SALVADOR

v. Cristo, Jesús, Libertador, Redentor, Señor
2Ki 13:5 dio Jehová s a Israel, y salieron del
Psa 140:7 Señor, potente S mío, tú pusiste
Isa 19:20 él les enviará s y príncipe que los libre
Isa 43:3 Jehová, Dios tuyo, el Santo de .. soy tu S
Isa 45:21 Dios justo y S; ningún otro fuera de
Isa 49:26; 60:16


Salvador (heb. môshîa [del verbo yâsha, “librar (ayudar)”], “alguien que libra [ayuda]”; gr. sí‡ter, “salvador”, “libertador”, “preservador”). Cualquiera capaz de librar de una gran desgracia (2Ki 13:5; Neh 9:27). El AT aplica la palabra especialmente a Dios como Libertador de su pueblo Israel (Psa 106:21; Is, 43:3, 11; 63:8; Hos 13:4). El NT también se refiere a Dios el Padre como “Salvador” (Luk 1:47; 1 Tit 1:1; Tit. 1:3; etc.), pero más definidamente a Jesucristo,* que vino a salvar “a su pueblo de sus pecados” (Mat 1:21). El nombre “Jesús”* significa “el Señor (Jehová) es salvación”.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo yesû`a; griego sotér. En el A. T., este tí­tulo se le daba a los héroes, a los libertadores del pueblo, como los jueces y otros hombres suscitados por Dios en las crisis históricas de Israel, Jc 3, 9 y 15; 2 R 13, 5; Ne 9, 27.

Pero es a Dios a quien se aplica este tí­tulo con propiedad pues es el s. de su pueblo Israel en cuanto lo libera, lo protege y realiza sus promesas, Sal 80 (79), 4; 85 (84), 5; 106 (105), 21; †œYo, yo soy Yahvéh, y fuera de mí­ no hay s.†, Is 43, 3-11; 49, 26; 60, 6; Os 13, 4. David invoca a Yahvéh como su salvador, 2 S 22, 3 y 47; Judas Macabeo lo invoca como el †œS. de Israel†, en su guerra contra los seléucidas, 1 M 4, 30. Se le llama también, s. de los humildes, de los desposeí­dos y desesperados, Jdt 9, 11.

Yahvéh es el s. de los que viven rectamente Sal 7, 11; 24, 5; Aunque en las profecí­as sobre el Mesí­as, se da a entender que será el s. de su pueblo, no se le da explí­citamente este tí­tulo. En el N. T., sí­ se le aplica a Jesús junto con los de Señor y Cristo, porque en él se cumplen las promesas de la salvación escatológica, como se lo dijo el ángel a José: †œDará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados†, Mt 1, 21; así­ lo anunció el ángel a los pastores de Belén cuando nació Jesús: †œNo temáis, pues os anuncio una gran alegrí­a, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor†, Lc 2 10-11. El apóstol Pablo dice que Dios exaltó a Cristo para conceder al pueblo el perdón de los pecados, Hch 5, 31; en él se cumple la promesa de Dios, con su resurrección se constituye en el S. del género humano, Hch 13, 23. Jesús como su cabeza, es el s. del cuerpo, la Iglesia, Ef 5, 23.

El Apóstol dice que Cristo nuestro S., por su resurrección y poder, transformará nuestro cuerpo miserable en glorioso, Flp 3, 20-21; pues él ha derrotado la muerte y nos ha sido dado desde toda la eternidad como nuestro S., 2 Tm 1, 9-10.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(gr., soter, salvador, libertador, preservador). Uno que salva, liberta o preserva de cualquier mal o peligro, ya sea fí­sico o espiritual, temporal o eterno. Un concepto básico del AT es que Dios es el libertador de su pueblo:
el humano no se puede salvar a sí­ mismo; el Señor solo es el Salvador (Psa 44:3, Psa 44:7; Isa 43:11; Isa 45:21; Isa 60:16; Jer 14:8; Hos 13:4). En el AT el término no se aplica al Mesí­as; él recibió salvación de Dios (2Sa 22:51; Psa 28:8); mas él vino a ofrecer salvación a todos (Isa 49:6, Isa 49:8; Zec 9:9). El término se aplica también a las personas que son usadas como los instrumentos de la liberación de Dios (Jdg 3:9, Jdg 3:15; 2Ki 13:5; Neh 9:27; Oba 1:21).

Los griegos aplicaban el tí­tulo soter (Salvador) a sus dioses; era empleado también para los filósofos (p. ej., epicúreos) o gobernadores (p. ej., Ptolomeo I, Nerón) u hombres quienes habí­an traí­do notables beneficios a sus paí­ses.

Mas en el NT es un término estrictamente religioso y nunca se aplica a un mero ser humano. Se usa tanto para Dios el Padre como para Cristo el Hijo. Dios el Padre es Salvador porque él es el autor de nuestra salvación, la que él proporcionó a través de Cristo (Luk 1:47; 1Ti 1:1; 1Ti 2:3; 1Ti 4:10; Tit 1:3; Tit 2:10; Tit 3:4; Jud 1:25). Salvador es el tí­tulo preeminente del Hijo (2Ti 1:10; Tit 1:4; Tit 2:13; Tit 3:6; 2Pe 1:1, 2Pe 1:11; 2Pe 2:20; 2Pe 3:2, 2Pe 3:18; 1Jo 4:14). En su nacimiento, el ángel lo anunció como un Salvador (Luk 2:11). Su misión de salvar a su pueblo de sus pecados fue anunciado antes de su nacimiento (Mat 1:21) y fue declarado por Jesús como el propósito de su venida (Luk 19:10). La salvación que él obró es para toda la humanidad (Joh 4:42; 1Jo 4:14). Los que son salvos son traí­dos a una unión espiritual con Cristo como miembros de su cuerpo; de aquí­ que él es llamado el Salvador del cuerpo (la iglesia) (Eph 5:23).

Los creyentes esperan una obra futura de Cristo como Salvador cuando él vendrá otra vez a consumar nuestra salvación en la transformación de nuestros cuerpos (Phi 3:20).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Véase SALVACIí“N)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[245]
Nombre preferente en la piedad cristiana para denominar a Nuestro Señor Jesucristo. Con este nombre se han multiplicado las composiciones artí­sticas: literarias, pictóricas, escultóricas, musicales.

(Ver Jesús y ver Redentor)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

DJN
 
Entre los tí­tulos con que el ángel de Belén anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús se cuenta el de “Salvador”, en griego awtp (Lc 2,11), un tí­tulo que,además de Lucas en sus dos obras, sólo Juan aplica a Jesús. Llamando a Jesús “Salvador”, estos dos evangelistas se sitúan en la misma lí­nea que otros escritores del NT, donde, de un total de 25 usos, 8 se aplican a Dios Padre y 17 a Jesucristo. Los escritos en los que aparece no pertenecen precisamente a los más antiguos del NT, aunque el uso de awtiip en Fil 3,20 permite suponer que la consideración de Jesús como Salvador pertenece a las primeras expresiones de la cristologí­a propiamente dicha. Lo cual no resulta nada extraño en el contexto en el que fue fraguando la reflexión sobre la salvación de Dios en Cristo y, en definitiva, sobre este último como portador de aquella salvación.

1. “Salvador” en el mundo entorno y en otros escritos del NT
En efecto, el sustantivo griego aura] p, que puede predicarse de cualquiera que aporte salvación, sea en el ámbito que sea, se aplicaba en el mundo greco-romano tanto en el ámbito estrictamente religioso como en el socio-polí­tico: salvadores se podí­a llamar a los dioses, a los filósofos, a los médicos, a cualquier gobernante y a los emperadores. La aplicación de dicho tí­tulo se justificaba en todos los casos por el auxilio que tanto unos como otros prestaban a los humanos o a las ciudades en las que estos últimos habitaban. En el caso de los emperadores, hay que pensar además en el proceso creciente de divinización de sus personas. Ahora bien, también en el mundo judí­o —en la Sagrada Escritura y en otros escritos del judaí­smo, tanto de Palestina como de la diáspora, se consideraba también “salvadores” a determinados personajes (cf. p. ej., Jue 3,9.15); pero con una salvedad: como en el caso de otros términos y expresiones, también el uso de este término lleva el sello del fuerte teocentrismo que impregna toda la vida de Israel: los “salvadores” humanos lo son en cuanto presencia, instrumento de la salvación que sólo Dios puede ofrecer; porque sólo El es realmente Salvador. Por ello, no es extraño que sea él el principal portador de este tí­tulo (cf. 1 Sam 10,19; ls 12,2; 45, 15.21).

En lí­nea con esta praxis del judaí­smo, también los autores del NT llaman a Dios “salvador” (cf. p. ej. Lc 1,47). El influjo del AT en el uso cristiano del tí­tulo se deja sentir además en la consideración de Jesús como “salvador”, aunque en este caso hay que reconocer así­ mismo el que ejerció el uso de soter en el mundo greco-romano. Conviene añadir además, que al llamar a Jesús “salvador” se parte del convencimiento y del anuncio de la salvación que Dios ha ofrecido en Cristo. Y cuando la salvación es contemplada principalmente como una realidad futura, como ocurre en la teologí­a paulina, el tí­tulo de “salvador” se le aplica a Jesús en relación con su parusí­a; así­ afirma Fil 3,20, un texto que se cuenta entre los primeros de todo el NT: “del cielo… esperamos como salvador al Señor Jesucristo”, que, en su condición de tal, llevará a plenitud la obra de la salvación iniciada al adherirnos a él por la fe en el bautismo; es decir, en su parusí­a, él “transfigurará este cuerpo miserable nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo” (3,21). Sin embargo, como se ha indicado más arriba, el uso del tí­tulo “salvador” es notable particularmente en escritos algo más tardí­os como Efesios y, sobre todo, las Cartas Pastorales: Cristo, cabeza de la Iglesia, se ha entregado por nosotros como expresión suprema de amor (cf. Ef 5,2,25 y además Gal 2,21); y por ello mismo es “el Salvador del Cuerpo”, que es la Iglesia (Ef 3,23). Este pasaje de Efesios muestra con claridad que el tí­tulo “Salvador” tiene que ver con el misterio de la entrega (amorosa) de Cristo, es decir, de su muerte; lo cual significa además que en este caso se le aplica al Jesús terreno. Lo mismo cabe afirmar de las Cartas Pastorales, que hablan de la “manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús” (2 Tim 1,10): en evidente polémica contra la atribución del tí­tulo a los emperadores romanos y contra el culto público que se le rendí­a (“manifestación”) comoconsecuencia de ello, el autor de las Pastorales proclama que Cristo Jesús es nuestro único Salvador (cf. Tit 1,4), en quien se ha “manifestado” la bondad (Tit 3,4) y la gracia de Dios (2 Tim 2,10) y que se “manifestará”, él mismo, lleno de gloria el dí­a en que se cumpla la gozosa esperanza de los cristianos (Tit 2,13). En todos estos casos, y en los varios en que se usa en 2 Ped (1,1.11; 2,20; 3,2.18), “salvador” aparece como un tí­tulo cristológico consagrado en el uso cristiano.

2. Jesús-Salvador en Lucas y Juan
Testigos singulares de dicho uso son Lucas y Juan: por lo que respecta al tercer Evangelista, la evidencia más clara en este sentido la ofrece el texto ya citado de Lc 2,11, donde “Salvador” encabeza una trilogí­a de tí­tulos que completan los de “Mesí­as” y “Señor”, y que en su conjunto y particularmente deben considerarse expresión de la fe de la comunidad cristiana explicitada tras la Pascua. El evangelista no volverá a usar el tí­tulo en su relato de la vida pública de Jesús; pese a todo, su uso en 2,11 puede considerarse una expresión adecuada de la relación entre la obra que realizará el Mesí­as Jesús, hijo de Marí­a concebido por obra del Espí­ritu Santo, y su propia condición: Jesús, el Salvador, realiza la salvación preparada por Dios para todos los pueblos y que Simeón reconoció al tomar el niño en sus brazos (cf. 2,28-32). Dicha salvación, que se concreta en el restablecimiento de la debida relación del hombre con Dios, se manifiesta en toda la actividad desarrollada por Jesús: sus milagros, sin duda (cf. sobre todo, 8,36.48; 18,42; 17,19), pero también sus encuentros de salvación con los pecadores excluidos de la vida religiosa oficial de Israel; el relato del encuentro de Jesús con Zaqueo concluye significativamente con estas palabras del profeta de Nazaret: “Hoy ha entrado la salvación a esta casa” (19,9). Cuando escriba su segundo libro, Lucas completará el panorama de esta actividad salvadora de Jesús, incluyendo en ella de modo singular su muerte y resurrección: a través de ellas Dios “ha exaltado a su derecha como prí­ncipe y salvador” (Hech 3,1) a aquel a quien habí­a suscitado de la descedencia de David como Salvador para Israel (Hech 13,23).

El primer uso del término “salvador” en el Cuarto Evangelio lo encontramos en labios de los samaritanos: éstos acuden al encuentro de Jesús animados por las palabras de aquella mujer de su tierra a quien Jesús le habí­a descubierto su pasado; pero, yendo más allá de su testimonio, llegan a creer y a confesar abiertamente al Maestro judí­o como “salvador del mundo” (Jn 4,42): la salvación de Dios, sobre cuyas mediaciones humanas y sobre cuyo alcance discutí­an judí­os y samaritanos (cf. 4,22), habí­a aparecido ya en Jesús y alcanzaba a todos los humanos sin distinción: es el salvador del mundo. El tí­tulo, con la misma expresión y la misma apertura a la universalidad, se recoge en la 1 a Carta de Juan, una prueba más de la pertenencia de estos escritos al mismo cí­rculo de reflexión eclesial. ->salvación.

J. M. Dí­az Rodelas

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Persona que preserva o libra a alguien del peligro o la destrucción. A Jehová se le identifica como el principal Salvador, la única fuente de liberación. (Isa 43:11; 45:21.) Vez tras vez fue el Salvador y Libertador de Israel. (Sl 106:8, 10, 21; Isa 43:3; 45:15; Jer 14:8.) No solo salvaba a la nación, sino también a los individuos que le serví­an. (2Sa 22:1-3.) A menudo, su salvación se efectuaba a través de hombres a quienes levantó como salvadores. (Ne 9:27.) Durante el perí­odo de los jueces, Dios seleccionó a estos salvadores especiales y los autorizó a liberar a Israel de la opresión extranjera. (Jue 2:16; 3:9, 15.) El juez mantení­a a Israel en el camino correcto mientras viví­a, lo que le aliviaba de sus enemigos. (Jue 2:18.) Cuando Jesús estuvo en la Tierra, Jehová fue su Salvador, y le apoyó y fortaleció para que mantuviera integridad a través de sus intensas pruebas. (Heb 5:7; Sl 28:8.)
Además de Salvador, Jehová también es el †œRecomprador†. (Isa 49:26; 60:16.) En el pasado redimió a su pueblo Israel del cautiverio. Al liberar a los cristianos de la esclavitud al pecado, Dios los recompra por medio de su Hijo Jesucristo (1Jn 4:14), su provisión para la salvación y a quien ensalzó como el †œAgente Principal y Salvador†. (Hch 5:31.) Por ello, a Jesucristo se le puede llamar correctamente †œnuestro Salvador†, aunque lleve a cabo la salvación como agente de Jehová. (Tit 1:4; 2Pe 1:11.) El nombre Jesús, dado al Hijo de Dios por dirección angélica, significa †œJehová Es Salvación†, pues, según dijo el ángel: †œEl salvará a su pueblo de sus pecados†. (Mt 1:21; Lu 1:31.) Este nombre indica que Jehová es la Fuente de salvación que se lleva a cabo a través de Jesús. Por esta razón se habla conjuntamente del Padre y del Hijo con relación a la salvación. (Tit 2:11-13; 3:4-6.)
Por medio de Jesucristo, Jehová provee a †œhombres de toda clase† (1Ti 4:10) la salvación del pecado y la muerte (Ro 8:2), la salvación de Babilonia la Grande (Rev 18:2, 4), del mundo controlado por Satanás (Jn 17:16; Col 1:13) y de la destrucción y la muerte eternas. (Rev 7:14-17; 21:3, 4.) En Revelación 7:9, 10 se muestra a una †œgran muchedumbre† que atribuye la salvación a Dios y al Cordero.
El sacrificio de rescate es la base para la salvación, y Cristo Jesús, como Rey y Sumo Sacerdote eterno, tiene la autoridad y el poder de †œsalvar completamente a los que están acercándose a Dios mediante él†. (Heb 7:23-25; Rev 19:16.) El es †œsalvador de este cuerpo†, la congregación de sus seguidores ungidos, y también de todos los que ejercen fe en él. (Ef 5:23; 1Jn 4:14; Jn 3:16, 17.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

/Jesucristo III, 2 e

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

soter (swthvr, 4990), salvador, liberador, preservador. Se utiliza: (a) de Dios (Luk 1:47; 1Ti 1:1; 2.3; 4.10, en el sentido de preservador, ya que El da “a todos vida y aliento y todas las cosas”; Tit 1:3; 2.10; 3.4; Jud_25); (b) de Cristo (Luk 2:11; Joh 4:42; Act 5:31; 13.23, de Israel; Eph 5:23, el sustentador y preservador de la Iglesia, su “Cuerpo”; Phi 3:20, a su vuelta para recibir la Iglesia a sí­ mismo; 2Ti 1:10, con referencia a su encarnación: “los dí­as de su carne”; Tit 1:4, tí­tulo compartido, en el contexto, con Dios el Padre; 2.13: “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”, donde el pronombre “nuestro”, que viene en inmediata relación con “Dios”, involucra la inclusión de ambos tí­tulos como referentes a Cristo, lo mismo que en el pasaje paralelo en el v. 11: “nuestro Señor y Salvador Jesucristo”; estos pasajes son por tanto un testimonio a su deidad; 2Pe 2:20; 3.2, 18; 1 Joh 4:14:¶ Nota: Para “Salvador” en Luk 1:69 (RVR), véase , Nº 1 (a) (1) (RV: “salvación”).

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Véase Salvación.

Fuente: Diccionario de Teología