TARSO

Act 11:25 fue Bernabé a T para buscar a Saulo
Act 21:39 yo de cierto soy hombre judío de T


Tarso (gr. Tarsós, “alado” o “palma de la mano”). La principal ciudad de Cilicia, fundada por los fenicios y situada en ambas márgenes del rí­o Cidno, a 19 km del mar, sobre una importante ruta comercial que uní­a Siria con el occidente del Asia Menor. Se la menciona en 1131 el Obelisco Negro de Salmanasar III (859-824 a.C.). En el s VII a.C. llegó a ser la capital de un reino independiente, y más tarde la capital de una satrapí­a o provincia persa. Durante el perí­odo de los seléucidas perdió bastante de su carácter oriental porque muchos griegos se instalaron allí­. En ese perí­odo se fundó la escuela de filosofí­a de Tarso, que en los dí­as de Pablo sólo contaba como rivales a las de Atenas y Alejandrí­a. Antí­oco IV Epí­fanes embelleció muchí­simo la ciudad, que temporariamente adoptó el nombre de “Antioquí­a sobre el Cidno”, pero, más tarde, recuperó su antiguo nombre. Pompeyo la anexó a Roma en el 64 a.C., y Antonio le concedió libertad e inmunidad. En el 22 a.C. llegó a ser la capital de la provincia romana de Cilicia. Augusto la elevó a la categorí­a de metrópolis. De allí­ en adelante la ciudad llegó a ser fervorosa en su culto al emperador. El dios nativo de la ciudad era Baal-Tarz, “señor de Tarso”, a quien se identificó con el dios griego Zeus. Se lo presentaba siempre acompañado de un dios joven, llamado Sandón, a quien se identificaba con Hércules. Aunque la ciudad fue destruida varias veces, nunca se la abandonó por completo. La ciudad moderna, que se encuentra a varios metros por encima de la antigua (ya que ha sido construida sobre sus ruinas), se encuentra totalmente ubicada en la margen occidental del rí­o. Algunos hombres famosos que salieron de Tarso fueron: Atenodoro el estoico, maestro de Augusto; Néstor el platónico, maestro de Marcelo; el médico Dioscorides; los estoicos Antipatris y Arquidemos; y el mayor de todos, en cuanto concierne a los cristianos, el apóstol Pablo (Act 9:11; 21:39; 22:3). A lo menos una vez después de su conversión, Pablo volvió a visitar Tarso, y es posible que haya hecho obra misionera allí­ (Act 9:30; 11:25; cf Gá. 1:21). Mapa XX, B-5. 485. Puerta de entrada romana en el muro occidental de Tarso.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

ciudad principal en Cicilia, sobre ambas riberas del rí­o Tarso, antiguo Cidno, en un fértil valle a 15 kilómetros del mar Mediterráneo.

En el 333 a. C. Alejandro salvó a T. de ser destruida por los persas. De este periodo data la formación de una colonia judí­a en T. El filósofo Estrabo, en ca. 19 a. C. habla del entusiasmo de sus habitantes por la filosofí­a; en la época en que nací­a Pablo. Tal vez esta ciudad tuvo influjo sobre la vida y los escritos del apóstol, quien fue un gran intérprete de las culturas grecorromanas.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Ciudad de Cilicia, capital de la provincia desde 71 d. de J.C., lugar del nacimiento y residencia de los primeros años del apóstol Pablo (Act 21:39). Tarso era una ciudad antigua, asiento de un gobierno provincial cuando Persia era soberana, y en los dí­as de los reyes grecosirios centro de industria maderera y tejidos de lino. Durante el primer siglo antes de Cristo la ciudad fue asiento de una escuela filosófica, una ciudad universitaria donde la atmósfera intelectual estaba teñida del pensamiento griego.

Tarso, como Alejandrí­a, estaba en la confluencia del Este y el Oeste. La sabidurí­a de los griegos y el orden mundial de Roma, mezclados con lo bueno y lo malo del misticismo oriental, estaban en lo profundo de su conciencia. Un judí­o de mente aguda, nacido y criado en Tarso, sacarí­a lo mejor de más de un mundo. Pablo pertenecí­a a una minorí­a de judí­os que tení­an ciudadaní­a romana.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Capital de Cicilia, a 16 Kms. del Mediterráneo, hogar de San Pablo, Hec 9:11, Hec 9:30, Hec 11:25; Hec 21:39, Hec 22:3.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Ciudad en el SE de Asia Menor, en Turquí­a. T. estaba situada a unos 14 km tierra adentro, a orillas del rí­o Cidno. éste formaba al desembocar en el mar un lago que serví­a como abrigo a las embarcaciones. Después de ser ocupada por distintos pueblos T. fue conquistada por Alejandro Magno en el año 333 a.C. A la muerte de éste formó parte de la dinastí­a seléucida, la cual fomentó la inmigración de judí­os. En tiempos del Imperio Romano vino a ser capital de Cilicia y sus habitantes ciudadanos del imperio. En el año 59 a.C. fue gobernador de T. el famoso Cicerón. Bajo Augusto César T. vino a ser una ciudad libre dentro del imperio y prosperó mucho, convirtiéndose en un gran centro comercial, cultural e intelectual, al punto de rivalizar con Alejandrí­a. Pablo, que nació allí­ (Hch 9:11; Hch 22:3), sentí­a cierto orgullo por su ciudad, pues dijo: †œYo de cierto soy hombre judí­o de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante en Cilicia† (Hch 21:39). Al principio de su vida como cristiano los hermanos de Jerusalén le enviaron a su ciudad natal para protegerle de persecuciones (Hch 9:28-30). Allí­ le fue a buscar Bernabé para llevarle a †¢Antioquí­a (Hch 11:25).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CIUD

sit, a9, 514, 243

vet, Capital de Cilicia, en Asia oriental, sobre las dos orillas del rí­o Cnido, a 19 Km. del Mediterráneo. Hacia el año 833 a.C., Salmansar, rey de Asiria, menciona esta ciudad. En el año 64 a.C. vino a ser la residencia del gobernador romano de la nueva provincia de Cilicia. Marco Antonio otorgó a Tarso los privilegios de ciudad libre y la eximió de impuestos. Las Escuelas de Tarso rivalizaban con las de Atenas y Alejandrí­a. Ciudad natal del apóstol Pablo (Hch. 21:39; 22:3). Volvió a visitarla después de su conversión (Hch. 9:30; 11:25).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Tarso era la ciudad principal y la capital de Cilicia, la porción sudoeste de Asia Menor. Estaba edificada en las dos riberas del rí­o Cidno, en medio de un llano fértil y aluvial, cerca de 16 ó 19 kms. de la costa del mar. El rí­o era navegable para barcos livianos. Cleopatra, en 38 a. de J.C., pudo navegar hasta el mismo centro de la ciudad. Justiniano (527-565) abrió un canal al este de la ciudad para protegerla
de las inundaciones, y el rí­o más tarde cambió de curso a este cauce. Estaba situado en un importante camino de Tarso al este.
Acerca del origen y de la historia temprana de esta ciudad no sabemos mucho. Algunas leyendas atribuyen su establecimiento a los asirios, mientras que otros le dan un origen griego o semi-griego. Las crónicas históricas más antiguas retroceden
hasta Salmanasar (850 a. de J.C.), y en ellas aparece registrada entre las ciudades tomadas por él. Esto indica claramente que la ciudad era oriental antes de que fuese griega. Fue saqueada por Ciro en 401 a. de J.C. y entonces cayó en manos de los persas hasta que Alejandro la capturó en 333 a. de J.C. Su guardia de avance la salvó de la destrucción de los persas, quienes ya le habí­an puesto fuego. Más tarde estuvo bajo el mando de los seléucidas de Antioquí­a y después de la batalla de Magnesia (190 a. de J.C.) vino a ser una provincia fronteriza. En 171 a. de J.C. ganó un buen grado de autonomí­a, pero en 104 a. de J.C. vino a ser parte de una provincia romana y fue hecha la capital de la provincia ensanchada bajo la reorganización de Pompeyo en 64-63 a. de J.C. Se hizo del lado de César en contra de Pompeyo en 47 a. de J.C. y, por consiguiente, por algún tiempo era llamada Juliópolis.
Es bajo el gobierno de Augusto (31 a. de J.C.), quien la hizo una ciudad libre, que nuestro conocimiento de Tarso viene a ser amplio y exacto. Aquí­ tenemos mucha información concerniente a la vida universitaria y cómo los nativos llegaron a ser tan amantes de aprender. Llegó a ser tan notable por la filosofí­a y las letras que ganó un lugar al lado de Alejandrí­a y Atenas. La llamada constitución tarciana data de cerca de 15-10 a. de J.C., y aunque habí­a mucha crí­tica respecto a muchas de las instituciones y maneras de Tarso, habí­a una alabanza especial en cuanto a la seriedad con que las mujeres se vestí­an en público.
Al través de distintas situaciones siguió como capital provincial hasta que fue tomada por los árabes en el siglo séptimo, y por tres siglos fue una de sus capitales más importantes. Desde entonces ha estado bajo los siguientes gobiernos: los turcos, los cruzados, Armenia, los sultanes de Egipto y otra vez los turcos, quienes la han tenido desde la mitad del siglo XVI.
El pueblo moderno se llama Tarsous o Tersus, reteniendo así­ su nombre antiguo. Tiene una población mixta de unos 50.310 habitantes. Es el lugar más importante de Asia Menor sudeste, y exporta un buen número de productos: maí­z, algodón, lana, pelo de cabra, pieles, cera y cobre. Pocos indicios de su grandeza permanecen. Uno es una estructura grande de un templo grecorromano, conocido localmente como la tumba de Sardanápolo.
Pablo nació aquí­ en Tarso (Hechos 22:3) y era ciudadano de este pueblo
(Hechos 9:11; 21:39).
El padre de Pablo era un ciudadano antes de él (Hechos 22:18).

Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia

Ciudad principal y capital de la provincia romana de Cilicia; lugar de nacimiento del apóstol Pablo. (Hch 9:11; 22:3.) Aún se hallan ruinas de la ciudad antigua en la moderna población del mismo nombre, situada a unos 16 Km. de la desembocadura del rí­o Cidno en el Mediterráneo oriental, a unos 130 Km. al N. del extremo oriental de la isla de Chipre.
Debido a la gran antigüedad de esta ciudad, nadie sabe quiénes fueron sus primeros pobladores ni cuándo se fundó. La primera mención histórica se remonta a la conquista asiria (nunca estuvo muy fortificada), y luego la mayor parte del tiempo fue una ciudad tributaria de las sucesivas potencias de Asiria, Persia y Grecia, de los reyes seléucidas y, finalmente, de Roma.
Tarso estaba situada en una fértil región costera donde se cultivaba lino, que sostení­a florecientes industrias, como la textil y la de hacer tiendas de campaña. El tejido de pelo de cabra llamado †œcilicio† también desempeñó un papel importante en la manufactura de tiendas. Sin embargo, un factor que contribuyó en gran manera a la fama y prosperidad de Tarso fue la situación estratégica de su excelente puerto, pues por allí­ pasaba una ruta comercial terrestre que originalmente iba desde Asiria y Babilonia, al E., hasta las regiones septentrionales y occidentales de Asia Menor, al O., pasando por las Puertas de Cilicia, una estrecha garganta en los montes Tauro que solo estaba a unos 50 Km. al N. de la ciudad.
Durante su historia, varias personalidades célebres visitaron Tarso: Julio César, Marco Antonio y Cleopatra, así­ como varios emperadores, y se sabe que Cicerón fue gobernador de la ciudad del año 51 al año 50 a. E.C. Tarso también era famosa en el siglo I E.C. como centro de estudios, y, como tal, incluso superaba en categorí­a a Atenas y Alejandrí­a, según el geógrafo griego Estrabón. (Geografí­a, 14, V, 13.)
Por lo tanto, por estas varias razones, Pablo pudo muy bien llamar a Tarso una †œciudad no oscura†, cuando le decí­a a un comandante militar que era ciudadano de Tarso, y no egipcio. (Hch 21:37-39.)
En el transcurso de su ministerio, Pablo regresó de vez en cuando a Tarso, su ciudad natal (Hch 9:29, 30; 11:25, 26), y sin duda pasó por allí­ en algunos de sus viajes misionales. (Hch 15:23, 41; 18:22, 23.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Ciudad en la llanura de Cilicia, regada por el Cidno, unos 16 km tierra adentro, como era la práctica con la mayoría de las ciudades sobre la costa del Asia Menor. A juzgar por la extensión de sus ruinas, Tarso debe haber alojado una población no inferior al medio millón en época romana. El Cidno inferior era navegable, y se había construido un puerto con gran habilidad. Una ruta principal se dirigía hacia el N, hacia las Puertas cilicianas, el famoso paso que atravesaba la cadena del Taurus a unos 50 km de distancia. Nada se sabe acerca de la fundación de Tarso. Probablemente fuese una ciudad ciliciana nativa, penetrada en fecha muy temprana por colonizadores griegos. El nombre de Mopsus se asocia tradicionalmente con los asentamientos griegos en Cilicia, y puede indicar, como creía Ramsay (The Cities of St. Paul, 1907, pp. 116s), asentamientos jónicos tempranos. Gn. 10.4, “los hijos de Javán: Elisa, Tarsis …” podría apoyar esta teoría. La identificación que hace Josefo de Tarsis y Tarso en este pasaje no excluye una interpretación diferente en otros contextos. La antigüedad de Gn. 10 constituye una objeción más grave, pero las palabras podrían constituir pruebas de irrupción jónica en fecha muy remota.

Tarso aparece esporádicamente en la historia. Se la menciona en el obelisco negro de Salmanasar como una de las ciudades invadidas por los asirios a mediados del ss. IX a.C. Siguieron luego gobiernos medos y persas, con esa organización típicamente floja que permitía el gobierno por un rey vasallo ciliciano. Jenofonte, al pasar en el 401 a.C., encontró que Tarso era la sede real de un tal Siennesis, que gobernaba en esas condiciones. Este reyezuelo puede haber sido depuesto por su asociación con la rebelión de Ciro que llevó a Jenofonte y los diez mil a Cilicia, por cuanto Alejandro, en 334 a.C., encontró la zona en manos de un sátrapa persa. Las monedas de la época sugieren una mezcla de influencias griega y oriental, y no ofrecen ninguna indicación de autonomía. Ramsay afirma que se vislumbra una declinación de la influencia griega bajo el gobierno persa.

Los reyes seléucidas, que gobernaron después de Alejandro, tampoco promovieron la influencia de los griegos en Tarso. Su política general, aquí como en otras partes, era la de desalentar la tendencia griega a otorgar autonomía a las ciudades, con el liberalismo consiguiente. Es posible que la sorpresa de la derrota romana de Antíoco el Grande y la paz de 189 a.C., invirtiese el proceso. El arreglo limitó el dominio sirio al Taurus, y Cilicia se convirtió en región fronteriza. Este hecho parece haber incitado a Siria a la reorganización, y la concesión de alguna medida de autonomía a Tarso. La Tarso de Pablo, con su síntesis entre el E y el O, entre lo griego y lo oriental, data de dicha época.

Un relato que aparece en 2 Mac. 4.30–36 revela el rápido aumento de independencia, y la reorganización de la ciudad que una protesta de Tarso le arrancó a Antíoco Epífanes en el 171 a.C. La formación de una “tribu” de ciudadanos judíos a la manera alejandrina puede datar de esta época. (El antisemitismo de Antíoco estaba en contra de la recalcitrancia metropolitana.) La historia de Tarso en el resto del ss. II a.C. es oscura. El ss. I a.C. se conoce mejor. La penetración romana en Cilicia comenzó en 104 a.C., pero la influencia romana, como también la griega, fueron aplastadas en Asia por la reacción oriental bajo Mitrídates (83 a.C.). El asentamiento de Pompeyo en 65–64 a.C. reconstituyó Cilicia como una “esfera del deber”, que es el significado básico de “provincia”, antes que una entidad geográfica, y los gobernantes, Cicerón entre ellos (51 a.C.), estaban encargados de desplazarse para pacificar las costas el interior, infestados de piratas, y de proteger los intereses romanos.

A pesar de los experimentos romanos con el territorio en general, Tarso floreció, representó un papel en las guerras civiles, fue visitada por Antonio, y favorecida por Augusto como ciudad natal de Atenodoro, su maestro en Apolonia y amigo inseparable. La ciudadanía romana de algunos judíos de Tarso probablemente data del asentamiento de Pompeyo.

E.M.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Tarso, una sede metropolitana de Cilicia Prima. Parece haber sido de origen semítico y se menciona varias veces en las campañas de Salmanasar y Senaquerib. La leyenda griega la conecta con la memoria de Sardanápalo, todavía conservada en el Dunuk-Tach, llamada tumba de Sardanápalo, un monumento de origen desconocido. Cuando en el año 401 a.C., el joven Ciro marchó contra Babilonia, la ciudad era gobernada por el rey Siennesis en nombre del monarca persa. Tarso ya era griega y tenía una tendencia a ser cada vez más helenizada. Alejandro el Grande estuvo cerca de encontrar su muerte allí después de un baño en el Cidno, el moderno Tarso-Irmak.

Por sus escuelas literarias, Tarso rivalizó con Atenas y Alejandría. En ese entonces formaba parte del reino de los seléucidas, tomó el nombre de Antioquía, y la Biblia (2 [[Libros de los Macabeos|Mac. 4,30) registra su revuelta contra Antíoco IV Epífanes, alrededor de 171 a.C. Pompeyo la sometió a Roma. Para halagar a César tomó el nombre de Juliópolis; fue allí que se conocieron Cleopatra y Marco Antonio, y fue el escenario de las famosas fiestas que dieron durante la construcción de su flota. Tarso era ya el caput Cilicae, la metrópoli, donde residía el gobernador. Cuando se dividió la provincia, se mantuvo como la metrópoli religiosa y civil de Cilicia Prima.

La mayor gloria de Tarso es que fue la cuna de San Pablo (Hch. 9,11; 21,39, 22,3), el cual se refugió allí después de su conversión (Hch. 9,30), y fue acompañado por San Bernabé (Hch, 11,25). Es probable que en ese momento se estableciese allí una comunidad cristiana, aunque el primer obispo, Heleno, data sólo del siglo III; fue varias veces a Antioquía en relación con la controversia relativa a Pablo de Samosata (Eusebio, “Hist Eccl.”, VI.46 y VII.5).

Le Quien (Oriens christianus, II, 869-76) menciona veintidós de sus obispos, de los cuales muchos son legendarios. Entre ellos están Lupo, presente en el Concilio de Ancira en 314; Teodoro, en el de Nicea en 325; Heladio, condenado en Éfeso, y quien apeló al Papa en 433; sobre todos el famoso exégeta Diodoro, maestro de Teodoro de Mopsuestia y, por lo tanto, uno de los padres del nestorianismo. Desde el siglo VI la sede metropolitana de Tarso tuvo siete obispados sufragáneos (Echos d’Orient, X, 145); la arquidiócesis griega se menciona otra vez en el siglo X (op. cit, X, 98), y ha existido hasta el día de hoy, y forma parte del patriarcado de Antioquía.

Debido a la importancia de Tarso, muchos mártires fueron asesinados allí, entre los que destacan Santa Pelagia, San Bonifacio, San Marino, San Diomedo, y los santos Quirico y Julita; varios emperadores romanos fueron enterrados allí — es decir, Tácito, Maximino Daza y Juliano el Apóstata. Los árabes tomaron posesión de Tarso desde el siglo VII y la mantuvieron hasta 965, cuando Nicéforo Focas la anexionó de nuevo al Imperio Bizantino. La unión duró casi un siglo.

Los cruzados la capturaron de nuevo de los turcos en 1097, y luego fue objeto de disputa entre los latinos, griegos y armenios del Reino de Armenia Menor; estos últimos se convirtieron definitivamente en amos hasta alrededor de 1350, cuando la vendieron a los egipcios. Desde entonces, Tarso ha pertenecido a los musulmanes. Para fines del siglo X, los armenios establecieron una diócesis de su rito, que todavía existe; Nerses de Lambrón fue su representante más distinguido en el siglo XII. Tarso, que ha conservado su nombre, es un caza de la vilayet de Adana en el ferrocarril desde Adana a Mersina. Para 1912 la ciudad tenía alrededor de 18,000 habitantes, de los cuales 10,000 eran musulmanes, el resto eran griegos o armenios cismáticos. Allí sólo había unos pocos católicos.

Bibliografía: SMITH, Dict. of Greek and Roman Geog., S.V.; LANGLOIS, Voyage dans la Cilicie (París, 1861), 259-331; CUINET, La Turquie d’Asie, II, 44-8; ALISHAN, Sissouan (Venecia, 1899), 305-21.

Fuente: Vailhé, Siméon. “Tarsus.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 13 Jan. 2012
http://www.newadvent.org/cathen/14461b.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica