Comentario de Eclesiastés 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Mejor es el buen nombre que el perfume fino, y el día de la muerte que el día del nacimiento.

Mejor es el buen nombre, o la buena fama. Pro 15:30; Pro 22:1; Isa 56:5; Luc 10:20; Heb 11:2, Heb 11:39.

que el buen ungüento. Ecl 10:1; Sal 133:2; Pro 27:9; Cnt 1:3; Cnt 4:10; Jua 13:2.

y el día de la muerte. Ecl 4:2; Job 3:17; Isa 57:1, Isa 57:2; 2Co 5:1, 2Co 5:8; Flp 1:21-23; Apo 14:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los remedios en contra de la vanidad, un buen nombre, Ecl 7:1;

mortificación, Ecl 7:2-6;

paciencia, Ecl 7:7-10;

sabiduría, Ecl 7:11-22.

Lo dificil de la sabiduría, Ecl 7:23-29.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La muerte de una persona puede ser mejor que el día de su nacimiento si su nombre se ha ganado una reputación e influencia perdurables.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

MEJOR ES LA BUENA FAMA QUE EL BUEN UNGÜENTO. La buena fama es más que buena posición social; representa la genuina bondad de carácter. Tal persona tiene una influencia más permanente en los demás que la persona que está interesada únicamente en la condición social.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

EL DÍA DE LA MUERTE. El día de la muerte de un creyente es mejor que el día de su nacimiento, porque marca el principio de una vida mucho mejor con Dios (2Co 5:1-10; Flp 1:21-23; véase el ARTÍCULO LA MUERTE, P. 678. [Job 19:25-26]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

7. Reglas de Buena Conducta. Reflexiones.

Seriedad y dominio (7:1-14).
1 Mejor es el buen nombre que el oloroso ungüento, y mejor el día de la muerte que el del nacimiento. 2 Mejor es ir a casa en luto que ir a casa en fiesta, porque aquél es el fin de todo hombre, y el que vive reflexiona. 3 Mejor es la tristeza que la risa, porque la tristeza del rostro es buena para el corazón. 4 El corazón del sabio está en la casa en luto, el corazón del necio está en la casa en placer. 5 Mejor es oír el reproche de un sabio que escuchar las cantilenas de los necios, 6 porque cual el chisporrotear del fuego bajo la caldera, tal es el aplauso de los necios. Y también esto es vanidad. 7 Porque la opresión puede hacer enloquecer al sabio, y las dádivas corrompen el corazón. 8 Mejor es el fin de una cosa que su principio, y mejor es el de ánimo calmo que el irascible. 9 No te apresures a enojarte, porque la ira es propia de necios. 10 Nunca digas: ¿Por qué los tiempos pasados fueron mejores? porque nunca preguntarás esto sabiamente. n Buena es la ciencia con hacienda, y es una ventaja para los que ven el sol. 12 Porque escudo es la ciencia y escudo es la riqueza, pero excede la sabiduría que da la vida al que la tiene. 13 Contempla la obra de Dios, porque ¿quién podrá enderezar lo que El torció? 14 En el día del bien goza del bien, y en el día del mal reflexiona que lo uno y lo otro lo ha dispuesto Dios, de modo que el hombre nada sepa de lo por venir.

Ante la dificultad de saber qué es lo mejor – constatación con que terminó la perícopa precedente -, Cohelet da unos consejos sobre la conducta que se debe seguir en algunas circunstancias. La primera sentencia da la preferencia al buen nombre sobre los perfumes, y al día de la muerte sobre el del nacimiento. Los orientales, y en particular los judíos, hacían frecuente uso de los perfumes tanto en el uso doméstico como en las ceremonias litúrgicas *. Más estimable que ellos es la buena fama; los perfumes son cosa pasajera, mientras que ésta dura aun después de la muerte. Se funda, además, en la virtud, cuya práctica, por lo mismo, recomienda implícitamente Cohelet. “El fundamento de una perpetua estima y buen nombre – escribe Cicerón – es la justicia, sin la cual nada es digno de alabanza.” 2 Recordando las consideraciones del capítulo precedente sobre la vanidad y miserias de la vida, el Ecle-siastés declara también preferible al día del nacimiento, que nos abre las puertas a ellas, el de la muerte, que libra de las mismas e introduce en la quietud del seol. Añadiríamos los cristianos que, mientras el primero nos proporciona una vida que muchas veces lleva consigo más contrariedades y sufrimientos que alegrías y satisfacciones, la segunda nos conduce a la patria donde el Cordero inmaculado enjuga toda lágrima 3, y seremos eternamente felices con una dicha que ni la misma imaginación humana puede intuir 4.
Nuestro autor prefiere la casa en luto, cuyos moradores lloran la ausencia de un ser querido que les arrebató la muerte, a la casa en fiesta, en que todos ríen y se divierten celebrando un fausto acontecimiento. El v.3, que formula el principio: es mejor la tristeza que la risa, da también la razón de las afirmaciones precedentes. La muerte hace al hombre reflexivo sobre la vanidad y fin de la vida y lo induce a una conducta sabia y prudente: gozar cada día de las alegrías que Dios concede, sin entregarse a la búsqueda de la sabiduría con esa fatiga que no deja gozar con tranquilidad de la vida, ni a los placeres con ese exceso que embota los sentidos y abre la puerta a los vicios, cuya consecuencia es, según el sentir de los sabios, la muerte prematura5. A los cristianos nos habla del más allá que después de ella nos espera y nos induce a la vida virtuosa, que lo hace feliz y venturoso. Por eso la ascética considera el pensamiento de la muerte como uno de los más eficaces para apartar a los hombres del camino del mal y conducirlos por la senda del bien. Es claro que la alegría que excluye la reflexión y vida cristiana es aquella que lleva a la disipación y al pecado, no la alegría, sana y verdadera, que es una consecuencia lógica de la virtud.
Es doctrina común de los autores sapienciales que aprovecha más escuchar la reprensión del sabio, lo que resulta imprescindible para conseguir una buena educación, que escuchar los cantos de los necios, que halagan a los sentidos, pero no reportan beneficio positivo alguno. Una expresiva comparación ilustra la corta duración de sus efectos y hasta la molesta impresión que en los oídos del cuerdo producen los aplausos del necio: Cohelet los compara al chisporrotear del fuego debajo de la caldera (v.6). El estribillo parece está fuera de lugar; como frase muy grata a Cohelet, tal vez un copista la colocó también aquí siguiendo la inspiración del momento. De ser auténtica, contrapondría la vanidad de las cantilenas del necio al reproche del sabio, que produce efectos educativos en quienes dócilmente lo reciben. El v.7 no tiene relación alguna con lo que precede, no obstante la partícula ilativa con que comienza. Su contenido menciona dos cosas que pueden apartar al sabio del cumplimiento fiel de su misión: la opresión, con que los poderosos pueden forzarlo a pronunciar un dictamen falso, y las dádivas, con que los ricos consiguen corromper el corazón de los jueces en favor de sus negocios. Constataciones éstas que encontramos con frecuencia en los sabios.
Siguen dos sentencias referentes a la paciencia y dominio interior frente a la ira. Advierte antes Cohelet que el fin de las cosas es mejor que el principio; éste supone esfuerzo por conseguirla; aquél, en cambio, ofrece el fruto y premio del trabajo. El que sabe seguir la marcha de los acontecimientos con paciencia y dominio de espíritu, asegura el éxito de sus empresas más fácilmente que quien se deja en seguida dominar por la ira y la impaciencia ante las dificultades, con lo que echa aquél a perder. De ahí que el autor recomiende la calma y dominio de sí mismo, constatando que la ira es propia de necios y lleva a verdaderas locuras 6. Semejantes consejos dan San Pablo y Santiago 7.
Cohelet enseña también a enjuiciar los tiempos presentes con relación a los pasados. Los descontentos del momento que viven, desesperanzados respecto del porvenir, y sobre todo los ancianos, agobiados por las calamidades y achaques de la vejez, añoran los tiempos que les precedieron, juzgándolos mejores que los presentes. Tal manera de pensar no es propia de un sabio y arguye sencillamente ignorancia de los tiempos pasados. Siempre ha habido cosas buenas y cosas malas, tiempos de paz y días de guerra, reyes buenos, amantes de su pueblo, y príncipes tiranos que lo arruinaron con sus tributos. Quien estudia profundamente la historia de los tiempos pretéritos ve que no difieren mucho en esto de los presentes. San Jerónimo daba a este propósito un consejo acertado: “Debes vivir de tal manera que los tiempos presentes sean para ti siempre mejores que los pasados.” 8
Los v.11-12 hacen un elogio de la sabiduría y de su utilidad, sobre todo si va acompañada de riquezas. Una y otra pueden contribuir en gran manera a la felicidad posible en esta vida y defendernos de ciertos males y desgracias que la ciencia puede prevenir y las riquezas pueden evitar. Pero entre ambas cosas es mejor la sabiduría, pues con ésta fácilmente se consiguen aquéllas; las riquezas, en cambio, sin sabiduría que las administre, pronto desaparecen. De ella dice Cohelet que da la vida al que la tiene; la frase se repite en Proverbios y se refiere a la vida larga y feliz que la sabiduría proporciona a quienes sigan sus postulados, que vienen a coincidir con los preceptos de la ley a los que Dios prometió idénticos beneficios 9.
El v.13 recuerda un pensamiento ya conocido: el hombre no puede modificar la obra de Dios, el gobierno de Dios en el mundo, conforme a sus deseos y necesidades. Y su providencia se extiende al bien y al mal. Es El quien dispone los caminos prósperos y quien envía o permite la adversidad. Y ha entremezclado de tal manera el bien y el mal, que el hombre no puede saber con certeza si el día siguiente podrá continuar disfrutando de los bienes que hoy posee o si una desgracia o la muerte misma llamará a las puertas de su casa. Ante esta realidad, la conducta del hombre, concluye Cohelet, ha de ser disfrutar de los bienes cuando Dios los otorga, y sacar de los males, mediante la reflexión, los beneficios indicados al principio del capítulo. “Aprendamos – escribe San Gregorio a sus cristianos -, no sólo en la prosperidad, sino también en la adversidad, a dar gracias a Dios. Creador nuestro, se ha constituido, llevado de su amor a los hombres, en nuestro Padre, y a nosotros, hijos adoptivos, nos alimenta para la herencia del reino celestial, y no sólo nos restablece con los dones, sino que nos instruye por medio de los castigos.” 10

Ante la falta de sanción moral, el justo medio (7:15-18).
15 De todo he visto en mis fugaces días: justo que muere en toda su justicia e impío que con todas sus iniquidades campa largo tiempo. 16 No quieras ser demasiado justo ni demasiado sabio, ¿para qué quieres destruirte? 17 No hagas mucho mal ni seas insensato: ¿por qué has de querer morir antes de tiempo? 18 Bien te estará esto sin dejar aquello, que el que teme a Dios saldrá con todo.

Comienza constatando una realidad que está en oposición con la tesis judía, comúnmente aceptada, de que el justo y el impío reciben en esta vida el premio y castigo, respectivamente, de sus acciones 11. A veces muere el justo, a pesar de su justicia, en la flor de la vida, y los impíos, no obstante sus iniquidades, mueren llenos de días. Para los escritores anticotestamentarios, que ignoraban la recompensa y castigo que sigue a la muerte, esto constituía uno de los problemas más intrigantes. El hecho de que no hay en la tierra una sanción adecuada a las obras, dice a Cohelet que no puede el hombre buscar tampoco en ella su felicidad y le inspira una norma de conducta utilitaria, de acuerdo con la tesis de su libro: no quieras ser demasiado justo ni demasiado sabio (v.16). Ya nuestro autor había condenado el trabajo excesivo en la búsqueda de la sabiduría 12; ahora hace lo mismo respecto de la “justicia.” Para interpretar bien esto, hay que tener en cuenta que, en los días en que fue compuesto el libro, existían ya las dos corrientes de ideas, de donde nacieron los fariseos rigoristas y los saduceos laxistas. Cohelet se refiere sin duda al celo desmedido en el cumplimiento de la ley, que con sus numerosas prescripciones hacía insoportable la vida a quienes con ánimo escrupuloso se daban al mismo; exceso que no es virtud y hace daño al espíritu. Pero tampoco hay que irse al extremo contrario; como critica el exceso de justicia y sabiduría, reprueba también el hacer excesivamente el mal. La razón es paralela a la anterior: ello agota las energías vitales antes de tiempo, e incluso expone a perder la vida en una mala acción. Pero ¿no legitimará con esta afirmación Cohelet el mal moderado? Ciertamente que no. Cohelet no estudia aquí los actos en su relación con la moral, sino que tiene ante sus ojos la conducta de aquellos que, al ver la falta de sanción moral, se entregan de lleno al mal, buscando en el exceso de pecado su felicidad. Para disuadirlos de tal conducta les da, corno antes, una razón de tipo utilitario: por ese camino llegarán a la muerte antes de tiempo. Al condenar, pues, los grandes desórdenes por los motivos indicados, no enseña, por lo mismo, que sean lícitos los pequeños; recomienda sencillamente un camino intermedio, que considera como el camino más acertado para conseguir la felicidad que es posible obtener en este mundo. El v.18, cuya primera parte recomienda los dos preceptos de los versos precedentes, indica en la segunda el motivo que mantendrá al hombre en ese justo medio sin desviarse hacia un fanatismo en el cumplimiento de la ley, que no es virtud, ni dejarse arrastrar por el mal y el pecado, que ofenden a Dios. Este motivo es el temor de Dios, que lleva a la observancia fiel de la voluntad de Dios, que se manifiesta en las prescripciones de la ley y recomendaciones de los sabios.

Valor de la sabiduría. No hay justicia perfecta (7:19-22)
19 La sabiduría da al sabio una fuerza superior a la de diez potentes que gobiernan la ciudad. 20 Cierto, no hay justo en la tierra que haga sólo el bien y no peque. 21 Tampoco prestes atención a todo cuanto se dice, para que no tengas que oír a tu siervo decir mal de ti. 22 Sabes muy bien que muchas veces también tú hablaste mal de otros.

La primera de estas afirmaciones sueltas, sin relación alguna con el contexto ni con el tema general del libro, puede haber sido sugerida por el afán de los sabios de poner de relieve aquí y allá el valor de la sabiduría, al que Cohelet no podría sustraerse no obstante su pretensión de realzar el lado deficiente de las cosas, que las incapacita para comunicar al hombre la felicidad perfecta. Pondera la sabiduría sobre la fuerza, y con razón. Muchas veces el consejo de un sabio ha salvado situaciones difíciles y angustiosas que la fuerza de las armas no podía superar. El número diez puede aludir a los diez jefes que estaban al frente de las ciudades griegas, o ser un número redondo para significar muchos. Semejantes comparaciones encontramos en los otros libros sapienciales 13.
Se esfuerzan los comentaristas por conectar con el contexto el v.20, en que afirma Cohelet que no hay justo exento de pecado. Algunos lo relacionan con el 18, en que se hace una recomendación del temor de Dios, con la que estaría muy de acuerdo esta advertencia de no confiar demasiado en las propias fuerzas morales (barton, nótscher). El pensamiento es conocido en el Antiguo Testamento: Salomón, en su oración al dedicar el templo, confiesa que no hay hombre que no peque 14. Y nos recuerda la petición de Jesucristo en el Padrenuestro, en que todos hemos de implorar el perdón de la misericordia divina, y la afirmación tajante de San Juan: “Si dijéramos que no tenemos pecado…, la verdad no estaría cu nosotros”15. Los dos versos siguientes, que pueden haber sido sugeridos por el anterior, contienen un consejo de mera prudencia humana: recomienda el sabio no estar pendiente en cada momento de lo que de ti puedan otros decir y dejarte inquietar demasiado por ello; de lo contrario, tendrás que escuchar muchas cosas desagradables que sin duda dirán de ti, sobre todo tus siervos, que, conviviendo contigo, verán en tu conducta más de una cosa censurable, y no vivirás tranquilo. Tu conciencia misma te dice que tú haces lo mismo respecto de los demás, criticando más de una vez sus defectos. Si tú caes en este pecado contra la caridad, no pienses que los demás van a estar exentos de él.

La sabiduría, inaccesible a Cohelet. Su juicio sobre. la mujer (7:23-29)
23 Todo esto he querido buscar en la sabiduría, y dije: Quiero hacerme sabio; pero la sabiduría está lejos de mí. 24 Lejos se queda lo que estaba lejos, y profundo lo profundo. ¿Quién lo alcanzará? 25 He aplicado mi corazón a buscar e inquirir la sabiduría y la ciencia, y he hallado que la maldad es una insensatez, y la insensatez una locura. 26 Y hallé que es la mujer más amarga que la muerte y lazo para el corazón, y sus manos atadura. El que agrada a Dios escapará de ella, mas el pecador en ella se quedará preso. 27 Esto hallé, dice el Cohelet, pesando las cosas una por una para hallar la razón. 28 Lo que busca mi alma y todavía no ha encontrado: “Entre mil hallé un hombre, mas mujer entre todas ni una hallé.” 29 Lo que hallé fue sólo esto: que Dios hizo recto al hombre, mas ellos se buscaron muchas perversiones.

Los v.23-24 presentan afirmaciones ya conocidas y hay que unirlos con los 13-17. Cohelet se dio con intensidad a la búsqueda de la sabiduría: investigó la obra de Dios por ver si descubría las leyes divinas que regulan los acontecimientos, cuyo conocimiento le permitiría asegurar el éxito de sus empresas; pero aquéllas permanecen misteriosas al hombre, no quedándole otra actitud prudente que someterse con docilidad al gobierno de Dios sobre el mundo. Observó también la ley moral, por ver si en la virtud podía encontrar la verdadera felicidad; pero en seguida comprendió que ésta no triunfa aquí abajo, siendo muchas veces oprimidos los justos, que mueren sin recompensa de sus acciones virtuosas.
Una cosa captó muy bien en sus investigaciones Cohelet: que la maldad es una insensatez; no la hay mayor que el hacer el mal a sí mismo o a los demás, como enseñaría Jesucristo al establecer como base o fundamento de la nueva ley la caridad, y por lo mismo es una locura, que denota falta de sano juicio, como afirman también los otros sabios 16. El pensamiento introduce las constataciones de los versos siguientes sobre la mujer. El Eclesiastés buscó la felicidad en la sabiduría, en las riquezas, en los banquetes y festines, en las construcciones y comodidades materiales…, y en nada la halló. Pero hay una cosa que ocupa, entre las delicias apetecibles al hombre, un lugar primordial: las mujeres. Cohelet no ha pasado por alto este punto, sino que le ha prestado una atención especial. Mas también en este punto la conclusión ha sido decepcionante: la mujer es mas amarga que la muerte y lazo para el corazón (v.26). Que la muerte sea cosa amarga, lo repiten los autores sagradlos 17, y no podían pensar de otra manera, privados como estaban de la revelación sobre la felicidad que después de ella nos espera. La mujer de que aquí se trata y de la que hay que entender tan pesimistas juicios no es, evidentemente, la mujer en general. Cohelet, como advierte Colunga, seguramente que no incluía en ellos a su madre ni a la madre de sus hijos. Se trata más bien de la mujer libertina y depravada que describen los primeros capítulos de Proverbios, dado que el autor emplea los mismos términos de los capítulos 5 y 7. Tal mujer es un lazo que se tiende al corazón del hombre, el cual, llevado de sus instintos, sueña encontrar en ella su felicidad; pero el tiempo se encarga de descubrirle las amargas desilusiones que le esperan. Cohelet piensa, como advierte Podechard, no sólo en la esclavitud a que conducen los instintos pasionales, sino en toda la influencia que ella puede ejercer sobre el hombre, en su poder de intriga, en su espíritu de dominio, de celosía y de maldad; en una palabra, en la parte que le toca en todos los males y en todas las depravaciones de la humanidad 18. Sólo el que agrada a Dios, es decir, el hombre bueno y virtuoso, podrá vencer con su ayuda los atractivos falaces de la mujer malvada; quien no lo es, dadas las inclinaciones de la naturaleza humana, no escapará a sus seductores lazos.
Nuestro autor continúa manifestando sus conclusiones en torno a la mujer en los versos siguientes, advirtiendo antes que sus juicios no son improvisados: ha examinado las cosas y las ha meditado una por una. Dio con un dicho que él no ha podido confrontar, desfavorable en extremo para la mujer. Refiere que entre mil hombres se encuentra un hombre bueno, pero entre mil mujeres no se encuentra ni una tal, cuyo sentido es que son pocos los hombres buenos y perfectos, pero menos todavía las mujeres. La afirmación hay que tomarla como expresión de un oriental, que generaliza las cosas mirándolas del lado pesimista. ¿De dónde proviene esta depravación? Cohelet, que, en medio de sus decepciones, jamás ha tenido una palabra, ofensiva contra el Creador, confiesa que Dios ha hecho recto el corazón del hombre y que hay que buscar en él la razón de sus perversiones. En efecto, Dios creó al hombre y a la mujer buenos, como refieren las primeras páginas del Génesis. Fueron nuestros primeros padres quienes, desobedeciendo al Señor, abrieron a la humanidad la senda del mal, y en los tiempos de Cohelet, como en todos los tiempos, muchos hijos de Adán y Eva abandonaban la práctica de la virtud y dirigían sus pasos por caminos de perdición.

1 2Sa 12:20; Rut 3:3; Amo 6:6; Dan 10:13; Sal 47:7; Pro 7:17. Cf. Plinio, 12:25; 56:32. – 2 L.2 Officiorum. – 3 Rev 21:4. – 4 1Co 2:9. – 5 Pro 2:15-22; Pro 6:12-15. – 6 Pro 14:17. – 7 Stg 1:19; Efe 4:26. – 8 En A Lapide, o.c., p.254. – 9 Deu 6:1-25; :21; Bar 3:14; Pro 3:2.18; Pro 8:35; Pro 13:8; Eco 8:3. – 10 Hom. ig in Ezech. – 11 éxo 20:12; Deu 4:40; Pro 3:2.16; Pro 4:10; Sal 37:10; Sal 58:3-9; Sal 73:18. – 12 1:12-18; 2:12-23. – 13 Prov 21:22; 24:25; Eco 9:18. – 14 1Re 8:46; Tob 4:17; Tob 14:4; Tob 15:143; Sal 19:13; Pro 20:9; Stg 3:2. – 15 Mat 6:12; 1Jn 1:8. – 16 Pro 7:7-22; Sab 1-5. – 17 Sam 15:32; Pro 5:4; Eco 41:1; Eco 28:21. – 18 O.c., p.386.

Fuente: Biblia Comentada

la buena fama. Cuando un hombre ha vivido ganándose una buena reputación, el día de su muerte puede ser un tiempo de honor.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Pro 22:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Sufrimiento instructivo. Se ponen dos comparaciones lado a lado (1), y podrían traducirse: “Como un buen nombre es mejor … así el día de la muerte es mejor … ” Así como el carácter interior es más crucial que la fragancia exterior, así las lecciones derivadas de un funeral son más instructivas que las lecciones de una fiesta de cumpleaños. El funeral puede llevarnos a pensar acerca de la vida, pero la fiesta probablemente no lo hará. En este sentido se enmienda el corazón (3), es decir, hace posible que nuestros pensamientos más íntimos hagan evaluaciones verdaderas. El v. 4a significa que el hombre sabio aprende algo de lo inevitable de la muerte, pero (4b) el necio está ciego a los asuntos espirituales y se preocupa más por la festividad. 6 La risa del necio es una llama repentina, un despliegue de chispas, pero pronto se agota y es fácilmente apagada.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

7.1-4 Esto parece contradecir el consejo previo de Salomón de comer, beber y encontrar satisfacción en el trabajo de uno: disfrutar lo que Dios nos ha dado. Tenemos que disfrutar lo que tenemos mientras podamos, pero siempre recordando que puede llegar la adversidad. La adversidad nos recuerda que la vida es breve, nos enseña a vivir sabiamente y refina nuestro carácter. El cristianismo y el judaísmo le dan cierto valor al sufrimiento y al dolor. Los griegos y los romanos menospreciaban el dolor, las religiones orientales buscan vivir por encima del mismo, pero los cristianos y los judíos lo ven como fuego que refina. La mayoría estará de acuerdo en que aprendemos más acerca de Dios en los tiempos difíciles que en los momentos de felicidad. ¿Trata usted de evadir el dolor y el sufrimiento a toda costa? Vea el dolor y las luchas como grandes oportunidades para aprender de Dios.7.2, 4 Mucha gente evita pensar en la muerte, no quiere enfrentarla y está renuente a asistir a los funerales. Salomón no nos está alentando a que pensemos mórbidamente, sino que sabe que a veces es útil pensar en la muerte. Nos recuerda que todavía tenemos tiempo para cambiar, tiempo para examinar la dirección de nuestra vida y tiempo para confesar nuestros pecados y encontrar el perdón de Dios. Debido a que todos a la larga moriremos, tiene sentido planear con antelación el poder experimentar la misericordia de Dios en vez de enfrentar su justicia.7.7 El dinero habla, y puede confundir a quienes de otra manera juzgarían con justicia. Escuchamos acerca de los sobornos que se dan a los jueces, a los policías y a los testigos. Los sobornos se dan para perjudicar a los que dicen la verdad y para ayudar a los que se oponen a ella. La persona que acepta un soborno es necia, por sabia que se crea. Algunos dicen que todos tenemos un precio, sin embargo los que en verdad son sabios no pueden ser comprados a ningún precio.7.8 Para terminar lo que se empieza se requiere mucho trabajo, sabio asesoramiento, autodisciplina y paciencia. Cualquiera que tenga visión puede comenzar un gran proyecto. Pero la visión sin sabiduría a menudo tiene como resultado proyectos y metas inconclusos.7.14 Dios permite que a todos nos lleguen buenos tiempos y malos tiempos. Nos ofrece una combinación de ambos tan buena que no podemos predecir el futuro, ni depender de la sabiduría y el poder humanos. En los tiempos de prosperidad, nos encanta quedarnos con la gloria. Luego en la adversidad, tendemos a culpar a Dios sin agradecerle las cosas buenas que surgen de ella. Cuando la vida parezca segura y normal, no permita que la autosatisfacción ni la complacencia lo haga sentirse demasiado seguro, porque Dios puede permitir que la adversidad lo haga regresar a El. Cuando la vida parezca incierta e incontrolable, no se desespere: Dios está al timón y sacará cosas buenas de los tiempos difíciles.7.16-18 ¿Cómo puede ser alguien demasiado justo o demasiado sabio? Esta es una advertencia en contra de la presunción religiosa: legalismo o falsa justicia. Salomón estaba diciendo que algunas personas son excesivamente sabias o justas ante sus propios ojos, porque están engañadas por sus propios actos religiosos. Son tan rígidas y tienen una visión tan corta que pierden la sensibilidad hacia la verdadera razón de ser buenas: honrar a Dios. El balance es importante. Dios nos creó para ser personas totales que buscan su justicia y bondad. Por lo tanto debemos evitar ambos extremos: legalismo e inmoralidad.7.23-25 Salomón, el hombre más sabio del mundo, confesó cuán difícil había sido actuar y pensar sabiamente. Recalcó el hecho de que no importa cuánto conocimiento tenga uno, siempre existen misterios que nunca comprenderemos. Así que creer que uno tiene suficiente sabiduría es señal de que no la tiene.7.27, 28 ¿Acaso pensaba Salomón que las mujeres no podían tener sabiduría? No, porque en el libro de Proverbios personificó a la sabiduría como una mujer responsable. Lo que Salomón quiso decir no es que las mujeres no sean sabias, sino que es difícil que cualquier persona, hombre o mujer, sea sabia ante Dios. En su búsqueda, descubrió que la sabiduría era casi tan escasa entre los hombres como entre las mujeres, aun cuando a los hombres se les daba un programa de educación religiosa en su cultura y a las mujeres no. En efecto, el versículo está diciendo: «He encontrado sólo una persona entre mil que es sabia a los ojos de Dios. No. ¡He encontrado mucho menos que eso!»7.29 Dios creó a los seres humanos para vivir rectamente. Pero ellos han dejado el camino de Dios para seguir sus propios caminos descendentes.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) “Un nombre.” Heb.: schem; LXXVg: “Un buen nombre”. Véase Pro 22:1, n.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 259 Pro 10:7; Pro 22:1; Isa 56:5; Eze 36:23; Mat 6:9; Luc 10:20

b 260 Ecl 7:8; 2Co 5:1; Rev 2:10

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

el buen ungüento. Este valioso producto se usaba como perfume o para ungir a un recién nacido (cp. 9:8; Sal 45:7; Am 6:6). La comparación sugiere que el carácter es más valioso que las riquezas.

el día de la muerte…del nacimiento. La muerte puede asegurar una buena reputación mientras que el nacimiento sólo da un buen ungüento (es decir, algo que no tiene valor perdurable).

Fuente: La Biblia de las Américas

nombre… ungüento… Asonancia de shem = nombre, con shémen = ungüento.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Asonancia de shem = nombre, con shémen = aceite (o ungüento).

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[7] Y ciegan con su espeso humo los ojos de todos.[8] El justo soporta con paciencia los agravios; pero a veces una calumnia hace peligrar su constancia.[17] Traspasar el medio donde está la virtud.[21] Prov 20, 9.[25] Job 28, 12-27.[29] Cuya conversación no me fuese peligrosa. La humanidad es la responsable de los males.

Fuente: Notas Torres Amat