Comentario de Marcos 6:14 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
El rey Herodes oyó de Jesús, porque su nombre había llegado a ser muy conocido. Unos decían: “Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por esta razón operan estos poderes en él.”
6:14 — Oyó el rey Herodes (nombre no personal, sino de familia) la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes — Este Herodes es Antipas, el hijo del Herodes que mató a los inocentes (Mat 2:16), y hermano de Arquelao (Mat 2:22). Gobernaba una cuarta parte de Galilea (tetrarca de Galilea, Mat 14:1; Luc 3:1). Este Herodes fácilmente oiría de la fama de Jesús porque para ahora Jesús había hecho muchos milagros en Galilea y en sus derredores. (La predicación de los doce en su misión limitada también pudo haber tenido efecto en esta deducción de Herodes y de otros). Véase Luc 9:7-9. Marcos sigue el desarrollo de su libro, al tratar la identidad verdadera de Jesús de Nazaret. Véase ver. 2, comentarios. Ahora relata otro concepto erróneo respecto a Jesús, el Hijo de Dios. Herodes cree que Juan el bautista, a quien él había muerto, resucitó de los muertos y que ahora es la persona que anda alrededor haciendo milagros. La conciencia mala de Herodes sin duda contribuyó a su conclusión respecto a Juan. Es común que en diferentes versiones el nombre del referido Juan se escriba así, o “Juan el Bautista” o “Juan Bautista”, siempre con letra mayúscula con respecto a “bautista”. De esta manera se deja la impresión equivocada de que “Bautista” es parte de su nombre propio. Véase 1:4, comentarios.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
rey Herodes. Mar 6:22, Mar 6:26, Mar 6:27; Mat 14:1, Mat 14:2; Luc 3:1; Luc 9:7; Luc 13:31; Luc 23:7-12.
su nombre se había hecho notorio. Mar 1:28, Mar 1:45; 2Cr 26:8, 2Cr 26:15; Mat 9:31; 1Ts 1:8.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Estos versículos rompen la narrativa para describir la muerte de Juan el Bautista. Tan alarmante era la repentina fama de Jesús que Herodes temió que Juan hubiese resucitado de la muerte. Los discípulos que Jesús había enviado (Mar 6:7-13) indudablemente añadían a la preocupación de Herodes. Parece que uno de los propósitos de Marcos al describir la muerte de Juan era prefigurar la muerte violenta de Cristo mismo y aun de algunos de sus seguidores.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
el rey Herodes es Herodes Antipas, uno de los hijos de Herodes el Grande, el rey que trató de matar a Jesús cuando era pequeño (Mat 2:1-18). Después de la muerte de Herodes el Grande en el año 4 d.C su reino se dividió entre Arquelao, quien recibió Judea y Samaria; Felipe, quien gobernó Iturea y Traconite, norte y este de Galilea; y Antipas, quien controlaba Galilea y Perea desde el año 4 a.C. hasta el 39 d.C Jesús ministró mayormente en el territorio gobernado por Antipas.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Oyó el rey Herodes. Vea la nota sobre Mat 14:1. El contexto indica que Herodes escuchó algunas noticias emocionantes centradas en Jesús y en los resultados de la reciente predicación y milagros de los discípulos en Galilea. Juan el Bautista. El precursor de Cristo (vea las notas sobre Mar 1:4-7; Mat 3:1 ; Mat 3:4 ; Mat 3:6).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
6:14 — Oyó el rey Herodes (nombre no personal, sino de familia) la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes — Este Herodes es Antipas, el hijo del Herodes que mató a los inocentes (Mat 2:16), y hermano de Arquelao (Mat 2:22). Gobernaba una cuarta parte de Galilea (tetrarca de Galilea, Mat 14:1; Luc 3:1). Este Herodes fácilmente oiría de la fama de Jesús porque para ahora Jesús había hecho muchos milagros en Galilea y en sus derredores. (La predicación de los doce en su misión limitada también pudo haber tenido efecto en esta deducción de Herodes y de otros). Véase Luc 9:7-9. Marcos sigue el desarrollo de su libro, al tratar la identidad verdadera de Jesús de Nazaret. Véase ver. 2, comentarios. Ahora relata otro concepto erróneo respecto a Jesús, el Hijo de Dios. Herodes cree que Juan el bautista, a quien él había muerto, resucitó de los muertos y que ahora es la persona que anda alrededor haciendo milagros. La conciencia mala de Herodes sin duda contribuyó a su conclusión respecto a Juan.
Es común que en diferentes versiones el nombre del referido Juan se escriba así, o “Juan el Bautista” o “Juan Bautista”, siempre con letra mayúscula con respecto a “bautista”. De esta manera se deja la impresión equivocada de que “Bautista” es parte de su nombre propio. Véase 1:4, comentarios.
Es curiosa la falsa deducción de Herodes con respecto a los milagros hechos por Jesús. ¿Cómo podía ser Jesús Juan el bautizador si Juan nunca hizo milagro alguno (Jua 10:41)?
Según Luc 9:7 otros también pensaban que Jesús era Juan el bautista resucitado de los muertos.
Compárese 8:28.
Fuente: Notas Reeves-Partain
TRES VEREDICTOS SOBRE JESÚS
Marcos 6:14-15
El rey Herodes oyó acerca de Jesús, porque Su nombre se conocía por todas partes. Y se dijo: «Juan el Bautista ha resucitado. Por eso obran en Él esos poderes milagrosos.» Otros decían: «¡Es Elías!» Otros: «Es un profeta como los famosos profetas de la antigüedad.»
Para entonces ya se tenían noticias de Jesús en todo el país. El informe llegó a los oídos de Herodes. La razón por la que no había sabido de Jesús hasta aquel momento puede haber sido debida al hecho de que su residencia oficial en Galilea estaba en Tiberíades, una ciudad mayormente gentil y que, por lo que sabemos, Jesús no visitó nunca. Pero la misión de los Doce había llevado la fama de Jesús por toda Galilea, de manera que Su nombre se oía por todas partes. En este pasaje tenemos tres veredictos sobre Jesús.
(i) Tenemos el veredicto de una conciencia culpable. Herodes había sido responsable de la ejecución de Juan el Bautista, y su conciencia no le dejaba tranquilo. Siempre que una persona comete una mala acción, el mundo entero se convierte en su enemigo. Interiormente, no puede dominar sus pensamientos; y, siempre que los deja correr, vuelven a la acción malvada que ha cometido. Nadie puede evitar vivir consigo mismo; y cuando su ser interior se convierte en su acusador, la vida resulta un infierno. Externamente, vive en constante temor de ser descubierto, y de que algún día le alcancen las consecuencias de su mala acción.
Hace algún tiempo, un preso se escapó de una cárcel de Glasgow. Después de cuarenta y ocho horas de libertad, le detuvieron otra vez, helado y hambriento y agotado. Dijo que no había valido la pena: «No he tenido ni un minuto bueno. Perseguido, perseguido todo el tiempo. No se puede uno parar para comer ni para dormir.»
Perseguido, esa es la palabra que a menudo describe la vida del que ha hecho algo malo. Cuando Herodes oyó de Jesús, lo primero que se le pasó por la mente fue que Ese era Juan el Bautista, el que él había matado, que venía a ajustarle las cuentas. El pecado no vale nunca la pena, porque la vida de pecado es una vida asediada.
(ii) Tenemos el veredicto del nacionalista. Algunos pensaban que ese Jesús era Elías redivivo. Los judíos esperaban al Mesías. Había muchas ideas acerca del Mesías, pero la más corriente era que sería un gran Rey conquistador que les devolvería a los judíos su libertad política, y después los conduciría victoriosamente a la conquista del mundo entero. Era una parte esencial de esa creencia que, antes de la venida del Mesías, Elías, el más grande de los profetas, volvería otra vez para ser Su heraldo y precursor. Hasta nuestros días, cuando los judíos celebran la Pascua en sus hogares, ponen una silla de más a su mesa que llaman la silla de Elías, y le ponen un vaso de vino delante en la mesa. Y en cierto momento de la celebración van a la puerta y la abren de par en par para que Elías pueda entrar y traerles por fin las largo tiempo esperadas noticias de que ha venido el Mesías.
Este era el veredicto de los que deseaban encontrar en Jesús el cumplimiento de sus propias ambiciones. Creían que Jesús era, no Alguien a Quien debían someterse y obedecer, sino alguien que podían usar. Los tales piensan más en sus propias ambiciones que en la voluntad de Dios.
(iii) Tenemos el veredicto de los que estaban esperando escuchar la voz de Dios. Había algunos que veían en Jesús a un profeta. Por aquel entonces los judíos eran tristemente conscientes de que hacía trescientos años que estaba callada la voz de la profecía. Escuchaban los argumentos y las discusiones legales de los rabinos; escuchaban las pláticas morales de la sinagoga; pero hacía tres largos siglos que no escuchaban una voz que proclamara: «¡Así dice el Señor!» Había personas en aquellos días que esperaban escuchar la auténtica voz de Dios -y la oyeron en Jesús. Es verdad que Jesús era más que un profeta. Él no Se limitó a traer la voz de Dios. Trajo a la humanidad el poder y la vida y el ser de Dios mismo. Pero los que vieron en Jesús a un profeta estaban mucho más cerca que la conciencia inquieta de Herodes y la expectación de los nacionalistas. Si habían llegado a ese punto en su idea de Jesús, no les serían difícil dar un paso adelante más y ver en Él al Hijo de Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
La muerte de Juan el Bautista (Mar 6:14-29)
Análisis de discurso
Esta sección es una historia de martirio en la que el personaje principal no es Jesús sino Juan el Bautista. Se encuentra intercalada entre el envío de los discípulos y su regreso, cuando éstos le cuentan a Jesús lo que han hecho. Por alguna razón, Marcos siente que debe colocar esta historia aquí, interrumpiendo en cierta manera la narración relativa a la misión de los doce. Obviamente, la sección cumple una función narrativa y teológica que el autor nunca explica y que, por tanto, es nuestra tarea dilucidar. Una manera de explicar dicha función es afirmar que, a través de esta narración, Marcos anticipa la muerte de Jesús y a la vez advierte a su audiencia sobre el precio del discipulado. Jesús correrá la misma suerte que Juan, pues ambos son profetas enviados por Dios al pueblo de Israel. Por su parte, los doce son enviados por Jesús a una misión en la que el rechazo es una posibilidad constante (Mar 6:11). Los lectores del Evangelio, también discípulos y discípulas de Jesús, se percatan aquí de los sacrificios y las dificultades que les esperan en un mundo lleno de impiedad y de injusticia.
El pasaje se divide en una introducción (vv. Mar 6:14-16), la descripción del arresto de Juan (vv. Mar 6:17-20), la fiesta de cumpleaños de Herodes (vv. Mar 6:21-28) y un epílogo referido al entierro de Juan (v. Mar 6:29).
TÍTULO: Todas las versiones consultadas coinciden en darle a este pasaje el título «La muerte de Juan el Bautista».
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
El rey Herodes: Se trata de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, el hijo de Herodes el Grande.
Y dijo: Aquí RV95 toma como base una variante textual que ha sido descartada por todas las versiones consultadas y por el GNT. Es preferible adoptar una variante que propone “y decían”, refiriéndose a la gente, no a Herodes.
Resucitado de los muertos: Esta expresión traduce un verbo griego en voz pasiva que significa que alguien ha vuelto a la vida, y lo ha hecho no por su propio poder, sino por el poder de otro agente, en este caso: Dios. La traducción literal sería “ha sido levantado de entre los muertos”, lo cual significa que alguien ha vuelto del Seol, el lugar de los muertos, a la vida. “Levantarse” es una suerte de metáfora para describir el tránsito de la muerte, entendida también como un sueño (ver Mar 6:39), a la vida. Si resucitado de los muertos es incomprensible o problemático para la audiencia receptora, una alternativa es traducir, como TLA, «que había vuelto a vivir», o, simplemente, “que había vuelto a la vida”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— Herodes: Ver nota a Mat 14:1.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Mat 11:14; Mat 6:14; Mat 21:11.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La muerte de Juan el Bautista (ver Mat. 14:1-12; Luc. 9:7-9, 19, 20). El encarcelamiento de Juan fue la señal del comienzo del ministerio de Jesús, de manera que la muerte de Juan fue la señal de cómo terminaría su ministerio. Nos maravilla ver las diferentes maneras que surgieron tratando de comprender el ministerio de Jesús. Algunos lo vieron como que Elías había vuelto (su llegada había sido contemplada como antes de la llegada del Mesías). Otros lo veían, por lo menos, como un profeta. La conciencia de culpabilidad de Herodes lo hizo pensar que Jesús era Juan, vuelto de la muerte para confrontarle y reprenderle nuevamente.
Los detalles de un relato tan sórdido no deben detenernos: un profeta valeroso, un rey vicioso, una mujer vengativa, una niña sin vergüenza (ninguna otra danzaría en público para entretener a las personas presentes en la tertulia) y una muerte solitaria. ¿Dónde estaban los poderes del reino de Dios en esta situación? Aun Juan tuvo la tentación de hacer esta pregunta desde la prisión (Mat. 11:3). Sólo podemos contestar a la luz del Calvario, cuando Jesús mismo caminó por la misma senda de un sufrimiento inmerecido por nosotros; ya que la cruz, a pesar de su debilidad aparente, es el poder de Dios que conduce a la salvación (Rom. 1:16). Si Jesús anduvo por esta senda, luego todos sus seguidores deben estar preparados para transitar por ella.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) Lit.: “porque el nombre de él”.
(2) “La gente decía”, BW; אACSyh,p,s: “él decía”.
(3) * O: “sumergidor; zambullidor”. Gr.: ba·ptí·zon.
REFERENCIAS CRUZADAS
v 255 Mat 14:1; Luc 9:7
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
El rey Herodes. Véase coment. en Mt 14:1.
Juan el Bautista ha resucitado. El recuerdo de su vida y el impacto de su ministerio (v. vers. 20 y 1:5) hicieron que algunos asociaran a Jesús con Juan.
Fuente: La Biblia de las Américas
14 super (1) Es decir, actúan y son manifestadas.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
el rey Herodes. Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y de Perea desde el 4 a .C. hasta el 39 d.C. No era oficialmente rey, pero se le daba popularmente este título.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Estos versículos narran la muerte de uno de los más eminentes santos de Dios; describen el asesinato de Juan el Bautista. De todos los evangelistas ninguno refiere esa triste historia tan minuciosamente como S. Marcos. Veamos que lecciones prácticas para nuestras almas contiene este pasaje.
Descubrimos, en primer lugar, el poder maravilloso que la verdad ejerce sobre la conciencia. Herodes «teme» a Juan el Bautista mientras este vive, y su recuerdo lo conturba después de su muerte. Un pecador solitario y sin amigos, no usando otra arma que la verdad de Dios, perturba y aterra a un rey.
Todo hombre tiene conciencia, y ese es el secreto del poder que ejerce un ministro fiel. Por eso Félix «tembló» y Agripa quedó «Casi persuadido», cuando Pablo, que era un prisionero, habló en su presencia. Dios ha encerrado un testigo suyo en el corazón de los inconversos. Aunque el hombre es un ser caído y corrompido, sus pensamientos lo acusan o lo excusan, según es su vida, pensamientos que no se pueden ahogar, y que inquietan y espantan aún a los reyes como Herodes.
Nadie tiene que recordar esto más que los ministros y los maestros. Si predican y enseñan la verdad de Cristo, pueden estar seguros que su trabajo no es vano.
Podrán ser los niños desatentos en la escuela, los oyentes en las congregaciones descuidados; pero en uno y otro caso, el efecto producido en la conciencia es a menudo mucho más grande de lo que vemos. Se ven brotar semillas y dar fruto, después que el sembrador, como Juan Bautista, ha muerto o partido.
Vemos, en segundo lugar, cuan adelantados pueden estar en religión algunas personas y no salvarse con todo por ceder a un pecado que los domina.
El rey Herodes fue más lejos que muchos: «temía a Juan;» «sabía que era un justo y un santo;» lo «observaba;» lo «escuchaba, y hacía muchas cosas» de las que recomendaba; hasta «lo oía con gusto». Pero Herodes no quería dejar de hacer una cosa: no quería cesar en su adulterio; no quiso abandonar a Herodías; y por eso condenó su alma por una eternidad.
Que el caso de Herodes sea para nosotros un apercibimiento. No nos reservemos nada, no nos adhiramos a ningún vicio favorito no tengamos consideración con nada que se interponga entre nosotros y nuestra salud eterna. Examinemos nuestro interior hasta estar seguros que no hay ninguna concupiscencia favorita, ninguna trasgresión acariciada, que como otra Herodías, esté matando nuestras almas. Prefiramos cortarnos la mano derecha y sacarnos el ojo derecho, a descender al fuego del infierno. No nos contentemos con ir a admirar a predicadores de fama, ni oír con gusto sermones evangélicos; no descansemos hasta que no podamos repetir con David, «Estimo justos todos tus mandamientos, respecto a todas las cosas, y aborrezco los falsos manejos» Salmo 119.128 Vemos en tercer lugar, con que valor un fiel ministro de Dios debe reprochar el pecado. Juan Bautista habló muy francamente a Herodes de la maldad que cometía. No se excusó de hacerlo so pretexto que decírselo pudiera ser imprudente, impolítico, inoportuno o inútil. No lo trató con suavidad, ni intentó paliar la maldad del rey empleando palabras blandas para describir su falta. Dijo a su real oyente la verdad sencilla sin mirar a las consecuencias: «No es justo que tengas a la mujer de tu hermano».
He aquí un ejemplo que todos los ministros deberían imitar. En público y en privado, desde el púlpito y en sus visitas domiciliarias, deben reprochar todo pecado conocido, y apercibir a todos los que viven en él. Quizás incomode; quizás se haga impopular; pero no debe ocuparse de ello; cumplan con su deber y dejen a Dios las consecuencias.
No hay duda que se necesita mucha gracia y mucho valor para manejarse así. No hay duda que un acusador, como Juan Bautista, debe trabajar con mucho amor y mucha prudencia al cumplir con la comisión que ha recibido de su Maestro de reprochar a los malvados; pero es asunto en que su fidelidad y su caridad están empeñadas. Si cree que una persona está perjudicando su alma, debe decírselo; si lo ama realmente, no debe dejar de advertirle que corre a su ruina. Por grande que la ofensa parezca al principio, el acusador fiel al cabo será generalmente respetado. «El que reconviene a un hombre, encontrará después más favor en él, que el que lo lisonjea con sus palabras» Prov. 28.23 Vemos, en cuarto lugar, cuan profundamente odian los hombre a los que los reconvienen cuando están determinados a continuar en sus pecados. Herodías, la desgraciada cómplice de la iniquidad del rey, estaba al parecer más hundida en el abismo del pecado que Herodes. Con una conciencia endurecida y cauterizada por la maldad, aborrecía a Juan Bautista por su franqueza y rectitud, y no paró hasta lograr su muerte.
No debemos maravillarnos; cuando los hombres han escogido su línea de conducta, y están resueltos a continuar por la senda del crimen en que han entrado, miran mal a todo el que trata de sacarlos de ella. Quieren que los dejen tranquilos; se irritan con la oposición, y se enfurecen cuando se les dice la verdad. Se dijo del profeta Elías que era un «hombre que revolvía a Israel». El profeta Miqueas fue odiado por Acab, «porque nunca profetizó de el bien, sino mal». Los profetas y los predicadores fieles han sido tratados de la misma manera en todas épocas. Han sido aborrecidos al mismo tiempo que no creídos.
No nos sorprendamos, pues, cuando oigamos que se odian, que se injurian a algunos ministros fieles del Evangelio, y que se habla mal de ellos. Recordemos que han sido ordenados para servir de testigos contra el pecado, el mundo, y el diablo, y que si son fieles, tienen que causar ofensas. No es una mancha en el carácter de un ministro no agradar a los impíos y a los malvados; ni deben tener por un honor que todos hablen bien de ellos. Creemos que no se meditan bastante estas palabras de nuestro Señor: «Ay de vosotros cuanto todos los hombres hablan bien de ustedes.
Vemos, en quinto lugar, cuanta influencia tienen en producir el pecado las fiestas y los banquetes. Herodes celebra su natalicio con un espléndido banquete; pasa el día con los convidados en beber y danzar; y en un momento de excitación concede a una joven impía la petición que le hacer de ordenar la decapitación de Juan Bautista. Es probable que el día siguiente se arrepintió de su conducta; pero era ya tarde; lo hecho no tenía remedio.
Es una pintura fiel de las consecuencias que suelen tener las fiestas y las diversiones. Se hacen cosas en tales ocasiones, cuando las pasiones se encienden, que se lloran después amargamente. ¡Felices los que se alejan de semejantes tentaciones, y evitan presentarle al diablo esas oportunidades! Nadie sabe lo que es capaz de hacer una vez que se aventura lejos de los caminos seguros y conocidos. Muchos pueden considerar muy inocente permanecer hasta horas muy avanzadas en salones llenos de turbas numerosas, gozando en fiestas espléndidas con la música y con la danza; pero el cristiano no debe olvidar nunca que tomar parte en ellas es abrir ancha puerta a las tentaciones.
Vemos, finalmente, n estos versículos que premio tan escaso reciben en este mundo algunos de los mejores siervos de Dios. Una prisión injusta y una muerte violenta fueron los frutos que recogió Juan Bautista de sus asiduas tareas. Como Esteba y Santiago y otros, de quienes el mundo no fue digno, fue llamado a sellar su testimonio con sangre.
Historias como estas han sido escritas para recordarnos que cosas mejores están reservadas aun para los verdaderos cristianos. Su descanso, su corona, su salario, su premio, están del otro lado de la tumba. Aquí, en este mundo, tienen que marchar guiados por la fe, y no por la vista; y muy desconsolados se verán, si esperan obtener alabanzas de los hombres.
Aquí, en esta vida, tienen que sembrar, trabajar, combatir y sufrir persecuciones; y si esperan una gran recompensa en la tierra, esperan lo que no recibirán. Pero esta vida no es todo: tiene que llegar el día de la retribución, el tiempo de la cosecha de la Gloria, y el cielo compensará por todo. No, los ojos no han visto, ni los oídos han escuchado, las glorias que Dios ha atesorado para todos los que lo aman. No se ha de medir el valor de la religión verdadera por lo que se ve, sino por lo que no se ve. «Porque yo juzgo, que lo que en este tiempo se padece, no es digno de compararse con la Gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada». Rom.8.18. «Porque nuestra leve tribulación, que no es sino por un momento, obra por nosotros un peso de Gloria inconmensurablemente grande y eterno». Cor.4.17
Fuente: Los Evangelios Explicados
decían… M↓ dijo; actúan sobrenaturalmente… Gr. energéo = energizar → §317.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R694 El artículo αἱ casi equivale en significado a estos.
R1111 En Ἰωάννης ὁ Βαπτίζων, no hay una referencia al tiempo presente, sino es la descripción general de Juan como el Bautista, sin relación con tiempo. Realmente se usa con respecto a él después de su muerte (el participio es equivalente a ὁ Βαπτιστής -BD413[1]; la frase es un término menos técnico que el sustantivo -MT127).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., oyó
Lit., su nombre
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit. llegó.
6.14 M i registran el singular dijo.
6.14 Es decir, los poderes milagrosos o sobrenaturales.