Comentario de Mateo 22:41 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Habiéndose reunido los fariseos, Jesús les preguntó

22:41 Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, 42 diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. — Jesús ya había confundido a los fariseos y saduceos y ahora El mismo tomó la ofensiva haciéndoles una pregunta que no se atreverían a contestar. Lo hizo para exponer su ignorancia del significado de las profecías del Antiguo Testamento, para humillarlos y, de esa manera, para disminuir la confianza que la gente tenía en ellos como guías. También les hizo esta pregunta para hacerles reconocer la naturaleza verdadera del Mesías; es decir, que el Hijo de David era superior a David mismo, porque su descendiente era su Señor. Esta pregunta no es exactamente como la de Mat 16:13, » ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?» No pregunta qué dicen o qué piensan de Jesús (su persona, su obra), sino «¿Cuál es vuestra opinión sobre el Cristo (el Mesías)?» (LBLA), mayormente en cuanto a su genealogía.

Tiene que ver con el concepto de la gente de su Mesías venidero. Es una pregunta específica: «¿De quién es hijo?» Contestaron, «de David» (Mat 1:1; 2Sa 7:13; Sal 78:68-72; Sal 89:3; Sal 89:20-37). El Mesías es Personaje divino. Los judíos no creían esto, y no querían creerlo. Solamente querían un Mesías político, un rey nacional, que venciera a sus enemigos y exaltar en toda manera posible a la nación de Israel, devolviéndola a la gloria que gozaba bajo el reinado de David y Salomón. Por lo tanto, aunque Jesús hacía muchos milagros, el pueblo no quería creer en su divinidad. Sin embargo, la gente sí llamaba a Jesús «Hijo de David», Mat 9:27; Mat 12:23; Mat 15:22; Mat 20:30; Mat 21:9.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Mat 22:15, Mat 22:34; Mar 12:35; Luc 20:41.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Después de responder tres preguntas planteadas por los líderes religiosos de Israel (vv. Mat 22:15-22, Mat 22:23-33, Mat 22:34-40), Jesús se vuelve a los fariseos con una pregunta. La pregunta tenía dos partes, la primera sobre la identidad del Mesías y la segunda sobre la interpretación de Sal 110:1-7.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

22:41 Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, 42 diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. — Jesús ya había confundido a los fariseos y saduceos y ahora El mismo tomó la ofensiva haciéndoles una pregunta que no se atreverían a contestar. Lo hizo para exponer su ignorancia del significado de las profecías del Antiguo Testamento, para humillarlos y, de esa manera, para disminuir la confianza que la gente tenía en ellos como guías. También les hizo esta pregunta para hacerles reconocer la naturaleza verdadera del Mesías; es decir, que el Hijo de David era superior a David mismo, porque su descendiente era su Señor. Esta pregunta no es exactamente como la de Mat 16:13, » ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?» No pregunta qué dicen o qué piensan de Jesús (su persona, su obra), sino «¿Cuál es vuestra opinión sobre el Cristo (el Mesías)?» (LBLA), mayormente en cuanto a su genealogía.
Tiene que ver con el concepto de la gente de su Mesías venidero. Es una pregunta específica: «¿De quién es hijo?» Contestaron, «de David» (Mat 1:1; 2Sa 7:13; Sal 78:68-72; Sal 89:3; Sal 89:20-37). El Mesías es Personaje divino. Los judíos no creían esto, y no querían creerlo. Solamente querían un Mesías político, un rey nacional, que venciera a sus enemigos y exaltar en toda manera posible a la nación de Israel, devolviéndola a la gloria que gozaba bajo el reinado de David y Salomón. Por lo tanto, aunque Jesús hacía muchos milagros, el pueblo no quería creer en su divinidad. Sin embargo, la gente sí llamaba a Jesús «Hijo de David», Mat 9:27; Mat 12:23; Mat 15:22; Mat 20:30; Mat 21:9.

Fuente: Notas Reeves-Partain

NUEVOS HORIZONTES

Mateo 22:41-46

Cuando se reunieron allí los fariseos, Jesús les hizo una pregunta:

¿Qué opináis vosotros del Mesías? ¿De quién es hijo? -Hijo de David -Le contestaron. Y Jesús les dijo: Pues entonces, ¿cómo es que David, en el Espíritu, Le llama Señor, cuando dice: «El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a Mi diestra hasta que ponga a Tus enemigos bajo Tus pies?» Si David le llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?

Y nadie podía darle la respuesta;. así es que desde aquel día ya no se atrevió nadie a hacerle preguntas,

A nosotros puede que esto nos parezca una de las cosas más oscuras que dijo nuca Jesús. Puede que lo sea, pero es una afirmación sumamente importante. Aun si, a primera vista, no captamos totalmente el significado, podemos presentir la atmósfera de terror y admiración y misterio que lo rodea.
Ya hemos visto que Jesús se negaba a permitir que, sus seguidores Le proclamaran Mesías hasta que Él les hubiera enseñado lo que quena decir el mesiazgo. Las ideas que ellos tenían del Mesías requerían el cambio más radical.
El título más corriente del Mesías era Hijo de David. Detrás de él .se ocultaba la expectación de que algún día llegaría un gran Príncipe . de la dinastía de David que derrotaría a. los enemigos de Israel y conduciría al pueblo a la conquista de todo el mundo. Se pensaba en el Mesías corrientemente en términos de poder y de gloria nacionalista, política y militar. Este es otro intento que hace Jesús de alterar esa concepción.

Jesús les preguntó a los fariseos de quién entendían ellos que era hijo el Mesías; y contestaron como Él esperaba: » Hijo de David.» Jesús entonces les citó el Sal 110:1 : «El Señor dice a mi Señor: Siéntate a Mi diestra.» Todos estaban de acuerdo en que ese texto se refería al Mesías. En él, el primer Señor es Dios; y el segundo Señor es el Mesías. Eso supone decir que David llama Señor al Mesías. Pero, si el Mesías es hijo de David, ¿cómo pudo llamar David a su propio hijo Señor?

La conclusión obvia del razonamiento es que es inadecuado llamar al Mesías Hijo de David. No es el Hijo de David; es el Señor de David. Cuando Jesús sanó a los ciegos, ellos Le habían llamado Hijo de David (Mt 20:30 ). Cuando entró en Jerusalén, la multitud Le saludó y aclamó como Hijo de David (Mt 21:9 ). J s está diciendo aquí: «No es bastante llamar al Mesías Hijo e David. No es bastante creerle un Príncipe de la dinastía de David y un conquistador terrenal, debéis ir más allá, porque el Mesías es el Señor de David.»

¿Qué quería decir Jesús? No podía querer decir más que una cosa: qué Su verdadera descripción es Hijo de Dios. Hijo de David no es un título adecuado; Hijo de Dios sí lo es. Y en ese caso, el mesiazgo no se ha de concebir en términos de conquistas davídicas; sino en términos de amor divino y sacríficial. Aquí, pues, Jesús presenta Sus mayores credenciales. En él vino, no un conquistador terrenal que repetiría los triunfos militares de David, sino el Hijo de Dios que demostraría el amor dé Dios sobre la Cruz.

Habría pocos aquel día que captaran algo de la grandeza de lo que Jesús quería decir; pero cuando Jesús pronunció estas palabras, aun el más torpe de ellos sentiría el escalofrío de la presencia del misterio eterno: Tendrían el sentimiento sobrecogedor de que habían oído la voz de Dios; y por un momento; en este Hombre Jesús vislumbraron el rostro del mismo Dios.

pardESCRIBAS Y FARISEOS

Si una persona es característica y temperamentalmente una criatura irritable, de mal genio e irascible, propensa a entregarse a exabruptos incontrolados de ira apasionada, su ira no es ni efectiva ni impresionante. Nadie le presta mucha atención a la ira de una persona de mal genio. Pero cuando una persona que es característicamente mansa y humilde, cortés y amable, rompe de pronto en una ira ardiente, hasta la persona menos perspicaz se sorprende y lo toma en serio. Por eso es por lo que la ira de Jesús es un espectáculo tan sobrecogedor. Rara vez en la literatura encontramos una denuncia tan sostenida y descarnada como la que encontramos en este capítulo en el que la ira de Jesús se dirige contra los escribas y los fariseos. Antes de empezar a estudiar este capítulo en detalle, será conveniente que veamos brevemente lo que representaban los escribas y los fariseos.
Los judíos tenían un profundo y constante sentido de la continuidad de su religión; y la mejor manera de ver lo que representaban. los fariseos y los escribas será investigando cuándo entraron en el esquema de la religión judía. Al principió de un tratado de la Misná que figura en todas sus liturgias, Pirqé Abót, Los Dichos de los Padres, leemos: » Moisés recibió la Ley en el Monte Sinaí, y se la transmitió a Josué; Josué a los ancianos; los ancianos, a los profetas; los profetas, a los hombres de la Gran Sinagoga.» Toda la religión judía está basada en primer lugar en los Diez Mandamientos, y luego en el Pentateuco, la Ley.

La historia de los judíos estaba diseñada para hacerlos el pueblo de la Ley. Como cualquier otra nación, ellos tenían sus sueños de grandeza; pero las experiencias de la historia habían hecho que ese sueño tomara una dirección característica. Habían sido conquistados por los asirios, los babilonios, los persas, y Jerusalén se había quedado desolada. Estaba claro que no podrían ser preeminentes en poder político. Pero, aunque el poder político era una imposibilidad obvia, ellos sin embargo poseían la Ley, y para ellos la Ley era la misma Palabra de Dios, la posesión más grande y preciosa del mundo.
Llegó un día en su historia cuando esa preeminencia de la Ley fue asumida públicamente; llegó lo que no se podría llamar sino un deliberado acto de decisión en el cual el pueblo de Israel llegó a ser en el sentido más exclusivo el pueblo de la Ley. Bajo Esdras y Nehemías, se le permitió al pueblo .volver a Jerusalén, y reedificar su ciudad en ruinas, e iniciar de nuevo su vida nacional. Cuando aquello sucedió, llegó un día en el que Esdras, el Escriba, tomó el Libro de la Ley y se lo leyó al pueblo; y allí sucedió algo que fue nada menos que una dedicación nacional de todo el pueblo a la observancia de la Ley (Neh 8:1-8 ).

Desde aquel día, el estudio de la Ley se convirtió en la más grande de todas las profesiones; y ese estudio de la Ley se confió a los hombres la Gran Sinagoga; los escribas.

Ya hemos visto cómo se desmenuzaban los grandes principios de la Ley en mil

y miles de reglas y normas (véase lo dicho , fin la sección

de Mt 5:17-20 ). Ya hemos visto que la Ley decía que no se debe trabajar el sábado, y cuánto habían trabajado los escribas para definir lo que es un trabajo, cómo establecieron hasta los pasos que se podían andar en sábado, y las cargas mínimas que se podían llevar, y las cosas que se podían o que no -se podían hacer. Para cuando esta interpretación de la Ley se terminó, hicieron falta más de sesenta volúmenes para contener la masa de preceptos resultantes.

La vuelta del pueblo a Jerusalén y la primera dedicación a la Ley tuvo lugar hacia el año 450 a C., pero no fue hasta mucho después cuando surgieron los fariseos. Hacia el año 175 a C., Antíoco Epífanes de Siria hizo un intento deliberado y brutal para erradicar la religión judía e introducir la religión y la forma de vida de Grecia. Fue entonces cuando surgieron los fariseos como un grupo separado. El nombre quiere decir los separados, y eran hombres que dedicaban toda su vida al cumplimiento detallado y minucioso de todas las reglas y disposiciones que los escribas habían desarrollado. A la vista de la amenaza que se cernía sobre ellos, decidieron dedicar toda su vida a una larga observancia del judaísmo en su forma más elaborada y ceremonial y legal. Eran hombres que aceptaron el siempre creciente número de reglas y normas religiosas extraídas de la Ley.

Nunca fueron muy numerosos; cuando más, no pasaron de los seis mil; porque el hecho escueto era que, si un hombre iba a aceptar y cumplir todas las reglas y normas de la Ley, no le quedaría tiempo para nada más; tenía que retirarse, que separarse de la vida ordinaria para dedicarse a guardar la Ley.
Así que los fariseos podían ser una de dos cosas. Primero, eran consagrados legalistas; la religión era para ellos la observancia de todos los detalles de la Ley. Pero, segundo -y esto es algo que no se debe olvidar nunca, eran hombres que tomaban la religión desesperadamente en serio; porque nadie habría aceptado la tarea imposiblemente exigente de vivir una vida así, a menos que lo tomara absolutamente en serio. Podían, por tanto, desarrollar al mismo tiempo todos los defectos del legalismo, y todas las virtudes de una autodedicación completa. Un fariseo podría ser, o un legalista disecado, arrogante, o un hombre con una sincera y ferviente devoción a Dios.
El decir esto no es pronunciar un veredicto típicamente cristiano sobre los fariseos, porque los mismos judíos: expresaban. El Talmud distingue siete clases diferentes de fariseos.

(i) Estaba el fariseo del hombro. Era meticuloso en la observancia de la Ley, pero llevaba sus buenas obras siempre al hombro. Buscaba una reputación de pureza y bondad, verdad que obedecía la Ley, pero con la finalidad de que lo miraran y admiraran los demás.

(ii) Estaba el fariseo espera un poco. Era el fariseo que siempre podía presentar una disculpa legalmente válida paro aplazar una buena obra. Profesaba el credo de los fariseos más rigurosos, pero siempre tenía una disculpa para quedarse atrás en la práctica. Hablaba mucho, pero obraba poco.

(iii) Estaba el fariseo acardenalado y sangrante. El Talmud habla de la plaga de fariseos auto fastidiantes. Recibieron estos nombres por la siguiente razón. Las mujeres ocupaban el estrato más bajo en la escala social en Palestina. Ningún rabino que se apreciara sería sorprendido hablando con una mujer en público, aunque fuera su mujer o su hermana. Estos fariseos llegaban todavía más lejos; no se permitirían ni siquiera mirar a una mujer por la calle. Para evitarlo, cerraban los ojos y se chocaban con las paredes y las esquinas y todo obstáculo imaginable. Así era como se hacían los cardenales que les granjeaban una reputación de piedad extraordinaria.

(iv) Estaba el fariseo que se describía diversamente como el fariseo del mortero con su mano, o el fariseo de la joroba, o el fariseo tambaleante. Los tales andaban con tal apariencia de humildad que iban torcidos como la mano del mortero en el mortero, o como jorobados. Eran tan «humildes» que ni siquiera levantaban los pies del suelo, lo que los hacía tropezar en todos los obstáculos que se encontraran. Su humildad era una mankra de hacerse la publicidad ostentosamente.

(v) Estaba el fariseo siempre contabilizante o contador. Esta clase de fariseo siempre estaba llevando la cuenta de sus buenas obras, haciendo el balance entre sí mismo y Dios, y creía que a cada buena obra suya ponía a Dios un poco más en deuda con él. Para él la religión se había de valorar en términos de una cuenta de debe y haber.

(vi) Estaba el fariseo tímido o timorato. Siempre tenía miedo del castigo divino. Por tanto, siempre estaba limpiando lo de fuera del vaso y el plato, para parecer siempre bueno. Veía la religión en términos de juicio, y la vida en términos de una evasión aterrada de este juicio.

(vii) Finalmente estaba el fariseo temeroso de Dios. Era el fariseo que real y verdaderamente amaba a Dios y se deleitaba en obedecer la Ley de Dios, por muy difícil que fuera.

Esa era la clasificación que hacían de los fariseos los mismos judíos; y conviene notar que había seis tipos malos para solo uno bueno. No pocos de los que escucharon la denuncia que hizo Jesús de los fariseos estarían de acuerdo con cada una de Sus palabras.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

“¿Hijo de David?” (ver Mar. 12:35-37; Luc. 20:41-44). De nuevo Jesús asume la iniciativa en contra de los fariseos. Su pregunta parece de teología académica: ¿Será el título Hijo de David apropiado para el Mesías? Pero él mismo ha sido saludado repetidamente con este título, y la ocasión más reciente y en público fue en 21:9, 15, 16 donde él mismo lo permitió, aun provocando esta respuesta. Así que su propia posición estaba en consideración.

Hijo de David era un título tradicionalmente mesiánico, y uno que no solamente ocurre con frecuencia en la narración de Mateo, sino que fue la base de la presentación de Jesús como el Mesías en el cap. 1. Por lo tanto, no es probable que este pasaje tenga el propósito de socavar todo el argumento. Más bien la intención es que el Mesías es más que meramente un hijo de David como se ve en las palabras de David en el Sal. 110:1. Este mismo texto se usa nuevamente en 26:64, reclamando para Jesús una autoridad sobrehumana.

Otra vez, Jesús estaba advirtiendo a las personas de no juzgar su misión en términos tradicionales. Lejos de ser entronizado en Jerusalén como un rey parecido a David, pronto sería rechazado por su pueblo. Aun así, sobre la cruz, no se le reconocería como un hijo de David (el título no ocurre nuevamente), sino como “el Hijo de Dios” (27:54).

Nota. 43 Este argumento depende de la creencia de que David era el autor del Sal. 110 y que estaba hablando del futuro Mesías. Ambas ideas se disputan por la mayoría de los estudiosos del AT hoy en día, pero en los tiempos de Jesús se hubiera dado por sabido.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

o 1034 Mar 12:35

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

fariseos. Véase coment. en 3:7.

Fuente: La Biblia de las Américas

41 (a) vs.41-45: Mar_12:35-37 ; Luc_20:41-44

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro