ZACARIAS

Zacarí­as (heb. Zekaryâh[û], “Yahweh ha recordado [se acuerda de mi]” o “recordado por Yahweh”; nombre que aparece en un sello heb. antiguo y en una pesa en la que figura una inscripción; aram. Zekaryah; gr. Zajarí­as). 1. Decimoquinto rey del reino norteño de Israel, si tomamos en cuenta a Tibni.* Era hijo de Jeroboam II, y con él la dinastí­a de Jehú llegó a su fin (2Ki 10:30), cuando fue asesinado en Ibleatn por Salum después de un breve reinado que apenas duró 6 meses (c 753-752 a.C.; 14:29; 15:8-12). 2. Abuelo materno del rey Ezequí­as de Judá (2Ki 18:1, 2; 2Ch 29:1). 3. Descendiente de Rubén y jefe de la tribu (1Ch 5:7). 4. Hijo de Meselemí­as, un levita coatita; sirvió como portero del santuario durante el reinado de David (1Ch 9:21, 22; 26:2) y era un astuto consejero del monarca (26:2, 14). 5. Benjamita de Gabaón, hijo de Jehiel (1Ch 9:35, 37); tí­o abuelo del rey Saúl. Véase Zequer. 6. Levita del 2º orden empleado por David: primero para el traslado del arca a Jerusalén (1Ch 15:18, 20), y más tarde para servir delante del arca del Señor (16:5); posiblemente sea el mismo a que se refiere Zacarí­as 8. 7. Sacerdote que tocaba la trompeta cuando se trasladaba el arca a Jerusalén durante el reinado de David (1Ch 15:24). 8. Hijo de Isí­as, levita coatita, de los dí­as de David (1Ch 24:25); posiblemente el mismo a que se refiere Zacarí­as 6. 9. Levita merarita, hijo de Hosa; David lo empleó como portero (1Ch 26:10, 11). 10. Hombre cuyo hijo Iddo fue el jefe de los manasitas de Galaad durante el reinado de David (1Ch 27:21). 11. Prí­ncipe nombrado por el rey Josafat para enseñar la ley en las ciudades de Judá (2Ch 17:7). 12. Levita gersonita, de la familia de Asaf, e hijo de Benaí­a. Su hijo Jahaziel animó al rey Josafat a combatir contra Moab (2Ch 20:14, 15). 13. Hijo del rey Josafat de Judá (2Ch 21:2). 14. Hijo de Joiada y sumo sacerdote durante el reino de Joás de Judá. Cuando se generalizó la apostasí­a en Judá después de la muerte de su padre Joiada, el Espí­ritu Santo impulsó a Zacarí­as para que reprendiera a la nación por sus transgresiones. Esto provocó tal resentimiento en ciertos cí­rculos y enojó al rey de tal manera -a quien quizá se lo censuró personalmente- que éste mandó apedrearle en el atrio del templo (2Ch 24:20-22). Este es sin duda el Zacarí­as a quien se refirió Jesucristo 2 siglos después en su famosa declaración acerca de la sangre de los justos derramada en la tierra, “desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarí­as, que murió entre el altar y el templo” (Luk 11:50, 51). Zacarí­as, hijo de Joiada, es la única persona de ese nombre mencionada en la Biblia como asesinada en el templo. La muerte de Abel 1212 aparece en el primer libro de las Escrituras hebreas, y el martirio de Zacarí­as en el último; de allí­ que las palabras de Cristo, “desde” y “hasta”, tení­an la intención de cubrir todo el ámbito del AT. El hecho de que a Zacarí­as se lo llame “el hijo de Berequí­as”, en el pasaje paralelo de Mat 23:35, plantea un problema, porque el bien conocido profeta Zacarí­as, que vivió y trabajó después del exilio en los dí­as de Zorobabel, sí­ era hijo de Berequí­as. Algunos tratan de solucionar el problema afirmando que las palabras “el hijo de Berequí­as” de Mat 23:35 no forman parte de la declaración de Jesucristo, sino que son una frase equivocada añadida posteriormente por algún escriba cuando copió este pasaje. Pero ésta no es la única explicación posible del caso. En hebreo, “hijo” a menudo significa nieto o descendiente; el mártir Zacarí­as bien podrí­a haber sido llamado hijo* tanto de Joiada como de Berequí­as si estaba en la lí­nea de ambos. Véanse Berequí­as 8; Zacarí­as 19. 15. Consejero del rey Uzí­as de Judá; su consejo le produjo prosperidad al monarca mientras siguió las indicaciones de su asesor (2Ch 26:5). 16. Levita de la casa de Asaf; le ayudó al rey Ezequí­as a limpiar el templo (2Ch 29:13). 17. Levita coatita, capataz de los obreros que reparaban el templo durante el reinado de Josí­as (2Ch 34:12). 18. Importante funcionario del templo, probablemente sacerdote, durante el reinado de Josí­as (2Ch 35:8). 19. Profeta, hijo de Berequí­as y nieto de lddo (Ezr 5:1; Zec 1:1; es muy probable que naciera en Babilonia), autor del libro que lleva su nombre. Tal como Jeremí­as y Ezequiel, muy posiblemente fuera a la vez sacerdote y profeta. Se llega a esta conclusión porque pertenecí­a a la casa de lddo, y un importante sacerdote que llevaba ese nombre regresó con Zorobabel a Palestina (Neh 12:1, 4). También es posible que Zacarí­as 28 (véase más abajo) haya sido descendiente del profeta Zacarí­as. El libro contiene mensajes dirigidos a Zorobabel, el jefe polí­tico de la nación; a Josué, el sumo sacerdote; y al pueblo en general, pero da poca información acerca del autor. Fue contemporáneo del profeta Hageo (Hag. 1:1; Zec 1:1), junto a quien desempeñó un importante papel en la tarea de estimular a los judí­os que habí­an regresado para que reanudaran la construcción del templo y lo terminaran (Ezr 5:1, 2). 20. Miembro de la familia de Paros. Regresó a Jerusalén bajo la conducción de Esdras, acompañado de 150 hombres miembros de su familia (Ezr 8:3). 21. Miembro de la familia de Bebai. Regresó a Jerusalén, en dí­as de Esdras, en compañí­a de 28 hombres miembros de su familia (Ezr 8:11). 22. Hombre importante que envió Esdras para que indujera a los levitas y los servidores del templo a regresar con él a Jerusalén (Ezr 8:16). 23. Miembro de la familia de Elam; se habí­a casado con una mujer extranjera en dí­as de Esdras (Ezr 10:26). 24. Jefe de los levitas, o sacerdote, que le ayudó a Esdras en la lectura de la ley (Neh 8:4). 25. Hijo de Amarí­as, de la familia judí­a de Fares (Neh 11:4). 26. Hijo de Siloni (Neh 11:5). 27. Sacerdote, hijo de Pasur y padre de Amsi (Neh 11:12). 28. Sacerdote, cabeza de la casa de Iddo en dí­as del sumo sacerdote Joiacim (Neh 12:16); tal vez fuera un descendiente de Zacarí­as 19, el profeta. 29. Levita, hijo de Jonatán, de la casa de Asaf. Dirigió a un grupo de músicos durante la dedicación del muro de Jerusalén en dí­as de Nehemí­as (Neh 12:35, 36). 30. Sacerdote que tocaba la trompeta durante la dedicación del muro de Jerusalén en dí­as de Nehemí­as (Neh 12:41). 31. Hijo de Jeberequí­as. Fue uno de los testigos que figuraban en una tablilla escrita por Isaí­as (ls. 8:2). 32. Padre de Juan el Bautista (Luk 3:2), un sacerdote que pertenecí­a a la clase de Abí­as. Viví­a en una ciudad ubicada en la región de las colinas de Judea con su esposa Elisabet (1:5, 39, 40). Se los describe como un matrimonio de edad, sin hijos, y se dice que “ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor” (vs 6, 7). En una ocasión, cuando la clase a la que Zacarí­as pertenecí­a estaba prestando servicio en el templo, se lo eligió para que ofreciera el incienso (Luk 1:9). Mientras cumplí­a sus obligaciones, una gran multitud se encontraba rindiendo culto afuera (v 10). De repente se le apareció el ángel Gabriel, de pie junto al altar del incienso (vs 11, 19). Zacarí­as tuvo miedo, pero el ángel lo calmó y le informó que sus oraciones habí­an sido oí­das: tendrí­a un hijo al que le darí­a el nombre de Juan (vs 12, 13). El niño no debí­a beber bebidas fuertes, y serí­a lleno del Espí­ritu Santo desde su nacimiento. Su obra especial consistirí­a en “preparar al Señor un 1213 pueblo bien dispuesto” (v 17). Zacarí­as dudó de que esto fuera posible, ya que tanto él como su esposa eran personas de edad avanzada (v 18), por ello Gabriel le anunció que quedarí­a mudo hasta que la predicción se cumpliera (v 20). Al salir del templo Zacarí­as trató de explicarle a la gente inquieta por qué se habí­a demorado tanto (vs 21, 22). Esta comprendió “que habí­a visto visión en el santuario”. Cuando terminó su perí­odo de servicio regresó a su casa (v 23), y siguió mudo hasta después del nacimiento del niño. Véase Abí­as 9. Cuando llegó el momento de circuncidar al bebé, los vecinos y parientes decidieron que deberí­a llevar el nombre de su padre, pero su madre dijo que debí­a llamarse Juan. Consultado Zacarí­as, quien todaví­a estaba mudo, escribió “Juan” en una tablilla (vs 59-63). Entonces su lengua se soltó, “habló bendiciendo a Dios” (v 64) y profetizó acerca de la obra que harí­a su hijo, a quien se llamarí­a “profeta del Altí­simo” (vs 67-79). Como resultado del incidente, difundido por casi toda Judea, muchos conocieron a Juan y se preguntaban qué le depararí­a el destino (vs 65, 66). Zacarí­as, Libro de. El penúltimo de los así­ llamados Profetas Menores; o de “Los Doce”, como se los conoce según la clasificación judí­a. I. Autor. El profeta Zacarí­as (Zec 1:1). Véase Zacarí­as 19. II. Ambientación. Zacarí­as, que tal vez también era levita y sacerdote, regresó con Zorobabel de Babilonia en el 536 a.C. (Neh 12:16; cÆ’ Ezr 5:1; Zec 1:1). Su ministerio profético comenzó en el 2º año de Darí­o I el Grande (Zec 1:1; es decir, 520/519 a. C.), unos 16 años después que el 1er, contingente de exiliados regresó a Judea de Babilonia. La última anotación cronológica que aparece en el libro corresponde al 4º año de Darí­o (7:1; 518/517 a.C.), pero es casi seguro que Zacarí­as vivió para ver el templo terminado en el 515 a.C., en el 6º año de ese mismo rey (Ezr 6:14,15). Luego del decreto de Ciro, unos 50.000 judí­os volvieron a Judea bajo la conducción de Zorobabel* (Ezr 1:8; 2:1, 2, 64, 65). Muy poco después de su regreso pusieron los fundamentos del 2º templo (3:1-10), y esta obra progresó en alguna medida durante el resto del reinado de Ciro (535-530 a.C.) y mientras Cambises gobernaba (530-522), a pesar de la oposición enemiga. Pero con el tiempo las tareas cesaron casi por completo, principalmente como consecuencia de la constante oposición de los samaritanos y de los obstáculos que opusieron (4:1-5). El reino del falso Esmerdis, sucesor de Cambises (522), fue demasiado corto como para afectar la obra, y Darí­o I -el legí­timo sucesor del trono, quien eliminó al impostor- dio órdenes precisas para proseguirlas. Pero antes de que su decreto oficial otorgara nueva vigencia al original de Ciro que autorizaba la reconstrucción del templo (5:3-6:13), la gente, animada por los profetas Hageo y Zacarí­as, habí­a comenzado a trabajar con todo entusiasmo (Hag. 1:2, 12-15; Zec 1:1; Ezr 5:1) y prosperaban gracias a la bendición de Dios (Hag. 2:5, 15, 18, 19). La obra avanzó rápidamente hasta que la reconstrucción del templo se terminó en el 6º año de Darí­o (Ezr 6:15). Los mensajes proféticos de Zacarí­as se dieron durante este perí­odo final de la obra (520-518), y su propósito consistió en infundir esperanza en las gloriosas posibilidades que se abrí­an ante los judí­os que habí­an regresado del cautiverio, si eran fieles. Después del cautiverio, Dios prometió renovar su pacto con Israel (Eze 36:21-27, 34, 38; cÆ’Jer 31:10-38; Zec 1:12-17; 2:12), y les ofreció concederles las correspondientes bendiciones (Jer 33:4, 6-26; Eze 36:8-15). Todo eso podí­a cumplirse sólo si su pueblo estaba dispuesto a cooperar (Zec 6:15; cf Isa 54:7; Jer 18:6-10; Eze 36:11; 43:10, 11; Mic 6:8; Zec 10:6), y la futura edad de oro llegarí­a a su culminación con el advenimiento del Mesí­as. Pero el fracaso de la nación en lograr los mí­nimos requerimientos de Dios quedó claramente en evidencia un siglo después, en los dí­as de Malaquí­as (Mal 1:6, 7, 12, 13; 2:2, 13, 14, 17; 3:7, 13; etc.). III. Bosquejo. Las profecí­as de Zacarí­as se podrí­an resumir de la siguiente manera: El 1º de sus 3 mensajes consiste en una serie de 8 visiones apocalí­pticas (Zec 1:1-6:15) que describen simbólicamente la total restauración del pueblo elegido y que alcanzan su culminación con el advenimiento del Mesí­as. El 2º mensaje (7:1-8:23) es una reprensión del pecado y una invitación a vivir una vida justa. El 3er mensaje (9:1-14:21) describe los acontecimientos finales de la historia, de acuerdo con el plan original de Dios para Israel, que incluye su gloriosa liberación de todos sus enemigos. IV. Contenido. En la introducción (Zec 1:1-6), el Señor llama a su pueblo diciéndole: “VolveHos_ y yo me volveré a vosotros” (v 3). Los exhorta a que no sigan el mal ejemplo de sus padres en quienes, durante su cautiverio, se habí­an cumplido todas las maldiciones señaladas por la ley de Moisés como castigo por la desobediencia (Zec 1:4-6; cf Dan 9:11, 12). 1214 En la 1ª de la serie de 8 visiones apocalí­pticas (Zec 1:7-17) Zacarí­as ve a un hombre que cabalga sobre un caballo alazán en medio de unos mirtos, seguido de otros caballos. Se pregunta al Señor: “¿Hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalén?” (v 12), y el Altí­simo contesta que ha celado “con gran celo a Jerusalén y a Sion” y que está “muy airado contra las naciones” que tanto han oprimido a su pueblo (vs 14, 15); ahora se ha vuelto a Jerusalén con misericordia y el templo será reedificado (vs 16, 17). En la 2ª visión la obra de las naciones que han oprimido a Jerusalén está simbolizada por 4 “cuernos”, y los medios que el Señor empleará para reparar el daño hecho, por 4 “carpinteros” que aparecerán “para derribar los cuernos de las naciones” (1:18-21). En su 3ª visión Zacarí­as ve a un hombre que lleva un cordel de medir (2:1-3), quien sale para “medir Jerusalén” (v 2) y trazar planes para su restauración. La ciudad será habitada nuevamente (v 4), y el Señor mismo la protegerá de todos sus enemigos (vs 5-9); “Moraré en medio de ti” (v 10) y “se unirán muchas naciones a Jehová en aquel dí­a” (v 11). La 4ª visión nos muestra al sumo sacerdote Josué, en su papel de representante de los judí­os que habí­an regresado de Babilonia, de pie, delante del ángel de Jehová, cubierto de “vestiduras viles” (cp 3). Satanás lo acusa ante el Señor y afirma que es indigno. El Señor reprende a Satanás y promete a Josué -y por ende a su pueblo- un cambio de vestiduras (vs 2-4) si se dispone a andar en sus caminos y a honrarlo (v 7). Entonces el Mesí­as, “el Renuevo”, vendrá e Israel vivirá seguro (vs 8-10). En la 5ª visión (cp 4) Zacarí­as ve un candelabro de oro con 2 olivos a sus lados que dan aceite a las lámparas. Junto con la visión se le da un mensaje a Zorobabel asegurándole que el glorioso propósito de Dios se llevará a cabo “no con ejército ni con fuerza, sino con mi Espí­ritu” (v 6). La época de Zorobabel es “el dí­a de las pequeñeces” (v 10), pero un magní­fico futuro se abre delante del pueblo. En la 6ª visión (5:1-4) Zacarí­as ve “un rollo que volaba”: una “maldición” que entrará en las casas de quienes no estén a la altura de la norma divina. El rollo que vuela es la voluntad revelada de Dios a su pueblo, especialmente su ley moral (v 4). La 7ª visión (vs 5-11) describe la manera como Dios se propone eliminar a los pecadores de los vs 1-4. Zacarí­as ve un efa* (una medida de capacidad) con una tapa de plomo y con una mujer adentro; ésta, según se le dice, representa la “Maldad” (v 8) de los judí­os impenitentes, a la que simbólicamente se lleva de nuevo a la tierra de Sinar (Babilonia). En la 8ª visión (6:1-8) Zacarí­as ve 4 carros tirados por 4 clases de caballos. Estos, se le dice, son “los cuatro vientos [espí­ritus] de los cielos” (v 5) que han salido para “recorrer la tierra” (v 7) con el fin de verificar el cumplimiento del propósito de Dios para Israel. El Señor no va a abandonar a su pueblo hasta que se cumpla en su favor todo lo que se ha propuesto hacer. Al concluir la 1ª sección de su libro, se instruye a Zacarí­as para que ponga simbólicamente coronas en la cabeza de Josué, el sumo sacerdote, como preanuncio de la venida del Renuevo, el Mesí­as (vs 11, 12), quien será sacerdote y rey (v 13). En sus dí­as vendrán hombres de “lejos” para “edificar el templo de Jehová” (v 15). El gozoso futuro descrito en estas visiones simbólicas se materializará, dice el profeta, únicamente si el pueblo es obediente a “la voz de Jehová vuestro Dios” (v 15). En el 2º mensaje (cps 7, 8) el profeta denuncia en primer lugar ciertas prácticas religiosas hipócritas, y declara que lo que el Señor pide de su pueblo es misericordia y piedad “cada cual con su hermano” (7:9), que es la esencia de la verdadera religión. Porque esto no se habí­a manifestado, Dios permitió que su pueblo fuera al exilio (v 14) y languideciera por 70 años en Babilonia. Pero él todaví­a tiene mucho celo por Sion (8:1, 2), y llevará a cabo sus propósitos con respecto a su pueblo (v 3): regresará a Jerusalén, lo traerá del cautiverio, lo hará morar con seguridad allí­ y lo volverá a aceptar como su pueblo elegido (vs 7, 8). Por eso les dice: “Esfuércense vuestras manos” (v 9), sobre todo en lo que se refiere a su carácter moral (vs 16, 17), para amar la verdad (v 19). Si hacen esto, las naciones de la tierra acudirán rápidamente “a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén” (vs 21, 22). De todas partes de la tierra vendrá gente para reunirse con los judí­os y dirán: “Iremos con vosotros, porque hemos oí­do que Dios está con vosotros” (v23). El 3er mensaje se divide en 2 secciones, a cada una de las cuales Zacarí­as le da el nombre de “profecí­a” u “oráculo”; es decir, un mensaje solemne (9:1; 12:1). En el 1º de ellos Dios se propone derribar a los enemigos de Judá, atraer al pueblo a sí­ mismo y establecer el reino mesiánico (cp 9). Refrigerará a su pueblo (10:1) y serán “como si no los hubiera desechado” (v 6; cf vs 8-12); es decir, como si no los hubiera enviado al exilio. El cp 11 constituye una solemne advertencia contra los falsos “pastores” o dirigentes, quienes han extraviado a la gente que debieron cuidar. La 2ª “Profecí­a” u “oráculo” (12-14) bosqueja 1215 los acontecimientos finales de la historia como habrí­an ocurrido si Israel hubiera sido fiel (véase 6:15). El cuadro que se pinta se asemeja a la batalla de Gog y Magog a la que se refiere Ezequiel (38:39), y estos 2 pasajes constituyen el fundamento profético del cuadro de las últimas grandes batallas que se librarán al fin del tiempo: en el Armagedón (Rev 16:12-16), y en la de Gog y Magog después del milenio (20:8, 9). Tal como Zacarí­as describe la escena, “todas las naciones de la tierra” sitiarán Jerusalén (Zec 12:2, 3), pero Jehová defenderá a los habitantes de la ciudad (v 8) y destruirá “todas las naciones que vinieren contra Jerusalén” (v 9). Mientras suceda esto la gente aparentemente traspasará al Mesí­as libertador, y al darse cuenta de lo que han hecho llorarán muchí­simo (vs 10, 11). Pero “en aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia” (13:1), y Dios purificará la tierra de sus í­dolos y de los falsos profetas (vs 2, 3). El Mesí­as será “herido en casa” de sus presuntos “amigos” (v 6), y como resultado de ello las ovejas -es decir, el pueblo- serán dispersadas (v 7). Las 2/3 partes de toda la tierra serán “cortadas en ella, y se perderán”, pero la otra 3ª parte será metida “en el fuego” y se la refinará, y será el pueblo de Dios para siempre jamás (vs 8, 9). Son ante quienes se abrirá el “manantial” (13:1) con el fin de purificarlos del pecado y la inmundicia. Después el Señor saldrá para pelear “con aquellas naciones” (14:1-3) que atacarán Jerusalén, y descenderá sobre el monte de los Olivos, que se partirá en dos, para constituir un gran valle (v 4). En aquel dí­a saldrán aguas vivas de Jerusalén (v 8; cÆ’ Eze_47), “Jehová será rey sobre toda la tierra” (Zec 14:9) y Jerusalén “será habitada confiadamente” (v 11). La forma como Dios eliminará a los que, rechazando su invitación llena de gracia para unirse a su pueblo elegido, combatan contra Jerusalén, se describe en los vs 12-14, 17-19. Y con el tiempo “todos los que sobrevivieron de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos” (v 16; véase CBA 4:1107, 1108). En cuanto a la naturaleza condicional de las profecí­as hechas al antiguo lsrael (a lo cual Zacarí­as llama la atención; 6:15) y en qué medida se las puede aplicar al pueblo de Dios de los últimos dí­as, dado que aquél malogró el cumplimiento de estas promesas, véanse Profeta (II); Pueblo elegido.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

nombre de varón. 1. Uno de los doce Profetas Menores. Predicó en Jerusalén durante el reinado de Darí­o el Grande, ca. 520-518 a. C., Za 1, 1-7; 7,1. Intervino activamente en la restauración del Templo, junto con Ageo. Sus exhortaciones, vaticinios y visiones se hallan contenidos en el libro homónimo, dividido en dos partes.

Zacarí­as es un libro del A. T. que se atribuye al sacerdote y profeta hebreo Z., siglo VI a. C. Pertenece a uno de los doce libros proféticos conocidos como Profetas Menores, sobre todo debido a su brevedad.

En los primeros capí­tulos el autor inicia resaltando el compromiso espiritual y la obediencia, en que judí­os y gentiles adorarán juntos a Dios, en época del periodo posterior a la cautividad de Babilonia, cuando se realizó la reconstrucción del Templo y de Jerusalén, Za 1, 1-6.

Luego contiene profecí­as entremezcladas con una serie de ocho visiones que el profeta experimentó en el 518 a. C., Za 1, 7-6, 8. Visiones de imágenes apocalí­pticas y que un ángel interpreta para Z., y que predicen la llegada de una era mesiánica.

También describe la coronación del sacerdote Josué por orden de Yahvéh, quien conducirá al pueblo hacia la reconstrucción del Templo, Za 6, 9-15.

En los capí­tulos siguientes Za 7 y 8, redacta profecí­as que describen las condiciones que prevalecerán en la Jerusalén restaurada.

Finalmente aparecen oráculos apocalí­pticos con numerosas alusiones que hoy son difí­ciles de comprender. Los oráculos más importantes son la restauración de Israel tras la derrota de sus enemigos, Za 9 y 11.

El advenimiento del Mesí­as; y el inminente y gran dí­a de Yahvéh dí­a del restablecimiento de la alianza y el Dios de Israel será adorado por todo el mundo. 2. Sacerdote del templo de Jerusalén, esposo de Isabel y padre de Juan Bautista, Lc 1, 14. 3. Sacerdote, hijo de Baraquí­as que fue muerto entre el altar y el santuario, Mt 23, 35; Lc 11, 51. 4. Hijo de Yehoyadá y sumo sacerdote bajo el reinado de Joás de Israel, 2 Cro 24, 21-23. 5. Uno de los testigos presentados por el profeta Isaí­as al escribir el nombre simbólico de su hijo Maher Salat Jas Baz, rápido botí­n, próximo pillaje, Is 8, 2.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., zekhar-yahu, Jehovah recuerda).
1. Decimocuarto rey de Israel, hijo de Jeroboam II. En cumplimiento de 2Ki 10:30, fue el último de la casa de Jehú. Después de reinar seis meses, fue asesinado por Salum, su sucesor (2Ki 15:8-10).
2. Un jefe rubenita (1Ch 5:7).
3. Un coreí­ta (1Ch 9:21; 1Ch 26:2, 1Ch 26:14).
4. Un benjamita (1Ch 9:37).
5. Un portero levita en tiempos de David (1Ch 15:17-18, 1Ch 15:20; 1Ch 16:5).
6. Uno de los sacerdotes de David utilizado como trompeta para ayudar a traer el arca de la casa de Obed-edom de regreso a Jerusalén (1Ch 15:24).
7. Levita de Uziel (1Ch 24:25).
8.
Merarita en tiempos de David (1Ch 26:11).
9. Manasita en tiempos de David (1Ch 27:21).
10. Uno de los prí­ncipes a quien envió Josafat a enseñar en las ciudades de Judá (2Ch 17:7). 1
1. El padre del profeta Yajaziel e hijo de Benaí­as (2Ch 20:14). 1
2. Tercer hijo de Josafat, muerto a espada por su hermano Joram (2Ch 21:2-4).

1
3. Hijo de Joyada, sumo sacerdote, quien buscó detener la marea creciente de idolatrí­a. Se formó una conspiración en su contra y, bajo órdenes del rey, fue apedreado (2Ch 24:20-22). 1
4. Un profeta que ejerció una influencia buena y sobresaliente sobre el rey Uzí­as (2Ch 26:5). 1
5.
El padre de Abí­a (2Ch 29:1). 1
6. Levita que en tiempo del rey Ezequí­as ayudó en la limpieza del templo (2Ch 29:13). 1
7. Un cohatita que fue uno de los supervisores que ayudó en las reparaciones del templo en dí­as del rey Josí­as (2Ch 34:12). 1
8. Uno de los administradores del templo en tiempos del rey Josí­as (2Ch 35:8).1
9. Uno que regresó a Jerusalén con Esdras (Ezr 8:3). 20. Hijo de Bebai que regresó con Esdras (Ezr 8:11). 2
1. Uno de los que estaban junto a Esdras cuando éste leí­a la ley al pueblo (Neh 8:4; Ezr 8:15-16). 2
2. Hijo de Elam, que a sugerencia de Esdras se divorció de su esposa gentil (Ezr 10:26). 2
3. Un hombre de la tribu de Judá (Neh 11:4). 2
4. Un descendiente de Sela que vivió en Jerusalén (Neh 11:5). 2
5. Uno que ayudó en la obra en Jerusalén después de la cautividad (Neh 11:12). 2
6. Un sacerdote en dí­as de Joyaquim (Neh 12:16; Ezr 5:1; Ezr 6:14). 2
7. Uno de los sacerdotes que llevaban la trompeta en la dedicación del muro de Jerusalén bajo el liderazgo de Esdras y Nehemí­as (Neh 12:35, Neh 12:41). 2
8. Un contemporáneo de Isaí­as (Isa 8:1-2). 2
9. El penúltimo de los 12 profetas menores.

Descendí­a de una lí­nea de sacerdotes, siendo hijo de Berequí­as y nieto de Ido (Zec 1:1). Fue profeta tanto como sacerdote (Zec 1:7).

Regresó a Jerusalén de la cautividad de Babilonia bajo Zorobabel. Comenzó su ministerio profético durante el octavo mes del segundo año del rey persa Darí­o (Zec 1:1). Fue contemporáneo de Hageo, comenzando su ministerio dos meses después de él. 30. Padre de Juan el Bautista (Luk 1:5, Luk 1:67-69). 3
1. Hijo de Berequí­as (Mat 23:35; Luk 11:51) asesinado entre el altar y el templo.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Yahveh se acuerda).

1- Padre de Juan el Bautista: (Lc.l).

– Esposo de Isabel, irreprensibles, sin hijos, de avanzada edad, Luc 1:5-8- El ángel Gabriel se le aparece y le le dice que tendrá un hijo,: (8-21).

– Su incredulidad y mudez, Luc 1:20.

– Su cántico profético, Luc 1:68-79.

2- Profeta Zacarí­as: Escritor del “Libro de Zacarí­as” en donde nos dice.

1- Una serie de 8 visiones nocturnas: (caps. 1 al 6).

2- Exorta al arrepentimiento, 1,7,8,10.

3- Predice la venida, sufrimientos y reinado de Cristo:Luc 9:9, Luc 9:11-12, Luc 9:13-14.

3- Hay 31 personas con el nombre de Zacarí­as en la Biblia.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

(Dios ha recordado). Nombre de personas del AT.

1. Rey de Israel (743 a.C.). Hijo y sucesor de †¢Jeroboam II. †œHizo lo malo ante los ojos de Jehovᆝ. Gobernó sólo seis meses. †œContra él conspiró †¢Salum hijo de Jabes … y lo mató† (2Re 14:29; 2Re 15:8-11). Se desconocen las causas de esta rebelión de Salum.

. Padre de †¢Abi, la madre del rey †¢Ezequí­as (2Re 18:2).

. Prí­ncipe de la tribu de Rubén (1Cr 5:7).

. Levita. Portero en el †¢tabernáculo en tiempos de David. Era hijo de †¢Meselemí­as (1Cr 9:21).

. Personaje en la descendencia de Benjamí­n (1Cr 9:37). = †¢Zequer.

. Levita. Portero y músico en el †¢templo en tiempos de David (1Cr 15:18-20; 1Cr 16:5).

. Sacerdote en tiempos de David. Era de los que †œtocaban las trompetas delante del arca de Dios† (1Cr 15:24).

. Levita de tiempos de David. Descendiente de †¢Hebrón. Era hijo de Isí­as (1Cr 24:25).

. Levita. Portero. En la descendencia de Merari. Era hijo de Hosa (1Cr 26:11).

. Personaje en la descendencia de Manasés. Padre de †¢Iddo (1Cr 27:21).

. Uno de los prí­ncipes de tiempos de Josafat. Fue enviado junto con otros †œpara que enseñasen en las ciudades de Judᆝ (2Cr 17:7).

. Personaje en la descendencia de †¢Asaf. Padre de †¢Jahaziel (2Cr 20:14).

. Uno de los hijos del rey †¢Josafat (2Cr 21:2).

. Hijo del sacerdote †¢Joiada, en tiempos del rey †¢Joás. Tras la muerte de Joiada, el rey y sus prí­ncipes se dedicaron a la idolatrí­a. Dios les envió profetas, pero no les hicieron caso. Entonces †œel Espí­ritu de Dios vino sobre Z.†, quien comenzó a predicar en contra de los pecados del pueblo. †œPor mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehovᆝ. En el momento de expirar Z. dijo: †œJehová lo vea y lo demande†. Joás no tuvo en cuenta que Joiada, el padre de Z. le habí­a salvado la vida y le habí­a hecho rey. La muerte de Z. fue causa de una conspiración que terminó con la vida de Joás, que murió asesinado (2Cr 24:17-26; Mat 23:35; Luc 11:51).

. Vidente de tiempos del rey †¢Uzí­as. Fue su instructor y consejero. Se le llama †œentendido en visiones de Dios† (2Cr 26:5). Es posible que sea el mismo a quien †¢Isaí­as usa como testigo de su matrimonio y del oráculo relacionado con †¢Maher-salal-hasbaz (Isa 8:2).

. Levita de tiempos del rey Ezequí­as que fue uno de los que †œse santificaron … para limpiar la casa de Jehovᆝ, participando así­ en la reforma religiosa (2Cr 29:13-15).

. Levita. De los hijos de †¢Coat. Uno de los mayordomos que en tiempos de Josí­as †œse ocupaban en cualquier clase de obra† cuando se restauraba el †¢templo (2Cr 34:12-13).

. Uno de los †œoficiales de la casa de Dios† que ofrendaron gran cantidad de animales para la celebración de la Pascua en tiempos del rey Josí­as (2Cr 35:8).

. Profeta. Contemporáneo de †¢Hageo y de †¢Esdras. Retornó del exilio y predicó a favor del reinicio de la reconstrucción del †¢templo (Esd 5:1; Esd 6:14). Es probable que el Z. que aparece como cabeza de la familia †œde Iddo† en Neh 12:16 sea este mismo.

. Personaje que regresó del exilio en tiempos de Esdras. Era †œde los hijos de Paros† (Esd 8:3).

. Personaje que regresó del exilio en tiempos de Esdras. Era †œde los hijos de Bebai† (Esd 8:11).

. Personaje que regresó del exilio en tiempos de Esdras. Fue uno de los que habí­an casado con mujeres extranjeras y fueron obligados a separarse de ellas. Era †œde los hijos de Elam† (Esd 10:26).

. Personaje que ayudó a Esdras en la lectura de la ley (Neh 8:4).

. Personaje en la descendencia de Judá. Ascendiente de †¢Ataí­as (Neh 11:4).

. Personaje en la descendencia de Judá. Ascendiente de †¢Maasí­as (Neh 11:5).

. Sacerdote. En la ascendencia de †¢Adaí­as (Neh 11:12).

. En tiempos de †¢Esdras y †¢Nehemí­as se intentó restaurar las órdenes sacerdotales establecidas por David. Z. aparece como cabeza de la familia organizada bajo el nombre de †¢Iddo (Neh 12:16). Es posible que sea al mismo #19.

. Sacerdote que participó en la inauguración de la restauración del muro de Jerusalén en tiempos de Nehemí­as. Era de los que †œiban con trompetas† (Neh 12:35, Neh 12:41).

. Personaje a quien el profeta †¢Isaí­as usa como testigo de su matrimonio y del oráculo relacionado con †¢Maher-salal-hasbaz (Isa 8:2). Posiblemente sea el mismo #15.

. Sacerdote de la clase de †¢Abí­as. Padre de †¢Juan el Bautista. él y su mujer eran viejos y no tení­an hijos. Un ángel se le apareció mientras oficiaba en el †¢templo y le anunció que tendrí­a un hijo. Por alegar su vejez y dudar del anuncio se le castigó con una mudez hasta que nació el niño. Cuando quisieron ponerle a éste su nombre, escribió sobre una tablilla que le llamarí­an Juan, como habí­a ordenado el ángel y entonces recuperó el habla (Luc 1:5-25, Luc 1:57-64). La †œcanción† de Z. (Luc 1:67-79) es comúnmente llamada el †œBenedictus†, porque comienza con esa primera palabra, en latí­n.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF SACE REYE HOMB HOAT HONT

ver, GLOSA

vet, = “Jehová se ha acordado”. (1) Benjamita de la familia de Jehiel, de Gabaón (1 Cr. 9:35, 37); llamado Zequer en 1 Cr. 8:31. Si la vocalización tradicional es la correcta, Zequer es un sinónimo que significa “memoria”. Sin embargo es probable que se tratara de una abreviación, Zacar, que significa “él se ha acordado”. (2) Levita de la familia de Coat, descendiente de Ebiasaf (Asaf). Era hijo de Meselemí­as, y portero del tabernáculo en el reinado de David (1 Cr. 9:19, 21, 22; 6:2) y sabio consejero (1 Cr. 26:14). (3) Levita del segundo orden; tocaba el salterio en el cortejo que acompañó el arca a Jerusalén. David le asignó un servicio permanente en el tabernáculo erigido para el arca (1 Cr. 15:18, 20; 16:5). (4) Levita de la familia de Coat, de la casa de Uziel, vivió durante el reinado de David (1 Cr. 24:25). (5) Levita de la familia de Merari, cuarto hijo de Hosa. Fue uno de los porteros del tabernáculo durante el reinado de David (1 Cr. 26:10, 11). (6) Sacerdote y músico de la época del rey David (1 Cr. 15:24). (7) Hombre de la media tribu de Manasés en Galaad, padre de Iddo; vivió durante el reino de David (1 Cr. 27:21). (8) Levita, hijo de Asaf y descendiente de Gersón (2 Cr. 20:14). (9) Uno de los prí­ncipes comisionados por Josafat para que enseñaran la Ley al pueblo de Judá (2 Cr. 17:7). (10) Cuarto hijo de Josafat (2 Cr. 21:2). (11) Hijo del sumo sacerdote Joiada e í­ntegro como su padre. Zacarí­as vivió durante el reinado de Joás, rey de Judá; dotado del Espí­ritu, reprochó al pueblo que hubiera abandonado a Jehová después de la muerte de Joiada. Zacarí­as fue entonces lapidado en el patio del templo por orden del rey (2 Cr. 24:20-22). Es a este Zacarí­as que parece referirse Cristo al hablar de la sangre de los profetas derramada sobre la tierra (Lc. 11:51). En efecto, Zacarí­as hijo de Joiada es el único personaje mencionado en las Escrituras que fuera asesinado entre el templo y el altar. La memoria de esta trágica muerte se transmitió de generación en generación. Al estar el libro de Crónicas en último lugar en el canon judí­o, Zacarí­as aparece como el último mártir, siendo Abel el primero. Mt. 23:35 constituye un problema, por cuanto Zacarí­as recibe el apelativo de “hijo de Berequí­as”, aludiendo al bien conocido profeta postexí­lico. Este pasaje de Mateo, diferente del pasaje paralelo de Lc. 11:51, contiene muy probablemente una glosa que algún copista puso al margen, confundiendo ambos Zacarí­as, glosa que posteriormente habrí­a sido incorporada al texto (véase GLOSA). (12) Hombre entendido en visiones de Dios y consejero del rey Uzí­as (2 Cr. 26:5). (13) Rey de Israel; último soberano de la dinastí­a de Jehú. Accedió al trono de Samaria en el año 30 de Azazí­as, rey de Judá, y reinó durante seis meses. Hijo de Jeroboam II, murió a manos de Salum, que le sucedió (2 R. 14:29; 15:10). La predicción según la cual Jehú tendrí­a descendientes en el trono sólo hasta la cuarta generación se cumplió en la accesión y muerte pronta de Zacarí­as (cfr. 2 R. 10:30). (14) Prí­ncipe rubenita (1 Cr. 5:7). (15) Hijo de Berequí­as; fue testigo de que Isaí­as escribí­a unas palabras enigmáticas un año antes de que una profecí­a revelara su auténtico significado (Is. 8:2). (16) Abuelo de Ezequí­as por parte materna (2 R. 18:1, 2). (17) Levita descendiente de Asaf. Tomó parte en la purificación del Templo, bajo Ezequí­as (2 Cr. 29:13). (18) Levita, descendiente de Coat; inspector de los obreros que efectuaron las reparaciones del Templo durante el reinado de Josí­as (2 Cr. 34:12). (19) Uno de los oficiales de la casa de Dios bajo Josí­as; indudablemente un sacerdote (2 Cr. 35:8). (20) Hombre de Judá, de la familia de Sela (Neh. 11:5). (21) Otro hombre de Judá de la familia de Fares (Neh. 11:4). (22) Sacerdote descendiente de Pasur de la casa de Malquí­as (Neh. 11:12). (23) Descendiente de Paros; volvió de Babilonia con Esdras (Esd. 8:3). (24) Otro que volvió del exilio con Esdras hijo de Bebai (Esd. 8:11). (25) Uno de los prí­ncipes encargados por Esdras de traer consigo a levitas y netineos para que acompañaran a los israelitas en su vuelta del exilio (Esd. 8:16). (26) Uno de los que ayudaron a Esdras a leer la ley al pueblo; probablemente sacerdote (Neh. 8:4). (27) Hijo de Elam, siguió la indicación de Esdras de despedir a su mujer extranjera (Esd. 10:26). (28) Levita, hijo de Jonatán, descendiente de Asaf. Dirigió a los levitas músicos en la dedicación de las murallas restauradas de Jerusalén (Esd. 12:35, 36). (29) Sacerdote que hizo sonar la trompeta en la dedicación de las murallas restauradas de Jerusalén (Neh. 12:41). (30) Sacerdote y jefe de la casa patriarcal de Iddo en la época del sumo sacerdote Joiacim (Neh. 12:16; cfr. v. 12). (Véase (ad)). (31) El profeta Zacarí­as (Zac. 1:1). Véase ZACARíAS (Profeta). (32) Padre de Juan el Bautista. Sacerdote de la clase de Abí­as (véase ABíAS, b). Su esposa Elisabet era pariente de Marí­a de Nazaret (Lc. 1:5, 36). Esta piadosa pareja viví­a en la región montañosa de Judá (Lc. 1:39, 40). Habiéndole tocado en suerte ofrecer el incienso, mientras ejercí­a esta función se le apareció un ángel, que le anunció al anciano que Dios le darí­a un hijo (Lc. 1:18), que prepararí­a al Señor un pueblo bien dispuesto de cara a la llegada del Mesí­as (Lc. 1:13-17). Zacarí­as, dudando, pidió una señal, que recibió en forma de mudez temporal debido a su incredulidad, hasta el cumplimiento de la promesa (Lc. 1:18-22, 62-64). Cuando el niño nació, Zacarí­as fue lleno del Espí­ritu Santo, profetizó acerca del Salvador, alabándolo (Lc. 1:67-79).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

1.° Hijo de Yóyada, que, por predicar la palabra de Dios, fue apedreado en el atrio del templo; a este crimen hace referencia Jesús (Mt 23,35; Lc 11,51).

2.° Sacerdote, esposo de Isabel y padre de Juan Bautista (Lc 1,5.59-63; 3,2).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

El libro de Zacarí­as figura en el canon entre los doce profetas menores. Se compone de dos partes totalmente distintas, que se atribuyen a autores y a épocas diferentes: cc. 1-8 y 9-14. Esta división se basa en elementos estilí­sticos, literarios y de contenido. La primera parte se atribuye a Zacarí­as, probablemente la mismia persona que se menciona como jefe de la familia sacerdotal de Iddo (Neh 12,16). Su actividad comienza en noviembre del año 520 a.C., poco después de Ageo, y dura todo lo más hasta el 518. Se articula en una visión parenética (1, 1 -6), en la relación de ocho visiones (1,7-6,8), en una acción simbólica constituida por la coronación de Zorobabel (6,9-15) y en respuestas en torno al ayuno para recordar la destrucción del templo, seguidas de siete promesas que tienen como motivo la grandeza de la nueva Jerusalén (7-8). Zacarí­as se preocupa de la reconstrucción del templo, pero sobre todo de la restauración nacional y religiosa, de una era mesiánica en la que se exaltará el sacerdocio y la realeza será ejercida por el †œgermen† (3,8), término mesiánico que se atribuye a Zorobabel.

Con él la capital estará abierta no sólo a los judí­os, sino a todos los pueblos que deseen visitar al Señor.

La segunda parte (cc. 9- 14) pertenece a un autor desconocido que escribe probablemente a finales del siglo IV, tras la conquista de Alejandro Magno. En efecto, en 9,11 hay una referencia concreta a la aparición del poder greco-macedonio. Esta sección es importante para la doctrina mesiánica (mesianismo daví­dico: 12; caracterización del Mesí­as como humilde: 9,9-10; anuncio misterioso del ” traspasado n : 12,10) y por el apocalipsis sobre la Jerusalén escatológica (12-14), G. Lorusso

Bibl.: L. Moraldi, Zacarí­as, en NDTB, 1971 1974; L. Alonso Schokel – J L, Sicre. Profetas, 11, Cristiandad. Madrid 1980, 1141-1203; G. Denzer, Libros de Ageo, Zacarí­a’, Malaquias, Joel y segundo Zacarí­as, Sal Terrae, Santander 1969; C, StuhlmUller, Zacarí­as en Comentario bí­blico San Jerónimo 11, Cristiandad, Madrid 1971, 142-164; J L. Sicre, Profétismo en Israel Verbo Divino, Estella 1993.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. El profeta y su tiempo. II. Primera parte (cc. 1-8); III. Los capí­tulos 9-14.

1. EL PROFETA Y SU TIEMPO. Zacarí­as (en hebr., Zekarjiah, “Yhwh se ha acordado”), hijo de Berequí­as, hijo de Idó, mencionado con el profeta /Ageo por Esd 5:1 y 6,14, es el penúltimo de los doce profetas menores. Probablemente es la misma persona mencionada como jefe de la familia sacerdotal de Idó (Neh 12:16), donde se tendrí­a la confirmación de que era de familia sacerdotal, y lo cual explicarí­a su gran interés por el templo y el culto, a la vez que se comprende el motivo de la impresión que su escrito deja en el lector.

El perí­odo de la actividad profética está definido con precisión en su libro (como en el de su contemporáneo Ageo): la llamada a la penitencia y la promesa del perdón divino (1,1-6) tienen fecha de octubreno-viembre del año 520; las ocho visiones (1,7-6,8) son de febrero del año, 519; la respuesta a la cuestión relativa al ayuno (cc. 7-8) es de noviembre del 518. Así­ pues, Zacarí­as inició su ministerio dos meses después que Ageo, pero siguió aún por dos años después de la última fecha que podemos asignar a la actividad profética de éste (cf Age 2:20).

Nadie discute la autenticidad de los primeros ocho capí­tulos de Zacarí­as, aunque dejan la impresión de que acá y allá hay interrupciones y retoques. En cambio, es diverso el juicio en lo que se refiere a los capí­tulos 9-14, o sea la segunda parte del libro, según se verá.

Puede parecer exagerado que los dos profetas posteriores al exilio de mayor interés (Ageo y Zacarí­as) hayan atribuido tanta importancia a una obra tan exterior como la erección del templo; sin embargo, hay que recordar que en las condiciones de los que “volví­an” del destierro babilónico, los judí­os tení­an necesidad, experimentada sobre todo por las personas más significativas, de encontrar su identidad. Además hay que tener presente que estos “retornados” (sacerdotes y laicos) estaban diversamente compenetrados por el espí­ritu ritualista del gran profeta Ezequiel y que renunciar a la reconstrucción del templo hubiera sido una bancarrota de la fe y de las esperanzas de los “retornados”, aunque las dificultades eran muchas.

II. PRIMERA PARTE (cc. 1-8) El mensaje del profeta comienza con una invitación apremiante a la penitencia (Age 1:1-6), a la que siguen ocho visiones dirigidas a infundir ánimo al pueblo. En la primera (Age 1:7-17) ve el profeta cuatro caballeros que montan corceles de diverso color. Un ángel explica que las naciones han excedido la medida al castigar a Israel, por lo cual Yhwh se volverá de nuevo hacia Israel (hacia Jerusalén), su templo será reconstruido y las ciudades de Judá volverán a abundar en toda clase de bienes. En la segunda visión (2,1-4) el profeta descubre cuatro cuernos y cuatro herreros dispuestos a abatirlos (es decir, a derribar el poder que representan); se. trata de cuatro naciones. En la tercera visión (2,5-17) el profeta ve a un hombre con una cinta que se dispone a medir Jerusalén; de hecho, se reedificará mucho más grande de lo que era antes de la destrucción, y desde ahora sus hijos están invitados a volver a la ciudad que Yhwh rodeará con un muro de fuego, volviendo él mismo a ella. En la cuarta visión ve el profeta (3,1-10) al sumo sacerdote Josué ante el tribunal celeste con las vestiduras sucias y a Satanás que lo acusa, pero un ángel hace que el sumo sacerdote se revista de vestiduras limpias y le reprocha a Satanás no haber comprendido las verdaderas intenciones de Yhwh (el profeta quiere significar la restauración del sacerdocio en sus funciones institucionales, interrumpidas con la destrucción del templo y el destierro). En este punto el profeta se dirige directamente a Josué y le anuncia la venida del mesí­as, que aquí­ es llamado “germen” (en hebr., úsemah), como más adelante en 6,12 y en Jer 23:15 : obsérvese que la versión griega y la versión latina en lugar de “germen” tradujeron “sol naciente”, “oriente”, versión seguida por el evangelio de Lucas (Jer 1:78) y por la liturgia latina en la antí­fona de adviento O Oriens… Con este término el profeta querí­a designar a Zorobabel como mesí­as. En la quinta visión (Jer 4:1-14) el profeta ve dos olivos y un candelabro de siete brazos, es decir, los “siete” ojos de Yhwh y sus dos “ramas de olivo”, es decir, “dos ungidos que están ante el Señor de toda la tierra”, es decir, los dos mesí­as, Zorobabel y Josué, verosí­milmente un mesí­as “secular” y otro “sacerdote”, dos mesí­as de los cuales hablan los manuscritos de los esenios de Qumrán. Está claro el simbolismo de la sexta visión (Jer 5:1-4): el profeta descubre un rollo de pergamino cubierto de maldiciones que vuela por encima de toda Judea, significando que todo pecador será eliminado antes de la llegada de la salvación. Más complicada es la séptima visión (Jer 5:5-11): el profeta ve a una mujer sentada en un efá (unidad de medida) y transportada por dos mujeres aladas; es el pecado de Judá que es extirpado y llevado a un paí­s enemigo, donde se convertirá en una falsa divinidad. En la octava visión (Jer 6:1-8) el profeta tiene delante cuatro carros arrastrados por caballos que anuncian por todas partes la señal del cumplimiento del programa mesiánico. La visión termina con una palabra de Yhwh al profeta: con el oro y la plata llevados por los judí­os venidos de Babilonia debe Zacarí­as mandar hacer una corona para coronar rey mesí­as a Zorobabel, “su nombre es germen”. Es probable que en esta segunda parte haya intervenido algún retoque determinado por el oscuro fin que tuvo Zorobabel.

En los dos últimos capí­tulos (cc. 7-8) el profeta trata de diversas cuestiones; en noviembre del año 518 se le hace una pregunta al profeta respecto al ayuno en recuerdo de la destrucción del templo (cf 2Re 25:8-9); la respuesta es aplazada. El profeta invita ante todo a seguir la justicia, el juicio justo, el amor y la misericordia antes que el ayuno (2Re 7:4-14). Siguen siete promesas que tienen por tema la grandeza de la nueva Jerusalén, el retorno de todos los desterrados y la reedificación del templo (cada promesa es presentada con las palabras “Así­ habla el Señor”:2Re 8:2.3.4.6.7.9. 14). Finalmente, en 8,18-19 está la respuesta a la cuestión del ayuno: el ayuno del cuarto mes (junio julio) conmemora la irrupción de los babilonios a través de los muros de Jerusalén (cf Jer 39:2-3), el del quinto mes la destrucción de la ciudad (cf Jer 52:12), el del séptimo mes el asesinato de Godolí­as (cf 2Re 25:25; Jer 41:1 ss), el del décimo mes el comienzo del asedio de la ciudad (cf 2Re 25:1).

Como Ageo, también Zacarí­as ha dejado un escrito muy caracterizado por el tiempo de composición también bajo el aspecto religioso, pues se caracteriza notablemente por el escatologismo mesiánico que distinguí­a los ideales de los “retornados” del destierro babilónico.

III. LOS CAPíTULOS 9-14. En Zac 9-14, la crí­tica histórica y literaria, lo mismo que el examen del contenido, ponen de manifiesto una mano y unas ideas muy diversas de los capí­tulos 1-8. En cuanto al tiempo de composición, nos movemos en un campo de hipótesis. Algunos estudiosos consideran los capí­tulos 9-14 preexí­licos; otros ven en ellos un apocalipsis compuesto después del tiempo de Alejandro Magno. La opinión más verosí­mil es la siguiente: no hay ningún indicio para atribuir aun mismo autor los capí­tulos 1-8 y los capí­tulos 9-14; en los capí­tulos 9-14 hay una referencia concreta al surgir y a la caí­da de la potencia grecomacedónica (2Re 9:1-11, 3).

De la alegorí­a del buen pastor (2Re 11:4-17) saca Mateo un texto que aplica a Jesús: el profeta, despreciado, habla y obra en nombre de Yhwh, por lo cual resulta más estrecha la tipologí­a con Jesús: “Ellos tasaron mi salario: treinta siclos de plata…” (cf Mat 27:3-10); treinta siclos era el precio de un esclavo (cf Exo 21:32). Al citar nuestro texto, Mt lo combina con Jer 32:6-9, atribuyéndolo todo al profeta Jeremí­as. En los capí­tulos 12-14 se leen, en cambio, expectativas generales de í­ndole escatológica sobre la destrucción de las naciones y sobre el respectivo comienzo de las fortunas de Jerusalén. Una fecha, incluso sólo razonable, de estos capí­tulos es imposible (hipotéticamente se piensa en los siglos iv-iii).

Así­ pues, en los capí­tulos 9-14 se ven dos partes distintas, división que parece insinuar también el hecho de comenzar el capí­tulo 9 con “Mensaje. Palabra del Señor…”, las mismas palabras con que comienza también el capí­tulo 12. Por eso algún crí­tico habla de Déutero-Zacarí­as (cc. 9-11) y de Trito-Zacarí­as (cc. 12-14) [/ Malaquí­as I].

Sin embargo, en esta segunda parte del libro podemos ver también cinco actos distintos de un drama apocalí­ptico, del modo siguiente: a) un invasor enviado por Dios (acaso Alejandro Magno) devasta Siria, Fenicia y Filistea; pero un “resto” se convierte, y en él viene el prí­ncipe mesiánico de la paz (Jer 9:1-10); b) los judí­os de la diáspora unen sus fuerzas con las de Judea y Efraí­n y derrotan a los griegos (Jer 9:11-17); c) guerra victoriosa de independencia, en la cual los judí­os debilitan el poder de los Tolomeos y de los Seléucidas (Jer 10:3-11, 3); d) liberación de Jerusalén atacada por judí­os y gentiles: la ciudad llora a un justo asesinado (Jer 11:4-13, 6); e) saqueo de Jerusalén, liberación milagrosa de la mitad de la población, el suelo será extraordinariamente fecundo, la mayor parte de los gentiles serán eliminados; los que de ellos sobrevivan, serán obligados a celebrar la fiesta de las cabañas en Jerusalén.

Del pasaje 12,10 extrae el evangelista Juan un texto que aplica a Jesús en la cruz, traspasado por la lanza: “Volverán sus ojos hacia el que traspasaron…”; se trata de un texto más bien oscuro e indudablemente denso, como por lo demás todos estos capí­tulos, rebosantes de expectativas mesiánicas y escatológicas.

BIBL.: ACKROYD P.R., The Book of Hagai and Zechariah I-VIII, en “Journal of Jews Studies” 3 (1952) 151-156; BERNINI G., Aggeo, Zaccaria, Malachia, Ed. Paoline 19853; BEUKEN, Haggai, Secharjah, Assen 1967; CHARY Th., Aggée, Zacharie, Malachie, Parí­s 1969; DEISSLER A., DELCOR M., Les petits Prophétes, Parí­s 1964; ELLIGER K., Das Buch der zwdlf kleinen Propheten, Gotinga 19645; RAD G. VON., Teologí­a del AT II, Sí­gueme, Salamanca 19763, 357-360; RINALDI G., LUCIANI F., 1 Profeti minori, III. Michea, Nahum, Abacuc, Sofonia, Aggeo, Zaccaria, Malachia, Marietti, Turí­n 1969; SCHcKEL A., Doce profetas menores, en Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1141-1203; STUHLMUELLER C., Zacarí­as, en Comento bí­bl. San Jerónimo 11, Cristiandad, Madrid 1971, 142-164.

L. Moraldi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

(Jehová Ha Recordado).

1. Uno de los diez hijos del benjamita Jeiel. (1Cr 9:35-37.) Su nombre aparece abreviado como Zéker en la lista paralela de 1 Crónicas 8:31.

2. Rubenita que posiblemente luchó contra los hagritas en los dí­as de Saúl. (1Cr 5:6, 7, 10.)

3. Portero levita al que se elogia por ser †œun consejero con discreción†. Habí­a sido portero en la entrada de la tienda de reunión, y cuando David reorganizó los servicios de los levitas con vistas al templo que se iba a edificar, a Zacarí­as le tocó la zona N. Era el primogénito de Meselemí­as, un coreí­ta de la familia levita de Qohat. (1Cr 9:21, 22; 26:1, 2, 14.)

4. Levita asignado junto con varios otros a tocar un instrumento de cuerdas en la procesión que trasladarí­a el arca del pacto a Jerusalén. Posteriormente, tocó ante la tienda que albergó el Arca. (1Cr 15:18, 20; 16:1, 4, 5.)

5. Sacerdote asignado a tocar la trompeta en la procesión que acompañó el arca del pacto a Jerusalén. (1Cr 15:24.)

6. Levita de la familia de Uziel que se menciona con relación a la reorganización del servicio en la casa de Jehová. (1Cr 24:24, 25.)

7. Levita merarita, hijo de Hosá, asignado a la división de los porteros durante el reinado de David. (1Cr 26:1, 10, 11.)

8. Manasita cuyo hijo, Idó, fue un principal de su tribu en Galaad durante el reinado de David. (1Cr 27:16, 21.)

9. Levita cuyo hijo, Jahaziel, aseguró a Jehosafat y al pueblo de Judá que Jehová pelearí­a por ellos. (2Cr 20:13-17.)

10. Uno de los prí­ncipes del pueblo a quienes Jehosafat encargó en 934 a. E.C. que enseñaran la ley de Jehová por las ciudades de Judá. (2Cr 17:7, 9.)

11. Hijo del rey Jehosafat. Este dio a Zacarí­as y a sus hermanos generosos regalos, pero el reino pasó al primogénito, Jehoram. Tras acceder al trono, asesinó a Zacarí­as y a sus demás hermanos, así­ como a algunos prí­ncipes, a fin de consolidar su posición. (2Cr 21:1-4.)

12. Hijo del sumo sacerdote Jehoiadá. Tras la muerte de Jehoiadá, el rey Jehoás siguió malos consejos, en vez de hacer caso a los profetas de Jehová, y se apartó de la adoración verdadera. Zacarí­as, que era primo de Jehoás (2Cr 22:11), amonestó con severidad al pueblo en cuanto a este proceder, pero en vez de arrepentirse, lo apedrearon en el patio del templo. Las palabras de Zacarí­as al morir fueron: †œJehová lo vea y lo reclame†. Se le concedió esta solicitud profética, pues Siria causó gran daño a Judá, y además Jehoás fue asesinado por dos de sus siervos †œa causa de la sangre de los hijos de Jehoiadá el sacerdote†. La Versión de los Setenta y la Vulgata dicen que Jehoás fue muerto para vengar la sangre del †œhijo† de Jehoiadá. Sin embargo, tanto el texto masorético como la Versión Peshitta siriaca utilizan el plural †œhijos†, posiblemente para denotar la excelencia y dignidad del profeta y sacerdote Zacarí­as, el hijo de Jehoiadá. (2Cr 24:17-22, 25.)
Es muy probable que Jesús estuviese pensando en Zacarí­as, hijo de Jehoiadá, cuando profetizó que †œla sangre de todos los profetas vertida desde la fundación del mundo† serí­a demandada †œde esta generación [los judí­os del tiempo del ministerio terrestre de Jesús], desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarí­as, que fue muerto entre el altar y la casa†. (Lu 11:50, 51.) El lugar de este concuerda con dicha identificación. En el siglo I E.C., Crónicas ocupaba el último lugar en el canon de las Escrituras Hebreas. Por lo tanto, la expresión de Jesús, †˜desde Abel hasta Zacarí­as†™, era similar a nuestra expresión †œdesde Génesis hasta Revelación†. En el relato paralelo de Mateo 23:35, a Zacarí­as se le llama hijo de Baraquí­as, posiblemente otro nombre de Jehoiadá, a menos que lo que se indique sea la existencia de una generación entre Jehoiadá y Zacarí­as, o que se trate del nombre de un antepasado anterior. (Véase BARAQUíAS.)

13. Consejero del rey Uzí­as, quien reinó entre los años 829 y 778 a. E.C. Se dice que †œinstruí­a en el temor del Dios verdadero†. (2Cr 26:5.)

14. Rey de Israel. Era hijo de Jeroboán II, y fue el último gobernante de la dinastí­a de Jehú. Su gobernación, que según el registro bí­blico duró seis meses, terminó cuando lo asesinó Salum. (2Re 15:8-12.) El padre de Zacarí­as murió en 803 a. E.C., en el año vigésimo séptimo del reinado de Uzí­as (2Re 14:29), pero pasaron unos once años hasta que Zacarí­as comenzó su reinado de seis meses, en el año trigésimo octavo de Uzí­as (c. 792 a. E.C.). (2Re 15:8, 13.) Puede que esto se haya debido a que era muy joven cuando murió su padre o a la considerable oposición (caracterí­stica del reino septentrional de Israel) que tuvo que vencer antes de afianzarse en el reino.

15. Testigo de que Isaí­as escribió el nombre de su hijo sobre una tablilla; era hijo de Jeberekí­as. (Isa 8:1, 2.)

16. Abuelo materno del rey Ezequí­as. (2Re 18:1, 2; 2Cr 29:1.)

17. Levita de los hijos de Asaf que ayudó a deshacerse de los objetos inmundos que se retiraron del templo al comienzo del reinado de Ezequí­as. (2Cr 29:13, 15-17.)

18. Levita qohatita asignado a ayudar en la supervisión de las obras de restauración del templo promovidas por el rey Josí­as. (2Cr 34:8, 12.)

19. Uno de los tres sacerdotes principales que hicieron una generosa contribución de animales para los sacrificios de la gran Pascua que organizó Josí­as. (2Cr 35:1, 8.)

20. Profeta postexí­lico y escritor del libro que lleva su nombre. Zacarí­as se llama a sí­ mismo †œhijo de Berekí­as hijo de Idó† (Zac 1:1, 7), pero en otros pasajes se omite el nombre de Berekí­as. (Esd 5:1; 6:14; Ne 12:4, 16.) Probablemente nació en algún lugar de Babilonia, puesto que su actividad profética empezó tan solo diecisiete años después del regreso del exilio, y es razonable pensar que para entonces tení­a más de diecisiete años, aunque todaví­a se le consideraba †œjoven†. (Zac 2:4.)
Jehová se valió de Zacarí­as y Ageo para animar a Zorobabel, al sumo sacerdote Jesúa y a los exiliados que habí­an regresado a terminar la reconstrucción del templo de Jehová, aun cuando todaví­a estaba en vigor una prohibición del gobierno persa. (Esd 5:1, 2; 6:14, 15.) La profecí­a de Zacarí­as contiene mensajes que pronunció con ese fin durante un perí­odo de dos años y un mes. (Zac 1:1, 7; 7:1, 8.) No se registra ninguna otra actividad profética de Zacarí­as. (Véase ZACARíAS, LIBRO DE.)
Si bien el padre de este Zacarí­as se llamaba Berekí­as, lo más probable es que cuando Jesús habló de †œZacarí­as hijo de Baraquí­as† (Mt 23:35; nótese la grafí­a diferente), se refiriera a un sumo sacerdote que vivió antes. (Véase núm. 12.)

21. Uno de los †œcabezas† a quienes Esdras envió a reunir ministros para la casa de Dios antes de viajar a Jerusalén en 468 a. E.C. (Esd 8:15-17.) Es posible que sea la misma persona que los núms. 22 ó 23.

22. Cabeza de la casa paterna de Parós. Zacarí­as y 150 varones de dicha casa viajaron a Jerusalén con Esdras. (Esd 8:1, 3.) Posiblemente se trate de la misma persona que el núm. 21.

23. Cabeza de la casa paterna de Bebai que dirigió a 28 varones de su familia en el viaje de regreso con Esdras. (Esd 8:1, 11.) Posiblemente se trate de la misma persona que el núm. 21.

24. Uno de los hijos de Elam que pusieron fin a sus matrimonios con extranjeras en conformidad con el consejo de Esdras. (Esd 10:10, 11, 26, 44.)

25. Colaborador de Esdras cuando leyó y explicó la Ley al pueblo. Zacarí­as, probablemente un sacerdote, estaba de pie a la izquierda de Esdras. (Ne 8:1, 2, 4.)

26, 27. Dos hombres de Judá, hijos de Amarí­as y del selanita, respectivamente, cuyos descendientes moraron en Jerusalén después del exilio en Babilonia. (Ne 11:4, 5.)

28. Sacerdote, hijo de cierto Pasjur, cuyos descendientes vivieron en Jerusalén después del destierro. (Ne 11:10, 12.)

29. Sacerdote asignado a tocar la trompeta en la procesión organizada para la inauguración del muro reconstruido de Jerusalén; hijo de Jonatán. (Ne 12:27, 31, 35.)

30. Otro sacerdote, también asignado a tocar la trompeta, que participó en la misma ceremonia de inauguración que el núm. 29. (Ne 12:40, 41.)

31. Sacerdote y padre de Juan el Bautista. (Lu 3:2.) El y su esposa Elisabet, pariente de Marí­a, la madre de Jesús, viví­an en las colinas de Judea. Los dos eran temerosos de Dios y obedecí­an sus mandatos. Aunque eran entrados en años, no tení­an hijos. (Lu 1:5-7, 36.)
Cuando le llegó el turno a Zacarí­as de ofrecer incienso durante †œla división de Abí­as†, probablemente a finales de la primavera o principios del verano del año 3 a. E.C., entró en el santuario como de costumbre. En esa ocasión se le apareció Gabriel, el ángel de Jehová, y le informó que su ruego habí­a sido oí­do favorablemente y que su esposa Elisabet le darí­a un hijo, a quien tendrí­a que llamar Juan. Gabriel le dio instrucciones sobre la crianza de su hijo y le explicó lo que este lograrí­a. (Lu 1:5-17.) Zacarí­as le pidió al ángel una señal para estar más seguro. Por mostrar tal desconfianza, se le dijo que perderí­a la facultad del habla hasta después del nacimiento de Juan. (Lu 1:18-23.) En el octavo dí­a después del nacimiento del niño, Elisabet rechazó el nombre que los vecinos y parientes querí­an ponerle e insistió en que su hijo habí­a de llamarse Juan. Cuando preguntaron al padre, Zacarí­as tomó una tablilla y escribió sobre ella: †œJuan es su nombre†. Al instante recuperó el habla y pronunció una profecí­a concerniente a la obra de su hijo y a la del Mesí­as. (Lu 1:13, 57-79.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Za 1-14
Sumario: 1. El profeta y su tiempo. II. Primera parte (cc. 1-8); III. Los capí­tulos 9-14.

1. EL PROFETA Y SU TIEMPO.
Zacarí­as (en hebr., Zekarjiah, †œYhwh se ha acordado), hijo de Be-requí­as, hijo de Ido, mencionado con el profeta / Ageo por Esd 5,1 y 6,14, es el penúltimo de los doce profetas menores. Probablemente es la misma persona mencionada como jefe de la familia sacerdotal de Ido (Ne 12,16), donde se tendrí­a la confirmación de que era de familia sacerdotal, y lo cual explicarí­a su gran interés por el templo y el culto, a la vez que se comprende el motivo de la impresión que su escrito deja en el lector.
El perí­odo de la actividad profética está definido con precisión en su libro (como en el de su contemporáneo Ageo): la llamada a la penitencia y la promesa del perdón divino (1,1-6) tienen fecha de octubre-noviembre del año 520; las ocho visiones (1,7-6,8) son de febrero del año, 519; la respuesta a la cuestión relativa al ayuno (cc. 7-8) es de noviembre del 518. Así­ pues, Zacarí­as inició su ministerio dos meses después que Ageo, pero siguió aún por dos años después de la última fecha que podemos asignar a la actividad profética de éste (Ag 2,20).
Nadie discute la autenticidad de los primeros ocho capí­tulos de Zacarí­as, aunque dejan la impresión de que acá y allá hay interrupciones y retoques. En cambio, es diverso el juicio en lo que se refiere a los capí­tulos 9-14, o sea la segunda parte del libro, según se verá.
Puede parecer exagerado que los dos profetas posteriores al exilio de mayor interés (Ageo y Zacarí­as) hayan atribuido tanta importancia a una obra tan exterior como la erección del templo; sin embargo, hay que recordar que en las condiciones de los que †œvolví­an† del destierro babilónico, los judí­os tení­an necesidad, experimentada sobre todo por las personas más significativas, de encontrar su identidad. Además hay que tener presente que estos †œretornados† (sacerdotes y laicos) estaban diversamente compenetrados por el espí­ritu ritualista del gran profeta Ezequiel y que renunciar a la reconstrucción del templo hubiera sido una bancarrota de la fe y de las esperanzas de los †œretornados†™, aunque las dificultades eran muchas.
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II. PRIMERA PARTE (cc. 1 -8)
El mensaje del profeta comienza con una invitación apremiante a la penitencia (1,1-6), a la que siguen ocho visiones dirigidas a infundir ánimo al pueblo. En la primera (1,7-17) ve el profeta cuatro caballeros que montan corceles de diverso color. Un ángel explica que las naciones han excedido la medida al castigar a Israel, por lo cual Yhwh se volverá de nuevo hacia Israel (hacia Jerusalén), su templo será reconstruido y las ciudades de Judá volverán a abundar en toda clase de bienes. En la segunda visión (2,1- 4) el profeta descubre cuatro cuernos y cuatro herreros dispuestos a abatirlos (es decir, a derribar el poder que representan); se. trata de cuatro naciones. En la tercera visión (2,5-17) el profeta ve a un hombre con una cinta que se dispone a medir Jerusalén; de hecho, se reedificará mucho más grande de lo que era antes de la destrucción, y desde ahora sus hijos están invitados a volver a la ciudad que Yhwh rodeará con un muro de fuego, volviendo él mismo a ella. En la cuarta visión ve el profeta (3,1-10) al sumo sacerdote Josué ante el tribunal celeste con las vestiduras sucias y a Satanás que lo acusa, pero un ángel hace que el sumo sacerdote se revista de vestiduras limpias y le reprocha a Satanás no haber comprendido las verdaderas intenciones de Yhwh (el profeta quiere significar la restauración del sacerdocio en sus funciones institucionales, interrumpidas con la destrucción del templo y el destierro). En este punto el profeta se dirige directamente a Josué y le anuncia la venida del mesí­as, que aquí­ es llamado †œgermen† (en hebr., üsemah), como más adelante en 6,12 y en Jer 23,15: obsérvese que la versión griega y la versión latina en lugar de †œgermen† tradujeron †œsol naciente†™, †œoriente†™, versión seguida por el evangelio de Lucas (1,78) y por la liturgia latina en la antí­fona de adviento O Oriens… Con este término el profeta querí­a designar a Zorobabel como mesí­as. En la quinta visión (4,1-14) el profeta ve dos olivos y un candelabro de siete brazos, es decir, los †œsiete† ojos de Yhwh y sus dos †œramas de olivo†™, es decir, †œdos ungidos que están ante el Señor de toda la tierra†™, es decir, los dos mesí­as, Zorobabel y Josué, verosí­milmente un mesí­as †œsecular† y otro †œsacerdote†™, dos mesí­as de los cuales hablan los manuscritos de los esenios de Qumrán. Está claro el simbolismo de la sexta visión (5,1 -4): el profeta descubre un rollo de pergamino cubierto de maldiciones que vuela por encima de toda Judea, significando que todo pecador será eliminado antes de la llegada de la salvación. Más complicada es la séptima visión (5,5-1 1): el profeta ve a una mujer sentada en un efá (unidad de medida) y transportada por dos mujeres aladas; es el pecado de Judá que es extirpado y llevado a un paí­s enemigo, donde se convertirá en una falsa divinidad.

En la octava visión (6,1-8) el profeta tiene delante cuatro carros arrastrados por caballos que anuncian por todas partes la señal del cumplimiento del programa mesiánico. La visión termina con una palabra de Yhwh al profeta: con el oro y la plata llevados por los judí­os venidos de Babilonia debe Zacarí­as mandar hacer una corona para coronar rey mesí­as a Zorobabel, †œsu nombre es germen†™. Es probable que en esta segunda parte haya intervenido algún retoque determinado por el oscuro fin que tuvo Zorobabel.
En los dos últimos capí­tulos (cc. 7-8) el profeta trata de diversas cuestiones; en noviembre del año 518 se le hace una pregunta al profeta respecto al ayuno en recuerdo de la destrucción del templo (2R 25,8-9); la respuesta es aplazada. El profeta invita ante todo a seguir la justicia, el juicio justo, el amor y la misericordia antes que el ayuno (7,4-14). Siguen siete promesas que tienen por tema la grandeza de la nueva Jerusalén, el retorno de todos los desterrados y la reedificación del templo (cada promesa es presentada con las palabras †œAsí­ habla el Señor: 8,2.3.4.6.7.9. 14). Finalmente, en 8,18-19 está la respuesta a la cuestión del ayuno: el ayuno del cuarto mes (junio-julio) conmemora la irrupción de los babilonios a través de los muros de Jeru-salén (Jr39,2-3), el del quinto mes la destrucción de la ciudad Jr 52,12), el del séptimo mes el asesinato de Godolí­as (2R 25,25; Jr 41, lss), el del décimo mes el comienzo del asedio de la ciudad (2R 25,1). Como Ageo, también Zacarí­as ha dejado un escrito muy caracterizado por el tiempo de composición también bajo el aspecto religioso, pues se caracteriza notablemente por el esca-tologismo mesiánico que distinguí­a los ideales de los †œretornados† del destierro babilónico.
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III. LOS CAPITULOS 9-14.
En Za 9-14, la crí­tica histórica y literaria, lo mismo que el examen del contenido, ponen de manifiesto una mano y unas ideas muy diversas de los capí­tulos 1-8. En cuanto al tiempo de composición, nos movemos en un campo de hipótesis. Algunos estudiosos consideran los capí­tulos 9-14 preexí­licos; otros ven en ellos un apocalipsis compuesto después del tiempo de Alejandro Magno. La opinión más verosí­mil es la siguiente: no hay ningún indicio para atribuir a un mismo autor los capí­tulos 1-8 y los capí­tulos 9-14; en los capí­tulos 9-14 hay una referencia concreta al surgir y a la caí­da de la potencia greco-macedónica (9,1-
11,3).
De la alegorí­a del buen pastor (11,4-17) saca Mateo un texto que aplica a Jesús: el profeta, despreciado, habla y obra en nombre de Yhwh, por lo cual resulta más estrecha la tipologí­a con Jesús: †œEllos tasaron mi salario: treinta siclos de plata…† (Mt 27,3-10); treinta fí­elos era el precio de un esclavo (Ex 21,32). Al citar nuestro texto, Mt lo combina con Jer 32,6-9, atribuyéndolo todo al profeta Jeremí­as. En los capí­tulos 12-14 se leen, en cambio, expectativas generales de í­ndole escatológica sobre la destrucción de las naciones y sobre el respectivo comienzo de las fortunas de Jerusalén. Una fecha, incluso sólo razonable, de estos capí­tulos es imposible (hipotéticamente se piensa en los siglos iv-in).
Así­ pues, en los capí­tulos 9-14 se ven dos partes distintas, división que parece insinuar también el hecho de comenzar el capí­tulo 9 con †œMensaje. Palabra del Señor…, las mismas palabras con que comienza también el capí­tulo 12. Por eso algún crí­tico habla de Déutero-Zacarí­as (cc. 9-1 1) y de Trito-Zacarí­as (cc. 12-14) [1 Malaquí­as 1].
Sin embargo, en esta segunda parte del libro podemos ver también cinco actos distintos de un drama apocalí­ptico, del modo siguiente: a) un invasor enviado por Dios (acaso Alejandro Magno) devasta Siria, Fenicia y Filistea; pero un †œresto se convierte, y en él viene el prí­ncipe mesiánico de la paz (9,1-10); b) los judí­os de la diáspora unen sus fuerzas con las de Judea y Efraí­n y derrotan a los griegos (9,11-1 7); c) guerra victoriosa de independencia, en la cual los judí­os debilitan el poder de los Tolomeos y de los Seléucidas (10,3-11,3); liberación de Jerusalén atacada por judí­os y gentiles: la ciudad llora a un justo asesinado (11,4-13,6); e) saqueo de Jerusalén, liberación milagrosa de la mitad de la población, el suelo será extraordinariamente fecundo, la mayor parte de los gentiles serán eliminados; los que de ellos sobrevivan, serán obligados a celebrar la fiesta de las cabanas en Jerusalén.
Del pasaje 12,10 extrae el evangelista Juan un texto que aplica a Jesús en la cruz, traspasado por la lanza: †œVolverán sus ojos hacia el que traspasaron…; se trata de un texto más bien oscuro e indudablemente denso, como por lo demás todos estos capí­tulos, rebosantes de expectativas me-siánicas y escatológicas.
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BI BL.: Ackroyd P. R., The Book of Ha gal and Zechariah 1- VIII, en †œJournal of Jews Studies† 3 (1952) 151- 156; Bernini G., Aggeo, Zacearí­a, Malachia, Ed. Paoline 19853; Beuken, Hag-gai, Secharjah, Assen 1967; Chary Th., Aggée, Zacharie, Malachie, Parí­s 1969; Deissler ?., Delcor M., Les petits Prophétes, Parí­s
1964; Elliger K., Das Buch derzwolfkleinen Pro-pheten, Gotinga 19645; RadG. von., Teologí­a delAT II,
Sigúeme, Salamanca 19763, 357-360; Rinaldi G., Lucí­an] F., / Profetiminori, III. Michea, Nahum, Abacuc,
Sofonia, Aggeo, Zacearí­a, Malachia, Marietti, Turí­n 1969; SchOkel ?., Doce profetas menores, en Profetas
II, Cristiandad, Madrid 1980, 1141-1203; Stuhl-mueller C, Zacarí­as, en Comen!, bibi. San Jerónimo II,
Cristiandad, Madrid 1971, 142-1 64.
L. Moraldi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

EL LIBRO

El libro de Zac. se divide naturalmente en dos partes: caps. 1–8 y 9–14. Los primeros ocho capí­tulos provienen claramente de Zacarí­as hijo de Berequí­as, hijo de Ido, fechados entre el octavo mes del segundo año de Darí­o (520 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) y el cuarto dí­a del noveno mes del cuarto año de su reinado (518 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo).
Los caps. 9–14 son muy diferentes en su estilo de la primera parte del libro. A su vez, se dividen en dos partes, 9–11 y 12–14, cada uno con el subtí­tulo †œUn Oráculo† (o †œCarga†; véase el comentario). El libro de Malaquí­as comienza con la misma palabra.

EL PROFETA

El abuelo de Zacarí­as probablemente fue el †œIdo† que aparece en la lista de Neh. 12:4 entre los lí­deres de los sacerdotes y levitas que volvieron del exilio a Jerusalén. Parece haber sido un hombre de importancia dada la manera de referirse a él en Esd. 5:1 y 6:14, †œZacarí­as hijo de Ido†. El padre de Zacarí­as se omite de esta lista, pero el abuelo está incluido. Si esta relación es correcta, entonces Zacarí­as mismo era tanto sacerdote como profeta.
Mateo hace referencia a †œZacarí­as hijo de Berequí­as a quien matasteis entre el santuario y el altar† (23:35). Si éste es el mismo Zacarí­as, entonces aclara el significado de Zac. 12:10 y 13:7 (véase el comentario más abajo).
El nombre Zacarí­as significa †œYah recuerda† (†œYah† es una abreviatura de †œYahweh† que se traduce †œel Señor†). El nombre era bien conocido; probablemente como 30 individuos diferentes tení­an ese nombre en el ATAT Antiguo Testamento. Sin embargo, era un nombre apropiado para el profeta, ya que él llamaba al pueblo a recordar el pasado y, por ende, a cambiar su conducta (1:2–6; 7:5–14; 8:14–17).
Zacarí­as probablemente regresó de Babilonia a Jerusalén en 538 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo El profetizó desde 520, a la par con Hageo, urgiendo al pueblo a reconstruir el templo, y de esta manera mostrar que habí­an puesto a Dios primero en sus pensamientos (cf.cf. Confer (lat.), compare Hag. 1:9). Dejar el templo como una ruina inútil era mostrar que realmente no les importaba si Dios habitaba en medio de ellos o no.
En los caps. 9–14 no hay datos biográficos concernientes al escritor. Véase más adelante (bajo †œLa compilación†) una discusión sobre la paternidad de estos capí­tulos.

FONDO HISTORICO

En 538 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo el rey Ciro conquistó Babilonia y lanzó un decreto permitiendo que los exiliados de muchos paí­ses, incluyendo Judá, volvieran a sus hogares. Los judí­os tení­an permiso para reconstruir el templo en Jerusalén (Esd. 1:1–4) y volvieron llenos de regocijo y esperanza, bajo la dirección de Zorobabel (quien puede haber sido llamado Sesbasar; cf.cf. Confer (lat.), compare Esd. 3:8; 5:14–16). Pudieron poner los fundamentos del templo, pero fueron estorbados en su trabajo por pueblos vecinos a través de todo el reinado de Ciro (538–522 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo; Esd. 4:4, 5).
Zacarí­as y Hageo animaron al pueblo a volver a reconstruir; Tatnai, gobernador de la provincia de Más Allá del Rí­o, y Setar-Boznai y sus asociados objetaron ante este trabajo y demandaban saber qué autoridad tení­an para realizarlo (Esd. 5:3). Las autoridades investigaron los archivos reales en Ba bilonia y hallaron el decreto de Ciro (Esd. 6:1–5), el cual no sólo permití­a a los judí­os volver a Jerusalén, sino que detallaba que se debiera dar ayuda financiera del tesoro real (v. 4), y que el oro y la plata del templo de biera devolverse (v. 5). Así­ que fue Darí­o mismo quien animó a los judí­os, ajustándose al decreto anterior, pagando por la reconstrucción, proveyendo animales para sacrificios (vv. 8–10), y desanimando a otros que querí­an impedir el trabajo (v. 11).
Zacarí­as hací­a mucho hincapié en que se completara el templo bajo la dirección de Zorobabel (4:9, 10; 6:12). Serí­a una señal de que Dios habrí­a vuelto a morar entre su pueblo (2:10; 8:8; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:17; 2:12). Por lo tanto, hubo gran regocijo cuando, en 516 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, el templo fue completado (Esd. 6:14–16). El pueblo reanudó su dedicación a Dios y esperaban un tiempo de bendición. Lamentablemente, sus expectativas no fueron satisfechas. Asumieron que la vida serí­a maravillosa, pero resultó ser muy dura. No amaneció la época dorada, y muchos comenzaron a preguntarse si Dios, después de todo, estaba verdaderamente con ellos.
Nuestro conocimiento de la historia del periodo del posexilio es muy limitado. Algunas de las pocas fuentes de conocimiento que tenemos no pueden ser fechadas con exactitud. Sin embargo, podemos asegurar que a través del periodo cuando Judá formaba parte del Imperio Medopersa permanecieron visiblemente como una población insignificante y débil, encarando la oposición de sus vecinos (p. ej.p. ej. Por ejemplo Esd. 4:6–24). Esto siguió cuando se estableció el Imperio Griego por medio de Felipe de Macedonia y su hijo Alejandro Magno.
Agregado a esta incertidumbre está el hecho de que no podemos estar seguros de la fecha de los caps. 9–14, y está bien claro que no podemos especificar con mucha precisión el fondo histórico de estos caps. posteriores. Tenemos que satisfacernos con un conocimiento más bien general de todo el periodo, y recordar que pudo haber habido muchas variantes en la situación, y muchos eventos de los cuales no tenemos ningún dato.
El bosquejo de los eventos puede darse como sigue:
538–536
El decreto de Ciro

Muchos exiliados vuelven a Jerusalén.

Comienzan a reconstruir, pero se ven obligados a cesar y quedan desanimados
522
Darí­o llega al trono
520
Hageo y Zacarí­as reaniman al pueblo en la reconstrucción del templo.
516
La reconstrucción del templo completado
486–465
El reinado de Jerjes

Se menciona la oposición en Esd. 4:6
465–424
El reinado de Artajerjes

Se menciona la oposición en Esd. 4:7–23
445
Llega Nehemí­as a Jerusalén para reedificar los muros de la ciudad
333
El comienzo del Imperio Griego

Véase también el esquema de

TEXTO Y CANON

El texto de los caps. 1–8 está generalmente claro y libre de los errores que a menudo resultan del copiado de los mss.mss. Manuscritos a lo largo de varios siglos. El sentido gramatical está casi siempre claro, aunque el significado preciso del profeta a veces está oscuro (p. ej.p. ej. Por ejemplo 2:8, 9; 3:8, 9; 4:10b; 5:6). Los caps. 9–14 son mucho más oscuros (p. ej.p. ej. Por ejemplo 11:13; 12:10) y muchos son los que han sugerido †œcorrecciones† al tex to. Algunos estudiosos han propuesto, además, un nuevo arreglo de las secciones del libro para que sea más lógico. Por ejemplo, algunos quitarí­an la sección del cap. 4 que comienza con †œEntonces me explicó diciendo †¦ † (v. 6) y termina con †œ †¦ la mano de Zorobabel† (v. 10). El efecto de esto serí­a el de restaurar la conexión entre †œEntonces me explicó diciendo †¦ † (v. 6) y la segunda parte del v. 10. Pero dado el arreglo cuidadoso del texto por el autor y/o editor, ésta no parecerí­a ser una acción sabia (véase el comentario). Otros cambios se sugieren en los caps. 9–14, y 13:7–9 a veces se coloca al final del cap. 11 como para mantener unidos los pasajes del †œpastor†.
En Ecclus. 49:10 (c. 180 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) se hace alusión a †œlos doce profetas†, lo que sugiere que el canon profético ya estaba fijo para el principio del siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo El orden de los llamados profetas †œmenores† varí­a entre diferentes mss.mss. Manuscritos, pero los caps. 1–14 de Zacarí­as siempre se hallan juntos en los mss.mss. Manuscritos

LA COMPILACION

El grueso de los caps. 1–6 consiste en una serie de ocho visiones (1:7–6:8) a las que se han agregado otros oráculos (2:6–13; 6:9–15; cf.cf. Confer (lat.), compare 4:6–10a).
Los caps. 7 y 8 consisten en una pregunta sobre el ayuno hecha al profeta por algunos varones de Betel. Zacarí­as responde con una prolongada reprimenda, una orden y una promesa, antes de contestar la pregunta finalmente.
No hay lugar a duda de que el material básico de los caps. 1–8 provengan de Zacarí­as mismo. Es posible que haya pasajes que provienen de un editor o editores (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1:1; 1:6b; 2:6–13; 4:6–10 [ver arriba]; 6:9–15; y partes de Zac. 7), aunque la explicación más probable para los agregados de las visio nes sea que provinieron del profeta mismo en un tiempo posterior.
Se ha disputado más acaloradamente de los últimos seis capí­tulos. Los estudiosos conservadores han sostenido, generalmente, que provinieron del mismo autor de los caps. 1–8, Zacarí­as el profeta. Los estudiosos liberales lo han negado universalmente, y con frecuencia arguyen que esta sección del libro es como una labor de retazos de profecí­as que, con frecuencia, no se relacionan entre sí­; y que provienen de un vasto periodo histórico mucho después del año 520 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo
Un cambio de ambiente ocurrió con los estudios de P. Lamarche, quien argüí­a que el todo de Zac. 9–14 forma una estructura intrincada donde los pasajes †œmesiánicos† ocurren en ciertos lugares que se corresponden entre sí­ y que pueden aceptarse juntos para dar un cuadro del Mesí­as. Este estudio recibió una aceptación cálida en general, y fue apreciado especialmente por los estudiosos conservadores.
A pesar de que haya razones por las que esto no puede aceptarse en detalle (véase la Introducción más arriba) existe una unidad en estos capí­tulos. Tratan temas recurrentes, como son: juicio y bendición por medio de la acción militar, y el liderazgo del pueblo de Dios (bajo los sí­mbolos del †œrey humilde†, †œel pastor y el rebaño†, y †œel traspasado†). Hay varios pasajes a los que Jesús se refirió en el NTNT Nuevo Testamento. (Ver también †œEstructura† más abajo y el comentario.)

LA TEOLOGIA DE ZACARIAS

En todo el libro de Zac. existe un énfasis en el poder de Dios sobre todo el mundo. El ha permitido que las naciones inflijan juicio sobre su pueblo, Judá, pero hay lí­mites estrictos a sus acciones. Judá ha sido y sigue siendo la elegida de Dios y su juicio tiene el fin de restaurarles a una relación pura con él. Aquellas naciones que han sobrepasado la lí­nea ahora serán juzgadas. Dentro de este plan existe un papel importante para ciertos individuos. Los personajes históricos: Zorobabel (el gobernador) y Josué (el sumo sacerdote) se mencionan como restaurando el templo y su culto. Sin embargo, tienen una significación de mayor alcance que esto. Representan a †œlos ungidos† que †œestán delante del Señor de toda la tierra† (4:14), y Zorobabel se identifica en algún sentido con †œel Retoño† (3:8; 6:12), que es una palabra usada para describir al Mesí­as en Jer. 23:5 y 33:15 (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 4:2).
Los caps. 1–8 forman una unidad muy clara con ciertos temas recurrentes importantes:
a. La ira de Dios con †œvuestros padres† y el juicio que siguió (1:2–6; 7:7–14).
b. La ira de Dios transferida a las naciones (aunque se iniciaron de acuerdo con sus intenciones), y su compasión por Judá y Jerusalén (1:12–17, 21; 8:1, 2, 15; cf.cf. Confer (lat.), compare 3:2).
c. La intención de Dios, por lo tanto, de habitar en medio de su pueblo en Jerusalén nuevamente, y de ser su Dios (2:10–12; 8:3, 8).
d. El interés de que el pueblo sepa que Dios ha enviado un mensajero para ellos (2:8, 9, 11; 4:9; 6:15).
e. La provisión de lí­deres civiles y religiosos en armoní­a autorizados por Dios (3:7–9; 4:6–10; 6:11–14).
f. La purificación del pueblo de Dios, y su futura obediencia (3:3–5; 5:3, 4, 5–11; 6:15b; 8:16, 17).
g. La bendición final de los pueblos no judaicos, los que se unirán a Dios, y llegarán a suplicar su bendición (8:20–23).
En los caps. 9–14 vemos intereses similares, aunque son expresados en forma diferente:
a. La †œimpaciencia† de Dios con †œel rebaño† y su juicio, expresado parcialmente por el ataque de las naciones y en parte relacionado, de alguna manera, a su provisión de malos lí­deres (11:4–14; 14:2).
b. La victoria que Dios dio a Judá y a Jerusalén (y David) sobre las naciones, aunque al principio tuvieron éxito (9:1–8; 12:1–9; 14:1–4, 12–15).
c. Su promesa de ser su Dios (13:9; cf.cf. Confer (lat.), compare 10:6; 12:5), adorado en Jerusalén (14:16, 20, 21).
d. El interés implí­cito de que el pueblo reconociera la palabra de Dios (11:11; cf.cf. Confer (lat.), compare 10:1, 2).
e. La provisión de un rey/pastor humilde y justo (9:9, 10; 10:2–4; 11:4–17; 13:7–9).
f. La purificación del pueblo de toda impureza, en alguna forma relacionada con la maldición/traspaso de un individuo, que pertenece a Dios, pero que es tratado con hostilidad. El logra los propósitos de Dios siendo juzgado; como también la purificación del templo (12:10–13:9; 14:21).
g. La bendición final de las naciones (sólo el cap. 14) (incluyendo Egipto) fuera de Judá, que vendrán a adorar a Dios en Jerusalén (14:16–21).
Los nexos no son lo suficientemente fuertes para establecer la idea de que un solo editor armó todo el libro como una unidad.

ESTRUCTURA

Como ya se ha mencionado, nuestra comprensión del libro de Zacarí­as ha aumentado por la apreciación de la estructura intrincada que el autor/editor tejió dentro de su material.
Con frecuencia podemos discernir lo que los estudiosos denominan †œquiasmos† (o †œestructura quiasmática†). La palabra proviene de la letra gr. chi (X, que tiene forma de una cruz). Esto implica que la primera parte del pasaje está invertida (o cruzada por encima) de la segunda parte. Así­, el ABCD se transforma en DCBA. Al centro del quiasmo generalmente hallamos el enfoque principal o idea central del pasaje; a veces es el punto clave de una narración. Con frecuencia la parte final es similar a la primera, pero la situación también ha sido transformada. Se ha progresado, y la estructura del todo llega al lector o al que escucha.
El análisis de cada una de las secciones principales del libro se da en el momento apropiado dentro del cuerpo del comentario.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1-6 El prólogo a los capí­tulos 1—8

1:7—6:15 Serie de visiones nocturnas con oráculos adheridos
1:7-17 La primera visión: los caballos que patrullan la tierra
1:18-21 La segunda visión: cuatro cuernos y cuatro artesanos
2:1-13 La tercera visión: Jerusalén habitada sin murallas
3:1-10 La cuarta visión: Josué el sumo sacerdote
4:1-14 La quinta visión: dos ungidos
5:1-4 La sexta visión
5:5-11 La séptima visión
6:1-8 La octava y última visión
6:9-15 Un oráculo

7:1—8:23 Una pregunta sobre el ayuno
7:1-3 Una delegación
7:4-14 Un reto para el presente
8:1-8 La promesa a la Jerusalén renovada
8:9-13 Una promesa renovada
8:14-17 Un reto proveniente del pasado
8:18-23 Ayunando y festejando

9:1—14:21 Batallas, lí­deres y la meta de la historia
9:1-8 El Señor actúa
9:9, 10 El rey humilde llega
9:11—11:3 Profecí­as de juicio y esperanza
11:4-17 Pastores y ovejas
12:1—13:9 Batalla, victoria y purificación
14:1-21 El juicio y la salvación de las naciones
Comentario

1:1-6 EL PROLOGO A LOS CAPITULOS 1–8

Esta pequeña sección nos da las caracterí­sticas importantes de la situación en que profetizó Zacarí­as: sus oyentes son descendientes del pueblo que fue desobediente a las advertencias expresamente dadas por Dios y, por lo tanto, fueron juzgados.
Los eventos ocurrieron en el segundo año del rey Darí­o I (a saber, octubre-noviembre de 520 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), a 18 años de la llegada de los exiliados de Babilonia. Esta profecí­a cabe entre las de Hag. 2:1–9 y 2:10–23.
El v. 2 tiene sólo cinco palabras en heb., pero tiene un efecto muy poderoso. Lit. dice: †œEnojado con enojo estaba Jehovah con vuestros antepasados.† El énfasis de la palabra †œenojo† es inequí­voco. Este tema se toma en el v. 15 donde aparece un realce similar sobre el enojo (lit.lit. Literalmente †œY [con] gran enojo estoy enojado†), pero esta vez el enojo se desví­a de Judá hacia las naciones. La Biblia con frecuencia habla del enojo de Dios; no es mal temperamento, sino un enojo justo en contra del pecado. Recordemos a Jesús en el templo (Mar. 11:15–17; cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 3:5).
Las palabras de Dios habladas en el pasado no serán contradichas; han perdurado más que vuestros padres (antepasados) desobedientes y aun más que los profetas que pronunciaron las palabras (5). El juicio profetizado cayó sobre el pueblo de Dios (6a). El v. 6b puede ser la continuación del informe de lo que pasó en el pasado (BABA Biblia de las Américas), o podrí­amos concluir la cita después del v. 6a. Por lo tanto, deberí­amos comprender que los oyentes de Zacarí­as se arrepintieron y reconocieron que el juicio de Dios habí­a sido justo.
Nótese cómo el profeta usa la repetición con el fin de recalcar varios aspectos del mensaje: Jehovah de los Ejércitos (o †œde las huestes†; es decir, el Señor que conquista a todos los adversarios) ocurre tres veces en el v. 3 solamente; †œvolverse† ocurre tres veces en los vv. 3 y 4 y se volvieron (†œse arrepintieron†) en algunas versiones del v. 6 representa la misma palabra heb. Zacarí­as es un gran artista y un estudio cuidadoso de su lenguaje es de mucho provecho.
Nota. La RVARVA Reina-Valera Actualizada traduce †œYahweh de los ejércitos† con la expresión Jehovah de los Ejércitos, que es la que se usa en el comentario. Es apropiado especialmente para el libro de Zacarí­as, donde los ejér citos juegan una gran parte en las profecí­as. Este tí­tulo significa que Dios tiene recursos ilimitados a su disposición.

1:7-6:15 SERIE DE VISIONES NOCTURNAS CON ORACULOS ADHERIDOS

Tres meses después de la profecí­a inicial (a principios de 519 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) Zacarí­as recibió una serie de ocho visiones, al parecer en una noche. Muchos estudiosos han notado la diferencia entre la cuarta visión y las demás y han negado que provenga del profeta mismo. Es diferente, pero no vemos razón para creer que Zacarí­as no la hubiera podido recibir también. En todo caso, forma parte de la serie de ocho visiones en nuestro texto canónico. Las visiones son diferentes de la mayorí­a de las anteriores en que el profeta personalmente está †œen la visión†, con la habilidad de preguntar al ángel acerca de lo que ve.
Antes de examinar cada una de las ocho visiones individualmente será útil verlas en conjunto para poder apreciar su arreglo y significación. Como se ha mencionado en la introducción, la estructura era muy importante para el autor/editor de Zacarí­as y es la clave para comprender el mensaje del libro.
Las ocho visiones forman la siguiente estructura quiástica de (ABCD/DCBA) (véase la Introducción):

1 Los caballos que patrullan la tierra; las naciones están en reposo (1:7–17) A
2 Los cuernos que dispersaron a Jerusalén para ser castigada B
3 Jerusalén habitada sin murallas C
4 Josué, el sumo sacerdote, revestido (mención de †œel Retoño†) D
5 Dos ungidos; (Josué) y Zorobabel D1
6 El rollo/maldición que volaba en contra del ladrón, etc. C1
7 La canasta y la mujer: la maldad removida lejos B1
8 Los caballos y carros que patrullan la tierra: el Espí­ritu de Dios está en reposo (6:1–8) A1

Las visiones 1 y 8 son obviamente similares, pero la situación cambia de un Dios airado con las naciones a uno que estaba contento. Asumimos, dado el contraste y el contenido del material intermedio, que se ha tratado con las naciones, y Judá y Jerusalén han sido limpiadas y protegidas.
Los dos pares de visiones 2, 3 y 6, 7 hacen juego entre sí­. Nótese que cada visión (y la 8 también) se introduce con la frase: Volví­ a alzar mis ojos y miré. Las visiones 2 y 3 están ligadas en que su for ma es similar y ambas se enfocan sobre Jerusalén. El oráculo 2:6–13 sigue reafirmando su unidad y lo ata a la visión 1 con la frase y de nuevo escogerá a Jerusalén. Además, presenta elementos nuevos que llegan a ser importantes ante la totalidad de los caps. 1–8: Así­ conoceréis que Jehovah de los Ejércitos me ha enviado †¦ (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:9; 6:15); muchas naciones se unirán a Dios (8:20–23; cf.cf. Confer (lat.), compare 6:15a); y Dios habitará en medio de su pueblo y será su Dios (8:3, 8).
Hay bases para ligar las visiones 2 y 7. La estructura interna es similar, en que ambas tienen dos partes: cuernos y artesanos/mujeres en un canasto y mujeres aladas. Ambas también tienen mucho vocabulario en común. En el heb. original esto es un eslabón obvio que ha sido obscurecido en las traducciones a otros idiomas. Estas dos visiones además incluyen un oráculo profético directo (2:4, 5; 5:3, 4). Las visiones 3 y 7 también comparten ciertas palabras.
Las visiones 4 y 5 ocupan la posición central y, por lo menos en su forma actual, presentan un liderazgo dual divinamente autorizado de Josué el sumo sacerdote, y de Zorobabel (el †œRetoño†) que reconstruye el templo y, según 6:13, tiene honor de realeza. Están de pie ante el Señor de toda la tierra.
Las visiones 6 y 7 van juntas: ambas †œvolaban†, y tratan con la remoción del mal de toda la tierra. El †œvolar† además forma un eslabón con la última visión.
La visión 8 redondea el todo, formando su propio clí­max a la serie ya que describe lo realizado por los propósitos de Dios: el Señor de toda la tierra.
En 6:9–15 hallamos la relación de una palabra profética y su acción, que incluye algunos de los temas más importantes mencionados previamente: los dos lí­deres, el templo y el esfuerzo de volver a juntar a la población para reedificarlo: Así­ conoceréis que Jehovah de los Ejércitos me ha enviado a vosotros. El v. 15b se refiere a 1:2–6 (especialmente el v. 4).

1:7-17 La primera visión: los caballos que patrullan la tierra

Hay tres descripciones de individuos en la visión: un hombre montado †¦ (8, 10), el ángel [mensajero] que hablaba conmigo (9, 13, 14) y el ángel de Jehovah (11, 12). Probablemente, la primera y la tercera de éstas sean iguales (véase especialmente el v. 11). La expresión el ángel que hablaba conmigo ocurre en la mayorí­a de las visiones.
Zacarí­as informa que tuvo una visión de (lit.lit. Literalmente †œvio†) un hombre montado sobre un caballo rojo †¦ entre los mirtos (cuyo significado e interpretación es incierta). Detrás de él habí­a tres caballos más de diferentes colores: rojos, bayos y blancos. Se han hecho algunos esfuerzos por dar significado a los colores (p. ej.p. ej. Por ejemplo sangre, confusión, paz), pero parece más acertado que los detalles son meramente in formación de fondo. Los cuatro caballos de 6:2 tienen una combinación diferente de colores (cf.cf. Confer (lat.), compare también Apoc. 6:2, 4, 5, 8).
Los caballos han estado patrullando la tierra hallándola en descanso. Esto significa que las naciones que han oprimido a Judá parecen haberlo hecho sin sufrir consecuencias. El ángel de Jehovah clama a Dios para que actúe (12) y se le asegura que su ira ahora se dirige a esas naciones: estaba algo airado con su pueblo, pero aquellas naciones se han sobrepasado; y él ya ha vuelto a Jerusalén. Este último punto se verá al construirse el templo (terminado cuatro años más tarde) y la ciudad (cordel o †œplomada† significa la demarcación para reconstruir casas).
Nótese el énfasis en el celo (en el sentido de †œuna devoción vehemente†) por Jerusalén y enojo en contra de las naciones en los vv. 14b, 15a. Esto se consigue por medio de la repetición y el arreglo de las palabras (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 2) lit.lit. Literalmente: Tuve celo por Jerusalén y gran celo por Sion, y con gran enojo estoy airado contra las naciones que están reposadas [DHHDHH Dios Habla Hoy †œdespreocupadas†]. La descripción reposadas puede significar tanto escape del castigo como una arro gancia autocomplacida, como en 2 Rey. 19:28 (†œinsolencia†) y Sal. 123:4 (†œorgullos† paralelo a †œarrogantes†).
El v. 17 da una fuerte conclusión a la primera visión. La expresión repetida de nuevo recalca la continuidad de la historia pasada del pueblo escogido, el pueblo que descendió de Abraham con el cual Dios habí­a hecho un pacto. El los ha castigado, pero nunca los ha rechazado. La frase de nuevo †¦ escogerá a Jerusalén se halla también en 2:12 y 3:2 y sirve de preparación para las profecí­as que serí­an dadas a los lí­deres divinamente señalados y que se mencionan en las dos visiones centrales (caps. 3–4).

1:18-21 La segunda visión: cuatro cuernos y cuatro artesanos

El profeta continúa desde la primera visión a la segunda como si no hubiera ningún lapso: Después alcé mis ojos y miré. Vio cuatro cuernos. Los cuernos eran sí­mbolo de poder (Deut. 33:17), frecuentemente significando agresión y/u orgullo (Sal. 75:4, 5, 10; Deut. 8:3–9). Los cuatro cuernos representan a las naciones que dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén. Luego cuatro herre ros †¦ han venido para hacerlos temblar [o †œhuir†] y echarlos abajo. El procedimiento exacto no se detalla. En realidad, sorprendentemente se da muy poco realce a los herreros, y gran énfasis a los cuernos. Nótese la repetición †œinnecesaria† de las palabras cuerno (19, 21) y †œdispersar† (21). El profeta no pregunta quiénes son los artesanos, sólo qué van a hacer. No es probable que los cuatro cuernos representen a cuatro naciones individuales. Más bien, cuatro es un número que expresa lo completo, como cuando los cuatro caballos salen en todas las direcciones (1:10; 6:5–7; cf.cf. Confer (lat.), compare las referencias a los †œcuatro vientos† en 2:6; 6:5).
Claramente, entonces, el profeta quiere que sus lectores se formen un cuadro ví­vido de la fuerza de las naciones, y que recuerden la devastación que causaron en Judá. Dios no quiere que el pueblo se olvide o subestime la grandeza de su liberación. Estas naciones alzaron el cuerno en contra de Judá y el pueblo de Dios quedó completamente cohibido, de tal manera que ninguno pudo levantar su cabeza (21). Pero, ominosamente para las naciones, ya tendrán su turno entre las represalias.

2:1-13 La tercera visión: Jerusalén habitada sin murallas

Los vv. 1–5 describen la tercera visión de Zacarí­as propiamente. A esta visión se adhiere estrechamente un oráculo de relación. El último versí­culo del cap. 2 habla directamente al mundo entero y se sostiene por su propia cuenta poderosamente.
2:1–5 La visión. Zacarí­as ve a un hombre que tení­a en su mano una cuerda de medir (una expresión diferente de la de 1:16, pero con una función similar) con que va a medir el ancho y el largo de Jerusalén. Inferimos del mensaje que Dios le da en los vv. 4, 5 que su propósito (por lo menos parcialmente) es el de preparar para la reconstrucción de las murallas de la ciudad.
¡En esta visión es difí­cil mantenernos al tanto de los ángeles! Algunos intérpretes consideran que se trata de tres ángeles. El primero (A1) es un hombre con la cuerda que viene a medir Jerusalén; el segundo (A2) es el ángel que habí­a estado hablando con Zacarí­as y que salí­a (lit.lit. Literalmente †œprocedió†); el tercero (A3) es otro ángel que salió (†œprocedió†) para encontrarse con A2 y darle un mensaje para A1. A3 bien puede haber sido †œel ángel de Jehovah† como en 1:11, 12. En otras palabras A3 le dice a A2 que le dé un mensaje a A1. ¿Y por qué tiene que ser tan complicado? Posiblemente es para recalcar la importancia de este mensaje inesperado. Serí­a natural reconstruir la muralla de una ciudad y reforzar sus fortificaciones, lo que bien pudiera ser parte de la voluntad de Dios para Jerusalén. Pero el mensaje presente es que esto no es necesario, por dos razones: el muro de la ciudad serí­a demasiado grande, y Jehovah será su muro, un muro de fuego.
¿Cuán lit.lit. Literalmente debe entenderse esto? El muro de Jerusalén tuvo que ser reconstruido en 445 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo bajo la dirección de Nehemí­as. Por el otro lado, la ciudad se extendió más allá de las murallas. Lo importante que hay que notar es que, cuando †œDios está dentro de ella, ésta no fracasa†, con o sin paredes (Sal. 46:4; cf.cf. Confer (lat.), compare 48:1–3, 8; 32:7; Job 1:10).
Este hecho, lo de la presencia de Dios en medio de su pueblo, se recalca fuertemente de varias maneras en los caps. 1–8: por medio de declaraciones directas (2:10–12; 8:3, 8; 13:9; 14:4); por medio de la terminación de la reconstrucción del templo como parte del plan de Dios (4:8, 9; cf.cf. Confer (lat.), compare 9:8); por medio del limpiamiento o nueva ordenación del sumo sacerdote como representante del pueblo (3:1–7); y por medio de la promesa de que muchas naciones vendrán para †œbuscar a [el favor de] Jehovah en Jerusalén† (8:20–23; cf.cf. Confer (lat.), compare 2:11; 14:16–19).
2:6–12 El oráculo. Este oráculo profético sigue suavemente después de las primeras tres visiones. Todas se han preocupado de trastrocar las fortunas tanto de Judá como de las naciones. Aquí­ se nos da un cuadro del primer paso hacia la restauración del pueblo: su liberación del exilio en Babilonia. En el año 520, por supuesto, muchos ya habí­an regresado. Pero muchos se quedaron atrás, y este oráculo les urge también a salir de Babilonia y volver al lugar donde Dios está restableciendo su morada.
En la primera parte (6–9), el profeta urge a los exiliados a salir de Babilonia inmediatamente ya que esa nación está por ser castigada (los despojadores pasarán a ser los despojados). Cuando esto ocurra ellos sabrán que Jehovah de los Ejércitos lo ha enviado. En la segunda parte (10, 11), se le dice al pueblo que el Señor está llegando y vivirá entre ellos en Jerusalén, donde muchas naciones se juntarán a ellos. También esto servirá como señal de que el mensaje que el profeta recibió provino de Dios (entonces conoceréis que Jehovah de los Ejércitos me ha enviado a ti). Sigue una última promesa en el v. 12 que Jehovah poseerá a Judá †¦ y de nuevo escogerá a Jerusalén.
La promesa del v. 11a está enmarcada por lo repetido: habitaré en medio de ti, lo que forma una estructura quiástica. El estribillo de los vv. 9b y 11b (entonces conoceréis) enfatiza el interés de que Dios sea glorificado como resultado de sus acciones. Esto se encuentra también en 4:9 y 6:15. La expresión de nuevo escogerá a Jerusalén muestra la conexión entre este oráculo y la primera visión (véase 1:17) y sirve de eslabón con la cuarta visión (véase 3:2).
¡Ea, ea! (6, 7) es, sencillamente, una palabra para captar la atención de oyentes potenciales. Después que la Gloria me enviara a las naciones †¦ (8) es un esfuerzo para entender una frase muy difí­cil: †œdespués que la Gloria me envió [o él me envió] a las naciones †¦ † Otras sugerencias son que †œGloria† es un nombre para Dios mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 5b) o, si no, una manera de aludir a la visión. El †œme† se ha pensado que fuera Zacarí­as (quien no fue propiamente enviado a las naciones, sino sólo en una manera muy indirecta) o uno de los ángeles. Cualquiera que sea lo correcto, el interés principal es el establecer que lo que Dios ha dicho ante esta situación (por ví­a del ángel o ví­a de Zacarí­as) sea verdaderamente de Dios.
2:13 Un llamado a todo el mundo. Esta apelación es totalmente apropiada aquí­. Después de esperar por mucho tiempo, el Señor va a proceder en contra de las naciones que han oprimido a su pue blo. Que toda la tierra guarde silencio con reverencia delante de él (cf.cf. Confer (lat.), compare Hab. 2:20), casi sin osar respirar.

3:1-10 La cuarta visión: Josué el sumo sacerdote

Los caps. 3 y 4 contienen las dos visiones centrales de toda la serie de ocho. Ambas se ocupan de dos lí­deres: el sumo sacerdote y el lí­der civil (gobernador). Ambas figuras representan el gobierno del Señor sobre su pueblo. El cap. 3 se enfoca sobre Josué el sumo sacerdote, pero también menciona a mi siervo, el Retoño (8; cf.cf. Confer (lat.), compare 6:12, donde se expresa que él ha de edificar el templo de Jehovah).
El cap. 4 da el cuadro de dos olivos que representan a los dos ungidos, †œungidos para servir [lit.lit. Literalmente †œestar al lado de†] en nombre del Señor de toda la tierra.† La expresión †œal lado de† relaciona correctamente el resto del capí­tulo (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:1, 3, 4, 5, 7). (Nótese que la expresión toda la tierra [†œsuelo†] aparece en 4:14; 5:3, 6; 6:5. Esto contribuye a la unidad de las últimas cuatro visiones.) 3:1 y 4:14 juntos establecen a Josué como uno de estos dos ungidos.
3:1–5 Las acusaciones de Satanás contestadas. Esta sección describe cómo Josué, el sumo sacerdote, es acusado por †œel Satanás†. La palabra †œsatanás† en heb. significa †œadversario† y aparece como nombre propio solamente en 1 Crón. 21:1. El único otro lugar en el ATAT Antiguo Testamento donde significa un adversario sobrehumano es en Job 1–2. De otra manera, indica adversarios humanos, tanto personales como nacionales. La función del adversario aquí­ y en el libro de Job es la de acusar a uno de los siervos de Dios.
Josué, como sumo sacerdote, debiera haber estado de pie ante el Señor solamente en el ropaje señalado en Exo. 28. Este representaba la pureza requerida para estar de pie ante un Dios santo. Cuando se nos dice que Josué estuvo de pie ante el Señor con vestiduras sucias señalaba su propia inmundicia (4b) y, dado que él era el representante de ellos ante Dios, señalaba igualmente la del pueblo también.
La acusación del †œadversario† es verdad. El resultado, sin embargo, no fue condenación, sino limpiamiento. Este aspecto de la restauración por Dios de su pueblo se enfatiza en las visiones 6 y 7: el ladrón y el que jura falsamente serán desterrados (5:3), y la maldad misma será removida muy lejos de la tierra (5:7, 10, 11).
El sumo sacerdote también debí­a vestir un turbante (Exo. 28:4, 37–39). No se nos dice si Josué llevaba alguna clase de turbante al principio, pero se le da uno limpio. La palabra es diferente de la que se usa en Exo. 28, pero proviene de la misma raí­z (tsaniph/mitsnepheth).
Parece extraño que Jehovah mismo diga Jehovah te reprenda (2), pero significa: †œYo, que soy Jehovah, te reprendo†, con lo que se asegura al lector que las acusaciones de Satanás están completamente descartadas (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 9:5; Isa. 17:13). ¿No es éste un tizón arrebatado del fuego? (2) nos recuerda Amós 4:11, y nos da a entender que Josué (y, por lo tanto, el pueblo de Judá) han evitado un justo castigo. El ángel de Jehovah estaba de pie (5) probablemente significa el hecho de que tal acción era aprobada por Dios.
3:6, 7 Josué recibe una advertencia. Habiendo sido limpiado, Josué es apto para estar en la presencia de Dios. Recibe el encargo de andar en los caminos de Dios y guardar su ordenanza. Ambas expresiones significan el vivir y el actuar según lo que Dios quiere. La segunda se usa especialmente para las tareas sacerdotales o el cuidado del santuario (p. ej.p. ej. Por ejemplo Núm. 3:7, 8, 25–38). Los que estaban delante significa los seres celestiales que están de pie en la presencia de Dios, como en el v. 4.
3:8, 9 Josué recibe otro mensaje. Parece ser un agregado a la visión original (tiene un imperativo como los que frecuentemente inician un nuevo discurso; e introduce aspectos no presentados en la descripción anterior: el Retoño, la piedra, los siete ojos). Sin embargo, su clí­max, quitaré la iniquidad de la tierra en un solo dí­a (o sea, rápida y completamente), cabe apropiadamente con esta visión, ya que el sumo sacerdote representa a todo el pueblo.
Los amigos o †œcompañeros† de Josué supuestamente son sacerdotes colegas. Son hombres de carácter simbólico de las cosas venideras (lit.lit. Literalmente †œhombres de portento†). Esto, probablemente, significa que la llegada del Retoño tiene significado sacerdotal.
El Retoño es un tí­tulo mesiánico (Jer. 23:5, 6; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 4:2; 11:1; también véase la Introducción más arriba). Tiene alguna conexión con Zorobabel, cuyo nombre no se encuentra en ninguna de las partes principales de las visiones mismas. No se sabe claramente el porqué. Es posible que Zorobabel fuera desacreditado ante las autoridades persas y que no convení­a mencionar su nombre. Es más probable que el lector deberá conectar el liderazgo presente de Judá y Jerusalén con la promesa del Mesí­as, mencionado en Isa. 9:1–7 y 11:1–9. No se pensaba que Zorobabel fuera el Mesí­as, sino sólo un tipo del Mesí­as. El proporciona una percepción a la naturaleza del reinado mesiánico. Esto será detallado en el cap. 4 y 6:9–15.
No es claro lo que significa la piedra puesta ante Josué. El contexto tendrá que ayudarnos a formar el cuadro. El grabado sugiere algún tipo de conmemoración, posiblemente de la comisión del Señor a Josué. Los ojos podrí­an estar relacionados con 4:10, donde los siete candeleros llegan a ser los †œsiete †¦ ojos de Jehovah, que recorren toda la tierra†, dando a saber que él conoce todo lo que sucede sobre la tierra. La palabra podrí­a significar sim plemente una †œfuente de agua†, con lo que cabrí­a la parte final del versí­culo: limpiar la tierra de pecado.
3:10 Una promesa final. La vid y la higuera, que requirieron un tiempo prolongado para producir fruto, son sí­mbolos de la paz y la prosperidad. Este cuadro se usa en 1 Rey. 4:25 para describir las condiciones de paz del reinado de Salomón. En 2 Rey. 18:31 se ve una promesa tentadora (pero no digna de confianza) del rey asirio, y en Miq. 4:4 se describen las condiciones de bendición †œen los últimos dí­as† (Miq. 4:1).

4:1-14 La quinta visión: dos ungidos

La estructura de este cap. es algo extraña ya que se hace una pregunta en el v. 5 que no se contesta hasta el v. 10b, y los nexos entre las secciones externas y el oráculo del centro son bastante abruptos. Esto ha llevado a muchos comentaristas a considerar los vv. 6–10a como un agregado posterior, o a cambiar la sección a otro lugar. El estilo, sin embargo, puede tomarse como deliberado. El capí­tulo prosigue así­:
1–3 Una descripción de la visión, en particular de las siete lámparas y de los dos olivos. 4 Luego sigue la pregunta: ¿Qué son éstos, señor mí­o?, asumiendo que tiene que ver con los †œsiete†. El ángel responde con una contra pregunta (5): ¿No sabes †¦ ?, la cual no recibe contestación hasta después del oráculo acerca de Zorobabel (6–10a). Fi nalmente, el profeta recibe la contestación a su pregunta en 10b respecto a los †œsiete†. 11–14 Siguen dos preguntas acerca de los dos olivos y los dos tubos de oro, con la misma respuesta del ángel como en el v. 5: ¿No sabes †¦ ? En el v. 14 el profeta recibe la contestación a las dos preguntas.
Aparentemente, uno de los medios que Zacarí­as usa para aumentar el impacto de su mensaje es una especie de táctica postergadora. ¡En 7:3 se hace una pregunta que se contesta hasta 8:18, 19! De manera que aquí­ hay una breve demora provocada por la contra pregunta, y una demora mayor causada por el oráculo de los vv. 6–10a.
Otra función del oráculo en su posición presente es hacer la conexión entre Zorobabel y los dos ungidos. A Zorobabel no se le menciona por nombre en ninguna de las visiones mismas.
4:1–5, 10b–14 La quinta visión. Zacarí­as ve un candelabro central con siete lámparas (o †œluces†). De cada lado hay un olivo. Se asume generalmente, de lo que sigue en los vv. 11, 12, que los olivos suplí­an el aceite para las lámparas.
El texto heb. significa más naturalmente que cada uno de los siete candeleros tení­a siete conductos (o †œlabios†). El texto gr. sugiere que eran siete canales que iban del depósito central a las siete lámparas. Sea como sea, el cuadro es el de una lámpara muy brillante. La interpretación de las siete lámparas (10b) es que representan siete ojos de Jehovah, que recorren toda la tierra. (Nótese que ésta es la misma expresión como la del v. 14; véase también 3:1–10.) El cuadro sugiere la iluminación de los lugares oscuros para que nada pueda esconderse de la vista del Señor. No es probable que estos siete aludan a 3:9, dado que está demasiado distante de la respuesta y nublado por una pregunta acerca de otros †œsiete†.
Los dos olivos representan a los dos que fueron ungidos con aceite y que están delante el Señor de toda la tierra. En un nivel estos son el sacerdote y el gobernador de la época: Josué y Zorobabel. ¡La dificultad surge suponiendo que éstos pudieran suplir aceite al Señor para que sus lámparas siguieran iluminando! Podrí­a ser que no fuera el propósito llevar al último detalle las implicaciones del sim-bolismo, ya que todos los sí­mbolos tienen sus lí­mites. Podrí­a ser, sin embargo, que los conductos no salen de los olivos al candelabro, ya que el texto no lo declara explí­citamente. Algunos sugieren que el tazón suple aceite a los árboles. Esto tiene la ventaja de que el Señor sea la fuente del ungimiento para los ungidos. Por otra parte, esto no va de acuerdo con lo que sucede en la vida: el aceite de olivo proviene del olivo, y desde allí­ a la lámpara.
El v. 12 es muy difí­cil, ya que ni las ramas ni los tubos han sido mencionados previamente. Una solución propuesta es el asumir que el tazón principal representa al Señor, y que éste suple tanto a las lámparas como al olivo.
4:6–10a Un oráculo acerca de Zorobabel. Esta sección posterga la respuesta a la pregunta del profeta (4) y ayuda a identificar a Zorobabel como uno de los dos olivos o los dos ungidos. Se compone de dos partes.
Una palabra le asegura a Zorobabel que no le hace falta ejército ni fuerza, sino el Espí­ritu de Dios (6, 7). Si fuera asunto de fuerza, entonces no podrí­a haber contienda entre Zorobabel y una gran montaña, pero, en esta situación, una gran montaña será aplanada delante de él. La oposición a la obra de Zorobabel desaparecerá. Los gritos de ¡Qué hermosa, qué hermosa! son, lit.lit. Literalmente †œÂ¡Gracia! ¡gracia sea a ello!†, y significa tanto la hermosura del edificio como la condición de gracia que los capacita para la reconstrucción. La piedra principal es, lit.lit. Literalmente †œla piedra de cabecera†, una expresión que no ocurre en otra parte. Obviamente, es una piedra importante del templo, significando la terminación del edificio (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 9), y probablemente significa †œla piedra fundamental† (Sal. 118:22), la piedra colocada en la esquina superior de dos paredes para sostenerlas adecuadamente.
La segunda mitad (8–10) tiene su propia introducción. Es una promesa de que Zorobabel podrá terminar la reconstrucción del templo. No será igual como cuando los exiliados volvieron de Babilonia: comenzaron la construcción y luego se les persuadió a desistir (Esd. 4:4, 5, 24). ¿Quién despreció el dí­a de las pequeñeces? (10) aludirí­a a aquellos que estaban desanimados al ver la oposición y la condición débil del pueblo que habí­a vuelto a Jerusalén. Piensan que no podrí­an tener éxito, pero se regocijarán cuando vean el éxito de Zorobabel. El profeta les da una leve reprimenda, con el fin de animarles (como una enfermera podrí­a reprender a un paciente). La expresión traducida plomada es lit.lit. Literalmente †œla piedra de lata†, o posiblemente †œla piedra separada†. No es probable que se usara lata para la plomada, de manera que el significado puede ser que la piedra que sirvió para terminar el templo (7) indique que Judá está separada de otros pueblos, elegida para ser el pueblo de Dios. La terminación del templo significará que el mensaje de Dios ví­a Zacarí­as es verdadero (véase más arriba los vv. 9, 12).

5:1-4 La sexta visión

Las dos visiones siguientes pertenecen juntas, así­ como la segunda y la tercera. Ambas tratan del limpiamiento del pueblo de Dios. El rollo que volaba representa la maldición que atraviesa toda la tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:10b, 14; 5:3, 6; 6:5) como un juicio sobre los malvados. En la siguiente visión (5:5–11) una mujer representando †œla iniquidad† es removida a la distante tierra de Babilonia (heb. Shinar, que es Sumeria en Mesopotamia).
El rollo se describe como volando lo que, probablemente, significa que no está enrollado, sino abierto para que cualquiera lo lea. Esto permitirí­a ver su tamaño: 20 por 10 codos (aprox. 9 x 4, 5 m.m. Metro). El tamaño es enorme, lo que da realce al mensaje. Supuestamente, las palabras que revelaba serí­an una maldición en contra de los malhechores.
La maldición también significa †œjuramento† y está asociada especialmente con un fracaso para satisfacer una obligación, como en Deut. 29:20, 21.
Los dos tipos de pecadores mencionados son representativos de los inicuos, en vez de ser los únicos que serán juzgados. Todo ladrón representa a todos los que dañan a su vecino; y jurar falsamente, que involucra el uso del nombre de Dios, es un insulto al Señor mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 19:11, 12). Será excluido proviene de una raí­z que significa †œser limpio, ser purgado†. Significa el ser quitado de entre el pueblo del pacto y, por lo tanto, fuera de la salvación de Dios. En dí­as cuando †œla mentira† se considera relativamente sin importancia, es saludable recordar esta profecí­a y comparar pasajes como Jer. 28:15–17 y Hech. 5:1–11.
La maldición, que es una palabra que proviene del Señor, se personifica en el v. 4. Entrará en la casa †¦ Permanecerá †¦ y la consumirá, completamente, junto con su madera y sus piedras.

5:5-11 La séptima visión

Ambas visiones, la sexta y la séptima, tienen algo que decir acerca de cómo Dios trata con el pecado. Mientras que la primera se concentra en el juicio, ésta trata de la purificación de la tierra por medio de la remoción del pecado.
Zacarí­as ve una caja de efa, que es una unidad para medir. No podemos estar seguros del tamaño de un efa pero, probablemente, no más de unos 38 litros. Y en la visión puede haber sido aumentada, así­ como lo fue el rollo (5:2). Esta es la iniquidad se entiende más fácilmente que el texto heb. donde dice: †œéste es el ojo de ellos†, y tiene el apoyo de las antiguas versiones gr. y sirí­aca. Es posible que se haya escogido el efa por causa de pasajes como Amós 8:5: †œpara que reduzcamos el peso y aumentemos el precio† (lit.lit. Literalmente, †œhacer que el efa sea pequeño, y el siclo elevado†). Era signo de deshonestidad y una falta de preocupación por los demás.
La tapa (pesada) es levantada, y allí­ está sentada una mujer: la Maldad. Esto no significa que la mujer representa la maldad mejor que el hombre. Puede ser sólo que la palabra es de género femenino. Nótese también que aquellas que quitan la maldad de la tierra son mujeres (9–11). Con viento en sus alas (9) podrí­a traducirse igualmente †œel espí­ritu †¦ † (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:5). Esto darí­a a entender que el limpiamiento fue la obra del Espí­ritu de Dios. La palabra heb. para cigüeña proviene de la misma raí­z que †œamor firme†, y puede ser el porqué se mencionan estas aves aquí­: el limpiamiento es señal de gracia.
Sinar (11), conocido como Babilonia, estaba en Mesopotamia. Fue el lugar que Abraham dejó cuando Dios hizo un pacto con él y donde se construyó la torre de Babel que fue destruida por Dios (Gén. 11:2, 9; nótese también la conexión con esta historia por medio de la expresión †œla faz de toda la tierra†, Gén. 11:4, 9; cf.cf. Confer (lat.), compare Zac. 5:3). A edificarle casa puede significar un templo de alguna clase (cf.cf. Confer (lat.), compare la expresión †œcasa del Señor†). En todo caso implica que la maldad no tiene lugar entre el pueblo de Dios.

6:1-8 La octava y última visión

La última visión es similar a la primera visión de varias maneras. Las dos juntas tienen el efecto de unificar toda la serie: forman como una †œenvoltura† para las demás visiones. Además, notamos que esta visión forma un clí­max para toda la serie: en el cap. 1 las naciones estaban cómodas y el Señor estaba airado con ellas y celoso por Jerusalén y Judá. En el cap. 6 el Espí­ritu de Dios está en reposo (y las naciones han sido juzgadas).
También hay algunas diferencias sorprendentes entre las dos visiones, p. ej.p. ej. Por ejemplo los carros reciben mención en el cap. 6 tanto como caballos. Los colores de los caballos son diferentes. En el cap. 1 hay dos caballos rojos, uno bayo y uno blanco. En el cap. 6 los cuatro caballos son: rojo, negro, blanco, moteado y bayo. La razón para la variación se desconoce, pero un tipo similar de variación ocurre en 6:10 y 14.
Los caballos salen hacia las cuatro esquinas de la tierra (los cuatro puntos del compás), aunque tenemos que inferir que el rojo sale hacia el este, aunque no se declara explí­citamente. Esto expresa el hecho de que la influencia de Dios cubre toda la tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare Señor de toda la tierra, 6:5; 4:14). Hay un juego de palabras que no tiene traducción: la palabra †œespí­ritu† es la misma que †œviento† (cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 3:8).
Cuando se da el informe (8) sólo menciona el norte. Lo más probable es que sea porque el norte tení­a varias asociaciones de ideas: era el lugar donde dioses rivales tení­an su sede, según se pensaba (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 48:2); era la ubicación de Sinar o Babilonia (2:7; 5:11; cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 23:8); y era la dirección de donde provení­an todos los ataques mayores contra Israel y Judá (Isa. 41:25; Jer. 1:13–15; 16:15), incluyendo a los enemigos de los últimos tiempos (Eze. 38:6, 15). Se nos permite asumir que a la postre Dios está satisfecho con la condición de todo el mundo.
Dos montes (1) parecen representar el camino al cielo (cf.cf. Confer (lat.), compare 5); de bronce puede indicar o la salida de sol (el amanecer de un nuevo dí­a; recordemos que la primera visión fue de noche [1:8], y esto puede ser significativo), o los dos pilares a la entrada del templo. El bronce se usa para señalar fuerza (p. ej.p. ej. Por ejemplo Jer. 1:18) en contra de algún ataque: el templo celestial del Señor es impenetrable.
Es dudoso que los colores de los caballos (2, 3, 6, 7) tengan algún significado particular (ver sobre 1:8). Caballos moteados resultan de dos palabras oscuras. La expresión podrí­a significar †œcaballos overos, poderosos caballos†; la segunda palabra se usa en el v. 7 para referirse a todos los caballos.
Cuatro vientos (5), o †œespí­ritus†, es intencionalmente ambiguo. El viento es invisible y está en todas partes, como la presencia de Dios. Vientos es probablemente el significado principal tomando en cuenta el v. 8. Pero no hay necesidad alguna de buscar consecuencia en figuras poéticas (cf.cf. Confer (lat.), compare †œsiete espí­ritus† en Apoc. 1:4; 3:1; 4:5; 5:6).

6:9-15 Un oráculo

Este oráculo sirve como un clí­max de principal importancia a las visiones, y junta algunas de las ideas centrales de los capí­tulos anteriores. La estructura del oráculo es esencialmente quiástica. La envoltura exterior se indica fuertemente por los nombres de los exiliados que han llegado de Babilonia (cf.cf. Confer (lat.), compare también los caps. 7 y 8). El oráculo puede expresarse como sigue:

9 Introducción al oráculo.
10 Tomarás †¦ de Heldai, de Tobí­as y de Jedaí­as †¦ irás a la casa de Josí­as hijo de Sofoní­as.
11 Tomarás la plata y el oro, y harás una corona. La pondrás sobre la cabeza del †¦ Josué †¦
12 Dile: ¡He aquí­ el hombre cuyo nombre es el Retoño brotará †¦ y edificará el templo de Jehovah!
13 El †¦ se sentará en su trono y gobernará. Habrá un sacerdote junto a su trono, y habrá consejo de paz entre ambos.
14 Las coronas pertenecerán a Heldai (heb. Helem), Tobí­as, Jedaí­as y Hen [ver nota en RVARVA Reina-Valera Actualizada] hijo de Sofoní­as †¦ como memorial en el templo de Jehovah.

Las caracterí­sticas extrañas de esta sección se presentan a continuación:
(i) Dos de los nombres de las personas mencionadas en el v. 10 están cambiados en el v. 14, según algunas traducciones. Heldai (significando †œlunar†) pasa a ser †œHelem† (que significa †œfuerza†), y Josí­as se transforma en †œHen† (significando †œgracia†, la misma palabra que ha sido usada dos veces en 4:7 en conexión con la reconstrucción del templo).
(ii) La palabra que se traduce corona tiene una forma plural, aunque se usa con un verbo en singular (14). Posiblemente, tení­a el propósito de inferir dos personajes involucrados en la dirección de Judá. (Véase más abajo.)
(iii) En base a la gramática solamente no es claro si hay un personaje o dos. En el cap. 4 fue Zorobabel el que reedificó el templo; y en el cap. 3 †œel Retoño† era diferente que Josué. Habrá consejo de paz entre ambos (13) significando más naturalmente entre el sacerdote y el lí­der civil, pero también podrí­a significar †œlos aspectos sacerdotales y polí­ticos de gobierno†.
(iv) A Zorobabel no se le menciona por nombre, y dado el hecho que la corona(s) es colocada en el templo como un memorial sugiere que el oráculo trata de eventos después de su muerte.
Cuando recordamos que †œRetoño† es un término dado al Mesí­as, y que la profecí­a alude a Jesús, muchos detalles se ajustan a la realidad: él es tanto rey como sacerdote; él es la realidad a la que Josué y Zorobabel señalaban imperfectamente; él es el constructor del templo de Dios, la iglesia.
El versí­culo final es similar al clí­max de los caps. 7 y 8. Muchas personas vendrí­an desde lejos, no sólo las pocas mencionadas al principio de la sección. Esta serí­a una señal de que el Señor verdaderamente ha hablado a través de su mensajero (15, véase arriba sobre 2:9–11).
Notas. 11 †œCoronas† (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada) ha tenido diversas explicaciones: como tipo de una corona circular que podí­a usarse sola o con varios cí­rculos juntos dando la forma de cí­rculo compuesto (cf.cf. Confer (lat.), compare Apoc. 19:12); como expresión de †œexcelencia en plural†, o sea, habí­a una corona maravillosa; o el texto está errado o la palabra es una forma en singular poco acostumbrada. Parece bastante probable que hay una ambigüedad intencional.
14 Es difí­cil de traducir y de comprender. J. A. Motyer sugiere esta traducción †œy la corona será como un memorial para Helem, etc.†, queriendo decir que †œcuando el Mesí­as se siente como Sacerdote/Rey, las gentes desde lejos llegarán para aliarse con él†. Puede que haya un juego de palabras: la corona será un recordatorio del poderí­o, la bondad (Tobí­as significa †œel Señor es mi bondad†), conocimiento (Jedaí­as, †œel Señor es mi conocimiento†) y gracia, todo lo cual es un elogio de la acción de los exiliados (10) quienes realizaron el viaje largo al templo trayendo plata y oro de los que se hizo la corona, y una promesa para ellos.

7:1-8:23 UNA PREGUNTA SOBRE EL AYUNO

Los caps. 7 y 8 de Zac. forman un gran quiasmo con una promesa mencionada en el centro (8:8). Se refiere a los temas presentados en 1:1–6, dando una exhortación a la obediencia, una promesa para Jerusalén y Judá, y una promesa (basada en la visita de personas de Betel para †œsuplicar el favor del Señor†) más amplia para muchas gentes. El todo coherente está demarcado para el lector u oyente por medio de palabras y expresiones clave que conectan las secciones correspondientes. A pesar del hecho de que hay pasajes donde es imposible saber con certeza el significado propuesto en detalle, el resultado es una unidad muy placentera y poderosa.
Estos dos capí­tulos inician una sección nueva del libro de Zac. El mensaje refuerza y completa lo que se ha dicho previamente: el Señor castigó a su pueblo por causa de su desobediencia, y retuvo su protección y la señal de su presencia, el templo. Pero una vez más †œmorará en su medio† en una Jerusalén restaurada. El les exhorta a guardar los mandatos que previamente ignoraban.
La sección empieza con una pregunta relacionada al ayuno: los de Betel enví­an una delegación para preguntar a los sacerdotes y a los profetas (supuestamente incluyendo a Zacarí­as) si ellos deberí­an observar el ayuno que tradicionalmente habí­an celebrado el quinto mes del año. El profeta los reta en cuanto a sus motivos para el ayuno, y les recuerda la desobediencia previa de la población que condujo al juicio por medio del exilio. Sigue con una tremenda promesa para el futuro de Jerusalén. Esto forma el centro de la sección. El reitera los mandamientos que el Señor demandaba que sus antepasados cumplieran, y por fin contesta la pregunta en cuanto al ayuno. La respuesta no fue la que ellos hubieran esperado: el ayuno no solamente del mes quinto, sino el del cuarto, el del séptimo y el del décimo también, serán épocas de regocijo. La gracia de Dios, su deleite en bendecirles más abundantemente de lo que podí­an imaginar, se resalta en estos vv. Y esto no es todo: su gracia se extiende a las naciones que les rodean, y ellas vendrán a Jerusalén para implorar el favor del Señor.
La estructura de estos capí­tulos se muestra en el cuadro en la página siguiente.
Esta forma †œquiástica† se describe en la Introducción de la p. 898. El punto más importante se halla al centro (F).
Un asterisco (*) indica un versí­culo de introducción, lo que señala la importancia de lo que sigue. Nótese cómo los pasajes de la misma letra se corresponden entre sí­. Todas las secciones paralelas tienen palabras significativas o frases que provocan la atención a la correspondencia entre sí­. La ilustración del plan nos permite ver las caracterí­sticas más importantes de toda la sección.
7:1*

A (v. 2) Los varones de Betel vienen a implorar el favor de Jehovah.
B. (v. 3) Preguntas sobre el ayuno.
C. (vv. 9, 10) Profetas antiguos dijeron †œno maquinéis el mal en vuestros corazones†.
D. (vv 12b–14) La gran ira de Dios llegó a medida que la tierra quedó desolada.

8:1*

E. (vv. 3–8a) Promesa de bendición para el remanente de este pueblo.
F. (v. 8b) Ellows serán mi pueblo, y yo †¦ su Dios.
E¹. (vv. 9–13) Promesa de bendición para el remanente de este pueblo.
D¹. (vv. 14, 15) Pero ahora Dios determina el bien para Jerusalén.
C¹. (vv. 16, 17) No maquinéis la maldad en vuestros corazones.

8:18*

B¹. (vv. 19) Los ayunos llegarán a ser banquetes.
A¹ (vv. 20–23) Muchos implorán el favor de Jehova.

Conduce desde una pregunta relativamente sin importancia por un grupo insignificante de hombres, de una población en Israel, a una confirmación tremenda de la elección de su pueblo y sus propósitos constantes (8:8, establece una continuidad entre este v. y una serie de promesas relacionadas con Exo. 6:7; p. ej.p. ej. Por ejemplo Gén. 17:8; Jer. 31:33; etc. lit.lit. Literalmente en cada caso: †œYo seré su Dios†; cf.cf. Confer (lat.), compare 2:11 †œEllos serán mi pueblo†). Esto ocurre al centro de toda la unidad, frecuentemente donde aparece el punto clave de un pasaje quiástico como éste. La posición importante de la primera mitad de la promesa en 2:11 fue señalada, y luego ocurre nuevamente en 13:9 en un importante clí­max.

7:1-3 Una delegación

El cuarto año del rey Darí­o (I) es 518, dos años después del primer oráculo de Zacarí­as, y dos años antes de la terminación del templo (Esd. 6:15). Betel, en el reino norteño de Israel, era el lugar donde se habí­a levantado uno de los becerros idolátricos de oro de Jeroboam I. ¡Una promesa a la delegación de Betel demuestra gracia! El énfasis en Jerusalén como el centro autorizado para el culto al Señor es comprensible. No sabemos quiénes eran Sarezer y Reguem-melec. Podrí­a traducirse: †œY Betel-sarezer envió a Reguem-melec [posiblemente un tí­tulo significando †œportavoz del rey†] y sus varones.†
La expresión implorar el favor de Jehovah se halla solamente aquí­ y en 8:21, 22 de Zac. La envoltura formada en derredor de los caps. 7 y 8, por esto y el asunto del ayuno, por lo tanto, es muy fuerte. Se piensa que los ayunos mencionados en 7:3, 5 y 8:19 conmemoran los siguientes eventos: el quinto mes, la destrucción del templo (2 Rey. 25:8, 9); el cuarto mes, la abertura en la muralla de Jerusalén (Jer. 39:2); el séptimo mes, el asesinato de Gedalí­as, gobernador de Judá (2 Rey. 25:25; Jer. 41:1, 2); el décimo mes, el comienzo del sitio de la ciudad por Nabucodonosor (2 Rey. 25:1, 2; Jer. 39:1).

7:4-14 Un reto para el presente

7:4-7 Una contrapregunta acerca del ayuno. Zacarí­as no tiene que razonar la contestación en base a la ley, pero recibe una palabra directamente del Señor. Les pregunta acerca de sus motivos: ¿ayunaban para el Señor o para su propio beneficio? Les señala que los antiguos profetas habí­an dado mensajes similares.
7:8–10 Palabras dadas anteriormente. Los vv. 8–14 hacen alusión al mensaje anterior y la (falta de) contestación (véase v. 14). La RVARVA Reina-Valera Actualizada traduce muy bien los vv. 8 y 9: Vino palabra de Jehovah a Zacarí­as, diciendo: †œAsí­ ha dicho Jehovah de los Ejércitos †¦ † El v. 8 implica (como resulta con frecuencia de esta fórmula) que Zacarí­as siguió hablando según la palabra del Señor. Juzgad conforme a la verdad se extiende ligeramente en 8:16: Juzgad en vuestros tribunales con juicio de paz. Ni ninguno piense en su corazón el mal contra su hermano es la misma expresión básica como en 8:17, donde se traduce así­: Ni ninguno piense en su corazón el mal contra su hermano (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 50:20; Jer. 48:2; etc.). Estas similitudes llaman la atención al hecho de que los requisitos del Señor son los mismos en la situación nueva como lo habí­an sido anteriormente.
7:11–14 La respuesta de los antepasados y sus resultados. Esta sección se refiere a la respuesta de los antepasados hacia los profetas anteriores (como en 1:4). Endurecieron sus corazones como diamante, impenetrable a la palabra de Dios. Como resultado se desencadenó la gran ira de Jehovah de los Ejércitos (12). Esta es la traducción lit.lit. Literalmente, y describe la acción de la ira en vez de un sentimiento. Ya que ellos rehusaron oí­r al Señor, él rehusó oí­rles a ellos: fueron esparcidos entre las naciones y la tierra quedó desolada. El veredicto dado por esta conducta es que recibieron lo que merecieron exactamente. Sin embargo, Dios entonces se mueve hacia una posición totalmente inmerecida por ellos.

8:1-8 La promesa a la Jerusalén renovada

8:1–3 Celo por Jerusalén. Los temas del celo por Jerusalén/Sion y el regreso del Señor para habitar en la ciudad han sido temas prominentes previamente (1:14, 16; 2:10–12). Y cuando Dios habita en la ciudad, es menester que sea una ciudad de verdad y santidad. El monte de Jehovah de los Ejércitos era la parte elevada de Jerusalén sobre la cual fue edificado el templo.
8:4–6 Paz en la ciudad. La ciudad estará en paz y segura ante los ataques. Los habitantes no estarán corriendo de aquí­ para allá reparando o edificando la muralla (véase sobre Nah. 2:4, 5); no hay peligro de que un proyectil volará sobre la muralla. Aun los habitantes más vulnerables de la ciudad pueden estar sentados o jugar en las calles. A los oyentes de Zacarí­as todo esto todaví­a les parecí­a un sueño, ya que eran hostigados constantemente por las gentes que los rodeaban. Milagroso se usa en el sentido de †œextraordinario† o †œdifí­cil†: nada de esto es demasiado difí­cil para el Señor (véase especialmente Gén. 18:14; Jer. 32:17, 27, donde se usa la misma raí­z, y cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 10:27). La palabra remanente también ocurre en los vv. 11 y 12. Es una palabra importante que significa tanto el juicio de Dios (sólo queda un remanente) como su misericordia (se salvará un remanente).
8:7, 8 El pacto de la promesa renovado. Cuando Judá fue al exilio a Babilonia muchos huyeron a paí­ses vecinos. Ellos también podrí­an regresar a Jerusalén. Es difí­cil darnos cuenta de lo importante que era Jerusalén para el pueblo de Israel y Judá, porque sabemos que podemos adorar a Dios en cualquier parte del mundo. Aun aquellos que enfatizan mucho a Roma, a Canterbury, o a Ginebra no consideran dichas ciudades de igual manera como los judí­os a Jerusalén. Era el único lugar donde se podí­an ofrecer sacrificios, era el único templo autorizado como casa de Dios, una señal de que el Señor estaba en medio de su pueblo. Así­ que, la restauración del templo en Jerusalén significaba la confirmación de las promesas del pacto de Dios (véase sobre 2:10–12).

8:9-13 La promesa renovada
Esta sección comienza y termina con las mismas palabras: Esfuércense vuestras manos, y esto da el tono: un reto animador. Antes de que se colocara el fundamento del templo, el pueblo no experimentaba bendición. Los habitantes se habí­an colocado a sí­ mismos en primer lugar, y no habí­an prosperado. Ahora han de echar manos a la obra de reconstruir el templo y así­ prosperarí­an (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 15:58).

8:14-17 Un reto proveniente del pasado
Esto repite el mensaje de Zacarí­as de que el Señor ya no está airado con su pueblo, sino que tiene la intención de hacerles bien. El les exhorta a obedecer los mandamientos que sus antepasados no cumplieron (cf.cf. Confer (lat.), compare 7:9, 10).

8:18-23 Ayunando y festejando
La †œcontestación† de la pregunta sobre el ayuno (7:3) es que los ayunos llegarán a ser banquetes. Los eventos relacionados con la caí­da de Jerusalén serán totalmente transformados; serí­an ocasiones para inspirar el sentir de maravilla ante el perdón y la gracia de Dios. El profeta, inesperadamente, sigue con una promesa aun mayor: todas las naciones (23) buscarán a Dios en Jerusalén, reconociendo que él ha bendecido a su pueblo, los judí­os (a saber, el pueblo de Judá). Habrá diez veces más gente de la que ya compone el pueblo de Dios (23). La sección llega a un tremendo clí­max al notar el contraste entre la pequeña delegación del 7:2 y esta visión final.

9:1-14:21 BATALLAS, LIDERES Y LA META DE LA HISTORIA

Se ha disputado acaloradamente sobre los últimos seis capí­tulos. Algunos arguyen que el encabezado †œUn oráculo†, encontrado en algunas versiones inglesas (9:1; 12:1; cf.cf. Confer (lat.), compare Mal. 1:1; Profecí­a en la RVARVA Reina-Valera Actualizada), señala a éstos como libros separados, que debieran, posiblemente, tratarse con Malaquí­as en vez de Zacarí­as. Parecen hablar de una situación posterior, aunque no es fácil resolver la cuestión sobre cuánto más tarde. Estos capí­tulos son tan diferentes a Zac. 1–8 en idioma y figuras simbólicas, y tan similares en cuanto a intereses básicos, que es muy probable que hayan provenido de algún discí­pulo de Zacarí­as. La mayorí­a de los comentaristas conservadores favorecen que Zacarí­as mismo le agregó y editó su propio trabajo original. Esto no puede descartarse. Véase también la introducción.
Los mismos temas básicos se hallan en los caps. 9–14 en un modelo alternante. De un lado, hay referencias frecuentes a Judá y Jerusalén y a sus enemigos/las naciones y, del otro lado, al tema del liderazgo. El contenido puede exhibirse como sigue:
9:1–8 Juicio contra los enemigos de Judá (con una insinuación de salvación).
9:9, 10 Llega el rey justo, salvo y humilde de Judá; se establece la paz.
9:11–17 Juicio para los enemigos y salvación para Judá/Efraí­n.
10:1–5 Más preocupación acerca del liderazgo: el juicio de los dirigentes corrompidos; y la provisión de verdaderos lí­deres.
10:6–12 Fortalecimiento para Judá/José/Efraí­n (con una mención de juicio para los enemigos).
11:1–3 ¿Juicio en contra del orgullo/pastores/naciones?
11:4–14 Juicio en contra de los malos dirigentes y pueblo testarudo.
11:15–17 Juicio para un lí­der.
12:1–9 Juicio en contra de los enemigos de Judá/Jerusalén: victoria en la batalla.
12:10–14 El traspasado. El espí­ritu de compasión de Jehovah provoca luto.
13:1 La purificación †œde aquel dí­a†.
13:2–6 Son removidos los í­dolos y los falsos profetas.
13:7–9 El juicio de †œsu pastor† provoca refinamiento y cumplimiento de la promesa: Jehovah su Dios etc.
14:1–15 Juicio en contra de los enemigos de Judá/Jerusalén: destruidos en la batalla por la intervención de Dios. Fenómenos de los últimos dí­as; plagas en contra de los enemigos de Jehovah.
14:16–21 Bendiciones para las naciones: vienen a Jerusalén para la fiesta de los tabernáculos (o si no, sufrirán plagas). Jerusalén es purificada (†œsanta a Jehovah†).
No es posible reducir todo esto en un ní­tido diagrama sin distorsionar el cuadro. Claramente, hay una unidad en relación con la totalidad, a pesar de la extensa variedad de materiales de los cuales esto se compone.
La estructura que aparece puede describirse en términos sencillos como un emparedado de niveles múltiples, donde el †œpan† consiste de pasajes alusivos a los enemigos de Judá y Jerusalén: contiene cantidades variables de juicio y/o salvación para los enemigos y para Judá/Jerusalén. El clí­max es que las naciones reciben la misma oportunidad de adorar a Jehovah como la de Judá. El †œrelleno† tiene que ver con el asunto del liderazgo. Aquí­ también hay variantes en el contenido: el lí­der apropiado será instalado y los malos lí­deres purgados; la purificación se ha de alcanzar de alguna manera en relación con el representante de Dios. Véase también la introducción de la compilación más arriba, como también el comentario.

9:1-8 El Señor actúa

Hay muchas palabras y frases de significado obscuro en esta sección, al igual que en los caps. 9–14 como un todo, y es necesario examinar el sentido total viendo todo el contexto. Aun cuando no es posible obtener precisión, el significado central es claro.
Profecí­a proviene de la raí­z †œlevantar† y puede traducirse †œcarga†, a saber, algo que se le carga a otra persona obligadamente. (Nótese el juego de palabras en Jer. 23:33.) Esta es una forma altamente apropiada para describir un mensaje profético (Jer. 20:9). Es una de dos cosas: el encabezado refiriéndose a los caps. 9–11, o forma parte de la primera frase de esta sección, según algunas versiones inglesas: †œCarga de la palabra de Jehovah †¦ †
La tónica de casi todos los vv. 1–8 es juicio. Sólo en el v. 7 encontramos una promesa para Ecrón, una de las ciudades filisteas. Serí­a incorporada en el pueblo de Judá, como lo fueron los jebuseos, habitantes de Jerusalén antes de que fuera tomada por David (2 Sam. 5:6–10). Esto sigue después del juicio y la purificación (7). Cuatro de las cinco ciudades filisteas principales se mencionan (5, 6; Gat puede omitirse porque para ese tiempo ya habí­a sido destruida). Los filisteos, por naturaleza, eran los enemigos tradicionales de Israel, como una espina en el costado de Israel desde los dí­as de los jueces (p. ej.p. ej. Por ejemplo Jue. 13–16; 1 Sam. 13; 14; 31). En sí­ mismos no eran de mucha importancia después del exilio, y la aparición aquí­ de †œFilistea† no es solamente como una nación en concreto, sino como un sí­mbolo de los enemigos de Dios y de su pueblo (cf.cf. Confer (lat.), compare el uso de †œEdom† en Isa. 11 y 34).
El tono de los vv. 1–8 indica que los vv. 1–3 son también un mensaje de juicio en contra de Hadrac (un lugar no definido en el extremo norteño de Palestina), Damasco (capital de Siria o Aram), Hamat (a 200 kms. más al norte) y los puertos fenicios de Tiro y Sidón. Tiro era muy rica por su comercio, y especialmente difí­cil para conquistar dado que para llegar a ella habí­a que cruzar un terraplén. Pero aun Tiro serí­a destruida; su orgullo, su riqueza y poderí­o se verí­an como algo hueco.
El v. 8 también es difí­cil de traducir, pero la RVARVA Reina-Valera Actualizada da el significado correcto. El Señor no permitirá que su casa (a saber, ni el templo, ni la tierra de Judá) sea destruida nuevamente, como lo permitió cuando el pueblo fue llevado a Babilonia.

9:9, 10 El rey humilde llega

El v. 9 probablemente sea el mejor conocido de Zac. Todos los Evangelios hablan de cómo Jesús cumplió esta profecí­a cuando entró a Jerusalén montado en un pollino. ¿Hemos de asumir que esta profecí­a del Mesí­as no alude a los tiempos propios del profeta? Después del exilio no hubo rey en Judá. Los emperadores de los principales imperios, medo persa, griego y finalmente romano, eran sensitivos sobre este asunto (Juan 19:12–15). Aunque hubo un periodo breve de independencia judí­a después de la insurrección macabea de 167 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, nadie apareció sobre el escenario que remotamente se pareciera a este rey. La profecí­a seguí­a siendo relevante para la población que vivió 500 años antes de Cristo, ya que expresaba las intenciones de Dios y, por lo tanto, su relación con ellos. Estos seguí­an siendo su pueblo y ese rey vendrí­a.
El rey venidero ha de ser justo y victorioso (lit.lit. Literalmente †œsalvo†). Este rey ha sido declarado justo y salvo por Dios. Esto sugiere una situación en la que el rey es acusado y atacado por sus enemigos, pero es vindicado y salvado por el Señor. ¡Con toda claridad esto se ajusta a Jesús muy bien! (Cf. Sal. 118, especialmente los vv. 22, 23, también aluden al Señor Jesús.)
En tiempos anteriores el pollino de asna no era considerado una bestia humilde, ya que varones de alta posición los montaban (Jue. 10:4; 12:14). Aun el rey de Israel cabalgó sobre una mula (1 Rey. 1:33; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 13:29; 18:9). Un caballo o un carro hubiera sido el transporte más normal para un rey en procesión de victoria. Aquí­ se enfatiza la humildad y la paz. Reinará de mar a mar (es decir, el Mediterráneo al oeste y el mar conocido vagamente hacia el este [el mar Muerto] como en 14:8), y desde el rí­o Eufrates en la Mesopotamia hasta los fines de la tierra. En otras palabras, reinará sobre toda la tierra.
Estas cualidades son sorprendentes, tanto que esta profecí­a fue mayormente descuidada por aquellos que esperaban con anhelo la llegada del Mesí­as. (Véase sobre Sal. 22; 69; 110.)
Nota. Las expresiones asno y borriquillo, hijo de asna, son paralelas; son dos descripciones de un mismo animal. ¡En Mat. 21:1–7 se mencionan dos animales, y †œse sentó encima de ellos† se entiende mejor †œencima de los mantos†! Efraí­n era la más grande de las tribus del norte de Israel, y con frecuencia, como aquí­, se usa para significar todo Israel.

9:11-11:3 Profecí­as de juicio y esperanza

A primera vista todo esto parece ser una mezcla de profecí­as sin relación entre sí­, y cubriendo una época muy posterior a Zacarí­as (se menciona Grecia en 9:13; el Imperio Griego no fue establecido sino hasta después del año 333 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). Sin embargo, hay muchos puntos de relación entre las diversas secciones como también en 9:1–8 (p. ej.p. ej. Por ejemplo la mitad de las palabras en 10:11 ya han aparecido en esta sección de apertura). Los temas presentes en la totalidad de estos escritos son la derrota de los enemigos de Judá e Israel y la provisión de un liderazgo purificado (10:3, 4).
9:11, 12 Una promesa a los prisioneros. El Señor hace promesas a base de su pacto con ellos, sellado por la sangre de sacrificio (Exo. 24:5–8). Libertaré a tus prisioneros de la cisterna sin agua nos hace recordar Gén. 37:24 y Jer. 38:6, ya que la expresión es casi idéntica en el heb., †œfoso/cisterna/pozo †¦ no contení­a agua†. Esto harí­a recordar la suerte de José y Jeremí­as, ambos rescatados de situaciones desesperantes porque el Señor estaba con ellos. Así­ que estos contemporáneos del profeta ahora son prisioneros de la esperanza, a quienes se les ha permitido volver a su fortaleza con la promesa de que el Señor les está devolviendo el doble de lo que habí­an perdido.
9:13–17 Victoria para Judá y Efraí­n. Después de esta promesa de paz (9–12) se nos dice cómo ésta ha de suceder: una victoria militar sobre †œGrecia†, enemiga de Judá e Israel (Efraí­n). Grecia no llegó a ser una fuerza prominente hasta c. 333 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, y muchos piensan que este versí­culo fue insertado en la profecí­a en una fecha posterior, o indica que los caps. 9–14 es una profecí­a tardí­a. La palabra Javan ocurre en Gén. 10:2, 4 y en Isa. 66:19 para referirse a pueblos distantes al borde del mundo conocido. Esto irí­a de acuerdo con el sentido (cf.cf. Confer (lat.), compare 10b).
Las escenas recalcan el hecho de que el Señor es quien da la victoria al capacitar a su pueblo para tener éxito en la batalla. Las cornetas se usaban en la batalla para dar señales certeras, inspirar confianza en los soldados y causar pánico al enemigo. Esto también hace recordar las victorias de Josué ante Jericó y de Gedeón contra los madianitas (Jos. 6:3–5; Jue. 7:16–22), donde la participación del Señor era obvia. Las tormentas (o remolinos) del sur fueron marcadamente destructivas (14). ¡El v. 15 describe la ruidosa celebración de la victoria! Se llenarán como un tazón implica que su regocijo está centrado en el Señor.
Los vv. 16, 17 resumen los resultados de la victoria: el pueblo es salvado por el Señor, quien lo considera como su rebaño, y precioso como joyas. Ellos tienen grano y vino nuevo (¡se mencionan a los jóvenes y a las mujeres como ejemplos, no porque la mujeres jóvenes reciban todo el vino nuevo!), señales de prosperidad como parte de la descripción de Canaán como la tierra prometida (Deut. 7:13; 11:14; Ose. 2:8, 22).
10:1–5 Bendición, lí­deres y batalla. La transición de una sección a otra no es del todo clara. Encontramos aquí­ los tres temas principales que han aparecido en la sección previa: una invitación a pedir lluvia para que las cosechas, etc. pudieran crecer (1, cf.cf. Confer (lat.), compare 9:17); la provisión de un buen lí­der (4, cf.cf. Confer (lat.), compare 9:9) para reemplazar a los que son corrompidos (3); y una continuación de las figuras de batalla (3b–5, cf.cf. Confer (lat.), compare 9:10, 13–15). La profecí­a parece inconexa, pero se percibe una progresión lógica.
1 Pedid a Jehovah la lluvia y no a los í­dolos y a los que los sirven.
2 Los í­dolos domésticos prometen en vano (o iniquidad), y el resultado de confiar en fuentes que no sean el Señor es que el pueblo vaga como ovejas; fue afligido por falta de pastor.
3 Por lo tanto, el Señor ha de actuar: Mi ira se ha encendido contra los pastores, y lí­deres.
3b Comentario y extensión del narrador, o si no, el Señor sigue hablando de sí­ mismo en tercera persona. Dios cuida a su pueblo y, por lo tanto, hará que tengan éxito en la batalla y proveerá un buen lí­der.
4 Se describe al lí­der como (a) la piedra angular: que es una palabra diferente de †œpiedra principal† en 4:7, que significa la piedra sobre la cual descansa el edificio; (b) una estaca: que sostiene la carpa.
4b significa una de dos cosas: que Judá presentará armas y dirigentes (eficaces), o, en su lugar, el arco de guerra y también el gobernante (opresivo) partirán de Judá, dejando en paz a la tierra.
5 Sigue la descripción de la batalla. Esto conduce, naturalmente, a la siguiente sección.
10:6–12 Yo los he de fortalecer. Esta sección está en la forma de una promesa dada por Dios mismo. El contenido básico se indica por la envoltura que se forma por yo fortaleceré †¦ dado al principio del v. 6 y del v. 12.
A través de estos versí­culos se reconoce el juicio pasado: ellos han sido esparcidos entre las naciones por el Señor (6b, 9, 10, 11), pero en su compasión los hará regresar al hogar, y les devolverá tanto como habí­an tenido antes (6, 8).
El hincapié sobre Efraí­n tanto como sobre Judá hace ver la unidad del pueblo de Dios. El reino del norte en realidad fue destruido en 721 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, por lo menos 200 años previamente. En esa ocasión los asirios deliberadamente mezclaron la población de Israel con la de otras naciones, procurando destruir su identidad, pero el Señor no ha olvidado a su pueblo. Todaví­a hay aquellos que se acordarán de que forman parte de Israel, y el Señor les dará la señal de regresar al hogar. Hasta el dí­a de hoy el sentido de mirar hacia Jerusalén es muy fuerte entre los judí­os de todo el mundo.
Algunos judí­os huyeron a Egipto, escapando de los ejércitos babilónicos (Jer. 43–44), y no todos regresaron de Asiria. La verdad es que habí­a israelitas en todo el mundo conocido. Sin embargo, Egipto y Asiria también representaban la opresión y la esclavitud en todas sus formas. Las referencias acerca de cruzar por el mar y el Nilo hacen recordar el éxodo desde Egipto por el mar Rojo (Exo. 14:21–28) y el castigo de Dios al cambiar el Nilo en sangre (Exo. 7:17–21). Asiria y Egipto habí­an sido naciones orgullosas con dirigentes reconocidos, aunque esto cambiarí­a.
Es bueno tener cuidado al hablar de Egipto e Israel en la actualidad como si estas naciones conocidas por estos mismos nombres fueran las que serí­an objeto de las promesas (¡véase, p. ej.p. ej. Por ejemplo, Isa. 19:19–25!). Necesitamos ver el interés subyacente del profeta y darnos cuenta de que el Señor es Dios, que redime a su pueblo (arrepentido) de situaciones en que está indefenso.
11:1–3 Un llamamiento a lamentar. El Lí­bano ha sido mencionado en 10:10 como si fuera un destino para los exiliados que vuelven, de modo que podrí­amos pensar que ¡Abre tus puertas, oh Lí­bano †¦ ! serí­a simplemente para dejarlos entrar. No es así­. Es para que entre el fuego y queme los impresionantes cedros del Lí­bano. Estos frecuentemente se mencionan como sí­mbolo de orgullo. Los robles de Basán, muy al norte de la tierra y al oriente del Jordán, son similares. Ambos se encuentran en Isa. 2:13 (cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 27:5, 6). Es posible que las regiones del Lí­bano y Basán fueran culpables de algunos males particulares en contra de los israelitas, pero el principal propósito aquí­ es el de representar la oposición orgullosa a los propósitos de Dios.
Este tipo de †œllamamiento a lamentar† se usa frecuentemente en pasajes proféticos como una manera gráfica para describir un desastre inminente (Isa. 13:6; 14:31; Jer. 25:34; Sof. 1:11). Los pastores y los cachorros de león señalan a los lí­deres que serán juzgados: se destruye su ambiente y ya no pueden funcionar.
El pasaje tiene varios nexos con los versí­culos precedentes (especialmente 9:4 †œconsumida por fuego†; 10:2, 3, †œpastores†; 10:10, †œLí­bano†; 10:11, †œsoberbia† [de Asiria], traducido espesura en 11:3). Así­ que sirve de pasaje transicional, preparando el camino para la siguiente alegorí­a de los pastores.

11:4-17 Pastores y ovejas

Esta sección describe al profeta como un pastor de ovejas destinadas al matadero que actúa a favor de ellas por un tiempo y luego las abandona, quebrando el cayado pastoral (4–14). Después representa a un pastor insensato que no ama ni cuida el rebaño y es maldecido (15–17).
Este pasaje está entre los más difí­ciles de interpretar. El v. 13 es bien conocido por su uso en Mat. 27:9, 10, donde representa el precio pagado a Judas por haber traicionado a Jesús. En este pasaje también representa el valor establecido para el pastor nombrado por Dios, aunque se le paga al pastor mismo, y no al traidor.
No es el relato de eventos verí­dicos, ya que no se pueden entender lit.lit. Literalmente diversas referencias, p. ej.p. ej. Por ejemplo para anular mi pacto, que hice con todos los pueblos (10) y Eliminé a tres pastores en un mes (8; cf.cf. Confer (lat.), compare otras veces que aparece el mismo verbo: la que muere en el v. 9; Exo. 23:23, †œlos destruir醝; 1 Rey. 13:34, †œdestruida†). La alegorí­a es una forma gráfica de describir el trato del Señor con su rebaño.
11:4–6 Un pastor del rebaño condenado. El profeta informa acerca de una comisión que le dio el Señor (†œdijo† serí­a mejor que ha dicho) de llegar a ser un pastor de ovejas destinadas al matadero. Ellas están a la merced de mercaderes y pastores inescrupulosos que las tienen sólo para ganancia (5). El v. 6 agrega una interpretación: la compasión del Señor ha de ser suspendida, ya que el pueblo debe ser juzgado. El pueblo será oprimido por sus vecinos (una señal de inquietud interna) y por sus lí­deres. No hubo rey en Judá hasta el siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, así­ que esta expresión debe ser usada figuradamente. Muestra un contraste con el †œrey humilde† de 9:9 y el Señor que será †œrey sobre toda la tierra† (14:9). Por un tiempo el Señor no rescatará a su pueblo de su situación.
11:7–14 La suerte de dos cayados. El profeta apacienta al rebaño condenado con cayados haciendo ver que hará el trabajo bien. Gracia es una caracterí­stica de Dios mencionada en el Sal. 27:4 (†œhermosura†) y 90:17 (†œgracia†). Significa alguna clase de protección para el pueblo de Dios de los ataques de las naciones (10). Ví­nculo lit.lit. Literalmente es †œataduras†, a saber, aquello que une a (Israel y Judá, 14).
Tres pastores en un mes. Hay muchos que han procurado identificar a tres lí­deres históricos, por lo general reyes o sacerdotes, quienes fueron destruidos en un mes, es decir un breve tiempo, pero no puede hacerse con alguna seguridad. En todo caso, significa la acción del Señor en contra de lí­deres malos, pero en bien de un pueblo insensible (9). Por lo tanto, el pastor los abandona a su propia suerte quebrando el cayado Gracia, permitiendo que las naciones vecinas vuelvan a oprimirlos.
Fueran los que comerciaban con ovejas o †œlos mercaderes de ovejas† (como en la versión gr. de la Biblia) los que observaron esto y reconocieron que era palabra de Jehovah, es decir, reconocieron que el Señor les habí­a hablado por intermedio de las acciones del pastor (cf.cf. Confer (lat.), compare, además, 2:9, 11; 4:9; 6:15).
En los vv. 12 y 13 el profeta pide su sueldo, si le quieren pagar. Pesaron por salario mí­o treinta piezas de plata, a las que él hace alusión, irónicamente, como ¡Magní­fico precio con que me han apreciado! Esta misma cantidad se pedí­a como compensación por la muerte de un esclavo (Exo. 21:32). El siclo variaba entre una tercera parte y dos terceras partes de una onza, pero la plata era bastante valiosa (véase Neh. 5:15). Las eché en el tesoro (o †œalfarero†, según algunas versiones), en la casa de Jehovah. Era posible que hubiera un alfarero para hacer vasos útiles para el servicio del templo. La misma palabra podrí­a significar también †œobrero en metal†. Un leve cambio en el heb. darí­a †œal tesoro† y así­ reza una antigua versión, la Siriaca. Es posible que sea correcta.
El segundo cayado, Ví­nculo, fue quebrado (14), significando desunión entre Israel y Judá. Ellos debí­an haber estado unidos como pueblo de Dios.
11:15-17 Un pastor, necio y sin valor. Toma además †¦ de un pastor insensato parece extraño, porque el pastor empezó como un buen pastor. El significado puede ser uno de dos: que se transformó en un pastor insensato cuando quebró los cayados o, más probable: †œVuelve a tomar los utensilios de un pastor, esta vez de uno insensato.† La palabra insensato en el ATAT Antiguo Testamento indica †œmalo por voluntad propia† en vez de falto de inteligencia.
Es extraño encontrar que a uno de los siervos se le ordene que haga algo realmente malo. El Señor usa instrumentos inicuos de vez en cuando (Isa. 10:5–11; Hab. 1:5, 6) pero esto es diferente. Compárese el discurso irónico de Miqueas (1 Rey. 22:19–28; cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 20:25, 26).
Esto indica que Dios castigará al pueblo por medio de un dirigente opresivo (16). Porque el pastor ha abandonado a su rebaño se pronuncia una maldición en su contra (17): ¡Ay del (o †œmi†) pastor inútil †¦ ! Es muy difí­cil saber cómo los oyentes del profeta habrí­an entendido sus palabras. Dan un cuadro paradójico de un pastor que actúa mal según el mandato preciso del Señor, y es castigado por esa actuación. Los cristianos pueden ver una paradoja similar en la cruz: †œAl que no conoció pecado, por nosotros le hizo pecado †¦ † (2 Cor. 5:21).
La figura del pastor sigue en 13:7–9, pero antes hay otro pasaje paradójico que tenemos que tratar.
Notas. 7, 11 Los comerciantes de ovejas, según algunas versiones (como la RVARVA Reina-Valera Actualizada), es un esfuerzo por darle sentido a una frase heb. difí­cil. La palabra comerciantes, o †œmercader†, aparece en 14:21: es la misma palabra que †œcananea†.

12:1-13:9 Batalla, victoria y purificación

Es difí­cil estar seguro de que esta sección forme una unidad, ya que contiene una variedad de material. A pesar de esto, existe una unidad subyacente, y podemos ver cómo una parte conduce hacia la otra. La totalidad se construye como sigue:
12:1–9 Las naciones atacan a Jerusalén (y Judá [?]; véase el v. 2 más adelante), pero son derrotadas. La tensión entre Jerusalén y Judá se resuelve.
12:10–14 Los que han traspasado al representante del Señor (la casa de David y los habitantes de Jerusalén) estarán de luto y lo lamentarán.
13:1 En aquel dí­a estas mismas gentes serán purificadas.
13:2–6 En aquel dí­a los í­dolos y la (falsa) profecí­a serán quitados.
13:7–9 El pastor del Señor ha sido herido, las ovejas han sido esparcidas, hay purificación severa, y la promesa del pacto ha sido reafirmada.
12:1-9 La victoria sobre las naciones. En este pasaje hay algunos rasgos distintivos: (a) Se menciona a David seis veces, pero en ningún otro lugar de Zacarí­as, y la casa de David sobresale de los habitantes de Jerusalén;
(b) Judá y Jerusalén parecen estar desunidas; (7) en el v. 5 el pueblo de Judá habla de aquellos que están en Jerusalén como que son diferentes (su Dios), y es posible que el v. 2b significa ella (es decir, la copa de vértigo) irá en contra de Judá (como así­ también en contra de todas las naciones) en el sitio de Jerusalén.
El profeta comienza recordando la grandeza del Señor: él hizo el universo, y da vida a cada persona, porque es el espí­ritu por dentro que hace que la persona sea un ser viviente. Inmediatamente, esto coloca a las naciones en el lugar adecuado: ellos no son nada comparados con este Dios. El Señor decreta que Jerusalén será como una copa que contiene vino o algo similar. Las naciones beberán y saldrán tambaleando. El Señor hará de Jerusalén una roca y cualquiera que procura moverla sencillamente se herirá a sí­ mismo, significando †œlaceración†, como en Lev. 21:5. El pánico y la ceguera hacen recordar otros relatos de juicio (Gén. 19:10, 11; Jue. 7:19–22; 2 Rey. 6:18–22; véase también 14:12, 13 y cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 9:3–9).
El pueblo de Judá se da cuenta de que es el Señor el que da fuerza y victoria (5). En el v. 6 la metáfora cambia: las naciones que atacan a Jerusalén son como gavillas atacadas por las llamas, y son consumidas. Jerusalén no será movida ni dañada.
Judá ganará la victoria primero (7–9), así­ removiendo tanto la envidia de Judá respecto a Jerusalén como los sentimientos de superioridad que tiene ésta sobre Judá, y restaurando la armoní­a. Aun los más débiles serán tan poderosos como David, y la casa de éste será delante de ellos como Dios, como el ángel de Jehovah (es decir, el Señor cuando llega a visitar a su pueblo). Para una expresión metafórica similar véase Exo. 7:1, donde Moisés es †œcomo Dios para faraón† y Aarón es su profeta.
¿Son estos eventos una descripción lit.lit. Literalmente de algo que ya pasó o algo por ocurrir? ¿O serán una descripción figurada de cómo Dios protege su pueblo contra una ventaja abrumadora? Es imposible demostrar un cumplimiento histórico detallado, aunque puede haber ocurrido durante uno de los perí­odos históricos oscuros. Lo más probable es que éste sea un ejemplo de cómo Dios obra en mayor o menor detalle a través de diversos momentos de la historia. Lo mismo es cierto en el cap. 14, donde ocurren eventos aun más asombrosos, conectados con los propósitos finales de la historia.
12:10–14 El representante de Dios traspasado: arrepentimiento. Sigue una descripción de lo que ocurrió con la casa de David †¦ y los habitantes de Jerusalén (7, 10). Obviamente, han †œtraspasado† a alguien del que no se nos ha hablado. El texto dice lit.lit. Literalmente: †œMe mirarán, al que han traspasado, y harán duelo por él †¦ † El cambio de persona gramatical del †œme† al †œlo† es abrupto y podrí­a ser un error. Pero entre las versiones antiguas del ATAT Antiguo Testamento, sólo Teodocio reza †œlo mirarán †¦ † El otro asunto sobresaliente es que el Señor dijera que lo han traspasado. Podrí­a decirse metafóricamente, ya que se habla de Dios, con frecuencia, como uno que tiene sentimientos humanos (p. ej.p. ej. Por ejemplo Ose. 11:8, 9; cf.cf. Confer (lat.), compare también la expresión metafórica †œatravesado por falta de los productos del campo† en Lam. 4:9). La palabra †œatravesado† es rara y generalmente se refiere a una matanza. En dos lugares se usa como un golpe de gracia (Jue. 9:54; 1 Sam. 31:4; cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 19:34–37).
Posiblemente, la mejor manera de comprender esto es que el pueblo habí­a matado a una figura histórica, quien era el representante de Dios, y al hacerlo habí­an atravesado al Señor mismo. Esto, por supuesto, sucedió lit.lit. Literalmente cuando el soldado atravesó a Jesús, el Hijo de Dios, quien además era un hijo único. Bien puede haber habido un previo personaje histórico al cual se refieren estas palabras.
Después de atravesarlo, el pueblo se da cuenta de lo que ha hecho y hace duelo y lo lamenta. Las palabras implican arrepentimiento por lo que han hecho, y 13:1 lo confirma. Hadad y Rimón ambos son nombres para dioses paganos, y Rimón también es el nombre de un lugar (14:10; Jos. 15:32; 19:7). Hadad-rimoÅ’n puede, por lo tanto, ser un lugar o un dios. En la mitologí­a cananea el hijo de Hadad fue matado por el dios de la muerte (Mot) y es probable que haya habido un rito anual señalando este evento. Nuestro texto, por lo tanto, se refiere a alguna forma de festival (pagano), en o para Hadad-rimón. El profeta no por esto aprueba tales rituales, pero describe la intensidad de las lamentaciones.
Toda la tierra lamentará, familia por familia, y sus mujeres aparte. Probablemente esto significa un arrepentimiento genuino: no derraman lágrimas sólo porque otros lloran. Aun los maridos y las esposas lloran separadamente. NataÅ’n y Simei eran los nombres de los hijos de David y Leví­ respectivamente, quienes son señalados por su participación, como lí­deres polí­ticos y sacerdotales, en el crimen.
13:1–6 La purificación continúa: son removidos los í­dolos y los falsos profetas. La expresión en aquel dí­a ocurre en los vv. 1, 2 y 4, y sirve para ligar estos vv. Algunos consideran la fórmula como evidencia de una inserción posterior al texto, pero añaden significativamente al sentido total. Después del genuino arrepentimiento las mismas personas de nuevo (cf.cf. Confer (lat.), compare 12:7, 10) serán purificadas del pecado y las iniquidades y, así­, serán aptas para estar en la presencia del Señor.
Los vv. 2–6 elaboran sobre el tema de la purificación: los í­dolos y los profetas que confí­an en el espí­ritu de impureza serán quitados de la tierra. Si un falso profeta presenta una profecí­a, aun sus padres no lo han de tolerar: lo †œtraspasarán† (la misma palabra como en 12:10). Los profetas mismos se avergonzarán de sus propias profecí­as: no se vestirán el †œuniforme† profético de piel (de un animal: cf.cf. Confer (lat.), compare Elí­as en 2 Rey. 1:8; y Juan el Bautista en Mar. 1:6); negarán que tengan algo que ver con profecí­a (5), y si tienen cicatrices en su cuerpo recibidas como iniciación de profeta o marcas autoinfligidas mientras profetizaban (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 18:28) las harán pasar como que las recibieron en un altercado en la casa de mis amigos. Posiblemente haya aquí­ una insinuación irónica de la verdad, ya que †œamigos† puede usarse como †œamantes†, eso es, compañeros o compañeras de algún culto idolátrico (Ose. 2:7–13; Eze. 23:5, 9). Aquí­ no menciona nombres de los í­dolos, como en el v. 2.
13:7–9 Herido el pastor y las ovejas esparcidas: refinamiento y restauración. Esto podrí­a ser una manera alternativa para describir el traspasar de 12:10. El que ha sido herido se describe como mi pastor y el hombre compañero mí­o y, sin embargo, es Dios el que ha dado la orden de herirlo. Como resultado sus seguidores son desparramados y padecen un periodo severo de purificación: primero, son reducidos a una tercera parte, y aun éstos son examinados más. El propósito es que lo que es puro y genuino puede ser rescatado. El clí­max de la sección es el v. 9b, una reafirmación de la promesa del pacto (véase 2:10–12; 8:8; cf.cf. Confer (lat.), compare también Ose. 2:23).

14:1-21 El juicio y la salvación de las naciones

El cap. 14 es similar al 12 donde se describe una batalla de las naciones en contra de Jerusalén. Sin embargo, aquí­ hay énfasis mayor en el cumplimiento final de los propósitos del Señor (9 especialmente). La primera sección (1–15) tiene un arreglo quiástico en un modelo grande ABCBA:

A (vv. 1–3) Juicio y la intervención del Señor
B. (vv. 4, 5) Movimientos sí­smicos, geográficos
C. (vv. 6–9) Condiciones ideales: el Señor es rey
B¹. (vv. 10, 11) Movimientos sí­smicos, geográficos
A¹ (vv. 12–15) Juicio y la intervención del Señor

Esto nos lleva a los vv. 16–19, que profetizan que las naciones irán a Jerusalén para adorar al Señor en la fiesta de los Tabernáculos. Esto representa una gran transformación de juicio a bendición para las naciones.
La sección final (20, 21) habla de la santidad de Jerusalén para ese entonces: aun las campanillas de los caballos y las ollas para cocinar serán consagradas a Jehovah, y no habrá más mercaderes, o cananeos, en el templo.
14:1-15 La batalla en Jerusalén: el Señor llega a ser rey de toda la tierra. Podemos asentar el contenido para mostrar el avance lógico de la sección como en el resumen que sigue:
1 He aquí­ está llegando un dí­a para Jehovah †¦ despojos serán repartidos en medio de ti.
2 Yo reuniré a todas las naciones en batalla contra Jerusalén †¦ La mitad de la ciudad irá en cautividad †¦
3 Saldrá Jehovah y combatirá contra aquellos pueblos, como combatió en el dí­a de la batalla.
4 Sus pies se asentarán, en ese dí­a, sobre el monte de los Olivos †¦ al lado oriental. El monte de los Olivos se partirá por la mitad, de este a oeste, †¦ un valle muy grande, pues la mitad del monte se apartará hacia el norte y la otra mitad hacia el sur.
5 Y huiréis †¦ porque el valle de los montes llegará hasta Azal †¦ como huisteis a causa del terremoto †¦ en los dí­as de Uzí­as, rey de Judá. Así­ vendrá Jehovah mi Dios, y todos sus santos con él.
6 En aquel dí­a no habrá luz, ni frí­o (¿cosas preciosas?), ni helada.
7 Y habrá un dí­a único, conocido por Jehovah. Sin dí­a ni noche †¦ al tiempo del anochecer habrá luz.
8 Acontecerá en aquel dí­a que de Jerusalén saldrán aguas vivas. La mitad de ellas irá hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, tanto en verano como en invierno.
9 Jehovah será rey sobre toda la tierra. En aquel dí­a Jehovah será único, y Unico será su nombre.
10 Toda la tierra se volverá como llanura desde Geba hasta Rimón, al sur de Jerusalén. Esta será elevada y habitada en su mismo lugar, desde la puerta de Benjamí­n hasta el lugar de la puerta Primera y hasta la puerta de las Esquinas; y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey.
11 Y habitarán en ella, y no habrá destrucción y Jerusalén morará en confianza/seguridad.
12 Y esta será la plaga †¦ todos los pueblos †¦ en contra de Jerusalén: Hará que se pudra su carne, aun estando ellos sobre sus pies †¦ sus ojos se pudrirán en sus cuencas, y su lengua se pudrirá en sus bocas.
13 Y en aquel dí­a †¦ gran pánico de Jehovah y cada hombre se tomará de la mano de su vecino, y la mano de cada hombre será levantada en contra de la mano de su vecino.
14 También Judá combatirá en Jerusalén y las riquezas de todos los pueblos de alrededor serán reunidas, oro, plata y ropa, en gran abundancia.
15 Por lo tanto, habrá plaga sobre los caballos, etc. en aquellos campamentos igual que esta plaga.
El mismo Jehovah aparentemente ordena este ataque contra Jerusalén (1–3), pero el propósito no es el de destruir a su pueblo. El permite que las naciones inflijan sufrimiento sobre ellos, pero que no los destruyan: un remanente de la mitad de la población se deja en Jerusalén. Entonces intervendrá el Señor mismo.
En los vv. 4, 5 el cuadro es del Señor parado a horcajadas sobre el monte de los Olivos, un cerro de 4 km.km. Kilómetro(s) de largo, que corre de norte a sur, por la parte oriental de Jerusalén. El monte será dividido por un valle que se forma de este a oeste al bifurcarse hacia el norte y hacia el sur. Esto todaví­a no ha sucedido: algunos creen que pasará lit.lit. Literalmente; otros que es una expresión figurativa de la intervención de Dios (véase la nota sobre la interpretación de los caps. 9–14). Amós 1:1 hace alusión al terremoto en los tiempos del rey Uzí­as, lo que puede estar reflejado en Isa. 6:1–5 (nótese el contraste entre el rey Uzí­as y el Señor el Rey, tanto en Amós como en Zacarí­as).
Los vv. 6–9 forman la sección central y punto culminante de los vv. 1–15. El texto es difí­cil, pero el cuadro total es claro; hay luz del dí­a constantemente (señal del destierro de la oscuridad del mal), y desde Jerusalén (donde habita Jehovah) el agua viva fluirá a los mares del este y del oeste (dando vida al ámbito de toda la tierra). Jehovah será rey: esto forma un contraste con la división mencionada previamente al usar la palabra †œmitad†. Habrá un Señor y el pueblo reconocerá sólo un Señor (y Unico será su nombre).
Más referencias geográficas (10) forman un marco en derredor de los vv. 6–9. Esta vez el propósito es el de exaltar a Jerusalén, ya liberada y habitada por Jehovah. Está por encima del resto de la tierra, la que ahora es una planicie. Está habitada y está segura.
Los vv. 12–15 concuerdan con los vv. 1–3 en la descripción del ataque de las naciones contra Jerusalén. Estos vv. dan los detalles de cómo el Señor los derrota. Puede parecer insatisfactorio volver al juicio y a las plagas después de haber visto el maravilloso cuadro de los vv. 6–9, pero así­ es como funciona frecuentemente un arreglo quiástico. El clí­max llega por la mitad.
14:16–19 Las naciones llegan a la fiesta de los Tabernáculos. Aquí­ se menciona a Egipto como la nación de la cual Israel tení­a que librarse al comienzo de su existencia como pueblo. Con frecuencia las naciones se presentan como un ejemplo de aquellas que están en contra de Dios. Aquí­ se recalca el hecho de que se espera que ellas vengan y adoren a Jehovah. Las naciones que antes eran excluidas de la adoración de Jehovah ahora forman parte del pueblo del pacto (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 19:18–25). La estructura de esta sección es como sigue:
16 Y será que los sobrevivientes de todas las naciones que vinieron en contra de Jerusalén subirán de año en año para adorar al Rey, Jehovah de los Ejércitos, y para celebrar la fiesta de los Tabernáculos.
17 Y sucederá que si algunos pueblos de la tierra no suben a Jerusalén para adorar al Rey Jehovah de los Ejércitos, no vendrá la lluvia sobre ellas.
18 Y si la familia de Egipto no sube ni acude, vendrá sobre ellos la plaga con que Jehovah golpeará a los pueblos que no suban a celebrar la fiesta de los Tabernáculos.
19 Tal será el castigo de Egipto y el castigo de todos los pueblos que no suban a celebrar la fiesta de los Tabernáculos.
Esta es claramente una profecí­a positiva (16) seguida por unas cláusulas de excepción (17–19). La repetición sirve para recalcar: el subir a Jerusalén para adorar al Rey Jehovah de los Ejércitos, y para festejar la fiesta de los Tabernáculos. Hay castigo severo para aquellos que rehúsan juntarse con el pueblo de Jehovah en culto y festejo. Egipto es una nación representativa. Si continúa hostil, como en los dí­as de la esclavitud en Egipto, entonces merece y sufrirá las plagas (como previamente, cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 2:3).
14:20, 21 Jerusalén purificada y santa. Esta última sección comienza y termina en heb. con las palabras en aquel dí­a, que forman una envoltura para el material intermediario. Las palabras Consagrado a Jehovah estaban inscriptas sobre la placa de oro puro en el turbante del sumo sacerdote (Exo. 28:36). Aquí­ aun las campanillas de los caballos estaban inscriptas: son tan santas como el sumo sacerdote. No existe distinción entre lo secular y lo sagrado aun en lo de la alfarerí­a descartable: todo es santo en la presencia del Señor. La palabra mercaderes significa †œcananeo†. Probablemente, se haya escogido este término especialmente para señalar tanto el comercio (que, por lo general, no tiene un motivo santo) como una religión impura que los israelitas debieran quitar al heredar la tierra de Canaán (Deut. 7:1–6, etc.).
Mike Butterworth

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

Unos 28 hombres llevan este nombre en la Biblia, a la mayoría de los cuales sólo se menciona una o dos veces, incluido aquí el último rey de la línea de Jehú (2 R. 14.29; 15.8, 11). El más conocido es el profeta, que se menciona con Hageo en Esd. 5.1; 6.14, y cuyas profecías se encuentran en el libro que lleva su nombre. Como estas dos profetas fueron entusiastas de la reedificación del templo en 520 a.C., se debe tener en cuenta su silencio durante el período 536–520 a.C., cuando se descuidó la construcción del templo. Sus padres los habían llevado siendo pequeños en el retorno de 537 a.C. o no volvieron hasta el 520 a.C. aproximadamente; en este caso también tienen que haber sido pequeños en el 537 a.C., o su entusiasmo los hubiera hecho volver en ese entonces. Esto significa que Zacarías era un hombre joven cuando comenzó a profetizar, y es probable que haya sido él, y no el hombre con un cordel de medir, aquel a quien se menciona como “este joven” en Zac. 2.4. Es probable que la segunda parte de su libro pertenezca a su vejez (* Zacarías, Libro de).

En el NT Zacarías es el padre de Juan el Bautista (Lc. 1.5, etc.). También se menciona a un “Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar” (Mt. 23.35; cf. Lc. 11.51). Dado que el profeta Zacarías era hijo de Berequías (Zac. 1.1), es posible que haya sido martirizado, aun cuando no hay información independiente acerca de esto. Otros suponen que es una referencia al martirio de Zacarías hijo de Joiada en 2 Cr. 24.20–22, y que el error del nombre del padre se debe ya sea al evangelista o, por cuanto no aparece en los mejores ms(s). de Lucas, a un agregado de algún copista. En tanto que Crónicas es el último libro en la Biblia heb., la mención de Abel y Zacarías en este versículo sería equivalente a nuestra frase “de Génesis a Apocalipsis”. Hay tamb. un Zacarías hijo de Jeberequías, a quien se menciona como testigo en Is. 8.2, pero no existen razones para suponer que es el que menciona Cristo.

J.S.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

En hebreo zekharyahu y zekharyah; que significa, “Yahveh recuerda”; en los Setenta, Zacharia y Zacharias; hijo de Berekías, hijo de Iddó, un profeta que surgió en Israel en el octavo mes del segundo año del reinado de Darío, 520 a.C. (Zac., 1,1) sólo dos meses después de que Ageo comenzara a profetizar (Ag. 1,1). Las insistencias de los dos profetas produjeron la construcción del segundo Templo (Esdras 5 y 6). Iddó fue uno de los sacerdotes principales que, en el primer año del reinado de Ciro (538 a.C.), volvieron con Zorobabel de la cautividad (Neh. 12, 4). Dieciséis años después, durante el sumo sacerdocio de Joaquín (v. 12), Zacarías, de la familia de Iddó (versión hebrea del v. 16), consta como sacerdote principal. Este Zacarías es muy probablemente el profeta y autor del libro canónico del mismo nombre. No es nada probable que fuera el profeta Zacarías al que se refirió Cristo (Mt. 23,35; Lc. 11,51) como habiendo sido asesinado por los judíos en el Templo; ese Zacarías era hijo de Yehoyadá (2 Crón. 24,20). Además, los judíos del tiempo de Zorobabel obedecieron al profeta Zacarías (Zac. 6,7); ni hay en los libros de Esdras y Nehemías huella alguna de crimen tan atroz perpetrado en el atrio del Templo.

La profecía de Zacarías es uno de los libros admitidos tanto por los judíos como por los cristianos en su canon de las Sagradas Escrituras, como uno de los Profetas Menores. Este artículo tratará de su contenido e interpretación, su estatus en el canon, autor, época, lugar y ocasión.

Contenido

  • 1 Contenido e Interpretación
    • 1.1 Primera Parte (Capítulos 1-8)
    • 1.2 Segunda Parte (Capítulos 9-14)
  • 2 Estatus en el Canon
  • 3 Autor

Contenido e Interpretación

Primera Parte (Capítulos 1-8)

Introducción: Propósito del libro, la vuelta del pueblo a Yahveh (1,1-6).

1. Las ocho visiones del profeta, en la noche del vigésimo cuarto día del undécimo mes del segundo año del reinado de Darío en Babilonia (1,7 – 6,8).

  • Los jinetes en el bosquecillo de mirtos (1,7-17). Sus monturas son de color castaño, bayo y blanco. Traen noticias de todas partes; todos los países están en paz, no hay signo alguno de inminente cataclismo de las naciones como el que debe preceder a la liberación de Israel de la esclavitud. Y aun así Yahveh confortará a Sión, reconstruirá la ciudad y el Templo.
  • Los cuatro cuernos y los cuatro herreros (1,18-21). Los primeros son las naciones que han lanzado a los vientos a Judá e Israel y Jerusalén; los segundos son las potencias que a su vez derribarán a los enemigos de Yahveh.
  • El hombre con la cuerda de medir (2,5-13). Se le ordena no medir a Jerusalén. La nueva Jerusalén no tendrá necesidad de muros, el propio Yahvé será para ella un muro de fuego, morará en ella. La visión se hace ahora mesiánica, se extiende mucho más allá del futuro inmediato, y representa a todas las naciones del mundo alrededor de la nueva Jerusalén.
  • El sumo sacerdote Josué ante el ángel de Yahveh (3,1-10). Vestido con sucias ropas, acusado por Satanás, el sumo sacerdote aparece avergonzado. Se le quita su vergüenza. Se le ponen vestidos limpios. Se hace la promesa de la rehabilitación del sumo sacerdote en el templo que va a construir Zorobabel; y se pronuncia la promesa mesiánica del germen (en hebreo, çémáh), el siervo de Yahveh (cf. Is. 4,2; Jer. 23,5; 33,15), que será enviado en lugar del sacerdocio levítico.
  • El candelabro de los siete brazos del templo (4,1-14). Un olivo a cada lado alimenta la lámpara. Las siete lámparas y sus luces son los siete ojos de Yahveh que van por toda la tierra de un extremo a otro (v. 10). Los olivos son “los dos hijos del aceite”, el ungido sacerdote Josué y el rey Zorobabel. La imagen es la de la providencia de Yahveh y sus dos agentes en el gobierno teocrático de la Jerusalén restaurada; esta providencia es un símbolo de la economía de la gracia en el reino mesiánico. Los versículos 6b-10a parecen estar fuera de lugar y pertenecer más bien al final del capítulo o ir después de 3,10; esta última es la opinión de Van Hoonacker, “Les douze petits prophètes” (París, 1908).
  • El rollo de pergamino volante (5,1-14). En él está la maldición de Yahveh que entra para consumir la casa de todos los ladrones y perjuros. La escena de la visión profética ha retrocedido varios cientos de años a los días de las fulminaciones y denuncias de Isaías, Amós y Oseas; desde ese distante punto de vista se ven los efectos de los pecados de Israel y de las maldiciones de Yahveh—el exilio a Babilonia.
  • La mujer en la efá (5,5-11). Es introducida por la fuerza en la medida, se cierra la tapa, enseguida se le pone un peso de plomo; es llevada a la tierra de Sennaar. La imagen es símbolo de la iniquidad de Israel transportada por la fuerza a Babilonia.
  • Los cuatro carros (6,1-8). Portando la ira de Yahveh son conducidos a las cuatro esquinas de la tierra; y el que va al norte asume la venganza de Yahveh contra las naciones del Norte que han tenido en cautividad a su pueblo elegido.

Ha de subrayarse que esta serie de ocho visiones empieza y termina con imágenes similares—los caballos de diversos colores cuyos jinetes traen como resultado que toda la tierra está en paz y cuyos conductores, de similar manera, son portadores del mensaje de Yahveh.

2. Secuela de las ocho visiones: Como una secuela a las ocho visiones, especialmente de la cuarta y la quinta, Yahveh ordena a Zacarías que tome el oro y la plata traído de Babilonia por una delegación de judíos de la cautividad, y con ello haga una corona; que coloque esa corona sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, y luego la cuelgue como una ofrenda votiva en el Templo (6,9-15). Los críticos generalmente insisten en que era Zorobabel y no Josué quien iba a ser coronado. Yerran al ignorar el simbolismo profético de la acción. Es el sumo sacerdote más que el rey el que es tipo del sacerdote del reino mesiánico, “el hombre cuyo nombre es Germen” (texto hebreo), el que construirá el Templo de la Iglesia y en quien se unirán los oficios de sacerdote y rey.

3. La profecía del cuarto día del noveno mes del cuarto año del reinado de Darío en Babilonia (7 y 8): Casi dos años después de las ocho visiones, el pueblo preguntó a los sacerdotes y a los profetas si era preciso aún mantener los ayunos del exilio. Zacarías da la respuesta que se le ha revelado; el servicio que Yahveh pide es ayunar del mal, mostrar misericordia, ablandar sus corazones endurecidos, hacer abstinencia del fraude y no de alimentos. Como motivo para este verdadero servicio de Dios, les pinta las glorias y las alegrías de la Jerusalén reconstruida (7,1-9). El profeta termina con una predicción mesiánica de la reunión de las naciones en Jerusalén (8,20-23).

Segunda Parte (Capítulos 9-14)

Muchos años han transcurrido; el templo de Zorobabel está construido y el culto a Yahveh, restaurado. Zacarías se asoma al futuro remoto y habla del reino mesiánico.

1. Primer oráculo, en Hadrach (9-11):

  • La venida del rey (9-10): Las naciones de alrededor serán destruidas; las tierras de los sirios, fenicios y filisteos caerán en manos de los invasores (9,1-7). Israel será protegido en consideración a su rey, que llegará a ella “humilde y montado en un asno”. Aquel al que se llamó el Germen (3,8; 6,12) será para la nueva Jerusalén tanto sacerdote como rey (3,8; 6,3).
  • Los pastores de las naciones (c. 11). Los significados, literal y simbólico, de este pasaje son muy oscuros, e interpretados diversamente por los comentaristas. La ruina del orgullo del Jordán, la destrucción de la tierra desde los cedros del Líbano a las encinas de Basán, al sur del Mar de Galilea (v. 1-3) parecen referirse a un acontecimiento pasado hace mucho tiempo—la pérdida de la independencia del estado judío en 586 a.C.—en la misma forma que lo hace Jeremías 22,6-7. La alegoría de los tres pastores despedidos en un mes (v. 4-8) es notablemente similar a la de Jer. 22 y 23. Probablemente esos gobernantes inicuos sean: Sallum, que fue deportado a Egipto (Jer. 22,10-12); Joaquín, hijo de Josías, que fue “enterrado con el entierro de un borrico” (Jer. 22,12-19); y su hijo Jeconías que fue arrojado a la tierra del extranjero (Jer. 22,24-30). El pastor necio (v. 15-17) es probablemente Sedecías. En los versículos 9-14 tenemos a Zacarías asumiendo el papel del pastor de Judá e Israel, intentando ser un buen pastor, siendo arrojado, vendido por treinta monedas de plata, y en todo esto simbolizando al Buen Pastor del reino mesiánico.

2. Segundo oráculo, la visión apocalíptica de la futura Jerusalén (12-14):

  • Las naciones se congregarán contra Jerusalén (12,1-3); pero Yahveh les golpeará en su poder, por medio de la casa de David (v. 4-9); y los habitantes de Jerusalén se lamentarán como uno se lamenta por su hijo único (v. 10-14). Las plegarias del pueblo de Jerusalén a Yahveh, que dice que “me mirarán a mí, a quien han traspasado”, y su dolor por los males que le han hecho son símbolos del reino mesiánico. Yahveh es el tipo de Jesús, las plegarias y lamentaciones de Jerusalén son el tipo de las plegarias y lamentaciones que Jesús inspirará a la Iglesia cuando sus miembros contemplen a Aquel a quien han traspasado (cf. Jn. 19,37). Como resultado de la victoria de Yahveh sobre las naciones, la idolatría será extirpada de Judá (13,1-6).
  • Se retoma el tema de los pastores: El pastor de Yahveh será herido; las ovejas se dispersarán; dos tercios de ellas perecerán; un tercio será reunido, para ser purificado como la plata y probado como el oro (13,7-9). La escena profética cambia de repente. Zacarías pinta vívidamente los detalles de la destrucción de Jerusalén. En la primera parte de su oráculo, había previsto el traspaso de la Ciudad Santa de los seleúcidas a los ptolomeos y de nuevo la vuelta de los primeros, la helenización y paganización del judaísmo bajo Antíoco Epífanes (168 a.C.), la profanación del templo por Pompeyo y su saqueo por Craso (47 a.C.). Ahora, después de arrojar al pastor de Yahveh, la ciudad está de nuevo en poder del enemigo; pero después “el Señor será rey sobre toda la tierra: en ese día habrá un solo Señor, y su nombre será único”. El castigo al enemigo será terrible (v. 8-19). Todas las cosas serán sagradas para Yahveh (v. 20-21).

Estatus en el Canon

Zacarías está incluido en los cánones tanto de Palestina como de Alejandría; los judíos y todos los cristianos lo aceptan como inspirado. El libro se encuentra entre los Profetas Menores en todas las listas canónicas hasta las de Trento y el Vaticano. Los escritos del Nuevo Testamento a menudo se refieren a las profecías del Libro de Zacarías como cumplidas. Mateo (21,5) dice que en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, los detalles sucedieron para que se cumpliera lo que Zacarías (9,9) había predicho; y Juan (12, 15) lo trae como testigo. Aunque en 27,9 Mateo menciona sólo a Jeremías—aun así se refiere al cumplimiento de dos profecías, la de Jeremías (32,6-9) sobre la compra del campo del alfarero y la de Zacarías (11,12-13) sobre las treinta monedas de plata, el precio puesto al símbolo del Mesías. Juan (19,37) ve en la Crucifixión el cumplimiento de las palabras de Zacarías “mirarán al que traspasaron” (12,10). Mateo (26,31) cree que el profeta (13,7) predijo la dispersión de los discípulos del Señor.

Autor

En el análisis precedente del contenido de Zacarías, hemos determinado el autor, época, lugar y ocasión del libro. El autor de toda la profecía es Zacarías. La época de la primera parte es el segundo y cuarto años del reinado de Darío en Babilonia (520 y 522 a.C.). La época de la segunda parte es probablemente hacia el final del reinado de Darío o el comienzo del de Jerjes (485 a.C.). El lugar de toda la profecía es Jerusalén. La ocasión de la primera parte es llevar a efecto la construcción del segundo Templo; la de la segunda parte es quizá la proximidad de la muerte del profeta. La opinión tradicional sostenida por los exégetas católicos sobre la unidad de autoría del libro se debe en parte al testimonio de todos los manuscritos del texto original y de las diversas versiones; esta unanimidad muestra que tanto en el judaísmo como en la Iglesia nunca hubo seria duda sobre la unidad de autoría de Zacarías. Son necesarias razones sólidas, y no meras conjeturas, para debilitar la confianza en esta opinión tradicional. No se dispone de tales razones sólidas. Se apela a la evidencia interna; pero la evidencia interna no favorece a la crítica divina. Más bien al contrario; el alcance y el estilo son únicos en la profecía.

Unidad de objetivo: Toda la profecía tiene el mismo objetivo; está por todas partes impregnada del idéntico anuncio mesiánico. El reino y sacerdocio del Mesías se pintan oscuramente en la primera parte; vívidamente en los dos oráculos de la segunda parte. Ambas secciones insisten en la venganza que se obrará contra los enemigos de Judá (cf. 1,14 y 6,8, con 9,1ss.); el sacerdocio y realeza unidos en Cristo (cf. 3,8 y 6,12 con 9,9-17); la conversión de los gentiles (cf. 2,11; 6,15 y 7,22, con 14,16-17); la vuelta de Israel de la cautividad (cf. 7,8 con 9,11-16; 10,8ss.); la santidad del nuevo reino (cf. 3,1 y 5,1ss. con 13,1); su prosperidad (cf.1,17; 3,10; 7,3ss. con 11,16; 14,7ss.).

Unidad de estilo: Cualquier ligera diferencia que haya en el estilo de las dos secciones puede explicarse fácilmente por el hecho de que las visiones están en prosa y los oráculos en verso. Podemos comprender que un mismo escritor muestre diferencias en la forma y modo de expresión, si, después de un periodo de treinta y cinco años, reproduce en forma poética exultante y exuberante el tema que, mucho antes y bajo muy diversas circunstancias, había expuesto en lenguaje más pausado y molde de prosa. Para contrarrestar estas ligeras diferencias estilísticas, tenemos la indudable evidencia de la unidad de estilo. En ambas partes se presentan modos de expresión que son distintivos de Zacarías. Tales son, por ejemplo: la oración, llena de significado “y la tierra quedó devastada detrás de ellos; ya nadie iba ni venía”—en hebreo me’ober umisshab (7,14 y 9,8); el uso del Hiphil of’abar en el sentido de “borrar la iniquidad” (3,4 y 13,2); la metáfora del “ojo de Dios” por su Providencia (3,9; 1,10 y 9,1); las designaciones del pueblo elegido, “casa de Judá y casa de Israel”, “Judá, Israel, Jerusalén”, “Judá y Efraím”, Judá y José” (cf. 1,2.10; 7,15, etc., y 9,13; 10,6; 11,14, etc.). Además, versículos y partes de versículos de la primera parte son idénticos a versículos y partes de versículos de la segunda parte (cf. 2,10 y 9,9; 2,6 y 9,12-13; 7,14 y 9,8; 8,14 y 14,5).

Crítica divisoria: Generalmente se admite que Zacarías es el autor de la primera parte de la profecía (capítulos 1-8). Los críticos atribuyen la segunda parte a otro u otros autores. Joseph Mede, un inglés, comenzó con la cuestión, en sus “Fragmenta sacra” (Londres, 1653), 9. Deseando salvar del error a Mateo 27,9.19, atribuyó la parte final de Zacarías a Jeremías. En esta exégesis, fue secundado por Kidder, “La demostración del Mesías” (Londres, 170), 199, y Whiston, “Un ensayo de restauración del verdadero texto del Antiguo Testamento” (Londres, 1722), 92. De esta manera se engendró la idea del Deutero-Zacarías, la cual creció tan fuerte como prolífica. A su debido tiempo, la crítica divisoria encontró muchos autores diferentes para 9-14. A fines del siglo XVIII, Flugge, “Die Weissagungen, welche den Schriften des Zacharias beigebogen sind” (Hamburgo, 1788), había descubierto nueve profecías dispares en estos seis capítulos. Un único o múltiple Deutero-Zacarías es defendido también por Bauer, Augusti, Bertholdt, Eichorn (4ª. ed.), De Wette (aunque no después de la 3ª ed.), Hitzig, Ewald, Maurer, Knobel, Bleck, Stade, Nowack, Wellhousen, Driver etc. Los críticos no se ponen de acuerdo, sin embargo, sobre si los capítulos discutidos son anteriores o posteriores al exilio. Los estudiosos católicos de la Biblia están casi unánimemente en contra de esta opinión. Van Hoonacker (op. cit., pp. 657 y s.) da los argumentos a su favor y los contesta de manera convincente.

Bibliografía: La profecía de Zacarías ha sido interpretada por SAN EFRÉN Y SAN JERONIMO; cf. los comentarios sobre los Profetas Menores por RIBERA (Amberes, 1571, etc.); MONTANO (Amberes, 1571, 1582); DE PALACIO (Colonia, 1588); MESSAN (Amberes, 1597); SANCTIUS (Lyon, 1621); DE CASTRO (Lyon, 1615, etc.); DE CALANO (Palermo, 1644); MAUCORPS (París, 1614); SCHOLZ (Francfort, 1833); SCHEGG (Ratisbona, 1854 y 1862); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886); GRIESBACH (Lille, 1901); LEIMBACH en Bibl. Volksbucher, IV (Fulda, 1908), PATRIZI (Roma, 1852) trataron las profecías mesiánicas de Zacarías. Los comentarios protestantes han sido mencionados en el curso del artículo. Los autores católicos de introducciones generales son de utilidad respecto a la autoría de Zacarías; cf. CORNELY; KAULEN, GIGOT.

Fuente: Drum, Walter. “Zacharias.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912.
http://www.newadvent.org/cathen/15741b.htm

Traducido por Francisco Vázquez. L H M

Fuente: Enciclopedia Católica