Biblia

Comentario de Mateo 22:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 22:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Jesús respondió y les volvió a hablar en parábolas diciendo:

22:1 — Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:… ¿A qué respondió? No respondió a una pregunta o argumento de ellos, sino a su actitud odiosa, a su pensamiento y propósito de matarlo (21:46). Entonces Jesús pronuncia esta parábola que tiene el mismo propósito que la parábola de los labradores malvados (21:33-46); en las dos El les habla del juicio que les espera por causa de su rechazamiento de su Mesías. Algunos suponen que esta parábola es la misma que la de Luc 14:16-24; es semejante en algunos puntos pero no es la misma. La parábola de Luc 14:1-35 se refiere a las invitaciones que Dios ha hecho a través de Moisés y los profetas, por Juan y Jesús, por los doce y los setenta y por último por los apóstoles cuando salieron a predicar a todas las naciones. Luc 14:23, “fuérzalos a entrar”, mejor “oblígalos” (LBLA), 2Co 5:11; 2Co 5:14. Pero la parábola de Mat 22:1-14, aunque sea muy semejante en algunos aspectos a la de Luc 14:1-35, es más severa. El que invita en Luc 14:1-35 es “un hombre”, pero en Mat 22:1-46 el que invita es un rey a quien nadie debe ignorar o despreciar. La cena no debe ser despreciada porque es “la fiesta de bodas” de su hijo. La conclusión de Luc 14:1-35 (v 24) es que “ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará de mi cena”, pero la conclusión de la de Mat 22:1-46 es que el rey se enojó y “destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad” (v 7), porque no solamente despreciaron la invitación, sino que también afrentaron y mataron a los siervos del rey que les invitaban. Esta parábola, pues, coincide con 21:41, “a los malos (labradores) destruirá sin misericordia”.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Mat 9:15-17; Mat 12:43-45; Mat 13:3-11; Mat 20:1-16; Mat 21:28-46; Mar 4:33, Mar 4:34; Luc 8:10; Luc 14:16.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La parábola de las bodas del rey, Mat 22:1-8.

una invitación general, Mat 22:9-11.

El castigo de aquél a quien le faltaba el vestido de bodas, Mat 22:12-14.

La pregunta sobre el tributo, Mat 22:15-22.

y sobre la resurrección, Mat 22:23-33;

responde a la pregunta sobre el primer y más grande mandamiento, Mat 22:34-40;

y deja perplejos a los fariseos por una pregunta sobre el Mesías, Mat 22:41-46.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El plural parábolas se refiere a la parábola de los dos hijos (Mat 21:28-32), el labrador malvado (Mat 21:33-44), y la fiesta de bodas (Mat 22:1-14). Esta historia no es la misma de Luc 14:15-24. La ocasión es diferente en Lucas y varían algunos detalles.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 22.

Parábola de los invitados a la boda del hijo del rey, 22:1-14 (Luc 14:16-24).
1 Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas, diciendo: 2 El reino de los cielos es semejante a un rey que preparó el banquete de bodas de su hijo. 3 Envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas, pero éstos no quisieron venir. 4 De nuevo envió a otros siervos, ordenándoles: Decid a los invitados: Mi comida está preparada; los becerros y cebones, muertos; todo está pronto; venid a las bodas. 5 Pero ellos, desdeñosos, se fueron, quién a su campo, quién a su negocio. 6 Otros, cogiendo a los siervos, los ultrajaron y les dieron muerte. 7 El rey, montando en cólera, envió sus ejércitos, hizo matar a aquellos asesinos y dio su ciudad a las llamas. 8 Después dijo a sus siervos: El banquete está dispuesto, pero los invitados no eran dignos. 9 Id, pues, a las salidas de los caminos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas. 10 Salieron a los caminos los siervos y reunieron a cuantos encontraron, buenos y malos, y la sala de bodas quedó llena de convidados. 11 Entrando el rey para ver a los que estaban a la mesa, vio allí a un hombre que no llevaba traje de boda, 12 y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? El enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. 14 Porque muchos son los llamados y pocos los elegidos.

Esta parábola de los invitados a la boda del hijo del rey, en su fórmula compleja, tal como aparece en el evangelio de Mt, es propia de este evangelio. La doctrina se acopla, en estos últimos días de la vida de Jesús, como un anuncio profético de la muerte que El recibirá, del castigo que recibirá Israel y de la vocación al ingreso de todas las clases de Israel en su reino o acaso también a los gentiles.
Algunos elementos son irreales, pero tienen una intención especial en orden al “antitipo.” Se destacan algunos antes de analizar la compleja estructura de este relato y su valoración doctrinal.
V.3. El hecho de que el rey manda a llamar los invitados a la boda, estando ya preparado el banquete, no es de lo más natural.
V.7. El rey que envía sus ejércitos y manda matar a aquellos asesinos, es explicable en un rey oriental, dueño de vidas. Lo que no se explica es que los invitados no acepten, cuando, en un rey oriental, la invitación es una orden.
V.ll. El rey entra para ver a los convidados. Lo contrario supone el banquete que Antipas da a los notables de Galilea (Mar 6:21-27).
V.12. El “vestido de bodas.” Sobre esta costumbre se ha escrito o supuesto mucho: sea que los que invitaban diesen un traje conveniente, o que lo llevasen los invitados. Se cita un mashal rabínico en el que un rey invita a un banquete, y se recomienda a los invitados que vengan con trajes festivos ! En una carta escrita desde la corte de Hammurabi, se alude a tal costumbre, como regalo real2. Pero no deja de extrañar que, si la casa real hubiese proveído a los convidados, éste no hubiese acudido con el mismo. Es sentido convencional en orden al “antitipo.”
¿Es ésta una sola alegoría o son varias mixtificadas o yuxtapuestas?
a) Hay que notar que el v.14: “muchos son los llamados, pocos los elegidos,” no es conclusión directa del contexto; y afecta a los varios elementos del conjunto. Es un elemento “extra.”
b) En el texto de Mt se nota, comparado con el paralelo de Lc (14:16-24), una narración análoga, excepto en algunos detalles. Pero en Lc falta toda la escena referente al “vestido de bodas.” Siendo tema distinto del primero (Mat 22:1-5; Mat 22:9-10), y estando ausente en Lc, Mt yuxtapone dos alegorías.
c) En Mt los v.6-7, pensamiento también ausente en Lc, introducen un nuevo aspecto, una idea distinta de la comparación fundamental que se da en los versículos antes dichos. ¿Se trata de una nueva alegoría? Se percibe una situación totalmente distinta del contenido del primer cuadro. No sólo es extraño que los invitados que no quieren asistir al banquete maten a los enviados, sino lo que lo desorbita aún más es que el rey movilice sus “ejércitos” para matar a aquellos reducidos asesinos, y les “incendie” la ciudad.
d) Hay otro aspecto en la alegoría que comienza con el v. l1. Es el tema del “vestido nupcial.” El rey encuentra a uno que no lo lleva y lo manda castigar. Este aspecto, ¿es ajeno a la estructura de las dos alegorías o es parte integrante de la primera? La enseñanza que se busca con este cuadro es distinta de la enseñanza fundamental, y distinta de la misma estructura de los cuadros anteriores. ¿Podría ser una enseñanza secundaria dentro de estos mismos cuadros? Se diría que tiene demasiado relieve para considerársela solamente como un elemento integrante y secundario de la alegoría primera. Su ausencia en Lc, en el lugar paralelo, viene a confirmar esto. Además, en el v.10 el rey manda que salgan los criados y traigan al banquete a todos los que hallen, y trajeron, hasta llenar la sala, a todos los “malos” y “buenos.” Por lo que es sumamente extraño que, si esta segunda parte fuese parte del cuadro primero, el rey se extrañase, al entrar, de encontrar a uno sin el vestido nupcial, que alegóricamente son las disposiciones morales convenientes, cuando ya estaba la sala llena de “malos” y “buenos.”
Todo esto orienta a ver que se trata de un cuadro, o parte de un cuadro, que tuvo su contexto propio, y que aparece aquí recortado o unido a estos dos otros cuadros o alegorías a causa de una cierta analogía o conveniencia que con ellos quería darse 3. Así, en esta narración se encuentran los elementos integrantes siguientes:

1) Alegoría de los invitados descorteses e invitación de nuevos comensales (v. 1-5.8-10).
2) Alegoría del castigo infligido por el rey a los que mataron a sus siervos (v.6-7).
3) Alegoría del “vestido nupcial” (v.11-13).
4) Sentencia doctrinal final (v.14).

Contenido doctrinal de estas alegorías.
Primera alegoría: Alegoría de los invitados descorteses e invitación de nuevos comensales (v. 1-5.8-10).
En vista de esta repulsa 3 y estando ya el “banquete” preparado – presente y establecido el reino mesiánico -, no ha de quedar sin lugar su objetivo. Otros entrarán en él. Estos primeros invitados “no eran dignos.” El rey manda a sus siervos – apóstoles, Pablo, etc. – que salgan “a la bifurcación de los caminos, y a cuantos encontréis, llamadlos a las bodas.” Y los siervos salieron, y a todos cuantos encontraron, “malos y buenos,” los reunieron, y la sala de bodas quedó llena. ¿Quiénes son estos “malos y buenos” y a quiénes se contraponen?
Como antes se dijo, los autores, generalmente, admiten que esta tercera llamada se refiere a la vocación de los gentiles.
Lo que puede verse por un simple análisis exegético es que la invitación a estos nuevos comensales se hace en la misma tierra: sólo consiste en que los siervos salen de la ciudad del rey a buscar a estas gentes “en las bifurcaciones de los caminos.” ¿Se quiere expresar con esto que quedan las vías abiertas a todo el que venga por ellas, judío o gentil? Tal vez. Pero no es evidente esta suposición.
Tendría a su favor la historia de la predicación evangélica, cómo debió de comenzar por “Jerusalén, Judea, Samaría y hasta lo último de la tierra” (Hec 1:8), y cómo los apóstoles comienzan a predicar a los judíos, mas, al ser rechazados por éstos, se vuelven a los gentiles (Hec 18:6).
En cambio, cabría interpretarlo todo lógicamente en otra hipótesis, que, además, da razón de un importante detalle literario.
La alegoría se refiere sólo a los judíos. Se referiría, con los primeros mensajes, a los dirigentes religiosos de Israel, a los que deberían saber que El era el Mesías, a los que podían “juzgar” que los días del Mesías estaban presentes (Mat 16:1-3). Los fariseos rechazan al Mesías, y entonces la invitación se hace más apremiante – la sistematización gradual de invitaciones se explicaría por artificio literario – a que ingresen en el reino las clases no dirigentes ni cultivadas, o las clases cultivadas y el pueblo, despreciado por los rabinos por no conocer la Ley como ellos (Jua 7:49). Así se explicaría bien el que se hace ingresar en el reino a todos los que se encuentran, “buenos o malos.” Los “malos” serían las gentes más despreciables de la sociedad judía: los pecadores, los publícanos, las meretrices. Precisamente Jesucristo, contraponiendo esto en la parábola de los dos hijos enviados a la “viña” (Mat 21:28-32), a los “príncipes de los sacerdotes y a los ancianos” (Mat 21:23), y entre ellos a los fariseos, les dice: “en verdad os digo que los publícanos y las meretrices os preceden en el reino de Dios” (Mat 21:31).
Segunda alegoría: Alegoría del castigo infligido por el rey a los que mataron a sus siervos (v.6-7). – Admitido que se trata de una alegoría, manifiestamente distinta e independiente de la anterior y situada aquí, sintéticamente, por una cierta analogía temática, su interpretación doctrinal es semejante a la conclusión de la alegoría de los “viñadores homicidas” (Mat 21:33-41 y par.).
1) El “rey” es Dios.
2) Sus “siervos” enviados serán, acaso, en la alegoría original, los profetas; pero en esta perspectiva literaria son el Bautista, los apóstoles, los discípulos misioneros de Cristo, de los cuales varios ya fueron ultrajados y muertos.
3) Los “asesinos” son los elementos del pueblo judío que causaron este ultraje y muerte a estos siervos de Dios.
4) El rey que envía “sus ejércitos” para que “maten” a aquellos homicidas e “incendien la ciudad.” Parece, dentro de todo el conjunto de elementos alegóricos de este relato, que se trata de la destrucción de Jerusalén por Tito, el año 70, aunque los elementos con que se lo describe no pasan de un clisé con el que se describen en el A.T. este tipo de catástrofes.
Tercera alegoría: Alegoría del “vestido nupcial” (v.ll-13). – Los elementos alegóricos de este nuevo cuadro son los siguientes:
1) El “rey,” que en otro cuadro, y acaso en el suyo propio, pudiera ser Jesucristo juez, en esta perspectiva literaria es Dios.
2) El “banquete” es el reino mesiánico, y probablemente presentado bajo el aspecto de alegría y gozo.
3) El “vestido nupcial” son las disposiciones morales requeridas para participar en el reino. La unión a él por la fe se supone en todos los convidados – incluso en el que no está con el “vestido nupcial” -, pero hacen falta otras disposiciones de lealtad y entrega. El bautismo cristiano se supone como “ingreso” a este banquete de boda mesiánico, pero se exigen condiciones de permanencia en él (Rom 3:8; Rom 6:1.15; Jud 1:4), en orden a la ”escatología” final.
Los antiguos protestantes decían que este “vestido nupcial” que tenían los convidados de la alegoría, excepto el que va a ser expulsado, era la fe de tipo luterano. Es un contrasentido, pues en la alegoría se dice precisamente todo lo contrario. Como se trata del reino mesiánico, todos los que están en él están unidos a él. Y esta unión, como mínimo, es la unión al reino por la fe y el bautismo. Pero no basta esto. Para entrar definitivamente en él hace falta estar unido a él por otras disposiciones morales superiores a la fe (Mat 5:20; Mat 7:23).
4) El mandar el rey que a este invitado que no tiene el vestido nupcial se le ate de pies y manos y se le arroje a las tinieblas exteriores: “allí habrá llanto y crujir de dientes,” es la fórmula usual para describir el castigo del infierno (Mat 13:42.50). Procede de los profetas.
5) Esta entrada del rey en este festín mesiánico aparece como un acto judicial. Se trata probablemente del Juicio final.
6) En esta perspectiva, los servidores que aparecen en esta alegoría, y a los que se encomienda el castigo del que no tiene el vestido nupcial, podría ser muy bien una personificación de los ángeles (Mat 13:41-49).
7) El que sólo haya entre los invitados de este banquete mesiánico una sola persona indigna de asistir a él no quiere decir que el número de los “elegidos” sea infinitamente mayor, ni aun siquiera mayor que el de los “réprobos.” El tema de la alegoría no es enseñar el número de los elegidos, sino las disposiciones requeridas para asistir a él. Precisamente el contraste entre todos menos uno, hipérbole comparativa tan del gusto oriental, orienta a centrar la consideración en este sentido.
8) El cambio de la palabra “siervo” (δούλος) (ν.3.4.6.8.10) por “ministros” (διοαόνοις) (ν. 13) confirma, filológicamente, lo adventicio de este pasaje.

Sentencia doctrinal final (v.14).
Esta sentencia puesta aquí como final, sea por el mismo Jesucristo, sea eco de la catequesis, sea por el evangelista, no tiene relación directa con las alegorías expuestas. Y se ve fácilmente. Dice la sentencia: “(Porque) muchos son los llamados, pocos los escogidos.” “Muchos,” de suyo, puede ser equivalente a “todos” (Mat 20:28; Mar 10:45; Rom 5:15.18.19). Se trata de un semitismo, que responde al hebreo rabbín 4. Y éste es el sentido de universalidad mesiánica que aquí conviene.
Esta sentencia, tomada como suena, no tiene relación directa con las alegorías tras las que viene; más aún, está en abierta contradicción con ellas.
En la primera alegoría – los invitados descorteses y la invitación de nuevos comensales -, sea que se interprete de las clases religiosas dirigentes, a las que se rechaza, y se invita al pueblo; sea que se interprete del rechazo de los judíos y de la vocación de los gentiles al reino mesiánico; en cualquier hipótesis, los rechazados son menos que los posteriormente invitados, puesto que con ellos llegó a “llenarse de comensales el banquete.” Pero esta sentencia dice lo contrario si se aplica a una consecuencia o deducción de la alegoría. Sería: “muchos son los llamados” – clases dirigentes y todos los judíos, que son los menos con relación a la clasificación que viene – “ pocos los escogidos” – sea el pueblo judío, sean los gentiles, que son los más, en su ingreso.
La segunda alegoría – el castigo infligido por el rey a los que mataron a unos siervos suyos – no tiene aplicación ni relación con esta sentencia.
La tercera alegoría – el “vestido nupcial” – tampoco tiene relación directa con esta sentencia. Aplicada a esta alegoría como una deducción o formulación práctica de su contenido, lleva igualmente a un contrasentido. Porque si “muchos son los llamados” – los comensales que están en el banquete -, “son pocos los elegidos,” lo cual aquí es un contrasentido, puesto que sólo “uno” es expulsado del banquete 5.
El sentido de esta sentencia aquí debe ser el siguiente: sin tener relación de dependencia directa con estas alegorías, sí tiene una cierta relación con las mismas en el sentido de ser un toque de alerta sobre los que de hecho entran en el reino en su fase temporal. Las alegorías pintan invitaciones e ingreso en el reino desde el punto de vista de la contraposición entre los judíos, sobre todo los dirigentes, o los gentiles. Pero en esa “masa” debe de haber atención para su ingreso individual de hecho. Sería un toque de alerta a semejanza de lo que dijo en otra ocasión: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella” (Mat 7:13.14) 6.

Sentido primitivo de esta alegoría.
Es manifiesto que esta alegoría sufrió una transformación alegórica minuciosa en relación con la parábola en su estadio primitivo. Se ve por varios datos, al compararla con el relato más sobrio de Lc y con el aún más esquemático del apócrifo Evangelio de Tomás (s. II).
1) En éste, la descripción es sobria, esquemática. Un “hombre” preparó un banquete. Envía a “un siervo” a que invite a cuatro personas, que se excusan de asistir. Entonces manda al “criado” que salga a “las calles” y traiga a los que encuentre para que tomen parte en el “banquete” preparado (cf. J. jeremías, o.c., p.215).
2) Lc también es más escueto y sobrio que Mt. Igualmente un “hombre” daba un “gran banquete” e invita a “muchos.” Envió a su “criado” a invitar a tres clases de personas. Pero todas se excusan de asistir. El “criado” se lo cuenta al “señor” (τω χυρι’ω). El “señor” (=“un hombre,” v.16) le da dos órdenes: a) le manda salir a las “plazas y calles de la ciudad” y traer al “gran banquete” a “los mendigos, y a los tullidos, y a los ciegos, y rengos.” Hecho esto, todavía quedaba sitio. Por lo que b) le manda de nuevo al “criado” salir a “los caminos y cercados” y “obligarles” (άνάγχασον) a entrar, hasta que se llenase de invitados la casa. Pues los otros no tomarían parte en el banquete.
El detalle de “obligarles” a entrar es ambiental. Hasta los más pobres guardan la cortesía oriental de rehusar un agasajo hasta que se les toma por la mano y, con suave violencia, se les introduce en casa (cf. A. M. Rlhbany, Morgenlandischen Sitien im Leben Jesu [1962] p.90ss).
3) Mt, en cambio, alegoriza la parte de Le; añade la obra de destrucción de la ciudad por no haber querido ingresar aquellos hombres en el “banquete de bodas” de su hijo; añade el tema del “vestido nupcial” y el castigo que le guarda a este invitado. La parábola del Evangelio de Tomás y casi de Lucas sufre una manifiesta transformación alegórica en Mtg.
En lugar de “un hombre” que da el banquete, ahora es un “rey,” lo que iba mejor con la alegorización que busca: Dios. El simple “banquete” del Evangelio de Tomás y el “gran banquete” de Lc es ahora un “banquete” de las “bodas de su hijo” (hijo del rey). Es la imagen del banquete mesiánico.
El que era “un criado” (Ev. Tomás-Lc) son ahora “criados,” que hacen la invitación dos veces; dos etapas en su llamamiento.
A estos criados que así invitan al “banquete de bodas” mesiánico, los “maltrataron y mataron”: profetas, el Bautista, los apóstoles.
El “rey,” irritado, envía “sus tropas” e “incendia” aquella ciudad e hizo perecer a aquellos asesinos. Debe de ser la destrucción de Jerusalén y el envío de las tropas romanas, que invaden Palestina e incendian Jerusalén. En la Escritura se habla de tropas enemigas de Yahvé, a las que El envía para castigar a otros pueblos (Isa 10:5-6-11). Isaías describe el ejército de los medos como el ejército de Yahvé, dispuesto a destruir Babel, diciendo: “yo mando mi ejército – dice Yahvé – consagrado para la guerra, y llamo a mis valientes para ejecutar mi ira” (Isa 13:1-15).
“La boda está preparada, pero los invitados no son dignos” (v.8b). Este pensamiento no está explícito en Lc. La “boda está preparada,” porque es la hora de Cristo Mesías presente, que instaura el mesianismo, representado, ambiental mente, por un banquete. En el A.T. era alegoría de Yahvé con su pueblo – desposorios -, que aquí se prolonga con la divinidad de Cristo, proclamada triunfalmente por la Iglesia primitiva.
No siendo “dignos” de “ingresar en este banquete de bodas” mesiánico del Hijo de Dios – terminología de la Iglesia -, se invita a entrar en él a todos los que los criados encuentren: “buenos y malos.” Son los publícanos y pecadores, las gentes depreciables de Israel. Frente a los dirigentes, sabios y fariseos, que rechazaron su ingreso en el Reino a primera hora – que no fueron “dignos” -, se invita también a las gentes “pecadoras” y despreciables de Israel.
La alegoría del “vestido nupcial,” añadida por Mt, responde a una preocupación primitiva cristiana. No bastaba el bautismo; para permanecer en el “banquete de bodas,” en el Reino, hace falta, además, el cumplimiento ético de sus preceptos (Rom 3:8; Rom 6:1.15; Jud 1:4). Por eso, el que así no obre es arrojado “a la oscuridad de fuera,” en contraposición a la iluminación de la sala del festín. Y allí habrá “llanto y crujir de dientes.” Imágenes ambas del infierno. Ya que se describe en forma “sapiencial.”
Así, una parábola primitiva cobra una alegorización dada por la Iglesia primitiva. La alegoría de Mt, en su sentido original en boca de Cristo, debió de ser una parábola con la que se respondía a las críticas de los fariseos por la actitud de Cristo de admitir en su reino a los “pecadores.” Ellos – los fariseos y los rectores religiosos de Israel – fueron los primeros invitados a ingresar en el reino; pero Dios es bueno con todos, y por eso abre también su reino para todos.
La Iglesia primitiva la alegorizó, enriqueciéndola cristológicamente; y, sin hacerle perder su sentido fundamental originario, la aplicó a sus fieles. Debió de surgir también la crítica de admitir en su seno a ciertos (cf. J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu, o.c. [1970] p.83-86) “pecadores,” reincidentes y a otros; lo mismo que se añadió la alegoría del “vestido nupcial” ante la duda o error de creer que todo “llamado” era ya definitivamente “escogido.” Es la “coexistencia” temporal de buenos y malos.

Pago de los Tributos, (Mar 12:13-17; Luc 20:20-26).
15 Entonces se retiraron los fariseos y celebraron consejo sobre cómo le cogerían en alguna cosa. ‘6 Enviáronle discípulos suyos con herodianos para decirle: Maestro, sabemos que eres sincero, y que con verdad enseñas el camino de Dios sin darte cuidado de nadie, y que no tienes acepción de personas. 17 Dinos, pues, tu parecer: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? 18 Jesús, conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. 2n El les preguntó: ¿De quién es esa imagen y esa inscripción? 21 Le contestaron: Del César. Díjoles entonces: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 22 Y al oírle se quedaron maravillados y, dejándole, se fueron.

Las maquinaciones para perder a Cristo continuaban. Los fariseos le enviaron “discípulos” suyos, que eran estudiantes ya aprovechados de la Ley, pero que aún no habían recibido el título oficial de rabí. Se los llamaba talmide hakhamín. Estos jóvenes, que podrían aparentar más llaneza, eran los “espías” que le enviaron.
Con ellos le enviaron también una representación de herodianos. Estos eran los partidarios de la dinastía de Herodes, por oposición a los partidarios de Antígono 7, lo mismo que gentes palaciegas de esta dinastía 8, y que estaban en buenas relaciones con la autoridad romana.
La pregunta podía encerrar un problema moral para algún judío de conciencia recta. Como seguía teniendo interés para las comunidades judeo-cristianas antes de la catástrofe del 70, y, en sentido más general, para el tema de la obediencia a la potestad civil (cf. Rom 13:6-7; 1Pe 2:13). El Señor de Israel era Dios.
Pagar un tributo a otro que no fuera el representante de Dios, ¿no era renunciar a la teocracia sobre Israel? Hasta hubo un levantamiento por este motivo. A la muerte de Arquelao, bajo el procurador Coponius (6 d.C.), Judas el Galileo (Hec 5:37) armó una revuelta echando en cara a los judíos “que pagasen el tributo a los romanos y que sufriesen otros señores mortales distintos de Dios.” 9 La pregunta está muy bien ambientada en aquella época de “zelotes.” Se entendía por el impuesto del “censo” todos los impuestos que habían de pagarse, en contraposición a los impuestos aduaneros. Podría referirse a la “capitación,” que era el tributo personal que debían pagar al César todas las personas, incluidos los siervos; los hombres desde los catorce años, y las mujeres desde los doce, hasta la edad de sesenta y cinco años para todos 10. Pero sería muy probable que, por la palabra “impuesto,” se refiriese aquí a todos los impuestos que los judíos tenían que pagar, directa o indirectamente, a Roma, en contraposición al medio siclo que, por motivo religioso, se pagaba al templo.
La pregunta capciosa que se hacía a Cristo era de gravedad extrema. Si decía que había que pagarlo, iba contra el sentido teocrático nacional, pues sometía la teocracia al Cesar y a Roma; aprobaba a los “publícanos,” las gentes más odiadas por recaudar estas contribuciones; y hasta querían ponerlo en contradicción consigo mismo, al admitir injerencias extranjeras en el reinado mesiánico: él que se proclamaba Mesías. Pero la respuesta de Cristo fue inesperada.
Mt refleja, probablemente, mejor las palabras de Cristo: “Mostradme la moneda del censo.” Mc-Lc parecen suponer una interpretación: “Traedme un denario para verlo.” 10 Lagrange calificó bien toda esta estrategia pedagógica como una “parábola en acción.”
Le traen un “denario.” Este podía tener la imagen de Augusto o de Tiberio. Ya que las monedas del emperador anterior tenían curso válido en el del siguiente. Lo interesante es que pertenecía al Cesar.
Los judíos usaban las monedas romanas en su nación, por lo que reconocían de hecho el dominio sobre ellos del Cesar. La moneda extranjera se tenía por señal de sujeción a un poder extranjero. Precisamente, para indicar su independencia, los Macabeos crearon un tipo propio de moneda, y luego, en el levantamiento final, hizo lo mismo el pseudomesías Bar Khokhebas. Por eso, si ellos reconocían este dominio de hecho, también de hecho, por ser subditos de un poder y gobierno, estaban obligados a las relaciones que este gobierno les imponía. No sería eso para la nación teocrática lo ideal, pero sí era una situación de hecho, un gobierno de hecho, y de hecho había que cumplir con él las obligaciones exigidas por el bien común 11. La Iglesia primitiva insistirá sobre estas obligaciones (Roma 13:7; 1Pe 2:13-14) al poder constituido.
Y no sólo de hecho. Los dirigentes de la nación preferían esta situación y veían en ello un buen preservativo contra la tiranía de los Herodes u. Ellos mismos rechazarán la realeza mesiánica de Cristo, diciéndole a Pilato: “No tenemos más rey que al Cesar” (Jua 19:15). Era el claro reconocimiento de la soberanía que el Cesar tenía en ellos, y de que ellos se consideraban de hecho sus súbditos.
Pero si, por tanto, había que dar “al Cesar lo que es del Cesar,” había otra obligación también en los súbditos. Hay también que “dar a Dios lo que es de Dios.” En realidad, este precepto abarca el otro, de sumisión al poder constituido, y en éste cobra su fuerza aquél. Que den, pues, “a Dios lo que es de Dios,” no sólo en el orden moral personal, sino en el colectivo de la nación, en cuanto las exigencias teocráticas sean compatibles, en aspectos no esenciales, con las determinaciones del poder que los tiene sometidos. Las obligaciones para con el Cesar son temporales; las obligaciones para con Dios son trascendentales. Fue una de estas enseñanzas definitivas de Jesucristo con una gran repercusión social-estatal 12.

La resurrección de los muertos,Jua 22:23-33 (Mar 12:18-27; Luc 20:27-40).
23 Aquel día se acercaron a El los saduceos, que niegan la resurrección, y le interrogaron: 24 Maestro, Moisés dice: “Si uno muere sin tener hijos, el hermano tomará a su mujer para dar descendencia a su hermano.” 25 Pues había entre nosotros siete hermanos, y, casado el primero, murió sin descendencia y dejó la mujer a su hermano; 26 igualmente el segundo y el tercero, hasta los siete. 27 Después de todos murió la mujer.28 En la resurrección, ¿de cuál de los siete será la mujer? porque los siete la tuvieron. 29 Y, respondiendo Jesús, les dijo: Estáis en un error, y ni conocéis las Escrituras ni el poder de Dios. 30 Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como ángeles en el cielo. 31 Y cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que Dios ha dicho: 32 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. 33 Y la muchedumbre, oyéndole, se maravillaba de su doctrina.

En el ciclo de preguntas capciosas parar perder a Cristo está también este pasaje. El ataque viene ahora de los saduceos. Estos eran “materialistas.” Negaban la existencia de “espíritus” – ángeles y almas humanas – y negaban la resurrección de los cuerpos, creencia íntimamente unida a la anterior, y profesión del judaísmo ortodoxo (Mat 22:23; Mar 12:28; Luc 20:27; Hec 23:8) 13.
Los saduceos atacan a Cristo en su enseñanza con un dato que se basa en la ley del ”levirato.” Según esta legislación, cuando un hombre casado muere sin descendencia, su hermano se casará con su cuñada y el primogénito de este matrimonio figurará como “hijo” del hermano muerto (Deu 25:5-10). Los saduceos, para defender su posición, complicaban el tema haciéndole tener consecuencias hasta en el otro mundo. Tal es el caso hipotético que se cita en el evangelio. Eran “cuentos” que usaban los saduceos para defender su posición y que se recogen en el Talmud. Un judío pierde a doce hermanos casados y sin hijos. Conforme a la ley del “levirato,” las doce viudas lo reclaman, y él aceptó tomar a cada una por mujer un mes al año, y al cabo de tres años era padre de treinta y seis niños 14.
La respuesta de Cristo corta de raíz toda argumentación.
Les dice que yerran porque no “comprenden las Escrituras ni el poder de Dios.” En efecto, ¿quién podría poner en duda el poder de Dios de resucitar a un muerto? Varios había resucitado Jesucristo en su vida, y bien patente y bien reciente estaba la resurrección de Lázaro. Cosa de días. ¿No sería precisamente eco de este milagro la objeción que le ponen los saduceos? Pero tampoco comprendían la revelación de las Escrituras, porque hablaba de esto, como les probará luego, aparte de resurrecciones de muertos que en ellas se narran.
En primer lugar les hace ver que, en la hora de la resurrección gloriosa, los cuerpos no tienen la finalidad transitoria que tienen aquí. Era error no sólo de los saduceos, sino de un sector, al menos, de los mismos fariseos, el atribuir a los cuerpos resucitados las funciones carnales que tenían en la tierra. Precisamente la procreación prodigiosa, ridícula y monstruosa de las mujeres sería una de las características después de la resurrección, como superación de la prole numerosa que se prometía como bendición al cumplimiento de la Ley 15. Pero en la resurrección no será así. Esta finalidad y sus funciones correspondientes no tienen razón de ser. En la resurrección, al no morirse, ya no hay que conservar la especie. Por eso, en la resurrección “no hay mujer ni marido,” sino que, en este orden de cosas, son “como los ángeles de Dios en el cielo” 16, destacándose también con ello su inmortalidad, que hace ya inútil la procreación.
No se enseña que los resucitados serán de naturaleza angélica o espiritual, sino que serán “como” (ως) los ángeles sin estas funciones. No será una resurrección con cuerpos como hasta ahora, sino renovados, “gloriosos,” “espiritualizados” (1Co 15:35ss). Si no, no habría resurrección sino simple inmortalidad. Pero el texto prueba la existencia de la resurrección.
Pero en cuanto al hecho de que habrá resurrección de los muertos (Lc), “ya lo indicó Moisés en el pasaje de la zarza” (Exo 3:2-6). Dios se aparece en una zarza que arde sin consumirse. Y desde ella dice a Moisés que El es el “Dios de Abraham, Isaac y Jacob.” En la Escritura había otros pasajes, claros, en los que se habla de la resurrección corporal (Dan 12:2; Sal 16:10-11; Sal 49:16; 2Ma 13:43). Si Jesucristo utiliza este texto con una argumentación especial, es, sin duda, porque con ello se quiere destacar también una intención y un acento especiales.
En este texto del éxodo, en su sentido literal histórico, no se trata de probar que los patriarcas vivan, sino que Dios, que se aparece a Moisés, frente al politeísmo y al etnoteísmo reinantes en la antigüedad, le garantiza y se identifica con el mismo Dios que se apareció a los patriarcas. Pero Jesucristo, con su argumentación, va más lejos. Pues dice al citar estas palabras – ”Yo soy el Dios de Abraham, Isaac y Jacob” – que, si Dios es el Dios de ellos, Dios no es el Dios de “muertos,” sino de “vivos.” Este texto fue usado ya en Hechos (2Ma 3:13; 2Ma 7:32) con el sentido de la victoria de Dios sobre la muerte. Con lo que quiere probar la resurrección. Mas ¿cómo concluye este argumento? Pues, a lo más, parecería probar que las almas de los patriarcas vivían, eran inmortales. Pero aquí la prueba va a la resurrección de los cuerpos.
Se ha propuesto que Dios aquí descubría un sentido “profundo” de las palabras de las Escrituras, que ni el mismo Moisés había comprendido. Ni contra este desconocimiento de Moisés iría lo que se lee en este pasaje en Lc: “Que los muertos resucitan, lo indicó Moisés en el pasaje de la zarza.” (v.37). Pues esta expresión “indicó” (εμήνυσεν) tiene un sentido amplísimo; v.gr., lo que de alguna manera vale para exponer o hacer una serie de deducciones en función de otros datos bíblico-teológicos. En absoluto esto pudiera ser verdad. Pues la Escritura tiene un sentido más hondo que el inmediatamente literal. Era esta creencia, aunque en otro sentido, de la misma concepción rabínica.
En esta argumentación de Cristo hay dos cosas:
a) Su semejanza con los procedimientos rabínicos. Estos, pensando que la Escritura estaba llena de misterios y sentidos ocultos, cuando un texto de alguna manera se podía utilizar en una argumentación, venía a ser considerado como argumento válido. Y se sabe, además, que con esta misma dialéctica y procedimientos argumentaban a favor de la resurrección 17. Concretamente, rabí Sinay deducía de Exo 6:4 la resurrección de los muertos. Pues como allí Dios promete a los patriarcas darles la tierra de Canaán, y como se promete a “ellos,” de aquí deducía la resurrección de los patriarcas 18.
b) El hecho de Enseñar la Resurrección de los Cuerpos.
Aparte del procedimiento está el hecho de su enseñanza. Cristo, con este procedimiento rabínico, hace ver que los patriarcas “viven.” Y saca la conclusión-enseñanza de la resurrección de los mismos. ¿Cuál es el entronque bíblico de esta necesidad: vivir-resucitar?
Las promesas de Dios son “irrevocables” (Rom 11:29). Amó predilectamente a los patriarcas y este amor permanece. La vida entonces en el sheol era o se la creía imperfecta, aunque ya había evolucionado mucho – clarificado – este concepto imperfecto. Y el concepto semita de vida humana, es que no se la concibe como tal sin el cuerpo. De ahí que el amor predilecto de Dios a los patriarcas, que era además “irrevocable,” exigía, en el plan de Dios, la resurrección con recuperación de la plenitud de vida humana. Bíblica y teológicamente se ve la confirmación de ello en el pasaje de San Juan sobre el “Pan de vida” asimilado por la fe. El que así “cree” en el Mesías, “tiene la vida eterna,” y ésta exige “ser resucitado en el último día” (Jua 6:40).
Pudiera extrañar lo que se lee en Lc, por efecto de la procedencia de otras “fuentes,” como si la resurrección fuese privilegio exclusivo de los justos. Pues se lee garantizando la resurrección: “Pero los que son dignos de tener parte en el otro (mundo venidero) y en la resurrección de los muertos, no toman mujer ni marido.” Y poco después: “Porque son dignos de la resurrección” (v.35.36).
El problema podría cobrar mayor dificultad si se tiene en cuenta la diversidad rabínica que hubo sobre si la resurrección era sólo un privilegio para los justos o también para los pecadores 19. Pero la respuesta de Cristo va en la perspectiva concreta de la resurrección de aquellos a quienes afecta el amor de Dios, como eran los patriarcas. De los otros prescinde. Como también prescinde San Pablo en la primera epístola a los Tesalonicenses, al hablar sólo de la resurrección de los justos (1Te 4:13-18).
La reacción de los oyentes fue “admirarse” ante su doctrina (Mt). Y Lc da un detalle sumamente lógico: “Algunos escribas dijeron: Maestro, has hablado bien.” Estos escribas, sin duda de secta farisea, que defendían la resurrección contra los saduceos, al ver apoyar sus creencias, por sinceridad o política, aplauden la posición de Jesucristo (Hec 23:6-10).
Pero también se consigna que desde entonces “no se atrevían a preguntarle nada más” (Lc), acaso los saduceos.

El primer mandamiento de la Ley,Hec 22:34-40 (Mar 12:28-34; Luc 10:25-27).
34 Los fariseos, oyendo que había hecho enmudecer a los saduceos, se juntaron en torno a El, 35 y le preguntó uno de ellos, doctor tentándole: 36 Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? 37 El le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. 38 Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos preceptos penden toda la Ley y los Profetas.

Este pasaje lo traen en forma análoga Mt y Mc. Lc también lo trae en forma más esquemática y como introducción justificatoria, que dará lugar a la exposición de la parábola del buen samaritano. Se quiere saber de Jesucristo su pensamiento sobre el mayor mandamiento de la Ley. Era algo que estaba en las discusiones del medio ambiente rabínico.
Las discusiones rabínicas sobre la diversa importancia de los mandamientos eran frecuentes. Se distinguían ordinariamente 613 mandatos: 248 eran positivos y 365 negativos. De ellos, en las listas que se elaboraban, a unos se los califica de graves, y a otros, de leves. Aunque en la época de Cristo este número no hubiese estado cerrado y fijo, existían ya listas, clasificaciones y discusiones en torno a ello. Frecuentemente se buscaba cuál fuese el primero de estos mandamientos 20. Se lee en una parábola sobre el Deu 22:7 : “El Santo (Dios) no ha revelado qué recompensa guarda sino sólo a dos preceptos, el más importante entre los importantes: Honra a tus padres (Exo 20:22), y el más pequeño entre los pequeños: Deja libre a la madre cuando cojas a los pajaritos (Deu 22:7). Para estos dos mandamientos ha fijado la recompensa: una larga vida.” 21
En este ambiente surge la pregunta que se le va a hacer a Cristo. En Mc-Mt se le acerca un grupo de fariseos al saber que había respondido “bien” a los saduceos, sus enemigos doctrinales, al enseñar la resurrección de los muertos. Es verdad que Mt pone que se le acercan par a “tentarle” (πειράζω), pero el sentido exacto de esta palabra depende del contexto. No siempre tiene mal sentido, ya que significa “experimentar,” “probar,” pero lo mismo puede ser capciosamente que poner a prueba para saber lo que dice, para aprovecharse de su enseñanza. Este parece ser el sentido, como se desprende de Mc (v.34). El que le interroga es “legista,” un doctor de la Ley (νομικός). En Mt-Mc se plantea el problema ambiental sobre cuál sea el mayor mandamiento de la Ley.
Y se formula con el valor de lo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna. Si no es que pretende preguntar por algunas prácticas especiales, en el fondo es la pregunta que se hace en Mt-Mc: serían las prácticas esenciales, por lo que se le centra el tema. En Lc la redacción es más exhortativa; era interés suyo o de su “fuente.” En Mc se aprecia un ambiente helenístico, en el que interesa, además del hecho histórico de Cristo, darle una redacción polémica en defensa del monoteísmo contra el politeísmo (Mar 12:29), a lo que se le añade una serie de palabras técnicas helenísticas: διάνοια, καλώς, συνέσεως, νουνεχώς. El actual texto de Mc tendría unas fuentes helenizantes y más tardías que Mt-Lc 22. En Mt, el v.40 parece ser la clave de todo el pasaje. Toda la Ley y los Profetas se reducen o penden (χρέμαται) de los dos preceptos que aquí se citan. En Mc la respuesta de Cristo está hecha conforme al Shemá, que todo israelita varón, no esclavo, debía recitar dos veces al día, y que debía de estar ya en uso en tiempo de Cristo 23. Toma su nombre del comienzo de la misma: “Oye, Israel” (Deu 6:4.5). Todas estas expresiones: “corazón,” “alma” y “fuerza” (Mc), más que expresar cosas distintas, son formas semíticas, pleonásticas, de decir globalmente lo mismo. Esto es lo que constituía originaría y fundamentalmente la oración diaria del Shemá. Para los judíos, este mandato del amor de Dios sobre todo era fundamental. Pero también se vinieron a mixtificar o yuxtaponer a él otros, en los que, dándole una importancia excesiva a otras cosas muy secundarias de la misma legislación, tales como la recomendación de pensar siempre en estas palabras, lo que dio lugar a las ”filacterias” (Deu 6:8; Num 15:38), o los premios temporales que se pusieron anejos al primer mandamiento para mejor cumplirlo (Deu 11:13ss), vinieron a derivar en utilitarismo el mismo precepto del amor de Dios. Y era frecuente en muchos rabinos poner por encima de todos los preceptos el mandamiento de sacrificar diariamente dos corderos de un año a Yahvé. Hasta el mismo precepto del amor a Dios venía a quedar así desvirtuado por el precepto de sus mismos ritos.
Por eso, Jesucristo insistirá en situar el precepto del amor a Dios sobre todas las cosas, en su lugar primero, absoluto y excepcional. “Este es el mayor y primer mandamiento” (Mt).
Pero Jesucristo va a insistir y situar en su propio lugar otro mandamiento descuidado por el judaismo y pospuesto a otros preceptos menores. “Un segundo (mandamiento) hay semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt). Jesucristo da este segundo mandamiento sin que el “legista” se lo haya preguntado. ¿A qué se debe esta insistencia y la proclamación de su excelencia? En el lugar análogo de Lc (10:27), el doctor de la Ley le responde a Jesucristo con los dos preceptos. Pero aquí no se preguntan.
La razón es la importancia de este segundo mandato, el olvido o devaluación en que se le tenía frente a otros preceptos ritualistas o minuciosos. Por ejemplo, en el Talmud se atribuía la misma recompensa al amor a los padres que si, al coger a los pajaritos de su nido, se dejase libre a la madre 24.
Es verdad que se leía a veces una mayor valoración del mandamiento del amor al prójimo. En el Testamento de los doce patriarcas se lee: “Amad al Señor durante toda vuestra vida y amaos los unos a los otros de corazón” 25. Y rabí Aqiba, sobre 130, decía: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo; es el principio fundamental.” 26
Pero lo que podía ser una superación moral no llegaba, en ningún caso, al mandato como Jesucristo lo sitúa y lo entiende.
Jesucristo lo anuncia con las palabras del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19:18). Pero en su mismo contexto se ve que este prójimo de un judío es sólo otro judío, y a lo más el “peregrino” (ger) que morase con ellos. Los samaritanos, los publícanos y las gentes de mala vida no eran para ellos prójimo; los samaritanos y los publícanos eran positivamente odiados (Eco 50:27.28).
Pero, frente a esta mutilación de lo que es prójimo y de los deberes que para él hay, Jesucristo explica el mandamiento del Levítico y lo sitúa en el puesto que le corresponde, y lo preceptúa en función de Dios. Por eso se da aquí a este mandamiento dos características: la universalidad en el concepto de prójimo, sacándolo de los estrechos límites judíos para darle la universalidad de lo “humano”; es la doctrina de Cristo, bien sintetizada en la parábola del buen samaritano (Luc 10:29-37), y que en Lc es la consecuencia de la doctrina que se expone (Luc 10:28-29); y también el situar y destacar la gravedad e importancia del mismo, al ponerlo, por encima de todas las minucias y pequeñeces del amor de Dios: “No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mc). Precisamente el precepto del amor al prójimo es “semejante” al mandamiento del amor a Dios. “La semejanza está en la caridad, que no va al prójimo sino por amor de Dios.” 27 Pero lo que aquí también se urge es la gran obligación – ”semejante al primero” – de la práctica del amor al “prójimo”!
El escriba respondió, admirado de la doctrina de Jesús, aprobando cuanto había dicho y resaltando, con relación al amor al prójimo como a sí mismo, que “es más (importante) que todos los holocaustos y sacrificios” (Mc), tomados éstos como simple rito, como era tan frecuente, y los profetas lo habían censurado en Israel. Era un escriba que, como Jesús le dirá, no estaba “lejos del Reino de Dios” por su rectitud moral. Ni se presenta su actitud como extraña, pues hay algunas sentencias de rabinos que ponen el amor a Dios y al prójimo por encima de los ritos y ceremonias. Tal, en el siglo II después de Cristo, el rabino Ben Zoma. Lo cual no era más que situarse en la enseñanza de los profetas (Ose 6:6; Jer 7:21-23; cf. Pro 21:3).
Más aún, se termina la exposición haciéndose una síntesis de lo que estos dos mandamientos significan en la economía de la revelación y de la moral. “De estos dos mandamientos pende (χρεματοκ) toda la Ley y los Profetas” (Mt). De estos dos principios fundamentales y vitales penden toda la Ley y los Profetas, porque ellos son los que religiosamente los vitalizan, los “moralizan,” los que les dan el verdadero “espíritu” de que han de estar animados. Es, por otra parte, una síntesis, al modo ambiental, de destacar la suprema importancia de ambos. Así, Hillel, sobre el 20 antes de Cristo, decía: “Lo que te desagrade no lo hagas a otro. Esto es toda la Ley; el resto no es más que el comentario.” 28
Jesucristo, con estas palabras, ha dado a la Humanidad otra de esas lecciones trascendentales. Es la lección de la caridad cristiana volcándose en la fraternidad de todos los seres humanos 28.

Cuestión sobre el origen del Mesías,Pro 22:41-46 (Mar 12:35-37; Luc 20:41-44).
41 Reunidos los fariseos, les preguntó Jesús: 42 ¿Qué os parece de Cristo? ¿De quién es hijo? Dijéronle ellos: De David. 43 Les replicó: Pues ¿cómo David, en espíritu, le llama Señor, diciendo: 44 “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, mientras pongo a tus enemigos por escabel de tus pies”? 45 Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo? 46 Y nadie podía responderle palabra, ni se atrevió nadie desde entonces a preguntarle más.

Hay autores que piensan que este texto en su forma actual pudiera ser el final de una polémica cuya primera parte literaria se perdió. La razón es que parece extraño el que Cristo suscitase ningún problema sobre la descendencia davídica del Mesías. Se supone entonces que, en la hipotética primera parte perdida, los fariseos le plantearían capciosamente alguna pregunta, v.gr., al estilo del tributo del Cesar, para comprometerle con la autoridad romana, o sobre el mesianismo en su relación con David. Y se quiere ver una confirmación de la pérdida de esa hipotética primera parte en el comienzo de Mc, que dice así: “Y respondiendo (αποκριθείς) Jesús” (Mar 12:35). A lo que Cristo habría “respondido” con una pregunta difícil de contestar. R. Bultmann considera este texto en Mc desprovisto de valor polémico, mientras se lo da en Mt y la fuente de que él procede 29.
Naturalmente, todo esto es demasiado hipotético. Ya es muy hipotético pensar que se pierda la primera parte de un relato y no el resto, que forma, por hipótesis, unidad con él. Es hipotético el suponer el contenido de esa primera parte y confirmarlo con el comienzo de Me: “respondió Jesús,” ya que esta palabra (αποκριθείς) está traduciendo normalmente el verbo hebreo ‘anah, que lo mismo significa “responder” que simplemente “hablar,” “tomar la palabra,” que es el sentido que tiene frecuentísimamente en los evangelios. Y contra esta hipótesis está la lógica explicación, de gran contenido doctrinal, de este pasaje.
Por la situación en que ponen este pasaje los sinópticos, aunque algo diversa en Mt-Mc y Lc, todo hace suponer que pertenece a la última estadia de Cristo en Jerusalén.
La escena sucede en el templo (Mc). Jesús debe de estar en uno de los grandes pórticos. Los fariseos están reunidos (Mt) probablemente en torno a El (Mat 22:34), cuando Jesús, dirigiéndose a ellos, que es lo mismo que, con fórmulas más imprecisas, dice Mc – ”enseñando” -, les hace la siguiente pregunta sobre el Mesías: “¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David?” (Mc), por descendencia de origen.
No solamente decían esto los escribas, que eran fariseos, sino también la misma Escritura, y era la creencia popular.
Que el Mesías sería descendiente de David estaba enseñado en la Escritura en numerosos pasajes (2Sa 7:12ss; Isa 11:1; Amo 9:11; Ose 3:5; Jer 23:5; Jer 23:20, Jer 23:9; Jer 33:15.17.22; Eze 34:23; Eze 37:24; Zac 12:8). Y en el ambiente popular el título de ”Hijo de David” era el nombre más usual para designar al Mesías 29.
Y frente a esta enseñanza y a esta creencia, Jesucristo presenta como una objeción, basándose para ello en un salmo (Sal 110:1), y, por tanto, inspirado “en el Espíritu Santo” (Mc): ¿Cómo David llama al Mesías “Señor,” si éste es su hijo y descendiente?
Por tanto, si Jesucristo pregunta de esta manera sobre la filiación del Mesías, es que su pregunta tiene un intento especial. ¿Cuál es éste?
Algunos críticos racionalistas sostuvieron que lo que Jesucristo pretende aquí era negar su descendencia davídica, queriendo probar que para ser Mesías no era necesario ser descendiente de David 30. Uno de los dos mesías esperados en Qumrán era el Mesías de Aarón.
Pero esta hipótesis no sólo va contra la enseñanza de las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento (Jua 7:42; Rom 1:3), sino que también va contra el mismo intento de los evangelistas, que reconocen la descendencia davídica de Jesús, como lo hacen ver en las “genealogías” (Mat 1:6; Luc 3:31).

El salmo es mesiánico.
El carácter mesiánico del salmo fue plenamente admitido por la antigüedad 31. En tiempo de Jesucristo se lo tenía por mesiánico. Los apóstoles lo citan frecuentemente en este sentido (Hec 2:34; 1Co 15:25; Efe 1:20-20; Heb 1:3; Heb 5:6; Heb 7:17.21; Heb 8:1; Heb 10:12-13; 1Pe 3:22). Pero después de la muerte de Cristo, al ser utilizado por los cristianos para probar el carácter mesiánico de Cristo, los judíos, para evitar esta argumentación, le negaron este carácter, atribuyendo el contenido del salmo algunos rabinos a Abraham, aunque otros se mantenían en la línea tradicional mesiánica 32, y algunas agrupaciones judías se lo aplicaban al rey Ezequías 33. Pero nuevamente se cierra este paréntesis y se vuelve al sentido tradicional. En el siglo III lo cita, en este sentido, el Talmud 34.
En esta situación ambiental del salmo viene la argumentación de Jesucristo.
Si el Mesías es “hijo” de David, entonces ¿cómo David lo llama y reconoce en el salmo, y además “inspirado por el Espíritu Santo” (Mt-Mc), “su Señor”?
Ya Isabel, la madre del Bautista, dice en la “visitación” a la Virgen: “¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor (Κυρίου) venga a visitarme?” (Luc 1:43).
Era tan evidente que David, aun siendo rey, figura ideal en Israel y antecesor del Mesías, por ser éste superior a aquél, podía llamarle “Señor,” que el intento de Cristo ha de ser otro. Y no es que no sea por origen descendiente de David, lo que era evidente. Pero Cristo hace hincapié en que no bastaría esto. ¿Cuál es entonces el verdadero y profundo motivo por el que el Mesías es llamado “Señor” (Κύριος)?
Los fariseos sólo se habían limitado a considerar el origen del Mesías como exclusivamente descendiente de David. Y Cristo quiere elevar y sugerir que el Mesías tiene también un origen más alto: divino.
En la tradición judía, un sector había vislumbrado algo de esta trascendencia del Mesías, cuando vino a asimilarlo al Hijo del hombre, que venía, “descendía” del cielo, de la profecía de Daniel (c.7). Esto mismo se sugería en Isa 9:6, en el Sal 110:1 y en los apócrifos, especialmente en el Libro de Henoc 35.
Este es el intento de Cristo. Orientar a la auténtica valoración de la dignidad y naturaleza del Mesías, como era la creencia de un sector de la tradición judía, interpretando así la profecía de Daniel: su naturaleza trascendente. Precisamente Cristo destaca el hecho de que le llame “Señor” siendo su hijo. Quería con ello orientar el verdadero sentido de esta expresión aplicada al Mesías. En la versión de los LXX, la palabra Señor traduce casi siempre el nombre inefable de Dios (Yahweh). A esto mismo conducía la expresión del salmo: “Siéntate a mi diestra.” Esto era participar el poder y la dignidad de aquel a quien se ponía a su derecha. Aquí es el Mesías el que se pone a la “diestra” de Dios (Hec 7:55-58), el que participa el poder, la dignidad y la naturaleza de Dios. Es la conclusión a que lleva el haberse ya antes proclamado superior a Salomón rey (Mat 12:42), a Jonas profeta (Mat 12:41), al sábado, hasta ser él mismo “señor del sábado” (Mat 12:8), y de ser superior al mismo templo (Mat 12:6).
Cristo ha querido con esta pregunta, hábilmente calculada, orientar los espíritus judíos a que viesen en el Mesías – El mismo – no sólo una dignidad que le venía por ser descendiente de David según la carne, sino también otra dignidad, que le venía por lo que El se había ya varias veces proclamado: por ser el Hijo de Dios.
En la conservación de este pasaje se puede ver un eco del conflicto entre la Iglesia y los jefes fariseos de la sinagoga

1 Midrash Qohelet IX 8. – 2 Archives Royales de Mari vol.2 (1950) lett.76 p. 142-144; W. Gronkowski, Ami-ce, quomodo huc intrasti. (Mat 22:12): RuBi (1959) p.24-28; G. R. Castellino, L’abito di nozze nella parábola del convito (Mat 22:1-14) e una lettera di’Mari: Est. Ecle. (1960) p.819-824; J. B. Bauer, De veste nuptiali (Mat 22:11-13): VD (1965) p.15-18. – 3 ÜUZy,’évang. s. St. Matth. (1946) p.291; Líese, Cena Magna: Verb. Dom. (1933) 161-166. – 3 Esta repulsa irreal de los invitados aparece en el Talmud pal. Cf. W. Salm, Beitrage zur Glekhnisforschung (1953) p.144-146; J. Jeremías, o.c., p.217-218. – 4 Gonzalo maeso, Ilustraciones eucansticas (1957) p.206 nota 3. – 5 Boissard, en Rev. Thom. (1952) 569-585; E. F. Sutcliffe, Many Are Callea But Few Are Chosen (Mat 22:14): The Irish Theolog. Quart. (1961) 126-131. – 6 Vosté, Parabolae selectae. (1933) p.392-412; Buzy, Les parábales. (1932) p.290-346; Lagrange,’£t;¿mg. s. St. Matth. (1927) p.419-426; D. Squillaci, Para-bok delle nozze del figlio del re (Mat 22:1-14): Pal. Cíe. (1959) 972-976; R. Swaeles, L’orientation eccle’siastique de la parabole du festín nuptial en Mat 22:1-14 : Ephem. Theol. Lovan. (1960) 655-687; J. Jeremías, Die glekhnisse Jesu p.215-219. – 7 Josefo, De bello iud. I 16:6. – 8 Holzmeister, Hist. aetatis . T. (1938) p.264-265. – 9 Josefo, De bello iud. II 8:1; Antiq. XVIII 1:6. – 10 Schürer, Geschichte des jüdischen Volkes in Zeitalter J.-Ch. (1901) I p.513. – 10 Lagrange,’évang. s. St. Marc (1929) p.315; cf. Mélanges Goguel (1950) p.120-131. – 11 Kennard, Hender to Goal A study of the Tribute Passage (1950). – 11 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.17ss. – 12 O. Cullmann, Dieu et César (1956); J. Kennard, Reder to Goal A Study of the Tribute Passage (1950) 358. – 13 Felten, Storia dei tempi del Ν . Τ ., vers. 1 tal. (1923) II p.135-136. – 14 Strack-B., Kommentar. III p.650. – 15 Strack-B., Kommentar. II p.888 y IV p.891. – 16 Libro de Henoc V 6:8; M. Wlles, Studies in Texis: Luc 20:34ss: Theology (Lon-don 1957) 500ss. – 17 Strack-B., Kommentar. I p.893ss. Biblia comentada 5a – 18 Bonsirven, Textes rabbiniques. (1955) n.1901 p.514; Dreyfus, L’argument scripturaire de Jesús en faveur de la re’surrection des morís: Rev. Bib. (1959) 213-224; S. Bartina, Jesús y los Saduceos. “El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es el que hace existir” ( Mat 22:23-33; Mar 12:18-27; Lev 20:27-40; Heb 11:13-16): Est. Bíbl. (1962) 151-160; R. Bultmann, Theol. Wórt. N.T. II, Mat 858:4ss); P. Bonnard, évang. s. S. Matth. (1963) p.325ss. – 19 Bonsirven, Le Judaísme palestinien. (1934) I p.475-482. – 20 Strack-B., Kommentar. I 900-905. – 21 Abrahams, Studies in Pharisaism I p.26. – 22 Herm.,Mam¿. I 1; G. Bornkamm, Doppelgebot der Liebe, enXeut. StudienfrR. Bultmann (1954) 83-93. – 23 Josefo, Antiq. IV 8:13. – 24 Abrahams, Studies in Pharisaism I p.26. – 25 Testamento de Dan V 3; cf. Test, de Isacar V 2; VII 5. – 26 Strack-B., Kommentar. I p.907. – 27 Cf. Lagrange,’évang. s. St. Matth. (1927) p.432. – 28 Strack-B., Kommentar. I p.907; cf. Gal 5:14. – 28 H. Montefiore, Thou Shalt Love Thy Neighbour as Thyself (Mar 12:31. par. (1962) p. 157-170; G. Bornkamm, Das Doppelgebot der Liebe: Neut. Studien für R. Bultmann (1954) p.83-93; N. Lohfink, Das Hauptgebot. Eine Untersuchung litera-rischer Einleintungsfragen zu Deu 5:11 (1963). – 29 Geschichte der synopt. Tradition (1958) p.53ss. – 29 Strack-B., Kommentar. I p.640; Bonsirven, Lejudaísme. (1934) I p.361. – 30 Loisy, Les évangiles sinoptiques (1907) II p.363. – 31 Cf.Rev.Bibl. (1905)46-50. – 32 Strack-B., Kommentar. IV p.452-465. – 33 San Justino, Dial, cum Triph. c.33 y 88. – 34 Strack-B., Kommentar. IV p.452-465; Tournay, Le Psaume 110: Rev. Bib. (1960) 5-41. – 35 4 Esd.; Lib. de Henoc c.37-71; cf. Lagrange, Le Mesianisme. (1909) p.87-98: Rev. Bib. (1904) 494-520; GAGG, Jesús una die Davidssohn frage: Theolog. Zeitsch. 7 p. 18-30; P. Benoit,Y”Us le Fus de Dieu dans ks Evangiles Synoptiques: Lumiére et Vie (1953) 65-71; Lagrange: Le Judaismo. (1934) I p.360-375.

Fuente: Biblia Comentada

22:1 — Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:… ¿A qué respondió? No respondió a una pregunta o argumento de ellos, sino a su actitud odiosa, a su pensamiento y propósito de matarlo (21:46). Entonces Jesús pronuncia esta parábola que tiene el mismo propósito que la parábola de los labradores malvados (21:33-46); en las dos El les habla del juicio que les espera por causa de su rechazamiento de su Mesías. Algunos suponen que esta parábola es la misma que la de Luc 14:16-24; es semejante en algunos puntos pero no es la misma. La parábola de Luc 14:1-35 se refiere a las invitaciones que Dios ha hecho a través de Moisés y los profetas, por Juan y Jesús, por los doce y los setenta y por último por los apóstoles cuando salieron a predicar a todas las naciones. Luc 14:23, “fuérzalos a entrar”, mejor “oblígalos” (LBLA), 2Co 5:11; 2Co 5:14. Pero la parábola de Mat 22:1-14, aunque sea muy semejante en algunos aspectos a la de Luc 14:1-35, es más severa. El que invita en Luc 14:1-35 es “un hombre”, pero en Mat 22:1-46 el que invita es un rey a quien nadie debe ignorar o despreciar. La cena no debe ser despreciada porque es “la fiesta de bodas” de su hijo. La conclusión de Luc 14:1-35 (v 24) es que “ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará de mi cena”, pero la conclusión de la de Mat 22:1-46 es que el rey se enojó y “destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad” (v 7), porque no solamente despreciaron la invitación, sino que también afrentaron y mataron a los siervos del rey que les invitaban. Esta parábola, pues, coincide con 21:41, “a los malos (labradores) destruirá sin misericordia”.

Fuente: Notas Reeves-Partain

GOZO Y JUICIO

Mateo 22:1-10

Jesús volvió a dirigirse a ellos en parábolas:

-El Reino del Cielo se puede comparar con la situación que se produjo cuando un hombre que era rey hizo los preparativos para la boda de su hijo. Envió a sus siervos a decirles a los que habían sido invitados que vinieran a la boda, pero ellos se negaron a venir. El rey volvió a enviar a otros siervos. «Decidles a los invitados -les dijo-: Fijaos, ya tengo el banquete todo preparado; ya hemos matado los bueyes y los animales especialmente engordados; y todo está dispuesto. ¡Venid ala boda!» Pero ellos no hicieran caso a la invitación, y se fueron, uno a su hacienda, y otro, a sus negocios. El resto, hasta echare mano a los siervos y los trataron vergonzosamente y los mataron. El rey se puso furioso, y mandó sus ejércitos a destruir a aquellos asesinos y a. prenderle fuego a su ciudad. Y luego, les dijo a sus siervos: » La boda está preparada. Los que estaban invitados no merecían venir. Así que salid por los caminos, e invitad a la boda a todos los que encontréis.» Así que los siervos salieron por las carreteras y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos; y hubo numerosos huéspedes en la boda.

Los versículos 1-14 de este capítulo no contienen una parábola, sino dos; y captaremos su significado mucho más fácilmente y de una manera más completa si las tomamos por separado.

Los acontecimientos que se relatan en la primera de las dos parábolas están totalmente de acuerdo con las costumbres judías normales. Cuando se hacían las invitaciones a una gran fiesta, como una fiesta de bodas, no se especificaba cuándo tendría lugar; y cuando ya todo estaba preparado, se enviaban los siervos con la notificación final para decirles a los invitados que vinieran. Así que, el rey de esta parábola hacía tiempo que había hecho las invitaciones; pero mandó aviso a los invitados de que ya podían venir cuando ya todo estuvo preparado -y se negaron de una manera insultante. Esta parábola tiene dos significados. .
(i) Tiene un significado puramente local: remachaba lo que ya se había dicho en la parábola de los labradores malvados; de nuevo se trataba de una acusación a los judíos. Los invitados que se negaron a ir cuando llegó el momento representan a los judíos. Desde tiempo inmemorial Dios los había invitado a ser Su pueblo escogido; sin embargo, cuando vino al mundo el Hijo de Dios, y fueron invitados a seguirle, se negaron despectivamente. El resultado fue que la invitación de Dios se hizo por los caminos y los senderos; y los que iban por ellos representan a los pecadores y a los gentiles que no esperaban nunca una invitación al Reino.
Como lo comprendió el evangelista, las consecuencias del rechazamiento fueron terribles. Hay un versículo en la parábola que nos. da la impresión de estar fuera de lugar; y es porque probablemente no formaba, parte de la parábola original tal como la dijo Jesús, sino que fue una interpretación del evangelista. Es el versículo 7, que dice que el rey mandó sus ejércitos contra los que rechazaron la invitación, y quemaron su ciudad.
Esta introducción de los ejércitos y esta quema de la ciudad parece a primera vista totalmente fuera de lugar en el contexto de las invitaciones a una fiesta de bodas. Pero Mateo estaba componiendo su evangelio en algún momento entre los años 80 y 90 d C. ¿Qué había sucedido durante el período entre el ministerio de Jesús y entonces? La respuesta es obvia: La destrucción de Jerusalén por los ejércitos de Roma en el año 70 d C. El templo fue saqueado y quemado; y la ciudad, destruida de tal manera que se hizo pasar por toda ella un arado. Un terrible desastre había acontecido a los que se negaron a reconocer al Hijo de Dios cuando vino.

El evangelista añade como comentario suyo las cosas terribles que sucedieron de hecho a la nación que se negó a aceptar el camino de Cristo. Y es, por supuesto, el sencillo hecho histórico que, si los judíos hubieran aceptado el camino de Cristo, y se hubieran conducido con amor, humildad y sacrificio, nunca habrían sido el pueblo rebelde y guerrero que acabó por provocar la ira vengativa de Roma, que no puedo soportar más sus maquinaciones políticas.
(ii) Igualmente, esta parábola tiene mucho que decir en una escala mucho más amplia.

(a) Nos recuerda que la invitación de Dios es a una fiesta tan alegre como una fiesta de bodas. Su invitación es a la alegría. El considerar el Cristianismo como una renuncia lúgubre a todo lo que trae risa y regocijo y gozosa compañía es confundir toda su naturaleza. Es al gozo a lo que se invita al cristiano; y es el gozo lo que se pierde si se rechaza la invitación.

(b) Nos recuerda que las cosas que hacen a las personas sordas a la invitación de Cristo no son necesariamente cosas malas. Un hombre se fue a su hacienda; otro, a sus negocios. No se descarriaron por caminos de vicios salvajes o de aventuras inmorales. Fueron a ocuparse de las excelentes tareas de la administración eficaz del negocio de su vida comercial. Es muy fácil estar tan ocupado con las cosas del tiempo que se olvidan las de la eternidad, estar tan preocupado con las cosas que se ven que se olvidan las que no se ven, escuchar las demandas insistentes del mundo que no se oye la suave invitación de la voz de Cristo. La tragedia de la vida es que son a menudo las cosas menos buenas las que desplazan a las mejores, las cosas que son buenas en sí mismas las que excluyen a las cosas excelentes. Una persona puede estar tan ocupada ganándose honradamente la vida que no se da cuenta de que está realmente perdiendo la vida; puede estar tan ocupada con la administración y organización de la vida que se olvida de vivir.
(c) Nos recuerda que la llamada de Cristo no es tanto a considerar el castigo que se nos viene encima como a ver lo que nos perderemos si no seguimos Su camino. Los que no quisieron ir fueron castigados, pero su verdadera tragedia fue que se perdieron la alegría de una fiesta de bodas. Si rechazamos la invitación de Cristo, algún día nos daremos cuenta de que lo peor no es lo que suframos, sino el darnos cuenta de las cosas preciosas que nos habremos perdido.
(d) Nos recuerda que en último análisis la invitación de Dios es la invitación de la gracia. Los que iban por los caminos y los senderos no tenían ningún derecho a la atención del rey; no podrían nunca haberse esperado el ser invitados a una fiesta de bodas reales, y todavía menos se les habría podido ocurrir que se lo habían ganado. No se les presentó de ninguna otra manera que por la hospitalidad que les ofrecía el rey a brazos y corazón abiertos. Fue la gracia la que ofreció la invitación, y la que congregó a aquellos invitados.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 22

d) Parábola del banquete de las bodas reales (Mt/22/01-14).

Esta parábola ha sido transmitida también por san Lucas de forma semejante, pero que difiere mucho en los pormenores (/Lc/14/16-24). En san Lucas, sólo se habla de un banquete que prepara un hombre. En san Mateo, se cuenta que un rey proyecta la celebración de las bodas de su hijo. Las dos redacciones tienen su origen en la misma parábola de Jesús, pero no la conservamos en su texto original. Se puede mostrar que los dos evangelistas configuraron independientemente la materia y la encauzaron según determinadas intenciones. En san Mateo se añade un problema particular, por cuanto toda la historia tiene dos partes y dos puntos culminantes. La primera parte concluye con la invitaci6n de los nuevos huéspedes en lugar de los que fueron invitados en primer lugar (22,10). La segunda parte tiene como punto culminante la separación de un huésped sin traje de boda (22,13). Hasta hoy día aún no se ha contestado de una manera armoniosa la pregunta de cómo se relacionan mutuamente estas dos partes. Muchos opinan que san Mateo en 22,11-14 ha enlazado una corta parábola, que originalmente era independiente, con la parábola más larga. Según otra apreciación el texto de 22,11-14 sólo es una ampliación, un suplemento circunstanciado de la historia original, configurado así por san Mateo. En la explicación procuraremos hacer resaltar los dos puntos difíciles, que se muestran claramente en el contexto actual de san Mateo: el pensamiento del castigo, que se expresa en la primera parte y especialmente en 22,7, y el pensamiento exhortatorio que quiere advertir a la comunidad que tenga dispuesto el traje de ceremonia.

1 Nuevamente se puso Jesús a hablarles en parábolas, diciendo: 2 El reino de los cielos se parece a un rey que preparó el banquete de bodas para su hijo. 3 Envió sus criados a llamar a los convidados al banquete, pero éstos no querían venir. 4 Nuevamente envió a otros criados con este encargo: Decid a los convidados: Ya tengo preparado el banquete; he sacrificado mis terneros y reses cebadas; todo está a punto. Venid al banquete. 5 Pero ellos no hicieron caso y se fueron: el uno a su campo, el otro a sus negocios; 6 y los demás echaron mano a los criados del rey, los ultrajaron y los mataron.

Salta a la vista la semejanza de esta narración con la precedente. Allí actúa un propietario y dueño de la viña, aquí un rey. El propietario por dos veces envía mensajeros para reclamar el beneficio que le correspondía, el rey envía criados dos veces para ir a buscar a los invitados. Los comisionados no consiguieron su objetivo ninguna de las dos veces por la maldad de aquellos a quienes fueron enviados. Las dos veces se presenta el «hijo». Allí como el último de los delegados, aquí como la persona a quien se dedica la fiesta. Las dos veces se maltrata a los criados y se les da muerte. Mediante estos múltiples puntos de contacto nuestra inteligencia se orienta en la dirección intentada por el evangelista. El propietario y el rey hacen alusión al mismo Padre que está en el cielo, y el hijo se refiere al que se había designado como el «Hijo» por excelencia (11,27). Cuando se nos habla de los criados también debemos pensar en los similares mensajeros de Dios, sobre todo en los profetas, y cuando se nos habla de los invitados hay que pensar en el pueblo infiel, que había administrado tal mal la viña. Pero en la disposición del relato hay además otra cosa. En la parábola de la viña se trataba de una reclamación justa, aquí se cursa una invitación honrosa. Allí está el propietario severo, que insiste en su derecho; aquí el rey magnánimo, que quiere que sean muchos los que participen en la alegría de su hijo. Así pues, en la parábola del banquete de bodas los colores son más vivos. Gravedad tanto mayor reviste el desinterés de los invitados. No se trata de una infracción del derecho, sino de una grave injuria al honor. El trabajo cotidiano en el campo y en el negocio es preferido a la invitación a la brillante fiesta. Esta falta de interés se convierte en enemistad de forma inexplicable. La gente incluso se siente molesta con los mensajeros y sin reflexionar les da muerte. En este pasaje surge la misma pregunta que Jesús antes hizo a los adversarios: Si ahora viene el Señor de la viña, ¿qué hará con estos viñadores? (21,40). Aquí ya no se da la respuesta con palabras amenazadoras, sino con una acción punitiva. En el orden de las parábolas hay una gradación.

7 Entonces el rey se enfureció y, enviando sus tropas, acabó con aquellos asesinos y les incendió la ciudad. 8 Luego dice a sus criados: El banquete de bodas está preparado, pero los convidados no se lo merecían. 9 Salid, pues, a las encrucijadas de los caminos, y a todos cuantos encontréis, convidadlos al banquete. 10 Salieron los criados a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de comensales.

La respuesta del rey es una devastadora expedición de castigo. Al instante, se movilizan grupos armados y se ponen en marcha. Tienen el encargo de matar a los asesinos y pegar fuego a su ciudad. Este giro de la narración resulta difícilmente comprensible para un lector atento. ¿No se tenía que pensar hasta ahora en una misma ciudad en que viven el rey y los invitados? ¿Es devastada toda la ciudad con todos sus habitantes, incluso los inocentes, aunque sólo los homicidas han merecido esta represalia? ¿No son los asesinos solamente algunos de los invitados indignos, de tal modo que ningún castigo debe recaer sobre los desinteresados, que van al campo y a los negocios? Tales preguntas muestran que en el versículo séptimo la historia se corta interiormente. Aquí se tiene que haber hecho alusión a una cosa distinta de la que se tendría que esperar de la parábola (cf. también Luc 14:16-24). Se continuó la historia en linea recta con la invitación de los nuevos huéspedes en vez de los antiguos. Pero la represalia produce el efecto de un cuerpo extraño en el curso de la narración.

Es muy probable que el evangelista piense en la destrucción de Jerusalén, que ya había ocurrido cuando redactó su libro. Esto sólo explicaría la enorme envergadura de la expedición militar y la totalidad del exterminio. De hecho Jerusalén, el año 70 después de Cristo, fue entregada enteramente a las llamas y arrasada hasta los cimientos. Y los asesinos no solamente son los pocos que pueden hacer comprensible la parábola, sino los viñadores en total, que han matado al hijo en virtud de un común acuerdo (cf. 21,38s). Una actual interpretaci6n del evangelista se mete aquí en una historia transmitida por tradición. San Mateo de este modo creyó exponer acertadamente y dilucidar las palabras de Jesús. De san Mateo no sólo recibimos el fiel testimonio de las palabras tradicionales de Jesús, sino también la manera como las entendía la Iglesia primitiva. Ambas cosas están indisoluble y recíprocamente unidas. Sólo las palabras del Señor acertadamente entendidas e interpretadas en la Iglesia apostólica son las inspiradas por el Espíritu Santo y las competentes para nosotros. Se concibe la destrucción de Jerusalén como castigo de Dios por la obstinación de Israel y por el homicidio del Mesías. Aquí había obrado la ira de Dios, como ya antiguamente, cuando Dios hizo que los ejércitos babilónicos asaltaran y conquistasen la ciudad santa. Entonces el mejor núcleo del pueblo se había convertido durante el destierro. ¿Ocurrirá lo mismo esta vez?

Los acontecimientos de la historia son susceptibles de muchas interpretaciones. Los profetas han interpretado la historia a luz de la fe, y los autores sagrados solamente así han relatado la historia. Así lo hacen también los autores del Nuevo Testamento. Con todo así como pueden coexistir varias interpretaciones en el Antiguo Testamento -según la manera de entender de un escritor y de su tiempo y según el especial propósito de su libro-, así también en el Nuevo Testamento. Porque la verdad de la historia siempre es mayor y más amplia que el éxito que podría tener una tentativa de expresarla. Es una interpretación verdadera, pero sólo es una interpretación dentro del Nuevo Testamento decir que la destrucción de la ciudad santa es un castigo de Dios por haber dado muerte al Mesías. Los criados deben invitar a nuevos huéspedes sin hacer distinciones. Al que hallen en el camino, le deben traer a la sala del banquete. Se cumple la orden, y la sala pronto se llena de una multitud abigarrada. Allí ha concurrido un pueblo entremezclado, no por causa de sus diferencias en el vestido, en el estado o en la posición social, sino por causa de su cualidad externa. Allí están juntos malos y buenos. Eso es digno de notarse, y para explicarlo también se requiere pensar en la realidad a la que alude el evangelista. En vez de Israel, que no mereció la invitación, ahora entra en su posesión el nuevo pueblo. Pero no es un pueblo de puros y santos, sino una sociedad mixta de malos y buenos. Las dos clases se encuentran en la Iglesia, así como en el campo la cizaña no está separada del trigo. La sala se ha llenado, la invitación ha logrado su objetivo. Había libre acceso para todos los que se había hallado. Pero es inminente una separación definitiva. Con la invitación no se ha celebrado ya la boda, para mantenernos en el lenguaje de la parábola. Antes de celebrarla se colocan unos aparte de otros, como la cizaña aparte del trigo y los machos cabríos aparte de las ovejas. Así nos lo dice la segunda parte de la historia.

11 Cuando entró el rey a ver a los convidados, descubrió allí a uno que no estaba vestido con traje de ceremonia, 12 y le dice: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de ceremonia? Pero él se quedó callado. 13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: Atadlo de pies y manos y arrojadlo a la obscuridad, allá afuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. 14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

A cualquiera se le puede ocurrir preguntar cómo el hombre debe tener su vestido de fiesta, si se le va a buscar a la calle, para que asista a la celebración. ¿No es eso una injusticia espantosa? La dificultad que todos nosotros experimentamos, sólo pone en claro que el vestido de boda tiene que designar una cosa distinta de una vestidura de tela. Estamos preparados para esta solución observando que en la sala hay malos y buenos. El que no está vestido con traje de fiesta, evidentemente forma parte de los malos. Sólo entonces resulta inteligible que se trate así al huésped. No solamente se le saca de la sala de fiestas profusamente iluminada y se le arroja al sombrío jardín, sino a la obscuridad en general, donde hay llanto y rechinar de dientes. Es echado a la perdición.

En la Iglesia se multiplica rápidamente la cizaña entre el trigo, incluso los fieles van hacia la separación definitiva. Aunque están invitados, es decir aunque fueron llamados, aún no están definitivamente salvados. El número de los llamados es grande, es decir, a muchos se les hace entrar indistintamente, sin cumplir las condiciones previas. No necesitan guardar la ley de Moisés ni se hacen circuncidar, sino que tienen libre acceso. Pero no tienen ninguna garantía de que con su admisión en la Iglesia también se les haya asegurado la elección para el reino de Dios al fin de los tiempos. Hay una esperanza confiada y una temeraria seguridad de la salvación. Se debe aspirar a la esperanza y precaverse de la seguridad.

La oposición entre muchos y pocos se refiere en primer lugar a que el número de los definitivamente salvados no es igual al número de los que fueron invitados al principio. Pero esta oposición no dice que sólo sean pocos los que consiguen el fin y que se pierda la gran masa de los llamados. En esta sentencia también hay que pensar en el contexto en que está, y en el acento exhortativo que domina la segunda mitad de la parábola, Esta sentencia no contiene ninguna relación entre llamados y escogidos, sino el serio llamamiento de ser cuidadosos en este particular y de tener la aspiración de formar parte del segundo grupo. Por lo demás la frase «para Dios todo es posible» (19,26) también puede aplicarse a la salvación del que quizás aporta pocos requisitos para la misma. El misterio de la predestinación de Dios no se revela, se sustrae a cualquier cavilación. No debemos derrochar nuestros pensamientos sobre este problema, sino vivir de modo que nos salvemos. ¿Qué es el vestido de ceremonia? Sólo puede ser lo mismo, a lo que antes se aludía con los frutos del reino en la parábola de los viñadores. Es la justicia del reino, y por cierto la justicia realizada en la vida y en las obras. Sólo puede esperar ser uno de los predestinados el que ha cumplido la voluntad del Padre celestial. El que la ha cumplido, aporta lo que le dispone a participar en la festividad eterna. Ante todos, está amenazador el destino del que no dio fruto y, en consecuencia, fue arrancado como árbol estéril y arrojado al fuego.

e) Cuestión del pago de tributos (Mt/22/15-22).

Ahora siguen sin interrupción, como en san Marcos, las cuatro controversias del período de Jerusalén, después que había precedido la primera sobre la cuestión de la autoridad, que quedó separada por medio de las tres parábolas (21,23-27). Según las apariencias san Marcos había adoptado dos conjuntos de controversias: uno de ellos tenía lugar en Galilea (Mar 2:1-3, 6), y el otro en Jerusalén, al cual se había juntado adicionalmente la parábola de los viñadores homicidas (,37).

Estos dos conjuntos se diferencian por las cuestiones y la atmósfera. En el primer grupo sobre todo se tratan cuestiones sobre la práctica de la religión, en la segunda sobre todo se tratan cuestiones de la fe. En Jerusalén la atmósfera es hostil y tensa. Entran en escena sucesivamente distintos grupos de adversarios: delegados del sanedrín (Mar 21:23), discípulos de los fariseos y herodianos (Mar 22:15 s), saduceos (Mar 22:23), fariseos y saduceos (Mar 22:34), finalmente los fariseos solos (Mar 22:41).

15 Entonces los fariseos se fueron y acordaron en consejo ponerle una trampa para sorprenderle en alguna palabra. 16 Y le envían unos discípulos suyos, con los herodianos, para decirle: Maestro, sabemos que eres sincero, que enseñas realmente el camino de Dios, y que nada te importa de nadie, porque no te fijas en las apariencias de las personas. 17 Dinos, por consiguiente: ¿Qué te parece? ¿Es lícito pagar tributo al César: sí o no? 18 Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Enseñadme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. 20 Y él les pregunta: ¿De quién es esta figura y esta inscripción? 21 Y contestan. Del César. Entonces Ies dice: Pues pagad lo del César al César, y lo de Dios a Dios. 22 Al oírlo quedaron admirados, y, dejándolo en paz, se fueron.

Los adversarios en apariencia dan un testimonio honorífico de Jesús, diciendo que no se fija en el aspecto de la persona, sino que enseña recta y realmente el camino de Dios, que es el camino de la justicia, por el que ya vino Juan (Mar 21:32). ¿Habían reconocido y creído los adversarios que en la doctrina del Maestro se les ofrecía la verdad? Eso es inconcebible después de todo lo que hemos leído hasta ahora. Esta introducción aduladora es hipocresía, como dice Jesús en el tratamiento que da a los adversarios. No vienen para enterarse de la verdad, sino para cogerle en un lazo urdido sutilmente. «Alguna palabra» debe hacerle caer. Ellos se han figurado que esta palabra tiene que significar sí o no. Si dice que sí, se opone a la masa del pueblo piadoso; si dice que no, puede ser entregado a la potencia ocupante como sedicioso. La cuestión de la licitud del tributo romano era discutida entre los judíos. Los saduceos, como políticos realistas, se habían resignado a pagar el tributo y no veían en ello ningún motivo para adoptar una actitud hostil. Los fariseos, en cambio, admitían la licitud a regañadientes. Pero la licitud era radicalmente rechazada por los zelotas, que veían en el impuesto una disminución del dominio de Dios sobre su pueblo.

No obstante, en amplios sectores del pueblo se sentía vivamente indignación contra el tributo personal, porque recordaba constantemente la dominación extranjera. Con demasiada facilidad, se cedió a cualquier conato de rebelión, como demuestran en aquel tiempo los numerosos secuaces de los patriotas más celosos. La pregunta contenía materia inflamable y resultaba peligrosa por su contenido político. Jesús hace que le muestren la moneda del tributo y que le digan de quién es la figura y la inscripción. Esta moneda es el medio de pago que aquí tiene validez. Ella sola demuestra que en este país tiene validez el dominio de aquel, cuya imagen está estampada en la moneda. Esta pertenece al César, no por razón de su riqueza personal, sino por ser el representante del imperio romano. Así pues, en la imagen de la moneda se denota que en este país de hecho es válida la soberanía del César y del imperio.

Jesús con su respuesta salomónica se refiere a este hecho incontrovertible. Lo que pertenece al César -como tenían que confesarlo los adversarios con sus propios labios-, se le tiene que devolver. Es evidente que Jesús no ve en ello ningún problema, sino que solamente hace constar lo que es un hecho. Pero tampoco indica que en la dominación extranjera haya surgido ninguna competencia a la soberanía de Dios sobre su pueblo. Es el orden que actualmente está en vigor, y que así es aceptado incluso por los zelotas sediciosos. Pero lo que en último término interesa, resulta posible incluso bajo dominación extranjera, a saber, pagar a Dios lo que le pertenece. Jesús sobre este punto se pronuncia con imperturbable firmeza y todo el evangelio reitera que debe buscarse primero a Dios y su reino. En tal caso, pasan a ser de segundo orden todas las demás cuestiones, las que versan sobre el alimento y el vestido, la justicia terrena (cf. 5,39-42) y también la legitimidad de pagar el tributo.

Las palabras del Señor no quieren establecer dos órdenes, cada uno de los cuales tendría su propio derecho soberano -el Estado y la Iglesia- y tampoco quieren exhortar a una actitud resignada ante la legitimidad del César. Estas palabras colocan los intereses del César en el lugar que les corresponde para el discípulo del reino, es decir muy por debajo de los intereses de Dios. Se preguntó a Jesús por el pago del impuesto y no por las exigencias de Dios. No obstante, Jesús no se ha desviado de la respuesta porque ésta le hubiese podido resultar peligrosa. Cada cosa ha sido colocada en su lugar, de tal forma que los adversarios ya no quieren continuar el diálogo. No se viola el derecho del César, pero sobre todo se hace valer el derecho de Dios. También se puede cumplir en un grado suficiente esta primera, y preeminente pretensión legal sobre el hombre, si se pagan impuestos al César. Pues el hombre sólo debe amar a Dios con todas sus fuerzas (cf. 22,37).

f) Pregunta sobre la resurreción (Mt/22/23-33).

23 Aquel mismo día se le acercaron unos saduceos -que afirman que no hay resurrección- y le preguntaron: 24 Maestro, Moisés dijo: Si uno muere sin tener hijos, su hermano se casará con la mujer de aquél, para dar sucesión al hermano difunto. 25 Pues bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero, ya casado, se murió, y como no tenía descendencia, le dejó la mujer a su hermano. 26 Igualmente, el segundo y el tercero, y así hasta los siete. 27 Después de todos ellos, se murió la mujer. 28 Ahora bien, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque todos la tuvieron.

Los saduceos sólo admiten la Escritura y no reconocen la tradición «de los antepasados». Pero en la Escritura no se expresa claramente la doctrina de la resurrección de los muertos. No obstante, los fariseos la defendían, y en tiempo de Jesús la resurrección era en líneas generales un bien común de los creyentes. Fundándose en la Escritura los saduceos declaran absurda esta fe; por la Escritura les demuestra Jesús lo contrario. La ley indicaba que el hombre, cuyo hermano había muerto sin hijos, debía contraer matrimonio con la mujer de su hermano para conseguir la descendencia (matrimonio de dos cuñados, cf. Deu 25:5 s). Los saduceos argumentan ingeniosamente: si la ley da esta orden, es evidente que no espera la resurrección de los muertos, porque ¿qué debe suceder en este caso grotesco, en que siete hermanos tomaron sucesivamente por esposa a la misma mujer?

29 Jesús les respondió: Estáis en un error, por desconocer las Escrituras y el poder de Dios. 30 Porque, en la resurrección, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, sino que serán como ángeles en el cielo. 31 Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que Dios os ha declarado al decir: 32 Yo soy el Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? él no es Dios de muertos, sino de vivos. 33 Y al oír esto la gente, quedó asombrada de su doctrina.

Jesús contesta con un doble razonamiento. Con el primero, les demuestra que no conocen la Escritura, en cuyo testimonio tratan de apoyar su punto de vista. Porque la Escritura dice que Dios se ha revelado a Moisés como Dios de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob (Exo 3:6). Hacía mucho tiempo que habían muerto los patriarcas, y con todo Dios se dio a conocer a Moisés (que vivió mucho más tarde) como el Dios de los patriarcas. Su ser divino no puede ser eficaz sobre los muertos, sino solamente sobre los vivos. «No te alaban los muertos, Señor» (Sal 115:17). Está profundamente impreso en la mente del israelita que ha sido creado para alabar a Dios. Por consiguiente se arredra ante la muerte, que le despoja de esta posibilidad. Así hablan los salmos antiguos (Cf. sobre todo el salmo 88). Pero ahora Jesús dice de nuevo que Dios quiere ser y tiene que ser Dios sobre los vivos, si su ser divino debe tener un sentido.

El segundo razonamiento concierne el poder de Dios. Dios puede mover al hombre a una nueva vida, crearle por segunda vez para un nuevo ser humano. La vida después de la resurrección no puede ser la mera prolongación de la vida terrena. Allí están en vigor otras leyes, que todavía están ocultas en el poder de Dios. De una forma alusiva Jesús solamente dice que allí «serán como ángeles en el cielo». En esta frase hay que fijarse en la conjunción como. Los resucitados serán semejantes a los ángeles en que ni se casarán ni serán tomados en matrimonio. Aquí no llegamos a conocer todo lo demás sobre el cuerpo después de la resurrección y la manera como viven los resucitados.

San Pablo escribe de una forma profunda sobre este particular, pero tiene que servirse de muchas imágenes para acercarse prudentemente a lo que quiere decir (sobre todo en 1Co 15:35-49). Para nosotros es más importante la imagen del Señor, como se describe en los relatos de sus apariciones después de la resurrección. Porque él es «primicias de los que están muertos» (1Co 15:20), a quien todos deben seguir. «Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre ha venido la resurrección de los muertos: pues, como en Adán todos mueren, así también en Cristo serán todos vueltos a la vida» (1Co 15:21 s). Los que fueron injertados a una nueva vida, están destinados a configurarse de un modo semejante a la imagen del Señor. En la imagen del Señor resucitado no solamente se puede reconocer que hay una resurrección de los muertos, sino también que la nueva vida será una vida de gloria, que no puede compararse con la actual.

g) El mandamiento (Mt/22/34-40).

34 Cuando los fariseos oyeron que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en el mismo lugar, 35 y uno de ellos, doctor de la ley, para tentarlo, le preguntó, 36 Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor en la ley? 37 él le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. 38 éste es el mandamiento mayor y primero. 39 El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas.

Para los escribas, todos los mandamientos tienen en sí el mismo valor. Tienen la misma dignidad y la misma fuerza obligatoria, porque proceden de Dios y de Moisés. No obstante se distinguía entre los mandamientos graves y los leves, por cuanto algunos exigían un esfuerzo mayor y otros un esfuerzo menor. También se intentó compendiar el contenido de los distintos mandamientos. En este sentido la pregunta del doctor de la ley es legítima y se ha formulado con seriedad. Es probable que se la hubiesen planteado ya en círculos especializados. Se pregunta a Jesús por el mandamiento mayor en la ley. De este modo ya está determinado que Jesús sólo puede dar citas de la ley escrita. No era desacostumbrado responder a esta pregunta con el mandamiento del amor a Dios ni tampoco con el mandamiento del amor al prójimo. Lo desacostumbrado era relacionarlos y equipararlos entre sí. Ambos mandamientos están en el Antiguo Testamento, en dos pasajes distintos; el mandamiento del amor al prójimo incluso aparece en un lugar donde casi pasa desapercibido: «No procures la venganza, ni conserves la memoria de la injuria de tus conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor» (Lev 19:18). En cambio el mandamiento del amor a Dios fue puesto por escrito en un texto de mayor alcance. Es la respuesta amorosa del pueblo que Dios escogió con preferencia sobre todos los demás y condujo al país de los padres: «Escucha, ¡Israel!: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estos mandamientos, que yo te doy en este día, estarán estampados en tu corazón, y los enseñarás a tus hijos, y en ellos meditarás sentado en tu casa, y andando de viaje» (Deu 6:4-7a). Muchos doctores de la ley hubiesen podido mencionar esta respuesta sola como la de mayor entidad. Jesús, en cambio, cita ambos mandamientos unidos como «el mandamiento mayor». Eso se corrobora con una formulación claramente teológica: De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas. ¿Qué significa esta frase? «La ley y los profetas» es una expresi6n permanente y alude a la voluntad viviente de Dios, como está consignada en toda la Escritura. Esta voluntad de Dios, que se ha dado a conocer en tantos libros y prescripciones particulares y en tan diferentes tiempos, ¿puede ser expresada con una fórmula breve? ¿Hay una declaración, una manifestación de la voluntad de Dios que abarque en sí todas las demás? O si se pregunta teniendo en cuenta al hombre: ¿Existe la posibilidad de cumplir todas las distintas manifestaciones de la voluntad de Dios, si solamente se sigue una de ellas? Estas palabras de Jesús lo afirman y lo establecen como una nueva ley.

En el mandamiento doble del amor a Dios y del amor al prójimo están contenidos todos los demás mandamientos. Y también puede decirse a la inversa, que todos los demás mandamientos pueden ser reducidos a estos dos. Es una nueva doctrina. Aquí no solamente se dice lo que es el mayor mandamiento, sino que en él también están incluidos todos los demás. ¡Qué liberación para el hombre! Ya no necesita fijarse con angustia en observar 248 mandamientos y 365 prohibiciones, como los contaban los rabinos, sino solamente en dos. El que los guarda, cumple toda la ley, y por tanto la verdadera voluntad de Dios (Cf. las formulaciones paralelas de esta enseñanza de Jesús en Mat 7:12; Gal 6:14; Rom 13:8-10).

Aquí se nos dice una vez más con toda claridad lo que ya sabemos por el sermón de la montaña. Toda la aspiración moral del hombre debe tener su origen en una raíz, y estar dirigida a un objetivo, que es el amor. El hombre no solamente está creado para obedecer a Dios como su señor, sino también para amarle como su padre. La obediencia se lleva a cabo por medio del amor a Dios. Dios no quiere esclavos miedosos, sino hijos libres. El amor a Dios debe ser el núcleo de toda piedad. El amor a los hombres también debe proceder de la misma raíz. Hemos leído que «el prójimo» no solamente es el miembro del mismo pueblo y el habitante del mismo país, como lo entendían los judíos en conjunto en tiempo de Jesús. El prójimo puede ser cualquier persona humana. El amor del discípulo en ningún sitio puede encontrar barreras. Su modelo es el amor del Padre, que hace brillar su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos (Rom 5:45). También para la conducta con respecto al hombre puede afirmarse que el amor debe ser la médula, aquella fuerza que vivifica y junta todas las posibilidades de contacto recíproco. Eso da por resultado un concepto grande y unitario para la vida del hombre. Por medio del amor la vida debe formarse y conseguir una unidad inconsútil. Nadie necesita malgastar ni destruir sus fuerzas ante las múltiples exigencias que se nos imponen. Para el discípulo del Señor, sólo hace al caso la misma conducta, ya sea ante Dios o ante el hombre. Si alguien dudara de lo que tiene que hacer en el caso particular y dónde hay que encontrar la voluntad de Dios, esta respuesta nunca le fallará.

Jesús aquí no dice de qué manera se han de cumplir conjuntamente en la práctica los dos mandamientos: si son dos direcciones distintas que se señalan al hombre -por una parte, amar a Dios y por otra al prójimo- o si el amor es distinto en cada uno de los dos mandamientos. Pero por la vida del hombre llegamos a conocer cómo se relacionan entre sí los dos mandamientos. En ella se unifican el cumplimiento de la voluntad de Dios y el amor que está al servicio del hombre. La obra de la redención de Jesús se lleva a cabo por amor al hombre, y por entrega amorosa a Dios, que así lo ha dispuesto (cf. 20, 28). Eso se dice más tarde de una forma sin par en una carta apostólica: «Si alguno dice: yo amo a Dios, y odia a su hermano, es mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y este mandamiento tenemos de él: que quien ama a Dios, ame también a su hermano» (/1Jn/04/20s).

h) De quién es hijo el Mesías (Mt/22/41-46).

41 En una reunión de los fariseos, Jesús les dirigió esta pregunta: 42 ¿Qué pensáis acerca del Mesías? ¿De quién es hijo? Ellos le responden: de David. 4 él les dice: ¿Cómo, entonces, David, inspirado por el Espíritu, lo llama «Señor», al decir: 44 «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies» (Sal 109:1)? 45 Pues si David lo llama «Señor», ¿cómo puede ser hijo suyo? 46 Y nadie podía responderle una palabra, ni desde aquel día se atrevió ya nadie a preguntarle más.

Esta vez la iniciativa parte de Jesús, lo cual no ocurre en ninguna otra ocasión. La marcha del diálogo es difícil de entender. Porque para el mismo Jesús como para el evangelista la expresión «hijo de David» era un título del Mesías. Con este título san Mateo ha dado comienzo a su evangelio (Sal 1:1), y toda la sección 1,5 está orientada a demostrar la filiación de David. Con la exclamación «hijo de David» le han invocado los ciegos, sin que Jesús les contradijera. Para el lector judío éste es el titulo más claro del Evangelio para la dignidad mesiánica de Jesús. Parece que aquí este titulo sea rechazado para Jesús… ¿o se pregunta por otra cosa? Jesús no trata del título, sino de la persona; no trata de ordenar una serie de generaciones, sino de la dignidad. El Mesías es hijo de David por la parte de abajo mediante el nombre y procedencia, pero es Kyrios, es decir Señor, por la parte de arriba mediante el origen y misión divinas. Pero las dos cosas ya están mutuamente enlazadas en el relato del nacimiento de Jesús (1,18-25). El mismo David ya lo confiesa en su oración, en la que habla del Mesías según el modo de ver entonces vigente (Sal 110:1). Allí David llama su Señor al Mesías, a quien Dios entroniza a su derecha. ¿Cómo puede el Mesías ser solamente hijo de David, si David le llama su Señor? Esta aguda pregunta debe hacer reflexionar. Al Mesías no solamente pertenece su procedencia de la casa de David, sino todavía más. Ahora Jesús se ha metido en arduas controversias y está en el camino de la muerte ignominiosa. Pero pronto será Kyrios. Entonces resplandecerá ante la mirada de los creyentes, cuando lean el salmo, como sucede hasta el día de hoy.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

La fiesta de bodas (cf. Luc. 14:16-24). El tema del reemplazo está aun más marcado aquí. Los que habían sido invitados, pero que rehusaron repetidas llamadas y aun asesinaron a los mensajeros, corresponden a los primeros arrendatarios en la parábola anterior, y a los invitados sustituidos por el “pueblo nuevo” de 21:43. Al igual que en 21:31, los nuevos llegados son un grupo que no se hubiera pensado, llegando de las encrucijadas de los caminos, incluyendo tanto a buenos como a malos. Es otra parábola donde se vuelcan las mesas, donde los primeros serán postreros y los últimos serán primeros.

El relato se vuelve estrafalario, ¡con el asesinato de los mensajeros y una campaña militar ocurriendo al mismo tiempo que se enfría la cena! El prender fuego a su ciudad es una reacción muy extrema ante una invitación a cenar rechazada. Pero las parábolas son relatos imaginarios, y no se requiere que reflejen la vida real, y el simbolismo tiene la claridad suficiente. El rechazo de Israel (por parte de sus dirigentes) ante el llamado de Dios por medio de Jesús conduciría a la destrucción de su ciudad, Jerusalén, a la que Jesús había llegado para ser rechazado y muerto (16:21). El propósito se da en 23:38; 24:2.

Los vv. 11-14 presentan una nota nueva: aun entre el “pueblo nuevo” no hay una garantía automática de salvación; se incluyen tanto buenos como malos (cf. el tema de 7:15-27). Aun alguien de las calles debiera haberse vestido las ropas blancas y limpias apropiadas para una boda; el no hacerlo sería insultar al anfitrión. Así, mientras que el reino de los cielos está abierto para cualquiera, les impone una demanda (cf. la necesidad de “producir fruto” en 21:43). No hay lugar para aquellos que no toman en serio su privilegio. El v. 14 resume la situación no sólo para los invitados originales, sino para los recién llegados también.

Notas. 3, 4 Era la costumbre enviar invitaciones por adelantado (la que ellos habían aceptado) y luego un mensajero para avisar que la comida estaba lista. 11 No hay base histórica para la sugerencia de Agustín de que la ropa de bodas era provisto por el anfitrión.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

22.1-14 En aquellos lugares se esperaban dos invitaciones cuando se organizaba un banquete. La primera solicitaba la asistencia del invitado, la segunda indicaba que todo estaba listo. Aquí el Rey, Dios, invita tres veces, y las tres veces le rechazan la invitación. Dios quiere que nos unamos a El en su banquete, que durará por la eternidad. Por eso nos envía invitación tras invitación. ¿La aceptó?22.11, 12 Era costumbre que los invitados a una boda recibían una vestimenta especial. Ni se pensó que alguien podría rechazar esta vestimenta. Sería un insulto al anfitrión, el que daría por sentado que el invitado no quería participar en la celebración de las bodas. Jesús está hablando aquí de la vestimenta de justicia que se requiere para entrar en el banquete de Dios en el Reino. Este ropaje es una figura de la aceptación total que se da ante los ojos de Dios a cada creyente en Cristo. Cristo ha provisto esta vestimenta para cada creyente, pero cada persona debe decidir usarla a fin de poder entrar al banquete del rey (vida eterna). Hay una invitación pendiente, pero debemos estar preparados. Para mayores datos relacionados con la metáfora de la vestimenta de justicia y salvación, véanse Psa 132:16; Isa 61:10; Zec 3:3-5; Rev 3:4-5; Rev 19:7-8.22.15-17 Los fariseos, un grupo religioso, se oponían a la ocupación romana en Palestina. Los herodianos eran un partido político judío que apoyaba a Herodes Antipas y la política instituida por Roma. Normalmente, estos dos grupos eran enemigos enconados, pero se unieron contra Jesús. Juntos, varios representantes de estos dos grupos preguntaron a Jesús en cuanto al pago de impuestos a Roma, pensando que podrían arrinconarlo. Si Jesús manifestaba estar de acuerdo con que se pagara impuestos al César, los fariseos dirían que se oponía a Dios, el único Rey que reconocían. Si Jesús decía que no debían pagar impuestos, los herodianos lo entregarían a Herodes por rebelión. A los fariseos no los impulsaba el amor a las leyes de Dios, y los herodianos no estaban motivados por el amor a la justicia romana. La respuesta de Jesús puso al descubierto sus motivos malvados y los avergonzó.22.17 Se requería que los judíos pagaran impuestos para sostener al gobierno. Los judíos aborrecían esto porque el dinero iba directamente al tesoro del César, donde parte sufragaba los gastos de los templos paganos y el estilo de vida decadente de los romanos aristócratas. La imagen del César en las monedas era un recordatorio permanente de la sujeción de Israel a Roma.22.19 El denario era el salario de un día de trabajo.22.21 Jesús no cayó en la trampa y mostró que tenemos doble ciudadanía (1Pe 2:17). La ciudadanía terrenal requiere que paguemos los servicios y beneficios recibidos. La del reino de los cielos requiere que ofrezcamos a Dios obediencia y consagración.22.23ss Como los fariseos y herodianos no pudieron atrapar a Jesús, los saduceos con disimulo lo intentaron. No creían en la resurrección porque el Pentateuco (Génesis a Deuteronomio) no tiene una enseñanza directa al respecto. Los fariseos no habían podido hacer uso de un argumento convincente tomado del Pentateuco para defender la resurrección, y los saduceos pensaron que tenían atrapado a Jesús. Pero este les demostró lo contrario (véase en 22.31, 32 la respuesta de Jesús).22.24 Si desea más información sobre Moisés, véase su perfil en Exodo 14.22.24 La ley decía que cuando el esposo moría sin dejar un hijo, el hermano soltero del hombre tenía la responsabilidad de casarse con la viuda y cuidarla (Deu 25:5-6). Así protegían a esas mujeres, que por lo general no tenían otros medios para vivir.22.29, 30 Los saduceos preguntaron cómo sería el matrimonio en la eternidad. Jesús les respondió que era más importante comprender el poder de Dios que conocer cómo será el cielo. En cada generación y cultura, los puntos de vista acerca del cielo o la vida eterna tienden a basarse en imágenes y experiencias de la vida presente. Jesús manifestó que estos puntos de vista errados tienen como origen el desconocimiento de la Palabra de Dios. No debemos considerar la eternidad enmarcada en nuestras ideas ni entender a Dios en términos humanos. Debiéramos concentrarnos más en nuestra relación con Dios que en saber cómo es el cielo. Con el tiempo lo sabremos, y veremos que es infinitamente mejor que nuestras expectativas.22.31, 32 Tomando en cuenta que los saduceos solo aceptaban el Pentateuco, Jesús respondió en base a Exodo (3.6). Dios no diría: «Yo soy el Dios de tus padres», si pensaba que Abraham, Isaac y Jacob estaban muertos. Desde la perspectiva de Dios, ellos vivían. Jesús usó un tiempo verbal presente para referirse a la resurrección y la vida eterna que todos los creyentes disfrutan en El.22.34 Uno podría pensar que los fariseos se alegraron al ver silenciados a los saduceos. La pregunta con la que los saduceos siempre los atrapaban había sido al fin contestada por Jesús. Pero los fariseos eran demasiado orgullosos para mostrarse impresionados. La respuesta de Jesús les daba una victoria teológica sobre los saduceos, pero estaban más interesados en acaban con Jesús que en aprender una verdad.22.35-40 Los fariseos, que habían logrado clasificar unas seiscientas leyes, con frecuencia trataban de distinguir entre lo más importante y lo menos importante. De modo que uno de ellos «experto en leyes» le pidió a Jesús que identificara la ley más importante. Jesús citó Deu 6:5 y Lev 19:18. Al cumplir estos dos mandamientos, una persona cumplía las restantes, ya que resumen los Diez Mandamientos y las otras leyes morales del Antiguo Testamento.22.37-40 Jesús dice que si amamos a Dios y a nuestro prójimo por naturaleza guardamos los mandamientos. Esto es mirar la ley de Dios de manera positiva. En vez de estar preocupándonos de lo que no podemos hacer, debiéramos concentrarnos en aquello que sí podemos hacer para mostrar que amamos a Dios y a los demás.22.41-45 Los fariseos, herodianos y saduceos le habían presentado sus preguntas. Ahora Jesús invierte los papeles y les formula una pregunta bien interesante: quién pensaban que era el Mesías. Los fariseos sabían que el Mesías sería un descendiente de David pero no que también sería Dios mismo. Jesús usó el Salmo 110.1 para mostrarles que el Mesías era muy superior a David (Heb 1:13 emplea el mismo texto para probar la identidad de Jesús). La pregunta más importante que hemos de responder es qué creemos acerca de Cristo. Las demás preguntas espirituales son irrelevantes hasta que creemos que Jesús es quien dijo que es.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 992 Luc 14:16

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

1 (a) Mat_13:34

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

130 (N) La parábola de la fiesta de bo­das (22,1-14). Cf. Lc 14,15-24. La parábola se desarrolla en tres actos: (a) vv. 2-7, dos llama­das a los propios invitados; (b) vv. 8-10, una llamada a los marginados; (c) vv. 11-14, una clasificación en la fiesta. 2. una fiesta de bodas: Se describe el reino como un banquete mesiánico; una imagen que procede de Is 25,6-10. 3. sus siervos: Los profetas, los invitados: La in­vitación es un acto libre de bondad; Dios no está obligado a invitar. 4. todo está preparado: El concepto «dispuesto, preparado» aparece tres veces: dos veces en este versículo y una en el v. 8. Connota la extrema urgencia escatoló­gica; los platos están calientes. 5. no dieron importancia: En efecto, los invitados niegan la urgencia, tomando a la ligera las cosas de Dios. 6-7. Estos versículos rompen la lógica del relato. Representan una intrusión que historifica la parábola, aludiendo a la captura ro­mana de Jerusalén en el 70 d.C. 8. digno: Los invitados deben mostrar una respuesta moral y espiritual apropiada: cf. 10,10.11.13.37-38. 9. salidas de caminos: A las puertas y los mer­cados de una ciudad oriental, donde la gente pulula. Se refiere a los marginados de Israel, a los publicanos y la gente de oficios desprecia­dos. 10. malos y buenos: Los pecadores son también invitados, y la Iglesia es en la historia un cuerpo mixto de santos y pecadores, como en 13,37-43.47-50. 11. traje de boda: Represen­ta una vida convertida llena de obras buenas. L6s pecadores son invitados, pero se espera que se arrepientan. 13. atadlo de manos y pies: Éste duro comportamiento está en armonía con la historia de la salvación, pero no se ajus­ta a la línea del relato, aunque las largas fies­tas requieran en ocasiones la expulsión de al­gún invitado alborotador (cf. 18,17; m’Abot 4,16) . 14. muchos son los invitados: Mateo dis­tingue entre la invitación inicial a la salvación y la elección y perseverancia finales. Los cre­yentes son así advertidos del peligro de las fal­sas seguridades. Mateo ha modelado su tradi­ción según la parábola de los aparceros malvados de 21,33-46 (cf. además FGL 1058-59; C.-H. Kim, JBL 94 [1975] 391-402).

131 (O) Pagar impuestos al césar (22,15-22). Cf. Mc 12,13-17; Lc 20,20-26. Es la primera de cuatro unidades que contienen controversias con varios tipos de dirigentes ju­díos, fariseos, herodianos y saduceos. 15. coger en una trampa: La trampa, incluso hoy día, es un delito. 16. con los herodianos: Cf. comenta­rio sobre Mc 3,6. Mateo los subordina a los fa­riseos, porque no constitutían ya una amenaza para su Iglesia, a diferencia de los herederos de los fariseos, eres sincero: Significa «eres fiel a tu palabra». El cumplido es excelente, el mejor para ocultar su astucia, no miras la posición de las personas: Esta singular locución idiomática expresa un aspecto básico de la idea bíblica de justicia, concretamente, la imparcialidad que rechaza aceptar sobornos y se inclina a favor del litigante más pobre. Éste es el fundamento bíblico de la opción preferencial por los po­bres; cf. TDNT 6.779-80. 17. ¿es lícito pagar im­puestos?: Esto sería un verdadero problema de conciencia para los fariseos, pero no para los herodianos. Pagar significaba reconocer la le­gitimidad del poder pagano extranjero sobre Israel. 18. hipócritas: Mateo traslada la palabra ofensiva al diálogo directo. Cf. comentario so­bre 6,2; cf. 23,13-29. 19. denario: Cf. comenta­rio sobre 20,2. 20. inscripción: Ésta decía «Ti­berio César, hijo del divino Augusto, gran sumo sacerdote». 21. por tanto, dad al césar: Éste es el logion que contiene el núcleo del apotegma. No decía nada irónico (que hubiera dado alas a la rebelión violenta de los zelotas) ni tampo­co quietista (cf. Hillel, m’Abot 1,12). Acepta la situación tal cual, como mal menor; lo peor se­ría la anarquía. Cf. m’Abot 3,2: «Ruega por la paz del gobernante, pues si no existiera su te­mor cada uno comería vivo a su compañero». No acepta la afirmación de que el estado sea divino. (El estado puede incluso ser demonia­co; cf. Ap 13.) Jesús tenía puestas las esperan­zas en un cambio social no violento (5,38-48) y en el reino de Dios que pronto llegaría. La exi­gencia de Dios tiene prioridad sobre la del es­tado. Cf. 17,24-27; Rom 13,1-7; 1 Pe 2,13-17; cf. además O. Cullman, The State in the New Tes­tament (Nueva York 1957).

132 (P) La cuestión sobre la resurrec­ción (22,23-33). Cf. Mc 12,18-27; Lc 20,27-40. 23. saduceos: Constituían el partido conserva­dor y aceptaban como texto sagrado solamente el Pentateuco. El Pentateuco, y en general el AT, no enseña directamente la resurrección (la gran excepción es el tardío Dn 12,2). Cf. Hch 23,8, donde se dice que no aceptaban el concepto griego de la vida postrera como inmortalidad del alma, ni tampoco la visión farisea de la re­surrección del cuerpo. 24. Se solapan los textos de Dt 25,5.6 y Gn 38,8; ambos se refieren a la institución del levirato (→ Deuteronomio, 6:41), como Rut 4,1-12. 25-28. Se trata de un caso hi­potético que muestra los problemas de la creen­cia en la resurrección. 29. ni las Escrituras ni el poder de Dios: No basta con aprender un libro; debes tener fe en un Dios que interviene en la historia (cf. 1 Cor 1,24.30). 30. como ángeles en el cielo: Jesús responde a la pregunta según la forma farisea. La vida en el eschaton será dife­rente (cf. 1 Cor 15,44). 31. ¿no habéis leído?: Je­sús desplaza ahora la conversación a la cuestión fundamental: ¿Se enseña la resurrección en la Torá? 32. Jesús responde citando Éx 3,6 y cons­truyendo, a partir de éste, una argumentación que concluye con la afirmación de la inmortali­dad de los patriarcas. Puesto que los saduceos rechazan también esta forma de vida futura, se les ataca en un punto vital. Pero muy pronto, en la pasión, llevarán a cabo su venganza.

133 (Q) El mandamiento más impor­tante (22,34-40). Cf. Mc 12,28-34; Lc 10,25-28. 34. Mateo crea este versículo como transición. 35. jurista: La palabra griega nomikos se en­cuentra únicamente aquí en todo el evangelio de Mateo, pero aparece seis veces en Lucas; sig­nifica lo mismo que escriba, es decir, un versa­do en la Torá. 36. más importante: La pregunta es, en efecto, una cuestión sobre el resumen de la ley de Israel o, incluso más profundamente, sobre su núcleo central. Los fariseos, en cuan­to partido popular, estaban interesados en la educación del pueblo, y las síntesis eran indis­pensables para lograr este objetivo. Sin embar­go, el enorme desarrollo fariseo de leyes me­nores amenazaba con apoderarse de lo esencial (cf. 7,12). 37. amarás: Jesús cita Dt 6,5. El «amor» no es primeramente un senti­miento, sino que se refiere a la fidelidad a la alianza, es decir, es una cuestión de voluntad y de acción, con todo tu corazón… alma… mente: Los rabinos acentuaban esta parte del manda­miento: el corazón significaba la voluntad, el alma, la vida, y la fuerza, la riqueza. Pero Ma­teo no ha traducido el término «fuerza», sino que ofrece otra traducción de «corazón» en­tendido como mente; cf. el comentario sobre 4,1-11. 38. Jesús ve la ley como un todo unifi­cado. Todas las demás leyes derivan y se fun­damentan en el amor a Dios. 39. ama a tu pró­jimo como a ti mismo:, Jesús cita ahora Lv 19,18, un texto que tenía menos importancia en la liturgia judía, pero que llegó a ser funda­mental en el NT (Mt 5,43; 19,19; Rom 13,8-10; Gál 5,14; Sant 2,8). El mandamiento incluye una forma correcta de la autoestima. La com­binación de estos dos mandamientos no está claramente atestiguada antes de Jesús y cons­tituye un importante avance moral; cf. 1 Jn 3,17. 40. de estos dos mandamientos penden to­da la ley y los profetas: Los rabinos decían que el mundo pendía de la Torá, el servicio del tem­plo y las obras de misericordia, o de la verdad, el juicio y la paz (m’Abot 1,2.18). Mateo hace que la misma ley penda de las obras de amor.
(Moran, W. L., «The Ancient Near Eastem Background of the Love of God in Deuteronomy», CBQ 25 [1963] 77-87. Wallis, G., TDOT 1.101-18.)

134 (R) La cuestión sobre el hijo de Da­vid (22,41-46). Cf. Mc 12,35-37; Lc 20,41-44. Jesús interroga ahora a los fariseos. En este diálogo de controversia, Mateo clarifica su fuente marcana e incrementa el diálogo. 42. ¿qué pensáis acerca del Cristo?: Conforme nos acercamos a la pasión, el foco estrecha su ob­jeto, desplazándose desde el tema del reino ha­cia la cuestión del Cristo. Se trata de una pro­blemática realmente histórica, puesto que no existía una especulación mesiánica unificada en el judaismo de la época, dado que se espe­raban a varios tipos de personajes mesiánicos (-Pensamiento del AT, 77:152-54). La respues­ta farisea está de acuerdo con el punto de vista de Mateo, quien ya desde el capítulo 1 (v. 1) identifica a Jesús como hijo de David. 43.45. si David… lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo su­yo?: La pregunta, que se repite dos veces, refle­ja el conflicto básico entre la superioridad del pasado (tradiciones y antepasados) y la nueva obra que Dios está realizando y llevará a pleni­tud (el reino de Dios y el Cristo), entre el mito de los orígenes y el poder del futuro. Ambos tienen su valor, como el vino viejo y nuevo, pe­ro Jesús lucha por una apertura a lo nuevo, por la superioridad del hijo de David sobre el mis­mo David. 44. el Señor dijo a mi Señor: La cita es del Sal 110,1, un texto que tuvo una inmen­sa influencia en la Iglesia primitiva; cf. Hch 2,29-36; Heb 1,13; 1 Cor 15,25-28. 46. nadie fue capaz de responderle: La indefensión doctrinal, por no decir la destrucción total, de los diri­gentes religiosos de la época sobre los temas principales del reino y del Cristo es el presu­puesto para el gran ataque que sigue (cap. 23) y el gran discurso sobre las desgracias finales que anunciarán el comienzo del reino. Su úni­ca respuesta es la pasión. La contrarespuesta será la resurrección y el gran mandato (para más detalles, cf. J. A. Fitzmyer, «The Son of Da­vid Traditions and Mt 22,41-46 and Parallels», ESBNT 113-26).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

El escritor Olshausen ha dicho que las parábolas son como piedras preciosas talladas con muchos lados y que arrojan su lustre en diversas direcciones. Esto es aplicable á la de que nos vamos á ocupar. Obsérvese: 1. Que se compara la salvación que el Evangelio ofrece á unas bodas.
El Evangelio provee todo lo que se requiere para satisfacer las necesidades del alma; todo lo que es menester para saciar el hambre y la sed espirituales.
Ofrece en copiosa abundancia la paz de Dios, esperanzas halagüeñas en la vida presente y gloria en la venidera. Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, ofrécenos en su amor unirnos á El, restablecernos al seno de la familia de Dios como hijos queridos, revestirnos de su propia justicia, darnos un lugar en su reino, y presentarnos puros y sin mancha ante el trono de su Padre en el último día. El Evangelio es, en una palabra, pan al hambriento, gozo al dolorido, asilo al desvalido, amparo al errante.
2. Que las exhortaciones del Evangelio son amplias, comprensivas é ilimitadas.
Nuestro Señor dijo en la parábola que los criados del rey dijeron á los convidados: » Todo está aparejado: venid á las bodas..
Por lo que á Dios respecta nada falta para la salvación de las almas de los pecadores. El Padre está pronto para recibir con amor; el Hijo está pronto para perdonar y purificar á los culpables; el Espíritu lo está para santificar y renovar; los ángeles lo están para regocijarse de la conversión del pecador; la gracia lo está para darle su auxilio, la Biblia para instruirlo, el cielo para darle asilo. Solo una cosa se necesita, y es que el pecador esté también dispuesto á arrepentirse.
3. Que muchos rechazan la salvación ofrecida en el Evangelio.
Nuestro Señor dijo que aquellos individuos á quienes los criados invitaron á las bodas «no hicieron caso y se fueron.. Millares hay que concurren á la predicación del Evangelio, y que no reciben de ello provecho alguno. La oyen domingo tras domingo, año tras año, mas no experimentan esa fe que salva. No sienten la necesidad del Evangelio; ni perciben su sublimidad. Tal vez no sienten odio hacia las verdades que encierra, ni hacen burla de él ó lo atacan de una manera directa; más no le dan acogida en el corazón. He ahí su única culpa, pero es una culpa gravísima. Muchos se verán en el fuego eterno no tanto por haber quebrantado directamente los diez mandamientos, cuanto por haber tenido en poco la verdad. Cristo murió por ellos en la cruz, mas no hacen caso de El.
4. Que en el último día todos los que hubieren hecho falta profesión de fe serán públicamente descubiertos y condenados por toda la eternidad.
Jesús dijo que cuando al fin se habían conseguido convidados á las bodas el rey se presentó á verlos, y notó á un hombre que no tenia vestido de boda; y que habiéndole preguntado cómo había concurrido así, y no habiendo recibido respuesta alguna, mandó á sus criados que lo atasen y que lo echasen en las tinieblas exteriores.
Mientras el mundo sea lo que es siempre habrá falsos discípulos en la iglesia de Jesucristo. Es imposible leer los corazones de los hombres. Jamás podrán excluirse completamente á los pérfidos y á los hipócritas dé las filas de los verdaderos cristianos. Mas en el último día no habrá engaños: el omnipotente Dios sabrá distinguir á los buenos de los malos. Solo la verdadera fe podrá amparara al hombre de la severidad de su juicio. De nada le servirá al hipócrita el haber hablado con entusiasmo acerca de la religión y el haber tenido fama de ser muy buen cristiano. Su triunfo tiene que ser efímero: á pesar de todo su brillo será despojado de su disfraz, y desnudo, desamparado, mudo, sin esperanza y abrumado por la conciencia de su culpabilidad, tendrá que comparecer ante el tribunal de Dios. Arrojado será en las tinieblas exteriores, y allí cosechará los amargos frutos de lo que en este mundo hubiere sembrado. Como nuestro Señor dijo, allí será el lloro y el crujir de dientes.
Ahora bien ¿llevamos nosotros el vestido de boda? Esa es la pregunta que la parábola nos sugiere. Ruegue á Dios que cada día resuenen en nuestros oídos estas palabras: «Muchos son llamados; mas pocos escogidos!.

Fuente: Los Evangelios Explicados

tomando nuevamente la palabra… Lit. respondiendo.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R409 Lo que sigue al plural ἐν παραβολαῖς es una sola parábola, pero sin duda hubo otras que no se registraron.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit. Y respondiendo.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Propone el Señor a los judíos otra parábola. Buscan achaques para calumniarle; y le preguntan sobre el tributo que se debía pagar al César. Prueba a los saduceos con testimonio de la Escritura la resurrección de los muertos. Por la misma Escritura convence a los fariseos de la divinidad del Mesías.

2 a. Éste es el Padre eterno.

b. Jesucristo. Las bodas son, no solamente el banquete celestial, en que todos sus amigos serán embriagados de la abundancia de los bienes inefables de su casa (Sal 35,9), y en donde los hará beber en el torrente de sus delicias, sino también todas las gracias, todos los Sacramentos, todos los dones de la ley nueva; y sobre todo el augusto don de su sacratísimo Cuerpo y Sangre, y la palabra y la voluntad de Dios.

3 c. Los primeros convidados fueron los judíos, llamados por la voz de los profetas.

4 d. Estos segundos siervos nos figuran los últimos profetas que envió el Señor, y señaladamente a San Juan Bautista. San Juan Crisóstomo. Figura también a los Apóstoles, y otros varones apostólicos, que este gran Padre de familias, cuya bondad y paciencia no tiene límites, aun después de haber visto que habían quitado inhumanamente la vida a su Hijo y al heredero de la viña, les envió nuevamente para llamarlos y convidarlos a su celestial banquete; pero anegados en el cuidado de las cosas temporales, desecharon el precio de la muerte del Redentor. Y no contentos con esto, persiguieron de muerte, maltrataron y quitaron la vida a estos siervos que les había enviado. Por lo que irritado este Rey celestial, envió los ejércitos romanos, que destruyeron e incendiaron a Jerusalén, pagando los judíos la pena de su perfidia con castigos muy terribles, que pueden leerse en Josefo, Bel. Jud. lib. VI, cap. XLV.

e. MS. É mis noblezas.

6 f. MS. É fiziéronles muchas fontas.

8 g. Esto es, el banquete y toda la fiesta que acompaña a las bodas.

h. De asistir a ellas. Esto tocaba a los judíos.

9 i. Estos caminos y estas salidas representan los diferentes extravíos, por donde las naciones habían andado, desde que empezaron a apartarse del derecho, negándose a admitir la verdad, y corrompiendo cada uno su camino (Gén 6,12). Todos los pueblos sin distinción alguna fueron convidados a la fe de Jesucristo, y al banquete de sus bodas por la predicación del Evangelio, que se publicó y anunció hasta las extremidades de la tierra.

10 j. Entre los mismos gentiles hubo algunos naturalmente inclinados a todas las acciones de virtud. Mas esta bondad natural no les podía aprovechar para salvarse sin la fe, y sin la gracia del Evangelio, figurada en estas bodas del Hijo de Dios.

k. Y la Iglesia, figurada en esta sala, se llenó de un gran número de pueblos y naciones, que ocuparon el lugar de los judíos: cuyo pecado, como dice San Pablo (Rom 9,12), pasó a ser una ocasión de salud para los gentiles; y cuya caída ha sido las riquezas del mundo.

11 l. Esta entrada del rey significa el examen secreto que Dios ya desde esta vida hace del corazón de los convidados, y el juicio que hará de cada uno a la hora de la muerte, y también al fin del mundo.

12 m. En este hombre que se encontró en el banquete sin el vestido de boda, está comprendida la multitud de los malos cristianos. San Jerónimo. San Agustín. El testimonio de la conciencia, y el de los santos ángeles no darán lugar a los malos, para que puedan alegar ni una sola palabra en defensa suya. Este vestido es la caridad, que, según el testimonio de San Pedro (1Pe 4,8), cubre a los ojos de Dios la multitud de nuestros pecados.

13 n. Á sus monteros.

o. Las cadenas de una cárcel tenebrosa representan el rigor, con que sin recurso y sin poderse resistir, serán separados los malos para siempre de la presencia de Dios, que es la verdadera luz, y arrojados en un lugar de tinieblas y de horror eterno.

15 p. La palabra griega pagidéusosi, es más expresiva, porque significa tender redes, o armar lazos.

16 q. Oficiales públicos puestos por Herodes para cobrar los tributos. Otros explican esta palabra en el sentido que hemos expuesto en la nota a Mt 16,6, y otros de otros modos. Fue una malicia consumada de los fariseos, hacer que estos oficiales acompañasen a sus discípulos, cuando enviaron a consultar al Señor sobre el tributo debido a los romanos. Creyeron sorprenderle; porque si respondía que se debía pagar, le podían replicar los discípulos de los fariseos, que un pueblo libre, cual era el de Dios, no estaba sujeto a tributos; y si respondía que no, los Herodianos por su profesión debían sostener el derecho de los romanos. San Jerónimo, San Juan Crisóstomo. O también los fariseos podían infamarle con el pueblo, como que consentía con la impiedad y tiranía de los romanos, tan contraria a su libertad.

r. Estas palabras llenas en apariencia de respeto y alabanza, eran como un lazo que le armaban, para obligarle a decir que no se debía pagar el tributo al César; y dar ocasión con esto a los Herodianos, a que le acusasen como sedicioso y traidor a los romanos. Hablan como si fueran sus discípulos: Sabemos.

s. Su ley y doctrina.

t. Sin respeto a la cualidad de pequeños, o de grandes príncipes. Esta pregunta llena de malicia miraba a los romanos, que a la sazón tenían el dominio. El Griego eis prósopon. Esta palabra significa la persona, y también el rostro. El sentido es el mismo. La primera significación es más conforme a la dicción hebrea, de donde se ha tomado esta frase. Los hebreos dicen: Lo-thakkiru phanim bammiscpat. No conoceréis rostros en el juicio (Dt 1,17). Por persona o rostro se entiende todo lo que exteriormente forma la calidad de un hombre. Y así se dice, que un juez mira o respeta la persona de un hombre, si sentencia a su favor, atendiendo a sus riquezas, a su dignidad, etc., y no a sus méritos. Los griegos en una sola palabra dicen prosopolpsía, y de Dios se dice también que no es aceptador de personas; porque sólo atiende a los méritos de cada uno para premiarle. El carácter detestable de doctores mercenarios, y de maliciosos prevaricadores es, en lugar de hacer doblar la voluntad humana a la de Dios, procurar doblar ley de Dios para acomodarla a las pasiones humanas.

17 u. La pregunta de estos hombres estaba llena de malignidad y sutileza, o para hacer confesar al Señor, que seguía y aprobaba la doctrina y opinión de Judas Galileo, que abrazaron después aquellos perversísimos turbadores del sosiego público, a quienes Josefo en muchos lugares distingue con el nombre de Zelotas, negando la obediencia y los tributos al príncipe romano, y persuadiendo a los suyos, que de ningún modo les era lícito estar sujetos al imperio de un pueblo idólatra; o si el Señor respondía que era necesario pagar el tributo al César, para desacreditarle con el pueblo, y publicar que este no podía ser el Mesías que esperaban, puesto que la opinión común que reinaba entre ellos era que su Mesías los había de librar de la dominación y yugo de los infieles.

19 v. No quiere esto decir que pagaban un denario de plata por cabeza; sino que los romanos no cobraban los tributos sino en esta moneda.

w. Era la séptima parte de una onza.

21 x. Como si les dijera: Puesto que el Señor por vuestras infidelidades, de un pueblo libre que erais, os ha sujetado al imperio de los romanos, como se ve por el cuño de esa moneda corriente que usáis, y con lo que reconocéis la soberanía que tiene sobre vosotros; llevad con resignación este yugo, y pagad al César el tributo que os pide; que esto no impide que deis a Dios los obsequios que le debéis, como pueblo suyo. Tiberio reinaba entonces: después de Julio César los emperadores que le siguieron tomaron este nombre. De estas palabras del Señor resulta una lección y doctrina muy importante para todos los Cristianos. Estos están obligados a respetar y a honrar las potestades de la tierra, aunque sean de diferente religión; y esta fue la práctica que constantemente siguieron los primeros cristianos. No resistieron a la potestad temporal, sino cuando exigía de ellos lo que no pertenece sino a Dios. No dudéis, dice admirablemente a este propósito San Juan Crisóstomo, homil. L, que cuando Jesucristo ordena dar al César lo que pertenece al César, entiende solamente las cosas que no son contrarias a la piedad ni a la religión; porque todo lo que es contrario a la fe y a la virtud, no es el tributo que se debe al César: este es el tributo del diablo. El pagar los tributos no encierra en sí cosa que se oponga a la ley divina; y al contrario San Pablo (Rom 13,5), lo ordena, como uno de los deberes de los cristianos respecto de sus príncipes. Cuando el Señor añade: Dad a Dios lo que toca a Dios, da a entender la obligación que tenían de pagar lo que ordenaba la ley tocante a los diezmos, primicias, oblaciones, víctimas, etc. Y el cristiano, según la reflexión de San Juan Crisóstomo, sin olvidar las obligaciones que tiene contraídas con su príncipe, ha de cumplir las que pertenecen a Dios, puesto que estas dos obligaciones pueden estar muy hermanadas, y ayudarse mutuamente.

23 y. También negaban la existencia de los espíritus y de los ángeles.

30 z. El Griego, ekgamízontai, del verbo gaméo conviene a hombres y mujeres; pero el latino nubo, sólo a las mujeres, aunque Nonio Marcelo afirma que los antiguos aplicaban el verbo nubo indiferentemente a hombres y mujeres. Responde el Señor a los saduceos, que no comprendían las Escrituras, ni los efectos que produciría el poder de Dios en el cuerpo de los hombres en el momento de la resurrección; porque ignoraban que los cuerpos por la virtud de la resurrección se convertirían en unos como cuerpos espirituales, a causa de la impasibilidad, de la agilidad, de la claridad, y de la inmortalidad, de que se revestirán entonces. Serán los mismos cuerpos y la misma carne que tenían antes de su muerte, pero libres de todas las funestas consecuencias del pecado; y por consiguiente como ángeles de Dios en el cielo en lo que toca a la inmortalidad, bienaventuranza, y perfección de pureza; mas no en lo que mira a la carne. San Agustín. Y esto es lo que Jesucristo quiso dar a entender a los saduceos. San Jerónimo.

32 a. Un hombre se dice que está vivo, cuando su alma está unida con su cuerpo. Y si los cuerpos de Abraham, y de Isaac, y de Jacob debían quedar eternamente en el sepulcro, no serían más que vivos por mitad; porque una parte de ellos perecería, y sería reducida a la nada. Y así debían resucitar. Teofilacto.

34 b. No les había dejado qué responder: el Griego, efímose, les tapó la boca.

c. Para deliberar y ver el partido que habían de tomar, buscando medios de sorprenderle.

35 d. El Griego, kái légon, y diciendo.

36 e. Está puesto el positivo magnum por el superlativo maximum. En el texto Griego se halla aquí, y en el v. 38, el positivo megále, y en dicho versículo le traduce el intérprete por el superlativo.

39 f. De igual autoridad y necesidad de obediencia, inseparable el uno del otro (Stgo 2,10).

40 g. Si amar a Dios es amar al prójimo, según lo que Jesucristo dijo a San Pedro (Jn 21,17): Si me amas, apacienta mis ovejas; y si el amor del prójimo hace que se guarden los otros mandamientos, según la declaración del Apóstol: Que el amor que se tiene al prójimo, no permite que se le haga ningún mal (Rom 13,10); se concluye de aquí con San Juan Crisóstomo, que Jesucristo dijo justísimamente, que toda la ley y los profetas se encierran en estos dos mandamientos.

42 h. Del Mesías, del Ungido, del prometido.

i. Esto es, descendiente de David.

43 j. ¿Cómo este profeta animado del Espíritu de Dios reconoce por Señor suyo a aquel que es su hijo; puesto que un hijo no puede ser llamado señor de su propio padre? Jesucristo quiso con esta pregunta ponerlos en un extremo embarazo, dándoles con esto lugar, si su orgullo no lo hubiera estorbado, a reconocer que él era el Cristo, y que como tal, era Dios y juntamente hombre.

44 k. Como igual que eres a mí.

l. Los fariseos eran inexcusables, porque haciendo alarde de poseer la inteligencia de las Escrituras, y viendo la multitud de milagros que hacía aquel que les hablaba, y la sublimidad de su doctrina, sostenida por una tan grande santidad, debían inferir que era el Cristo, puesto que era reconocido por todo el mundo por hijo de David, y que se registraban en él todos los caracteres del Mesías, que explicaban los oráculos de los antiguos profetas.

46 m. Tanta fue la confusión de que quedaron cubiertos por la evidencia de sus razones; pero de nada les servía para convertirse y creer en él.

Fuente: Notas Bíblicas

[4] El Hebreo de Shem Tov se lee yomer, que significa literalmente lo que “ellos” declararán en futuros gobiernos. Los futuros gobiernos de aquellos que se sientan en la Silla de Moisés y no contradicen la Torah eso es lo que tiene que hacerse. Todos los manuscritos Griegos y Arameos sin excepción, hablan de estos líderes en plural, en oposición a dos entre nueve como en el manuscrito existente del Mateo Hebreo de Shem Tov que habla de Moshe en singular. Y aún así en estas dos excepciones, la palabra que debe de ser usada si se refiere a las enseñanzas de Moisés en el pasado; debe de ser amar y no yomer, como es usado en estos dos casos. Yomer es mejor usarlo referente a futuros gobiernos que se basan en Moshe, como contraposición a Moshe habiendo hablado en el pasado.

[5] Esto no significa como algunos enseñan que todas las cosas que el Judaísmo enseña, aún aquellas que son incorrectas, los creyentes debemos de seguirlas. Esto no es lo que Moshiaj nos está enseñando.

[6] El Shem Tov Hebreo usa la palabra tirzu, que significa anhelar. La definición es bastante obvia. Declara que el hombre no debe de anhelar títulos y sin embargo YHWH les otorga un título inclusive el de rabí, vale está bien. Pero lo que El está atacando aquí es una actitud mala del corazón, no una o dos actitudes particulares sobre títulos religiosos “Judíos,” mientras que a otros los considera permisibles.

[7] Referencia Shem Tov.

[8] Un converso no Judío considerado justo. Literalmente “uno que teme a YHWH.”

[9] Ver notas en Mat 5:33-37.

[1] Segunda de Crónicas 24:20-21. Según el padre de la “iglesia” Jerónimo, la copia Hebrea a leído correctamente, con Jehoihai y no Barajai.

[2] El Templo sobre Moriah, y la Casa de Judah en su totalidad.

[3] Aprender el Nombre verdadero de YHWH en Israel es un prerrequisito para el retorno de Yahshua. El está esperando que eso ocurra, antes de Su regreso.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero