SERPIENTE

v. Culebra, Diablo, Satanás
Gen 3:1 pero la s era astuta, más que todos los
Gen 49:17 será Dan s junto al camino, víbora
Num 21:8 hazte una s ardiente, y ponla sobre una
Deu 32:33 veneno de s es su vino, y ponzoña cruel
2Ki 18:4 hizo pedazos la s de bronce que había
Job 26:13 los cielos; su mano creó la s tortuosa
Psa 140:3 aguzaron su lengua como la s; veneno
Ecc 10:8 que aportillare vallado, le morderá la s
Ecc 10:11 si muerde la s antes de ser encantada
Isa 14:29 saldrá áspid, y su fruto, s voladora
Isa 27:1 al leviatán s veloz, y al .. s tortuosa
Isa 65:25 y el polvo será el alimento de la s
Jer 8:17 que yo envío sobre vosotros s, áspides
Amo 9:3 del mar, allí mandaré a la s y los morderá
Mat 10:16 sed .. prudentes como s, y sencillos
Mat 23:33 ¡s, generación de víboras! ¿Cómo
Mar 16:18 tomarán en las manos s, y si bebieren
Luk 10:19 doy potestad de hollar s y escorpiones
Luk 11:11 en lugar de pescado, le dará una s?
Joh 3:14 como Moisés levantó la s en el desierto
2Co 11:3 como la s con su astucia engañó a Eva
Jam 3:7 toda naturaleza .. de s .. se doma y ha
Rev 12:9; 20:2


latí­n serpens. Junto con la culebra, pertenece al orden de los ofidios, del griego ophis, reptiles sin pies, que reptan y se arrastran. La primera mención de la s. en las Escrituras se da en el Génesis, y se la define como el animal más astuto del campo, cuando el demonio toma su forma para tentar a Eva en el paraí­so, Gn 3, 1-7; 2 Co 11, 3; Yahvéh la castigó por esto a arrastrarse y comer polvo por siempre, Gn 3, 14; Is 65, 25; Mi 7, 17; y estableció enemistad entre la raza de la s. y la de la mujer, y al final aquélla será vencida, lo que constituye el primer anuncio, aunque lejano, de la salvación, por lo que este pasaje bí­blico recibe en nombre de Protoevangelio, Gn 3, 15; Ap 12.

La s. se encuentran en los caminos y senderos Gn 49, 17; las serpientes reptan entre rocas, Pr 30, 19; se topan en las paredes de las casas, Am 5, 19; las hay en los lugares áridos y desérticos, como el áspid y dragón volador o s. alada, en hebreo saraf, Is 30, 6 (serafí­n es de la misma raí­z Is 6, 2-6); la s. abrasadora, llamada así­, posiblemente, por la fiebre que causaba su picadura, Dt 8, 15. El cayado convertido en s. fue el prodigio de Moisés ante su pueblo y el faraón de Egipto para que le creyeran que se le habí­a aparecido Yahvéh, Ex 4, 2-5 y 27-31; 7, 8-13.

Las ví­boras tienen lengua aguzada y su mordedura es venenosa Sal 140 (139), 4; Qo 10, 8; Is 59, 5; Am 9, 3. Es animal impuro, Lv 11, 41 ss.

La imagen de la s. sus caracterí­sticas, es un recurso literario muy extendido en la Escritura: del vino se dice que pica y muerde como ví­bora, Pr 23, 31-32; el pecado es s. que muerde, Si 21, 2; pero el justo puede pisar la ví­bora, pues Yahvéh le protege, Sal 91 (90), 13. En el Cántico de Moisés, se habla del vino de los enemigos de Israel como veneno de s., Dt 32, 33; los egipcios silban como s., ante los leñadores con hachas, el ejército de Nabucodonosor, Jr 46, 22; tras el destierro, estando el pueblo judí­o aislado en un territorio pobre, el profeta Miqueas, en su Oración contra las naciones, dice que éstas lamerán el polvo como la s., Mi 7, 17; el profeta Isaí­as advierte a los filisteos que no se alegren porque la vara que los herí­a, posiblemente Sargón II, rey asirio, se quebró, pues de raí­z de culebra saldrá ví­bora, Is 14, 29; el profeta Jeremí­as conmina a Judá, y dice que Yahvéh le enviará serpientes venenosas, los babilonios, Jr 8, 17; los impí­os son venenosos como s., sordos como áspid que no oye al encantador, Sal 58 (57), 4-6; en este último caso alude a la práctica antiquí­sima de encantar serpientes, común en Egipto y la India, y corriente aún hoy en dí­a, Qo 10, 11. El alimento del impí­o, el mal, en sus entrañas se le hace hiel de áspid, chupa veneno de áspides y lengua de ví­bora le mata, Jb 20, 14 y 16. Yahvéh castigó la rebeldí­a de los israelitas en el desierto enviando s. abrasadoras Nm 21, 46; Dt 8, 15; pero el mismo Yahvéh los salvó por medio de la abrasadora de bronce que le ordenó poner a Moisés en un mástil, para que quien fuera mordido por una s. abrasadora, al mirar la s. de bronce viviera, Nm 21, 7-9; en Sb 16, 6 ss., el autor interpreta el anterior texto y afirma que la s. metálica no salva por sí­ misma, sino por la misericordia de Dios; el apóstol Juan alude también a este lugar de las escrituras, Jn 3, 14 ss; En 2 R 18, 4, se dice que el rey Ezequí­as destruyó esta s. metálica hecha por Moisés, que en su tiempo estaba en el Templo, y a la cual quemaban incienso los israelitas.

