Comentario de Mateo 19:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Aconteció que, cuando Jesús acabó estas palabras, partió de Galilea y fue a las fronteras de Judea, al otro lado del Jordán.
19:1 Aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, se alejó de Galilea, (se alejó de Galilea por última vez hasta después de su resurrección, 28:16, 17; Jua 21:1), y fue a las regiones de Judea al otro lado del Jordán. 2 Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí. — 4:23; 9:35; 14:35; 15:30.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
cuando Jesús terminó estas palabras. Esta fue la partida final de nuestro Señor de Galilea, anterior a su crucifixión; pero parece haber tomado una gran brújula en su viaje, y pasó por los distritos al este de Jordania. Algunos hombres cultos, sin embargo, son de opinión, que en vez de «más allá del Jordán», debemos presentar «al lado de Jordán», como περαν [G4008], especialmente con un genitivo, a veces significa. Mar 10:1; Jua 10:40.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús sana a los enfermos, Mat 19:1, Mat 19:2;
responde a los fariseos referente al divorcio, Mat 19:3-9;
muestra cuando es necesario el matrimonio, Mat 19:10-12;
recibe a los niños pequeños, Mat 19:13-15;
instruye al joven en cómo obtener la vida eterna, Mat 19:16-19;
y como ser perfecto, Mat 19:20-22;
cuenta a sus discípulos de lo difícil que es para un hombre rico entrar al reino de Dios, Mat 19:23-26;
y promete premiar a los que se niegan de todo para seguirle, Mat 19:27-30.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Esta pregunta podía ser peligrosa. La respuesta de Juan el Bautista había dado como resultado su encarcelamiento y por último su muerte (Mat 14:3-11). El participio presente, traducido tentándole deja ver que el problema lo exponen con intención maliciosa; quiere decir poner a prueba. La base para la pregunta era Deu 24:1. Los rabinos habían estado arguyendo sobre lo que quiere decir la expresión «impureza» (literalmente, «la desnudez de una cosa»), la cual se refería a algo indecente en la opinión de la mayoría. Una escuela de enseñanza, la escuela de Shamai, era más estricta y decía que el único fundamento para el divorcio era la inmoralidad. El otro punto de vista, la escuela de Hillel, era mucho más abierta y creía que cualquier cosa que disgustara al marido era suficiente para obtener un divorcio. La pregunta se plantea desde el punto de vista de Hillel; por lo menos ellos dieron esa dirección a la pregunta.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Capitulo 19.
Pequeña indicación geográfica y milagrosa, 19:1-2 (Mar 1:1; Luc 16:18).
1 Acabados estos discursos, se alejó Jesús de Galilea y vino a los términos de Judea, al otro lado del Jordán. 2 Le siguieron numerosas muchedumbres, y allí los curaba.
Después de la larga actividad de Cristo en Galilea, que ha ocupado casi todo el ministerio público de Cristo en Mt (c.4-18; cf. 4:12), lo sitúa en las “partes de Judea al otro lado del Jordán” (v.1), que es Perea. Luego lo pondrá subiendo a Jerusalén (20:17) y después hará su entrada el día de Ramos (c.21). Esta estancia en Perea es estable (Jua 10:40). A Perea ha debido ir desde Jerusalén, como indica Jn, y pasando por Betania. Así se explica también cómo las hermanas de Lázaro sabían dónde estaba Jesús l. Mt aquí, como en otras ocasiones, va jalonando su evangelio con cuadros genéricos – impactos psicológicos – en los que resume y expone la obra grandiosa de Jesús: su autoridad mesiánica.
La indisolubilidad del matrimonio,Jua 19:3-9 (Mar 10:2-12; Mat 5:31-32; Luc 16:18).
3 Se le acercaron unos fariseos con propósito de tentarle, y le preguntaron: ¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa? 4 El respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? 5 Dijo: “Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne.” 6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. 7 Ellos le replicaron: Entonces ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar? 8 Díjoles El: Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así. 9 Y yo digo que quien repudia a su mujer (salvo caso de fornicación) y se casa con otra, adultera.
La escena surge presentada a Jesucristo por un grupo de fariseos. Sus intenciones eran, ya muy de antes, manifiestamente hostiles contra El. Y esto mismo se declara aquí: “pretendían tentarle” (Mt-Mc).
Le van a presentar, con el fin de enemistarle, una cuestión que era entonces muy debatida entre las dos grandes escuelas de interpretación de la Ley: la de Shammaí y Hillel.
En la Ley se leía lo siguiente: “Si un hombre toma una mujer y es su marido, y ésta luego no le agrada, porque ha notado en ella algo indecoroso (‘erwat dabar), le escribirá el libelo de repudio. Una vez que salió de la casa de él, podrá ella ser mujer de otro hombre” (Deu 24:1-2).
Este texto de la Ley era sumamente discutido en las escuelas de interpretación judía. Para la escuela de Hillel bastaba cualquier motivo, incluso el más intrascendente o caprichoso, v.gr., el no haberle preparado bien la comida. El mismo hecho de encontrar otra mujer más hermosa, como motivo de divorcio, era considerado, según rabí Aqiba, como excesivo por “varios maestros” 2. Y rabí Aqiba (t sobre 135) decía “que se podía divorciar” incluso si halló una mujer más hermosa, pues en el Deuteronomio se dice: “Si ella no encuentra gracia a sus ojos” sin restricción alguna 3. Josefo repudia a su mujer, madre ya de tres hijos, porque no le agradaban sus costumbres 4. La escuela de Shammaí interpretaba este pasaje de la Ley sólo en sentido de adulterio 5.
Acaso estos fariseos, reflejando este ambiente y buscando tentarle, le presentan la cuestión de si es “lícito repudiar – verdadero divorcio – a la mujer (Mc) por cualquier causa.” Literalmente, “darle libelo de repudio,” el llamado “escrito de divorcio” (sepher kerithuth – άποστάσιον).
Probablemente buscaban: si lo acepta, se le acusa del laxismo de la escuela de Hillel; si no lo autoriza, se le comprometía y enemistaba con la escuela y poderío de los hillelistas.
Pero Jesús los desconcierta exponiendo una vía distinta, que era la de la revelación primitiva. En el Génesis se expone claramente la creación de los dos sexos y la unión inseparable de ellos. “De manera que ya no son dos, sino una sola carne” en el sentido de una persona; “y una sola carne” no se puede dividir sin matarla. Y Cristo pronuncia una sentencia definitiva, restituyendo el matrimonio a su indisolubilidad primitiva: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre.” Expone el sentido profundo de esta sentencia.
Mt trae también aquí la pregunta que le hacen los mismos fariseos, objetándole a esta ley primitiva de la indisolubilidad del matrimonio: si eso fue así, si el matrimonio en su institución fue indisoluble, no se explica que Moisés, legislador del pueblo de Dios, concediese el divorcio: sea lo “permitiese” (Mc v.4), sea lo “mandase” (Mt v.7), respondiendo esto más a la letra de la formulación del Deuteronomio (Deu 24:1). La diferencia de fórmula lo explican, en parte, los destinatarios judíos (Mt) y gentiles-romanos (Mc), a quienes van destinados sus evangelios.
Pero nuevamente la palabra de Cristo situó la verdad de las cosas. Moisés, en efecto, “permitió” el repudio, no lo “mandó.” Pero “en un principio no sucedía así.” El matrimonio, aludiendo al Génesis, se enseña que es de institución divina. El matrimonio en su institución creadora, por su naturaleza, era indisoluble. Y si Moisés hizo esto, sólo lo permitió, fue una concesión que se autorizó, como una dispensa temporal, a causa “de vuestro carácter duro” (cf. Deu 10:16; Jer 4:4), ante las condiciones ambientales más o menos primitivas. Pero aquel paréntesis de concesión ya terminó. Y Jesucristo restituyó el matrimonio a su indisolubilidad primitiva.
Y nuevamente viene la sanción de Jesucristo sobre este punto, con un inciso que crea una dificultad ya clásica. Dijo así:
“El que repudie a su mujer, excepto el caso de fornicación (αή επί πορνεία), y se casa con otra, comete adulterio.” En Mc, reflejando el ambiente greco-romano, se pone también la condenación del divorcio cuando la iniciativa parte de la mujer, lo que reconocía este derecho. Es una “adaptación” del principio.
El problema aquí encerrado es el inciso “excepto el caso de fornicación,” pues a primera vista parecería que se hace la concesión del verdadero divorcio en caso de “adulterio,” lo cual va contra lo que se dice formalmente en la misma Escritura (Mar 10:11; Luc 16:18; 1Co 7:10-11) y contra la enseñanza de lo que se define en Trento: que no es disoluble el matrimonio por “adulterio de uno de los cónyuges.” 6 ¿Cómo interpretar esto? Los autores han alegado diversas explicaciones.
1) Se trataría de un caso de interpolación. “Esta hipótesis parece suficientemente apoyada por las vacilaciones de la tradición manuscrita.” 7 Lo tiene como interpolado Larrañaga 8, quien, en cambio, admite su genuinidad en Mat 5:32. Pero esto no puede imponerse a la masa de los manuscritos del texto. Y buena prueba de ello es que los autores críticos admiten como genuina esta lección. Ni resolvería nada no admitirla y admitirla en el otro pasaje de Mat 5:32.
2) Según otros autores, siguiendo a San Jerónimo 9, Jesucristo admitiría aquí el divorcio imperfecto (separación quoad thorum), pero siguiendo firme el vínculo matrimonial. Sería sólo separación de cohabitación.
Pero esto está contra el mismo texto sagrado, donde se responde a la pregunta que se le hace. Y ésta es que Moisés permitía “repudiar,” divorciarse de una mujer y casarse con otra. Además, el divorcio imperfecto era desconocido entre los judíos. Ni se ve por qué Jesucristo autorizaría sólo este divorcio imperfecto en caso de “fornicación” y no también en otros casos, v.gr., de serias desavenencias conyugales.
3) Otra posición es la que da al término que usa Mt (παρεχτός), (Mat 5:32) sentido inclusivo. Se diría: no es lícito nunca dar libelo de repudio, ni incluso en el caso de adulterio 10.
También la fórmula de este pasaje de Mt (μη επί πορνεία) puede, en absoluto, tener sentido inclusivo. Pues, aunque en griego “ni siquiera” se expresa normalmente por otra forma (μη δε), pero no siempre es necesario, como se ve en numerosos ejemplos ». Pero si tiene este sentido inclusivo no se explica por qué, si se establece la indisolubilidad absoluta – en todos los casos – del matrimonio, se destaca aquí ex profeso que también en el caso de adulterio. ¿Es que se quiere condenar con ello la única concesión rigorista de la escuela de Shammaí, que interpretaba la concesión del Deuteronomio (Mat 24:1) el erwat dabar, de solo el adulterio? Por otra parte, es seguro que aquí μη επί πορνείο: tiene un valor inclusivo y no exceptivo? Pues son muchos los que lo interpretan en este último sentido. Y Jesucristo ¿pretendía intervenir en una cuestión de escuelas rabínicas?
4) Se propuso también, siguiendo a San Agustín 12, un sentido especial exceptivo 13. A la pregunta de los fariseos, Cristo respondería exponiendo la indisolubilidad del matrimonio, pero sobre el tema del “adulterio” prescindiría. Diría: no es lícito nunca el divorcio, y en cuanto se plantea por causa de adulterio, prescindo de tratar y resolver este caso. Casi nadie sigue hoy esta solución (Benoit). Porque esa frase es tan ambigua que lo mismo podría querer decir esto que otra cosa. Y, por tanto, no se podría saber lo que quería responder. ¿Y respondería Cristo con una evasiva sobre un punto esencial, cuando acaba de proclamar la indisolubilidad absoluta del matrimonio?
5) Se sostiene que la fórmula tiene su valor de excepción. No sería lícito el divorcio en el caso de adulterio. Los que adoptan esta posición, la plantean en la hipótesis de las dos escuelas judías: la laxista de Hillel y la rigorista de Shammaí. Cristo sólo diría que, en esa doble interpretación, lo más normal era realizar el divorcio únicamente en caso de adulterio. Así I. Grimm 14, Sickenberger 15, A. Fernández 16. Se explicaría, dicen, el que Mc omita lo que es sólo una cuestión de escuelas judías.
Después de afirmar Jesucristo la indisolubilidad absoluta del matrimonio, es increíble que la restrinja, y menos aún que venga a mezclarse en una querella de escuelas judías, ni menos aún pretender con ello desvirtuar la proposición esencial, que ya rige desde su misma institución, referida en el Génesis. Pues no es sólo cuestión cristiana; es la interpretación de la institución misma matrimonial “en un principio.”
6) Diversos autores interpretan la palabra fornicación del inciso, sea de “incesto” (1Co 5:1) y de las uniones ilegales entre familiares; v.gr., en la sinagoga de Dura-Europos se encontraron actas matrimoniales de hermanos; sea en el sentido más ordinario de “concubinato.” Sobre todo de ciertos matrimonios aparentemente tales, pero en realidad ilegales. Responderían al tipo de zanuth. Fue propuesto primeramente por Dóllinger 17. Posteriormente lo siguieron otros autores (Schegg, Patrizzi, Aberle, Prat). Pero quien la renovó con gran documentación fue Bonsirven en su obra Le divorce dans le Nouveau Testament (1948). Para él πορνεία significa toda unión matrimonial ilegítima o inválida: “Un matrimonio nulo, inválido, ilícito, irregular de cualquier manera” (p.50). Añadiendo que “la legislación (mosaica) y la jurisprudencia (rabínica) no habían aún distinguido los matrimonios nulos o inválidos de los ilícitos o irregulares” (p.59). Así cita πορνεία con este amplio significado, v.gr., en 1Co 5:1 (incesto); Hec 15:20.29; Hec 21:25 (el concilio de Jerusalén, donde la prohibición serían todas las prescripciones mosaicas de Lev c.18), Heb 12:16 (matrimonio mixto o ilícito), Tob 8:9 (matrimonio de fornicación, nulo, en contraposición al que contrae Tobías por “fidelidad” a la Ley).
7) M. Baltensweiler y Bonnard siguen, en parte, esta línea. “Sabemos que la casuística judía autorizaba ciertas uniones prohibidas por el Levítico (c.18) en el caso de paganos convertidos a la fe judía.” El texto de Mt iría contra estos abusos: no más repudiaciones que las uniones ilegales previstas en el capítulo 18 del Levítico 17.
8) A.-M. Dubarle en su artículo Mariage et divorce dans l’évangile, dice que en los evangelistas, y en especial en Mt; se nota un deseo de armonizar el N.T. con la Ley (Mat 5:17ss). En la Ley se reconoce el divorcio (cf. Exo 21:7-11; Deu 21:10-14; Deu 24:1-4). Y, entre los diversos pasajes, está éste discutible (Deu 2:1-4). Está – dice – además entre pasajes que tratan de proteger al débil y desafortunado. Lo que el Evangelio quiere, pues, condenar es el que se tome la iniciativa de la ruptura conyugal. Pero, al menos no lo dice el Evangelio, no condena al que, por ser víctima de ella, se case de nuevo. Por eso, este doble “inciso” de Mt – no de Cristo -, como “excepción” a la condena del divorcio, no puede negarse sin más, ya que se entronca con esa citada tendencia de misericordia del A.T. En caso de tener que contradecirla – añade -, Mt hubiese tenido que declararlo abiertamente. Por lo que Dubarle traduce πορνεία, no por el simple adulterio, sino por una mala conducta “más que adulterio simple y momentáneo”: por “un desorden, grave y prolongado en esta materia.” Mt se mantiene, pues, en la línea dura: sólo lo permite en las uniones ilegales que cita Levítico (c.18). Añade que los estudios de Franssen – de 1950 a 1955 – han hecho ver que el concilio de Trento no quiso condenar directamente que el adulterio disolvía el vínculo matrimonial (denzsch. n.1807).
Esta posición falla. No se ve esa armonización del N.T. con la Ley en el “sermón del Monte,” cuando los contrastes son tan fuertes. Y la frase de Cristo que “no vino a destruir la Ley, sino a llenarla (πληρώσαι), es muy amplia: cumplió parte de ella, suprimió también parte de la misma, y la llevó a una nueva perfección.
Ni se ve que el Evangelio quiera sólo condenar la iniciativa de la ruptura vincular, dejando en libertad a la otra parte para contraer nuevo matrimonio. Pues si en Mc (Deu 10:11-12) se extiende la iniciativa del divorcio a la mujer, por causa del mundo greco-romano, también se dice que el que repudia a “su mujer” y se casa con otra, comete “adulterio”; luego es que es mando de la primera. Y Lc (Deu 16:18) acentúa aún: que el que se casa con la “repudiada” también comete “adulterio”; señal de que la “repudiada” es legítima mujer del primer marido. Mt tiene una excepción, pero no se sigue que se refiera a la disolución vincular, sino a otro tipo – luego se verá – de seudomatrimonios ”zanuth.” Sólo Pablo tiene una verdadera excepción con el “privilegio paulino” (1Co 7:12ss). La casuística judía admitía ciertas uniones prohibidas por el Levítico (c.18), en el caso de ciertos paganos convertidos a la fe (cf. Strachb., III p.353-358). Esta excepción vincular de Pablo se enuncia así: “Eso lo digo yo, no el Señor” (1Co 7:12.). ¿Podría Pablo, personalmente, hacer esta dispensa de un principio general de Cristo, y que él mismo reconoce, ser del Señor? (1Co 10:11). La afirmación de Cristo, haciendo la interpretación auténtica del principio de indisolubilidad matrimonial, en su misma institución, es demasiado grave para hacer esta dispensa por una prudencia de benevolencia, porque “lo digo yo,” de Pablo. Se apela al “poder de las llaves,” pero lo que es de institución divina, y ratificado y definido por el Magisterio, aparte del canon antes citado (Franssen), sólo se puede admitir que Pablo lo hace en virtud de un “privilegio” divino-apostólico. Y si se lo condena indirectamente, se lo condena. Y si no lo quisiese condenar, entonces ¿por qué se lo condena? Por último, la traducción que da Dubarle de πορνεία es gratuita y técnicamente – para precisar ese tipo de matrimonios – ininteligible 17.
9) A. Isaksson propuso otra teoría. Se referiría este pasaje de Mt (μη επί πορνεία) a la prescripción de la Ley judía, según la cual el marido que en la primera noche matrimonial descubría que su mujer no era virgen tenía la obligación de exponer esta circunstancia públicamente al tribunal, al día siguiente hábil, divorciándose por esta razón. Esto, dice, era tan evidente para los oyentes de Cristo, que no vio probablemente la necesidad de especificarlo. Pero Mt, más tarde, al escribir el evangelio, vio la necesidad de aclararlo. Isaksson explica que el matrimonio es algo civil y que a la autoridad competía exclusivamente determinar si en un caso concreto se había de aplicar esta cláusula o no.
No es esta hipótesis nada evidente. La virginidad física puede ser perdida sin culpa. ¿Cómo determinar entonces el tribunal si en este caso debía o no haber separación por culpabilidad? ¿A cuántos abusos no se podría prestar esto? ¿Quién entendería que con el término zanuth (πορνεία) se refería específicamente a esto? La determinación de Cristo es absoluta, no hacen falta tribunales. Por ambiente y por corresponder este término exactamente a lo que se indicará luego, la solución que se propone es otra 18.
¿Qué pensar ante esta dificultad y ante las varias soluciones propuestas?
a) Las partículas que se usan en los dos pasajes de Mt (παρεκτός y μη επί πορνεία) tienen valor exceptivo y no inclusivo, por las razones siguientes:
1) Las dos veces, que sale παρεκτός en el N.T. (Act; 1Co 26:29; 2Co 11:28) tiene sentido negativo-exceptivo.
2) Las versiones antiguas latinas, ítala y Vulgata, lo mismo que las siríacas y copias, traducen estas partículas de los dos pasajes de Mt con valor exceptivo.
3) En las variantes críticas de manuscritos correspondientes a los códices B, C, D, muchos minúsculos, Orígenes, Eusebio, San Basilio y acaso San Crisóstomo, ponen, en lugar de μη επί, παρεκτός, en sentido exceptivo. A esto dice Bonsirven: “Esta particularidad, proviniendo de familias diferentes y precisas, no supone simplemente una confusión de dos textos paralelos, sino que testimonian que se ha querido muy pronto interpretar 19:9 como una excepción a la prohibición del divorcio.” 19
4) Si estas partículas hubiesen de ser interpretadas en un sentido inclusivo y no exceptivo, siendo el pasaje difícil, y siendo la solución tan fácil, como era interpretar estas partículas en sentido inclusivo, valor que pueden tener absolutamente consideradas, ¿por qué la tradición, entre la que había excelentes filólogos griegos, no las interpretó en sentido inclusivo?
b) Se trata de una verdadera separación conyugal. – Jesucristo restituye aquí el matrimonio a su indisolubilidad primitiva, a la indisolubilidad en la misma institución matrimonial, en contraposición a la concesión mosaica. Por tanto, el divorcio, habiendo habido verdadero matrimonio, queda de nuevo invalidado.
Pero, por otra parte, hay, en el caso que se considera, una excepción en el mismo. Excepción que no puede darse conforme a la afirmación terminante de si hubo matrimonio verdadero; matrimonio que esté incluido en las condiciones de validez de la misma institución matrimonial, a la que restaura en toda su pureza.
De aquí se sigue que esa excepción en el matrimonio no debe ser el “adulterio,” como algunos interpretaban el πορνεία de esta cláusula exceptiva, presentando éste como un hecho social no legitimado por la Ley, puesto que éste no es matrimonio ni puede aparecer nunca, legalmente, con forma matrimonial.
Esta excepción debe de ser una excepción en una forma matrimonial que sea un matrimonio realmente inválido ante la moral, pero que, al mismo tiempo, aparezca legalmente como válido. Por lo que no pudiera tener una equiparación social ni moral al concubinato o adulterio. ¿Se dio este tipo matrimonial en Israel? Sí. Y esto es lo que hacen ver los escritos rabínicos.
En éstos aparece un triple tipo de matrimonio inválido, que llaman zanuth = fornicación = πορνεία. Estas tres clases de matrimonio zanuth son las siguientes:
a) Matrimonio nulo, pero que es contraído con buena fe, y, por tanto, sin culpa. Lo llaman los rabinos “zanuth por error o inadvertencia.”
b) Matrimonio nulo, pero que es tal por contraerse con mala fe, es decir, sabiendo la invalidez del mismo. Lo llaman los rabinos “zanuth por malicia” o también shém zenuth, con nombre de zanuth.
c) Matrimonio nulo por el modo como se realiza. Lo llamaban los rabinos dérek zenuth, por “camino o vía de fornicación.”
De los muchos pasajes de estos matrimonios zanuth que se citan en la Mishna, se citará sólo algún caso, remitiendo al lector para otros a las obras de Bonsirven 20.
Un tema muy discutido por los rabinos era el caso de una mujer casada que, habiendo desaparecido su marido, se casaba de nuevo, y si, viviendo con este segundo, aparecía luego su primer marido, ¿qué se debía hacer en este caso? Entre las muchas discusiones sobre esto, también se decía: “Si el segundo matrimonio no ha sido autorizado (por el tribunal), ella puede volver a su primer marido.” 21 Pero si había sido autorizado, se lo consideraba válido.
Y hasta se llegaba a admitir por algunos rabinos que un matrimonio nulo se hacía, en algunos casos, válido después de la consumación del mismo 22.
De lo expuesto, a propósito de este pasaje de Mt, se sigue lo siguiente:
En la época de Cristo se discutía vivamente sobre un tipo de matrimonio zanuth, o de “fornicación,” que, cuando era contraído de buena fe – zanuth por inadvertencia -, era considerado por unos rabinos válido y por otros inválido, aunque fuese inválido ante la ley natural.
Pero esto, desde el punto de vista de la moral natural, era inválido, y no valía para convalidarlo ni la buena fe, ni la autorización o interpretación rabínica, ni la consumación del mismo.
Pero, de hecho, esta interpretación hacía que se tuviese por válido este matrimonio en el sector a que afectaban sus doctrinas, aunque, ante la misma moral natural, objetivamente considerado, fuese un concubinato. Mas, ampliamente divulgado este punto por efecto de las discusiones rabínicas y por su traducción a la práctica, por lo menos en el sector en que influyesen estos doctores, se imponía, a la hora de cesar la autorización mosaica del divorcio, que se interpretase también la moralidad de este tipo de matrimonios zanuth. Y es lo que Jesucristo hace respondiendo precisamente a la insidia que le tienden “unos fariseos” (Mat 19:3; Mar 10:2), en cuyos sectores se discutían vivamente estas posiciones frente al matrimonio.
Así, la traducción de este pasaje de Mt debe ser: “El que repudia a su mujer – excepto el caso de zanuth – y se casa con otra, adultera.”
Esto mismo explica varias cosas en el evangelio de Mt y en el lugar paralelo de Mc (Mar 10:11.12) y Lc (Mar 16:18).
En Mt explica que para expresar el motivo de este matrimonio a disolverse se usa un término (πορνεία), mientras que para decir que el que, excepto en este caso, se casa con la mujer divorciada, adultera, usa otro término (μοίχάται). En el contexto con este segundo término se expresa ciertamente el adulterio; en cambio, con el otro ha de expresarse otra cosa distinta, no sinónima de adulterio. Lo que, en este caso, era ese tipo de matrimonio inválido de buena fe.
Explica en Mt el que se exija la disolución de este tipo de matrimonio inválido, mientras que no se cita este paréntesis exceptivo en los lugares correspondientes de Mc-Lc.
En efecto, Mt escribe su evangelio para judíos. En esta época, estas discusiones estaban muy vivas en el rabinismo. Por eso hacía falta recoger esta enseñanza de Cristo, para que los primeros cristianos palestinos procedentes del judaísmo, conocedores de este ambiente, supiesen claramente a qué atenerse. En cambio, esto falta en los evangelios de Mc-Lc. Escritos para la gentilidad y desconocedores de este tipo de matrimonios inválidos, no hacía falta plantearles ni resolverles este problema. De ahí su omisión en la intención de estos evangelistas o de sus catequesis primitivas.
Explica también en Mt que sea esta enseñanza en respuesta a una insidia planteada abiertamente por “los fariseos,” en cuyo ambiente rabínico se planteaban y discutían estos temas.
Explica también la brevedad de este inciso. Posiblemente se explicó con más detención y claridad este punto de importancia tan capital en las catequesis. Pero también es posible que Mt o sus catequesis hubiesen creído oportuno resumir este punto, haciéndose cargo que, estando muy vivas estas discusiones entre los rabinos a la hora de la composición de su evangelio, bastaría un breve inciso para recordar y dar resumidamente la doctrina de Jesucristo sobre este punto 23.
Y de todo lo expuesto se deduce que este tipo de matrimonio zanuth contraído con buena fe, hasta el momento de conocerse este error sustancial, que lo invalidaba, era una unión estable moral, pues se estaba en él de buena fe y por error invencible, y legal, pues la ley lo sancionaba y gozaba de todos los privilegios concedidos por la misma al verdadero matrimonio. Y, por lo tanto, requería, no para disolver el vínculo, puesto que no existía, aunque sí, de hecho, el libelo de repudio; pues, considerado jurídicamente como legal, su disolución legal y la justificación moral de esta disolución requerían también un testimonio legal, cuyo medio normal era dar el libelo de repudio a aquella situación estable y hasta entonces moral y legal.
Sin duda este inciso es una interpretación cristiana, extendiendo el verdadero sentido de la indisolubilidad matrimonial a las cuestiones rabínicas, cerrando así la misma excepción que admitía la escuela rigorista de Shammaí23 y este tipo ambiental de matrimonios zanuth.
La guarda voluntaria de la continencia,Mar 19:10-12.
10 Dijéronle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse. 11 El les contestó: No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. 12 Porque hay eunucos que nacieron del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda.
Jesucristo expone metafóricamente la dignidad y excelencia de la continencia voluntaria: la virginidad.
La pregunta se la van a hacer sus discípulos, posiblemente después de esta disputa y ya “en casa” (Mar 10:10). Como ya se dijo, este tipo de “diálogos” podía ser, conforme al uso ambiental rabínico, un procedimiento de matización. La respuesta de Cristo al tema de la indisolubilidad del matrimonio fue tan tajante, que causó verdadera sorpresa en los discípulos. Buena prueba fue cómo los discípulos interpretaron las palabras de Jesucristo en sentido de una indisolubilidad absoluta. Por eso le dicen que, si tal es la “causa” (αίτια) de los hombres. Esta palabra “causa” es considerada como un latinismo, pero pudiera ser la traducción material de un aramaísmo. Así, en siríaco, la forma elletá, “causa,” es usual en el sentido de cosa (res) 24. Por eso le dicen que, “si tal es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse.” Naturalmente, no se habla aquí de un divorcio imperfecto, que era desconocido de los judíos, sino en la hipótesis, como se ve en el pasaje anterior, de no poder volver a casarse.
Pero Jesucristo respondió a aquel lenguaje de la naturaleza no sólo reafirmando implícitamente cuanto había dicho, sino presentando la excelencia de algo más grande y más difícil: la virginidad.
Mas esto, su comprensión, en el sentido no sólo intelectual, sino de adhesión y práctica (v.12), es un privilegio de aquellos “a quienes ha sido dado”: es circunloquio por don de Dios.
Este don de Dios, la virginidad, va a ser expresado en contraste con dos grupos de “eunucos,” de impotentes para el matrimonio.
La contraposición tercera de Cristo está opuesta a los dos grupos de eunucos que conocía el rabinismo. Se lee que éstos dividían los eunucos en dos grupos: unos eran los “eunucos del seno materno,” llamados también “eunucos del cielo” o “del calor,” y los “eunucos de los hombres.” 25
Jesucristo, frente a estos dos grupos de impotentes matrimoniales, los que eran así por nacimiento y los que fueron reducidos a tal estado por los hombres con finalidades penales o pasionales, o a tipo de los cultos orientales, presenta un tipo metafórico de eunucos “que a sí mismos se hicieron tales a causa del reino de los cielos.” Pensaron algunos si las tres expresiones había que tomarlas en el mismo sentido real. Orígenes, por ejemplo, llegó, con esta finalidad, a su mutilación física 26. Evidentemente no puede ser éste el sentido de las palabras de Cristo. No ya por la inmoralidad de este acto, sino también porque El mismo sitúa la interpretación de estas palabras, frente al contraste de las dos mutilaciones físicas anteriores, advirtiendo que “el que pueda entender, que entienda.”
Este propósito de virginidad se entiende, en comparación de los otros dos ejemplos propuestos, de un estado. La antigüedad interpretó este pasaje de virginidad perpetua 27. El concilio de Trento ha interpretado este “propósito,” de virginidad perpetua 28. También San Pablo ha expuesto ampliamente la excelencia de la virginidad (1Co 7:25ss).
Esta proclamación de la excelencia de la virginidad sobre el matrimonio, enseñada por Jesucristo, chocaba fuertemente con el concepto judío de la vida. No se concebía no casarse. Si en un Jeremías se explicaba o disculpaba por su profetismo, en los demás no se concebía. Se cuenta, como excepción, el caso de rabí bar Azzai, que no se casó por dedicarse exclusivamente al estudio de la Thorá (Ley), y fue nada menos que acusado por rabí Eleazar bar Azaria, ambos en el siglo u, de quebrantar el precepto del Génesis que decía: “Creced y multiplicaos.” 29
En vista de no concordar este propósito con el ambiente palestino, ni con lo esencial del tema tratado aquí (cf.l Cor 7:25), se propone que se refiera el texto al hecho de guardar celibato la parte inocente de una separación que no puede ser vincular. Parecería, sin embargo, muy estrecha esta interpretación. No se puede ignorar las corrientes esenias/qumrámicas sobre el celibato, y que tuvieron que influir en el ambiente. Si Pablo habló también, como se indicó, de la excelencia de la virginidad (1Co 7:25ss), acaso no repugnase esto en la iglesia mateana. Este celibato debe de ser ya una extensión y reflexión cristiana, de la enseñanza de Cristo, a la hora de la composición de los evangelios 29.
Jesús bendice a los niños,1Co 19:13-15 (Mar 10:13-16; Luc 18:15-17).
13 Entonces le fueron presentados unos niños para que les impusiera las manos y orase; y como los reprendieron los discípulos, 14 díjoles Jesús: Dejad a los niños y no les estorbéis acercarse a mí, porque de tales es el reino de los cielos. 15 Y, habiéndoles impuesto las manos, se fue de allí.
Es la segunda vez que aparece en el Evangelio Jesús con los niños (Mat 18:2ss). Ahora la escena tiene otra perspectiva: “se los presentan.” Mt-Mc usan el término παίδια para hablar de estos pequeños, pero que se usa para hablar tanto de un niño desde la circuncisión como llegado hasta la edad adulta (Mat 14:21; Mat 15:38). Lucas usa βρέφος, que indica la misma infancia 30.
El motivo por que se los presentan es para que “les impusiese las manos y orase por ellos.” Era costumbre hacer bendecir a los niños por jefes de las sinagogas 31. Se pensaba que por la vinculación, como jerarcas, con Moisés, a su oración e imposición de manos, habían de recibir la bendición de Dios (Deu 34:9). Pero no sólo en estos casos, sino que también era costumbre que los hijos y los discípulos se presentasen a sus padres y a sus maestros para hacerse bendecir por ellos. En estos casos, la fórmula de bendición era improvisada 32. Todo esto prueba el concepto de grandeza moral y taumatúrgica en que las gentes tenían a Jesucristo. Veían en su oración sobre ellos y en su imposición de las manos, como pensaba para su curación la hemorroísa (Mat 9:21), que habían de recibir gracias y manifiestos favores.
Fácilmente se imagina la escena de las madres aglomerándose y con gestos y gritos, tan característicos de los orientales, queriendo tener la preferencia de presentación de sus niños. Esto incomodó a los apóstoles. Tanto, que ellos reñían a las gentes. Pero esta actitud de los apóstoles indignó a Jesús (Mc), quien les dijo que no les impidiesen acercarse a él, “porque de los tales es el reino de los cielos.” Frente a la actitud de los fariseos y de otros, Jesús señala la actitud de los niños para ingresar en el reino.
Frente a los fariseos, que se creían con derecho y exigencia del reino, Cristo señala de quiénes es: de los niños. Considerados como sin valor, reciben el reino sin exigencia: como puro don gratuito del Padre 32.
Mt-Mc dicen que Cristo les “impuso” las manos; Lc lo omite. Mc lo describe minuciosamente: abrazándolos, los bendecía. Se ha querido ver en el escueto gesto de la “imposición” de manos de Mt un reflejo de la liturgia primitiva. Pero no es probable, porque este gesto era muy frecuente en Cristo, incluso en sus milagros. En Mc (Mat 9:36) aparece tomándolos en sus brazos, y “bendiciéndolos, ponía sus manos sobre ellos.” No es esto la evocación litúrgica, aunque está escueto en Mt. Y era gesto conocido en Israel.
El peligro de las riquezas,Mat 19:16-26 (Mar 10:17-27; Luc 18:18-27).
16 Acércosele uno y le dijo: Maestro, ¿qué de bueno haré yo para alcanzar la vida eterna? 17 El le dijo: ¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno solo es bueno; si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18 Díjole él: ¿Cuáles? Jesús respondió: No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no levantarás falso testimonio; 19 honra a tu padre y a tu madre y ama al prójimo como a ti mismo. 20 Díjole el joven: Todo esto lo he guardado. ¿Qué me queda aún? 21 Díjole Jesús: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme. 22 Al oír esto el joven, se fue triste, porque tenía muchos bienes. 23 Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo que difícilmente entra un rico en el reino de los cielos. 24 De nuevo os digo: es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos. 25 Oyendo esto, los discípulos se quedaron estupefactos, y dijeron: ¿Quién, pues, podrá salvarse? 26 Mirándolos, Jesús les dijo: Para los hombres, imposible; mas para Dios todo es posible.
El protagonista de esta escena es en Mc-Lc “uno”; en Mt (v.22) es un joven (νεανίσκος), que además es una persona importante. Lc dice de él que era una persona importante, y lo determina con un término amplio (αρχών), pero que supone tener alguna dignidad a no ser que le llame así a causa de su influjo por sus riquezas (v.22). En Mt esta persona es un “joven,” que dice que todos los mandamientos “los ha guardado.” En cambio, en Mc-Lc, dice que todo esto lo he guardado “desde mi juventud.” Parecería, pues, que ya no era un joven. Es efecto de las “fuentes” y de los procedimientos redaccionales.
Al preguntarle por “la vida eterna,” término característico del ambiente del cuarto evangelio, se refiere a la fase “escatológica” final de ésta (Dan 12:2). ¿Piensa este joven – acaso con tendencias de ”esenio” – en nuevas prácticas? ¿O quiere ver claro en aquel prolijo mar de preceptos rabínicos? ¿Busca algo más que el “decálogo”? Es interesante considerar el título que le da a Cristo, y que aparece modificado en los evangelios.
“Maestro, ¿qué cosa buena haré para alcanzar la vida eterna?” (Mt).
“Maestro bueno, ¿qué haré para lograr la vida eterna?” (Mc-Lc).
El cambio redaccional se advierte en Mtg, que acaso lo formula así para que no se desvirtúe en sus lectores el sentido de divinidad adonde parece llevan con su calificativo Mc-Lc.
Cristo le replica que por qué le llama “bueno,” que sólo “uno es bueno” (Mt), o “nadie es bueno, sino sólo Dios” (Mc-Lc). En la literatura rabínica se lee que, en determinadas circunstancias, se ha de alabar a Dios, diciendo: “Bendito sea el Bueno y bienhechor” 33. ¿Qué pretende Cristo con destacar que sólo es bueno Dios?
Críticas racionalistas pretenden que con ello Jesucristo niega o desconoce – conciencia evolutiva – que El es Dios. Y valoran el texto de Mt como un arreglo artificioso para evitar que Jesucristo evite rechazar el título de “bueno,” y, en consecuencia, evitar el situarse en una esfera divina. Pero seguramente que estas palabras de Cristo llevan una intención especial. En la literatura rabínica no se dio el título por antonomasia de “el bueno” a ningún rabino; sólo a título excepcional, rabí Eleázaro (s.III) oyó en sueños: “Salud al rabí bueno de parte de Dios.” 34
Pero lo que tiene aquí más interés es la respuesta de Cristo, resaltando que sólo Dios es “bueno,” o ”el Bueno.” ¿Por qué esto? ¿Qué intenta Cristo con llamar la atención sobre una cosa tan evidente? Se ha propuesto:
a) Cristo querría con ello declinar el homenaje de semejante título, o acaso querría reprender con ello, tácitamente, las excesivas alabanzas que usaban y gustaban los rabinos (Mat 23:6ss).
b) Una interpretación más ordinaria en la tradición es que Cristo querría con ello indicar que sólo Dios es la fuente de la verdadera bondad, y que las criaturas sólo pueden ofrecer una participación y reflejo de ella 35. Se ha hecho ver cómo en la literatura rabínica, en el Talmud, Dios es denominado, sin más, el Bueno 36.
c) Sugeriría, al llamar la atención sobre el concepto “bueno” exclusivo de Dios, y que el joven le atribuye, que reflexionase sobre la profundidad del mismo, aunque, naturalmente, él no llegase entonces a una conclusión tan alta. Por eso, al hacer esta advertencia sobre una cosa tan evidente, hace ver que lleva un intento especial. Son, por otra parte, procedimientos usados por Cristo (Mat 22:41 ss, par. y comentario h.l.). Además, Cristo sabe que es Dios; esta consideración ontológica, ¿estará disociada, en su intento, de su repercusión psicológica en El mismo, que es Dios?
La respuesta de Cristo al joven es el cumplimiento de los mandamientos. Pero se advierte que no es ninguno directamente acerca de Dios. Probablemente se debe a destacar la función positiva de sus riquezas en servicio del prójimo. No basta decir “Señor,” hay que poner por obra los mandamientos. ¿Por qué el joven hace esta pregunta? ¿Va llevado de deseos de perfección? Al menos, la respuesta de Cristo va en esta dirección. ¿O es que piensa, como se decía en el medio religioso judío, que se precisan determinadas prácticas? “¿Quién será hijo (o digno) del siglo venidero?” Y rabí Eliezer decía: “El que reza tres veces al día el salmo 145.” 37 La respuesta de Cristo, en cualquier caso, le orienta a la vida perfecta: “Si quieres ser perfecto (τέλειος).” 38
Todo judío sabía que, cumpliendo los “mandamientos,” se salvaba. Mc destaca la mirada de dilección que Cristo tiene para este joven que había cumplido los mandamientos. La respuesta de Cristo en Mt es para la “perfección,” en Mc-Lc es una formulación menos matizada, que produce el espejismo literario de estar en la misma línea del “decálogo,” de necesidad para el ingreso en la vida eterna. Es efecto redaccional acaso por proceder de “fuentes” distintas. Pero el pensamiento es claro, pues no puede estar este “consejo” en la necesidad del “decálogo.”
Ni esta “perfección” se impone a todos, como se ve en la práctica cristiana, que si en ocasiones pudo venirse a este desprendimiento (Hec 4:32), se reconocía no ser obligatoria (Hec 5:2.4). Acaso esta persona que aspira a una vida más perfecta fuese movida a ella por los influjos ambientales esenios de perfección, pero en donde la vida estaba asegurada.
El joven que va a Cristo porque ve el rutinarismo sólo del mosaísmo de entonces y la grandeza de Cristo que anuncia el reino, se encuentra, de pronto, con una doctrina de perfección, que le haría desprenderse de sus riquezas – era muy rico -, darlas a los pobres, para tener un tesoro seguro en el cielo, donde no se lo robarán ladrones ni lo destruirá la polilla. Es el mentó a la obra buena.
Sobre un caso concreto, Cristo expone toda una doctrina de perfección. Es la doctrina de los profetas sobre el amor eficaz al prójimo. Se citaba honoríficamente algún caso de rabinos que, para dedicarse al estudio de la Ley, habían vendido sus bienes 39. Pero en el programa de Cristo hay más: hay que “seguirle.” En varios códices de Mc se añade: “Ven y sigúeme, llevando la cruz.” Su genuinidad es muy discutida 40, pero expresa bien el sentido de las palabras de Cristo. Con ellas, ¿le incita a ser uno de sus “discípulos”? (Mar 10:1; Luc 10:1). Parece muy probable. Son las mismas palabras que le dirigió a Pedro, a Andrés (Mat 4:19 par.) a Juan, a Santiago (Mat 4:21), a Mateo (Mat 9:9 par.) y a Felipe (Jua 1:43). El sentido hondo moral no es otro que el programa que Cristo enseñó en otra ocasión: “El que quiera venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mat 16:24 par.). La perspectiva de Cristo era la perfección por la cruz. Invitarle al “discipulado” no es lo mismo que a ser uno de sus “doce apóstoles.”
Pero el joven no lo aceptó. Mc, colorista, dirá que “frunció el entrecejo,” “contrajo la cara” (στυγνάσας) al oír esto. Los tres evangelistas recogen el motivo: “porque tenía muchos bienes.” No hubo respuesta. Sólo fue su rostro ensombrecido y. su “marcha.” Los ojos de Cristo, que le “amaron,” le vieron irse. “En el pensamiento evangélico es una de las posesiones más contrarias a la vida cristiana” (Bonnard).
A este propósito, Cristo lo comentó, avisando del peligro de las riquezas con un grafismo oriental hiperbólico: “Os digo más: con mayor facilidad entra un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos.” La lectura “camello” es genuina. Pero algunos autores, sorprendidos por esta desproporción entre aguja y camello, pensaron que, en lugar de “camello” (kámelos), hubiese estado primitivamente otra palabra semejante (kámilos), que significa cable, soga gruesa, maroma de navio, con lo que se lograría no sólo menos desproporción, sino también una mayor homogeneidad conceptual entre aguja y soga. Otros, para justificar esto, inventaron que una de las puertas de Jerusalén se llamaría entonces “Agujero de aguja.” 41
Pero es desconocer los fuertes contrastes orientales, las grandes hipérboles, tan características de esta mentalidad. Además, este tipo de comparación era completamente usada en el medio ambiente, Así se lee, v.gr.: “Practicad por mí, por la penitencia, una abertura como el agujero de una aguja, y yo os abriré una puerta por donde los carros y vehículos podrán pasar.” En cambio, en la literatura rabínica se sustituye el término “camello” por el de “elefante.” Probablemente sería esto entonces como un recuerdo de la presencia de estos grandes animales en las guerras macedonias y sirias. Así se lee: “Nadie piensa, ni en sueños., un elefante pasando por el agujero de una aguja.” Y un rabino decía con gran intención: “Tú eres de Pumbeditha, donde se hace pasar un elefante por el agujero de una aguja” 42. Es un proverbio con el que se designa una cosa que es, por medios humanos, imposible. Jesucristo, tomando sus imágenes del medio ambiente, sustituye “elefante” por “camello.” Y así dirá en otra ocasión a los fariseos: que “coláis un mosquito y os tragáis un camello” (Mat 23:24).
Naturalmente, no predica Jesucristo una revolución social en que se exija la renuncia a la propiedad, ni es una condena y exclusión del reino de los cielos a los ricos. El mismo, reconociendo la propiedad, purificará los abusos económicos de Zaqueo (Luc 19:1-10). Es el modo oriental de hablar por contrastes fuertes e hiperbólicos, con lo que se indica el peligro de los ricos por su apego a sus riquezas, a los placeres y a los abusos.
La afirmación de Cristo causó asombro a los apóstoles, que se preguntaban quién podría salvarse. La dificultad quedaba bien acusada. Pero Cristo da la solución. Lo que los seres humanos no pueden por su condición, Dios se lo puede hacer. El dijo en otras ocasiones cómo hay que recurrir al Padre para obtener el auxilio del cielo. Seguramente con estas palabras quiere sugerir este recurso (cf. Rom 1:16)42.
El premio del desprendimiento apostólico,Rom 19:27-30 (Mar 10:28-30; Luc 18:28-30).
27 Entonces, tomando Pedro la palabra, le dijo: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué tendremos? 28 Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros, los que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente sobre el trono de su gloría, os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Y todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por amor de mi nombre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna. 30 Y muchos primeros serán postreros; y los postreros, primeros.
El tema viene claramente evocado por contraste con el joven rico, que abandonó a Cristo por las riquezas. Aquí es al revés. Los apóstoles, poco o mucho, lo dejaron todo por Cristo. ¿Qué premio tendrán? Cristo se lo anunció en Mt para la “regeneración”
La literatura judía era bastante oscilable y oscura sobre la renovación del mundo. Se confundían a veces las perspectivas escatológicas – mesiánica y final – y se hacía en una o en otra, o confusa y mixtificadamente, una “renovación” o “regeneración” del mundo 43.
Mc-Lc no dicen cuándo sea esto con relación a los apóstoles. Sólo afirman el hecho, aunque luego, al presentar la doctrina general para todos los que dejan sus bienes por Cristo, distinguen dos etapas de premios: una, aquí y ahora; otra, “en el mundo futuro,” que es “la vida eterna” (Mc-Lc). En Mt hay, no obstante, un dato orientador. Será “cuando se siente el Hijo del hombre en el trono de su gloria.” En el mismo Mt, para describir el Juicio final, dice: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria., se sentará sobre su trono de gloria” (Mat 25:31). Este paralelismo de textos parece llevar a la identificación de esta “renovación” con la parusía, el Juicio final. La literatura judía reservaba este trono de gloria a Dios 44. El Hijo del hombre aparece aquí, como en otros pasajes, situándose en una esfera trascendente (Mar 8:38; Mar 13:26).
El premio que les asigna es que también ellos “se sentarán en doce tronos “para” juzgar (κρίνοντες) a las doce tribus de Israel.”
Este “juicio” que los apóstoles ejercerán con Cristo triunfante, en esta hora, es seguramente, como formando un cortejo o senado en torno a Cristo, y por su unión privilegiada con él, participarán así de su poder judicial sobre las “doce tribus de Israel” 45, ya que el juicio como tal es de competencia exclusiva del “Hijo del hombre” (Jua 5:27). Se añade además la metáfora de que les preparará un reino, como el Padre se lo preparó a El, y les hace ver que gozarán, bajo la imagen tradicional de esta felicidad mesiánica, del banquete. En cambio, Mc omite todas estas imágenes de Mt-Lc, dirigidas a los apóstoles, para presentar sólo el premio universal a quien deje los bienes por El.
Algunos autores pensaron que este término “juzgar” tuviese el equivalente de “gobernar,” suponiendo que esta “regeneración” aludida era el período de tiempo anterior al Juicio final, y que comenzaba con la renovación del mundo por la redención e instauración de la Iglesia. Así, Cristo regiría la Iglesia con o por medio de los apóstoles 46.
Este triunfo lo tendrán los apóstoles sobre “las doce tribus de Israel.” El lenguaje específico judío podía hacer creer que el pensamiento de Cristo se dirige a ellas. “Para nosotros representan todo el mundo; pero el Salvador puede ser que se atenga a la perspectiva del momento; El no ha sido enviado más que a ellas (Mat 15:24); es también un índice precioso de autenticidad” 47. También pudo ser que, en el pensamiento de Cristo, se incluyese todo el “Israel de Dios” (Gal 6:16), al menos en la perspectiva de Mt.
Unido, lógicamente, a este tema apostólico se presenta el caso y el premio de cualquiera que deje sus bienes, lo más precioso que tenga – padres, hermanos, hijos y hasta posesiones -, por El. La respuesta es doble: después, la vida eterna, pero ahora recibirá “el ciento por uno” (Mc), que Mt-Lc lo formulan diciendo a secas que recibirá “mucho más.” Mc añade que recibirá aquí el “ciento por uno” en todo lo que deja, pero “junto con persecuciones.” Era la perspectiva que se esperaría, y que habían visto, de persecuciones al discípulo de Cristo. ”Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán” (Jua 15:20). Es lo que pasa actualmente con un musulmán o un indostánico que se pase a la fe: encontrará la persecución y el boicot en el seno de su mismo hogar. Era ya predicción de Cristo, al anunciar que no vino a traer la paz, sino la guerra, incluso en los hogares (cf. Mat 10:34-36). Y, al tener que dejarse y amar más que a los valores de ley natural a Cristo, está sugiriendo su divinidad.
Al precisar qué tipo de premios “centuplicados” tendrán aquí los fieles de Cristo, incluso perseguidos, los autores se dividen.
Para unos era esto, en sentido estricto, en el período milenarista 48. Pero este período no existe, ni nadie va a tener, v.gr., por una hermana dejada, cien nuevas; otros apelaron a la amplificación de bienes que se tenían en la comunidad cristiana primitiva (Plummer, Lagrange.), donde todo era común, lo mismo que en la vida monástica (Casiano); pero esto son simples casos particulares, cuando la formulación es universal. Generalmente, partiendo de la escuela alejandrina (Orígenes, San Cirilo), se admite que esos premios son mesiánicos, fundamentalmente espirituales. La formulación es la clásica oriental; pero el contexto exige este tipo de bienes mesiánicos.
Si éste es el premio “ahora,” después, “en el otro mundo” o, “en el siglo venidero,” que no es igual que los días mesiánicos, sino la vida futura después de la muerte, según el uso rabínico 49, tendrán “la vida eterna.”
Mt y Mc añaden después la siguiente sentencia: “Muchos (de) los primeros serán los últimos, y de los últimos, primeros.”
Esta sentencia es utilizada por los evangelistas en diversas ocasiones (v.gr., Mat 22:14; Luc 13:30). Pudo haber sido empleada por Cristo en varias ocasiones, o repetida, por oportunidad, por los evangelistas. Aquí tiene el aspecto, como en otras circunstancias, de ser un toque de alerta ante la perspectiva de las diversas actitudes ante el reino. No solamente se piensa en los fariseos – se creían los “primeros” en el derecho de ingreso – en su momento histórico, sino en la oportunidad de la misma en la conducta de los diversos cristianos en la Iglesia primitiva 50. Sin excluir, con motivo de la pregunta y alegato de motivos por los apóstoles – haberlo dejado todo por El -, de ser un aviso “moralizante” contra la jactancia de los cristianos que así obrasen (Hec 2:44.45) en la comunidad cristiana.
1 J. Leal, Sinopsis de los cuatro evangelios (1954) p.250 nt.208. – 2 «Guitón IX 10. – 3 Strack-B., Kommentar. I p.313. – 4 Vita 76. – 5 Strack-B., Kommentar. I p.303-321.801-804. – 6 Denzinger, Ench. symb. n.977. – 7 Leconte, Mélanges Science Religieuse (1951) p.284. – 8 San Mateo y la indisolubilidad del matrimonio: Verdad y Vida (1949) p.53-74. – 9 Mal 26:135. – 10 F. Vogt, Das Ehegesety Jesús (1936); A. OTT, Die Auslegung der neutl. Textc über die Ehescheidung: Neut. Abhanlungen (1910) p.269ss; T. Schwegler, O.S.B., De clausulis divortü: – 11 VD (1948) 214-217; ídem Staab, – 12 Allgeier. Bailly, Dict. grec-francaise 11.a ed. p.1271-1274. – 13 ML 40:456. 13 Dreher, Katholik (1877) p.578. – 14. Grimm, Leben Jesu (1919) V p.256. – 15 Die Unzuchts-Klausel in Mathausevangelium, en Theologuiche Quartalschrift. (1942, p.189-206. – 16 Vida de Jesucristo (1954) p.475-679. – 17 Christentum und Kirche (1860) p.391ss.458ss. – 17 Sobre la exposición de diversas teorías, cf. Holzmeister, Die Streitfrage über die Ehescheidungstexte bei Matthaus 5:32; 19:9: Bíblica (1945) 133-146; Strack-B., Kommentar. III p.353-358; Bonnard, o.c., p.69; cf. o.c. de Dubarle, en L’Orient syrien (1964) p.61-73. – 18 A. Isaksson, Mariage and Mtnistry in the New Temple (Sund C. W. K. Glee-rups 1965) p.210; Gaechter, Maña im Enderleben, vers. esp. (1959) p.129-130. – 19 Bonsirven, Le divorce dans le N.T. (1948) p.61. – 20 Le divorce dans le N.T. (1948) y Textes rabbiniques des deux premiers stécles chre’tiens (1955); cf. índice en Mat 19:9 : Mariages de prostitution; Nisi ob fornicationis causara.: Rev. Scienc. Relig. (1948) p.442-454; A. Alberoti, // divorzio nel Vangelo di Mateo: Div. Thom. Pl. (1957); Zerwick, De matrimonio et divortw in Evangelio: VD (1960) 193-212. – 21 Yebamoth 10:1; cf. Bonsirven, Textes rabbiniques. p.298 n.1163. – 22 Talmud, Bab. 73b. – 23 Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p.250. – 23 F. Vattioni, // divorzio nella Bibbia: Studi Sociali (1962) p.235-260; H. Zimmermann, Mc epi porneia (Mat 19:9) ein Uterarisches Problem: Catholica. Mohler- – Instituí (1962) p.293-299; M. Zerwick, De matrimonio et divortio in Evangelio: VD (1960) p.192-212; T. V. Fleming, Christ and Divorce.: Theobgical Studies (1963) p. 107-120; J. Dupont, Mariage et divorce dans l’évangüe (1959); R. N. Soulen, Ma-riage and Divorce. A problem in N.T. interpretation. – 24 Joüon, L’évang. de N.S. Je’sus-Christ. compte tenu du substrat sémitique (1930) p.119. – 25 Strack-B., Kommentar. I p.805-806. – 26 Eusebio De C., Hist. eccl. VI 8:1-3. – 27 Bauer, Matth. 19:12 un die alten Christe, en Neutestamentliche Studien für G. Heinriei p.235ss. – 28 Denzinger, Ench. symb. n.980. – 29 Strack-B., Kommentar. I p.807. – 29 Q. Quesnell, Eunucos por el Reino (Mat 19:10-12) e indisolubilidad del matrimonio: Selec. de Teol. (1970) n.35 p.266-268. – 30 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.235 y 973. – 31 Buxtorf, De sinagoga p.138. – 32 Strack-B., Kommentar. I p.807. – 32 Cf. Comentario a Mat 18:3. – 33 Strack-B., Kommentar. I p.809. – 34 Strack-B., Kommentar. II p.24. – 35 San Justino, Diálogo 101; Ireneo, Cont. haer. V 22:2; Homilías clementinas XVIII 3; Orígenes,/n/o. 1:35; 2:13; 6:47; Pirot, Evang. s. St. Marc (1946) p.521. – 36 Strack-B., Kommentar. I p.809. – 37 Westein, Horae hebraicae in Mat 19:16. – 38 Pirot, o.c., p.521; Ejarque, en VD (1924) 41-47. – 39 Strack-B., Kommentar. I p.871. – 40 Merk, N.T. graece et latine (1938) ap. crít. a Mar 10:21; en contra, v.gr., Nes-Tlé, N.T. graece et latine (1928) h.l.; S. Légasse, L’appel du riche (1966); W. Zim-Merli, Die Frage des Reichen nach dem ewigen Leben (Mar 10:17-31 par.).: Evangelische Theologie (1959) p.90-97; N. Walter, Zur Analyse von Mar 10:17-31 : Zeit. Neut. Wiss. (1962) p.206-218; Bonxard, o.c., p.288 nota 2. – 41 Swete, The Cospel according to Sí. Mark (1908) h.l. – 42 Strack-B., Kommentar. I p.828; Lattey, Camelus per foramen acus: VD (1953) 291-292; E. C. DEL OCA, Camello por el ojo de una aguja: Rev. Bíbl. (Argentina 1963) p.43-46. – 42 Büchsel, Theol des Neuen Testaments (1935) p.30. – 43 Bonsirven, Le Judaisme Palestinien. (1934) I p.418-429. – 44 Strack-B., Kommentar. I p.975. – 45 Spicq, Premiare épltre aux Corinthiens (1949) p.208; Olivera, Sedebitis et vos super sedes duodeám: VD (1923) 161-165; Dupont, Le logion des douce trónes (Mat 19:28; Luc 22:28-30): Bíblica (1964) p.355-392; J. Martin, Avec des persecutions: Rev. des Eludes Grecques (1956) p.35-40. – 46 Lagrange, – 46Lagraang. s. St. Matth. (1927) p.382. – 47 lagrange, o.c., p.382. – 48 Mal 26:139. – 49 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.i63ss. – 50 Lagrange,’évang. s. St. Marc (1929) p.274.
Fuente: Biblia Comentada
las regiones de Judea al otro lado del Jordán. Perea era la región inmediatamente al E de la rivera del Jordán. No era, técnicamente, parte de Judea, pero el territorio regido por Herodes el Grande incluía ambas regiones y, normalmente, se le consideraba de esta forma. El ministerio de Cristo en Perea duró solo unos cuantos meses. Partiendo de aquí que Él haría su viaje final a Jerusalén, justo antes de la Semana de la pasión (Mat 20:17-19).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
19:1 Aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, se alejó de Galilea, (se alejó de Galilea por última vez hasta después de su resurrección, 28:16, 17; Jua 21:1), y fue a las regiones de Judea al otro lado del Jordán. 2 Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí. – 4:23; 9:35; 14:35; 15:30.
Fuente: Notas Reeves-Partain
MATRIMONIO Y DIVORCIO EN ISRAEL
Mateo 19:1-9
Cuando Jesús acabó; de darles estas enseñanzas, Se marchó de Galilea y Se dirigió a los distritos de Judasa que están al lado de allá del Jordán. Le siguieron grandes Multitudes, y Él los sanó allí.
– Los fariseos se dirigieron a Él presentándole un caso difícil, para probarle, y Le dijeron: . . .
¿Es legal el que un hombre se divorcie de su mujer por cualquier, causa?
-¿Es que no habéis leído -les contestó Jesús que desde el principio el Creador los hizo varón y hembra, y dijo: «Por esta razón un hombre dejará a su padre y a su madre, y -se unirá a su mujer, y los dos formarán una sola persona»? Por tanto, ya no son dos personas, sino urca sola. Pues entonces, lo que Dios ha unido, que no lo separe nadie:
Ellos Le dijeron: .
-¿Por qué entonces estableció Moisés que se le podía dar a la mujer un certificado de divorcio y divorciarse de ella?
-Fue por vuestra dureza de corazón por lo que Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres -les contestó Jesús-; pero en un principio no fue ese el estado de cosas que se pretendía. Os digo que el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de fornicación, y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una divorciada, comete adulterio.
Aquí estaba tratando Jesús de una cuestión que era un problema de ardiente actualidad en Su tiempo, como lo es en el nuestro. El divorcio era algo sobre lo que no había unanimidad entre los judíos; y los fariseos Le hicieron aquella pregunta con la intención de involucrarle en la controversia.
Ninguna nación ha tenido nunca un concepto más alto del matrimonio que los judíos. El matrimonio era un deber sagrado. El quedarse soltero un hombre pasados los veinte años, salvo si era para concentrarse en el estudio de la Ley, era quebrantar el mandamiento positivo de » llevar fruto y multiplicarse.» El que no tenía hijos «mataba su propia posteridad,» y » limitaba la imagen de Dios en la Tierra.» «Cuando marido y mujer son como es debido, la gloria del Señor está con ellos.»
En el matrimonio no se entraba a la ligera ni descuidadamente. Josefo delinea el concepto judío del matrimonio basado en la enseñanza mosaica (Antigüedades de los judíos 4.8.23). Un hombre había de casarse con una virgen de buena ascendencia. No debía nunca corromper a la mujer de otro hombre; y no debía casarse con una mujer que hubiera sido esclava o prostituta. Si un hombre acusaba a su mujer de no haber sido virgen cuando se casó con ella, tenía que presentar pruebas de su acusación. El padre o el hermano de la mujer tenía que defenderla. Si se vindicaba el honor de la mujer, el marido debía seguir teniéndola como esposa, y no podía nunca divorciarse de ella, excepto por el más flagrante pecado. Si se demostraba que la acusación había sido infundada y maliciosa, el marido tenía que recibir los cuarenta azotes menos uno, y pagarle 50 siclos al padre de la mujer. Pero si podía probar su acusación y se encontraba culpable a la mujer, si era una persona corriente, la ley imponía que debía ser lapidada; y si era la hija de un sacerdote, había de ser quemada viva.
Si un hombre seducía a una joven que estaba prometida a otro, y la seducción tenía lugar con el consentimiento de ella, ambos recibían la muerte. Si el hombre forzaba a la joven en un lugar solitario o donde nadie pudiera defenderla, solo el hombre había de morir. Si un hombre seducía a una joven no comprometida, debía casarse con ella o, si el padre de la muchacha no estaba conforme con aquel matrimonio, el seductor debía pagarle 50 siclos.
Las leyes judías del matrimonio y de la pureza colocaban el listón muy alto. En principio se aborrecía el divorcio. Dios había dicho: «Yo aborrezco el divorcio» (Mal 2:16 ). Se decía que el mismo altar derramaba lágrimas cuando un hombre se divorciaba de la esposa de su juventud.
Pero el ideal y la realidad no iban de la mano. Había dos elementos que eran peligrosos y dañinos.
El primer lugar, a los ojos de la ley judía una mujer era una cosa. Era propiedad de su padre, o de su marido; y por tanto no tenía realmente ningunos derechos legales. La mayor parte de los matrimonios los concertaban, o los padres, o algún casamentero profesional. Una mujer podía estar comprometida desde la niñez, o a menudo se la comprometía para que se casara con un hombre al que ni siquiera había visto. Había una salvaguardia: cuando llegaba a la edad de 12 podía repudiar al marido que le hubiera asignado su padre. Pero, en relación con el divorcio, la ley general era que solo el marido tenía la iniciativa. La ley estipulaba: «Se puede divorciar a una mujer, con o sin su consentimiento; pero a un hombre no se le puede divorciar nada más que con su consentimiento.» La mujer no podía nunca iniciar el proceso del matrimonio; no se podía divorciar ella, sino solo ser divorciada por el marido.
Había ciertas salvaguardias. Si un hombre se divorciaba de su mujer por razones que no fueran de flagrante inmoralidad, debía devolver la dote de ella; y esto debe de haber sido una barrera para los divorcios irresponsables. Los tribunales podían hacer presión para que un hombre se divorciara de su mujer en el caso, por ejemplo, de que se negara a consumar el matrimonio, o por impotencia, o por incapacidad demostrada de mantenerla como era debido. Una mujer podía obligar a su marido a divorciarse de ella si contraía una enfermedad repugnante como la lepra, o si era curtidor, lo que obligaba a reunir estiércol de perro, o si él le proponía marcharse de la Tierra Santa. Pero, con mucho, la ley dejaba bien claro que la mujer no tenía derechos legales, y que el derecho de divorcio correspondía exclusivamente al marido.
En segundo lugar, el proceso del divorcio era fatalmente fácil. Ese proceso se fundaba en el pasaje de la ley de Moisés al que se refirieron los interlocutores de Jesús: «Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, se la entregará en mano y la despedirá de su casa» (Dt 24:1 ). El certificado de divorcio era una declaración bien simple, de una sola frase, diciendo que el marido despedía a su mujer. Josefo escribe: «El que desee divorciarse de su mujer por la razón que sea (y muchas de tales razones se presentan entre los hombres), que establezca por escrito que no la tendrá nunca más como su esposa; porque de esta manera ella puede ser libre para casarse con otro hombre.» La única salvaguardia contra la peligrosa facilidad del proceso de divorcio era el hecho de que, a menos de que la mujer fuera una pecadora notoria, tenía que devolver la dote.
BASE JUDÍA PARA EL DIVORCIO
Mateo 19:1-9 (continuación)
Uno de los grandes problemas que presentaba el divorcio judío dependía de la formulación mosaica. Esa formulación establecía que un hombre podía divorciarse de su mujer «si ella no hallaba gracia en sus ojos, porque él había encontrado algo indecente en ella.» La cuestión era: ¿Cómo se había de interpretar la frase algo indecente?
En este punto los rabinos judíos estaban divididos diametralmente, y era aquí donde los interlocutores de Jesús querían involucrarle. Los de la escuela de Sammay estaban seguros de que una cuestión de indecencia quería decir fornicación, y solo eso; y que no se podía despedir a una mujer por ninguna otra causa. Aunque una mujer fuera tan malvada como Jezabel, en tanto en cuanto no cometiera adulterio no se la podía despedir. Por otra parte, los de la escuela de Hillel interpretaban eso del asunto de indecencia de una manera más amplia. Decían que quería decir que un hombre podía divorciarse de su mujer si ella le estropeaba la comida, si llevaba el pelo suelto, si hablaba con hombres en la calle, si hablaba con poco respeto de los padres de su marido, si era alborotadora y se la podía oír en la casa de al lado. Rabí Aqiba llegó hasta el punto de decir que la frase si ella no encuentra gracia en los ojos de él quería decir que un hombre podía divorciarse de su mujer si encontraba otra que le gustara más o que considerara más bonita.
La tragedia era que, como era de temer, fue la enseñanza de la escuela de Hillel la que prevaleció; el vínculo matrimonial se tomaba a menudo a la ligera, y el divorcio se hizo corriente por las causas más triviales.
Para completar el cuadro, hay que añadir algunos otros Hechos. Es pertinente notar que bajo la ley rabínica el divorcio era obligatorio por dos razones. Era obligatorio por adulterio. «Una mujer que ha cometido adulterio debe ser divorciada.» Segundo, el divorcio era obligatorio por esterilidad. La finalidad del matrimonio era la procreación de hijos; y el divorcio era obligatorio si después de tres años una pareja seguía sin tener hijos. En este caso, la mujer se podía casar de nuevo, pero la misma disposición se aplicaba al segundo matrimonio.
Hay que mencionar otras dos disposiciones judías interesantes en relación con el divorcio. La primera, el abandono no era nunca causa para el divorcio. Si había deserción había que demostrar la muerte. El único atenuante por relajación era que, aunque todos los otros Hechos tenían que ser corroborados por dos testigos según la ley judía, bastaba un testigo para demostrar la muerte del cónyuge que había desaparecido y no había vuelto.
En segundo lugar, aunque resulte raro, la locura no era razón para el divorcio. Si la mujer se volvía demente, el marido no podía divorciarla; porque, si la divorciaba, ella no tendría protector en su desgracia. Hay una misericordia conmovedora en tal disposición. Si el marido se volvía demente, el divorcio era imposible, porque en tal caso quedaba incapacitado para escribir el certificado de divorcio, y sin tal documento, que él debía escribir y entregar, no podía haber divorcio.
Cuando Le hicieron a Jesús aquella pregunta, por detrás de ella había una situación que molestaba y preocupaba. Jesús la iba a contestar de una manera que resultó alucinante para los dos bandos empeñados en la disputa, y que sugirió un cambio radical en toda la situación.
LA RESPUESTA DE JESÚS
Mateo 19:1-9 (continuación)
Lo más probable es que los fariseos Le estuvieran preguntando a Jesús si estaba de acuerdo con la opinión estricta de Sammay o con la más suave de Hillel; y que buscaran de esta manera implicarle en la controversia.
La respuesta de Jesús retrotraía la cuestión a su mismo origen, al ideal de la Creación. En el principio, dijo Jesús, Dios creó a Adán y Eva como un hombre y una mujer. No cabe duda que en las circunstancias del relato de la Creación Adán y Eva fueron creados el uno para el otro, y para nadie más; su unión fue necesariamente completa e indisoluble. Ahora bien, dice Jesús, aquellos dos eran el modelo y el símbolo de todos los que vendrían después. Como dice A. H. McNeile: » Toda pareja matrimonial es la reproducción de Adán y Eva, y su unión es por tanto no menos indisoluble.»
El razonamiento es totalmente claro. En el caso de Adán y Eva, el divorcio era, no solo desaconsejable; era, no solamente equivocado: era totalmente imposible, por la sencilla razón de que no había ninguna otra persona con la que cualquiera de ellos se pudiera casar. De esta manera Jesús estaba estableciendo el principio de que el divorcio no es nunca la solución correcta de nada. Desde ahora mismo ya debemos notar que esto no es una ley; es un principio, que es una cosa muy diferente.
Aquí vieron en seguida los fariseos un punto en el que podían atacar. Moisés (Dt 24:1 ) había dicho que, si un hombre quería divorciarse de su mujer porque ella no había encontrado gracia a ojos de él, y a causa de algún detalle indecente en ella, él podía darle un certificado de divorcio, y el matrimonio quedaba disuelto. Aquí tenían los fariseos la oportunidad que deseaban. Ahora podían decirle a Jesús: «¿Estás acaso diciendo que Moisés estaba equivocado? ¿No estarás Tú Tratando de abrogar la Ley divina que se le dio a Moisés? ¿Te estás colocando por encima de Moisés como legislador?»
Jesús les contestó que lo que dijo Moisés no había sido una ley, sino nada más que una concesión. Moisés no mandó el divorcio; en el mejor de los casos, él solamente lo permitió para regular una situación que habría llegado a ser caóticamente promiscua. La disposición de Moisés no era más que una concesión a la naturaleza humana caída. En Ge 2:23 s tenemos el ideal que Dios Se había propuesto, el ideal de dos personas que se casan debería ser tan indisoluble que las dos personas formaran una sola personalidad. La respuesta de Jesús fue: » Es verdad que Moisés permitió el divorcio; pero eso era una concesión en vista de que el ideal se había perdido. El ideal del matrimonio se ha de encontrar en la indisoluble y perfecta unión de Adán y Eva. Eso es lo que Dios quería que fuera el matrimonio.»
Es ahora cuando nos encontramos cara a cara con una de las dificultades más reales y agudas del Nuevo Testamento. ¿Qué quería decir Jesús? Hay una pregunta previa a esa: ¿Qué fue lo que dijo Jesús? La dificultad, que es insoslayable, es que Marcos y Mateo reproducen las palabras de Jesús de manera diferente.
Mateo dice:
Y Yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera (Mt 19:9 ).
Marcos pone:
Y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio (Mr 10:11 s).
Lucas nos da todavía otra versión de este dicho:
Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera (Lc 16:18 ).
Aquí tenemos la dificultad relativamente pequeña de. que Marcos supone que una mujer se puede divorciar de su marido; un proceso que, como ya hemos visto, no era posible bajo la ley judía. Pero la explicación puede ser que Jesús debe de haber conocido muy bien que, bajo la ley gentil, una mujer podía divorciarse de su marido; y en esa cláusula particular, Él estaba mirando más allá del mundo judío, al que se dirigió el evangelio de Mateo especialmente. La dificultad real estriba en que tanto Marcos como Lucas hacen la prohibición del divorcio absoluta. Para ellos no caben excepciones. Pero Mateo tiene una cláusula dirimente: El divorcio está permitido en caso de adulterio. En este caso hay que decantarse por una de las dos formulaciones. La única salida posible sería decir que de hecho el divorcio por adulterio era para la ley judía obligatorio, como ya hemos visto, y que por tanto Marcos y Lucas no consideraron que hacía falta mencionarlo; pero en tal caso estaba también el divorcio por esterilidad.
En último análisis tenemos que escoger entre la versión de Mateo del dicho de Jesús y la de Marcos y Lucas. Creemos que no se puede dudar de que la versión de Marcos y Lucas es correcta. Hay dos razones. Solo la absoluta prohibición de separarse satisface el ideal de la completa unión simbólica de Adán y Eva. Y las alucinadas palabras de los discípulos implican esta prohibición absoluta, porque, en efecto, dicen (versículo 10) que si el matrimonio es tan vinculante como todo eso, lo más seguro es no casarse. No cabe duda de que aquí tenemos a Jesús estableciendo el principio -no la ley- de que el ideal del matrimonio es una unión indisoluble. Aquí se podría decir mucho más; pero el ideal, como Dios lo concibió, está establecido, y la cláusula dirimente de Mateo es posiblemente una interpretación posterior que se insertó a la luz de la práctica de la Iglesia cuando esto se escribió.
EL ELEVADO IDEAL
Mateo 19:1-9 (conclusión)
Pasemos ahora a considerar el alto ideal del estado del matrimonio que Jesús propone a los que están dispuestos a aceptar Sus mandamientos. Veremos que el ideal judío sienta las bases del ideal cristiano. La palabra hebrea para matrimonio era kiddusin. Kiddusin quería decir santificación o consagración. Se usaba al describir algo que se dedicaba a Dios como Su exclusiva y particular posesión. Cualquier cosa totalmente consagrada a Dios era kiddúsin. Esto quería decir que en el matrimonio el marido estaba consagrado a la mujer, y la mujer al marido: Cada uno llegaba a ser posesión exclusiva del otro, de la misma manera que una ofrenda se convertía en la posesión exclusiva de Dios. Eso era lo que Jesús quería decir cuando dijo que por causa del matrimonio un hombre dejaría a su padre y a su madre y se uniría a su mujer, y eso es lo que Él quiso decir cuando dijo que marido y mujer llegaban a ser tan totalmente una sola cosa que se podían llamar una sola persona. Ese era el ideal que Dios tenía del matrimonio, como lo presenta la historia del Génesis (Ge 2:24 ), y ese es el ideal que Jesús ratificó. Esta idea tiene ciertas consecuencias.
(i) Esta unidad total quiere decir que el matrimonio no se da para un solo acto de la vida, por muy importante que ese acto sea, sino para todos. Es decir: que, aunque el sexo es una parte sumamente importante del matrimonio, no lo es todo. Cualquier matrimonio en el que se entra simplemente por un deseo físico imperioso que no puede satisfacerse de ninguna otra manera está condenado al fracaso de antemano. El matrimonio está diseñado, no para que dos personas hagan una cosa juntas, sino para que hagan todas las cosas juntas.
(ii) Otra manera de expresar esto sería diciendo que el matrimonio es la unión total de dos personalidades. Dos personas pueden existir juntas de muchas maneras. Una de ellas puede ser la parte dominante hasta tal punto que nada importa sino sus deseos y conveniencias y necesidades, mientras que la otra está totalmente subordinada y no existe nada más que para satisfacer los deseos y las necesidades de la primera. O también, dos personas pueden existir en una especie de neutralidad armada, en la que se dan una tensión continua y una continua colisión entre sus dos voluntades. La vida puede ser una larga discusión, y la relación estar basada, en el mejor de los casos, en una difícil componenda. O también, dos personas pueden basar su relación en una más -o menos resignada aceptación mutua. Para todos los efectos y propósitos, mientras vivan juntas, cada una va por su propio camino, y cada una vive su vida. Comparten la misma casa, pero sería una exageración decir que comparten el mismo hogar.
Está claro que ninguna de estas relaciones es ideal. El ideal es que en el estado del matrimonio dos personas encuentren el complemento de cada una de sus personalidades. Platón tenía una idea extraña. Tenía una especie de leyenda de que en su origen los seres humanos eran el doble de lo que somos ahora. Como su tamaño y fuerza los hizo arrogantes, los dioses los cortaron por la mitad; y la verdadera felicidad se produce cuando las dos mitades se encuentran otra ve y se unen en el matrimonio, completándose así mutuamente.
El matrimonio no debe empequeñecer la vida, sino completarla. A ambos cónyuges debe traerles una nueva plenitud, una nueva satisfacción, un nuevo contentamiento. Es la unión de dos personalidades en la que las dos se completan mutuamente. Esto no quiere decir que no haya que hacer ajustes, y aun sacrificios; pero sí quiere decir que la relación final es más plena, más gozosa, más satisfactoria de lo que puede ser un tipo de vida aislado.
(iii) Podríamos decir todo esto aún más prácticamente: el matrimonió debe ser el compartir todas las circunstancias de la vida. Hay un cierto peligro en la etapa encantadora del noviazgo. En ese período es casi inevitable el que las dos personas se vean mutuamente en el mejor estado de ambas. Hay días románticos. Se ven en su mejor ropa. Es corriente que tengan algún gran interés en común; es corriente que el dinero no haya llegado a ser todavía un problema. Pero en el matrimonio, los dos deben verse cuando no están en su mejor momento; cuando están cansados o débiles; cuando los hijos trastornan la casa y el hogar como es natural que suceda; cuando escasea el dinero, y las cuentas de la comida y de la ropa se convierten en un problema; cuando la luz de la luna y las rosas dejan el puesto a la pila de la cocina y a la cesta de la ropa y a pasear por el pasillo al niño llorón por las noches. A menos que dos personas estén dispuestas a enfrentarse juntas con la rutina de la vida tanto como con sus encantos, el matrimonio no puede ser más que un fracaso.
(iv) A todo esto sigue una cosa que no es universalmente cierta, pero que es mucho más probable que lo contrario. El matrimonio es mucho más probable que sea un éxito después de un conocimiento bastante largo, cuando las dos personas que lo forman conocen realmente el trasfondo mutuo. El matrimonio quiere decir vivir constantemente juntos. Es perfectamente posible que choquen los hábitos y los gustos y las costumbres de ambos. Cuanto más completo sea el conocimiento mutuo antes de decidirse a vincular sus vidas indisolublemente, mejor. Esto no es negar que puede haber tal cosa como el amor a primera vista, y que el amor puede conquistarlo todo; pero el hecho es que, cuanto mayor conocimiento tengan el uno del otro más probable será que tengan éxito en hacer su matrimonio lo que debe ser.
(v) Todo esto nos conduce a la conclusión práctica final: la base del matrimonio es mantenerse unidos, y la base de mantenerse unidos no es otra que ser considerados el uno con el otro. Para que el matrimonio sea un éxito, los cónyuges deben pensar siempre más en términos el uno del otro que cada uno en sí mismo. El egoísmo es el asesino de cualquier relación personal; y esto es especialmente cierto cuando dos personas están vinculadas en el matrimonio.
Somerset Maughan, hablando de su madre, dice que era una persona amable y encantadora, y que todo el mundo la quería. Su padre no era un hombre bien parecido, y tenía pocos dones y gracias sociales. Alguien le dijo una vez a ella: «Cuando todo el mundo está enamorado de ti, y cuando tú podrías tener al que quisieras, ¿cómo puedes seguir siendo fiel a ese monigote feucho de marido que tienes?» Ella contestó sencillamente: «Él nunca hiere mis sentimientos.» No se podría haber hecho mejor elogio.
La verdadera base del matrimonio no es complicada o recóndita; es sencillamente el amor que tiene más en cuenta la felicidad del otro que la propia, el amor que se honra en servir, que puede comprender y, por tanto, que siempre está dispuesto a perdonar. Es decir: es el amor que vemos en Cristo, que sabe que olvidándose de sí mismo se encuentra a sí mismo, y que perdiéndose a sí mismo se completa a sí mismo.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 19
Parte tercera
EL MESÍAS EN JUDEA
Capítulos 19-25
El evangelista san Marcos había dispuesto en dos grandes grupos toda la materia transmitida. El primer grupo contenía la actuación de Jesús en Galilea, sobre todo alrededor del lago de Genesaret, el segundo grupo se centraba en Jerusalén y culminaba en el relato de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesús. San Mateo permanece fiel a este diseño. Configura con mayor amplitud sobre todo la parte de Judea y Jerusalén, que en san Marcos es breve, y así equilibra mejor las dos partes, incluso exteriormente. En san Marcos la divisoria estaba en 10,1; en san Mateo está en 19,1. Incluso en la gran sección que ahora sigue, san Mateo se atiene a la línea directriz del predecesor, san Marcos. San Mateo aporta varias partes sacadas de la propia tradición, y vuelve a ordenar la materia de una manera más fácil de comprender y más temática. Forma una vez más un gran discurso contra los «escribas y fariseos» en el capítulo 23, del que se pasa inmediatamente al discurso sobre el fin del mundo (24,5,46). En estos dos discursos, mejor dicho, en este único discurso doble (cf. el texto y comentario de 26,1), se muestra una vez más la grandiosa capacidad creativa en la composición de nuestro Evangelio. La primera sección de esta parte comprende los capítulos 19,2,46. San Mateo ha insertado adicionalmente en el orden seguido por san Marcos los siguientes fragmentos: la parábola de los obreros de la viña (20,1-16), la parábola de los dos hijos (21,28-32), la parábola de las bodas reales (22,1-14). Así pues, son tres parábolas no incluidas en el capítulo de las parábolas, sino colocadas muy ventajosamente en los nuevos contextos.
1. EN CAMINO HACIA JERUSALéN (19,0,34).
1. MATRIMONIO Y CELIBATO (Mt/19/01-12).
La parte principal corresponde a Mar 10:1-12. La estructura del pasaje didáctico sobre el divorcio está más conforme con la realidad en san Mateo, aunque el texto de este evangelista también depende do san Marcos. San Mateo aprovecha la ocasión para añadir un párrafo más sobre el celibato (Mar 19:10-12). Así pues, esta parte de Mateo se centra en dos puntos, el uno expone la ordenación nueva del matrimonio, el otro, el camino especial del celibato, para los discípulos «que puedan entender» (Mar 19:12).
1 Cuando Jesús acabó estos discursos, partió de Galilea y se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán. 2 Le siguieron grandes multitudes y realizó curaciones allí.
Por cuarta vez el evangelista concluye uno de los grandes discursos de Jesús con las mismas palabras. Al mismo tiempo Mateo designa aquí una nueva sección en la obra del Mesías. Galilea y Judea se excluyen entre sí. La precedente actividad de Jesús se efectuó según el modo de ver que el evangelista adoptó en su relato, en el ámbito de Galilea con muy pocos cruces de frontera. Aquí un nuevo ámbito entra en el campo visual del lector. Inicialmente parecen las palabras a la región de Judea algo indeterminadas. Paulatinamente aparece con mayor claridad la dirección en que se mueve la comitiva del maestro. Pero con el nombre de Judea resuena lo crítico y decisivo. Ya hace tiempo sabemos lo que sucederá en Judea, sobre todo en Jerusalén, y lo que de allí hay que esperar (cf. 2,3; 15,1). Estamos preparados especialmente por medio de vaticinios de la pasión (16,21s; 17,22s). Pronto seguirá un nuevo vaticinio (20,17-19). Desde la confesión mesiánica de Pedro se sabe adónde se va. La inestable vida errante es relevada por el camino resuelto hacia Jerusalén. Jesús llega a Judea, que ya no abandonará hasta su muerte. Judea es el recinto de la crisis, Galilea fue el recinto del comienzo primaveral, y será el recinto de la revelación de Jesús resucitado (28,16). «Al otro lado del Jordán» es una expresión que aquí solamente indica que Jesús no tomó el camino directo a través de Samaría, sino que dio un rodeo por oriente del Jordán, pasando por la ciudad de Jericó situada en el camino hacia Jerusalén (20,29). De nuevo le sigue mucha gente, como ya se dijo con frecuencia de una forma sumaria. Y de nuevo se invoca la piedad del Mesías para que cure a los enfermos. Ahora Jesús tampoco cesa de obrar curaciones. Aunque el camino se dirige hacia Jerusalén, las curaciones forman parte de su apostolado y de la prueba de su misión mesiánica. La instrucción del pueblo desde hace mucho tiempo se pospuso a la enseñanza de los discípulos, pero Jesús continúa haciendo el bien y prodigando favores. Así ocurrirá incluso en medio de la ciudad santa, en el templo (21,14). Sigue siendo inalterablemente fiel a su misión a las «ovejas perdidas de la casa de Israel» (15,24).
3 Se le acercaron unos fariseos para tentarlo y le preguntaron: ¿Puede uno despedir a su mujer por un motivo cualquiera? 4 él respondió: ¿No habéis leído que el que los creó, desde el principio, varón y hembra los hizo? (Gen 1:27). 5 Y añadió: Por eso mismo, dejará el hombre al padre y a la madre para unirse a su mujer, y serán los dos una sola carne (Gen 2:24). 6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por consiguiente lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
La pregunta de los fariseos aquí no se refiere a si en general está permitido disolver un matrimonio. Según el derecho vigente este permiso era evidente por razón de la ley del Antiguo Testamento. La pregunta más bien inquiere si está permitido el divorcio por un motivo cualquiera. Detrás de la pregunta está la diferencia de dos tesis que eran sostenidas en tiempo de Jesús. Una tesis procedía del famoso rabino Hilel, según la cual prácticamente un divorcio podía ocurrir por cualquier motivo, por insignificante que fuera. La opinión más severa la sostenía el rabino Samay, quien sólo consideraba como motivo suficiente los delitos morales, sobre todo los pecados de lascivia. (La diferencia entre estas opiniones dogmáticas se funda en la vaga formulación de Dt 24.1, según la cual el divorcio puede tener lugar, si el hombre ha visto en ella una tara imputable). Jesús debe adoptar una actitud en esta cuestión discutida. Se le quiere «tentar» con esta cuestión. Según la respuesta que Jesús diese, se le podría tachar de laxismo o de rigor en la interpretación de la ley. Jesús en primer lugar no aborda la pregunta especial, sino el fondo de la cuestión. En la ley no solamente se contiene la disposición sobre el divorcio tomada de la ley mosaica (Deu 24:1), sino también la ordenación del matrimonio según el relato de la creación. Lo primitivo tiene una primacía jurídica sobre lo tardío. Lo que era al principio, no se invalida por lo que le siga. El Creador es anterior a Moisés (Deu 19:7). Al principio, Dios establece una ordenación que excluye la posibilidad del divorcio. Este es un pensamiento al que nos hemos acostumbrado demasiado y cuya grandeza ya no experimentamos plenamente. El ser humano no es creado por Dios como ser único, sino con dos formas, a saber hombre y mujer. Pero las dos formas están tan mutuamente relacionadas y tan ordenadas la una a la otra, que tienden a constituir de los dos una sola entidad. La fuerza del sexo y el ansia del complemento personal es tan intenso que sobrepujan el vínculo de la sangre. Se deja al padre y a la madre para buscar la nueva unidad de vida con el otro consorte. Los que se han encontrado, se convierten en una sola carne. Esta es la expresión más fuerte que puede concebirse. Con esta expresión el hebreo no solamente piensa en la unión sexual de los cuerpos, sino en la fusión de todo el ser humano terreno con el otro. Ya conocemos la expresión «la carne y la sangre» como designación del modo terreno de vivir del hombre, a diferencia del modo de vivir dado por Dios, lo cual se descubrirá en último término como «vida eterna». Según el relato del Gen 02:24, el Creador no ha pronunciado por sí mismo las palabras: «Por eso mismo, dejará el hombre al padre y a la madre.» Pero el evangelista quiere decir que la ordenación de la naturaleza que aquí manifiesta el autor sagrado, es institución divina. Así brota en las palabras de Jesús el concepto de principio en su pura originalidad. Lo que Dios hizo y dijo al principio, vale para siempre, nunca puede ser derogado ni puede mudarse por un precepto adicional o por una disposición suplementaria. Dios ha establecido la unidad mediante su voluntad creadora, que puso en los hombres este anhelo natural y su satisfacción. Pero la unidad no estriba solamente en la satisfacción del impulso corporal, sino en toda la vida. Por eso Jesús puede decir que Dios es quien unió. Lo que así fue unido, no puede ser separado por el hombre, porque el hombre es criatura y se le llama para que obedezca. El matrimonio es más que una unificación corporal; comprende toda la altura y profundidad, la anchura y longitud de la vida. En toda la vida ha de hacerse de dos uno. ésta es la voluntad de Dios y la ordenación primitiva de Dios. El hombre interviene arbitrariamente y se evade de esta voluntad y ordenación del Creador.
Jesús no solamente cita el Antiguo Testamento, sino que consolida de nuevo y con autoridad propia la ordenación primitiva del matrimonio. La frase «lo que Dios unió, no lo separe el hombre» es la interpretación del texto del Antiguo Testamento y el nuevo mandato propio de Jesús. Este precepto tiene aplicación al pueblo de Dios en el Nuevo Testamento, o sea la Iglesia, y a cada miembro de la misma. Pero los que no son discípulos de Jesús, también tendrán que dejarse guiar por este alto concepto, si realmente tienen interés en la persona humana. A la larga sólo la más alta reivindicación puede bastar al ser humano. Todos los compromisos entre la debilidad humana y la flexibilidad jurídica en último término redundan en perjuicio del hombre.
7 Ellos le replican: ¿Por qué, entonces, Moisés mando darle el acta de divorcio para despedirla? 8 El les contesta: Moisés, mirando a la dureza de vuestro corazón, os permitió despedir a vuestras mujeres. Pero no fue así desde el principio. 9 Por eso yo os digo: El que despide a su mujer -no en caso de fornicación- y se casa con otra, comete adulterio.
Jesús ha dicho lo fundamental, ahora lo formula una vez más en una «ley» (19,9). Queda por contestar la pregunta de los fariseos si está permitido disolver el matrimonio por un motivo cualquiera. Vuelve a conducir a esta pregunta la objeción, según la cual en la ley también se da la posibilidad del divorcio. Jesús contesta: No lo ha mandado Dios, sino Moisés. Para nosotros eso es tan difícil de entender como para los judíos de aquel tiempo. Puesto que Dios nos habla por medio de Moisés, el mandamiento de Moisés ¿no es mandamiento de Dios? Ciertamente lo es, pero tiene menor autoridad. Primero porque lo anterior mantiene la primacía con respecto a lo posterior; segundo, porque el mandamiento de Moisés fue dado por él de modo indirecto (Cf. Gal 3:19 s.), mientras que el orden de la creación fue establecido directamente por Dios. Todo eso, desde luego, no se expresa en la respuesta de Jesús; son argumentos teológicos que van implícitos en el diálogo.
Lo que Jesús dice para explicar este mandamiento de divorcio, es algo muy distinto, que impresionará a sus oyentes. Existe ya una diferencia en el mismo hecho de que Moisés no ha mandado, sino permitido. No se trata de un mandamiento, que debe estimular y conducir a la vida, sino de una concesión que se hace a la debilidad del hombre. Moisés lo ha permitido mirando a la dureza de vuestro corazón. Esta imagen designa la sordera y apatía de corazón de Israel ante la orden de Dios. La hallaremos asociada a la «incredulidad» (Mar 16:14). Un tono profético penetra en el diálogo jurídico. Moisés os dio esta libertad, porque conocía vuestra condición y preveía que seríais negligentes e indóciles ante la voluntad de Dios. El hecho de que todavía se practique el divorcio, no es señal de que se cumpla fielmente el mandamiento, sino, todo lo contrario: atestigua la obstinación de Israel.
La explicación que Jesús da a lo que dispone la ley mosaica, no es una explicación histórica o jurídica. Antes bien es una llamada profética, que también ahora tiene un alcance profundo. El hombre sólo es capaz de cumplir en particular el mandamiento divino, si se confía totalmente a la voluntad de Dios. Quien se obstina frente a ella y es indolente, o persevera arbitrariamente en su propia voluntad, llegado el caso fallará y, por consiguiente, se verá obligado a invocar la libertad de divorciarse. Esto se afirma, de forma inequívoca, en las últimas palabras. El hombre que despide a su mujer, no ha anulado el matrimonio que existía entre ambos. Continúa existiendo, y si el hombre vuelve a casarse, comete adulterio. Para la mujer tiene aplicación lo inverso, que sólo san Marcos dice explícitamente (Mar 10:12). Incluso la añadidura discutida «no en caso de fornicación» no puede cambiar nada en el principio dado por Jesús. Si se entiende esta adición en el sentido que de algún modo se pueda disolver el vínculo del matrimonio como tal, entonces se desplomaría toda la doctrina de Jesús expuesta en 19,3-9. La Iglesia, por encargo de su Señor, se mantiene aferrada hasta el día de hoy en esta firme resolución. Porque la Iglesia también observa la misma obediencia que ha de exigir a cada uno de sus miembros. Por eso es tan importante este diálogo, porque muestra la posición de Jesús ante la ley.
Aquí Jesús deroga formalmente una disposición de la ley del Antiguo Testamento, así como antes ha anulado la legislación del Antiguo Testamento sobre la pureza (15,0). Sigue estando en vigor que Jesús no ha venido para abolir «la ley o los profetas», sino para «darle cumplimiento» (5.17). Pero también puede formar parte del cumplimiento de la ley que una disposición particular sea derogada o sustituida por una nueva orden. Esto aquí no ocurre por la propia plenitud de poderes, sino por el recurso a la primitiva voluntad del Creador. Se hacen valer de nuevo la pureza y la genuina intención de la voluntad de Dios, tal como han sido expresadas al principio. Pero el hecho de que el orden de la creación y el mandamiento de Moisés se puedan contraponer mutuamente y el hecho de que el orden inicial se ponga de nuevo en vigor sólo pueden explicarse por la pretensión de Jesús de ser el definitivo revelador de la voluntad de Dios. Sólo puede hacerlo el Mesías. En cualquier otro sería una presunci6n blasfema. Aquí aparece de nuevo el estilo que ya conocemos: «Pero yo os digo» (5,22)…
10 Los discípulos le dicen: Si tal es la situación del hombre con respecto a la mujer, no conviene casarse. 11 él les respondió: No todos entienden esta doctrina, sino aquellos a quienes se ha concedido. 12 Porque hay incapacitados para el matrimonio que nacieron así del seno materno, y hay incapacitados a quienes así los hicieron los hombres, y hay incapacitados que ellos mismos se hicieron así por el reino de los cielos. Quien pueda entender, entienda.
Si hay que ligarse mutua e indisolublemente para toda la vida, entonces resulta gravoso casarse. Así puede entenderse la réplica aterrada de los discípulos. La libertad del hombre ¿no está entonces coartada de un modo insoportable? ¿Sólo tiene el hombre ante sí el camino del matrimonio, y además con este vínculo, que aquí se tiene la sensación de que es una carga y una tortura? Esta réplica dada con la primitiva manera de pensar del hombre vulgar, hace que Jesús añada otras palabras, que abren un segundo camino. Estas palabras se introducen de un modo significativo con la observación de que no todos son capaces de entender lo que se dice a continuación. Sólo son capaces de entender aquellos a quienes se ha concedido. Esto también es un misterio del reino de los cielos, cuya comprensión se concede desde arriba. El hombre no la tiene por sus propias fuerzas, sino por don de Dios (cf. 13,11). Nos podemos disponer para esta comprensión, pero no nos la podemos dar. Se puede estar agradecido por ella, si alguien la obtuvo, pero no se puede reprochar a nadie que no la tenga. De lo que se trata se nos aclara en la última parte de la respuesta (que consta de tres grados): hay incapacitados para el matrimonio que ellos mismos se hicieron así por el reino de los cielos. El reino de Dios reclama todo el interés del hombre. También puede reclamar la renuncia al matrimonio y a la familia, más aún, como se dice en estos versículos, la renuncia voluntaria y permanente a la satisfacción del apetito sexual. Entonces todo el vigor íntegro del hombre puede emplearse para el servicio del reino de Dios. Toca a todos los discípulos emprender la aventura de buscar primero el reino de Dios y su justicia (6,33); pero sólo a algunos de ellos realizarla y aplicar su persona a ello con tal amplitud, que incluso abandonen la tendencia innata en el hombre de dar satisfacción a su vida sexual. Los capaces de entender son aquellos a quienes se les ha concedido. Aquí probablemente no sólo se piensa en la comprensión, sino también en el seguimiento de esta otra vocación. Para dicho seguimiento en primer lugar se requiere la inteligencia, pero además la renuncia magnánima. Puesto que la palabra de Jesús queda así vibrando y postula consciente apertura en el oyente, preferimos también dejarla con esta apertura. En la vida de la Iglesia a través de los siglos se testifica que esta aventura magnánima se emprende en forma duradera, y también se testifican los frutos para el reino de Dios, que se originan de esta renuncia.
2. JESÚS Y LOS NIÑOS (Mt/19/13-15).
13 Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y orara por ellos; pero los discípulos los reprendieron. 14 Y Jesús dijo: Dejad a los niños y no les impidáis venir a mí, porque el reino de los cielos es de los que son como ellos. 15 Y después de imponerles las manos, se fue de allí.
No sólo llevan los enfermos a Jesús para que los cure, sino también le llevan los niños para que los bendiga. Es un gesto conmovedor de confianza. La fuerza de la bendición que con frecuencia se había experimentado, también se comunicará a los niños. Necesitan especialmente la protección de los mayores y sobre todo el amparo de quien es el mayor entre los mayores: Dios. Jesús debe poner sus manos sobre ellos y orar por ellos, es decir invocar en favor de ellos la protección y la gracia de Dios. A los discípulos les parece ridículo importunar al Maestro con tales niñerías. No conocen la confianza que con razón empuja a la gente hacia Jesús, ni el gran concepto del niño que Jesús ha dado a los discípulos (cf. 18,3).
Jesús no sólo exige que los niños le puedan ser traídos, sino que dice algo fundamental a este respecto. El reino de los cielos es de los que son como ellos. ¿Cómo deben entenderse estas palabras? En primer lugar en sentido literal. Los niños tampoco están excluidos de la llamada y de la promesa magnífica del Padre. No es preciso que ellos se queden fuera, aunque todavía sean pequeños y entiendan poco. Los escribas creen que los niños tienen poca capacidad, y en general los menosprecian, como también hacían con las mujeres. La tesis de los escribas es que la religión es cosa de hombres. Jesús ha exaltado a la mujer, así hace ahora con el niño. Esta división de los hombres en adultos y menores de edad tampoco vale ante el reino de Dios. El niño también puede entender y hacer aquello de lo que propiamente se trata, a saber que Dios debe reinar, y su voluntad debe llevarse a término. Así pues, los niños pueden colocarse libremente al lado del que trae este reino, y esta voluntad. No les impidáis venir a mí… Ellos quizás entienden a Dios mejor que los adultos. Dios ha ocultado a sabios y entendidos lo que ha revelado a la gente sencilla (11,25). Ni siquiera en la Iglesia nadie tiene el derecho de escatimar a los niños los dones de Dios. Desde el tiempo más antiguo se les ha administrado el bautismo, aunque no pudieran hacer ninguna profesión personal de su fe. Hoy día se les ofrece el cuerpo del Señor tan pronto como pueden distinguirlo del pan ordinario. Porque el reino de los cielos es de los que son como ellos, y así lo ha querido el Padre que está en el cielo (11,26). No sólo debemos apreciar y amar a los niños por inclinaci6n natural, sino porque Dios tiene tan gran concepto de ellos.
3. EL RICO Y LAS RIQUEZAS (Mt/19/16-30)
a) La pregunta del joven rico (19,16-22).
16 Luego se le acercó uno y le preguntó: Maestro, ¿qué haría yo de bueno para poseer vida eterna? 17 él le contestó: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno. Pero, si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos. 18 Dícele aquél: ¿Cuáles? Jesús respondió: Aquello de no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, 19 honra al padre y a la madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. 20 El joven le replica: Todas esas cosas las he cumplido. ¿Qué me falta todavía?
En el camino un hombre se acerca a Jesús, como otros hicieron antes que él (cf. 8,19.21). Su pregunta no se refiere a lo que debe hacer para seguir al Maestro ni a las condiciones que le serán impuestas, sino al fin perseguido con este seguimiento, que es la vida eterna. Nuestro hombre conoce el fin, pero pregunta por el camino. A este camino tiene que conducir algo bueno. La bondad de la vida humana aquí en la tierra, y de la vida eterna (donada por Dios) allí en el cielo, se corresponden mutuamente. Además el que pregunta sabe que se tiene que hacer algo. El don de Dios no se logrará con independencia del esfuerzo del hombre, aunque nunca se puede merecer en el sentido propio. Ya es muchísimo saber estas dos cosas y poder preguntar tan atinadamente. La respuesta en primer lugar, y sin atenerse a la pregunta estricta, se refiere al concepto de lo «bueno». La respuesta sólo llega a ser plenamente inteligible con e] texto de san Marcos, en el que el joven rico había dado a Jesús el tratamiento de «Maestro bueno», y Jesús le había contestado: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno, Dios» (Mar 10:18).
San Mateo enfoca la pregunta de otra manera y coloca lo bueno en sentido objetivo ante lo bueno en sentido personal. Sólo Dios es bueno, y por tanto también es el dechado de todo lo bueno que hay. Así pues, cuando se pregunta a Jesús por lo bueno, se le pregunta por Dios. Sólo por Dios se mide todo lo bueno que el hombre puede conocer y anhelar como valor. Es la plenitud de lo bueno, y cada una de las cosas buenas que se ven y hacen participa en el bien absoluto, que es el mismo Dios. Prosigue la respuesta propiamente dicha, a saber guardar los mandamientos, que son los mandamientos de Dios. Jesús no los nombra todos, sino algunos de los diez mandamientos, que tienen más importancia, y además se añade -y así se hace resaltar- el mandamiento del amor al prójimo. No se nombran los tres primeros mandamientos de la tabla del decálogo, que se refieren a Dios y a su servicio, sino que solamente se nombran los que se refieren al hombre y a su servicio. Como complemento no se añade el mandamiento de amar a Dios, sino el de amar al prójimo. Así se indica la dirección de la respuesta de Jesús: Importa hacer lo bueno en favor del hombre si se quiere alcanzar la vida eterna. El que pregunta en general por la vida eterna, ya sabe que se tiene que obedecer a Dios, honrarle y amarle. Pero lo otro se le tiene que decir de una forma que se grabe. El punto central e importante del diálogo radica en la segunda pregunta: ¿Qué me falta todavía?
La primera contestación que dio Jesús, está en el Antiguo Testamento. Se la podía dar el piadoso judío, y los escribas también lo han hecho alguna que otra vez. El camino de la salvación ya está contenido en el Antiguo Testamento si se entiende en la forma debida y no se ahogan sus exigencias capitales con innumerables prescripciones particulares. No obstante, el joven puede declarar sin reservas que ha cumplido todo lo que Jesús menciona. Difícilmente podrá salir airosa esta confianza ante un criterio estricto. Pero la respuesta también quiere indicar que todo eso le es bien conocido y no contiene ninguna novedad. Sin embargo, hay que poder decir algo nuevo, porque la persona y la actividad de Jesús para él tienen una apariencia nueva. El joven desde el principio debió de esperar que Jesús le diera una orden especial que excediera lo ordinario. Ya que el Señor en primer lugar le da una respuesta tradicional que expresa la unidad con lo que se ha ido transmitiendo en Israel, el joven ahora tiene que preguntar expresamente por lo nuevo: ¿Qué me falta todavía?
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende todos tus bienes y dáselos a los pobres, que así tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme. 22 Pero, cuando el joven oyó estas palabras, se fue lleno de tristeza, pues poseía muchos bienes.
¿Cómo responderá Jesús? ¿Añadirá un undécimo mandamiento a los diez que ya existen, o explicará, como hizo más tarde, el único mandamiento del amor como resumen de toda la ley? (22,34-40). En primer lugar está la palabra «perfecto». Ya la oímos en el sermón de la montaña (5,48). Como en aquel sermón, esta palabra aquí también sirve para expresar el objetivo sintético de lo que Dios reclama. La frase si quieres ser perfecto no se dice como pregunta, que deje esta volición al arbitrio del individuo (un consejo), así como tampoco se dijo como pregunta la locución de la primera parte del diálogo: «Si quieres entrar en la vida» (19,17). Es lo que vale para todos los que quieren ser discípulos, porque para todos vale la misma finalidad de la vida eterna. Todos deben ser perfectos como su Padre celestial. No basta solamente conocer los distintos mandamientos y cumplirlos puntualmente, sólo basta la perfección. La justicia de los discípulos debe superar la de los escribas y fariseos (5,20). El mismo Dios debe ser la medida de las acciones del hombre. El cristianismo no consiste en cumplir los mandamientos, sino en entregarse perfectamente y en amar sin limitaciones. Pero Jesús además dice que el joven debe vender lo que posee, desprenderse del producto de la venta, y luego debe seguirle. Estas palabras del Maestro hay que entenderlas como llamada personal, que sólo puede aplicarse a este joven y a su situación. Tiene muchos bienes, y su corazón está pendiente de ellos, aunque haya cumplido los mandamientos. Por eso no es «perfecto», porque su corazón no está indiviso en Dios, sino que está dividido, porque también ama lo que posee. Aún no sabe nada de la nueva resolución firme que Jesús ha traído: «No podéis servir a Dios y a Mammón» (6,24c).
El joven aún no puede distinguir entre el tesoro en la tierra, que destruyen la polilla y el orín, y que roban los ladrones, y el tesoro en Dios (cf. 6,19-21). Por eso el joven es invitado a emplear su tesoro en la tierra como tesoro en el cielo. Si así lo hace, entonces se verá que a él primero le interesa Dios y por tanto en realidad también le interesa la vida eterna. Lo que aquí se dice de la perfección en general (junto con 5,48), puede aplicarse a todos los discípulos y los une sin hacer diferencias. Lo que se dice sobre la venta de lo que se posee, en primer lugar tiene aplicación al que preguntó. Pero cualquier discípulo de Jesús reconoce a manera de ejemplo lo que importa. Primeramente escuchará el llamamiento a la perfección. Pero este llamamiento para el discípulo quizás contiene una reclamación concreta distinta de la de desprenderse de lo que posee. No se trata de liberarse de los bienes como tales, sino de la libertad para Dios. Pero esta libertad sólo se puede obtener en el seguimiento de Jesús. Por eso tiene validez que cuando hayas hecho todo lo que te hace libre, entonces tienes que seguirme. Y también es verdad que sólo puede conservarse la plena libertad para Dios en el seguimiento de Jesús. La ley vital de Jesús: Dios solo y en primer término, también puede aplicarse a sus discípulos. El discípulo sabe que en el Evangelio al usar el verbo «seguir» de ordinario se piensa en la disposición para el sufrimiento y en participar en la pasión de Jesús…
b) Peligro de las riquezas (19,23-26).
23 Jesús dijo a sus discípulos: Os lo aseguro: un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos. 24 Os lo vuelvo a decir: Más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de Dios. 25 Cuando lo oyeron los discípulos, se quedaron hondamente sorprendidos y dijeron: Pero entonces, ¿quién podrá salvarse? 26 Fijando en ellos su mirada, díjoles Jesús: Para los hombres, esto es imposible; pero para Dios, todo es posible.
Son unas palabras difíciles que empalman con el sermón de la montaña (cf. 6,24-34). No pueden ser paliadas ni cambiadas de sentido. Para los ricos es difícil, dice Jesús categóricamente, alcanzar el reino de Dios. Al hablar de «un rico» no debemos fijarnos en la cantidad de sus posesiones, como si fuera posible distinguir, de acuerdo con ella, lo que es justo o injusto; tampoco hay que pensar en un rico dominado por sus riquezas, que con avidez y codicia ha hecho de sus bienes un dios. El «rico» es una persona que tiene muchas posesiones, y para cuya vida estas posesiones significan mucho. Las dos cosas son inseparables. Un rico de esta clase, dice Jesús, está en sumo peligro. Jesús sabe que los bienes no son una magnitud neutral, una acumulación de dinero, o de casas, o de acciones, o de joyas, o de lo que sea. Los bienes tienen un poder seductor que procura subyugar al hombre. Así habla Jesús de Mammón, que incluso entra en competencia con Dios (6,24c). Nadie puede sustraerse a esta resaca seductora, si no se aparta por completo de ella, y no se adhiere a Dios. Una imagen drástica expresa lo antedicho. Exagera consciente y desmedidamente, y con todo quiere ser tomada como una imagen. Un camello no pasa nunca por el ojo minúsculo de una aguja. ¿Quiere esto decir que ningún rico conseguirá su objetivo por principio? esta interpretación contradiría la primera frase, que se limita a decir que un rico difícilmente entra en el reino de los cielos. La imagen no dice que nadie lo logre, sino que las probabilidades son sumamente exiguas. Estas palabras quieren agitar, sacudir, hacer que caigamos en la cuenta de la gravedad de la situación. El joven ha encallado en este escollo, a pesar de hacer una pregunta tan radical y de estar dispuesto para una orden muy exigente del Maestro. Su apego a los bienes lo ha desvalorizado todo y le ha impedido recorrer el camino que conduce a la vida eterna. Este ejemplo y las graves palabras del Señor sobre los ricos tienen que ser como un estímulo en la carne para todos los que se encuentran en una situación semejante a la del joven rico.
La sentencia de Jesús aterroriza a los discípulos. Nos vienen a la memoria las palabras sombrías de la puerta estrecha y del camino angosto (7,13s). ¿Son quizás muy pocos los que se salvan (cf. Luc 13:23) o quizás no hay nadie que se salve? Es preciso experimentar en sí mismo este temor. El salvarse no es algo natural y evidente; el hombre no puede invocar en favor suyo ningún derecho ni abrigar esperanza alguna. Muchas almas escogidas experimentaron dolorosamente tan terrible incertidumbre. La respuesta del Maestro no da ningún consuelo humano ni sosiega la cuestión discutida. No obstante, libera al hombre de la angustia y del temor. Siempre es lo mismo: hay que confiar enteramente en Dios. Así como quien realmente tiene fe, confía enteramente en Dios, así también el que teme seriamente por su vida. En Dios todo es posible. El destino del hombre sólo está en manos de Dios. El conocimiento de esta verdad no conduce a una angustia servil, o a una cruel mutilación de sí mismo, sino a la libertad de los hijos de Dios. Dios no es un maestro de escuela, ni un tirano, sino un padre.
c) Recompensa por renunciar a todo (Luc 19:27-30).
27 Entonces tomó la palabra Pedro y le dijo: Pues mira: nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué habrá, pues, para nosotros? 28 Jesús les contestó: Os lo aseguro: cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, en la regeneración, vosotros los que me habéis seguido, también os sentaréis en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
La pregunta de Pedro no es tan dura como la de los hijos de Zebedeo (Mar 10:37), pero también proviene de «abajo». En esta pregunta no se nombra la recompensa, pero se hace alusión a ella. Ellos lo han dejado todo y han seguido el llamamiento de Jesús; el joven rico no supo desprenderse de sí mismo y por eso se negó a seguir el llamamiento. Esta vez Jesús no rechaza bruscamente la pregunta, como lo hizo con Pedro hablando del tema de la pasión (Mar 16:23) y como lo hará con los hijos de Zebedeo (Mar 20:20-24). El que ha dejado, recibirá (Mar 19:29). El que ha seguido a Jesús en la humillación, compartirá su gloria (Mar 19:28). Esta es la doble respuesta a la pregunta de Pedro (*). Para el fin del tiempo en este mundo y para el paso al mundo nuevo san Mateo emplea en la mayoría de los casos la palabra parusía (por ejemplo 24,3.37). Aquí encontramos la extraña palabra regeneración. El primero de estos dos vocablos alude sobre todo al acontecimiento único, que inicia la transformación del mundo, este segundo vocablo se refiere a la restauración del mundo según su estado primitivo. El mundo es engendrado por segunda vez, después que estén dominadas las fuerzas caóticas, como la primera vez fue engendrado del caos con una belleza inmaculada y con un orden armónico. La segunda creación será como la primera, es decir la producción del mundo al principio sólo puede compararse con la acción revolucionaria de Dios, la cual abarca todo el cosmos (,Gen 1:4a). Pero la gloria del mundo nuevo será todavía mayor que la del antiguo, del que ya se pudo decir: «Y vio Dios todas las cosas que había hecho y eran buenas en gran manera» (Gen 1:31a). Porque el mundo nuevo debe subsistir con una duración eterna. La regeneración se inicia con la venida del Hijo del hombre y se pone en vigor con su juicio. El Hijo del hombre estará sentado en su trono de gloria (Gen 25:31) y pronunciará la sentencia. Los doce se sentarán junto a él como asistentes y pronunciarán con el juez la sentencia. Antes se ha dicho: «Quién a vosotros recibe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me envió» ( Gen 10:40). Esta unidad entre el Padre que envía, el Mesías enviado y los apóstoles vale en la humillación y valdrá luego en la gloria. El Mesías se ha declarado en favor de ellos y se les ha identificado con su actuación de un modo tan íntimo que ahora pueden declararse ellos en favor de él en el juicio e identificarse con su sentencia. Esto en realidad es recompensa del seguimiento: seguimiento hasta lo profundo de la pasión, del desprecio, e incluso hasta la impotencia de la muerte, luego hasta la altura de la gloria y del poderío en el trono del Mesías al fin de los tiempos. El pueblo de Dios constaba de doce tribus, tal como tuvo su origen en el padre Jacob, según testimonio de la Escritura. Las doce tribus tienen que ser reunidas al final de los tiempos, en ellas se presentará el pueblo de Dios en la gloria. Pero las doce tribus, de las que aquí habla Jesús, son las tribus del nuevo Israel, engendrado por Dios y redimido por Jesús. Es una gran imagen que se ofrece a Pedro. También es una imagen que la Iglesia peregrina edificada sobre el cimiento de los apóstoles y profetas (Efe 2:20), tiene ante los ojos, ya que marcha hacia el juicio de su Señor y de sus apóstoles.
…………..
* El v. 28 ha sido insertado por san Mateo en el orden de san Marcos y así convierte la respuesta de Jesús en una respuesta doble. La sentencia no habla de cualquiera que haya dejado casas y hermanos, etc. (Efe 19:29), sino solamente de los doce. Tampoco habla de la recompensa personal, cuando termine el tiempo, sino del cargo de juzgar con el Hijo del hombre en su segunda venida. Así se abre una grieta entre las dos respuestas, por una parte el versículo 28, por otra parte el versículo 29s. Una variante que se desvía mucho de 19,28 se encuentra en Luc 22:28 30, cf. lo que en ella se dice.
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29 Y todo aquel que por mi nombre haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o campos, recibirá mucho más y heredará vida eterna. 30 Pues muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.
La segunda respuesta habla en primer lugar de lo que se ha dejado por amor de Jesús; es decir por causa de la íntima solidaridad con él y del servicio a su palabra (Cf. la distinción que se hace entre ambas cosan en Mar 10:29). Se nombran sin interrupción vínculos familiares y bienes terrenales. Que los hijos se separen de los padres o que el campesino abandone su casa y sus tierras es lo mismo para el caso. La enumeración podría ser más larga. Lo que importa no es lo que se deja, sino por qué se deja, importa la relación con el Mesías y el empleo de la propia persona en su seguimiento. Distinto es lo que se reclama y cuánto se reclama; pero en ningún caso se da sin que se reciba, en cambio, el céntuplo. No para que el discípulo trabaje por esta recompensa, sino para que siempre crea más en la riqueza mayor y en la magnanimidad de Dios, que constantemente aventaja al hombre. No trabajamos por la recompensa. Pero trabajamos por Dios, que también es nuestra recompensa. Esta recompensa no se divide en una recompensa terrenal y otra eterna (como en /Mc/10/30). San Mateo solamente nombra la única amplia recompensa de la vida verdadera, de la vida eternal. Esta vida es mucho más de lo que aquí ahora se podría dejar. La pregunta del joven rico versaba sobre el camino hacia la vida eterna (Mar 19:16). La orden de Jesús prescribía al joven que dejara lo que poseía y le siguiera. Los discípulos lo han hecho y no sólo han dejado los bienes terrenales. Obtienen la promesa de alcanzar el verdadero objetivo. ¡Qué esperanza se contiene en esta promesa para todos los que están seriamente preocupados por su salvación! El hombre no tiene una última seguridad sobre si se salva y logra la solidaridad con Dios. Siempre perdura una tensión entre la esperanza de conseguir estos fines y la experiencia de ser insuficiente ante la pretensión que implica esta esperanza. A pesar de esta inseguridad general que perdura, estas palabras también dan una seguridad libertadora. Estas palabras de la recompensa puede referirlas a sí mismo el que pueda decir de si como Pedro que realmente lo ha dejado todo por amor de Jesús. Dios no olvida ni siquiera las múltiples acciones ínfimas. ¡Cuánto menos olvidará la única gran acción de la renuncia en el seguimiento! Esto se manifestará en la regeneración del mundo. Entonces tendrá lugar una gran revalorización. Muchos que aquí eran los primeros, allí serán últimos, es decir los que serán arrojados fuera. Y muchos que eran los últimos, serán primeros, es decir los coherederos de Cristo en el reino de Dios. Lo ganará todo el que todo lo dejó, perderá su vida el que la buscó, la encontrará el que la perdió.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
— terminó este discurso: Ver nota a Mat 7:28.
— en la otra orilla del Jordán: En realidad, esta región situada al oriente del Jordán corresponde a lo que en tiempos de Jesús se denominaba Perea, si bien en el pasado había formado parte de Judea.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Enseñanza sobre el matrimonio y el divorcio (ver Mar. 10:1-12; cf. Luc. 16:18). En la ley judía el varón tenía el derecho de divorciarse de su mujer (pero no la esposa de su marido) con una declaración sencilla; no había juicio ni apelación. Esto era lo que se asumía como la intención de Deut. 24:1-4 (sobre lo cual cf. 5:31, 32), pero “algo indecente” que el pasaje daba como base para el divorcio daba lugar para debate. Algunos maestros lo limitaba al adulterio o a alguna otra conducta sexual indecente, pero en la práctica común, apoyada por algunos rabinos, resultaba virtualmente asunto del capricho del esposo, por cualquier razón.
En vez de entrar en este debate, Jesús otra vez (como en 5:32) declaró que el divorcio, por la razón que fuere, era incompatible con el propósito de Dios para el matrimonio. Al hacerlo, restableció el intento original del Creador, expresado en Gén. 1:27; 2:24, como superior a la provisión de Deut. 24, que se dio sólo ante vuestra dureza de corazón. Las normas del divorcio eran una concesión para tratar con el resultado del pecado, no una expresión de la intención original de Dios. El divorcio podría parecer necesario, pero nunca puede ser bueno. El principio de que serán los dos una sola carne se puede cumplir solamente en un matrimonio sin disolución.
Esta posición firme, sin embargo, es la que Mateo modificó aquí y en 5:32, por la cláusula a no ser por causa de fornicación. Ni Mar. ni Luc. incluyen esta cláusula muy debatida, y a veces se piensa que es un esfuerzo por parte de Mateo de ablandar una prohibición total sobre el divorcio que pronto se comprobó ser no práctica en la vida real. Sin embargo, es más probable que Mateo esté sencillamente declarando lo que cualquier lector judío hubiera dado por sabido, que la infidelidad matrimonial (que incluiría no sólo el adulterio, sino también la promiscuidad antes del matrimonio) automáticamente anularía un matrimonio creando otra unión de “una sola carne”. En los tiempos del AT la pena de muerte correspondía al adulterio, pero en los tiempos del NT una anulación formal era la respuesta aceptable (cf. el dilema de Josefo en 1:18, 19). Este no era un “divorcio” voluntario, sino el reconocimiento necesario de que el matrimonio ya estaba finalizado.
El que Jesús exigiera fidelidad conyugal sin una “vía de escape” pasmaba a los discípulos. ¿Quién podría cumplir una demanda tal? No todos, Jesús estaba de acuerdo. Algunos no tienen el don del matrimonio y son llamados al celibato, ya sea por su condición física (fuese congénita o hecha por el hombre), o por su propia decisión a la luz del papel al cual son llamados en el reino de los cielos. En la sociedad judía era algo excepcional ser soltero (como lo fue Jesús), así que esta afirmación de ser célibe voluntariamente es importante. Sin embargo, el matrimonio con todas sus exigencias sigue siendo la intención divina para aquellos a quienes les está concedido.
Notas. 11 Esta palabra aquí se refiere a lo que Jesús pronunció en los vv. 6 y 8, no al comentario mal interpretado del v. 10. 12 “Renuncian al matrimonio” es una paráfrasis de la expresión se hicieron eunucos; presupone correctamente que Jesús no quiso decir que la expresión debe tomarse lit.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
19.3-12 Juan fue a la cárcel y murió por expresar en público sus opiniones sobre el matrimonio y el divorcio, y los fariseos esperaban atrapar también a Jesús. Trataron de hacerle caer en la trampa de adoptar una postura en una controversia teológica. Dos grupos principales tenían puntos de vista opuestos sobre el divorcio. Un grupo defendía el divorcio casi por cualquier razón. El otro creía que el divorcio podía permitirse sólo en caso de infidelidad conyugal. El conflicto giraba alrededor de la interpretación de Deu 24:1-4. Pero en su respuesta, Jesús se refirió más al matrimonio que al divorcio. Subrayó que la intención de Dios siempre había sido que el matrimonio fuera permanente y para manifestar su importancia dio cuatro razones (Deu 19:4-6).19.7, 8 Esta ley se halla en Deu 24:1-4. En los tiempos de Moisés, así como en el de Jesús, la práctica del matrimonio se alejó mucho de la intención de Dios. Lo mismo sucede hoy. Jesús dijo que Moisés dio esta ley sólo porque el corazón de la gente estaba endurecido (naturaleza pecaminosa). El matrimonio permanente era la intención de Dios, pero como la naturaleza humana hizo inevitable el divorcio, Moisés instituyó algunas leyes para ayudar a las víctimas. Eran leyes civiles designadas especialmente para proteger a las mujeres que, en esa cultura, se convertían en vulnerables al vivir solas.Con la ley de Moisés, un hombre ya no podría echar fuera a una mujer con facilidad, sino que debía escribir una carta formal de separación. Fue un paso radical hacia los derechos civiles, pues hacía que los hombres pensaran dos veces antes de divorciarse. Dios diseñó el matrimonio para que fuera indisoluble. En lugar de estar buscando excusas para dejar al otro, las parejas debieran concentrarse en hallar una forma de permanecer juntos (Deu 19:3-9).19.10-12 A pesar de que el divorcio fue relativamente fácil en los tiempos del Antiguo Testamento (19.7), no es lo que originalmente Dios quiso. Las parejas deben oponerse al divorcio desde el principio y construir su matrimonio sobre la base de un pacto mutuo. Existen también muchas buenas razones para no casarse, una de ellas es disponer de más tiempo para trabajar en favor del Reino de Dios. No dé por sentado que Dios quiere que todos se casen. Para muchos puede ser mejor que no. Busque en oración la voluntad de Dios antes de lanzarse a un compromiso matrimonial de por vida.19.12 Un «eunuco» es un hombre castrado, un hombre sin testículos.19.12 Algunos tienen ciertas limitaciones físicas que les impiden casarse, mientras que otros no se casan porque en su caso particular pueden servir mejor a Dios como solteros. Jesús no nos estaba enseñando a evitar el matrimonio porque no fuera bueno ni porque limita nuestra libertad. Eso sería egoísmo. Un buen motivo de permanecer solo es desear usar el tiempo y la libertad para servir a Dios. Pablo habla de esto en 1 Corintios 7.19.13-15 Los discípulos debieron haber olvidado lo que Jesús dijo acerca de los niños (18.4-6). Jesús quería que los niños se le acercaran porque los ama y porque tienen la actitud que uno necesita para acercarse a Dios. Jesús no quiso decir que el cielo es sólo para los niños, sino que la gente requiere actitudes semejantes a las de un niño para confiar en Dios. La receptividad de los niños era un contraste notable con la obstinación de los líderes religiosos que permitieron interponer su sofisticación y educación religiosa en la vía de la fe simple, necesaria para creer en Jesús.19.16 Este hombre quería tener la seguridad de que poseía vida eterna. Jesús le mostró que no podía salvarse por medio de las buenas obras que no están basadas en el amor a Dios. Este hombre necesitaba un nuevo punto de partida. En vez de buscar un nuevo mandamiento que cumplir o una buena obra que realizar, este joven necesitaba someterse humildemente al señorío de Cristo.19.17 En respuesta a la pregunta del joven de cómo tener vida eterna, Jesús le dijo que debía guardar los Diez Mandamientos. Luego Jesús hizo referencia a seis de ellos, todos relacionados con el trato con otros. Cuando el joven replicó que los había guardado, Jesús le dijo que le faltaba algo más: vender todo y dar el dinero a los pobres. Esto inmediatamente puso de relieve la debilidad del hombre. En realidad, su riqueza era su dios, su ídolo, y no lo iba a rechazar. Estaba violando el primero y gran mandamiento (Exo 20:3; Mat 22:36-40).19.21 Cuando Jesús le dijo al joven rico «que sería perfecto» si daba todo lo que tenía a los pobres, no hablaba en el sentido humano, temporal. Hablaba de cómo alcanzar justificación, integridad total, ante los ojos de Dios.19.21 ¿Deben los creyentes vender todo lo que poseen? No. Tenemos la responsabilidad de mantener a nuestros familiares y a nosotros mismos, de manera que no seamos carga para otros. Debemos, sin embargo, estar dispuestos a dejar lo que Dios nos pida. Esta clase de actitud nos permite evitar que lo material se interponga entre Dios y nosotros, y nos libra de usar en forma egoísta lo que Dios nos da.19.24 Al rico le es tan difícil entrar en el cielo como a un camello atravesar el ojo de una aguja. Sin embargo, explicó Jesús, «para Dios todo es posible» (19.26). Aun los ricos pueden entrar en el Reino si Dios los hace entrar. Fe en El, no en el yo o en los ricos, es lo que vale. ¿En qué está confiando usted en cuanto a salvación?19.25, 26 Los discípulos quedaron confundidos. Si alguien podía salvarse, pensaban, era un rico, pues para los judíos los ricos eran los más bendecidos por Dios.19.27 En la Biblia, Dios otorga premios a su pueblo de acuerdo a su justicia. En el Antiguo Testamento, la obediencia muchas veces traía aparejada recompensas en esta vida (Deuteronomio 28), pero la obediencia y la recompensa no siempre están ligadas. Si lo estuvieran, la gente buena siempre sería rica y el sufrimiento sería siempre señal de pecado. Como creyentes, nuestra recompensa real es la presencia de Dios y el poder por medio del Espíritu Santo. Luego, en la eternidad, seremos premiados por nuestra fe y servicio. Si hubiera premios materiales en esta vida por cada obra fiel, estaríamos tentados a jactarnos de nuestros logros y mancharíamos nuestras motivaciones.19.29 Jesús aseguró a los discípulos que cualquiera que dejara algo valioso por El será recompensado muchas veces más en esta vida, aunque no necesariamente en la misma forma. Por ejemplo, una persona puede perder a su familia al aceptar a Cristo, pero gana una familia más numerosa: los creyentes.19.30 Jesús invirtió el orden de los valores mundanos. Piense en las personas más poderosas y conocidas en nuestro mundo. ¿Cuántas de ellas lograron su posición por ser dóciles, bondadosos, intachables? ¡No muchos! Pero en la vida venidera, el último será primero, si está en el último lugar por haber escogido seguir a Cristo. No pierda premios eternos por beneficios temporales. Predispóngase a hacer sacrificios ahora para obtener recompensas mayores más tarde. Esté dispuesto a aceptar la censura del hombre por obtener la aprobación de Dios .JESUS Y EL PERDONEl paralítico que fue descendido del techo: Mat 9:2-8La mujer tomada en adulterio: Joh 8:3-11La mujer que ungió sus pies con aceite: Luk 7:47-50Pedro, por haber negado que conocía a Jesús: Joh 18:15-18, Joh 18:25-27; Joh 21:15-19El ladrón en la cruz: Luk 23:39-43La gente que lo crucificó: Luk 23:34Jesús no solamente enseñó, con frecuencia, acerca del perdón sino que también demostró disposición para perdonar.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 854 Mar 10:1; Jua 10:40
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
la región de Judea, al otro lado del Jordán. Marcos (10:1) indica que éstas son dos regiones distintas (Judea y Perea) en las cuales Jesús ministraba.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (a) Mar_10:1
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
al otro lado del Jordán. Es decir, a Perea, no en la región de Judea, pero dentro de los límites de la tetrarquía de Herodes Antipas. Perea era una región al E del Jordán, que se extendía desde el mar de Galilea hasta casi el mar Muerto.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
117 (IX) Autoridad e invitación (19,1-22,46).
(A) Enseñanza sobre el divorcio (19,1-12). Cf. Mc 10,1-12. En cuanto Jesús deja Galilea, comienza una nueva fase geográfica de su ministerio. Pero prosigue en la formación de sus discípulos, enseñándoles sobre el matrimonio y celibato, los niños, los ricos y los pobres, su pasión futura y la tentación de la ambición injusta (caps. 19-20). Mateo retoma de nuevo el hilo narrativo marcano siguiéndolo hasta el final de la pasión y añadiendo material diferente en diversos momentos. 1. cuando Jesús terminó: cf. comentario sobre 7,28a. a la región de Judea, a la otra orilla del Jordán: No resulta tan obvio que Judea se extendiese más allá del Jordán; quizás se ha desprendido la conjunción «y» entre «Judea» y «la otra orilla»; cf. Mc 10,1. El hecho es que Jesús evitó pasar por Samaría; cf. 10,5. 2. los curó: En Marcos se dice que les «enseñó»; en Mateo también enseña, pero su efecto es interpretado terapéuticamente por la muchedumbre, que constituye el inicio del nuevo pueblo de Dios (14,14). 3. divorciarse: Véase el comentario sobre 5,31-32. por cualquier motivo: Esta frase, basada en Dt 24,1, insinúa el debate entre Hillel y Sammai (mGit. 9,10; – 31 supra). 4. Cf. Gn 1,27; 5,2. 5. Cf. Gn 2,24. los dos: Este sujeto no está en el TM, pero sí en los LXX; – 32 supra. 6. que nadie separe: Jesús fundamenta su énfasis en la unión permanente de la pareja casada en la voluntad originaria del Creador. 7. Cf. Dt 24,1. 8. vuestra dureza de corazón: Una concesión similar se encuentra en 1 Sm 10,17-19. al principio: Notemos la inclusión con el v. 4. 9. Mateo desplaza la explicación privada de Jesús a los discípulos a la escena pública, añade la oración de excepción y omite el caso de la iniciativa femenina en el divorcio, excepto por infidelidad: Jesús sencillamente se opuso al divorcio. Con respecto a esta excepción, véase el comentario sobre 5,32. 10. Mateo comienza la parte privada del diálogo académico en este momento. 11. aquellos a quienes se les concede: Notemos el pasivo teológico; es Dios quien da la capacidad para permanecer soltero por causa del reino. 12. eunucos: Se enumeran tres tipos diferentes; los congénitos; los castrados por la crueldad de los hombres para utilizarlos como guardianes del harén y cortesanos (desaprobado por Dt 23,1); y aquellos que, voluntariamente, se abstienen del matrimonio (eunouchizein se usa metafóricamente) para consagrarse más plenamente a las urgentes exigencias del reino (así también 8,22; 1 Cor 7,17.25-35). El trasfondo judío de esta enseñanza radical se encuentra en Is 56,3-5 y en Qumrán (cf. A. Sand, Reich Gottes und Eheverzicht im Evangelium nach Matthaus [SBS 109, Stuttgart 1983]).
118 (B) Bendición de los niños (19,13-15) . Cf. Mc 10,13-16; Lc 18,15-17. 13. para que les impusiera las manos y orase: Mateo convierte el toque familiar o terapéutico de Marcos en un solemne rito religioso. Jesús es el único entre los antiguos maestros religiosos y filosóficos que acogía a los niños como personas significativas. Sus discípulos no estaban preparados para esto. 14. no se lo prohibáis: Esta frase se utilizó en la Iglesia primitiva para permitir el bautismo de niños. 15. Cf. 2 Re4,8-37 (cf. S. Légasse, Jésus et l’enfant [París 1969]).
119 (C) El joven rico (19,16-30). Cf. Mc 10,17-31; Lc 18,18-30. El relato de declaración comienza en Marcos con un diálogo que escandalizaba a los primeros cristianos porque el mismo Jesús negaba que él fuera Dios (cf. Jn1,1) . Mateo, con sumo cuidado, reescribe el diálogo para evitar este escándalo, mostrando al mismo tiempo que Jesús veneraba totalmente a Dios, uno es bueno… vida eterna: Paralelos equivalentes en vv. 21.23.25. «Entrar en la vida» es lo mismo que entrar en el reino (v. 23). 18-19. A la segunda tabla del decálogo (Ex 20,13-16; Dt 5,17-20) se añade el mandamiento del amor al prójimo (Lv 19,18). Sobre el uso del decálogo en el cristianismo primitivo, cf. R. M. Grant, HTR 40 (1947) 1-18. 20. hombre joven: Solamente Mateo clarifica que era joven y que sentía un cierto vacío en su vida. 21. si quieres ser perfecto: Esta es la adición principal que hace Mateo al relato. Teleios puede significar «completo, maduro» u observante de todas las leyes de Dios (cf. 5,48). Posteriormente, esta frase llevó a que se distinguiera entre los mandamientos (dirigidos a todos los creyentes) y los consejos de perfección (dirigidos a unos pocos). En Mt 5,48, la invitación a la perfección se dirige a todos. La distinción afecta a los grados de obligación: todos tienen que observar los mandamientos (con el perdón para los pecadores arrepentidos), pero no a todos se les exige el celibato (19,12) o venderlo todo. 23. qué difícil será a un rico: Las riquezas causan peligros espirituales porque, en ocasiones, se obtienen de forma delictiva, y, en todo caso, una vez logradas, pueden apartar de Dios, provocar la ruptura con los demás y conducir a la explotación y opresión. Pero también pueden utilizarse para hacer mucho bien. 24. camello a través del ojo de una aguja: Expresión de una exageración típicamente oriental; la imagen sugiere que se trata de una dificultad insuperable. 26. para Dios todo es posible: cf. Gn 18,14; Job 42,2. La primacía de la iniciativa divina mantiene la esperanza de que los ricos puedan salvarse. Al fin y al cabo, éstos no se salvarán de forma diferente a los demás. 27. Mateo hace que Jesús responda a la pregunta de Pedro atendiendo a dos niveles: hace una promesa especial para los Doce (v. 28; cf. Lc 22,28-30 = Q) y otra promesa general para todos los discípulos (v. 29). 28. en la regeneración: Aunque es una palabra rara {palingenesia), tiene el mismo sentido que «en el reino». cuando el Hijo del hombre se siente en su trono: La promesa se dirige hacia la escena del futuro juicio apocalíptico (25,31; Ap 21,1-22,5). en doce tronos para juzgar a las doce tribus: De esta forma, la promesa se restringe a los Doce, pero en 1 Cor 6,2 se dirige a todos los santos. Juzgar podría significar procesar, o, en sentido más amplio, gobernar. Jesús compartirá su autoridad con sus seguidores. Las doce tribus ya no existían, pero Jesús vino a reunir a los dispersos de Israel (10,6; 15,24) para el tiempo final, cumpliendo Ez 47,13, y este cumplimiento podría incluir también a los creyentes gentiles. Los Doce juzgarán colegialmente con Jesús a las doce tribus, no de forma individual. Se ha puesto en cuestión la autenticidad de este versículo, pero su carácter arcaico, su dependencia de Dn 7 y la expectación escatológica sugieren que tuvo su origen en un contexto celebrativo dominical. El hecho de que se mencione a los Doce y la tensión que se produce con 20,23 no constituyen argumentos en contra, pues ambos podrían ser perfectamente prepascuales. El versículo no trata directamente de los problemas de gobierno en la Iglesia, pero puede ofrecer analogías para ello. 29. Este versículo promete una recompensa a todos los discípulos que han asumido radicalmente las exigencias evangélicas (cf. 10,37), pero en el próximo eón (a diferencia de Marcos) y sin mencionar a las esposas (a diferencia de Lucas). 30. los últimos primeros: Sigue el patrón literario y teológico del cambio de suertes que acontecerá en el eschaton (20,16; cf. J. Dupont, Bib 45 [1964] 355-92).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Dos son los asuntos de que trata este pasaje: la relación mutua de los cónyuges es el uno, el estado espiritual de los niños es el otro.
Imposible seria exagerar la importancia de estos dos asuntos. Con ellos están íntimamente vinculados el bienestar de las naciones y la dicha de la sociedad.
Una nación no es otra cosa que una colectividad de familias; y el buen orden que debe reinar en la familia depende de la veneración que se tenga por el lazo del matrimonio y de la acertada educación de los niños.
Relativamente al matrimonio nuestro Señor enseñó, que la unión de los cónyuges no debe ser jamás disuelta, salvo el caso en que ocurra la más poderosa de las causas, es á saber, la infidelidad.
En los días en que nuestro Señor estuvo en la tierra los judíos permitían el divorcio por los motivos más frívolos y baladíes. Esa práctica, aunque tolerada por Moisés para prevenir mayores males, tales como la violencia y el homicidio, había degenerado en enormes abusos, y había dado ocasión, sin duda, á muchas inmoralidades. Mal 2:14, Mal 2:16. La observación que los discípulos hicieron á nuestro Señor demuestra hasta donde había llegado el envilecimiento de la conciencia pública, acerca de dicho asunto. «Si así es,» dijeron, «la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse.» ¡Qué lenguaje tan extraño en boca de unos apóstoles! Nuestro Señor estableció para guía de sus discípulos una norma muy distinta. Primeramente apoyó su precepto en la institución originaria del matrimonio, y citó un pasaje del Génesis, en el cual se describe la creación del hombre y la unión de Adán y Eva, como prueba de lo elevado de la relación de los cónyuges.
Luego para dar más fuerza á la cita añade de su parte estas palabras: «Lo que Dios juntó no lo separe el hombre.» Y, por último, culpa como violadores del sétimo mandamiento á los que contraigan matrimonio después de haberse divorciado por causas de poca monta.
Toca, pues, á los cristianos mirar con profundo respecto el estado del matrimonio. Ese estado fue instituido en el paraíso cuando el hombre gozaba de su prístina inocencia, y ha sido elegido por el Espíritu divino como símbolo de la unión mística que existe entre Cristo y la iglesia. Solo la muerte debiera terminarlo. Ninguno debe adoptarlo de una manera irreflexiva, precipitada ó temeraria; sino con madurez, cordura y discreción. Los matrimonios contraídos sin la reflexión debida son no solo una causa fértil de desgracias, sino también de pecados.
Con respecto á los niños nuestro Señor aleccionó á sus discípulos de palabra y con hechos, por medio de preceptos y por medio del ejemplo. Los niños que le presentaron para que les pusiese las manos y orase eran evidentemente pequeñuelos infantes, demasiado tiernos para entender sus preceptos; más no para recibir los beneficios resultantes de la oración. Según parece, los discípulos creyeron que no eran dignos de que el Señor se apercibiese de ellos. Mas El, en contestación, pronunció estas solemnes palabras: «Dejad á los niños, y no les impidáis de venir á mí; porque de los tales es el reino de los cielos..
¡Qué cuadro tan interesante é instructivo el que este pasaje nos presenta! Es bien sabido cuan delicados en todos sentidos son los niños. De todas las criaturas que en el mundo nacen, ninguna necesita de tantos cuidados. Y ¿quién fue El que atendió tanto á los niños que le presentaron y El que, en medio de la ardua tarea de instruir y hacer bienes á los adultos, condescendió en poner sus manos sobre ellos y bendecirlos? Fue el Hijo eterno de Dios, el Sumo Sacerdote, el Rey de reyes.
Nuestro Señor, pues, cuida con ternura de las almas de los niños. Aunque sean pequeñitos no son indignos de sus atenciones. Su infinito amor alcanza al niño en la cuna así como al rey en su trono. El sabe que cada uno encierra dentro de su cuerpecito un principio inmortal, imperecedero, que sobrevivirá á las pirámides de Egipto y verá al sol y la luna apagar su resplandor en el postrer día. Apoyados en un pasaje como éste podemos abrigar la esperanza bien fundada de que todos los que mueran en la infancia se salven. «De los tales es el reino de los cielos..
Fuente: Los Evangelios Explicados
Enseña el Señor que es indisoluble el lazo del matrimonio, y que sólo hay una causa para la separación o divorcio. Otra vez vuelve a poner a los niños por ejemplo de los que han de entrar en el cielo. Enseña cuál es el camino de la perfección y del cielo, y cuán grande impedimento son las riquezas para lo uno y para lo otro. Concluye diciendo el premio incomparable que tendrán los que por su nombre dejaren todas las cosas.
2 a. Esto es, los enfermos que había entre ellos.
3 b. Los fariseos pretendían hallar en la respuesta del Señor algún achaque para calumniarle. Porque si respondía que se podía dejar la propia mujer para tomar otra, podían replicarle, que enseñaba lo contrario de lo que había ya enseñado; y si respondía que no se podía, le podían argüir, que hablaba contra la doctrina de Moisés, que era la del mismo Dios; porque Moisés había permitido al marido que se disgustase de su mujer por alguna deformidad, que le sobreviniese, apartarse de ella, dándole una escritura de separación (Dt 24,1ss).
4 c. No creó sino un hombre para una mujer, y una mujer para un hombre, condenando la poligamia; y ordenó que fuesen una misma carne, para reprobar los divorcios (Mal 2,15).
d. MS. Maslo, é fembra los fizo. Esto no lo dijo Dios, sino por la boca de Adán, valiéndose de él como de instrumento para promulgar esta ley.
5 e. En las cuales palabras se da a entender, que el lazo matrimonial es más estrecho y más inseparable que el que tenemos con nuestros propios padres.
6 f. El verbo griego sunézeuxen es de mayor expresión, como si dijera: a los que Dios juntó, o puso bajo de un mismo yugo: de donde súzuges, conjuges, los casados o que están bajo de un mismo yugo. Quiere decir: Sólo Dios que formó este lazo tiene potestad para desatarle por la muerte de uno de los dos consortes. Las facultades del hombre no se extienden a tanto.
7 g. MS. De repoyamiento.
8 h. No os lo mandó Moisés, como vosotros decís, sino que os lo permitió; y en vista de vuestra obstinación y dureza, y previendo mayores males, si no lo permitía.
i. Porque Adán y Eva fueron de tal manera creados el uno por causa del otro y unidos tan estrechamente por disposición de su Creador, que su unión debía ser inseparable, y el modelo del lazo indisoluble de los matrimonios de sus descendientes.
9 j. Estas palabras pertenecen a la oración que precede, y no a la que se sigue. Lo que da aquí a entender el Señor es, que no hay otra causa para la perpetua separación o divorcio, sino la de adulterio; pero no que sea lícito tomar otra mujer, después de haberse divorciado con la primera: porque el lazo contraído con esta permanece indisoluble; y sólo lo puede romper la muerte. Y así añade después, que el que casare con la que otro dejó, no contrae matrimonio, sino que comete adulterio.
10 k. Como si dijeran: Porque es una cosa dura para un hombre, el haber de vivir toda la vida con una mujer llena de malicia, que es lo mismo que ser condenado a vivir siempre encerrado con una especie de fiera. San Jerónimo.
11 l. Aquí la voz verbum se toma en el mismo sentido que en hebreo Dabar, que significa res o verbum. No todos son capaces de vivir en el estado de celibato, sino aquellos a quienes el Señor concediere esta gracia y el don de la continencia.
12 m. Estos últimos son, los que queriendo imitar la pureza de los ángeles se han castrado a sí mismos de una manera espiritual, no en su cuerpo, sino en la raíz misma de la concupiscencia, que es el corazón. San Agustín. Orígenes entendió esto a la letra, y lo ejecutó en sí mismo, creyendo equivocadamente observar así el Evangelio, como lo refiere Eusebio.
n. El que contando en primer lugar con la gracia del Señor, se siente con fuerzas para abrazar este estado, abrácelo: el que se siente con fuerzas para pelear, pelee, venza y triunfe. San Jerónimo. Otra versión: El que pueda comprender, comprenda; y es la más usada en las Escrituras.
13 o. MS. Los discípulos maltrayènlos.
17 p. Quid me interrogas de bono? Unus est bonus Deus. El Griego: tí mé légeis agathón? oudéis agathós, ei mé éis, ho theós. ¿Por qué me dices bueno? ninguno bueno sino uno, Dios. Esta lección parece más conforme a la respuesta. Pero ambas lecciones se reducen a un mismo sentido, y es: ¿Por qué me llamas bueno, preguntándome? (Lc 18,19). Si así me llamas, me reconoces por el Mesías, y que soy Dios y hombre juntamente, porque ninguno hay bueno, sino Dios.
22 q. Aunque este joven deseaba mucho alcanzar la perfección, esto no obstante la abundancia y el amor de las riquezas que poseía no le permitieron abrazar lo mismo que quería. Y así triste y lleno de pena, se retiró de la presencia de Jesucristo, quedando sofocados sus buenos deseos con las espinas de las riquezas.
23 r. Porque el afecto a las riquezas le será un estorbo para que ame a Dios de todo su corazón: le será ocasión de despreciar al prójimo; pondrá en ellas su confianza; aplicará toda su atención y conato a guardarlas y acrecentarlas; y últimamente le serán un fomento para la ambición y para el deleite.
24 s. MS. Por el forado del aguia. Algunos hallando más proporcionada la comparación, entienden por la voz camelus, el cable o maroma con que se atan las áncoras en los navíos; porque esto es lo que también significa kámelos en griego. Otros creen, que era una puerta que había en Jerusalén llamada el agujero de una aguja, por la cual no podía entrar un camello, si no es de rodillas y dejada la carga; y que del mismo modo los ricos no pueden entrar por la puerta estrecha que conduce a la vida, sino depuesta la carga de las riquezas. Pero la interpretación que damos, es la más común, puesto que para Dios nada hay imposible, pudiendo hacer que los ricos guarden los divinos mandamientos, que den liberalmente y con alegría a los pobres de lo que tienen; que no sean soberbios; y que cuiden de hacerse ricos en toda suerte de buenas obras (1Tim 6,17).
27 t. Habiendo oído San Pedro el grande impedimento que eran las riquezas para ir al cielo, conoció que era un grande bien el haberlas abandonado; mas como había también oído lo que el Señor dijo a aquel joven, que vendiese lo que tenía, y lo diese a los pobres, y que haciendo esto tendría un tesoro en los cielos, cuidadoso por sí y por sus compañeros, viendo que aunque todo lo habían dejado, todo ello era muy poco, preguntó al Señor cuál sería la recompensa que tendrían. Y el Señor no les prometió un premio que correspondiese a lo poco que habían dejado, sino a la voluntad con que lo habían hecho, y a la prontitud con que le habían seguido. San Agustín.
28 u. Al fin del mundo, cuando Dios, según la Escritura (Ap 21,1.5), hará todas las cosas nuevas formando un cielo nuevo y una tierra nueva; o más bien, renovándolas por un efecto de su poder.
v. No solamente los doce Apóstoles, sino todos los que a su ejemplo lo hubieren dejado todo por seguir a Jesucristo, juzgarán con este Señor a las doce tribus de Israel y a todo el mundo. Santo Tomás.
29 w. Aquí se pone el número determinado por el indeterminado. Ciento por uno, quiere decir, mucho más de lo que dejaron: porque en esta vida les dará Dios consuelos interiores, tranquilidad de espíritu y otros muchos bienes espirituales. Y en vez de un padre, hermano, etc., que dejaron, muchos padres, hermanos, etc. Así se verificó en los Apóstoles, para quienes estaban abiertas todas las puertas y casas de los fieles; y lo mismo sucede aun el día de hoy con todos los que sinceramente lo dejan todo por amor de Jesucristo.
30 x. Esta sentencia puede mirar en particular a la reprobación de los judíos, que fueron los primeros en la vocación; y a la conversión de los gentiles, que fueron los últimos. San Juan Crisóstomo. Puede aplicarse también muy naturalmente a los Apóstoles, que teniendo el último grado por su nacimiento entre los judíos, fueron elevados por la elección de su divino Maestro al primer grado, no solamente de virtud, sino también de dignidad y autoridad; y últimamente puede contemplarse como verificada muchas veces en el curso de todos los siglos; pues en todos ellos se ha visto, que los que eran los primeros, ya por su dignidad, ya por el tiempo de su vocación, ya por su piedad, vinieron a ser los últimos por una caída deplorable; y que grandes pecadores ocuparon el lugar de los hijos del reino; los cuales serán arrojados, como dice en otra parte el Hijo de Dios (8,12), en las tinieblas exteriores.
Fuente: Notas Bíblicas
[1] Tacaño.
[2] Observe que de acuerdo a Yahshua Mismo los Judíos no son los asesinos de Moshiaj.
[3] Un cuadro de Efrayím y Judah luchando como gentiles. Los diez versus los dos.
[4] Observa el contraste entres Sus discípulos, los Israelitas, y los no creyentes que son verdaderamente gentiles.
[5] La grandeza en el reino está bien, pero ésto se hace sirviendo sirviendo a los demás.
[6] Los ojos de ambas casas han sido abiertos por Moshiaj, como aquí está representado a través de los dos hombres ciegos.
[12] Aquel que se sienta capaz de esa resolución, tómela.[26] Con la gracia de Dios pueden los hombres usar bien las riquezas y ganar con ellas el cielo.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat