi corazón†, lí­brame de ser de doble ánimo, de doble cara con Dios; dame †œuna meta sola y firme, que no cambie ante las amenazas o las recompensas, para ser tuyo y de tu gran nombre†.
14–17 †œPero tú, oh Soberano†: él es suficiente. Ahora nos enteramos de la situación concreta que causó la debilidad (1) y dificultad (7) de David. La referencia repetida al amor, perdón y misericordia de Dios (3, 5, 6, 15, 16) sugiere que estaba huyendo de Absalón, una situación en la cual él mismo no era por cierto inocente. 2 Sam. 16:5–7 revela la actitud de algunos compatriotas hacia David, y 2 Sam. 17:1–4 muestra que arrogantes y violentos (14) no es una exageración poética. Y sin embargo, el Dios compasivo y clemente (15; Exo. 34:5, 6) era suficiente tanto para suplir la debilidad de David (16) como para actuar en contra de los enemigos de David (17). 17 Señal, como en Jue. 6:36–40. Cuando las personas están bajo tanta presión que necesitan una señal, Dios es lo suficientemente compasivo como para condescender a su debilidad.

SALMO 87. HIJOS DE SION

Tres temas del ATAT Antiguo Testamento se unen en este Salmo y aclaran sus muchas veces enigmáticas lí­neas: (i) El tema †œciudad† (Isa. 2:2–4; 26:1–4; 54–55; 60; Heb. 12:22–24). El primer intento humano de organizar al mundo sin tener en cuenta a Dios resultó en una ciudad (Gén. 11:1–9) y la Biblia presenta la consumación de la obra creativa de Dios como su ciudad-mundo venidero (Apoc. 21:1, 2, 15–27). (ii) El tema †œnacimiento†. Cuando Nehemí­as quiso poblar la nueva Sion, sus posibles ciudadanos debí­an probar que tení­an derecho por nacimiento de vivir allí­ (Neh. 7:4 ss., 64; cf.cf. Confer (lat.), compare Esd. 2:59, 62). Esto corresponde al †œnuevo nacimiento† (Juan 1:12, 13; 3:3–8). (iii) El tema †œlibro† (Exo. 32:32; Sal. 56:8; 69:28; Eze. 13:9; Dan. 12:1; Luc. 10:20; Fil. 4:3; Heb. 12:23; Apoc. 3:5). Isaí­as es importante al vincular el tema †œlibro† con Sion. Estos tres temas forman el contenido del Sal. 87. Es un Salmo de Sion (1–3), un Salmo de †œnacimiento† (4, 5) y un Salmo del †œlibro† (6). Esencialmente, proclama la venida de una ciudad-mundo de Dios en la que el derecho de nacimiento será extendido a las naciones antes hostiles y paganas (4), en base a su inclusión por parte del Señor en su registro (6).

A1 (v. 1) Su fundamento
B1 (v. 2) El amor del Señor
C1 (v. 3) La ciudad de Dios
D (v. 4) La ciudad mundial
C2 (v. 5) La ciudad del Altí­simo
B2 (v. 6) El registro del Señor
A2 (v. 7) Mis fuentes

El contraste entre los vv. 1 y 7 muestra el movimiento del Salmo desde lo que el Señor piensa de Sion (1–3) hasta llegar al pueblo que allí­ vive y goza de sus beneficios (5–7) (cf.cf. Confer (lat.), compare Neh. 7:4 ss.). El v. 4 es entonces el eje de todo el Salmo: cómo la ciudad acoge a todo el mundo como hijos. El que el Señor fundara y estimara la ciudad (1, 2) se expresa en las cosas gloriosas que de ella se dicen (3). ¿Qué son éstas? La respuesta aparece en el v. 4: sus ciudadanos son de todo el mundo, conocen al Señor y tienen derecho de nacimiento de la ciudad. Sion es de esta manera la consumación de los propósitos de Dios. Pero este establecimiento de una ciudadaní­a mundial, lejos de disminuir lo especial que es Sion es de hecho (5) justamente la manera que el Altí­simo le dará estabilidad. ¿Pero cómo puede una compañí­a mundial contar con el requisito de un derecho de nacimiento? Porque (6) el Señor mismo ha inscripto sus nacimientos en el registro de Sion. En consecuencia no hay distinción y (7) cantores y músicos —toda la gozosa compañí­a— por igual disfrutan de lo que Isaí­as (12:3) llamó †œmanantiales de salvación† (cf.cf. Confer (lat.), compare Joel 3:18).
Nota. 4 Rahab, sobrenombre de Egipto (Isa. 30:7). Egipto y Babilonia, los dos grandes opresores; Filistea y Tiro, los contrastantes poderes guerreros y comerciales del mundo; Etiopí­a (Cus), los extremos remotos de la tierra.

SALMO 88. LAS TINIEBLAS DEL ALMA: FE PACIENTE, PACIENCIA FIEL

Las tres secciones de este Salmo tienen tres caracterí­sticas en común: cada una se inicia con un testimonio de oración sostenida (1, 2, 9, 13); cada una lamenta una experiencia de tinieblas (6, 12, 18); y cada una enfrenta la muerte (5, 10, 15). Esto es, en resumidas cuentas, un †œSalmo sin esperanza†. Alguien que conoce al Señor como Dios de mi salvación (1), no tiene ninguna esperanza al encontrarse frente a la muerte (9–12). Alguien dedicado a la oración no encuentra respuestas que remedien el sufrimiento. La ira de Dios (7), el alejamiento de amigos y el dolor debilitante del cual es imposible escapar (8, 9) llena todo en la vida; la mirada hacia arriba ve sólo ira, la mirada hacia adentro, terror (16); la mirada hacia afuera, peligros presentes y amigos ausentes (17, 18) y la mirada hacia adelante, tinieblas sin alivio (18).
La mayorí­a de los pastores han tenido que ministrar en una situación así­, teniendo de la mano a un hermano querido que se hunde en tristezas sin consuelo y enfrentando la eternidad sin seguridad. Y la mayorí­a de los creyentes habrán enfrentando —en menor o mayor grado— el valle de sombra que excluye la luz del sol y donde Jesús y su amor, el evangelio y sus seguridades, el cielo y sus compensaciones se aplican a otros, no a ellos mismos. El Salmo nos dice que el sufrimiento sin alivio puede todaví­a ser nuestra suerte. Nos recuerda que no estamos aún en el cielo sino que somos parte de una creación que gime (Rom. 8:18–23). Nos pone por delante un luminoso ejemplo de la fe que se aferra y una ocupación resuelta en la oración. Aquí­ vemos a uno que camina en tinieblas, sin luz y confiando en el nombre del Señor y apoyándose en su Dios (Isa. 50:10).
1–9a Vida sin luz. ¿Hay muertos que han sido arrebatados del cuidado del Señor? Sin duda que sí­: ocupan la honda fosa †¦ lugares tenebrosos (6), presionados hacia abajo por la ira divina (7). Al sentir el salmista que su largo sufrimiento es una condición fatal (15) y que se acerca al final de su vida terrenal (3), esto es lo que lo aflige: ¿Ha de morir bajo la ira? Es esto también lo que lo motiva a orar (1, 2; nótese porque en el v. 3).
9b–12 Muerte sin esperanza. Después de la muerte, el destino del hombre está sellado. Morir con la duda de la ira divina sin resolver, es ir a donde no puede haber esperanza en los milagros de Dios, sus actos salví­ficos sobrenaturales, nada por lo cual alabarle (10), ninguna experiencia de su amor para compartir, nada que haga confiar en su cuidado fiel (11), nadie que pueda hablar de sus maravillas de salvación (12), nada de tu justicia, la intervención divina para poner las cosas en su lugar. Sólo AbadoÅ’n (lugar de destrucción), tinieblas y olvido divino (12, cf.cf. Confer (lat.), compare 5, ya no te acuerdas, para ver el significado de †œacuerdas†, Exo. 2:24), o sea, Dios dejando al pueblo para que se las arregle solo sin la intervención misericordiosa, cariñosa, providente de él. Esto no es (como algunos comentarios erróneamente insisten) una declaración general de una creencia del ATAT Antiguo Testamento sobre la vida y la muerte esperando una corrección del NTNT Nuevo Testamento. El Salmo describe sólo la muerte que este salmista teme, la muerte bajo la ira divina. Cuando el NTNT Nuevo Testamento trata este tema, lo presenta infinitamente más espantoso.
13–18 Pregunta sin respuesta. El grito pidiendo ayuda (13) se convierte en un grito pidiendo una explicación (14) que no tiene la seguridad de recibir una respuesta: justamente como Dios no dio a Job ninguna explicación hasta el final y nosotros, similarmente, con una necedad comprensible, preguntamos lo mismo con el mismo resultado. Si se diera una explicación, sin duda serí­a tan desconcertante como la situación que se quiso explicar. Porque las circunstancias de la vida son asignaciones suyas y obras suyas. En las tormentas de la vida enfrentamos sus olas (7), y en nuestros temores sus terrores (16, 17). La soberaní­a que no se explica a sí­ misma, que rebalsa de sabidurí­a, amor, poder y justicia infinitos, que está, por lo tanto, fuera de nuestra capacidad y vista; esa soberaní­a es nuestro cojí­n (Sal. 86) cuando todo (18) es oscuridad.

SALMO 89. †œ¿PROMETE Y NO CUMPLE?†

La estructura de este Salmo relata su historia. Consiste en dos secciones formadas idénticamente (1–14, 38–51) alrededor de un †œnúcleo† (15–37). El v. 52 es una conclusión editorial del Libro 3 de Sal.
1–14 Las promesas de Dios garantizadas por la naturaleza de Dios. Tres estrofas de ocho lí­neas que concluyen con un resumen de cuatro lí­neas (13, 14). El salmista se dispone a cantar de las misericordias divinas (1) que son eternas (2) y, en particular, recuerda la promesa del Señor a David (3) de una lí­nea de sucesión duradera y un trono seguro (4). Ya que el Señor es supremo en el cielo (5–8) y soberano sobre la tierra (9–12) estas promesas deben ser ciertas. En resumen, el Señor posee poder y supremací­a (13); su dignidad real se basa en su santidad expresada en principio (justicia) y en la práctica (derecho); y todo lo que hace es anunciado (14) por su misericordia y verdad.
15–37 Puntos principales de la promesa. Seis estrofas de ocho lí­neas: (i) el pueblo favorecido (15–18); (ii) el rey favorecido: David ungido (19–21), dominio universal prometido (22–25), relacionado con el Señor como un hijo con su padre, supremo sobre los reyes terrenales, gozando de un pacto eterno de amor y con la promesa de una lí­nea imperecedera (26–29); (iii) la dinastí­a favorecida: disciplinada pero nunca rechazada (30–33), establecida para siempre dentro del pacto daví­dico inviolable (34–37).
38–51 El incumplimiento de las promesas: recurrir a la oración. Tres estrofas de ocho lí­neas (38–41, 42–45, 46–49) y una oración de cuatro lí­neas como conclusión (51, 52), son iguales en su forma a la sección inicial. Pero contrastan con ella en cuanto al tema: las 14 afirmaciones de soberaní­a divina (9–14) son equilibradas por 14 verbos de acción divina personal y destructiva contradiciendo las promesas (38–45). Se ha renunciado al pacto y las defensas nacionales han sido destrozadas (38–41); los enemigos van ascendiendo mientras el trono yace en el suelo (42–45); así­ que dónde están las antiguas misericordias que fueron prometidas (46–49); Señor, acuérdate †¦ de tus siervos y de tu ungido (50, 51).
¿Qué hacer cuando las grandes promesas se convierten en grandes desilusiones? Las promesas a David eran claras y especí­ficas. Se inauguró un pacto (3), con voto de perpetuidad (28, 34), y luego fue abandonado (39). Aun más particular es el amor de Dios, inmutable por definición: en los vv. 1, 2, 14, 24, 28, 33, 49 la palabra usada expresa el amor del compromiso, amor de la voluntad y no sólo de las emociones, amor prometido. El Salmo está entre un paréntesis formado por esta palabra en plural (1, 49). Esto es tan raro en el ATAT Antiguo Testamento como para llamar la atención, porque el plural es usado sólo diez veces a diferencia de más de 200 veces en singular. En el Salmo el plural, †œcompromisos del amor inmutable† (1, 49) llama la atención a la promesa con dos facetas, hecha cariñosamente a David: un trono que dominarí­a el mundo (22–25) prometido por amor (24) y una dinastí­a permanente (26–29, 30–33) prometida por amor (28, 33).
Pero son precisamente estas promesas basadas en el pacto y en el amor las que han fallado. Es más fácil imaginar a un salmista después de la caí­da de Jerusalén (597, 586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) y el exilio de los últimos reyes (2 Rey. 24:8–12; 25:6, 7), reflexionando en Babilonia sobre el significado de estos eventos, cándidamente enfrentando la realidad de un trono conquistado en lugar de conquistador y una dinastí­a que ha desaparecido y formulando la pregunta de Balaam: †œ¿Dios habló, y no cumplirá?† Su respuesta es muy maravillosa. Cuando las promesas de Dios parecen haber fallado, entonces las afirma con un canto alegre (1, 2) y lleva el dolor de todas las promesas no cumplidas a Dios en oración (46–49, 50, 51). Tenemos que recordar que el salmista se dispuso a cantar las promesas (1, 2) cuando ya sabí­a que iba a contar cómo fallaron (38–45) y que oró su oración llena de tristeza cuando todaví­a no habí­a señales de una solución. Pero qué acertado estaba al hacerlo porque (en el tiempo dispuesto por Dios) pronto brotarí­a una raí­z de la tierra seca (Isa. 53:2) y el Hijo divino de David (Isa. 9:6, 7) reinarí­a en victoria (Isa. 9:4, 5) y justicia (Isa. 11:1–5; 32:1) para siempre (Luc. 1:31–33).
En resumidas cuentas, las promesas no habí­an fallado sino que la comprensión humana de los tiempos de Dios y la complejidad de su dominio mundial no eran suficientes como para captar lo que estaba haciendo. Y así­ sucede con nosotros: las promesas nunca fallan, aunque la aparente demora hace que algunos caigan en la duda (2 Ped. 3:4); y no se trata sólo de la gran promesa de su venida, †œporque no importa cuántas promesas haya hecho Dios, todas son †™Sí­†™ en Cristo†. Las promesas no pueden fallar aunque nuestras expectaciones pueden, en cualquier momento, frustrarse. En ocasiones como esas, al igual que el salmista, debemos convertir las promesas en un canto y las desilusiones en una oración.
2 La RVARVA Reina-Valera Actualizada omite †œPorque† al principio de este versí­culo. Debe volver a colocarse porque el canto en el v. 1 surge de la afirmación del v. 2. Cuando la fe declara que la palabra de Dios no puede fallar, la boca se llena de canto. Para siempre (ver 2, 4, 16, 28, 29, 36, 37). En estos versí­culos se enfatiza de variadas maneras el tema de perpetuidad. Esta es la cuestión que enfrentaba el salmista y que debemos enfrentar nosotros: Dios asumió compromisos perpetuos pero no han sido cumplidos. ¿Cómo hemos de encarar una situación así­?
5–8, 9–12 El argumento de estas dos estrofas es que ya que no hay poder en el cielo o la tierra comparable con el Señor, ¿qué puede haber que prevenga el cumplimiento de sus promesas? 9, 10 El mar se usa con frecuencia para ilustrar un universo desenfrenado en que inquietos adversarios se oponen al Señor. En la mitologí­a pagana esto se †œpersonalizaba† como una batalla librada por el dios creador, Marduc, contra el monstruo del caos, Rahab. Esta batalla se libró antes de la creación para dar a Marduc campo libre para realizar su obra. En la Biblia Rahab es un sobrenombre de Egipto (Isa. 30:7), porque lo que Marduc hizo cuando no habí­a testigos (y por lo tanto se requiere un acto de credulidad para creerlo), el Señor lo hizo históricamente, destrozando a Egipto y separando el mar Rojo (Isa. 51:9–11), en presencia del pueblo que pudo ver y testificar sobre el poder conquistador del Señor (Deut. 1:30). La historia coloca un fundamento sólido debajo de la teologí­a.
13, 14 Fuerte †¦ justicia †¦ misericordia. Si pudiéramos negar cualquiera de estos tres, cada problema causado por el sufrimiento tendrí­a una explicación lógica. Podrí­amos decir: Dios es fuerte y justo en todo lo que hace, pero no siempre es misericordioso; o, es justo y misericordioso pero no siempre lo suficientemente fuerte como para poder hacer lo que quiere; o, es misericordioso y fuerte pero no siempre justo. Pero ya que él es siempre las tres cosas juntas y cada acto de Dios está lleno de su poder absoluto, santa justicia y misericordia inmutable, encaramos la vida con fe en lugar de explicaciones, con confianza en él en lugar de apoyarnos en nuestra propia lógica.
18 Vuelva a colocar el †œporque† inicial. La bendición del pueblo de Dios (15, 16) es explicada (17) por el Señor como su poder; esto a su vez es explicado (18) por la posesión del rey Señor reinando sobre ellos. De esta manera, la pérdida del rey que reina significaba el final de la bendición, bendición que no volverí­an a tener hasta volver a tener al rey. 19 El socorro sobre un valiente: David recibió ayuda divina contra Goliat (1 Sam. 17:37). 25 Mar †¦ rí­os, universalmente, las dos categorí­as contrastantes de agua usadas para expresar totalidad. 26, 27 Mi padre †¦ primogénito (ver Sal. 2:7). 30–33 (Cf. 2 Sam. 7:1–16). El Salmo hace memoria de las promesas fundamentales hechas a David. 37 El fiel testigo puede haber sido el arco iris (Gén. 9:12–17) o, en base al v. 6, el propio Dios incomparable.
38–45 Aunque estos versí­culos no mencionan especí­ficamente la caí­da de Jerusalén, describen algo más que una derrota momentánea del rey daví­dico. Ningún contratiempo puede describirse como un incumplimiento del pacto o como el arrojar la corona y el trono al suelo. Nada hay que quepa mejor con estos versí­culos que los eventos de 597 y 586 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo con la consecuente cautividad y el final de la monarquí­a. De la misma manera, en el v. 46 la larga duración del problema concuerda con el mismo suceso.
46–49, 50, 51 Estas dos oraciones piden al Señor: Recuerda, no como si se hubiera olvidado pero (como en Exo. 2:24, 25) que permitiera que su compromiso y misericordia por su pueblo prosperara en acciones nuevas. La primera oración pide acción urgente. El salmista naturalmente quiere vivir para ver revertida la derrota y el restablecimiento de Sion. La segunda oración ruega en base al estado desesperado del pueblo del Señor. La burla de las naciones que destruyeron ciudad y monarquí­a —y, si se encuentra en Babilonia, la burla cotidiana dirigida al que profesa fe en un Dios soberano pero que todaví­a se encuentra cautivo en el exilio— pesa sobre el corazón del salmista. No sólo eso sino que (51) ¿ha visto con sus propios ojos al rey daví­dico paseado por las calles mientras los burladores se mofan a cada paso? Podemos identificarnos fácilmente con estas dos oraciones al ver que el mundo con sus burlas denigra la iglesia de nuestro Señor Jesucristo y se mofa de su nombre y nosotros, por nuestra parte, anhelamos el avivamiento y la honra del nombre que es sobre todo nombre.
Libro 4

SALMO 90. PRESERVACION DE UNA ESPECIE EN PELIGRO DE EXTINCION

El texto heb. de Sal. es claro al consignar que ésta es una oración de Moisés y los que lo niegan no pueden dar razones convincentes que justifiquen su postura. No hay situación que encaje mejor con este Salmo que la de Moisés durante los años agobiantes de alejamiento divino (Núm. 14:34). Es un Salmo hermoso, conmovedor y realista, que encara nuestras inseguridades y nos ofrece una solución y una esperanza.
1, 2 Una dirección fija en el tiempo y la eternidad. Estos versí­culos comienzan con una referencia al tiempo en que se fija la vida humana, de generación en generación, y termina con la extensión eterna de la vida de Dios desde la eternidad hasta la eternidad. Con este panorama del tiempo y la eternidad contamos con una dirección fija. El †œha probado ser nuestra morada†. Unidos a él, gozamos de permanencia. ¡Con cuánto sentimiento pudiera Moisés haber dicho esto!
3–11 La especie en peligro de extinción. Durante 40 años Moisés observó con tristeza cómo el tiempo, cual arroyo que constantemente se lleva el agua, se ha ido llevando a todos sus hijos (3–6; Núm. 14:23, 29; Deut. 2:14–16) y reconoció detrás de lo que vio la temible realidad de la ira de Dios contra el pecado (7–11). Pero la verdad que expresó se aplica a toda la humanidad: amenazada por la inestabilidad (3–6) y destrozada por la ira (7–11). Es por la acción de Dios que sufrimos la inseguridad de lo transitorio. Es por su mandato (Gén. 3:19) que volvemos al polvo, un destino inescapable, pues (4) aun los que viví­an cerca de un milenio (Gén. 5) morí­an como los demás y para todos por igual el pasto nuevo de la mañana es la vegetación seca del atardecer (5, 6). ¿Por qué debe ser así­? ¿Por qué una especie destinada a comer del árbol de la vida y vivir para siempre (Gén. 2:16; 3:22) se deshace en polvo y duerme en la muerte? El porque al principio del v. 7 da la respuesta: ¡furor †¦ ira divina contra maldades †¦ pecados secretos (8), ira (9)! ¿Es sencillamente el producto de un espí­ritu incurablemente melancólico decir que la vida termina con un suspiro (9) y que la prolongación de la vida sólo significa la prolongación del mal, de las aflicciones (10)? Por supuesto que hay otros aspectos de la vida, pero cuando nos detenemos a analizar, el común denominador de la humanidad es la triste realidad de vidas arruinadas por el pecado, que deben ineludiblemente rendir cuentas al Dios que odia el pecado.
12–15 Preservación de la especie en peligro de extinción. El resto del Salmo es una serie de seis oraciones. Es por medio de la oración que podemos vencer el poder desintegrador del pecado, por medio de la oración que volamos al Dios a quien hemos ofendido, por medio de la oración hacemos nuestro refugio (1) en él. Esta era la manera de actuar de Moisés (p. ej.p. ej. Por ejemplo Exo. 15:25; 17:4; 32:31, 32; Núm. 13–19). Existen cuatro aspectos de la oración para preservar la especie en peligro de extinción: reconocer lo limitado de nuestro tiempo de manera que lo usemos con sabidurí­a (12); clamar pidiendo la compasión de un Dios reconciliado (13); contrarrestar el marchitarse de la vida (la mañana de 5, 6) con una nueva mañana llena de su misericordia que no cambia en todos nuestros dí­as (14); esperar en él para que llene la vida de alegrí­a que de otra manera hubiera sido de aflicción (15). Estos son los cuatro muros fuertes de nuestro refugio eterno en Dios: él es nuestra sabidurí­a (12; 1 Cor. 1:30), nuestro perdón (13; Isa. 55:7), nuestra estabilidad a lo largo de nuestros dí­as (14; 73:26), nuestra renovación (15; 6:4–8).
16, 17 Partí­cipes de la naturaleza divina. El Salmo finaliza como comenzara refiriéndose al Señor, †œel Soberano† (1; Jehovah, 17) y a las generaciones que van pasando (1, 16). Empezó afirmando que podemos encontrar permanencia refugiándonos en él (1); termina orando que visite a nuestros hijos en su esplendor (16) y a nosotros en su †œhermosura† (17, gracia). No sólo se brinda él a nosotros (1); se da a sí­ mismo a nosotros (16, 17). Nosotros que estamos atrapados en el pasar de las generaciones, en lo transitorio de la vida, en los sombrí­os vaivenes de la ira divina, somos hechos partí­cipes de la naturaleza divina (2 Ped. 1:2–4) en toda su gloria y hermosura.

SALMO 91. ALAS DIVINAS Y ANGELES GUARDIANES

Algunos peligros nos acechan (3), algunos nos sorprenden insidiosamente (3, 6); algunos son nuestros propios temores, reales o imaginarios, algunos reflejan hostilidad (5); otros, nuevamente, los encontramos en el camino de la vida (12, 13). Así­ es la vida. Pero la fe sencilla nos coloca en una posición de fuerte defensa (2), el calor personal del cuidado divino, defensa prometida (4) y una hueste de guardianes celestiales a cada paso del camino (11). La forma en que todo esto es declarado sirve en sí­ para afirmar nuestra condición protegida.

A1 (v. 1) El tema declarado: protección segura
B1 (v. 2) Testimonio personal
C1 (vv. 3–8) Afirmación
B2 (v. 9a) Testimonio personal
C2 (vv. 9b–13 Afirmación
A2 (vv. 14–16) El tema confirmado: protección divina

Es un Salmo de testimonio personal (2, 9) pero no se trata de eso solamente. El testimonio puede ser producto de la imaginación o de algo ilusorio y, en cualquier caso, lo que es verdad para una persona no necesariamente se aplica a otras. Pero el testimonio aquí­ está envuelto (1, 14–16) en testimonio divino y es afirmado por la palabra de Dios (3–8, 9–13). En su totalidad es una manera muy artí­stica de expresar una verdad fundamentalmente importante: que siempre estamos totalmente seguros. Cómo un Salmo como éste llegó a escribirse es motivo de conjeturas. O fue un individuo en dificultades que se acercó a un profeta quien aplicó la palabra de Dios directamente a su necesidad y tuvo luego el privilegio de ser un agente de la voz del Señor, o es todo el mero registro de un individuo reflexionando sobre una gran verdad a la luz de la experiencia y la verdad. He aquí­ un Salmo para todo creyente todos los dí­as.
1 Protección segura. Altí­simo (Gén. 14:18–22). Muy pronto Abram reconoció que el Dios de Melquisedec debí­a ser su propio Dios, ¡porque habí­a probado su exaltación soberana en la victoria! Todopoderoso (Gén. 17:1; 28:3; 35:11; 43:14; 48:3; 49:25). La consideración de estas referencias muestra que Shadai (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada) es el Dios cuyo poder es suficiente en toda debilidad humana.
3–8 Protección de los peligros de la vida. El énfasis aquí­ es en cosas que nos llegan sin querer. Tendrí­amos que aislar este Salmo del resto de las Escrituras si entendiéramos que promete inmunidad. Aquí­, como en toda la Biblia (p. ej.p. ej. Por ejemplo Rom. 8:28), la promesa no es seguridad de sino seguridad en. 3 Cazador, †œque pone trampas†. Destructora, †œsuerte†. 4 Plumas (61:4; Luc. 13:34). Escudo †¦ defensa, dos tipos diferentes de protección que resumen toda protección posible. 8 La clara implicación de que la confianza sencilla que asegura protección incluye también obligaciones morales.
9a Protección encontrada. Lit. ¡Ciertamente tú, Señor, eres mi refugio! Has hecho del Altí­simo tu morada.
9b–13 Protección en el sendero de la vida. Estos versí­culos recalcan los peligros que enfrentamos en todos nuestros caminos, en el vaivén de la vida. Cuando Satanás usó estos versí­culos contra el Señor Jesús, la respuesta que recibió fue que la confianza auténtica no demanda que el Señor se pruebe a sí­ mismo sino que simplemente descansa en el cuidado de Dios (Mat. 4:5–7). 12, 13 El león y la serpiente representan respectivamente los peligros de la fuerza y de lo insidioso. El doblaje de los nombres implica †œsea cual fuere el disfraz en que vengan†.
14-16 Promesas divinas de protección. Las ocho promesas del Señor: rescate (acción interventora), seguridad (lo pondré en alto, fuera de peligro), oración contestada, compañí­a en la necesidad, liberación (de peligros), reivindicación (glorificaré), realización personal (saciaré) y el gozo de la salvación. Note cómo éstas alcanzan desde una acción salvadora inicial (libraré) hasta llegar a una salvación disfrutada plenamente y cubriendo todas las necesidades en el camino. Estas son tres condiciones a cumplir: †œamarme† (el amor anhelante que se aferra al ser amado), †œconocer su nombre† (vive con el Señor a la luz de lo que ha revelado sobre sí­ mismo) y oración (me invocará).

SALMO 92. UN DIA PARA TOMAR PARTIDO

Todo este Salmo gira alrededor del v. 8, una declaración fuerte de la exaltación suprema del Señor que podrí­a traducirse: †œÂ¡Eres la exaltación misma!† Desplazándose desde este centro, en cí­rculos concéntricos, está, primero, su dominio moral del mundo (6, 7, 9). Están los que no tienen percepción de esto: los torpes espirituales del v. 6; pero están los que ven (en 9 he aquí­ es en cada ocasión †œconsidera†) la destrucción (7) y la muerte (9) que espera al impí­o. Segundo, está el pueblo exaltado del Señor (4 y 5, 10 y 11). En el v. 10 enaltecerás es una palabra relacionada directamente con Altí­simo (exaltado) del v. 8: el Señor comparte con nosotros lo que es cierto sobre él. Estamos contentos (4, 5) y triunfantes (10, 11) por medio de lo que él ha hecho. El cí­rculo final es la alabanza inagotable que merece dicho Dios (1–3, alabanza durante las 24 horas; 12–15 alabanza durante toda la vida). Ambas secciones de este cí­rculo exterior enfatizan lo que él es (Señor, Altí­simo, nombre, [infalible] misericordia, verdad †¦ Señor, roca, recto, en él no hay injusticia, †œdesviación†); de la misma manera ambas secciones afirman el compromiso de †œproclamar†; pero mientras en 1–3 se trata de todo lo que Dios es, en 12–15 se describe también la vida que disfrutamos cuando andamos †œbien† con él.
El tí­tulo dice que éste es un canto para el dí­a de sábado y su paralelo con los temas principales de Isa. 58 afirman esto: un dí­a de alabanza (1–3, 14 y 15) con un enfoque central en el Señor enaltecido (8); un dí­a para reconocer su santidad y para reafirmar nuestra percepción de distinciones eternas entre el bien y el mal (6 y 7, 9); un dí­a para recordar lo que él ha hecho (4, 5) y especialmente lo que ha hecho por nosotros (10, 11).
1 Bueno, intrí­nsecamente correcto y que satisface personalmente. Nombre, todo lo que ha revelado ser él mismo. 4, 5 Nótese aquí­ y en el paralelo de 10, 11 cómo es una religión personal auténtica. Este es un Salmo de †œmi† delicia en el Señor (sin olvidar, 12–15, una compañí­a más amplia). Grito †¦ gozo, el sentimiento y su expresión, corazón y voz. Obras †¦ obras abarcando la creación, providencia y salvación; más sus pensamientos, la mente de Dios que los produce. 6 Necio puede parafrasearse †œno espiritual†, la persona meramente natural (descrita también en 49:11; 73:22). El verbo relacionado significa †œser bruto†, sin el toque de Dios que trae vida espiritual, careciendo de la verdad revelada (Prov. 30:2, 3). Insensato, gente que nunca penetra debajo de la apariencia superficial de la vida. 7 Brotan †¦ hierba, aparentemente vigorosa que no da señales de su temporalidad y de su destino. Para ser, más fuerte: †œestán destinados a ser†. 9 En un auténtico énfasis bí­blico los impí­os (7) se convierten en tus enemigos. En últimas instancias el adagio de que el Señor odia el pecado pero ama al pecador, necesita ser corregido; los que se ponen en contra del Señor descubrirán que él se pone en contra de ellos personalmente. 12 Justo, el que †œanda bien con Dios†. Palmera †¦ cedro, contraste con hierba (7). La figura es de dignidad, fuerza, durabilidad. 13 Plantados, lit.lit. Literalmente †œtransplantados†, colocados en una nueva posición por el plan y trabajo del Jardinero. Casa †¦ atrios, aceptado y se le otorga la seguridad de estar de pie en su misma presencia. 15 Anunciar, más fuerte, †œempecinado en proclamar†: más años de edad debieran producir más determinación espiritual. Injusticia, desviación de la norma, la contraparte negativa de recto, †œderecho†. Roca, metáfora que se deriva de Exo. 17:1–7.

SALMO 93-100. †œALABANZA DE JERUSALEN†. LOS HIMNOS DEL GRAN REY
Este grupo de Salmos recalca el tema de la realeza de Jehovah. El reina (93:1; 96:10; 97:1; 99:1); es Rey (95:3; 98:6). En este respecto los Sal. 94 y 100 parecen fuera de tono pero 94:2 (cf.cf. Confer (lat.), compare 96:10–13; 98:9) usa la palabra †œequivalente a rey†: Juez, y el Sal. 100 mantiene su posición en la serie no sólo por su conexión con el Sal. 99 sino por el tema que comparte con el Sal. 95 (cf.cf. Confer (lat.), compare 95:6, 7; 100:1–3). Es interesante pensar que posiblemente tengamos aquí­ (cf.cf. Confer (lat.), compare sobre Sal. 120–134) una pequeña colección de himnos para usar, digamos, en la fiesta de los Tabernáculos. Dado que esta festividad marcaba el final de la cosecha cada año (Exo. 23:16; Deut. 16:13) y también celebraba la victoria del Señor sobre Egipto y su cuidado por su pueblo en un mundo hostil (Lev. 23:39–43) es una transición fácil a la celebración de su realeza (Zac. 14:16). Es también posible (ver la Introducción) que se convirtiera en una celebración anual especí­ficamente del Gran Rey. De cualquier manera, estos siete salmos van juntos y, en pares, comparten aspectos del tema de la realeza: 93, 94: El Rey sobre toda la tierra; 95, 96: el Rey sobre todos los dioses; 97, 98: el Rey en el corazón de su pueblo; 99, 100: el Rey y su carácter.

SALMOS 93, 94. EL LUGAR DE LA FE Y EL LUGAR DE LA ORACION

La figura del Rey con su soberaní­a sin problemas (93:4) sobre las rugientes olas se fusiona en la obra del Juez (94:2) administrando al mundo donde los que hacen iniquidad †¦ quebrantan (†œestruendo† o azote y †œquebrantan† son palabras concordantes) a su pueblo (94:4, 5), donde el gobierno soberano se lleva a cabo en las acciones ordinarias de su divina providencia al establecer su orden en la vida (94:10, 12) y todaví­a espera su manifestación final (94:15, 23). La realidad espiritual de la majestad real divina (93:1) se enfrenta con la usurpación terrenal de los orgullosos (una palabra relacionada: 94:2) y del trono extraño (20). En la solemnidad calma y creyente, el pueblo del Señor aclama su realeza (Sal. 93) y en medio del ajetreo de la vida ve cómo gobierna el mundo (Sal. 94).
93:1–5 El Rey aclamado. La afirmación de los vv. 1 y 2 se desplaza a la figura de los vv. 3 y 4 y la solemne consecuencia para el pueblo del Señor (5); los vv. 1 y 2 se dirigen hacia abajo desde el Señor firmemente entronizado a la seguridad derivada del mundo que gobierna; los vv. 3 y 4 se dirigen hacia arriba desde la turbulencia de las †œpotencias† terrenales al sereno poder de su exaltación. La tierra es un lugar seguro en el cual vivir porque él reina; y aun en su mayor turbulencia, él sigue en su trono. 1 Enfatiza el ropaje del Señor: vestido †¦ vestido †¦ ceñido. Como tema, el †œropaje† indica carácter e intención (ver Jos. 5:13–15; Isa. 59:16–18). El Señor viste las vestimentas de la realeza porque es, y tiene la intención de actuar, como rey. No se nos dice cómo es que afirmó el mundo, pero el hecho de que esta verdad se encuentre entre el reinado del Señor (1, 2) su trono es muy significativo. Mientras él reina, la tierra permanece estable. 3, 4 Usan los inquietos mares para retratar las fuerzas destructoras y hostiles en el orden creador: ya sean las violentas tempestades mismas, o la turbulencia de las naciones (Sal. 2) o (como creí­an los paganos) las incesantes batallas entre las potencias espirituales del caos y el Creador. Sea cual fuere la turbulencia, el Señor en las alturas es más poderoso. 5 Es igual al v. 2 dentro de la estructura del Salmo. Allí­, Dios quien es eterno por naturaleza, ocupa su trono eternal; aquí­, Dios quien vive en su casa en medio de su pueblo ha hablado su palabra inmutable y hace que la santidad sea su requisito inmutable.
94:1–23 El Rey conocido por experiencia. †œTodos admiten†, dice Calvino, †œque Dios reina pero cuán pocos son los que usan este escudo para oponerse a los poderes hostiles del mundo.† Con estas palabras cruzamos el puente entre los Sal. 93 y 94. Nuestra fe descansa en su soberaní­a tranquila (Sal. 93), pero en la vida nos encontramos en el lugar de dificultades (4–7), con oposiciones de palabra (4), hecho (5, 6) y de una filosofí­a de vida (7) que no necesariamente niega la existencia de Dios, sino que opina que es inactivo, no intervencionista e irrelevante. Podemos sufrir oposición, pero no estamos sin consuelo: está (i) Dios el Creador que todo lo sabe (9), que no ha abdicado su trono de gobierno moral sobre el mundo (10) y quien conoce las realidades humanas más secretas (11). Sólo los torpes y necios (8, ver 92:6) pueden hacer caso omiso de estas verdades. (ii) El Dios de la providencia (12–15): las dificultades de la vida tienen su propósito moral (12, 13), la vida se apoya en una confianza interior en la fidelidad divina (14) y conduce a una sociedad justa venidera en la cual habrá libertad para vivir rectamente (15); (iii) El Dios del cuidado tierno (16–19); la vida puede por cierto ser solitaria, precaria y confusa pero el Señor está de nuestra parte, su amor es nuestro sostén y tenemos su consuelo en nuestros corazones. (iv) El Dios del triunfo seguro (20–23): porque como Juez de la tierra (2) no se acomodará a los gobernantes de este mundo corruptos, torturadores y moralmente pervertidos. Al contrario, mientras que ahora da pruebas de ser un refugio en el presente al final su juicio será exacto, destructivo y realizado personalmente. El Sal. 94 concluye (22) con la misma nota de descanso en la protección divina soberana que expresara el Sal. 93: la seguridad de que él está en control, que podemos refugiarnos en tal Dios, pero la verdad que liga todo en el Sal. 94 es la oración de que Dios da su recompensa (2) y la seguridad de que hará volver, †œretribuirᆝ (23). La fe descansa en un Dios soberano (Sal. 93), pero es †œpor medio de la oración que luchamos† frente a un mundo hostil que nos zarandea. La oración es nuestra primera respuesta práctica a la soberaní­a divina: si es en verdad el Señor del Sal. 93, no hay mayor prioridad que volar a él al enfrentar las turbulencias de la vida (94:1–3).

SALMOS 95, 96. BUENAS NUEVAS DE SALVACION

En el Sal. 95 la iglesia está cantando y adorando, y en el Sal. 96 cantando y compartiendo. Todo el Sal. 95 se expresa dentro de la comunidad donde Jehovah es conocido como roca, Rey y Creador, Hacedor y Pastor y aquel a quien se le debe obediencia. En el Sal. 96 la iglesia está todaví­a cantando, pero inmediatamente sale afuera como testimonio del único Dios, merecedor de toda alabanza que viene como juez universal. Los Sal. 95 y 96 ponen la realeza del Señor en una relación con los †œdioses† (95:3; 96:4, 5) y ésta es su caracterí­stica distintiva. Pero estos salmos no son de ninguna manera una declinación del monoteí­smo así­ como no lo son las referencias a señores y dioses en 1 Cor. 8:5. Existen muchas potencias espirituales en un mundo caí­do —hasta hay un †œdios de esta edad† (2 Cor. 4:4)— y ya que ejercen su magnetismo ilusorio sobre el pueblo del Señor también, lo que estos salmos hacen recordar es que él es Rey supremo (95:3) y que sigue siendo relevante el hecho de que los †œdioses† no son nada.
El único Dios y los dioses. Estos salmos son tí­picos en su apelación a la creación como evidencia de que hay un solo y único Dios. Comparados con el Creador, otros †œdioses† son (no elohim sino elilim, 96:5) imitaciones de lo auténtico. Son dos palabras asonantes. Son †œno dioses†, ceros a la izquierda. En contraste, él administra soberanamente a la tierra (95:4, 5). En el pensamiento pagano, las profundidades eran gobernadas por Moloc y las alturas de los montes por Baal, y el mar por Tiamat. Pero en la Biblia todo está en su mano, y es suyo por derecho de creación.

Salmo 95. El único Dios y su pueblo

El Sal. 95 consiste en:

A1 (vv. 1, 2) Un llamado a adorar con gozo
B1 (vv. 3–5) Explicación de su grandeza
A2 (v. 6) Un llamado a adorar con reverencia
B2 (v. 7a-c) Explicación de nuestros privilegios
A3 (v. 7d) Un llamado a obedecer
B3 (vv. 8–11) Explicación de sus serias implicaciones

Para su pueblo, el Señor es (i) Salvador (1), al estilo de la †œRoca de salvación† de Exo. 17:1–7, digno de confianza y activo, la fuente viva de la vida, que salva de la muerte. (ii) Pastor (6, 7). Hacedor aquí­ no se refiere a la creación sino a la manera como el Señor hizo a su pueblo para él. Están seguros en la consagración de él a ellos: nuestro Dios, no porque le hayamos escogido a él sino porque él se ha comprometido con nosotros; en sus planes, ha provisto: prado (ver Núm. 10:33, 34); cuidados por el toque de su mano. (iii) Dador de la ley (7–11). Es a los salvos a quienes el Señor dirige su llamado a la obediencia (7) y toma él en serio su ley e impone sus disciplinas si su pueblo desobedece; durante una generación entera (10) perdieron bendición por su desobediencia (Heb. 3:12–19). No escucharon su palabra, ni doblegaron sus corazones a su voluntad, ni quisieron aprender su verdad por lo que perdieron su buena voluntad y su descanso. El incidente especí­fico mencionado (8) ocurrió en Exo. 17:1–7 y se lo considera como un ejemplo tí­pico de la falta de fe. El pueblo contaba con más que suficientes evidencias de que podí­an confiar en el Señor para proveerles lo necesario en toda situación (Exo. 12–16) pero, frente a un valle aparentemente sin agua, su confianza se convirtió en duda, ¡igual que los fariseos del NTNT Nuevo Testamento que cerraron sus ojos a todo lo que Jesús hací­a, negándose a creer hasta no ver otra señal!