Para la era mesiánica ya anunciada por los profetas, el descendiente de David restablecerá la armoní­a paradisí­aca, la cual alcanza al reino animal, incluida la s. causante del primer pecado, la cual ya no será peligrosa, Is 11, 12-9; Is 65, 25. En el N. T., cuando Cristo enví­a al mundo a los discí­pulos, alude a la s. y les aconseja ser prudentes como ella, Mt 10, 16. El Bautista cuando bautizaba y se le acercaron los fariseos y los saduceos, los llama †œraza de ví­boras†, Mt 3, 7; y Cristo retoma dicha expresión en Mt 23, 33. Cuando el apóstol Pablo naufragó, camino de Roma, preso, fue atacado por una ví­bora en la isla Malta, al coger unas ramas secas y acercarlas al fuego, Hch 28, 4-6.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Creada por Dios, Job 26:13.

– Astuta y torcida, Gen 3:1, Mat 10:16, 1Sa 27:1.

– Sí­mbolo del diablo, en Gen 3:14 y Rev 12:9, Rev 20:2, 2Co 11:3.

– Serpiente de Bronce, Num 21:8, Jua 3:14.

– La vara de Moisés se convierte en serpiente, Exo 4:3, Exo 7:9-15.

– A los discí­pulos se les concede poder sobre las serpientes: (fí­sicas y espirituales), Luc 10:19, Mar 16:18.

– A los discí­pulos se les recomienda ser astutos como serpientes, Mt.10.

16.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Con el término hebreo nahash se hace alusión en la Biblia a distintos tipos de s. y culebras, aunque se distinguí­a entre las que sólo mordí­an y aquellas que inyectaban veneno, llamando a veces a estas últimas áspid (Naja naja, cobra) (Pro 23:32). Varias especies de s. en Israel y el desierto de Sinaí­ son muy venenosas, entre ellas la Vipera palaestinae, común en el S del Neguev y la pení­nsula de Sinaí­. Se distingue porque es oví­para, mientras que las demás, por lo general, son viví­paras. Muchos piensan que las referencias al áspid señalan a la cobra egipcia, parecida a la de la India, pero más pequeña y que, como aquella, podí­a ser encantada (Sal 58:4-5; Ecl 10:11). También se menciona la ví­bora (efeh) que vive en el desierto (Isa 30:6), de nombre cientí­fico Echis arenicola, así­ como la Cerastes hasselquistii. (Gen 49:17).

Se compara a los impí­os con el áspid (Sal 58:4), que tiene †œveneno … debajo de sus labios† (Sal 140:3; Rom 3:13). él vino †œal fin como s. morderá, y como áspid dará dolor† (Pro 23:32). En el relato de la †¢caí­da, Satanás aparece personificado en una s. que tienta a Eva y la engaña. Como consecuencia viene sobre este animal la maldición de Dios, con una enemistad entre la simiente de la mujer y la s. (†œEsta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar† [Gen 3:1-15]). De ahí­ sale el nombre de †œserpiente antigua† que se atribuye a †¢Satanás (Apo 12:9; Apo 20:2). En el mundo regido por el †¢Mesí­as habrá una armoní­a tal que †œel niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid† (Isa 11:8). †¢Serpiente de bronce. †¢Animales de la Biblia.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, FAUN REPT

