Comentario de Marcos 11:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos

11:1 — Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos — Sobre los primeros once versículos de este capítulo, consúltense Mat 21:1-11; Luc 19:28-44; Jua 12:12-19.

De Jericó, Jesús y sus discípulos viajaron a Jerusalén (10:32,46), llegando primero a Betfagé y a Betania, al oriente de Jerusalén, seis días antes de la Pascua (Jua 12:1). Aquí, ya estando muy cerca de Jerusalén (a dos millas), Jesús comisiona a dos de sus discípulos a ir a traerle el animal pedido, para poder andar montado como un rey a entrar en Jerusalén.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Cuando se acercaban a Jerusalén. Mat 21:1; Luc 19:29; Jua 12:14.

al monte. Mar 13:3; 2Sa 15:30; Zac 14:4; Mat 24:3; Mat 26:30; Jua 8:1; Hch 1:12.

envió dos de sus discípulos. Mar 6:7; Mar 14:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús y la entrada triunfal a Jerusalén, Mar 11:1-11;

maldice a la higuera estéril, Mar 11:12-14.

purifica el templo, Mar 11:15-19;

exhorta a los discípulos ha mantenerse firmes en la fe, y que perdonen a sus enemigos, Mar 11:20-26;

y defiende la legalidad de sus acciones por el testimonio de Juan que fue un hombre enviado por Dios, Mar 11:27-33.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Más de un tercio de la narración de Marcos ocurre durante un período de siete días: la semana de la Pascua cuando finalmente Jesús muere. Al Evangelio de Marcos se le ha llamado una historia de la Pasión con una larga introducción. Su énfasis en la semana de la Pascua es apropiado. Sin esta semana, Jesús no habría cumplido el propósito de venir a la tierra.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Betfagé y Betania están al este del Monte de los Olivos, a tres km de las puertas de Jerusalén. Lázaro creció en Betania (Jua 12:1).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LA SEMANA SANTA. En este punto del Evangelio según San Marcos comienzan los acontecimientos de la Semana Santa (caps. Mar 11:1-33; Mar 12:1-44; Mar 13:1-37; Mar 14:1-72; Mar 15:1-47), seguidos por la resurrección (cap. Mar 16:1-20).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 11.

Entrada triunfal en Jerusalén. 11:1-11 (Mat 21:1-11; Luc 19:20-40; Jua 12:12-19).
Cf. Comentario a Mat 21:1-11.
1 Y cuando se aproximaba a Jerusalén, a Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos de los discípulos 2 y les dijo: Id a la aldea que está enfrente, y luego que entréis en ella, encontraréis un burrito atado, sobre el que nadie montó aún; selladlo y traedlo. 3 Si alguno os dijere: ¿Por qué hacéis esto? decidle: El Señor tiene necesidad de él; y al instante os lo dejará traer. 4 Se fueron, y encontraron el pollino atado a la puerta, fuera, en el camino, y le soltaron. 5 Algunos de los que allí estaban les dijeron: ¿Por qué desatáis el burrito? 6 Ellos les contestaron como Jesús les había dicho, y les dejaron. 7 Llevaron el burrito a Jesús, y, echándole encima sus vestidos, montó en él. 8 Muchos extendían sus mantos sobre el camino, otros cortaban verde de los campos, 9 y los que le precedían y le seguían gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el Reino, que viene, de David, nuestro padre! ¡Hosanna en las alturas! 1′ Entró en Jerusalén, en el templo, y después de haberlo visto todo, ya de tarde, salió para Betania con los Doce.

V.9. La frase “Bendito el que viene” probablemente tiene sentido mesiánico (Mat 11:3; Luc 7:19; cf. Jua 4:25).
V.10. En este homenaje mesiánico, Mc tiene una frase propia: “¡Bendito el Reino, que viene, de David, nuestro padre!” La aclamación es mesiánica, pues no se trata sólo de instaurar en Jerusalén el reino davídico en lugar del procurador de Roma, sino de dar cumplimiento, en aquella época de inminente expectación mesiánica, al reino de David en su descendiente el Mesías. En la perspectiva histórica y literaria de Mc, esto es evidente. Es lo que se pedía tres veces al día en la oración Shemone esre: restablecer “el Reino de la casa de David,” es decir, la venida mesiánica 1. La frase “nuestro padre” acentúa más la nota israelita (Hec 4:25) y propia de Mc 2.

Maldición de la higuera. 11:12-14 (Mat 21:18-19).
Cf. Comentario a Mat 21:18-19.
12 A la mañana siguiente, saliendo de Betania, sintió hambre. 13 Viendo de lejos una higuera, se fue por si encontraba algo en ella, y, llegándose a ella, no encontró sino hojas, porque no era tiempo de higos. 14 Tomando la palabra, dijo: Que nunca jamás coma ya nadie fruto de ti. Los discípulos le oyeron.

Mc, a diferencia de Mt, divide artificiosamente este relato en dos puntos separados. Cristo va a una higuera por si encuentra algún fruto en ella, mas sólo encontró hojas. Pero Mc resalta que no era tiempo de ellos. La maldijo, diciendo que no produjese más fruto. Mt dirá que se secó al punto. En Mc queda así planteado el “problema” para dar la solución después de intercalarse otro pasaje 3. Es una acción simbólica, de valor complejo. Se estudia en Mt. Esta partición de la escena, ¿puede tener alguna relación estilística cercana con la del ciego (Mar 8:24-25) que ve en dos etapas?

Expulsión de los vendedores del templo,Mar 11:15-19 (Mat 21:12-16; Luc 19:45-48;
Jua 2:13-22). Cf. Comentario a Jua 2:13-22.
15 Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a expulsar a los que allí vendían y compraban, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas; 16 no permitía que nadie transportase fardo alguno por el templo, 17 y les enseñaba y decía: ¿No está escrito: “Mi casa será casa de oración para todas las gentes”? Pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones. 18 Llegó todo esto a oídos de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y buscaban cómo perderle; pero le temían, pues toda la muchedumbre estaba maravillada de su doctrina. 19 Cuando se hizo tarde, salió de la ciudad.

Jn es el que presenta más amplia referencia de este episodio. De los sinópticos es Mc el que más lo destaca.
Mc destaca la universalidad del templo para “todas las gentes,” lo que omiten Mt-Lc. Acaso esta evocación se haga porque, al establecer estos comercios en el patio de los gentiles, dificultaban a éstos el acceso al templo. Pero el sentido teológico es la universalidad de la misma fe. La segunda alusión, que traen los tres sinópticos, comparando la profanación a una “cueva de ladrones,” por sus mercancías abusivas, es una evocación sumamente oportuna de Jeremías (Jua 7:11) 4.

La higuera seca,Jua 11:20-26 (Mat 21:20-22).
Cf. Comentario a Mat 21:20-22.
20 Pasando de madrugada, vieron que la higuera se había secado de raíz. 21 Acordándose Pedro, le dijo: Rabí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. 22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23 En verdad os digo que si alguno dijere a este monte: Quítate y arrójate al mar, y no vacilare en su corazón, sino que creyere que lo dicho se ha de hacer, se le hará. 24 Por esto os digo, todo cuanto orando pidiereis, creed que lo recibiréis y se os dará. 25 Cuando os pusieseis en pie para orar, si tenéis alguna cosa contra alguien, perdonadlo primero, para que vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone a vosotros vuestros pecados. 26 Porque, si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre, que está en los cielos, os perdonará vuestras ofensas.

La estructura artificiosa de Mc le permite unir a la sorpresa de los discípulos ante la higuera seca 5, no sólo la doctrina sobre la necesidad de la oración, sino añadir en un amplio contexto lógico otra serie de enseñanzas relacionadas con ello. La confianza en el poder de Dios y el poder de la oración. La comparación del “monte” era un proverbio ambiental para indicar la realización de cosas que no podían ser hechas por medios ordinarios. La oración le evoca a Mc la petición del Padrenuestro sobre la necesidad del perdón. Una de las necesidades más apremiantes es pedir perdón por nuestras culpas (Dan 9:4; Tob 3:3; Bar 3:2, etcétera), y para esto hay que perdonar al prójimo. Máxime se diría exigida esta oración de doble perdón ante esa fe confiada que producirá milagros de Dios.

Cuestión sobre los poderes de Jesús. 11:27-33 (Mat 21:23-27; Luc 20:1-8).
Cf. Comentario a Mat 21:23-27.
27 Llegaron de nuevo a Jerusalén. Paseándose El por el templo, se le acercaron los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le dijeron: 28¿Con qué poder haces estas cosas o quién te ha dado poder para hacerlas? 29Jesús les contestó: También voy a haceros una pregunta, y, si me respondéis, os diré con qué poder hago estas cosas. 30E1 bautismo de Juan, ¿era del cielo o era de los hombres? Respondedme. 31 Comenzaron a cavilar entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, dirá: Pues ¿por qué no habéis creído en él? 32 Pero, si decimos que de los hombres, es de temer la muchedumbre, porque todos tenían a Juan por profeta. 33 Respondiendo, pues, a Jesús, le dijeron: No sabemos. Y Jesús les dijo: Entonces tampoco yo os digo con qué poder hago estas cosas.

Poco después de la purificación del templo, estando en él, la autoridad del mismo – representación oficial del sanedrín – le interroga sobre el “poder” conque hace estas cosas, es decir, de quién lo “recibió.” La condena estaba de antemano, pues no lo había recibido de ellos. La referencia es a la acción purificadora del templo (Mc-Mt). Lc, sin duda, se refiere a la misma, pero por yuxtaponerlo a Cristo, que estaba en el templo enseñando, desorienta un poco su verdadero sentido.
Cristo les responde, conforme al método rabínico, con una pregunta tan comprometida para ellos, que no tenía respuesta 6. Cristo reconoce y destaca su autoridad.

1 Lagrange, Le Messiamsme p.339.
2 Kuhn, Das Reittier Jesu in der Einzugsgeschichte des : Zntw (1959) 82-91; O. Michel, Eine philologische Frage zur Einzugsgeschichte (Mc ll,2ss par): N..T. Studies (Cambridge 1959) 81s; T. A. Burkill, Strain on the Secret. An Examination of Mar 11:1-13 : Znw (1960) 31-46.
3 Anzalone, Ilfico maldetto: Palest. Clero (1958) 257-264; G. Münderlein,Z)¿é? VerfliLchung des Feigenbaumes (Mar 11:12-14): New Test. Studies (1963) 89-104.
4 Braun, L’expulsion des vendeurs du Temple: Rev. Bibl. (1929) 178-200; R. H. Lightfoot, The Cospel Message of Mark (1950) c.5: The Cleansing of the Temple in St. Mark’s Cospel 60-69; G. W. Buchanan, Mark 11:14-19: Bñgands in the Temple, The Hebrew College Annual (Cincinnati 1959) 169-177; R. B. Montgomery, The House of Prayer, Mar 11:17 : The Cath. Bibl. Quart. (1959) 21-27.
5 Mancini, La ficaia e i fichi: Pal. Clero (1950).
6 J. Coutts, The Autoñty of Jesús of Twelve in St Mark’s Cospel: Journ. Theol. Studies (London 1957) 111-118.

Fuente: Biblia Comentada

se acercaban a Jerusalén. Una sencilla frase de transición que marca el final de la narración del capítulo Mar 10:1-52. También indica el comienzo de la fase final de los tres años de ministerio de Jesús. Betfagé. Un pequeño pueblo al E de Jerusalén, cuyo nombre significa literalmente «casa de higos verdes» (vea la nota sobre Mat 21:1). Betania. El pueblo de María, Marta y Lázaro (Jua 11:1); en la ladera oriental del Monte de los Olivos, a 3 km al E de Jerusalén. monte de los Olivos. Esta montaña se elevaba entre Betania y Jerusalén (vea la nota sobre Mat 24:3).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

11:1 — Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos — Sobre los primeros once versículos de este capítulo, consúltense Mat 21:1-11; Luc 19:28-44; Jua 12:12-19.
De Jericó, Jesús y sus discípulos viajaron a Jerusalén (10:32,46), llegando primero a Betfagé y a Betania, al oriente de Jerusalén, seis días antes de la Pascua (Jua 12:1). Aquí, ya estando muy cerca de Jerusalén (a dos millas), Jesús comisiona a dos de sus discípulos a ir a traerle el animal pedido, para poder andar montado como un rey a entrar en Jerusalén.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA LLEGADA DEL REY

Marcos 11:1-6

Cuando iban llegando, ya cerca de Jerusalén, a Betfagué y a Betania, Jesús mandó por delante a dos de Sus discípulos diciéndoles:
-Entrad en la aldea que tenéis enfrente, y, en cuanto entréis encontraréis un borriquillo atado en el que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traédmelo. Y si alguien os pregunta por qué estáis haciéndolo, decidle: «El Señor lo necesita; e inmediatamente lo devolverá. «
Ellos se adelantaron, y encontraron el borriquillo atado ala entrada de una casa en plena calle, y lo desataron. Y algunos de los que estaban por allí les dijeron:

-¿Qué estáis haciendo desatando el borriquillo?

Y ellos les dijeron lo que Jesús les había dicho que dijeran, y los dejaron marcharse.

Hemos llegado a la última etapa del viaje de Jesús. La había precedido la retirada alrededor de Cesarea de Filipo en el extremo Norte; luego habían pasado un tiempo en Galilea; habían estado después en las montañas de Judasa y en Transjordania; habían pasado por Jericó, y ahora llegaban a Jerusalén.
Tenemos que fijarnos en algo sin lo cual la historia es casi ininteligible. Cuando leemos los tres primeros evangelios, tenemos la idea de que esta fue la primera visita de Jesús a Jerusalén. Están interesados en contarnos la historia de la obra de Jesús en Galilea. Debemos tener presente siempre que los evangelios son muy cortos; en su corto espacio se apiña la obra de tres años, y los autores no tenían más remedio que seleccionar las cosas en las que querían insistir y de las que tenían un conocimiento especial. Y cuando leemos el cuarto evangelio, encontramos a Jesús frecuentemente en Jerusalén (Jn 2:13 ; Jn 5:1; Jn 7:10 ). De hecho encontramos que Jesús subía regularmente a Jerusalén para las grandes fiestas. No hay ninguna contradicción en este punto. Los tres primeros evangelios están interesados especialmente en el ministerio de Jesús en Galilea; y el cuarto, en el de Judasa. Sin embargo, también los primeros tres contienen indicaciones de que Jesús visitaba Jerusalén con cierta frecuencia. Tenemos Su estrecha amistad con Marta y María y Lázaro, una amistad que supone muchas visitas. Tenemos el hecho de que José de Arimatea era un amigo secreto Suyo. Y, sobre todo, tenemos el dicho de Jesús en Mt 23:37 , de que Jesús había querido a menudo reunir a los habitantes de Jerusalén como la gallina reúne a sus polluelos debajo de las alas, pero ellos Se lo habían impedido. Jesús no podría haber dicho eso si no fuera porque había hecho más de una llamada, que había recibido una fría respuesta. Esto explica el incidente del borriquillo. Jesús no dejaba las cosas para el último momento. Sabía lo que iba a hacer, y tiempo atrás había hecho los preparativos con un amigo. Cuando envió por delante a dos de Sus discípulos, les dio una consigna que había concertado de antemano: » El Señor lo necesita.» Esto no fue una decisión. improvisada y repentina de Jesús. Fue algo hacia lo que se había ido desarrollando toda Su vida.

Betfagué y Betania eran aldeas cercanas a Jerusalén. Probablemente Bet fagué quiere decir casa de higos, es decir, región abundante en higueras y el comercio de los higos; y Bet-ania quiere decir casa de dátiles, por razones parecidas. Deben de haber estado muy cerca de Jerusalén, porque sabemos por la ley judía que Betfagué era una de un círculo de aldeas que marcaban el límite de lo que se podía andar en sábado, es decir, cosa de un kilómetro; mientras que Betania era uno de los lugares dormitorio para los peregrinos de la Pascua cuando Jerusalén estaba llena.

Los profetas de Israel habían tenido a veces una manera característica de presentar su mensaje. Cuando las palabras resultaban insuficientes, recurrían a la acción dramática, como si dijeran: » Si no queréis oír, no tendréis más remedio que ver» (Cp. especialmente 1R 11:30-32 ). Estas acciones dramáticas eran lo que podríamos llamar advertencias o sermones representados. Ese método fue el que Jesús empleó aquí. Su acción fue una presentación dramática deliberada de Sus credenciales como Mesías.

Pero debemos fijarnos bien en lo que estaba haciendo. Había un dicho del profeta Zacarías (Zac 9:9 ): » ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.» Todo el impacto está en que el Rey venía en son de paz. En Palestina, el asno no era una acémila despreciada, sino un animal noble. Cuando un rey iba a la guerra, su montura era un caballo; pero cuando iba en son de paz, cabalgaba en un asno. Ahora el burro es el paradigma del desprecio divertido, pero en los tiempos de Jesús era una montura de reyes. Pero debemos advertir la clase de Rey que Jesús proclamaba ser. Vino manso y humilde, pacíficamente y para traer la paz. Le saludaron como Hijo de David, pero no Le comprendieron.

Fue hacia este tiempo cuando se escribió el poema hebreo Los Salmos de Salomón. Representan la clase de. hijo de David que esperaban los judíos. Aquí tenemos su descripción:

Míralo, Señor, y suscítales un rey, un hijo de David, – en el momento que tú elijas, oh Dios, para que reine en Israel tu siervo.
Rodéale de fuerza, para quebrantar a los príncipes injustos, – para purificar a Jerusalén de los gentiles que la pisotean, destruyéndola,
para expulsar con tu justa sabiduría a los pecadores de tu heredad, – para quebrar el orgullo del pecador como vaso de alfarero, .
para machacar con vara de hierro todo su ser, para aniquilar a las naciones impías con la palabra de su boca,
para que ante su amenaza huyan los gentiles de su presencia – y para dejar convictos a los pecadores con el testimonio de sus corazones.

(Salmos de SalomóNm 17:21-25

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 11

b) Entrada de Jesús en Jerusalén (Mc/11/01-11).

1 Y cuando van acercándose a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos, 2 y les dice: «Id a esa aldea que está frente a vosotros y, apenas entréis en ella, encontraréis atado un pollino, en el cual no se ha montado todavía nadie; Desatadlo y traedlo. 3 Y si alguien os dice: «¿Por qué hacéis eso?», responded: «El Señor lo necesita, pero en seguida lo devuelve otra vez aquí.»» 4 Ellos fueron y encontraron un pollino atado delante de una puerta, fuera, en la calle, y se ponen a desatarlo. 5 Pero algunos de los que estaban allí les preguntaban: «¿Qué hacéis desatando el pollino?» 6 Ellos les respondieron como Jesús se lo había indicado. y les dejaron hacerlo. 7 Llevan, pues, el pollino ante Jesús, echan encima del pollino sus mantos, y Jesús se montó en él. 8 Muchos extendieron sus mantos sobre el camino; otros, follaje que cortaban de los campos. 9 Y los que iban delante, igual que los que iban detrás, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino, que ya llega, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» 11 Entró en Jerusalén, en el templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió para Betania con los doce.

Este conocido episodio del domingo de ramos es más profundo de lo que solemos creer en general llevados de la costumbre. Presenta tan fuerte estructuración teológica, que apenas tiene sentido preguntarse por su exacto desarrollo y alcance histórico, por la idea de las turbas acompañantes y por la impresión que produjo en la opinión pública. Los intentos que hasta ahora se han hecho por atribuir a Jesús unos propósitos políticos en base a esta acción, han fracasado; en el proceso seguido contra Jesús este suceso no desempeña ningún papel. Numerosos grupos de peregrinos afluían a la ciudad santa con motivo de la fiesta de pascua, y la entrada de Jesús no presentaba de suyo ningún carácter violento o sensacionalista. Una conmoción mesiánica de las turbas que llegase al terreno político podría deducirse a lo más de sus vítores y aclamaciones; pero éstos no nos los transmiten los evangelistas de modo uniforme, y la coincidente aclamación -que los lectores cristianos relacionaron con la dignidad mesiánica de Jesús en sentido cristiano- «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» es una frase tomada de los Salmos que podía aplicarse a cualquier visitante del templo, una frase litúrgica como lo es el «¡Hosanna!». El evangelista presenta todo el conjunto, llevado no del interés histórico, sino de determinadas intenciones teológicas. Los otros dos sinópticos han puesto nuevos acentos a este relato, desde su personal punto de vista. Aquí sólo nos preguntamos por el propósito de nuestro evangelista. Lo primero que echamos de ver es que Marcos ha insertado la entrada en Jerusalén como un eslabón importante en una cadena de acciones de Jesús. La subida a Jerusalén llega ahora a su meta. La penúltima estación está junto a Betfagé y Betania, en el monte de los Olivos. La doble indicación geográfica, y precisamente en el orden indicado, no deja de sorprender, pues Betfagé está más cerca de Jerusalén (*). Llegados ahí, Jesús se detiene, manda por delante a dos discípulos y hace que le preparen la cabalgadura. La entrada de esta guisa está planeada por él; más aún, prevé con una ciencia milagrosa cómo encontrarán los discípulos el jumentillo, les da instrucciones sobre el modo de actuar, y deja que estallen los honores y aclamaciones. Esto merece una reflexión más detenida; pero consideremos el final del relato tal como nos lo presenta Marcos. Jesús no sólo entra en Jerusalén sino también en el templo y lo observa todo atentamente. No hay duda de que con ello se pretende preparar a los lectores para el suceso del día siguiente: la purificación del templo. También ésta la ha planeado Jesús de antemano; no es una acción espontánea, un arrebato del momento. La descripción detallada de Jesús y su conducta está al servicio de la cristología de Marcos; el Mesías e Hijo de Dios, que hasta ahora se ha ocultado, toma posesión de la ciudad de Dios y del lugar destinado al culto divino, y descubre con esta acción su verdadero ser y voluntad, con la plena conciencia de que este gesto iba a llevarle a la muerte. En la escena preparatoria (v. 1-6) se han querido encontrar ciertos rasgos fabulosos; pero la preparación de la cena pascual, descrita de idéntico modo (14,12-16) revela el propósito de esta exposición: subrayar la voluntad de Jesús (14,12) de ordenarlo todo según su pensamiento mediante su misteriosa presciencia. Se trata de un comportamiento soberano: envía a dos de sus discípulos con un encargo bien preciso; se designa a sí mismo -por única vez en el Evangelio de Marcos- como «Señor» (11,3; cf. 14,14: «el Maestro»), y espera que se obedezcan sus deseos. La presciencia difícilmente puede presentarle como «un hombre divino» según la mentalidad helenista que atribuía una ciencia secreta a los hombres que recibían culto divino; está más bien en la misma linea que su presciencia de la pasión y de sus distintos detalles (10,33s). Jesús conoce las disposiciones de su Padre y los vaticinios de la Escritura que él debe cumplir. Por ello, probablemente también la cabalgadura tiene una oculta relación con la profecía de Zac 9:9 : «¡Oh hija de Sión!, regocíjate en gran manera; salta de júbilo, ¡oh hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey, humilde y montado en un asno, en el pollino de una asna.» Jesús no pretende ser ningún libertador político que se presenta con caballos y carros de guerra, sino que utiliza la montura real de los tiempos antiguos (cf. Gen 49:11) y entra en Jerusalén como un príncipe de paz. El «pollino» podría también ser un potro o caballo joven según el vocablo empleado; pero aquí significa una cría de asna (**). El pasaje de Zacarías en el griego del Antiguo Testamento presenta la expresión «un nuevo (= joven) pollino»; tal vez esto indujo a la observación «en el cual no se ha montado todavía nadie». En todo caso subraya la dignidad de Jesús, que utiliza un animal no empleado todavía ni como montura ni como animal de carga; sobre él extienden los discípulos sus vestidos. De este modo entra Jesús en la ciudad de Dios pobre pero lleno de dignidad y rodeado de su pueblo. Mateo descubre la oculta relación escriturística mediante una citación explícita y afirma claramente que los discípulos actuaron de acuerdo con la indicación de Jesús. Para Marcos lo importante es que todo se desarrolle como Jesús ha predicho a sus discípulos, hasta en los detalles más nimios. No hay por qué preguntarse si Jesús era conocido, y hasta qué punto, por la gente de Betfagé; en la disposición de la sala para la última cena señala incluso a los discípulos al acarreador de agua que les indicaría el camino (Gen 14:14 s). Mediante estos rasgos narrativos se descubre a los lectores la importancia del momento, reconocen la majestad de Jesús y se les introduce en el acontecimiento propiamente dicho. Todo está en los planes de Dios y como tal ante los ojos de Jesús. La larga preparación da a entender que la entrada en Jerusalén era una acción consciente y simbólica de Jesús. Discípulos y pueblo contribuyen a su manera a poner de relieve la dignidad de Jesús. Ahora que la comitiva se ha puesto en movimiento se mencionan tres acciones que tienen un alcance simbólico: los discípulos colocan sus vestidos sobre el animal a modo de montura, como se acostumbraba a hacer en casos honoríficos. En lugar de alfombras las gentes tienden sus vestiduras en el camino delante de Jesús, lo cual es también una costumbre oriental, pero que aquí, cuando aún faltan tres kilómetros de camino para Jerusalén, tiene poco sentido. En el Antiguo Testamento se cuenta cómo en la exaltación de Jehú a rey de Israel «tomando cada uno su propio manto, pusiéronlo debajo de los pies de Jehú en forma de estrado» (2Re 9:13), en homenaje al rey. También el follaje que se arranca de los árboles y que arrojan delante de Jesús sirve de alfombra. Acompañado del entusiasmo popular, Jesús cabalga sobre el asnillo camino de Jerusalén, como el príncipe pacífico y portador de salvación de la profecía de Zacarías (2Re 9:10). Pero el sentido oculto de la escena lo proclaman los vítores de las gentes que iban delante y detrás de Jesús gritando. Hosanna -hebreo hoshiah-na = «¡Sálvanos, pues!»- es una exclamación de súplica y bendición, familiar al pueblo por el Sal 118:25. Este salmo, que es una liturgia de acción de gracias, pertenecía a los llamados «salmos hallel» (113-118), que se cantaban en las grandes festividades. En la festividad de la pascua este canto acompañaba la degollación de los corderos en el templo; pero también en las celebraciones domésticas se entonaban estos alegres cánticos en los que se alaba a Dios por sus obras de salvación a lo largo de la historia de Israel. El versículo siguiente (Sal 118:26) era en su origen una fórmula de bendición sobre los peregrinos que entraban en el templo, cantada por los sacerdotes: «¡Benditos en el nombre de Yahveh todos los que llegan a la casa del Señor!» En el contexto presente se piensa en Jesús de una manera muy particular; para los lectores cristianos «el que viene en el nombre del Señor» es simplemente el enviado de Dios, el portador de la salvación. La expresión recuerda la pregunta de Juan Bautista: «¿Eres tú el que tiene que venir o hemos de esperar a otro?» (Mat 11:3). Mas como dicha expresión no está atestiguada como título mesiánico, debe tratarse de una interpretación cristiana. Las muchedumbres del pueblo judío de entonces seguramente que no relacionaron la aclamación con la profesión de fe en Jesús Mesías. No se excluye, sin embargo, que se exalten las esperanzas mesiánicas. Pues, la aclamación siguiente -al menos como nos la presenta Marcos- habla del «reino que ya llega, de nuestro padre David». Originariamente no suena esta fórmula, porque en ningún otro lugar se le llama a David «padre nuestro», título honorífico reservado al patriarca Abraham. Pero en las esperanzas nacionales el retoño de David y el reino de justicia por él establecido desempeñaban un papel importante. Así, se dice también en los Salmos de Salomón, de época cristiana: «¡Mira Señor, y contempla! Vuelve a suscitar a su rey, al Hijo de David… Reúne después a un pueblo santo al que rija con justicia» (Mat 17:23.28). Con la observación de «nuestro padre David», quizá quiso Marcos indicar que tales esperanzas alentaban entre los peregrinos de la fiesta. El reino «que ya llega» estaría aún por llegar, aunque el evangelista lo señale como presente mediante el paralelismo de ambas aclamaciones. Para él y para sus lectores cristianos ]a llegada del reino de Dios se realiza con la venida de Jesús, aunque ciertamente en un sentido distinto de como lo esperaban los judíos. La mención de David recuerda el grito del ciego Bartimeo en Jericó: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Será típico de la dialéctica de la fe cristiana en el Mesías el que se cumpla en Jesús la esperanza mesiánica judía, aunque no del modo que imaginaban los judíos de entonces. Esto, sin duda, motiva una formulación reticente muy característica. Un segundo hosanna redondea casi de modo litúrgico la aclamación de la multitud. Esta vez se agrega «en las alturas», con lo que la mirada se dirige a Dios, que según la concepción judía tiene su trono en las alturas del cielo. Así se dice también en los mencionados Salmos de Salomón: «Nuestro Dios es realmente grande y majestuoso; habita en las alturas» (Mat 18:10 s). Con ello se rinde honor a Dios, pues sólo él puede establecer el futuro reino. El evangelista no quiere rechazar la aclamación de aquellas muchedumbres como alentadas por una esperanza falsa, al igual que no rechazó la invocación de Bartimeo. Para él los únicos que de hecho reaccionan de un modo negativo son los dirigentes de Jerusalén, en abierto contraste con el pueblo (cf. 11,18.32; 12,12). Pero estos enemigos de Jesús en la escena de la entrada, tal como la presenta Marcos, ocupan un puesto secundario. En líneas generales las aclamaciones están proyectadas para la comunidad cristiana, o al menos a ella le resultan trasparentes, de modo que puede comprender esta realidad: Jesús trae el reino salvífico de Dios, pero precisamente por ser «el que viene en nombre del Señor», tal como Dios lo ha decretado. A Dios -«en las alturas»- debe dirigirse toda plegaria, toda petición y acción de gracias; por ello, esencialmente estas aclamaciones podían entrar en la liturgia de la Iglesia. Si en Marcos -a diferencia de lo que ocurre en Mateo y en Lucas- no sigue inmediatamente la purificación del templo, difícilmente puede indicar esto que para él el pueblo se había dispersado. Lo único que quiere es distinguir perfectamente la entrada en Jerusalén de la acción en el templo que para él, esclarecida como viene por el marco de la maldición de la higuera, es un símbolo de la oposición al judaísmo oficial. En la retirada a Betania se ve generalmente una medida de precaución de Jesús, quien no podía sentirse seguro dentro de los muros de Jerusalén. No hay por qué discutir un recuerdo histórico de que Jesús en los últimos días antes de la fiesta de pascua pernoctase con sus discípulos en aquel lugar, ya fuera de la circunscripción en que debía comerse el cordero pascual. En ese sentido habla también la unción de Betania (14,3-9). Pero ciertamente que para Marcos el motivo no ha podido ser el miedo de Jesús a los judíos, cuando al día siguiente se les enfrenta con toda valentía. Con el cambio de lugar (cf. 11,12.19.27) da más bien unas pinceladas escenográficas que separan entre sí las distintas escenas, y que tal vez señalan también a Jerusalén como el lugar del repudio del enviado de Dios. Esto es desde luego importante para los que intervinieron en uno y otro caso. El «pueblo» viene presentado bajo una luz positiva hasta el prendimiento secreto de Jesús (cf. 14,2). Para Marcos no es el mismo pueblo el que clama «Hosanna» el día de los ramos y el que vocifera «¡Crucifícale!» el día de viernes santo (cf. 15, 8-15). Otras fuerzas, como los peregrinos que llegan a la fiesta desde Galilea pasan al primer plano; pero aquí está precisamente el misterio tenebroso en torno al Hijo del hombre: que los dirigentes del pueblo le rechazaron (10,33) y que uno de los doce le traicionó (14, 10s.18-21.43-45). Detrás del golpe contra Jesús no está el pueblo veleidoso, sino una verdadera malicia y una alevosía incomprensible; pero él «se va, conforme está escrito de él» (14,21).

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* La tradición de Marcos parece atenerse sólo a Betania (cf. 11.11.12; 14,3). Algunos manuscritos omiten Betfagé; pero está abundantemente testificado y Mateo sólo menciona este lugar (21,1). En la tradición judía se alude frecuentemente a Betfagé -casa de los higos»- y siempre como un lugar que queda dentro de los límites de Jerusalén; aunque no se indica su localización precisa. Tal vez la tradición cristiana osciló desde el principio; también cabe suponer que Marcos no poseía ningún conocimiento geográfico exacto (cf también 7.31).

** También es posible que la exposición tenga como trasfondo el oráculo sobre Judá de Gen 42:10-12. Allí se dice que el futuro soberano ata su joven asno a la vid. En la versión de los LXX se repite dos veces la expresión equivalente a «pollino».

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c) Maldición de una higuera (/Mc/11/12-14).

12 Al día siguiente, después que salieron de Betania, él sintió hambre. 13 Y divisando a lo lejos una higuera con hojas, se acercó a ver si encontraba en ella algo: pero, una vez llegado a ella, nada encontró sino hojas, pues no era tiempo de higos. 14 Y dirigiéndose a ella, le dijo: «Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti.» Sus discípulos lo estaban oyendo.

El suceso de la higuera se considera uno de los episodios más curiosos y enigmáticos del ministerio de Jesús. ¿No es una cólera sin sentido la que invade a Jesús, y no constituye un hecho absurdo maldecir un árbol que no lleva fruto en una época del año en que no cabe esperar ese fruto? Pero esta forma racionalista de pensar lo único que demuestra es que hemos perdido el sentido para los gestos-simbólicos. De los antiguos profetas se refieren numerosas acciones, incomprensibles si no se descubre su simbolismo; por ejemplo, el paseo de Isaías medio desnudo (Isa 20:2-5), la inmersión de un cinturón en el Eufrates (Jer 13:1-7), pintar el plano de una ciudad en un ladrillo (Eze 4:1-4), rasurarse la barba con una espada y dispersar y quemar los pelos (Eze 5:1-4). Se trata de «parábolas reales», de acciones parabólicas, que no sólo revelan un pensamiento, sino que predicen un acontecimiento, lo introducen y anuncian de un modo efectivo. Por lo general se trata de profecías de juicio y desgracias, no de simples vaticinios sino de «prefiguraciones creadoras del porvenir» (G. von Rad), que esclarecen un acontecimiento que Dios ha querido y puesto en marcha. En el estilo profético de Jesús es perfectamente posible que en alguna ocasión haya ejecutado él alguno de tales signos, como la maldición de una higuera. La situación ha sido creada por la comunidad que transmite el episodio o por el evangelista, haciendo que Jesús tenga hambre, vaya a buscar los higos y, chasqueado, pronuncie la maldición. De la higuera cubierta de hojas y que no tiene fruto difícilmente pueden sacarse conclusiones sobre la época del año; por ejemplo, deducir que estamos en otoño, después de la segunda cosecha. El propósito de Marcos resulta más claro enmarcando la purificación del templo entre la maldición de la higuera (v. 14) y su agostamiento (v. 20s). Es un recurso literario que el evangelista utiliza con frecuencia (cf. 5, 21-43; 6,12s con 6,30; 14,54 con 66-72). Para él, pues, el que la higuera no llevase fruto y que se secase tienen una relación con la acción de Jesús en el templo. Pero ¿cuál es el sentido del gesto simbólico y profético de Jesús? Si se considera que Jesús protesta y actúa contra la profanación del santuario judío y que los dirigentes del pueblo buscan eliminarle por ello (v. 18), entonces debe tratarse de un juicio de castigo contra el judaísmo incrédulo, «que no da frutos». La certeza de esta interpretación se robustece si también aquí -como en el caso del pollino- hemos de suponer una citación escriturística implícita. Corrientemente se piensa en Jer 8:13 : «Yo los consumiré enteramente dice el Señor: las viñas están sin uvas, y sin higos las higueras, hasta las hojas han caído; y las cosas que yo les di se les han escapado de las manos.» En este caso se trataría de un anuncio encubierto de la destrucción de Jerusalén y del templo. Pero resulta problemático interpretar semejante profecía del futuro como un anuncio directo del juicio de castigo. El agostamiento de la higuera es un suceso actual que más bien refleja un proceso que ya está en marcha. Más cerca encuentra otro pasaje del libro de Jeremías, no muy alejado de la cita bíblica a la que se alude en la purificación del templo con la expresión «guarida de ladrones» (Jer 7:11): «Ya mi furor y mi indignación está para descargar contra este lugar, contra los hombres y las bestias, contra los árboles de la campiña y contra los frutos de la tierra, y todo arderá y no se apagará» (Jer 7:20) 47. La ira de Dios se enciende ya ahora contra el judaísmo obstinado, y más especialmente contra sus dirigentes, «los sumos sacerdotes y los escribas» (v. 18), que no comprenden la acción de Jesús en el templo y le cierran incrédulos sus corazones. Así las cosas, la acción simbólica de Jesús sería ante todo la expresión del repudio contra los judíos incrédulos, y de momento aleja también la amenaza del juicio punitivo externo. Mucho más terrible es el agostamiento interno, la muerte de la verdadera fe, que pese a toda la piedad externa, pese al culto suntuoso, los hace estériles y condenables a los ojos de Dios. Esta exposición se confirma en cierto modo con la sentencia que Jesús dirige a los discípulos junto a la higuera seca (v. 22s). La fe es la verdadera fuerza vital que produce frutos; sin duda que una fe viva abierta a los signos y a la llamada de Dios. Ya la Iglesia primitiva, antes que Marcos, había contemplado el episodio de la higuera seca en este horizonte; pues, tenemos otra tradición particular en Luc 13:6-9, relativa también a una higuera que no lleva fruto. Es una parábola contada por Jesús con la mirada puesta evidentemente en el pueblo de Israel que no está dispuesto a la conversión. Dios le concede todavía una tregua; pero si el pueblo no la aprovecha, le amenaza el juicio punitivo, bajo la imagen de la higuera desmochada. Pero no es en modo alguno cosa cierta que la «parábola real» de la higuera seca haya de interpretarse con la comparación de la higuera estéril. En la situación presente hay que añadir todavía dos observaciones: de estas palabras y gestos de Jesús, tal como la Iglesia primitiva nos los ha transmitido, no se puede deducir la imagen de un repudio definitivo de Israel, de una maldición eterna contra aquel pueblo, de una condenación absoluta de todos los judíos. En nuestra sección la responsabilidad y maldición recaen sobre los dirigentes que presidían entonces los destinos del pueblo, y la imagen de la higuera estéril culmina en la exhortación a la conversión. No disponemos de ningún juicio sobre la actitud creyente de cada uno de los judíos en particular, y la maldición de Jesús alcanza sólo a quienes se cierran culpablemente a la llamada de Dios que se escucha en Jesús. Seguramente que la Iglesia primitiva vio en la destrucción de Jerusalén y del templo un juicio punitivo de Dios (cf. el comentario a Mc 13,1s.14 ss); pero este juicio temporal no justifica un juicio condenatorio para todos los tiempos. Y una segunda observación: la comunidad de Marcos debía referir a sí misma todas las palabras y acciones de Jesús. También para ella hay en la enseñanza y ministerio del Señor una llamada, que no puede dejar de oírse, a estar siempre pronta a la conversión y a la fe, a una fe cada vez mayor, hasta que sea capaz de trasladar montañas (v. 23). Los sentimientos de venganza contra el Israel incrédulo equivaldrían a un desconocimiento espantoso de las intenciones de Jesús; por el contrario, la actitud equivocada de los dirigentes judíos de entonces es para los cristianos un examen de conciencia para saber si ellos mismos satisfacen o no el deseo de Jesús que busca fruto en la «higuera con hojas». La Iglesia primitiva comprendió que el reino de Dios sólo puede darse en un pueblo que lleva sus frutos (Mat 21:43).

d) Purificación del templo (Mc/11/15-19).

15 Llegan a Jerusalén. Y entrando en el templo, comenzó a expulsar a los que vendían y compraban en él; también volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas; 16 y no dejaba a nadie transportar objeto alguno a través del templo. 17 Y les enseñaba diciéndoles: «¿Acaso no está escrito: Mi casa ha de ser casa de oración para todos los pueblos? Pero vosotros la tenéis convertida en guarida de ladrones.» 18 Oyeron esto los sumos sacerdotes y los escribas, y buscaban la manera de acabar con él; pero le tenían miedo, porque todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. 19 Al atardecer salieron fuera de la ciudad.

Como ocurre con la entrada en Jerusalén, también en la purificación del templo apenas resulta posible reconstruir las circunstancias históricas, el desarrollo de la acción y los efectos inmediatos. Se ha querido hacer de este episodio, que los cuatro evangelistas refieren de distinto modo, una gran cuestión; el plan originario de una sublevación popular habría fracasado, y la exposición cristiana lo habría encubierto. Pero en el proceso no se dice absolutamente nada de la purificación del templo, ni siquiera a propósito de la palabra relativa a la destrucción y reedificación del templo, discutida en el examen de testigos (Mar 14:58 y par). La acción no ha podido ser espectacular en un sentido político, pues en otro caso los romanos que montaban la guardia en la fortaleza Antonia habrían intervenido inmediatamente. Resultan baldías todas las conjeturas de cómo Jesús haya podido cargar de un modo efectivo en la amplia explanada del templo, y concretamente en el atrio de los gentiles, contra los numerosos cambistas y contra los vendedores de animales para los sacrificios. Nada se dice de que le hayan ayudado en su empeño sus discípulos y seguidores. Pero tampoco se nos dice nada de una resistencia por parte de los interesados. Tal como lo expone Marcos, se trata una vez más de una acción profética simbólica de Jesús. Al evangelista sólo le interesan el gesto de Jesús y la reacción de los dirigentes judíos. No hay fundamento para poner en duda el suceso histórico; pero, visto desde fuera, sólo tuvo unas proporciones limitadas y un carácter apolítico. El celo por la casa de Dios, una idea profundamente arraigada en el Antiguo Testamento (*) que Jua 2:17 aduce como justificación, ha debido de hecho mover a Jesús, y puede explicar el «éxito» de Jesús, la ausencia de cualquier oposición seria. Pero todas estas interpretaciones se quedan en la superficie; ni el evangelista ni los primeros lectores cristianos tenían las ambiciones de los reporteros y televidentes hambrientos de sensacionalismo. No obstante lo cual, merecen interés la exposición realista y el adecuado conocimiento de las circunstancias históricas del suceso. En cualquier caso no se describe el escenario en los aledaños del templo, era sin duda bien conocido de la comunidad judeocristiana que refería por primera vez este suceso. Las autoridades del templo habían establecido que los cambistas y vendedores de animales para los sacrificios asentasen sus reales en el atrio de los gentiles, que estaba separado del recinto interior del templo por un muro. Los cambistas eran necesarios porque el tributo anual que todos los judíos debían pagar al templo, y que era de medio siclo por cabeza -aproximadamente, un dólar- (cf. Exo 30:13), sólo se podía hacer efectivo en la antigua moneda (tiria) del templo. Tanto para las autoridades del templo que otorgaban el permiso como para los banqueros que percibían un beneficio, aquello era además un verdadero negocio. También los animales para el sacrificio, especialmente las palomas prescritas para los sacrificios de la gente pobre (cf. Luc 2:24), tenían que estar a mano. Y he aquí un detalle que sólo Marcos refiere: Jesús no permitía que nadie transportase objeto alguno por el recinto del templo. Sobre el sentido de esta observación estamos informados por la literatura judía; así, se dice en un tratado de la Mishna: «No hay que convertir (al monte del templo) en un atajo para acortar el camino» (Berakhot IX, 5). Parece, pues, que debía tratarse de una mala costumbre que constituía una falta de respeto al lugar sagrado. Marcos- a diferencia de 7,3s- no aclara esto a sus lectores cristianos procedentes del paganismo; pero podían imaginar perfectamente el tráfago comercial a todas luces que tenía lugar en el recinto del templo. Nada se nos dice de los sentimientos de Jesús, observaciones por las que nuestro evangelista siente una predilección bastante marcada (cf. 1,41; 3,5, etc.). Por el contrario se dice de una manera objetiva y casi fría: «Y les enseñaba.» La intención del relato está pues, lejos de cualquier exposición psicologista o dramatizadora. Marcos se ocupa de una «doctrina» de Jesús, y en definitiva de una doctrina para la comunidad cristiana. El sentido se deduce de las palabras bíblicas citadas. La expresión «casa de oración» hace pensar por de pronto en la crítica de los profetas al culto, irritados contra el culto del templo puramente exterior y contra el hueco homenaje de los labios (cf. 7,6s); pero la cita está tomada de Isa 56:7 y contiene una profecía para el futuro. El acento recae sobre el hecho de que en el tiempo de la salvación todos los pueblos afluirían al monte del Señor y a su santuario. Marcos ha conservado del texto profético el inciso «para todos los pueblos», que Mateo y Lucas han omitido, tal vez intencionadamente, a fin de conectar la casa más estrechamente con las palabras siguientes sobre la «guarida de ladrones» y subrayar así el lado negativo. Pero, dado que Marcos trae esta cita de Jeremías y, además, hace preceder una palabra de amenaza evidente con la maldición de la higuera, es que no quiere en modo alguno rebajar la dura crítica de Jesús ni lo violento de su manifestación contra las autoridades judías del templo; pero vincula la protesta de Jesús con una profecía sobre el templo escatológico que está abierto a todos los pueblos y precisamente a los paganos. Pero ¿en qué piensa Marcos al aducir la cita completa: «Mi casa ha de ser casa de oración para todos los pueblos?» La respuesta la tenemos en las ya mencionadas palabras sobre el templo de 14,58: «Yo destruiré este templo, hecho por manos humanas y en tres días construiré otro, no hecho por manos humanas.» Por oscura que resulte esta palabra, especialmente en su primera parte, una cosa es evidente al menos para la comprensión de Marcos: el templo no construido por mano de hombre es la comunidad. Para el evangelista etnicocristiano es importante que todos los pueblos, y precisamente los pueblos gentiles, tengan cabida en él. Sobre el trasfondo del juicio punitivo contra el pueblo judío y de la destrucción del suntuoso templo de Jerusalén (13,1s), la profecía de la casa de oración para todas las gentes adquiere unos perfiles precisos: el nuevo templo tendrá un aspecto completamente distinto; concretamente no será levantado por mano de hombre y nunca más será profanado por un tráfago indigno y depredador. También el templo de piedra tenía otro destino; sólo los hombres le han convertido en una «guarida de ladrones». Para comprender esta dura expresión, es preciso volver a leer la profecía en su contexto (Jer 7:1-15). Sería equivocado deducir de la palabra «ladrones», que en el griego también puede significar «guerrilleros», una alusión a los zelotas. La dura expresión, elegida por el profeta con todo cuidado, fustiga la conducta impía e inmoral de sus coetáneos judíos que llegaban a jactarse del templo y que pretendían encubrir sus malas acciones con el culto oficial: «Enmendad vuestros pasos y vuestras obras, y yo habitaré con vosotros en este lugar. No pongáis vuestra confianza en las expresiones falaces de: ¡Este es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor!… Pero qué, ¿este templo mío en que se invoca mi nombre, ha venido a ser para vosotros una guarida de ladrones? Pues bien, yo, yo mismo, también lo veo así» (Jer 7:3 s. 11). Se trata, pues, de algo más que de suprimir las actitudes irreverentes en el templo o de una reforma del culto oficial; se trata de una adoración a Dios nueva y distinta, de una conversión moral, de cumplir la voluntad de Dios en la vida personal y social. La expulsión de los vendedores y compradores del atrio del templo es una señal que apunta al futuro. El verdadero templo será la comunidad escatológica, una «casa de oración» y un lugar de santidad, de adoración moral a Dios. Así lo entiende Marcos. Juan no sólo ha situado la escena al comienzo del ministerio de Jesús, sino que, cristológicamente, también la interpreta de distinto modo. La concepción de la comunidad como templo de Dios no es una idea completamente nueva; se encuentra también claramente expuesta en los escritos de Qumrán. Esta comunidad judía particular se considera a sí misma como «una casa santa para Israel y un lugar del Santísimo para Aarón», «una casa de perfección y verdad en Israel» (Regla de la comunidad 8,5s.9). Mas la comunidad cristiana debe ser una casa de oración para todos los pueblos. ¿Qué significa esto para la comprensión de la Iglesia y del culto? ¿No ha suprimido Jesús todas las casas de Dios levantadas por mano de hombre, los edificios sagrados del culto, y hasta el mismo espacio cúltico en el sentido más amplio, es decir, la adoración propiamente cúltica de Dios, reclamando en su lugar una comunidad santa y viva en el mundo, que deberá glorificar a Dios exclusivamente a través del esfuerzo moral, de las obras de amor y del servicio al prójimo? La Iglesia primitiva no sacó esta consecuencia, que tiende a una radical «desacralización» o «descultuación», como hoy oímos con frecuencia. Los primeros cristianos de Jerusalén continuaron reuniéndose en el templo, en el «atrio de Salomón» (Hec 5:12) y en las casas destinadas a las asambleas de culto (Hec 2:46); y ése era también el uso en las comunidades paulinas (cf.1Cor 11; 14). Pero el culto recibió entonces otra interpretación y otro centro de gravedad. Ya no se concebía un servicio de Dios aislado de la vida en este mundo y del servicio a los hombres. Se requería una nueva forma de oración en la entrega plena y confiada al Padre, una oración «en espíritu y en verdad» (Jua 4:23 s). La verdadera adoración a Dios, a la que deben llevar la oración y los cánticos, el servicio de la palabra divina y las celebraciones eucarísticas, la constituyen una vida cristiana, el testimonio del amor, la renuncia a los deseos egoístas. La propia existencia corporal, realizada como «víctima viva, santa y agradable a Dios» (/Rm/12/01), es el auténtico culto espiritual que se exige a los cristianos, un servicio divino en la vida cotidiana del mundo según se ha dicho. Con la purificación del templo no quiso Jesús establecer de nuevo un recinto sagrado, separado a cal y canto de la vida diaria de los hombres, sino manifestarse precisamente contra una ideología cúltica y ritualista demasiado estrecha, hacia la que se desvían inevitablemente los pensamientos humanos. Desde la imagen general que la Iglesia primitiva se hizo del comportamiento de Jesús, comprende perfectamente que Dios quiere vivir en medio de ella y operar por medio de su testimonio. Mas tampoco sucumbe al culto del otro ídolo de una secularización que, mediante la actividad humana y la asimilación al mundo, pretende alcanzar lo que sólo se alcanza con el Espíritu y la fuerza de Dios. Por ello da culto a Dios y saca fuerzas de su servicio divino, de la palabra de Dios y del sacrificio de Cristo; pero sólo para actuar después entre los hombres que viven en el mundo y ofrecer «sacrificios espirituales» (1Pe 2:5). La postura de Jesús frente a la piedad y el servicio divino fácilmente se presta a malas interpretaciones. Su idea de Dios le hace protestar contra un culto que se realiza en nombre de Dios, pero que sirve en realidad al egoísmo humano; y al mismo tiempo le hace insistir en la adoración divina que nace del amor a Dios y empuja al amor a los hombres (cf. 12,28-34). Su protesta choca con los oídos sordos del judaísmo de entonces, dirigido por los sumos sacerdotes y los escribas, y lo único que consigue es que éstos busquen el modo de eliminar a tan incómodo amonestador. El pueblo está fuera de sí por la doctrina de Jesús, pasmado de lo que hace y exige. Pero la comunidad cristiana debe comprender que, con la crítica de Jesús, la profecía y enseñanza se han convertido para ella en un signo perpetuo de advertencia. Por la tarde Jesús abandona la ciudad, y probablemente también esto constituye para Marcos un signo de que Jesús se aparta de la antigua ciudad de Dios y que los hombres, que no buscan a Dios con un corazón honrado, quedan abandonados a sí mismos (cf. Mat 23:37 ss y par, Luc 13:34 s).

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* Este celo sagrado movía también a los patriotas judíos (zelotas); mas no se puede deducir de ahí que Jesús persiguiese idénticos objetivos revolucionarios. Los siempre renovados intentos de relacionar a Jesús con el movimiento zelotista fracasan frente a la imagen general de su persona y actividad. Incluso se dan en él rasgos antizelotistas, cf. HENGEL, o.c, p. 385: «La polémica antifarisaica de Jesús se dirigía también en parte contra los zelotas. como los representantes más radicales del ala izquierda farisea» El alcance escatológico de la purificación del templo lo ha visto claro G. BORNKAMM: Jesús «purifica el santuario para la inauguración del reinado divino».

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e) Diálogo con los discípulos sobre la higuera seca (Mc/11/20-26).

20 Al pasar por la mañana, vieron que la higuera se había secado de raíz. 21 Entonces Pedro, cayendo en la cuenta, le dice: «¡Rabbí! Mira, la higuera que tú maldijiste se ha quedado seca.» 22 Y contestando Jesús, les dice: «Tened fe en Dios. 23 Os aseguro que quien diga a este monte: «Quítate de ahí y échate al mar» -y esto sin titubear en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice-, lo conseguirá. 24 Por eso os digo: Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis obtenido y se os concederá. 25 Y cuando estéis orando, si tenéis algo contra alguien, perdonadlo, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestros pecados.» [26 Pero si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras faltas.]

Un diálogo con los discípulos expone con mayor profundidad la doctrina de Jesús a la comunidad, como ocurre con frecuencia en Marcos (cf. comentario a 10,10). Su respuesta a la observación de Pedro de que la higuera se había secado, constituye un manual de oración para la comunidad que debe ser precisamente una «casa de oración» (v. 17). El evangelista ha insertado la instrucción en el momento en que a la mañana siguiente Jesús pasa con sus discípulos junto a la higuera que entretanto se ha secado. Este signo del poder de Jesús lo utiliza como materia de contemplación para poner ante los ojos de la comunidad la fuerza de la fe. Pero la exhortación a una fe resuelta viene subordinada en el v. 24 a la oración, y la instrucción sobre el modo de orar va más allá del requisito de la fe (v. 25). Esta sentencia final en que se exhorta a la comunidad al perdón fraterno, confirma la orientación de la misma a la comunidad que debe ser el nuevo templo de Dios. Hay, pues, que leer estos versículos en los que se han reunido palabras de Jesús independientes en su origen, dentro de una relación estrecha con la purificación del templo y con la cita que Jesús hace de la Escritura. Las palabras sobre la fe que traslada montañas -ajustadas por Mateo todavía más a la higuera seca- es un antiguo logion del Señor sobre el que la Iglesia primitiva ha meditado mucho. En otro pasaje, y en forma siempre distinta, se encuentra también atestiguado en la tradición sentencial de Mat 17:20 y Luc 17:6. Común a esta tradición es la frase «tener fe como un grano de mostaza», lo que según la aplicación proverbial del grano de mostaza para indicar algo pequeño e insignificante (cf. Mar 4:31), quiere decir: incluso una «fe» totalmente pequeña puede realizar cosas increíbles. Es evidente que aquí se habla de la «fe» en un sentido especial; en nuestro pasaje esa fe se interpreta como libre de cualquier tipo de duda. Lo cual es ya una interpretación de la Iglesia primitiva. En Luc 17:6 no se trata de las dudas, sino que se expone únicamente la fuerza de la fe bajo una imagen algo diferente: semejante fe puede arrancar de raíz una higuera y plantarla en el mar. La palabra era en su origen simplemente una metáfora vigorosa (hiperbólica), muy del gusto de Jesús, que ponía de relieve la fuerza de una fe carismática. Pues, una fe así no es algo que se pueda alcanzar por medios humanos, con el entrenamiento y la revigorización de la voluntad, sino que es puro don de Dios. Lucas lo ha entendido perfectamente, cuando en el v. anterior nos presenta la oración de los discípulos: «¡Señor, auméntanos la fe!» (Luc 17:5), y Pablo sabe de este carisma cuando, después de haber mencionado algunos otros, escribe: «Y si tengo tanta fe como para mover montañas, pero no tengo amor, nada soy» (1Co 13:2). Por tanto, según el sentido original del logion casi resulta contradictoria la exhortación que aparece en Marcos: «Tened fe en Dios.» Pero sí que se puede pedir a Dios esa fe carismática, y así lo ha entendido evidentemente Marcos, como vimos en 9,28s. Mas ¿qué es fe en este sentido? Una confianza elemental e inconmovible en Dios, que es mayor, más sabio y más poderoso que el hombre. Tal es también el significado primitivo del verbo hebreo que todavía resuena en la antigua palabra deprecativa «amén»: un decir amén a Dios, un estar y construir sobre el fundamento firme que son Dios y su palabra. No se trata de una fe ciega que espera, de un modo irracional y emotivo, algo que es imposible humanamente; sino una fe en el Dios que se revela, en cuya palabra, afirmaciones y promesas confía el hombre de una manera inconmovible justamente porque es Dios. Esta fe la ha esclarecido a la perfección el profeta Isaías, quien en una circunstancia sumamente crítica, cuando Jerusalén estaba amenazada por enemigos poderosos, dice al pueblo: «Pero si vosotros no creyereis, no subsistiréis» (Isa 7:9). El rey Acaz se niega a esa fe, pues recusa el signo que Dios le ha ofrecido (Isa 7:10 ss). Así pues, las palabras sobre la fe que traslada montañas no constituyen una carta en blanco para una fe milagrera que tienta a Dios, y que Jesús rechaza en otro lugar (Mat 4:6 s). No es una fe mágica o autosugestiva sobre la que el hombre pueda disponer, sino todo lo contrario: una fe que no está a nuestra disposición, que Dios otorga, que «en cierto modo pone en movimiento la omnipotencia bondadosa de Dios» (J. Schmid), porque el mismo Dios así lo ha querido y asegurado. En todo caso presupone una confianza inconmovible, directa, infantilmente fuerte, en Dios Padre. Con ello la palabra obliga además a reflexionar sobre lo que designamos por fe en sentido religioso. ¡Qué fácilmente cedemos a la ilusión de tener fe cuando hacemos una confesión, buscamos la suprema seguridad para las verdades de la fe o nos obstinamos en nuestra idea de la fe! La verdadera fe se mantiene en medio de las tinieblas, en las situaciones concretas de la vida en que todo está en juego, en el desvalimiento humano y cuando ya no hay salidas de tejas abajo. Lo que ya no podemos decir es en qué situación ha pensado originariamente Jesús. El «monte» no es sino la imagen de un gran estorbo, «este monte» no hay por qué identificarlo, pues en labios de Jesús no es más que una expresión de enseñanza intuitiva. Para la fe no hay estorbo alguno; pero sólo para la fe que posee una fuerza carismática. Esa fe tiene que estar viva en la comunidad, sobre todo cuando ésta se reúne para orar. Las palabras sobre la oración de petición (v. 24) -que por la nueva introducción podemos reconocer como una sentencia originariamente independiente- se dirige a la comunidad de los discípulos; el cambio a la forma plural no es fortuito. Marcos ha referido a la oración comunitaria la seguridad de ser escuchada, que en la tradición sentencial de Mateo y Lucas se presenta en otro contexto y en forma diferente (Mat 7:7-11; Luc 11:9-13). Esto ocurre en forma todavía más acusada en Mat 18:19 : «Si dos de vosotros se unieron entre sí sobre la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, les será otorgado por mi Padre que está en los cielos.» De este modo la exhortación de Jesús a los discípulos para que orasen al Padre con plena confianza y su promesa, hecha con la máxima seguridad, de que el Padre los escuchará, las prolongó la Iglesia primitiva en las formas más variadas. También en nuestro pasaje se trata de la oración de petición; pero el propósito de Marcos se evidencia -como en la sentencia siguiente- en el vocablo que designa la oración en general: quiere referirse a la comunidad como «casa de oración». Porque es la comunidad escatológica de Dios, también vale para ella la promesa divina de escuchar las súplicas. En todo caso debe creer con tal certeza que al orar esté ya convencida de que obtendrá lo que pide, así según la lectura más probable. La misma idea aparece más tarde en la primera carta de Juan (Mat 5:15), señal cierta de cuán profundamente había impresionado a la Iglesia primitiva aquella promesa de Jesús. También ella tenía ya dificultades con la promesa de que la oración sería escuchada, pues no todas las peticiones lograban su cumplimiento (cf. 1Jn 5:14 : pedir conforme a la voluntad de Dios). Además del objeto adecuado de la oración de petición se requería la exclusión de cualquier duda, y esto responde de hecho a la actitud personal de Jesús, que desde su proximidad inmediata al Padre y con la más íntima certeza hizo la primera, que resuena ciertamente de la forma más original en Mat 7:7-11. Orar es un proceso existencial entre el hombre y Dios; demasiadas reflexiones sobre la oración de petición le arrebatan su fuerza. El hombre que cree y ama pide simplemente como un niño a su Padre, que está seguro de ser escuchado porque es su padre. Y la comunidad ora comunitariamente en las dificultades y tribulaciones en las que se encuentra en medio del mundo como comunidad cristiana, y debe por lo mismo creer con fe firme que será escuchada. La última sentencia toca una condición que se menciona en el padrenuestro: si nosotros oramos a Dios y le pedimos el perdón de nuestros pecados, también debemos perdonar a los hombres que estén en deuda con nosotros. Estas palabras están también formuladas en forma plural y tienen en cuenta la oración comunitaria. En la comunidad de los discípulos de Jesús se exige un perdón auténticamente fraterno. Sin esa postura, la oración al Padre es desleal e ineficaz. Esta idea va tan indisolublemente unida a la oración del padrenuestro, que penetró muy hondo en la Iglesia primitiva y que evidencia una relación con las palabras que comentamos aquí: «vuestro Padre que está en los cielos», «vuestros pecados», que sólo aparecen en este lugar de Marcos. Se comprende que en muchos manuscritos posteriores se haya añadido también la prolongación en forma negativa de Mat 5:15 (v. 26). Marcos no ha formulado la palabra con el carácter tan rígido de condición con que lo hace Mateo. Quiere presentar a la comunidad orante la infinita bondad y misericordia de Dios; pero si pretende ser la casa escatológica de oración, debe también escuchar y obedecer las exigencias de Dios que subraya Jesús. En la promesa del Señor hay siempre unas pretensiones duras. Por sublime que sean las palabras acerca del templo abierto a todos los pueblos, su realización pone a la comunidad a la que se dirige en la más grave responsabilidad, y la higuera seca continúa siendo para ella una advertencia constante.

2. ENFRENTAMIENTO CON LOS CÍRCULOS DIRIGENTES ( ,44). Numerosas discusiones de Jesús llenan los días transcurridos en Jerusalén. La sección empieza con la pregunta acerca de la autoridad de Jesús que le hace el gran consejo. Se menciona expresamente a los tres grupos que formaban el sanedrín (Mat 11:27; cf. 8,31), poniendo así de relieve el carácter oficial de la pregunta. A lo largo de otras discusiones Jesús se enfrenta también con los representantes de los grupos dirigentes del judaísmo de entonces: saduceos y fariseos. Jesús rehuye una respuesta abierta a la pregunta sobre su autoridad; pero en la parábola de los viñadores homicidas pasa al contraataque. La cita bíblica del final (12,10s) pone al descubierto la situación: Jesús es la piedra rechazada por los constructores, pero que Dios ha convertido en piedra angular. Con ello se cumple el vaticinio de Jesús en 8,31: según el plan de Dios, el Hijo del hombre debe ser rechazado por los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y los escribas. Después de esta aclaración fundamental, siguen las distintas discusiones con diversos interlocutores. Los tres diálogos con fariseos, saduceos y un escriba particular, así como la enseñanza final dirigida a los escribas en general (12,13-17), se mantienen todavía en una conexión estrecha y responden tal vez a un preciso esquema rabínico de plantear las cuestiones. Como quiera que sea, estas perícopas debieron quedar enlazadas muy pronto en la tradición; en cuanto al contenido, tratan cuestiones de permanente importancia para la comunidad cristiana. Se les añade y acomoda un breve discurso de aviso y amenaza a los doctores de la ley (12,38-40), en el que también se menciona la explotación de las viudas. Ello dio tal vez ocasión para intercalar también aquí la perícopa referente al óbolo de la viuda (12,41-44). Como la escena se desarrolla en el ámbito del templo, pudo también utilizarla el evangelista como remate de esta postrera actividad de Jesús en Jerusalén, que los lectores deben representarse principalmente en el templo (cf. 11,27; 12,35). Con ello adquiere la sección un redondeamiento literario. Late un exquisito matiz teológico en el hecho de que los representantes oficiales del judaísmo rechacen a Jesús, y que una sencilla mujer del pueblo recibe un magnífico elogio y se convierta en la representante de aquellos que cumplen la voluntad de Dios con su conducta.

a) Discusión sobre la autoridad de Jesús (Mc/11/27-33).

27 Llegan de nuevo a Jerusalén. Y mientras él andaba paseando por el templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le preguntan: «¿Con qué autoridad haces tú esas cosas, o quién te dio esa autoridad para hacerlas?» 29 Jesús les contestó: «Os voy a hacer una sola pregunta. Respondédmela, y yo os diré con qué autoridad hago todo eso. 30 El bautismo de Juan ¿era del cielo o era de los hombres? Respondedme.» 31 Pero ellos deliberaban entre sí, diciendo: «Si respondemos: «Del cielo», dirá: ¿Por qué, pues, no creisteis en él? 32 Pero ¿vamos a responder: «De los hombres»?» Tenían miedo al pueblo, pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. 33 Y respondiendo a Jesús, le dicen: «No lo sabemos.» Entonces Jesús les contesta: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esas cosas.»

La rendición de cuentas que pide el consejo supremo está relacionada con la purificación del templo, que sólo por el ordenamiento que ha hecho el evangelista aparece un tanto distante. Marcos no habla en este lugar de las enseñanzas de Jesús en el templo, como lo hacen Mt y Lc. En el Evangelio de Juan «los judíos» reclaman a Jesús inmediatamente después del hecho un signo que le acredite. Nuestro evangelista formula de tal modo la pregunta que la «autoridad» de Jesús se convierte en el tema central; pues, para él la autoridad divina de Jesús se ha puesto de manifiesto a lo largo de todo su ministerio (cf. 1,22.27; 2,10). Con ello este interrogatorio oficial por parte de la autoridad judía -se puede suponer perfectamente una delegación del consejo supremo- adquiere una importancia que sobrepasa la situación presente. Jesús se enfrenta al judaísmo oficial y renuncia a dar de sí mismo testimonio explícito, pues una sola palabra no podría convencer a quienes se han opuesto a todo su ministerio con una actitud incrédula y negativa. Difícilmente puede decir Marcos que Jesús haya escabullido de propósito la pregunta, porque los dirigentes buscaban prenderle (cf. 12,13). Más bien quiere descubrir su cerrazón incrédula y al mismo tiempo poner de relieve la condición superior de Jesús, como lo hace en las disputas siguientes. Probablemente también la Iglesia primitiva ha argumentado de modo parecido contra el judaísmo incrédulo. La pregunta suena objetiva y fría; ambas partes consideran las dos posibilidades: Si Jesús reivindica una autoridad propia para actuar así, ¿qué autoridad es ésa? O tal vez se remita a una potestad delegada que algún otro le ha conferido. En tal caso Jesús se verá obligado a declarar abiertamente a quién representa. Cabe suponer que los miembros del consejo supremo habrían buscado después alguna acusación contra Jesús, como que era, por ejemplo, un falso profeta o un seductor del pueblo. Mas nada de esto ocurre, porque Jesús les propone una contrapregunta forzándoles a descubrir su postura interna. Les pregunta si ellos consideran que el bautismo de Juan procedía de Dios -«del cielo»- o de los hombres; lo cual equivale a decir si tenían a Juan Bautista por un profeta verdadero o falso. La pregunta los pone en un gran aprieto, que el evangelista refleja mediante las cavilaciones que se hacen entre sí o para sus adentros (en 2,6 dice más claramente de los escribas: «Pensaban en su corazón»; en 8,16 de los discípulos: «Ellos comentaban entre sí»). Si conceden que el bautismo de Juan era de Dios, Jesús podrá reprocharles su incredulidad; tampoco se atreven a discutir ese bautismo, en razón del pueblo que tenía a Juan por un verdadero profeta, enviado por Dios. La formulación, un tanto desmañada, pone bien de relieve que tales cavilaciones no parten del asunto mismo, sino que sólo giran en torno a su posición y prestigio personales; un reproche duro pero justificado contra unos hombres que, a pesar del relumbrón que se dan, no les preocupa la causa de Dios sino su propia persona. Su respuesta: «No lo sabemos», es una salida que los desacredita como dirigentes del pueblo y -lo que es peor aún- revela su falta de sustancia religiosa. Se desenmascaran, aunque para ello se sirvan de palabras astutas y retorcidas. Sobre la base de esta respuesta Jesús deniega, a los miembros del consejo que le interrogan, la información que de él deseaban. Deben darse por vencidos. Esto es tan evidente que el evangelista no lo anota de un modo explícito; la negativa de Jesús es el punto final, un final cargado de malos augurios. No es preciso que el diálogo se haya desarrollado exactamente de este modo; esto resulta incluso improbable por varios motivos: los miembros del consejo difícilmente habrían descubierto su flaco delante del pueblo, y en el cuarto Evangelio la conversación discurre de un modo completamente distinto. Pero con la transmisión de este choque de Jesús con los representantes del consejo supremo, la Iglesia primitiva no quiso conservar simplemente una escena histórica, sino descubrir más bien la disposición interna con que Jesús se enfrentó al judaísmo oficial, y dar así a conocer la disposición permanente en que ella misma se encontraba en su enfrentamiento con el judaísmo incrédulo. La escena presenta una estructuración uniforme, y ha sido montada según un cierto esquema de la disputa rabínica -pregunta, contapregunta, respuesta-. Aun así, no cabe considerarla como artificial e inventada, pues la acción de Jesús en el templo necesariamente debió provocar una reacción entre las autoridades del templo (cf. también Jua 2:18). Pero la respuesta de Jesús trasciende la circunstancia histórica para convertirse en una toma fundamental de posiciones; es decir, en el comportamiento de Jesús frente a los enemigos incrédulos. Hay también aquí algo que aprender para el enfrentamiento de la fe con la incredulidad. No hay pruebas apodícticas para los hombres que no quieren creer. En el diálogo teológico con el judaísmo la Iglesia primitiva se remitió para su fe en Jesucristo también al testimonio del gran predicador Juan Bautista, como lo demuestran los Evangelios en general. Pero tenía clara conciencia de que la vinculación entre Juan y Jesús, el mutuo respeto y reconocimiento de los dos hombres que se presentaron en nombre de Dios y la proclama de Juan señalando al que era mayor y que vendría después de él, no bastaban para alcanzar el reconocimiento de la misión divina y de la mesianidad de Jesús. Quien no se deja convencer por la imagen general que el Jesús terreno le brinda con sus discursos y hechos, de que Dios habla y actúa por medio de él, tampoco puede ser instruido por ninguna discusión. La fe cuenta con buenas razones; pero también la incredulidad encuentra contrarrazones en que apoyarse. Sólo que los incrédulos no deben pensar que puedan atribuirse en exclusiva la razón y la Lógica. Unos y otros deben poder encontrarse de un modo conveniente y elegante.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

El recibimiento mesiánico de Jesús en Jerusalén (Mar 11:1-11)

Análisis de discurso

Debemos notar, en primer lugar, la inclusión de este pasaje entre dos referencias a Jerusalén y Betania, en los versículos Mar 11:1 y Mar 11:11. Esto constituye el marco narrativo de esta breve pero importante sección, la cual podría dividirse en los preparativos para la entrada (vv. Mar 11:1-7) y la entrada propiamente dicha (vv. Mar 11:8-11). Los versículos Mar 11:1-7 podrían organizarse de manera concéntrica como sigue:

A. Jesús envía a sus discípulos a buscar un pollino que nunca había sido montado (vv. Mar 11:1-2)

B. Jesús les dice qué respuesta deben dar a los que cuestionen su acción (v. Mar 11:3).

C. Los discípulos hallan el pollino y lo desatan (v. Mar 11:4)

B’. Algunos cuestionan la acción de los discípulos y los discípulos responden conforme les instruyó Jesús (vv. Mar 11:5-6)

A’. Los discípulos traen el pollino y Jesús se monta sobre él (v. Mar 11:7)

Jesús comienza la entrada en Jerusalén. El cortejo de peregrinos encierra a la comitiva de Jesús y sus discípulos por delante y por detrás, en una especie de quiasmo físico (v. Mar 11:9). Los gritos de júbilo, con palabras del Sal 118:25-26, también tienen una estructura quiásmica que abarca todo el versículo Mar 11:9 :

A. Hosana

B. Bendito el que viene en el nombre del Señor

B’. Bendito el reino de nuestro padre David que viene

A’. Hosana en las alturas

TÍTULO: Varias versiones prefieren poner como título de esta sección «Jesús entra en Jerusalén» (TLA, DHH, CEV), y no el título más tradicional de La entrada triunfal en Jerusalén. Esto se debe a que el triunfo de Jesús reside, para Marcos, en su muerte y en su resurrección. Sugerimos otro título: “El recibimiento mesiánico de Jesús en Jerusalén”. El título de BJ es también apropiado: «Entrada mesiánica en Jerusalén».

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— Betfagé… Betania… monte de los Olivos: Ver notas a Mat 21:1 y Mat 21:17.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Mar 13:3; Zac 14:4; Luc 21:37; Jua 8:1; Hch 1:12.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Jesús entra en Jerusalén (ver Mat. 21:1-9; Luc. 19:28-38). “Burrito” es una palabra mejor que borriquillo en este lugar. Los otros Evangelios aclaran que Jesús cabalgó sobre un asno pequeño y no un caballo. Es posible que Marcos no sabía cuál sería, o posiblemente a sus lectores romanos no les importaba. Estos no conocían las palabras del profeta del AT, hablando del rey manso y humilde montado sobre un asno (Zac. 9:9). El v. 2 hace alusión a un arreglo previo con el dueño por Jesús, o aun podría ser un ejemplo de perspicacia sobrenatural. Al decir el Señor lo necesita, podría ser un uso infrecuente por parte de Marcos de un título que más tarde se le daría a Jesús. Por lo regular en Mar. los discípulos sencillamente llamaban a Jesús “maestro”; después de la resurrección todos le llamaban “Señor”. El versículo podría también significar “al dueño le hace falta”, y en ese caso la segunda parte del versículo significaría que “el [acompañante] lo enviará hasta aquí de inmediato”.

De esta manera Jesús entró en Jerusalén, igual que David o Salomón pudieran haber entrado a la capital, con ramas y ropas puestas a lo largo del camino delante de él (como una alfombra roja en los aeropuertos de nuestros días, u hojas de palmeras y de bananales en un festival de aldea en el Tercer Mundo). Estamos acostumbrados a las ovaciones de las multitudes en estas ocasiones, pero éstas no fueron ordenadas por decreto de ningún gobierno; surgían de su propia voluntad libre. Entonaron expresiones de alabanza tomadas de los Sal. y vitoreaban a un rey de la familia de David que habría de restaurar el reino de Israel a su antigua gloria. Esperaban a un líder político y nacionalista, aun un reformador social violento, como sucede con muchos en nuestros días. ¿No sería esto exactamente lo que Jesús temía desde el principio, y que todos malentenderían si él se proclamase el Mesías de Dios? Sin embargo, en ese día Jesús entró triunfalmente en la capital que en unos días le provocaría lágrimas (Luc. 19:41) al inspeccionar el templo.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

11.1, 2 Esto ocurrió el domingo de la semana cuando crucificaron a Cristo y la gran Fiesta de la Pascua iba a comenzar. Desde todos los rincones del mundo romano, los judíos iban a Jerusalén durante esta larga semana de celebración para recordar la salida de Egipto (véase Exo 12:37-51). Muchos habían oído de Jesús o lo habían visto y esperaban que El fuera al templo (Joh 11:55-57).Jesús llegó, no como un rey, sino montado en un asno en el que nunca antes nadie había montado. A menudo los reyes acudían a la guerra montados en caballos o en carros, pero Zacarías (Joh 9:9) profetizó que el Mesías vendría en paz sobre un humilde asno, sobre un pollino hijo de asna. Jesús sabía que quienes lo oyeran enseñar en el templo volverían a sus casas en cualquier parte del mundo anunciando la venida del Mesías.11.9, 10 La gente exclamaba: «¡Hosanna!» (que significa «¡salva ahora!»). Así daban cumplimiento total a la profecía de Zec 9:9. (Véanse Psa 24:7-10; Psa 118:26.) Hablaron del regreso del reino de David basándose en las palabras de Dios al salmista en 2Sa 7:12-14. Veían muy bien en Jesús el cumplimiento de esas profecías, pero no entendían la proyección que tendría el Reino de Cristo. Cuando solo algunos días más tarde llevaron a Jesús al tribunal, esa misma multitud gritó: «¡Crucifícale!»11.11-21 Hay dos partes en este inusual incidente: La maldición de la higuera y la limpieza del templo. La maldición de la higuera fue una parábola escenificada relacionada con la limpieza del templo. El templo era un lugar de adoración, pero la verdadera adoración había desaparecido. La higuera prometía frutos, pero no producía nada. Jesús manifestó su enojo por las vidas religiosas sin fruto. Si andamos mostrando religiosidad pero no la ponemos en acción en nuestras vidas, seremos como la higuera que se secó y murió. La fe genuina tiene un gran poder. Pídale a Dios que le ayude a producir frutos para su Reino.11.13-26 La higuera, una fuente económica y popular de alimentación en Israel, demoraba tres años en dar fruto luego de plantarse. Cada árbol produce una gran cantidad de fruto, el cual se cosecha dos veces al año: a finales de la primavera y a comienzos del otoño. Este incidente ocurrió cerca de la primavera, cuando las hojas empezaban a brotar. Los higos casi siempre crecen junto con las hojas, pero este árbol en particular, aunque estaba lleno de hojas, no tenía higos, lo que significa que ese año no daría fruto. El árbol se veía prometedor, pero no tenía fruto. Las palabras duras de Jesús connotaban que la nación de Israel era como esta higuera. Debía dar fruto, pero era espiritualmente estéril.11.15-17 Jesús se enojó, pero no pecó. Hay lugar para una justa indignación. Los cristianos deberíamos oponernos al pecado y la injusticia tomando una posición activa en su contra. Es lamentable, pero a menudo los creyentes somos pasivos respecto a estos asuntos tan importantes o nos enojamos en lugar de superar cualquier insulto personal u ofensas insignificantes. Asegurémonos que nuestra indignación esté bien dirigida.11.15-17 Los cambistas de dinero y los comerciantes hacían grandes negocios durante la Fiesta de la Pascua. Los que venían de países extranjeros tenían que cambiar su dinero por la moneda judía, que era la única aceptada en el templo para cuestiones de impuestos y para comprar animales para el sacrificio. A menudo, las especulativas tasas en el cambio enriquecían a los cambistas y los exorbitantes precios de los animales enriquecían a los comerciantes. Instalaban sus puestos en el atrio de los gentiles en el templo, con lo que frustraban las intenciones de los gentiles que iban a adorar a Dios (Isa 56:6-7). Jesús se enojó porque la casa de adoración de Dios llegó a ser un lugar de extorsión y una barrera para que los gentiles ofrecieran su11.22, 23 El tipo de oración de la que hablaba Jesús es la oración por la fecundidad del Reino de Dios. Orar que una montaña sea echada en el mar no tiene nada que ver con la voluntad de Dios, pero Jesús usó esa figura para enseñar que para Dios es posible hacer lo imposible. Dios contesta las oraciones, pero no debido a una actitud mental positiva. Deben reunirse otras condiciones como: (1) ser creyentes; (2) no tener nada en contra de otros; (3) no orar por motivos egoístas; (4) que sea para el bien del Reino de Dios. Para orar con eficacia tenemos que tener fe en Dios, no en el objeto de nuestra petición. Si ponemos nuestra fe en el objeto de nuestra petición, no tendremos nada cuando se nos niegue lo pedido.11.24 Jesús, nuestro ejemplo en la oración, oró una vez diciendo: «Todas las cosas son posibles para ti[…] mas no lo que yo quiero, sino lo que tú» (Mar 14:36). A menudo oramos motivados por nuestros intereses y deseos. Nos gusta oír que podemos tener cualquier cosa. Pero cuando Jesús oró, lo hizo con los intereses de Dios en mente. Cuando oramos, podemos expresar nuestros deseos, pero que la voluntad de Dios esté sobre la nuestra. Examínese para ver si sus oraciones se centran en sus intereses o en los de Dios.11.27ss Los líderes religiosos preguntaron a Jesús quién le dio la autoridad para echar a los mercaderes y cambistas. Esta pregunta, sin embargo, escondía una trampa. Si Jesús decía que la autoridad la recibió de Dios, lo acusarían de blasfemia; si decía que lo hizo con su propia autoridad, lo desacreditarían y lo echarían por fanático. Para descubrir sus verdaderos propósitos, Jesús atacó la pregunta con otra acerca de Juan el Bautista. El silencio de los fariseos probó que no les interesaba en lo más mínimo la verdad. Lo que querían simplemente era librarse de Jesús porque les socavaba su autoridad.11.30 Si desea más información, véase el perfil de Juan el Bautista en Juan 1.CARACTERISTICAS CLAVE DE CRISTO EN LOS EVANGELIOSJesús es el Hijo de Dios: Mat 16:15-16; Mar 1:1; Luk 22:70-71; Joh 8:24Jesús es Dios hecho Hombre: Joh 1:1-2, Joh 1:14; Joh 20:28Jesús es el Cristo, el Mesías: Mat 26:63-64; Mar 14:61-62; Luk 9:20; Joh 4:25-26Jesús vino para ayudar a los pecadores: Luk 5:32; Mat 9:13Jesús tiene poder para perdonar pecados: Mar 2:9-12; Luk 24:47Jesús tiene autoridad sobre la muerte: Mar 5:22-24, Mar 5:35-42; Joh 11:1-44; Luk 24:5-6; Mat 28:5-6Jesús tiene poder para dar vida eterna: Joh 10:28; 17.2Jesús sanaba a los enfermos: Mat 8:5-13; Mar 1:32-34; Luk 5:12-15; Joh 9:1-7Jesús enseñaba con autoridad: Mar 1:21-22; Mat 7:29Jesús fue compasivo: Mar 1:41; Mar 8:2; Mat 9:36Jesús experimentó tristeza: Mat 26:38; Joh 11:35Jesús nunca desobedeció a Dios: Mat 3:15; Joh 8:46

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 520 Jua 11:18

b 521 Mat 21:1; Luc 19:29

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Cuando se acercaban a Jerusalén. Con este capítulo comienza una importante etapa del ministerio del Señor que se realizará en y alrededor de Jerusalén.

Betfagé. Véase coment. en Mt 21:1.

Betania. Véase coment. en Mt 21:17.

monte de los Olivos. Véase coment. en Mt 21:1.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Con respecto a los vs.1-11, véanse las notas de Mat_21:1-10 .

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

69 (VI) Primera parte de la semana de pasión en Jerusalén (11,1-13,37). La activi­dad de Jesús en Jerusalén previa a la pasión se describe en el marco de tres días (11,1-12,20). En el tercer día encontramos los siguientes elementos: dichos, controversias, parábolas y un discurso escatológico. La sección en su conjunto prepara para el acontecimiento de la pasión mediante unas acciones simbólicas, muestra quiénes son los adversarios jerosolimitanos de Jesús y por qué se enfadan tanto, y sitúa la muerte y resurrección de Jesús en el contexto de los acontecimientos que conducen al eschaton.
70 (A) Entrada en el día primero (11,1-11). La entrada de Jesús en Jerusalén se com­prende mejor en la línea de las acciones sim­bólicas realizadas por los profetas del AT. El núcleo de la acción simbólica es Jesús cabal­gando hacia Jerusalén desde el monte de los Olivos. Según Zac 9,9, el Señor, sentado sobre un pollino, cabalgaría hacia Jerusalén como un guerrero divino. Y según el mismo profeta (Zac 14,4) la gran batalla escatológica aconte­cería en el monte de los Olivos. La manifesta­ción indica que con Jesús están realizándose los acontecimientos escatológicos y que él es la figura central en ellos. 1. a Jerusalén, a la al­tura de Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos: El viaje descrito en 8,22-10,52 ha al­canzado su objetivo: Jerusalén. El monte de los Olivos corre paralelo al lado oriental de la ciudad de Jerusalén. Josefo (Ant. 20.7.6 § 167-72) cuenta la historia de un falso mesías que afirmaba que era capaz de derribar las mura­llas de Jerusalén desde el monte de los Olivos. Betfagé y Betania son aldeas cercanas a Jeru­salén (→ Geografía bíblica, 73:95). 2. encontra­réis un pollino: Polos puede referirse a un po­tro, pero en vista de la obvia alusión a Zac 9,9 («tu rey viene a ti, triunfante y victorioso, hu­milde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna»), se refiere a un burro joven. Hay cierta ambigüedad sobre cómo debemos en­tender las instrucciones de Jesús, si como pre­dicciones que reflejan un conocimiento sobre­natural, o simplemente como reflejo de un acuerdo previo de Jesús con el propietario. 3. El Señor lo necesita y en seguida lo devolverá: Kyrios, «Señor», se refiere más probablemente a Jesús que al propietario, aunque su signifi­cado sería algo así como «el maestro» o «el ca­ballero» (pero, posteriormente, los cristianos lo interpretarían en una cristología más desa­rrollada del señorío de Jesús). La segunda par­te de la oración pertenece a la instrucción de Jesús, en la que comunica la promesa de de­volver el animal tan pronto como concluya su entrada en Jerusalén. 6. les contestaron como les había dicho Jesús: La expresión da la im­presión de un cumplimiento de la predicción de Jesús que se basaba en su conocimiento so­brenatural. Al menos, todo acontece según sus instrucciones. 7. montó sobre él: Así, con la en­trada de Jesús en Jerusalén se cumple Zac 9,9. En este texto el rey victorioso parece ser Yah­vé, a quien se describe como guerrero divino. 8. otros con ramas que cortaban: A diferencia de Jn 12,13, el relato marcano no especifica que las ramas fueran palmas. De hecho, las ra­mas de palmera serían más apropiadas para la fiesta de los Tabernáculos (cf. Lv 23,39-43) o la Hanukkah (cf. 2 Mac 10,7; 1 Mac 13,51) que para la Pascua. 9. ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!: La muchedum­bre saluda a Jesús con las palabras del Sal 118,25-26. Hosanna es la transliteración grie­ga de hósa’-tia, «sálvanos, por favor», aunque aquí funciona como saludo de homenaje más que como grito de ayuda. 10. ¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David!: No forma parte de la cita del AT; este comentario realiza­do por la muchedumbre da al acontecimiento un sentido mesiánico que está en línea con las esperanzas expresadas en el SalSl 17 de un glo­rioso gobernante davídico que restauraría y perfeccionaría la prosperidad de Israel en su tierra, en las alturas: Las «alturas» se refieren a las moradas celestiales donde Dios habita (cf. Sal 148,1; Job 16,19). 11. entró en Jerusalén y fue al templo: Para Jesús y sus compañeros galileos era normal visitar inmediatamente el templo tras haber finalizado la entrada. En contraste con Mt 21,12 y Lc 19,45, Marcos pre­senta un interludio nocturno entre la entrada de Jesús y la purificación del templo.

71 (B) Enseñanzas proféticas en el se­gundo día (11,12-19). La maldición de la hi­guera (11,12-14) es curiosa por diversas razo­nes: es el único milagro en las inmediaciones de Jerusalén; se destruye totalmente (cf. 5,1-20), y la conducta de Jesús parece irracional y destructiva. Marcos comprendió la maldición y su cumplimiento (11,20-21) como un acto de poder realizado por Jesús, pero quizá la tradi­ción permarcana había transformado una pa­rábola contada por Jesús (cf. Lc 13,6-9) en un relato sobre Jesús. El nivel simbólico del rela­to se centra en la falta de preparación de Israel para aceptar a Jesús (o, más probablemente, su mensaje del reino). El trasfondo veterotestamentario lo forma una serie de pasajes sobre las plantas y sus frutos (cf. Is 1,30; Ez 17; Jl 1; Am 2,9; Os 9,10.15-16; Jr 8,13; Miq 7,1; Job 18,16; véase G. Münderlein, NTS 10 [1963-64] 89-104; H. Giesen, BZ 20 [1976] 95-111). La purificación del templo (11,15-19) tiene un va­lor simbólico más obvio, aunque con seguri­dad tiene un fundamento histórico. Jn 2,14-22 coloca el acontecimiento en el comienzo del ministerio público de Jesús y presenta un rela­to completamente diferente. La versión marcana lo convierte en la tercera de una serie de acciones proféticas: el Mesías davídico purifi­ca la casa de Dios. Al colocar este aconteci­miento entre las dos partes del incidente de la higuera (11,12-14 y 11,20-21), Marcos ha crea­do otro «sandwich» en el que se enriquece el significado simbólico de ambos relatos. 13. no era tiempo de higos: Esta explicación es un añadido de Marcos. En Palestina, los higos no maduran antes de junio. El modo en que el re­lato es contado sugiere que Jesús esperaba realmente encontrar fruto en el árbol y lo des­truyó por la decepción sufrida. La explicación marcana hace aún más irracional su acción, pues debería saber que era imposible encon­trar tal fruto en la época de la Pascua. 14. que nunca jamás coma nadie fruto de ti: El efecto de la maldición de Jesús se describe al co­mienzo del tercer día (11,20-21), aunque el castigo de fulminación va más allá de los tér­minos de la maldición. 15. los que vendían y compraban en el templo: La gente que comer­ciaba con las víctimas sacrificiales y otras ne­cesidades cúlticas en el patio de los gentiles dentro del área del templo. Los cambistas cambiaban el dinero griego o romano de los peregrinos por el judío o tirio (cf. Éx 30,11-16). Los vendedores de palomas suministra­ban el material para el sacrificio propio de las mujeres (Lv 12,6-8; Lc 2,22-24), los leprosos (Lv 14,22) y otros (Lv 15,14.29). 16. llevar va­sija por el templo: De nuevo se trata del área general del templo. La vasija puede haber sido «las bolsas de dinero» de los compradores y vendedores; o quizá la prohibición era más ge­neral (como en mBer. 9,5), dirigiéndose contra el transporte de cualquier cosa o la utilización del área del templo como un atajo. 17. una ca­sa de oración para todos los pueblos: La cita es de Is 56,7 (LXX). La «casa» es el templo de Je­rusalén. Aunque «para todos los pueblos» po­dría haber provocado un eco entusiasta en los lectores de Marcos, no es el centro real de la cita veterotestamentaria en este contexto, una cueva de ladrones: La frase está tomada de Jr 7,11. Sobre la función purificadora del templo que llevaría a cabo el Mesías davídico, cf. SalSl 17,30. 18. los sumos sacerdotes y los escribas: Como en las predicciones de la pasión (8,31; 9,31; 10,33-34), no se mencionan los fariseos. Marcos declara que los sumos sacerdotes y es­cribas deseaban dar muerte a Jesús pero te­mían hacerlo por su popularidad. En una fiesta de peregrinación como la Pascua, sus temores serían especialmente más intensos.

72 (C) Otras enseñanzas en el tercer día (11,20-13,37). Tras la explicación de la hi­guera fulminada (11,20-26), Marcos presenta cinco controversias más una parábola (11,27-12,37), contrasta dos personajes (12,38-44) y pronuncia el discurso escatológico (13,1-37). La finalidad es mostrar quiénes eran los ad­versarios de Jesús y qué problemas lo condu­jeron al conflicto con las autoridades de Jeru­salén (W. R. Telford, The Barren Temple and the Withered Tree [JSNTSup 1, Sheffield 1980]).

73 (a) Explicaciones (11,20-26). El tercer día comienza con la constatación de la maldi­ción de la higuera (11,20-21). Puesto que Mar­cos comprendió el agostamiento de la higuera como un acto del poder de Jesús, añadió, a modo de explicación, tres dichos sobre la fe y la oración (11,23.24.25). Los tres dichos se unen artificialmente mediante palabras clave; en la tradición premarcana constituían una catequesis sobre la oración. Parece que una característica muy singular de la enseñanza de Jesús fue su insistencia en la seguridad de que las oraciones serían respondidas (cf. Mt 7,7-11; Lc 11,9-13). 20. la higuera seca hasta la raíz: El agostamiento de la higuera va más allá de la maldición de infertilidad que se afirmó en 11,14. 21. Pedro recordó: Pedro actúa como portavoz de los discípulos, que habían oído la maldición de Jesús (cf. 11,14). 22. Jesús res­pondió: Los dichos de 11,22-25 se presentan como una explicación del incidente de la hi­guera. Al unirlos a este incidente, Marcos que­ría centrar la atención en Dios como fuente del poder de Jesús, tened fe en Dios: La frase pistin theou, lit. «fe de Dios», debe ser un gen. objetivo, la fe «en Dios». La oración en su con­junto debe haber funcionado como título de los dichos que siguen. Podría incluso conside­rarse como una pregunta, «¿Tenéis fe en Dios?», que interpreta los dichos siguientes como ilustraciones del tipo ideal de fe. 23. quien diga a este monte: Quítate…: Sobre las versiones paralelas del dicho, cf. Mt 17,20; Lc 17,6; 1 Cor 13,2. En el actual contexto, «este monte» podría referirse a Jerusalén en su to­talidad o al monte de los Olivos, pero no tene­mos certeza de que Jesús lo dijera en estos lu­gares. El agostamiento de la higuera era sólo una pequeña demostración del poder que Je­sús tenía por su relación con Dios, una rela­ción que desea compartir con los que le si­guen. 24. todo lo que pidáis en vuestra oración, creed que lo recibiréis: El segundo dicho sobre la oración está vinculado al primero por la pa­labra «creer» y al tercero mediante el término «orar». 25. perdonad si tenéis algo contra al­guien: El tercer dicho trata realmente del per­dón (cf. Mt 6,14) y se unió a los otros dos me­diante la introducción «cuando oréis». El v. 26, que tradicionalmente se atribuye a este evangelio («pero si no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en el cielo perdonará vuestras ofensas»), está ausente en importan­tes manuscritos de Marcos (cf. Mt 6,15).

74 (b) Controversias (11,27-12,37). Co­mo en 2,1-3,6, esta sección presenta cinco re­latos sobre las controversias de Jesús con sus adversarios (más una parábola). Los cinco re­latos difieren en forma y tono; es cuestionable si ya constituían una colección premarcana.
75 (i) La autoridad de Jesús (11,27-33). La pregunta de los adversarios pretendía atrapar a Jesús en una confesión pública en la que di­jera que su autoridad procedía de Dios, para imputarle, de este modo, el delito de blasfemia (cf. 14,64). Jesús evita esta confesión pública mediante una contrapregunta sobre el origen de la autoridad del Bautista. La estrategia tie­ne como efecto reducir a los adversarios al si­lencio, clarificando al mismo tiempo el origen divino de la autoridad de Jesús. 27. los jefes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos: Estos tres grupos ya habían sido mencionados en la primera predicción (8,31) y aparecerán de nuevo en el relato de la pasión (14,43.53; 15,1) como los promotores del complot contra Je­sús. Más que del conjunto del sanedrín, aquí se trataría de un pequeño grupo de represen­tantes. La ocasión para interrogarle puede ha­ber sido la purificación del templo realizada por Jesús (11,15-19). 28. ¿con qué autoridad haces estas cosas?: El referente más probable de «estas cosas» es la purificación del templo, aunque quizá también incluya la entrada en Jerusalén e incluso todo el ministerio dedica­do a enseñar y a curar. 30. el bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?: Tras la pre­gunta de Jesús estaba implícita la afirmación de que la autoridad del Bautista procedía de Dios. A la luz del paralelismo entre el Bautista y Jesús, desarrollado a través del evangelio, la pregunta también indica el origen divino de la enseñanza y las curaciones realizadas por Je­sús. 31. si decimos que del cielo: Si los adver­sarios admiten el origen divino de la autoridad de Juan, entonces tendrían que explicar por qué no lo aceptaron; también, entonces, ten­drían que admitir el origen divino de la auto­ridad de Jesús. Si niegan el origen divino de la autoridad del Bautista, correrían el riesgo de la protesta popular, que lo consideraba un pro­feta de Dios. El reconocimiento del dilema los reduce al silencio. 33. tampoco yo os digo: Aunque la conversación parece terminar en ta­blas, de hecho quedaba claro que la autoridad de Jesús procede de Dios. Los adversarios, que deseaban atrapar a Jesús, han sido atrapados por él; su silencio hace aún más exquisita la victoria de Jesús en la controversia.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

El acontecimiento descrito en estos versículos es una excepción muy notable en la historia del ministerio terrenal de nuestro Señor. Generalmente hablando, vemos á Jesús evitando la publicidad, habitando con frecuencia en los desiertos, y realizando así la profecía que había anunciado, que «no gritaría, ni lucharía, ni dejaría oír su voz en las calles.»En este caso, y solo en este, parece que nuestro Señor abandona su carácter privado, y deliberadamente hace fijar en El la atención pública. Hace una entrada pública en Jerusalén á la cabeza de sus discípulos; entra voluntariamente cabalgando en la ciudad, rodeado de una gran muchedumbre, que grita, Hosanna, como cuando el rey David volvía en triunfo á su palacio. 2 Sam. 19.40. Todo esto también tuvo lugar en una época en que millares de judíos se reunían de todas partes en Jerusalén para celebrar la Pascua. Bien podemos creer que la santa ciudad resonó con las nuevas de la llegada de nuestro Señor. Probable es que no hubo una casa en Jerusalén en que no se supiese la entrada del profeta de Nazaret y en que aquella noche no se hablase de ella.
Recordemos siempre estas cosas al leer esta parte de la historia de nuestro Señor. Por algo es que se relata cuatro veces en el Nuevo Testamento esta entrada en Jerusalén. Es evidente que tiene por objeto que los cristianos estudien con especial atención escena de la vida terrestre de Jesús Estudiémosla con ese espíritu, y veamos que lecciones prácticas podemos aprender en este pasaje para bien de nuestras almas.
Observemos, en primer lugar, cuan público hizo intencionalmente nuestro Señor el último acto de su vida. Vino á morir á Jerusalén, y quiso que toda Jerusalén lo supiese. Cuando enseñaba las doctrinas más abstrusas del Espíritu, no hablaba regularmente sino con sus discípulos. Cuando decía sus parábolas, no se dirigía frecuentemente sino á una multitud de galileos pobres é ignorantes. Cuando hacia sus milagros, era generalmente en Capernaúm, ó en la tierra de Zabulón y Neftalí. Pero cuando llegó el momento en que debía morir, hizo su entrada pública en Jerusalén. Llamó hacia El la atención de los gobernadores, de los sacerdotes y ancianos, de escribas, griegos y romanos. Sabía que iba á verificarse el acontecimiento más portentoso que había tenido lugar en este mundo.
El Hijo Eterno de Dios iba á sufrir por los hombres pecadores, el gran Cordero Pascual iba á ser sacrificado, la gran expiación iba á realizarse. Por tanto ordenó que su muerte fuese en grado eminente pública. Arregló las cosas de manera que todos los ojos en Jerusalén se fijasen en El, y que cuando muriera, presenciaran su muerte muchos testigos.
He aquí una prueba más de la importancia indecible de la muerte de Cristo. Conservemos como un tesoro sus palabras; tratemos de imitar su santa vida; apreciemos en lo que vale su intercesión; y deseemos con ansia su segunda venida; pero no olvidemos que su muerte en la cruz es el hecho que corona todo lo que de Jesucristo sabemos. De esa muerte dimanan todas nuestras esperanzas; sin ella no podríamos asentar nuestras plantas en nada sólido. Demos, según .vayamos viviendo, más y más valor a esa muerte, y cuando pensemos en Cristo, que nada nos regocije más que el gran hecho que por nosotros murió.
Observemos, en segundo lugar, en este pasaje, la pobreza voluntaria á que se sometió nuestro Señor, cuando estuvo en la tierra. ¿Como entró en Jerusalén cuándo llegó á ella en esta ocasión tan notable? ¿Vino en un carro real, con caballos, soldados, y gran séquito, como los reyes de la tierra? Nada de eso se nos dice. Leemos que pidió prestado un pollino para ese acto, y que montó sirviéndole de silla los vestidos de sus discípulos. Esto estaba en armonía con todo el tenor de su ministerio. Nunca poseyó ninguna de las riquezas de este mundo. Cuando cruzó el mar de Galilea lo hizo en un bote prestado; cuando cabalgó para entrar en la santa ciudad, fue en un animal prestado, y cuando fue sepultado, lo enterraron en un sepulcro prestado.
Tenemos en estos hechos tan sencillos una muestra de esa mezcla maravillosa de debilidad y poder, de riqueza y pobreza, de divinidad y humanidad, que descubrimos tan á menudo en la historia de nuestro bendito Salvador. ¿Quién, si lee los Evangelios con cuidado, puede dejar de observar, que Aquel que tuvo poder para alimentar á millares de personas con unos pocos panes, estaba algunas veces hambriento; que Aquel que podía curar á los inválidos y enfermos, se encontraba algunas veces cansado; que Aquel que podía lanzar los demonios con una palabra, se vio también tentado; y que Aquel que podía resucitar á los muertos, iba á someterse á la muerte? Lo mismo descubrimos en el pasaje que meditamos. Vemos el poder de nuestro Señor al dominar las voluntades de una vasta multitud de hombres y hacerles que lo lleven á Jerusalén en triunfo, y al mismo tiempo vemos su pobreza al verse obligado á pedir prestado un pollino para cabalgar en él en su entrada triunfal. Todo esto es maravilloso, pero muy apropiado. Justo es y debido que no olvidemos la unión de la naturaleza humana y de la naturaleza divina en la persona de nuestro Señor. Si contempláramos tan solo sus actos divinos podríamos olvidar que era hombre. Si lo observáramos tan solo en sus momentos de pobreza y debilidad, olvidaríamos que era Dios. Pero se quiere que veamos en Jesús la fuerza divina y la debilidad humana unidas en una persona. No podemos explicar ese misterio, pero podemos consolarnos con la idea de que «es nuestro Salvador, nuestro Cristo; capaz de simpatizar porque es hombre, pero Omnipotente para salvarnos porque es Dios..
Finalmente, veamos en ese hecho tan simple, de haber cabalgado nuestro Señor en un asno, una prueba más de que la pobreza no es pecado. No hay duda que pecaminosas son las causas que producen mucha de la pobreza que vemos en torno nuestro. Borrachera, despilfarro, libertinaje, deshonestidad, pereza, todo esto es malo ante Dios, y produce la mayor parte de las miserias del mundo. Pero nacer pobre, no heredar nada de nuestros padres, trabajar con nuestras manos para ganar nuestro pan, no tener tierras-que nos pertenezcan, eso, sí, que no es pecado ni remotamente. El pobre honrado es tan respetable a los ojos de Dios como el rey más opulento. El Señor Jesucristo era pobre; no tenía plata ni oro; no tenia muchas veces en donde reclinar su cabeza. Aunque era rico, se hizo pobre por amor á nosotros, y estar colocado en sus propias circunstancias, no puede ser malo en sí. Cumplamos con nuestro deber en la condición que Dios nos ha impuesto, y si juzga conveniente mantenernos pobres, no nos avergoncemos de .ello. El Salvador de los pecadores se ocupa de nosotros, como de los demás. El Salvador de los pecadores sabe lo que es ser pobre

Fuente: Los Evangelios Explicados

R971 Ἐγγίζουσιν se usa como un presente histórico (comp. Mat 21:1): cuando se acercaban.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Hace el Señor su entrada en Jerusalén. Maldice una higuera; y entrando en el templo, echa fuera de él a los que compraban y vendían. Instruye a sus discípulos sobre la eficacia de la confianza en Dios, y sobre perdonar las injurias recibidas. Confunde a los sacerdotes que le preguntaron con qué autoridad hacía algunas cosas.

1 a. En el texto Griego se lee también: eis bethfagé, a Betfagé.

2 b. Esto es, a Betfagé, que estaba entre Betania y Jerusalén, y se consideraba como un arrabal de esta grande ciudad. Castellum significa la villa.

c. El Griego: eis autén, en ella.

4 d. Otros trasladan las palabras, epí tóu amfódou, in bivio, en la calle.

6 e. MS. E dejáronles aducir el pollino a Jesucristo.

10 f. El cual reino vemos cumplirse en su Hijo y descendiente, que viene en el nombre del Señor (véase Mt 21,9).

13 g. No era tiempo de higos; esto es, de cogerse los higos, o de estar ellos en sazón. Pero por no haberlos producido, se manifestaba ya la inutilidad y vicio de ella. Viva imagen del pueblo judaico; mucha apariencia, y ningún fruto de obras buenas.

14 h. Figura del castigo sobre los judíos.

16 i. Alguna carga o cosa que no fuese para el servicio y culto de Dios, atravesando por medio del templo. Tal era el respeto que quería que se tuviese a aquel lugar que estaba dedicado a Dios. Y si este celo mostró el Señor por aquel lugar, que sólo era figura del verdadero templo que nosotros poseemos, ¿qué látigos y qué azotes bastarán para castigar las irreverencias y profanaciones que cada día vemos en nuestros templos?

17 j. Vaticina el Señor en este lugar que se habían de construir templos en todo el mundo, y consagrarse a Dios, conforme a lo que había predicho (Is 56,7).

18 k. Secretamente; porque no podían sufrir que el Señor los reprendiese, ni que sus ofrendas se disminuyesen, habían resuelto quitarle la vida; pero buscaban el modo y la oportunidad.

24 l. El Griego: lambánete, que lo recibís. Como si dijera: Contadlo ya por recibido.

32 m. Aquí se ha de suplir: Tampoco nos sale bien la cuenta; por lo que se sigue: Timebant populum. Véanse otros ejemplos de semejante elipse en San Lucas (5,14; 2,4). Y también Hch 15,5.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] Los primeros Israelitas Nazarenos eran conocidos como miembros de “El Camino”, después de la proclamación de Yahshua en Jua 14:6.

[2] Estos dos discípulos representan las dos casas, que ambas están llamadas a hacer su trabajo de preparación para preparar el camino de Su retorno triunfal a Jerusaleñ como Rey de Israel en Su segunda venida.

[3] Ambas casas comenzarán la restauración con la llegada oficial del Rey a Jerusaleñ, en tanto que los “dos caminos” de Judah y Efrayím se convertirán en uno.

[4] Símbolo del Israel nacional.

[5] Esto no fue una maldición sobre la nación como algunos enseñan, sino una maldición sobre “comer fruto”, significando que el fruto de Israel vendría del vino nuevo de Moshiaj, no de los higos viejos de los Fariseos.

[6] El plan siempre fue reunir a Israel y hacer a todas las naciones una en Israel.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[17] Is 56, 7; Jer 7, 11.

Fuente: Notas Torres Amat