Comentario de Mateo 20:29 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Saliendo ellos de Jericó, le siguió una gran multitud.
20:29 Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. 30 Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, (esto indica que ellos creían en Cristo como el Mesías, el Hijo de Dios) ten misericordia de nosotros! 31 Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! 32 Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? — Compárese el v.21 33 Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos (no pidieron puestos elevados). 34 Entonces Jesús, compadecido (compárese el v 31, “la gente les reprendió para que callasen”), les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista (9:29; Mar 8:23; Jua 9:6); y le siguieron, andando con El como sus discípulos sin que nadie les llevaran por la mano, “glorificando a Dios” (Luc 18:43). Jesús no les dijo que no hablaran a nadie del milagro porque a estas alturas no importaba, pues ya estaba a punto de ser entregado a la muerte.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Mar 10:46-52; Luc 18:35-43.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Sólo Mateo menciona dos ciegos; Marcos y Lucas se refieren a uno, probablemente el que habló. El hecho que Mateo registre dos hombres conviene especialmente a su Evangelio, el cual fue escrito primeramente para los judíos quienes hubieran deseado a dos testigos (Deu 17:6).
Hijo de David, un título mesiánico (2Sa 7:12-16), identifica a Jesús como el heredero del trono de David. Este grito repetido en el v. Mat 20:31, muestra la intuición espiritual de aquellos hombres ciegos.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Al salir ellos de Jericó. Vea la nota sobre el v.Mat 20:30.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
20:29 Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. 30 Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, (esto indica que ellos creían en Cristo como el Mesías, el Hijo de Dios) ten misericordia de nosotros! 31 Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! 32 Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? – Compárese el v.21 33 Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos (no pidieron puestos elevados). 34 Entonces Jesús, compadecido (compárese el v 31, “la gente les reprendió para que callasen”), les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista (9:29; Mar 8:23; Jua 9:6); y le siguieron, andando con El como sus discípulos sin que nadie les llevaran por la mano, “glorificando a Dios” (Luc 18:43). Jesús no les dijo que no hablaran a nadie del milagro porque a estas alturas no importaba, pues ya estaba a punto de ser entregado a la muerte.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA RESPUESTA DEL AMOR
AL CLAMOR DE LA NECESIDAD
Mateo 20:29-34
Cuando iban saliendo de Jericó, había mucha gente siguiendo a Jesús. Y, fijaos: Dos ciegos estaban sentados al borde del camino que, cuando oyeron que pasaba Jesús por allí, se pusieron a gritar:
-¡Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David!
La gente se puso a reprenderlos para que se callaran. Jesús Se paró, y los llamó.
-¿Qué queréis que haga por vosotros? -les dijo.
-Señor -Le contestaron-, lo que queremos es que nos abras los ojos a la luz.
Jesús Se conmovió de compasión en lo íntimo de Su ser, y les tocó los ojos; e inmediatamente ellos pudieron ver, y Le siguieron.
Aquí tenemos la historia de dos hombres que encontraron el camino al milagro. Es una historia muy significativa, porque pinta el espíritu y la disposición de mente y corazón a los que se abren los dones más preciosos de Dios.
(i) Estos dos ciegos estaban esperando, y cuando se les presentó la oportunidad, la agarraron con las dos manos. Sin duda habían oído acerca de las maravillosas obras de poder de Jesús; sin duda se habían preguntado si ese poder podría alcanzarlos también a ellos. Jesús iba pasando por allí. Si Le hubieran dejado pasar de largo, su oportunidad habría pasado para siempre; pero, cuando se les presentó, le echaron mano.
Hay un montón de cosas que tienen que hacerse en el momento, o no se harán nunca. Hay un montón de decisiones que tienen que hacerse en un momento dado, o no se harán jamás. El momento de actuar se pasa; el impulso para decir, se desvanece. Cuando Pablo acababa de predicar en el Areópago, algunos le dijeron: «Ya te oiremos acerca de eso otra vez»
(Hch 17:32 ). Aplazaron la cuestión hasta un momento más conveniente, pero ese momento no llegó, como sucede muchas veces.
(ii) Estos dos ciegos eran indesanimables. La gente les decía que dejaran de gritar, que estaban haciendo el ridículo. Era la costumbre de Palestina que un rabino enseñara mientras iba de camino; y sin duda los que estaban alrededor de Jesús no podían oírle por el jaleo que armaban los ciegos. Pero no se podía conseguir que se callaran; para ellos la cuestión era ver o no ver, y nada los iba a detener.
A menudo sucede que nos desanimamos muy fácilmente al buscar la presencia de Dios. Es el hombre que se resiste a que se le impida ponerse en contacto con Cristo el que Le encuentra al final.
(iii) Estos dos ciegos tenían una fe imperfecta, pero estaban decididos a ponerla en acción. Se dirigieron a Jesús como Hijo de David. Eso quería decir que creían que Jesús era el Mesías, pero también quería decir que pensaban en su mesiazgo en términos de poder regio y terrenal. Era una fe imperfecta, pero que los movía; y Jesús la aceptó. Si se tiene fe, Jesús la acepta.
(iv) A estos dos ciegos no les daba miedo presentar una gran petición. Eran pordioseros, pero no era dinero lo que pedían, ni nada menos que la vista.
Ninguna petición es demasiado grande para Jesús.
(v) Estos dos ciegos fueron agradecidos. Cuando hubieron recibido el chollo que anhelaban, no se marcharon y se olvidaron de Jesús, sino Le siguieron.
Tanta gente, tanto en las cosas materiales como en las espirituales, reciben lo que desean, y luego se olvidan hasta de dar las gracias. La ingratitud es el más feo de todos los pecados. Estos ciegos recibieron de Jesús la vista, y Le dieron su agradecida lealtad. Nunca podremos pagar a Dios todo lo que ha hecho por nosotros; pero por lo menos podemos estarle agradecidos.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
— Jericó: Ciudad situada cerca de la desembocadura del Jordán en el Mar Muerto. Estaba asentada en la orilla occidental del río a unos 390 metros bajo el nivel del mar, y era paso obligado hacia Jerusalén cuando se iba de Galilea a Judea por la ruta del Jordán.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Dos hombres ciegos (véase Mar. 10:46-52; Luc. 18:35-43). Jericó era la última población antes de Jerusalén en el camino desde Galilea. Al aproximarse a su meta con una multitud de seguidores entusiastas, Jesús halló una oportunidad para detenerse y “servir” (28) a dos hombres necesitados de quienes la multitud pensó que no merecían su atención. Nuevamente, ilustró los valores no convencionales del reino de los cielos. En Mar. y Luc. esta es la historia de un hombre a quien Mar. llama Bartimeo. Posiblemente, como en 8:28, Mateo menciona a dos hombres con el fin de dar mayor peso al testimonio de que Jesús es verdaderamente el Hijo de David. Cf. 9:27-31 para ver otro relato acerca de dos ciegos similar a este. El uso de un término poético inusual para ojos en el v. 34 y la declaración de que le siguieron puede tener la intención de sugerir que el relato simboliza la curación de la ceguera espiritual que conduce al discipulado.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
f 925 Mar 10:46; Luc 18:35
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Al salir…de Jericó. Esta antigua ciudad (v. Jos 2:1) estaba a unos 8 km al oeste del río Jordán y a unos 32 km al nordeste de Jerusalén. Tanto Mateo como Marcos dicen que este milagro (vers. 34) ocurrió al salir de Jericó, mientras que Lucas (Lc 18:35) dice que ocurrió al acercarse a Jericó. Puesto que existían la antigua y la nueva ciudad, Mateo y Marcos describen cuando Jesús iba saliendo de la antigua ciudad, y Lucas cuando El se acercaba a la nueva.
Fuente: La Biblia de las Américas
29 (a) vs.29-34: Mar_10:46-52 ; Luc_18:35-43
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Las diferencias en este relato (que habla de 2 ciegos y de que Jesús realizó el milagro al salir de Jericó) y en los relatos de Mar 10:46-52 y de Luc 18:35-43 (que mencionan sólo 1 ciego y que Jesús realizó el milagro al entrar en Jericó) se explican así:
(1) actualmente eran 2 los ciegos, pero Bartimeo, más impulsivo, turna el lugar prominente; y
(2) los ciegos imploraron la ayuda de Jesús cuando éste entraba en Jericó, pero no fueron curados hasta que Él estaba saliendo. También es posible que la curación se llevase a cabo después que Jesús salió de la vieja Jericó y estaba cerca de la nueva Jericó.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Observemos, ante todo, lo firme de la fe de los dos ciegos. Aunque jamás habían visto los milagros de nuestro Señor, creyeron que el podía socorrerlos, y tan luego como oyeron que pasaba exclamaron: «Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros..
Una fe tal debiera ruborizarnos. Muchos hombres iliteratos, que pueden á duras penas leer el Nuevo Testamento, confían sin vacilar en la intercesión de Cristo, mientras que muchos teólogos eruditos se ven agitados de dudas. Los que, según las apariencias, deberían ser primeros, son á menudo postreros, y los postreros primeros.
Notemos en seguida cómo es prudente aprovechar toda oportunidad de mejorar el estado del alma. Los ciegos se sentaron al lado del camino. De no haberlo hecho así tal vez jamás habrían recibido la vista. Jesús no regresó nunca á Jericó, así es que no era probable que lo volvieran á ver.
En ese sencillo suceso se deja comprender la importancia de ser diligente en el uso de los medios de gracia. No dejemos de concurrir jamás á la casa de Dios, ó á cualesquiera reuniones religiosas; no descuidemos la lectura de la Biblia, ni abandonemos la habitud de orar.
Observemos, también, cómo se obtienen grandes resultados si se busca á Jesucristo con tesón y perseverancia. La multitud que seguía á Jesús reconvino á los ciegos y les mandó que mantuvieran silencio. Mas ellos no se intimidaron de esa manera: estando como estaban firmemente persuadidos de que necesitaban socorro, no se cuidaban de la oposición que se les hacia, antes bien «clamaban más, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros..
Por lo que toca á este punto, su conducta debiera servirnos de ejemplo. Cuando se trate de la salvación de nuestras almas no debemos cejar ante la oposición ó desmayar ante las dificultades. Nos es preciso «orar siempre, y no desalentarnos.» Debemos recordar la parábola de la viuda importuna y la del amigo que quería que le prestaran pan á media noche; y como ellos hacer nuestras súplicas con instancia ante el trono de la gracia.
Reparemos, finalmente, cuan benigno es nuestro Señor Jesucristo para con los que lo buscan. Cuando los ciegos repitieron su clamor, se paró, los llamó, y les preguntó qué era lo que querían. Oída que hubo su súplica, les concedió lo que pedían. «Teniéndoles misericordia, tocó los ojos de ellos, y luego sus ojos recibieron la vista..
Nuestro Señor Jesucristo no solo es todopoderoso sino clemente, benigno y misericordioso en un grado que está más allá del alcance de nuestra mente. Razón tuvo San Pablo para decir que «su amor sobrepuja todo entendimiento.» Efes. 3:19.
Fuente: Los Evangelios Explicados
salían… → §051.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
saliendo g §051.
20.29 Lit. siguió.