ver, DIABLO

vet, Reptil (Gn. 3:1, 14) provisto de cabeza, cola y cuerpo (Gn. 3:15; Ex. 4:4), pero sin miembros. Su nombre genérico heb. es “nãhãsh”, en gr. “ophis” (Gn. 3:13, cfr. 2 Co. 11:3; Nm. 21:9; cfr. Jn. 3:14). Al reptar, se arrastra frecuentemente por el polvo (Mi. 7:17; cfr. Gn. 3:14; Is. 65:25). La mordedura de ciertas serpientes inyecta en la herida un veneno mortal (Nm. 21:6; Sal. 58:5; Pr. 23:32). Hay encantadores de serpientes (Ec. 10:11). La serpiente se halla en los desiertos, en los lugares habitados, cerca de los caminos, en las peñas, en los muros (Gn. 49:17; Nm. 21:6; Pr. 30:19; Ec. 10:8; Am. 5:19). La especie de serpientes ardientes que se menciona en Nm. 21:6 está extendida por Arabia y otros paí­ses. (Véase SERPIENTE DE BRONCE más abajo.) En heb. hay ocho términos diferentes que designan a serpientes, y no es posible precisar en cada caso la especie de que se trata. Las serpientes son numerosas en Egipto y en la pení­nsula del Sinaí­. En Palestina hay 33 variedades conocidas. La mayor parte de ellas son inofensivas, pero algunas son muy peligrosas, como la terrible cobra egipcia (“naja haje”), la ví­bora amarilla (“daboia xanthina”), la “echis arenicola”, la “vipera euphratica” y la “vipera ammodystes”, el cerastes o ví­bora de ífrica (“Cerastes Hasselquistii”). La ví­bora que mordió a Pablo en Chipre es generalmente identificada con la “vipera aspis”. Al haber sido la serpiente el instrumento de la tentación, fue maldita entre todos los animales (Gn. 3:1, 14). De la misma manera que hay posesión demoní­aca en hombres y animales (Lc. 22:3; Mr. 5:13), el mismo Satanás se sirvió de la serpiente para seducir a Eva (2 Co. 11:3; Ap. 12:9; Ro. 16:20; Sab. 2:24). (Véase DIABLO.) La maldición de Gn. 3:14-15 es doble: recae sobre la serpiente, animal que viene a ser objeto de honor particular para la mujer y para el hombre; recae también en el diablo, la “serpiente antigua” cuya cabeza será aplastada por la posteridad prometida a la mujer, Cristo (Col. 2:15; He. 2:14). La adoración a la serpiente se da en multitud de religiones paganas en el mundo. De esta manera ha conseguido Satanás la adoración de multitudes de este mundo caí­do. El Señor recomendó a Sus discí­pulos que fueran “prudentes como serpientes” (Mt. 10:16), probablemente una alusión a Gn. 3, donde el término “astuta” se traduce en la LXX con el mismo término gr. que en este pasaje se traduce “prudente”.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[010]
Es animal de especial significación en el arte, en la literatura y en la cultura de Oriente, como no podí­a ser de otra manera en zonas desérticas, cálidas, pedregosas, donde todo tipo de ofidios abundaron desde siempre. En la Biblia hay hasta siete términos para definir la idea de serpiente
Las ideas populares van desde la creencia de que la serpiente come polvo de la tierra (Gn. 3.14; Is. 6.25) hasta la persuasión de que es la encarnación de espí­ritus malignos: Sal 149.4. Gen 48.17). Todas las mitologí­as orientales han contado con su presencia.

La más significativa de las que aparecen en la Biblia es la del Paraí­so terrenal, (Gen 3.) que es la que acarrea la destrucción de la felicidad primitiva.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

En Palestina hay muchas especies de serpientes, algunas venenosas. Cuando la Biblia habla de ellas, lo hace en sentido simbólico. Es figura del Demonio (Gén 3; 2 Cor 11,3; Ap 12,9; 20,2), animal impuro (Lev 11,10.42), sí­mbolo de la hipocresí­a (Mt 3,7; 23,3; Lc 3,7), de la perversidad (Mt 7,10; Lc 11,11) y de la astucia (Mt 10,16). Los discí­pulos de Jesucristo reciben el poder de pisar impunemente a las serpientes, lo que supone su poder sobre Satanás (Lc 10,19). La serpiente, que Moisés levantó en el desierto para que los israelitas la miraran y no murieran de las picaduras de las serpientes venenosas (Núm 21,8-9), es un signo de salvación, un sentido tipológico de Jesucristo en la cruz, pues basta con mirar con fe a Jesucristo en la cruz para ser salvos (Jn 3,14-15).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> Eva, Diablo, Dragón, Satán, Bestia). En el principio de la Biblia (Gn 2-3), la serpiente forma parte de la identidad del hombre/mujer, definido así­ como ser que puede situarse frente al mandato de Dios y dudar o rebelarse. Pero, en otros textos o tradiciones, ella se vincula a los espí­ritus perversos (Diablo*, demonios*), que no sólo tientan a los hombres, sino que les violan de una forma que parece casi fí­sica, como hace Azazel y Semyaza en 1 Henoc*. El Nuevo Testamento ha interpretado la vida y pascua de Jesús como victoria contra el poder de la Serpiente/Satán, una victoria que según el Apocalipsis marca la culminación de la historia humana.

(1) La serpiente de Gn 3. Adán y Eva habitaban desnudos (†˜arumini), sobre el ancho paraí­so, integrados en la inocencí­a cósmica de los deseos que se cumplen sin violencia. Pero en hebreo desnudo significa también astuto. Por eso el texto continúa diciendo, de manera natural, que allí­, en el paraí­so, se hallaba la serpiente, que era la más desnuda/astuta (‘anun) de los animales que Dios habí­a hecho (Gn 3,1). En un sentido, ella está desnuda (carece de pelo o plumas), en otro es astuta (simboliza las potencias subterráneas de la vida, la sabidurí­a creadora y el poder del sexo). “Entonces, la serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios habí­a hecho, dijo a la mujer: ¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ningún árbol del huerto? La mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer, pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis. Pero Dios sabe que el dí­a que comáis de él se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal. Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabidurí­a, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió al igual que ella” (Gn 3,1-6). Muchos mitos vinculan a la serpiente con la sabidurí­a más honda, relacionada con la muerte y la vida (es fármaco y veneno) y con la fuerza original del caos (es dragón que debe ser vencido por los dioses creadores…). Pero ningún mito dice las cosas con la precisión que aquí­ se dicen. Dentro del relato de la “caí­da” (Gn 3), ella será un signo ambivalente. Por un lado aparece como positiva: abre los ojos de los hombres y les concede la capacidad para entender las cosas, haciendo que culminen su camino de sabidurí­a. Pero, al mismo tiempo, ella presenta rasgos negativos: es signo de envidia, deseo de poder y tener todo, en contra de Dios. Todo eso está en el fondo de nuestro texto, pero no se dice expresamente. Basta con evocarlo: que el mismo lector entienda e interprete. Es evidente que la figura de la serpiente es mí­tica (como todo el pasaje). Pero si la miramos con detención descubriremos que ella aparece también como signo de un camino de maduración positiva y frustrada del ser humano. En sentido estricto, ni la serpiente ni Satán han de entenderse aquí­ o en el conjunto de la Biblia como seres personales, ontológicamente autónomos.

(2) No es una serpiente cósmica, un poder externo u objetivo que impone su fuerza sobre ví­ctimas inermes, sino una serpiente humana, expresada en forma de sabidurí­a insinuante, pensamiento hecho deseo de tenerlo todo. Actúa en forma de sí­mbolo animal; pero en el fondo ofrece unos rasgos intensamente personales. La serpiente es la otra cara del paraí­so: Dios permite que los hombres se realicen en libertad; por eso, su misma palabra abre un espacio de búsqueda y duda (ignorancia y sabidurí­a) donde anida la serpiente que se vuelve pensamiento. Esta serpiente no hace nada por sí­ misma, no muerde, ni echa fuego por la boca, ni derriba del cielo a las estrellas (como en Ap 12,1-3). Simplemente argumenta: expresa la desconfianza del hombre (varón o mujer) y el deseo de apoderarse precisamente de aquello que Dios ha prohibido porque es destructor. Quiere la vida total, que se vuelve muerte total: es el deseo absoluto que tiende a romper los lí­mites que Dios ha trazado a los hombres, afirmando que ellos (los lí­mites) son una expresión de la dictadura egoí­sta de Dios y no del bien del hombre. Mirada así­, la serpiente es el pensamiento primero de la desconfianza y envidia que penetra en las relaciones humanas, oponiéndose a la gracia creadora de Dios (que se expresa en forma de equilibrio personal). Es el deseo de una vida que se vuelve dueña de sí­ misma, en actitud de poder; es el pensamiento que intenta poseerlo y dominarlo todo, sin que nada ni nadie le ponga una frontera.

(3) La serpiente del paraí­so humano es el mismo pensamiento que puede dudar y duda, dentro de la palabra de Dios, interpretando el don/ley (¡comed, no comáis…!) como prohibición perversa. Dios prohí­be comer del árbol del conocimiento del bien/mal por pura gracia: para que podamos mantenernos en el plano de la buena humanidad y sigamos recibiendo así­ la vida como regalo del mismo creador. Ella es necesaria: sin serpiente, es decir, sin deseo y libertad, no puede darse vida humana sobre el mundo. Pero es peligrosa: la libertad y el deseo pueden convertirse en principio de destrucción. Siendo una expresión de nuestra vida humana, la serpiente forma parte de nuestra divinidad finita, que en sí­ es muy buena (es pensamiento en libertad, es autonomí­a), pero que puede pervertirse. En ese preciso lugar donde la vida puede abrirse en gratuidad, pero también puede cerrarse en sí­ misma por la fuerza, se abre para el hombre la posibilidad de quedar fijado en una finitud pervertida, el riesgo y condena de la muerte. Si Dios eliminara a la serpiente habrí­a eliminado al mismo ser humano, quitándole su libertad, pues un hombre sin posibilidad de gracia no es humano y una gracia sin serpiente es imposible en este mundo. Pero si un hombre cae bajo el dominio total de la serpiente corre el riesgo de perderse a sí­ mismo. Sin posibilidad de serpiente no hay hombres (no hay libertad), pero tampoco hay hombres donde la serpiente domina sobre ellos (donde no hay gracia). Eso significa que el hombre debe ser capaz de convivir con su propia serpiente, sin dejarse esclavizar por ella, abriéndose hacia una gratuidad más alta. Pues bien, en este lugar donde el riesgo de la serpiente es grande, pero la gracia de la vida es mayor que la misma serpiente sitúa nuestro texto en especial a la mujer.

(4) Envidia. Avanzando en esa lí­nea, podemos decir que la serpiente es el mismo pensamiento de la envidia. Ella nos hace suponer que Dios nos teme: nos prohí­be comer para tenernos sometidos. Ella dice en el fondo a la mujer: “¿Por qué no te haces Dios? ¿Por qué no ocupas su lugar y encuentras que tú misma eres divina, sin necesidad de recibir vida de nadie, sin limitaciones?”. Este es el riesgo del Dios bí­blico: ha creado a un ser que puede competir con él, al menos en un plano de deseos. Nada sacia a esta mujer (o a este hombre). Ella no apetece cosa alguna que le pueda dar el mundo (el gran jardí­n de las delicias). Lo tiene todo, sólo una cosa le falta: no es Dios, ni tiene el poder sobre el bien/mal. Precisamente es eso lo que quiere ella tener (ser) para vivir de esa manera por sí­ misma y no por gracia. Este es el pensamiento originario de la envidia, como ha visto Sab 2,24 (cf. Jn 8,44) cuando afirma que la muerte entró en el mundo por la envidia de la serpiente (por la envidia que es la serpiente).

(5) Nejushtán, serpiente de bronce (serafines*, dragón*). Las serpientes, vin culadas a los dragones, pueblan la imaginación y la religión de multitud de culturas. Uno de los testimonios más significativos lo ofrecen las serpientes emplumadas de algunos pueblos, como los mayas y náhuatl de Centroamérica, que aparecen como signo de la unidad de los contrarios (cielo y tierra, aire y agua). En esa lí­nea se sitúan los serafines* o serpientes voladoras de Is 6,2. La serpiente aparece también en el relato de la prueba y caí­da del hombre (cf. Gn 3), y en otros pasajes viene a presentarse como signo de una sabidurí­a y curación ambigua, demoní­aca y divina: “El pueblo estaba extenuado por el camino y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y estamos cansados de este pan tan liviano (maná). Entonces Yahvé envió contra el pueblo unas serpientes venenosas que mordí­an al pueblo, y así­ murió mucha gente de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés y le dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Yahvé y contra ti; ruega a Yahvé para que aleje de nosotros estas serpientes. Moisés oró por el pueblo, Yahvé le respondió: Hazte una serpiente ardiente (venenosa) y poní­a sobre un asta; cualquiera que sea mordido y la mire, vivirá. Hizo Moisés una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta. Y cuando alguna serpiente mordí­a a alguien, éste miraba a la serpiente de bronce y viví­a” (Nm 21,4-9). Las serpientes que Dios enví­a como castigo a los murmuradores son “serpientes serafines” (sheraphim: voladoras o venenosas, como dragones). En contra de ellas construye Moisés otra serpiente sheraph (voladora), hecha de bronce (nejoshet), que tiene un veneno que cura otros venenos, como un antí­doto o vacuna sagrada. En el fondo de este bellí­simo relato se encuentra la imaginación popular, que concibe el desierto como espacio poblado de dragones y alacranes, sequedad sin agua (cf. Dt 8,15), lugar de serpientes voladoras, peligrosas para el hombre (cf. Is 14,29; 30,6). En el fondo se encuentra también la experiencia sacral de la serpiente como signo sagrado, de carácter ambiguo (sabia y venenosa), que aparece en muchos ritos y cultos de los pueblos del entorno bí­blico, que, de diversas maneras, veneran serpientes (como sucede incluso en los cultos griegos de Apolo). Los mismos israelitas tributaron un culto a la serpiente, como recuerda el libro de los Reyes cuando afirma que el rey Ezequí­as (727-699 a.C.) “trituró la serpiente de bronce que habí­a construido Moisés, porque los israelitas seguí­an ofreciéndole todaví­a incienso; la llamaban Nejustán”, hecha de nejoshet o bronce (2 Re 14,18).

(6) Conclusión. El signo de la serpiente. En el momento en que destruyen la serpiente sagrada, los israelitas han empezado a separar el mundo de Dios (vinculado al cielo) y el culto a la serpiente (vinculada al subsuelo). En este contexto, debemos recordar el doble carácter de la serpiente, (a) Es una expresión de muerte: pertenece al mundo subterráneo donde habitan los difuntos, siendo, además, portadora de veneno, (b) Es una expresión de vida: su veneno viene a convertirse en medicina (como puede verse todaví­a en los signos de las farmacias actuales); además, ella está asociada a la fuerza masculina, entendida de un modo fálico. Más aún, ella puede vincularse con el cí­rculo sagrado, con el uróboros o serpiente que se muerde la cola, uno de los signos principales del mito del eterno retorno, de la muerte y vida. Nm 21,4-9 ha recogido algunos de esos rasgos, entendiendo a la serpiente como signo de todo lo que tiende a destruirnos (de las fuerzas que envenenan la existencia, vinculadas con las murmuraciones de los hebreos), pero viéndola al mismo tiempo como principio positivo de vida, conforme a los principios de la enantiodromí­a, es decir, de la corrupción y la generación, del veneno que se vuelve medicina. Ciertamente, el texto es misterioso, sobre todo por los restos mí­ticos que contiene. Pero es evidente que los hebreos han sabido entenderlo desde su propia visión religiosa: allí­ donde las serpientes de este mundo muerden y envenenan viene a elevarse Dios como serpiente superior, como poder de vida en medio de la muerte. El Evangelio ha reinterpretado este signo desde la perspectiva de la cruz: “Igual que Moisés elevó a la serpiente en el desierto, así­ ha de ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Jn 3,14-15). En otra perspectiva, ciertos grupos gnósticos, llamados ofitas, adoradores de serpientes, han interpretado la serpiente de Eva como sig no divino. La verdadera serpiente (?ofis) es Eva, la mujer, pero en sentido positivo: ella y no Dios ha sido la que ha iluminado a los hombres, para que descubran su verdad y se liberen de un tipo de ley esclavizadora.

Cf. J. S. CROATTO, Crear y amar en libertad. Estudio de Génesis 2:4-3:24, La Aurora, Buenos Aires 1986; E. DREWERMANN, Strukturen des Bósen I, Paderborn 1989; H. GUNKEL, Génesis, Vandenhoeck, Gotinga 1922; H. LEISEGANG, “Das Mysterium der Schlange”, Eranos Jahrbuch í039, 151-252; H. N. WALLACE, The Edén Narratives, HSM 32, Atlanta 1985.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

1. ofis (o[fi”, 3789): las caracterí­sticas de la serpiente a las que hace alusión las Escrituras son mayormente malas (aunque Mat 10:16 se refiere a su prudencia para evitar el peligro); su perfidia (Gen 49:17; 2Co 11:3); su veneno (Psa 58:4; 1Co 10:9; Rev 9:19); su manera rastrera de acechar (Job 26:13); sus tendencias homicidas (p.ej.: Psa 58:4; Pro 32:32; Ec 10.8,11; Am 5.19; Mc 16.18; Luk 10:19). El Señor utilizó la palabra metafóricamente de los escribas y fariseos (Mat 23:33; cf. equidna, ví­bora, en Mat 3:7; 12.34). Los aspectos generales de su malvado carácter quedan indicados en la pregunta retórica del Señor en Mat 7:10 y Luk 11:11: Sus caracterí­sticas quedan concentradas en el gran adversario de Dios y del hombre, el diablo, descrito metafóricamente como la serpiente (2Co 11:3; Rev 12:9,14,15; 20.2). La serpiente de bronce levantada por Moisés fue un sí­mbolo del medio de salvación provisto por Dios, en Cristo y su muerte expiatoria bajo el juicio de Dios sobre el pecado (Joh 3:14). En tanto que la serpiente viva es sí­mbolo del pecado en su origen, de lo odioso que es, y de su efecto mortal, la serpiente de bronce simbolizaba el acto de quitar la maldición y el juicio del pecado; el metal mismo es figurativo de la justicia del juicio de Dios.¶ 2. jerpeton (eJrpetovn, 2062), reptador (de jerpo, reptar), reptil. Se traduce “de serpientes” en Jam 3:7; en la RV también en Rom 1:23 (RVR: “de reptiles”); traducido reptiles aparece en Act 10:12; 11.6. Véase REPTIL.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

I. Generalidades

Las serpientes o culebras (* Animales) son reptiles que tienen cabeza, cuerpo y cola pero no miembros, y se desplazan por el suelo sobre el vientre, de modo que con su lengua vibrante se las describe con frecuencia como si lamiesen o comiesen polvo (Gn. 3.14; cf. Is. 65.25; Mi. 7.17; e implícitamente, Pr. 30.19). En símil, compárense las naciones arrastrándose como culebras, para reconocer al Dios de Israel (Mi. 7.17) y la huida de Egipto de la batalla como culebra siseante que huye a su refugio (Jer. 46.22, en contraste con el concepto egipcio de la culebra sagrada en la frente del faraón llevándolo a la victoria). La capacidad de diversas culebras para inyectar veneno mortal en la herida cuando muerden o atacan (Gn. 49.17; Ec. 10.8, 11; implícitamente, Mt. 7.10; Lc. 11.11) entra en muchos símiles bíblicos. Los temas que abarcan estos símiles incluyen el carácter perjudicial de los malos (Dt. 32.33 [hebreos rebeldes]; Sal. 58.4; 140.3) o el exceso de vino (Pr. 23.32), el día del Señor (Am. 5.19), y en metáfora opresores extranjeros (Is. 14.29). Como la guerra, el hambre, etc., la mordedura de la serpiente podía figurar entre los juicios y castigos divinos (Nm. 21.4–6; Jer. 8.17; Am. 9.3), y a los siervos de Dios podía serles concedida la liberación de este perjuicio (Mr. 16.18; Lc. 10.19; cf. Hch. 28.3–6). Algunas serpientes podían ser encantadas (Ec. 10.11), otras se consideraban “sordas” a las técnicas del encantador (Sal. 58.4–5; Jer. 8.17). Es posible que haya encantadores de serpientes representados en amuletos escaraboides egipcios (P. Montet, L’Égypte et la Bible, 1959, pp. 90–94, fig(s). 17). Sobre el encantamiento de serpientes en Egipto, en tiempos antiguos y modernos, cf. L. Keimer, Histoires de Serpents dans l’Égypte Ancienne et Moderne, 1947, y para la Mesopotamia, véase N. L. Corkill, “Snake Specialists in Iraq”, Iraq 6, 1939, pp. 45–52.

Además de la palabra general nāḥāš, ‘culebra, serpiente’, y śārāf, ‘ardiente’ (véase II, inf.), el heb. posee varias palabras más para serpientes. El antiguo vocablo peṯen (Dt. 32.33; Job 20.14, 16; Sal. 58.4; 91.13; Is. 11.8; “áspid”) aparece como bṯn en los textos ugaríticos del ss. XIV a.C. Se la considera con frecuencia como la cobra egipcia (ár. naja haje; y la naja nigricollis relacionada con ella, M. A. Murray, JEA 34, 1948, pp. 117–118), y es el “áspid” de los escritores clásicos. La cobra dio origen a dos jeroglíficos egipcios. Este animal venenoso da sentido a pasajes como Dt. 32.33 y Job 20.14, 16. La palabra ˒ef˓eh (Job 20.16; Is. 30.6; 59.5) es idéntica al ár. afa˓â, y como dicha palabra, parece ser un término general adicional para serpientes y a veces más específicamente para víboras (cf. L. Keimer, Études d’Égyptologie, 7, 1945, pp. 38–39, 48–49). En Gn. 49.17 (“víbora”) con frecuencia se piensa que el heb. šefı̂fôn representa la víbora cerastes: ya sea la “víbora cornuda”, Cerastes cornutus, o la que no tiene cuernos, Vipera cerastes, o ambas. En Egipto y Palestina estas víboras han sido muy conocidas desde tiempos antiguos, y en Egipto dieron origen al jeroglífico para la “f”, por las palabras onomatopéyicas fy, fyt, ‘Víbora cerastes’ (Keimer, Études dÉgyptologie 7, 1945; P. E. Newbery, JEA 34, 1948, pp. 118). La identificación de ˓aḵšûḇ en Sal. 140.3 es incierta; en Ro. 3.13 se traduce por el gr. aspis, ‘áspid’. La palabra ṣif˓ônı̂ se traduce “áspid” en Pr. 23.32; Is. 11.8; 59.5; Jer. 8.17, igual que ṣefa˓ en Is. 14.29; por cierto que estos vocablos denotan culebras de algún tipo. El animal que se colgó de la mano de Pablo en Hch. 28.3 se considera a menudo como la víbora común de la región mesopotámica; la misma palabra griega (ejidna) se usa en las poderosas metáforas de Mt. 3.7; 12.34; 23.33; Lc. 3.7.

II. Casos específicos

a. La primera serpiente en las Escrituras es la astuta criatura de Gn. 3, usada por Satanás para alienar al hombre de Dios (Ro. 16.20; 2 Co. 11.3), dirigida por el diablo como los demonios en ciertos hombres y cerdos en los días del NT. Por su parte, la serpiente quedó sujeta a la maldición de que jamás se levantaría de su (ya acostumbrada) posición, que la obligaba a arrastrarse (Gn. 3.14). De este modo la serpiente quedó como símbolo bíblico de engaño (Mt. 23.33), y el archiengañador mismo es “la antigua serpiente” (Ap. 12.9, 14–15; 20.2); los cristianos deberían imitar a la serpiente en su legendaria sabiduría aun cuando no lo hagan en ningún otro sentido (Mt. 10.16).

b. Una señal realizada por Moisés ante Israel (Ex. 4.2–5, 28–30) y por Moisés y Aarón ante Faraón (Ex. 7.8–12) consistió en arrojar su vara de modo que se convirtiese en serpiente y volver a tomarla convertida en vara, habiendo esta tragado en la segunda ocasión las varas-serpientes de los magos egipcios (* Magia y hechicería 2. II. c).

c. En el desierto la rebelde Israel fue castigada en cierta oportunidad mediante un ataque de “serpientes ardientes” (nāḥāš śārāf), cuyo veneno era mortal (Nm. 21.4–9; cf. Dt. 8.15). Cuando Israel buscó liberación Dios mandó a Moisés que erigiese la figura de una serpiente de bronce sobre un palo, de modo que los que fueran mordidos pudiesen mirarla, confiando en el poder de curación de Dios, y vivir (* Serpientes de bronce). El término śārāf, ‘abrasador’, o ‘ardiente’, podría referirse al efecto del veneno de las culebras mencionadas; reaparece en Is. 14.29 y 30.6 (donde “voladoras” podría referirse a la velocidad con la que atacan dichos reptiles, como si fuesen “aladas”, como en el uso ár. moderno; para esta y otras explicaciones, véase Keimer, Histoires de Serpents, pp. 10, n. 2; D. J. Wiseman, TynB 23, 1972, pp. 108–110).

d. Algunas referencias hebreas a “serpientes” se aplican más bien a otros seres temibles, o se usan en sentido metafórico para ciertas grandes potencias militares en el mundo bíblico. Así, es probable que la “serpiente” de Am. 9.3 sea algún habitante grande de las profundidades antes que una culebra. En Is. 27.1 la espada a eregirse contra el “leviatán serpiente veloz, y al leviatan serpiente tortuosa; y … [el] dragón que está en el mar” más probablemente expresaba juicio venidero sobre Asiria (tierra del veloz Tigris), Babilonia (del zigzagueante Éufrates), y Egipto (tannı̂n, ‘dragón, monstruo’, como en Ez. 29.3; 32.2) respectivamente. Es posible que Isaías esté anunciando aquí el juicio de Dios sobre esas tierras paganas en función del antiguo mito cananeo de la destrucción de Lotán o Leviatán por Baal y de los muchos cuentos mesopotámicos de dragones y serpientes (Labbu, Zu, etc.) que matan, amén de la mención del derrocamiento egipcio de Apep, condenándolos mediante sus propias imágenes populares. En Job 26.13 la identidad de la “serpiente tortuosa” en relación con el cielo es dudosa. Dado que la serpiente puede representar a Satanás (cf. a., sup., y Ap. 12.7–10, 14–15; 20.2) posiblemente se podría comparar aquí su designación alternativa (?) de Estrella (caída) de la mañana (°vrv2 “Lucero”), con quien se compara al rey de Babilonia en Is. 14.12, 15; cf. Jud. 6 y 2 P. 2.4.

En ninguno de estos casos los pasajes, bíblicos o no bíblicos, se refieren a una lucha entre la deidad y un monstruo en momentos de la creación, por cuanto en ellos el acto de herir a la serpiente se lleva a cabo dentro de un mundo ya creado. Más todavía, el Tiamat babilónico, cuya muerte a manos de Marduk se asocia con la creación, no es una serpiente o un dragón, y por lo tanto no ofrece tampoco apoyo alguno para suponer una lucha entre deidad y serpiente/dragón en la creación (cf. A. Heidel, The Babylonian Genesis, 1951, pp. 83–88, 102–114). (* Dragón; *Levitán;* Rahab )

En la mitología y los cultos cananeos, mesopotámicos, anatólicos y egipcios, se conocen deidades serpentarias, y las serpientes en diversos contextos constituyen símbolos de protección (áspid egipcio), del mal (p. ej. Apep o Apopis egipcio), de fecundidad (las diosas del sexo egipcio cananeas; ANEP, fig(s). 471–474), o de la continuidad de la vida (simbolizada mediante los sucesivos cambios de piel, cf. A. Heidel, The Gilgamesh Epic and Old Testament Parallels, 1949, pp. 92, n. 212). Para pedestales de altares con serpientes modeladas en ellos, véase ANEP, fig(s). 585, 590. En los textos de Ugarit nótese la prescripción del sacrificio de “una cabeza de ganado menor (para) Anat-Lotán” (C. H. Gordon, Ugaritic Literature, 1949, pp. 114, 107, n. 1) y un conjuro contra culebras (C. Virolleaud, en Ugaritica 5, 1968, pp. 564ss, Nº 7; M. Astour, JNES 27, 1968, pp. 13–36; A. F. Rainey, JAOS 94, 1974, pp. 189s; 194; M. Dietrich et al., UF 7, 1975, pp. 121–125.

Bibliografía. H. Bietenhard, “Dragón”, °DTNT, t(t). II, pp. 49–51; W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975, t(t). II, pp. 403–404; S. N. Kramer, La historia empieza en Sumer, 1973; J. B. Pritchard, La Arqueología del Antiguo Testamento, 1970; M. García Cordero, Problemática de la Biblia, 1971, pp. 91ss; J. S. Croatto, Crear y amar en libertad, 1986.

K.A.K.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico