Comentario de Mateo 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“No juzguéis, para que no seáis juzgados.

Mat 7:1-6, EL JUICIO HACIA LOS DEMÁS

Introducción:

A. No hay otro texto en la Biblia más tergiversado que Mat 7:1-6. El primer versículo se ha aislado del resto del texto, y sin explicarse en su contexto, se ha usado para condenar a los que condenan, para criticar a los que critican, y para debatir que no se debe debatir (y ni cuenta se da de la inconsecuencia de lo que se hace), pero al mismo tiempo, no hay otro texto más descuidado aun por los hermanos en Cristo. Verdaderamente esta enseñanza es la puerta estrecha y el camino angosto (vers 13, 14).

B. Jesús expone la hipocresía de los que juzgan (condenan) a otros aunque tengan serios defectos en su propia vida que no quieren corregir.

C. Este tema se relaciona con varios asuntos tratados en Mat 5:1-48. Tiene que ver con el amor hacia el prójimo. Es interesante comparar Luc 6:27-42 (texto más o menos paralelo con partes del Sermón del Monte registrado en Mat 5:1-48; Mat 6:1-34; Mat 7:1-29). En Lucas el «No juzguéis» sigue inmediatamente después de «Amad, pues, a vuestros enemigos… Sed misericordiosos» (Mat 5:7; Mat 5:43-44).

I. ¿Por qué no debemos juzgar (en sentido malo)?

A. Para que no seamos juzgados. Para nuestra propia protección no nos conviene juzgar a otros. El que se ama a sí mismo no debe juzgar a otro, porque el juzgar a otro trae condenación para uno mismo.

B. Con el mismo juicio con que juzgamos seremos juzgados nosotros. Esta enseñanza es para nuestro propio bien. El propósito de la enseñanza es evitar la condenación de nosotros mismos.

C. Gál 6:1, «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». ¡Qué duros son algunos hermanos cuando algún miembro cae en pecado! Son muy fuertes en su condenación del hermano. ¿Quieren ser tratados de esta manera cuando caen ellos? Debemos ser espirituales y mansos en nuestro trato del hermano que peca, recordando que nosotros mismos podemos caer.

D. Luc 6:37 agrega, «No condenéis, y no seréis condenados». También agrega, «Perdonad, y seréis perdonados».

E. Lo maravilloso es el control que el cristiano puede tener sobre este asunto. Cada quien decide por sí mismo cómo quiere ser juzgado o medido. ¿Queremos que otros nos juzguen con tolerancia y benevolencia? Entonces, juzguemos a otros con tolerancia y benevolencia. ¿Queremos que otros nos juzguen con intolerancia y dureza? Entonces, juzguemos a otros con intolerancia y dureza.

F. Es importante que seamos consecuentes. Si usamos una medida (regla) muy estricta para medir a otros, no esperemos que ellos usen una medida muy floja para juzgar a nosotros. Si somos muy exigentes hacia ellos, serán muy exigentes hacia nosotros. Si usamos de misericordia para con ellos, usarán de misericordia para con nosotros. «Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia» (Stg 2:13). Esto se refiere al juicio de Dios, pero también se puede aplicar al juicio humano. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mat 5:7).

G. Por lo tanto, debemos ser pacientes con otros, para que sean pacientes con nosotros. Queremos que otros traten de comprender nuestros problemas, dificultades, flaquezas, etc.; por eso, debemos hacer lo mismo con ellos. Queremos que otros sean generosos para con nosotros; por eso, debemos ser generosos para con otros. Queremos que otros sean justos con nosotros; por eso, seamos justos con otros. «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos» (ver 12).

H 1Co 13:4-7 describe el amor

— la buena voluntad — que el cristiano siempre debe tener para con todos, y mayormente para con sus hermanos.

II. Segaremos lo que sembramos. Gál 6:7, «todo lo que el hombre sembrare, eso también segará». Si sembramos juicios severos y duros, es precisamente lo que segaremos (otros serán severos y duros para con nosotros).

III. La viga y la paja.

A. Ver 3, «¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?» Jesús pinta la imagen de un hombre con una viga (un tronco, un madero) en el ojo. Emplea la exageración para enfatizar el punto. ¡Qué absurdo que alguien con tronco en su ojo inspeccione el ojo de otro para sacar una paja!

B. Es caso de un oftalmólogo ciego. ¿Cuántos dejarán que el oftalmólogo cegado por una viga en el ojo examine sus ojos para hacer alguna corrección? En Luc 6:37-42 se pregunta, «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?» Hace esta pregunta en el mismo contexto que prohibe el juzgar (el condenar). En el ver 37 dice, «No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados», y en los vers 41, 42 habla de la viga y la paja. Entre estos versículos se habla del ciego, porque el que tiene la viga en el ojo es ciego y no puede no puede ver para guiar o corregir a otro ciego. Está incapacitado por la viga en su ojo.

C. En el mismo texto (el ver 40) Jesús dice, «El discípulo no es superior a su maestro». Por eso, si el maestro es ciego y «corrige» al discípulo, éste será como aquél. El discípulo (la persona corregida) será hecho a la imagen de su maestro (que tiene viga en su ojo). «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, la hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros» (Mat 23:15).

D. Luc 18:9-12, Dios detesta la actitud de los que confían en sí mismos como justos y menosprecian a los otros.

IV. Saca primero la viga de tu propio ojo.

A. ¿No se debe sacar la paja? ¿Prohibe Jesús que saquemos la paja del ojo del hermano? No, porque el versículo 5 indica que esto se debe hacer.

B. Pero primero que todo, debemos tener actitud correcta hacia nuestros propios pecados. Seamos como el publicano que dijo, «Dios, sé propio a mí, pecador» (Luc 18:13). Lo haremos si somos pobres en espíritu (Mat 5:3). Seamos como la mujer de Luc 7:38, y como el hijo pródigo de Luc 15:17-19.

C. Es necesario que estemos conscientes de nuestras propias flaquezas, faltas y debilidades. Rom 2:17-21, dice Pablo que el maestro practicar lo que enseña. Mat 23:2-3, Jesús dice que los escribas y fariseos no practicaban lo que enseñaban, sino que solamente imponían la enseñanza sobre otros 2Co 13:5, Pablo insiste en que nos examinemos. Rom 12:3; Rom 12:16; Gál 6:3, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que debe tener.

D. Si no nos corregimos primero, no conviene juzgar a otros. Compárese el hermano mayor de Luc 15:30; no se corrigió a sí mismo para poder juzgar a su hermano. El fariseo de Luc 18:11 no quiso corregirse a sí mismo para poder juzgar al publicano. Debemos practicar la disciplina en la iglesia, pero que todos seamos fieles (Gál 6:1-3, «espirituales») para poder hacerlo, quitando primero la viga (toda especie de carnalidad, Gál 5:19-21) del propio ojo antes de corregir al hermano caído.

E. Para tener visión moral y espiritual, es indispensable que se quite la viga del ojo. Si el ojo de algún hermano es maligno (Mat 6:22-23), le falta visión para corregir a otros. La viga oscurece la visión y es imposible sacar la paja del ojo del hermano.

V. Entonces

— después de quitar la viga de nuestro propio ojo — podemos y debemos juzgar con justo juicio.

A. El abuso del texto. Muchos usan mal este texto para condenar toda forma de juzgar; dicen que no debemos nunca criticar o juzgar a otros. Este texto no enseña tal cosa. (1) Es necesario juzgar perros y cerdos, ver 6. Para no desobedecer este versículo es indispensable que juzguemos a los tales. No solamente se puede decir que no es pecado juzgarles, sino también se debe agregar que si no se hace, entonces este texto se ignora. Los perros son los carnales, Gál 5:19-21. (2). Mat 7:15, «Guardaos de los falsos profetas». Para obedecer este mandamiento es necesario juzgar a los tales. (3). Rom 13:1-4, el gobierno es el siervo de Dios para juzgar y castigar al criminal. (4). Mat 18:17; 1Co 5:1-13, etc. La iglesia tiene que juzgar a los miembros infieles que no quieren arrepentirse. (5). Jua 12:47-48, la palabra predicada juzgará a todos en el Día Final.

B. En fin, es necesario juzgar con juicio justo, Jua 7:24. «No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio». El juicio debe ser justo e imparcial, Lev 19:15-18. Es malo juzgar sin evidencia adecuada para sostener la acusación. Es injusto juzgar a otro si la acusación se basa en rumores, sospechas y chismes. El que llama a su hermano «necio» o «fatuo» no le juzga con juicio justo. El que juzga el corazón (el propósito) de otro no juzga juicio justo, porque solamente Dios conoce el corazón.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Isa 66:5; Eze 16:52-56; Luc 6:37; Rom 2:1, Rom 2:2; Rom 14:3, Rom 14:4, Rom 14:10-13; 1Co 4:3-5; Stg 3:1; Stg 4:11, Stg 4:12.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En la continuación de su sermón en el monte, Jesús reprende el juicio impulsivo, Mat 7:1-27.

la gente queda asombrada, Mat 7:28, Mat 7:29.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Esta restricción no significa que un discípulo nunca debe juzgar. Después de todo, se requiere juzgar de alguna manera para poder obedecer la orden del v. Mat 7:6. El sentido de este versículo es que un cristiano no debe tener un espíritu de crítica mordaz, ni debe andar fijándose en los errores de los demás.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

EL SERMÓN DEL MONTE. En los caps. Mat 5:1-48; Mat 6:1-34; Mat 7:1-29 tenemos lo que comúnmente se llama el sermón del monte pronunciado por Cristo. Contiene una revelación de los principios de justicia de Dios por los cuales todos los creyentes deben vivir mediante la fe en el Hijo de Dios (Gál 2:20) y mediante el poder del Espíritu Santo que mora en ellos (cf. Rom 8:2-14; Gál 5:16-25). Todos los que pertenecen al reino de Dios tienen que manifestar un hambre y una sed intensas de la justicia enseñada en este sermón (véase Mat 5:6, nota).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

NO JUZGUÉIS. Jesús condena la mala costumbre de criticar a los demás mientras que se pasan por alto las faltas de uno mismo. El creyente debe someterse primero él mismo a las normas de justicia de Dios antes que tratar de examinar la conducta de otros creyentes e influir en ella (vv. Mat 6:3-5). Tampoco debe condenarse al que hace algo malo sin desear ver que el ofensor se vuelva a Dios y a sus caminos (Luc 6:36-37).

(1) Cristo no niega la necesidad de ejercer cierto grado de discernimiento, o hacer un juicio de valores con respecto al pecado en los demás. En otros pasajes de las Escrituras se manda identificar a los falsos ministros dentro de la iglesia (v. Mat 15:1-39) y evaluar el carácter de las personas (v. Mat 6:6; cf. Jua 7:24; 1Co 5:12; véanse Gál 1:9, nota; 1Ti 4:1, nota; 1Jn 4:1).

(2) No debe emplearse este versículo como excusa para la negligencia en el ejercicio de la disciplina eclesial (véase Mat 18:15, nota).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 7.
E l capítulo 7 de Mt sigue con una cierta conexión lógica con la segunda parte del c.6, en el que se comenzó a exponer una serie de temas morales, que se continúan y concluyen en éste. Soiron piensa que aquí hay un nuevo giro: poner en guardia sobre posibles conclusiones a sacar de su reinterpretación de la Ley, sobre todo en el juicio/condena l.

No se ha de juzgar a los otros, 7:7-5 (Luc 6:37-42).
1 No juzguéis y no seréis juzgados, 2 porque con el juicio con que juzgareis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá. 3 ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? 4 ¿O cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo? 5 Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano.

Este pasaje comienza con una enseñanza inicial temática: “No juzguéis para no ser juzgados.”
El juicio al que se refiere no es el judicial, necesario a la sociedad y a la Iglesia, y que Cristo reconoce en el Evangelio (Mat 22:21; Mat 18:17.18); ni a la corrección fraterna, que supone un juicio, al menos desfavorable, de la conducta externa, y que Cristo manda ejercer (Mat 18:15-17); ni a reconocer las faltas de nuestras “deudas” (Mat 5:12), en las que manda perdonar; ni a las faltas evidentes, que no admiten excusa, pues Cristo no manda imposibles. Se trata del juicio fácil y pronto con que se condena al prójimo.
El verbo χρίνω, lo mismo puede significar “juzgar” que “condenar” 1. Este es preferentemente aquí su sentido. En esta forma oriental y extremista se formula la prohibición en absoluto. Está redactada en forma “sapiencial,” lo que admite, justificadamente, excepciones. Este “juicio condenatorio” está formulado con la amplitud “sapiencial” a que afecta el tema. Por eso, no se limita a una condenación externa, puede serlo igualmente interna. La valoración moral afecta a ambos. En este contexto del Sermón se valoran en cristiano todas las actitudes de los temas tratados.
Así, v.gr., se condena el pecado interno: “deseándola. en su corazón” (Mat 5:28, etc.). En la forma “para que no seáis condenados” (ίνα μη χριθητε), el ινα puede tener sentido final o consecutivo. Acaso abarque a ambos.
No se trata de una regla de prudencia social, no juzgar para no ser juzgados, conforme a la sentencia del gran rabino Hillel: “Para juzgar a tu prójimo, espera a que estés en su lugar” 2; ni porque incluso puede traerle a él benevolencia; Cristo no mira, propiamente, a dar normas para hacer más llevadera la vida social; incluso este “juicio” humano pudo haber sido interno, en cuyo caso no serían juzgados. Cristo está exponiendo un aspecto moral: la conducta y superioridad de la Ley cristiana sobre la judía.
El sujeto por el que “seréis juzgados” es Dios. Todo el contexto del sermón lleva a esto: Dios es el que “premia.” Dios sujeto es algo claro. Pero también la literatura rabínica arrojó luz sobre este punto. Son citados numerosos casos análogos en los que, dándose en forma impersonal, el sujeto que ha de suplirse, puesto, como en Mt, en tercera persona de plural, es Dios 3.
Dios “juzgará/condenará” a los seres humanos con la “medida” conque éstos se juzguen y condenen entre sí. Esta fórmula, que “aplica a los seres humanos la medida de la cual ellos se sirven,” aparece también en el Talmud 4. Debía de ser fórmula proverbial. En éste es la “ley del talión.” Rabí Eleazar decía: “En la olla en que vosotros hayáis cocido a los otros, vosotros seréis cocidos, a su vez (por Dios), “y con el celemín de que tú te sirvas para medir, se medirá para ti.” 5
Si esta formulación suponía la “ley del talión,” en el caso de Cristo no tiene el mismo valor de adecuación. No es que en Dios no haya justicia estricta, sino que la medida a la que Cristo alude es la medida de la semejanza y de la proporción. Si no se condena al prójimo, tampoco Dios nos condenará a nosotros. Y si se perdona, el perdón, como se lee en Lc, la medida que se usará con nosotros, será “una medida. colmada, rebosante, será derramada en vuestro seno” (Luc 6:38). Es análogo a la petición del Pater: si los hombres perdonan, Dios también perdona (Eco 18:20); pero, por parte de Dios, esta medida de perdón es “rebosante.”
El pensamiento se matiza al progresar. En este tribunal privado, celoso e inapelable que el hombre lleva dentro de sí para los demás, se le exige, para practicar rectamente su justicia, que se cite antes a sí mismo al tribunal para juzgarse. y condenarse en él. Que, antes de ver “la paja” en el ojo ajeno, vea que en el suyo hay una “viga.”
La imagen está tomada del medio ambiente. Sobre 279 (d.C.) contaba rabí Yohanam: “Se decía a uno: ‘Quita la astilla de tu ojo’. Y él respondía: Ύ tú quita la viga del tuyo.” 6
El pensamiento de Cristo está matizado de ironía; no sólo es ver la “paja” en el ojo ajeno, sin ver la “viga” en el suyo, sino que es ofrecerse a quitársela al otro, quedándose tranquilo con la suya.
Estos contrastes acusan en el que así obra, no sólo falta de decoro moral, sino falta de celo por obrar el bien. Pues éste exige comenzar por uno propio.
Cristo llama “hipócrita” al que así obra. En general, podía tener un valor moral en el evangelio “etizado” de Mt. Pero se encuadra en un contexto general. En Mt es un término casi técnico para denominar a los fariseos (Mat 6:2.5.16). Y era un tema demasiado candente en aquel medio en el que los “fariseos despreciaban a los demás,” teniéndose ellos por los solos hombres “justos” (Mat 5:28).
Y Cristo expone, ante este cuadro, cuál ha de ser la doctrina de la perfección cristiana. Es un pasaje adelantado por Mt, pues aún no había comenzado el contacto y denunciación de Cristo contra los fariseos, y ahora aparece aplicado y “etizado” a su grupo.

No profanar las cosas santas,Mat 7:6.
6 No deis lo que es santo a los perros ni arrojéis vuestras perlas a los puercos, no sea que las pisoteen con sus pies y, revolviéndose, os destrocen.

Logion propio de Mt, y sin una relación directa con lo inmediatamente expuesto. A lo más tiene una yuxtaposición por el aspecto negativo de ambos.
En el Talmud se encuentra la recomendación de “no entregar a un goy (no judío) las palabras de la Ley”; y también la de no “poner las cosas santas en los lugares impuros.” 7
La primera parte de esta sentencia evangélica: “no deis lo santo a los perros,” toma su imagen de las cosas que se relacionan con el templo y el sacrificio (Lev 22:14; Exo 22:30); la segunda, en paralelismo sinónimo, dice “no echar las perlas a los puercos.” La perla era considerada como “el principio y culmen de todas las cosas de precio.” 8 Lo que pasa por lo más precioso y refinado no se puede echar – extremismo oriental – a lo más inmundo. Pues se añade: “no sea que las pisoteen con sus pies y, revolviéndose, os destrocen.” El puerco tiene por ansia el hartarse. Por instinto se tira a cuanto le echen; si son perlas, al ver que aquello no se come, enfurecido, puede revolverse y abalanzarse sobre los que le echaron esto y “destrozarlos.” La estampa es realista, pero ¿cuál es su interpretación? Todo depende de saber si es una alegoría (Metáfora) o una simple comparación (parábola).
En la antigüedad se lo interpretó alegóricamente. Los “perros” eran los malos cristianos provenientes de la infidelidad, que volvían al vómito (Pro 26:11; 2Pe 2:21.22); los otros eran los paganos, que estaban en la inmundicia de su alejamiento de la fe.
También lo interpretaba alegóricamente San Crisóstomo 9. Otras veces lo “santo” se interpretó de la Eucaristía 10. Pero a la hora del sermón de la Montaña no se iba a expresar, metafóricamente, ni la Eucaristía ni, concretamente, los demás misterios de la fe cristiana. No hay base científica para una interpretación alegórica concreta. La solución ha de venir valorando el género literario a que pertenece este versículo, ya que falta su contexto histórico preciso.
Es una sentencia “sapiencial,” por lo que enuncia un principio general sin concreciones inmediatas. Por eso su interpretación supondrá una comparación metafórica que, por enunciar un principio general, rebasa, en su intento directo, las concreciones específicas. Debe de ser una recomendación propia a los apóstoles y discípulos. Lo “santo” que no debe ser arrojado a los animales, debe de ser, en este contexto del sermón, la doctrina del reino. Por un cierto “paralelismo” con el no “juzgar” ligeramente, esta sentencia debe de referirse a la prudencia que se ha de tener para no entregar ni confiar la gran doctrina del Reino – o en los grados que no convenga – a quienes en lugar de recibirla no harían sino profanarla: los verdaderamente indignos y cínicos.
Cuando la Didaje utiliza estas palabras para que sólo se acerquen a la comunión eucarística los fieles 11 ;o cuando en la primitiva Iglesia se observaba la “ley del arcano” con los catecúmenos y profanos; o cuando los cristianos, en la persecución de Diocleciano, prefirieron el martirio a entregar a los paganos las Santas Escrituras, estaban respondiendo al “espíritu” de esta sentencia, ya que, aun “sapiencialmente,” debió de tener un objetivo histórico amplio, directo, sin que aún esté plenamente precisado.
No se quiere decir con esto que la doctrina del reino no haya de ser enseñada por el “apóstol,” pues Cristo mandó predicarlo a todas las gentes” (Mat 28:19), lo mismo que vaticinó persecuciones por causa suya, incluso con el martirio (Mat 10:17-22.33; Mat 24:9). En estos pasajes se anuncia la universalidad del reino; en esta otra sentencia, la prudencia en la enseñanza y entrega del mismo.
Fue esta oposición la que hizo pensar a algunos críticos que este pasaje no fuese original de Cristo, sino insertado en Mt, y de origen de un sector exclusivista de judeocristianos. Pero no tiene la cerrazón esenia.

Eficacia de la oración,Mat 7:7-77 (Luc 11:9-13).
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre. 9 Pues ¿quién de vosotros es el que, si su hijo le pide pan, le da una piedra, 10 o, si le pide un pez, le da una serpiente? 1′ Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!

Este pasaje no tiene vinculación inmediata con lo anterior. Lc lo trae en otro contexto (Luc 11:9-13) muy lógico. El tema que se propone es la necesidad de orar para obtener favores del cielo, y a esta oración se garantiza su eficacia. La formulación literaria del mismo es por “paralelismo sinónimo” triple en la primera (v.8.9) y binario en la segunda (v.9-10) para sacar la conclusión en el v.11.
“Golpear” (κρούετε) y “hacer abrir” aparecen en el Talmud, y se dicen a propósito de la sabiduría y también de la oración 12. Sin embargo, no se encuentran las otras expresiones en los escritos talmúdicos. ¿Son dichos populares? ¿Son propios de Cristo?
Se ha querido “alegorizar” estas expresiones, v.gr., la parusía. No es éste el intento de Cristo en el contexto; sus comparaciones humanas, elementos “parabólicos,” son expresados, además, en forma “sapiencial,” por lo que su sentencia es genérica, sin concretarse alegóricamente. Menos aún el intento de Mt.
La enseñanza primera es la necesidad de orar para obtener dones del cielo. La comparación humana es la necesidad, normalmente, de pedir para obtener dones. De ahí, analógicamente, en el orden sobrenatural, y esto “a fortiori,” porque la indigencia es mucho mayor y más impotente para adquirir; ha de ser normal, pues, la oración para obtener favores de Dios. El aspecto de lo que El graciosamente quiera conceder sin pedirlo, no se considera.
Los elementos “parabólicos” siguen. “Pan” y “pez,” lo mismo que “piedra” y “serpiente,” se toman en sentido directo comparativo. Lc, en lugar de poner la última comparación, trae otra: Si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? (Luc 11:12). Por ello se ve que no hay relación alguna entre la petición y lo que no se le dará: son simples hipérboles orientales de contraste. Algunos autores han propuesto, a este propósito, verdaderas sutilezas 13.
La conclusión de base es que ningún padre dará a sus hijos, cuando le piden cosas buenas y necesarias, cosas malas. En el orden espiritual se concluye igualmente que Dios no dará sino cosas “buenas” al que se las pida. Dios es Padre, y, como tal, es sumamente bondadoso con sus hijos. No es un Dios enigmático ni caprichoso, como otros dioses. Por eso, si los hombres, “siendo malos,” se portan así con sus hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pida!”
Es una enseñanza “a fortiori” – ”¡cuánto más!” – utilizada usualmente por los rabinos, tomando por cuadro fundamental una parábola 14.
Al decir Cristo que aun “vosotros” – sean los hombres o la Iglesia materna -, siendo “malos” hacen cosas buenas, no alude al < pecado original” (Bengel), ni que la naturaleza humana sea por sí misma mala, lo que sería maniqueísmo; ambas hipótesis están fuera del intento comparativo de Cristo. Se habla sólo de la naturaleza humana inclinada al mal, y, mejor aún, por la comparación que se establece entre Dios – sólo Dios es bueno” (Mat 19:17; Mar 10:18; Luc 18:19) – y el hombre 15. Por eso, este “malo” que obra bien encuentra su garantía en la oración ante Dios, el “solo bueno.”
Lc modifica la frase: “¡Cuánto más Dios dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!” La frase de Mt es primitiva, como se ve por su estructura. Esta interpretación de Lc se debe probablemente a que, citándose una perspectiva religiosa de peticiones, Lc lo sintetiza en “el Espíritu Santo (que) es el don mesiánico en el cual se resumen todas las gracias divinas.” 16 Aparte que el Espíritu Santo es uno de los temas del evangelio de Le.
Mt-Lc sólo tratan de exponer la necesidad y la eficacia de la oración. Expuesto en forma “sapiencial,” no se trata de por qué en ocasiones no se recibe lo que se pide.
Lc (Luc 18:1-8) expone la necesidad de la insistencia para su eficacia. Se supone, además, en esta perspectiva religiosa, que no se pedirán cosas que impidan la “incorporación” al Reino, objeto de la gracia y del mensaje de Cristo. Santiago escribe: “No tenéis porque no pedís, y si pedís, no recibís porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones” (Stg 4:3).

“La regla de oro” de la caridad,Stg 7:12 (Luc 6:31).
12 Por eso, cuanto quisieres que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.

El tema de este pasaje es llamado “regla de oro” de la caridad desde el siglo XVII. En Mt no tiene relación directa ni con lo anterior ni con lo que sigue. Tendría un puesto lógico en este mismo capítulo después del v.5. No obstante, se propone que, si se refiere sólo a lo anterior, sería esto una referencia de censura contra las facilidades de la casuística rabínica (Mat 5:20); si a lo que sigue, sería contra la creencia de algunos cristianos que se creían seguros por ser tales (Mat 7:15-27) 17, creencia cargada de substracto judío (Mat 3:8). En Lc tiene un puesto sumamente lógico y situado también en el sermón de la Montaña (Luc 6:27.30.31.32.38). En Mt procede probablemente de otra “fuente,” máxime con la inserción (v.12b), que falta en Lc en la forma que está en Mt.
La sentencia que prácticamente hará ver a los hombres cómo deben amarlos, es hacer a los demás lo que quisiéramos que los otros nos hicieran a nosotros. No consiste solamente en no hacer mal al prójimo, sino en “amar al prójimo como a ti mismo” (Mar 12:31); y como norma práctica está esta sentencia. Es un toque en lo vivo de la psicología humana. Con esta norma, ¡qué autenticidad en el amor, qué de recursos para ejercitarla y qué perspectiva de extensión se abre a la caridad cristiana! La frase debía de ser proverbial (Tob 4:15), aunque reducida al prójimo judío 18.
La Doctrina de los Doce Apóstoles (Tob 1:2) y los Hechos (apócrifos) de Tomás [83] citan como palabra del Señor esta regla sólo en forma negativa. La tradición rabínica conocía esta regla en forma igualmente negativa 18. En la formulación mateana de ausencia de retribución ve algún autor toda la revolución del amor evangélico (A. Schlatter). En cambio, es muy pobre el pensar que es una fórmula popular bastante egoísta, y que probablemente no se remonta a Jesús (Bultmann).
Pero este amor no es filantropía ni sentimentalismo, puesto que está encuadrado en el sermón de la Montaña, y en él Cristo está exponiendo el aspecto cristiano del mismo. El motivo es el amar a Dios: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mat 5:48).
Este logion tiene una segunda parte complementaria, que falta en Lc (Mat 7:31). “Esta es la Ley y los Profetas.” La unión de esta sentencia no es primitiva, como se ve por su ausencia en Lc. Su misma vinculación por el primer hemistiquio no es necesaria; puede ser una reflexión sobre el mismo.
La Ley y los Profetas – el A.T. – legislaron y defendieron la práctica de la justicia y de la misericordia con el prójimo, aunque para la Ley era el judío. Lo que allí se decía quedó aquí superado por el “perfeccionamiento” de la Ley a través de la interpretación cristiana de Cristo. Por eso, esta norma práctica, con motivo cristiano, resume todo el espíritu que informaba a éstos.
La literatura rabínica presenta sólo el aspecto negativo y acaso exclusivo de esta actitud. Hillel decía: “Lo que te sea odioso no lo hagas a tu prójimo, aquí está la ley entera, todo lo demás no es sino comentario.” 19

Los dos caminos y las dos puertas,Mat 7:13-14 (Luc 13:23-24).
13 Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. 14 ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuan pocos los que dan con ella!

Siguiendo la misma línea de yuxtaposición de enseñanzas, sin una conexión inmediata con lo que acaba de exponer, trata ahora Mt el tema de los dos “caminos.” Es tema muy frecuente en los libros sapienciales; también aparece en Qumrán. Su situación literaria es autónoma, inconexa. El pasaje semejante de Lc (Luc 13:23-24) está en un contexto completamente distinto, pero lógico. Es la respuesta a un tema que preocupaba grandemente en Israel (cf. 4 Esd 7:7): “si son pocos los que se salvan” (Lc). Al colocarlo Mt en esta situación autónoma, pero ya al final del sermón de la Montaña, podría ser debido al intento de lograr con ello una de esas advertencias generales que afectan a todo lo anteriormente expuesto, ya que afecta a la moral cristiana, y en concreto a los temas expuestos.
Los términos “puerta” 20 y “camino,” para anunciar valores morales, eran ya expresiones bíblicas y rabínicas. En el A.T. se citan “las puertas de la muerte” (Sal 9:13), “las puertas de la justicia” (Sal 118:19), lo mismo que “el camino de los pecadores” (Eco 21:11) y “el camino de los justos” (Sal 1:6), y que hay “caminos” morales que “nos parecen derechos, pero que acaban, al fin, en la muerte” (Pro 14:12). Son dos sentencias “paralelas.” No es que el “camino” conduzca a la “puerta.” Lc sólo habla de “puerta” (13.24).
Como ejemplo del uso rabínico está lo que decía rabí Yohanan bar Zakkai, sobre el 80 (a.C.), al morir: “Hay dos caminos ante mí: uno que conduce al perdón del Edén (Paraíso), el otro a la gehenna (infierno), y no sé cual se me va a hacer tomar.” También en un midrash sobre el Sal 16:11, se comenta: “David habló así a Dios: Maestro del mundo, hazme conocer qué puerta abre el camino del mundo a venir.” 21
Pero la forma con que aparecen en Mt, reflejando estos elementos culturales del medio ambiente, tiene una estructuración nueva, aparte de ir cargadas de nuevo sentido.
La “perdición” o “vida” a que llevan estos “camino” y “puerta,” ¿se refiere a los deberes morales, o al ingreso en el reino?
Originariamente, el pensamiento de Cristo seguramente se refiere a los obstáculos y dificultades que se presentan en el mundo contemporáneo para su ingreso en el reino. Es el pensamiento que Lc da en el pasaje citado, aunque con una perspectiva de “escatología” final.
Pero Mt da una interpretación “etizante” a la hora de su evangelio para los cristianos ya ingresados en el reino, aunque con una perspectiva de “escatología” final, como Lc. Acaso complementaria o implícitamente se le une una interpretación “cristológica” (Bonnard), para seguir a Cristo, sobre todo doliente. “Esta interpretación se autoriza con el conjunto del Evangelio en lo que tiene de más esencial: las llamadas al arrepentimiento, a la fe, a seguir a Cristo 22.
Estos muchos o “pocos” que así caminan no se refiere al número de los que se “salvan.” En el sentido original de estas palabras de Cristo, se referían al pequeño número de judíos que entonces no ingresaban en el reino. Y aun en la misma sentencia, “escatologizada” en Lc, se refiere tan sólo, por el contexto, a los judíos de entonces, contraponiéndolos a los gentiles que ingresarán en él. Y en la interpretación “erizada” de Mt, con una proyección más universal, no es una enseñanza teológica terminante, sino una indefinida afirmación “sapiencial” calcada analógicamente sobre los términos en su sentido histórico 22, y con la visión, triste, del pequeño progreso y persecuciones de la Iglesia naciente.

Los falsos profetas, 7:15-20 (Mat 3:10; Mat 12:33-35; . Luc 6:43-45).
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se cogen racimos de los espinos o higos de los abrojos? 17 Todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. 18 No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo frutos buenos. 19 El árbol Que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego. 20 Por los frutos, pues, los conoceréis.

Otra exhortación de Cristo sin una unión perceptible con lo anterior, aunque posiblemente de fondo a partir de los v.13-14. Al peligro del camino “ancho” con senda a la perdición, puede unírsele aquí el peligro que para lo mismo aportan los falsos profetas. Este pasaje está desplazado de su contexto cronológico, pues supone ya conocida la doctrina del Cristo y surgidos ataques a la misma. Literariamente es una “inclusión semita” (v. 16 y 20).
El falso profeta o “profeta de mentira” era conocido en la vieja historia de Israel. El profeta Seducías, y con él “todos los profetas (falsos), profetizan.” (2Re 22:11; 2Cr 18:22). Jeremías habla de otro falso profeta que engañaba al pueblo (Jer 28:1; Jer 5:1; Jer 28:1V; Zac 13:2).
Siempre la ambición, el falso celo o la enfermedad hizo surgir este tipo de personas. Cristo hablará y profetizará varias veces su presencia con la tarea de “seducir” al pueblo (Mt 24:Mat 11:24 par.). En el ν. Τ. se ve o anuncia la presencia de ellos (Hec 13:6; 2Pe 2:1; 1Jn 4:2; A-p 16:13; 19:20; 20:10; 2Te 2:2.3.8-12). La tradición rabínica habla numerosas veces de los mismos 23.
Si la doctrina se presenta aquí bajo un principio “sapiencial,” toca directamente a los fariseos en su momento histórico. Aunque no eran “profetas,” Mt usa a veces esta expresión en sentido metafórico hablando de los “apóstoles” (Mat 23:34) y, por tanto, con un sentido amplio. La aparente austeridad externa de su vida, aunque fuesen “sepulcros blanqueados,” había hecho de ellos los rectores espirituales del pueblo. Pero eran los grandes enemigos de Cristo y su doctrina, hasta el punto de “anular” con sus “tradiciones” el “precepto de Dios” (Mar 7:9) en su lucha antimesiánica contra el reino de Cristo. Ni entraban (ellos) ni permitían entrar a los que querían entrar (Mat 23:23). Eran “guías ciegos” que llevaban al pueblo al abismo (Mat 15:14). En la Mishna se lee: “Las decisiones de los escribas (lo que vale para gran parte de los fariseos) son más obligatorias que la Thora (Ley).” 24
Mas para su valoración da un control de exactitud: los “frutos.” De los fariseos dice Cristo: “No los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen” (Mat 23:3).
Mt inserta luego una sentencia (v.19) que fue utilizada por él en la predicación del Bautista: “El árbol que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego.” Estas formas pasivas – ”es cortado” y “es arrojado” – tienen por sujeto de actuación a Dios, según el uso frecuente de las mismas en la literatura rabínica 25.
El sentido histórico de este pasaje son los fariseos. Pero posiblemente incorpora estas sentencias con un sentido histórico también a causa de un fenómeno religioso contemporáneo de la composición de los evangelios: los “judaizantes” y la infiltración y desconcierto que producían en la Iglesia primitiva los herejes (Jua 10:12; Hec 20:29; etc.).
El verbo προσέχει ν (ν. 15) es típico de la literatura del evangelio de Mt y expresa siempre un aviso para ponerse en guardia contra las desviaciones religiosas, y característico también en Mt para expresar sus preocupaciones eclesiales, incluso por su terminología comparada, por gentes surgidas de la comunidad. (Mat 6:1; Mat 10:17; Mat 16:6v, etc.). Es el mismo verbo que se usa en el ν. Τ. en las polémicas y aviso contra las herejías (1Ti 1:4; 1Ti 4:1; Tit 1:14). El discernimiento del verdadero y falso profeta, en sus días, es una de las preocupaciones dominantes de la Didajé 26. Cullmann quiere ver en estos “falsos profetas” una alusión a los zelotes el contexto no lleva a esto; su misma violencia no los hace imagen de venir con “vestiduras de oveja” (v.15) 26.

La sabiduría del verdadero discípulo,Tit 7:21-27 (Luc 6:47-49; Luc 13:25-27).
21 No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad. 24 Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. 2S Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó. 26 Pero el que me oye estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena. 27 Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, y cayó con gran ruina.

Este pasaje tiene una cierta unión lógica con el anterior. Si se disciernen los profetas verdaderos y falsos, también se pueden discernir los cristianos falsos y verdaderos. No basta “creer” lo que Cristo enseña, hay que ponerlo por “obra.”
Cronológicamente, este pasaje corresponde a una época avanzada de la vida de Cristo. Parece suponer la misión de los apóstoles y discípulos con la potestad que se les había conferido de hacer ”milagros” (Mat 10:1.8; Luc 9:1.2.6; Luc 10:1.9.17-20). Mt adelantó la escena y la sitúa al final del sermón, como un resumen final que iluminaba con su enseñanza toda la doctrina de Cristo. Tiene dos aspectos: a) doctrina sobre la necesidad de poner por obra las enseñanzas de Cristo (v.21-23); b) ilustración y confirmación de esta enseñanza con una parábola (v.24-27).

La Doctrina Sobre la Verdadera Sabiduría (v.21-23).
La doctrina que aquí se enseña no sólo afecta a la práctica de los pasajes del sermón de la Montaña, sino a toda la obra del Reino. ¿Quién “entrará en el Reino de los cielos” en su fase final, pues el texto supone ya cristianos? “El que hace la voluntad de mi Padre” (v.21). El plan que trazó el Padre sobre el Reino tiene creencias y exige obras. No basta un ingreso idealista y soñador. No basta decir: “¡Señor, Señor!” Esta actitud había sido ordinaria en Israel. Jeremías había censurado fuertemente al pueblo, que decía: “¡Oh el templo de Yahvé! ¡Oh el templo de Yahvé!” queriendo confiar mágicamente en él, pero sin poner la conversión de su vida en la práctica de los mandatos de Yahvé (Jer 7:4; cf. 7:lss). En su momento histórico estas palabras de Cristo deben referirse a algún tipo de cristianos que ya había ingresado en el Reino, pero cuyas obras no respondían a su fe, o si no es un aviso programático para los que fuesen a ingresar, para que supiesen que su “justicia” tenía que “superar a la de los escribas y fariseos” (Mat 5:20), porque de ellos dice: “Haced y guardad lo que os digan. Pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen” (Mat 23:3). Qué fuese mejor el estudio de la Ley o su práctica, era un tema candente en los medios rabínicos. El control de autenticidad cristiana en el Reino está en las obras. “Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra” (v.24) es el cristiano auténtico. Ni vale como excusa el haber “profetizado en tu nombre” o el haber exorcizado “demonios” o el haber hecho “milagros” (v.22). No sólo los apóstoles, sino también otros “discípulos” habían recibido estos poderes “carismáticos” (Luc 10:1-9.17-20). Debe de tratarse de algunos discípulos que estuvieron unidos a El, pero que no tuvieron una entrega plena al mismo (Jua 6:60-64). Aunque el pasaje puede estar redactado con pequeños matices de “adaptación” en función de otra finalidad que a continuación se dice.
A la hora de la composición del evangelio, la sentencia debe de estar recogida para censurar además, concretamente, a grupos cristianos que, dotados de ”carismas” – profecías, exorcismos, milagros (v.22) -, confiaban en ellos como garantía de su auténtico cristianismo. Podían ser grupos o personas al estilo de los “carismáticos” de Corinto (1 Cor c.12-14). San Pablo dirá que si uno tuviese profecías, o “glosolalia,” o actos heroicos, milagros, y no tuviese caridad, “nada soy” (1Co 13:1-3). Ante la perspectiva de estos cristianos idealistas de la Iglesia primitiva, Mt trae esta sentencia del Señor con una oportunidad excelente. Como dirá la epístola de Santiago: “La fe sin obras es fe muerta” (Stg 2:17; Stg 2:14-26) 27.
Cristo llamó a su Padre “mi Padre” (v.21) en sentido excepcional. Cuando habla para otros dice “vuestro Padre,” o “tu Padre,” pero, al contraponerle con El, es “mi Padre.” Mt, que confiesa en su evangelio la divinidad de Cristo (Mat 12:6.8; 11, etcétera), con esta expresión habla de su filiación divina, máxime a la hora de la composición del evangelio.
Le dirán “en aquel día” (v.22). La expresión literaria procede del A.T. y tiene diverso valor “escatológico” (Is l0ss). En el Talmud significa el mundo a venir. En este contexto significa el “juicio final,” pues Cristo aparece como Juez de destinos eternos; es la “escatología” final (v.21). Es un pasaje de gran portada dogmática, aunque no es el único pasaje en que lo enseña el evangelio (Mat 25:31-64; Jua 5:22.27). En el mesianismo judío, el Mesías no tenía el atributo de ser Juez universal; sólo aparece en el libro apócrifo de Henoc, pero con funciones restringidas 27. Cristo se proclama con uno de los atributos de la divinidad.
También alegarán “muchos” de sus discípulos – la enseñanza tiene también una portada doctrinal por el enfoque “ético” de Mt – que realizaron obras “carismáticas” para ingresar en el reino; y, además, que lo hicieron “en tu nombre.” Esta expresión lo mismo podía tener un valor instrumental (dativo instrumental), como si se operasen estos “carismas” por la invocación de su nombre (Hec 19:13; cf. 3:6; Mar 9:38), que tener el valor de representación o por delegación suya (Mat 10:1). Pero esas obras “carismáticas” invocadas y aun hechas “en nombre” de Cristo no significan ni prueban ese amor que el Padre “exige” 28. “Judas mismo, con sus proyectos de traición, ha hecho milagros en compañía de otros apóstoles.” 29. Por eso Cristo les dirá: “Nunca os conocí,” en el sentido semita y elíptico, como discípulos míos.
“No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos”(v.21). La comunidad cristiana primitiva invocaba a Cristo con este nombre para confesar su divinidad. Se pensó si sería un eco de la invocación litúrgica de los étnico-cristianos en su invocación al Cristo celeste (Bousset). ¡Sería polemizar contra un verbalismo comunitario litúrgico! Otros piensan en discípulos que, para atraer la atención sobre ellos, tienen constantemente el Nombre en la boca (Bonnard). Los discípulos aparecen, en ocasiones, invocando a Cristo con este nombre (Mat 8:2.6.25; Mat 15:22; Mat 17:4, etc.; Luc 6:46). Cabe discutir si es la primitiva expresión o es la sustitución, v.gr., de rabí por los evangelistas – Iglesia primitiva – para confesar la divinidad de Cristo. De no ser esto, sería una expresión de gran respeto (Luc 6:46) 30. El término “iniquidad” (άνομιαν) en la terminología de Mt es la desobediencia a la ley cristiana (Mat 13:41; Mat 23:28; Mat 24:12).

Confirmación e ilustración parabólica de esta enseñanza (v.24-27).
Con una parábola en dos imágenes antitéticas, Cristo ilustra y confirma la enseñanza propuesta. La imagen es una parábola, pues sus elementos no tienen un sentido preciso, alegórico. La descripción de Mt no sólo es literariamente bella, sino que refleja exactamente el medio ambiente palestino 31. Su "descriptio typi" sólo tiende a ilustrar genéricamente la idea central de los que, “oyendo” la palabra de Cristo, luego no la practican o no la ponen por obra. Pero sin matizarse ni sugerirse ni ser fácilmente alegorizables los diversos elementos que la integran. Aparte que Cristo dice: “El que escucha mis palabras y las pone por obra, será semejante.” (v.24.26). Por eso toda precisión o matiz en este sentido no pasa de ser una alegorización subjetiva por “acomodación,” como los que veían en la “lluvia” las tentaciones carnales, en los “ríos” la avaricia, en los “vientos” la vanagloria y soberbia, etc. 32 ¿Acaso se apunta a épocas de persecución religiosa?
En la literatura rabínica se encuentran imágenes más o menos semejantes para tratar la siguiente cuestión: “¿Qué es más grande, el estudio (de la Ley) o la práctica (de la misma)? Rabí Tarfín: la práctica es más grande. Rabí Aqiba: el estudio es más grande” 33. Y sobre 120, Elíseo bar Abuya decía que el que hace muchas obras y estudia mucho la Ley se podría comparar a un hombre que da a su obra un cimiento de piedras y encima construye con ladrillos; por eso cuando sobreviene una gran inundación no le conmueven las piedras. Pero el que estudia mucho la Ley es como el que pone por cimientos ladrillos y construye encima con piedras; a esto basta una pequeña inundación para que todo se derrumbe 34.
El que “oye” y “practica” las enseñanzas de Cristo es semejante a un varón “prudente” (φρόνιμος). No se trata en este contexto bíblico del hombre inteligente o intuitivo, con un gran sentido práctico, sino del que cree y obedece estas enseñanzas anteriores y, en general, el que hace esto con el Evangelio. Este término se contrapone al “necio” (μωρός), y significa aquí “ligero,” en la práctica de su vida religiosa.
La conclusión es clara: la vida cristiana está sólidamente construida, como el edificio bien cimentado, si la fe se traduce en hechos, no en expresiones de deseos. En ello va la condena de un cierto quietismo religioso; acaso bastante acentuado en ciertas comunidades cristianas (Stg 2:14-26; Gal 5:6.13-15; Gal 6:10; 2Te 3:10-13), lo que presta más actualidad a la reproducción de este texto.
Lc trae una sentencia de este pasaje en otro contexto (Luc 13:26). El resto es semejante a Mt, aunque menos colorista y más sintético. Podrían ser versiones de una misma “fuente,” más que escrita, oral. Pero la perspectiva (Mat 7:22; Luc 13:26) de esta semejanza es definitivamente escatológica.

Reacción de las turbas ante estos discursos,Luc 7:28-29.
28 Cuando acabó Jesús estas instrucciones, se maravillaban las muchedumbres de su doctrina, 29 porque les enseñaba como quien tiene poder, y no como sus escribas.

Mt cierra éste, uno de los cinco grandes discursos de Cristo, con una frase que ya utilizará también en los otros cuatro grandes discursos (Mat 11:1; Mat 13:53; Mat 19:1; Mat 26:1). En varias ocasiones los evangelios recogen la “admiración” de las gentes ante las obras o dichos de Cristo: su “palabra,” que acusa la “autoridad” que tenía para expulsar demonios (Luc 4:36); pero aquí el motivo es por su “doctrina” y por el modo como la enseñaba: “como (ως) quien tiene autoridad (εξουσία) y no como sus escribas”; algunos códices añaden también a los fariseos 35. El sentido aquí del “como quien tiene autoridad,” tiene el sentido enfático afirmativo, no proporcional, como lo pide el contexto.
El procedimiento didáctico de los escribas y doctores era todo lo opuesto a la enseñanza de Cristo. Para enseñar oficialmente hacía falta haber sido discípulo de algún rabino y haber sido autorizado oficialmente, mediante la imposición de manos, para enseñar en Israel. Y había que enseñar con el argumento de autoridad de la “tradición,” a la que se daba más autoridad que al mismo texto sagrado 36. La interpretación de la Ley se hacía insertando, insípida y prolijamente, en sus enseñanzas, los dichos de otros rabinos célebres, y que se consideraban como prueba 37. La Mishna y el Talmud son un enorme almacén de ellos.
Cristo, que no había sido discípulo de ningún rabí, ni había recibido esta investidura oficial de la Sinagoga (Jua 7:15), se presenta como verdadero Maestro y con autoridad propia. Por eso no utiliza los dichos de los rabinos, para didácticamente encuadrarse en la legalidad de aquella “tradición” – casuística y problemática -, sino que decide por sí. La expresión recogida por el evangelista – que enseña “como el que tiene autoridad” y no como sus “escribas” – hace ver la fuerte contraposición que se establece, y que impresionaba a las turbas, sobre esto: El tenía autoridad, los escribas no tenían autoridad. Por eso, teniendo en cuenta los datos sacados de la Mishna y el Talmud, se ha escrito a este propósito: “Aquel que da el poder es Dios. Las palabras 'como teniendo poder' han de completarse así: Y que lo tiene de Dios” 38 (cf. Mar 1:22; Luc 7:45). En este discurso “artificial,” Mt sintetiza el poder y grandeza magisterial de Cristo en su vida docente.
Además, en aquel ambiente en que se movía, esta actitud magisterial evoca que El es el Mesías. En la conversación de Cristo con la Samaritana, le dirá a El: “Yo sé que el Mesías está para venir y que, cuando El venga, nos hará saber todas las cosas” (Jua 4:25) que se disputaban entre samaritanos y judíos, lo mismo que los puntos oscuros de la Ley. Con su conducta, Cristo se está proclamando Mesías.

1 P. Soiron, Die Bergpredigt Jesu (1941) p.397-403. – 1 Zorell, Lexicón col.738-740. – 2 Pirqé Aboth II 5; cf. Bonsirven, Textes n.14. – 3 Strack-B., II 221; cf. Lev 6:38; Lev 6:16.9; Mat 7:1.2.7.19; Mat 12:17. – 4 Sota I 7; cf. Bonsirven, Textes n.1443. – 5 Sanhedrin 100a; Strack-B., Kommentar. I p.444-445. – 6 Strack-B., o.c. I p.446. – 7 strack-b., i p.447-450. – 8 “Principium culmenque omnium rerum pretil margaritae tenent” (PLINIO, Nat. Hist. IX 34:106). – 9 MG 57:311. – 10 Didajé IX 5; Tertuliano, De praescript. 41:2. – 11 Didaje IX 5.12 – 12 Megüloh 12b. – 13 Eommven,LeJudaisme. (1934) I p.296; Borgé Hjerl Hansen, Rappro-chement poisson-serpent: RB (1948) 195-198. – 14 Bonsirven, Textes n.261-262. – 15 San Crisóstomo, In Matth. hom. 24. – 16 Nácar-Colunga, Sagrada Biblia (1949) p.1363 nt.13. – 17 Bonnard, L'évang. s. St. Matthieu (1963) p.102-103. – 18 Boxsirven, Textes n.633; Strack-B., o.c., I p.460. – 18 Shabbat 31a. – 19 Bonsirven, o.c., n.633; Strack-B., o.c., I p.460; Talmud bab. Shabb. 31a. – 20 La “puerta” después de “ancha” es omitida por algunos códices. Nestlé, Λλγ . graece et latine (1928) ap. crit. a Mat 7:13; Lagrange, évang. s. St. Matih. (1927) p.150. – 21 Strack-B., o.c., I p.461-463; Bonsirven, Textes n.424. – 22 Bonnard, o.c., p.102. – 23 Deu 30:19; Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p.151. – 24 Sanhedñn M. 10:4; Bonsirven, Textes n.1899. – 25 Strack-B., I p.443; II p.221. – 26 Didajé 11:7-12; 13:1.4. – 26 O. Cullmann, Dieu et César (1956) p.25. – 27 G. Bornkamm, Jesús von Nazareth (1956) p.81. – 27 Volz, Jüdische Eschatologie p.259ss; Strack-B., o.c., I p.978; II p.465; IV p.878.1095. – 28 S. TH., Sum. Theol. 2-2 q.172. – 29 San Jerónimo: Mal 26:58; cf. Mat 10:1. – 30 Bonnard, L'évang, s. Sí. Matth. (1963) p.106; J. Dupont, Gnosis (1949) p.74. – 31 A. Van Den Born, art. “casa,” Dict encycl. de la Bibl. (1960) col.1104ss; Willam, La vida de Jesús., vers. esp. (1940) 922-923; Vosté, Parabolae. (1933) II p.767 y n.l. – 32 Simón-Dorado, Praelect. biblicae X.T. (1947) p.556 n.386. – 33 Bonsirven, Textes. n.287; cf. o.c., p.728. Index Analytique-Lexique, “étu-des et moeurs.” – 34 Strack-B., o.c., I p.469. – 35 Nestlé, N.T. graece et latine, ap. crit. a Mat 7:29. – 36 Sanhedrin 11:3. – 37 Aboth 3:11; 5:8; cf. 15:2ss; Mar 7:5ss. – 38 Strack-b., o.c., p.470.

Fuente: Biblia Comentada

No juzguéis. Como lo revela el contexto, no se prohíben todos los tipos de juicios (v. Mat 7:16). Existe un tipo recto de juicio que se supone debemos ejercer con cuidadoso discernimiento (Jua 7:24). Juicios parcializados, hipócritas, con ventajas o de cualquier otro tipo de juicio injusto, están prohibidos. Sin embargo, para cumplir el mandamiento que sigue es necesario diferenciar a los perros y a los cerdos (v. Mat 7:6) de nuestros propios hermanos (vv. Mat 7:3-5).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El Sermón del Monte introduce una serie de cinco importantes discursos registrados en Mateo (vea la Introducción: Temas históricos y teológicos). Este sermón es una exposición maestra de la ley y un potente asalto al legalismo farisaico, cerrando con un llamado a la fe y salvación verdaderas (Mat 7:13-29). Cristo expuso el pleno significado de la ley demostrando que ella demanda lo que era humanamente imposible (cp. Mat 5:48). Este es el uso apropiado de la ley con respecto a la salvación: cierra cualquier posible ruta de méritos humanos que pretendan garantizar la salvación, y deja a los pecadores dependiendo absolutamente de la divina gracia para llegar a ella (cp. Rom 3:19-20; Gál 3:23-24). Cristo llegó hasta lo más profundo de la ley demostrando que la verdadera intención de sus demandas iban más allá del significado superficial de sus palabras (Mat 5:28; Mat 5:39; Mat 5:44) y fijó un estándar que es más elevado que el que habían llegado a alcanzar hasta entonces los más diligentes estudiantes de la ley Mat 5:20). Vea Luc 6:17-49.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Mat 7:1-6, EL JUICIO HACIA LOS DEMÁS
Introducción:
A. No hay otro texto en la Biblia más tergiversado que Mat 7:1-6. El primer versículo se ha aislado del resto del texto, y sin explicarse en su contexto, se ha usado para condenar a los que condenan, para criticar a los que critican, y para debatir que no se debe debatir (y ni cuenta se da de la inconsecuencia de lo que se hace), pero al mismo tiempo, no hay otro texto más descuidado aun por los hermanos en Cristo. Verdaderamente esta enseñanza es la puerta estrecha y el camino angosto (vers 13, 14).
B. Jesús expone la hipocresía de los que juzgan (condenan) a otros aunque tengan serios defectos en su propia vida que no quieren corregir.
C. Este tema se relaciona con varios asuntos tratados en Mat 5:1-48. Tiene que ver con el amor hacia el prójimo. Es interesante comparar Luc 6:27-42 (texto más o menos paralelo con partes del Sermón del Monte registrado en Mat 5:1-48; Mat 6:1-34; Mat 7:1-29). En Lucas el «No juzguéis» sigue inmediatamente después de «Amad, pues, a vuestros enemigos… Sed misericordiosos» (Mat 5:7; Mat 5:43-44).
I. ¿Por qué no debemos juzgar (en sentido malo)?
A. Para que no seamos juzgados. Para nuestra propia protección no nos conviene juzgar a otros. El que se ama a sí mismo no debe juzgar a otro, porque el juzgar a otro trae condenación para uno mismo.
B. Con el mismo juicio con que juzgamos seremos juzgados nosotros. Esta enseñanza es para nuestro propio bien. El propósito de la enseñanza es evitar la condenación de nosotros mismos.
C. Gál 6:1, «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». ¡Qué duros son algunos hermanos cuando algún miembro cae en pecado! Son muy fuertes en su condenación del hermano. ¿Quieren ser tratados de esta manera cuando caen ellos? Debemos ser espirituales y mansos en nuestro trato del hermano que peca, recordando que nosotros mismos podemos caer.
D. Luc 6:37 agrega, «No condenéis, y no seréis condenados». También agrega, «Perdonad, y seréis perdonados».
E. Lo maravilloso es el control que el cristiano puede tener sobre este asunto. Cada quien decide por sí mismo cómo quiere ser juzgado o medido. ¿Queremos que otros nos juzguen con tolerancia y benevolencia? Entonces, juzguemos a otros con tolerancia y benevolencia. ¿Queremos que otros nos juzguen con intolerancia y dureza? Entonces, juzguemos a otros con intolerancia y dureza.
F. Es importante que seamos consecuentes. Si usamos una medida (regla) muy estricta para medir a otros, no esperemos que ellos usen una medida muy floja para juzgar a nosotros. Si somos muy exigentes hacia ellos, serán muy exigentes hacia nosotros. Si usamos de misericordia para con ellos, usarán de misericordia para con nosotros. «Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia» (Stg 2:13). Esto se refiere al juicio de Dios, pero también se puede aplicar al juicio humano. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mat 5:7).
G. Por lo tanto, debemos ser pacientes con otros, para que sean pacientes con nosotros. Queremos que otros traten de comprender nuestros problemas, dificultades, flaquezas, etc.; por eso, debemos hacer lo mismo con ellos. Queremos que otros sean generosos para con nosotros; por eso, debemos ser generosos para con otros. Queremos que otros sean justos con nosotros; por eso, seamos justos con otros. «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos» (ver 12).
H 1Co 13:4-7 describe el amor — la buena voluntad — que el cristiano siempre debe tener para con todos, y mayormente para con sus hermanos.
II. Segaremos lo que sembramos. Gál 6:7, «todo lo que el hombre sembrare, eso también segará». Si sembramos juicios severos y duros, es precisamente lo que segaremos (otros serán severos y duros para con nosotros).
III. La viga y la paja.
A. Ver 3, «¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?» Jesús pinta la imagen de un hombre con una viga (un tronco, un madero) en el ojo. Emplea la exageración para enfatizar el punto. ¡Qué absurdo que alguien con tronco en su ojo inspeccione el ojo de otro para sacar una paja!
B. Es caso de un oftalmólogo ciego. ¿Cuántos dejarán que el oftalmólogo cegado por una viga en el ojo examine sus ojos para hacer alguna corrección? En Luc 6:37-42 se pregunta, «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?» Hace esta pregunta en el mismo contexto que prohibe el juzgar (el condenar). En el ver 37 dice, «No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados», y en los vers 41, 42 habla de la viga y la paja. Entre estos versículos se habla del ciego, porque el que tiene la viga en el ojo es ciego y no puede no puede ver para guiar o corregir a otro ciego. Está incapacitado por la viga en su ojo.
C. En el mismo texto (el ver 40) Jesús dice, «El discípulo no es superior a su maestro». Por eso, si el maestro es ciego y «corrige» al discípulo, éste será como aquél. El discípulo (la persona corregida) será hecho a la imagen de su maestro (que tiene viga en su ojo). «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, la hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros» (Mat 23:15).
D. Luc 18:9-12, Dios detesta la actitud de los que confían en sí mismos como justos y menosprecian a los otros.
IV. Saca primero la viga de tu propio ojo.
A. ¿No se debe sacar la paja? ¿Prohibe Jesús que saquemos la paja del ojo del hermano? No, porque el versículo 5 indica que esto se debe hacer.
B. Pero primero que todo, debemos tener actitud correcta hacia nuestros propios pecados. Seamos como el publicano que dijo, «Dios, sé propio a mí, pecador» (Luc 18:13). Lo haremos si somos pobres en espíritu (Mat 5:3). Seamos como la mujer de Luc 7:38, y como el hijo pródigo de Luc 15:17-19.
C. Es necesario que estemos conscientes de nuestras propias flaquezas, faltas y debilidades. Rom 2:17-21, dice Pablo que el maestro practicar lo que enseña. Mat 23:2-3, Jesús dice que los escribas y fariseos no practicaban lo que enseñaban, sino que solamente imponían la enseñanza sobre otros 2Co 13:5, Pablo insiste en que nos examinemos. Rom 12:3; Rom 12:16; Gál 6:3, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que debe tener.
D. Si no nos corregimos primero, no conviene juzgar a otros. Compárese el hermano mayor de Luc 15:30; no se corrigió a sí mismo para poder juzgar a su hermano. El fariseo de Luc 18:11 no quiso corregirse a sí mismo para poder juzgar al publicano. Debemos practicar la disciplina en la iglesia, pero que todos seamos fieles (Gál 6:1-3, «espirituales») para poder hacerlo, quitando primero la viga (toda especie de carnalidad, Gál 5:19-21) del propio ojo antes de corregir al hermano caído.
E. Para tener visión moral y espiritual, es indispensable que se quite la viga del ojo. Si el ojo de algún hermano es maligno (Mat 6:22-23), le falta visión para corregir a otros. La viga oscurece la visión y es imposible sacar la paja del ojo del hermano.
V. Entonces — después de quitar la viga de nuestro propio ojo — podemos y debemos juzgar con justo juicio.
A. El abuso del texto. Muchos usan mal este texto para condenar toda forma de juzgar; dicen que no debemos nunca criticar o juzgar a otros. Este texto no enseña tal cosa. (1) Es necesario juzgar perros y cerdos, ver 6. Para no desobedecer este versículo es indispensable que juzguemos a los tales. No solamente se puede decir que no es pecado juzgarles, sino también se debe agregar que si no se hace, entonces este texto se ignora. Los perros son los carnales, Gál 5:19-21. (2). Mat 7:15, «Guardaos de los falsos profetas». Para obedecer este mandamiento es necesario juzgar a los tales. (3). Rom 13:1-4, el gobierno es el siervo de Dios para juzgar y castigar al criminal. (4). Mat 18:17; 1Co 5:1-13, etc. La iglesia tiene que juzgar a los miembros infieles que no quieren arrepentirse. (5). Jua 12:47-48, la palabra predicada juzgará a todos en el Día Final.
B. En fin, es necesario juzgar con juicio justo, Jua 7:24. «No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio». El juicio debe ser justo e imparcial, Lev 19:15-18. Es malo juzgar sin evidencia adecuada para sostener la acusación. Es injusto juzgar a otro si la acusación se basa en rumores, sospechas y chismes. El que llama a su hermano «necio» o «fatuo» no le juzga con juicio justo. El que juzga el corazón (el propósito) de otro no juzga juicio justo, porque solamente Dios conoce el corazón.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL ERROR DE JUZGAR

Mateo 7:1-5

No juzguéis a otras personas, para que no os juzguen a vosotros; porque el baremo que apliquéis a otros os la aplicarán a vosotros, y con la medida que midáis a otros os medirán a vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota de polvo que tiene tu hermano en un ojo, y no te das cuenta de que tienes una viga en el tuyo? ¿Cómo le vas a decir a tu hermano: «Déjame que te quite la mota de polvo que tienes en el ojo», cuando tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Quítate primero la viga que tienes en tu ojo, y entonces verás bien para quitarle a tu hermano la mota de polvo que tiene en el suyo.

Cuando Jesús hablaba así, como lo hizo tan frecuentemente en el Sermón del Monte, estaba usando palabras e ideas familiares en los pensamientos elevados de los judíos. Muchas veces los rabinos habían advertido del peligro de juzgar a los demás. «El que juzga a su prójimo favorablemente -decíanserá juzgado favorablemente por Dios.» Establecían que había seis grandes buenas obras que le daban crédito a una persona en este mundo y provecho en el mundo venidero: el estudio, el visitar a los enfermos, la hospitalidad, la práctica de la oración, la educación de niños en la Ley, y el pensar siempre lo mejor de los demás. Los judíos sabían que la benevolencia en el juicio es, además de un gesto sumamente simpático, nada menos que un deber sagrado.

Uno habría creído que éste sería un mandamiento fácil de obedecer, porque la Historia está alfombrada de recuerdos de los más sorprendentes errores de juicio. Ha habido tantos que se habría podido pensar que esto sería una advertencia para no juzgar en absoluto.
Así ha pasado, por ejemplo, en la historia de la literatura. En la Edinburgh Review de noviembre de 1814, Lord Jeffrey hizo una revista del poema recién publicado de Wordsworth The Excursion, en la que dictaba la ya famosa, o infame, sentencia: «No servirá nunca para nada.» En una revista del Endymion de Keats, The Quarterly se pronunciaba en tono paternalista: «Una cierta medida de talento que merecería aplicarse como es debido.»

Una y otra vez, hombres y mujeres que han llegado a ser famosos han sido tratados como nulidades. En su autobiografía, Gilbert Frankau cuenta que, en tiempos de la Reina Victoria, la casa de su madre tenía un salón donde se reunían las personas más brillantes. Su madre se encargaba de programar el entretenimiento de sus huéspedes. Una vez contrató a una joven soprano australiana. Después que cantó, la madre de Frankau dijo: «¡Qué voz tan horrible! ¡Habría que ponerle un bozal para que no volviera a cantar más!» La joven soprano era Nellie Melba.
El propio Gilbert Frankau estaba montando una comedia. Mandó buscar en una agencia teatral un joven actor que hiciera el papel principal. El joven fue sometido a una entrevista y a una prueba. Después, Gilbert Frankau le dijo por teléfono al agente: «Este hombre no vale para nada. No sabe actuar, y nunca podrá actuar, y lo mejor que puedes hacer es decirle que se busque otra profesión para no morirse de hambre. Por cierto, dime otra vez su nombre para que lo tache de mi lista.» El actor era Ronald Colman, que llegó a ser uno de los más famosos actores de cine de todos los tiempos.
Una y otra vez ha habido personas que han cometido los más flagrantes errores morales de juicio. Collie Knox cuenta lo que les sucedió a él y a un amigo. Él había quedado malherido en un accidente aéreo mientras servía en las fuerzas aéreas británicas. Su amigo había recibido una condecoración en el palacio de Buckingham por su valor. Iban vestidos corrientemente y estaban comiendo juntos en un famoso restaurante de Londres, cuando llegó una chica y le dio a cada uno una pluma blanca -el emblema de la cobardía.
Será difícil encontrar alguien que no haya sido culpable de algún grave juicio erróneo; o que lo haya sufrido de otras personas. Y sin embargo, lo raro es que no habrá otro mandamiento de Jesús que se olvide o quebrante con más frecuencia.

SÓLO DIOS PUEDE JUZGAR

Mateo 7:1-5 (conclusión)

Hay tres grandes razones para no juzgar a nadie.

(i) Nunca conocemos totalmente los Hechos o a la persona.

Hace mucho, el famoso rabí Hil.lel dijo: «No juzgues a nadie hasta que hayas estado tú en sus mismas circunstancias o situación.» Nadie conoce la fuerza de la tentaciones de otro. Uno que tenga un temperamento plácido y equilibrado no sabe nada de las tentaciones de otro que tenga un genio explosivo y unas pasiones volcánicas. Una persona que se haya criado en un buen hogar y en círculos cristianos no sabe nada de las tentaciones de la que se ha criado en una chabola, o entre gente del hampa. Un hombre que haya tenido buenos padres no sabe nada de las tentaciones del que ha recibido de los suyos un mal ejemplo y una mala herencia. El hecho es que, si supiéramos lo que algunas personas tienen que pasar, en vez de condenarlas, nos admiraría el que hubieran conseguido ser tan buenas como son.

Y todavía conocemos menos a la persona total. En un cúmulo de circunstancias, una persona puede ser vulgar y desagradable, mientras que en otro entorno esa misma persona sería una torre de gracia y fortaleza. Mark Rutherford nos presenta en una de sus novelas a un hombre que se casó por segunda vez. Su mujer también había estado casada antes, y tenía una hija adolescente. La hija parecía una criatura desagradable, sin una pizca de atractivo. El hombre no la podía entender. Entonces, inesperadamente, la madre se puso enferma. Inmediatamente se produjo una transformación en la hija. Se convirtió en una perfecta enfermera, la encarnación del servicio y de la devoción incansable. Su hosquedad se iluminó repentinamente con un fulgor radiante, y apareció en ella una persona que nadie habría soñado que estuviera allí.
Hay una clase de cristal, el espato de labrador que, a primera vista está turbio y sin brillo; pero si se va moviendo poco a poco, se llega de pronto a una posición en la que la luz le penetra de cierta manera y centellea con una belleza casi deslumbrante. Hay personas que son así. Pueden resultar antipáticas simplemente porque no las conocemos del todo. Hay algo bueno en todo el mundo. Nuestro deber es no condenar ni juzgar por lo que aparece a la superficie, sino buscar la belleza interior. Eso es lo que querríamos que los demás hicieran con nosotros, y lo que debemos hacer con ellos.

(ii) A todos nos es prácticamente imposible el ser estrictamente imparciales en nuestros juicios. Una y otra vez presentamos reacciones instintivas e irracionales con la gente.

Se dice que a veces, cuando los griegos tenían un juicio particularmente importante y difícil, lo tenían a oscuras para que ni el juez ni el jurado pudieran ver a la persona que juzgaban, para que no fueran influenciados nada más que por los Hechos del caso.
Montaigne tiene una historia macabra en uno de sus ensayos. Hubo un juez persa que había dado un veredicto parcial bajo la influencia del soborno. Cuando el rey Cambises descubrió lo que había sucedido, mandó ejecutar al juez. Luego mandó que le quitaran la piel al cadáver para conservarla; y tapizó con ella el sillón en que se sentaban los Jueces en el tribunal para dictar sentencia, para que les recordara que no debían permitir nunca que ningún prejuicio o consideración personal, y menos el cohecho, afectara jamás sus veredictos.
Sólo una persona totalmente imparcial tendría derecho a juzgar. No le es posible a la naturaleza humana ser completamente imparcial. Sólo Dios puede juzgar.
(iii) Pero fue Jesús Quien estableció la razón suprema por la que no debemos juzgar a los demás. Nadie es lo bastante bueno para juzgar a otro. Jesús hace la caricatura de un hombre que tiene una viga metida en un ojo, que se ofrece para quitarle una mota de polvo que tiene otro en el ojo. El humor de esa escena provocaría una carcajada que grabaría la lección indeleblemente.

Sólo uno que no tuviera ninguna falta tendría derecho a buscarles a los demás las suyas. Nadie tiene derecho de criticar a otro a menos que por lo menos esté preparado a intentar hacer mejor lo que critica. En todos los partidos de fútbol o del deporte que sea están las gradas llenas de críticos violentos que harían un pobre papel si bajaran al terreno de juego. Todas las asociaciones y todas las iglesias están llenas de personas dispuestas a criticar desde sus puestos, y aun sillones, de miembros, pero que no están dispuestos a asumir ninguna responsabilidad. El mundo está lleno de personas que reclaman su derecho a criticarlo todo y a mantener su independencia cuando se trata de arrimar el hombro.

Nadie tiene derecho a criticar a otro si no está dispuesto a ponerse en la misma situación. No hay nadie que sea suficientemente bueno para tener derecho a criticar a otros.
Tenemos de sobra que hacer para poner en orden cada uno su propia vida sin ponernos a ordenar criticonamente las de los demás. Haríamos bien en concentrarnos en nuestros propios defectos, y dejarle a Dios los de los demás.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 07

e) No juzguéis (Mt/07/01-05).

1 No juzguéis, y no seréis juzgados; 2 porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis seréis medidos.

Nuestra trastornada naturaleza tiende a enjuiciar a otros. De este juicio se origina fácilmente la condenación. A esto se refiere Jesús, cuando prohíbe juzgar al prójimo. El motivo de esta prohibición es que no seamos juzgados nosotros, es decir, no seamos condenados con especial rigor. El que juzga a los demás, se atribuye un derecho que no tiene. Se inmiscuye en el derecho de Dios, a quien sólo es posible e incumbe juzgar certeramente. El que enjuicia a los demás, sobrepasa la medida del hombre y ahora es remitido a esta medida. De este modo también se dice que cualquier condenación humana es transitoria e insegura, que nunca hace plena justicia. Más vale callar diez veces que hablar injustamente una vez. En el perdón Jesús ya ha convertido la conducta con el prójimo en la norma de la conducta de Dios con nosotros: sólo quien perdona al prójimo, puede también confiar en el perdón de Dios (6,12.14s). Aquí se aplica al juicio este principio. La misma sentencia con que gravamos al hermano, Dios la pronunciará sobre nosotros. Con la medida que aplicamos al hermano, Dios también nos medirá a nosotros. El que espera de Dios indulgencia y misericordia y un juicio magnánimo, debería también tenerlos con su prójimo. El que juzga de una forma acerba y fría, injusta cuando no calumniosa, tiene que esperar que Dios también la trate sin misericordia. ¿Qué sería de nosotros, si Dios nos tratara como tratamos con frecuencia a nuestros prójimos? «Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio» (/St/02/13).

3 ¿Por qué te pones a mirar la paja en el ojo de tu hermano, y no te fijas en la viga que tienes en el tuyo? 4 ¿O cómo eres capaz de decirle a tu hermano: Déjame que te saque la paja del ojo, teniendo tú la viga en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! Sácate primero la viga del ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Es un ejemplo drástico. El que condena al prójimo está a punto para el juicio en que todos somos deudores de Dios. Las críticas y la voluntad de corregir faltas ajenas son similares al juicio. En esta voluntad con frecuencia no notamos las propias debilidades, solamente vemos las otras agigantadas. Mírate primero a ti, dice Jesús, y corrige tu propia vida. Cuando ya lo hayas logrado, entonces también puedes ayudar al hermano. Si procedes de otra manera, eres un hipócrita, que parece o quiere parecer mejor de lo que realmente es. El Evangelio dice después todavía con mayor claridad (18,15-20) lo que aquí se afirma sobre el deber de la mutua corrección fraterna. Aquí se pretende decir que sólo tiene derecho a la censura fraterna, el que antes se ha examinado y corregido a sí mismo. Así debe hacerse entre cristianos. ¿Ha penetrado esta norma en nuestra carne y en nuestro espíritu?

f) Las cosas santas (Mt/07/06).

6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas, y luego se revuelvan para destrozaros a mordiscos.

No es muy clara la verdadera relación del versículo. Es una orden dada por Jesús para la misión de los discípulos. La perla es el Evangelio, la palabra de Dios. Sólo se puede anunciar el Evangelio, donde también es aceptado con buena disposición. No puede ser desperdiciado ni se ha de dilapidar. Se debe administrar con esmero. De no ser así, no solamente se profanan las cosas santas, y son pisoteadas por los cerdos. sino que también se pone en peligro al mensajero. La recusación provocada del mensaje se acrecentará hasta llegar al odio contra los mensajeros. Se vuelven y os destrozan. Jesús ha anunciado a los discípulos fracasos e incluso persecuciones. Pero éstas no pueden estar causadas por propia imprudencia o por falta de discernimiento. Más de una impertinencia, de tipo sectario, en la difusión del Evangelio resultaría reprobable, confrontada con este precepto del Señor. Hemos de mostrar amor a todos los hombres; pero en las palabras, en el contenido del mensaje, en el mismo misterio divino se requiere tacto y diligencia. Ambas cosas ha de mantener el discípulo ante su consideración: el ansia de proclamar el Evangelio y la obligación de no profanar ni desfigurar la palabra santa. Esta es una importante advertencia también para nosotros, que vivimos entre muchos hombres para quienes los pensamientos cristianos han llegado a ser extraños.

g) Poder de la oración (Mt/07/07-11).

7 Pedid, y os darán; buscad, y encontraréis; llamad, y os abrirán. 8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, le abren.

Si Dios es el Padre que sabe todo lo que se refiere a nosotros, y se cuida de todo, también estará siempre presente para favorecernos. En la oración se muestra si realmente creemos. En ella tenemos que confesar que dependemos de él y que solos no nos bastamos. La oración bien hecha es una piedra de toque de nuestra fe y de nuestra humildad. Pedid, y os darán. Esta frase suena como si fuese una ley. A una cosa le sigue necesariamente la otra, al ruego confiado sigue la pronta concesión de lo que se pide. Aquí no se hace diferencia entre peticiones importantes y poco importantes, justificadas y no justificadas. Sobre estas diferencias se nos habla en otros textos (Cf. 16,22s; 17,20; 18,19s; 20,20-23; 21,20-22). Aquí lo que se recalca es la certeza de que Dios nos escucha. El que ha entendido lo precedente y vive de acuerdo con ello, experimenta diariamente cuán sencillo es. Siempre es una oración en Dios la de aquel que vive para Dios y confiando en Dios. El que así vive, sabe con seguridad que todas sus peticiones hechas «en Dios» son escuchadas tan pronto como él las presenta.

éste es el misterio de la oración suplicante, que Jesús con tanta frecuencia promete que será sin duda escuchada. No hay que recurrir a ningún medio de ejercer por así decir presión sobre Dios, sino vivir como el discípulo que está enteramente subordinado al reino de Dios. Le resultará tan natural como los acontecimientos de la vida cotidiana: si se busca algo caído por el suelo, pronto se encuentra; si se llama a la puerta del vecino o si se toca el timbre, se abre la puerta. Tan sencillo y normal será para el discípulo lo que es tan anormal e inaudito, o sea, que Dios incesantemente nos escucha.

9 ¿O habrá entre vosotros algún hombre, a quien su hijo pida pan, y le dé una piedra? 10 o si le pide pescado, ¿acaso le dará una serpiente? 11 Y si vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿con cuánta más razón vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?

Solamente se tiene que creer que Dios es Padre. Entonces todo se explica naturalmente. Sucede como en vuestra vida; pues vosotros no sois padres inhumanos que deis a vuestros hijos una piedra en vez de pan, o una serpiente en vez de un pescado. Os ocupáis de vuestros hijos y de vuestras familias, ponéis empeño en alimentarlos y en darles alegría. Sabéis exactamente lo que son las obligaciones de un buen padre.

Así procede también Dios con nosotros. Sólo con la diferencia de que a él le compete todavía mucho más de lo que se puede decir de los padres terrenos, puesto que sois malos. Son palabras que tienen un sonido duro y penetrante. Jesús no nos ha expuesto una «doctrina acerca del hombre», ni siquiera aquí en el sermón de la montaña, pero aquí y allá desciende como un rayo una luz sobre su concepto de hombre. Así sucede aquí. Jesús sabe lo que hay en el hombre y que está arraigado en el mal. Probablemente Jesús aquí no alude tanto al hecho de que a veces procedemos mal y siempre pecamos, sino a esta cercanía general, a esta afinidad e inclinación al mal. Esta tendencia es tan fuerte, tan profundamente enraizada en nosotros, que por ella somos «malos» aunque no sólo y únicamente mentira y pecado. En todo caso, damos a nuestros hijos cosas buenas y los preservamos de lo nocivo. Esto lo hace Dios mucho más que cualquier padre terreno. Solamente piensa en repartir cosas buenas. Cuando rogamos, nunca hemos de temer que se nos dé algo nocivo, ni siquiera cuando «la cosa buena» nos venga bajo la forma de la enfermedad purificadora, de la soledad, de la asechanza o en cualquier forma de sufrimiento. Si viene del Padre, siempre es conveniente para nosotros.

h) Regla áurea (Mt/07/12).

12 Por eso, todo cuanto deseéis que os hagan los hombres, hacedlo igualmente vosotros con ellos. Porque ésta es la ley y los profetas.

Esta regla de la conducta humana no es típicamente cristiana. Los paganos y los judíos prestigiosos también han establecido el mismo principio: debemos tratar a los demás tal como nosotros deseamos ser tratados. Pero Jesús también dice estas palabras de razón y de filosofía naturales. En Jesús este principio adquiere un nuevo sentido. Porque la norma es distinta de la que podría establecer un pagano o un judío. Jesús ha hablado del amor, que no conoce medida, porque toma su medida en Dios y ni siquiera excluye al enemigo. Este amor es lo que espero del hermano, del compañero en la fe cristiana, y lo que él también puede esperar de mí. La regla áurea es solamente una forma que puede ser llenada con diferente contenido. Nadie reclamará terminantemente el derecho a ser tratado así. Primero aplicará la pretensión a sí mismo. Pero la experiencia de lo que me alegra o molesta, es una norma segura de cómo debo acoger a los demás. ¿No se dificulta de nuevo la comprensión con la frase: Porque ésta es la ley y los profetas? Esta frase nos dice que la regla áurea corresponde al contenido fundamental del Antiguo Testamento en el respecto moral. El evangelista quiere decir lo que ya estaba expresado en 5,17: Jesús no ha abolido la antigua ley, sino que le ha dado cumplimiento por medio del nuevo modo de entender y del sentido más profundo, del mensaje del amor. La antigua ley permanece, pero con un espíritu nuevo. Así sucede también en nuestra vida cotidiana. En ella encontramos mucha prudencia humana, sabiduría y experiencia, en la conversación o en los libros. Por la fe cristiana no se borra nada verdadero ni sublime, antes bien permanece, pero debe cumplirse y perfeccionarse con el espíritu de Jesús.

5. Los DISCÍPULOS ANTE EL JUICIO (7,13-27).

En la sección precedente (6,19-7,12) la arquitectura del sermón de la montaña ya pareció menos consistente. Así continúa hasta el fin. Pero los últimos fragmentos tienen un punto de vista común: la perspectiva del fin, la expectación del juicio. Primero se hace un llamamiento a ir por la «puerta estrecha» (7,1 3s). Sigue una advertencia contra los falsos profetas, que sólo puede ser bien entendida, si se tiene en cuenta el fin (7,13-20). Luego viene una sección sobre el verdadero criterio del discípulo en el juicio (7,21-23). Toda la disertación concluye con una vigorosa parábola (7,2627).

a) Vida o perdición (Mt/07/13-14).

13 Entrad por la puerta estrecha; que es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella, 14 y es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que dan con ella.

La imagen de los dos caminos es antigua. Se usa con frecuencia en los salmos para describir y diferenciar el camino que siguen en su vida el malvado y el justo. Aquí se han juntado las dos imágenes: la puerta, que puede ser estrecha o ancha, y el camino, que puede ser amplio o angosto. Ambas dicen algo que tiene validez: el camino es imagen del curso de la vida. La vida está implicada en el fluir del tiempo y es una peregrinación sin descanso hasta alcanzar un término. Se designa este término con la segunda imagen: la puerta, la cual alude a tres hechos concretos: la muerte, el juicio, y el cese y nuevo principio. Las dos imágenes juntas ilustran el sentido de nuestra vida. Jesús las emplea aquí con palabras sombrías, francamente pesimistas. La perdición es la única posibilidad de la amplia puerta y del cómodo y confortable camino, la vida es la otra posibilidad de la puerta estrecha y del camino molesto y angosto. La perdición y la vida están una enfrente de la otra. Una de ellas alude a la ruina, al horror del infierno; la otra alude a la salvación, a la gloria de estar redimidos. Con la palabra «vida» se hace alusión a algo perfecto: la duración interminable, la felicidad de todo el hombre con cuerpo y alma por obra de Dios. No hay una tercera posibilidad. Pero lo más terrible es la proporción numérica. Muchos van por la puerta ancha a la perdición, y pocos son los que dan con la puerta estrecha.

Aquí tocamos uno de los enigmas más torturantes de la vida humana: el de la predestinación. «¿Son pocos los que se salvan?» (Luc 13:23). ¿Quién se salva y quién no se salva? ¿Los ha predestinado Dios? ¿y con qué eficacia? Estos dos versículos en primer lugar declaran algo del tiempo presente -aproximadamente con este sentido: el camino cómodo de la mediocridad, incluso del pecado y del vicio, es muy transitado-. En cambio de hecho son pocos los que encuentran la senda angosta, que señala directamente hacia Dios, en pocas palabras: el camino del sermón de la montaña. Así lo ha experimentado el mismo Jesús y, después de él, la Iglesia primitiva; así también parece que nos lo enseñe también nuestro propio conocimiento. Pero todo el peso recae en la exhortación contenida al principio de este versículo: Entrad por la puerta estrecha. Es decir, esforzaos por encontrar el verdadero camino y la verdadera puerta. No es de vuestra incumbencia especular cuántos se salvan o no se salvan. A vosotros os incumbe hallar la verdadera entrada, que conduce a la vida (Así hay que entender el texto paralelo de Luc 13:23 s. En lo fundamental la declaración de san Mateo tiene que coincidir con la de san Lucas, y la exposición anterior puede mostrar que también aquí se da esta coincidencia).

b) Los falsos profetas (Mt/07/15-20).

15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.

En el Antiguo Testamento Dios tuvo que prevenir a menudo contra los falsos profetas, que no estaban llamados por él y no anunciaban su palabra. El diablo es la «mona de Dios» y, por tanto, no sorprende que en todo lo santo haga una caricatura y quiera concurrir. Así continuó también sucediendo en la naciente Iglesia, en la que había apóstoles y falsos apóstoles, maestros y herejes, profetas y seudoprofetas. No es fácil conocerlos, porque se han echado sobre los hombros la capa de la verdadera doctrina, del desinterés afectado. Los vestidos con piel de oveja significan el vestido peculiar de los cristianos, la apariencia de la fe y de la vida cristianas. La impresión externa contradice enteramente la manera interna de ser: en realidad son lobos rapaces. El lobo es el enemigo mortal del rebaño, se mezcla sin ser reconocido y, de una forma solapada, con las ovejas. Abusa de la confianza ingenua de éstas, manifestando repentinamente su verdadero modo de ser y despedazando las ovejas. Así sucederá con los que no buscan a Dios, sino a sí mismos. A los discípulos no solamente les amenaza desde fuera el peligro de persecuciones y de difamación (Luc 5:11 s), sino también desde dentro el peligro de falsos profetas. Este peligro que proviene de dentro es más difícil de conocer. No es fácil distinguir el auténtico maestro del falso. Se nos propone aquí un criterio irrefutable. Ante todo, las palabras de los falsos profetas no cuentan: los discursos, las predicaciones y los argumentos nos pueden engañar, pero nunca cabe un engaño, si buscamos los «frutos», la vida, la fe traducida en obras.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso de los espinos se cosechan uvas o de los cardos higos? 17 Así todo árbol bueno da frutos buenos, y el árbol podrido da frutos malos. 18 No puede un árbol bueno producir frutos malos, ni un árbol podrido producir frutos buenos.

Jesús muestra el camino inspirándose en la naturaleza, en la cual está en vigor la siguiente ley: lo sano y fuerte da fruto sano, pero lo enfermo y débil produce frutos mezquinos y sin valor. Lo mismo sucede en el hombre. Su vida forma una unidad; tienen que coincidir sus sentimientos, su manera de pensar, su querer y su acción. Si se abre una grieta a través de esta unidad, si el hombre cumple un mandamiento de Dios sólo exterior y formalmente, pero en su interior piensa de otra manera, entonces esta grieta puede también reconocerse exteriormente. A la larga sólo subsiste el conjunto. Los frutos no son distintos actos, sino -como en el árbol- el fruto en total, toda la vida. También hoy día hay falsos profetas, que pretenden venir por encargo de Dios y aparentar un verdadero cristianismo, y sin embargo son los enemigos del rebaño. En casos particulares hay que ser prudentes en la manera de juzgar, pero una cosa siempre nos es posible: preguntar por los frutos, por toda la vida, que está formada por el amor activo, por la fe no falseada, sobre todo por la humildad y la obediencia. Muchas cosas que parecen «nuevas», resistirán brillantemente esta prueba; otras saldrán desaprobadas.

19 Todo árbol que no da fruto bueno, lo cortan y lo echan al fuego. 20 Así pues, por sus frutos los conoceréis.

El juicio de la historia es el juicio de Dios. Esta frase, en cierto sentido, también vale aquí. Muchas cosas que no perduran en el tiempo ni en la vida terrena, tampoco son salvadas aquí sobre el foso del juicio. Ya están juzgadas aquí de tal forma que el definitivo juicio sólo sea la confirmación. El árbol podrido y huero, que no produjo ningún fruto alimenticio, ya no sirve para nada. El agricultor lo corta y lo quema. San Juan Bautista ya ha empleado la metáfora y con ella ha descrito el juicio. Lo mismo hace Jesús: el árbol estéril es presentado al juicio de Dios, y es aniquilado con su fuego. Esto se dice aquí sobre todo de los falsos profetas. Pero también puede aplicarse a los otros discípulos de Jesús. Lo que en todos los fragmentos precedentes ha sido inculcado incesantemente, ahora obtiene su energía y perentoriedad ante el juicio: sólo puede resistir al fuego del juicio toda la vida formada en la fe y el amor.

c) La confesión de fe y las obras (Mt/07/21-23).

21 No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

No interesan las palabras, sino los hechos; Tampoco interesan las palabras de confesión y de elogio. Señor, Kyrie, es la antiquísima invocación de Jesús, con la cual la fe en el ensalzamiento encontró su vigorosa expresión. Pero a esta confesión verbal de Jesús como Señor tiene que corresponder la confesión de los hechos. Y las obras no deben estar dirigidas a otra cosa que a cumplir la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Aquí tenemos la unidad de la antigua y de la nueva alianza: la voluntad de Dios -dada a conocer en la antigua alianza y «cumplida» por Jesús-, la confesión de Jesús como «Señor». Jesús no ha defendido doctrinas particulares; tampoco pueden hacerlo los maestros y profetas cristianos. La voluntad de Dios es para todos el objetivo que indica la dirección. Estas palabras podrían ser para los judíos un puente que los condujera a Cristo…

22 Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre arrojamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos prodigios? 23 Pero entonces yo les diré abiertamente: Jamás os conocí; apartaos de mí, ejecutores de maldad.

En aquel día, es decir, el día del juicio. Los que entonces comparecen ante Jesús saben que él es el juez y que ha de dictar sentencia. Se vuelven a él y le llaman como antes en el culto divino, diciendo: «¡Señor, Señor!» Entonces empiezan a enumerar no solamente sus sermones y la doctrina que han proclamado, las cartas y libros que han escrito, sino sus obras. Estas obras dan testimonio de una dotación especial de fuerzas sobrenaturales. Jesús en su tiempo había provisto de ellas a los apóstoles: «Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios» (Mat 10:8). Más tarde en el trabajo misional también han llevado a término las mismas acciones. También otros estaban provistos del mismo don (dado por el Espíritu) de hablar y de hacer milagros. Ellos dicen: Hemos vaticinado, es decir hemos hablado proféticamente en el Espíritu para edificación (Cf. 1 Cor 14); hemos arrojado demonios; hemos hecho milagros. Y todo eso lo hicimos en tu nombre, es decir apelando al poder del «Señor» e invocando su nombre, como lo sabemos por las curaciones de Pedro: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, anda» (Hec 3:6). Eran obras que han sido llevadas a cabo por la fe en Jesús y para el servicio de la Iglesia. Pero ellos están solos y separados junto a la propia vida, porque no han cumplido la voluntad de Dios.

La sentencia del juez es de una severidad insólita: Jamás os conocí. El mensajero de Jesús sólo debe ejercer la actividad del «Señor», debe ser el brazo y la mano del Señor enaltecido. Siempre se alude a esto cuando los apóstoles dicen «en su nombre» o «en el nombre de Jesús». Cristo tiene que estar en la vida personal de su mensajero, como lo está en su cargo. Cristo ha «conocido» al que se ha identificado con él. Está en él y con él, porque dirige sus pensamientos y le conduce en sus caminos. Es un conocimiento amoroso, una mutua familiaridad, una actuación recíproca de uno en el otro. Pero si se abre una hendidura a través de esta vida, no solamente no funciona por así decir uno de los dos motores, sino que el otro es ineficaz. Las señales, por brillantes y prodigiosas que sean, nunca pueden sustituir la falta de amor activo. Si falta el amor, los dones carismáticos también se quedarán vacíos y hueros, sin fuerza ni fruto. Los que ejercieron cargos pastorales no se identificaron plenamente con el «Señor» en su vida terrena, sino que le sustrajeron alguna parcela de su personalidad. Les faltó la garantía moral, las obras del amor. Dado que se separaron parcialmente de Jesús, él se separa por completo de ellos: Apartaos de mí, ejecutores de maldad. Esta frase procede del salmo (Sal 6:9). Aquí se convierte en veredicto judicial. La sentencia los separa del «Señor» y por tanto de la vida. Cuando el Señor oculta su rostro, sólo queda la muerte.

d) Las dos casas (Mt/07/24-27).

24 En fin, todo aquel que oye estas palabras mías y las pone en práctica, se parecerá a un hombre sensato que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayó la lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y dieron contra la casa aquella; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre la roca. 26 y todo aquel que oye estas palabras mías, pero no las pone en práctica, se parecerá a un hombre necio que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayó la lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y batieron contra la casa aquella; se derrumbó, y su ruina fue completa.

Esta comparación tiene una fuerza inaudita. Con rasgos vigorosos Jesús delinea dos imágenes: la casa, que un hombre sensato ha construido sobre la roca, y la casa de un hombre insensato que tomó como fundamento la arena. Por un momento hemos de representarnos el panorama y la manera de construir casas en Palestina. La casa está construida de piedra, barro y madera, y tiene poca consistencia. De ordinario la lluvia viene súbitamente y con violencia, se precipita sobre las rocas, ya que no puede ser recibida por el suelo de bosques ni por húmedas praderas. La casa que tiene un fundamento de roca no es arrastrada, las avenidas de las aguas fluyen rápidas por la izquierda y por la derecha, pero no pueden ir socavando el fundamento. La otra casa de desmorona, porque con las avenidas de las aguas la arena se desprende y desde abajo hace que se derrumbe la casa. A la tormenta le resulta un trabajo fácil derribarlo todo con estrépito. Jesús emplea las dos imágenes para colocarlas delante de los oyentes como un espejo. ¿A quién queréis pareceros en la construcción de vuestra vivienda? En el juicio de los demás el dueño de una de las casas es sensato y prudente, el otro es un insensato que sufre perjuicios por su culpa. Exactamente igual sucede con mi doctrina: el que la escucha y la observa, es un hombre sensato; el que solamente la escucha, pero no la observa, es necio. Sólo hay estas dos posibilidades, y aun en ellas sólo hay una cosa que realmente decide: la acción. «Llevad a la práctica la palabra, y no os limitéis a escucharla» (Stg 1:22). Pero esta sensatez o necedad no es humana ni terrena, como en los dos hombres de la comparación, porque aquí no se trata de que se tenga éxito en la vida presente, de que se asegure la propia casa y se le dé un firme fundamento. El necio en la imagen aquí presentada podría construirse una nueva casa y ser sensato la segunda vez a sus propias expensas. ¿Puede decirse lo mismo del discípulo? Jesús dice: Todo aquel que oye estas palabras mías y las guarda se parecerá a un hombre sensato el día del juicio. Se describe la tempestad con colores tan vivos, que nos hace recordar la enorme catástrofe que debe concluir la historia: cayó la lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y batieron contra aquella casa. En la imagen se presenta la tempestad del fin de los tiempos. Entonces se decide una sola vez y definitivamente lo que se hará con la casa. Nadie puede empezar a construir por segunda vez. Si la casa se derriba, queda en ruinas. Todo el discurso se vigoriza con estas palabras. Sólo puedes edificar una casa, de una o de otra manera.

Las palabras de Jesús muestran dónde hay que poner el fundamento, para poder sostenerse en el fragor proceloso del juicio. Pero esta audición y estos conocimientos no bastan, si no edificas de hecho sobre la roca, es decir si pones por obra estas palabras y estos conocimientos. Todo lo que antes se ha dicho, no sólo es apremiante, porque Dios así lo quiere, porque ha sido revelado por Jesús, sino porque el tiempo también insta a cada uno de nosotros. La vida sólo es una y no puede reiterarse. Al final está el juicio, que no se puede evitar. En él sólo puede sostenerse aquel cuya vida estuvo edificada con un solo objetivo: Dios, el reino de Dios y su justicia.

CONCLUSIÓN (Mt/07/28-29).

28 Cuando acabó Jesús estos discursos, la gente se quedaba atónita de su manera de enseñar; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.

Ha terminado el primer gran discurso de Jesús. Es la síntesis más densa de su mensaje. San Mateo lo ha puesto al principio como fundamento de su Evangelio. Todo lo que sigue hay que considerarlo a la luz de este sermón. Los oyentes se quedaban atónitos de su manera de enseñar. No es el espanto causado por una sensación, no es que se contenga la respiración como ante un temerario baile sobre la cuerda, no es el estremecimiento angustioso en el peligro o en la proximidad de la muerte. Es el pánico de Dios, que penetra hasta la médula, es el estado de consternación producido por la santidad y el poder sobrenatural. Así sucede, cuando se toca el centro de la propia vida, cuando Dios conmueve las capas más profundas del alma. Temblamos ante la información del otro mundo, ante la reivindicación que se dirige a nuestro corazón. Este miedo es necesario y provechoso. Y las razones son estas: Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas. La manera como se solía enseñar contrasta con ésta. Los escribas son transmisores e intérpretes de la voluntad de Dios, incluso servidores autorizados y oficiales de la fe. La técnica de su instrucción consiste en citar las opiniones de los doctos a propósito de una frase de la Escritura, y en defender una de ellas. Únicamente la palabra que se profiere en Espíritu y obra con eficacia es palabra de la Escritura, palabra de Dios. Todo lo demás son aplicaciones, exégesis, y por tanto palabra humana. Pero aquí hay uno que habla «como quien tiene autoridad». Jesús no cita a los rabinos ni a sus opiniones, sino que, con independencia de ellas, él mismo dice lo que es voluntad de Dios. Como un divino legislador incluso antepone su propia palabra a la palabra de la ley. «Pero yo os digo…» Así sólo puede hablar quien provenga directamente de Dios, y de él haya recibido una delegación inmediata. Su doctrina cumple «la ley y los profetas». Esta grandeza y autoridad también la tiene para nosotros la palabra de Jesús. Tanto si la leemos, como si la oímos, el mismo Jesús nos habla «como quien tiene autoridad».

Lo que hace estremecer a la gente en lo más íntimo de su ser es algo más que la autoridad. Este poder se exterioriza en el llamamiento personal: la exigencia que no se puede rehuir, la urgencia que quiere transformar los corazones, la confirmación realizada por el Espíritu y la eficacia, y aportada por esta exigencia. Aquí se pronuncia una palabra única, una «nueva doctrina», pero una doctrina de vigor exigente. Ante esta palabra no se puede permanecer desinteresado, ya que sólo hay dos caminos: cerrarse totalmente o abrirse por completo; o permanecer cerrado en sí mismo o abrirse hacia Dios. Es decir conversión, fe, nueva vida.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— para que Dios no los juzgue: Lit. para que no sean juzgados. Se trata de un giro semita muy frecuente, que utiliza la voz pasiva para referirse a una acción divina evitando así, de paso, la utilización directa del nombre divino. Se conoce como “pasivo divino”. Es evidente que no se reprueba aquí cualquier clase de juicio, sino el juicio falto de respeto y sobre todo el juicio falto de amor.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Rom 2:1; Rom 14:10; Stg 4:11-12; (ver 1Co 5:12).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El juzgar a otros (ver Luc. 6:37, 38; 41, 42). 1-5 advierte en contra de la crítica de otras personas sin considerar lo vulnerables que nosotros mismos podemos ser ante la crítica; seáis juzgados bien puede referirse al juicio de Dios, al igual que al de otras personas. Pero el v. 6 indica que existe el juicio correcto que al discípulo le toca ejercer (cf. además 15-20).

Notas. 6 Las cosas santas y valiosas se dan solamente a aquellos que saben apreciarlas. No se indica una aplicación definida, pero recordemos que hay tiempo para hablar y tiempo para estar en si lencio (Ecl. 3:7). La verdad de Dios no debe ser sometida al abuso y a la burla innecesariamente.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

7.1, 2 Jesús dice que debemos examinar nuestras motivaciones y conductas en vez de criticar a los demás. Lo que nos molesta en otros son con frecuencia los hábitos que no nos gustan en nosotros mismos. Nuestros malos hábitos y moldes de conducta indómitos son los que queremos cambiar en otros. ¿Halla usted fácil magnificar las faltas de otros y no fijarse en las suyas? Si está a punto de criticar a alguien, vea si no merece usted la misma crítica. Júzguese primero y luego perdone con amor a su prójimo y ayúdelo.7.1-5 La declaración de Jesús «No juzguéis» se refiere a la crítica y actitud de juicio con que se derriba a otros a fin de ponerse encima uno mismo. No es una condenación de cualquier crítica, sino un llamado a discernir antes de ser negativo. Jesús mandó a desenmascarar a los falsos maestros (7.15-23). Pablo enseñó claramente que debiéramos ejercitar disciplina en la iglesia (1Co 5:1-2) y confiar en que Dios tendrá la última palabra (1Co 4:3-5).7.6 Los cerdos eran animales impuros de acuerdo a la Ley de Dios (Deu 14:8). Cualquier persona que tocara un animal impuro se convertía en «impuro ceremonialmente», y sin limpiarse no podía ir al templo a adorar. Jesús dice que no debemos entregar cosas santas a personas impuras o impías. Es pérdida de tiempo tratar de enseñar conceptos santos a personas que no quieren escuchar y que despreciarán lo que digamos. No debemos dejar de predicar la Palabra de Dios a los que no creen, pero debemos ser sabios y discernir qué enseñar y a quién para no desperdiciar nuestro tiempo.7.7, 8 Jesús nos dice que debemos persistir en nuestra búsqueda de Dios. No faltan las personas que se rinden después de algunos esfuerzos sinceros y concluyen que Dios no puede ser hallado. Llegar a conocer a Dios demanda decisión y Jesús asegura que nuestros esfuerzos serán premiados. No se rinda en su afán por encontrarse con Dios. Siga pidiéndole más sabiduría, paciencia, conocimiento, amor y comprensión. El se los dará.7.9, 10 El niño, en el ejemplo de Jesús, pidió a su padre pescado y pan, elementos muy necesarios. Si el niño hubiera pedido una serpiente venenosa, ¿se la hubiera dado el padre sabio? A veces Dios sabe que pedimos «serpientes» y no nos lo concede. A medida que conocemos mejor a Dios como un Padre amoroso, aprendemos a pedir cosas buenas para nosotros, y luego El nos las da.7.11 Cristo nos está mostrando el corazón de Dios el Padre. El no es egoísta, envidioso ni avaro. No tenemos que mendigar ni arrastrarnos cuando venimos con nuestras peticiones. El es un Padre amante que comprende, cuida y conforta. Si los humanos pueden ser bondadosos, imagine cuán bondadoso puede ser Dios, el creador de todo lo bueno.7.11 Jesús dijo «si vosotros, siendo malos» para contrastar a los seres humanos, pecadores y falibles con un Dios santo y perfecto.7.12 Estas palabras se conocen comúnmente como la Regla de Oro. En muchas religiones se expresan negativamente: «No hagas a otros lo que no quisieras que hicieran contigo». Al hacer esta declaración positiva, Jesús la hizo mucho más significativa. No es difícil frenar nuestra intención de causar daño a alguien; es mucho más dificultoso tomar la iniciativa para hacer un bien en favor de esa persona. La Regla de Oro, como Jesús la formuló, es el fundamento de la bondad y la misericordia activas, como la que Dios nos muestra cada día. Piense en una acción buena y misericordiosa que pueda hacer hoy.7.13, 14 La puerta a la vida eterna (Joh 10:7-9) es «estrecha». Esto no significa que sea difícil ser cristiano. Significa que hay muchas maneras de vivir la vida, pero un solo camino para vivir eternamente con Dios. Creer en Jesús es el único camino al cielo, porque solo El murió por nuestros pecados y nos hizo justos delante de Dios. Vivir a su manera puede no ser fácil, pero es bueno y correcto.7.15 Los falsos profetas aparecían con frecuencia en el tiempo del Antiguo Testamento. Profetizaban solo lo que el rey y la gente querían oír, y afirmaban que era el mensaje de Dios. Los falsos maestros eran tan comunes como lo son hoy. Jesús dice que hay que cuidarse de las personas cuyas palabras suenan a religión, pero que en verdad están motivadas por dinero, prestigio y poder. Usted puede identificarlos porque en sus enseñanzas disminuyen a Cristo y se glorifican a sí mismos.7.20 Debiéramos evaluar las palabras de un maestro examinando su vida. Así como el árbol se conoce por la clase de frutos que da, un buen maestro mostrará buena conducta y un carácter moral alto al intentar vivir las verdades de las Escrituras. Esto no significa que debemos expulsar a los maestros de Escuela Dominical, pastores y demás que no hayan llegado a la perfección. Todos estamos expuestos al pecado y debemos mostrar la misma misericordia que nosotros mismos necesitamos. Jesús está hablando de los maestros que deliberadamente enseñan doctrinas falsas. Debemos examinar la motivación de los maestros, la dirección que están siguiendo y los resultados que están esperando obtener.7.21 Algunos aficionados al deporte pueden «hablar» bien de lo que es un buen juego pero eso no quiere decir que pueden jugar bien. Y no todo aquel que habla del cielo pertenece al Reino de Dios. Jesús está más interesado en nuestro andar que en nuestro hablar. El quiere que hagamos lo correcto, no que solo nos expresemos con corrección. Su casa (símbolo de su vida, 7.24) resistirá las tormentas de la vida si hace lo que es correcto. Lo que usted hace no puede separarse de lo que cree.7.21-23 Jesús desenmascaró a las personas que aparentaban ser religiosas pero no tenían una relación personal con El. En el Día del Juicio, solo nuestra relación con Cristo, nuestra aceptación de El como Señor y Salvador y nuestra obediencia a El, será tomada en cuenta. Muchas personas piensan que si son «buenas» y aparentan religiosidad serán premiadas con la vida eterna. La fe en Cristo es lo que se tendrá en cuenta en el juicio.7.22 El juicio es el día final de ajuste de cuentas, cuando Dios castigará el pecado y premiará la fe.7.24 Edificar «sobre la roca» es ser un discípulo atento que responde a su maestro, en vez de ser superficial e hipócrita. Practicar la obediencia se convierte en fundamento sólido para resistir las tormentas de la vida. Para leer más sobre poner en práctica lo que escuchamos, véase Jam 1:22-27.7.26 Como una casa de naipes, la vida del necio se tambaleará. Muchas personas no buscan deliberadamente un fundamento falso o inferior sobre el cual edificar sus vidas, sino que simplemente no piensan en cuál es el propósito de sus vidas. Muchas personas enfrentan la amenaza de la destrucción, no por terquedad sino por falta de reflexión. Parte de nuestra responsabilidad como creyentes es ayudar a otros para que se detengan y piensen en el rumbo que están siguiendo sus vidas y tengan en cuenta las consecuencias de prestar atención al mensaje de Cristo.7.29 Los escribas (eruditos en religión) solían citar autoridades para apoyar sus argumentos e interpretaciones. Pero Jesús habló con una nueva autoridad: la suya. No tenía que citar a nadie porque El es el Verbo (Joh 1:1).SIETE MOTIVOS PARA NO ESTAR PREOCUPADO6.25: El mismo Dios que creó la vida puede encargarse de los detalles de nuestra vida.6.26 : La preocupación por el futuro estorba los esfuerzos del presente.6.27 : La preocupación es más dañina que provechosa.6.28-30 : Dios no olvida a los que dependen de El.6.31, 32 : La preocupación es señal de falta de fe y entendimiento de quién es Dios.6.33 : Hay metas que Dios quiere que alcancemos y la preocupación nos lo impide.6.34 : Vivir el día de hoy nos libra de ser consumidos por la preocupación.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 286 Luc 6:37; Rom 2:1; Rom 14:13; 1Co 4:5

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

No juzguéis. Hay juicios que son legítimos y que Dios los ordena (cp. Jn 7:24; 1 Co 5:5; Gá 1:8, 9), pero aquí se condena una actitud de crítica y de creerse perfecto.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) La sexta sección, los vs.1-12, de la promulgación del nuevo Rey en el monte trata de los principios del pueblo del reino en su manera de tratar a los demás.

1 (2) Las personas del reino, que viven en un espíritu humilde bajo el gobierno celestial del reino, siempre se juzgan a sí mismas, y no a los demás.

1 (a) vs.1-2: Luc_6:37-38 ; Rom_14:3-4 , Rom_14:10 , Rom_14:13 ; 1Co_4:5 ; Stg_4:11-12 ; Stg_5:9 ; Stg_2:13

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

No juzguéis. Esto no significa que uno nunca debe, en ningún sentido y hasta ningún punto, juzgar a otro, porque el v. Mat 7:5 indica que cuando la vida de uno es pura, debe «sacar la paja» del ojo de su hermano. Sin embargo, significa que un seguidor de Cristo no debe ser hipercrítico.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

46 (e) JUZGAR A LOS OTROS (7,1-6). 1. Cf. Lc 6,37-40; Mateo abrevia y transforma la parata­xis semítica original, «no juzguéis y…», dándo­le una mayor claridad lógica y una mejor ex­presión griega: «no juzguéis para que no se os juzgue». Este versículo nos libera de la exigen­cia de ser la conciencia o censor del otro, pero no nos libera de toda exigencia de juicio. In­cluso la proposición más simple como «esta vaca es marrón» es un juicio, y en la vida adul­ta no podemos escapar de la obligación de ha­cer algunos juicios, incluso sobre el carácter moral de los otros. Padres, novios, empleados, jueces civiles, rectores de Iglesias, etc., todos tienen este deber. La enseñanza de Jesús nos advierte contra la tentación de usurpar el jui­cio definitivo a Dios, que es el único que ve el corazón. En oposición al suyo, nuestro juicio es siempre aproximativo, parcial e inadecuado (cf. 1 Sm 16,7; Jr 17,10). Pero, siempre que nos sea posible, deberíamos ocuparnos de nuestros propios asuntos y no meternos en la vida de los otros. 2. seréis juzgados… se os me­dirá: Los verbos son pasivos teológicos; Dios es el agente (cf. ZBG § 236). Cf. mSota 1,7-9. La fórmula de la medida puede rastrearse en papiros de temática comercial escritos en egipcio demótico y en textos griegos del pri­mer milenio a.C. (B. Couroyer, RB 77 [1970] 366-70). 3-5. Estos versículos contienen una advertencia contra los jueces hipócritas, que, sin embargo, presupone como algo necesario un cierto juicio sobre los otros. Cf. Jn 8,1-11. 6. El significado de este versículo no es segu­ro. lo santo: En el AT, se refiere a la carne sa­crificada (Ex 29,33); aquí se trata del mensaje del reino de Dios; posteriormente se aplicará a la eucaristía (Did 9,5; 10,6). perlas: En este contexto, las perlas podrían significar el men­saje del reino o el mismo sermón, arrojar las perlas: En hebreo «arrojar» y «echar» se dice yára. A partir de una homonimia (yara III) de­riva el término tóráh, «instrucción» (posible­mente, del acto de arrojar una piedra con el que el pastor indicaba al caminante la direc­ción por la que había preguntado); en esta perspectiva, puede estar implícito en nuestro texto un cierto juego de palabras sobre la torá-enseñanza. perros… cerdos: Animales impuros en el AT; en la literatura rabínica representan a los analfabetos (cf. Sal 22,17.21) y también a los gentiles (’Abot R. Nat. 34,2; Mt 15,26) y a los herejes (2 Pe 2,20-22). Tal vez, en nuestro texto se refiere a los oyentes que no congenian con el mensaje.

47 (f) PEDID, BUSCAD, LLAMAD (7,7-12). 7. buscad: En este contexto, todos los verbos se refieren a la oración; como en 6,33, lo que se debería buscar por encima de todo es el reino de Dios y la justicia, también en la oración. En hebreo «buscar» se dice daras, de donde pro­cede el término midrás, el «estudio» o investi­gación de la Escritura. Conscientes tal vez de este uso más intelectual de la palabra, los cris­tianos gnósticos entendieron la frase «buscad y hallareis» fuera de su contexto y la utilizaron para justificar sus especulaciones teológicas. Al principio, los Padres de la Iglesia se opusie­ron a esta aplicación del texto, pero en tiem­pos de Agustín la ortodoxia lo utilizó para fun­damentar su reflexión teológica. La pregunta constituye la piedad del pensamiento. 7-11. Respuesta de Dios a la oración. 11. vosotros que sois malos: Esta frase sugiere una acepta­ción inconsciente de la doctrina del pecado original o de la maldad propia de los adultos. cosas buenas: Lucas, en cambio, lee «Espíritu Santo», que podría tratarse de la espiritualiza­ción de una expectación originaria de tipo ma­terial. 12. La regla de oro (→ 36 supra). Desde un punto de vista estrictamente literario, éste es el final del sermón, un resumen de su con­tenido, antes de las maldiciones y bendiciones de la alianza conclusiva. Está relacionado con los otros versículos que contribuyen a organi­zar la estructura del conjunto, 5,17.20; 6,1.33, pero también con 22,33-40, donde aparece la fórmula «ésta es la ley y los profetas». La regla tiene una larga prehistoria. Una regla parecida se encuentra implícita en Dt 15,13; Tob 4,15; Ep. Arist. 207; Eclo 31,15; Abd 15. Posterior­mente, en bSabb. 31a, Hillel da al prosélito que pregunta la regla en forma negativa, es de­cir, la regla de plata, diciendo: «El resto es co­mentario; ahora, vete y estudia». La regla tie­ne también su prehistoria helénica; apareció en el s. V a.C. en la ética popular que promo­vieron los sofistas (cf. Aristóteles, Rhet. 2.6.19 [1384b]. Esta ética se fundamenta en la retri­bución y en la moralidad como contrapeso de las obligaciones. Un masoquista haría estra­gos con la aplicación de esta regla (cf. IDBSup 369-70).

48 (F) Conclusión del sermón (7,13-27).
(a) La puerta estrecha (7,13-14). Estos dos versículos expresan la idea de los dos ca­minos que se encuentra en la teología de la
alianza, el camino que conduce a la vida y el camino que lleva a la muerte (Dt 28; 30,15; Did 1,1; Bem 18,1; 1QS 3,18-25); cf. K. Baltzer, The Covenant Formulary (Filadelfia 1971); y, sobre Mateo, Frankemólle, Jahwebund (→ l supra).

49 (b) DAR FRUTO (7,15-20). Cf. Lc 6,43-44; la relación de esta unidad y la siguiente (vv. 21-23) con la fuente Q es bastante complicada, puesto que han sido considerablemente reelaboradas por el redactor, quien introduce el te­ma nuevo de la falsa profecía, por sus frutos los conoceréis: Este paréntesis en los w. 16.20 identifica el tema de esta unidad. Los frutos son la fe viva o la conducta ética, el test de una persona buena. 15. falsos profetas: La profecía es una actividad carismática relacionada con el espíritu. Algunos autores piensan que Ma­teo era anticarismático y que, por esta razón, le quita importancia al papel del Espíritu en su evangelio. Sin embargo, otros comentan que Mateo añade esta mención de la profecía y de los profetas que no se hallaba en su fuen­te, lo que mostraría que estaba interesado en el tema, y nos llevaría a la conclusión de que había profetas en su comunidad. Mateo estaba más interesado en la regulación de la profecía y en la restricción de sus abusos, mantenién­dola dentro de los límites morales, que en su eliminación. Sin duda alguna, hay en Mateo un tono sobriamente moral y una concentra­ción en la enseñanza de Jesús. Pero Mateo era también un maestro y estaba muy interesado en la creatividad (cf. comentario sobre 13,52) como para oponerse totalmente a la profecía o la acción del Espíritu. El es el pastor solícito y hábil, no un inquisidor.

50 (c) DESCRIPCIÓN DE UNA ESCENA EN EL JUICIO FINAL (7,21-23). Dios es el juez, Jesús el abogado (en contraste con Mt 25,31-46). El v.22 está influido por Jr 14,14 y 27,15 (34,15 se­gún los LXX). 23. apartaos de mí, malvados: Procede del Sal 6,9. La única fuente sinóptica es Q (cf. Lc 6,46). Los paralelos se encuentran en Mt 10,32-33; 25,1-13.31-46; Lc 13,23-30; Mc 8,38; Ap 3,5; 2 Clem 3-4; Justino, Apol. 1.16.9-11; Dial. 76.5. El tema dominante desde el v. 13 al v. 23 es que nadie podrá aparecer victorioso en el jui­cio final solamente por haber dicho lo correcto o por haber realizado hechos espectaculares con el poder del espíritu. Sólo valdrá una vida de amor y justicia. Este tema refleja la caracte­rística conexión que establece Mateo entre la ética y la escatología, y su visión de la Iglesia como cuerpo formado por santos y pecadores hasta la evaluación final que Dios realizará (en contraste con la doctrina sobre la Iglesia como comunión invisible de santos). La visión de Mateo desafía la complacencia cristiana y su arrogante seguridad de salvación. Esta pers­pectiva parece oponerse a la de Pablo, pero también el apóstol se esforzó en prevenir a sus seguidores de extraer conclusiones inmorales o amorales de su evangelio, y advirtió a los cris­tianos que también ellos serían juzgados (p.ej., 1 Cor 3,13-15). Aun así, puede haber diferentes énfasis pastorales, uno para los excesivamente escrupulosos y otro para los laxos.

51 (d) CASAS CONSTRUIDAS SOBRE ROCA Y ARENA (7,24-29). Cf. Lc 6,47-49. Esta parábola, que Mateo transforma en una parábola sobre el sabio y el necio, concluye el sermón retor­nando al tema de los dos caminos de la teolo­gía de la alianza (cf. comentario sobre 7,13-14) . Es habitual en la Misná concluir un tratado legal con un breve relato o una pará­bola. El contraste en nuestro caso, desarrolla­do en estricto paralelismo antitético, se esta­blece entre «escuchar» y «hacer», y «escuchar» y «no hacer», mientras que el contraste de los w. 21-23 se desarrollaba entre «decir» y «ha­cer» o «no hacer». 24. palabras mías: Esta fra­se remite al mismo sermón entendido como una especie de Torá. Para Mateo, cumplir las palabras de Jesús es sabiduría para la vida. (Este énfasis sapiencial está ausente en Lucas.) 25. cayó la lluvia: La situación natural refleja el tipo de tormenta común en tierra santa en la estación invernal. 28-29. Efectos del sermón. 28a. cuando Jesús terminó este discurso: Se tra­ta de una fórmula mateana (repetida en 11,1; 13,53; 19,1; 26,1), que aparece al final de cada uno de los cinco bloques del material de ense­ñanza, y que le ayudaron a estructurar su evan­gelio. 28b-29. Mateo se une aquí a su fuente marcana (1.21.22). Añade el adjetivo posesivo «su» (de ellos) al sustantivo «escribas» porque en su Iglesia también había escribas (13,52; 23,34), un oficio consagrado en Israel desde los días de Esdras, junto a los profetas, los sabios, los apóstoles y los justos (personas que habían sufrido por su fe, 10,41). autoridad: En la anti­güedad, la autoridad derivaba de la fidelidad a la tradición. Tanto Jesús como los escribas ju­díos enseñaban con cierta autoridad (resüt) ba­sada en la tradición. Pero en esta época, los es­cribas no se presentaban a sí mismos como personajes que revelaban una verdad divina por tener acceso directo a la voluntad del Pa­dre (7,21). Para las muchedumbres, los prime­ros cristianos y para Mateo, Jesús era este tipo de personaje que poseía un acceso más inme­diato al Padre, a la realidad contemporánea y a un amplio espectro de la tradición bíblica, que los escribas halákicos. De esta combinación singular procedía la autoridad de Jesús.
(Betz, H. D., Essays (→ 43 supra). Davies, W. D., The Setting of the Sermón on the Mount (→ 1 supra). Lambrecht, J., El Sermón de la Montaña [Madrid1975] , Lapide, P., The Sermón on the Mount [Maryknoll 1986].)

52 (III) Autoridad e invitación (8,1-9,38). Tras acabar su presentación de Jesús como Mesías de la palabra, Mateo lo presenta ahora como Mesías de la acción (Mt 11,2). Mateo se une aquí a la estructura narrativa de Marcos (1,40-2,22), que expande con milagros procedentes de otras fuentes. Hay nueve perícopas sobre milagros, pero un total de diez ac­ciones milagrosas (la resurrección de la niña se ubica en medio del relato de la hemorroísa). Esta serie de diez milagros se ha relacionado, frecuentemente, con la serie de las diez plagas que Moisés y Aarón provocaron en Egipto co­mo presión para la liberación de la esclavitud (Éx 7,8-11,10). Mateo rompe la monotonía de la serie con la incorporación de perícopas que funcionan como amortiguadores (8,18-22; 9,9-17). Se diferencia de Marcos por la forma en que trata las acciones milagrosas. Las abrevia, elimina detalles novelísticos y, al ser de carác­ter cerebral, anula las emociones fuertes. Posi­tivamente, las estructura introduciéndolas en conversaciones paradigmáticas que subrayan cuatro temas: la cristología (o la autoridad de Jesús), la fe, el discipulado y la soteriología.
Desde la Ilustración, los milagros han sido un elemento de controversia del relato evan­gélico. Thomas Jefferson publicó una versión de los evangelios que eliminaba el aspecto mi­lagroso y mantenía la enseñanza. Histórica­mente hablando, no hay dudas de que Jesús realizó curaciones y otros portentos que deja­ron atónitos a quienes los presenciaron, aun cuando puede no estar claro lo que ocurrió en cada caso. Mediante esta actividad, Jesús se­guía el modelo de los antiguos profetas galileos que eran itinerantes y realizaban hechos prodigiosos, como Elías y Elíseo. Nuestras fuentes más antiguas, cristianas y talmúdicas, están de acuerdo en la transmisión de este as­pecto de la actividad de Jesús. Filósofos como Hume distinguen entre milagros de curación (creíbles, pero no estrictamente considerados milagros) y milagros de naturaleza (calmar la tormenta, caminar sobre el agua, multiplica­ción de panes y peces, resurrecciones). Estos últimos se juzgan increíbles, a menos que se expliquen de forma racionalista. Ahora bien, esta distinción no es bíblica. La Biblia se preo­cupa más bien de que los milagros no sean un sustituto de la fe (Jn 2,23-25; 6,25-29) y del amor (1 Cor 13,2). La fe en el milagro es con­siderada inadecuada, aunque a menudo sea necesaria; es un punto de partida que debe su­perarse tan rápidamente como sea posible. En su propio ministerio como salvador-sanador, Jesús utilizó sus milagros para atraer la aten­ción y como expresión del amor, la compasión y el poder de la salvación de Dios a favor de su pueblo. La alimentación de la multitud, espe­cialmente en Mateo, comprende tal cantidad de gente que adquiere un gran significado so­cial y se convierte en una anticipación del rei­no (cf. comentario sobre 14,13-21; 15,32-39). Al igual que en los tiempos bíblicos, también hoy hay gente interesada en las curaciones carismáticas y en santuarios como el de Lour­des, y otros que no lo están. Para todos, los re­latos de milagro son útiles en cuanto muestran que la realidad no es estática e irreformable, sino que está abierta a la fe en el poder de Dios que lo transforma todo; en estos relatos, Jesús cruza también los límites de la realidad social para permitir el acceso a la salvación a quie­nes estaban excluidos de ella.
(Gerhardsson, B., The Mighty Acts of Jesús accor­ding to Matthew [Lund 1979], Heil, J. P., «Significant Aspeets of the Healing Miraeles in Matthew», CBQ 41 [1979] 274-87. Held, H. J., «Matthew as Interpreter of the Miracle Stories», en G. Bornkamm et al., Tradition and Interpretation in Matthew [Filadelfia 1963] 165-299. Kingsbury, J. D., «Observations on the «Miracle Chapters» of Matthew 8-9», CBQ 40 [1978] 559-73. Theissen, G., The Miracle Stories of the Early Christian Tradition [Filadelfia 1983]. Thompson, W. G., «Reflections on the Composition of Mt 8,1-9,34», CBQ 33 [1971] 365-88.)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

De los versículos que quedan citados los primeros forman uno de aquellos pasajes de la Escritura de los cuales han abusado los enemigos de la religión verdadera, forzando su significado y haciendo de ellos una aplicación errada. Acontece á veces que se apretan tanto las palabras de la Biblia que no producen bálsamo sino veneno Nuestro Señor no quiso decir que fuera reprensible un juicio desfavorable acerca de la conducta ó las opiniones de los demás, pues es claro que estamos en el deber de examinarlo todo y formar conceptos decididos. Ni tampoco quiere decir que sea malo reprobar los pecados y faltas de los demás en tanto que nosotros no seamos perfectos. Esa interpretación estaría en contradicción con otros pasajes de la Escritura; haría de todo punto imposible improbar el error; privaría á todos de ejercer las funciones del magistrado; la tierra quedaría abandonada en manos de los perversos; y la herejía y los atentados estarían al orden del día.
Lo que nuestro Señor se propuso condenar fue la murmuración y la costumbre de poner faltas. Esa inclinación á culpar á los demás por ofensas baladíes, ó por asuntos de ninguna significación; ese hábito de pronunciar juicios precipitados; esa propensión á ver con lente de aumento los extravíos y debilidades de nuestros prójimos –he aquí lo que nuestro Señor prohibió. Esa era una falta muy común entre los fariseos, y ha prevalecido desde aquel entonces hasta nuestros días. Todos debemos guardarnos de incurrir en ella. Con respecto á los demás debemos creerlo y esperarlo todo y no apresurarnos á censurar. Esto es lo que nos dicta la caridad cristiana. 1 Cor. 13.7.
La segunda lección que se nos enseña en este pasaje se refiere á lo importante que es ejercer circunspección en cuanto á las personas con quienes hablemos de materias religiosas. Todo ha de hacerse en su tiempo y lugar correspondientes. «No castigues* (o reprendas) al burlador,» dice Salomón, «por que no te aborrezca,» No es prudente abrir nuestro corazón á todos respecto de asuntos espirituales. Hay algunos hombres que, por tener genios violentos ó por estar entregados á los vicios, no se hallan en aptitud de formar un juicio acertado de las doctrinas del Evangelio. Mencionar el nombre de Cristo á tales gentes es verdaderamente arrojar las perlas á los cerdos. De ello no les resulta provecho sino daño, puesto que despierta todo su encono y los pone coléricos; pues son como los Judíos de Corinto (Hechos 18.6), ó como Nabal de quien dice la Escritura que era un hijo tal de Belial que nadie podía dirigirle la palabra. 1 Sam. 25.17.
Es difícil seguir con tino este precepto. La mayor parte de los cristianos están más expuestos á pecar de prudentes que de demasiado celosos. Por lo general estamos más dispuestos á recordar cuando debemos callar que cuando debemos hablar. Empero á una persona reflexiva no pueden menos que venirle á la mente serias preguntas. ¿He impedido por medio de mi indiferencia ó irritabilidad que mis amigos me dieran sanos consejos? ¿No he obligado á los demás, con mi orgullo y desdén á que guarden silencio en mi presencia? Ah! tal vez he errado en este respecto.
Lo último que el pasaje de que tratamos nos enseña se refiere al deber de orar y á los estímulos que para su cumplimiento se nos presentan.
Existe una notable relación entre esta lección y la que la precede. Si queremos saber cuando es que debemos callar y cuando hablar, cuando es que debemos tratar de cosas santas y enseñar nuestras perlas es preciso que hagamos oración. Que este es un asunto al cual nuestro Señor dio grande importancia, se deja ver por la manera que de él habló. Para expresar la misma idea empleó tres palabras distintas: «pedir,» «buscar,» «llamar..
La promesa que hizo á los que oraren fue amplia y significativa: «Cualquiera que pide, recibe.» Y por último por medio del ejemplo de nuestros padres en la tierra explicó como Dios está pronto á oír nuestras plegarias. Si ellos, siendo pecadores y egoístas por naturaleza, no se desentienden de las necesidades de sus hijos, mucho menos abandonará á los suyos un Dios de misericordia y de amor.
¿Practicáis el deber de la oración? Nada hay tan sencillo como orar si uno tuviere voluntad de hacerlo; mas, por otra parte, no hay deber que el hombre descuide tanto. Y, sin embargo, sin orar nadie puede ser salvo. No se nos condenará á ninguno por no haber hecho lo que le fue imposible ejecutar, ó por no haber sabido lo que le fue imposible saber; pero muchos se perderán por no haber rogado á Dios que los salvase.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R890 La prohibición en presente μὴ κρίνετε se usa para prohibir una acción que ya está ocurriendo: dejen de juzgar.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Prosigue el Señor su doctrina, condenando los juicios temerarios, y diciendo que no se han de dar a los perros las cosas santas. Exhorta a la oración, y a hacer con nuestro prójimo lo que queremos que se haga con nosotros. Dice, que es estrecha la puerta por donde se entra a la vida; y cómo se han de distinguir los profetas falsos de los verdaderos, y el árbol bueno del malo. Símil o comparación de un hombre que fabrica una casa, con el que escucha la doctrina del Señor.

3 a. Jesucristo no quita aquí la potestad de juzgar, en los que están establecidos para corregir y castigar a los que pecan. Condena sí el juicio que hacemos temerariamente de nuestros hermanos, cuando por ligereza, por preocupación o por malignidad, juzgamos de su conducta, de sus sentimientos y de sus intenciones. Condena también el orgullo, que nos ciega para no ver nuestras faltas, aunque sean muy abultadas; y que nos da ojos de linces para descubrir aun los menores defectos de nuestros prójimos. Era este un proverbio entre los hebreos.

4 b. El Griego: eréis (dirás).

6 c. Los pastores de almas deben cuidar mucho de no exponer la palabra de Dios y los misterios divinos al desprecio de los impíos y libertinos. Estos, o combaten los mismos misterios, ladrando y aullando como perros, o los arrojan a los pies, para hollarlos como puercos anegados en el cieno de sus infames placeres; y ya que no pueden vomitar su cólera contra la palabra de la misma verdad, se convierten furiosos contra sus predicadores (véase 1Pe 4,15).

7 d. Si es verdad, dice San Jerónimo, que se da al que pide, que el que busca halla, y que se abre al que llama a la puerta, como lo afirma aquí el Hijo de Dios, se concluye necesariamente, que aquél a quien no se da, que no halla, y a quien no se abre la puerta, es porque no ha pedido como debía, ni buscado con diligencia, ni llamado a la puerta con perseverancia.

9 e. Jesucristo pasa aquí a otro género de argumentación, para confirmar de nuevo aquel precepto: Pedid, y se os dará. El primero es tomado de la naturaleza de Dios, de quien todo el que le pide, recibe, porque es la misma bondad: el segundo de la naturaleza y condición de los hombres; o si esto no lo entendéis, considerad lo que pasa entre vosotros, etc.

10 f. Si vosotros no sois oídos de Dios en vuestras oraciones, es porque en vez de pan le pedís una piedra; esto es, cosas contrarias a vuestro verdadero bien. San Juan Crisóstomo.

11 g. Pecadores y estando llenos de defectos.

h. No les dais cosas nocivas en lugar de buenas y saludables. Bona data: se puede interpretar los bienes que os han sido dados, que no son vuestros, ni criados por vosotros, sino que os vienen de aquel que es la fuente de todos los bienes.

12 i. Esta es la suma de la ley y de los profetas, y en esto se comprende todo lo que manda la ley y los profetas en orden a la caridad y al amor de los prójimos.

13 j. Porque es sin cuenta el número de los necios (Ecl 1,15).

14 k. Los placeres del siglo que desean los hombres carnales, son el camino ancho, de que habla aquí el Salvador; y el camino estrecho es el de los ayunos, y trabajo de la penitencia. San Jerónimo. No busquemos, continúa el Santo, el camino ancho, que él por sí mismo se presenta sin buscarle; y por lo que hace al camino estrecho, no todos atinan con él, y aun aquellos mismos que le hallan suelen no seguirle constantemente; porque embelesados de nuevo con los deleites del siglo, le dejan fácilmente y vuelven a tomar el de la perdición. De aquí es, que es muy corto el número de los buenos en el mundo (Lc 13,32).

15 l. San Agustín y San Jerónimo, por estos falsos profetas de que habla aquí el Señor, entienden los herejes, que revistiéndose de un hábito exterior de piedad y de reforma, tienen el corazón lleno de veneno. San Juan Crisóstomo lo aplica a los que aparentan virtudes que no tienen, y con esta apariencia engañan a los que no los conocen. El Señor nos exhorta a guardarnos de ellos, y a conocerlos por sus obras, que indubitablemente nos descubrirán la corrupción de su corazón.

17 m. El Griego: saprón (carcomido); y lo mismo en el verso siguiente.

19 n. El Griego: ekkóptetai, etc. bálletai, es cortado, etc., es arrojado.

21 o. El reino de los cielos no es precio de solas palabras. Dios no dejará de ser Señor de todo el universo, aunque nosotros no digamos que lo es. Para hacernos dignos de hallar el camino del cielo, es necesario cumplir en todo la voluntad del Señor guardando sus preceptos. San Hilario.

22 p. En el día del juicio final, o también en el de su muerte. Las palabras solas no bastan para salvarnos. Los milagros y prodigios que se hacen en el nombre de Jesucristo, son señales equívocas, por las que no se puede asegurar que está en caridad el que los hace. San Pablo lo declara expresamente (1Cor 13,2) diciendo: que cuando tuviera toda la fe, hasta poder trasladar todos los montes, de nada le serviría, si no tenía caridad. Y así el Señor en el día grande del juicio hará ver quiénes fueron aquellos que obraron e hicieron lo mismo que enseñaron.

23 q. Por míos, y por ovejas de mi rebaño.

24 r. El Griego: homoióso autón (le compararé). Esta es la conclusión, dice San Agustín, de todo lo que Jesucristo dice en el sermón que hizo sobre el monte, en el que se comprende toda la perfección de los divinos preceptos, que pueden servir para formar un verdadero cristiano. El Señor compara a un hombre sabio, que fabricó sobre piedra, y no sobre arena, al que escucha sus palabras, no con los oídos del cuerpo, sino del corazón, y que practica no una parte sola de estas verdades, sino todas. Este edificio no podrá ser derribado ni por las lluvias de los placeres, ni por los ríos de las pasiones violentas, ni por los impetuosos vientos de nuestros enemigos, que buscan nuestra perdición. Mas los que fabrican sobre arena, esto es, sobre otro fundamento que el de la verdad de la palabra del Señor y de su amor, estos oyen el santo Evangelio, mas no lo practican, contentándose con decir: Señor, Señor; esto es, con adorarle como cristianos; pero no cuidándose de cumplir su voluntad. Estos fabrican sobre arena, y están expuestos a una grande ruina. Y ¿qué ruina mayor, dice San Juan Crisóstomo, que la pérdida de su alma, y la privación de los bienes eternos?

27 s. MS. E fué grand derrudiamiento.

28 t. Se maravillaban oyendo una doctrina tan pura, y una moral tan opuesta a todos los sentidos, y al modo de pensar de los hombres. Les hablaba no solamente como de parte de Dios, sino como que él mismo era Dios, haciéndoles conocer el espíritu de la ley y su perfección, y acompañando las palabras con milagros, y con una interior unción, que persuadía, ablandaba y convencía a los que le oían.

29 u. En el texto Griego faltan las últimas palabras: y fariseos.

Fuente: Notas Bíblicas

[4] Desde la Peshitta. Judah es el perro que desobedece la Torah, y Efrayím es el cerdo que hace lo mismo. Un paralelismo artificial es usado, donde las dos figuras son usadas, perros y cerdos, son unidos juntos como un símbolo de las dos casas y su apostasía.

[5] En el contexto el “tu” es Israel, en oposición a los perros paganos gentiles.

[6] Referencia Shem Tov.

[7] Como está definido en la Torah.

[8] Desde luego que hay un problema puesto que la mayoría de los que están haciendo obras para Yahshua lo hacen en nombres que no son Su nombre ni el de Su Padre.

[9] Viviendo un estilo de vida vacío en relación a la obediencia eterna de la Torah de Yahshua.

[10] Torah.

[1] Los gentiles, cuyos estilos de vida no siguen Su Torah.

[2] Casa puede aplicarse al individuo en la pashat/literal, o a las 12 tribus enteras de la Casa de Israel en el remez/alusión .

[3] Referencia Shem Tov.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

Biblia Peshitta 2006 Notas:

[16] 7.1 Arameo, don, que se traduce juzgar, condenar, vindicar, demandar. En este caso se trata de no juzgar condenando para no recibir el mismo trato. Jua 7:24 y 1Co 5:3, 1Co 5:12; 1Co 6:4 nos confirman que sí podemos y debemos juzgar.

Fuente: Peshitta en Español