Comentario de Ester 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Fueron, pues, el rey y Amán a comer con la reina Ester.
al banquete. Est 3:15; Est 5:8.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Ester, agasajando al rey y a Amán, hace convenio por su propia vida, y la de su pueblo, Est 7:1-4.
Además acusa a Amán, Est 7:5-6.
El rey en su furor, entendiendo de la horca que Amán había hecho para Mardoqueo, ordena que sea colgado en ella, Est 7:7-10.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Esta es una introducción para lo que sigue a continuación.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Petición de la reina (7:1-4).
1 Fueron el rey y Aman al banquete a casa de Ester. 2 El segundo día dijo el rey a Ester otra vez durante el festín: “¿Cuál es tu petición, reina Ester? Te será concedida. ¿Qué es lo que deseas? Aunque fuera la mitad de mi reino, la tendrías.” 3 La reina Ester respondió: “Si he hallado gracia a tus ojos, ¡oh rey! y si el rey lo cree bueno, concédeme la vida mía: he ahí mi petición, y salva a mi pueblo: he ahí mi deseo. 4Porque estamos vendidos yo y mi pueblo para ser exterminados, degollados, aniquilados. Si siquiera fuéramos vendidos por esclavos y siervos, me callaría, aunque no compensaría el enemigo al rey el perjuicio que le haría.”
Corría el segundo día del banquete. Una vez servida la comida, empezóse a escanciar el vino (5:6). Barruntaba el rey que Ester ocultaba algo muy interesante en su corazón, que no se atrevía a manifestar. Conforme a la pregunta del rey (v.2), Ester pide que se le conceda la vida y manifiesta el deseo de que viva también su pueblo. La noticia de que su vida estaba en peligro debió de impresionar al rey. ¿Es posible que perezca la reina que Asuero ama, y a la cual permitió el acceso espontáneo a sus aposentos sin que le aplicara la ley? Ester resume el contenido del decreto, que conocía a través de Mardoqueo (4:8). Ella y su pueblo están vendidos por el precio de diez mil talentos (4:7); corren peligro de ser exterminados, degollados, aniquilados; tres verbos que se empleaban en el mencionado decreto (3:13). Aman había invocado motivos de Estado para matar a los judíos. Ester, en respuesta a las sugerencias de Aman (3:8), hace ver en primer lugar las desventajas políticas y económicas que supone tal medida.
Ester delata al traidor.
5 Tomó el rey Asuero la palabra y dijo a Ester: “¿Quién es y dónde está el que eso se propone hacer?” 6Y Ester le respondió: “El opresor, el enemigo, es Aman, ese malvado.” Aman se sobrecogió de terror ante el rey y la reina. 7 El rey, en su ira, se levantó y se salió del banquete para ir al jardín del palacio, y Aman se quedó para pedir la gracia de la vida a la reina Ester, porque veía bien que su pérdida estaba resuelta en el ánimo del rey.
Asuero montó en cólera y quiso saber quién se había atrevido a proponer semejante despropósito. Es imposible que el rey no recordara la existencia del decreto contra los judíos y su contenido, al menos en líneas generales. El autor sagrado no describe la escena tal como sucedió realmente, sino de una manera dramática, buscando para ello el procedimiento literario que más impresionara al lector. No revela Ester el nombre del conspirador ni da a entender que se trata de una persona concreta, individual. Pero el rey, en su respuesta, se interesa inmediatamente por el nombre del traidor, queriendo averiguar su paradero. La pregunta del rey está formulada en relación al contexto siguiente. ¿Quiere saber quién es el opresor de los judíos y el que atenta contra los intereses económicos de la nación? Ahí lo tiene; a su lado está, banqueteando con él y gozando de su amplia confianza. Podía el rey repetir: “Si un enemigo me agraviara, de buena gana le sufriría. Si quien me odia se me alzara, de él me pondría a cubierto; pero eres tú, un otro yo, mi amigo, mi íntimo (Sal 55:15), quien acecha contra mí.” El episodio recuerda el momento en que Cristo desenmascara al traidor (Mat 26:23). No pudiendo el rey soportar la presencia de Aman, salióse al jardín. Aman se sobrecogió de temor: Ester le había señalado con su nombre. Ante ella aparecía como opresor y enemigo de su raza; ante el rey, como enemigo de la prosperidad del imperio. Si Aman hubiera conocido la ascendencia de Ester, ¿se hubiera atrevido a implorar del rey el exterminio de los judíos? El autor ha logrado dramatizar la escena, aunque deja en el aire algunas cuestiones. Por la actitud del rey comprendió Aman que su suerte estaba echada; sólo la intervención de la reina podía salvarlo. Pero ¿cómo atreverse a pedir perdón a Ester, cuya perdición tramaba?
Fin de Aman (Mat 7:8-10).
8 Cuando volvió el rey del jardín del palacio a la sala del banquete, vio a Aman, que se había precipitado hacia el lecho sobre el cual estaba Ester, y dijo: “¡Qué! ¿Será que pretende también hacer violencia a la reina en mi casa, en el palacio?” En cuanto salieron estas palabras de la boca del rey, cubrieron el rostro de Aman; 9 y Harbona, uno de los eunucos, dijo en presencia del rey: “En casa de Aman hay una horca, alta de cincuenta codos, que Aman ha preparado para Mardoqueo,el que habló para bien del rey.” El rey dijo: “Que cuelguen de ella a Aman.” 10 Y fue colgado Aman de la horca que él había preparado para Mardoqueo, y se aplacó la ira del rey.
Recuperada la serenidad, entró de nuevo Asuero en la sala. Al ver a Aman postrado a los pies de la reina, montó en cólera. El texto hebreo supone que la reina estaba tumbada sobre el diván; Aman, a sus pies, imploraba clemencia. El texto griego añade: “Suplicaba perdón cogido a las rodillas de la reina.” No es que Aman tuviera intenciones menos rectas; no era el momento más apropiado para ello; pero la gravedad de la situación le hizo olvidar las reglas de la etiqueta. Puede darse también que el autor sagrado haya consignado esta circunstancia insólita para amontonar nuevos delitos sobre el odiado Aman. A este crimen se añadió otro: el de haber preparado una horca para colgar de ella a Mardoqueo, a quien el rey acababa de honrar. Harbona (Mat 1:10) conocía el hecho y lo delata al rey, quien, avaro en palabras, ordena “que cuelguen de ella a Aman.” Cambio total de escena: el rey se apacigua, Ester celebra su triunfo, Mardoqueo ve desaparecer a su enemigo. A la tempestad sucede la calma; al temor, la confianza. Una vez más reaparece en este texto el tema bíblico de la rehabilitación del justo y oprimido (Pro 11:8; Pro 26:27; Pro 28:10; Ece 10:8; Eci 27:26; Sal 7:16, etc.)1
Fuente: Biblia Comentada
el Rey Manda Colgar a Aman
1-4 El suspenso aumenta cuando por tercera vez el rey hace su pregunta a la reina Ester. Ha desaparecido la familiaridad de la ocasión anterior y, respondiendo, Ester se dirige a su esposo usando sus títulos reales, y frases corteses. A pesar de todo la verdad debe divulgarse. Que me sea concedida mi vida … (y la de) mi pueblo: estas peticiones eran sorprendentes en sus implicaciones, y garantizaban la atención total del rey. Usando el pasivo para evitar nombrar a Amán en ese momento, Ester hizo referencia a la inmensa cantidad por la que esencialmente se había vendido a los judíos. Haber sido vendidos en esclavitud podría haberse tolerado, pero fueron vendidos para ser destruidos, muertos y exterminados, los mismos verbos usados en el decreto (3:13). El significado de la última frase del v. 4 no es claro. Ninguna cantidad de dinero podía com pensar la pérdida que el rey sufriría si el pueblo judío fuera exterminado. Ester apela a los mejores intereses del rey, y sugiere que la gente es mucho más importante que las posesiones.
5-10 El rey estaba por recibir otra sorpresa. Descubrió que Amán era el responsable del complot para matar a su reina y al pueblo de ella. La sabiduría de Ester en invitar a Amán a los banquetes ahora se hace evidente: Estaba allí para enfrentar directamente el destino que merecía como el enemigo, no sólo del pueblo judío sino también del rey. Ester no podía estar segura de cómo reaccionaría el rey a las noticias de que ella era judía. El rey en su ira se tomó un momento para reflexionar mientras decidía cómo manejar esta situación tan explosiva. Amán en su apuro sólo pensó en rogar a la reina que tuviera misericordia de él. Olvidándose del protocolo acostumbrado se acercó demasiado a la reina, enfureciendo aún más al rey. Los eunucos al servicio del rey se acercaron y cubrieron el rostro de Amán, lo que prácticamente significaba arrestarlo. Harbona, mencionado en la lista original de eunucos (1:10), informó al rey de la horca de Amán, la cual había sido construida para Mardoqueo, quien había hablado bien acerca del rey. El rey Jerjes no necesitó que le dijeran más. Amán, sin saberlo, había hecho los preparativos para su propia ejecución, que se llevó a cabo de inmediato. La ira del rey fue apaciguada porque se había hecho justicia. Mientras que el decreto de Amán había causado consternación (3:15), el cambio completo de sus destinos, terminando en su muerte en la horca que había preparado para su enemigo, calmó tanto al rey como al pueblo.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
7.6-10 El odio de Amán y sus planes malévolos se volvieron en contra de él cuando el rey descubrió sus verdaderas intenciones. Fue colgado en la horca que él mismo había construido para otro. Pro 26:27 dice que el hombre que arma una trampa para su prójimo caerá en ella. Lo que le sucedió a Amán muestra los resultados violentos que a menudo surgen cuando se tiende una trampa para otra persona.7.8 «Le cubrieron el rostro a Amán». Debido a que los reyes persas no miraban el rostro de una persona condenada, se le cubría la cara con un velo.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 233 Est 3:1; Est 5:12
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
[.] Dios viene en ayuda del que la solicite, pero siempre hay que poner los medios humanos. Ester confía en su Dios, pero usa la prudencia y la táctica necesaria para no destruir lo que Dios va a realizar. La historia ha demostrado que los perseguidores del pueblo de Dios jamás han salido triunfantes.
Fuente: Notas de la Biblia Latinoamericana
[8] Amán experimenta el terror que había planeado para los judíos. La narración evoca el salmo Su maldad y su violencia caerán sobre su propia cabeza. Sal 7, 16.