Salmo 96. El único Dios y su evangelio

El Sal. 96 consiste en:

A1 (vv. 1, 2a) Un llamado al mundo para que adore
B1 (vv. 2b, 3) Un mandato para la iglesia
C1 (vv. 4–6) Una explicación del único Dios
A2 (vv. 7–9) Un llamado al mundo para que adore
B2 (v. 10) Un mandato para la iglesia
C2 (vv. 11–13) Una explicación del Dios venidero

Los que se regocijan en el Dios de salvación (95:1) deben contar las buenas nuevas de salvación, invitando al mundo: Bendecid su nombre (2), o sea, responder a lo que el Señor ha revelado de sí­, venir ante su propia presencia (la hermosura de su santidad) por medio de las ofrendas que él requiere (7–9); respondiendo a su nombre (8, ver el comentario sobre el v. 2), entrando a sus atrios (8), seguros en su santa presencia (9) y adorando con el debido temor. Pero las buenas nuevas son también de expectación (11–13). †œJuzgar† significa †œarreglar bien todas† las cosas: el cielo, tierra y mar, la creación natural y humana. Ningún aspecto de lo que al principio creó es olvidado en la salvación final.

SALMOS 97, 98. JUSTICIA VISIBLE, SALVACION GOZOSA
La conexión entre la realeza del Señor y la santidad o justicia ha sido silenciosamente establecida en estos Salmos (93:5; 94:15, 21, 23; 95:7; 96:9, 13). Esto llega ahora a un clí­max en un trono de justicia (97:2), una proclamación de justicia (97:6), un llamado a la justicia (97:10–12), una revelación de justicia pasada (98:2) y venidera (98:9). Estos Salmos no minimizan lo temible de la justicia del Señor (97:2–5), lo estricto de sus demandas (97:10) y la suerte de los idólatras (97:7). A pesar de ello, el tono predominante es de alegrí­a (97:1, 8), de canto y aclamaciones (98:1, 4, 7). ¿Cómo pueden el gozo y el juicio, los cantos humanos y la justicia divina, armonizar de esta manera? La respuesta es que la salvación ya se ha logrado (98:1–3): el Dios de santidad (97:12) que convoca a su pueblo a la santidad es el Dios con un santo brazo (98:1) que les trae salvación.

Salmo 97. El gozo en vista de las demandas de santidad
Toda la tierra y Sion comparten un gozo idéntico (regocí­jese †¦ alégrense †¦ alegró †¦ regocijarán); y esto a pesar del poder temible y destructivo de su justicia (2–7) y las demandas que ésta hace (9–12): porque los contrastes son absolutos entre enemigos y amigos, destrucción y preservación, la gloria que todos pueden ver y la luz de la que sólo gozan los justos, el destino de los idólatras y el gozo de los justos. 2 Nube, etc. El Dios del Sinaí­ (Exo. 19:16–19). La justicia y el derecho expresan ambos santidad (Isa. 5:16): justicia es santidad personificada en principios correctos; derecho es santidad expresada en decisiones y acciones correctas. 3 Fuego. La santidad divina en su hostilidad destructiva hacia el pecado (Exo. 3:3–5; 19:16–18, 20; cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 9:24). Fue el fuego del Sinaí­ que encendió la primera ofrenda quemada aarónica y era éste el fuego que ardí­a perpetuamente en el altar: santidad satisfecha por una ofrenda sustitutoria. 4 Se estremece, no como una creación ante el Creador tanto como una tierra pecaminosa delante del Santo (Jue. 6:22; 13:22; Isa. 6:5). 7 Idolos, los †œno dioses† de 96:5. 10 Fieles, relacionada con la palabra que expresa al eternamente inmutable amor, significa †œlos que son amados por él y que corresponden a su amor†. 11 Está sembrada, o haber sido plantada y estar ya lista para que la cosechen como una mies. En cada situación hay una justicia esperando ser disfrutada. 12 Celebrad la memoria de su santidad, †œel recuerdo, o recordatorio† de su santidad (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:15).

Salmo 98. Gozo que se basa en una obra completa de salvación
El dilema del Sal. 97 es explicado. En la salvación lograda para Israel toda la tierra ve su salvación (3). El Salmo consta de tres secciones caracterizadas por cantad (1), cantad (4) y ruja (7) y abarca, por turno, la salvación lograda y la alabanza al Salvador (1–3), gozo mundial en el Rey mundial (4–6) y alabanza por la venida del Señor quien consumará todos sus propósitos justos (7–9). Le ha dado su salvación, que es conocida y vista; toda la tierra pone sus voces e instrumentos a disposición para aclamar delante del Rey Jehovah. Mar y tierra, rí­o y montaña —todo el orden creado— se une a los pueblos del mundo para aclamar al Dios que viene y quien juzgará al mundo (9), poniendo todo en su lugar. 1 Maravillas, cosas que emanan del reino sobrenatural; como el nombre †œAdmirable† (Isa. 9:6; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 18:14 [difí­cil=admirable]; Jer. 32:17). Diestra †¦ brazo, acción personal directa avalada por fuerza personal suficiente. 2 Victoria †¦ justicia. Así­ como el Señor es justo cuando juzga (97:2–5, 6 y 7), lo es cuando salva. Su salvación logra todo lo que la santidad de su justicia requiere. 3 La secuencia es importante: es en el curso de su amor por Israel que el mundo es salvo. 7–9 Nótese el mismo objetivo ambiental que en 96:11–13. La motivación del †œambientalismo† bí­blico es que el Creador ama a su creación (Gén. 1:31), no sólo el aspecto humano sino su totalidad. Y en la consumación, cuando vuelva el Señor Jesús, los nuevos cielos y tierra serán una prueba eterna de su amor (Ef. 1:3–10).

SALMO 99, 100. EL SEí‘OR, SANTO Y BUENO
El Sal. 99 hace un llamado a la alabanza y adoración; el Sal. 100 responde a él cuando toda la tierra viene, entra y alaba. Juntos los Salmos enfocan el carácter del Señor (ver la introducción a los Sal. 93–100) que es santo (99:3, 5, 9), bueno, amante y fiel (100:5). Lo que fuera privilegio del pueblo del éxodo (95:7) se ha convertido en el privilegio de toda la humanidad (100:3).

Salmo 99. Un llamado a la adoración

1–3 La gracia del Santo. El Sal. 99 se divide en tres partes por medio del estribillo del †œsanto† (3, 5, 9). Esta primera sección está llena de la grandeza del Rey Santo ante quien tiemblan los pueblos y la tierra se estremece. Pero, grande y temible †œdigno de ser temido† como es, está en Sion, morando en medio de su pueblo, entronizado en el lugar de gracia, estando su trono entre los querubines sus pies descansan sobre el †œtrono de gracia†, donde habla a su pueblo (Exo. 29:42–46) y hace expiación por sus pecados (Exo. 25:17–22; Lev. 16:15 ss.) Su grandeza es la del Dios de gracia.
4, 5 La ley del Santo. El Rey ama su ley, la establece (en medio de su pueblo) y ha dado un ejemplo de ella en sus propios hechos. En relación con su misma naturaleza, 4a dice lit.lit. Literalmente: †œLa fuerza del rey ama la justicia†; el poder absoluto del rey divino se encuentra totalmente absorto en lo que es bueno. Se nos llama despreciativamente Jacob, el que, aunque le fue dado un nuevo nombre y nueva naturaleza (Israel), seguí­a viviendo con frecuencia como el antiguo Jacob. El hecho de dar la ley no se acomodó a nuestra capacidad sino que colocó delante de nuestros pasos tambaleantes el espejo de la perfecta voluntad de Dios. Pero los que de esta manera enfrentan la obligación de la ley divina también viven constantemente bajo la gracia, porque es †œJacob† quien es invitado no sencillamente a alabar sino a postrarse ante el estrado de sus pies, el trono de gracia.
6–9 La comunión del Santo. Moisés, Aarón y Samuel no son mencionados como privilegiados sino como tí­picos de entre aquellos a quienes serví­an. El Salmo los usa para tipificar el andar personal con Dios: (i) Orando y recibiendo respuesta (6): la caracterí­stica principal del pueblo de Dios es su relación con él por medio de la oración (Deut. 4:7; Sal. 65:2; 138:1–3). Los verbos implican: †œLa actitud invariable de ellos era la de llamar y la de él, la de responder constantemente.† (ii) Escuchando y obedeciendo (7). El pueblo del Señor vive de acuerdo con una verdad sobrenatural: la palabra de Dios. (iii) Perdonando y corrigiendo (8). Perdonador †œcargando (con el pecado)† mira hacia el pasado a Lev. 16:22 y hacia adelante a Isa. 53:12 y Juan 1:29. Pero hay también castigo (exacto) de las faltas porque el perdón sin la corrección nos harí­a conformistas, y el castigo sin el perdón nos llevarí­a a la desesperación. Perdón sin disciplina nos convertirí­a en niños malcriados; disciplina sin perdón nos destrozarí­a el corazón. Juntos garantizan que aunque podemos considerar al perdón como cosa cierta, nunca hemos de tratar al pecado como si no tuviera importancia.

Salmo 100. El pueblo de Dios en presencia de Dios

A1 (vv. 1, 2) Invitación triple: Cantad, servid, venid
B1 (v. 3) Afirmación triple: Dios †¦ nos hizo †¦ suyos
A2 (v. 4) Invitación triple: Entrad †¦ dadle gracias †¦ alabanza
B2 (v. 5) Afirmación triple de la naturaleza de Dios: Bueno †¦ misericordia †¦ fidelidad

Tres verbos que muestran una cercaní­a que va en aumento (1, 2) nos llevan primero a aclamarle (cantad), luego a venir a sus atrios reverentemente y finalmente a descansar (venid ante) en su presencia. Lo hacemos con alegrí­a, regocijo y cantos porque reconocemos que este Señor divino nos hizo para sí­, y a él pertenecemos como ovejas bajo el cuidado de un buen pastor.
Una vez más tres expresiones de creciente intimidad (4) nos acercan a él: sus puertas, sus atrios y la realidad de un Dios conocido por su nombre, con nuestra agradecida alabanza surgiendo de lo que él es (5): en sí­ mismo, completo, absolutamente bueno; en su inmutable actitud hacia nosotros, misericordia comprometida y, en la experiencia constante de la vida, totalmente fiel.

SALMO 101. EL REY: ESPEJO DE LA VERDAD

El orador debe ser el propio rey que contempla su alto rango, porque ¿quién más podrí­a consagrarse a la tarea de eliminar a los impí­os del paí­s (8)? La estructura de las estrofas es así­: en las primeras tres estrofas (1 a 2b, 2c a 3b, 3c a 4) él afirma las normas personales con las cuales se compromete; en las próximas tres (5, 6, 7) declara las normas que promoverá entre los oficiales de su corte y, en la última estrofa (8), enfoca las obligaciones públicas de su rango como cabeza del poder judicial.
1-4 Compromisos personales. Estas tres estrofas cubren, por turno, la vida del rey con el Señor, su vida en el hogar y la vida de santidad personal. 1 El Señor es caracterizado por su misericordia, fidelidad amorosa inmutable y derecho, la verdadera sabidurí­a que siempre puede tomar la decisión correcta. El rey canta de estos atributos divinos como quien se deleita en ellos. 2 Camino de la integridad, una manera de vivir o estilo de vida que demuestra integridad absoluta. ¿Cuándo vendrás a mí­? Una apelación para contar con el apoyo sociable del Señor para con el rey. De mi casa aquí­ se refiere al ambiente doméstico como el primer lugar donde mostrar (andaré) un corazón í­ntegro (camino de integridad). 3 Ojos. El órgano del deseo, lo que uno quiere o espera lograr. El rey promete que sus emociones y objetivos serán sin reproche en su hogar. Indigna, quizá una combinación de †œsin valor† y †œdestructiva†, o sea metas sin valor que, cuando se alcanzan, destruyen. La obra de los que se desví­an. Quizá más lit.lit. Literalmente †œactividad que involucra decadencia†. El rey apunta a las más altas normas de santidad. 4 Dichas normas deben aplicarse también al corazón (†œun corazón torcido†) y a la mente (no reconoceré, lit.lit. Literalmente †œconocer, o reconocer personalmente a†).
5–7 Normas en la corte. La escena toma forma con habiten conmigo, ése me servirá y delante de mis ojos. La casa (7, cf.cf. Confer (lat.), compare 2) es ahora la corte real donde, bajo el rey como principal ejecutivo, otros realizan el servicio de él. (i) Negativamente (5, 7): el rey purga al ambicioso egoí­sta listo para destruir a otros con insinuaciones, al arrogante, al inconstante y al que no es veraz. (ii) Positivamente (6) quiere a los fieles, †œlos que son dignos de confianza† y al que (como él) †œanda en camino de integridad†.
8 Jurisdicción pública. La escena ahora es la tierra y la ciudad donde el rey, como Señor del poder judicial, es responsable por las normas públicas, entre ellas †œel castigo de los impí­os†. Personalmente considera las promesas del Señor (1) para manejar fielmente en público los asuntos del Señor. Por las mañanas. Es la primera prioridad, un verdadero Moisés (Exo. 18:13). Cortaré de la tierra, silenciará con el silencio de la muerte. En esto los ministros de la corona no están exentos ni se les conceden libertades especiales. La ley se aplica tanto en la corte como en la calle.
No podemos ignorar las lecciones de este poderoso Salmo. Tiene una respuesta para el argumento que se escucha muchas veces de que siempre que un ministro del Estado haga bien su trabajo, su vida personal no importa. Pero David no pensaba así­: su obligación real empezaba con su propia persona, su propio hogar y sus normas de vida. Si no es digno de confianza en su vida privada, ¿qué garantí­a hay de su integridad pública? El hogar fue el lugar de su colapso más trágico y sus ojos fueron la causa (2 Sam. 11:2). La administración pública de justicia fue la razón por la cual el descontento público abrió la puerta a la gran rebelión (2 Sam. 15:1–6). En consecuencia, al igual que todos los salmos que tratan sobre el rey, hay aquí­ un ideal que expone lo inadecuados que eran David y sus sucesores y clama por el David venidero y perfecto.

SALMO 102. PEDIDO REHUSADO, ORACION CONTESTADA

No existe la oración no contestada. A veces la respuesta es †œno†, pura y sencillamente, cuando, a la luz de la sabidurí­a perfecta, nuestro pedido es una tonterí­a. Con frecuencia la respuesta es †œtodaví­a no†, cuando nuestros tiempos no concuerdan con los tiempos de Dios. El pedido de Elí­as de morir ha de haber sido (1 Rey. 19:4) recibido en el cielo con una sonrisa y las palabras: †œNo seas tonto. ¡No morirás ahora ni nunca!† El Salmo se desenvuelve dentro de estos parámetros. El pedido del salmista de poder vivir sobre la tierra para ver cumplido su anhelo, recibe un †œno† como respuesta (23, 24); para su confianza de que el momento de recibir respuesta a su oración habí­a llegado (13), la respuesta es †œtodaví­a no†; en cuanto a lo que realmente pidió para Sion la respuesta fue: †œÂ¡No seas tonto! ¡Espera y verás!†
No sabemos quién fue el autor y cuándo vivió. Muchos comentaristas interpretan que piedras y polvo (14) se refieren a la destrucción babilónica de Jerusalén y ubican al Salmo en el exilio. Pero, hasta donde sepamos, los exiliados en Babilonia no eran prisioneros, ni bajo sentencia de muerte (21); en realidad, las condiciones eran muy tolerables (Jer. 29) y al final, sólo una minorí­a estuvo dispuesta a partir (Esd. 1). Es difí­cil, entonces, ver al autor entre los exiliados y resulta más fácil ubicarlo dentro de alguna crisis anterior cuando la ciudad sufrió daños y fue testigo de cómo sus conciudadanos eran llevados a las incertidumbres de la esclavitud. Sea como fuere, frente a lo que él creí­a serí­a una muerte prematura (23, 24), y anhelando ver a Sion restaurada en toda su gloria y como centro de toda la tierra (12–22), dio forma a esta poderosa oración. Es, sin duda, el afligido del tí­tulo (oprimido, abatido, 6–8), desmayando al ir abandonándole las fuerzas, pero conociendo a un Dios a quien puede expresar su lamento (sus †œpreocupaciones†).
Su grito inicial pidiendo ser escuchado (1, 2) va seguido de una poesí­a independiente cuyo paréntesis (mis dí­as, 3, 11) anuncia su tema. Nótese la estructura que forma el eje de esta poesí­a: vv. 3, 11, la vida que se esfuma; vv. 4 y 5, 9 y 10 (conectados con la referencia al pan) describen cómo está desanimado con la vida (4 y 5) y que esto se debe a la ira divina (9, 10); el †œeje† (6–8) enfatiza soledad, de dí­a y de noche, y aislamiento en medio de los enemigos. No confiesa pecado sino que infiere estar atrapado en un gran enojo de Dios, un cambio de su favor anterior (me levantaste) a su presente humillación (me arrojaste).
En la poesí­a central del Salmo (12–22) reflexiona en la grandeza del Señor y en la gloria de sus propósitos. Esta también es una poesí­a †œeje†. Comienza con el Señor entronizado para siempre (12) y termina con el Señor siendo adorado por todos los pueblos (22); los vv. 13, 21 enfocan a Sion, la ciudad favorecida por el Señor de donde recibirá alabanza; los vv. 14, 20 comparten el tema de la compasión. Sus siervos están actuando con poca preocupación por el estado arruinado de Sion pero la compasión del Señor incluye a los necesitados de la tierra; los vv. 15, 19 comparten el tema de el Señor y la tierra; toda la tierra todaví­a habrá de reverenciarlo (15) pero esto será el resultado de su estudio interesado por sus necesidades; los vv. 16, 18 afirman que Yahweh edificará a Sion, que estará presente personalmente en gloria y que creará a un pueblo para su alabanza; y el †œeje† (17) adjudica toda la gloria a la oración contestada.
El Señor cumple sus propósitos más selectos e infalibles por medio de las oraciones de su pueblo. El cambio abrupto de la necesidad humana (3–11) a la gloria divina (12–22) es tí­pico de los Sal. (p. ej.p. ej. Por ejemplo 74:1–11, 12–17). En aquel entonces, al igual que ahora, la manera de encarar las presiones dominantes de la vida es †œfijar los ojos en Cristo†: renovarnos en la visión de Dios (12, 22), en sus intenciones (13–16, 18–21) y en el poder y el lugar de la oración (17).
Pero el salmista habla por nosotros también de otra manera: percibe una muerte prematura, lit.lit. Literalmente: †œEl humilló mi fuerza en el camino† (23). Estaba aún caminando vigorosamente por el camino de la vida cuando la acción divina le causó debilidad. En esta circunstancia recurrió a la oración (24), lit.lit. Literalmente †œNo me levantes† (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 2:1, 11). ¡Qué diferente es la vida de Dios! ¿Puede Dios, el Eterno, realmente percibir cuán dolorosamente nos afecta la brevedad de la vida cuando sentimos, como Moisés (Deut. 3:23, 24), que hemos chapoteado apenas en la superficie del plan divino y anhelamos estar allí­ cuando sea consumado?
Es claro, estaba seguro de que Dios serí­a fiel a sus propósitos y que al llegar la consumación (28) los hijos de tus siervos allí­ estarí­an, disfrutando y establecidos en su presencia. El eterno Dios es eternamente el mismo (27).
Pero ¿y yo? Es aquí­ donde el Eterno sonrió: †œÂ¡No seas tonto! ¡Si lo supieras!† Porque las palabras que su siervo decaí­do le dirigió —aunque no lo sabí­a— eran las mismas palabras que el propio Señor habí­a dirigido a su Hijo (Heb. 1:10–12) al planear juntos una consumación mucho más maravillosa que la que habí­a anhelado el salmista: de que su propia experiencia de debilidad, sufrimiento, enemistad —y aun la ira de Dios— serí­a recapitulada cuando el Hijo se hiciera carne y cargara con nuestro pecado y marcara el comienzo del reino que no puede ser sacudido y la Sion auténtica, celestial (Heb. 2:9–18; 4:15; 5:7, 8; 9:11–14; 12:22–24, 26, 27). Cuando el salmista finalmente pudo ver su experiencia y sus palabras a la luz del Hijo de Dios, ¿no se habrá alegrado que el Señor rechazara su pedido pero escuchara su oración?

SALMO 103. †œTU DIOS ES REY, TU PADRE REINA†

La combinación del cuidado paternal inmutable y el gobierno soberano eterno es lo que recalca distintivamente este Salmo. Los versí­culos centrales (6–18), entre el paréntesis de la justicia divina, abundan en los atributos del Señor: su gracia, compasión, paciencia, tolerancia, perdón y paternidad, pero, sobre todo, misericordia; el amor que expresa su consagración a nosotros, su siempre inmutable fidelidad amante. El Salmo comienza (1–5) con una nota personal: cómo estos atributos de gracia han actuado en mi vida; la conclusión concordante (19–22) cierra un paréntesis alrededor del Salmo en esta nota personal pero su propósito es elevarnos a las alturas donde podemos examinar toda realidad, espiritual y fí­sica, y adorar al único Señor que es el Rey eterno.
1–5 Las bendiciones personales del Señor. 1, 2 Bendice (cf.cf. Confer (lat.), compare 20–22). Cuando el Señor nos †œbendice†, examina nuestras necesidades y responde a ellas; cuando nosotros †œbendecimos† al Señor, examinamos sus excelencias y respondemos a ellas. Santo nombre. †œBendecimos† a Dios mismo cuando hacemos un recuento de sus bendiciones. Todo lo que él hace nace de quien es él (nombre): nunca actúa fuera de lo que ha revelado y de lo que es. Beneficios, mejor †œsuficiencias†: el verbo correspondiente en el v. 10 (pagado) significa †œactuar totalmente†. 3 Perdona y sana aunque, la Escritura cuidadosamente indica, no en maneras paralelas: en 2 Sam. 12:13–23, el perdón fue instantáneo, la sanidad fue negada; el pecado y la enfermedad fueron llevados igualmente a Jesús (Mat. 8:16, 17) pero así­ como en esta vida presente, aunque perdonados todaví­a sufrimos la plaga del pecado, la enfermedad es todaví­a nuestro destino según su voluntad soberana hasta que, en el cielo, toda incapacidad y toda enfermedad moral, desaparezcan. 4 Rescata, actúa como el pariente más cercano que hace suyas nuestras necesidades. Hoyo, no sólo metafórico de peligros mortales en esta vida sino indicativo también de una temible posibilidad en la venidera (cf.cf. Confer (lat.), compare 49:7–9, 13–15). Favores y misericordia. Los primeros son el amor centrado en la voluntad, el amor de la consagración, inmutable; la última: el amor del corazón, apasionado y emocional. 5 Anhelos. Esta palabra es dudosa y posiblemente debiera ser †œtu continuación†, o †œmientras vivas†. Aguila, la representación de una fuerza vital, incansable (Isa. 40:30).
6–18 La naturaleza misericordiosa de Dios. Esta poesí­a tiene como †œeje† el v. 11 con su afirmación de una misericordia que da sombra, que lo domina todo (grande se traduce †œprevalecieron† en Gén. 7:24), que es †œeternamente inmutable†. Sigue hacia la verdad central en pasos parejos: (i) 6 y 17, 18 declaran la justicia del Señor, o sea su compromiso inflexible a su propia naturaleza y sus propósitos justos: nunca ama como resultado de algún cambio en su santidad o relajamiento de sus normas. Su justicia es el sello de todas sus acciones. Al ojo humano muchas injusticias no reciben justicia y muchas opresiones no reciben alivio: el v. 6 dice que el Señor se encarga de que esto no suceda (Gén. 18:25); y motivado por su misericordia, el Señor se encarga de que el bien prevalezca para quienes viven obedientemente dentro de su pacto (17, 18); (ii) 7, 8 y 14–16 equilibran lo que el Señor dio a conocer con lo que el Señor conoce. Podemos estar seguros de que el v. 6 es verdad porque es la revelación de Dios mismo a Moisés, principalmente (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 34:6) que tiene una predisposición emocional hacia nosotros (compasivo), se brinda a nosotros a pesar de que no lo merecemos (clemente), retiene su justa ira (lento) y tiene abundancia de la misericordia que nunca cambia. Se revela a sí­ mismo de esta manera porque nos conoce (14–16) en nuestra fragilidad y transitoriedad. (iii) 9, 10 y 12, 13 son respectivamente el lado negativo y el positivo del manejo divino de nuestro pecado. 10 Pecados, faltas especí­ficas; iniquidades, la perversión de nuestra naturaleza interior. 12 Rebeliones, rebelión intencional contra la voluntad conocida de Dios. El v. 9 indica que Dios el Juez (contenderá es un verbo relacionado con el tribunal de justicia) es una modalidad pasajera de su relación con nosotros, mientras que el v. 13 revela que su paternidad es permanente. Este es el único versí­culo que usa especí­ficamente padre junto con el verbo †œtener compasión†. (Cf. uso de amor maternal, Isa. 49:15, y para su intensidad emocional, 1 Rey. 3:26.)
19–22. El trono eterno del Señor. ¿Cuál es la reacción correcta al que lo gobierna todo? La respuesta de la realidad angelical, celestial y cósmica es: †œHacemos lo que él quiere†, su palabra y su voluntad. ¿Y yo? Si realmente respondo a las excelencias del Señor como indican los vv. 1–5, ¿no obedeceré también su palabra?

SALMO 104. RAPSODIA DE LA CREACION

La majestuosidad de: †œBendecid al Señor, el Todopoderoso, el Rey de la creación†, comparado con la exuberancia de: †œTodas las criaturas de nuestro Dios y Rey†, capta bastante bien la relación de Gén. 1 con el Sal. 104.
Este Salmo convierte la verdad de la creación en un canto, la teorí­a sobre el medio ambiente en maravilla y alabanza. La secuencia del Salmo concuerda con Gén. 1 y podemos imaginar al poeta meditando en aquella gran declaración del Creador y su obra para dar rienda suelta a su imaginación.
Existe un amplio paralelo estructural entre los dos pasajes. El Salmo empieza con un prólogo, una convocatoria a la alabanza y adoración personal (1) y termina con un epí­logo de adoración y alabanza personal (31–35). Entre medio, el cuerpo del Salmo sigue a Gén. 1. Con 2 cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 1:3–5; con 3 y 4, Gén. 1:6–8; con 5–13, Gén. 1:9, 10; con 14–18, Gén. 1:11–13; con 19–24, Gén. 1:14–19; con 25, 26, Gén. 1:20–28, con 27–30, Gén. 1:29–31.
Una caracterí­stica interesante en la manera como este Salmo presenta su tema es la alternancia sorpresiva entre las formas †œtú† y las formas †œél†: †œtú†, 1, 6–9, 13b, 20, 24–30; †œél†, 2–4, 10–13a, 14–19 (lit.lit. Literalmente †œél hizo la luna para las estaciones†), 31–35. Mayormente, estos cambios ocurren en puntos donde el Salmo pasa a otra sección, pero sin ninguna regularidad observable. No parece posible ver aquí­ evidencias de un canto antifonal. El punto es más bien que el Creador es †œél† y †œtú†, un Dios observado en sus obras y también conocido personalmente.
Otro punto de interés en el Salmo (aunque uno que no puede expresarse fácilmente en la traducción) es que los verbos usados son a veces en el tiempo †œperfecto† heb. (lo que es fijo, ya asentado), o en el †œimperfecto† (lo que es regular, repetitivo) y el participio (un estado inmutable). El tiempo perfecto expresa la grandeza y majestad permanentes de Dios; el carácter histórico definitivo de la obra de la creación y sus formas y entornos fijos y la sabidurí­a evidente en ella. Los participios expresan hechos inmutables: el testimonio de la creación en cuanto a su Creador; inmutablemente provee y observa. Los tiempos imperfectos expresan las obras repetidas de Dios en satisfacer las necesidades de la tierra, las transformaciones habituales, las provisiones, el quitar la vida, la renovación y cómo de tiempo en tiempo toca la tierra, controlando sus potencias.
1–9 Creador y creación: trascendente, que mora en, dominante. 1 Bendice (ver 103:1). Qué grande, etc. El Creador es trascendente en su grandeza. Si hemos de distinguir entre gloria y esplendor, la primera es su importancia †œintrí­nseca†, la última: su majestad observable. 2–4 El ropaje es siempre una metáfora del carácter y la consagración. Si su vestidura es luz, es porque Dios es luz (1 Jn. 1:5) y el que la dio (Gén. 1:3; 2 Cor. 4:6). Pero también, desde la figura del Creador envuelto en luz, el Salmo se desplaza desde su trascendencia a su inmanencia. No está lejos de su creación (deí­smo); ni debe ser identificado con ella (panteí­smo); sino que mora en el mundo que creó. Los cielos son su tienda (2); lo que Gén. 1:7 llama †œlas aguas que están sobre la bóveda† son el fundamento sobre el cual se levantan sus altas moradas (3), fuera del alcance de la vista. Pero es también el Jinete en las nubes sobre nosotros y presente en derredor nuestro en el viento (3). Además, las fuerzas invisibles del orden creado cumplen su voluntad, como así­ también las potencias visibles, sea ya el calor acogedor del fuego o la destrucción espantosa de la bola de fuego. 5–9 Se aplican a las imágenes anteriores del Creador en relación con la creación: él planificó su seguridad, determinó su condición (Gén. 1:2) y, por su sola palabra, la ordenó en su forma predeterminada y duradera.
10–23 Creador y creación: Creación organizada para mantener la vida. 10–13 Encerrados entre dos verbos (vierte †¦ das de beber) enseñan que por la obra del Creador, la creación provee agua a sus criaturas. 13–18 El crecimiento sustenta la vida, y las cosas que crecen, al igual que la forma misma del mundo, proveen protección a la vida. Además, la noche y el dí­a que alternan hacen posible que coexistan las bestias y la humanidad (19–23). La creación es un sistema sutilmente adaptado para el mantenimiento y el deleite de la vida; y esto por la acción directa del Creador quien hace las vertientes, riega, hace producir el pasto y las plantas.
24–30 Creador y creación: El Creador es Señor de la vida, la muerte y la renovación. La creación realmente está en incesante actividad, desde el ser marino más pequeño hasta el aterrador monstruo marino, el Leviatán mismo (Job 41:1 ss.) y el constante ajetreo de la humanidad. Pero (sépanlo o no) todos dependen del Creador quien provee lo que necesitan, existen sólo por lo que él da, están sujetos a su determinación soberana en cuanto a la hora de su muerte, y la vida misma sobre la tierra sigue porque es su voluntad renovarla.
31–35 Creador y creación: El Creador santo y su gozo en la creación. La gloria aquí­ se trata de la gloria del Creador exhibida en su universo creado. Si fuera a retirar su gloria, el universo desaparecerí­a. Sólo él le da existencia y estabilidad. Aunque parece muy sólido, es de la mayor fragilidad en relación aun con sus ojos y dedos. Un Creador así­ es digno de alabanza constante, la insolencia está fuera de lugar y sólo podemos orar que nuestro pobre canto sea agradable, porque él es el Santo y los pecadores no tienen ninguna seguridad definitiva en su creación (35). ¿Qué puede, entonces, hacer el alma mí­a sino, habiendo considerado las excelencias del Creador, volverse a él en bendición y alabanza?

SALMO 105. †œNO SOLO CON NUESTROS LABIOS SINO CON NUESTRAS VIDAS†

La Biblia no contiene †œpoesí­a narrativa† en el sentido común de la palabra, contando una historia en un estilo poético. Los Sal. como el 78, 105, 106, 136 no parecen en realidad interesarse en la narración como tal y son más bien una serie de recordatorios alusivos a eventos conocidos, diseñados para mostrar un significado en particular. El Sal. 105 cubre la historia del trato del Señor con su pueblo en tres etapas: primera, el perí­odo patriarcal (Gén. 12–50), aludiendo a la institución del pacto (7–11), el perí­odo como nómadas en Canaán (12–15) y la historia de José en Egipto (16–22); segunda, el tiempo del éxodo (Exo. 1–12): Israel entrando en Egipto (23–25), Moisés y las plagas (26–36), Israel saliendo de Egipto (37, 38); tercera, la peregrinación por el desierto (39–43, Exo. 13–19) y la entrada en Canaán (44, Jos.). El resumen cubre muchos años pero presenta un cuadro: un Dios fiel que hace promesas y las cumple, misterioso en sus caminos pero siempre atento a su pueblo, siempre planeando por adelantado lo que es para su bien, siempre supliendo sus necesidades.
7–11 El Señor prometiendo. Como sucede con frecuencia, lo que el Señor hace por su pueblo aparece en el contexto de su poder universal. Si va a cumplir su promesa a Abraham (Gén. 15:18–21) debe ser también el Señor sobre los amorreos. Pero es aun más, porque toda la tierra está bajo sus órdenes. 8 Anticipa el poder de la historia que cubre el Salmo. Mira hacia el pasado (lit.lit. Literalmente †œél ha recordado†) a través de los siglos y afirma, como lo hiciera Josué con respecto al mismo periodo, †œno falló ninguna palabra de todas las buenas promesas del Señor †¦ todo se cumplió† (Jos. 21:45; 23:14). Pacto, un compromiso libremente asumido por Dios, no un regateo ni un quid pro quo, una intención soberana, declarada de que él es Dios, a Abraham y sus descendientes, y que ellos son su pueblo. De allí­ que el pacto se define como la palabra que mandó †¦ su juramento (8, 9). Se trata de su promesa y él la cumplirá. 9 Hizo, lit.lit. Literalmente †œcortó†, la palabra técnica para la inauguración oficial del pacto (Gén. 15:18). Con Abraham, por lo tanto con nosotros, los descendientes de Abraham (Rom. 4:11, 12, 16, 23–25; Gál. 3:6–9; 4:28–31), cuya historia es nuestra historia, cuyo llamado es nuestro llamado y de cuyas promesas somos herederos. 10 Estatuto, un compromiso inmutable. 11 El pacto se expresó en múltiples promesas (Gén. 17:1–7) y de esas se escoge una, la promesa de la tierra, como un caso que prueba la fidelidad del Señor. Con esta nota triunfante de su cumplimiento termina el examen del Salmo (44).
12–15 El Señor protegiendo. Estos versí­culos abarcan el mismo perí­odo que Heb. 11:8–10, 13. La tierra era de ellos pero viví­an en ella como forasteros, †œextraños† (12). Su existencia nómada, sin organización, los llevó del dominio de un rey a otro (13) y la única tierra que poseí­an era la de la tumba (Gén. 23). ¡Cuán misteriosas son las providencias de Dios con su pueblo! ¡Prometerles tierra y dejarlos sin ella! Pero nunca desprotegidos; ni aun cuando sus propias necedades parecen haber acabado con su buena voluntad (Gén. 12:10–20; 20:1–18; 26:1–11), ni cuando enfrentaban los poderes masivos del mundo (Gén. 14). 15 Ungidos, apartados para Dios en su posición y función. Profetas (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 20:7) donde Abraham es el primero en la Biblia a quien se le llama profeta.
16–22 El Señor anticipando. El Señor no sólo domina toda la tierra (7) sino que ordena ejecutivamente los eventos de ella (16). Nuevamente nos encontramos frente a un misterio, porque no podemos seguirle el rastro a los caminos y modalidades de la divina providencia. Pero donde no podemos comprender por qué él trajo esta o aquella experiencia, o por qué las necesidades de la vida nos han sido quitadas, podemos estar seguros de que sigue en su trono (trajo †¦ cortó) y que ha hecho provisión para nuestro futuro (habí­a enviado delante de ellos a un hombre, 17). Pero aunque vemos que José fue una †œprovidencia anticipada†, el elemento de misterio permanece; el misterio público del v. 16 vuelve a suceder a nivel individual: Si José fue el hombre de Dios en el lugar de Dios para el tiempo de Dios (Gén. 45:5–8; 50:20), ¿por qué tuvo que sufrir tanto (18)? †œA vosotros no os toca saber† dijo el Señor Jesús sobre otra cuestión (Hech. 1:7) pero su respuesta debe bastar para esto también. Todo lo que se nos permite saber es que el Señor está obrando según su sabidurí­a eterna para cumplir su palabra (19) y para tener un gobernante en Egipto que recibiera y alimentara a su pueblo necesitado.
23–38 El Señor redimiendo. Nótese cómo esta larga sección se encuentra dentro del paréntesis de Israel entrando (23) y saliendo de (38) Egipto. No fue por ningún pecado de ellos que entraron a Egipto, sino bajo un mandato divino y una promesa divina (Gén. 46:3, 4); ni fue por ningún pecado de ellos que fueron objeto de hostilidad de parte de los egipcios. ¡Fue en verdad (25) por un acto de Dios! Una vez más nos encontramos frente al misterio de la divina providencia. Sus pensamientos no son los nuestros, nuestros caminos no son los de él (Isa. 55:8). ¡Pero qué maravillosos son sus caminos (Rom. 11:33–36)! Les hizo pasar por peligros y sufrimientos (25) y luego reveló el esplendor de su poder redentor. Preparó a un hombre (26), un poder suficiente contra todo el poder del enemigo (27–36) y una liberación gloriosa (37, 38).
Nótese la estructura de los vv. 28–36. El relato empieza con la novena plaga y el resultado de toda esa actividad. Luego vuelve a mencionar los pasos que llevaron a ese resultado (29–35); la primera (29; Exo. 7:14 ss.), segunda (30; Exo. 8:1 ss.), cuarta y tercera (31; Exo. 8:20 ss., 16 ss.), séptima (32, 33; Exo. 9:13 ss.) y octava (34, 35; Exo 10:1 ss.) plagas, llegando así­ nuevamente al clí­max, esta vez en la terrible décima plaga (36, Exo. 11, 12). 37 (Exo. 11:2, 3) 38 (Exo. 12:30–33).
39–42 El Señor proveyendo. Esta sección lleva a su conclusión tanto al repaso histórico como al Salmo mismo. La revelación del Señor se completa al verlo atendiendo las necesidades cotidianas de los peregrinos. Provee (39) dirección (Exo. 13:21, 22) y seguridad (Exo. 14:19) y contesta oraciones (aun sus quejas) al abastecerles de comida (40; Exo. 16:12 ss.) y agua (41; Exo. 17:1–7). Pero todo esto lo hizo porque habí­a dado su palabra a Abraham (42, cf.cf. Confer (lat.), compare 8, †œse acordó† †¦ palabra; 9); ¡un Dios fiel que cumple sus promesas!
¿Cómo respondemos a un Dios así­ y su gran demostración de cómo cumple sus promesas, protege, anticipa las necesidades, libera y provee? En la gozosa respuesta de gratitud y canto (1, 2), gloriándonos verbalmente en lo que el Señor ha revelado de sí­ (nombre), cultivando dedicadamente su presencia (3, 4 buscad †¦ buscad, no como buscando algo perdido sino viniendo una y otra vez, asiduamente, donde sabemos que lo podemos encontrar), recordando bien sus grandes obras (5) y compartiendo en todo el mundo la noticia de sus acciones (1): un programa para la lengua en alabanza y testimonio, para el corazón en †œbuscar† al Señor y para la mente en cuidadosa recordación.
Pero hay más. Los vv. 43, 44 forman una conclusión que hace pareja con el comienzo lleno de alabanza del Salmo. Los que habí­an vivido por experiencia lo que el Señor habí­a hecho por ellos se regocijaban y estaban alegres. Dios habí­a sido bueno con ellos, coronando el registro de sus promesas cumplidas con el regalo de la tierra (44), tal cual se lo habí­a prometido a Abraham hací­a más de 400 años (Gén. 15:7–16). Sin esto, la alabanza es sólo un ruido religioso (Amós 5:23, 24).

SALMO 106. †œUN CANTO QUE ES MUSICA DEDICADA A TI†

Principalmente, el Sal. 106 repasa la historia de Israel desde el éxodo (6–12; Exo. 14) al desierto (13–18; Núm. 11:4–34; 16), al Sinaí­ (19–23; Exo. 32:1–6, 9–14), adelante hasta el lí­mite de Canaán (24–27; Núm. 14), los episodios de Baal de Peor y Meriba (28–33; Núm. 25:1–15; 20:2–13) y la entrada eventual a la tierra prometida (34–38; Jue. 1:21, 27–36; 3:3, 5; etc.).
Es una triste historia de pecado (6), indiferencia y olvido (7, 21), respuesta breve (12, 13), sibaritismo (14), insatisfacción con las providencias de Dios (16), idolatrí­a (19), desobediencia (24, 25), falla en heredar (26), deslealtad (28), provocación (32), contemporización (34, 35) y corrupción religiosa (37–39). Pero (con mayor énfasis) es la historia de salvación divina con poder (8–11), Dios listo para mostrar misericordia (23, 30), alternando repetidamente su justo juicio con misericordias inmerecidas (40–43), escuchando compasivamente los clamores pidiendo ayuda (44), y fidelidad al pacto y a su misericordia (45). Esta es la lección de nuestra historia: nuestra infidelidad, su fidelidad.
1–5 Alabanza y oración. El Salmo comienza con una nota de alabanza y oración y termina con notas de oración (47) y alabanza (48), generando la alabanza de su pueblo (aunque saben que ningún mortal puede ponerse a la altura de las circunstancias). Nos asegura que la oración vale la pena, porque el individuo no es olvidado en los propósitos de Dios para su pueblo, y el pueblo no es olvidado aunque sea dispersado por todo el mundo. Resulta interesante que el comienzo y el final del Salmo también hacen oí­r una nota de bendición (3, 48 lit.lit. Literalmente †œBendito sea el Señor†), aunque usando distintas palabras heb. El camino de la obediencia es el camino de bendición (3), pero si eso fuera todo, ¿con nuestros antecedentes de incesante desviación, dónde quedarí­amos? Pero hay un Dios digno de ser bendecido (ver el comentario de 103:1): el Dios siempre fiel, compasivo, misericordioso, perdonador, que escucha la oración, libera y salva. A esto todo el pueblo —nosotros que hemos escuchado el catálogo de nuestros fracasos en los vv. 6–39— con alegrí­a decimos: Bendito sea el Señor †¦ ¡Amén! (48).
6–12 El olvido del hombre. La salvación de Dios. †œHemos pecado como nuestros padres† (6). No se trata sólo de que seamos como ellos en pecar sino unidos con ellos en un continuo pecar. Ellos y nosotros juntos hemos hecho †œpervertidamente iniquidad† —una falla en nuestras naturalezas (perversión) y en nuestras vidas (iniquidad): ciegos a las maravillas que realiza el Señor, olvidadizos de sus hechos de misericordia (7, lit.lit. Literalmente †œla abundancia de sus hechos de amor inmutable†) y llenos de rebelión infiel (Exo. 14:10–12)— en cuanto a su mente: sin percepción; en cuanto a su memoria: recordando poco; en cuanto a su fe: precario. Pero el Señor sigue (8–11) actuando por amor de su nombre, o sea, porque es su naturaleza hacerlo, encargándose de nuestros adversarios circunstanciales y humanos, obrando una salvación completa (Exo. 14:13, 14, 30, 31) y generando una reacción fugaz de alabanza (cf.cf. Confer (lat.), compare 13).
13–18 Descontento sibarí­tico, egoí­sta. No recordaban al Dios del pasado ni consultaban al Dios del futuro (13) y en consecuencia cayeron presa de sus propias emociones impí­as: primero, cansándose de lo que Dios proveí­a para su sustento (14; Núm. 11:4–6 cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 6:35 ss.); segundo, resintiendo la autoridad que habí­a puesto sobre la comunidad (16; Núm. 16:3). En cada caso renunciaron al favor de Dios con el consecuente juicio. Llega un momento cuando la oración se convierte en una terca insistencia en nuestro propio camino y, como una obra de justo juicio, Dios nos da lo que insistí­amos que debemos tener (15). De la misma manera llega un punto donde él insiste que, contrariamente a lo que nos pueda parecer, debemos obtener lo que él quiere. Moisés y Aarón fueron su mejor voluntad para su pueblo y en este punto se mantuvo firme (16). 13 Es la manera correcta de vivir con Dios a la luz de sus actos de salvación (cf.cf. Confer (lat.), compare 8–12) y de encarar el futuro a la luz de su consejo.
19–23 Religión falsa: Moisés como mediador. 19, 20 (Rom. 1:21–25). Toda religión hecha por el hombre involucra pensar en términos de modelos terrenales, confiando en una salvación fabricada por uno mismo, reemplazando al Dios eterno con lo que necesita apoyo para seguir funcionando y, cuando lo hacemos a un lado, la causa básica siempre es el olvido del poder salvador del único Dios verdadero. Pero aun bajo dichas circunstancias, el Señor acepta los oficios intercesores de un mediador (Heb. 7:25).
24-27 La palabra y la voz. Este es el eje del Salmo.

A1 (vv. 1–5) Alabanza y oración
B1 (vv. 6–12) El olvido del hombre: la salvación de Dios
C1 (vv. 13–18) Descontento con las providencias de Dios
D1 (vv. 19–23) Religión falsa: Moisés
E (vv. 24–27) La palabra y la voz
D2 (vv. 28–33) Religión falsa: Fineas
C2 (vv. 34–38) Descontento con el Señor
B2 (vv. 39–46) Rebelión del hombre: Dios recuerda
A2 (vv. 47, 48) Oración y alabanza

Lo breve de la sección central la hace más dramática, es una verdad que no necesita ser elaborada: el pecado central del pueblo de Dios es rechazar su palabra, no creyeron en su palabra (24), no escucharon la voz de Dios (25). Se trata del privilegio de poseer la palabra de Dios y la razón por la cual es nuestro pecado cardinal ignorarla: la palabra de Dios es la voz viva de Dios.
28–33 Religión falsa: Fineas como mediador. Como Moisés en el v. 23, Fineas se interpuso y desvió la ira. Moisés, con su oración de autosacrificio (Exo. 32:31, 32) se acercó más al Mediador perfecto que inconscientemente estaban vislumbrando. La gracia le permitió desviar la ira, pero lo logró al convertirse en una maldición en nuestro lugar (2 Cor. 5:21). Pero si Moisés vislumbró al Señor Jesús en su oración, Fineas lo hizo en la posición divina de justicia que le fuera acordada como mediador, anticipando a Aquel a quien Isaí­as llama †œmi siervo justo† (53:11; Heb. 7:26).
El segundo incidente (32, 33) incluido en esta estrofa, completa el primero: se adhirieron al Baal †¦ indignaron al Señor. No obstante, haber estado antes en esta misma situación (Exo. 17), la falta de agua (Núm. 20:3 ss.) provocó un arranque de ira contra Moisés, les pesó haber salido de la esclavitud egipcia, un deseo de muerte en lugar de la vida que Dios habí­a ordenado para ellos. ¡Con razón fue demasiado para Moisés! El viejo Moisés de Exo. 2:11, 12 todaví­a merodeaba dentro del hombre conocido por su humildad (Núm. 12:3): Moisés pagó caro su arrebato de desobediencia (Núm. 20:12). La desobediencia a la palabra del Señor es el pecado cardinal (ver 24–27). 27 Cf. Lev. 26:33; Deut. 28:64.
34–38 Descontento con el Señor. Una vez más, todo lo malo surgí­a del pecado básico que es la desobediencia (34). En cuanto al mandato de que destruyeran: Primero (como muestra Gén. 15:16), la destrucción mandada era un justo juicio de Dios después de 400 años de tenerlos a prueba. No era arbitrario ni impulsivo, sino una decisión judicial solemne del Dios santo. Segundo, en esa etapa de la historia del pueblo de Dios, era la única manera de asegurar una separación adecuada del mundo. Negándose a ser un pueblo separado, llegaron a ser un pueblo desacreditado (35–39); siempre resulta así­. 35 Jue. 3:5, 6. 36 Jue. 2:12 ss. 37 2 Rey. 16:3. 38 Ya que la creación es en sí­ algo santo, puede ser profanada; es por cierto una fuerza moral operando contra los profanadores (Gén. 3:18; Lev. 18:25).
39-46 Rebelión humana, Dios recuerda. Estos versí­culos reflejan la tensión dentro de la naturaleza de Dios que el libro de Jue. explica detalladamente. En su justo furor, reacciona a la traición de su pueblo haciendo que sus enemigos los dominen. Pero lo que lo mueve no es el regreso de ellos al camino de justicia, sino la miseria de ellos y su propia fidelidad a la promesa que les hiciera.
47, 48 Oración y alabanza. Reúnenos de entre las naciones puede indicar que este Salmo fue escrito durante la cautividad babilónica, pero la inclusión de estos versí­culos en las celebraciones cuando David trajo el arca a Jerusalén (1 Crón. 15, 16) lo desdice. En el Salmo, las naciones son un lugar de dispersión, una trampa y una fuerza dominante. No hubo etapa, desde que entraran por primera vez a Canaán, cuando éste no fuera el caso en menor o mayor grado. Es mejor considerar al Salmo sencillamente como un canto de la iglesia en el mundo, sujeta a sus tentaciones, vencida por sus poderes, perdiendo su identidad por contemporizar, pero anhelando y orando por un dí­a mejor y alabando a Dios quien, en medio de las fluctuaciones de su pueblo, es el mismo desde la eternidad hasta la eternidad.
Libro 5

SALMO 107. TODOS PUEDEN ORAR

Uno de los encantos permanentes de este Salmo es la repetición: de descripciones de situaciones peligrosas (4, 5, 10, 17, 18, 23–26); de refugio en la oración (6, 13, 19, 28); de respuestas divinas (6, 7, 13, 14, 19, 20, 28, 29); de llamados a dar gracias (8, 15, 21, 31). ¿Quién es esta gente? Por lo común este Salmo se relaciona con el regreso del exilio en Babilonia, pero esto no concuerda con el concepto universal del pueblo escogido que presenta el Salmo (3). Otros encuentran un repaso más amplio de la historia de Israel: desde el desierto a Canaán (4–9), desde Egipto a Babilonia y de regreso a la tierra prometida (10–16), desde la †œmuerte† (17–22) y la †œtempestad† (23–32) del exilio a la vida y la paz. Pero, repitamos, el punto de vista del Salmo es deliberadamente mundial y podemos con razón preguntar: ¿Y qué de recoger a gentes de occidente? Por cierto que en heb., el v. 3 en realidad no dice y del sur sino †œy del mar† (supuestamente queriendo significar †œy de más allá de los mares†).
El salmista está meditando sobre una de las grandes festividades relacionadas con el †œperegrinaje† de la iglesia preexí­lica (Exo. 23:14–19). Ve a la gente juntarse desde lugares dispersos y recuerda que las promesas a Abraham (Gén. 12:1–3; 18:18; 22:18; 28:14; Sal. 47:9), ahora enfocadas en la casa de David (Sal. 72:8–11), prometí­an una reunión desde todo el mundo. Aunque para él —como para nosotros (Apoc. 7:9–17)— el cumplimiento todaví­a es cosa del futuro, cada individuo y cada generación del pueblo de Dios puede disfrutar la realidad de pertenecer al pueblo unido, adorando el amor que redime (1, 2) y rescata (8, 15, 21, 31) y habrá de ser siempre el motivo de nuestros pensamientos (43).
1–3 Amor redentor. A través del Salmo, la misericordia a la cual se refiere es la determinación comprometida, inmutable, amante del Señor que nunca renuncia a los que ha escogido para sí­. Esta misericordia se expresa en la redención (2): la obra del †œpariente más cercano† que tomó como suyas las necesidades de sus parientes en peligro, llevando él mismo sus cargas y salvándolos de sus peligros.
4–32 Las cuatro figuras. La primera figura de liberación del peligro encontrándose en tierra (4–9) se equilibra con la cuarta, peligro en el mar (23–32). El contraste indica liberación en y de todo problema de la vida terrenal. La segunda (10–16) y tercera (17–22) figuras enfocan problemas espirituales: rebeldes contra Dios (11, 17) trayendo sobre sí­ esclavitud (10) y destrucción propia (17), o sea que el hecho que el pecado nos convierte en enemigos de Dios, nos quita la libertad que promete y corrompe nuestras naturalezas. Las cuatro figuras, consideradas juntas, ofrecen la seguridad de que el amor redentor, inmutable, puede solucionar toda circunstancia y toda condición, y que es en respuesta a la oración que el Señor misericordioso así­ lo hace (6, 13, 19, 28). El pueblo terrenal del Señor está siempre bajo su cuidado redentor, siempre golpeado por las circunstancias, externas e internas, necesitando constantemente de la oración.
4–9 Perdidos en un mundo grande: El amor que nos lleva de regreso al hogar. Los redimidos muchas veces no saben †œpara qué lado agarrar† (4) y anhelan la seguridad establecida de una auténtica ciudad. Como Abraham, pasan por la inseguridad de vivir en tiendas, anhelando la †œciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios† (Heb. 11:9, 10). Nosotros también con frecuencia llegamos al punto que †œno aguantamos más† (5), pero podemos orar (6). Sobre la tierra encontramos con frecuencia, en retrospectiva, que lo que creí­amos era un sendero lleno de curvas se convertí­a en el camino derecho de la dirección divina (7) y por cierto que así­ será, en el cielo, si es que se nos permite una mirada hacia atrás. Lo que parecí­a, al estar viviéndolo, un verdadero camino lleno de curvas, o un laberinto, será entonces visto en realidad como un sendero directo, sin desví­os desde la conversión a la gloria. Esta es la obra †œsobrenatural† (maravillas, 8) de Dios quien (aun ahora, cuanto más entonces, Apoc. 7:16, 17) satisface.
10–16 Atrapados en un mundo pequeño: El amor que nos libera. En el jardí­n (Gén. 3) el propósito de la serpiente fue que la palabra de Dios pareciera anormalmente restrictiva, negando sin razón la libertad humana. Demasiado tarde aprendieron el hombre y su mujer que era únicamente por medio de comprometerse a obedecer la palabra de Dios que disfrutarí­an de libertad (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 119:45). La rebelión contra la palabra produce esclavitud. Esto explica nuestra condición (10, 11). Con el v. 12, cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 3:16–19. Nunca sabremos cuántas veces la misericordia divina nos protege de los resultados de nuestras propias decisiones equivocadas, pero, a veces, con igual misericordia, se baja la barrera y experimentamos la amarga esclavitud que nos hemos causado a nosotros mismos. Aun entonces podemos orar (13) y encontrar que —en cierta medida ahora mas su realidad total entonces (Fil. 3:20, 21)— la gracia responde a la oración pidiendo liberación (14–16).
17–22 Dañados en un mundo pecaminoso: el amor que nos limpia. Dentro de nuestra propia naturaleza, el pecado es nuestra constante †œmeta propia†, lit.lit. Literalmente haciéndonos bajar (17) hasta †œlas propias puertas de la muerte† (18): el doble desastre de autodestrucción ahora y perdernos eternamente en el futuro. En el v. 11, rebeldes refleja la terquedad del rebelde; en el v. 17, obstinación. Pero aun así­ podemos orar (19). Por medio de la oración viene el gran antí­doto al veneno del pecado, la palabra sanadora (20). Así­ como el origen de nuestro dilema espiritual es el rechazo de la palabra (11), así­ el retorno a la salud espiritual (20) se logra por medio del retorno de la palabra a nuestras vidas.
23–32 Abatidos en un mundo hostil: El amor que nos trae paz. La vida marinera es una figura perfecta de nuestra experiencia en esta vida: seguir con nuestros quehaceres (23) cuando †œde la nada†, llega la tormenta que altera todos nuestros cálculos, destruye las comodidades que valoramos, nos deja impotentes en las garras de fuerzas totalmente devastadoras (25–27). Cada tormenta es un llamado a confiar, porque no es un suceso fortuito ni una trampa satánica: es su tempestad (25) y a su tiempo la misma mano que causó la tormenta la aquietará (29). Cada tormenta es un llamado a la oración (28a) que prevalecerá aun contra las fuerzas opositoras más poderosas. La puerta de la oración probará ser la entrada a la paz (29, 30). En los vv. 21, 22 la respuesta de gratitud va dirigida a Dios, al ofrecer un sacrificio que expresa nuestra gratitud y reafirma nuestra dedicación. En los vv. 31, 32, la gratitud lleva a una membresí­a participativa de la comunidad que adora.
33–43 Amor providencial: Que cuida. En estos versí­culos dos figuras contrastantes (33 y 34, 35 y 36) se han de interpretar en orden inverso como dos experiencias contrastantes de la vida (37 y 38, 39 y 40). El Salmo termina notando que aquí­ tenemos una verdad que ven los rectos (42) y un pensamiento sobre el cual el sabio se puede concentrar (43). Las figuras son respectivamente de lo fértil que se convierte en infértil (33, 34) y lo infértil cambiado para sostener la vida y proveer seguridad (35, 36). Sucede con mucha frecuencia que hay una prosperidad envidiable cuando todo tiene éxito (37, 38), pero hay también momentos de receso cuando a una calamidad le sigue otra (39) y los lí­deres no ofrecen ninguna solución (40); pero luego nuevamente se recobra la prosperidad y los necesitados reciben seguridad (41). ¿Qué es, en todo esto, lo que ven los rectos (los que andan bien con Dios y se han comprometido al bien en la vida)? Primero, que toda circunstancia es dirigida por el Señor que no es un espectador que mira desde las gradas sino un director ejecutivo. En segundo lugar, sus providencias son morales. Si la tierra que da frutos se convierte en un desierto, es un juicio por el pecado (34); por lo tanto el recto debe decidirse por la santidad. Tercero, cuando llega la prosperidad no es una recompensa por la buena conducta sino un puro acto de interés divino por el necesitado (41). Por esta razón, la verdadera sabidurí­a (43) siempre contemplará los grandes hechos misericordiosos, lit.lit. Literalmente †œlas misericordias† del Señor: el amor inmutable, que nunca falla y con tantas facetas que dentro de él (en respuesta a la oración) se encuentra la solución a toda necesidad.

SALMO 108. UNA RECETA PARA UN MOMENTO DE NECESIDAD

Aunque se compone de partes de otros dos Salmos (1–5; Sal. 57:7–11; 6–13; Sal. 60:5–12), esto no es una (mera) antologí­a. Aun si no supiéramos nada de los Sal. 57 y 60 (que pueden ser consultados para ver los detalles de este Salmo), el Sal. 108 se mantiene por su propio mérito. La enemistad de Edom era un hecho constante en la vida de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 1:11) y podemos asumir que la crisis idumea del Sal. 60 no fue lo último que David tuviera que enfrentar desde ese inquieto sector. En un momento crí­tico como ese, David se valió de su salmodia anterior y le dio nueva forma para nuevas necesidades. El poema tiene tres estrofas unidas por un enlace tipo †œdominó†: la primera estrofa (1–5) termina con una oración y la segunda (6–9) empieza con una oración. La primera se toma de la realidad de la misericordia inmutable (4) y la segunda empieza con tus amados (una palabra diferente, †œlos que te son queridos†). La segunda estrofa termina con una referencia a Edom (9) y la tercera (10–13) empieza con el problema de Edom.
Cada estrofa contiene oraciones: la primera, que Dios sea glorificado (5), la segunda, que su pueblo sea liberado (6) y finalmente que la crisis sea superada (12). Este es el orden auténtico de la oración bí­blica y quizá la lección más importante del Salmo. Pero la oración deriva su seguridad de la verdad acerca de Dios y cada estrofa destaca una verdad en particular: (i) La misericordia de Dios (4) es †œsiempre inmutable†; su verdad es comparable con la realidad más grande que podemos observar, los cielos, pero su amor es aún más grande, o sea que su consagración amorosa a nosotros es la realidad más suprema. Por ello, podemos enfrentar la crisis con corazones firmes, con alabanza vocal y pública y con la oración de que en esta situación dé pruebas de ser quien realmente es (1–5). (ii) Las promesas de Dios incluyen las crisis (7–9). De antemano, el Señor habí­a prometido la sumisión de Edom. La oración que descansa en sus promesas se expresa con certidumbre (6). (iii) Su poder es lo único suficiente en la crisis (10, 13) y en respuesta a la oración él volverá para favorecer a su pueblo y brindarle la ayuda que necesita (11, 12).

SALMO 109. LA SANTIFICACION DE LA IRA

El Sal. 109, el más mordaz de los Salmos imprecatorios (ver la Introducción), tiene sus crí­ticos. Son muchos los comentaristas que dictaminan que carece de ideales cristianos, que es lo opuesto al espí­ritu del evangelio. Y algunos tratan de suavizar el rigor del Salmo tratando a los vv. 6–19 como si fueran una cita de lo que los enemigos del salmista alegan contra él. Los salmos no necesariamente indican dónde comienza un nuevo orador, pero es dudable que sea ese el caso aquí­: (i) El cambio de enemigos de plural (2–5) a singular (6–19) tiene su paralelo en el Sal. 55; (ii) adjudicar los vv. 6–19 a los enemigos del salmista no soluciona el problema porque en el v. 20 el salmista mismo repite los mismos pensamientos y, en principio, nada hay en los vv. 6–19 que no tenga su paralelo en otras partes de la Biblia. (iii) Es más, Hech. 1:16–20 otorga a este Salmo el honor de una inspiración total y ve al v. 8 como dicho contra Judas. Como en muchos otros salmos, la experiencia de David es un presagio de la de Jesús, el orador definitivo, auténtico y santo de las palabras de maldición.
Entonces, ¿el Salmo no está dentro del espí­ritu y los ideales del NTNT Nuevo Testamento? (i) El salmista no niega el deber del amor: los vv. 4, 5 empiezan y terminan con una afirmación de su amor por sus enemigos y el tiempo presente indica que este amor siguió a lo largo de la experiencia de enemistad. Quizá, en lugar de encontrar aquí­ algo que no concuerde con el principio del amor (Mat. 5:44), tendrí­amos que preguntar si es correcta nuestra comprensión del amor. ¿Dejará el Señor Jesús de amar a sus enemigos cuando los sujeta a †œla ira del Cordero† (Apoc. 6:16)? (ii) El salmista no es vengativo ni de hecho ni en espí­ritu. Dice en el v. 4, lit.lit. Literalmente †œpero yo soy oración†, significando †œtodo mi ser se identifica con el ejercicio de la oración†. Por lo tanto, no se vengará. Su reacción al dolor y la malicia es traerlos a Dios en oración y dejarlos con él, una expresión perfecta de Rom. 12:19. Aun si sus oraciones fueran censurables de palabra o espí­ritu, su camino es preferible al terrorista, pirómano o al comerciante inescrupuloso de la actualidad. (iii) ¿Pero son sus oraciones censurables? Lo que nos choca no es el hecho de que orara, sino el realismo con que expresa su oración. Cuando cualquier hostilidad sacude la comodidad de nuestras vidas nos levantamos para decir: †œSeñor, ayúdame a amar a mis enemigos como Jesús enseñó y, por favor, encárgate de ellos por mí­.† El salmista era más realista: ¿Cómo se encargará Dios de ellos excepto en las maneras que ha revelado en su palabra? Los falsos acusadores deben recibir lo que ellos se empeñaron en dar (Deut. 19:16–19, cf.cf. Confer (lat.), compare 2 con 6); los que desobedecen no tienen derecho a la tierra (Deut. 4:1, cf.cf. Confer (lat.), compare 8); los pecadores acarrean el desastre sobre sus descendientes (Exo. 34:7, cf.cf. Confer (lat.), compare 9–12). Si damos un paso atrás a la realidad con una petición general mientras el salmista se aventuró a expresar realismo escritural, hemos de por lo menos estar apercibidos de lo que estamos haciendo.
Pero volver atrás es comprensible y concuerda con la advertencia de Pablo (Ef. 4:26) de que la ira permisible es vecina cercana del pecado. J. L. McKenzie (American Ecclesiastical Review, III, 1944, pp. 81–96) pregunta: †œSi los Salmos imprecatorios no son un modelo no porque sean menos perfectos sino demasiado elevados para que †¦ podamos imitarlos sin peligro.†
1–5 Oración pidiendo acción divina. 1 Es notable la espiritualidad del salmista en medio de este terrible momento: mantiene su alabanza (1) y oración (4), el exigente ejercicio del ayuno (24) y su dedicación a la adoración pública (30). Estas son las cosas que nuestra calidad espiritual inferior deja que se evaporen bajo presión. Además, frente a las calumnias, mentiras, animosidades y asaltos activos (3, luchado, †œguerrear contra†), mantiene su amor por sus enemigos (4, 5), sin permitir que su reacción hacia ellos sea determinada por el tratamiento injusto de ellos hacia él.
6–19 Oración pidiendo justicia divina. Esta sección consta de dos partes. (i) Los vv. 6–15 son un poema balanceado de cinco estrofas: la primera (6, 7) pide un veredicto de culpabilidad en un tribunal humano, y la última (14, 15), un veredicto de culpabilidad sin perdón delante de Dios; la segunda (8, 9) y la cuarta se unen en un deseo de que pierda la vida tanto el individuo como sus descendientes; la estrofa de en medio (10, 11) es la más terrible: nadie peca solo y nuestros hijos están atados a nosotros en la atadura de la vida, para bien y para mal (Prov. 20:7). Como ya hemos hecho notar, estas oraciones dan expresión a cosas que, según la Biblia, son inevitables: de esto se trata la vida bajo el dominio de un Dios temible y santo. 6 El impí­o (lit.lit. Literalmente †œla boca de un hombre impí­o†). El mal es un bumerán contra el perpetrador. 7 Su oración sea tenida por pecado, lit.lit. Literalmente †œque su oración se convierta en pecado†; aun el camino de la oración le es negado como una solución. 14 En las Escrituras (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 23:29–35) nuestra herencia pecaminosa nunca nos excusa, sino que más bien nos coloca bajo el pecado acumulado del pasado. No estamos fatalmente atados (Eze. 18) sino que, a menos que nos arrepintamos y reneguemos de él, somos sus herederos.
(ii) Los vv. 16–19 se dirigen al propio ofensor: por qué ha de esperar bondad (12) el que nunca fue bondadoso; su corazón, su voluntad (quiso), su vida práctica (manto †¦ vestido), estaban totalmente manchadas por su malevolencia y ésta rebotarí­a alcanzándolo, filtrándose en las fibras de su ser ciñéndolo como un cinturón.
20–31 Oración pidiendo ayuda divina. Para el creyente, en toda situación, opera otra serie de factores. Por más numerosos o malvados que sean los enemigos, por más malas y desastrosas nuestras circunstancias, hay un clamor: Pero tú, oh Señor, el que nunca se desví­a de su naturaleza revelada (nombre), y el amor (21) que ha prometido. 22 Pobre †¦ necesitado expresa con frecuencia nuestro dilema frente a fuerzas más potentes, respectivamente como nos pueden humillar y presionar. Son también usados como términos de piedad, humildad ante Dios y buena disposición hacia su voluntad. 27 Su anhelo no es sencillamente encontrar una solución sino que dicha solución sea sin lugar a ninguna duda un acto de Dios y una reivindicación pública de la realidad espiritual (31).

SALMO 110. HABRA UN SACERDOTE JUNTO A SU TRONO (ZAC. 6:13)

El mero nombre, Melquisedec, tiene un aire de misterio. Aparece en las Escrituras sin ser anunciado. Abram acaba de conquistar a los reyes de la tierra (Gén. 14:14, 15) pero cuando viene †œMelquisedec, rey de Salem†, Abram reconoce su preeminencia como sacerdote, presentándole un diezmo del botí­n (14:20) y afirmando que el †œDios Altí­simo† de Melquisedec no era otro que el mismo Señor (14:22). En Jos. 10:1 nos encontramos con Adonisedec. Su nombre es igual en forma y significado (†œrey de justicia†) que Melquisedec, sugiriendo una continuación a través de los años de un reinado sacerdotal en Jerusalén. De ser así­, cuando David se apoderó de Jerusalén (2 Sam. 5:6–9) se sentó en el trono de Melquisedec, siendo él mismo heredero del reino sacerdotal validado por Abraham. Esto explicarí­a el Sal. 110.
Al meditar David sobre su dignidad como sacerdote-rey, fue como enfocar un telescopio sobre el Mesí­as. Presagió al Sacerdote-Rey perfecto, la realidad total de lo que David era apenas una sombra dada de antemano. Cuando Heb. (6:20–7:28) usa a Melquisedec a fin de demostrar que el Señor Jesús es el verdadero sacerdote aun sin antepasados aarónicos, es el cumplimiento de una lí­nea de verdad que se extiende hacia el pasado a través de David a Abraham. Jesús es ciertamente el verdadero Melquisedec de quien Abraham conoció el prototipo, David era el presagio y de quien habló Zacarí­as.
El Salmo consiste de dos movimientos paralelos: el rey (1–3) y el sacerdote (4–7). Cada uno empieza con una promesa divina, declara la posición de su tema como rey y sacerdote, promete su dominio, desde Sion, sobre los reyes de la tierra. Contrasta la devoción voluntaria de su pueblo con el derrocamiento de las naciones y muestra al propio Rey-Sacerdote, siempre nuevo con vigor juvenil y siempre nuevo como resultado de una renovación oportuna.
Tí­tulo y 1 (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 12:36, 37) El Señor Jesús afirma a David como autor, le otorga inspiración divina y encuentra en él la revelación de su misión como Mesí­as. El rey David habla de un rey más alto que él (Heb. 1:3, 13). Dijo: †œLa propia palabra del Señor mi soberano† (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 5:14). Enemigos †¦ estrado de tus pies. Para tener una figura apropiada cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 10:24; la realidad (Heb. 10:12, 13). 2 Desde Sion †¦ en medio de. Aun ahora reinando (Heb. 10:13) en Sion (Heb. 12:22–24), el rey todaví­a se encuentra entre sus enemigos. La consumación de su sumisión todaví­a está por venir. De esta manera, el Salmo habla de su posición y de la nuestra hoy (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil 2:9–11; Heb. 2:8, 9). Domina, una palabra muy fuerte. 3 Lit. †œTu pueblo será ofrenda voluntaria†, o sea †œla voluntad misma†: la respuesta correcta a un rey así­. Vestido en la hermosura. Aunque es posible que la frase podrí­a referirse a la †œvestimenta santa† del pueblo del rey, es más posible que se refiera a sí­ mismo vestido en su propia santidad. (Ver 96:9; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Crón. 16:29; 2 Crón. 20:21.)
Desde el nacimiento de la aurora. (†œDesde el seno de la aurora†, BABA Biblia de las Américas). Posiblemente tomado de la antigua mitologí­a (Isa. 14:12) para referirse al origen sobrenatural del rey; quizá una alusión pintoresca del lugar donde se origina el rocí­o. Rocí­o como algo que da vida (Isa. 26:19; Ose. 14:5); como apareciendo en secreto (2 Sam. 17:12) es la vitalidad novedosa de Dios preservando al rey †œsegún el poder de una vida indestructible† (Heb. 7:16). 5 La posición es inversa al v. 1: el Señor está a la mano derecha del sacerdote para dar energí­a a todos sus esfuerzos (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 9:7; Juan 14:10), tomando la posición de protección (121:5) y patrocinio (Isa. 45:1). La autoridad de la posición es de esta manera igual al poder de lograr que da como resultado el dominio mundial. 6 ¿Cómo concuerda dicha figura con el †œPrí­ncipe de paz† (Isa. 9:6) y la realidad de Jesús en el NTNT Nuevo Testamento? Primero, fiel a la metáfora real, el reino se expande por medio de la conquista. En la actualidad ésta es la conquista de la verdad del evangelio trayendo a las naciones para que se sometan al Señor (Hech. 15:13–18; 2 Cor. 4:6); pero, segundo, habrá un dí­a cuando Aquel con las vestiduras ensangrentadas del sacrificio sacerdotal llegará como Rey de reyes y la gran victoria al fin será consumada (Apoc. 19:11–21). 7 La figura es un recuerdo de David junto al arroyo de Besor (1 Sam. 30:10), una pausa en la persecución de sus enemigos. Entonces el Rey definitivo nunca descansará ni cejará hasta que todos sus enemigos se sometan a él. Levantará su cabeza. Cf. la frase sinónima en 83:2; Jue. 8:28; Job 10:15; Zac 1:21, significa actuar con seguridad audaz, dominar toda fuerza opositora.

SALMOS 111, 112. UN ABC DE PARECIDO FAMILIAR
Estos Salmos forman un par en estilo y tema. Cada uno es un †œacróstico alfabético† (ver la Introducción). El tema del Sal. 111:1b es el Señor, revelado en hecho y palabra; el tema del Sal. 112 es el pueblo del Señor, visto en un †œhombre† tí­pico, que se asemeja al propio Señor en carácter y conducta. Una y otra vez las lí­neas concordantes expresan ideas relacionadas: el corazón agradecido y el espí­ritu reverente (111 y 112:1b respectivamente); los rectos deleitándose en la obediencia (1c); grandes †¦ obras de Dios, su gente poderosa (2a); la majestad del Señor; la riqueza de su pueblo (3a); etc. Hay correspondencias directas en particular: tanto el Señor y su pueblo poseen justicia duradera (3b); la misma palabra describe las ordenanzas afirmadas (†œmantenidas†, 111:7, 8) y el corazón †¦ afianzado de su pueblo (112:9a); El Señor proveyó redención a su pueblo necesitado, ellos demuestran pródiga generosidad (a). Así­ como decimos †œde tal palo tal astilla†, bí­blicamente los que nos miran a nosotros deben verlo a él. A través de los dos salmos †œpara siempre† y †œeternal† suenan como una campana: la justicia, el pacto, los preceptos y la alabanza del Señor son eternos: y también lo es la justicia de su pueblo y su seguridad y perpetuidad. Porque es eterno en justicia, ellos son apartados de los relativismos mundanos, guardando y practicando los valores morales que ven revelados en él.

Salmo 111. El Señor, sus hechos y su palabra
El v. 1 con sus notas de alabanza y consagración moral (rectos) hace pareja con el v. 10, llamando al temor, la obediencia y alabanza. Entre estos paréntesis, los vv. 2–9 empiezan afirmando la grandeza de las obras del Señor (2, 3) y siguen con un recuento de lo que ha hecho (4–9). La primera (4) y la última (9) obra es la revelación de sí­ mismo por nombre. 4 Lit. †œUn recordatorio, o memorial que ha hecho con respecto a sus maravillas† (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:15). Su nombre expresa todo lo que quiere que su pueblo sepa de él. Se deleita en otorgar gracia inmerecida y lo mueve un afecto emocional (clemente, cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 3:26) por ellos. Los redimió (9) —redención enfoca la atención en el pago de rescate: tomó sobre sí­ todo el †œcosto† de su liberación— y formó con ellos un pacto. Porque se acordó de su pacto los alimentó (en el desierto), los hizo entrar en la tierra y les dio su ley digna de confianza de acuerdo con la cual vivir (5–7). De esta manera la gracia inmerecida y el amor apasionado que surgió primeramente en la redención, puso al pueblo del Señor dentro de los brazos de su pacto donde experimentan su cuidado providencial que suple sus necesidades cotidianas, su poder sobre todo el poder de sus enemigos y su palabra según la cual viven.

Salmo 112. El pueblo del Señor, su carácter y su conducta
El Salmo se desplaza consecutivamente a través de temas claros, dedicando cuatro lí­neas al primero y seis lí­neas al último: (i) 1, 2 Individual y familiar: Cada individuo siente interiormente un temor reverencial que se manifiesta exteriormente en una obediencia que lo deleita (1). Este carácter y conducta van acompañados de bendición: hijos de reconocido valor (2a; cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 20:7) y una bendición que se extiende a sucesivas generaciones (2b). (ii) 3, 4 Buena y mala fortuna. La justicia tiene dos facetas: anda siempre bien con Dios, está constantemente consagrada a la justicia en la vida. Dicha persona recibe generosa provisión (3a; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:3; 73:23–26) pero no está inmunizada contra las tinieblas de la vida. Cuando llegan, las encara con la fe de que la luz llegará. Pero mientras dura la oscuridad sigue con la obligación de mantener una conducta recta, relaciones clementes y misericordiosas (cf.cf. Confer (lat.), compare 111:4) y un carácter justo. (iii) 5, 6 Generosidad y seguridad. Así­ como es seguro que la luz seguirá a la oscuridad, el bien también llegará —pero nótese cómo el énfasis sigue estando sobre el carácter mantenido— un espí­ritu generoso, que tiene compasión (5a, la misma palabra que misericordioso en 4b; 111:4b) practicando la liberalidad (presta) y una vida vivida con justicia, o sea aplicando los principios de justicia por medio de decisiones correctas. (iv) 7, 8 Peligro y confianza. La vida del justo no es fácil. Llegan malas noticias (no se trata ahora de la oscuridad de 4a, sino hostilidad humana, 8b) sin embargo, no se pierde la paz. El corazón permanece firme porque confí­a en el Señor. Además, esto no es un ánimo pasajero sino una actitud mantenida hasta que el peligro haya pasado. Vea en sus enemigos su deseo, quizá un giro idiomático queriendo expresar †œno ver más†, ciertamente la intención no es regocijarse con sus enemigos. (v) 9, 10 Carácter, conducta y destino. Cada versí­culo expresa su propia secuencia: generosidad en el contexto de una vida que anda bien con Dios y de una buena conducta que lleva al honor (9, Rom. 2:10); la iniquidad con animosidad es autodestructiva (10) y su fin es que perecerá.

SALMOS 113-118. EL †œHALLEL† EGIPCIO: UNA CANTATA DE SALVACION

Cualquier cosa que se relaciona con el Señor Jesucristo es de valor y atractivo supremos para el cristiano. En consecuencia, por ser muy posible que este grupo de salmos formara parte de las celebraciones de la Pascua les da especial interés e importancia. En la última Pascua, la primera Cena, él y sus acompañantes habrán cantado los Sal. 113, 114 antes de la comida y 115–118 serí­a el †œhimno† que cantaron al final (Mat. 26:30). Es indudable que cada salmo en el grupo tuvo su propia historia literaria, pero juntos eran llamados †œel Hallel egipcio, un acto de alabanza†, un comentario cantado de Exo. 6:6, 7.
El Sal. 113 adjudica todo el suceso al Señor; cómo es intrí­nseco a su dignidad exaltada, el exaltar al pobre y al necesitado. El 114 registra majestuosamente el éxodo mostrando cómo el Creador administra su creación para beneficio de su pueblo. Los Sal. 115 y 116 se equilibran uno con el otro al ser rescatados de la muerte espiritual (115) y fí­sica (116), respectivamente, la comunidad y el individuo. El 117 amplí­a la verdad del éxodo a sus lí­mites mundiales: lo que fue hecho para Israel fue hecho para todos. Por último, el 118 nos permite unirnos a la gran procesión que pasa por las puertas hasta la presencia de Dios mismo.

(a) Salmo 113. El Señor, exaltado y exaltando

El tema es el Señor universal y trascendente, exaltado sobre los cielos y la tierra, abarcando todo el tiempo, llenando todo espacio; sobre las naciones, levantando a los pobres y transformando a los frustrados. El devenir del pensamiento es desde el soberano que todo lo gobierna, a la bondad que toca a cada uno.
1–3 El nombre digno. El nombre del Señor (lo que ha revelado de sí­, Exo. 3:15) hace brotar la alabanza en sus siervos y es digno de aclamación infinita y universal. Nombre enseña que la alabanza responde a la revelación y siervos que la alabanza está cimentada en la consagración de la vida.
4–6 El Señor exaltado. La triple referencia al nombre en 1–3 corre pareja a la triple afirmación de su exaltación en 4–6: alto sobre †¦ los cielos, mora en lo alto, se humilla †¦ los cielos. Es exaltado sobre todo pueblo y todo lugar, exaltado incomparablemente, tan trascendente que debe agacharse aun para ver los cielos. Su gloria es la más alta de todas las realidades, su persona está sobre toda dignidad, su omnisciencia abarca toda la creación.
7–9 Exaltación compartida. El, alto sobre (4), o sea que es enaltecido, enaltece (levanta) al necesitado; el que mora en lo alto (5) hace sentar al necesitado: sacándolo del polvo, sentándolo en un trono, para su realización personal. Toma al pueblo en su impotencia (pobre †¦ necesitado), transforma su indignidad y su desesperanza. ¡Todo esto expresa la verdad de las realidades interiores del éxodo: desde el control del Señor sobre las potencias terrenales (Exo. 4:22, 23; 14:30, 31) a su percepción de las necesidades de su pueblo (Exo. 2:24, 25; 3:7) y a los gritos desesperados de las madres lamentándose porque sus hijos fueron muertos (Exo. 1:22)! Pero su revelación del Señor es permanente: lo que era entonces, es ahora.

(b) Salmo 114. El Señor Soberano: sobre todo, en todo, en medio de todo

El mensaje del Sal. 113 no es ilusorio porque el 114 pasa a demostrar al Señor supremo sobre las naciones (1) identificándose con los parias de la tierra (2), soberano sobre la creación (3–7), proveyendo para los necesitados (8). Las realidades del éxodo subrayan las realidades de la revelación.
1, 2 Redención y morada en medio de su pueblo. Cuando el Señor redime, viene para quedarse; al separar del mundo a su pueblo, lo separa para sí­. El Salmo va más allá de las realidades topográficas de que el santuario (su †œlugar santo†, donde mora) era en Judá; sino más bien, Judá, el pueblo mismo se convirtió en el lugar donde él viví­a (Ef. 2:19–22). Porque a quienes redime, transforma: considerándolos como Jacob, viviendo en ellos como Israel (Gén. 32:27, 28).
3, 4 Creación y terminación. Las maravillas naturales acompañaron al éxodo, en el mar Rojo (Exo. 14:21 ss.), el Jordán (Jos. 3:14 ss.) y el Sinaí­ (Exo. 19:16 ss.). Las dos †œcruces† marcan respectivamente la salida de Egipto y la entrada a Canaán. De esta manera, lo que el Señor comienza, lo termina; y la seguridad de que así­ es viene de saber de su poder soberano como Creador por medio del cual las barreras humanamente infranqueables †œdesaparecen† ante él.
5–8 Compasión y providencia. Las preguntas nos hacen avanzar rápidamente al clí­max: la simple realidad de la presencia del Señor era suficiente para lograr las maravillas de la liberación. En su misericordia, se identifica con alguien tan débil, aun despreciable como Jacob; y él, que empieza y termina su buena obra (ver notas sobre 3, 4, cf.cf. Confer (lat.), compare Fil 1:6), se ocupa también de las necesidades en el peregrinaje de su pueblo (Exo. 17:1–7).

(c) Salmo 115. El Señor, bendecido y bendiciendo

Sólo podemos adivinar cuál serí­a el trasfondo de este Salmo. ¿Implica el v. 2 que el pueblo de Dios está en algún desorden frente a un mundo que lo hostiga y se hace la pregunta de siempre: †œY qué de tu buen nombre†? (1; cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 7:9). Es más posible, pero todaví­a meras conjeturas, que se tratara de una victoria reciente que se ha logrado, para poder dar reconocimiento al rey o al ejército. El enemigo, fuerte en sus í­dolos, puede haber hostigado a un pueblo cuyo Dios es invisible. Y todaví­a más probable, el Salmo es imaginativo, reflexionando en la ocupación de Canaán: las batallas eran recias pero la victoria era del Señor, los paganos fueron expuestos como devotos de dioses muertos y el Señor se reveló como el dispensador fiel (1) y soberano de todo (16). La estructura del Salmo cuenta su historia:

A1 (vv. 1–3) Alabanza debida sólo al Dios soberano del cielo
B1 (vv. 4–8) Los í­dolos y los que en ellos confí­an
B2 (vv. 9–15) El Señor y los que en él confí­an
A2 (vv. 16–18) Alabanza debida al Dios soberano del cielo

El Salmo es un acto de adoración antifonal (cf.cf. Confer (lat.), compare Esd. 3:10, 11). ¿Podemos escuchar a un coro cantando 9a, 10a, 11a, y otro respondiendo en 9b, 10b, 11b? ¿Es 12a una afirmación congregacional, siendo 12b y 13 la respuesta a ambos coros? Posiblemente alrededor de este †œnúcleo†, 1–3, 16–18 fueron dichos por toda la asamblea, y 4–8 y 14, 15 son la voz del lí­der del culto, declamando contra los í­dolos y pronunciando una bendición sobre Israel. Sea como fuere, el Salmo †œvive† tanto como un acto de adoración como en su teologí­a.
4–8 Son tí­picos del concepto del ATAT Antiguo Testamento sobre los í­dolos y los idólatras. Por un lado no existe fuerza o realidad espiritual en el í­dolo; no representaba un †œdios† invisible; no tení­a otra realidad fuera de su hechura material (4–7; Isa. 40:18–20; 41:5–7). No obstante los í­dolos tení­an el poder de destruir a sus adoradores (8; Isa. 44:6–20). Pero en particular no contaban con una revelación hablada (boca), ni con percepción moral (cf.cf. Confer (lat.), compare 53:2), ni respuesta a la oración (oyen), ni propiciación por medio de un sacrificio (huelen, Gén. 8:21), ningún cuidado (manos para tocar, 95:7), ningún movimiento (andan) ni pensamiento (emiten sonidos, el murmullo que indica reflexión). 11 Teméis al Señor. Mucho más adelante en el futuro, †œtemerosos de Dios† vino a ser una expresión técnica que se aplicaba en general a los prosélitos. Aquí­ describe integralmente las dos categorí­as de los vv. 9, 10, al pueblo e igualmente a los sacerdotes. Confiar y reverenciar, la sencilla intimidad de lo primero equilibrado por el respetuoso maravillarse de lo último, caracteriza al pueblo del Señor. 17 La base del Salmo es una crisis de la cual se ha concedido liberación (1). Si no hubiera sido por la intervención y victoria divinas, todos hubieran perecido. De allí­ el v. 18, más razón para enaltecer al Señor. Tomar el v. 17 y considerarlo como un exponente del pensamiento del ATAT Antiguo Testamento sobre el estado de los muertos y referirse a pasajes como 88:10–12 es entender mal a ambos. El Sal. 88 considera a la muerte bajo la ira de Dios y por lo tanto no demuestra esperanza, pero aquí­, el v. 18 expresamente mira hacia adelante a una ofrenda de alabanza para siempre, †œhasta la eternidad†. Más bien, entonces, lo que hubiera podido suceder de no haber mediado el Señor (17), da vigor a una alabanza que no tiene fin (18).

(d) Salmo 116. Fe y libertad

La situación era de peligro mortal (3, 8, 15), producido por el engaño humano (11) y la falta de discernimiento personal (6). Pero en esta situación aparece la oración (1–4). El Señor escucha (1, 2), es clemente (otorga favores a quienes no lo merecen), justo (nunca se desví­a de su compromiso con su pueblo y sus promesas), misericordioso (es impactado emocionalmente por la disyuntiva en que se encuentran) (5) y es sensible a la muerte de sus amados (15). Por eso dio salvación (4–6), liberación de la muerte (8) y de la esclavitud (16) y providencia total (7, 12). Como consecuencia, hay votos que hacer y cumplir, de amor (1) y oración (2), de descansar (7) y andar (9), del deleite personal de la salvación (13) y profesión pública (14, 18). Pero sobre todo, la crisis fue enfrentada con fe, la clave para hacer que todo sea nuevo (8–11), el eje de todo el Salmo.

A1 (vv. 1, 2) Clamando a Dios en el dí­a de la dificultad
B1 (vv. 3, 4) La situación encarada en oración
C1 (vv. 5–7) Providencia total, descanso
D (vv. 8–11) Fe; hacer que todo sea nuevo
C2 (vv. 12–14) Providencia completa, respondiendo
B2 (vv. 15, 16) La situación resuelta por el Señor
A2 (vv. 17–19) Clamando a Dios en el dí­a de la liberación

Nótese cómo 1 y 2 están conectados con 17–19 por invocaré; 3, 4 y 15, 16 por las ataduras de la muerte †¦ muerte †¦ fieles y oh, Señor; 5–7 y 12–14 por †œlas bendiciones del Señor†: te ha favorecido, †œprovisto plenamente† y sus bendiciones †œsu providencia plena†. Todo esto lleva a un enfoque luminoso de los vv. 8–11, la centralidad de la fe. La palabra clave creí­ (10), está justo a medio camino entre una nueva vida disfrutada (8, 9) y una vieja vida soportada (10, 11). Así­ como en la antigüedad fue un gran clamor pidiendo ayuda (Exo. 2:23, 24) lo que inició los actos de Dios que dieron comienzo al éxodo, así­ la fe obrando por medio de la oración es la fuerza más grande a disposición del pueblo terrenal de Dios.
1 Lit. †œÂ¡Amo (a él); porque el Señor escucha mi voz!† 3, 6, 11, 15 La muerte y el Seol (†œtumba†) son presentados como agresivos, prestos para enlazar a sus ví­ctimas (3). Otros factores también representan una amenaza: las dificultades de la vida (3), las deficiencias personales (6, donde ingenuos podrí­a traducirse mejor †œtonto, absurdo, sin discernimiento†), inconstancia humana (11). No obstante (15), no hay tal cosa como una muerte prematura. Para el Señor, la muerte es algo demasiado valioso como para ser desperdiciada. La muerte de sus fieles, †œsus amados†, es como una joya estimada que él otorga: preciosa para él y para ellos porque en la hora de la muerte los recibe en su hogar. En este sentido, la muerte es la bendición terrenal final y más grande de Dios a su pueblo. 10 Creí­. Usado así­, el verbo significa †œtuve fe†. Por tanto. Encarar lo lúgubre de la vida con consternación, y decirlo, no es una falla de la fe sino una evidencia de ella. Una traducción más probable, no obstante, serí­a †œcuando† (mantuve la fe aun cuando más desesperado estaba) o †œaunque† (me aferré de la fe aunque habí­a abandonado toda esperanza). 13 La bondad de Dios se paga primeramente por medio de tomar más y más de ella. La copa es aquí­ su don de †œsalvaciones†, o sea salvación completa. 16 Siervo †¦ hijo †¦ rompiste mis cadenas. Una esclavitud triple: servicio personal como esclavo (siervo), servicio como esclavo por herencia (Exo. 21:4) y servicio voluntario del esclavo liberado que ama a su amo y no se quiere soltar de él (Exo. 21:5, 6). 17–19 Una descripción poderosa del testimonio que †œse hace público†; y más aún a la luz de la naturaleza intensamente personal de la experiencia registrada. Los votos que se hacen en el momento de la dificultad no son regateos con Dios, sino evidencia de la seria intención de aprender como resultado de la experiencia y salir de ella siendo una persona mejor y más dedicada.

(e) Salmo 117. Un Dios, un mundo, un gozo

Este Salmo es citado en Rom. 15:11 como apoyo al argumento de Pablo en el sentido de que Jesús es el Mesí­as del mundo, y cumplido en Apoc. 7:9. El Sal. 117 penetra en el corazón de los propósitos de Dios y se extiende a los lí­mites más remotos de la tierra. Desde el principio, la fe del éxodo reflejaba la promesa abrahámica de bendición al mundo al incluir reglamentos para recibir a no israelitas dentro de la comunidad del pacto (Exo. 12:48, 49). De la misma manera, la oración de Salomón pasa con facilidad de una variedad de preocupaciones domésticas a la visión de extranjeros orando al Dios de Israel y descubriendo que él escucha (1 Rey. 8:41–43). Similarmente, encontramos en los Sal. la verdad de que los actos salví­ficos divinos, enfocados sobre Israel, eran al mismo tiempo salvación para todo el mundo (p. ej.p. ej. Por ejemplo 96–98).
Entonces aquí­ tenemos una declaración breve que hay un Dios para todos los pueblos (Señor †¦ naciones todas); que hay un pueblo mundial unido en un Dios (el nosotros en el v. 2 abarca a las naciones todas incluyéndolas con Israel); que hay un solo corazón divino hacia todos (su misericordia inmutable, comprometida y su verdad eterna); y que la religión auténtica es una respuesta de alabanza gozosa a lo que es el Dios misericordioso, fiel (verdad) y único. 2 Engrandecido, †œpoderoso†, †œdominador†. Nosotros. Si esto se refiere exclusivamente a Israel, entonces el Salmo es un reconocimiento de que lo que es para Israel es automáticamente para el mundo. Pero es más revelador, como anteriormente, ver aquí­ al †œIsrael-mundo†, a toda la familia de los hijos de Abraham (Sal. 47:9; Rom. 4:11, 12; Gál. 6:16).

(f) Salmo 118. Las puertas de justicia

El propósito del Señor en el éxodo iba más allá de liberación a redención y de tomar a los ex esclavos para ser †œsu pueblo†. El Sal. 118 representa simbólicamente este propósito definitivo. Su movimiento general es una procesión hasta las puertas del templo (19), luego pasando por las puertas hasta el altar (27). Pero al ir avanzando la procesión hay una antí­fona o †œdiálogo† entre un grupo y un individuo. Toda la asamblea habla en el v. 1 y en el 29; el grupo y su lí­der de adoración hablan respondiendo uno al otro en los vv. 2–4. Pero en el resto del Salmo el grupo actúa como un eco que responde a lo que el individuo dice y la secuencia †œreal† del Salmo es la historia de sus experiencias en medio de sufrimientos (5–7), hostilidad internacional (10–14) y castigo divino (17, 18) hasta llegar al punto cuando afirma su derecho de entrar por las puertas de la justicia (19), mientras trae consigo a una compañí­a de los que responden aprobando su posición de fe (6 y 7 con 8 y 9) y avalan su victoria en el nombre del Señor (10–14 con 15 y 16).
Después del v. 19 el tono cambia: hablar del Señor se convierte en hablar al Señor; y las voces también cambian: los guardias de la puerta (sacerdotales) declaran las condiciones para entrar (20) y sus colegas del santuario reciben como la piedra (22) al individuo que va entrando, aclaman su llegada como el dí­a que hizo el Señor (24), lo bendicen como el que viene en el nombre del Señor (26) e invitan a toda la compañí­a que va entrando a reunirse en el altar y celebrar la fiesta (27).
La †œatmósfera† del Salmo sugiere una ocasión real, posiblemente una celebración anual (¿Pascua?) dentro del templo. O quizá una ceremonia en la cual el rey representaba un papel central, expresando de una manera individual el peregrinaje de todo el pueblo desde la angustia (5) y oposición del mundo (10), aun el peligro de muerte (17) a la luz (27) y a la presencia divinas. Pero hay elementos en el Salmo que miran más allá del recuerdo de las misericordias de Dios, sobrepasando lo que el pueblo o ningún rey haya soportado y demandando más de lo que ellos o él pudiera cumplir. ¿Cuándo sucedió que todas las naciones los rodearon y amenazaron y ellos las vencieron debiendo emprender la retirada? ¿Quién podrí­a venir a las puertas de justicia y ser recibido como la piedra y el que viene en el nombre del Señor (22, 26)?
El Salmo es expectante tanto como conmemorativo. Espera a Uno en quien todos sus detalles todaví­a habrí­an de cumplirse. El NTNT Nuevo Testamento definitivamente da la respuesta, pero lo hace únicamente porque el ATAT Antiguo Testamento hace la pregunta, porque la idea del Mesí­as en el NTNT Nuevo Testamento no es un injerto (artificial) hecho al ATAT Antiguo Testamento sino un brote (natural) de él.
1–4 Convocatoria y respuesta. 1 El Sal. 136 explica las implicaciones de esta convocatoria: era un recordatorio sucinto de todos los grandes actos de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 33:11). 2–4 Ver notas sobre 115:9–11.
5–7, 8, 9 Angustia, oración, seguridad, confianza. Sin introducción, se oye una voz individual (5–7). La angustia (cf.cf. Confer (lat.), compare 116:3) es realzada aquí­ por un artí­culo definido sugiriendo †œangustia suprema†. En sí­, la palabra sugiere †œpresión, o constrición† y contrasta con la libertad que surgió como respuesta a la oración. En lugar espacioso, no confinado. Una experiencia así­ genera seguridad para el futuro; en relación con la oposición humana como tal (6; 56:11; Heb. 13:6) y en relación con el resultado. 7 Yo veré mi deseo (vea 112:8). 8, 9 El grupo acompañante comenta sobre el testimonio del individuo, declarando la eficacia de la vida de fe llena de confianza.
10–14, 15, 16 Enemigos alrededor, nombre suficiente, diestra fuerte. El individuo revela más sobre su angustia (5): estaba acorralado por la hostilidad unida de todas las naciones pero aunque el asalto habí­a sido tan determinado como el de abejas agresivas, fue aniquilado tan rápidamente como el fuego entre espinos (12), por medio de la eficacia de actuar en y por el nombre del Señor (10–12). No obstante, el peligro fue real y pudo obtenerse la victoria únicamente por medio de la intervención divina (13), que dio fuerza y salvación liberadora (14). 15, 16 Hacen pareja con 8 y 9; los que andan bien con Dios (justos) experimentan júbilo, salvación (como en el v. 14). Diestra simboliza la fuerza personal en acción y, especial por ser la †œmano derecha†. En la victoria del individuo ven un ejemplo supremo del Señor en acción.
17–21 Castigo divino, justicia, entrada. Mientras el individuo presenta un tercer testimonio (17, 18) va llegando a la puerta del templo (19) y, aunque éstas son las puertas de justicia (puertas que pueden ser franqueadas a condición de justicia), demanda entrada. Los guardias de la puerta responden (20), afirmando la condición para entrar y al pasar por la puerta (21) el individuo da gracias por su experiencia de oración contestada y por la liberación divina. 17 en su contexto original hace pareja con 6, 7: el orador afirma que él, no sus enemigos mortales, tendrá la última palabra. Pero cuando observamos al Salmo a través del espectro del Señor Jesús, el significado es que la muerte misma no tendrá la última palabra (Juan 10:18). 18 (Isa. 53:5, 6, 10). Detrás de la enemistad humana, el individuo ve la mano de Dios (Hech. 2:23). 19 Nótese la naturaleza personal de su reclamo (Abridme) de haber llenado el requisito de justicia (Isa. 53:11; Juan 16:10; 1 Jn. 2:1).
22 y 23, 24 y 25, 26–29 La piedra, el dí­a y el que vendrá. Facilita nuestra comprensión de estos versí­culos si, una vez más, escuchamos voces antifonales. Los sacerdotes del templo saludan al individuo que entra como la piedra y los que lo acompañan responden (22, 23); los sacerdotes aclaman el dí­a de su llegada y el grupo ora pidiendo experimentar las bendiciones del dí­a (24, 25); los sacerdotes pronuncian una bendición sobre el individuo y el grupo (26, os, plural) y el grupo responde; los sacerdotes los invitan a la fiesta (27); el individuo (28) y el grupo (29) se suman a la adoración. La piedra es un sí­mbolo mesiánico (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 28:16; Zac. 3:9). En Mat. 21:42–44 Jesús conecta el v. 26 con Isa. 8:14 (ver también 1 Ped. 2:6–8; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 9:33). En su contexto original este Salmo puede haber sido un proverbio describiendo un cambio extraordinario de la opinión humana: ¿Quién hubiera pensado que el pueblo esclavo fuera el pueblo escogido, la clave de la historia y del destino humano? O si el Salmo es una demostración ritual de la derrota del rey daví­dico ante las naciones y su subsecuente †œresurrección† gracias a la intervención del Señor; ¿quién hubiera pensado que alguien llevado a tan extrema humillación hubiera resultado ser la cumbre de los propósitos divinos? ¡Pero cuánto opaca la realidad en Jesús a todos los tales cumplimientos preliminares! ¿Hubo alguna vez alguien que fuera rechazado con tanto desprecio por los grandes de la iglesia y el Estado? ¿Hubo otro que fuera tan humillado, tan abatido, bajo el peso de una oposición internacional (Hech. 4:27), otro que realmente fuera bajado al polvo de la muerte, otro a quien se le diera el lugar más alto que hay en el cielo, muy por encima de los principados y potestades y todo nombre que pueda nombrarse? Y (23) quién sino el Señor mismo puede haber hecho esto (Isa. 53:10; Hech. 2:23; Fil. 2:9–11).
24 El dí­a: el dí­a cuando uno oró bajo presión suprema y encaró todo lo malo seguro en Dios (5–7); el dí­a cuando se encaró y venció a las fuerzas unidas del mundo (10–12); el dí­a cuando se experimentó la hostilidad de un enemigo individual (13, lit.lit. Literalmente †œTú empujaste †¦ †, Juan 12:31) y salió cantando y victorioso (13, 14); el dí­a cuando salió vivo del peligro mortal y del castigo del Señor (17, 18) y, en completa justicia personal, pasó por las puertas a la presencia de Dios (19–21); el dí­a cuando la piedra rechazada se convirtió en cabeza de ángulo (22); ¡un gran dí­a en la mano creativa de Dios!
El v. 27 es un trozo de heb. muy oscuro. Atad ramas festivas puede quizá significar †œPreparad la fiesta†, pero sea como sea (especialmente teniendo en mente la última Pascua y la primera Cena) el significado es †œvenid y compartid en la fiesta que descansa en la obra de salvación divina† 28 ¿Refleja esto lo que dijo Jesús cuando, en la plena realidad de su humanidad victoriosa, glorificada, fue a su Padre y al nuestro, su Dios y el nuestro (Juan 20:17); ¿y cómo mejor podrí­amos responder que con el v. 29?

SALMO 119. EL ABC DE ORO DE LA PALABRA DE DIOS

Este, el ejemplo más grande del arte del Salmo alfabético (acróstico) (ver La poesí­a en la Biblia), tiene un tema digno de su habilidad. No sabemos cuándo fue compuesto y, por lo tanto, no podemos decir a cuánto material escrito se refiere cuando habla de la palabra del Señor, o sus mandatos, preceptos y promesas. Nuestro es el privilegio de cantar estas palabras en un dí­a cuando contamos con toda la Escritura escrita; del salmista fue el privilegio celebrar la realidad fundamental de que, venga como viniera y en qué forma exista, la palabra de Dios es central a la vida del pueblo de Dios. Nuestro Dios es un Dios que habla y es la posesión de esa revelación verbal lo que diferencia a su pueblo de todos los demás sobre la tierra.
Al referirse a esta †œpalabra de Dios† (lo cual hace en casi todos sus 176 versí­culos) el Salmo utiliza nueve palabras principales. Estas pueden ser listadas en cinco grupos: (i) La palabra se originó en el hablar divino: Palabra(s) (heb. dabar, 9, 16, 17, 25, 28, 42, 43, 49, 57, 65, 74, 81, 89, 101, 105, 107, 114, 130, 139, 147, 160, 161, 169) y palabra/promesa(s) (heb. imrah, 11, 38, 41, 50, 58, 67, 76, 82, 103, 116, 123, 133, 140, 148, 154, 158, 162, 170, 172) se derivan ambas de verbos del habla. La †œpalabra† es lo que el propio Dios ha hablado; ya sea directamente, como a Abraham (Gén. 17:1) o a Moisés o por intermedio de él o de algunos de los otros profetas (p. ej.p. ej. Por ejemplo Exo. 3:5; 19:9; Amós 1:1, 3).
(ii) Se usan dos términos para afirmar que esta palabra expresa la mente de Dios: leyes (heb. mispat 7, 13, 20, 30, 39, 43, 52, 62, 75, 84, 91, 102, 106, 108, 120, 132, 137, 149, 156, 160, 164, 175) se deriva del verbo †œdar juicio†, tomar una decisión sobre lo que es correcto o errado; testimonio(s) (heb. eda 2, 14, 22, 24, 31, 36, 46, 59, 79, 88); edut (95, 99, 111, 119, 125, 129, 138, 144, 152, 157, 167, 168) se deriva del verbo †œdar testimonio†: en su palabra Dios †œda testimonio† de sí­ mismo, su naturaleza y su verdad.
(iii) La importancia permanente de la palabra de Dios es expresada por leyes, en el sentido de †œdecretos† (heb. hoq 5, 8, 12, 16, 23, 26, 33, 48, 54, 64, 68, 71, 80, 83, 112, 117, 118, 124, 135, 145, 155, 171). Se deriva del verbo †œgrabar† y sugiere algo †œgrabado en la roca† a perpetuidad.
(iv) La autoridad de la palabra y el amor que la motivó se fusionan en la descripción ley (heb. torah, 1, 18, 29, 34, 44, 51, 53, 55, 61, 70, 72, 77, 85, 92, 97, 109, 113, 126, 136, 142, 150, 153, 163, 165, 174). Aunque la palabra es usada como una imposición autoritaria, básicamente significa †œenseñar† y es especí­ficamente (Prov. 3:1) la instrucción que un padre cuidadoso da a su hijo que ama.
(v) Por último, la palabra de Dios ha sido diseñada para una aplicación práctica a la vida. Es mandatos, mandamientos (heb. miswah, 6, 10, 19, 21, 32, 35, 47, 48, 60, 66, 73, 86, 96, 98, 115, 127, 131, 143, 151, 166, 172, 176). Si puede hacerse alguna distinción práctica entre esta palabra y la siguiente, es que mandato es la simple idea de †œhacer lo se le manda† mientras que ordenanzas (heb. piqqud, 4, 15, 27, 40, 45, 56, 63, 69, 78, 87, 93, 94, 100, 104, 110, 128, 134, 141, 159, 168, 173) sugiere aplicar la palabra de Dios a las menudencias de la vida, y caminos (heb. derek, 3, 15, 37) es lo que ahora se denomina †œestilo de vida†.
A través de todas estas palabras existe un cierto énfasis continuo, por ejemplo, el amor a la palabra de Dios (16, 30, 54, 70, 127, 140, 159, 167), el compromiso de obedecerla (17, 34, 60, 100, 106, 129), la palabra a la cual uno resueltamente se aferra en los momentos de dificultad (51, 61, 83, 87, 95, 109, 110, 143, 157, 161). La preocupación por la palabra es motivo para rogar pidiendo compasión (77) y liberación (153); el Señor siempre cumple su palabra (41, 59, 65, 76, 116, 154, 170). Este Salmo es un tesoro sin fin. Es virtualmente un Salmo de oración de principio a fin, porque a lo largo de él se dirige al Señor y brota de un corazón realmente humano en toda su fragilidad y sus fallas. No importa cuán grandes sean nuestras aspiraciones para obedecer, para mantener la palabra del Señor muy viva en nuestras mentes y vidas, seguimos siendo hasta el final como oveja extraviada necesitando el cuidado del Pastor (176).
Aunque ocasionalmente escribiendo un terceto (48, 176) el poeta a lo largo del Salmo dedica, por turno, ocho parejas de dichos a cada letra del alfabeto. Pero, como siempre en la poesí­a hebrea, la forma está subordinada al pensamiento y cada sección alfabética es una declaración cuidadosamente compuesta.
1–8 Alef. El gran †œsi al menos†. Tí­pico de todo el Salmo, la sección inicial afirma que la obediencia a la palabra de Dios es la clave de la vida. El gran clamor del v. 5 es el eje de la sección. Doblemente bienaventurados son los que viven según su palabra con constancia y consagración (1–3), porque es su palabra y su intención es que sea obedecida (4). Oh, que fuera yo así­ (5), porque entonces no habrí­a esperanzas que terminen en desilusión (6) sino en alabanza (7). Con la ayuda de Dios obedeceré (8). 1–4 Son objetivos: esta es la realidad. Bienaventurados (1, 2) bajo la aprobación divina; í­ntegros de camino, una vida †œintegrada† alrededor de la ley del Señor, exterior (andan) e interiormente (corazón); no hacen, †œhan determinado no hacer nada†. Tú (4), enfático †œtú, tú mismo†. 5–8 Son subjetivos: anhelos, expectaciones y resoluciones personales. Estables. Este es el ideal de †œpermanecer firme en nuestros caminos†. Avergonzado, encontrando que la vida es una desilusión. Tus leyes (8) es enfático, concordando con el tú del v. 4.
9–16 Bet. El corazón absorto. Alef expresó su anhelo (5), pero la manera práctica de seguir adelante es enfocar ese anhelo en la palabra de Dios y en el Señor mismo (10, 12). Se presenta el caso de un joven, o sea, una situación en que la vida de pureza está presionada constantemente. La posibilidad de una vida pura depende de la dirección de la voluntad (10), los contenidos de la mente y la memoria (11), las preocupaciones de la boca (13) y de las emociones (14, 16), los sujetos del pensamiento (15, 16). La vida exterior (camino), emana de factores interiores, todos absortos en la palabra y centrados en el Señor en alabanza e instrucción (12). 9 Con qué, una pregunta práctica: †œ¿De qué manera?† El problema es externo (9), pero la respuesta (10–16) es interna. 10 La dirección deliberada (he buscado) del corazón (todo el ser interior) volviéndose hacia Dios y la práctica de la oración especí­fica. 11 El corazón repleto de la palabra es el antí­doto contra el pecado. 13 El versí­culo comienza con labios humanos y termina con la boca divina: sea que hablemos solos o con otros, nuestra conversación rebosa de lo que Dios ha hablado. 15 Hasta este punto, los verbos principales han sido †œperfectos de decisión† (†œestoy decidido a buscar †¦ guardar †¦ contar †¦ gozar†). Los pensamientos paralelos son ahora volcados en una oración: †œOh, por favor, permí­teme meditar †¦ considerar.† Nuestros compromisos deben estar saturados de oración. 16 Una silenciosa resolución se basa en un uso apropiado de las emociones y la memoria (16).
17–24 Guí­mel. El que depende del Señor. Los versí­culos van juntos en parejas: 17 y 18 (obras de Dios que hacen posible la obediencia) van en pareja con 21 y 22 (obras de Dios que castigan la desobediencia y recompensan la obediencia); 19 y 20 (el salmista es un extraño sobre la tierra) van en pareja con 23 y 24 (el salmista es reprochado); nuestras pasiones dificultan la vida de santidad (9); de la misma manera, dice Guí­mel, lo hacen nuestras circunstancias. La tierra es un lugar extraño (19); la sociedad contiene a los que abandonan la palabra (21), uno se encuentra con oposición personal, y aun oficial.
¿Cómo hemos de vivir la vida de Dios en las cortes de la tierra? Primero (17, 18), pidiendo acción divina. Haz bien, †œprovee totalmente para†. Abre. En la †œcompleta provisión† buscada, se especifica una cosa: la habilidad de comprender la palabra en toda su maravilla. En segundo lugar (19, 20), reconociendo las realidades de la situación y manteniendo una auténtica prioridad. Peregrino, residente extranjero. Pero, no obstante las dificultades potenciales de una vida así­, no es el bienestar terrenal, ni el que las necesidades sean suplidas, ni siquiera el regreso al hogar lo que se busca, sino el conocimiento de la palabra de Dios como un anhelo total. En tercer lugar (21 y 22), el equivalente negativo de lo anterior: anhelando la providencia divina que suple nuestras necesidades (17–20) haciendo juego con el tratar de evitar el desagrado divino por medio de una obediencia consagrada a él. En cuarto lugar (23 y 24); cueste lo que cueste (aun el desagrado de personas influyentes), la palabra del Señor domina la mente, las emociones y el consejo práctico que da dirección a la vida.
25–32 Dálet. Tiempo de dificultades, tiempo de †¦ ? La situación descrita en Guí­mel, un extraño en un ambiente extraño, es real. La humillación (25), el cansancio (28), la tentación (29), los posibles desencantos (31) son parte de la vida. Las cosas †œnos desaniman† (25, †œmi alma se adhiere al polvo†), la vida ya no se aguanta (28, †œmi alma no duerme por la depresión†). Pero, más que nada, el momento de dificultad debe ser el momento de oración.
Estos ocho versí­culos contienen siete oraciones. Una oración pidiendo ser renovado (vivifí­came, 25), un mayor conocimiento (26, 27), fuerza en la necesidad (28), gracia, favor divino hacia el necesitado que carece de méritos (29), pidiendo un resultado favorable (31). El momento de la dificultad es también el momento para una consagración especial, fijar la mente en su maravillosa palabra (27), escoger y mantenerse firme en su verdad (30), encarar la dificultad con obediencia (31, †œme adhiero a tus estatutos†), hacer el esfuerzo (†œcorrer醝). Pero el momento de la dificultad es también el tiempo del descanso, porque Dios siempre será fiel a su palabra (25b, 28b, 29b, mejor †œde acuerdo con tu ley†).
33–40 Hei. Renovación interior, el corazón permanece í­ntegro. El espí­ritu de dependencia continúa con nueve pedidos en ocho versí­culos. Pero la amenaza de algo que le impida correr en el camino de Dios (32) no es aquí­ el ambiente hostil (Guí­mel) ni las dificultades de la vida (Dálet) sino el corazón inconstante que quiere obedecer (34), pero puede fácilmente apartarse al ser atraí­do por propósitos egoí­stas (36) y cede a las tentaciones que entran por los ojos (37). Es así­ que hay una tensión en el corazón mismo: la lealtad del corazón amenazada por la deslealtad del corazón. La solución es la oración: sólo el Señor puede conservarlo obediente en el †œcamino† (33, guardaré, lit †œel camino de tus decretos†), el corazón í­ntegro (34), nos dirige hacia la verdadera felicidad (35), nos salva de actividades indignas (36, 37), nos salva de la desilusión (39, oprobio) y renueva las fuentes de la vida (40, vivifí­came). La sección es de tres partes: 33–35, consagración total, guardando la palabra de Dios con todo el corazón; 36, 37, amenazas interiores, el corazón dividido; 38–40, cuidado fiel y providencia divina.
41–48 Vav. Progreso firme. Cada versí­culo en esta sección empieza con †œy† (omitido enteramente en la RVARVA Reina-Valera Actualizada y en el v. 42 traducido entonces). Esta no es meramente una técnica para poder incluir la letra Vav (que, como prefijo, significa †œy†) sino que es toda la razón de la sección: hay cosas que siguen una secuencia. Las secciones anteriores han luchado con el problema de vivir una vida pura (Bet) y en un mundo extraño (Guí­mel) lleno de presiones (Dálet) y con un corazón dividido (Hei). Un ingrediente es más importante que todos los demás: el Señor ha prometido misericordia y salvación (41); la misericordia que conoce, se interesa, suple las necesidades y nunca falla y la salvación que interviene para librar en todo momento de necesidad. De allí­ la importancia de †œy† en el v. 41, como si dijera †œy por supuesto esto también†. Luego vienen las †œcosas que acompañan a la salvación† (42–48). 42, 43 Estos versí­culos comparten el tema del testimonio hablado: los que conocen el amor y la salvación del Señor hablan de ellos. Se puede confiar en su palabra para que provea la respuesta aun del que cuestiona con hostilidad (42), pero (43) la palabra puede ser usada únicamente con consentimiento divino y tiene que haber, en todo momento, una dependencia sensible a la buena voluntad divina. 44–46 Están unidos por una forma de verbo que va más allá de †œlo har醝, indicando †œprometo que lo har醝. El testimonio requiere el contexto de una vida obediente (44), una vida que demuestra la verdadera libertad que produce la obediencia (45). De esa manera no hay vergüenza o temor de desilusión aun en testificar a los reyes (46). 47, 48 Están conectados por el amor (amado) a la palabra, porque la boca que habla la palabra (42, 43) y la vida que la ejemplifica (44–46) deben emanar del corazón que lo ama.
49–56 Zayin. Administrador de la verdad. Muchas cosas generan la reacción †œ¿para qué seguir preocupándonos?†: las dificultades (50), la oposición despreciativa (51) o porque a nadie parece importarle (53). En esos momentos, el salmista seguí­a centrando su vida en la palabra del Señor, encontrando que las promesas divinas generaban una renovación en él (50, vivificado), que el tiempo de la oposición era justamente el de tomarse firmemente de las enseñanzas del Señor (51), que sus juicios daban consuelo (52), que la oscuridad de la vida tiene que ser encarada con un resuelto †œguardar† (el †œguardar† de un siervo, 55) y constante conservación (56, guardé, lit.lit. Literalmente †œmantuve intacto†), el guardar de un administrador. 49, 50 La palabra de esperanza y consuelo. Promesa †¦ palabra, †œhabla†. La palabra se origina en la boca del Señor; en consecuencia comunica esperanza segura y es una fuerza estimulante (50, vivificado, †œrenueva†). 51, 52 La palabra defendida contra los burladores: la oposición descontrolada enfrentada con una consagración firme que da consuelo. 53, 54 La palabra en la tristeza y en el canto. El pueblo observa normas diferentes y el mundo es un lugar extraño (ámbito, 54 †œvivir como un extraño†, ver el v. 19). Estas presiones no le hacen ceder sino que hacen que las alegrí­as de la palabra sean más preciosas. 55, 56 La palabra guardar, ver el comentario anterior. La sección Zayin equilibra cualquier impresión que haya creado la sección Vav en el sentido de que la vida es un triunfo sin interrupciones. La libertad que da la palabra (45), la audacia (46) y el deleite (47, 48) deben ser vigilados y protegidos por medio de tomarse resueltamente de la palabra.
57–64 Jet. El ordenamiento de la vida. La sección comienza y termina dirigiéndose al Señor, su suficiencia y su amor fiel que llena toda la vida. ¿Cómo reaccionamos al que es totalmente suficiente (57–60), y cómo vivimos en relación con aquel cuyo amor podemos encontrar en todas partes (61–64)? Somos como la tribu de Leví­ (Jos. 13:14, 33; 18:7) que no necesitaba otra fuente de bienes fuera del Señor. Nuestra respuesta a esto consta de cuatro partes: obediencia prometida (57), buscando de corazón su favor y su gracia inmerecida (58), cambio reflexivo de uno mismo (59) y obediencia inmediata (60). O sea, una vida consagrada a su palabra, confiando en sus promesas y conformándose a sus estatutos. Afuera están los enemigos a enfrentar (61), un programa que organizar (62), amigos que cultivar (63) porque en toda situación y lugar —sea hostil, secreto o corporativo— su amor (constante) está en todas partes. Por lo tanto, toda situación debe ser aprovechada para deleitarle: manteniendo su palabra en la adversidad (61), ordenando la vida para apartar un tiempo para deleitarse en la palabra (62), siendo amigo de los que siguen la palabra (63).
65–72 Tet. Graduación en la escuela del Señor. En Het se nos llama a un reordenamiento de la vida a la luz de lo que el Señor es; Tet se concentra en la nueva dirección que el Señor da a nuestras vidas. Somos alumnos en su escuela de aflicción (67, 70), él es el Director de la escuela y el premio de graduación es el tesoro de su palabra. 65–67 El sorprendente beneficio de la aflicción. El Señor ha cumplido su palabra haciendo bien a su siervo (65, lit.lit. Literalmente †œtú has hecho bien †¦ †); esto induce al siervo a pedir más enseñanza (66), confiando en lo que el Señor manda aunque la escuela en que ha recibido el beneficio era la de la aflicción. 68–70 El beneficio de un corazón resuelto y gozoso. Pase lo que pase, porque el Señor es bueno puede hacer sólo lo bueno. Por lo tanto, podemos ser alumnos dispuestos en su escuela, consagrándonos a enfrentar los engaños, guardando su palabra de todo corazón (cf.cf. Confer (lat.), compare 56) y desarrollar verdadera sensibilidad del corazón deleitándonos en su ley (70). 71, 72 Beneficios en la escuela de la aflicción. Fue en esta escuela que aprendió los decretos del Señor (o sea, su palabra diseñada para nuestra obediencia) y aprendió también qué tesoro es la ley (o sea, su palabra diseñada para nuestra instrucción). Nótese en esta sección la preponderancia de la idea de †œbondadoso†: lo que el Señor ha hecho (65, ver lo anterior), lo que él es (68) y lo que nos otorga en su escuela (71, 72).
73–80 Yod. Convirtiendo el sufrimiento en testimonio. En la aflicción el salmista mismo recibió beneficios (según Tet), pero ahora nos encontramos que está preocupado por vivir en la aflicción de tal manera que el beneficio pueda también tocar a otros. Aparecen los mismos agentes humanos de la aflicción (78, cf.cf. Confer (lat.), compare 69) pero él ora pidiendo poder aguantar la hostilidad de ellos de tal manera que los que te temen puedan tener gozo por medio de la constancia de su esperanza (74) y se acerquen en comunión a él (79). La sección comienza, sigue y termina con una oración pidiendo el bien personal; sigue orando por otros y la influencia del buen ejemplo; y equilibra los dos agentes en la aflicción: el Señor fiel y el pueblo hostil. 73 Me formaron es más bien †œme establecieron†: por lo tanto †œme has hecho lo que soy y puesto donde estoy†. Hicieron incluye todas las fuerzas por medio de las cuales modela nuestro carácter. Las †œpresiones† de la vida son las manos del Alfarero. Entender. La oración no es pidiendo enseñanza sino †œdiscernimiento†, la habilidad de llegar al fondo de su verdad. Esta sección enfatiza la apreciación interior de la palabra: discernimiento y aprendizaje (73), confianza en el futuro (74), conocimiento (78) y un corazón í­ntegro (80), o sea un ser interior en quien toda capacidad se integra perfectamente porque se basa en la palabra. ¡Esta era su oración, su meta y consagración en un momento de aflicción (75) y dolor inmerecido (78)!
81–88 Kaf. En las últimas. La aflicción sigue. Sus opositores son los mismos (85, cf.cf. Confer (lat.), compare 69, 78), el sufrimiento es inmerecido (86, cf.cf. Confer (lat.), compare 69, 78) y ya no lo aguanta más. 81–84 Expresan urgencia y ruegan que el Señor cambie la situación. 85–88 Son una oración pidiendo ayuda y renovación (88, vivifí­came, †œrenueva†) dentro de la situación. Toda la sección es una oración, alternando las declaraciones con los ruegos al colocar delante del Señor las realidades y las necesidades de la vida: y esta es la lección principal que aprender, que cuando uno está en las últimas, hay una salida llamada †œoración†. Con frecuencia, la oración es la primera cosa que se pierde en el sufrimiento, cuando en realidad es el remedio más eficaz. Muchas veces el sufrimiento es largo —desfallece (81), desfallecen (82), cuántos son los dí­as (84)— pero en las últimas siempre hay una salida llamada †œesperanza† (81, 82) y otra llamada †œobediencia† (83, 87). El sufrimiento puede ser extremadamente incómodo. Puede venir de personas hostiles y ser inmerecido, pero el quebrantamiento de la ley de Dios (85) debe ser vencido por nuestra obediencia (88). La palabra fiel sigue siendo nuestra regla para el presente (83, 87, 88) y nuestra esperanza para el futuro (81, 82).
89–96 Lámed. Palabra sin fin. La palabra heb. que se ha traducido para siempre (89) y nunca jamás (93), divide a la sección en dos partes: la palabra del Señor y la consagración a su palabra son iguales †œpara siempre†. El pensamiento avanza desde la palabra en el cielo (89) a la palabra disfrutada personalmente (92), y después desde la palabra disfrutada personalmente (93) a la palabra en su propia naturaleza sobremanera amplia (96). Tu palabra (89) que expresa la naturaleza y la voluntad del Señor es un punto fijo en el cielo. Pero el Señor es el mismo sobre la tierra (90). Su fidelidad, consistencia invariable, permanece fortaleciendo a generación tras generación de gente y dando estabilidad a la tierra que habitan. Por cierto que tal es su inmutabilidad permanente que es la misma hoy y tal es su dominio soberano total que todos —tanto buenos como malos— hacen su voluntad (91). En el nivel personal pasa lo mismo. La palabra permanente da durabilidad al que se deleita en ella. Esto naturalmente lleva a la consagración, porque la palabra que protegió de la muerte, de la misma manera produjo una renovación (vivificado, 93). Una consagración así­ a la palabra caracteriza a los que son del Señor (94). Aun en el mismo perí­odo de hostilidad (95, cf.cf. Confer (lat.), compare 69, 78, 85), se dedicará a las ordenanzas del Señor (su palabra que declara quién es él y qué requiere). Este es el camino a la vida porque †œen todo lo temporal veo un factor limitante pero tus mandatos significan la libertad verdadera† (paráfrasis del v. 96, cf.cf. Confer (lat.), compare 45).
97–104 Mem. La palabra deleitosa. La esencia de esta sección está entre el paréntesis formado por las exclamaciones cuánto y cuán: 97, cuánto amo, deleite subjetivo en la palabra; 103, cuán dulces, deleite objetivo de la palabra. El v. 104 es un resumen y conclusión. Somos enseñados (97–100) que la palabra deleitosa informa a la mente: como el amor (amo) resulta en una prolongada meditación de la misma, imparte una sabidurí­a que es superior a los peligros (98), más grande que la sabidurí­a humana (99), superando a la tradición (100). Además, la palabra deleitosa da dirección a la vida (101–103): enseña lo que se debe evitar y lo que se debe hacer. Es la voz de enseñanza del Señor y es intrí­nsecamente deliciosa. En resumen (104), este es el camino de la mente santa (inteligencia, captando y discerniendo la verdad), de las emociones seguras (aborrezco) y del buen vivir (camino). Nótese la secuencia: la meditación constante (97, 98, 99) se convierte en obediencia (100), el poder de la palabra para cambiar nuestras vidas. La obediencia (101) que surge del reconocimiento de la autoridad divina que tiene la palabra (102) se convierte en delicia (103).
105–112 Nun. La palabra práctica. Las duras realidades de la vida, comunes a las secciones anteriores se encuentran presentes aquí­ como aflicciones (afligido, 107) y trampas de los impí­os (110). Este es el contexto de lo que dice de la palabra. Es para la vida real en un mundo real. Como sucede con todas las secciones, ésta tiene una estructura claramente definida:

A1 (vv. 105, 106) La palabra como guí­a de la vida y una respuesta solemne: la luz y el voto.
B1 (vv. 107, 108) La palabra en la mano del Señor en medio de las dificultades de la vida, capaz de renovar y enseñar.
B2 (vv. 109, 110) La palabra en manos humanas en medio de las dificultades, recordada y obedecida.
A2 (vv. 111, 112) Una respuesta gozosa y la palabra como guí­a de la vida: posesión y dirección.

105 Lámpara †¦ lumbrera. Probablemente la lámpara para iluminar el próximo paso, la lumbrera para iluminar el camino que tiene por delante. 106 Jurado. La idea de una consagración deliberada es fuerte en esta sección. Los verbos en 109, 110 expresan decisión: †œEstoy decidido a no olvidar †¦ a no desviarme.† ¡No podemos esperar que por accidente seamos devotos de la palabra! 107 Vivifí­came, †œrenueva†. 108 Ofrendas de mi boca, †œofrendas voluntarias†, devociones deliberadas que uno mismo se impone. 109, 110 Combinan los riesgos que uno necesariamente asume en el transcurso de la vida con los riesgos que implican la hostilidad de otros. De esta manera se incluye todo peligro posible: todo el precario transcurso de la vida debe mantenerse bajo y dentro de la palabra. 111, 112 El corazón que se regocija debe ser conectado con el †œcorazón dirigido† (112), lit.lit. Literalmente: †œHe inclinado, o dirigido mi corazón para cumplir tus decretos.† El gozo sin la obediencia es frivolidad; la obediencia sin gozo es moralismo.
113–120 Sámej. Perseverancia, no contemporizar. El salmista es lo contrario al indeciso, al malo, al descarriado y al impí­o. La diferencia observable es la palabra: amada (113, 119), conservada (115, cf.cf. Confer (lat.), compare 56), el lugar de refugio y la razón de la esperanza (114), el centro de una mirada firme (117, lit.lit. Literalmente: †œSiempre tendré,† u †œOh, que siempre tenga yo mi mirada clavada en †¦ †). Pero la realidad interior que lo distingue es el Señor: porque esperar en la palabra es refugiarse en el Señor (114); la palabra es los mandamientos de mi Dios (115); temer la palabra y temer al Señor van juntos (120).
Por el contrario, los contemporizadores y los impí­os por rechazar la palabra son rechazados por el Señor (118): andando mal con su palabra, no pueden andar bien con él. De esta manera Sámej desarrolla el énfasis de consagración de Nun. Esa consagración no es opcional ni negociable, sino intrí­nseca a vivir con el Señor en comunión y paz. La estructura de la sección aclara su mensaje.

A1 (vv. 113, 114) Amor y refugio
B1 (v. 115) Separación decisiva
C1 (v. 116) Oración pidiendo sostén
C2 (v. 117) Oración pidiendo sostén
B2 (v. 118) Rechazo divino
A2 (vv. 119, 120) Amor y temor

Es así­ que esta sección tiene que ver con una persona singular, mira su interior (113), su relación con el Señor (114) y su exterior (115); una vida que es sostenida, según la promesa (116), que trae liberación (117) y tiene que ver con un Dios que discrimina: razón por qué rechaza (118); una reacción diferente: amor (119), un temor real (120).
121–128 Ayin. Un plan para tiempos peligrosos. El siervo del Señor ve que, a pesar de su determinación de ser una luz en el mundo, las personas opresivas y arrogantes son las que dominan, ¿y por cuánto tiempo podrá aguantar (123)? La verdad divina se hace a un lado y, al final, lo que cuenta es que sólo la acción divina será suficiente (126). Actuar (126) es el mismo verbo que practicado (121), como diciendo †œtodos mis esfuerzos fracasan; hazte cargo tú†. De esta manera, el v. 126 es el clí­max al cual llevan 121–125, pero es también un †œeje† entre dos versí­culos de oración (124, 125) y dos versí­culos que prometen lealtad a Dios (121–123). Decir †œno puedo más† (121–123) y †œtú debes actuar† (126) dista mucho de ser escapismo. Las oraciones correctas del siervo pidiendo seguridad personal se expresan pidiendo aprender y comprender la verdad divina (125). Además, afirmar la necesidad de acción divina produce una consecuencia (por eso, 127a, 128a): Amar la Palabra del Señor como nuestro principal tesoro (127), aceptar que es totalmente correcta (128a, lit.lit. Literalmente †œtodos tus preceptos en todo concepto†) y aborrecer todas las demás alternativas (128b). ¿Aprendemos aquí­ en qué contexto el Señor, si es su voluntad, da avivamiento? La oración, conocimiento de su verdad y amor por ella, odio a todos los caminos falsos.
129–136 Pe. La luz de doble filamento. En Ayin los ojos exhaustos podí­an ver sólo una oscuridad que se acerca. Ahora una puerta se abre a la luz: la luz de la palabra (130) que, antes de que la sección llegue a su fin, ha llegado a ser la luz del Señor (135). No obstante, la situación es la misma: Su apreciación por la cualidad sobrenatural de la palabra del Señor dentro de un paréntesis en que muestra su dolor porque la palabra ha sido despreciada (136). Dentro de este paréntesis se encuentra:

A1 (v. 130) La luz de la palabra del Señor
B1 (vv. 131, 132) Misericordia divina, satisfaciendo el hambre de la palabra
B2 (vv. 133, 134) Redención divina, liberando
A2 (v. 135) La luz del favor del Señor

129 Maravillosos, más bien como nuestra palabra †œsobrenatural†. Guarda, †œdefiende, conserva, mantiene intacta† (cf.cf. Confer (lat.), compare 56). Aquello que es singular requiere que se lo cuide. 130 Exposición, lit.lit. Literalmente †œpuerta, abertura†. Puede significar que cuando la palabra se abre como una puerta, la luz del Señor pasa hacia adentro. Esta es parte de la cualidad sobrenatural de la palabra. Ingenuos. Uno que, dejado a sus propios recursos, carecerí­a de los principios para guiarle. 131, 132 El anhelo por la palabra y el amor por el Señor van mano a mano. Es únicamente por su misericordia (favor divino en pro del que no lo merece) que la palabra es ofrecida al alma hambrienta. 133 Enseñoree, †œdomine† de manera que la libertad para obedecer a la palabra sea coartada o destruida. 134 Redimir, †œpagar el precio de rescate†, hacerse responsable de sea cual fuere el costo.
137–144. Tsade. Señor justo, palabra justa. ¿Cómo es que cuando la palabra alumbra el Señor alumbra (130, 135)? Tsade responde: Porque el Señor se expresa a sí­ mismo perfecta y eternamente en su palabra: Es justo (137) y su palabra es justicia, sus testimonios (138) son †œordenados en justicia† y (142) su justicia es eterna. La †œunión† entre los dos es perfecta. 137, 138 La palabra expresa al Señor. Los juicios, las decisiones del Señor, revelando su pensamiento; sus testimonios, lo que †œtestifica† revelándose a sí­ mismo; que ha ordenado, †œmandado†, revelando su voluntad. Es así­ que el que es justo da mandatos justos. El y su palabra son uno. 139, 140 La verdad cautiva al siervo de Dios. Encontrándose frente a sus enemigos, su primera preocupación es el prestigio de la palabra; encontrándose frente a la palabra en toda su refinada pureza (sumamente pura) su corazón se brinda con amor. 141, 142 La palabra es una preocupación en su mente. La posición (pequeño) y la reputación (despreciado) no son importantes comparadas con tener la palabra claramente en la mente. El Señor eternamente justo ha hablado y su palabra es la †œverdad† misma. ¿Qué consideración personal podrí­a ser más importante que esto? 143, 144 La palabra da vida. La calidad de vida se ve amenazada por aflicción y angustia (143, †œadversidad y presión†) pero la palabra imparte una calidad distinta de deleite. En consecuencia, la meta de la oración es tener entendimiento, †œdiscernimiento† porque éste es el camino a la vida que de veras es vida.
145–152 Qof. La presencia sentida. Las dos mitades de la sección Qof corresponden a Stg. 4:8, †œacercaos a Dios† (145–148) †œy él se acercará a vosotros† (149–152). Los vv. 145, 146 están unidos por una palabra que tienen en común: clamo; los vv. 147, 148 empiezan con el mismo verbo, lit.lit. Literalmente †œme adelanto †¦ mis ojos se adelantan †¦ † y juntos abarcan una sesión de 24 horas de oración y meditación bí­blica. En el v. 149 la oración se basa no en promesas humanas sino en el amor del Señor; los vv. 150, 151 contrastan dos †œcercaní­as† y el v. 152 completa la sección con la verdad de la palabra eterna. 145–148 Cerca del Señor. La oración es (i) inseparable de la obediencia. Sin una consagración moral seria, la intercesión es mero egoí­smo; (ii) inseparable del negarse a sí­ mismo: no que nuestra urgencia haga que la oración sea eficaz sino que en la verdadera oración hay un elemento de consagración en sacrificios; (iii) inseparable de la palabra de Dios. Sin su palabra no sabemos qué podemos esperar o pedir. 149–152 El Señor cerca. Cuanto más cerca estén los peligros, más cerca está el Señor. Cercano (151) es una palabra que implica †œpariente cercano†. El Señor ha prometido ser nuestro pariente cercano quien, en nuestra impotencia, hace suyas nuestras necesidades. Su cercaní­a entonces se relaciona con su misericordia, fidelidad cariñosa prometida; y nuestra seguridad de que él es nuestro pariente cercano se basa en su testimonio inmutable (testimonios, †œestatutos†) de lo que él es y lo que hace. Pero además, porque el Señor y su palabra son identificados (ver Pe, Tsade), la palabra es su agente renovador de la vida (149, vivifí­came).
153–160 Resh. Tres cosas dignas de confianza. El salmista digno de confianza, que no se olvida de la palabra (153), el Señor digno de confianza (154, 156, 159) y la palabra digna de confianza que nunca cambia (160). Pero la confiabilidad humana no se puede dar por sentado. La vida se caracteriza por la aflicción y la presencia desgastante de los malos y traidores. La vida necesita renovación constante que depende del amor, las promesas y decisiones del Señor. La oración reiterada pidiendo ser renovado constituye el corazón de esta sección.
153, 154 (A1) Mira mi necesidad. Defiende mi causa. Al salmista lo están acusando. Lí­brame (como cercano, 151) pertenece al vocabulario relacionado con el pariente cercano: el †œredentor† se identifica con su pariente afligido, toma y paga todas sus deudas, se hace cargo de todas sus necesidades. Dentro de esta situación problemática, sigue su fidelidad a la palabra. 155 (B1) Los impí­os. Los que se disocian de la palabra no pueden esperar una intervención divina salvadora. 156, 157 (C) Muchas compasiones. Muchos enemigos. La misericordia es el amor del Señor que enseguida se conmueve. Grande es la misma palabra usada para indicar muchos. Su amor corre para encontrarnos y es tan grande como cualquier peligro. 158 (B2) Los traidores. No se puede confiar en ellos, no tienen ninguna consagración a la palabra. 159, 160 (A2) Observa mi amor. Habiendo recibido su advertencia por medio de la experiencia de los que hacen caso omiso a su palabra (158) y no pueden esperar liberación (155) el salmista afirma su amor por la palabra y la verdad eterna de la palabra.
161–168 Shin. Verdad atesorada, vida constante. Si seguimos la distribución de las letras iniciales: Sin y Shin, esta sección se divide en tres partes: 161–163, 164–166, 167, 168. Tratan, respectivamente, el amor constante (lo que teme, lo que atesora, lo que ama), la vida constante (que alaba, no tropieza, es obediente), y el constante en guardar (un †œguardar† obediente que emana del amor, un †œguardar† obediente que busca complacer). Amor aparece en cada sección: el corazón constante guarda con diligencia su amor por las enseñanzas del Señor (163) con un odio correspondiente por lo falso; la vida constante goza de paz (plenitud; paz con Dios, con la gente y paz en la mente; una vida completa) como consecuencia de amar la enseñanza del Señor (165); el †œguardador† constante es motivado por el amor a lo que el Señor ha testificado de sí­ mismo (167). La vida que ha decidido ser constante —bajo presión y devota— resulta en su enriquecimiento y paz; pero también se topa con conflictos morales, porque no existe la constancia sin desafí­os. La opción sobre qué amar y qué odiar; la lucha es por seguir pacientemente hasta que el Señor actúe. Pero es la obediencia la que caracteriza al amor y es la obediencia lo que complace al Señor (168).
169–176 Tav. ¡Desviándose pero obediente! 169, 170 Conectados por delante de ti, ambos son oraciones pidiendo ser oí­do y pidiendo al Señor que actúe según su palabra, obrando interiormente (entendimiento, †œdiscernimiento†) y exteriormente (lí­brame). 171, 172 Conectados por las referencias a labios y lengua, son ambos oraciones pidiendo respuesta, que la palabra sea enseñada y reconocida por lo que es. 173, 174 Piden y anhelan la acción divina, basando los pedidos en la respuesta (escogido †¦ delicia) ya dada a la palabra. 175, 176 Enfoca necesidades personales, la impresión de que pierde vitalidad y la tendencia a desviarse. La clave para tener vitalidad y recobrarse es la palabra que sostiene y nunca es olvidada.

SALMOS 120-136. ALABANZA DEL PEREGRINO

Posiblemente el grupo de Salmos más hermoso de todo el salterio, los Sal. 120–134 se describen a sí­ mismos como †œCantos de ascenso†, aunque sin agregar ninguna explicación sobre cómo se ha de entender este tí­tulo. La palabra (correcta y lit.lit. Literalmente) traducida ascenso se usa para decir †œgradas† o †œescalinata† (Exo. 20:26; 1 Rey. 10:19 s.; comparar 2 Rey. 20:9 s.; Amós 9:6) también, en una ocasión refiriéndose al viaje †œhacia arriba† de Babilonia y a pensamientos †œque surgen† (Eze. 11:5). †œGradas† llevó a la tradición judí­a a hacer una conexión fantástica con los coros leví­ticos cantando en los escalones que iban del patio de las mujeres al patio de Israel en el templo de Herodes, pero no alcanza a decir que los coros cantaban exclusiva o especialmente estos cantos. La referencia a la †œescalinata† en Neh. 3:15; 12:37 ha apoyado el pensamiento más razonable de que estos cantos eran cantados en una forma procesional hasta el templo durante sus fiestas. El tema recurrente de Sion-Jerusalén-Casa del Señor apoya dicha explicación.
Ampliando el panorama, algunos comentaristas han conectado a estos Salmos con el viaje de retorno de los exiliados en Babilonia. El único uso relevante de la palabra †œgradas† en Esd. no provee una buena base sobre la cual hacer de ella un vocablo técnico referente al regreso de Babilonia, pero la teorí­a tiene sus posibilidades en relación con el movimiento amplio al igual que algunos detalles de los Salmos.
Sin embargo, los Salmos probablemente fueron coleccionados para proveer un himnario: †œAlabanza del Peregrino†, para los grupos que viajaban rumbo a Sion para las festividades anuales peregrinas (Exo. 23:17; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 1:3; Luc. 2:41). Indudablemente son apropiados para dichas ocasiones. Cada salmo, por supuesto, tuvo su propio origen y uso antes de ser editado para ocupar su posición actual en los †œCantos de ascenso†. En la mayorí­a de los casos no se les puede seguir el rastro y, aunque se pudiera, poco o nada se ganarí­a. La †œAlabanza del Peregrino† ha sido editada con gran habilidad y es el significado del salmo dentro de su contexto actual lo que es de mayor importancia.
Los †œCantos de ascenso† constituyen cinco grupos de tres, más los Sal. 135 y 136. Los primeros cuatro de estos grupos (Sal. 120–131) tienen en común las siguientes caracterí­sticas: el primer salmo de cada grupo expone una situación de aflicción; el segundo enfatiza el poder del Señor para guardar, librar, edificar y dar esperanza; y el tercero tiene el tema de la seguridad: en Sion (122, 125, 128); en el Señor (131). El †œmovimiento† hacia Sion concuerda y apoya la idea de la †œAlabanza del Peregrino†. Toda la colección mantiene la atención del viajero en su meta. Los Sal. 132–134 son salmos de llegada: el Arca en Sion, comunión en Sion, bendición en Sion. El peregrino que comienza su viaje desde muy lejos en un mundo áspero (120), en la †œoscuridad† de este mundo (Quedar, 120:5 significa †œnegro†) termina en noches muy distintas (134:1), seguros en la casa del Señor y bajo su bendición.

SALMOS 120-122. LA PRIMERA TRIADA. CUANDO LLEGAN LAS DIFICULTADES
Personas que no congenian (120) y circunstancias hostiles (121) amenazan por igual al peregrino pero hay paz dentro de los muros de Jerusalén (122).

Salmo 120. Oración en medio de gente hostil
El orden de las palabras en el v. 1 es: †œAl Señor en mi aflicción llamo y él me contesta.† Esta es la impresión que el Salmo nos deja: orando en medio de las dificultades, guarnecidos dentro del cuidado divino. No hay razón para creer que los vv. 3, 4 fueron dichos realmente al enemigo. Como Prov. 20:22 y Rom. 12:19 mandan, la dificultad es llevada al Señor y dejada allí­ pero en la seguridad de lo que sucederá: las flechas (4) dirigidas con la habilidad de un guerrero deben dar en su blanco: el castigo caerá donde es merecido; pero detrás de él están las brasas de fuego, la justicia retributiva de un Dios que odia el pecado. Pero, dejando toda acción así­ al Señor, el salmista entretanto vive en un mundo que no puede dar paz (5–7). Mesec, en el extremo norte (Gén. 10:2) y Quedar (Jer. 2:10) en el desierto siroárabe están demasiado distanciados para referirse al lugar donde vive el salmista. Metafóricamente sugieren estar lejos del hogar, en los desiertos lejanos de este mundo. Aun aquí­ vivirí­a en paz (esa es su naturaleza: 7, lit.lit. Literalmente †œsoy paz†; cf.cf. Confer (lat.), compare 109:4) y comparte la paz que conoce, pero el mundo es un lugar venenoso.

Salmo 121. Peligros desconocidos, seguridades conocidas
La pregunta sobre dónde puede encontrarse la seguridad (1) puede haber surgido originalmente debido a una de diversas circunstancias, pero en su contexto actual de peregrinaje describe una mirada ansiosa hacia los montes que podrí­an ser guarida de malhechores, o una mirada anhelante a los lejanos montes de Sion: ¿Cómo escaparé de los peligros del camino para llegar a los montes (125:2) que son mi hogar? Pero (2) el Señor es el que hizo los cielos y la tierra: todo peligro surge y todo viaje se hace en su mundo donde él gobierna como soberano. En consecuencia (3–8) aparece seis veces el verbo †œguardar†. Los peligros son desconocidos, pero la seguridad es indudable. 3, 4 ¡El Señor que ha redimido (Exo. 6:6) a su hijo Israel (Exo. 4:22) no lo perderá ahora camino a casa! 5, 6 El compañero divino (a tu mano derecha) se interpone entre ti y todo peligro, real (sol) o imaginario (luna). 7, 8 Cuida de todo mal, garantiza la seguridad personal (tu vida), acompaña en los vaivenes (tu salida y tu entrada) de la vida eternamente (ahora y para siempre). El Creador es también el Redentor y el Compañero.

Salmo 122. La familia en la ciudad
Imagí­nese al peregrino al finalizar el primer dí­a en la ciudad: (2) lit.lit. Literalmente †œÂ¡Nuestros pies de verdad han pisado dentro de tus puertas!† Lo maravilloso del hogar contrasta con †œlo lejano† (120:5); la compañí­a de hermanos (8) con el hostigamiento de los enemigos (120:2, 7). La espera ha sido premiada con el arribo (2), y la vista (3) y situación (4, 5) de la ciudad. Con razón se expresa en una oración sensible en favor del pueblo del Señor, su comunión y la seguridad de la ciudad misma. Isa. 26:1–4 enseña que en medio de las amenazas de la vida vivimos ya, por fe, dentro de la †œciudad de Dios† (Heb. 12:22; cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 2:6). En este sentido, el peregrino de la antigüedad, todaví­a en su viaje peligroso, podí­a cantar de sus pies puestos ya en las calles de Jerusalén. La esencia de esta ciudad es su unidad (3–5): la configuración misma de la ciudad muestra que es compacta. Los que entran en ella vienen de tribus distintas pero todos son del Señor, motivados por la obediencia y teniendo como su objetivo la alabanza, privilegiados por la revelación de Dios mismo (nombre). Vienen a un lugar donde, en principio, bajo el rey nombrado por Dios, todo recibe una solución (5, juicio). Tení­an que orar porque la Jerusalén de ellos era de este mundo. La nuestra es diferente (Heb. 11:10) pero permanece el llamado al gozo, la unidad y la oración.

SALMOS 123-125. LA SEGUNDA TRIADA. CUANDO LOS RECURSOS FALLAN
El desprecio humano (123) y la hostilidad (124) encuentran al pueblo del Señor totalmente dependiente de él pero (125) los que confí­an están tan seguros como Sion mismo. En el 120 el ruego era que el Señor se hiciera cargo de sus enemigos: el 123 le pide que provea en la debilidad; el 121 veí­a peligros circunstanciales: el 124 muestra poderes humanos violentos; en el 122 Sion simbolizaba paz: en el 125 simboliza fuerza.

Salmo 123. El Señor en los cielos
La iglesia terrenal está rodeada de desprecio (3), y es objeto de burla por los orgullosos opresores que viven en holgura (4, †œsuperior†). ¿Qué hacemos pues, cuando ya no aguantamos más (3)? El ojo simboliza anhelo, necesidad, expectación. †œLa rápida mirada del ojo hacia arriba† le cuenta todo al Señor cuyo trono celestial (1) muestra tanto sus recursos infinitos como su soberaní­a mundial. Los siervos (esclavos) dependen de los recursos inciertos de sus dueños terrenales. Nosotros miramos al Señor, quien revelara su nombre e hiciera sus maravillas en favor de nosotros cuando éramos esclavos en Egipto. Pero la compasión triple (gracia a quienes no la merecen, 2 y 3) no fallará. Es cuestión de conservar los ojos puestos en él, sometiendo nuestras necesidades a su calendario (hasta, 2).

Salmo 124. El Señor a su lado
Cuatro muestras de peligro lo dicen todo: los terremotos (3b; Núm. 16:30) y las inundaciones (4a) son peligros arrolladores en que la salvación parece imposible, ¡pero el Señor puede salvar! Los animales depredadores y los cazadores (7) son peligros en el reino animal y humano. No sólo hemos salido airosos sino que el peligro mismo ha sido destruido (7c). Sólo un Dios cuyo dominio es total, soberano y mundial (8) pudo haber hecho estas cosas; y este Dios es Jehovah consagrado a su pueblo y siempre de su lado (1, 2).

Salmo 125. El Señor todo alrededor
Esta es una descripción de una comunidad creyente, encontrando seguridad en su confianza (1, 2); una comunidad amenazada, esperando pacientemente hasta que el Señor quite la carga de un gobierno impí­o (3); una comunidad dividida en la que se han mezclado el bien y el mal (4, 5). 1, 2 La confianza nos convierte en un complemento vivo de la Sion inmutable; los montes circundantes son un complemento fí­sico del Señor que los rodea. 3 Esa confianza incluye la fe en el dominio providencial y mundial del Señor. La duración del gobierno opresivo e inadecuado se va ajustando a la paciencia que el pueblo del Señor tiene para soportarlo. No llegarán al punto de caer en la iniquidad (†œdesviación†) de la resistencia, violando lo que el Señor ha determinado (Rom. 13:1). 4, 5 Una situación así­, donde la confianza es desafiada por las circunstancias, requiere oración. La oración no es contra los malos (5) —de ellos se encargará el Señor— sino a favor del enriquecimiento de quienes siguen al Señor de corazón (4), su Israel (5), su verdadero pueblo dentro del pueblo que profesa ser suyo.

SALMOS 126-128. LA TERCERA TRIADA. CUANDO AMENAZA EL FRACASO
El pueblo del Señor se encuentra todaví­a en el mundo. Las lágrimas (126:5) están a la orden del dí­a. Pero el 127 muestra otra cara de la moneda: dentro del trabajar de la vida el Señor da sueños (1, 2) y las lágrimas con las que termina el 126 se convierten en los †œfelices† (bienaventurados) de 127:5. El 128 proyecta felicidad (1, bienaventurado; 2, feliz, †œFeliz eres†) dada y garantizada por las bendiciones de Dios (4, 5). Así­, el tema es sutilmente diferente del tema †œllegar a Sion† de las dos primeras trí­adas. En un sentido esta trí­ada comienza en Sion (126) y también finaliza allí­. Pero empieza con la bendición que se anhela, una cosecha todaví­a por venir, y termina con la bendición disfrutada. Es decir, es un peregrinaje del corazón en lugar de los pies: un anhelo por recibir más bendiciones de las que ya hemos disfrutado (126), mayor seguridad de la que ya hemos experimentado (127).

Salmo 126. La tensión de la experiencia
El éxtasis anterior de Esd. 1–6 y la erosión del entusiasmo debido a las duras realidades de la vida son ilustradas en este Salmo. Siempre ha sucedido lo mismo: sea que pensemos en el éxodo, el regreso de Babilonia o aun en la obra redentora de Cristo, ¡la redención se cumple pero todaví­a se necesita! El gozo es cosa del pasado, las lágrimas dominan el presente. ¡Si al menos el Señor actuara ahora tan completa y dramáticamente como lo hiciera entonces! Por eso oramos por los arroyos en el Néguev (4), una inundación súbita, transformando los lechos secos de los rí­os, ¡convirtiendo a la tierra seca en un jardí­n! Pero no, en la providencia de Dios, siguiendo el recuento de sus poderosos hechos (1–3), domina la metáfora de la cosecha (5, 6). Habrá cantos de alegrí­a pero únicamente cuando se haya completado la trabajosa tarea de sembrar y lo sembrado haya madurado y esté listo para la cosecha. Aquí­ nos encontramos en el plan perfecto de Dios para las cosas (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 1:9–11; Stg. 5:7, 8; Apoc. 14:14–16).

Salmo 127. Descanso en el trabajo
¿Lo dice todo el Sal. 126? Risas del pasado, cantos del futuro, ¡lágrimas del presente! El 127 cubre tres áreas de actividad humana y ansiedad potencial —la casa, la ciudad (1) y la familia (3–5)— y afirma que sin el Señor nada podemos hacer. Los vv. 1, 2 parecen sugerir: †œDéjalo todo en manos de Dios; suelta tus preocupaciones y déjaselas a Dios† y disfruta de una vida descansada. Pero en la Biblia, lo opuesto a descanso no es el trabajo sino la inquietud, y los vv. 3–5 agregan una medida correctiva. El Señor ha ordenado las actividades humanas de procrear, engendrar y dar a luz. Pero, insiste la Biblia, no es por medio humano sino divino que se †œabre la matriz† o †œse cierra† (Gén. 29:31; 30:2). Los hijos no son logros nuestros sino regalos de él (3). Así­ lo son también una casa terminada y una ciudad con guardias (1, 2). Toda la vida debe ser vivida plenamente, disfrutadas todas sus alegrí­as y cumplidas todas sus obligaciones en una dependencia sin preocupaciones en él que es el Hacedor de todo. Actividad alegre, actividad laboriosa, pero llena de tranquilo reposo (2d).

Salmo 128. El fracaso trascendente
Bienaventurado (1) combina aquí­ las ideas de †œbajo la bendición de Dios† y †œencontrando satisfacción y felicidad personal†. El Salmo promete esta experiencia en dos áreas de la vida: (i) Lo personal y presente (2–4): prosperidad en el trabajo y alegrí­a matrimonial y doméstica; (ii) pública y futura (5, 6): para toda la vida, comunitaria y familiar. El secreto de todo esto reside en el individuo: v. 1, todo es singular, †œcada uno†; en el v. 4 el hombre, la persona individual. 1 Un corazón reverente (teme) hacia el Señor y un estilo de vida (anda) de acuerdo con su †œestilo de vida† (caminos). 2 Comas del trabajo, una descripción no sólo de prosperidad sino también de seguridad (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 31:5). 3 Vid. En la vida matrimonial, un cuadro de atracción y gozo sexual (cf.cf. Confer (lat.), compare Cant. 7:8). Vid †¦ olivo. Juntos simbolizan la abundancia de bendiciones de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 8:8). El Sal. 126 clamó pidiendo bendición; el 127 aseguró que no viene por trabajar sino por confiar; el 128 cumple los anhelos del 126 y confirma las afirmaciones del 127: Bienaventurado (1) †¦ feliz (2) †¦ bendecido (4) †¦ bendiga (5), palabras usadas repetidamente como confirmación.

SALMOS 129-131. LA CUARTA TRIADA. CUANDO AMENAZA EL PECADO
La cuarta trí­ada es diferente a las que la preceden en el sentido de que la única referencia a Sion aparece en el primero de los tres Salmos (129:5). Su similitud con la tercera trí­ada se nota especialmente en el Salmo del medio, porque mientras el 121 y el 124 enfocaban la oposición externa, circunstancial y humana, los Sal. 129 y 130 recalcan amenazas interiores personales, siendo respectivamente la ansiedad y el pecado. En el Sal. 129, gracias al Señor justo, Israel se ha salvado (1–4) y los enemigos impí­os pueden dejarse en las manos de él (5–8); pero (130) ¿no es la justicia misma una amenaza para Israel? Porque ningún pecador puede permanecer delante de él (130:3). Pero él es un Dios de perdón (4), amor y redención (7). Por ello, el Sal. 131 expresa reposo del corazón y esperanza en el Señor.

Salmo 129. Justicia
Las realidades del pasado (1–4) enseñan cómo enfrentar los problemas del presente y del futuro (5–8). Este Salmo podrí­a datar de casi cualquier época de la historia problemática de Israel. Pero aunque los peligros son muchos (1, mucho, †œhastiados†, 123:3), la lección que enseña la historia es clara: ni siquiera la opresión salvaje (3) ha podido triunfar porque (4) el Señor es justo, o sea que habiéndose revelado (Exo. 3:15; 6:6) como el redentor de su pueblo y el conquistador de sus enemigos, nunca se desví­a de esa norma. Los enemigos esclavizarí­an pero el Señor da libertad (4). ¡Y esto no es una reconstrucción ficticia de la historia! ¿Dónde está hoy el imperio de Egipto que esclavizó a Israel, o los filisteos, asirios o babilonios? En los vv. 5–8 los verbos pueden ser tanto profecí­a como oración. Si se trata de una oración, es la manera de encarar la vida; si es profecí­a, es la manera de enfrentar el futuro. Los que aborrecen a Sion terminarán siendo transitorios (6), no tendrán éxito (7), no tendrán amigos y serán excluidos de la comunidad bendecida (8; cf.cf. Confer (lat.), compare Rut 2:4).

Salmo 130. Perdón
El tema de la justicia es lo que caracteriza a esta trí­ada de salmos. Es cierto, si el Dios justo se pone de parte de su pueblo, entonces ningún enemigo puede prosperar (129); pero si este Dios viene en medio de su pueblo para ponerse de su parte, ¿no expondrá y condenará su presencia justa al pecado de ellos? Las palabras clave del Sal. 130 lo dicen todo: el Salmo comienza con un clamor (clamo), que sale de lo profundo que distancia y separa, pidiendo (súplica) misericordia, la gracia inmerecida de Dios (1, 2). Sigue con una afirmación de que, lit.lit. Literalmente †œÂ¡contigo (o sea, un compañero inseparable) se encuentra el perdón que de veras es perdón!† (3, 4). A esto lo sigue la espera (5, 6). De seguro que el verbo incluye la idea de esperar con confiada expectación, pero de espera se trata: no hay nada que uno pueda hacer: El perdón cuando llega es una decisión y acción soberana de Dios. En los vv. 7, 8 el individualismo del Salmo cede a una apelación que incluye toda la comunidad: hay esperanza para todos, una esperanza segura, cierta y confiada; porque el Señor tiene otras dos compañeras inseparables: la misericordia prometida y abundante redención: los recursos y la disposición de Dios de pagar cualquiera sea el precio, que redimirá, nos †œrescatarᆝ de todos nuestros pecados (8).

Salmo 131. Descanso
En el Sal. 130 la exhortación a tener esperanza surgió de lo que es verdad acerca de Dios; en 131:3 surge de lo que el salmista ha descubierto ser una verdad personal. Ha tomado una posición humilde (1); su ser interior (2) reposa, como el bebé que ha pasado la etapa de las demandas instintivas y la intranquilidad de la primera infancia y ahora se contenta, ya mayorcito, con sencillamente estar con mamá. ¿Cuál habrá sido la experiencia que originalmente lo sacó de su orgullo y autosuficiencia y lo llevó a la humildad y al reposo que inspirara este hermoso Salmo? No lo sabemos, pero su llamado a esperar en el Señor lo conecta con el 130 y lo convierte en el testimonio de un pecador perdonado: humillado por la misericordia de Dios, en paz consigo mismo porque está en paz con el Altí­simo.

SALMOS 132-134. LA QUINTA TRIADA. CUANDO SE LOGRA LA META
Estos Salmos se centran en Sion. El peregrinaje ha pasado; se ha llegado al hogar. No obstante, hay movimiento dentro de los tres: de las realidades objetivas de la ciudad y monarquí­a como cosas divinamente escogidas y establecidas (132), la iglesia en comunión perfecta (133) y los siervos del Señor en el santuario del Señor (134).

Salmo 132. El Señor en Sion: opción divina

Este poema bellamente construido es una meditación sobre 2 Sam. 7. En dicho capí­tulo David propuso construir una casa para Jehovah, sólo para encontrarse con que el Señor tení­a el propósito de construirle una casa a David, así­ que aquí­, el juramento de David (2–5) encuentra su equilibrio en el juramento del Señor (10, 11). Cada una de estas dos divisiones tiene el mismo patrón: Oración (1, 10), declaración (2, 11), discurso (de David, 3–5; del Señor, 11, 12), otra declaración (6, 13) y un discurso final (exhortación, 7–9; y promesa 14–18). Así­, los propósitos y anhelos humanos (1–9) son balanceados y emparejados con los propósitos y afirmaciones divinos (10–18). El juramento de David (1–5) es seguido por la devoción humana para cumplirlo (6–9); el juramento del Señor (10–12) por su dedicación a cumplirlo (13–18). Podemos imaginar a una congregación preexí­lica reunida en uno de los festivales anuales cantando alegremente del celo de David de fundar el santuario y la consagración del Señor a hacer lo que tení­a que ser.
1 Aflicción. Traer el Arca a Sion no se logró sin fracasos y sufrimientos (2 Sam. 6:5–9), preparación, costo y pérdidas (2 Sam. 6:12–23). La palabra, significando †œhumillaciones, o profunda humillación† podrí­a referirse también a que David fue rechazado como constructor del templo (2 Sam. 7:5, 13; 1 Rey. 5:3; 1 Crón. 22:8; 28:3). 2 No se registra tal juramento en las historias. El Salmo puede estar dándonos más información o aumentando poéticamente el celo puro de David por honrar a Dios haciendo de Sion su capital y planeando la casa. El Fuerte (Gén. 49:24; Isa. 49:26; 60:16; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 1:24) enfatiza †œpuro poder†. 3–5 La subordinación de la vida personal y comodidades a la gran prioridad. Una morada, †œuna morada grande y apta†, también en el v. 7. 6 Efrata, de significado incierto, se conecta especialmente con Belén (Gén. 35:16; Rut 4:11; Miq. 5:2). Yaar, abreviatura de Quiriat-jearim (1 Sam. 7:1, 2), donde estuvo el arca durante los †œaños perdidos†. 7 Tabernáculo †¦ estrado. El significado del tabernáculo-templo era que actualizaba el hecho de que Dios moraba en medio de su pueblo (Exo. 29:43 ss.; 1 Rey. 8:10, 11, 13, 27). Dentro de la tienda-casa el arca, más especí­ficamente †œel lugar de compasión, o expiación que cubre† (Exo. 25:17–22; Lev. 16:13, 14) era el lugar donde el Santo Dios tocaba la tierra.
8 Levántate (Núm. 10:35). Tu poder (Jos. 3:11; 1 Sam. 5). 9 Revestidos. Vestidos, cf.cf. Confer (lat.), compare 16, simboliza carácter, función, consagración, o sea, hacerlos justos. Fieles, los que reciben el amor divino inmutable y corresponden a ese amor. 10–18 David es mencionado tres veces por nombre (10, 11, 17) y siete veces por implicación. Todo lo que jamás hizo el Señor por Sion y la lí­nea de David surgió de su juramento original (11) y la fidelidad divina a sus promesas. Implí­cito en el juramento está la elecci ón de Sion (13; Heb. 12:22), el Señor morando en su ciudad (14; Eze. 48:35; Apoc. 21:2, 3), su bendición material (15) y espiritual (16) y su propósito final: la venida del Mesí­as y su triunfo (17, 18).

Salmo 133. La familia en Sion: bendición divina
El Salmo comienza con una situación, procede a una doble comparación (2, 3ab, lit.lit. Literalmente †œes como †¦ es como †¦ †) y termina con una bendición segura (3cd). El v. 1 enfatiza la unidad: Habitar juntos, ¡y en armoní­a! Esto es bueno (objetivamente), agradable (subjetivamente). Pero es mucho más: motiva una respuesta celestial de generosa abundancia por lo cual el Señor (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 29:7; 30:25; Lev. 8:12) consagra a su pueblo para ser sus sacerdotes, cumpliendo su deseo expresado para ellos (Exo. 19:6). Además, se trata de un milagro celestial que borra las divisiones (1 Rey. 12:19) y junta a Hermón, la montaña principal de Israel (al norte) y Sion, la montaña (al sur) de Judá en un rocí­o divino que da vida (Exo. 16:13, 14; Isa. 26:19; Ose. 14:5). En consecuencia, allá (enfático), o sea, donde el v. 1 es verdad, †œel Señor ha mandado, para siempre, la bendición de la vida†.

Salmo 134. Adoración en Sion: comunión divina
El peregrinaje empezó en Quedar (120:5); finaliza en la casa del Señor donde los peregrinos †œbendicen al Señor† (2) y él los bendice a ellos (3). Cuando nos †œbendice† estudia nuestras necesidades y las suple; cuando lo bendecimos a él estudiamos sus excelencias y lo adoramos. ¡Cuánto gozo hay cuando finalmente los peregrinos llegan y sus pies están puestos no sólo en Jerusalén sino en la casa del Señor! ¡Cuánto gozo cuando †œde los grandes confines de la tierra, de las costas más lejanas del océano, por las puertas perladas entra una multitud innumerable!†; y el mismo gran sumo sacerdote los convoca a †œbendecir al Señor† (1, 2) y pronuncia sobre ellos la bendición del Señor (3). 1 Estáis, lit.lit. Literalmente †œde pie†, aceptados y seguros. Noches, posiblemente sacerdotes y levitas de turno en las noches en la casa; o los peregrinos devotamente guardando la vigilia en la noche; o (mejor aún) observando el festival nocturno de la Pascua (Exo. 12:42): †œdel Cordero es toda la gloria en la tierra de Emanuel†.

SALMOS 135, 136. EL PUEBLO ESCOGIDO DEL SEí‘OR
Es apropiado que estos Salmos se cuenten entre los Sal. 120–134 en †œAlabanza del Peregrino†. ¿Puede haber algo más adecuado para los peregrinos que acaban de llegar que un canto que recuerda los pasos del gran peregrinaje fundamental de Egipto a Canaán, alegrándose en los beneficios recibidos de la elección divina (135:4), y otro canto (136) que, usando el mismo material en una gran antí­fona, enumera los mismos atributos y poderes del Señor y los mismos beneficios otorgados a su pueblo atribuyéndolos a una realidad permanente dentro de su naturaleza, su misericordia que dura para siempre?

Salmo 135. Israel escogido: su significado para el pueblo

La estructura de este Salmo es:

A1 (vv. 1–4) Alabanza al Señor que elige
B1 (vv. 5–7) El gran Señor, soberano en la creación (siete facetas de su grandeza)
C (vv. 8–14) Los hechos del Señor;
C1 (vv. 8, 9) Liberación
C2 (vv. 10–12) Concesión
C3 (vv. 13, 14) Vindicación
B2 (vv. 15–18) Idolos muertos y los que los matan: (siete facetas de dioses-í­dolos)
A1 (vv. 19–21) Alabanza al Dios que mora con nosotros

1–4 Las referencias a siervos †¦ que estáis (†œministran†) y los adjetivos bueno †¦ agradable, aplicados aquí­ al Señor, tienen conexión con 133:1; 134:2. El llamado a la alabanza que se repite y los siete golpes de tambor del nombre divino emanan de la elección divina de Jacob †¦ Israel. Especial tesoro (Exo. 19:5; Deut. 7:6; 14:2; 26:18; Mat. 3:17). Para ver el significado, nótese también el ejemplo †œsecular†, 1 Crón. 29:3.
5–7 La alabanza comunal tiene únicamente el valor que cada individuo le da. Los peregrinos adoran juntos pero la convicción personal es esencial: lit.lit. Literalmente †œyo, por mi parte, sé ciertamente †¦ † El pensamiento pagano llenaba todo el universo con muchos dioses, especialmente los mares y los océanos (6). A los salmos les encanta detenerse en el hecho de que Dios es el único Creador y sus mandatos se aplican en todas partes sin excepción (6); su voluntad gobierna aun los detalles del cambio de clima (7). Todos los dioses son mencionados no porque existan objetivamente sino porque son adorados y magnetizan la devoción de mentes con falsas ilusiones (Isa. 44:6–20). (Ver comentario sobre 95:3.)
8–14 Cubre todo el perí­odo del éxodo desde el momento de dejar Egipto (8) hasta las victorias finales bajo Moisés (11, Núm. 21:21 ss.; Deut. 2:20 ss.; 3:1 ss.), siguiendo luego con la herencia bajo Josué (12) y, porque el Señor no cambia (13), más allá al futuro sin fecha en el que siempre estará del lado de su pueblo, demostrándolo con sus acciones y su corazón: Juzgará, significa †œdefenderá la causa† de su pueblo; tendrá misericordia, †œtendrá lástima†.
15–18 (Ver 115:4–8.) Nótese la forma cuidadosa en que este material †œcitado† juega su papel importante en su nuevo contexto. Como lo demuestra el bosquejo dado anteriormente, el Salmo contrasta al Dios que es activo en todas partes (5–7) con los dioses hechos por hombres cuya única †œobra† es extender la corrupción de su falta de vida (18).
19–21 (Ver el comentario sobre 134:2, 3). Sobre las categorí­as del pueblo del Señor, ver 115:9–11; 118:2–4. La causa de la cual emana particularmente la †œbendición del Señor† es: Bendito sea y es el Señor †¦ que mora en Jerusalén (21). El Señor escogió a su pueblo porque tanto lo querí­a para sí­ (4) que vino a morar entre ellos (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 2:18–22; 2 Cor. 6:16).

Salmo 136. Israel escogido: su raí­z es el Señor

La realidad suprema no es la posición del Señor (1–3), ni su obra en la creación (4–9) y la historia (10–22), ni siquiera su bondad hacia Israel (23–25) sino quién es él mismo, aquel cuya misericordia †¦ es para siempre. Todo vuelve a este punto de énfasis y reiteración. Su posición de por sí­ causarí­a asombro; sus obras en la creación, maravilla; su poder evidente en la historia, sumisión; su bondad, gratitud. Pero cuando vemos que todas estas grandezas emanan de un amor inmutable que se deleita en manifestar su poder en actos de misericordia y providencia, entonces el Señor realmente es reconocido con maravillado asombro, amor y alabanza. ¿Qué podrí­a significar para nosotros el hecho de que sea bueno, supremamente exaltado, el Creador, el Señor de la historia, el benefactor de la humanidad en el pasado, si no estuviera también el amor inmutable que nos trae también a nosotros al calor del abrazo y el cuidado de semejante Dios?
Por lo tanto, nosotros, con nuestros hermanos y hermanas peregrinos de la iglesia del ATAT Antiguo Testamento, podemos analizar nuestro peregrinaje fundamental de Egipto a Canaán y cantar con ellos a cada paso que para siempre es su misericordia. No hay poder que lo resista (1–3; Rom. 8:31–39; 1 Cor. 8:5, 6; Ef. 1:19–22); estamos seguros porque el mundo en que vivimos es el mundo de él (4–9); también nosotros experimentamos la redención (10–15; Juan 1:29; 1 Cor. 5:7; 1 Ped. 1:18–21), gozamos de su provisión sea cual fuere nuestra circunstancia (16; Fil. 4:12, 13, 19), recibimos nuestra herencia por medio de su victoria (17–22; Col. 1:12–14), nos maravillamos de que se dignara elegirnos a nosotros (23, 24; 1 Cor. 1:26–31) y comemos nuestro pan cotidiano, viendo con gratitud la mano que nos alimenta (25), la misericordia que es para siempre.

SALMO 137. EL EXTRAí‘O CANTO DEL SEí‘OR

Dado que los tiempos en los vv. 1–3 se entienden más naturalmente como tiempo pasado y la palabra †œallᆝ aparece en el v. 1 (omitida en la RVARVA Reina-Valera Actualizada) y el 3, con un equivalente en el 2, el salmista mira hacia el pasado y hacia algo lejano en el espacio. El pertenece a la comunidad que volvió a Jerusalén y su Salmo recuerda la cautividad.
1–4 El canto no cantado. Para los exiliados sufrientes (1), los recuerdos eran amargos (cf.cf. Confer (lat.), compare 7) y el gozo era cosa del pasado (2). Deliberadamente así­, porque los captores demandaban cantos de alegrí­a (3). Pero los de ellos eran cantos del Señor con declaraciones de la verdad y actos de adoración, no presentaciones de un concierto. Además, hay un tiempo correcto para llorar. La vida no es un gozo sin fin. También, la invitación a cantar era una invitación indirecta a ambientarse: ¡Ahora sois babilonios! Pero no podí­an olvidar ni conformarse. Se encontraban en tierra de extraños (4).
5, 6 Hogar es donde está el corazón. Ahora las cosas se tornan individuales. Cada uno tení­a (y tiene) que decidir dónde radica su ciudadaní­a y vivir consecuente con ella: en pensamiento (olvido †¦ acuerdo), de hecho (mano) y de corazón (alegrí­a). Viví­a en Babilonia, pero Jerusalén era su hogar (Fil. 3:20).
7–9 El canto extraño del Señor. Pero habí­a un canto que cantaban y, cuando dejaron a una Babilonia intacta y regresaron a una Jerusalén destruida, volvieron a cantar. (i) Edom puesto en las manos del Señor. (7) Lit. †œRecuerda para los idumeos† (cf.cf. Confer (lat.), compare 132:1, †œrecuerda para David†) es una fórmula legal que se usa para presentar un caso ante un juez. Por su propia voluntad Edom participó y se gozó cuando Jerusalén fue arrasada (Abd. 10–14). Nada pide el salmista: no propone ni planea una venganza. Todo se presenta ante el Juez divino. (ii) 8, 9 Babilonia entregada a la justicia, y vista a la luz de la Escritura (Jer. 51:56 tiene tres verbos en común con los vv. 8 y 9) ya está condenada. La traducción bienaventurado siempre debe contextualizarse: mayormente significa †œbendito, o bajo la bendición de Dios† (32:1); con frecuencia significa †œFeliz, personalmente realizado† (1:1); a veces concordando con su significado básico de †œderecho†, significa: †œBien, o haciendo lo que es correcto† (Prov. 14:21; Sal. 106:3).
El salmista nada pide en relación con Babilonia, pero nota (¿y quién podrá contradecirle?) que cuando Babilonia sea tratada de la misma manera como Babilonia trató a Jerusalén, se habrá hecho lo correcto. El Juez de toda la tierra (Gén. 18:25) habrá actuado (Rom. 2:5, 6). 8 Reconoce la justicia de lo que Babilonia le hizo a Jerusalén (nos hiciste, †œpagaste†). Las ruinas que ven evidencian la justicia con que el mundo es gobernado por el Santo Dios; que a Babilonia le llegará la justicia. 9 Registra el salvajismo de la †œjusticia† babilónica (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 8:12; Isa. 13:16; etc.) y tal como hicieron ellos les será hecho. ¿Dice el salmista que eso es lo que él quiere? No, sólo que así­ será. Ese es el tipo de mundo en que vivimos bajo Dios.

SALMO 138. NUEVA VENTANA, OJOS NUEVOS

Es una de esas ocasiones cuando una experiencia en particular abrió un panorama nuevo sobre la naturaleza del Señor (1–3), el futuro del mundo (4–6) y la seguridad personal (7, 8). De la experiencia en sí­, sólo sabemos que la oración fue contestada en una forma que le dio a David nueva vitalidad de manera que querí­a cantar la alabanza al Señor cara a cara con todos los supuestos dioses. Sentí­a que conocí­a al Señor como nunca (2). Sabí­a que ninguna angustia ni los enemigos (7) podrí­an jamás vencerlo o impedir la realización del propósito (8) del Señor.
Quizá pasó todo en 2 Sam. 5:17–21 cuando los filisteos desafiaron al naciente reino de David, y como respuesta de inquirir del Señor se ganó una victoria como señal, y los †œdioses† de Filistea se convirtieron en despojos de la batalla. Quizá, pero todo sucedió simplemente por medio de la oración y la oración contestada. El momento de oración es el momento cuando la revelación que el Señor hace de sí­ mismo adquiere nuevas dimensiones (2), el momento de renovación (3), el concepto del mundo (4) y la seguridad en Dios (7, 8).
2 Templo, usado en 1 Sam. 1:9 para referirse a la tienda en Silo. En la época de David la tienda estaba en Gabaón (2 Crón. 1:3) pero probablemente la referencia aquí­ es al templo celestial. 3 Más dramático: †œEn el dí­a que llamé, me contestaste.† 4–6 Expresan un suceso seguro del futuro. Los verbos en tiempo futuro: Alabarán †¦ cantarán. Los dichos declaran la gloria, definida como la identificación condescendiente del Señor hacia el humilde. Esta es la verdad que, en respuesta a su oración, abrió los ojos de David a las dimensiones del nombre de Dios y lo transformó interiormente. Está convencido de que vencerá al mundo y, por eso, puede enfrentar el futuro con seguridad.

SALMO 139. NINGUN ESCAPE, NADA QUE LAMENTAR, NADA QUE CONFORMAR

Es indudable que este Salmo enseña la omnisciencia (1–6), la omnipresencia (7–12), la creatividad (13–18) y santidad (19–24) del Señor, pero tales abstracciones no son lo que lo ocupan. Porque para el salmista omnisciencia es el conocimiento completo que Dios tiene de mí­; omnipresencia, Dios conmigo en todo lugar; creador, el derecho de propiedad soberana que Dios tiene sobre cada parte de mí­ y santidad, la voluntad de Dios de que sea como él. El Salmo no fue escrito por alguien que quiere escaparse de este Dios si pudiera, o huir de él como pecador, sino por alguien que sabe que no puede escapar y no tiene por qué lamentar esa verdad.
El Salmo es una unidad. Porque, v. 13, hace que 13–18 sean una explicación de 1–6, 7–12 y los vocablos idénticos en los vv. 1, 23 lo unen todo. Esto significa que la tensión entre el salmista y el impí­o en 19–24 debe ser el contexto del cual salió el Salmo. Alguna situación de conflicto moral, la iniquidad en su peor manifestación (19) y escandalosas formas (19–24), hizo que David no sólo tomara partido (19–24) sino que volviera a analizar su refugio y seguridad en Dios (1–18). Los vestigios de arameo y otros indicios de un lenguaje tardí­o en el Salmo sugieren una fecha posterior a la de David. Pero estos indicios son insuficientes para determinar que se originara en una fecha tardí­a. Su teologí­a no tiene fecha y concuerda perfectamente con los escritos y la experiencia de David.
1–6 Dios, el que todo lo sabe: desde los pensamientos interiores a las acciones exteriores. Estos versí­culos están llenos de verbos relacionados con †œconocer†. La declaración general del v. 1 es aplicada a las actividades exteriores y los pensamientos interiores (2), a acciones y estilo de vida cotidianos (3, caminos) y pensamientos no expresados (4). La vida personal cae totalmente dentro de estos lí­mites divinos, detrás, delante y sobre (5, †œAhuecas tu mano sobre mí­†; una descripción que revela que todo es para mi protección y comodidad, Juan 10:27–30).
7–12 Dios, el que está presente en todo: desde lo eterno hasta lo temporal. El Espí­ritu, la presencia dinámica de Dios (7, lit.lit. Literalmente †œrostro†), su presencia personal. ¿A dónde †¦ a dónde? implica que el Señor está presente y activo en todo lugar y esto se comenta en los vv. 8–12: la dimensión eterna, arriba y abajo (8, RVARVA Reina-Valera Actualizada Seol); en la dimensión espacial (9, 10): †œSi pudiera yo ir tan lejos hacia el este como para volar con la luz del amanecer cuando va cubriendo la tierra, y seguir hacia el oeste más allá de los confines del mar †¦ †; la dimensión temporal (11, 12): el v. 11 presenta la posibilidad de encontrar refugio (el significado del verbo es problemático) en una oscuridad tan profunda que (11) la luz se convierte en noche. Pero aun una oscuridad así­ no serí­a un problema para el Señor (lit.lit. Literalmente †œdemasiado oscuro para ti†), más bien (12) las tinieblas se †œencenderí­an† como el dí­a; por cierto que †œlas tinieblas y la luz son lo mismo† en lo que a él se refiere y en relación con la posibilidad de que me falte la mano guiadora y compañera.
13–18 Dios, el que todo lo crea: desde la concepción hasta la resurrección. ¿Cómo es que el Señor me conoce y me rodea? Porque desde la concepción y gestación a lo largo de los dí­as de la vida y más allá en el †œdespertar† en la eternidad, él es mi Creador-Dueño. 13 Formaste. Significa †œadquirir una posesión† o sea, comprar (Gén. 25:10; Exo. 15:16); y, en el caso del Señor y el orden creado, †œdisfrutar de una posesión creativa† (Gén. 14:19, 22). Mis entrañas, †œriñones†, el centro de las emociones, el ser sensible. 15 Mis huesos, la estructura ósea, el ser fí­sico. 16 Mi embrión. Cada embrión es una persona, una posesión creativa de Dios con sus dí­as planificados por adelantado, una vida ordenada en el cielo para ser vivida sobre la tierra. 17 Preciosos †¦ grande toda la amplitud del pensamiento expresada en los vv. 1–12 y en particular la maravilla de la creación humana (13–16). Pero eso no es todo: ¡todaví­a falta la eternidad! Despierto, cf.cf. Confer (lat.), compare 17:15.
19–24 Dios el totalmente santo: Desde el juicio venidero al testimonio en el presente. Los versí­culos están organizados en tres pares: 19, 20 Identificándose con el Señor. Como él dará a su tiempo muerte a los impí­os, me separaré de ellos ahora. 21, 22 Poniéndose de parte del Señor. Ellos lo odian; yo los odio a ellos. 23, 24 Complaciendo al Señor. Ven a mi corazón con tu escrutinio divino y total; hazte cargo de mi camino para extirpar y dirigir. Decir que el grito pidiendo juicio es contrario al Jesús de Luc. 23:34 es olvidar al Jesús de Mat. 7:23; 25:41, 46a; Apoc. 6:15 ss.: la dimensión bí­blica de la ira de Dios. Quizá si emparejáramos la espiritualidad de los vv. 1–18 estarí­amos en posición para juzgar la moralidad de 19–24. Es indudable que si compartiéramos su consagración a sentimientos morales (21) y su dedicación sin reservas (23, 24) no podrí­amos expresarlo de otra manera. Si estos versí­culos escandalizan, es más probable que la falta esté en nosotros. Si estuviéramos amenazados como lo estaba David, apreciarí­amos mejor sus palabras; pero, su sufrimiento fue más profundo que el nuestro y su santidad también más alta que la nuestra. Ponerse del lado de Dios es identificarse con la totalidad de su carácter y caminos revelados.

SALMOS 140-145. ORANDO HASTA LLEGAR A LA ALABANZA
Los Sal. 140–145 forman un grupo daví­dico conectado. El 142 se conecta con las experiencias negativas de David con Saúl y el mismo perí­odo concuerda con todos los salmos hasta (como en el Sal. 18) que pasamos a la luz de un gran alfabeto de alabanza en el 145. Los Sal. 140–143 son oraciones: la primera reacción a las dificultades en sus muchas manifestaciones (ver los tí­tulos en el comentario) es †œllevárselas al Señor†.

Salmo 140. Calumnia
El Salmo consiste en dos oraciones (1–5, 8–11), cada una seguida por una afirmación (6 y 7, 12 y 13). La primera oración pide protección, la segunda pide desastre; la primera afirmación reconoce al Dios de salvación en su cuidado personal, protector; la segunda afirma al Dios de justicia cuando la sociedad ha cometido un error público. Cada una de las oraciones hace mención especial del violento (1, 4, 11), daño a la persona, y de su hablar (3, 11). De la misma manera, el Salmo mezcla el pensamiento de un individuo hostil con el de un grupo hostil. Todo esto se aplica a David en la época del temor patológico que le tení­a Saúl. Nótese en los vv. 1–5 cómo la mente impulsa a las lenguas (3) que a su vez impulsan a las manos (4). Tí­picamente en la Biblia, la lengua se considera no sólo dañina (agudizan) sino también mortal (serpiente †¦ veneno †¦ ví­bora). 7 Cubres, un tiempo perfecto que expresa un hábito fijo. David está convirtiendo en adoración lo que la experiencia pasada le ha enseñado. 8–11 Vuelve a presentar lo que vemos como un †œproblema† de imprecación. Pero es una verdad revelada de lo que el pecado devuelve (8, 9, 11), que los juicios caracterí­sticos de Dios sobre el impí­o son el fuego y la inundación (10). Al entregar todo al Señor en oración —dejándoselo todo a él, descansando en la oración, sin planear ninguna venganza— David realí­sticamente expresa lo que Dios, a quien corresponde la venganza, ha dicho que hará. 12 Pobre †¦ necesitados, los aplastados y marginados por los fuertes e inescrupulosos.

Salmo 141. Provocación

La acusación calumniadora en el Sal. 140 contrasta con la preocupación por un hablar cuidadoso (3), que sea sólo la voz en oración (1, 2) y, cuando ya ha pasado la dificultad, palabras dulces (no vengativas) (6, ver más adelante). Pero el Salmo es, en efecto, una oración continua, el mejor uso que el creyente puede hacer de la lengua.
1–4 Oración eficaz. David anhela que Dios encuentre en su oración todo el poder y aceptación de las ordenanzas divinas que eran las ofrendas cotidianas (Exo. 29:38–42; 30:8). Pero la oración pura dirigida a Dios debe corresponder con un hablar controlado dirigido a los hombres (3, Stg. 3:10–12). 4 La oración en la boca debe estar apoyada por la oración en el corazón. Con los hombres †¦ coma. La tentación de acabar con la tensión creada por la contemporización, de sumarse a la oposición. Coma yo de sus manjares puede interpretarse lit.lit. Literalmente, †œparticipar en el compañerismo de la mesa†, o metafóricamente: †œdeleitarme en la cosas en que ellos se deleitan†.
5, 6 Oración continua. En los vv. 1–4 el salmista acepta la hostilidad de los impí­os sin responder. Su espí­ritu humilde y resuelto va más allá, aceptando los reproches (5) de personas que debí­an haber sido comprensivas. El v. 5 expresa un contraste; parecerí­a que el justo lo reprocha posiblemente por su reacción silenciosa y quizá instándolo a contestar o demostrar su oposición. Pero esto no habrí­a de ser: sólo se escuchará la voz de la oración hasta que (6, más lit.lit. Literalmente) †œsus jueces sean tirados por los acantilados, no escucharán mis palabras, que son dulces†. Las aflicciones del momento incluí­an cortes de justicia corruptas (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 8:1–3). La ejecución sumarí­sima (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Crón. 25:12) de dichos jueces significa el final de la opresión. En aquel dí­a el silencio que se ha impuesto acabarí­a, no felicitándose a sí­ mismo ni con represalias, sino con †œpalabras †¦ dulces†.
7–10 Oración protectora. David y sus compañeros de sufrimiento se sienten aniquilados y ya se consideran muertos y enterrados (7) por eso (8); pero está la siempre presente (a) expectación (ojos), (b) un Señor Yahweh, (c) el refugio, la oración pidiendo vida (no expongas mi vida), seguridad (9), la caí­da merecida de los impí­os y una segura liberación de la aflicción (10).

Salmo 142. Soledad

Sobre el tí­tulo, ver el Sal. 57. Rodeado de enemigos (140:9) e incomprendido por sus amigos (141:5) David, lamentándose de que ha sido abandonado por los hombres, (4) ve que no ha sido abandonado por Dios (5). Las tres secciones del Salmo (1–3a, 3b–5, 6, 7) contienen los mismos temas: (i) Aflicción personal: desmayando; sin amigos; sin salida; (ii) Oración: describiendo; afirmando; preguntando; (iii) El Señor: comprendiendo; protegiendo; proveyendo; liberando.
1–3a La oración que brota de un corazón afligido a un Dios de gracia y amor. Aunque el Señor conoce nuestras necesidades (Mat. 6:32) nos manda que pidamos (Mat. 7:7, 8). †œCon mi voz clamo† (1, lit.lit. Literalmente ) o sea verbalizando los detalles, convocando a nuestro espí­ritu desmayado ante el Señor a quien le importa lo que nos pasa (conoces, ver 1:6). 3b–5 Oración que brota del peligro y el aislamiento a un Dios que brinda seguridad y suficiencia. Refugio (4) un lugar al cual correr; refugio (5) abrigo disponible. Porción, lo suficiente para la vida (Jos. 18:7; cf.cf. Confer (lat.), compare 19:9) en la tierra †¦ , aquí­ y ahora. 6, 7 Oración que brota de la impotencia a un Dios que suple plenamente nuestras necesidades. Estoy muy afligido, †œcuelga hacia abajo†: †œcuelga mi alma impotente de ti†. Porque me colmarás de bien, lit.lit. Literalmente †œporque haces una obra completa en mí­†, venciendo a todo enemigo, liberando toda esclavitud, restaurando la alabanza y comunión.

Salmo 143. El final

Los vv. 7–12 se caracterizan por un movimiento de crecimiento de 11 peticiones. Cuanto más profunda sea la necesidad, más ferviente es la oración. ¡Y la necesidad realmente se ha profundizado! Como una bestia, ha sido perseguido y apresado (3, cf.cf. Confer (lat.), compare tí­tulo del 142) y está desesperado (4). El poder para aguantar ha desaparecido. ¿Puede ser que el Señor lo haya rechazado y que esto es realmente el fin? El Salmo gira alrededor del †œeje† que es la urgencia del v. 7:

A1 (vv. 1, 2) Relación
B1 (vv. 3, 4) Peligro
C1 (vv. 5, 6) Confianza
D (v. 7) Urgencia
C2 (v. 8) Confianza
B2 (vv. 9, 10) Peligro
A2 (vv. 11, 12) Relación

1, 2 (Relación) Los atributos del Señor; 3, 4 (Peligro) El desmayo del espí­ritu humano; 5, 6 (Confianza) Las obras del Señor en el pasado; 7 (Urgencia) sólo el Señor; 8 (Confianza) La misericordia del Señor en el presente; 9, 10 (Peligro) El Espí­ritu divino que guí­a; 11, 12 (Relación) Los atributos del Señor.
2 A lo largo de todo el episodio con Saúl, David fue inocente pero aun así­, al seguir la opresión era inevitable que pensara: ¿He ofendido a Dios? No todo sufrimiento es consecuencia del pecado, pero siempre debe ser motivo para examinarse a uno mismo con el temor adecuado de haber disgustado al Señor. 5, 6 El recuerdo agradable. Recordar nuestro pasado con frecuencia nos causa tristeza o nos hace sentir lástima por nosotros mismos; recordar el pasado del Señor motiva la oración confiada. Te anhela, mejor: †œExtiendo mis manos hacia ti, mi alma a ti como †¦ † Apelación muda: la mera necesidad de su pueblo es poderosa ante Dios. 7 La solución se encuentra en Dios. David ora no para que sus enemigos sean quitados, destruidos, etc., sino sencillamente para que el Señor levante su rostro favorablemente. Eso es todo lo que necesita, ¡una sola mirada! 8–10 El anhelar es por el mismo Dios más bien que sencillamente por el final de las dificultades. El favor divino hará que la vida de obediencia sea posible. Tu buen Espí­ritu (Neh. 9:20). 11, 12 Un ejemplo de las oraciones imprecatorias: nos sentimos cómodos con el v. 11 y podemos orar una oración así­, pero en realidad los términos †œsuaves† del v. 11 incluyen los pedidos †œduros† del v. 12, porque esta es la manera como el Señor maneja las acusaciones injustas (Deut. 19:16–19). Se dan circunstancias (como la de David) donde no hay liberación sin destrucción y orar por lo uno es orar por lo otro.

Salmo 144. Y llegó la mañana

Mientras que 144–145 se unen a 146–150 en un himno de alabanza para finalizar el Salterio, se conectan más especialmente con 140–143, primero por sus tí­tulos daví­dicos y segundo por las conexiones entre 144 y 18 (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1, 18:34; 2, 18:2, 47; 5, 18:9; 6, 18:14). Así­ como el 18 anuncia jubilosamente el final de la persecución de Saúl, después de la oscuridad que va empeorando en 140–143, el Sal. 144, anuncia la mañana tan esperada.
1–4 Salvación pasada. David, por fin en su trono (2, pueblos, heb., †œmi pueblo†), adjudica todo al Señor y no puede dejar de maravillarse por tanta bondad hacia un mero mortal. Roca (1), inmutabilidad (Deut. 32:4; 2 Sam. 22:47–49), refugio (Sal. 31:2, 3), sustento (Exo. 17:6; Sal. 95:1). Adiestra (1). El Señor determina mucho más que el resultado de la batalla. Se ocupa de los detalles, aun las manos y los dedos, el medio y la habilidad del soldado individual. La batalla es suya, pero no sin la actividad guerrera de su pueblo (Deut. 7:1, 2; Ef. 6:10 ss.). Misericordia mí­a, lit.lit. Literalmente †œmi amor inmutable†, el atributo divino expresado como un tí­tulo. Castillo †¦ refugio †¦ escudo, el primero implica fuerza que rodea, el segundo seguridad inaccesible, el tercero, protección en el momento del ataque. La verdad positiva (1, 2) que sólo Dios es Salvador es protegida por la verdad negativa (3, 4) de que el hombre nunca puede merecer ni contribuir a su propia salvación.
5–11 Liberación presente. El Sal. 18:9–17 utiliza estas imágenes (5, 6) para expresar lo que el Señor ha hecho ya para librar a David de Saúl. Aquí­ las plegarias son para el presente. Todaví­a hay enemigos, todaví­a una necesidad de liberación. El salmista promete alabar pero la oración debe seguir mientras siga el peligro. Las misericordias del pasado no promueven una complacencia: †œdéjaselo al Señor† sino un urgente: †œllévaselo al Señor†. Inclina (5), incluye la idea de †œabrir† como se abre la cortina de una tienda para dejar que salga el ocupante (Isa. 40:22). Desciende †¦ humeen (Exo. 19:18). Aguas caudalosas (7), representa peligros arrasadores (124:4). Extranjeros (7) como los que amenazaban a David después de su ascenso al poder (2 Sam. 5:17 ss; 10:1 ss.). Derecha (8) la mano derecha usada para hacer un juramento (106:26).
12–15 Prosperidad futura. Qué bien encaja el Salmo con la situación del David que acaba de subir al trono, reflexionando en su alabanza por las nuevas victorias dadas (1–5), el continuo peligro (6–11) y ahora ¡su preocupación por el futuro! La idea fundamental es de confianza (15) al procurar la bendición de la familia, la economí­a y la nación. Plantas crecidas (12), con buenas raí­ces, creciendo con fuerza. Columnas labradas †¦ (12), combina la imagen de fuerza, seguridad de posición y hermosura, y también ellas mismas dando estabilidad al †œedificio† del cual son parte: la posición de mujer, esposa y madre en una sociedad bien ordenada. 14 Describe por turno una guerra defensiva y ofensiva y el duelo por los muertos que acompaña a cada una. ¡Bienaventurado es, por cierto, el pueblo al cual así­ le sucede!

Salmo 145. Un ABC de la gloria del Señor

Este Salmo es un acróstico alfabético. En el texto heb. no aparece la lí­nea comenzando con la letra nun (n). Se supone por lo general que se perdió, y la mayorí­a está de acuerdo en que nuestra versión incluyera la lí­nea nun tomándola de otras fuentes autorizadas. No es seguro ni obvio que esto debió hacerse. Es mucho más fácil ver por qué algunas versiones incluyeran la lí­nea que comprender cómo pudo haberse perdido. El carácter distintivo de la poesí­a hebrea es subordinar la forma al significado y podemos al menos considerar la posibilidad de que el poeta deliberadamente omitiera una letra a fin de indicar que, ni siquiera con la ayuda de la revelación, la mente humana puede comprender totalmente las glorias de Dios. El Salmo está en un paréntesis (1 y 2, 21) de declaraciones sobre un propósito de cantar o proclamar las glorias del Señor. Comienza con una alabanza personal continua, pero ya para el v. 21 resulta claro que nada menos que la alabanza de todo mortal, †œtoda carne† resultará suficiente para un Dios como este. El cuerpo del Salmo expresa esta alabanza en secciones con palabras iniciales que concuerdan: Grande es el Señor (3–7), †œmisericordioso es el Señor† (8–16), †œjusto es el Señor† (17–20). Si se incluye la lí­nea nun en el v. 13 aparece otra sección: †œFiel es el Señor† (13b–16). Pero dentro de estas secciones, los atributos del Señor van apareciendo y desapareciendo en cada uno, porque Dios es uno y no hay conflicto dentro de su naturaleza: su grandeza incluye su bondad y su justicia (3, 7). Su misericordia incluye su grandeza (8, 11–13), su justicia incluye su amor misericordioso (17–19).
3-7 Su grandeza es considerada ilimitada, maravillosa, buena y digna de confianza. Nótese cómo se entretejen el testimonio general y el individual con lo que el Señor es y ha hecho. Sus hechos son poderosos, o sea fuertes, maravillas, sobrenaturales en su calidad, portentos, que atemorizan a los testigos.
8–16 La benevolencia misericordiosa del Señor es repasada (8, 9), cómo su naturaleza se expresa bondadosamente y en el testimonio de su pueblo (10–16). Su bondad especí­fica hacia su pueblo del pacto (8, Exo. 34:6, 7) va acompañada de una bondad universal (9). Porque todos pero en particular sus fieles le deben gratitud (10). Para ellos también el testimonio de su poder (11) y la gloria de su reinado (12), su fidelidad a su palabra (13), su gracia al sostener (14) y suplir (15, 16). 9 Misericordia (ver 103:13). 10 Fieles, los que son objeto del amor que el Señor les prometiera y que corresponden a su amor (1 Jn. 4:19) y brindan el mismo amor a otros (1 Jn. 4:11).
17–20 En el Señor, la justicia mora junto a su bondad. Hay una moralidad intrí­nseca en todo lo que hace (17), y hay cualidades morales personales que conducen a su enriquecimiento santo (18–20). Aun siendo justo, está también cercano, es el pariente cercano, a su pueblo que ora. A la vez, su justicia busca la sinceridad de ellos (18), su reverencia (19) y su amor (20). Su justicia es una de gracia: misericordiosa, cumpliendo anhelos, salvando, protegiendo, pero es también la justicia de santidad.

SALMOS 146-150. EL ALELUYA SIN FIN
El libro de los Sal. empezó (1:1) con: Bienaventurado el hombre; termina con el equivalente sostenido, de cinco partes de: †œBienaventurado sea el Señor.† En estos Salmos no hay ninguna referencia a una necesidad personal, ninguna petición, poco que pudiera llamarse una referencia histórica; todo enfoca a Dios; todo es alabanza. Pero hay una progresión paso a paso en esta alabanza. Empieza con lo individual (146:1), incluye a la comunidad (147:1, 12), se extiende a los cielos y la tierra (148:1, 7). Pero si todo el mundo ha de alabar al Señor por lo que ha hecho en favor de Israel (148:13, 14) se hace necesaria la alabanza de un pueblo consagrado a su misión (149) hasta que todo lo que respira alabe al Señor (150:6).

Salmo 146. Alabanza individual
El llamado inicial, así­ como el final, está en plural pero pasa inmediatamente al singular (2): el Señor es digno de la alabanza de la persona total (alma) y de la vida total. 3, 4 Exponen negativamente esta verdad: Todos los objetos humanos en que confiar, sean extraordinarios u ordinarios, carecen de habilidad, continuidad y confiabilidad. 5–10 Pero en contraste con aquellos, está no meramente †œDios† sino un Dios que ha probado ser el que puede salvar (de Jacob), conocido por la revelación de sí­ mismo como Salvador (el Señor, Exo. 6:6, 7) y tomado por medio de la fe personal (su Dios). Es un Dios de poder e inmutabilidad total (6), totalmente compasivo, social (7) y personalmente un Dios de exactitud moral (8, 9) que se conmueve por la situación de los necesitados; ¡un Dios siempre presente! ¡Merece ser alabado!

Salmo 147. Alabanza en comunidad

La estructura del Salmo se caracteriza por llamados a la alabanza en los vv. 1, 7, 12. Cada sección hace referencia al Señor como Creador: 1–6 Notan su conocimiento detallado del universo y lo coloca dentro de un paréntesis que demuestra su interés por los necesitados entre su pueblo y el discernimiento moral que fundamenta toda su acción. 7–11 Destacan su generosidad al proveer lo que la vida terrenal necesita, pero insisten en que en el caso del pueblo actúa sobre una base moral, buscando una reacción reverente y esperanzada. 12–20 Enseñan que su palabra es el factor controlador en el orden creado y es también la caracterí­stica distintiva de su pueblo.
1 Es agradable o †œporque él es deleitoso. La alabanza es algo hermoso†. 2 Explica cuán agradable es: por su interés en la estabilidad y las circunstancias de su pueblo como un todo y por las necesidades interiores y exteriores (3) de cada individuo. Dispersados, no necesariamente los exiliados a Babilonia, sino cualquier †œdispersión†; hasta pudiera ser un significado más amplio de †œhostigado†. 4 (Cf. Isa. 40:26). En el ATAT Antiguo Testamento el Creador no sólo origina todo sino que también mantiene, controla y guí­a todo hacia el destino que le fijara. 5 También el orden creado revela su poder y entendimiento. 6 Humildes, los que viven en el nivel más bajo de la vida. 8, 9 El Creador también opera los procesos de los cambios climáticos, de crecimiento y providencia. Estos no son automáticos o autodeterminados sino manifestaciones del quehacer y vida de Dios en el orden creado.
10, 11 Fuerza es, tí­picamente, hazaña, poder militar. Caballos y músculos sugieren la caballerí­a y la infanterí­a, las cosas que las naciones aplauden creyendo que les dan fuerza y posición. Pero el más grande de los †œbatallones grandes† para tener a nuestro lado es el Señor mismo y (11) él busca las cualidades espirituales de reverencia y esperanza: seguros, confiados esperando que actúe su amor inmutable. 12–20 Al igual que 7–11 basados en 1–6 al aclarar las condiciones de la bendición divina (cf.cf. Confer (lat.), compare 10, 11 con 6), los vv. 12–20 se basan en 7–11: la reverencia y confianza paciente del 11 necesita de la palabra revelada (19, 20) como su base. Esta es la base segura para la vida porque (15–18) la palabra de Dios es el agente eficaz por medio del cual maneja el mundo, ya sea con severidad (16, 17) o suavemente (18). Los vv. 15–18 están entre el paréntesis de 13, 14 y 19, 20 y nos deja que lleguemos a nuestras propias conclusiones: el Señor es toda la seguridad y riqueza (13, 14) que su pueblo necesita; el hecho de que posea la palabra (19) lo convierte en un pueblo singular (20; Deut. 4:5–8).

Salmo 148. Alabanza de la creación

Más allá de la alabanza del individuo (146) y de la comunidad (147) está la alabanza debida al Creador por parte de toda la creación: el cielo (1) y la tierra (7), adjudicados por mandatos idénticos. Cada llamado a alabar se basa en una explicación (5 y 6, 13 y 14), nuevamente con presentaciones idénticas. La alabanza celestial se basa en el hecho de que Dios el Creador es quien originó, mantiene y controla todo (5, 6). La alabanza terrenal se basa en la gloria intrí­nseca del Señor y la posición singular de su pueblo (13, 14). El orden de la alabanza en 1–6 es hacia abajo partiendo de los seres celestiales (2) a la congregación fí­sica de los cielos (3, 4); el orden de la alabanza en los vv. 7–14 es hacia arriba desde las profundidades (7) y el orden inanimado (8, 9) al reino animal (10) y la humanidad (11, 12). Las cosas que de por sí­ pueden convertirse en objetos de reverencia (ángeles, 2; estrellas, 3) y las cosas que con frecuencia parecen contradecir a la mano divina que ordena (8): todos por igual y todos en sus manifestaciones existen exclusivamente para alabanza de él. Ciertamente, la tormenta sólo puede ejecutar su palabra (8).
4 Aguas †¦ sobre los cielos, la esfera de las nubes que producen la lluvia. 7–10 ¿Cómo puede una creación muda †œalabar†? Siendo lo que es, sus súbditos, cumpliendo la función que les fuera asignada, así­ como (6) la †œalabanza† de las estrellas es su sometimiento a las ordenanzas fijas de Dios. 13 La tierra es convocada no sólo a †œalabar a Dios†, o sea a responder a algún sentido del ser sobrenatural, sino a alabar el nombre, o sea a responder a lo que ha revelado que él es. ¿Cómo puede toda la tierra alabar a aquello de lo cual no tiene conocimiento? El problema es resuelto por implicación en el v. 14 (ver 149) donde la existencia de un pueblo especial es una razón adicional para la alabanza de la tierra: su pueblo es el medio por el cual el mundo puede llegar a conocer al Señor. Solo. La palabra todos aparece diez veces (2, 3, 7, 9, 10, 11, 14), abarcando todos los entes creados. ¡Pero hay solamente un solo! 14 Poderí­o, lit.lit. Literalmente †œcuerno†, sí­mbolo de poder: el Señor ha hecho de su pueblo un †œdispositivo† sobre la tierra; pueblo †¦ fieles †¦ cercano. Cí­rculos de una intimidad que va en aumento; los hizo objeto de su amor inmutable; los tomó como sus parientes cercanos.

Salmo 149. Alabanza del reino

Respondiendo a la implicación de 148:13, el 149 explica que el propósito del Señor en Israel es atraer a todo el mundo bajo su poder y por ello bajo la bendición que Israel disfruta. En los Sal. 146–150 solamente el 149:2 describe al Señor como Rey a quien (8) los reyes se someten. De esta manera, el Salmo toma en serio la metáfora del rey, incluyendo la extensión del reino por las armas. Pero (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 45:14–25; 60:1–22; Ef. 6:10–17; Apoc. 1:16) es metáfora, tal como (Isa. 9:4, 5, 7) el militarismo es metafórico de la extensión del reino de paz y, como en Hech. 15:14–18, la descripción que Amós hace del sometimiento de los gentiles a David es metafórica de la extensión del evangelio. El prólogo (1) lleva a la alegrí­a en un Rey que salva (2–4); alegrí­a en el dominio mundial (el descanso y las conquistas de un pueblo que alaba) de su objetivo y, finalmente, el epí­logo (5–9).
1, 2 Fieles, seguridad en el amor del Señor (cf.cf. Confer (lat.), compare 5, 9); Israel, hijo (Exo. 4:22) escogido (Isa. 41:8), redimido (Exo. 6:6, 7); Sion, constituido bajo David. 4 El motivo de alabanza: el Señor se agrada, la aceptación gozosa de su pueblo; salvación, la experiencia del pueblo de lo †œopuesto a la adversidad†, divina, humana o circunstancial. Humildes, caí­dos sin los recursos para levantarse ellos mismos. 5, 6 El contraste entre camas y espada es intencional. El pueblo daví­dico no es llamado a las conquistas militares. Camas puede sugerir un diván en la mesa del banquete mesiánico (Isa. 25:6–10); y espada, una victoria ya lograda en principio. Pero para ellos como para nosotros, las †œconquistas† son espirituales (2 Cor. 10:5) y la victoria es la del Calvario (Apoc. 12:11). 7 Venganza, el lado negro del dí­a de salvación (Isa. 61:2; 63:4; Fil. 1:28; 2 Tes. 1:7–10; Apoc. 14:14–19; 20:15). 8 (Cf. Isa. 45:14–25). Un ví­vido retrato dentro de la metáfora de Rey-Reino, referente al hecho de que aceptar el mensaje es someterse al mensajero (2 Cor. 8:5). 9 Sentencia escrita, o sea, en el libro de Dios, juicio que coincide con su registro.

Salmo 150. ¡Toda alabanza!

La secuencia de los salmos ha traí­do al mundo (149:5–9) a someterse (Isa. 45:23; Fil. 2:11) y el himno de los redimidos está por comenzar (Apoc. 5:8–14; 7:9, 10).
1, 2 Alabanza apropiada a Dios. Desde las alturas de su santuario celestial, bajando hasta el firmamento (†œla expansión que muestra su poder†), bajando a sus proezas (poder dominador) vistas sobre la tierra, el Señor muestra su inmensa grandeza, grandeza que sobrepasa la de cualquier otro que pretenda ser grande. Santuario podrí­a traducirse †œsu santidad† pero el significado serí­a el mismo. La idea se define por la casa terrenal que el Señor ordenó: el lugar donde mora el Santo y donde su pueblo se acerca a él por medio de su sacrificio expiatorio. Este es el punto más elevado de la grandeza del Señor. Sus proezas no reciben una definición, pero dado que su poderoso firmamento es un ejemplo de la obra y realidad de la creación, sus proezas vendrí­an a ser lo que ha hecho por su pueblo redimiéndolo, cuidándolo providencialmente y disciplinándolo.
3–6 Alabanza en proporción a la humanidad. Por todos los medios (3–5), de cada persona (6), brota una gran exclamación digna de ser el clí­max del gozo de la religión del ATAT Antiguo Testamento y de ser una anticipación del: †œGloria sea al Padre, y al Hijo y al Espí­ritu Santo† que llenará los atrios del cielo y durará por toda la eternidad.
J. A. Motyer

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

El Salterio, o Libro de los Salmos, es el primer libro de las “Escrituras” (Kethubhim o Hagiographa), es decir, la tercera sección de la actual Biblia hebrea impresa. En esta sección de la Biblia hebrea el orden canónico de los libros ha variado substancialmente, mientras que en las secciones primera y segunda, es decir, en la Ley y los Profetas, los libros han estado siempre casi en el mismo orden. La lista Talmúdica (Baba Bathra 14b) coloca el libro de Rut antes que los Salmos. San Jerónimo encabeza las “Escrituras” con los Salmos, en su “Epístola ad Paulinum” (P.L. XXII, 547), con Job en su “Prólogo Galeatus” (P.L., XXVIII, 555). Muchos manuscritos masoréticos, especialmente españoles, comienzan las “Escrituras” con Paralipómenos o Libros de las Crónicas. Los manuscritos masoréticos alemanes han liderado el ordenamiento del libro en el Kethubhim de la Biblia Hebrea moderna. La Versión de los Setenta coloca los Salmos como el primero entre los Libros Sapienciales. Estos últimos libros en el “Códice Alejandrino” pertenecen a la tercera sección y siguen a los Profetas. La Vulgata clementina tiene los Salmos y los Libros Sapienciales en la segunda sección, después de Job. Este artículo tratará sobre el nombre de los Salmos, su contenido, los autores, su canonicidad, texto, versiones, forma poética, belleza poética, valor teológico y uso litúrgico.

Contenido

  • 1 Nombres
  • 2 Contenido
    • 2.1 Número
    • 2.2 División
    • 2.3 Títulos
      • 2.3.1 Significado de los Títulos
      • 2.3.2 Valor de los Títulos
  • 3 Autores de los Salmos
    • 3.1 Testimonio de la Tradición
    • 3.2 Testimonio del Antiguo Testamento
    • 3.3 Testimonio del Nuevo Testamento
  • 4 Canonicidad
  • 5 El Texto
  • 6 Versiones
  • 7 Forma Poética
  • 8 Belleza Poética
  • 9 Valor Teológico
  • 10 Uso Litúrgico

Nombres

El Libro de los Salmos tiene varios nombres en los textos hebreos, en Los Setenta y en la Vulgata.

A. El nombre hebreo es “alabanzas” (de “alabar”) o “libro de alabanzas”. San Hipólito conocía este último nombre, quien escribió “Habraioi periegrapsanten biblon Sephra theleim” (ed. Lagarde, 188). Hay alguna duda respecto a la autenticidad de este fragmento. Sin embargo, no puede haber duda en cuanto a la transliteración Spahrthelleim por Orígenes (P.G., XII, 1084); y “sephar tallim, quod interpretatur volumen hymnorum” por San Jerónimo (P.L., XXVIII, 1124). El nombre “alabanzas” no indica el contenido de todos los Salmos. Solamente el Salmo 145(144) es titulado “alabanza”. Un sinónimo hallel, en el ritual judío posterior, fue dado a cuatro grupos de cánticos de alabanzas, Salmos 104(103) – 107(106); 111(110) – 117(116); 135(134) – 136(135); 146(145) – 150. No sólo estas canciones de alabanza, sino la colección de salmos constituyen un manual para el servicio del Templo—un servicio principalmente de alabanza, de ahí que el nombre “Alabanzas” fue dado al manual mismo.

B. Los manuscritos de los Salmos en Los Setenta dicen psalmoi, salmos, o psalterion, salterio. La palabra salmos es una traducción que ocurre en los títulos de cincuenta y siete salmos. Salmos, en griego clásico significa el tañido de las cuerdas de un instrumento musical, su equivalente en hebreo (de “afinar”) significa un poema de forma “afinada” y mesurada. Las dos palabras nos muestran que un salmo era un poema con estructura definida para ser cantado con acompañamiento de instrumentos de cuerda. El texto del Nuevo Testamento utiliza los nombres psalmoi (Lc. 24,44) biblos psalmon (Lc. 20,42; Hch. 1,20) y Daveid (Hb. 4,7).

C. La Vulgata siguió el texto griego y traduce psalmi, liber psalmorum. De igual modo, la Biblia siria llama a la colección Mazmore.

Contenido

El libro de los Salmos contiene 150 salmos, dividido en 5 libros; junto con cuatro doxologías y los títulos de la mayoría de los salmos.

Número

Las Biblias hebreas impresas listan 150 salmos. Algunos manuscritos masoréticos tienen menos. Los antiguos manuscritos de los Setenta (Códice Sinaítico, Códice Vaticano y Códice Alejandrino dan 151, pero establecen claramente que el último salmo no es canónico. “Este salmo fue escrito por David con su propia mano y está fuera de número”, exothen tou arthmou. La Vulgata sigue la numeración de Los Setenta pero omite el Salmo 151. En el siguiente esquema se pueden ver las diferencias en la numeración del texto hebreo y la Vulgata:

  • Hebreo 1-8 = Los Setenta/Vulgata 1-8
  • Hebreo 9-10 = Los Setentaa/Vulgata 9
  • Hebreo 11-112 = Los Setenta/Vulgata 10-111
  • Hebreo 113 = Los Setenta/Vulgata 112
  • Hebreo 114-115 = Los Setenta/Vulgata 113
  • Hebreo 116 = Los Setenta/Vulgata 114-115
  • Hebreo 117-146 = Los Setenta/Vulgata 116-145
  • Hebreo 147 = Los Setenta/Vulgata 146-147
  • Hebrero 148-150 = Los Setenta/Vulgata 148-150

En el curso de este artículo, seguiremos la numeración hebrea y entre paréntesis la de Los Setenta y la Vulgata. Cada numeración tiene sus defectos; ninguna es preferible a la otra. La diferencia entre los textos Masoréticos y Los Setenta es significativa debido a la negligencia gradual de la forma poética original de los salmos, esta negligencia fue ocasionada por los usos litúrgicos y por el descuido de los copistas. Todos admiten que los salmos 9 y 10 eran originalmente un solo poema acróstico, que fueron erróneamente separados por Masora y correctamente unidos por Los Setenta y la Vulgata. Por otra parte el Salmo 144(143) se compone de dos canciones: los versos del 1-11 y del 12-15. Los salmos 42(41) y 43(42) demuestran, por la identidad del tema (anhela la casa de Yahveh), la estructura métrica y el estribillo (cf. Heb. Salmo 42,6.12; 43,5), que son tres estrofas de uno y el mismo poema. El texto hebreo está correcto al contar como uno el salmo 116 (114 + 115) y el salmo 147(146 + 147). Posteriormente el uso litúrgico parece haber dividido éstos y no pocos otros salmos. Zenner (¨Die Chorgesange im Buche der Psalmen”, II Friburgo im Br., 1896) ingeniosamente combina lo que él juzga eran las odas corales originales: salmos 1, 2, 3, 4; 6 + 13(12); 9 + 10(9); 19(18), 20(19), 21(20); 46(45) + 47(46); 69(68) + 70(69); 114 + 115(113); 148, 149, 150. La forma original del salmo 14(13) + 70(69) parece haber sido una oda coral. Las dos estrofas y el epodo son el salmo 14(13): las dos antistrofas son el Salmo 70(69) (cf. Zenner-Wiesmann, “Die Psalmen nach dem Urtext”, Munster, 1906, 305). Es significativo que, al romperse la oda original, cada porción se deslizó dos veces al Salterio: salmo 14(13) = 53(52), Salmo 70(69) = 40(39),14-18. Otros salmos duplicados son el salmo 108(107),2-6 = salmo 57(56),8-12; salmo 108(107),7-14 = Salmo 60(59),7-14; Salmo 71(70),1-3 = Salmo 31(30),2-4. La Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) reconoce que esta pérdida de la forma original de algunos de los salmos se debió a los usos litúrgicos, negligencia de los copistas u otras causas.

División

El Salterio esta dividido en cinco libros. Cada libro, salvo el último, termina con una doxología. Estas formas litúrgicas difieren levemente. Todos concuerdan que las doxologías al final de los primeros tres libros no tienen relación con los cánticos originales a los cuales han sido añadidos. Algunos consideran que la cuarta doxología fue siempre una parte del Salmo 106(105) (cf. Kirkpatrick, “Salmos”, IV y V, p. 6363). Preferimos, con Zener-Wiesmann (op.cit., 76) clasificarlo como una doxología pura y simple. El quinto libro no tiene necesidad de una doxología añadida. En el salmo 150, si compuesto como tal o no, sirve el propósito de una grandiosa doxología que lleva adecuadamente el Salterio a su final.

Los cinco libros del salterio se componen como sigue:

  • Libro I: Salmos 1 – 41(40); doxología, salmo 41(40),14.
  • Libro II: Salmos 42(41) – 72(71); doxología, salmo 72(71),18-20.
  • Libro III: Salmos 73(72) – 89(88); doxología, salmo 89(88),53.
  • Libro IV: Salmos 90(89) – 106(105); doxología, salmo 106(105),48
  • Libro V: Salmos 107(106) – 150; sin doxología.

En el texto masorético, la doxología es seguida inmediatamente por un adjetivo ordinal que indica el número del siguiente libro; no así en Los Setenta y la Vulgata. Esta división del Salterio en cinco partes pertenece a la tradición judía primitiva. El Midrash en el salmo 1 nos dice que David dio a los judíos cinco libros de salmos correspondientes a los cinco libros de la ley dada a ellos por Moisés. Esta tradición fue aceptada por los primeros Padres. Hipólito, en el fragmento dudoso antes mencionado, llama al Salterio y sus cinco libros un segundo Pentateuco (ed. Lagarde, 193). San Jerónimo defiende la división en su importante “Prologus Galeatus” (P.L., XXVIII, 553) y en la Ep. CXL (P.L., XXII, 11, 68). Escribiendo a Marcela (P.L., XXIII, 431), él dice: “In quinque siquidem volumina psalterium apud Hebraeos divisum est”. Sin embargo, él contradice esta declaración en su carta a Sofronio (P.L., XXVIII, 1123): “Nos Hebraeorum auctoritatem secute et maxime apostolorum, qui sempter in Novo Testamento psalmorum librum nominant, unum volumen asserimus”.

Títulos

En el Salterio hebreo, todos los salmos, excepto treinta y cuatro, tienen títulos simples o bastante complejos. La Versión de los Setenta y la Vulgata proveen títulos a la mayoría de los treinta y cuatro salmos que carecen de títulos hebreos. Estos últimos, llamado los “salmos huérfanos” por la tradición judía, se distribuyen así en los cinco libros del Salterio:

  • Libro I: Tiene 4: salmos 1, 3, 10(9b), 33(32) De éstos, el salmo 10 es una porción del salmo 9; el salmo 33(32) tiene título en Los Setenta y la Vulgata..
  • Libro II: Tiene 2: Salmos 43(42), 71(70). De éstos, el salmo 43 es una porción del salmo 42.
  • Libro III no tiene.
  • Libro IV: Tiene 10: Salmos 91(90), 93(92) – 97(96), 99(98), 104(103) – 106(105). Todos éstos tienen título en Los Setenta y la Vulgata.
  • Libro V: Tiene 18: Salmos 107(106), 111(110) – 119(118), 135(134) – 137(136), 146(145) – 150. De éstos, el salmo 112(111) tiene título en la Vulgata, el salmo 137(136) en los Setenta y Vulgata; el cuasi-título hallelu yah precede a nueve 111(110) – 113(112), 135(134), 146(145) – 150); el equivalente griego Allelouia precede a otros siete [107(106), 114(113a), 116(114-115) – 119(118) y 136(135)]. Sólo el salmo 115(113b) no tiene título ni en la hebrea ni en Los Setenta.

Significado de los Títulos

Estos títulos nos dicen una o más de cinco cosas sobre los salmos: (a) el autor, o, quizás, la colección; (b) la ocasión histórica de la canción; (c) sus características poéticas; (d) su arreglo musical; y (e) su uso litúrgico.

(a) Títulos que indican el autor

  • Libro I: De sus 41 salmos, tiene cuatro anónimos [salmos 1, 2, 10(9b), 33(32)]. Los otros treinta y siete son davídicos. El salmo 10(9b) es parte del 9; el salmo 33(32) es davídico en Los Setenta; y los Salmos 1 y 2 son prólogos de toda la colección.
  • Libro II: De sus 31 salmos, tiene tres anónimos [Salmos 43(42), 66(65), 71(70)]. De éstos, ocho salmos, 42(41) – 49(48) son “de los hijos de Coré” (libne qorah); el salmo 50(49) es “de Asaf”; los Salmos 51(50) – 72(71) son “del maestro de coro” (lamenaççeah) y el Salmo 72(71) es “de Salomón”. El Salmo 43(42) es parte del 42(41); los Salmos 66(65) y 67(66) son davídicos en Los Setenta y la Vulgata.
  • Libro III: De sus 17 salmos, tiene un salmo davídico, 86(85); once “de Asaf”, 73(72) – 83(82); cuatro “de los hijos de Coré”, 84(83), 85(84), 87(86), 88(87); y uno “de Etán”, 89(88). El Salmo 88 se asigna además a Hemán el indígena.
  • Libro IV: De sus 17 salmos, tiene dos salmos davídicos, 101(100) y 103(102), y uno “de Moisés” [90(89)]. Además, Los Setenta asigna a David otros ocho: los salmos 91(90), 93(92) – 97(96), 99(98), 104(103). El resto son anónimos.
  • Libro V: De sus 44 salmos, tiene veintiocho anónimos. Los Salmos 108(107) – 110(109), 122(121), 124(123), 131(130), 133(132), 138(137) – 145(144) son davídicos. El Salmo 127(126) es “de Salomón”. Los Setenta y la Vulgata le asignan el Salmo 137(136) a David, los Salmos 146(145) – 148, a Ageo y Zacarías.

Además de estos títulos-nombres de autores y colecciones que están claros, hay muchos nombres que son dudosos.—Lamenaççeah (Setenta, eis to telos; Vulg., in finem; Douay, “hasta el final”; Aquila, to nikopoio, “para el vencedor”; San Jerónimo, victori; Símaco, epinikios, “una canción de victoria”; Teodoción, eis to nikos, “para la victoria”) ahora interpretado generalmente como “del maestro de coro”. El Pi’el de la raíz significa en 1 Cr. 15,22, “ser líder” sobre los bajos en el servicio litúrgico del canto (cf. Diccionario Hebreo de Oxford, 664). El título “del maestro de coro” es probablemente análogo al “de David”, “de Asaf”, etc., e indica una “colección de salmos del maestro de coro”. Esta colección parece haber contenido 55 de nuestros salmos canónicos, de los cuales 39 eran davídicos, 9 coreítas, 5 asáficos y 2 anónimos.

Al-Yeduthun, en los salmos 62(61) y 77(76), donde la preposición al puede llevar a uno a interpretar Yeduthun como un instrumento musical o un tono. En el título del salmo 39(38), “del maestro de coro, de Yeduthun, una canción de David”, Yeduthun está sin al y parece ser el antedicho maestro de coro (Menaççeah). Que David tenía tal maestro de coro está claro en 1 Cron. 16,41.

(b) Títulos que indican la ocasión histórica de los salmos

Trece salmos de David tienen tales títulos. Los Salmos 7, 18(17), 34(33), 52(51), 54(53), 56(55), 57(56), 59(58), 142(141) refieren la época cuando Saúl perseguía a David; el Salmo 60(59), a las victorias en Mesopotamia y Siria; el salmo 51(50) a su pecado; los salmos 3 y 63(62) cuando le huía a Absalón.

(c) Títulos que indican las características poéticas del salmo

Mizmor (Setenta, psalmos; Vulg., psalmus; un salmo), palabra técnica no usada fuera de los títulos del Salterio; significa un conjunto de canciones para ser acompañadas por instrumentos de cuerda. Hay 57 salmos, la mayoría de ellos davídicos, con el título Mizmor.

Shir (Setenta, oda; Vulg., Canticum; una canción), un término genérico utilizado treinta veces en los títulos (12 veces junto con Mizmor), y a menudo en el texto de los salmos y de otros libros. En los salmos (42(41),9; 69(68),31; 28(27),7) la canción es generalmente sagrada; en otras partes es una lay lírica (Gén. 31, 27; Isaías, 30, 29), un poema de amor (Cant. 1,1), o una balada báquica (Is. 24, 9; Ecls. 7,5).

Maskil (Setenta, synedeos o eis synesin; Vulg. intellectus o ad intellectum), una forma oscura encontrada en los títulos de 13 salmos [32(31), 42(41), 44(43), 45(44), 52(51), 55(54), 74(73), 78(77), 88(87), 89(88), 144(143)]. (a) Gesenio y otros explican “un poema didáctico”, de Hiph´il (cf. Sal. 32(31),8; I Crón. 28,19); pero solamente los Salmos 32(31) y 78(77) son Maskilim didácticos. (b) Ewald, Riehm y otros sugieren “una canción artística hábil”, de otros usos del verbo afín (cf. 2 Crón. 30,22; Sal 47(46),7); Kirkpatrick piensa que “un salmo ingenioso” lo hará. Es difícil ver que Maskil es o más artístico o más ingenioso que el Mizmor. (c) Delitzch y otros interpretan “un poema contemplativo”; Briggs, “una meditación”. Esta interpretación está garantizada por el uso del verbo afín (cf. Is. 41,20; Job 34,27), y es el único que satisface todo el Maskilim.

Tephillah (Setenta, proseuche; Vulg., oratio; una oración), el título de cinco salmos, 17(16), 86(85), 90(89), 102(101), 142(141). La misma palabra ocurre en la conclusión del Libro II (cf. Sal. 72(71),20), “Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé”. Aquí Los Setenta hymnoi (Vulg., laudes) señala una mejor lectura, “alabanza”.

Tehillah (Setenta, ainesis; Vulg., laudatio; “una canción de alabanza”), es el título sólo del Salmo 145(144).

Mikhtam (Los Setenta, stelographia o eis stelographian; Vulg., tituli inscriptio o in tituli inscriptionem), un término oscuro en el título de seis salmos, 16(15), 56(55) – 60(59), siempre “de David”. Briggs (“Salmos”, I, LX; Nueva York, 1906) con los [rabi y rabinismo|Rabbis]] deriva este título “de oro”. El Mikhtamim son canciones doradas, “artísticas en forma y exquisitas en contenido”.

Shiggayon (Los Setenta simplemente psalmos; Vulg., psalmus; Aquila, agnonma; Símaco y Teodoción, hyper agnoias; San Jerónimo, ignoratio o pro ignoratione), ocurre solamente en el título del salmo 7. La raíz de la palabra significa “vagar”, “vacilar”, por lo tanto, según Ewald, Delitzch, y otros, el título significa una oda ditirámbica con ritmo vacilante, vago.

(d) Los títulos que indican el arreglo musical de un salmo (un sistema especialmente oscuro).

Ocho títulos pueden indicar la melodía del salmo citando las palabras iniciales de una conocida canción.

Nehiloth (Los Setenta y Teodoción, hyper tes kleronomouses; Aquila, apo klerodosion; Símaco, hyper klerouchion; San. Jerónimo, super haereditatibus; Vulg., pro ea guae haereditatem consequitur), aparece únicamente en el salmo 5. Las versiones antiguas correctamente derivan el título de, “heredar”; Baethgen (“Die Psalmen”, 3ra ed., 1904, p. 35) piensa que Nehiloth era la primera palabra de alguna canción antigua; la mayoría de los críticos traducen “con instrumentos de viento” asumiendo erróneamente que Nehiloth significa flautas (cf. Is. 30,29).

Al-tashheth (Los Setenta, Aquila, Símaco, peri aphtharsias, excepto el salmo 75(74), Símaco, peri aphtharsias; San. Jerónimo, ut non disperdas (David humilem et simplicem); Vulg., ne disperdas o ne corrumpas), en los salmos 57(56) – 59(58), 75(74), significa “no destruyan”, puede ser el principio de una canción de la vendimia mencionada en Is. 65,8. Símaco otorga, en el título del Salmo 57, peri tou me diaphtheires.

Al-Muth-Labben; (Los Setenta, hyper ton hyphion tou yiou; Vulg. pro occultis filii, “referente a los pecados secretos del hijo”; Aquila, hyper akmes tou hiou, “de la juventud del hijo”; Teodoción, hyper akmes tou hyiou, “referente a la madurez del hijo”) en el Salmo 9(9a), probablemente significa “afinando ’la muerte emblanquece’”.

Al-ayyeleth hasshahar (Los Setenta, hyper tes antilepseos tes heothines, Vulg., pro susceptione matutina, “para la ofrenda de la mañana”; Aquila, hyper tes elaphow tes orthines; Símaco, hyper tes boetheias tes orthines, “la ayuda de la mañana”; San Jerónimo, pro cervo matutino), en el Salmo 22 (21), probablemente significa “la cierva de la aurora”.

Al Shoshannim en los salmos 45(44) y 69(68), Shushan-eduth en el salmo 60(59), Shoshannim-eduth en el salmo 80(79) parecen referirse al comienzo de la misma canción, los “lirios” o los “lirios del testimonio”. La preposición es al o el. Los Setenta traduce las consonantes hyper ton Alloiothsomenon; Vulg., pro iis qui commutabuntur, “para aquellos que serán cambiados”.

Al Yonath elem rehoquim, en el salmo 56(55) significa “colocarse a la paloma del terebinto distante”, o, según las vocales de Masora, “colocarse a ‘la paloma silenciosa de los que se encuentran lejos’”. (N. del T.: En la Biblia de Jerusalén traduce esta expresión como “La opresión de los príncipes lejanos.” Y en la nota al calce de este versículo dice: La palabra ‘opresión’ es en hebreo la misma que paloma y así se traduce a veces, pues el salmo habla de opresión.) Los Setenta la interpreta como hyper tou apo ton hagion memakrymmenou; Vulg., pro populo qui a sanctis longe factus est, “para el pueblo que está lejos del santuario”. Baethgen (op. Cit., p. XLI) explica que Los Setenta entiende que Israel es la paloma; lee elim para el elem, e interpreta la palabra como dioses o santuario.

Al Mahalath [Salmo 53(52)] Mahalath leannoth [Salmo 88(87)] es transcrito por Los Setenta Maeleth; por Vulg., pro Maeleth. Aquila lo interpreta como epi choreia, “para la danza”; la misma idea es sugerida por Símaco, Theodoción, Quinta y San Jerónimo (pro choro). La palabra ‘Al es la prueba de que las siguientes palabras indican alguna canción conocida con cuya melodía eran cantados los salmos 53(52) y el 88(87).

Al-Haggittith, en los títulos de los salmos 8, 81(80) y 84(83). Los Setenta y Símaco, hyper ton lenon; Vulg. y San Jerónimo, pro torcularibus, “para los lagares”. Ellos leyeron gittoth, plural de gath. El título puede significar que estos salmos debían ser cantados con una melodía para la vendimia. El título masorético puede significar un instrumento filisteo (Targ., “el arpa traída por David de Gat”), o una melodía filistea. Aquila y Teodoción siguen la lectura de Masora y en el salmo 8 traducen el título hyper tes getthitidos; empero Belarmino dice de esta misma lectura que no tiene sentido. (“Explicación de los Salmos” París, 1889), I43).

Un título que probablemente significa la clase de instrumento musical a ser usado. Neginoth (Los Setenta, en psalmois, en el salmo 4, en hymnois en otros lugares; Vulg. in carminibus; Símaco, dia psalterion; San Jerónimo, in psalmis) aparece en los salmos 4, 6, 54(53), 55(54), 67(66), 76(75). La raíz de la palabra significa “para tocar en instrumentos de cuerda” (1 Sam. 16,16-18.23). El título probablemente significa que estos salmos serían acompañados en un cántico litúrgico monótono “con instrumentos de cuerda” exclusivamente. El salmo 61(60) tiene Al Neginath en su título, y quizás para ser cantado con un solo instrumento de cuerdas.

Dos títulos parecen referirse al tono. Al-Alamoth [salmo 46(45)], “puesto para doncellas”, es decir, para ser cantado con una voz de soprano o de falsete. Los Setenta interpreta hyper ton kryphion; Vulg., pro occultis, “para los ocultos”; Símaco, hyper ton aionion, “para el eterno”; Aquila, epi neanioteton; San Jerónimo, pro juventutibus, “para la juventud”.

Al-Hassheminith [Salmos 6 y 12(11)], “en octava”; Los Setenta, hiper tes ogdoes; Vulg., pro octava. Se ha conjeturado que “octava” significa una octava más bajo, el registro más bajo o bajo, en contraste con el alto o registro de soprano. En 1 Cr. 15,20-21 se le asignaba a los levitas “con salterios de tonos altos (Alamoth)”, otros “con cítaras de octava (Sheminith)” (el registro más bajo).

(e) Títulos que indican el uso litúrgico de un salmo

Hamma’aloth en el título de los salmos 120(119) – 134(133); Los Setenta, ode ton anabathmon; San Jerónimo, canticum graduum, “la canción de las subidas”. La palabra se utiliza en Éx. 20,26 para denotar las gradas de que llevaban del atrio de las mujeres al de los hombres en el Templo. El total de gradas eran quince. Algunos comentadores judíos y Padres de la Iglesia lo han interpretado como que en cada uno de los quince escalones se cantaba uno de estos quince Salmos Graduales. Tal teoría no parea con el contenido de estos salmos; ellos no son salmos del templo. Otra teoría, propuesta por Gesenio, Delitzsch y otros, relacionan “las gradas” al paralelismo en forma de escalera de los salmos graduales. Esto paralelismo en forma de escalera no se encuentra en todos los salmos graduales; ni es distintivo de cualquiera de ellos. Una tercera teoría es la más probable. Aquila y Símaco leen eis tas anabaseis, “para las subidas”; Teodoción dice asma al nanabaseon. Éste es un salterio peregrino, una colección de cánticos peregrinos de aquéllos “que suben hacia Jerusalén para las fiestas” (1 Sam. 1,3). Isaías nos dice que los peregrinos subían cantando (Is. 30,29). Los salmos en cuestión serían adecuados para canciones peregrinas. La frase “subir” a Jerusalén (anabainein) parece referirse especialmente a la subida de los peregrinos (Mc. 10,33; Lc. 2,42, etc.). Esta teoría ahora es comúnmente aceptada. Una explicación menos probable es que los salmos graduales eran cantados por aquéllos que “subían” del exilio de Babilonia (Esd. 7,9).

Otros títulos litúrgicos son: “para la acción de gracias”, en el Salmo 100(99); “Para hacer memoria”, en los Salmos 38(37) y 70(69); “para enseñar”, en el salmo 40(39); “para el último día o Fiesta de los Tabernáculos”, en los Setenta del salmo 29(28), exodiou skenes; Vulg., in consummatione tabernaculi. El salmo 30(29) se titula “Cántico para la Dedicación de la Casa”. El salmo se pudo haber utilizado en la Fiesta de Dedicación del Templo, el Encaenia (Jn. 10,22). Esta fiesta fue instituida por Judas Macabeo (1 Mac. 4,59) para conmemorar la rededicación del Templo después de su profanación por Antíoco. Su título nos demuestra que el salmo 92(91) debía ser cantado en el Sabbath o sábado. Los Setenta titula el salmo 24(23), tes mias sabbaton “para el primer día de la semana”; el salmo 48(47), deutera sabbatou “para el segundo día de la semana”; el salmo 94(93), tetradi sabbaton, “para el cuarto día de la semana”; el salmo 93(92), eis ten hemeran “para el día antes del Sabbath”. El latín antiguo titulo el Salmo 81(80), quinta sabbati, “el quinto día de la semana”. El Mishna (Tamid, VII, 13) asigna los mismos salmos para el servicio diario del Templo y nos dice que el salmo 82(81) fue para el sacrificio matutino del tercer día (cf. James Wm. Thirtle, “Los Títulos de los Salmos, su Naturaleza y Significado Explicados”, Nueva York, 1905).

Valor de los Títulos

Muchos de los críticos han tildado estos títulos como apócrifos y los han rechazado como no pertenecientes a las Sagradas Escrituras; tales críticos son De Wette, Cheyne, Olshausen y Vogel. Más críticos eruditos protestantes más recientes, tales como Briggs, Baethgen, Kirkpatrick y Fullerton han seguido las líneas de Ewald, Delitzsch, Gesenio y Koster, y le han dado mucha importancia a los títulos, para así aprender más y más sobre los autores, las colecciones, las ocasiones, los arreglos musicales y los propósitos litúrgicos de los salmos.

Los eruditos católicos, mientras que no insisten que el autor de los salmos sobrescribieron los títulos, siempre han considerado estos títulos como parte integral de la Sagrada Escritura. Santo Tomás de Aquino (en el salmo 6) asigna los títulos a Esdras: “Sciendum est quod tituli ab Esdra facti sunt partim secundum ea quae tune agebantur, et partim secundum ea quae contigerunt.” Una declaración del caso tan comprehensiva es apenas atinada; muchos eruditos modernos dan a los títulos una historia más variada. Casi todos, sin embargo, están de acuerdo en considerar como canónicas estas direcciones ocasionalmente oscuras. En esta unanimidad los católicos siguen la tradición judía. La tradición pre-masorética conservó los títulos como Escritura, pero perdió mucho del significado litúrgico y musical, debido probablemente a cambios en el canto litúrgico de los salmos. La tradición masorética ha guardado cuidadosamente todos los títulos que recibió. Hace que los títulos sean parte de las Sagradas Escrituras, conservando sus consonantes, puntos vocales y acentos con el mismo cuidado que se da al resto del Canon Judío.

Los Padres dan a los títulos el mismo respeto y autoridad que le dan al resto de las Escrituras. Ciertamente, la oscuridad de los títulos conduce a menudo a los padres a interpretaciones místicas y muy fantasiosas. San Juan Crisóstomo (“De Compunctione “, II, 4; P.G., XLVII, 415) interpreta hyper tes ogdoes, “para el octavo día”, “el día de descanso”, “el día de la eternidad”. San Ambrosio (en Lucam, V, 6) considera en este título el mismo número místico que él observa en las ocho Bienaventuranzas de San Mateo, en el octavo día como cumplimiento de nuestra esperanza, y el ocho como la suma de todas las virtudes: “pro octava enim multi inscribuntur psalmi”. En este asunto de las interpretaciones místicas de los títulos, San Agustín está adelantado de los generalmente literales y realidades de San Ambrosio y Juan Crisóstomo. Con todo, al tratar el valor y autenticidad de los títulos, ningún Padre es más decidido y acertado que el gran obispo de Hipona. Para él los títulos están inspirados en las Sagradas Escrituras. Comentando el título del salmo 51(50), “de David, cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había unido a Betsabé”, San Augustín (P.L., XXXVI, 586) dice que es inspirado al igual que la historia de la caída de David, narrada en el Libro Segundo de Samuel (11,1-26); “Utraque Scriptura canonica est, utrique sine ulla dubitatione a Christianis fides adhibenda est”.

Recientemente, algunos eruditos católicos modernos opinan igual que San Agustín sobre este asunto: Cornely, “Specialis Introduction in libros V. T.”, II, 85; Zschokke, “Hist. Sacr. V. T. “, 206; Thalhofer, “Erklärung der Psalmen”, 7ma ed., 1904, 8; Patrizi, “Cento Salmi”, Roma, 1875, 32; Danko, “Historia V. T.”, 276; Hoberg, “Die Psalmen der Vulgata”, 1892, p. XII. Solamente muy pocos eruditos católicos han negado que los títulos son parte integral de la Sagrada Escritura Gigot, en “Introducciones Especiales al Antiguo Testamento” (New York , 1906), II, 75, cita con aprobación esta negación por Lesêtre, “Le Livre des Psaumes” (París, 1883), p. 1. Barry, en “Tradición de la Sagrada” (Nueva York, 1906), 102, dice: “Es pausible mantener que no pueden ser rechazadas las inscripciones de las cuales los Masora, LXX y la Vulgata dan testimonio”. Pero mirarlos, bajo todas circunstancias, como porciones de la Escritura sería violentar los decretos tridentinos”. Debido al peligro que, sin razón grave, estas partes de la Biblia honradas desde antiguo se puedan clasificar como extra-canónicas, la Comisión Bíblica recientemente (1 de mayo de 1910) ha puesto énfasis especial en el valor de los títulos. Del acuerdo que hemos observado entre los títulos de Masora y los de la Versión de los Setenta, de la Vulgata, de Aquila, de Símaco, de Teodoción, de San Jerónimo, etc., la Comisión ha decidido que los títulos son más antiguos que Los Setenta y que han llegado a nosotros, si no por los autores de los salmos, por lo menos por la tradición judía antigua, y que, en este sentido, no se pueden poner en duda, a menos que haya una razón seria contra su autenticidad. De hecho, los mismos desacuerdos que hemos notado nos llevan a la misma conclusión. Para la época en que se escribió Los Setenta, los títulos deben haber sido excesivamente viejos; pues la tradición de su vocalización era ya muy oscura.

Autores de los Salmos

Testimonio de la Tradición

(1) La tradición judía es incierta en cuanto a los autores de los salmos. Baba Bathra (14 f) menciona diez; Pesachim (10) le atribuye todos los salmos a David.

(2) La tradición cristiana es igualmente incierta. San Ambrosio, “en los salmos 43(42) y 47(46)” (P.L., XIV 923), reconoce a David como el único autor. San Agustín, en “Ciudad de Dios”, XVII.14 piensa que todos los salmos son davídicos y que los nombres de Ageo y Zacarías fueron sobrescritos por el poeta en un espíritu profético. San Filastrio, Haer. 130 (P.L., XII, 1259), tilda la opinión contraria como herética. Por otra parte, Orígenes, “In Ps.” (P.G., XII, 1066) defendió la pluralidad de autoría; San Hilario de Poitiers, “In Ps. Procem. 2) (P.L., IX, 233); Eusebio, “In Ps. Procem. In Pss. 41, 72” (P.G., XXIII, 74, 368); y muchos otros. San Jerónimo, “Ad Cyprianum, Epist. 140, 4 (P.L., XXII, 1169), dice que “yerran quiénes consideran que todos los salmos son de David y no el trabajo de aquellos cuyos nombres están sobrescritos”.

(3) Este desacuerdo respecto a la autoría de los salmos va desde los Padres a los teólogos. La autoría davídica es defendida por Santo Tomás de Aquino, el judío convertido arzobispo Pablo de Burgos, San Roberto Bellarmine, Alfonso Salmerón, Santa Mariana; la autoría múltiple es defendida por Nicolás de Lira, Cayetano, Sixto Senensis, Jacques Bonfrere, y Giovanni Stefano Menochio.

(4) La Iglesia no ha tomado ninguna decisión sobre este asunto. El Concilio de Trento (Sess. IV, 8 de abril de 1546), en sus decretos sobre las Sagradas Escrituras, incluye “Salterio Davídico, 150 Salmos” entre los libros canónicos. Esta frase no define la autoría davídica más que el número 150, sino que señala solamente el libro, que se define como canónico (cf. Pallavicino, “Historia del Concilio de Trento”, l. VI, 1591. Nápoles, 1853, I, 376). En el vota preliminar, quince Padres votaron por el nombre “Salmos de David”; seis por “Salterio Davídico”; nueve por “Libri Psalmorum”; dos por “Libri 150 Psalmorum”; dieciséis por el nombre adoptado, “Salterio Davídico 150 Salmos”; y a dos no le interesaba cuál nombre fuera elegido (cf. Agustín Theiner, “acta Authentica Councilii Tridentini”, I, 72 sq.). De las varias “vota” es claro que el Concilio no tenía ninguna intención de definir la autoría davídica.

(5) El reciente decreto de la Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) decide los siguientes puntos:

  • Ni la fraseología de los decretos de los concilios ni las opiniones de ciertos Padres tienen el peso para determinar que David es el único autor de todos los salmos.
  • No puede ser prudentemente negado que David es el autor principal de los cánticos del Salterio.
  • Especialmente no puede negarse que David es el autor de los salmos que, en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, son claramente citados bajo el nombre de David, por ejemplo el 2, 16(15), 18(17), 32(31), 69(68), 110(109).

Testimonio del Antiguo Testamento

En la decisión anterior la Comisión Bíblica ha seguido no sólo la tradición judía y cristiana, sino también las Escrituras cristianas y judías. Los títulos son el principal testigo en el Antiguo Testamento de la autoría de los salmos. Éstos parecen atribuir varios salmos, especialmente de los libros I – III, a David, Asaf, los hijos de Coré, Salomón, Moisés y otros.

(1) David

Los títulos de setenta y tres salmos en el Texto Masorético y de muchos más en Los Setenta parecen designar a David como autor: cf. en el Libro I, los salmos 3 – 41(40), es decir, todo el libro I excepto 10(9b) y el 33(32); en el Libro II, los salmos 51(50) – 70(69), excepto el 66(65) y 67(66); en el Libro III, el salmo 86(85); en el Libro IV, el salmo 103(102); en el Libro V, los salmos 108(107) – 110(109), 122(121), 124(123), 131(130), 133(132), 135(134) – 145(144). Ahora se sostiene generalmente que, en el título hebreo, la preposición “le” tiene la fuerza de un genitivo, y que en Los Setenta tou David “de David”, es una traducción mejor que la de la Vulgata ipsi David “de David mismo”. ¿Esta preposición significa autoría? No en cada título; ambos David y el maestro de coro son los autores del Salmo 19(18), y todos los hijos de Coré, junto con el maestro de coro, son autores conjuntos de los salmos atribuidos a ellos. En el caso de tales títulos compuestos como “del maestro de coro, salmo de David” [salmo 19(18)] o “del maestro de coro, de los hijos de Coré, un salmo“ [salmo 48(47)], probablemente tenemos indicaciones, no de la autoría, sino de varias colecciones de salmos—las colecciones tituladas “David”, “el maestro de coro”, “los hijos de Coré”. Semejante al Nuevo Testamento, el Concilio de Trento, y muchos Padres de la Iglesia hablan de “David” o “el Salterio de David”, “los Salmos de David”, no para inferir que todos los salmos son de David, sino que él fue el salmista por excelencia, así que los títulos de muchos salmos los asignan no tanto a sus autores sino a sus colectores o al autor principal de la colección a la cual pertenecen. Por otra parte, algunos de los títulos más largos van a demostrar que “de David” puede significar autoría. Tomando por ejemplo: “del maestro de coro, afinar al tono ‘no destruyas’, de David, una pieza elegida (Mikhtam), cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva” [salmo 57(56)]. La ocasión histórica de la composición davídica de la canción, la calidad lírica de la canción, su inclusión en la colección inicial “de David” y más adelante en el himnario del maestro de coro, el tono en el cual el salmo o fue escrito por David o fue fijado por el maestro de coro—todas estas cosas parecen indicarse por el mismo título puesto bajo consideración. De la misma clase que los títulos davídicos es el final suscrito a los primeros dos libros de los salmos: “Amén, Amén; fin de las oraciones de David, hijo de Jesé” [salmo 72(71),20). Esta suscripción es más antigua que Los Setenta; y estaría fuera de lugar si David no fuese el autor principal de los salmos en los dos libros al cual se le añade.

Evidencia adicional en el Antiguo Testamento de la autoría de David de los salmos, según sugerido por el reciente decreto de la Comisión Bíblica, son los talentos poéticos naturales de David, demostrados en su cantos y elegías, 2 Samuel y 1 Crónicas, junto con el hecho que él fue quien instituyó el cántico levítico solemne de los salmos en presencia del Arca de la Alianza (I Crón. 16,23-25). Los cantos y elegías atribuidos a David son significativamente parecidos a los salmos de David en espíritu, estilo y fraseología. Examinemos la línea de apertura de 2 Samuel 22:

“David dijo a Yahveh las palabras de este cántico el día que Yahveh lo salvó de la mano de sus enemigos y de la mano de Saúl, y él dijo: 2. Yahveh es mi roca, mi baluarte, mi libertador, 3. mi Dios, la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio, mi Salvador que me salva de la violencia. 4. Grito de alabanza, invoco a Yahveh, y quedo a salvo de mis enemigos”.

Las dos canciones son claramente idénticas, las leves diferencias son probablemente debido a diversas redacciones litúrgicas del Salterio. Al final del escrito de 2 Samuel da “las últimas palabras de David” (23,1)—a saber, un salmo corto al estilo davídico en donde David habla de sí mismo como “el suave salmista de Israel”, “salmos egregios de Israel” (2 Sam. 23,2). De modo semejante el Cronista (1 Crón. 16,8-36) cita como davídica una canción compuesta por los salmos 105(104),1-13, del salmo 96(95) y una pequeña porción del Salmo 106(105). Finalmente, el profeta Amós se dirige a los samaritanos: “ustedes que cantan al son del arpa; se inventan, como David, instrumentos de música” (Am. 6,5). El talento poético de David sobresale como una característica del Rey Pastor. Sus lamentos elegíacos en la muerte de Saúl y Jonatan (2 Sam. 1,19-27) revelan cierto poder, pero no el de los salmos davídicos. Las anteriores razones para la autoría davídica son impugnadas por muchos que insisten sobre la redacción tardía de 2 Samuel 21-24 y sobre las discrepancias entre los pasajes que hemos comparado. La pregunta sobre la redacción tardía de las canciones davídicas en 2 Samuel no está a nuestro alcance; ni tal redacción tardía destruye la fuerza de nuestra apelación al Antiguo Testamento, ya que esa apelación es a la Palabra de Dios. En cuanto a las discrepancias, hemos dicho que son explicables por la admisión que nuestro Salterio es el resultado de varias redacciones litúrgicas, y no presentan todos los salmos en la forma exacta en la cual fueron desarrollados por sus escritores originales.

(2) Asaf

Los títulos le acreditan a Asaf doce salmos, 50(49), 73(72) – 83(82). Estos salmos son todos de carácter nacional y pertenecen a períodos de la historia judía ampliamente separados. El Salmo 83(82), aunque Briggs (“Salmos”, Nueva York, 1906, p.67) lo asigna al período persa temprano, parece haber sido escrito en el tiempo del estrago causado por la invasión asiria de Tiglatpileser III en 737 a.C. El salmo 74(73) fue escrito probablemente, según infiere Briggs, durante el Exilio Babilónico, después de 586 a.C. Asaf era un levita, el hijo de Barakías (1 Crón. 6,24), y uno de los tres jefes del coro levítico (1 Crón. 15,17). Los “hijos de Asaf” fueron separados “para profetizar con cítaras, salterios y címbalos” (1 Crón. 25,1). Es probable que los miembros de esta familia compusieran los salmos que fueron recogidos más adelante en un salterio de Asaf. Las características de estos salmos de Asaf son uniformes: hacen alusiones frecuentes a la historia de Israel con un propósito didáctico; sublimidad y vehemencia de estilo; descripción viva; exaltan el concepto de la divinidad.

(3) Los hijos de Coré

Los hijos de Coré son nombrados en el título de once salmos: 42(41) – 49(48), 84(83), 85(84), 87(86), 88(87). Los coreítas era una familia de cantantes del templo (2 Crón. 20,19). Difícilmente puede ser que cada salmo de este grupo fuera compuesto en común por todos los hijos de Coré; cada composición fue más bien compuesta por un miembro del gremio de Coré; o, quizás, fueron recolectados de varias fuentes en un himnario litúrgico por el gremio de los hijos de Coré. En todo caso, hay una unidad de estilo en estos himnos que es indicativo de uniformidad del espíritu levítico. Las características de los salmos coreítas son un gran amor por la Ciudad Santa; un deseo vivo por la adoración pública de Israel; una confianza suprema en Yahveh y una forma poética que es simple, elegante, artística, y bien equilibrada. Por sus ideas mesiánicas y alusiones históricas, estos salmos parecen haber sido compuestos entre los tiempos de Isaías y el retorno del exilio.

(4) Moisés

Moisés está en el título del Salmo 90(89). San Agustín (P.L., XXXVII, 1141) no admite autoría mosaica; San Jerónimo sí lo hace (P.L., XXII, 1167). El autor imita las canciones de Moisés en Deuteronomio 32 y 33; esta imitación puede ser la razón del título.

(5) Salomón

Salomón está en los títulos de los salmos 72(72) y 127(126), probablemente por una razón similar.

(6) Etán

Etán, está en el título del salmo 89(88), debe ser probablemente Idithun. El Salterio de Idithun, de Yedutún, contenido también en los Salmos 39(38), 62(61) y 77(76).

Testimonio del Nuevo Testamento

Para los católicos, que creen totalmente en la Divinidad de Cristo y en la infalibilidad de las Sagradas Escrituras, las citas en el Nuevo Testamento sin lugar a dudas consideran davídicos los salmos 2, 16(15), 32(31), 35(34), 69(68), 109(108), 110(109). Cuando el fariseo dijo que Cristo era el hijo de David, Jesús le pregunto: “pues ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: Dijo el Señor a mi Señor “[cf. Mt. 22,43-45; Mc. 12,36-37; Lc. 20,42-44; Sal. 110(109),1]. No puede haber aquí ninguna pregunta sobre el nombre de la colección “de David”. Ni hay pregunta de una colección cuando San Pedro, en el primer Pentecostés en Jerusalén, dice: “Pues David no subió a los cielos, y sin embargo dice: “Dijo el Señor a mi Señor etc.” (Hch. 2,34). La autoría davídica es otorgada por Pedro, cuando cita los salmos 69(68),26; 109(108),8; 2,1-2 como “de la boca de David” (Hechos 1,16; 4,25). Y cuando el principal apóstol cita el salmo 16 (15),8-11, como las palabras de David, él explica cómo estas palabras fueron pensadas por el patriarca muerto como una manera de profecías para los siglos venideros (Hch. 2,25-32). El testimonio de San Pablo es concluyente cuando él (Rm. 4,6; 11,9) le atribuye a David partes de los Salmos 32(31), 35(34) y 69(68). Un no católico podría objetar que San Pablo se refería a la colección llamada “David”, pues tal colección parece significar claramente “en David”, en Daveid de Hebreos 4,7. Nosotros contestamos, ésa es una evasión: si San Pablo hubiese querido decir “una colección”, él habría dictado en Daveid en la Carta a los Romanos.

Los críticos se inclinan por eliminar todas las preguntas sobre la autoría davídica. Briggs dice: “es evidente por el carácter interno de estos salmos, con algunas posibles excepciones, que David no habría podido escribirlas” (Salmos p. 61). Ewald reconoce que esta evidencia interna demuestra que David escribió los salmos 3, 4, 7, 11(10), 15(14), 18(17), y la primera parte del 19(18), 24(23), 29(28), 32(31), 101(100).

Canonicidad

A. El canon cristiano de los salmos no presenta ninguna dificultad; todos los cristianos admiten en su canon los 150 salmos del Canon de Trento; todos rechazan el Salmo 151 de Los Setenta, probablemente una adición macabea al canon.

B. El canon judío presenta un problema discutible. ¿Cómo se ha desarrollado el Salterio? La opinión judía tradicional, defendida generalmente por los eruditos católicos, es que no sólo el canon judío de los salmos sino que todo el canon palestino del Antiguo Testamento fue prácticamente cerrado durante la época de Esdras (v. Canon del Antiguo Testamento). Esta opinión tradicional es posible; para argumentos a su favor vea Cornely, “Introductio Generalis in N. T. Libros”, I (París, 1894), 42.

1. Visión Crítica: Los críticos no admiten estos argumentos en su totalidad. Dice Driver: “No hay fundamento de ninguna clase en la antigüedad para la opinión de que el canon del Antiguo Testamento fue cerrado por Esdras, o por sus asociados”. (“Introducción a la literatura del Antiguo Testamento “,Nueva York, 1892, p. X). Respecto a los salmos Wellhausen dice: “puesto que el Salterio es el himnario de la congregación del segundo Templo, la pregunta no es si contiene algunos salmos post-exilio, sino si contiene algún salmo pre-exilio” (“Introducción” de Bleek, ed. 1876, 507). Hitzig (“Begriff der Kritik”, 1831) considera que los libros III-V son enteramente macabeos (168-135 a.C.). Olshausen (“Die Psalmen”, 1853) trae algunos de estos salmos a la dinastía asmonea y al reinado de Juan Hircano (135-105 d.C.). Duhm (“Die Psalmen”, 1899, p. XXI) reconoce muy pocos salmos pre-macabeos, y asigna los salmos 2, 20(19), 21(20), 61(60), 63(62), 72(71), 84(83), 132(131) a los reinados de Aristóbulo I (105-104 a.C.) y a su hermano Alejandro Janeo (104-79 a.C.); de modo que el canon del Salterio no fue cerrado hasta 70 a.C. (p. 23). Tales visiones extremas no se deben a argumentos válidos. Siempre que uno rechace aceptar la fuerza del argumento tradicional en favor del canon de Esdras, se debe admitir en todo caso que el canon judío de los salmos fue indudablemente cerrado antes de la fecha de la traducción de Los Setenta. Esta fecha es 285 a.C., si aceptamos la autoridad de la Carta de Aristeas (v. Versión de los Setenta); o a más tardar 132 a.C., el período en el cual Ben Sirá escribió, en el prólogo al Eclesiástico, que “la ley por sí misma y los profetas y el resto de los libros [es decir el Hagiógrafa, del cual eran los salmos] habían sido traducidos al griego”. Ésta es la opinión de Briggs (p. 12), que fija la redacción final del Salterio para mediados del siglo II a.C.

Los críticos generalmente consideran como una cosa lógica la evolución gradual del Libro de los Salmos. Su aplicación de los principios del alto criticismo no resulta en ninguna uniformidad de opinión respecto a los diferentes estratos del Salterio. Presentaremos estos estratos como lo indica el profesor Briggs, probablemente el menos precipitado de los que han publicado últimamente las llamadas “ediciones críticas” de los salmos. Su método de criticismo es el usual; por un criterio de evidencia interna bastante subjetivo, él trincha algunos salmos, remienda otros, desecha porciones de otros y los “corrige” todos. Asigna siete salmos a la primera monarquía hebrea; siete a la monarquía media; trece a la última monarquía; trece a la época del exilio; treinta y tres al primer período persa; dieciséis al período persa medio (los tiempos de Nehemías); once al último período persa; “el gran salmo real del advenimiento” [Salmos 93(92), 96(95) – 100(99)] junto con otros ocho al primer período griego (que comienza con la conquista de Alejandro); cuarenta y dos al último período griego, y al período de los Macabeos los salmos 33(32), 102(101)(b), 109(108)(b), 118(117), 139(138)(c), 129(128) del salterio Peregrino y 147(146-147) y 149 de los Aleluyas.

Según Briggs, de estos salmos y porciones de salmos, treinta y uno son “salmos aparte”, es decir, nunca fueron incorporados en un Salterio antes de que fuera emitida la actual redacción canónica. El resto fueron corregidos en dos o más de los doce Salterios que marcan la evolución del libro de salmos. La primera colección de salmos fue compuesta por siete Mikhtamim, los “pedazos de oro”, del período persa medio. En el último período persa, trece Maskilim se unieron como colección de meditaciones. Al misma tiempo, setenta y dos salmos fueron revisados, como libro de oración para uso en la sinagoga, bajo el nombre de “David”; de éstos, trece tienen en sus títulos referencias a la vida de David, y se piensa que formaban por sí mismos una colección anterior. En Palestina, en el primer período griego, once salmos fueron recopilados en un Salterio menor titulado los “hijos de Coré”.

Al mismo tiempo, en Babilonia, doce salmos fueron reunidos en un salterio titulado “Asaf”. No mucho después, en el mismo período, el salmo exílico 88(87) junto dos salmos “huérfanos”, el salmo 66(65) y el 67(66), fueron corregidos junto con selecciones de “David,” los “hijos de Coré” y “Asaf” para el culto público del cántico en la sinagoga; el nombre de este salterio fue “Mizmorim”. Un salterio mayor el elohísta, salmos 42(41) – 83(82), se asume que pudo haber sido compuesto en Babilonia, durante el período griego medio, de selecciones de “David”, “Coré”, “Asaf” y “Mizmorim”; el nombre se debe al uso de Elohim evitando el nombre Yahveh en estos salmos. Al mismo tiempo, en Palestina, se compuso un libro de oraciones con 54 salmos del “Mizmorim”, 16 salmos “de David”, 4 de “Coré” y 1 “de Asaf”; este salterio llevó el nombre de “maestro de coro”. Las canciones de alabanza aleluyas o aleluyáticas fueron reunidas en un salterio para el servicio del templo en el período griego. Estos salmos tienen halleluyah (alabanza ye Yah) al principio [salmos 111(110), 112(111)], o al final [salmos 104(103), 105(104), 115(113b), 117(116)), o en ambos, al principio y al final (Salmos 106(105), 113(112), 135(134), 146(145) – 150). La Versión de los Setenta da un Allelouia también al comienzo de los salmos 105(104), 107(106), 114(113a), 116(114-115), 119(118), 136(135). Briggs incluye como Aleluyas todos éstos excepto el 118(117) y el 119(118), “el primero da una canción macabea triunfal, el último la gran alabanza alfabética de la ley”. El “Salterio Peregrino” fue un salterio menor del período griego [salmos 120(119) – 134(133)], una colección de “canciones del peregrinaje”, de las “Canciones de la Subida”, o “Salmos Graduales”, que los peregrinos cantaban mientras iban a Jerusalén para las tres grandes fiestas.

2. La Visión Católica: Una aplicación tan extensiva del criticismo divisivo del Salterio no choca con la aprobación de los exégetas católicos. Ellos admiten fácilmente las redacciones sucesivas de los salmos, con tal que la doctrina de inspiración de las Santas Escrituras no sea impugnada. La doctrina de la inspiración tiene respeto por los salmos como están puestos en los cánones, y no impide a los católicos admitir las diferentes redacciones del Salterio anteriores a la actual redacción; de hecho, incluso la redacción litúrgica no inspirada de los salmos inspirados contraria a la enseñanza de la Iglesia en materia de inspiración, siempre y cuando el redactor haya preservado intacto y absolutamente inalterado el significado inspirado del Texto Sagrado. La Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) no admite que la actual redacción contiene muchos salmos macabeos; ni tampoco Delitzsch, Perowne, Renan y muchos otros eruditos críticos. “Hay tantos salmos de esa época, que es difícil no pensar que podrían haber llevado marcas prominentes en su dicción y estilo” (Drive, “Introducción a la Literatura del Antiguo Testamento”, Nueva York, 1892, 365). Los salmos 44(43), 74(73), 79(78) y 83(82) que Delitzsch y Perowne consideran macabeos basándose en argumentos históricos, le ocasionan a Davison (Hastings, “Dict. de la Biblia “, IV, 152) “dificultades indiscutibles que surgen de su lugar en los libros II y III”. No hay pruebas certeras de que éstos o cualquier otro salmo sean macabeos. La Comisión Bíblica, sobre esta razón, no niega que alguno de los salmos sea macabeo, deja esa pregunta todavía abierta. En materia de redacción, permite que “por razones litúrgicas, musicales u otra razón desconocida, los salmos pudieron haber sido divididos o juntados” en el curso del tiempo; y “hay otros salmos, como el Miserere mei, Deus [Salmo 51(50)] que, para que puedan ajustarse mejor a las circunstancias históricas y a las solemnidades de la gente judía, fueron levemente reeditados y cambiados por la omisión o adición de un verso o dos, siempre y cuando la inspiración del texto entero permaneciera intacta”. Eso es lo importante: la doctrina de la inspiración de las Santas Escritura debe sufrir lo menos posible. ¿Cómo, entonces, se mantiene intacta la doctrina de la inspiración de todo el texto? ¿Fueron inspirados los anteriores escritos? Ninguna autoridad de la Iglesia ha determinado nada sobre estos asuntos. Nos inclinamos a la opinión de que Dios inspiró los significados de los salmos como fueron escritos originalmente, y de igual forma inspiró a cada redactor que recopiló y corrigió estas canciones de Israel hasta que el último redactor inspirado las unió en su forma actual.

El Texto

Los salmos fueron escritos originalmente en caracteres hebreos, así como vemos sólo en monedas y algunas inscripciones lapidarias; el texto nos ha llegado a través de caracteres arameos cuadrados. Solamente las versiones nos dan alguna idea del texto pre-masorético. Hasta el momento no se ha descubierto ningún manuscrito pre-masorético de los salmos. El texto masorético se ha conservado en más de 3400 manuscritos, de los cuales ninguno es anterior al siglo IX y solamente nueve o diez son anteriores al siglo XII (vea Manuscritos de la Biblia). Estos manuscritos masoréticos representan dos familias levemente variables de una tradición—los textos de Ben Asher y de Ben Neftalí. Sus variaciones son de poca importancia en la interpretación de los salmos. El estudio de la estructura rítmica de los salmos, junto con las variaciones entre Masora y las versiones, ha aclarado que nuestro texto hebreo está lejos de ser perfecto, y que sus puntos son a menudo incorrectos. Los esfuerzos de los críticos por perfeccionar el texto son a veces debidos sólo a una conjetura sagaz. Se elige el molde métrico; entonces el salmo se adapta forzosamente a él. Era mejor dejar el texto en su condición imperfecta que hacerlo peor por conjeturas. El decreto de la Comisión Bíblica se dirige a ésos a quiénes las imperfecciones en el texto Masorético son una ocasión, aunque no excusa, para las incontables enmiendas conjeturales, ocasionalmente salvajes y fantasiosas, que hoy día se aceptan como una aceptable exégesis crítica de los salmos.

Versiones

Griega:

La principal versión de los salmos es la de Los Setenta. Se conserva para nosotros en:

  • Cod. U, Brit. Mus. Pap. 37, siglo VII, conteniendo los salmos 10(9b) – 33(32);
  • Leipzig Pap., siglo IV, que contiene los salmos 29(28) – 54(53);
  • Códice Sinaítico, siglo IV, completo;
  • B. Códice Vaticano, siglo IV, completo, excepto los salmos 105(104),27 – 137(136),6;
  • A, Códice Alejandrino, siglo V, completo excepto los salmos 49(48),19 – 76(75),10
  • I, Códuce Bodleiano, siglo IX, completo;

y en muchos otros manuscritos posteriores. La Versión de los Setenta es de gran valor en la exégesis de los salmos. Proporciona las lecturas pre-masoréticas que son claramente preferibles a las de los Masoretas. Nos devuelve a un texto de por lo menos el siglo II a.C. A pesar de un servilismo aparente en las palabras y en las construcciones hebreas, un servilismo que existió probablemente en el griego alejandrino de los judíos de ese período, el traductor de Los Setenta demuestra un excelente conocimiento del hebreo, y miedo de no apartarse de la letra y de no cambiar el significado original. Las versiones griegas del siglo II d.C de Aquila, Símaco y Teodoción existen sólo en algunos fragmentos; estos fragmentos son testigos de un texto bastante parecido a nuestro masorético.

Latina:

Aproximadamente a mediados del siglo II el Salterio de Los Setenta fue traducido al latín. De esta versión latina antigua, o Itala, tenemos solamente algunos manuscritos y las citas de los Padres Latinos. A petición del Papa San Dámaso I, (383 d.C.) San. Jerónimo revisó la Itala y la acercó a Los Setenta. Su revisión fue pronto tan distorsionada que él se quejó, “plus antiquum errorem quam novam emendationem valere” (P.L., XXIX, 117). Éste es el “Salterio Romano” de San Jerónimo; se utiliza en la recitación de los Oficios en la Basílica de San Pedro, Roma, y en el Misal. La corrupción de su primera traducción condujo a San Jerónimo a emprender una nueva traducción de la edición Hexapla de Los Setenta. Él trabajó cuidadosamente en Belén antes de 392 d.C. Marcó con asteriscos las partes del texto hebreo que habían sido omitidas por Los Setenta y se las pidió prestadas a Teodoción; marcó con el “obelus” las partes de Los Setenta que no estaban en el texto hebreo. Con el correr del tiempo estas marcas críticas fueron completamente desatendidas. Esta traducción es el “Salterio galicano”; es parte de la Vulgata. Una tercera traducción latina de los salmos, hecha del texto hebreo, con la Hexapla de Orígenes y las otras versiones antiguas a la vista, fue completada por San Jerónimo cerca de fines del siglo IV en Belén. Esta versión es de gran valor en el estudio del Salterio. El Dr. Briggs dice: “Donde difiere de H. y G., su evidencia es especialmente valiosa pues da la opinión del mejor erudito bíblico de épocas antiguas en cuanto al texto original, basado en el uso de una abundancia de material crítico mucho mayor que el poseído por cualquier otro crítico, anterior o posterior” (p. 32).

Otras Versiones:

Para otras traducciones, vea Versiones de la Biblia, Biblias Rimadas.

Forma Poética

A. Paralelismo

Paralelismo es el principio de balance admitido por todos como el rasgo más característico y esencial de la forma poética de los salmos. Por sinónimo, sintético, antitético, emblemático, en forma de escalera, o paralelismo introvertido, el pensamiento se balancea con el pensamiento, línea con línea, copla con copla, estrofa con antistrofa, en la construcción lírica de un cuadro poético o imprecación o exhortación.

B. Metro

¿Hay metro en los salmos? Los judíos del siglo I d.C. así lo pensaron. Flavio Josefo habla de los hexámetros de Moisés (Antiq. II, XVI, 4; IV, VIII, 44) y los trímetros y los tetrámetros y los metros múltiples de las odas e himnos de David (Antiq., VII, XII, 3). Filo Judeo dice que Moisés había aprendido la “teoría del ritmo y armonía” (De vita Mosis I, 5). Los primeros escritores cristianos expresan la misma opinión. Orígenes (murió en 254) dice que los salmos están en trímetros y los tetrámetros (En Salmo 118(117); cf. Card. Pitra, “Sacros de Analecta”, II, 341); y Eusebio (murió en 340), en su “De Praeparatione evangelica “, XI, 5 (P.G., XXI, 852), habla de los mismos metros de David. San Jerónimo (420), en “Praef. ad Eusebii chronicon” (P.L., XXVII, 36), encuentra yámbicos, alcaicos, y sáficos en el Salterio; y escribiendo a Paula (P.L., XXII, 442), él explica que los salmos acrósticos 111(110) y 112(111) están compuestos de trimetros yámbicos, mientras que los salmos acrósticos 119(118) y 145(144) son tetrámetros yámbicos. Los exegetas modernos no están de acuerdo sobre este asunto. Por un tiempo, algunos no admitirían ningún metro en los salmos. Davison (Hast., “Dict. la Biblia “, s. v.) escribe: “aunque el metro o métrica no es perceptible en los salmos, no se entiende que el ritmo esté excluido”. Este ritmo, sin embargo, “desafía el análisis y la sistematización”. Driver (“Introducción a la Literatura del Antiguo Testamento”, Nueva York, 1892, 339) no admite en la poesía hebrea “ningún metro en el sentido estricto del término”. Los [exégesis bíblica|exégetas que encuentran metro en los salmos son de cuatro escuelas, según expliquen el metro por cantidad, por el número de sílabas, por el acento, o por ambos cantidad y acento.

(1) Los defensores del criterio métrico de cantidad latino y griego según aplicado a la poesía hebrea son Francis Gomarus, en “Davidis lyra”, II (Lyons, 1637), 313; Marque Meibom, en “davidis psalmi X” (Amsterdam, 1690) y en otras dos obras, que reclaman haber aprendido su sistema del metro hebreo por revelación Divina; Guillermo Jones, “Poeseos Asiaticae commentariorum” (Leipzig, 1777), intentó forzar palabras hebreas en los metros árabes.

(2) el número de sílabas fue tomado como criterio del metro por Hare, “Psalmorum liber in versiculos metrice divisus” (Londres, 1736); él hizo todos los pies disílabos, el metro trocaico en una línea de un número par de sílabas, yámbico en una línea de un número impar de sílabas. El sistema masorético fue rechazado, el siriaco puesto en su lugar. Esta opinión encontró su principal defensa en los escritos del erudito Profesor Gustav de Innsbruck; y en los ” Metrices biblicae” de Gustav Bickell (Innsbruck, 1879), ” Suplementum ad Metr. Bibl.” (Innsbruck), ” Carimina veteris testamenti metrice” (1882), ” Dichtungen der Hebraer” (1882-84). Gerard Gietmann, S. J., “De re mentrica Hebraeorum” (Br de Freiburg im, 1880); A. Rohling, “Das Solomonische Spruchbuch” (Maguncia, 1879); H. Lesetre, “Le livre des psaumes ” (París, 1883); J. Knabenbauer, S. J., en “Job” (París, 1885), p. 18; F. Vigouroux, ” Manual Bíblico”, II, 203, todos han seguido los pasos de Bickell más o menos cercanamente. Hay hechos patentes contra este sistema. La cantidad de palabras se hace variar arbitrariamente. El hebreo es tratado como el siriaco, un dialecto tardío del arameo—que no lo es; de hecho, incluso la poesía siríaca posterior no midió sus líneas por el número de sílabas. Posteriormente el Masora señaló la estructura métrica por acentos; por lo menos el soph pasuk y athnah indican líneas completas o dos hemistiquios.

(3) El acento es el principio determinante en el metro hebreo según C.A. Anton, “Conjectura de metro Hebraeorum” (Leipzig, 1770), “Vindiciae disput. de metr. Hebr.” (Leipzig, 1771), “Specimen editionis psalmorum” (Vitebsk, 1780); Leutwein, “Versuch einer richtigen Theorie von der biblischen Verkunst” (1775); Ernst Meier, “Die Form der hebraischen Poesie nachgewiesen” (Tübingen, 1853); Julius Ley, “Die Metrischen Formen der hebraischen Poesie” (Leipzig, 1886); “Ueber die Alliteration im Hebraischen” in “Zeitsch. d. Deutsch. Morgenlandisch. Ges.”, XX, 180; J. K. Zenner, S.J., “Die Chorgesange im Buche der Psalmen” (Freiburg im Br., 1896), y en muchas contribuciones a “Zeitsch. fur kathol. Theol.”, 1891, 690; 1895, 373; 1896, 168, 369, 378, 571, 754; Hontheim, S.J., en “Zeitsch. fur kathol. Theol.”, 1897, 338, 560, 738; 1898, 172, 404, 749; 1899, 167; Dr. C. A. Briggs, en “El Libro de los Salmos”, en “Comentario Crítico Internacional” (New York, 1906), p. XXXIX, y en muchas otras publicaciones enumeradas allí; Francis Brown, “Medidas de la Poesía Hebrea: en “Revista de Literatura Bíblica”, IX, 91; C. H. Toy, “Proverbios” en “Internat. Crit. Comm.” (1899); W. R. Harper, “Amos and Hosea” in “Internat. Crit. Comm.” (1905); Cheyne, “Salmos” (Nueva York), 1892; Duhm, “Die Psalmen” (Freiburg im Br., 1899), p. XXX. Esta teoría es la hipótesis que mejor trabaja junto con el totalmente esencial principio del paralelismo; le hace mucho menos violencia al texto masorético que cualquiera de las anteriores teorías. No le impone las sílabas masoréticas en las ranuras que son latinas, griegas, árabes o arameas. Es independiente del cambio de acento; y postula apenas una cosa, un número fijo y armonioso de acentos a la línea, sin importar el número de sílabas. Esta teoría de un metro tónico y no silábico tiene también a su favor que el acento es el principio determinante en las poesías egipcia, babilónica y asiria antiguas.

(4) En los últimos años el péndulo de las teorías métricas hebreas ha girado sobre la cantidad; la silábica no debe ser completamente descuidada. Hubert Grimme, en “Grundzuge der Hebraischen Akzent und Volkallehre”, Friburgo, 1896, y “Psalmenprobleme” (1902), construye el metro principalmente sobre el principio tónico, al mismo tiempo considera las “morae” o pausas debido a la cantidad. Schlogl, “De re metrica veterum Hebraeorum” (Viena, 1899), defiende la teoría de Grimme. Sievers, “Metrische Studien” (1901), también admite las sílabas no acentuadas para la consideración métrica; así como Baethgen, “Die Psalmen” (Gottingen, 1904), p. 27.

C. Otras características

Las aliteraciones y asonancias son frecuentes. Los salmos acrósticos o alfabéticos son 9-10(9a y 9b), 25(24), 34(33), 37(36), 111(110), 112(111), 119(118), 145(144). Las letras del alfabeto comienzan líneas sucesivas, cuplés o estrofas. En el Salmo 119(118) la misma letra comienza ocho líneas sucesivas en cada uno de las veintidós estrofas alfabéticas. En los Salmos 13(12), 29(28), 62(61), 148 y 150 la misma palabra o palabras se repiten muchas veces. Las rimas, por la repetición del mismo sufijo, están en los Salmos 2, 13(12), 27(26), 30(29), 54(53), 55(54), 142(141), etc.; estas rimas ocurren en los extremos de líneas y en pausas cesurales. Las líneas fueron agrupadas en estrofas y antistrofas, comúnmente en pares y tríos, raramente en mayores múltiplos; ocasionalmente una estrofa independiente, como el epodo del coro griego, fue utilizado entre una o más estrofas y las antistrofas correspondientes. La palabra Selah marca casi invariablemente el final de una estrofa. El significado de esta palabra y su propósito es todavía una pregunta discutible. Pensamos que originalmente provino de “lanzar”, y significa “un derribamiento”, “una postración”. Durante el cántico antifonal de los salmos, los sacerdotes tocaban sus trompetas para marcar el final de una estrofa, y a una señal los dos coros, o la gente o ambos se postraban (cf. Haupt, “Expository Times”, Mayo,1911). El principio del paralelismo determinó estos arreglos de las líneas. Koster, en “die Psalmen nach ihrer strophischen Anordnung” (1837), distingue varias clases de paralelismo en línea y medias líneas, sinónimos, antitéticos, sintéticos, idénticos, introvertidos. Zenner, S. J., en su ” Chorgesange im Buche der Psalmen” (Br de Freiburg im, 1896) ha arreglado muy hábilmente muchos de los salmos como odas corales, cantados por dos o tres coros. Hermann Wiesmann, S. J., en “Die Psalmen nach dem Urtext” (Munster, 1906), ha aplicado los principios métricos de Zenner, y revisado y publicado las últimos traducciones y estudios de los salmos. Este trabajo toma gran libertad con el Texto Sagrado, y últimamente (1911) ha sido puesto en el Índice.

Belleza Poética

Las palabras extravagantes de Alfonso de Lamartine en “Viaje a Oriente” son clásicas: “Lisez de l’Horace ou du Pindare apres un Psaume! Pour moi, je ne le peux plus” Uno se pregunta si Lamartine leyó alguna vez un salmo original. Criticar los salmos como literatura es muy difícil. Su texto nos ha llegado con muchas pérdidas en cuanto a la forma poética. Los autores variaban mucho en estilo. Su belleza literaria no se debe juzgar comparándolos con la poesía de Horacio y de Pindar. Es con los himnos de los antiguos Egipto, Babilonia y Asiria con lo que debemos comparar las canciones de Israel. Esos himnos antiguos son crudos y rudos al lado de los salmos. Incluso los imprecatorios salmos 18(17), 35(34), 52(51), 59(58), 69(68), 109(108), 137(136), esos himnos nacionales tan llenos del amor de Israel y casi sorprendentes por su odio a los enemigos de Yahveh y de Israel, si se leen desde el punto de vista de los escritores, son sublimes, vívidos, brillantes, entusiastas, aunque exagerados, estallidos poéticos, ejemplos de una “seriedad y veracidad muy altas”, tal como Aristóteles nunca habría encontrado en una canción de Babilonia o de Sumeria. Si sus tonos son de alabanza o de culpa, de dolor o de alegría, de humillación o de exaltación, de meditación profunda o de dogmatismo didáctico, siempre y por todas partes los escritores de los salmos son dignificados y magníficos, leales a los ideales del pueblo elegido de Yahveh, espiritual y piadoso. La gama de pensamiento es inmensa. Abarca en Yahveh, su templo, culto, sacerdotes, creación; hombre, amigo y enemigo; bestias, pájaros; toda la naturaleza, animada e inanimada. La gama de emociones es completa; cada emoción del hombre que es pura y noble ha sido plasmada en palabras en los salmos. Como ejemplo de la belleza poética, añadimos el famoso Salmo 23(22), traducido del hebreo. El poeta habla primero en su propia persona, luego a la manera de la oveja. La repetición del primer cuplé como una estancia es sugerida por Zenner y muchos comentaristas, para completar la envoltura del poema, o el paralelismo introvertido el paralelismo de la estructura estrófica:

El Poeta:

1. Yahveh es mi pastor; nada me falta.

La oveja:

2. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce.
3. y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre.
4. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu callado, ellos me sosiegan.
5. Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.

El Poeta:

6. Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de mis días. Yahveh es mi pastor, nada me falta.

Valor Teológico

Las ideas teológicas de los salmos son extensas; la existencia y los atributos de Dios, del deseo vivo del alma por la inmortalidad, la economía de la gracia y las virtudes, muerte, juicio, cielo, infierno, esperanza de resurrección y de gloria, miedo al castigo—todas las principales verdades dogmáticas de la fe de Israel aparecen repetidas varias veces en su Salterio. Estas verdades no se establecen en forma dogmática, sino en el simple e infantil anhelo lírico del alma ingenua, de nuevo en arrebatos más sublimes y vehementes de los cuales es capaz la naturaleza humana. Los salmos son a la vez lo más humano y lo más sobrehumano; se hunden a las profundidades más bajas del corazón humano y se elevan a las cimas más elevadas de la contemplación divina. Tan humanos son los salmos imprecatorios que hacen que algunos se preguntan cómo pueden haber sido inspirados por Dios. Con seguridad Yahveh no pudo haber inspirado al cantante que rogó: “Mas los que tratan de perder mi alma, ¡caigan en las honduras de la tierra! ¡Sean pasados al filo de la espada, sirva de presa a los chacales.” (Salmo 63(62),10-11.

Tal objeción se basa en un malentendido. La perfección de los consejos de Cristo es una cosa, la meta del buen levita es otra. Los ideales del Sermón de la Montaña son de más alta espiritualidad que los ideales de los salmos imprecatorios. Aun así, los ideales de los salmos imprecatorios no son malos—no, son buenos, son divinos en su origen y autoridad. Los salmos imprecatorios son himnos nacionales; expresan la cólera de una nación, no de un individuo. La humildad, mansedumbre y el perdón del enemigo son virtudes en un individuo; no necesariamente de una nación; de ningún modo del Pueblo Escogido de Yahveh, la gente que sabía por revelación que Yahveh deseaba que ellos fuesen una gran nación y debían expulsar a sus enemigos de la tierra que Él les dio. Su gran amor nacional por su propia gente postuló un gran amor nacional por Yahveh. El amor por Yahveh postuló un odio a los enemigos de Yahveh, y en la economía teocrática del pueblo judío, los enemigos de Yahveh eran los enemigos de Israel. Si tenemos en mente este propósito nacional, y no olvidamos que toda poesía, y especialmente la poesía semítica, es altamente coloreada y exagerada, no nos escandalizaremos por la falta de misericordia en los escritores de los salmos imprecatorios.

Las principales ideas teológicas de los salmos son aquéllas que se refieren a la Encarnación. ¿Hay salmos mesiánicos? Sin la ayuda del poder interpretativo auténtico de la Iglesia y sin hacer caso al consenso de los Padres, los protestantes generalmente han venido considerando los salmos como no mesiánicos ya sea en el significado literal o típico; la más antigua interpretación mesiánica es descartada como trivial y gastada. Delitzsch admite solamente el Salmo 110(109) como mesiánico en su significado literal. Cheyne niega tanto el significado mesiánico literal como el típico en los salmos (“Origen de los Salmos”, 339). Davison (Hast., loc. Cit.) dice, “puede ser que el Salterio contiene apenas un solo ejemplo de profecía mesiánica directa”. Los católicos siempre han sostenido que algunos de los salmos son mesiánicos en el significado, ya sea literal o típico. (vea Encarnación; Jesucristo; Mesías). El Nuevo Testamento claramente relaciona algunos salmos al Mesías. Los Padres son unánimes al interpretar muchos salmos como profecías de lo venidero, del reino, del sacerdocio, de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección de Jesucristo. El advenimiento del Mesías se predice en los salmos 18(17), 50(49), 68(67), 96(95) – 98(97). San Pablo (Ef. 4,8) interpreta la Ascensión de Cristo al cielo con las palabras del Salmo 68(67),19, descripción de la ascensión de Yahveh después de conquistar el mundo. El reino del Mesías se predice en los salmos 2, 18(17), 20(19), 21(20), 45(44), 61(60), 72(71), 89(88), 110(109), 132(131); el sacerdocio en el salmo 110(109). La Pasión y Muerte del Mesías están claras en los sufrimientos del siervo de Yahveh en los Salmos 22(21), 40(39), 69(68). El salmo 22(21) fue recitado en parte, quizás enteramente, por Cristo en la Cruz; el salmista describe como suyas propias las emociones y sufrimientos del Mesías. Por lo tanto la Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) rechaza la opinión de los que eliminan el carácter mesiánico y profético de los salmos y refieren sólo a la futura heredad del pueblo escogido aquellas palabras que son profecías referentes a Cristo. Cf. Maas, “Cristo en Tipo y profecía” (Nueva York, 1893).

Uso Litúrgico

A. Liturgia Judía: Ya se ha hablado del uso de los salmos en la liturgia judía. Vea también los artículos Sinagoga y Templo.

B. Liturgia Cristiana: El uso litúrgico cristiano del Salterio data del tiempo de Cristo y sus Apóstoles. Él recitó los Aleluyas en la última Pascua; los salmos 113(112) – 114(113a) antes de la Última Cena y los salmos 115(113b) – 118(117) después de eso; el salmo 22(21) fue recitado en su agonía; citas autorizadas de otros salmos aparecen en sus discursos y en los de sus apóstoles (cf. Lc. 20,42; 24,44; Hch. 1,20). Los apóstoles utilizaban los salmos en su culto (cf. Hch. 16,25; Stgo. 5,14; 1 Cor. 14,26). El servicio litúrgico más antiguo fue tomado del Salterio. San Pablo representa a los cristianos efesios, en toda apariencia, salmodiando, un coro respondiéndole a otro. “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad (psallontes) en vuestro corazón al Señor, dando gracias (eucharistountes) por todas las cosas” (Ef. 5,19). Probablemente se refiere al ágape Eucarístico. Una referencia similar referencia se encuentra en Col. 3,16. San Basilio (P.G., XXXII, 764) habla de este salmodiar en dos coros—antipsallein allelois. Se dice (Sócrates, “Historia de la Iglesia”, VI.8) que San Ignacio de Antioquía introdujo en la Iglesia de Antioquía la costumbre de salmodiar, o cántico antifonal. Esta costumbre de la sinagoga parece haber pasado desde Siria a Palestina y Egipto, a Asia Menor, Constantinopla y a Occidente. San Ambrosio fue el primero en inaugurar en Occidente el cántico de los salmos en dos coros (cf. Batiffol, “Histoire du breviaire romain”, 1893). En el Propio de los Tiempos (Proprium de Tempore) del rito romano, todos los salmos son cantados una vez a la semana, algunos, dos veces y otros, más a menudo. En maitines y laudes, de acuerdo con la numeración de la Vulgata, son cantados los salmos 1-111(110), excepto unos pocos que son fijos para prima y otras horas; en vísperas se recitan los salmos 112(111) – 147(146-147), excepto unos pocos fijados para otras horas. La gran alabanza alfabética de la Ley, salmo 119(118), está distribuido entre las horas prima, tercia, sexta y nona. Tanto los benedictinos, franciscanos, carmelitas y dominicos, quienes tienen sus propios ritos, todos cantan el Salterio una vez a la semana; los jesuitas siguen el ritual romano

En el rito latino, los salmos 6, 32(31), (38)37, (51)50, 102(101), 130(129), 143(142) (Douay) han sido recitados por largo tiempo, en el orden expuesto, como oraciones de contrición por el pecado; son gritos líricos del alma doliente y por lo tanto han sido llamados “salmos penitenciales”. El Papa Inocencio III (1198-1216) ordenó su recitación durante la Cuaresma. Fue el Papa San Pío V (1566-1572) quien estableció la costumbre, la cual ya no es de obligación general, por medio de la cual los salmos llegaron a ser parte del oficio ferial de los viernes de Cuaresma.

El rito ambrosiano, el cual aún todavía se usa en la catedral de Milán, distribuye los salmos en dos semanas. Los ritos orientales en unión con Roma (melquitas, maronitas, sirio, caldeo, cóptico, etíope, etc.) junto con las Iglesias Orientales heréticas, todos mantienen la recitación de los salmos como su Oficio Divino.

Bibliografía: Naturalmente, la bibliografía sobre los salmos es enorme y sólo puede señalarse una pequeña parte.

Padres Griegos: ORÍGENES, Selecta En Salmos en P.G., XII. 1043; IDEM, Homilia en Salmos en P.G., XII, 1319; IDEM, Originis Hexaplorum quae supersunt, ed. FIELD; EUSEBIO, Comentario sobre los Salmos en P.G., XXIII, 65; XXIV, 9; SAN ATANASIO, Epist. Ad Marcellinum en P.G., XXVII, 11; IDEM, Exégesis sobre los Salmos en P.G., XXVII, 55; IDEM, De Titulis Psalmorum en P.G., XXVII, 645; SAN BASILIO, Homiliae in Pss. en P.G., XXIX, 209; SAN DÍDIMO DE ALEJANDRIA en P.G., XXIX, 1155; SAN GREGORIO DE NISA en P.G., XLIV, 431, 608; SAN JUAN CRISÓSTOMO en P.G., LV, 35, 527; SAN CIRILO DE ALEJANDRIA en P.G., LXIX, 699; TEODORETO en P.G., LXXX, 857.

Padres Latinos: SAN AMBROSIO, Enarrationes En XII Salmos en P.L., XIV, 921; SAN JERÓNIMO, Liber Psalmorum juxta hebraicam veritatem en P.L., XXVIII, 1123; IDEM, Excerpta de Psalterio (Maredsous, 1895); IDEM, Epistolae en P.L., XXII, 433, 441, 837; IDEM, Breviarium in Psalmos en P.L., XXVI, 821; SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Pss. en P.L., XXXVII, 67; IDEM, Expositio in Pss. C-CL in P.L., LI, 277; CASIODORO en P.L., LXX, 9.

Comentaristas de la Edad Media: BEDA, PEDRO LOMBARDO, SANTO TOMÁS, SAN BUENAVENTURA y otros de la Edad Media dependen principalmente de los Padres para sus interpretaciones. NICOLAS DE LIRA, en su Postilla, y el judío converso, PABLO, ARZOBISPO DE BURGOS, en sus Adiciones a la Postilla, nos da mucha de la interpretación rabínica.

Modernos: BELARMINO, Explicación sobre los Salmos (1611), fue por mucho el mejor comentador sobre los salmos hasta los tiempos recientes, pues usó métodos científicos en el criticismo textual; SCHEGG, Die Psalmen (Munich, 1845); ROHLING (1871); THALHOFER (Ratisbona, 1904); WOLTER, Psallite Sapienter (Freiburg im Br., 1904); BICKELL, Der Psalter (1884); VAN STEENKISTE (1870); PATRIZI, Cento Salmi tradotti e commentati (1875); MINOCHI, I Salmi tradotti del Testo Ebreo (1895); LE HIR, Les Psaumes traduits de l’hebreu en latin avec la Vulgate en regard (Paris, 1876); LESETRE (Paris, 1883); FILLION, Les Psaumes commentes selon la Vulgate et l’Hebreu (Paris, 1893); CRAMPTON (1889); PANNIER (1908); ZENNER-WIESMANN, Die Psalmen nach dem Urtext (Munster, 1906); NIGLUTSCH (Trent, 1905); EATON, Sing ye to the Lord (Londres, 1909); HOBERG, Die Psalmen nach der Vulgata (Freiburg, 1892); M’SWINEY, Psalms and Canticles (St. Louis, 1901).

Protestantes: los comentarios de DE WETTE (1811-56); HITZIG (1863-65); OLSHAUSEN (1853); HUPFELD (1855-88); EWALD (1839-66); DELITZSCH (1895); DUHM (Friburgo im Br., 1899); BAETHGEN (Gottingen, 1904); CHEYNE (New York, 1892); Comentario Crítico Internacional, ed. BRIGGS (New York, 1907), el mejor de los comentadores no católicos sobre los Salmos; KIRKPATRICK en la Biblia de Cambridge (1893-95).

Fuente: Drum, Walter. “Psalms.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911.
http://www.newadvent.org/cathen/12533a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina y Giovanni E. Reyes.

Fuente: Enciclopedia Católica