SOFONIAS

el sacerdote 2Ki 25:18; Jer 29:29; 52:24


Sofoní­as (heb. Tsefanyâh[û], “Yahweh ha ocultado [escondido, esconde]”, “Yahweh ha protegido” o “a quien Yahweh ha escondido”; también aparece en antiguas manijas de jarros y en antiguos sellos heb.). 1. Hijo de Maasí­as y 2o sacerdote bajo la dirección del sumo sacerdote Seraí­as durante el reino de Sedequí­as (2Ki 25:18; Jer 52:24). Llevaba los mensajes que intercambiaban el rey y el profeta Jeremí­as (Jer 21:1; 37:3). Cierta vez recibió una carta de Semaí­as, un falso profeta que viví­a en Babilonia, en la que sugerí­a que se castigara a Jeremí­as por desanimar al pueblo (29:24-29). Cuando los babilonios se apoderaron de Jerusalén, Sofoní­as, junto con otros dirigentes judí­os, fue trasladado a Ribla, en Siria, donde Nabucodonosor dio la orden de que los ejecutaran (2Ki 25:18-21). 2. Levita coatita, hijo de Tahat (1Ch 6:36-38). 3. Profeta que vivió en dí­as del rey Josí­as y autor del libro Sofoní­as. Parece que provení­a de una familia distinguida que podí­a trazar su genealogí­a hasta el rey Ezequí­as; por tanto, de sangre real (Sof. 1:1), con lo que por lo general concuerdan los comentaristas. Un prí­ncipe de casta real podí­a denunciar más fácil y eficazmente los pecados de la nobleza y de los prí­ncipes (1:8). Aunque Sofoní­as nos ha dejado su breve profecí­a, no nos da mayores informes acerca de sí­ mismo fuera de la que aparece en el v 1; y nada sabemos de su vida, puesto que no se lo menciona en absoluto en el resto de la Biblia. 4. Padre de Josí­as. En la casa de éste se instruyó al profeta Zacarí­as para que confeccionara ciertas coronas conmemorativas (Zec 6:9-14). Sofoní­as, Libro de. Noveno de los así­ llamados Profetas Menores, o “los Doce”, como se los conoce según la clasificación judí­a. I. Autor. El tí­tulo del libro lleva el nombre de su autor (Sof. 1:1). Véase Sofoní­as 3. II. Ambientación. El profeta fecha su profecí­a durante el reinado de Josí­as, rey de Judá (c. 640-c. 609 a.C.). Puesto que predice la caí­da de Asiria y la destrucción de Ní­nive (2:13) -eventos que ocurrieron en la última parte del s. VII a. C.-, aparentemente su ministerio se desarrolló durante la 1a parte del reinado de Josí­as. Tal vez fue contemporáneo de Habacuc; si fue así­, habrí­a tomado parte en el gran movimiento de reforma que ocurrió en ese perí­odo. III. Contenido. Sofoní­as presenta como “el dí­a grande de Jehová” los terribles castigos que recaerí­an sobre Jerusalén y Judá y que culminarí­an en el cautiverio babilónico, el cual, según él, estaba “cercano y muy próximo” (1:14). Predijo que durante las repetidas invasiones del reino toda la tierra serí­a consumida (v 2) porque Dios extenderí­a su mano sobre el paí­s para eliminar a todos los que adoraran í­dolos (vs. 4-6), y que castigarí­a “a los prí­ncipes y a los hijos del rey” y a los “señores de robo y engaño” (vs. 8, 9), y a cuantos decí­an “en su corazón: Jehová no hará ni bien ni mal” (v. 12). Por eso, el profeta amonesta “a los humildes de la tierra” que hubiera entre el pueblo para que se arrepientan y busquen “justicia” y “mansedumbre”, para que sean “guardados en el dí­a del enojo de Jehová” (2:3). Luego dirige su mirada a las naciones vecinas de Palestina, que “por su soberbia” se levantaron “contra el pueblo de Jehová de los ejércitos” (v 10). Ellas también sufrirán; lo mismo les ocurrirá a Etiopí­a y Asiria (vs. 12-15). A continuación Sofoní­as pronuncia un enérgico ¡ay! sobre los dirigentes de Jerusalén, porque han traicionado sus votos sagrados y no quieren recibir corrección (3:1-4), pero les promete que si lo esperan, reunirá a todas las naciones para derramar sobre ellas su “enojo”, de manera que por el “fuego” de su “celo” sea “consumida toda la tierra” (v. 8). Entonces todos los hombres invocarán “el nombre de Jehová” y lo servirán “de común consentimiento” (v. 9); “el remanente de Israel” que sobreviva no hará “injusticia” ni dirá “mentira” (v. 13), ni “nunca más” verá “el mal” (v. 15). El profeta cierra su profecí­a con un cuadro deslumbrante de la prosperidad que producirá una genuina reforma (vs 16-20-, véase CBA 4: 1083). Para entender por qué Israel fracasó en el cumplimiento de este destino después del cautiverio, y el significado de estas profecí­as, véanse Pueblo elegido; Profeta (II).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Yahvéh protege. El noveno de los llamados Profetas Menores, autor del libro del mismo nombre. Según se desprende de 1, 1, este profeta ejerció su ministerio en tiempos de Josí­as, rey de Judá, 640-609 a.C., y todo indica que lo hizo antes de la reforma religiosa llevada a cabo por este soberano, la cual fue apoyada por otro profeta, Jeremí­as.

En la primera parte del libro S. ataca las costumbres extranjeras adoptadas por Judá, el culto a los dioses extranjeros y su conducta violenta. S. predice un juicio, un dí­a de Yahvéh, por lo que pide arrepentimiento para apaciguar la ira de Dios. En la segunda parte, predice también la destrucción de las naciones enemigas, por haber maltratado a Judá, Filistea, Moab, Ammón, Etiopí­a, Assur. En la tercera parte, condena la conducta de Jerusalén, y anuncia su destrucción si no se corrige. Por último, las promesas, las naciones se convertirán, el resto de los justos de Judá se salvarán y volverán a tener renombre entre los pueblos de la tierra.

El profeta S. es citado sólo una vez en el N. T. en Mt 13, 41. Su pasaje sobre el Dí­a de Yahvéh, 1, 14-18, inspiró, en la Edad Media, el himno cristiano Dies iræ, dies illæ, †œDí­a de la ira, aquel dí­a†.

Estas son las partes y temas de S.: I. El dí­a de Yahvéh en Judá, 1, 2 a 2, 3. II. Contra las naciones, 2, 4-15. III. Contra Jerusalén, 3, 1-8. IV. Promesas, 3, 9-20. Sol, astro, y la luna son los luceros mayores; el s. es el lucero grande y la luna, el pequeño, creados y puestos en el firmamento por Dios para apartar el dí­a de la noche, Gn 1, 14-16. Los pueblos antiguos consideraban a los astros potencias sobrenaturales y los divinizaron, lo que no ocurre en este texto bí­blico, en el cual se les da el carácter de seres creados por Dios para cumplir una tarea, Ba 6, 59 y 66; por lo tanto, diferentes de él, simples fuentes de luz que alumbran la tierra y sirven para medir el tiempo, para fijar el calendario. Como creatura de Dios, está en sus manos, lo controla, Jb 9, 7; Sal 19 (18), 5; 147 (146-147), 4; Is 40, 26; Ba 3, 34. Siendo una creatura de Dios y estando prohibido en la Ley, Dt 4, 19; 17, 3; los israelitas cayeron en idolatrí­a, Jr 8, 2; en época de Manasés, rey de Judá, este culto al s. fue muy popular, 2 R 21, 3-5; el rey Josí­as hizo una reforma religiosa y suprimió el culto al s., 2 R 25, 5.

De su acción depende el crecimiento de las plantas Dt 33, 14; 2 S 23, 4; Jb 8, 16; también su calor intenso marchita la vegetación, seca la tierra, agota al ser humano, Si 43, 3-4; Jon 4, 8; Mt 13, 16; St 1, 11.

En sentido figurado y en comparaciones es profusamente usada la imagen del s. Débora en su cántico a Yahvéh dice: †œÂ¡Y sean los que te aman como el sol cuando sale en todo su fulgor!†, Jc 5, 31. El s. cuando sale proclama las obras admirables de Dios, Si 43,1-5; Sal 19 (18), 2-7; Dios lo hace salir sobre malos y buenos, Mt 5, 45. Todo en el mundo es vanidad, todo permanece igual: †œSale el s. y el s. se pone; corre hacia su lugar y allí­ vuelve a salir†, Qo 1, 5; es decir, †œNada nuevo hay bajo el s.† Qo 1, 9; cuanto ocurre bajo el s. es vanidad; ningún provecho se saca bajo el s., Qo 1, 14; 2, 11. En los profetas, por lo general, el dí­a de Yahvéh, el dí­a del castigo a la infidelidad, será de tinieblas, †œse oscurecerá el sol†, Is 13, 10; el s. se pondrá a mediodí­a, Am 8, 9; el s. se pondrá para los profetas corruptos, Mi 3, 6; los justos triunfarán el dí­a de Yahvéh, en el juicio final, para ellos †œbrillará el s. de justicia†, Ml 3, 19. El novio compara a la amada con un s. refulgente, Ct 6, 10. En el elogio del sumo sacerdote Simón II, Sirácida dice que †œes como el s. que brilla en el templo del Altí­simo†, Si 50, 7. La Sabidurí­a es más bella que el s., Sb 7, 29.

Los ojos del Señor todo lo observan penetran en lo más oculto, †œson diez mil veces más brillantes que el s.†, Si 23, 19. La belleza de la mujer buena es como el s. que sale por las alturas, Si 26, 16. Sópratos, hijo de Pirro, cristiano Berea, del grupo acompañante del apóstol Pablo en su tercer viaje misionero a Macedonia, Hch 20, 4.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., tsephanyah, oculto del Señor).
1. Un antepasado de Samuel (1Ch 6:36).
2. El autor del libro de Sofoní­as. Muy probablemente estaba emparentado con los reyes de Judá (Zep 1:1). Su obra principal parece haber tenido lugar a principios del reino de Josí­as, como las de sus contemporáneos Nahúm y Habacuc, y antes de las profecí­as mayores de Jeremí­as, su otro contemporáneo.
3. Un sacerdote a quien Sedequí­as envió a interrogar a Jeremí­as (2Ki 25:18-21; Jer 21:1). El capitán babilónico de la guardia lo llevó a Ribla donde Nabucodonosor lo hizo ejecutar.
4. El padre de un Josí­as en los dí­as de Darí­o a quien Dios envió al profeta Zacarí­as con un mensaje de consuelo y estí­mulo (Zec 6:9-15).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Jahveh oculta, protege).

Profeta en el Reino del Sur, de Judá, en el tiempo del Rey Josí­as. Predijo en su Libro el juicio de Dios sobre Judá: (1 y 3), sobre los Filisteos, Moab, Ammon, Etiopí­a y Asiria: (So.2); y la restauración de Jerusalén: (So,3:9).

2- Sacerdote, Jer 29:25, Jer 37:3.

3- Antepasado de Samuel, 1Cr 6:36.

4- Padre de Josí­as III, Zac 6:10.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

(Jehová ha atesorado). Profeta que vivió y profetizó en Jerusalén. Era †œhijo de Cusi†, y se da su ascendencia por cuatro generaciones hasta vincularlo con el rey †¢Ezequí­as. Profetizó †œen dí­as de Josí­as hijo de Amón, rey de Judᆝ (640-609 a.C.), del cual era pariente. Fue contemporáneo de †¢Jeremí­as y †¢Habacuc. Uno de los libros de la Biblia lleva su nombre. †¢Sofoní­as, Libro de.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG SACE PROF HOMB HOAT

vet, (heb. “Sephania”: “Jehová ha escondido, protegido”). (a) Levita coatita, de la casa de Izhar (1 Cr. 6:36, 38). (b) Sacerdote hijo de Maasí­as. Uno de los que transmitieron mensajes de Sedequí­as a Jeremí­as (Jer. 21:1; 37:3). Sofoní­as mostró a Jeremí­as las cartas de Semaí­as, falso profeta que residí­a en Babilonia, esforzándose en procurar el castigo de Jeremí­as, porque éste recomendaba el sometimiento a los caldeos (Jer. 29:2-32). Sofoní­as, encargado de la guardia del Templo, era el segundo en eminencia después del sumo sacerdote Seraí­as. Sofoní­as fue ejecutado en Ribla después de la caí­da de Jerusalén (2 R. 25:18-21; Jer. 52:24-27). (c) Israelita cuyo hijo, llamado Josí­as, vivió en la época de Zorobabel y del profeta Zacarí­as (Zac. 6:10, 14) (d) El profeta Sofoní­as. Su linaje es indicado hasta Ezequí­as, de quien es la cuarta generación (Sof. 1:1). Se trata probablemente del rey Ezequí­as, rey de Judá. Los argumentos que apoyan esta suposición son: (A) En contraste con los otros profetas, que no mencionan más que a su padre, Sofoní­as se remonta hasta la cuarta generación. (B) La tradición rabí­nica afirma que Sofoní­as descendí­a efectivamente del rey Ezequí­as. (C) La evidencia interna del libro de Sofoní­as muestra que el profeta conocí­a bien la corte y la aristocracia judí­as. Sofoní­as vivió bajo el reinado de Josí­as, con quien estaba asimismo emparentado, y a quien ayudó durante la reforma que tení­a como propósito la restauración del culto a Jehová (2 Cr. 34:3-8; Sof. 1:1).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[013]
Profeta, descendiente del Rey Ezequí­as de Judá. Profetizó en Judá antes del año 622, al tiempo que Nahum y Jeremí­as. Su profecí­a se inscribe en el abanico de avisos anteriores a la Cautividad.

(Ver Profetas 5. 2.4)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> Sión, Zacarí­as, alegrí­a). Profeta y libro del Antiguo Testamento. Su mensaje más antiguo proviene del tiempo de Josí­as, al final del VII a.C.; entre sus temas más importantes está la crí­tica contra los cultos idólatras y el anuncio del juicio de Yahvé. Pero su obra incluye una serie de oráculos de tipo esperanzado, gozoso y positivo que pueden (quizá deben) datarse en tiempos posteriores, cuando era más intensa la esperanza de reconstrucción judí­a, después del exilio (a finales del VI a.C.). En este contexto, abriendo una lí­nea de futuro, que en algún sentido es paralela a la del Segundo y Tercer Isaí­as*, su libro incluye unas palabras que son muy importantes para la tradición posterior: “Canta, HijaSión, grita fuerte, Israel; alégrate y exulta de todo corazón, Hija Jerusalén: Yahvé ha suprimido el juicio contra ti, ha expulsado a tus enemigos; el rey de Israel, Yahvé, está en medio de ti, no temas mal alguno. Aquel dí­a dirán a Jerusalén: No temas, Sión, no desmayen tus manos: Yahvé tu Dios, en medio de ti, es valiente salvador; se goza contigo en alegrí­a, renovará su amor; se goza contigo cantando en el dí­a de la fiesta” (Sof 3,14-18). El texto forma un todo que va del gozo de la Hija-Sión, que debe ya cantar (3,14), al gozo de Dios que se alegra por su pueblo (3,17c). La culminación de la historia de Sión la forma el gran coro de cantos que entonan, unidos por siempre, Dios y el pueblo. El mismo contexto anterior (Sof 3,9-11) ofrece los presupuestos de esta fiesta escatológica, apoyada en dos motivos principales: la conversión de los pueblos que dejan de ser enemigos y vienen de lejos para invocar el Shetn Yahvé, el Nombre del Señor universal, sobre el templo de Sión; y la conversión del propio pueblo de Dios, definido como resto de Israel. Después de la gran purificación, pasado el juicio que ha venido a realizarse en forma de derrota, destrucción y exilio, llega un tiempo nuevo, y sobre el har qoclsí­ (mi monte santo, monte de mi santidad) surge un nuevo Israel, un pueblo humilde y pobre que no se eleva contra Dios, que no pone su confianza en la riqueza. Esta doble conversión (de los pueblos en 3,9-10 y de Israel en 3,11-13) inicia un nuevo tiempo de paz sobre la tierra. Sobre el monte de Sión tendrá lugar el gran cambio de la historia, el nacimiento del hombre verdadero (3,18b-20). Ese cambio tiene un aspecto militar, es la victoria de Dios, que actúa como valiente salvador (3,17), luchando sin armas y venciendo a los poderes opresores de la tierra. Tiene también un aspecto forense que se expresa por el juicio de los pueblos (cf. 3,19), la expulsión de los enemigos y en el perdón de los israelitas. Pero en el fondo, ese cambio se expresa en forma de fiesta de amor, como alegrí­a exultante de vida. Sión aparece así­ como ciudad del gozo mesiánico. Son muchos los exegetas que piensan que las primeras palabras del texto arriba citado, que según la versión de los LXX empiezan diciendo khaire sphodra zygater Syon (alégrate mucho, Hija-Sión), a las que sigue la afirmación de que “el Señor está en medio de ti”, han servido de inspiración para las palabras del ángel a Marí­a, la madre de Jesús, cuando le dice: khaire, kekhariómené ho Kyrios meta son (alégrate, agraciada, el Señor está contigo: Lc 1,28). En ese caso, Marí­a, la Madre de Jesús, vendrí­a a presentarse como verdadera Hija-Sión y la alegrí­a que el ángel le desea habrí­a de tomarse como expresión y cumplimiento de la alegrí­a rnesiánica anunciada en las palabras de Sofoní­as.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Este libro figura en el canon entre los doce profetas menores. Parece cierto que Sofoní­as fue del reino de Judá y que desarrolló su actividad profética en Jerusalén en tiempos de Josí­as (639-609). Judá llevaba un siglo sometido a los asirios y poco a poco el pueblo se habí­a dejado influir por las costumbres extranjeras y las prácticas paganas. Así­ pues, a comienzos del reinado de Josí­as (639), Judá tení­a necesidad de una seria reforma polí­tica, social y religiosa. Fue precisamente Sofoní­as el que promovió este cambio, que llevó a cabo el monarca con la famosa reforma religiosa del 622. El libro tiene una estructura tripartita: 1,22,3: oráculos de juicio; 2,4-3,8: oráculos contra paí­ses extranjeros; 3,9-20: oráculo de salvación. El mensaje de Sofoní­as contiene un anuncio del dí­a del Señor como catástrofe que caerá sobre las naciones paganas y sobre el reino de Judá; la condenación de las culpas del pueblo; el castigo de las naciones paganas, entendido como advertencia para que Judá se arrepienta y vuelva a un actitud de humildad, dé obediencia y de docilidad al Señor; la promesa de la salvación, que concierne a un pequeño resto fiel a Dios (“alégrate, hija de Sión”: 3,14ss).

G. Lorusso

Bibl.: G, Ravasi, Sofoní­as, en NDTB, 18151818; L. Alonso Schokel, Profetas, 11, Cristiandad, Madrid 1980, 1109-1127′ T. Richard, Sofoní­as, en Comentario bí­blico San Jerónimo, Cristiandad, Madrid 1971, 767774; G. T. Montagne, Los libros de Sofoní­as, Nahúm, Habacuc, Lamentaciones, Abdí­as, Mensajero / Sal Terrae, Bilbao / Santander 1970.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. Fondo histórico. II. Estructura y redacción. III. Terror y esperanza.

I. FONDO HISTí“RICO. El tí­tulo redaccional de la obrita de este profeta, cuyo nombre teofórico significa “Yhwh protege”, nos ofrece, junto a la secuencia genealógica de hasta cuatro generaciones (Cusí­, Guedalí­as, Amarí­as, Ezequí­as), una interesante indicación cronológica: “en tiempo de Tosí­as, hijo de Amón, rey de Judá”. Estamos, pues, a comienzos de una época breve pero gloriosa del reino de Judá, que alcanzará su vértice con la famosa reforma religiosa del 622 a.C., apoyada por Josí­as y por Jeremí­as. Probablemente el profeta habí­a concluido su ministerio poco antes de este giro histórico registrado por 2Re 22 [/ Deuteronomio I, 3].

Su predicación se resiente, en consecuencia, de este clima de espera. En realidad, los registros poéticos y temáticos sobre los que articula giran en torno a dos tonalidades: el juicio implacable de Dios de todos los traidores de la fe yahvista (dignatarios de la vieja corte corrompida, idólatras, seguidores de prácticas mágicas, mediadores de engaños y rapiñas, etcétera) y la esperanza en un área de salvación para todos los marginados y los ‘anawim. Es significativa, pues, la lí­nea fronteriza que se establece entre los que se habí­an pervertido, sobre todo bajo los reinados precedentes de los infames Manasés y Amón, y los que, aunque perseguidos, mantuvieron encendida la antorcha de la esperanza y de la fe. `Buscad al Señor, vosotros todos, pobres del paí­s (anawin), que cumplí­s sus órdenes, buscad la justicia (sedeq) y la humildad (‘anawah)” El contexto internacional, que contempla el declive irreversible de Asiria, la superpotencia que controlaba Judá, y que no comprende aún la intervención de Egipto, fatal para Josí­as, permite al rey y al profeta dar un corte neto con el pasado y establecer de acuerdo con el reencontrado “libro de la ley” (¿Dt?) un orden nuevo de relaciones sociales y religiosas.

II. ESTRUCTURA Y REDACCIí“N. Los 53 versí­culos de la profecí­a de Sofoní­as se pueden leer teniendo presentes algunas grandes unidades estilí­sticas y temáticas. El primer bloque literario hay que aislarlo en 1,2-2,3. Se trata de una áspera colección de oráculos de juicio, marcados por referencias al “dí­a de Yhwh”, la famosa categorí­a de teologí­a elaborada por Amós (1,7.8.9.10.12.14.15. 16.18; 2,3). Por algo la tradición cristiana medieval se inspiró justamente en esta página para crear la secuencia del Dies irae (“dies illa, dies calamitatis et miseriae”; cf 1,15).

Una segunda unidad, más complicada, está presente en 2,4-3,8, donde se recuerda el tradicional módulo de los oráculos contra las naciones. Desfilan ante el juicio de Dios los filisteos, Moab, Amón, Etiopí­a y Asur con su gran capital Ní­nive, cuya inminente caí­da intuye el profeta. El último puesto de esta procesión le corresponde a Jerusalén, “ciudad rebelde, opresora y contaminada” (3,1), a la cual no le ha servido de nada la lección de la suerte de las naciones paganas (3,6-8); más aún, “se ha apresurado a corromper aún más todas sus acciones” (3,7). Pero, de improviso, se presenta el gran cambio: en la tercera parte (3,9-20) se ilumina el horizonte, y el “resto” fiel a Dios y las mismas naciones justas (3,9-10) verán iniciarse una era de gozo y de paz. Yhwh volverá a ser el habitante de Sión, y alrededor de él y de la ciudad santa se construirá un movimiento de atracción. Todos los dispersos de Israel confluirán allí­ para encontrar su patria y su futuro de esperanza.

Pero esta estructura tripartita revela huellas redaccionales que van de los simples retoques o encadenamiento de textos, como en el caso de las fórmulas introductorias y de recuerdo (1,1; 1,8s.10a), hasta inserciones más amplias que actualizan la obra de Sofoní­as durante la época exí­lica y posexí­lica. Tal es el caso de la promesa de conversión de las “islas” en 2,11, que es un eco del Segundo Isaí­as (Isa 41:1.5; Isa 42:4.10.12; Isa 51:5), sobre todo del conocidí­simo oráculo sálmico de 3,14-20 (“Alégrate, hija de Sión…”), que parece reflejar estilo y espí­ritu del Segundo y Tercer Isaí­as. El libro de Sofoní­as es, pues, un testimonio ulterior de la fidelidad viva, nada aséptica o árida, con que la palabra de Dios se transmití­a en la tradición de Israel (ver Sal 78:1-7).

III. TERROR Y ESPERANZA. Aunque la originalidad de Sofoní­as es escasa a nivel temático (“El dí­a de Yhwh”, como se ha dicho, es un motivo amosiano, y el de los “pobres de Yhwh” es isaiano), el calor de su pasión colora el mensaje ya conocido y lo hace en algún punto incandescente. El primer tema, el de la ira y el juicio divino (ver Isa 30:27-33), es el más intenso y ardiente. Las aberraciones religiosas, la violación de los derechos, las prevaricaciones morales, los ritos cananeos del campo, el culto infanticida de Moloch, las supersticiones astrales asirias, la avidez rapaz de los comerciantes de Jerusalén, el ateí­smo práctico de los que dicen: “Yhwh no hace ni bien ni mal”, las modas paganas de las clases altas son denunciados con una fuerte dosis de sarcasmo e indignación. Pero sobre este panorama escuálido va a irrumpir el “dí­a de Yhwh”, que el profeta prepara con una escena de silencio cargado de tensión: “Silencio ante el Señor Dios, porque su dí­a está cercano” (Isa 1:7). Se lo describe irónicamente como el dí­a de una fiesta sacrificial a cuyo banquete sagrado son invitados todos los perversos (Isa 1:7-8). Sobre aquel regocijo ficticio cae el juicio divino como una espada. De forma creciente, en una letaní­a implacable de términos paralelos, el “dí­a de Yhwh” aparece con toda su violencia cósmica de forma que se sepa que “hay un Dios que hace justicia en la tierra” (Sal 58:12): “Dí­a de ira será el dí­a aquel, dí­a de tribulación y de angustia, dí­a de calamidad y miseria, dí­a de tinieblas y de oscuridad, dí­a de nubes y espesos nubarrones, dí­a de trompetas y de alarmas…” (1,15-16).

De este dí­a de la ira del Señor escapan sólo los ‘anawim (2,3), los “pobres” del AT, los que han sido fieles a la confianza en Dios y a la moral de la alianza. A ellos se les reserva el horizonte de luz, que constituye el segundo elemento del mensaje de Sofoní­as. Entre ellos no hay polí­ticos, “leones rugientes” y deseosos sólo de presa y de prepotencia; no hay jueces corrompidos, “lobos de la noche” siempre hambrientos; no hay “profetas impostores” y sacerdotes perversos (3,3-4). Entre ellos se encontrarán, en cambio, inesperadamente los extranjeros justos, a los que Dios mismo purificará para su alabanza (2,11; 3,9-10). En este “pueblo humilde y pobre” que confí­a sólo en el nombre de Yhwh (3,12), en este “resto de Israel” (3,13), se establecerá el mismo Señor. Pues Dios escoge volver al seno de esta nueva Sión: “El Señor, rey de Israel, está en medio de ti… El Señor tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador” (3,15.17). Es interesante notar que el hebreo beqereb, “en medio de…”, tiene un matiz muy intenso: “en tus entrañas, en tu seno” (Lev 3:3.8.9.14; Lev 8:21; Lev 9:14). Así­ pues, la ciudad santa vuelve a ser la “hija de Sión”, en cuyo seno está la presencia espacial (el templo) e histórica (la casa de David) del Señor (cf Isa 12:6). En esta área de salvación, destinada a los pobres, a los fieles, a los oprimidos, a los cojos, a los dispersos, a los humillados (Isa 3:19), desembocará la alegrí­a intacta y continua, expresada por el eco de los verbos de felicidad que impregnan el salmo final de los versí­culos 14-20. “Y entonces -dice el Señor-yo mismo os guiaré” (Isa 3:20).

BIBL.: ALONSO SCHÜKEL L., Sofoní­as, en Doce profetas menores, Lisa, Madrid 1966, y en Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1109-1127; BERNINI G., Sofonia – Gioele – Abdia – Giona, Ediz. Paoline 19833; BIS M., Trois prophétes dans un temps de ténébres: Sophonie – Nahum – Habaquc, Cerf, parí­s 1968; DUPONT, Les Béatitudes 1, Parí­s 1958 (trad. ital., Le Beatitudini, Ediz. Paoline 1979^, 529-547); GELIN A., El povero nella S. Scrittura, Vita e Pensiero, Milán C. Ravasi 1956; HYATT J.P.Ph., The date and background of Zephaniah, en “Journal of Near Easterns Studies” 7 (1948) 25-29; KAPELRUD A.S., The message of the prophet Zephaniah, Oslo 1975; RICHARD T., Sofoní­as, en Coment. Bí­bl. San Jerónimo I, Cristiandad, Madrid 1971, 767-774; RINALDI G., LUCIANI F., I Profeti Minori, vol. 111, Marietti, Turí­n 1969; VUILLEUMIER R., KELLER C.A., Michée, Nahoum, Habacuc, Sophonie, Delachaux et Niestlé, Parí­s 1971.

G. Ravasi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

(Jehová Ha Ocultado [o: Atesorado]).

1. Levita de la lí­nea genealógica que va de Qohat a Samuel y Hemán. (1Cr 6:33-38.)

2. Profeta de Jehová en Judá a principios del reinado de Josí­as, y escritor del libro que lleva su nombre. Parece ser que era tataranieto del rey Ezequí­as. (Sof 1:1; véase SOFONíAS, LIBRO DE.)

3. Sacerdote eminente que vivió durante la última década del reino de Judá; hijo de Maaseya. Sedequí­as le envió dos veces para que compareciera ante Jeremí­as: la primera para inquirir de Jehová acerca del futuro de Judá y la segunda para solicitarle que orase a favor suyo. (Jer 21:1-3; 37:3.) Sofoní­as recibió una carta de un falso profeta de Babilonia, en la que le instaba a que reprendiese a Jeremí­as, pero, en lugar de hacerlo, Sofoní­as le leyó la carta a Jeremí­as, quien entonces escribió la respuesta de Jehová. (Jer 29:24-32.) Después de la caí­da de Jerusalén, Sofoní­as, para entonces †œsegundo sacerdote† bajo Seraya, fue llevado a Riblá, ante el rey Nabucodonosor, donde se le dio muerte. (Jer 52:24, 26, 27; 2Re 25:18, 20, 21.)

4. Padre de Josí­as o Hen, quien tras el exilio contribuyó metales preciosos para hacer una corona al sumo sacerdote Josué. (Zac 6:10, 11, 14.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

So 1-3
Sumario: 1. Fondo históricoA. Estructuray redacción. III. Terror y esperanza.

1. FONDO HISTORico.
El tí­tulo redaccional de la obrita de este profeta, cuyo nombre teofórico significa †œYhwh protege†™, nos ofrece, junto a la secuencia genealógica de hasta cuatro generaciones (Cusí­, Gue-dalí­as, Amarí­as, Ezequí­as), una interesante indicación cronológica: †œen tiempo df Tosí­as, hijo de Amón, rey de Judᆝ. Estamos, pues, a comienzos de una época breve pero gloriosa del reino de Judá, que alcanzará su vértice con la famosa reforma religiosa del 622 a.C, apoyada por Josí­as y por Jeremí­as. Probablemente el profeta habí­a concluido su ministerio poco antes de este giro histórico registrado por 2R 22 [1 Deuterono-mio 1, 3].
Su predicación se resiente, en consecuencia, de este clima de espera. En realidad, los registros poéticos y temáticos sobre los que articula giran en torno a dos tonalidades: el juicio implacable de Dios de todos los traidores de la fe yahvista (dignatarios de la vieja corte corrompida, idólatras, seguidores de prácticas mágicas, mediadores de engaños y rapiñas, etcétera) y la esperanza en un área de salvación para todos los marginados y los †˜anawlm. Es significativa, pues, la lí­nea fronteriza que se establece entre los que se habí­an pervertido, sobre todo bajo los reinados precedentes de los infames Manases y Amón, y los que, aunque perseguidos, mantuvieron encendida la antorcha de la esperanza y de la fe. †œBuscad al Señor, vosotros todos, pobres del paí­s (anawin), que cumplí­s sus órdenes, buscad la justicia (sedeq) y la humildad (†˜anawah)†. El contexto internacional, que contempla el declive irreversible de Asirí­a, la superpotencia que controlaba Judá, y que no comprende aún la intervención de Egipto, fatal para Josí­as, permite al rey y al profeta dar un corte neto con el pasado y establecer de acuerdo con el reencontrado †œlibro de la ley† (,Dt?) un orden nuevo de relaciones sociales y religiosas.
3136
II. ESTRUCTURA Y REDACCION.
Los 53 versí­culos de la profecí­a de Sofoní­as se pueden leer teniendo presentes algunas grandes unidades estilí­sticas y temáticas. El primer bloque literario hay que aislarlo en 1,2-2,3. Se trata de una áspera colección de oráculos de juicio, marcados por referencias al †œdí­a de Yhwh†, la famosa categorí­a de teologí­a elaborada porAmos (1,7.8.9.10.12.14.15. 16.18; 2,3). Por algo la tradición cristiana medieval se inspiró justamente en esta página para crear la secuencia del Dies irae (†œdies illa, dies calami-tatis et miseriae†; cf 1,15).
Una segunda unidad, más complicada, está presente en 2,4-3,8, donde se recuerda el tradicional módulo de los oráculos contra las naciones. Desfilan ante el juicio de Dios los filisteos, Moab, Amón, Etiopí­a y Asur con su gran capital Ní­nive, cuya inminente caí­da intuye el profeta. El último puesto de esta procesión le corresponde a Jerusalén, †œciudad rebelde, opresora y contaminada† (3,1), a la cual no le ha servido de nada la lección de la suerte de las naciones paganas (3,6-8); más aún, †œse ha apresurado a corromper aún más todas sus acciones† (3,7). Pero, de improviso, se presenta el gran cambio: en la tercera parte (3,9-20) se ilumina el horizonte, y el †œresto† fiel a Dios y las mismas naciones justas (3,9-10) verán iniciarse una era de gozo y de paz. Yhwh volverá a ser el habitante de Sión, y alrededor de él y de la ciudad santa se construirá un movimiento de atracción. Todos los dispersos de Israel confluirán allí­ para encontrar su patria y su futuro de esperanza.
3137
Pero esta estructura tripartita revela huellas redaccionales que van de los simples retoques o encadenamiento de textos, como en el caso de las fórmulas introductorias y de recuerdo (1,1; 1,8s. lOa), hasta inserciones más amplias que actualizan la obra de Sofoní­as durante la época exí­lica y posexí­lica. Tal es el caso de la promesa de conversión de las †œislas† en 2,11, que es un eco del Segundo Isaí­as Is 41,1; Is 41,5; Is 42,4; Is 42,10; Is 42,12; Is 51,5), sobretodo del conocidí­simo oráculo sálmico de 3,14- 20 (†œAlégrate, hija de Sión…†™), que parece reflejar estilo y espí­ritu del Segundo y Tercer Isaí­as. El libro de Sofoní­as es, pues, un testimonio ulterior de la fidelidad viva, nada aséptica o árida, con que la palabra de Dios se transmití­a en la tradición de Israel (ver SaI 78,1-7).
3138
III. TERROR Y ESPERANZA.
Aunque la originalidad de Sofoní­as es escasa a nivel temático (†˜El dí­a de Yhwh†, como se ha dicho, es un motivo amosiano, y el de los †œpobres de Yhwh† es isaiano), el calor de su pasión cobra el mensaje ya conocido y lo hace en algún punto incandescente. El primer tema, el de la ira y el juicio divino (ver Is 30,27-33), es el más intenso y ardiente. Las aberraciones religiosas, la violación de los derechos, las prevaricaciones morales, los ritos cananeos del campo, el culto infanticida de Moloch, las supersticiones astrales asirí­as, la avidez rapaz de los comerciantes de Jerusa-lén, el ateí­smo práctico de los que dicen:
†œYhwh no hace ni bien ni mal†, las modas paganas de las clases altas son denunciados con una fuerte dosis de sarcasmo e indignación. Pero sobre este panorama escuálido va a irrumpir el †œdí­a de Yhwh†, que el profeta prepara con una escena de silencio cargado de tensión: †œSilencio ante el Señor Dios, porque su dí­a está cercano† (1,7). Se lo describe irónicamente como el dí­a de una fiesta sacrificial a cuyo banquete sagrado son invitados todos los perversos (1,7-8). Sobre aquel regocijo ficticio cae el juicio divino como una espada. De forma creciente, en una letaní­a implacable de términos paralelos, el †œdí­a de Yhwh† aparece con toda su violencia cósmica de forma que se sepa que †œhay un Dios que hace justicia en la tierra† (SaI 58,12): †œDí­a de ira será el dí­a aquel, dí­a de tribulación y de angustia, dí­a de calamidad y miseria, dí­a de tinieblas y de oscuridad, dí­a de nubes y espesos nubarrones, dí­a de trompetas y de alarmas…† (1,15-1 6).
De este dí­a de la ira del Señor escapan sólo los †˜anawim (2,3), los †œpobres† del AT, los que han sido fieles a la confianza en Dios y a la moral de la alianza. A ellos se les reserva el horizonte de luz, que constituye el segundo elemento del mensaje de Sofoní­as. Entre ellos no hay polí­ticos, †œleones rugientes† y deseosos sólo de presa y de prepotencia; no hay jueces corrompidos, †œlobos de la noche† siempre hambrientos; no hay †œprofetas impostores† y sacerdotes perversos (3,3-4). Entre ellos se encontrarán, en cambio, inesperadamente los extranjeros justos, a los que Dios mismo purificará para su alabanza (2,11; 3,9-10). En este †œpueblo humilde y pobre† que confí­a sólo en el nombre de Yhwh (3,12), en este †œresto de Israel† (3,13), se establecerá el mismo Señor. Pues Dios escoge volver al seno de esta nueva Sión: †œEl Señor, rey de Israel, está en medio de ti… El Señor tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador† (3,15.17). Es interesante notar que el hebreo be-qereb, †œen medio de…†, tiene un matiz muy intenso: †œen tus entrañas, en tu seno† (Lv 3,3; Lv 3,8; Lv 3,9; Lv 3,14; Lv 8,21; Lv 9,14). Así­ pues, la ciudad santa vuelve a ser la †œhija de Sión†, en cuyo seno está la presencia espacial (el templo) e histórica (la casa de David) del Señor Is 12,6). En esta área de salvación, destinada a los pobres, a los fieles, a los oprimidos, a los cojos, a los dispersos, a los humillados (3,19), desembocará la alegrí­a intacta y continua, expresada por el eco de los verbos de felicidad que impregnan el salmo final de los versí­culos 14-20. †œY entonces -dice el Señor- yo mismo os guiar醝 (3,20).
3139
BIBL.: Alonso Schokel L., Sofoní­as, en Doce profetas menores, Lisa, Madrid 1966, y en Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1109-1127; Bernini G., Sofonia- Gioele-Abdia- Giona, Ediz. Paoline 19833; Bií­ M., Trois prophétes dans un temps de ténébres: Sophonie – Nahum – Habaquc, Cerf, Parí­s 1968; Dupont, Les Béatitudes 1, Parí­s 1958 (trad. ital., Le Beatitudini, Ediz. Paoline 19794, 529-547); Gelin ?., Elpovero nella 5. Scriltura, Vita e Pensiero, Milán 1956; Hyatt J.P.Ph., The date andbackgroundofZephaniah, en †œJournal of Near Easterns Stu-dies† 7 (1948) 25-29; Kapelrud AS., The mes-sage of the prophetZephaniah Oslo 1975; Richard T., Sofoní­as, en Coment. Bibí­. San Jerónimo 1, Cristiandad, Madrid 1971, 767-774; Rinaldi G., Luciani F., / Profeí­i Minori, vol. III, Marietti, Turí­n 1969; Vuilleumier R., Keller C.A., Michée, Nahoum, Habacuc, Sophonie, Delachaux et Niestlé, Parí­s 1971.
G. Ravasi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

EL AUTOR Y SUS TIEMPOS

Sofoní­as, el autor de la profecí­a, era de familia piadosa, como lo demuestra su nombre, que significa †œguardado por Jehovah†. Aunque no es único en el ATAT Antiguo Testamento (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 21:1; Zac. 6:10), muestra la seguridad de sus padres en la providencia del Dios de Israel aun en el nacimiento de su hijo. Aparentemente descendió de Ezequí­as, el decimocuarto rey de Judá (716–687 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), como lo describe su genealogí­a (1:1), la más larga encontrada en cualquier libro profético. El mismo versí­culo identifica la fecha de las profecí­as durante el reinado de Josí­as, el decimosexto rey de Judá (640–609 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), el cual era descendiente de Ezequí­as. (Ver la gráfica en la pág. 656.)
El perí­odo entre los piadosos reyes Ezequí­as y Josí­as fue marcado por el decaimiento religioso. La adoración verdadera fue pervertida por el malvado Manasés (2 Rey. 21:1–18) y por su hijo Amón (2 Rey. 21:19–26), abuelo y padre de Josí­as, respectivamente. Tal vez la preservación de una familia recta y de su hijo durante este perí­odo turbulento llevó a sus padres a darle a Sofoní­as su nombre.
Es asunto de debate cuándo, durante el reinado de Josí­as, fueron pronunciadas las profecí­as de Sofoní­as. Algunos sugieren una fecha antes de que Josí­as restaurara el culto a Jehovah, la respuesta co rrecta de Israel a Yahweh, el Dios al que él habí­a jurado lealtad en el monte Sinaí­ (Exo. 19–24). Toda la vida del pueblo, polí­tica, social y religiosa, debí­a ser dirigida por la voluntad de Dios como habí­a sido revelada en Sinaí­ en la ley, como fue registrada en el Pentateuco, pero ellos reiteradamente decidieron ignorarla, viviendo según sus propios deseos. Fue solamente bajo Josí­as que volvieron a captar la visión del culto a Jehovah (2 Rey. 22:1–23:30; 2 Crón. 34:1–35:27). Se sugiere una fecha anterior a Josí­as, puesto que todaví­a existí­an prácticas paganas (1:4–9). Esto fecha al libro antes de 621 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, el principio de sus reformas. El ar gumento no es convincente, sin embargo, puesto que la reforma nacional religiosa instituida por un rey no fue seguida universalmente por el pueblo, y ni siquiera por futuros gobernantes.
Aunque prohibidas oficialmente por Josí­as, las prácticas paganas continuaron indudablemente entre el pueblo, lo que no excluye alguna fecha durante su reinado. Jeremí­as, contemporáneo de Sofoní­as, condenó algunas de las mismas prácticas (1:4, 5; cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 2:8; 8:2; 19:5, 13: 32:35), y la necesidad que surgió alrededor del mismo perí­odo por otros profetas, Nahúm y Habacuc, también sugiere que las reformas de Josí­as no fueron completas ni permanentes.
Los extraordinarios paralelos entre Sofoní­as y Deuteronomio (ver. 1:5, 13, 18; 3:5) apoyan una fecha posterior al principio de las reformas de Josí­as, que fue iniciada por el descubrimiento de †œEl libro de la Ley† en el templo (2 Rey. 22:8). Se acepta generalmente que el documento que fue descubierto era una forma de Deuteronomio, que sirvió como base para restablecer el culto a Yahweh. Las referencias aparentes de Sofoní­as a Deuteronomio lo llevan a uno a sugerir que él profetizó después del redescubrimiento del libro.
En los caps. 2 y 3 se mencionan varias naciones, y la referencia a Asiria (2:13–15) en particular ayuda a determinar la fecha del libro. Sofoní­as predijo la destrucción de Ní­nive, la capital de Asiria (2:13). Asiria, desde la derrota y deportación de Israel en 722 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (2 Rey. 17:4–41; 18:9–12), era la amenaza más importante que se cerní­a sobre Judá. Aunque aparentemente invencible para Judá, bajo la mano de Dios usando el poder de los vecinos babilonios, los dí­as de Asiria estaban contados. Para el fin del siglo sexto se desvanecí­a rápidamente. En 612 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Ní­nive cayó ante Babi lonia y todo el imperio fue tomado en 605, de modo que la profecí­a de Sofoní­as debe ser anterior a 612 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo
Otras naciones mencionadas incluyen a los filisteos (2:4–7), a Moab y a Amón (2:8–11) y a Cus (Etiopí­a) (2:12). Los filisteos habí­an sido antagonistas de Israel desde su regreso de Egipto después del éxodo, y finalmente fueron sometidos, aunque no erradicados, por David. La liga de sus cinco ciudades estados, Asdod, Ascalón, Gaza, Ecrón y Gat, estaba en la orilla del Mediterráneo, al occidente del mar Muerto. Gat aparentemente habí­a declinado para el tiempo de la profecí­a de Sofoní­as, puesto que no se incluye en su oráculo de juicio, que no era único en sus advertencias respecto a estos pueblos (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 14:28–32; Jer. 47; Amós 1:6–8; Zac. 9:5–7).
Las dos naciones de Transjordania, Amón y Moab, estaban relacionadas por sus antepasados, los hijos que Lot tuvo con sus hijas (Gén. 19:36–38), y de esta manera (por medio del parentesco de Lot con Abraham; Gén. 12:5) también estaban em parentadas con Israel. Esta relación, sin embargo, no era cercana, puesto que habí­a frecuente oposición entre Israel y sus †œprimos† del otro lado del Jordán (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 3:12–30; 1 Sam. 11:1–11; 2 Rey. 3:4–27).
Cus, o Etiopí­a, habí­a sido derrotada por los babilonios en 663 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo cuando éstos invadieron Egipto, al cual controlaba Etiopí­a desde el tiempo de la dinastí­a veinticinco (c. 716–663 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). En 2:12 tenemos lo que podrí­a ser una memoria de esta destrucción, o, más probablemente, Cus se usa como una designación alternativa para todo Egipto (véase Isa. 20:4 y Eze. 30:4–9). El juicio de Dios entonces no caerí­a solamente sobre el vecino más pequeño de Judá, sino también sobre los poderes más importantes del mundo, Egipto y Asiria, que estaban más lejanos.

EL LIBRO Y SU MENSAJE

Algunos han cuestionado si partes del libro son originales, especialmente 3:14–20; sobre la base cuestionable de que la nación descarriada, que enfrentaba el juicio y que se le habí­a advertido que se arrepintiera, no habrí­a recibido un mensaje de esperanza, como se encuentra en estos versí­culos. Se alega que el juicio era la regla antes del exilio, y que la esperanza entró en los mensajes del profeta sólo después del evento. Esta reconstrucción aparentemente lógica choca con el ATAT Antiguo Testamento como un todo, que vez tras vez coloca juntos dos aspectos del carácter de Dios: la justicia santa y el amor compasivo, que no se excluyen mutuamente (véase la mezcla en Isa. 1–2; Ose. 2; Amós 9). Esta mezcla de esperanza y juicio no debe ser una sorpresa si uno considera la naturaleza del pacto entre Dios y su pueblo. Parte integral de él eran tanto las bendi ciones por la obediencia (p. ej.p. ej. Por ejemplo Deut. 28:1–14) como las maldiciones por la desobediencia (Deut. 28:15–68). Hasta el suceso del éxodo, tan central para la fe del pueblo de Dios, es una combinación de ambos: esperanza para los que obedecí­an a Dios (Exo. 12:21–28) y castigo para sus oponentes (12:29, 30; 14:26–28).
Un tema teológico que une el libro es el juicio. La predicación sobre este tema (1:2–6) lleva al profeta al juicio final, el dí­a de Jehovah (1:7–3:20), que se precipitará en los †œúltimos dí­as† por acciones humanas. Aunque Sofoní­as no es el único que discute el dí­a (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 2; Jer. 46–51; Eze. 7; Joel 2), en ninguna otra parte sirve como tema unificador teológico de un libro como lo hace aquí­.
Sofoní­as muestra la naturaleza doble de este dí­a como un tiempo de juicio punitivo y también de bendita esperanza. El castigo caerá sobre Judá por su fracaso de seguir el pacto. Las prácticas paganas especí­ficas están inscritas para condenación (1:4–6), como lo son las de los lí­deres de Judá (3:3, 4). Su apatí­a (1:12, 13) y su orgullo (2:3) son condenadas particularmente.
Las naciones tampoco están exentas de juicio (cap. 2); su corrupción es como la citada en Gén. 6:5–7. El orgullo precipita su caí­da (2:10, 15).
A Israel se le ofrece esperanza si se humilla, revirtiendo su necio orgullo (3:12). Hay esperanza inmediata para Israel (2:3), como también promesas de bendiciones futuras para él (3:13–17) y para las naciones (3:9). La esperanza nacional, social e individual solamente puede florecer en el contexto de la humildad. El orgullo y la esperanza no pueden existir juntos.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1 Encabezamiento

1:2-6 Juicio

1:7—3:8 El dí­a como juicio
1:7-13 Judá
1:14—2:3 El dí­a del Señor
2:4—3:8 Naciones individuales

3:9-20 El dí­a como esperanza
Comentario

1:1 ENCABEZAMIENTO

Jehovah, Yahweh, el Dios del pacto de Israel (Exo. 6:2–6), es la fuente última de esta profecí­a que se describe muy generalmente como su palabra. La persona que proclama el mensaje de Dios es Sofo-ní­as. De cualquiera de las genealogí­as proféticas (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 36:14), la de él es la más larga; se traza hasta Ezequí­as, el decimocuarto rey de Judá (716–687 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo; véase la Introducción). Esta genealogí­a inusualmente larga fue incluida posiblemente para evitar la inquietud de que el padre de Sofoní­as hubiera sido de Etiopí­a (un cusi en heb.), puesto que Etiopí­a era objeto de uno de los oráculos (2:12). A los egipcios y etí­opes no se les permitió acceso a la comunidad israelita hasta la tercera generación (Deut. 23:7, 8).
Una explicación más probable, sin embargo, era el deseo de relacionar al profeta con su antepasado justo y real. Esto era especialmente importante después de los errados predecesores de Josí­as, el presente rey, quien era, como Ezequí­as, un adorador comprometido de Jehovah (véase la Introducción).

1:2-6 JUICIO

De inmediato, sin más introducción, Jehovah comunica un aterrador mensaje de horrendo juicio, no sólo en general para todo el mundo (2, 3), sino más especí­ficamente para Judá y para Jerusalén, su capital (4–6). No actuando a distancia, Yahweh se encarga en forma personal de esta devastación.
2, 3 Jehovah advierte que él acabará por completo con todas las cosas de la faz de la tierra. La lista de seres que enfrentan la destrucción, hombres †¦ animales †¦ aves del cielo y †¦ peces del mar, muestra que él se propone un acto de †œdes-creación†. Esos seres aparecen en la lista en exactamente el orden opuesto al de la creación (Gén. 1:20–28). Esta destrucción excederá hasta a la del diluvio (Gén. 6–9), puesto que aquí­ los peces también sentirán el golpe de la ira de Dios. Toda la creación sufrirá como resultado del pecado de la humanidad (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 8:20, 21). La humanidad es particularizada especialmente al ser mencionada dos veces, siendo los pecadores impí­os que precipitaron la reacción de Dios. Ellos serán eliminados o aniquilados (4; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 9:7), un término que indica el cumplimiento de la pena de muerte sobre los infractores de la ley (Exo. 31:14) que es muy apropiada en este contexto.
El oyente puede estar seguro de que estas palabras severas son ciertas, puesto que son una declaración de Jehovah, el Señor mismo (ver también 1:10; 2:9; 3:8, 20). El no solamente habla; actuará, como se ve por las siete veces que ocurre el Yo (o verbos de primera persona del singular) en los vv. 2–4.
4–6 Aunque toda la creación sufrirá, JudaÅ’ y JerusaleÅ’n son particularizadas. Ellos, el pueblo del pacto de Dios, habiéndose consagrado a él voluntariamente, tienen un mayor grado de responsabili dad. De igual manera el pueblo de Dios es primero entre muchos en Amós 1:3–2:16. Jesús hizo de esto un principio que se aplica universalmente: †œde todo aquel a quien le ha sido dado mucho, mucho se demandará de él† (Luc. 12:48). Dios dice Extenderé mi mano, no para ayudar a Israel como lo habí­a hecho antes (p. ej.p. ej. Por ejemplo Deut. 4:34), sino para castigar, así­ como cuando Aarón extendió la vara e inició las plagas sobre Egipto (Exo. 7:19).
Los que enfrentarán el ser quitados de este lugar (ya fuera que se tratara de la misma Jerusalén o del templo, que es verdaderamente †œel lugar†, Deut. 12:5), son identificados por sus malas acciones. Algunos todaví­a adoraban a Baal, un tí­tulo que significa †œseñor, dueño, amo†, que no era usado solamente para las deidades paganas, sino también para Jehovah mismo (el nombre Belial significa †œYahweh es Baal†). Dios está aquí­ denunciando la adoración de Asera, la diosa cananea de la fertilidad, o también del dios Bel (Baal) de los asirios. Aunque algunos sugieren que la reforma religiosa de Josí­as, iniciada en 621 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, detuvo completamente las prácticas paganas, el hecho de que se mencione lo que queda del culto de Baal podrí­a indicar que las reformas recién iniciadas estaban efectuándose, aunque todaví­a no estaban completas (véase la Introducción). Los sacerdotes idólatras (2 Rey. 23:5) también serán eliminados, hasta el punto de borrar sus nombres. El objeto de su adoración, el ejército de los cielos, son los dioses estrellas (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 4:19; 2 Rey. 21:3–5; Jer. 8:2) que Israel sabe que fueron creados por Jehovah mismo (Gén. 1:14–17).
Otro problema era el sincretismo o mezcla de sistemas religiosos. El heb. del v. 5, que dice que la gente jura por su rey [Malcam], puede indicar que ellos adoraban no solamente a Yahweh (usando su nombre en juramentos), sino también hací­an lo mismo a su representación humana. Aunque no hay evidencia de esta práctica en el mismo Israel, era común por todas partes en el antiguo Cercano Oriente. Este versí­culo también podrí­a referirse a Milcom (Moloc), (RVARVA Reina-Valera Actualizada; LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) y otras versiones), un dios pagano amonita (1 Rey. 11:5, 33). Hasta podrí­a haber una combinación de las dos posibles interpretaciones, es decir, que aunque fingí­an lealtad a Jehovahh como rey, en realidad estaban vi viendo bajo la autoridad de un usurpador, Milcom el pagano. En cualquier caso, la gente mezclaba la adoración al verdadero Dios con la del que no era digno de adoración (Exo. 20:3). Como en Jeremí­as (2:12, 13), Yahweh es afrentado por Judá, que se volvió de la verdad para seguir mentiras.

1:7-3:8 EL DIA COMO JUICIO
Las advertencias de condenación llevan a las del dí­a del juicio final, el dí­a del Señor, que es el tema del resto del libro (ver la Introducción). Este dí­a aparece en su naturaleza doble, no solamente como un dí­a de juicio doloroso (1:7–3:8), sino también un dí­a de esperanza bendita (3:9–20). Afectará a las naciones (1:14–18; 2:4–15) y también a Judá (1:18–13; 2:1–3; 3:1–7), tanto en eventos históricos que se vislumbran (2:4–15) como también en grandes sucesos del fin de los tiempos (1:14–18; 3:8–13). Es el †œdí­a del Señor† porque en ese dí­a sólo él actuará, no solamente en poder santo y en justicia, sino también en gracia amorosa.

1:7-13 Judá

7 Se nos pide callar ante la presencia del Señor Jehovah (cf.cf. Confer (lat.), compare Hab. 2:20). Uno puede quedarse callado como en los brazos amorosos de una madre (Sal. 131:2), pero aquí­ tiene un sabor diferente, puesto que se refiere a un silencio que cae en la aterradora presencia del creador, sustentador y juez del universo. Este es el respeto demandado por el oficial del tribunal cuando ordena †œtodos de pie† cuando entra el juez en la sala. El Señor está ahora acercándose porque su dí­a, el dí­a de Jehovah, está cercano (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 14; Isa. 13:6; Eze. 30:3; Joel 1:15; Abd. 15).
En anticipación a este dí­a, Jehovah ya ha hecho preparativos personalmente, como lo demuestran sus actos en este versí­culo y también los usos de Yo y verbos de primera persona del singular en los vv. 8, 9, 12 y 17. Como un sacerdote, ya ha preparado un sacrificio o fiesta de sacrificio (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 46:10). También ha escogido (consagrado) o apartado a sus invitados para una función especial (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 21:8; 2 Sam. 8:11). En un macabro juego de palabras uno puede entender que los invitados están listos para participar de la fiesta de sacrificio o para ser ellos mismos el sacrificio. Los que se oponen a Jehovah serán sometidos a su juicio.
8 En este mismo dí­a del sacrificio, el primer castigo se dirige tanto a los jefes de las naciones, a la casa real, como a los que están siguiendo influencias †œextranjeras†, posiblemente indicando prácticas religiosas paganas (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 10:22). Josí­as mismo no es mencionado, tal vez porque esto es de un perí­odo temprano en su reinado cuando las verdaderas riendas del poder estaban en manos de otros funcionarios (2 Rey. 22:1), eso es, a los que se alude aquí­.
9 Todaví­a otra perversión aparentemente religiosa incluye a aquellos que saltan sobre el umbral (un término usado en el ATAT Antiguo Testamento solamente en asociación con un templo; 1 Sam. 5:4, 5; Eze. 9:3). Esto muy probablemente significa la práctica pagana de los filisteos de no pisar el umbral del templo de Dagón (1 Sam. 5:4, 5), otra intrusión al culto israelita de Yahweh. Otra posibilidad es que la segun da mitad de este versí­culo es una explicación de la primera mitad oscura. Lo que entonces está implicado no es una mal religioso sino económico o social. Los lí­deres que debí­an proteger sus cargos mediante un gobierno justo y recto en lugar de eso están llenando sus residencias reales con violencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Hab. 1:2, 3) y con fraude. Cualquiera sea la interpretación que se adopte, la cláusula final del versí­culo indica que Jehovah no considera los errores que se cometieron como menores, sino como de la misma magnitud que los que llevaron a la primera †œdes-creación† en el tiempo del diluvio (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:3; Gén. 6:11).
10, 11 El autor presenta el desarrollo geográfico del juicio de Dios en aquel dí­a de Yahweh. El norte provee un acceso más fácil a Jerusalén debido a colinas en otras direcciones. Esta es no solamente la ruta más natural para mercaderes y comerciantes, sino también para ejércitos que atacan. La ubicación de las dos primeras zonas mencionadas es conocida, la puerta del Pescado, que era probablemente una puerta importante hacia el norte de la ciudad (2 Crón. 33:14; Neh. 3:3). El Segundo o †œnuevo† Barrio estaba al norte del templo y era, según su nombre, una adición más reciente (2 Rey. 22:14; Neh. 11:9). Las colinas es una referencia más general, pero bien podrí­a señalar a un rasgo especí­fico en el norte de Jerusalén. El mercado interior o barrio de negocios, llamado de Mactes estaba situado aparentemente en una depresión, posiblemente una cantera excavada en forma de mortero (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 15:19; Prov. 27:22).
Una seria calamidad les acontece a los habitantes de estos lugares, y ellos responden con un angustioso clamor y gemido. La estruendosa destrucción también se traduce como clamores de angustia en otras partes (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isa. 15:5; Jer. 48:5), ajustándose bien al contexto presente. Parte de la calamidad incluirá un colapso económico. Esta es una refe rencia adicional a la indeseada influencia extranjera, puesto que mercaderes es lit.lit. Literalmente †œgente de Canaán†, cuya habilidad para el comercio bajo su nombre posterior, †œfenicios†, era bien conocida.
12 Actuando como la policí­a en una incursión en busca de contrabando, Jehovah realizará un escrutinio con lámpara. Su meta no es buscar una persona honesta (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 5:1), sino atrapar a los que le han disgustado para castigarlos. Su pecado no está en la práctica clara y pública del mal (4–11), sino en su omisión secreta y más privada de cualquier bien, una complacencia completa. Son comparados a parte del proceso de la fermentación del vino que, cuando no es agitado, junta las partí­culas más pesadas en el fondo del barril. Este residuo, la hez puede causar coagulación que hace que el vino no se pueda beber. Estas personas niegan la actividad de Dios y son condenadas por su apatí­a, como Martin Luther King reprendí­a a nuestra generación diciendo: †œTendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto por las malas acciones de los malvados, sino por el espantoso silencio de la gente buena.†
13 Dios mostrará a los ricos apáticos cuán descarriados han estado. Ellos han pervertido el mismo fundamento teológico del entendimiento de Israel de la historia, que Dios interviene activamente en el mundo, trayendo bendición o juicio. Una teologí­a mal encaminada es por lo menos tan seria como obras mal encaminadas. Como castigo, los medios de poder y posición por los que los pecadores obtuvieron su estatura les serán quitados (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 28:30–42; Amós 5:11; Miqueas 6:13–15).
Desde la perspectiva del NTNT Nuevo Testamento acerca del amor de Dios como se mostró en Cristo, es muy fácil olvidar que el carácter de Dios también incluye santidad y justicia. Como en el ATAT Antiguo Testamento la gracia de Dios se desbordó hacia su pueblo y hacia los que siguieron su voluntad revelada, así­ en el NTNT Nuevo Testamento su santa ira no se retendrá de los que vuelven espaldas a su revelación como lo hizo la gente apática de Judá. Ni la identificación de ellos como su pueblo es prueba suficiente contra su ira si no hay la aplicación correspondiente de su voluntad en la vida y en las relaciones.

1:14-2:3 El dí­a del Señor

Sofoní­as ahora describe, en forma de himno, el dí­a catastrófico de Jehovah. Este dí­a no solamente afectará a su propio pueblo sino al mundo entero. Un ingenuo entendimiento del dí­a era que Dios bendecirí­a a Israel, su pueblo, mientras que juzgarí­a y condenarí­a a los que se habí­an opuesto a él y a su pueblo (ver Amós 5:18–20). Israel habí­a olvidado que la elección trae responsabilidad (Amós 3:2), y que una relación correcta con Dios no se basa en el nacimiento sino en la obediencia. Ellos sufren si Dios no es honrado, como todas las naciones, pero la bendición también está a la mano para todos los justos, cualquiera que sea su herencia étnica. Esta doble naturaleza del dí­a, como también su universalidad, culminará en la segunda venida de Cristo. Este dí­a final del Señor (2 Tes. 2:2) también será universal y de dos naturalezas (Mat. 24:3–33; Apoc. 19–22).
1:14–18 Amenazas generales. 14–16 El dí­a es inminente, cercano †¦ y se apresura con rapidez, un tema importante para el profeta (véase v. 7). Su ad vertencia no se refiere a un dí­a distante, sino para ahora; y no es algo que se espera con gozo. Más ágil que un corredor, y más presuroso que un valiente (ya sea por ansia de sangre o por el terror), lo cual aumentará el tumulto.
El dí­a terrible se describe en un catálogo incisivo de horror, arreglado en una contrapartida de seis partes para los seis dí­as de la creación original. Desde el punto de vista de Jehovah, se cumple con su ira (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 7:19; Ose. 5:10; Hab. 3:8), mientras que su impacto en la humanidad se describe en cinco pares de sinónimos. Las emociones son atacadas con angustia y †¦ aflicción acompañadas por el sufrimiento fí­sico mediante la desolación y †¦ devastación. Al trauma emocional se añade tinieblas y †¦ oscuridad. Para Amós esto caracterizaba el juicio de Dios (Amós 5:18–20; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 8:22; Joel 2:2) y también trae a la mente el caos previo a la creación (Gén. 1:2) dentro del cual la luz del poder de Dios todaví­a no habí­a brillado. Estos horrores, acompañados por el golpe del toque de corneta y de griterí­o, son tí­picos de las †œteofaní­as†, en las que Dios, el creador todopoderoso y juez del universo confronta su creación (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:18; Deut. 4:11). Aun las fortalezas no están a prueba de los avances del Señor.
17, 18 En términos gráficos que tienen el propósito de sacudir a sus oyentes, Jehovah mismo describe los resultados de su juicio sobre la humanidad. Los hombres que recibieron el pacto para dirección se tambalearán como si estuvieran ciegos, una maldición prometida por el mismo pacto que habí­an ignorado (Deut. 28:28, 29). La misma sangre de vida de la humanidad (Lev. 17:11) será considerada tan indigna como el barato y abundante polvo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 13:7; Zac. 9:3). La humanidad no puede comprar su escapatoria del juicio de Dios con su plata ni su oro, refiriéndose ya sea a su riqueza acumulada y mal usada (11, 13) o, más probablemente, a sus í­dolos impotentes que a menudo eran cubiertos con estos metales (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 30:22; Eze. 7:19, 20). El celo de Dios, su fuerte deseo de proteger su posición única como creador de Israel, su redentor y gobernante del pacto, se despierta ante los intereses paganos de su pueblo. Como resultado, el fuego de su celo (Deut. 4:24) consumirá no solamente a Israel, sino a todos los habitantes de la tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 2, 3; 3:8; 2 Ped. 3:10–12). No deben esperar más advertencias, puesto que el fin vendrá en forma repentina y también rápida. Esta promesa aterradora sólo fue cumplida rápidamente por Judá con la devastadora destrucción de Jerusalén y su templo, que tuvo lugar en 587 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, durante la propia vida del profeta.
2:1–3 ¿Qué hacer? Después de describir el dí­a de Jehovah que afectarí­a toda la tierra, Sofoní­as de nuevo singulariza a Judá (ver 1:4–13). Aunque todaví­a se aproxima (2), la ira de Dios puede ser calmada si la gente responde correctamente a los reclamos de Jehovah sobre sus vidas (3). En medio de un juicio terrible y merecido, todaví­a hay una verdadera posibilidad de gracia.
1, 2 El dí­a de la ira de Jehovah todaví­a viene, de modo que esta profecí­a continúa a la anterior. Dios expresa su disgusto no solamente con su ira, sino también por los tí­tulos que se usan para dirigirse a su pueblo. Son llamados una nación (goy), un término generalmente reservado para pueblos paganos. Aquí­ podrí­a haber una equiparación de los esco gidos de Dios con los paganos en su conducta inaceptable y su actitud hacia Dios. Esta nación ha llegado a no tener vergüenza o a ser †œindeseable† para él. Ellos deben agruparse y congregarse como el tamo o rastrojo sin valor (Exo. 5:7, 12), esperando la ira de Dios, que originalmente los habí­a congregado para sí­ como sus amados en Sinaí­.
3 Los mansos entre el pueblo de Dios, los pobres en espí­ritu (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:12; Mat. 5:3) que son conocidos por su obediencia, tienen otra oportunidad de cumplir las demandas del pacto. En vez de depender de la religión sincretista y de la riqueza o del poder, deben buscar tres cosas. La primera es al mismo Jehovah, el Dios dador del pacto, al que muchos han abandonado (1:6). También deben buscar justicia, vivir rectamente conforme a la di rección de Dios, y un estilo de vida de mansedumbre abnegada (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 12:3; Prov. 15:33).
Sólo este completo abandono de sí­ mismos y de sus agendas a la voluntad de Dios podrí­a posiblemente guiarlos a la salvación, protegerlos de su ira destructiva. Sin embargo, esto no podí­a ser tomado a la ligera por el pueblo de Dios, como lo evidencia la palabra quizás, de profundo significado teológico (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 32:30; Amós 5:15). Sofoní­as no parece convencido de que el pueblo responderá ma sivamente a su llamado al arrepentimiento (3:7), de modo que el resultado no parece estar en la gente, sino más bien en Dios. Su justicia y su santidad demandan el reconocimiento y castigo del pecado, pero él tiene otras caracterí­sticas también, incluyendo misericordia, gracia y amor que permiten el perdón del pecado cuando el arrepentimiento es genuino (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 34:6, 7; Deut. 30:1–10). El quizás aquí­ guarda la soberaní­a de Dios, y no nuestra licencia para pecar. No podemos asumir el perdón de Dios como una clase de †œgracia barata† que nos permite pecar impunemente (Rom. 6:1). Por otra parte, Dios no puede sino perdonar ante el verdadero arrepentimiento. A la luz de su naturaleza pecaminosa, la humanidad es llamada a hacer su parte: arrepentirse y obedecer. A la luz de la naturaleza misericordiosa de Dios, la respuesta apropiada de su parte puede dejarse con seguridad a él.

2:4-3:8 Naciones individuales

El profeta usa oráculos de juicio contra Judá y sus vecinos como un incentivo para la respuesta de Judá al llamado de Dios a la obediencia (1–3). En el heb. porque, al principio del v. 4, relaciona estos versí­culos con los vv. 1–3, pero el impacto se pierde en las versiones que lo omiten (BJBJ Biblia de Jerusalén). Las profecí­as están estructuradas en un diseño que no toca a Judá directamente (2:4–15), hasta que al fin Jerusalén, su propia capital, se menciona (3:1–8; cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 1:3–2:16 para el mismo diseño).
2:4–7 Filistea. Filistea comprendí­a cinco ciudades-estados: Gaza, Ascalón, Asdod, Ecrón y Gat. A las primeras cuatro, que se presentan geográficamente de sur a norte, se les advierte de la destrucción y la desolación. La exclusión de Gat podrí­a indicar que ya habí­a sido destruida (ver la Introducción). El despoblamiento seguirá a un asalto violento a mediodí­a, indicando ya sea un ataque sorpresivo durante el calor sofocante (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 4:5; Jer. 6:4), o uno tan invencible que la batalla se decidirí­a en la mitad de un dí­a.
5 Los filisteos eran parte de los †œPueblos del mar† que habí­an emigrado del Egeo, con un sub-grupo de Creta (por eso †œquereteos† en 1 Sam. 30:14 y Eze. 25:16). Incapaces de asentarse en Egipto, se movieron al norte a lo largo de la costa del Mediterráneo en el siglo XIII a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, y fueron una espina en el costado de Israel por muchos años. En una designación única en el ATAT Antiguo Testamento, ellos son llamados aquí­ Canaán, residentes del territorio con siderado en todas partes como cananeos (Josué 13:3). Dios habla directamente a ellos en esta profecí­a de ay (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 5:18; 6:1). Con la palabra del Creador del universo contra ellos, tienen razón para temer, especialmente cuando él les promete la aniquilación.
6, 7 Los centros de población de Filistea serán vaciados, con sólo pastores esparcidos que apacentarán sus rebaños. Estos estarán entre el remanente de la casa de Judá. El importante concepto teológico del remanente tiene más de un significado. En ocasiones alude al juicio destructivo de Dios que es tan completo que solamente quedarán unos cuantos sobrevivientes (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 7:23; Isa. 17:6). Por otra parte, la esperanza también está implí­cita en el concepto, puesto que la destrucción, aunque devastadora, no es total. Cuando menos quedarán algunos sobrevivientes. El concepto no es raro en los profetas (Jer. 23:3; Miq. 5:7, 8) e indica tanto la santa justicia de Dios como su gracia amorosa.
La profecí­a muestra la relatividad de la obra de Dios al bendecir y al castigar. Aquí­, el castigo para los oponentes de Judá resulta en bien para Judá que recibirá de nuevo lo que originalmente se le quitó (ver 3:20). Esta restauración de la fortuna, que a veces se refiere al regreso del exilio (Jer. 29:14), señala en este contexto la restauración en el dí­a del Señor, la inauguración final del reino de Dios al cual todas las restauraciones anteriores señalaban.
Nota. 6 Los quereteos (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 5) aparentemente se mencionan aquí­ también (versiones en inglés). Un cambio de vocal en el heb. resulta en una referencia a pradera de pastores, que también se ajusta al contexto.
2:8–11 Moab y Amón. Estas naciones, situadas en Transjordania, estaban emparentadas étnicamente con Israel por medio de Lot, el sobrino de Abraham (Gén. 19:36–38), y a menudo estaban en conflicto con Israel. Por ejemplo, se opu sieron al paso de los israelitas errantes que trataban de moverse hacia su tierra prometida (Núm. 22–25). Cada una es objeto de profecí­as separadas en otras partes (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isa. 15–16; Jer. 48:1–49:6; Amós 1:13–2:3), y ésta es la única ocasión en que las dos son mencionadas en una misma profecí­a.
8 Estas dos naciones atacaban verbalmente a Judá, cubriéndola de afrentas e insultos (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 5:15; 16:57). También afrentaron, un término usado en otras parte refiriéndose a jactarse (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 35:13). Todo esto era para desmoralizar a Judá (véase esta estrategia usada contra él en Neh. 4:1–3).
9 La seguridad y severidad de su castigo es resaltado por el solemne juramento de Dios usando sus poderosos nombres que inspiran reverencia. El es Jehovah de los Ejércitos o †œSeñor todopoderoso†, el guerrero divino, comandante en jefe de las huestes o ejércitos celestiales (cf.cf. Confer (lat.), compare Hab. 3:8–15). El no solamente es poderoso sino personal, teniendo una relación directa y personal con Judá, puesto que él es su Dios. Este hecho en sí­ mismo debiera hacer detener a Moab y a Amón. Al asaltar verbalmente a su pueblo, en realidad ellos están asaltando a Dios mismo.
El castigo será como el de las proverbiales Sodoma y Gomorra, las dos ciudades situadas cerca del mar Muerto que fueron destruidas por sus malas acciones (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 19:24–26; Deut. 29:23; Isa. 1:9). La destrucción será tan completa que hasta la vegetación útil perecerá; la sal en la tierra sólo dejará florecer las ortigas. Ellos no solamente perderán el producto de la tierra: los de Transjordania perderán la tierra misma ante los que anteriormente ellos se habí­an burlado, el remanente, los sobrevivientes del pueblo de Dios, cuya bendición será la ya mencionada en el v. 7. La bendición final para el pueblo de Dios, Israel y más ampliamente la iglesia, todaví­a yace en el futuro, cuando toda la creación disfrutará la gloria experimentada antes de la caí­da (Rom. 8:18–23).
10, 11 Resumiendo los dos versí­culos anteriores, Dios muestra el pecado subyacente como soberbia (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 15; Isa. 13:11). Como justa respuesta a las naciones que se burlan del Dios verdadero y poderoso, él vindicará a su pueblo. El demostrará su verdadero poder al destruir a sus dioses ineficaces e impotentes. Como resultado, el reconocimiento y la adoración (se postrará) al Dios verdadero se extenderá por todas las naciones paganas. Jehovah se mostrará a sí­ mismo, no geográficamente limitado, sino universal en poder y lugar.
2:12 Etiopí­a. En el flanco sudoeste de Judá Egipto estuvo por un perí­odo durante finales del siglo VIII y principios del VII a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, gobernado por los etí­opes (o cusitas) de la vigesimoquinta dinastí­a. Este tí­tulo del poderoso Egipto, que implicaba su propia e ignominiosa sumisión en el pasado, podrí­a muy bien enfatizar un destino similar que les espera a manos del todaví­a más po deroso Dios de Israel. El personalmente, como el guerrero divino (9), empuñará su propia espada trayendo en derredor de ellos destrucción y muerte.
2:13–15 Asiria. Volviéndose al norte, Jehovah enfrenta al enemigo más indomable de Judá: Asiria, con Nénive, su ciudad capital (ver el libro de Nahúm). Esta nación cruel y poderosa, que habí­a mantenido al Oriente Medio bajo su dominio por décadas, serí­a destruida ella misma por la mano o poder (ver en 1:4) del Dios de Israel. Su bulliciosa capital serí­a un desierto vací­o y árido.
14, 15 Lo completo de la destrucción se describe al indicar algunos de los animales y aves que habitarán las ruinas, en contraste con la muchedumbre de gente que previamente habí­a vivido allí­. Esta metrópoli habí­a reclamado ser única, una caracterí­stica del mismo Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 45:5, 6, 18, 21). Su seguridad es ilusoria, puesto que ahora los que pasan por allí­ mirarán con asombro y desprecio las ruinas de esta ciudad que en un tiempo era orgullosa (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 19:8).
3:1–7 Jerusalén. Casi como un artillero usando disparos de prueba para marcar su blanco, el profeta finalmente ha encontrado su alcance cuando le dispara a Jerusalén. Este es un poderoso dispositivo retórico en el que la audiencia ha sido introducida al mensaje porque están de acuerdo entusiastamente en que sus vecinos paganos y enemigos de tanto tiempo sean castigados. Sólo cuando ya están bien inmersos en el espí­ritu de condenación Dios presenta a los más endurecidos malhechores, los mismos de la audiencia, con su pecado (1–4), sin vergüenza (5) y su renuencia a arrepentirse (6, 7).
El poder retórico se aumenta al no identificar a la ciudad que va a ser condenada. Inmediatamente después de una profecí­a contra Ní­nive, los oyentes asumirán que ella es todaví­a el objeto. Sólo cuando se mencionan en el v. 2 los pecados especí­ficos contra Jehovah, el Dios nacional de Israel, es que ellos comprenden que ellos mismos son los culpables.
La espada de dos filos del castigo de Dios es evidente aquí­. Aunque esos que injustamente se oponen al pueblo de Dios sufrirán, su mismo castigo traerá liberación y sanidad a aquellos a los que ellos habí­an oprimido. Es importante mantener una relación correcta con Dios más que asumir que realmente existe, como a Judá mismo se le recuerda en los versí­culos siguientes.
1 Jerusalén, la capital de la nación del pacto de Dios que habí­a sido escogida como modelo de santidad piadosa y de fidelidad en un mundo pagano, en lugar de eso está actuando peor que sus vecinos. Ella se rebela contra el pacto (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 4:17; 5:23) y ella misma oprime a otros en lugar de alimentarlos. En lugar de ser un pueblo santo y puro, se ha manchado, como uno cuyas manos están sucias por el derramamiento violento de sangre (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 59:3; Lam. 4:14).
2 La rebelión de Jerusalén (1) es contra su propio Dios. El pueblo no escucha cuando el profeta habla (Isa. 30:8–12; Amós 2:12). No aprenden cuando él los corrige o los disciplina con sus actos poderosos en la historia de su nación (Isa. 1:5–9; Jer. 5:3). En vez de buscar la ayuda que les ofrece el dador del pacto, le vuelven la espalda, rehusando confiar en Dios que cumple sus promesas.
3, 4 La opresión y la corrupción de Jerusalén son puestas sobre ella por sus dirigentes, tanto civiles (3) como religiosos (4). Los primeros devoran a los que están a su cuidado como bestias rapaces. Los segundos pervierten completamente su llamamiento. En vez de hablar la verdad de Dios en su nombre, los profetas buscan gloria para sí­ mismos por su propia perfidia mentirosa. En vez de mantener la santidad del templo y enseñar obediencia a la ley, los sacerdotes contaminan el primero y pervierten la segunda (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 22:26).
5 Hay un contraste entre Jerusalén y sus dirigentes, por una parte, y el justo Dios que en ninguna manera está envuelto en malas acciones (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 13), por la otra. Esto debiera inspirar arrepentimiento, pero no ocurre. En contraste con la justicia infalible, el continuo juicio imparcial de Dios, el perverso actúa sin vergüenza, sin siquiera reconocer sus acciones como malas.
6, 7 Dios se aflige cuando debe castigar, y él provee para su pueblo ejemplos de naciones que han enfrentado su ira, y que como resultado han sido exterminadas (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:3, 4, 13; 2:4, 9, 13, 15; 3:7) y completamente desoladas. Jerusalén, sin embargo, no escucha. Dios no es caprichoso, y no golpea sin advertencia ni razón. De hecho, el es paciente, deseoso de detener su ira si el arrepentimiento pudiera venir (Exo. 34:6, 7; Núm. 14:18, 19; Amós 4:6–11; Rom. 9:22–24). El quiere que la gente viva bajo su pacto, temiéndole y aceptando su instrucción. Esto incluye no solamente actitudes correctas hacia él, sino también acciones rectas a la luz de la instrucción de su pacto. El clamor de su corazón es que su pueblo sea librado del horrible castigo que ha caí­do sobre sus vecinos y que les espera a ellos; pero inútilmente. No sólo continúan su corrupción, sino que ansiosamente la buscan. Menosprecian la gracia de Dios.
8 Por tanto, eso es, a la luz de todas las injusticias de las naciones y de la misma Jerusalén (1:14–3:7), Dios iniciará un pleito contra toda la tierra. Como fiscal acusador reunirá a todos los pueblos y naciones. Servirá como testigo, testificando (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 29:23; Miq. 1:2) de sus malas acciones. Como juez, decidirá el caso, y como ejecutor realizará la sentencia, consumiendo a toda la tierra por el furor de su ira †¦ y por el fuego de su celo.

3:9-20 EL DIA COMO ESPERANZA

Dios está obligado por su rectitud y su justa santidad a castigar el pecado en su pueblo y en todo el mundo (8). El es también, sin embargo, un Dios amante y compasivo, de modo que la tierra no será totalmente destruida. El castigo servirá como agente purificador para todas las naciones (9, 10), pero más especí­ficamente para su propio pueblo (11–13). Esta gracia, de ninguna manera merecida y viniendo como una franca dádiva sólo de Dios (18–20), es un motivo de regocijo (14–17).
Este cambio de tono y perspectiva no es el resultado de otro autor de un perí­odo posterior, agregando su piedad optimista a un libro que de otro modo es deprimente, como algunos han sugerido. En cambio, es un retrato de Dios en varios de los aspectos multiformes de su carácter. El no es sólo juez antes del exilio y sólo salvador después, sino, como un padre (cf.cf. Confer (lat.), compare Ose. 11:1–4), ama aun mientras aplica la disciplina. La pena causada por el castigo no es un fin en sí­, sino el medio por el cual restaurar a una relación correcta.
3:9, 10 Las naciones. Entonces, en el dí­a del Señor, Dios restaurará a aquellos que han caí­do por medio de la purificación de la contaminación. Se señala su lenguaje para ser renovado (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 6:5–7) a fin de ser utilizado ahora para invocar el nombre de Jehovah en adoración y servicio. Este servicio se caracterizará por unidad (de común acuerdo; cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 32:39) y universalidad, desde que todos pueden responder. La unidad original de lenguaje, perdida en Babel (Gén. 11:1–9), será restaurada últimamente a fin de que toda la creación pueda adorar a Dios.
Un grupo que responderá entre los pueblos distantes será el de más allá de Etiopí­a (Cus) en el Nilo superior. Existe cierta dificultad textual en la última mitad del versí­culo (10), pero si significa algunos de los pueblos de Dios desterrados, o nuevos convertidos a Jehovah (cf. 2:11), los recipientes de la gracia de Dios le adorarán, trayendo ofrenda (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 72:10). Quienesquiera que sean, son reconocidos ahora por Dios mismo como suyos.
3:11–13 Jerusalén. Hablando directamente a esta ciudad, Jerusalén con su templo erigido sobre el monte de mi santidad, Dios ofrece esperanza. El castigo y la vergüenza para la ciudad serán evitados por la intervención directa de Dios. La soberbia y vanidad, la arrogancia de la autodeterminación sin Dios, serán erradicados. En contraste con los expulsados serán los de carácter humilde, los que permanecen en la ciudad y constituyen el remanente de 1:4 y 2:7. Son los que dependen de Dios para sus provisiones y no de sus propias artimañas. Los oprimidos por circunstancias (2:3; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:3) y los empobrecidos encontrarán su refugio en Jehovah y en su poderoso nombre (9).
Estos sobrevivientes se describen negativamente, en contraste con los malhechores de los versí­culos anteriores. Son los que no practican iniquidad (5), no dicen mentira y no tendrán lengua engañosa. Sus mismas bocas serán purificadas por Dios (9). Mientras los malhechores buscaban seguridad en sus propios fraudes y no la encontraron, estos pobres, sí­, la encontrarán, juntamente con los demás (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:7, 14; Sal. 23:2) y libertad del temor.
3:14–17 Regocí­jate. Visualizando las bendiciones de la mano de Dios como ya realizadas, el profeta exhorta a su pueblo a regocijarse. Este pequeño salmo de salvación (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 98; Isa. 12:1–6; 52:7–10) podrí­a haber sido proclamado por Sofoní­as, o podrí­a haber sido adoptado de la liturgia existente. Continúa alabando a Dios por su presencia en Sion de acuerdo con lo prometido en su pacto con David (2 Sam. 7; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2; 89).
14, 15 La exhortación al remanente de Judá a cantar de gozo es repetida tres veces. El regocijo no surge de sus propias acciones, sino por causa de la presencia de su Dios. Su castigo (8) ya pasó, y el enemigo extranjero, el instrumento de la ira de Dios, ha sido quitado. Ahora, en la presencia benevolente de su amante Señor y Rey, Jehovah, ellos no tienen más razón de temer (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Jn. 4:18).
16, 17 Aquel dí­a, el dí­a de Yahweh, antes visto en su aspecto más serio (ver 2:7, 14), se presenta ahora en su aspecto más positivo. El temor, y su manifestación fí­sica, impotencia (manos debilitadas; cf. Isa. 13:7; Jer. 6:24), son cosas del pasado por causa de la misma presencia del Dios de Israel quien es también su Rey (15). En su potencia como el guerrero divino (2:9), él es suficientemente poderoso como para salvarlos. Tal como actuó a favor de su pueblo en el pasado (Deut. 4:34), así­ lo hará otra vez, en aquel entonces y hoy dí­a (Sal. 24:8; 2 Cor. 10:4). Poder y delicadeza se combinan en la misma figura (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 40:10, 11). El guerrero es también como un padre, deleitándose en el retorno de su hijo perdido y calmando sus temores. El grito de batalla (1:14) será reemplazado por el canturrear suave de una madre para su infante.
3:18–20 Más promesas. Aunque el pueblo ya tiene motivos para regocijarse, las profundidades de las bendiciones de Dios no han sido sondeadas. Mientras el v. 18 es oscuro textualmente, aparentemente es una bendición impartida por Dios, permitiendo que los que sienten pesares, posiblemente por la falta anterior de adoración piadosa de Dios (festividad), se acerquen a él con deseo gozoso en vez de obligación religiosa.
La opresión previa, de amenaza externa y corrupción interna (3:3, 4), será removida y los lastimados fí­sica (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 4:6, 7) y geográficamente, o los desechados socialmente (la descarriada; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 30:4) serán salvados (17) y reunidos (8, 20). Aun su renombre será restaurado a los que una vez eran pueblo de vergüenza (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:1; 3:5).
Jehovah está presente bendiciendo activa y personalmente, como lo fue en juzgar (ver 1:3). El habla directamente (Yo, o verbos en primera persona del singular) ocho veces en estos últimos tres versí­culos. También habla directamente a Israel como a ti. A pesar de la tensión que ellos trajeron sobre su relación por su pecado, Israel es todaví­a el pueblo de Dios y él es todaví­a su Dios (Exo. 6:7). Aun se dirigen uno a otro en términos í­ntimos.
Dios resume lo anteriormente dicho reiterando su plan de restaurar a su pueblo. Esto no sólo los beneficia, sino también causa que todos los pueblos de la tierra, los que han sentido su mano de castigo (1:2; 3:7, 8), reconozcan su cuidado por su pueblo que ha vuelto de la infamia a ser objeto de alabanza.
Toda la profecí­a es segura, terminando como comenzó, en el nombre del Señor, Jehovah. El deseo más caro de Dios no es de infligir castigo, aun sobre los que desobedecen. Por lo contrario, es de restaurar a toda persona a una relación correcta con él mismo. Sea nacionalmente, como con su pueblo Israel, o individualmente, en nuestra propia vida, él anhela poder restaurar nuestras fortunas.
David W. Baker

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

La única referencia biográfica a Sofonías aparece en el primer versículo del libro que lleva su nombre. La genealogía del profeta se remonta a cuatro generaciones anteriores hasta llegar a Ezequías. Si bien a este Ezequías no se lo considera como el rey de Judá del mismo nombre, la forma poco usual de la genealogía de Sofonías se explica mejor aceptando dicho supuesto.

El nombre de Sofonías, “Yahvéh ha ocultado”, puede indicar que este profeta nació en la época de las atrocidades perpetradas por Manasés, quien “derramó … mucha sangre inocente en gran manera” (2 R. 21.16).

Sofonías profetizó durante el reinado de su pariente, Josías, tataranieto de Ezequías. Josías subió al trono a la edad de 8 años (640 a.C.) y fue mayormente influido por Hilcías el sumo sacerdote. Puede suponerse que Sofonías tamb. ejerció influencia para bien sobre el rey Josías. En el año 18 de su reinado el joven rey ordenó la renovación del templo, durante cuyo lapso fue “hallado el libro de la ley en la casa de Jehová”. Cuando fue leída ante el rey y el pueblo de Jerusalén, esta Escritura provocó una reforma en la vida de la nación.

Sofonías probablemente ministró en la primera parte del reinado de Josías. Habla de “los restos de Baal” en Jerusalén (Sof. 1.4), y de otras costumbres idolátricas que fueron abandonadas una vez que se descubrió la ley (1.5; cf. 2 R. 22.1–23.25; 2 Cr. 34.1–7).

Nahúm, quien profetizó la destrucción de Nínive, que se llevó a cabo en el 612 a.C., probablemente fue contemporáneo de Sofonías, como lo fue Jeremías, que alcanzó a ver la destrucción de Jerusalén (587 a.C.). La duración del ministerio de Sofonías se desconoce.

C.F.P.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Zephaniah)
Fue el noveno de los doce Profetas Menores del canon del Antiguo Testamento. Predicó y escribió en la segunda mitad del siglo VII, a.C. Fue contemporáneo y colaborador del gran profeta Jeremías. Su nombre (hebreo, Zephanja, que significa “el Señor oculta”, “el Señor protege”) puede, según la analogía hecha por Gottfried, ser traducido abreviadamente con las palabras “Dios protege”. La única fuente primaria de nuestro escaso conocimiento de la personalidad y las cualidades retóricas y literarias de Sofonías es el librito (tiene sólo tres capítulos) del Antiguo Testamento que lleva su nombre. El escenario de su actividad fue la ciudad de Jerusalén (1, 4-10; 3, 1 y ss.; 14 ss.).
I. FECHA
La actividad del profeta se realiza en el reinado de Josías (689-639 a.C.). Sofonías es uno de los pocos profetas cuya cronología está fijada con datos precisos en los versículos introductorios del libro. En los dos reinos anteriores, los de Amón y Manasés, la idolatría se había introducido a la Ciudad Santa en formas por demás vergonzosas (especialmente en el culto a Baal y Astarté). Y con el culto extranjero llegaron también la cultura extranjera y una gran corrupción de la moral. Josías, el rey del cetro ungido, deseaba poner fin a la horrible devastación de los lugares santos. Uno de los más acérrimos defensores y consejeros de esa reforma fue Sofonías, y su escrito continúa siendo uno de los documentos de mayor utilidad para comprender la era de Josías. El profeta puso el hacha a la raíz de la corrupción moral y religiosa cuando, ante la idolatría que había invadido hasta el mismo santuario, amenazó con “eliminar de este lugar hasta el último resto de Baal y hasta el nombre de sus. . . sacerdotes” (1,4), y exhortó a volver a la sencillez de los antepasados, en vez del lujo de las vestimentas extranjeras que eran populares, sobre todo entre los círculos aristocráticos (1,8). La época de Sofonías fue decisiva e importante debido a que las tierras del Oriente Medio estaban siendo arrasadas por los extranjeros que habían llegado con las migraciones escitas en la última década del siglo VII a.C., y porque Jerusalén, la Ciudad de los Profetas, estaba únicamente a unos años de su destrucción (586). El vigía de larga vista de las murallas de Sión vio llegar la catástrofe. “Porque el día del Señor está cerca” es el núcleo de su predicación (1,7). “Próximo está el gran día del Señor, está próximo y se acerca rápidamente. . . Día de ira será aquél, día de angustia y de desgracia, día de desastre y desolación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nubes y negros nubarrones” (1,14-15)

II. CONTENIDO
Naturalmente, el libro del Profeta contiene en sus tres capítulos solamente un bosquejo de las ideas fundamentales de la predicación de Sofonías. El esquema del libro en su forma actual es el siguiente:

(a) 1, 2 – 2, 3. Una amenaza del “día del Señor”, un dies irae dies illa del Antiguo Testamento. El juicio del Señor descenderá sobre Judá y Jerusalén como castigo por la tremenda degeneración de la vida religiosa (1,4-7a); se extenderá a todo tipo de personas (1,7b-13), y se presentará con todos los horrores de una temible catástrofe (1, 14-18). Por eso exhorta a la penitencia y a la búsqueda del Señor (2, 1-3).

(b) 2, 4-15. La mano del Señor se extenderá no sólo sobre Jerusalén, sino sobre el mundo entero (urbi et orbi), sobre los pueblos de las cuatro regiones de los cielos: hacia el oeste sobre los filisteos (4-7), hacia el este sobre los moabitas y amonitas (8-11), hacia el sur sobre los etíopes (12) y hacia el norte sobre los asirios y los ninivitas (13-15).

(c) Una amenaza especial (3, 1-8). El Profeta se vuelve de nuevo hacia Jerusalén: “Ay de la ciudad rebelde, impura y opresora. . . No escuchó nunca la llamada, no aceptó la corrección”. La amonestación más fuerte es para los aristócratas y los administradores de la Ley (las clases dirigentes de la comunidad civil), y los profetas y sacerdotes, guías del culto público.

(d) 3, 9-20. Una profecía de consolación, o una mirada profética al Reino de Dios del futuro, en el que el mundo entero, unido en una fe y un culto, se volverá al Dios uno, y será posible disfrutar de las riquezas del reino mesiánico, cuya capital es la Hija de Sión. La universalidad del juicio, así como de la redención, queda expuesta tan poderosamente en Sofonías que este libro puede ser visto como la “epístola católica” del Antiguo Testamento.

(e) La última exhortación de Sofonías (3, 9-20) también tiene una tonalidad mesiánica, aunque no llega a la amplitud de Isaías.

III. CARÁCTER DEL PROFETA
La profecía de Sofonías no se diferencia tan claramente de la de otros profetas como Amós y Habacuc. Se limita al modelo común de pensamiento de todas las exhortaciones proféticas, amenazas de juicio, exhortaciones a la penitencia y promesas de salvación mesiánica. Es por eso que Sofonías puede ser considerado el prototipo de los profetas hebreos y como el modelo de la terminología profética. No busca la gloria del escritor original, sino que pide prestadas ideas y estilo. El parecido con el libro del Deuteronomio puede explicarse por el hecho de que este último libro, hallado durante la reforma de Josías, se convirtió en el centro del interés religioso. El lenguaje de Sofonías es vigoroso e intenso, como corresponde a la seriedad de esa época, pero se encuentra libre del tono de elegía triste de Jeremías. En algunos pasajes se torna patético y poético, sin que por ello logre alcanzar la dicción clásica o los vuelos poéticos de Nahum o del Deutero Isaías. Hay algo solemne en la manera en la que el Señor es tan frecuentemente presentado como el que habla y la sentencia de juicio cae en la tierra silenciosa (1,7). Aparte de algunos juegos de palabras (cfr. especialmente 2,4), Sofonías desdeña toda retórica y adorno poético del lenguaje. En lo tocante a la construcción lógica y rítmica de varias exhortaciones, él tiene dos estrofas del primer diseño (1,7 y 14) con el mismo inicio (“el día del Señor está cerca”), y concluye el segundo con un himno (2,15), tal como lo practica su modelo, Jeremías. El hecho de que el segundo diseño contenga un himno a Jerusalén más animado y prolongado manifiesta un desarrollo gradual del sentimiento hasta alcanzar el clímax (3, 14 ss.). En la iconografía cristiana Sofonías es representado de dos modos: con una linterna (refiriéndose a 1,12: “Buscaré con una linterna en Jerusalén”), o vestido con una toga y portando un rollo que contiene el texto del inicio del himno “Alaba, Hija de Sión” (3,14).

IV. PROBLEMAS CRÍTICOS EN RELACIÓN A SOFONÍAS.
El asunto de la autoría queda respondido con autoridad en el versículo introductorio del libro. Incluso críticos radicales como Marti aceptan que no hay motivo para dudar de que el autor de esta profecía es el Sofonías (Zephaniah) mencionado en el título (“Das Dodekapropheton”), Tubinga, 1904, 359). El hecho de que el nombre de este profeta no se mencione en ninguna otra parte del Antiguo Testamento no afecta la fuerza concluyente del primer versículo de la profecía. Sofonías es el único profeta cuya genealogía se puede rastrear hasta la cuarta generación. De esto se ha inferido que el cuarto y último ancestro mencionado, Ezequías (Hizkiah), es idéntico al rey que lleva el mismo nombre (727-698). En este caso, sin embargo, la frase explicativa “Rey de Judá” debió haber sido colocada en aposición al nombre. Consecuentemente, la frase que se refiere a la autoría del libro en la primera parte del versículo introductorio es totalmente digna de crédito, puesto que la frase que se refiere a la cronología del libro, en la segunda mitad del mismo versículo, está confirmada por criterios internos. Las descripciones de costumbres, especialmente las del capítulo primero, que muestran la situación de la religión y la moral en Jerusalén, son, de hecho, una verdadera reconstrucción de las condiciones reinantes durante el gobierno de Josías. El culto a las estrellas que se celebraba sobre las azoteas, según lo menciona 1,5, y que era una imitación del culto a los cielos que estaba de moda en Palestina desde el reinado de Manasés, también es mencionado por un profeta contemporáneo de Sofonías, Jeremías (19, 13; 32, 29), y calificado como desorden religioso de la era josiánica. Todas esas cosas confirman la credibilidad del testigo de 1,1 en referencia a la autoría de Sofonías.

La investigación crítica acerca de dónde termina el texto original del libro de Sofonías y dónde comienzan las glosas, revisiones del texto y revisiones posteriores, ha producido una declaración unánime que afirma que el primer capítulo es obra de Sofonías, que el capítulo segundo es considerado menos genuino, y el tercero, aún menos. Al separar las que se consideran capas exteriores del capítulo segundo, casi todos los críticos de más peso han llegado a conclusiones distintas: quot capita, tot sensus (a cada cabeza un sentido distinto). No es posible analizar aquí cada versículo en la forma detallada con que lo haría un comentarista. Es posible, sin embargo, señalar en general que el plan técnico de la elaboración literaria de los discursos, en especial el formato simétrico de los discursos mencionados en la segunda sección, y en las respuestas habladas de la sección tercera, impide cualquier corte de grandes dimensiones. La forma artística utilizada en la construcción de los discursos proféticos cada vez adquiere mayor reconocimiento como un apoyo para la crítica literaria.

El pasaje que con más frecuencia se considera como adición posterior es 3, 14-20, debido a que el tono de heraldo de salvación adoptado en él no concuerda con el de las profecías de inminencia del juicio de los dos capítulos que anteceden. Mas es costumbre en los profetas concluir las temibles advertencias del juicio de Yahvé con un vistazo al brillante futuro del venidero Reino de Dios para permitir, por así decirlo, que el arcoiris suceda a la tempestad. Joel primero hace denuncias proféticas y enseguida procede a emitir consolaciones proféticas (Joel en la Vulgata, 1-2, 17; 2,19-3); Isaías, en el capítulo 1, compara Jerusalén a Sodoma e inmediatamente después la llama ciudad de justicia. Miqueas, cuya similitud con Sofonías es comentada por todos los críticos, también hace que sus amenazas de juicio terminen con un anuncio de salvación. Uno de los pensamientos escatológicos que sirven de guía a todos los profetas es el siguiente: el juicio es la única forma de transitar a la salvación, y la consumación de la historia del mundo será la salvación para lo que quede de la semilla. Basados en eso, no se puede rechazar Sofonías 3, 14-20. Todo el plan del libro está sugerido en pequeña escala en el primer discurso, que termina en 2, 1-3 con una exhortación a buscar al Señor, que constituye un tema de consolación directamente posterior a la terrible proclamación del día del Señor.

Las preguntas hechas por el criticismo textual acerca del libro de Sofonías son por demás sencillas, y mucho más cercanas a la solución que las relacionadas con el criticismo superior. Las condiciones del texto, a excepción de unos cuantos pasajes dudosos, son buenas y hay pocos libros de la Biblia que tengan tan pocos puntos atacables por parte del hipercriticismo bíblico como el de Sofonías.

REINKE, Der Prophet Zephanja (Munster, 1868); KNABENBAUER, Comment. In proph. min. (Paris, 1886); VAN HOONACKER, Les douze pet. proph. (Paris, 1908); LIPPL, Das Buch des Proph. Sophon. (Friburgo, 1910), que contiene (pp. 9-16) una excelente bibliografía; SCHWALLY, Das Buch Zephanja (Giessen, 1890); SCHULZ, Comment uber den Proph. Zephanja (Hanover, 1892); ADAMS, The Minor Proph. (New York, 1902); DROVER, The Min. Proph. (Nahum, Habakkuk, Zephaniah) (Edimburgo, 1907); los comentarios completos de STRACK-ZOCKLER, NOWACK; MARTI; y G.A. SMITH.

M. FAULHABER.
Transcrito por Thomas M. Barrett
Traducido por Javier Algara Cossío

Fuente: Enciclopedia Católica