Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y les hizo subir aparte a un monte alto.
17:1 Seis días después (Luc 9:28, como ocho días después; no hay conflicto aquí, pues se refieren a una semana, “ como ocho días”), Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, — Mar 5:37, estos tres acompañaron a Jesús cuando resucitó a la hija de Jairo, y también en el huerto de Getsemaní, Mat 26:37. De esa manera había tres testigos de estos eventos. Sin lugar a dudas estos eventos fortalecieron la fe de estos tres apóstoles y, en turno, ellos podían fortalecer la fe de los demás. — y los llevó aparte a un monte alto (Lucas, subió al monte a orar); 2 y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol (Apo 1:16), y sus vestidos se hicieron blancos (Mar 9:3, resplandecientes muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos) como la luz. (Luc 9:1-62, “29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente). — La transfiguración gloriosa de Jesús ocurrió mientras oraba (Luc 3:21; Luc 6:12; Mar 1:35; Mar 14:23). No llegó a ser puro espíritu, sino que se transfiguró, “cambiar en otra forma” (WEV). Luc 9:1-62, “29 la apariencia de su rostro se hizo otra” (fue alterado”). Fue cambiado Jesús y también fueron cambiados sus vestidos. Al ver la transfiguración de Jesús los apóstoles vislumbraron algo de la gloria celestial de Cristo, la gloria que tenía con el Padre (Jua 17:5). Compárese Éxo 34:1-35, “35 Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios. Véase también Apo 1:9-18.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
seis días después. Mar 9:2; Luc 9:28.
a Pedro, a Jacobo, y a Juan. Mat 26:37; Mar 5:37; Luc 8:51; 2Co 13:1.
a un monte alto. 2Pe 1:18.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La transfiguración de Jesús, Mat 17:1-13.
Sana al lunático, Mat 17:14-21,
predice su propia pasión, Mat 17:22, Mat 17:23,
y paga tributo, Mat 17:24-27.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El monte alto era probablemente un contrafuerte del Monte Hermón, que se eleva a más de 3.000 m.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Capitulo 17.
La transfiguración de Jesús, 17:1-8 (Mar 9:2-13; Luc 9:26-36).
1 Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto, 2 y se transfiguró ante ellos; brilló su rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. 4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elías. 5 Aún estaba él hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo el Amado, en quien me complací; escuchadle. 6 Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro, sobrecogidos de gran temor. 7 Jesús se acercó, y, tocándolos, dijo: Levantaos, no temáis. 8 Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie sino sólo a Jesús.
El relato tresinóptico de la “transfiguración” de Cristo no deja de chocar por su mucho ropaje “maravillosista” en contraste con la ordinaria sobriedad prodigiosa de la vida evangélica de Cristo y por su semejanza con determinados procedimientos literarios ambientales. Sin embargo, a pesar de ello se ha de pensar en lo que pueda haber de núcleo histórico y lo que pueda haber de valor narrativo-didáctico, acaso ya procedente del kérigma. Además parece haber parentesco literario entre la Deute-Vision del bautismo de Cristo, como se expuso, y la Deute-Darstellung, de las “tentaciones.” ¿Hasta qué punto es histórico el relato? Autores, incluso no católicos, tratan de “encontrar en este relato el eco, sin duda fuertemente interpretado por la Iglesia primitiva, de una hora importante de la vida de Jesús” (Bonnard, o.c.i p.253). Se puede, para mejor estudiar el tema, considerar tres puntos: 1) ¿Por qué Cristo tiene este “desplazamiento” – a donde sea – en su vida?; 2) ¿qué fue esta “transfiguración”?; 3) ¿cuáles pueden ser los elementos adventicios que “explican,” didácticamente, este tema?
1) ¿Por qué Cristo tiene este “desplazamiento en su vida”? Hay autores (Burrow, Baltensweiler, Bultmann, etc.) para quienes este episodio tiene por base una “huida” de Cristo (Jua 6:15b), para rechazar un ambiente cargado de mesianismo ambiental, nacionalista. La cronología que se da en Mt-Mc de “seis días después.,” no así la de Lc, se relacionaría con los seis días que separaban el gran “día de la Expiación” y el comienzo de la fiesta de los Tabernáculos (cf. Lev 23:26-32; Lev 23:33-36). Se estaría, pues, en el primer día de la “fiesta de los Tabernáculos” (Lcv = el día 15 del séptimo mes), y en cuyo ambiente religioso-patriótico se estaba en el apogeo de la excitación mesiánico-nacionalista; o, si se cuentan los días después del comienzo de la fiesta, en su día sexto, vigilia de la conclusión litúrgica y popular de la fiesta (cf. Lev 23:36; Deu 16:13; cf. Jua 7:37; cf. Jua 7:2). Sería, por tanto, en aquel ambiente de excitado mesianismo, y Cristo ya muy conocido, donde podría haber peligro de una revuelta, y querer hacerlo “líder” mesiánico de ella (cf. Jua 6:15). Cristo, ante esta situación, “huiría” de la turba. Estas ausencias de ella son conocidas (cf. 14:13.23; 20:17; 24:3). Con él llevó los tres discípulos predilectos. ¿Acaso para ejecutar la “maniobra” de modo más desapercibido?
Que haya contactos o posible evocación de la fiesta de los Tabernáculos, se quiere ver en Mt v.4; Mc v.5; Lc v.33, en que Pedro propone hacer allí “tres tabernáculos.” ¿Para residencia? ¿para cumplir el rito de aquellas fiestas, que exigía morar así? Sería una “huida” de Jerusalén (cf. Jua 7:2.10-13), para cumplir el plan del Padre: no había llegado su “hora,” y que no llegaría nunca para aquel tipo de mesianismo ambiental.
Es una hipótesis que no carece de interés. Ante esta “huida” respondería el Padre con la confirmación del mesianismo del Hijo sufriente (H. Baltensweiler).
2) ¿Qué fue esta “transfiguración”? En Mt el término usado por “transfiguración” “es μετεμορφώθη. En el ν. Τ. sólo sale aquí y en 2 Cor (Jua 3:8) y Rom (Jua 12:2), en el sentido de un cambio real, pero espiritual e interno. En cambio, en textos judíos tiene el sentido de una transformación visible (Exo 34:29; Apoc. de Bar 51:3.5.10).
Los elementos con los que se describe esta “transfiguración” de Cristo, en Mt-Lc afecta al “rostro,” y en los tres sinópticos también a los “vestidos.” Todos estos elementos descriptivos son tradicionales en la literatura apocalíptica. Luego se analizarán.
¿Hubo un hecho histórico de “transfiguración” de Cristo? Separados los aditamientos literarios, ¿en qué pudo consistir? Naturalmente, no se sabe. Salvo una enseñanza del Magisterio de la Iglesia, o una prueba de la tradición, o de la Liturgia, no es fácil saberlo; no que no pueda ser verdad histórica su “núcleo,” sino que está envuelto en un género literario conocido, en el cual la enseñanza lo mismo podría ser exclusivamente didáctica, que un complemento explicativo o interpretativo de una realidad nuclear histórica. Tal sucede con el hecho histórico del bautismo de Cristo y su “interpretación” literaria kerigmático-evangélica. El gesto de Cristo imponiéndose a los mercaderes del templo pudiera orientar algo hacia esta “transfiguración” en su aspecto histórico fundamental; como, al querer arrojarle de Nazaret, y al ir a despeñarle, “él, atravesando por medio de ellos, se fue” (Luc 4:29-30). Cristo en diversos momentos de su vida acusó su grandeza, en el fondo, divina. Pudiera decirse de estos casos que fueron pequeñas “transfiguraciones”; ésta revestiría una forma e intensidad especialmente profundas.
3) ¿Cuáles pueden ser los elementos adventicios que “explican” su valor didáctico: su tema?
Este aspecto es claro. Se trata de proclamar una vez más que Cristo es el Mesías profético: el mesianismo espiritual y de dolor, frente al Mesías ambiental nacionalista. No sólo debía de prevenir entonces a sus apóstoles de este “escándalo” en torno a él, sino que se percibe en este relato el valor kerigmático-evangélico de polémica, probablemente, entre judeo-cristianos del ambiente eclesial mateano. Y esto se lo expresa con una serie de elementos didácticos, utilizados ambientalmente, y procedentes de la apocalíptica y escatología judías. Su valoración parece ser la siguiente.
El “monte.” Los evangelistas no dicen el lugar topográfico concreto de esta escena. Sólo dicen que “subió a un monte muy alto.” Se pensó fuese el Hermón (2.793 m.); la tradición desde el siglo 4 lo vino a localizar en el Tabor, actual Jebel et-Tor (562 m.), sobre la llanura en que se eleva l. En la época de Cristo parece que había allí una fortaleza. Por lo que no parecería el lugar más apropiado para ir a “orar” (Lc) y para tener allí una “transfiguración.” Este tipo de “montes altos” suele ser también escenario de manifestaciones apocalípticas, v.g., las “tentaciones” de Cristo (Mat 4:8); incluso se los pone en visiones (cf. Ez 40:2; 41-l-5ss). Precisamente el monte Hermón tiene un especial valor de situación en la literatura apocalíptica 2. También el Tabor fue una montaña “santa” para Israel (Sal 89:13); aunque también hubo en él cultos paganos (Ose 5:1). Si este “monte” fue situación histórica, tiene, probablemente, más valor como elemento ambiental-teológico. Y probablemente no sea ajena a toda esta escena a describirse, comenzando por el “monte,” la evocación de Moisés-Cristo que es el nuevo Moisés, nuevo Legislador “subiendo” al Sinaí, donde “Dios le hablará”; donde será “cubierto” por la “nube” = “Gloria de Yahvé”; desde cuya “nube” Dios le “llama,” y en cuya “nube” Moisés “penetra” (Exo 24:15-18; cf. Deu 5:22-27)!
La “transfiguración.” La descripción que de ella hacen los evangelistas está hecha con rasgos sorprendentes. Según Lc, sucedió “mientras oraba”: tema tan destacado por Lc. La escena sucede cuando los tres apóstoles estaban descansando y medio dormidos (Luc 9:32). Dan de esta “transfiguración” la descripción siguiente:
Mt.: “su rostro brilló como el sol, y sus vestidos quedaron blancos como la luz.”
Mc.: “sus vestidos se pusieron resplandecientes, y muy blancos (como no los puede blanquear ningún batanero”).
Lc.: “su rostro tomó otro aspecto, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente.”
Esta descripción del “rostro” y “vestido” son de tipo apocalíptico. Mt describe al ángel que corre la piedra del sepulcro así: “era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve” (Mat 28:3). Así describen el rostro de los justos los libros apocalípticos (cf. Rev 1:16; Esd 8:97 : resplandecen con brillo de sol, luna, estrellas, relámpago)3. Los ángeles de la resurrección aparecen con vestiduras “blancas” (Mc) o con “vestido resplandeciente” (Lc). El color “blanco” de los vestidos significa el color de la gloria celeste (Rev 3:5; Rev 19:14). ¿En qué relación está la verdad histórica con estos elementos clasico-descriptivos?
Moisés y Elías. Aparecen hablando con él “Moisés y Elías,” que aparecen igualmente “resplandecientes” (Lc). Eran el símbolo de la Ley y los profetas. Elías, en la conciencia popular, es el que debía volver para consagrar al Mesías y presentarlo a Israel (Mal 4:4-5) 4. Yohanan ben Zachai dice: “Dios ha dicho a Moisés: Cuando yo envíe al profeta Elias, vosotros dos debéis venir juntos.” 4 ¿Está esta escena respondiendo a este dicho? Eran el “legislador” de Israel y el “precursor” del Mesías los que aparecían reconociendo a Cristo-Mesías y su obra mesiánica, como auténtica, a pesar de ser tan opuesta al mesianismo ambiental esperado. No dejaría de extrañar, de no ser parte del procedimiento redaccional, que los tres apóstoles allí presentes dan por supuesto – en los tres sinópticos – conocer a aquellos dos personajes, pues quieren hacerles un tabernáculo: “uno para Moisés y otro para Elías.”
Ambos estaban “hablando” con Cristo (Mt-Mc). Es sólo Lc el que pone el tema de la conversación: “hablaban de su muerte, que había de tener lugar en Jerusalén.” ¿Por qué omiten ésta Mt-Mc? Parecería suponerla en lo que les dice al bajar del monte: que nada digan hasta que “resucite de entre los muertos” (Mt-Mc). En cambio, Lc omite estas advertencias, aunque también las supone, al escribir que “a nadie dijeron nada.”
Así Moisés y Elías lo acreditan a él contra fariseos y doctores de la Ley (cf. Jua 5:46.47), tanto contemporáneos como polémicos a la hora de la composición de los evangelios.
“Su Clona” (. την δόξαν αυτού)5. En esta narración aparece otro elemento de importancia máxima. Los apóstoles, al despertar, vieron lo siguiente:
Mt: “Una nube luminosa. que los cubrió (έπεσχιασεν).” Mc: “Se formó una nube. que ios cubría (επισχιάζουσα).” Lc: “Vino una nube, que los cubría (έπεσχίαζεν).”11
La nube o una “nube luminosa” era, en el A.T. símbolo de la presencia de Dios en el Tabernáculo (Exo 14:24; Exo 16:10; Exo 19:9; Exo 33:9; Exo 34:5; Exo 40:34; Num 9:18-22; Lev 16:2.12.13), lo mismo que aparece así en la dedicación del templo (2Cr 5:13.14; 2Cr 7:1-3). En la “anunciación” a María, se evocará la acción de Dios sobre ella con este mismo verbo (έπισχιάζω) (Luc 1:35). La manifestación de esta “nube luminosa” es una teofanía: es el símbolo de la presencia de Dios allí. Uno de los símbolos más característicos del A.T. está aquí en juego. Por eso los apóstoles, al “ser cubiertos” por la “nube,” tuvieron “miedo” (Mt-Lc). En el A.T. se decía que no se podía ver a Dios y vivir (Exo 33:19; Lev 14:13; etc.). Esto es lo que se acusa aquí.
La “voz” del Padre. Siendo la “nube luminosa” símbolo de la presencia de Dios, es por lo que “sale” de ella “una voz,” que es la del Padre, proclamando: “Este es mi Hijo, el Amado (b αγαπητός)” (Mt-Mc), “en el que me complací” (ευδόκησα) (Mt). Lc pone “el Elegido” (ó έχλελεγμένος), nombre que se da al Mesías en el Libro de Henoc. Los LXX vierten el nombre de el hijo “amado” por “yahid” = único (Gen 22:2.12.16; Jer 6:26; Amo 8:10; Zac 12:10; Pro 4:3). Por eso, “el Amado,” por excelencia, viene a responder al único o Unigénito (Sal 2:7; Isa 42:1). Pero, sobre todo, encuentra su sentido de Unigénito en el mismo contexto de Mt (Mat 11:27). Tanto por el ambiente neotestamentario, como por la adición de Mt: “en él me complací,” puede ser un intento evocador del “Siervo de Yahvé,” de Isaías (Mat 42:1-9). Es el mismo tema-clisé que le dirige el Padre en el bautismo (cf. Mat 3:17; par.). Es el Mesías doliente, tema del “diálogo” que tuvieron antes (Lc).
