Y meteré a aquel tercio en el fuego; los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Ellos invocarán mi nombre, y yo les escucharé. Yo diré: ‘¡Pueblo mío!’; y él dirá: ‘¡Jehovah es mi Dios!’
Y meteré en el fuego. Sal 66:10-12; Isa 43:2; 1Co 3:11-13; 1Pe 4:12.
y los fundiré. Job 23:10; Pro 17:3; Isa 48:10; Mal 3:2, Mal 3:3; Stg 1:12; 1Pe 1:6, 1Pe 1:7.
Él invocará mi nombre. Zac 10:6; Zac 12:10; Sal 34:15-19; Sal 50:15; Sal 91:15; Isa 58:9; Isa 65:23, Isa 65:24; Jer 29:11, Jer 29:12; Ose 2:21-23; Joe 2:32; Hch 2:21; Rom 10:12-14.
Pueblo mío. Zac 8:8; Lev 26:12, Lev 26:44, Lev 26:45; Deu 26:17-19; Sal 144:15; Isa 44:1-6; Jer 30:22; Jer 31:33; Jer 32:38; Eze 11:20; Eze 36:28; Eze 37:27; Ose 2:23; Mat 22:29-32; Heb 8:10; Apo 21:3, Apo 21:4, Apo 21:7.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El remanente que sobreviva se limpiará, purificará y restablecerá en una relación de pacto con Dios.
los fundiré: El pote de fundición usa calor intenso para separar la escoria del metal puro.
los probaré: Una vez refinado, el metal precioso debe ser analizado para que se determine su valor. Las expresiones: Pueblo mío y Jehová es mi Dios recuerdan el pacto (Lev 26:12) y hablan aquí acerca de una renovación del pacto para un Israel revitalizado espiritualmente (Eze 36:28; Ose 2:23; Rom 11:26, Rom 11:27).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
él dirá. En medio de su refinación por el fuego, el remanente de elegidos de Israel verá a Jesucristo su Mesías, y lo invocará como su Salvador y Señor. De este modo, Israel será salvo y restaurado a una relación de pacto con el Señor.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Isa 48:10; Isa 65:24; Mal 3:3; Sal 91:15.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
q 465 Isa 43:2
r 466 Sal 66:10; Isa 48:10; Mal 3:2
s 467 Mal 3:3; 1Pe 1:7
t 468 Isa 58:9
u 469 Jer 30:22; Rom 9:25
v 470 Sal 144:15; Rev 21:7
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
El S eñor es mi Dios. El propósito de Dios en su juicio contra la nación, así como lo fue en la destrucción de Jerusalén, es hacer que su pueblo regrese a una comunión íntima con El (cp. 1:2– 6).