Mientras él aún hablaba, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
26:47 Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. — Judas conocía el lugar, porque Jesús se había reunido allí a menudo con sus discípulos. Además, Jesús sabía que Judas sabía esto. Jesús no se escondía; al contrario, estuvo en un lugar donde fácilmente podrían encontrarle. ¿Por qué explica Mateo que Judas era «uno de los doce»? Porque «Judas» era nombre muy común, y era necesario especificarlo. Esta explicación enfatiza lo inexcusable del acto: éste que era uno de los doce pero ya no está con ellos, sino que se ha aliado con los enemigos de Jesús y sirve de guía de ellos para prender a Jesús. La «multitud» de «pecadores» (ver 45) estaba compuesta de soldados (una cohorte o unidad militar romana, Jua 18:3; Jua 18:12), la policía (guardia) del templo (Luc 22:52), principales sacerdotes, y ancianos. Llevaban linternas, antorchas y armas (espadas, garrotes). ¿Por qué tanta gente y por qué llevaron armas? El número grande de hombres armados indica que temían a Jesús. Judas sabía mejor que nadie el poder de Jesús. Tal vez temieron que hubiera un grupo grande de discípulos para defender a Jesús. Recuérdese que en otras ocasiones habían pensado prender a Jesús y fallaron (Jua 7:45-47; Jua 8:59; Jua 10:39; véase también Luc 4:30).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
he aquí Judas. Mat 26:55; Mar 14:43; Luc 22:47, Luc 22:48; Jua 18:1-8; Hch 1:16.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El hecho que la multitud estuviera armada con espadas y palos indica que Judas realmente no conocía el corazón de Jesús. Cristo salió a encontrar a la multitud no para luchar, sino para entregarse.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Judas, uno de los doce. Vea el v. Mat 26:14. Todos los evangelistas se refieren a Judas de esta forma (Mar 14:10; Mar 14:43; Luc 22:47; Jua 6:71). Solo una vez (Jua 20:24) aparece descrito de esta forma otro discípulo. Los escritores de los Evangelios parecen usar la expresión para subrayar el carácter insidioso del crimen de Judas, especialmente aquí, cuando la traición estaba siendo consumada.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
26:47 Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. — Judas conocía el lugar, porque Jesús se había reunido allí a menudo con sus discípulos. Además, Jesús sabía que Judas sabía esto. Jesús no se escondía; al contrario, estuvo en un lugar donde fácilmente podrían encontrarle. ¿Por qué explica Mateo que Judas era «uno de los doce»? Porque «Judas» era nombre muy común, y era necesario especificarlo. Esta explicación enfatiza lo inexcusable del acto: éste que era uno de los doce pero ya no está con ellos, sino que se ha aliado con los enemigos de Jesús y sirve de guía de ellos para prender a Jesús.
La «multitud» de «pecadores» (ver 45) estaba compuesta de soldados (una cohorte o unidad militar romana, Jua 18:3; Jua 18:12), la policía (guardia) del templo (Luc 22:52), principales sacerdotes, y ancianos. Llevaban linternas, antorchas y armas (espadas, garrotes). ¿Por qué tanta gente y por qué llevaron armas? El número grande de hombres armados indica que temían a Jesús. Judas sabía mejor que nadie el poder de Jesús. Tal vez temieron que hubiera un grupo grande de discípulos para defender a Jesús. Recuérdese que en otras ocasiones habían pensado prender a Jesús y fallaron (Jua 7:45-47; Jua 8:59; Jua 10:39; véase también Luc 4:30).
Pero este «ejército» era totalmente innecesario e inútil. Si Jesús hubiera querido escapar, lo habría hecho (Luc 4:30), pero estaba listo a entregarse y, por eso, sobraba «la multitud». ¿Acostumbraban los judíos llevar una «multitud» cuando salían para encontrar y matar al cordero para la pascua? Jua 18:4-9, Jesús les preguntó, «¿A quién buscáis?» No había ninguna necesidad de que Judas lo identificara con beso, porque Jesús «se adelantó» para identificarse solo. Dijeron, «A Jesús el Nazareno». El les dijo: Yo soy. Entonces «retrocedieron y cayeron a tierra». Esto indica que se asombraron por la majestad, dignidad y valentía de Jesús y que le tenían mucho temor. Es posible que al oír las palabras «Yo soy», reconocieron que Jesús se identificaba como Dios (Jua 8:24; Jua 8:58).
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL BESO DEL TRAIDOR
Mateo 26:47-50
Mientras Jesús estaba todavía hablando, vino Judas, que era uno de los Doce, con una gran multitud con espadas y garrotes de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. El traidor les había dado como consigna: «El Que yo bese, Ese es el Hombre. ¡Echadle mano!» Así es que se dirigió a Jesús en seguida y Le dijo:
-¡Saludos, Maestro! -al tiempo que Le besó afectuosamente.
-¡Camarada -le dijo Jesús-, sigue adelante con lo que te ha traído aquí!
Entonces avanzaron, y Le echaron mano a Jesús y Le detuvieron.
Como ya hemos visto, la intervención de Judas puede que surgiera de uno de dos motivos. Puede que realmente, fuera por avaricia o por desilusión, quería que mataran a Jesús; o puede que estuviera tratando de obligarle a manifestarse y actuar, y que no quisiera verle morir.
Hay, por consiguiente, dos maneras de interpretar este incidente. Si no había en el corazón de Judas nada más que un odio negro o una especie de avaricia insensata, este es sencillamente el más terrible beso de la Historia; y una señal de traición. En ese caso, no se puede decir nada de Judas que sea demasiado malo.
Pero hay señales de que era más que eso. Cuando Judas le dijo al gentío armado que les indicaría con un beso al Hombre a Quien tenían que arrestar, la palabra que se usa en griego es filein, que es la palabra corriente para besar; pero cuando se dice que Judas realmente Le dio un beso a Jesús, la palabra que se usa es katafilein, que es la palabra que indica un beso de amor, y quiere decir que Judas besó a Jesús repetidas veces y fervientemente. ¿Por qué había de hacer eso Judas?
Además, ¿por qué hacía falta ninguna identificación de Jesús? Lo que los esbirros necesitaban que se les indicara no era quién era Jesús, sino el lugar y el momento oportuno para arrestarle. Los que Judas llevó a Getsemaní eran siervos de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo; deben de haber sido de la policía del. templo, la única fuerza que tenían a su disposición los principales sacerdotes. Es increíble que la policía del templo no supiera ya muy bien Quién era el Hombre Que hacía pocos días había limpiado el templo y echado de él a los cambistas y a los vendedores de palomas. Es increíble que no pudieran reconocer al Hombre que había estado enseñando diariamente en los atrios del templo. Una vez que Judas los habían llevado a Getsemaní, ya ellos sabían muy bien a Qué Hombre tenían que arrestar.
Parece lo más probable que Judas besara a Jesús como un discípulo a su maestro, como la cosa más natural del mundo, pero también sinceramente; y que entonces diera un paso atrás con orgullo expectante, esperando que Jesús actuara por fin. Lo curioso es que desde el momento del beso Judas desaparece de la escena del huerto para no reaparecer hasta que decidió cometer suicidio. Ni siquiera aparece como testigo en el juicio contra Jesús. Es mucho más probable que en un momento de aturdimiento, de ceguera, de pasmo, de vacilación, Judas viera hasta qué punto se había equivocado en sus cálculos, y se retirara tambaleando en la noche, un hombre destrozado para siempre y por siempre apesadumbrado. Si esto es cierto, en ese momento Judas entró en el infierno que había creado para sí, porque la peor clase de infierno es la plena conciencia de las terribles consecuencias del pecado.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
El arresto (ver Mar. 14:43-50; Luc. 22:47-53). La mucha gente que Judas trajo a Getsemaní era un destacamento de la “policía” provisto por el Sanedrín. Los discípulos no preparados eran menos en número que los atacantes y ofrecieron poco más que una resistencia simbólica (51). Pero en todo caso, Jesús no permitiría resistencia (52; cf. 5:39); de nuevo permitió que los eventos siguieran su curso según lo predicho. No fue asunto de que no tuviera poder para prevenirlos (53), sino que escogió no resistir, para que se cumpliese la Escritura (54, 56). De allí su estilo de la no violencia, en contraste con los dirigentes de los zelotes (55). Así, mientras que parecía que la iniciativa estaba de parte de Judas y de los hombres armados, en realidad fue Jesús quien estuvo a cargo de la situación y el propósito de Dios que se estaba cumpliendo.
Notas. 52 El dicho proverbial, todos los que toman espada, a espada perecerán (¿basado en Isa. 50:11?), repudia la violencia en esta situación específica. Es dudoso si por sí mismo provee bases suficientes para un pacifismo total. 53 Una legión se componía de 6.000 soldados.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
r 1330 Luc 22:47; Jua 18:3
s 1331 Luc 22:52; Hch 1:16
t 1332 Mar 14:43
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
gran multitud…con garrotes. Este grupo incluía parte de una cohorte romana, normalmente de 600 soldados (v. coment. en Jn 18:3), y guardias y oficiales del templo (Lc 22:52). Los soldados romanos usaban espadas como armas; la policía del templo usaba garrotes. Venían armados porque pensaban que Jesús se resistiría al arresto (cp. vers. 55) principales… ancianos. Los miembros del Concilio (Sanedrín) eran los instigadores del complot.
Fuente: La Biblia de las Américas
47 (a) vs.47-56: Mar_14:43-50 ; Luc_22:47-53 ; Jua_18:3-11
47 (b) Mat_26:14
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
El cáliz de los sufrimientos de nuestro Señor empezaba á rebosar. Uno de sus discípulos lo traiciona, los demás lo abandonan, y sus encarnizados enemigos lo hacen prisionero. Ningún pesar podrá jamás igualarse al suyo.
Notemos, en primer lugar, cuan grande era la complacencia de nuestro Señor en sus relaciones con sus discípulos.
Cuando Judas Iscariote se encargó de guiar la multitud al lugar donde estaba nuestro Señor, le dio una señal para que lo pudiesen distinguir de sus discípulos á la escasa luz de la luna. Díjole: «Al que yo besare, aquel es.»Así fue que cuando se acercó á Jesús lo saludó y lo besó. Ese hecho sencillo manifiesta el trato franco y afectuoso que reinaba entre Jesús y sus discípulos. Es una costumbre universal en los países orientales que cuando dos amigos se encuentren se saluden con un beso. Exo 18:7; 1Sa 20:41. Es de creerse, por tanto, que Judas, al besar á nuestro Señor, apenas ejecutó un acto que todos los discípulos acostumbraban ejecutar cuando se veían con su Maestro después de alguna ausencia.
Advirtamos, en segundo lugar, cómo nuestro Señor imprueba la conducta de los que emplean la fuerza en defensa de El y de su causa.
Percíbase esto en el hecho de haber reprendido á uno de sus discípulos porque hirió á un siervo del sumo sacerdote, mandándole que volviese la espada á su lugar, y añadiendo estas palabras de valor imperecedero: «Todos los que tomaren espada á espada perecerán..
La espada tiene su uso legítimo. Puede empleársela lícitamente en defensa de los pueblos contra la opresión. Y algunas veces es absolutamente necesaria empuñarla para impedir los disturbios, el saqueo y la rapiña. Más jamás debe emplearse para difundir y sostener el Evangelio. El Cristianismo no es una religión que deba imponerse por medio de la fuerza y de la violencia. ¡Bien habría sido para la iglesia el haber recordado esto con más frecuencia! Pocos han sido los países de la cristiandad donde no se haya cometido el error de querer cambiar las opiniones de los hombres por medio de la coacción, de la tortura, de la prisión y de la muerte. ¿Y con qué resultados? Las páginas de la historia podrán decirlo. ¡Ningunas guerras han sido tan sangrientas como las que han sido engendro de divergencias religiosas! Observemos, en tercer lugar, cómo nuestro Señor se dejó aprehender por su propia voluntad.
No fue porque no pudiera escapar que lograron hacerlo preso. Fácil habría sido para él el hacer desaparecer á sus enemigos, si hubiera querido. «¿Piensas que no puedo ahora orar á mi Padre,» dijo á uno de sus discípulos, «y él me daría más de doce legiones de ángeles?.
Reparemos en esto, porque es muy consolador. Aquel que espontáneamente sufrió, espontáneamente salva. Confiemos en él y no temamos.
Notemos, en último lugar, cuan poco conocen los cristianos la debilidad de su propio corazón hasta que no se les somete á prueba.
De esta verdad dieron los apóstoles un triste ejemplo. Los versículos de que venimos tratando concluyen con estas palabras: «Entonces todos los discípulos huyeron, dejándole.»Se olvidaron así de las enérgicas aseveraciones que habían hecho unas pocas horas antes. Se olvidaron que habían dicho que estaban prontos á morir por su Maestro. Se olvidaron de todo menos del peligro que los amenazaba. El temor de la muerte los hizo cejar.
Y cuántos de los que se titulan cristianos no han hecho lo mismo. ¡Cuántos en el acaloramiento de un momento no han prometido que jamás se ruborizarán de dar á conocer sus creencias religiosas! Después de haber participado de la comunión ó de haber oído un sermón notable, han regresado al hogar llenos de celo y amor, y protestando ruidosamente que jamás apostatarán de su religión. Y sin embargo, en el transcurso de unos pocos días sus emociones se entibian y desvanecen. Bien luego una calamidad les sobreviene, y caen, y abandonan á Jesucristo.
Fuente: Los Evangelios Explicados
Lit., y con él