Esta proclamación que hace el Padre de Cristo “su Hijo,” en la perspectiva literaria de Mt, que presenta a Cristo como Dios por varios procedimientos literarios, como por el ambiente neotestamentario, en el que se redacta y al que va destinado, es la filiación divina de Cristo.
Por eso Lc tiene un detalle confirmatorio con sus elementos descriptivo-didácticos paleotestamentarios: los apóstoles, al despertar, vieron (de Cristo) “su gloria” (την δόίαν αυτού). En el A.T. se habla de la “gloria de Yahvé.” Es éste el evocador término técnico, que, mediante un procedimiento literario “alusivo” al A.T., se “traslada” ahora a Cristo, presentándole con la “gloria” de Yahvé, de Dios. Es lo que dirá Jn en las bodas de Cana: que con el milagro “manifestó su gloria” (την δόξαν αυτού) (Jua 2:11), y que matiza aún más en su “prólogo” al evangelio: “Y nosotros vimos su gloria (την δόξαν αυτού): Gloria como (el que es) el Unigénito del Padre” (Jua 1:14). Y ésta es la interpretación y fe de la Iglesia primitiva en esta escena (2Pe 1:16-18; cf. Hec 7:55).
Escuchadle. Presentado el Mesías verdadero, a un tiempo Dios y Mesías doliente, no cabría más que una actitud ante el “Enviado” de Dios: “Escuchadle”: en su doctrina, en su mesianismo, en su enseñanza de pasión y muerte. Esta es la voz y el mandato del Padre. No se puede, pues, nadie escandalizar de Cristo-Mesías. Es a él, y no al Mesías del fariseísmo, al que hay que “escuchar,” que es seguir.
Para Bultmann, la escena de la transfiguración es una transposición de una escena del ciclo de la resurrección de Cristo. Entre otras razones, porque las palabras “Tú eres mi Hijo” (Sal 2:7) sólo se aplicaban a Cristo después de la resurrección.
Para otros sería una transposición de la fiesta de la entronización teocrática de Yahvé, en la que Cristo era ahora el rey entronizado (Riesenfeld) 6.
La teoría de Bultmann es gratuita. No pertenece la escena al ciclo de la resurrección, cuando toda ella está revelando el mesianismo doloroso del “Siervo de Yahvé,” aunque completado con la proclamación de la divinidad (Mar 1:1). Y con relación a la transposición de la fiesta yahvística, no aparece el elemento real de entronización teocrática, sino la proclamación de la divinidad de Cristo Mesías, pero presentándolo como el “Siervo de Yahvé.” Aparte que parece ser que esta fiesta no existió 7.
Expuesta la temática fundamental de este relato, se podría clasificar como una Deute-Darstellung: exposición o narración explicativa o interpretativa – de núcleo histórico – con un marcado carácter apologético 8.
La cuestión de Elias,Mar 17:9-13 (Mar 9:11-13).
9 Al bajar del monte les mandó Jesús, diciendo: No deis a conocer a nadie esa visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. 10Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero? 11 él respondió: Elías en verdad viene, y restablecerá todo. 12 Sin embargo, yo os digo: Elías ha venido ya, y no le reconocieron; antes hicieron con él lo que quisieron; de la misma manera, el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. 13 Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.
Esta escena es “al día siguiente” (Luc 9:37) de la transfiguración 8. Al bajar del monte, Cristo les prohibe que hablen con nadie de esta “visión” hasta después de su resurrección. Probablemente esta escena tuvo lugar en días de la fiesta de los Tabernáculos, en los que, junto con la Pascua, se excitaban los ímpetus revolucionarios de los “zelotes” y sus grupos, junto con el contagio popular por la liberación de Israel. Si no se les frenaba, máxime supuesta la historicidad de lo “visto,” se les podía exacerbar el sentimiento del movimiento nacionalista. Y los apóstoles y las gentes galileas comenzaban a comprometerse en movimientos político-mesiánicos en torno a Cristo (Jua 6:15; Mat 14:22).
Este hecho de su mesianismo les evocaba otra objeción ambiental. Si El era el Mesías, ¿por qué no había venido el profeta Elías, que en la creencia popular se lo suponía vivo y se lo esperaba como condición previa para ungir y presentar al Mesías a Israel? Era esto una creencia ambiental muy elaborada por los rabinos, basada en una interpretación materialista de un pasaje de Malaquías (Mal 3:23) 9. Además, en la creencia ordinaria de Israel estaba que la resurrección de los muertos coincidiría con el final de los tiempos, aunque para alguna concepción rabínica coincidiría el mesianismo con el juicio y consumación “escatológica” 10; pero eran concepciones parciales. Esta objeción sobre que Elias no había venido todavía estaba agudizada en la polémica poscristiana de ambiente siró-palestino.
Cristo calma la inquietud de los apóstoles y disipa con su enseñanza las interpretaciones materiales y caprichosas de los rabinos a este propósito. Acepta que Elías debe venir a restaurarlo y prepararlo todo conforme a Malaquías, pero no con un Elías “revivió,” sino por uno que “en el espíritu y virtud de Elías ha de venir” (Mat 11:14). Por eso, los discípulos “comprendieron que les hablaba de Juan el Bautista.”
El paralelismo del Bautista con Elías, por simple semejanza o “típicamente,” fue de tal manera, que del Bautista podrá decir Mc (Mat 9:13) que hicieron con él “como estaba escrito.” Elías tuvo celo y fortaleza por la ley de Yahvé, y fue perseguido por Acab y su mujer Jezabel; así el Bautista, con el celo y fortaleza por la Ley, fue perseguido y muerto por Antipas, instigado por su mujer Herodías.
Y si en el ambiente estaba que Elías sería el precursor del Mesías, esto fue el Bautista con Cristo, el “Precursor” del Mesías, que preparó su venida y lo “presentó” a Israel. Y lo que era una concepción ambigua y nacional, tuvo en el Bautista una realización espiritual e histórica 11.
La curación de un niño lunático,Mat 17:14-21 (Mar 9:14-29; Luc 9:37-43).
14 Al llegar ellos a la muchedumbre, se le acercó un hombre, y, doblando la rodilla, 15 le dijo: Señor, ten piedad de mi hijo, que está lunático y padece mucho; porque con frecuencia cae en el fuego y muchas veces en el agua; !6 lo presenté a tus discípulos, mas no han podido curarle. 17 Jesús respondió: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? Traédmelo acá. 18 E increpó al demonio, que salió, quedando curado el niño desde aquella hora. 19 Entonces se acercaron los discípulos a Jesús, y aparte le preguntaron: ¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojarle? 20 Díjoles: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible. 21 Esta especie no puede ser lanzada sino por la oración y el ayuno.
La escena tiene lugar después de la transfiguración. Y según Lc, “al día siguiente.” Fue cuando Cristo, con los apóstoles de testigos, bajaba del monte, y al acercarse a los otros apóstoles que habían quedado al pie de la montaña, se encontró con que había mucha gente con ellos, y “discutiendo” con los apóstoles algunos “escribas,” Cristo les pregunta a los apóstoles qué es lo que discutían con aquéllos. Acaso para situar, si era preciso, las cosas en su punto. Aliados de atrás los escribas con los fariseos (Mat 15:1), que no sólo ponían emboscadas dialécticas a Cristo, sino que ya habían resuelto perderle (Mat 12:14), había motivo para pensar en una emboscada con sus discípulos.
En este cuadro se destaca de la muchedumbre un hombre, que cayó de rodillas ante El y comenzó a gritar (Lc), conforme a su emoción y su temperamento oriental, diciéndole que tenía un hijo, que era “único” (Lc), “joven” (παiς) y estaba lunático (Mt). Mc va a dar del padecimiento de este muchacho una descripción minuciosa.
Este joven tenía “un espíritu mudo” (Mc). Y cuando se “apoderaba” de él, “lo arroja por tierra, echa espuma, se revuelve” (v.20), “le rechinan los dientes,” “da alaridos” (Lc), “grita” (Mc v.26), “queda rígido,” “como muerto” (Mc v.26). Son los síntomas, como Mt dice, de un “lunático.”
Pero aún hay más, pues “con frecuencia” el “espíritu” lo ha arrojado “al fuego,” “al agua,” “para acabar con él.”
Y “difícilmente lo deja” el espíritu “después de haberlo maltratado.” Y todo esto le sucedía “desde la niñez.”
Según las concepciones erróneas de los antiguos orientales, la enfermedad, como mal, era causada por un “espíritu.” Así, Saúl, que aparece con unos síntomas neuróticos típicos, es descrito en su estado nada menos que por haberle Yahvé “enviado un mal espíritu” (1Sa 16:14). Precisamente la música tenía sobre sus crisis un efecto sedante (1Sa 16:15).
En esta misma concepción popular, a los epilépticos, como es el caso de éste, se los llamaba ordinariamente “lunáticos,” como es el nombre que de él da Mt, porque se admitía, por efecto de una experiencia, más o menos obtenida de casuales coincidencias, que tales enfermos experimentaban más fuertes crisis en las épocas de luna nueva o luna llena. La medicina antigua pasa a los escritos rabínicos, y éstos discutían si estas crisis epilépticas eran por influjo directo de la luna en las fases dichas en estos enfermos u otros semejantes, más propicio aún en estas fases lunares. Era el mismo concepto de los medios greco-romanos 12.
¿Se trata sólo de un enfermo epiléptico, cuyos síntomas evangélicos corresponden a las tres fases de la epilepsia conforme al diagnóstico médico, o es, además, un verdadero caso de posesión diabólica? Todo el problema está en saber si repugna, en el caso de curaciones físicas reales, el que Jesucristo se acomode al modo de hablar de las gentes y del medio ambiente. Hay quien así lo piensa 13. Parece que no hay, en principio, esta incompatibilidad. Jesús, ni para sus curaciones ni para acusar su poder de taumaturgo, necesita dar precisamente un diagnóstico científico. Como tampoco corrige en cada caso lo que era creencia vulgar: que toda enfermedad era efecto de un pecado (Jua 9:2). Y, admitiendo en el mismo Evangelio casos de curaciones demoníacas, parece que es el contexto el que valorará, en simple exégesis, si se trata de una verdadera posesión o de una acomodación al lenguaje ambiental.
No parece sea decisivo el decirse que frecuentemente “lo arrojaba (el espíritu) al agua y al fuego para acabar con él” (Mc). Es un modo de hablar. El ser mudo, si no es por la misma epilepsia, podría explicarse por alguna otra enfermedad posiblemente congénita, o que fuese todo ello efecto de una enfermedad tenida en su niñez.
Ya en la antigüedad se reconocía por el médico Celio Aureliano 14 cómo este tipo de enfermos estaban especialmente expuestos a mil peligros externos, entre ellos el de caer al agua de los ríos o del mar. Podría ser también un caso de semidesesperación producido por efecto de los habituales ataques de epilepsia.
Cristo manda traer al joven, que en aquel momento, por todo el contexto, no debe de estar en el ataque. Sin embargo, cuando se lo traen a Cristo, se produce el ataque con síntomas epilépticos. Parece estar en cierta analogía con los casos de “endemoniados,” que a la vista de Cristo le reconocían y pedían no los perdiese (Mat 8:28.29). Sin embargo, el ataque pudo producirse entonces por efecto de la misma emoción. El hecho de que el espíritu malo lo arroja al fuego para hacerle perecer, según la descripción popular de Mc, no postula, en absoluto, una verdadera posesión diabólica, sino una redacción colorista y ambiental de Mc, y también de Lc, en contraste con la descripción sobria de Mt, probablemente del Mtg.
El padre del enfermo urge a Cristo para que lo cure, pues había recurrido ya a los discípulos, pero éstos “no habían podido” curarle (Mar 9:18; Luc 9:40). Y eso que habían recibido el carisma de las curaciones (Mt 10:1 par.). En Mc se acusa en este hombre una fe muy imperfecta: “Si tú puedes algo, compadécete de nosotros.” Acaso el fracaso de los discípulos le desanimó en parte 15. Pero de Cristo le viene el ánimo preparatorio: “Todo es posible al que cree” (Mc). Es el boicot que se nota en los evangelios a la obra de Cristo; su obra milagrosa la realiza en función de la confianza, no es una obra de magia. Y esta fe surge en él: “¡Creo, ayuda mi incredulidad!”
El v.17 de Mt es críticamente muy discutido 16. Acaso pasó a él por influjo del otro evangelio, pues está en Lc. Es la respuesta de Cristo a esta obra de incredulidad en El, después de tantos prodigios hechos. “¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo voy a estar con vosotros y os voy a sufrir?” (Lc). ¿Por qué no admitían sus prodigios, y por qué no sacaban las consecuencias de sus “signos”? Este “lunático” era “tipo” de esta generación “poseída” por el dominio fariseo.
Cristo manda traer al enfermo. Al acercarse, Cristo increpó al “espíritu,” y se produce una convulsión violenta hasta quedar como muerto. En Lc el relato cambia. Se lo trae, se produce la convulsión, y viene la increpación de Cristo al “espíritu.” Son las pequeñas variantes red acciónales. En Mc, Cristo le toma de la mano, lo levanta y se mantuvo en pie.
El poder taumatúrgico de Cristo apareció a todos con un dominio absoluto. La curación instantánea de una epilepsia, si no se admite la “posesión” diabólica, cuando se halla en estado de trance, no admite hipótesis sugestivas. Lo que, por otra parte, nada resolvería, ya que una lesión orgánica de la corteza cerebral no se puede curar por sugestión, menos aún cuando la sugestión no cabe por hallarse en estado de inconsciencia, ni por suceder instantáneamente.
Vueltos a casa, los discípulos le preguntan por qué ellos no habían podido curar a aquel muchacho, pues habían recibido el poder de expulsar demonios – exorcismo – y curar enfermedades (Mat 10:1.8; Mc 6:Mar 7:12; Luc 9:1.6b). Y lo habían ejercido con éxito (Mat 10:8; Mar 6:13).
Aunque la respuesta final es la misma en Mt-Mc, Lc la omite. Mt intercala un preludio en el que les habla de “vuestra poca fe.” Acaso, en la subconsciencia, confiaron en su poder como si fuera propio de ellos, sin acusar plenamente su reconocimiento y dependencia al dador de carismas.
La comparación que utiliza sobre el “grano de mostaza” y el “trasladar montes” eran metáforas usadas en el ambiente rabínico. Como término comparativo de lo mínimo se usaba el “grano de mostaza,” lo mismo que el “trasladar un monte” era metáfora usual para indicar que una cosa se realizaría fuera de los modos ordinarios 17.
“Esta clase” no puede echarse o curarse si no es con “oración y ayuno” (Mt), o “con oración” (Mc). La lección de Mt (v. 21) no es seguro que sea genuina en este versículo 18, ni tampoco debe de ser lección genuina el “ayuno” que se une a la “oración” en este pasaje de Mc 19. La frase “esta clase” admite dos interpretaciones:
“Esta clase,” es decir, esta raza: los demonios.; o puede admitir otra más específica: “esta clase” de demonios. Los que admiten esta segunda interpretación se basan en que los apóstoles ya habían expulsado demonios (Mar 6:13), por lo que aquí se precisaría una especie de ellos. Pero la razón no es convincente. De ser así, no cabría duda de que se trataba de un caso de verdadera posesión. Pero la primera interpretación es completamente posible en este mismo contexto. Su sentido sería: “esta clase,” las enfermedades que se atribuían a los espíritus demoníacos, sólo se pueden curar milagrosamente. Es decir, con el recurso pleno a Dios, que concede libremente el uso de estos carismas, y sin que el hombre los mistifique y boicotee con una semiconsciente autosuficiencia suya o con una falta de recurso y confianza plena – ”poca fe” – en Dios. Era, en el fondo, lo que había sucedido a la intervención de los apóstoles en este caso y lo que se decía en aquel medio ambiente y se recoge en el Talmud: “Todo el que ora sin ser escuchado, debe ayunar.” 20 Era una lección para los exorcistas cristianos; acaso se refleja esta situación de ellos.
Segundo anuncio de la Pasión,Mar 17:22-23 (Mar 9:30-32; Luc 9:43).
22 Estando reunidos en Galilea, díjoles Jesús: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres, 23 que le matarán, y al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes.
Ya se indicó a propósito de la “primera” predicción de su pasión y muerte (Mat 16:21-23 par.) la probabilidad de que estas predicciones estén matizadas, con relación a su anuncio primitivo, después de los hechos, ya que el “estilo profetice” suele ser más vago, aunque perfectamente perceptible a la hora de su cumplimiento, y sería probable que Cristo se hubiese amoldado a este estilo y sus leyes 20.
Esta segunda predicción aparece con una redacción algo más sobria, aunque bien precisa.
Mt destaca que los apóstoles, al oírla, “se pusieron muy tristes.” Esto prueba que el vaticinio fue, al menos nuclearmente, suficientemente claro, y que ellos lo comprendieron. En cambio, Lc dirá que “no sabían lo que significaban estas palabras, que estaban veladas, de manera que no las entendieron.” La redacción de Lc refleja la forma más primitiva. Sólo dice: “El Hijo del hombre ha de ser entregado en poder de los hombres.” Sin embargo, en Mc, muy matizado, dirá que no lo entendieron.
Probablemente se refiere la no comprensión al no poder admitir el que El fuese el Mesías y hubiese de padecer. Pero les quedaba “sufrimiento,” pues sus vaticinios se cumplían. Y acaso obedezca a esto lo que dicen Mc-Lc: “que temían preguntarle,” pues a la protesta de Pedro, en la primera predicción, de que esto no sucediese vino la réplica confirmativa de Cristo. Era incomprensión ambiental.
El tributo pagado,Mat 17:24-27.
24 Entrando en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los perceptores de la didracma y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga la didracma? 25 Y él respondió: Cierto que sí. Cuando entró en casa, se acercó Jesús y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran censos y tributos? ¿De sus hijos o de los extraños? 26 Contestó él: De los extraños. Y le dijo Jesús: Luego los hijos son libres. 27 Mas, para no escandalizarlos, vete al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca, y en ella hallarás un estater; tómalo y dalo por mí y por ti.
Estando en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los encargados de recoger el tributo del templo: los “recaudadores de la didracma.”
El tributo tenía el siguiente origen. Moisés había prescrito un censo, y, conforme al número de los varones censados, cada uno pagaría medio siclo al santuario (Exo 30:11-16). En tiempo de Nehemías, este impuesto era de un tercio de siclo al año (Neh 10:32). Habiendo crecido las necesidades, posteriormente se elevó a medio siclo de plata (Mat 17:24) 21. Este era el equivalente a dos dracmas, que a su vez equivalen a medio siclo, que era lo que se exigía en la legislación judía de entonces. Pero debía ser pagado por todo varón después de los veinte años, en moneda hebrea antigua o tiria. Había, además, de pagarse en Palestina entre el 15 y el 25 del mes de Adar (marzo), y también fuera de Jerusalén 22.
Pedro responderá a la pregunta interrogativa de los recaudadores de esta contribución, que Cristo pagará la “didracma.”
Con esta ocasión Cristo le hace a Pedro una pregunta, que va a ser una enseñanza. Los reyes de la tierra cobran los impuestos, no de sus hijos, sino de los otros ciudadanos – si no tiene el sentido de ciudadano del país frente a pueblos sometidos -. Los hijos son considerados exentos de ello. “Luego los hijos – dice Cristo – están exentos.” Y sólo por evitar el escándalo pagará el impuesto.
¿Cuál es la doctrina encerrada en este concepto de “hijos” sobre la que gira la argumentación?
La comparación – pequeña parábola – está tomada de la vida real y aplicada a Jesús y los suyos, en contraposición a los demás. Pero sobre todo a El. Jesús abiertamente reconoce y proclama su absoluta independencia frente a las leyes tributarias del templo, que era homenaje, en último término, a Dios. La parábola iba a tener algo de alegoría. Los hijos estaban exentos. Pero Pedro había proclamado hacía aún poco, por “revelación” del Padre, que Jesús era “el Hijo del Dios viviente.” Jesús se situaba así en la esfera de su Padre. Por eso estaba exento del tributo al templo. Pero con él estaban asociados y exentos los discípulos. Era ello una prueba del supremo dominio legislativo de Jesús. No en vano él era “mayor que el templo” (Mat 12:6). Por eso, El dispensaba las leyes, pues era “señor del sábado” (Mat 12:8). De esta conducta de Cristo concluyen Strack-Billerbeck: “De la prueba alegada por Jesús para su exención de la didracma, se sigue que reivindica para sí, ante Dios, un lugar que jamás ha convenido a un israelita.” 23
También pudiera, en este pasaje, extenderse los tributos a los impuestos civiles en general (τέλος) ο al impuesto imperial (χηνσος). Estos impuestos se sabe que, además de su gravamen económico, turbaban fuertemente la conciencia teocrática de los judíos. Y después del 70 se les puso, abusivamente, sobre casi todo 23.
Para evitar el escándalo hace un milagro. Manda a Pedro que se acerque al lago, junto al que están, y que en la boca del primer pez que pesque hallará una moneda – un “estater” – y con ella pagará por los dos. El “estater” valía cuatro “dracmas,” que era lo justo para pagar por los dos, ya que cada uno había de pagar medio “siclo” de plata, que equivalía a dos “dracmas”: “didracma.”
El milagro de Cristo está, en primer lugar, en su ciencia sobrenatural, al anunciarle a Pedro esto. Y acaso sea lo más probable que, milagrosamente, se hubiese depositado el “estater” en la boca del pez.
No obstante, es conocido el caso de cierta especie de peces en el lago, la hoy llamada Chromis Simonis 24, en la que el macho, en cuya boca son depositados los huevos, y en el que se desarrollan, parece ser que al expulsarlos siente la necesidad de ocupar la boca con pequeñas piedras, etc. 25 En este caso la habría ocupado con un “estater” fortuito.
Se proponía que Cristo mandó a Pedro a pescar, y que la primera pieza lograda se vendió en este precio. Pero no lo dice el texto, y se valoraría en una cantidad desproporcionada.
1 Abel, Géographie de la Palestine (1933) I 353-357; Perrella, / luoghi santi (1936) p.182-193; Allegro, The Dead Sea Scrolls 14ss. – 2 Josefo, BI II 20:6; IV 1:1:8; Allegro, The Dead Sea Scrolls p.520-536. – 3 Strack-B., Kommentar. I p.752. – 4 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.210-213; Strack-B., Kommentar. IV p.779-789. – 4 Deut. rabba 3. – 5 Zielinski, De doxa Christi transfigurati: VD (1948; 291-303. – 6 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.89. – 7 De Vaux, Les institutions de ΐ Anden Testament, vers. esp. (1964) p.632-635. – 8 Dabrowskí, La transfiguración de Jesús, vers. del pol. (1939); Vosté, De Bap-tismo, Tentaiione et Transfiguratione lesu (1934) p. 141-156; Zielinski, De íransfigura-tione lesu: VD (1948) 291-303.335-343; Baltensweiler, Die Verklarung Jesu Histo-risches Ereignis und synoptische Benchte (1959); Rlesenfeld, fesus transfigure (1947); George, La Transfiguration: Bible et Vie Chrét.(1960) 21-25; Hoeller, Die Verklarung Jesu (1937); Caird, The Transfiguraron: Expository Times (1955-1956) 291-294; Fonck, en VD (1922) 72-79; A. Fenillet, Les perspectives propres a choque evangeliste dans les recits de la Transfiguration: Rev. Bibl. (1858) p.281-301; X. Leon-Dufour, Eludes d’évangile. La transfiguration de Jesús (1965) 83-122; M. Sabbe, La redaction du récit de la Transfiguration, en La Venue du Messie (1962) 65-100; P. Miguel, Le Mystere de la Transfiguration: Les Quest. Liturgiq. et Paroiss. (1961) 194-223; P. De Surgy, Transfiguraron: Vocab. Theol. Bibl. (1962) 1071-1072; Η . Ρ . Müller, D Verklarung Jesu: Zeits. für die Neut. Wiss. (1960) 56-64, C. C. Carlston, Transfiguration and Resurrection: Jour. of Bibl. Literature (1961) 233-240; H. Rivera, El relato de la Transfiguración de Jesús: Rev. Bibl. (Argentina 1964) p.31-40. Para la teología de la transfiguración, cf. S. TH., 3 q.45; In evang. Matth. comm. c.7 n.l. – 9 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.210-213; Strack-B., Kommentar. IV p.779-789. – 10 Bonsirven, Le Judaísme. (1934) I p.418-419. – 11 Sobre la venida de Elias, cf. A. Skrinjar: VD (1934) 361-367; Durrwell: VD (1939) 269-278; A. De Guiglelmo, Dissertatio exegetica de reditu Eliae (Jerusalén 1938). – 12 Strack-B., Kommentar. I p.758; Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p.339, y évang. s. St. Marc (1929) p.239. – 13 Smit, De daemoniacis in historia evangélica (1913) p.191-215. – 14 De morb. chron. I, IV 68, citado por Lagrange en évang. s. St. Marc (1929) p.240. – 15 Fillion, La Vie De N. S. J.-Ch., Vers Esp. (1842) III P.256. – 16 Nestlé, N.T. graece el latine (1928) ap. crít. a Mat 17:17; cf. León-Dufour, L’e’pisode de l’enfant épileptique. La fermation des évangües (1957) 85-115. – 17 Strack-B-, Kommentar. I p.669 y 759; J. Düplacy, La foi qui deplace les montagnes (Mat 17:20; Mat 21:21): Mém. A. Gelin (1961) 273-287. – 18 Nestlé, N.T. graece el latine (1928) ap. crít. a Mat 17:21. – 19 Nestlé, N.T. graece el latine (1928) ap. crít. a Mar 9:29. – 20 Strack-B., Kommentar. I p.760. – 20 J. Schmid, Das Evangelium nach Markus (1958) p.40. – 21 JOSEFO, Antiq. XVIII 9:1; BI VII 6:6. – 22 Mishna: Sheqalim I 1-3; Strack-B., Kommentar. I p.765; Felten, Storia dei tempi del N.T. (1932) II p.70-73. – 23 Kommentar. I p.772; D. Blusser, Mt 17:24-26 and Dead Sea Sect’Opposition to Tax Paying: Tarbiz (Jerusalén 1961) p. 150-156; A. Pickering, The Temple Tax (Mat 17:23-26): Cath. Gazette (1957) p.170, y en The Cath. Bibl. Quart. (1957) p.511. – 23 Plinio, Ν . Η . XII, 63. – 24 Biever, Conférences de Sí. Etienne (1910-1911) p.295. – 25 A. Fernández, Vida de Jesucristo (1954) p.385-386.
Fuente: Biblia Comentada
Seis días después. La referencia exacta al número de días entre un suceso y otro no es usual en Mateo. Parece que estuviera detallando cuidadosamente la conexión entre la promesa de Jesús en Mat 16:28 y el suceso que sigue inmediatamente. Marcos habla también de seis días (Mar 9:2), pero Lucas, contando probablemente el día de la confesión de Pedro y el día de la transfiguración de Cristo separadamente como el comienzo y el final de este período, dice que fue «como ocho días después» (Luc 9:28). Pedro, a Jacobo y a Juan. Estos tres discípulos, del círculo íntimo de Cristo (vea la nota sobre Mat 10:2), aparecen frecuentemente a solas con Jesús (Mat 26:37; Mar 5:37; Mar 13:3).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
17:1 Seis días después (Luc 9:28, como ocho días después; no hay conflicto aquí, pues se refieren a una semana, “ como ocho días”), Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, — Mar 5:37, estos tres acompañaron a Jesús cuando resucitó a la hija de Jairo, y también en el huerto de Getsemaní, Mat 26:37. De esa manera había tres testigos de estos eventos. Sin lugar a dudas estos eventos fortalecieron la fe de estos tres apóstoles y, en turno, ellos podían fortalecer la fe de los demás.
— y los llevó aparte a un monte alto (Lucas, subió al monte a orar); 2 y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol (Apo 1:16), y sus vestidos se hicieron blancos (Mar 9:3, resplandecientes muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos) como la luz. (Luc 9:1-62, “29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente). – La transfiguración gloriosa de Jesús ocurrió mientras oraba (Luc 3:21; Luc 6:12; Mar 1:35; Mar 14:23). No llegó a ser puro espíritu, sino que se transfiguró, “cambiar en otra forma” (WEV). Luc 9:1-62, “29 la apariencia de su rostro se hizo otra” (fue alterado”). Fue cambiado Jesús y también fueron cambiados sus vestidos. Al ver la transfiguración de Jesús los apóstoles vislumbraron algo de la gloria celestial de Cristo, la gloria que tenía con el Padre (Jua 17:5). Compárese Éxo 34:1-35, “35 Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios. Véase también Apo 1:9-18.
La palabra traducida se transfiguró es la misma que se usa en Rom 12:2 y 2Co 3:18; como Jesús fue transfigurado físicamente, nosotros debemos ser transfigurados (transformados) espiritualmente.
El relato de Lucas parece indicar que pasaron la noche sobre el monte, pues dice que los apóstoles “estaban rendidos de sueño” (9:32) y luego el v 37 dice “Al día siguiente, cuando descendieron del monte”. “En ese caso el resplandor del rostro de nuestro Señor y de sus vestidos, y la nube brillante serían más manifiestos, y toda la escena sería más extraordinaria” (JAB).
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN
Mateo 17:1-8
Seis días después, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y al hermano de éste, Juan, a un monte alto a solas, y allí cambió de apariencia en presencia de ellos. Su rostro relucía como el Sol, y Su ropa se volvió tan blanca como la luz. Y, fijaos: Se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él. Pedro Le dijo a Jesús:
-¡Señor, qué bien que estamos aquí! Voy a hacer tres cabañas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Antes de que acabara de decirlo, fijaos: Los envolvió una nube luminosa; y fijaos: Salió una voz de la nube que decía:
-¡Este es Mi Hijo amado, en Quien Me complazco plenamente! ¡Oídle a ÉL!
Cuando los discípulos oyeron aquello, cayeron rostro a tierra y les entró mucho miedo. Jesús Se les acercó, los tocó y dijo:
Levantaos, y no tengáis miedo.Cuando ellos levantaron la vista no vieron allí a nadie más que a Jesús.
Al gran momento de Cesarea de Filipo siguió el gran momento del monte de la Transfiguración. Reconstruyamos primeramente la escena en que vino este momento de gloria a Jesús y a Sus tres discípulos escogidos. Hay una tradición que identifica el monte de la Transfiguración con el monte Tabor, pero no es probable. En la cima del monte Tabor había una fortaleza armada y un gran castillo; parece casi imposible que la Transfiguración pudiera tener lugar en una montaña que era una fortaleza. Mucho más probable es que la escena de la Transfiguración tuviera lugar en el monte Hermón. Hermón estaba a unos 25 kilómetros de Cesarea de Filipo. Hermón tiene 2,800 metros de altitud sobre el Mediterráneo, y 3,000 sobre el nivel del mar de Galilea, y 3,400 sobre el del mar Muerto. Es tan alto que se puede ver perfectamente desde el mar Muerto, al otro extremo de Palestina, a más de 150 kilómetros.
No puede haber sido en el pico más alto donde esto sucedió. Sería demasiado alto. El canon Tristram nos cuenta cómo lo escalaron él y su equipo. Pudieron cabalgar hasta casi la cima, en lo que tardaron cinco horas. No es fácil mantenerse activo a esas alturas. Tristram dice: «Pasamos una gran parte del día en la cima, pero nos sentimos penosamente afectados por lo enrarecido de la atmósfera.»
Sería en algún lugar de las laderas del hermoso y majestuoso monte Hermón donde tuvo lugar la Transfiguración. Tiene que haber sido por la noche. Lucas nos dice que los discípulos estaban rendidos de sueño (Lc 9:32 ). Ya era el día siguiente cuando Jesús y Sus discípulos bajaron a la llanura, y se encontraron esperándoles al padre del muchacho epiléptico (Lc 9:37 ). Así es que sería a la caída de la tarde, o ya de noche, cuando tuvo lugar esta maravillosa escena.
¿Por qué fue allí Jesús? ¿Por qué hizo esta expedición a aquellas solitarias laderas? Lucas nos da la clave. Nos dice que Jesús estuvo orando (Lc 9:29 ).
Debemos colocarnos, hasta donde nos sea posible, en el lugar de Jesús. Para entonces estaba de camino hacia la Cruz. De eso estaba totalmente seguro; una y otra vez se lo dijo a Sus discípulos. En Cesarea de Filipo Le hemos visto enfrentándose con un problema y resolviéndolo. Le hemos visto tratando de descubrir si había alguno que hubiera reconocido Quién y qué era Él. Hemos visto que aquella pregunta tuvo una respuesta triunfal, porque Pedro había captado el gran hecho de que a Jesús solamente podía describírsele como el Hijo de Dios. Pero había una pregunta todavía más grande que esa, que Jesús tenía que contestar antes de iniciar Su último viaje.
Tenía que estar totalmente seguro, sin la menor sombra de duda, de que estaba haciendo lo que Dios quería que hiciera. Tenía que estar seguro de que era de veras la voluntad de Dios el que Él fuera a la Cruz. Jesús subió al monte Hermón a preguntarle a Dios: «¿Estoy haciendo Tu voluntad al afirmar Mi rostro para ir a Jerusalén?» Jesús subió al monte Hermón para escuchar la voz de Dios. Nunca quería dar ningún paso sin consultárselo a Dios. ¿Cómo iba a dar el paso más importante de todos sin consultárselo? En toda situación hacía una pregunta y sólo una: «¿Es la voluntad de Dios para Mí?» Y esa era la pregunta que Le estaba haciendo a Dios en la soledad de las laderas del Hermón.
Es una de las diferencias supremas entre Jesús y nosotros, que Jesús siempre preguntaba:»¿Qué quiere Dios que Yo haga?;» y nosotros casi siempre preguntamos: «¿Qué es lo que yo quiero hacer?» Decimos a menudo que la única característica de Jesús era que no tenía pecado. ¿Qué queremos decir con eso? Precisamente esto: que Jesús no tenía más voluntad que la voluntad de Dios. La actitud del cristiano debe ser siempre la que expresó Teresa de Jesús: «Lo que da valor a nuestra. voluntad es juntarla con la de Dios, de manera que no quiera otra cosa sino lo que Su Majestad quiere.» Y en forma poética:
Vuestra soy, para Vos nací, ¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad, Eterna Sabiduría, Bondad buena al alma mía, Dios, Alteza, un Ser, Bondad, la gran vileza mirad que hoy os canta amor así: ¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes; vuestra, pues me redimistes; vuestra, pues que me sufristes; vuestra, pues que me llamaste; vuestra, pues que me esperastes; vuestra, pues no me perdí. ¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Qué mandáis, pues, buen Señor, que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado a este esclavo pecador? Veisme aquí, mi dulce Amor; Amor dulce, veisme aquí. ¿Qué mandáis hacer de mí?
. . Dadme muerte,, dadme vida, dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí. ¿Qué mandáis hacer de mí?
. Dadme .Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa, sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa o estéril si cumple así. ¿Qué mandáis hacer de mí?
Cuando Jesús tenía un problema, no trataba de resolverlo solamente mediante el poder de Su propio pensamiento; tampoco se lo presentaba a otros para recibir un consejo humano; se lo llevaba a un lugar solitario y se lo presentaba a Dios.
LA BENDICIÓN DEL PASADO
Mateo 17:1-8 (continuación)
Allí, en las laderas de la montaña, se Le aparecieron a Jesús dos grandes figuras: Moisés y Elías.
Es fascinante ver en cuántos aspectos la experiencia de estos dos grandes siervos de Dios armonizaba con la de Jesús. Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, no sabía que la piel de su rostro resplandecía (Ex 34:29 ). Tanto Moisés como Elías tuvieron sus experiencias más íntimas de Dios en la cima de las montañas. Moisés subió al monte Sinaí para recibir las tablas de la Ley (Ex 31:18 ). Fue en el monte Horeb donde Elías encontró a Dios, no en el viento, ni en el terremoto, sino en el silbo apacible y delicado (1R 19:9-12 ). Es curioso que no hubo nada terrible acerca de las muertes de Moisés y Elías. Dt 34:5 s nos cuenta la solitaria muerte de Moisés en el monte Nebo. Parece como si Dios mismo hubiera enterrado al gran líder del pueblo: » Y Él le enterró en la tierra de Moab, enfrente de Bet Peor; pero nadie conoce el lugar de su sepultura hasta hoy mismo.» En cuanto a Elías, el antiguo relato nos dice que marchó del lado del sobrecogido Eliseo en una carroza de fuego con caballos de fuego (2R 2:11 ). Las dos grandes figuras que se Le aparecieron a Jesús cuando iniciaba Su marcha hacia Jerusalén fueron hombres que parecían demasiado grandes para morir.
Además, como ya hemos visto, era la creencia general de los judíos que Elías había de ser el precursor y heraldo del Mesías, y también creían, por lo menos algunos maestros judíos, que, cuando el Mesías viniera, Le acompañaría Moisés.
Nos es fácil ver lo adecuada que era esta visión de Moisés y Elías. Pero ninguna de las razones expuestas es la razón verdadera por la que Jesús tuvo la visión de Moisés y Elías.
Una vez más, hemos de volver al relato que nos hace Lucas de la Transfiguración. Nos dice que Moisés y Elías hablaron con Jesús, como dice la versión Reina-Valera, «de Su partida, que Jesús iba a cumplir en Jerusalén» Lc 9:31 ). La palabra que se usa para partida en el original griego es muy significativa. Es Éxodos, que es de la que se deriva la palabra Éxodo en castellano.
La palabra Éxodo tiene un trasfondo especial; es la que se ha utilizado siempre en relación con la salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto, por un camino desconocido del desierto que acabaría conduciéndolos a la Tierra Prometida. La palabra Éxodo es la que describe lo que bien podríamos llamar el viaje más aventurero de la Historia humana, un viaje en el que todo un pueblo, en absoluta dependencia de Dios, salió a lo desconocido.
Eso era precisamente lo que Jesús iba a hacer. En absoluta dependencia de Dios iba a..ponerse en camino en una aventura tremenda en ese viaje hacia Jerusalén, un viaje erizado de peligros, que conducía inevitablemente a la Cruz, pero un viaje que desembarcaría en la Gloria.
En el pensamiento judío, estas dos figuras, Moisés- y Elías, siempre representaban ciertas cosas. Moisés fue el más grande de todos los legisladores; fue suprema y singularmente el hombre que trajo a la humanidad la Ley de Dios. Elías fue el más grande de todos los profetas; .por medio de él habló la voz de Dios a los hombres de una manera inconfundible. Estos dos hombres eran las cimas gemelas de la historia y la evolución religiosa de Israel. Es como si las figuras más grandes de la historia de Israel vinieran a Jesús cuando se ponía en camino en la última y más grande aventura hacia lo desconocido, y Le dijeran que siguiera adelante. En ellos, toda la Historia se levantaba y Le -señalaba a Jesús el camino. En ellos, toda la Historia reconocía a Jesús como su consumación. El más grande de los legisladores y el más grande de los profetas reconocieron a Jesús como Aquel con Quien ellos habían soñado, como el Que ellos habían anunciado. La aparición de ellos fue la señal para Jesús para seguir adelante. Así pues, las más grandes figuras humanas testimoniaron a Jesús que seguía el auténtico camino, y Le animaron a salir en Su aventurado éxito a Jerusalén y al Calvario.
Pero hubo más que eso; no fueron solos el más grande legislador y el más grande profeta los que aseguraron a Jesús que iba bien; la misma voz de Dios resonó para decirle que estaba en el verdadero camino. Todos los evangelistas hablan de la nube luminosa que los envolvió. La nube era .parte de la historia de Israel. A lo largo de toda su historia, la nube luminosa representaba la sejiná, que era nada menos que la gloria del Dios todopoderoso.
En Éxodo leemos acerca de la columna de nube que había de guiar al pueblo por el camino durante el día, que se volvía una columna de fuego por la noche Ex 13:21 s). En otro lugar de Éxodo leemos acerca de la construcción y terminación del Tabernáculo; y al final del relato encontramos estas palabras: «Entonces la nube cubrió el Tabernáculo de reunión, y la gloria del Señor llenó el Tabernáculo» (Ex 40:34 ). Fue en la nube como el Señor descendió para dar las tablas de la Ley a Moisés (Ex 34:5 ). Una vez más nos encontramos con esta misteriosa nube luminosa en la dedicación del templo de Salomón: » Al salir los sacerdotes del santuario, la nube llenó la casa del Señor» (1 Reyes 8: lOs; cp. 2Ch 2:13 s; 7:2). Por todo el Antiguo Testamento nos encontramos con esta imagen de la nube en la que se encontraba la misteriosa gloria de Dios.
Podemos añadir otro detalle gráfico a lo dicho. Los viajeros nos cuentan un curioso y característico fenómeno relacionado con el monte Hermón. Edesheim escribe: » Una extraña peculiaridad se ha notado acerca de Hermón; en «la extrema rapidez con que se forma una nube en su cima. En pocos minutos, una espesa capa se forma sobre la cima de la montaña, y se dispersa con la misma rapidez hasta desaparecer completamente.»» No hay duda que en esta ocasión se formó una nube en las laderas de Hermón; ni tampoco que, en un principio, los discípulos no le dieron ninguna importancia, porque Hermón era célebre por las nubes que iban y venían en él. Pero algo extraordinario sucedió; no nos es dado suponer lo que fue; pero la nube se hizo luminosa y misteriosa, y de ella llegó la voz de la Majestad divina, poniéndole el sello de la aprobación de Dios a Jesús Su Hijo. Y en ese momento fue contestada la oración de Jesús; y Él supo sin que Le quedara la menor duda que lo correcto era seguir adelante.
El monte de la Transfiguración fue para Jesús una cima espiritual. Su Éxodo se extendía delante de Él. ¿Estaba siguiendo el camino correcto? ¿Tenía razón en aventurarse hacia Jerusalén y esperar los brazos abiertos de la Cruz? En primer lugar, recibió el veredicto de la Historia: el más grande de los legisladores y el más grande de los profetas Le dijeron que siguiera adelante. Y después, algo infinitamente más grande Le vino: la voz que Le transmitía nada menos que la aprobación de Dios. La experiencia del monte de la Transfiguración fue la que Le permitió a Jesús recorrer inflexiblemente el camino a la Cruz.
LA INSTRUCCIÓN DE PEDRO
Mateo 17:1-8 (conclusión)
Pero podemos suponer que el episodio de la Transfiguración contribuyó algo, no solamente para Jesús, sino también para Sus discípulos.
(i) Los discípulos tienen que haberse quedado con la mente desconcertada y apesadumbrada ante la insistencia con que Jesús les decía que tenía que ir a Jerusalén a sufrir y a morir. Tiene que haberles parecido como si no les esperara nada más que una vergüenza tenebrosa. Pero, de principio a fin, toda la atmósfera del monte de la Transfiguración fue gloria. El rostro de Jesús brilló como el Sol, y Su ropa destellaba y relucía como la luz.
Los judíos conocían muy bien la promesa de Dios a los justos victoriosos: » Sus rostros brillarán como el Sol» (2 Esd 7:97 ). Ningún judío podría haber visto nunca esa nube luminosa sin pensar en la sejiná, la gloria de Dios que se cernía sobre Su pueblo. Hay un pequeño detalle muy revelador en este pasaje. No menos de tres veces en sus ocho breves versículos aparece la pequeña interjección: «¡He aquí! ¡Fijaos!» Es como si Mateo no pudiera ni contar la historia sin tomar aliento de vez en cuando ante su asombrosa maravilla.
Aquí había algo sin duda alucinante para elevar los corazones de los discípulos y permitirles ver la gloria a través de la vergüenza; el triunfo, a través de la humillación; la corona, más allá de la Cruz. Está claro que todavía no podían entenderlo todo; pero sin duda captarían algún ligero atisbo de que la Cruz no era solo humillación, sino que, de alguna manera, también estaba teñida de gloria; de que, de alguna manera, la gloria era la misma atmósfera del Éxodo hacia Jerusalén y hacia la muerte.
(ii) Además, Pedro tiene que haber aprendido dos lecciones aquella noche. Cuando Pedro despertó a lo que estaba sucediendo, su primera reacción fue hacer tres tabernáculos: uno para Jesús, otro para Moisés y otro para Elías. Pedro era hombre de acción; siempre estaba dispuesto a hacer algo. Pero hay un tiempo para la quietud; hay un tiempo para la contemplación, para la admiración, para la adoración, para la temerosa reverencia en la presencia de la gloria suprema. «Estad tranquilos, y comprobad que Yo soy Dios» Sal 46:10 ). Puede que algunas veces estemos demasiado ocupados tratando de hacer algo cuando sería mejor guardar silencio, y escuchar, y maravillarnos, y adorar en la presencia de Dios. Antes de que uno pueda luchar y emprender la marcha de la aventura, debe arrodillarse ante la maravilla, y orar y adorar.
(iii) Pero esto tiene otra cara. Está claro que Pedro quena esperar en la ladera de la montaña. Quería que se prolongara aquel gran momento. No quería descender a las cosas cotidianas y ordinarias otra vez, sino quedarse para siempre en el resplandor de la gloria.
Ese es un sentimiento que todos hemos tenido alguna vez. Hay momentos de intimidad, de serenidad, de paz, de proximidad a Dios, que todos hemos conocido y querido prolongar alguna vez. Como ha dicho A. H. McNeile: «El monte de la Transfiguración siempre nos encanta más que el ministerio cotidiano o el camino de la Cruz.»
Pero el monte de la Transfiguración nos es dado solamente para proveernos de la fuerza para el ministerio cotidiano, y para ayudarnos a recorrer el camino de la Cruz. Susanna Wesley tenía una oración: «Ayúdame, Señor, a recordar que la religión no se limita a la iglesia o al retiro, ni se practica solamente en oración y meditación, sino que siempre y en todo lugar estoy en Tu presencia.»
El momento de gloria no existe independientemente; existe para revestir las cosas normales y comentes con un resplandor que nunca antes tuvieron.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 17
d) Transfiguración de Jesús (Mt/17/01-09).
1 Seis días después, toma Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los conduce a un monte alto, aparte. 2 Y allí se transfiguró delante de ellos: su rostro resplandeció como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 En aquel momento se les aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él. 4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ¡Señor, qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
De nuevo en la vida de Jesús se habla de un monte, el lugar de la proximidad de Dios y del encuentro con Dios. Jesús toma consigo a tres de los primeros apóstoles que fueron llamados. Esta vez quiere tener testigos, a diferencia del coloquio nocturno entre el Padre y el Hijo (14,23). En la obscuridad de la noche se transfigura ante ellos. La palabra griega (metamorphei) designa una transformación, un cambio de la apariencia visible. Los apóstoles perciben otra figura de su Maestro, de una forma semejante como sucederá más tarde después de la resurrección. Su rostro brilla como el sol y los vestidos son blancos como ]a luz. La gloria de Dios resplandece en él y luce a través de él. «Porque es Dios que dijo: De entre las tinieblas brille la luz, él es quien hizo brillar la luz en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo» (2Co 4:6). La gloria refulgente de Dios que dio origen a la luz de la creación, irradia en el rostro de Jesucristo. En él se reconoce la gloria de Dios. Cuando Moisés después del encuentro con Dios bajó de la montaña, brillaba su semblante, de tal forma que los hijos de Israel no lo podían mirar, no podían soportar el fulgor luminoso y tenían miedo (Exo 34:29 s). El semblante de Moisés reflejaba la gloria de Dios. Aquí la gloria de Dios es sumamente intensa y brillante, ya que en ninguna parte Dios está tan próximo, más aún, corporalmente presente como en Jesús. La gloria de Dios no solamente hace que el rostro resplandezcas sino que atraviesa con sus rayos todo el cuerpo, de tal forma que éste aparece sumergido en la gloria de Dios y absorbido por ella. ¿No es una respuesta a la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente» (Exo 16:16)? «La gloria que me has dado, yo se la he dado a ellos» (Jua 17:22a). En el reino del Padre los justos también «resplandecerán como el sol» (Jua 13:43) y los rayos de la gloria se transparentarán en ellos como en Jesús en este monte. Además se hacen visibles Moisés y Elías, el primer legislador y el primer profeta. Están al lado de Jesús como dos testigos. Moisés ha dado la ley que el Mesías ha llevado a la última perfección. Elías ha renovado la verdadera adoración de Dios, que Jesús perfecciona. Los dos «conversan» con Jesús. No hay ninguna grieta entre la antigua alianza y la nueva, no hay solución de continuidad con el gran tiempo pasado.
5 Todavía estaba él hablando, cuando una nube luminosa los envolvió y de la nube salió una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido; escuchadle. 6 Al oír esto los discípulos, cayeron rostro en tierra y quedaron sobrecogidos de espanto. 7 Entonces se acercó Jesús, los tocó y les dijo: Levantáos y no tengáis miedo 8 y cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a nadie, sino a él, a Jesús solo. 9 Y mientras iban bajando del monte, les mandó Jesús: No digáis a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.
Sobre el monte desciende una nube luminosa, la nube de la presencia divina. Se puso sobre el Sinaí, como se dice en el libro del éxodo: cuando «Moisés subió al monte, lo cubrió luego una nube. Y la gloria del Señor se manifestó en el Sinaí, cubriéndolo con la nube por seis días…» (Exo 24:15 s). La gloria de Dios llena el templo: «Al salir los sacerdotes del santuario, una niebla llenó la casa del Señor; de manera que los sacerdotes no podían estar allí para ejercer su ministerio por causa de la niebla; porque la gloria del Señor llenaba la casa del Señor» (1Re 8:10 s). La nube indica y al mismo tiempo encubre. Dios permanece en escondido y encubierto. Desde la nube resuena una voz que dice lo mismo que en el bautismo del Jordán: Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido. Ahora el mismo Padre testifica lo que Pedro había confesado por divina revelación (1Re 16:17). El camino hacia Jerusalén ya está tomado y el objetivo de la muerte ya está ante la mirada. Sobre este camino resuena la voz del Padre. Al Hijo ha dado el Padre su gloria, que no se destruye ni extingue en la muerte. Irradiará con el más intenso fulgor en la más profunda obscuridad. Y así Jesús puede decir en el Evangelio de san Juan que «tiene que ser levantado» (Jua 3:14). La más profunda humillación en realidad será el más alto ensalzamiento. Los enemigos injurian a Jesús y blasfeman contra él incluso en las horas de la pasión, en las que se le golpea, se hace burla de él y se le humilla. En toda circunstancia descansará sobre él la complacencia de Dios. Jesús es el siervo obediente, que recorre el camino de la pasión y de la expiación vicaria. Esta obediencia y esta humillación voluntaria son muy agradables a Dios. La unidad y el amor entre el Padre y el Hijo no se alteran, sino que se profundizan. Como conclusión, la voz exhorta: Escuchadle.
Cuando Jesús anunció la pasión, encontró oídos sordos y corazones embotados (Jua 16:23). Los pensamientos de Dios todavía son extraños y están cerrados para los pensamientos de los hombres, ¿Logrará Jesús formar a los hombres y hacerles penetrar en los pensamientos divinos? La voz del cielo confirma la doctrina del Mesías, sobre todo la necesidad de padecer la pasión (Jua 16:21), e invita a rechazar la tentación satánica salida de labios de Pedro (Jua 16:23). Lo que dirá Jesús, otra vez lleva el sello de la confirmación divina. Jesús había exhortado a «oir» (Jua 13:9) y «escuchar» (Jua 13:18); ahora Dios interviene, y manda escuchar con autoridad todavía superior. Los discípulos caen atemorizados rostro en tierra y tienen que ser alentados por Jesús: «Levantaos y no tengáis miedo.» Cuando se ponen en pie, solamente está Jesús. Han desaparecido los dos testigos, la nube y el fulgor luminoso de la figura de Jesús. Parece haber sido un sueño y sin embargo fue una realidad. El velo del mundo de Dios se dejó por un momento a un lado, y los testigos contemplaron la gloria descubierta. Dios se revela por medio de la palabra y de la figura. Da testimonio de sí a nuestros principales sentidos, el oído y la vista.
El camino normal de Dios es el camino que conduce a nuestro oído y, mediante el oído, a la obediencia del corazón. Pero a algunos elegidos Dios también se ofrece por medio de la visión. En el reino consumado la visión cabrá en suerte a todos: «Y nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejando como en un espejo la gloria del Señor, su imagen misma, nos vamos transfigurando de gloria en gloria…» (2Co 3:18). «Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es» (1Jn 3:2)… Al descender del monte Jesús ordena a los testigos que a nadie digan nada de la visión, antes que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos (1Jn 17:9). Así como deben mantener oculta la mesianidad de Jesús (1Jn 16:20), así también han de mantener oculto lo que acaban de ver. La razón es la misma. Los hombres deben obtener la salvación escuchando y obedeciendo, por medio del conocimiento de las señales y de la inteligencia creyente, y no por medio de noticias sensacionales. Sólo cuando Dios haya hablado definitiva y públicamente, y la mesianidad haya triunfado, en la resurrección de entre los muertos, se puede hablar de estos acontecimientos. Entonces la obra de Jesús queda concluida, y el alma creyente podrá descubrir y clasificar en Jesús los caminos de Dios. Así lo han hecho para nuestra fe los evangelistas en sus libros.
e) El retorno de Elías (Mt/17/10-13).
10 Y le preguntaron los discípulos: ¿Pues cómo es que dicen los escribas que primero tiene que venir Elías? 11 él respondió: Sí, Elías vendrá y lo restablecerá todo. 12 Pero yo os aseguro que Elías ya vino y no lo reconocieron sino que hicieron con él cuanto se les antojó; así también el Hijo del hombre padecerá de parte de ellos. 13 Entonces comprendieron los discípulos que les había hablado de Juan el Bautista.
Desde 16,15 los discípulos ya pueden hablar abiertamente de la mesianidad de Jesús. Pero para la fe judía existe un problema. Según la convicción general, antes del Mesías, Dios debe enviar a Elías. éste debe ser precursor y mensajero, el heraldo de la venida del Mesías. Así se decía en las últimas palabras del último profeta de Israel, Malaquías: «He aquí que yo os enviaré el profeta Elías, antes que venga el día grande y tremendo del Señor. Y él reunirá el corazón de los padres con el de los hijos, y el de los hijos con el de los padres; a fin de que yo en viniendo no hiera la tierra con anatema» (Mal 4:5 s). La fe de los contemporáneos se apoya en este texto. ¿Cómo ha de basarse ahora en él, si no se cumple la promesa de Dios? ¿No es un argumento contra la afirmación de Jesús de que él es el Mesías? Quizás para los discípulos que han visto pruebas más convincentes este argumento tiene menos fuerza que para los adversarios que ahora y más tarde pueden esgrimir este argumento contra lo que se exige. Jesús confirma que Elías vendrá y «lo restablecerá todo», pero entonces Jesús hace la declaración asombrosa de que Elías ya vino y no lo reconocieron. A Elías le ocurrió como a él mismo, o sea que permaneció desconocido, y su misterio quedó oculto a los hombres. Procedieron con Elías de acuerdo con su petulancia. No de acuerdo con la voluntad de Dios, sino de acuerdo con su propia voluntad, «como se les antojó». Estaban obcecados y procedieron mal. Hubiesen tenido que reconocer a Elías en sus acciones y en sus palabras. ¿No lo ha «restablecido todo», no ha allanado los caminos, rellenado los valles y rebajado los montes? ¿No estaban sobre el umbral de su vida las siguientes palabras: «Irá delante de él con el espíritu y poder de Elías…» (Luc 1:17)? ¿No ha anunciado Juan el último tiempo y sobre todo al más fuerte, que ya está dispuesto con el bieldo en la mano para limpiar el grano en la era, quemar la paja en el fuego y recoger el trigo en el granero de Dios (cf. 3,12)?
Su nombre no era Elías, pero cumplió el encargo de Elías, o sea ser profeta de ultima hora y preparar el pueblo para el reino de Dios. Si no habían ya reconocido esta «señal del tiempo», ¡cuánto menos reconocerán las señales del Mesías! Por eso el Hijo del hombre también tiene que sufrir la pasión, y por cierto ante ellos. Es la misma generación desobediente y obstinada, que se opone a los caminos de Dios y recorre sus propios caminos. Hemos leído que Herodes había sido la causa inmediata de la muerte del Bautista (14,3-12). Pero la culpa alcanza a todos, porque no siguieron la llamada de Juan y no se convirtieron. «Se presentó Juan ante vosotros por el camino de la justicia, y no creísteis en él» (21,32a). El Mesías también tiene que recorrer el mismo camino. Así la muerte del Bautista es iluminada con una nueva luz. No solamente es una consecuencia de un humor no dominado y del juramento irreflexivo de un príncipe. Juan no sólo es víctima del odio de Herodías, no es un profeta trágicamente fracasado, sino que es precursor de la salvación mesiánica en su muerte. En esto Juan llega a tener la más profunda semejanza con Jesús, Juan también, tuvo que morir como el grano que se echa al suelo, y sólo entonces produce fruto (cf. Jua 12:24). Los discípulos entienden esta instrucción. Se les ha solucionado otro enigma. Por medio de la palabra se les interpreta la figura del Bautista. Así se juntan -muy despacio, pero sólidamente- los anillos de la cadena. También se entenderán mejor a sí mismos, paso a paso. Sobre todo tienen que reconocer que, como testigos de Jesús, de su humillación y de su gloria, tampoco pueden evitar el camino de la pasión. Porque la vida viene de la muerte.
f) Curación de un lunático (Mt/17/14-21).
14 Cuando llegaron a donde estaba la multitud, se le acercó un hombre, se arrodilló ante él, 15 y le dijo: Señor, ten compasión de mi hijo, que está lunático y se encuentra muy mal, y muchas veces cae al fuego y otras al agua. 16 Lo he llevado a tus discípulos, pero no han sido capaces de curarlo.
Así como el centurión había rogado por su criado, y la mujer cananea por su hija, así ahora un hombre ruega por su joven hijo. Es lunático, y se lastima de diversos modos por esta enfermedad(*). El hombre quizás no quería molestar a Jesús, como el centurión, que no se consideraba digno de recibir a Jesús en su casa (8,8). Por eso intenta lograr primero la curación de su hijo por medio de los discípulos, y les ruega que liberen al muchacho de la enfermedad. Los discípulos no consiguieron curarlo. El interés del evangelista se ha concentrado en esta observación del hombre. Al evangelista no le interesa tanto la curación del muchacho como la instrucción de los discípulos sobre la fe. Lo que sucede en la curación se convierte en una catequesis sobre la fe. Puesto que los discípulos no le pudieron ayudar, el hombre tiene que volverse a Jesús. Se le aproxima, se postra de rodillas, y le suplica que tenga compasión de su hijo. ¿Qué hará Jesús? ¿Recompensará la confianza, como siempre ha hecho hasta ahora, y socorrerá al enfermo sin decir nada?
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* Entonces era tenida por una forma de posesión demoníaca. Cf. el relato circunstanciado de Mar 9:14-29, en que se describe la enfermedad como epilepsia.
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17 Jesús respondió: ¡Oh generación incrédula y pervertida! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo acá. 18 Jesús le increpó, el demonio salió del muchacho y éste quedó curado desde aquel momento.
La respuesta de Jesús al ruego del hombre hace temblar. Con un gemido lastimero exclama: «¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros?» Hacía ya mucho tiempo que había empezado la pasión del Mesías, sin que lo notaran los hombres, ni siquiera los discípulos. Son dolores que no podemos imaginarnos y que no podemos padecer. Tan graves dolores del alma no están causados por sufrimientos corporales ni tampoco por decepciones humanas, sino por el hecho de soportar la incredulidad, la experiencia de la esterilidad, de la aridez del campo y de la ineficacia del trabajo. Jesús abrió su alma «con gritos y lágrimas» en los días de su vida mortal (Heb 5:7). No sólo conmueve su alma la muerte, sino desde ya mucho tiempo antes la incredulidad. Jesús abrió su alma sólo a Dios, en el silencio de la noche, en la soledad del monte. Aquí la queja y el dolor brotan de él en público y sin reservas. Y por si fuera poco, también los discípulos pertenecen a la generación incrédula y pervertida. Aunque en otras ocasiones estén separados del pueblo y de los adversarios, aunque se les llame dichosos, porque ven y oyen (Heb 13:16 s), aquí parece que se haya olvidado todo. Es la fría muralla de la incredulidad la que está enfrente de Jesús. Este rasgo profundamente humano, que aquí sale a la luz, para nosotros es conmovedor y al mismo tiempo consolador. Conmovedor, porque llegamos a ser testigos de cómo sufre el Mesías, a pesar de que solamente nos trae bienes. Consolador, porque Jesús se muestra como verdadero hombre, para quien no es extraño ningún movimiento de las facultades sensitivas ni ninguna conmoción del alma. que también nos afecte a nosotros. Jesús manda que le traigan el joven y lo cura. Bastan unas palabras imperativas: Jesús le mandó. Entonces desaparece la enfermedad que había hecho presa en él. Jesús estaba enteramente de parte de Dios, y para él nada es imposible. Por eso Jesús posee un poder único, porque su propia confianza y su entrega a Dios son tan perfectas.
19 Entonces, acercándose los discípulos a Jesús, le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no hemos podido arrojarlo? 20 él les contesta. Por vuestra poca fe. Porque os aseguro que, si tuvierais una fe del tamaño de un granito de mostaza, diríais a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría; y nada os sería imposible (*).
Inmediatamente después sigue una conversación entre Jesús y los discípulos, a la cual estaba dirigida la narración de san Mateo. De nuevo se retiran y son instruidos separadamente. Los discípulos preguntan por qué no podían curar al muchacho. Jesús contesta concisa y atinadamente: Por vuestra poca fe. Aquí se hace una distinción. Ellos no pertenecen en el sentido estricto de la frase a la «generación incrédula». Su defecto no es la incredulidad, sino la poca fe, la fe insuficiente, todavía no desarrollada, que ha llegado a la plena comprensión y vigor, y que domina a todo el hombre. La fe existe, pero es mediocre, pusilánime, endeble. Si estuviera plenamente desarrollada, «diríais a este monte: Trasládate de aquí allá y se trasladaría». Es un ejemplo muy gráfico. Se dice en serio. Naturalmente en la vida de los discípulos y de la Iglesia no se trata de cambiar de lugar las montañas. La fe tiene que conseguir otra cosa, ha de transformar a los hombres y hacerlos aptos para Dios. Como el ojo de la aguja en lo que dijo el Señor sobre la riqueza (Heb 19:24), aquí el monte ha sido también escogido como ejemplo gráfico. La fe íntegra lo puede todo. Es audaz y arrojada, y se atreve a lo que en apariencia es imposible, como acontece con Pedro cuando salta de la barca para andar sobre el agua. La fe deja a Dios la solicitud por la comida y la bebida y por las demás necesidades de la vida, cuando ha comprendido la única cosa necesaria (cf. 6,33). Sobre todo no se debilita ni se equivoca en la prueba, en el sufrimiento, en la enfermedad, en la persecución, maledicencia, ultraje, incluso en la obscuridad de la muerte. El que en todo eso logra no agarrarse a su vida, sino dejarla en manos de Dios, hace algo mayor que mover un monte de un lugar a otro.
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* El versículo 21 dice así: «Y, además, que esta casta de demonios no se expulsa mediante la oración y el ayuno». El versículo falta aproximadamente en la mitad de los manuscritos antiguos y es probable que se haya introducido aquí a causa del pasaje paralelo de Mar 9:29.
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B) Segundo anuncio de la pasión (Mt/17/22-23).
22 Mientras andaban juntos por Galilea, les dijo Jesús: El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres, 23 y le darán muerte; pero al tercer día resucitará. Y ellos quedaron consternados.
Por segunda vez Jesús habla abiertamente de la pasión del Mesías. Esta vez habla de una forma algo más breve, y en parte con otras expresiones. Es significativo lo que se dice al comienzo: que ha de ser entregado en manos de los hombres. El que pertenece por completo a Dios, llegará a ser presa de los hombres. Podrán hacer con él, y de hecho lo harán, «cuanto se les antoje» cf. ]7,12). Manos de hombre le cogerán y atarán, le darán golpes, le oprimirán la cabeza con una corona de espinas, lo arrastrarán al monte y lo clavarán en la cruz. Realmente será puesto en manos de hombres, que vendrán a ser el instrumento de la arbitrariedad y de la violencia humanas. El mismo Dios deja de la mano a su Mesías, lo entrega. Lo da a la impotencia, sin liberarle de ella. Al primer anuncio Pedro había reaccionado con su apasionada protesta (16,22). Después del segundo anuncio solamente se dice que quedaron consternados. ésta es otra manera de responder a las palabras de la pasión: tristeza y resignación, que son también, a su manera, un modo de dejarse caer. La tristeza puede ser una simpatía y compasión humanas y ardientes, o también la gran tristeza por el estado del mundo (d. 5,4). Aquí la tristeza más bien es un desaliento de la voluntad humana de vivir, porque el sentido del mensaje todavía no se ha entendido.
h) Jesús y la contribución para el templo (Mt/17/24-27).
24 Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el impuesto de las dos dracmas y le preguntaron: ¿Vuestro maestro no paga el impuesto? 25 El contesta: Claro que sí. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se anticipó a decirle: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben impuestos o tributos los reyes de la tierra: de sus hijos o de los extraños?
En el recorrido por la Galilea (17,22) Jesús llega otra vez a «su ciudad», Cafarnaúm. Entonces vienen unos cobradores de impuestos y preguntan a Pedro si su Maestro paga el impuesto prescrito del templo. No era el impuesto que era recaudado para el imperio romano por medio del gobernador, sino un impuesto personal propio de los israelitas, Cualquier varón israelita adulto había de contribuir a conservar el templo y a mantener el ofrecimiento de sacrificios. Por abreviar aquí se dice solamente «el impuesto de las dos dracmas»; todos sabían a qué se hacía referencia con esta expresión (*). Es sintomático que aquí de nuevo se haga la pregunta a Pedro. éste contesta con naturalidad diciendo que sí. Jesús es un israelita con todos los derechos y obligaciones. Habla del templo con profundo respeto, aunque conoce el carácter provisional del templo (12,6); Jesús tiene el ofrecimiento de los sacrificios por una evidente obligación (cf. 5,23s).
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* IMPUESTOS/JUDIOS El impuesto personal, que se pagaba todos los años, fue introducido por Nehemías (Neh 10:32 s). Se recaudaba el mes de adar antes de la fiesta de la pascua y ascendía a medio siclo por persona. Medio siclo corresponde a dos dracmas, de aquí el nombre de didracma o dracma doble. Es la unidad básica griega como medio de pago. Al siclo israelita correspondía el estáter, que vale cuatro dracmas. El estáter que Pedro ha de sacar del pez, equivale al impuesto de dos personas: un estáter = 4 dracmas = un siclo. Cf. H. HAAG, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, Neh 4:1967. col.1965s.
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26 Al contestar él que de los extraños, le dijo Jesús: Por consiguiente, exentos están los hijos. 27 Sin embargo, para no darles motivo de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y al primer pez que pique, sácalo; luego le abres la boca, y encontrarás un estáter; tómalo y dáselo a ellos por ti y por mí.
Antes que Pedro pueda informar o pueda desembolsar lo que exige el cobrador de impuestos, se le anticipa Jesús con una pregunta. El diálogo a solas vuelve a tener lugar «en casa». Jesús aduce una comparación para ilustrar el caso. Los reyes de los reinos terrenales recaudan sus impuestos de los extraños, pero no de los que pertenecen al propio pueblo, por no hablar de los miembros de su propia familia. ¿Qué significa la comparación? Los hijos están exentos, sobre todo lo está el Hijo por antonomasia. Mediante la filiación de Jesús los discípulos participan en esta libertad, forman parte de la familia del Mesías (cf. 12, 46-50). Jesús no tiene necesidad de pagar ningún impuesto del templo, porque es el Hijo del Padre. En él hay uno «más grande que el templo» (12,6). Son palabras sublimes que, como aquellas otras: «Aquí hay uno que es más que Salomón» (12,42b), ponen de manifiesto quién es Jesús. Pedro lo había confesado (16,16), pero no lo había examinado minuciosamente en sus repercusiones prácticas. ¿Quién llegaría también a este pensamiento? Los caminos de la fe son extensos y ramificados. La fe penetra despacio y paulatinamente en todos los ámbitos de la vida, de tal forma que la más pequeña cuestión, por trivial y práctica que sea, ha de ser vista y solucionada a la luz de la fe. De nuevo surge la posibilidad del escándalo. Jesús la toma tan en serio, que en esta cuestión incluso procede de una manera distinta de la que piensa según los principios. Pero procede de un modo soberano. No se sacan las dos dracmas de la caja común, sino que hay que encontrarlas. Por medio del pequeño milagro debe patentizarse que el mismo Dios cuida de este asunto. Así se echa de ver la exención del Mesías, se honra a Dios y no se da escándalo a los hombres. En la vida de la Iglesia también hay situaciones, en las que tiene que ser tenido en cuenta el escándalo de los demás. A menudo no se puede hablar con una claridad total o no se puede proceder con una consecuencia radical para no derribar más que construir. No es fácil encontrar estos caminos. Y junto a ellos están al acecho los peligros de ilusión, del temor a los hombres o de táctica. Sólo la fe íntegra, capaz de trasladar montañas, puede recorrer estos caminos con seguridad.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Una visión de la gloria de Jesús (ver Mar. 9:2-13; Luc. 9:28-36). La referencia al tiempo excepcionalmente preciso (seis días después) puede tener la intención de ligar este episodio íntimamente con las palabras de Jesús en 16:28: aquí, por unos breves momentos, algunos de los que estaban con Jesús lo “vieron” en su gloria real. Todo el relato se da desde el punto de vista de los discípulos como una revelación para ellos de quién era de verdad Jesús. Como tal, forma un contrapeso a los anuncios deprimentes de 16:21 ss. Más allá de la muerte está la gloria y ya estos tres discípulos tienen el privilegio de ver el telón corrido. Son tres los elementos que se suman para dar una afirmación extraordinaria de Jesús como más que un Mesías meramente humano.
Primero, su aspecto cambiado (transfigurado), en una luz brillante (2) y una nube brillante (5), confirma que él no es solamente un portavoz de Dios, sino que es diferente en sí mismo de otros profetas.
Segundo, está ligado con Moisés y Elías, dos de los más grandes por medio de los cuales Dios salvó y habló a su pueblo en tiempos pasados (aunque ambos, como Jesús, sufrieron el rechazo del pueblo de Dios). Se esperaba popularmente que volvieran para inaugurar la edad mesiánica, de manera que su aparición aquí proclama a Jesús como el Mesías.
Tercero, como en el bautismo de Jesús (3:17), Dios mismo lo confirma como su Hijo. Si esto es cierto, sus discípulos deben oírle, a pesar de que hubieran encontrado sus palabras intimidantes en 16:21 ss.
Era demasiado para comprenderlo. ¡La proposición inapropiada de Pedro de construir enrramadas para Jesús y sus augustos visitantes sobre la montaña fue ignorada atinadamente! Los tres discípulos estaban aterrorizados y se les dijo otra vez que lo tuvieran en secreto (9; cf. 16:20). Es fácil imaginar las consecuencias desafortunadas que pudieran haber resultado de la información mal dada acerca de este incidente espectacular.
En los vv. 10-13 los discípulos seguían tratando de descifrar el significado de lo ocurrido: ¿Sería esta breve visión el retorno prometido de Elías (Mal. 4:5, 6)? Jesús señaló que el verdadero cumplimiento de esa profecía ya había ocurrido en la predicación y sufrimiento de Juan el Bautista. De manera que el tema del sufrimiento requerido, el que los discípulos esperaban que habría sido cancelado por la visión de gloria, se reafirma, tanto para Jesús como para Juan.
Notas. 1 El monte alto no es identificado. El monte Hermón, que es el más elevado de la zona, está cerca de Cesarea de Filipo (16:13); pero otros sitios han sido sugeridos. 4 Lo propuesto por Pedro puede haber sido un deseo espontáneo de ofrecer la hospitalidad que él pudiera; pero también puede haber sido que él quería asegurar la visión en una forma más sólida.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
17.1ss La transfiguración fue un vislumbre de la gloria del Rey (16.27, 28). Fue una revelación especial de la divinidad de Jesús a tres de los discípulos y una ratificación divina de Dios de todo lo que Jesús había realizado y estaba por realizar.17.3-5 Moisés y Elías fueron dos de los más grandes profetas en el Antiguo Testamento. Moisés representa la Ley. Escribió el Pentateuco y predijo la venida de un gran profeta (Deu 18:15-19). Elías representa a los profetas que anunciaron la venida del Mesías (Mal 4:5-6). La presencia de ambos con Jesús confirma su misión mesiánica: cumplir la ley de Dios y las palabras de los profetas de Dios. De igual forma como la voz de Dios en las nubes sobre el monte Sinaí dieron autoridad a la ley (Exo 19:9), la voz de Dios en la transfiguración dio autoridad a las palabras de Jesús.17.4 Pedro quiso construir tres refugios para que aquellos tres hombres sobresalientes se quedaran. Sin embargo, no era hora de actuar, sino de alabar y adorar. Pedro quería prologar el momento, pero debía aprender y avanzar. Había percibido a Cristo como igual a los demás, pero Cristo es infinitamente mayor y uno no puede igualarlo con nadie.17.5 Jesús es más que un simple líder famoso, más que un buen ejemplo, una buena influencia o un gran profeta. El es nada menos que el Hijo de Dios. Cuando usted percibe esta verdad profunda, la única respuesta adecuada es la adoración. Cuando comprenda bien quién es Cristo, querrá obedecerle.17.9 Jesús dijo a Pedro, Santiago y Juan que no debían contar lo que vieron hasta después de su resurrección, porque sabía que no lo habían comprendido totalmente y en consecuencia no lo podrían explicar. Sus preguntas (17.10ss) indican que no habían comprendido. Sabían que era el Mesías, pero tenían mucho más que aprender acerca del significado de su muerte y resurrección.17.10, 12 Basado en Mal 4:5-6 los maestros de la ley del Antiguo Testamento creían que Elías debía aparecer antes que el Mesías. Jesús se refería a Juan el Bautista, no a Elías el profeta del Antiguo Testamento. Juan el Bautista, asumiendo el rol profético de Elías, confrontó en forma audaz el pecado y condujo a la gente hacia Dios. Malaquías mucho antes había profetizado que un profeta similar a Elías vendría (Mal 4:5).17.17 A los discípulos se les había dado autoridad para sanar, pero no habían aprendido aún cómo apropiarse del poder de Dios. La frustración de Jesús estaba dirigida a la generación incrédula e indiferente. Sus discípulos, en esta instancia, eran un mero reflejo de esa actitud. El propósito de Jesús no fue criticar a los discípulos sino estimularlos a que ejercieran la fe.17.17-20 Los discípulos fueron incapaces de echar fuera a aquel demonio, y por eso le pidieron a Jesús una explicación. Este se refirió a su falta de fe. Es el poder de Dios, y no nuestra fe, lo que mueve montañas, pero la fe debe estar presente. La semilla de mostaza es más pequeña de lo que uno se puede imaginar. Una fe pequeña o sin desarrollo hubiera sido suficiente. Tal vez ellos procuraron sacar al demonio con su propia capacidad en lugar de hacerlo con el poder de Dios. Hay un gran poder aún en una fe pequeña cuando Dios está con nosotros. Si nos sentimos débiles o incapaces como cristianos, debiéramos examinar nuestra fe, asegurándonos de que no estamos confiando en nuestra propia capacidad para obtener resultados sino en la de Dios.17.20 Jesús no condenó a los discípulos por su falta de fe, sino que les mostró cuán importante sería la fe en su ministerio futuro. Si usted está enfrentando un problema que parece grande e inconmovible como una montaña, deje de mirar la montaña y busque más a Cristo con fe. Sólo así su obra para El será útil y vibrante.17.22, 23 Una vez más Jesús predijo su muerte (véase 16.21), pero aún más importante, fue que se hablara de su resurrección. Desafortunadamente, los discípulos sólo oyeron la primera parte de las palabras de Jesús y llegaron a desalentarse. No entendieron por qué Jesús quiso volver a Jerusalén, al centro del conflicto.Los discípulos no entendieron totalmente el propósito de la muerte y resurrección de Jesús hasta el Pentecostés (Hechos 2). No debiéramos recriminarnos por ser lentos para entender lo referente a Jesús. Después de todo, los discípulos estuvieron con El, vieron sus milagros, oyeron sus palabras y aún así tuvieron dificultad para comprender. Más allá de sus preguntas o dudas, sin embargo, ellos seguían creyendo. Nosotros no podemos hacer menos.17.22, 23 Los discípulos no entendían por qué Jesús seguía refiriéndose a su muerte, si ellos esperaban que El estableciera un reino político. La muerte del Señor terminaría con sus esperanzas. No sospechaban que la muerte y resurrección de Jesús haría posible su Reino.17.24 Todos los varones judíos tenían que pagar un impuesto al templo para cubrir los gastos de mantenimiento (Exo 30:11-16). Sólo Mateo registra este incidente, quizá porque él había sido un cobrador de impuestos.17.24-27 Como de costumbre, Pedro contestó una pregunta sin saber de veras la respuesta, poniendo a Jesús y a los discípulos en una situación incómoda. Jesús usó esta experiencia, sin embargo, para enfatizar su rol soberano. Así como los reyes no pagan impuestos ni cobran impuestos de sus familias, Jesús, el Rey, no debía nada. Pero Jesús proveyó para el pago de los impuestos en favor suyo y de Pedro para no ofender a los que no entendían su reino. Cristo le mostró dónde obtener el dinero, pero Pedro tuvo que ir a buscarlo. Entendemos que todo viene de Dios, pero El quiere que participemos en el proceso.17.24-27 Como pueblo de Dios, somos extranjeros en la tierra porque nuestra fidelidad es siempre a nuestro Rey soberano: Jesús. Sin embargo, tenemos que cooperar con las autoridades y la ciudadanía responsable. Un embajador al estar en otro país respeta las leyes locales a fin de representar bien al que lo envió. Somos embajadores de Cristo (2Co 5:20). ¿Es usted un buen embajador de El en este mundo?
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 780 Mar 9:2; Luc 9:28; 2Pe 1:18
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
un monte alto. El lugar tradicional de la transfiguración es el monte Tabor, situado a unos 17 km al sudoeste del mar de Galilea; pero el sitio más probable es el monte Merón, la montaña más alta en Israel con 1,300 m de altura y situada entre Cesarea de Filipo y Capernaúm, a unos 17 km al noroeste de Capernaúm.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) La narración que se extiende de 13:53 a 17:8 describe la manera de seguir al Rey celestial, desde el momento en que fue rechazado hasta el inicio de la manifestación del reino. Sus seguidores no sólo participaron del rechazo que El sufrió a manos de los judíos (13:53-58), sino que también fueron perseguidos e incluso martirizados por el sistema político de los gentiles (14:1-12). Aunque estuvieron con El en un lugar desierto en una situación de pobreza, recibieron Su pródigo cuidado (14:13-21). Cuando estaban en el mar tempestuoso y el viento les era contrario, El anduvo en el mar, calmó la tormenta y los llevó hasta su destino (14:22-34). Luego, muchos enfermos fueron sanados al tocarle (14:35-36), pero los que adoraban hipócritamente a Dios vinieron a molestarlo con preguntas, porque los seguidores del Rey celestial quebrantaban la tradición (15:1-20). Entonces Sus discípulos lo siguieron a una región de gentiles, donde fue sanada una endemoniada de origen gentil (15:21-28). Después, lo siguieron junto al mar de Galilea y subieron con El al monte, donde enfermos de toda clase fueron sanados y donde la necesidad de Sus seguidores y de la multitud fue de nuevo suplida abundantemente en medio de un desierto (15:29-39). Luego, tanto los fundamentalistas como los modernistas de aquel día vinieron para tentarlo, y El dio a entender que moriría y que esto sería una señal para ellos en particular (16:1-4). Luego, El mandó a Sus seguidores que se guardaran de la levadura de los fundamentalistas y de los modernistas (16:5-12). Después de todo eso, llevó a Sus seguidores a la frontera de la Tierra Santa, cerca de una tierra gentil, para que recibieran una revelación acerca de El, de la iglesia y de la cruz como el camino para entrar en el reino (16:13-28). Finalmente los introdujo en la gloria en la manifestación del reino (vs.1-8).
1 (2) Puesto que la transfiguración del Señor sucedió seis días después de las revelaciones acerca de Cristo y la iglesia (dadas al pie del monte Hermón) en el cap.16, el monte alto que se menciona aquí debe de ser el monte Hermón. Para recibir la revelación acerca de Cristo y la iglesia, debemos estar lejos del ambiente religioso; pero para ver la visión del Cristo transfigurado, necesitamos estar en un monte alto, muy por encima del nivel terrenal.
1 (a) VS.1-9: Mar_9:2-9 ; Luc_9:28-36
1 (b) Mar_5:37 ; Mat_26:37
1 (c) Rev_21:10
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
seis días después. Luc 9:28 dice: «como ocho días después», incluyendo el día del comienzo y el del final, así como los seis días de intervalo entre ambos.
a Pedro, a Jacobo y a Juan. El círculo más intimo de los discípulos.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
107 (N) La transfiguración (17,1-13). Cf. Mc 9,12-13; Lc 9,28-36. 1. seis días después: Cf. Éx 24,13-16, donde Dios se revela a Moisés después de seis días; Dt 16,13-15, el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Pedro, Santiago y Juan. La tríada aparecerá de nuevo en Getsemaní (Mt 26,37). una montaña alta: Montaña simbólica de la revelación, una especie de Sinaí galileo. Tal vez se refiera más al Carmelo que al tradicional Tabor o el Hermón, cuyo aspecto lo haría un buen candidato, aunque la localización no sea fundamental. 2. él fue transfigurado: El motivo de la metamorfosis es tan común en el paganismo clásico (cf. Ovidio, Metamorfosis), que Lucas pensó que lo mejor era evitar el término. Así que no es esencial para comprender el acontecimiento, como la luz: Jesús se convierte en un ser luminoso; su naturaleza se hace luminosa, transparente a la mirada de sus discípulos. Ésta es la idea central (cf. Éx 34,29.35). 3. Moisés y Elías: Los insignes videntes de Dios en el AT; ambos estaban relacionados con el Sinaí-Horeb, y eran los representantes, respectivamente, de la ley y de los profetas (concretamente, de los profetas galileos, que eran itinerantes y realizaban milagros). 4. Señor: Mateo traduce correctamente el término marcano rabbi, que en Marcos no se refiere a un maestro judío sino que representa un uso arameo más antiguo, lit., «mi grandeza», una forma de dirigirse respetuosamente a Dios, los ángeles y los soberanos terrenos. tres tiendas: Sin duda alguna, se trata de una referencia a la fiesta judía de los Tabernáculos, Tiendas o Chozas (en el sentido de sukkot, «cobertizos», Lv 23,42; Neh 8,14-18). Este contexto litúrgico es la clave del significado del acontecimiento. 5. una nube luminosa: Representa la presencia divina, la shekinah, la nube del misterio en la que se encuentra y se escucha a Dios; véase la representación de la nube negra en el mosaico Beth Alpha (cf. E. L. Sukenik, The Ancient Synagogue of Beth Alpha [Jerusalén 1932]). Éste es mi Hijo amado: A las referencias que el texto marcano hace al Sal 2,7 y Dt 18,15, Mateo añade una de Is 42,1. Jesús es aquí designado Hijo de Dios, Siervo sufriente y profeta como Moisés. La ley, los profetas y los libros sapienciales dan testimonio de Jesús. 6. llenos de miedo: Mateo explica el temor más como reacción al mandato divino que a la visión en sí misma (a diferencia de Marcos). 7. tocándolos: El toque de Jesús les hace superar su temor y, tal vez, los consagra para el ministerio posterior. 8. Jesús sólo: Moisés y Elías se han retirado, es decir, han disminuido en significado ante la revelación plena en Jesús. 9. la visión: Al denominar visión a este acontecimiento, Mateo ofrece una clave sobre su naturaleza. Algunos autores lo han considerado como una visión que tuvo Pedro mientras estudiaba la Escritura durante la fiesta de los Tabernáculos, mediante la que recibió una perspectiva más profunda sobre la función de Jesús. En este sentido, el relato sería una exteriorización de un acontecimiento espiritual interno, y, por tanto, resultaría imposible definirlo como prepascual o pospascual. Notemos la influencia apocalíptica de Dn 8,17; 10,9-10. La aplicación del suceso al destino de los cristianos aparece en Rom 12,2; 2 Cor 3,18; cf. 2 Pe 1,16-18; 2 Tim 1,8.10.11. Elías: cf. Mal 3,23-24. debe venir primero: No significa antes de la llegada del Mesías, sino antes de la resurrección de los muertos (Dn 12,2) o antes de la resurrección del Hijo del hombre (cf. J. A. Fitzmyer, JBL104 [1985] 295-96). 12. Cf. 1 Re 19,2.10; Sal 22,6; Is 53,3. 13. El Bautista había sido ya identificado con Elías en 11,14. En Mateo los discípulos comprenden, mientras que en Marcos nada se nos dice sobre este asunto.
(Chilton, B. D., «The Transfiguration», NTS 27 [1980-81] 115-24. Nützel, J. M., Die Verklarungserzahlung im Markusevangelium [Wurzburgo 1973].)
108 (O) La curación del lunático (17,14-20). Cf. Mc 9,14-29; Lc 9,37-43. De nuevo, Mateo abrevia su fuente marcana. 15. Señor: Mateo cambia el término marcano «maestro» por el más reverente de «señor», y hace que el hombre se arrodille ante Jesús en señal de fe. lunático: Mediante el vocablo griego seleniazesthai, «atacado por la luna», se describía antiguamente la epilepsia, que es un desorden nervioso que provoca convulsiones violentas transitorias. Si no recibía ayuda, el epiléptico podía morir por los efectos del ataque, p.ej., podía caer en el fuego o en el agua. 16. no han podido curarlo: Emerge aquí una clara indicación de que los discípulos de Jesús no eran unos sanadores tan efectivos como el mismo Jesús; pero cf. Jn 14,12. 17. incrédula: cf. Dt 32,5.20. En el caso de los discípulos, el v. 20 suavizará la acusación de «poca fe». 20. fe como una semilla de mostaza: Los discípulos tienen una fe de comprensión y aceptación, pero carecen de la confianza suficiente. Mateo obtiene esta imagen de Q (Lc 17,6). La imagen de la montaña arrojándose al mar se encuentra también en Mc 11,23. nada será imposible: cf. Mc 9,23. Todo el episodio se convierte así en una instrucción a los discípulos sobre el poder de la fe confiada.
109 (P) Segunda predicción de la pasión (17,22-23). Cf. Mc 9,30-32; Lc 9,34-45. Ésta es la más breve e imprecisa de las predicciones (cf. 16,21; 20,18.19); tal vez representa la forma más antigua. 22. Mateo suprime el motivo marcano del secreto. El Hijo del hombre se identifica con Jesús, cuyo destino es sufrir, una idea que no se encuentra en Dn 7,13. será entregado: El pasivo puede connotar la acción divina (realizada a través de Judas), hombres: No se inculpa específicamente a los judíos ni a los gentiles. 23. lo matarán: No se especifica el procedimiento de ejecución, será resucitado: De nuevo, Dios es el agente, se entristecieron: La tristeza de los discípulos indica que comprenden, al menos en parte, el destino trágico de Jesús.
110 (Q) La moneda en la boca del pez (17,24-27). Este extraño episodio se encuentra solamente en Mateo. La mayoría de los autores suponen que el impuesto en cuestión es el impuesto del templo, pero, de hecho, se han propuesto cuatro tipos diferentes de impuestos como asunto del relato. Si era un impuesto civil, el significado del relato es el mismo que el de 22,15-22. Si informa de un incidente de la vida de Jesús, el impuesto sería de tipo religioso para el mantenimiento del templo (cf. Ex 30,13-14) . Si el relato procede de la redacción mateana y se refiere a la situación posterior al año 70 d.C., como parece más probable, el impuesto se referiría al del templo de Júpiter Capitolino de Roma (que, en cuanto colaboración con el culto pagano, sería ofensivo tanto para los judíos como para los cristianos) o bien a una colecta para financiar las escuelas (rivales) de Yamnia como signo de solidaridad con los otros judíos (así opina W. G. Thompson). Este último sentido sería altamente paradójico, puesto que Yamnia ya había proscrito a los judeocristianos. Tanto en este sentido, como también en el sentido de hallarse bajo el señorío de Jesucristo, la Iglesia de Mateo ya había roto con la «otra» sinagoga, pero en otros asuntos, como la devoción a la ley y el sentimiento de ser el verdadero cumplimiento de Israel, no se había producido la ruptura. El impuesto puede referirse, por consiguiente, al pago a Yamnia, pero no tenemos una certeza total. La escena se desarrolla en dos partes. En primer lugar, el diálogo entre los publícanos y Pedro (v. 24); y, en segundo lugar, el diálogo entre Jesús y Pedro, que se convierte en una discusión académica (w. 25-27). 26. por tanto, libres están los hijos: Emerge un auténtico modo de pensar paulino (Rom 114,13; 1 Cor 8,13; 9,1). No se trata de la libertad de la ley, sino de la libertad con relación a Yamnia (y a la autoridad romana). 27. para que no se escandalicen: Mateo muestra aquí su diplomacia ecuménica y su buen sentido pastoral. El escándalo será un tema principal del cap. 18, respecto al cual esta unidad funciona como introducción. No es un relato de milagro, puesto que no se describe ninguno.
(R. J. Cassidy, CBQ 41 [1979] 571-80).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Estos versículos contienen la narración de uno de los acontecimientos más notables que tuvieron lugar al principio del ministerio de nuestro Señor: el acontecimiento conocido comúnmente con el nombre de la transfiguración. El orden en que se refiere es bello á la vez que interesante. La última parte del capítulo anterior trata de la cruz, es decir, los padecimientos del creyente; en este pasaje el Espíritu misericordiosamente nos ha permitido ver algo del galardón futuro. Los corazones que habían sido apesarados con la descripción de la pasión del Redentor, se regocijan á su turno con la contemplación de su gloria.
Cierto es que mucho de lo que en el pasaje se relata es para nosotros misterioso. Fuerza es que así sea; puesto que hallándonos aún revestidos de un cuerpo material, nuestros sentidos están en contacto con las cosas materiales y nuestras ideas acerca del cuerpo glorificado tienen que ser muy vagas y deficientes.
Prescindiendo, pues, de lo abstracto, nos ceñiremos al examen de aquellas verdades de carácter práctico que de la transfiguración se desprenden.
Ofrécenos, ante todo, un admirable tipo de la gloría en que Cristo y su pueblo aparecerán en el segundo advenimiento.
El objeto del rostro resplandeciente como el sol y la vestidura brillante como la luz era presentar ante los ojos de los discípulos una vislumbre de la gloria venidera. Se levantó un extremo del velo, y vieron ellos la majestad de su Maestro, y viéndola pudieron comprender que si aún no había aparecido con la dignidad de rey, era porque aún no se había llegado el tiempo de ponerse las insignias reales. He aquí la razón por la cual San Pedro dijo con alusión á la transfiguración: » Como habiendo con nuestros propios ojos visto su majestad.» 2 Pedro 1.16. Otro apóstol también dice con relación al mismo suceso: «Y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre.» Juan 1.14.
También nos presenta una prueba incontestable de lo reales que son la resurrección del cuerpo, y la vida venidera. Moisés y Elías aparecieron con Jesucristo de una manera visible y rodeados de gloria. Se les vio en forma corporal, y se les oyó hablar con nuestro Señor. Hacia mil cuatrocientos ochenta años que Moisés había sido sepultado; y más de novecientos que Elías había ascendido al cielo en un torbellino.
Ahora bien, que dos hombres que hacia tiempo habían partido de este mundo, se presentasen en el cuerpo, es una especie de garantía de la resurrección de todos los mortales. El aniquilamiento es una quimera. Todos los que hayan vivido en la tierra serán vivificados de nuevo para que rindan sus cuentas. Los que hayan fallecido en la fe de Jesucristo habitarán en una morada de salvación–todos, desde los patriarcas, los profetas, los apóstoles y los mártires hasta el más humilde siervo de Dios. Que sus espíritus viven es tan seguro como que nosotros existimos, y que aparecerán algún día en cuerpos glorificados es tan seguro como que Elías y Moisés aparecieron en el monte de la transfiguración. Estos pensamientos son de inmensa trascendencia. La resurrección es innegable: que hombres como Festo tiemblen, y hombres como Pablo se regocijen.
Preséntasenos, finalmente, es estos versículos una atestación notable de la infinita superioridad de Jesucristo respecto de todos los hombres.
Pedro, aturdido por la visión celestial, y no sabiendo qué decir, propuso que se construyesen tres tabernáculos, uno para Jesús, otro para Moisés y otro para Elías. De ese modo parecía colocar al legislador y al profeta al nivel de su Maestro, como si los tres fuesen iguales. Tal proposición fue al momento rechazada con decisión. Moisés y Elías fueron envueltos en una nube y desaparecieron. Al propio tiempo una voz que procedió de la nube repitió las palabras solemnes que fueron pronunciadas al bautismo de nuestro Señor: » Este es mi Hijo amado, en el cual tomo contentamiento: á él oíd.» Esa voz dio á entender á Pedro que había allí un Ser superior á Moisés y á Elías. Moisés había servido á Dios con fidelidad, y Elías había proclamado la verdad con intrepidez; más Jesús era infinitamente superior á ellos: El era el Salvador á quien la ley y los profetas se habían referido constantemente, el verdadero profeta que todos debían acatar.
Deut. 18.15. Cristo era el verdadero sol: ellos los satélites que debían recibir de El la luz diariamente; El era la raíz, ellos los ramos; El era el amo, ellos los siervos.
Esas palabras son una lección enunciada para provecho de toda la iglesia. Los hombres, por buenos que sean, no pueden ser más que hombres. Los patriarcas, los profetas y los apóstoles; los mártires, los Padres, los reformadores y los puritanos–todos han sido pecadores y han necesitado un Salvador. Cierto es que han sido rectos, útiles y honorables; mas han sido pecadores. Jamás debemos consentir que medien entre nosotros y Cristo. El es el único á quien se ha encomendado la misión de darnos el pan de la vida. Solo El tiene en sus manos las llaves del cielo. Cuidemos pues de acatar su voz y de seguir en pos de El.
Fuente: Los Evangelios Explicados
después de seis… Es decir, el séptimo. Mar 9:2 tiene el mismo registro. En su forma latina, Lucas (Luc 9:28) adiciona el día de entrada y de salida (como ocho días).
Fuente: Biblia Textual IV Edición
O, Santiago
Fuente: La Biblia de las Américas
Mar 9:2 da el mismo número. Luc 9:28 dice como ocho porque, al estilo latino, cuenta el día de entrada y el de salida, ademas del intervalo.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
La Transfiguración del Señor. Cura a un endemoniado. Paga el tributo al César, dando ejemplo con esto de que se debe dar al César lo que es del César.
1 a. San Lucas dice, que pasaron como ocho días; lo que parece no ser conforme a este lugar: pero San Lucas no pone absolutamente ocho días, sino fere octo dies, cerca de ocho días, como contando seis días enteros, y alguna parte de los dos extremos.
2 b. El Señor, sabiendo el escándalo que su muerte había de causar en el corazón de sus discípulos, quiso anticipadamente fortificar su fe, y prevenir este escándalo. Así que no se contentó con asegurarles, que después de muerto resucitaría, sino que quiso que viesen en su transfiguración un rasgo de aquella gloria y de aquella majestad que tiene en el cielo.
c. El Griego: hós tó fós, brillante como la luz. Este monte, en donde se transfiguró el Señor, fue el Tabor, como se cree, según la antigua y constante tradición de la Iglesia. Dista dos leguas de Nazaret por la parte oriental.
3 d. Se les aparecieron; esto es, vieron ellos a Moisés y a Elías, los cuales representaban la ley y los profetas dando testimonio del Evangelio. Santo Tomás es de dictamen que Moisés y Elías se dejaron ver en sus propias personas y realmente, haciendo Dios con su infinito poder, que el alma del primero saliera del limbo o seno de Abraham, y tomara un cuerpo visible; y que el segundo viniera del paraíso terrenal, o del lugar reservado donde la providencia de Dios lo conserva vivo hasta el fin del mundo.
e. San Lucas dice y expresa lo que trataban entre sí; esto es, de la muerte que había de padecer el Señor en Jerusalén.
4 f. San Pedro no se había aprovechado de la severa reprensión que el Señor le hizo, y parece, que no tenía aún gusto sino de las cosas humanas; porque no contaba con las antiguas profecías, ni con lo que trataban entre sí el Señor, Moisés y Elías. No osaba oponerse a las claras a que padeciese su Maestro; porque le había tratado de contrario en otra ocasión que quiso resistirle; pero lo procuraba por rodeos. San Juan Crisóstomo. Todo esto lo hablaba, sin saber lo que se decía; como lo explica San Marcos (cap. 9), y San Lucas (9,33), puesto que de este modo se oponía a la redención de todos los hombres, y a la suya propia.
5 g. Esta era la misma voz del Padre, que se dejó oír en el Jordán, cuando el Señor fue bautizado por el Bautista (3,17). Aquí se añade: A él escuchad; esto es, creedle, y poned en él toda vuestra confianza; obedecedle en todo lo que os diga.
9 h. No quiso el Señor que los Apóstoles contasen a un pueblo todo carnal lo que habían visto, temiendo que la grandeza del prodigio los hiciese más incrédulos; y que después de haber oído esta transfiguración tan gloriosa, sirviese de escándalo su muerte a unos espíritus tan groseros en la inteligencia de los secretos de la divina Sabiduría. San Jerónimo. San Lucas (9,36) dice: que guardaron silencio sobre las cosas que habían visto, que entonces no las descubrieron a ninguno. Pero San Pedro, después de la resurrección del Señor, las publicó en sus sermones y cartas (2Pe 1,18). San Marcos (9,9), dice que los Apóstoles disputaban entre sí, preguntándose uno a otro: ¿qué querían decir aquellas palabras, resucitar de entre los muertos? Y es, que no entendían que el Señor hablaba de su resurrección.
10 i. Los escribas o doctores de la ley confundían las dos venidas del Señor: la primera en carne mortal para redimir al hombre; y la segunda en todo el lleno de su gloria para juzgar al mundo; y así intentaban probar, que Jesús no era el Cristo o el Mesías prometido, porque según la profecía de Malaquías (4,5), debía antes venir Elías. Mas el Señor instruyó a sus discípulos diciéndoles, que Elías debía venir antes de su segunda venida a restablecer todas las cosas; esto es, a obligar a los judíos a que entrasen en el camino de la verdad y de la justicia, y a que reconociesen a su libertador; pero que por lo que hacía a su primera venida, ya había venido Elías, esto es, el Bautista, el cual era Elías en la virtud y en el espíritu; aunque los judíos en vez de reconocerle por tal, le habían perseguido hasta quitarle la vida; y que lo mismo harían con él.
11 j. MS. É restotará.
14 k. MS. Que es alunado, e mal trecho. Porque el demonio le hacia padecer del mismo modo que si lo estuviera.
16 l. MS. Descreyente.
m. Estas palabras del Salvador recaían generalmente sobre todos los judíos, y también sobre los Apóstoles, como observa San Juan Crisóstomo, y principalmente sobre el padre del muchacho, que como escribe San Marcos (9,21), pidió esta gracia al Salvador dudando de su poder. Si puedes, le dijo, socórrenos.
17 n. Hebraísmo, por cuanto el relativo precede a su antecedente.
18 o. El pronombre relativo del texto latino illum apela sobre el acusativo daemonium del verbo antecedente, sin embargo de que no concierta con él en género; sin duda porque el autor de la versión latina tuvo presente el daimónios ó dáimon, que es del género masculino.
19 p. La poca fe que mostraron en este caso los Apóstoles, fue causa de que no curasen a aquel muchacho, y mereció la justa reprensión de Jesucristo.
q. Una fe activa, fervorosa, eficaz, que son las propiedades que tiene la mostaza después de molida.
r. No todos los milagros que hicieron los Apóstoles quedaron escritos; y es cierto que hubieran podido trasladar los montes en fuerza de su oración y de su fe, si la necesidad lo hubiera pedido, como leemos que resucitaron muertos, que es mayor obra que trasladar los montes. San Crisost. Y algunos santos, como Eusebio cuenta de San Gregorio obispo de Neocesarea, hicieron iguales o semejantes prodigios.
20 s. De demonios.
21 t. Conversando. El Griego: anastrefoménon dé autón, volviendo a ellos; pues el Señor tomando el camino de Jerusalén atravesó Galilea.
22 u. MS. Ellos fueron muy corrozosos é tristes.
23 v. El tributo del didracma. Didrachma en plural, de didrachmum, era una moneda que valía dos dracmas y equivalía a cuatro reales de vellón nuestros. Era igual a la mitad de un siclo de plata; porque este, según Josefo, lib. III, Antiq. cap. XXIII, era una moneda de los hebreos, que valía cuatro dracmas áticas. Y el siclo valía lo mismo que el stater, como se prueba por el v. 26. Stater se llama así del verbo histánai, pesar. No consta si fue Pompeyo o Augusto el que puso a los judíos este tributo. Pero Moisés ya les había impuesto igual tributo personal por orden del Señor (Éx 30,13).
24 w. De los vasallos, que no son sus hijos.
25 x. Los hijos que lo son por naturaleza. Y así yo estoy libre de tributos, porque soy hijo del Rey que lo es de este reino, y de todos los del mundo. Fuera de esto Cristo era del linaje y casa de David; y los que son de sangre y prosapia real están libres de pagar tributos, como generalmente sucede en todos los reinos. Y en este sentido, filiis suis se entiende de su familia o descendencia.
26 y. Mas para que no demos ocasión de escándalo a los que ignoran que yo estoy libre de pagar este tributo, ve Pedro a la mar, echa tu anzuelo, etc.
Fuente: Notas Bíblicas
[2] Referencia Shem Tov.
[3] Este es el sentido verdadero de Su venida. Para buscar y rescatar a las ovejas descarriadas de Israel.
[4] El punto aquí es que Yahshua tiene cuidado por cada una de las ovejas perdidas de Israel, incluyendo a aquellos que todavía creen que solamente son creyentes gentiles.
[1] Guardadores de la Torah.
[2] Moadim/Fiestas y Shabát.
[3] El remanente Israelita, congregándose en Su verdadero Nombre.
[4] Entre Judah y Efrayím debe de haber una ilimitada cantidad de perdón para que esa larga y mantenida desconfianza pueda ser sanada.
[5] Meah en Arameo.
[6] Una tremenda halaquica (conducta) regla de comportamiento debido y amor compasivo, dentro del Israel del Pacto Renovado.
[11] Ap 11, 3.[23] Tributo que los judíos pagaban al templo.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat