Aquel día Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar.
13:1 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al Mar 2:1-28 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, Luc 5:1-3. y toda la gente estaba en la playa. 3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9 El que tiene oídos para oír, oiga. La explicación: 18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: 19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. 20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno. — (Mat 13:1-9; Mat 18:1-35; Mat 19:1-30; Mat 20:1-34; Mat 21:1-46; Mat 22:1-46; Mat 23:1-39; Mar 4:1-9; Mar 4:14-20; Luc 8:4-15).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
se sentó junto al mar. Mar 2:13; Mar 4:1.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La parábola del sembrador y la semilla, Mat 13:1-17;
su explicación, Mat 13:18-23.
La parábola de la cizaña, Mat 13:24-30;
de la semilla de mostaza, Mat 13:31, Mat 13:32;
de la levadura, Mat 13:33-35;
explicación de la parábola de la cizaña, Mat 13:36-43.
La parábola del tesoro escondido, Mat 13:44;
de la perla, Mat 13:45, Mat 13:46;
de la red echada al mar, Mat 13:47-52.
Jesús es despreciado por los de su propia región, Mat 13:53-58.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Los capítulos Mat 12:1-50 y Mat 13:1-58 son fundamentales para entender el Evangelio de Mateo, porque nos llevan al momento decisivo en el ministerio de Jesús. En el capítulo Mat 12:1-50 la incredulidad de Israel alcanza un clímax con el pecado imperdonable de rechazar a su Mesías. El capítulo Mat 13:1-58 continúa la respuesta de Cristo a esta incredulidad. Esta blasfemia a través de los líderes religiosos en el capítulo Mat 12:1-50 es vista por Jesús como un rechazo oficial de que Él era el Mesías, después prudentemente volvió a ellos. Como consecuencia, Jesús encontró el gran reto pedagógico de la primera enseñanza que sus discípulos cercanos encontraron sobre este cambio y luego las multitudes que lo siguieron a Él. Sus seguidores enfrentaron el problema de cómo Él podría ser el Mesías si había sido rechazado por los líderes, y cómo eso afectaría el programa del Reino. Para explicar aquellos problemas monumentales Jesús volvió al método parabólico. La parábola se distingue de una alegoría en que esta enseña básicamente una verdad central que podría ser reforzada por varios puntos en la historia.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Y les habló muchas cosas por parábolas: Este método de enseñanza, a menudo usado por los rabíes, utilizaba escenas comunes de la vida diaria para enseñar nuevas verdades sobre el Reino.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Capitulo 13.
E n este capítulo, Mt expone muchas de las parábolas de Jesucristo, cinco de las cuales – la cizaña, el fermento, el tesoro escondido, la perla, la red – sólo él las expone. Conforme al estilo y estructura de su evangelio, este capítulo también está “sistematizado.” Jesucristo no inaugura ahora su hablar en parábolas (Mat 5:13-16; Mat 6:26-30; Mat 7:6.13-14; Mat 8:24-27; Mat 9:16-17; Mat 11:16-17, etc.). Aquí, con ellas, se va a exponer el ministerio del reino – término corriente en la apocalíptica judía (Henoc, IV Esdras, Qumrán) -: el por qué no aparece éste al modo del mesianismo ambiental, ni súbitamente. Con este capítulo comienza el “tercer gran discurso” de Cristo en Mt.
Parábola del sembrador,Mat 13:1-9 (Mar 4:1-9; Luc 8:4-8).
1 Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 2 Se le acercaron numerosas muchedumbres. El, subiendo a una barca, se sentó, quedando las muchedumbres sobre la playa, 3 y El les dijo muchas cosas en parábolas: Salió un sembrador a sembrar, 4 y de la simiente, parte cayó junto al camino, y, viniendo las aves, la comieron. 5 Otra cayó en sitio pedregoso, donde no había tierra, y luego brotó, porque la tierra era poco profunda; 6 pero, levantándose el sol, la agostó, y, como no tenía raíz, se secó. 7 Otra cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron. 8 Otra cayó sobre tierra buena y dio fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.
Cristo está en Cafarnaúm. Para esta predicación “salió de la casa.” Debe de ser la suya (Mat 4:13). La muchedumbre que se le reúne es grande, y utiliza una barca, y, cercano a la orilla, les predica “muchas cosas en parábolas” (Mt-Mc). En la perspectiva literaria y, en parte, histórica de Mt, éste fue el gran día de las parábolas.
V. 4. La frase “cayó junto al camino,” probablemente corresponde al arameo al’urha, que significa “en.” Probablemente la traducción vertió materialmente por el primer sentido, cuando el lógico es el segundo,1. No “junto” al camino, sino “en” él. En aquellas costumbres agrícolas se sembraba primero y luego se araba todo el terreno, incluidos los pequeños caminos de las parcelas.
V.7. Estampa real. Estos cardos palestinos junto al Lago pueden alcanzar en tres meses un metro de altura (Willam). Literalmente “ahogan” la simiente al desarrollarse.
V.8. Mt-Mc dan el éxito de la que cayó en “tierra buena” con una triple clasificación, de estilo más oriental, pedagógica y muy convencional. Los fellahs de Belén estiman normal la cosecha de trigo que rinde el 2 o el 4 por 1 2. En la trapa deEl-Atroum (Palestina) no sobrepasa el 10 por 1. En un ensayo hecho en Et-Tabigha, junto al Lago, y en una tierra bien preparada, se llegó a producir el 50 por 1 3. Excepcional mente junto a Genesaret se dio el 240 y 250 por 1 4.
V.9. La frase “el que tenga oídos, que oiga” (ó έχων ώτα ακούει ν άχουέτω) (Mt-Lc), literalmente: “el que tenga oídos, oír oiga,” es un modismo (Gen 2:17) para indicar el esmero en oír. Este aforismo no se encontró en la literatura rabínica, aunque aparece usado por el autor del Apocalipsis (Gen 2:7.11.17.29; Gen 3:6.13.22). Los rabinos equiparaban los grupos oyentes al “oído” y “esponja,” según que les resbalaba lo que oían o se empapaban en ello, y también los comparaban al “embudo,” “filtro” y “tamiz” 5. Pero la frase de Cristo es más bien, un anticipo, un toque de alerta.
Razón de las parábolas,Gen 13:10-17 (Mar 4:10-12; Luc 8:9-10).
10 Acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? » Y les respondió diciendo: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino dé los cielos, pero a ésos no. 12 Porque al que tiene, se le dará más y abundará, y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. ‘3 Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden; 11 y se cumple con ellos la profecía de Isaías: “Cierto oiréis y no entenderéis y no conoceréis. 13 Porque se ha endurecido el corazón de este pueblo, y se han hecho duros de oídos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no oír con sus oídos, y para no entender con su corazón y convertirse, que yo los curaría.” 16 ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! 17 Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
Los tres sinópticos se plantean en este mismo lugar el porqué de las parábolas. El problema parte de los apóstoles: “¿Por qué les hablas (a los otros) en parábolas?” No deja de ser chocante el desarrollo de este tema. “A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ésos no.” ¿Por qué? ¿A qué se debe esta distinta finalidad o efecto?
Lo primero que se nota es que este pasaje está desplazado de su contexto lógico. Pues es aquí cuando se presenta la primera parábola, al menos en su plena forma redaccional. Antes sólo hubo un esbozo de ellas (Mar 3:23; Luc 4:23; Mat 9:15-17; Mat 7:24-27; Mat 12:43-45).
La parábola es, de suyo, un método pedagógico clarificador. Se dice en Me: “Y con muchas parábolas como éstas (es decir, toda enseñanza de tipo mashal) les proponía la Palabra (el Evangelio), según podían entender,” añadiendo con una hipérbole – ritmo negativo – que “no les hablaba sin parábolas” (Mar 4:33). Pero añade que a los discípulos se “las explicaba todas aparte” (Mc).
Si este método parabólico es pedagógico, el mismo Mc hace la siguiente observación: que “todas las cosas les vienen a ser parábolas” a los “de fuera.” Estos, para los rabinos, eran los gentiles o judíos no ortodoxos; aquí son las muchedumbres.
Naturalmente, la doctrina del Reino era difícil y exigía esmero en recibirla. Como hacen en ocasiones los apóstoles, que le preguntan aparte lo que no entendieron. Y a esto apunta Lc cuando en la exposición de la parábola del sembrador dice: “Mirad, pues, cómo (πώς), de que’modo escucháis.” (Luc 8:18). Que es lo que dice Mt en este pasaje: “Porque al que tiene, se le dará más y abundará,” como a los apóstoles, que al preguntar sobre la enseñanza recibida logran su explicación y más luz; pero “al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado,” como a las turbas, que, al no pedir nueva explicación ni tener interés por ella (Jua 6:26), venían a perder el fruto de la primera explicación 6.
Lo que más choca es la justificación que quiere darse a esto con un pasaje de Isaías. En el texto masorético dice:
“Ve y di a ese pueblo:
Oíd y no entendáis,
ved y no conozcáis.
Endurece el corazón de ese pueblo,
tapa sus oídos, cierra sus ojos.
Que no vea con sus ojos,
ni oiga con sus oídos,
ni entienda su corazón,
y no sea curado de nuevo” (Isa 6:9-10) 6.
Presentada así esta redacción, choca a una mentalidad occidental. Parece como si Dios enviase al profeta para perder al pueblo con una ceguera moral, que él causaba por orden de Dios, cuando ha de ser todo lo contrario, ya que la misión del profeta es llevar el pueblo a Yahvé. Ni será improbable que el profeta acentúe este “fracaso” al escribir su obra después de haber visto con los hechos la actitud de Israel ante su mensaje profético. La versión de este pasaje en los LXX se formula de otra manera, quitando ya estas asperezas. Ya no se ve en la redacción esta finalidad penal del profeta, sino que se presenta sólo el hecho de que el pueblo lo oye, pero viene a ser como si no lo oyese, y de tal manera obran, que no se convierten, pues de lo contrario “yo [Dios] los curaría.”
Los evangelistas, al relatar este pasaje, crean la misma dificultad. Mt suaviza la interpretación redaccional de este pasaje: les predica en “parábolas,” ya que con ello va a suceder (ότι) lo que dijo Isaías. Aquí se reconoce que con esta predicación van a “ver y no verán.”
Pero en Mc-Lc el problema en su redacción literal se agudiza, pues el hablarles en parábolas tiene por finalidad (ίνα) que, “viendo, no vean.” y “no se conviertan.” Sin embargo, la idea de un juicio de Dios que se cumple bajo la forma de un endurecimiento es familiar al A.T. y al judaismo.
A causa de esta partícula de finalidad, diversos autores han tomado una doble actitud con relación a la predicación en parábolas. Para unos, Cristo les habla de esta manera por castigo – tesis de la justicia, al no escuchar ni atender debidamente su predicación, Cristo castigaría a las gentes velándoles su doctrina; otros sostienen que el uso de las parábolas, como método pedagógico, tiene una finalidad docente – tesis de la misericordia.
Sin embargo, la tesis de la justicia no es admisible, tanto desde el punto de vista literario como desde el punto de vista de la conducta de Cristo: sencillamente, su misión salvadora-docente.
Cristo, en los evangelios, siempre aparece en su misión salvadora. El Hijo del hombre no vino a perder almas, sino a salvarlas (Luc 9:56; cf. Luc 15:3-7; Mat 18:12-14; Mat 15:24; Mar 2:17; Mar 4:33, etc.).
En primer lugar, estas partículas, de aparente finalidad, en la koiné no tienen la fijeza clásica, y pueden significar lo mismo una consecuencia a seguirse. No se predica para que no entiendan, sino que predicando se va a seguir, v.gr., que no oirán, no comprenderán.
Y el pasaje de Isaías, en su contexto, era ir a predicar, que era ilustrar. Pero se seguiría que no se le escuchaba. Y acaso la redacción material esté hecha con matices del poco éxito del profeta. Y valorados además con el concepto semita de causa y efecto, según el cual todo lo que de alguna manera se puede aplicar a Dios – v.gr., permitiendo, no oponiéndose positivamente a algo -, se lo atribuyen sin más a El. Así, porque el faraón no permitió salir de Egipto a Israel hasta la última plaga, se lo describirá diciendo que “Dios endureció el corazón del faraón,” cuando con las “plagas” buscaba que cediese (Exo 11:10; cf. 9:2; Deu 2:30; Eze 39:7; Sal 119:2).
Las parábolas, siendo método pedagógico para ilustrar, venían en ocasiones, indirectamente, a ser motivo de oscuridad por culpa de los oyentes.
Si se plantea aquí este problema con motivo de las “parábolas,” debe de ser un recurso artificioso para abordar un tema general en la predicación de Cristo: en ocasiones era difícil de comprender (Jua 14:9) y exigía esmero que no siempre había en los oyentes (Jua 6:26). Además, parábola puede estar por el amplio vocablo mashal.
Piensan algunos si el planteamiento aquí de este problema no sería una preocupación de la Iglesia primitiva, que quería justificar el porqué de no haber pasado al cristianismo un mayor número de judíos, y en concreto de las clases dirigentes. Pero si a la Iglesia primitiva le preocupaba este problema, Cristo mismo también lo tenía ante sí, como se ve en los evangelios, y también a El le interesaba justificarlo. “Muchos son los llamados (al reino), y pocos los escogidos” (los que ingresan en él), y otros hechos semejantes (Mat 22:14; Mat 8:11-12).
Hay un pasaje de Mc (Mat 4:33.34) en que parecería una contradicción: en el primer versículo (v.33), la parábola tiene el sentido pedagógico de ilustración; pero en el segundo (v.34), las parábolas se las tiene que explicar a sus propios discípulos.
¿Qué valor puede tener esto? Se indicó ya, en ocasiones, la necesidad del esmero en oír su enseñanza y tratar de profundizarla. Pero también pudiera Mc, en este pasaje doble, indicar que al pueblo se le hablaba “según podían entender,” y que, aparte, tenía exposiciones a grupos más reducidos, como los apóstoles y otros discípulos, a quienes explicaba el sentido no sólo de las parábolas, sino a los que proponía también temas que exigían una mayor preparación y fidelidad (Jua 6:59-69; cf. Mat 13:34.35). Aunque es conocido el procedimiento literario en la literatura desde el siglo I (d.C.) y en las controversias judeo-cristianas, este esquema de exponer, v.gr., un escriba es preguntado con intención polémica por un gentil, se le responde, y, una vez retirado éste, descubre a sus discípulos el sentido profundo de su enseñanza. En algunas parábolas parece haber sido utilizado este esquema, ya que se acusa en ellas el estilo propio de los evangelistas y porque hay alegorizaciones que aparecen como secundarias. Por eso, habrá de verse en cada caso si este procedimiento es histórico o redaccional 7.
Mt inserta a continuación un pasaje que Lc refiere en otra parte. Ellos ven al Mesías y oyen el mensaje que ansiaron ver los justos y profetas de Israel y todo el Israel histórico. Pero “vino a los suyos,” y ¡tantos! “no lo recibieron” (Jua 1:11).
Acaso en este apartado de los tres sinópticos se quiera incluir toda esta amplia problemática 7.
Estudios recientes (J. Jeremías, C. H. Dodd) han hecho ver que las parábolas han experimentado en ocasiones diversas modificaciones al ser vividas, utilizadas y “situadas” en la Iglesia primitiva. Esta las “adapta,” las interpreta y “alegoriza” en ocasiones por motivos de “analogía” o en servicio de la “parénesis.” Algunas observaciones generales son las siguientes:
a) Hay tendencia a transformar auditorios; lo dicho a escribas y fariseos, ahora se dice a discípulos de Cristo, con las adaptaciones convenientes, v.gr., la actitud de ambos con relación al reino.
b) Lo dicho en orden a la parusía, ahora se “etiza”; se acusa la necesidad de amoldar la vida diaria en orden a aquélla, y a sus problemas individuales o eclesiales.
c) Parábolas que originariamente fueron dichas por Cristo a los jefes religiosos de Israel, o a enemigos, se las “adapta,” convenientemente, como dichas a jefes religiosos cristianos, por la facilidad a que se prestaban las imágenes primitivamente usadas, como siervo, pastor, y para tener, por analogía, indicaciones de Cristo sobre la vigilancia y solicitud pastorales de los jefes religiosos de las comunidades cristianas 7.
Explicación de la parábola del sembrador,Jua 13:18-23 (Mar 4:13-20; Luc 8:11-15).
18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador. 19A quien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo que se había sembrado en su corazón; esto es lo sembrado junto al camino. 20 Lo sembrado en terreno pedregoso es el que oye la palabra y, desde luego, la recibe con alegría;21 pero no tiene raíces en sí mismo, sino que es voluble y, en cuanto se levanta una tormenta o persecución a causa de la palabra, al instante se escandaliza. 22 Lo sembrado entre espinas es el que oye la palabra, pero los cuidados del siglo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda sin dar fruto. 23 Lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.
Los tres sinópticos narran a continuación la explicación de la parábola. La alegorización de la parábola no habría inconveniente en atribuirla, fundamentalmente, a Cristo. Es problema análogo a la misma primera parte, donde la parabolización se matiza mucho. Y aquí hay temas que Cristo toca en su vida, v.gr., el joven que deja a Cristo por las riquezas (v.22), etc.
Lagrange, Plummer, etc., admiten como originaria de Cristo esta alegorización de diversas clases de oyentes, aunque en la redacción se utilizase un léxico de la Iglesia primitiva.
Para otros, J. Jeremías, Taylor, la alegorización se debería a la Iglesia primitiva, que adaptaría la parábola fundamental a necesidades concretas de su medio ambiente. Para otros (Bonnard) parábola y explicación serían de Mt, aunque elaboradas sobre el “fuerte eco” de la de Cristo. La matización tan minuciosa y “moralista” en el alegorismo de la misma, lo mismo que el lenguaje usado en ella, que no se usa en otros pasajes evangélicos, y sí en los escritos de la Iglesia primitiva, llevaría a esto, sin alterar el fundamento histórico de la parábola primitiva de Cristo.
Para ellos ésta sería la siguiente: así como la semilla llega a la cosecha a pesar de las múltiples dificultades por las que ha de pasar, igualmente el reino llegará a su meta de establecimiento a pesar de las dificultades y contrariedades que se le opongan. Y acaso al exponerla tuviese ya el trasfondo de las dificultades y frustraciones de Nazaret, Corozaín, Betsaida (Mat 13:53-58, par). La “adaptación” en este caso haría ver dificultades “morales” por las que el reino no se establece, mientras que el reino fructifica “moralmente” en proporción a las condiciones del sujeto.
En efecto, a esto lleva el abundante léxico usado en los tres sinópticos a este propósito; el que se encuentren en este fragmento afirmaciones sobre “la Palabra” que nada tienen que ver con el resto de la predicación de Jesús, y sí son corrientes en la época apostólica; se desplaza el acento de lo escatológico – probablemente originario de la parábola – a lo psicológico; y parece confirmar esto la ausencia de esta interpretación en el Evangelio de Tomás, apócrifo de la primera mitad del siglo π, que tiene la exposición de la parábola, pero no la explicación. Y parecen percibirse ecos de las grandes persecuciones contra la Iglesia (v.21) bajo Domiciano (a. 81-96). Lo mismo que las “seducciones” es tema corriente en esta época (Efe 4:22; Col 2:8; 2Te 2:10; etc.).
Parábola de la Cizaña,2Te 13:24-30.
24 Les propuso otra parábola, diciendo: Es semejante el reino de los cielos a uno que sembró en su campo semilla buena. 2S Pero, mientras su gente dormía, vino el enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se fue. 26 Cuando creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizaña. 2? Acercándose los criados al amo, le dijeron: Señor, ¿no has sembrado semilla buena en tu campo? ¿De dónde viene, pues, que haya cizaña? 28 Y él les contestó: Eso es obra de un enemigo. Dijéronle: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? 29 Y él les dijo: No, no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo. 30 Dejad que ambos crezcan hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Tomad primero la cizaña y atadla en haces para quemarla, y el trigo juntarlo para guardarlo en el granero.
Propia de Mt. Acaso fue predicada junto al Lago (Mat 13:36). La forma literaria introductoria: “El reino es semejante a.” es la forma más usual de exponer los rabinos sus comparaciones. Es una parábola; sus elementos son ambientales palestinos, aunque hay algunos rasgos algún tanto irreales: los trabajadores que preguntan al dueño, extrañados, por la cizaña que hay en el campo, siendo natural su mezcla con el trigo. Pero se trata de destacar elementos para la alegorización. Esta cizaña es el lolium temulentum, como ya escribía San Jerónimo, muy difícil de discernirla del trigo hasta echar espiga, por la semejanza que tiene con él 8. Al judaísmo era impensable la coexistencia del bien y del mal – máxime prolongados – en los días mesiánicos. De ello se hacen eco, verbigracia, los Salmos de Salomón (Mat 2:38; Mat 4:27; etc.; cf. Isa 60:21). La venida del Mesías sería súbita y terminaría no sólo con los enemigos materiales, sino que haría una purificación total. Expuesto el cuadro, pasa a exponer otras dos parábolas. Algunos autores piensan que esta parábola sea un “duplicado” de la parábola de la semilla que crece secretamente (Mar 4:26-29) 9. No parece probable. Es demasiado desemejante su estructura y finalidad. Lo que se ve es el choque con el judaísmo polémico del tiempo de Mtg.
Parábola del grano de mostaza,Mar 13:31-32 (Mar 4:30-32; Luc 13:18-19).
31 Otra parábola les propuso, diciendo: Es semejante el Reino de los cielos a un grano de mostaza que toma uno y lo siembra en su campo; 32 y, con ser la más pequeña de todas las semillas, cuando ha crecido es la más grande de todas las hortalizas y llega a hacerse un árbol, de suerte que las aves del cielo vienen a anidarse en sus ramas.
La frase “a qué compararemos” tal cosa, es fórmula también usual rabínica 10. La mostaza se la echa en el “campo” (Mt) o en la tierra” (Mc); Lc pone en “su huerto.” Pero esto es adaptación a su público gentil, pues la mostaza estaba prohibido sembrarla en los huertos o jardines, según los judíos.
La frase “la más pequeña de todas las semillas” es ambiental y término ordinario de comparación de las cosas pequeñas. Se decía: “pequeño como un grano de mostaza.” 11
En Oriente abundan las diversas clases de mostaza. Esta es la vulgar mostaza (mustum ardens), la cual crece rápidamente, puede llegar a tres o cuatro metros y se hace leñosa en su base, posándose en ella los pájaros en bandadas 12.
Los árabes hablan de “árboles de mostaza.” 13 Por eso se dice en la parábola que se hizo árbol, pues tiene el “tallo como de madera” (Biever). El verbo usado (χατασχηνουν) no significaba propiamente “anidar,” sino simplemente “establecerse,” “habitar” 14. Es además un término técnico “escatológico” para la incorporación de los gentiles al pueblo de Dios. El árbol alto era también imagen corriente del poder terreno (Ez c.31; Dan c.4).
Es una parábola, pues sus elementos descriptivos son reales directos. La comparación fundamental es ésta: “He aquí la paradoja (doctrinal): de lo mínimo se hará lo máximo.” 15 Es la universalidad de la Iglesia. Bien lo ha probado la historia.
No es semita que sea parte esencial de la parábola el ”fieri” de su crecimiento, aunque lo supone. El objetivo directo es hacer ver el hecho: el Reino de pequeño se hará grande, universal. Incluso en Mc-Lc, que en la narración de esta parábola ponen su crecimiento, parecen ser elementos descriptivos del objetivo directo de la parábola 16. Tampoco se trata de corregir el error político-nacionalista judío de una inauguración súbita y esplendorosa del Reino. El tema no es la instauración súbita, sino la extensión del mismo. Ni el elemento de los pájaros parece pueda tener un valor alegórico por los fieles, aunque esta imagen esté en el A.T. (Dan 4:11.21; Eze 17:23; Eze 31:6) y surja espontánea en el lector de la parábola, porque no es el tema directo de la misma 17.
Parábola del fermento,Eze 13:33 (Luc 13:20-21).
33 Otra parábola les dijo: Es semejante el Reino de los cielos al fermento que una mujer escondió en tres medidas de harina hasta que todo fermenta.
La escena es de un gran realismo palestino 18. El “sato” (σάτον) es la traducción del arameo sa’tha’ (hebreo, se oh). Era medida usual para áridos, como ya testificaba San Jerónimo 19. El se’ah es la tercera parte del epha, y éste tenía algo más de 13 litros 20; tres se’ah de harina eran unos 13 litros.
El tema de la misma es claro: el vigor que tiene el Reino para hacer fermentar a “todo” el mundo. Es semejante a la anterior, y se pensaría en una forma binaria de exposición o de agrupación literaria.
Varios autores (Jülicher, Loisy) piensan que es otra forma redaccional idéntica a la anterior. Hay diferencia literaria. En la primera se habla del hecho de la universalidad, lo que supone el vigor para la extensión; en ésta se acusa más directamente el vigor que tiene para la fermentación, extensión 21.
El motivo histórico por que se pronuncian estas dos parábolas ha podido ser la necesidad de afirmar el Reino que Cristo enseñaba, tan distinto del esperado ambientalmente. Parábolas de respuesta a “dudas,” especialmente ambientales de polémica judeo-cristiana. Y hasta, acaso, se destaca frente al brillo triunfal del Reino esperado, que aquí la “masa” del fermento – Reino – se “escondió.”
Reflexión del evangelista,Luc 13:34-35 (Mar 4:33-34).
34 Todas estas cosas dijo Jesús en parábolas a las muchedumbres, y no les hablaba nada sin parábolas, 35 para que se cumpliera el anuncio del profeta, que dice: “Abriré en parábolas mi boca, declararé las cosas ocultas desde la creación.”
La afirmación rotunda que nada hablaba sin “parábolas” es una hipérbole oriental. Este pasaje está entroncado con el tema anterior de la finalidad de las parábolas. Pero Mt quiere, conforme a su método, justificarlo con algún testimonio profético.
Cita un pasaje del Sal 78:2. El salmo es de Asaf, y éste era considerado profeta en la Escritura (2Cr 29:30) y en el uso de los rabinos 22. Acaso aluda al espíritu profético de los Salmos. En qué sentido se utilice este versículo, es discutido. Conforme a la argumentación rabínica, que suponía la Escritura llena de misterios y sentidos ignotos, todo lo que de alguna manera podía relacionarse con un pasaje bíblico se lo consideraba como vinculado. No que Mt estuviese iniciado en estos procedimientos, como lo estaba San Pablo (1Co 10:1), pero estos procedimientos podían haber trascendido de las explicaciones sinagogales o ser procedentes de o tras “fuentes.” Otros piensan en un sentido “típico”: lo que sucedía a Asaf era “tipo” de lo que sucedería en Cristo. Así San Jerónimo 23, Lagrange 24. Para Maldonado se trata de un sentido “acomodado” 25. Buzy admite que “es también posible haya sido considerado por el evangelista en sentido amplio, como una profecía de los tiempos mesiánicos.” 26 Durand, en cambio, escribe: “Si el evangelista añade que todo esto tuvo lugar., etc., es para hacer entender que se verificaba de nuevo en Jesús lo que el salmista había escrito de sí mismo, no por una simple coincidencia, sino en función de una analogía de situación que estaba en el plan de Dios.” 27
Explicación de la parábola de la cizaña,1Co 13:36-43.
36 Entonces, dejando a la muchedumbre, se vino a casa, y sus discípulos se le acercaron, diciéndole: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 El, respondiendo, dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38 el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del Maligno; 39 el enemigo que la siembra es el demonio; la siega es la consumación del mundo; los segadores son los ángeles. 40 A la manera, pues, que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será a la consumación del mundo. 41 Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles y recogerán de su Reino todos los escándalos y a todos los obradores de iniquidad, 42 y los arrojarán en el horno del fuego, donde habrá llanto y crujir de dientes. 43 Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
La alegorización de la parábola es de gran interés. Se destacan los versículos que tienen un valor especial. Se hace a los discípulos “en casa,” a petición suya.
V.37. El sembrador es el Hijo del hombre. No es usual ni técnico por Mesías. Tomado de Daniel (1Co 7:13), lo utilizará Cristo para hacer su profesión mesiánica ante el Sanedrín v.38a. El campo es el “mundo” (χόσμος). Esta expresión no puede recibir aquí el sentido restringido de Israel, sino que significa todo el mundo 29. Toda la alegorización se desenvuelve teniendo en cuenta el fin del mundo y el juicio de Dios sobre los seres humanos. Se expresa la universalidad del reino.
V.38c-39. En un versículo se habla del Maligno como sinónimo del Diablo. En arameo, Maligno como sinónimo de Diablo es desconocido. En arameo, el nombre de Diablo es “Satanás.” Diablo falta en Mc, y pertenece a un estadio literario posterior evangélico. Los “hijos del Maligno” o del “Mal” lo son por cualidad suya.
V.39b. La siega es la consumación del siglo presente (Mat 24:3; Mat 28:20; Heb 9:26) 30.
V.41. En este juicio final (v.39b), los ángeles aparecen como ministros de la justicia divina (Mat 24:3; Mat 28:20; Heb 9:26). Pero es de la máxima importancia doctrinal la afirmación que Cristo mismo “enviará a sus ángeles” para su obra de justicia. Se presenta a Cristo como dueño de los ángeles. Pero esto en el A.T. es atributo de Dios. Con ello se equipara Cristo a Yahvé, que mandará a sus ángeles a que guarden los caminos del justo (Sal 91:11; Heb 1:7).
Lexicográficamente es extraña la expresión: los ángeles del Hijo del hombre, expresión que no se encuentra en el ν. Τ. más que en Mt (Heb 16:27; Heb 24:31). Igualmente la expresión del Reino del Hijo del hombre, también exclusiva de Mt (Heb 13:41; Heb 16:28). El concepto del Reino de Cristo no se encuentra en el estadio primitivo de la tradición evangélica. Supone una mayor penetración de la naturaleza de Cristo y un estadio algo posterior que suponga esta formulación literaria.
Los ángeles recogerán en esa hora todos los “escándalos”; son, propiamente, los hombres escandalosos; mejor, los actos de los hombres en cuanto son ocasión de peligro (Mat 16:23).
V.42. La expresión griega usada χάμινος, lo mismo puede significar “camino” que “horno” (Rev 9:2). Esta es la que aquí conviene (Dan 3:6). En tiempo de Cristo, el “Horno de fuego” y la “Gehenna” vinieron a ser las dos imágenes usuales del infierno 3I. El suplicio que allí les aguarda es expresado con la fórmula amplia, usual y popular – estereotipada -, del “llanto y crujir de dientes” (Mat 8:12; Mat 13:42.50; Mat 21:13; Mat 25:30, etc.). El “llanto” es metáfora que expresa dolor; “rechinar de dientes,” furor de la desesperación.
V.43. Los “justos,” en contraposición, “brillarán.”. La luz aparece en la Escritura como símbolo de gloria y felicidad. Este pasaje está descrito además con elementos apocalípticos, análogos a otros pasajes (Dan 12:13; Sal 3:7; Eclo 50:Eco 6:7), lo mismo que al IV de Esdras, buena síntesis de los apocalípticos (4 Esd 7:97).
Esta interpretación alegorizada de la parábola, ¿a quién se debe? J. Jeremías ha hecho ver con abundancia de datos lingüísticos y de contenido – y a su obra 32 se remite, pues su análisis aquí sería excesivamente amplio – que la interpretación alegórica de esta parábola procede del mismo Mateo. Si el estilo es de Mateo, muchos de estos conceptos pertenecen, algunos fundamentales ya se indicaron, a un estadio teológico posterior al de la hora primitiva e histórica. Y una confirmación de eso se ve en el apócrifo Evangelio de Tomás, de la primera mitad del siglo II, en el que se expone la parábola, pero no aparece la “interpretación.”
El tema primitivo de la parábola debió de ser una exhortación a la paciencia a causa de la coexistencia de la cizaña con el trigo, tomados estos términos en sentido de malos y buenos. La Iglesia primitiva la alegorizó – Mateo – en sentido escatológico en función de las necesidades concretas que había contra la Iglesia naciente, parte por las polémicas judeo-cristianas, y parte por la situación de coexistencia de fieles y pecadores; junto con la presencia de herejes. Pero en el trasfondo se percibe la necesidad primitiva de la exhortación a la paciencia 32 hasta que llegue esta hora judicial de Cristo.
La “coexistencia” de buenos y malos en la Iglesia era preocupación grande, y convenía justificarla. No era el mesianismo el sueño ideal que presentaba el IV libro de Esdras (Esd 6:27.28) en plena época cristiana y con máxima difusión. Así situada, esta enseñanza aparece con una cierta necesidad 33. El “escatologismo” encuentra un fuerte rechazo en esta alegoría. El valor doctrinal secundario es grande: se enseña la existencia del cielo e infierno, lo mismo que dos fases – terrena y celeste – eclesiales 34.
Parábola del tesoro,Esd 13:44.
44 Es semejante el Reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta y, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo.
Estampa realista palestina. No solamente Josefo habla de las gentes que escondían objetos preciosos por temor a la guerra 35, sino el mismo Talmud. Del siglo 3-o leemos quejas curiosas sobre la “inutilidad de ocultar tesoros,” diciendo que no servía ya de nada, pues había “hurones de tierra” (que buscaban en tierra tesoros escondidos), “perforadores de vigas” (que los buscaban en las oquedades del maderamen de las casas), “golpeadores de paredes” (que descubrían los huecos ocultadores en las paredes con ciertos golpes) 36.
Se narra en la parábola que, descubierto el tesoro, lo “oculta,” y, en su “alegría,” va a vender cuanto tiene para comprar el campo con el tesoro. Estos detalles, irreales, son complementos para destacar más la estampa. En la legislación romana estos tesoros, encontrados fortuitamente y de propiedad desconocida, eran del que los descubría 37, pero en la legislación judía eran propiedad del terrateniente. Estas precisiones aquí no cuentan; sólo se trata de destacar la enseñanza fundamental. Por eso, tampoco se considera aquí el aspecto jurídico-moral38.
La enseñanza es clara: así como por un tesoro que se encuentra se vende todo lo que se tiene para adquirir el campo en el que se oculta aquel tesoro, así también para adquirir el Reino se ha de vender y desprender la persona que lo encuentra de todo lo que sea obstáculo para adquirirlo: ingresar en él.
La doctrina, fundamentalmente, se refiere al ingresar por vez primera en el reino 39. Pero su aplicación “etizante” a las primeras comunidades cristianas se hacía sola.
Parábola de la perla,Esd 13:45-46.
45 Es también semejante el Reino de los cielos a un mercader que busca perlas preciosas, 46 y, hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra.
Como la anterior, es propia de Mt. La escena es la de un mercader técnico en perlas: busca “perlas preciosas.” La construcción parabólica es irregular. El Reino de los cielos no es semejante al mercader, sino a la perla. Esta, en la antigüedad, era “el summum del precio de todas las cosas.” 40 Un día, en su búsqueda, encuentra una excepcional, y vende todo lo que tiene para comprarla.
La enseñanza doctrinal parabólica es clara, como en la anterior: hay que dejar todo lo que sea obstáculo para ingresar en el Reino. Tiene un matiz especial: se busca positivamente lo bueno; pero el reino es lo mejor.
El que en la parábola anterior se encuentre el tesoro fortuitamente y aquí se encuentre buscando la perla (que, en el fondo, también la halla fortuitamente), no afecta en nada en la enseñanza formal, que es dejar todo lo que estorbe por ingresar en el Reino 41.
Parábola de la red, 13:47-50.
47 Es también semejante el Reino de los cielos a una red barredera, que se echa en el mar y recoge peces de toda suerte, 48 y, llena, la sacan sobre la playa, y, sentándose, recogen los peces buenos en canastos, y los malos los tiran. 49 Así será a la consumación del siglo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de los justos, 50 y los arrojarán al horno de fuego; allí habrá llanto y crujir de dientes.
Propia de Mt. La descripción es una escena realista en el lago de Genesaret. Un índice de este realismo es el “sentarse” para el recuento y clasificación de los peces 42. Se calculan en el lago de Genesaret unas treinta especies distintas de peces; aunque de calidad distinta, todas comestibles. Sólo estaba prohibida una sola variante de la especie Silúrides: el dañas macracanthus; los judíos lo consideran legalmente impuro43; en cambio, era sumamente apreciado por los paganos de la región 44.
La comparación parabólica es global: esta separación de “malos” y “justos” sucederá también al fin del mundo, destacándose más la obra sobre los “malos.” La suerte de los buenos está de sobra supuesta en la comparación.
Sobre el “horno de fuego” y el “llanto y crujir de dientes,” se remite a la parábola de la cizaña (Mat 13:42), donde se valoran. E igualmente se acepta aquí lo que allí se dijo sobre el valor y primitivo sentido de la parábola. Modificado y adaptado posteriormente por la Iglesia primitiva, concretamente por Mt, acaso también en orden a preocupación de su Iglesia. A la hora de la Iglesia primitiva, con mezcla de “fíeles” y herejes y “pecadores,” se hace ver la perspectiva de la discriminación en el juicio. Mientras, ¡paciencia! 45
1) Conclusión de las parábolas,Mat 13:51-52.
51 ¿Habéis entendido todo esto? Respondiéronle: Sí. 52 Y les dijo: Así, todo escriba instruido en la doctrina del Reino de los cielos es como el amo de casa, que de su arca saca lo nuevo y lo añejo.
Mt es el único que trae este pasaje. La pregunta debe de dirigirse a los “discípulos,” que son los que en la perspectiva de Mt están en situación. La palabra de este “escriba” instruido en el reino de los cielos es un doctor o discípulo, pues ambas cosas pueden significar la palabra griega μαθητευθεΐς usada. Dalman ha propuesto como substrato judeo-aramaico: “Todo escriba que vino a ser discípulo del reino” de los cielos 46, que es también la versión siríaca Peshitta: mettalmad, “hecho discípulo.”
Sin embargo, no parece que el texto se refiera a un escriba judío que se haga discípulo del Reino 47, aunque en absoluto no se excluya. Pues Cristo mismo, en Mt, dice que envía “profetas, sabios, y escribas.” a Israel (Mat 23:34), y los afrentarán y matarán. El contexto parece indicar que se refiere a los apóstoles, que con la preparación que reciben quedarán habilitados como verdaderos doctores o “escribas” del Evangelio.
Y para que vean lo que esto significa, les pone una comparación. La expresión “tesoro” βησαυρός) que se usa, se refiere mejor a un arcón donde se guardan las cosas mejores o necesarias al hogar 48, excepto las alimenticias 49.
El hombre rico provisto no sólo guarda en sus arcas las cosas viejas y heredadas, aunque de valor, sino que se surte y repone con las cosas nuevas: se halla perfectamente provisto.
De igual manera, el “escriba instruido en el Reino” saca del tesoro de la doctrina “cosas nuevas y viejas”; expresión que no parece estar con valor alegórico, sino para expresar, globalmente, la riqueza doctrinal que posee.
Acaso pudiera verse en su trasfondo una alusión a la armonía que debe haber entre el A.T. y el ν. Τ. No es destrucción de la Ley (Mat 5:17). El “espíritu” de ésta ha de ser valorado con la portada del ν. Τ. Así este “escriba” tendrá la riqueza del plan de Dios sobre el Reino.
11) Jesús, en su tierra. Los “hermanos de Jesús,” 13:53-58 (Mar 6:3; Mar 3:32).
53 Cuando hubo terminado Jesús estas parábolas, se alejó de allí,54 y, viniendo a su tierra, enseñaba en la sinagoga, de manera que, admirados, se decían: ¿De dónde le viene a éste tal sabiduría y tales prodigios? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? 56 ¿Sus hermanas no están todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto? 57 Y se escandalizaban en El. Jesús les dijo: Sólo en su casa y en su patria es menospreciado el profeta. 58 Y no hizo allí muchos milagros por su incredulidad.
Después de esta jornada de las parábolas, “partiendo de allí,” se “vino a su tierra,” que era aún Nazaret. “Cuando llegó el sábado” (Mc), se puso a enseñar en la sinagoga. Esto era frecuente en El (Luc 4:16; cf. Mar 1:39). La explicación del texto sagrado no era exclusiva de rabinos o escribas. Podía hacerlo una persona distinguida, capacitada, ofreciéndose espontáneamente a ello o siendo invitado por el jefe de la sinagoga 50.
El tema de la enseñanza de Cristo, que no transmiten Mt-Mc, era siempre sorprendente, pues “su palabra iba acompañada de autoridad” (Luc 4:31), “no como los escribas” (Mar 1:22).
Su doctrina y “su autoridad” hizo estallar la admiración en sus paisanos. Pero esta admiración era de “escándalo” (Mt-Mc). No era sólo la clásica mentalidad aldeana estrecha, que no concibe cómo uno de los suyos pueda ser distinto de ellos, máxime con la altura que Jesús les demostraba. Su argumento contra la fama de taumaturgo que ya corría por la región y contra la doctrina y los hechos – ”¿De dónde le viene a éste la sabiduría y los milagros?” – era que conocían a sus padres y a sus familiares. Pero este detalle es precisamente la clave de la solución del “escándalo” de los nazarenos, ya que Juan alude y explica el porqué de esto. Dicen los judíos: “¿Será verdad que (Jesús) es el Mesías? Pero de éste sabemos de dónde viene; mas el Mesías, cuando venga, nadie sabrá de dónde viene” (Jua 7:26-27). En efecto, en la creencia de entonces estaba divulgado que del Mesías nadie sabría su origen 51. Por eso, la gran contradicción que tenían sus paisanos era ésta: “la sabiduría y los milagros” le acreditaban como Mesías. Era lo que le dirá un día Nicodemo (Jua 3:2). Pero, conociendo ellos a sus padres – el artesano y María – y a sus “hermanos” y “hermanas,” al enfrentarse ellos con la creencia popular del origen desconocido del Mesías, se “escandalizaban de El” como Mesías. Un día le dirán sus mismos “hermanos,” ante esta tremenda duda, que vaya a Jerusalén, sin duda para que la autoridad religiosa vea estas cosas y las juzgue (Jua 7:3.5).
La respuesta de Cristo, si no es un proverbio (Jua 4:44), es una observación de evidencia cotidiana, y que los evangelistas, incluso Lc, recogen, aunque citada “quoad sensum.” Sólo en su pueblo y familia es uno desestimado de los suyos, aunque sea profeta.
Y tal era la actitud de desconfianza de los nazaretanos ante su obra, que El “se maravillaba.” Cristo sabía todas las cosas por su ciencia sobrenatural. Pero aquí usaba la psicología de su ciencia “experimental.” Y esta conducta de sus paisanos, que cerraban los ojos a la evidencia, era, en el plan de Dios, obstáculo a que El se prodigase en milagros allí: “Hizo pocos milagros por su falta de fe” (Mt), que es “confianza” en El. Sólo “impuso las manos a unos pocos enfermos y los curó” (Mc). El milagro está encuadrado en su poder salvífico.
Tanto Mt como Mc recogen aquí, en este “escándalo” de los paisanos del Señor, lo que decían: que ellos conocían a los familiares del mismo. Pues Mt sólo transmite el dicho de las gentes: que era “hijo del artesano” (τέχτων). Y Mc recoge que a El mismo le hacían del mismo oficio: “¿No es éste el artesano (ó τέχτων)?” El término griego usado no corresponde específicamente a carpintero, sino a artesano, a obrero, aunque más frecuentemente se diga del que es carpintero 52. El que se considere por los nazaretanos como “hijo del artesano,” ignorantes ellos de la concepción virginal de Jesús, no significa sino que hablan de El como lo que “legalmente aparecía 53. Por otra parte, de esta afirmación nada se deduce sobre si vivía ya o había muerto San José. Pero después de citar a María, “su madre,” habla de “sus hermanos.” Esto plantea el problema, ya célebre, de los “hermanos” de Jesús.
Que María no tuvo más hijos después de Cristo, que es el “primogénito” (Luc 2:7), no solamente es dogma de fe – la perpetua virginidad de María -, sino que también es bíblicamente manifiesto. Ya es indicio de ello la escena que relata Lc. Cuando Jesús tenía doce años, suben al templo, según costumbre, con el Niño. El cumplimiento estricto de la Ley – el bar miswah (hijo del precepto o de la Ley) – comenzaba para los varones a los trece años cumplidos 53. Pero los judíos acostumbraban ya a llevar a sus hijos antes al templo, lo mismo que a otras prácticas, para acostumbrarlos. Esto sugiere que, si Jesús a los doce años, antes de la obligación usual, es llevado por sus padres, según costumbre – “iban cada año” -, es que no tenía más hermanos, pues María debería haber quedado al cuidado de ellos, ya que habían de ser pequeños, y la mujer no estaba obligada a subir a Jerusalén.
Otra indicación bíblica de esta perpetua virginidad de María es la escena del Calvario. Cristo, moribundo, encomienda a María a San Juan, quien “desde entonces la recibió en su casa” (Jua 19:26.27). Pero, si María hubiese tenido más hijos – esto supone también la muerte de San José -, Jesús no tenía por qué encomendar a nadie su cuidado temporal, pues por derecho correspondía a sus propios hijos. Máxime cuando bastantes años después vivía en Jerusalén “Jacobo el hermano del Señor” (Gal 1:19).
No deja de ser notable que, siempre que se habla de estos “hermanos del Señor,” jamás se diga que son hijos de María. Tampoco choca ver la conducta de estos “hermanos” que se portan como hermanos mayores de Cristo, pues le daban consejos (Jua 7:3) y querían reducirle a casa, pues les extrañaba su modo de conducirse (Mar 3:21). Pero estos pequeños detalles son igualmente de interés a este propósito. Ya que esto, en las costumbres de Oriente, sólo era permitido a los hermanos mayores, pero no viceversa 54. Pero Cristo era el “primogénito.” También a esto puede añadirse que, según el relato de la anunciación, María, entonces “desposada,” o, según otros, ya casada, tiene hecho un propósito de perpetua virginidad en el matrimonio (Luc 1:34). Pero ¿habría de ser motivo para quebrantar este propósito el haber sido hecha madre del Mesías y Madre de Dios? ¿No es éste un motivo más para mantener su “voto”? 55
La razón fundamental de hablar de estos “hermanos” y “hermanas” de Cristo, que no son sino parientes y familiares, es que ni en hebreo ni en arameo hay una palabra que exprese específicamente estos grados de parentesco; éste ha de expresarse por un circunloquio o suponerse por otro capítulo 56. Ejemplos de esto aparecen numerosos en la Biblia (Exo 2:11; Lev 10:4; 1Cr 23:21-22; 2Cr 36:4; cf. 2Re 24:17; Jer 37:1; 2Sa 2:26, etc.). Así, Abraham dice que él y Lot son “hermanos” (‘ahím) (Gen 29:15), cuando es el mismo libro el que dice que Lot era sobrino de Abraham, hijo de una hermana (Gen 29:13; Gen 28:2; Tob 8:7).
Pero no sólo estas razones hacen ver que no se trata de hijos de María, sino que el mismo Evangelio da los nombres de la madre de estos “hermanos” de Jesús. Estos “hermanos” de Jesús son los siguientes: “Santiago y José, Simón y Judas” (Mat 13:55; Mar 6:3). De las “hermanas” no se dan nombres. Pues bien, son los mismos evangelistas que dan estos nombres de los “hermanos” de Jesús los que dan el nombre de la madre de ellos. Al hablar de las personas asistentes en el Calvario a la crucifixión de Cristo, donde estaba presente María la madre de Jesús (Jua 19:25), Mt cita a “María la madre de Santiago y José” (Mat 27:56) y Mc cita igualmente a “María la madre de Santiago el Menor y de José” (Mar 15:40). Luego ni por realidad histórica ni por la perspectiva de los evangelistas, esta expresión de “hermanos” de Jesús se puede referir a hijos de María, sino a familiares o parientes.
La identificación del otro grupo, “Judas y Simón,” es más difícil de precisar por no darse específicamente el nombre de su madre en los evangelios. Según el historiador Hegesipo, este Simón que se cita como “hermano del Señor” es hijo de “María (mujer) de Cleofás” (Jua 19:25) 57. Sobre la identificación de Judas que cita con Simeón, es cuestión debatida.
Pero la conclusión que se desprende de lo expuesto es que, en la perspectiva real y literaria de los evangelistas, estos “hermanos” del Señor no son presentados como hermanos de sangre, sino como parientes o familiares más o menos próximos. Y, por tanto, que no es su intento suponer que María no fuese perpetuamente virgen 58. Lo mismo ha de decirse de las “hermanas” que se citan.
Se objeta a esto que, efectivamente, en hebreo y arameo la palabra “hermano” – ‘ah – tiene un sentido más amplio que en griego. Los LXX que traducen “hermano” por su estricto αδελφός, hacen ver esto (cf. Gen 13:8; Gen 14:14.16; Gen 29:4.15): que se traduce “hermano” por sobrino. Pero se añade: los textos de Pablo, los Hechos y Juan, ¿hablarían tan simplemente de “hermanos” de Jesús, en griego, dirigiéndose a oyentes de lengua griega, si esta palabra no hubiese de recibir su sentido griego universalmente admitido? Pero la objeción se explica.
En primer lugar, se ve que el griego no es el texto original de Mt, – lo mismo que las “fuentes” en otros evangelistas -, y que la traducción griega vierte el término, como es lógico – incluso sin pensar en la perpetua virginidad de María -, de una manera material. Además, el mismo evangelio – y los otros – dan los nombres de sus madres. ¿Podrían dar lugar a equívocos en los lectores, cuando en el mismo evangelio – como en los otros – se dan los nombres de sus madres, como se dijo?
Además, ¿no se traduce en la epístola a los Romanos (Gen 9:12), materialmente, una frase del A.T. en esta forma? Pues para decir que Dios elige a Jacob en lugar de Esaú, que era el primogénito, para seguir la línea patriarcal, se pone que “Dios eligió a Jacob y odió (heb. = sane’ti; griego = εμι’σησα) a Esaú.” Pero esto no es más que la traducción material griega del original hebreo del A.T. ¿Un lector greco-romano tendría que entender que Dios “odió” verdaderamente a Esaú, cuando sólo significa que tuvo más amor a Jacob?
1 Para la descripción de esta vida palestina, cf. F. M. Willam, Das Lebenjesu im Laude und Volke Israel, vers. esp. (1940) p.243-244/ – 2 Vosté, Parabolae (1933) I p.188. – 3 Biever, Conferences de St. Etienne (1911) p.275. – 4 J. Sonnen, en Bíblica (1927) 8ss; Holzmeister, en VD (1940) p.219-223. – 5 Strack-B., Kommentar. I p.7. – 6 L. cerfaux, La connaissance des sécrets du Royanme d’aprts Mat 13:11 : New Test. Stud. (1955) 238-249; Rec. L. Cerfaux (1963) p.123-138. – 6 Sagrada Biblia Nácar-Colunga: Bac n.L; Bertram, Theol. Wórt, Ν . Τ . art. épfíov, II,Mat 637:28ss. – 7 D. Daube, Public Pronouncement and Prívate Explanation in the Gospels: Expositor Times (1945-46) p.175-177; j Sanh. l,19b; Pesiq. 40ab; b.Hul. 27b; Lev. r.4 sobre 4,ls; j Ber. 9:12d-13a; J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu, vers. esp. (1970) p.120-123. – 7 Skrinjar, Le but des parábales sur le Rtgne et l’e’conomie des turnares divines d’apres fécriture S.: Bíblica (1930) p.291-321.426-449; M. Dldier, Les parábales du semeur et de la sémence qui crolt d’elle-meme: R. D. Namur (1960), 185-196; C. H. Dodd, The Parables o/the Kingdom (1961); J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu (1962); T. X. Mullins, Parables as Literary Forras in the N.T.: The Luther Quarterly (1960) 235-241; Hugh Martin, The Parables of the Cospel (1962); H. Sokger, Jesús’ Use of Parables Mt 13¿ R. Expos. (1962) p.82-89.149-158. – 7 J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu (1970); C. H. Dodd, Las parábolas del Reino (1974). – 8 Vosté, Parabolae I p.177-206; Bvz,évangile s. St. Matthieu (1946) p.167-174; Lagrange, évangile s. St. Matth. (1927) p.255-266; Buzy, Parábales (1932) p.3-41; J. Jeremías, Die Glekhnisse Jesu (1962), vers. esp. (1970) p.95-98. – 8 Wlllam,Z)o$ Lebenjesu, vers. esp. (1940) p.248; San Jerónimo: Mal 26:94; Biever, Conférences de St. étienne (1910-1911) t.2 p.279. – 9 C. W. F. Smith, The Jesús of the Pambles (1948) 86-88. – 10 Strack-B., Kommentar. II p.7ss. – 11 Strack-B., Kommentar. I p.669. – 12 D. Biever, Conférences de Saint-Etienne (1910-1911) t.2 p.281. – 13 Willam, Das Leben Jesu, vers. esp. (1940) p.250. – 14 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.684; JEREMíAS, o.c., p.181. – 15 Vosté, Parabolae (1933) p.229. – 16 Lagrange, évangile s. St. Matth- (1927) p.270. – 17 Vosté. Parabolae. í1933) I p.221-236; Lagrange, évangile s. St. Matth. (1927) p.269-270;’Etmg¿/¿ s. St. Marc (1929) p.llS-2l;’évangile s. St. Lúe (1927) p.385-286; Buzy, évangile s. St. Matth. (1926) p.176-178; Paraboles (1932) p.52-68; Jeremías, Die Gleichnisse Jesu, vers. esp. (1970) p.180-184; Bonsirven, Le regne de Dieu (1957) p.207. – 18 Willam, Das Leben Jesu, vers. esp. (1940) p.250-251. – 19 Comm. in evang. Matth. h.l.: Mal 26:958. – 20 Strack-B., Kommeníar. I p.670; Barrois, La me’trologie dans la Bible: Rev. Bib. (1931) 242. – 21 Vosté, Parabolae. (1933) I p.237-248; Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p.270; évangile s. St. Lúe (1927) p.386-387; Buzy/évang. s. St. Matth. (1946) p. 178-180; Paraboles. (1932) p.69-79; Fonck, en VD (1933) 341-346; M. Dldier, Les parábales du grain de se»neve et du levain (Mat 13:31ss par.): R. D. Namur (1961) p.385-394; O. Kuss, Zum Sinngehalt des Doppelgleichnisses von Senfkarn und Sauerteig: Bib. (1959) 641-653; J. Jeremías., o.c., p.180-184. – 22 Strack-B., Kommentar. I p.670. – 23 Mal 26:93. – 24 évangile s. St. Matth. (1927) p.272. – 25 Com. al evang. de S. Mat. (1950), vers. esp. (BAC) p.507. – 26 Buzy, Evang. s. St. Matth. (1946) p.180. – 27 Durand, St. Matth. (1924) p.263; para la relación Mt-Mc, cf. Bonnard, o.c., p.203. – 28 Lagrange, Rev. Bib. (1908) 280-285. – 29 Wilke-Grim, Lexicón graeco-latmum in libros Ν .Τ . (ed.4.a) p.249, h.v. n.7; Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.730 5a. – 30 Strack-B., Kommentar. I p.67l. – 31 Strack-B., Kommentar. I p.673. – 32 J. Jeremías, Die Glekhnisse’jesu, vers. esp. (1970) p.99-105. – 32 ^£s bien piensan en sentido contrario sobre este último punto R. Bult-Mann,Z)¿? Geschichte der synoptischen Tradition (1958) p.203, yj. Jeremías, o.c., vers. esp. p.100. – 33 Lagrange, Le Messianisme. 148-157. – 34 Vosté, Parabolae. (1933) I p.275-290; Lagraxge, évangile s. St. Matth. (1927) p.272-276; L. Fonck, Parábola zizaniorum agri: VD (1926) 327-334; Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p.181-184; Parábales (1932) p.425-251; M. De Goedt, L’explication de la parábale de l’ivrai (Mat 13:36-43): Rev. Bibl. (1959) 32-54; J. Mous-Son, ExpUcatur parábola de zizania Mt 13: Collect. Mechl. (1959) 171-175. – 35 FL. Josefo, De bello iudaico VII 5:2. – 36 Wlllam,DasLebenJesu. vers. esp. (1940) p.252; Strack-B., Kommentar. I p.674. – 37 Digest. 1.41 tít.l ad c.31. – 38 Vosté, Parabolae I p.251. – 39 Vosté, Parabolae I p.249-258; Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p.276-277; BUZY, évang. s. St. Matth. (1946) p.184-185; Parábales. (1932) p.80-88; H. Faccio, De thesauro abscondito: VD (1950) 237-242; J. Dauvillier, La parabole du tre’sor (Mat 13:44) et les droits orientaux: Rev. Intern. des Droits de l’Antiq. (1957) 107-115; J. D. M. Derret, Law in the N.T.: The Treausure in the Field (Mat 13:44): Z. N. W. (1963) 31-42; M. Dldier, Les parábales du tresor et de la perle (Mt 13-45ss): R. D. Namur (1962) 296-302. – 40 Plinio, Hist. Nat. 1. – 41 Vosté, Parabolae I p.259-268; Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p.276-278; Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p. 185-186; Les Parábales (1932) p.89-94; O. glombitza, Der Perlenkaufmann: New Test. Stud. (1960) 153-161. – 42 Buzy, évang. s. St. Matth. (1947) p.187. – 43 Josefo, De bello iud. III 10,8. – 44 Dom Biever, Conférences. p.293-300. – 45 Sobre el valor de estos elementos, cf. Comentaño a la parábola de la “cizaña,” Mat 13:42. Vosté, Parabolae I p.291-302; Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p.278-280; Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p. 186-188; Les paraboles (1946) p.452-460; Renié, Elegerunt bonos in vasa: Rev. Se. Rehg. (1948) 271ss; Bartina, en Est. Bíb. (1960) 215-227. – 46 Dalman, Das Worte Jesu p.87. – 47 J. Hoch, Der chnstliche “grammateas (Mat 13:52): Biblische Zeitschrift (1926) p.256-269. – 48 Zorell, Lexicón col.592. – 49 Willam, Das Leben Jesu, vers. esp. (1940) p.253. – 50 Felten, Storia dei tempi del ν. Τ. (1932) II p. 114-115. Sobre el problema de esta estancia de Cristo en Nazaret, cf. Comentano a Luc 4:16-30. – 51 Lagrange, Lc Messianisme. p.221-222; Strack-B., Kommentar. II p.488. – 52 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.1307-1308. – 53 C. S. C. Williams, Aterations to the Text of the Synoptk Gospels and Acts (1951). – 53 Misha: Nidda 5:6; Aboth 5:21. – 54 Ceuppens, Theologia Bíblica (1948) IV p.201. – 55 Sobre las objeciones de esto, tomadas de Mateo (1:25): “No la conocía hasta que dio a luz.,” y Lucas (2:7) cuando se dice que dio a luz a su hijo “primogénito,” véanse las exposiciones en el lugar correspondiente del Comentario. – 56 Gesenius-Buhl, Hebraisches und aramaisches Handwórterbuch über das A.T. (1921) p.22 voz ‘oh. – 57 Eusebio DE C., Hist. Eccl III 2:32. – 58 Durand, Les frtres du Seigmur, en Dict. Apol. II p. 131-138; S. Grzybek, Habuitne Christusfmires?: RuBi (1958) 231-238; J. Blixzler,Zuw Problem der Brüder des Hern: Trierer Theolog. Zeitsch. (1958) p.129-145.224-246.
Fuente: Biblia Comentada
Este es el tercero de cinco discursos registrados en Mateo (vea la Introducción: Temas históricos y teológicos).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
13:1 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al Mar 2:1-28 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, Luc 5:1-3. y toda la gente estaba en la playa. 3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9 El que tiene oídos para oír, oiga.
La explicación: 18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: 19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. 20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno. — (Mat 13:1-9; Mat 18:1-35; Mat 19:1-30; Mat 20:1-34; Mat 21:1-46; Mat 22:1-46; Mat 23:1-39; Mar 4:1-9; Mar 4:14-20; Luc 8:4-15).
Esta parábola describe cuatro clases de terreno en las que cae la semilla sembrada. Se llama comúnmente «la parábola del sembrador», pero el énfasis no está sobre el sembrador, sino sobre las varias clases de terreno que reciben la semilla. El sembrador (predicador) puede ser bueno o malo, elocuente o aburrido, pero de todas maneras los resultados dependerán en gran manera de los oyentes mismos. Jesús es el Maestro Perfecto, pero no logró convertir a todo el mundo.
La semilla es la palabra de Dios, Mar 4:14; Luc 8:11.
Las cuatro clases de terreno son cuatro clases de oyentes. La parábola enseña la responsabilidad de oír la palabra, porque por el oír viene la fe (Rom 10:17). Jesús bien sabía que la semilla no puede germinar y producir en toda clase de corazón humano.
Multitudes le seguían a veces, pero ¿con qué propósito? Algunos le seguían por curiosidad, algunos buscaban panes y peces, algunos tenían motivos políticos y revolucionarios, y otros eran sinceros.
En esta parábola Jesús les presenta un retrato de ellos mismos; pone delante de sus ojos el espejo para que puedan ver cómo eran (qué clase de oyentes eran). Les cuenta una historia acerca de ellos mismos y de cómo ellos oyen la palabra. ¿Cómo recibirían su enseñanza? De la misma manera en que los varios terrenos de Judea recibían la semilla del sembrador.
— parte de la semilla cayó junto al camino.– Estos oyentes son los que permiten que sus corazones sean «pavimentados» (endurecidos) por todos los sucesos y actividades de esta vida. Su vida ha sido fuertemente afectada e influenciada por los asuntos de la vida diaria: el empleo, la familia, los planes, las bodas, los funerales, los crímenes y docenas de otras cosas. Estos tienen corazones desatentos, insensibles, preocupados e indiferentes en cuanto a los asuntos espirituales. Su intelecto está lleno de prejuicio, la conciencia cauterizada y la voluntad perversa. No pone atención a la palabra de Cristo.
Satanás arrebata la palabra con miles de distracciones. Presenta el error como tan bueno o mejor que la verdad. Presenta ante la atención del hombre toda clase de intereses terrenales, no necesariamente malos en sí, pero demandan la atención y esta clase de corazón no recibe la palabra.
El diablo sabe el poder de la palabra de Dios. No quiere que nadie permita que entre en el corazón. No quiere que la gente oiga. Si oye, no quiere que crea. Si cree, no quiere que obedezca. Siempre le anima a posponer la obediencia.
Así es que la semilla fue «hollada, y las aves del cielo la comieron», Luc 8:5. No hace impresión sobre la mente del oyente.
¿Qué se puede hacer para ayudar a los tales? Desde luego, la palabra es muy poderosa (Heb 4:12; Jer 23:29). A veces la tribulación prepara el «terreno» para recibir la semilla.
— parte cayó en pedregales (sobre la piedra). — Cae sobre una capa delgada de tierra sobre la roca sólida, donde no hay humedad. Brota pronto pero no puede echar raíces. El punto clave es que PRONTO brota y PRONTO muere. Es cuestión de recibir LUEGO y entonces caer LUEGO. Este es el oyente superficial, emocional, impresionable, impulsivo. Obedece con gozo pero es gozo pasajero. No obedece por convicción. Oye un sermón conmovedor y obedece. Los amigos obedecen, por eso él también obedece. Tal vez obedece durante una «campaña emocionante» (le gustaron los himnos y los hermanos fueron muy amables, etc.), pero no calculan gastos, Luc 14:25-33. No considera la cruz que debe llevar. No toma en cuenta la oposición que encontrará. Obedece, pero no se acerca a Dios en oración y con lectura bíblica, no es debidamente activo en la iglesia, no se fortifica, no se confirma (Hch 14:22).
Vienen persecuciones, tribulaciones, críticas, burlas, pruebas, las cuales deben fortalecerle (Rom 5:3-5) y acercarlo a Dios, pero más bien le alejan de Dios y le hacen tropezar.
— parte cayó entre espinos. — Los espinos absorben toda la humedad y fertilidad, y excluyen de la planta la luz y el aire; por eso, el crecimiento es retardado e impedido. «El afán de este siglo». Según Mat 6:24-34 el afán (1) es innecesario, porque nuestro Padre sabe nuestras necesidades; (2) es prohibido, (3) es vano, porque ¿qué logra el afán? Luc 10:41; Luc 21:34; Flp 4:6; 1Pe 5:7. La ansiedad indica falta de fe en Dios. Indica una preocupación excesiva por los asuntos de esta vida, y una falta de interés en cosas espirituales. El afán de este siglo no quiere decir vicios, sino una preocupación excesiva por tales asuntos como el empleo, el negocio, la educación, y los problemas ordinarios de la vida.
«El engaño de las riquezas» es muy peligroso 1Ti 6:9-10; Mar 10:34. La prosperidad es más peligrosa que la pobreza. Recuérdese Pro 30:8-9. Muchos hermanos abusan de la «tarjeta plástica», haciendo muchas compras y así comprometiéndose más allá de sus posibilidades, y luego viene un afán abrumador. Esta práctica bien ilustra el amor al dinero (cosas materiales). Muchos se entrampan con deudas que nunca pueden pagar. Esta práctica es una forma de mentira y de robo, porque prometen pagar lo que no pueden pagar. La avaricia es idolatría (Col 3:5).
Stg 1:8; Stg 4:8, Santiago habla del doble ánimo. Compárense los casos de Balaam, Lot, Demas y otros personajes bíblicos que querían servir a Dios pero también amaban el mundo.
— parte cayó en buena tierra. – Esta es tierra fértil, limpia (preparada), húmeda, buena, como Samaria (Jua 4:35-37; Hch 8:5-12); los 3000 en el día de Pentecostés (Hch 2:41); el eunuco (Hch 8:35-39); Saulo de Tarso (Hch 9:18; Hch 22:16; Hch 26:19); Cornelio (Hch 10:33; Hch 10:48); Lidia (Hch 16:13-15); el carcelero (Hch 16:30-34); los corintios (Hch 18:10); y los efesios (Hch 19:1-5). Estos oyen la palabra, la entienden, la obedecen y llevan fruto. Luc 8:15, «Son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia». Es el corazón bueno que puede ser conmovido por las grandes verdades del evangelio, y que celosamente las guarda. Oye la palabra atentamente, la estudia, la entiende y la obedece no importa quién la predique, ni con qué motivos la predique, ni quién más la obedezca, ni cuántas ofensas vengan.
La que cayó en buena tierra no es como la que cayó junto al camino, porque sí entiende. No es que tenga intelecto superior, sino atención superior. No es como la que cayó en la capa delgada de tierra sobre una piedra, porque sí echa raíces y no es vencida por las pruebas de la vida. No es como la que cayó entre espinos, porque evita el afán y el engaño de las cosas materiales. Es la única que lleva fruto, «algunas semillas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta». Muchos quieren culpar al «sembrador» (predicador) por el poco fruto que se lleva en la obra, pero Jesús culpa también a los oyentes. La lección es que cada quien debe examinar cuidadosamente su corazón.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL SEMBRADOR SALIÓ A SEMBRAR
Mateo 13:1-9, 18-23
Aquel día se marchó Jesús de la casa y Se sentó a la orilla del mar; y vino tanta gente a escucharle que Él se subió a una barca y se sentó, mientras toda la gente se quedaba de pie a la orilla; y Él les dijo muchas cosas por parábolas.
-¡Fijaos! -les dijo-. El sembrador salió a sembrar; y, cuando estaba sembrando, algunas semillas cayeron junto al sendero, y vinieron los pájaros y se las comieron. Algunas semillas cayeron en un terreno pedregoso, que no tenía mucha tierra; y, como no había profundidad de tierra, brotaron en seguida; pero cuando salió el sol, se agostaron y se secaron, porque no tenían bastante raíz. Otras semillas cayeron entre espinos, que crecieron y las ahogaron. Pero otras cayeron en buena tierra, y produjeron fruto, algunas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta por uno. El que tenga oídos, que se entere.
»Ahora escuchad el significado. de la Parábola del Sembrador. Cuando uno oye el Mensaje del Reino, pero no lo entiende, viene el maligno y hurta lo que se sembró en el corazón. Esto es lo que representa la semilla que cayó junto al sendero. EL significado de la semilla que se sembró en terreno pedregoso representa al que oye la Palabra, y la recibe en seguida con alegría; pero no tiene raíz en sí, sino que está a merced del momento; así que, cuando se presentan la aflicción y la persecución por causa de la Palabra, tropieza en seguida. La figura de la semilla que se sembró entre espinos representa al que oye la Palabra, pero los cuidados de este mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y no produce nada. La figura de las semillas que se sembraron en buena tierra representa al que oye la Palabra, y la entiende. Este sí que lleva fruto; y algunos producen a ciento por uno, otros a sesenta y otros a treinta por uno.»
Aquí tenemos un cuadro que cualquiera entendería en Palestina. Aquí vemos claramente a Jesús usando el aquí y ahora para llegar al allí y entonces.
Lo que es probable que estuviera sucediendo es que, cuando Jesús estaba usando la barca como púlpito, en uno de los campos cerca de la orilla había un sembrador sembrando en aquel momento; y Jesús tomó a aquel sembrador, al que todos podían ver, como texto de predicación, y empezó: » ¡Fijaos en ese sembrador que está sembrando la semilla en ese campo!» Jesús empezó por algo que en aquel preciso momento todos podían ver, para abrir sus mentes a la verdad que todavía no habían visto.
En Palestina tenían dos maneras de hacer la siembra. El sembrador podía ir lanzando la semilla mientras andaba arriba y abajo por su campo. Si soplaba el viento, se llevaría parte de la semilla a toda clase de sitios, y a veces hasta fuera del campo. La segunda manera era más perezosa, pero de uso corriente. Consistía en ponerle encima a un burro un saco de semilla, cortarle o abrirle un agujero y hacer que el animal recorriera el campo mientras la semilla iba cayendo. En este caso, también algunas semillas caerían en sitios menos preparados o cerca del sendero cuando se acercara por allí el animal o lo cruzara.
En Palestina los campos eran largos y estrechos, y estaban separados solo por los senderos, por los que podía pasar todo el mundo, lo que quiere decir que estaban endurecidos por el constante paso de gente y animales. Eso era lo que quería decir Jesús al hablar del borde del sendero. La semilla que cayera allí -y era normal que cayera alguna, de cualquier forma que se sembrara- no tenía más posibilidad de penetrar en la tierra que si hubiera caído en la carretera.
Lo que traducimos como el terreno pedregoso no es que estuviera lleno de piedras, sino algo corriente en Palestina: había una capa poco profunda de tierra sobre grandes lanchas de roca caliza. A lo mejor no había más que unos pocos centímetros de tierra encima de la roca. En tal caso, la semilla germinaría más pronto que en terreno más profundo, porque la tierra se calentaría antes cuando saliera el sol; pero cuando las raíces tiraran para abajo buscando nutrientes y humedad, se encontrarían con la roca, y el sol se encargaría de agostar la poca vida que tuviera.
El terreno espinoso engañaba. Cuando se estaba sembrando, parecería bastante limpio. Es fácil hacer que un terreno parezca limpio simplemente labrándolo; pero si siguen por debajo las raíces fibrosas de la grama, de las ortigas y de las zarzas, entre otras plantas parásitas perennes, se apoderarán del terreno disponible a la primera oportunidad. Cualquier labrador sabe que las malas yerbas crecen más deprisa y más fuertes que ninguna planta cultivada. El resultado fue que la buena semilla y las malas que estaban latentes crecieron juntas; pero los hierbajos eran tan fuertes que estrangularon las buenas plantas.
El buen terreno era profundo y suave y limpio; la semilla podía introducirse; podía encontrar alimento; podía crecer sin impedimento; y produjo una cosecha abundante.
LA PALABRA Y EL OYENTE
Mateo 13:1-9, 18-23 (continuación)
Esta parábola se dirige realmente a dos clases de personas.
(i) Se dirige a los que oyen la Palabra. Los investigadores dicen con cierta frecuencia que la interpretación de la parábola que encontramos en los versículos 18-23 no es la del mismo Jesús, sino la de los predicadores de la Iglesia Primitiva, y que no es del todo correcta. Se dice que incumple la ley de que una parábola no es una alegoría, y que es demasiado detallada para que la pudieran captar los oyentes a la primera. Si Jesús estaba realmente señalando a un sembrador que estaba haciendo su labor, esa no parece ser una objeción válida; en cualquier caso, la interpretación que identifica las distintas clases de terreno con distintas clases de oyentes ha mantenido siempre su puesto en el pensamiento de la Iglesia, y tiene que proceder de alguna fuente autorizada. Y en tal caso, ¿por qué no de Jesús mismo?
Si tomamos esta parábola como una advertencia a los oyentes, quiere decir que hay diferentes maneras de recibir la Palabra de Dios, y que el fruto que produzca dependerá del corazón del que la reciba. La suerte de cualquier palabra hablada depende del oidor. Como se suele decir, «el éxito de un chiste no depende de la lengua del que lo cuenta, sino del oído del que lo oye.» Un chiste será un éxito si se le dice a una persona que tiene sentido del humor y está de humor para escucharlo. Será un fracaso si se le cuenta a una criatura sin humor y que está decidida a no verle la gracia. ¿Quiénes son los oidores a los que se describe y advierte en esta parábola?
(i) Tenemos al oidor de mente cerrada. No tiene la Palabra más posibilidad de introducirse en la mente de algunas personas que la semilla que ha caído en un sendero endurecido por muchos pares de pies de penetrar en la tierra. Hay muchas cosas que pueden cerrar la mente de una persona. Los prejuicios pueden hacer que uno esté ciego a todo lo que no quiera ver. El espíritu que se niega a aprender puede levantar una barrera que no se pueda sobrepasar ni eliminar. Este espíritu puede proceder de dos cosas. Puede ser la consecuencia del orgullo que no quiere reconocer que necesita aprender; o del miedo a toda nueva verdad y el rechazo a aventurarse por el camino del pensamiento. A veces un carácter inmoral y la forma de vida de una persona pueden cerrarle la mente. Puede que haya una verdad que condene las cosas que ama, y que denuncie las cosas que hace; y muchos se niegan a escuchar o a reconocer la verdad que los condena, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.
(ii) Tenemos al oidor de mente tan superficial como el terreno que apenas cubre la roca. Es la persona que se niega a pensarse las cosas por sí y en serio.
Algunas personas están a merced de las novedades. Recogen lo que sea sin pensárselo un momento, y lo dejan igual. Tienen que estar siempre a la moda. Empiezan cualquier pasatiempo nuevo o a adquirir alguna nueva técnica con entusiasmo, pero en cuanto les presenta la más mínima dificultad o simplemente se enfrían lo abandonan. Las vidas de algunas personas están llenas de restos de cosas que empezaron y que lo terminaron. Se puede ser así con la Palabra. Cuando uno la oye, se entusiasma; pero no se puede vivir de emociones pasajeras. Tenemos una mente, y la obligación moral de usarla y de tener una fe inteligente. El Cristianismo tiene sus exigencias, y hay que mirarlas de frente antes de aceptarlas. El ofrecimiento cristiano no es solo un privilegio, sino también una responsabilidad. Un entusiasmo repentino puede convertirse en cenizas tan rápidamente como un fuego moribundo.
(iii) Tenemos al oidor con tantos intereses en la vida que a menudo no le queda espacio para las cosas más importantes. Es característico de la vida moderna que cada vez se llena más y va más deprisa. Se está demasiado ocupado para orar; tan preocupado con muchas cosas que se olvida de estudiar la Palabra de Dios; se puede estar tan metido en juntas y comités y empresas y planes que no le dejan tiempo a uno para Aquel de Quien proceden el amor y el servicio. Los negocios le pueden tener a uno tan acogotado que está demasiado cansado para pensar en ninguna otra cosa. No son las cosas manifiestamente malas las más peligrosas en este sentido. Muchas veces son cosas buenas, pero «lo bueno es siempre el enemigo de lo mejor.» No es que uno destierre deliberadamente de su vida la oración y el estudio de la Palabra de Dios y la iglesia; puede que piense en estas cosas con frecuencia y trate de tener tiempo para ellas; pero, por lo que sea, nunca dispone de él en su abarrotada vida. Debemos tener cuidado de no desplazar a Cristo del lugar supremo que Le corresponde.
(iv) Tenemos al oidor que es como la buena tierra. Recibe la Palabra en cuatro etapas. Tiene mente abierta. Siempre está dispuesto a aprender. Está listo para oír. No es demasiado orgulloso, ni está demasiado ocupado para escuchar. Muchos se habrían ahorrado muchos quebraderos de cabeza y de corazón si se hubieran detenido a escuchar la voz de un amigo sensato o de Dios. Entiende. Se lo ha pensado y sabe lo que quiere decir para él, y está preparado a aceptarlo. Traduce la audición en acción. Produce la buena cosecha de la buena semilla. El verdadero` oidor es el que escucha, entiende y obedece.
NO HAY QUE DESESPERAR
Mateo 13:1-9, 18-23 (conclusión)
(b) Dijimos que esta parábola tenía un doble impacto. Ya hemos mirado al impacto que estaba diseñada para hacer en los que oyen la Palabra. Pero también estaba diseñada para hacer un impacto en los que predican la Palabra. No solo se pretendía que les dijera algo a las multitudes que formaban la audiencia; también al círculo más íntimo de los discípulos.
No es difícil ver que a veces debe de haber habido en los corazones de los discípulos un cierto desaliento. Para ellos Jesús lo era todo, el más sabio y el más poderoso. Pero, humanamente hablando, tenía poco éxito. Se Le estaban cerrando las puertas de la sinagoga. Los representantes de la religión oficial eran Sus más severos críticos, y no podía caber duda que estaban organizando Su destrucción. Cierto que las multitudes venían a escucharle; pero había tan pocos realmente cambiados, y tantos que acudían solo a cosechar los beneficios de Su poder sanador y que, cuando lo habían recibido, se marchaban y olvidaban. Había tantos que venían a Jesús solo por lo que pudieran recibir. Los discípulos se encontraban cara a cara con una situación en la que parecía que Jesús no suscitaba más que la hostilidad de los dirigentes de la iglesia, y nada más que una respuesta evanescente en las multitudes. No es nada sorprendente que hubiera a veces una profunda desilusión en los corazones de los discípulos. ¿Qué le dice esta parábola al predicador desanimado?
La lección está clara: la cosecha es segura. Para los predicadores de la Palabra que estén desanimados la lección está en el clímax de la parábola, en la descripción de la semilla que produjo una cosecha abundante. Algo de la semilla puede que caiga al borde del sendero y se la lleven los pájaros; algo de la semilla puede que caiga en la tierra superficial, y no llegue a madurar; algo de la semilla puede que caiga entre espinos que la ahoguen; pero, a pesar de todo, llega la cosecha. Ningún labrador espera que den fruto todos las semillas que siembra. Sabe muy bien que algunas se las llevará el viento, y otras caerán en lugares donde no podrán crecer; pero eso no hace que deje de sembrar. Ni que desespere de la cosecha. El labrador siembra con la confianza de que, aunque parte de la semilla se malogre, sin embargo es seguro que la cosecha llegará.
Así que esta es una parábola de aliento para los que siembran la semilla del Evangelio.
(i) Cuando alguien siembra la Palabra, no sabe el efecto que está haciendo la semilla. H. L. Gee cuenta lo siguiente. En la iglesia de la que era miembro había un anciano solitario, el viejo Thomas. Había sobrevivido a todos sus amigos, y ya casi nadie le conocía. Cuando murió, Gee tenía la impresión de que no iría nadie al entierro, así que decidió ir él para que hubiera por lo menos uno que acompañara al viejecillo a su última morada en la tierra.
No fue nadie más, y hacía un tiempo frío y desapacible. El funeral llegó al cementerio; y a la puerta había un soldado esperando. Era un oficial, pero no llevaba galones en la bocamanga ni en los hombros. Estuvo cerca de la tumba para la ceremonia; y cuando terminó se acercó hasta el borde y le brindó un saludo militar digno de un rey. H. L. Gee se retiró con el soldado; y, cuando iban andando, el viento abrió el abrigo del militar mostrando las estrellas de general de brigada. El general le contó a Gee: » Usted tal vez estará preguntándose qué estoy yo haciendo aquí. Hace años Thomas era mi profesor de escuela dominical. Yo era un chico difícil, y se lo hacía pasar muy mal. Él no supo nunca lo mucho que había hecho por mi; pero yo le debo todo lo que soy o llegaré a ser al viejo Thomas, y hoy tenía que venir a saludarle al fin.» Thomas no supo nunca el resultado de su siembra. Ningún predicador o maestro lo sabe nunca. Nuestra misión es sembrar la semilla, y dejarle a Dios el resto.
(ii) Cuando uno siembra, no puede esperar resultados rápidos. La, naturaleza no tiene prisa en sus crecimientos. La bellota necesita mucho tiempo para hacerse encina; y la semilla de la Palabra puede que tarde mucho tiempo en germinar en el corazón de una persona. Pero a menudo una palabra que se ha dejado caer en el corazón de un niño sigue latente hasta que un buen día despierta y le salva en alguna gran tentación o a su alma de la muerte. Vivimos en una edad que espera siempre resultados rápidos; pero en la siembra de la semilla debemos tener paciencia y esperanza, y a veces darle años a la cosecha para que grane.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 13
Parte segunda
ACTIVIDAD DEL MESÍAS EN GALILEA Continuación
VI. LAS PARÁBOLAS (13,1-52).
Conocemos ya dos grandes discursos en el Evangelio de san Mateo, a saber, el sermón de la montaña (capítulo 5-7), y la «instrucción de los discípulos» (capítulo 10). Ahora llegamos al tercer gran discurso, al capítulo 13, que refiere las parábolas. San Marcos ya ofrece una pequeña compilación de parábolas que él mismo había preparado o acaso adoptado de otra (Mar 4:1-34). San Mateo acoge esta pequeña compilación y la amplía. Este precioso capítulo está construido y ordenado tan artificiosamente como las otras secciones de discursos. Sin violentar el texto se divide en tres partes. La sección primera contiene la parábola del sembrador, un fragmento intermedio sobre el sentido del lenguaje de las parábolas y la explicación de la parábola (Mar 13:3). La sección segunda empieza con la parábola de la cizaña, a continuación siguen las dos parábolas del grano de mostaza y de la levadura, unas frases de carácter general con una cita del profeta, y finalmente la explicación de la parábola de la cizaña (Mar 13:24-43). La sección tercera contiene tres parábolas más breves, la del tesoro, la de la perla y de la red barredera (Mar 13:44-50). La instrucción se concluye con una parte que redondea y que al mismo tiempo coloca todo el capítulo a la luz que intentaba dar el evangelista (Mar 13:51s).
En este discurso se han reunido en total siete parábolas y dos explicaciones de parábolas, además un número de importantes textos intermedios que se refieren por regla general al modo de hablar usado en las parábolas. Mediante dichos textos intermedios el capítulo viene más bien a ser como una compilación de textos instructivos semejantes, también se convierte en una pequeña teoría sobre el lenguaje de Jesús en las parábolas y su importancia para la Iglesia. El reino de Dios es el gran tema que enlaza entre sí todas las parábolas. Antes ya hemos oído hablar de este tema fundamental del mensaje de Jesús. Ahora lo encontramos expresado en forma de parábola, lo cual es característico de Jesús. Todavía hay muchas otras parábolas, que han sido transmitidas en los Evangelios. Todas las aquí reunidas se refieren en sentido más estricto al misterio del reino de Dios. Esto se dice algunas veces con claridad en la introducción («el reino de los cielos se parece…» 13,24. y así en otros pasajes. Estamos acostumbrados a esta traducción literal. Pero detrás de esta fórmula hay un arraigado modismo rabínico, que siempre expresa con una forma abreviada la comparaci6n entre dos cosas y siempre quiere decir: «en el reino de los cielos ocurre como en…»).
El lenguaje de las parábolas puede muy bien esclarecer el carácter del reino, futuro y, sin embargo, también presente, oculto en los designios salvíficos de Dios y, sin embargo, manifiesto en el tiempo presente. En efecto, la parábola emplea la manera de hablar de la comparación, no la directa inmediatez. Toma los modos de ver de algún sector de la realidad, las parábolas de Jesús los toman principalmente de la vida y de los trabajos de la gente sencilla en el campo o en la ciudad. Pero la realidad aludida siempre es el reino de Dios. Está en el oyente descubrir esta relación, reconocer lo que propiamente se alude. El oyente no sólo tiene que oír bien, sino que ha de ser capaz de captar el sentido propuesto. Debe aplicarse a meditar y, sobre todo, ha de encontrar el ámbito de la fe. Sólo puede entender íntegramente lo que quieren decir las parábolas el que escucha con fe, por tanto el que se abre a Jesús y pone su confianza en las palabras de Jesús. Sólo eso ya distingue las parábolas de las visiones apocalípticas del tiempo futuro, en las que se dan pormenores precisos sobre la vida en el infierno o en el reino de los cielos, sobre el tiempo del fin del mundo y los acontecimientos que entonces tendrán lugar. Pero Jesús quiere que el hombre sea afectado por la realidad de Dios y crea, y con la fe recorra el camino de la conversión y de la nueva vida. ésta es su doctrina del reino de Dios. La parábola es una forma de enseñar antiquísima y corriente en muchas literaturas. Jesús enlaza esta forma instructiva con los profetas y con las enseñanzas de la sabiduría en Israel, pero también con los rabinos que han expuesto especialmente el reino de Dios con bellas y profundas parábolas. Se conserva gran número de estas parábolas rabínicas. Se puede aclarar lo común y lo distintivo entre ellas y las parábolas de Jesús. Las parábolas de Jesús sobresalen por su gran sencillez y concisión, por su aspecto simple y por su profundo significado. Para entender una parábola no se requiere haber estudiado ni tener mucha ciencia. La parábola es sencilla y fácilmente accesible a cualquier hombre. El que se orienta en la forma debida, comprende el sentido de la parábola, tanto si es persona culta como si tiene una manera sencilla de pensar.
1. SECCIÓN PRIMERA (13,3).
a) Parábola del sembrador (Mt/13/01-09).
1 Aquel día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del mar. 2 Un gran gentío se reunió en torno a él, de forma que tuvo que subirse a una barca y sentarse en ella, mientras todo el pueblo permanecía de pie en la orilla. 3a y les habló de muchas cosas por medio de parábolas, diciendo:…
Al principio el evangelista traza un cuadro escénico que ha de aplicarse a todo el discurso: Jesús sale de la casa y se sienta a la orilla del lago de Genesaret, mientras confluyen las multitudes para oírle. «La casa» se concibe con frecuencia en el Evangelio como el ambiente de la intimidad familiar o también de la instrucción especial para los discípulos o para un grupo todavía más reducido de los apóstoles. Hay enseñanzas especiales para un pequeño grupo y la proclamación dirigida a todos. A todos hay que aplicar lo que ahora sigue. La aglomeración es tan grande que Jesús sube a una barca, para poder hablar a todos. ¡Qué escena! Jesús está sentado en la barca, a suficiente distancia de la orilla, para poderlos ver a todos. Allí se coloca el pueblo formando una mezcla abigarrada; todos están pendientes de los labios de Jesús, para que nada se les escape. ¡Qué hambre de la palabra! ¡Qué interés por la salvación! ¡Qué fuerza de atracción debía de tener Jesús! Los hombres acuden donde realmente puede oírse la voz de Dios, donde su Espíritu da testimonio eficaz de sí mismo, aunque tenga que servirse de palabras humanas.
En el sermón de la montaña Jesús estuvo sentado como maestro enaltecido sobre el pueblo y por lo mismo sacado de su medio ambiente (5,1s). El mensaje de Jesús procedió de arriba. Ahora está sentado frente al pueblo, pero separado por la barca y el agua. Habla a los hombres desde la otra orilla. Jesús habla por medio de parábolas. Con esta locución el evangelista dice en seguida de qué manera de enseñar se sirve Jesús en lo que sigue y cómo se establece la unidad de toda la composición del discurso. Con esta locución también se indica el otro tema -junto al tema del reino de Dios-, que también debe tratarse objetivamente en las próximas secciones: qué sentido tiene en general el lenguaje parabólico de Jesús. Desde el principio hemos de prestar atención a ello y aceptar la instrucción que contiene este capítulo sobre las parábolas de Jesús. Es una instrucción que recibimos de labios del evangelista y por tanto del corazón y pensamiento de la antigua Iglesia.
3b Salió el sembrador a sembrar. 4 Y según iba sembrando, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde había poca tierra; brotó en seguida, porque la tierra no tenía profundidad; 6 pero, en cuanto salió el sol, se quemó; y como no había echado raíces, se secó. 7 Otra parte cayó entre zarzas, y como las zarzas también crecieron, la ahogaron. 8 Otra parte cayó en tierra buena y dio fruto: una al ciento por uno, otra al sesenta, otra al treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.
La narración empieza con sencillez: «Salió el sembrador a sembrar.» Lo que llegará a ser la semilla, no se decide por su calidad o cantidad, sino por el suelo en que cae. Porque la semilla de nada es capaz sin este suelo. Sólo lleva fruto, cuando puede echar raíces y lograr el suficiente alimento. Para comprender la parábola se tienen que conocer las circunstancias de Palestina. Allí el labrador con un saco, en que está la simiente, va al campo que todavía está yermo desde la última cosecha. No ha sido labrado para recibir la nueva simiente. La labranza se hace después de la siembra. Así se explica más fácilmente por qué muchas semillas caen en el camino, otras entre zarzales, otras en un suelo pedregoso, privado de tierra a causa de la lluvia. Después de la labranza queda decidido definitivamente lo que llegará a ser la semilla.
La que cayó al borde del camino no dará fruto, porque los granos después de algún tiempo son comidos a picotazos por los pájaros sobre el suelo endurecido por las pisadas. Lo que cayó entre zarzas (es decir, en medio de la maleza), no puede desarrollarse, porque la simiente de la mala hierba crece con mayor rapidez y ahoga el tallo tierno. Lo que cayó en suelo pedregoso hace ya tiempo que se secó. Pero también hay semillas que cayeron en terreno bueno. Estas semillas son las que fructifican: al treinta, al sesenta, al ciento por uno. La semilla se ha multiplicado de una manera maravillosa. Es pequeña y contiene en apariencia exigua virtud, pero de ella procede el tronco robusto con sus espigas y granos. No todos los troncos dan el mismo fruto, las tierras de pan llevar especialmente fértiles dan también abundante rendimiento. En otros parajes, que son pedregosos o están mal abonados, el rendimiento resulta más exiguo. Eso lo sabe cualquier campesino de Palestina.
¿Qué significado debe tener esta narración? No se nos ha dado ninguna ayuda. ¿Quizás esta ayuda nos la debería dar la breve frase final: «El que tenga oídos, que oiga»? Entonces la historia sólo trataría de la conveniente audición y describiría la esterilidad o el éxito de la adecuada audición. Pero esta breve frase sólo hay que entenderla como exhortación a escuchar bien y hacer reflexionar sobre lo que se ha oído. Al principio de la parábola nunca se dice que se trate de una comparación con el reino de Dios. Tampoco llegamos a conocer quién puede ser el sembrador y qué es la semilla. Pero el evangelista ha insertado la narración en la gran serie de las parábolas del reino de Dios. Evidentemente ha de darse algún conocimiento sobre este tema. Preguntémonos qué debe llamar la atención en la historia y qué debe hacer reflexionar a los oyentes. Podría ser el diferente destino de la semilla, la distinta calidad de la tierra de labranza o también la actividad del sembrador. Nada de eso es el punto esencial. Antes bien lo esencial es lo que acontece en la siembra. Debe mostrarse cómo se efectúa la siembra y cómo se dan juntos el fracaso y el éxito. Hay que notar un triple fracaso que va en aumento: primeramente ya se consume el grano, luego se destruye la nueva simiente, finalmente la planta. Tres veces no se consigue éxito. Hasta aquí podría parecer que el esfuerzo del campesino haya sido en balde. Pero entonces viene la otra parte: el éxito sorprendente. El fracaso se compensa con el abundante fruto. Contra toda apariencia y, a pesar de las circunstancias adversas, se manifiesta ahora finalmente el verdadero sentido de la siembra. La simiente germina y da un beneficio ubérrimo. Debemos entender: aunque el fracaso podría aparecer como regla, al fin triunfa el éxito. La obra cunde. El sembrador en último término no se siente defraudado. ¿Qué clase de obra es la que cunde? La realización del reino de Dios. Ahora en el tiempo decisivo de Jesús, penetran las fuerzas del reino. Pero es muy poco lo que puede percibirse del dominio y la majestad divinas. La respuesta son los oídos sordos y la resistencia de corazones duros. No obstante, dice Jesús, el éxito decisivo es seguro. La obra y la palabra de Dios no pueden resultar estériles. Eso no lo dice una fe optimista, sino el conocimiento del ser divino de Dios y la llegada inapelable de su reino. Debemos llenarnos de esta confianza, cuando leemos este relato. Todavía resuena otra idea. Si se habla del sembrador, de la semilla, del campo labrantío, del definitivo fruto y, por tanto, también de la cosecha, entonces el hombre de antaño percibía al mismo tiempo, lo que es el último objetivo de la historia, el juicio de Dios. Simiente, fruto y cosecha son imágenes corrientes de la acción de Dios con el género humano y de la separación del juicio final, al fin de los tiempos. El fruto que debe producirse es propiamente el de nuestra vida, lo que nuestra existencia terrena llegue a rendir, con la posibilidad de almacenar este fruto en los graneros eternos. En la explicación de la parábola (13,18-23) se insiste de forma especial en que es el hombre mismo quien ha de producir el fruto válido ante Dios. La misma parábola ya insinúa esta aplicación monitoria. Por tanto no sólo oímos el mensaje alentador de que el plan de Dios consigue con seguridad su objetivo, sino simultáneamente la advertencia a procurar no encontrarnos sin el fruto el día de la cosecha…
b) Finalidad de las parábolas (Mt/13/10-17).
10 Y acercándose a él los discípulos le dijeron: ¿Por qué les hablas por medio de parábolas? 11 Y él les respondió: A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos, no. 12 Porque, al que tiene, se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará.
Difícilmente podemos imaginar cómo los discípulos se acercan a Jesús en el lago, y pueden dirigirle sus preguntas. El evangelista ya no presta atención al cuadro que antes ha delineado (13,1-3a). Le interesa referir por separado la doctrina enseñada al pueblo y la instrucción dada a los discípulos. Lo que ahora sigue son palabras dirigidas al grupo íntimo, a los entendidos e iniciados que están a distancia del pueblo. Los discípulos empiezan preguntando por qué les habla en parábolas. Este pronombre se refiere, sin duda, a las multitudes (13,2). Con este pronombre se indica que el lenguaje parabólico es considerado como una especie de lenguaje secreto, no como abierta instrucción sobre el reino de Dios. Es una pregunta que solamente podía originarse cuando la proclamación de Jesús no daba los frutos que debía dar. ¿Quizás la recusación, la actitud cerrada y la incredulidad se debían a que Jesús no hablaba abiertamente y con bastante claridad, sino que envolvía su mensaje con parábolas? Jesús contesta con la frase difícilmente inteligible de que «a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos», pero a ellos no. Se habla de los misterios. No se manifiesta espontáneamente lo que es en realidad el reino de Dios, no se impone ni supera al hombre. Es un misterio, que solamente lo conoce el oyente solícito y por él es reconocido. Jesús llama a todos y no olvida a nadie, su palabra va dirigida a todos los grupos de hombres sin distinción. Pero allí, en diferentes campos de labranza, se decide si se acepta o se rechaza la palabra de Jesús, si puede echar raíces y dar fruto, o si se pierde en seguida o en el curso del tiempo. Pero todavía queda un residuo. No se dice qué son los misterios del reino de Dios. En nuestro contexto se suscita en primer lugar el pensamiento de que con la palabra misterios se hace alusión a las explicaciones de las parábolas. El capítulo contiene dos explicaciones circunstanciadas (13,18-23; 13,36-43).
Estos textos evidentemente desempeñan un gran papel para san Mateo y para su manera de entender el capítulo. Dos veces se dice que la explicación sólo se confía a los discípulos: «Escuchad, pues, el sentido de la parábola del sembrador» (13,18), y también: «Entonces dejó las muchedumbres y se fue a casa» (13, 36a). En estas explicaciones debe exponerse el verdadero contenido de los relatos, la realidad aludida. ésta sólo se da a conocer a los que no solamente se han abierto al mensaje de Jesús, sino que ya son «discípulos». La relación entre la parábola y la explicación de la misma aparece como la relación entre la catequesis preparatoria y la propiamente dicha. En la frase final del capítulo también se dice del verdadero escriba que está instruido sobre el reino de los cielos y como tal se asemeja al dueño de una casa (13,52). El iniciado e instruido, el discípulo de Jesús, conoce el reino de Dios, es decir sus misterios, su verdadera realidad.
Los v. 16 y 17 todavía llevan algo más lejos. Se alaba a los discípulos como bienaventurados, porque ven y oyen, es decir, aquí ven y oyen tal como conviene. Pero lo que ven y oyen es la persona y la palabra de Jesús. En su palabra y en su persona está el misterio más profundo del reino de Dios. Ya no hay que formularlo con ninguna frase instructiva, ni tampoco con ninguna explicación de parábolas. Pero este misterio central ha resplandecido ante los ojos de los discípulos y sus oídos lo han percibido. Por consiguiente pueden y tienen que ser «discípulos», porque el reino de Dios se les ha abierto en la persona del maestro. La separación pasa también necesariamente por entre los discípulos (los que están dentro y entienden) y las muchedumbres, o sea, los que están fuera y son sordos. Suena con dureza en nuestros oídos que aquí se diga: A vosotros se os ha concedido, pero a ellos no se les ha concedido. Hay en esta distinción un supremo misterio, que tampoco es aclarado por esta frase, un misterio de la vocación y de la elección sobre el cual el hombre en último término no puede dar informes. Este misterio está encerrado sólo en Dios y en su soberana voluntad dominadora, y no le conviene al hombre preguntar a Dios sobre este particular ni pedirle cuentas (Cf. Rom 9:19 ss.). Lo que es cierto es que el camino para dar fruto sólo está abierto al oyente bien dispuesto. Pero eso no puede ser mal entendido como una relación entre una condición necesaria y una consecuencia, de tal modo que el hombre por sí mismo pudiera calcular o incluso exigir, si cumple la condición. Entonces el conocimiento del reino de Dios y la admisión entre los discípulos sigue siendo un misterio de Dios. Entonces también siguen siendo elección y gracia, puro obsequio. «Yo usaré de misericordia con quien quiera, y haré gracia a quien me plazca» (Exo 33:19)… Aquí el evangelista añade acertadamente la frase porque, al que tiene, se le dará y tendrá de sobra… Esta frase recuerda la conclusión de la parábola con su gradación del fruto, según que éste sea del ciento, del sesenta o del treinta por uno (Exo 13:8). Esta frase muestra que Dios tiene amplias miras y espera otorgar sus dones profusamente. Recibimos «gracia sobre gracia» hasta conseguir el tesoro exuberante de la vida eterna, el cual es superior a toda ponderación. No tiene nada que esperar el que no tiene nada, quien nada trae consigo, es decir, según el v. 11, aquel a quien Dios no ha dado nada, y según el v. 13 aquel que no se abre con el oído ni con la vista. Por el contrario, así como al otro se le añade, a él se le quita incluso lo poco que tiene. Más aún, por fin se le quitará todo, cuando llegue el día del juicio. Entonces su vida se encogerá, y será vaciada hasta llegar a carecer por completo de sentido. Este es el destino del infierno que Jesús describe muy a menudo poniéndolo ante nuestra mirada. Este destino aquí relampaguea desde lejos. Con todo cualquiera entiende que se trata de una decisión radical y que esta decisión queda en manos de Jesús.
13 Por eso les hablo por medio de parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 Y en ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: «Con vuestros oídos oiréis, pero no entenderéis; y viendo veréis, pero no percibiréis. 15 Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido y con sus oídos pesadamente oyeron, y cerraron sus ojos; no sea que perciban con sus ojos y oigan con sus oídos y entiendan con su corazón y se conviertan, y que yo los sane» (/Is/06/09s).
Ahora Jesús contesta directamente a la pregunta de por qué les habla por medio de parábolas. Lo hace refiriéndose a las palabras del profeta Isaías, que se citan inmediatamente con bastante extensión (13,14s). El profeta había recibido directamente de Dios el encargo de endurecer el corazón de este pueblo. Este corazón está maduro para la completa aniquilación, porque es obstinado, nunca siguió realmente el llamamiento de Dios ni obedeció al Señor de la alianza. La aniquilación empieza con el endurecimiento del corazón, que ya no puede oír ni entender, y por consiguiente no puede capacitarse para la curación. Dios encarga al profeta que anuncie el juicio sobre el pueblo, juicio que ya tiene lugar con sus palabras. Se tiene que conocer este punto de partida para comprender la respuesta de Jesús. Sólo un desengaño que perduró a través de los siglos, y una desobediencia que se había ido acumulando, hacen que llegue a ser comprensible este juicio de Dios, pronunciado por el profeta contra el pueblo. Jesús había empezado de nuevo y acababa de proclamar el mensaje de la gracia. Cualquiera podía acercarse y nadie estaba excluido. Pero también aparece en la generación de Jesús el misterio de la obstinación. Sólo un pequeño grupo se le había unido y había creído en él. Pero los demás han visto y, sin embargo, no han visto; han oído y, sin embargo, no han entendido. Así pues, ya está dictada la sentencia contra ellos, así como antes contra la generación de los profetas. No se les anuncia abiertamente el misterio, sino con un encubierto lenguaje en parábolas, porque han permanecido estériles y han desperdiciado la oportunidad (El texto de san Marcos (/Mc/04/11s) todavía es más duro, cuando dice que Jesús habla en parábolas «para que viendo, vean, pero no perciban…» Aquí no se designa la obstinación como motivo, sino como finalidad del lenguaje parabólico. Sobre este particular, cf. sobre todo J. Schmid. El Evangelio según san Mateo, Herder, Barcelona 1967, p.316s). Así se vieron las cosas más tarde: Las comunidades creyentes, que habían conocido el misterio real de Jesús después de su resurrección, volvieron sus ojos a los tiempos de Cristo. Pero el conocimiento pleno propio de aquellas comunidades no es adecuado para medir aquella predicación en parábolas, que, naturalmente, se limita a insinuar y envuelve su contenido en imágenes. Los judíos de aquel tiempo no eran dignos de este conocimiento, porque no habían creído. De aquí conocen los fieles (y ello puede servirles de ejemplo) que la misma Palabra que trae la vida, puede convertirse en perdición. La ocasión desperdiciada puede tener consecuencias irreparables para la vida. La decisión ya se abre camino al primer momento en que uno se abre con prontitud o se cierra con dureza de corazón…
16 Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen. 17 Porque os lo aseguro: muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron.
En estos versículos tenemos la llave para todo este pasaje, a partir del v. 10. Jesús dirige la palabra directamente a los discípulos, y los alaba llamándolos dichosos. Sus ojos son felices, porque ven, y sus oídos lo son, porque oyen. Hay una doble acción de ver y oír. Es una percepción y acogida meramente óptica y acústica y una concepción de la realidad, que se da a conocer con imágenes y palabras. Muchos profetas y justos han deseado ver lo que véis, y oir lo que oís. ¿Qué es lo que vemos y oímos? En primer lugar lo que ocurrió cuando vino Jesús. La actuación preparatoria del Bautista con su enorme amplitud. Y luego el mismo Jesús con la proclamación de su mensaje, la afluencia de la multitud, las señales prodigiosas y las palabras llenas de Espíritu. Se dice con prudencia «lo que vosotros estáis viendo», sin que se den pormenores. Antes hemos oído hablar de los «misterios del reino de los cielos» (13,11). En el fondo se alude a lo mismo: a Jesús. La realidad del reino de Dios, de su venida misericordiosa y de su manifestación en Jesús, el Mesías. Eso se podía ver y oir. Los unos permanecieron ciegos y sordos, los otros llegaron a ver y entender. Jesús les llama dichosos. Salvación para vosotros, los que habéis encontrado el camino y las huellas. Habéis encontrado el propio, el verdadero objetivo, no solamente para vuestra vida personal y para su última consumación, sino el objeto final del mundo y de la historia. Los profetas y los justos han vivido siglos antes que vosotros y han esperado con ansia esta manifestación de Dios, de la cual ellos no fueron testigos, sino que permanecieron en el adviento. Ahora el adviento se ha trocado en la verdadera «venida». Hay pocas palabras de Jesús que irradien y resplandezcan como éstas. Es el tiempo de la consumación, tiempo decisivo y tiempo de gracia, tiempo de la visitación de Dios, única e irrepetible. En la plenitud y fuerza de esta conciencia se hace presente el Señor. Y podemos decir que es cierto que quien se ha hecho cargo de esto y, en consecuencia, puede aplicarse a sí mismo estas palabras, es también dichoso: el que ve y conoce, el que oye y entiende. Dichoso el que cree y ha experimentado en Jesús el misterio de Dios. Es el misterio fundamental del mundo, que estaba escondido y ahora se ha manifestado en Cristo Jesús (cf. Col 1:24 ss).
c) Explicación de la parábola del sembrador (Mt/13/18-23).
18 Escuchad, pues, el sentido de la parábola del sembrador. 19 Cuando uno oye la palabra del reino sin profundizarla, viene el malo y arrebata lo sembrado en su corazón; éste es lo sembrado al borde del camino. 20 Lo sembrado en terreno pedregoso representa al que oye la palabra y de momento la recibe con alegría; 21 pero no echa raíces en él, porque es hombre de un primer impulso, y apenas sobreviene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, al momento falla. 22 Lo sembrado entre zarzas figura al que oye la palabra; pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra, y no da fruto. 23 Lo sembrado en tierra buena representa al que oye la palabra y la entiende y da fruto y llega al ciento por uno, al sesenta o al treinta.
Después de todo lo dicho, resulta evidente que la explicación sólo se da a los que entienden. Ellos llegarán a conocer el verdadero sentido de la parábola. Aunque no estuviera aquí está exposición o se diera de una forma algo distinta, en el fondo entenderíamos así la parábola basándonos en la fe. Pero la explicación es un ejemplo de cómo es acogido el discurso de Jesús por el creyente, la Iglesia y su proclamación apostólica, y cómo es aplicado a la situación propia de ellos. Es una disertación para los que están dentro, y no para los que están fuera. Es una especie de declaración de sí mismo y un resultado de la experiencia misional, tal como pudo inferirse de la práctica de la Iglesia. Sorprende el rigor con que la explicación se adapta a la estructura de la parábola. En conjunto ambas discurren paralelas. Según san Marcos al principio de la exposición estaba la frase lacónica: «El sembrador va sembrando la palabra» (/Mc/04/14).
Con esta frase se interpretó exactamente la importancia de la semilla en el sentido de la parábola. Se trata de la palabra, del mensaje del reino, de la nueva de la venida de la salvación. San Mateo pasa en seguida a describir los sucesos y en ellos hace recaer dos acentos importantes: se trata del oyente («cuando uno oye…») y de «la palabra del reino» (13,19). Con las dos expresiones Jesús ya establece la dirección de lo que ha explicado. Deben presentarse diferentes clases de oyentes del mensaje de salvación del reino de Dios. Esta dirección no coincide exactamente con la de la parábola. En ésta se encuentra en primer término lo que sucede en la siembra, es decir la obra de Dios en la proclamación de Jesús. En la explicación está en primer término la recepción subjetiva y la diferente respuesta que se da a la palabra. En la parábola hay que robustecerse con la esperanza del éxito otorgado con seguridad. En la explicación hay que precaverse del riesgo que amenaza, de la completa destrucción de la semilla. Así pues, el peso fuerte de un estímulo confiado en vista del menguado éxito se cambia en una exhortación a dar buena acogida al mensaje. Escucharemos, pues, esta explicación, y nos daremos por aludidos con ella. De este modo los dos textos -parábola y explicación- se complementan ventajosamente. El camino, al que ha sido echada la semilla, y del que ha sido quitada a picotazos por los pájaros, es comparado con una persona, que ha escuchado, pero no ha entendido. Sólo las palabras llegaron a su oído, pero el sentido de las palabras no penetró en su corazón. Ha percibido exteriormente el sonido, pero no ha abierto de veras su manera de pensar al contenido de la palabra, y por tanto al mismo Dios. Satán se acerca rápido y arrebata lo que se ha oído superficialmente.
Un segundo grupo de hombres lo forman, los que al principio escuchan y reciben con entusiasmo, pero no se mantienen firmes. El terreno es demasiado tenue, la semilla no puede echar raíces. Vienen las tribulaciones y la persecución. Se cansan, se escandalizan y recusan. Así como el grano se seca por los rayos del sol, así también perece su fe, que todavía no se ha fortalecido.
Un tercer grupo también escucha la palabra y la acepta, pero no puede defenderla contra las exigencias y los demás ofrecimientos seductores de la vida. Las preocupaciones y las riquezas impiden el crecimiento de la palabra, y permanece estéril. También aquí había una fe auténtica, pero ni pudo imponerse ni tomar a su servicio toda la vida. Pero el Evangelio exige la completa disposición y el primer derecho. «No podéis servir a Dios y a Mammón» (6,24c). «No os afanéis por vuestra vida: qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo: con qué lo vais a vestir…» (6,25).
Por fin el último grupo, del que todo depende y que debe ser expuesto principalmente en la parábola, son los que oyen y entienden. Estos entienden bien, no sólo al principio e imperfectamente, ni tan sólo por algún tiempo o mientras resulte fácil y dé alegría creer, sino en las tribulaciones e indigencias, en la dura polémica con las otras fuerzas que quieren dominar nuestra vida. Entender en estas condiciones es entender plenamente, es una comprensión de que Dios quiere ser Señor por completo, siempre y en todas partes, es comprender que el hecho de ser discípulo importa un compromiso para toda la vida en su altura y amplitud. Al que así ha «entendido» se le da constantemente, se le provee ubérrimamente con dones de Dios, lleva mucho fruto. A cada cual según la medida de su conocimiento se le da el ciento por uno, el sesenta o el treinta. La Iglesia apostólica sabe que hay diferencias en la manera de entender. No consiguen la plena madurez del conocimiento todos los que se han adherido a la fe. La fe da en germen el conocimiento y la sabiduría de Dios. Pero, con la medida de amor y renuncia aportada por el individuo, se decide cuán profundamente es introducido él en el conocimiento de Dios. San Pablo fue uno de los que Dios obsequió con un conocimiento inusitado. La carta a los Hebreos también distingue entre la fe incipiente una verdad primordial (la «leche»), y una sabiduría más elevada (la «comida sólida») para los perfectos (/Hb/05/11 ss). La misma manera de ver encontramos también en la parábola de los talentos (25,14-30).
Son diferentes los dones que el Señor de la casa reparte antes de partir de viaje. También es proporcionalmente distinta la ganancia que obtienen los criados. A los que han tenido éxito según la medida de sus dones, se les añaden nuevos dones en la rendición de cuentas. Pero el criado perezoso que había enterrado su talento, no sólo es arrojado a las tinieblas exteriores, sino que se le quita lo poco que tenía y se añade al que ya poseía la mayor parte: «Quitadle ese talento, y dádselo al que tiene los diez. Porque a todo el que tiene, se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (25,28s). Los dones de Dios son diferentes, y el hombre no tiene derecho a interrogar a Dios sobre ellos o a quejarse de él. La comunidad debe admirar y recibir agradecido la riqueza de Dios y la variedad de sus dones. Se alegra de todos los que no sólo dan fruto al treinta por uno, sino al sesenta o al ciento por uno, como los santos de entre ellos.
2. SECCIÓN SEGUNDA (13,24-43).
a) Parábola de la cizaña (Mt/13/24-30).
Sigue otra parábola basada en la vida del campo. Es similar a la del sembrador por pertenecer al mismo ámbito de vida, por la contemplación del campo, de la sementera y de la cosecha. También está estrechamente ligada con la parábola de la red barredera (13,47s). Las dos constituyen como una doble parábola. No son raros tales ejemplos (Cf. el grano de mostaza y la levadura en 13,31-33; el tesoro y la perla en 31,44-46, la oveja perdida y la dracma perdida en 15,4-10, etc.).
24 Les propuso esta otra parábola: El reino de los cielos se parece a un hombre que siembra buena semilla en su campo. 25 Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. 26 Luego cuando brotó la planta y se formó la espiga, entonces apareció también la cizaña. 27 Los criados del padre de familia fueron a avisarle: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? 28 El les respondió: Esto lo ha hecho algún enemigo. Los criados le dicen: ¿Quieres que vayamos a recogerla? 29 Pero él les contesta: No; no sea que, al querer recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. 30 Dejad crecer los dos juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo, almacenadlo en mi granero.
Tenemos que representarnos, en forma viva, lo que aquí se nos narra. Un campesino ha estado durante el día en el campo, para sembrarlo. Un vecino que le odia mortalmente, lo ha observado. Se le ocurre un pensamiento abominable y lo realiza aquella misma noche. Pasa disimuladamente y sin ser visto por el mismo campo y esparce Ia semilla de cizaña. El vecino duerme tranquilo y, al principio, no se nota nada, pero cuando el trigo germina, aparece también la cizaña, en cantidad tan grande que sorprende. El hecho de que no fuera notada antes, puede ser debido a que una determinada cizaña, el joyo, al comienzo tiene un parecido sorprendente con el trigo. Pero ahora por primera vez se puede ver todo el infortunio. Los criados proponen al campesino la cuestión en sí razonable de si no se tiene que arrancar la cizaña. Pero quizás ya es demasiado tarde para ello, dado que ya «se forma la espiga» (13,26). No obstante sorprende que el campesino rechace la propuesta. Quiere que ambos crezcan juntos, para que el trigo no sufra ningún perjuicio, escardando el terreno. No tiene ningún sentido que se escarde ahora. En lugar de esto habrá pronto la siega, y entonces los segadores cumplirán el encargo del campesino de poner aparte la cizaña y atarla en gavillas para quemarla.
En Palestina la madera es escasa, por eso se desea tener material suplementario de combustión. Pero el trigo se guardará en el granero. La conducta del campesino es extraña de suyo. Cualquier hombre razonable, primero se ocupará en quitar la cizaña para que el grano tenga más aire. ¿No ha de temer el agricultor que la cizaña crezca más aprisa y más alta que el trigo, y lo ahogue, como se describe en la parábola precedente? (13,7). Esta sorpresa ya indica la dirección, en que hay que buscar la declaración, el sentido de la parábola. Lo que se quiere declarar, lo transparenta más esta parábola de la cizaña que la del sembrador. Se nota más claramente a quién se alude, cuando se habla del padre de familia (13,27). El vocablo es característico de san Mateo y se emplea con frecuencia de tal modo que el oyente haya de pensar en Dios o en Jesús, el padre de la familia de los discípulos (Cf. 10,25; 20,1.11; 21.33). Pero además hay otro sembrador, un «enemigo» (13,25.28). De las condiciones existentes en el campo no es responsable solamente el padre de familia. Si cuando se habla de él se señala a Dios, al hablar del enemigo se señala a su gran antagonista y rival, el malo y enemigo por antonomasia (cf. 13,19.38). Aquí se hace resaltar la siega con más fuerza que en la primera parábola. Al fin el juicio está en perspectiva. Pero lo principal consiste en otra cosa. Es la decisión del padre de familia. Se rechaza la propuesta de los criados, que es reemplazada por la decisión del señor de la casa. Esta decisión ha de respetarse, es decir, la cizaña y el trigo han de permanecer juntos hasta la siega. Toda separación y juicio antes de tiempo es una intromisión en el plan del señor de la casa. él se ha reservado el juicio. Soporta la cizaña y también el perjuicio que causa al trigo. Cuanto más lejos del hombre esté esta manera de pensar, tanto más ha de aceptarla. Esta decisión no se revoca.
Para el discípulo del reino la situación del mundo es difícilmente soportable, es una constante tentación de su confianza o de su propia voluntad de poner orden antes de tiempo. El día de la siega se quitará el tormento de los corazones de los buenos, y a los malos les sobrevendrá el destino que les corresponde. Dios tiene los hilos sujetos en la mano. Sabe que todo es llevado a la finalidad que él y ningún otro ha establecido. Dios sabe que el trigo no se perderá, sino que se conserva para ser recogido en el granero divino. Deben observar una actitud como la de Dios los que se han subordinado al dominio de la voluntad divina. Se requiere una gran fe y mucha bondad y madura sabiduría para poder pensar así. Dios se ha reservado el juicio para sí solo, «a mí me corresponde la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor» (Rom 12:19). Cuando los discípulos quisieron hacer bajar fuego sobre una aldea samaritana que rehusó alojar a Jesús y a los suyos, Jesús se lo prohibió (Luc 9:54s). «No juzguéis y no seréis juzgados» (Luc 7:1).
b) Parábola del grano de mostaza (Mt/13/31-32).
31 Les propuso esta otra parábola: El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. 32 Con ser ésta la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la mayor de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que los pájaros del cielo pueden venir y anidar en sus ramas.
La pregunta de la que proviene la parábola, puede haber sido semejante a la pregunta de la parábola del sembrador. ¿Cómo debe representarse el poderoso reino de Dios en unos principios tan raquíticos? ¿Qué debemos conservar en este pequeño número, en la exigua eficacia del apostolado de Jesús, en el tenue eco del llamamiento de Jesús? ¿Es todo eso digno de Dios y del tiempo incipiente de la salvación?
En Palestina es proverbial que el grano de mostaza es la más pequeña de todas las semillas. Pero el arbusto desarrollado de la mostaza crece rápidamente hasta una altura de dos o tres metros, y es visible desde lejos. Es verdad que no se convierte en un «árbol», como se dice en la parábola. Aquí se introduce otra imagen, que es familiar al Antiguo Testamento, la imagen del árbol universal: «Así dice el Señor Dios: Yo mismo tomaré de la cumbre del cedro, de sus ramas más altas yo arrancaré un tierno ramo. Lo plantaré sobre una montaña muy elevada. Sobre un monte elevado de Israel lo plantaré. Echará ramas y dará frutos. Se convertirá en un magnífico cedro. Todos los pájaros habitarán a la sombra de sus ramas» (Eze 17:22s). El profeta menciona la antigua imagen del árbol universal, el vetusto símbolo de la fertilidad, de la vida y de la estabilidad. El mismo Dios plantará de nuevo el árbol en el tiempo futuro. Jesús hace aparecer la imagen y habla del árbol, al que vuelan los pájaros del cielo y anidan en sus ramas. Así sucederá al fin con la obra de Dios, que empieza humildemente como una insignificante semilla. Poniendo la mirada en este tiempo futuro el discípulo soporta con alegría el tiempo presente. Sabe que los pequeños principios actuales y las sencillas señales no pueden compararse con la obra consumada. El discípulo confía en Dios enteramente y sin reserva, confía en que Dios puede hacer grande una cosa tan exigua. Dios puede sacar de estas piedras hijos de Abraham, es decir, puede formarse un pueblo de la nada (cf. 3,9). Dios tiene normas distintas de las que tenemos los hombres. Lo exiguo ante él es grande, y lo grande que tienen los hombres, ante él es horrible. En la parábola todavía resuena otro pensamiento, el del crecimiento. No sólo debe aparecer gráficamente la relación entre la pequeña semilla y el gran árbol, sino también la índole dinámica del reino de Dios, en constante crecimiento y progreso, siempre encaminado a su objetivo. El reino prosigue y adelanta, Dios conduce los acontecimientos hacia su glorioso objetivo. El creyente está seguro de esta meta y de la acción de Dios, eficaz e impulsora de la historia, a pesar de que con frecuencia no aparezca como tal, sino que, por el contrario, dé la impresión de deterioro y no de mejora, y aun cuando otras veces el hombre se crea envuelto en el eterno girar del retorno de lo idéntico.
c) Parábola de la levadura (Mt/13/33).
33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos se parece a un poco de levadura que una mujer tomó y mezcló con tres medidas de harina hasta que fermentó toda la masa.
Esta parábola se cuenta con mucha llaneza y concisión en un versículo. Una mujer quiere cocer pan. A la gran cantidad de harina se añade una porción insignificante de levadura, la mujer mezcla las dos, las cubre con un paño y las deja. Después de algún tiempo ha ocurrido algo admirable: toda la harina ha fermentado. La pequeña cantidad hizo un gran efecto. Como en la parábola del grano de mostaza también aquí se trata, en primer lugar, de lo sorprendente, del cambio brusco, de la comparación asombrosa entre el principio y el fin. Así sucede con el reino de Dios. Por sus humildes indicios no se puede juzgar su pleno poder, desarrollo y grandeza. Pero aquí todavía es más importante el pensamiento de la eficacia. La pequeña parte de levadura tiene en sí una vigorosa fuerza vital. La levadura puede hacer fermentar una gran masa de harina, de forma que pueda cocerse y producir pan. Es, por así decir, el principio vital del conjunto. El pequeño número y la cantidad minúscula no pueden engañar. Ante Dios no sólo tiene validez otra medida en la relación entre lo grande y lo pequeño, sino también entre lo eficaz y lo débil. Interiormente está lleno de fuerza vital lo que exteriormente puede parecer débil e indigente. Con la debilidad externa del mensajero se desarrolla la fuerza interna del mensaje (Cf. Gal 4:13; 1Co 1:25.27; 1Co 2:3; 2Co 12:8s). Son realmente divinos el nuevo corazón y el nuevo espíritu, que Dios ha prometido y que ahora quiere formar en la plenitud del tiempo. La persona que se subordinó por completo al dominio de Dios y se dejó transformar por él es como una levadura para su ambiente. La efectiva fuerza vital, que fluye y palpita en esta persona, comprende todo lo que está alrededor de ella y se le confía. No sólo los grandes acontecimientos, sino nuestra pequeña vida cotidiana nos muestran esta fuerza vital, si está incorporada en personas vivientes. También nos muestran su eficacia y su capacidad de irradiación sobre los demás. Jesús ha dicho al pequeño grupo de sus discípulos: «Vosotros sois la luz del mundo…, vosotros sois la sal de la tierra…, no puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte» (cf. 5,14-16). ¿Conocemos el tesoro que Dios ha insertado en nuestra vida? ¿Creemos que estamos llamados para dedicarnos a nuestro ambiente con esta fuerza, para hacerlo fermentar con la vida de Dios, aunque lo hagamos con tentativas muy humildes, poco vistosas y quebradas por nuestras debilidades y fragilidad? Esta es la vida de Dios.
d) La enseñanza por medio de parábolas (Mt/13/34-35).
34 Todo esto lo dijo Jesús a las muchedumbres por medio de parábolas, y sin parábolas no les decía nada. 35 Para que se cumpliera lo anunciado por el profeta: En parábolas abriré mi boca, declararé lo que desde la creación está oculto.
A continuación siguen dos versículos sobre el sentido del lenguaje de Jesús en las parábolas. Estos versículos concluyen esta sección de enseñanza del pueblo, que se contrapone a la parte siguiente, que sólo se dirige a los discípulos. Con relación al pasaje anterior (13,10-15) estos dos versículos tienen otra dirección. Deben mostrar que el modo de hablar de Jesús en las parábolas corresponde a la Escritura. Las palabras del Antiguo Testamento no están en ningún profeta, sino en el libro de los salmos, aunque de una forma algo distinta: «Yo abriré a las parábolas mi boca. Expondré los arcanos de los tiempos idos… » (Sal 77:2). Jesús sólo habla al pueblo con parábolas, porque el pueblo no presta atención al mensaje y no cree. Las parábolas sólo pueden ser aclaradas a los que les gusta escuchar y ya han entendido. Aquí el evangelista sigue utilizando este pensamiento de 13,10-15. El embotamiento de Israel no se debe a Dios ni a Jesús, su causa no es la manera enigmática de la proclamación del Señor. Este posible error está excluido por la palabra de la Escritura, según la cual el elegido de Dios ha de hablar con parábolas. Eso quiere decir el evangelista, así lo pudieron entonces entender los judíos, a quienes era familiar esta manera de expresarse de la Escritura. Se reconoce claramente que estos versículos (como también 13,10-15) incluyen la experiencia del tiempo posterior. La misión entre los judíos en conjunto había fracasado. Israel no sólo había rechazado al Mesías, sino también a los misioneros después de pentecostés. Se vuelve la mirada a los acontecimientos y se procura dilucidar la recusación, que difícilmente se puede comprender. Un medio para entender es la explicación del lenguaje parabólico del Señor. Aquí se introduce la separación entre oyentes solícitos y embotados. A los primeros se les hace comprender las parábolas añadiéndoles la explicación de las mismas (cf. Ias explicaciones de las parábolas del sembrador y de la cizaña). Pero los demás, los que están fuera, sólo llegan a conocer las parábolas sin la clave, es decir sin la explicación, porque se han colocado fuera. Tenemos que esforzarnos por separar entre sí las dos cosas: la parábola primitiva, tal como Jesús la ha contado y nos la transmite inmediatamente, y por otra parte la explicación de las parábolas en general, que son un fragmento de la teología cristiana primitiva y que debían ayudar a poner en claro el endurecimiento de Israel para la Iglesia de aquel tiempo. Dios ofrece el pleno sentido y la verdadera comprensión de sus misterios sólo a los que han abierto su espíritu y su corazón para entenderlos. Así sucedía en Israel, así sucede en la Iglesia.
e) Explicación de la parábola de la cizaña (Mt/13/36-43).
36 Entonces dejó a las muchedumbres y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos para decirle: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38 el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del malo; 39 el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el final de los tiempos; los segadores son los ángeles.
Jesús regresa a la casa de donde (13,1) había salido. La predicación oficial a todos está separada de la instrucción especial a los discípulos. Ahora los discípulos piden expresamente una explicación: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Luego sigue una explicación, que en esta forma está una sola vez en toda la tradición evangélica. En primer lugar casi todas las personas y acciones del relato son transferidas a la realidad religiosa, y son enumeradas como en una lista (*). El Hijo del hombre es el sembrador; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del malo; el enemigo es el diablo; la siega es el final de los tiempos; los segadores son los ángeles. En esta enumeración ya se ve que en la explicación se pretende algo esencialmente distinto de lo que se pretendía en la parábola. En ésta se trataba de la decisión del padre de familia de dejar crecer ahora la cizaña y el trigo, aquí se trata de la siega futura, de la muerte definitiva de la cizaña y del trigo.
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(*) Hoy día se reconoce casi generalmente que esta explicación de la parábola de la cizaña no procede de labios de Jesús, sino que reproduce la predicación de la antigua Iglesia, que, sin embargo, no sólo tiene que considerarse como palabra inspirada, sino que también tiene derecho por sí misma a una alta consideración. Un conjunto de observaciones lingüísticas hacen incluso probable que sea una explicación original del evangelista san Mateo
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Por la parábola se descubre el drama del juicio final. Este drama debió realmente inducir a explicar y nombrar las distintas figuras. Pero la explicación manifiesta un profundo deseo de la antigua Iglesia. Los predicadores tenían interés en impugnar una temeraria seguridad que podía difundirse entre los llamados a la salvación. Al mismo tiempo se puso ante la mirada la gravedad y el terror del juicio, hacia el que también se dirigen los que se han salvado, con la esperanza de ser también salvados le segunda vez. Se revela el drama del fin del mundo. Quien domina el mundo y en todas partes arroja su semilla es el Hijo del hombre. No el humilde peregrino de Galilea, ni el supuesto revolucionario fracasado y condenado a muerte, ni tampoco el rey del tiempo final, que venía sobre las nubes del cielo y fue contemplado por el profeta como «uno que parecía el Hijo del hombre» (Dan 7:13); sino el Señor del tiempo actual del mundo, computado desde la presentación de Jesús hasta su segunda venida para el juicio, el Señor de las comunidades y de todas las naciones. El campo puede significar simplemente el mundo. No se hace ninguna diferencia entre el terreno laborable primitivo, el pueblo de la alianza del Antiguo Testamento (el pueblo primeramente destinado a la salvación), y los pueblos paganos que se agregan. Todos ellos son ahora sin distinción terreno laborable para la semilla del divino sembrador. De él procede la buena semilla, éstos son los hijos del reino. Reino aquí es una dicción abreviada de la forma más completa «reino de los cielos» o «reino de Dios». Los hijos del reino son los que a él están llamados y han seguido este llamamiento por propia decisión. Ahora ya forman parte del reino, pero conseguirán un día la plena filiación, si de su actual vocación también dimana la definitiva elección (Sobre la diferencia entre vocación y elección, cf. Io que se dice a propósito de 22,14; sobre la filiación al fin de los tiempos, cf. Io que se dice a propósito de 5.9). Así pues, los hijos del reino son los aspirantes a poseerlo definitivamente. Aunque no tengan ninguna garantía, tienen una esperanza justificada de conseguir esta posesión, porque han sido llamados y han seguido este llamamiento. Es un honroso título ser hijo del reino de Dios. Se oponen con violencia los hijos del malo, que el demonio ha diseminado y de él proceden. Aquí no se distingue entre los que sólo están comprometidos en parte con el malo, y otros que están enteramente a merced de él. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los hijos del reino también son tentados y pueden caer, es decir, están constantemente amenazados por el malo. La mirada se dirige al fin, en el que cada uno ha obtenido su «forma» definitiva y su decisión ha madurado plenamente para una cosa o la otra. Incluso entre los miembros de la comunidad los hay propiamente malos. Hay quienes han pretendido destruir, sembrar discordia, causar confusión, seducir y atraer a la apostasía. Aquí no se ha de preguntar si dichos miembros son enteramente malos y ya no son capaces de conversión o si sólo se han convertido temporalmente en el instrumento del malo. En cualquier caso cooperan con el malo y contra Dios y su obra. Los que tienen el nombre y la dignidad de hijos del reino, pueden ser interiormente hijos del malo. Esto se hace patente al fin. La segunda parte de la explicación cuenta cómo se llevará a cabo la separación.
40 Pues lo mismo que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así sucederá al final de los tiempos: 41 el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los escandalosos y a todos los que cometen la maldad, 42 y los arrojarán al horno del fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 43 Entonces los justos, en el reino de su Padre, resplandecerán como el sol. El que tenga oídos, que oiga.
Lo que sucede en el campo, cuando se recoge la cizaña y se quema en el fuego, eso también ocurrirá al fin del mundo. El Hijo del hombre es el que juzga. En esta segunda parte de la parábola se habla sobre todo del destino de los malos. Se los debe prevenir. Solamente al final se les opondrán los justos: brillarán como el sol, en el reino del Padre (13,43a). Los malos ya no tendrán ninguna esperanza, sino que serán arrojados muy lejos de Dios. Las expresiones corresponden al tiempo y son corrientes para los rabinos como para todos los contemporáneos de Jesús. Allí está el «horno del fuego», y reina el «llanto y el rechinar de dientes». Estas expresiones tienen que ser explicadas para que las comprendamos. Porque no se trata de tormentos físicos, sino de la exclusión definitiva de la gloria y de la vida de Dios. Por esta exclusión los condenados se sumergen en la desesperación y en la rabia impotente. En este pasaje llegamos a conocer mejor la índole de estos hijos del malo. Se nombran dos grupos, los «escandalosos» y los que «cometen la maldad». En san Mateo se habla con frecuencia de los escándalos y de los que los provocan. Esta expresión no debe ser privada de su fuerza. El escándalo afecta siempre a la totalidad de la persona y principalmente a la fe. El que se escandaliza, pierde la fe, se aleja de Dios y de su llamamiento, quizás por un motivo insignificante. Dar escándalo a un tercero significa ser motivo de caída para el otro, que deja de cumplir con su dignidad de cristiano. Tales escandalosos son los peores seductores, contra los que se previene con las más graves amenazas (cf. 18,6s). En este pasaje pueden entenderse los escándalos en sentido personal u objetivo. Cabe suponer que se ha incluido en ellos todo lo que la comunidad cristiana consideraba como tal: los que se escandalizan y caen, y por este motivo se convierten, a su vez, en ocasión de tropiezo para sus propios hermanos en la fe y para los extraños, y los que, como escándalos vivientes, merodean por la comunidad y, mediante sus doctrinas erróneas y sus graves extravíos, seducen a otros. Una fuerza realmente inquietante. El segundo grupo lo forman los que cometen la maldad. ¿Qué clase de gente es ésta? En el sentido del evangelista son personas sin ley, porque ellos mismos se constituyen en ley: son sus propios legisladores. La verdadera ley del nuevo pueblo de Dios es la perfecta ley del amor (22,40) cumplida por Jesús (cf. 5,17), «la perfecta ley de la libertad» (Stg 1:25). En esta ley se ha perfeccionado la ley del Antiguo Testamento. Esta ley ahora ha venido a ser la norma competente para los discípulos de Jesús. Se puede contravenir a esta ley, si se recae en el servicio de la ley del Antiguo Testamento y cada uno por su parte procura cumplir puntualmente los mandamientos que allí se dan, y quiere obligar a los demás a cumplirlos. Este era el peligro de una dirección que procedía de la Iglesia madre de Jerusalén y contra la cual san Pablo se resistió apasionadamente. Pero también se puede contravenir a esta ley, rechazándola en general y si uno se llena de ilusiones y se entrega a una falsa libertad y, con ello, al desenfreno y a la disolución (cf. Gal 6:13s). Ambos grupos son culpables. Ambos hacen traición a lo propio de la obra de Jesús, a la nueva vida del amor en la perfección de la nueva ley. No tienen esperanza de ser liberados, si han conducido a la comunidad por caminos erróneos y se colocaron fuera de la salvación, que Jesús también a ellos les había traído. Se puede desacertar en la Iglesia la voluntad de Dios y el orden de vida establecido por Jesús, si se recae en la manera legal de pensar del Antiguo Testamento o si se rechaza por principio la manera de pensar perfeccionada por Jesús, la «ley de Cristo» (Gal 6:2).
También hoy día se dan las dos tentaciones, también hay portavoces y seductores para una u otra de las dos clases de corrupción. Estos dos grupos ya muestran que se piensa sobre todo, aunque no exclusivamente, en las relaciones dentro de la Iglesia. La cizaña también crece en las propias filas. En ellas hay traidores, embusteros, personas insensibles, pecadores de toda clase, herejes y seductores. ¿Cómo es esto posible, si la Iglesia es el pueblo santo de Dios, y los creyentes son discípulos de tal maestro? El espanto debido a esta causa fue al principio mucho más intenso del que hoy día sentimos, aunque agobie gravemente a todos los que adoptan una actitud seria. Los creyentes de todos los tiempos lo han experimentado como carga y prueba, a menudo como una prueba mayor y más molesta que las tribulaciones provenientes de un poder estatal corrompido o de artes de seducir en tiempos de inmoralidad. ¡Cuántas veces se intentó salir de esta sociedad poco selecta, y fundar una Iglesia de los limpios y santos! Estas palabras aquí nos dicen que también el otro sembrador está constantemente actuando, y que no es de la incumbencia de los hombres el juicio ni la separación por la violencia; se nos dice que el hombre debe esperar ansiosamente el gran juicio que lleva a cabo el Hijo del hombre por encargo de Dios. «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria. Todas las naciones serán congregadas ante él, que separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos» (25,31s).
3. SECCIÓN TERCERA (13,44-52).
a) Parábola del tesoro (Mt/13/44).
44 El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo; un hombre lo encontró y lo escondió, y se va lleno de alegría, vende cuanto tiene y compra el campo aquel.
El vocablo tesoro suscita imágenes misteriosas. Leyendas y fábulas giran alrededor de tesoros que desde hace milenios de años yacen en alguna parte, y azuzan la curiosidad y el deseo de aventuras. Los hombres dejan su casa, lo abandonan todo y se ponen a buscar la gran fortuna, se imponen toda clase de privaciones, solamente tienen ante su vista un único objetivo: encontrar el gran tesoro, la mina de oro, el diamante fabuloso, en la esperanza de que entonces toda su vida discurrirá por otros cauces, en la esperanza de liberarse de todas las preocupaciones y molestias que atosigan a los mortales. El gran descubrimiento habrá de cambiar el rumbo de la vida. Jesús habla de este tesoro. Alguien lo halla casualmente, cava más, reconoce el valor. Entonces hace algo que los demás observan meneando la cabeza. Vende cuanto tiene, y adquiere aquel campo. El precio de compra es tan alto, que tiene que arriesgarse todo lo que se posee, por modesto que sea. Se ha de vender todo, hay que entregarlo todo por causa de este valioso objeto. Este tesoro requiere una inversión alta, más aún, una inversión total. Todavía se añade otro pensamiento. Es la alegría inmensa de haber encontrado el tesoro. Esta alegría induce a la inversión inusitada. Ya no se calcula con sobriedad ni se sopesa en frío. En comparación con este tesoro todo lo demás que se posee es escaso, su valor no tiene proporción con el tesoro. Las cosas que se tienen, por muchas que sean, se vuelven insignificantes ante el verdadero valor por cuya causa vale la pena vivir. Este tesoro es el reino de Dios, y por tanto el mismo Dios. El que ha encontrado a Dios mediante el mensaje de Jesús, renuncia con alegría a todo lo demás. Ha encontrado la verdad y la vida. El que tiene a Dios, lo tiene todo. Sólo Dios basta. Esta verdad únicamente puede aprenderse en la vida real. Nuestra mentalidad mundana, el temor de perder o desatender algo y el programa que nos fijamos para nuestra propia vida tropiezan una y otra vez con esta verdad.
b) Parábola de la perla (Mt/13/45-46).
45 También se parece el reino de los cielos a un comerciante en perlas finas; 46 encontró una de mucho valor, fue a vender cuanto tenía y la compró.
Esta breve parábola juntamente con la anterior forma una doble parábola y versa sobre el mismo tema. La palabra perla no sólo suscita la idea de un altísimo valor, sino también de la belleza inmaculada. El reino de Dios no solamente es el más excelso valor, sino también el bien más bello y perfecto que se puede conseguir. Con respecto a la parábola del tesoro hay una novedad y es que se trata de un hombre que se dedica a buscar perlas finas. En el tesoro del campo se podía pensar en una persona que lo halla casualmente y luego saca las consecuencias. Así también muchos pueden haber encontrado a Jesús sin tener el afán ni la intención de encontrar el tesoro. Pero fueron dominados por él. Aquí se podría pensar en alguien que busca la verdad, como Nicodemo, que viene a Jesús de noche (Jua 3:1 ss). Aquí se habla de un gran comerciante que trafica en joyas. Nunca ha encontrado una perla tan preciosa y fina. Sin reflexionar va a vender cuanto tiene, todo el inventario de su negocio para adquirir esta perla. Por su experiencia sabe que la perla recompensará la inversión. El corazón del hombre se queda intranquilo, hasta que la ha encontrado. Pero cuando la ha encontrado, está dispuesto a entregarlo todo por causa de este único objeto valioso. ¡Qué inversión se exige, qué exigencia tan profunda! Jesús no la suaviza en nada, pero también muestra el atractivo y la alegría que produce el hallazgo de la valiosa salvación. Cuando lo hemos encontrado, hemos de procurar permanecer con la fascinadora alegría inicial del descubrimiento. Cuando nos dedicamos a la búsqueda, no podemos descansar hasta haber encontrado lo que buscábamos.
c) Parábola de la red barredera (Mt/13/47-50).
47 También se parece el reino de los cielos a una red barredera que fue echada al mar para recoger de todo; 48 cuando estuvo llena, los pescadores la sacaron a la orilla, se sentaron y recogieron lo bueno en canastos, y echaron afuera lo malo.
Las dos últimas parábolas hablaban del tiempo presente, de la oferta que ahora obtiene el hombre, y de la puesta que ahora debe hacer. Esta parábola de la red habla del tiempo futuro. Se echa al lago una red barredera y recoge muchos peces de diferente clase y calidad. La red tiene que ser extendida entre dos barcas y arrastrada sobre el lago. Cuando los pescadores están en tierra, sacan despacio la red con el hervidero multicolor, ponen los peces en la orilla y los clasifican. Sólo se clasifican en dos grupos, buenos y malos, aprovechables y sin valor. Los buenos se recogen en cubos, y los malos se echan afuera. Antes se empleó la metáfora de la siega, en la que se separan el trigo y la cizaña. Aquí es una pesca de peces, en la que se recoge sin distinción todo lo que la red barre, y luego es clasificado. Al fin, tiene lugar la verdadera separación. Aquí ahora no están separados, sino juntos, y la mirada del hombre está oscurecida para llevar a cabo la separación; sobre todo no tiene derecho ni poder para efectuarla. La separación sólo es de la incumbencia de Dios, él es el gran pescador, que ha echado la red y nadie se escapa de ella. Entonces se hará justicia, de acuerdo con el valor de cada uno. La parábola habla de Dios como del Señor del juicio. San Mateo también conoce que Dios ha traspasado el juicio al Hijo: «Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno conforme a su conducta» (Jua 16:27). El Hijo del hombre ejercerá el juicio de Dios, «su gloria» (cf. 25,31) será la gloria del Padre…
49 Así sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos 50 y los echarán al horno del fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
La aplicación está estrechamente ligada con la anterior explicación de la parábola de la cizaña. La doctrina es la misma, también se describen los mismos sucesos, aunque con una forma mucho más breve y primitiva. Al fin del mundo los ángeles saldrán y separarán a los malos de entre los justos y serán echados al horno del fuego, al infierno. Nada más se dice de la suerte de los «justos» (cf. 13,43: «resplandecerán como el sol»). Las palabras deben hacer resaltar el juicio, suscitar el temor de la reprobación. Aunque en la vida de un hombre en el mundo no salga a luz lo malo cuando tiene éxito y prestigio, cuando es estimado, cuando exteriormente aparece intachable y excelente, sin embargo no perdamos de vista que el día del juicio sacará a luz la verdadera calidad. Todos debemos pensar en eso, especialmente los cristianos que un día han encontrado la perla preciosa y el tesoro en el campo. También ellos pueden encubrir su propia vida bajo la máscara de la piedad. Interiormente pueden ser «malos», cuando no buscan a Dios, sino a sí mismos.
d) Conclusión del discurso de las parábolas (Mt/13/51-52).
51 ¿Habéis entendido todo esto? Ellos le responden: Sí. 52 Entonces les dijo: Por eso todo escriba convertido en discípulo del reino de los cielos se parece a un padre de familia que saca de su almacén lo nuevo y lo viejo.
No solamente importa oír, sino entender. La pregunta del Señor se refiere a si los discípulos han entendido el verdadero tema y sentido de las parábolas. Esta comprensión es lo que importa. Los discípulos obtienen la ayuda de las explicaciones circunstanciadas, que deben traducir un lenguaje metafórico al sentido que se intentaba. La acción depende de la adecuada inteligencia. Sólo quien interiormente acepta lo que se ha proclamado, puede proceder debidamente guiándose por este conocimiento. Puedo oír la parábola del tesoro en el campo, y no quedar afectado por ella, a lo sumo considerarla como saludable o necesaria para otros. Si me esfuerzo por entender esta parábola, entonces noto que se refiere a mí y que no puedo desviarme de lo que ella reclama. El hecho de entender lo que aprovecha a mi persona, deja libre el camino para la acción conforme con la palabra. La respuesta de los discípulos no solamente es importante para su salvación personal, sino también para su posterior tarea en la Iglesia. Deben aprender lo que han oído. Sólo pueden enseñar con el mismo derecho que Jesús, si han entendido, si se han identificado con lo que oyeron, si han creído. El capítulo de las parábolas también es una parte didáctica. El evangelista lo ha concebido así, y al final lo dice claramente una vez más (13,52). El que quiere enseñar, tiene que estar bien instruido. El que quiere anunciar el reino de Dios, tiene que haber aprendido la verdad sobre este reino. El capítulo de las parábolas también debe servir para aprender esta verdad. Dice a los predicadores y catequistas cómo debe expresarse la verdad del reino de Dios y cómo se puede mostrar el camino que conduce a la auténtica comprensión. Es un modelo para la enseñanza de la Iglesia. En el seno del nuevo pueblo de Dios se forma una nueva categoría de escribas. En Israel hay escribas a los que está confiada la palabra de Dios, para que la expongan y hagan aplicaciones. Pero no han acertado el verdadero sentido y no han conocido la verdadera voluntad de Dios. Ahora habrá verdaderos escribas, a quienes se concede la conveniente comprensión. También habrá una nueva «Sagrada Escritura», la recopilación de las palabras y acciones de Jesús, que ponen por escrito los primeros heraldos. Se debe aprender y estudiar, exponer y aplicar esta Escritura. Cada uno de los teólogos es primeramente y en el fondo intérprete de la Escritura, cada uno de los teólogos instruidos debe ser un escriba. Aquí hay que descubrir -en medio del Evangelio- una de las fuentes de la teología y de su configuración científica.
El maestro de la Iglesia debe estar en la comunidad, como padre de familia, así como un padre de familia cuida de los suyos, da a los que viven en la casa lo que necesitan, y lo da en la medida y de la manera como lo necesitan. Saca lo nuevo y lo viejo del arca de su tesoro. No solamente lo nuevo, lo atractivo y actual, lo moderno y chocante sino también lo viejo, lo transmitido y acreditado, que debe unirse con lo nuevo. Jesús no ha suprimido la ley del Antiguo Testamento ni en su lugar ha colocado una ley nueva. Ha conservado lo viejo con profundo respeto, pero lo ha perfeccionado con lo nuevo (Cf. el comentario a 5,17-19). Así también en el capítulo de las parábolas están aunados lo viejo y lo nuevo. Lo antiguo es el gran tema del reino de Dios, desde que Dios empezó la historia con Israel. Lo nuevo es la última perfección de lo viejo mediante la venida y el mensaje de Jesús. Dios no quiere la ruptura radical con el tiempo pasado, sino la unidad del tiempo pasado, presente y futuro. Así debe enseñarse en la Iglesia, así se debe proceder en ella. Lo viejo siempre es actual en la tradición a través de las generaciones, pero siempre ha pretendido una comprensión más profunda, un conocimiento de causa más perfecto, una realización mejor.
VII. EL MISTERIO DEL MESíAS (13,53-17,27).
1. REVELACIÓN GRADUAL (13,53-16,12).
Desde aquí en adelante san Mateo sigue exactamente el curso de los acontecimientos en san Marcos. En la gran sección de 13,53-17,22 (= Mar 6:1-9, 32) solamente faltan en san Mateo unas breves palabras sobre la misión (Mar 6:6-13), que san Mateo ya había transmitido en su discurso a los discípulos (Mar 10:1-42), y el relato de la curación de un ciego (Mar 8:22-26), que san Mateo omite en este pasaje. En cambio el primer evangelista tiene dos relatos, cada uno de los cuales narra la curación de dos ciegos (Mar 9:27-31; Mar 20:29-34). Con los puntos esenciales de las distribuciones milagrosas de alimentos, de la confesión mesiánica de Pedro, de la transfiguración en el monte, de los anuncios de la pasión del Mesías, se puede designar esta sección como gradual revelaci6n mesiánica. Siempre aparece con mayor fuerza la creciente separación entre la gran masa del pueblo, que continúa en la incredulidad, y el grupo de discípulos que es conducido a una inteligencia más profunda. Así pues, las revelaciones del Mesías tienen un efecto que al mismo tiempo separa y guía.
a) Incredulidad en Nazaret (Mt/13/53-58).
53 Cuando Jesús terminó todas estas parábolas, se fue de allí. 54 Y, llegando a su patria, les enseñaba en la sinagoga, de modo que quedaban sorprendidos y decían: ¿Pero de dónde le vienen a éste esa sabiduría y esos prodigios? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Y no se llama su madre María, y sus hermanos Santiago y José y Simón y Judas? 56 ¿Y no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, le viene a éste todo eso?
Jesús va a Nazaret, a la que se llama «su patria». Allí se había establecido y domiciliado José con María y el niño después de regresar de Egipto. Esta manera de proceder estaba de acuerdo con la voluntad de Dios, como lo demuestra lo que dice la Escritura (Mar 2:23). Jesús también propone allí su mensaje durante la normal asamblea del sábado en la sinagoga. La gente queda sorprendida, como también se informó después del sermón de la montaña (cf. 7,28s). Pero aquí no es la sorpresa por la propia insuficiencia, no es la consternación por la alta reivindicación de Dios, sino la sorpresa de la irritación, de la protesta y de verse heridos en la propia estimación. Existen las dos posibilidades, las dos respuestas en cierto modo instintivas, que pueden darse a la proclamación del mensaje. Los unos están conmovidos hasta el fondo de su alma y perciben el llamamiento a cambiar la vida; los otros se sienten amenazados y se colocan a la defensiva por el orgullo ofendido. Sus paisanos preguntan: ¿Pero de dónde le vienen a éste esa sabiduría y esos prodigios? Reconocen la sabiduría, pero como algo ajeno y más excelso, que cae fuera de su horizonte de comprensión o no puede ser proclamado con obligatoriedad, ya que Jesús es uno de los suyos y no puede evadirse de esta solidaridad. Las acciones vigorosas de Jesús les producen la sensación de desafío y no de señal propicia. La razón de su altiva pregunta es el hecho de que le conocen. Por lo menos saben «de dónde» procede. No puede haber traído nada extraordinario, ya que su familia pertenece a la clase pobre del lugar, su madre, sus hermanos y hermanas son muy conocidos y todavía viven allí. Quizás hayan evitado intencionadamente decir «el hijo de José», para expresar la relación que le unía a él, y así han dicho «el hijo del carpintero».
Tal vez José sea el único carpintero del lugar, pero en todo caso ésta es una profesión normal, socialmente incorporada a la colectividad del pueblo. ¿Qué hace por iniciativa propia este «hijo», que procede de condiciones normales, de una casa sencilla y de una profesión honorable? Además dan algunos nombres de hermanos y también mencionan a sus hermanas, todos los cuales viven entre ellos y todavía están con ellos (Acerca de la cuestión de las personas a quienes se llama «hermanos de Jesús» (la cual, por desgracia, siempre grava el diálogo confesional entre católicos y protestantes), cf. Hermanos de Jesús, en H. HAAG – A. VAN Den BORN – S. DE Ausejo, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona 4, 1967, col 829-831). Semejantemente subrayan también que «están entre nosotros». No han salido del marco en que se les había puesto, no han abandonado el medio de vida ni la comunidad del pueblo, sino que han permanecido en el lugar y en el redil gozando de simpatía. Pero ¿qué pensar de éste? Tras esta sensación de que sea un extraño un hijo del pueblo que ha salido de la comunidad, y ahora también es rechazado de la comunidad, se advierte también otra cosa. El problema fundamental es éste: ¿De dónde le viene a éste todo eso? Solamente el lector del evangelio sabe la respuesta, a saber, que Jesús estaba engendrado «por obra del Espíritu Santo» (cf. 1,18) y que «el Espíritu de Dios» había descendido sobre él (3,16). Pero los habitantes de Nazaret se cierran el acceso a Jesús, porque hacen la segunda pregunta antes de la primera. La primera pregunta se formula así: ¿Qué se dice aquí?, y no: ¿De dónde viene eso? Sólo si se ha escuchado y entendido de la forma debida, se puede preguntar por el origen. La pregunta por la procedencia «¿de dónde?» ya muestra que no quieren oír y que en la sinagoga en realidad no han oído.
57 Y estaban escandalizados de él. Pero Jesús les dijo: A un profeta sólo lo desprecian en su tierra y en su casa. 58 Y por aquella incredulidad no hizo allí muchos milagros.
Para la actitud de los hombres ante Jesús sólo existen dos posibilidades: abrirse con la fe o cerrarse por el escándalo. Los paisanos estaban escandalizados de él. Eso es exactamente lo contrario de la actitud de la fe. El escándalo procede de abajo, del hombre y del malo, destruye la fe y no la deja medrar. El mismo Jesús se convierte en motivo de escándalo, sin que él haya contribuido en nada al mismo. Sólo se decide en el hombre qué camino y qué dirección toma su vida. La pregunta por la procedencia «¿de dónde?» para muchas personas, incluso modernas, se convierte en motivo de escándalo. Especialmente para los que han estudiado y conocen la historia. Ellos también piensan «que saben». Entonces Jesús pasa a ser el fundador de una religión como Buda o Mahoma. La doctrina de Jesús se interpreta como un sistema doctrinal religioso o solamente como la experiencia originaria de un corazón genial; se ve a sus discípulos como un círculo de entusiastas adeptos, semejante al que se forma siempre en torno a la personalidad de promotores religiosos. Pero nada más. Se piensa que se puede contestar la pregunta sobre la procedencia, «¿de dónde?», por el Antiguo Testamento, por la tradición religiosa de los pueblos circundantes, por el movimiento resurgente de la comunidad de Qumrán, por el apocalipsis del judaísmo posterior y por la tradición escolar rabínica. Pero nada más. No se puede hacer la segunda pregunta antes de la primera, antes que se haya realmente oído lo que se dice. El mismo Jesús cita un proverbio, según el cual ningún profeta vale nada en su tierra ni en su familia. Parece ser como una ley que se inicie el escándalo donde menos se le debía esperar. En el propio ambiente es donde será más fácil al hombre recusar, porque difícilmente distingue entre lo que viene de abajo, de la tradición de la familia y del pueblo, y de la virtud de la sangre, y lo que se dice desde arriba y penetra en el mundo. Esta disposición defectuosa ya es incredulidad por la raíz de donde proviene. La incredulidad -no la propia impotencia- hace que sea imposible que Jesús pueda efectuar acciones milagrosas. Porque el milagro se enlaza con la franqueza y la confianza del hombre. Sólo se da por añadidura todo lo demás a quien ha dado el primer paso, y ha cumplido la condición fundamental de escuchar con el ánimo dispuesto. Hará «obras… aún mayores» que las del maestro (Jua 14:12).
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
— casa: Ver segunda nota a Mar 2:1.
— lago: Lit. mar. Ver nota a Mat 4:18.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Luc 5:1-3.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La parábola del sembrador (y su explicación) (ver Mar. 4:1-9, 13-20; Luc. 8:4-8, 11-15). Los discípulos de Jesús, sin duda, hallaron muy difícil entender cómo la proclamación de Jesús acerca del reino de Dios, ante la cual ellos habían respondido con tanto entusiasmo, no recibía la misma acogida por todos los que la escuchaban. Esta parábola, con sus cuatro “escenas”, indica que la respuesta no sólo depende del mensaje (es la misma semilla en cada caso), sino también en el grado de una buena disposición de los oyentes para recibirla. Las tres áreas improductivas (el camino, los pedregales y los espinos) son interpretadas en los vv. 19-22 como representando diferentes tipos de escuchas: aquellos que simplemente no quieren escuchar, aquellos cuya respuesta es sencillamente superficial, y aquellos que están preocupados con otros intereses. Las tres son situaciones familiares a todo predicador del evangelio, en aquel entonces y ahora. Los discípulos, por lo tanto, no debieran estar sorprendidos por las respuestas divididas ante la predicación de Jesús.
La culpa radica en los que oyen y no en el mensaje. Cuando la semilla cae en buena tierra, dará su fruto. En esta manera Jesús aseguró a sus discípulos que, a pesar de las hostilidades y las respuestas inadecuadas, habría una cosecha. Aun en la buena tierra, sin embargo, hay lugar para alguna variación en el grado de productividad, a ciento, a sesenta o a treinta. En otras palabras, los discípulos no pertenecen a un solo tipo o tamaño, y en el reino de Dios hay lugar para lo ordinario como también para lo espectacular.
Como en 7:24-27 no es meramente el oír la palabra lo que importa, sino la comprensión (19, 23). De esta manera la parábola del sembrador se prepara para los vv. 10-17, donde se hace una distinción aguda entre los oidores que no comprenden las parábolas y aquellos que poseen el “secreto” para resolverlas. En un sentido, es como una parábola acerca de parábolas. Por lo tanto, es apropiado que concluya en el v. 9 con una apelación a todos nosotros a que nos demos cuenta; la forma en que oímos determinará si nuestro discipulado es fructífero.
Notas. 1 El contraste entre lo privado de la casa (cf. v. 36) y las multitudes al lado del lago simboliza la distinción, que cuidadosamente se aclara en todo este capítulo, entre las multitudes a las que Jesús enseñaba solamente en parábolas y los discípulos a quienes él las explicaba en privado.
10-17 Cómo operan las parábolas (cf. Mar. 4:10-12, 25; Luc. 8:9, 10, 18; 10:23, 24). Como lo indica el v. 12, lo que uno saca de cualquier cosa depende de lo que uno le pone. Igualmente con parábolas: el mismo mensaje, como lo ha indicado la parábola del sembrador, ha de recibir respuestas diferentes dependiendo de la receptividad del oyente. Al explicar las parábolas a sus discípulos Jesús les abrió los misterios del reino de los cielos. Tiene su propia lógica, que el razonamiento humano no puede penetrar; su verdad debe ser revelada. El ser un discípulo significa asistir a la escuela de la revelación.
Los que no tienen este don, como lo había predicho claramente Isa. 6:9, 10, nunca recibirán más que un oír superficial del mensaje de Dios, y no les hará ningún bien. Pero el formar parte del grupo de los discípulos de Jesús es un privilegio mayor que el que disfrutaron los más grandes del pueblo de Dios del pasado (profetas y justos), que tuvieron un indicio preliminar del reino de los cielos, pero que aún no conocían su realidad.
Jesús no está diciendo aquí que las parábolas están diseñadas para esconder la verdad, y de esa manera cerrar la entrada a tales personas al reino de los cielos, sino que en realidad no todos tienen la habilidad de penetrar su significado. Dicha habilidad es algo dado a los discípulos, en vez de ser el resultado de la perspicacia humana. Pero este pasaje no explica el asunto de cómo llegar a ser discípulo. Se presume que los discípulos a los que estaba hablando Jesús en un tiempo no fueron iluminados; si ellos pudieron aprender estos misterios por medio del ministerio de Jesús, otros también podrían. Pero ya que que las divisiones existen y hay diferentes tierras donde puede caer la semilla, las parábolas seguirán revelando esa división.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
13.2, 3 Jesús utilizó muchas ilustraciones o parábolas al hablar a las multitudes. En sus parábolas comparaba algo conocido con algo que no lo era. La parábola motivaba al oyente a descubrir la verdad, y al mismo tiempo ocultaba la verdad de los que eran demasiado ociosos o tercos para verla. Debemos tener cuidado de forzar el sentido de las parábolas haciéndolas decir lo que no dicen. Todas las parábolas tienen un significado a menos que Jesús lo haya especificado de otra manera.13.8 Esta parábola debe animar a los «sembradores» espirituales que enseñan, predican y guían a otros. El agricultor siembra buena semilla, pero no todas le brindan un rendimiento óptimo. Algunas semillas no germinan, y no todas las plantas que crecen ofrecen el mismo resultado. No se sienta desalentado si tiene la impresión de que nadie lo escucha a pesar de predicar con fidelidad la Palabra. La fe no se puede forzar a traer resultados conforme a una fórmula matemática. Más bien uno espera el milagro del Espíritu de Dios de usar nuestras palabras para que otros se acerquen a El.13.9 Los oídos humanos captan muchos sonidos, pero hay una audición más profunda que resulta en comprensión espiritual. Si usted busca con sinceridad la voluntad de Dios, tiene audición espiritual, y estas parábolas le darán nuevas perspectivas.13.10 Cuando Jesús hablaba en parábolas, no estaba ocultando la verdad de los buscadores sinceros. Los que eran receptivos a la verdad espiritual comprendían las ilustraciones. Para los demás no eran sino historias sin sentido. Esto permitió que Jesús diera alimento espiritual a los que tenían hambre, a la vez que impidió a sus enemigos hacerle caer en trampas antes de tiempo.13.12 Esta frase significa que tenemos la obligación de usar bien lo que tenemos. Cuando uno rechaza a Jesús, esa dureza de corazón ciega aun la poca comprensión que se tenga.13.14-16 Esta profecía se halla en Isa 6:9-10.13.22 ¡Qué fácil es estar de acuerdo con Cristo cuando no se tiene la intención de obedecerle! Es fácil hablar en contra de las ansiedades de la vida y los engaños de las riquezas y aún así no hacer nada por modificar nuestros caminos. A la luz de la vida eterna con Dios, ¿se justifican las preocupaciones? Si usted tuviera todo cuanto quisiera a cambio de perder la vida eterna con Dios, ¿valdría la pena?13.23 Los cuatro tipos de terreno representan las diferentes respuestas que podemos obtener al anunciar el mensaje de Dios. Algunas personas están endurecidas, otras son superficiales, otras tienen demasiadas preocupaciones que lo distraen y algunos son receptivos. ¿Cómo está enraizada la Palabra de Dios en su vida? ¿Qué tipo de terreno es usted?13.24ss Jesús da el significado de esta ilustración en los versículos 36-43. Todas las parábolas en este capítulo nos hablan de Dios y su Reino. Explican qué es el Reino en oposición a nuestras expectativas. El reino de los cielos no es necesariamente un lugar geográfico sino un dominio espiritual en el que Dios gobierna y en el que tenemos la vida eterna de Dios. Entramos en ese reino cuando aceptamos a Cristo como Salvador.13.30 Los cardos verdes y los tallos verdes del trigo tienen un parecido y no pueden diferenciarse hasta que crecen y están listos para la cosecha. Los cardos (los que no creen) y el trigo (los creyentes) deben vivir lado a lado en este mundo. Dios permite que los que no creen permanezcan un tiempo, como el agricultor permite que los cardos permanezcan para no arrancar con ellos el trigo. En la cosecha, sin embargo, los cardos se arrancan y se ponen a un lado. La siega (juicio) de Dios de toda la humanidad se acerca. Debemos prepararnos asegurándonos de que nuestra fe sea genuina.13.31, 32 La semilla de mostaza es una de las semillas más pequeñas. Jesús empleó esta ilustración para mostrar que el Reino tiene comienzos insignificantes, pero crecerá y producirá resultados notables.13.33 En otros pasajes bíblicos, la levadura es con frecuencia un símbolo de lo malo o contaminado. Aquí es un símbolo positivo de crecimiento. A pesar de que parece un ingrediente menor, impacta toda la masa. Aunque el inicio del Reino fue modesto, casi imperceptible, pronto crecería y haría un gran impacto en el mundo.13.40-43 Al final del mundo, los ángeles separarán a los malos de los que no lo son. En las iglesias hay creyentes verdaderos y falsos, pero debemos de ser cautos en nuestro juicio porque solo Cristo está calificado para hacer la separación final. Si usted empieza a juzgar, puede dañar algunas de las «plantas» buenas. Es más importante juzgar nuestra propia situación delante de Dios que estar analizando a los demás.13.42 Mateo usa con frecuencia estos términos para referirse al juicio venidero. El lloro indica tristeza o remordimiento y el crujir de dientes, ansiedad y dolor extremos. Los que dicen que no les importa lo que suceda después de la muerte no tienen idea de lo que dicen. Serán castigados por vivir en forma egoísta e indiferentes a Dios.13.43 Los que aceptan el favor de Dios resplandecerán, en fuerte contraste con los que reciben su condena. Una ilustración similar se usa en Dan 12:3.13.44-46 El reino de los cielos es más valioso que cualquier cosa que podamos tener, de modo que una persona debe estar dispuesta a dar todo lo que tiene para obtenerlo. El hombre que descubrió el tesoro en el campo tropezó con él por accidente, pero notó su valor. El mercader buscaba diligentemente la perla elegida; cuando la halló, vendió todo lo que tenía para comprarla.13.47-49 La parábola de la red del pescador tiene el mismo significado que la parábola de la cizaña. Estamos para hacer la voluntad de Dios y hablar a otros de su gracia y bondad, pero no estamos en condiciones de decir quién forma parte del reino de los cielos y quién no. Esta separación la harán en el juicio final seres que están infinitamente mejor calificados para hacerlo.13.52 Hay un beneficio doble en comprender y utilizar el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento señala a Jesús el Mesías. Jesús siempre reconoció la autoridad y relevancia de esta parte de las Escrituras. El Nuevo Testamento revela a Cristo mismo, el que está ahora disponible a todo aquel que acepta su reino espiritual. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento tienen enseñanzas acerca de Dios y ofrecen consejos prácticos para vivir en el mundo. Los líderes religiosos, sin embargo, se estancaron en el Antiguo e ignoraron el Nuevo. Buscaban un reino futuro precedido de juicio. Jesús, en cambio, enseñó que el Reino era en el presente y el juicio en el futuro. Los líderes religiosos buscaban un reino temporal y físico (rebelión militar y gobierno humano) pero no vieron el significado espiritual que el reino de Cristo traía.NAZARET RECHAZA A JESUS : Cronológicamente, este regreso a Nazaret tuvo lugar después que Jesús estuviera en la región de los gadarenos, donde curó a los hombres poseídos por el demonio (8.28-34). Luego volvió a cruzar el mar con destino a Capernaum. De allí viajó a Nazaret, donde había crecido, para descubrir que la gente rehusaba creer que El fuera el Cristo.13.55 Los residentes del pueblo donde Jesús creció lo conocían desde niño y habían estado relacionados con su familia, y no podían creer su mensaje. Estaban cerrados. Jesús había ido a ellos como profeta, y los profetas demandaban una respuesta a una verdad espiritual impopular. No prestaron atención al mensaje eterno porque no podían ver más allá del hombre.13.57 Jesús no fue el primer profeta que fue rechazado en su país. Jeremías experimentó el rechazo de su pueblo natal y aún de su propia familia (Jer 12:5-6).13.58 Jesús hizo pocos milagros en su propia tierra «a causa de la incredulidad». La incredulidad ciega a las personas a la verdad y hurta sus esperanzas. Este pueblo perdió al Mesías. ¿Cuál es la medida de su fe? Si no puede ver las obras de Dios, tal vez es por su incredulidad. Crea que Dios puede obrar con poder en su vida y esté a la expectativa. Mire con los ojos de la fe.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
1 (1) Al final del cap.12 el Rey celestial, quien había sido completamente rechazado por los líderes de la religión judía, rompió relaciones con ellos. En aquel día salió de la casa y se sentó junto al mar. Esto es muy significativo. La casa representa la casa de Israel (10:6), y el mar representa el mundo gentil ( Dan_7:3 , Dan_7:17 ; Rev_17: Rev_17:15). El hecho de que el Rey saliera de la casa y se sentara junto al mar, significa que después de romper relaciones con los judíos, El abandonó la casa de Israel y se volvió a los gentiles. Fue después de esto, al estar junto al mar, que El dio las parábolas con respecto a los misterios del reino. Esto significa que los misterios del reino fueron revelados en la iglesia. Así que, todas las parábolas de este capítulo fueron dirigidas a Sus discípulos, y no a los judíos.
1 (a) vs.1-9: Mar_4:1-9 ; Luc_8:4-8
1 (b) Mat_13:36 ; Mat_8:14 ; Mat_9:28
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
85 (A) La parábola del sembrador (13,1-9). Cf. Mc 4,1-9; Lc 8,4-8. 1. se sentó junto al mar: Jesús prefiere enseñar a la intemperie antes que en el cálido ambiente de la casa. 2. mucha gente: La presión de la gente debe de haber sido lo bastante fuerte como para justificar la posición extraña y sin precedentes de enseñar desde una barca. 3. sembrador: La parábola sobre un sembrador estaba pensada para suscitar el interés de unos destinatarios que eran campesinos rurales. 4. el camino: El primero de los cuatro tipos de terreno sobre el que cae la semilla. El camino no podía ararse, así que la semilla caería en la superficie, donde los pájaros se la comerían. 5. terreno pedregoso: La mayor parte de Palestina es rocosa y el suelo cultivable es poco profundo. La semilla brota demasiado pronto, sin la sujeción de un suelo profundo y sin posibilidad de echar raíces. 6. se secó: Bajo el aplastante sol de Palestina, los brotes se queman y se secan. 7. cayó entre zarzas: Aquí el suelo es suficientemente profundo, pero surge otro problema; ya está ocupado por hierbajos bien arraigados que impiden los nuevos brotes. 8. suelo bueno: Cuando la semilla cae en suelo profundo, sin trabas, produce con abundancia, aunque no en igual medida. Extrañamente, no se utiliza el término propiamente griego para semilla, sperma, en ninguna parte de la parábola. 9. el que tenga oídos para oír, que oiga: Este refrán corriente (11,15; 13,43) constituye una invitación al destinatario para que piense en la aplicación a la vida humana de la figura utilizada. La audiencia debe participar si la parábola quiere lograr su efecto. La parábola se explicará en los vv. 18-23. Suponiendo que la explicación haya surgido tardíamente, podríamos conjeturar que el sembrador puede ser Dios, Jesús, uno de los mensajeros de Dios, o la Dama Sabiduría. La semilla puede ser tanto la revelación divina como el reino de Dios. Los diferentes suelos representan las diferentes formas de recepción humana. El mensaje es que, a pesar de algunos fallos, la obra del sembrador tendrá finalmente éxito en su mayor parte. El signo del éxito es el fruto que producen los receptores. El relato da esperanza y ánimos.
86 (B) La finalidad de las parábolas (13,10-17). Cf. Mc 4,10-12; Lc 8,9-10. 10. ¿por qué les hablas…?: La pregunta de los discípulos se introduce, como una intromisión, en el discurso que Jesús dirige a la muchedumbre. Si tomamos en serio el escenario de los vv. 1-2, entonces, la muchedumbre también debió de escuchar la respuesta desmoralizadora de Jesús. Pero esto es menos probable que la consideración teológica que Marcos introdujo en este punto. Mateo lo sigue, pero sin afirmar que Jesús estaba solo cuando le preguntaron (cf. Mc 4,10). 11. los misterios del reino: Mateo cambia el singular marcano mysterion por el plural y reduce la insinuación de una distinción entre dos círculos diferentes de oyentes, uno exterior y otro de carácter esotérico. El término tiene el sentido de la palabra semítica raz que encontramos en Dn y QL, y se refiere a los planes o designios ocultos con los que Dios dirige la historia y, en particular, al establecimiento de su poder contra las fuerzas del mal (cf. R. E. Brown, The Semitic Background of the Term «Mystery» in the New Testament [FBBS 21, Filadelfia 1968], 12. porque al que tiene se la dará: Tanto en este versículo como en el anterior, los verbos en pasiva son de carácter teológico (ZBG § 236), es decir, el sujeto es Dios; Él es quien dará. La implacable verdad de lo que se dice no se entiende desde un punto de vista económico (aunque tiene también tiene sus implicaciones), sino espiritual e intelectual: si te abres a ti mismo con fe y esperanza a la revelación del plan de salvación de Dios, progresarás rápidamente en su comprensión. Pero sí te cierras a él, perderás la oportunidad. 13. que mirando no puedan ver: Se ha producido una gran contienda entre los intérpretes para intentar comprender el término «que»; ¿significa que Jesús no quería que la gente comprendiera, o simplemente constataba que éste era el resultado (no pretendido) en muchos casos? Mateo ha suavizado claramente a Marcos en este último sentido. Pero la forma marcana, más difícil, tiene su fundamento en el lenguaje bíblico de la predestinación y elección, que afirma que es Dios quien controla todo y será quien gane al final. 14-15. Mateo cita todo el texto de Is 6,9-10, al que alude el v. 13, para que el lector pueda ver su intencionalidad positiva salvífica, que queda patente al final con la frase «y yo los sane». 16. dichosos vuestros ojos: Mateo añade en este punto una bienaventuranza procedente de Q (Lc 10,23-24), cambiando el término «reyes» por el de «justos» (uno de sus grandes temas es precisamente la justicia). La bienventuranza expresa el papel privilegiado de los discípulos como testigos oculares.
87 (C) Explicación de la parábola del sembrador (13,18-23). Cf. Mc 4,13-20; Lc 8,11-15. Excepto los cambios del comienzo y final, Mateo sigue a Marcos muy de cerca, aunque la configuración del conjunto conduce a un importante incremento de significado. 19. la palabra: Posteriormente se especifica que se trata de la palabra «del reino»; su rechazo es fruto de la «incomprensión», no de su escucha. el maligno: Forma más genérica de llamar a Satanás; la sede donde se produce el fallo es «su corazón». 23. comprensión: De nuevo se introduce como una de las características del buen discípulo, junto con la «acción». En el v. 21, la causa del fallo es «la tribulación o la persecución», mientras que en el v. 22 se trata de la «seducción del dinero». Las dos causas proceden de Marcos. El conjunto viene a decir lo mismo que 4,11. Únicamente quien ama a Dios con el corazón, con el alma (hasta el punto del martirio durante las persecuciones) y con la fuerza (riqueza) (Dt 6,5; mBer. 9,5), es quien verdaderamente recibe su palabra. Los fracasos proceden de los defectos del corazón, del alma o de la fuerza (Gerhardsson). Así, todo se centra en el puro amor a Dios como medio para recibir y comprender la palabra del reino. Sobre un paralelo judío, cf. 2 Esd 8,41-44.
88 (D) La parábola del trigo y la cizaña (13,24-30). Tal como se ha entendido tradicionalmente, esta parábola carece de paralelos, pero actualmente se está reconociendo como una reescritura mateana de Mc 4,26-29, la parábola de la semilla que crece ocultamente. Mateo no solamente adaptó la antigua parábola para aplicarla a las necesidades de su comunidad, sino que también le añadió una elaborada interpretación alegórica (vv. 36-43). Considerada en sí misma, se trata de una parábola del reino, la primera en donde el término aparece explícitamente (cf. v. 19). Las siguientes cinco parábolas comenzarán también con la palabra «reino». 24. un hombre: Se trata de un «propietario» que tiene «esclavos» (v.27). Los esclavos se sorprenden de que haya cizaña. 30. dejad que crezcan juntos hasta la cosecha: Es la parte crucial de la respuesta, en la que se pide paciencia y tolerancia hasta la clasificación final. La mención del término «recoger» cuatro veces sugiere que la parábola trata, en cierto modo, de la comunidad. Sobre su aplicación, véanse vv. 36-43.
89 (E) Las parábolas del grano de mostaza y la levadura (13,31-33). Cf. Mc 4,30-32; Lc 13,18-21. Estas parábolas aparecen juntas en Mt y Lc; los protagonistas son, respectivamente, un hombre y una mujer, lo que refleja la igualdad con que Jesús trataba a ambos sexos. Desde el punto de vista de la crítica de fuentes, la situación es compleja: la primera parábola se conserva según la forma en que se encuentra en Mc y Q, mientras que la segunda procede de Q. Mateo se inspira en las dos fuentes. 31-32. El núcleo de la parábola del grano de mostaza es el cambio rápido y sorprendente desde la casi completa invisibilidad del reino hasta su completa grandeza y su universal hospitalidad que abarca a todos. El v. 32 contiene alusiones al Sal 104,12; Dn 4,9.18.21.22; Ez 17,2-24; 31,2-9. 33. como la levadura que una mujer toma: En aquella época era privilegio de la primera mujer de la casa amasar el pan para toda la familia y los empleados; ver la masa creciendo como resultado del efecto catalizador del fragmento de levadura mezclado con ella era una experiencia doméstica bastante conocida. Jesús utiliza esta imagen para expresar el sorprendente efecto que un pequeño movimiento puede tener en toda la sociedad, y cómo el plan de Dios se realiza casi invisiblemente para llevar a cabo sus propósitos. La levadura tenía a menudo en la tradición judía el significado simbólico del mal, es decir, de la predisposición o la tendencia a pecar del individuo, y se relacionaba con los rituales de la Pascua como la fiesta del pan ácimo (Éx 12,19; 13,7; Dt 16,3; 1 Cor 5,6-8). Pero, en este caso, Jesús utiliza la levadura en sentido positivo, como símbolo del poder de Dios. Un significado colateral de esta parábola es que es posible ver a Dios presente y activo en las cosas de cada día si se las contempla con asombro.
(Crossan, J. D., «The Seed Parables of Jesús», JBL 92 [1973] 244-66. Dahl, N. A., Jesús in the Memory od the Early Church [Minneápolis 1976] 141-66.)
90 (F) La razón del uso de las parábolas por Jesús (13,34-35). Cf. Mc 4,33-34. 34. en parábolas: Este versículo es casi poético por su cuidada estructura equilibrada mediante un paralelismo antitético. Mateo omite que Jesús tenga necesidad de explicar todo a sus discípulos, pues, en general, comprenden su enseñanza (compárese el v. 36 con los vv. 51-52). 35. para que se cumpliera: Se añade otra cita de cumplimiento (-7 supra); en esta ocasión se trata del Sal 78,2, que explica por qué Jesús, el hijo de David, hablaba en parábolas. El primer verso sigue exactamente a los LXX, pero el segundo, «publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo», es una reelaboración independiente que regresa a la idea del misterio oculto del reino de los vv. 10-17. Lo que quiere decir Mateo es que Jesús está enterado, secretamente, de los pensamientos divinos. La unidad sirve como amortiguador que rompe la serie de las parábolas e invita al oyente a reflexionar sobre lo que ha oído.
91 (G) La interpretación de la parábola de la cizaña (13,36-43). Mateo descubre ahora con todo lujo de detalles alegóricos el significado de los vv. 24-30. En los vv. 37-39 ofrece las equivalencias escatológicas de los siete elementos de la parábola de una forma más bien estática. En la segunda parte de la explicación (vv. 40-43) ofrece una presentación dinámica del juicio final y de la separación que se producirá entre los «malvados» (lit., los obradores de iniquidad) y los «justos». 38. el campo es el mundo: El término kosmos se refiere al mundo humano, es decir, a la humanidad. el maligno: El mal se personifica, como en 5,37; 6,13; 13,19; pero en el versículo siguiente se le llama «el diablo». 41. su reino: Esta frase se ha utilizado en el pasado para distinguir entre el reino del Hijo (la Iglesia actual) y el reino de Dios, pero esta diferencia no tiene fundamento alguno en el texto. El reino de Dios se da al Hijo del hombre, y él será quien lo desarrolle plenamente en la tierra «hasta el fin del mundo» (vv. 39.40). 42. horno de fuego: Es un genitivo de cualidad; equivale a decir «horno ardiente». Mateo aplica pastoralmente aquí y en otros pasajes (p.ej., 25,31-45) la visión apocalíptica del infierno, llorarán y rechinarán: Es casi un cliché en Mateo (8,12; 13,50; 24,51; 25,30); cf. Lc 13,28. 43. entonces los justos: Esta frase positiva evoca Dn 12,3 pero con importantes cambios: quienes brillarán no serán los sabios, sino, más bien, los justos, y el lugar de su esplendor será «el reino». Los detalles no deberían oscurecer el núcleo fundamental de la parábola: el reino es, en la tierra, un cuerpo mixto formado por santos y pecadores, hasta la criba final que realizarán los agentes de Dios. Por consiguiente, la tolerancia, la paciencia y el dominio de sí mismo son actitudes necesarias. Nadie debería usurpar el juicio divino. Este punto de vista podría parecer tópico, pero, de hecho, difiere, en cierto modo, de la visión paulina de una Iglesia de «santos», un punto de vista que indujo a los teólogos posteriores a afirmar que Iglesia verdadera era una realidad oculta o invisible, mientras que otros insistían en su visibilidad. Los grupos puritanos que querían excluir a todos los pecadores acabaron en comunidades pequeñas o de poca duración. Tomada en su conjunto, la visión de Mateo urge a la preparación para el juicio y protege a la comunidad contra las acusaciones de hipocresía. El único problema con esta perspectiva es que puede forzarse en el sentido de que no hay nada que pueda hacerse contra el mal y que la única respuesta posible sería la indiferencia pasiva. Pero ésta no es toda la verdad. La cizaña dejada en libertad puede asfixiar al trigo, así que debe mantenerse bajo control aunque no pueda eliminarse totalmente. La Iglesia necesita reforma constante y acciones positivas que incluyan la búsqueda de la santidad, pero debe evitar los puritanismos o angelismos, que no son nada realistas. Se trata de un equilibrio difícil de lograr pero necesario. Una única parábola no puede decirlo todo. La parábola de la red barredera (vv. 47-50) viene a decir lo mismo, es decir, que el reino es un cuerpo mixto; la paciencia es necesaria y la criba se debe dejar totalmente a Dios.
92 (H) La parábola del tesoro, la perla y la red barredera (13,44-50). Se trata de tres parábolas sobre el reino que son exclusivas de Mateo. En las dos primeras, el problema hermenéutico reside en decidir si el centro de interés se encuentra en el valor ilimitado del tesoro o de la perla, o, más bien, en el comportamiento de quienes lo venden todo para adquirir el objeto encontrado. Este último sentido resulta claro en el relato de la perla y, probablemente, pueda aplicarse también al del tesoro. 44. alegría: Esta nota no debe infravalorarse: el reino es un tesoro de tan alto valor que un entendido lo daría gozosamente todo para conseguirlo; es la gran oportunidad de la vida. Las medias tintas no ayudan a conseguir el reino de Dios (cf. J. Dupont, «Les paraboles du trésor et de la perle», NTS 14 [1967-68] 408-18; J. D. Crossan, Finding in the First Act [Filadelfia 1979]). 47. como una red barredera: La parábola se desarrolla en los vv. 47-48 y su interpretación en los vv. 49-50. El mensaje es el mismo que el de la parábola de la cizaña (vv. 24-30) y su interpretación (vv. 36-43): el reino es un cuerpo mixto que está formado por santos y pecadores (peces buenos y malos). La criba final debe dejarse a Dios y a sus ángeles. Mientras tanto, la tolerancia y la paciencia deben guiar la práctica de los que están en él.
93 (I) Lo viejo y lo nuevo (13,51-52).
51. ¿habéis entendido?: Los discípulos, corporativamente, responden afirmativamente. Para Mateo, la comprensión es una de las características del buen discípulo (cf. Mc 8,17-21).52. todo escriba que se ha hecho discípulo: Este versículo es importante por diferentes razones. En primer lugar, en el marco de su contexto inmediato se trata de una especie de parábola que concluye el capítulo dedicado a las otras siete. Es una parábola que trata de la elaboración de las parábolas, es decir, una metaparábola que invita al lector/oyente a entrar en el proceso parabólico mediante la creación de nuevas parábolas que se añadan a las que ya se han dado, nuevo y viejo: El problema de la interpretación se centra en el significado de esta frase. La opinión más común considera que lo viejo se refiere al AT y lo nuevo a la enseñanza de Jesús sobre el reino. Pero A. Schlatter (Der Evangelist Matthaus [Stuttgart 41957] 450-51) defiende que lo antiguo incluye tanto el AT como la enseñanza de Jesús, y que lo nuevo es lo que queda por delante, es decir, la crucifixión, etc. J. Dupont objeta que esta visión está lejos de la intención de Mateo (5,17-19). Se hace necesario, por tanto, que hagamos una matización: Mateo no concibe una innovación de la ley moral (kalaká), pero practica y fomenta la narración de historias para hacer más atractiva y comprensible la ley (hagadá). En segundo lugar, este versículo sugiere que en la Iglesia de Mateo había escribas cristianos que ejercían su propia actividad (23,34). Y, en tercer lugar, se ha interpretado, con bastante fundamento, como un dato autobiográfico o autorretrato del evangelista. En esto tendría afinidades con Pablo.
(Dupont, J., Etudes sur les évangiles synoptiques, 2.920.28. Zeller, D., «Zu einer jüdischen Vorlage von Mt 13,52», BZ 20 [1976] 223-26.)
94 (VII) Reconocimiento por los discípulos (13,53-17,27).
(A) Rechazo de Jesús en su pueblo (13,53-58). Cf. Mc 6,1-6; Lc 4,16-30.
En este punto comienza una nueva sección del evangelio. Está formada por relatos que, en su mayor parte, proceden de Mc, en los que Mateo desarrolla ciertos elementos relacionados con Pedro (14,28-31; 16,16-19; 17,24-27). De forma más explícita, comienza Jesús el camino de la cruz y predice su pasión, al tiempo que forma a sus discípulos en su seguimiento. No por casualidad comienza la sección con el relato de un rechazo. 53. cuando Jesús acabó: Véase el comentario sobre 7,28a. 54. su sinagoga: Desde aquí en adelante, Mateo sigue estrechamente a Marcos. De nuevo cambia la frase «la» sinagoga por «su» (de ellos) sinagoga (véase comentario sobre 4,23; 10,17). 55. hijo del carpintero: Mateo cambia la frase marcana que presenta a Jesús como carpintero (o albañil) por la menos innoble «hijo del carpintero». En el Talmud se alaba a los carpinteros o ensambladores (naggár) por su conocimiento de la Torá (yYebam. 8.9b; yQidd. 4.66b). hermanos: El término podría referirse a medio hermanos o parientes en general (cf. FGL 723-24; MNT 65-72; – Pensamiento del NT, 81:142). 56. La familiaridad genera desprecio. Los paisanos de Jesús no ven la presencia de Dios en él simplemente porque conocen sus orígenes y el contexto humano humilde del que también ellos forman parte. Al despreciarlo a él, se están despreciando a ellos mismos. 57. un profeta no tiene honor: El dicho puede haber sido proverbial, pero identifica a Jesús como profeta. 58. no hizo: Mateo cambia el marcano «no pudo hacer» (que sugiere un fracaso involuntario) por «no hizo» (que implica una decisión voluntaria y libre).
(Batey, R. A., «Is not This the Carpenter?», NTS 30 [1984] 249-58.)
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
El capítulo que empieza con estos versículos es notable por el número de parábolas que contiene. Nada menos que siete son las símiles que el Jefe de la iglesia tomó del libro de la naturaleza, demostrando así que para comunicar las verdades religiosas puede hacerse uso de todos los objetos de la creación La parábola del sembrador es susceptible de una aplicación muy amplia. Constantemente se está cumpliendo á nuestra vista, pues describe lo que acontece por lo común en todas las congregaciones.
He aquí las principales verdades que nos enseña.
1. Que la tarea del predicador es análoga á la del sembrador.
Á semejanza del sembrador, el ministro del Evangelio debe sembrar buena semilla si desea cosechar frutos; debe sembrar la pura palabra de Dios, y no las tradiciones de la iglesia, ó las doctrinas humanas. De lo contrario, por mucho que diga ó mucho que haga, sus trabajos serán estériles.
A semejanza del sembrador, el ministro debe ser diligente, es decir no ha de ahorrar esfuerzos de ninguna clase ni desperdiciar ningún medio lícito para promover el progreso de su causa. Es preciso que siembre en diversos lugares y siembre con esperanza, y que no se arredre ante ninguna dificultad-, ante ningún obstáculo. «El que al viento mira,» dice la Escritura, «nunca sembrará.» Cierto es que el buen éxito no depende de un todo de su diligencia y esfuerzos, mas sin diligencia y sin esfuerzos rara vez se logra éxito alguno.
El ministro, como el sembrador, es incapaz de dar vida. Puede esparcir la semilla, mas no puede hacerla germinar con el poder de su palabra. Infundir el principio vivificante es una prerrogativa que pertenece exclusivamente á Dios. «El Espíritu es el que da la vida.»Dios es quien da el crecimiento. Juan 6 2Sa 63:1 Cor. 3.7.
2. Que de varios modos puede oírse la palabra de Dios sin recibir provecho alguno.
Algunos oyen predicar con descuido desatención é indiferencia. Aunque se les presente el hecho sublime de la pasión y muerte del Redentor, lo oyen todo con la mayor frialdad como asunto que carece para ellos de interés. Las palabras penetran con rapidez en sus oídos mas el diablo parece arrebatarlas, y regresan al hogar como si no hubieran oído sermón alguno. ¡Ay! por desgracia los oyentes de esa clase son muy numerosos. De ellos puede decirse como de los ídolos de la antigüedad, que tienen ojos, pero no ven; y oídos, pero no oyen. Salmo 135 2Sa 16:17.
Otros oyen predicar con verdadero placer, mas la impresión que en sus pechos hace la palabra es de corta duración. Sus corazones, á semejanza del terreno pedregoso, producen tal vez una cosecha copiosa de deseos vehementes y nobles resoluciones ; mas ni unos ni otras tienen sus raíces en lo más profundo del alma, y se marchitan tan luego como sobre ellos sopla el huracán de la persecución ó de las tentaciones. Esa clase de oyentes también es muy numerosa.
Otros oyen predicar y aprueban todo lo que el orador sagrado dice, mas no reciben provecho alguno, á causa de hallarse engolfados en los cuidados del mundo. Quizá les agrade el Evangelio y deseen obedecerlo, mas no lo dejan producir fruto, porque otras cosas atraen sus afectos é insensiblemente les llenan el corazón. Conocen bien la verdad y tienen esperanza de ser algún día cristianos decididos; mas nunca llegan al punto de abandonarlo todo por amor de Cristo. No se resuelven á buscar primeramente el reino de Dios, y así es que mueren en sus pecados.
3. Que solo hay un hecho que pruebe que se ha oído la palabra con provecho. Ese hecho es el de dar fruto.
Fruto decimos con referencia al del Espíritu. El arrepentimiento delante de Dios, la fe hacia nuestro Señor Jesucristo, la santidad de vida, el hábito de orar, la caridad, la humildad, la elevación de espíritu–he aquí lo que prueba que la semilla de la palabra de Dios está produciendo debido efecto en nuestros corazones. Si esos frutos no existen nuestra religión es vana, por mucho que sea lo que profesarnos creer y hacer.
El punto á que nos acabamos de referir es el más importante de la parábola. Jamás debemos contentarnos con una ortodoxia estéril ó con la fría profesión de verdaderos principios teológicos, Preciso es que cuidemos de que el Evangelio que hemos abrazado produzca abundantes frutos en el curso de nuestras vidas.
En esto consiste la verdadera religión. Con frecuencia debiéramos repetir las siguientes palabras de Santiago: «Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oyentes, engañándoos á vosotros mismos..
Para llegar al cielo se necesita algo más que concurrir á la iglesia con regularidad todos los domingos, y oír con atención los sermones. Menester es que recibamos en nuestros corazones la palabra de Dios y la hagamos la potencia motriz de nuestra conducta: menester es que esa palabra nos trasforme exteriormente y se manifieste en nuestros actos externos.
Fuente: Los Evangelios Explicados
→ Luc 5:1-3.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
M51 La preposición παρά generalmente designa movimiento hacia una posición junto a; así que la última parte de este versículo debe traducirse: Jesús salió de la casa y se sentó junto al lago.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit. habiendo salido.
13.1 Lit. se sentaba.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
Propone el Señor diversas parábolas: la del sembrador; la de la agricultura; la del grano de mostaza; la de la levadura; la del tesoro escondido; la del comerciante que busca perlas de mucho valor; la de la red echada en el mar; y el mismo Señor por la mayor parte las explica. Pasa a predicar a su ciudad de Nazaret, y los de la ciudad se escandalizan, y no le reciben.
1 a. Como era muy numeroso el pueblo que había concurrido, no podía entrar todo en la casa en donde estaba Jesús; por esto su bondad y misericordia le sacaron fuera de ella hacia la orilla del mar de Galilea, para que todos con mayor libertad pudiesen acercarse a este hombre Dios, de cuya boca salían palabras de vida eterna. San Jerónimo.
3 b. Comparaciones o semejanzas de cosas naturales. En esto se conformaba con el estilo del país: por otra parte quería ocultar a los sabios presumidos y soberbios lo que por su misma ceguedad y altanería no podían o no querían entender.
5 c. MS. Lo al: lo mismo en los vv. 7 y 8.
8 d. No todos tenían el don de la inteligencia necesaria para descubrir las verdades importantes que se ocultaban bajo el velo de estas figuras o expresiones enigmáticas; y por esto convidaba el Señor a los que no lo tenían, a que acudiesen a pedirlo a aquel, que, según San Juan (1,9) es la verdadera luz.
9 e. Por uno.
10 f. ¿Y no de la manera clara e inteligible que usas con nosotros?
11 g. MS. La fazienda.
12 h. San Lucas dice: Aquello que piensa tener. Jesucristo usando de un modo proverbial, da a entender que al que tiene lo que debe tener, se le dará más y más, de manera que le sobre; y al que no lo tiene, se le quitará aun aquello poco que tiene, o que parece tener. Y así a vosotros, les dice, discípulos míos, que tenéis la fe y deseos de aprender sus verdades, se os dará un conocimiento más perfecto de sus misterios; mas a los que están fuera, por cuanto por culpa suya no creen en mí, como debían, ni tienen deseo de aprender, se les quitará aun aquello poco que tienen, para que cada día estén más ciegos y entregados a su réprobo sentido.
13 i. Teniendo la luz delante para ver, no quieren abrir los ojos.
14 j. Porque no querréis meditar lo que veis, y por vuestra culpa no lo entenderéis.
15 k. MS. Ca engordecido es el corazon de este pueblo.
l. Esta ceguedad y sordera nacían de una voluntad corrompida, y de la elección de su corazón lleno de malicia. Y este es el mayor castigo que el Señor les dio, el que cerrasen los ojos, los oídos, y el corazón a la luz de la misma verdad que tenían presente. Las palabras de Isaías (6,9) están conformes a la versión de los LXX, y se cumplieron a la letra en los judíos del tiempo de Jesucristo.
17 m. Los profetas y justos de la ley antigua.
19 n. El misterio del Evangelio, y no pone atención para entenderlo.
o. El malo, esto es, el espíritu maligno. Este es el que fue sembrado, quiere decir; la figura de aquel grano que fue sembrado. Pues muchas veces tó éinai, esse, vale tanto como significar, representar.
21 p. MS. Fuera que es temperoso.
22 q. MS. E la fazienda de este sieglo, é el fallimiento de las riquezas afogan la palabra, é no faze fructo.
23 r. San Jerónimo y San Atanasio entienden en estos tres frutos diferentes los tres estados de viudedad, virginidad y matrimonio. San Agustín atribuye el ciento por uno, a los santos mártires; el sesenta a las santas vírgenes; y el treinta al estado de los casados que viven santamente.
25 s. MS. E sobre sembró ballico. El texto Griego: zizánion, zizaña; y así zizania es acusativo plural del griego latinizado zizanium, ii, y en latín lolium. Es una yerba semejante a la avena, que se cría junto al trigo, y le es muy nociva. En castellano joyo, o vallico, y también avena fatua.
29 t. MS. Arránquedes el trigo de vuelta.
31 u. MS. De la senap.
32 v. San Hilario entiende en el grano de mostaza a Jesucristo, que fue entregado a la muerte por el pueblo judaico, y como sembrado en el campo, cuando su cuerpo fue sepultado en la tierra. Este creció, y después se elevó sobre toda la gloria de los profetas que le precedieron. San Juan Crisóstomo y otros muchos intérpretes lo entienden de la predicación evangélica, y del establecimiento de la fe, que de unos principios tan pequeños, y desde un rincón de la tierra se extendió por todo el mundo, y conquistó todos los imperios.
33 w. MS. Es todo lebdado. Así como la levadura estando esparcida por toda la masa, poco a poco la va mudando y convirtiendo en sí misma; del mismo modo la predicación de los Apóstoles y de sus santos sucesores mudó y convirtió todos los pueblos haciéndoselos semejantes.
35 x. Sal 77,2. Manifestaré abiertamente los misterios de la salud de los hombres, y demás verdades sobrenaturales y escondidas a la razón.
38 y. Los malos. Filii nequam, es frase hebrea por nequitiae. El Griego: tóu poneróu, mali, del maligno o del demonio.
41 z. MS. E codrán de su regno.
a. Los que hacen la iniquidad, en el v. 38 se llaman filii nequam. Es una metonimia decir escándalos por escandalosos, o que dan escándalo. Otros por escándalos entienden a los que apostatan de la fe; y por obradores de la iniquidad, a los que profanan la profesión cristiana con la corrupción de sus costumbres.
43 b. Aquel a quien se ha concedido entender lo que oye, y atender a lo que se le dice.
44 c. Esta parábola nos enseña, no solamente a despreciarlo todo por aplicarnos únicamente a la verdad del Evangelio, sino también a dar muestras de extraordinaria alegría, figurada en la que mostró este hombre, cuando halló el tesoro. San Juan Crisóstomo.
45 d. MS. Mercadero.
e. De valor, de la mejor calidad.
46 f. Estas buenas perlas pueden figurar, según San Jerónimo, la ley y los profetas, y el conocimiento del Testamento Viejo; pero la perla de gran precio es el conocimiento del Salvador, y el misterio de su pasión y resurrección.
48 g. MS. En sus alçaderas.
h. Todos los que no sirven para comer, ni son de algún uso.
51 i. El Griego: légei autóis ho iesóus. Les dice Jesús. La Vulgata las sobrentiende.
52 j. Escriba, o doctor en el Reino de los Cielos, que es la Iglesia, saca de su corazón lleno de tesoros y riquezas la doctrina y explicación de los misterios del reino del Hijo de Dios, y por esta razón es llamado doctor. San Jerónimo.
k. MS. E uiedras. Las verdades del Nuevo Testamento confirmadas por el Viejo. San Hilario.
54 l. Jesucristo nació en Belén, habitaba frecuentemente en Cafarnaúm, y se crió en Nazaret; por lo cual todas éstas eran llamadas sus ciudades. Ahora pasó a Nazaret.
55 m. San Justino determina la palabra faber, aplicándola al ejercicio de carpintero, y ésta es la opinión más recibida del común de los fieles. Estaban escandalizados de oír hablar a Jesucristo de una manera tan admirable, porque no le miraban sino como a un puro hombre, teniéndole por hijo de un artesano. La envidia que reinaba en el fondo de su corazón les hacía interpretar de otro modo que debían sus palabras y sus acciones; y su ceguedad no les daba lugar para que juzgasen de él por su doctrina celestial y por sus milagros.
n. ¿Y no son parientes suyos? etc.
56 o. Sus parientas. Santiago el menor y José eran hijos de María, que se cree mujer de Cleofás, y prima de María, Madre de Jesús. Simón Cananeo; y Judas Tadeo. El nombre de hermano se toma en la Escritura de cuatro modos. Primeramente se dice de aquel que lo es por naturaleza, por haber nacido de los mismos padres: a este modo Jacob se llama hermano de Esaú. En segundo lugar se dice hermano, el que es del mismo pueblo y religión; y por este respecto se nombran hermanos todos los Hebreos (Dt 15,12) y los cristianos (Rom 9,3), cristianos (1Cor 5,11). En tercer lugar se llama hermanos, los parientes que eran de una misma familia: a este modo son llamados hermanos Abraham y Lot en el Génesis (13,8). Últimamente se da el nombre de hermanos a los que lo eran por afecto. Así el Señor llamó hermanos a sus Apóstoles (Jn 20,17). En el tercer sentido se toma aquí el nombre de hermanos y hermanas.
57 p. Este era un proverbio común entre los judíos, y con él daban a entender, que muy rara vez se hace aprecio de aquellos que se conocieron en los más tiernos años; porque comúnmente no se miran con estimación las obras presentes de una persona, y acordándose de las travesuras de la primera edad, se miden por estas, y se desprecian aquellas. Pero esto no tenía lugar en Jesucristo, en cuya infancia no hubo cosa que no fuese perfectísima y digna de los mayores elogios.
58 q. MS. Por la descreencia de ellos.
Fuente: Notas Bíblicas
[4] Salió de la casa de Judah para también buscar a Efrayím.
[5] La orilla del mar es un tipo de las naciones a donde Efrayím fue esparcido.
[6] Los rabinos Israelitas se sientan cuando enseñana.
[1] El sembrador es Yahshua en lo literal, y Judah en la compresión alusiva, como la simiente que el siembra, o la Torah que viene del granero de Judah.
[2] Los verdaderos Israelitas escuchan la Torah de Moshiaj.
[3] Un falso entendimiento del mensaje correcto acerca de volver a reunir y restaurar ambas casas en un sólo reino.
[4] ¿Ha habido alguna vez alguien que se haya ofendido a causa del mensaje de las dos casas?¿Te ha pasado a tí?
[5] Observa que los no creyentes y los desobedientes son reunidos y quitados primero, y no los creyentes que son reunidos después de que hayan sido quitados los perdidos. Ora para ser dejado como Noé durante la Gran Tribulación por venir.
[6] Hablando de la enseñanza pecaminosa de que YHWH es tres personas separadas, Yahshua dicho que sería una enseñanza prevaleciente durante los últimos días.
[7] Su ministerio completo y todo el Pacto Renovado son entregados en una manera que desvela lo oculto, o sod/misterio.
[8] La Historia de Israel.
[1] B’nai Israel/ los hijos de Israel.
[2] Los burladores de la Torah, quienes reclaman ser salvos.
[3] Israel mezclada por toda la tierra.
[4] Israel.
[5] Los malignos serán quitados. No hay rapto aquí.
[6] Referencia del Shem Tov: Un padre de hijos nacidos de nuevo nuevo de Israel, enseña la verdad de la restauración desde la perspectiva de ambos pactos.
[7] De ambos pactos.
[8] El lo pudo tener, pero no lo escogió.
[12] A los ingratos a la gracia o beneficio de Dios se les quitará en castigo aun lo que han recibido. Luc 8, 18.[13] Si les propusiera la verdad desnuda la despreciarían, por eso les hablo en parábolas; pero ni aun hacen caso de mi doctrina.[14] Is 6, 9.[35] Sal 78 (77), 2.
* Está implícito. Los maestros religiosos se sentaban cuando querían instruir a sus discípulos.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento